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ADOPCION HOMOSEXUAL

A favor

Desde que estaba cursando su pregrado en 1999, la psicóloga


estadounidense Abbie Goldberg se preguntó por qué no existían estudios
que hablaran sobre los procesos familiares de las familias diversas, entre
ellos la adopción homosexual. Diecisiete años después, con más de 70
artículos científicos y dos libros publicados, Goldberg es considerada por
varios académicos como una autoridad en estos temas.

Goldberg, quien cuenta con un doctorado en psicología clínica de la


Universidad de Massachussets. Según ella, ”no hay ninguna investigación
que demuestre que los niños se vean perjudicados por tener padres o
madres homosexuales. Por lo tanto, los argumentos en contra de la
paternidad gay o lesbiana no tienen su origen en la investigación, sino en la
ideología.”

¿Dentro de esos estudios encontró alguna diferencia entre los niños que
crecen en una familia homoparental y los que no?
En general no. Los hijos de padres gais o madres lesbianas y los hijos de
parejas heterosexuales tienden a ser muy similares en términos emocionales
y de conducta. De hecho, los niños que hacen parte de una de estas familia
cuentan con menos estereotipos a la hora de, por ejemplo, jugar. Esto es sin
duda una fortaleza, pues no se cierran a una sola especie de actividad y
pueden explorar muchos más intereses.

¿Hay diferencias entre crecer en un ambiente homosexual y uno


heterosexual?
Los jóvenes que han sido criados en este tipo de familias dicen que crecer
con padres o madre homosexuales los ha hecho más sensibles a la
diversidad y tolerantes de las diferencias de los demás. Entonces, ellos
sienten que pueden tener mayor empatía con otras comunidades
históricamente marginadas.

Críticos de la adopción por parte de parejas homosexuales afirman que


podría afectar la identidad de género y la orientación sexual de los
niños. ¿Es eso verdad?
No. Las investigaciones han encontrado que los hijos de madres lesbianas o
padres gais no son más propensos a identificarse con un género distinto con
el que nacieron. De hecho, investigaciones existentes sugieren que no hay
mayor diferencia en las orientaciones sexuales entre hijos de padres
homosexuales y los que hacen parte de una familia heterosexual.

Algunas personas afirman que los niños que crecen en estos ambientes
pueden ser inducidos a ser homosexuales. ¿Es cierto que se puede
aprender?
Esto es muy complicado para responder de manera breve. Básicamente, no.
Los niños no se pueden “hacer” heterosexuales u homosexuales. No hay
investigación que sugiera que los padres homosexuales traten de influir en
la orientación sexual de sus hijos en el sentido en el que los fuercen a “ser”
homosexuales.

Una de las preocupaciones de sectores conservadores es la ausencia del


género opuesto dentro de una familia con padres o madres
homosexuales...
Es importante recordar que los niños que crecen en una familia diversa no
están completamente abstraídos del otro género. Los niños no son solo
influenciados por sus padres, sino que están rodeados de familiares, amigos,
profesores, amigos de los padres del sexo opuesto. Así que no, los niños no
crecen con un vacío. Un estudio que hicimos con madres lesbianas que
criaron niños desde que nacieron, encontró que al crecer, los niños varones
tenían el mismo comportamiento psicológico que el de un niño que se crio
con la presencia de un hombre en su familia.

Otro argumento frecuente es que los padres homosexuales podrían


hacer un mejor trabajo con sus hijos que los heterosexuales…
No creo que puedan hacer o no un mejor trabajo. Lo que sé es que algunas
investigaciones muestran que las parejas homosexuales deciden ser padres
por convicción, a diferencia de muchas parejas heterosexuales en donde
sucede de manera accidental. Por lo tanto, la paternidad es más planificada.
A su vez, los niños cuyos padres planearon están a menudo más preparados
para la paternidad, lo cual, sin duda, es positivo.

¿Cuál es la posición de los niños que crecieron en una de estas familias?


Es normal para ellos. Es la única familia que han conocido. Los estigmas
sociales son los que causan problemas, no la estructura familiar.
En contra

El sentido de la pareja y la familia inaplicable a la homosexualidad


Tony Anatrella1

No podemos limitarnos al sentido del lenguaje cuando se aplican a una


asociación monosexuada, es decir, homosexual, las mismas características que
a una unión constituida entre un hombre y una mujer. Dos personas del mismo
sexo, se encuentran en una monosexualidad, no constituyen ni una pareja, ya
que no hay alteridad ni complementariedad, ni una familia, puesto que el niño
no proviene de dos personas del mismo sexo. No se concibe a otro con un
igual. En otras palabras, la expresión del amor implica la diferencia sexual
para ser fértil y fecunda en muchos aspectos, y el niño necesita proceder de un
hombre y una mujer para inscribirse en la sucesión de las generaciones y la
historia, y estar en su coherencia psicológica. Necesita encontrar materiales
psíquicos en ambos. Dos hombres o dos mujeres junto a un niño lo privan de
los datos estructurales de lo real, lo cual tendrá un costo psíquico y social.

