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Universidad de
América Latina y
Colombia en el
Medio Siglo
Nidia Yolive Vera Angarita
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
América Latina y Colombia en el Medio Siglo 1
Presentación
La educación superior se ha convertido hoy día en prioridad para el gobierno
Nacional y para las universidades públicas, brindando oportunidades de superación
y desarrollo personal y social, sin que la población tenga que abandonar su región
para merecer de este servicio educativo; prueba de ello es el espíritu de las
actuales políticas educativas que se refleja en el proyecto de decreto Estándares
de Calidad en Programas Académicos de Educación Superior a Distancia de la
Presidencia de la República, el cual define: “Que la Educación Superior a Distancia
es aquella que se caracteriza por diseñar ambientes de aprendizaje en los cuales
se hace uso de mediaciones pedagógicas que permiten crear una ruptura espacio
temporal en las relaciones inmediatas entre la institución de Educación Superior y
el estudiante, el profesor y el estudiante, y los estudiantes entre sí”.
Introducción
A inicios del siglo XXI la preocupación de gobernantes, políticos, agremiaciones y
académicos en América Latina no es otra sino las oportunidades y perspectivas de
desarrollo que la región tiene frente a los desafíos y realidades que la globalización
le plantea. La pobreza, la inestabilidad política, el bajo nivel de integración
económica, la baja participación democrática, los actos de corrupción y la violación
de los derechos humanos, son la constante en nuestra realidad continental.
Lo más racional tal vez sea analizar las causas de este complejo núcleo
problemático, para poder hallar alternativas de solución que correspondan con la
naturaleza histórica del mismo. Quizá una época histórica que sirva de manera
sobresaliente para interpretar los problemas políticos y económicos que aquejan a
Latinoamérica es precisamente la mitad del siglo XX. Muchos estudiosos plantean
la debilidad del sistema democrático Latinoamericano ocasionada por los diferentes
regímenes dictatoriales que durante la segunda parte del siglo XX se presentaron
en Latinoamérica, otros en cambio estudian la problemática social y económica
para determinar las alternativas de desarrollo que América Latina puede pensar
desde su realidad.
Sin ánimo de hacer lamentos históricos, la América Latina del siglo XX está
sumamente condicionada a los intereses imperialistas y de dominación
norteamericanos. Los militarismos y las violencias políticas que se ocasionaron en
la época pueden ser entendidas como producto de esa intervención
norteamericana. Colombia no es la excepción, también ella enfrenta los problemas
propios de su contexto y de las tensiones características de la Guerra Fría. Tal
vez, en el estudio de esta época podremos analizar las situaciones estructurales
que pueden permitir comprender la naturaleza de los desafíos que Latinoamérica
enfrenta en este siglo y a partir de allí, pensar posibles respuestas reales a los
mismos.
El presente material inicia con un estudio de las principales crisis políticas y
económicas que Latinoamérica enfrenta para comprender el contexto general
desde el cual emergen las dictaduras, los militarismos y las violencias políticas; se
finaliza con el análisis de la situación propia de Colombia en la época. Estos
momentos responden también a dos problemas transversales que se desarrollan a
lo largo del material: el rol de los Estados Unidos en la zona y la naturaleza de la
democracia Latinoamericana.
Horizontes
• Comprender el contexto político y económico de mitad de siglo para analizar la
influencia de la Guerra Fría en las transformaciones políticas de América Latina.
• Dilucidar las estructuras históricas desde las cuales se analizan los orígenes de
los problemas económicos, políticos y sociales propios de la actualidad
Latinoamericana.
Descripción Temática
La América Latina del medio siglo se caracteriza por un continuo ciclo de violencias
políticas que ponen en entre dicho las mismas estructuras del sistema democrático
moderno. Estas violencias se enmarcan en la tensión existente entre los
regímenes dictatoriales y la conformación de grupos insurgentes que se oponen a
dichas dictaduras. Estas realidades políticas están íntimamente relacionadas con el
contexto internacional de la Guerra Fría y del conflicto Este-Oeste.
Horizontes
Proceso de Información
1.1 LAS CRISIS ECONÓMICAS EN LA SEGUNDA MITAD DE SIGLO
En Brasil, las cifras de crecimiento del PIB per cápita también fueron negativas. El
crecimiento demográfico fue más rápido que el de la renta y en casi todos los
casos el crecimiento per cápita descendió con respecto al incremento real del PIB.
Las tasas de crecimiento de la población estuvieron en el orden de un 2,3 por
ciento anual y el número de habitantes pasó de 217 millones en 1960, a 283 en
1970 y 405 en 1985. Sólo en Brasil había 145 millones de personas en 1989, lo
que convierte al país en un gran mercado potencial.
deuda externa, una deuda que superaba los 200 mil millones de dólares si sólo se
contabiliza el endeudamiento público, o los 350 mil millones si se tiene en cuenta
el endeudamiento privado. México y Brasil, con más de 100 mil millones de
dólares cada uno, y Argentina, con más de 50 mil millones, eran los mayores
deudores del continente. Al finalizar 1990, la deuda ascendía a 423 mil millones
de dólares, mientras que los atrasos en el pago del servicio de la deuda
alcanzaban los 30 mil millones.
Claro está que, aunque la crisis apareciera de forma brusca, tuvo unos
antecedentes a los que luego se remitieron los especialistas para explicarla. La
situación de desorden del sistema monetario internacional, aun sin ser la causa
determinante de la crisis, contribuyó sin duda a ella. El desorden estaba causado
por la caída del dólar, provocada por la decisión tomada por el presidente Nixon,
sin ninguna consulta previa, de desligar el dólar del patrón oro en agosto de 1971.
Por otra parte, los grandes países industrializados, a excepción de Estados Unidos
y la URSS, eran grandes consumidores de energía pero no la producían. Gran
Bretaña y Noruega empezaron a producirla con ocasión de la crisis, gracias al
En diciembre de 1973, los países de la OPEP decidieron elevar al precio del barril
de petróleo a casi doce dólares; se había cuadruplicado en el transcurso de tres
meses. No se detendría ahí el proceso. Llama especialmente la atención la
persistencia unida a la brusquedad de los incrementos en el precio del petróleo,
que se multiplicó por cinco en 1973-1974 y luego creció el 150% en 1979-1980.
más de diez veces. El impacto de este incremento del precio resultó variable
según las latitudes, pero siempre fue grave, hasta el extremo de que bien se
puede decir que remodeló la fisonomía económica del planeta.
Europa y Japón dependían en mucha mayor medida de las importaciones que los
Estados Unidos: la factura petrolífera pasó en las economías del Viejo Continente
del 1.5% del producto nacional al 5%, cuando el volumen total del petróleo
consumido había disminuido. La inflación, que hasta el momento era de un 4-5%
anual, ahora se multiplicó hasta niveles inesperados y se hizo habitual que
alcanzara los dos dígitos: en Gran Bretaña y en Italia, por razones diversas, el
problema fue especialmente agudo. Todas las economías de los países
industrializados debieron recurrir a planes de austeridad que, de forma inevitable,
produjeron una disminución del consumo y una rebaja del nivel de vida. A lo largo
del año 1975, el crecimiento del PIB fue negativo en Estados Unidos (-0.7%),
Gran Bretaña (-1.6%)y Alemania (-1.6%); los únicos países que crecieron lo
hicieron en cantidades prácticamente inapreciables y, en ocasiones, por no
haberse enfrentado todavía a la crisis. Las empresas tuvieron dificultades
crecientes y el paro se incrementó. La recesión quedó confirmada como un
fenómeno inevitable y se combinó con una cierta inflación de un modo un tanto
inesperado en comparación con lo que había sido habitual hasta el momento.
De esta manera, los capitales afluyeron a Estados Unidos e hicieron subir el curso
del dólar. Este hecho tuvo como consecuencia iniciar un proceso deflacionista y
obligó a todos los países a optar por políticas de austeridad. Las economías
desarrolladas llegaron al fondo de la depresión, mientras que las del Tercer
Mundo, fuertemente endeudadas, vieron aumentar el peso de su carga financiera.
Por otro lado, también los planes restrictivos del consumo tuvieron un efecto, al
menos parcial. En 1980, el consumo de energía disminuyó del 2 al 3%, mientras
que en algún año posterior pudo llegar a un 6%. Las cifras, de cualquier forma,
no resultan muy significativas, dado que se manifestó una extraordinaria variación
entre lo sucedido en unos países y en otros. Además, con el transcurso del tiempo
y la disminución de los precios, volvió a producirse un incremento del consumo.
Por otro lado, la crisis económica contribuyó también a hacer aparecer la del
Estado de bienestar. Los límites de éste empezaron a percibirse cuando las
Haciendas públicas sufrieron la crisis. En adelante, empezó a entrar en crisis la
idea de que la reducción de las desigualdades debía ser un objeto esencial de
cualquier política social a desarrollar o de que ese propósito podía cumplirse a
partir de los presupuestos públicos. No sólo se hicieron patentes las dificultades
de la obra a desarrollar por el Estado en este terreno sino que, además, al llevarla
a cabo aparecieron riesgos de corporatismo y de clientelismo.
realidad fue que las que se presentaban como fórmulas superadoras demostraron
con el paso del tiempo no serlo en absoluto, sino que por el contrario la fórmula
democrática acabó por expansionarse, debido a que la crisis económica contribuyó
a hacer desaparecer de la faz de la Tierra muchos regímenes dictatoriales a partir
de los años centrales de la década de los setenta. Incluso con el transcurso del
tiempo, esa misma crisis agravaría la situación económica de los países de Europa
del Este y, como consecuencia, contribuiría a la crisis del comunismo. Fue el
llamado “eurocomunismo” aquella novedad ideológica que pareció cercana a
representar una alternativa más nueva a la política vigente a partir de mediada la
década de los setenta. Hasta los años sesenta, la relación umbilical mantenida
entre la URSS y los partidos comunistas europeos se mantuvo sin fisuras ni
problemas, por más que en los medios intelectuales el efecto de la invasión de
Hungría, en 1956, fuera ya importante. La de Checoslovaquia, en 1968, produjo
mucha mayor insatisfacción -y, por lo tanto, conatos de disidencia- en el seno de
los Partidos Comunistas europeos. La URSS trató de mantener la relación con los
“partidos hermanos” en idénticos términos, pero ya no fue posible. Una reunión
de los Partidos Comunistas europeos en Berlín, en junio de 1976, demostró que
con muy contadas excepciones -el Partido Portugués- los Partidos Comunistas de
los países democráticos y occidentales estaban a años luz de quienes ejercían el
poder en la Europa Oriental. Para ellos resultaban inaceptables tanto la versión
hasta entonces vigente del “internacionalismo proletario", que equivalía a servir a
los intereses de la política soviética, como el respeto al “socialismo realmente
existente” o, más aún, la función dirigente del PCUS. Entre los Partidos
Comunistas que quisieron manifestar su independencia de la Unión Soviética el
que avanzó de forma más decidida, además de dar la sensación de poder llegar al
poder, fue el italiano; así se explica que el “eurocomunismo” como denominación
naciera allí.
esta senda. Fue en los años 1975-1976 cuando el eurocomunismo pareció más
activo y prometedor. Estableció entonces un nexo entre socialismo y democracia,
pretendiendo que protegería más las libertades que los partidos burgueses y se
ofreció como una vía distante al mismo tiempo del Este y del Oeste. Fue mucho
más que una vía nacional al comunismo y demostró querer librarse definitivamente
de la hipoteca estalinista. Pero sus limitaciones fueron también evidentes. No
llegó a abandonar nunca el llamado “centralismo democrático” y, sin duda, fue
benevolente con la experiencia soviética, empezando por la propia Revolución de
1917. Pero resultaba inquietante para quienes la dirigían; éstos se beneficiaban
entonces mucho más de la actividad de movimientos pacifistas que defendían el
desarme unilateral en la idea de que ése podía ser un buen camino para la paz
mundial. En realidad, la relación que mantuvo con la URSS fue, si no la de
identidad y sumisión, la de quien había mantenido una antigua amistad con ella
(Kriegel); nunca pudo ofrecer un solo ejemplo de un país que siendo comunista
hubiera acabado por democratizarse. A partir del final de la década de los setenta,
en cambio, cuando tuvo lugar la invasión de Afganistán por la Unión Soviética y se
planteó la crisis interna del Estado comunista polaco, el eurocomunismo tuvo que
optar entre la demostración de si lo que sucedido con él había sido una táctica o
una impregnación de los procedimientos democráticos.
En muchos casos, había sido lo segundo pero eso sólo se descubriría con el
transcurso del tiempo. También tardaría en demostrarse claramente que una de
las consecuencias de la crisis de mediados de los años setenta fue el comienzo de
un proceso de democratizaciones que se inició en las dictaduras tradicionales de la
Europa mediterránea. En estos países -Portugal, Grecia, España- había existido en
el pasado una cierta tradición democrática o liberal aunque en estos momentos
hubiera un régimen que nunca fue propiamente totalitario o lo había sido en un
pasado remoto. Diversos factores influyeron en que se iniciara el proceso
democratizador. Se produjo, en primer lugar y en grados variables, un proceso de
transformación económica que cambió o empezó a transformar las arcaicas
estructuras que en el pasado habían hecho imposible la existencia de un régimen
democrático estable. Incluso más importante fue la quiebra de la legitimidad de
los regímenes dictatoriales en un momento en que la democracia se había
convertido ya en la ideología hegemónica gracias a los medios intelectuales,
periodísticos y universitarios. Influyó en esto de un modo poderoso el cambio
producido en el catolicismo a partir del Concilio Vaticano II. El hecho es que, en el
período 1974-1977, estos tres regímenes dictatoriales de derecha quebraron de
forma muy diferente, incluso jugando el Ejército un papel contradictorio: positivo
en el caso de Portugal y negativo en el de Grecia y España.
