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Queda prohibida la distribución de esta traducción sin la

aprobación expresa del grupo West Pride, además esta


obra es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas
sexuales explícitas hombre/hombre, si te molesta este
tema no lo leas, además su contenido no es apto para
cardíacos.

2
El amor llega
en silencio

ANDREW GREY
3
A mi compañero, Dominic, quien, mientras que rara vez
en silencio, me ama incondicionalmente y llegó a mi
vida en un momento en el que yo necesitaba
desesperadamente alguien a quien amar y que me
amara.

4
Cuidar a un ser querido con cáncer es difícil. Hacerlo
solo, es abrumador, especialmente cuando ese ser querido es
un niño. Pero desde que el compañero de Ken Brighton lo
dejó, Ken ha pasado sus días en el hospital con su hija, Hanna,
con la esperanza de un milagro. Tal vez los paquetes de
cuidados misteriosos que aparecen para Hanna no mitigan la
enfermedad, pero traen una chispa de esperanza a la cansada
vida de Hanna y también lo hace el vecino de Ken, el ex
cantante Patrick Flaherty.
Durante dos años, Patrick no ha sido capaz de
concentrarse en otra cosa más que en la vida que debía haber
tenido. Una lesión le robó su voz, y la idea de presentarse a
gente nueva le intimida. Pero en los últimos meses, ha visto
como su vecino ha cuidado de su hija enferma, y una vez que
conoce a Ken, Patrick comienza a anhelar una vida con él, una
vida que no está seguro que pueda tener.
Ken no se da cuenta que está enamorado hasta que los
médicos envían a casa a Hanna, diciendo que no hay nada más
que puedan hacer: O bien se recupera o muere. Él corazón de
Ken se establece sobre un nuevo comienzo, tanto con Patrick
como con Hanna. Pero el silencio de Patrick deja a Ken
preguntándose que es lo que quiere. 5
KEN se movió silenciosamente a través de la pequeña
casa, recorriendo alrededor de las cajas mientras su
interior se retorcía y giraba con cada sonido que salía
de la habitación de Hanna. Él habría jurado sobre una
pila de Biblias que había desempaquetado todas las
cosas del baño, pero no podía encontrar el maldito
termómetro. Cuando había tocado su cabeza, ella
estaba caliente y necesitaba desesperadamente saber
cuan alta era su fiebre. —Papá —se oyó a Hanna llamar
débilmente, y Ken se apresuró a subir las escaleras
hacia su habitación. Hanna había apartado las sábanas
y estaba temblando en su cama, por lo que Ken se las
puso alrededor, tocando su frente una vez más antes de
conseguir un vaso de agua y un paño frio que colocó
detrás de su cuello mientras sostenía el vaso para ella.
—¿Estás mejor, cariño? —Preguntó Ken
preocupado.
—Si —respondió ella mientras se acomodaba en la
cama, cerrando los ojos. Ken pasó el paño por la frente 6
y luego se apresuró a bajar. Ya había comprobado cada
caja que quedaba arriba, por lo que se precipitó en el
pequeño comedor que le servía de almacén para las
cajas cerradas y comenzó a buscar en la caja que le
faltaba.
Finalmente encontró una caja atascada
correspondiente a la porcelana china que con el tiempo
iría en el gabinete que estaba vacío a lo largo de la
pared del comedor. Ken cogió la caja, la llevó arriba y la
puso sobre el inodoro del baño. Hurgó en el interior,
sin importarle lo que caía en el suelo, y finalmente
encontró el objeto de su búsqueda. Y la maldita cosa
estaba muerta. Quería gritar, pero empezó a buscar
otra vez hasta que encontró el cargador de la batería.
Llevó todo a la habitación de Hanna, enchufando el
termómetro, y dejando que se cargara durante un
minuto antes de colocar la punta justo en el interior del
oído de Hanna. Ken esperaba con impaciencia el pitido
suave y luego se lo llevó lejos, 39 grados. Eso es
suficiente. Ken fue al aparador de Hanna y encontró su
pequeña bata, colocándola sobre la cama. Buscando
alrededor encontró las zapatillas de conejo que sus
padres le habían regalado para la Navidad del año
pasado, junto con Emily, la muñeca de seis años, Hanna
raramente iba sin ella a excepción de cuando estaba en
la escuela.
—Cariño, ¿puedes abrir tus ojos para mí? —dijo 7
mientras él la levantó. La dejó en el borde de la cama
mientras trabajaba con sus brazos en el bata y las
zapatillas en sus pies—. Voy a estar de vuelta —dijo, y
se apresuró a salir al pasillo regresando con una
manta. Ken la envolvió alrededor de ella y luego la
levantó de la cama, asegurándose de que estaba
cubierta y caliente antes de salir de la habitación.
Apagó la luz con el codo antes de bajar las escaleras.
Ken puso a Hanna en medio del sofá de la sala
mientras localizaba las llaves y la cartera, abrigo y
guantes. Entonces la levantó en sus brazos una vez
más. Ken sintió descansar la cabeza de Hanna en su
hombro mientras abría la puerta principal.
El aire gélido asaltó a ambos cuando Ken salió a la
noche. Cerró la puerta tras de sí y se movió lo más
rápido que pudo hasta el pie de su coche. Llegar a sus
llaves era otra cosa, y no podía abrir las puertas. Él no
tenía un lugar para establecer a Hanna y podía sentir
su frio. Moviendo a Hanna con cuidado, se las arregló
para sacar las llaves del bolsillo y hacer clic en las
puertas desbloqueándolas. Ken estaba a punto de
agarrar la puerta cuando vio a alguien coger el pomo
de la puerta y tirar lentamente de la puerta trasera de
su coche. Ken miró al hombre rápidamente antes de
dejar a Hanna en su asiento para niños. Ken la abrochó
y cerró la puerta. —Gracias —dijo apresuradamente y
fue capaz de mirar realmente al hombre, que parecía 8
tener su misma edad, aunque es difícil decir debajo de
toda esa ropa de invierno.
El hombre sonrió y asintió con la cabeza,
retrocediendo desde el coche cuando Ken abrió la
puerta y se metió dentro. El coche estaba helado y
deseó haber pensado en calentarlo antes de traer a
Hanna. —Vamos a estar calientes en unos minutos —le
dijo mientras giraba la llave en la ignición. Uso los
limpiaparabrisas para quitar los dos o tres centímetros
de nieve, Ken bajó lentamente por el camino de
entrada y salió a la calle. Por suerte, no estaba nevando
en este momento, puso la radio para obtener el
pronóstico del tiempo a medida que avanzaban por la
calle hacia la carretera. Había muy pocas autopistas en
la península superior de Michigan, por lo que había
formado parte de la atracción de mudarse aquí. Una de
las cosas que debería haber hecho era elegir una casa
cerca de un hospital. No es que él hubiera esperado que
Hanna enfermase pasadas dos semanas desde que se
mudaron a su nueva casa. Llegaron a la carretera, y
Ken sintió el calor saliendo de las rejillas de
ventilación, por lo que lo puso al máximo. Después de
dar vuelta a la carretera recientemente nevada y casi
limpia, Ken aceleró mientras conducía hacia Marquette.
El conducir angustiado no tomó tanto tiempo, no
realmente. Se trataba simplemente de la ansiedad de 9
tener a Hanna enferma en el asiento trasero lo que
hacia que los kilómetros parecieran decenas de veces
más de lo que realmente eran. Ken había estado en
Marquette unas cuantas veces desde que él y Hanna se
habían trasladado a Pleasanton unas semanas antes, y
por una feliz coincidencia de haber pasado por el
hospital, por lo que en realidad era capaz de
encontrarlo. —Ya casi estamos allí.
—Papá, tengo sed —dijo Hanna débilmente.
—Lo se. Cuando lleguemos al hospital, te darán lo
que quieras —prometió Ken, todo su ser se centró en la
curva de la entrada de urgencias y maniobrar el coche
bajo el pequeño pórtico. Ken detuvo el coche, apagó el
motor y salió. Abrió la puerta de Hanna, levantándola
la llevó por la entrada de urgencias hasta el escritorio,
donde una mujer de mediana edad lo miró con
preocupación.
—Ella ha estado enferma durante unos días y la
temperatura era de 39 grados, cuando salimos de la
casa —Ken comenzó antes de que la mujer hiciera
preguntas—. Necesito a alguien que cuide de ella de
inmediato. —Ken se sentía desesperado. Podía sentir el
calor del sudor de Hanna y tenía miedo de que su
temperatura fuera aún mayor de lo que había sido
cuando se marchó de casa.
—Tráigala por esta puerta —dijo mientras 10
señalaba, y Ken llevó a Hanna a donde la señora había
indicado. Oyó un zumbido, y luego la puerta se abrió y
una enfermera lo encontró y lo llevó hasta el área de
tratamiento de emergencia, donde depositó a Hanna en
una cama. Preveía pasar un mal rato y que le dijeran
que esperara, pero la enfermera comenzó
inmediatamente a tomar la temperatura de Hanna y los
signos vitales, y luego escribió una en un grafico
mientras hacia preguntas.
Ken contestó todas las preguntas. No, ella no tenía
alergias. Estaba bien hasta hace una semana, pero se
resfrió y fue empeorando. Ken explicó lo que le había
estado dando y todo lo que había hecho desde que
Hanna enfermó. —Haré que el doctor venga de
inmediato a visitarla —dijo la enfermera alejándose.
—Cariño, tengo que mover el coche para que otras
personas puedan entrar en urgencias. No te voy a dejar
por mucho tiempo, lo prometo —dijo, sosteniendo su
pequeña mano en la suya. Hanna asintió con la cabeza,
y Ken salió corriendo hacia la entrada después de
decirle a la recepcionista dónde iba y que volvería
enseguida.
Ken voló hacia el coche, lo estacionó, y estaba de
vuelta en dos minutos exactos. Las puertas se abrieron,
y se acercó a la cama de Hanna en el mismo momento
que el doctor. —Vamos a comenzar poniendo una vía
intravenosa para conseguir hidratarla y ver si podemos
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bajar la fiebre —le dijo a Ken después de examinar a
fondo a Hanna—. Vamos a hacerle algunas pruebas
para ver exactamente lo que está mal. —El doctor
acarició el pelo de Hanna apartándolo de los ojos—.
Voy a pedir una cama, y la pondremos en una
habitación tan pronto como nos sea posible.
Ken asintió y tomó la pálida mano de Hanna y la
sostuvo entre las suyas. Esta niña, que había adoptado
hacia dos años, cuanto tenía cuatro, se convirtió
rápidamente en el centro de su mundo. Habían estado
buscando un lugar alejado de la ciudad donde poder
criar a Hanna de una manera más rural, acertaron
cuando encontraron Pleasanton. La ciudad parecía
ideal, situada frente a una pequeña cala, protegida, en
el Lago Superior. Las vistas eran impresionantes y los
paisajes, y Ken tenia ganas de pintar todo lo que le
rodeaba. Tal vez sí, pero primero tenía que conseguir
que Hanna se pusiera bien. Poco importaba nada en
este momento excepto ella.
Su teléfono sonó, y cuando Ken lo agarró de su
bolsillo, vio que era Mark. Respondió en un apuro. —
Estoy en el hospital en Marquette con Hanna —
comenzó a decir sin preámbulos.
—¿Qué pasó? —Preguntó Mark, y a Ken le pareció
oír que sonaba como una multitud de gente en el fondo.
—Su temperatura se disparó y ella no ha 12
mejorado, así que la traje. Ellos la admitieron y le van a
hacer algunas pruebas. —El pensamiento enfrió a Ken
más rápido que el aire de fuera. Había estado enferma
durante un tiempo y no mejoraba. ¿Qué pasa si algo le
sucedía y tendría que haberla llevado antes al hospital?
El ruido detrás de Mark se calmó. —Ella va a estar
bien. Hiciste lo correcto, y serán capaces de ayudarla —
explicó Mark lógicamente en su tono usualmente
razonable—. Paré para cenar con algunos amigos, me
dirijo para allá. Tengo todo empacado y estaré en la
carretera en unos minutos. Buscaré un hotel esta noche
y debo estar por allí por la tarde a más tardar.
—Gracias, nos vemos luego —dijo Ken,
sintiéndose un poco mejor sabiendo que Mark estaba
en camino. —Me tengo que ir. El doctor acaba de
regresar. Llámame más tarde esta noche. —Mark
estuvo de acuerdo y Ken colgó, empujando el teléfono a
la parte posterior del bolsillo, regresó al lado de Hanna,
sosteniendo su mano, vio como la enfermera le untaba
una crema en el brazo para amortiguar el dolor y
colocarle la vía para la intravenosa. Hanna se quedó sin
aliento y empezó a llorar—. Lo se, cariño, pero estoy
seguro que esto te ayudará a sentirte mejor. —Siguió
sosteniendo su mano mientras la enfermera rodaba
una maquina hasta la cama y procedió a conectar la vía.
—Eres una niña muy buena —dijo la enfermera
con voz uniforme antes de salir. Ella volvió casi
13
inmediatamente con lo que parecía un kit para sacar
sangre y comenzó a preparar el brazo de Hanna. La
niña volvió la cabeza hacia él, y Ken vio el miedo y la
confusión en los ojos de su hija. Sabía que haría
cualquier cosa por evitarlo. Infierno, él dejaría que lo
hurgaran con agujas durante días si eso significaba que
Hanna no tendría que soportarlo—. Seré amable, te lo
prometo —dijo la enfermera—. Tengo una hija de tu
edad, y ella tiene una muñeca como la tuya —dijo la
enfermera mientras continuaba trabajando—. ¿Cuál es
su nombre?
—Emily —contestó Hanna, y Ken soltó su mano
para que pudiera abrazar a su muñeca. La enfermera
introdujo la aguja y comenzó a salir la sangre.
—¿La conseguiste en Navidad? —preguntó la
enfermera mientras cambiaba los frascos.
—Papi la consiguió para mí —explicó Hanna con
voz débil mientras la enfermera retiró la aguja,
poniendo una tirita con Oscar el Gruñón en su lugar.
—Eso es maravilloso. Tú la sostienes con fuerza.
Sé que este es un lugar extraño, pero siempre y cuando
Emily y papá estén contigo, no hay nada que temer. —
La enfermera se levantó, y Ken le dedicó una sonrisa—.
Todo listo —declaró y salió de la habitación, una vez
más, dejando a Ken y a Hanna solos.
—Cierra los ojos, cariño, y trata de descansar.
14
Pronto te llevaran a tu habitación. Tú no tienes que
salir de la cama ni nada —explicó Ken, Hanna sostuvo
más cerca su muñeca con un brazo, el otro conectado a
la máquina. Con el tiempo, Hanna cerró los ojos y se
quedó dormida. Casi tan pronto como lo hizo, llegaron
para llevarla a su habitación. Ken recogió sus cosas y
caminó al lado de la cama, Hanna no abrió los ojos.
La habitación era agradable, aunque escasa, y para
sorpresa de Ken, había un sofá que el celador le explicó
que se abatía en una cama. —Los padres suelen pasar
la noche con sus hijos. Volveré en unos minutos para
hacerle la cama.
—Gracias, realmente aprecio eso —dijo Ken antes
de sentarse. Miró a su hija dormida, su corazón latía al
pensar en todas las posibles cosas que podrían estar
mal con ella. Odiaba que estuviera enferma y que Mark
no estuviera cuando lo necesitaba. Ken se puso de pie y
caminó hacia la puerta, apagó las luces antes de salir al
pasillo para llamar a la única persona que sabia lo
entendería.
—¿Carrie? —Dijo cuando su llamada fue
contestada.
—¿Qué es? —Le preguntó su amiga
inmediatamente. Ella era la persona que más lamentó
dejar atrás—. Algo esta mal… lo oigo en tu voz.
15
—Hanna está en el hospital. Ha estado enferma y
no mejoraba, y cuando le tomé la temperatura era muy
alta. Estoy muy preocupado. Ella simplemente está ahí.
—¿Está durmiendo? —preguntó.
—Si. Le están haciendo pruebas y no sabré nada
hasta mañana. Están haciendo los preparativos para
que pueda dormir con ella en la habitación. —Ken
tragó con fuerza, pero el nudo quedó firmemente
afianzado donde estaba.
—Está bien. Probablemente tiene un caso grave de
gripe y las pruebas lo confirman —lo tranquilizó
Carrie—. Solo descansa un poco y asegúrate de que
esté cómoda. Eso es todo lo que puedes hacer, y cuando
sepas algo, llámame enseguida. Puedo estar ahí si me
necesitas —dijo, y Ken lo apreció, aunque sabía que no
era tan fácil para ella escapar de su propia familia.
Hablar con ella, si bien era provechoso y lo necesitaba,
sólo reforzó lo solo que se sentía.

KEN despertó con un sobresalto, preguntándose dónde


estaba. Hanna estaba quieta en la cama, y recordó
dónde estaban y porqué estaban allí. Se puso de pie, se
acercó a la cama de su hija, y le puso la mano en la 16
frente. Al menos la fiebre parecía haber bajado y Hanna
parecía estar descansando cómodamente. Abrió la
puerta de la habitación, Ken tranquilamente salió y
caminó por el pasillo hasta el puesto de enfermeras,
donde el turno de noche estaba trabajando, hablando
en voz baja. Una de las enfermeras lo vio acercarse y
sonrió.
—Tenemos café si desea tomar un poco —le dijo
en voz baja.
—Gracias —dijo Ken—. La fiebre de Hanna parece
que ha bajado.
—Eso es bueno. Iré pronto a verla —explicó la
enfermera, luego se levantó y desapareció en una
pequeña habitación detrás de la recepción y regresó
con un vaso de papel—. Aquí tiene.
Ken sonrió y asintió con preocupación, bebiendo
del vaso. El café suave se deslizó por su garganta,
tranquilizándolo con lo familiar en un lugar que le daba
miedo, simplemente porque Hanna tenía que estar allí.
La enfermera volvió a su trabajo, y Ken vagó de nuevo
a la habitación de Hanna, dejando la puerta
ligeramente abierta para que entrara un poco de aire
fresco antes de sentarse en lo que él había utilizado
como cama, bebiendo el café y mirando como dormía
Hanna. La enfermera entró y comprobó su
temperatura, confirmando que la fiebre de la niña 17
había bajado antes de salir de nuevo.
Cafeína o no, después de terminar el café, Ken
debió quedarse dormido otra vez, porque se despertó
cuando la puerta de la habitación se abrió. —Soy la
Dra. Helen Pierson, y se me ha asignado su hija como
paciente —dijo ella muy amablemente antes de tocar
ligeramente a Hanna—. Cariño, soy la doctora y tengo
que escuchar los pulmones y el corazón. —Hanna abrió
los ojos, la Dra. Pierson le ayudó a incorporase. Ella
escuchó tanto su pecho como su espalda antes de
acostarla—. Gracias —le dijo a Hanna, que cerró los
ojos de nuevo—. Los resultados de las pruebas no los
han traído todavía, pero los esperamos en el próximo
par de horas.
—¿Usted sospecha algo? —dijo Ken, y pudo ver un
destello en los ojos de la doctora.
—Tenemos que esperar hasta que tengamos los
resultados de las pruebas, y entonces estaré encantada
de discutir cualquier cosa que quiera. No quiero
especular en este momento. Ella está descansando
bien, eso es excelente, y la fiebre definitivamente está
bajando, así que es una buena señal. Tendremos que
esperar un poco más de tiempo. —Explicó—. Vendré
con los resultados tan pronto como los tenga. —Le dio
una sonrisa tranquilizadora a Ken y salió de la
habitación.
Su teléfono vibró en su bolsillo, y Ken lo sacó y se
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dirigió al pasillo a hablar para no molestar a Hanna. —
Acabo de coger la carretera y voy a cruzar el puente
Mackinac en menos de una hora —le dijo Mark.
—Estoy en el hospital de Marquette. Al pasar por
la casa, ¿podrías agarrar algo de ropa limpia y mi kit
de afeitar? —le preguntó Ken escudriñando la
habitación porque le pareció oír a Hanna, pero ella
seguía durmiendo.
Mark no respondió de inmediato, pero después de
un momento dijo —esta bien. Nos vemos en unas
horas. —Mark desconectó y Ken se metió el teléfono en
el bolsillo. No tenía tiempo ni energía para el drama de
Mark en este momento. Sabía que él odiaba hacer
recados para nadie, pero por el momento, a Ken no le
importaba. También sabía que Mark tenía buen
corazón y se daría cuenta de que necesitaba ayuda
unos minutos después de colgar el teléfono, y entonces
se sentiría culpable.
Ken volvió a entrar en la habitación y fue saludado
por los azules ojos de Hanna. Ella todavía se veía
cansada, pero estaba despierta. —¿Tienes hambre? —
le preguntó, y ella asintió ligeramente con la cabeza—.
Voy a llamar y conseguir algo de comer —le dijo antes
de levantar el teléfono. Habló con la persona que
contestó, y se comprometió a enviar una bandeja—.
Puedes ver la televisión si quieres —le dijo a la niña
antes de encenderla y buscar el Disney Channel.
19
Normalmente no le permitía ver mucha televisión a
Hanna. Cuando Vivian en Grand Rapids, pasaban su
tiempo fuera o haciendo cosas juntos. Hanna podía
dibujar y pintar sus cuadros, mientras Ken pintaba.
Hanna no era su hija biológica, pero sus intereses y
talentos no podían parecerse más. Hanna tenía las
cualidades de una artista con talento, Ken podía verlo
ya. Dibujaba de maravilla, pero también veía cosas que
otra gente no hacia.
—¿Puedo colorear? —preguntó ella apartando la
mirada de la televisión.
—Mark está en camino, y una vez que llegue aquí,
se sentará contigo por un ratito, mientras yo iré a
buscar tu material de dibujo —le dijo Ken. Había
conseguido todo lo que pensaba que era apropiado
para su edad. Ken se instaló en la silla junto a su cama,
y miraron juntos la televisión hasta que llegó el
desayuno de Hanna. Comió un poco y luego lo empujó a
un lado.
—¿No tienes hambre? —le preguntó.
—Está asqueroso —respondió Hanna, haciendo
un mohín—, prefiero pasar hambre antes que comer
esto —Ken conocía bien esa cara. La enfermera eligió
ese momento para entrar.
—Tengo algunos vasos de fruta, ¿quieres uno? — 20
le preguntó la enfermera, y Hanna asintió. La
enfermera salió y regresó con dos vasos pequeños de
fruta envasada. Le dio uno a Hanna y el otro a Ken, que
lo dejó a un lado para más tarde.
—¿Qué se dice? —solicitó Ken.
—Gracias —dijo Hanna mientras quitaba la tapa.
La enfermera tomó la temperatura de Hanna y los
signos vitales antes de salir de la habitación diciendo
adiós.
Hanna estaba terminando las mandarinas cuando
la doctora regresó. Ken trató de leer su cara, pero no
pudo. —Parece como si estuvieras enferma, pero
haremos que te pongas mejor —le dijo la doctora con
una sonrisa—. ¿Está bien si hablo con tu papá por unos
minutos? Prometo no retenerlo por mucho tiempo.
—Está bien —dijo Hanna inocentemente mientras
miraba a Ken, que puso una sonrisa en su cara tan
sincera como pudo, a pesar de que su corazón latía
fuerte en su pecho y su estomago estaba cerrado. Ken
salió de la habitación y siguió a la doctora por el pasillo
hasta una pequeña oficina en la esquina. La doctora le
indicó una silla y se sentó junto a él.
—La razón de la enfermedad de Hanna es que
tiene la gripe, como probablemente sospechaba —
comenzó ella—. Pero la razón por la que no está
mejorando es porque encontramos que tiene leucemia 21
pediátrica, lo que ha debilitado su sistema
inmunológico. No sabemos qué tan avanzada está la
enfermedad en este punto. Tendremos que hacer más
pruebas.
La noticia golpeó a Ken como un puñetazo en el
estómago. Apenas podía respirar. Cerró los ojos y trató
de alejar los pensamientos que inundaron su mente. Ni
en un millón de años hubiera considerado que Hanna
podría tener cáncer. Trató de contener las lágrimas que
amenazaban con abrumarlo, sobre todo porque las
imágenes de asistir al funeral de Hanna aparecieron en
su mente.
—Señor Brighton —dijo la doctora en voz baja, y
Ken respiró hondo para tratar de mantener sus
emociones desenfrenadas bajo control—. Tómese el
tiempo que necesite.
Ken cogió un pañuelo y se limpió la nariz
congestionada. —¿Que hacemos a partir de ahora?
—Empezaremos con las pruebas y luego
desarrollaremos un plan de tratamiento —explicó la
doctora.
—¿Deberíamos trasladarla al Ann Arbor? —
preguntó Ken. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera
necesario para asegurarse de que Hanna tenía la mejor
atención posible.
—Puede — dijo ella—. Yo no quiero hacer alardes, 22
pero tiene que conocer los hechos. Mi familia y yo nos
mudamos aquí desde Ann Arbor, porque mis hijos
querían ir a Michigan Tech. Mi marido y yo nos
mudamos con ellos porque nosotros nos criamos en la
zona y porque pensamos que podíamos hacer algo
bueno para la comunidad. Mi especialidad es la
oncología, y la suya es la atención cardiaca. —La
doctora hizo una pausa, y Ken parpadeó un par de
veces, tratando de ahuyentar las lágrimas, usando un
pañuelo para limpiar sus ojos—. Estaría encantada de
tener a Hanna como mi paciente. Yo era un miembro de
alto rango del departamento de oncología en Ann
Arbor, soy jefe del departamento aquí. Este pequeño
hospital es uno de los mejores en esta parte del país.
No estoy tratando de tomar la decisión por usted, sin
embargo, apoyaré su decisión si desea su traslado.
—Gracias —dijo Ken con un poco de alivio.
—Si se queda, ella también estará más cerca de
casa, que, cuando lleguemos a la fase de tratamiento,
puede hacer toda la diferencia del mundo. —La doctora
se mantuvo en silencio durante unos minutos—. ¿Tiene
alguna pregunta para mí en este momento? —Ken
sacudió la cabeza. Sabía que lo haría en el futuro, pero
no podía pensar muy bien en estos momentos—. Voy a
seguir adelante y voy a conseguir para la próxima
ronda las pruebas solicitadas. Hágame saber lo que le
gustaría hacer —dijo, y Ken asintió. La doctora se 23
levantó y salió de la habitación sin hacer ruido.
Ken se quedó en la silla, preguntándose que iba a
hacer. Hanna tenía cáncer. Su preciosa niñita podía
morir. La doctora no había dicho eso, pero Ken sabia
que era verdad. Casi podía sentir como las costuras de
sus emociones se deshacían. Más que nada en este
momento, deseó que Mark estuviera aquí, sólo para
oírle decir que todo iba a estar bien. Necesitaba
escuchar eso incluso si ninguno de los dos sabía que
era verdad.
Ken se levantó, estabilizando sus piernas
temblorosas. De alguna manera tenia que ir a la
habitación de Hanna y hacer creer que todo estaba
bien hasta que llegara más información por parte de la
doctora. Entonces podría explicarle lo que iba a
suceder. Por ahora, era mejor que ella no lo supiera.
Su teléfono vibro en su bolsillo, lo sacó y vio que la
llamada era de sus padres. —Hola, mamá —dijo,
sabiendo que ella era la que siempre llamaba de los
dos.
—¿Cómo está mi preciosa nieta? —preguntó ella, y
Ken volvió a dejarse caer en la silla.
—Hanna tiene cáncer, mamá —dijo, y oyó el grito
de su madre y cómo después empezaba a llorar
suavemente. Ken puso su cabeza sobre el escritorio del
medico, incapaz de contenerse por mas tiempo, rompió 24
a llorar también, él y su madre compartiendo el llanto a
larga distancia.

25
EL sol brillaba fuera cuando Ken caminaba al lado de la
silla de ruedas de Hanna mientras el asistente la
empujaba fuera del hospital. Meses de tratamiento que
en ocasiones habían dejado a Hanna casi demasiado
débil para levantar la cabeza estaban ahora detrás de
ellos. Hanna estaba mostrando una mejora constante y
cada día conseguía estar un poco más fuerte. El aire era
todavía frio, así que la niña estaba abrigada bajo las
mantas, pero Ken no pudo evitar tener la esperanza de
que el sol, que había sido tan escaso durante el
invierno, estuviera sobre el Lago Superior era un buen
presagio. En el coche, Hanna se levantó y Ken corrió
alrededor de ella para mantener la puerta abierta.
Estaba a punto de entrar cuando las puertas del
hospital se abrieron y salió la doctora Pierson con su
bata de laboratorio, y abrazó a Hanna. Durante los
últimos meses Hanna había ganado los corazones de la
mayor parte del personal del hospital, desde los
médicos a las enfermeras que le traían platos
especiales para que ella no tuviera que comer la
comida del hospital todo el tiempo. —Hazle caso a tu
padre, y te veré en un par de semanas —dijo la doctora 26
Pierson—. Y quiero otro de tus dibujos especiales para
la pared de mi oficina.
Hanna sonrió. —Te lo prometo —dijo ella
alegremente antes de subir al asiento trasero del coche.
—Cuídese —dijo la doctora volviéndose hacia
Ken—. Usted no es nada bueno para ella si se deja
agotar. Llámeme si tiene preguntas o preocupaciones, y
si necesitas ayuda, soy buena peleando con las
aseguradoras. —Sonrió la doctora, y luego, para
sorpresa de Ken, ella tiró de él para darle también un
abrazo—. Es un padre increíble y su mejor posibilidad
para una recuperación completa. —Ella lo soltó y dio
un paso atrás, saludándolo junto a los demás mientras
Ken se metía en el coche.
—¿Esta el cinturón de seguridad abrochado? —
preguntó Ken, y Hanna se lo abrochó antes de volverse
hacia la ventana para saludar a todo el mundo mientras
él calentaba el coche encendiéndolo y lentamente se
apartó. Aunque todo el mundo había sido servicial y
comprensivo estaba contento de ver desaparecer el
hospital por el espejo retrovisor.
—¿Papá, mi pelo volverá a crecer?
—Si —dijo Ken con alivio—. Tienes unos
tratamientos más, y luego una vez que se terminen y
que el medicamento esté fuera de tu cuerpo, tu pelo
comenzará a crecer de nuevo. —Cuando empezaron los
tratamientos, el pelo de Hanna comenzó a caerse muy 27
rápido. Ken lo tomó como lo más duro para Hanna. La
doctora se lo había explicado a Hanna e incluso le
regaló un sombrero de color rosa que ella le hizo con
un suave hilo. Hanna le dio las gracias con un abrazo, y
Ken casi había llorado ante la atención. La doctora le
explicó que ella había tejido durante años y le
encantaba hacer cosas para niñas y que nunca tuvo
oportunidad de hacerlas con sus dos hijos. Hanna se
había puesto el sombrero casi todos los días desde
entonces, sólo se lo quitaba cuando Ken insistía para
lavarlo.
—¿Podré ir a nadar este verano? —preguntó a su
paso por un claro donde se podía ver el Lago Superior,
estaba todavía cubierto de hielo.
—Eso espero. El Lago Superior probablemente es
demasiado frio, pero hay una piscina comunitaria que
podríamos utilizar. —Ken sabia que dependía del
estado del sistema inmunitario de Hanna, que había
sufrido un duro golpe en los últimos meses. Esperaba
que para entonces ella estuviera más fuerte—. ¿Por
qué no le preguntas a la doctora Pierson la próxima vez
que la veas? —dijo Ken, y vio asentir a Hanna mientras
miraba por la ventana.
—¿Hará calor pronto? —preguntó Hanna, fuera
del coche los árboles pasaban desnudos.
—Si. Las hojas deben empezar a salir dentro de 28
unos meses, y una vez que haga calor, tú y yo podemos
ir a uno de nuestros paseos artísticos —le dijo Ken y
Hanna sonrió. Antes de que se mudaran, él y Hanna
pasaban las tardes de verano en el parque. Ken tomaba
su cuaderno de bocetos y Hanna su set de arte, y se
pasaban el día dibujando y coloreando el mundo que
les rodea.
—¿Vendrá la doctora Pierson también? —
preguntó Hanna.
—Ella puede venir si quiere. Puedes invitarla
cuando esté más cerca. —Ken sabía que la doctora
estaba muy ocupada.
—¿Te vas a casar con ella? —preguntó Hanna, y
Ken con el shock casi pisa el freno—. Te vi abrazarla y
ella te abrazó, ¿Eso significa que te vas a casar?
—No. La doctora Pierson ya está casada y sus hijos
son mayores. —Había tantas cosas equivocadas en esa
pregunta que Ken no sabia muy bien por donde
empezar—. ¿De donde sacaste esa idea? —preguntó
mientras miraba rápidamente por el espejo retrovisor.
—Callie dijo una vez que ella entró en el
dormitorio de su mamá y ella y su papá se estaban
abrazando, o al menos su papá abrazaba a su mamá
muy fuerte. Le dijeron que las mamás y los papás se
abrazan cuando se quieren —dijo Hanna alegremente, 29
como si comprendiera los misterios del universo. Callie
definitivamente sabía y veía demasiado para su propio
bien.
—La doctora Pierson es mi amiga, al igual que ella
es tu amiga —explicó Ken—. Además, sabes que amo a
Mark.
—¿Porque eres gay? —preguntó Hanna.
—Si. Ya hemos hablado de esto —Ken le
recordó—. Yo no me enamoro de chicas, pero me
enamoro de chicos.
—Tú me amas —replicó Hanna.
—Si. Muchísimo —le aseguró Ken.
—Pero yo soy una chica —respondió Hanna muy
seria.
—Si. Eres una chica y te amo. Pero no voy a
casarme contigo. —Ken había luchado para explicar lo
que era ser gay a su hija, y obviamente había fallado
hasta ahora—. Piensa en ello de esta manera. La
mayoría de los hombres quieren casarse con mujeres y
tener hijos. En cambio, yo te adopté y quiero casarme
con Mark. —¡Dios mío! Ken esperaba que la explicación
fuera bastante buena para ella. Parecía, pues Hanna se
quedó callada por un rato. Ken sabía que podía ser,
bueno porque estaba satisfecha, o malo, porque estaba
pensando en otra cosa.
30
—¿Cuál es la diferencia entre chicos y chicas? —
preguntó Hanna, y Ken se encontró apretando un poco
más el acelerador. Esta conversación no podía
terminar lo suficientemente rápido.
—¿Cuál crees que es la diferencia? —preguntó
Ken, sintiéndose inteligente porque había revertido la
pregunta sobre ella.
—Los chicos tienen pene, y las chicas “ginas” —
dijo Hanna, y Ken dejó escapar un suspiro de alivio—.
Las chicas tienen tetas, pero algunos hombres también.
Papa, ¿tú tendrás tetas?
Ken se rio. —No. No si puedo evitarlo.
Hanna abrió la boca para discutir con él, pero
luego se dio una palmada con las manos sobre su boca,
y Ken podía ver que estaba sonriendo. El resto del viaje
fue tranquilo, y diez minutos más tarde, Ken se detenía
delante de la casa. —Tú ganas. Después de la cena,
puedes tomar helado —dijo Ken y Hanna rio mientras
él apagaba el coche antes de salir. Abrió la puerta de
Hanna, y ella se desabrochó el cinturón de seguridad
antes de salir fuera del coche.
Ken salió y abrió el maletero para poder agarrar
sus maletas antes de seguirla por el camino. Habían
pasado meses desde que Hanna estuvo en casa, y Ken 31
dudaba de que realmente la recordara.
Hanna estaba a mitad del camino cuando una
ráfaga de viento frio, directamente desde el lago, sopló
a través del patio. Hanna se estremeció ante el frio y
corrió hacia la casa. Acababa de llegar a los escalones
cuando su sombrero voló de su cabeza, levantándolo
por el aire durante unos segundos antes de dejarlo a
través del césped. —Papá —exclamó Hanna, y Ken se
apresuró a donde se encontraba ella. Dejó las bolsas y
corrió tras él, pero no lo alcanzó antes de que el viento
recogiera el sombrero de nuevo, haciéndolo volar a
través de la calle, el sombrero rosa favorito de Hanna
acabó en un charco de barro. Hanna comenzó a llorar, y
Ken se apresuró hasta ella, levantándola en sus brazos.
—Lo conseguiré, y una vez que lo haya lavado
estará como nuevo, lo prometo —dijo Ken mientras la
llevaba a la casa para resguardarla del viento. La dejó
en el sofá y escuchó a Mark caminar por la casa. Hanna
estaba molesta todavía cuando Mark entró en la
habitación. —¿Te quedas con ella por un minuto? —
preguntó Ken y luego se apresuró a salir.
Mientras descendía las escaleras, Ken vio a su
vecino caminar hacia él, llevando el sombrero
empapado con una mirada casi triste en su rostro. No
habló mientras le entregaba el sombreo una vez rosa,
ahora marrón, con ramitas pegadas a él. Era evidente
que lo había escurrido, pero no dijo nada. 32
—Gracias —dijo Ken—. Mi hija acaba de llegar a
casa desde el hospital y este es su sombrero favorito.
—Ken esperó a que dijera algo, pero el hombre no lo
hizo. En cambio, sus ojos trasmitían que se sentía mal
por Hanna—. Ella tiene que usar sombreros todo el
tiempo porque perdió su pelo. —¿Por qué estaba Ken
cantándole esto? No lo sabia, pero el hombre se veía
como si estuviera pendiente de cada palabra.
—Papá — lo llamó Hanna desde la escalera.
—Me tengo que ir —explicó Ken—. Muchas
gracias —dijo Ken, y el hombre sonrió y saludó con la
mano antes de volver a caminar de regreso por la
acera. Ken lo miró durante unos segundos, perdido en
la forma que él se movía. Entonces se dio cuenta de lo
que estaba haciendo y corrió hacia la casa, esperando
que Mark no le hubiera visto mirando a alguien más.
—¿Está bien? —preguntó Hanna cuando se acercó.
—Lo estará, cariño. Ve dentro. Voy a llevar las
cosas dentro y lo lavaré de inmediato —explicó, y se
detuvo a recoger las bolsas. Hanna desapareció dentro
de la casa, y Ken no podía dejar de mirar por donde se
había ido su vecino. Lo vio de pie unas cuantas casas
hacia abajo mirándolo. Hizo un gesto, y Ken hizo todo
lo posible por saludarlo de nuevo antes de entrar en la
casa. 33
—Necesito hablar contigo —dijo Mark casi tan
pronto como hubo cerrado la puerta.
—Está bien —dijo Ken—. Pero tengo que instalar
a Hanna en su habitación, y luego hacer un poco de
colada. —Levantó el sombrero empapado—. Podemos
hablar una vez que vayamos a la cama. —Ken se
marchó y se apresuró en el trabajo. Conseguir
establecer a Hanna era lo más importante en estos
momentos.
Ken puso a Hanna en el sofá bajo una manta y dejó
que viera la televisión mientras corría por la casa
tratando de hacer cosas. Desempacó las cosas que
había traído desde el hospital, le preparó a Hanna algo
para comer y beber, y se lo llevó antes de bajar las
escaleras hasta el sótano y empezar a lavar la ropa
sucia. Tenia mucho trabajo pendiente, pero estaba feliz.
Hanna estaba en casa con él una vez más y con suerte
en vías de recuperación.
En la zona de la lavandería, Ken clasificó la ropa
sucia para poner una lavadora. —No tarareabas en
bastante tiempo —dijo Mark detrás de él. Ken terminó
de cargar la ropa antes de poner la lavadora en
funcionamiento.
Cuando Ken se dio la vuelta, no vio la expresión
feliz y abierta que esperaba. Más bien, las facciones de 34
Mark eran de preocupación, tenia bolsas bajo los ojos,
y Ken se percató de algunas arrugas que no estaban allí
un par de semanas atrás. Ambos habían pasado por
muchas cosas en los últimos meses, y Ken se acercó
más, dispuesto a tirar de Mark a sus brazos, pero este
dio un pequeño paso hacia atrás, y Ken se puso rígido.
—Tenemos que hablar —dijo Mark, y suspirando Ken
asintió levemente.
—Te veré en mi estudio en unos minutos —dijo
Ken y Mark asintió antes de marcharse. Ken oyó sus
pasos en la escalera mientras terminaba con la ropa.
Una vez hubo terminado, subió las escaleras, apagó las
luces antes de comprobar a Hanna. Estaba tranquila
viendo la televisión, descansando debajo de una manta
de color rosa. Se veía un poco pálida, pero tan preciosa
como siempre. Apartando la mirada de la televisión,
ella le sonrió, y Ken se acercó al sofá y la besó en la
frente.
—¿Estás bien, papá? —preguntó Hanna.
—Estoy bien. Estaré en mi estudio si necesitas
algo —dijo Ken, y ella asintió con la cabeza, volviendo
la atención a la televisión. Antes de salir de la sala, Ken
recogió el estuche de arte del vestíbulo y lo colocó
cerca del sofá. Había estado viendo mucha televisión en
el hospital, y ken tenía la esperanza de atraerla de
vuelta a las cosas que siempre había amado antes de
enfermar—. No te olvides del dibujo para la doctora
35
Pierson —le dijo Ken en voz baja.
—No —respondió Hanna, y Ken salió de la sala,
caminando por el pasillo a la pequeña habitación que
había sido añadida a la casa por el dueño anterior.
Mark estaba sentado en el viejo sofá que los de la
mudanza habían colocado contra una pared, un sofá
que Ken nunca había movido. Aun tenía cajas que no
había desempaquetado y lienzos apoyados a lo largo de
la otra pared. Ken no había pintado en meses, su
corazón y su mente no estuvieron en ello. Había estado
completamente ocupado con Hanna.
—Siéntate, Ken —dijo Mark mientras se
levantaba, y Ken se sentó en el borde del sofá—. No
estoy muy seguro de como decirte esto —comenzó
Mark mientras deambulaba lentamente por la
habitación—. Las cosas no están funcionando entre
nosotros. No lo han hecho desde hace un tiempo —dijo
Mark, y Ken lo miró fijamente mientras se movía—. Tú
has estado cuidando de Hanna, ya lo sé, te necesitaba.
No le envidio tu atención. Pero incluso antes de que
ella enfermara, las cosas no iban especialmente bien
entre nosotros. Dormimos juntos y vivimos en la
misma casa, pero nos estamos moviendo en diferentes
direcciones. —La voz de Mark se fue apagando, pero
siguió paseando por la habitación.
Ken abrió la boca para negar lo que Mark estaba
diciendo, pero no podía, en realidad no. Había estado
36
viviendo en el hospital casi constantemente desde hace
meses, y aunque había llamado a Mark todos los días,
en dos meses no había hablado de otra cosa que no
fuera de Hanna y como lo estaba haciendo ella.
—Sabes que tengo razón, y no estoy haciendo esto
para lastimarte —continuó Mark.
—Lo sé —Ken logró decir finalmente—. Nunca
hiciste nada hiriente en todo el tiempo que te conozco.
—Ken suspiró, preguntándose si había algo que
pudiera decir—. ¿Por qué te mudaste con nosotros
entonces?
Mark se detuvo y se sentó junto a Ken en el sofá.
—Honestamente, pensé que las cosas podían cambiar
entre nosotros una vez que nos mudáramos.
Estaríamos trabajando juntos para crear nuestro
hogar, hacer nuevos amigos juntos. Realmente pensé
que la construcción de una nueva vida en un nuevo
lugar nos acercaría más, como estábamos después de
que te dieron a Hanna, pero no ha funcionado, y no
creo que lo haga. Las circunstancias se interpusieron
en el camino, y no pienso que nuestra relación se
repare. ¿Y tú?
Ken pensó por un largo tiempo y luego negó con la
cabeza. —Probablemente tengas razón —susurró. Ken
pensó honestamente que Mark era el hombre con el
que pasaría el resto de su vida. Ken estaba en las 37
primeras etapas de la adopción de Hanna cuando
conoció a Mark, y él había sido cariñoso y lo apoyó a
través de los altos y bajos de todo el proceso.
—No me malinterpretes. Te amo tanto a ti como a
Hanna y siempre lo haré. Pero le he estado dando
muchas vueltas a esto en los últimos meses, y para ser
honesto, es probable que hubiera tenido esta
conversación hace un tiempo si no hubiera sido por
que Hanna contrajo cáncer. No podía tener esta charla
contigo, y estoy tratando de no ser un idiota sobre el
asunto.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Ken, sintiéndose a
la vez herido y un poco aliviado. Cuanto más pensaba
en ello, más se daba cuenta de que Mark
probablemente tenía razón. Ya era hora de que
siguieran con sus vidas, y mientras que esto una vez
significó trabajar juntos a través de todo, ahora
significaba seguir por caminos separados.
Mark dijo en voz baja. —Kenny, nos hemos
distanciado hasta el punto de que ni siquiera has
notado que la mayoría de mis cosas ya no están. Tengo
un apartamento en la ciudad, y moveré las últimas
cosas hoy más tarde.
—¿Hay alguien más? —preguntó Ken y Mark negó
con la cabeza.
38
—Yo nunca te haría eso a ti o a Hanna, sabes eso
—respondió con un toque de dolor en su voz, y Ken
asintió.
—Lo se. Eres un buen hombre, siempre lo has
sido. —Ken comenzó—. Voy a echarte de menos, y
Hanna también.
—Yo también voy a echarte de menos. Estaré en la
ciudad, y todavía podemos vernos y hablar. Quiero que
seamos amigos, aún me preocupáis Hanna y tú. Creo
que es hora de mirar las cosas de manera lógica y hacer
un descanso de ello antes de llegar a resentirnos y
odiarnos, y lo haremos. Tú necesitas centrar todos tus
esfuerzos en tu trabajo y en Hanna. Yo tengo que
empezar a construir mi propia vida. —Ken sintió
deslizarse la mano de Mark en la suya—. Te quiero,
Kenny, probablemente siempre lo haré, pero esto es lo
mejor. Creo que ambos nos vamos a dar cuenta muy
rápidamente. —Mark le soltó la mano y se dirigió hacia
la puerta del estudio—. Voy a cargar mis últimas cosas
en el coche y decir adiós a Hanna. Tal vez en un par de
semanas, todos podemos cenar juntos o algo así.
—Está bien —respondió Ken, levantándose.
—Ya verás que tengo razón —le susurró Mark
antes de salir de la habitación. Ken se quedó donde
estaba, mirando a su alrededor al estudio vacío, 39
esperando a que el dolor y el rechazo lo golpearan,
pero no lo hicieron. En momentos como este,
normalmente sentiría la necesidad de pintar, pero no
se materializó tampoco. Ken cerró la puerta detrás de
él mientras salía del estudio, caminando a través de la
casa hasta que escuchó a Mark hablar en voz baja con
Hanna. Dejándolos solos, Ken se fue a la cocina para
preparar algo para la cena, pero no tenia ganas de
hacer nada en absoluto. Finalmente, oyó pasos y supo
que Mark estaba recogiendo sus últimas cosas. Ken se
unió con Hanna en la sala. El televisor estaba apagado y
tenia una almohadilla descansando sobre sus piernas
mientras coloreaba, su lengua un poco hacia fuera
entre sus labios mientras se concentraba.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Ken,
sentándose a su lado en el borde del sofá. Casi
esperaba ser bombardeado con preguntas, pero Hanna
siguió trabajando.
—Estoy haciendo un dibujo para Mark —explicó
ella sin levantar la vista, y Ken la miró por un segundo.
Ella no le preguntó nada, así que Ken se levantó y se
sentó en una de las sillas cercanas. Mark entró en la
casa, caminó por el pasillo y subió las escaleras,
regresando a los pocos minutos con su maleta.
—Te llamo en un par de semanas —prometió
Mark mientras se dirigía hacia la puerta. Después de
bajar las maletas, Mark se acercó a Hanna,
40
despidiéndose de ella antes de besar su frente.
—Esto es para ti —dijo Hanna, entregándole el
dibujo—. Así no te olvidas de papá y de mí.
Ken parpadeó para alejar las lagrimas que
amenazaban con salir mientras Mark le agradecía a
Hanna. —Nunca podré olvidarte, enana. —Hanna le
echó los brazos alrededor del cuello, dándole un
abrazo—. Las cosas no han funcionado entre tu padre y
yo, pero eso no quiere decir que ninguno de nosotros
te ame menos. —Entonces Mark se apartó y lo miró.
Ken respiró hondo y le dio un abrazo a Mark.
—Cuídate —susurró ken antes de soltar a Mark y
viendo a su amante y compañero de casi tres años salir
de la casa por última vez. Ken cerró la puerta detrás de
Mark y después volvió a entrar en la sala. Se negó a
permitirse a si mismo hacer algo tan sensiblero como
mirar su coche mientras se alejaba por ultima vez.
—Papá, ¿significa esto que Mark ya no es tu novio?
—preguntó Hanna, con los ojos muy abiertos.
—Sí. Eso es exactamente lo que significa —explicó
Ken con un suspiro. Mark estaba en lo cierto. Habían
estado a la deriva por un tiempo, pero eso no quería
decir que no sentía la perdida o la soledad. Él podía no
haber estado con Mark mientras pasaba largas horas
en el hospital, pero eso no quería decir que no lo había
echado de menos o no estaba confortado simplemente 41
por el hecho de que Mark estaba allí. Ahora él y Hanna
estaban solos, y no estaba seguro de como se sentía
acerca de eso. Tal vez no lo sabría por un buen rato.
—Voy a extrañarle, papá —dijo Hanna
suavemente, sus labios temblaban ligeramente.
—Sé que lo harás cariño. Yo también, pero todavía
me tienes a mi, y siempre me tendrás, no importa que
—dijo Ken mientras trataba de abrazarla y quitarle el
miedo que vio en sus ojos.
—¿Promesa? —preguntó ella.
—Sí, lo prometo —dijo Ken. Él y Mark querían
cosas diferentes de la vida, y aunque Mark no
necesariamente había escogido el mejor momento para
irse, pero perder el tiempo por el bien de Hanna sólo
iba a hacer a Mark infeliz y eso no iba a ayudar a la
recuperación de ella, que era lo más importante—.
Nunca te dejaré, nunca.
Hanna se mantuvo en silencio por un largo tiempo
y luego se salió fuera del abrazo de Ken. —¿Vas a
conseguir otro novio?
—Tal vez algún día —dijo Ken con un bufido leve,
preguntándose cuánto material de novio había en un
pueblo como Pleasanton. Marquette tenía que tener
una comunidad gay de algún tipo, pero que
probablemente estaba dominado por los estudiantes 42
universitarios—. En este momento, voy a trabajar en
ayudarte para que te mejores —dijo Ken, cambiando
de tema—. Voy a ver que hago para la cena. ¿Por qué
no me haces un dibujo?
—Lo haré si tú lo quieres —dijo Hanna, y Ken
sonrió.
—¿Qué tal si enciendo la calefacción en mi
estudio? Podrías moverte allí, y puedo empezar a
colocar las cosas. —Ken necesitaba mantenerse
ocupado. En los últimos dos meses, él y Mark habían
desempaquetado la mayor parte de las cosas, un poco
cada vez. Tal vez era hora de desembalar su estudio y
considerar seguir adelante con la vida. Tenia que tratar
de conseguir algo parecido a la normalidad de nuevo
para los dos—. A ver si el estudio se calienta, y
entonces puedes sentarte en uno de los caballetes, si
quieres. —Eso le consiguió una sonrisa, algo que Ken
no había visto tanto como le hubiera gustado a lo largo
de los últimos meses, y ver esa expresión otra vez valía
la pena toda la preocupación y agotamiento por el que
había pasado.
Ken salió de la sala y se dirigía de nuevo a la parte
de atrás de la casa cuando sonó el timbre. Abrió la
puerta y vio a su vecino de pie en el porche
sosteniendo una cazuela. Él simplemente sonrió y
extendió sus manos, cubiertas por guantes de cocina.
—Gracias —dijo Ken y le indicó que entrara. Su vecino
43
miró a su alrededor y luego dio un paso vacilante en el
interior. Ken cerró la puerta—. Esto huele de
maravilla.
—Papá, ¿eso son mac–queso? —Hanna gritó, y
Ken la oyó ir corriendo hacia él, con la manta envuelta
alrededor de sus hombros—. Ooooh, mi favorita —dijo
mientras sonreía a su vecino, y Ken le vio sonreír a
Hanna, una maravillosa sonrisa que se extendió hasta
sus ojos.
—La cocina esta por aquí —le dijo Ken,
preguntándose por que su vecino estaba siendo tan
amable y por qué estaba tan callado. Era evidente que
no era tímido, o se habría quedado lejos—. Eso huele
de maravilla —comento Ken agradecido mientras
colocaba el plato en uno de los quemadores de la
cocina—. ¿Le gustaría unirse a nosotros para la cena?
—preguntó Ken, pero su vecino negó con la cabeza y en
silencio se dirigió a la puerta. Ken lo siguió y le abrió la
puerta—. Muchas gracias, de nuevo —dijo y miró con
confusión total cuando el hombre se alejó rápidamente
por el sendero y después por la acera en dirección a su
casa.
—¿Tienes hambre? —le preguntó a Hanna
después de cerrar la puerta.
—Supongo —respondió ella, pero Ken la encontró
de pie cerca del plato de macarrones con queso. 44
Consiguió un plato pequeño para ella y otro para él y
ambos se sentaron juntos a la mesa a comer un
suntuoso festín. Después de que ambos comieron
demasiado, Ken encendió la calefacción del estudio
antes de limpiar los platos. Una vez caldeado, él y
Hanna se trasladaron al estudio. Ken le montó un
caballete, y luego comenzó a desempaquetar
bastidores metálicos móviles y suministros de pintura,
guardándolo en el lugar exacto que él quería. Cuando
trabajaba, Ken a menudo se perdía en sus pinturas,
buscando provisiones por el tacto más que por la vista
cuando estaba absorto en su trabajo.
Cuando Ken hubo desembalado todo, consideró
tratar de trabajar, pero Hanna se cansaba, y él no
quería que se pasara de la raya, así que se aseguró de
que todo estaba donde quería antes de entrar
tranquilamente donde ella estaba trabajando —¿Qué
estás haciendo?
—Es un retrato tuyo, papá —dijo Hanna antes de
levantar el dibujo para mostrárselo. En realidad, se
parecía a él. El color del pelo era correcto, marrón claro
con unos toques de rubio aquí y allá. Ella había
reproducido sus ojos azules e incluso la leve torcedura
de su nariz donde se la había roto siendo un niño. Su
ojo para el detalle era bastante sorprendente para
alguien tan joven, y ser capaz de transferirlo al papel
era aún más impresionante. 45
—Es maravilloso —le dijo Ken—. Vamos a recoger
y a conseguir un poco más de comida antes de ir a
dormir.
—¿Mac–queso? —preguntó ella, y Ken sonrió
mientras asentía.
Hanna recogió sus cosas y Ken puso en un cuenco
pequeño los macarrones con queso en el microondas
para ella, cuidando de que no estuvieran demasiado
calientes. Cuando ella se unió a él en la cocina, Ken la
instaló en su silla alta junto a la mesa y comió mientras
él hacia un poco de esto y aquello. Ken no tenía
hambre, así que se mantuvo ocupado, y una vez que
Hanna terminó, subieron arriba para que ella tomara
un baño.
A Ken le tomó más tiempo del habitual tener a
Hanna bañada y en pijama. Tenia que tener cuidado de
que no se resintiera la zona del hombro que utilizaron
para sus tratamientos y no podía dejar de tratarla con
guantes de seda. Ella era todo lo que tenía, y casi la
había perdido, o por lo menos eso era lo que sentía.
Mark se había ido, así que ahora sólo eran Hanna y él.
—Vamos a llevarte a la cama, y te voy a leer la historia
que tú quieras.
—¿Madeline? —preguntó Hanna mientras corría a
su habitación. Cuando Ken limpió el cuarto de baño y 46
entró en su habitación, Hanna ya estaba bajo las
sabanas, sonriéndole con emoción cuando encontró el
libro y comenzó a leer. Ken apenas estaba a mitad de
camino de la historia cuando los ojos de Hanna
comenzaron a cerrarse, y para cuando terminó, estaba
profundamente dormida. Se aseguró que tuviera su
muñeca antes de apagar la luz y encenderle la diminuta
mariposa de luz nocturna en el extremo más alejado de
la habitación. Después de cerrar parcialmente la puerta
detrás de él, Ken terminó de limpiar el cuarto de baño
antes de prepararse para irse a la cama. Había pasado
meses cuidando de Hanna en el hospital, y ahora,
cuando la casa estaba en silencio, ataba cabos sueltos,
y le gustaría que estuviera Mark para hablar con él.
Antes de que Hanna enfermera, se sentaban y
simplemente hablaban, a veces durante horas, sobre
cualquier cosa y de todo. Al menos eso era lo que había
sido una vez, pero fue hace tiempo. Ken se sentó en el
borde de la cama, mirando hacia el lado donde Mark
siempre había dormido. Incluso su almohada había
desaparecido.
Ken se culpaba. Había dado por sentado a Mark. Lo
había amado, pero también había esperado que
estuviera allí cuando lo necesitó. Tal vez si le hubiera
prestado más atención… Sabía que era su culpa, y que
la enfermedad de Hanna era la gota que había colmado
el vaso. Mark no se había marchado por causa de
Hanna, Ken nunca pensó eso ni por un segundo. Mark
47
amaba a su hija. Se había ido a causa de él, era la única
explicación. Se marchó, y si Ken tenía razón sobre por
qué o no, eso no cambiaba nada en absoluto. Apagó la
luz y se deslizó bajo las sabanas, mirando el techo,
jugando a “¿y si?” Juegos recriminatorios consigo
mismo hasta que finalmente se quedó dormido en
algún momento en las primeras horas de la mañana.
Su cama se meció y Ken entreabrió los ojos,
sabiendo que Hanna se había metido en la cama con él.
—Escuché un ruido abajo —le dijo mientras ella se
metió bajo las mantas en el otro lado de la cama—. Tal
vez es un oso.
—Probablemente es el repartidor de periódicos —
le dijo Ken antes de cerrar los ojos de nuevo. Hanna
pareció aceptar la respuesta, y Ken volvió a dormir
escuchando el suave sonido de la respiración de su hija.
Más tarde, Ken sintió a Hanna salir de la cama.
Mirando con los ojos entreabiertos, vio el reloj antes de
gemir y salir de la cama. La casa estaba fría, y podía oír
el silbido del viento alrededor de las esquinas, por lo
que la habitación parecía más fría de lo que estaba. —
Vamos a vestirte, y yo voy a hacer algo para desayunar
—dijo, y ella volvió a su habitación—. ¿Necesitas que te
ayude?
—¡Yo no soy un bebe! —exclamó Hanna mirando
hacia atrás, y Ken sonrió mientras se vestía 48
rápidamente y limpió antes de ir a ver en que tipo de
travesuras se había metido Hanna. Se llevó una
sorpresa agradable cuando ella se unió a él fuera de su
habitación vestida con prendas que coincidían, y no
había tirado toda la ropa de su armario para
encontrarla. Sin embargo, ella no llevaba sus zapatos, y
Ken la levantó en sus brazos, riéndose mientras él la
bajó volando por las escaleras, ambos haciendo ruidos
de avión.
Jugaron todo el camino a la cocina. Entonces Ken
la bajo y empezó a hacer el desayuno. —Puedes
conseguir el periódico —le dijo a Hanna, y ella se
apresuró a la puerta principal. Tenia las palabras de
que se tomara con calma su paseo en la punta de la
lengua, pero verla con energía, aunque sólo durara
unas horas, era muy alentador.
—¡Papá! —Oyó gritar a Hanna, y dejó lo que
estaba haciendo para poder echar un vistazo a lo que la
tenia tan emocionada.
La puerta principal estaba abierta, y Hanna estaba
afuera en el viento, mirando lo que parecía ser una
caja. —¿Qué es? —Ken le preguntó mientras Hanna
levantaba la caja y la llevaba dentro antes de cerrar la
puerta con un portazo.
—Sombreros —dijo Hanna con alegría, y comenzó
a meter la mano en la caja, sacando después sombrero 49
a sombrero. Había de todos los estilos imaginables:
gorros de lana, sombreros de ala ancha con volantes,
una gorra medio pasada de moda que colgaba por la
espalda de Hanna. Había incluso un pequeño casquete
que hacia verse a Hanna adorablemente retro—. ¿De
donde vienen? –le preguntó Hanna sin levantar la vista
de su regalo.
—¿Hay una nota? —Le preguntó Ken mientras
miraba a través de la caja, pero sólo vio los sombreros.
El teléfono de Ken sonó, y sacándolo de su bolsillo
se sorprendió al ver el número de Mark. —Hola —dijo
tímidamente.
—¿Cómo estás? —preguntó Mark—. Sólo llamé
para asegurarme de que estabas bien. —La tristeza en
la voz de Mark era clara, incluso a través del teléfono—
. ¿Esa que oigo es Hanna? —Ella había elegido ese
momento para gritar de alegría cuando vio un
sombrero rosa ahuecado. Se lo colocó en la cabeza
antes de bailar alrededor de la sala—. Ella parece feliz
—dijo Mark.
—Creo que ella lo está —estuvo de acuerdo Ken
sonriendo—. Eso fue muy… —Estuvo a punto de darle
las gracias por los sombreros.
—Ken, me tengo que ir —dijo Mark apurado, y a
Ken le pareció oír la voz de Mark agrietarse 50
levemente—. Sólo llamé para asegurarme de que tú y
Hanna estabais bien. He estado haciendo algunos
recados esta mañana y estoy congelado hasta los
huesos. Te llamaré más tarde… muy pronto. —La
llamada terminó, y Ken se quedó mirando el teléfono
durante unos segundos antes de colocarlo en la mesa
del vestíbulo. Ken se preguntó por la extraña llamada y
pensó que era la manera de Mark de asegurarse de que
habían encontrado lo que dejó para Hanna.
—Vamos a desayunar, y luego te puedes probar
cada uno de los sombreros —le dijo a Hanna antes de
levantarla en sus brazos y llevarla a la cocina.

