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"JOSE CANEL"

OCTUBRE ROJO
Es propiedad
del autor.
EN ASTURIAS

PRÓLOGO DE

J. DÍAZ FERNÁNDEZ

1 " EDICION

AGENCIA GENERAL DE
MPRESO POR "MARSIEGA" LIBRERIA Y ARTES GRÁFICAS
PELAYO,:a.T740 MENÉDZ
MADRID
Prólog
PROLOGO

A NTECEDENTES POLITICOS

Lo primero que advierte el que sin pasión exa-


mine el Octubre español, mejor diríamos el Octu-
bre asturiano, pues sólo en A sturias tuvo lugar una
verdadera sublevación armada, es la falta de ambien-
te. La sociedad española no estaba preparada para
las consignas integrales de la revolución social y la
dictadura del proletariado. No había una atmósfe-
ra social propicia; las defensas burguesas no esta-
ban gastadas ni el Estado se descomponía. Fué un
enorme error de los socialistas, que pasaban sin
transición del colaboracionismo gubernamental a
la revolución clasista.
A unque muchas de las cosas que voy a decir en
este prólogo están en la.. memoria de todos, no ten-
go más remedio que repetirlas. Cuando el lector,
al recordarlas, las coteje con los acontecimientos de
Octubre, verá éstos de un modo mucho más diáfa-
no, ya que los hechos históricos no nacen por gene-
racíón espontánea; son consecuencia siempre de
hechos anteriores.
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Entre los antecedentes políticos de la sublevación zas moderadas, que hubo de mantenerse a lo largo
el primero que hay que recordar es cómo sobrevino de las diferentes situaciones republicanas? Sin duda
el cambio de régimen. Este no fué fruto de una re. alguna al origen pacífico de la República. Las cla-
volución triunfante. Existía, sí, una presión de la ses conservadoras, que se habían distanciado de la
opinión pública contra la monarquía, porque de la. monarquía, veían con buenos ojos que al frente del
dictadura militar de Primo de Rivera se le culpaba nuevo régimen estuviese un hombre de orden, te-
preferentemente al rey. La masa conservadora y neu- rrateniente de A ndalucía, parlamentario furibun-
tra, que había simpatizado al principio con la dicta- do, que representaba ya entonces la contrarrevolu-
dura, por antipatía a los antiguos políticos, fué ción. Había, en España en aquellos momentos un
despegándose de la monarquía, que tampoco con gran miedo al bolchevismo. A demás los republi-
aquél recurso extremo era capaz de resolver nin- canos llamados "históricos" estaban desacreditados.
guno de los problemas nacionales. Por eso cuando, Eran en la política monárquica la "oposición de su
después de siete años de obligada abstención elec- majestad" y se les acusaba públicamente de con-
toral, se consultó al país, éste eligió a los candida- vivir dócilmente con los políticos monárquicos, sin
tos republicanos. Un ministro del rey díó cuenta que les importase gran cosa el triunfo de la Repú-
del hecho en la siguiente frase: "Es un país que se blica.
acuesta monárquico y se levanta republicano". Mis ¿Cómo se plegaron los socialistas y los republi-
lectores saben que al rey le preparó la fuga el Go- canos de izquierda a esta influencia conservadora?
bierno provisional, donde figuraban tres socialis- No confiaban demasiado en la capacidad revolu-
tas, y que don A lfonso salió de Cartagena como un cionaria de las masas. Los socialistas, desde Pablo
monarca que se retira y no abdica. Dijo, al parecer, Iglesias, respondían a la táctica del socialismo re-
esto: "Sigo mi tradición". La tradición de su abue- formista. El señor Largo Caballero, después líder
la y su bisabuela que también emigraron a París de la revolución, durante la dictadura militar había
empujadas por sus errores; pero no abdicaron. incluso pertenecido, por orden del partido, a un al-
En el Gobierno provisional predominaban, co- to organismo del Estado monárquico, representan-
mo se sabe, las izquierdas, y, sin embargo, los hom- do a las fuerzas sindicales. Pero además ellos eran
bres más moderados, A lcalá Zamora, Lerroux, los primeros convencidos de la ineficacia del viejo
Maura, fueron los que dieron una tónica conser- republicanismo y preferían a los conversos A lcalá
vadora a la República naciente. Zamora y Maura, por creerlos de mayor solvencia.
¿A qué se debió esta preponderancia de las fuer- La verdad es que éstos hacían constantemente pro-
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campesinos sin trabajo, despertando en cambio la


testas de su amor al proletariado, de la necesidad de enemiga de los propietarios. Se hizo una Consti-
grandes reformas sociales. Los republicanos de iz- tución de tono avanzado, pero se hizo sólo en el
quierda, por su parte, eran nuevos en la lucha po- papel, porque las reformas carecían de realidad por
lítica. Representaban grandes sectores de opinión, falta de coraje en el gobierno republicano-socialis-
pero ésta apenas se articulaba en partidos inconexos, ta. El señor A zaña y el ministro de Justi-
hechos a prisa, con una congestión de democracia cia, señor A lbornoz, fueron los únicos que
que terminó por dividirlos y atomizarlos.
se atrevieron a acometer las reformas del ejército.
Lo primero en que se pensó fué en convocar Cor- de la magistratura y de la iglesia. Se disolvió a los
tes Constituyentes. La preocupación primordial de
jesuítas, pero éstos siguieron alojados en los hoga-
los nuevos gobernantes, en vez de afrontar resuel- res católicos. Se dispuso que la enseñanza fuese mi-
tamente los problemas del país, fué establecer la sión exclusiva del Estado, pero los colegios de las
nueva legalidad, sin que hubiese solución de conti- Ordenes religiosas siguieron funcionando a través
nuidad, sin que se trastocase lo más mínimo la vi- de testaferros. Se hizo, en fin, una Constitución
da del Estado.
de papel, según la frase de Lassalle. No era, en rea-
Las Constituyentes se esforzaron para que esto lidad, la primera. La Constitución de Cádiz, en
no sucediese, pero al final fueron vencidas, no sin 1812, fruto del liberalismo de entonces, no llegó
que ellas, esta es la verdad, no incurriesen en algunas tampoco a cumplirse gracias al absolutismo de los
graves flaquezas. Las elecciones para la A samblea
Borbones, a la ineficacia de los liberales y a la in-
Constituyente dieron en ésta una gran mayoría a cultura y versatilidad del pueblo. El señor A lcalá-
socialistas y republicanos de izquierda. El país ha- Zamora se declaró en las Cortes Constituyentes
cía esfuerzos por romper la corteza tradicional y disconforme con la Constitución. A pesar de ello,
transformarse por medio de las nuevas institucio-
la mayoría republicano-socialista lo eligió presi-
nes. Pero desde el primer día se vió que las grandes
dente de la República. Y o, no; yo, que era dipu-
oligarquías históricas sobrevivían al destronamien-
tado, no sólo no le , voté, sino que propuse otro
to de don A lfonso. El programa del laicismo del Es~
candidato, ante la indignación de algunos jefes de
tzdo desataba la ofensiva de la Iglesia. La reforma
izquierda.
agraria, que venía a socializar las grandes fincas, me- La derrota sufrida por los monárquicos en la
diante la correspondiente indemnización a sus pro-
sublevación de agosto de 1932, les hizo pensar que
pietarios, fué recortada de tal modo que resultó
el régimen republicano era más sólido de lo que al
ineficaz, sin colmar el ansia. de tierra de miles de
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principio se creía y que era preciso utilizar contra dos. Triunfaron, claro es, los monárquicos, que
él otra. táctica. Para eso financiaron la campaña del aparecieron en las nuevas Cortes-las que ahora
antimarxismo, que aunque parecía dirigida contra funcionan-integrando una mayoría que, dejando
los socialistas trataba de anular también a los re- a un lado de momento el problema de la forma de
Gobierno, se proponía acabar con todas las refor-
publicanos de izquierda. Al fin el señor Alcalá-Za-mora entregó el Poder al señor Lerroux que gobernó mas llevadas a cabo por la. mayoría republicano-
unos días con una apariencia de Gobierno repu- socialista de la Asamblea Constituyente.
blicano, para dar paso a una situación híbrida que As¡ empezaron las concesiones a la fuerza triun-
aceptó la disolución de las Constituyentes y la fante hasta llegar al trámite concreto de admitir en
convocatoria de nuevas elecciones. Esto sucedía en el Poder a los elementos que, como los del señor
noviembre de 1933, apenas transcurridos dos años Gil Robles, tenían una significación monárquica.
y medio de la proclamación de la República. Este partido se ha negado reiteradamente a decla-
En estas elecciones, ya los republicanos históri- rarse republicano; sus componentes proceden de la
cos se unieron definitivamente a los monárquicos dictadura de Primo de Rivera. Llegó el instante en
para acabar con la influencia de los elementos de- que el señor Alcalá-Zamora admitió un Gobierno .
mocráticos. Invirtieron grandes sumas de dinero, en que figuraban esas fuerzas. Las izquierdas se
mientras las izquierdas carecían de él. Para agravar veían expulsadas del régimen que habían creado.
la situación de la izquierda los partidos que hasta Comprendían que estaban ya obstruidos los cami-
entonces habían gobernado juntos empezaron a dis- nos legales y que sólo la revolución podía salvarlas;
tanciarse y dividirse, entretenidos en disputas bi- pero sufrían esa. indecisión tan democrática que dió
zantinas, mientras los conservadores se unían en paso al fascismo en otros países. Hubo, sin embargo,
compacto bloque. Fué entonces cuando los socia- un hombre, Azaña, que proclamó la necesidad de
listas, que acababan de abandonar el Poder, cam- una revolución nacional para restablecer la Cons-
biaron bruscamente de táctica para separarse de los titución y el primitivo sentido del régimen. Pero
republicanos de izquierda. Estaban, pues, todas las ya los socialistas, sus aliados de ayer, se habían em-
fuerzas tradicionales unidas, mientras las que ha- barrado en la aventura de la revolución social a
bían elaborado la Constitución, esforzándose por la manera rusa, sin contar, esta es la verdad, con
darle una tónica moderna. luchaban disgregadas, ningún Lenin.
sin fé, sin medios de propaganda, con una ley elec- Y a he dicho que el socialismo tenía en España
toral hecha para favorecer las coaliciones de parti- una tradición reformista. Sus personalidades más
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pues, tac organizaciones socialistas a todo el ele-


destacadas habían sido ministros del Gobierno de
mento trabajador, sino que en Cataluña, Levante,
la República, colaborando francamente en una po-
lítica moderada. Hasta tal punto, que en la cuestión Galícia, y Andalucía, el grueso del proletariado es
de matiz anarcósindicalísta. Los comunistas tam-
religiosa sostuvieron puntos de vista más conser-
bién poseen núcleos importantes en toda la Pen-
vadores que algunos ministros republicanos de iz-
ínsula.
quierda., por ejemplo, el señor A lbornoz. Este qui-
so en cierta ocasión nacionalizar la industria de
LA REV OLUCION SOCIA LISTA
ferrocarriles y se encontró con la opinión contraria
de los socialistas. Está claro que no tenía razón
Las luchas internas del proletariado no son ya
ninguna el antímarxismo de las fuerzas tradíciona-
meras discrepancias, sino verdaderas luchas histó-
les, porque los socialistas no habían hecho mar-
ricas. Por eso, cuando los socialistas se pronunciaron
xísmo desde el Poder. El antímarxismo de las dere-
por la revolución social, los demás sectores obreros
chas fué sólo un pretexto para atraerse a su órbita
no les creyeron. Sólo los comunistas muy con-
a la República. A l dejar el Poder los socialistas se
dicionalmente, decidieron, a última hora, colaborar
consideraron desahuciados del régimen y adoptaron,
con ellos. Para sustituir al soviet ruso, los socialis-
con la excepción del señor Besteiro, una posición re-
tas crearon las A lianzas obreras, donde, aparte las
volucionaría. La mutación no podía ser más brus-
fuerzas socialistas, sólo figuraban grupos sueltos
ca. Los socialistas habían reprimido con energía
de trotskistas y otras fracciones del comunismo,
las reclamaciones impacientes de comunistas y anar-
que carecían en realidad de masas: La Confedera-
quistas. Con un intervalo de muy pocos meses, los
ción General del Trabajo se negó a entrar en las
socialistas, no sólo rectificaban a fondo su táctica
A lianzas en todas las regiones, con excepción de
de siempre, sino que proclamaban la necesidad de
A sturias, donde se hizo el frente único gracias al ím-
la revolución social y trataban de improvisar el
pulso revolucionario de la masa. Esto explica un
frente único proletario. Este frente único, en tales
poco el empuje que allí tuvo la sublevación armada.
condiciones, era pura utopía. El proletariado espa-
Los órganos revolucionarios carecían, pues, en mu-
ñol, sobre todo en las regiones del Noroeste, Cen-
chas partes de fuerzas suficientes. Pero es que, ade-
tro y Mediodía, tiene una raíz anarquista y está
más, los obreros que los formaban, estaban educados
afecto a la Confederación Nacional del Trabajo.
en la escuela del reformismo socialista y carecían de
En España, por su arraigado individualismo, el
preparación y de experiencia revolucionaria. Me-
anarquismo tiene una gran tradición. No controlan,
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ses antes se les movilizaba en defensa del orden del proletariado, se aliaron con los nacionalistas,
burgués y, apenas sin transición, se les invitaba a que representaban allí la más intransigente bur-
que lo destruyeran. Esto hizo que la revolución guesía. Los unía únicamente el odio a una polí-
tuviera un carácter de cosa. improvisada que de an- tica que amenazaba a las libertades regionales. A llí
temano constituía su fracaso. bastó un gobernador para reducir la sublevación.
La verdad es que los elementos nacionalistas, al
Pero no fue esto lo más grave, con serlo tanto.
notar el carácter que tenía en el resto de España la
Lo peor fué que desde el primer momento la su- revolución, depusieron las armas. Murieron heroi-
blevación estuvo descentralizada. En realidad cada camente, en lucha desesperada, cientos de obreros
región actuó por su cuenta, sin responder a una ele- socialistas y comunistas. Como en Madrid y en al-
mental unidad de acción. Mientras se sostenía la gún otro sitio. En Madrid la revolución fué la ac-
consigna de la revolución social, alejando así la ción aislada de jóvenes guerrilleros que disparaban
simpatía y el apoyo de las izquierdas burguesas, se desde los tejados contra la fuerza pública. Las mi-
pretendía aprovechar las protestas violentas de las licias proletarias no actuaron, no se sabe por qué.
regiones autónomas, como Cataluña y las V ascon- Unícamente algunos grupos de jóvenes, armados
gadas. En Cataluña no había un previo acuerdo re- de pistolas, se batieron en la Puerta del Sol contra,
volucionario entre los socialistas y el Gobierno de la el Ejército. A llí perecieron con valentía singular
Generalidad; pero los socialistas esperaban la rebe- por un abstracto ideal revolucionario. Sin jefes, sin
lión de ésta para vencer allí por ese medio indirecto. dirección, con un arrojo inútil y primitivo.
Fué un rotundo fracaso. Las A lianzas obreras esta- Lo de A sturias ha sido otra cosa. Diez días des-
ban sin armas y sin fuerzas y las que tenían no se pués de haberse extinguido los focos revoluciona-
utilizaron o se utilizaron con torpeza. Y el ejército rios en el resto de España, aun combatían los obre-
se encargó de acabar, en unas horas, con lo que era ros asturianos. Dos cuerpos de ejército tuvieron
pura. ficción. Mientras tanto, los trabajadores in- que atacarlos por distintos sitios, además de las fuer-
dustriales de Cataluña, de significación sindicalis- zas que resistían el sitio de Oviedo. Para entrar en
ta: no sólo se desentendieron del movimiento, sino A stucias hubo que recurrir a las tropas coloniales
que ni siquiera declararon la huelga pacífica. de Marruecos, que iban en vanguardia y trataron
En V asconia, los sucesos fueron distintos, pero a la. capital como a una ciudad en guerra. Y a he
el resultado idéntico. Socialistas y comunistas, que dicho que allí es donde únicamente se hizo el frente
preconizaban la revolución social y la dictadura obrero revolucionario. Esto, unido a lo abrupto
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del terreno, hizo que allí surgiese una verdadera re- peligro, porque vive en el fondo de la tierra, ex-
volución, deficientemente organizada, esta es puesto al grisú y manejando a diario la fuerza de-
la
verdad. Faltó una dirección militar, que en vez de vastadora de la dinamita. Muchos de estos revo-