En cambio, entre 1950 y 1970, Gran Bretaña, una economía con problemas e
incluso declinante, se mantuvo en un 3% de crecimiento, mientras que Estados
Unidos llegó al 4%, Francia, Alemania e Italia superaron el 5% y Japón alcanzó el
11%. Como ya se ha señalado, existía, además, la sensación de que resultaba
posible controlar las crisis económicas gracias a la manera de analizarlas y darles la
respuesta que proporcionaba la ciencia económica. Pero ese panorama optimista
se disipó, abriendo el paso a una situación difícil de diagnosticar y, más aún, de
resolver.
Acaba la Distensión
Lo curioso de las elecciones de 1960, año en que se iba a iniciar una década que
tendría un final turbulento, es que ambos candidatos a la presidencia fueron dos
centristas perfectamente integrados en la política tradicional. En el Partido
Republicano, Richard Nixon, vicepresidente con Eisenhower, era un político alejado
del mundo del establishment republicano del Este, más liberal. Cercano a la
maquinaria del partido, al mismo tiempo estaba situado algo más a la izquierda
que el presidente saliente. Durante la campaña, Eisenhower se dedicó a defender
su gestión y en la práctica “ninguneó” a Nixon diciendo que no recordaba ningún
aspecto en que el vicepresidente hubiera influido de forma particular.
Mientras Nixon actuó de una forma mucho más partidista, Eisenhower, que no
apreciaba a Kennedy, ayudó muy poco al candidato republicano. El derribo de un
avión de espionaje norteamericano en la URSS en plena campaña contribuyó a dar
una impresión de que los Estados Unidos estaban perdiendo su hegemonía de
otros tiempos. Kennedy siempre pensó que su adversario carecía de clase, pero él
mismo no había sido un senador con una trayectoria muy brillante. Católico,
necesitó ganar las primarias para convencer a su propio partido que podía vencer a
los republicanos, pero tuvo la ventaja de los inmensos recursos de su familia para
lograr la victoria. De su principal adversario entre los demócratas, Humphrey,
pudo decirse que era algo así como “un dependiente de ultramarinos compitiendo
con una cadena de supermercados". Luego, al obtener la victoria, Kennedy supo
convencer a Johnson, el candidato del Sur, para que compartiera la candidatura
como vicepresidente. El debate en televisión entre Nixon y Kennedy -del 10 al
90% de los hogares habían pasado a tenerla desde 1950- le dio la victoria al
segundo, pero quienes lo oyeron por radio llegaron a la conclusión de que había
ganado Nixon, porque sus argumentos parecieron más sólidos; en cambio,
Kennedy transmitió la sensación de tener humor, encanto y magnetismo. También
fue un excelente estratega: supo atraerse a los demócratas más conservadores del
Sur y, al mismo tiempo, actuó muy hábilmente al identificarse con King, cuando
éste fue detenido en plena campaña por un incidente en su campaña
antisegregacionista. Como los años treinta también los sesenta, que se iniciaron
bajo la presidencia de Kennedy, estaban destinados a convertirse en un
permanente punto de referencia de los norteamericanos. Fueron tiempos
conflictivos, pero también optimistas en un principio. La revolución de los
derechos civiles trajo consigo idealismo e igualitarismo: entre 1961 y 1965,
Kennedy había escrito que las grandes crisis daban la sensación de producir
grandes hombres y quiso demostrar que disponía de ellos. No hubo entre ellos
patrones de empresa, sino que muchos de ellos fueron hombres de ideas, lo que
explica la abundancia de libros que pudieron escribir a continuación; quizá por esta
razón a Kennedy le acompañó el éxito con los medios de comunicación. Fue el
primer presidente norteamericano que aceptó ruedas de prensa en directo y que
trató a los periodistas sin paternalismo. Durante su etapa presidencial, la Casa
Blanca llevó una vida social intensa en la que el factor cultural tuvo extremada
importancia convirtiéndose en una especie de escaparate de lo que el presidente
quería hacer. La revolución de las expectativas en todos los terrenos, que jugó un
papel tan destacado en los sesenta, contribuyó a una glorificación del presidente,
tanto en esos momentos como en el futuro. Una parte del estilo kennediano nació
del lenguaje de sus discursos. En el inaugural de su presidencia quiso marcar el
cambio con respecto al pasado, con un mensaje de exigencia a los ciudadanos que
requería de ellos que se preguntaran qué podían hacer y no qué podían esperar de
la Administración y que aseguraba que no se omitiría ningún esfuerzo en defensa
de la libertad. En estos dos aspectos se desdobló el impulso de la “Nueva
Frontera” que anunció para los Estados Unidos. Aun siendo muy diferentes,
ambos propósitos encerraban un mensaje de idealismo y de compromiso
generoso.
Sin embargo, en política interior su balance no fue ni mucho menos bueno, por
más que en la etapa final de su mandato iniciara un prometedor cambio de
actitud. Kennedy se identificaba con los moderados y no con los liberales, pero
sobre todo no quería cortejar a los dirigentes del Congreso y hay que tener en
cuenta que sólo había ganado por 113.000 votos, por lo que carecía del punto de
partida suficiente como para promover un impulso que pudiera arrastrar al
legislativo a aceptar sus medidas. Fracasó al tratar de conseguir un seguro de
Pero, en términos generales, puede decirse que si fracasó en política interior fue
porque no le interesaban los problemas domésticos, sino los de política exterior.
Sin embargo, sería injusto decir que su gestión con el legislativo fue “un fracaso
absoluto” porque, aunque tan sólo hizo aparecer algunas posibles reformas, luego
Johnson conseguiría verlas aprobadas cuando Kennedy fue asesinado. Además se
debe tener en cuenta también que, con el paso del tiempo, se le revelaron nuevos
problemas para los que en un principio había tenido escasa sensibilidad. En
efecto, el mayor test por el que pasó Kennedy fue el relativo a las relaciones
raciales. Como en otras materias, también en ésta los antecedentes del presidente
eran mediocres: para él se trataba de una cuestión política que le podía
proporcionar votos pero también quitárselos. A pesar de que con su llamada a
King había llegado a obtener el 70% del voto negro, ya presidente, cuando un
conocido cantante de color acudió a la Casa Blanca con su mujer nórdica lo
consideró como una posible ofensa a los electores del Sur. Sólo a regañadientes
introdujo una vaga y mínima referencia a los derechos civiles de la minoría negra
en su discurso inaugural. Ahora bien, cuando esta cuestión acabó por aparecer en
la primera línea del panorama político interno, acabó por adoptar una actitud más
decidida. En 1961, empezó a producirse la ofensiva de los activistas en contra de
la segregación en los autobuses y, en general, en los espacios públicos. Los
hermanos Kennedy -Bob ocupaba la cartera de Justicia- siempre afirmaron su
preferencia por solucionar el problema por procedimientos pacíficos y reformistas,
lo que equivalía en la práctica a dejar pasar el tiempo. En este sentido, el
Departamento desempeñado por el hermano del presidente contrató a más
personas de color que en el pasado. En realidad, la segregación de la minoría de
color resultó mucho más importante para Bob Kennedy, por la responsabilidad que
desempeñaba, que para su hermano. Durante su mandato se multiplicó por cinco
el número de los nombramientos de jueces de color y, además, el Departamento
de Justicia se vio involucrado en causas judiciales en 145 condados sobre los
derechos electorales de los negros, a quienes en la práctica se les vedaba su
ejercicio. En definitiva, ambos Kennedy actuaron de manera muy cauta por
motivos políticos y probablemente no sintieron verdadera pasión por estas
cuestiones. A pesar de la llamada telefónica en plena campaña electoral, el FBI
Sobre el contenido de la política de Kennedy hay que tener en cuenta, ante todo,
que, como en las restantes materias, la posición originaria del presidente
difícilmente puede ser calificada como avanzada o novedosa. Aunque en su etapa
se gestaron iniciativas como la “Alianza para el Progreso”, una especie de
voluntariado para que los jóvenes norteamericanos ayudaran a los países en
desarrollo, al mismo tiempo la CIA siguió realizando operaciones encubiertas, como
en etapas anteriores. El dictador dominicano Trujillo fue asesinado con armas
proporcionadas por ella y Kennedy no dudó en dar el visto bueno para un golpe de
Estado contra Diem que en tiempos pasados había sido su aliado político. Por otro
lado, Kennedy casi siempre presentó a un mundo bipolar con el bien y el mal
luchando en el escenario internacional de acuerdo con lo habitualmente admitido
por Occidente en este período de la guerra fría. Tan sólo con el transcurso del
tiempo, su lenguaje se matizó en un sentido más favorable a llegar a acuerdos con
la URSS. “Y nos llamamos la raza humana”, comentó cuando fue informado de los
posibles resultados de una guerra nuclear. Era consciente de que no había en
realidad “missile gap” favorable a los soviéticos, a pesar de haber utilizado este
arma durante la campaña electoral. No mostró la propensión al control del gasto
militar de Eisenhower sino que aumentó el presupuesto en una cifra del orden del
13% tanto en lo que respecta al arma nuclear como a la convencional. Tuvo un
interés especial por la contrainsurgencia como método de combate de la
subversión comunista, quizá por la importancia que concedió a Vietnam.
Con respecto a este acto, lo primero que resulta preciso señalar es que todo hace
pensar que se trató de un acto aislado que no tuvo detrás una auténtica
conspiración y que fue la consecuencia de la acción de un individuo inestable, Lee
Harvey Oswald, una persona con graves problemas psíquicos que había sido
marine y luego inmigrante a la URSS, de donde salió para luego intentar ir a Cuba.
Pero Kennedy dejó el recuerdo de su fase final, mucho más activa en la política
interior y más madura en la exterior, y ello, junto con la aparición de un profundo
disenso interno en los años posteriores a su muerte, contribuyen a explicar la
existencia de un mito. Uno de sus colaboradores, Ted Sorensen, escribió que se
iniciaba con la afirmación de que Kennedy debería ser más recordado por cómo
vivió que por la manera de morir. Pero esto último contribuyó de forma decisiva a
modificar la percepción de lo primero.
En las filas revolucionarias coexistían diversas tendencias, pero Fidel Castro se hizo
con el control del movimiento. Gracias a su impulso, la lucha antidictatorial se
transformó en revolución social y dio un giro pro-soviético, fuente de graves
conflictos con el vecino norteamericano. Halperín señala que lo novedoso de esta
situación no era el autoritarismo sino la marcha hacia la revolución social. La
negativa de Castro a la institucionalización de su gobierno y a la convocatoria de
elecciones se basaba en su voluntad de no torcer el rumbo revolucionario. La
revolución tuvo sus primeros apoyos en algunos grupos de la burguesía y tanto los
obreros urbanos y rurales como los empresarios y terratenientes que controlaban
el sector azucarero permanecieron al margen de los acontecimientos que acabaron
con Batista. En realidad, estamos frente al renacimiento de la vieja Revolución
Cubana con sus banderas nacionalistas y moralizadoras. Castro señaló de forma
inmediata que en Cuba sólo se podía ser revolucionario si se era comunista, lo que
habla del predominio soviético. En 1959 se ensayaron las primeras reformas, no
demasiado revolucionarias y de un tono populista muy marcado, acompañadas de
algunas nacionalizaciones, que afectaron especialmente a intereses
norteamericanos. Esta moderación le granjeó al gobierno el apoyo de importantes
sectores populares hasta entonces al margen de la revolución. En las ciudades se
realizó una modesta “reforma urbana” que rebajó y congeló los alquileres. Estas
medidas se complementaron con las masivas campañas de alfabetización y la
implementación de una red sanitaria que garantizaba atención médica a la mayoría
de la población.
Rodríguez favorecía un mayor gradualismo, ante la falta de cuadros con los que
impulsar la política guevarista, pero también por la necesidad de no aumentar el
número de los contrarrevolucionarios.
Raúl Castro, hermano de Fidel y que había tenido contactos con el Partido
Comunista antes de la revolución, junto con el Che Guevara y Camilo Cienfuegos,
lograron el control del aparato militar. En 1959 se formaron las Fuerzas Armadas
Revolucionarias tomando como base al Ejército Rebelde, puestas bajo el mando de
Raúl Castro.
La cuestión militar se fue perfilando como una de las claves para explicar estas
décadas turbulentas de la historia latinoamericana. Inicialmente el problema de la
defensa se planteó en los términos de seguridad y desarrollo, aunque lo prioritario
para los militares era la seguridad antes que el desarrollo y la ecuación terminó
definiéndose en torno a la doctrina de la Seguridad Nacional, elaborada por los
estrategas e ideólogos de los ejércitos latinoamericanos, más que por el
Pentágono, como popularmente se ha asumido. La doctrina surgía de la guerra
fría y de la Revolución Cubana y tenía como una de sus premisas el
El cada vez más extendido temor a la revolución restó unanimidad a las condenas
a las intervenciones militares norteamericanas. La primera intervención del
período estuvo ligada a Cuba, aunque en la frustrada invasión de Playa Girón, de
abril de 1961, no participaron directamente fuerzas regulares norteamericanas.
Se trataba de una pequeña isla del Caribe que se había independizado en 1974,
gobernada por el socialista Maurice Bishop y donde algunos técnicos cubanos
colaboraban en la construcción de un aeropuerto, considerado una amenaza para
la seguridad de los Estados Unidos.
Nuevas clases, capas y sectores sociales emergen, sobre todo en las ciudades, en
coexistencia y entrecruzamiento con otras de tipo tradicional. Se generalizan las
situaciones y dinámicas complejas, bajo determinaciones contradictorias.
Los cambios se han ido produciendo sobre todo por efecto de factores más o
menos accidentales, impersonales, externos a los países de la región y a sus
centros de decisión (crisis económicas, políticas y militares, NDMT,
enfrentamientos entre potencias y bloques), y como subproductos involuntarios o
De manera general, las coordenadas del respectivo sistema nacional, sus pautas
de estructuración y funcionamiento, condicionan y determinan al Estado,
restringen o distorsionan su papel y sus políticas, los contenidos, los alcances y los
resultados de sus acciones. Ello opera a partir y a través de fuerzas, estructuras y
procesos de tipo externo y de tipo interno, y de sus interrelaciones.
