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Pamplona

Universidad de

Centro de Educación a Distancia

Programas de Educación a Distancia

América Latina y
Colombia en el
Medio Siglo
Nidia Yolive Vera Angarita

Formando Colombianos de Bien


Álvaro González Joves
Rector

María Eugenia Velasco Espitia


Decana Facultad de Estudios a Distancia

Luis Armando Portilla Granados


Director Centro de Educación a Distancia
Tabla de Contenido
Presentación
Introducción
Horizontes

UNIDAD 1: El contexto de América Latina: Crisis Económicas y Políticas


Descripción Temática
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Proceso de Información
1.1 LAS CRISIS ECONÓMICAS EN LA SEGUNDA MITAD DE SIGLO
1.1.1 Situación Macroeconómica Latinoamericana
1.1.2 Las Crisis Petroleras y La Crisis De La Deuda Externa
1.1.3 Soluciones Regionales a la Crisis
1.1.4 Recetas Importantes de Estados Unidos
1.2 INTERVENSIONISMO NORTEAMERICANO
1.2.1 Las Intervenciones de Estados Unidos en Latinoamérica en el
Siglo XX
1.3 LA CRISIS DEL ESTADO LATINOAMERICANO
1.3.1 El contexto Histórico y Sociopolítico
1.3.2 Intervencionismo y Autonomización del Estado
1.3.3 Coacciones, Límites y Crisis
1.3.4 Marginalizaciones y Pirámide de Dominación
1.3.6 Partidos y Parlamento
1.3.7 Crisis y Resurrección del Estado
Proceso de Comprensión y Análisis
Solución de Problemas
Síntesis Creativa y Argumentativa
Autoevaluación
Repaso Significativo
Bibliografía Sugerida
UNIDAD 2: Suramérica: Populismos, Militarismos y Violencia
Descripción Temática
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Proceso de Información
2.1 EL MILITARISMO EN AMÉRICA DEL SUR
2.1.1 Concepción del Militarismo
2.1.2 Chile y la Dictadura de Pinochet
2.1.3 Brasil y los Gobiernos Militares
2.1.4 Los Regímenes Militares en Bolivia
2.1.5 Situación Política del Perú
2.1.6 Las Juntas Militares de Ecuador
2.1.7 El Régimen de Stroessner en Paraguay
2.1.8 Los Militares en Uruguay
2.2 CENTROAMÉRICA: DICTADURAS, REVOLUCIONES Y VIOLENCIA
2.2.1 Las Dictaduras Centroamericanas
2.2.2 Los Principales Conflictos Centroamericanos en la Segunda
Parte del Siglo XX
Proceso de Comprensión y Análisis
Solución de Problemas
Síntesis Creativa y Argumentativa
Autoevaluación
Repaso Significativo
Bibliografía Sugerida

UNIDAD 3: Colombia: Violencia y Bipartidismo


Descripción Temática
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Proceso de Información
3.1 LA VIOLENCIA Y SUS EFECTOS EN EL SISTEMA POLÍTICO
COLOMBIANO
3.1.1 Antecedentes
3.1.2 La Violencia (de Ospina a Gómez-Urdaneta)
3.1.3 Las Tres Fases de la Primera Violencia (1949-1953)
3.1.4 El Arbitraje de las Fuerzas Armadas (y la Segunda Ola de
Violencia)
3.2 EL ORIGEN DEL FRENTE NACIONAL Y EL GOBIERNO DE LA JUNTA
MILITAR
3.2.1 Los Antecedentes
3.2.2 Las Raíces Sociales y Políticas del Frente Nacional
3.2.3 Los Orígenes del Frente Nacional y el Desmoronamiento de la
Dictadura
3.2.4 La Junta Militar y la Consolidación del Frente Nacional
3.2.5 El Pacto de SITGES: Derrotero Hacia el Gobierno de Coalición
3.2.6 Amagos de Crisis y Nuevos Acuerdos Políticos
3.2.7 La Danza de las Precandidaturas
Proceso de Comprensión y Análisis
Solución de Problemas
Síntesis Creativa y Argumentativa
Autoevaluación
Repaso Significativo
Bibliografía Sugerida

BIBLIOGRAFÍA GENERAL
América Latina y Colombia en el Medio Siglo 1

Presentación
La educación superior se ha convertido hoy día en prioridad para el gobierno
Nacional y para las universidades públicas, brindando oportunidades de superación
y desarrollo personal y social, sin que la población tenga que abandonar su región
para merecer de este servicio educativo; prueba de ello es el espíritu de las
actuales políticas educativas que se refleja en el proyecto de decreto Estándares
de Calidad en Programas Académicos de Educación Superior a Distancia de la
Presidencia de la República, el cual define: “Que la Educación Superior a Distancia
es aquella que se caracteriza por diseñar ambientes de aprendizaje en los cuales
se hace uso de mediaciones pedagógicas que permiten crear una ruptura espacio
temporal en las relaciones inmediatas entre la institución de Educación Superior y
el estudiante, el profesor y el estudiante, y los estudiantes entre sí”.

La Educación Superior a Distancia ofrece esta cobertura y oportunidad educativa


ya que su modelo está pensado para satisfacer las necesidades de toda nuestra
población, en especial de los sectores menos favorecidos y para quienes las
oportunidades se ven disminuidas por su situación económica y social, con
actividades flexibles acordes a las posibilidades de los estudiantes.

La Universidad de Pamplona gestora de la educación y promotora de llevar


servicios con calidad a las diferentes regiones, y el Centro de Educación a
Distancia de la Universidad de Pamplona, presentan los siguientes materiales de
apoyo con los contenidos esperados para cada programa y les saluda como parte
integral de nuestra comunidad universitaria e invita a su participación activa para
trabajar en equipo en pro del aseguramiento de la calidad de la educación superior
y el fortalecimiento permanente de nuestra Universidad, para contribuir
colectivamente a la construcción del país que queremos; apuntando siempre hacia
el cumplimiento de nuestra visión y misión como reza en el nuevo Estatuto
Orgánico:

Misión: Formar profesionales integrales que sean agentes generadores de


cambios, promotores de la paz, la dignidad humana y el desarrollo nacional.

Visión: La Universidad de Pamplona al finalizar la primera década del siglo XXI,


deberá ser el primer centro de Educación Superior del Oriente Colombiano.

Luis Armando Portilla Granados – Director CEDUP

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 2

Introducción
A inicios del siglo XXI la preocupación de gobernantes, políticos, agremiaciones y
académicos en América Latina no es otra sino las oportunidades y perspectivas de
desarrollo que la región tiene frente a los desafíos y realidades que la globalización
le plantea. La pobreza, la inestabilidad política, el bajo nivel de integración
económica, la baja participación democrática, los actos de corrupción y la violación
de los derechos humanos, son la constante en nuestra realidad continental.

Lo más racional tal vez sea analizar las causas de este complejo núcleo
problemático, para poder hallar alternativas de solución que correspondan con la
naturaleza histórica del mismo. Quizá una época histórica que sirva de manera
sobresaliente para interpretar los problemas políticos y económicos que aquejan a
Latinoamérica es precisamente la mitad del siglo XX. Muchos estudiosos plantean
la debilidad del sistema democrático Latinoamericano ocasionada por los diferentes
regímenes dictatoriales que durante la segunda parte del siglo XX se presentaron
en Latinoamérica, otros en cambio estudian la problemática social y económica
para determinar las alternativas de desarrollo que América Latina puede pensar
desde su realidad.

Sin ánimo de hacer lamentos históricos, la América Latina del siglo XX está
sumamente condicionada a los intereses imperialistas y de dominación
norteamericanos. Los militarismos y las violencias políticas que se ocasionaron en
la época pueden ser entendidas como producto de esa intervención
norteamericana. Colombia no es la excepción, también ella enfrenta los problemas
propios de su contexto y de las tensiones características de la Guerra Fría. Tal
vez, en el estudio de esta época podremos analizar las situaciones estructurales
que pueden permitir comprender la naturaleza de los desafíos que Latinoamérica
enfrenta en este siglo y a partir de allí, pensar posibles respuestas reales a los
mismos.
El presente material inicia con un estudio de las principales crisis políticas y
económicas que Latinoamérica enfrenta para comprender el contexto general
desde el cual emergen las dictaduras, los militarismos y las violencias políticas; se
finaliza con el análisis de la situación propia de Colombia en la época. Estos
momentos responden también a dos problemas transversales que se desarrollan a
lo largo del material: el rol de los Estados Unidos en la zona y la naturaleza de la
democracia Latinoamericana.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 3

Horizontes
• Comprender el contexto político y económico de mitad de siglo para analizar la
influencia de la Guerra Fría en las transformaciones políticas de América Latina.

• Analizar el papel de los partidos políticos Latinoamericanos y colombianos en


los procesos de violencia, militarización política y enfrentamiento armado.

• Dilucidar las estructuras históricas desde las cuales se analizan los orígenes de
los problemas económicos, políticos y sociales propios de la actualidad
Latinoamericana.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 4

UNIDAD 1: El contexto de América


Latina: Crisis Económicas y Políticas

Descripción Temática

La América Latina del medio siglo se caracteriza por un continuo ciclo de violencias
políticas que ponen en entre dicho las mismas estructuras del sistema democrático
moderno. Estas violencias se enmarcan en la tensión existente entre los
regímenes dictatoriales y la conformación de grupos insurgentes que se oponen a
dichas dictaduras. Estas realidades políticas están íntimamente relacionadas con el
contexto internacional de la Guerra Fría y del conflicto Este-Oeste.

El período de mitad de siglo es un conjunto complejo e interrelacionado de


factores históricos que determinan marcadamente el destino de Latinoamérica
para el siglo XXI. Este conjunto de factores se encuentran permeados por las
crisis económicas mundiales y por la “crisis del Estado Latinoamericano”. La
presente unidad comprende precisamente estos dos últimos elementos: en un
primer momento se estudia la situación macroeconómica del subcontinente y la
influencia de las crisis petroleras y de la deuda externa en la región; para aterrizar
en el problema de la crisis del estado y de la democracia en América,
contextualizándola en los procesos de intervención política, económica y militar de
los Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría.

Horizontes

• Interpretar los fenómenos del militarismo y la subversión en el contexto de la


Guerra Fría y del debate capitalista del desarrollo.

• Comprender las implicaciones históricas de la intervención estadounidense en


los asuntos latinoamericanos.

• Cuestionar la naturaleza de la democracia en América Latina a partir de un


análisis con respecto a sus relaciones exteriores.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 5

Núcleos Temáticos y Problemáticos


• Las Crisis Económicas en la segunda Mitad de Siglo
• El Intervensionismo Norteamericano
• La Crisis del Estado Latinoamericano

Proceso de Información
1.1 LAS CRISIS ECONÓMICAS EN LA SEGUNDA MITAD DE SIGLO

1.1.1 Situación Macroeconómica Latinoamericana

Pese a todas sus dificultades, el crecimiento económico de los años anteriores


había permitido situar a los países latinoamericanos en un lugar intermedio entre
las economías más industrializadas y el resto del mundo en vías de desarrollo. Si
bien en muchos casos el modelo de crecimiento económico ya estaba en crisis, o
había alcanzado su techo, entre 1960 y 1979 la mayor parte de los países
latinoamericanos creció más rápido que los Estados Unidos o los restantes
miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico). En la década de los 80, el signo de la coyuntura económica cambió
radicalmente y se desató la mayor crisis económica que conoció la región. El PIB
(Producto Interior Bruto)de América Latina creció en términos reales a una tasa
anual del 4,8 por ciento en la década de los 50, al 5,7 en los 60, al 7,4 entre 1970
y 1973 y al 5,1 entre 1974 y 1980. Más allá de las crisis y de las políticas
económicas de signo contradictorio que se aplicaron, entre 1960 y 1981 diez
países latinoamericanos crecieron a tasas superiores al 2,5 por ciento anual. Era
una cifra considerada como el umbral mínimo para garantizar el crecimiento,
establecida a principios de los 60 por la Alianza para el Progreso y que muchos
observadores, en su momento, estimaron como un porcentaje demasiado
ambicioso. Entre esos países estaban Brasil, México y Colombia y junto a ellos
encontramos a otros nueve que crecieron menos del 1,6 por ciento del PIB per
cápita, como Argentina, Uruguay, Venezuela, Chile y Perú. En el otro extremo se
pueden ubicar casos como el de Jamaica, cuyo PIB anual creció un 3,8 por ciento
entre 1960 y 1966 y más de un 6 por ciento entre 1966 y 1972, pero que entre
1973 y 1980 vio cómo su PIB se contrajo en casi un 18 por ciento.

Las altas tasas de crecimiento no pudieron evitar que la economía latinoamericana,


a diferencia de lo que había ocurrido en el pasado, continuara caracterizándose por
su escasa participación en el comercio internacional, ya que en el quinquenio

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 6

1976-1981 los intercambios de la región sólo representaron el 15 por ciento del


total mundial. Los esfuerzos realizados en la industrialización no produjeron
avances significativos en lo tocante a la diversificación de las exportaciones y en
realidad ocurrió todo lo contrario: las manufacturas apenas se exportaban y las
ventas al exterior seguían centrándose en unos pocos productos primarios. A
principios de 1980 la mayor parte de las divisas provenientes de las exportaciones
tenían su origen en once materias primas. De acuerdo con datos de 1984, México,
Venezuela, Ecuador y Trinidad-Tobago recibían más del 40 por ciento de sus
exportaciones de petróleo; Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Haití y
Honduras obtenían más del 20 por ciento del café. Chile, que ha avanzado mucho
en el terreno de la diversificación de sus productos primarios, sigue dependiendo
en más del 45 por ciento de sus exportaciones del cobre, lo que es una cifra
bastante elevada. El inicio de este período coincide con la Revolución Cubana, que
tuvo repercusiones contradictorias sobre la economía del continente. La
Revolución fue un motivo de esperanza para quienes veían en el antiimperialismo y
el socialismo el camino más rápido y seguro hacia el crecimiento económico, lo que
en algunos casos reforzó la aplicación de políticas altamente intervencionistas.

Pero la continua y creciente participación del Estado en la economía condujo a la


mayor crisis latinoamericana (la de la deuda externa) y acabó con buena parte de
los procesos de industrialización sustitutiva y de crecimiento hacia adentro que se
habían ensayado. El modelo cubano al socialismo, tuvo en algunas áreas, como
educación, salud y vivienda, resultados iniciales que se pueden situar por encima
de la media latinoamericana, pero su desempeño macroeconómico fue bastante
mediocre, lo que se atribuyó al bloqueo norteamericano y no a la mala gestión de
sus autoridades. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la continua e
importante ayuda soviética limitó considerablemente los efectos del bloqueo. Pese
a sus limitaciones, la experiencia cubana contó con la fuerza necesaria para
manifestar las contradicciones y las dificultades de las restantes sociedades
latinoamericanas en su búsqueda del crecimiento y el desarrollo. Las distintas
opciones ideológicas, como el desarrollismo, el industrialismo, el socialismo, las
dictaduras militares o la guerrilla nacionalista o marxista, dispuestas a aplicar algún
tipo de política intervencionista no pudieron modificar una realidad que aparecía
más refractaria al cambio de lo que los ideólogos y políticos creían. Lo mismo
ocurrió con los primeros experimentos neoliberales de principios de la década de
los 80, caracterizados más por sus intervenciones monetaristas que por la
aplicación de una sistemática política desregularizadora. Había que enfrentarse a
una realidad moldeada desde los años 30 y que logró consolidar numerosos
intereses creados, capaces de satisfacer a los sectores sociales de mayor peso
político. Ni los trabajadores ni los grandes empresarios dedicados a abastecer al
Estado querían, más allá de sus posturas declarativas, cambiar las cosas.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 7

A principios de la década de 1990, las grandes metas e ilusiones de los 60 se


habían cambiado por un mayor eclecticismo. Lo mismo ocurrió con la democracia,
que de ser un concepto devaluado y calificada despectivamente de burguesa o
formal pasó a ser un valor en sí mismo. Esto se observa en una serie reciente de
tratados internacionales que garantizan ayudas al desarrollo, con cláusulas de
salvaguarda que vinculan el mantenimiento de préstamos a bajo interés con la
pervivencia de los regímenes democráticos, como ocurre con los tratados
bilaterales firmados por España con Argentina, Brasil, México y Venezuela o el de
Italia con Argentina. El desempeño económico latinoamericano en la década de
1980, con tasas negativas de crecimiento en muchos países, fue desastroso y esos
años se denominaron la “década perdida". Sólo el abandono del populismo
permitió comenzar a superar esa coyuntura sumamente difícil. Entre 1980 y 1990,
la renta per cápita descendió globalmente un 10 por ciento. Entre 1980 y 1989 la
tasa de crecimiento real del PIB en Argentina fue de -13,5 por ciento, en Nicaragua
de -9,6 por ciento, en Perú de -5,1 por ciento y en Venezuela del -3,8 por ciento.

En Brasil, las cifras de crecimiento del PIB per cápita también fueron negativas. El
crecimiento demográfico fue más rápido que el de la renta y en casi todos los
casos el crecimiento per cápita descendió con respecto al incremento real del PIB.
Las tasas de crecimiento de la población estuvieron en el orden de un 2,3 por
ciento anual y el número de habitantes pasó de 217 millones en 1960, a 283 en
1970 y 405 en 1985. Sólo en Brasil había 145 millones de personas en 1989, lo
que convierte al país en un gran mercado potencial.

1.1.2 Las Crisis Petroleras y La Crisis de la Deuda Externa

Al iniciarse la década de 1980 comenzaron a cambiar las posturas dominantes en


la región frente al crecimiento económico y el desarrollo, especialmente a partir de
las grandes y estrepitosas derrotas sufridas por los movimientos que defendían
posturas nacionalistas y antiimperialistas. En los años 70, y de la mano de
gobiernos militares, aunque no exclusivamente, comenzaron a desarrollarse
políticas económicas neoliberales que trataron de reducir el déficit de la balanza de
pagos y achicar el tamaño del Estado para poder enfrentar el déficit fiscal creciente
que amenazaba a la mayor parte de los países de la región. Desde el golpe en
Chile contra el gobierno de Salvador Allende hasta la derrota electoral del
sandinismo nicaragüense los acontecimientos se aceleraron. El desmoronamiento
de los países del Este de Europa, como Polonia o Rumania, anunciaban la
magnitud de una crisis que tendría en la caída del muro de Berlín y en la
desaparición de la Unión Soviética sus puntos culminantes. Al mismo tiempo, la
prosperidad de los "dragones" del Pacífico, como Corea del Sur o Singapur,
demostraba que había otras formas de crecimiento económico.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 8

La economía latinoamericana estrechamente vinculada a la norteamericana desde


la Segunda Guerra Mundial se vio sacudida por la decisión del presidente
norteamericano Nixon de declarar la inconvertibilidad del dólar en 1971. El
estallido de la primera crisis petrolera en 1973 fue el comienzo de una larga
pesadilla para América Latina. La subida imparable del petróleo en los mercados
internacionales, que contrastaba con el más moderado de otras materias primas,
fue un frenazo al crecimiento de la economía mundial. El desorden se asentó en
los mercados internacionales, en un momento en que los políticos estadounidenses
y europeos consideraban que la inflación era mucho menos perniciosa que el paro,
de modo que sus gobiernos no se resistieron demasiado a lo que estaba
ocurriendo.

Los Estados Unidos, un importante productor de petróleo, atravesaron la crisis con


escasos daños, mientras que Europa occidental resultó mucho más afectada. Esto
acabó con las esperanzas de los latinoamericanos que buscaban el apoyo europeo
para neutralizar la dependencia de los Estados Unidos. La coyuntura introdujo
diferencias entre los países menos desarrollados, divididos entre productores y no
productores dé petróleo. Los primeros, como México y Venezuela, y Ecuador en
menor medida, se nuclearon en torno a la Organización de Países Productores de
Petróleo (OPEP)y se beneficiaron directamente de la situación al contar con una
gran disponibilidad de divisas, mientras los otros verían más tarde cómo la
recesión mundial originada en el aumento de los productos energéticos hacía
descender la demanda de alimentos y materias primas. El aumento de la factura
energética incidió negativamente en Brasil y Chile, importadores netos de petróleo,
así como sobre la totalidad de los países de América Central y el Caribe, lo que
también repercutió negativamente sobre sus balanzas de pagos. La subida del
petróleo generó una gran disponibilidad de petrodólares (el dinero percibido por
los países productores por sus ventas), que inyectaría una enorme liquidez en el
sistema financiero internacional. La banca privada se dedicó a reciclar ese dinero
prestándolo a bajos tipos, a tal punto que en países de alta inflación, los intereses
reales eran negativos, lo que aumentaba el atractivo de dichos préstamos. El
estancamiento económico del centro posibilitó que los créditos llegaran a ritmos
crecientes a los países del llamado Tercer Mundo, como los de América Latina, que
comenzaron un rápido proceso de endeudamiento, con la destacada excepción de
Colombia.

El papel de la banca privada como prestamista de la región aumentó


considerablemente y reemplazó a los organismos internacionales, como el Fondo
Monetario Internacional (FMI)o el Banco Mundial. Los préstamos de los bancos
privados pasaron de representar el 7 por ciento del total a finales de la década de
1960 al 70 por ciento a finales de la década siguiente. El aumento del
endeudamiento se apoyaba en unas exportaciones que habían crecido cerca de un
20 por ciento entre 1976 y 1980 y en tasas de interés que no superaban el 10 por

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 9

ciento anual. Estas circunstancias, sumadas a la teoría de que la deuda externa no


se pagaba sino que podía renegociarse una y otra vez, reforzaban la idea de que el
endeudamiento se mantendría en niveles tolerables y que no habría grandes
problemas para pagar los intereses. En México y Brasil los recursos generados por
el endeudamiento sirvieron para profundizar la industrialización, que atravesaba
momentos críticos. En otros países, como Argentina o Chile, se financiaron
experimentos neoliberales, que tuvieron resultados muy diversos. Si bien en
ambos países había gobiernos militares, sólo los chilenos lograron, tras algunas
dificultades iniciales, consolidar su programa de ajuste, mientras los militares
argentinos cedían una vez más ante la acción de los sindicatos y de los industriales
que vivían del abastecimiento del Estado. Una buena parte de los recursos
llegados a Argentina y a Chile financiaron el rearme de sus Fuerzas Armadas, que
se preparaban para un enfrentamiento fronterizo.

La corrupción existente facilitó la vaporización de buena parte de esos capitales,


que en vez de invertirse en los teóricos lugares de destino reaparecían en cuentas
secretas de los bancos suizos o en Estados Unidos, Japón o Europa. La fuga de
capitales se convirtió en algo corriente en la década de los 80 y se estima que más
de 300 mil millones de dólares salieron de la región en esos años (una cifra
comparable al monto de la deuda externa). El alcance de la fuga de capitales
varió de un país a otro. Entre 1980 y 1984 se estima que fue de 17.000 millones
de dólares en Argentina, de 40.000 millones en México y de 27.000 millones en
Venezuela. En ciertos años, la fuga de capitales supuso el 50 por ciento del ahorro
de Venezuela o Argentina. Para el Banco Mundial, la fuga de capitales es un
síntoma de mala administración macroeconómica, generalmente agravada por la
inestabilidad política. Si los inversores conviven con tasas de inflación elevadas o
temen que la moneda nacional se va a devaluar, transfieren sus fondos al exterior
para evitar pérdidas de capital. Las recetas neoliberales y monetaristas, seguidas
en prácticamente todos los países de la región, independientemente de su tipo de
gobierno, provocaron una menor participación del sector industrial en el PIB y
aceleraron la desinversión, tanto pública como privada. El avance del sector
financiero y las altas tasas de interés que se pagaban en sus circuitos desanimaron
nuevas inversiones productivas, dada su menor rentabilidad y abrieron en muchos
casos la puerta a la especulación. La inflación se acentuó en los países centrales,
y en 1978 la Reserva Federal de los Estados Unidos (la principal autoridad
monetaria) decidió oponerse frontalmente a la subida de precios, aplicando
medidas monetaristas, propias de la ortodoxia económica, y aumentando los tipos
de interés.

La segunda crisis del petróleo, en 1979, y la consiguiente recesión internacional


reforzaron las tendencias inflacionarias y el ajuste en los países centrales se hizo
inevitable. La nueva subida de los tipos de interés, agudizada por la necesidad de
dinero fresco de la economía norteamericana, terminó por desatar la crisis de la

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 10

deuda externa, una deuda que superaba los 200 mil millones de dólares si sólo se
contabiliza el endeudamiento público, o los 350 mil millones si se tiene en cuenta
el endeudamiento privado. México y Brasil, con más de 100 mil millones de
dólares cada uno, y Argentina, con más de 50 mil millones, eran los mayores
deudores del continente. Al finalizar 1990, la deuda ascendía a 423 mil millones
de dólares, mientras que los atrasos en el pago del servicio de la deuda
alcanzaban los 30 mil millones.

Claro está que, aunque la crisis apareciera de forma brusca, tuvo unos
antecedentes a los que luego se remitieron los especialistas para explicarla. La
situación de desorden del sistema monetario internacional, aun sin ser la causa
determinante de la crisis, contribuyó sin duda a ella. El desorden estaba causado
por la caída del dólar, provocada por la decisión tomada por el presidente Nixon,
sin ninguna consulta previa, de desligar el dólar del patrón oro en agosto de 1971.

Como es sabido, lo hizo como consecuencia de la difícil situación de la economía


norteamericana durante la Guerra de Vietnam. El déficit de la balanza de pagos
creció en este país y también la liquidez internacional producida por la exportación
del petróleo.

Las principales monedas del mundo flotaron, en un marco de creciente


inestabilidad. Pero lo decisivo fue la sorpresa causada por los sucesivos choques
por la elevación de precio de los productos petrolíferos. Ya la Revolución libia
produjo un problema inicial, pero fue la Guerra del Yom Kippur y la caída del sha
de Irán, todos ellos acontecimientos políticos, quienes tuvieron unos resultados
más espectaculares sobre el precio del crudo. En 1971, todavía el precio del
petróleo era negociado por las grandes compañías petrolíferas: siete de ellas
dominaban el 80% de la producción mundial. Pero en 1973 ya no era así. Entre
1960 y 1971, el petróleo había permanecido estable en el precio y en la práctica
había podido perder el 20% de su valor. Al mismo tiempo, su consumo había
crecido de forma considerable hasta configurarse como la fuente de energía
fundamental. Así se demuestra por el crecimiento del porcentaje del petróleo en el
consumo total de energía. En 1950, representaba el 37.8% frente al 55.7% del
carbón; en 1972, en cambio, el petróleo y el gas representaban el 64.4% del total.

En suma, puede decirse que la parte correspondiente al petróleo en el consumo de


energía pasó de ser un tercio a dos tercios, en un momento en que el consumo
anual de energía se triplicaba cada año. De este modo, las reservas petrolíferas
descubiertas cada año eran inferiores al consumo anual.

Por otra parte, los grandes países industrializados, a excepción de Estados Unidos
y la URSS, eran grandes consumidores de energía pero no la producían. Gran
Bretaña y Noruega empezaron a producirla con ocasión de la crisis, gracias al

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 11

descubrimiento de nuevos yacimientos en el Mar del Norte. Un factor decisivo en


el panorama de los precios de la energía fue el hecho de que las grandes
compañías explotadoras fueron nacionalizadas. En 1971, Argelia anunció, por
boca de su presidente Huari Bumedian, la nacionalización de la industria
petrolífera, hasta entonces francesa, en un 51%; en septiembre de 1973, Libia
hizo lo propio. Incluso en un Estado tan conservador como Arabia Saudí sucedió lo
mismo gracias a la constitución de Aramco en 1979.

Durante el año 1972, otros países productores de materias primas intentaron


presionar sobre los consumidores elevando los precios, por lo que se puede decir
que había antecedentes del estallido que más adelante se produjo. Fue el
petróleo, sin embargo, la única materia prima que influyó en la economía mundial.

La política internacional contribuyó de forma poderosísima a multiplicar el efecto


de una tendencia así esbozada. El 16 de octubre de 1973, en un momento en que
todavía la Guerra árabe-israelí no estaba concluida, los países de la OPEP tomaron
la decisión de que el precio del barril del petróleo pasara de tres dólares a cinco.
Al día siguiente, esos mismos países decidieron establecer un sistema de embargo
para aquellos que parecían apoyar por completo a Israel como, por ejemplo,
Estados Unidos y Holanda. En la práctica, estos embargos duraron muy pocos
meses, acabando por ser levantados completamente en el verano de 1974.

También los países de la OPEP optaron por reducir la producción entre un 15 y un


20% y, a continuación, hacerlo en un 5% al mes hasta que Israel abandonara los
territorios ocupados. Pero este sistema de limitación de la producción, que, en
parte, se justificaba con la afirmación de que las reservas estaban agotándose
acabó por dañar a los propios países productores, no correspondía a peligro tan
acuciante y fue finalmente abandonado. Pero lo que no se detuvo fue la elevación
del precio del petróleo.

En diciembre de 1973, los países de la OPEP decidieron elevar al precio del barril
de petróleo a casi doce dólares; se había cuadruplicado en el transcurso de tres
meses. No se detendría ahí el proceso. Llama especialmente la atención la
persistencia unida a la brusquedad de los incrementos en el precio del petróleo,
que se multiplicó por cinco en 1973-1974 y luego creció el 150% en 1979-1980.

Aparte del efecto de la demanda creciente, el nuevo choque petrolífero de finales


de los setenta estuvo motivado por la fuerte inestabilidad en la región que
producía la mayor parte de petróleo consumido por el mundo y cuyo flujo principal
procedía del cuello de botella del estrecho de Ormuz. La revolución blanca del
sha, la posterior revolución iraní y la Guerra entre Irán e Iraq fueron factores que
contribuyeron de forma decisiva a que el precio del petróleo alcanzara a fines de
1981 los 34 dólares por barril. Con respecto a 1973, se había incrementado en

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 12

más de diez veces. El impacto de este incremento del precio resultó variable
según las latitudes, pero siempre fue grave, hasta el extremo de que bien se
puede decir que remodeló la fisonomía económica del planeta.

Europa y Japón dependían en mucha mayor medida de las importaciones que los
Estados Unidos: la factura petrolífera pasó en las economías del Viejo Continente
del 1.5% del producto nacional al 5%, cuando el volumen total del petróleo
consumido había disminuido. La inflación, que hasta el momento era de un 4-5%
anual, ahora se multiplicó hasta niveles inesperados y se hizo habitual que
alcanzara los dos dígitos: en Gran Bretaña y en Italia, por razones diversas, el
problema fue especialmente agudo. Todas las economías de los países
industrializados debieron recurrir a planes de austeridad que, de forma inevitable,
produjeron una disminución del consumo y una rebaja del nivel de vida. A lo largo
del año 1975, el crecimiento del PIB fue negativo en Estados Unidos (-0.7%),
Gran Bretaña (-1.6%)y Alemania (-1.6%); los únicos países que crecieron lo
hicieron en cantidades prácticamente inapreciables y, en ocasiones, por no
haberse enfrentado todavía a la crisis. Las empresas tuvieron dificultades
crecientes y el paro se incrementó. La recesión quedó confirmada como un
fenómeno inevitable y se combinó con una cierta inflación de un modo un tanto
inesperado en comparación con lo que había sido habitual hasta el momento.

En efecto, desde 1958 la inflación mundial había ido creciendo en un 2% anual y


entre 1969 y 1972 lo hizo el 5%. Se había asociado en el pasado con una realidad
inevitable para conseguir el pleno empleo, pero ahora apareció un fenómeno
nuevo, la stagflation, es decir, la disminución del crecimiento convertido en
compatible con el alza de los precios. Ha llegado, pues, el tiempo de la inflación
de dos dígitos al mismo tiempo que la producción industrial disminuía su
crecimiento en un 10-20% como mínimo. Además, con el transcurso del tiempo
desapareció la sensación de que se podía salir de la crisis. Claro está que al
mismo tiempo ésta no produjo una sensación de hundimiento semejante a la que
tuvo lugar en los años treinta. Pero los tiempos de un crecimiento al ritmo de los
años cincuenta y sesenta no se reprodujeron de nuevo, por más que con el paso
del tiempo se alejara el fantasma de la crisis. El aspecto en el que fue más
manifiesta la crisis en todo el mundo fue el referido a la tasa de paro, que
sobrepasó en los países de la OCDE el 5% en 1974-5 y en 1980-2 llegó al 10%.

También las ganancias en la productividad se redujeron a partir de 1974; tampoco


en este caso las cifras del paro tenían nada que ver con el 20-30% de parados en
los países industrializados en los años treinta. Se ha podido hablar de la aparición
de una crisis de fondo en el trabajo en una onda de veinticinco años, al menos, de
duración. A partir de mediados de los años ochenta, casi el 30% de los puestos de
trabajo industriales desaparecidos no habían sido reemplazados por otros
semejantes. Claro está que en este proceso había también un factor de progreso.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 13

Hubo, a partir del momento de la crisis, un doble fenómeno de industrialización del


terciario y terciarización de la industria. El canciller alemán Helmut Schmidt llegó a
la conclusión de que en el final de siglo, Europa no tendría más lugares de trabajo
que oficinas, laboratorios y salas de visitas. Pero es necesario hacer también
mención del impacto que la crisis tuvo sobre los países subdesarrollados. Mucho
más frágiles, en la práctica, no obstante, el destino de los países del Tercer Mundo
después de la elevación del precio del petróleo fue muy variado. Una parte de
ellos inició a partir de este momento un proceso de industrialización: éste fue el
caso de Arabia Saudita, cuyo PIB se incrementó en un 250% en el transcurso de
tan sólo el período 1973-1974. Claro está que los países productores de petróleo
no se mantuvieron unidos frente a los que, como Irán y Libia, trataron de
aprovechar al máximo el incremento en los productos petrolíferos, otros, como
Arabia, actuaron con mayor prudencia de cara al impacto que sus medidas podían
tener en los países desarrollados de Occidente. Pero los países pobres, carentes
de petróleo, vieron cómo su situación se agravó todavía más, lo que alcanzó
niveles especialmente dramáticos en el caso de África.

Para responder a la crisis de los productos energéticos y a esta situación en los


más subdesarrollados, las potencias occidentales imaginaron varios
procedimientos. Los Estados Unidos propusieron la creación de una Agencia
Internacional de la Energía, que agruparía a los países consumidores de petróleo
frente a los productores. La fórmula no fue aceptada por Francia, que propuso
una conferencia entre países industrializados, subdesarrollados y productores de
petróleo, que tuvo lugar en París bajo dos fórmulas sucesivas. La convocatoria se
repitió en los siguientes años, pero no pasó de establecer algunos principios
fundamentales del nuevo orden internacional y la creación de un fondo especial de
ayuda al subdesarrollo, por un importe de 1.000 millones de dólares.

Una reunión celebrada en Cancún, en 1981, pretendió también establecer un


nuevo marco de relaciones entre los países desarrollados y los no desarrollados (o
entre Norte y Sur, como entonces era costumbre decir). Quizá mucho más
prácticos fueron los acuerdos a los que llegó la CEE con países de África, el Caribe
y el Pacífico, denominados Lomé I (1975)y Lomé II (1979). Estos acuerdos
preveían una ayuda financiera a los países en desarrollo que cuadruplicaba la
prevista en el acuerdo previo de Yaundé. Si las iniciativas acerca del diálogo entre
el Norte y el Sur fueron relativamente modestas, en cambio, los grandes países
industrializados establecieron un principio de concertación a partir de 1975.

Consistió en la celebración anual de una reunión a la que asistieran las cuatro


potencias europeas más importantes desde el punto de vista económico junto con
Estados Unidos y Japón, a las que se sumó luego Canadá e incluso el presidente
de la Comisión Europea.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 14

De esta manera se estableció un mecanismo de respuesta destinado a convertirse


en instrumento permanente de consulta. Por otro lado, las negociaciones del
GATT, denominadas en referencia a la capital japonesa donde se celebraron en
1973-1979, tuvieron como consecuencia la aprobación de un nuevo acuerdo que
preveía la desaparición de las barreras arancelarias. La realidad, sin embargo, era
que en tiempos de crisis todos los países afectados por ellas recurrieron a
procedimientos más o menos proteccionistas, al menos durante algún tiempo. Las
soluciones propiamente dadas a la crisis económica tardaron bastante en llegar por
la perplejidad que producía la peculiaridad misma de la crisis. Tras la
desvinculación del dólar del patrón oro, el sistema monetario imaginado en Bretton
Woods, julio de 1944, podía considerarse muerto.

En la Conferencia de Jamaica, en enero de 1976, los países más importantes


decidieron reemplazarlo: a partir de este momento ya no hubo precio oficial del
oro y quedaron legalizados los cambios flotantes. El capital de reserva del sistema
monetario internacional quedó asegurado por los “derechos especiales de giro",
en función de los cuales se señalaron las nuevas paridades de las monedas. El
valor de los mismos quedó definido por el conjunto de las de los países
industrializados en proporciones variables. La ponderación del sistema atribuyó al
dólar un peso equivalente al 30% del total, manteniéndose así parte de la
supremacía financiera de los Estados Unidos. Otro sector de las soluciones a la
crisis procedió de las decisiones individuales de una de las grandes potencias
tomadas primordialmente por motivos derivados del interés nacional. En 1979, el
director de la Reserva Federal norteamericana, Volcker, impulsó la decisión final de
su Gobierno de atacar la inflación por el procedimiento de limitar la masa
monetaria gracias a un incremento sin precedentes en las tasas de interés.

De esta manera, los capitales afluyeron a Estados Unidos e hicieron subir el curso
del dólar. Este hecho tuvo como consecuencia iniciar un proceso deflacionista y
obligó a todos los países a optar por políticas de austeridad. Las economías
desarrolladas llegaron al fondo de la depresión, mientras que las del Tercer
Mundo, fuertemente endeudadas, vieron aumentar el peso de su carga financiera.

Para evitar la bancarrota, tuvieron que acudir a las grandes instituciones


financieras internacionales que les obligaron a una política de austeridad en
ocasiones dramática. Pero si eso tuvo graves consecuencias políticas en muchos
países, al mismo tiempo señaló el comienzo de una recuperación que era una
realidad en todo el mundo a mediados de los años ochenta. Por otro lado, en fin,
el resultado a medio plazo del incremento de precios del petróleo tuvo como
consecuencia el descubrimiento y la explotación de nuevos campos petrolíferos. El
crudo de Alaska, Mar del Norte y México entró en el mercado a más de 20 dólares
el precio del barril y contribuyó a la rebaja de los precios. La aportación de los
nuevos yacimientos vino a suponer una cantidad semejante a lo que se consumía.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 15

Por otro lado, también los planes restrictivos del consumo tuvieron un efecto, al
menos parcial. En 1980, el consumo de energía disminuyó del 2 al 3%, mientras
que en algún año posterior pudo llegar a un 6%. Las cifras, de cualquier forma,
no resultan muy significativas, dado que se manifestó una extraordinaria variación
entre lo sucedido en unos países y en otros. Además, con el transcurso del tiempo
y la disminución de los precios, volvió a producirse un incremento del consumo.

Aparte de influir en la aparición del fenómeno lacerante de un paro que, a


diferencia de ocasiones anteriores, parecía imposible de solucionar por
procedimientos convencionales, la crisis tuvo otras importantes consecuencias
sociales. Dio la sensación de producirse la aparición de una nueva división
internacional del trabajo, caracterizada por el traslado a nuevos escenarios del
centro de gravedad económico. La crisis contribuyó al declinar de la industria
tradicional, necesitada de reconversión, y con frecuencia pareció que, en muchos
países, se trataba de un fenómeno semejante al que aconteció, por ejemplo, con
el traslado del centro del mundo desde el Mediterráneo al Atlántico. Las nuevas
industrias de comunicación y la informática aparecieron como relevo de las
tradicionales.

Por otro lado, la crisis económica contribuyó también a hacer aparecer la del
Estado de bienestar. Los límites de éste empezaron a percibirse cuando las
Haciendas públicas sufrieron la crisis. En adelante, empezó a entrar en crisis la
idea de que la reducción de las desigualdades debía ser un objeto esencial de
cualquier política social a desarrollar o de que ese propósito podía cumplirse a
partir de los presupuestos públicos. No sólo se hicieron patentes las dificultades
de la obra a desarrollar por el Estado en este terreno sino que, además, al llevarla
a cabo aparecieron riesgos de corporatismo y de clientelismo.

Finalmente, la crisis económica tuvo también repercusiones de carácter político; en


Europa, las etapas de fuerte crecimiento habían venido acompañadas por largas
secuencias de continuidad política. Ahora apareció una sensación generalizada de
ruptura y crisis no sólo en lo económico, sino también en lo político: en Alemania,
por ejemplo, el tiempo de crisis provocada por la banda Baader-Meinhof fue el
comienzo de los setenta y en 1977 tuvo lugar el asesinato del presidente de los
patronos. En Italia, en 1978 apareció asesinado Aldo Moro. Pero quizá más
importante que estos problemas, que tan sólo arañaron la superficie de la
estabilidad de las democracias aunque parecieran muy graves durante años, la
tuvo el relacionado con la evolución de la izquierda.

En el momento de la crisis económica, que coincidió con una gran oleada de


terrorismo -derivación próxima o lejana del espíritu subversivo relacionado con el
año 1968- hubo presagios insistentes de que el mundo de la democracia occidental
podía estar entrando en una crisis difícil de superar o incluso insuperable. La

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 16

realidad fue que las que se presentaban como fórmulas superadoras demostraron
con el paso del tiempo no serlo en absoluto, sino que por el contrario la fórmula
democrática acabó por expansionarse, debido a que la crisis económica contribuyó
a hacer desaparecer de la faz de la Tierra muchos regímenes dictatoriales a partir
de los años centrales de la década de los setenta. Incluso con el transcurso del
tiempo, esa misma crisis agravaría la situación económica de los países de Europa
del Este y, como consecuencia, contribuiría a la crisis del comunismo. Fue el
llamado “eurocomunismo” aquella novedad ideológica que pareció cercana a
representar una alternativa más nueva a la política vigente a partir de mediada la
década de los setenta. Hasta los años sesenta, la relación umbilical mantenida
entre la URSS y los partidos comunistas europeos se mantuvo sin fisuras ni
problemas, por más que en los medios intelectuales el efecto de la invasión de
Hungría, en 1956, fuera ya importante. La de Checoslovaquia, en 1968, produjo
mucha mayor insatisfacción -y, por lo tanto, conatos de disidencia- en el seno de
los Partidos Comunistas europeos. La URSS trató de mantener la relación con los
“partidos hermanos” en idénticos términos, pero ya no fue posible. Una reunión
de los Partidos Comunistas europeos en Berlín, en junio de 1976, demostró que
con muy contadas excepciones -el Partido Portugués- los Partidos Comunistas de
los países democráticos y occidentales estaban a años luz de quienes ejercían el
poder en la Europa Oriental. Para ellos resultaban inaceptables tanto la versión
hasta entonces vigente del “internacionalismo proletario", que equivalía a servir a
los intereses de la política soviética, como el respeto al “socialismo realmente
existente” o, más aún, la función dirigente del PCUS. Entre los Partidos
Comunistas que quisieron manifestar su independencia de la Unión Soviética el
que avanzó de forma más decidida, además de dar la sensación de poder llegar al
poder, fue el italiano; así se explica que el “eurocomunismo” como denominación
naciera allí.

Tenía una cierta tradición original que se remontaba al pensamiento de Gramsci y


a la flexibilidad de Togliatti en 1945. Dirigido por Enrico Berlinguer, en las
elecciones de 1976 alcanzó un tercio de los votos, pareciendo para muchos la
única fórmula alternativa ante un sistema democrático, como el vigente en aquel
país, que parecía muy anquilosado. El PCI aceptaba entonces el Mercado Común e
incluso la pertenencia de Italia a la OTAN; decía identificarse en exclusiva con los
procedimientos democráticos (y sin duda, sus miembros y simpatizantes creían en
ellos)e incluso consideraba posible un “compromiso histórico” con la Democracia
Cristiana que le llevara a compartir el poder con ella. Esta política nacía de la
interpretación de que, en el Chile de 1973, las fuerzas de izquierda habían sido
incapaces por sí solas de imponerse a la derecha dictatorial. En posiciones
semejantes se situó el mucho menos influyente Partido Comunista español
mientras que el francés, por más que aceptara la OTAN y la CEE una vez que
suscribió un pacto electoral con los socialistas, caminó con muchas más dudas por

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 17

esta senda. Fue en los años 1975-1976 cuando el eurocomunismo pareció más
activo y prometedor. Estableció entonces un nexo entre socialismo y democracia,
pretendiendo que protegería más las libertades que los partidos burgueses y se
ofreció como una vía distante al mismo tiempo del Este y del Oeste. Fue mucho
más que una vía nacional al comunismo y demostró querer librarse definitivamente
de la hipoteca estalinista. Pero sus limitaciones fueron también evidentes. No
llegó a abandonar nunca el llamado “centralismo democrático” y, sin duda, fue
benevolente con la experiencia soviética, empezando por la propia Revolución de
1917. Pero resultaba inquietante para quienes la dirigían; éstos se beneficiaban
entonces mucho más de la actividad de movimientos pacifistas que defendían el
desarme unilateral en la idea de que ése podía ser un buen camino para la paz
mundial. En realidad, la relación que mantuvo con la URSS fue, si no la de
identidad y sumisión, la de quien había mantenido una antigua amistad con ella
(Kriegel); nunca pudo ofrecer un solo ejemplo de un país que siendo comunista
hubiera acabado por democratizarse. A partir del final de la década de los setenta,
en cambio, cuando tuvo lugar la invasión de Afganistán por la Unión Soviética y se
planteó la crisis interna del Estado comunista polaco, el eurocomunismo tuvo que
optar entre la demostración de si lo que sucedido con él había sido una táctica o
una impregnación de los procedimientos democráticos.

En muchos casos, había sido lo segundo pero eso sólo se descubriría con el
transcurso del tiempo. También tardaría en demostrarse claramente que una de
las consecuencias de la crisis de mediados de los años setenta fue el comienzo de
un proceso de democratizaciones que se inició en las dictaduras tradicionales de la
Europa mediterránea. En estos países -Portugal, Grecia, España- había existido en
el pasado una cierta tradición democrática o liberal aunque en estos momentos
hubiera un régimen que nunca fue propiamente totalitario o lo había sido en un
pasado remoto. Diversos factores influyeron en que se iniciara el proceso
democratizador. Se produjo, en primer lugar y en grados variables, un proceso de
transformación económica que cambió o empezó a transformar las arcaicas
estructuras que en el pasado habían hecho imposible la existencia de un régimen
democrático estable. Incluso más importante fue la quiebra de la legitimidad de
los regímenes dictatoriales en un momento en que la democracia se había
convertido ya en la ideología hegemónica gracias a los medios intelectuales,
periodísticos y universitarios. Influyó en esto de un modo poderoso el cambio
producido en el catolicismo a partir del Concilio Vaticano II. El hecho es que, en el
período 1974-1977, estos tres regímenes dictatoriales de derecha quebraron de
forma muy diferente, incluso jugando el Ejército un papel contradictorio: positivo
en el caso de Portugal y negativo en el de Grecia y España.

El proceso se inició en Portugal en abril de 1974; de él, puesto que se prolongó


bastante, se tratará en un capítulo posterior. Los antecedentes próximos fueron,
en el caso de Grecia, la existencia de un conflicto exterior en Chipre que obligó a

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 18

un régimen nacido en 1967, en el que el Ejército se había autoatribuido un papel


esencial, a dejar el poder a la clase política tradicional. Uno de sus miembros llevó
a cabo la transición hacia la democracia en tan sólo escasos meses, entre julio y
noviembre de 1974. La importancia de este hecho reside en que fue el inicio de
una gran olea da de democratizaciones semejante a las que se habían producido
en otros momentos de la Historia humana. Este proceso, iniciado en el Viejo
Continente, acabaría llegando posteriormente al Nuevo, donde en 1973 sólo dos
de cada diez países tenían instituciones democráticas y luego se extendió de
nuevo, en Europa, a los países del Este y, en general, por todo el mundo. En
1973, sólo el 32% de los seres humanos vivía en regímenes de libertad; en 1976,
la proporción había descendido al 20%, entre otros motivos como consecuencia
del estado de excepción impuesto en la India. Pero, ya en los años ochenta, la
tendencia favorable a la democratización se había desarrollado lo bastante como
para que al final de la década se produjera el derrumbamiento del comunismo. La
sorpresa con que fue recibido obedeció a la poca percepción existente sobre los
antecedentes. Ni siquiera en los Estados Unidos, la más importante de la
democracias, existió conciencia de esta realidad, entre otros motivos porque no
habían superado por completo su crisis de polarización interna de fines de los años
sesenta.

Al presentar el período que se abrió en 1973 como un tiempo de tormentas no


quiere decirse que su aparición en el horizonte fuera súbita y que el panorama
anterior fuera idílico. En absoluto merece ese calificativo, si se tiene en cuenta la
polarización existente en gran parte de las sociedades occidentales. 1968, pudo
no ser una revolución pero supuso la aparición de una nueva mentalidad en gran
medida antagónica con respecto a la anterior. Además, de 1968 derivaron
consecuencias de importancia en lo que respecta a la eclosión de unos
movimientos terroristas que pudieron suponer una amenaza, al menos temporal,
para el mundo desarrollado y democrático.

También del 68 surgieron otros movimientos sociales -el ecologismo, el


feminismo...- que actuaron como un reto frente a la sociedad establecida. Pero las
verdaderas tormentas llegaron cuando de forma sucesiva se planteó la crisis
económica y entró en crisis la política mundial de la distensión. Producida de
forma inmediata como resultado de la Guerra del Yom Kippur, la crisis económica,
de amplitud y de efectos desconocidos hasta el momento, dominó el escenario
mundial hasta mediada la década de los ochenta. Aunque afectara de manera
especial a los países industrializados, lo cierto es que también “y más
gravemente” pesó sobre los subdesarrollados e incluso, al final, sobre aquellos que
fueron iniciales beneficiarios de la misma.

La situación económica, por su novedad y su profundidad, afectó a la política


interna y también a la evolución internacional. Pero esta última siguió una

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 19

evolución dialéctica propia con un ritmo diferente. La distensión se prolongó


durante los años finales de la década de los setenta, facilitada por la pasividad
creada, las dificultades entre el legislativo y el ejecutivo norteamericanos y las
aparentes ventajas logradas por los soviéticos. Pero la URSS, quizá acosada por la
necesidad de lograr las ventajas en el exterior que no lograba en su política
económica interna, acabó por arruinarla iniciando una reedición de la guerra fría
que pudo presenciarse en todos los escenarios del mundo.

Súbitamente, en 1973 un proceso que parecía progresivo y lineal se vio


interrumpido con estrépito. El mundo desarrollado parecía instalado, en efecto, a
fines de los años sesenta en un desarrollo constante. Desde 1830 a 1930, las
tasas de crecimiento anual en los países más desarrollados no habían pasado del
2%; en el caso de Gran Bretaña y de Francia se mantuvieron en el 1%, mientras
que en Alemania fueron del 1.4% y en Estados Unidos del 1.6%.

En cambio, entre 1950 y 1970, Gran Bretaña, una economía con problemas e
incluso declinante, se mantuvo en un 3% de crecimiento, mientras que Estados
Unidos llegó al 4%, Francia, Alemania e Italia superaron el 5% y Japón alcanzó el
11%. Como ya se ha señalado, existía, además, la sensación de que resultaba
posible controlar las crisis económicas gracias a la manera de analizarlas y darles la
respuesta que proporcionaba la ciencia económica. Pero ese panorama optimista
se disipó, abriendo el paso a una situación difícil de diagnosticar y, más aún, de
resolver.

1.1.3 Soluciones Regionales a la Crisis

La crisis comenzó a atajarse con planes de emergencia, planes de ajuste y


estabilización, destinados a sanear la economía y a reformar el Estado.

Inicialmente se trató de planes muy heterodoxos, como el Plan Austral, el Plan


Cruzado o el Plan de Emergencia, ensayados respectivamente por Argentina, Brasil
y Perú en 1985, que después del éxito inicial volvieron a la conocida senda de la
inflación y la recesión. El ajuste comenzó a dar resultados apreciables en México y
Chile, y más tímidamente en Bolivia. Más recientemente Colombia, Venezuela y
Argentina comenzaron a cosechar éxitos en sus políticas de estabilización
macroeconómica. Sin embargo, se observa cada vez con mayor intensidad que la
solución a los problemas actuales es mucho más fácil de hallar si se abren las
puertas a procesos de integración subregional. El momento actual es crucial y el
éxito de las políticas económicas dependerá en gran medida de la coherencia y la
firmeza de las medidas adoptadas y de su aplicación sistemática durante una serie
continuada de años, evitándose los continuos vaivenes que caracterizaron la
historia económica latinoamericana.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 20

Las primeras experiencias de integración regional tuvieron lugar a comienzos de la


década de 1950. En 1951 se firmó la Carta de San Salvador, que dio lugar a la
Organización de Estados Centroamericanos (ODECA). En 1960, Argentina, Brasil,
México, Paraguay, Perú y Uruguay firmaron el tratado de Montevideo, del que
surgió la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), a la que se
incorporaron Colombia y Ecuador en 1961. Su principal objetivo era eliminar todos
los derechos aduaneros y los recargos a la importación en el comercio efectuado
entre sus miembros en un plazo de doce años, pero la propuesta terminó en el
fracaso. Posteriormente surgieron otros organismos, como la Asociación de Libre
Comercio del Caribe (CARIFTA), en 1965; el Pacto Andino (Acuerdo de
Cartagena), en 1969; el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), en 1975,
con la participación de todos los países de la región. Pero todas estas
organizaciones tenían un contenido fundamentalmente económico y fracasaron
ante el peso de las políticas proteccionistas de cada país, contradictorias con el
integracionismo. Los intentos realizados se limitaban a contactos en la cumbre,
pero sin contenido ni continuidad. Esas tendencias a, la integración resurgen hoy
con nuevas fuerzas, nuevas fórmulas y nuevos modos, abandonando la
improvisación y el voluntarismo del pasado.

Esto ocurrió con la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), surgida en


reemplazo de la ALALC. También hemos asistido en los últimos años a una
progresiva sustitución del multilateralismo por el subregionalismo, como se
observa en el Mercosur (Mercado Común del Sur), un intento de crear un vasto
mercado que reúne a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y al que se pretende
vincular en un futuro próximo a Chile y Bolivia; o los tratados de libre comercio
que negocian Chile, México, Colombia y Venezuela. Las fórmulas de apertura,
alentadas por la Iniciativa de las Américas del presidente George Bush, superan el
marco latinoamericano, siendo el ejemplo más claro el Acuerdo de Libre Comercio
con Estados Unidos y Canadá (NAFTA) firmado por México. Si en el pasado la
autarquía había sido la garantía del crecimiento, hoy se vuelve al mercado, al libre
comercio, a la apertura internacional y al fomento de la competitividad. Los
contactos entre los presidentes latinoamericanos y sus ministros se multiplican y se
crean órganos de coordinación entre los segundos escalones de la administración y
los técnicos. La principal característica de los años 80 fue el estancamiento y la
inflación, una coyuntura que agravaba los efectos del subdesarrollo regional.

Después de la Revolución Cubana, la culpa del atraso económico y el subdesarrollo


se endilgó a las multinacionales y al imperialismo. Las distintas versiones de la
teoría de la dependencia, junto con el estructuralismo de Raúl Prebisch y de la
CEPAL, se dedicaron a analizar y a denunciar tal estado de cosas y plantearon
algunas de las posibles soluciones. El subdesarrollo y sus causas estaban
directamente vinculados a la posición subordinada (dependiente) de la economía

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 21

de los países latinoamericanos al capitalismo internacional. Si bien no todos los


dependentistas pensaban que la revolución socialista era la panacea, coincidían
mayoritariamente en la existencia de causas estructurales y en la necesidad de
reformas profundas.