51
PATRICK FLAHERTY había visto la reacción de la
pequeña niña calva a la caja de sombreros que colocó
en la puerta principal de la casa que compartía con su
padre. Había averiguado que el hombre de sonrisa
maravillosa y de ojos tan profundos que parecía que
todas las preocupaciones del mundo entero cabrían
dentro de ellos se llamaba Ken, y que él era una especie
de artista. No había oído hablar mucho más sobre él,
aparte de que era nuevo en la ciudad y que su hija
había estado muy enferma. Patrick sabía de observar
que el otro hombre que había vivido en la casa había
sido el novio de Ken, pero parecía haberse mudado, y
ahora sólo estaban Ken y su hija. Eso estaba bien para
Patrick. Se había fijado en el otro hombre el primer día
que se mudó dos casas más abajo en la calle donde
estaba la pequeña casa que heredó de su madre. No es
que se hubiera hecho alguna ilusión de que Ken lo
notara, ni de que saliera con él.
La gente de la ciudad había estado hablando de
Ken y su hija durante meses, sus lenguas batiéndose
como una bandera al viento en el Lago Superior. Al
parecer, Ken Brighton era un artista muy famoso, sus 52
cuadros colgaban en museos y se vendían por mucho
dinero en todo el país. Eso fue una cosa que Patrick
descubrió muy pronto después del accidente que lo
dejó casi completamente mudo, la gente pensó que
como no podía hablar, no podía oír o pensar. Apretó el
mango de la pala de nieve mientras su ira y dolor
brotaba en su interior. Él era la misma persona que
había sido antes del accidente, y le gustaría poder
hacer ver eso.
Después de observar la parte delantera de la casa
durante unos segundos más, Patrick dejó que el
chillido de alegría que había oído a través del viento
trajera una sonrisa a su cara mientras volvía a sus
tareas. Tenía que conseguir quitar la nieve que había
empezado a derretirse transformándose en hielo que
nunca podría quitar de la acera.
Patrick trabajó durante casi una hora, y estaba a
punto de poner la pala lejos cuando vio a Ken y a su
hija salir de la casa. No pudo reprimir una sonrisa
cuando vio a la niña llevando el sombrero rosa que él le
había dado. Ella tomó la mano de su padre, y Patrick se
acercó, saludándolos. Vio el saludo de la niña antes de
que soltara su mano de la de su padre y caminar por la
acera hacia él.
—Hola —dijo con una sonrisa—. Gracias por los
mac–queso, estaban realmente buenos. —Patrick
asintió con la cabeza y sonrió, viendo como la chica
53
ladeaba la cabeza con curiosidad. Patrick se tocó la
garganta y sacudió la cabeza—. ¿No puede hablar? —
preguntó ella, y él negó con la cabeza.
—Hanna no molestes al hombre agradable —dijo
Ken mientras se colocó detrás de su hija.
—Papá, no puede hablar —le dijo ella. Patrick
estaba acostumbrado a las miradas compasivas o
sonidos nerviosos cuando la gente se enteraba, pero
Ken le sonrió y le tendió la mano.
—Soy Ken Brighton, y ella es Hanna —dijo
mientras estrechaba con firmeza la mano de Patrick.
Una vez que lo soltó, Patrick señaló el nombre bordado
en su chaqueta. Una de las cosas que había empezado a
hacer después del accidente fue agregar su nombre a
sus chaquetas y abrigos. Fue la mejor manera que
descubrió para decir fácilmente su nombre a la gente
del pueblo—. Es un placer conocerte, Patrick —dijo
Ken con una facilidad que Patrick raramente había
visto en otros. La mayoría de la gente no sabía muy
bien como reaccionar ante él—. Los dos queríamos
darle las gracias por los macarrones con queso.
Estaban fabulosos. —Patrick comenzó a moverse
ligeramente bajo la penetrante y perspicaz mirada del
otro hombre.
Patrick sonrió una vez más y asintió con la cabeza,
colocando su mano sobre su corazón en un gesto que 54
significaba que su agradecimiento era apreciado.
—Vamos a la tienda, y luego papá y yo vamos a
pintar —le dijo Hanna entusiasmada.
—Tenemos que irnos —dijo Ken—. No deberías
estar afuera tanto tiempo con este frio. —Ken podría
haber estado hablando con Hanna, pero siguió
mirándolo, casi lo estudiaba—. Gracias de nuevo por la
comida. Voy a devolverle el plato hoy —agregó Ken con
una leve sonrisa, y Patrick sintió que sus entrañas
saltaban un poco. Le saludó con la mano mientras los
dos caminaban hacia el coche, y después de que
estuvieran en el interior, vio a Hanna saludarlo
mientras se alejaban.
Se había sentido atraído por Ken desde la primera
vez que lo vio. Pero pronto descubrió que tenía novio,
así que Patrick hizo lo que solía hacer, empujó su
interés a un lado y siguió con su vida. Por supuesto, él
no estaba seguro de si el novio se había ido de verdad,
y si la relación había terminado, probablemente su
guapo vecino no estaba buscando a alguien de
inmediato. No es que estuviera interesado
especialmente en Patrick, pero podría soñar. Él miró
hasta que el coche verde oscuro desapareció de su
vista antes de poner la pala en el garaje y luego abrir la
puerta del taller adjunto.
Patrick encendió las luces, mirando por encima de
su taller de carpintería y el mueble con cajones en el
55
que había estado trabajando. Se ganaba muy bien la
vida fabricando muebles hechos a mano, y tenía una
orden que acabar, así que dejó la forma en como se
vería su vecino bajo sus ropas y la profundidad de sus
ojos fuera de su mente y se puso manos a la obra.
Las horas que Patrick pasaba en su taller eran
regularmente algunas de las más agradables de su día.
Llegó a tomar una pieza ordinaria de madera y con
trabajo y amor, convertirlo en algo hermoso.
—Patrick —oyó detrás de él, y apagó el cepillo
eléctrico cuando su prima Jualianne entró en el taller—
. Te llamé cuatro veces —dijo, y Patrick se encogió de
hombros. No había mucho que pudiera hacer. Él no
tenía teléfono aquí fuera y no quería interrupciones,
tampoco—. No has estado en el comedor esta semana,
y estaba preocupada por ti. —Si no se mostraba de vez
en cuando, la mama gallina vendría a buscarlo.
Patrick levantó las manos y le mostró que tenía
todos los dedos antes de darse la vuelta para que
pudiera ver que estaba de una sola pieza y no había
perdido nada.
—Cómo alguien no es capaz de hablar y seguir
siendo un listillo, es algo que está más allá de mí —le
reprochó ella, dándole una palmada en el hombro—.
Pero lo consigues en los primeros diez segundos. —
Jualianne era la única familia verdadera que Patrick 56
tenia, y él la quería mucho. Ella lo revisaba y lo invitaba
a su casa a cenar con su familia de vez en cuando—.
Entonces estás vivo. ¿Hay algo nuevo?
Patrick rodó sus ojos, y Julianne puso las manos en
las caderas y esperó. Él comenzó lentamente la
pantomima de lo que quería decir. Juntos habían
desarrollado una especie de lengua de signos
corporales propio. Lo habían hecho lentamente a lo
largo de los años desde su accidente. A menudo ella
había dicho que tomaran clases para aprender los
signos, pero Patrick siguió aplazándolo. No quería
aprender porque eso era renunciar a la esperanza. —
¿La hija de tu vecino vino a casa desde el hospital? —
Dijo Julianne tentativamente, una vez que Patrick
terminó—. Eso es realmente agradable. ¿Está bien?
Patrick asintió con una sonrisa, pasando la mano
por su cabeza.
—Oh, ella perdió el pelo —dijo Julianne—. Así que
por eso compraste ayer todos los sombreros. —
Definitivamente no hay ningún secreto en esta ciudad.
Todo el mundo sabía todo sobre todo. Al menos eso
tenía el beneficio adicional de permitir que hablara
menos. Julianne dejó su bolso sobre la mesa de trabajo
y agarró un taburete para sentarse un rato—. ¿Le
gustaron? —preguntó, y Patrick asintió, haciendo la
pantomima de su reacción, tanto para su deleite como
el de Julianne—. ¿Saben ellos que eran de tu parte?
57
Patrick negó con la cabeza, su expresión se tornó
seria. Que había hecho a Hanna y a su papá feliz era
todo lo que importaba, verlos juntos y que ella usara
los sombreros que le había regalado era la recompensa
que necesitaba.
—No quieres que lo sepan, ¿verdad? —Patrick
sacudió la cabeza—. ¿Por qué? —preguntó Julianne
mientras se levantó y caminó alrededor de la mesa—.
Tienes el corazón de la persona más amable que he
conocido, y no todo el mundo va a rechazarte por que
no puedes hablar. —Patrick le frunció el ceño a
Julianne. Sabía que la expresión era exagerada, pero
eso era parte de la forma en que se comunicaban—.
Dudo que sean ese tipo de personas —añadió ella, y
Patrick relajó su expresión. Ella probablemente tenía
razón, de hecho muy probable, pero aun así…
Patrick miró a su alrededor en el taller y encontró
un pedazo de papel. —Les hice macarrones con queso
como mamá solía hacer y a Hanna realmente le
gustaron. Ella me dio las gracias y llevaba uno de los
sombreros que le regalé. —Patrick le pasó la nota a
Julianne que la leyó y asintió. Tomó la parte posterior
del papel y escribió—. Parece una niña muy dulce.
Julianne sonrió. —Suena como que es una
monada. 58
Patrick se sonrojó, y Julianne tenía una de esas
miradas de complicidad que siempre hacían que se
retorciera. Cuando eran niños, él nunca podía
esconderle nada, lo averiguaba en dos segundos.
Ahora, ella parecía aún más en sintonía con él, se
volvió hacia una de sus máquinas.
—Volver la espalda no te va a hacer ningún bien
—bromeó Julianne—. He visto la forma en que te has
ruborizado. —Él oyó deslizarse el taburete en el suelo
y luego sus pasos mientras caminaba hacia él—. Tú
sabes, está bien desear lo que quieres. —Ella le tocó el
brazo—. Es su padre quien realmente llamó tu interés,
¿no es así? —Patrick asintió con la cabeza, pero no se
volvió—. Tú sabes que yo amaba a tus padres un
montón, pero acerca de que eres gay ¡mis tíos estaban
llenos de mierda! —dijo Julianne con un toque de
veneno en su voz—. Ellos te llenaron la cabeza con esas
tonterías hasta el punto que tú te lo creíste, pero se
equivocaron. Y si aún estuvieran vivos, yo se lo diría y
tú lo sabes. Así que deja de escuchar aquello con lo que
llenaron tu cabeza y sigue a tu corazón. Te mereces ser
feliz como cualquier otra persona.
Patrick cogió la hoja, tratando de pensar como
podría explicárselo a ella, pero no podía. Incluso si
pudiera hablar, no estaba seguro de poder decírselo, y
escribirlo era condenadamente casi imposible. —No 59
importa. Él acaba de romper con su novio —escribió
Patrick.
Julianne lo leyó y luego se rio. —Sí, él puede
necesitar algún tiempo para sanar, pero eso no
significa que debes sentarte en el banquillo y esperar
hasta que sea el momento adecuado. —Julianne estaba
tranquila, y Patrick sabía que estaba tramando algo—.
Si no estás seguro, entonces no está demás ser su
amigo. Nos hace bien tener más amigos.
Patrick se tocó la garganta, y Julianne se rio entre
dientes antes de darle un abrazo. —A veces las
palabras están sobrevaloradas —bromeó ella—. Vas a
encontrar la manera. —Julianne se fue hacia la puerta,
su largo abrigo balanceándose al andar—. Ven a cenar
el domingo —ordenó, y Patrick la saludó mientras ella
abría la puerta—. Deja de ser un dolor en el culo o te
serviré coles de Bruselas —amenazó, y Patrick hizo
una mueca.
Después de que Julianne saliera, Patrick no tenía
ganas de volver a trabajar, por lo que limpió, salió del
taller, y volvió a la casa. Había comenzado a nevar de
nuevo, pero no estaba de humor para agarrar la pala
otra vez, por lo que entró y comenzó hacer la cena. Le
encantaba cocinar, pero no le gustaba hacerla sólo para
él. Había algo al respecto de él solo, y es que siempre
acababa haciendo demasiado y terminaba comiendo lo
60
mismo durante una semana. Siguió adelante y preparó
la cena de todos modos, después se sentó en la misma
mesa que había comido desde que era un niño. Cuando
empezó a comer, pensaba en lo que Julianne le había
dicho. Patrick había aceptado que era gay desde hacia
algún tiempo, pero sólo hizo algo al respecto una vez
antes, y fue bueno, agradable al principio, pero…
odiaba pensar en ello. Nunca se lo había dicho a sus
padres, porque no lo entenderían. Entonces pasó el
accidente y…
Patrick suspiró y se comió un bocado de pasta,
mirando alrededor de la habitación. Quizás Julianne
tenía razón. Mirando la cocina, Patrick sabia que él no
había avanzando. Se veía igual que cuando su madre
estaba viva, al igual que la mayor parte del resto de la
casa. ¿Cómo podía esperar seguir adelante con su vida
si seguía viviendo en el pasado? Tenia que hacer algo al
respecto. Patrick miró a su alrededor una vez más, esta
vez con un ojo critico. Tenía que pintar y acabar con
todas las decoraciones cursis que su madre había
recogido siempre. Tal vez podría hacerse una mesa de
comedor y sillas. Había hecho bastante de ellas para
otras personas. Patrick terminó su cena mientras
pensaba en todas las cosas que le gustaría hacer con la
casa.
Cuando estaba limpiando, el timbre de la puerta
sonó, y Patrick caminó por la casa para contestar. No 61
podía recordar la última vez que alguien que no fueran
mormones o encuestadores había llamado a su puerta,
y ellos se habían decepcionado cuando él no
contestaba a las preguntas. Hubo momentos en los que
no ser capaz de hablar fue una bendición. Abrió la
puerta y se sorprendió al ver a Hanna de pie en su
puerta, con su padre detrás de ella.
—Papá y yo horneamos galletas —dijo Hanna, y
Patrick sonrió ante el plato de galletas con formas
extrañas. Era evidente que Hanna había ayudado un
poco.
—Saben mejor de lo que parece —dijo Ken, y
Patrick tomó el plato con una sonrisa antes de señalar
hacia el interior. Hacia bastante tiempo desde que
había tenido compañía. Casi esperaba que Hanna y Ken
declinaran, pero Hanna entró y se dirigió a la sala de
estar de Patrick. Encendió las luces y puso las galletas
sobre la mesa antes de ir a la cocina a por vasos de
leche. Se preguntó que querrían, mientras abría la
nevera para sacar el cartón de leche que había
recibido esa mañana. Mirando dentro, se preguntó si
debía ofrecer a Ken una cerveza. En realidad no bebía
muy a menudo, pero él sacó dos de ellas también. Si
Ken aceptaba una, no le dejaría beber solo. Después de
poner los vasos, la leche, y las botellas de cerveza en
una bandeja, con cuidado volvió a entrar en el salón,
preguntándose como de torpe iba a ser esta visita. 62
—Te hice un dibujo —dijo Hanna mientras Patrick
dejaba la bandeja sobre la mesa de café. La niña no
parecía en absoluto tímida, y cuando él se sentó, lo hizo
a su lado. Patrick observó mientras ella saltó hacia
arriba y rebuscó en el bolsillo de la chaqueta que había
colocado en una de las sillas. Mientras lo hacia, Patrick
advirtió con una sonrisa que ella aún llevaba el
sombrero de color rosa que le había regalado. Le
agradaba que le gustara. Hanna encontró lo que estaba
buscando y regresó al sofá, saltando a su lado. Patrick
no estaba acostumbrado a que las personas que casi no
conocía se sintieran a gusto con él. Demonios, había
días en los que no estaba a gusto con él mimo. —Esto
es para darle las gracias por los “mac–queso”. Estaban
realmente buenos —explicó Hanna con el tono y la
sonrisa que una niña contenta podía reunir. Debe
haber sido el mismo tono que usaba para tener a sus
padres alrededor de sus meñiques. Le entregó el papel,
Patrick lo desplegó.
Sus ojos se abrieron. Había estado esperando un
tosco dibujo, apenas discernible de una niña. No había
esperado una imagen de si mismo que en realidad se
pareciera a él. Patrick abrió la boca en una vieja
costumbre, casi olvidado y empezó a decir “gracias”,
pero por supuesto no salió ningún sonido. Quiso gritar
de frustración porque no podía hacer ningún sonido y
nunca lo volvería a hacer. Ah, podía gruñir y podía
63
hacer sonidos como un animal, pero no los sonidos de
un ser humano, no como lo hacia antes.
—De nada —dijo Hanna, y Patrick miró a Ken
buscando una explicación, esperando que no se
estuviera burlando de él. Ya había tenido a gente
burlándose antes de él y no les hizo caso, pero sabía
que si esta niña lo hacía le haría daño.
—Hanna es muy intuitiva —explicó Ken, su
expresión claramente brillando con orgullo por su hija.
—¿Es verdad que no puedes hablar? —preguntó
inocentemente Hanna antes de pasar sin esperar una
respuesta—. Porque papá dice que a veces hablo
suficiente por dos personas, así que tal vez estoy
hablando por ti también. —Hanna alcanzó una galleta,
y Patrick trató de mantener la mirada atónita en su
cara. Abriendo el cajón de la mesa de café, sacó un bloc
y un lápiz. Pensó que anotar las cosas podría ayudar,
pero luego se dio cuenta que era probable que Hanna
no fuera capaz de leer aún. En su lugar, Patrick escribió
la nota y se la dio a Ken. Sus manos se rozaron por una
fracción de segundo cuando pasó por encima, y Patrick
deseaba poder tocar a Ken de nuevo, pero eso era ir
demasiado lejos—. ¿Qué es lo que dice, papá?
—Patrick dice que tuvo un accidente y resultó
herido y perdió su voz —decía Ken leyendo la nota con 64
su voz rica y resonante—. ¿Conoces el lenguaje de
señas? —preguntó Ken, y Patrick negó con la cabeza—.
¿Hace mucho tiempo que tuviste el accidente? —
Patrick levantó dos dedos para indicar que hacía dos
años. Después de recoger una botella de cerveza, se la
llevó a Ken, que sonrió—. Gracias.
Le puso un vaso de leche a Hanna, ella le dio las
gracias cuando lo tomó y cogió otra galleta. Patrick la
vio mirar alrededor de la casa y se rio entre dientes, al
menos el accidente no se había llevado esa parte del
sonido de su risa. —La casa era de mis padres, y yo
no he tenido la oportunidad de hacer mucho con ella
—escribió y luego le entregó el papel a Ken, quien
asintió.
—Entiendo. A veces hay cosas más importantes —
le dijo Ken mientras miraba a Hanna. Patrick había
mantenido su corazón cerrado por mucho tiempo.
Probablemente demasiado tiempo, como Julianne a
veces decía, y podía sentir los primeros indicios, tal vez
la primera grieta en la pared que había construido a lo
largo de los años. Cualquier persona que amara a su
hija tanto como lo hacía Ken, obviamente tendría que
ser alguien que daría casi cualquier cosa por amarle. Él
casi se burló de la idea y se obligó a mantener su
atención de nuevo en sus invitados. Hanna enganchó
una galleta y agarró otra y se la entregó a él. Patrick se
la comió, haciendo una demostración de lo mucho que 65
le gustaba antes de agarrar otra. —¿Qué haces? —
preguntó Ken, y Patrick señaló a la mesa de café, luego
pasó la mano por el suave acabado—. ¿Hiciste esto? —
preguntó Ken, y Patrick sonrió, asintiendo con la
cabeza orgulloso—. ¿Cuánto tiempo has estado
haciendo esto?
Patrick extendió las manos separadas para indicar
un largo tiempo. Había estado haciendo cosas con la
madera desde que su padre lo dejó juguetear por
primera vez en su taller de carpintería. Patrick cogió el
papel y escribió de nuevo, mirando de vez en cuando la
paciente expresión de Ken. —Pero he estado
trabajando haciendo muebles durante dos años —
escribió Patrick, y vio como Ken leía la nota y observó
cómo la comprensión brillaba en su rostro. Casi podía
ver la siguiente pregunta alinearse en la mente de Ken,
y Patrick se preparó para la decepción que siempre
acompañaba la historia de lo que había perdido, pero
Ken no le preguntó, para alivio de Patrick.
—Muchísimas gracias por los macarrones con
queso. Fue una de las cosas más atentas que alguien
nos ha hecho en un tiempo —dijo Ken—. Traer a casa
a Hanna ha sido maravilloso y frenético. —Ken miró
como si quisiera arrastrar a su hija a sus brazos y
abrazarla para siempre.
—¿Va a estar bien? —escribió Patrick. 66
—Sí. Todavía le quedan algunos tratamientos más,
y luego esperamos para asegurarnos de que todo lo
que hemos hecho haya sido un éxito. —La esperanza y
el amor en los ojos de Ken por su hija llenaron a Patrick
con el deseo de tener a alguien que cuidara de él de esa
manera—. Esa es la parte más difícil para nosotros —
agregó Ken.
Patrick se giró viendo como Hanna dejaba su
galleta en el plato. —Entonces, mi pelo comenzará a
crecer de nuevo —informó Hanna a Patrick
alegremente, y él sonrió y asintió con la cabeza. Patrick
quería abrazarla y decirle que tenía suerte, y que como
su padre dijo todo estaría bien. Ella era tan inocente y
abierta, y deseaba que su padre tuviera razón y que lo
que él esperaba se hiciera realidad. Patrick sabía que
no siempre funciona, porque no todo había ido bien
para él. A menudo la gente le dijo que tenía suerte, y de
alguna manera, sabía que así era. Si la lesión hubiera
sido sólo un poco más grave, él probablemente habría
muerto, pero en su lugar se había quedado sin la
capacidad de hablar. Había cosas peores, supuso, pero
incluso ahora, había momentos en que estaba en
apuros para pensar en ellas.
Hanna comía su galleta, otra vez, y Patrick vio
como Ken hizo lo mismo. La habitación estaba
tranquila excepto por el sonido de masticar y los vasos 67
ajustándose en los posavasos. Situaciones como esta
son a menudo incómodas para Patrick, pero a medida
que él comía su galleta, seguía mirando a Hanna y
luego a Ken sonriéndole, ellos entendieron que, a
veces, el silencio es excelente.
—¿Nunca aprendiste a hablar con las manos?
Tenía un amigo antes de que nos mudáramos aquí que
hablaba con las manos porque no podía oír. Aprendí a
decir algunas cosas —le dijo Hanna feliz antes de dejar
su galleta y saltar a través de la mesa para ponerse
frente a él. Orgullosamente hizo algunos signos—. Eso
significa cielo —le informó, y Patrick asintió—. Y eso
significa casa —volvió a decirle antes de sentarse de
nuevo.
—Hanna, termina tu galleta. Se acerca la hora de
dormir, y no puedes excederte si quieres mejorar —
Ken le pinchó ligeramente, y ella asintió con la cabeza,
mordisqueando su galleta como un ratón de gran
tamaño. Patrick sabía que estaba comiendo más
despacio a propósito, y por la expresión indulgente en
la cara de Ken, él también lo sabía. Patrick miró la
sonrisa en la cara de Ken, y sonrió también, la soledad
diferente a todo lo que podía recordar brotó en su
interior. Este era un hombre que podía amar. Sabía
que era estúpido pensar eso, pero sabía que podría
ocurrir sólo viendo el amor que Ken le tenía a su niña
enferma. Durante unos segundos, dejó que la 68
esperanza expandiera su interior al pensar que tal vez
alguien con un corazón tan grande como Ken parecía
tener podría llegar a amarlo—. Vamos, cariño, termina
tus galletas y la leche. Veras a Patrick de nuevo.
Hanna hizo lo que le dijo, comió lo último de su
galleta y luego terminó la leche antes de recoger su
abrigo. Ken le ayudó a ponérselo junto con sus guantes.
—Adiós, Sr. Patrick —dijo Hanna, y cuando él se inclinó
para despedirse, ella puso sus brazos alrededor de su
cuello y lo abrazó. Patrick ligeramente la abrazó antes
de dejarla ir.
Ken le tendió la mano y Patrick se la estrechó. —
Gracias —dijo Ken, y Patrick asintió con la cabeza,
sabiendo que lo entendía. Ken se puso el abrigo antes
de levantar a Hanna en sus brazos. Patrick abrió la
puerta, mirando mientras salían de la casa y se dirigían
por el camino de vuelta hacia su propia casa. Patrick
levantó la mano en un saludo silencioso. Tanto Hanna
como Ken le devolvieron el saludo, y luego Patrick
entró y cerró la puerta.
Limpió los pocos platos de la sala antes de
envolver las galletas y colocarlas en el mostrador.
Apagó las luces de la cocina y se sentó en la sala de
estar encendiendo la televisión para pasar el tiempo
antes de que estuviera listo para ir a la cama. Mientras
hojeaba los canales, alcanzó a ver una vieja repetición.
El mando a distancia se deslizó de su mano y rebotó en
69
el suelo, y las pilas rodaron fuera de su alcance. Podía
oír como el programa continuaba detrás de él. —Y
ahora una nueva estrella de las más brillantes que
llegan después de un tiempo muy largo —dijo el
locutor. Patrick se lanzó a la televisión, golpeando el
botón para apagarla. El silencio reverberó a través de
la habitación, casi ensordecedor en su total falta de
sonido.
Patrick se sentó en el suelo, mirando fijamente la
pantalla negra durante mucho tiempo sólo para
asegurarse de que no volvería a sonar. Luego, después
de recoger las pilas de debajo del sofá, lentamente se
puso de pie. Después de colocar la parte de atrás del
mando a distancia y de alguna manera alejarse de la
lanzarlo a través de la televisión, puso el mando en la
mesa al lado de su silla y apagó las luces antes de subir
las escaleras para irse a la cama. Había momentos en
que quería dormir durante toda su vida. No había
ningún dolor, ni anhelo, y en sus sueños, era libre de
ser quien siempre había querido y lo que él había
deseado desde que era un niño era suyo una vez más.
En sus sueños, podría ser todo de nuevo.

70
EL sol brillaba, creando un mundo de casi
cegadora blancura en todas partes. —Papá, ¿puedo
salir a la calle? —preguntó Hanna mientras saltaba
sobre la cama en un estadillo de energía que hizo
sonreír a Ken—. Mira, papá, mi pelo está más largo
ahora —le dijo con una sonrisa. Ella obviamente venía
desde el cuarto de baño como había hecho todas las
mañanas durante la semana pasada. Su cabello rubio
claro era tan sólo una fracción de una pulgada de largo,
pero Ken no pudo evitar poner su mano sobre su
cabeza para sentir el suave pelo. Era otra señal de
recuperación de Hanna y le daba esperanzas a los dos.
—Todavía está demasiado frio. Sé que está
soleado y parece caliente, pero no lo está.
—Pero el Sr. Patrick está fuera —le dijo Hanna con
ojos tristes, y Ken sintió fracasar lo último de su
resistencia. Hanna amaba a su vecino en silencio, y Ken
no pudo evitar despejar la cortina de la ventana cerca
de su cama para mirar. Patrick estaba fuera de hecho,
limpiando las aceras del aguanieve antes de que
pudiera volver a congelarse. El hombre alto y
silencioso le fascinaba, y Ken se había encontrado
71
mirándolo cada vez que podía.
Patrick era guapo, no había duda de eso, y algo
sobre él lo atraía a los ojos de Ken, no importa qué.
Incluso ahora, mirándolo mientras trabajaba, Ken
podía ver su gracia prácticamente fluir mientras se
movía. No había habido muchas veces en las que Ken
había visto a su vecino sin su grueso abrigo y todo
abrigado contra el mal tiempo, pero cuando lo hacía, no
había sido capaz de mantener fácilmente sus ojos fuera
de él. Patrick era fuerte, no había duda de ello, y
cuando Ken miró por la ventana, lo vio agacharse para
llenar su pala. Ken cerró los ojos y tragó saliva
mientras su mente evocó los pantalones de Patrick
apretándose alrededor de su trasero y sus gruesas
piernas.
—Papá —dijo Hanna con un leve gemido al cual
ella probablemente tenía derecho después de que la
mente de Ken hubiera vagado por seis caminos
diferentes al domingo.
—Está bien. Te abrigaremos bien y puedes pasar
un poco de tiempo fuera, pero hay que tomarlo con
calma. Recuerda lo que dijo la doctora la última vez que
la vimos —advirtió y Hanna asintió.
—Lo sé, papá —coincidió Hanna, y Ken sintió una
punzada de culpa como siempre le pasaba cuando
trataba de detener a Hanna de hacer cosas que los
niños de su edad normalmente hacían sin pensar.
72
—Vuelve a tu habitación a elegir lo que quieres
ponerte —le dijo Ken, y Hanna se bajó de la cama.
—Ya lo hice —dijo con una sonrisa y se alejó
rápidamente. Ken apartó las mantas y se levantó de la
cama. Después de quitarse el pijama, se puso ropa
interior limpia, pantalones vaqueros y una camisa
antes de apresurase a ir al baño. Sabía que tenía unos
cinco minutos antes de que Hanna viniera en su busca.
Justo a tiempo, ella golpeó la puerta del baño
mientras se cepillaba los dientes. Ken escupió la pasta
de dientes y se enjuagó la boca antes de abrir la puerta
y luego levantó a Hanna para que pudiera hacer lo
mismo. —Lávate la cara y las manos, y entonces
puedes vestirte y comer.
—Papá, quiero ver al Sr. Patrick antes de que se
meta dentro —se quejó ella, y Ken asintió.
—Entonces será mejor que te des prisa —le dijo
él, y ella se lavó y se secó las manos y la cara antes de
salir corriendo de vuelta a su dormitorio. Todos los
doctores habían dicho que sabría cuando Hanna
realmente se sintiera mejor, y sin duda parece ser el
caso en estos momentos. Ella tenía la energía que Ken
no había visto en mucho tiempo. En el momento en que
se encontró con ella, se había despojado ya de su
camisón y se estaba poniendo su ropa interior. 73
—Esas son al revés cariño —explicó Ken, y la
ayudó a ponérselas antes de recoger los pantalones y la
camisa que ella había elegido. La ayudó sin que
pareciera que lo hacía demasiado, y una vez que ella
tenía sus calcetines y zapatos, ambos bajaron. Hanna
comenzó a ponerse el abrigo y le entregó a Ken sus
mitones1 para que pudiera ayudarla a ponérselos bien.
Una vez que Hanna estaba abrigada, Ken consiguió
su equipo y abrió la puerta principal. Salieron, y Ken se
aseguró de que ella agarraba de forma segura las
escaleras antes de que se alejara por el camino hacia el
lugar donde Patrick estaba trabajando. Ken vio como el
gran hombre dejó la pala para saludarla con un abrazo.
—Buenos días, Patrick —dijo Ken, esperando su
sonrisa y gesto amable. Había llegado a aprender un
montón de cosas acerca de Patrick, no menos
importantes de las cuales era el hecho de que tenía lo
que parecía ser un millón de sonrisas diferentes, y cada
una decía algo diferente. Esta decía: “Estoy feliz de
verte”—. Hanna te vio desde el interior e insistió en
que saliéramos a verte. Espero que no interrumpamos