El discurso del ambiente, como se destaca en el libro La diferencia prohibida


de Tony Anatrella2, al apoyarse en la teoría del género, que minimiza el
sentido de la diferencia social en el vínculo social, produce discursos
irrealistas y delirantes, separando la procreación de la diferencia sexual.
Semejante segmentación de la sexualidad es y será fuente de violencias cuyos
efectos se constatan entre los más jóvenes. La violencia que se desarrolla en
los jóvenes es, entre otras cosas, expresión de una carencia del marco propio
de la sociedad, que es desestabilizado por leyes patógenas. En otras palabras,
al crear leyes contrarias al bien común, al sentido ético de la pareja y la
familia y a las necesidades psíquicas, el legislador produce enfermedad en el
vínculo social y la sociedad. Crea un sentimiento que niega realidades

1
https://www.bioeticaweb.com/byline/tony-anatrella/
2
Tony Anatrella (1941) es sacerdote, psicoanalista y especialista en psiquiatría social.
Nombrado en 2000 por Juan Pablo II y confirmado en 2007 por Benedicto XVI como
consultor del Consejo Pontificio para la Familia, y del Consejo Pontificio para la Pastoral
de la Salud. Es profesor en las Facultades Libres de Filosofía y de Psicología de París
(IPC). Ha publicado numerosos libros y artículos, entre los que destacan, además de La
diferencia prohibida, El sexo olvidado (1990), L’amour et le préservatif (1995) y Le règne
de Narcisse (2005).
humanas estructurantes y es fuente de inseguridad y desocialización. Por este
motivo, “la homoparentalidad”, por mucho que esta noción tenga un sentido,
es una mentira social, ya que el niño no se concibe ni se educa a partir de un
solo sexo. Esto es privarlo de una dimensión esencial de lo real que no podrá
compensar la presencia en su medio social de personas del otro sexo. El niño
sólo se desarrolla positivamente en la doble identificación con su padre y su
madre, quienes —es preciso recordar— son un hombre y una mujer. Son los
únicos que pueden proporcionarle los materiales psíquicos y simbólicos que
necesita para desarrollarse.

El niño no es un derecho
La igualdad de derechos ante la ley no significa que todas las situaciones son
equivalentes y las personas pueden beneficiarse de los mismos derechos.
Creemos de manera ilusoria que mientras más deseado es un niño, en mayor
medida eso es testimonio de posibilidades de desarrollo para él. Debemos
ciertamente prestar atención a la calidad del deseo, pero también y sobre todo
saber si el niño es reconocido por sí mismo. A menudo, las interrogantes están
ocultas detrás de una visión sentimental, asegurándonos que será más
“amado” por personas homosexuales que lo “desean” que en una pareja que se
desgarra en su relación. No reside en eso el problema, sino más bien en saber
en qué estructura de relaciones será incorporado el niño. El niño no puede ser
concebido y adoptado en cualesquiera condiciones. En vez de instalarse en la
omnipotencia de los deseos, sería más humano, más auténtico y más realista
aceptar renunciar a ellos cuando no se cumple con las exigencias en vez de
tratar de forzar, incluso violar lo real.
La filiación no se define a partir de la infertilidad, la adopción y un solo sexo.
Es más bien la adopción lo que debe definirse a partir de una pareja
generadora constituida por un hombre y una mujer, que hace legible el origen
requerido por el niño para orientarse carnalmente.
Hasta ahora se tenía razón al exigir un criterio de sexualidad de los solteros
para adoptar a un niño con el fin de que sea educado por personalidades y en
un medio donde la alteridad sexual es íntimamente integrada y aceptada. Sería
preciso volver a eso.

El niño se diferencia gracias a su padre y su madre


Cuando examinamos las motivaciones de las personas homosexuales que
desean un niño, pareciera que éste no se concibe como tal, sino que es
instrumentalizado para apoyar a los adultos. En un contexto unisexual, el niño
es más bien el referente social que sirve para validar el reconocimiento de la
homosexualidad. Se trata de un fenómeno de mimetismo en que se aspira a ser
como todo el mundo.
Para un niño, es bien difícil diferenciarse siendo presa de un juego de
identificación en un espejo sin apertura a la alteridad sexual, ya que ésta
no existe íntimamente para dos personas del mismo sexo. Corre riesgo de
desarrollar confusiones sobre su origen y su identidad, y sobre el sentido
de su filiación, desvirtuada con dos personas semejantes. El niño integra de
mejor manera el fenómeno edípico en una pareja generadora mientras uno de
los componentes de la homosexualidad está vinculado, entre otros, con la
negación de este complejo. La personalidad se mantiene así en la economía de
la sexualidad infantil. El niño puede reconocerse de mejor manera en su
identidad y en su lugar diciéndose: “Soy una niña, soy un niño, y más tarde
seré un hombre como mi papá y una mujer como mi mamá”. Este discurso es
difícilmente sostenible con dos adultos del mismo sexo.