1.1.4 Recetas Importantes de Estados Unidos

Desde la Primera Guerra Mundial los intereses norteamericanos en la región


aumentaron de forma constante. La Revolución Cubana fue vista con bastante
temor, especialmente por los efectos multiplicadores que podía tener en los
restantes países. El diagnóstico de la flamante administración del presidente John
F. Kennedy fue bastante similar al de los estructuralistas. Se pensó que con un
rápido crecimiento económico (a tasas anuales del orden del 2,5 por 100 del PIB
per cápita)se podían desalentar nuevos estallidos revolucionarios a imitación de lo
ocurrido en Cuba y así nació la idea de la Alianza para el Progreso, una especie de
reedición continental del plan Marshall. En agosto de 1961 se reunió en Punta del
Este, Uruguay, el Consejo Interamericano Económico y Social, que sentó las bases
políticas de la Alianza.

La industrialización (el despegue) y el crecimiento autosostenido eran el mejor, y


el único, camino para salir del subdesarrollo, lo que invalidaría otras formas de
crecimiento económico. Algunos países, como Brasil, Argentina o México podían
lograrlo y así se incorporarían al núcleo de países desarrollados. La integración
económica regional debía complementar estas políticas de desarrollo. La idea de
los planificadores y los políticos era la de crear las condiciones que permitieran
integrar a las masas a la vida política en un marco democrático, para lo cual había
que combatir el analfabetismo y mejorar las condiciones sanitarias de las
poblaciones. La reforma agraria formaba parte del paquete de actuaciones y con
ella se trataba de romper el estancamiento rural, a la vez que se garantizaba el
abastecimiento de alimentos a los centros urbanos y se creaban mejores
condiciones para la industrialización. La reforma agraria chilena impulsada por el
gobierno demócrata cristiano de Eduardo Frei es uno de los mejores ejemplos de
las reformas impulsadas por la Alianza para el Progreso. La reforma chilena tuvo
efectos positivos, y entre 1964 y 1970 algunos propietarios modernizaron sus
dominios para evitar la expropiación y la producción agrícola aumentó. Para lograr
sus objetivos, la Alianza debía movilizar 20.000 millones de dólares en diez años, la
mitad sería invertida por Washington y la otra mitad por empresas privadas.

Los gobiernos latinoamericanos debían aportar una cantidad semejante,


especialmente con fondos estatales. Para completar el panorama, los Estados
latinoamericanos debían transformarse para poder aumentar su efectividad y
cumplir nuevas funciones, entre ellas la reforma fiscal, que mejorara la gestión,
aumentara los ingresos del Estado y permitiera una mejor redistribución de la

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 22

renta. Tras el asesinato de Kennedy, el gobierno de Lyndon Johnson cambió las


prioridades para la región, abandonando el ideal del crecimiento económico por el
de un mayor intervencionismo en el continente. La Alianza para el Progreso muy
pronto se desinfló y los objetivos de desarrollo económico y democratización
pasaron a un segundo plano, al igual que las reformas agrarias, que sólo sirvieron
para realizar algunos tímidos repartos de tierras. La seguridad y la defensa
continental ocuparon el centro de la política regional norteamericana.

Acaba la Distensión

La crisis económica internacional provocada por el encarecimiento de los productos


petrolíferos dio la sensación de crear unas nuevas condiciones en la política
internacional. En efecto, por un momento los Estados árabes dieron la sensación
de imponer, al menos a Japón y a los países europeos industrializados, una actitud
de neutralidad en el conflicto de Oriente Medio. Además, al cuadruplicarse los
precios del petróleo se estaba produciendo una gigantesca redistribución de la
riqueza mundial: las reparaciones que hubiera debido pagar Alemania después de
la Primera Guerra Mundial no hubieran tenido ni siquiera remotamente ni el
volumen ni el carácter súbito del incremento del precio del petróleo en 1973. En
mayo de 1974, poco después de tener lugar la elevación de los precios del crudo,
la Asamblea general de las Naciones Unidas, convocada a petición de los Estados
del Tercer Mundo, aprobó una declaración propugnando un nuevo orden
internacional y recordando que al 70% de la población mundial no le
correspondían más que el 30% de la riqueza.

Por aquellas fechas la declaración del secretario general de la ONU, Kurt


Waldheim, señalando que el Consejo de Seguridad de la ONU parecía más “una
institución del siglo XIX que del siglo XX” reveló el profundo malestar de esta
porción de la Humanidad con su destino. Pero si la crisis de 1973 parece un punto
de ruptura justificado desde el punto de vista económico, en cambio, al margen de
haber creado una mayor aspereza generalizada en lo que respecta a la política
mundial y a las modestas iniciativas surgidas para superar la distancia entre países
desarrollados y subdesarrollados, no se puede decir verdaderamente que
produjera por sí misma un auténtico cambio en las relaciones internacionales. De
hecho, la dinámica de la distensión perduró algún tiempo hasta el punto de que
incluso se puede decir que el momento culminante de la misma estuvo constituido
por la Conferencia de Helsinki. Pero ese mismo año las relaciones entre las
grandes potencias parecían instalarse en la crisis. Vietnam había caído en manos
de los norvietnamitas, más aún que del Vietcong, y la URSS incrementó su
presencia en conflictos que en otro tiempo podían parecer periféricos pero que en
éste acentuaban la sensación de decadencia soviética. Así se explica, por ejemplo,
la presencia soviética, por el intermediario cubano, en América central o en África.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 23

Por si fuera poco, un fenómeno nuevo, el fundamentalismo islámico, puso en


grave peligro a las Monarquías árabes conservadoras en toda la zona de Medio
Oriente. El final de la distensión fue acompañado por una evidente conciencia de
que Occidente decaía y eso produjo una reacción conservadora que también tuvo
su impacto inmediato en la política internacional.

La Alianza para el Progreso

Lo curioso de las elecciones de 1960, año en que se iba a iniciar una década que
tendría un final turbulento, es que ambos candidatos a la presidencia fueron dos
centristas perfectamente integrados en la política tradicional. En el Partido
Republicano, Richard Nixon, vicepresidente con Eisenhower, era un político alejado
del mundo del establishment republicano del Este, más liberal. Cercano a la
maquinaria del partido, al mismo tiempo estaba situado algo más a la izquierda
que el presidente saliente. Durante la campaña, Eisenhower se dedicó a defender
su gestión y en la práctica “ninguneó” a Nixon diciendo que no recordaba ningún
aspecto en que el vicepresidente hubiera influido de forma particular.

Mientras Nixon actuó de una forma mucho más partidista, Eisenhower, que no
apreciaba a Kennedy, ayudó muy poco al candidato republicano. El derribo de un
avión de espionaje norteamericano en la URSS en plena campaña contribuyó a dar
una impresión de que los Estados Unidos estaban perdiendo su hegemonía de
otros tiempos. Kennedy siempre pensó que su adversario carecía de clase, pero él
mismo no había sido un senador con una trayectoria muy brillante. Católico,
necesitó ganar las primarias para convencer a su propio partido que podía vencer a
los republicanos, pero tuvo la ventaja de los inmensos recursos de su familia para
lograr la victoria. De su principal adversario entre los demócratas, Humphrey,
pudo decirse que era algo así como “un dependiente de ultramarinos compitiendo
con una cadena de supermercados". Luego, al obtener la victoria, Kennedy supo
convencer a Johnson, el candidato del Sur, para que compartiera la candidatura
como vicepresidente. El debate en televisión entre Nixon y Kennedy -del 10 al
90% de los hogares habían pasado a tenerla desde 1950- le dio la victoria al
segundo, pero quienes lo oyeron por radio llegaron a la conclusión de que había
ganado Nixon, porque sus argumentos parecieron más sólidos; en cambio,
Kennedy transmitió la sensación de tener humor, encanto y magnetismo. También
fue un excelente estratega: supo atraerse a los demócratas más conservadores del
Sur y, al mismo tiempo, actuó muy hábilmente al identificarse con King, cuando
éste fue detenido en plena campaña por un incidente en su campaña
antisegregacionista. Como los años treinta también los sesenta, que se iniciaron
bajo la presidencia de Kennedy, estaban destinados a convertirse en un
permanente punto de referencia de los norteamericanos. Fueron tiempos
conflictivos, pero también optimistas en un principio. La revolución de los
derechos civiles trajo consigo idealismo e igualitarismo: entre 1961 y 1965,

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veintiséis defensores de los derechos civiles murieron en la defensa pacífica de sus


ideas. Pero los sesenta fueron, además, como ya se ha dicho, la época de
crecimiento ininterrumpido más largo de la Historia de Estados Unidos.

También durante ellos se mantuvieron las esperanzas de los norteamericanos en


una civilización en constante progreso técnico. En 1967, se produjo el primer
trasplante de corazón y en 1961 nació la Xerox Corporation, destinada a modificar
de forma sustancial la forma de llevar a cabo los negocios del futuro. Pero las
pautas fundamentales de la sociedad norteamericana no parecieron cambiar. En
1968, todavía el 43% de los norteamericanos iba a los servicios religiosos
dominicales. John F. Kennedy, como personalidad histórica y como mito
posterior, no puede ser entendido sin partir de estas realidades, pues quedó en la
memoria como el recuerdo de una época optimista e idealista. Fue el primer
presidente nacido en el siglo: tenía tan sólo 43 años cuando llegó al poder y su
equipo, donde estaba su hermano Bob, de tan sólo 35, significó una rebaja de diez
respecto a la media de edad de la Administración republicana precedente. Nada
en Kennedy se entiende sin su procedencia familiar y, más en concreto, sin la
figura de su padre. Sus abuelos irlandeses habían emigrado a Estados Unidos en
pasaje de segunda clase. Su padre tuvo ya una enorme fortuna: en su
comportamiento conyugal y sexual irresponsable y por completo ajeno a la
fidelidad presagió la figura del hijo. Fue aquél quien le inculcó un afán de lucha
por el reconocimiento que le llevó a planear para él -un hermano mayor muerto en
la guerra pudo haber seguido este rumbo antes- un futuro como presidente de los
Estados Unidos. Para ello contó desde muy pronto con vínculos estrechos con los
profesionales de la política que controlaban el voto irlandés. Kennedy heredó este
espíritu de competición, pero demostró también indudables capacidades propias.

En la Guerra Mundial hundieron su barco, pudo perder la vida en el mar y como


consecuencia tuvo durante toda su vida dolores de espalda, a menudo
insoportables. Fue luego autor de libros de éxito “incluso obtuvo el Premio
Pulitzer”, aunque los hubiera redactado en colaboración con profesionales de la
pluma. Uno de sus libros se centró en el peligro de que la debilidad ante la
aparición del fascismo llevara a pésimas consecuencias a medio plazo. Aparte de
la dolencia citada, desde muy joven padeció varias enfermedades graves más que
le exigían abundante medicación y largos períodos de descanso: su hermano Bob
llegó a decir de él que “al menos la mitad de sus días fueron de intenso
sufrimiento físico". Todo lo sobrellevó con valentía, un rasgo manifiesto de su
personalidad que le había llevado a enfrentarse a una elección presidencial de
improbable resultado. Su idea de que moriría pronto contribuye a explicar su
carácter impaciente y la excitación que creaba a su alrededor. Ésta, sin embargo,
nacía también de un atractivo excepcional que le situó en las cotas más altas del
aprecio de los norteamericanos. Lo peculiar es que también lo logró entre los
intelectuales porque él mismo tenía un punto de interés apasionado por este tipo

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de materias. Capaz de autocrítica, de chispa humorística y de inagotable interés


por las cuestiones más diversas, sin duda mejoró mucho en la presidencia de su
país. Sus antecedentes, sin embargo, no eran muy brillantes. Venía de la política
demócrata de centro en que se había formado y sólo en sus últimos diez meses
presidenciales cambió hacia una posición más progresista: había, por ejemplo,
apoyado en el pasado la ley Mac Carran que perseguía a los comunistas. Siempre
vivió de un fondo de 10 millones de dólares que su padre, un conservador aunque
militara entre los demócratas, había puesto a su disposición (su sueldo público lo
dedicó a donaciones caritativas). Podía hacer una campaña en avión privado,
mientras que sus contrincantes lo hacían en autobús. Su equipo de colaboradores
en la presidencia quiso trasladar de él una imagen de excelencia. Mientras que su
predecesor se había guiado por un criterio jerárquico en relación con sus
colaboradores, Kennedy se sirvió de “the best and the brightest", personas
jóvenes que eran principalmente académicos (casi la mitad procedía de Harvard).

Kennedy había escrito que las grandes crisis daban la sensación de producir
grandes hombres y quiso demostrar que disponía de ellos. No hubo entre ellos
patrones de empresa, sino que muchos de ellos fueron hombres de ideas, lo que
explica la abundancia de libros que pudieron escribir a continuación; quizá por esta
razón a Kennedy le acompañó el éxito con los medios de comunicación. Fue el
primer presidente norteamericano que aceptó ruedas de prensa en directo y que
trató a los periodistas sin paternalismo. Durante su etapa presidencial, la Casa
Blanca llevó una vida social intensa en la que el factor cultural tuvo extremada
importancia convirtiéndose en una especie de escaparate de lo que el presidente
quería hacer. La revolución de las expectativas en todos los terrenos, que jugó un
papel tan destacado en los sesenta, contribuyó a una glorificación del presidente,
tanto en esos momentos como en el futuro. Una parte del estilo kennediano nació
del lenguaje de sus discursos. En el inaugural de su presidencia quiso marcar el
cambio con respecto al pasado, con un mensaje de exigencia a los ciudadanos que
requería de ellos que se preguntaran qué podían hacer y no qué podían esperar de
la Administración y que aseguraba que no se omitiría ningún esfuerzo en defensa
de la libertad. En estos dos aspectos se desdobló el impulso de la “Nueva
Frontera” que anunció para los Estados Unidos. Aun siendo muy diferentes,
ambos propósitos encerraban un mensaje de idealismo y de compromiso
generoso.

Sin embargo, en política interior su balance no fue ni mucho menos bueno, por
más que en la etapa final de su mandato iniciara un prometedor cambio de
actitud. Kennedy se identificaba con los moderados y no con los liberales, pero
sobre todo no quería cortejar a los dirigentes del Congreso y hay que tener en
cuenta que sólo había ganado por 113.000 votos, por lo que carecía del punto de
partida suficiente como para promover un impulso que pudiera arrastrar al
legislativo a aceptar sus medidas. Fracasó al tratar de conseguir un seguro de

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 26

salud para la mayoría de los norteamericanos y de crear un Departamento de


Asuntos urbanos. También logró idéntico resultado al tratar de conseguir ayuda
federal para la educación. Sus recortes de impuestos favorecieron a menudo a los
más ricos y fueron criticados por el propio Galbraith. Su política económica
keynesiana mantuvo el crecimiento económico en un momento de general
prosperidad, pero no parece haber estado caracterizada por una particular
brillantez. Tuvo un temprano enfrentamiento con las compañías de acero por un
problema de precios en que acabó imponiéndose (y ratificando la mala impresión
que tenía acerca de los dirigentes empresariales).

Pero, en términos generales, puede decirse que si fracasó en política interior fue
porque no le interesaban los problemas domésticos, sino los de política exterior.

Sin embargo, sería injusto decir que su gestión con el legislativo fue “un fracaso
absoluto” porque, aunque tan sólo hizo aparecer algunas posibles reformas, luego
Johnson conseguiría verlas aprobadas cuando Kennedy fue asesinado. Además se
debe tener en cuenta también que, con el paso del tiempo, se le revelaron nuevos
problemas para los que en un principio había tenido escasa sensibilidad. En
efecto, el mayor test por el que pasó Kennedy fue el relativo a las relaciones
raciales. Como en otras materias, también en ésta los antecedentes del presidente
eran mediocres: para él se trataba de una cuestión política que le podía
proporcionar votos pero también quitárselos. A pesar de que con su llamada a
King había llegado a obtener el 70% del voto negro, ya presidente, cuando un
conocido cantante de color acudió a la Casa Blanca con su mujer nórdica lo
consideró como una posible ofensa a los electores del Sur. Sólo a regañadientes
introdujo una vaga y mínima referencia a los derechos civiles de la minoría negra
en su discurso inaugural. Ahora bien, cuando esta cuestión acabó por aparecer en
la primera línea del panorama político interno, acabó por adoptar una actitud más
decidida. En 1961, empezó a producirse la ofensiva de los activistas en contra de
la segregación en los autobuses y, en general, en los espacios públicos. Los
hermanos Kennedy -Bob ocupaba la cartera de Justicia- siempre afirmaron su
preferencia por solucionar el problema por procedimientos pacíficos y reformistas,
lo que equivalía en la práctica a dejar pasar el tiempo. En este sentido, el
Departamento desempeñado por el hermano del presidente contrató a más
personas de color que en el pasado. En realidad, la segregación de la minoría de
color resultó mucho más importante para Bob Kennedy, por la responsabilidad que
desempeñaba, que para su hermano. Durante su mandato se multiplicó por cinco
el número de los nombramientos de jueces de color y, además, el Departamento
de Justicia se vio involucrado en causas judiciales en 145 condados sobre los
derechos electorales de los negros, a quienes en la práctica se les vedaba su
ejercicio. En definitiva, ambos Kennedy actuaron de manera muy cauta por
motivos políticos y probablemente no sintieron verdadera pasión por estas
cuestiones. A pesar de la llamada telefónica en plena campaña electoral, el FBI

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 27

grabó conversaciones de King con consentimiento del presidente, lo que implica


que éste no acababa de fiarse de él. El ideal para los Kennedy hubiera sido
resolver estas cuestiones por el procedimiento de pactar con los políticos sureños,
blancos por supuesto. Sólo en 1963 Kennedy llegó verdaderamente a darse
cuenta de que en la cuestión de los derechos civiles estaba implícito un
interrogante moral que implicaba que los Estados Unidos podían estar dejando de
cumplir los propios principios en que se basaban. Cuando quiso convencer a los
patronos de que contrataran mano de obra de color, descubrió con preocupación
el hecho de que los negros no eran empleados por el propio Gobierno. Al
preguntar a activistas de los derechos civiles cómo habían decidido lanzarse a la
labor reivindicativa, supo que no hacían otra cosa que trasladar a aquel terreno el
impulso que ellos pensaban que animaba a la “Nueva Frontera". En realidad, la
iniciativa de la defensa de los derechos civiles la tuvieron los propios activistas. En
enero de 1961, James Meredith, un veterano de guerra, consiguió, tras superar
todas las dificultades, matricularse en una universidad de Mississippi, hasta
entonces vedada a la población de color. En 1963, King decidió iniciar la ofensiva
antisegragacionista en Birmingham, la ciudad más segregada del Sur.

Los incidentes que se produjeron como consecuencia de esta petición acabaron


con la aparición de la violencia por parte de las fuerzas del orden, incluso contra
niños y ancianos. Más decisivo resultó todavía que fueran, además, retransmitidos
por televisión. Sólo en este momento, gran parte de los norteamericanos llegaron
a darse cuenta de lo que significaba la discriminación racial en el Sur de los
Estados Unidos. Los incidentes empezaron en abril y movieron a Kennedy a tomar
una posición decidida, sin contemplaciones, con respecto a autoridades que en su
mayor parte pertenecían a su propio partido. En agosto de este año tuvo lugar la
gran manifestación de Washington, con unos 250.000 asistentes. El discurso de
King, en el que aludió a la posibilidad de que un día se cumpliera el sueño de la
integración racial, testimonia que en este momento la dirección del movimiento
estaba de forma clara en quienes defendían una actuación pacífica y la vía
reformista. En otra cuestión relacionada con los derechos civiles, Kennedy tuvo
una actitud mucho menos decidida. No tuvo mujeres en su Gabinete y, aunque
creó una comisión para abordar el problema de la discriminación por razón de
sexo, lo cierto es que no se dedicó a ello en absoluto. Verdad es también que la
gran eclosión del feminismo fue posterior. A Kennedy le atraía mucho más la
política exterior que la interior y aquélla fue, por lo tanto, el escenario principal de
su activismo. Esto explica que su secretario de Estado, Dean Rusk, no fuera otra
cosa que un seguidor obediente de sus indicaciones: en sus memorias admite no
haber tenido en absoluto una relación de amistad íntima con quien le nombró.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 28

Sobre el contenido de la política de Kennedy hay que tener en cuenta, ante todo,
que, como en las restantes materias, la posición originaria del presidente
difícilmente puede ser calificada como avanzada o novedosa. Aunque en su etapa
se gestaron iniciativas como la “Alianza para el Progreso”, una especie de
voluntariado para que los jóvenes norteamericanos ayudaran a los países en
desarrollo, al mismo tiempo la CIA siguió realizando operaciones encubiertas, como
en etapas anteriores. El dictador dominicano Trujillo fue asesinado con armas
proporcionadas por ella y Kennedy no dudó en dar el visto bueno para un golpe de
Estado contra Diem que en tiempos pasados había sido su aliado político. Por otro
lado, Kennedy casi siempre presentó a un mundo bipolar con el bien y el mal
luchando en el escenario internacional de acuerdo con lo habitualmente admitido
por Occidente en este período de la guerra fría. Tan sólo con el transcurso del
tiempo, su lenguaje se matizó en un sentido más favorable a llegar a acuerdos con
la URSS. “Y nos llamamos la raza humana”, comentó cuando fue informado de los
posibles resultados de una guerra nuclear. Era consciente de que no había en
realidad “missile gap” favorable a los soviéticos, a pesar de haber utilizado este
arma durante la campaña electoral. No mostró la propensión al control del gasto
militar de Eisenhower sino que aumentó el presupuesto en una cifra del orden del
13% tanto en lo que respecta al arma nuclear como a la convencional. Tuvo un
interés especial por la contrainsurgencia como método de combate de la
subversión comunista, quizá por la importancia que concedió a Vietnam.

A pesar del calamitoso fracaso, la actitud de Kennedy ante la invasión de Cuba en


Bahía de Cochinos -abril de 1961- puede ser parcialmente exculpada de acuerdo
con los parámetros habituales de la política exterior norteamericana hasta
entonces. El desembarco se produjo cuando llevaba en la presidencia tan sólo 77
días. Eisenhower, que rompió las relaciones con Cuba 17 días antes de que
tomara posesión, no le había informado pero había tomado medidas “armar a un
grupo de disidentes cubanos en las selvas centroamericanas” que eran ya
irreversibles, de modo que si la invasión no se producía había que resolver qué se
podía hacer con ellos. De esta manera, lo que había sido hasta el momento una
opción se presentó poco menos que como una necesidad. La CIA fue la gran
defensora de la operación asegurando que tenía unas posibilidades que la realidad
desmintió de forma inmediata: el mando militar sólo le prestó un apoyo de
segunda intención. En el propio equipo gubernamental de Kennedy hubo dudas -
Johnson y Rusk se mostraron escépticos- pero no se manifestaron de forma clara
entre otros motivos porque el desembarco de Bahía de Cochinos fue presentado
alternativamente como una “infiltración” que, si no producía la inmediata caída de
Castro, al menos tendría la ventaja de multiplicar sus dificultades. Pero de los
invasores (unos 1400), sólo 135 eran militares profesionales con capacidad
efectiva para el combate.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 29

La operación fue lo menos encubierta que resulta imaginable y la información fue


pésima, pues si los invasores esperaban una respuesta popular anticastrista muy
pronto se encontraron con una brigada adversaria dotada con tanques rusos. Al
menos cuando se produjo el desastre de los invasores, Kennedy no trató de
rectificarlo por el procedimiento de proporcionar apoyo aéreo masivo a los
anticastristas. Eisenhower le reprochó no haber utilizado la aviación propia, pero
incluso si lo hubiera hecho el resultado hubiera sido parecido. Cuestión diferente
es saber hasta qué punto Kennedy aprendió de los acontecimientos. Su activismo
le llevó a tratar de derribar a Castro, pese a la oposición de muchos de sus
seguidores liberales, como el historiador Schlesinger y el embajador ante la ONU,
Stevenson. En fechas posteriores, hubo hasta treinta y tres planes para asesinar a
Castro -Operación Mongoose- o para desestabilizar su régimen. Incluso existió un
comité dedicado a planificar este tipo de operaciones en contra de Cuba. Sólo con
la crisis de los misiles, Castro, en la práctica, se pudo sentir libre de cualquier
tentación norteamericana de usar un procedimiento semejante. No cabe la menor
duda de que Kennedy demostró, al mismo tiempo, firmeza y frialdad y, además,
habilidad al enfrentarse a una ocasión que hubiera podido producir el holocausto
nuclear. Se ha dicho por algunos historiadores que debió haber intentado una
previa solución diplomática al conflicto. Es posible, en efecto, que la cuestión
hubiera podido ser resuelta por el procedimiento de mostrar a los soviéticos las
fotografías de sus instalaciones en la isla caribeña. Pero de esta manera no se
habría disuadido a Kruschov lanzarse a nuevas aventuras arriesgadas como la que
supuso la instalación de misiles.

En la práctica, la postura adoptada por el presidente norteamericano le supuso la


obtención de una gran victoria en el escenario internacional. Lo mismo cabe decir
del lanzamiento al espacio del astronauta John Glenn, en febrero de 1962, o de su
actitud respecto a la elevación del Muro de Berlín. Su identificación con los
habitantes de la ciudad alemana -y la de éstos con la causa de la libertad- dejó en
pésima situación la imagen de los soviéticos. Acosado en un principio por
Kruschov, que debió ver en él un político inexperto e incapaz de actuar con
decisión, con el paso del tiempo, como resultó cierto en el conjunto de su
presidencia, testimonió una maduración muy evidente después de no haber tenido
un pasado tan consistente. Sin embargo, no fue capaz de prever las
consecuencias de la que fue su decisión más controvertida a medio plazo. Los
acontecimientos en Vietnam pasaron muy desapercibidos en Estados Unidos
durante mucho tiempo; durante la presidencia de Kennedy, incluso la colaboración
norteamericana en una guerra secreta en Laos desempeñó un papel mucho más
importante en las preocupaciones norteamericanas. El presidente creía en la
teoría del dominó y en la necesidad de responder con decisión a la agresividad
soviética, pero eso le llevó a una intervención en Vietnam que acabó favoreciendo
posteriores envíos de tropas, cuando ni los intereses estratégicos norteamericanos

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 30

estaban comprometidos ni ése era el procedimiento para dar solución a los


problemas objetivos del país al que se quería ayudar. Probablemente con el
tiempo, Kennedy se hizo mucho más prudente. Según cuenta Rusk, es posible
incluso que de haber tenido un segundo mandato hubiera cambiado la política
norteamericana con respecto a China. Pero el asesinato del presidente en Dallas
en noviembre de 1963, hace imposible saber lo que hubiera acontecido en esas
circunstancias.

Con respecto a este acto, lo primero que resulta preciso señalar es que todo hace
pensar que se trató de un acto aislado que no tuvo detrás una auténtica
conspiración y que fue la consecuencia de la acción de un individuo inestable, Lee
Harvey Oswald, una persona con graves problemas psíquicos que había sido
marine y luego inmigrante a la URSS, de donde salió para luego intentar ir a Cuba.

Una mezcla de inestabilidad y megalomanía le llevó al atentado para cuya


preparación sólo dispuso de cuatro proyectiles y apenas veinticuatro horas. En el
Informe Warren, lo único que se omitió fue la realidad de que la CIA y el FBI
habían seguido conspirando contra Castro después de Bahía de Cochinos. Pero, de
ningún modo, puede decirse que lo sucedido fuera una consecuencia de la guerra
fría sino la obra de un perturbado. El fiscal Garrison, que intentó demostrar la
teoría de una conspiración, fue también una persona con problemas psiquiátricos
que elaboró teorías demasiado estrambóticas y contradictorias como para resultar
ciertas. Sin embargo, el mero hecho de que se le prestara atención resulta muy
revelador. El asesinato afectó enormemente a la vida de los norteamericanos:
nadie pudo olvidar lo que estaba haciendo en el momento de recibir la noticia del
magnicidio. Creó el mito de Camelot, es decir, el de un momento excepcional en
la Historia norteamericana en que parecieron posibles todas las reformas, cortado
en flor por la aparición de una catástrofe. La realidad histórica, como sabemos,
fue otra. Kennedy no fue, ni mucho menos, tan efectivo en la política interior. En
buena medida él, además, fue uno de los padres de una presidencia imperial,
dotada de unos poderes más allá de lo que prescribía la Constitución y proclive a
adquirir demasiados compromisos exteriores. Muchos de sus comportamientos -
políticos, como la utilización de los servicios secretos o las operaciones encubiertas
pero también personales, como los relativos al modo de tratar a las mujeres-
resultan más que cuestionables.

Pero Kennedy dejó el recuerdo de su fase final, mucho más activa en la política
interior y más madura en la exterior, y ello, junto con la aparición de un profundo
disenso interno en los años posteriores a su muerte, contribuyen a explicar la
existencia de un mito. Uno de sus colaboradores, Ted Sorensen, escribió que se
iniciaba con la afirmación de que Kennedy debería ser más recordado por cómo
vivió que por la manera de morir. Pero esto último contribuyó de forma decisiva a
modificar la percepción de lo primero.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 31

En las filas revolucionarias coexistían diversas tendencias, pero Fidel Castro se hizo
con el control del movimiento. Gracias a su impulso, la lucha antidictatorial se
transformó en revolución social y dio un giro pro-soviético, fuente de graves
conflictos con el vecino norteamericano. Halperín señala que lo novedoso de esta
situación no era el autoritarismo sino la marcha hacia la revolución social. La
negativa de Castro a la institucionalización de su gobierno y a la convocatoria de
elecciones se basaba en su voluntad de no torcer el rumbo revolucionario. La
revolución tuvo sus primeros apoyos en algunos grupos de la burguesía y tanto los
obreros urbanos y rurales como los empresarios y terratenientes que controlaban
el sector azucarero permanecieron al margen de los acontecimientos que acabaron
con Batista. En realidad, estamos frente al renacimiento de la vieja Revolución
Cubana con sus banderas nacionalistas y moralizadoras. Castro señaló de forma
inmediata que en Cuba sólo se podía ser revolucionario si se era comunista, lo que
habla del predominio soviético. En 1959 se ensayaron las primeras reformas, no
demasiado revolucionarias y de un tono populista muy marcado, acompañadas de
algunas nacionalizaciones, que afectaron especialmente a intereses
norteamericanos. Esta moderación le granjeó al gobierno el apoyo de importantes
sectores populares hasta entonces al margen de la revolución. En las ciudades se
realizó una modesta “reforma urbana” que rebajó y congeló los alquileres. Estas
medidas se complementaron con las masivas campañas de alfabetización y la
implementación de una red sanitaria que garantizaba atención médica a la mayoría
de la población.

La economía pasó a manos de jóvenes tecnócratas, con experiencia en organismos


internacionales, partidarios de la industrialización y el desarrollo. El objetivo se
lograría fomentando el mercado interno y ampliando la participación estatal en la
actividad económica. Tras el triunfo de la revolución, Ernesto Guevara asumió el
control del sector industrial y bancario. Guevara era partidario de la rápida
implantación del socialismo y para lograrlo, para construir al “hombre nuevo", era
necesario desmantelar la economía de mercado y eliminar todo tipo de incentivo
material (en dinero o en otras formas)para mejorar la productividad del trabajo.

En su lugar se debían introducir los incentivos morales, que fue la opción


finalmente aprobada por Castro. El sistema terminó en un rotundo fracaso. En
contra del industrialismo de Guevara estaba Carlos Rafael Rodríguez, el único alto
dirigente comunista incorporado al castrismo antes del triunfo revolucionario.

Rodríguez favorecía un mayor gradualismo, ante la falta de cuadros con los que
impulsar la política guevarista, pero también por la necesidad de no aumentar el
número de los contrarrevolucionarios.

Su prédica no fue inicialmente escuchada, pero el elevado número de fracasos


condujo al abandono de la industrialización y en un nuevo golpe de timón se

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 32

retornó a la explotación de algunos productos primarios de baja productividad,


como el níquel. En 1963, en otro nuevo bandazo, se señaló que los recursos
necesarios para el avance revolucionario debían provenir del otrora vilipendiado
sector azucarero. Ese año Castro vaticinó que en 1970, el año del esfuerzo
decisivo, la economía azucarera estaría a pleno rendimiento y la zafra sería de 10
millones de toneladas (algo nunca visto por la agricultura cubana). Los ingentes
esfuerzos y la tremenda movilización de hombres y recursos no bastaron para
alcanzar el objetivo fijado, pese a ser la cosecha de 1970 la mayor de toda la
historia. Es posible afirmar que el curso errático de la política económica castrista,
con sus marchas y contramarchas, con sus apuestas por la industria o el desarrollo
del agro, con las discusiones en torno a los incentivos morales o materiales, llevó a
la economía cubana a su situación actual. En realidad, la crisis de la economía
cubana es previa a la pérdida de la ayuda económica soviética y del bloque del
Este. Para los Estados Unidos, inmersos en la guerra fría, la revolución seguía un
derrotero muy peligroso. En octubre de 1959 se encarceló a Hubert Matos y se
eliminó de la escena política a uno de los grandes jefes militares de la revolución.

Su oposición a la marcha de los acontecimientos le valió su caída en desgracia. En


enero del año siguiente, los dirigentes sindicales también contrarios al giro
prosoviético fueron apartados de la dirección del movimiento obrero y
reemplazados por antiguos dirigentes del PSP, más leales a la cúpula dirigente.

Raúl Castro, hermano de Fidel y que había tenido contactos con el Partido
Comunista antes de la revolución, junto con el Che Guevara y Camilo Cienfuegos,
lograron el control del aparato militar. En 1959 se formaron las Fuerzas Armadas
Revolucionarias tomando como base al Ejército Rebelde, puestas bajo el mando de
Raúl Castro.

Fidel, por su parte, se dedicó a consolidar el gobierno. Al mes siguiente de


instaurado el primer gabinete revolucionario, Castro reemplazó como primer
ministro al moderado José Miró Cardona. En julio, tras la renuncia del presidente
Manuel Urrutia, otro moderado, nombró a Oswaldo Dorticós, que permaneció en
su cargo hasta 1976. Los tribunales de excepción para juzgar a los criminales de
guerra y los pedidos de Castro para cambiar radicalmente el sistema panamericano
y las relaciones económicas entre América Latina y los Estados Unidos,
distanciaron definitivamente a Cuba de Washington y de América Latina.

Desde Washington se comenzó a agitar la amenaza de la supresión de la cuota


azucarera, vital para Cuba por el ingreso de divisas y en febrero de 1960 el
delegado soviético en La Habana se ofreció a comprar toda el azúcar necesaria
para sostener a Castro y desde entonces la Unión Soviética pasó a tutelar de forma
clara la revolución cubana. Los exiliados cubanos en Estados Unidos comenzaron
a conspirar y en 1961 invadieron la isla con el respaldo de la CIA. El desembarco

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 33

de Playa Girón (Bahía de Cochinos) terminó con la aniquilación de los invasores;


el ataque le permitió a Castro enarbolar la bandera antiimperialista y aumentar su
respaldo internacional.

1.2 INTERVENSIONISMO NORTEAMERICANO

En la década de los 60, con la referencia permanente del peligro de la Revolución


Cubana, la política norteamericana asignó a los ejércitos latinoamericanos un papel
eminentemente estabilizador, destinado a evitar el estallido de nuevos brotes
revolucionarios. Entre las misiones inicialmente previstas, coincidiendo con la
Alianza para el Progreso, figuraba el impulso de programas de acción cívica
dirigidos a lograr el desarrollo económico y social y también el contacto de los
militares con las masas rurales.

Para reforzar la posición de los militares se invirtieron millones de dólares en los


ejércitos latinoamericanos, especialmente con préstamos norteamericanos, que
permitieron renovar el vetusto armamento disponible. Un efecto no deseado del
rearme fue la carrera armamentística desatada en el continente, vinculada a los
numerosos conflictos limítrofes y a la desconfianza entre los vecinos. Para todos
los ejércitos uno de sus principales supuestos de intervención era la guerra en sus
fronteras, de modo que se dedicaron importantes partidas presupuestarias a la
adquisición de armamentos y los programas asistenciales y de desarrollo
comenzaron a postergarse.

El gobierno norteamericano quería establecer una fuerza militar panamericana


permanente y esa propuesta fue recibida con entusiasmo entre los altos jefes
latinoamericanos, que de ese modo esperaban aumentar su influencia en la vida
política nacional. El proyecto se presentó en la Asamblea General de la
Organización de Estados Americanos (OEA)en 1965, pero la oposición de los
gobernantes civiles impidió que la propuesta reuniera los dos tercios de los votos
necesarios para ser aprobada. Los Estados Unidos abandonaron la idea y cada vez
más apostaron por tratados bilaterales en materia de defensa.

La cuestión militar se fue perfilando como una de las claves para explicar estas
décadas turbulentas de la historia latinoamericana. Inicialmente el problema de la
defensa se planteó en los términos de seguridad y desarrollo, aunque lo prioritario
para los militares era la seguridad antes que el desarrollo y la ecuación terminó
definiéndose en torno a la doctrina de la Seguridad Nacional, elaborada por los
estrategas e ideólogos de los ejércitos latinoamericanos, más que por el
Pentágono, como popularmente se ha asumido. La doctrina surgía de la guerra
fría y de la Revolución Cubana y tenía como una de sus premisas el

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 34

enfrentamiento total entre Oriente y Occidente, entre el ateísmo del marxismo


leninismo y los valores de la cristiandad. Los problemas militares se resolvieron
fundamentalmente en las cuestiones internas más que en el intervencionismo
directo de los Estados Unidos en el área, que únicamente se concretaba en el
Caribe y América Central. El modelo cubano y la posibilidad del avance comunista
eran contemplados con preocupación por los sectores conservadores y con el paso
del tiempo por grupos más numerosos de las clases medias.

El cada vez más extendido temor a la revolución restó unanimidad a las condenas
a las intervenciones militares norteamericanas. La primera intervención del
período estuvo ligada a Cuba, aunque en la frustrada invasión de Playa Girón, de
abril de 1961, no participaron directamente fuerzas regulares norteamericanas.

Los enfrentamientos de Bahía de Cochinos mostraron que la posición de Fidel


Castro era más sólida de lo que se esperaba y que no bastaba con desembarcar
algunos cientos de hombres para provocar la insurrección y la caída de su
régimen. El siguiente episodio se produjo en la República Dominicana. Las
elecciones de fines de 1962 fueron ganadas por Juan Bosch, el candidato del
Partido Revolucionario Dominicano (PRD), acusado de izquierdista y que sólo pudo
gobernar siete meses antes de ser desplazado del gobierno. Los sucesos se fueron
haciendo cada vez más confusos y en abril de 1965 un grupo de coroneles,
encabezados por Francisco Caamaño, y de seguidores del PRD, proclamó la vuelta
de Bosch a la presidencia. Se desató una guerra civil que pocos días después
provocó el desembarco de 23.000 marines.

Teóricamente era una actuación panamericana, dependiente de la OEA y con las


fuerzas de ocupación al mando de un general brasileño, pero en realidad el grueso
de las tropas eran norteamericanas. Después del cambio que supuso la
administración Carter y su política de respeto de los derechos humanos exigida a
las dictaduras latinoamericanas, Ronald Reagan volvió a adoptar una postura
beligerante contra el comunismo. Por un lado decidió invadir la isla de Granada,
en octubre de 1983.

Se trataba de una pequeña isla del Caribe que se había independizado en 1974,
gobernada por el socialista Maurice Bishop y donde algunos técnicos cubanos
colaboraban en la construcción de un aeropuerto, considerado una amenaza para
la seguridad de los Estados Unidos.

Al margen de esta intervención directa, la administración Reagan armó a la contra


nicaragüense y se implicó de una forma más o menos abierta en el conflicto
salvadoreño, concluido con un acuerdo de paz firmado en México el 17 de enero
de 1992. La última intervención militar directa de los Estados Unidos se produjo
en diciembre de 1989, cuando 24.000 soldados norteamericanos invadieron

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 35

Panamá, con el objetivo de capturar al general Manuel Antonio Noriega, acusado


de narcotráfico por el presidente George Bush. Por su parte, la tarea defensiva de
los ejércitos latinoamericanos no se limitó a proteger las fronteras, de modo que
comenzaron a involucrarse de forma creciente en los conflictos internos,
comenzando por la lucha contrainsurgente.

La doctrina del ejército francés durante las guerras coloniales de Argelia e


Indochina fue de gran utilidad para los militares latinoamericanos, que cada vez
más recurrieron sistemáticamente a la tortura, a otras formas de represión
paralegal y al terrorismo de Estado. Después del triunfo castrista, se multiplicaron
los intentos de crear focos guerrilleros rurales desde donde expandir la revolución
socialista. Esto ocurrió en América Central (Guatemala y Honduras), en el Caribe
(la República Dominicana), en los países andinos (Venezuela, Colombia, Ecuador,
Perú o Bolivia)y en Brasil.

En algunos países se crearon partidos castristas, producto de la confluencia de


sectores de la izquierda revolucionaria y del nacionalismo antiimperialista y que
eran partidarios de la lucha armada. Estos grupos comenzaron a tener problemas
serios con los partidos comunistas tradicionales, que en su mayor parte no
favorecían el empleo de la violencia guerrillera. A fines de 1964 se celebró en La
Habana una conferencia secreta de todos los partidos comunistas del continente,
destinada a discutir sobre los métodos revolucionarios, que terminó en un
profundo desacuerdo.

En enero de 1966 se celebró la Primera Conferencia Tricontinental de Solidaridad


Revolucionaria, que reunió a más de quinientos delegados de gobiernos y
movimientos revolucionarios de Asia, Africa y América Latina. Al año siguiente se
celebró la primera reunión de la OLAS (Organización Latinoamericana de
Solidaridad), que marcó la ruptura entre los movimientos castristas,
revolucionarios, y el reformismo de los partidos comunistas.

El intento de secuestro y el asesinato del embajador de los Estados Unidos en


Guatemala, Gordon Mein, en 1967, fue el preanuncio de un cambio de táctica y del
estallido de la violencia urbana, una violencia que adoptó múltiples formas:
asesinatos políticos, secuestros, raptos de aviones, etc. El hecho de que buena
parte de las víctimas fueran diplomáticos y ejecutivos de empresas transnacionales
no era nada casual, ya que se trataba de golpear al imperialismo, de acuerdo con
la terminología utilizada.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 36

1.2.1 Las Intervenciones de Estados Unidos en Latinoamérica en el


Siglo XX

ARGENTINA 1890 Tropas Protección de intereses en Buenos


Aires
CHILE 1891 Tropas Choque de los Marines con fuerzas
nacionalistas.
HAITI 1891 Tropas Aplastamiento de una revuelta de
trabajadores negros en la isla de
Navassa, reclamada por EEUU.
NICARAGUA 1894 Tropas Ocupación de Bluefields durante un
mes
PANAMA 1895 Tropas, Marina Los marines desembarcan en la
provincia colombiana.
NICARAGUA 1896 Tropas Los marines desembarcan en Puerto
Corinto
CUBA 1898-1902 Marina, Tropas Incautación a España, aun
(-?) mantienen una base naval.
PUERTO RICO 1898 (-?) Marina, Tropas Incautación a España, la ocupación
continua
NICARAGUA 1898 Tropas Los marines desembarcan en el
puerto de San Juan del Sur.
NICARAGUA 1899 Tropas Los marines desembarcan en el
puerto de Bluefields.
PANAMA 1901-14 Marina, Tropas Le arrebatan el territorio a
Colombia, 1903, se anexiona la zona
del canal 1914.
HONDURAS 1903 Tropas Los marines intervienen en
revolución.
REPUBLICA 1903-04 Tropas Protección de intereses americanos
DOMINICANA en la Revolución.
CUBA 1906-09 Tropas Los marines desembarcan en
elección democrática
NICARAGUA 1907 Tropas Creación de un protectorado de la
“diplomacia del Dólar".
HONDURAS 1907 Tropas Los marines desembarcan Durante
la guerra con Nicaragua.
PANAMA 1908 Tropas Los marines intervienen en
contienda electoral.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 37

NICARAGUA 1910 Tropas Los marines desembarcan en


Bluefields y Corinto.
HONDURAS 1911 Tropas Protección de intereses americanos
en la guerra civil.
CUBA 1912 Tropas Protección de intereses americanos
en la guerra civil .
PANAMA 1912 Tropas Los marines desembarcan durante
elecciones “calientes”
HONDURAS 1912 Tropas Los marines protegen los intereses
económicos de EEUU
NICARAGUA 1912-33 Tropas, 10 años de ocupación, contra la
bombardeo guerrilla.
MEXICO 1913 Marina Americanos evacuados durante la
revolución.
REPUBLICA 1914 Marina Lucha con rebeldes por Santo
DOMINICANA Domingo.
MEXICO 1914-18 Marina, Tropas Serie de intervenciones contra los
nacionalistas.
HAITI 1914-34 Tropas, 19 años de ocupación después de
bombardeo revueltas.
REPUBLICA 1916-24 Tropas 8 años de ocupación por los
DOMINICANA Marines.
CUBA 1917-33 Tropas Ocupación militar, protectorado
económico.
PANAMA 1918-20 Tropas "Función policial” durante
desordenes después de las
elecciones.
HONDURAS 1919 Tropas Los marines desembarcan durante la
campaña electoral
GUATEMALA 1920 Tropas 2 semanas de intervención contra
sindicalistas.
HONDURAS 1924-25 Tropas Desembarcan dos veces durante
conflicto electoral.
PANAMA 1925 Tropas Los marines suprimen una huelga
general.
EL SALVADOR 1932 Marina Barcos de guerra enviados durante
la revuelta de Martí
URUGUAY 1947 Amenaza Nuclear Despliegue de bombarderos como
muestra de fuerza.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 38

PUERTO RICO 1950 Operación de Aplastamiento de una rebelión


comandos independentista en Ponce.
GUATEMALA 1954 Operación de La CIA dirige invasión desde el
comandos, exterior después de que el nuevo
bombardeo gobierno nacionalizara tierras de
Amenaza Nuclear una compañía americana;
bombarderos con base en
Nicaragua.
PANAMA 1958 Tropas Protesta de banderas estalla en
enfrentamientos.
CUBA l961 Operación de CIA dirige una fallida invasión de
comandos exiliados.
CUBA l962 Amenaza Nuclear, Bloqueo durante la crisis de los
Marina misiles. Casi se entra en guerra con
la Unión Soviética.
PANAMA l964 Tropas Se dispara contra los panameños
por exigir la devolución del canal.
REPUBLICA 1965-66 Tropas, Los marines desembarcan durante
DOMINICANA bombardeo campaña electoral
GUATEMALA l966-67 Operación de Intervención de los Boinas Verdes
comandos contra los rebeldes.
CHILE 1973 Operación de CIA respalda golpe de estado contra
comandos el presidente marxista electo.
EL SALVADOR l981-92 Operación de Consejeros, ayuda antiaérea en la
comandos, Tropas guerra antirebeldes, soldados
brevemente involucrados en choque
con rehenes.
NICARAGUA l981-90 Operación de La CIA dirige invasión desde el exilio
comandos, Marina (Contra), coloca minas en puertos
contra la revolución.
HONDURAS l983-89 Tropas Maniobras, ayudan a construir bases
cerca de fronteras.
BOLIVIA 1986 Tropas El ejército dirige incursiones en la
región de la cocaína.
PANAMA 1989 (-?) Tropas, Gobierno nacionalista derrocado por
bombardeo 27.000 soldados, lideres arrestados,
más de 2000 muertos.
HAITI 1994-? Tropas, Marina Bloqueo contra el gobierno militar.
Tropas restauran al presidente
Aristide en el gobierno después de
tres años del golpe.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 39

1.3 LA CRISIS DEL ESTADO LATINOAMERICANO

1.3.1 El Contexto Histórico y Sociopolítico

El Estado nacional de la mayoría de los países latinoamericanos ha ido tendiendo


cada vez más al intervencionismo, a la autonomización y a la supremacía. Ha
ocurrido así con el Estado considerado a la vez como aparato, como institución,
como encarnación de las élites dirigentes públicas, y como actor central de la
sociedad y sus desarrollos. Este Leviathan criollo, sin embargo, ha ido alcanzando
casi simultáneamente su culminación y su entrada en crisis. Diversas fuerzas y
procesos, dentro y fuera de los respectivos países, dentro y fuera del propio
Estado, lo han lanzado a un creciente intervencionismo en la economía y la
sociedad, a una pretensión-realidad de rectoría del desarrollo, a una considerable
independencia de las principales fuerzas y estructuras de los sistemas nacionales.

También, y al mismo tiempo, lo coaccionan, lo desgastan, lo amenazan en su


coherencia e integridad, en su autonomía y en su supremacía, en su eficacia y
permanencia, y en su existencia misma.

Desde la fase colonial, y luego a través de las fases y procesos de emancipación


política, de incorporación a la economía mundial, de sometimiento a la nueva
división mundial del trabajo con centro y eje en la Primera Revolución Industrial, y
de hegemonía británico occidental, los principales países latinoamericanos
presentan una constante histórica. Es la constituida por la estructura y la dinámica
de la centralización, de omnipresencia y omnipotencia del Estado y las élites
públicas. Ello no hace más que acentuarse en la fase de transición, desde
principios del siglo XX hasta 19302.

Estos fenómenos y procesos deben ser examinados en el marco de una


constelación problemática. Es la constituida por el Estado en sus interrelaciones
con el mundo exterior (diversas fases de la economía mundial y de la división
internacional del trabajo, del continuo de tres Revoluciones Industriales y
Científico-Tecnológicas, del orden político global), por una parte; con la sociedad
civil y la sociedad política (en la medida en que una y otra tienen algún grado de
emergencia y significación), y con el camino y estilo de desarrollo que se aplicó o
se intenta aplicar, por la otra.

Desde los comienzos del siglo XIX, a través de la independencia y de la


organización nacionales hasta la fecha, el proyecto de incorporación al proceso
mundial de modernización, los prototipos de economía y sociedad, de Estado y
democracia, el camino/estilo de desarrollo, provienen de un marco de referencia
externo a los respectivos países. Han sido transplantados a los países

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 40

latinoamericanos desde el puñado de países desarrollados de la época (Inglaterra,


Francia, Estados Unidos) e interiorizados como fuerzas, estructuras y dinámicas
nacionales. En el mismo proceso, proyectos, prototipos e intentos han
desarrollado una historia y una especificidad propias, sus entrelazamientos e
interacciones, sus redes y constelaciones de fenómenos y dinamismos. Han sido
además proyectos, prototipos, intentos anticipatorios respecto a las premisas y
bases que deberían haber tenido, y a los contenidos y resultados que pretendieron
tener o prometieron lograr.

La incorporación al sistema económico-político mundial y a los sucesivos patrones


de división mundial del trabajo convirtió al uno y a la otra en marcos de referencia
impositivos, pero cambiantes. Se creó y mantuvo, por consiguiente, el peligro de
desajuste y retraso. Se impuso, y fue aceptada, la exigencia de la reestructuración
interna de los respectivos países como un ajuste pasivo a las coacciones
exteriores, para posibilitar a la vez la inserción en el sistema económico- político
mundial, el crecimiento y la modernización exteriores, la instauración y continuidad
de un nuevo sistema de dominación.

La permanente búsqueda de caminos e importación de fórmulas y formas externas


ha llevado a subestimar o negar la importancia y la necesidad de producir
internamente los prerrequisitos, los componentes y los resultados del crecimiento,
la modernización, el cambio social, el Estado nacional, la democracia, la cultura y
la ciencia. Los países latinoamericanos han carecido de las expresiones, las
similitudes o las equivalencias del Renacimiento y de la Reforma religiosa, del Siglo
de las Luces, del espíritu burgués y de la empresa capitalista, de la revolución
democrática de la sociedad civil, del principio de ciudadanía, del Estado de
Derecho. Esta carencia acumulativa ha estado presente y ha incidido
negativamente sobre los rasgos y logros de los respectivos desarrollos nacionales,
y así se ha mantenido hasta la época actual.

A partir de 1930, América Latina entra en una fase de crisis estructural


permanente, en la cual se incrementan el intervencionismo y la autonomización del
Estado y las élites públicas. Ello ocurre a partir del desarrollo preexistente del uno
y las otras; de su lógica y dinámica propias, de los efectos de las modificaciones en
el modo de inserción en un sistema internacional y una división mundial del trabajo
en transformación; de las modalidades específicas del crecimiento y la
modernización; de la amplia gama de cambios y conflictos sociales y cultural-
ideológicos, y de crisis políticas.

El sistema internacional, en emergencia desde los años de 1930 y sobre todo


desde la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas, al cual se van ajustando los
países latinoamericanos, se caracteriza ante todo por la interdependencia

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 41

asimétrica; por la concentración del poder mundial en dos superpotencias como


cabezas y polos de bloques; por una nueva división mundial del trabajo que se
entrelaza con el tránsito de la Segunda a la Tercera Revolución Industrial y
Científico- Tecnológica.

En la pirámide resultante, los países latinoamericanos se incorporan casi


totalmente a la hegemonía de los Estados Unidos. Sufren una constelación de
fenómenos y procesos de dominación - dependencia - desarrollo desigual y
combinado, que los constituye y mantiene con una baja capacidad para la
autonomía en cuanto al camino-estilo de desarrollo, al tipo de sociedad y sistema
político, y al manejo de las relaciones internacionales. A la vez factor, componente
y resultado de este sistema internacional, la nueva división mundial del trabajo
(NDMT) tiene decisivas implicaciones para los Estados latinoamericanos.

Las empresas transnacionales se convierten en un actor predominante y cuasi-


decisivo del nuevo escenario internacional. A su papel y al de los Estados de sus
países de origen y de base corresponde la redistribución de los papeles y funciones
de naciones, regiones y ramas dentro del sistema productivo mundial, y en una
perspectiva planetaria. Los principales órganos e instrumentos de poder y decisión
se centralizan en los polos y cumbres de los países desarrollados. Estados y
macro- empresas de estos países buscan y hasta cierto punto logran una creciente
integración de la economía y la política mundiales, en un sentido de
interdependencia asimétrica. De ellos y de su dinámica inherente y de las
tendencias y situaciones emergentes, surgen las demandas de reajuste de los
objetivos y de los modos de organización y funcionamiento de cada país
latinoamericano para su armonización con los requisitos y con los fines de un
nuevo modelo de orden mundial, así como las formas y resultados de una revisión
restrictiva del principio de soberanía y de la autonomía y supremacía interna del
Estado nacional.

A esta inserción internacional corresponde, como la cara interna de una realidad


única, un tipo de crecimiento y modernización, una marea de cambios y conflictos
sociales y cultural-ideológicos, que son partes de un proyecto y un camino/estilo
de desarrollo neocapitalista-tardío y periférico.

El proyecto y el camino de desarrollo se cumplen a partir y a través de la


asociación de grandes empresas (transnacionales y nativas), que predominan en
coexistencia con empresas poco productivas y rentables, y con núcleos y áreas de
tipo atrasado o arcaico. Bajo el condicionamiento de la nueva división mundial del
trabajo, las producciones primarias e industriales se especializan en la substitución
de importaciones con destino al mercado interno de grupos urbanos (sobre todo
alto y medio), y en la producción para la exportación para los países desarrollados.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 42

El proyecto es diseñado y realizado por una constelación de élites políticas,


tecnoburocráticas y empresariales, del Estado y del sector privado, con
asesoramiento y financiamiento de los gobiernos de las potencias, de las empresas
transnacionales y de organismos internacionales. El financiamiento por los
ingresos de exportación, los préstamos y las inversiones del exterior, sustituyen al
proceso autónomo de acumulación de capitales y de tecnología de generación y
control locales. Se combina en diversos grados y formas el uso de mano de obra
abundante y barata, la aplicación de tecnología capital-intensiva de importación, y
el intervencionismo protector del Estado.

El resultado ha sido un crecimiento parcial y dependiente y una modernización


superficial, que se disocian del desarrollo integral, lo desplazan y virtualmente lo
imposibilitan. Los beneficios del crecimiento son monopolizados por minorías
nacionales y extranjeras. El crecimiento resulta restringido y deformado.

