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Gases

Los gases son los primeros productos volcánicos que alcanzan la


superficie y de hecho predominan en las etapas iniciales de la erupción, su
hegemonía continua con altibajos y en una emanación tranquila pueden
prolongarse una vez terminada la actividad efusiva.

Es importante conocer en cada caso el origen de los volátiles, ya que se


plantean serias dudas sobre su carácter juvenil (magmático). Hasta hace
pocos años sólo se había estudiado la composición de los gases emitidos en
emanaciones post o interparoxismales, ya que es difícil recoger muestras de
gases emitidos en una fase explosiva o muy próximos a un volcán activo. Por
esta razón deben distinguirse los volátiles emitidos a gran presión y
temperatura, generalmente asociados a eventos explosivos, del resto de las
emanaciones que se manifiestan en periodos de inactividad efusiva o incluso
en épocas de actividad, pero alejados de las bocas eruptivas. En estos últimos
parece indudable la influencia de gases atmosféricos y de elementos
contaminantes procedentes de aguas subterráneas o rocas corticales.

No deben confundirse los gases magmáticos (juveniles) con los gases o


emanaciones volcánicas, ya que es muy probable que estos últimos sean en
gran parte debidos a aportes, principalmente acuosos, ajenos a la columna
magmática ascendente.

El grado de “contaminación” es difícil de apreciar, aunque en algunos


casos es evidente, como se observó en la erupción de 1824 en Lanzarote, en
cuyas explosiones se emitió agua salada durante algún tiempo.

En las emanaciones no relacionadas con bocas eruptivas, el vapor de agua


constituye más del 90 % del volumen de gases, y el resto tampoco es, en gran
parte, de origen magmático (ver p. e. Markhinin, 1962). Por el contrario en
los gases procedentes de bocas eruptivas el agua no alcanza el 50 %,
observándose, además, como hecho característico que la composición de las
fases volátiles varía constantemente alternándose el predominio de unas u
otras en breve lapso de tiempo; este fenómeno es lógico si se tiene en cuenta
la facilidad con que se realizan reacciones mutuas entre estos elementos, lo
que hace variar las fases.

Además del vapor de agua, cuyo origen puede determinarse en muchos


casos mediante análisis isotópicos, el resto de los volátiles varía con la
temperatura de salida. Cuando la temperatura es muy elevada, (500~1.200º
C) los componentes principales son: ClH, SO3, CO2, H2, SH2 FH y N2. Entre
100 y 500º C predominan SO2, SH2, CO2, N2 y H2, mientras que por debajo
de los 60º C el principal componente es CO2, que algunos autores creen que
se origina a partir del metamorfismo de rocas carbonatadas. Otros
componentes como el NH3, F, Hg, B, etc. son también de dudoso origen
primario.

Entre los numerosos tipos de emanaciones relacionadas con el


volcanismo destacan por su frecuencia las solfataras de alta temperatura (100
– 300º C), que se caracterizan por su elevado contenido en SO2, el cual se
oxida en contacto con la atmósfera y da lugar a la formación de cristales de
azufre.

Las emanaciones que no contienen una proporción elevada de gases


sulfurosos se denominan genéricamente fumarolas y presentan una amplia
variedad en cuanto a su localización, composición y temperatura, recibiendo
denominaciones locales tales como mofetas (ricas en CO2), soffioni, ausoles,
etc. En los orificios de salida de estos volátiles se depositan con frecuencia
minerales, a la vez que se produce una reacción con la roca, dando lugar a la
formación de productos secundarios que en algunas zonas son explotados
económicamente.

También las lavas en su proceso de enfriamiento desprenden parte de su


carga gaseosa y determinadas reacciones químicas, favorecidas por el calor
que desprende el magma, tienen el mismo efecto, pero estos fenómenos son
de corta vida, aunque deben tenerse en cuenta por su posible toxicidad. Como
ejemplo puede citarse que días después de concluida la erupción del volcán
Teneguía (la Palma, 1971) se produjo la única victima, intoxicada con
monóxido de carbono desprendido por las lavas a varios kilómetros del centro
de emisión.

Por su relación directa con el volcanismo, aunque no sean emanaciones


magmáticas, debemos citar las columnas de vapor que se forman cuando las
lavas alcanzan la costa y evaporan el agua del mar. El mismo fenómeno
ocurre cuando las lavas toman contacto con ríos o lagos, así como cuando el
magma en su ascenso encuentra un curso o depósito subterráneo de agua. En
este ultimo caso es frecuente que los volátiles que escapan por la boca
eruptiva se destaquen por su color blanco. Un fenómeno secundario de las
erupciones que expulsan un gran volumen de vapor es la lluvia que acompaña
o sucede a la actividad volcánica, al enfriarse y condensarse el vapor de agua
emitido. la peligrosidad de estas lluvias se acentúa cuando transportan
elementos tóxicos o simplemente perjudiciales para la agricultura, que se ve
afectada incluso a grandes distancias.

Los volátiles constituyen, sin duda, una de las facetas más importantes
del volcanismo y su influencia debió ser mucho mayor en las primeras etapas
de desgasificación del planeta, siendo en parte responsables de la constitución
de nuestra atmósfera e hidrosfera (ver p.e. Rubey, 1951). Aun en las
erupciones actuales, el volumen de gases emitido es generalmente muy
superior al de la fracción liquida, sin embargo, el estudio detallado de las
fases volátiles se ve dificultado por el. carácter fugitivo de los mismos y la
imposibilidad de medir en cada caso su volumen, presión, temperatura, etc.

Los volátiles son el principal vehículo de transporte hacia la superficie


de la energía almacenada en el magma y condicionan en gran medida su
presión y su viscosidad, determinando la explosividad de las erupciones. Los
magmas poco viscosos permiten una fácil separación de los elementos
volátiles al disminuir la presión hidrostática durante el ascenso del fundido;
por esta razón los volcanes basálticos son generalmente poco explosivos y la
columna de humo escapa rítmicamente durante toda la erupción, mientras que
cuando el magma es muy viscoso los gases se acumulan en el techo de la
columna magmática, elevándose la presión de volátiles y provocando fases
explosivas de gran violencia.

La presión de salida de los gases depende también en parte de la relación


entre su volumen y las dimensiones de la boca eruptiva, si bien como la fase
volátil es más ligera que el resto de los materiales magmáticos, se mueve con
mayor facilidad que éstos, escapando a través de pequeñas fisuras y
realizando a veces un complejo recorrido, por lo que la actividad fumaroliana
suele ser muy intensa en las cercanías del volcán en los periodos de mayor
efusión lávica.

En realidad; no todos los gases escapan a la atmósfera, ya que una parte


de los mismos queda atrapada en la roca formando parte de los fenocristales y
del vidrio. Un análisis de estos elementos volátiles aporta una valiosa
información sobre el verdadero carácter de los componentes juveniles. A este
respecto, es interesante comparar, más que los valores absolutos, la relación
entre distintos elementos (p. e., H2O/Cl, H2O/S, H2O/C) porque si bien en la
desgasificación a presión atmosférica la cantidad de agua en el fundido
excede a su punto de saturación, a elevadas presiones, bajo las que tiene lugar
el proceso de cristalización, otros volátiles alcanzan su punto de saturación
antes que el agua. Por otra parte, el agua juvenil que no ha participado en
ningún ciclo hidrológico debe presentar una composición isotópica
especifica.
Vicente Araña Saavedra & José López Ruiz

Volcanismo
Dinámica y Petrología de sus productos
Colección "Colegio Universitario"
Ediciones Istmo
Madrid, 1974

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