1
74
Los mitones son un tipo de guantes que dejan al descubierto la totalidad o una
parte de los dedos de la mano.
en tu trabajo —dijo Ken, y la expresión de Patrick
cambió a una de placer y volteó los ojos ligeramente.
—La doctora dice que me va muy bien, pero tengo
que tomarlo con calma —explicó Hanna con uno de sus
propios volteos de ojos patentados que Ken juraba que
había copiado de Patrick. A veces pensaba que los dos
habían desarrollado su propio idioma, a lo mejor lo
tenían. Sabía que había cosas sobre Patrick que él había
registrado que ella no, como la forma en la que sus ojos
brillaban o como miraba hacia otro lado cuando Ken lo
atrapaba mirándolo. Así que ¿por qué no habrían
desarrollado ellos también sus propias señales?
Durante los últimos meses, Patrick se había convertido
en una de las personas favoritas de Hanna, y ella
siempre parecía saber dónde estaba y qué estaba
haciendo. A veces era espeluznante.
Patrick levantó a Hanna en sus brazos, y ella rio y
rio mientras la mantenía arriba para que pudiera
mirar por encima de todo. Después de unos instantes,
la puso abajo y Ken vio como Patrick le enseñaba como
hacer una bola de nieve. Formó la bola en sus manos y
luego la lanzó a través del aire, estallando contra el
lado de un árbol. Hanna imitaba sus movimientos y
lazó la bola de nieve a Ken, quien trató de saltar fuera
del camino.
—¿Así que quieres una lucha de bolas de nieve? —
75
dijo Ken, y Hanna gritó con alegría mientras recogía
más nieve y la lanzaba contra Ken. El aire de pronto se
llenó de bolas de nieve, trozos de nieve y risas, algunas
de estas últimas procedentes de Patrick. Ken sintió que
su corazón dejaba de latir al oír el sonido áspero. Al
principio Patrick ahogó el sonido, pero cuando Ken y
Hanna continuaron con sus risas, Patrick pareció
dejarse ir un poco, riéndose de su propia manera. Ken
atrapó un puñado de nieve en la cara cuando él estaba
prestando más atención a Patrick, y la forma en que su
rostro se iluminaba cuando sonreía, tenía que
defenderse del ataque combinado de Patrick y Hanna.
Ken agarró un montón de nieve y comenzó a
arrojársela a los dos, la mayor parte de ella caía en
ráfagas mucho antes de que alcanzara su objetivo. Ken
se encontró riendo mientras dejaba de lado la
preocupación que le había atormentado durante
meses. —¡Toma ya! —Exclamó Ken y lanzó una bola de
nieve menos compacta a Hanna. Golpeó en su pie, y
gritó y se reía mientras que ella y Patrick tomaron
represalias en una espesa pared de nieve que lo dejó
cubierto de la cabeza a los pies.
Todo se detuvo cuando Hanna tosió. Ken tuvo que
mantenerse de ir corriendo hacia ella. No lo volvió a
hacer, pero Ken miró a Patrick, la preocupación de que
su diversión se había apartado momentáneamente
quedó atrás. Hanna continuó jugando hasta que Patrick 76
le tocó el hombro. Ella lo miró, y Ken juró que tenían
algún tipo de acuerdo de voluntades, ya que Hanna se
detuvo y luego volvió a toser. Ken estaba listo para
llevarla al interior cuando Hanna quitó la mano de
delante de su boca de la manera que le habían
enseñado. —Papá va a hacer tortitas. —Miró a Ken con
una sonrisa pícara—. ¿Cierto, papá?
—Lo que quieras —le dijo Ken, levantándola en
sus brazos.
—Papá hace las mejores tortitas —le dijo ella a
Patrick antes de acostarse sobre los brazos de Ken—.
¿Puede el Sr. Patrick comer tortitas también? —
preguntó, y Ken sabía exactamente lo que la pequeña
pícara estaba haciendo. Hanna tenía sólo seis años,
pero la chica sabía envolver a cualquier hombre de su
vida alrededor de su dedo meñique, especialmente
cuando ella los miraba con sus grandes ojos azules.
Nadie podía decir que no a esa cara mientras ella se
asomaba por debajo de su difuso sombrero rosa.
—Patrick siempre es bienvenido a comer tortitas
—dijo Ken—. Por favor, únete a nosotros. —Patrick
hizo un gesto hacia arriba y abajo de la acera, lo que
indicaba que tenía un montón de trabajo que hacer, y
Hanna puso mala cara, como si fuera una señal. Ken
veía la determinación de Patrick desmoronarse como
una muralla de nieve en julio—. Voy a tener el
desayuno listo en media hora. Por favor pasa si
77
quieres. —Sabía que no sería correcto presionarlo, así
que le dio una salida. Hanna se despidió, y Ken la llevó
de vuelta hacia la casa cuando ella volvió a toser.
En el interior, Ken le quitó su abrigo y la sentó en
el sofá. —Hay que tomarlo con calma. —Encendió la
televisión y la dejó ver algunos dibujos animados que
no tenían sentido para él, pero Hanna estaba absorta y
tranquila. En la cocina, sacó los ingredientes de la
mezcla para las tortitas y comenzó a mezclarlas.
Esperaba que Patrick se uniera a ellos, pero no contaba
con ello. Su vecino silencioso siempre parecía reticente
en cualquier situación social, pero Ken disfrutaba de su
compañía. Patrick le fascinaba. No estaba seguro de por
qué, y él se preguntaba a veces si era el hecho de que
era silencioso y distante, algo inalcanzable.
Ken escuchaba mientras trabajaba, y gracias a
Dios que no escuchó toser más a Hanna. Había
terminado la masa y estaba a punto de comenzar a
calentar la plancha cuando sonó el timbre. —Yo lo
atiendo, papá —le dijo Hanna, y Ken estaba a punto de
detenerla cuando oyó su bloc en la puerta. El chillido
estrepitoso le dijo a Ken que efectivamente era Patrick,
y él entró en la cocina con Hanna en sus brazos.
—Necesitas descansar, ya sabes eso —le dijo Ken
a Hanna, y ella hizo un puchero por un segundo antes
de volverse hacia Patrick. 78
—¿Puedo ver un video? —preguntó Hanna. Ken
estaba a punto de bajar el batidor y ayudarla cuando
Patrick indicó que él lo haría, y los dos salieron de la
cocina—. Quiero ver a Barbie Cascanueces —dijo ella.
Ken escuchó como la televisión estaba en silencio, y un
minuto más tarde comenzó la música ya conocida
desde el principio del video.
Ken vertió las primeras tortitas en la plancha
cuando Patrick volvió a entrar en la cocina. —A ella le
encanta esto —le dijo a Patrick mientras las hacía—.
Hace unas semanas, me levanté para conseguir el
periódico y una caja de videos infantiles estaba en
nuestro porche. —Ken apartó la masa y miró a las
tortitas que se estaban cocinando. Era eso o mirar
fijamente a los ojos de Patrick, preguntándose por el
dolor tras ellos, o en sus labios, y preguntarse como
sabrían—. No sé quién lo está haciendo, pero yo
sospecho que es mi ex–novio, Mark. —Ken se aseguró
que las tortitas no se pegaran al mirar a Patrick.
También había pensado que Patrick podría haber
dejado la caja, pero no hubo reacción alguna—. Le
encanta el video de Barbie Cascanueces. Hanna la ve
casi a diario. —La música familiar continuó sonando en
la otra habitación, y Ken dio vuelta a las tortitas.
Entonces extendió la mano en el armario y tiró hacia
abajo una placa que puso en el horno antes de
encenderlo.
79
Una vez que las tortitas se hicieron, Ken las colocó
en el plato y las puso en el horno caliente antes de
poner un nuevo lote en la plancha. Ken le señaló a
Patrick uno de los taburetes antes de sacar el zumo de
naranja y la leche de la nevera y ponerlos en la mesa.
—Hanna adora mis tortitas —le explicó Ken—.Y creo
que es porque son la única cosa que puedo cocinar que
no termina quemada o cruda. —Patrick sonrió, y Ken
sacó los cubiertos y puso la mesa antes de dar vuelta a
las tortitas—. Hanna, ven a la mesa —llamó Ken, y oyó
la pausa en el video, a continuación, Hanna entró y
ocupó su lugar en la mesa, haciendo un gesto a Patrick
para que se sentara a su lado. Ken trajo las tortitas del
horno caliente y puso el plato sobre un paño en la
mesa.
—Por favor, sírvete tú mismo —le dijo a Patrick
mientras él servía el zumo y la leche. Patrick ayudó a
Hanna con su tortita antes de tomar algunas para él
mismo. Una vez que Ken tenía todo listo, llenó su plato.
Antes de que pudiera comer, se aseguró de que Hanna
tenía la mantequilla y la cantidad justa de jarabe en su
desayuno antes de preparar las suyas. Ken vio como
Hanna comenzó a comer. Ella siempre comía
lentamente, y Ken había desarrollado el hábito de ver
lo mucho que comía. Cuando estuvo tan enferma, había
comido muy poco, y era bueno verla comer en la forma
en que un niño normal haría. También vio a Patrick
80
prácticamente devorar sus tortitas. O bien el hombre
tenía hambre o el desayuno era bastante bueno. Ken
comenzó a comer también, y se dio cuenta de algunas
cosas: las tortitas eran realmente muy normales, y la
sonrisa que parecía iluminar la cara de Patrick podría
ser sólo para él.
—Papá, ¿puedo tener más zumo? —preguntó
Hanna, y Ken le sirvió otro vaso pequeño antes de
tocarle la frente. Parecía hacer eso todo el tiempo,
aunque Hanna sintiera frío o en estado normal.
Patrick cogió otra ración de tortitas. —Realmente
no tienes que comer para quedar bien —le dijo Ken, y
él negó con la cabeza, haciendo girar sus ojos antes de
comer otra vez. Había tantas cosas que quería
preguntarle a Patrick. El hombre era precioso e
inteligente como el infierno, pero tan cerrado—.
¿Alguna vez has mirado uno de esos ordenadores que
te ayudan a hablar, al igual que Steven Hawking? —
Patrick puso el tenedor en el plato con un traqueteo, y
Ken se preguntó si había hecho algo mal, pero Patrick
no parecía tan enfadado como triste—. Lo siento. No
era mi intención…
Patrick sacudió la cabeza y tocó la mano de Ken.
Sin pensarlo, Ken le dio la mano y sintió los dedos de
Patrick raspar ligeramente sobre la suya. Ken no podía
apartar los ojos de Patrick donde lo tocaba. Su piel
áspera se movía lentamente sobre Ken. Finalmente
81
levantó la mirada, Ken agarró a Patrick, y se miraron el
uno al otro hasta que Hanna se echó a reír.
—Papá y Patrick, sentados en un árbol… —Hanna
cantó con su voz clara de niña. Ken sonrió y la miró,
pero cuando volvió a mirar a Patrick, la tristeza había
vuelto, y esta vez mucho más profunda. Hanna
continuó cantando, y Patrick tiró suavemente de su
mano.
—Shhh, cariño —le susurró Ken, y Hanna dejó de
cantar y miró alternativamente de Patrick a Ken,
claramente tan confundida como él por la reacción de
Patrick. El labio inferior de Hanna comenzó a temblar,
y Ken puso su mano sobre su hombro, reprimiendo la
ira que amenazaba con florecer desde su interior—.
Está bien —le dijo en voz baja, y ella sollozó. Patrick se
puso de pie rápidamente, casi volcando su silla
mientras se apartaba de la mesa.
—Lo siento, Patrick —le dijo Hanna cuando alzó la
vista al ver el rostro afligido de Patrick. Se puso de pie
sin moverse durante unos segundos y luego pareció
darse cuenta de repente cómo había actuado—. Sólo
estaba jugando —dijo Hanna, y Patrick suavizó la
expresión. El nudo que se había formado en el
estómago de Ken se desenrolló un poco. No tenía idea
de qué había causado la angustia de Patrick, y esperaba
que no fuera lo que él le había preguntado, pero
82
parecía estar disipándose, y algo de la tensión fluyó
lejos. Ken hizo un gesto hacia la silla, y Patrick se sentó
de nuevo y tomó la mano de Hanna en la suya, con una
disculpa escrita en sus expresivos ojos.
Ken vio la sonrisa de Hanna, y luego volvió a su
desayuno. Ken trató de regresar al suyo, pero siguió
mirando a Patrick, quien tomó unos bocados más y
luego dejó el tenedor de nuevo. Ken dejó de comer
también y vio como Patrick miraba alrededor de la
mesa. Ken abrió el cajón de detrás de él y encontró un
pequeño bloc y un bolígrafo, que le entregó. Después
de unos segundos, Patrick le entregó el bloc de vuelta.
—No quiero sonar como un ordenador —leyó Ken
antes de levantar la mirada hacia Patrick y asentir con
la cabeza lentamente. Patrick tomó el bloc y Ken dio un
bocado a su tortita, lo masticó y tragó mientras que
Patrick escribía, sin apartar los ojos de él todo el
tiempo. Finalmente Patrick le entregó los papeles
después de desgarrarlos fuera del bloc, y Ken leyó lo
que había escrito, un escalofrío corrió por su espalda
mientras lo hacía.
—Solía ser un cantante —Patrick había escrito—.
Toda mi vida fue lo que siempre quise hacer.
Cantaba todo el tiempo desde que tenía nueve años.
—Ken levantó la vista del papel y vio a Patrick escribir
un poco más. Bajando la mirada, comprobó a Hanna
antes de continuar leyendo—. Todo lo que yo quería 83
hacer era cantar. Pensaba en entrar en la ópera,
pero me encontré con un hombre cuando estaba en
la universidad. Me había oído cantar en un pequeño
club en el campus y me preguntó si yo estaría
dispuesto a cantar para él. —Ken puso abajo los
papeles y Patrick le dio más—. Ese hombre era Devon
Rand. Él me ayudó hacer mi primer disco y luego el
segundo. También hizo los arreglos para que me
fuera de gira. Él era como de la familia. —Ken
apenas podía seguir leyendo las palabras, su corazón
dolió fuerte por Patrick. Casi podía sentir la pérdida.
Sin pensarlo, se acercó a Hanna, colocando su mano
sobre su hombro. Necesitaba sentirla porque el temor
que había tenido de perderla era lo único que se
acercaba a cómo debe haberse sentido Patrick—. Hace
dos años, yo estaba en Chicago después de una
actuación. Estábamos celebrando un nuevo contrato
de grabación, así como un concierto de lleno total,
cuando un hombre entró en el restaurante y
comenzó a disparar. Me golpeó en la garganta. —
Las palabras en el papel terminaron y Ken levantó la
vista para ver que Patrick había apartado el plato y
tenía la cabeza sobre la mesa, con lo que parecían ser
dos pedazos de papel adicionales agarrados entre sus
dedos.
—Está bien, Patrick —le dijo Hanna mientras se
deslizaba hacia abajo de su silla y se acercaba a él. Ella
lo tocó en el hombro, y cuando se sentó de nuevo,
84
Hanna subió a su regazo y lo abrazó. Patrick miró a Ken
por encima del hombro, a continuación, empujó los dos
pequeños pedazos de papel hacía él.
—Los doctores dijeron que era un milagro que
no hubiera sido asesinado. —La escritura de Patrick
se estaba haciendo difícil de leer, pero podría ser una
combinación de lo que Patrick estaba sintiendo y los
ojos llorosos de Ken—. Sucedió que había un doctor
en el restaurante y se las arregló para que no me
desangrara. Me ayudó a respirar, y cuando la ayuda
llegó, me acompañó al hospital. Apenas puedo
recordar mucho de él, pero recuerdo despertar en
una cama de hospital con tubos por la garganta. —
Ken colocó las páginas en la mesa, incapaz de leer nada
más. Tenía una idea bastante buena de lo que decían de
todos modos.
—Hanna —dijo Ken mientras la levantaba del
regazo de Patrick y la ponía de pie—. Por favor, ve a la
sala y mira el video, tengo que hablar con Patrick, ¿de
acuerdo? —Ella asintió con la cabeza y lentamente
salió de la cocina. Ken llevó su zumo a la sala de estar, y
consiguió establecer a Hanna antes de regresar con
Patrick y sentarse a la mesa. Después de reunirse junto
a él, Ken tocó ligeramente el hombro de Patrick—.
Siento por lo que pasaste. ¿Fue lo que Hanna cantó
que…?
Patrick negó con la cabeza antes de tomar una
85
respiración profunda y apuntar hacia los papeles. Ken
los recogió de nuevo y empezó a leer, preguntándose lo
que Patrick quería decir. —No podía hablar ni tragar
y apenas podía mantener los ojos abiertos. Tenía un
agujero en la garganta con un tubo que estaba
usando para respirar. —Ken leía tan rápido como
podía—. Todos los doctores dijeron que tuve suerte
de estar vivo, y luego me dieron la mala noticia de
que nunca volvería a hablar de nuevo. Al principio,
no lo creía, pero en las últimas semanas cuando
comencé a sanar y sacaron los tubos, cuando traté
de hablar, todo lo que salieron eran gruñidos y
ruidos. Me dolía la garganta todo el tiempo, y me
quedé pensando que los doctores estaban
equivocados y que con el tiempo hablaría de nuevo.
Pero nunca lo hice. —Ken colocó abajo el papel y leyó
la última hoja—. Con el tiempo me mudé aquí y traté
de construir una especie de vida para mí mismo
fuera de los escenarios y la vida que había conocido
y querido.
Ken colocó la última página en la mesa, mirando a
Patrick mientras él miraba hacia atrás. —No sé qué
decir. —Patrick se encogió de hombros y señaló la
parte inferior de la página en la que Ken no había visto
el nombre de Pat Flaherty impreso limpiamente, y
jadeó. Ken conocía ese nombre. De hecho, tenía los
álbumes a los que Patrick se había referido
anteriormente en sus notas. Ken miró a Patrick, casi sin
86
poder creer lo que había estado leyendo. Pero también
pareció recordar de repente la desaparición de Pat
Flaherty, y en el momento Ken se había preguntado por
qué. Ahora lo sabía—. Me encantaba tu música, pero
eso no era todo lo que eras entonces ni ahora. —Ken se
puso de pie, tocando a Patrick en el hombro—. Siento
lo que te pasó, y puedo entender porque prefieres
guardar silencio a sonar como un ordenador. —Ken se
inclinó hacia adelante, puso sus brazos alrededor del
cuello de Patrick y tiró de él en un abrazo que se sintió
tan bien que casi se lleva el aliento de Ken—. Yo sé lo
que es perder, o en mi caso, casi perder algo muy
valioso. —Él sintió el asentimiento de Patrick en su
hombro y oyó un sonido suave. Se preguntó si Patrick
estaba tratando de hablar, pero el sonido terminó y
Ken sintió los brazos de Patrick envolverse alrededor
de su cintura.
—Papá —llamó Hanna desde la otra habitación, y
Ken liberó a Patrick del abrazo.
—Tengo que ver lo que quiere —explicó Ken, y
Patrick asintió. Cuando Ken se dirigió a la otra
habitación, se preguntó cuánta gente conocía la
historia de Patrick, y se dio cuenta de que no podía
haber muchos con los que alguna vez se hubiera
tomado el tiempo y el esfuerzo para explicarle lo que
había sucedido. La gente de la ciudad tenía que conocer
un mínimo esbozo de los acontecimientos y saber 87
quién era, pero Ken imaginó que estar en compañía
exclusiva le hizo a Patrick explicar lo que le había
sucedido en sus propias palabras—. ¿Qué pasa, cariño?
—preguntó Ken mientras se acercaba a donde Hanna
estaba sentada viendo la televisión.
—¿Patrick va a estar bien? —Preguntó Hanna
mientras le miraba a los ojos.
—Sí. Sólo se disgustó, pero no fue por algo que
hayas hecho —explicó Ken, y oyó pasos. Al darse la
vuelta, vio a Patrick en la puerta con su abrigo puesto,
señalando en agradecimiento—. Eres bienvenido en
cualquier momento —le dijo Ken, con la esperanza de
que Patrick lo visitara de nuevo.
Hanna se levantó del sofá corriendo a donde
estaba Patrick. —Lo siento si te hice poner triste. No te
voy a molestar más. —Patrick la levantó en sus brazos
y ella la abrazó con entusiasmo—. Yo lo prometo —
dijo, antes de añadir—, incluso si decides besar a papá.
—Añadió esa última parte de su versión en un susurro
antes de estallar en un ataque de risas.
Patrick sonrió antes de bajar a Hanna, Ken lo
acompañó hasta la puerta, parte de él deseando que
Patrick tomara la oferta de Hanna y lo besara. Quería
besar a Patrick y mantenerlo en sus brazos, pero no
estaba seguro de que cualquier cosa sería bienvenida,
así que abrió la puerta. —Gracias por estar con 88
nosotros y por contarme tu historia. —Ken tocó el
hombro de Patrick a su paso—. Sé que no se lo cuentas
a muchas personas, agradezco la valentía y la confianza
que tomaste para contármela. —Patrick asintió con la
cabeza y sonrió a medias antes de salir por la puerta.
Ken cerró la puerta y se apoyó en ella, pensando.
—Papá, ¿puedo tomar un poco más de zumo? —
preguntó Hanna desde la sala, y se apresuró adentro,
levantándola del sofá ante sus protestas risueñas.
—Sí. Te voy a traer jugo, y puedes trabajar
conmigo en el estudio —dijo Ken, y llevó a Hanna a la
cocina, tomando un vaso de plástico y el zumo en el
camino. Hanna seguía riendo mientras él la depositaba
delante de donde ella había estado haciendo sus
dibujos. No habían estado en el estudio desde hacía un
tiempo. Ken encendió la calefacción, escuchando el
tintineo de registros suavemente mientras se
calentaba. Hanna se estableció y comenzó a dibujar ya
que la habitación se calentó, y Ken comenzó a abrir los
cajones detrás de él, sacando los tubos de pintura
después de que hubo colocado un lienzo en el caballete.
El lienzo blanco ya se había ido, los colores y las formas
llenaban su visión. El resto del mundo a su alrededor se
desvaneció a un segundo plano, y Ken sintió el
cosquilleo habitual mientras la visón de lo que quería
hacer entró en escena. Eso no había sucedido en un
tiempo tan largo que casi no reconocía la sensación de 89
su corazón acelerado y la sangre latiendo en sus venas.
Alcanzando un pincel, comenzó a aplicar la pintura
directamente sobre el lienzo.
A menudo con sus ideas, esbozaba y elaboraba sus
pensamientos a fondo antes de realmente colocarlas en
el lienzo, pero la sensación era tan fuerte y la imagen
tan clara, simplemente comenzó a trabajar.
Ken perdió la noción del tiempo mientras
continuaba trabajando. La única persona fuera de sí
mismo de la que era consciente era Hanna, y ella
trabajaba tranquilamente en su mesa, dibujando y
coloreando. Después de un rato, ella dijo que tenía
hambre y Ken consiguió algo de comer, permaneciendo
en una especie de niebla, hasta que regresó a su lienzo.
Al final, Hanna se acurrucó en el viejo sofá, Ken la
cubrió con una manta y le dio un beso en la frente
antes de regresar al trabajo. Él continuó trabajando, y
no fue hasta que escuchó agitarse a Hanna que empezó
a limpiar sus pinceles y colocarlo todo. A veces, cuando
trabajaba de esa manera, lo hacía tan rápido como
podía, porque siempre tenía miedo de que su visión se
desvaneciera, pero ésta era tan fuerte y rica que él
sabía que la recordaría durante meses. Cuanto tuvo
todo limpio, miró el reloj, sorprendido de haber estado
trabajando durante casi todo el día. —Vamos cariño.
Voy a hacer algo de cenar, y podemos ver la televisión
juntos. 90
Ken tomó la mano de Hanna y la llevó a la cocina,
donde hizo una cena sencilla que se las arregló para no
quemar, y luego se instaló con Hanna en el sofá. Juntos
vieron uno de los DVDs hasta que llegó el momento de
Hanna para irse a la cama. Ken le ayudó a prepararse y
luego la arropó. —¿Qué historia te gustaría?
—Madeline —dijo Hanna con entusiasmo, y Ken
comenzó a preguntarse cuántas veces iba a tener que
leer esa historia antes de que Hanna la hubiera
memorizado, pero agarró el libro y se sentó en el borde
de la cama antes de abrir y comenzar a leer. Esta noche
hizo todo el camino a través de la historia con Hanna
despierta. Ken apagó la luz y luego le dio un beso de
buenas noches.
—Que duermas bien, te veré en la mañana. —Ken
le dio otro beso en la frente—. Te quiero, cariño.
—Te quiero mucho, papá —le dijo Hanna mientras
se daba la vuelta, abrazando a su muñeca, y Ken
tranquilamente salió de la habitación, cerrando la
puerta hasta la mitad antes de regresar a la sala de
estar. Se dejó caer en su sillón y encendió la televisión.
Después de diez minutos, todavía no tenía idea de lo
que estaba viendo, algún programa sobre iceberg o
algo así. En el silencio, se sentó y la imagen de la
pintura comenzó a representarse en su cabeza. Se
levantó del sillón, se dirigió a su estudio, y cogió un
91
pincel y pinturas.
No hizo nada tan dramático como cerrar los ojos,
no hacía falta. La imagen que quería estaba justo
enfrente de él. Había estado viéndola en su mente
durante horas. Los ojos de Patrick ya miraban hacía él
en el lienzo, y estaba a punto de empezar a trabajar
cuando corrió hacia el interior, regresando con dos CDs
que colocó en el reproductor. Hermosa música
comenzó a sonar, y luego la más rica, más profunda voz
que había oído en su vida comenzó a cantar, y sintió
que las lágrimas afloraban en sus ojos sabiendo que la
voz se había ido para siempre. Sin pensarlo, Ken agarró
el pincel y se puso a trabajar.
Durante horas, trabajó en la nariz y las mejillas,
consiguiendo sólo la sombra correcta y la coloración.
Luego se trasladó a la garganta para conseguir los
músculos perfectos, y la barbilla ligeramente
levantada. Una vez que lo tuvo se trasladó a la boca, y
luego se detuvo, su pincel se detuvo justo encima del
lienzo cuando la música cesó y la habitación quedó en
silencio. El hechizo se rompió, Ken permaneció inmóvil
por unos momentos, casi con miedo de colocar el
pincel en el lienzo. Pensó en iniciar la música otra vez,
pero él no quería hacer eso. Lentamente, puso su pincel
abajo y se alejó del atril, mirando el trabajo sin
terminar. Todavía tenía horas de trabajo para
terminarlo, pero estaba sorprendido por lo que había
conseguido hasta ahora. Después de limpiarlo todo,
92
salió del estudio, apagando las luces detrás de él, y se
dirigió hacia las escaleras.
Comprobó a Hanna antes de dirigirse al cuarto de
baño para asearse y prepararse para irse a la cama.
Apagó la luz y se metió debajo de las limpias y frescas
sábanas, temblando un par de veces antes de que su
piel se calentara. Mirando hacia el techo, quería que el
sentimiento de inquietud se marchara, pero no se iría.
Una parte de él quería saltar de la cama e ir a trabajar
de nuevo, pero Ken sabía que no podía forzarlo. Su
mente necesitaba tiempo para procesar lo que sentía y
lo que realmente estaba tratando de conseguir sobre el
lienzo. Cerrando los ojos, se puso de lado y trató de
calmar las imágenes que destellaban constantemente
en su cabeza. Era gracioso, pero no había estado con el
ánimo para pintar nada durante meses, desde el
diagnostico de Hanna y la marcha de Mark, pero ahora
no podía detener imagen tras imagen inundando su
mente. Finalmente, se levantó de la cama y se puso un
par de pantalones de chándal y una sudadera antes de
apresurarse de vuelta al estudio. Dejó a un lado la
pintura en la que había estado trabajando, colocó otro
lienzo en el caballete, y se puso a trabajar, esta vez en
un enorme lienzo que sería de tamaño natural. Sabía
exactamente lo que quería pintar, pero tenía que
empezar por la cara. 93
Ken trabajó durante horas antes de finalmente
acurrucarse en el sofá, tapándose con la manta que
había utilizado Hanna, y no se despertó hasta que
sintió la sacudida de Hanna. —Papá, estoy muy caliente
—dijo la niña, y Ken voló por el sofá como si hubiese
recibido un disparo.
El corazón de Ken dio un vuelco cuando tocó la
frente de Hanna. Ella tenía un poco de fiebre, levantó a
su hija en sus brazos y la llevó de vuelta a través de la
casa hasta el sofá, donde la acostó y la cubrió con una
manta. —Vuelvo enseguida —le dijo antes de
conseguir un vaso de zumo. A su regreso, Ken dejó el
vaso y encendió la televisión para ella. Una vez que la
estableció, Ken volvió a la cocina y llamó a la doctora.
Afortunadamente, ella lo atendió. Le dijo a la Dra.
Pierson que Hanna tenía un poco de fiebre, pero ella no
parecía demasiado preocupada.
—Hay un montón de virus que circulan en estos
momentos. Asegúrese de que ella descansa y toma
mucho líquido. Si la fiebre no desaparece en un día o
así, quiero verla —dijo, y escuchó a la doctora remover
unos papeles—. Olvide eso. Tengo una vacante esta
tarde. Tráigala, y le echaremos un vistazo rápido. Es
probable que no sea nada, pero quiero estar segura.
Hanna ha pasado por mucho. ¿Tiene algún Tylenol?
—Sí —contestó Ken, haciendo un chequeo mental
94
rápido.
—Dale una y vea si le baja la fiebre, y nos vemos
esta tarde. —La confianza de la doctora calmó sus
nervios, y Ken le dio las gracias antes de colgar.
Preparó un ligero desayuno con tostadas de canela
para Hanna y consiguió el Tylenol antes de ponerlo
todo en una pequeña bandeja. Hanna parecía cansada,
pero despierta, cuando él dejó la bandeja.
—La doctora Pierson piensa que tienes un
resfriado leve —le dijo a Hanna mientras le tocaba la
frente. Parecía estar más fresca ya, y Ken pensó que
quizás había puesto la calefacción un poco más alta y
ella se sobrecalentó con todas la mantas en su cama—.
Vamos a verla esta tarde.
—¿Ellos me van a pinchar? —preguntó Hanna,
retirando sus brazos bajo la manta.
—Podrían —contestó Ken mientras se sentaba en
el borde del sofá—. Pero tú siempre has sido una niña
grande. —Ken le entregó el plato de pan tostado una
vez que estuvo cómodamente sentado—. Siempre me
he sentido tan orgulloso de ti. —Ken sintió que sus
emociones salían a la superficie—. En el hospital,
nunca te quejaste. —Tomó el plato de Hanna y lo puso
sobre la mesa de café antes de tirar de ella en un
abrazo suave—. Te quiero más que a nada en el
mundo. 95
—Te quiero mucho, papá —dijo Hanna—. ¿Puedo
comer ahora?
Ken se echó a reír y liberó a Hanna, volviéndola
hacia el plato antes de ponerse de pie y empujar la
mesa más cerca para que pudiera llegar a su vaso de
zumo. —¿Necesitas algo más?
—No, papá —respondió Hanna, ya absorta en el
programa que estaba viendo. Ken miró alrededor de la
casa mientras su preocupación disminuía y la
necesidad de trabajar a través de lo que sentía le llegó
de frente.
—Estaré en mi estudio, si me necesitas —dijo Ken,
y Hanna asintió mientras cogía una tostada y le daba
un mordisco.
Ken no trabajó de la manera que solía hacerlo,
porque él no permitiría que su mente se hundiera en la
pintura mientras trabajaba. Tenía que preocuparse por
Hanna, y cada media hora más o menos, él iba a ver
como estaba. Sobre la hora del almuerzo, le dijo que
tenía hambre, y cuando Ken le tocó la frente, su fiebre
parecía haber desaparecido. Lo verificó con el
termómetro y exhaló un suspiro de alivio. Le hizo
algunos nuggets de pollo y luego volvió a trabajar
durante unas horas antes de limpiar y tener a Hanna
lista para la visita a la doctora. 96
HANNA abrazó a la Dra. Pierson, cuando abrió la
puerta de la consulta. —Pareces estar haciéndolo muy
bien —dijo la Dra. Pierson mientras levantaba a Hanna
sobre la mesa—. Vamos a echar un vistazo y
asegurarnos de que es sólo un pequeño resfriado. —
Ken se removía inquieto mientras la Dra. Pierson
miraba la garganta de Hanna y los oídos, luego escuchó
su corazón y pulmones—. Tu garganta está un poco
roja. ¿Te duele? —Hanna asintió con la cabeza, y la
doctora tiró el palo de madera antes de quitarse los
guantes—. Como pensamos, es sólo un resfriado. Te
voy a dar algunos medicamentos para ayudar con los
síntomas —le dijo la doctora a Ken—. Su sistema
inmunológico esta todavía un poco débil, así que
asegúrese de que Hanna tome mucho líquido y
mantenga un ojo en su respiración y la temperatura en
la forma que lo ha hecho.
Ken asintió. —Gracias —dijo con un suspiro de
alivio.
—Voy a pedirle a la enfermera que te saque un
poco de sangre, y vamos hacer algunas pruebas
mientras estás aquí, así no tendrás que venir la semana
que viene —le dijo la doctora a Hanna, y ella asintió,
mordiéndose el labio inferior—. Puedes pedirle a la
enfermera una piruleta a tu salida si eres buena. —Ken
97
volteó sus ojos, y Hanna asintió con una leve sonrisa—.
Necesito hablar con tu papá unos minutos.
Ken siguió a la doctora fuera y cerraron la puerta.
—Ella lo está haciendo muy bien, y usted hizo lo
correcto. Un resfriado o la gripe realmente podrían
derribarla en esta etapa.
—Pensé que estaba exagerando —admitió Ken,
pero la doctora movió la cabeza.
—Lo hiciste muy bien. Quiero mantener una
estrecha vigilancia sobre ella. —La doctora palmeó el
hombro de Ken tranquilizándolo—. Cuida bien de ella y
va a estar bien. —La doctora sonrió cálidamente antes
de dirigirse al pasillo. Ken volvió a entrar y se sentó
con Hanna hasta que la enfermera vino a sacarle la
sangre. Hanna jadeó un poco cuando la enfermera le
pinchó, pero por lo demás estaba sentada inmóvil
hasta que todo terminó, y la enfermera le dio una
piruleta.
—¿He terminado? —preguntó Hanna.
—Lista —le dijo la enfermera, y Ken la bajó de la
mesa. Después de recoger sus cosas, se dirigió a la
recepción. Ken se encargó de la receta y las
instrucciones para Hanna, y pronto estaban en camino.
Ken se detuvo en McDonalds para invitar a Hanna, 98
y se sentaron en un reservado del rincón más alejado
de los otros clientes mientras comía sus nuggets de
pollo. El teléfono de Ken sonó, y se dio cuenta de que
era Mark.
—Kenny, pasé por la casa y no había nadie. —Él
siempre parecía ir sin rodeos ahora. Todavía dolía un
poco que las llamadas que una vez hicieron que su
corazón simplemente se acelerara al escuchar la voz de
Mark ahora se hubieran convertido en clínicas y casi
serias.
—Tuve que llevar a Hanna a la doctora. Está
resfriada, pero quería controlarlo —explicó Ken, y
Hanna sonrió desde el otro lado de la mesa—. ¿Qué
necesitas?
—Nada en particular —dijo Mark en voz baja—.
Te echaba de menos y pensé que tal vez podríamos
hablar. No hay ninguna razón por la que no deberíamos
ser amigos, y tenía curiosidad por saber cómo lo estaba
haciendo Hanna.
—Los dos estamos muy bien, y deberíamos ser
amigos. Estuvimos juntos durante dos años —dijo Ken
mientras barajaba con el teléfono para poder ayudar a
Hanna a echar el kétchup de los sobres—. Creo que
estoy un poco sorprendido, eso es todo. Si quieres
venir algún día de la semana que viene, podríamos
almorzar y hablar. —Ken no sabía porque se lo estaba 99
ofreciendo, pero parecía una cosa agradable de hacer—
. A Hanna le gustaría verte también.
Mark dudó antes de aceptar. —¿Tengo que llevar
algo? —preguntó, y Ken se rio entre dientes—. Está
bien, llevaré el almuerzo cuando vaya —dijo Mark,
añadiendo su propia risa—. A veces me pregunto cómo
vosotros dos no estáis pasando hambre estando por
vuestra cuenta.
Hanna se puso de pie y se inclinó sobre la mesa. —
Papá me lleva a McDonalds —dijo en el teléfono, y Ken
oyó reír a Mark una vez más.
—Yo pensé que era algo así. De acuerdo, te
llamaré la próxima semana y podemos arreglar algo. —
Mark desconectó y Ken metió el teléfono en el bolsillo
de su chaqueta.
—Mark va a venir a visitarnos la próxima semana
para almorzar —le dijo Ken a Hanna, y ella se encogió
de hombros antes de tomar un bocado de sus nuggets.
—¿Puede el Sr. Patrick venir también? —preguntó
Hanna con la boca llena, y Ken la miró fijamente
durante unos segundos. Hanna puso su mano sobre su
boca y tomó un trago de su zumo mientras tragaba—.
Por favor, papá—. Estaba claro quién era la persona
favorita de Hanna en este momento. 100
—No creo que Patrick y Mark se llevasen bien —
explicó Ken, y Hanna aceptó la respuesta, o al menos lo
parecía mientras ella comenzó a comer de nuevo. Ken
altamente dudaba que Patrick estuviera dispuesto a
venir a almorzar con Mark allí—. Termina tu comida,
para que pueda llevarte a casa. Necesitas descansar. —
Hanna empezó a comer más despacio, y Ken comenzó a
despejar la basura—. Puedes sentarte en mi estudio
conmigo y dibujar si lo deseas.
Hanna negó con la cabeza. —Está apestoso allí
ahora —le dijo antes de agarrar su nariz.
—Está bien. Tú puedes ver la televisión y dibujar
si quieres —aplacó Ken, y ella terminó de comer.
Después que Ken limpió, ayudó a Hanna a ponerse el
abrigo y la llevó a través del fangoso estacionamiento.
Una vez que llegó Hanna se acomodó en su asiento, Ken
arrancó el coche y puso la calefacción mientras
maniobraba por la tarde ya oscurecida a lo largo de la
carretera ahora muy familiar entre Marquette y
Pleasanton.
Cuando llegaron a casa, Ken detuvo el coche y
abrió las puertas. Hanna se levantó de su asiento y
salió por la puerta, corriendo rápidamente por el
camino. —Hanna, espera —la llamó Ken, pero ella no
se detuvo hasta que llegó a lo que parecía una caja de
zapatos grande al lado de la puerta.
101
—¡Papá! —Prácticamente gritó cuando rasgó la
parte superior de la caja. Ken la siguió por el camino
llegando a tiempo para ver a Hanna sacar lo que
parecía una muñeca Barbie—. Mira esto —exclamó
alegremente.
—Vamos a llevarla dentro —dijo Ken, mirando a
su alrededor. Al igual que las otras cajas, no había
ninguna nota o carta, pero Ken sabía que Mark había
estado por la casa, por lo que estaba convencido de que
había dejado la caja para Hanna, y se recordó a si
mismo que cuando Mark viniera a comer la próxima
semana, tenía que agradecerle. Tendría que parar en
una panadería para conseguir el pastel de queso que le
gustaba a Mark. Era lo menos que podía hacer. Ken
recogió la caja y abrió la casa antes de decirle a Hanna
que se protegiera del frio. Dejó la caja a un lado y tomó
el abrigo y los mitones de Hanna antes de colocarla en
el sofá bajo una manta con su regalo al lado de ella.
Hanna le pidió que pusiera en el video Barbie
Cascanueces.
—¿Estarás bien? —preguntó.
—Sí, papá —dijo Hanna sin apartar la vista del
televisor. Cuando Ken salió de la sala de estar unos
minutos más tarde, Hanna estaba viendo la televisión,
sosteniendo una de sus nuevas muñecas Barbie. 102
Ken entró en su estudio y encendió las luces. Le
gustaría tener luz natural, pero a finales del invierno,
era escasa, así que lo hizo. Después de trasladar las
pinturas, puso el retrato original de Patrick en el
caballete y lo miró a los ojos mientras trataba de
imaginar cómo se había visto en el escenario. La
imagen que había sido tan vibrante el día anterior se
había embotado un poco, pero cerró los ojos y se
concentró, imaginándolo en el escenario. Cuando
conectó el play en el reproductor de CD cerró los ojos
y oyó la rica voz de Patrick llenar la habitación, la
imagen comenzó a cantar en su mente. Entonces abrió
los ojos, y transfiriéndola al lienzo, comenzó a pintar.
Trabajó durante horas, sólo parando de vez en
cuando para revisar a Hanna, hacer la cena y acostar a
la niña. Tan pronto como ella estuvo dormida, volvió al
lienzo, trabajando hasta altas horas de la noche sin
pensar en nada más que no fuera su trabajo y Hanna.
Estaba tan absorto en lo que estaba haciendo que no se
dio cuenta de que tenía público.

PATRICK se apartó de la ventana del lateral de su casa.


Por alguna razón, acababa de descubrir que si miraba
por esa ventana en particular, podía ver el estudio de 103
Ken. Había estado de pie junto a la ventana durante un
rato, viendo como trabajaba Ken. No podía ver lo que
estaba pintando y se preguntó que lo tenía tan
cautivado a estas horas de la noche. Patrick había visto
como Ken y Hanna salían apresurados de la casa antes.
Consiguió la caja de muñeca que había encontrado en
las pequeñas tiendas de segunda mano alrededor de la
ciudad y salió de la casa para dejarla cuando vio al ex
novio de Ken arrancar, por lo que esperó hasta que se
fue antes de dejar la caja en el suelo ante la puerta de
su casa. Los había esperado hasta que llegaron a casa, y
escuchó los gritos de alegría de Hanna cuando ella
encontró la caja. También escuchó su tos, y pensó que
debían haber estado visitando al doctor. Esto le había
preocupado, pero el paso relajado de Ken había
calmado su ansiedad acerca de Hanna. Durante los
últimos meses de observar a Ken, había conseguido
bastante bien determinar cómo se sentía.
Como esta noche. Patrick había visto trabajar a
Ken en su estudio, con el cuerpo erguido, los brazos
fluyendo. Sea lo que sea que Ken había estado
pintando, pudo ver que le hacía muy feliz. Había
pensado en salir a la calle para conseguir echar un
vistazo más de cerca, pero él no quería acechar a Ken.
Le gustaba, y todo lo relacionado con su vecino, y su
hija, le fascinaba. Había veces, como esta noche, donde
la manera en la que él sencillamente no era capaz de
alejarse de la ventana le asustaba un poco. Sabía que
104
estaba empezando a obsesionarse con Ken, pero el
hombre era tan agradable, y lo trataba como un ser
humano. No mucha gente lo había hecho desde el
accidente. La mayoría de la gente del pueblo miraba
para otro lado cuando se acercaba. Patrick caminó a
través de su casa, apagando las luces a su paso, y se
dirigió a su dormitorio. Se desnudó y se metió en la
cama, pero no sin antes asomarse por la ventana para
poder echar un vistazo y ver como se derramaba la luz
de la ventana sobre la nieve en el patio trasero de Ken.
Patrick cerró los ojos, dejando a su imaginación
asumir el control, y se transportó a sí mismo al estudio
de Ken. Ken continuó trabajando cuando Patrick se le
acercó por la espalda. No se giró y siguió trabajando
hasta que Patrick deslizó las manos por los costados de
Ken, tirando de su camisa hacía arriba. Por una
fracción de segundo sintió a Ken, y luego inició un
suave ronroneo. En su mente escuchó el ruido de
pinceles siendo retirados, la paleta encontró la mesa
con un chasquido de madera contra madera, luego
Patrick tiró de la camisa manchada de pintura,
dejándola caer en las lonas que cubrían el suelo. Ken no
dijo nada mientras Patrick acariciaba su suave piel con
una lentitud que hizo gemir a Ken y a las piernas de
Patrick temblar de anticipación. Ken se movió,
apoyándose en él, y Patrick besó todo el hombro hasta
su cuello. Inhaló profundamente el agradable y rico
aroma de ken mezclado con la pintura, de una manera
105
que fue directo a su cabeza y su ingle.
Patrick deslizó la mano por el pecho de Ken,
envolviendo sus dedos alrededor de su pene mientras
el Ken de su mente se dio la vuelta, las manos de
Patrick se deslizaban a lo largo de su piel mientras se
movía. Ken le quitó la camisa a Patrick, luego inclinó
ligeramente su cabeza, sus labios se reunieron en un
beso que no necesitaba las palabras que Patrick no
podía pronunciar. Patrick sintió el corazón de Ken
como sabía que Ken sintió el suyo. Estar abrazados se
sentía bien y Patrick presionó su pecho en Ken. A
medida que respiraban, sus pieles se frotaban muy
ligeramente, recordándoles lo cerca que estaban uno
del otro. En su mente, poco a poco cayeron al suelo, los
trapos se convirtieron en su cama. La ropa desapareció
con un pensamiento, y entonces las manos de Ken
estaban por todas partes, y sus labios contra los suyos.
El mundo tembló cuando Patrick apretó sus ojos
cerrados. Entonces todo terminó, y Patrick flotó
durante unos segundos antes de abrir los ojos otra vez.
Patrick abrió el cajón de su mesita de noche y sacó una
toalla que utilizó para limpiarse antes de dejarla caer al
suelo.