estar encomendada a técnicos, estuvo a cargo de lucionarios no combatieron con fusilas ni pistolas,

militantes socialistas de reconocida buena fe y de armas para ellos demasiado livianas. Combatieron

alto espíritu combativo, perro desconocedores en ab- con cartuchos de dinamita. Se les vio en Oviedo,
soluto de la técnica de la guerra. Por ejemplo: los cruzada la cintura con dos o tres vueltas de mecha,
revolucionarios tenían cañones, pero no sabían uti- encendiendo los cartuchos con el cigarro que fu~
lizarlos y los proyectiles no estallaban; intentaron maban. Esto, unido a una gran disciplina sindical,
incluso cargarlos con dinamita. Descuidaron el adquirida en los viejos Sindicatos, hizo que la re-
problema de la aviación, que les destrozó y sembró belión adquiriese una magnitud única. En estos
el desaliento en las filas obreras; carecían, incluso, proletarios (muchos de ellos afectos al comunismo,

de comunicaciones entre sí. No supieron elegir los que en los últimos tiempos adquirió allí gran pre-
puntos estratégicos. ponderancia) , el reformismo socialista no penetró
Los obreros de A sturias demostraron una capa- nunca, a pesar de que externamente aparecían dis-
cidad combativa extraordinaria. ¿Por qué fueron frutando grandes ventajas sindícales: jornada de
ellos solos, entre los de toda España, los que lu- seis horas, retiro obrero, instituciones escolares y
charon con cierta cohesión y con auténtico arrojo benéficas. V erdad es, también, que los dueños de
revolucionario? Este es un tema de psicología pro- las minas de A sturias no han sabido nunca hacerse
letaria muy interesante. El minero asturiano es un amar de sus hombres, ni introducir en el trabajo
obrero que, reuniendo las características del traba- mejoras de orden técnico.
jador industrial, posee también el empuje primi- Sin embargo, también en A sturias, donde se
tivo del montañés. En las Casas del Pueblo está había hecho el frente único, se notó una depresión
en contacto con las ideas revolucionarias, que lle- del entusiasmo anarco-sindicalista. En Gi jón, don-
gan a través de la lucha de clases, pero no es de de domina esta tendencia, el movimiento no tuvo
todos modos el obrero urbano que disfruta de al- la. importancia que en la cuenca minera y Oviedo,
gunas ventajas de la civilización; vive en las al- zonas francamente socialistas. El plan era apode-
deas de la montaña, en los suburbios de la cuenca rarse de la capital y proclamar allí la dictadura del
minera, y allí conserva, al lado del odio al pode- proletariado. Para ello; miles de mineros cayeron
roso, la fiereza del montañés. Ignora lo que es el $obre Ovíedo y se apoderaron de la fábrica de ar-
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mas. La falta de dirección militar hizo que no pu- visto que inmediatamente después de haber parti-
dieran vencer a una guarnición de apenas 2.000 cipado en gobiernos burgueses, no les era posible
hombres, refugiada en sus cuarteles. Además, en improvisar el espíritu revolucionario para una lu-
seguida se acentuaron las disensiones por las dis- cha a fondo como la que quisieran plantear.
tintas tendencias que mantenían los miembros de
los Comités. En diez días hubo tres Comités revo-
lucionarios cada uno de un matiz distinto. LOS SAQUEADORES DE
No es cierto que los revolucionarios destruyesen LA REVOLUCION
la. ciudad; algunos edificios fueron incendiados por
la aviación y un teatro, posición de los mineros, Este relato está hecho sobre el manuscrito de un
destruido por las tropas del Gobierno. Tampoco testigo de la revolución. No se cuenta en él más
son ciertas las escenas de crueldad por parte de los que lo que el autor del documento ha visto por sus
revolucionarios, que refirió cierta prensa. Algún propios ojos. Por eso se omite algún episodio re-
caso aislado no abona semejante conducta. Los mi- sonante, pues nada se quiere contar de memoria, y
neros fueron en general humanos y benévolos y es preferible pasar por alto algún hecho antes de
respetaron a los prisioneros, muchos de ellos sus falsearlo.
enemigos de clase. Lo ocurrido en Turón es la ex- La narración llega hasta el punto y hora en que
cepción que confirma la regla. No puede, en cam- los revolucionarios abandonan Oviedo. De lo que
bio, decirse lo mismo de la represión. Después de pasó después hablarán otras crónicas, no menos
vencidos y sometidos, los obreros han sido tratados impresionantes, sin duda alguna. A la revolución
como gente fuera de la ley. Por último, la verdad de Asturías hay que juzgarla generosamente, con
es que los catorce millones de pesetas que se "ex- arreglo a un criterio histórica, sin ocultar sus erro-
res ni añadirle crueldad. Yo he sentido, como el
propiaron" al Banco de España, de Oviedo, se
han perdido. Las camionetas que llevaban el di- que más, el dolor de ver correr la sangre por aquel
nero fueron desvalijadas por los aldeanos y por sus país que es mío, que está unido a la intimidad de
propios custodios. mi corazón, porque en él se han mezclado mis lu-
La revolución ha fracado porque carecía de cli- chas y mis triunfos. Las calles devastadas de
ma social propicio; si hubieran intentado los so- Oviedo, sus ruinas innumerables, sus árboles des-
cialistas un movimiento de defensa de la Constitu- trozados y sus torres caídas, pesan sobre mi alma,
ción y la República, habrían triunfado. Pero está porque, además, todo eso va unido a los recuerdos

I
OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 25
24 JOSÉ CANEL

comerciar con los escombros de la ciudad deshecha.


de mi primera juventud. Pero me duele tanto como
Desde aquí y ante la España de mañana, lanzo mi
eso la injusticia que pudo hacer posible la revolu- desprecio a estos saqueadores de la revolución.
ción; me conmueve el heroísmo de esos mineros
que, sin pensar si van a ser secundados, se lanzan J. DIA Z FERNÁ NDEZ
a pelear por una idea que va dejando de ser una
utopía, sin pensar si son bien o mal dirigidos, ofre-
ciéndole a la revolución la vida, porque es lo único
que tienen.
En cambio, frente a ellos, están sus calumniado-
res, los mismos que en octubre, temblando de pá-
nico, se disfrazaban y se escondían, para después
surgir blandiendo la venganza y la delación. Esa
burguesía indigna que pide penas de muerte y hace
de ellas un programa político, no puede despertar
en las clases populares otra cosa que odio y repul-
sión. Hemos visto a ciertos hombres y ciertos par-
tidos aprovechar la revolución de octubre para
apoderarse de los A yuntamientos, de la Diputación,
de los organismos que el voto popular en su día les
había negado y reponer en él al más viejo, inmun-
do y desacreditado caciquismo. Estos son los verda-
deros saqueadores . de la revolución. Los saquea-
dores han llegado á extremos tales, que las propias Í
autoridades de Oviedo han tenido que oponerse a
la consumación de ciertas venganzas y a la reali-
zación de ciertos negocios. Se quería especular
con el dinero, concedido por el Estado para la re- VII
construcción de A sturias, poner precio al dolor,
Mieres inicia la Revolución
T

MIERES INICIA LA REVOLUCION

El primer grupo.-Empiezan a bajar los mi-


neros.-La marcha sobre Oviedo.-El alis-
tamiento.-Los frentes de combate.

Mieres fué la base de la revolución. Es un


pueblo grande y negro, diseminado en la fal-
da de una montaña, desde la cual le anuncia
un resplandor rojo, el de las fábricas meta-
lúrgicas. La inmensa cuenca minera, que se
extiende desde las estribaciones del Pajares
hasta los umbrales de Oviedo, desemboca en
Mieres, donde están instaladas las industrias
más importantes, las oficinas de las empresas
y los técnicos. Allí están también las casas
obreras, pintadas de bermellón, donde al atar-
decer hormiguean los hombres vestidos de
mahón, las mujeres despelúchadas y asténi-
cas, con los grandes ojos enrojecidos por la
temperatura del taller y de la escoria, y los
chiquillos sucios, desgarrados, hostiles, que
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salen a la busca del carbón a las orillas del revolucionarios dispararon. Tres guardias ca-
río, al borde de los lavaderos. yeron entonces heridos. Los demás, pensando
Al atardecer del día 5 salieron por to- que los atacantes lo eran en mayor número
dos los caminos de la montaña emisarios retrocedieron hasta el cuartelillo de la guar-
de los comités revolucionarios anunciando dia urbana, donde se hicieron fuertes.
para el día siguiente la huelga general y la Pero esta fué la señal de la lucha. Los mine-
sublevación armada. Los grupos de Mieres no ros comenzaban a llegar de sus aldeas con sus
tenían armas. Había, sin embargo, que encon- carabinas y sus pistolas. Una inmensa multi-
trarlas y para eso se brindó un grupo de co- tud se congregaba en la plaza de la Consti-
munistas y socialistas que salió de madrugada tución, desde donde partían columnas de vo-
armado de pistolas y escopetas. Este grupo luntarios para rendir los cuarteles. Algunos
fué, sin duda alguna, el que inició la revolu- mineros iban armados con cartuchos de dina-
ción. Se dirigió, primero, al cuartelillo de la mita, dispuestos a volarlos en caso de resis-
guardia municipal. Allí la empresa fué fácil. tencia. Y lo que sucedía en Mieres ocurría casi
El retén dormía sobre los camastros, y cuando simultáneamente en los demás pueblos de la
los guardias vieron entrar aquella fuerza, com- ' cuenca, en Aller, en Pola de Lena, en Turón.
puesta, además de personas conocidas, ape- A las ocho y media de la mañana la fuerza
nas tuvieron tiempo de volver de su sorpresa. pública de aquella zona se había rendido to-
Los revolucionarios les quitaron las armas y talmente, no sin haber tenido duras refrie-
las municiones y salieron para dirigirse a una gas con los revolucionarios. La avalancha era
armería próxima, en cuya puerta golpearon tal, sin embargo, que la cuenca entera estaba
furiosamente. Por una ventana asomó el due- en armas, desmandada, como un río en creci-
ño, que fué invitado a entregar las armas. da que todo lo arrasa.
El comerciante no hizo resistencia. Pero an- En la plaza de Mieres se registraron esce-
tes de franquear la entrada a los revoluciona- nas impresionantes. Después de rendirse los
rios, llamó por teléfono al cuartel de Asalto. guardias de Asaltó, las masas pedían que dos
Por eso cuando aquéllos se dedicaban a de ellos famosos por su dureza en reprimir
recoger las escopetas y cartuchos de la tien- manifestaciones, les fueran entregados. El
da, apareció la camioneta de los guardias de Comité se negó a ello. Estos dos guardias es-
Asalto. Antes de que echasen pie a tierra, los taban heridos y había que trasladarlos al hos-
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pital de sangre. Cuando la multitud los vió Los hombres se lanzaban al asalto de las ca-
llegar a la plaza, protegidos por algunos obre- mionetas, deseosos de ser los primeros en mar-
ros, se destacaron hasta diez escopeteros que char. La mayoría entraba en ellas sin armas,
los reclamaban para rematarlos. Los obreros porque no las había para todos. A los mineros
tuvieron necesidad de cubrirles con sus cuer- se les notaba la decisión de entrar en comba-
pos para que no disparasen sobre ellos. Pero te desafiando el mayor peligro, convencidos
uno de los guardias, en un acceso de pánico, de que aquella lucha era más que necesaria,
con el uniforme desgarrado y cubierto de san- fatal. Se despedían de los amigos con cierto
gre, quiso huir rompiendo el cerco de los que júbilo, y no era raro oír desde lo alto de los
le protegían. No bien lo había hecho cuando camiones diálogos y bromas a cuenta de las
cayó muerto de dos tiros de escopeta. terribles jornadas..
Mediada la mañana, millares de obreros se -¡También se muere en la mina, chacho!
congregaban alrededor de la Casa del Pue- --gritaba uno, armado con un viejo fusil casi
blo, desde donde se transmitían las órdenes inservible.
del movimiento. El Comité de Transportes se
-Verdad; verdad. Ayer tiré las herra-
había incautado de camiones y automóviles.
mientas al río. ¡Viva la revolución!...
El de abastecimiento había centralizado los
víveres, declarando la abolición del dinero, Al mismo tiempo que se organizaban las ex-
facilitando en cambio los bonos de aprovisio- pediciones de guerra, grupos de obreros asal-
namiento para la población civil. taban los polvorines y se apoderaban de la
Delante de la Casa del Pueblo se iban con- dinamita que se utiliza en las faenas mineras.
gregando camiones y automóviles, cuyos mo- Otros ocuparon los talleres y fábricas meta-
tores trepidaban como bestias impacientes. De lúrgicas, donde se formaron equipos para pre-
vez en cuando, en medio de la trágica ba- parar las bombas que habían de utilizarse en
rahunda, sobresalían voces nerviosas y enér- el ataque. Algunos de estos artefactos eran
gicas: verdaderas máquinas infernales. Contenían
-¡Revolucionarios voluntarios para dos paquetes de dinamita-unos cuarenta y
Oviedo! dos cartuchos-y diez kilos de metralla he-
-¡Revolucionarios voluntarios para Campo- cha con recortes de varillas de acero. En es-
manes! tos talleres trabajaban día y noche numero-
34 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 35

