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SALMO 119:59

“Consideré mis caminos,


Y volví mis pies a Tus testimonios”

El amor en fundamental en la vida cristiana (1 Cor 13). Debemos amar a nuestros


hermanos en la fe; amar a los que no conocen a Dios; y por encima de todo,
debemos amar mucho a Dios. ¡La vida cristiana es una vida de amor! Sin amor,
no somos nada; no servimos para nada; somos como un metal que resuena o un
címbalo que retiñe.

Dios nos llama a amarle con toda nuestra alma, mente, corazón, y con todas
nuestras fuerzas. Una forma de expresar ese amor es meditando o reflexionando
sobre nuestra vida espiritual. Debemos usar nuestras mentes para meditar sobre
la Palabra de Dios; meditar sobre nuestro servicio cristiano; y más que nada,
debemos meditar sobre nuestra vida cristiana. En otras palabras, debemos
constantemente preguntarnos, “¿Cómo estoy andando con Dios?”

Eso es lo que el Salmista hace en este versículo: “Consideré mis caminos, y volví
mis pies a Tus mandamientos” (v.59a).

Antes de entrar al estudio detallado de este versículo, notemos la relación que tiene
con los versículos anteriores. En el v.57 el autor del salmo declaró que amaba a
Dios por encima de todas las cosas (“Mi porción es Jehová”); eso le llevó a buscar a
Dios de todo corazón (“Tu presencia supliqué de todo corazón”, v.58).
Lógicamente, si anhelaba disfrutar la presencia de Dios, era importante reflexionar
sobre su vida espiritual (“Consideré mis caminos”, v.59a), dispuesto a arrepentirse
de cualquier cosa en su vida que podía ofender a Dios (“volví mis pies a Tus
testimonios”, v.59b).

REFLEXIÓN: ¿Hacemos eso nosotros? ¿Somos consecuentes con lo que decimos?


Hay muchas personas que dicen amar a Dios, pero no hacen nada por
buscar Su presencia, y profundizar su relación con Él. Otros pasan
mucho tiempo en oración y ayuno, buscando a Dios, pero nunca
evalúan honestamente sus vidas, dispuestos a dejar los pecados que
hay en ellas. Dios nos conceda la gracia de seguir el ejemplo del
Salmista, y ser más consecuentes con lo que decimos. Recordemos
que nuestro corazón es muy engañoso.

Al entrar al estudio de este versículo, lo primero que debemos notar es lo que el


Salmista hizo: “Consideré mis caminos”. El verbo en hebreo (‘kjashab’) significa
“pensar”; en este contexto, tiene la idea de “pensar con el propósito de evaluar
algo”. En 2 Crón 9:20, el verbo ‘kjashab’ se usa en una manera negativa (“En los
días de Salomón la plata no era apreciada [‘kjashab’]”). Había tal abundancia de
oro que nadie pensaba en cosas de plata; nadie valoraba ese metal. Pero el
Salmista tenía una actitud muy diferente hacia sus “caminos”: “Consideré
[‘kjashab’, en forma positiva] mis caminos”. Es como si dijera: “Mis ‘caminos’ son
de mucho valor porque mi comunión con Dios depende de ellos; por lo tanto, voy a
considerarlos, evaluarlos, y meditar en ellos”.

Pero, ¿de qué “caminos” está hablando el Salmista? La palabra en hebreo es


‘derek’, que ya hemos notado varias veces en este salmo (v.1, 3, 5, etc.).
Significa aquella ‘ruta’, por decirlo así, que transitamos en nuestro diario vivir. En
otras palabras, “nuestro comportamiento diario”; las cosas que hacemos todos los
días; aquellas actitudes que dominan nuestras vidas y determinan todo lo que
hacemos.

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REFLEXIÓN: ¿Qué valor ponemos sobre nuestra forma de vivir como creyentes?
¿Nos preocupamos mucho por nuestros “caminos”, o vivimos en una
forma ‘relajada’, comportándonos como queremos, sin tomar en
cuenta la Palabra de Dios? Dios nos ayude a entender la importancia
de nuestro comportamiento diario, y nos conceda el deseo de mejorar
cualquier deficiencia en ello.

Ante la interrogante, “¿Por qué el Salmista meditó tanto en sus caminos?”, la


respuesta sería porque él amaba mucho al Señor, y deseaba disfrutar una
comunión íntima con Él; no quería que nada en su vida diaria sea un estorbo para
su relación con Dios. Él sabía muy bien lo que David dijo en Sal 25:14, “La
comunión íntima de Jehová es con los que le temen”. Y para el autor del Salmo
119, el temor a Dios no era un asunto sólo de palabras o de un sentimiento
piadoso; tenía que manifestarse en cosas concretas, como la acción de evaluar su
vida con el propósito de ordenarla conforme a los mandamientos de Dios.

REFLEXIÓN: ¿Tememos a Dios? ¿Estamos manifestando ese “temor” en nuestra


vida diaria? Pidamos a Dios que nos ayude a distinguir entre un
“temor” teórico (que consiste sólo de palabras o sentimientos
piadosos) y un “temor” práctico, que nos lleva a una vida de
obediencia a Dios en todo. No seamos creyentes “teóricos” sino
“prácticos”; porque sólo un creyente “práctico” es un verdadero
creyente.

Pensemos ahora en el resultado de la acción del Salmista; dice, “Y volví mis pies a
tus testimonios” (v.59b). Al considerar seriamente sus “caminos”, el Salmista (con
la ayuda del Espíritu Santo) se dio cuenta que todavía había algunas deficiencias en
su vida diaria. Obviamente ya era un hombre piadoso, y amaba mucho a Dios; sin
embargo, al evaluar otra vez su vida diaria, se dio cuenta que no todo estaba bien.
Al entender eso, ¿qué hizo?

Bueno, lo que NO hizo fue tratar de justificarse. ¡Cuántas veces hacemos eso
nosotros! Cuando nos damos cuenta de que algo no está bien en nuestra vida
cristiana, enseguida sentimos el deseo de justificarnos; de explicar por qué vivimos
así. Pero el Salmista no hizo eso.

Tampoco trató de compararse (favorablemente) con otros. No reaccionó pensando,


“Bueno, es cierto que no soy perfecto; hay esta área en mi vida que no anda bien.
Pero fulano de tal es peor que yo; y mengano de tal, hace esto y lo otro. Así que
en realidad no estoy tan mal”. El Salmista no reaccionó así.

Tampoco quedó con sólo buenas intenciones. A veces somos así. Cuando el
Espíritu Santo nos convence de pecado en alguna área de nuestras vidas llegamos
a la conclusión que debemos cambiar, y honestamente nos proponemos hacerlo.
Pero al pasar los días y semanas, nos damos cuenta que en realidad no hemos
dejado el pecado. Las cosas siguen igual que antes. El Salmista no fue así.

Lo que el Salmista hizo fue realmente arrepentirse. Y una de las evidencias de un


verdadero arrepentimiento es un cambio de vida – una “conversión”. Por eso dijo,
“volví mis pies a Tus testimonios” (v.59b). Es como si dijera, “Tomé una decisión
firme, y dejé de hacer lo que antes hacía; mis pies dejaron de andar por mis malos
caminos, y se ajustaron a las exigencias de Tus mandamientos (“testimonios”).

Cuando el Hijo Pródigo consideró sus caminos, se arrepintió y encaminó sus pies
rumbo a la casa de su padre. Seamos así nosotros; recordando que Dios se alegra
cuando un hijo Suyo se arrepiente y vuelve a Él deseando enmendar su vida, y
restaurar su comunión con Dios.

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