106
Parecía que por fin había llegado la primavera en
el norte de Michigan. Fue a principios de mayo, y
Patrick estaba trabajando en el jardín, limpiando los
últimos desechos del invierno de los arbustos. Tuvo
cuidado de no perturbar a los bulbos que brotaban con
el sol de primavera. Patrick había visto a Hanna y Ken
varias veces en el último mes, e incluso lo habían
invitado a cenar, algo que apreció bastante, aunque la
comida de Ken no había mejorado mucho. Él había
hecho algo para cenar al menos una vez por semana,
por lo general los macarrones con queso que a Hanna
tanto le gustaban. Había hecho algunos ayer, pero
Hanna no le había recibido en la puerta de la manera
en que ella solía hacerlo. En su lugar, Ken le dijo que
estaba durmiendo, pero parecía preocupado, y Patrick
quiso desesperadamente preguntar si estaba bien. En
su lugar, estuvo parado allí mirando fijamente a los
ojos de Ken, esperando algún tipo de respuesta, pero lo
único que había conseguido era más confusión ya que
la ansiedad arrollaba a Ken.
Así que ahora estaba afuera trabajando, vigilando
la casa de Ken como un halcón para detectar cualquier 107
signo de actividad, pero no vio nada. El coche de Ken
estaba aparcado en el frente, y él quería preguntarle
sobre Hanna, incluso tenía una nota escrita en su
bolsillo, pero se mantuvo alejado y siguió trabajando y
observando.
—Patrick —una voz familiar lo llamó, y él levantó
la vista cuando Julianne caminaba hacia él con una
sonrisa en su cara—. Esperaba que estuvieras en tu
taller —bromeó, y Patrick le dio su mejor mirada
molesta—. Lo sé. En un día como éste, no podías dejar
de estar al aire libre. —Patrick se apoyó en el rastrillo,
y sus ojos viajaron a la puerta principal de Ken y luego
de vuelta a Julianne. Ella siguió su mirada y luego
volvió a mirarlo a él—. Así que eso es lo que estamos
haciendo aquí. —Ella lo miró, poniendo sus manos en
sus caderas—. ¿Te has convertido en un cotilla?
Patrick se dio la vuelta, resoplando ligeramente
por la nariz mientras se dirigía hacia la puerta
principal. Él sabía que ella lo seguiría, y por supuesto,
lo hizo. Patrick encontró un bloc y rápidamente
garabateó su mensaje. —Estoy preocupado por
Hanna. Cuando les llevé algo para cenar, Ken
parecía asustado, y Hanna estaba durmiendo —
escribió, le entregó el papel antes de ir a la ventana del
frente, apartando las cortinas para poder mirar hacia
fuera.
108
—Realmente lo estás, ¿verdad? —preguntó
Julianne, mientras colocaba su mano sobre su
hombro—. Tú realmente te preocupas por los dos.
Patrick asintió con la cabeza, deseando por
millonésima vez tener su voz de nuevo aunque sólo
fuera por unos minutos para que pudiera decirle lo que
sentía, pero tardaría demasiado tiempo para escribirlo
todo, y no estaba seguro de poder expresar lo que
deseaba de todos modos. En cambio, él asintió con la
cabeza mientras dejaba caer la cortina en su lugar.
Patrick le hizo un gesto hacia la cocina, luego la siguió y
puso una jarra de café antes de conseguir dos tazas del
armario. También abrió una lata de galletas deformes
que Hanna y Ken habían traído la semana pasada. Las
había guardado envueltas, y si bien, al igual que las
otras que trajeron, eran un poco desastre, estaban muy
buenas, y Patrick pensaba en ellos cada vez que comía
una. Abrió la lata hacia Julianne, que sacó una y
comenzó a reír. Patrick le arrebató la galleta de su
mano y la puso de nuevo en la lata con una mirada
feroz.
—Las ha hecho ella, ¿no? —preguntó Julianne,
tentativamente alcanzó otra galleta—. Me gustaría
conocerlos algún día. —Patrick vio como Julianne dio
un mordisco a la galleta y sonrió—. Así que tengo una
pregunta para ti —comenzó mientras Patrick consiguió 109
la jarra de café y llenaba las dos tazas—. Tú has estado
comprando todo tipo de cosas últimamente. Muñecas
Barbie, juegos de té, ¿han sido todos para ella? —
Patrick le dio su mejor mirada intentado decir ¿Quién
más?— ¿Se lo has dicho a ellos?
Él negó con la cabeza mientras cogía el bloc. —No
quiero que sepan. Estoy muy feliz sabiendo que hago
sonreír a Hanna —escribió.
—Deberías decírselo —dijo Julianne mientras
bebía su café—. Realmente te gusta cuidarlos. Ellos
merecen saber eso.
Patrick sacudió violentamente su cabeza y cogió
de nuevo el bloc—. Qué pasa si él… —comenzó Patrick
y luego lo tachó—. ¿Cómo podría él… —comenzó otra
vez y a continuación lo tachó una vez más—. Él no
siente lo mismo —finalmente garabateó y le entregó el
bloc a Julianne.
Cuando leyó el papel, los ojos de Julianne se
pusieron viscosos. Patrick tuvo que aguantarse las
ganas de echarla. —Lo siento, pero, Patrick, cariño,
¿Qué tal si le gustas también? —preguntó Julianne—. Y
no me gires tus ojos más. Se está haciendo molesto. —
Julianne tomó un sorbo de su taza con una pequeña
sonrisa amenazando con estallar en sus labios de color
rosa—. Sé que lo has tenido muy difícil desde el
accidente, pero no hay razón por la que no le gustarías 110
a Ken. —Puso su taza abajo, y Patrick se apartó del
mostrador—. Deja de hacer eso —criticó Julianne—. Lo
digo en serio. Tú eres un hombre muy cariñoso y
atento. Cualquier persona que le permitas acercarse a
ti puede ver eso. Pero ese es el problema, no dejas que
nadie se acerque. —Julianne lo fulminó con la
mirada—. En cambio, prefieres dejar las cajas con las
cosas para la hija del tipo que te gusta en el porche
delantero de su casa en lugar de simplemente hacerle
saber cómo te sientes. —Julianne recogió su taza otra
vez y agarró otra galleta—. Paddy, ya sabes que te
quiero, pero tienes que considerar arriesgarte. No
puedes mantenerte encerrado aquí todo el tiempo.
Patrick se imaginó que podría, y frunció el ceño
por usar ese apodo ridículo. Después de arrebatarle de
nuevo el bloc, se dejó caer sobre el mostrador. —No
quiero salir lastimado de nuevo —escribió Patrick y
lo empujó para Julianne antes de retirarse otra vez—.
Puedes entenderlo, ¿no es así? —agregó.
—Por supuesto que puedo —le dijo Julianne—.
Pero si no te arriesgas, nunca averiguaras lo que podría
suceder. Sé que has estado enamorado, y que
recuerdas cuán maravilloso te sentías. Puedes sentir
eso de nuevo si te lo permites.
Patrick escuchó lo que ella estaba diciendo, pero
sinceramente, no se lo creía. Ken era magnífico, con sus
profundos ojos azules y la cara del ángel más atractivo
111
del cielo. Había estado gastando gran parte del
invierno desnudando a Ken Brighton con su
imaginación, pero la idea de acercarse a él, sólo para
conseguir su corazón roto, era algo que no podía hacer.
—Piensa en ello —dijo Julianne. Terminó su café
antes de caminar hacia la puerta principal—. Ven a
cenar este fin de semana, ¿de acuerdo? —Patrick
asintió con la cabeza, ella se volvió rápidamente y lo
besó en la mejilla antes de decir adiós y salir de la casa.
Patrick puso las tazas en el fregadero y apagó las
luces, luego se puso los guantes de nuevo antes de
regresar fuera. Abrió la puerta y salió al aire fresco de
primavera y oyó la voz de Julianne. Siguiendo el sonido,
la vio de pie al lado del coche de Ken cuando estaba
casi literalmente, tirando cosas en el maletero—. Soy
prima de Patrick, Julianne, y si hay algo que podamos
hacer para ayudar, no dude en avisarnos. —Patrick vio
como Julianne puso un trozo de papel en la mano de
Ken.
—Gracias —dijo Ken con más de un toque de
pánico en su voz cuando se subió al coche y cerró la
puerta. Patrick se acercó al coche, de pie al lado de
Julianne mientras arrancaba el motor. Miró en la parte
de atrás y vio a Hanna en su asiento, con la cabeza
desplomada sobre la ventana. Parecía que podría estar
dormida, pero incluso a través del cristal, Patrick pudo
ver cuán frágil y pequeña se veía. Hanna estaba
112
enferma otra vez, y Patrick se quedó sin aliento
mientras el coche se alejaba de la acera, las llantas casi
gritando, cuando corrían por la calle.
Julianne se volvió hacia él y le dio una palmada en
el hombro. —¿Por qué no me dijiste que la niña era
totalmente adorable? —Ella se veía con ganas de llorar,
y Patrick sabía que su gran corazón dolía por Ken y
Hanna, y apenas los había conocido. Patrick se encogió
de hombros y trató de no parecer que le acababa de
hacer la pregunta más estúpida del mundo—. Lo
siento, pero verla a ella ha pateado todos los temores
que he tenido acerca de Todd.
Patrick asintió, volviendo los ojos hacia donde el
coche de Ken estaba girando a la carretera principal.
Podría patearse a sí mismo por no haber ido más y de
alguna manera averiguar que le pasaba. Lo sabía y no
había hecho nada.
—Ellos están de camino al hospital de Marquette.
Le oí decir a la niña mientras la colocaba en el coche —
dijo Julianne mientras se limpiaba los ojos. Patrick
parecía arraigado en el lugar, preocupado por Hanna y
por la mirada de pánico que había visto en los ojos de
Ken. Otro golpe lo sacó de sus pensamientos, y se frotó
el hombro. Podría ser pequeña, pero Julianne daba
buenos golpes.
113
—Qué —articuló él, levantando sus manos
mientras se encogía de hombros. Luego dio un paso
atrás para salir de la línea de fuego.
—¿De verdad te gusta? —preguntó ella, y Patrick
pensó por un segundo antes de asentir varias veces—.
Entonces pon tu trasero en el coche y síguele. Él va a
estar solo en el hospital y preocupado. Si te importa,
entonces tienes que estar allí para él. —Ella estaba
prácticamente gritándole—. Es hora de sacar la cabeza
fuera de tu culo y decidir lo que quieres. —Le dio un
golpecito en el pecho para enfatizar—. Te has estado
revolcando en la autocompasión y el aislamiento
durante dos malditos años. —Julianne caminó pisando
fuerte hacia su coche—. Te quiero, pero a veces me
vuelves loca —le dijo mientras se apresuró a darle un
abrazo rápido. Entonces se largó a toda prisa, y Patrick
la oyó aspirar su nariz unas cuantas veces mientras
subía al coche.
Patrick la vio marcharse, mirando por la calle,
pero sin ver nada en absoluto. Maldita sea, juró antes
de recoger el rastrillo de donde lo dejó apoyado en la
casa. Lo había alcanzado teniendo la intención de
volver a trabajar, pero en cambio ahora lo llevó al
garaje y lo guardó en su sitio. Ahora que se había
decidido, rápidamente apagó las luces y cerró con llave
la casa antes de salir corriendo de vuelta al garaje y 114
entrar en su coche. Estaba en el camino hacia
Marquette en cuestión de minutos.
Había hecho el camino un millón de veces, pero
nunca en diez minutos exactos. Agradecido de no haber
sido detenido, Patrick estacionó fuera de la sala de
emergencias del hospital y se apresuró a entrar. —
¿Puedo ayudarle? —La mujer detrás de la ventanilla de
cristal le preguntó, y Patrick se detuvo en seco—.
¿Tiene problemas para respirar? —preguntó ella, y
Patrick respiró hondo para demostrarle que no. A
través del agujero en el cristal, agarró un lápiz y un
bloc. —Soy mudo —escribió primero—. Estoy
buscando a Ken Brighton y su hija. —Le entregó el
bloc a ella.
—¿No está aquí para usted? —preguntó ella, y
Patrick negó con la cabeza. La mujer pareció aliviada y
comenzó a escribir—. Por favor, tome asiento —le dijo,
y Patrick se sentó en la sala de espera, mirando a su
alrededor. Unos minutos más tarde, fue llamado, y él
siguió a la mujer a través de una serie de puertas que
se abrían para él. Se cerraban solas, y Patrick la siguió
por un pasillo hasta un pequeño cuarto donde Hanna
estaba en una cama. Se la veía tan pequeña, con una
máscara sobre la nariz y la boca, con los ojos cerrados,
su pequeño cuerpo parecía perderse bajo todas las
mantas. 115
Ken se puso de pie, mirándolo sorprendido,
preocupado y asustado. —Pensé que tenía la gripe —
explicó Ken y comenzó a llorar. Patrick no tenía
palabras de consuelo. Se habían marchado, por lo que
se acercó y tiró de Ken en un abrazo. Sintió al otro
hombre rígido al principio, pero luego el cuerpo
caliente de Ken se derritió junto al suyo y Patrick lo
sostuvo con más fuerza. Quería decirle que todo iba a
estar bien, que los doctores se darían cuenta de lo que
estaba sucediendo y serían capaces de ayudar a Hanna,
pero no pudo. Todo lo que él podía hacer era mantener
a Ken tan fuerte como podía para hacerle saber que él
estaba allí. En lugar de usar las palabras, tenía que usar
el tacto.
Patrick oyó mascullar a Hanna, y aflojó su abrazo,
mirando por encima del hombro de Ken. Los ojos de
Hanna estaban abiertos. Ken se apartó y se volvió hacía
ella, se sentó en la silla junto a la cama y tomó su
pequeña mano en la suya. —Patrick ha venido a ver
cómo estás —le dijo, y ella asintió con la cabeza un
poco antes de cerrar los ojos una vez más—. No saben
mucho en este momento —le dijo Ken en voz baja,
anticipando su pregunta. Se levantó y le hizo señas a
Patrick hacia la silla. Patrick sacudió la cabeza, pero
Ken las volvió a señalar—. Ella sabe que estás aquí.
Patrick se sentó a regañadientes y tomó la mano 116
de Hanna. Ella murmuró algo por debajo de la máscara,
y Patrick sintió como ella le daba a su mano un leve
apretón. Él le acarició el dorso de la mano con el
pulgar, mirándola, asombrado de lo rápido que una
niña de seis años podía robar su corazón. Sintió las
lágrimas en sus ojos y parpadeó rápido hasta que miró
a Ken y vio las mismas lágrimas en los suyos. Era un
caso perdido. Sentado en esa silla con la mano de
Hanna en la suya, Patrick supo que había entregado su
corazón a los dos. Los muros que había construido para
protegerse del dolor y los dardos del mundo se habían
resquebrajado y amenazaban con derrumbarse
mientras se sentaba en la silla del hospital.
—Este debe ser el Sr. Patrick —dijo una mujer
desde los pies de la cama de Hanna, y miró hacia
arriba—. Soy la Dra. Pierson. Hanna me ha hablado
mucho de usted durante sus visitas. —La doctora
comenzó a examinar a Hanna, retiró la máscara para
poder mirarle la cara y luego la colocó con cuidado
sobre su boca y nariz una vez más—. Tenemos que
determinar lo que está pasando, así que he ordenado
algunas pruebas para mañana. La vamos a trasladar a
una habitación y hacer que esté lo más cómoda posible.
—Gracias —dijo Ken suavemente—. Pensé que
tenía gripe —agregó impotente, y Patrick tocó
ligeramente su hombro. Sabía que Ken se estaba
golpeando a si mismo por lo que había sucedido. 117
—Ya lo sé, y un día o dos no hacen ninguna
diferencia. Partiendo de lo que hay en su historia
clínica, yo hubiera sospechado lo mismo —le dijo la
doctora suavemente a Ken—. Averiguaremos lo que
pasa, y calcularemos un plan de tratamiento si
necesitamos uno. Vamos a sacarle un poco de sangre
ahora para poder empezar, y luego, tan pronto como
tengamos una habitación lista, la trasladaremos allí. —
La doctora se dispuso a salir y Ken le agradeció antes
de caminar al otro lado de la cama. Patrick comenzó a
levantarse, pero Ken le hizo un gesto para que se
sentara mientras cogía la otra mano de Hanna con la
suya y permanecía de pie al otro lado de la cama,
mirando a su hija. Los labios de Ken temblaban y sus
ojos estaban llenos de dolor y miedo. Patrick sintió las
mismas emociones brotar en su interior, pero no podía
imaginar lo que Ken estaba sintiendo.
Patrick sabía cómo se había sentido cuando los
doctores le dijeron que nunca volvería a hablar o a
cantar. El siguiente golpe había llegado cuando no fue
capaz de demostrar que estaban equivocados. Había
pensado que su vida había terminado, y más de una vez
simplemente deseó morir. Había pensado en acabar
con todo, pero al final se encerró en sí mismo y volvió a
casa. Si algo le sucedía a Hanna, Patrick sabía que Ken
sentiría muchas de esas cosas, y su corazón dolía
porque él haría cualquier cosa para impedir que se
118
sintiera tan perdido y solo.
Se sentaron en silencio durante un largo rato,
escuchando respirar a Hanna. De vez en cuando,
Patrick miraba sus confusos y aterrorizados ojos. Él
sabía que había pasado por esto antes, y vio el miedo
en sus ojos mientras se preguntaba si iba a tener que ir
a través de todo de nuevo. Prácticamente no tenía ni
idea por lo que Hanna había pasado, pero por la mirada
en sus ojos, así como por la impotencia de Ken, Patrick
supo que era algún tipo de infierno.
La Dra. Pierson volvió a entrar en la habitación. —
Vamos a trasladarla a una habitación —dijo en voz baja
desde los pies de la cama de Hanna, y Patrick se puso
de pie para darle a las personas que la seguían acceso a
la cama. Ken también se apartó, soltando la mano de
Hanna sólo cuando comenzó a moverse. Los celadores
hablaban en voz baja mientras trabajaban, luego la
sacaron lentamente de la pequeña habitación y la
llevaron a lo largo de los pasillos. Ken caminaba detrás
de ella, y Patrick fue junto a él. Ken parecía perdido y
asustado. Sin pensarlo, Patrick tomó su mano y la
sostuvo entre la suya. Los celadores les echaron un
vistazo, pero Patrick los miró fijamente y ellos
apartaron la mirada y continuaron con su trabajo.
Cuando llegaron a la habitación, los celadores
ajustaron la cama en su lugar y se hizo cargo una
enfermera, asegurándose de que Hanna estaba
colocaba.
119
—Esto hará que ella se sienta cómoda, pero
dormirá durante horas —explicó la enfermera
mientras le inyectaba alguna medicación en la vía
intravenosa que le habían puesto antes. Los ojos de
Hanna vagaron a la deriva y Ken sostuvo su mano otra
vez.
—Ken —dijo la doctora mientras entraba en la
habitación. Revisó todo antes de volver a él—. Hanna
va a dormir toda la noche. Quiero que vaya a casa y
descanse un poco. Sabe cómo van a ser los próximos
días, y tiene que estar fuerte para ella. Sé que se quiere
quedar, pero no hay nada que puedas hacer excepto
dejarla dormir. Le llamaremos si hay algún cambio, lo
prometo. —Tomó la mano de Ken en la suya—.
Necesita descansar.
—Necesito estar aquí con Hanna —protestó Ken, y
la doctora suspiró, mirando a Patrick en busca de
ayuda, pero lo único que pudo hacer fue encogerse de
hombros. Él no estaba en posición de convencer a Ken
de hacer nada.
—Ken. Que este buen hombre lo lleve a casa.
Vuelva a primera hora de la mañana, pero necesita
descansar. —Esta vez había un borde en su voz—. Esto
puede ser un proceso largo, ya lo sabe. No se noquee a
si mismo al principio de la carrera, ya que Hanna le va
a necesitar para el largo trayecto. —La expresión de
120
Ken se suavizó, y se inclinó sobre la cama, besando a
Hanna en la frente antes de alejarse de la cama. Patrick
le siguió, y luego se volvió para desear a Hanna un
silencioso adiós. Patrick siguió a un callado Ken por los
pasillos, el cuerpo rígido por la tensión.
La noche había caído y ellos caminaron a través
del resplandor de los fluorescentes, mientras salían del
edificio y atravesaban el parking. Patrick los llevó hasta
su coche, y cuando Ken parecía que iba a continuar,
Patrick lo agarró del brazo y lo dirigió hasta su coche.
No iba a permitir que Ken condujera a casa, estaba
demasiado preocupado y distraído. Para sorpresa de
Patrick, Ken no dio batalla.
El regreso a casa se hizo en completo silencio, tan
sólo con el sonido de la carretera bajo las ruedas. Ken
miraba por la ventana todo el tiempo sin comprender,
y Patrick conducía, mirándolo a menudo. Él sabía que
Ken estaba siendo desgarrado por la ansiedad, y
Patrick quería ayudar pero no sabía cómo. Finalmente,
Patrick se detuvo delante de la casa de Ken, y aparcó el
coche. Se bajó y esperó que Ken hiciera lo mismo,
mirando por encima del techo como un deprimido Ken
caminaba hacia la puerta de su casa. Patrick cerró la
puerta del coche y giró hacia su propia casa. Movería el
coche más tarde.
—Patrick —dijo Ken, y Patrick se detuvo—. No
quiero estar solo. —Patrick no estaba del todo seguro
121
de lo que Ken quiso decir, pero caminó de regreso
hacia su casa, y le siguió al interior.
La casa parecía fría y silenciosa sin Hanna para
darle la bienvenida con sus gritos y abrazos. Ken
encendió la luz y se dejó caer en el sofá con un suspiro
antes de inclinarse hacia delante para poder enterrar la
cara entre las manos. Patrick se sentó junto a él, las
palabras que quería decir se formaron bien en sus
labios, pero lo único que salió fue una serie de suaves
gruñidos que no sonaron a nada. Podía hacer algunos
sonidos, pero no los suficientes como para hacerse
entender. Así que se dio por vencido, tirando de Ken y
diciendo lo que necesitaba con su cuerpo y sus manos.
—¿Es esta tu manera de tranquilizarme? —
preguntó Ken, y Patrick asintió con la cabeza,
abrazándolo un poco más fuerte—. No debería haber
esperado. Sé lo que dijo la doctora, pero todavía debí
traerla inmediatamente.
Patrick rozó su mano sobre el pelo de Ken, incapaz
de tranquilizarlo de otra manera. Hubo momentos que
se sentía incorrecto, pero este no era uno de ellos.
Cualquiera podía decir las palabras para tratar de
consolarlo, pero sostener a Ken en sus brazos, aunque
sólo sea para consolarlo, era una maravilla, y se
sentaría así toda la noche si Ken se lo permitía—.
¿Tienes hambre? —preguntó Ken, y Patrick lo pensó
122
por unos minutos, tratando de recordar la última vez
que había comido. Definitivamente habían pasado
horas, así que soltó sus brazos, se puso de pie y se
dirigió a la cocina para ver lo que Ken tenía en casa.
Abrió la nevera y luego empezó a buscar en los
armarios. Esperaba que Ken lo siguiera, pero él no oyó
pasos. Calculó que necesitaba estar solo por un tiempo,
Patrick encontró un poco de pan y diferentes tipos de
fiambres en uno de los cajones de la nevera. También
fue capaz de encontrar algunos otras cosas, y comenzó
a hacer sándwiches. Encontró los platos y los vasos.
Tras servir un poco de leche, llevó un plato y un vaso a
la sala de estar y la puso frente a Ken. Volviendo a la
cocina buscó su propio plato, y se unió a Ken
sentándose a su lado, le dio un pequeño empujón con el
codo para conseguir que comiera algo.
Finalmente Ken agarró el sándwich y le dio un
mordisco antes de dejarlo de nuevo. —Cuando tuve a
Hanna hace unos años, nunca imaginé cómo una
pequeña vida podría significar tanto para mí. —Ken se
recostó, y Patrick comía mientras observaba a Ken
contemplar las paredes—. Era apenas una pequeña
cosita, pero tenía tanta energía. Supe tan pronto la
conocí, que ella fue hecha para que yo la amara.
Patrick quería hacer todo tipo de preguntas, pero
carecía de la capacidad, y no quería interrumpir a Ken
escribiéndolas, así que simplemente escuchaba.
123
—¿Te gustaría ver una foto? —Ken se levantó sin
esperar una respuesta. Patrick dio otro mordisco a su
sándwich mientras Ken abrió un cajón y sacó un álbum
de fotos. Cuando regresó al sofá, lo abrió y le mostró a
Patrick las primeras páginas—. Ella no tenía aún los
tres cuando la vi por primera vez. Al principio la tuve
en acogida, pero un año después, la adopté. —Ken
sonrió, rozaba con sus dedos las fotografías de la niña
con su camisa color rosa, sonriendo para la cámara.
Estaba adorable, con ojos grandes y cabello salvaje—.
Conocí a Mark un poco más tarde, e íbamos a criarla
juntos, pero ya sabes cómo terminó eso.
Patrick asintió. Ojala pudiera decirle que estaba
mejor sin su egocéntrico novio. En cambio, puso los
ojos en blanco y dio otro bocado a su sándwich. Ken
pasó la página del álbum de fotos, y Patrick levantó el
plato de Ken, entregándoselo con insistencia.
—Creería que eres mi madre —bromeó Ken antes
de tomar un pequeño bocado, y luego puso el plato en
la mesa—. ¿Feliz? —Patrick sacudió la cabeza y Ken
resopló pero empezó a comer mientras Patrick miraba
las fotos de Hanna. Había una de ella sosteniendo una
caña de pescar con un pez pequeño en el extremo del
sedal. Vio la expresión encantada en su cara y casi
podía oír su grito de placer mientras el pez se
tambaleaba fuera del agua. También había fotos de ella 124
montando un pony y un carrusel. Patrick volvió la
página y vio que Hanna era un poco más mayor, con
fotos nadando en lo que parecía una piscina. También
había fotos de ella en la mañana de Navidad abriendo
regalos y alzándolos para que Ken pudiera verlos.
Patrick pasó la página de nuevo, y había fotos de
ella jugando en el exterior. A continuación, las imagines
cambiaron, algunas de ellas en la cama del hospital con
un pañuelo en la cabeza. Patrick no necesitaba
explicaciones de cuando se tomaron. Ken
cuidadosamente cerró el álbum y lo dejó a un lado. —
Algún día sé que seré capaz de mirar esas, pero en este
momento no puedo. —Patrick asintió de nuevo y
terminó su sándwich, antes de pinchar una vez más a
Ken para que comiera—. ¿Te quedarás conmigo? —
preguntó ken, y Patrick abrió los ojos con sorpresa. No
estaba seguro de que fuera una buena idea, pero
asintió de todos modos. Ken por fin terminó su
sándwich, y Patrick llevó los platos y los vasos a la
cocina colocándolos en el fregadero antes de limpiar
todo. Cuando regresó a la sala de estar, vio a Ken
todavía sentado en el sofá. Parecía como si no se
hubiera movido durante todo el tiempo que Patrick
estuvo fuera.
Patrick sabía que tenía que conseguir que Ken se
acostara y durmiera. Si Ken permanecía preocupado,
no sería ninguna ayuda para Hanna ni para nadie más. 125
Sin saber que más hacer, Patrick extendió su mano, y
cuando Ken lo aceptó, lo llevó escaleras arriba.
Patrick sabía que probablemente no debería estar
haciendo esto. Lo había estado observando y soñaba
con estar con Ken, pero nunca fue esto lo que había
imaginado. En su imaginación, siempre se mostraban
felices. La primera vez que estuviera con Ken, se
suponía que iba a ser mágico. Se recordó a sí mismo
que nada intimo iba a suceder, no podía. Esta situación
era tan poco atractiva como podía imaginar. Hanna se
encontraba en el hospital, y Ken estaba casi totalmente
destrozado.
Cuando Patrick llegó a lo alto de la escalera, miró a
través de cada puerta abierta hasta que encontró la
habitación de Ken y lo metió dentro. La cama deshecha
y la ropa tirada por el suelo le hablaban de la
distracción y la naturaleza apresurada de la vida
reciente de Ken. Patrick se mantuvo ocupado
recogiendo la ropa y colocándola en la cesta de la
esquina, mientras que Ken se desnudó y se metió en la
cama. Patrick lo vio cerrar los ojos y apagó la luz.
Imaginó que dormiría en el sofá de la planta baja, se
volvió para irse, pero Ken le tocó el brazo. —No te
vayas —susurró, y Patrick suspiró profundamente,
reteniéndolo durante unos segundos antes de soltarlo
y caminar hacia el otro lado de la cama. 126
Se sacó los zapatos con la punta del pie y se
despojó de su ropa interior en la habitación oscura.
Levantó las mantas, subió entre las sábanas frescas y se
tumbó en el colchón. Miraba al techo, un poco
atemorizado de moverse. La respiración de Ken era
ensordecedora en la silenciosa habitación, y su calor
viajó a lo largo de la ropa de cama calentando a Patrick.
Se volvió para mirar a su compañero de cama, y
consiguió una bocanada de su profundo y rico olor,
tuvo que sofocar el gemido que amenazó con salir. No
había duda, Patrick estaba en el infierno, sobre todo
cuando su cuerpo reaccionó a la proximidad de Ken
con entusiasmo. Empezó a pensar en cosas poco sexys
y se recordó que la única razón por la que estaba allí
era porque Hanna estaba en el hospital y Ken estaba
muy preocupado. Esto enfrió las cosas rápidamente,
sólo se calentaron cuando Ken se desplazó en la cama
junto a él. En la oscuridad, colocó un brazo sobre su
pecho, y presionó cerca de su lado.
—Sólo abrázame, Patrick —susurró Ken. Patrick
rodó sobre su costado, y Ken se colocó directamente
contra él, sus cuerpos se ajustaron como dos piezas
perfectas de un rompecabezas—. Ha pasado un tiempo
y…
—Lo sé —articuló Patrick silenciosamente, sin
importarle si podía decir las palabras en voz alta o no. 127
Envolviendo a Ken en sus brazos, lo abrazó con fuerza.
Si sólo tenía esa única oportunidad de sostener a Ken
en sus brazos, la tomaría y lo recordaría por el resto de
su vida. Patrick no se hacía ilusiones de que esto fuera
algo más que la necesidad de consuelo de Ken después
de un día traumático, y cuando se levantaran por la
mañana, todo cambiaria a la luz del día.
—Eres un buen amigo —murmuró Ken, y Patrick
contuvo la respiración ante el dolor inesperado que
esas simples palabras le causaron. Él no quería ser el
amigo de Ken. Quería muchísimo más, pero no podía
decirle eso, no ahora y no en la oscuridad, por lo que
tuvo que contentarse con sostener a Ken, mientras
sintió y le oyó quedarse dormido. Patrick pasó mucho
tiempo escuchándolo respirar mientras yacía despierto
mucho después de que Ken se diera la vuelta y su
cálida espalda se apretara contra su pecho. Finalmente
los ojos de Patrick fueron a la deriva cerrándose y se
quedó dormido, pero no por mucho tiempo.
Cuando Patrick despertó en mitad de la noche, el
reloj en el lado de la cama de Ken, indicaba las 4:32 y
estaba solo en la cama. Se preguntó dónde fue Ken, se
levantó y se puso los pantalones antes de vagar por la
casa. Vio la brillante luz del piso de abajo y lo siguió
hasta la parte trasera de la casa en lo que tenía que ser
el estudio de Ken. Lo encontró de pie delante de un
caballete en ropa interior, trabajando diligentemente 128
en un lienzo. Podía verlo temblar mientras continuaba
trabajando febrilmente, como si el mundo no existiera.
Patrick se trasladó detrás de él donde podía ver lo
que estaba pintando. Hanna miraba fuera del lienzo,
sus ojos brillaban, el sombrero rosa que Patrick le
había regalado en la cabeza. Su brazo estaba cerca del
borde del lienzo, una bola de nieve en la mano
enguantada, lista para ser lanzada. Patrick sonrió,
porque a pesar de que el objetivo de la bola de nieve no
estaba en la pintura, Patrick sabía que era él o Ken.
Patrick comenzó a tiritar, y tocó ligeramente el hombro
desnudo de Ken. Su piel estaba fría, y se preguntó
cuánto tiempo llevaba aquí abajo trabajando así.
—Recordé nuestra pelea de bolas de nieve de hace
unos meses, y tenía que conseguir capturar la
expresión de Hanna antes de olvidarme —dijo Ken
mientras continuaba aplicando pintura a las mejillas
sonrosadas de Hanna—. Me vienen imágenes, pero a
veces no duran mucho tiempo —dijo Ken mientras
mojó ligeramente el pincel en más pintura—. He
soñado con este día, y no podía dejarlo pasar —dijo
mientras seguía trabajando. Patrick pensó que podía
salir y difícilmente Ken sabría que se había ido. Los
suaves sonidos del trabajo de Ken cesaron, y Patrick
miró por encima del hombro. Ken estaba parado con su
pincel cerca del lienzo, sin moverse, mirándolo. No se 129
movió durante un rato, y luego, lentamente, bajó su
pincel, colocándolo sobre la mesa manchada de pintura
detrás de él. Le siguió la paleta, y seguía mirándolo
como si estuviera tratando de grabar algo en su
cerebro.
Patrick comenzó a sentirse un poco incómodo bajo
el escrutinio. La mirada de Ken era tan intensa, que
Patrick tuvo que mirar a otro lado. Tomó un rápido
vistazo alrededor del estudio, vio lienzos apoyados
contra las paredes. En algunos lugares, los lienzos se
apoyaban unos contra otros. Algunos estaban pintados,
pero los que podía ver estaban en blanco. Patrick
regresó donde Ken continuaba mirándolo fijamente.
Tocó el brazo de Ken y luego agarró su mano guiándolo
suavemente fuera de la habitación. Ken se alejó y
apresuradamente corrió de un lado a otro, poniendo
tapas a las pinturas y dejando caer los pinceles en
tazas. Patrick estaba tiritando otra vez por el frio, tomó
a Ken por la mano de nuevo, conduciéndolo fuera del
estudio, subieron las escaleras. Ken apagó las luces de
paso, e hicieron gran parte del camino en la oscuridad.
En el dormitorio de Ken, Patrick consiguió meterlo
en la cama bajo las sábanas antes de acostarse él
mismo. Ken se acurrucó junto a él, su piel estaba fría y
los pies, Dios, Patrick se estremeció cuando sus pies
encontraron los de Ken. Acercó más a Ken, haciendo
que su calor se mezclara mientras lentamente los dos 130
se calentaban. —Gracias por cuidar de mí —murmuró
Ken, y Patrick imaginó que ya estaba medio dormido, él
también cerró los ojos y pronto fue a la deriva con Ken,
ahora con su cálida espalda pegada a su pecho. Tenía
pocas ilusiones de que esto durara por la mañana.

LA próxima vez que Patrick se despertó, Ken estaba


moviéndose en la cama. Abrió sus ojos, echó un vistazo
al reloj y se dio cuenta de que sólo habían pasado unas
horas. —¿Me llevarás de vuelta al hospital? —le
preguntó Ken, y Patrick se levantó de la cama, sabiendo
que lo que él había temido la noche anterior sucedió.
Patrick se vistió mientras miraba alrededor para
encontrar una manera de comunicarse. Encontró un
pedazo de papel sobre la mesita de noche, y Ken le
entregó un lápiz.
—Voy a casa a cambiarme de ropa. Te veré en
mi coche en diez minutos —escribió antes de
entregarle el papel a Ken y salir corriendo de la
habitación y bajar por las escaleras. Encontró su abrigo
en el salón, se lo puso sobre los hombros, y se apresuró
fuera y hacia abajo de la calle. Dentro de su casa,
Patrick corrió a su habitación y se quitó la ropa,
agarrando lo que tenía más a mano. En su cuarto de
baño, se afeitó con prisa y se aseó lo mejor que pudo 131
antes de ponerse la ropa, calzarse un par de zapatos y
agarrar su abrigo mientras se apresuraba hacia la
puerta.
Ken estaba junto a su coche, esperándolo. Patrick
abrió las puertas, y se metió dentro. Puso en marcha el
motor y salió hacia la carretera, fijando su cinturón de
seguridad antes de llegar a la señal de stop al final de la
calle.
—Gracias por lo de anoche —dijo Ken cuando
llegaron a la carretera, y Patrick lo miró brevemente—.
Me gustó mucho que estuvieras allí. —Ken se movió en
su asiento—. Sin ti no hubiera dormido nada, lo sé.
Fuiste un buen amigo.
Allí estaba otra vez, “era un buen amigo”. Patrick
tenía que conseguir que todo esto entrara en su cabeza
y parar todos sus deseos y sueños. Ken no iba a verlo
como algo más que eso, no importa lo mucho que él lo
deseara. Siguió conduciendo, tratando de no dejar que
lo que estaba sintiendo se reflejara en su cara. En
cambio, se concentró en lo bueno y bien que se sintió
sostener a Ken en sus brazos. Se había dicho la pasada
noche que quizás sólo tenía una oportunidad para
hacer eso, y probablemente parecía que tenía razón.
Patrick apartó todos esos pensamientos a un lado
mientras seguía conduciendo. Había personas más
importantes de las que preocuparse, como Hanna. Sus 132
sentimientos heridos realmente no importaban a largo
plazo, de todos modos.
Para cuando llegó al hospital, Patrick tenía sus
sentimientos bajo control. Caminó detrás de Ken
mientras pasaban por los pasillos del hospital hacia la
habitación de Hanna. Al acercarse a la puerta, la
enfermera salía. —¿Cómo está?
—Básicamente igual, pero su fiebre ha bajado un
poco —respondió la enfermera—. Todavía está
dormida, pero con suerte ella despertará pronto.
Ken asintió con la cabeza y entró dentro, mientras
que Patrick se quedó fuera, dándole unos minutos a
solas con su hija. Cuando entró, Hanna parecía estar
despierta, agitando los ojos. Ken tomó la mano de
Hanna, y Patrick lentamente entró en la habitación, sus
miradas se encontraron. Por lo menos, le habían
quitado la mascarilla de oxígeno y sólo tenía el tubo de
la nariz, así que pudo ver su leve sonrisa. Luego ella
giró la cabeza para mirar a su papá.
—¿Me voy a quedar calva de nuevo? —preguntó.
Ken se encogió ligeramente de hombros—. No sé
qué tipo de tratamiento será necesario. Pero si es así,
conseguiremos el mayor número de bonitos sombreros
como podamos encontrar. 133
La enfermera que había visto antes vino a sacarle
un poco más de sangre. Hanna no se inmutó cuando le
inyectó la aguja. —Eres una niña muy buena —le dijo a
Hanna, sonriendo mientras terminaba lo que tenía que
hacer—. La doctora vendrá en breve, voy a llevar éstos
al laboratorio. —La enfermera salió después de
acariciar ligeramente la mejilla de Hanna—. Descansa
si puedes, cariño —añadió antes de salir de la
habitación.
Ken suspiró y Patrick miró a su alrededor antes de
acercar una silla a la cama. Se preguntó si estaba
interfiriendo y sí debía irse a casa, pero Hanna se estiró
hacia él, tomando su mano entre las suyas. —Está bien,
Sr. Patrick, soy una niña grande.
—Sé que lo eres. Pero incluso las niñas grandes no
deberían tener que estar en el hospital —dijo Ken, y
Patrick asintió. Ninguna niña debería estar en el
hospital, grande o no, quería decirle, pero él le tomó la
mano en su lugar. Algunas veces ser mudo realmente
apestaba. Y este era sin duda uno de esos momentos.
Lo único que podía hacer era tomar la mano de Hanna
y sonreír cuando ella lo miró. Pero de la forma en que
ella se aferró a él a cambio, tal vez eso era suficiente. Se
sentaron en silencio mientras Hanna dormitaba.
La doctora entró en la habitación, haciendo un
gesto para que Ken la siguiera. Se levantó, y Patrick le
134
observó, preguntándose en silencio si Ken quería que
se quedara aquí o fuera con él. —Por favor, hazle
compañía —le dijo, y Patrick asintió y se acomodó en la
silla. Hanna abrió los ojos cuando su padre se hubo ido
buscándolo por un segundo antes de mirar a Patrick.
Acarició su mano suavemente para tranquilizarla y
observó la puerta a la espera de Ken.
Hanna se había quedado dormida cuando Ken
volvió a entrar en la habitación, viéndose un poco en
shock. Patrick suavemente arregló la mano de Hanna
en la manta, sus ojos seguían cerrados, se levantó, y
después siguió a Ken al pasillo. —La Doctora dijo que el
cáncer ha regresado. Van a intentar un tratamiento
diferente, pero tienen que conseguir que esté más
fuerte antes de poder comenzar. —Ken tragó con
fuerza y Patrick tenía un millón de preguntas, pero
tenía que esperar a que Ken continuara. Sus manos se
apretaron en puños cuando la frustración brotó en su
interior por su silencio forzado—. Ella va a estar aquí
por un tiempo… y no hay ninguna garantía.
Patrick asintió con la cabeza antes de apresurarse
a la estación de enfermeras, haciendo gestos por lápiz y
papel. Una enfermera lo miró confusa como si
estuviera loco.
—Él no es capaz de hablar, y le está pidiendo lápiz
y papel —explicó Ken detrás de él mirando a la
enfermera, que al instante se veía compungida
135
mientras rebuscaba en el escritorio antes de entregarle
un bloc de notas y un bolígrafo.
—¿Qué pasa con un trasplante de médula ósea?
—garabateó Patrick.
—Ella no es candidata —respondió Ken—. La
doctora dio una razón, pero era difícil de entender. Ella
tiene la esperanza de que este tratamiento funcione,
pero será más difícil que el anterior. —Ken se mordió
el labio mientras miraba de nuevo a la habitación de
Hanna. Parecía a punto de romperse, y Patrick tiró de
él a sus brazos, sosteniéndolo apretado. Era el único
consuelo que podía ofrecer—. No sé lo que voy a hacer
si la pierdo —susurró al oído de Patrick, y este podía
ver como las lágrimas amenazaban en su voz. Él mismo
sintió sus propias lágrimas comenzar a llenar sus ojos,
pero tenía que rechazarlas. Ken se apretó con más
fuerza durante unos segundos antes de dar un paso
atrás, secándose los ojos mientras respiraba
profundamente—. Gracias por todo.
Patrick asintió con la cabeza, y Ken dándose la
vuelta regresó a la habitación de Hanna. Patrick lo
siguió. Hanna estaba despierta, y Patrick le tomó la
mano, acariciando su piel ligeramente antes de
inclinarse sobre la cama para darle un beso en la
frente. Luego caminó alrededor de la cama donde Ken
se sentó, tocando ligeramente su mano para despedirse
136
antes de recoger su abrigo y caminar hacia la puerta.
—Adiós, Sr. Patrick —dijo Hanna en voz baja, y
levantó la mano—. ¿Va a volver pronto? —Su voz sonó
tan áspera y débil que Patrick sintió que las lágrimas
amenazaban de nuevo. Asintió con la cabeza, saludó
ligeramente antes de salir de la habitación y caminar
por el pasillo. Siguió las indicaciones hasta el vestíbulo
y luego salió del hospital, en dirección a su coche.

EL viaje de regreso hacia Pleasanton, le dio a Patrick la


oportunidad de pensar, y mientras se acercaba a la
ciudad, condujo a la casa de Julianne en lugar de ir a su
casa. Esperaba que ella no estuviera en el trabajo, y
exhaló un suspiro de alivio cuando se detuvo delante
de su casa. La puerta principal se abrió cuando estaba
subiendo por el camino, y el sobrino de Patrick, Todd,
se precipitó por él, sus pequeñas piernas volando.
Patrick corrió a su encuentro y agarró al pequeño
bribón en sus brazos. —Tito Patwick —dijo riendo,
mientras Patrick se abrazó contra un trocito de su vida.
Llevó a Todd por el camino y entró en la casa, cerrando
la puerta detrás de ellos. Julianne fue a su encuentro en
el vestíbulo dándole una mirada severa.
—Vas a coger frío si corres fuera sin abrigo —
reprendió a Todd, que pareció arrepentido durante 137
unos segundos antes de abrazar a Patrick una vez
más—. ¿Quieres algo de comer? —preguntó Julianne
mientras Patrick llevó a Todd por el pasillo. Todd se
retorció para bajar, y tan pronto como Patrick lo puso
sobre sus pies, corrió a la cocina y volvió con uno de
sus camiones que le mostró a su tío.
—Mamá consiguió “etos” para mí —declaró con
orgullo antes de corretear con el coche por el suelo,
haciendo broom, broom y sonidos del chirriar de
frenos. Patrick se acomodó en el suelo, jugando a los
coches con él. Julianne trabajaba en la encimera,
preparando el almuerzo.
—Toddy, es necesario lavarse —dijo Julianne, y
Todd salió corriendo de la habitación hacia el baño.
Patrick le siguió y le ayudó a lavarse y secarse las
manos. Luego él hizo lo mismo antes de salir del cuarto
de baño. Todd ya estaba en su asiento, balanceando las
piernas adelante y atrás mientras esperaba que
Julianne le trajera su almuerzo. Ella le fijó un plato
junto con una taza para bebes. Patrick se sentó en la
silla al lado de Todd, y Julianne trajo dos platos a la
mesa y se sentó en el lado opuesto de su hijo—. ¿Qué te
trae por aquí? —preguntó ella—. Como si yo no lo
supiera. —Le dio un bloc y un bolígrafo a Patrick.
—Hanna fue al hospital ayer —escribió
Patrick—. El cáncer ha vuelto a aparecer y ella va a
necesitar más tratamiento. —Le pasó el bloc a
138
Julianne.
—¿Alguna noticia sobre su pronóstico? —
preguntó Julianne, y Patrick se encogió de hombros,
sacudiendo la cabeza. Tomó un bocado de ensalada de
pollo y ayudó a Todd con sus nuggets, dándole una
dura mirada cuando empezó a jugar con su comida.
Julianne podía regañarle, pero todo lo que necesitó fue
una mirada de Patrick y él se comportó al instante—.
Pasó otra cosa. ¿No? —Julianne presionó, y Patrick
asintió.
—Traje a Ken a casa desde el hospital y él no
quería estar solo, así que me quedé con él anoche —
escribió Patrick, y luego se detuvo por un segundo
antes de decidir lo que podía decirle—. Me dijo que
era un gran amigo. —Subrayó amigo y luego empujó
el bloc hacía Julianne con un pequeño resoplido.
—¿Te quedaste con él? —Julianne preguntó una
vez que leyó la nota—. ¿En la misma cama? —Ella
susurró la escena, y Patrick asintió con la cabeza antes
de tomar de nuevo el bloc.
—Sólo lo sostuve y consolé —escribió—. Nada
más —escribió a la defensiva, si eso era posible—. Su
hija está en el hospital. No hubiera sido justo,
aunque yo quería. —Patrick pasó la libreta hacia ella.
Lo leyó y asintió.
—¿Es la parte de amigo la que te está molestando? 139
—preguntó ella y Patrick asintió con vehemencia—.
Por favor —dijo—. Probablemente es que esté hecho
un lío y en una posición realmente extraña. Apuesto a
que no tiene ni idea de lo que está sintiendo en estos
momentos. No esperabas una repentina declaración de
amor, ¿verdad? —agregó, y Patrick sacudió la cabeza—
. Entonces no te preocupes por eso. Fuiste un buen
amigo y te preocupaste. Él Vendrá a ver si se lo
permites.
Patrick asintió con la cabeza antes de regresar a su
almuerzo. Se sentaron en silencio, ambos comieron y
mantuvieron un ojo en Todd. Una vez que terminaron,
Patrick la ayudó a limpiar los platos y luego pasó gran
parte de la tarde jugando con su sobrino y
preguntándose por Hanna y Ken.