sos obreros. Se construyeron allí más de cin- jares es una sucesión de picachos y colinas,
co mil bombas. con profundos corredores flanqueados de ar-
El cuartel que más tardó en rendirse fué el bolado, donde pueden parapetarse miles de
de Campomanes, pueblo' minero de la línea hombres sin ser vistos. Al día siguiente de la
del Norte, fronterizo con León. Allí resistía primera refriega, los mineros organizaron es-
un cabo de la Guardia civil con unos cuantos pontáneamente un frente de combate. Las ór-
números. Al conocerse la noticia en Mieres, denes de los comités eran lentas y vacilantes,
salieron numerosas expediciones de revolu- pero los hombres comprendían por instinto
cionarios, que a las tres de la tarde habían las exigencias de la guerra y se preparaban
logrado rendir a la fuerza pública, después al ataque. Presumían que por la linea de León
de matar al cabo y herir gravemente a dos llegarían fuerzas dispuestas a reducirlos. Aun-
guardias. Como desde el cuartel se había pe- que el entusiasmo creaba los rumores más
dido refuerzos a León, poco después apare- optimistas, anunciando el triunfo proletario
ció un camión con guardias de Asalto, que en todas partes, los mineros esperaban el com-
llevaba emplazada una ametralladora. bate.
En aquel momento los mineros, concentra- En efecto, pocas horas después aparecían
dos en gran número eran dueños del pueblo. las primeras fuerzas militares: las del bata-
Los guardias indudablemente ignoraban que llón ciclista de Palencia, seguidas de otras
les esperaba allí un verdadero ejército. Ape- dos unidades de Infantería. El choque fué du-
nas el camión asomó por una de las calles de rísimo. Las fuerzas de vanguardia sucumbie-
Campomanes, una descarga cerrada destrozó ron casi totalmente; pero las restantes, a cos-
la mitad de la dotación. Los guardias no tu- ta de grandes pérdidas, pudieron ganar la
vieron tiempo siquiera de utilizar la ametra- posición de Vega de Rey, en la cual resistie-
lladora. Los supervivientes se lanzaron a tie- ron el asedio incesante de los mineros duran-
rra y desplegados fueron a refugiarse en una te una semana, desde el 8 al 16 de octubre,
fábrica donde a los veinte minutos fueron ani- fecha en que aflojó definitivamente la pre-
quilados. Sólo un cabo y dos números logra- sión revolucionaria.
ron huir, a monte traviesa, camino de León. La marcha sobre Oviedo fué más fácil. Cien-
El terreno favorecía los designios de los re- tos de mineros se alistaban para el frente. La
volucionarios. Toda la zona, a partir de Pa- primera refriega entre la fuerza pública y los
36 JOSÉ CANEL

sublevados, tuvo lugar en plena carretera, en


la llamada cuesta de la Manzaneda. Los guar-
dias ocuparon las casas y desde allí quisieron
cortar el paso a los grupos. Fué inútil. Los re-
volucionarios, en medio de continuas descar-
gas, ocuparon la loma más alta desde la cual
dominaban la posición de la fuerza. Esta no
tuvo más remedio que abandonarla y batirse
en retirada hacia los montes próximos. Allí
fueron cazados los guardias uno a uno, mien-
tras los mineros, tras de despojarles de co-
rreaje y armamento, marchaban como una
tromba sobre Oviedo, donde comenzaron las
nuevas y trágicas jornadas.
En la carretera quedaban mezclados y ba-
rajados por el destino cadáveres de guardias y
de revolucionarios. Al día siguiente, los labrie-
gos de las aldeas próximas abrieron una fosa
en la falda del monte y los enterraron apila-
dos, bajo el ronco zumbido de los primeros
aviones.
La lucha en Campomanes
II

LA LUCHA EN CAMPOMANES

"El Porteño" y su grupo.-Champán para los


parias.-Desorden en el frente.--El asalto.
La muerte oscura.

En el frente de combate de Campomanes se


reunieron alrededor de tres mil mineros. Las
armas eran escasas. Hasta que cayó en poder
de los revolucionarios la Fábrica de la Vega,
de Oviedo, no hubo armamento suficiente. Por
otra parte, los mineros luchaban desordenada-
mente, sin una organización regular, actuan-
do por propia iniciativa. Apenas funcionaban
los servicios de guerra más elementales Mu-
chos mineros jóvenes habían llevado consigo
sus novias y sus mujeres, y esta fué la inten-
dencia con que contaron. Estas mujeres lle-
nas de coraje y de rebeldía, les alentaban y
ayudaban, pero constituían un impedimento
extraordinario en la lucha con las tropas.
Los primeros grupos medianamente organi-
40 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 4i

zados que llegaron, procedían de Moreda. Al vagones. Había allí harina, legumbres, conser-
frente de uno de ellos iba un revolucionario vas, e incluso unas cajas de champaña.
que se había destacado por su decisión y va- Los vecinos que habían llegado detrás de
lentía en la toma de los cuarteles. Se llama- los mineros, quisieron participar en el botín,
ba Gerardo Monje y trabajaba como liste- lanzándose en desorden sobre los víveres El
ro en unas obras municipales. Monje había es- "indiano" los contuvo. Disparó a los pies de
tado en Buenos Aires y hablaba todavía con los primeros asaltantes y éstos aterrados re-
acento porteño. Era un tirador magnífico. trocedieron. A uno, más decidido, que no qui-
Llavaba el máuser y el correaje de un guar- so hacer caso tuvo que barrenarle de un tiro
dia civil y sus compañeros le acataban como el brazo derecho. Luego dijo
jefe indiscutible. Lo primero que hizo fué nom- -¡Atrás todos! Aquí nadie se lleva nada,
brar su lugarteniente a un muchacho joven, hasta que yo disponga cómo se ha de llevar.
picador de mina, llamado Antonio Martín. El Comerá el que tenga hambre, pero no admi-
comité de Campomanes encargó a Monje la to "macanas"...
toma de la estación de Linares, en la que se- Después ordenó a sus hombres que prote-
gún confidencias había un convoy de víveres. gieran el reparto. A los vecinos los colocó en
En cambio los obreros del pueblo carecían de fila
ellos. Suponían que la estación estaría defen- -A ver, usted, "vieja", delante. Todos en
dida por fuerzas militares y reclamaban la fila al tercer vagón. Vosotros-a sus compañe-
presencia de los revolucionarios para ata- ros-, aquí con el fusil preparado, por si que-
carlas. da por ahí algún "chingao" que quiera dárse-
Monje dispuso sus hombres para la lucha. las de guapo.
Pero cuando llegó a las inmediaciones de la Luego abrió un vagón:
estación se encontró que allí estaban solamen- -Los que necesiten patatas...
te el jefe y algunos ferroviarios. Fué distribuyéndolas equitativamente. Lue-
-¡Pero qué "sonsos" !-exclamó Monje, go repartió legumbres, harina para pan, la-
irrumpiendo con sus hombres en la estación-. tas de conserva.
Tienen víveres al alcance de la mano y pa- -¿Están ustedes satisfechos?
san hambre. Alguien rezongó, disconforme
Inmediatamente procedió a la requisa de -No admito "macanas", ¿sabe?-replicó
42 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 43

rápido-. Por esos pueblos hay también ne- diese un poco a los trabajadores que luchan.
cesidades y niños que no comen. * Todos tene- A veces se pasan el día entero sin probar bo-
mos derecho a vivir y ustedes van arreglados cado.
para unos días. Lo que queda lo repartiré En efecto, la organización era desastrosa.
¿sabe? No tocaremos nosotros a tanto... Reinaba una completa anarquía en los servi-
Cumplió su palabra. Aquellas mercancías cios auxiliares. Los mineros presentían que el
remediaron un poco la escasez que se notaba final de la lucha no podía ser otro que la de-
en los pueblos del contorno, donde algunos rrota. El frío, aquellos días, en la montaña, era
días costaba cuatro horas de "cola" recoger intensísimo. Llovía y granizaba con frecuencia.
el valor de dos pesetas en víveres. Muchos de Los mineros, a la intemperie, sin mantas ni
los saqueos de aquellos días tuvieron su origen abrigos, aguantaban estoicamente aquella
en el hambre y la impaciencia de las masas. campaña inesperada. Algunos estaban semi-
Gerardo entregó al comité de Abastecimien- descalzos, con los pies encharcados en unas
tos los géneros restantes. Pidió qué se reser- botas deterioradas, o en unas alpargatas ya
vasen las cuatro cajas de champaña para sus inservibles. Los sostenía sólo la esperanza de
hombres que la revolución estuviese triunfando fuera
-Quiero "escanciarlas" una noche, para de allí, aunque la verdad es que estaban in-
que estos parias del monte beban lo que beben comunicados habitualmente, sin más que al-
los burgueses en los hoteles caros guna que otra proclama que llegaba desde
Al día siguiente le encargaron de copar un Mieres, redoblando en ellos la fe en la re-
cañón emplazado por las tropas en una posi- volución.
ción peligrosísima En las casas cercanas al frente, desde don-
-Ese cañón-dijo el presidente del comité, de se hacía el aprovisionamiento de los gru-
comunista destacado-domina nuestros fren- pos, había un desorden inaudito. Las mujeres
tes. Varios camaradas han caído todos estos repartían las raciones sin orden ni concierto.
días. Nos hace tanto daño el cañón como los Algunos "emboscados" saqueaban los depósi-
aviones. tos y huían a esconderse del fuego.
Gerardo Monje respondió Gerardo, con su pequeña columna, cum-
--Se copará el "cañoncito", camarada. Pero pliendo instrucciones del comité, quiso corre-
yo rogaría también al camarada que se aten- gir defectos. Era ya tarde, sin embargo, para
44 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 45

poner las cosas en su lugar y dar a la resis- empapadas de agua, sé quedó totalmente des-
tencia una mediana organización. En reali- nudo entre la hierba de un pajar, como una
dad, los comités que controlaban aquel fren- hormiga en su hormiguero.
te habían dejado incorporarse a él las gentes A los tres días de llegar Gerardo al-frente
menos útiles. Nubes de rateros y de malean- amaneció un hermoso día. Hermoso porque el
tes, de mujeres y de chiquillos merodeaban sol doraba la cumbre de l as montañas; pero
por allí, sembrando el desorden y la anarquía. terrible para los que habían de batirse con la
El movimiento se había escapado de las ma- aviación, la fusilería y los obuses. Los mine-
nos de los dirigentes. El comité se limitaba a ros casi preferían , los días lluviosos y con
enviar patrullas de veinte hombres, como si se niebla.
tratase de ganar batalla tan difícil con golpes Mientras el sol iba limpiando de oscurida-
de audacia, venciendo hoy una posición y ma- des las montañas, los revolucionarios toma-
ñana otra. Faltaba una técnica de la revolu- ban posiciones tras los árboles y argomales,
ción. En cambio, había pelotones de jóvenes para combatir a las tropas y despistar a los
mineros con valentía y arrestos para enfren- aeroplanos que arrojaban bombas y dispara-
tarse con la muerte y ofrendar sus vidas a ban sus ametralladoras.
la revolución. Mientras los románticos revo- En seguida el fuego de cañón alternaba con
lucionarios, hambrientos y descalzos, daban el bombardeo aéreo. La estribación derecha,
su vida en el parapeto, otros que nada hacían al bajar de Pajares, era la más. comprometida
comían su pan y llevaban su abrigo y sus za- porque carece de vegetación. Diseminados y
patos, repartiéndose las prendas que proce- acurrucados al abrigo de cualquier arbusto,
dían de las confiscaciones revolucionarias. los mineros de vanguardia veían caer las bom-
Fué casi inútil que Gerardo Monje enviase bas, sin dejar de disparar a su vez, también
al comité de Mieres una comunicación inte- con éxito. Cuando un compañero era alcan-
resando cuantos abrigos, cueros, checos, trin- zado por un casco de metralla, había siem-
cheras y zapatos quedasen en los comercios pre un par de voluntarios dispuestos a cárgár-
sin distribuir. Cuando una pequeña remesa lle- selo a las espaldas para conducirlo a la am-
gó al frente, la mayor parte de las prendas bulancia y desde allí al hospital de sangre.
estaban inservibles. Hubo revolucionario que Algunas veces aquellos trágicos convoyes eran
para descansar unas horas, libre de las ropa descubiertos por la aviación; pero ellos no
46 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 47