Presupone y refuerza la redistribución regresiva del ingreso, la depresión de los


niveles de empleo, remuneración, consumo y bienestar para la mayoría de la
población. Sectores considerables son condenados a la frustración de sus
necesidades y expectativas de participación, a la reducción de sus opciones y
posibilidades de progreso. Este proyecto y camino tienen una naturaleza y una
dinámica de tipo reclasificador, concentrador, marginalizante. Ellas se manifiestan
en términos de países (ampliación de la brecha entre los centrales y los periféricos
latinoamericanos, y entre estos últimos); entre ramas y sectores de la economía;
entre polos urbanos y regiones rurales; entre clases y grupos. Por lo mismo, el
proyecto y el camino en realización tienden a requerir la vigencia de un orden
político que asegure la baja participación, la apatía y sumisión de la mayoría de la
población, la restricción y distorsión de la democracia, su falta de vigencia real o su
destrucción lisa y llana.

En su diseño y realización, el proyecto y el camino de desarrollo neocapitalista


periférico adoptan: una ideología y una política resumibles en la noción de
desarrollismo. Se trata de una visión parcial y mecánica del subdesarrollo y el
desarrollo. El desarrollismo irrumpe y se impone como una constelación
totalizante y reguladora, bajo la forma de un modelo productivista-eficientista-
consumista-disipatorio. El crecimiento es postulado como algo unidimensional y
unilineal, material y cuantificable, necesario y deseable. Sus consecuencias se
agrupan en tres órdenes: reduccionismo, fatalismo y conformismo, selectividad
destructiva.

Así, la idea de crecimiento se identifica con la reducción de todo lo social y humano


según el criterio instrumental único del rendimiento. Ello privilegia la
productividad, la acumulación, la rentabilidad, el consumismo. El reduccionismo

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 43

lleva al fatalismo y al conformismo, al afirmar una visión unitaria y paradigmática


del hombre y de la sociedad y al admitir un solo modelo, técnico-económico, de
progreso. El conformismo es creado por la carrera competitiva, hacia la
productividad, la eficiencia, la acumulación, el ingreso, la posesividad, el consumo.

Este último sobre todo posibilitaría la comunión de clases, grupos e individuos en


un terreno y con un objetivo comun. Todo ello confluye en una pérdida de
sensibilidad y de interés, en la relegación a lo secundario, la negación y el rechazo,
respecto a la diversidad de modos de existencia (grupos, regiones, naciones), la
especificidad de las culturas, el potencial cualitativo (necesidades y aspiraciones
no objetivables ni cuantificables), las modalidades alternativas de organización,
existencia y práctica, los costos sociales y humanos del crecimiento y la
modernización. La destructividad se vuelve inherente al neocapitalismo periférico,
expresada en cuanto al mundo natural y social y las personas, en la intensificación
y generalización de la violencia (virtual o efectiva, legalizada o no, pública o
privada, interna o internacional), y en la obsolescencia organizada de objetos,
productos y personas.

Crecimiento y modernización diversifican y complejizan las principales formas,


estructuras y relaciones de la sociedad, y a ésta en su conjunto, con tendencia a la
creciente heterogeneización. El neocapitalismo periférico se impone como modo
de producción, pero en coexistencia con formas de producción y estratificación,
con actores y espacios, de tipo capitalista arcaico o no capitalista; el primero se
entrelaza con las primeras, las subordina y las transforma. La hibridización y la
transicionalidad de fuerzas, estructuras y sistemas se vuelven permanentes.

Nuevas clases, capas y sectores sociales emergen, sobre todo en las ciudades, en
coexistencia y entrecruzamiento con otras de tipo tradicional. Se generalizan las
situaciones y dinámicas complejas, bajo determinaciones contradictorias.

La transición de la fase anterior a la nueva no es consecuencia de la acción


deliberada de una clase o grupo, élite o institución que presione sobre el Estado, o
llegue a controlarlo y usarlo, en función de algún tipo de estrategia
transformadora. Ningún actor colectivo promueve o aprovecha deliberadamente
los cambios, ni tiene conciencia razonablemente amplia y clara de lo que ocurre y
de sus implicaciones.

Los cambios se han ido produciendo sobre todo por efecto de factores más o
menos accidentales, impersonales, externos a los países de la región y a sus
centros de decisión (crisis económicas, políticas y militares, NDMT,
enfrentamientos entre potencias y bloques), y como subproductos involuntarios o

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 44

imprevistos de medidas coyunturales o de emergencia en favor del sistema y de


los grupos dominantes tradicionales.

La oligarquía tradicional sufre el debilitamiento de su hegemonía, pero conserva


importantes poderes y capacidades de iniciativa. Por autotransformación
adaptativa, se convierte en nueva élite oligárquica, con flexibilidad para absorber
elementos de cambio y conservar lo esencial de sus intereses y del sistema con el
cual se identifica.

En contraposición, se dan la aparición tardía, la debilidad, la falta de proyecto y


política propios, de clases y grupos que deberían haber estado, o en parte
estuvieron, interesados en el crecimiento, el cambio, la democratización, la
autonomía internacional. Es el caso del empresario nacional stricto sensu, las
clases medias, la intelectualidad, los trabajadores, los marginales urbanos, los
grupos campesinos. Algunos de sus sectores se activan, critican y desafían la
dominación tradicional, pero no exhiben capacidad para afectarla seriamente ni
para imponer una hegemonía y un proyecto nacional alternativo. Élites públicas y
privadas tradicionales pierden en parte la capacidad para regir la nación, grupos
intermedios y dominados no la ganan.

Desde 1930 se va dando así, en lo social y en lo político, la normalización de la


excepcionalidad, la permanencia de la transición. Se entrelazan los elementos de
progreso, estancamiento y regresión, las fuerzas y formas históricamente
heterogéneas, sin una reestructuración que integre todo bajo el signo de alguna
racionalidad alternativa.

Las ideologías proliferan y coexisten, se enfrentan y se entrelazan:


conservadurismo tradicional, liberalismo, desarrollismo, nacional-populismo,
socialismo, neofascismo, híbridos de algunas de ellas. El desarrollismo predomina
como ideología sincrética, difusiva y permeadora de las otras. Las formas de
conciencia y las pautas de comportamiento social tienden también a ser híbridas y
contradictorias.

En el mismo proceso, los partidos políticos se rutinizan y esclerosan, se desajustan


respecto a los rápidos cambios y a las nuevas condiciones, reducen o pierden su
representatividad y su capacidad de acción. Clases, grupos, instituciones, tienden
a carecer de cohesión, de conciencia compartida, de representación eficaz, de
aptitud para formular y defender sus intereses y proyectos, para negociar, para
coincidir y articularse en coaliciones. Se multiplican las trabas para el logro de
formas racionales de acción política y de consensos amplios. Proliferan las
divergencias irreductibles, las situaciones de incoherencia, de empate, de
estancamiento, de parálisis. Se ve dificultada la formación clara de problemas y

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 45

opciones, de decisiones y acciones, en las crisis y en las cuestiones básicas del


desarrollo. Un tipo de crisis política, a la vez organizada y endémica, tiende a
recurrir y a generalizarse, por la confluencia de dos grandes líneas del proceso
general, sus contradicciones, conflictos y secuelas de diverso tipo.

Por una parte, el crecimiento y la modernización neocapitalistas desplazan y


disuelven formas anteriores de dominación y explotación, e instauran las que les
son propias. Masas de población son liberadas de jerarquías tradicionales. Son
reestructuradas y movilizadas, incitadas a multiplicar sus necesidades, expectativas
y demandas de satisfacción y participación. Por otra parte, en sentido inverso y
contradictorio, el neocapitalismo tiene una inherente dinámica marginalizante, que
produce insatisfacciones y frustraciones, y multiplica tensiones y conflictos de todo
tipo. Viejas y nuevas élites oligárquicas se siguen reservando los centros de
decisión y acción políticas. La acumulación y rentabilidad de la gran empresa
suscitan o refuerzan tendencias a la concentración del poder y a su ejercicio
autoritario.

Las élites oligárquicas, privadas y públicas, encuentran, sin embargo, crecientes


dificultades para la reproducción del sistema; se dividen en fracciones
competitivas, enfrentan movilizaciones populares, antagonismos y conflictos de
absorción y control difíciles, sienten las amenazas de una creciente tendencia a la
entropía del sistema. Esta se manifiesta en situaciones de lucha social,
inestabilidad política, reducción de la legitimidad y del consenso, insuficiencia de la
coerción tradicional, vacíos de poder, crisis de hegemonía.

Sus manifestaciones y vehículos son las proliferaciones de ideologías, de


movimientos, de partidos y gobiernos: democrático-liberales, de centro-izquierda,
desarrollistas, bonapartistas-populistas, izquierdistas reformistas o revolucionarios.

Estos fenómenos políticos aparecen a la vez como reflejo, continuidad y tentativa


de superación de la crisis. En su gran mayoría, afectan el sistema político
tradicional, pero no lo destruyen, y en diferentes grados contribuyen a reajustarlo
y preservarlo. En conjunto, aquéllos dificultan, a la vez, el mantenimiento de la
vieja hegemonía oligárquica, su renacimiento con bases y formas diferentes y la
democratización ampliada. A la alianza de la élite oligárquica y a los grupos de los
principales órdenes institucionales se les plantea la sospecha o la evidencia de una
tensión estructural y una contradicción difícilmente superable entre las exigencias
del camino neo-capitalista y conservador-modernizante, por una parte, y los rasgos
y efectos de la crisis política, por la otra. Ello refuerza la desconfianza respecto a
las formas y prácticas de la democracia, y la inclinación por la búsqueda de algún
tipo de solución definitiva de tipo autoritario.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 46

1.3.2 Intervencionismo y Autonomización del Estado

En el contexto histórico y sociopolítico que se caracterizó, cuya vigencia cubre más


de medio siglo de la historia latinoamericana contemporánea, Estado y élites
públicas aumentan incesantemente sus intervenciones, funciones y espacios, sus
poderes y recursos, sus instrumentos y mecanismos, sus tendencias crecientes al
monopolio político, a la autonomía y a la rectoría de la sociedad y el desarrollo. El
Estado, considerado como tríada sui géneris de aparato-institución- grupo social,
se convierte en el actor central de esta sociedad, producto de ésta, pero también
cada vez más su productor, factor decisivo de su estructuración y de su
continuidad, de sus adaptaciones y sus cambios. Intervencionismo,
autonomización y rectoría tienen causas y asumen formas como las siguientes:

• Separado de la sociedad y erigido sobre ella, libre de las coacciones del


mercado, de la competencia interempresarial y de la valorización del capital,
sólo el Estado puede garantizar las condiciones de reproducción y crecimiento
del neocapitalismo periférico; la regulación de sus conflictos y de sus
tendencias entrópicas; la provisión de todo lo que no resulta de la
espontaneidad económica, del mercado, de la iniciativa privada.

El intervencionismo y autonomización del Estado se van dando a partir y a


través de la complementación y el servicio con respecto a la gran empresa
privada, pero también y en grado igual o superior, para la salvaguardia de la
racionalidad de conjunto del sistema, del propio cumplimiento de las funciones
de gobierno y administración, y de una dinámica de autoacumulación de poder
de las élites públicas.

• En este contexto y proceso, el Estado se institucionaliza a sí mismo y a las


principales fuerzas y relaciones de la sociedad. Produce legitimidad y consenso
para su propio poder y para el sistema. Instaura y reajusta el orden jurídico.

Asume y realiza funciones de organización colectiva y políticas


socioeconómicas, de coacción social, cultural-ideológicas y educacionales, y de
relaciones internacionales.

Las funciones de organización colectiva y políticas socioeconómicas aumentan la


intervención del Estado y refuerzan su papel en cuanto a la regulación de la
disponibilidad y uso de recursos, la distribución de bienes, servicios e ingresos, la
jerarquización de las necesidades y sus satisfactores, la fijación de fines y
opciones. El Estado se va volviendo empresario, creador y administrador de
servicios, infraestructuras económicas y sociales, actividades de base y de
avanzada. Produce, compra y vende bienes y servicios. Es un inversor directo y

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sostén de la inversión privada. Contribuye al mantenimiento del nivel de


ocupación, de ingreso y de consumo de la población (empleo burocrático,
servicios y transferencias sociales). Asegura el financiamiento público de la
producción y de la rentabilidad de la gran empresa privada. Asume políticas
compensatorias, de prevención y superación de crisis (pilotaje global de la
economía, medidas anticíclicas, acciones de mero crecimiento, intentos de
desarrollo planificado).

Estado y élites públicas refuerzan y ajustan un aparato de coacción y control


sociales. El mismo asume funciones de represión, de dirección y regulación, de
mediación y arbitraje entre clases y grupos, instituciones y espacios, entre sus
contradicciones y conflictos, con miras a la integración y equilibrio sociales y al
logro del más alto grado posible de unidad nacional bajo la égida del Estado.

El Estado se vuelve cada vez más coproductor, cointroductor y codifusor de cultura


e ideología, de tecnología y ciencia, educador para la “formación de recursos
humanos” de distinto tipo. Finalmente, el Estado es mediador en las relaciones
entre el país y el sistema internacional, entre grupos y procesos internos y
externos, entre la dependencia y la autonomía.

En la autonomización del Estado confluyen una constelación de fuerzas y procesos;


ante todo, el Estado proporciona las condiciones que garantizan la existencia y
reproducción de un sistema incapaz de lograrlas por el funcionamiento espontáneo
y la acción exclusiva de una fracción o clase dominantes, de empresas privadas y
del mercado. A partir de ello, el Estado vuelve a intervenir en las condiciones que
lo producen, y las desarrolla en refuerzo de su propio avance. Se hipertrofia,
concentra y centraliza nuevos poderes y recursos; defiende sus intereses propios
como aparato/institución/grupo. Epicentro más que epifenómeno de la sociedad,
el Estado se separa de ella y, al mismo tiempo, la penetra a través de una
compleja red de relaciones de dominación y servicio.

En el mismo proceso, el Estado se ve presionado y penetrado por los principales


actores sociales, cuyos intereses y conflictos son asimilados y servidos por distintos
grupos de las élites gubernamentales, bajo forma de luchas fraccionales y
divergencias de orientaciones y logros en las políticas públicas. El Estado tiende
así a adquirir un carácter difuso que desborda su institucionalización formal; se ve
perturbado en su diferenciación neta como Estado; se segmenta y conflictúa en su
propio seno.

El personal político y administrativo, la tecnoburocracia civil y militar, crecen y se


refuerzan, se especializan y desarrollan sus propios intereses y poderes, están más

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condicionados por su actuación en y para el Estado que por cualquier otra


circunstancia, incluso las filiaciones y relaciones de clase (de origen y de apoyo).

En conjunto, altos dirigentes y cuadros políticos, y miembros de la burocracia


administrativa, tienden a presentarse como capa social específica, a la vez que
como tipo de organización.

La élite pública cumple funciones de mediación y regulación respecto a clases,


grupos e instituciones: establece relaciones de poder con ellas; las hace depender
del Estado y de sí misma para su existencia y la satisfacción de sus intereses.

Grupos político- administrativos, reclutados en sectores no dominantes, logran en


el Estado posibilidades de vida, ascenso y poder; organizan y manejan grupos
como bases y clientelas. En y alrededor de las burocracias político-administrativas
se generan subsistemas de poder y constelaciones de intereses que refuerzan sus
tendencias autonomizantes. Expresión extrema de esta tendencia son la
politización y tecnoburocratización de las fuerzas armadas.

Mediador y árbitro en sociedades conflictivas y cambiantes, el Estado es afectado


por clases, grupos e instituciones; debe recurrir a estrategias y tácticas que
mantengan su supremacía. Debe presentarse y actuar como instancia
autonomizada de clases, grupos e instituciones, autoconvencerse y convencer de
su neutralidad, para reforzar su legitimidad y eficacia.

Fraccionada y conflictuada, incapaz de conciencia y de voluntad unificada, la clase


socioeconómicamente dominante debe depender del Estado para estructurarse,
dar solución a los conflictos y debates sobre la hegemonía, defenderse de
enemigos y amenazas. El bloque en el poder es heterogéneo, dividido por
competencias y conflictos de fracciones y órdenes institucionales, presionado por
otras clases, grupos y fuerzas. Diferentes sectores del aparato estatal pueden ser
sedes del poder de representantes de grupos no dominantes que compiten por el
control de aquél.

Los mecanismos de promoción grupal e individual, la democratización en el


reclutamiento, introducen en el Estado a políticos y administradores de origen
medio y popular. Los conflictos en el seno de la clase socioeconómicamente
dominante, y entre ésta y las clases subalternas y dominadas, requieren el
arbitraje del Estado, sobre todo en situaciones de crisis, o ante fuerzas y procesos
amenazantes para la coherencia y continuidad del sistema.

Las decisiones del Estado se toman y sus acciones se realizan de acuerdo a un


orden de prioridad en cuanto a los actores, intereses y objetivos que de manera

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descendente tienden a privilegiar: a las élites públicas; a las necesidades de la


racionalidad global del sistema; a las fracciones más fuertes de la clase dominante;
a la clase dominante en su conjunto; a fracciones y grupos de las clases
subalternas y dominadas con mayores capacidades de organización y presión, al
resto de los sectores medios y populares.

En esta compleja dinámica, el Estado tiende ante todo a imponerse a la sociedad y


subordinarla a su primacía; contribuye a masificarla y atomizarla, a convertirla en
cuerpo amorfo, a impedir o a obstaculizar la disponibilidad y el uso por aquélla de
órganos de expresión y participación, de autorregulación, de control del propio
Estado. Este supervisa y maneja a clases y grupos, instituciones y regiones,
estructuras y actividades. Por ello y para ello es el incremento global y la
centralización totalizante del poder público. El Ejecutivo asciende en detrimento
del legislativo y del judicial, de la prensa y de la opinión pública.

El Estado hace un uso cuasimonopolista y sesgado de la información y de las


comunicaciones; avanza en la tecnificación de la vida política y de la
administración, en las capacidades de represión y militarización. El Estado tiende
al encuadre ideológico y político, administrativo, y policial, de la Nación. Su
intrusión se acentúa en la existencia cotidiana privada, y en la supervisión de las
instituciones que a la vez se publicizan, se politizan y pierden autonomía.

1.3.3 Coacciones, Límites y Crisis

Siempre presentes y fluctuantes, capaces de extrema latitud, el intervencionismo,


la autonomización y la rectoría del Estado no dejan de sufrir coacciones restrictivas
y límites. Diversas fuerzas dentro y fuera del Estado y de la respectiva nación
operan respecto al primero, lo condicionan y desgastan, lo amenazan en su
coherencia e integridad, en su autonomía y en su supremacía, en su eficacia y
permanencia, en su identidad y su existencia misma.

De manera general, las coordenadas del respectivo sistema nacional, sus pautas
de estructuración y funcionamiento, condicionan y determinan al Estado,
restringen o distorsionan su papel y sus políticas, los contenidos, los alcances y los
resultados de sus acciones. Ello opera a partir y a través de fuerzas, estructuras y
procesos de tipo externo y de tipo interno, y de sus interrelaciones.

Desde el punto de vista externo, se debe tomar en cuenta las implicaciones de la


tradicional inserción subordinada de los países latinoamericanos en el orden
económico y político mundial, amplificadas y reforzadas en las últimas décadas por
las nuevas formas de la concentración del poder mundial, la NDMT, la Tercera
Revolución Industrial y Científico-Tecnológica.

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Por una parte, Estados y empresas transnacionales de los países capitalistas


desarrollados, instituciones financieras internacionales, han actuado
tradicionalmente y siguen actuando como centros de poder externos a
Latinoamérica. Unos y otras, y los organismos en que se entrelazan y coordinan,
toman decisiones fundamentales en aspectos y niveles trascendentes
(movimientos comerciales, términos de intercambio, flujos de capitales, reservas
monetarias, tecnología, capacidad de importar, endeudamiento, control de
recursos vitales).

Ello contribuye decisivamente a reducir las posibilidades de acumulación y


productividad de las economías de América Latina, la capacidad de los Estados y
sociedades para el desarrollo autónomo, para la cooperación intra y extra-
regionales y para la promoción de cambios progresivos en el orden internacional.

1.3.4 División Mundial del Trabajo, Tercera Revolución, Crisis

Esta tendencia histórico-estructural de largo plazo se prolonga, refuerza y amplifica


con la Nueva División Mundial del Trabajo, con la Tercera Revolución Industrial y
Científico-Tecnológica, y con el impacto de las crisis internacional- nacionales en
despliegue durante los años recientes y en la actualidad.

La NDMT, en sus principales rasgos (desarrollo de las fuerzas productivas en los


centros capitalistas más desarrollados, primacía de éstos en el orden económico-
político mundial, transnacionalización, redefinición a escala global de los papeles
productivos de naciones, ramas y grupos, erosión del principio y la vigencia real de
la soberanía estatal-nacional), se entrelaza estrechamente con la Tercera
Revolución Industrial.

Dicha revolución se identifica con una marea de investigaciones científicas, de


innovaciones tecnológicas, de cambios en las formas productivas, con creciente
vigencia sobre todo en energía nuclear, electrónica, información, comunicaciones,
telemática, biología. Un 85% de todos los científicos que han vivido a lo largo de
toda la historia están vivos actualmente, y cuentan con mayores capacidades
creativas e instrumentales. La tasa de cambio científico, tecnológico y productivo
progresa hoy más rápidamente que en toda la historia anterior. Con la
microelectrónica, la productividad en la tecnología informática ya ha aumentado
por un factor de más de un millón, y ello parece no tener límites. El conocimiento
científico se duplica ahora cada trece a quince años.

La Tercera Revolución perfila una fase histórica de mutaciones parciales que


podrían desembocar en una mutación global. Ello incluye una gama de factores,
componentes, implicaciones y consecuencias:

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• La información, sobre todo con los avances de la microelectrónica y de la


miniaturización, impacta en todos los aspectos de la vida colectiva e individual,
ante todo en los modos de producción, de empleo y de trabajo. Refuerza el
componente intelectual y creativo en la producción. Como factor productivo, la
información se vuelve tanto o más importante que el capital, el trabajo y la
tierra. Datos, conocimientos e ideas pueden obtenerse, acumularse,
almacenarse, manipularse, usarse, por la especie humana, en modos más
vastamente eficientes y en volúmenes exponencialmente mayores que en
pocos años atrás. Se mueven instantáneamente y sin limitaciones, a través de
espacios y fronteras, a cualquier parte y en cualquier momento. Se marcha así
a la disponibilidad mundial y a la plena comunicabilidad de todo conocimiento
humano y de todo desarrollo social.

La información produce cambios en todos los niveles y aspectos de la


producción y el comercio, nacionales y mundiales, en sí misma y en
combinación con otras ciencias, técnicas y producciones. Los cambios se dan
en cuanto a qué se produce, comercializa y consume, y a cómo se lo hace; a la
rapidez y amplitud de circulación de la información, a quién la usa y cómo.

• Los materiales y la tecnología aumentan de importancia, amplían las soluciones


en los recursos y los procedimientos, optimizan las opciones. Se desarrollan
materiales nuevos, se dota de nuevas y mejores propiedades a los viejos
materiales, con la reducción de los costos, la mejora de fuerza y flexibilidad.

• Aumenta el dominio de los recursos, de su detección, control y valorización.

• Se logra un creciente dominio del fenómeno viviente, a través del desarrollo de


la Biotecnología, la Biogenética, la Ingeniería Genética, y sus incidencias en la
Agricultura, la Medicina y Ciencias de la Salud.

• Se da un renacimiento de los objetos, por una explotación más completa y


segura de los, materiales, y por su mayor confiabilidad.

• El terciario, los servicios en general, aumentan en importancia y, dentro de


ellos, el tercial como sector ligado al manejo de la información, en sí mismos, y
en su participación creciente en la actividad económica, la estructura y
funcionamiento de la sociedad, el sistema político y el Estado.

• La recreación de la industria se da a través de la metamorfosis del proceso


productivo, por la penetración de la información, nuevos métodos, evolución
del diseño, más posibilidades de creatividad, reducción de costos.

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• Se producen cambios en la economía internacional, en la estructura y dinámica


de los mercados y en las condiciones de la competencia internacional. Por la
incidencia de los servicios, la in formación en especial, las llamadas ventajas
comparativas de los diferentes países residen cada vez más en la capacidad
para el uso efectivo de la tecnología informática, para su rápida absorción y su
eficiente aplicación en la producción; y cada vez menos en otros factores como
materias primas y trabajo barato. Ello contribuye a dividir a los países según
tengan o no ventajas comparativas y costos bajos, y tiene manifestaciones y
consecuencias relevantes como las siguientes.

En primer lugar, la economía de productos primarios y la economía industrial se


desvinculan y se desarrollan de modo divergente. La producción primaria y su
oferta tienden a aumentar, especialmente en los países en desarrollo, mientras
tienden a caer la demanda de los países desarrollados, las exportaciones de
precios de alimentos, materias primas agrícolas y forestales, metales, minerales
y energéticos. Los precios de las materias primas aumentan menos que los
precios de los bienes manufacturados y servicios especializados (información,
educación, salud). Se vuelve improbable un desarrollo basado en un creciente
intercambio de bienes de capital por materias primas, con balanza comercial
favorable y disponibilidad de crédito externo.

En segundo lugar, la economía industrial tiende a la desvinculación de la


producción y del empleo. La producción manufacturera debe aumentar con
menos empleo manufacturero, bajo pena de menor competitividad
internacional y de una baja en la producción y en la ocupación. Se tiende a
pasar de la industria manufacturera de base material, más bien primaria, con
uso intensivo de mano de obra, a la industria con uso intensivo de información,
conocimientos y capital (automatización, robotización). La segunda expande
exportaciones, aumenta el comercio de invisibles, crea empleo (y también lo
desplaza).

Los bajos costos de la mano de obra van dejando de ser una ventaja decisiva en la
competencia internacional; se vuelven un porcentaje decreciente de los costos
totales, sobre todo en los procesos automatizados que eliminan costos ocultos
(baja calidad, devolución, tiempos muertos).

Para los países de industrialización reciente o incipiente, se ven bloqueados los


proyectos de desarrollo que pretenden basarse en la exportación de productos
primarios (afectados por el deterioro de los términos del intercambio); en las
exportaciones de productos terminados con más bajos costos de mano de obra
hacia países desarrollados; en una tecnología industrial no originada o basada en
una infraestructura autónoma de ciencia y educación.

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En tercer lugar, la economía real del comercio de bienes y servicios va siendo


reemplazada por una economía simbólica, de movimientos de capital, de tipos de
cambio, de flujos de crédito, como fuerza motriz y timón de la economía
internacional. Ambas se independizan una de la otra, siguen caminos divergentes,
aflojan sus nexos o los vuelven impredecibles. La economía simbólica tiende a
crecer más que la real.

Causa, componente y efecto de la economía simbólica es el nuevo mercado


financiero, en el cual el avance tecnológico otorga una creciente capacidad para el
acceso a vastas bases de datos, para su computación compleja a velocidad
fulminante, para su culminación instantánea, y para la producción de diversos
efectos críticos.

Así, la información se vuelve disponible universalmente, en tiempo real,


simultáneamente para todos los centros financieros y bancarios internacionales, y
para los principales países. Los centros se unen en una sola red integrada, poco o
nada aislados de los cambios y choques financieros, ocurran donde ocurran. Un
nuevo mercado mundial reúne prestamistas y prestatarios, recursos y riesgos,
sobre una base internacional, sin consideración de fronteras. Instrumentos,
mecanismos y productos financieros y monetarios se entrecruzan en la red
mundial, toman la fuerza de las decisiones de acción políticas de tipo tradicional.

Este sistema emergente planea un problema de gobernabilidad a los países y al


orden mundial. Se abre una brecha entre la tasa de cambio tecnológico, y la tasa
de ajuste de los cambios por parte de quienes toman las decisiones, es decir, el
gobierno, las fuerzas e instituciones políticas, los empresarios privados que no
pueden absorber ni controlar las incertidumbres, dislocaciones y desequilibrios.

Se ven particularmente afectadas la autonomía y eficacia del Estado en el manejo


de la macroeconomía dentro de un mundo renovadamente pluralista. La economía
nacional deja de ser autónoma y unidad del análisis económico y de la política
económica. La economía mundial se vuelve central y determinante de la economía
nacional. La tecnología torna rápidamente obsoletas la noción tradicional de
soberanía y a las políticas y las legislaciones restringidamente nacionales. Ello es
cierto sobre todo en cuanto a las políticas y legislaciones monetarias, cambiarias,
fiscales, comerciales, industriales, sociales, pero también de las referidas a la lucha
contra las nuevas formas de delincuencia que se vinculan con la economía criminal
en general, y con el narcotráfico en particular.

Las economías aisladas ya no responden como antes a las medidas


gubernamentales de tipo tradicional. El curso de los acontecimientos económicos
se vuelve más difícil de comprender y de prever, por parte de gobiernos que se

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enfrentan a factores, fuerzas, procesos y resultados difícilmente interpretables,


predecibles y controlables, en un medio ambiente de incertidumbre e inestabilidad
económicas sin precedentes, tanto en lo interno como en lo internacional. El
cambio tecnológico revolucionario en un mundo más interdependiente vuelve
insuficientes los esfuerzos de ajuste al cambio, de grupos e instituciones
nacionales, pero también de las internacionales, lo mismo que las capacidades
disponibles para realizar reformas de alcance mundial para el ajuste a la nueva
tecnología y a sus consecuencias.

La Tercera Revolución Industrial ha comenzado a producir transformaciones


fundamentales en todos los aspectos y niveles de la existencia y la actividad, tanto
sociales como individuales; en los papeles, los status y los rangos de grupos,
instituciones y gobiernos, de Estados y personas. Ello se evidencia en los sectores
productivos; en las condiciones de trabajo e ingreso, de consumo y vida cotidiana;
en las posiciones y las funciones de clases y grupos, de organizaciones e
instituciones; en las formas, los contenidos y los alcances de la participación
sociopolítica; en las hegemonías de países y regiones y en la distribución de
recursos, productos y beneficios. Reclasifcadora, concentradora, marginalizante, la
mutación en marcha tiende estructuralmente a beneficiar a una minoría de
sectores, grupos, países y regiones, en desmedro de otras y otros que se van
convirtiendo en mayorías superfluas o redundantes, tanto a escala de las naciones
como del planeta.

1.3.5 Marginalizaciones y Pirámide de Dominación

La dimensión externa, mundial, se entrelaza estrechamente con la dimensión


interna. En ésta, si el Estado latinoamericano promueve el crecimiento económico
en general, y más particularmente, la acumulación y la rentabilidad de la gran
empresa, lo hace a partir y a través de sus propias visiones, posiciones e intereses.

Crea así, con frecuencia, límites y coacciones negativas a las grandes empresas y a
los grupos socioeconómicamente dominantes. Unas y otros aceptan, o incluso
promueven hasta cierto punto el intervencionismo del Estado de manera
condicional y transitoria. Transfieren al Estado problemas y conflictos, cargas y
costos de las situaciones normales, de las coyunturas y de las crisis, al mismo
tiempo que le niegan o quitan los recursos necesarios para su funcionamiento
normal y para su capacidad de soluciones. No admiten la posibilidad ni la
necesidad de un Estado a la vez protagonista e instrumento independiente de
crecimiento y modernización con cambio social, productivo y redistribuidor,
promotor de la participación y de la democratización. Utilizan los fracasos del
poder público para la permanente exigencia de reducción de su autonomía y de su
ingerencia, e incluso de su cuasicompleta desestatización.

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El Estado y las élites públicas ven limitadas sus posibilidades de acción. Uno y
otras encuentran dificultades para actuar fuera o en contra de la lógica de la
acumulación y la rentabilidad privadas, y contra ciertas relaciones de clases y de
poder que se dan como coordenadas y restricciones del sistema. No terminan de
dominar el juego social y político en que participan, y deben apegarse a muchas de
sus condiciones. Se ven forzados a compensar y regular a posteriori los
dinamismos, desequilibrios y conflictos más importantes. Sobre todo, están cada
vez menos en condiciones de garantizar crecimiento y la modernización, y con ello
su autoridad y legitimidad propias.

En muchos países latinoamericanos, el proyecto y el camino del desarrollo como


algo que se postula y realiza en nombre, con participación y para beneficio de
todos, ha desembocado en la evidencia de un proceso insuficiente, incierto,
confiscado por grupos privilegiados, con generación de miseria, privación,
marginalización para la mayoría de la población, y sobre todo la perspectiva del
crecimiento nulo, del estancamiento o la regresión. Crisis económica,
estancamiento y regresión del crecimiento llevan a la inestabilidad política; afectan
al Estado, a la participación política, a la democratización.

A la turbulencia social y a la inclinación al participacionismo político, se


contraponen una serie de factores y tendencias limitantes. Ante todo se extienden
las formas de marginalización de la economía organizada y de la sociedad y la
política organizadas. Es pertinente el examen en general de esta fenomenología,
para deducir luego algunas de sus más importantes implicaciones sociopolíticas,
para el Estado, para el narcotráfico, y para las modalidades de incidencia del
segundo sobre el primero.

Por la acción convergente de fuerzas y estructuras heredadas, de tipo monopolista


y autoritario, de algunas modalidades predominantes en la aplicación de un camino
determinado de crecimiento y modernización, de las nuevas tendencias y formas
de la NDMT y de la Tercera Revolución Industrial, y del entrelazamiento de crisis
internacionales y nacionales, el estancamiento y la regresión se hallan en
contradicción con el crecimiento poblacional. Se generan tendencias al desempleo
y subempleo estructurales, y a la reducción de los presupuestos y servicios
públicos del Estado. Para sectores crecientemente significativos de la población,
se deterioran los niveles de ocupación, ingreso, consumo, disponibilidad de
satisfactores de necesidades básicas; especialmente en cuanto a la alimentación, el
vestido, la vivienda, la salud, la educación. A ello se agrega el sufrimiento de
opciones y situaciones de prostitución, alcoholismo, drogadicción, delincuencia,
múltiples formas de inseguridad y violencia.

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Este deterioro estructural y tendencial afecta a una amplia gama de grupos


definidos por edad, sexo y ubicación en la jerarquía socioeconómica. Golpea a una
masa de niños y adolescentes abandonados, deteriorados o definitivanmete
destruidos; a una masa de adultos enfermizos y poco productivos, desvalidos y
apáticos; a mujeres tanto o más que a hombres; a campesinos, asalariados
manuales y de servicios de las ciudades, trabajadores por cuenta propia,
oficinistas, vendedores, pequeños y medianos comerciantes y transportistas.

Estas tendencias y situaciones estructurales implican ante todo un fantástico


despilfarro y una grave pérdida del potencial humano y social eventual o
efectivamente disponible para una gran estrategia y política de desarrollo. Más
aún, sugieren la posibilidad de una amputación y destrucción de actores y tejidos
sociales significativos, y la privación consiguiente de macro y micro- protagonistas,
de fuerzas y recursos, de bases y alianzas, de vehículos e interacciones
indispensables a la vez para el mero crecimiento y modernización, para el
desarrollo integral, para la cohesión y continuidad de la sociedad y el Estado
nacionales, y para la democratización.

Así, en casos nacionales significativos para toda la región, como Argentina, el


proletariado industrial se ha ido reduciendo a la vez en términos absolutos y
relativos, como parte de la fuerza de trabajo, del mercado interno, de la
ciudadanía y del cuerpo electoral. El empresariado nacional stricto sensu oscila
entre el sometimiento a la transnacionalización como apéndice de la misma, el
desplazamiento de la actividad productiva a la intermediación y a la especulación,
la quiebra, la desintegración. Surge una cueva capa de cuentapropistas,
trabajadores por cuenta propia, que ya no son ni asalariados ni pequeños
empresarios. Crece y se diversifica la categoría del lumpen intelectual o lumpen
profesional, todo aquél que accede a la educación superior e incluso a la titulación
formal con las expectativas de una creciente participación en el empleo, el ingreso,
el consumo, el status, el prestigio, la influencia social y el poder político, pero al
cual las estructuras heredadas, las nuevas tendencias marginalizantes y las crisis
condenan cada vez más a la frustración.

De manera general, es lícito considerar la hipótesis que un sector creciente de las


sociedades latinoamericanas tiende a convertirse en redundante. Se va
identificando con la emergencia de una subclase, o no clase, de parias, no
integrables en las estructuras ni alcanzables por los controles, incentivos y
penalidades normales del orden establecido. Una masa de habitantes,
marginalizados y desviantes, ni súbditos ni ciudadanos, se van transformando en
víctimas y concausas del caos económico, de la anomia y disolución sociales, de la
descomposición y confusión ideológicas, y de la inestabilidad política.

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La presencia y el predicamento de estos estratos o grupos-víctima, y con ellos la


posible emergencia de la subclase o no clase de parias, contribuyen a explicar
fenómenos tan diversos como las crisis universitarias, las actitudes y prácticas
violentas o subversivas en ambos extremos del espectro político, el avance de la
drogadicción y del narcotráfico.

Este proceso general y esta constelación de fenómenos confluyen en la


emergencia de un patrón, una diabólica tríada, integrada por la economía en caos,
la disolución social y la anarquización política. Ello se liga con el refuerzo de las
tendencias a la violencia y represión públicas, privadas y mixtas. A una triple
marginalización corresponde el sometimiento de una gran parte de la población a
una estructura piramidal de dominación.

Al peso de la constelación de intereses, privilegios y poderes monopolistas se


agregan los avances de la economía informal y de la economía criminal, que
incrementan los grupos populares forzados al retiro de la economía organizada,
formal, legal. Ello se entrelaza con la marginalización social, el retiro de la
pertinencia y la participación en las formas normales de la sociedad oficial, la
incorporación de grupos mayoritarios a nuevas formas de sociabilidad informal o
periférica. A las dos primeras corresponde también la marginalización política, el
retiro de la vida política organizada, hacia la apatía y la despolitización, o hacia
formas diferentes de pertenencia y acción, más o menos extra-sistémicas o anti-
sistémicas.

Triple marginalización, explotación y opresión mayores, generalización de


situaciones de miseria y privación, de inseguridad e aislamiento, de impotencia y
apatía, apuntan a un mayor sometimiento de grupos mayoritarios a una estructura
fuertemente piramidal de dominación, y a una mayor dependencia de aquéllos
hacia individuos y grupos dominantes, hacia sus agentes y apéndices, y hacia los
centros de poder, del Estado y de los núcleos más concentrados de la economía
privada. El prototipo del súbdito y su simple lealtad a los poderes existentes
públicos y privados, tradicionales o actualizados, prevalece en los grupos y en los
individuos sobre el prototipo inexistente o débil del ciudadano. Inexistentes o
débiles son también las formas, las prácticas y los resultados de la secularización.

El Estado, las élites públicas, los órdenes institucionales (militares, eclesiásticos,


corporativos), los grupos neoligárquicos - pero también la mayoría de los partidos,
incluso los autodefinidos como opositores - operan en pro de la declinación del
papel de los sectores medios y populares en la política; de su despolitización, tanto
la inherente a su naturaleza y comportamiento como actores sociopolíticos, como
respecto a su relación con la sociedad, el sistema político, el Estado, las opciones
de desarrollo. La frecuencia y preponderancia de los modos y regímenes

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represivos aumentan la centralización y la propensión coactiva del Estado, para la


imposición de la autoridad, de la unidad y del consenso pasivo. Una amplia gama
de medidas legislativas y de prácticas administrativas contra grupos mayoritarios
son parte significativa de un proceso general de intimidación, manipulación y
corrupción por grupos públicos y privados.

Con todo ello tienden a aumentar la importancia y el peso específico del Estado, y
en sus relaciones con la sociedad civil, del Ejecutivo; de gobernantes y
administradores, del establishment policíaco-militar (formal-legal y clandestino);
de los tecnoburócratas, expertos en información y en comunicación; de políticos y
gestores públicos, corrompidos-corruptores, en colisión con grupos y
constelaciones de intereses privados. La acción de estos últimos sobre y en el
estado se modifica y refuerza, además, por delincuencia organizada en mafias
económico-políticas; y por la incidencia de poderes regionales y locales, sus
aparatos, apéndices y periferias.

El peso de los grupos dominantes, desde dentro y como parte del Estado, y como
influencia y control exteriores, es raramente contrarrestado o anulado por la
gravitación de los grupos mayoritarios, dominados y fragmentados, poco
articulados en organizaciones pode- rosas y eficaces, Gerentes de proyectos
propios de política y estrategia, afectados por las restricciones legales y de hecho a
la participación. Se procura el debilitamiento o el desmantelamiento de las formas
de poder y autoridad de la población; de sus organizaciones representativas,
partidistas, sindicales, socioeconómicas, culturales, y de los grupos intermedios de
todo tipo.

Como referentes irrenunciables para el goce de legitimidad y consenso, se


conserva la apelación a la participación popular en y para el proyecto de
desarrollo; y con ello el recurso a la retórica y a la simbología nacionalistas y
populistas, a los rituales de la democracia plebiscitaria y a las técnicas
carismáticas. El pueblo es convocado para cooperar en condiciones de ley y
orden, de despolitización y pasividad, de manipulación autoritaria y clientelística,
de estructuración corporativizante si es posible. Se trata de eludir los peligros y
enemigos externos, imputados responsables del atraso y la dependencia, del
conflicto social y la inestabilidad política, de cooperar para el desarrollo, recibiendo
como concesión beneficios parciales de inmediato, o la promesa de su futura
realización.

Prioridad o exclusividad es dada al establecimiento de relaciones lo más directas


posibles entre gobernantes y gobernados, con reducción o supresión de grupos
intermedios, organizaciones secundarias y, en general, todo lo que implique
órganos y procesos autónomos de la sociedad civil.

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En este contexto, se refuerzan o reproducen diversas restricciones a la autonomía,


la representatividad y la creatividad del Estado. Se reafirman los límites
estructurales a la promoción individual y a la democratización en el reclutamiento
del personal público. Sobre éste operan los mecanismos de control y regulación,
de adoctrinamiento conservador, de imposición de tabúes ideológicos y políticos.

Representantes de fracciones hegemónicas y grupos dominantes controlan ramas


y órganos del Estado, sobre todo las que tienen un papel clave en el sistema de
decisiones, y con predominio sobre otras partes de aquél. Los excesos en la
autonomización y el intervencionismo provocan llamadas al orden
(desestabilizaciones económicas y políticas, acciones externas, golpes de Estado).

La élite pública y el Estado tienden a renunciar a la posibilidad de responder a las


amenazas y ataques a su autonomía y a su propio papel rector con ampliaciones y
movilizaciones de la participación democrática de los grupos mayoritarios.

El análisis precedente apunta ya cada vez más a una crisis del Estado, a su
naturaleza y causas, a sus principales rasgos y proyecciones. Dos importantes
rasgos y componentes de la crisis general del Estado deben ser tenidos en cuenta;
son los referentes a la crisis de los partidos políticos y del parlamento.

1.3.6 Partidos y Parlamento

La ampliación y diversificación de la participación política se ha manifestado en la


continua creación de partidos, movimientos y regímenes, la coexistencia y el
desarrollo simultáneo de diversos tipos. A los partidos tradicionales de notables y
cuadros se han ido agregando variedades del partido de integración sociopolítica
de masas, para naciones en crecimiento y modernización, cambio social y crisis
política, con sufragio universal. Aquél incluye las especies de partido democrático-
amplificador, nacional-populista, liberal o de izquierda reformistas, para elecciones
o acciones parlamentarias con exclusión, en principio, de la toma violenta del
poder. Incluye también, partidos autoritarios de izquierda y de derecha,
identificados con un modelo de partido único. A tales variedades se agrega la
tendencia al surgimiento del partido de reunión (catch-all party).

La variedad tipológica coexiste con una comunidad de rasgos para la mayoría de


los partidos. La crisis de éstos se manifiesta como pérdida de vigencia de los
viejos partidos, debilidad de los nuevos, deficiencias de representación y eficacia
de ambos. La mayoría de los partidos se rutinizan y esclerosan; se desajustan
respecto a los rápidos cambios y las nuevas condiciones. Se reducen o se pierden
su representatividad y su capacidad de acción respecto a clases y fracciones, a
grupos e instituciones, a conflictos y procesos, y respecto a la sociedad nacional.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 60

El desajuste se da respecto a sus bases, como insuficiente capacidad para la


expresión de las necesidades y aspiraciones de grupos e individuos que se
reconozcan en ellos, y para el desarrollo de su conciencia política; y para crear y
conformar una auténtica opinión pública. Ello es parte de la crisis política que
afecta al sistema político y al Estado, pero también a la sociedad civil y a sus
formas de participación, organización y acción. La inadecuación o la decadencia
afectan en diferentes grados a ideologías y modelos, a liderazgos y aparatos, a
métodos e instrumentos de la política, como los partidos, las elecciones, la prensa,
la judicatura.

Se ensancha un hiato entre clases populares y partidos, sobre todo por la


despreocupación de éstos respecto a la masa de desposeídos e impotentes,
informes y no organizados, o por su contribución a la reducción del papel del
pueblo en la política. Los partidos exhiben rasgos compartidos de personalismo y
oligarquización. Están sometidos, además, a fuerte control del Estado.

Se da también la coexistencia, la competencia y el conflicto de los partidos con


otros actores y prácticas, otras formas y cauces de representación, participación e
inserción en lo político-estatal, y por lo tanto como amenazas de reemplazo de los
primeros. Es el caso de las tecnoburocracias, las iglesias y cleros, las asociaciones
y corporaciones empresariales y profesionales, los sindicatos obreros, los
movimientos estudiantiles, los medios de información y comunicación de masas,
los representantes y gestores de grupos oligárquicos y foráneos. Estos actores
competitivos pueden coincidir en multiplicar y reforzar las prácticas de dirección y
gestión, pero también de manipulación, corrupción y violencia, de despolitización y
desideologización. Pueden coincidir también en frenar o desvirtuar el desarrollo y
la incidencia de un sistema de partidos, en atrofiarlo, en volverlo irrelevante o en
destruirlo.

Una convergencia de causas y procesos idénticos o similares bloquea el ascenso y


el papel del parlamento, sobre todo las siguientes:

• Ruptura del equilibrio entre los poderes del Estado en favor del Ejecutivo, su
administración, su tecnoburocracia, sus medios de masas, las tendencias al
poder personal y a la personalización del poder.

• Irrelevancia y trivialización de los partidos, menor relieve y poca trascendencia


de su debate en la sede parlamentaria.

• Prácticas del parlamentarismo mayoritario o del parlamentarismo racionalizado,


para la reducción de incertidumbres, incidentes y riesgos.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 61

• Competencia de otras instancias y circuitos: de representación (asociaciones,


sindicatos, sondeos) o de deliberación (conferencias de medios de masas, de
organizaciones corporativas).

• Transferencia de la política a otros espacios: oposición extraparlamentaria;


democracia supletoria de parlamentos y partidos; asociaciones de ciudadanos,
lobbies, metapolítica bajo la forma de impugnaciones más sociales y culturales
que políticas.

La crisis del parlamento se manifiesta en síntomas de pérdida o debilitamiento, o


de no adquisición, de funciones y poderes: de representación, de legislación, de
orientación política nacional, de control, de investidura y de desautorización de
gobiernos.

La crisis de los partidos y del parlamento se entrelaza e interactúa con la carencia


por grupos y clases de cohesión, conciencia y voluntad unificada, de
representación eficaz, de aptitud para formular e imponer sus intereses y
proyectos, y para constituir y hegemonizar amplias coaliciones. Se multiplican las
trabas y las perturbaciones para la creación y el uso de formas racionales de
acción política, y para el logro de consensos sobre fines y tareas nacionales; las
divergencias irreductibles; las situaciones de incoherencia, de equilibrio
paralizante, de fuerzas de estancamiento catastrófico.

Clases, fracciones, grupos, órdenes institucionales, partidos, contribuyen con sus


participaciones a generar crisis que no están en condiciones de resolver, al mismo
tiempo que sufren y agravan sus crisis internas. En las cumbres y en las periferias
del sistema político se refuerzan tendencias a la restricción o a la supresión de las
instituciones y los regímenes de tipo democrático y su reemplazo por regímenes
mas o menos pragmáticos y coyunturales, oligárquicos y autoritarios; a la gestión
monocrática del Estado (hacia y en la derecha, o hacia y en la izquierda).

1.3.7 Crisis y Resurrección del Estado

El intervencionismo y autonomización del Estado se despliegan como tendencia


dominante, bajo condiciones que al mismo tiempo los crean y refuerzan, los llevan
a la crisis, y eventualmente los recuperan y realimentan. Ello no autoriza a
suponer, ni la fatalidad de una decadencia y desaparición del Estado
latinoamericano, ni la imposibilidad de una alternativa superadora de los actuales
dilemas, sobre todo el referente a la oposición estatismo/ desestatización.

Las políticas de autocentralización y de amplificación del poder estatal, del sostén


de minorías privilegiadas, de marginalización y des-politización de las mayorías,

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 62

multiplican contradicciones y conflictos de todo tipo que revierten sobre el Estado,


reducen su autoridad, su legitimidad y consenso, su capacidad de acción hacia
adentro y hacia afuera de su espacio nacional.

El Estado se debilita e incapacita al mismo tiempo como agencia de conservación y


mero crecimiento, de cambios inherentes al sistema y de desarrollo. Se
desinteresa por un papel autónomo y mediador, representativo y de cambios
progresivos. No puede o no quiere unir los principales actores e intereses de la
sociedad y del sistema político, por la fuerza de lo que hace y por sus logros
efectivos en el desarrollo. Se vuelve represivo y regresivo, menos dotado de
autoridad y legitimidad, menos sometido al Derecho y a los controles de legalidad
y responsabilidad.

Ello es necesariamente el caso de Estados y gobiernos nada representativos, no


apoyados en una densa trama de fuerzas productivas e innovadoras de una
sociedad civil inexistente, o debilitada y subordinada. Aquéllos están cada vez más
presionados o controlados por minorías público-privadas de tipo conservador o
regresivo. Sufren la mengua de su legitimidad y consenso. Están absorbidos por
dificultades de supervivencia inmediata, amenazados por oleadas sucesivas de
crisis nacionales e internacionales, de naturaleza, envergadura, intensidad y
velocidad sin precedentes.

En estas condiciones, las intervenciones del Estado se dan en y por la


improvisación, la presión de coyunturas y emergencias; resultan inorgánicas y
contradictorias; realimentan su irracionalidad y anarquía propias. El Estado usa
poco y mal los instrumentos y entes en sus manos. Tiende a la abdicación de sus
posibilidades y poderes. No proporciona suficientemente los impulsos, los valores
y las normas, las opciones y programas que requerirían una estrategia y una
política para el desarrollo y su planificación democrática. Adopta una postura
limitativa respecto a su propio papel, como regulador mínimo y tapabrechas en
relación a los problemas, las necesidades e intereses de la sociedad y de sus
principales clases y grupos.

Sus políticas oscilan entre un sesgo nacional-populista-estatizante, y otro elitista-


privatista- neocolonialista, o los combina en proporciones variables. Mucho queda
librado a la dinámica del mercado y de los intereses privados predominantes, por
una parte, y al arbitrio de las élites y aparatos gubernamentales por la otra. La
coexistencia entre el sector público y el privado es dificultosa y tiende al
fortalecimiento del segundo, en detrimento de la autonomía, gravitación y eficacia
del Estado.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 63

Meramente intervencionista, dirigista o planificador, el Estado a la vez busca y es


obligado a la ingerencia continua en relación a intereses inconciliables, problemas
difíciles, conflictos insolubles, fines divergentes, y lo hace con medios insuficientes
o inadecuados, a través del uso de métodos e instrumentos, el cumplimiento de
actos, unos y otros mutuamente contradictorios. Al mismo tiempo, el Estado
carece de criterios ciertos y capacidades efectivas para la percepción, la evaluación
y la decisión respecto a los principales problemas y conflictos. Aquí convergen las
características de los emisores sociales y del Estado receptor.

La información sobre las necesidades y demandas, los problemas y conflictos, de


clases y grupos, de instituciones y subsistemas, es dada de manera brumosa o
deformada por una sociedad opaca y contradictoria; a través de mediaciones
distorsionantes, de mensajes ambiguos o enigmáticos y de desciframiento incierto.

Dadas la naturaleza y las modalidades de los conflictos, cambios y crisis, y la falta


de solución duradera a las cuestiones de hegemonía, ninguna clase o grupo
domina totalmente y exclusivamente al Estado, ni lo usa de manera irrestricta en
función de sus intereses y proyectos. Una diversidad de fuerzas operan a la vez
sobre el Estado y en su seno; lo disocian y paralizan; se entrelazan con facciones y
órganos gubernamentales y refuerzan sus competencias y rivalidades internas, sus
carencias de coordinación, su anarquía y su ineficiencia.

El aparato y el personal del Estado sufren una dialéctica de la centralización y de la


dispersión. La sobreacumulación de poder y autoridad en el poder central, en su
núcleo ejecutivo y en la alta tecnoburocracia, va, como se dijo, en detrimento de
los poderes legislativo y judicial, pero también de los grupos intermedios y
organizaciones secundarias de los partidos políticos, de la prensa y la opinión
pública; y más allá de todo ello, de lo que alcanza a ser sociedad civil o sobrevive
como tal, y de las mayorías nacionales.

Por otra parte, los grupos políticos y administrativos proliferan en el aparato


estatal; ejercen un control feudalizante sobre sus ramas, órganos y empresas
públicas. El entrelazamiento de estos grupos con sectores de la sociedad civil se
da a través de una red de relaciones, servicios y apoyos mutuos, y de formas
específicas de clientelismo y corporativización. Supercentralización autoritaria y
dispersión feudalizante contribuyen a crear o reforzar la agregación asistemática
de entes, mecanismos y responsabilidades del aparato estatal; la búsqueda
errática de soluciones coyunturales y reformas aisladas, sin reglas ni mecanismos
de cohesión y ajuste.

Como aparato-institución-grupo, el Estado se vuelve cada vez más heterogéneo y


contradictorio. Se decide y obra en gran medida a ciegas, por el ensayo y el error.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 64

En sus políticas y actividades, se suceden y entrelazan las soluciones insuficientes,


los resultados ambiguos, los fracasos y las crisis, reforzando en segundo grado las
causas de las restricciones y frustraciones para su intervencionismo y autonomía.

El Leviathan criollo alcanza su culminación casi simultáneamente con su entrada en


crisis. Diversas fuerzas dentro y fuera de él lo coaccionan y desgastan, lo
amenazan en su existencia, su autonomía y su supremacía, en la eficacia y alcance
de sus acciones. Al mismo tiempo iguales o similares causas y dinamismos
realimentan o crean contratendencias a su mantenimiento y refuerzo.

La intensidad y la profundidad de la crisis internacional, su duración y desenlace


imprevisibles, en entrelazamiento con los resultados insatisfactorios y los negativos
efectos del crecimiento y la modernización con las modalidades en que uno y la
otra se han desplegado hasta hoy, el estancamiento y regresión evidentes,
multiplican problemas y conflictos para los cuales no parecen existir todavía
soluciones adecuadas ni actores que las sostengan e implementen.

El estado y las corporaciones de las potencias y países desarrollados, las


instituciones internacionales, las fracciones de la clase económicamente
dominante, parecen imposibilitados o renuentes para asumir el control y el
ejercicio directos del gobierno y la administración de los países latinoamericanos,
aun en situaciones de crisis y catástrofe, de caos económico, de disolución social y
de anarquización políticas.

Aumentan, así, la necesidad y la posibilidad de la mediación arbitral y la rectoría


decisoria del poder político institucionalizado como Estado, en tanto garantía, más
o menos insuficiente, pero de todas maneras única, de vigencia de las condiciones
de recuperación o renovación de la coherencia, unidad, equilibrio y continuidad de
los sistemas nacionales o de la viabilidad de su transformación (progresiva o
regresiva). Con ello se mantienen y realimentan las situaciones y tendencias
favorables a la autonomización y a la autoacumulación de poderes y recursos, de
posibilidades de acción y privilegios, por y en favor del Estado y las élites públicas,
con el apoyo y en el beneficio también de sus periferias, clientelas y alianzas
sociopolíticas.

Una entre las tendencias posibles que se preparan en los pliegues de la historia
latinoamericana por venir es la de un neo-estatismo, que se desplegaría en una
variedad de tipos y modalidades posibles. Sus concreciones dependerían de la
combinación de varias dimensiones: naturaleza, modos y desenlaces de los
grandes conflictos y crisis; alianzas de élites, clases, grupos e instituciones;
incidencia interna de los factores externos; redefiniciones de los modelos y
caminos de desarrollo y de sistema, y sus cristalizaciones en proyectos y

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 65

estrategias; redespliegue de las relaciones entre Estado y Sociedad Civil, entre


sectores público, privado y social, entre Estado y Derecho; prevalencia del
autoritarismo o de la democratización y, en ambos casos, los grados y formas de
uno y otra.