140
LA PRIMAVERA definitivamente estaba en su
apogeo y el verano a la vuelta de la esquina cuando Ken
trajo a Hanna por primera vez en semanas. Ella había
tenido varios tratamientos, pero no había mucho más
que pudieran hacer hasta que Hanna se pusiera más
fuerte otra vez, por lo que preguntó si podía llevarla a
casa. Después de detenerse delante de la casa, Ken
paró el coche y ayudó a Hanna a salir. Ella caminó
lentamente por el sendero, mirando todo a su
alrededor. Los árboles habían crecido, y había flores
floreciendo en todas partes. Ken sabía que quería ver, y
cerró la puerta de su coche antes de tomar su mano y
conducirla por el patio. No había tenido tiempo de
atender nada en el patio y sin embargo cada macizo
estaba bien cuidado y libre de malezas. Ken lo había
notado antes, y sospechaba que Patrick estuvo
cuidando de las cosas por él, pero nunca lo había visto
en el patio, y la única vez que le preguntó, Patrick
simplemente se encogió de hombros.
—¿Puedo coger flores? —preguntó Hanna, y Ken
sonrió y asintió con la cabeza, dejando que ella hiciera
lo que quisiera. Independientemente de lo que dijeron 141
los doctores, Ken sintió desvanecerse su esperanza un
poco más cada día. Después de cada tratamiento,
Hanna parecía estar cada día más débil, y el tiempo de
recuperación era más y más largo. Así que si ella quería
coger flores de primavera, podía coger lo que quisiera.
Ken se encontró pensando que esta podría ser la última
primavera que viera su preciosa hija, y si era así, tenía
la intención de hacerlo lo mejor posible para ella.
Pensamientos como este venían a él mucho
últimamente.
Ken se sentó en el banco del jardín cerca de la casa
y vio que Hanna se movía lentamente por el patio,
llevando su sombrero rosa favorito. No le importaba si
era para invierno o primavera, si ella quería llevarlo,
Ken no iba a decirle que no. —Patrick —llamó Hanna, y
dejó de trabajar y llevó su puñado de flores hacia
donde él se encontraba cerca de la acera. Él la levantó
en sus brazos y la abrazó como si fuera un objeto
precioso. Patrick anduvo con ella hasta donde los
esperaba Ken. Él los había visitado muchas veces en el
hospital, y a Hanna le había hecho ilusión cada vez que
él asomaba la cabeza por su habitación. También veía a
Ken, para el caso.
—Gracias por cuidar el patio —dijo Ken. Esta vez
no preguntaba, y Patrick se sonrojó un poco, pero por
lo menos él no lo negó.
—¿Vas a quedarte para el almuerzo? —preguntó
142
Hanna, y Patrick asintió con la cabeza antes de señalar
a su casa. Ken observó mientras él hacía gestos a
Hanna, y entonces ella gritó y lo abrazó fuerte—. ¿Has
hecho mac–queso para mí? —le preguntó, y Patrick
asintió con la cabeza antes de poner a Hanna en el
suelo, a continuación se apresuró por el jardín y hacia
abajo en la acera.
—Vamos dentro. Patrick se unirá a nosotros en
unos minutos —explicó Ken, tomando la mano de
Hanna.
Ken la llevó dentro y la ayudó a buscar un jarrón
de flores. Él no lo llenó de agua y estaba colocando las
flores en el centro de la mesa cuando oyó a Hanna abrir
la puerta principal. Momentos más tarde, Hanna entró
en la cocina con Patrick justo detrás de ella, llevando
una cazuela humeante. Obviamente apenas la había
sacado del horno. Ken colocó un paño sobre la mesa, y
Patrick dejó la cazuela caliente. Entonces Ken consiguió
platos, vasos y los cubiertos mientras Hanna los
acomodaba en su lugar. Patrick y él se unieron a ella en
la mesa, Ken puso una pequeña cantidad de
macarrones perfectamente gratinados en el plato de
Hanna.
Sopló en su plato, esperando impaciente a que sus
mac–queso se enfriaran antes de tomar un bocado
tentativo. Hanna no había comido mucho en bastante
tiempo. Los tratamientos tendían a quitarle el apetito.
143
Ken odiaba tener que mendigarle casi para que
comiera, pero siempre que Patrick iba al hospital, le
había llevado algún regalo que Hanna se comía
rápidamente, por lo general algo dulce. La doctora se
habría enfadado si lo hubiera sabido, pero Ken
simplemente agradecía que Hanna comiera algo.
Después de un tiempo, Patrick también le llevaba
regalos a él. Ken tomó un bocado de sus macarrones, el
rico queso se deslizó por su garganta.
—Esto está buenísimo. Gracias. —Cuando le envió
un mensaje de texto a Patrick diciéndole que él y
Hanna volvían a casa, no fue su intención que les
proporcionara el almuerzo, pero debería haber sabido
que de todos modos lo haría. Ken observó cómo Hanna
comía despacio pero sin pausa antes de desplazar su
mirada hacia Patrick. No sabía exactamente cuándo
había ocurrido, pero en las últimas seis semanas más o
menos, su fascinación por Patrick empezó a
convertirse en algo más.
—Bueno —dijo Hanna mientras cogía el vaso de
leche, sonriendo a Patrick antes de continuar
comiendo.
—Has sido una bendición todo este tiempo, y no sé
cómo darte las gracias —le dijo Ken a Patrick, y vio el
rubor en el hombre silencioso, asintió, y luego miró
hacia otro lado. Había momentos en que Patrick era tan
expresivo, y otros, como ahora mismo, en los que Ken
144
deseaba poder preguntar con facilidad en que estaba
pensando. Parecía tan cerrado y tímido a veces. Ken
pensó que esto probablemente era normal para una
persona que perdió la capacidad de hablar, habiendo
perdido el método más utilizado para comunicarse.
Ken sabía que tenía que explicarle lo que sentía. Se
merecía saberlo, y hubo ocasiones en las últimas
semanas que vio destellos de lo que pensó podrían ser
sentimientos recíprocos por parte de Patrick. Si bien
fueron fugaces, los vio más de una vez, especialmente
cuando Patrick pensaba que Ken no estaba mirando.
Hanna terminó su porción, y Ken le sirvió un poco
más, que también se comió, para sorpresa de Ken. —
¿Puedo ir a jugar? —preguntó, deslizándose fuera de
su asiento hasta el suelo.
—Siempre y cuando estés tranquila —respondió
Ken—. ¿Recuerdas lo que dijo la doctora?
—Papá… —se quejó un poco antes de salir de la
cocina. Ken la oyó subir las escaleras y luego volver a
bajarlas. Al darse la vuelta, vislumbró que llevaba su
set de pintura a la sala de estar.
Ken sonrió y volvió su atención a Patrick. Por un
segundo, alcanzó a ver la intensa mirada de Patrick,
con un toque de fuego en sus ojos que hizo temblar a
Ken con emoción. La mirada no duró mucho, ya que
Patrick bajó la vista hacia su plato casi de inmediato. — 145
Patrick, creo que hay algo que tenemos que hablar —
comenzó a decir Ken, y entonces sonó el timbre de la
puerta. Ken gimió y se levantó al oír la puerta principal
abierta.
—El tío Mark —dijo Hanna, y Ken entró en la sala,
donde Mark estaba liberando a Hanna de un abrazo.
—Esto es una sorpresa —dijo Ken mientras
conseguía su abrazo—. No te esperaba.
—Cuando llamaste dijiste que hoy Hanna volvía a
casa, así que tenía que pasar por aquí y ver como lo
estaba haciendo mi chica favorita —contestó Mark
alegremente, con una gran sonrisa y una cálida mirada
en los ojos.
—Estábamos almorzando. Eres bienvenido a
unirte —ofreció Ken mientras Hanna cerró la puerta.
Llevó a Mark a la cocina y vio a Patrick en el fregadero.
—Este es nuestro vecino, Patrick —dijo Ken.
—Me acuerdo —dijo Mark cuando Patrick le
tendió la mano—. Soy Mark.
Patrick sacudió la mano que le ofreció durante
unos segundos antes de volverse hacia Ken. Todo lo
que vio Ken era confusión e incluso un toque de dolor
en los ojos de Patrick. Entonces él levantó la mano
mientras salía de la cocina y Ken oyó a Hanna decir
adiós, unos segundos después, la puerta principal se 146
abrió y se cerró. Ken gimió por dentro porque tenía
muchas ganas de hablar con Patrick. Tenía tantas cosas
que necesitaba decirle, pero iba a requerir tiempo.
Finalmente había comenzado a aceptar como se sentía
acerca de Patrick, que sus sentimientos eran algo más
que amistad, y quería ser capaz de decírselo y
confirmar si esos destellos que conseguía eran reales o
imaginarios. Cubriendo su decepción, Ken suspiró
suavemente. —¿Tienes hambre?
Mark sacudió la cabeza y se acercó. —No de
comida —susurró con las cejas levantadas.
—Mark, hace meses —balbuceó Ken,
retrocediendo un poco. Habían almorzado un par de
veces, y él había estado visitando a Hanna en el
hospital, pero hasta ahora, Mark no le había dado
ninguna indicación de que quería que volvieran a estar
juntos—. ¿Qué está pasando? —preguntó Ken en un
susurro.
—Fui un imbécil, Ken. No debería haberme
alejado. Fui egoísta y egocéntrico, y me doy cuenta
ahora que abandoné lo mejor que me había pasado en
el momento que más me necesitabas. Fui tan estúpido
por no apoyarte y me he dado cuenta que tú también
me amabas. Pensé por la manera en que prodigabas tu
atención a Hanna que no tenías tiempo para mí ni me
querías más. Sé que estaba equivocado, y sé que te hice
daño. ¿Podrías mirar en tu corazón y perdonarme? —
147
preguntó Mark en voz baja, y Ken sintió su corazón
saltar ligeramente.
—Yo también te extrañé —confesó Ken mientras
su cabeza le daba vueltas. Nunca imaginó que Mark
quisiera volver a su vida después de todos esos
meses—. Pero me hiciste daño y simplemente no
puedo encender y apagar mi corazón. —A decir verdad,
Ken había avanzado, y no estaba seguro de si alguna
vez quería volver a donde había estado.
—No quiero una respuesta tuya hoy. —Mark se
acercó una vez más, esta vez inclinándose y colocando
un suave beso en los labios de Ken—. Realmente te
eché de menos, y siento de verdad haber sido un tonto.
—Mark retrocedió, y Ken se lamió los labios
ligeramente.
—¿Por qué ahora, Mark? —preguntó Ken mientras
su cabeza daba vueltas. Mark siempre había sido capaz
de tocar fácilmente su corazón, y ahora no fue una
excepción. Ken realmente pensó que había terminado
con Mark. Cuando se encontraron la primera vez para
almorzar, Ken esperaba que algún tipo de daño
emergiera, pero no fue así. Había estado contento y
satisfecho de pasar algún tiempo con Mark, pero no
sintió dolor en su corazón ni incluso daño. Lo que no
podía entender era porque el beso ligero de Mark dejó
un hormigueo en sus labios y una chispa deslizándose
148
por su columna. No lo consiguió y necesitaba algo de
tiempo para pensar.
—Nunca me olvide ni de Hanna ni de ti. Me tomó
un tiempo darme cuenta que cuando me fui, yo estaba
dejando mi familia atrás. —La voz de Mark quedó
atrapada en su garganta.
—Pero has tenido meses… —comenzó Ken. Él y
Hanna seguían adelante, y esto parecía arrojar todo lo
que él pensaba que sentía en el caos.
—Lo sé —coincidió Mark—. Yo era un tonto total,
bien, y te amo. Me llevó más tiempo del que debería
darme cuenta de lo mucho que te amo tanto a ti como a
Hanna. Los dos sois mi familia y mi vida. —Tomó la
mano de Ken en la suya, apretándola ligeramente
mientras frotaba la piel de Ken con los pulgares—. No
dejes que mi estupidez arruine una oportunidad de ser
felices para todos nosotros. —Mark se veía tan
lastimero y seriamente herido que Ken no podía
decirle lo que quería decirle. Las palabras se quedaron
atrapadas en su garganta, y se encontró asintiendo.
—Tienes que darme un poco de tiempo —le dijo
Ken.
—Eso es todo lo que puedo pedirte —dijo Mark.
Después de soltar las manos de Ken, Mark se acercó a 149
la puerta de la cocina y se regresó rápidamente.
Ahuecó las mejillas de Ken en sus manos y lo besó con
fuerza, en plena boca, con la energía suficiente para
freír casi el cerebro de Ken. Luego dio un paso atrás,
ambos respiraron profundamente, y sin decir una
palabra, salió de la cocina—. Te llamaré muy pronto —
dijo Mark con una sonrisa feliz asomando la cabeza por
la puerta. Antes de poder reaccionar, Mark se había
ido, y le oyó despedirse de Hanna. Siguiendo el sonido
de sus voces, Ken vio a Mark darle un fuerte abrazo
antes de darle un beso en la mejilla. Después los saludó
a ambos y salió de la casa pareciendo flotar en el aire.
Ken limpió la cocina, puso la comida que quedó en
la nevera y los platos en el lavavajillas. Estaba tan
confundido. Mark sería la elección fácil, era conocido y
sería fácil de integrarse de nuevo en sus vidas y en el
corazón de Ken. Pero él no estaba seguro de querer
hacerlo. Mark nunca lo miró de la manera que Patrick
lo hacía cuando pensaba que Ken no estaba mirando.
Ken sabía que Mark se preocupaba por él, no tenía
dudas de que era sincero. Lo que seguía preguntándose
era que quería realmente, y cuando lo hacía, todo lo
que conseguía era que no lo sabía. —¿Podemos salir a
la calle, papá? —preguntó Hanna cuando él estaba
terminando.
—¿Quieres ir a dar un paseo? —preguntó, y Hanna
asintió—. Entonces ve a buscar tu chaqueta, y vamos a
pasar algún tiempo al aire fresco. —Hanna se alejó 150
rápidamente, y Ken consiguió su chaqueta. Después de
ponérsela, se aseguró de que Hanna estaba vestida
adecuadamente. Podría ser primavera, pero tenía que
permanecer caliente. Una vez que se quedó satisfecho,
la tomó de la mano y salieron de la casa.
Cogidos de la mano, caminaron lentamente por el
barrio como personas disfrutando del hermoso clima
primaveral. —¿Cómo te va? —La Sra. Krantz le
preguntó al final de la calle mientras se acercaba,
quitándose los guantes de jardinería.
—Estoy bien —respondió Hanna con un brillo en
sus ojos que Ken no había visto en mucho tiempo—.
Todavía tengo que usar sombreros, sin embargo.
La Sra. Krantz se acercó a Hanna. —Es muy bonito.
¿De dónde lo sacaste?
—Fue un regalo —explicó Hanna con una
sonrisa—. Pero no sé quién me lo hizo.
—Bueno, es muy bonito —dijo la Sra. Krantz
mientras se enderezaba, y Hanna le dio las gracias y
continuaron su camino. Casi todo el mundo que se
encontró con Hanna le preguntó cómo estaba. La gente
que Ken no conocía, que parecían ser muchos de ellos,
se presentaban antes de hablar con Hanna. Todos
parecían hacer las mismas preguntas. Algunos trajeron
galletas para ella. Unos pocos le dieron flores de sus 151
jardines, que Hanna aferraba a medida que
continuaban su paseo.
A medida que se acercaban a la casa de Patrick,
Ken esperaba verlo en el patio de su casa, pero la casa
parecía cerrada a cal y canto y no había nadie
alrededor. —¿Puedo ir a llamar? —preguntó la niña, y
Ken la condujo por el camino, levantándola para que
pudiera tocar el timbre. Nadie abrió la puerta, sin
embargo. Hanna llamó a la puerta, pero la puerta
permaneció cerrada, con el único sonido de la brisa en
sus oídos. Dejaron el pequeño porche de Patrick y
bajaron por el camino. Hanna seguía girándose para
ver si Patrick llegaba a la puerta, pero caminaron por el
resto del camino a casa sin ver a su vecino. —¿Está
enfadado conmigo? —preguntó Hanna mientras se
acercaba a su puerta, una vez más buscando a Patrick.
—No cariño. Probablemente tenía cosas que hacer
—explicó Ken incluso cuando la expresión de dolor en
el rostro de Patrick al salir le vino a la mente. Hubo
algo que molestó a Patrick, Ken podía sentirlo, pero no
podía preguntárselo ahora mismo, y Hanna necesitaba
descansar un rato. Después de abrir la puerta principal,
Ken levantó a Hanna en sus brazos, y ella se acurrucó
contra él, todavía sosteniendo sus flores. Ken cerró la
puerta y llevó a Hanna a su habitación, colocando las
flores en la cómoda antes de estar lista para su siesta.
Para el momento en el que Ken le quitó su chaqueta y
sus zapatos y la cubrió con una manta, Hanna estaba
dormida. Ken la observó durante unos minutos antes
152
de recoger las flores y dirigirse abajo.
Después de colocar las flores en el florero junto
con las que Hanna había recogido antes, vagó hasta su
estudio. No había pintado en las últimas semanas, pero
la confusión en su mente lo llevó a buscar la pintura y
el lienzo. El retrato de Hanna estaba terminado, y
estaba a punto de terminar uno de Patrick cantando y
el estudio de cuerpo entero que había comenzado
semanas antes. Ken no estaba seguro de lo que quería
hacer y alzó un lienzo en blanco en su caballete. Pensó
en hacer un retrato de Mark, y se preguntó por qué en
todo el tiempo que estuvieron juntos, nunca pintó uno.
Cerrando sus ojos, él trajo una imagen y se solidificó en
su mente antes de abrir los ojos y ponerse a pintar.

No estaba funcionando. Horas más tarde, Hanna


seguía durmiendo y la pintura en la que había estado
trabajando parecía un montón de manchas. No podía
encontrar una dirección, y la imagen en su cabeza
seguía cambiando. Dando un paso atrás, miró lo que
había hecho, y sus ojos se agrandaron. Había estado
pintando un retrato de Mark, pero lo que llevaba hasta
el momento se parecía más a Patrick. Levantó el lienzo
del caballete, lo apoyó contra la pared, a continuación,
colocó el de Patrick cantando. Tan pronto como lo hizo,
todo salió a la luz. Ken hurgó en su reproductor de CD y
encontró uno de los discos de Patrick. 153
Tan pronto como la música comenzó, Ken vio la
imagen que necesitaba en su cabeza. Patrick estaba en
el escenario vistiendo la ropa que usaba para trabajar
en el jardín. Una canción terminó, y otra comenzó, la
imagen en su cabeza empezó a cantar, y Ken se puso a
trabajar.
Sus manos volaron como si tuvieran mente propia.
Ahora sabía exactamente lo que quería lograr y que
estaba decidido a terminar. Los últimos detalles de la
pintura que habían sido tan duros para él antes
entraron con una facilidad que era casi demasiado
bueno para ser verdad. En el momento que el CD dejó
de sonar, Ken había puesto la ahora pintura terminada
a un lado para que se secara.
—Papá —oyó desde la otra habitación.
—Estoy aquí —dijo a Hanna, y ella entró en el
estudio, frotándose los ojos—. ¿Tuviste una buena
siesta, cariño? —Ken la levantó en sus brazos, y Hanna
apoyó la cabeza contra su hombro. Ken
cuidadosamente cerró sus pinturas y puso los pinceles
en aguarrás para limpiarlos un poco más tarde. Salió
del estudio y llevó a Hanna a través de la casa.
Terminaron en la sala de estar y se sentó en uno de los
sillones con Hanna en su regazo, acurrucada en sus
brazos, mientras él conectó la televisión, y vieron los
dibujos animados juntos por el resto de la tarde.
154
—¿Qué quieres para cenar? —preguntó Ken
cuando la sala comenzó a oscurecerse. Se habían
trasladado al sofá, pero cada vez que se había
levantado para marcharse, ella se acercó más. Ken no
iba a escatimar ninguna atención que pudiera
prodigarle, así que se quedó y vio los dibujos animados
que amenazaban con convertir su mente en puré.
—Mac–queso con Patrick —respondió Hanna, y
Ken suspiró—. Él hace los mejores mac–queso.
—Lo sé, cariño, y podemos comprobar si está en
casa, pero puede haber salido. —Ken todavía tenía
cosas que quería hablar con él. Hanna se levantó y
buscó su chaqueta, luego se apoyó junto a la puerta
esperándolo. Decidiendo que no valía la pena la lucha,
se puso su chaqueta y tomó la mano de ella mientras
caminaban a la casa de Patrick. La casa estaba a
oscuras y no parecía haber nadie dentro. Hanna
insistió en tocar el timbre y juró que podía oír alguien
en el interior, pero no había luz y nadie respondió—.
Vamos a casa y calentaré algo de cena para ti —dijo
Ken, tomándole la mano y llevándola a casa—.
Probablemente lo veremos mañana. —Caminaron por
el sendero. Ken se volvió al llegar a la acera, y creyó
haber visto las cortinas de una de las ventanas
delanteras moverse, pero no estaba seguro, y
ciertamente no le dijo nada a Hanna. Esperaba que 155
Patrick no los estuviera evitando por alguna razón y
empezara a alejarse como si nada.
Cuando llegaron a casa, Ken le hizo a Hanna algo
para cenar y comieron un poco antes de acostarla en la
cama. Ken le leyó un cuento, y una vez que Hanna
estuvo dormida, regresó a su estudio y volvió a
trabajar. Ya había renunciado a la imagen de Mark y
trabajó en la pintura que había comenzado de cuerpo
entero de Patrick. Él lo tomó como una señal. Su
corazón quería a Patrick, no a Mark, ahora lo sabía. De
alguna manera, tenía que encontrar una manera de
decirle a Patrick exactamente lo que estaba sintiendo y
averiguar que sentía Patrick por él.

156
JULIANNE se acercó a la mesa de su cocina, donde
Patrick estaba de pie
con una taza de café. —Creo que es hora de que me
digas por qué has estado deprimido en mi cocina
durante las últimas tres horas y has estado
guardándotelo todo durante dos semanas —dijo
Julianne mientras sacaba una silla y se sentaba. Todd
corría, deslizándose hasta detenerse sobre sus
cubiertos pies, Patrick levantó a su sobrino en su
regazo. Julianne se levantó y regresó con una divertida
taza que puso en frente de su hijo—. Aquí está tu “café"
—le dijo, y Todd cogió la taza y comenzó a beber. A
Patrick le pareció zumo de manzana, y él sonrió ante el
pequeño engaño de su sobrino. Julianne se sentó de
nuevo y empujó una libreta en la dirección de
Patrick—. Suéltalo. Sé que has estado escondido aquí
todo el día, y aunque me encanta la compañía y Todd
adore a su preciado tío, no has estado en tu forma
habitual.
157
Patrick frunció el ceño ante su sarcasmo, pero no
podía discutir con ella. Mientras tomaba un sorbo de su
taza, movió la rodilla, y Todd se rio. Al darse cuenta de
que no podía posponerlo por más tiempo, sacó su bloc.
—Su antiguo novio volvió —escribió Patrick.

—Por lo tanto —respondió Julianne,


devolviéndole el bloc—. Las ex parejas no son
bienvenidas.

—Los vi besándose —escribió Patrick, y vio los


ojos de Julianne agrandarse.

—¿Estás seguro?

Patrick asintió. —Estuve almorzando con Ken y


Hanna, y Mark —Patrick garabateó a toda prisa el
nombre, como si fuera una mala palabra—, se
presentó. Saludó a Ken como un viejo amigo, y me fui
porque no quería interferir y.... —Patrick hizo una
pausa—. Me volví y los vi a través de la ventana de la
cocina besándose. —Patrick deslizó el bloc
devolviéndoselo y abrazó a Todd contra sí.

—Entonces se besaron. ¿Estás seguro de que Mark


besaba a Ken? No oíste lo que decían, ¿verdad?
158
Patrick se empujó hacia atrás de la mesa, y Todd
levantó la vista hacia él. Levantó al niño de su regazo y
se lo entregó a Julianne. Lo que había visto no tenía
ninguna explicación, y él había estado viviendo fuera
durante dos semanas.

—Así que tienes el corazón roto —dijo Julianne


mientras cogía a Todd—. No es el fin del mundo, y es
posible que no te guste la forma en que se querían,
pero él sigue siendo su amigo, y su hija le echa de
menos, ¿verdad? —Patrick miró sus zapatos y
asintió—. Entiendo que estés herido, pero evitando a la
niña enferma sólo haces que ella se pregunte que hizo
mal. —Patrick levantó la mirada, y Julianne inclinó su
cabeza ligeramente—. ¿Qué?

Patrick se volvió a sentar, y Julianne puso a Todd


en su regazo acurrucándose contra ella. —Llamaron a
mi puerta ese mismo día, dos veces, y me escondí de
ellos. —Patrick pasó la nota a Julianne, quien se limitó
a negar con la cabeza.

—No sé qué decirte. Si él estaba besando a su ex,


entonces lo hizo. ¿ Has visto a este tipo apareciendo de
nuevo por ahí? —preguntó Julianne y Patrick sacudió 159
la cabeza. Él realmente no lo sabía, y con todo lo que
había tratado de evitar a Ken, todavía lo seguía
vigilando y el Toyota negro de Mark no lo había vuelto
a ver por los alrededores—. Entonces tengo un consejo
para ti. Habla con él. Coge lápiz y papel y hazle una
visita. Siéntate cara a cara, bloc con bloc y habla con él.
Si él no está interesado en ti, entonces lo sabrás y
podrás seguir adelante, pero hasta que no se lo
preguntes, lo vas a seguir extrañando. Y seguirás
“actuando” —Julianne sonrió— de manera un poco
extraña.

—No estaba espiando ni nada. Fue un accidente


—garabateó Patrick a la defensiva.

—Lo sé. —Julianne alargó su mano y le palmeó la


suya—. Pero tú estás obsesionado con él, y eso no es
bueno. —Patrick estaba de acuerdo con ella. Sabía que
estaba preocupado por Ken, pero no podía evitarlo. Tal
vez ella tenía razón y tenía que hablar con él. Lo peor
que podía pasar era Ken le dijera que no estaba
interesado.

—Sabes que toda esta insensatez se podría evitar


si acabaras de aprender a comunicarte correctamente.
—Julianne levantó su taza y bebió—. Vas a aprender el 160
lenguaje de signos. Te voy a matricular en un curso, y
todos vamos a ir, incluso Todd. —Patrick empezó a
negar con la cabeza, pero Julianne lo detuvo con una
mirada fija—. Tienes que dejar de esconderte y volver
al mundo real. Por lo menos piensa en ello. El hospital
tiene un programa para personas sordas, y nos
enseñan todo sobre el lenguaje de signos. Por lo menos
serás capaz de comunicarte sin tener que escribirlo
todo.

Patrick asintió con la cabeza y suspiró al mismo


tiempo.

—Bien. Ahora prométeme que vas a hablar con


Ken y hacerle saber dónde estás quedándote. —
Julianne fue determinante. Patrick intentó apartar la
mirada, pero ella lo miró. Una vez más, se encontró
asintiendo—. Termina tu café y puedes irte a casa. Es
hora de la siesta de Todd, y puedo tener un par de
horas para mí. —Julianne puso a Todd en el suelo, se
encontró con algunos camiones y comenzó a jugar.
Patrick terminó su café y le dijo adiós a Todd antes de
besar a Julianne en la mejilla. Luego salió y se dirigió a
su coche para conducir a casa exasperante. No estaba
seguro de cómo podía confesar a Ken cómo se sentía,
pero tenía que contárselo. Y Patrick sabía que merecía
161
saber si Ken sentía lo mismo. Él no era capaz de sacar
la imagen de ese beso fuera de su cabeza. Le había
dolido realmente mucho el ver a Mark y Ken
besándose, porque él había deseado que fuera él.
Patrick quería desesperadamente ser la persona de pie
delante de Ken en la cocina, sosteniendo esas suaves y
lisas mejillas, y besar esos ardientes y rojos labios. ¿Era
eso mucho pedir? Después de todo lo que había
perdido, encontrar a alguien que lo amara, ¿era desear
mucho?

Patrick estacionó frente a su casa y luego recorrió


la corta distancia hacia la casa de Ken, arrastrando los
pies por el camino mientras trataba de retrasar lo que
pensaba que era lo inevitable. Ken parecía estar en
casa, y mientras se acercaba a la parte delantera,
Patrick llamó suavemente a la puerta y esperó. La
puerta se abrió, y Ken se puso en la abertura. Patrick
sonrió ante el placer momentáneo en los ojos de Ken,
que se atenuaron unos segundos más tarde. —No
esperaba verte —dijo Ken, y Patrick asintió. Su
ausencia había sido evidentemente notada—. Hanna ha
preguntado por ti todos los días. Ella está preocupada
por ti —Ken le dijo en tono acusador. Patrick lo sabía y
lo sentía, pero lo único que pudo hacer fue asentir y 162
mirar hacia abajo. No estaba seguro de cómo Ken iba a
reaccionar o si él estaba a punto de cerrarle la puerta
en las narices—. Entra —le ofreció Ken, y Patrick entró.

Patrick miró a su alrededor, pero no vio a Hanna o


cualquiera de los juguetes o papeles que significaba
que había estado ahí. Palmeó su pecho, preguntándose
si había traído un bloc, pero no lo hizo.

—Hanna está tomando una siesta; dormirá


durante horas —dijo Ken suavemente—. Ella ha estado
haciéndolo más y más últimamente. —El labio inferior
de Ken tembló—. Comenzó con el tratamiento otra vez,
pero está agotándola mucho. —Ken parecía devastado,
y el corazón de Patrick se sentía apretado en el pecho.
Sin pensarlo, dio un paso hacia adelante, tirando de
Ken a sus brazos—. Ella no lo está haciendo bien,
Patrick, y no sé... —Su pensamiento se desvaneció en lo
que sonó como un sollozo—. Ellos dicen que esto va a
ayudarla, pero se pone cada vez más y más débil.

No había nada que pudiera hacer, pero Patrick


sostuvo a Ken. No tenía palabras de consuelo, y en su
lugar pasó la mano por el suave pelo de Ken y acarició
su espalda. Esto era lo que había estado soñando
durante semanas. No estaba seguro de por qué Mark 163
no estaba aquí reconfortando a Ken, pero en estos
momentos no le importaba en absoluto. Tenía a Ken en
sus brazos, y su cabeza descansaba sobre los hombros
de Patrick, su aliento soplando en su piel. Se quedaron
con la puerta aún abierta por un tiempo. Patrick tenía
miedo de moverse, pensando que Ken recordaría quien
lo sostenía y se alejaría. Una ligera brisa sopló sobre
ellos, y Ken levantó la cabeza del hombro de Patrick,
encontrándose con sus ojos.

Los ojos de Ken eran tan azules y profundos como


el mar y parecían tener toda la magia del mundo. Sus
labios se separaron ligeramente, y Patrick se acercó
más, tragando saliva. Cuando Ken no se echó atrás,
Patrick se acercó más aún, tocando sus labios con los
de Ken como la primera vez. El toque era tan ligero que
Patrick apenas se dio cuenta que había empezado a
besarle hasta que Ken se inclinó hacia adelante,
profundizando el contacto.

Patrick no esperó una invitación adicional. Él


ahuecó la parte de atrás de la cabeza de Ken con su
mano y profundizó más en el beso. Ken gimió
suavemente, y Patrick entreabrió los labios, sintiendo a
Ken hacer lo mismo. Patrick aceptó la invitación,
explorando la boca de Ken con su lengua. Ken continuó
164
haciendo ruiditos con su garganta y a Patrick le sonó
como una deliciosa melodía que no había oído antes en
su vida. Levantando su pierna, Patrick golpeó la puerta
cerrándola de una patada, ninguno de ellos prestó la
menor atención al ruido mientras cesaba la fresca
brisa. No es que Patrick notara como él continuaba
golpeando la boca de Ken con un beso tras otro. Había
estado soñando con esto durante meses. Desde que por
primera vez lo había visto, se había preguntado el
sabor que tendrían sus labios, y ahora lo sabía, eran
dulces con un toque especiado.

Ken volvió a gemir, y Patrick suavizó el beso antes


de separar sus labios. Ken respiró profundamente,
como si acabara de participar en una carrera y Patrick
miró a sus ojos, preguntándose cómo reaccionaría Ken.
Casi esperaba que le dijera que se fuera, pero en su
lugar Ken lo besó con una pasión y una necesidad que
encogió los dedos de los pies de Patrick.

Se movieron juntos, besándose y abrazándose


mientras Ken le guiaba por las escaleras. Patrick no
miró a su alrededor a medida que avanzaban, toda su
atención se centró en Ken. Él no había venido
esperando esto, pero cuando llegaron al dormitorio de
Ken, Patrick sabía que si tuviera la oportunidad de
165
estar con Ken sólo una vez, entonces, él la tomaría.
Avanzando hacia adelante una vez que Ken cerró la
puerta, Patrick lo besó todo el camino hasta la cama y
luego lo echó sobre el colchón. Ken gimió cuando
Patrick metió la mano debajo de la camisa, y deslizó su
mano sobre el cálido vientre y el liso torso de Ken. Los
músculos de Ken se tensaron y se estremecieron con lo
que Patrick creía que era emoción mientras le
acariciaba hacia arriba con sus dedos deslizándose
sobre un pezón.

Ken vibraba debajo de él y Patrick se movió un


poco, agarrando el dobladillo de la camisa de Ken y
sacándosela por la cabeza. Patrick dejó de besarle el
tiempo suficiente para tirar de la tela y volver a
reanudar su ataque, besándolo de nuevo. Patrick
rompió el beso y luego se quitó su propia camisa
mientras Ken trepidaba sobre la cama, con los ojos
entrecerrados vidriosos de deseo. Patrick nunca había
visto nada tan sexy a la vista en su vida. Ken realmente
lo quería, algo que Patrick nunca había pensado que
vería. Rondando de vuelta en la cama, Patrick se sentó
a horcajadas sobre las piernas y las caderas de Ken,
luego acarició con sus manos el torso de Ken por
encima de sus hombros. Tenía ganas de decirle lo 166
hermoso, alto y delgado que era, con esa pálida piel
que le recordaba a Patrick el alabastro.

Patrick pasó los labios por el cuello y el hombro de


Ken, escuchando como jadeaba y gemía suavemente.
En la base de la garganta, Patrick encontró un lugar
que hizo vibrar todo el cuerpo de Ken, y lamió y besó
ese lugar hasta que Ken suplicó que se detuviera.
Luego lamió el lugar de nuevo, y Ken movió su cabeza
hacia atrás y adelante sobre la almohada mientras su
sabor agrídulce tenía hormigueando la lengua de
Patrick. A Patrick le encantaba la forma en que le
respondía y los pequeños ruidos que Ken hacía
mientras Patrick lamía su camino por el pecho y el
vientre, haciéndole salir de órbita. Había pasado
mucho tiempo desde que había tocado a nadie así. De
hecho, Patrick había descubierto después del accidente
que nunca iba a ser capaz de tocar a alguien así de
nuevo, pero aquí estaba con Ken, el hombre con el que
había estado soñando durante meses.

—Haz eso otra vez —gimió en voz baja Ken


mientras Patrick lamía y chupaba uno de sus pequeños
y sonrosados pezones, sintió a Ken arquearse cuando
él lo hizo, siguió lamiendo el pequeño y duro pezón
167
hasta que sintió retorcerse a Ken en el colchón debajo
de él.

Patrick besó su camino de regreso a los labios de


Ken, presionando el cuerpo del otro hombre contra el
colchón, sintiendo la cubierta erección en los vaqueros
de Ken a través de sus propios pantalones. Sintió las
manos de Ken trabajar entre ellos mientras el cinturón
se abría y el tejido se agrandaba, entonces la mano de
Ken se deslizó por la parte trasera de sus pantalones.
La otra mano de Ken se unió a la primera, y la
respiración de Patrick se entrecortó mientras Ken
agarró y acarició su trasero. El íntimo toque lo volvió
frenético, y Patrick apretó las caderas contra Ken
mientras hacía todo lo posible para deshacerse de los
pantalones de Ken. Ken empujó hacia abajo los
pantalones, y Patrick lo sobó, tratando
desesperadamente de conseguir que ambos se
desnudaran. Finalmente, Patrick se dio cuenta de que
sus pantalones estaban enredados desesperadamente
alrededor de sus piernas, pero a él no le importaba un
comino mientras Ken le diera la vuelta en la cama y lo
besara fuerte mientras rozaban sus caderas.

Ken deslizó su miembro a lo largo del de Patrick, y


168
arqueó su espalda, abriendo su amplia boca en un grito
silencioso mientras Ken se movió contra su sexo. —Se
siente maravilloso, Patrick —susurró Ken mientras lo
hacía de nuevo, y luego se detuvo—. ¿Has estado con
alguien desde...?

Patrick sacudió la cabeza. Nadie le había tocado


desde el accidente, el no esperaba que nadie quisiera
hacerlo.

Ken se sentó, mirando a los ojos de Patrick, su


peso yaciendo sobre las caderas y las piernas de
Patrick, de su pene sobresaliendo un nido de rizos
castaños claros. —Eres hermoso, Patrick. Realmente lo
eres —dijo Ken mientras Patrick sintió que su mirada
vagaba por su cuerpo—. Has estado escondido durante
mucho tiempo, ¿verdad? —Patrick asintió lentamente,
con los ojos bebiendo de la impoluta piel Ken—. ¿Por
qué? Tú eres un hombre especial, con mucho que dar.
¿Por qué te escondes? —Ken se inclinó hacia adelante,
rozando ligeramente los labios de Patrick entre los
suyos—. Eres cariñoso y atento —dijo Ken,
puntualizando cada palabra con besos que fue dejando
por todo el cuerpo de Patrick—. No sé lo que habría
hecho sin ti. —Ken besó la piel justo por encima del
ombligo de su amado, y Patrick inhaló, lamiendo su
169
estómago mientras continuaban los besos—. Eres un
hombre increíble, Patrick, y me importas mucho.

El miembro de Patrick latió mientras Ken besaba


la piel justo por encima de su cabeza. Conteniendo la
respiración, Patrick quería tocar a Ken; solo deseaba
que fuera una vez. Patrick apretó los ojos cerrándolos y
gruñó suavemente, oyéndose lo más parecido a un
grito mientras Ken pasaba la lengua a lo largo de su
miembro y luego llevándoselo a la boca. La cabeza de
Patrick latía, y empujó sus caderas contra esa
sensación. Sintió la mano de Ken en su cadera,
calmándole mientras lo tomaba más profundo. Patrick
podría haber gritado mientras el calor más húmedo
que jamás había sentido en su vida lo envolvía, y en su
cabeza resonaban una letanía de sonidos maravillosos,
pero lo único que podía hacer era gruñir suavemente y
escuchar mientras Ken gemía suavemente a su lado.
Patrick cubrió las mejillas de Ken con sus manos. Su
miembro se deslizó fuera de la boca de Ken, y se
arrastró por el cuerpo de Patrick, encontrándose sus
labios en un feroz beso que tuvo a Patrick temblando y
palpitando de la cabeza a los pies. Quería decirle a Ken
que había soñado durante meses el estar aquí de esta 170
manera con él, pero lo único que podía hacer era
devolver los besos con toda la energía y la pasión que
corría por su cuerpo.

El beso terminó, y Patrick le miró a los ojos un


poco sorprendido por lo que vio; lujuria, pasión y algo
que no podía identificar. Esperaba que fuera lo que su
corazón había estado deseando, pero su mente estaba
un poco confusa, y luego Ken cambió, deslizando sus
labios hacia abajo del miembro de Patrick de nuevo,
olvidándose de todo excepto del éxtasis que zumbaba a
través de su cuerpo haciendo volar su mente. Ken
deslizó su boca por todo su miembro, y Patrick tuvo
que evitar empujarse por la abrumadora sensación.

Entonces todo se detuvo. Ken se quedó inmóvil, y


Patrick hizo un nudo con las sabanas en total
frustración, su palpitante miembro en la boca de Ken.
Quería gritar, e incluso abrió la boca. Poco a poco, Ken
deslizó sus labios hasta el miembro de Patrick. Patrick
se apartó de los labios de Ken y sintió como le besaba
un tramo de su piel. Ken lo besó con fuerza, su cuerpo
presionando sobre el de Patrick. Sus miembros
deslizándose juntos y Patrick tomó el trasero de Ken
mientras empujaba con sus caderas. Todo el control de
Patrick se esfumó. Sosteniendo firmemente a Ken, sus
171
calores corporales se entremezclaron, Patrick
escuchaba mientras Ken gemía constante y
suavemente en su oído. Patrick no podía imaginar que
existiera un acompañamiento más apropiado para
hacer el amor. Ken presionó su pecho contra Patrick,
sus piernas entrelazándose mientras los pantalones de
Patrick finalmente se salían de sus piernas y su
miembro se deslizaba sobre la piel caliente de Ken.

Patrick sintió la presión comenzar a formarse y lo


sostuvo con más fuerza, empujando más duro
mientras Ken hacía lo mismo. El aliento de Ken se
entrecortaba, y él gimió profundamente. Entonces
Patrick sintió como se le aceleraba el pulso a Ken,
llegando a ser errático, y Patrick lo sintió mientras un
calor líquido se extendió entre ellos. Patrick sonrió,
apretó los ojos con firmeza y empujó con fuerza
mientras él llegaba al límite, añadiendo su propia
liberación a la de Ken.

Patrick escuchó a Ken respirar mientras


recuperaba el aliento, temeroso de moverse y de
romper el hechizo entre ellos. Él sostuvo a Ken
apretándole contra sí, dejando que el sudor y la
liberación se mezclaran en su piel. Hacía mucho tiempo
que no se había sentido tan bien. Al tocar las mejillas
172
de Ken, Patrick puso su cara junto a la suya, besándolo
suavemente con una ligera sonrisa.

Ken se quedó inmóvil, y Patrick hizo eso mismo,


escuchándose durante unos segundos. Al no oír nada,
Ken colocó su cabeza contra el hombro de Patrick, y
Ken continuó abrazándolo. —Tengo que levantarme
pronto —explicó Ken—. Aunque dudo que lo haga,
Hanna podía despertar, y tengo que estar ahí para ella.

Patrick asintió con la cabeza y se movió de la


cama. Ken se sentó, y Patrick se levantó, buscando en el
suelo su ropa. Él debería haber sabido que iba a ser así,
una vez que las cosas hubieran terminado, Ken querría
que se fuera. Se agachó y recogió su ropa interior y los
enredados pantalones y comenzó a ponerlos del
derecho para poder vestirse. —Patrick —dijo Ken
suavemente, y él se quedó quieto cuando Ken le tocó el
brazo—. No quiero que te vayas. —Patrick se volvió y
miró a los ojos de Ken, sin entender lo que quería—. No
quiero que se despierte Hanna y nos encuentre así,
pero no quiero que te vayas. —Ken caminó a su
armario, su trasero se balanceaba a cada paso. Cogió un
albornoz, se lo puso y se volvió hacia Patrick—. Vuelvo
después de comprobar a Hanna. —Ken salió de la
173
habitación, y Patrick estaba cerca de la cama, aún
desnudo, preguntándose qué debía hacer. Quería
quedarse y ver lo que Ken quería decir, pero una parte
de él, quería salir corriendo.

Entonces la puerta se abrió de nuevo y Ken entró


con una sonrisa. —Todavía está dormida —Ken le dijo
antes de acercarse—. Y tú eres increíblemente
hermoso —agregó Ken antes de besarle—. Creo que
tenemos que hablar, pero después de que nos
limpiemos. —Ken abrió la puerta del baño y Patrick
bajó la ropa que había estado sosteniendo en la cama y
siguió a Ken al interior.

Ken abrió el grifo de la ducha y se quitó el


albornoz. Patrick no esperó una invitación antes de
tomar a Ken en sus brazos, lo besó otra vez mientras
acariciaba su pecho. Patrick todavía podía sentir su
cuerpo reaccionar una vez más, y Ken gemía
suavemente en sus besos, mientras que Patrick acarició
la suave piel de la espalda de Ken y su trasero. La
habitación comenzó a llenarse de corriente, y Patrick
continuó besando a Ken, sin preocuparse de nada más
que tener a este hombre en sus brazos.

—Ven conmigo —dijo Ken, y Patrick lo siguió a la 174


ducha. El agua casi hirviendo hormigueaba en la piel de
Patrick, y Ken se giró dejando que el calor del agua los
envolviera—. Te he deseado desde hace mucho tiempo
—dijo Ken y Patrick abrió mucho los ojos antes de
señalarse a sí mismo y luego a Ken, asintiendo con la
cabeza lentamente—. ¿Has sentido lo mismo? —
preguntó Ken, y Patrick asintió con la cabeza antes de
empujar a Ken contra los azulejos, presionándose
contra su piel cuando abordó su boca. Patrick no sería
capaz de hablar, pero estaba obligado y decidido a
aprovechar esta oportunidad para asegurarse de que
Ken entendiera exactamente cómo se sentía.

Cuando Patrick se retiró, Ken estaba respirando


con dificultad. Patrick sonrió y tomó el bote de gel.
Después de llenar sus manos, las frotó y poco a poco las
pasó sobre el pecho de Ken. Vio como Ken apoyaba la
cabeza contra las baldosas, y Patrick aprovechó la
oportunidad para explorarle. Los músculos del pecho y
estomago de Ken se contrajeron con el roce de sus
manos y el aliento de Ken se entrecortó. Había tantas
cosas que quería preguntar, pero en cambio dejó que
sus manos hicieran las preguntas, y el cuerpo de Ken le
proporcionó las respuestas. Las piernas de Ken
temblaron mientras le acariciaba por debajo del 175
estómago y luego a lo largo de todo su miembro.
Patrick levantó la mirada y se encontró con la de Ken
mientras agarraba y acariciaba con cuidado su grueso
miembro. Tenía los ojos casi cerrados, la boca
entreabierta, la respiración agitándose. Patrick
acariciaba fuerte y Ken empujó sus caderas
ligeramente para cubrir el movimiento. Quería ser
capaz de decirle a Ken todas las cosas que estaba
pensando, lo increíblemente atractivo que se veía
ahora, y lo caliente que era que apenas podía moverse
a causa de las cosas que Patrick estaba haciéndole. Ken
merecía oír esas cosas, pero lo único que podía hacer
era mostrárselo. Acercándose, él presionó su pecho a la
enjabonada piel de Ken, colocándose junto, y muy
pronto se encontró con la espalda apoyada en el
azulejo, con Ken sonriéndole.

—Para un hombre que no puede hablar, eres


increíblemente bueno mostrando tus sentimientos —
dijo Ken, y sintió como le lamía su cuello—. ¿Por qué
no te lo muestro de la misma manera?

Ken se alejó, y Patrick le observó mientras


regresaba a la ducha, todavía enjabonado. Cuando Ken
se echó hacia atrás para lavarse el pelo, Patrick dejó
que sus ojos recorrieran todo el cuerpo de Ken, desde
176
el reluciente pecho a sus estrechas caderas, y pasando
por su sobresaliente miembro y sus fuertes muslos.
También observó cómo se echaba un poco de jabón en
sus manos y empezó a lavar el pecho de Patrick. Cerró
los ojos y dejó que la sensación de ser atendido le
envolviera.

Cuando Ken deslizó sus manos sobre sus caderas y


luego a lo largo de su miembro, la respiración de
Patrick se entrecortó y gimió profundamente, o lo que
parecía un gemido. Abrió los ojos y vio a Ken que le
sonreía. Patrick odiaba la mayoría de los sonidos que
podía hacer y ahora sonaba como un animal, pero a
Ken parecía gustarle a juzgar por la sonrisa y por la
forma en que su agarre se apretaba alrededor de su
miembro. Patrick abrió la boca y dejó caer la cabeza
hacia atrás mientras Ken se arrodilló delante de él,
acariciando las piernas y muslos de Patrick. Le
temblaban las piernas, y usó la pared para mantenerse
en posición vertical mientras las increíbles manos de
Ken se deslizaban entre sus piernas, acunando sus
testículos mientras un dedo jugueteaba ligeramente en
su apertura. —Quiero que te vengas para mí, Patrick.
Enséñame lo mucho que te gusta lo que te estoy
haciendo —dijo Ken. Movió su mano desde sus 177
testículos, agarrando con fuerza su miembro mientras
lo acariciaba fuerte y rápido. Patrick rápidamente
perdió el control de su propio cuerpo, entregándose a
Ken mientras la presión se formaba rápidamente
dentro de sus testículos. Quería gritar, pero no salió
nada. Cada músculo de su cuerpo cobró vida de
repente, y unos destellos de luz se movieron detrás de
los ojos de Patrick mientras se venía, temblando contra
las baldosas.

Patrick abrió la boca en busca de aire e hizo todo


lo que pudo para evitar que sus piernas se doblaran.
Una vez que hubo contenido el aliento, él acercó a Ken.
—Me vine cuando tú lo hiciste —dijo Ken, y Patrick
suavizó su toque mientras Ken los guiaba bajo el agua.
Permanecieron juntos hasta que el agua comenzó a
enfriarse. Ken la apagó y salió, dando a Patrick una
toalla, y una vez que se secaron volvieron al dormitorio
de Ken para vestirse antes de Ken lo llevara escaleras
abajo.

—Tengo que comprobar a Hanna, y entonces


podemos hablar —dijo Ken, y Patrick se sentó y esperó,
escuchando los pasos de Ken.

Patrick se movió nerviosamente, sentado en el 178


borde de la silla mientras esperaba que Ken bajara.
Finalmente oyó unos suaves pasos, y luego Ken volvió a
entrar en la sala y se sentó frente a él. —Un momento
—dijo antes de levantarse de nuevo. Ken no había
desaparecido, y cuando regresó, tenía un bloc y un
bolígrafo que puso sobre la mesa de café.

Patrick lo recogió. —¿Cómo está Hanna? —


Escribió rápidamente.

—Todavía está dormida —respondió Ken, y


Patrick asintió con la cabeza, cerrando los ojos en
dirección a Ken esperando un poco más de
información—. No estoy seguro de cómo describirlo.
Los médicos dicen que tienen la esperanza de que vaya
a mejorar, pero todos los tratamientos la dejan más
débil que el anterior. Supongo que debería estar
agradecido de que ella no está en el hospital, pero
parece que lo único que hace es dormir. Eso es
probablemente bueno para ella, porque le da a su
cuerpo la oportunidad de sanar, pero ansío escuchar su
risa y verla jugar otra vez. No sé si alguna vez lo hará.
—La voz de Ken tembló, y Patrick se movió ya que
estaba sentado a su lado en el sofá y tomó la mano de
Ken. La idea de cualquier cosa que le sucediera a esa
niña le partía el corazón a Patrick, y deseaba poder
179
hacer algo para ayudar—. Patrick, no estoy seguro de
cuánto más va a ser capaz de aguantar.

Patrick asintió suavemente, sintiendo la


preocupación y la ansiedad de Ken como un golpe en
su cuerpo. Soltando la mano de Ken, Patrick cogió el
bloc. —¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?

—Rezar —respondió Ken suavemente—. Creo que


eso es todo lo se puede hacer. —Ken respiró
profundamente durante un momento, cerrando los
ojos, y Patrick vio como surcaban las lágrimas por el
rostro de Ken—. Ella me dijo la semana pasada que le
gustaría disfrazarse de Barbie para Halloween. Yo no
entendía por qué me estaba diciendo eso cuando
apenas ha comenzado el verano, pero estoy
empezando a pensar que está comenzando a darse
cuenta de que no lo hará entonces.

—Veré si puedo encontrar el traje —escribió


Patrick, con manos temblorosas. Esta no era la
conversación que había estado esperando tener
cuando Ken le había dicho que iban a hablar, pero esto
era mucho más importante.
180
—Gracias. Con o sin Halloween, a ella le encantaría
—dijo Ken, y entonces tragó saliva.

Patrick miró a su alrededor y vio una caja de


pañuelos al final de una mesa. Se levantó, cogiéndola, y
luego dejó la caja sobre la mesa antes de buscar el bloc
de nuevo, pero no sabía cómo escribir la pregunta que
seguía corriendo por su mente. ¿Era todavía el
momento adecuado para preguntar? Patrick pensó que
no, dejó el bloc donde estaba y simplemente tiró de
Ken para abrazarlo hasta que Ken cogió un pañuelo de
papel.

—Tenemos que hablar de lo que pasó —dijo Ken


mientras se limpiaba los ojos. Patrick asintió y esperó a
que Ken continuara, pensando que era probablemente
más fácil para él decir lo que necesitaba—. Me
preocupo por ti, Patrick, lo hago. Eres un hombre dulce,
y cualquiera sería afortunado de tenerte en su vida.

Patrick que estaba confuso inclinó ligeramente la


cabeza. —Entiendo. Todavía tienes sentimientos por
ese chico llamado Mark —escribió Patrick y le pasó el
bloc a Ken.
181
—Yo también, pero no ese tipo de sentimientos. Ya
no —le explicó Ken y Patrick entrecerró los ojos—. Él
regresó hace unas semanas y me dijo que quería que
volviéramos, pero Mark no es la persona que quiero en
mi vida. —Ken tomó las manos de Patrick en las
suyas—. Hay demasiadas incógnitas en nuestras vidas
ahora mismo. —Ken volvió la mirada hacia la escalera,
y Patrick asintió, sabiendo lo que Ken quería decir—.
No estoy seguro de que haya espacio para nadie.

Patrick se volvió, desprevenido por cuanto esas


palabras le hirieron. Se volvió para mirar por la
ventana para que Ken no pudiera ver la decepción que
seguro se vislumbraba en toda su cara. Parecía que a
Ken le gustaba, y mientras que Patrick no entendiera el
significado del beso que había visto entre Ken y Mark,
creería lo que Ken le había dicho.

—Patrick —dijo Ken, y volvió la cabeza hacia atrás


una vez más, interpretando su expresión lo mejor que
pudo—. Estoy hablando de ti. Me gustas mucho. —Ken
apartó una de sus manos—. Tienes un buen corazón, y
yo nunca quise hacerte daño. Pero mereces algo mejor
de lo que puedo darte. Hanna se va a llevar toda mi
energía, y no estoy seguro de cuánto podré atender a
182
nadie más.
—¿Quieres que me vaya? —Patrick garabateó
nerviosamente después de arrancar una hoja escrita.

—No. No quiero que te vayas. Realmente quiero


que te quedes, pero no sé si estoy siendo justo contigo.
—Ken se movió en el sofá—. No mereces ser apartado
o tener que esperar hasta que Hanna.... —La voz de Ken
se rompió, y Patrick apretó su agarre en las manos de
Ken durante unos segundos antes de romper el
contacto de mala gana para coger el bloc una vez más.