abandonaban la' carga y corrían con ella para pués, otra y otra. Era la señal para que la avia-
que los aviones no pudiesen situar el tiro. Al- ción precisara, por las explosiones de las gra-
guno pereció en este trágico regate por salvar nadas, la posición de los revolucionarios. El
a un compañero herido. cañón servía, en realidad, de guía.
La lucha era demasiado desigual durante La ofensiva de las tropas duró toda la tar-
los días claros. de. Tronaban los cañones con el seco acompa-
Al asomar aquella mañana la escuadrilla de ñamiento de las granadas. La aviación, zum-
aviones por el Pajares, los revolucionarios es- bando contra el cielo inclemente, arrojaba
taban ya en sus madrigueras de la ladera iz- cargas de metralla. Los mineros permanecían
quierda. Los aparatos evolucionaban sobre las envueltos en está lluvia mortífera, contra la
posiciones de las tropas y sobre las del fren- que no podían casi nada. Es verdad que te-
te rojo, sin descubrir un solo revolucionario. nían también un cañón; pero las municiones
Cuando pasaban sobre las casas donde se ha- carecían de espoleta y sus disparos eran poco
bían estacionado las tropas, los mineros oían menos que inútiles.
un gran griterio La única defensa eficaz era el tiro de fusil
-¡Viva España! ¡Viva España! contra los aviadores. Gerardo disparó una vez
Saludaban a los libertadores. Porque el ase- y el avión acusó por su repentina vacilación,
dio de los mineros no llevaba trazas de con- la herida del piloto. El bombardero debió lo-
cluir, a pesar de conocerse la suerte adversa grar, sin embargo, apoderarse del mando, no
de la revolución. sin que antes el aparato emprendiese una
Los hombres de Gerardo Monje estaban es- acrobacia desesperada, como para desplomar-
condidos tras los árboles y se disponían a apo- se. Pero se estabilizó de pronto y desapareció
derarse del cañón. Gerardo se reprochó que raudo tras el puerto de Pajares.
antes no hubieran intentado realizar aquel ser- Gerardo comentó con ironía
vicio: -Uno que ya no nos estorba más. Desgra-
-Son tantas las cosas que hay que hacer ciadamente aún quedan bastantes.
aquí... Las bajas de los mineros lo acusaban. A
De vez en cuando un obús rasgaba el viento, Pesar del peligro habían sido recogidos un
seguido al instante de una sorda explosión. muerto y cinco heridos graves. Uno tenía un
Luego se oía la detonación del disparo. Des- brazo molido por los cascotes y desgarrado
48 JOSÉ CANEL OCTUBRE É ROJO EN ASTURIAS 49

profundamente; ni siquiera se quejaba. Otro bombas. Los cañones disparaban sin tregua.
fué alcanzado en las dos piernas, que sólo te- Los revolucionarios dejaron desplegarse a las
nía sujetas por jirones de carne sanguino- tropas. A menos de quinientos metros hicie-
lenta. Este era un obrero de rostro cobrizo. ron una descarga cerrada que ocasionó va-
Decía con voz débil: rias bajas. Eran tiros seguros de cazadores.
-Yo muero... Acordaos de mis hijos. Si -¡Cuerpo a tierra!-ordenó alguien a los
triunfamos, sabréis corresponder... soldados.
Luego quiso incorporarse: Pero los revolucionarios se estaban quietos.
-Dadme el fusil... Pero... no puedo... no -Acostados no avanzan-decía Monje-;
puedo. Dejadme descansar tumbado. Que otra cuando se pongan en pie, ¡duro!,
bomba acabe conmigo. Los soldados se enderezaron nuevamente y
Poco después palideció intensamente y mu- echaron a correr agazapados. Las descargas
rió en brazos de un camarada. Los mineros mi- rojas les hacían doblegarse y desistir. Iban
raron con una mezcla de fervor y de espanto todos a una muerte segura. No tuvieron más
aquella cara ya lívida. Fué un soldado oscuro remedio que retirarse.
del marxismo, del que nadie hablará más. Tres soldados quedaron, sin embargo, reza-
Se le enterró en el monte, cerca de un arro- gados y fueron capturados por los revolucio-
yo, cuyas aguas bajaron muchos días mezcla- narios.
das con sangre. -¡No nos matéis! Nosotros estamos aquí
obligados.
Los mineros esperaban ya el intento de asal- Se les llevó al depósito de prisioneros.
to a sus posiciones. Pero esperaban por su -Al fin y al cabo-decía un minero-, su-
parte la noche para atacar, libres de los aero- fren como nosotros.
planos. Por ellos se enteraron los mineros de la di-
-¡Qué nadie se mueva!-dijo Gerardo fícil situación de las tropas durante los prime-
Monje. ros días. No podían enterrar sus muertos. Los
Después de las cuatro de la tarde se vió víveres les fueron arrojados desde los aero-
salir a la fuerza desplegada en guerrilla para planos, después de pasar hambre cuatro días.
apoderarse de las posiciones revolucionarias Si los cañones revolucionarios hubiesen dispa-
Al mismo tiempo la aviación seguía lanzando rado con espoleta, habrían sido aniquilados.
4
50 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 51

Aquella noche era preciso copar el "cañon- Las fuerzas les acosaban. El teniente que es-
cito". Destacaba este cañón entre los empla- taba de pie, disparando su pistola, gritó a su
zados por las tropas por su posición estraté- vez:
gica. Dominaba toda la ladera del monte, por -Es inútil. Moriréis todos si no os entre-
la parte Norte. En las horas de bombardeo gáis.
aéreo, sus disparos señalaban con precisión la Apenas dijo esto, un tiro certero de Gerar-
situación de los mineros. Se hablaba de él en do lo hacia rodar. Un sargento y tres soldados
los pueblos sublevados como de la peor má- cayeron también, mientras Gerardo excla-
quina enemiga. maba
Gerardo Monje, con su grupo, se había -i Animo, camaradas!
comprometido a enmudecerlo. Aunque otras Fueron sus últimas palabras. Antonio Mar-
faenas de la lucha le habían obligado a "de- tín, que disparaba cerca, vió corno a su ami-
morar", como él decía con su acento porteño, go le cala el fusil de las manos y se desploma-
de aquella noche no pasaba. Al riscar el alba ba sin exhalar una queja, muerto de un ba-
había que apoderarse de la pieza. Los rojos lazo en el pecho.
sabían que estaba defendida por una sección Otros mineros estaban muertos y heridos.
al mando de un teniente. Había, además, una
Antonio Martín tuvo que disponer la retirada,
ametralladora. mientras un grupo de sus hombres se apode-
En efecto, a la luz levísima del amanecer raba de una ametralladora de la tropa. El
se lanzó el grupo a la temeraria empresa. El cañón, en cambio, continuaba en lo alto de
teniente los debió descubrir y pensó, sin duda, la loma, confabulado con los aviones de bom-
prepararles una emboscada. Situó a sus hom-
bres fuera de la posición para envolver a los bardeo para batir a los pueblos en armas.
asaltantes. Unos pocos quedaron custodiando
el cañón y rompieron el fuego los primeros,
lo que hizo que los revolucionarios no pensa-
sen en la emboscada. Pocos metros antes del
reducto, se dieron cuenta que estaban co-
pados. Gerardc gritó
-¡Compañeros, ánimo y fuego
Í

El tren blindado
III

EL TREN BLINDADO

Un fogonero ascendido.-¿ Quién es el "Ro-


xu" ?-La primera avería.-¡U. H. P. !-El
bombardeo aéreo. -Las deserciones.-El
"Roxu" se entrega.

En vista del avance inminente de las fuer-


zas militares, el comité de Mieres, a instancia
de algunos jóvenes revolucionarios, dispuso la
salida para Campomanes de un tren blindado,
con hombres de refresco.
Esto sucedía en la madrugada del día 13.
A pesar de haber transcurrido una semana de
lucha y hallarse en su apogeo los combates de
Oviedo, no fue difícil encontrar voluntarios
para la expedición. El tren quedó formado con
seis vagones, donde iban unos doscientos hom-
bres armados con mosquetones traídos de
Oviedo. En otro vagón se cargaron vituallas
recién requisadas en las aldeas, adonde apenas
llegaba el eco de la revolución. Empezaban
56 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 57

entonces a escasear los víveres, entre otras a la máquina y allí, ayudado de varios obre-
razones porque en los comités de abastecimien- ros, empezó la faena, mientras otros engan-
tos reinaba una total confusión chaban los vagones, los cubrían con el blinda-
De madrugada empezó a formarse el tren. je, cargaban los víveres, o discutían furiosa-
Hubo que improvisarlo todo. El material esta- mente sobre lo que convendría hacer. No ha-
ba en desorden en las vías muertas, tal como bía jefe. De vez en cuando, algún individuo
había quedado una semana antes, al surgir del comité era abordado por un grupo de vo-
los primeros chispazos. Los ferroviarios no luntarios que le planteaban cualquier proble-
aparecían por parte alguna. Grupos de obre- ma de la organización del convoy. El directivo
ros recorrían sus domicilios, donde les contes- vacilaba, decía una cosa y luego otra, y al fin
taban, temblando, que nada sabían de ellos. se escabullía. Los expedicionarios tenían que
-¿Quién va a conducir el tren?-pregun- resolver entonces por sí mismos, farfullando
taban de aquí y de allá, mientras los grupos insultos contra "estos babayos (1) del co-
iban engrosando y repartiéndose por el estre- mité".
cho andén, por las oficinas de la estación, El más enérgico de los expedicionarios era
hasta derramarse en la explanada próxima. un muchacho rubio, casi rojo, al que todos, en
Se hablaba a gritos, nerviosamente, contándo- efecto, llamaban "Roxu". El "Roxu" iba de
se impresiones y rumores del frente, detalles aquí para allá, metiendo a la gente en los co-
brutales de los combates. De vez en cuando ches, apuntando las cajas de municiones, co-
las blasfemias y las amenazas silbaban sobre locando centinelas en las plataformas. Nadie
el sordo rumor de los atropellados diálogos. le conocía y, sin embargo, le obedecían todos.
Por fin, a la luz indecisa de las lámparas de -¿Quién "ye esti" rapaz, chacho?
la estación, apareció un ferroviario, en medio -Non sé. Debe ser comunista.
de varios mineros armados. Venía sin gorra, Lo cierto es que el "Roxu" logró que el fo-
alteradísimo, agitando los brazos gonero capturado, ascendido por la revolución
-Yo llevo el tren, pero no respondo... a maquinista, pusiese el tren en marcha. Aque-
De pronto se paraba y exclamaba insisten- llo produjo entre los que se quedaban y los
temente: que se iban cierta emoción. La técnica prole-
-¡No respondo! ¡No respondo!
Era fogonero del Norte. Le hicieron subir (1) Incapaces.
58 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 59

taria, siquiera fuese tan elemental, como la fin, la avería fué reparada y el tren pudo con-
de poner en marcha un tren, triunfaba en tinuar su marcha.
aquel momento histórico. El "Roxu` se asomó En todas fas estaciones del trayecto fué
a una de las ventanillas y gritó con todas sus preciso detenerse. Las familias se agolpaban
fuerzas: en los andenes y cambiaban impresiones con
-¡Viva el ejército rojo! los revolucionarios. Contaban los destrozos de
los aviones, la fuga de las familias pudientes,
El viva fué sofocado por un largo y desga- las rendiciones de los cuarteles. Al partir el
rrado pitido. El fogonero se había cogido al
tren hombres y mujeres lo despedían con el
pito de la máquina y lo había oprimido du-
puño en alto.
rante más de cinco minutos. Era un grito de
-¡U. H. P.! (1) -gritaban abajo.
socorro y de angustia, más que una señal de -¡ U. H. P. !-contestaban desde el tren.
marcha. Aquel jornalero pacífico, obligado a Pero cuando este partía, todos se alejaban
sumarse a la rebelión, querría despedirse, qui-
silenciosos, sumidos en el horror de la revolu-
zá para siempre, de la mujer y los hijos, que
ción.
tantas veces habrían oído indiferentes el pito
del convoy. Era bien entrada la tarde cuando el tren
El tren marchó con regularidad por espacio llegó a las inmediaciones de Vega de Rey,
de media hora; pero de pronto una avería en donde se parapetaba la vanguardia de las
la caldera le hizo detenerse, entre las protes- tropas, al borde de la vía del ferrocarril. Las
tas de los revolucionarios. El "Roxu", que lle- tropas recibieron al tren con una descarga ce-
vaba un mosquetón colgado al hombro y en la rrada de fusilerla y ametralladora. El tren
mano una pistola, se convenció por sí mismo contestó del mismo modo. Pero los disparos'
que de aquella "panne" inesperada no tenía enemigos lograron perforar la chapa de doce
culpa el fogonero. Varios mecánicos que ve- milímetros que recubría la máquina, hora-
nían en el tren se dedicaron a hacer un reco- dando la caldera. Esta empezó a perder vapor
nocimiento minucioso de la máquina, mientras y agua y al fin el tren tuvo que detenerse.
los demás se tumbaban por las inmediaciones En seguida los cañones enemigos comenza-
sin abandonar las armas.
(1) <Unión, hermanos proletarios>, era la consigna
La detención duró cerca de tres horas. Al socialista.
6o JOSÉ CANEL ROJENASTUI OCTUBRE