Una tipología posible, pero no exhaustiva de formas de Estado, bajo las


especificaciones aportadas por los regímenes políticos y los particularismos social-
históricos de cada país, podría incluir una gama como la siguiente: Neo-Fascismo;
Bonapartismo nacional-populista; Colectivismo Autoritario (como la variedad
peruana del modelo camboyano bajo la forma de Sendero Luminoso); Estado
Democrático de Derecho. Aquí la problemática de la crisis y reforma del Estado se
entrelaza con las de la democratización y de los caminos alternativos de desarrollo,
lo que excede los límites de este trabajo y remite a otro posterior.

Proceso de Comprensión y Análisis


• ¿Qué se entiende por crisis económica?
• ¿Qué relación se puede encontrar entre las crisis petroleras y la crisis del
estado de bienestar?
• ¿Cómo se puede interpretar la crisis política en Latinoamérica a mitad de siglo?
• ¿Cómo se puede significar el populismo?
• ¿Cómo la guerra fría condiciona la inestabilidad política de Latinoamérica a
mitad de siglo?
• ¿Qué diferencia existe entre una dictadura y un régimen autoritario?
• ¿Cuáles son los intereses norteamericanos en la región latinoamericana a mitad
de siglo?
• ¿Por qué se habla de la crisis del estado latinoamericano?
• ¿Qué es la alianza para el progreso y con qué fines fue diseñada?
• ¿Que se entiende por División Internacional de Trabajo y como afecta a
Latinoamérica?

Solución de Problemas
• ¿Las crisis económicas y políticas se pueden interpretar como intentos de
desarrollo en Latinoamérica o sirven para establecer y argumentar una crisis de
autonomía que caracteriza la historia latinoamericana?

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 66

• ¿Ha existido democracia en América latina? ¿La crisis del estado se debe a los
malos manejos de los recursos económicos o más bien a la precariedad de las
estructuras democráticas latinoamericanas?

Síntesis Creativa y Argumentativa


A mitad de siglo empieza a plantearse el problema del subdesarrollo, este debate
se aborda desde dos perspectivas. Con la síntesis creativa y argumentativa se
pretende que el estudiante comprenda las implicaciones de las mismas. Para tal
fin se desarrollarán las siguientes actividades:

• Cada estudiante elaborará un ensayo donde defienda una de las siguientes


tesis:

Tesis 1: el subdesarrollo en América latina se explica por la corrupción de los


estados y la ineficiencia de los mismos en el manejo de los recursos, de allí se
derivan también las crisis económicas. Es necesario reestructurar al estado
para conseguir desarrollo.

Tesis 2: el subdesarrollo en América latina se explica porque el modo de


producción no es propio de la región y no se ajusta a las realidades propias del
subcontinente. De allí que las crisis económicas sea externas a las estructuras
políticas de los estados. Es necesario cambiar de modo de producción para
conseguir desarrollo.

• Se desarrollará una mesa redonda donde se discuta a favor o en contra de los


postulados anteriores, estos deben ser desarrollados en el contexto de mitad
del siglo en América latina, a final de la misma se extraerán conclusiones.

Autoevaluación
• ¿Qué se entiende por Estado de Derecho y cuál es su diferencia con el Estado
de Bienestar?
• ¿Qué relación existe entre Estado de Derecho y Democracia?

• Desde el contexto del medio siglo en América Latina ¿cómo se puede


interpretar el debate entre mercado y Estado?

• ¿Por qué ocurre el intervensionismo de Estados Unidos en América Latina?

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 67

• ¿Qué diferencias macroeconómicas se pueden establecer entre: la crisis de la


deuda externa y la crisis petrolera?

Repaso Significativo
• Elaborar un esquema conceptual donde se relacionen los siguientes términos:
crisis, autonomía, producción, inestabilidad, intervención, deuda externa,
desarrollo, pobreza, militarismo.

Este esquema conceptual se expondrá a los compañeros del Cipa, donde se


argumenten las razones de la ubicación de cada uno de los términos en su
esquema, así como las líneas de relación.

Bibliografía Sugerida
BENZ, Wolfgang y HERMANN, Graml. El siglo XX, III. Problemas mundiales entre
los dos bloques de poder, Siglo XXI, México, 1982, p.285 1ª ed. en alemán, 1981.

CARDOSO, Fernando Enrique. Caracterización de los regímenes autoritarios, en


David – Collier. El nuevo autoritarismo en América Latina. México: Fondo de
Cultura Económica. 1985. 1ª ed. en inglés. SOC 261. 1979.

CARDOSO, Fernando H. Estado y Sociedad en América Latina. Buenos Aires:


Nueva Visión, 1972.

M. Kaplan. Estado y Sociedad en América Latina. San José de Costa Rica:


Cuadernos de Capel, 1985.

M. Kaplan. Modelos Mundiales y Participación Social. México: Archivos del Fondo,


Fondo de Cultura Económica, 1974.

M. Kaplan. Participación Política, Estatismo y Presidencialismo en la América


Latina Contemporánea. San José de Costa Rica: Cuadernos de Capel, 1985.

PREBISCH, Raúl El Capitalismo Periférico. Crisis y Transformación, México: Fondo


de Cultura Económica, 1981.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 68

UNIDAD 2: Suramérica: Populismos,


Militarismos y Violencia

Descripción Temática

Las realidades latinoamericanas en la mitad del siglo XX, auque complejas y


particulares, se pueden agrupar para su estudio en cuatro grandes ejes: Los
regimenes políticos militares, el surgimiento de movimientos guerrilleros, la
confrontación militar de estos dos y el intervensionismo político de Estados Unidos
en los asuntos internos de los Estados Latinoamericanos.

La presente unidad gira en torno a estos cuatro ejes, planteando tanto la situación
de las dictaduras de Suramérica como los regímenes militares y los movimientos
guerrilleros Centroamericanos.

Horizontes
• Comprender el proceso histórico por el cual se formaron los diferentes
regímenes militares en América Latina y las implicaciones sociales y económicas
que esta forma de gobierno tuvo en la historia del continente.
• Analizar las condiciones que permitieron el surgimiento de grupos guerrilleros
en América Latina y el papel protagónico de éstos durante la época estudiada.
• Criticar el proceso de democratización en América Latina, analizando el rol de
los Estados Unidos en la legitimación de las formas de gobiernos propias de
América Latina en el medio siglo.

Núcleos Temáticos y Problemáticos


• El Militarismo en América del Sur
• Centroamérica: Dictaduras, Revoluciones y Violencia

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 69

Proceso de Información
2.1 EL MILITARISMO EN AMÉRICA DEL SUR

2.1.1 Concepción del Militarismo1

Entendemos el militarismo como la doctrina o sistema que valora positivamente la


guerra y atribuye a las fuerzas armadas primacía en el Estado y la sociedad.

Exalta una función, la aplicación de la violencia, y una estructura institucional: la


organización militar. Implica a la vez una orientación política y una relación de
poder. El uso de la violencia militar esta relacionado sobre todo a las relaciones
exteriores, frente a los enemigos de la patria.

El modelo ideal de militarismo se da en la antigüedad con el Estado Espartano, en


el Japón de 1931 a 1945 y en la Alemania durante las últimas etapas de la primera
guerra mundial, con el modelo del ejército prusiano, que luego modernizara Hitler.

Para algunos autores, el militarismo es también una desproporción de personeros


militares sobre los civiles, en el mando de un Estado o cuando son militares los
que ostentan el mando de una nación. Esto llevaría el traspasar la esfera de la
experticia técnica y profesional del militar, dejando de lado el desarrollo de su
pericia guerrera para abarcar otros ámbitos del que hacer político y económico que
no son propios de su naturaleza, esto le llevaría al fracaso en caso de guerra o
conflicto armado, como ocurrió con la frustrada recuperación de las islas Malvinas
por el Estado Mayor Argentino.

En Estados altamente centralizados y en términos patológicos, es el Ejército el que


decide unilateralmente el carácter de las instituciones básicas, la forma de
gobierno, los derechos y deberes de los ciudadanos (escritos en la “nuevas
constituciones”) y la parte de los recursos nacionales asignados a funciones
militares. Algo parecido a lo que ocurrido en el Chile de Pinochet, donde se da un
nuevo “código de derechos y deberes nacionales” (Constitución de 1980) y se
reasignan enormes cantidades de dinero (20% de las exportaciones de cobre)
para solventar, no solo la compra de equipo militar, sino y sobre todo, financiar al
creciente aparato burocrático militar y las pensiones del estado mayor del ejercito).

Serán los liberales de las clases medias de la Europa del siglo XIX, los que
utilizaran por vez primera este termino al ver las grandes diferencias entre sus
intereses burgueses, con los de los oficiales aristócratas; “se dieron cuenta

1
Guillermo Cortes Lutz, Director departamento de Estudios de Atacama GEA

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 70

claramente que los ejércitos permanentes se habían convertido en ciudadelas del


privilegio aristocrático. Los valores de los oficiales aristócratas chocaban con los
de la clase media. Los oficiales apreciaban la jerarquía, el honor feudal, el
absolutismo, la prodigalidad y la unidad orgánica; la clase media hablaba de
igualdad, lucro material, gobierno parlamentario, ahorro e individualismo”. Estos
mismos liberales franceses, identifican las fuerzas armadas con el poder
desenfrenado, la reacción y la guerra. Por eso, “dondequiera que la democracia
representativa avanzó, el poder militar fue obligado a retroceder y doblegarse”.

Los últimos enfoques en los análisis del militarismo, ya no se centran en su política


exterior belicista, sino en las campañas internas, represiones a los enemigos
ideológicos, que han surgido de las revoluciones sociales reivindicativas, de los
sectores mas desposeídos y de la izquierda revolucionaria. En este sentido la
revolución social reemplaza a la guerra como forma de violencia, en especial el
caso latinoamericano y su “Doctrina de Seguridad Nacional”, y más
recientemente con el desarrollo de la doctrina “del Eje del mal y la guerra total al
terrorismo”.

El Militarismo empieza cuando las Fuerzas Armadas, acompañan sus


reivindicaciones, con amenazas de sanciones o castigos, si estas no son
escuchadas; “retirar el apoyo, anunciar públicamente el desacuerdo, negarse a
ejecutar las ordenes civiles, levantarse en armas, etc.” Si las presiones y los
chantajes tienes resultado, los militares entrarán en la escena política, gobernando
directamente o en forma encubierta, los militares pueden intervenir solos o en
coalición con políticos, secundados por títeres civiles, “el poder tras las sombras”,
recordemos que en cierta medida, los militares poseen ventajas comparativas, en
relación a sus “adversarios civiles”: tiene seguidores disciplinados, una amplia red
de comunicaciones y sobretodo armas pesadas. Con ello pueden manipular o
aplazar las elecciones, el despliegue de tropas para intimidar a los oponentes o
para la ocupación de puntos clave y la detención o el asesinato de los políticos,
etc.

Lo antes mencionado es perfectamente aplicable en los países latinoamericanos,


los fraudes electorales, el asesinato político y desapariciones pero por sobre todo,
los llamados “pronunciamientos militares” o golpes de Estado. Podemos
distinguir las intervenciones esporádicas o constantes y los gobiernos militares
prolongados y breves, en donde las juntas militares asumen con frecuencia el
poder con la promesa de que servirán solo como custodios, hasta que un poder
legitimo pueda ser establecido. Pero semejantes promesas no siempre se
cumplen. La demanda de un liderazgo militar varia en relación a los conflictos
externos o internos a la que un país se vea afectado.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 71

El teórico británico Lasswll en 1941, elabora la teoría del “Estado Guarnición",


que es aplicable a las sociedades industriales. Allí plantea que si un determinado
país esta constantemente expuesto a crisis externas, potencialmente bélicas, esos
gobiernos destinaran todo su potencial a los preparativos de defensa y sus
sistemas sociales estarán controlados por una coalición de militares y civiles (el
caso israelita es un buen ejemplo), aunque; “las experiencias británicas y
soviéticas, durante la segunda guerra mundial y en la posguerra, también sugieren
el hecho de que las crisis de seguridad prolongadas no generan necesariamente
regímenes militares, allí donde los gobiernos civiles descansan sobre un sólido
consenso nacional”.

En lo referente a las crisis internas, se distinguen tres casos: en el primero una


sociedad que se ha desorganizado hasta el grado de la anarquía, las fuerzas
militares parecen idóneas para restaurar el orden público interior. En el segundo
caso, los grupos de poder valiéndose del control del Estado, trataran de
perpetuarse en el poder y explotan a los mas desposeídos, estos se revelaran y
como la clase dirigente no posee los mecanismos para el control de esos grupos
peligrosos, tendrán que recurrir a la policía y al ejercito para imponer su
obediencia, castigando y vigilando. Es allí donde el poder político utiliza a los
militares para reprimir a las masas que se movilizan y protestan por mejoras en las
condiciones de vida.

En el tercer y ultimo caso; esta relacionada con las luchas entre las elites, y
aunque la base del orden social no se vea amenazada, estas chocan en conflicto
por temas de corrupción, política exterior, reformas constitucionales, alternancia
en el poder, fraude electoral, conflicto de la capital con las provincias, etc.

Entonces una de las fracciones se dirige y pide auxilio a los militares y estos se
alinean con un determinado grupo, Finer en si ensayo “Cultura Política” de 1962,
ha relacionado los niveles de intervención militar con las demandas de liderazgo
militar que se han originado por condiciones internas, lo que el llama “el orden".

En las culturas desarrolladas pero no plenamente maduras el militarismo emerge


en forma de intervenciones esporádicas, generalmente encubiertas. En los países
con cultura política baja o mínima, la intervención es proporcionalmente más fácil,
mas abierta, más frecuente y más duradera. Sin embargo, una sucesión de golpes
militares puede servir también como sustitutivo de la guerra revolucionaria,
impulsando a países de baja cultura política, hacia la madures política.

De acuerdo a las oportunidades para adquirir supremacía política, no todos los


militares están dispuestos a aprovecharlas; “las disposiciones para hacerlo
dependen del concepto que tengan de si mismos y de los valores que profesan,

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 72

algunos de los cuales a su vez conforman la política interna de los regímenes


militares. El valor inhibitorio más importante es la aceptación del principio de la
supremacía civil”.

Históricamente, ha existido una estrecha relación entre los ejércitos y los sectores
conservadores de la sociedad. Esta constante se da no solo en Europa central,
sino que además en África y sobretodo en las dictaduras de Latinoamérica. Como
señala un estudio; “las relaciones frecuentes de estos militares con los llamados
partidos de derecha , que los han hecho a veces los perros guardianes de la
oligarquía (...) en México el ejercito republicano se convirtió después de la
independencia en uno de los pilares del partido conservador hasta 1861-1867”.

Pero es preciso agregar que de igual forma existieron militares liberales o


reformistas. Así lo señalas las tradiciones militares de la Independencia de EE.UU.,
de la Revolución Francesa, de los ejércitos Napoleónicos, de algunos militares
prusianos y también algunos de nuestros héroes de las luchas de independencia,
Bolívar, OHiggins, entre otros.

Los orígenes, las relaciones sociales, la edad y las influencias extranjeras, están
entre los factores que conforman la orientación económica y social de los líderes
militares. De esta forma, cuando el ser militar es una forma de poder social y una
profesión aristocrática, atrae a los bien nacidos y los ricos (hijos de la elites y
oligarquías). Por otro lado, cuando esa profesión militar esta abierta a los
hombres de talento guerrero, en donde pueden llegar a ella por la libre
competencia, es mas probable que puedan aspirar a ella los miembros de clases
medias y grupos inferiores.

En su interesante libro “América Latina; introducción al extremo occidente”, en el


capitulo que dedica al estudio del fenómeno de las Fuerzas Armadas en América
Latina Alain Rouqué repasa las teorías del militarismo, es así como identifica,
principalmente dos. Una que él llama “historicista” y otra “conspirativa".

Según la primera, el militarismo de hoy seria el heredero y continuador del


caudillismo de ayer, fruto de la anarquía de las guerras de independencia.

Conviene señalar que la asimilación de los jefes de banda de las luchas intestinas,
militares aficionados, a menudo engalanados con rimbombantes grados a los
oficiales de carrera carece de fundamento. El caudillo, guerrero improvisado, nace
en efecto de la caída del Estado colonial español y de la desorganización social. El
oficial es el hombre de la organización y no existe sino por y para el Estado. Los
ejércitos modernos son instituciones públicas burocratizadas que detentan el
monopolio técnico de la aplicación de la violencia legal; los caudillos representan

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 73

la violencia privada que se alza contra el monopolio estatal o sobre sus ruinas. Los
caudillos son poderosos locales, jefes de guerrilla, o notables civiles, que han
tomado las armas con ocasión de las guerras y movimientos revolucionarios del
continente iberoamericano. Al contrario, los militares, los oficiales de carrera que
mandan tropas regulares, cuyo asenso sigue reglas preestablesidas, que salen de
academias especiales y han hecho a menudo practicas en Westpoint o en Panamá
( Canal Zone ), en Saint-Cyr , en Alemania , en España , etc.

El segundo concepto de tipo conspirativo, la historia-complot, que han concebido


un primerísimo lugar a la interpretación instrumentista del poder militar. Desde los
golpes de Estado de 1964 en Brasil y sobre todo de 1973 en Chile, la idea de que
los ejércitos latinoamericanos son manipulados desde el exterior, en donde los
militares latinoamericanos son presentados como simples prolongaciones del
aparato militar norteamericano y defensores absolutos de los intereses de los
Estados Unidos.

Personalmente me adhiero a esa hipótesis, creo que la historia tiene ciertos grados
de conspiración. No podemos negar la influencia del Pentágono, sobre los
ejércitos de América Latina, no solo en sus cursos de instrucción y venta de
material bélico, sino también y sobretodo en la ideologización al cual fueron
expuestos, la doctrina de seguridad nacional y la defensa de las fronteras
ideológicas. De igual forma la simpatía de ciertas compañías transnacionales que
han establecido algún grado de interés con las dictaduras de América Latina y que
en muchos casos, junto con la CIA, han fraguado sendos golpes de Estado, contra
los gobiernos democrático, el caso de la ITT en Chile , contra el gobierno de la
Unidad Popular , es por demás conocido.

Alain Rouqué cree en los matices, las causas son múltiples y tanto exteriores como
internas; “...el militarismo contemporáneo no aparece como una fatalidad histórica
, ni como fatalidad geográfica: ni el determinismo cultural , ni la manipulación
externa dan cuenta de un fenómeno complejo donde las circunstancias nacionales
y transnacionales se entremezclan. El papel político de los ejércitos ni en el
tiempo, ni en el espacio latinoamericano, es la expresión de configuraciones
sociales y modelos de desarrollo poco propicios para el orden representativo. Por
otra parte ese fenómeno también obedece igualmente a la naturaleza de los
ejércitos, a su inserción en la sociedad y el Estado.

En la década de los sesenta y setenta en América Latina, se asientan varios


modelos militaristas o dictatoriales.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 74

El modelo patrimonial de las dictaduras familiares, en donde el proyecto


socioeconómico difícilmente va más allá de la prosperidad privada y el
enriquecimiento dinástico (como el caso de Somoza y Stroessner)

Las revoluciones hechas desde arriba y su refromismo pasivo, es el Perú del


general Velasco Alvarado, su exponente más significativo.

Los regímenes burocráticos desarrollistas, el objetivo era sustraer el desarrollo


acelerado y asociado al capital extranjero al debate político y a las presiones
sociales. Es el caso de Brasil luego de 1964, Argentina desde 1966 al 1970.

Los regímenes terroristas y neoliberales, están representado por las dictaduras que
se instauran en Chile y Uruguay en 1973 y Argentina en 1976. Aquí encontramos
una violencia represiva desmesurada sin precedentes y liberalismo económico
extremo, sino ortodoxo. “Su ambición común es reestructurar la sociedad a fin de
establecer sino un orden contrarrevolucionario permanente, por lo menos una vida
política y social sin riesgo para el status quo”.

La influencia de facto, que establece EEUU en América Latina es tardía y no se


inicia con la entrada triunfante de las tropas de Fidel Castro a la Habana, sino más
bien a la ruptura que este hace de las relaciones con la Casa Blanca hacia 1960 y
la hipótesis de conflicto ESTE-OESTE.

De hecho, anterior a ello, nuestros países no eran una prioridad militar para el
Pentágono, pues el allí no representa para Washington un peligro presente, no
obstante principios de la década de los sesenta, el triunfo de la Revolución
Cubana, modifica las concepciones estratégicas de Estados Unidos, implica una
redefinición del enemigo y la aplicación de doctrinas llenas de consecuencias
políticas inmediatas. En adelante se privilegia la lucha contra el “enemigo
interior”. Frente al peligro de subversión comunista, las fuerzas armadas del
continente, se entrenan para la lucha contrarrevolucionaria. La Doctrina de
Seguridad Nacional, reemplaza a la de Defensa Nacional.

Los EEUU y los grupos de poder, que valiéndose de truculencias interrumpen


cualquier intento Progresista o que pretenda modificar las antiguas estructuras de
poder, indicándolos como comunistas, subversivos y revolucionarios. “Los ejércitos
derrocan preventivamente a gobiernos considerados demasiado débiles con
respecto al peligro comunista o demasiado tibios en su solidaridad con EEUU. Es
la época del gran temor al castrismo en América Latina.” A. Rouqué. 1989. De
esta forma se suceden los golpes militares en Argentina y Perú (1962), en
Guatemala, Ecuador, República Dominicana y Honduras (1963), Brasil y Bolivia
en 1964, Chile y Uruguay en 1973, Argentina 1976.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 75

“La década del setenta se inicio anunciando síntomas de deterioro del sistema
democrático Latinoamericano. Además de la profundización de los movimientos
insurgentes de izquierda, que continuaron con la lucha armada, muchos países
soportaron dictaduras militares en Centroamérica y el Cono Sur. La lucha armada
impulsada por algunas organizaciones de izquierda habían alcanzado un alto
grado de difusión durante la década del sesenta, pese al duro revés que significo
la muerte de Ernesto Che Guevara, el 8 de octubre de 1967 en la selva boliviana”.

Como ya hemos mencionado, la influencia se traduce no solo en la venta de


armas, sino en el adoctrinamiento ideológico que estos ejércitos reciben en las
Academias Militares de EEUU. “En los años cincuenta numerosos oficiales todavía
jóvenes y desconocidos, pero que estaban llamados a desempeñar un importante
protagonismo en el futuro, allí se encontraban Hugo Banzer (Bolivia), Augusto
Pinochet (Chile), Ernesto Geisel (Brasil), Alfredo Stroessner (Paraguay)y Jorge
Videla (Argentina).”

Finalmente los gobiernos democráticos retoman el poder político en América


Latina... los militares retornan a sus curtéles. En 1979 Ecuador con Javier Roldos,
1980 Fernando Belaunde Terry en Perú, 1982 Honduras con Roberto Suazo y
Bolivia con Hernando Siles Zuazo, 1983 Argentina con Raúl Alfonsin, 1984, el
Salvador con José Napoleón Durte, 1985 el Uruguay de Julio María Sanguinetti y el
Brasil de José Sarney, 1986 Guatemala con Vicencio Cerezo, 1989 Panamá con
Guillermo Endara y el del presidente provisorio del general Andrés Rodríguez y
1990, Chile con Patricio Aylwin.

El viraje en la política exterior de EEUU es una variable importante. Al caer el


muro de Berlín y con ello acabar la guerra fría, el enemigo ideológico ya no era
prioritario, esto hace que el Pentágono, se inclinen al apoyo de formas y sistemas
democráticos en el continente. “En efecto de 1976 a mediados de 1990, periodo
que abarca la totalidad de los ocho años de Reagan en la presidencia y el primer
año y medio de Bush Padre, ninguna democracia del continente sucumbió ante un
golpe de estado militar y nueve de los once países latinoamericanos, se volvieron
al control civil entre 1979 y 1990”. Pareciera que la lucha antisubversiva apoyando
dictaduras militares impopulares fuera contraproducente. Además parecía poco
probable que en futuras elecciones ganaran las fuerzas de la izquierda, estas ya no
eran un peligro ideológico.

A continuación se presenta un recorrido general de los principales militarismos que


se vivieron en América del sur en las décadas de los sesenta y setenta, que
marcaron un periodo histórico caracterizado por la violencia, la intervención de los
Estados Unidos en asuntos latinoamericanos y el surgimiento de grupos
guerrilleros.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 76

2.1.2 Chile y la Dictadura de Pinochet

Situación Política de Chile en la Posguerra

En 1946 ganó las elecciones Gabriel González Videla, líder del Partido Radical,
apoyado por una coalición de izquierda cuyos principales componentes eran su
propia agrupación y el Partido Comunista. Videla nombró a tres comunistas para
ocupar carteras ministeriales, pero la coalición consiguió mantenerse apenas seis
meses, ya que los ministros comunistas, con frecuencia enfrentados con los demás
miembros del gabinete, fueron destituidos en abril de 1947. Hacia finales del
mismo año, Chile rompió relaciones diplomáticas con la Unión Soviética.

En 1948 centenares de comunistas fueron encarcelados en virtud de la Ley de


Defensa Permanente de la Democracia, que proscribió al Partido Comunista. Poco
después fue sofocada una rebelión militar encabezada por el antiguo presidente
Ibáñez. Durante los años siguientes fueron frecuentes las manifestaciones sociales
y sindicales. En 1951 se produjeron huelgas en casi todos los sectores de la
economía.

Al año siguiente, la reacción popular contra los partidos tradicionales tuvo como
consecuencia la elección del general independiente Carlos Ibáñez, quien restauró
el orden en cierta medida, aunque no pudo solucionar los problemas económicos y
sociales. En 1958 asumió la presidencia Jorge Alessandri, antiguo senador e hijo
de Arturo Alessandri Palma, a la cabeza de una coalición de conservadores,
radicales y liberales, con una plataforma que favorecía la libre empresa y la
promoción de la inversión extranjera.

En respuesta a la fuerte oposición del nuevamente legalizado Partido Comunista y


de la recientemente creada Democracia Cristiana, Alessandri propuso un plan de
diez años que establecía reformas fiscales, proyectos de infraestructura y la
reforma agraria. En 1964 rompió relaciones diplomáticas con Cuba, aunque
restableció los vínculos con la Unión Soviética. En 1960, un maremoto y un
terremoto sacudieron al país provocando enormes daños y miles de muertos,
especialmente en la zona de Valdivia.

En las elecciones presidenciales de 1964, el antiguo senador Eduardo Frei


Montalva, candidato de la centrista Democracia Cristiana, derrotó a una coalición
de izquierdas. Las importantes reformas de Frei, como la nacionalización parcial
del sector del cobre (la denominada “chilenización del cobre”), provocaron la
insatisfacción de algunos sectores de la derecha, lo que desembocó en una
violenta oposición política.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 77

El Gobierno de Allende

Al aproximarse las elecciones presidenciales de 1970, la oposición de izquierda se


coaligó en la Unidad Popular. Nombró candidato a Salvador Allende, quien en su
campaña presentó un programa que prometía la nacionalización total de todas las
industrias básicas, de la banca y de las comunicaciones. En las urnas obtuvo el
apoyo del 37% de los votantes, por lo que, al no haber logrado una mayoría
absoluta, el Congreso tuvo que pronunciarse y respaldó a Allende frente a su
opositor de derecha, el anterior presidente Alessandri (en Chile, la elección
presidencial no es directa y es el Congreso el que designa al mandatario). Allende
se convirtió en el primer presidente elegido con un programa socialista en un país
no comunista de Occidente.

Una vez asumido el cargo, Allende comenzó rápidamente a cumplir sus promesas
electorales, orientando al país hacia el socialismo con su popular lema “vía chilena
al socialismo”. Se instituyó el control estatal de la economía, se nacionalizaron los
recursos mineros, los bancos extranjeros y las empresas monopolistas (véase
Monopolio), y se aceleró la reforma agraria. Además, Allende lanzó un plan de
redistribución de ingresos, aumentó los salarios e impuso un control sobre los
precios. La oposición a su programa político fue muy vigorosa desde el principio y
hacia 1972 se había producido una grave crisis económica y una fuerte
polarización de la ciudadanía.

La situación empeoró aún más en 1973, cuando el brutal incremento de los


precios, la escasez de alimentos (provocada por el recorte de los créditos
externos), las huelgas y la violencia llevaron al país a una gran inestabilidad
política. Esta crisis se agravó por la injerencia de Estados Unidos, que colaboró
activamente por desgastar al régimen de Allende. El 11 de septiembre de 1973 los
militares tomaron el poder mediante un golpe de Estado, pereciendo Allende en la
defensa del palacio presidencial. (La opinión generalizada es que Allende se
suicidó durante el asalto al palacio de la Moneda).

El Régimen de Pinochet

A partir de ese momento, se estableció una Junta Militar encabezada por el general
Augusto Pinochet Ugarte que suspendió inmediatamente la Constitución, disolvió el
Congreso, impuso una estricta censura y prohibió todos los partidos políticos.

Asimismo, lanzó una fuerte campaña represiva contra los elementos izquierdistas
del país: miles de personas fueron arrestadas y centenares de ellas ejecutadas o
torturadas; muchos chilenos se exiliaron, mientras que otros pasaron largos años
en prisión o se dieron por desaparecidos.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 78

Durante los años siguientes, la Junta Militar gobernó al país con gran rigor, aunque
hacia finales de la década pudo apreciarse una cierta apertura. En 1978 se levantó
el estado de sitio (aunque siguió en vigor el estado de emergencia)e ingresaron
más civiles en el gabinete.

Sin embargo, Chile siguió siendo esencialmente un Estado policial. Una nueva
Constitución, la de 1980, sometida a referéndum el día del séptimo aniversario del
golpe militar, legalizó el régimen hasta 1989; Pinochet inició en marzo de 1981 un
nuevo periodo de gobierno, ahora como presidente, con una duración de ocho
años. En el ámbito económico, el gobierno de Pinochet aplicó medidas de
austeridad que provocaron el recorte de la inflación y una mayor producción entre
1977 y 1981.

No obstante, a partir de 1982, la recesión mundial y la caída de los precios del


cobre provocaron un retroceso de la economía chilena. En 1983 se produjeron
amplias protestas contra el gobierno, seguidas de una serie de atentados en las
grandes ciudades. El aumento de la tensión popular y el progresivo deterioro de la
economía llevaron a Pinochet a reinstaurar el estado de sitio en noviembre de
1984. A finales de ese mes, se firmó un tratado con Argentina, en el que se
ratificaba la soberanía chilena sobre tres islas del canal de Beagle (Picton, Nueva y
Lennox). En septiembre de 1986, tras un fallido intento de atentar contra la vida
de Pinochet, se desarrolló por parte del gobierno una nueva campaña represiva.

2.1.3 Brasil y los Gobiernos Militares

El Periodo Vargas

En la contienda presidencial de marzo de 1930, el candidato respaldado por la


administración, Julio Prestes, fue declarado el vencedor sobre Getúlio Vargas, un
destacado político y nacionalista del estado de Rio Grande do Sul. Vargas, no
obstante, obtuvo el apoyo de muchos líderes militares y políticos y lideró una
revuelta contra el gobierno en octubre. Después de tres semanas de encarnizada
lucha, dimitió el presidente Washington Luís Pereira de Sousa y Vargas asumió el
poder absoluto como presidente provisional.

En un intento de aliviar la desolada economía del país, Vargas redujo la producción


de café y adquirió y destruyó los excesos de mercancías almacenadas. Los gastos
ocasionados por este programa provocaron la intensificación de los problemas
financieros del gobierno. Brasil dejó de pagar su deuda externa. En 1932 el
régimen de Vargas reprimió una enorme rebelión en São Paulo después de casi
tres meses de guerra a gran escala.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 79

Vargas calmó en gran medida la agitación política en Brasil al convocar una


Asamblea Constituyente en 1933. Entre los artículos de la nueva Constitución,
adoptada por este cuerpo legislativo en 1934, destacaban aquéllos que restringían
los derechos de los estados y estipulaban el sufragio para las mujeres, la seguridad
social para los trabajadores y la elección de los futuros presidentes por el
Congreso. El 17 de julio, Vargas fue elegido presidente.

En el primer año de su administración constitucional, Vargas se encontró con una


importante oposición del ala radical del movimiento sindical brasileño. Fracasadas
las revueltas organizadas por los comunistas en Pernambuco y Río de Janeiro en
noviembre de 1935, se declaró la ley marcial y Vargas fue autorizado por el
Congreso a gobernar por decreto. Los arrestos masivos de radicales y otros
oponentes del gobierno se sucedieron. El descontento popular pronto alcanzó
graves dimensiones, al tiempo que una organización de extrema derecha, la Acción
Integralista Brasileña, generaba crecientes simpatías entre la clase media. Este
grupo pronto llegó a ser un destacado núcleo de actividad antigubernamental.

En noviembre de 1937, casi en vísperas de la elección presidencial, Vargas disolvió


el Congreso y proclamó una nueva constitución en la que otorgaba a su cargo
poderes absolutos y dictatoriales. Reorganizó el gobierno a imitación de los
regímenes totalitarios de Italia y Alemania, abolió todos los partidos políticos e
impuso la censura en la prensa y en el sistema postal.

El Estado Novo

El gobierno de Vargas, oficialmente llamado Estado Novo (Nuevo Estado),


continuó en el poder sin fijar fecha para la celebración de un plebiscito nacional
sobre la nueva ley orgánica. Por medio de una serie de decretos se amplió el
sistema de seguridad social a los trabajadores en las nacientes industrias; de este
modo, Vargas supo obtener el apoyo de una parte considerable de la población. El
único desafío serio a su régimen vino de los integralistas, que organizaron una
revuelta en 1938. El levantamiento fue reprimido en pocas horas.

A pesar del carácter totalitario de su régimen, Vargas mantuvo relaciones cordiales


con Estados Unidos y otras democracias. Su administración mantuvo una actitud
vacilante frente al Tercer Reich. Tras el inicio de la II Guerra Mundial, y debido al
hostigamiento de los submarinos alemanes a los barcos mercantes brasileños, el
país declaró la guerra a Alemania en 1942.

Al ponerse del lado de los aliados en la II Guerra Mundial, el régimen de Vargas


emprendió un amplio programa de expansión industrial, dando un énfasis especial
al incremento de la producción de caucho y otros materiales esenciales para la

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 80

guerra. Las bases navales y los aeródromos, construidos en puntos estratégicos


de la costa, se convirtieron en importantes centros aliados en la guerra
antisubmarina. La armada brasileña asumió todas las actividades patrulleras en el
océano Atlántico sur. En 1944 y en 1945 un cuerpo expedicionario brasileño
participó en la campaña aliada en Italia.

Mientras tanto, las manifestaciones de descontento con la dictadura de Vargas se


incrementaban. En febrero de 1945 un grupo de influyentes propietarios de
periódicos desafió al gobierno, que se vio forzado a relajar la censura de la prensa.

El 28 de febrero se anunció que las elecciones al Congreso y a la Presidencia


serían celebradas al año siguiente. Gradualmente, se eliminaron todas las
restricciones contra la actividad política. En abril se decretó la amnistía para todos
los presos políticos, incluidos los comunistas.

El Gobierno Dutra

Durante la campaña electoral una serie de leyes impopulares aprobadas por el


Ejecutivo suscitaron el temor de que Vargas intentara mantenerse indefinidamente
en el poder. Un golpe de Estado militar en octubre de 1945 forzó a Vargas a
presentar la dimisión. José Linhares, principal jefe de la corte suprema, fue
nombrado jefe del gobierno provisional. En las elecciones nacionales celebradas
en diciembre, el anterior ministro de la Guerra, Eurico Gaspar Dutra, obtuvo la
presidencia por una gran mayoría de los votos; tomó posesión de su cargo en
enero de 1946. El congreso, tras su renovación, redactó una nueva constitución,
aprobada en septiembre.

Durante el verano de 1947 la ciudad de Petrópolis fue la sede de la Conferencia


Internacional (Panamericana) para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad. El
Pacto Interamericano de Ayuda Mutua (también llamado Tratado Interamericano
de Asistencia Recíproca), redactado por la conferencia, fue firmado por Brasil en
septiembre. Una disposición del tratado estipulaba la defensa recíproca de los
firmantes contra una agresión armada directa a cualquier nación miembro. Ver
Tratado de Río de Janeiro.

En octubre de 1947 el gobierno brasileño, desatada ya la Guerra fría y ante la


publicación de un artículo aparecido en una revista rusa que se refería al
presidente Dutra como una marioneta de Estados Unidos, rompió las relaciones
diplomáticas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Pocos
meses más tarde el Legislativo decidió expulsar a todos los comunistas que
ocupaban escaños en el Parlamento. Un senador y catorce diputados se vieron
afectados.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 81

Segunda Presidencia de Vargas

Getúlio Vargas retornó al poder como presidente en enero de 1951, después de


derrotar a dos candidatos rivales por una gran mayoría de los votos en las
elecciones celebradas en octubre del año anterior. Vargas formó un gabinete de
coalición en representación de todos los partidos mayoritarios. El gobierno tomó
medidas inmediatas para equilibrar el presupuesto nacional y desarrollar un
programa para reducir el coste de la vida, incrementar los salarios y extender las
reformas sociales.

La inflación y el alto coste de la vida, sin embargo, persistieron después del


periodo de posguerra, que vino marcado por un resurgir de las actividades
clandestinas de los comunistas y un resurgimiento del nacionalismo que llevó a la
nacionalización de los recursos de petróleo en septiembre de 1952. En suma, el
programa de austeridad del gobierno motivó que los conservadores contrarios a
Vargas incrementaran sus críticas.

En agosto de 1954, durante una campaña electoral al Congreso, un oficial de la


fuerza aérea murió en el intento de asesinato de un editor de un periódico opuesto
a Vargas. El asesinato provocó la crisis gubernamental: los mandos militares
demandaron que Vargas dimitiera. A primeras horas del 24 de agosto, Vargas
acordó renunciar al poder temporalmente en favor del vicepresidente Joao Café
Filho. Vargas se suicidó a las pocas horas.

Los Gobiernos de Kubitschek, Quadros y Goulart

El antiguo gobernador de Minas Gerais, Juscelino Kubitschek, tuvo el apoyo de los


seguidores de Vargas y los comunistas. Ganó las elecciones a la presidencia en
octubre de 1955 y tomó posesión del cargo en enero de 1956. Kubitschek anunció
un ambicioso plan económico quinquenal de desarrollo. Al anuncio le siguió la
concesión de un empréstito por parte del Banco de Exportación-Importación de
Estados Unidos valorado en más de 150 millones de dólares, y se aprobaron los
planes para una nueva capital federal en Brasilia, en septiembre.

El fuerte ritmo de desarrollo industrial se suavizó, sin embargo, debido a la caída


de los precios del café en el mundo a mediados y finales de la década de 1950. La
inflación continuó, lo que aumentó la revuelta social, que derivó en frecuentes
huelgas y disturbios por parte de trabajadores y estudiantes.

Janio da Silva Quadros, anterior gobernador de São Paulo, se convirtió en


presidente de Brasil en enero de 1961 e inmediatamente inició un programa
económico riguroso. A todos los ministerios se les ordenó reducir los gastos en un

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 82

30% y algunos empleados del servicio civil fueron despedidos. Quadros también
propuso eliminar la supuesta corrupción que había florecido durante la
administración Kubitschek. El presidente Quadros dimitió de su cargo
repentinamente en agosto, sin dar ninguna explicación, y refiriéndose sólo a las
“fuerzas de la reacción” que habían bloqueado sus esfuerzos. Los líderes militares
expresaron su oposición a la asunción del cargo por el vicepresidente João Belchior
Marques Goulart, manteniendo que era simpatizante del régimen cubano de Fidel
Castro.

Se llegó a un compromiso, sin embargo, cuando la legislatura brasileña enmendó


la Constitución introduciendo un sistema de gobierno parlamentario con el fin de
privar a la Presidencia de muchos de sus poderes; la autoridad ejecutiva fue
conferida a un primer ministro y a un gabinete que era el responsable de la
legislatura. Goulart se instaló en el cargo en septiembre de 1961.

Un año después, Goulart provocó una crisis ministerial con su petición de un


plebiscito nacional cuya finalidad era medir el apoyo al restablecimiento del
sistema presidencialista. El plebiscito fue celebrado y la propuesta aprobada; en
enero de 1963, el legislativo decretó un cambio de la ley. Después, Goulart
presionó fuertemente para obtener la aprobación legislativa a un programa de
reformas básicas en 1964; mediante esta legislación se fijaron controles del
aumento de los alquileres que favorecieron a las rentas más bajas, se
nacionalizaron las refinerías de petróleo, se expropiaron las tierras no explotadas y
se limitó la exportación de beneficios. Las medidas sólo parecían agravar la
inflación crónica de la nación. El 13 de marzo Goulart apareció en una reunión de
trabajadores; el 31 de marzo fue derrocado por una sublevación del ejército y
huyó a Uruguay. El general Humberto Castelo Branco, jefe de las Fuerzas
Armadas, fue elegido presidente.

Gobierno Militar

El nuevo régimen, dotado de poderes extraordinarios por un acta institucional


firmada en abril, suprimió la oposición, particularmente la de izquierdas, y privó a
unas 300 personas de sus derechos políticos. También adoptó versiones
moderadas de muchas reformas demandadas por Goulart y combatió la inflación
mediante el control de los salarios, la recaudación estricta de impuestos y otras
medidas. Una ley aprobada en 1965 limitó las libertades civiles, incrementó el
poder del gobierno de la nación y dispuso la elección por el congreso del
presidente y el vicepresidente.

El anterior ministro de la Guerra, Artur da Costa e Silva, candidato del


gubernamental partido Alianza Renovadora Nacional (ARENA), fue elegido

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 83

presidente en 1966. El Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el único partido


de oposición legal, había rehusado presentar un candidato en protesta contra la
privación, por parte del gobierno, de los derechos electorales de los oponentes con
más expectativas. También en 1966, ARENA ganó las elecciones legislativas
nacionales y estatales. El presidente Costa encabezó un gobierno de orientación
militar que se preocupó en primer lugar del desarrollo económico. Aunque 1968 se
destacó por las actividades antigubernamentales, entre las que sobresalieron las
revueltas estudiantiles, la economía recibió un fuerte impulso. En diciembre, Costa
asumió poderes ilimitados, que concluyeron en purgas políticas, ralentización
económica y censura. En agosto de 1969 fue incapacitado por una enfermedad y
en octubre los militares eligieron como sucesor al general Emílio Garrastazu Médici;
el Congreso lo confirmó en la Presidencia.

El régimen de Medicina intensificó la represión y los grupos revolucionarios se


hicieron más activos. Cuando el gobierno fomentó el crecimiento económico y el
desarrollo de las extensas regiones del interior, la economía padecía altos costes
energéticos, una inflación incontrolada y déficit en la balanza de pagos. La
jerarquía católica incrementó las críticas ante el fracaso del gobierno en mejorar
las condiciones de vida de los más pobres.

En 1974 el general Ernesto Geisel, presidente de Petrobrás, el monopolio nacional


de combustibles, se convirtió en presidente. Al principio, desarrolló políticas de
signo liberal, relajando la presión de la censura y dando considerables libertades a
los partidos de la oposición, pero en 1976 y 1977 los controles se hicieron estrictos
de nuevo, justo antes de la elección de João Baptista da Oliveira Figueiredo, que
sucedió a Geisel en 1979.

2.1.4 Los Regímenes Militares en Bolivia

A partir de 1930 el país vivió de nuevo periodos de disensiones internas. Ese año
una revolución derrocó al presidente Hernando Siles que había gobernado desde
1926 sin convocar la legislatura nacional e intentaba prorrogar su mandato. Daniel
Salamanca, elegido presidente en 1931, fue derrocado en 1934 por una camarilla
liderada por su vicepresidente José Luis Tejada Sorzano. Su gobierno fue
derribado por una Junta militar encabezada por el coronel David Toro, quien
intentó sacar al país de la situación desesperada en que se encontraba, como
consecuencia de la recesión mundial y del conflicto del Chaco con Paraguay. Sin
embargo, se rodeó de enemigos entre los militares y en 1937 fue derrocado por un
grupo encabezado por el teniente coronel Germán Busch Becerra, jefe del Estado
Mayor.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 84

En 1938 se aprobó una nueva Constitución. Sin embargo, Busch la abolió un año
después e impuso un gobierno dictatorial. A los cuatro meses fue encontrado
muerto de un disparo. Asumió la presidencia el general Carlos Quintanilla, quien
restauró la vigencia de la Constitución de 1938 y determinó que el Ejército debía
ejercer el control del país hasta la celebración de nuevas elecciones.

En 1940 fue elegido presidente el general Enrique Peñaranda, quien el 7 de abril


de 1943, durante la II Guerra Mundial, declaró la guerra a los países del Eje. En
diciembre de 1943 fue derrocado por una insurrección cívico-militar que encabezó
el militar Gualberto Villarroel, quien un año después asumió la presidencia
constitucional del país apoyado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR), partido en cuyo seno había simpatizantes del Eje, y por el Partido Obrero
Revolucionario. No obstante, y por presiones económicas, el nuevo gobierno se
vio obligado a mantener buenas relaciones con las fuerzas aliadas. En julio de
1946 Villarroel fue derrocado y asesinado en La Paz.

En 1947 los conservadores volvieron a tomar el poder. El gobierno de Enrique


Hertzog tuvo que soportar continuamente la oposición de los partidos de derecha y
de izquierda, y a principios de la década de 1950 el Partido Comunista fue
ilegalizado. Hertzog dimitió y Mamerto Urriolagoitia le sucedió en el poder.

El Régimen de Paz Estenssoro

Durante las elecciones presidenciales de mayo de 1951, el exiliado líder del


Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), Víctor Paz Estenssoro, alcanzó casi
la mitad de los votos emitidos. Sin embargo, al no haber un claro vencedor, el
Congreso debía elegir al presidente entre los tres candidatos más votados. Con la
finalidad de impedir la elección de Paz Estenssoro, el presidente Urriolagoitia
renunció y entregó el gobierno a una junta militar que nombró como su jefe al
general Hugo Ballivián; en abril de 1952 fue derrocado por el MNR.

Paz Estenssoro regresó del exilio para asumir la presidencia. Bajo su dirección el
gobierno emprendió un amplio programa de reformas económicas, decretó la
nacionalización de las minas y el monopolio en la exportación del estaño. En el
transcurso de 1954 se llevó a cabo la reforma agraria (parcelación de tierras para
distribuir entre los indígenas), se alentó la prospección de pozos petrolíferos por
empresas extranjeras, se instituyó el voto universal (no existía hasta ese
momento) y se llevó a cabo una reforma educativa.

A finales de la década de 1950 y principios de la de 1960 la economía boliviana


sufrió el descenso continuo de los precios del estaño en los mercados mundiales y
altos índices de inflación. Las minas de estaño no resultaban rentables y los

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 85

esfuerzos del gobierno para reducir el número de trabajadores empleados y


restringir los salarios se encontró con la resistencia de los sindicatos. La
Constitución boliviana, que no contemplaba la reelección, impidió que Paz
Estenssoro se presentara a las elecciones de 1956, pero su vicepresidente Hernán
Siles Zuazo, hijo de Hernando Siles, las ganó como candidato del MNR.

Siles continuó con la política iniciada por el gobierno de Paz Estenssoro, quien
volvió a ser elegido en 1960. Paz solicitó la redacción de una nueva Constitución
que aumentara la autoridad económica del gobierno y permitiera la reelección. En
1964 fue reelegido, nombrando como vicepresidente al general René Barrientos,
jefe de las Fuerzas Aéreas y candidato de la derecha. Muchos de los antiguos
colaboradores de Paz lo abandonaron, denunciando que el MNR había olvidado su
política revolucionaria. Paz Estenssoro fue derrocado un mes después de su
reelección a consecuencia del levantamiento que protagonizaron los mineros y los
estudiantes. Se hizo cargo del poder una junta militar encabezada por René
Barrientos.

Gobiernos Militares

El gobierno militar llevó a cabo una política de reformas económicas


conservadoras, como la reapertura de la industria de las minas de estaño a las
inversiones privadas extranjeras. En julio de 1966 René Barrientos fue elegido
presidente ya como civil. Sin embargo, se vio obligado a depender de los militares
para poder enfrentarse a los movimientos guerrilleros que habían empezado a
actuar en las regiones montañosas. En octubre de 1967 el Ejército boliviano
anunció haber derrotado a los rebeldes en un lugar próximo a la aldea de Valle
Grande. Había sido capturado en el campo de batalla Ernesto Che Guevara, siendo
poco después ejecutado.

Barrientos murió en un extraño accidente de helicóptero en abril de 1969. Se


sucedieron en el poder una serie de gobiernos de corta duración, la mayoría
militares, y en agosto de 1971 el general Juan José Torres fue derrocado por un
golpe de Estado encabezado por el coronel Hugo Banzer.

El régimen de Banzer viró rápidamente desde una posición relativamente


moderada a una de mayor represión: suprimió el movimiento obrero, suspendió
todos los derechos civiles y envió tropas a los centros mineros. En 1978 Banzer
dimitió y una junta militar se hizo con el poder. A comienzos de la década de 1980
el fuerte crecimiento económico de la década anterior “que había sido sostenido
por los altos precios del estaño en el mercado mundial” dio paso a la crisis. La
caída del precio del mineral y la mala administración de los regímenes militares
habían dejado a Bolivia con una inmensa deuda, una situación hiperinflacionaria y

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 86

un descenso de los ingresos por exportaciones. La exportación ilegal de cocaína


fue el principal recurso que le procuró divisas, por lo que Estados Unidos presionó
al gobierno de Bolivia para que tomara medidas efectivas contra el tráfico de esta
droga.

2.1.5 Situación Política del Perú

Fundación del APRA

En 1945 la APRA y una coalición de partidos liberales y de izquierda, eligieron


presidente a José Luis Bustamante y Rivero, quien inició una serie de reformas
liberales gracias a las cuales se consolidaron los derechos civiles y la libertad de
prensa; además, una enmienda constitucional abolió las atribuciones dictatoriales
que tenía el presidente. Pero el gobierno de Bustamante fue derribado en 1948
por un golpe de Estado organizado por la derecha, que tomó el poder e ilegalizó
de nuevo al APRA. En 1950 Manuel Arturo Odría, general que había dirigido el
golpe de Estado de 1948, convocó elecciones y fue elegido presidente de la
República, pero sin la presencia en los comicios de los principales partidos de la
oposición.

El gobierno de Odría fortaleció el Ejército, inició una serie de obras públicas y firmó
acuerdos de colaboración económica y cultural con Brasil. Al igual que Chile y
Ecuador, Perú extendió la soberanía territorial sobre sus aguas marítimas hasta las
200 millas, medida que provocó fuertes protestas por parte de Estados Unidos,
cuyos barcos pesqueros faenaban en aquellas zonas.

El Periodo Liberal

En las elecciones de 1956 el político Manuel Prado volvió a ser elegido presidente;
inmediatamente puso en práctica amplias reformas que fueron respondidas con
huelgas y revueltas callejeras ocasionadas por la inestabilidad económica y la
galopante inflación. En 1959 el gobierno introdujo un programa que restringía la
salida de divisas y estimulaba la industria nacional con varias medidas, como
ayudas a la importación de bienes de equipo. A mediados de 1960, la economía
había mejorado notablemente, ya que el capital externo entró en el país en forma
de préstamos y contratos de desarrollo. En octubre del mismo año el gobierno
logró que se aprobara su política de nacionalización gradual de las más
importantes instalaciones petrolíferas.

En las elecciones de 1962 ninguno de los candidatos alcanzó el tercio necesario de


los votos para alzarse con la victoria. Una junta militar se hizo con el poder y su
dirigente, el general Ricardo Pío Pérez Godoy, fue nombrado presidente; fue

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 87

depuesto por la misma junta en marzo de 1963. Tres meses más tarde se
celebraron nuevas elecciones y Fernando Belaúnde Terry fue elegido presidente.

En la segunda mitad de su mandato se incrementó la oposición política y el


aumento de la inflación trajo como consecuencia la devaluación de la moneda en
1967.

El Gobierno Militar

El largo litigio sobre la concesión de la explotación de los ricos yacimientos


petrolíferos de La Brea y Pariñas a la International Petroleum Company (IPC),
subsidiaria de la American Standard Oil Company, fue resuelto finalmente por el
gobierno de Belaúnde en agosto de 1968. Sin embargo, la desaprobación general
a la firma de este acuerdo obligó al gabinete a dimitir el 1 de octubre y dos días
después Belaúnde era depuesto por un golpe militar. Los derechos
constitucionales fueron suspendidos y se constituyó la Junta Militar Revolucionaria
encabezada por el general Juan Velasco Alvarado, que fue nombrado presidente.

Su gobierno expropió las instalaciones de la IPC, creando una fuerte tensión


diplomática en las relaciones con Estados Unidos. Las relaciones se deterioraron
aún más en febrero de 1969, cuando una cañonera peruana apresó a dos barcos
pesqueros estadounidenses por faenar en aguas consideradas jurisdiccionales.

En la década de 1970 el gobierno de Velasco inició radicales reformas del sistema


social y económico; las más importantes fueron la expropiación de los complejos
agroindustriales de capital extranjero y las grandes haciendas latifundistas, la
imposición del control de precios de los productos de consumo básico y del sector
servicios, así como una amplia reforma agraria; en 1973 fue nacionalizada la
industria de transformación de la anchoveta, que había sufrido un serio descenso
en 1972 por una alteración en las corrientes oceánicas; el presupuesto previsto
para 1973-1974 se incrementó un 35% para mejorar y diversificar la industria
privada. En junio de 1973, el Banco Mundial concedió al país un crédito de 470
millones de dólares y el Banco Interamericano de Desarrollo le prestó otros 30
millones de dólares.

2.1.6 Las Juntas Militares de Ecuador

En 1944, el presidente liberal Carlos Alberto Arroyo del Río, antiguo presidente del
Congreso Nacional, renunció al cargo como consecuencia de un movimiento
revolucionario encabezado por el ex-presidente José María Velasco Ibarra, que
había gobernado el país entre 1934 y 1935, y que en esta ocasión recibió el apoyo

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 88

de la facción conservadora. El 31 de diciembre de 1945 se promulgó una nueva


Constitución que se mantuvo en vigor hasta 1967.

En 1947 Velasco Ibarra fue depuesto de su segundo mandato por un grupo militar
que fue apartado del poder por el movimiento revolucionario que instaló a Carlos
Julio Arosemena Tola como presidente provisional. En 1948, Galo Plaza Lasso,
antiguo embajador en Estados Unidos, fue elegido presidente. A principios de
aquel año, Ecuador había acudido a la IX Conferencia Interamericana celebrada en
la ciudad colombiana de Bogotá para firmar la carta de la Organización de Estados
Americanos (OEA).

En 1941, y ante lo que las autoridades peruanas consideraron como constantes


agresiones por parte de Ecuador a lo largo del año anterior, tropas peruanas
ocuparon la provincia limítrofe de El Oro. Con el objeto de poner fin a esta
situación, en 1942 se procedió a la firma del Protocolo de Paz, Amistad y Límites
entre Perú y Ecuador, celebrado en Río de Janeiro y garantizado por Brasil, Chile,
Estados Unidos de América y Argentina. Pese a la firma del acuerdo, las sucesivas
autoridades ecuatorianas sostuvieron que en 1942 su país se había visto obligado
a adjudicar a Perú más territorio que la zona en disputa, motivo por el cual en
1960, Ecuador desconoció en forma unilateral el Tratado de 1942.

Inestabilidad Política

Velasco Ibarra fue elegido presidente por tercera vez en 1952 y permaneció en el
poder hasta 1956. En las elecciones presidenciales de aquel año, el candidato
conservador Camilo Ponce Enríquez obtuvo la victoria por estrecho margen sobre
el candidato liberal.