Los bajos costos de la mano de obra van dejando de ser una ventaja decisiva en la
competencia internacional; se vuelven un porcentaje decreciente de los costos
totales, sobre todo en los procesos automatizados que eliminan costos ocultos
(baja calidad, devolución, tiempos muertos).
Crea así, con frecuencia, límites y coacciones negativas a las grandes empresas y a
los grupos socioeconómicamente dominantes. Unas y otros aceptan, o incluso
promueven hasta cierto punto el intervencionismo del Estado de manera
condicional y transitoria. Transfieren al Estado problemas y conflictos, cargas y
costos de las situaciones normales, de las coyunturas y de las crisis, al mismo
tiempo que le niegan o quitan los recursos necesarios para su funcionamiento
normal y para su capacidad de soluciones. No admiten la posibilidad ni la
necesidad de un Estado a la vez protagonista e instrumento independiente de
crecimiento y modernización con cambio social, productivo y redistribuidor,
promotor de la participación y de la democratización. Utilizan los fracasos del
poder público para la permanente exigencia de reducción de su autonomía y de su
ingerencia, e incluso de su cuasicompleta desestatización.
El Estado y las élites públicas ven limitadas sus posibilidades de acción. Uno y
otras encuentran dificultades para actuar fuera o en contra de la lógica de la
acumulación y la rentabilidad privadas, y contra ciertas relaciones de clases y de
poder que se dan como coordenadas y restricciones del sistema. No terminan de
dominar el juego social y político en que participan, y deben apegarse a muchas de
sus condiciones. Se ven forzados a compensar y regular a posteriori los
dinamismos, desequilibrios y conflictos más importantes. Sobre todo, están cada
vez menos en condiciones de garantizar crecimiento y la modernización, y con ello
su autoridad y legitimidad propias.
Con todo ello tienden a aumentar la importancia y el peso específico del Estado, y
en sus relaciones con la sociedad civil, del Ejecutivo; de gobernantes y
administradores, del establishment policíaco-militar (formal-legal y clandestino);
de los tecnoburócratas, expertos en información y en comunicación; de políticos y
gestores públicos, corrompidos-corruptores, en colisión con grupos y
constelaciones de intereses privados. La acción de estos últimos sobre y en el
estado se modifica y refuerza, además, por delincuencia organizada en mafias
económico-políticas; y por la incidencia de poderes regionales y locales, sus
aparatos, apéndices y periferias.
El peso de los grupos dominantes, desde dentro y como parte del Estado, y como
influencia y control exteriores, es raramente contrarrestado o anulado por la
gravitación de los grupos mayoritarios, dominados y fragmentados, poco
articulados en organizaciones pode- rosas y eficaces, Gerentes de proyectos
propios de política y estrategia, afectados por las restricciones legales y de hecho a
la participación. Se procura el debilitamiento o el desmantelamiento de las formas
de poder y autoridad de la población; de sus organizaciones representativas,
partidistas, sindicales, socioeconómicas, culturales, y de los grupos intermedios de
todo tipo.
El análisis precedente apunta ya cada vez más a una crisis del Estado, a su
naturaleza y causas, a sus principales rasgos y proyecciones. Dos importantes
rasgos y componentes de la crisis general del Estado deben ser tenidos en cuenta;
son los referentes a la crisis de los partidos políticos y del parlamento.
• Ruptura del equilibrio entre los poderes del Estado en favor del Ejecutivo, su
administración, su tecnoburocracia, sus medios de masas, las tendencias al
poder personal y a la personalización del poder.
Una entre las tendencias posibles que se preparan en los pliegues de la historia
latinoamericana por venir es la de un neo-estatismo, que se desplegaría en una
variedad de tipos y modalidades posibles. Sus concreciones dependerían de la
combinación de varias dimensiones: naturaleza, modos y desenlaces de los
grandes conflictos y crisis; alianzas de élites, clases, grupos e instituciones;
incidencia interna de los factores externos; redefiniciones de los modelos y
caminos de desarrollo y de sistema, y sus cristalizaciones en proyectos y
Solución de Problemas
• ¿Las crisis económicas y políticas se pueden interpretar como intentos de
desarrollo en Latinoamérica o sirven para establecer y argumentar una crisis de
autonomía que caracteriza la historia latinoamericana?
• ¿Ha existido democracia en América latina? ¿La crisis del estado se debe a los
malos manejos de los recursos económicos o más bien a la precariedad de las
estructuras democráticas latinoamericanas?
Autoevaluación
• ¿Qué se entiende por Estado de Derecho y cuál es su diferencia con el Estado
de Bienestar?
• ¿Qué relación existe entre Estado de Derecho y Democracia?
Repaso Significativo
• Elaborar un esquema conceptual donde se relacionen los siguientes términos:
crisis, autonomía, producción, inestabilidad, intervención, deuda externa,
desarrollo, pobreza, militarismo.
Bibliografía Sugerida
BENZ, Wolfgang y HERMANN, Graml. El siglo XX, III. Problemas mundiales entre
los dos bloques de poder, Siglo XXI, México, 1982, p.285 1ª ed. en alemán, 1981.
Descripción Temática
La presente unidad gira en torno a estos cuatro ejes, planteando tanto la situación
de las dictaduras de Suramérica como los regímenes militares y los movimientos
guerrilleros Centroamericanos.
Horizontes
• Comprender el proceso histórico por el cual se formaron los diferentes
regímenes militares en América Latina y las implicaciones sociales y económicas
que esta forma de gobierno tuvo en la historia del continente.
• Analizar las condiciones que permitieron el surgimiento de grupos guerrilleros
en América Latina y el papel protagónico de éstos durante la época estudiada.
• Criticar el proceso de democratización en América Latina, analizando el rol de
los Estados Unidos en la legitimación de las formas de gobiernos propias de
América Latina en el medio siglo.
Proceso de Información
2.1 EL MILITARISMO EN AMÉRICA DEL SUR
Serán los liberales de las clases medias de la Europa del siglo XIX, los que
utilizaran por vez primera este termino al ver las grandes diferencias entre sus
intereses burgueses, con los de los oficiales aristócratas; “se dieron cuenta
1
Guillermo Cortes Lutz, Director departamento de Estudios de Atacama GEA
En el tercer y ultimo caso; esta relacionada con las luchas entre las elites, y
aunque la base del orden social no se vea amenazada, estas chocan en conflicto
por temas de corrupción, política exterior, reformas constitucionales, alternancia
en el poder, fraude electoral, conflicto de la capital con las provincias, etc.
Entonces una de las fracciones se dirige y pide auxilio a los militares y estos se
alinean con un determinado grupo, Finer en si ensayo “Cultura Política” de 1962,
ha relacionado los niveles de intervención militar con las demandas de liderazgo
militar que se han originado por condiciones internas, lo que el llama “el orden".
Históricamente, ha existido una estrecha relación entre los ejércitos y los sectores
conservadores de la sociedad. Esta constante se da no solo en Europa central,
sino que además en África y sobretodo en las dictaduras de Latinoamérica. Como
señala un estudio; “las relaciones frecuentes de estos militares con los llamados
partidos de derecha , que los han hecho a veces los perros guardianes de la
oligarquía (...) en México el ejercito republicano se convirtió después de la
independencia en uno de los pilares del partido conservador hasta 1861-1867”.
Los orígenes, las relaciones sociales, la edad y las influencias extranjeras, están
entre los factores que conforman la orientación económica y social de los líderes
militares. De esta forma, cuando el ser militar es una forma de poder social y una
profesión aristocrática, atrae a los bien nacidos y los ricos (hijos de la elites y
oligarquías). Por otro lado, cuando esa profesión militar esta abierta a los
hombres de talento guerrero, en donde pueden llegar a ella por la libre
competencia, es mas probable que puedan aspirar a ella los miembros de clases
medias y grupos inferiores.
Conviene señalar que la asimilación de los jefes de banda de las luchas intestinas,
militares aficionados, a menudo engalanados con rimbombantes grados a los
oficiales de carrera carece de fundamento. El caudillo, guerrero improvisado, nace
en efecto de la caída del Estado colonial español y de la desorganización social. El
oficial es el hombre de la organización y no existe sino por y para el Estado. Los
ejércitos modernos son instituciones públicas burocratizadas que detentan el
monopolio técnico de la aplicación de la violencia legal; los caudillos representan
la violencia privada que se alza contra el monopolio estatal o sobre sus ruinas. Los
caudillos son poderosos locales, jefes de guerrilla, o notables civiles, que han
tomado las armas con ocasión de las guerras y movimientos revolucionarios del
continente iberoamericano. Al contrario, los militares, los oficiales de carrera que
mandan tropas regulares, cuyo asenso sigue reglas preestablesidas, que salen de
academias especiales y han hecho a menudo practicas en Westpoint o en Panamá
( Canal Zone ), en Saint-Cyr , en Alemania , en España , etc.
Personalmente me adhiero a esa hipótesis, creo que la historia tiene ciertos grados
de conspiración. No podemos negar la influencia del Pentágono, sobre los
ejércitos de América Latina, no solo en sus cursos de instrucción y venta de
material bélico, sino también y sobretodo en la ideologización al cual fueron
expuestos, la doctrina de seguridad nacional y la defensa de las fronteras
ideológicas. De igual forma la simpatía de ciertas compañías transnacionales que
han establecido algún grado de interés con las dictaduras de América Latina y que
en muchos casos, junto con la CIA, han fraguado sendos golpes de Estado, contra
los gobiernos democrático, el caso de la ITT en Chile , contra el gobierno de la
Unidad Popular , es por demás conocido.
Alain Rouqué cree en los matices, las causas son múltiples y tanto exteriores como
internas; “...el militarismo contemporáneo no aparece como una fatalidad histórica
, ni como fatalidad geográfica: ni el determinismo cultural , ni la manipulación
externa dan cuenta de un fenómeno complejo donde las circunstancias nacionales
y transnacionales se entremezclan. El papel político de los ejércitos ni en el
tiempo, ni en el espacio latinoamericano, es la expresión de configuraciones
sociales y modelos de desarrollo poco propicios para el orden representativo. Por
otra parte ese fenómeno también obedece igualmente a la naturaleza de los
ejércitos, a su inserción en la sociedad y el Estado.
Los regímenes terroristas y neoliberales, están representado por las dictaduras que
se instauran en Chile y Uruguay en 1973 y Argentina en 1976. Aquí encontramos
una violencia represiva desmesurada sin precedentes y liberalismo económico
extremo, sino ortodoxo. “Su ambición común es reestructurar la sociedad a fin de
establecer sino un orden contrarrevolucionario permanente, por lo menos una vida
política y social sin riesgo para el status quo”.
De hecho, anterior a ello, nuestros países no eran una prioridad militar para el
Pentágono, pues el allí no representa para Washington un peligro presente, no
obstante principios de la década de los sesenta, el triunfo de la Revolución
Cubana, modifica las concepciones estratégicas de Estados Unidos, implica una
redefinición del enemigo y la aplicación de doctrinas llenas de consecuencias
políticas inmediatas. En adelante se privilegia la lucha contra el “enemigo
interior”. Frente al peligro de subversión comunista, las fuerzas armadas del
continente, se entrenan para la lucha contrarrevolucionaria. La Doctrina de
Seguridad Nacional, reemplaza a la de Defensa Nacional.
“La década del setenta se inicio anunciando síntomas de deterioro del sistema
democrático Latinoamericano. Además de la profundización de los movimientos
insurgentes de izquierda, que continuaron con la lucha armada, muchos países
soportaron dictaduras militares en Centroamérica y el Cono Sur. La lucha armada
impulsada por algunas organizaciones de izquierda habían alcanzado un alto
grado de difusión durante la década del sesenta, pese al duro revés que significo
la muerte de Ernesto Che Guevara, el 8 de octubre de 1967 en la selva boliviana”.
En 1946 ganó las elecciones Gabriel González Videla, líder del Partido Radical,
apoyado por una coalición de izquierda cuyos principales componentes eran su
propia agrupación y el Partido Comunista. Videla nombró a tres comunistas para
ocupar carteras ministeriales, pero la coalición consiguió mantenerse apenas seis
meses, ya que los ministros comunistas, con frecuencia enfrentados con los demás
miembros del gabinete, fueron destituidos en abril de 1947. Hacia finales del
mismo año, Chile rompió relaciones diplomáticas con la Unión Soviética.
Al año siguiente, la reacción popular contra los partidos tradicionales tuvo como
consecuencia la elección del general independiente Carlos Ibáñez, quien restauró
el orden en cierta medida, aunque no pudo solucionar los problemas económicos y
sociales. En 1958 asumió la presidencia Jorge Alessandri, antiguo senador e hijo
de Arturo Alessandri Palma, a la cabeza de una coalición de conservadores,
radicales y liberales, con una plataforma que favorecía la libre empresa y la
promoción de la inversión extranjera.
El Gobierno de Allende
Una vez asumido el cargo, Allende comenzó rápidamente a cumplir sus promesas
electorales, orientando al país hacia el socialismo con su popular lema “vía chilena
al socialismo”. Se instituyó el control estatal de la economía, se nacionalizaron los
recursos mineros, los bancos extranjeros y las empresas monopolistas (véase
Monopolio), y se aceleró la reforma agraria. Además, Allende lanzó un plan de
redistribución de ingresos, aumentó los salarios e impuso un control sobre los
precios. La oposición a su programa político fue muy vigorosa desde el principio y
hacia 1972 se había producido una grave crisis económica y una fuerte
polarización de la ciudadanía.
El Régimen de Pinochet
A partir de ese momento, se estableció una Junta Militar encabezada por el general
Augusto Pinochet Ugarte que suspendió inmediatamente la Constitución, disolvió el
Congreso, impuso una estricta censura y prohibió todos los partidos políticos.
Asimismo, lanzó una fuerte campaña represiva contra los elementos izquierdistas
del país: miles de personas fueron arrestadas y centenares de ellas ejecutadas o
torturadas; muchos chilenos se exiliaron, mientras que otros pasaron largos años
en prisión o se dieron por desaparecidos.