ron a vomitar metralla. Del interior del tren -Ven aquí que nos deshacemos por esa
salían imprecaciones y blasfemias mezcladas cuesta.
con el silbido de los disparos. Muchos creían El fogonero, temblando, obedecióy al fin
que el maquinista había hecho traición. Un llevó al tren hasta un túnel entre Ujo y Pola
minero, tocado con una gran boina, que iba de Lena, seguido por los aviones que preten-
disparando su fusil desde una aspillera, saltó dían hincar sus granadas en el convoy como
del coche y subió a la máquina. sus uñas dos pájaros de presa.
-¡Tira adelante o te mato!-dijo al pobre Aquella noche los expedicionarios del tren
fogonero, apuntándole con el mosquetón. marcharon a pie hasta el frente de combate,
El "Roxu" le apartó el arma: donde durante dos días sostuvieron encuentros
-No seas bárbaro. Es que la máquina no reñidísimos con las tropas que recibían cons-
tira. Mira: convéncete tú mismo. tantemente refuerzos desde León. Aquel fué
en realidad el último esfuerzo de los mineros
La máquina, en efecto, no obedecía al re-
para romper la línea enemiga. El "Roxu" quiso
gulador. El convoy quedó encallado allí, bajo
la metralla de las tropas. De pronto, aparecie- asaltar el día 16 los parapetos enemigos. Pero
su iniciativa fué recibida ya con frialdad.
ron dos aviones, dominando con sus motores
Aquella noche empezaron las deserciones de
el tumulto de las descargas. En medio segun-
los revolucionarios. El día 17 sólo quedaban
do dejaron caer dos bombas, que no estalla-
unos cincuenta hombres con el "Roxu" a la
ron sobre el tren, sino unos metros más allá.
cabeza, dispuestos a resistir hasta que el co-
Pero los cascos de la metralla rebotaban en el
mité dispusiese la retirada. La verdad es que
blindaje, dejando un eco metálico.
a aquellas horas no quedaba ya comité algu-
El fogonero, acurrucado en su rincón, ha-
no. Con un pretexto o con otro los combatien-
bía abandonado el marido de la máquina.
tes del frente se habían marchado, para huir
-Ven acá, cobarde-le gritaba el "Roxu",
por la montaña o buscar refugio seguro. Sa-
mientras disparaba-. Algo hay que hacer.
bían que el total fracaso de la revolución les
Van a acabar con nosotros los aviones.
pisaba ya los talones.
Pero el ferroviario no se movía. Entonces El "Roxu" cambió impresiones con sus com-
el "Roxu", desesperado, aflojó los frenos y
pañeros. Casi todos querían huir.
vio que el tren, gracias al desnivel del terreno,
-Eso nunca-gritó el "Roxu"-. Además,
retrocedía.
62 JOSÉ CANEL

no sabemos cómo andarán las cosas por otra


parte.
Se ofreció a parlamentar con los militares: .
-Mientras quedemos nosotros, la revolu-
ción no está vencida.
Pero su criterio no triunfó. Todos estaban
dispuestos a marcharse. Entonces el "Roxu"
decidió una locura:
-Pues yo voy a hablarles a los soldados.
Son proletarios como nosotros...
No hubo manera de disuadirlo. Con su fu-
sil al hombro se dirigió a la posición enemi-
ga. Soldados y oficiales le dejaron avanzar,
un poco asombrados de lo insólito del caso.
Nadie sabe lo que pasó. Sus compañeros le vie-
ron llegar y vieron que a su alrededor se for-
maba un grupo. El "Roxu" discutía, haciendo
grandes gestos. Por fin, los soldados le inter-
naron en el campamento y nadie volvió a sa-
ber más de él.
En el hospital
1V

EN EL HOSPITAL

Patricio, el practicante.-La mujer del guar-


dia.-La busca trágica.-El loco del auto-
móvil.-Agonía de un niño.

Los heridos del frente de combate de Cam-


pomanes y aquéllos que caían víctimas de la
aviación a lo largo de la cuenca, eran hospita-
lizados en Mieres. Un médico de la Beneficen-
cia municipal, requerido en unión de otros para
la asistencia de las, víctimas, sugirió al comité
la instalación de un hospital de sangre en la
Escuela de Capataces, único lugar apropiado
para ello. Se requisaron camas y efectos en las
tiendas y casas particulares, se aprovechó el
material sanitario de las Casas de Socorro y
de las farmacias localess se nombró el perso-
nal adecuado, tornado de aquí y de allá, en-
tre revolucionarios y personas de orden. Las
enfermeras y sanitarios eran, por lo general,
gentes de la masa neutra que se ofrecían vo-
5
66 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 67
luntariamente a una labor que además de hu- Las escenas dramáticas se sucedían día y
manitaria, tenía la ventaja de poner a cubier- noche en aquellas salas donde días antes se
to a los que la realizaban de los azares de la oían las risas y vayas de los muchachos que
lucha. El personal que pudiéramos llamar po- estudiaban la técnica elemental de las labores
lítico era escaso. Un practicante socialista, lla- mineras. Aun quedaban allí los encerados, los
mado Patricio, tenía el mando del estableci- mapas geológicos, las escuadras, los cartabo-
miento. Era un hombre discreto, útil, genero- nes, los telémetros, arrinconados entre gasas
so, que tomaba su papel sin arrogancia ni al- empapadas en sangre y en tintura de yodo.
tivez, descargándolo todo lo posible de su ca- El primer día de la revolución, cuando ya
rácter clasista. Ha habido muchos proletarios había instalados allí numerosos heridos, llegó
de éstos que en los puestos de responsabilidad como loca la esposa de un guardia civil de
se han comportado sin vehemencia ni rencor, Santullano, herido de consideración en la toma
ajustando sus actos estrictamente a los deberes del cuartel. Ella y su hijo habían sido evacua-
de la revolución. Otros, en cambio, los enten- dos antes de que los revolucionarios atacasen
dían de otra manera. Todo el odio ancestral el cuartel con dinamita. Había venido a pie,
de los parias subía a su corazón en medio de con un niño de la mano, la falda manchada
las inclemencias de la guerra, para desenca- del carbón de la vía. La llevaron a Patricio,
denarse en la represalia y el despotismo. que la autorizó para que buscase a su marido.
Aquella escena no puede describirse. El niño
Patricio regía con ejemplar mesura el hos- iba cogido 'de la falda de la madre, lloroso
pital de sangre. Los facultativos encontraban Ella, con la ansiedad retratada en el sem-
en él un hombre -azonable, que les facilitaba blante, los ojos muy abiertos, se inclinaba
su función, y el personal sanitario veía sobre las camas de los heridos, tratando de
en él un jefe enérgico y justiciero que no ad- descubrir entre los vendajes el rostro de su
mitía atropellos ni desigualdades. Lo mismo esposo. Cuando las vendas y el esparadrapo
se atendía a los guardias que a los sublevados, no le dejaban detallar bien las facciones, lla-
y si alguna preferencia se toleraba era para
maba con voz opaca
los niños y las mujeres, caídos bajo la metra- -¡ Ramón! ¡Ramón
lla, seres neutrales en el terrible y enconado Pero Ramón no estaba allí. La mujer fué de
combate.
un piso a otro, sala por sala, en aquella inqui-
OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 69
sición inútil. Cuando se convenció de que no Cuando comprobó que tampoco estaba allí su
estaba, prorrumpió en gritos espantosos, cor-
marido, empezó a temblar y a demudarse. El
tados por el llanto:
niño la llamaba asustado:
¡ AY, me lo habéis matado! ¡Me lo habéis
-¡Mamá ! ¡Mamá !
matado! ¿Qué hago yo ahora con este hijo, De pronto, con la mirada extraviada y la
sola en una provincia donde no conozco a na-
boca llena de espuma, la mujer se abalanzó a
die-? ¡No puede ser! ¡No puede ser! la barandilla del pasillo, para arrojarse al pa-
Y luego, en otro acceso desesperado, diri- tio. Los obreros lograron sujetarla por las fal-
giéndose a los obreros y sanitarios, que la es- das, cuando ya oscilaba sobre el vacío.
cuchaban en silencio, con los ojos bajos:
-¡ Matadnos a los dos también! ¡ Ah, Dios! En una de las camas estaba, vendado, un
Cómo murió mi marido, sin tener quién lo niño, de unos ocho o diez años. La fiebre ha-
curara y lo atendiera, y sin estar a su lado su cía más brillantes sus ojos inteligentes y tris-
mujer -y su hijo! tes. No se quejaba apenas. Lo contemplaba
Los presentes procuraron calmarla. Tam- todo resignadamente, y cuando algún herido
bién había heridos hospitalizados provisional- exhalaba una queja o solicitaba la presencia
mente en la Casa del Pueblo. Quizá estuvie- de la enfermera, el niño lo miraba profunda-
se allí su marido. Cogida de la mano de un mente, sin pestañear, durante un largo rato.
obrero, como un ciego de su lazarillo, salió Su curiosidad infantil estaba alerta, incluso,
con su hijo para la Casa del Pueblo. en medio de tan terrible situación. De su alma
El trayecto estaba lleno de revolucionarios no se irá nunca, seguramente, la trágica im-
que llegaban para alistarse, o regresaban de presión de aquellos días, calcada con sangre,
las requisas ae presos y de víveres de los pue- mezclada al despertar de su conciencia.
blos vecinos. La mujer miraba a todos con do- Los médicos contaban la historia de este niño
loroso recelo. Eran, sin duda, los que habían como uno de los episodios más patéticos de la
dado muerte a su esposo, los enemigos impla- revolución. El estaba allí sin saber ciertamente
cables de los guardias, los que habían dejado la razón de la catástrofe, que de pronto había
a su hijo a merced de la orfandad y la mi- destrozado su hogar. Procedía del frente de
seria. Campomanes. La casa donde vivía con sus pa-
Recorría las salas como una autómata. dres estaba en medio de los dos fuegos, y fué
OCTUBRE ROJO EN AS"i URIAS I

necesario abandonarla, la familia se alojó en toda la cuenca, presentaba sus pies destroza-
otra menos peligrosa, aunque también expues- dos por los cascotes, como un santo martiriza-
ta a ser alcanzada por una granada de cañón do. Aquel mismo día, en el patio, tuvo lugar
o una bomba aérea. Un día, las tropas de van- una escena terrorífica. Un minero casi atléti-
guardia iniciaron un fortísimo ataque, durante co, mordía sus manos, de donde salían túr-
el cual algunas bombas cayeron en el edificio digas de piel. En vano pretendían sujetarle
donde este niño, con otros muchos vecinos, los enfermeros y sanitarios. Lograba desasirse
había buscado refugio. El niño perdió una pier- de los que le sujetaban y volvía a su espanta-
na. y quedó sin sentido. Su padre pereció y su ble autofagia. Hasta que se logró reducirlo.
madre cayó gravemente herida. Cuando los Sufría un repentino ataque de locura.
revolucionarios los recogieron y los cargaron Pero el episodio que parece sacado de un
al hombro para trasladarlos a la carretera relato de Poe, es el de Lucero, un joven socia-
donde estaban las camionetas de la ambulan- lista de diecinueve años, chófer de profesión.
cia, fueron perseguidos por un avión que vo- El comité de Oviedo le había enviado a Mie-
lando muy bajo, quería ametrallarlos. Por dos res conduciendo un automóvil en el que iban
veces tuvieron que abandonar a los heridos otros dos revolucionarios, encargados de de-
para no servir de blanco al bombardeo. terminadas gestiones. Era el momento álgido
El niño, ya en el hospital de Mieres, pre- de la lucha en la capital. Uno de los que iban
guntaba de vez en cuando por su madre. Pero en el coche, obsesionado con una supuesta per-
nadie sabía darle razón. Y sin embargo, la secución de las tropas, empezó a gritar:
madre murió en una de las salas bajas del -¡ Más de Prisa! ¡ Más de prisa, que vienen!
edificio, sin saber que su hijo, suspirando por
ella, estaba gravemente herido en una sala del -¡Si no viene nadie, hombre!
piso superior. -¡ Más de prisa!
-Vamos a ochenta; no puede ser más.
Las escenas de horror se sucedían sin inte- Pero el obseso se había puesto de pie en el
rrupción. Una tarde entró una mujer, con dos coche y por más que su compañero, quiso cal-
criaturas, herida por la metralla, cuando es- marlo, no lo logró. Sacó una navaja barbera y
peraba en una cola de pan. Un mendigo de dándole al chófer un terrible tajo en el cue-
barbas blancas, llamado Pedro, conocido en llo, dijo
72 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 73

-Toma. Para que no nos entregues a los te del niño se ensombreció, sus ojos se turba-
revolucionarios. ron. Cinco minutos después dejaba de existir.
Lucero paró el coche. Entonces el loco, huendo a campo traviesa, repetía: El padre no dijo nada. Quedó como petrifi-
cado, mientras la mujer lanzaba gritos desga-
-¡Ahí vienen! ¡Ahí vienen! ¡ Vamos de rradores.
prisa! Momentos después el minero salía de la sala
Lucero, que tenía una herida mortal en el para tomar de nuevo el fusil. Sus sollozos se
cuello, tuvo que seguir hasta Mieres condu- atropellaban por los pasillos, entre los ayes
ciendo el coche. Cuando en el hospital se dis- de los enfermos, el ruido de las ambulancias
ponían a curarlo, cayó muerto. y los diálogos entrecortados y anhelantes.
Otra tarde entró Bautista, un minero que
hacía guardia en la Casa del Pueblo, con su
mujer y sus dos niños Los tres estaban heri-
dos por la metralla aérea. Bautista iba con su
fusil al hombro. Pero Patricio, el practican-
te, tan pronto lo vió entrar, le hizo dejar fue-
ra el fusil.
-Aquí no tenemos nada que ver con las
armas.
Se habilitó una cama para la mujer, que te-
nía un brazo destrozado, y otras para los ni-
ños. El niño era moreno, carirredondo, con
una dulzura infinita en el semblante. Estaba
muy grave. Tuvieron que hacerle una amputa-
ción delicadísima. El niño, cuando salió de su
sopor, llamaba
-¡ Papá! ¡ Papá! No te vayas. Ven, acuésta-
te aquí.
Y señalaba un sitio a su lado. Cuando el pa-
dre iba a simular que se acostaba, el semblan-
Langreo
v
LANGREO

La aldea perdida:-El asedio de un cuartel.


Barricadas casi inexpugnables. ---. Fusila.
mientos en el cementerio.