—¿No crees que lo entiendo? Yo sé lo que es


sentirse con miedo. Lo sé... —Los pensamientos y las
emociones corrían sobre sí mismos y parecían
perderse mientras Patrick trataba de escribir. Todos
sus sentimientos se mezclaron al plasmarse en el papel
y todo lo que terminó escribiendo en la libreta era un
galimatías. Respirando profundamente, Patrick pasó la
página y comenzó de nuevo. —Yo sé lo que se siente al
perder algo especial. Mi regalo fue arrebatado con
el accidente, y tienes miedo de que el tuyo te sea
arrebatado —Patrick escribió mientras Ken miraba
por encima de su hombro. Volvió la cabeza y Patrick
vio a Ken asentir—. Yo siento lo mismo por ti, y sería
una pena desperdiciar este regalo. —Patrick
183
esperaba que eso tuviera sentido, porque su mente
estaba corriendo en un millón de direcciones
diferentes. Cediendo, Patrick tiró el bloc sobre la mesa
y se volvió hacia Ken, encontrándose sus miradas.
Patrick acarició las mejillas de Ken y lo besó con toda
su alma.

AL principio Ken pareció sorprendido, y sus labios


no se movieron, pero Patrick tenía que transmitir lo
que sentía, así que se lanzó con el beso, como si fuera el
único salvavidas impidiéndole caer en el abismo.
Cambiando su peso, Patrick presionó hacia atrás a Ken.
Sintió los brazos de Ken envolver su espalda, y luego
Ken le devolvió los besos, gimiendo suavemente bajo el
ataque de Patrick. Los labios de Ken estaban
entreabiertos, y Patrick introdujo su lengua entre ellos,
para conseguir una dosis completa del dulce y
embriagador sabor de Ken. El cuerpo de Patrick
reaccionó con entusiasmo, sin importar el hecho de
que él se había venido dos veces antes en menos de
una hora. Patrick empujó a un lado el deseo físico,
concentrándose en cambio en transmitir exactamente
lo que sentía por Ken. “Él tiene que saber, tengo que
hacerle entender.”
184
Cuando Patrick se sintió temeroso de estar a
punto de desmayarse por la falta de oxígeno, rompió el
beso con un jadeo buscando aire. Ken parecía hacer lo
mismo, mirándolo sorprendido con los ojos muy
abiertos. Patrick se había inclinado hacia adelante, listo
para atacar los deliciosos labios de Ken una vez más,
cuando oyó un movimiento arriba. Ken se congeló, y
Patrick hizo lo mismo. Unos pasos resonaron en la
escalera, y Patrick se levantó del sofá, extendiendo su
mano para que Ken pudiera levantarse. No pudo evitar
sonreír ante los hinchados y recién besados labios de
Ken. Dejaría que Ken pensara en esto por un rato.

—Papá —dijo Hanna, y Ken salió de la habitación.


Patrick comprobó que estaba presentable y se sentó en
el sofá mientras Ken entraba en la sala llevando a
Hanna en sus brazos. Tuvo que apartar la mirada por
un segundo para poder eliminar la expresión de
sorpresa de su rostro. Durante las últimas semanas,
Hanna había perdido peso. Su rostro estaba delgado y
tenía los ojos un poco hundidos. Ken la dejó en el sofá
junto a él, y Patrick se inclinó, recibiendo un abrazo y
un beso. —Te extrañé, Sr. Patrick —dijo Hanna y
Patrick inmediatamente se arrepintió de haber estado 185
al margen. Si Ken no le hubiera dicho cómo estaba
Hanna, él podría haberlo visto en la forma en que ella
se apoyó en él. Casi le hizo preguntarse si se trataba de
la misma chica que había visto unas semanas antes
recogiendo flores en el jardín.

—Te extrañó también —respondió Ken por él, y


Patrick asintió con la cabeza y sonrió levemente—.
¿Tienes hambre?

—¿Puedo tomar mac–queso? —preguntó Hanna


mirándole, y Patrick asintió lentamente antes de mirar
a Ken, quien parecía entender lo que necesitaba y le
entregó el bloc.

—Tengo que conseguir los ingredientes —


escribió Patrick.

—Todavía tenemos tu plato —dijo Ken.

—Voy a buscar lo que necesito y vuelvo —


escribió Patrick antes de darle a Hanna un beso en la
frente. Lentamente se levantó del sofá, dándole la
oportunidad a Hanna de pasar al lado de su padre.

—Gracias, Patrick —dijo Ken, y Patrick se inclinó


besando a Ken suavemente. Cuando dio un paso atrás, 186
miró a Hanna y vio su sonrisa. Luego salió de la casa.
Dentro de su casa, Patrick comprobó los armarios
e hizo una lista de lo que necesitaba antes de salir de la
casa de nuevo rumbo a la pequeña tienda de
comestibles de la ciudad. Empujando el carrito por el
pasillo, cogió el queso y los macarrones que necesitaba,
junto con un poco de helado, antes de dirigirse a la caja.
Las señoras que pasaban le saludaban y Patrick sonrió
y asintió con la cabeza a cada una de ellas. La chica de
la caja habló con él todo el tiempo que estuvo en espera
y Patrick la sonrió mientras guardaba sus compras y
pagaba.

—Nos vemos pronto —dijo la chica mientras


Patrick levantaba la bolsa con sus compras, y de nuevo
asintió con la cabeza y sonrió antes de apresurarse a su
coche. Para cuando regresó a casa de Ken, Patrick
estaba tan eufórico hasta tal punto que pensó que su
cabeza le iba a estallar. Se bajó del coche y se dirigió a
la puerta con la bolsa de la compra y llamó. Para su
sorpresa, Hanna abrió la puerta.

—¿Es eso para los mac–queso? —preguntó ella, y


Patrick asintió con la cabeza, dando un paso dentro—.
¿Puedo ayudarte? —preguntó mientras cerraba la
puerta y seguía a Patrick a la cocina. Miró a su
187
alrededor, pero no vio a Ken por ningún lado, luego se
desvió hacia la parte trasera de la casa junto con el olor
de la pintura. Patrick dejó la bolsa sobre la encimera y
puso el helado en el congelador. Acercó una de las
sillas de la cocina y puso a Hanna de pie sobre ella.

—¿Está Patrick enseñándote a cocinar? —


preguntó Ken, y Hanna asintió con la cabeza y sonrió.

—Voy a ayudarle —dijo, y Ken apoyó su trasero en


el borde de la encimera, limpiándose las manos con un
trapo—. Eso es apestoso —dijo Hanna, señalando al
trapo de Ken y luego tapándose la nariz.

—Está bien —coincidió Ken y salió de la cocina,


regresando a los pocos segundos sin el trapo y luego se
lavó las manos. Ken puso una fuente sobre la encimera,
y se pusieron a trabajar. La receta de los macarrones
con queso de su madre no era difícil, y Patrick ayudó a
Hanna a rallar el queso. Después de cocidos los
macarrones, los puso en una fuente. Patrick no podía
explicar lo que estaba haciendo, pero le mostraba a
Hanna cómo hacía el plato, y una vez que estuvo todo
preparado, encendió el horno y lo colocó en el interior.
Después de cerrar la puerta del horno, Patrick ajustó el
temporizador—. ¿Hanna, por qué no pones la mesa? — 188
preguntó Ken.
Hanna bajó con cuidado de la silla y se movió
lentamente alrededor de la cocina antes de llevar los
cubiertos a la mesa. Ken la ayudó, cogiendo los platos y
vasos por ella y colocándolos sobre la mesa. Cuando
terminó de hacer la tarea, Hanna en silencio volvió a
entrar en la sala de estar, y Patrick oyó el televisor
encenderse. —Ella se va a quedar dormida en menos
de diez minutos —le dijo Ken—. Esta pequeña cantidad
de actividad la ha agotado.

Patrick no sabía qué decir y siguió a Ken hasta la


sala, donde Hanna descansaba en el sofá, con los ojos
medio cerrados. Ken la cubrió con una manta, y Hanna
se movió. —Prometo que vendremos por ti cuando
estén listos los macarrones con queso —susurró Ken
antes de besar su frente, y Hanna se acurrucó bajo la
manta para dormir.

Patrick cogió el bloc que todavía estaba apoyado


en la mesa de café. —Lo siento. Yo no tenía intención
de que se agotara —escribió y Ken negó con la cabeza.

—Tú no lo hiciste —dijo, saliendo de la sala—. Ella


quería divertirse contigo. Se habría cansado
igualmente de rápido si hubiera estado sentada 189
dibujando en la mesa. —Ken estaba en la puerta,
mirando a Hanna dormir, y Patrick apoyó la barbilla
sobre el hombro de Ken, deseando más que nada en el
mundo que ella se pusiera bien. Si había alguna
oportunidad en el mundo de que pudiera ser capaz de
hablar y cantar de nuevo, Patrick sabía que cambiaría
esa oportunidad porque Hanna mejorara. Después de
dejar el bloc sobre la mesa del vestíbulo, Patrick rodeó
sus brazos alrededor de la cintura de Ken y besó
suavemente la parte de atrás de su cuello. El corazón
de Patrick estaba partido en dos al ver a Hanna dormir.

Impotencia. Esa era la única palabra que le vino a


la mente a Patrick para describir cómo se sentía. Sabía
que Ken sentía lo mismo, y no había nada que ninguno
de ellos pudiera hacer. Finalmente Patrick se apartó y
siguió a Ken a la cocina, tomando el bloc mientras se
acercaba. Se sentaron en silencio en la mesa, cada uno
perdido en sus pensamientos. Patrick saltó ligeramente
cuando el temporizador del horno tocó el timbre, y se
puso de pie, comprobando la fuente antes de apagar el
horno y sacar la fuente hacia fuera, poniéndola sobre la
encimera para que se enfriara un poco.

—Voy a despertar a Hanna dentro de un momento


—dijo Ken suavemente, y Patrick asintió con la cabeza
190
mientras el olor de la comida llenaba la habitación—.
No te sorprendas si ella no come mucho —le advirtió
Ken y luego se quedó en silencio. No parecía de humor
para hablar, así que se quedó sentado. Después de unos
veinte minutos, Ken salió de la habitación. Regresó con
Hanna sobre su pecho, con la cabeza apoyada en su
hombro—. Tus macarrones con queso están listos —
dijo Ken antes de sentarla en su silla. Hanna parpadeó
un par de veces y bostezó mientras Patrick servía la
cena para cada uno de ellos.

Ken sirvió vasos de leche, y comieron. Patrick se


dio cuenta de que ambos observaban como comía
Hanna. —Esto está bueno —dijo ella. Patrick no le
había echado mucho y se comió lo que había en su
plato. Le entregó el plato a Patrick, y él le dio un poco
más. Ella se comió parte del segundo plato y bebió un
poco más de su leche antes de que se hiciera evidente
que había terminado.

Hanna se sentó con ellos, mientras terminaban de


comer, se volvían a servir y comían un poco más. Una
vez que terminaron, Ken la ayudó a bajar. —¿Por qué
no le haces un dibujo de agradecimiento a Patrick? —
preguntó Ken. 191
—Está bien —dijo Hanna, y poco a poco abandonó
la habitación.

—A veces puedo ver la Hanna que recuerdo de


antes —dijo Ken mientras la contemplaba. Después de
unos minutos, Ken salió de la habitación. Patrick limpió
los platos, colocándolos en el fregadero antes de unirse
con ellos.

Hanna había dibujado una serie de dibujos, uno de


los cuales le dio a Patrick con una sonrisa que casi le
rompe el corazón. Patrick la abrazó despidiéndose. —
¿Te veré mañana? —preguntó ella.

Patrick asintió y puso sus manos a la altura de su


corazón. Luego abrazó a Ken, lo besó suavemente antes
de dirigirse hacia la puerta. Ambos se despidieron, y
Patrick saludó con la mano antes de caminar hacia su
casa, cerrando la puerta detrás de él. En un primer
momento se dirigió a su casa, pero siguió caminando
hasta la esquina y luego alrededor de la manzana.
Cuando regresó a su casa, Patrick se apresuró a entrar
y se sentó a la mesa de la cocina, donde escribió una
nota que decía todo lo que quería. Arrancando la hoja
de la libreta; la dobló y la guardó en un bolsillo antes 192
de salir de nuevo y conducir a casa de Julianne.
Llamó a la puerta y el marido de Julianne, George,
abrió la puerta. —Patrick —dijo alegremente,
moviendo sus manos hacia él antes de hacerse a un
lado para que pudiera entrar.

Todd corrió por toda la casa, llamándole “Tito


Patwick”, y Patrick lo levantó de sus pies riéndose a
carcajadas. —Mamá, el tito Patwick está aquí.

—Ya veo —dijo Julianne mientras salía de la


cocina—. Estábamos a punto de comer. ¿Tienes
hambre? —Patrick sacudió la cabeza y sacó el papel del
bolsillo y se lo entregó a Julianne. George miró por
encima del hombro. Julianne se alejó y él se fue con
ella para que pudiera leerlo en voz alta.

—Necesito tu ayuda. Hanna no lo está llevando


bien y Ken no está seguro de que vaya a llegar a
final de año. Incluso Hanna parece estar mirando a
la vuelta de la esquina —dijo Julianne, y Patrick la vio
secarse los ojos—. Ella quiere ser una bailarina
Barbie para Halloween y le prometí a Ken que le iba
a conseguir el traje para ella. Sé que sabes coser.
¿Crees que podías hacer el traje? —Patrick estaba
feliz de haber tomado su tiempo en escribir esto antes 193
de llegar a la casa de Julianne porque no sería capaz de
hacerlo ahora. Se encontró con la mirada de Julianne y
la vio asentir.

—Por supuesto que voy a hacer el traje para ella.


Creo que tengo un patrón con el que hacerlo —dijo
Julianne antes de volver a la carta.

—Estaba pensando que tal vez podríamos


preparar una especie de fiesta de Halloween en su
casa. Tengo algunas decoraciones en la casa y
estaba esperando que me ayudaras. Tal vez Todd, tú
y George podrían disfrazarse también, y los niños
podían hacer truco o trato en mi casa y la de Ken. Sé
que sería algo pequeño, pero le daría la oportunidad
a Hanna de pasar un buen rato —Patrick había
escrito—. Ella se cansa con tanta rapidez que no
puede ir muy lejos, pero me gustaría darle todo lo
que desee. —Patrick se había quedado sin palabras en
este punto de su nota, y miró a George y Julianne.

—¿Sabe Ken lo que sientes por él? Sé que te


preocupas por Hanna, pero también estás haciendo
esto por lo que sientes por Ken —dijo Julianne, y
Patrick asintió con la cabeza antes de coger el papel.
194
—Sí, creo que sí. Hablamos hoy —escribió
Patrick, y Julianne leyó su nota. Sintió que ella le
miraba y se ruborizó. Patrick sabía al minuto que
Julianne se dio cuenta de lo que estaba sucediendo,
pero para dar crédito, se mantuvo en silencio... por
ahora. También sabía que cuando estuvieran solos le
presionaría para obtener más información.

—Sólo tengo una pregunta más —le preguntó


Julianne mientras le entregaba de nuevo la hoja de
papel, mirando a George, quien asintió—. ¿Cuando
quieres hacer esto?

195
KEN llegó a la oficina de la Dra. Pierson con Hanna.
Después de sacarla del coche, le cogió la mano
mientras caminaban hacia el edificio de consultorios
médicos en el hospital cerca de Marquette. Patrick se
había ofrecido a venir, pero Ken le había explicado que
se trataba de un chequeo y que Hanna no estaba
teniendo tratamiento esta semana, por lo que Ken
estaba contento. Desde hacía tres semanas más o
menos, Patrick había hecho un montón de comida para
ellos y tuvieron una especie de acercamiento en sus
vidas. Hanna empezó a comer de nuevo, y ella parecía
estar cada vez un poco más fuerte. Ken no se hacía
ilusiones una vez que empezara el tratamiento de
nuevo la podía debilitar, pero la esperanza parecía
alzarse para ellos.

—¿Estará Patrick allí cuando lleguemos a casa? —


preguntó Hanna mientras entraban en el ascensor.
—Probablemente irá a verte tan pronto como
llegues a casa —dijo Ken con la esperanza de que esto 196
fuera a más, no solo para Hanna sino también para él.
Habían estado pasando bastante tiempo juntos los dos
solos, y Ken descubrió que disfrutaba esos momentos,
aunque a menudo eran cortos y más espaciados de lo
que él hubiera querido.
—¿Van a pincharme? —preguntó Hanna, sacando
a Ken de sus pensamientos.
—Lo siento, cariño, es probable que sí —
respondió Ken. En cada cita, por lo general le sacaban
sangre para poder medir su progreso.
Hanna le palmeó la mano suavemente. —Está
bien, papá. Estoy acostumbrada a ello. —Hanna se
volvió cuando la puerta se abrió y Ken sintió una
sensación de ira muy liviana apoderándose de él.
Ningún niño debería acostumbrarse a que lo
pincharan. Ken quería gritar lo injusto que era todo.
Hanna había pasado por un infierno y todavía le
quedaba más por pasar—. Papá —dijo Hanna, tirando
de él hacia las puertas abiertas del ascensor.
Ken se aclaró la mente y Hanna siguió por los
familiares pasillos hacia el consultorio de la doctora. En
el momento que abrió la puerta a la sala de espera de la
Dra. Pierson, Ken se había desprendido de la mayor
parte de su ira. Él sabía que no era culpa de nadie. Era
sólo que cada vez que a Hanna le hacían daño a él lo 197
lastimaban también. —Buenos días, Hanna —dijo la
recepcionista detrás del mostrador—. La Dra. Pierson
estará contigo en un minuto.
—Gracias —dijo Hanna y se sentó en una de las
sillas, cogiendo uno de los libros. Habían estado aquí
tantas veces que ambos tenían una rutina. Hanna
miraba las imágenes en los libros, y Ken se sentaba
junto a ella, hojeando nerviosamente una revista sin
ver las páginas. Unos minutos más tarde, la enfermera
Shirley, los llamó y ellos caminaron por el familiar
pasillo a la sala de examen, haciendo una parada a
mitad del camino.
—Necesito una muestra de sangre —dijo Shirley, y
Hanna levantó su brazo, como lo hacía en cada cita
ahora. El corazón de Ken le dio un vuelco al ver la
expresión en el rostro resignado de Hanna.
Nadie con seis años de edad debería pasar por esto,
pensó Ken mientras Shirley hablaba con Hanna
durante todo el proceso.
—Eres una de mis mejores pacientes —dijo
Shirley cuando había acabado y metió la mano en el
bolsillo y le pasó a Hanna una piruleta roja. Hanna la
tomó con una pequeña sonrisa antes de dar a la
enfermera un abrazo y decirle gracias—. La doctora
vendrá en un minuto —Shirley le dijo a Ken antes de 198
darle unas palmaditas en el hombro y luego salió de la
habitación.
Hanna se sentó en el borde de la camilla, con los
pies balanceándose lentamente hacia adelante y hacia
atrás. Ken sabía que él estaba mucho más nervioso y
molesto de lo que estaba Hanna.
La puerta se abrió unos minutos más tarde, y la
Dra. Pierson entró. Hanna se levantó de la camilla y se
dirigió a la Dra. Pierson, dándole un abrazo que fue
devuelto con cuidado, pero con mucho cariño por la
doctora. —Parece que estás mejor —dijo la Dra.
Pierson mientras colocaba a Hanna arriba sobre la
camilla—. Vamos a echar un vistazo.
Ken ayudó a Hanna a levantarse su camisa, y luego
la sostuvo para ella mientras la doctora examinaba su
pecho escuchando sus pulmones, y luego examinó
cuidadosamente los brazos, las piernas y todo en
general. Auscultó los oídos de Hanna, ojos, garganta y
nariz. —¿Hay algo que te duela? —Le preguntó
mientras recostaba a Hanna para oírle los latidos del
corazón.
—A veces mi cabeza —dijo Hanna, y la doctora
Pierson asintió.
—Pareces tener más energía.
—Ella también está comiendo más —le indicó
Ken. Sabía que en gran parte era debido a Patrick que
199
hacía las comidas favoritas de Hanna cada vez que
podía.
—El señor Patrick hace los mejores macarrones
con queso y las croquetas de pollo. Papá las suele
quemar —Hanna lo dijo con una risita. Sabía que
estaba chismorreando.
—Todo lo que esté haciendo, manténgalo. Ella ha
ganado como medio kilo de peso más o menos, y eso es
muy bueno —dijo la doctora mientras terminaba.
Hanna se echó hacia atrás, y Ken la ayudó a ponerse la
camisa de nuevo.
—Lo estás haciendo bien, y dependiendo de los
resultados de tu análisis de sangre, me gustaría
realizar otro tratamiento la próxima semana.
Ken la levantó de la camilla, poniéndola de pie. —
¿Tan pronto? Ella lo ha estado haciendo muy bien.
—Lo sé. Pero si esperamos demasiado, vamos a
volver al principio. —La doctora parecía tan
preocupada como estaba Ken—. Te llamaré mañana, y
hablaremos de lo que tenemos que hacer. —Ken
asintió con la cabeza y levantó a Hanna en sus brazos.
Él sabía que esto era lo que había que hacer, pero
odiaba la idea de que Hanna perdiera la poca energía
que tenía de nuevo—. Sé que esto es duro, pero es la
200
mejor opción para conseguir que mejore —agregó la
doctora.
Ken sabía que ella tenía razón. —Lo sé.
—Asegúrese de que descansa, y deje que pase
todo el tiempo que pueda al aire libre. El aire fresco es
bueno para ella.
—Lo haré —dijo Ken, caminando hacia la puerta.
Dio las gracias a la doctora una vez más antes de salir
del consultorio y dirigirse al coche. Hanna estuvo en
silencio la mayor parte del camino a casa, pero a
medida que llegaban a su calle, Ken la escuchó gemir.
Cuando aparcó frente a la casa, vio las calabazas
colocadas a ambos lados de la puerta principal y los
fantasmas de papel colgando del porche. Algunos de
los arbustos cubiertos de telarañas, y lo que parecía un
pequeño grupo de niños disfrazados de Halloween
paseando por la acera entre su casa y la de Patrick. Ken
bajó y ayudó a una emocionada Hanna a salir de su
asiento. Ella corrió a la puerta principal para ver las
decoraciones.
—Feliz Halloween —le dijo una mujer con un traje
de bruja y Ken la reconoció como la prima de Patrick—
. Hemos hecho una fiesta de Halloween prematura.
Hanna, ¿te gustaría unirte a nosotros? —preguntó ella 201
y Hanna sonrió. —Tengo un disfraz para ti —le dijo a
Hanna, y Ken miró con sorpresa e incredulidad. Sabía
que su boca estaba abierta mientras la seguía hacia la
casa de Patrick. Su casa estaba aún más decorada que
la de ellos, con una mesa en el patio lateral cubierta con
un mantel de Halloween y unas graciosas calabazas.
Ken podía sentir la emoción de Hanna, y la vio mirando
a su alrededor—. ¿Te gustaría disfrazarte? —preguntó
Julianne mientras se arrodillaba delante de Hanna.
Miró a Ken, y él asintió. Hanna se dejó llevar hacia la
casa de Patrick, y Ken las siguió.
En el interior, se encontró con Patrick en la cocina
haciendo algo que parecían galletas con forma de
calabazas y brujas. Patrick le sonrió y le entregó dos
bandejas. Viendo que estaba cocinando, Ken las llevó
fuera y las colocó en la mesa bajo los enormes árboles
que daban sombra al patio de Patrick. Los niños
estaban jugando a algún juego, gritando y riendo. Los
adultos, algunos disfrazados, estaban sentados en sillas
de jardín, mirando y hablando. Ken se sentó y se
presentaron. La mayoría de las personas allí eran
amigos de Julianne, y los niños eran amigos de Todd,
pero todos ellos parecían encontrarse a gusto.
—Papá, ¡mira! —Exclamó Hanna mientras
caminaba a través de la hierba, de la mano de Patrick.
La sonrisa en su cara rivalizaba con el sol, y Ken no
pudo evitar notar una mirada orgullosa en el rostro de
Patrick—. Soy la Barbie Bailarina —dijo Hanna
202
mientras le mostraba el vestido lentamente.
—Te ves preciosa, cariño —dijo Ken, sintiéndose
un poco abrumado.
—¿Puedo jugar con los niños? —preguntó Hanna
mientras los miraba con anhelo.
—Sí, pero hazlo con calma y no te canses
demasiado. —Ken odiaba tener que decirle eso a una
niña de seis años de edad. Ella debería ser capaz de
correr y jugar a sus anchas.
—Lo prometo —dijo, y se dirigió hacia donde los
otros niños estaban jugando. Ken no podía dejar de
pensar que ella debería estar corriendo y riendo, no
preocupándose por cansarse y caerse.
—Está bien —la mujer que estaba sentada junto a
él, que se había presentado a sí misma como Alice, le
dijo—. Estamos todos aquí, y le echaremos un vistazo.
—Ella miró hacia atrás a los niños, y Ken siguió su
mirada. Hanna iba de la mano de una las otras niñas
pequeñas, también vestida de Barbie, que llevaba una
caja de color rosa, y se fue a un lugar bajo uno de los
árboles—. Esa es mi hija Mary —Alice le dijo a Ken—.
Ella y Hanna probablemente jugaran a las muñecas
durante horas. —Efectivamente, eso ocurrió y las dos
chicas se sentaron juntas.
203
—Ha pasado mucho tiempo desde que ella fuera
capaz de hacer algo normal como esto —comentó Ken
mientras las miraba.
—Tengo entiendo que eres un artista famoso —
dijo Alice y Ken asintió. Había dejado hace mucho
tiempo el estatus de ser famoso—. ¿Qué estás haciendo
ahora?
Ken apartó su mirada de Hanna. —Una serie de
retratos. No he podido trabajar mucho en el último
año, pero sobre todo he estado pintando a Hanna.
Algunos son sobre el aspecto que tenía antes de que
ella enfermara y algunas son fotos de cómo se ve ahora.
—No iba a decir a nadie acerca de las pinturas que
había hecho de Patrick. Aquellas que eran muy
personales, y él no estaba dispuesto a revelarlas. Ni
siquiera estaba seguro de que podría dejar a Patrick
siquiera verlas, al menos no todavía—. Pero no tengo
mucho tiempo para trabajar, para gran consternación
de mi agente. —Ken se encogió de hombros. Él tenía
dinero más que suficiente, y Hanna le necesitaba en
estos momentos. Eso era todo lo que realmente
importaba.
—Me encantaría ver tu trabajo en algún momento
—dijo Alice un poco coqueta, y Ken le sonrió. Vio a
Patrick caminar por el patio, llevando unas bandejas. 204
Se veía increíblemente feliz, y él colocó las bandejas
antes de ver a Hanna jugar. Entonces su mirada se
dirigió a Ken, que lo sintió como una marca en la piel, y
se removió en su silla. Ken hizo señas a Patrick y se
levantó, besándole suavemente.
—Gracias. Esto era justo lo que necesitaba Hanna
—Ken le dijo, y Patrick asintió con la cabeza antes de
ruborizarse. Ken no pudo evitar sonreír mientras
Patrick se retiraba rápidamente hacia la casa.
Sin volverse, Ken supo que todos los adultos lo
estaban mirando en ese momento. Él les sonrió
desviando la cara y se dio la vuelta mientras todo el
mundo trató de parecer indiferente. Ken había
descubierto hace mucho tiempo que no había nada
como una pequeña dosis de realidad para enfriar los
pensamientos de cualquier mujer con la ilusión de que
ella tuviera la más mínima oportunidad de ser alguna
vez la señora Brighton. Volviendo a sentarse, se giró
hacia Alice. —Siento la interrupción. Estaría encantado
de mostrarte algo de mi trabajo en cualquier momento.
—El interés de Alice se desvaneció definitivamente.
—¿Quién quiere pescar manzanas? —gritó
Julianne, y los niños se reunieron alrededor de un
barreño en el patio. Ken corrió a su casa para coger su
cámara, regresando mientras Hanna esperaba su turno.
Ella nunca pescó una manzana, pero Ken tenía muchas 205
fotos de su intento. El niño siguiente sumergió la
cabeza en la bañera y se acercó con una manzana,
chorreando todo de agua. Todo el mundo empezó a
aplaudirle y el pequeño ganador se inclinó en
agradecimiento. La tarde continuó con más juegos para
los niños, y luego se efectuó la cena. La mayoría de los
niños se sentaron a la mesa, con los adultos en sillas de
jardín. Después de comer, hicieron una búsqueda del
tesoro para los niños, lo cual fue un gran éxito.
Mientras se hacía de noche, cada niño recibió una bolsa
pequeña y cada adulto un pequeño tazón de caramelos.
Ellos se colocaron por todo el patio y los niños hicieron
"truco o trato" a los adultos. En el momento en el que
terminó, Hanna estaba apoyada contra Ken, y la
levantó sobre su regazo.
—Tal vez ella y Mary puedan reunirse para jugar
alguna vez —ofreció Alice desde la silla junto a él.
—Creo que a Hanna le gustaría eso —respondió
Ken. No estaba muy seguro de si Hanna tendría muchas
ganas de jugar una vez comenzara con el nuevo
tratamiento, pero tener una amiguita sería bueno para
ella—. Te daré nuestro número antes de irte.
Hanna cayó dormida en los brazos de Ken, sin
soltar la bolsa del botín. Mientras se acercaba el
crepúsculo, la gente comenzó a irse a casa, y Ken se
puso de pie, todavía con una somnolienta Hanna. —¿Es 206
el momento de llevarla a casa? —preguntó Julianne,
ahora con ropa normal.
—Sí. Ella está dormida desde hace rato —dijo Ken,
y luego su voz le falló. Esto había sido justo lo que
ambos necesitaban—. Muchas gracias por incluirnos
en vuestra fiesta. —Un chiquitín salió de entre sus
piernas, y ella lo levantó en sus brazos.
—De nada —dijo antes de coger a su hijo—. Di
buenas noches, Todd.
—Noches —exclamó con una sonrisa, y Ken llamó
la atención de Patrick antes de caminar hacia su casa.
Las calabazas en su porche, que ahora sabía que eran
de plástico, se habían encendido y quería despertar a
Hanna para que pudiera verlas, pero en lugar de eso la
llevó dentro. Hanna apenas se despertó mientras Ken
la desvestía. Una vez que tuvo a Hanna en la cama, Ken
la besó en la frente y salió de la habitación sin hacer
ruido. Llevándose el traje con él, doblándolo con
cuidado para devolverlo. Mientras bajaba las escaleras,
oyó pasos en el porche y luego un suave golpe en la
puerta.
Patrick abrió la puerta, sosteniendo un plato de
galletas, y se unió a Ken en su porche. —¿Son para
Hanna? —preguntó Ken, y Patrick asintió—. Ella estaba 207
tan cansada que apenas se despertó del todo cuando la
metí en la cama. —Patrick entró, y Ken tomó el plato de
galletas—. Ella lo ha pasado de miedo —dijo Ken a
Patrick—. Tu prima es maravillosa —agregó mientras
se dirigía hacia la cocina, con Patrick tras sus
espaldas—. Puse el traje bien doblado para que se lo
puedas devolver.
Patrick negó con la cabeza, señalando hacia arriba.
—¿Estás diciendo que era para Hanna? —preguntó
Ken, y Patrick asintió—. Pero fue hecho a mano. —
Patrick se acercó—. ¿Hiciste esto para Hanna? —
preguntó Ken, y Patrick asintió lentamente
acercándose aún más. Ken colocó el plato en la
encimera—. Tienes que darme la dirección de Julianne
para que podamos enviarle una nota de
agradecimiento —agregó Ken. Daría cualquier cosa por
ser capaz de descubrir algunos de los misterios que se
escondían dentro de este generoso hombre. Pero esos
pensamientos se intensificaron a medida que Patrick se
acercaba. Ken inclinó la barbilla hacia arriba, y Patrick
lo mantuvo apretado antes de besarlo con fuerza
mientras lo presionó contra la encimera. Ken había
estado con Mark durante dos años, y nunca había
conseguido que le fallaran las piernas con sólo un beso.
Patrick pulsó para introducir su lengua, y Ken echó los
brazos alrededor del cuello de Patrick mientras sus
sentidos se vieron desbordados por todas las cosas que
Patrick le provocaba. 208
Su olor hizo que Ken se volviera desenfrenado, y él
se apoderó de Patrick con más fuerza mientras el
delicioso ataque en sus labios continuaba. Ken pensó
por unos segundos que la intención de Patrick era
presionarlo sobre la encimera, pero luego el beso se
suavizó y terminó. Ken tomó aire rápidamente,
reteniendo su mirada en los profundos y casi
hipnóticos ojos de Patrick. Ken abrió los labios para
decir algo, pero Patrick le besó alejando las palabras y
el pensamiento.
Cuando el beso terminó una vez más, el pecho de
Ken estaba palpitando y sus pulmones ansiaban
oxígeno, pero aun así no quería que el beso terminara.
Su vida parecía estar en un constante estado de
agitación, pero en los brazos de Patrick se calmaba, al
menos por un tiempo. Patrick se apartó de él, y Ken
gimió suavemente hasta que sintió a Patrick tomarle la
mano, lo llevó fuera de la cocina, apagó las luces
mientras se movían por la casa. Mientras subían las
escaleras, el único sonido era sus pasos y el leve crujir
de ellos. Patrick le llevó a la puerta de Hanna, y Ken se
asomó viéndola dormir en la cama. Se dio la vuelta en
su sueño mientras él miraba, y luego pareció
conformarse una vez más. Miró a Patrick, y lo guió
hacia su dormitorio. La luz del pasillo se apagó con un
suave clic, y Patrick le instó a avanzar en la oscuridad. 209
La puerta del dormitorio se cerró, y Ken se quedó
quieto, esperando a lo que Patrick tenía en mente. Ken
escuchó la suave respiración de Patrick y sintió su
calor mientras se acercaba. En la oscuridad, sintió a
Patrick agarrar su camiseta para quitársela. Ken
levantó los brazos, y Patrick le quitó la camiseta. Ken
esperó una vez más. Cuando sus ojos se adaptaron, vio
a Patrick tirar de su propia camisa y dejarla caer en el
suelo. Patrick se estiró hacia él, abrazándolo mientras
se acercaba. Sus pechos se tocaban, y Patrick acarició
toda su espalda mientras bajaba la cabeza hasta la base
del cuello de Ken.
Ken saltó ligeramente mientras Patrick lamía y
besaba a lo largo de su hombro, sus labios y su lengua
dejando un rastro de fría humedad en su piel caliente.
Arqueando su cuello, gimió suavemente mientras
Patrick lamía la base de su cuello antes de continuar a
lo largo de su garganta. Cada movimiento pareció tan
deliberadamente lánguido y lento que Ken no podía
dejar de echar la cabeza hacia atrás, dejando que
Patrick hiciera lo que quisiera.
Los labios de Patrick se encontraron con los suyos
en la oscuridad, el beso, como el tacto, era suave y
lento, con la intención de molestar y dejar que la
excitación se fuera formando. Ken levantó la cabeza
para encontrarse con la mirada de Patrick y comenzó a
210
moverse hacia la cama, pero Patrick lo mantuvo quieto,
besándole fuerte, diciéndole que él estaba a cargo.
La emoción zigzagueaba a través de Ken ante la
idea de dar placer a Patrick. Tenía que ser fuerte todo
el tiempo para Hanna, y Patrick le había señalado que
él no tenía que ser fuerte en este momento, que Patrick
se haría cargo de él y Ken quería ser atendido. Ken
gimió en voz alta cuando los labios de Patrick se
aproximaron hacia él mientras los rozaba
desapercibido.
El calor de Patrick se escabulló, y Ken se quedó
inmóvil... esperando, hasta que Patrick acarició con sus
manos su pecho y bajando lentamente por su
estómago. Ken contuvo el aliento al sentir a Patrick
quedarse por encima de su cinturón. Desde hacía rato
sentía sus pantalones como unas tallas más pequeñas y
él contuvo el aliento aún más, esperando contra toda
esperanza que Patrick siguiera su camino. Él lo hizo.
Patrick jugó con la cinturilla de los boxers antes de
deslizarse más allá. Ken se quedó sin aliento cuando
Patrick rozó su tenso miembro, deseando más. Pero
Patrick parecía contentarse con tomar su tiempo, y Ken
quería gritar con su agonizante ritmo de seducción.
Ken sabía que eso era exactamente lo que Patrick
estaba haciendo, y también sabía que podía mendigar
hasta que su cara cambiara de color. Patrick se haría
211
cargo de él a su debido tiempo, y él se lo permitiría.
Ken sintió a Patrick abrir su cinturón, su mano se
deslizó atrás desde el interior de sus calzoncillos. A
continuación quitó el cinturón y Ken oyó el ruido
cuando cayó al suelo. Sus pantalones se abrieron al
momento, luego pasó junto a sus caderas para bajarlos
hasta sus tobillos. Él se los quitó y se quedó desnudo y
tan excitado como era posible delante de Patrick, quien
lo guió de vuelta a la cama. Subiéndose al colchón, Ken
vio como Patrick se quitaba sus propios pantalones,
dejándolos caer al suelo. Él estaba tan excitado como
Ken, quien vio como Patrick se acercaba hacia la cama,
con su miembro balanceándose a cada paso. Él gimió
suavemente cuando el peso de Patrick descendió sobre
su cuerpo, la cálida y suave piel de Patrick deslizándose
sobre él. Esto sin duda era el cielo, y mientras Patrick
rozaba su miembro a lo largo del suyo, la cabeza de
Ken comenzó a dar vueltas. Él se resistió lentamente, y
Patrick le tocó la cadera ligeramente, y luego lo besó
una vez más antes de deslizarse por su cuerpo.
Patrick lo besó bajando sinuosamente por su
pecho mientras acariciaba la piel de Ken, lamiendo
ligeramente un pezón antes de volverlo loco con el
movimiento circular de la lengua. Antes de que hubiera
conocido a Patrick, Ken habría pensado que era
extraño que el sexo fuera casi totalmente silencioso,
pero Patrick compensó su falta de lenguaje oral con las
212
manos y la lengua, dejando que ellos hablaran más
fuerte que el más poderoso grito. Él mismo solía ser un
amante muy vocal, pero Ken no sentía la necesidad de
hablar tampoco. En cambio, dejó que sus manos
vagaran por la espalda y los hombros de Patrick,
usando sus propias manos para expresar el cuidado y
la pasión que sentía por Patrick.

Ken arqueó su espalda mientras Patrick se


deslizaba más abajo de su cuerpo, lamiendo la piel
debajo de su ombligo. La anticipación lo estaba
matando, y Ken agarró las sabanas con los puños
mientras Patrick acariciaba su miembro con el pecho,
deslizando su torso sobre su palpitante erección. —
Patrick —gritó Ken incapaz de mantenerse en silencio.

Esto pareció agradar a Patrick, y lo hizo de nuevo


antes de agachar la cabeza y tomar el miembro de Ken
entre los labios. Ken apenas podía respirar cuando
sintió su ardiente boca. Trató de no mover sus caderas,
pero fracasó estrepitosamente mientras el deseo se
formaba desde lo más profundo de su interior. Patrick
lo hizo más profundo y fuerte, haciéndole cosquillas en
la piel por encima de su miembro con su nariz. —Jesús
—juró Ken, apretando los ojos cerrados mientras
tiraba de la colcha de la cama. Patrick asintió con la
213
cabeza, deslizando sus labios alternativamente hasta el
miembro de Ken y luego lamiéndolo profundamente
una vez más. Ken tiró de las sabanas, pasando los
dedos por el suave cabello de Patrick. Él no quería
agobiarle, pero la necesidad de avanzar era tan grande
que no podía controlarse. Ken lentamente empujó sus
caderas, y Patrick chupó más fuerte.

Ken ya podía sentir el cosquilleo comenzando, lo


que indicaba que se estaba acercando. Sus embestidas
se volvieron un poco irregulares, y Patrick levantó la
cabeza. Ken gruñó profundamente por la salida, y
sintió a Patrick dulcemente rozarse contra su pecho.
Hubo momentos en que deseaba que Patrick pudiera
decirle lo que tenía en su mente, y sin duda éste era
uno de esos momentos. Sin embargo, Ken descubrió
rápidamente cuando Patrick le puso sobre su
estómago. Sintió el peso de Patrick en sus piernas. La
cama se movió, y Patrick le besó en los hombros y en la
espalda antes de lamer la línea de la columna vertebral.
Ken seguía esperando que Patrick parara, pero no lo
hizo. El peso volvió a cambiar, y Ken sintió a Patrick
acariciar su trasero, sus dedos sobando sus nalgas, sus
labios besando y lamiendo la piel. Ken pensó que iba a
morir, pero cuando Patrick separó sus nalgas, 214
lamiendo su apertura, Ken fue transportado y supo que
estaba en el cielo.

Patrick abrió sus nalgas con sus pulgares,


jugueteando con la apertura de Ken con una fricción
agónicamente maravillosa. Ken se presionó hacia atrás
y se quedó sin aliento cuando uno de los pulgares de
Patrick rozó la piel alrededor de su entrada. —Oh, Dios
—gimió suavemente, mientras sentía el movimiento
del pulgar de Patrick acercarse y luego remplazarlo por
su lengua. Patrick parecía saber exactamente qué hacer
para hacer que Ken sintiera como si tuviera la cabeza a
punto de explotar. Los dedos, la lengua, toda esa
combinación lo estaba volviendo loco. Volvió la cabeza
para ver lo que estaba haciendo mientras Patrick
acariciaba sus muslos, y Ken separó las piernas
abriéndose para que Patrick pudiera manejar su lengua
a su antojo.

El cómo Patrick utilizaba su cuerpo como un


instrumento, Ken no tenía ni idea, pero Patrick se había
detenido con éxito en cada pensamiento, envolviéndole
con lo que estaba haciendo. Se sentía como si Patrick
tuviera la intención de darle placer a Ken hasta hacerle
olvidar todo, y si seguía con esto mucho más tiempo,
215
Ken esperaba que su cerebro no se sobrecargara.
¿Podría ser esa la intención de Patrick? Al llegar a la
cabecera de la cama, Ken agarró una almohada y
después de colocársela debajo de su cabeza, él la cogió
con los puños apretados y se mantuvo firme mientras
Patrick lo iniciaba en lo que parecía ser el viaje de su
vida. Lo único que podía hacer era gemir y gruñir
constantemente mientras Patrick le daba placer con la
lengua a cada centímetro de su existencia.

—Patrick —Ken gimió suavemente—. Tómame


antes de que muera. —Él se estremeció de pies a
cabeza, meciéndose hacia adelante y hacia atrás sobre
sus rodillas. Sentía las piernas como si quisieran
desplomarse en cualquier momento, y a su miembro
palpitar y golpear contra su vientre. Patrick le
introdujo un dedo, deslizándolo en su interior y Ken
suspiró dándole la bienvenida al intruso. Cuando
Patrick torció ligeramente su dedo, las piernas de Ken
se derrumbaron hasta quedar completamente
tumbado sobre la cama, gimiendo sin descanso. Trató
de recuperar el aliento, pero Patrick continuó con la
erótica e implacable conquista de su cuerpo—. Los
condones están en la mesita de noche —Ken jadeó sin
aliento mientras Patrick deslizaba un dedo en su 216
interior.
Ken yacía en la cama, respirando profundamente
cuando sintió a Patrick moverse a su alrededor. Tenía
miedo de abrir los ojos por temor a ver doble o incluso
triple. Oyó abrirse el cajón de su mesita de noche y
Patrick revolviéndolo durante unos segundos. A
continuación, cerró el cajón y Patrick se acercó a él de
nuevo. Patrick acarició el trasero de Ken y luego le dio
unas palmaditas en la cadera, y Ken se movió sobre su
espalda. Él estaba tan preparado para esto que apenas
podía respirar. Su piel estaba ardiendo. Patrick se puso
en posición, y Ken abrió sus ojos de par en par,
sorprendido de lo que estaba presenciando. Levantó la
cabeza, mirando con gran atención mientras Patrick se
colocaba el condón sobre su grueso miembro, jadeando
ante la idea de que iba a ser tomado por Patrick. Ken
dejó que su cabeza se apoyara en la almohada mientras
Patrick se acercaba.

Ken sintió la presión de Patrick en su cuerpo.


Había pasado bastante tiempo desde que había hecho
el amor, y quiso que sus músculos se relajaran. Patrick
se movió lentamente, y de pronto Ken lo sintió
deslizarse en su interior. Su extensión era esplendida, y
aspiró entre dientes, silbando suavemente mientras 217
Patrick se hundía parcialmente dentro de él. Ken se
quedó sin aliento mientras sus músculos palpitaron, y
Patrick se detuvo para rozar su punto álgido de nuevo.
Ken se quedó sin aliento, y después de unos segundos,
presionó su trasero contra Patrick como una señal de
que estaba listo.

Con una dolorosa lentitud Patrick se acercó


hundiéndose totalmente en el cuerpo de Ken. Ken
apretó sus manos en la cama mientras sus cuerpos se
unían por completo. Respirando tan profundamente
como podía, Ken se deleitó con la sensación de unidad.
Sintió las caderas de Patrick contra su trasero, y luego
cerniéndose sobre él antes de darle un beso que casi
detuvo su corazón. A continuación, Patrick comenzó a
moverse.

El aliento que había conseguido atrapar se instaló


brevemente en los pulmones de Ken mientras el
miembro de Patrick empujaba y latía muy dentro de él,
con pequeños movimientos eróticos e íntimos que eran
acompasados sobre el colchón. Ken deseaba esa
sensación de estar unido a Patrick de esta manera y no
quería que terminara.

A cámara lenta, Patrick se retiró de su cuerpo. Ken 218


sintió la salida como una herida abierta, y él gimió
hasta que Patrick le llenó una vez más. Ken trató de
tragarse sus gritos y terminó con la palma de la mano
en su boca mientras Patrick lo llevaba al nirvana una y
otra vez. El hombre parecía ser una especie de mago,
conduciendo a Ken al borde de la liberación, entrando
y saliendo de él una y otra vez. —Patrick, por favor —
Ken suplicó entre jadeos mientras Patrick lo llevaba al
éxtasis de nuevo. Patrick levantó las caderas y empujó
más fuerte de lo que lo había hecho antes. Ken movió la
cabeza sobre la almohada y su cuerpo reaccionó con
entusiasmo. Patrick acarició el miembro de Ken, con su
mano sobre él, agarrando con fuerza, y el cuerpo de
Ken empezó a temblar. En cuestión de segundos,
estaba al borde de la pasión. Patrick se movió fuerte y
profundo y Ken entró en un torbellino de pasión.

Él cabalgó en olas de endorfinas inducido por


dicha felicidad mientras llegaba al orgasmo y luego
flotó en un resplandor crepuscular, marcando un antes
y un después mientras Patrick se unía a él en dicho
éxtasis. Ken mantuvo los ojos cerrados, escuchando la
respiración de Patrick y sintiendo el peso de su amante
descansando encima de él. Ken alzó los brazos fuera de
la cama, envolviendo a Patrick en un abrazo, 219
compartiendo su calor, mientras ambos trataban de
recuperar el aliento. Ken amaba sostener a Patrick casi
tanto como le gustaba ser sostenido.

Finalmente, Patrick se movió junto a Ken en la


cama, de mala gana Ken se puso de pie, caminando
hacia el baño, regresó con una toalla que utilizó para
limpiar a ambos. Después volvió a la cama y se metió
bajo las sábanas, Patrick tiró de él.

Ken se acurrucó junto a Patrick, deleitándose en el


último de los rescoldos mientras dejaba vagar su
mente y trató de mantener a raya las preocupaciones.
Patrick le abrazaba, acariciaba su pelo mientras Ken
cerraba los ojos y se quedaba dormido.

Ken durmió como un tronco toda la noche. Tanto


fue así, que cuando despertó solo, Ken no se había dado
cuenta de que Patrick se había levantado de la cama.
Mirando a su alrededor, encontró una nota en la mesita
de noche diciéndole que había salido al amanecer. —
No estoy seguro si se lo has explicado a Hanna y yo
no quiero forzar la situación —Había escrito Patrick,
y mientras Ken estaba poniendo la nota de nuevo en la
mesita de noche, la puerta se abrió y Hanna entró en la
habitación. Mientras ella se subía a la cama, Ken 220
rebuscó en el suelo su ropa interior y logró ponérsela
mientras Hanna se metía bajo las sábanas.