Durante los años siguientes, la Junta Militar gobernó al país con gran rigor, aunque
hacia finales de la década pudo apreciarse una cierta apertura. En 1978 se levantó
el estado de sitio (aunque siguió en vigor el estado de emergencia)e ingresaron
más civiles en el gabinete.
Sin embargo, Chile siguió siendo esencialmente un Estado policial. Una nueva
Constitución, la de 1980, sometida a referéndum el día del séptimo aniversario del
golpe militar, legalizó el régimen hasta 1989; Pinochet inició en marzo de 1981 un
nuevo periodo de gobierno, ahora como presidente, con una duración de ocho
años. En el ámbito económico, el gobierno de Pinochet aplicó medidas de
austeridad que provocaron el recorte de la inflación y una mayor producción entre
1977 y 1981.
El Periodo Vargas
El Estado Novo
El Gobierno Dutra
30% y algunos empleados del servicio civil fueron despedidos. Quadros también
propuso eliminar la supuesta corrupción que había florecido durante la
administración Kubitschek. El presidente Quadros dimitió de su cargo
repentinamente en agosto, sin dar ninguna explicación, y refiriéndose sólo a las
“fuerzas de la reacción” que habían bloqueado sus esfuerzos. Los líderes militares
expresaron su oposición a la asunción del cargo por el vicepresidente João Belchior
Marques Goulart, manteniendo que era simpatizante del régimen cubano de Fidel
Castro.
Gobierno Militar
A partir de 1930 el país vivió de nuevo periodos de disensiones internas. Ese año
una revolución derrocó al presidente Hernando Siles que había gobernado desde
1926 sin convocar la legislatura nacional e intentaba prorrogar su mandato. Daniel
Salamanca, elegido presidente en 1931, fue derrocado en 1934 por una camarilla
liderada por su vicepresidente José Luis Tejada Sorzano. Su gobierno fue
derribado por una Junta militar encabezada por el coronel David Toro, quien
intentó sacar al país de la situación desesperada en que se encontraba, como
consecuencia de la recesión mundial y del conflicto del Chaco con Paraguay. Sin
embargo, se rodeó de enemigos entre los militares y en 1937 fue derrocado por un
grupo encabezado por el teniente coronel Germán Busch Becerra, jefe del Estado
Mayor.
En 1938 se aprobó una nueva Constitución. Sin embargo, Busch la abolió un año
después e impuso un gobierno dictatorial. A los cuatro meses fue encontrado
muerto de un disparo. Asumió la presidencia el general Carlos Quintanilla, quien
restauró la vigencia de la Constitución de 1938 y determinó que el Ejército debía
ejercer el control del país hasta la celebración de nuevas elecciones.
Paz Estenssoro regresó del exilio para asumir la presidencia. Bajo su dirección el
gobierno emprendió un amplio programa de reformas económicas, decretó la
nacionalización de las minas y el monopolio en la exportación del estaño. En el
transcurso de 1954 se llevó a cabo la reforma agraria (parcelación de tierras para
distribuir entre los indígenas), se alentó la prospección de pozos petrolíferos por
empresas extranjeras, se instituyó el voto universal (no existía hasta ese
momento) y se llevó a cabo una reforma educativa.
Siles continuó con la política iniciada por el gobierno de Paz Estenssoro, quien
volvió a ser elegido en 1960. Paz solicitó la redacción de una nueva Constitución
que aumentara la autoridad económica del gobierno y permitiera la reelección. En
1964 fue reelegido, nombrando como vicepresidente al general René Barrientos,
jefe de las Fuerzas Aéreas y candidato de la derecha. Muchos de los antiguos
colaboradores de Paz lo abandonaron, denunciando que el MNR había olvidado su
política revolucionaria. Paz Estenssoro fue derrocado un mes después de su
reelección a consecuencia del levantamiento que protagonizaron los mineros y los
estudiantes. Se hizo cargo del poder una junta militar encabezada por René
Barrientos.
Gobiernos Militares
El gobierno de Odría fortaleció el Ejército, inició una serie de obras públicas y firmó
acuerdos de colaboración económica y cultural con Brasil. Al igual que Chile y
Ecuador, Perú extendió la soberanía territorial sobre sus aguas marítimas hasta las
200 millas, medida que provocó fuertes protestas por parte de Estados Unidos,
cuyos barcos pesqueros faenaban en aquellas zonas.
El Periodo Liberal
En las elecciones de 1956 el político Manuel Prado volvió a ser elegido presidente;
inmediatamente puso en práctica amplias reformas que fueron respondidas con
huelgas y revueltas callejeras ocasionadas por la inestabilidad económica y la
galopante inflación. En 1959 el gobierno introdujo un programa que restringía la
salida de divisas y estimulaba la industria nacional con varias medidas, como
ayudas a la importación de bienes de equipo. A mediados de 1960, la economía
había mejorado notablemente, ya que el capital externo entró en el país en forma
de préstamos y contratos de desarrollo. En octubre del mismo año el gobierno
logró que se aprobara su política de nacionalización gradual de las más
importantes instalaciones petrolíferas.
depuesto por la misma junta en marzo de 1963. Tres meses más tarde se
celebraron nuevas elecciones y Fernando Belaúnde Terry fue elegido presidente.
El Gobierno Militar
En 1944, el presidente liberal Carlos Alberto Arroyo del Río, antiguo presidente del
Congreso Nacional, renunció al cargo como consecuencia de un movimiento
revolucionario encabezado por el ex-presidente José María Velasco Ibarra, que
había gobernado el país entre 1934 y 1935, y que en esta ocasión recibió el apoyo
En 1947 Velasco Ibarra fue depuesto de su segundo mandato por un grupo militar
que fue apartado del poder por el movimiento revolucionario que instaló a Carlos
Julio Arosemena Tola como presidente provisional. En 1948, Galo Plaza Lasso,
antiguo embajador en Estados Unidos, fue elegido presidente. A principios de
aquel año, Ecuador había acudido a la IX Conferencia Interamericana celebrada en
la ciudad colombiana de Bogotá para firmar la carta de la Organización de Estados
Americanos (OEA).
Inestabilidad Política
Velasco Ibarra fue elegido presidente por tercera vez en 1952 y permaneció en el
poder hasta 1956. En las elecciones presidenciales de aquel año, el candidato
conservador Camilo Ponce Enríquez obtuvo la victoria por estrecho margen sobre
el candidato liberal.
Etapa de Prosperidad
Entre las primeras actuaciones del nuevo gobierno estaba el anuncio de un plan
económico quinquenal, que debía aplicarse en la agricultura, la vivienda y la
industria. En agosto de 1972 se efectuaron las primeras exportaciones petrolíferas
de los nuevos yacimientos que estaban siendo explotados por empresas
estadounidenses. Ecuador pronto se convirtió en el segundo país exportador de
petróleo de América Latina, después de Venezuela. El petróleo proporcionó
ingresos de divisas y fondos para la inversión, muy necesarios para el país, pero
también disparó la inflación y ensanchó la brecha entre los ricos y los pobres.
El general Rodríguez Lara fue sustituido en 1976 por el almirante Alfredo Poveda
Burbano, que asumió el gobierno como presidente de una Junta militar compuesta
por los jefes de las tres Fuerzas Armadas. En los años siguientes descendió
ligeramente la presión inflacionista. En 1978 se celebró un referéndum para
aprobar una nueva Constitución que iría acompañada de una posterior
convocatoria de elecciones presidenciales, las cuales se celebraron en abril de
1979; a finales de año Jaime Roldós Aguilera asumió la presidencia, entrando en
vigor la nueva Constitución.
Un nuevo conflicto limítrofe surgió en la frontera con Perú, pero se cerró en 1981
después del arbitraje internacional. Poco tiempo después, Roldós moría en un
En las elecciones legislativas de 1960, los seguidores del presidente del Partido
Colorado ganaron la totalidad de los escaños del Congreso. En el mes de
diciembre, Paraguay rompió las relaciones diplomáticas con Cuba y fue uno de los
países que estuvo a favor de una acción colectiva contra el régimen cubano a
través de la Organización de Estados Americanos (OEA), pero tales medidas no
fueron aprobadas por la mayoría requerida, las dos terceras partes de los países
miembros.
La Década de la Posguerra
Deterioro Político
Los blancos permanecieron en el poder hasta 1966. Ese año, junto a los
colorados, aprobaron la restauración del sistema presidencialista, aprobada por
Desde junio de 1968 hasta marzo de 1969, Uruguay se mantuvo bajo una forma
modificada de ley marcial (las denominadas “medidas prontas de seguridad”). La
gira por América Latina del político estadounidense Nelson Rockefeller, que en
junio de 1969 llegó a Uruguay, provocó la protesta social con violentas
manifestaciones, por lo que el presidente Pacheco volvió a imponer el estado de
sitio.
tuvo que cancelar las elecciones previstas para ese año y fue depuesto de su cargo
de presidente. Un nuevo Consejo de la Nación eligió como presidente a Aparicio
Méndez, antiguo ministro de Salud Pública, para un mandato de cinco años. Uno
de los primeros actos de su gobierno fue privar de derechos políticos a quienes
habían participado en política entre 1966 y 1973. En 1976, el número de
prisioneros políticos encarcelados por el gobierno se elevaba a unas 6.000
personas y las violaciones de los derechos humanos por parte de los militares eran
frecuentes.
Durante el siglo XIX Gran Bretaña empezaba a reemplazar a España como fuerza
dominante en la región. El asentamiento británico de Belice, utilizado inicialmente
como una zona de abastecimiento y refugio de piratas, se convirtió en el principal
centro de comercio de toda Centroamérica con el exterior. La influencia británica
se extendió por las costas del Caribe hasta Panamá, y en 1862 Belice se convirtió
oficialmente en colonia británica con el nombre de Honduras Británica.
A finales de esa década, sin embargo, se aportó una de las posibles soluciones a
través de los esfuerzos realizados por el presidente de Costa Rica, Óscar Arias,
para lograr la paz y la estabilidad por medio de la cooperación regional. Estos
esfuerzos cristalizaron en el denominado Acuerdo de Esquipulas. Las hostilidades
disminuyeron, y los nuevos gobiernos democráticos de Costa Rica, El Salvador,
Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá acertaron en la aplicación de medidas
dirigidas al crecimiento económico de la región y la democratización de los países
que la integran.
cargo hasta 1944. En Honduras, Tiburcio Carias Andino, jefe del conservador
Partido Nacional y presidente desde 1932, se mantuvo en el poder como dictador
hasta 1948. En Guatemala la dictadura del general Jorge Ubico se extendió de
1931 a 1944, hasta que un golpe a cargo de oficiales jóvenes acabó con ella y
planteó la democratización del país. Las elecciones fueron ganadas por Juan José
Arévalo, un civil que planteó profundas reformas políticas y sociales. Al mismo
tiempo se autorizó la libre sindicación de obreros y campesinos, que presionaron
exitosamente por mayores salarios y por la mejora de la legislación laboral. La
presencia comunista en estas organizaciones fue clave para comprender su éxito.
El país fue gobernado por una junta encabezada por Figueres durante un año y
medio, que tomó drásticas decisiones. Disolvió el ejército, nacionalizó la banca,
promovió el desarrollo agrícola y energético con un impuesto al capital e ilegalizó
al Partido Comunista. Su anticomunismo salvó a la revolución, ya que los
derrotados habían buscado el apoyo de Anastasio Somoza, que fue frenado por
Washington, dadas las inclinaciones del nuevo gobierno. Las elecciones para la
Asamblea Constituyente de abril de 1949 fueron un rotundo triunfo conservador y
a fin de año Ulate fue elegido presidente por gran mayoría.
personalidad: llamó a la capital Ciudad Trujillo y dio a la segunda ciudad del país el
nombre de su madre. Su país se incorporó a la producción azucarera, de la mano
de grandes compañías norteamericanas y de otras con fuertes intereses del mismo
Trujillo. En Puerto Rico sentían la estrecha relación con Estados Unidos. Al
finalizar la Segunda Guerra Mundial se produjeron algunos cambios, como las
mejoras sanitarias que permitieron el crecimiento demográfico y el fomento del
azúcar. Hasta 1945 la salida para los independentistas era la insurrección, una
fantasía más que una realidad.
Costa Rica
A pesar de que a finales del siglo XIX y principios del XX la política costarricense
aún no se había estabilizado, existía la clara tendencia de alejarse de las soluciones
militares en la vida política. Los costarricenses se sentían orgullosos de contar con
más maestros que soldados y con un nivel de vida más alto que el de cualquier
otro país centroamericano. El café permaneció siendo el pilar de la economía,
pero una creciente clase media urbana comenzó a disputar la hegemonía política a
los propietarios de los cafetales, con lo que surgieron partidos políticos más
modernos.
Guatemala
Barrios inició un periodo de gobiernos liberales que duraría hasta 1920, aunque se
continuó gobernando de forma dictatorial. En su intento por revivir la federación
de las Provincias Unidas de Centroamérica por medios militares, invadió el
Salvador y murió en la campaña. Su sucesor, el general Manuel Lisandro Barillas,
restableció las relaciones con El Salvador y los demás países de Centroamérica.
José María Reina Barrios, electo presidente en 1892, fue asesinado seis años
después. Durante los siguientes 22 años, el político Manuel Estrada Cabrera
(1898-1920)gobernó Guatemala. En 1906 el antiguo presidente Barillas organizó
una rebelión en contra de su régimen, provocando una guerra que envolvió a toda
Centroamérica, con la excepción de Nicaragua. Las hostilidades cesaron gracias a
la intervención del presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, y del
presidente de México, Porfirio Díaz, que organizó un armisticio.
Le sucedió el antiguo oficial del Ejército, Lázaro Chacón. En 1930 los efectos de la
depresión económica y las acusaciones de corrupción contra la dictadura del
presidente Chacón provocaron su derrocamiento.