Así como en. l a cuenca de Mieres, fué fácil


rendir a la fuerza pública, en la de Langreo
no sucedió lo mismo. Langreo es un inmenso
valle, a orillas del río Nalón, que corre sucio,
desgarrado y espeso, en medio de unos pueblos
apretados y oscuros, desparramados al azar en
la falda de la montaña llena de caries y de tú-
neles. La vegetación está manchada de carbo-
nilla y de humo. Allí, en efecto, se perdió la
aldea de que hablaba Palacio Valdés. En épo-
ca normal los trenes mineros entran y salen en
las explotaciones, como alimañas en sus ma-
drigueras. Desde Sama hasta Sotrondio, corre
una inmensa prole de pequeños pueblos, don-
de se amontonan las casas estrechas, sucias,
pitañosas, morada de numerosas familias obre-
78 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 79

ras. Lo característico de las zonas mineras es concentración revolucionaria, y los mineros se


la escasez de viviendas. De modo que los obre- disponían a tomar el cuartel de la Guardia
ros viven hacinados, en misérrimos zaquiza- civil. Pero como se esperaba que ésta recibie-
míes que en vez de atraerlos al hogar, les ex- se refuerzos de Oviedo se dispuso que varios
pulsan de él. Gracias a los "chigres" (taber- grupos se situasen en la carretera, desde la
nas) y a las Casas del Pueblo, donde encontra- Gargantada, mientras otros atacaban el
ban el mundo civilizado-cine, teatro, cantina, cuartel.
biblioteca-los mineros aprendían los rudi- Las fuerzas rojas de Langreo, tenían algu-
mentos de la solidaridad social. La pobreza na mayor cohesión que las del frente de Cam-
.y el destierro alimentaban cada día su odio de pomanes. Predominaban en ellas los comunis-
clase y encendían en ellos la rebeldía, atiza- tas que se sometían fácilmente a la dirección
da más tarde con la propaganda de un mar- única. En cambio, los anarquistas actuaban
xismo puramente sentimental. por cuenta propia y en muchas ocasiones des-
Así como en Mieres domina el socialismo y atendieron las indicaciones de los comités. En
el Sindicato Minero controla la mayor parte La Felguera, por ejemplo, intentaron la im-
de las organizaciones, en Langreo abundan el plantación del comunismo libertario, con la
comunismo y el anarco sindicalismo. Estos se consiguiente abolición del dinero y el cambio
agrupaban principalmente en el Sindicato Uni- de productos en la comuna Al fin, aquello
co, que ha sostenido rudas batallas con el sin- fracasó. Hubo que abrir las tiendas y hacer el
dicato socialista. Uno de los pueblos más im- aprovisionamiento según las normas corrien-
portantes de la cuenca, La Felguera, es un re- tes, tal como lo exigían las circunstancias de
ducto anarquista, y fué allí, en los grandes ta- la lucha.
lleres de la Duro Felguera, tomados por los Colocados los revolucionarios en los pun-
obreros desde el primer día, donde se cons- tos estratégicos de la Gargantada, bien pronto
truyeron las bombas y los blindajes para tre- advirtieron la llegada de una camioneta de
nes y camiones que se utilizaron en el asedio guardias de Asalto. Venía en ella una sección
de Oviedo. al mando de un oficial, y temiendo una sorpre-
En la mañana del día 6 la cuenca de Lan- sa, los guardias llegaban ya con los fusiles
greo estaba en armas. Los comités de Alianza preparados. De pronto, una descarga cerrada
Obrera habían circulado las órdenes para la de los revolucionarios, vino a estrellarse en el
so JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 81 I

vehículo, que en vez de parar siguió en medio El cuartel que estaba en situación apurada,
de las balas, mientras los guardias disparaban recibió con esperanza aquel refuerzo. En to-
a su vez. Así pudo llegar al puente por él cual tal no llegaban a los cien hombres los que allí
la carretera hace su entrada en Sama. Pero, se hicieron fuertes. Les acosaban miles de re-
allí, ya la muralla revolucionaria les hizo de- volucionarios que combatieron toda la noche,
tenerse y echar pie a tierra para parapetarse mientras construían barricadas con sacos de
detrás del coche. cemento y chapas de acero traídas de la Duró
La batalla fué enconadisima. Los guardias Felguera. Eran unas barricadas capaces de
llevaban dos ametralladoras y barrían las pri- resistir muchas horas toda clase de metralla.
meras líneas enemigas. Los obreros más arro- Al siguiente día. el asedio del cuartel se
jados, al lanzarse al asalto de la camioneta, hizo más estrecho. Cerca del mediodía, los re-
caían para no levantarse más bajo el fuego volucionarios empezaron a atacar con dinami-
en abanico. Entonces los revolucionarios care- ta. Las furiosas descargas de los guardias no
cían aún de las bombas que horas más tarde disminuían la violencia de los sitiadores, que
habían de servir para desalojar el cuartel. estrenaban allí las poderosas bombas construí-
También los guardias tenían bajas. Uno de das por los metalúrgicos de la Duro Felguera.
ellos, que sin darse cuenta, se había colocado El edificio empezaba a caerse a pedazos. Pri-
en un hueco del pretil, recibió un disparo en mero se hundió por un flanco y después em-
l a cabeza que le precipitó al río. El cuerpo se pezó el derrumbamiento de la techumbre. El
hundió con el peso de las cartucheras, mientras capitán Alonso Nart, que con el oficial de
sus compañeros seguían luchando incapaces de Asalto dirigía la resistencia, vió qne era ne-
prestarle ningún auxilio. cesario abandonar el cuartel. Era una inicia-
Por fin, el oficial, un muchacho joven, que tiva desesperada; pero no quedaba otra. El di-
contestaba sonriendo a las intimaciones que le lema terrible era morir aplastado o cruzar las
dirigían los revolucionarios, decidió avanzar barricadas casi inexpugnables de los suble-
hasta el cuartel, porque su situación era cada vados.
vez más comprometida. Saltaron de nuevo los Salieron, sin embargo. Los oficiales, prime-
guardias a la camioneta y ésta salió a gran ro, disparando sus pistolas. Después los guar-
velocidad, mientras sus ocupantes se abrían dias, en guerrilla, con bayoneta calada y dispa-
paso con fuego de ametralladora y de fusil. rando bombas de mano. Lograron atravesar
6
8~- JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS83

la línea revolucionaria; pero el acoso de los -¡Quieto! Hay que cogerlos vivos.
mineros fué de tal naturaleza, que los guar- Así fueron capturados los dos oficiales.
dias no pudieron conservar la disciplina. Mientras los conducían hacia Sama, delibera-
-¡A ellos , ¡ A ellos!-gritaban los mineros
ban lo que se debía hacer con ellos. El de la
disparando sus mosquetones y sus escopetas.
gabardina decía que la justicia revolucionaria
Los guardias huían a la desbandada, en pe-
no podía demorarse. Había que fusilarlos in-
queños grupos, con dirección a la montaña.
mediatamente. En cambio, un minero un poco
Algunos ya no eran jóvenes y en cambio les
más viejo creía que debían ser entregados en
perseguían mozos ágiles, ciegos de coraje y
de sangre, que les capturaron y les dieron el Ayuntamiento donde estaban reunidos los
comités
muerte, sin atender las indicaciones de los co-
mités. -Qué comités ni que m...-dijo el de la
Los dos oficiales quisieron dirigirse a Ovie- gabardina-. Lo que hay que hacer es llevar-
do al frente de un pequeño destacamento. An- los al cementerio "pa" ahorrar trabajo.
tes de llegar a Gargantada, ya quedaron sin La bárbara sentencia fué aprobada sin dis-
guardias. Perseguidos por los revolucionarios, cusión.
se refugiaron en una casa del trayecto y aún -Y tú-agregó el improvisado jefe, diri-
allí quisieron defenderse. Era imposible. Los giéndose al que se inclinaba por la clemen-
mineros venían en avalancha contra ellos, ca- cia-si no sirves "pa" esto, quédate en
pitaneados por un muchacho de apenas veinte casa...
años, sin nada a la cabeza, qué vestía gabardi- Los oficiales se dieron cuenta de que la
na gris muerte les pisaba ya los talones. El capitán
-Entréguense-les conminó el revolucio- llevaba la cara manchaba de sangre y la gue-
nario rrera desgarrada. Pero conservaba los guan-
El capitán Nart, por toda respuesta, hizo tes Se los calzó, en silencio. Detrás, en otro
fuego contra él, sin herirle. grupo, venía el teniente, con las manos atadas.
-¡ Ah, perros! Cuando divisó el cementerio, el teniente,
Otro minero, que venía detrás, iba a dispa- adivinando el propósito de los sublevados, hizo
rar contra el capitán a bocajarro. El mucha- un esfuerzo para desprenderse y huir. Enton-
cho de la gabardina le detuvo ces uno de los conductores le hizo varios dis-
84 JOSÉ CANEL

paros - y cayó muerto. Unos metros más allá


fué fusilado el capitán.
Los dos cuerpos quedaron allí hasta el día
siguiente, que fueron enterrados en unión de
otras víctimas. Un minero, quizá el mismo que
había tenido compasión de ellos, comentó
cuando bajaban hacia Sama:
-Pero eran valientes... Hay que recono-
cerlo.
En aquella frase, tan humana, palpitaba la
verdadera justicia de la revolución.
Avance sobre Oviedo
VI

AVANCE SOBRE OVIEDO

El minero y la capital.-La lucha en San Lá-


zaro.-Ataque al Ayuntamiento.-Ampur-
dián, el dinamitero.-El niño enfermo

Según iban venciendo a la Guardia Civil, los


mineros de las dos cuencas iban concentrándo-
se en Sama y en Mieres, de donde partían en
camiones y camionetas, camino de Oviedo.
Muchos de ellos iban con los correajes y los
fusiles de los guardias, deseosos de entrar en
fuego, enardecidos por el peligro. La gran ciu-
dad brillante y atractiva, a la que muchbs sólo
habían entrevisto en rápidos viajes desde sus
miserables viviendas del monté, ejercía en los
mineros una atracción irresistible. Aquel foco
de lujo, de comodidad, de vida fácil, la ciudad
a la que escapaban los ingenieros para pasar el
fin de semana, allí donde vivían los dueños de
las minas de los cuales los que arrancaban el
carbón apenas tenían una vaga noticia, les su-
gestionaba como un imán. En todos los tiem-
88 JOSÉ CANEL 98
OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS

pos, mientras la vida esté organizada en frac- se proponían. A no ser por esto, Oviedo ha-
ciones sociales, el impulso que moverá a los bría caído el mismo día 6 en poder de los re-
hombres será el instinto de poderío. Los rudos volucionarios.
mineros querían mandar sobre la capital, so- Las primeras escaramuzas en Olloniego y
meterla. El dominio político implicaba en sus la Gargantada entretuvieron algunas horas a
almas simples la conquista de todo lo que has- los expedicionarios Porque los obreros ove-
ta entonces les había sido negado. La pala- tenses, aunque estaban en huelga y prepara-
bra "revolución", que trepidaba dentro de dos para la contienda, no se alzaron en ar-
ellos, como un motor, quería decir sobre todo mas hasta que entraron por San Lázaro los
acceso a una existencia hasta entonces veda- primeros núcleos. Allí estaban parapetados
da. El hombre de la vida difícil, el desterra- los guardias de Asalto, que ocupaban las ca-
do de la aldehuela inhóspita y del suburbio sas mejor situadas y de construcción más só-
minero llegaba como una tromba a tomar po- lida. Los primeros encuentros fueron violen-
sesión de una existencia nueva. ¿Es extraño tísimos. Como los mineros atacaban princi-
que en el descanso de la lucha, en algún co- palmente con dinamita, no había modo de
mercio abandonado, descorchase alguna bo- detener su empuje. Tras varias horas de fue-
tella de champaña y calzase un par de za- go intentísimo, las fuerzas tuvieron que re-
patos nuevos? troceder hasta la calle de la Magdalena, la
El primer error grave de los revoluciona- cual desemboca en la plaza del Ayuntamien-
rios fué dejar expeditas las carreteras que to. Allí había, convenientemente parapeta-
acuden a Oviedo. El día 6 se cortaron las co- das, fuerzas del ejército, que combatieron
municaciones telegráficas y telefónicas; pero durante muchas horas, sin dejar avanzar a
se dió lugar a que partiesen de Mieres y los atacantes. Desde los soportales, donde
Sama automóviles que llegaron al Gobierno estaban emplazadas las ametralladoras, se
civil dando cuenta de la sublevación. Esto barría el último tramo de la calle de la Mag-
dió tiempo a preparar la defensa. Las prime- dalena.
ras camionetas de Asalto que salieron para De allí, los rojos no pasaban.
las cuencas, no iban en realidad a sofocar la Un minero llamado Feliciano Ampurdián,
rebelión, sino a entretener a los obreros para que manejaba en vanguardia la dinami-
que no llegasen a Oviedo con la rapidez que ta, declaró que iba a desalojar la pla-
go JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS g91
za. Ampurdián prendía la mecha de las que servían las ametralladoras tuvieron que
bombas con el cigarrillo y las lanzaba so- abandonarlas y retirarse hacia el. Fontán.
bre los parapetos de la fuerza. Su paso se Desde Santo Domingo y Campomanes, las
anunciaba siempre con explosiones horríso- fuerzas seguían disparando. Ampurdián y los
nas, hundimientos de techos, rotura de cris- suyos se dispusieron a tomar el edificio de las
tales. No era un hombre, sino un monstruo, un Consistoriales
aquilón mítico que sacudía el suelo como un -Hay que acabar con los que están arri-
terremoto. ba. Entonces Oviedo es nuestro.
-¡Voluntarios para tomar la plaza!-gri- Inició el ascenso por la escalera principal.
to Feliciano, aquella mañana, después de ha. Pero antes de llegar al primer piso caía acri-
ber pasado la noche disparando. billado a balazos. Arrojando sangre por la
Más de cien voluntarios aparecieron en po- boca, con la cara destrozada, aun gritó
cos minutos para acometer la empresa. Fe- -¡ Quemarlos vivos!
liciano expuso el plan. Había que avanzar El grupo, lleno de rabia, subió disparando
calle adelante, arrojando bombas a los por- sus mosquetones. Varios guardias perecieron
tales donde resistían aún pequeños destaca- en la defensa y otros huyeron por las puer-
mentos de guardias. Así, sin intermitencias, tas laterales.
llegaría al Ayuntamiento Así se apoderaron los revolucionario:; del
Fueron unos cincuenta hombres los que lle- Ayuntamiento de Oviedo. De todos modos,
varon a cabo la idea. Las explosiones se pro- tardaron todavía en dominar el barrio. La
ducían casi sin solución de continuidad, y así plaza de Cimadevilla había que atra-
llegaron a la plaza. Los defensores habían vesarla en medio de las balas guberna-
ido replegándose hasta el Ayuntamiento, y mentales. Los sublevados quisieron retirar el
desde los soportales, desde los balcones, des- cadáver del camarada Feliciano, pero cuando
de la iglesia inmediata, las ametralladoras un minero pretendió atravesar la plaza lle-
disparaban sin cesar. vándolo sobre la espalda, fué muerto a tiros
Los revolucionarios prepararon diez bom- desde un balcón próximo. Lo curioso es que
bas de las más potentes y se lanzaron a des- los dos cadáveres quedaron varios días en
alojar los soportales. Allí caían los guardias medio de la plaza, en medio de una enorme
envueltos en cascotes y trozos de pared. Los mancha negra, que había sido una laguna de