Velasco Ibarra volvió a presentarse como candidato independiente en las


elecciones de 1960; severamente crítico con la política económica conservadora
del gobierno de Ponce, prometió grandes reformas y en junio fue elegido
presidente por amplio margen. Sin embargo, al carecer de un programa definido,
no permanecería mucho tiempo en el gobierno, ya que fue obligado a renunciar en
noviembre de 1961. Muy poco antes había firmado el acuerdo de la Alianza para
el Progreso, por el que se garantizaba la ayuda estadounidense a los firmantes del
documento por un periodo de 10 años.

El sucesor de Velasco Ibarra, el vicepresidente Carlos Julio Arosemena Monroy,


también detentaría durante muy poco tiempo la jefatura de gobierno, pues fue
derrocado en julio de 1963 por una Junta militar que llevó a cabo una serie de
reformas económicas y sociales por decreto, entre las que se encontraba la
reforma agraria. En 1964, la Junta esbozó también un plan nacional de desarrollo

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 89

que abarcaría un decenio y que fue presentado a la comisión de la Alianza para el


Progreso, para poder recibir préstamos y financiación para los proyectos de
desarrollo planificados. Muy pronto, sin embargo, se enfrentó a las progresivas
exigencias de retorno a la legalidad constitucional y, tras dos semanas de
disturbios callejeros, en julio de 1965 se acordó nombrar un gabinete más
aceptable para la oposición. Pero el malestar político continuó: en marzo de 1966,
una violenta manifestación antigubernamental, que provocó una dura represalia,
desencadenó la agitación política en todo el país y la Junta fue derrocada. Fue
nombrado un gobierno provisional hasta noviembre de 1966, fecha en la que una
nueva Asamblea Constituyente nombró presidente interino a Otto Arosemena.

Su gobierno sobrevivió a una generalizada oposición inicial y en mayo de 1967 se


promulgó una nueva Constitución. En junio de 1968, Velasco Ibarra fue una vez
más el ganador en las primeras elecciones bajo la nueva Carta Magna, pero su
quinto mandato no fue más afortunado que los anteriores. Asumió poderes
dictatoriales en 1970 con el fin de contrarrestar el menguante apoyo a su
gobierno; en febrero de 1972 fue derrocado una vez más por un golpe militar,
cuyo principal dirigente, el general Guillermo Rodríguez Lara, comandante en jefe
del Ejército, asumió el poder como presidente.

Etapa de Prosperidad

Entre las primeras actuaciones del nuevo gobierno estaba el anuncio de un plan
económico quinquenal, que debía aplicarse en la agricultura, la vivienda y la
industria. En agosto de 1972 se efectuaron las primeras exportaciones petrolíferas
de los nuevos yacimientos que estaban siendo explotados por empresas
estadounidenses. Ecuador pronto se convirtió en el segundo país exportador de
petróleo de América Latina, después de Venezuela. El petróleo proporcionó
ingresos de divisas y fondos para la inversión, muy necesarios para el país, pero
también disparó la inflación y ensanchó la brecha entre los ricos y los pobres.

El general Rodríguez Lara fue sustituido en 1976 por el almirante Alfredo Poveda
Burbano, que asumió el gobierno como presidente de una Junta militar compuesta
por los jefes de las tres Fuerzas Armadas. En los años siguientes descendió
ligeramente la presión inflacionista. En 1978 se celebró un referéndum para
aprobar una nueva Constitución que iría acompañada de una posterior
convocatoria de elecciones presidenciales, las cuales se celebraron en abril de
1979; a finales de año Jaime Roldós Aguilera asumió la presidencia, entrando en
vigor la nueva Constitución.

Un nuevo conflicto limítrofe surgió en la frontera con Perú, pero se cerró en 1981
después del arbitraje internacional. Poco tiempo después, Roldós moría en un

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 90

accidente de aviación y el vicepresidente Osvaldo Hurtado Larrea se hizo cargo del


ejecutivo. En mayo de 1984, el hombre de negocios y candidato conservador León
Febres Cordero le sucedió; su gobierno sofocó varios intentos de rebelión militar,
el más importante de los cuales se produjo en enero de 1987, cuando fue
secuestrado durante unas horas por un grupo de militares. Rodrigo Borja, del
partido Izquierda Democrática, ocupó la presidencia en un momento de grave
crisis económica. En 1992 le sucedió Sixto Durán Ballén, nacido y educado en
Estados Unidos. Su mandato estuvo dominado por la contestación a la política
económica de su gobierno, que provocó una huelga general en junio de 1994, y
por el conflicto fronterizo con Perú.

2.1.7 El Régimen de Stroessner en Paraguay

El 11 de julio de 1954 el electorado reconoció como presidente al general Alfredo


Stroessner, comandante en jefe del Ejército y máximo dirigente del Partido
Colorado. Durante 1956 y 1957 fueron sofocados varios intentos de grupos de
izquierda para tomar el poder. Un plebiscito celebrado en 1958 confirmó a
Stroessner como presidente por otro periodo de cinco años.

En las elecciones legislativas de 1960, los seguidores del presidente del Partido
Colorado ganaron la totalidad de los escaños del Congreso. En el mes de
diciembre, Paraguay rompió las relaciones diplomáticas con Cuba y fue uno de los
países que estuvo a favor de una acción colectiva contra el régimen cubano a
través de la Organización de Estados Americanos (OEA), pero tales medidas no
fueron aprobadas por la mayoría requerida, las dos terceras partes de los países
miembros.

En las elecciones de 1963, Stroessner fue reelegido presidente, compitiendo contra


el primer candidato presentado por la oposición después de 30 años. Stroessner
gozó de cierta popularidad a mediados de la década de 1960, gracias a los éxitos
económicos que auguraban el progreso del país, aunque muchos paraguayos
tuvieron que exiliarse a causa de su dictadura. En 1968 continuo en el poder
después de haber promulgado un año antes una nueva Constitución para
prolongar su mandato; en 1973, 1978 y 1983 fue nuevamente reelegido.

A finales de la década de 1960 el régimen de Stroessner viró significativamente al


suspender las relaciones económicas con los países vecinos. En mayo de 1968 los
ministros de Relaciones Exteriores de Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y
Uruguay firmaron el Pacto del Río de la Plata. El objetivo de este acuerdo, que
hacía una llamada al desarrollo conjunto de la cuenca del Río de la Plata, era
estimular la economía de toda la región, aspecto que interesaba principalmente a
Paraguay, ya que era la nación menos desarrollada de la zona.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 91

A consecuencia del gobierno autoritario de Stroessner, durante la década de 1970


y principios de la de 1980 Paraguay consiguió una cierta estabilidad económica y
social. La presa de Itaipú, el proyecto hidroeléctrico más grande del mundo, fue
inaugurada el 15 de diciembre de 1983. Durante esos años se controló la
inflación, pero la reducción de los mercados para las exportaciones paraguayas
provocó la elevación del desempleo y el empeoramiento del comercio interno. A
mediados de la década de 1980 Paraguay consiguió una cierta liberalización
política y en 1987 se levantó el estado de sitio en Asunción.

2.1.8 Los Militares en Uruguay

La Década de la Posguerra

En 1947 fue elegido presidente el candidato del Partido Colorado y antiguo


ministro de Obras Públicas, Tomás Berreta, aunque murió pocos meses después de
asumir el cargo; el vicepresidente Luis Batlle Berres completó el resto del mandato
presidencial. Las elecciones presidenciales y legislativas de 1950 llevaron al poder
en marzo de 1951 al colorado Andrés Martínez Trueba. Dos años después, la
reforma constitucional promovida por el presidente abolió la presidencia y transfirió
el poder ejecutivo a los nueve miembros de un organismo colegiado, el Consejo
Nacional de Gobierno.

En represalia por la política uruguaya de conceder asilo político a los refugiados de


Argentina, el dictador de este país, Juan Domingo Perón, impuso restricciones en
los viajes y en las relaciones comerciales con Uruguay. En protesta, el gobierno
rompió los lazos diplomáticos con Argentina en 1953.

Entretanto, la caída de los precios de la lana y la reducción de las exportaciones de


carne provocaron el aumento del desempleo y la inflación. Para mejorar su
situación, Uruguay firmó en 1956 varios acuerdos comerciales con la República
Popular China y otros países comunistas. Sin embargo, estas medidas no
impidieron que continuara el deterioro económico.

En 1958, tras 93 años ininterrumpidos de gobierno colorado, los blancos ganaron


las elecciones por abrumadora mayoría. El nuevo gobierno puso en marcha
reformas económicas, pero tuvo que enfrentarse a la movilización izquierdista y
sindical.

Deterioro Político

Los blancos permanecieron en el poder hasta 1966. Ese año, junto a los
colorados, aprobaron la restauración del sistema presidencialista, aprobada por

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 92

referéndum en noviembre. En las elecciones presidenciales que se celebraron


meses después ganaron los colorados, asumiendo la presidencia un antiguo
general de las Fuerzas Aéreas, Óscar Gestido; tras su fallecimiento fue sucedido
por el vicepresidente, Jorge Pacheco Areco. La política antiinflacionista de Pacheco
provocó gran malestar social, por lo que el grupo guerrillero de los tupamaros
intensificó sus acciones para derrocar al gobierno.

Desde junio de 1968 hasta marzo de 1969, Uruguay se mantuvo bajo una forma
modificada de ley marcial (las denominadas “medidas prontas de seguridad”). La
gira por América Latina del político estadounidense Nelson Rockefeller, que en
junio de 1969 llegó a Uruguay, provocó la protesta social con violentas
manifestaciones, por lo que el presidente Pacheco volvió a imponer el estado de
sitio.

En las elecciones del 28 de noviembre de 1971, el candidato colorado Juan María


Bordaberry y su contrincante blanco obtuvieron casi los mismos votos, pero en
febrero de 1972 la Junta Electoral proclamó presidente a Bordaberry. Entretanto,
la violencia de los tupamaros se había incrementado, siendo frecuentes los
secuestros y atentados. Tras una ola de arrestos en 1971, unos 150 tupamaros
escaparon en dos fugas masivas. En abril de 1972, el Congreso declaró el estado
de guerra interno y suspendió las garantías constitucionales, mientras que una
fuerza de 35.000 policías y soldados se lanzó a la busca y captura de la guerrilla.

El estado de guerra se levantó el 11 de julio, aunque las garantías constitucionales


permanecieron suspendidas hasta 1973. Muy pronto, Bordaberry se vio sometido
a la presión de los blancos y de las facciones disidentes de su propio partido; los
trabajadores reaccionaron contra las duras medidas económicas y sociales con las
huelgas, que estallaron continuamente durante todo el año 1972; además, la
inflación se disparó y la moneda se devaluó diez veces.

Los Militares Toman el Poder

En febrero de 1973, Bordaberry cedió una parte de su autoridad ejecutiva a las


Fuerzas Armadas, que se habían hecho más agresivas a medida que obtenían
éxitos en sus acciones contra la guerrilla, lo que provocó un conflicto con el
Congreso. El presidente optó entonces por disolverlo y sustituirlo por el Consejo
de Estado, integrado en su mayoría por militares. La Convención Nacional de los
Trabajadores (CNT) respondió con una huelga general que el gobierno consiguió
romper, tras violentas confrontaciones, el 11 de julio; un mes después, la
autonomía de los sindicatos llegó a su fin con la ilegalización de la CNT. Durante
esos tres años los militares ampliaron su control sobre la mayoría de las
instituciones, estableciendo una represiva dictadura militar. En 1976, Bordaberry

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 93

tuvo que cancelar las elecciones previstas para ese año y fue depuesto de su cargo
de presidente. Un nuevo Consejo de la Nación eligió como presidente a Aparicio
Méndez, antiguo ministro de Salud Pública, para un mandato de cinco años. Uno
de los primeros actos de su gobierno fue privar de derechos políticos a quienes
habían participado en política entre 1966 y 1973. En 1976, el número de
prisioneros políticos encarcelados por el gobierno se elevaba a unas 6.000
personas y las violaciones de los derechos humanos por parte de los militares eran
frecuentes.

Algunos políticos proscritos volvieron a adquirir sus derechos en los años


siguientes, aunque la mayoría no lo consiguió hasta 1980, cuando los partidos
Blanco y Colorado volvieron a legalizarse. Una nueva Constitución, cuya
aprobación fue sometida a referéndum en noviembre de 1980, fue rechazada, tras
lo cual el gobierno canceló las elecciones previstas. El 1 de septiembre de 1981
asumió la presidencia el general Gregorio Álvarez para un mandato que debía
terminar en 1985. Álvarez permitió el regreso de numerosos exiliados y convocó
elecciones dos años después.

2.2 CENTROAMÉRICA: DICTADURAS, REVOLUCIONES Y VIOLENCIA

2.2.1 Las Dictaduras Centroamericanas

Durante el siglo XIX Gran Bretaña empezaba a reemplazar a España como fuerza
dominante en la región. El asentamiento británico de Belice, utilizado inicialmente
como una zona de abastecimiento y refugio de piratas, se convirtió en el principal
centro de comercio de toda Centroamérica con el exterior. La influencia británica
se extendió por las costas del Caribe hasta Panamá, y en 1862 Belice se convirtió
oficialmente en colonia británica con el nombre de Honduras Británica.

Los intereses estadounidenses y británicos se enfrentaron en 1849, a raíz de la


necesidad de utilizar el istmo como la vía más rápida para acceder a las minas de
oro de California. El Tratado Clayton-Bulwer de 1850 resolvió algunos puntos de
este conflicto anglo-estadounidense. Pero en 1855, William Walker, un soldado
estadounidense, invadió Nicaragua con un grupo de seguidores. Sin embargo, un
ejército unido de centroamericanos con ayuda británica lo expulsó en 1857.

Mientras tanto, en ese mismo año se había terminado la construcción de la vía


férrea panameña que permitió orientar el comercio centroamericano de Belice a los
puertos más accesibles de la costa del Pacífico, con lo que más tarde disminuiría la
influencia británica en la zona.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 94

A partir de 1870, surgieron dictaduras que, en nombre del orden y el progreso,


promovieron el desarrollo del café como el principal producto de exportación de la
región; otro de los productos que cobró importancia, a expensas de una mayor
diversificación de la agricultura, fue el cultivo del plátano, controlado
principalmente por compañías extranjeras. Desde 1900, la empresa
estadounidense United Fruit Company fue la mayor fuerza económica (y política)
de Centroamérica. Las inversiones de esta compañía se extendieron al desarrollo
de las vías férreas, la navegación y otras áreas de interés para su expansión.

Entre los ciudadanos centroamericanos, la gigantesca compañía empezó a ser


conocida como el “pulpo”. Las inversiones y el propio gobierno estadounidense se
convirtieron en la fuerza dominante del istmo. En 1903, movido por su particular
interés en la construcción del canal, Estados Unidos propició la independencia de
Panamá, desmembrándolo del territorio colombiano. Estados Unidos ayudó a
formar la Corte de Justicia de Centroamérica, pero su Ejército invadió Nicaragua y
la ocupó de 1912 a 1933, con lo que minó la vigencia de la institución.

En el siglo XX, el crecimiento económico produjo el surgimiento de nuevas clases


medias que empezaron a desafiar el predominio y control político de las clases
dominantes tradicionales. A mediados del siglo, surgieron, inicialmente en Costa
Rica, partidos reformistas y revolucionarios, y posteriormente se extendieron a
cada uno de los demás países.

En 1960 la creación del Mercado Común Centroamericano proporcionó la base para


la cooperación y el comercio interregional, pero la integración económica no ha
sido desarrollada con la suficiente rapidez. En la década de 1980 los países
centroamericanos tenían diversos sistemas económicos y de gobierno. La región
estaba sumida en la pobreza, la violencia paramilitar y la insurrección guerrillera.

A finales de esa década, sin embargo, se aportó una de las posibles soluciones a
través de los esfuerzos realizados por el presidente de Costa Rica, Óscar Arias,
para lograr la paz y la estabilidad por medio de la cooperación regional. Estos
esfuerzos cristalizaron en el denominado Acuerdo de Esquipulas. Las hostilidades
disminuyeron, y los nuevos gobiernos democráticos de Costa Rica, El Salvador,
Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá acertaron en la aplicación de medidas
dirigidas al crecimiento económico de la región y la democratización de los países
que la integran.

Desde 1930 se produjo en América Central un espectacular aumento de los


regímenes dictatoriales y autoritarios, que tendieron a reforzar el dominio
oligárquico. A fines de 1931 el coronel Maximiliano Hernández Martínez dio un
golpe en El Salvador que acabó con el gobierno de Arturo Araujo y mantuvo el

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 95

cargo hasta 1944. En Honduras, Tiburcio Carias Andino, jefe del conservador
Partido Nacional y presidente desde 1932, se mantuvo en el poder como dictador
hasta 1948. En Guatemala la dictadura del general Jorge Ubico se extendió de
1931 a 1944, hasta que un golpe a cargo de oficiales jóvenes acabó con ella y
planteó la democratización del país. Las elecciones fueron ganadas por Juan José
Arévalo, un civil que planteó profundas reformas políticas y sociales. Al mismo
tiempo se autorizó la libre sindicación de obreros y campesinos, que presionaron
exitosamente por mayores salarios y por la mejora de la legislación laboral. La
presencia comunista en estas organizaciones fue clave para comprender su éxito.

A las elecciones presidenciales de 1950 se presentaron dos militares. Uno de ellos,


el mayor Francisco Arana, murió en circunstancias confusas, recayendo las
sospechas sobre el otro candidato, el coronel Jacobo Arbenz, que finalmente fue
elegido. Arbenz contó con un escaso respaldo militar, por lo cual trató de
encontrar mayor apoyo en el mundo rural intensificando la reforma agraria
comenzada por Arévalo. La ley era bastante moderada, ya que afectaba
únicamente a las tierras sin cultivar, pero en esa categoría entraba la mayoría de
las posesiones de los grandes propietarios, especialmente de la United Fruit, con
sus plantaciones bananeras de las tierras bajas del Caribe.

La empresa que era propietaria de varios puertos y un ferrocarril, también se vio


afectada por el proyecto gubernamental de construir un gran puerto oceánico y
una carretera que uniera la capital con el Atlántico. El secretario de Estado del
presidente Dwight Eisenhower, John Foster Dulles, se propuso acabar con la
experiencia guatemalteca, no sólo por los ataques sufridos por la United Fruit, sino
también porque la presencia comunista en el país, pese a ser limitada, era un mal
precedente para el continente. Más grave aún era la resistencia del gobierno
guatemalteco a participar en la cruzada anticomunista impulsada por Washington.

El problema creado por el gobierno de Arbenz se resolvió con un golpe preparado


en Honduras por oficiales guatemaltecos, con apoyo de los Estados Unidos. El
paso siguiente fue la destrucción de las organizaciones obreras y campesinas. La
presidencia la iba a ocupar el coronel Carlos Castillo Armas, que se mantuvo en su
puesto hasta su asesinato en 1957 y al año siguiente se eligió al general Miguel
Ydígoras Fuentes. En Costa Rica, pese a las diferencias con sus vecinos, la
república oligárquica se mantuvo firme. En 1936 surgió el Partido Nacional
Republicano inspirado en la derecha europea, que a partir de 1940 fue ganado por
las reivindicaciones reformistas y comenzó a construir el “estado del bienestar",
contando con la colaboración del Partido Comunista. Desde 1943 la oposición
conservadora marcó sus desacuerdos con el régimen. En 1946, José Figueres, un
ex militante conservador, fundó un nuevo partido de orientación socialdemócrata.

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En las elecciones de 1948 el presidente Teodoro Picado quiso imponer a su


predecesor, Rafael Calderón Guardia, pero fue derrotado por Otilio Ulate, líder de
la conservadora Unión Nacional, que se presentaba junto con el partido de
Figueres. El Congreso rechazó el resultado y la guerra civil se hizo inevitable,
enfrentándose las milicias costeñas, organizadas por los comunistas y el principal
sostén del gobierno, con las fuerzas de Figueres, del Valle Central, que finalmente
triunfaron.

El país fue gobernado por una junta encabezada por Figueres durante un año y
medio, que tomó drásticas decisiones. Disolvió el ejército, nacionalizó la banca,
promovió el desarrollo agrícola y energético con un impuesto al capital e ilegalizó
al Partido Comunista. Su anticomunismo salvó a la revolución, ya que los
derrotados habían buscado el apoyo de Anastasio Somoza, que fue frenado por
Washington, dadas las inclinaciones del nuevo gobierno. Las elecciones para la
Asamblea Constituyente de abril de 1949 fueron un rotundo triunfo conservador y
a fin de año Ulate fue elegido presidente por gran mayoría.

El ajuste económico que impuso y la subida de los impuestos a las exportaciones


fueron una fuente importante de impopularidad. Esta se amplió porque el resurgir
comunista en las filas del sindicalismo fue severamente reprimido. En las
elecciones de 1952 el Partido de Liberación Nacional (PLN), liderado por Figueres,
obtuvo una victoria aplastante. Se inauguraba la alternancia entre el PLN y los
conservadores, uno de los elementos que garantizan el funcionamiento del sistema
costarricense. Figueres retomó su programa de búsqueda del “estado de
bienestar”: impuesto a las rentas, proteccionismo industrial, fomento agrario,
ampliación del sistema provisional.

En Nicaragua, al igual que en el resto de América Central, los efectos de la crisis


fueron considerables y coincidieron con la presencia norteamericana. Desde 1928
los Estados Unidos intentaban retirarse sin perder la influencia en el gobierno y en
la sociedad. La resistencia armada encabezada por Augusto César Sandino, con
un programa liberal y algunas reivindicaciones propias de la Revolución Mexicana,
postergó la retirada hasta 1933, pese a que Sandino aún no había sido vencido.

Antes de retirarse los norteamericanos crearon la Guardia Nacional. Su jefe,


Anastasio Somoza, asesinó a Sandino en 1934 y tuvo libre el camino al poder, que
no abandonaría hasta su muerte. El asesinato del jefe de la dinastía en 1956 sólo
sirvió para que su hijo Luis se hiciera con la presidencia. El régimen intentó
modernizar la economía promoviendo los cultivos tropicales exportables, como café
y plátanos, a lo cual sumó el algodón. En la República Dominicana la Guardia
Nacional se creó en 1924 y su jefe, Rafael Leónidas Trujillo, dio un golpe en 1930
y conquistó el poder. Su megalomanía se tradujo en un fuerte culto a la

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 97

personalidad: llamó a la capital Ciudad Trujillo y dio a la segunda ciudad del país el
nombre de su madre. Su país se incorporó a la producción azucarera, de la mano
de grandes compañías norteamericanas y de otras con fuertes intereses del mismo
Trujillo. En Puerto Rico sentían la estrecha relación con Estados Unidos. Al
finalizar la Segunda Guerra Mundial se produjeron algunos cambios, como las
mejoras sanitarias que permitieron el crecimiento demográfico y el fomento del
azúcar. Hasta 1945 la salida para los independentistas era la insurrección, una
fantasía más que una realidad.

La labor de Luis Muñoz Marín, un notable miembro de las elites autonomistas, y


luego un partidario del anexionismo, fue crucial para incorporar a las masas a la
política. Fundó el Partido Popular Democrático, con un programa de reforma social
y progreso económico y ganó las primeras elecciones de gobernador que se
celebraron en 1947 (hasta entonces un cargo de designación presidencial)y
convirtió a la isla en un Estado Libre Asociado, con autonomía administrativa y
educativa. Esta situación tuvo efectos contradictorios. Si por un lado preservaba
en mejores condiciones la herencia hispana del país y sus habitantes, por el otro
estrechaba los lazos con los Estados Unidos.

Las inversiones extranjeras fueron el camino para promover el desarrollo


económico, pero no fueron suficientes. Ni las ayudas del gobierno federal a los
grupos menos favorecidos ni la emigración al continente remediaron la situación y
sólo pusieron de relieve la mayor dependencia con la metrópoli.

Costa Rica

A pesar de que a finales del siglo XIX y principios del XX la política costarricense
aún no se había estabilizado, existía la clara tendencia de alejarse de las soluciones
militares en la vida política. Los costarricenses se sentían orgullosos de contar con
más maestros que soldados y con un nivel de vida más alto que el de cualquier
otro país centroamericano. El café permaneció siendo el pilar de la economía,
pero una creciente clase media urbana comenzó a disputar la hegemonía política a
los propietarios de los cafetales, con lo que surgieron partidos políticos más
modernos.

El Partido Republicano Nacional (PRN) ganó la presidencia con León Cortés


Castro en 1936 y en 1940 con Rafael Ángel Calderón y Guardia. Cuando el PRN
intentó continuar en el gobierno después de la derrota de 1948, una nueva fuerza
política, el Partido de Liberación Nacional (PLN), dirigido por José Figueres, lo
derrocó y se convirtió en el partido dominante de la nación, posición que ha
mantenido desde entonces. Con gobiernos moderados, Costa Rica se convirtió en
el país más democrático de Latinoamérica. Figueres ejerció como presidente de

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 98

1953 a 1958, y nuevamente de 1970 a 1974. El PLN ganó la presidencia en 1974


con Daniel Oduber, pero sus diferencias con Figueres en política económica
provocaron la toma del poder en 1978 de Renovación Democrática, coalición de
grupos de centro derecha encabezada por Rodrigo Carazo.

A principios de la década de 1980, Costa Rica experimentó un rápido crecimiento


de la población y, por consiguiente, dificultades en su economía. El PLN regresó al
poder en 1982, cuando Luis Alberto Monge fue elegido presidente; fue sucedido
por Óscar Arias Sánchez, también del PLN, en 1986. A finales de esta década,
Arias intentó conseguir el consenso entre los dirigentes centroamericanos para
garantizar la paz y la estabilidad en la región. Rafael Calderón, hijo del anterior
presidente Rafael Ángel Calderón y Guardia, ganó las elecciones presidenciales en
febrero de 1990 como candidato del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).

Guatemala

El gobierno de Guatemala estuvo en manos de militares prácticamente desde sus


comienzos como República, quienes accedían al poder a través de frecuentes
revoluciones. En 1854, Rafael Carrera, que catorce años antes se había hecho con
el poder en Guatemala y en buena parte de Centroamérica gobernando de forma
dictatorial, se convirtió en presidente vitalicio llevando a cabo una política
conservadora. En 1873, ocho años después de su muerte, tras la cual fueron
constantes los enfrentamientos civiles, Justo Rufino Barrios (1873-1885), anterior
comandante en jefe del Ejército, fue nombrado presidente.

Barrios inició un periodo de gobiernos liberales que duraría hasta 1920, aunque se
continuó gobernando de forma dictatorial. En su intento por revivir la federación
de las Provincias Unidas de Centroamérica por medios militares, invadió el
Salvador y murió en la campaña. Su sucesor, el general Manuel Lisandro Barillas,
restableció las relaciones con El Salvador y los demás países de Centroamérica.

José María Reina Barrios, electo presidente en 1892, fue asesinado seis años
después. Durante los siguientes 22 años, el político Manuel Estrada Cabrera
(1898-1920)gobernó Guatemala. En 1906 el antiguo presidente Barillas organizó
una rebelión en contra de su régimen, provocando una guerra que envolvió a toda
Centroamérica, con la excepción de Nicaragua. Las hostilidades cesaron gracias a
la intervención del presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, y del
presidente de México, Porfirio Díaz, que organizó un armisticio.

En 1920 se obligó al presidente Estrada Cabrera a renunciar. Carlos Herrera y


Luna fue designado presidente provisional, pero fue derrocado en 1921 por el
general José María Orellana, que ocupó la presidencia hasta su muerte en 1926.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 99

Le sucedió el antiguo oficial del Ejército, Lázaro Chacón. En 1930 los efectos de la
depresión económica y las acusaciones de corrupción contra la dictadura del
presidente Chacón provocaron su derrocamiento.

El general Jorge Ubico Castañeda fue nombrado presidente en febrero de 1931;


bajo su régimen, la economía guatemalteca logró recuperarse de la depresión
económica de 1930, aunque la principal beneficiaria fue la compañía
estadounidense United Fruit, así como las grandes familias de la oligarquía
nacional. No obstante, la dureza de su régimen provocó que un movimiento
cívico-militar le obligara a dimitir en junio de 1944, acabando así con las dictaduras
militares que habían dominado el país durante un siglo.

• La presidencia de Arévalo: en diciembre de 1944, el educador guatemalteco


Juan José Arévalo fue elegido presidente con el apoyo de los partidos
Renovación Nacional y Frente de Liberación Popular; se promulgó una nueva
Constitución en marzo y se pusieron en marcha reformas sociales internas.

En septiembre de 1945 Guatemala renovó sus reclamaciones sobre la Honduras


Británica (actualmente Belice), asunto pendiente desde la formación de la
República. Un acuerdo negociado con Gran Bretaña en 1859 había definido la
frontera sur entre los dos países; Guatemala reinició la disputa en los últimos
años de la década de 1930, reclamando que Gran Bretaña no había cumplido
todos los términos del acuerdo. En enero de 1946, Gran Bretaña propuso que
la disputa fronteriza se sometiera al arbitrio del Tribunal de La Haya. El
conflicto se agravó en 1948, cuando unidades de la Marina británica fueron
enviadas al puerto de la ciudad de Belice para impedir una supuesta invasión
guatemalteca. Guatemala emitió una protesta a la Organización de las
Naciones Unidas (ONU), a la Unión Panamericana y a todos los países de
América Latina y Canadá. Posteriormente la República de Guatemala cerró su
frontera con la Honduras Británica.

Pequeños levantamientos derechistas se produjeron durante la primera mitad


de 1949, pero el principal suceso político del año fue el apoyo que el gobierno
prestó a los trabajadores de la United Fruit en sus reivindicaciones, ante las
cuales la compañía estadounidense tuvo que ceder.

• Transición a la izquierda: aunque Arévalo sufrió más de veinte intentos de


derrocamiento, pudo gobernar la totalidad de su mandato presidencial. En
noviembre de 1950 se celebraron elecciones generales; apoyado por una
coalición de partidos de izquierda, el candidato presidencial Jacobo Arbenz
Guzmán, ministro de Defensa en el gabinete de Arévalo, obtuvo la victoria. La

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 100

nueva administración asumió el poder en marzo de 1951 y en ese año Arbenz


continuó de manera general con la moderada política social de su predecesor.

El gobierno de Arbenz comenzó a aplicar de forma decisiva políticas más


progresistas. En febrero de 1953 se inició el programa de reforma agraria, tras
aprobarse la expropiación de 91.000 ha de la United Fruit Company, situadas
en la costa occidental. A mediados de junio, se expropiaron otras 121.460 ha
de titularidad privada, a cuyos propietarios se indemnizó con bonos del Estado
no negociables. Además, se distribuyeron más de 162.000 ha de terreno
propiedad del gobierno entre los campesinos sin tierra.

También se llevó adelante un programa de construcción de carreteras y


ferrocarriles que rompía el monopolio que en este sector tenían compañías
filiales de la estadounidense.

En 1954 la oposición al régimen de Arbenz aumentó tanto en el interior como


fuera del país, hasta el punto de que fue calificado de comunista. En la X
Conferencia Interamericana (véase Panamericanismo), que tuvo lugar en
marzo de ese año, Estados Unidos consiguió la aprobación de una resolución
que condenaba implícitamente al gobierno de Guatemala. En abril, el arzobispo
católico de Guatemala, en una carta pastoral, apeló a favor de un
levantamiento en contra del comunismo. Alegando el descubrimiento de una
conspiración, cuyo fin era derrocarlo (se había hecho un intento en 1953), el
gobierno comenzó a detener el 31 de mayo a los líderes de la oposición y el 8
de junio suspendió los derechos civiles.

• Gobierno Anticomunista: el 18 de junio de 1954, un denominado “Ejército de


liberación”, formado por políticos exiliados entrenados y apoyados de manera
clandestina por Estados Unidos y dirigido por el coronel Carlos Castillo Armas,
invadió Guatemala desde Honduras. Los rebeldes ocuparon rápidamente los
centros neurálgicos del país ante la resistencia simbólica del Ejército y
bombardearon la capital y otras ciudades. Arbenz renunció el 27 de junio y dos
días más tarde se disolvió el Congreso, se arrestó a los principales dirigentes
que le habían apoyado y se liberó a cerca de 600 presos políticos de otros
partidos. La reforma agraria y otros proyectos del gobierno anterior se
paralizaron de forma inmediata.

Castillo Armas fue nombrado presidente provisional el 8 de julio; fue ratificado


por un plebiscito nacional y el 6 de noviembre se instaló formalmente como
presidente para un periodo de 5 años. Mientras tanto, una asamblea
constituyente convino en redactar una nueva Constitución. En noviembre de
1955 el gobierno autorizó la actividad de algunos partidos políticos. Las

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 101

elecciones legislativas se celebraron en diciembre y el partido del gobierno


obtuvo todos los escaños. El presidente Castillo Armas firmó una nueva
Constitución el 2 de febrero de 1956.

• Gobierno Militar: el 26 de julio de 1957, Castillo Armas fue asesinado. Dos


días más tarde, el Congreso nombró a Luis Arturo González López presidente
provisional, quien se comprometió a continuar la política anticomunista de
Castillo Armas. En octubre de ese año se celebraron elecciones presidenciales,
pero su validez fue cuestionada por algunos partidos políticos minoritarios, ante
lo cual, una junta militar se hizo con el gobierno. El 19 de enero de 1958 se
celebraron nuevas elecciones presidenciales, pero ningún candidato obtuvo la
mayoría requerida; como resultado, el 12 de febrero el Congreso eligió
presidente al general Miguel Ydígoras Fuentes, anterior ministro de Obras
Públicas bajo el gobierno del presidente Jorge Ubico y enemigo político de los
presidentes liberales Arévalo y Arbenz.

• Violencia Política: en marzo de 1963, Ydígoras fue destituido por su ministro


de Defensa, el coronel Enrique Peralta Azurdia, quien proclamó el estado de
emergencia y canceló las elecciones que se debían celebrar en diciembre.

También tomó medidas enérgicas para sofocar una revuelta guerrillera de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), especialmente activa en Zacapa; a
pesar de la dura represión, las guerrillas continuaron su actividad. Los grupos
paramilitares que, autorizados por el Ejército, asesinaron a cientos de personas
durante el periodo del sucesor de Peralta, Julio César Méndez Montenegro
(1966-1970), sólo exacerbaron la situación.

Después de una campaña marcada por la violencia, el general Carlos Arana


Osorio fue elegido presidente en 1970; cuatro años después fue sucedido por el
general Kjell Eugenio Laugerud García. Durante ambos gobiernos la violencia
política continuó, aunque se percibió cierta disminución a mediados de la
década de 1970. Sin embargo, durante ese tiempo el país fue sacudido por
dos desastres naturales, un devastador huracán (1974)y un violento terremoto
(1976), que se cobraron más de 20.000 vidas y dejaron a más de un millón de
personas sin hogar. A pesar de todo, la economía de Guatemala disfrutaba de
un notable crecimiento, estimulado por el aumento de la producción petrolífera
y los altos precios del café. El resurgimiento del enfrentamiento civil,
provocado por las actividades de las FAR y de los ‘escuadrones de la muerte’
paramilitares, caracterizó el periodo presidencial del general Fernando Romeo
Lucas García, que había sido elegido en 1978.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 102

• Golpe de Estado: el 23 de marzo de 1982, dos semanas después de la elección


como presidente del general Ángel Aníbal Guevara, un golpe de Estado instaló
en el poder a una junta militar encabezada por el general Efraín Ríos Montt. En
junio, Ríos Montt disolvió la Junta y asumió la presidencia, gobernando de
forma dictatorial. Después de que las fuerzas guerrilleras rechazaran una
posible amnistía, las actividades de las fuerzas paramilitares se extendieron por
todo el país, perpetrando atrocidades entre los indígenas y campesinos

• La Lenta Transición hacia la Democracia: Ríos Montt fue depuesto de su cargo


el 8 de agosto de 1983 después del golpe militar que dirigió el brigadier Óscar
Humberto Mejía Victores, quien restauró las libertades civiles. Los resultados
de las elecciones de diciembre de 1985 llevaron al demócrata cristiano Vinicio
Cerezo a ocupar la presidencia después de más de 30 años de gobiernos
militares. No obstante, Cerezo no fue capaz de suprimir el tráfico de drogas ni
de acabar con los abusos a los derechos humanos, aunque progresaron los
intentos de diálogo con la guerrilla, con la que se alcanzaron acuerdos en Oslo
(Noruega)y en El Escorial (España), que permitieron el desarrollo pacífico de
las elecciones presidenciales de 1991 que fueron ganadas por Jorge Serrano
Elías, empresario y protestante evangélico íntimamente ligado a Ríos Montt.

Un año después, Rigoberta Menchú, indígena quiché que había huido a México
en 1981 para escapar de la persecución del Ejército y de los grupos
paramilitares, recibió el Premio Nóbel de la Paz por su defensa de los derechos
humanos. En mayo de 1993 el presidente Serrano, respaldado por el Ejército,
dio un golpe de Estado que supuso la disolución del Congreso y la suspensión
de la Constitución; sin embargo, ante la falta de apoyo interno y las protestas
internacionales, un ‘contragolpe’ dirigido por el Tribunal Constitucional le obligó
a dimitir.

Ese mismo año el Congreso eligió a Ramiro de León Carpio como presidente de
la República para completar el periodo de gobierno. León Carpio, que había
destacado por sus denuncias a la violencia institucional, impulsó varias
reformas constitucionales “como limitar el mandato presidencial a cuatro
años”, estableció negociaciones con la guerrilla “agrupada en la Unidad
Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG)” y apoyó la creación de una
comisión para delimitar responsabilidades sobre la violencia institucional, que
había provocado en las tres últimas décadas más de 100.000 muertos y unos
50.000 desaparecidos; también favoreció el regreso de los miles de indígenas
desplazados por la guerra, muchos de los cuales se habían refugiado en
México.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 103

Honduras

Los liberales, comenzando con Marco Aurelio Soto en 1876, dominaron el país a
finales del siglo XIX y principios del XX, dedicándose a la modernización del país y
a la necesidad de incrementar sus exportaciones. En 1880, la definitiva
transferencia de la capital de la República “de la conservadora Comayagua a la
liberal Tegucigalpa”, reflejó tanto el triunfo de los liberales como el renovado
interés por la minería, que fue estimulada por el gobierno para atraer la inversión
extranjera. A finales del siglo XIX, las compañías mineras estadounidenses
jugaron un papel muy destacado en el desarrollo económico hondureño, lo que no
impidió que Honduras continuara siendo el país menos desarrollado de
Centroamérica.

Durante la primera mitad del siglo XX varias compañías frutícolas estadounidenses


“como la United Fruit, la Standard y Cuyamel”, hicieron rápidamente del banano la
principal exportación del país, consiguiendo que los gobiernos liberales realizaran
concesiones favorables. La compañía United Fruit adquirió Cuyamel en 1929,
convirtiéndose en la mayor propietaria del país. Honduras aumentó sus
exportaciones, desarrolló sus puertos caribeños y la ciudad de San Pedro Sula se
convirtió en el principal centro de población de toda la llanura caribeña de
Centroamérica. Sin embargo, la casi totalidad de los beneficios fue a parar a las
compañías frutícolas estadounidenses, por lo que la mayor parte del país
permaneció muy poco poblado y con un alto índice de analfabetismo.

En 1933 Tiburcio Carías Andino, fundador del Partido Nacional, fue nombrado
presidente, pero antes de concluir su mandato realizó varias reformas
constitucionales que le permitieron instaurar una dictadura hasta 1948 que puso
fin al desorden político que había caracterizado la política hondureña. Tras ser
cesado, la elite militar, poseedora de la tierra dominó el país, se resistió a la
modernización de las estructuras políticas, sociales y económicas, y se plegó a los
intereses estadounidenses. En 1957, el liberal Ramón Villeda y Morales fue elegido
presidente constitucional; durante su gobierno, Honduras entró en el Mercado
Común Centroamericano e inició programas para la reforma agraria y la ampliación
de la educación. Su política provocó la desconfianza de la oligarquía hondureña
que, alarmada por el triunfo del comunismo en Cuba, apoyó en 1963 un golpe de
Estado dirigido por el coronel Osvaldo López Arellano que derrocó al liberal Villena

López Arellano gobernó el país desde 1965 hasta 1975. La frágil economía
hondureña se debilitó aún más durante su régimen debido a una breve pero
onerosa guerra con El Salvador, conocida como guerra del Fútbol; la fuerte
emigración de salvadoreños, más de 300.000, que se habían instalado en
Honduras, aumentaron el desempleo que sufría el país. En 1974 López Arellano

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 104

fue acusado de estar implicado en un soborno de la United Brands (sucesora de la


United Fruit), por lo que las Fuerzas Armadas apoyaron al coronel Juan Alberto
Melgar Castro a dar un golpe de Estado y tomar el poder. Melgar Castro inició un
ambicioso programa de reformas, pero tres años más tarde fue derrocado por otro
golpe de Estado, dirigido esta vez por el general Policarpo Paz García.

A finales de la década de 1970 y durante 1980, el problema principal del país fue
la inestabilidad política de sus países vecinos. El 30 de octubre de 1980 Honduras
firmó en Lima un tratado de paz con El Salvador que puso fin a once años de
hostilidades. En las elecciones celebradas en noviembre de 1981, el candidato del
Partido Liberal, Roberto Suazo Córdova, obtuvo la presidencia y tomó posesión de
su cargo en enero de 1982; sin embargo, los militares mantuvieron su influencia
en la vida política. Honduras se convirtió en la base de operaciones del Ejército
estadounidense y de la guerrilla antisandinista (la contra nicaragüense), que
luchaban contra el gobierno sandinista de Nicaragua

Nicaragua

En 1893 una revolución llevó al poder al dirigente liberal José Santos Zelaya, que
permaneció como presidente durante los siguientes 16 años, gobernando de forma
dictatorial. Zelaya fue derrocado en 1909 y dos años después Adolfo Díaz asumió
la presidencia. Durante su mandato contó con el apoyo de Estados Unidos, país
que en 1912 intervino por primera vez en Nicaragua con el envío de un
contingente de marines. En 1916 entró en vigor el Tratado Bryan-Chamorro,
acuerdo por el que Estados Unidos obtuvo el derecho a construir un canal a través
del país desde el océano Atlántico hasta el océano Pacífico, tomar en
arrendamiento las islas del Maíz y establecer una base naval en el golfo de
Fonseca, todo ello a cambio del pago de 3 millones de dólares.

El acuerdo desencadenó las protestas de algunos países de Centroamérica y


supuso la formación de una guerrilla contraria al acuerdo. Los marines se
mantuvieron en Nicaragua hasta 1925 y después de su salida se produjeron
nuevas revueltas contra Díaz, por lo que volvieron a intervenir un año después. A
partir de ese momento, las tropas estadounidenses lucharon contra la guerrilla del
dirigente liberal Augusto César Sandino

En 1928 se celebraron nuevas elecciones y el general liberal José María Moncada


asumió la presidencia un año después. Los marines se retiraron en 1933, dejando
a Anastasio Somoza como comandante de la Guardia Nacional, quien un año
después mandó ejecutar al guerrillero Augusto César Sandino. En 1937 fue
elegido presidente, iniciando una dinastía que gobernaría el país durante más de
cuarenta años de forma dictatorial.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 105

• El Régimen de la Familia Somoza: Nicaragua declaró la guerra a los países del


Eje en diciembre de 1941. En junio de 1945 se convirtió en miembro fundador
de la Organización de las Naciones Unidas, en 1948 se unió a la Organización
de Estados Americanos y en 1951 a la Organización de Estados
Centroamericanos. En 1956 el presidente Anastasio Somoza fue asesinado. Su
hijo, Luis Somoza Debayle, le sustituyó en el cargo y un año después venció en
las elecciones y ocupó el ejecutivo. En 1967 Anastasio Somoza Debayle, el hijo
más joven del antiguo dictador, fue elegido presidente y estableció un régimen
autoritario y cruel, que se apoyó en la Guardia Nacional para reprimir cualquier
oposición política a su gobierno.

En agosto de 1971 derogó la Constitución y disolvió la Asamblea Nacional. En


las elecciones para constituir una nueva Asamblea en febrero de 1972, el
Partido Liberal de Somoza ganó de forma clara. En mayo de ese año Somoza
renunció al cargo de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas; el control
político fue asumido por un triunvirato formado por dos liberales y un
conservador. El 23 de diciembre de 1972 la ciudad de Managua fue destruida
totalmente por un terremoto, con miles de muertos y damnificados. Se declaró
la ley marcial y Somoza se convirtió de nuevo en jefe del ejecutivo. Fue
elegido formalmente presidente en 1974

A principios de 1978 Pedro Joaquín Chamorro, editor del diario La Prensa de


Managua y destacado opositor al régimen de Somoza, murió asesinado. El
presidente fue acusado de complicidad en ese hecho y el país entró en un
periodo de violencia generalizada que desembocó en una verdadera guerra
civil. Las fuerzas opositoras fueron dirigidas por el Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN), grupo guerrillero formado en 1962 y llamado así
en memoria de Augusto César Sandino. El avance sandinista sobre Managua
fue muy rápido. Tratando de evitar otro régimen comunista (además de
Cuba)en América Latina, Estados Unidos presionó a Somoza para que
renunciara al poder en favor de una coalición moderada. El 17 de julio de 1979
Somoza abandonó el país, instalándose primero en Miami (Florida)y después
en Asunción, Paraguay, donde fue asesinado en 1980.

Los sandinistas nombraron un Gobierno de Reconstrucción Nacional para dirigir


el país. Encarando enormes dificultades, intentaron (inicialmente con el apoyo
estadounidense)activar la economía, pero Estados Unidos pronto se opuso a su
política izquierdista que había nacionalizado la banca y pretendía llevar a cabo
una profunda reforma agraria. Después de acusarles de abastecer a la guerrilla
de El Salvador, el gobierno de Ronald Reagan inició el bloqueo económico del
país en 1981 y empezó a financiar a grupos armados antisandinistas, la
denominada contra nicaragüense. El resultado fue una mayor radicalización del

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 106

régimen sandinista, que en 1982 firmó un pacto de ayuda con la Unión de


Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Se inició así una nueva guerra civil
que provocó numerosas muertes. La contra, operando con la asistencia de la
Agencia Central de Inteligencia (CIA), actuó desde bases secretas localizadas
en Costa Rica y Honduras

En las elecciones de noviembre de 1984, el candidato del FSLN a la presidencia,


Daniel Ortega Saavedra, ganó por un amplio margen de votos. En octubre de
1985 declaró el estado de emergencia durante un año, bajo el cual se
suspendieron los derechos civiles. La ayuda militar estadounidense a la contra
nicaragüense fue rechazada por el Congreso estadounidense en 1985, aunque
no fue oficialmente retirada hasta octubre de 1986. Un mes más tarde se
reveló que la contra se habían beneficiado de los fondos obtenidos por la venta
ilegal de armas a Irán por parte del gobierno de Estados Unidos (véase
Irangate).

En marzo de 1988, durante la primera conversación para llegar a un acuerdo


de paz, la contra y los sandinistas aceptaron una tregua. En febrero de 1989,
se firmó en Costa del Sol (El Salvador), un acuerdo entre los cinco presidentes
centroamericanos, que supuso el desmantelamiento de la contra y la realización
de reformas constitucionales para garantizar la celebración de elecciones con
plenas libertades políticas un año después.

El Salvador

El Salvador ganó su independencia en enero de 1841, después de que las diversas


provincias federadas se hubieran emancipado y en 1858 accedió al poder Gerardo
Barrios, quien emitió un decreto en el cual proclamó la República de El Salvador.

La primera década del siglo XX fue un periodo de estabilidad y la economía logró


considerables progresos. La producción y exportación del café se convirtió en la
actividad principal; se construyó la red ferroviaria y se desarrollaron grandes
instalaciones portuarias en la bahía de La Unión.

De 1931 a 1944 el país estuvo bajo el gobierno del general Maximiliano Hernández
Martínez. A pesar de que a finales de la década de 1930 su régimen mantenía
buenas relaciones comerciales y de adiestramiento militar con Alemania e Italia, El
Salvador colaboró con Estados Unidos y sus aliados durante la II Guerra Mundial y
se convirtió en miembro fundador de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) en 1945. El país se unió a la Organización de Estados Americanos (OEA)
en 1948 y tres años después, en 1951, firmó la carta de constitución de la

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 107

Organización de Estados Centroamericanos; en 1958, El Salvador se integró en el


Mercado Común Centroamericano. Se presentaron a su vez los siguientes hechos:

• El Inicio de los Conflictos: a comienzos de la década de 1940 los aires de


renovación política provocaron un efecto negativo a nivel económico y social; el
afán de los gobiernos de impulsar ciertos cambios en el país pudo concretarse
durante la década de 1950, que fue de excepcional bonanza económica. En
cuestión de pocos años el aspecto físico de El Salvador cambió de manera
significativa al construirse nuevas carreteras, puentes, represas hidroeléctricas,
fábricas y viviendas. Los programas de salud y educación pudieron ampliarse,
al igual que la Seguridad Social. En enero de 1961 se llevó a cabo la primera
de las numerosas reformas económicas que se intentaron aplicar durante las
dos siguientes décadas.

− Intervencionismo militar: en 1972, la elección como presidente de la República


del coronel Arturo Armando Molina fue rechazada, aduciendo fraude electoral,
por su oponente civil, José Napoleón Duarte, quien inmediatamente se exilió
del país. Las mismas acusaciones se realizaron en 1977 tras la elección como
presidente del general Carlos Humberto Romero; por entonces, la situación se
había deteriorado y los asesinatos entre los simpatizantes, tanto de las fuerzas
de izquierda como de derecha, se hicieron habituales.

Posteriormente el país entró en un caos total. En 1979 una Junta Cívico-Militar


derrocó al presidente Romero. La Junta llevó a cabo una reforma agraria,
nacionalizó la banca y el comercio exterior, pero no logró unificar al país ni
vencer a la guerrilla, y la violencia continuó. Los asesinatos fueron numerosos;
el más notorio fue el del arzobispo de la ciudad de San Salvador, Óscar Arnulfo
Romero, en marzo de 1980. En diciembre de ese mismo año, Duarte regresó
del exilio para unirse a la Junta, asumiendo la presidencia de la misma.

Estados Unidos ofreció ayuda financiera y entrenamiento militar para el Ejército


en su batalla contra la guerrilla, que estaba apoyada por los países comunistas,
en especial Cuba.

En 1982, el presidente de la Junta Cívico-Militar, José Napoleón Duarte,


convocó elecciones constituyentes, pero su partido, el Demócrata Cristiano, no
alcanzó la mayoría, siendo la coalición de derecha la fracción mayoritaria. La
Asamblea Constituyente redactó una nueva Constitución y eligió por
unanimidad y de forma interina a un presidente civil, el abogado independiente
Álvaro Alfredo Magaña, quien convocó elecciones presidenciales en marzo de
1984. Duarte resultó triunfador y fue restablecido en el cargo; en marzo de
1985 su grupo político, el Partido Demócrata Cristiano, ganó la mayoría en la

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 108

nueva Asamblea Legislativa, y ARENA (Alianza Republicana Nacionalista)


ocupó el segundo lugar.

En octubre de 1986 un terremoto causó severos daños en el centro histórico y


parte de la periferia de la ciudad de San Salvador, registrándose más de mil
muertos. Las conversaciones de paz con la guerrilla del Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional (FMLN) comenzaron en 1987 (véase
Acuerdo de Esquipulas), pero el FMLN no lo aceptó debido a las discrepancias
con el gobierno de José Napoleón Duarte. En las elecciones de 1988, la Alianza
Republicana Nacionalista (ARENA) alcanzó la mayoría en la Asamblea
Nacional. En 1989, el candidato de ARENA, Alfredo Cristiani, obtuvo la
presidencia por mayoría absoluta de votos. Ya en el poder, se sostuvieron
largas negociaciones entre el gobierno y los guerrilleros del FMLN mientras el
conflicto continuaba. A finales de 1989 las negociaciones se interrumpieron
debido a la ofensiva militar lanzada por la guerrilla. En 1990 se restablecieron
y, finalmente, en septiembre de 1991, con la mediación de la ONU, el
presidente Cristiani y los dirigentes de la guerrilla alcanzaron un acuerdo de
paz.

− El lento proceso de pacificación: la firma del Acuerdo de Chapultepec en enero


de 1992 terminó con la prolongada guerra civil, en la cual se estima que
murieron 75.000 personas, en su mayoría civiles. Ello trajo consigo, bajo la
supervisión de la ONU, el cese formal del fuego, el desarme de la guerrilla, el
establecimiento de una comisión para investigar las violaciones contra los
derechos humanos, la disolución de los cuerpos de seguridad pública y
batallones de reacción inmediata, además de la creación de la nueva Policía
Nacional Civil, integrada por civiles, ex miembros de las fuerzas de seguridad y
ex combatientes de la guerrilla.

Panamá

En 1931 un grupo nacionalista encabezado por Arnulfo Arias tomó el poder, pero
Estados Unidos no ejerció su derecho de intervención. Su hermano mayor,
Harmodio Arias, fue elegido presidente en 1932. Las relaciones entre los dos
países mejoraron en los años siguientes.

En 1934, cuando Estados Unidos devaluó el dólar, Panamá rechazó su nueva


moneda como pago de la cuota anual de 250.000 dólares por el arrendamiento de
la Zona del Canal, lo que provocó el inicio de una serie de conversaciones que
culminaron en 1936 con la revisión general del tratado de 1903 y el aumento de
los ingresos. Según los términos del nuevo acuerdo, ratificado por el Senado de
Estados Unidos en 1939, los estadounidenses mantuvieron el derecho de enviar

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 109

tropas al territorio panameño en caso de emergencia con el propósito de defender


el canal. Sin embargo, renunciaron a la potestad de intervenir en los asuntos
internos de Panamá y garantizaron la independencia del país, que además obtuvo
algunos derechos comerciales. Se presentaron los siguientes hechos:

• Problemas y Demandas: Arnulfo Arias, elegido presidente en 1940, fue


derrocado en 1941 debido a su simpatía hacia las potencias del Eje. En 1942
Panamá pasó a intervenir en la II Guerra Mundial al lado de los aliados;
durante la guerra, su economía mejoró de manera considerable, debido, en
parte, a las bases estadounidenses establecidas en su territorio, que fueron
desmanteladas en 1948.

Después de la guerra, Panamá tuvo que hacer frente a un aumento de la


inflación, la deuda y el desempleo, complicándose la situación por el rápido
crecimiento de la población. Estas condiciones contribuyeron a que se
reanudaran las demandas nacionalistas para que Estados Unidos cediera los
beneficios del canal a Panamá. En 1949, el coronel y jefe de la Guardia
Nacional, José Antonio Remón, ayudó a Arnulfo Arias a apoderarse de la
presidencia; sin embargo, en 1951, cuando Arias disolvió la Asamblea Nacional,
Remón lo derrocó tras un nuevo golpe de Estado. En 1952 se proclamó
presidente, llevando a cabo algunas reformas internas, pero en 1955 fue
asesinado.

• Incremento de la Agitación: de 1956 a 1960, durante el periodo presidencial


de Ernesto de la Guardia, los grupos opositores exigían un incremento en el
pago anual de los estadounidenses por el uso de la Zona del Canal, que ya se
había incrementado de 250.000 a 430.000 dólares, y nuevamente en 1955 a
1.930.000 dólares. Los más extremistas exigían su nacionalización,
especialmente después de que Egipto se hiciera con el control del canal de
Suez en 1956. En 1959 se realizaron manifestaciones masivas, en las que se
llevaron a cabo repetidos intentos para invadir la Zona del Canal. Con el fin de
suavizar los resentimientos, el presidente de Estados Unidos Dwight D.
Eisenhower ordenó izar la bandera panameña al lado de la estadounidense
como expresión de la soberanía de Panamá.

En 1964 continuó la agitación, lo que provocó que los disturbios fueran


reprimidos por tropas estadounidenses. El presidente Marco Aurelio Robles
abrió las negociaciones para acordar un nuevo tratado sobre el canal. En 1967
Estados Unidos y Panamá mostraron su conformidad con tres proyectos para
un nuevo tratado.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 110

En 1968 Arnulfo Arias llegó de nuevo a la presidencia, pero después de once


días fue depuesto por una junta dirigida por el coronel Omar Torrijos,
comandante en jefe de la Guardia Nacional, que rápidamente ilegalizó todos los
partidos políticos. En 1972 una nueva Asamblea aprobó una Constitución que
otorgó al presidente todo el poder ejecutivo como jefe del gobierno durante
seis años, convirtiéndose en el responsable de los asuntos internos y externos,
y del nombramiento de los miembros del gobierno, del Ejército y de las
instituciones judiciales.