También tomó medidas enérgicas para sofocar una revuelta guerrillera de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), especialmente activa en Zacapa; a
pesar de la dura represión, las guerrillas continuaron su actividad. Los grupos
paramilitares que, autorizados por el Ejército, asesinaron a cientos de personas
durante el periodo del sucesor de Peralta, Julio César Méndez Montenegro
(1966-1970), sólo exacerbaron la situación.
Un año después, Rigoberta Menchú, indígena quiché que había huido a México
en 1981 para escapar de la persecución del Ejército y de los grupos
paramilitares, recibió el Premio Nóbel de la Paz por su defensa de los derechos
humanos. En mayo de 1993 el presidente Serrano, respaldado por el Ejército,
dio un golpe de Estado que supuso la disolución del Congreso y la suspensión
de la Constitución; sin embargo, ante la falta de apoyo interno y las protestas
internacionales, un ‘contragolpe’ dirigido por el Tribunal Constitucional le obligó
a dimitir.
Ese mismo año el Congreso eligió a Ramiro de León Carpio como presidente de
la República para completar el periodo de gobierno. León Carpio, que había
destacado por sus denuncias a la violencia institucional, impulsó varias
reformas constitucionales “como limitar el mandato presidencial a cuatro
años”, estableció negociaciones con la guerrilla “agrupada en la Unidad
Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG)” y apoyó la creación de una
comisión para delimitar responsabilidades sobre la violencia institucional, que
había provocado en las tres últimas décadas más de 100.000 muertos y unos
50.000 desaparecidos; también favoreció el regreso de los miles de indígenas
desplazados por la guerra, muchos de los cuales se habían refugiado en
México.
Honduras
Los liberales, comenzando con Marco Aurelio Soto en 1876, dominaron el país a
finales del siglo XIX y principios del XX, dedicándose a la modernización del país y
a la necesidad de incrementar sus exportaciones. En 1880, la definitiva
transferencia de la capital de la República “de la conservadora Comayagua a la
liberal Tegucigalpa”, reflejó tanto el triunfo de los liberales como el renovado
interés por la minería, que fue estimulada por el gobierno para atraer la inversión
extranjera. A finales del siglo XIX, las compañías mineras estadounidenses
jugaron un papel muy destacado en el desarrollo económico hondureño, lo que no
impidió que Honduras continuara siendo el país menos desarrollado de
Centroamérica.
En 1933 Tiburcio Carías Andino, fundador del Partido Nacional, fue nombrado
presidente, pero antes de concluir su mandato realizó varias reformas
constitucionales que le permitieron instaurar una dictadura hasta 1948 que puso
fin al desorden político que había caracterizado la política hondureña. Tras ser
cesado, la elite militar, poseedora de la tierra dominó el país, se resistió a la
modernización de las estructuras políticas, sociales y económicas, y se plegó a los
intereses estadounidenses. En 1957, el liberal Ramón Villeda y Morales fue elegido
presidente constitucional; durante su gobierno, Honduras entró en el Mercado
Común Centroamericano e inició programas para la reforma agraria y la ampliación
de la educación. Su política provocó la desconfianza de la oligarquía hondureña
que, alarmada por el triunfo del comunismo en Cuba, apoyó en 1963 un golpe de
Estado dirigido por el coronel Osvaldo López Arellano que derrocó al liberal Villena
López Arellano gobernó el país desde 1965 hasta 1975. La frágil economía
hondureña se debilitó aún más durante su régimen debido a una breve pero
onerosa guerra con El Salvador, conocida como guerra del Fútbol; la fuerte
emigración de salvadoreños, más de 300.000, que se habían instalado en
Honduras, aumentaron el desempleo que sufría el país. En 1974 López Arellano
A finales de la década de 1970 y durante 1980, el problema principal del país fue
la inestabilidad política de sus países vecinos. El 30 de octubre de 1980 Honduras
firmó en Lima un tratado de paz con El Salvador que puso fin a once años de
hostilidades. En las elecciones celebradas en noviembre de 1981, el candidato del
Partido Liberal, Roberto Suazo Córdova, obtuvo la presidencia y tomó posesión de
su cargo en enero de 1982; sin embargo, los militares mantuvieron su influencia
en la vida política. Honduras se convirtió en la base de operaciones del Ejército
estadounidense y de la guerrilla antisandinista (la contra nicaragüense), que
luchaban contra el gobierno sandinista de Nicaragua
Nicaragua
En 1893 una revolución llevó al poder al dirigente liberal José Santos Zelaya, que
permaneció como presidente durante los siguientes 16 años, gobernando de forma
dictatorial. Zelaya fue derrocado en 1909 y dos años después Adolfo Díaz asumió
la presidencia. Durante su mandato contó con el apoyo de Estados Unidos, país
que en 1912 intervino por primera vez en Nicaragua con el envío de un
contingente de marines. En 1916 entró en vigor el Tratado Bryan-Chamorro,
acuerdo por el que Estados Unidos obtuvo el derecho a construir un canal a través
del país desde el océano Atlántico hasta el océano Pacífico, tomar en
arrendamiento las islas del Maíz y establecer una base naval en el golfo de
Fonseca, todo ello a cambio del pago de 3 millones de dólares.
El Salvador
De 1931 a 1944 el país estuvo bajo el gobierno del general Maximiliano Hernández
Martínez. A pesar de que a finales de la década de 1930 su régimen mantenía
buenas relaciones comerciales y de adiestramiento militar con Alemania e Italia, El
Salvador colaboró con Estados Unidos y sus aliados durante la II Guerra Mundial y
se convirtió en miembro fundador de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) en 1945. El país se unió a la Organización de Estados Americanos (OEA)
en 1948 y tres años después, en 1951, firmó la carta de constitución de la
Panamá
En 1931 un grupo nacionalista encabezado por Arnulfo Arias tomó el poder, pero
Estados Unidos no ejerció su derecho de intervención. Su hermano mayor,
Harmodio Arias, fue elegido presidente en 1932. Las relaciones entre los dos
países mejoraron en los años siguientes.
El Conflicto Nicaragüense2
Igual que todos los países de Latino América y el Caribe, Nicaragua fue
constantemente saqueada, explotada e invadida por el imperialismo. En particular
la burguesía de EEUU necesitaba controlar este país porque del punto de vista
estratégico y comercial permitía una fácil conexión entre el Océano Atlántico y el
Pacífico. Augusto César Sandino, hijo de una familia campesina pobre, fue el
primero en luchar contra el imperialismo en Nicaragua y comenzó una guerra de
guerrillas que duró seis años de 1927 hasta 1932.
2
Claudio Villa: SANDINO, EL GENERAL DE LOS HOMBRES LIBRES.
Así fue que a comienzo de los 60, Carlos Fonseca Amador salió del PSN y
reunió a su alrededor algunos estudiantes que formaron el primer núcleo del
sandinismo guerrillero. La Revolución Cubana tuvo sin duda su efecto en la
formación del FSLN.
FSLN para dar una alternativa a Somoza, pero sin perder los privilegios que la
dictadura le había asegurado. A pesar del apoyo que le dio EEUU, Joaquín
Chamorro fue asesinado por orden de Somoza el 10 de enero de 1978. Los
sindicatos obreros y la Udel convocaron huelga general por el día 24: más de
120.000 trabajadores y personas de capa medio-baja participaron en los
funerales de Joaquín Chamorro en Managua, asustando a los propios liberales,
que tenían más miedo al pueblo que a la dictadura. En 1978 ya se hablaba de
guerra civil y enfrentamientos armados en León, Estelí, Chirandega y Masaya
entre revolucionarios y Guardia Nacional. La Guardia Nacional bombardeaba
ciudades enteras llegando a matar a 5.000 personas en una semana. Se
calcula que el los dos años de guerra civil la dictadura mató al 2% de la
población, o sea 50.000 personas.
Conflicto Salvadoreño
Los antecedentes del conflicto armado pueden trazarse con bastante claridad hasta
la fallida insurrección campesina de 1932 liderada por el entonces recién fundado
Partido Comunista Salvadoreño, la dictadura de doce años encabezada por el
General Maximiliano Hernández Martínez (diciembre de 1931-mayo de 1944)y el
ciclo de gobiernos militares que le sucedieron hasta 1979.
La década transcurrida entre 1970 y 1980 cimentó de forma irreversible las bases
de una confrontación prolongada y sangrienta que alcanzaría su plena expresión
entre 1980 y 1992. Fue un proceso caracterizado por la profundización del
terrorismo de estado implementado por la Fuerza Armada, los cuerpos de
seguridad y diversos organismos paramilitares clandestinos (Escuadrones de la
Muerte) que operaron al amparo de las propias instituciones del estado y que
contaron con el apoyo y financiamiento de poderosos grupos económicos y
políticos. En esta época se registraron las primeras masacres, asesinatos y
desaparecimientos forzosos ejecutados en el campo y la ciudad.
Hacia 1987 los ajustes y reajustes estratégicos operados tanto por las Fuerzas
Armadas como por el FMLN generaron una situación de impase, donde ninguna
de las dos fuerzas en contienda logró sobreponerse a la otra. Entre tanto se
desarrollaron sucesivos y fallidos intentos por abrir el camino de la solución
negociada a la guerra. En este periodo se registran los Encuentros de dialogo
de la Palma (Departamento de Chalatenango), Ayagualo (Departamento de la
Libertad) y La Nunciatura Apostólica (San Salvador). El 27 de julio de 1989,
el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adopta la Resolución 637 en la
que expresa su pleno apoyo a los esfuerzos del Secretario General a fin de que
continuara con su misión de buenos oficios en búsqueda de la paz en
Centroamérica. Con lo cual queda abierto el camino para una activa
participación de la ONU en la búsqueda de una solución negociada del conflicto
en El Salvador.
La Revolución Cubana
En la historia de Cuba hay tres períodos de gran importancia, entre estos se puede
encontrar el período colonial, comprendido entre los años 1510 y 1898; el segundo
período, en el que Cuba enfrenta al neocolonialismo de los Estados Unidos, desde
1898 hasta 1959, y por último el período actual de la revolución socialista.
Teniendo en cuenta los dos últimos períodos mencionados podrían surgir diversos
interrogantes, como por ejemplo: “¿fue o no beneficiosa la revolución?”, “¿Hasta
que punto fue beneficiosa la misma?” o “¿finalmente, la revolución fue un factor
contraproducente para el actual y futuro desarrollo de la isla de Cuba?”. Para
hacer un análisis completo de la Revolución Cubana y definir la respuesta a estos
interrogantes, se debe tener en cuenta a los tres por igual, sin descartar ninguno
de los mismos. De acuerdo a mi manera de pensar la respuesta a este dilema se
haya en los tres interrogantes, ya que no se puede definir a la Revolución Cubana
como algo productivo, o por lo contrario, como algo contraproducente, sería
disminuir algo tan importante, de tanto legado, hasta hacerlo insignificante como
una simple cuestión de conveniencia. Cuando uno apela a la historia no se la
puede manipular de tal forma, sino que se debe profundizar hasta analizarla en
todo su esplendor, en todos sus aspectos.
Esta especie de Constitución que tenía como principal objetivo mostrar las
ventajas que ejercía Estados Unidos sobre la Isla de Cuba, y que decía que
EE.UU. defendería la independencia de la misma, no era nada más que la
prueba de un simple reglamento que debería obedecer Cuba para conservar su
independencia; la clara explicación de las reglas que debía obedecer la
“colonia". Porque la palabra colonia, nada más y nada menos porque la
condición para conservar la “independencia” era suministrarle a Estados
Unidos las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales, que
obviamente serían ubicadas de acuerdo a las preferencias del presidente de
EE.UU. Estados Unidos tenía el derecho de intervenir convenientemente de
acuerdo a sus necesidades. De aquí nace el principio neocolonial de los
Estados Unidos.
Batista aceptó su derrota, y sus partidarios fueron apartados de los altos cargos
del ejército por Grau, que a partir de 1947 inició una política de represión
contra el movimiento obrero comunista (dentro de ésta se halla el asesinato
del líder azucarero Jesús Menéndez). Al mismo tiempo, la prosperidad
azucarera acarreó una vuelta a la corrupción, contra la que lucho el Partido
Ortodoxo, movimiento cívico de oposición, fundado en 1946 por Eduardo R.
Chibás. La presidencia de Carlos Prío Socarrás, elegido en 1948, se caracterizó
por un decisivo alineamiento con la política internacional de los Estados Unidos
y el aumento de los vicios administrativos del período anterior.
La situación que azotaba al pueblo cubano era insostenible, tanto las tasas de
analfabetismo, como la baja en las exportaciones de azúcar; que culminarían
con éxodos a gran escala. La extrema pobreza de sus campos debía convivir
con la burguesía del azúcar y del tabaco, que en estos momentos, atravesaba
un gran descenso en las ventas. ¿Tal vez éstas fueron algunas de las causas
que impulsaron al pueblo a seguir a los revolucionarios? Tal vez sí, además de
la casi ininterrumpida serie de 30 años de gobiernos autoritarios, y de la
intensa explotación estadounidense del territorio cubano para turismo,
prostitución y uso de casinos.
Una vez consolidadas las posiciones, de esa provincia se desataría una nueva
invasión hacia occidente que partiría de Sierra Maestra. Un dato clave del plan
era la confianza que Fidel y sus compañeros depositaron en el descontento de
la población, debido a la crisis acumulada que exacerbó el golpe militar: “si el
Moncada hubiera caído en nuestras manos, hasta las mujeres de Santiago de
Cuba habrían empuñado las armas”. El análisis correcto de aquellas realidades
les permitía lograr desde el principio la incorporación de la gente a la lucha,
aspecto que todos sabían y consideraban vital para el despegue y avance del
proceso revolucionario. Moncada y Bayamo representaban el detonante de la
lucha popular.
El Moncada fue el hecho histórico y como tal quedó inscrito en la dinámica real
que provocó su impacto en la vida política cubana. Sus valores tienen alcances
ambiciosos para la unión del pueblo: mostró aún más crudamente el talante
reaccionario y criminal de la dictadura; surgió de allí el núcleo de la nueva
fuerza revolucionaria y el líder que conduciría después al pueblo por el camino
acertado que abrió el 26 de julio.