r
92 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 93

sangre. Cuando las tropas no veían ningún cuartel general. En el Ayuntamiento se re-
rebelde sobre el cual disparar, disparaban unían los comités y desde allí se daban instruc-
contra los dos muertos, fusilados cientos de ciones sobre el curso de la lucha. Tener un
veces durante dos días. edificio oficial daba ánimos a los sublevados
Al día siguiente, los rojos tomaron dos ca- que acentuaban el asedio del Gobierno civil.
lles próximas. Donde encontraron gran resis- Al mismo tiempo, varias proclamas anuncia-
tencia fué en el cuartel de Carabineros. Al- ban el triunfo de la revolución en algunas pro-
gunos proponían incendiar el edificio, y has- vincias y pedían un esfuerzo más "para la
ta se trajeron unas botellas de líquido infla- victoria total de la gloriosa revolución prole-
mable para llevar a cabo el propósito. Pero taria".
unas mujeres de las casas de enfrente comen- Dutor, el socialista, que había sido sargento,
zaron a gritar: dió una mediana organización a los obreros
-¡Hay mujeres y niños en el segundo piso! combatientes. Formó patrullas, que recorrían
Entonces, los mineros desistieron. Pero como los barrios ya conquistados, colocó guardias
les urgía deshacerse de aquel enemigo, idea- rojos en los sitios estratégicos, y hasta preparó
ron otro plan. Los mejores tiradores de fusil una especie de intendencia que se entendía con
dispararían simultáneamente sobre las venta- el comité de Abastecimientos. De todos mo-
nas del piso bajo donde estaba la fuerza. Como dos, las deficiencias había que suplirlas con
el ataque impediría a los defensores asomarse la resistencia de aquellos soldados improvisa-
a las ventanas, un minero voluntario iría arras- dos que se pasaban las noches sin dormir, a
trándose con unas cuantas bombas para lan- los que nadie se preocupaba de alimentar y
zarlas al interior. Así fué desalojado el edifi- que, sin embargo, rara vez se entregaban al
cio y muertos cuando huían algunos de los saqueo. Si acaso, en las casas de las inmedia-
carabineros. También los cadáveres de éstos ciones pedían humildemente alguna provisión.
permanecieron algunos días en medio de la Los vecinos de la población neutral se refu-
calle. Los transeúntes tropezaban con ellos, giaban en los sótanos Las patrullas de revo-
pero no les quedaba tiempo para emocionarse. lucionarios, que recorrían las casas tomando
nota de sus habitantes, los encontraban acu-
Por fin, los rojos pudieron apoderarse to- rrucados en las sombrías estancias. Las muje-
talmente de Cimadevilla y allí trasladaron su res rezaban. Los hombres comprendían por
94 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 95

primera vez que a la vida no se la puede mi- En una casa de la calle de la Magdalena lle-
rar con un encogimiento de hombros; que de gó una tarde una patrulla compuesta sólo de
pronto aparece con su garra siniestra, para cuatro mineros. En el piso bajo se habían refu-
sorprender a los más indiferentes. La zona ocu- giado los inquilinos. Entre ellos había una mu-
pada por los revolucionarios, donde se libra- jer con un niño enfermo. Su marido era mili-
ban los combates más duros, era precisamente tar y combatía, sin duda, en el cuartel de San-
la que habitaban los burócratas, las gentes de ta Clara. El niño, que tenía mucha fiebre, pe-
las profesiones liberales, pensionistas y jubi- día agua sin cesar.
lados, comerciantes y pequeños industriales. -¿Está enfermo el niño?-preguntó uno de
La patrulla llegaba golpeando la puerta con los obreros.
las culatas de los fusiles. Los hombres abrían, -Sí, señor. Lleva así ocho días-contestó
temblando la madre llorando-- No sé que hacer con él.
-No se asusten, señores-decía el que pa- -¿Y no le vé ningún médico?
recía jefe-. Solamente queremos los nombres -El que venía lleva tres días sin aparecer.
de los que viven aquí. Ay, Dios mío, qué va a ser de mí!
A la luz de las bujías, las caras de los mo- -No se apure, señora. Yo traeré uno de
zos mineros, desencajadas por la fatiga, se les nuestros médicos.
aparecían a los pacíficos habitantes de Ovie- Dieron por terminada la requisa y salieron.
do como rostros monstruosos chamuscados por Al cuarto de hora, el minero, que era un mu-
el fuego infernal. Cuando veían que la patru- chacho casi negro, con un jersey rojo, apare-
lla se conformaba con tomar nota y se despe- ció con un joven médico revolucionario.
día con un "dispensen por la molestia", el -A ver, camarada. Mira bien al "peque"...
alma se les inundaba de gratitud. A veces los El no tiene culpa de la revolución.
mineros solicitaban algún alimento El médico a la luz vacilante de una vela
-¿"Non" tendrán por ahí algo de comer? examinó al niño. El termómetro marcaba 40°
Llevamos todo el día sin probar nada. de fiebre.
Los vecinos se apresuraban a darles pan -¿Cuántos días hace que no toma nada
duro y a veces longaniza y conservas: esta criatura?
-Muchas gracias. Es que somos muchos y -Ayer se. nos terminó la leche. No le he
los víveres andan escasos. podido dar más que un poco de sopa de pan.
96 JOSÉ CANEL

-Hay que darle leche o foscao, tres veces


al día. Eso hay que buscarlo en el depósito
donde entregan los víveres.
La madre, también desfallecida, con los ojos
rojos, no hacía más que llorar. Otras mujeres
de la casa la consolaban.
El minero prometió traer él la leche para el
enfermito :
-Tranquilícese. No le faltará alimento al
niño. Yo mismo me ocuparé de eso.
En efecto, durante dos días estuvo abaste-
ciendo a aquella familia de leche condensada,
adquirida con los vales que a él le entregaban
en el comité de Abastecimientos. Pero al ter-
cer día, el médico llegó solo El niño iba me-
jor y estaba ya fuera de peligro:
-¿Y su compañero? --preguntó la ma-
dre-. Hoy no ha venido por aquí.
El médico, que ya salía, contestó
-No vendrá más, señora. Le mataron esta
madrugada en la Escandalera.
Oviedo en llamas
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OVIEDO EN LLAMAS

El incendio de un Banco.-La voladura de la


Universidad. -- El inquisidor en pie. -La
máscara trágica.-El prisionero.Ante el
Comité.

De la Universidad se apoderaron, por sor-


presa, los revolucionarios la noche del día sie-
te. Era una posición indispensable para ata-
car el Banco Asturiano, donde las tropas se
habían hecho fuertes con objeto de impedir
el acceso al Gobierno civil.
Cuando t'eña se enteró de que se había to-
mado la Universidad, mandó un recado: "Que
tengan cuidado con lo que hacen. Que pro-
curen no estropear nada". En efecto, a la Uni-
versidad se la designó para depósito de prisio-
neros. Pero el combate con los defensores del
Banco, exigió utilizar la torreta, desde la cual
disparaban los revolucionarios. Las fuerzas
loo JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS I01

hacían fuego contra aquel reducto, que pron- enterrar, de sangre coagulada, dominaba la
to fué desmochado por la metralla. Allí mu- atmósfera.
rieron varios obreros, que disparaban a cuer- Aquello era la guerra, quizá más horroro-
po limpio sus fusiles. Exasperados por estas so que la guerra, porque faltaba la organiza-
bajas, los revolucionarios arrojaron contra el ción rígida de los ejércitos y todo denunciaba
Banco, que estaba a una distancia de ocho o la improvisación trágica, la sorpresa aluci-
diez metros, latas de gasolina que entraban nante, el no saber en ningún instante qué es
por las ventanas. Después lanzaron bombas lo que va a ocurrir.
cubiertas de algodón, también empapadas en Al día siguiente voló la Universidad, no se
gasolina. Al explotar las bombas, se inflamó sabe si por la dinamita de los revolucionarios
la gasolina y as¡ se produjo el incendio del
o por las bombas de los aviones. Una versión
edificio, que se propagó a toda la manzana. dice que una bomba aérea cayó en un labo-
Las escasas tropas que allí peleaban tuvieron ratorio y produjo el incendio. Otra asegura
que huir rápidamente. Las llamas prendieron que fué una explosión casual de la dinamita
en el uniforme de un guardia, que pereció car- que los revolucionarios habían acumulado
bonizado, porque sus compañeros hubieron allí. Lo cierto es que la vieja casa donde ex-
de abandonarle si querían salvarse. plicara "Clarín" sus clases ("Clarín" y sus
Esto sucedía el día 10. Las llamas levanta- antípodas, los profesores del pliegue profe-
ban más de tres metros sobre lo que había sido sional), cayó entera, convirtiéndose en un
tejado del Banco. Desde San Lázaro la ciu- confuso montón de piedras y de escombros.
dad parecía una inmensa tea. Los incendios Solo quedó en pie, como un símbolo, la esta-
eran la única luz en medio de la noche. Tro- tua del patio, la de su fundador el arzobispo
naba el cañón y sonaban casi sin intermiten- Valdés, gran inquisidor. Al parecer, el fuego
cias las descargas de los fusiles y las ametra- era amigo suyo desde los autos de fe y respe-
lladoras. El tableteo de los disparos, mezclado tó su efigie.
a las explosiones y los derrumbamientos, pro-
ducía un baladro tremebundo como si aquello La fábrica de Armas de la Vega estuvo si-
no fuera cosa humana. Un olor denso, donde tiada desde los primeros momentos Los re-
el de la pólvora y los gases se mezclaba al de volucionarios la atacaban con furia, pero los
las calles, sucias de detritus, de cadáveres sin defensores resistían. El día nueve, el sargen-
102 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS I oj

to Vázquez, que dirigía los grupos, suspendió horas en poder de los obreros y esperaban de
el fuego para organizar el asalto. Las fuerzas sus camaradas los refuerzos que no llegaron
tampoco disparaban, aunque veían a los rojos nunca.
concentrarse para un nuevo ataque. Empezó Entretanto, se combatía en la calle Uría, en
a decirse entre los revolucionarios que allí el campo de San Francisco, en la plaza de la
dentro ya no había más que cadáveres. Dos Catedral. En una explanada del Hospital un
de los sitiadores, antiguos obreros de la Fá- grupo revolucionario había emplazado un ca-
brica, se ofrecieron a penetrar allí para saber ñón para bombardear la calle Uría, todavía
el número de los defensores. en poder de las tropas. En el suelo, debajo de
Lo hicieron, en efecto. Y además se apode- unos árboles de abundante ramaje, había más
raron de una ametralladora. Al parecer, los ele doscientas granadas del 10 y medio Se
soldados, muertos de cansancio y de fatiga, había hecho un hoyo para empotrar la máqui-
viendo que los revolucionarios no atacaban na. Un metalúrgico íba a hacer el oficio de
se habían echado a dormir en su mayoría. artillero. Después de colocar el cañón, el ar-
Al día siguiente, muy de mañana, se redobló tillero preguntó
el esfuerzo, y ya los obreros pudieron llegar j -¿Qué hacemos ahora:'
a las ventanas del edificio. Al fin, los solda- -Pues disparar-contestó uno del grupo.
dos abandonaron las armas y huyeron por las -Pero primero hay que saber donde están
ventanas posteriores, que dan a la vía del fe-
esos mangantes.
rrocarril Vasco Asturiano. Algunos, ni siquie-
ra pudieron escapar. Fueron recogidos y con- -Están por la calle Uría y el campo.
ducidos al hospital, heridos y hambrientos. -¡Ah! Entonces haremos un buen tiro...
Desde ese momento los revolucionarios tu- -Pues ¡fuego!-dijo el artillero.
vieron grandes elementos de combate. Se dis- Cargó el cañón y disparó a cero. Pero la
tribuyeron armas largas, fusiles, mosquetones explosión de la granada no se oía. Volvió a
y rifles. Pero después empezó a escasear la disparar y tampoco se oyó nada.
munición, que se había malgastado con la mis- -¿Cómo no se oye la explosión?-pregun-
ma liberalidad con que se malgastaban los tó uno.
medicamentos y los víveres. Los mineros -Porque no tenemos espoletas.
creían que España habría caído ya a aquellas Era como lanzar una piedra al espacio para
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10 4 JOSÉ CANEL OCTUBRE Rojo EN ASTURIAS 105

que, por casualidad, pudiese darle a un ene- y con su propia sangre se hizo una máscara
migo en la cabeza. espantable. Era la imágen viva del horror de
Pero los disparos fueron contestados bien la guerra. El seguía gritando
pronto desde el campo de San Francisco con -¡Compañeros, aquí todos!
fuego de fusilería y ametralladora. Las balas Pero nadie le hacía caso. Una camioneta
silbaban sobre sus cabezas. Los revoluciona- cargaba a los heridos para conducirlos al hos-
rios, en número de unos cincuenta, se arrima- pital. Cuando la camioneta, parada en la es-
ron a una pared para contestar del mismo quina de la calle próxima, trepidaba para
modo, mientras el cañón seguía disparando arrancar, el hombre de la máscara de sangre
sus tiros ciegos. se desplomó herido nuevamente por un dispa-
Entonces los revolucionarios idearon atacar ro en el pecho. Unos compañeros le recogie-
el campo de San Francisco, desde la esquina ron y le estibaron en la camioneta. Esta vez
de la calle del marqués de Santa Cruz. Salie- había muerto.
ron cada uno por su lado y arrastrándose por Las fuerzas del campo de San Francisco
entre los árboles, se juntaron en el sitio con- capturaron a un minero que temerariamente
venido. llegó hasta ellas. Con frecuencia sucedía esto.
Desde allí comenzaron a disparar, pero Entre los revolucionarios se suscitaba una es-
las fuerzas les dominaban y les causaron pecie de emulación, a ver quien era más va-
numerosos muertos y heridos Dos revolucio- liente. Como en las romerias del monte se
narios intentaron retirar fuera del blanco de efectúan con frecuencia estos torneos prima-
las fuerzas a un compañero herido. Al hacer- rios, casi siempre en honor de las muchachas,
lo, uno de ellos fué alcanzado en la cara de acostumbradas a que se disparen sus pistolas
un balazo. La herida no era grave, pero ma- por ellas, los mineros llevaron a la revolución
naba abundante sangre. No obstante consi- sus pugilatos de audacia. Alguno batió el "re-
guieron sacar al herido. Mientras tanto caye- cord" de la temeridad, pero lo pagó con su
ron heridos dos más. Todos retrocedieron en- vida: aquel que, combatiendo con un grupo
tonces. El de la lesión en la cara, se indignó de guardias de Asalto, en la carretera, se
-Pero, compañeros ¿vamos a abandonar lanzó en una camioneta, sin frenos, arrojando
la posición? ¡Todos aquí, aunque nos maten! bombas Inutilizó a la mayor parte de la fuer-
En un arrebato se llevó una mano a la cara za, pero pereció en la prueba.
106 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS107