—¿Qué te gustaría desayunar? —preguntó Ken y


Hanna asomó la cabeza por debajo de la almohada.

—Mac–queso —respondió Hanna.

—Eso lo podemos hacer para almorzar. ¿Qué te


parece huevos y tostadas en su lugar?

—Está bien —Hanna accedió a regañadientes,


retorciéndose bajo las mantas. Ken se levantó de la
cama y se puso un par de pantalones vaqueros antes de
levantar a Hanna en sus brazos y llevar a su risueña
princesa a su habitación. Después de ayudarla a
vestirse, Ken se aseó y llevó a Hanna a la planta baja,
donde corrió a la puerta, mirando por la ventana—.
Todavía hay calabazas en el porche.

Ken sonrió mientras Hanna corrió por la casa. No


podía decir lo feliz que estaba de que ella estuviera
actuando como siempre. Lástima que no fuera a durar.

221
EL corazón de Patrick le dolía mientras caminaba
por el corto trayecto de su casa a casa de Ken, llevando
una olla con comida. Durante el último mes o así, él y
Ken habían conseguido acercarse, al menos
físicamente, y por la forma en la que Ken reaccionó,
pensó que probablemente tenía sentimientos por él, lo
cual era bueno. Eso no era lo que le estaba
preocupando. Era Hanna. Durante las últimas semanas,
había visto como Hanna había pasado de ser feliz y
jugar tranquila a dormir todo el tiempo. No dejaba de
recordar lo divertida que había estado en la
improvisada fiesta de Halloween y Patrick quería verla
así de nuevo, pero después de todos los tratamientos
parecía empeorar. Ahora era bastante tarde y Patrick
había pasado gran parte del día en su taller tratando de
mantener su mente en el hecho de que Hanna estaba
recibiendo otro tratamiento. Ken le había dicho que no
estaba seguro de cuánto más podría seguir Hanna con
el tratamiento, pero la Dra. Pierson le había dicho que 22
tenían que dejar seguir el curso de este tratamiento
2
hasta completarlo a fin de que funcionara. Patrick sólo
esperaba que no hubiera muchos más.

Cuando llegó a la puerta, golpeó suavemente con


el codo, y Ken abrió la puerta con una expresión tan
desesperada en su rostro que Patrick no había visto
nunca. No había necesidad de preguntar cómo estaba
llevándolo Hanna porque podía ver su pequeña cabeza
calva descansando sobre una almohada en el sofá. —
Gracias, Patrick, pero Hanna no está para comer en
estos momentos.
Patrick asintió con la cabeza, llevando la comida a
la cocina. Dejó la olla, luego esperó a Ken antes de
levantar la tapa. Patrick se dirigió al armario, sacó dos
platos, cucharas y echó algo de pasta en cada plato
antes de entregarle uno a Ken con una severa mirada.
—Sé que tengo que comer —coincidió Ken, y
Patrick abrió un cajón y le entregó un tenedor—. Ella
está muy cansada todo el tiempo —comenzó a hablar
Ken mientras tomaba el primer bocado—. Querían
dejarla en el hospital, pero Hanna rogó que
volviéramos a casa. Probablemente dormirá hasta
mañana, a menos que empiece a enfermarse, y
entonces estará despierta toda la noche, lo cual no le
ayuda en absoluto. —Ken dejó el plato en el mostrador
y comenzó a caminar por la cocina—. No sé qué hacer.
223
Patrick puso su propio plato a un lado también y
tomó a Ken en sus brazos, abrazándolo mientras
temblaba de lo que Patrick pensaba que era miedo.
—Tengo que mantenerla alejada de cualquier
persona que pudiera tener cualquier cosa, porque
incluso un resfriado puede ser potencialmente mortal.
La doctora dice que ella tiene la esperanza de que esto
sea lo peor de todo, y que Hanna comience a mejorar al
poco tiempo, pero yo no lo veo. Ella se vuelve más débil
y más débil después de cada tratamiento —susurró
Ken. A Patrick el apetito se le había ido, y entendió por
qué Ken no podía comer mucho. Simplemente no
parecía tan importante.
—Papá —resonó en la habitación, Ken se dirigió a
la sala de estar. Patrick le llamó la atención y se señaló
a sí mismo.
—Por supuesto —dijo Ken, y Patrick caminó a la
sala de estar, donde Hanna seguía descansando. Patrick
se arrodilló junto al sofá y levantó suavemente a Hanna
en sus brazos. Se acurrucó contra su pecho, apoyando
la cabeza en su hombro, y Patrick pensó que iba a
llorar allí mismo. Caminando lentamente por la casa,
volvió a la cocina.
—Patrick hizo la cena. ¿Tienes hambre?— 22
Preguntó Ken, y Hanna puso su cabeza en el hombro de
Patrick, sujetándolo por el cuello. Ken suspiró 4
suavemente, y Patrick señaló el plato de comida,
dándole a Ken una mirada severa. Lo cogió de nuevo y
poco a poco empezó a comer mientras que Patrick
caminaba lentamente con Hanna en sus brazos,
tratando de calmarla para que durmiera. Él frotaba
ligeramente la espalda de Hanna mientras caminaba,
mirando de vez en cuando para asegurarse de que Ken
estaba comiendo.
Patrick no se detuvo hasta que Ken hubo
terminado su plato. Luego siguió a Ken escaleras arriba
hasta la habitación de Hanna. Patrick la acostó en la
cama sin que abriera los ojos, y Ken consiguió quitarle
sus zapatos antes de poner una manta sobre ella. Cogió
el sombrero rosado favorito de Hanna de la cómoda y
se lo puso cuidadosamente en la cabeza. En silencio,
salieron de la habitación, y Ken no dijo nada mientras
bajaban las escaleras una vez más.
De vuelta en la cocina, Ken puso el plato de
Patrick en el microondas, y después de calentarlo, se lo
entregó. Patrick se sentó a la mesa para terminar su
comida mientras Ken vagó por la cocina, haciendo
cosas obviamente, para mantenerse ocupado. —¿Qué
voy a hacer si ella no lo consigue? —se preguntó Ken,
mirando a la pared e inclinándose sobre la encimera.
Patrick vio los hombros de Ken moverse arriba y abajo
y supo que estaba llorando—. Ella es... ella... —Patrick
225
escuchó a Ken romperse, y tiró de él fuera de la
encimera, arropándolo en sus brazos. Ken enterró su
cara en el hombro de Patrick y comenzó a sollozar.
Patrick no tenía ni idea de lo que hacer aparte de
tratar de consolar a Ken. Incluso si pudiera hablar, no
había palabras que arreglara esto. Al igual que había
hecho con Hanna, Patrick acarició la espalda de Ken
para calmarlo, dejando que Ken llorara.
Permanecieron juntos durante bastante tiempo,
hasta que las lágrimas de Ken desaparecieron y se
apartó. —Sé que estoy siendo un niño —dijo Ken
mientras se limpiaba los ojos—. No debería estar
lloriqueando como un idiota. —Ken se dio la vuelta,
pero Patrick lo cogió del brazo para detenerlo—. Lo sé.
Tengo que ser fuerte por Hanna, ayudarla y aprovechar
al máximo el tiempo que tenemos juntos.
Patrick quería decirle a Ken que era más fácil
decirlo que hacerlo, pero él simplemente asintió con la
cabeza y tiró de Ken de nuevo a sus brazos. Estaba
aprendiendo que si quería que los demás supieran lo
que sentía, tenía que demostrar sus sentimientos en
lugar de decirlos, y ahora mismo, necesitaba
desesperadamente consolar a Ken, porque así estaba
siendo consolado también.
—Lo peor de todo es que Hanna sabe que no lo 226
está haciendo bien —le comentó Ken con un susurro—.
Ella me preguntó esta mañana cuánto tiempo falta
hasta Navidad, y me preguntó si Santa Claus nunca
llega antes. —Patrick oyó a Ken tragar saliva. Un suave
golpe sonó en la puerta principal. Ken se alejó de él y
Patrick señaló que él podría abrir la puerta para darle
un momento a Ken para recobrar la compostura.
Patrick abrió la puerta y vio a Julianne en el
porche de Ken con Todd en sus brazos. —Ya que no
estabas en casa, pensé que estarías aquí —dijo
Julianne, y Patrick hizo una seña para que entrara
dentro, poniendo un dedo delante de sus labios—.
¿Está Hanna dormida? —preguntó ella, y Patrick
asintió.
—¿Cómo está? —preguntó Julianne por encima
del hombro de Patrick, y él se volvió mientras Ken se
acercaba a ellos.
—Muy cansada y asustada —respondió Ken.
—Patrick me dijo ayer que le iban a poner otro
tratamiento —le dijo ella y él asintió—. No es mi
intención molestarla, pero la clase preescolar de Todd
hizo unos dibujos para Hanna, y yo quería dárselos. —
Julianne bajó a Todd al suelo y sacó un fajo de papel de
dibujo grande de su bolso, entregándoselo a Ken—.
Todd le dijo a su clase que él tenía una amiga que
estaba muy enferma, y ellos hicieron esto para ella. — 227
Todd parecía orgulloso de sí mismo y en opinión de
Patrick estaba muy orgulloso de él. Levantó a Todd en
sus brazos y le dio un abrazo enorme.
Mientras Patrick lo sostenía, Todd se acercó a
donde estaba Ken y empezó a buscar entre los papeles.
—Ese es el mío —dijo Todd, y Ken levantó la imagen—.
Es la fiesta de Halloween —explicó Todd con sus ojos
enormes, y Patrick le abrazó de nuevo.
—Gracias —dijo Ken a Todd, un poco aturdido—.
A todos.
—¿Hay algo que necesites? —preguntó Julianne, y
Patrick miró a Ken, quien negó con la cabeza.
—¿Rezar? —preguntó Ken suavemente.
—Ya tienes eso —explicó Julianne—. ¿Estás
comiendo? ¿Necesitas ayuda en la casa o en el patio?
Ken sacudió la cabeza. —Patrick ha estado
ayudando en el patio, y para deleite de Hanna, ha
estado ayudando mucho con la cocina. Soy conocido
por quemar el agua.
Patrick vio una expresión confusa en el rostro de
Ken que no supo interpretar, pero parecía como si
hubiera descifrado algo. Echó un vistazo a Julianne
para ver si ella lo había visto, pero ella no reaccionó y 22
siguió hablando. —No tengas miedo de pedir lo que
necesites. 8
—Gracias —respondió Ken, con aspecto agitado y
perdido.
—Tengo que irme a casa para su siesta —dijo
Julianne mientras tomaba a Todd de los brazos de
Patrick—. Dile a Hanna que sus amigos están pensando
en ella. —Julianne se acercó a la puerta. Patrick se
apresuró a abrírsela, y ella se despidió mientras bajaba
las escaleras. Patrick cerró la puerta y se volvió. Ken
estaba en el mismo lugar, mirando los dibujos en la
mano, sonriendo al ver imágenes de caballos y coches
rudimentarios. Algunos de los dibujos eran en su
mayoría garabatos de color, mientras que otros eran
imágenes donde las figuras y formas eran
definitivamente reconocibles.
—Voy a poner esto en la mesa de café para Hanna
—dijo Ken mientras colocaba los dibujos. Patrick entró
en la cocina, guardando toda la comida y asegurándose
de que estaba todo limpio. Cuando hubo terminado,
Patrick encontró a Ken en su estudio, mirando por la
ventana hacia el patio trasero—. He tratado de pintar
durante semanas, y no me viene nada.
Eso era perfectamente comprensible para Patrick.
No había pasado tiempo en su taller en las últimas
semanas. Patrick había terminado sus últimos
proyectos y no había empezado nada más. 22
9
Ken miró hacia otro lado y luego rebuscó en un
conjunto de pinturas apoyadas contra la pared,
revolviéndolas. El rostro de Hanna le saludaba lienzo
tras lienzo. Algunos de ellos sonriendo vestida con su
sombrero de color rosa favorito. Otros con su aspecto
cansado y demacrado, y una pintura donde ella estaba
dormida, su cabeza calva y con una mirada pequeña e
indefensa mientras descansaba en una enorme cama.
—Esto es todo lo que veo ahora —explicó Ken,
señalando el último retrato—. Trato de ver cómo era
ella, pero no puedo.
Patrick miró alrededor buscando algo para
escribir y encontró un lápiz y un bloc de notas de un
proveedor arte. —Necesitas un poco de descanso
también.
—No puedo dormir. ¿Y si algo le sucede a ella
mientras no estoy allí? —preguntó Ken, casi gritando.
—Tal vez no veas a Hanna como era. Tal vez
necesites verla tal como está y pintar eso —escribió
Patrick y luego arrancó la hoja del bloc, entregándosela
a Ken antes de escribir un poco más—. Sabemos
cuándo los niños parecen felices. Tal vez todos
tenemos que ver las fotos de Hanna enferma para
que podamos entender lo que esa niña está pasando
y lo fuerte que está luchando. —Patrick entregó la 230
página a Ken—. Pero no puedes hacer eso si no
duermes también.
—¿Estás diciendo que haga algún proyecto con la
enfermedad de Hanna? —preguntó Ken, mirándole casi
furioso.
Patrick negó con la cabeza. —Sólo que tal vez
algo bueno puede salir de ello si puedes mostrar lo
duro que Hanna está luchando. Tal vez otros puedan
encontrar coraje y valor de eso. Porque Hanna es
una de las personas más valientes que he conocido
en mi vida. —Patrick sintió que las lágrimas le
brotaban mientras le entregaba la página a Ken. Sabía
que probablemente lo lograría, eso había sido lo que
había sentido por su música. No siempre era feliz, pero
ayudarse unos a otros a través de las heridas y el dolor
de la vida era lo que debían hacer las personas. Él lo
había hecho a través de sus canciones, y Ken podría
hacerlo a través de su arte. Viendo como leía lo que
había escrito, vio disiparse la ira de la cara de Ken.
—Ella es valiente —coincidió Ken, y Patrick se
acercó a la puerta antes de parar para escribir una nota
más.
—Descansa un poco. Serás capaz de pensar
mucho más claro si no estás tan cansado. —Patrick 231
le pasó a Ken la nota en la mano antes de darle una
ligera palmada en el hombro, sosteniendo la mirada de
Ken hasta que accedió; Entonces abrió la puerta del
estudio.
—Voy a descansar si te acuestas conmigo —dijo
Ken y Patrick asintió, extendiendo su brazo y dejando
que Ken le llevara a su habitación.
Patrick se quitó los zapatos antes de acostarse en
la cama. Esperó a Ken para unirse con él y luego lo
abrazó, acariciándole el pelo hasta que se quedó
dormido. Patrick escuchó a Ken respirar y lo vio
dormir un rato antes de quedarse dormido. No durmió
mucho tiempo, y pasó el resto del tiempo sosteniendo a
Ken, que era algo que nunca se cansaría de hacer.

PATRICK apagó la sierra de cinta de su taller.


Había pasado muchas horas cortando pedazos de
madera, y se pasaba días colocando todas las piezas
juntas. Comprobando el reloj, vio que todavía tenía una
hora, por lo que puso en marcha la lijadora y se puso a
suavizar los bordes de todas las piezas. Últimamente
trabajar en su taller era lo único que parecía calmarlo.
Estaba haciendo un encargo, y después de semanas sin
trabajar se sentía bien estar haciendo algo.
232
Una hora más tarde, Patrick colocó la última pieza
a un lado y apagó la lijadora. La sala quedó en silencio,
y Patrick se quitó los tapones de las orejas antes de
hacer una rápida limpieza, apagó las luces y se dirigió a
la casa.
En su cuarto de baño, se despojó de su ropa y se
dio una ducha rápida antes de vestirse de nuevo y salir
a su visita al hospital. A la conocida unidad se llegaba
rápido, y Patrick aparcó y entró, caminó por los
pasillos ahora familiares hasta la habitación de Hanna.
Ella llevaba allí una semana, y cuando Patrick entró, vio
a Hanna viendo la televisión y a Ken dormido en la silla
junto a su cama. Patrick no había visto mucho a su
pareja (era lo que él pensaba de Ken ahora, a pesar de
que realmente no estaba seguro exactamente lo que
eran) fuera del hospital últimamente, y sabía que Ken
no había estado durmiendo. Cuando Hanna le vio,
sonrió, y Patrick la tranquilizó para que no despertara
a Ken, luego se inclinó sobre la cama para abrazarla.
—Me siento mejor —le dijo Hanna. Ellos habían
establecido una especie de rutina. Al principio, Ken
había hecho todas las preguntas normales por él, pero
ahora Hanna sólo suministraba las respuestas—. La
Doctora Helen dice que he terminado con el
tratamiento. —Bostezó Hanna, y Patrick asintió con la
cabeza y la abrazó de nuevo. Luego la dejó asentarse en
233
la cama y se sentó en la otra silla, mirando el canal
Disney con ella hasta que Ken se estiró y abrió los ojos.
—¿Llevas aquí mucho tiempo? —preguntó Ken en
un susurro, y Patrick levantó la mano, moviéndola
hacia atrás y adelante en su señal de no hace mucho
tiempo. Mirando hacia la cama, vio que Hanna se había
quedado dormida, Ken bostezó y se desperezó
mientras se levantaba, Patrick le siguió fuera de la
habitación—. Ella ha tenido su última ronda de
tratamientos. La doctora dice que no hay nada más que
pueda hacer por ella ahora mismo. Ella cree que Hanna
está en un punto de inflexión, y que podría recuperarse
ahora o... —La voz de Ken se fue apagando, y Patrick no
tuvo necesidad de continuar con su pensamiento. Sabía
exactamente lo que Ken estaba diciendo, y sintió el
miedo y la ansiedad asentarse en el estómago—. Todo
lo que podemos hacer ahora es esperar —agregó Ken
con la voz quebrada.
Patrick había cogido un pequeño bloc y un
bolígrafo del bolsillo de su camisa, y lo sacó. —
¿Cuándo será capaz Hanna de volver a casa?
—La doctora Pierson piensa que va a ser capaz de
salir el sábado. Ella quiere vigilarla durante unos días
más, y entonces puedo llevarla a casa. Está más fuerte
que ayer y está empezando a comer de nuevo. 234
—Le traeré macarrones con queso mañana —
escribió Patrick y Ken sonrió.
—A Hanna le encanta —dijo Ken con un suspiro.
—Necesitas dormir más —escribió Patrick con su
letra más acuciante, y Ken simplemente asintió con la
cabeza.
—Estoy muy cansado, pero Hanna me necesita y
no quería dejarla sola —Ken le dijo, y Patrick leyó
entre líneas, a sabiendas de que Ken no iba a irse por si
algo le sucedía, había determinado pasar cada segundo
que pudiera con ella.
—Lo sé —escribió Patrick, mirando a los ojos de
Ken. No había habido muchas veces en la vida de
Patrick que dos palabras hubieran significado tanto.
Patrick se lo hizo saber y lo entendía, aunque estaba
preocupado por Ken—. Voy a estar aquí durante un
rato. Ve a buscar algo de comer y tomate un
descanso. Ella no estará sola. —Patrick le mostró a
Ken la nota, y para sorpresa de Patrick, Ken estuvo de
acuerdo.
Volvió a la habitación de Hanna y se sentó junto a
la cama, mientras que Ken se inclinó sobre Hanna. —
Tío Patrick estará aquí durante un rato —le dijo y
Hanna asintió con la cabeza, sin apenas abrir los ojos.
235
Ken le dio un beso y luego salió de la habitación sin
hacer ruido. Patrick se sentó junto a la cama, viendo las
imágenes de la televisión casi en silencio durante un
momento antes de apagarlo y mirar a Hanna. La vio
acercarse y Patrick tomó su pequeña mano en la suya.
La piel de Hanna parecía muy fina y ella parecía tan
frágil, que tuvo miedo de acariciarla. Hanna se volvió a
dormir y Patrick siguió sentado con ella. Finalmente se
quedó dormido.
Cuando Ken regresó, Patrick levantó la cabeza y
se encontró a Hanna despierta. Ken se veía mejor, y
explicó que el hospital tenía un área familiar donde
podía asearse e incluso acostarse. Cuando le trajeron la
cena a Hanna en una bandeja, Ken tuvo que hacerle
prometer a Patrick que traería su comida favorita si
ella se comía su cena. Empezó a comer y finalmente
comió un poco. Cuando terminó, Ken dejó la bandeja a
un lado y los tres pasaron la siguiente hora juntos.
Finalmente Patrick se levantó para marcharse,
besando a Hanna y despidiéndose de Ken. Hanna les
animó a que se besaran y a Patrick no le importó en
absoluto hacerlo. Mientras mejorara, Hanna podría
meterse con ellos para que se besaran y Patrick sería
feliz por el resto de su vida.
Patrick volvió a Pleasanton, pero no fue a su casa.
En su lugar se detuvo en casa de Julianne. La puerta se 236
abrió como si hubiera estado esperándole, y tal vez lo
estuviera haciendo. Él había estado viéndola muchas
tardes después de salir del hospital. —¿Cómo está
Hanna? —ella le preguntó, y Patrick la siguió al
interior, escribiendo una pequeña nota que explicaba
brevemente lo que Ken le había dicho—. ¿Ella viene a
casa el sábado? —Patrick asintió—. ¿Ken duerme en el
hospital? —Patrick asintió de nuevo—. Entonces
parece que tenemos trabajo que hacer, y es mejor que
vayamos moviéndonos.
Patrick se encontró de nuevo en la puerta antes
de saber lo que estaba pasando. —Tengo llamadas que
hacer, y tú tienes trabajo por hacer —dijo Julianne. No
había nada como meter prisa al trasero de su prima.
—¡Títo Patwick! —exclamó Todd y se lanzó a los
brazos de Patrick para que lo abrazara mientras él
estaba a punto de regresar a su coche. Patrick lo
sostuvo mientras que Todd le contaba todo acerca de
su día. Al menos eso era lo que esperaba Patrick que le
estuviera diciendo; Julianne no fue de ayuda cuando él
le preguntó, y Todd parecía decidido a hablar sin parar.
Patrick escuchó y asintió con la cabeza hasta que
Julianne se llevó a Todd fuera de sus brazos, y luego
continuó hacia su coche, marchándose saludando con
la mano. En casa, Patrick comió algo rápidamente y
pasó el resto de la noche en su taller.
237
Antes de ir a la cama, Patrick hizo una lista de
todas las cosas que tenía que hacer y las comprobó
enviando varios mensajes a Julianne. Se enviaron
mensajes el uno al otro durante un rato, y luego Patrick
apagó la luz.
Patrick no podía conciliar el sueño. Estaba
preocupado por Hanna, y lo que Ken le había dicho.
También estaba preocupado por Ken. No había
dormido mucho en las últimas semanas, Patrick sabía
eso y no estaba seguro de cuánto tiempo podría
continuar Ken de este modo. Por supuesto que él
esperaba desesperadamente que Hanna se pusiera
bien. Habían pasado por muchas cosas ya. Patrick
estaba en la cama pensando en lo que había planeado,
y esperaba que a Ken y Hanna le gustara. Y lo más
importante aún, que Ken entendiera lo que Patrick
intentaba decirle. Eso era lo que más le asustaba, que
Ken no entendiera su mensaje.

238
C
KEN apenas podía mantener los ojos abiertos.
Sentado en la silla al lado de la cama de Hanna, trató de
mantenerse despierto, pero sus ojos se cerraban por su
cuenta. Él y Hanna habían estado esperando desde la
mañana por la doctora Pierson para hacerle su
reconocimiento y luego firmar los papeles de la salida
de Hanna. El hospital no había entregado el almuerzo,
así que Ken había salido de la habitación brevemente
para traer algo de comida para Hanna y para él de la
cafetería. Si la doctora Pierson no hacía acto de
presencia pronto, tendría que ir corriendo para coger
su cena. Eso parecía estar bien para Hanna, que había
comido su almuerzo sin quejarse y había sido un alivio
para Ken. El apetito de Hanna había tardado en volver.
La doctora Pierson había dicho que sucedía a veces y
no había que darle mucha importancia. Ken, sin
embargo, había estado observando y analizando todo
hasta el punto de que estaba casi volviéndose loco.
—¿Papá, nos iremos a casa pronto? —preguntó
Hanna de nuevo. La había vestido y preparado para su
vuelta a casa durante una temporada. La única cosa
que Ken tenía que hacer era conseguir sus zapatos y
239
llevarla a ella y sus cosas fuera del hospital.
—Sí. Sólo estamos esperando a la doctora, y luego
podremos ir a casa. —Él estaba tan preparado como
Hanna para volver a casa. También sabía que parte del
atractivo de llegar a casa era ver a Patrick de manera
asidua. Él había desarrollado profundos sentimientos
con el silencioso hombre, aunque sabía que tenían que
hablar de esos sentimientos, Patrick merecía
escuchar cómo se sentía Ken. Básicamente, ellos
necesitaban hablar realmente. Le había dicho ayer a
Patrick que Hanna volvería a casa hoy, así que no había
venido a visitarla. —¿Me puedes dibujar algo? —le
preguntó a Hanna para mantenerla ocupada.
—¿Qué tipo de dibujos? —preguntó Hanna,
intentando conseguir su caja rosa de lápices.
—¿Por qué no haces un dibujo de todas las
personas que han sido tan amables contigo cuando
estabas enferma? —Dijo Ken por encima de su cabeza,
y Hanna asintió con la cabeza, abriendo la caja de
plástico, mientras que Ken sacaba una hoja grande de
papel doblado de una de las bolsas de Hanna y lo alisó
sobre la bandeja de hospital. Hanna se puso a trabajar
y Ken se reclinó en la silla y cerró los ojos.
Debía haberse quedado dormido porque lo
siguiente que supo, era que Hanna estaba llamándole y
cuando abrió los ojos, había completado un dibujo del 240
grupo. —Esa es nuestra casa —explicó mientras
señalaba—. Ahí estás tú y tío Patrick. —Notó que él y
tío Patrick estaban cogidos de la mano—. Tía Julianne y
Todd, mi amiga María, y esta es la enfermera Greta y
ese es el enfermero Paul —explicó. Ken sabía que había
más gente, pero éstos eran los que habían estado allí
para ellos. Las últimas semanas habían sido difíciles,
pero el apoyo que tanto él como Hanna habían tenido
tanto de la gente que trabajaba en el hospital, así como
de la gente que habían conocido, había sido casi
abrumador.
—Es hermoso, cariño —dijo Ken, mirando el
detalle sorprendente en cada una de las figuras.
—Yo quería dibujar de la misma manera que tú
pintas a la gente —explicó Hanna con una sonrisa
mientras ella le entregaba el dibujo. Ken
cuidadosamente lo dobló y Hanna se sentó en la cama,
tratando de alcanzar el control remoto de televisión.
Ella se enfrascó en la televisión durante un tiempo—.
Papá tengo hambre —le dijo Hanna.
—Voy a bajar y conseguiré algo —dijo mientras el
enfermero Paul entraba en la habitación de Hanna.
—La doctora acaba de llamar, y estará aquí en
unos minutos —explicó. —Ella recibió una llamada de
emergencia. 241
—Gracias —dijo Ken y Hanna insistió en dar a
Paul un abrazo antes de salir de la habitación—.
¿Quieres algo ahora o hacemos una parada de camino a
casa? —Ken hurgó en una de las bolsas y luego le
entregó un paquete de galletas a Hanna.
—¿McDonald? —preguntó ella, Ken suspiró y
asintió con la cabeza mientras Hanna cogía las galletas,
aparentando estar contenta por esperar. Comió un
poco y miró la televisión hasta que la doctora entró en
la habitación. Le hizo un último chequeo a Hanna antes
de llamar a alguien para que los ayudara a salir del
hospital.
—Descansa lo suficiente y no trates de esforzarte
demasiado —le dijo a Hanna antes de volverse a Ken—
. Y usted duerma un poco y trate de no preocuparse. Se
ve como un guiñapo, y si tengo que dejarle aquí, lo
haré. —Hanna soltó una risita y Ken vio como la
doctora le hacía un guiño a Hanna—. Quiero verla en
mi consulta dentro de unas semanas. Debemos saber
más entonces. —Ken asintió y la doctora recibió un
abrazo de Hanna antes de salir de la habitación.
Entonces ellos sabrían algo más y eso asustó a Ken.
Hanna no podía tomar muchos más de estos
tratamientos.
Un celador llegó justo después, y Ken firmó unos 24
papeles y llevó las cosas de Hanna detrás de su silla
2
mientras se abrían paso por el hospital hasta el coche.
Ken cargó con Hanna hasta el coche y guardó sus cosas.
Ella se despidió de todos y Ken puso en marcha el
coche, conduciendo fuera del hospital por lo que
esperaba, pero en realidad no creía, que fuera la última
vez.
—¿Estará el tío Patrick allí cuando llegue a casa?
—Hanna preguntó cuando entraron en el restaurante.
—Sospecho que sí —contestó Ken, y llegaron al
McAuto. Mientras Hanna hacía su pedido a través del
micrófono, el bolsillo de Ken vibró en su bolsillo. Lo
sacó y vio un mensaje de texto de Patrick.
—¿Va todo bien? —Patrick le había enviado un
mensaje de texto, y Ken sabía que el hombre estaba
preocupado.
—Nos detuvimos a cenar y vamos a estar en casa
pronto —escribió Ken y pulsó enviar.
—Está bien. Nos vemos pronto —respondió
Patrick, y Ken metió el teléfono en el bolsillo y pidió
una ensalada. Ellos recogieron su comida rápidamente,
y Ken detuvo el coche en una plaza de aparcamiento.
Paró el coche, colocó las servilletas en el regazo de
Hanna, y puso la comida en el reposabrazos. Poco a
poco empezó a comer.
243
Ken la observó mientras comía unas patatas fritas
y un nugget y luego otro.
—¿Mi pelo va a crecer de nuevo ahora? —
preguntó Hanna.
—Sí —contestó Ken, mirando a través del asiento
mientras Hanna jugaba con su sombrero—. No tienes
que usar el sombrero si te sientes demasiado
acalorada.
—Lo sé —dijo Hanna, dejando el sombrero rosado
y comiendo unas cuantas patatas fritas más—. ¿Puede
María venir a jugar mañana?
—Mañana no sé, pero voy a llamar a su madre y
tal vez puedas jugar en unos pocos días —le dijo Ken—
. Come un poco más de pollo —le pidió y Hanna tomó
un nugget y le dio un mordisco antes de ponerlo de
nuevo en su sitio. Ella comía y hablaba de vez en
cuando a la vez. Al final, después de que Hanna se
hubiera comido la mayor parte de sus patatas fritas y
dos nuggets enteros, se hizo evidente que ya había
comido. Él ya había terminado su ensalada y tiró la
basura en la bolsa. Luego la colocó en el asiento trasero
para volver a casa.
Hanna se quedó dormida mientras conducía, pero
se despertó mientras Ken desaceleraba cuando el
24
coche se acercó a Pleasanton. —Hanna, mira —dijo
4
Ken mientras se acercaban a la calle principal de la
ciudad. Había luces de Navidad por todas partes. La
ciudad tenía Papá Noel, muñecos de nieve, bastones de
caramelo y velas en cada poste de luz. Todas las
empresas tenían luces alrededor de las ventanas.
Todas engalanadas sobre la calle. Ken miró por el
espejo retrovisor y vio a Hanna volver la cabeza,
mirando desde una ventana a otra.
—¿Es Navidad? ¿Me la he perdido? —preguntó
ella mientras miraba por la ventana del frente.
Ken no estaba seguro de lo que estaba
sucediendo. —No, no te has perdido la Navidad.
Todavía es verano. —Ken se detuvo en un semáforo,
uno de los dos de la ciudad. El distrito de negocios
había sido decorado. Ken bajó la ventanilla y el aire
caliente del verano llenó el coche. La luz cambió y Ken
continuó conduciendo más allá de la decorada zona de
negocios, pero a medida que se acercaban a su esquina,
Ken comenzó a ver las luces de la casa, algunas eran
blancas, otras de color. Ken dobló la esquina, y parecía
que su calle entera se había iluminado. Cada casa
estaba cubierta de decoraciones. Los pinos tenían luces
colgadas en ellos. Céspedes adornados con Santas
montados en trineos tirados por renos. Incluso su
propia casa tenía luces. Ken se acercó más y vio su casa
cubierta de luces. Había una corona de flores en cada
245
ventana de la fachada, y luces colgadas de los laterales
y el porche. Bastones de caramelos rayados en el
camino de la entrada y un árbol en el porche cubierto
con luces de color rosa.
—¡Papá! —exclamó Hanna con verdadero placer.
Ella estaba fuera de su asiento y casi saliendo del coche
en el momento en que Ken aparcó frente a la casa.
Después de salir, Ken levantó a Hanna en sus brazos
cuando vio a un grupo de personas que parecían estar
esperando de pie sobre el césped—. Feliz Navidad,
Hanna —gritaron al unísono, y Ken sintió que ella se
movía para bajarse.
Hanna corrió hacia adelante mientras Ken la
seguía detrás, mirando por toda la calle y luego a la
multitud de gente en el césped. Ellos aplaudieron y
Hanna gritó de alegría mientras miraba hacia la casa y
a todos los demás. Ken se acercó más lentamente, y vio
a Julianne sonriéndole, así como a los vecinos que
apenas conocía pero que había saludado un par de
veces, todos sonriendo. Mientras se acercaba, la gente
dio un paso a un lado, abriéndose como una cortina
delante de él hasta que sólo quedó una persona:
Patrick.
Él se quedó quieto y Ken sintió su mirada como un
rayo láser. Ken se acercó más y todo el mundo
alrededor de él se escabulló. Ken se dio cuenta con 246
mayor claridad en pocos segundos lo mucho que no
había visto durante el último medio año. Él había
estado existiendo en un vacío casi total en sí mismo y
sólo dedicado a Hanna durante este tiempo, que casi
había pasado por alto la contribución de la persona que
podría significar todo. Ken tragó saliva mientras se
paraba delante de Patrick. —Todo ha sido gracias a ti,
¿no? —Dijo Ken, dejando su mente correr—. Tú fuiste
el que dejó todos esos regalos para Hanna en los
escalones, ¿no? —Patrick asintió con la cabeza y trató
de apartar la mirada, pero Ken le tocó la mejilla, y
Patrick se encontró con su mirada—. Pensé que la
persona que los dejó estaba siendo amable con Hanna,
y tú has sido, pero hay más que eso, ¿verdad? —Patrick
volvió a asentir, y Ken miró a su alrededor—. Has
conseguido que todos hagan esto por Hanna, ¿no? —
Ken se volvió hacia Patrick, que estaba de pie inmóvil.
—Sí, lo hizo —Julianne entró en escena
susurrando a su lado, y Patrick le lanzó una rápida y
molesta mirada, pero Ken sabía que estaba diciendo la
verdad.
Nunca en la memoria de Ken había habido alguien
tan desinteresado y solidario como Patrick. Ken dio
otro paso hacia adelante, ahuecando las mejillas de
Patrick en sus manos antes de llevar sus labios en un
beso que Ken sintió desde sus labios hasta la punta de
sus dedos. —Te amo también —Ken susurró
247
suavemente, asegurándose de que esas palabras eran
sólo para Patrick. Ken se había dado cuenta de repente
de que todo esto y todo lo que Patrick había hecho era
un reflejo de los sentimientos de Patrick hacia él y
Hanna.
Patrick sonrió, y el toque de ansiedad que Ken
había visto en los ojos de Patrick pasó a una alegría
pura y simple. Antes de saber lo que estaba pasando,
estaba siendo recogido en un abrazo que casi le quitó el
aliento. Cuando movió la cabeza para poder mirar a los
ojos de Patrick, le besó de nuevo con todo su ser.
—Umm, estáis dando un poco de espectáculo —
Julianne les susurró a sus espaldas, y Ken sonrió contra
los labios de Patrick mientras el beso se suavizaba y
terminaba. Ken sonrió y dio un paso atrás, pero sin
alejarse, mientras Patrick terminaba con su brazo
alrededor de la cintura de Ken—. Entonces —anunció
Julianne—, esto es una fiesta y hay galletas de Navidad
en el porche, junto con ponche y ponche de huevo.
También tenemos un montón de comida para picar, y si
no me equivoco tengo entiendo que Santa Claus ha
preguntado si podía venir desde el Polo Norte un rato.
—Julianne miró al grupo de niños, y un grito de
excitación llenó la noche, con algunos de los más
jóvenes saltando arriba y abajo, Hanna entre ellos.
Música de Navidad empezó a sonar, y la gente 24
hablaba mientras la fiesta comenzaba. Durante la hora
8
siguiente, la gente comía, hablaba y reía. Los niños
jugaban en el jardín delantero, con algunos de ellos
mirando hacia arriba y abajo de la calle cada pocos
minutos, en busca de Santa Claus.
—Soy Wanda, y este es mi esposo Grez —le dijo
una mujer mayor a quien Ken había visto paseando sus
perros por el barrio—. Vivimos en la esquina, y si
necesitas algo, por favor, háganoslo saber. Nuestro hijo
tenía cáncer cuando era joven. Tuvimos suerte, al igual
que lo tendrá con su hija.
Ken tragó saliva. —Gracias. Creo que la parte más
difícil es la espera y el no saber.
Wanda asintió comprensivamente. —Así fue
también para nosotros. Pero parece que usted no está
solo —añadió dirigiendo una sonrisa a Patrick—, y eso
es lo que cuenta. —Un grito de alegría se elevó de los
niños, y Ken miró a su alrededor, preguntándose qué
iba a suceder a continuación—. Ellos pensaron en todo
—dijo Wanda mientras Julianne llegaba a través del
grupo portando una caja.
—Santa no puede venir a menos que tengamos el
árbol decorado —dijo en voz alta mientras dejaba la
caja cerca del árbol, y todos los niños se reunieron
alrededor. Julianne abrió y empezó a sacar los bastones 249
de caramelo, paletas, y todo tipo de adornos dulces
envueltos. Ken no tenía idea de dónde los habían
conseguido, pero empezó a repartirlos, y los chicos
empezaron a colocarlos en el árbol.
Ken vio como Hanna esperaba su turno, y cuando
se acercó al árbol, Ken la levantó del suelo y colocó su
bastón de caramelo en lo alto del árbol. Julianne le
entregó otro, y tenía una bola de adorno para colocarla
después. Otros padres hicieron lo mismo, y pronto el
árbol estuvo cubierto de caramelos sobresaltando a
todos los niños.
—Alguien está viniendo calle abajo —avisó uno de
los padres, y todos se volvieron a ver un descapotable
rojo aparcado en frente de la casa, con Santa en la parte
de atrás.
—Feliz Navidad —gritó, y los chicos se volvieron
locos. Santa abrió la puerta y salió del coche,
levantando una bolsa del asiento trasero por encima de
su hombro. Se acercó hasta la mitad por el camino y
miró alrededor. Ken no tenía idea de quien estaba
haciendo el papel de Santa Claus, pero para Hanna
junto con todos los otros niños allí, este era Santa
Claus—. Así que entiendo que todos han sido unos
niños y niñas buenos —dijo Santa y cada niño gritó "sí"
casi al unísono. Julianne trajo una de las sillas al
césped, y Santa se sentó mientras todos los niños se
ponían en fila para tener la oportunidad de ver a Santa. 250
—Sé exactamente lo que quiero de Santa —dijo
Ken mientras se volvía hacia Patrick—. Y no creo que
esté en esa bolsa. —Ken sonrió, y él vio a Patrick
mirarle maliciosamente de nuevo y entonces sintió a
Patrick apretarse fuerte alrededor de su cintura.
Caminaron hacia fuera sobre el césped, y Ken se apoyó
contra Patrick mientras Hanna subía lentamente al
regazo de Santa Claus. Él los vio hablando en voz baja,
y luego Santa metió la mano en su bolso y rebuscó
antes de salir con un regalo envuelto que le pasó a
Hanna. Ella lo tomó tímidamente y Santa le ayudó a
ponerse en pie. Ken la vio caminar hacia ellos—. ¿Qué
tienes? —preguntó Ken, Hanna se sentó en la hierba y
cuidadosamente comenzó a desenvolver lo que parecía
una caja de zapatos. Una vez que quitó el envoltorio,
Hanna cuidadosamente abrió la caja y sacó una cuna de
madera para muñecas.
Ken supo al instante quien lo había hecho, y al ver
a todos los niños abrir sus cajas, Ken se dio cuenta de
que Patrick había hecho cada uno de los regalos. Había
aviones y camiones de madera, marionetas y para
Todd, un caballito de madera. Los juguetes eran
hermosos y Ken sabía que cada uno de ellos se había
hecho con amor. Mientras estaba de pie junto a Patrick
en su jardín, Ken podía sentir el amor a su alrededor, y
por primera vez en mucho tiempo fue capaz de dejar 251
de lado sus preocupaciones y temores y relajarse un
poco.
Los invitados hablaron y los niños jugaron en el
césped con el resplandor de las luces de Navidad. Con
el tiempo, la gente comenzó a irse, dando las buenas
noches, saludando y deseándose los unos a los otros
una Feliz Navidad. Santa se había marchado después
de dar los regalos, saludando desde su descapotable.
Con la fiesta tranquila, Ken cogió a Hanna y la puso
dentro de la cama, pero no antes de que ella hubiera
colocado una de sus muñecas en su cuna.
—Gracias —dijo Ken a Julianne cuando se
reincorporó al pequeño grupo que seguía hablando en
el porche—. No puedo creer que todos ustedes hicieran
esto.
—Fue todo idea de Patrick —explicó Julianne
mientras envolvía hasta el último de los alimentos. Una
a una, las luces en las diversas casas se habían apagado
y ahora sólo unas pocas casas estaban encendidas
todavía. Ella golpeó el brazo de Patrick mientras
levantaba una caja para llevarla a su auto. Había otra y
Ken lo recogió y la siguió fuera—. Esta es la última —
dijo después de que Ken colocara la caja en su maletero
y lo cerrara. Patrick vagó hacia abajo y le dio un abrazo.
—Buenas noches y gracias de nuevo —dijo Ken
mientras él y Patrick se abrazaron. Luego Julianne
recuperó a un dormido Todd del sofá en el porche y lo 252
metió en el coche. Con un adiós y un saludo, ella se fue.
Ken y Patrick caminaron de nuevo hasta el porche.
Las sillas estaban de vuelta a donde pertenecían. Los
caramelos habían sido recogidos y el árbol limpiado
por los niños, así que había muy poco que limpiar.
Incluso todo el papel de regalo se encontraba en bolsas
de basura, colocado junto a la acera. Ken se sentó en
una de las sillas y Patrick le indicó que esperara allí
antes de salir corriendo por las escaleras. Ken vio como
Patrick corría a su casa y vio las luces apagarse.
En la oscuridad, Ken vio a Patrick caminando a
través del patio, hasta que subió al porche y se detuvo
justo delante de él. —No puedo creer que hayas hecho
todo esto —comenzó a decir Ken señalando a su
alrededor—, y no puedo creer que nunca dijeras cómo
te sentías.
Patrick puso sus manos en sus caderas y miró a la
nariz de Ken. Esa sola mirada lo decía todo.
—Lo sé —Ken hizo una pausa—. Yo no he dicho
nada tampoco y probablemente debería haberlo hecho.
Pero tú no eres exactamente la persona más
comunicativa, ya sabes. —Patrick se inclinó más
cerca—. Creo que tenemos que aprender a
comunicarnos mejor entre nosotros. —Patrick se
acercó más aún y Ken mantuvo inmóvil su mirada
frente a la de Patrick—. Tal vez si hubiera sabido del 253
asunto, podría haber...
Los labios de Patrick se encontraron con los suyos
y Ken se olvidó de hablar. Envolviendo sus brazos
alrededor del cuello de Patrick, Ken lo abrazó mientras
sus labios y lenguas se batían en duelo y se ensalzaban
en el resplandor de las luces de Navidad. Ken gimió
suavemente desde el fondo de su pecho, y Patrick
profundizó el beso, sus firmes labios llevaron a Ken al
cielo. El embriagador sabor masculino de Patrick
arrasó a Ken mientras regresaba con cada beso. Los
dientes de Patrick rasparon ligeramente su labio
inferior y Ken gruñó, apretando el puño alrededor del
cuello de Patrick en caso de que él se atreviera intentar
alejarse.
—Te amo —dijo Ken suavemente cuando el beso
terminó, dejando a ambos sin aliento. Mantuvo sus
brazos alrededor del cuello de Patrick y vio la sonrisa
de éste, sus expresivos ojos le dijeron a Ken todo lo que
necesitaba saber.
Había visto esa mirada muchas veces en los
últimos meses, sobre todo cuando Patrick no sabía lo
que él estaba buscando, pero lo que Ken quería saber
era por qué lo había entendido tan plenamente ahora.
Tal vez él estaba buscando y esperando por él hasta
este momento. O tal vez había estado demasiado
absorto en sí mismo y estuvo a punto de dejar su
búsqueda del amor por su inquebrantable enfoque en
254
Hanna.
Patrick debió ver la confusión en los ojos de Ken,
porque negó con la cabeza. Buscando a su alrededor,
Patrick encontró una servilleta y sacó un bolígrafo de
su bolsillo. —Había que estar al cuidado de Hanna, y
en ese momento era lo importante. Yo no te permití
ver cómo me sentía, porque eso habría interferido
con lo que era más importante. —Patrick cogió otra
servilleta roja, después de entregar la primera a Ken—.
Hanna era lo importante, ni tú ni yo.
—¿Entonces, qué cambió tu opinión? —Ken
preguntó mientras apretaba las servilletas.

—Todo —escribió Patrick—. Creo que en cierto


modo me di cuenta de que todos éramos
importantes y que si yo quería ser parte tanto de tu
vida como de la vida de Hanna, entonces lo mejor
era decir algo. Y lo he hecho. Más que nada.

Ken agregó la servilleta a las demás. Luego se


levantó y tiró de Patrick hacia él para otro beso. —A
veces pienso que Hanna es la inteligente. Ella sabe que
has sido miembro de nuestra familia desde hace meses.
No hay un día que pase que no pregunte si el tío Patrick
va a venir a verla. En el hospital, lo más destacado de
sus días, de nuestros días —corrigió Ken—, era cuando 255
venias a visitarnos.
Los ojos de Patrick se abrieron en un ¿sí?

—Sí —dijo Ken, respondiendo a la pregunta no


formulada. Patrick cogió otra servilleta y Ken le tocó la
mano para detenerlo—. No siempre tienes que escribir
las tres palabras importantes. —Patrick inclinó la
cabeza hacia un lado, y Ken leyó la expresión con
facilidad—. Lo supe, porque tienes esa mirada otra vez.
No tienes que escribir nada más porque ya lo has dicho
de muchas maneras. —Ken se puso de pie y tomó la
mano de Patrick—. Creo que es hora de que ambos
expresemos lo que estamos sintiendo. —Ken se movió
tan cerca que podía sentir el cálido cuerpo de Patrick—
. Hay veces en las que las palabras están sin duda
sobrevaloradas y creo que este se va a convertir en uno
de esos momentos. —Patrick asintió con la cabeza
lentamente y luego se alejó. En la esquina del porche
de Ken, cogió una cuerda y tiró del enchufe,
sumergiéndolos en la oscuridad mientras las diminutas
luces de colores se apagaban. A continuación, Patrick
cogió la mano de Ken y lo llevó adentro.

La puerta se cerró detrás de ellos, y Patrick


continuó guiándoles a través de la casa casi a oscuras.
La escalera se alzaba frente a ellos, y Patrick comenzó
256
lentamente a subir, los escalones crujían ligeramente
bajo sus pasos. En la parte superior de las escaleras,
Ken escuchó un sonido en la habitación de Hanna.
Empujando la puerta, miró en su interior. Se había
quitado el sombrero, dejándolo caer al suelo. Ken se
acercó más y vio que ella se había movido. Rozó su
frente, pero parecía fresca y era suave al tacto. Tras
recolocar las mantas sobre ella, Ken miró una vez más
antes de salir de la habitación.