Guevara era argentino, nunca había vivido en Cuba antes de la expedición del
Granma. Era el que tenía más influencia e ideales políticos y además era el
único que había leído algunos textos clásicos del marxismo. Sólo Raúl Castro,
el hermano menor de Fidel y “comandante del frente oriental” de la
revolución, alimentaban simpatías parecidas a las de Guevara debido a su
pasada adhesión a las juventudes comunistas y a un viaje realizado por los
Países del Este de Europa. Fidel Castro, en cambio, era un político pragmático
y no ideológico, fruto de los movimientos nacionalistas cubanos: había sido el
líder de las luchas estudiantiles en la Habana, brillante abogado y militante del
Partido Ortodoxo, pero no se le podía encuadrar desde el punto de vista de su
visión política.
Solución de Problemas
• ¿Las guerrillas surgen como respuesta a las represiones del militarismo nacional
o como un efecto de la revolución proletaria mundial? ¿Cuál es el papel del
comunismo y de la ideología marxista en el surgimiento de los movimientos
guerrilleros?
Autoevaluación
• ¿Cómo llega al poder Pinochet y cómo maneja el problema de la oposición?
• ¿Se puede hablar de un nacionalismo militarista en América Latina, como se
presentó en la Alemania Nazi?
• ¿Qué diferencia puede existir entre una dictadura de derecha y una dictadura
de izquierda?
• ¿Cómo se piensa al estado Latinoamericano durante las dictaduras militares?
• ¿Cuál es el futuro de la izquierda en Latinoamérica tras la caída del Muro de
Berlín?
• Describir el proceso de la Guerra civil en El Salvador
• ¿Cuáles son las características más relevantes del régimen de Somoza en
Nicaragua que permiten explicar el origen del FSLN?
• ¿Cuál es la situación política del Caribe y cómo se puede diferenciar de la
Centroamericana?
• ¿Cuál es el impacto de la Revolución Cubana en la historia Latinoamericana del
medio siglo?
• ¿Qué similitudes y diferencias se pueden hallar entre los diferentes
movimientos revolucionarios que surgieron en Latinoamérica?
Repaso Significativo
• Cada uno de los miembros del Cipa escogerá un tema de la siguiente lista, lo
consultará y lo expondrá a sus compañeros:
Bibliografía Sugerida
ARRATE, Jorge, La fuerza democrática de la idea socialista, Ediciones del
Ornitorrinco, Stgo. de Chile, 1ª Ed. oct. 1985 en Ediciones Documentas,
Barcelona. nov. 1995.
HOBSBAWM, Erich, Historia del Siglo XX, Crítica, Barcelona, 1995. 1ª ed. en
inglés en 1994.
Descripción Temática
Horizontes
• Analizar las características históricas de la democracia en Colombia.
• Comprender el papel de los partidos políticos en la estructuración burocrática
del Estado colombiano y en el proceso social de violencia que inició Colombia a
mitad de siglo.
• Estudiar las implicaciones históricas del Frente Nacional para la vida política
colombiana.
• Contextualizar el surgimiento de los grupos insurgentes colombianos en el
marco de la pugna partidista por el poder.
Proceso de Información
3.1 LA VIOLENCIA Y SUS EFECTOS EN EL SISTEMA POLÍTICO
COLOMBIANO
La importancia del análisis del caso colombiano se debe al hecho de que, por lo
menos en dos aspectos, es ilustrativo de un fenómeno más general. En efecto,
una de las más notables características de la estructura sociopolítica de
Latinoamérica es la de que, a pesar de ser, hasta muy recientemente, un
continente predominantemente rural, la estructura de poder y el liderazgo político
han mantenido un asentamiento urbano: fenómeno al que se alude usualmente
bajo las nominaciones de gamonalismo, caciquismo o clientelismo. Sin embargo,
el efecto dominante de las grandes movilizaciones campesinas “y desde luego de
la Violencia” ha sido reducir considerablemente los términos de esa forma de
dominación, produciendo una cierta transferencia de poder de la ciudad al campo.
Debe señalarse de una vez que la durabilidad del sistema bipartidista, por más de
una centuria, es una de las más destacadas características individualizadoras del
sistema político de este país en el contexto latinoamericano. Este hecho por sí
mismo justifica el estudio de cómo fue generado este cambio de actitud que llevó
a la constitución de un “Frente Nacional” entre dos rivales seculares.
3.1.1 Antecedentes
En términos políticos, sin embargo, la ley logró aliviar, por los menos
temporalmente, las tensiones de las luchas agrarias, y ello de dos maneras:
Estas opciones no sólo enfrentaron a los liberales contra los conservadores sino
que produjeron, además, una división al interior del partido liberal en el poder.
López, que había percibido los peligros de la primera opción, adhirió finalmente a
la segunda. Entre tanto, el gaitanismo recogía las banderas que el lopismo dejaba
a mitad de camino.
Formalmente, dentro del partido liberal, Gaitán trató de plantear el juego político
por fuera del marco tradicional, bipartidista, inculcando la identificación de las
clases explotadas como “pueblo”, frente a un común opresor, la “oligarquía”
liberal y conservadora. Es cierto, como anota Gilhodés8, que bajo el
aparentemente simple esquema de oposición liberal-conservador había habido
siempre, en el espectro político colombiano, dentro del partido liberal, un sector
que había operado como canalizador de los radicales. Pero esta vez, a los ojos del
conjunto de las clases dominantes, Gaitán había dejado de representar un simple
canalizador y se había convertido en una amenaza cierta para la estructura social
existente. De hecho, desde 1947, Gaitán aparecía como el candidato invencible
para las elecciones de 1950.
El asesinato de Gaitán fue seguido por la tal vez más grande insurrección urbana
hasta esa fecha en Latinoamérica “El bogotazo”, en realidad un levantamiento no
sólo de la capital sino de muchas otras ciudades y este es, desde luego, un hecho
muy notable, si se tiene en cuenta la estructura predominantemente agraria del
país en el periodo en consideración.
Las masas populares, que encontraron adeptos incluso en las filas de la policía,
atacaron todo 10 que consideraban un símbolo de opresión: el palacio presidencial,
las iglesias, las cárceles y los periódicos. “Juntas revolucionarias”, en diversas
partes del país, hicieron saber que se preparaban para la toma del poder: este fue
el caso, por ejemplo, en Cali, Barranquilla, Cartagena, Ibagué, Barrancabermeja,
Puerto Tejada, etcétera. Los rebeldes, además, encontraron la encarnación
inmediata de sus objetivos antiimperialistas en la persona del secretario de Estado
norteamericano, George C. Marshall, quien asistía a la IX Conferencia
panamericana que por esos días se reunía en Bogotá.
Por otra parte, para muchos otros sectores populares, la participación en tal
“Unión Nacional” no era sino la manera como se legitimaba -para ponerlo en
términos gaitanistas- la represión ejercida por la oligarquía conservadora y la
oligarquía liberal contra el pueblo. La atribución, por parte del gobierno de
Ospina, de la responsabilidad del levantamiento insurreccional a un “complot
internacional” facilitó las operaciones colaboracionistas de las directivas liberales.
Las medidas económicas del gobierno de Ospina son inspiradas en gran parte por
la Andi, reflejando particularmente los intereses del sector textil de Antioquia,
verdadero vocero de las industrias en su conjunto". No es, por consiguiente,
sorprendente la considerable prosperidad de la industria durante este período.
Alguna vez dejó definida su filosofía política en los siguientes términos: “el manejo
del Estado es por antonomasia obra de la inteligencia. Una observación elemental
demuestra que la inteligencia no está repartida en porciones iguales entre los
sujetos de la especie humana. Por este aspecto la sociedad semeja una pirámide
cuyo vértice ocupa el genio si existe en un país dado, o individuo de calidad
destacadísima por sus condiciones intelectuales. Por debajo encuéntranse quienes
con menores capacidades son más numerosos. Continúa así una especie de
estratificación de capas sociales, unas abundantes en proporción inversa al brillo
de la inteligencia, hasta llegar a la base, la más amplia y nutrida, que soporta toda
la pirámide y está integrada por el oscuro e inepto vulgo donde la racionalidad
apenas aparece para diferenciar a los seres humanos de los brutos”
Los campesinos en esta etapa lucharon no por sus propios intereses, sino por los
de sus jefes políticos, bien fueran locales, regionales o nacionales. La expresión
militar de estas luchas anárquicas fue la cuadrilla. De hecho, los primeros brotes
tomaron la forma de una venganza por los hechos sangrientos imputados al
partido liberal, principalmente en los dos Santanderes y Boyacá, con motivo de la
transmisión del mando en 1930.
En síntesis, la fuerza del bipartidismo en Colombia hizo que los conflictos políticos
y sociales que comenzaron a desarrollarse en los dos decenios precedentes se
expresaran dentro de los marcos institucionales, a pesar de las transformaciones
producidas en el partido liberal como resultado del impacto del gaitanismo.
En el sur del Tolima, zona de amplia tradición de lucha organizada por la tierra, en
1950, bajo la dirección del PC, se puso en ejecución la táctica de “autodefensa de
masas” que, ante la presión de la violencia oficial, es obligada a transformarse en
lucha de guerrillas en 1952. Esta había sido una de las regiones más combativas
en las luchas que enfrentaron a terratenientes y arrendatarios en los años veinte y
en los treinta. Establecieron contactos con núcleos de resistencia liberal del área,
pero sólo con resultados ocasionales.
Otras veces hubo enfrentamientos con ellos que dieron lugar a los motes de
“limpios” para los liberales y "comunes" para los comunistas. Vale la pena
anotar, que una de las razones que impidieron el crecimiento de una movilización
coordinada entre los guerrilleros comunistas y liberales fue la divergencia de
tácticas. El infatigable pacifismo del PC lo había llevado a calificar la lucha de
guerrillas, impulsada desde sus comienzos por núcleos liberales, como “tendencias
anárquicas y conspirativas”.
El desarrollo más significativo, sin embargo, durante este periodo, ocurrió en las
guerrillas del Llano. Significativo, porque, quizá, lo que estaba sucediendo allí era
un índice de lo que estaba aconteciendo o podía acontecer en otras regiones del
Este paso fue incorporado incluso en la estructura jurídica que las guerrillas
impusieron en el terreno que estaba bajo su control, y se refleja en la transición,
para dar sólo un ejemplo, del marcadamente partidista artículo 13 de la Primera
ley del Llano (1lde septiembre de 1952): “Todos los bienes raíces, semovientes,
etc. que sean de propiedad del enemigo, o sean de los godos chulavitas y de los
partidarios o simpatizantes del gobierno dictatorial, serán confiscados", al artículo
138 de la Segunda ley del Llano (18 de junio de 1953) en que, con el fin de
ampliar las bases de sustentación para implantar un (gobierno Popular en
Colombia), se eliminan expresamente las consignas puramente partidistas.
Relatos hechos por altos oficiales del ejército confirman esta transición ideológica;
por ejemplo, el escrito por el Coronel Gustavo Sierra Ochoa (Las guerrillas de los
Llanos orientales, Manizales, 1954)que anota: Sus programas son muy vagos pero
no descuidan el tema de la lucha entre ricos y pobres, con sentido de lucha de
clases.
grandes ganancias. El gobierno militar, como tienen que reconocerlo las clases
trabajadoras y las oligarquías económicas, evitó esa terrible lucha de clases,
protegió el capital, protegió al trabajo". (Rojas Pinilla, en Rojas Pinilla ante el
senado; el gobierno militar ante la historia, Bogotá. Editorial Excelsior, 1959, p.
726).
El reconocimiento por los dos partidos tradicionales y las fuerzas sociales que los
soportan, de la imposibilidad de imponer la hegemonía sobre el respectivo
enemigo a través de una larga lucha que se revelaba destructora para ambos, y el
gradual y amenazante crecimiento a su sombra de una alternativa que ponía en
peligro el tradicional sistema de dominación en su conjunto, fueron los factores
que, combinadamente, hicieron posible en Colombia la más típica forma de
bonapartismo que haya conocido Latinoamérica: el gobierno del general Gustavo
Rojas Pinilla.
El Punto de Equilibrio
El programa enunciado por Rojas al asumir el poder fue simple: “¡Nomás sangre!
¡No más depredaciones! Paz, justicia y libertad para todos"; sin embargo, fue
suficiente para obtener la adhesión de las directivas políticas de los dos partidos -
excepto, obviamente, de la fracción conservadora desplazada- y de vastos sectores
populares para los cuales, cualquiera que fuese el rumbo posterior de la situación,
ésta ofrecía un momentáneo alivio frente a la represión del régimen anterior.
Rojas ofreció amnistía a los rebeldes “él personalmente puso todo el peso de su
prestigio inicial entablando negociaciones directas con las guerrillas del Llano” y
miles de campesinos depusieron sus armas.
Por otra parte, la excepcionalmente favorable coyuntura externa, con precios del
café nunca antes alcanzados, le permitió mantener una política de compromiso y
equilibrio entre los sectores dominantes sin que ninguno de ellos en particular
tuviera que pagar los efectos de la nueva fórmula política.
La Tercera Fuerza
Pero, ¿por qué no era posible una pronta movilización de tales sectores en su
favor? En primer lugar, porque en Colombia la clase media no ha tenido una
expresión política propia, homogeneizante como clase; en segundo lugar, si se
recurre a la tesis de Nun de que en tales situaciones, los militares, que son dentro
de la clase media el más cohesivo sector, son los que se encargan de representar
los intereses globales de dicha clase, su aplicabilidad en el caso colombiano es muy
poca. Los militares, por lo menos hasta el periodo en referencia, seguían siendo
una fuerza subordinada a la dominación oligárquica.
El paulatino aislamiento del gobierno militar dio paso a una nueva fase represiva:
la segunda ola de violencia. “Ejército y pueblo se enfrentaron otra vez a muerte.