La economía continuó padeciendo una profunda crisis y en 1973 aumentó de


forma alarmante la deuda exterior como resultado del incremento del precio del
petróleo, una de sus principales importaciones. Se produjeron numerosas
protestas contra el gobierno de Torrijos que exigían el aumento de los salarios
y el control de los precios.

• Nuevos Tratados y Traspaso del Canal: mientras tanto, se intensificó la


cuestión del canal. En 1970 Torrijos rechazó la revisión estadounidense de los
tratados de 1967, pero en 1971 reanudó las negociaciones y en 1977 firmó los
acuerdos conocidos como Carter-Torrijos, con el presidente de Estados Unidos,
Jimmy Carter. Este nuevo tratado permitía a Estados Unidos mantener su
soberanía sobre el canal hasta el año 2000 y concedía a Panamá un porcentaje
de los peajes realizados; también estipulaba que todas las naciones tendrían
acceso libre al canal, pero que Estados Unidos lo defendería de forma
indefinida. Aunque los grupos extremistas panameños no estaban de acuerdo
con estas disposiciones, Panamá lo ratificó en 1978 y un año después entró en
vigor. La oposición al acuerdo también se extendió a Estados Unidos, donde
muchos de sus ciudadanos consideraron que el país estaba entregando una
propiedad legítima y que el canal probablemente sería menos competente en
manos de los panameños.

El general Torrijos abandonó la jefatura del gobierno en 1978, pero continuó


como jefe de la Guardia Nacional y, de este modo, siguió controlando el país
hasta su muerte, en accidente aéreo, en 1981. El nuevo presidente electo,
Arístides Royo, fue obligado a renunciar en julio de 1982 y los militares
tomaron el poder hasta mayo de 1984, cuando Nicolás Ardito Barletta asumió
la presidencia. Este último renunció en 1985 y fue sucedido por su
vicepresidente, Erik Arturo del Valle.

A pesar de las reformas constitucionales, los militares, dirigidos por el general


Manuel Antonio Noriega, continuaron ejerciendo un poder excesivo, incluso
después de febrero de 1988, cuando un jurado estadounidense levantó cargos
contra Noriega por tráfico de drogas. Inmediatamente, el gobierno

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 111

estadounidense lanzó una campaña de presión económica y política para su


destitución. En mayo de 1989, después de que observadores estadounidenses
informaran que el candidato de la oposición, Guillermo Endara, había triunfado
en las elecciones presidenciales, el gobierno de Noriega las anuló.

Noriega reprimió un intento de golpe militar en octubre de 1989, pero dos


meses más tarde 24.000 marines estadounidenses invadieron Panamá e
instalaron a Guillermo Endara en la presidencia. En enero de 1990 Noriega fue
detenido y trasladado a Estados Unidos, y en abril de 1992 fue declarado
culpable y condenado a 40 años de prisión por los cargos de tráfico de cocaína,
crimen organizado y blanqueo de dinero. Estados Unidos prometió que
concedería a Panamá 1.000 millones de dólares para reparar los daños
causados por la invasión y por las anteriores sanciones económicas

2.2.2 Los Principales Conflictos Centroamericanos en la Segunda Parte


del Siglo XX

El Conflicto Nicaragüense2

Igual que todos los países de Latino América y el Caribe, Nicaragua fue
constantemente saqueada, explotada e invadida por el imperialismo. En particular
la burguesía de EEUU necesitaba controlar este país porque del punto de vista
estratégico y comercial permitía una fácil conexión entre el Océano Atlántico y el
Pacífico. Augusto César Sandino, hijo de una familia campesina pobre, fue el
primero en luchar contra el imperialismo en Nicaragua y comenzó una guerra de
guerrillas que duró seis años de 1927 hasta 1932.

Sandino empezó su lucha con 29 combatientes reclutados entre obreros de las


minas y logró juntar 3.000 guerrilleros que procedían de los campesinos, de los
pobres de las ciudades y de la juventud internacionalista de todo el continente.

La guerrilla de Sandino se enfrentó con los marines norteamericanos y el ejército


regular. El régimen, que no podía aplastar el movimiento, respondió con el terror
contra los campesinos: fusilamientos de masas, torturas sistemáticas, castigos
públicos, etc., contra la población civil por parte de la Guardia Nacional instruida
por EEUU. Se utilizaron 70 bombarderos norteamericanos igual que iba a suceder
40 años más tarde en Vietnam. En 1932 Sandino aceptó rendirse a cambio de la
promesa de la retirada de las tropas norteamericanas y la garantía de respetar a
los guerrilleros.

2
Claudio Villa: SANDINO, EL GENERAL DE LOS HOMBRES LIBRES.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 112

Esta ingenuidad le costó la vida a todo su ejército y a él mismo. El 21 de febrero


de 1934 Augusto César Sandino fue asesinado tras una cena-trampa con el
presidente liberal y títere de Washington Bautista Sacasa. Anastacio Somoza
García declaró más tarde: “Fui a la embajada USA donde tuve un coloquio con el
embajador Arthur Bliss, el cual me aseguró que el gobierno de Washington
recomienda la eliminación de Augusto Sandino porque le considera un perturbador
de la paz en el país”.

Sandino condujo una lucha heroica pero no suficiente para vencer: en su


pensamiento había una debilidad de fondo que todavía permanece en la política
del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) setenta años después. El
objetivo de Sandino se limitaba a la liberación de la presencia militar extranjera,
con la colaboración de la burguesía nacional-colonial, sin necesidad de
revoluciones. En sus palabras: “ni extrema derecha, ni extrema izquierda, nuestra
consigna es el frente unido. En este caso no es ilógico que nuestra lucha acepte la
colaboración de todas las clases sociales sin “ismos” o clasificaciones”.

El sectarismo estalinista del PC nicaragüense (es decir el PSN, Partido Socialista de


Nicaragua) empujó a Sandino entre brazos burgueses. Su asesinato abrió el
camino al golpe de estado de la Guardia Nacional y a 42 años de dictadura de la
familia Somoza, con la aprobación de Moscú y los ‘comunistas’ del PSN hasta 1973.

No obstante, pese a la represión, no toda la oposición fue aplastada. En Managua


se organizó en clandestinidad la Confederación de Trabajadores de Managua
(CTM) con 3.000 afiliados.

La familia Somoza empezó a acumular una enorme fortuna y se calcula que en


1979 superaba los 150 millones de dólares, la posesión de 150 fábricas por una
total del 25% de la industria y el 10% de la tierra. La línea aérea, un canal de
televisión, un periódico y la filial de la Mercedes Benz también eran suyas. Dijo de
Somoza Franklin Roosevelt, presidente de EEUU: “Somoza tal vez sea un hijo de
puta, pero es nuestro hijo de puta”.

La “tutela” militar norteamericana protegía los intereses industriales imperialistas


y sus inversiones en América Central, que constituían el 80% de la región. Entre
1950 y 1979, fueron 4900 los oficiales y soldados que viajaron a EEUU para ser
formados. Nicaragua se convirtió en la base estratégica del imperialismo en
América Central: de ahí salió en abril de 1961 la operación de la Bahía de
Cochinos (Playa Girón) contra la revolución cubana. Se presentaron los
siguientes hechos:

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 113

• La Naturaleza del Frente Sandinista: a partir de 1973 avanzaba la actividad


reivindicativa del movimiento obrero a pasos agigantados, sin que la dictadura
pudiera acallarla. El sector más combativo fueron los trabajadores de la
construcción que el 1977 coincidieron con la ofensiva guerrillera de los
Sandinistas en el campo y en algunas ciudades de las provincias. Pero, desde
su origen el Frente Sandinista de Liberación Nacional “FSLN” no había tenido
raíces firmes entre los trabajadores.

El FSLN nació al apartarse algunos estudiantes de clase media del partido


comunista, el PSN, por aceptar el estalinismo sin más el régimen somocista.

De hecho la formación del FSLN fue una consecuencia directa y la respuesta de


la pequeña burguesía nacionalista a la bancarrota política del estalinismo en
América Central. Lo mismo había pasado anteriormente en Cuba donde el
Partido Socialista Popular (el partido comunista maniobrado por Moscú) había
frenado el ascenso revolucionario de los años 30 para luego apoyar al gobierno
de Batista hasta 1943.

Así fue que a comienzo de los 60, Carlos Fonseca Amador salió del PSN y
reunió a su alrededor algunos estudiantes que formaron el primer núcleo del
sandinismo guerrillero. La Revolución Cubana tuvo sin duda su efecto en la
formación del FSLN.

El programa político no dejaba de ser reformista y sus puntos decisivos eran:


lucha sin cuartel al somocismo para construir una Nicaragua capitalista y
democrática más avanzada; Alianza entre las masas oprimidas y la burguesía
nacional, antes y después de derrocar al somocismo; el sector más izquierdista
del frente creía además en la teoría estalinista y reformista de las 2 etapas:
primero una revolución democrática para llevar el país al nivel del capitalismo
avanzado, luego en un futuro lejano la lucha por el socialismo. Esta teoría es
completamente antimarxista e irreal, porque no surge de un análisis científico
de la realidad, sino que refleja por un lado el deseo del estalinismo de frenar
las revoluciones para el bien de la estabilidad de la burocracia; por el otro lado
refleja la identificación de la pequeña burguesía y de la socialdemocracia con
los intereses de la gran burguesía colonial, aunque esta sea una mera apéndice
del imperialismo.

• Los trabajadores no aguantaron más y comenzó la revolución3: aterrorizada


por la movilización de la clase obrera, la burguesía nacional “no somocista”
(apoyada por el PSN y demás estalinistas en el frente UDEL liderado por el
multimillonario Joaquín Chamorro y su diario La Prensa) intentó pactar con el
3
Autor: Claudio Villa

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 114

FSLN para dar una alternativa a Somoza, pero sin perder los privilegios que la
dictadura le había asegurado. A pesar del apoyo que le dio EEUU, Joaquín
Chamorro fue asesinado por orden de Somoza el 10 de enero de 1978. Los
sindicatos obreros y la Udel convocaron huelga general por el día 24: más de
120.000 trabajadores y personas de capa medio-baja participaron en los
funerales de Joaquín Chamorro en Managua, asustando a los propios liberales,
que tenían más miedo al pueblo que a la dictadura. En 1978 ya se hablaba de
guerra civil y enfrentamientos armados en León, Estelí, Chirandega y Masaya
entre revolucionarios y Guardia Nacional. La Guardia Nacional bombardeaba
ciudades enteras llegando a matar a 5.000 personas en una semana. Se
calcula que el los dos años de guerra civil la dictadura mató al 2% de la
población, o sea 50.000 personas.

Por primera vez los trabajadores de las ciudades se movilizaban de manera


masiva e independiente con consignas políticas. Pero la falta de una dirección
revolucionaria de los trabajadores hizo que fuera el FSLN en concentrar toda la
admiración y las expectativas de la clase obrera, aunque sólo contaban los
Sandinistas con 500 guerrilleros armados. El FSLN, liderado por Humberto y
Daniel Ortega, Jaime Wheelock y Tomás Borge, llamó a principios de junio de
1979 a la movilización general y empezó desde Costa Rica la ofensiva final en
las provincias. Las masas de Managua y las principales ciudades ya estaban en
lucha desde el mes de mayo y empezaban la huelga revolucionaria final. Los
sectores más combativos de la clase obrera llevarían un total de 11 semanas de
huelga general, dejando a los dirigentes sindicales estalinistas a la cola del
movimiento y obligándoles a adecuarse a la situación.

De hecho las columnas guerrilleras entraron el 19 de julio en Managua con la


capital ya liberada porque la Guardia Nacional acabó aplastada por el
movimiento. Somoza había huido dos días antes protegido por Jimmy Carter y
la dictadura había caído. La Guardia Nacional, financiada hasta los últimos días
por EEUU huyó a las provincias para reorganizarse y sentar las bases de la
Contra. La movilización de la clase obrera, los campesinos y la pequeña
burguesía había sido decisiva para el derrumbe del estado somocista.

A la lucha revolucionaria también habían contribuido decenas de brigadistas de


todo el continente, especialmente desde Colombia donde los militantes
trotskystas del PST movilizaron la brigada “Simón Bolívar” y algunos de ellos
contribuyeron a la derrota de la Guardia Nacional somocista.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 115

Conflicto Salvadoreño

La guerra civil que se desarrolla en El Salvador entre 1981 y 1992 es el resultado


de la conflictividad social generada por el sistema político y económico de corte
oligárquico que se implantó en el país a finales del siglo XIX y que prevaleció, con
variaciones, durante la mayor parte del siglo veinte.

Los antecedentes del conflicto armado pueden trazarse con bastante claridad hasta
la fallida insurrección campesina de 1932 liderada por el entonces recién fundado
Partido Comunista Salvadoreño, la dictadura de doce años encabezada por el
General Maximiliano Hernández Martínez (diciembre de 1931-mayo de 1944)y el
ciclo de gobiernos militares que le sucedieron hasta 1979.

En octubre de ese año, “El movimiento de la Juventud Militar” derroca al General


Romero e instala una Junta Revolucionaria de Gobierno encabezada por el Coronel
Adolfo Majano, en un intento por abrirle paso a un proyecto reformista que
contuviera la dinámica de confrontación entonces en pleno ascenso. A lo largo del
periodo de dictaduras militares, se desarrollaron diversos movimientos sociales y
políticos que con diversas motivaciones e ideales promovieron la disidencia y la
oposición en condiciones extremadamente difíciles de carencia de espacios
democráticos y represión gubernamental.

Después del levantamiento cívico militar y la huelga de “brazos caídos” que


derrocó al Dictador Hernández Martínez (1944), los movimientos democráticos se
caracterizaron por desarrollar una lucha social y política legal y electoral hasta
1970, año en que pequeños grupos revolucionarios iniciaron la lucha armada ante
lo que consideraron el agotamiento de los medios de lucha pacíficos.

En aquel momento, la represión gubernamental contra las organizaciones


populares y sectores de oposición se intensificaba, cerrando cauces a las
manifestaciones democráticas que se habían mantenido en las décadas anteriores.

En estas condiciones, núcleos radicalizados pertenecientes a sindicatos,


organizaciones estudiantiles y a partidos de oposición, principalmente al Partido
Comunista Salvadoreño (entonces en clandestinidad) fundan las “las
organizaciones político-militares”.

En 1970 se crean las FPL (Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí ), en


1971 el Partido de la Revolución Salvadoreña-Ejército Revolucionario del Pueblo
(PRS-ERP), en 1974 la Resistencia Nacional – Fuerzas Armadas de la Resistencia
Nacional (RN-FARN) y en 1975 el Partido Revolucionario de los Trabajadores
Centroamericanos (PRTC). Estas organizaciones se caracterizaron por desarrollar

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 116

una estrategia de lucha armada basada en la formación de grupos guerrilleros


urbanos, suburbanos y rurales, combinada con una de ampliación de su influencia
y organización en los movimientos sociales de la época.

La década transcurrida entre 1970 y 1980 cimentó de forma irreversible las bases
de una confrontación prolongada y sangrienta que alcanzaría su plena expresión
entre 1980 y 1992. Fue un proceso caracterizado por la profundización del
terrorismo de estado implementado por la Fuerza Armada, los cuerpos de
seguridad y diversos organismos paramilitares clandestinos (Escuadrones de la
Muerte) que operaron al amparo de las propias instituciones del estado y que
contaron con el apoyo y financiamiento de poderosos grupos económicos y
políticos. En esta época se registraron las primeras masacres, asesinatos y
desaparecimientos forzosos ejecutados en el campo y la ciudad.

Asimismo fue un periodo caracterizado por el auge de la organización popular en el


campo y la ciudad y por el agotamiento del sistema político de la dictadura, es
decir, la realización de elecciones fraudulentas para legitimar a los gobiernos
militares de turno. Entre 1974 y 1980 se desarrollaron poderosas organizaciones
populares tales como el Bloque Popular Revolucionario (BPR), el Frente de Acción
Popular Unificada (FAPU), las Ligas Populares 28 de febrero (LP-28), el Frente de
Acción Unificada (FAU) y Las Ligas para la Liberación, las cuales fundaron en
enero de 1980 la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM) y posteriormente
contribuyeron decisivamente a la fundación del Frente Democrático Revolucionario
(FDR) junto al Movimiento Nacional Revolucionario (MNR)de tendencia social
demócrata y al Movimiento Popular Social Cristiano.

Específicamente entre 1979 y 1980 se cierra el ciclo de gestación de la guerra civil,


en la medida que la confrontación entre el Estado y amplios sectores de la
población alcanza niveles álgidos. Fracasa el intento reformista promovido por la
“Juventud Militar", con el desplazamiento de los sectores civiles y militares
democráticos que iniciaron el movimiento y la entronización de un grupo militar de
extrema derecha encabezado por el General Abdul Gutiérrez, el cual,
eventualmente establecería una alianza estratégica con el gobierno de Ronald
Reagan orientada a aniquilar al creciente movimiento revolucionario. A este
esquema estratégico de “contrainsurgencia” se sumaría en 1980 el Partido
Demócrata Cristiano encabezado por Napoleón Duarte, quien pasó a formar parte
de la “Junta de Gobierno” que sucedió a la “Junta Revolucionaria de Gobierno”.

El asesinato del Arzobispo de San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero y


Galdámez, (marzo de 1980) atribuido a grupos de extrema derecha, la
intensificación del terrorismo de estado y la renuncia de los elementos

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 117

democráticos de la Junta Revolucionaria de Gobierno, precipitaron sin duda el


estallido de la guerra civil.

• La Guerra Civil (1981-1992): el 10 de enero de 1981, el Frente Farabundo


Martí Para la Liberación Nacional (FMLN)fundado en octubre de 1980 por las
cuatros organizaciones “político-militares” surgidas en la década anterior y por
el Partido Comunista de El Salvador, lanzan una ofensiva militar generalizada,
conocida como “la Ofensiva Final", la cual es considerada como el umbral de la
guerra civil.

El enfrentamiento armado se generaliza paulatinamente en el territorio


nacional. El FMLN desarrolla entre 1981 y 1983 su estrategia de “resistir,
desarrollarse y avanzar", la cual consistió básicamente en la consolidación de
su retaguardia estratégica, la organización del ejército guerrillero y el inicio de
una estrategia político diplomática que esbozó desde 1981 sucesivas
propuestas de solución política al conflicto armado.

Para entonces, el Partido Demócrata Cristiano en el Gobierno y los militares


salvadoreños ejecutarían una de las guerras de contrainsurgencia más
complejas y sangrientas en la historia de América Latina, guiados por la
doctrina de “guerra de baja intensidad” propugnada por la Administración
Reagan.

Hacia 1983 el FMLN alcanzó su propósito de transformar su pequeña estructura


militar y miliciana de los años setenta en un ejército guerrillero profesional, las
campañas militares de ese año dieron cuenta de decenas de pequeñas y
medianas posiciones militares en el interior del país y el 30 de diciembre de
1983 las fuerzas guerrilleras toman por asalto el cuartel “El Paraíso”, una de
las mayores guarniciones militares del norte país, con lo cual se produce un
importante cambio cualitativo en la correlación de fuerzas en la guerra. A esta
operación de gran envergadura le sucederían otras de igual dimensión en los
años subsiguientes. La Fuerza Armada por su parte enfrentaba el reto de
transformarse rápidamente de un viejo ejército convencional y represivo en una
potente maquinaria de guerra irregular.

El avance militar del FMLN motivó un sustancial escalamiento de la


participación norteamericana en la guerra civil. La Fuerza Armada salvadoreña
apoyada por asesores militares norteamericanos, operó una readecuación
estratégica y táctica entre 1983 y 1985 que consistiría en desarrollar una alta
capacidad de movilización y concentración de fuerzas de infantería y el
fortalecimiento del poder de fuego aéreo. El ejército intensificó la formación de
los batallones de reacción inmediata (elites), batallones regionales

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 118

(cazadores), unidades especiales y unidades de inteligencia militar, al tiempo


que la fuerza aérea aumentaba el número y la calidad de sus medios aéreos.

A consecuencia de la intensificación del conflicto armado y especialmente a


causa de la estrategia de tierra arrasada que el ejército implementó a partir de
1981, fueron destruidas centenares de poblaciones rurales y sus habitantes
forzados a huir hacia los campamentos de desplazados en Honduras y otros
países de la región. Se calcula que no menos de medio millón de personas
fueron desplazadas de sus lugares de origen.

La dinámica de la confrontación permeó toda la sociedad. En las ciudades se


desarrollaron entre tanto importantes organizaciones sociales, sindicales y
comunales que acompañaron durante toda la guerra los esfuerzos por
encontrar una salida política negociada al conflicto armado, en este período se
fundan la Unidad Nacional de los Trabajadores Salvadoreños (UNTS)y el
Comité Permanente del Debate Nacional por la Paz (CPDN). Estas
organizaciones sufrieron persecución sistemática por parte de la Fuerza
Armada, cuerpos de seguridad y de las instancias clandestinas del Estado.

Hacia 1987 los ajustes y reajustes estratégicos operados tanto por las Fuerzas
Armadas como por el FMLN generaron una situación de impase, donde ninguna
de las dos fuerzas en contienda logró sobreponerse a la otra. Entre tanto se
desarrollaron sucesivos y fallidos intentos por abrir el camino de la solución
negociada a la guerra. En este periodo se registran los Encuentros de dialogo
de la Palma (Departamento de Chalatenango), Ayagualo (Departamento de la
Libertad) y La Nunciatura Apostólica (San Salvador). El 27 de julio de 1989,
el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adopta la Resolución 637 en la
que expresa su pleno apoyo a los esfuerzos del Secretario General a fin de que
continuara con su misión de buenos oficios en búsqueda de la paz en
Centroamérica. Con lo cual queda abierto el camino para una activa
participación de la ONU en la búsqueda de una solución negociada del conflicto
en El Salvador.

El 15 de septiembre de 1989 las partes en conflicto reunidas en México, logran


alcanzar un “acuerdo para entablar un proceso de diálogo con el objeto de
poner fin por la vía política al conflicto en El Salvador”. En noviembre de 1989
el FMLN lanza su mayor ofensiva militar de la guerra, conocida como “Al tope y
punto”, la cual llevó el enfrentamiento a la capital y a las principales ciudades
durante varias semanas. El gobierno de Alfredo Cristiani que había llegado al
poder apenas en junio de ese año entra en crisis y en el contexto de lo que
consideraban sería la inminente caída de San Salvador en poder de la guerrilla,
miembros del Alto Mando de la Fuerza Armada ordenan a elementos del

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 119

Batallón Atlacatl ejecutar el asesinato a sangre fría de los padres jesuitas de la


Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, hecho que conmovió al país
y al mundo y contribuyó a incrementar las presiones internacionales a favor del
fin de la guerra civil.

Como resultado de los intensos enfrentamientos de noviembre y diciembre de


1989, se modifican patrones que se habían mantenido a lo largo de una década
de confrontación política, militar y diplomática. Por una parte, la
Administración Bush opta por apoyar una solución negociada a la guerra en el
Salvador dejando de lado el objetivo de alcanzar una victoria militar sobre la
insurgencia, por otra parte, el gran escenario internacional del momento era
precisamente el derrumbe de la Unión Soviética y el Campo Socialista, con lo
cual, el conflicto salvadoreño perdió la relevancia que artificialmente tuvo
durante la década anterior, en la que los EEUU lo consideraron como un punto
crítico del enfrentamiento entre los Bloques ideológicos. Estos factores
internacionales y el propio desarrollo del conflicto interno contribuyeron a
generar un amplio consenso internacional sobre la necesidad de apoyar una
solución negociada a la guerra en El Salvador.

Por otra parte, la presión de la sociedad salvadoreña en torno a la necesidad de


la paz, debilitaba aceleradamente los factores materiales, humanos y morales
que sostenían el enfrentamiento de las partes en conflicto. De esta manera, se
dinamizó el proceso de negociación que fue reiniciado en abril de 1990 con el
Acuerdo de Ginebra, el cual establece los propósitos y el marco de la
negociación política orientada a poner fin al conflicto armado, lograr la
democratización, el irrestricto respecto a los derechos humanos y la
reconciliación de la sociedad salvadoreña.

• Importancia del Proceso de Negociación y de los Acuerdos de Paz: después de


una década de conflicto armado, se activaba realmente la dinámica de la
solución política negociada y aunque el enfrentamiento continuó con igual e
incluso mayor intensidad entre 1990 y 1991, las conversaciones de paz
auspiciadas por el Secretario General de la ONU y “el grupo de países amigos”
(México, Colombia, Venezuela y España)avanzaban gradualmente.

En este periodo se registran como hechos relevantes de la negociación: el


Acuerdo de Caracas (21 de mayo de 1990) sobre una agenda general y un
calendario de negociación; el Acuerdo de San José (26 de julio de 1990) sobre
derechos humanos, el cual incluyó el establecimiento de una misión de
verificación de las Naciones Unidas; la decisión del Secretario General de la
ONU de establecer antes de la cesación del fuego el componente de
verificación de derechos humanos de ONUSAL (marzo de 1991); el Acuerdo de

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 120

México (27 de abril de 1991) sobre reformas constitucionales relativas a las


Fuerzas Armadas, el sistema judicial, los derechos humanos y el sistema
electoral; y el Acuerdo de Nueva York (25 de septiembre de 1991) que
establece una “negociación comprimida” para los restantes temas, entre
otros: seguridad pública, económicos y sociales, reinserción de combatientes.

Después de dos años de intensa negociación, los Acuerdos definitivos fueron


alcanzados en la sede de la ONU en Nueva York a la media noche del 31 de
diciembre de 1991. El histórico Acuerdo de Paz que puso fin a la guerra civil en
El Salvador fue firmado en el Castillo de Chapultepec, en la Ciudad de México el
16 de enero de 1992. El arduo y complejo camino de la negociación de los
Acuerdos de Paz en El Salvador es el resultado de una histórica lucha por la
democracia emprendida por diversas generaciones, la profundidad y la
prolongación de la guerra civil, más allá del contexto de guerra fría en que se
desarrolló, es sobretodo la expresión de las profundas contradicciones de una
sociedad caracterizada por abismales desigualdades sociales, la ausencia de
espacios democráticos y el autoritarismo.

En este sentido, los Acuerdos de Paz en El Salvador, más allá de sus


limitaciones, constituyen la más importante reforma política desde la
Independencia Nacional (1821), los cuales sientan las bases para la
construcción de una sociedad democrática.

La Revolución Cubana

En la historia de Cuba hay tres períodos de gran importancia, entre estos se puede
encontrar el período colonial, comprendido entre los años 1510 y 1898; el segundo
período, en el que Cuba enfrenta al neocolonialismo de los Estados Unidos, desde
1898 hasta 1959, y por último el período actual de la revolución socialista.

Teniendo en cuenta los dos últimos períodos mencionados podrían surgir diversos
interrogantes, como por ejemplo: “¿fue o no beneficiosa la revolución?”, “¿Hasta
que punto fue beneficiosa la misma?” o “¿finalmente, la revolución fue un factor
contraproducente para el actual y futuro desarrollo de la isla de Cuba?”. Para
hacer un análisis completo de la Revolución Cubana y definir la respuesta a estos
interrogantes, se debe tener en cuenta a los tres por igual, sin descartar ninguno
de los mismos. De acuerdo a mi manera de pensar la respuesta a este dilema se
haya en los tres interrogantes, ya que no se puede definir a la Revolución Cubana
como algo productivo, o por lo contrario, como algo contraproducente, sería
disminuir algo tan importante, de tanto legado, hasta hacerlo insignificante como
una simple cuestión de conveniencia. Cuando uno apela a la historia no se la

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 121

puede manipular de tal forma, sino que se debe profundizar hasta analizarla en
todo su esplendor, en todos sus aspectos.

• Antecedentes: el 4 de Septiembre de 1933 Fulgencio Batista, antiguo sargento


taquígrafo, ascendido a coronel durante la revolución antimachadista, instaló en
el poder, mediante un golpe militar, a una Pentarquía, a la que siguió el
gobierno de Grau San Martín. La revolución parecía haber alcanzado sus
objetivos: Grau llevó a cabo una política socialista, mientras las centrales
azucareras eran ocupadas masivamente por los obreros. Pero la falta de
coordinación entre las diversas fuerzas que habían derrotado a Machado
favoreció el éxito del golpe militar de Batista, convertido en el nuevo hombre
de confianza de los Estados Unidos, que derribó a Grau, en enero de 1934, e
instaló en la presidencia al coronel Carlos Mendieta.

La revolución había terminado, y sus últimos ramalazos fueron brutalmente


sofocados por Batista (huelga general de 1935, muerte del líder guerrillero
Antonio Guiteras). Aunque se habían conseguido algunas mejoras, como el
reconocimiento de la jornada laboral de 8 horas, la autonomía para la
Universidad de La Habana y la derogación de la enmienda Platt.

Esta especie de Constitución que tenía como principal objetivo mostrar las
ventajas que ejercía Estados Unidos sobre la Isla de Cuba, y que decía que
EE.UU. defendería la independencia de la misma, no era nada más que la
prueba de un simple reglamento que debería obedecer Cuba para conservar su
independencia; la clara explicación de las reglas que debía obedecer la
“colonia". Porque la palabra colonia, nada más y nada menos porque la
condición para conservar la “independencia” era suministrarle a Estados
Unidos las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales, que
obviamente serían ubicadas de acuerdo a las preferencias del presidente de
EE.UU. Estados Unidos tenía el derecho de intervenir convenientemente de
acuerdo a sus necesidades. De aquí nace el principio neocolonial de los
Estados Unidos.

El país se encontraba bajo el entero control de Batista, que era apoyado


incondicionalmente por los Estados Unidos. En 1935 el 25% de la población
era analfabeta, y la misma cifra correspondía a la población activa que se
encontraba en una situación de paro permanente; a ello contribuyeron el
decrecimiento de las inversiones estadounidenses y la reducción de la cuota de
exportación de azúcar a los Estados Unidos. Tan solo un considerable
desarrollo demográfico pudo compensar el cese de la inmigración y, en el año
1940, Cuba alcanzó una cifra de 4.778.583 habitantes. La crisis solo fue
superada por la prosperidad que se originó a raíz de la Segunda Guerra

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 122

Mundial. La alianza mundial de los países socialistas y capitalistas contra las


potencias del Eje repercutió en la política interna de Cuba. La suavización de
las formas de gobierno se evidenció con la promulgación de la Constitución de
1940, y Batista, transformado en el portaestandarte del antifascismo, fue
elegido presidente con el apoyo de los comunistas, encuadrados desde 1938 en
el Partido Socialista Popular; en diciembre de 1941, Cuba declaró la guerra a
las potencias del Eje.

En los años posteriores el movimiento obrero se extendió considerablemente,


pero su dirección pasó a manos de líderes reformistas que supieron aprovechar
con habilidad las ventajas de la expansión económica originada por los altos
precios de guerra. Los principales focos de oposición a Batista se localizaban
en los sectores de clase media encuadrados en el Partido Revolucionario
Auténtico, cuyo dirigente, Grau San Martín, triunfó en las elecciones de 1944.

Batista aceptó su derrota, y sus partidarios fueron apartados de los altos cargos
del ejército por Grau, que a partir de 1947 inició una política de represión
contra el movimiento obrero comunista (dentro de ésta se halla el asesinato
del líder azucarero Jesús Menéndez). Al mismo tiempo, la prosperidad
azucarera acarreó una vuelta a la corrupción, contra la que lucho el Partido
Ortodoxo, movimiento cívico de oposición, fundado en 1946 por Eduardo R.
Chibás. La presidencia de Carlos Prío Socarrás, elegido en 1948, se caracterizó
por un decisivo alineamiento con la política internacional de los Estados Unidos
y el aumento de los vicios administrativos del período anterior.

El suicidio de Chibás, ocurrido en agosto de 1951, provocó una campaña de


protesta nacional, y sus repercusiones hicieron prever el éxito de los ortodoxos,
apoyados por el PSP, en las próximas elecciones. Batista se anticipó a ellas
mediante un golpe militar con el apoyo estadounidense (10 de marzo de 1952)
e inició su último período de gobierno, instaurando un régimen dictatorial: la
Constitución de 1940 fue suspendida, y los partidos políticos, disueltos. El 47%
de las tierras cultivadas pertenecía a las grandes compañías estadounidenses,
la tasa de analfabetismo alcanzaba un 23% de la población, y el constante
crecimiento demográfico iba repercutiendo en un fuerte desempleo. La
vanguardia de la oposición popular a Batista la constituían los universitarios de
la Habana, en su mayoría influidos por la doctrina ortodoxa. Uno de ellos Fidel
Castro, dirigió un ataque al cuartel de Moncada...

La situación que azotaba al pueblo cubano era insostenible, tanto las tasas de
analfabetismo, como la baja en las exportaciones de azúcar; que culminarían
con éxodos a gran escala. La extrema pobreza de sus campos debía convivir
con la burguesía del azúcar y del tabaco, que en estos momentos, atravesaba

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 123

un gran descenso en las ventas. ¿Tal vez éstas fueron algunas de las causas
que impulsaron al pueblo a seguir a los revolucionarios? Tal vez sí, además de
la casi ininterrumpida serie de 30 años de gobiernos autoritarios, y de la
intensa explotación estadounidense del territorio cubano para turismo,
prostitución y uso de casinos.

• El plan Moncada: los combatientes que asaltaron los cuarteles Moncada y el de


Bayamo, inauguraron con sus acciones la alternativa revolucionaria, porque
estuvieron guiados por un plan y una concepción política, ideológica y militar
idónea para transformar las realidades cubanas de los cincuenta hacia
derroteros antiimperialistas y anticapitalistas. Y porque el nuevo proyecto se
puso a prueba en dos hechos en los cuales se desplegó una organización
revolucionaria que actuó desde fuera y contra el sistema y, a la vez, al margen
de los estereotipos ideológicos, de los enfoques políticos y de las formas de
lucha y de organización predominantes en la izquierda del continente. Cuba
era en 1952-1953, un escenario potencial formidable para enfrentar por medio
de las armas al dictador, y esa circunstancia moral, política y psicológica fue
crucial para el origen del Moncada y también para el despuntar del líder
revolucionario.

Según idealizaciones de Fidel Castro, los combatientes que lo seguían debían


apoderarse de los dos cuarteles, Moncada, segundo del país y el de Bayamo,
entregar las armas al pueblo, invitar a los soldados a unirse al movimiento
insurgente y adoptar las primeras medidas de beneficio social. Con ello
estarían bajo el control de los revolucionarios dos ciudades estratégicas que
facilitaría poner en pie de guerra a Oriente y conmocionar al resto de Cuba.

Una vez consolidadas las posiciones, de esa provincia se desataría una nueva
invasión hacia occidente que partiría de Sierra Maestra. Un dato clave del plan
era la confianza que Fidel y sus compañeros depositaron en el descontento de
la población, debido a la crisis acumulada que exacerbó el golpe militar: “si el
Moncada hubiera caído en nuestras manos, hasta las mujeres de Santiago de
Cuba habrían empuñado las armas”. El análisis correcto de aquellas realidades
les permitía lograr desde el principio la incorporación de la gente a la lucha,
aspecto que todos sabían y consideraban vital para el despegue y avance del
proceso revolucionario. Moncada y Bayamo representaban el detonante de la
lucha popular.

A todo esto, no se buscaba influenciar a la gente con falsas promesas, no se le


diría al pueblo “les vamos a dar”, sino que se les diría “luchen con todas sus
fuerzas para poder llegar a la libertad y a la felicidad”. Por todo ello, el asalto a
Moncada sería el comienzo del proceso revolucionario y no un fin en sí mismo.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 124

Los “moncadistas” no pretendían su unión con el pueblo, pero éste, humilde y


engañado, era susceptible de incorporarse hasta tanto no creyera en algo o
alguien o bien en “si mismo". Buscaron con la brecha del 26 de julio, abrirle a
la gente la vía de su propia emancipación.

El Moncada fue el hecho histórico y como tal quedó inscrito en la dinámica real
que provocó su impacto en la vida política cubana. Sus valores tienen alcances
ambiciosos para la unión del pueblo: mostró aún más crudamente el talante
reaccionario y criminal de la dictadura; surgió de allí el núcleo de la nueva
fuerza revolucionaria y el líder que conduciría después al pueblo por el camino
acertado que abrió el 26 de julio.

• La guerrilla: la expedición será un fracaso desde el punto de vista militar;


Castro informará a Frank Pais, el dirigente del Movimiento 26 de Julio en
Santiago de Cuba, que el Granma iba a desembarcar en Playas las Coloradas, el
30 de noviembre (Fidel Castro, con sus ansias de volver a Cuba, compra un
yate que se apodaba “El Granma”, con el que cargaría a un total de 82
personas, siendo el límite del yate de 20 tripulantes). País se comprometerá a
organizar para dicha fecha manifestaciones de protesta en la capital oriental de
la isla. Sin embargo, el yate con los 82 ocupantes se equivoca de ruta y su
travesía sufre retrasos a causa de las condiciones atmosféricas.

Sólo llegará a la costa cubana el 2 de diciembre, cuando ya la policía había


reprimido la protesta de Santiago. Por su parte, ejército y aviación se
encontrarán en la zona de Niquero en donde tuvo lugar el desembarco. El 5 de
diciembre el ejército sorprenderá a los revolucionarios en la localidad de Alegría
de Pío: fue una matanza. Sólo se salvaron 15 rebeldes, que se vieron
obligados a separarse para escapar de los militares. Entre los supervivientes se
encontraba Gino Doné Paro, un ex partisano italiano que desde Cuba se había
unido al grupo de los revolucionados en México. Doné Paro logró alcanzar
Santa Clara para partir, algunos meses más tarde, con rumbo a Estados
Unidos.

Mientras tanto en La Habana, el gobierno de Batista estaba convencido de


haber acabado con la insurrección y aseguraba que entre los muertos podía
estar también el propio Fidel Castro. Los periódicos mexicanos anunciaron que
Guevara había corrido también la misma suerte. Parecía que el Movimiento 26
de julio “así como ya sucedió en 1953 en el intento de asalto del cuartel militar
Moncada de Santiago” había quedado condenado al fracaso. Sin embargo,
una entrevista concedida al corresponsal del New York Times, Herbert
Matthews, en febrero de 1957 revelar a la opinión pública cubana e
internacional que “el comandante en jefe”, Fidel Castro, no sólo está vivo

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 125

todavía sino que incluso está reorganizando su movimiento en una auténtica


guerrilla a lo largo de los valles y los bosques de la Sierra Maestra.

Durante algunos días no lograrán verificar si también el Che se encuentra o no


entre las víctimas. Por el contrario, Ernesto logró salvarse: sólo sufrió una
herida leve en el cuello.

• Santa Clara: será en la guerrilla donde crecerá la amistad y la estima entre


Guevara y Camilo Cienfuegos. Ellos serán los que, durante los últimos días de
diciembre de 1958, conducirán la ofensiva decisiva hacia la región de Las Villas,
de la que es capital Santa Clara, en el centro de la isla. Un mes antes el Che
había conocido a Aleida March, una muchacha de 24 años dirigente del
Movimiento 26 de julio en la ciudad de Santa Clara. Entre los dos nació muy
pronto un flirt destinado a perdurar en el tiempo. Después de la conquista de
dicha localidad, que comenzó el 29 de diciembre (el ejército de Batista se
rindió tras los primeros enfrentamientos), Guevara y Cienfuegos recibirán la
orden de Fidel de marchar hacia La Habana.

La noche de Nochevieja, Batista comunicará a sus colaboradores su decisión de


abandonar la isla: lo hará a las tres de la madrugada del 1 de enero. El día
después, el Che se dirigirá hacia la capital cubana junto con Cienfuegos. El
primero es rudo e inconstante; el segundo usa el típico humor cubano para
ironizar sobre la vida de guerrillero. Estos dos caracteres tan diferentes se
saldarán en una profunda relación de amistad. Cuando Castro llegó a La
Habana, el 8 de enero de 1959 - después de haberse atravesado toda la isla
partiendo desde Santiago de Cuba- sólo era el “Comandante en jefe” del
Ejército rebelde pero su nombre ya se había hecho famosísimo en todos los
rincones de Cuba. Alrededor de Castro y de su movimiento se coalizaron el
Partido Socialista Popular (PSP), de orientación comunista, y el Directorio, el
grupo formado en su mayor parte por estudiantes e intelectuales que en marzo
de 1957 ya había intentado asaltar el palacio presidencial de Batista en La
Habana.

En las entrevistas y declaraciones concedidas en la Sierra Maestra, Castro se


había limitado a hablar de libertad y justicia social. Había rechazado muchas
veces la etiqueta de “comunista” limitando sus relaciones con el PSP a la
unidad alcanzada en la fase final de la guerrilla después de haber tenido no
pocos roces con los dirigentes de dicho partido sobre los métodos de lucha que
había que poner en marcha para acabar con la tiranía de Batista. La revolución
del Movimiento 26 de julio, en el momento de la victoria, se limitó a pedir el
final de cualquier interferencia en la vida política de la isla. Sólo más adelante,
Fidel se convertirá en un convencido anti - Estados Unidos, identificando con

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 126

dicho país la perpetuación del neocolonialismo económico y político sobre


América Latina y el Tercer Mundo.

• La Habana: Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos serán los primeros


comandantes de la revolución que entrarán en La Habana el día de Año Nuevo
de 1959. Cienfuegos era un cubano de origen humilde, que tuvo que emigrar a
Estados Unidos en donde se vio obligado a trabajar como camarero para
sobrevivir. En la guerra ganó gloria y fama. Sin embargo, Guevara era el que
levantaba la curiosidad general, ejerciendo además una especie de encanto.

Guevara era argentino, nunca había vivido en Cuba antes de la expedición del
Granma. Era el que tenía más influencia e ideales políticos y además era el
único que había leído algunos textos clásicos del marxismo. Sólo Raúl Castro,
el hermano menor de Fidel y “comandante del frente oriental” de la
revolución, alimentaban simpatías parecidas a las de Guevara debido a su
pasada adhesión a las juventudes comunistas y a un viaje realizado por los
Países del Este de Europa. Fidel Castro, en cambio, era un político pragmático
y no ideológico, fruto de los movimientos nacionalistas cubanos: había sido el
líder de las luchas estudiantiles en la Habana, brillante abogado y militante del
Partido Ortodoxo, pero no se le podía encuadrar desde el punto de vista de su
visión política.

La llegada a La Habana de Guevara no hizo más que consagrar el papel de este


último como líder del Movimiento 26 de julio si bien el “líder máximo” seguía
siendo Castro. Al Che le esperará la tarea de tomar la ciudad en consigna. Lo
hará estableciendo su cuartel general en La Cabaña, una antigua fortaleza que
domina el mar, situada a la entrada de la bahía de la capital y que en el
pasado ya había servido como refugio de españoles, ingleses y de todos
aquellos que querían controlar el acceso a la capital a través del mar.

Proceso de Comprensión y Análisis


• ¿Qué se entiende como extrema derecha y como extrema izquierda?
• ¿Cómo se desarrolla la Guerra Fría en Latinoamérica?
• ¿Qué diferencias existen entre los movimientos guerrilleros peruanos y
uruguayos con respecto a los colombianos?
• ¿Cómo se puede caracterizar la violencia política en Suramérica?
• ¿Cuál fue la participación de Estados Unidos en el proceso de militarización de
las estructuras políticas de Latinoamérica?

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 127

• ¿Qué diferencia existe entre los regímenes dictatoriales de Chile, Paraguay,


Argentina y Uruguay?
• ¿Cómo se puede caracterizar la situación política de Venezuela en la época?
• ¿Cuáles son las características políticas fundamentales de Ecuador y Bolivia y
cuáles sus diferencias con el Cono Sur?
• ¿Cómo se pueden entender las dictaduras militares de Latinoamérica en el
contexto de las crisis económicas?
• ¿Hasta qué punto se puede hablar de democracia en Suramérica durante la
segunda mitad del siglo XX?

Solución de Problemas
• ¿Las guerrillas surgen como respuesta a las represiones del militarismo nacional
o como un efecto de la revolución proletaria mundial? ¿Cuál es el papel del
comunismo y de la ideología marxista en el surgimiento de los movimientos
guerrilleros?

• ¿Hasta qué punto el discurso de la democracia actúa como sistema político


basado en el respeto a los derechos humanos y la dignidad del hombre,
aplicado por Estados Unidos en el medio siglo? ¿Como se puede entender la
actitud norteamericana hacia el fenómeno del militarismo latinoamericano y
cuál es el compromiso real de Norteamérica con la democracia?

Síntesis Creativa y Argumentativa


• Qué podría haber pasado en Latinoamérica si:

− Los grupos insurgentes en Suramérica hubiesen tomado el poder.


− Estados unidos no hubiese apoyado las dictaduras militares en el cono sur.
− Rusia hubiese prestado más atención a la geopolítica latinoamericana en pos de
la revolución mundial.
− Los grupos insurgentes no se hubiesen adherido a la propuesta política del
comunismo.
− La guerra fría hubiese sido ganada por Rusia.

• Cada cipa elaborará un ensayo donde se argumenten las posibles respuestas a


estas suposiciones y a partir de allí se discutirán los elementos históricos que

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 128

permiten comprender la realidad política Latinoamericana; a manera de mesa


redonda.

Autoevaluación
• ¿Cómo llega al poder Pinochet y cómo maneja el problema de la oposición?
• ¿Se puede hablar de un nacionalismo militarista en América Latina, como se
presentó en la Alemania Nazi?
• ¿Qué diferencia puede existir entre una dictadura de derecha y una dictadura
de izquierda?
• ¿Cómo se piensa al estado Latinoamericano durante las dictaduras militares?
• ¿Cuál es el futuro de la izquierda en Latinoamérica tras la caída del Muro de
Berlín?
• Describir el proceso de la Guerra civil en El Salvador
• ¿Cuáles son las características más relevantes del régimen de Somoza en
Nicaragua que permiten explicar el origen del FSLN?
• ¿Cuál es la situación política del Caribe y cómo se puede diferenciar de la
Centroamericana?
• ¿Cuál es el impacto de la Revolución Cubana en la historia Latinoamericana del
medio siglo?
• ¿Qué similitudes y diferencias se pueden hallar entre los diferentes
movimientos revolucionarios que surgieron en Latinoamérica?

Repaso Significativo
• Cada uno de los miembros del Cipa escogerá un tema de la siguiente lista, lo
consultará y lo expondrá a sus compañeros:

− Fin de la dictadura de Pinochet.


− La democratización de Paraguay.
− El final de la dictadura en Argentina.
− El origen de los gobiernos civiles en Uruguay.
− El fin del movimiento Tupamaro.
− El fin de la guerrilla en Perú.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 129

Bibliografía Sugerida
ARRATE, Jorge, La fuerza democrática de la idea socialista, Ediciones del
Ornitorrinco, Stgo. de Chile, 1ª Ed. oct. 1985 en Ediciones Documentas,
Barcelona. nov. 1995.

BARRICADA, Crónica de la Revolución: la primera década 1979-1989, 18 de julio


de 1989.

CARDOSO, Fernando Henrique, Caracterización de los regímenes autoritarios, en


David - Collier, El nuevo autoritarismo en América Latina, Fondo de Cultura
Económica, México, 1985, 1ª ed. en inglés. SOC 261. 1979.

CUEVA, Agustín, El marxismo latinoamericano: historia y problemas actuales, en


Revista Contrarios, noviembre 1989.

GALLARDO, Helio, Elementos para una discusión sobre la izquierda política en


América Latina, Revista Pasos, Nº 50, nov-dic, p.27. 1993.

GASPAR, Gabriel, Guerrillas en América Latina, FLACSO-Chile, Stgo. de Chile,


1997.

HOBSBAWM, Erich, Historia del Siglo XX, Crítica, Barcelona, 1995. 1ª ed. en
inglés en 1994.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 130

UNIDAD 3: Colombia: Violencia y


Bipartidismo

Descripción Temática

No ajena a la situación mundial y al mismo contexto regional, Colombia también


enfrenta los fenómenos del populismo, el militarismo y la violencia. Merece un
estudio más detallado por cuanto a mitad del siglo se plantea un núcleo histórico
fundamental para la comprensión de lo que es hoy Colombia a nivel político,
económico y social. Estos fenómenos son abordados en la presente unidad en dos
referentes fundamentales: el primero es un estudio detallado del fenómeno de la
violencia desde sus orígenes y el segundo el problema político del Frente Nacional
en su estructuración como respuesta de los partidos a la dictadura militar del
General Rojas Pinilla.

Horizontes
• Analizar las características históricas de la democracia en Colombia.
• Comprender el papel de los partidos políticos en la estructuración burocrática
del Estado colombiano y en el proceso social de violencia que inició Colombia a
mitad de siglo.
• Estudiar las implicaciones históricas del Frente Nacional para la vida política
colombiana.
• Contextualizar el surgimiento de los grupos insurgentes colombianos en el
marco de la pugna partidista por el poder.

Núcleos Temáticos y Problemáticos


• La Violencia y sus Efectos en el Sistema Político Colombiano
• El Origen del Frente Nacional y el Gobierno de la Junta Militar

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 131

Proceso de Información
3.1 LA VIOLENCIA Y SUS EFECTOS EN EL SISTEMA POLÍTICO
COLOMBIANO

El propósito de este ensayo es evaluar, con referencia a la experiencia colombiana,


las modificaciones producidas por el fenómeno conocido como la Violencia, en la
política de los dos partidos políticos dominantes “liberales y conservadores”, en
conexión con los desarrollos dentro del movimiento campesino y sus mutaciones
del papel del ejercito en la estructura del poder.

La importancia del análisis del caso colombiano se debe al hecho de que, por lo
menos en dos aspectos, es ilustrativo de un fenómeno más general. En efecto,
una de las más notables características de la estructura sociopolítica de
Latinoamérica es la de que, a pesar de ser, hasta muy recientemente, un
continente predominantemente rural, la estructura de poder y el liderazgo político
han mantenido un asentamiento urbano: fenómeno al que se alude usualmente
bajo las nominaciones de gamonalismo, caciquismo o clientelismo. Sin embargo,
el efecto dominante de las grandes movilizaciones campesinas “y desde luego de
la Violencia” ha sido reducir considerablemente los términos de esa forma de
dominación, produciendo una cierta transferencia de poder de la ciudad al campo.

La fuerza ilustrativa de la Violencia colombiana deriva del hecho de que en


Colombia la penetración del bipartidismo, que estableció profundas raíces entre los
campesinos, acentuó más que en cualquiera otra parte el tipo de dominación de
bases urbanas. En tales circunstancias, Colombia constituye un caso límite de esa
clase de situación en ambos aspectos: la forma de control, y sus modificaciones
por una movilización campesina.

Por otra parte, es particularmente interesante observar cómo, debido al proceso


mismo de la Violencia, tuvo lugar una gradual y compleja transformación de los
dos partidos con relación a las posiciones y actitudes del uno con respecto al otro,
y con relación a los principales componentes del sistema político colombiano. De
hecho, el análisis de este periodo plantea un problema original porque la violencia,
que comenzó como una guerra civil entre los dos partidos, terminó,
paradójicamente, con una coalición entre ellos “Frente Nacional”; la rivalidad fue
sustituida por la cooperación pacífica, y la lucha por el monopolio del aparato
burocrático fue reemplazada por la repartición institucionalizada del poder.

Debe señalarse de una vez que la durabilidad del sistema bipartidista, por más de
una centuria, es una de las más destacadas características individualizadoras del
sistema político de este país en el contexto latinoamericano. Este hecho por sí

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 132

mismo justifica el estudio de cómo fue generado este cambio de actitud que llevó
a la constitución de un “Frente Nacional” entre dos rivales seculares.

3.1.1 Antecedentes

Para entender las transformaciones producidas en el sistema político colombiano


durante la Violencia, es preciso tomar como punto de partida del análisis los
hechos más relevantes acaecidos de 1934 en adelante. Y ello porque los orígenes
de la Violencia sólo pueden ser entendidos como el resultado de un doble
movimiento: de un lado, el fracaso del intento reformista, frente a las tareas
políticas que se había asignado, de uno de los sectores más radicales del partido
liberal “la revolución en marcha” bajo la conducción de Alfonso López; y por otro
lado, la sangrienta ofensiva conservadora que se había dado como consignas “la
reconquista”, y la “revolución del orden”.

Fracaso del Reformismo Lopista

• Rural: la “ley de tierras” 200 de 1936, eje de la política agraria de la


revolución en marcha, emergió como respuesta a la creciente presión
campesina, alrededor de los años treinta, que López se aprestó a canalizar con
el objeto de ampliar las bases sociales de soporte a su tarea de modernización
del Estado.

Aunque en términos de tenencia, la ley dejó virtualmente intacta la estructura


agraria, tuvo, sin embargo, el efecto de alertar y unificar a los terratenientes,
una de cuyas reacciones preventivas fue el lanzamiento de muchos
arrendatarios, y su subsecuente proletarización.

En términos políticos, sin embargo, la ley logró aliviar, por los menos
temporalmente, las tensiones de las luchas agrarias, y ello de dos maneras:

− Solucionando efectivamente algunas situaciones de hecho creadas por colonos


y arrendatarios.
− Después de la primera administración de López, manteniendo la ilusión de la
futura efectividad de la ley, con un posible retorno de López al poder después
de la “pausa”, esta es la denominación, por sí misma reveladora, bajo la cual
es conocida la administración de Santos -1938-1942-.

La idea cuidadosamente inculcada fue la de que los enemigos de López habían


obstaculizado la implementación de la ley, pero que esta contenía en sí misma
las potencialidades para dar respuesta a las demandas del campesinado. La ley

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 133

100 de 1944 “un compromiso con los terratenientes”, bajo la segunda


administración de López, puso fin a tales ilusiones.

Como Antonio García lo ha señalado, en la práctica el mayor efecto de la ley


fue “acelerar la incorporación de la tierra en el sistema capitalista de
mercado”.

• Urbano: el movimiento obrero, es cierto, había logrado considerables


conquistas durante la primera administración de López “1934-1938”, tanto en
términos de organización sindical como de reivindicaciones sociales. Pero,
después de la “pausa”, algunos sectores liberales “con beligerante apoyo
conservador” consideraron que las reformas habían ido suficientemente lejos y
que, por consiguiente, era necesario frenar el impulso de ese sector popular
que se había tomado peligrosamente combativo. López no estaba dispuesto a
enfrentar el reto de la situación. Su renuncia, antes de la terminación de su
segundo periodo, marcó los límites de su intento reformista.

El limitado desarrollo de la industria colombiana, debido principalmente a la tardía


incorporación del país al mercado mundial de una manera estable, hizo que López
no pudiera encontrar una clase industrial suficientemente fuerte que soportara su
programa antioligárquico. Bajo tales condiciones objetivas, las opciones políticas
de la burguesía para impulsar su propio desarrollo eran muy reducidas. Estas eran
básicamente dos: una confrontación radical con los intereses terratenientes en la
cual el campesinado y la clase obrera jugarán un papel decisivo como aliados;
opción en la cual, dada la debilidad de la burguesía industrial, ésta corría el riesgo
de perder el control del proceso y ser desbordada por sus aliados; y una situación
de compromiso con los intereses terratenientes, que implicaba el abandono del
programa inicial del partido liberal.

Estas opciones no sólo enfrentaron a los liberales contra los conservadores sino
que produjeron, además, una división al interior del partido liberal en el poder.

López, que había percibido los peligros de la primera opción, adhirió finalmente a
la segunda. Entre tanto, el gaitanismo recogía las banderas que el lopismo dejaba
a mitad de camino.

La revista Semana caracterizó esta tendencia al compromiso y a la concesión en la


política de López durante su inestable retorno al poder -1942-1945-, en estos
términos: “Los Ministros del segundo gobierno de López no se convirtieron en
Ministros”. Algunos años más tarde, López habría de reconocer que “si la obra
quedó trunca, el edificio inconcluso y frustradas muchas esperanzas, la culpa fue

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 134

de quienes no seguimos avanzando y no de las masas, que instintivamente nos


reclamaban nuevas reformas”.