Patrick había estado esperando en el pasillo y él


tomó la mano de Ken, una vez más lo llevó al
dormitorio. En el interior, Patrick cerró la puerta y Ken
se quitó la camisa, los zapatos y los calcetines, mirando
en la oscuridad mientras Patrick hacía lo mismo. Él
conocía al hombre que tenía delante y cerró los ojos,
colocando sus manos sobre el pecho de Patrick. Él lo
sabía y también su corazón. Ken podía sentir el fuerte
latido en el pecho de Patrick, y se acercó aún más, sus
manos deslizándose a lo largo de la piel de Patrick y
alrededor de su espalda. Sus labios se encontraron de
nuevo y Ken sostuvo a Patrick cerca, inclinando la
cabeza ligeramente hacia él.

Mientras se besaban, Ken sintió a Patrick abrir su


cinturón, y momentos más tarde, sus pantalones se
257
deslizaron por sus piernas. Ken se deshizo de ellos y
sintió a Patrick quitárselos. Entonces él se movió hacia
atrás, los labios de Patrick empujándole hacia la cama.
La parte de atrás de sus piernas golpeó con el colchón y
Ken fue guiado hasta estar tumbado en la cama. Ken
sintió a Patrick subirse a la cama y su cabeza empezó a
dar vueltas mientras el cuerpo desnudo de Patrick se
rozaba contra el suyo, pecho contra pecho, el pelo
grueso en las piernas de Patrick cosquilleo en las de
Ken mientras entrelazaban sus piernas. El tacto se
sentía increíble, al igual que la forma en que las
caderas de Patrick encajaban en Ken. Ambos
desaceleraron su ritmo, alargando los besos y
profundizando en ellos al mismo tiempo. Ken agarró la
espalda de Patrick acariciando su maravillosa y cálida
piel, mientras apretaba su agarre. No tenía ninguna
intención de dejar ir a Patrick.

Ken se estremeció mientras Patrick se movía por


encima de él, con los labios y la lengua acariciando la
base de su cuello. Patrick encontró ese lugar especial y
Ken gimió suavemente, vibrando en el colchón
mientras Patrick lamía su piel. —Te amo, Patrick —
susurró Ken y Patrick besó las palabras restantes
alejándose antes de deslizarse por su cuerpo. Ken 258
arqueó la espalda, silbando suavemente, mientras
Patrick chupaba sus pezones, raspando ligeramente la
piel. Ken amaba eso y pasó los dedos por el pelo de
Patrick, presionando su cara contra su piel para
aumentar la sensación. Patrick era adictivo y Ken
necesitaba conseguir tanto de él como fuera posible—.
Dios —se quejó Ken, y sintió a Patrick sonreír contra su
piel.

Patrick se deslizó más abajo de su cuerpo, besando


y lamiendo su piel. Le hizo cosquillas suavemente con
la yema del dedo, y pasó un segundo antes de que Ken
se diera cuenta que Patrick estaba escribiendo sobre su
piel. Ken se concentró en lo que Patrick estaba
haciendo, y se dio cuenta que Patrick estaba
escribiendo lentamente “Te amo” en su pecho. La
primera vez que había conocido a Patrick, Ken se había
preguntado cómo se podía comunicar con eficacia pero
había aprendido rápidamente que Patrick era
increíblemente expresivo y que por lo general se las
arreglaba para decir las cosas tal como deberían ser.
Este era otro ejemplo sorprendente. Ken tomó la mano
de Patrick en la suya, llevándola a sus labios antes de
besar los dedos de Patrick. —Te amo también y lo llevo
sintiendo desde hace mucho tiempo. Has escrito tus 259
sentimientos en mi corazón, y los voy a portar siempre.
Patrick asintió y Ken vio la sonrisa que amenazaba
con estallar en la boca de Patrick. Después de soltar su
mano, Ken ahuecó las mejillas de Patrick y atrajo sus
labios a los suyos. Ken sabía que tenía toda la noche y
tenía la intención de sacar ventaja de ello. Si ninguno
de los dos dormía, estaba bien para él. Era amado.
Patrick le amaba y eso era todo lo que importaba en
ese momento.

Patrick mordisqueó el labio inferior de Ken y


gimió. Luego se alejó y Ken cerró los ojos mientras
Patrick salpicaba su piel con lamidas y besos mientras
se abría paso por su cuerpo de nuevo. El miembro de
Ken palpitaba con cada movimiento y mientras Patrick
llegaba a su estómago, Ken contuvo la respiración con
la esperanza de que siguiera adelante. Él lo hizo.
Patrick pasó la lengua por un lado de su sexo. —Si... —
Susurró Ken y Patrick lamió toda su longitud antes de
deslizar sus labios alrededor del glande. Ken sintió a
Patrick agarrar su longitud con fuerza, casi sacándola
de su cuerpo.

El aliento de Ken voló de sus pulmones mientras


Patrick lo tomaba profundamente y no se detuvo hasta
que Ken sintió la garganta de Patrick. —¡Patrick, amor!
260
—Exclamó Ken, agradeciendo que la puerta estuviera
cerrada, a pesar de que realmente no se detuvo mucho
a pensar en eso. Patrick se quedó inmóvil y luego
lentamente, levantó la cabeza con sus labios
deslizándose hacia arriba sobre el miembro de Ken,
acariciando el glande antes de volver a bajar. Ken abrió
los ojos y levantó la cabeza para ver los brillantes ojos
y la traviesa sonrisa de Patrick. Se preguntó lo que
Patrick tenía en su próximo pensamiento pero él no
tuvo que esperar mucho para averiguarlo. Patrick abrió
la boca y con una lentitud casi agonizante deslizó sus
labios hacia abajo sobre el miembro de Ken. Ken quería
desesperadamente empujar sus caderas hacia adelante,
para guiarse él mismo entre los labios de Patrick, pero
se contuvo, agarrando la ropa de cama mientras se
entregaba a Patrick.

Patrick deslizó sus manos hasta el pecho de Ken,


chupándolo profundo y fuerte, y cuando su toque llegó
a los pezones de Ken, los apretó enviando relámpagos
por su columna vertebral. —Sabes cómo tocarme —
exclamó Ken y Patrick lo hizo de nuevo. Pequeñas luces
brillaron detrás de los ojos de Ken y sostuvo su aliento,
preguntándose qué otra cosa tenía Patrick en la manga.
Patrick levantó la cabeza, sus labios deslizándose a lo 261
largo de su eje y luego sacándolos del miembro de Ken.
Ken se quejó por la pérdida, pero Patrick curó con un
beso su gemido. Tomó posesión de la boca de Ken con
su lengua y Ken gimió y se estremeció mientras Patrick
le poseía. Cuando Patrick se apartó, Ken miró
profundamente a sus ojos y juró que podía ver
profundamente en el alma tan maravillosa y pura de
Patrick. El espectáculo era casi abrumador. A Ken se le
secó la boca y besó a Patrick una y otra vez.

Ken sintió a Patrick acariciar suavemente su


cadera y se dio la vuelta. Patrick estaba encima de él, su
peso presionándolo sobre el colchón, y sintió a Patrick
lamer su cuello. Él sabía lo que iba a venir, porque
Patrick tenía algo con su trasero. Nadie que alguna vez
hubiera estado con Ken pudo hacerle temblar de la
manera que Patrick podía cuando utilizaba su lengua...
allí. Ken se arqueó hacia arriba mientras Patrick se
deslizaba por su espalda, lamiendo toda su espina
dorsal. Cuando llegó a la parte baja de la espalda de
Ken, él lamió pequeños círculos sobre su piel y gimió
profundamente, empujando su trasero hacia arriba y
atrás en el rostro de Patrick. Ken sabía que estaba
siendo completamente desenfrenado, pero él quería
ser su amado. Ken quería dar a Patrick todo lo que 262
pudiera y cuando Patrick tomó el trasero de Ken,
abriendo sus nalgas, Ken gimió con anticipación. La
lengua de Patrick sobre su piel, no importaba donde
decidera utilizarla, hacía que Ken abandonara su
cuerpo, pero cuando Patrick jugó con la parte superior
de su entrada y arremolinó lentamente la lengua por
ella, Ken arqueó la espalda como un gato anticipándose
al toque de Patrick.

No estaba decepcionado, pero tenía que esperar


hasta que Patrick estuviera preparado y listo. En
primer lugar, masajeó las mejillas de Ken, trabajando
profundo con los pulgares, palpando alrededor de la
piel sensible de su apertura, pero sin tocarla. Ken
apenas podía soportarlo y regularmente le rogó y
suplicó por más, pero Patrick parecía tener una
paciencia infinita, quitando su restricción capa a capa,
hasta que él no pudo más.

Un golpe de la lengua de Patrick sobre su abertura


hizo que Ken gimiera en voz alta desde el fondo de su
pecho. Patrick sopló en su piel ahora húmeda y Ken
echó la cabeza hacia atrás, deteniéndose a sí mismo de
gritar mientras Patrick jugaba con su cuerpo como si
fuera un buen instrumento. Patrick se dedicó con
atención sobre la piel alrededor de su entrada una y
263
otra vez. Los músculos de Ken latían y latían rogando
porque Patrick llegara a más, pero lo hizo sin prisas.
Ken nunca se había sentido tan querido en su vida.
Todo su cuerpo estaba ardiendo y cada nervio se
acercaba a la sobrecarga. —Por favor, Patrick, no me
hagas esperar más —susurró Ken con la garganta seca
y la voz entrecortada mientras jadeaba en busca de
aire.

Todo se detuvo. Las manos de Patrick se posaron


sobre su trasero pero sin moverlas. Ken miró a un lado
y vio a Patrick mirándole fijamente. Él no estaba
haciendo nada, sólo mirando y mirando. Ken miró
hacia atrás y vio el amor que brillaba en los ojos de
Patrick. Se inclinó hacia adelante, y Ken se dio la vuelta
para encontrarse con sus labios. No quería nada más
que sentir y saborear a su Patrick. Ken podía ver que
había muchas cosas que Patrick quería decirle, y era
evidente por el brillo de sus ojos.

—Vamos a hablar, amor, te lo prometo —dijo Ken,


y Patrick asintió. Ken levantó las piernas,
envolviéndolas alrededor de la cintura de Patrick y
este sostuvo su cuello con los brazos mientras se
besaban. Quería demasiado a Patrick y con tanta
intensidad que casi podía sentirlo dentro de su cuerpo
264
ya.
Patrick deslizó su mano por el costado de Ken y
luego sobre la cadera y el muslo antes de rozar su
trasero. Ken se tensó cuando sintió presionar su
entrada, y luego un dedo introducirse dentro de su
cuerpo. Arqueó la espalda mientras los dedos de
Patrick se hundían profundamente en su interior. Esto
era lo que quería, y le besó con tanta pasión que lo dejó
con el más leve sabor a sangre en la boca. Mientras un
segundo dedo se unía al primero, Ken se relajó porque
no quería hacer daño a Patrick. —Sí, Patrick, más...
necesito más. —Patrick no se apresuró, y Ken sintió los
dedos de Patrick abrirse dentro de él. Su aliento se
quebró y tragó saliva, gimiendo suavemente por la
excitación.

Los dedos dentro de él salieron dejándolo vacío.


Ken sintió a Patrick moverse en la cama y luego
escuchó abrirse el cajón de la mesilla. Ken sintió que su
paciencia se le escapaba, pero se obligó a esperar hasta
que Patrick tuvo el condón y lo hubo lubricado bien. —
¿Me permites? —preguntó Ken, y Patrick asintió con la
cabeza, mirando un poco confundido.

Ken palmeó la pierna de Patrick, y él salió del


cuerpo de Ken, apoyándose en el colchón. Ken se
265
arrodilló y Patrick lo guió hacia el centro de la cama.
Luego se sentó a horcajadas sobre él, colocó su grueso
miembro y lentamente bajó su cuerpo sobre el de
Patrick. El estiramiento y el roce fueron increíbles. Se
detuvo y esperó antes de hundirse aún más, apoyando
las manos en el fuerte torso de Patrick. Cuando su
trasero estuvo sobre las caderas de Patrick, Ken
suspiró y cerró los ojos. Los sentimientos eran
abrumadores, y él tuvo que tomar un poco de tiempo
para adaptarse. Luego, lentamente, levantó su cuerpo,
el miembro de Patrick entraba en él mientras se
deslizaba por su cuerpo. —Maldita sea, Patrick, contigo
nunca sé que es mejor, si fuera —Ken se sostuvo a sí
mismo dentro de Patrick— o dentro. —Ken se sentó en
el miembro de Patrick y lo sintió temblar y vibrar en su
interior—. Siempre se siente bien, como si estuviera
hecho para mi cuerpo. —Patrick asintió con
entusiasmo, y Ken lo tomó como agradecimiento
mientras levantaba su cuerpo una vez más.

Ken sintió estremecerse a Patrick debajo de él, y


sabía que estaba llevando al límite a Patrick, lo cual
estaba bien, ya que Patrick siempre hacía eso por él.
Ken observó cómo los ojos de Patrick empezaban a
abrirse y apretó los músculos, tomando a Patrick 266
profundamente una vez más. Si no hubiera parecido
demasiado increíblemente espectacular, Ken
probablemente habría sonreído por la forma en la que
el estómago de Patrick se tensaba y su boca se abría. A
Ken le encantaba que él pudiera hacerle eso.

Balanceando sus caderas, Ken cabalgó a Patrick


como un caballo con pequeños movimientos que
causaron que el miembro de Patrick rozara a lo largo
de ese lugar tan placentero en su interior una y otra
vez. Así que le tomó por sorpresa cuando Patrick se
lanzó hacia delante, manteniéndolo cerca mientras
cabalgaban en la cama. Ken sabía que Patrick gemiría si
pudiera. En su lugar, oyó un sonido susurrante y a
continuación, Patrick estaba montándolo sin piedad.
Ken podría decir que el control de Patrick había
desaparecido. La cama se movió y Ken agarró las
mantas mientras Patrick lo llevaba al límite. No había
forma de detenerlo. ¡Gracias a Dios! ya que la última
cosa que Ken quería era que se detuviera. Patrick
movió sus caderas, introduciendo su miembro más
profundo y Ken se retorció en la cama, tratando de
mantener el poco control que le quedaba. Quería que la
presión y la emoción que se estaban construyendo en
su cuerpo duraran, por lo que se abstuvo de acariciarse 267
a sí mismo, pero Patrick tenía otra idea. Patrick
envolvió el miembro de Ken en un agarre firme y Ken
apretó los ojos cerrándolos, dejándose llevar
totalmente por la atención de Patrick mientras su
puesta en libertad continuaba construyéndose.

—Patrick, no puedo esperar... —dijo Ken con voz


entrecortada y Patrick le acarició más fuerte, tirando
de él hasta el pináculo del deseo antes de empujarlo
hasta el límite. Ken gritó y se vino sobre si mismo al
sentir a Patrick latir profundamente en su interior.

Ken estaba exprimido y bañado en sudor mientras


él se derrumbó sobre la cama. Apenas podía moverse y
vio los ojos de Patrick ponerse en blanco justo cuando
lo tiró hacia abajo sobre él. Ken sostuvo cerca a Patrick
mientras respiraban suavemente el uno sobre el otro.
Ken necesitaba desesperadamente recuperar el aliento
y por como sonaba, Patrick también lo necesitaba, así
que Ken cerró los ojos y se aferró a él. Ken estaba tan
exprimido que pensó por unos segundos que iba a
quedarse dormido, pero luego cambió de posición y
Patrick se levantó de la cama. Se preguntó a dónde iba
hasta que escuchó el agua correr y luego volvió,
extendió su mano y Ken se levantó de la cama tras él. 268
Entraron bajo el agua y las piernas de Ken se
sentían flojas. Afortunadamente, Patrick lo mantuvo
apretado mientras el agua los mojaba. Patrick le besó
suavemente, con ternura y luego cogió el jabón para
comenzar a lavarle. Su toque era tan suave y atento que
Ken cerró los ojos y se sumergió con cada sensación.
Esto era casi demasiado bueno para ser verdad. Patrick
era un hombre increíblemente maravilloso y el hecho
de que él lo quería era un poco fuerte para Ken. Este
hombre lo amaba, y Ken sentía lo mismo. Él estaba
apasionadamente enamorado de Patrick.

Ken entró bajo el agua para quitar el jabón y


después le llegó su turno. Ken prestó toda la atención y
cuidado que Patrick se merecía. No se trataba de sexo,
solo era pura intimidad y amor simple. Ken acarició el
pecho y los hombros de Patrick acariciando los fuertes
músculos antes de continuar con las piernas y la
espalda de Patrick. Exploró las líneas y ángulos del
cuerpo de Patrick como si fuera la primera vez que
había hecho esto. Todo parecía nuevo y Ken necesitaba
desesperadamente deleitarse en él.

Patrick se enjuagó y Ken cortó el agua antes de


salir y entregar a Patrick una toalla. Se secaron con
269
sonrisas en sus rostros y después de colgar las toallas,
apagaron la luz y salieron del cuarto de baño. Patrick
se metió en la cama y Ken se inclinó para darle un beso
antes de ponerse la bata. —Vuelvo ahora —dijo y salió
de la habitación, cerrando la puerta silenciosamente
detrás de él.

En la sala poco iluminada, Ken se dirigió a la


habitación de Hanna, esperando que no la hubieran
molestado. Hanna por suerte estaba todavía dormida,
parecía su pequeño ángel. Después de colocar las
mantas que había echado fuera, Ken regresó al
dormitorio y se metió en la cama junto a Patrick quien
le acercó. Patrick le besó suavemente, con mucho
cariño y Ken se volvió cerrando ya sus ojos. Él no tenía
ninguna ilusión de que todo iba a estar bien. No sabía
lo que iba a suceder con Hanna, pero se sentía más
seguro sabiendo que Patrick estaba allí. Ken abrazó a
Patrick, enroscándose con él en la fresca habitación
mientras el sueño se apoderaba de él.

Ken despertó horas más tarde. Mirando el reloj,


vio que eran las tres de la mañana. Se quedó mirando el
techo, escuchando la lenta y rítmica respiración de
Patrick durante un tiempo antes de levantarse
cuidadosamente de la cama. No había manera de que
270
fuera a volver a dormir, así que se puso un viejo
chándal y una camiseta antes de salir de la habitación
sin hacer ruido. Echó un vistazo a Hanna y luego siguió
por las escaleras a su estudio. En las noches como esta,
cuando no podía dormir, por lo general trabajaba.
Parecía ser la única manera de conseguir que su mente
se despejara. Después de encender las luces, Ken se
situó en el centro de la habitación y miró a su
alrededor. Había iniciado una serie de lienzos en los
últimos meses y había terminado algunos de ellos, pero
había uno que estaba jugando en su mente. Era el
retrato de Patrick que había comenzado hacía meses.
Él había pensado que lo había terminado, pero después
de la noche anterior, sabía que había algo que faltaba.
Mientras buscaba el lienzo, colocó cuidadosamente
todos los que había hecho de Hanna juntos. En la parte
inferior de ellos, Ken encontró el lienzo que quería y lo
puso sobre su caballete. Él tenía razón. Los ojos no
eran lo que quería. Los había pintado demasiado
pronto y ahora se dio cuenta de que se estaba
perdiendo una cierta luz que sin duda debería estar
allí. Abrió los cajones y comenzó a colocar los tubos de
pintura en la mesa junto a él y luego tomó su paleta y
un pincel de detalle.
271
En poco tiempo, Ken estaba profundizando en su
obra. Los pequeños detalles que vio en su mente
hicieron que la pintura cobrara vida. Ken dio un paso
atrás después de añadir la más mínima reflexión de la
luz en los ojos de Patrick y sonrió. Podía verlo en el
escenario, cantando con todo su corazón, dándole todo
lo que tenía y disfrutando cada segundo de ello. Ayer
por la noche, Ken había visto la alegría que quería y
mientras había estado cerca de la obra original, sólo
ahora era capaz de terminarlo.

Ken levantó la mirada del lienzo cuando un sonido


de fuera de la sala llegó a sus oídos. Patrick estaba en la
puerta, vestido con pantalones vaqueros, colgando bajo
su cintura. Ken puso su pincel a un lado, mirando por
encima de su trabajo por última vez. Su primer
maestro siempre le había dicho que la grandeza llegaba
cuando uno aprendía a parar, y Ken sabía que estaba
hecho. Haciendo señas a Patrick, esperaba ver que a su
compañero le gustara. Patrick entró en la habitación y
Ken volvió el caballete para que Patrick pudiera ver la
pintura.

Patrick se quedó inmóvil en cuanto lo vio. Ken


había pensado que Patrick podría sorprenderse, pero
272
se limitó a mirar hasta que las lágrimas rodaron por
sus mejillas. —Espero que te guste —dijo Ken
suavemente y Patrick asintió, secándose las mejillas
con el dorso de la mano—. Lo empecé hace un tiempo,
pero sólo fui capaz de terminarlo esta noche. —Patrick
asintió con la cabeza, sin dejar de mirar la pintura. Ken
encontró una libreta y un lápiz y se la dio a Patrick. —
Por favor, dime lo que piensas.

—¿Cómo lo has hecho? —Escribió Patrick, su


mano temblaba un poco.

—Te he observado desde hace meses, pero sobre


todo he escuchado tu música. —Ken se acercó, secando
una lágrima que corría por la mejilla de Patrick—. Yo
no hice esto para hacerte daño y lo voy a destruir si
quieres. —Esa idea le dolió, pero lo haría si eso era lo
que Patrick quería.

—Por favor, no —escribió Patrick, moviendo la


cabeza con vehemencia—. Es hermoso —escribió
Patrick, liberando el nudo en el estómago de Ken.

—Hice otros de ti —le explicó Ken mientras


lentamente se acercaba a la pared del fondo, girando
cuatro lienzos más, uno de tamaño natural. Los ojos de 273
Patrick se abrieron como platos cuando vio la pintura
de sí mismo descalzo, vestido sólo con unos vaqueros.
—Así es como te ves cuando estás trabajando afuera —
explicó Ken mientras señalaba el retrato de tamaño
natural—. Quería capturar la esencia de cuando
parecías más feliz. —Ken había pensado un gran
número de veces pintar un desnudo de Patrick, pero él
no lo haría a menos que posara para él. Había otros
retratos, algunos completos pero la mayoría en
diversas etapas de diseño.

—¿Es así como me ves? —Escribió Patrick en la


libreta y Ken sonrió.

—A veces —admitió Ken—. Creo que me llevaría


toda una vida el poder capturar todo de ti, y cuando lo
hiciera, tú habrías cambiado. —Ken se acercó a donde
Patrick permanecía quieto mirando las pinturas—.
Pero quiero intentarlo, si me lo permites. —Patrick
asintió con la cabeza, y Ken sonrió, moviéndose dentro
de los brazos de Patrick—. Bien. Me ocuparé de eso —
dijo Ken felizmente mientras se apretaba con fuerza
sobre la cintura de Patrick, apoyando su cabeza contra
su pecho.

Cuando se separaron, Patrick hizo un gesto hacia 274


los otros lienzos. —La mayoría son imágenes que he
hecho de Hanna —explicó Ken, girando en torno a los
que él había hecho de ella antes de que enfermara. Los
últimos le rompían el corazón y no estaba seguro de
poder verlos ahora mismo. Habían sido terapéuticos el
pintarlos, pero mirándolos ahora era difícil. Realmente
podría mirarlos una vez que supiera...

Patrick vagó lentamente a través del estudio,


mirando cada uno de los cuadros mientras Ken
limpiaba. Una vez hubo terminado, Ken lo vio recoger
el dibujo de Hanna que había hecho en el hospital.
Patrick miró durante unos segundos, sonriendo.
Patrick se señaló a sí mismo y Ken asintió. —Ella te
quiere mucho. —Patrick le puso la mano sobre su
corazón, y Ken sabía que él estaba diciendo que el
sentimiento era mutuo.

Patrick bostezó y Ken siguió pisándole los talones.


Apagó la luz y tomó la mano de Patrick, que lo llevó de
vuelta a través de la casa y subió las escaleras. Juntos,
echaron un vistazo a Hanna una vez más antes de ir a la
habitación, donde se desnudaron y se metieron en la
cama. Patrick lo mantuvo abrazado y Ken cerró los
ojos. Todavía había preocupaciones e inquietudes pero
podía dejarlas a un lado y descansar por ahora.
275
LA siguiente vez que Ken se despertó, Patrick
estaba tratando de salir de la cama. Ken lo abrazó y
Patrick se volvió a sentar. —¿Qué ocurre? —preguntó
Ken levantando la cabeza y vio a Patrick mirando hacia
la puerta—. ¿Es por Hanna? —Patrick asintió con la
cabeza, y Ken pensó por unos segundos—. ¿Tienes la
intención de ser parte de nuestra vida?

Patrick asintió vigorosamente, abrazando a Ken


con más fuerza.

—Entonces eres una parte de nuestras vidas y


parte de nuestra familia y creo que ella tiene derecho a
saber si te estoy viendo —le explicó Ken—. Hanna ha
pasado por muchas cosas, pero no puedo evitar
ocultarle algo así por más tiempo. —Patrick comenzó a
hacer una pantomima y le llevó a Ken un tiempo
averiguar lo que estaba tratando de decir. Pero al
momento, Ken comenzó a entender lo que Patrick
estaba tratando de decir, el oyó pasos en el pasillo y
luego la puerta se abrió. 276
Hanna entró en la habitación y Patrick se ocultó
debajo de las sábanas mientras Hanna saltaba sobre la
cama y luego se quedaba quieta, mirando el bulto en el
lado más alejado de él. —¿Quién es? —preguntó
señalando a Patrick bajó las sábanas—. ¿Tú y tío
Patrick tienen una fiesta de pijamas?

—Sí, y creo que el tío Patrick y yo vamos a tener


muchas más. ¿Te parece bien? —preguntó Ken,
mirando a los ojos grandes de Hanna.

—¿Va a vivir con nosotros como lo hizo Mark? —


Hanna preguntó, moviéndose nerviosa—. Porque no
quiero que se vaya como Mark lo hizo. —Hanna cruzó
los brazos sobre el pecho mientras caminaba alrededor
de la cama hacia donde Patrick seguía escondido. Se
puso de pie justo en frente de él mirándole—. ¿Me lo
prometes? —preguntó Hanna muy seria. Patrick
levantó la cabeza y asintió con la cabeza hacia ella—.
¿Haces una Cruz en tu corazón? —Dijo Hanna,
haciendo líneas en su pecho.

Ken oyó como las manos de Patrick se movían por


el interior de las mantas y supo que estaba haciendo
los mismos movimientos. Hanna sonrió y luego volvió 277
corriendo a su lado de la cama. —¿Significa esto que
voy a tener dos papás de nuevo?

Ken sonrió mientras Patrick le daba una patada


bajo las mantas. —¿Qué tal si le sigues llamando tío
Patrick durante un tiempo? Él y yo tenemos mucho de
que hablar, pero quería que supieras que nos amamos
y ambos te queremos mucho. —Ken sintió que su
garganta se quedaba seca mientras le daba un abrazo a
Hanna—. Ahora ve y vístete, y nos encontraremos
abajo para comer algo.

—Está bien, papá —dijo antes de salir de la


habitación.

Ken se volvió hacia Patrick. —Tenemos unos cinco


minutos para vestirnos antes de que ella esté de vuelta
aquí —advirtió Ken con un guiño y Patrick salió
disparado de la cama y se vistió. Ken no podía dejar de
reír mientras Patrick prácticamente se colocaba su
ropa interior y sus vaqueros. Ken también se vistió y
fue capaz de conseguir cepillarse sus dientes antes de
que Hanna irrumpiera de nuevo en la habitación.

—Estoy lista —exclamó y Ken la levantó en sus 278


brazos. Después cogió la mano de Patrick y llevó a su
familia abajo para hacer el desayuno—. ¿Papá, me voy
a enfermar otra vez? —Hanna preguntó mientras
entraba en la cocina.

—Espero que no, cariño —respondió Ken,


dejándola de pie y mirando a Patrick—. La doctora
Pierson cree que hay una posibilidad de que te pongas
bien, y lo único que podemos hacer es asegurarnos de
que descanses y comas bien, por lo que el tío Patrick y
yo vamos a hacer tu desayuno favorito.

—Mac–queso —dijo Hanna riéndose.

—No para desayunar —dijo Ken, levantándola y


abrazándola—. Pero tal vez más adelante, si eres
buena. —Ken no tenía respuestas, y todo lo que
deseaba era no mirar hacia el futuro. Él sabía que tenía
que aprovechar al máximo el tiempo que tenía, ya
fueran semanas, meses, o, Por favor, Dios... años.

279
—KEN, ¿dónde estás? Voy a volverme loco. Por
favor, por el amor de Dios, llámame —dijo Phillip, su
agente, en su correo de voz. Ken eliminó el mensaje
después de escucharlo mientras caminaba desnudo al
cuarto de baño en la habitación del hotel, dejando caer
el teléfono en su chaqueta. Llamaría a Phillip un poco
más tarde.

Ken abrió el grifo de la ducha y entró dentro,


cerrando la cortina detrás de él. Tomó el jabón y
comenzó a enjabonarse cuando escuchó la puerta del
baño abrirse, luego la cortina se hizo a un lado y vio a
un maravilloso Patrick meterse en la ducha con él. —
Pensé que estabas vistiéndote —dijo Ken, pero estaría
condenándose si hubiera tenido la intención de
quejarse. Así que ellos llegarían un poco tarde. Patrick
le dio un beso, mientras sus manos vagaban por toda la
piel de Ken. Bueno, mucho más tarde. Phillip
probablemente vendría desesperado, pero a Ken no le
importaba lo más mínimo, no en estos momentos. Ken
gimió suavemente y se mantuvo apretado contra 280
Patrick mientras se rozaban sus húmedos cuerpos. A
Ken le encantaba la forma en que Patrick le hacía
sentir, húmedo o seco. Por supuesto, había algo
húmedo que realmente le hacía venirse. Tal vez fuera la
manera en la que el pecho de Patrick se deslizaba sobre
el suyo o la forma en que sus enjabonadas manos se
deslizaban sobre su piel. De alguna manera Ken pensó
que era un cúmulo de todo—. Patrick —dijo Ken
riendo mientras el suave tacto de su amante le hacía
cosquillas a lo largo de sus costillas. Se retorció para
escaparse, pero Patrick le apretó con más fuerza y
concretó sus caricias.
Patrick agarró el trasero con fuerza y Ken gimió en
voz baja en el oído de su amante, presionándose de
nuevo contra su toque para que Patrick supiera
exactamente lo que quería. Antes de que Ken supiera lo
que estaba pasando, le había dado la vuelta y lo
presionó contra la pared. —Eso es —le animó Ken
mientras esperaba. A veces, Patrick simplemente se
deslizaba sobre él, extendiéndose hasta cubrirlo hasta
que Ken gritaba con todas sus fuerzas. Ken le había
dicho a Patrick una vez que su silencio tenía sus
ventajas, porque él nunca sabía a qué atenerse y le
gustaba de esa manera. Las nalgas de Ken se tensaron y
esperó con las piernas temblando por la anticipación,
pero no pasó nada.
Ken estaba a punto de volverse para mirar y sintió
281
el agua caliente dispararse contra su entrada y unos
segundos más tarde, volvió a pasar, esta vez seguido
por la lengua y los labios de Patrick. —Jesús, ¿qué estás
haciendo? —Ken se apretaba contra la pared, con las
piernas temblando tanto que no estaba seguro de
cuánto tiempo más podría permanecer de pie. Cuando
Patrick se introdujo profundamente, Ken gimió y
separó las piernas aún más. Esperaba más de lo mismo,
pero lo que consiguió fue que Patrick se apretara
contra su espalda, presionando su miembro en el
interior de Ken—. ¡Sí! —Exclamó Ken mientras Patrick
se deslizaba en su interior.
Patrick no redujo la velocidad ni se detuvo,
presionando dentro de él en un movimiento largo y
lento. Cuando Ken sintió las caderas de Patrick contra
su trasero, respiraba como un caballo de carreras a
medio camino de la meta y ni él ni Patrick habían
tocado su miembro. Ken tenía miedo de acariciarse a sí
mismo, porque él se iba a venir en cuestión de
segundos, por lo que presionó sus manos contra la
pared de azulejos y se preparó para lo que Patrick
tenía en mente. La paciencia de Patrick en estas
situaciones siempre le dejaba fuera de onda y hoy no
iba a ser la excepción. Ken a menudo había pensado
que su amante era una especie de santo, porque
siempre parecía tener el control más sorprendente, e
incluso cuando Ken se sentía como si fuera a salir 28
volando, Patrick le ponía los pies en la tierra y luego lo
2
elevaba a alturas que nunca había imaginado. Y eso
estaba haciendo ahora mismo.
Por un segundo, Ken pensó que Patrick podría
haberse quedado dormido; ya que no se movía.
Entonces se retiró, agónicamente, dolorosamente
lento. Ken quería alejarse para poder sumergirse de
nuevo en el miembro de Patrick, pero sabía que eso
sólo tendría a Patrick haciéndolo más lento y
atormentándole más. Patrick hacía esto para él y Ken
era quien siempre se beneficiaba. De esta manera,
Patrick había pospuesto su clímax durante tanto
tiempo que cuando lo hizo llevó a Ken al límite, él
maldijo poco antes de desmayarse debido a la
sobrecargada sensación. —Por favor, Patrick, no me
hagas esperar.
La única respuesta que obtuvo fue una palmada en
la cadera mientras le llenaba lentamente de nuevo. Ken
sabía exactamente por qué Patrick estaba haciendo
esto y tuvo que dejarlo. Ken había sido un manojo de
nervios durante los días anteriores y esta era la
manera en la que Patrick le hacía liberar esa tensión.
Cuando Patrick aceleró el paso, Ken sintió como si sus
ojos estuvieran listos para volverse del revés. Antes,
Patrick se retardó de nuevo, pero esta vez tomó más
velocidad y Ken se acarició, apoyando el otro brazo en
el azulejo. Su respiración se entrecortó, Ken trató de
283
aguantar todo el tiempo que pudo, pero Patrick tenía el
control y él rápidamente sintió la presión que se
acumulaba hormiguear desde la base de los dedos del
pie. La sensación se disparó sobre sus piernas,
llenando todo su cuerpo hasta que no pudo mantenerla
más. Con un fuerte grito, Ken disparó viniéndose por
toda la pared de la ducha, y un momento después,
sintió que Patrick llenaba su cuerpo, cada latido del
miembro de Patrick haciéndole temblar y temblar.
Patrick envolvió sus brazos alrededor del pecho
de Ken, sosteniéndose los dos juntos y Ken se echó
hacia atrás y volvió la cabeza, Patrick le besó
torpemente hasta que se deslizó del cuerpo de Ken.
Entonces Ken se dio la vuelta y Patrick lo abrazó. En
realidad, eso era lo único que lo mantenía en pie.
Probablemente con todo lo ocurrido y después
que se hubieran lavado, ellos podrían haber usado el
agua caliente de todo el hotel. Al salir de la ducha, se
secó rápidamente antes de pasar a su habitación para
vestirse.
Ken miró el teléfono y encontró cuatro mensajes
más de Phillip, por lo que se apiadó de él y le llamó
antes de vestirse.
—¿Dónde has estado? He estado muy preocupado.
La inauguración es en dos horas, y no han traído la 28
última pintura todavía. El dueño de la galería está
desesperado. Tienen que colgar la pieza, pero no la han 4
visto. —Hubo momentos en los que Ken se preguntó si
el hombre nunca se tomaba un respiro, y ahora tenía
pruebas de que él no lo hacía.
—Cálmate. Patrick se ha asegurado de que
estuviera bien y relajado para la exposición de esta
noche. Estamos arreglándonos y vamos a estar en la
galería en media hora con la pintura —le explicó Ken
mientras observaba a Patrick ponerse los pantalones
del esmoquin—. Cuanto más tiempo estemos al
teléfono, más tarde llegaremos.
—Bien, sólo vente para aquí tan pronto como
puedas, ¿vale? Sabes que te quiero —añadió Phillip
antes de desconectar la llamada. Ken se rio entre
dientes mientras tiraba el teléfono sobre la cama y
comenzaba a vestirse.
—Es una pena que tengas que ponerte la ropa
—indicó Patrick, y Ken se rio.
—No creo que la galería estuviera de acuerdo en
que apareciera desnudo. Podría no importarles que tú
estuvieras desnudo, sin embargo. Pero yo tendría que
matar a cualquiera que te mirara, así que
probablemente lo mejor es que ambos terminemos de
vestirnos antes de que a Phillip le dé un ataque de
histeria. 285
—Si estás seguro —añadió Patrick con una
sonrisa que hizo sonreír a Ken. Patrick había estado
tomando clases en lengua de signos desde hacía meses.
Ken y Hanna habían ido con él. Un mundo entero se
había abierto para Patrick y lo que Ken había
encontrado era un aspecto totalmente nuevo para el
hombre que amaba. Patrick no sólo era especial por su
intenso silencio, era también increíblemente
inteligente, algo que Ken había sabido siempre, pero
había florecido ahora que Patrick podía comunicarse
con el mundo de nuevo.
—Estoy muy seguro —dijo Ken mientras le daba
un manotazo al trasero de Patrick—. Tú eres mío y
siempre lo serás. —Ken puntualizó su sentimiento con
un beso, sintiéndose un poco desenfrenado cuando
todo hubo terminado—. Ahora, nos vamos en cinco
minutos. Y recuerda, cuanto antes lleguemos, antes
acabará todo esto.
—Amen —le indicó Patrick y Ken no pudo evitar
sonreír de nuevo al leer en los labios de su amante. Ken
curó con un besó su lasciva mirada antes de atarse su
corbata de lazo y ponerse la chaqueta.
—¿Cómo me veo? —preguntó Ken y Patrick le
indicó algo—. No lo entiendo —dijo Ken. Patrick le
indicó de nuevo y Ken sonrió. —Te entendí la primera 286
vez; sólo quería que dijeras que soy caliente otra vez.
—Ken esquivó el suave golpe de Patrick y se puso los
zapatos antes de comprobarse en el espejo por última
vez. Luego recogió el lienzo envuelto y salió de la
habitación, dirigiéndose hacia el ascensor. La galería le
había enviado una limusina para que Ken estuviera
más que agradecido. El lienzo que llevaba no era
pequeño y no había estado a tiempo para llevarlo a la
galería, por lo que habían tenido que transportarlo con
ellos en el coche desde Pleasanton a Nueva York. De
todas formas, después de entrar en la ciudad, habían
llegado al hotel, pero ninguno de ellos tenía ningún
deseo de conducir hasta Manhattan.
En el vestíbulo, el conductor de la limusina los
esperaba, consiguieron meter la pintura dentro del
coche y llegar desde el centro de la ciudad hasta la
galería de arte en el Soho. Patrick miraba por la
ventana cada pocos segundos como si estuviera
memorizando puntos de referencia. —Todo va a estar
bien —le aseguró Ken.
—No he estado en un lugar público como este
desde el accidente —confesó Patrick—. Estoy un poco
nervioso porque la gente siempre te pregunta qué
pasó.
—Me encargaré de ellos si lo hacen. Sólo quiero
pasar un buen rato y no te preocupes por nada de eso 287
—dijo Ken, cambiando de sitio al lado de Patrick—. Si
quieres volver al hotel, lo entenderé. —Realmente lo
entendía.
Patrick negó con la cabeza. —Quiero estar
contigo —le indicó Patrick mientras el coche se
detenía delante de la galería. Ken buscó la mano de
Patrick, besando sus dedos con suavidad antes de que
el conductor abriera la puerta. Ken dejó que Patrick
saliera y luego con cuidado le entregó el cuadro
envuelto, inclinándolo para conseguir que se ajustara a
la puerta. Una vez que salió, Ken lo cogió y entró en la
galería.
—Mr. Brighton —se presentó un joven mientras
sostenía la puerta—. Soy Bradley, y es un placer
conocerle. —Patrick cogió la pintura y Ken estrechó la
mano de Bradley—. Soy un gran admirador de su
trabajo —dijo con una sonrisa mientras seguía
estrechando la mano de Ken.
—Por favor llámame Ken, y él es mi pareja, Patrick
—le explicó Ken mientras terminaba el saludo. Bradley
le estrechó la mano a Patrick y luego cogió el cuadro y
se alejó a través de la galería.
—Gracias a Dios que lo hiciste —dijo Phillip
efusivamente mientras se apresuraba bajando por las
cristalinas escaleras de la galería. Todo el asunto 28
parecía que flotaba en el aire—. Estaba a punto de
emborracharme. 8
—Está bien, Phillip. Estamos aquí, y también la
pintura —Ken le tranquilizó mientras su agente lo
abrazaba primero a él y luego a Patrick. Phillip había
visitado Pleasanton unos meses antes y cuando había
visto el trabajo de Ken, consiguió que se pudiera hacer
esta exposición en un plazo muy rápido—. ¿Vamos a
ver lo que han hecho, de acuerdo? —Ken cogió la mano
de Patrick mientras Phillip les hacía un tour.
—Esta es una galería relativamente nueva y están
muy emocionados por mostrar tu trabajo —comentó
Phillip mientras los guiaba por las escaleras.
Ken escuchó la puerta de la galería abrirse y luego
lo que sonaba como una manada de elefantes detrás de
ellos. —Papá —Hanna casi gritó y Ken corrió escaleras
abajo, atrapándola entre sus brazos y girándola—.
Tuvimos un tiempo maravilloso. Tía Julianne y tío
George nos llevaron a la Estatua de la Libertad, y nos
montamos en un barco y todo.
—Parece que Todd y tú habéis tenido un montón
de diversión hoy —dijo Ken alegremente mientras le
estrechaba la mano a George y besó a Julianne en la
mejilla.
—Lo hicimos, pero él se hizo caca —explicó
Hanna, señalando hacia donde descansaba Todd, 28
medio dormido en el hombro de su madre.
9
—Tú también debes estar cansada —le dijo su
padre, ella sonrió y negó con la cabeza.
—Yo debería volver al hotel —dijo Julianne, pero
intervino Phillip.
—La galería tiene una sala creada para ti y los
niños. —Miró a Ken, quien asintió.
Phillip indicó a Julianne que fuera primero. George
la cogió de la mano y los dos bajaron las escaleras con
el resto del grupo siguiéndoles.
Los trabajadores de la galería seguían dando los
toques finales a las pinturas, por lo que se dirigieron a
una habitación pequeña de la galería principal que
tenía un sofá con mantas y almohadas colocadas en la
parte posterior. Julianne extendió una de las mantas y
puso a Todd en el sofá. Él apenas se movió cuando ella
lo cubrió.
—Tú debes permanecer también para velar por él
como una niña grande —dijo Ken a Hanna, ella asintió
con la cabeza y fue a sentarse al otro lado del sofá.
Hanna se tumbó también y Ken sabía que ella estaría
dormida en cuestión de minutos. Ken se sentó junto a
ella, viendo a Hanna mientras se sentaba sobre el sofá.
No pudo resistirse a acariciar su rubio y sedoso cabello.
Apenas llegaba a sus orejas, pero era brillante y
290
hermoso. A veces casi no podía creer que tuviera
todavía a su hija. Ella tenía energía y era tan precoz
como siempre.
Ken sintió la mano de Patrick en su hombro y se
encontró con su mirada antes levantarse lentamente.
—Me quedaré con ellos —se ofreció George y Ken
asintió a su ofrecimiento antes de salir de la habitación.
Fueron recibidos por Scott, el director de la galería
y Ken hizo las presentaciones. —No puedo decir lo
honrado que estamos de mostrar tu trabajo —dijo
Scott mientras miraba primero a Ken y luego a
Patrick—. Y ellos de ser mostrados —dijo con una
sonrisa—. Hemos puesto las pinturas de Patrick en la
primera galería —explicó Scott mientras hacía un gesto
hacia una habitación de tamaño mediano—. En lugar
de agruparlos juntos, colocamos una pintura en cada
pared por lo que al entrar aquí estás rodeado por él.
Las expresiones son muy poderosas y conmovedoras.
Estos obviamente fueron pintados con mucho amor. —
Ken se acercó a Patrick y este le cogió la mano, ninguno
de los dos dijo nada. El retrato de Patrick cantando y el
de tamaño natural que Ken había hecho, no estaban
aquí. Estaban colgados en su casa en Pleasanton. Ken
había hecho suficientes pinturas de Patrick y Phillip le
había suplicado que le permitiera mostrar algunas,
pero Ken no había permitido que se expusiera ninguna
hasta haberlo acordado con Patrick.
291
—Definitivamente, lo fueron —dijo Ken en voz
baja, acercándose un poco más a Patrick.
—¿Te gusta? —preguntó Scott y Ken sonrió al
nervioso joven.
—Hiciste un buen trabajo —dijo Ken, y Patrick le
dio un suave empujón con el codo. Ken sonrió—. Sí,
realmente lo creo y creo que Patrick también lo hace.
—Ken miró a su pareja que asintió con ojos brillantes.
—Creo que están listos en la habitación de al lado
—dijo Scott después de mirar a escondidas en su
interior—. Acabamos de terminar de colgarlo todo, y si
hay algo que no nos guste, podemos hacer algunos
cambios —explicó Scott. Ken asintió con la cabeza y
entró en la siguiente sala.
Las paredes estaban cubiertas con los retratos de
Hanna. Comenzaban cuando ella estaba sana con su
pelo largo y rubio y mostraba la progresión de su
enfermedad hasta cuando ella estaba usando
sombreros y continuaban con su recuperación. El final
mostraba a Hanna con el aspecto que tenía en la
actualidad. A Ken todavía le costaba mirar los de la
enfermedad, pero sin ellos, los demás no tendrían
sentido. —Son hermosos —indicó Patrick y Ken
asintió con la cabeza, sus ojos se sentían atraídos por 29
las obras que colgaban en la pared. Había dos de ellos,
enmarcados iguales. Uno de ellos era una impresión 2
del dibujo que Hanna había hecho en su último día en
el hospital, y el otro era la pintura de Ken del mismo
dibujo. Ambos fueron titulado Los Rostros de la Recuperación.
Ken no había estado dispuesto a desprenderse del
dibujo real de Hanna, por lo que la galería solo tenía
una impresión hecha que iría a quien comprara el
trabajo de Ken.
Ken miró las dos piezas de arte, la de su hija y la
suya colgadas la una al lado de la otra y sintió como se
le llenaban de lágrimas los ojos. Mirando a su
alrededor, fue cuando se dio cuenta que él y Patrick
estaban solos en la habitación. Se apoyó contra Patrick,
sosteniendo su brazo mientras miraba a la exhibición
por última vez. —¿Cómo lo encuentras? —preguntó
Scott, rompiendo el silencio mientras él y los demás
entraban en la habitación.
—Está precioso —dijo Ken.
—Sólo hay una cosa que tenemos que hacer antes
de que la noche haya terminado —explicó Scott—.
Necesito que el artista firme su impresión. —Scott
señaló la impresión de los dibujos de Hanna y Ken
sonrió.
—Estoy seguro de que estará feliz de hacerlo —
dijo Ken con una sonrisa. 293
George entró a la sala sosteniendo a Hanna de la
mano, con Todd en su hombro. Hanna se acercó a Ken y
él la levantó en sus brazos.
—Entonces, ¿Qué es lo próximo que tienes
planeado? —preguntó Scott.
Ken miró a Patrick y se acercó, sintiendo el brazo
de Patrick deslizarse alrededor de su cintura. —Un
retrato familiar. —Ken miró a Patrick, y éste asintió.

294
ANDREW GREY creció en el oeste de Michigan con un
padre al que le encantaba contar historias y una madre
a quien le encantaba leer. Desde entonces ha vivido en
todo el país y ha viajado por todo el mundo. Tiene una
maestría de la Universidad de Wisconsin, Milwaukee y
trabaja en sistemas de información para una gran
corporación. Sus pasatiempos incluyen coleccionar
antigüedades, la jardinería, y dejar sus platos sucios en
cualquier lugar, menos en el fregadero, sobre todo
cuando escribe. Se considera bendecido con una
familia que lo acepta, amigos fantásticos y el
compañero más solidario y amoroso del mundo.
Andrew vive actualmente en la hermosa e histórica
Carlisle, Pensilvania.

Visita el sitio web de Andrew en:


http://www.andrewgreybooks.com/
Su blog: http://andrewgreybooks.livejournal.com/ 295
O envíale un e-mail a: andrewgrey@comcast.net.
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