Este período de violencia fue más bárbaro e intenso que el anterior, aunque el
área geográfica fue considerablemente más reducida que en el primero. Rojas
siguió con el respaldo de liberales y conservadores para acciones tales como la
masacre de estudiantes -al final de su primer año de gobierno-, o la gigantesca
operación militar contra los campesinos en armas que comenzó en abril de 1955
en el Sumapaz y el oriente del Tolima. Las operaciones militares provocaron un
éxodo masivo de poblaciones enteras. El volumen de las fuerzas enviadas por el
gobierno -un estimativo de diez a quince mil soldados- que era casi la mitad del
ejército -más tanques y aviones-, es, además, un indicador de los alcances de la
resistencia campesina en el área.
Los estudiantes también sumaron sus fuerzas a lo que juzgaban como una victoria
suya.
Los hechos en que dice basarse esta interpretación son auténticos, pero la
interpretación misma es por lo menos incompleta, en cuanto sólo nos revela una
sola cara de los efectos del proyecto independizante de Rojas. En mi opinión, el
régimen de las Fuerzas Armadas se hacía más funcional para los partidos en la
medida en que guardaba una cierta distancia de ellos erigiéndose en poder
relativamente autónomo. En primer lugar, porque esa posición le permitía
desarrollar más cabalmente su papel de intermediario en la tarea de reconciliación
de los partidos. Segundo: porque, habiéndose hecho evidente que la conciliación
a través del ejército era imposible, y éste estaba intentando, además, sacar
provecho de sus diferencias, el pacto directo entre los grupos dominantes aparecía
cada vez más justificable, y el gobierno de las Fuerzas Armadas aparecía como su
obstáculo fundamental.
Lo importante, en relación con este régimen, no es, pues, preguntarse por qué
fracasó como intento populista, sino cómo hizo posible la unificación de las clases
dominantes. Desde este punto de vista, aparecerá, ya no como la “anomalía
histórica” de que habla Di Tella, sino, por el contrario, como la realización última
del sistema tradicional de dominación en Colombia.
“Todos nos hemos equivocado: pero la dura mano que nos oprimió nos hizo
comprender nuestro yerro y nos decidió a volver rápida y decididamente las
espaldas a los antiguos métodos de lucha”.
Es esta complejidad de funciones en la cual no hay por qué buscar una presunta
coherencia lo que a mi modo de ver, caracteriza el régimen militar que va desde
1953 a 1957.
Es, para decirlo en una sola frase, la expresión de la crisis de los partidos
tradicionales, y su medio de solución de esta crisis.
Rojas fue depuesto el 10 de mayo de 1957. A [mes de 1958 era llamado a juicio
por el primer Congreso del Frente Nacional. Era un acontecimiento inusitado, pues
el más cercano antecedente de esa naturaleza se remontaba a un siglo atrás
cuando fuera juzgado el general Mosquera.
Al terminar el juicio, Rojas tenía pues el doble carácter de reo y de víctima pero, a
medida que se iría revelando el carácter antidemocrático del Frente Nacional, el
segundo elemento se volvería más importante que el primero, lo cual tal vez
explique, en buena parte, la futura rehabilitación de Rojas como líder popular de
la oposición.
• Migraciones: uno de los más visibles efectos de la violencia fue una dramática
aceleración de la migración rural a las ciudades. Esta ha sido estimada en un
millón para el periodo 1938-1951, yen 2.2 millones para el periodo 1951-1964.
Este flujo migratorio uno de los más altos en el mundo, tendió a concentrarse
en los centros urbanos más importantes del país. Así entre 1951 y 1964,61 %
de los migrantes se concentraron en seis ciudades (Bogotá, Cali, Medellín,
Barranquilla, Bucaramanga y Manizales).
• Los costos:
− Humanos: para el solo departamento del Tolima el número de víctimas ha sido
estimado, para el periodo 1949-58, 35.294 muertos; y para todo el país, en
alrededor de 200.000 -hay cálculos que lo hacen llegar al medio millón-, desde
luego, hay que señalarlo, muchos de los datos del informe de Guzmán se basan
en abusivas extrapolarizaciones, pero no ha habido ningún intento posterior de
reevaluación y siguen siendo, por consiguiente, los únicos disponibles.
− Materiales: hasta 1957, se calculó igualmente, para el solo departamento del
Tolima, en 34.730 el número de fincas abandonadas por causa de la Violencia;
y el monto de las pérdidas, en una suma equivalente al presupuesto nacional
de 195543. De acuerdo a Guzmán, 40 de los 42 municipios del departamento
sufrieron el impacto de la Violencia.
Por otra parte, la tesis de Posada de que el efecto dominante de la Violencia fue el
atraso y subdesarrollo del sector agrario de la economía carece de bases empíricas
objetivas. La tesis obviamente ignora el hecho de que, aunque hubo durante el
período en cuestión un desarrollo muy limitado de la agricultura en el sector
llamado de “cultivos tradicionales” -maíz, papas, frijoles, etcétera-, en donde se
concentra la actividad del campesinado pobre, hubo, de otro lado, una
impresionante expansión de la agricultura mecanizada, ubicada en las mejores
tierras del país, los valles del Cauca y el Magdalena, con productos tales como el
algodón, caña, arroz, etcétera.
Estos dos cuadros, como se señala en la fuente de la cual son tomados, revelan el
carácter de clase de la Violencia en las transformaciones producidas en la
agricultura durante el período si se contrastan los procesos, por un lado, de los
llamados cultivos comerciales y de otro lado, el casi nulo crecimiento de los
cultivos tradicionales, en donde se apiña el campesino parcelario.
Mirada, entonces, como un proceso a largo plazo, la Violencia tal vez pueda
comprenderse mejor como el efecto de la alianza del capital industrial y de nuevos
sectores agrarios -Capitalistas o antiguos latifundios transformados en grandes
plantaciones capitalistas-, a expensas del campesinado parcelario, particularmente
de la zona cafetera que, recordémoslo, fue la más azotada por el fenómeno. En
este sentido, es más tentador concluir con Gilhodés que: “Lo que la Violencia de
1949-1953 revelaba era quizás la crisis estructural permanente de una agricultura
ampliamente tributaría de relaciones de producción precapitalista”.
Sin embargo, la Violencia creó también una fuerza contrarrestante del despertar
del campesinado, pues se convirtió, en la práctica, en una escuela de
entrenamiento antiguerrillero para el ejército. De hecho, la primera escuela
antiguerrillera de Latinoamérica fue fundada en Colombia en 1955.
Una observación final: el término mismo, “Violencia", acuñado para identificar las
luchas del campo en aquella época, cumplió una función ideológica particular, a
saber: ocultar el contenido de clase de las luchas agrarias presentándolas como
simples formas de bandolerismo político y social, con el fin de justificar su
represión indiscriminada. Un conocido estudioso de los conflictos rurales de
Colombia señaló el efecto oscurecedor de tales mecanismos así: “en estos tiempos
turbulentos cualquier movimiento campesino corría el riesgo de ser identificado
como un acto de violencia. Los propietarios amenazados por invasores, los
denunciaban como guerrilleros; los hacendados cuyos arrendatarios se negaban a
pagarles las rentas informaban al ejército de la presencia de guerrilleros
comunistas en sus tierras. Estas tácticas hacen muy difícil el estudio de los
fenómenos del período".
Es tal vez una situación paradójica, ya que los líderes de los partidos se han
mostrado tan voluntariosos para hacer la guerra con los adversarios como para
pactar con ellos la distribución del poder. Las raíces del Frente Nacional, la forma
más depurada de gobierno de coalición bipartidista, se hunden en la historia más
allá de este siglo hasta alcanzar tiempos de don Miguel Samper, las sociedades
democráticas y las disputas sobre el librecambio.
En los 102 años transcurridos entre 1883 y 1985, y si se considera como una
modalidad de coalición el régimen de responsabilidad compartida -que define el
artículo 120 de la constitución nacional-, en el cual el segundo partido en votos
tiene derecho a una participación dentro del manejo del Estado, el país ha vivido
66 años bajo gobiernos compartidos, es decir, el 64% del tiempo. En el mismo
lapso, y si se excluye el período posfrentenacionalista, la nación ha visto durante
45 años, 46% del tiempo, sus destinos definidos por gobiernos que de una forma
u otra se han apoyado en alguna variante de coalición bipartidista.
Por ello, por estar unido a una práctica política de larga tradición en Colombia, el
Frente Nacional demanda para su cabal comprensión una perspectiva histórica
que ponga de presente los principales antecedentes que precedieron la
institucionalización constitucional del gobierno compartido.
La revisión de este largo período histórico deja entrever algunos de los principales
rasgos que caracterizan el proceso político que desemboca en la conformación de
coaliciones para el usufructo y el control compartido del poder político del Estado.
A pesar de que no todas las coyunturas muestran los mismos síntomas, y tampoco
todos los arreglos bipartidistas responden a idénticos determinantes, sí es posible
hacer una abstracción histórica y delinear los ingredientes protuberantes que se
conjugan para promover un escenario favorable a la gestación de coaliciones entre
nuestros dos partidos tradicionales.
Las coaliciones políticas entre los dos partidos son una especie de mecanismo de
defensa, o para usar un símil fisiológico, son parte esencial del sistema
inmunológico del régimen político. Es decir, el poder compartido y la unión
bipartidista son un instrumento útil para superar situaciones sociales y políticas
que por sus características amenazan con impedir una adecuada reproducción del
sistema político, la estructura de poder y la jerarquía social.
La historia convencional pinta el acuerdo del Frente Nacional como una coalición
que nace espontáneamente a manera de respuesta democrática para enfrentar
una dictadura, y pare de contar. Esta visión hace parte de la mitología que rodea
la historia contemporánea del país. La coalición bipartidista se gesta,
efectivamente, en el ambiente de la confrontación con el gobierno militar del
general Rojas Pinilla, y muchas de las fuerzas que la estimulan y consolidan son
producto del autoritarismo y el despotismo de ese régimen; pero la historia
quedaría incompleta si simultáneamente no se escudriña hasta encontrar algunas
de raíces políticas y sociales de esos hechos.
En el campo social, hay que tener en perspectiva los cambios que se produjeron
desde comienzos del presente siglo en la conformación de las elites económicas
del país. En el pasado, la orientación del desarrollo económico estaba marcada
por un agudo conflicto entre los distintos sectores que conformaban la dirigencia
social-terratenientes, comerciantes, artesanos, exportadores, burócratas,
banqueros-, ya que existían grandes diferencias sobre la concepción del Estado, su
papel en la economía y la forma de administrar y orientar el país. Se encontraban
todos ellos en clara competencia por el predominio social, al igual que por impulsar
sus intereses sectoriales.
Por ejemplo, el país feudal, clerical e inmóvil que defendían los terratenientes,
chocaba con el que querían construir los comerciantes, marcado por el liberalismo
económico, la secularización y el trabajo libre remunerado salarialmente,
moviéndose al ritmo de la iniciativa individual y la acumulación de capital. Estas
contradicciones se expresaban a través de los partidos, siendo las colectividades
políticas el instrumento utilizado por las distintas fuerzas de la elite social para
buscar el poder y defender su concepción del Estado, la economía y la sociedad.
Para el cuarto decenio del presente siglo el esquema de desarrollo por la vía
capitalista se impuso definitivamente, y ya se habían presentado importantes
procesos de unificación económica y social de las clases dirigentes, que hacían
cada vez más innecesarios los conflictos abiertos entre los partidos. No se trataba
como en el pasado de desatar el conflicto partidista para llegar por allí a imponer
los intereses sectoriales en la orientación del Estado, ya que estos intereses se
hacían cada vez más homogéneos. En la medida que la elite se hacía una sola
fuerza social, las diferencias entre los partidos perdían relevancia para esos grupos
dirigentes y las posibilidades de coalición y gobierno compartido se hacían más
intensas. A partir de allí, la historia dé las coaliciones será la historia de la lucha
de las elite s para encontrarle una salida al tradicional conflicto violento entre los
dos partidos “que ahora era un real peligro para la reproducción del sistema social
y de su dirigencia económica” y crear un clima de estabilidad política para el
desarrollo de las fuerzas productivas.
Aliado de estos grupos sociales también nacen corrientes políticas dentro de los
partidos que aspiran a representarlos, integrarlos y darles presencia en la vida
política nacional.
Alfonso López Pumarejo que gobernó en dos oportunidades, primero entre 1934 y
1938, y luego a partir de 1942, fue uno de esos jefes políticos modernos que
intentó integrar, mediante reformas políticas y sociales, a los sectores populares
que el desarrollo económico estaba colocando por primera vez en el mapa social
del país. La “Revolución en Marcha” y la reforma constitucional de 1936 se
constituyen en un esfuerzo político de gran envergadura para transformar el país
en una sociedad moderna, basada en la participación y en la tramitación
institucionalizada de los conflictos sociales.
Hay que tener en cuenta el hecho de que el presidente Lleras Camargo, a finales
de su mandato, empezó a esgrimirla tesis de que un sistema político para
Colombia basado en la competencia libre y abierta entre los partidos no era viable,
por cuanto siempre degeneraba en pretensiones hegemónicas y por lo tanto en
violencia. La idea fue acogida por los liberales moderados y por sectores no
ortodoxos del conservatismo que veían en la posibilidad de compartir el gobierno
un mecanismo para reducir las fricciones y mantener bajo control el poder político.
Como se verá, esta modalidad de coalición posee rasgos que después van a
inspirar las instituciones del Frente Nacional. Pero contra ese esfuerzo conspiran
su propia incapacidad para controlar los sectores más ortodoxos y fanáticos de su
partido, que no podían ocultar sus pretensiones hegemónicas y desde inicio del
La mezcla era explosiva y la violencia que quisieron evitar los sectores moderados
de ambos partidos no demoró en aparecer en los campos. La segunda etapa de
definiciones del modelo de coalición que llevó al Frente Nacional se produce
cuando ocurre la muerte de Gaitán. Ante el asesinato del caudillo el 9 de abril de
1948, la respuesta popular casi se lleva por delante al gobierno de turno, y de
paso el orden establecido. En ese escenario, como ya se mencionó, se crearon las
condiciones para una nueva coalición con el ánimo de impedir que una revuelta de
carácter popular desmantelara el régimen político. La coalición surgida del temor a
la revolución social sólo duró trece meses y culminó con la ruptura entre los
partidos.