El tono de lo que seguiría después de la renuncia de López lo dio Lleras Camargo


“quien debía terminar el periodo de López” con la práctica destrucción, en pocos
días, del sindicato más combativo del país: Fedenal. No era, sin embargo, el fin de
la lucha. El proletariado urbano asumió entonces, por su cuenta y riego, la
defensa de sus intereses: Bogotá, Cali y Medellín, los tres grandes centros
urbanos del país, fueron el escenario de la resistencia en el tenso periodo de
finales de 1947 hasta comienzos de 1948.

Entre mayo de 1947 y noviembre de 1949, fueron declaradas cuatro huelgas


generales con objetivos netamente políticos4; sus logros fueron muy limitados,
pero el hecho mismo de su declaración indica la naturaleza del clima político del
periodo. En esta polarización, escribe Fals Borda, diversos elementos estaban en
juego: “el disfrute del poder y el uso de las finanzas públicas, el uso y el control
de la tierra, la defensa de caudillismos políticos locales y regionales y su
organización, la supremacía tradicional de la Iglesia, en una palabra, la
sobrevivencia de intereses creados con profundas raíces en el 'orden sagrado”.

El Ascenso del Gaitanismo y la Contra-Ofensiva Conservadora

El movimiento gaitanista se alimentó inicialmente del fracaso de la revolución en


marcha. Vale la pena hacer tres anotaciones a este respecto: el voto por Gaitán
fue predominantemente urbano. El partido liberal, numéricamente mayoritario
pero dividido con dos candidatos “Gaitán y Turbay”, perdió las elecciones frente al
partido conservador unificado en torno a Ospina; y el Partido Comunista que, en
desarrollo de las tácticas del Frente Popular había perdido prácticamente su
independencia política y se había convertido en “apéndice del lopismo”, movilizó
sus fuerzas en apoyo de Turbay, el candidato de López contra Gaitán. La razón de
su desconfianza y sospechas sobre Gaitán se debía, según ellos, a que este estaba
rodeado “por los sectores populares más atrasados políticament”, error que sólo
corrigieron cuando los resultados electorales mostraron su falsa apreciación y
subestimación de la fuerza del gaitanismo.

La adhesión incondicional del Partido Comunista al lopismo le permitió al partido


liberal presentarse como el heredero de las luchas libradas antes
independientemente a nombre del Comunismo y el Socialismo Revolucionario
durante el decenio 1920-1930. A causa de ello, el único camino a seguir por los
sectores más radicales en la década de 1940-1950 fue el escogido por Gaitán: “la
subversión interna del partido liberal” -expresión de Gilhodés-. El ascenso de
Ospina al poder marcó el comienzo de un periodo de intensa represión,

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 135

encaminado a atajar el avance del gaitanismo, pero que producía efectos


contrarios a los esperados: el fortalecimiento de la oposición en torno a Gaitán,
quien se convierte en jefe indiscutido del partido liberal; y una aguda polarización
en el sistema de alianzas de clases.

Formalmente, dentro del partido liberal, Gaitán trató de plantear el juego político
por fuera del marco tradicional, bipartidista, inculcando la identificación de las
clases explotadas como “pueblo”, frente a un común opresor, la “oligarquía”
liberal y conservadora. Es cierto, como anota Gilhodés8, que bajo el
aparentemente simple esquema de oposición liberal-conservador había habido
siempre, en el espectro político colombiano, dentro del partido liberal, un sector
que había operado como canalizador de los radicales. Pero esta vez, a los ojos del
conjunto de las clases dominantes, Gaitán había dejado de representar un simple
canalizador y se había convertido en una amenaza cierta para la estructura social
existente. De hecho, desde 1947, Gaitán aparecía como el candidato invencible
para las elecciones de 1950.

La represión fue entonces para los conservadores en el gobierno el único


mecanismo para mantener 10 que virtualmente no podía ser mantenido por
medios electorales. El movimiento fue decapitado con el asesinato de Gaitán y
luego aniquilado a través del sanguinario proceso que se llamó la Violencia.

El asesinato de Gaitán fue seguido por la tal vez más grande insurrección urbana
hasta esa fecha en Latinoamérica “El bogotazo”, en realidad un levantamiento no
sólo de la capital sino de muchas otras ciudades y este es, desde luego, un hecho
muy notable, si se tiene en cuenta la estructura predominantemente agraria del
país en el periodo en consideración.

Las masas populares, que encontraron adeptos incluso en las filas de la policía,
atacaron todo 10 que consideraban un símbolo de opresión: el palacio presidencial,
las iglesias, las cárceles y los periódicos. “Juntas revolucionarias”, en diversas
partes del país, hicieron saber que se preparaban para la toma del poder: este fue
el caso, por ejemplo, en Cali, Barranquilla, Cartagena, Ibagué, Barrancabermeja,
Puerto Tejada, etcétera. Los rebeldes, además, encontraron la encarnación
inmediata de sus objetivos antiimperialistas en la persona del secretario de Estado
norteamericano, George C. Marshall, quien asistía a la IX Conferencia
panamericana que por esos días se reunía en Bogotá.

Un observador norteamericano comentaría un año más tarde “enero 1949”:


ningún evento desde la segunda guerra mundial ha revelado tan violentamente el
potencial revolucionario que existe entre nuestros vecinos del sur como la abortada
revolución del pasado 9 de abril en Colombia.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 136

Cabe destacar dos hechos de especial relevancia en el curso de los mencionados


acontecimientos: el carácter fundamentalmente urbano de la insurrección
posterior al asesinato de Gaitán, y la reacción relativamente tardía en el sector
rural que estuvo, en gran medida, desconectado de la original insurrección urbana.

Entre los factores que contribuyeron decisivamente a la efectividad de la represión


contra la movilización airada de las fuerzas populares, sobresalen: primero, la
ausencia de una base organizativa que le imprimiera dirección a la rebelión. Esta
aparece como la más protuberante limitación del gaitanismo -que no puede, sin
embargo, sobreestimarse si se tiene en cuenta que el movimiento apenas estaba
en su etapa formativa.

Segundo, la incertidumbre creada por la dirección oficial del liberalismo cuya


posterior participación en el gobierno de “Unión Nacional” produjo, contradictoria
pero funcionalmente, los siguientes efectos: por una parte aparecía “y así se
mostraba a las masas” como una ganancia burocrática que, si no vengaba la
muerte del líder, constituiría por lo menos un primer paso en el proceso de
recuperación, por la vía legal, del aparato gubernamental. Por este aspecto, las
consignas democráticas que controlaba Gaitán eran absorbidas por viejos líderes
del partido liberal que en todo podían pensar menos en la promoción de
alzamientos revolucionarios. Su táctica en los meses siguientes fue obtener
garantías para las elecciones parlamentarias y municipales de 1949 y para el
período presidencial que se iniciaba en 1950.

Por otra parte, para muchos otros sectores populares, la participación en tal
“Unión Nacional” no era sino la manera como se legitimaba -para ponerlo en
términos gaitanistas- la represión ejercida por la oligarquía conservadora y la
oligarquía liberal contra el pueblo. La atribución, por parte del gobierno de
Ospina, de la responsabilidad del levantamiento insurreccional a un “complot
internacional” facilitó las operaciones colaboracionistas de las directivas liberales.

A la relativa quietud en el campo, y su aislamiento en este primer momento, quizá


se puedan aducir como elementos explicativos: El hecho de que la actitud de
espera creada por la ley 200 de 1936, la “ley de tierras", había estado ligada a un
manifiesto mejoramiento de la situación económica en los años inmediatos de la
postguerra, que se expresó por un aumento de los precios agrícolas,
particularmente del café, y, parece ser, por un mejoramiento consiguiente de los
salarios rurales. Gaitán, que había hecho sus primeras armas en el campo en sus
tiempos del Unir, había dedicado los años precedentes a su asesinato a recoger el
creciente descontento urbano, y había abandonado transitoriamente la
movilización política del sector rural. En un país predominantemente rural como la

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 137

Colombia de esos años, la ausencia o la presencia militante del campesinado en


cualquier proceso político era, sobra decirlo, determinante.

Fue sólo cuando la fracción gobernante consideró dominada y quebrantada toda


posibilidad de protesta urbana, después de varios días de confrontación, y de
haber puesto en ejecución la consigna de sangre y fuego en las áreas rurales, que
empezó en estas una enorme movilización campesina. Los colombianos la
llamaron después la Violencia. A partir de 1949 se desarrolló como una de las más
grandes movilizaciones armadas de campesinos en el continente.

3.1.2 La Violencia (de Ospina a Gómez-Urdaneta)

Políticamente, el gobierno de Ospina (1946-1950), la revolución del orden significa


la exclusión de la clase obrera del sistema de alianzas implementado durante los
años treinta bajo la hegemonía de la burguesía industrial, y la configuración de un
sólido bloque de esta última, que conserva todavía su papel hegemónico, con los
sectores terratenientes y comercial importadores. Como lo ha señalado Daniel
Pécaut, “el sector industrial refuerza su posición política en el seno de la coalición
dominante.

Las medidas económicas del gobierno de Ospina son inspiradas en gran parte por
la Andi, reflejando particularmente los intereses del sector textil de Antioquia,
verdadero vocero de las industrias en su conjunto". No es, por consiguiente,
sorprendente la considerable prosperidad de la industria durante este período.

“Cuando la violencia se encuentra en su punto álgido, el presidente de la Andi.


José Gutiérrez Gómez, anota que 'la situación de Colombia en este momento es la
mejor que se haya contemplado hasta hoy".

Se ha podido establecer, además, que si se toma como base el año de 1938 (=


100), el índice de los salarios reales de los obreros, diez años más tarde, se
encuentra apenas al nivel de 106,6. Tales efectos económicos del proceso de
acumulación no podían, obviamente, ser mantenidos por largo tiempo sin la
intervención directa del aparato de Estado. De hecho, a partir de 1948, el
movimiento sindical fue prácticamente desplazado de una organización rival (UTC)
a la liberal-comunista CTC, que hasta 1945 había mantenido el monopolio del
movimiento sindical, y por consiguiente, un mayor poder de presión. Esta división
acentuó los límites derivados de su debilidad numérica.

La clase obrera es reducida casi al silencio total después de noviembre de 1949


con el establecimiento del estado de sitio que, por un periodo ininterrumpido de 10
años, iría a mantener erigida a la categoría de delito toda acción de masas. El

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 138

ascenso de Laureano Gómez al poder (1950-1953) 15 estuvo acompañado de


una verdadera ola de terrorismo político contra sus adversarios, que eran de hecho
la mayoría del país; estos no participaron en las elecciones. El cambio de gobierno
no significó una variación de los elementos integrantes de la alianza ya
establecida, pero sí de su peso respectivo: consolidación de la hegemonía del
sector terrateniente que añoraba los años de la Colonia y abogaba por un retorno
a la hispanidad -bandera de las fuerzas más conservadoras en la Latinoamérica del
siglo XIX-. Los programas de Gómez eran recogidos, además, por fervorosos
predicadores en muchos sectores eclesiásticos. Su alineamiento pro-imperialista
se hizo patente: por la revisión de la legislación petrolera que abrió las puertas al
capital extranjero Urdaneta, quien reemplazó a Gómez, fue llamado el
“presidente petrolero”. Por el envío de tropas a Corea -Colombia fue el único país
latinoamericano en hacerlo, que el Departamento de Estado norteamericano
retribuía con armas para la dictadura.

Así, el 17 de febrero de 1952, Urdaneta decía: “Nuestro país es el único en


Latinoamérica que está participando activamente en la lucha contra el comunismo
en Corea", y luego, en conexión evidente con ello, agregaba: “en este preciso
momento estamos adelantando negociaciones con los Estados Unidos sobre
defensa mutua y colaboración militar para la defensa continental”.

Esa medida le permitía, adicionalmente, deshacerse de algunos oficiales del


ejército sospechosos de tener simpatías liberales. Los antagonismos desatados por
su política, progresivamente excluyente, implicaron para su permanencia, la
consolidación de un rígido poder dictatorial.

Alguna vez dejó definida su filosofía política en los siguientes términos: “el manejo
del Estado es por antonomasia obra de la inteligencia. Una observación elemental
demuestra que la inteligencia no está repartida en porciones iguales entre los
sujetos de la especie humana. Por este aspecto la sociedad semeja una pirámide
cuyo vértice ocupa el genio si existe en un país dado, o individuo de calidad
destacadísima por sus condiciones intelectuales. Por debajo encuéntranse quienes
con menores capacidades son más numerosos. Continúa así una especie de
estratificación de capas sociales, unas abundantes en proporción inversa al brillo
de la inteligencia, hasta llegar a la base, la más amplia y nutrida, que soporta toda
la pirámide y está integrada por el oscuro e inepto vulgo donde la racionalidad
apenas aparece para diferenciar a los seres humanos de los brutos”

No se necesita subrayar que para él ese inepto vulgo era el campesinado y el


proletariado que soportaban todas las consecuencias de la violencia. Pero no se
trataba solamente de creencias filosóficas. Gómez intentó moldear las
instituciones colombianas, en su proyecto de reforma constitucional de 1953, de

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 139

acuerdo con esta visión jerárquica de la sociedad. Diversos desarrollos políticos en


el curso de la violencia le impidieron hacerlo.

3.1.3 Las Tres Fases de la Primera Violencia (1949-1953)

Desvanecida toda ilusión de lucha legal, fundamentalmente a partir del momento


en que la violencia oficial llegó a su clímax -el periodo precedente y subsiguiente a
las elecciones presidenciales (27 noviembre, 1 949)- empezaron a aparecer
espontáneamente los núcleos guerrilleros de resistencia al régimen.

Teniendo en consideración las relaciones existentes entre los dos partidos y la


movilización campesina, hay tres fases, más o menos claramente diferenciables, en
la naturaleza de la resistencia al régimen conservador hasta 1953.

En su primera fase, la resistencia tomó la forma de una lucha interpartidista por la


hegemonía del poder político y, en cuanto tal, no difirió fundamentalmente de las
guerras civiles que antaño habían opuesto a liberales y conservadores, excepto por
su intensidad y el número de víctimas.

Los campesinos en esta etapa lucharon no por sus propios intereses, sino por los
de sus jefes políticos, bien fueran locales, regionales o nacionales. La expresión
militar de estas luchas anárquicas fue la cuadrilla. De hecho, los primeros brotes
tomaron la forma de una venganza por los hechos sangrientos imputados al
partido liberal, principalmente en los dos Santanderes y Boyacá, con motivo de la
transmisión del mando en 1930.

La continuidad y permanencia de los dos partidos ha hecho que las guerras


pasadas encuentren siempre su eco en las confrontaciones presentes. Después de
todo, la incorporación masiva del campesinado a la vida política en este país se
produjo a través de la movilización armada en apoyo de uno de los dos partidos.

En síntesis, la fuerza del bipartidismo en Colombia hizo que los conflictos políticos
y sociales que comenzaron a desarrollarse en los dos decenios precedentes se
expresaran dentro de los marcos institucionales, a pesar de las transformaciones
producidas en el partido liberal como resultado del impacto del gaitanismo.

En la segunda fase, los elementos puramente partidistas no desaparecieron, pero


hubo hechos nuevos que empezaron a pesar cada vez más en el rumbo de la
contiendal9. Los factores dominantes en esta segunda etapa fueron: la irrupción
en el escenario de varios enclaves bajo dirección comunista y la escisión del
llamado “bloque llanero” -originalmente bajo vasta influencia de terratenientes
liberales-. De ese momento en adelante, hubo una extensa parte del país en la

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 140

cual los movimientos guerrilleros empezaron a expresar la lucha de los campesinos


contra los terratenientes, independientemente de la afiliación política de éstos
“bien fueran liberales o conservadores”.

En el sur del Tolima, zona de amplia tradición de lucha organizada por la tierra, en
1950, bajo la dirección del PC, se puso en ejecución la táctica de “autodefensa de
masas” que, ante la presión de la violencia oficial, es obligada a transformarse en
lucha de guerrillas en 1952. Esta había sido una de las regiones más combativas
en las luchas que enfrentaron a terratenientes y arrendatarios en los años veinte y
en los treinta. Establecieron contactos con núcleos de resistencia liberal del área,
pero sólo con resultados ocasionales.

Otras veces hubo enfrentamientos con ellos que dieron lugar a los motes de
“limpios” para los liberales y "comunes" para los comunistas. Vale la pena
anotar, que una de las razones que impidieron el crecimiento de una movilización
coordinada entre los guerrilleros comunistas y liberales fue la divergencia de
tácticas. El infatigable pacifismo del PC lo había llevado a calificar la lucha de
guerrillas, impulsada desde sus comienzos por núcleos liberales, como “tendencias
anárquicas y conspirativas”.

Su errónea evaluación, en diversas ocasiones, de las modalidades de lucha que


imponían las circunstancias, y su excesiva confianza en las posibilidades de una
acción de masas, lo llevó, por ejemplo, al extremo de participar en las elecciones
parlamentarias de 1952 en condiciones de represión tales que incluso el partido
liberal había declarado abstención. El resultado fue la pérdida inútil de las vidas de
varios militantes. En la región de Sumapaz y en la población de Viotá -
departamento de Cundinamarca-, el PC operó con las mismas tácticas de
autodefensa.

Se puede decir, en general, que la ausencia de combatividad y de una plataforma


de lucha a nivel nacional hicieron que, a la larga, el PC operara, muchas veces, no
como un promotor sino más bien como freno a la lucha campesina. Su táctica de
“auto-defensa” -en oposición a la de “resistencia” abogada por sectores
liberales- tendía simplemente a la conservación de posiciones ya adquiridas en
luchas anteriores -las célebres “repúblicas rojas"-; pero la generalización de esa
táctica funcionó al mismo tiempo como barrera a la iniciativa del campesinado en
otras regiones. Cuando ponía en práctica la lucha de guerrillas lo hacía sólo
arrastrado por los acontecimientos y no como desarrollo de un plan regular.

El desarrollo más significativo, sin embargo, durante este periodo, ocurrió en las
guerrillas del Llano. Significativo, porque, quizá, lo que estaba sucediendo allí era
un índice de lo que estaba aconteciendo o podía acontecer en otras regiones del

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 141

país; y además porque, numéricamente, los efectivos campesinos comprometidos


con la resistencia en esa zona sobrepasaban a los de cualquiera otra región del
país. Como se ha dicho, hubo allí inicialmente una marcada influencia de
terratenientes liberales en las guerrillas. Sin embargo, cuando en el proceso
mismo de la lucha las organizaciones guerrilleras se vieron forzadas a amenazar
los intereses de los terratenientes liberales -por ejemplo, con impuestos a la
ganadería para asegurar su subsistencia o su equipamiento militar-, los
terratenientes hicieron un pacto expreso con el ejército y la policía: la llamada
“declaración de Sogamoso".

Después de ésta, los terratenientes no volvieron a referirse a los guerrilleros como


rebeldes sino que comenzaron a calificarlos de “bandidos", justificando así su
represión. De paso, se rompió con ese hecho la imagen de “neutralidad” que
había logrado mantener el ejército. Empezó, en adelante, la consolidación en la
dirección del movimiento y elementos surgidos de las filas mismas del
campesinado: Guadalupe Salcedo es citado como el más brillante ejemplo de esa
parábola.

Cuando el campesinado tuvo que empezar a luchar igualmente contra el policía o


soldado que actuaba como brazo armado de la represión oficial y contra el
terrateniente liberal, la naturaleza de la lucha cambió: ya no era la guerra civil, era
la lucha de clases. Como lo dijera uno de los líderes: “Ciertamente, la peonada
había cambiado su mentalidad”.

Este paso fue incorporado incluso en la estructura jurídica que las guerrillas
impusieron en el terreno que estaba bajo su control, y se refleja en la transición,
para dar sólo un ejemplo, del marcadamente partidista artículo 13 de la Primera
ley del Llano (1lde septiembre de 1952): “Todos los bienes raíces, semovientes,
etc. que sean de propiedad del enemigo, o sean de los godos chulavitas y de los
partidarios o simpatizantes del gobierno dictatorial, serán confiscados", al artículo
138 de la Segunda ley del Llano (18 de junio de 1953) en que, con el fin de
ampliar las bases de sustentación para implantar un (gobierno Popular en
Colombia), se eliminan expresamente las consignas puramente partidistas.

Relatos hechos por altos oficiales del ejército confirman esta transición ideológica;
por ejemplo, el escrito por el Coronel Gustavo Sierra Ochoa (Las guerrillas de los
Llanos orientales, Manizales, 1954)que anota: Sus programas son muy vagos pero
no descuidan el tema de la lucha entre ricos y pobres, con sentido de lucha de
clases.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 142

El viaje del ex presidente López a la región (diciembre, 1951) a entrevistarse con


los jefes guerrilleros, representó, tal vez, el último gran intento del partido liberal
de mantener el movimiento bajo su control.

Ya en agosto de 1952, en un importante mensaje político, retiró públicamente su


solidaridad a las guerrillas del Llano, a nombre propio y a nombre de la dirección
liberal. Él fue también el primer líder político, según” Francisco Leal, en advertir a
la burguesía acerca de los peligros de los nuevos desarrollos y del hecho de que
“detrás de la violencia caminaba la revolución social".

Tercera fase, un proyecto de coordinación nacional de la resistencia armada contra


el régimen se abría paso en 1953. Ello representaba un cambio cualitativo en
términos organizacionales, dado que, hasta ese momento, las guerrillas habían
operado como pequeñas y aisladas unidades sin un plan estratégico nacional. Por
esa mima época, Laureano Gómez ya había hecho públicas sus intenciones de
introducir una reforma constitucional que echara las bases de un Estado
corporativo y la perpetuación de su dominio personal.

Debido a este nuevo giro de la situación, la fracción ospinista del conservatismo


empezó a inquietarse visiblemente por los peligros que envolvía la prolongación de
la lucha, y unió entonces su voz al clamor de los liberales que abogaban por una
intervención militar para salir del “impasse".

El 13 de junio de 1953, el general Rojas Pinilla, comandante de las Fuerzas


Armadas, asumió el poder. Este hecho representaba, por una parte, un
compromiso entre las clases dominantes de cuyas diferencias tácticas las Fuerzas
Armadas se convertían en árbitro; y por otra parte, al mismo tiempo, su unificación
para contrarrestar el avance de lo que comenzaba a ser percibido como el real y
amenazante enemigo: la incubación de un proceso revolucionario como desenlace
potencial de la violencia.

De hecho, el Ejército, en esa situación de confusión y crisis para los partidos,


aparecía como la única fuerza cohesiva a nivel nacional.

3.1.4 El arbitraje de las fuerzas armadas (y la Segunda ola de


Violencia)

"La política general de mi Gobierno buscaba el mejoramiento de los trabajadores y


la defensa del capital, para estabilizar sobre bases firmes el progreso de Colombia,
evitando con firme y recta intención, la temible lucha de clases. En esta forma el
proletariado gozó de garantías, ejerció sus derechos y avanzó en las conquistas
sociales. El Capital, dentro de un ambiente de confianza y seguridad, consiguió

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 143

grandes ganancias. El gobierno militar, como tienen que reconocerlo las clases
trabajadoras y las oligarquías económicas, evitó esa terrible lucha de clases,
protegió el capital, protegió al trabajo". (Rojas Pinilla, en Rojas Pinilla ante el
senado; el gobierno militar ante la historia, Bogotá. Editorial Excelsior, 1959, p.
726).

El reconocimiento por los dos partidos tradicionales y las fuerzas sociales que los
soportan, de la imposibilidad de imponer la hegemonía sobre el respectivo
enemigo a través de una larga lucha que se revelaba destructora para ambos, y el
gradual y amenazante crecimiento a su sombra de una alternativa que ponía en
peligro el tradicional sistema de dominación en su conjunto, fueron los factores
que, combinadamente, hicieron posible en Colombia la más típica forma de
bonapartismo que haya conocido Latinoamérica: el gobierno del general Gustavo
Rojas Pinilla.

El tema de esta parte es el proceso por el cual la intervención militar permitió la


restauración, e incluso el reforzamiento, del equilibrio de fuerzas que el gaitanismo
y los eventos posteriores a abril de 1948 habían puesto en crisis.

El Punto de Equilibrio

El programa enunciado por Rojas al asumir el poder fue simple: “¡Nomás sangre!
¡No más depredaciones! Paz, justicia y libertad para todos"; sin embargo, fue
suficiente para obtener la adhesión de las directivas políticas de los dos partidos -
excepto, obviamente, de la fracción conservadora desplazada- y de vastos sectores
populares para los cuales, cualquiera que fuese el rumbo posterior de la situación,
ésta ofrecía un momentáneo alivio frente a la represión del régimen anterior.

Rojas ofreció amnistía a los rebeldes “él personalmente puso todo el peso de su
prestigio inicial entablando negociaciones directas con las guerrillas del Llano” y
miles de campesinos depusieron sus armas.

En las zonas bajo influencia comunista se evitó la rendición, pero se aceptó


tácitamente la tregua. Este amplio consenso se explica en parte por el hecho de
que Rojas haya conservado en su gabinete ministerial y, en general, en el aparato
burocrático que lo rodeaba, muchas de las figuras visibles del régimen desplazado,
en tal forma que logró crear una situación en la que, como Milton Puentes lo
subrayó, “los liberales creían que todo lo habían ganado, y los conservadores
pensaban que nada habían perdido”. Había sido, en la celebrada expresión de
Darío Echandía, un golpe de opinión.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 144

Por otra parte, la excepcionalmente favorable coyuntura externa, con precios del
café nunca antes alcanzados, le permitió mantener una política de compromiso y
equilibrio entre los sectores dominantes sin que ninguno de ellos en particular
tuviera que pagar los efectos de la nueva fórmula política.

La Ruptura del Equilibrio

la firme adhesión popular de que gozó en su primera fase lo llevó a intentar


golpear determinados sectores tradicionalmente dominantes en beneficio de otros
-o de algunos sectores populares pero cediendo alternativamente a las presiones
de los afectados, dándole a su administración la forma de un incoherente y
desordenado proyecto de conciliación. Como ejemplo típico se podría citar el
gravamen a las exportaciones de café, con el objeto de frenar los efectos
inflacionarios del “boom” y de financiar la nueva fase de industrialización,
particularmente las plantas de energía eléctrica, de hierro y acero (paz del Río).

Al mes siguiente no sólo disminuyó el gravamen, sino que, además, cambió el


sector que debería beneficiarse de él: ya no sería para el desarrollo industrial sino
para el desarrollo agrícola. Algo similar había sucedido antes cuando, en su
proyecto de reforma tributaria, intentó gravar algunos intereses financieros
impuestos a los dividendos.

Esta versatilidad de su política económica comenzó, progresivamente, a enajenarle


el apoyo de diversos sectores dominantes: primero, los intereses cafeteros, y
luego, intereses financieros e industriales representados por la Andi.

Su proyecto inicial de representarlos a todos, colocándose por encima de los


intereses particulares de cada uno de ellos, agotó muy pronto sus límites.

La Tercera Fuerza

Cuando el equilibrio entre el gobierno y algunos sectores dominantes comenzó a


erosionarse, Rojas se vio obligado a seleccionar sus propias fuerzas:

• Visiblemente buscó el respaldo de los sectores terratenientes ligados a la


ganadería ya nuevos cultivos en expansión, particularmente algodón,
oleaginosas y arroz; sectores que, de hecho, se habían sentido previamente
relativamente marginales, pero que ahora se consideraban en una posición
mucho más ventajosa: la costa atlántica y el valle del Cauca, por ejemplo,
ampliamente beneficiados con sus planes de irrigación, adecuación de tierras y
suministro de moderna tecnología agrícola. Rojas mismo ligó sus intereses
personales, en gran medida, a los del latifundio ganadero.

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• Buscó también el apoyo de sectores obreros, creando una organización distinta


de las dominadas tradicionalmente por los dos partidos, y con vínculos a la
peronista Atlas. La inmediata intervención de la Iglesia que, no sólo por sí
misma sino también a través de la organización sindical bajo su patrocinio (la
UTC), condenó la tentativa por “peronista y anticatólica, y oponerse a la
doctrina social de la Iglesia”, le quitó ímpetu a la idea. Rojas, que desde el
comienzo había puesto en claro que el objetivo de su gobierno era
contrarrestar la lucha de clase mediante “la aplicación cristiana de la justicia
social", estaba desarmado para responder a tal ataque.

• Finalmente, buscó el respaldo de las clases medias con su programa de


democratización del crédito a través del Banco Popular; con la congelación de
arrendamientos, y con la monopolización, por organismos estatalmente
financiados, de la importación y distribución de algunos productos alimenticios.

La implementación de esta última medida se puso a cargo de instituciones tales


como Sendas, INA y el Comisariato de las Fuerzas Armadas, que afectaban
hasta cierto punto determinados sectores comerciales importadores.

En las condiciones colombianas, sin embargo, un proyecto que se propusiera de


aglutinación de las clases medias sólo era factible a largo plazo, y Rojas necesitaba
respuestas inmediatas.

Pero, ¿por qué no era posible una pronta movilización de tales sectores en su
favor? En primer lugar, porque en Colombia la clase media no ha tenido una
expresión política propia, homogeneizante como clase; en segundo lugar, si se
recurre a la tesis de Nun de que en tales situaciones, los militares, que son dentro
de la clase media el más cohesivo sector, son los que se encargan de representar
los intereses globales de dicha clase, su aplicabilidad en el caso colombiano es muy
poca. Los militares, por lo menos hasta el periodo en referencia, seguían siendo
una fuerza subordinada a la dominación oligárquica.

Aislamiento, Segunda Ola de Violencia y Caída

La explicitación de su proyecto coincidió con el comienzo del deterioro de la


situación económica: el “boom” del comercio exterior se esfumó en 1954 y fue
seguido por cuatro años de declinación, y una crisis sin precedentes en la balanza
de pagos. La tentativa redistributivo-populista perdió su vigor inicial. El resultado
fue la iniciación de una intensa competencia en la que el gobierno y los líderes de
los dos partidos se disputaban la lealtad de todas las fuerzas sociales. Después del
cierre de varios periódicos, la prensa se convirtió en el foco de cristalización de
todas las contradicciones.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 146

El paulatino aislamiento del gobierno militar dio paso a una nueva fase represiva:
la segunda ola de violencia. “Ejército y pueblo se enfrentaron otra vez a muerte.

Este período de violencia fue más bárbaro e intenso que el anterior, aunque el
área geográfica fue considerablemente más reducida que en el primero. Rojas
siguió con el respaldo de liberales y conservadores para acciones tales como la
masacre de estudiantes -al final de su primer año de gobierno-, o la gigantesca
operación militar contra los campesinos en armas que comenzó en abril de 1955
en el Sumapaz y el oriente del Tolima. Las operaciones militares provocaron un
éxodo masivo de poblaciones enteras. El volumen de las fuerzas enviadas por el
gobierno -un estimativo de diez a quince mil soldados- que era casi la mitad del
ejército -más tanques y aviones-, es, además, un indicador de los alcances de la
resistencia campesina en el área.

Como consecuencia de estos hechos, se produjo un intento de reunificación de las


guerrillas del Llano, bajo el comando de Guadalupe Salcedo, el más prestigioso
líder campesino en la región, más tarde asesinado en las calles de Bogotá. En un
documento suscrito el 28 de febrero de 1957 brindaba su solidaridad a los
combatientes del Tolima y a los guerrilleros de Sumapaz que comandaba Juan de
la Cruz Varela: “analizada la situación de orden público que ha venido padeciendo
el departamento del Tolima, Sumapaz, y demás zonas afectadas por la violencia,
reconocemos que ante la gravísima situación que ha venido afrontando esas
comarcas de la patria, nuestro silencio como antiguos guerrilleros de la libertad
sería injustificable, por lo cual declaramos desde ahora nuestra total solidaridad
con los movimientos alzados en armas”.

La violencia oficial se ejercía ahora por el conjunto de las clases dominantes a


través del ejército. Este sería, en adelante, premiado por su acción represiva. ¿No
fue esta acaso la fundación efectiva de las modificaciones en el sistema de
ascensos militares, según las cuales el servicio activo en las zonas de violencia era
computado como el doble del tiempo en las áreas pacíficas? Aprovechando el
progresivo debilitamiento del gobierno de las Fuerzas Armadas, los dos partidos -
cuya táctica era, entonces, apoyar la violencia y al mismo tiempo utilizarla contra
Rojas- a través de Laureano Gómez, presidente durante el primer periodo de la
violencia, y Alberto Lleras, pactaron en Benidorm (España, 1956) la constitución
en un “Frente Civil” de oposición bipartidista al régimen, que culminó en mayo de
1957 con una huelga general organizada por la Asociación Nacional de Industriales
(Andi) y secundada por todos los sectores dominantes: banca, Iglesia, etcétera.

Los estudiantes también sumaron sus fuerzas a lo que juzgaban como una victoria
suya.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 147

Rojas dejó el poder en manos de una Junta Militar, que se comprometió a


devolverlo a la coalición del Frente Nacional convertido en partido único de la
oligarquía. Un año después, Rojas era llamado a juicio ante el congreso de
Colombia.

Comentarios: es comúnmente aceptado que el régimen de Rojas, habiendo sido


concebido como provisional por los partidos políticos, al haber intentado luego
establecer una nueva fuerza, no ya “por encima de los partidos sino por fuera de
los partidos", habría dejado de serles funcional y ello habría determinado la
coalición para derrocarlo.

Los hechos en que dice basarse esta interpretación son auténticos, pero la
interpretación misma es por lo menos incompleta, en cuanto sólo nos revela una
sola cara de los efectos del proyecto independizante de Rojas. En mi opinión, el
régimen de las Fuerzas Armadas se hacía más funcional para los partidos en la
medida en que guardaba una cierta distancia de ellos erigiéndose en poder
relativamente autónomo. En primer lugar, porque esa posición le permitía
desarrollar más cabalmente su papel de intermediario en la tarea de reconciliación
de los partidos. Segundo: porque, habiéndose hecho evidente que la conciliación
a través del ejército era imposible, y éste estaba intentando, además, sacar
provecho de sus diferencias, el pacto directo entre los grupos dominantes aparecía
cada vez más justificable, y el gobierno de las Fuerzas Armadas aparecía como su
obstáculo fundamental.

En estos términos, el ensayo “tercerista” de Rojas aparece como la condición de


la recuperación del equilibrio por parte del sistema bipartidista de dominación,
pero bajo una nueva forma: bajo la forma de una coalición institucionalizada.

Lo importante, en relación con este régimen, no es, pues, preguntarse por qué
fracasó como intento populista, sino cómo hizo posible la unificación de las clases
dominantes. Desde este punto de vista, aparecerá, ya no como la “anomalía
histórica” de que habla Di Tella, sino, por el contrario, como la realización última
del sistema tradicional de dominación en Colombia.

La singularidad del régimen de Rojas no hay que buscarla en su gestión


económica, incoherente y contradictoria, como resultado, por un lado, de su papel
de mediador entre los variados intereses en pugna, y por el otro, de la necesidad,
al mismo tiempo, de crearse bases propias de soporte. Lo característico de este
régimen fue la multiplicidad de fw1ciones políticas que cumplió. A la vez que
aparecía entre los partidos, como un instrumento “pacificador” –es decir, de
represión-, fue llevado, por otro lado, a una posición que lo hacía aparecer como el
enemigo común, el tirano contra los partidos, haciendo posible la posterior

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 148

unificación de éstos y permitiendo descargar la responsabilidad de la violencia en


un elemento exterior a ellos -el gobierno de las Fuerzas Armadas-. Esto llegó a un
punto tal que, en un documento memorable contra la Iglesia por no tomar posición
contra Rojas, Laureano Gómez pudo permitirse el lujo de referirse al régimen como
“sangrienta dictadura"; y en el discurso de posesión al primer presidente del
Frente Nacional, el mismo Gómez pudo decir, en una especie de auto-absolución a
nombre de los dos partidos:

“Todos nos hemos equivocado: pero la dura mano que nos oprimió nos hizo
comprender nuestro yerro y nos decidió a volver rápida y decididamente las
espaldas a los antiguos métodos de lucha”.

Es esta complejidad de funciones en la cual no hay por qué buscar una presunta
coherencia lo que a mi modo de ver, caracteriza el régimen militar que va desde
1953 a 1957.

Es, para decirlo en una sola frase, la expresión de la crisis de los partidos
tradicionales, y su medio de solución de esta crisis.

Rojas Ante el Senado (Significado Político del Proceso)

Rojas fue depuesto el 10 de mayo de 1957. A [mes de 1958 era llamado a juicio
por el primer Congreso del Frente Nacional. Era un acontecimiento inusitado, pues
el más cercano antecedente de esa naturaleza se remontaba a un siglo atrás
cuando fuera juzgado el general Mosquera.

Explícitamente se le acusaba de abuso del poder, y de haber creado una


considerable fortuna personal durante el ejercicio de su cargo. De la lectura del
Proceso se puede inferir que, si en realidad ese enriquecimiento no alcanzó las
dimensiones que se le atribuían, era inocultable que las propiedades se habían
ensanchado considerablemente y que ellas lo podían acreditar como un nuevo y
holgado terrateniente.

Pero, en realidad, esto no era lo importante: antes y después de él, funcionarios


oficiales -incluyendo presidentes- se enriquecen a la sombra del poder. Más
importante, tal vez, es la dimensión político-religiosa del proceso. Convertido en
un verdadero ritual religioso, el juicio asumió las características de una ceremonia
a través de la cual los partidos podían deshacerse, por así decirlo, de sus culpas
pasadas transfiriéndolas a su expiatoria víctima: Rojas.

No deja de ser extremadamente significativo que el senador nombrado como


acusador de Rojas perteneciera a la comente laureanista del conservatismo, es

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 149

decir, a la popularmente reconocida como responsable de haber desatado la


violencia. Mientras más culpable se pudiera mostrar a Rojas, más exculpados
quedarían los partidos. El ambiente mágico y religioso de Colombia permitía una
enorme efectividad a tales mecanismos. No quiero decir con esto, obviamente,
que el juicio deba ser interpretado en términos religiosos o morales, sino que el
carácter religioso y moral que asumió tiene una particular significación histórica y
política.

Un juicio, además, implica una individualización de los cargos: se podía, entonces,


inculpar al terrateniente Rojas, sin que el conjunto de la clase terrateniente,
beneficiada y fortalecida bajo su gobierno, sufriera mengua; se podía inculpar
también al indigno general Rojas, sin, cuestionar el papel represivo del Ejército en
su conjunto, etcétera, etcétera.

Hábilmente, sin embargo, Rojas, en su defensa, se dedicó a demostrar que las


raíces de los males que aquejaban al país había que buscarlas en los dos partidos
que ahora se encontraban coaligados, y fundamentalmente, en el gobierno que él
había depuesto, convirtiendo así el juicio que se hacía a él en una tribuna de
enjuiciamiento al régimen que lo había precedido y al Frente Nacional que lo
sucedía.

Cuando en medio de gran sensacionalismo Rojas anunció que haría revelaciones


sobre responsabilidades en el asesinato de Gaitán, el Senado precipitó la sentencia
condenando a Rojas, tratando de evitar la prolongación de un juicio que ponía,
ahora, en una situación embarazosa a los acusadores. Pero, antes de que aquello
se produjera, Rojas hizo una última proclama: “Que la opinión pública condene,
ya que no puede castigar, a los responsables de la injusticia que me imparten los
mismos que hicieron posible la miseria de las clases trabajadoras, impidiendo que
el país nacional sustituya al país político, como quería Gaitán".

Al terminar el juicio, Rojas tenía pues el doble carácter de reo y de víctima pero, a
medida que se iría revelando el carácter antidemocrático del Frente Nacional, el
segundo elemento se volvería más importante que el primero, lo cual tal vez
explique, en buena parte, la futura rehabilitación de Rojas como líder popular de
la oposición.

Los Efectos de la Violencia

A pesar de la carencia de análisis económicos del periodo, se pueden hasta el


momento señalar, como efectos protuberantes los siguientes:

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 150

• Migraciones: uno de los más visibles efectos de la violencia fue una dramática
aceleración de la migración rural a las ciudades. Esta ha sido estimada en un
millón para el periodo 1938-1951, yen 2.2 millones para el periodo 1951-1964.

Este flujo migratorio uno de los más altos en el mundo, tendió a concentrarse
en los centros urbanos más importantes del país. Así entre 1951 y 1964,61 %
de los migrantes se concentraron en seis ciudades (Bogotá, Cali, Medellín,
Barranquilla, Bucaramanga y Manizales).

Un estudio realizado en el Líbano llegó a la conclusión de que, de 88% de la


muestra tomada, que era de origen rural, 59% se había trasladado a dicha
ciudad por causas directamente conectadas con la Violencia. No hay
información disponible con respecto a las migraciones de la zona rural cafetera
a otras zonas rurales no cafeteras, ni sobre los posibles efectos de tales
desplazamientos humanos en el desarrollo del capitalismo en otras regiones.

Pero el hecho es que, por lo menos cronológicamente, el periodo de la violencia


coincide con el surgimiento de las grandes y modernas plantaciones capitalistas
de algodón, caña de azúcar, arroz, etcétera.

Un estudio oficial puede afirmar: “En la década de 1950 se presentaron


adelantos que tuvieron un tremendo impacto en Colombia y cuyas
consecuencias aún no han sido completamente sentidas. Uno fue el
advenimiento de la revolución técnica en otros tipos de agricultura -diferente
del café, y el otro consistió en la construcción de una red de carreteras y, más
recientemente, la terminación del ferrocarril del Atlántico, el cual puede
considerarse sin exageración como una revolución en el transporte. Estos dos
factores están transformando la agricultura colombianas y sin duda el país".

• Los costos:
− Humanos: para el solo departamento del Tolima el número de víctimas ha sido
estimado, para el periodo 1949-58, 35.294 muertos; y para todo el país, en
alrededor de 200.000 -hay cálculos que lo hacen llegar al medio millón-, desde
luego, hay que señalarlo, muchos de los datos del informe de Guzmán se basan
en abusivas extrapolarizaciones, pero no ha habido ningún intento posterior de
reevaluación y siguen siendo, por consiguiente, los únicos disponibles.
− Materiales: hasta 1957, se calculó igualmente, para el solo departamento del
Tolima, en 34.730 el número de fincas abandonadas por causa de la Violencia;
y el monto de las pérdidas, en una suma equivalente al presupuesto nacional
de 195543. De acuerdo a Guzmán, 40 de los 42 municipios del departamento
sufrieron el impacto de la Violencia.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 151

− Las relaciones sociales en el campo: la tesis de Hobsbawm de que, como


resultado de la violencia, se produjo el ascenso de una clase media rural, debe
ser, por lo menos, atenuada. El caso de los mayordomos convertidos en
propietarios, es, claro está, un bien escogido ejemplo en apoyo de la tesis.

Pero con respecto a los pequeños y medianos productores independientes, sólo


una minoría pudo capitalizar y sumarse a la categoría de los campesinos ricos -
burguesía rural-: para el resto, la inmensa mayoría, comenzó el proceso de su
descomposición, siguiendo así la misma suerte que el campesinado pobre. Las
manifestaciones de este proceso que arrastró, a unos y otros fueron,
principalmente, la expulsión de minifundistas de sus tierras, el desalojo de
aparceros y arrendatarios que perdían sus cosechas y mejoras, y el
fraccionamiento de la pequeña propiedad de caficultores empobrecidos. Esta
última parte del proceso se acentuó en los años 1955-1960, Y fue la antesala
del comienzo de su desaparición y absorción por las grandes plantaciones en la
década del 60. El resultado global fue, entonces, una acelerada polarización
del sistema de clases en el campo. Un elevado grado de concentración de la
propiedad territorial en la zona cafetera, ante predominantemente minifundista,
se está produciendo hoy, y un consiguiente enrolamiento de los pequeños y
medianos propietarios desplazados al ejército de los jornaleros colombianos.

A los efectos de la competencia de la agricultura mecanizada en expansión se


sumaba la inestabilidad política en el campo que operaba como una presión
adicional sobre el campesinado, que era forzado a vender, y como un incentivo
para el terrateniente que compraba.

Por otra parte, la tesis de Posada de que el efecto dominante de la Violencia fue el
atraso y subdesarrollo del sector agrario de la economía carece de bases empíricas
objetivas. La tesis obviamente ignora el hecho de que, aunque hubo durante el
período en cuestión un desarrollo muy limitado de la agricultura en el sector
llamado de “cultivos tradicionales” -maíz, papas, frijoles, etcétera-, en donde se
concentra la actividad del campesinado pobre, hubo, de otro lado, una
impresionante expansión de la agricultura mecanizada, ubicada en las mejores
tierras del país, los valles del Cauca y el Magdalena, con productos tales como el
algodón, caña, arroz, etcétera.

Estos dos cuadros, como se señala en la fuente de la cual son tomados, revelan el
carácter de clase de la Violencia en las transformaciones producidas en la
agricultura durante el período si se contrastan los procesos, por un lado, de los
llamados cultivos comerciales y de otro lado, el casi nulo crecimiento de los
cultivos tradicionales, en donde se apiña el campesino parcelario.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 152

Mirada, entonces, como un proceso a largo plazo, la Violencia tal vez pueda
comprenderse mejor como el efecto de la alianza del capital industrial y de nuevos
sectores agrarios -Capitalistas o antiguos latifundios transformados en grandes
plantaciones capitalistas-, a expensas del campesinado parcelario, particularmente
de la zona cafetera que, recordémoslo, fue la más azotada por el fenómeno. En
este sentido, es más tentador concluir con Gilhodés que: “Lo que la Violencia de
1949-1953 revelaba era quizás la crisis estructural permanente de una agricultura
ampliamente tributaría de relaciones de producción precapitalista”.

Los Efectos para el Capital

Nos hemos referido ya al reforzamiento político de la industria durante el período


inicial, que se produjo en la práctica, de 1945 en adelante, en una tasa de
expansión que sobrepasó a la alcanzada en los años anteriores a la guerra: el
crecimiento industrial anual entre 1945 y 1950 fue 11,5 por ciento, y se mantuvo
por encima del 9 por ciento como promedio durante todo el período comprendido
entre 1945-1954.

Pero uno de los aspectos que no deja de llamar poderosamente la atención es el


hecho de que, habiendo la Violencia tenido como escenario la zona cafetera,
durante el período en estudio ni los ingresos globales del sector cafetero, ni las
divisas que el país recibía de ese sector, disminuyeron; por el contrario, lograron
un notorio aumento con relación al período precedente.

Fluharty, sorprendido, comentó: “Irónicamente, en este período de fracaso social,


1949 a 1953, el valor de las exportaciones casi se duplicó, haciendo de este el
período más próspero en la historia de la economía. Entre 1948 y 1952, el
porcentaje de formación de capital saltó de 14,2 a 28,2 por ciento. Esta tendencia
estuvo acompañada de un aumento en los depósitos bancarios y de la moneda en
circulación; y los préstamos bancarios para expansión, movimiento comercial y
desarrollo agrícola alcanzaron un nuevo récord”. El régimen se había autodefinido
como “la economía de la prosperidad”.

Los Efectos para una Perspectiva Revolucionaria

La violencia forzó a los campesinos a superar el aislamiento y la atomización que


alguna vez Marx consideró como características congénitas del campesinado. En el
proceso mismo de la lucha, y en defensa contra la represión oficial, el campesino
adquirió una elevada experiencia organizativa y ésta es una experiencia acumulada
para el día en que dadas las condiciones, el campesinado entre a jugar su papel,
aliado y bajo la dirección de otras fuerzas, en la lucha revolucionaria por la forma
del poder.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 153

Bajo múltiples aspectos, como lo hemos subrayado en páginas anteriores, las


acciones emprendidas por los campesinos constituyeron una negación de hecho
del poder político existente en cuanto lograron establecer, en amplias zonas
sustraídas al control del poder central, sus propias formas para la aplicación de la
justicia, la organización del trabajo, la distribución de la autoridad, etcétera. En
este sentido, la Violencia contribuyó a romper, por lo menos parcialmente, el
sistema clientelístico de dominación -entendido como un tipo de subordinación
política y personal- tan característico de las sociedades agrarias. Por tales razones,
Camilo pudo anotar que la Violencia había constituido para Colombia, “el más
importante cambio sociocultural en las áreas campesinas desde la conquista de los
españoles”.

Sin embargo, la Violencia creó también una fuerza contrarrestante del despertar
del campesinado, pues se convirtió, en la práctica, en una escuela de
entrenamiento antiguerrillero para el ejército. De hecho, la primera escuela
antiguerrillera de Latinoamérica fue fundada en Colombia en 1955.

Una observación final: el término mismo, “Violencia", acuñado para identificar las
luchas del campo en aquella época, cumplió una función ideológica particular, a
saber: ocultar el contenido de clase de las luchas agrarias presentándolas como
simples formas de bandolerismo político y social, con el fin de justificar su
represión indiscriminada. Un conocido estudioso de los conflictos rurales de
Colombia señaló el efecto oscurecedor de tales mecanismos así: “en estos tiempos
turbulentos cualquier movimiento campesino corría el riesgo de ser identificado
como un acto de violencia. Los propietarios amenazados por invasores, los
denunciaban como guerrilleros; los hacendados cuyos arrendatarios se negaban a
pagarles las rentas informaban al ejército de la presencia de guerrilleros
comunistas en sus tierras. Estas tácticas hacen muy difícil el estudio de los
fenómenos del período".

Evidentemente, no puede desconocerse el carácter anárquico, sectario y ya


legendariamente bárbaro que impregnó la contienda. Pero, a medida que se
dispone de más y más datos, aparece más y más claramente que el carácter de
clase no solamente no le era ausente, sino que era tendencialmente predominante.

En esta gestión original de la conciencia de clase, la Violencia representa también,


como lo ha demostrado Quijano un desarrollo único en el contexto de los
movimientos campesinos latinoamericanos.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 154

3.2 EL ORIGEN DEL FRENTE NACIONAL Y EL GOBIERNO DE LA JUNTA


MILITAR

3.2.1 Los Antecedentes

Los partidos tradicionales, o fracciones decisivas de ellos, se han comprometido


recurrentemente en arreglos, coaliciones, reparticiones y compromisos en la
búsqueda y el ejercicio del poder político. Las coaliciones bipartidistas han sido tan
comunes como los gobiernos hegemónicos o las guerras civiles, y han estado
presentes desde la misma concepción de las colectividades políticas.

Es tal vez una situación paradójica, ya que los líderes de los partidos se han
mostrado tan voluntariosos para hacer la guerra con los adversarios como para
pactar con ellos la distribución del poder. Las raíces del Frente Nacional, la forma
más depurada de gobierno de coalición bipartidista, se hunden en la historia más
allá de este siglo hasta alcanzar tiempos de don Miguel Samper, las sociedades
democráticas y las disputas sobre el librecambio.

En los 102 años transcurridos entre 1883 y 1985, y si se considera como una
modalidad de coalición el régimen de responsabilidad compartida -que define el
artículo 120 de la constitución nacional-, en el cual el segundo partido en votos
tiene derecho a una participación dentro del manejo del Estado, el país ha vivido
66 años bajo gobiernos compartidos, es decir, el 64% del tiempo. En el mismo
lapso, y si se excluye el período posfrentenacionalista, la nación ha visto durante
45 años, 46% del tiempo, sus destinos definidos por gobiernos que de una forma
u otra se han apoyado en alguna variante de coalición bipartidista.

Por ello, por estar unido a una práctica política de larga tradición en Colombia, el
Frente Nacional demanda para su cabal comprensión una perspectiva histórica
que ponga de presente los principales antecedentes que precedieron la
institucionalización constitucional del gobierno compartido.

La revisión de este largo período histórico deja entrever algunos de los principales
rasgos que caracterizan el proceso político que desemboca en la conformación de
coaliciones para el usufructo y el control compartido del poder político del Estado.

A pesar de que no todas las coyunturas muestran los mismos síntomas, y tampoco
todos los arreglos bipartidistas responden a idénticos determinantes, sí es posible
hacer una abstracción histórica y delinear los ingredientes protuberantes que se
conjugan para promover un escenario favorable a la gestación de coaliciones entre
nuestros dos partidos tradicionales.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 155

Las coaliciones políticas entre los dos partidos son una especie de mecanismo de
defensa, o para usar un símil fisiológico, son parte esencial del sistema
inmunológico del régimen político. Es decir, el poder compartido y la unión
bipartidista son un instrumento útil para superar situaciones sociales y políticas
que por sus características amenazan con impedir una adecuada reproducción del
sistema político, la estructura de poder y la jerarquía social.

La dinámica de las coaliciones también está ligada al desarrollo de las divisiones


internas de los dos partidos. Es así como la presencia de sectores en conflicto con
el gobierno de su propio partido ha llevado a la configuración de acuerdos políticos
entre esa facción y la otra colectividad para buscar el debilitamiento del grupo que
detenta el poder. De esta forma, la división interna de los partidos, cuando
confluye en una coalición con el partido contrario, ha servido para transitar de una
hegemonía partidista a otra; es decir, para promover el tránsito de un partido de
gobierno a otro.

De la misma forma, las coaliciones se han utilizado como factor neutralizador de la


fuerza política de las alas radicales de los dos partidos, y se encuentran múltiples
ejemplos históricos en los que la unión bipartidista surge como un instrumento
para detener o debilitar el ascenso político de las facciones más ideologizadas y
más beligerantes de los partidos tradicionales. Los conflictos políticos violentos, al
igual que la lucha social o económica, han sido históricamente un contexto fértil
para el afianzamiento de coaliciones bipartidistas.

La posibilidad una disolución nacional, a causa del enfrentamiento armado entre


los partidos, y el riesgo que la generalización de la violencia se convierta en
monstruo que dé al traste con la unidad nacional, han motivado muchas veces el
espíritu de conciliación y trabajo conjunto de los partidos tradicionales. Pero
también, cuando la confrontación civil o partidista toma tintes de convertirse en
una lucha de clases y amenaza con trasladarse al campo del conflicto
socioeconómico, aparece la coalición bipartidista como una fórmula salvadora para
el régimen político, que le devuelve estabilidad y fortaleza al ordenamiento de la
sociedad. Éstas son en perspectiva algunas de las motivaciones fundamentales
que se esconden detrás de la conformación de los gobiernos de coalición
bipartidista.

Necesariamente, no todas se suceden con igual intensidad o en una misma


coyuntura política, pero sí se encuentran en la raíz de los principales acuerdos para
buscar o detentar el poder político de manera compartida en la historia del país. El
Frente Nacional, a pesar de que muestra importantes diferencias con el pasado de
los gobiernos de coalición, tiene en sus orígenes muchos de estos rasgos
hereditarios del proceso político colombiano.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 156

3.2.2 Las Raíces Sociales y Políticas del Frente Nacional

La historia convencional pinta el acuerdo del Frente Nacional como una coalición
que nace espontáneamente a manera de respuesta democrática para enfrentar
una dictadura, y pare de contar. Esta visión hace parte de la mitología que rodea
la historia contemporánea del país. La coalición bipartidista se gesta,
efectivamente, en el ambiente de la confrontación con el gobierno militar del
general Rojas Pinilla, y muchas de las fuerzas que la estimulan y consolidan son
producto del autoritarismo y el despotismo de ese régimen; pero la historia
quedaría incompleta si simultáneamente no se escudriña hasta encontrar algunas
de raíces políticas y sociales de esos hechos.

En el campo social, hay que tener en perspectiva los cambios que se produjeron
desde comienzos del presente siglo en la conformación de las elites económicas
del país. En el pasado, la orientación del desarrollo económico estaba marcada
por un agudo conflicto entre los distintos sectores que conformaban la dirigencia
social-terratenientes, comerciantes, artesanos, exportadores, burócratas,
banqueros-, ya que existían grandes diferencias sobre la concepción del Estado, su
papel en la economía y la forma de administrar y orientar el país. Se encontraban
todos ellos en clara competencia por el predominio social, al igual que por impulsar
sus intereses sectoriales.

Por ejemplo, el país feudal, clerical e inmóvil que defendían los terratenientes,
chocaba con el que querían construir los comerciantes, marcado por el liberalismo
económico, la secularización y el trabajo libre remunerado salarialmente,
moviéndose al ritmo de la iniciativa individual y la acumulación de capital. Estas
contradicciones se expresaban a través de los partidos, siendo las colectividades
políticas el instrumento utilizado por las distintas fuerzas de la elite social para
buscar el poder y defender su concepción del Estado, la economía y la sociedad.