La homosexualidad no es un principio para educar a los niños


Los medios de difusión y los militantes de las asociaciones homosexuales se
otorgan incluso la facultad de trivializar la homosexualidad en numerosas
series de televisión y en debates que evaden la problemática psíquica que está
en juego, y de incluso propagarla en las escuelas.
Una cosa es hacer un llamado a respetar a las personas y otra es permitir
el matrimonio y la filiación a personas del mismo sexo e incluso imponer
la homosexualidad entre los niños y los adolescentes en el ámbito escolar.
Los jóvenes se encuentran a menudo en períodos de maduración afectiva y en
el proceso de su identificación homosexuada (que no es todavía la
homosexualidad) para adquirir confianza en su identidad. En vez de ayudarlos
a encaminarse hacia la heterosexualidad, se les presenta la homosexualidad
como una alternativa, cosa que no es así, lo cual les provoca una regresión,
erotizando sus identificaciones iniciales. La mayoría de los jóvenes sale de
esas sesiones ocultando sus sentimientos de rebeldía al ser manipulados de ese
modo, ya que saben muy bien que los quieren llevar a un terreno que no
representa una verdadera realización afectiva. A los medios de difusión y a los
militantes de esta causa se les percibe como personas que desean justificar a
cualquier precio una situación cuya base es problemática. Para los niños y los
adolescentes, una pareja y una familia son un hombre y una mujer. El resto es
un engaño social y un asunto de conveniencia ajeno al matrimonio y el
parentesco. Bajo pretexto de lucha contra “la homofobia”, la escuela se
convierte así en objeto de influjos ideológicos, lo cual es una excusa para
imponer una peculiaridad y despojar a los padres de su educación.
La homosexualidad no puede convertirse en principio educativo, ya que está al
margen de la norma de lo que constituye una pareja y una familia.

Es de interés para la sociedad referirse a la diferencia sexual en vez de


instalarse en la no diferenciación sexual.
La negación de la diferencia sexual y la afirmación de la no diferenciación
sexual desarrollan un sentimiento de omnipotencia que genera desventajas e
impide al niño tener acceso a una visión adecuada de la realidad y sus límites.
¿Acaso la única interrogante consiste en saber en qué estructura relacional
debe inscribirse el niño? La respuesta está en los datos de lo real. El niño no
procede de un solo sexo autosuficiente. Necesita que su madre sea una
mujer y su padre un hombre. Cada uno de ellos se sitúa así en su
identidad y permite al niño diferenciarse subjetiva y socialmente.
La homosexualidad complica este proceso y no lo permite.

"no debemos confundir los estudios de género que analizan la


relación entre hombres y mujeres en la sociedad, en diferentes ámbitos
culturales, con el fin de lograr un mayor respeto a su dignidad, igualdad
y la respectiva vocación, con la teoría de género, inspirada en
diferentes corrientes de pensamiento…".

"Se quiere hacer creer que psicológicamente y socialmente el hombre y


la mujer son iguales. Sin embargo, los hombres y las mujeres no
pueden hacer sistemáticamente las mismas tareas o sostener la
misma representación simbólica, empezando por la maternidad y la
paternidad. Esta perspectiva igualitarista ha distorsionado y
complicado las relaciones entre los dos sexos y explica en parte -aunque
no es la única razón- el por qué las relaciones de pareja se han vuelto
difíciles y por qué muchos no quieren casarse o tienen miedo del
matrimonio".

"La ideología de género va más allá, afirmando que la sexualidad


biológica no es importante en el desarrollo psicológico. En realidad, la
psicología de cada uno de nosotros se desarrolla en la medida en que
ocurre la internalización de la propia corporeidad sexual", añade el
profesor de Psicología.
"Los distintos autores que proponen la ideología de género también
argumentan que tenemos que pensar de manera diferente la sexualidad y
la organización de la sociedad. Ya no definen la sexualidad a partir de
sólo dos identidades sexuales existentes, hombre y mujer, porque
según ellos esto es injusto, sino a partir de la libre orientación-opción
sexual… heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad,
transexualidad, etc.".
"La familia ‘homosexual’ no existe"

"La homosexualidad se ha convertido en un asunto político para


reorganizar la sociedad a partir de ella. […] Lo que está en cuestión
no son las personas gay, que deben ser respetadas como ciudadanos,
sino una voluntad militante y política para hacer de la ‘homosexualidad’
una regla que forme parte del orden de la pareja y la familia"

Desafortunadamente, no se pueden predecir los efectos en los menores criados


por padres homosexuales adoptivos. Se desconoce la cantidad de
homosexuales que adoptaron y, debido a la naturaleza controversial de este
asunto, sus hijos suelen rehusarse a hablar abiertamente al respecto. El
testimonio de los hijos que crecieron en hogares homosexuales podría ser la
mejor información acerca de los resultados de la paternidad o maternidad
homosexual.

Los estudios de investigación, con frecuencia llevados a cabo por individuos


u organizaciones con intereses específicos en el resultado, son
contradictorios. Los estudios relacionados con grupos religiosos y
políticamente conservadores muestran efectos negativos en los hijos de padres
homosexuales, y se alega que los estudios a favor de la paternidad homosexual
están influenciados por aquellos que son homosexuales o que apoyan los
derechos de los homosexuales.

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