Mariano Ospina Pérez en los estertores de su mandato intenta impulsar una nueva
salida bipartidista a la encrucijada política en que se encontraba el país, y que
amenazaba efectivamente con masar en un torbellino de sangre y de violencia al
sistema político. Propone un esquema según el cual se suspenderían las
elecciones de 1950 y se eligiría para el período presidencial siguiente a cuatro
líderes, dos liberales y dos conservadores, para alternarse anualmente la
presidencia y llevar a cabo por consenso una serie de reformas que garantizaran la
paz política. Esta idea, precursora de la alternación presidencial que se impondría
después con el Frente Nacional, cayó en el vacío ya que el laureanismo no pensaba
retroceder en momentos en que veía por primera vez una posibilidad real de
alcanzar el comando del Estado. Era el inicio de un decenio de violencia, represión
y dictadura.
Pero tampoco en ese esquema se hala la respuesta, y no será sino hasta el Frente
Nacional cuando el país logre suprimir la violencia cíclica que caracterizó, por cerca
de siglo y medio, la política partidista colombiana.
La dinámica del proceso político que desembocó en la creación del Frente Nacional
estuvo definida por la evolución de tres conflictos distintos. El primero de ellos, y
tal vez el más notorio, fue el que generó la actitud crecientemente autoritaria de la
dictadura del general Rojas Pinilla, quien a medida que revelaba sus intenciones de
perpetuarse en el poder entraba en contradicción con los partidos políticos y con
los sectores civilistas y democráticos de la sociedad.
La idea de encontrar una salida bipartidista al régimen militar surgió aun antes del
deterioro de las relaciones entre los dos partidos y el general Rojas finilla. Aunque
existen antecedentes difusos, las declaraciones de Alfonso López Pumarejo, el 25
de marzo de 1954, se constituyen en la primera propuesta concreta para avanzar
hacia un esquema de convergencia bipartidista que permitiera el retorno a la
democracia y, sobre todo, escapar a la lógica de la violencia sectaria. En cierta
forma, se puede atribuir al ex presidente López Pumarejo el papel de ideólogo
precursor del Frente Nacional, ya que es él quien públicamente propone las
primeras fórmulas que van a permitir el desarrollo de los posteriores acuerdos
(cuadro 2). Dos años después de las declaraciones mencionadas arriba, López
Pumarejo, en una carta a los liberales de Antioquia, retorna las propuestas de
coalición bipartidista en las que venía insistiendo de una forma u otra desde 1950.
Este documento es considerado por varios analistas como la piedra angular del
pensamiento frentenacionalista. López plantea el establecimiento de reformas a la
Constitución que garanticen la representación ministerial de los dos partidos,
dando fuerza de mandato constitucional a la participación de ambos sectores en el
gobierno y por lo tanto, evitando las posibilidades de revertir los pactos de
coalición como recurrentemente había en el pasado.
El gobierno de Rojas Pinilla fue suplantado por una junta militar conformada por
cinco miembros, los generales Gabriel París, Luis Ordóñez, Rafael Navas Pardo, el
mayor general Deogracias Fonseca y el contraalmirante Rubén Piedrahíta. El
primer paso de la junta para afianzarse políticamente fue garantizar al país que en
el término de un año se realizarían elecciones para constituir un gobierno civil. La
posibilidad de un pronto retorno al régimen constitucional, al igual que el carácter
bipartidista del gabinete ministerial seleccionado por la junta militar, le ganaron el
apoyo de los principales jefes del liberalismo y el conservatismo. Para Alberto
Lleras y los sectores comprometidos con el afianzamiento de la coalición, esta
etapa se caracterizó por una permanente lucha para lograr que las rencillas
internas entre el conservatismo no desbarataran la marcha hacia el gobierno civil y
compartido.
Alberto Lleras se enfrentaba a la tarea de decidir sobre cuál de los dos sectores
políticos era más conveniente apoyarse para sacar avante la coalición y para
defender los intereses del liberalismo. Con atinado olfato político, el jefe liberal
reafirmó su escogencia inicial de seguir considerando al laureanismo como el eje
del partido conservador. Los posteriores resultados electorales le darían la razón.
El Pacto de Sitges surge en este momento como la propuesta más sólida, no sólo
en términos políticos, ya que contaba con la firma de los dos principales líderes de
los partidos tradicionales, sino también por ser una síntesis afortunada de las
propuestas y las alternativas existentes hasta el momento.
Las consecuencias del Pacto de Sitges sobre el proceso político interno fueron
considerables. El primer impacto claro fue el debilitamiento del ala ospinista del
partido conservador, puesto que el acuerdo en España se hizo prácticamente a
espaldas de ese grupo. De igual manera, el texto del pacto desconocía
formalmente y por completo el acuerdo previo entre los ospinistas y el liberalismo,
firmado en marzo, al igual que las recomendaciones de la comisión creada por los
conservadores en junio. El papel protagónico del conservatismo doctrinario,
nombre que se daba a sí mismo el laureanismo, en la gestación del gobierno
coalición quedaba definitivamente consolidado. Paralelamente, con el
fortalecimiento laureanista vendría la agudización del conflicto interno dentro de
los conservadores, especialmente en tomo al tema de las candidaturas
presidenciales.
Las características del Pacto de Sitges, al igual que el respaldo social que movilizó
el liberalismo en su favor, le demostraron a la junta militar cuál era el camino a
seguir para entregar sin traumatismo el poder a los civiles: definidos los
lineamientos de las reformas institucionales necesarias para la instauración del
gobierno de coalición, el general Gabriel París, presidente titular de la junta, se
compromete en el mes de agosto a sacarlas adelante. Los ministros de los
partidos tradicionales, particularmente los liberales, desarrollaron una intensa
colaboración con la junta militar para formalizar el acuerdo político. Pero el
problema de la división conservadora amenazará prácticamente desde su firma el
desenvolvimiento de los acuerdos políticos.
El4 de octubre, un día antes de la llegada del jefe del laureanismo, la junta militar
expide el decreto 247 de 1957 por medio del cual, “interpretando la opinión
nacional expresada en los acuerdos suscritos por los partidos políticos”, se convoca
para el primero de diciembre un plebiscito para ratificar o negar una propuesta de
reforma constitucional. La consulta plebiscitaria, contemplada en el Pacto Sitges,
comprendía esencialmente puntos acordados entre Laureano Gómez y Alberto
Lleras: establecimiento formal de un gobierno de coalición bipartidista;
distribución paritaria de los ministerios y de los cargos en el Congreso, asambleas
y concejos; establecimiento de la carrera administrativa para los empleados
públicos; confirmación del derecho al voto para la mujer; y legalización popular del
gobierno de la junta militar. La inevitable decisión del gobierno de convocar al
debate plebiscitario le echó más leña al fuego ya que la confrontación
conservadora se trasladó del terreno partidista al de oposición al desarrollo
institucional del acuerdo político.
Para los ospinistas lo mejor era la selección del candidato de coalición con
anterioridad a las elecciones de 1958, puesto que Guillermo León Valencia se
encontraba desempeñando ese papel en el escenario político desde comienzos de
1957. Igualmente, este grupo defendía la unidad del calendario electoral, de
Contra esas dos posibilidades, a las cuales se inclinaba el gobierno con el respaldo
del ospinismo y hasta cierto punto del liberalismo, se enfilan las poco despreciables
baterías políticas y retóricas del ex presidente Gómez. La amenaza de una ruptura
definitiva de los acuerdos de coalición, que significaban la esperanza para transitar
definitivamente hacia el régimen civil, es el arma que utiliza el laureanismo para
conseguir concesiones y ganancias políticas.
Como si la torpeza fuera su lema, nuevamente los partidarios del general Rojas
Pinilla crearon las circunstancias favorables para afianzar el poder político de la
junta militar y de aquellos que buscaban la concordia partidista. El 18 de
noviembre de 1957 el gobierno anunció que se había descubierto un plan terrorista
para atentar contra los miembros de la junta y los principales protagonistas de la
coalición política, intentando que asumieran el mando oficiales leales al dictador.
Es así cómo la formalización de los acuerdos entre los sectores políticos le dio el
carácter de proceso irreversible a la convergencia entre los dos partidos
tradicionales y al gobierno de coalición.
Por último, los dirigentes políticos agradecían las gestiones de la junta militar para
devolverle al país el gobierno civil y democrático. La habilidad de los liberales y de
los militares en el poder para neutralizar las disensiones conservadoras dentro de
la coalición bipartidista y darle al acuerdo político casi la fuerza de ley, garantizó el
tránsito hacia el gobierno compartido. Esta nueva modalidad de coalición
presentaba una innovación radical sobre las que se dieron en el pasado, ya que
por primera vez los acuerdos entre los partidos para distribuirse el poder tendrían
la fortaleza institucional de estar integrados a la constitución nacional.
plebiscito fue Alberto Lleras Camargo, que era reconocido por tirios y troyanos
como el artesano detrás de esa victoria política.
¿Cuál era la nacionalidad política que se escondía detrás de esta oferta? Difícil
reconstruir las verdaderas intenciones que motivaban al doctrinario, inflexible e
intransigente Laureano Gómez para declinar la presidencia en el primer período del
Frente Nacional. A manera de hipótesis se puede plantear que ése era un precio
bajo por garantizar la presencia de su partido minoritario en el poder mediante un
acuerdo de alternación, al tiempo que se resolvía el impasse que nuevamente
estaba poniendo en peligro la coalición. La condición de partido minoritario
hubiera impedido muy posiblemente un acceso al poder tan fácil como el que se
lograría con un mecanismo de rotación forzosa de la presidencia de la república, y
ésa pudo ser una consideración de peso llegado el momento de los cálculos
políticos por parte del ex presidente Gómez. Probablemente en esta sugerencia
también incidió el abrumador respaldo obtenido por el liberalismo en las elecciones
del Congreso. No hay que olvidar que en dos ocasiones anteriores el laureanismo
y su jefe colocaron sobre la mesa la posibilidad de un gobierno de coalición
encabezado por Lleras Camargo.
Sus copartidarios y los míos entenderán así cómo, siguiendo ese ejemplo,
pueden escoger un candidato a la presidencia de la república en total acuerdo,
sin pensar en partidos ni en grupos, sino en lo que necesita la nación.
una fórmula en caso de que no fuera aceptado el señor Isaza como candidato
bipartidista. Textualmente el liberalismo formuló la siguiente propuesta el15 de
abril de 1958, a sólo dos semanas y media para la elección presidencial.
Laureano Gómez decide apelar a toda su autoridad política e inicia una pronta
movilización en contra de los opositores de la opción liberal, y hace un trabajo de
paciente pedagogía política para neutralizar a los elementos más sectarios de su
partido y comprometerlos con la candidatura de Lleras Camargo. La convergencia
sobre el asunto de la alternación sirvió como principal argumento para debilitar la
terquedad de los que seguían insistiendo en una candidatura conservadora, que no
parecía viable dadas las circunstancias internas de los partidos y la misma
expresión del sentimiento popular, registrado no sólo en las elecciones
parlamentarias sino en amplias manifestaciones de apoyo a Lleras a lo largo y
ancho del país.
El golpe fracasó y, afortunadamente para los defensores del gobierno civil, el líder
de la insurrección prefirió evitar la confrontación y se evadió sin derramamientos
de sangre hacia la embajada de El Salvador. El domingo 4 de mayo se llevaron a
cabo las elecciones presidenciales tal como estaba previsto. El candidato del
Frente Nacional recibió la mayoría de la votación, 2.482.948 sufragios, y el opositor
de derecha, Jorge Leyva, alcanzó un poco más de seiscientos mil votos.
Solución de Problemas
• La democracia se fundamenta en la participación de los partidos políticos en la
construcción de un Estado legítimo: ¿en el caso colombiano la ausencia de
partidos con propuestas políticas maduras sirve de referente para explicar la
precariedad del Estado o es esa precariedad, la que no permite que hayan
partidos políticos que legitimen el acto democrático?
Autoevaluación
• ¿Hasta qué punto la dictadura de Rojas Pinilla está condicionada por los
partidos políticos?
• ¿Qué posición política caracteriza a Jorge Eliécer Gaitán?
• ¿Cuál es la política norteamericana con respecto al problema de la violencia en
Colombia durante la mitad del siglo XX?
• ¿Qué semejanzas y diferencias se pueden encontrar entre la violencia
colombiana y las violencias del cono sur y Centroamérica?
• ¿Cuáles son las principales transformaciones de la violencia en Colombia?
• ¿Qué es un partido político y cuál es su función dentro de una democracia?
Repaso Significativo
• Cada uno de los integrantes de la Cipa realizará un mapa conceptual con los
principales contenidos de la unidad, donde en una página, se sinteticen los
conceptos más importantes que permiten comprender la situación política
colombiana en la época estudiada; posteriormente con los cuatro o cinco
mapas, la Cipa elaborará un solo mapa que expondrá al grupo.
Bibliografía Sugerida
Colombia Cambio de Siglo. Santafé de Bogotá: IEPRI, 2000.
MELO, Jorge Orlando. Colombia Hoy: perspectivas hacia el siglo XXI. Santafé de
Bogotá: TM editores, 1997.
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
ARRATE, Jorge. La fuerza democrática de la idea socialista, Ediciones del
Ornitorrinco, Stgo. de Chile. Ediciones Documentas, Barcelona. 1995.
BENZ, Wolfgang y HERMANN, Graml, El siglo XX. Problemas mundiales entre los
dos bloques de poder, Siglo XXI, México, 1982, p. 285 1ª ed. en alemán, 1981.
HOBSBAWM, Erich. Historia del Siglo XX, Crítica, Barcelona, 1995. 1ª ed. en
inglés en 1994.
MELO, Jorge Orlando. Colombia Hoy: perspectivas hacia el siglo XXI. Santafé de
Bogotá: TM editores, 1997.