La continuidad de la violencia partidista durante el siglo XIX es la expresión de


esos forcejeos entre grupos sociales dirigentes por acomOdar sus intereses que,
dado el desigual desarrollo del país, eran contradictorios y antagónicos. Pero las
cosas cambian a medida que el desarrollo económico apunta con creciente
intensidad hacia un modelo de modernización capitalista alimentado por los
excedentes que empezó a generar la economía cafetera, de manera relativamente
estable, desde los años 1870.

Para el cuarto decenio del presente siglo el esquema de desarrollo por la vía
capitalista se impuso definitivamente, y ya se habían presentado importantes
procesos de unificación económica y social de las clases dirigentes, que hacían
cada vez más innecesarios los conflictos abiertos entre los partidos. No se trataba

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 157

como en el pasado de desatar el conflicto partidista para llegar por allí a imponer
los intereses sectoriales en la orientación del Estado, ya que estos intereses se
hacían cada vez más homogéneos. En la medida que la elite se hacía una sola
fuerza social, las diferencias entre los partidos perdían relevancia para esos grupos
dirigentes y las posibilidades de coalición y gobierno compartido se hacían más
intensas. A partir de allí, la historia dé las coaliciones será la historia de la lucha
de las elite s para encontrarle una salida al tradicional conflicto violento entre los
dos partidos “que ahora era un real peligro para la reproducción del sistema social
y de su dirigencia económica” y crear un clima de estabilidad política para el
desarrollo de las fuerzas productivas.

Pero, simultáneamente, con el progresivo consenso de los sectores dirigentes en


tomo al tipo de desarrollo económico, consecuencia del formidable proceso de
modernización de la economía sufrido hasta entonces, surgen nuevos grupos
sociales -los trabajadores urbanos, el proletariado rural, el campesino desplazado
entre otros- que plantean nuevos interrogantes y cuestionamientos a esa elite.

Aliado de estos grupos sociales también nacen corrientes políticas dentro de los
partidos que aspiran a representarlos, integrarlos y darles presencia en la vida
política nacional.

Alfonso López Pumarejo que gobernó en dos oportunidades, primero entre 1934 y
1938, y luego a partir de 1942, fue uno de esos jefes políticos modernos que
intentó integrar, mediante reformas políticas y sociales, a los sectores populares
que el desarrollo económico estaba colocando por primera vez en el mapa social
del país. La “Revolución en Marcha” y la reforma constitucional de 1936 se
constituyen en un esfuerzo político de gran envergadura para transformar el país
en una sociedad moderna, basada en la participación y en la tramitación
institucionalizada de los conflictos sociales.

Pero necesariamente esos esfuerzos que mejoran la situación política relativa de


los sectores populares motivan una reacción de la clase dirigente ya consolidada,
que ve en los retozos democratizantes del presidente López una amenaza potencial
a sus intereses sociales y económicos. Contra López y sus reformas nace la
coalición bipartidista de 1946, conocida generalmente como la “Unión Nacional”.

Después de la renuncia del presidente Alfonso López Pumarejo en 1945, asumió la


primera magistratura el dirigente liberal Alberto Lleras Carnargo, que denominó a
su gobierno como el de la “Unión Nacional". Lleras buscó crear una nueva
coalición de sectores liberales y conservadores moderados, con el ánimo de
contraponerla a las dos alas radicales de los partidos encabezadas por Jorge
Eliécer Gaitán y Laureano Gómez, que tenían amplia responsabilidad en el

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 158

desmoronamiento del segundo mandato del viejo López. La participación de los


conservadores ospinistas en el gobierno aligeró las críticas y las amenazas de
ruptura del sistema político, pero ya se sentía en el ambiente político el alto grado
de polarización social que se estaba creando en tomo a las dos figuras
mencionadas.

Hay que tener en cuenta el hecho de que el presidente Lleras Camargo, a finales
de su mandato, empezó a esgrimirla tesis de que un sistema político para
Colombia basado en la competencia libre y abierta entre los partidos no era viable,
por cuanto siempre degeneraba en pretensiones hegemónicas y por lo tanto en
violencia. La idea fue acogida por los liberales moderados y por sectores no
ortodoxos del conservatismo que veían en la posibilidad de compartir el gobierno
un mecanismo para reducir las fricciones y mantener bajo control el poder político.

La convergencia de intereses económicos y sociopolíticos de la elite dirigente hacía


viable esta propuesta a la luz de los acontecimientos y ante el riesgo real de que
una movilización popular masiva fuera capaz de alterar la estructura del régimen
político. Las primeras voces que hablan de la concordia entre los partidos se dejan
oír y puede afirmarse que las palabras Lleras Camargo son los primeros pasos
hacia la consolidación de la coalición constitucional. Éstas son expresiones de una
clase dirigente que, sin encontrarle ya más sentido a la confrontación partidista,
intenta construir una salida a la cotidianeidad de la violencia política.

Las elecciones presidenciales de 1946 representaron para los conservadores la


oportunidad de reconquistar el poder. Mariano Ospina Pérez ofreció una
prolongación del gobierno de coalición conocido como “Unión Nacional", lo que
sumado a la división del liberalismo entre el moderado Gabriel Turbay y el popular
Gaitán, lo llevó a la presidencia.

Proveniente de la elite económica antioqueña, y con el pragmatismo de un hombre


de empresa, Ospina Pérez retorna la idea de Lleras Camargo de buscar la
estabilidad política, y el control de la creciente movilización popular en campos y
ciudades, mediante la distribución del poder entre las dos colectividades históricas.

Para lograrlo reparte equitativamente los cargos en gabinete ministerial y establece


un sistema de gobernaciones cruzadas en el que designa a un mandatario
seccional del bando contrario al que predomina en el respectivo departamento.

Como se verá, esta modalidad de coalición posee rasgos que después van a
inspirar las instituciones del Frente Nacional. Pero contra ese esfuerzo conspiran
su propia incapacidad para controlar los sectores más ortodoxos y fanáticos de su
partido, que no podían ocultar sus pretensiones hegemónicas y desde inicio del

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 159

experimento lo acusan de traidor. Igualmente, la llegada a la dirección del


liberalismo del líder más carismático que ha tenido el partido en el presente siglo,
Jorge Eliécer Gaitán, significó la introducción de elementos de lucha de clase en la
contienda partidista que agudizaron y polarizaron aún más a los distintos bandos.

La mezcla era explosiva y la violencia que quisieron evitar los sectores moderados
de ambos partidos no demoró en aparecer en los campos. La segunda etapa de
definiciones del modelo de coalición que llevó al Frente Nacional se produce
cuando ocurre la muerte de Gaitán. Ante el asesinato del caudillo el 9 de abril de
1948, la respuesta popular casi se lleva por delante al gobierno de turno, y de
paso el orden establecido. En ese escenario, como ya se mencionó, se crearon las
condiciones para una nueva coalición con el ánimo de impedir que una revuelta de
carácter popular desmantelara el régimen político. La coalición surgida del temor a
la revolución social sólo duró trece meses y culminó con la ruptura entre los
partidos.

La consecuencia es un ambiente de creciente violencia política, resultado de la


persecución a la base rural del liberalismo, inspirada por el laureanismo, la facción
más reaccionaria del partido conservador, que pretendía utilizar la intimidación
para superar su condición de partido minoritario, situación que fue tolerada por el
presidente. Los liberales se marginan y se vuelcan a la abstención ante la falta
evidente de garantías para concurrir a las urnas.

Mariano Ospina Pérez en los estertores de su mandato intenta impulsar una nueva
salida bipartidista a la encrucijada política en que se encontraba el país, y que
amenazaba efectivamente con masar en un torbellino de sangre y de violencia al
sistema político. Propone un esquema según el cual se suspenderían las
elecciones de 1950 y se eligiría para el período presidencial siguiente a cuatro
líderes, dos liberales y dos conservadores, para alternarse anualmente la
presidencia y llevar a cabo por consenso una serie de reformas que garantizaran la
paz política. Esta idea, precursora de la alternación presidencial que se impondría
después con el Frente Nacional, cayó en el vacío ya que el laureanismo no pensaba
retroceder en momentos en que veía por primera vez una posibilidad real de
alcanzar el comando del Estado. Era el inicio de un decenio de violencia, represión
y dictadura.

Como si fuera un sino fatal, las coaliciones degeneran en hegemonías y después,


cuando la situación nacional se hace insostenible, el péndulo se devuelve buscando
la convergencia para impedir el desastre, pero esa lógica trágica del proceso
político colombiano no se detiene y va creando una espiral de tensiones políticas y
de polarización que culmina en un baño de sangre generalmente de proporciones
dantescas. Así fue al finalizar el siglo XIX, y de nuevo se repite medio siglo

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 160

después. La formula para desmontar la recurrencia del enfrentamiento sectario no


vendrá sino con el Frente Nacional luego de haberse ensayado todo, hasta la
misma dictadura militar.

La persecución desatada por el gobierno de Laureano Gómez contra las bases


liberales, alimentada con la autonomía que se le entregó a la policía y a las bandas
de conservadores no miembros del gobierno para ejercer la violencia y la represión
por cuenta propia, comprometió al país en una guerra civil no declarada que le
costó más de trescientas mil vidas. La situación alcanzó niveles de tal naturaleza,
que la amenaza de disolución nacional y el peligro de que el conflicto se tomara en
una abierta confrontación de clase, capaz de comprometer los mismos pilares del
ordenamiento social, se convierte una vez más en un factor que impulsa la
búsqueda de un compromiso entre los dos partidos tradicionales.

Alfonso López Pumarejo, víctima de una coalición bipartidista encaminada a frenar


sus esfuerzos reformistas, es el primero en intentar construir una salida de
convergencia para la situación de autoritarismo y violencia desatada por Laureano
Gómez. A finales de agosto de 1952, López el Viejo, recientemente retirado de la
dirección nacional liberal, le envía una carta al arzobispo Crisanto Luque, a
Francisco de Paula Pérez y al ex presidente Mariano Ospina Pérez, en la cual les
solicita que intercedan para enderezar el rumbo de los acontecimientos y buscar
acuerdos que permitan superar la situación reinante. Pocas semanas antes,
Gilberto Alzate Avendaño había planteado un severo juicio sobre el gobierno de su
propio partido: “Odio el gobierno, detesto sus representantes, desprecio al
presidente y a sus ministros, repudio su labor, combato sus errores, y más aún,
comparto las tesis de la prensa liberal”.

La oposición del sector ospinista al gobierno conservador sólo se hizo patente


hasta abril de 1953, cuando en un homenaje del ex presidente Mariano Ospina
atacó duramente a Laureano Gómez acusándolo de caudillista y antidemocrático,
al igual que sugirió que los liberales habían sido más leales que el mismo Laureano
en el manejo de la situación prerrevolucionaria creada por la muerte de Gaitán
cinco años antes. La puerta estaba abierta: Ospina por fin se desprendía de su
silencio y entraba a criticar al gobierno, al tiempo que dejaba una salida para
permitir una aproximación con los liberales.

El hecho que sirvió de catalizador para precipitar la reacción contra el régimen y la


caída del gobierno parece haber sido el proyecto de reforma constitucional,
diseñado por el propio Laureano Gómez. En dicho proyecto de acto legislativo se
establecían las condiciones para la perpetuación de un gobierno de corte
dictatorial, con amplísimos poderes, dentro del marco de una estructura legislativa
típicamente corporativista y de inspiración falangista. La pérdida del apoyo político

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 161

de su propio partido, al igual que la creciente beligerancia de las fuerzas liberales,


todo ello enmarcado dentro de la real posibilidad de que se instaurara una nueva
constitución capaz de perpetuar en el poder al laureanismo, aclimataron un
consenso nacional en contra del presidente Gómez. La salida esta vez fue militar.

El 13 de junio de 1953 el país escucha, con verdadero alborozo, la noticia de que


el general Rojas Pinilla ha asumido el cargo de presidente de la República. Pocas
horas después se empieza a entender que detrás de este aparente golpe militar se
esconde una nueva coalición que ha encontrado en las fuerzas armadas la
posibilidad de recuperar el poder. Lo expresa el mismo Darío Echandía, cuando
dice en un homenaje de líderes nacionales al general Rojas: “no es éste el
producto de la ambición rapaz, sino el abnegado sentido del deber: formasteis el
mando en virtud de un golpe de opinión”.

En síntesis, la coalición ya no se encauza a través de la lucha electoral, sino que se


pronuncia en el estímulo y respaldo de un golpe militar, que recibe la aprobación
de dirigentes de los dos partidos. Pero la ilusión que tenía el país, que veía en
Rojas una figura de rápida transición hacia una nueva etapa de democracia
electoral, no duraría mucho. La alternativa militar no demoró en salírsele de las
manos a los partidos tradicionales.

Con la faceta militar se cierra el círculo de convenios políticos bipartidistas que


antecedieron a la creación del Frente Nacional. La revisión del proceso político que
nace con la “Unión Nacional” de Lleras Camargo y culmina con el golpe de
opinión del general Rojas, muestra cómo la situación de inestabilidad política va en
ascenso, tanto por la intromisión de nuevos elementos de lucha de clases en la
confrontación partidista, como por la agudización de las tensiones entre los
segmentos radicales de los dos partidos.

La violencia partidista y la lucha social que se entrelaza a ella, no encuentran


respuesta en el marco de la competencia democrática formal, ni los intentos no
constitucionales de compartir el poder político, y por ello la elite no le queda otro
camino que de la dictadura militar para intentar desmontar las fuerzas que
amenazan el orden social y político.

Pero tampoco en ese esquema se hala la respuesta, y no será sino hasta el Frente
Nacional cuando el país logre suprimir la violencia cíclica que caracterizó, por cerca
de siglo y medio, la política partidista colombiana.

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3.2.3 Los Orígenes del Frente Nacional y el Desmoronamiento de la


Dictadura

La dinámica del proceso político que desembocó en la creación del Frente Nacional
estuvo definida por la evolución de tres conflictos distintos. El primero de ellos, y
tal vez el más notorio, fue el que generó la actitud crecientemente autoritaria de la
dictadura del general Rojas Pinilla, quien a medida que revelaba sus intenciones de
perpetuarse en el poder entraba en contradicción con los partidos políticos y con
los sectores civilistas y democráticos de la sociedad.

En segundo lugar, las aspiraciones partidistas de suceder al régimen militar


creaban una contradicción adicional entre las dos colectividades: los
conservadores, sabiéndose minoría, buscaban un acomodo para heredar el poder,
mientras que los liberales intentaban reconstruir los procedimientos electorales
para hacer valer sus mayorías. Además, las pugnas internas de los partidos eran
tan intensas como entre los partidos entre sí, especialmente en el conservatismo,
ya que para los laureanistas la colaboración del sector ospinista con la dictadura
equivalía a una traición. La creación del Frente Nacional debe entenderse como
una tarea de habilísima filigrana política para aprovechar las posibilidades que
ofrecían estas contradicciones, al igual que para neutralizar sus aspectos adversos
y llevar a todo el espectro político partidista a comprometerse con la idea de un
gobierno de coalición plasmado en la constitución.

La idea de encontrar una salida bipartidista al régimen militar surgió aun antes del
deterioro de las relaciones entre los dos partidos y el general Rojas finilla. Aunque
existen antecedentes difusos, las declaraciones de Alfonso López Pumarejo, el 25
de marzo de 1954, se constituyen en la primera propuesta concreta para avanzar
hacia un esquema de convergencia bipartidista que permitiera el retorno a la
democracia y, sobre todo, escapar a la lógica de la violencia sectaria. En cierta
forma, se puede atribuir al ex presidente López Pumarejo el papel de ideólogo
precursor del Frente Nacional, ya que es él quien públicamente propone las
primeras fórmulas que van a permitir el desarrollo de los posteriores acuerdos
(cuadro 2). Dos años después de las declaraciones mencionadas arriba, López
Pumarejo, en una carta a los liberales de Antioquia, retorna las propuestas de
coalición bipartidista en las que venía insistiendo de una forma u otra desde 1950.

Este documento es considerado por varios analistas como la piedra angular del
pensamiento frentenacionalista. López plantea el establecimiento de reformas a la
Constitución que garanticen la representación ministerial de los dos partidos,
dando fuerza de mandato constitucional a la participación de ambos sectores en el
gobierno y por lo tanto, evitando las posibilidades de revertir los pactos de
coalición como recurrentemente había en el pasado.

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Otra propuesta tiene que ver con aspecto de trascendental importanciapara el


momento político que se vivía: la selección del mandatario que debería reemplazar
al general Rojas Pinilla. La sugerencia de uno de sus máximos líderes en el sentido
de que el liberalismo podría respaldar a un candidato conservador para encontrarle
salida a la dictadura, ayudó a aclimatar la confianza y colaboró para que se
unieran los sentimientos de oposición y repudio que compartían las mayorías de
las dos colectividades. La primera fase del proceso que conducirá al Frente
Nacional ha comenzado. Se trata de convocar a las fuerzas bipartidistas en contra
de la dictadura, para que ésta se debilite por una reducción progresiva del
respaldo político. A partir de ese momento la oposición al régimen será el eje de
la coalición entre el liberalismo y el conservatismo.

Pero el general Rojas, que ve en la convergencia bipartidista un peligro inminente


para la estabilidad de su gobierno, también reacciona e intenta impulsar una
coalición entre las fuerzas armadas, los empleados públicos y algunos sectores
sindicalizados para utilizarla como instrumento de apoyo político. A este esfuerzo
se le ha atribuido una clara inspiración peronista. A mediados de 1956, en la
conmemoración del ascenso de Rojas Pinilla al poder, se realizaron las primeras
manifestaciones del nuevo grupo político bajo la denominación de “Tercera
Fuerza”. Su estandarte, un fusil y una pala formando una cruz, revela claramente
cuáles eran sus aspiraciones. Sólo cuatro meses después, la oposición de la
Iglesia, al igual que la falta de credibilidad y arraigo popular, llevaron al fracaso el
intento de crear coalición de bases obreras para enfrentarse a la que se venía
gestando en el seno de los dos partidos tradicionales.

3.2.4 La Junta Militar y la Consolidación del Frente Nacional

El gobierno de Rojas Pinilla fue suplantado por una junta militar conformada por
cinco miembros, los generales Gabriel París, Luis Ordóñez, Rafael Navas Pardo, el
mayor general Deogracias Fonseca y el contraalmirante Rubén Piedrahíta. El
primer paso de la junta para afianzarse políticamente fue garantizar al país que en
el término de un año se realizarían elecciones para constituir un gobierno civil. La
posibilidad de un pronto retorno al régimen constitucional, al igual que el carácter
bipartidista del gabinete ministerial seleccionado por la junta militar, le ganaron el
apoyo de los principales jefes del liberalismo y el conservatismo. Para Alberto
Lleras y los sectores comprometidos con el afianzamiento de la coalición, esta
etapa se caracterizó por una permanente lucha para lograr que las rencillas
internas entre el conservatismo no desbarataran la marcha hacia el gobierno civil y
compartido.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 164

Este escenario de transición democrática despertó nuevamente las pugnas entre


los sectores en conflicto dentro del conservatismo. Los ospinistas sostenían
firmemente la candidatura de Guillermo León Valencia como única posibilidad
presidencial para un gobierno de coalición. Pero los laureanistas no demoraron en
oponerse a esa posibilidad. Un pacto de unión entre los conservadores, promovido
por los ospinistas, fue rápidamente rechazado por Laureano Gómez. De este
acuerdo surgió una comisión bipartidista encargada de plantear los mecanismos
para el retorno a la democracia, la cual durante el mes de junio de 1957 presentó
un informe en el que se proponía una reforma constitucional para restablecer el
gobierno compartido durante tres períodos presidenciales seguidos, se fijaban
fechas para las elecciones y se establecían otros mecanismos para el retorno a la
democracia.

La junta militar, creyendo que efectivamente este documento recogía el


pensamiento de la amplia mayoría del espectro político, puesto que en ella
participaban algunos miembros del laureanismo, procedió a adoptar algunas de las
medidas contempladas en la propuesta. La reacción de los más fieles seguidores
del ex presidente Gómez no se hizo esperar y se planteó una situación de
desautorización política para esos esfuerzos de unión conservadora.

Alberto Lleras se enfrentaba a la tarea de decidir sobre cuál de los dos sectores
políticos era más conveniente apoyarse para sacar avante la coalición y para
defender los intereses del liberalismo. Con atinado olfato político, el jefe liberal
reafirmó su escogencia inicial de seguir considerando al laureanismo como el eje
del partido conservador. Los posteriores resultados electorales le darían la razón.

El 20 de julio de 1957 se firma el Pacto de Sitges, entre Lleras Camargo y


Laureano Gómez, acuerdo fundamental que define los principios conceptuales
concretos sobre los cuales se van a construir las instituciones del Frente Nacional.

3.2.5 El Pacto de SITGES: Derrotero Hacia el Gobierno de Coalición

La posibilidad de desarrollar la búsqueda de fórmulas políticas para encontrar una


puerta hacia la democracia fue dada por el espacio que dejó la junta militar. Esta
se dedicó preferencialmente a reorganizar el frente económico, aquejado de
severas dificultades, y a intentar desmontar los brotes de violencia partidista,
delincuencial y social que todavía persistían en varias regiones. La labor de definir
alternativas para el retorno a la democracia quedó entonces en manos de los
civiles, quienes asumieron pronto la tarea.

El Pacto de Sitges surge en este momento como la propuesta más sólida, no sólo
en términos políticos, ya que contaba con la firma de los dos principales líderes de

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 165

los partidos tradicionales, sino también por ser una síntesis afortunada de las
propuestas y las alternativas existentes hasta el momento.

El acuerdo es en general una reafirmación del proceso de coalición bipartidista


iniciado en Benidorm y una propuesta concreta para avanzar en la reconstrucción
del gobierno civil y la democracia electoral. En el texto se plantea que las
propuestas ofrecidas son el desarrollo político de los principios comunes acordados
en el Pacto de Benidorm, que determinaron la caída de la dictadura. Los
principales mecanismos para lograr un gobierno de coalición y la paz política
nacional podrían ser, según el acuerdo, los siguientes:

• Entre ellas está, en primer término, la de que se establezca el equilibrio de los


partidos en los cuerpos colegiados.
• Para que tal enmienda a la carta, con obvio carácter transitorio, surta sus
efectos curativos y eficaces para la pacificación total de Colombia, creemos
necesario que su duración sea siquiera por el término de tres períodos de
gobierno.
• Un primer límite tiene que ser la urgentísima creación de una carrera de
servicio civil que suprima el concepto de que el vencedor político tiene derecho
a los despojos del vencido y a alterar de arriba abajo la administración pública.
• El otro límite podría ser el de que el presidente de la República, al escoger sus
colaboradores en el gabinete, estuviera obligado a conservar la proporción
política que tengan los partidos dentro de las cámaras legislativas.

El acuerdo no sólo contempló las fórmulas concretas para instaurar un gobierno de


coalición, sino que también propuso el mecanismo político para adoptar dichas
reformas transitorias a la carta constitucional: el plebiscito popular. Las razones
argüidas para sugerir esa vía tenían una fuerza indudable: un compromiso de
transformación institucional de esas magnitudes debería ser refrendado por la
fuente esencial de la legitimidad, el constituyente primario, y no por asambleas o
comités de difícil representatividad.

Naturalmente, existían razones políticas adicionales para promover este camino


para llegar a instituciones de coalición. Un plebiscito evitaría que los problemas
derivados de la confrontación entre los distintos sectores de los partidos dilataran
o entorpecieran el proceso de reforma constitucional. Igualmente, impediría una
posible presión militar en las deliberaciones y neutralizaría cualquier alegato de
ilegitimidad por parte de los enemigos de la coalición. De esta forma, el plebiscito
se presenta como el mecanismo legal y político idóneo para consolidar las
instituciones de coalición.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 166

Las consecuencias del Pacto de Sitges sobre el proceso político interno fueron
considerables. El primer impacto claro fue el debilitamiento del ala ospinista del
partido conservador, puesto que el acuerdo en España se hizo prácticamente a
espaldas de ese grupo. De igual manera, el texto del pacto desconocía
formalmente y por completo el acuerdo previo entre los ospinistas y el liberalismo,
firmado en marzo, al igual que las recomendaciones de la comisión creada por los
conservadores en junio. El papel protagónico del conservatismo doctrinario,
nombre que se daba a sí mismo el laureanismo, en la gestación del gobierno
coalición quedaba definitivamente consolidado. Paralelamente, con el
fortalecimiento laureanista vendría la agudización del conflicto interno dentro de
los conservadores, especialmente en tomo al tema de las candidaturas
presidenciales.

Una segunda consecuencia del Pacto de Sitges fue el afianzamiento de Alberto


Lleras Camargo como el eje las relaciones políticas entre la dimensión civil y el
gobierno de la junta militar. Los generales carecían de un interlocutor válido a
nivel de los partidos políticos. El gobierno intentó inicialmente construir una
relación de colaboración con la coalición a través del ospinismo y la supuesta unión
conservadora sellada en junio de 1957, pero aceptó muy pronto que la aguda
división en ese partido sólo dejaba la opción del liberalismo unido y claramente
comprometido con su jefe Alberto Lleras.

Las características del Pacto de Sitges, al igual que el respaldo social que movilizó
el liberalismo en su favor, le demostraron a la junta militar cuál era el camino a
seguir para entregar sin traumatismo el poder a los civiles: definidos los
lineamientos de las reformas institucionales necesarias para la instauración del
gobierno de coalición, el general Gabriel París, presidente titular de la junta, se
compromete en el mes de agosto a sacarlas adelante. Los ministros de los
partidos tradicionales, particularmente los liberales, desarrollaron una intensa
colaboración con la junta militar para formalizar el acuerdo político. Pero el
problema de la división conservadora amenazará prácticamente desde su firma el
desenvolvimiento de los acuerdos políticos.

3.2.6 Amagos de Crisis y Nuevos Acuerdos Políticos

La confrontación conservadora se agudiza a partir de septiembre, cuando en el


horizonte aparece por primera vez una clara posibilidad de elecciones libres. La
lucha se planteó en tomo a la selección del presidente de la república, ya que el
liberalismo mantenía su compromiso de respaldar un candidato conservador de
unidad para ese cargo. Los laureanistas intentan contrarrestar al candidato
Guillermo León Valencia, que tenía cierta popularidad por su prestigio de fogoso
enemigo de Rojas a finales de la dictadura, presentando la candidatura de Jorge

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 167

Leyva, reconocido político de la derecha conservadora. El debate entre las dos


facciones se agria a medida que avanza el proceso de institucionalización del
regreso a la democracia.

En octubre de 1957 ocurren hechos decisivos. Se protocoliza la división


conservadora y la junta militar define la fecha del plebiscito propuesto por el Pacto
de Sitges. El conservatismo convoca a dos convenciones distintas que se censuran
y descalifican mutuamente. Los ospinistas, con el ex presidente a la cabeza, se
reúnen en la primera semana del mes y reafirman su respaldo a la candidatura de
Valencia. Para esa fecha llega Laureano Gómez al país después de su prolongado
exilio en el exterior.

El4 de octubre, un día antes de la llegada del jefe del laureanismo, la junta militar
expide el decreto 247 de 1957 por medio del cual, “interpretando la opinión
nacional expresada en los acuerdos suscritos por los partidos políticos”, se convoca
para el primero de diciembre un plebiscito para ratificar o negar una propuesta de
reforma constitucional. La consulta plebiscitaria, contemplada en el Pacto Sitges,
comprendía esencialmente puntos acordados entre Laureano Gómez y Alberto
Lleras: establecimiento formal de un gobierno de coalición bipartidista;
distribución paritaria de los ministerios y de los cargos en el Congreso, asambleas
y concejos; establecimiento de la carrera administrativa para los empleados
públicos; confirmación del derecho al voto para la mujer; y legalización popular del
gobierno de la junta militar. La inevitable decisión del gobierno de convocar al
debate plebiscitario le echó más leña al fuego ya que la confrontación
conservadora se trasladó del terreno partidista al de oposición al desarrollo
institucional del acuerdo político.

Los acontecimientos que rodearon el plebiscito deben interpretarse desde la óptica


de la lucha por el predominio político entre los distintos grupos. No es que el
ospinismo o el laureanismo quisieran en la práctica hundir el acuerdo de coalición,
sino que intensificaban su respaldo o su oposición de manera estrictamente táctica
para fortalecerse en la verdadera lucha, la lucha por el poder político. Un escollo
aparentemente intrascendente se coloca rápidamente en el núcleo del conflicto: la
fecha de las elecciones a corporaciones. Algo que a los ojos de un observador
casual puede parecer simple, poseía en esta coyuntura un significado decisivo en
términos de la definición del candidato presidencial y de la fuerza política relativa
de cada uno de los grupos.

Para los ospinistas lo mejor era la selección del candidato de coalición con
anterioridad a las elecciones de 1958, puesto que Guillermo León Valencia se
encontraba desempeñando ese papel en el escenario político desde comienzos de
1957. Igualmente, este grupo defendía la unidad del calendario electoral, de

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 168

manera que el presidente y los representantes a los cuerpos colegiados fueran


elegidos en la misma fecha. La razón real para insistir en un solo día era que de
esta manera los acontecimientos y resultados que se presentaran en la selección
de los legisladores no podrían afectar ya la escogencia presidencial. Sutilmente, el
sector minoritario quería impedir mediante este artificio la expresión de las
distintas fuerzas políticas dentro del conservatismo, evitando de esta manera que
la mayoría en las elecciones parlamentarias fuera un criterio político decisivo en la
selección del candidato presidencial.

Por su parte, el sector comandado por Laureano Gómez sostenía precisamente la


posición contraria. El laureanismo sabía que, a pesar de que el ospinismo
disfrutaba de activos burocráticos heredados de la época de la dictadura, su fuerza
electoral era considerablemente mayor. Por ello, en caso de realizarse la
escogencia y elección del candidato presidencial con posterioridad a la contienda
parlamentaria, el resultado de esa elección tendría incidencia decisiva sobre las
posibilidades de cada uno de los dos sectores en conflicto. A pesar de que la
argumentación en favor y en contra de cada una de las posiciones estuvo rodeada
de toda una variada gama de racionalizaciones jurídicas, ideológicas y políticas, la
realidad que se escondía detrás de esa controversia era simplemente su impacto
sobre las posibilidades de cada grupo para hacerse al comando del partido
conservador.

Desde el mes de octubre hasta finales de noviembre de 1957 la cuestión del


calendario electoral se convirtió en el eje de la discusión pública. La convención
del sector laureanista se realiza en Cali a finales de la primera semana de
noviembre. El evento es fértil en manifestaciones de ruptura con los adversarios y
la asamblea dedica gran parte de su tiempo a atacar al ospinismo ya su candidato,
acusándoles de “impuros", oportunistas, e insinceros. Después de la convención,
ya no quedan dudas de que el laureanismo no está dispuesto a aceptar que la
selección del candidato conservador se realice antes de las elecciones
parlamentarias, y mucho menos a permitir la unificación del calendario electoral.

Contra esas dos posibilidades, a las cuales se inclinaba el gobierno con el respaldo
del ospinismo y hasta cierto punto del liberalismo, se enfilan las poco despreciables
baterías políticas y retóricas del ex presidente Gómez. La amenaza de una ruptura
definitiva de los acuerdos de coalición, que significaban la esperanza para transitar
definitivamente hacia el régimen civil, es el arma que utiliza el laureanismo para
conseguir concesiones y ganancias políticas.

El 16 de noviembre el directorio comandado por el ex presidente Gómez se manda


lanza en ristre contra el liberalismo y contra el plebiscito programado para dentro
de sólo dos semanas. En su pronunciamiento público, el laureanismo plantea que

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el liberalismo se está aprovechando de su papel protagónico en los acuerdos y


demanda que se posponga la consulta popular para el establecimiento de las
instituciones de coalición. Toda esa demostración de oposición revela sus
verdaderas intenciones cuando, hacia el final de la declaración, exige que las
elecciones parlamentarias se realicen aun antes del plebiscito. Es el comienzo de
una nueva crisis política que amenaza el desarrollo del Frente Nacional y que sólo
será conjurada con la firma de un nuevo acuerdo, esta vez auspiciado desde el
mismo gobierno: el Pacto de San Carlos. Pero es de preguntarse sobre lo que
ocurría con el partido liberal en el entretanto.

Los liberales optaron por marginarse casi por completo de la controversia


conservadora, y se dedicaron más bien a recorrer el país buscando apoyo para los
acuerdos de coalición e impulsando la participación política en favor de una
aceptación de las fórmulas plebiscitarias. El propio Alberto Lleras, aunque seguía
muy de cerca los acontecimientos internos del conservatismo, se colocó por
encima del conflicto e igualmente se presentó ante el país como el abanderado de
la concordia, de la coalición, de la civilidad. El contraste era avasallador.

Un partido conservador profundamente escindido sumido en rencillas que ante los


ojos de la gente deseosa de un retorno al gobierno civil aparecían más como un
egoísta y desmedido apetito de poder; y ello frente a un liberalismo comprometido
con los acuerdos, dispuesto a renunciar a la presidencia para recuperar la
democracia, liderado firmemente y sin serios problemas internos. Son diferencias
que no pasan desapercibidas para la mayoría de los colombianos.

La consecuencia de esa comparación es el fortalecimiento del liderazgo nacional de


Alberto Lleras. Desde el mes de octubre, y con más énfasis a partir de noviembre,
se empiezan a escuchar las voces de distintos sectores populares, partidistas y
gremiales que reclaman la candidatura del líder liberal. No sólo son los liberales.

Importantes dirigentes conservadores empiezan a entender que la única salida


viable a la división de su partido y a la consolidación del régimen civil es una
candidatura nacional de Lleras Camargo. Pero volviendo a los acontecimientos de
noviembre, cuando el tiempo se agotaba para movilizar al país en favor del
plebiscito ya en curso, el clima de beligerancia interna entre las distintas facciones
conservadoras se agudizó aún más.

El sector conservador encabezado por Gilberto Alzate Avendaño se lanzó en clara


oposición al gobierno de coalición y al plebiscito, denunciando a Laureano Gómez
como supuesto traidor de las causas conservadoras por pactar con los liberales, a
quienes no vacilaba calificar de bandoleros.

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De esta forma, un nuevo comensal se sentó a manteles para disputarse el plato


fuerte del predominio político dentro del conservatismo. La situación amenazaba
con convertirse en una crisis mayúscula que podría arrasar con el delicado trabajo
de aproximación política iniciado en 1956 por Alberto Lleras y López Pumarejo.

Como si la torpeza fuera su lema, nuevamente los partidarios del general Rojas
Pinilla crearon las circunstancias favorables para afianzar el poder político de la
junta militar y de aquellos que buscaban la concordia partidista. El 18 de
noviembre de 1957 el gobierno anunció que se había descubierto un plan terrorista
para atentar contra los miembros de la junta y los principales protagonistas de la
coalición política, intentando que asumieran el mando oficiales leales al dictador.

El impacto de la noticia sobre la opinión pública y los núcleos de poder -Iglesia,


gremios, empresarios, políticos, etcétera.- produjo el efecto contrario al deseado
por los conspiradores, ya que los cinco militares y la coalición recibieron
innumerables manifestaciones de apoyo político y social. En ese contexto, los
opositores al gobierno y al plebiscito se vieron considerablemente debilitados,
razón por la cual la junta militar asumió la vanguardia del proceso y convocó a
todas las fuerzas políticas a una reunión en el palacio de San Carlos, con el ánimo
de superar definitivamente la crisis.

El 20 de noviembre asistieron al palacio presidencial los líderes de los partidos


tradicionales y de los principales grupos. En un largo proceso de discusión, que se
extendió por más de tres días consecutivos, se plantearon las diferentes
interpretaciones sobre los procedimientos adecuados para transitar hacia un
gobierno civil. El problema central fue el de conciliar las posiciones de los dos
grupos predominantes dentro del conservatismo. El 22 de noviembre, a solo ocho
días de la fecha fijada para llevarse a cabo el plebiscito, se alcanzó un acuerdo que
se denominó el Pacto de San Carlos.

El desarrollo de las conversaciones no se conoce en detalle pero el resultado fue


favorable a la posición sostenida por Laureano Gómez, por lo menos en lo que
tiene que ver con los procedimientos para la escogencia del candidato presidencial
y del calendario electoral.

Con el Pacto de San Carlos, el gobierno, representado en la junta militar, adquiría


por primera vez el carácter de fuerza política decisiva en el desarrollo de los
acontecimientos dentro y entre los partidos. Igualmente, la firma del acuerdo por
parte de los partidos, bajo la tutela de la cabeza del Estado, le imprimió a la
coalición bipartidista una fuerza institucional que no había tenido hasta el
momento, y que se convirtió en el sello definitivo para consolidar el Frente
Nacional.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 171

Es así cómo la formalización de los acuerdos entre los sectores políticos le dio el
carácter de proceso irreversible a la convergencia entre los dos partidos
tradicionales y al gobierno de coalición.

El Pacto de San Carlos representa el último episodio en la búsqueda de una


coalición definitiva entre los partidos. El Pacto contemplaba seis puntos
específicos. El plebiscito se llevaría a cabo en la fecha originalmente prevista y
ambos partidos defenderían entre sus seguidores las propuestas allí contempladas.

La candidatura presidencial de Guillermo León Valencia sería sometida a


ratificación por parte de los miembros liberales y conservadores del Congreso de la
República, a ser elegidos a comienzos de 1958. La fecha de las elecciones
parlamentarias debería ser anterior a la de los comicios presidenciales. Los dos
partidos condenaban la violencia y hacían un llamamiento a la pacificación
nacional.

Por último, los dirigentes políticos agradecían las gestiones de la junta militar para
devolverle al país el gobierno civil y democrático. La habilidad de los liberales y de
los militares en el poder para neutralizar las disensiones conservadoras dentro de
la coalición bipartidista y darle al acuerdo político casi la fuerza de ley, garantizó el
tránsito hacia el gobierno compartido. Esta nueva modalidad de coalición
presentaba una innovación radical sobre las que se dieron en el pasado, ya que
por primera vez los acuerdos entre los partidos para distribuirse el poder tendrían
la fortaleza institucional de estar integrados a la constitución nacional.

La consulta popular fue ampliamente favorable a la propuesta plebiscitaria de la


coalición. En favor de la reforma constitucional votaron 4.169.294 colombianos,
sobre un total de sufragantes de 4.397.090. En contra del establecimiento de la
reforma constitucional se presentaron 206.864 votos que corresponden al 4, 7%
del total. Es de destacar que en esta ocasión se obtuvo la participación electoral
más alta en la historia contemporánea del país. A la luz del abrumador apoyo
electoral es incuestionable la legitimidad popular de las instituciones de coalición,
puestas a consideración en el plebiscito.

Es la reacción de un país cansado de violencia sectaria entre los partidos, violencia


militar y gobiernos autoritarios y dictatoriales; que ve en las instituciones de
coalición una salida a la persistencia de la sangre y de la muerte. También, el
apabullante resultado electoral en favor del gobierno de coalición es la expresión
de una diligencia política que siente amenazada la estabilidad nacional, su
predominio social y político y ve en la continuidad de la violencia una amenaza real
de polarización social de la lucha partidista. El gran ganador con los resultados del

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plebiscito fue Alberto Lleras Camargo, que era reconocido por tirios y troyanos
como el artesano detrás de esa victoria política.

Un interrogante que quedará sin respuesta es si el país hubiera respaldado una


propuesta plebiscitaria con todos los detalles que después se integrarían al sistema
institucional del Frente Nacional. De haberse añadido al texto del plebiscito la
alternación en la presidencia de la república y la prolongación del gobierno de
coalición a dieciséis años, ¿habría respondido el país con igual entusiasmo? Nunca
se sabrá; pero la realidad es que en contra de la alternación surgió un nuevo
grupo político de gran incidencia sobre el desarrollo de la política colombiana, el
MRL o Movimiento Revolucionario Liberal.

3.2.7 La Danza de las Precandidaturas

Definidas las bases institucionales para el gobierno de coalición con la aprobación


del plebiscito, la lucha política se trasladó a dos planos distintos, pero altamente
complementarios. De una parte se dio la confrontación electoral entre las distintas
vertientes de los partidos alrededor de la escogencia de los miembros de las
corporaciones públicas. Esta contienda tenía especial significado, ya que definiría
cuáles sectores políticos controlaban las mayorías. De otra, la controversia se
daba en el plano de la selección del candidato presidencial que representaría a la
coalición. En esta dimensión de la contienda operaba toda una gama distinta de
sutiles factores de poder, por cuanto los aspirantes requerían del visto bueno de
los dos partidos y de sus principales jefes.

En términos formales, la candidatura de Valencia estaba prácticamente consolidada


por cuanto ambos partidos la habían aceptado, pero sujeta a ratificación después
de las elecciones a corporaciones. El papel de árbitro que jugarían los resultados
electorales del domingo 6 de marzo de 1958, le imprimió un dinamismo inusitado a
los esfuerzos proselitistas de todos los contendores.

Realizados los escrutinios, la voluntad de los sufragantes le imprimió un nuevo


derrotero al proceso político, enredando un poco más las cosas. El partido liberal
se consolidó con una amplia mayoría, cercana al 60% del total de votos,
superando a todas las facciones conservadoras sumadas. Por su parte, dentro del
conservatismo, el olfato político de Laureano Gómez demostró estar acertado, ya
que su grupo obtuvo cerca de dos veces más votación que el ospinismo, que sólo
logró aproximadamente cincuenta mil votos más que los seguidores de Jorge
Leyva.

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En consecuencia, el contexto creado por los resultados electorales era paradójico;


un partido liberal ampliamente mayoritario y popular, que reiteradamente
rechazaba los ofrecimientos de la candidatura; un partido conservador dividido en
tres facciones con un aspirante a la presidencia respaldado por un sector que no
alcanzaba siquiera a controlar la mitad de la fuerza electoral conservadora y la
apremiante necesidad de escoger un hombre para representar a todo ese universo
contradictorio de fuerzas políticas en la cabeza del Estado y al mando de una
coalición constitucional. La única salida era, a su vez, la más lógica
históricamente: Alberto Lleras Camargo.

La decisión sobre las candidaturas quedó virtualmente en manos del liberalismo y


el laureanismo, que se enfrentaban a la tarea de conseguir un candidato válido
para reemplazar a Valencia, quien carecía ya de opciones por el poco afecto
político que despertaba en el ala mayoritaria de su propio partido. La búsqueda de
alternativas reviste el carácter de un juego de acertijos en el que se trata de
adivinar detrás de cual de las máscaras se esconde el verdadero candidato, pero
todos los concursantes conocen la respuesta y ninguno se atreve a decirla. El
curtido Laureano Gómez empieza a jugar de primero. Envía una carta a Alberto
Lleras Camargo, fechada el 30 de marzo de 1958, en la cual ofrece una lista de
posibles candidaturas para que el liberalismo escoja la que considere conveniente.

El grupo estaba conformado por los setenta parlamentarios elegidos por el


conservatismo doctrinario, y por diez nombres adicionales de conservadores no
políticos del sector privado y profesional. El ex presidente Gómez se excluyó de la
lista al igual que a su hijo. Desde cualquier ángulo que se interprete, es claro que
ninguno de los nombres ofrecidos tenía la representatividad política suficiente para
asumir esa responsabilidad, y que la intención era otra. A renglón seguido, el
texto de la carta revela las verdaderas intenciones: apoyar la candidatura de
Alberto Lleras pero recibir en contraprestación el establecimiento de la alternación
presidencial.

Si queremos llegar a un compromiso para que el período presidencial subsiguiente


corresponda a un miembro del partido conservador, el periodo inmediato podría
ser presidido por usted.

¿Cuál era la nacionalidad política que se escondía detrás de esta oferta? Difícil
reconstruir las verdaderas intenciones que motivaban al doctrinario, inflexible e
intransigente Laureano Gómez para declinar la presidencia en el primer período del
Frente Nacional. A manera de hipótesis se puede plantear que ése era un precio
bajo por garantizar la presencia de su partido minoritario en el poder mediante un
acuerdo de alternación, al tiempo que se resolvía el impasse que nuevamente
estaba poniendo en peligro la coalición. La condición de partido minoritario

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 174

hubiera impedido muy posiblemente un acceso al poder tan fácil como el que se
lograría con un mecanismo de rotación forzosa de la presidencia de la república, y
ésa pudo ser una consideración de peso llegado el momento de los cálculos
políticos por parte del ex presidente Gómez. Probablemente en esta sugerencia
también incidió el abrumador respaldo obtenido por el liberalismo en las elecciones
del Congreso. No hay que olvidar que en dos ocasiones anteriores el laureanismo
y su jefe colocaron sobre la mesa la posibilidad de un gobierno de coalición
encabezado por Lleras Camargo.

A partir de allí la gestación de una nueva institución frentenacionalista no


contemplada en la propuesta original aprobada en el plebiscito, la alternación
presidencial correría pareja con la consolidación de la candidatura de Alberto
Lleras. El ex presidente Lleras Camargo contestó el mismo día la misiva del
dirigente, devolviéndole al partido conservador la responsabilidad de seleccionar al
candidato, y dejando abierta la puerta para una posible candidatura liberal llegado
el caso de que el propio conservatismo aceptara renunciar al derecho que le daba
la promesa liberal de dejar en sus manos la candidatura:

• Ningún liberal podría, en mi opinión, aspirar a la presidencia o aceptar una


candidatura que no fuera precedida de la expresión inequívoca de la voluntad
del conservatismo.

Sus copartidarios y los míos entenderán así cómo, siguiendo ese ejemplo,
pueden escoger un candidato a la presidencia de la república en total acuerdo,
sin pensar en partidos ni en grupos, sino en lo que necesita la nación.

La posibilidad de una candidatura de Lleras Camargo se venía rumoreando desde


noviembre del año anterior. El entusiasmo que despertaba el líder liberal
realmente hacía difícil pensar en otra alternativa. Sin embargo, haría falta todavía
mucho ir y venir político para que esa opción se hiciera realidad.

La reacción de un importante sector de dirigentes conservadores a la sugerencia


del ex presidente Gómez fue radical. Rechazaron la posibilidad de declinar su
derecho a la presidencia, y presionaron para que los liberales escogieran
prontamente un candidato de su partido. El tiempo nuevamente estaba en contra
de los políticos, ya que la fecha en que se debían celebrar las elecciones
presidenciales era el4 de mayo, y sólo restaban tres semanas y no se habrá
decidido nada en concreto sobre la candidatura. El partido liberal también jugó
sus cartas. En reunión especial de la comisión de delegatorios liberales para
resolver el problema de las candidaturas, se aprobó el nombre de Fernando Isaza
como candidato de la coalición. Igualmente, los liberales en su declaración
recogieron la propuesta de alternación de Laureano Gómez y la concretaron como

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 175

una fórmula en caso de que no fuera aceptado el señor Isaza como candidato
bipartidista. Textualmente el liberalismo formuló la siguiente propuesta el15 de
abril de 1958, a sólo dos semanas y media para la elección presidencial.

En caso de que el partido conservador no acoja esta primera solución, el partido


liberal esta dispuesto a pactar con él una reforma constitucional por virtud de la
cual se establezca la alternación en la presidencia de la república, por término de
cuatro períodos, de los cuales corresponderían dos al partido liberal y dos al
partido conservador.

Los conservadores inicialmente aceptaron la propuesta de una nueva reforma


constitucional para prolongar a dieciséis años el Frente Nacional e instaurar la
alternación presidencial, pero siguieron insistiendo en la necesidad de una
candidatura conservadora para poder mantener la credibilidad en los acuerdos
entre los partidos. Continuaba de esta forma el vacío de liderazgo, situación que
estaba debilitando la fortaleza política y popular de la coalición bipartidista.

Laureano Gómez decide apelar a toda su autoridad política e inicia una pronta
movilización en contra de los opositores de la opción liberal, y hace un trabajo de
paciente pedagogía política para neutralizar a los elementos más sectarios de su
partido y comprometerlos con la candidatura de Lleras Camargo. La convergencia
sobre el asunto de la alternación sirvió como principal argumento para debilitar la
terquedad de los que seguían insistiendo en una candidatura conservadora, que no
parecía viable dadas las circunstancias internas de los partidos y la misma
expresión del sentimiento popular, registrado no sólo en las elecciones
parlamentarias sino en amplias manifestaciones de apoyo a Lleras a lo largo y
ancho del país.

Por fin el directorio nacional conservador brinda respaldo a Laureano Gómez el 16


de abril y se compromete a apoyar al candidato que recomienda su jefe, aun a
pesar de que éste sea liberal. Naturalmente esta decisión estuvo acompañada de
una reafirmación del compromiso bipartidista con la alternación y la extensión del
Frente Nacional a cuatro períodos presidenciales. El mismo día, unas pocas horas
después, la junta delegataria de la convención nacional liberal, que era la
encargada de estudiar el problema de la candidatura presidencial por parte del
liberalismo, proclamó y adhirió a la candidatura de Alberto Lleras.

La suerte está echada. Alberto Lleras se consolida como el candidato de la


coalición bipartidista y como cabeza del primer gobierno del Frente Nacional. El
costo ha sido el apoyo liberal a la propuesta de Laureano Gómez de establecer la
alternación de los partidos en la presidencia de la República. La declaración del
directorio nacional conservador el 21 de abril es definitiva: “(el directorio)

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 176

reafirma su concepto de que, en el actual momento, el colombiano más capacitado


para ejercer la primera magistratura es el doctor Alberto Lleras”. Las
declaraciones en el mismo sentido expresadas por antiguos enemigos de la
candidatura liberal, entre ellos Guillermo León Valencia, garantizaron el éxito de la
campaña iniciada formalmente desde mediados de abril para escoger a Lleras
Camargo como primer presidente civil elegido mediante elecciones universales
desde Mariano Ospina Pérez en 1946.

Una vez alcanzado el acuerdo político en tomo a la alternación, el candidato del


Frente Nacional lo integra firmemente a su plataforma política. En un discurso el
27 de abril, al cenarse la campana presidencial, Alberto Lleras Camargo se
expresaba así sobre el problema de la rotación de los partidos en el comando del
Estado:

“Me parece indispensable repetir que en cuanto de mí dependa, como candidato o


como gobernante, si llegare a serlo, la enmienda constitucional que prolongue el
experimento bipartidista por dieciséis años, y que consagra la alternación en la
presidencia de la república para los dos partidos, será una realidad en el tiempo
estrictamente necesario para llevarla a cabo. Creo que es buena, creo que es
indispensable, creo que hay una obligación moral y política de hacerla”.

La importancia de la alternación radica en que este mecanismo será después la


manzana de la discordia entre los sectores que defienden las instituciones de
coalición y los opositores del Frente Nacional. Igualmente, la alternación
significará la ruptura de la racionalidad sectaria de los partidos, base ideológica
sobre la cual se construye gran parte de la afiliación de los electores a los partidos
tradicionales en la época, situación que dificultará la reproducción histórica de las
colectividades políticas como se verá más adelante. Para muchos de los liberales
que han luchado por años contra la dictadura y la violencia conservadora, no
parece legítimo que se conceda el gobierno a una reconocida minoría.

Estas contradicciones políticas, derivadas de la misma concepción de las


instituciones de coalición, serán los ejes centrales en la determinación de la
dimensión política de la sociedad colombiana a partir de la instauración del Frente
Nacional. La superación del problema de las candidaturas, de una manera
favorable a la estabilidad de los acuerdos de coalición y en consonancia con las
mayorías electorales, no fue suficiente para coronar la carrera iniciada dos años
antes hacia el gobierno compartido. Un obstáculo adicional se presentaría cuando
un grupúsculo de militares, comandados por un coronel fanático y con
pretensiones mesiánicas, Hernando Forero, intentó deponer a la junta militar y
encarcelar a los arquitectos del Frente Nacional, todo ello con el ánimo de hacer
retroceder la historia y reencauchar el modelo rojista de gobierno.

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 177

El golpe fracasó y, afortunadamente para los defensores del gobierno civil, el líder
de la insurrección prefirió evitar la confrontación y se evadió sin derramamientos
de sangre hacia la embajada de El Salvador. El domingo 4 de mayo se llevaron a
cabo las elecciones presidenciales tal como estaba previsto. El candidato del
Frente Nacional recibió la mayoría de la votación, 2.482.948 sufragios, y el opositor
de derecha, Jorge Leyva, alcanzó un poco más de seiscientos mil votos.

El camino hacia el establecimiento definitivo de las instituciones de coalición que


regirían a partir de 1958, y por cuatro períodos presidenciales, siguió su curso. El
Congreso de la república, instalado el 20 de julio del mismo año, aceptó en
primera vuelta sin mucha controversia la reforma constitucional que implantaba la
alternación presidencial y la prolongación hasta 1970 de los acuerdos del Frente
Nacional. Pero esta aparente conformidad era sólo superficial. En el fondo se
escondían las semillas de importantes movimientos sociales y políticos que
vendrían con los meses y los años a convertirse en poderosos enemigos de la
estabilidad del régimen de gobierno compartido.

El7 de agosto, con la posesión de Alberto Lleras Camargo, se inicia el primer


período presidencial dentro la democracia restringida, alinderada por las
instituciones de coalición. Es la primera vez en la historia del país que los
acuerdos entre los partidos, para detentar conjuntamente el poder político, quedan
plasmados en la Constitución nacional. La adopción de este esquema institucional
suprimirá viejos conflictos políticos, pero al mismo tiempo generará otros nuevos,
dando paso a contradicciones e interrogantes antes desconocidos, que marcarán la
dinámica de la dimensión política en la Colombia contemporánea.

Proceso de Comprensión y Análisis


• ¿Por qué el bipartidismo puede ser entendido como una causa significativa de
la violencia en Colombia?
• ¿Por qué la violencia en Colombia se divide en periodos y etapas?
• ¿Hasta que punto era necesario el frente nacional para pacificar el país?
• ¿Como se puede entender el ascenso al poder del general rojas pinilla?
• ¿Cómo se originan los movimientos guerrilleros en el contexto de la violencia
partidista?
• ¿Cuál es la ideología de los movimientos guerrilleros en Colombia?
• La democracia en Colombia: ¿se fortalece o se debilita con el frente nacional?

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 178

• ¿Cuál es el rol del partido comunista en la vida política de Colombia en el medio


siglo?
• ¿Como se puede interpretar el populismo en Colombia desde el ascenso del
gaitanismo?
• ¿Cuál es el impacto histórico de la dictadura del general rojas pinilla?

Solución de Problemas
• La democracia se fundamenta en la participación de los partidos políticos en la
construcción de un Estado legítimo: ¿en el caso colombiano la ausencia de
partidos con propuestas políticas maduras sirve de referente para explicar la
precariedad del Estado o es esa precariedad, la que no permite que hayan
partidos políticos que legitimen el acto democrático?

Síntesis Creativa y Argumentativa


• Cada miembro de la Cipa escogerá una de las siguientes temáticas, realizará un
cuadro sinóptico de la misma y lo expondrá a sus compañeros:
− Bogotazo
− El golpe de opinión del general Rojas Pinilla
− La pacificación del Llano
− Las administraciones del Frente Nacional

Autoevaluación
• ¿Hasta qué punto la dictadura de Rojas Pinilla está condicionada por los
partidos políticos?
• ¿Qué posición política caracteriza a Jorge Eliécer Gaitán?
• ¿Cuál es la política norteamericana con respecto al problema de la violencia en
Colombia durante la mitad del siglo XX?
• ¿Qué semejanzas y diferencias se pueden encontrar entre la violencia
colombiana y las violencias del cono sur y Centroamérica?
• ¿Cuáles son las principales transformaciones de la violencia en Colombia?
• ¿Qué es un partido político y cuál es su función dentro de una democracia?

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América Latina y Colombia en el Medio Siglo 179

Repaso Significativo
• Cada uno de los integrantes de la Cipa realizará un mapa conceptual con los
principales contenidos de la unidad, donde en una página, se sinteticen los
conceptos más importantes que permiten comprender la situación política
colombiana en la época estudiada; posteriormente con los cuatro o cinco
mapas, la Cipa elaborará un solo mapa que expondrá al grupo.

Bibliografía Sugerida
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