El minero que llegó al reducto de las tro- -Solo en mi sector hay más de diez. Al-
pas, fué descubierto por un centinela y cap- gunas se las hemos cogido a ustedes
turado en seguida. Los guardias le conduje- -Pero los cañones, no sabéis manejarlos.
ron a presencia de un oficial, que le interro- -Vaya si sabemos. Han venido de Trubia
gó. El minero daba muestras de una gran im- obreros que son mejores artilleros que los de
pasibilidad. Contrastaba con la inquietud que ustedes.
se notaba en el pequeño campamento guber- -Bueno ¿y qué pensáis hacer con Oviedo?
namental. Estáis destrozándolo.
-¿A qué has venido aquí?-le preguntó el -Nosotros lo que queremos es tomarlo. Los
capitán. del comité dicen que se procure hacer el me-
-No le voy a mentir-respondió el obre- nor daño posible; pero hay que tomarlo. Y
ro-. Quería enterarme de cuántos eran us- como hay qué tomarlo... No le quepa duda
tedes. que lo tomaremos, cueste lo que cueste.
-Pero ¿no sabes que te juegas la vida?- -Pero nosotros no os dejaremos.
repuso el oficial excitado. El revolucionario se encogió de hombros.
-Ya lo sé. Pero también ustedes se la jue- -Además, vendrán refuerzos de otras pro-
gan. Ya me vengarán. vincias.
El capitán pensó que lo mejor era utilizar El oficial se echó a reír con una risa que
el desenfado y la serenidad del minero. quería ser sarcástica
-Ya sé que tenéis muchas armas. Todas -En otras provincias... Pero si ha fraca-
las de la Vega. ¿Cuántos sois próximamente? casado todo... Si no quedáis más que vosotros.
-Ah, no lo sé. Cada día llegan más para Vosotros, tenéis radio. ¿No habéis oído que
combatir. está todo terminado? En Madrid no hubo más
-Tenéis cañones, ya lo sé. que tiros sueltos.
-Y ametralladoras. Eso dicen por la radio. Pero para
-¿Cuántos cañones tenéis? despistar.
-No lo puedo precisar. Yo sé de tres. -Está bien Te voy a fusilar inmediata-
-¿Y ametralladoras?-insistió el oficial, mente.
al que se notaba preocupado por aquellas no- El minero se le quedó mirando:
ticias. -Usted puede hacerlo, porque estoy en su
108 JOSÉ CA NEL OCTUBRE ROJO EN A STURIA S109

poder, pero no crea que por eso habrá acaba- ligros, al Ayuntamiento, donde estaba reuni-
do con la revolución. do el Comité, el primero que funcionó con la
-Os están engañando. ¿Tú qué te crees consigna socialista del "U. H. P.". Por cierto
que es la revolución? que en aquel momento los miembros del co-
-Pues la revolución... Es una cosa que no mité sostenían una violentísima discusión con
acabará, aunque acaben con todos nosotros. un líder sindicalista de Gijón, José María Mar-
El capitán pateó coléricamente. tínez, muerto días después un poco misterio-
-¿No comprendéis que esto es una barba- samente.
ridad? No tomaréis Oviedo ¡No lo tomaréis! Martínez era un hombre alto, de cara roja
¿Lo oyes? y ojos inteligentes. El, luchando con la co-
Un grupo de oficiales y guardias, oía rriente anarquista de la organización obrera
unos metros más allá el extraño diálogo. La gijonesa, había logrado hacer la Alianza
situación debía ser difícil para los defensores. Obrera con socialistas y comunistas. Pedía ar-
El capitán llamó a dos tenientes y los tres dis- mas al comité para combatir contra la mari-
cutieron con viveza durante unos minutos. nería y la fuerza pública que los había de-
El capitán volvió junto al preso y le dijo rrotado el día anterior, después del bombar-
-Mira: te voy a dejar en libertad, porque deo del barrio de pescadores. Pero el Comité
eres valiente. Pero con la condición de que alegaba que no podía desprenderse de armas
lleves un recado al Comité. Le dices que nues- ni de-municiones, mientras Oviedo no quedase
iras noticias son que la revolución ha fraca- en poder de los revolucionarios. Todo se pre-
sado en toda España; que lo mejor es que cisaba para presionar a los defensores de la
os retiréis sin causar más daño y que nosotros ciudad, que seguían resistiendo, a pesar del
prometemos no ejercer represalias. Esto lo esfuerzo de los sitiadores. José María Martí-nez insistía
hago bajo mi responsabilidad. Pero es que
tengo la convicción de que vuestro comité no -Si no me dáis armas, Gijón dará paso a
sabe lo que sucede en el resto de España. De las tropas 'y acabarán con vosotros.
lo contrario nuestros aviones os aplastarán. -Tomado Oviedo-respondía el comité-
Y ahora, puedes marcharte. no hay quien entre en Asturias. Es ya tener
El minero, al que habían quitado el fusil, una provincia en nuestro poder.
abandonó el recinto y se dirigió, sorteando pe- -Una provincia con la puerta abierta. Si
I 10 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS I I I

no se tienen los puertos, no se tiene nada. los defensores. Al mismo tiempo un camión
En el fondo, lo que se discutía ya entonces blindado, preparado en la Fábrica de Trubia,
era el predominio de los núcleos obreristas corría por la calle Uría, vomitando metralla
en la revolución. Los socialistas consideraban por las aspilleras. Las balas latigueaban entre
suicida entregarles elementos de lucha a los las ramas, casi desnudas, de los árboles. Los
anarquistas, que en Gijón, carecían de todo bichos del pequeño parque zoológico, los
control. patos, las palomas, saltaban de aquí para
Martínez se despidió, amenazador: allá, aterrorizados y enloquecidos. Los sen-
-Voy a La Felguera y allí encontraré hom- deros por donde había paseado "Clarín", a
bres. Si la revolución se pierde, será por vos- caza del paso de "La Regenta", estaban cua-
otros. Pero ya pediremos cuentas. jados de cascotes y de cápsulas vacías.
Cuando el minero enviado por el capitán de El capitán de Asalto, con algunos guardias,
San Francisco llegó a presencia del comité, cayó prisionero y fué encerrado en el Teatro
apenas le hicieron caso Principado. Por cierto, que en el trayecto fué
-Bah, bah-dijo uno de los jefes-. Esas reconocido por el minero que el día anterior
son "babayaes" (tonterías). Lo que quieren había estado en su poder. Ambos se miraron
es desorientarnos. No les hagáis caso. La revo-
l ución está triunfando. sin decirse nada. En realidad, fué en aquel
momento cuando el oficial recibió una con-
Algunos ocultaron un gesto escéptico, que
testación a su mensaje. Pero el minero, que
no le pasó desapercibido al minero. Luego le
era un simple soldado de la revolución, supo
preguntaron a éste detalles acerca de lo que
agradecer el comportamiento del capitán. Lo
había visto durante su efímera detención. El
muchacho dió todas las referencias que le pe- hizo de un modo sencillo: contándoselo a los
guardias rojos del Teatro, que trataron al
dían sin ocultar su conversación con el oficial
y la preocupación de éste ante el armamento prisionero con toda la ruda gratitud de que
de los obreros. eran capaces.
Conquistado el campo de San Francisco,
Al día siguiente fué tomado el campo de toda una zona de la capital era del dominio
San Francisco. Grandes núcleos de revolucio- proletario. Desde un edificio llamado la Casa
narios, con ametralladoras, se lanzaron sobre Blanca, se paqueaba constantemente a los re-
112 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 113

volucionarios. Estos enfilaron la azotea con arrojaban las bombas o morían bajo el fuego
un cañón y la deshicieron en unos minutos. del interior. El día doce, el cuartel, presiona-
El día doce, un comandante de Asalto pre- do por Dutor, estaba en situación desespe-
tendió reconquistar el Parque. Con menos de rada. Algún aviador que, a pesar del fuego
un centenar de guardias salió del cuartel de de los sitiadores, llegó allí para dejar víveres,
Santa Clara, desplegó a la fuerza rápidamen- pudo leer en la sábana del tejado este parte
te por la plaza de la Escandalera y salió con angustioso: "Solo tenemos municiones hasta
dirección al Campo, para atravesar la calle maflana".
Uría Alguien propuso lanzar un camión cargado
-i Adelante, muchachos! con dinamita contra el cuartel, a modo de ca.
Pero fué inútil. A los pocos momentos caía tapulta. Había voluntarios que se comprome-
herido de un balazo en un pie. Algunos guar- tían a realizar el plan, aun sabiendo que
dias perecieron allí. Las fuerzas tuvieron que aquello significaba la muerte. Peña se opuso a
regresar al cuartel, con sus muertos y heri- aquel recurso extremo, porque además com-
dos, en medio de un mortífero fuego. prendía que ya era tarde. La revolución había
El grueso de las fuerzas gubernamentales fracasado en España.
combatía desde el cuartel de Pelayo. Hubo Donde se combatía con verdadera furia era
jefes heroicos que lucharon desde el primer en la plaza de la Catedral. Peña, a los arti-
instante con extraordinaria presencia de áni- lleros del Naranco, les había rogado desde el
mo. Pero hubo alguno que cuando se discutía primer día
la antigüedad de los presentes para tomar la -No tiréis contra la Catedral. Eso sería de
responsabilidad de la defensa, se tumbó en mal efecto para la revolución.
una butaca y declaró Pero la Catedral se convirtió en posición es-
-No se muere más que una vez. Yo no tratégica de los revolucionarios, para defen-
salgo. der el Gobierno civil. Algún obrero le dijo a
Desde fuera, durante tres días, se asedió el Peña:
cuartel que dialogaba, por medio de grandes -Tú no quedas tirar contra la Catedral.
letreros colocados en el tejado, con los avio- Pero la Catedral tira contra nosotros.
nes. Los obreros le atacaban incluso con dina- Hubo que atacarla con fuego de fusilería.
mita. Salían a cada momento voluntarios, que Después se utilizó la dinamita. Allí combatía
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114 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 115

un teniente del Ejército, con soldados y fuer- el siglo IX había mandado construir Alfonso
za de la Guardia civil. Habían instalado en el Casto para guardar las reliquias cristianas
las torrecillas de la Catedral varias ametra- de Palestina y ponerlas a cubierto de los mu-
lladoras, y así impedían el paso de los revolu- sulmanes. Pero a buen seguro que estas otras
cionarios que caían sin poder atravesar la ex- piedras ilustres de la Cámara Santa no se in-
planada. ¿Quién era capaz de pensar enton- timidaron demasiado con el estruendo de la
ces que se atacaba a un templo del siglo XIII, dinamita. La verdad es que algunas, las más
maravilla del gótico, con sus piedras curtidas viejas, son contemporáneas de Don Ramiro,
por siete siglos de intemperie? Los mineros aquel rey cristiano que para mantenerse en
no sabían arqueología, ni historia, y los eru- el trono mandaba sacar los ojos a sus adver-
ditos estaban a aquellas horas aterrados en sarios y luego los condenaba a muerte en la
sus sótanos oscuros, mientras tronaba el cañón hoguera, con todos sus hijos y parientes. La
y tableteaba la ametralladora de la torre. Esa guerra civil y la represión tienen, pues, en As-
torre, que llevaba siglos presenciando el paso turias, notorios antecedentes
pacífico de las nubes, de los vencejos y de los
canónigos; sus piedras son los únicos tes-
tigos de los comienzos de la nacionalidad,
pues ellas antes de ser ordenadas por los ar-
quitectos, sintieron el paso del Cid, cuando
llegó para casarse con Doña Jimena, la hija
del conde de Oviedo.
Los revolucionarios solo veían allí una po-
sición enemiga. Sobre las losas de la plaza,
que sienten de ordinario el paso ténue de las
mujeres ovetenses, se esparcían los cadáve-
res. La sangre corría hacia las puertas santas
en cuyos herrajes rebotaban las balas isócro-
namente. Fué una bomba lanzada contra los
defensores de la Catedral la que hizo saltar
la pequeña nave de la Cámara Santa, que en
El médico rural
V111

EL MEDICO RURAL

Las necesidades sanitarias: Los maleantes


de la calle Fruela.-Un avión tras un
auto.-"Esa no es la consigna".

En los hospitales escaseaba el material sa-


nitario y con frecuencia llegaban emisarios de
Langreo y de Mieres para que se enviasen
elementos de cura. El comité designó a un
médico joven, para que inspeccionase los ser-
vicios. Este médico, tan pronto tuvo noticia
de la revolución había bajado del concejo ru-
ral, de donde era titular, para tornar parte en
ella. Era un muchacho rubio, de aire optimis-
ta, que alternaba el manejo del fusil con las
curas de urgencia. Había tomado parte en el

asalto a la Fábrica de Armas y se le veía siem-pre en los sitios de mayor peligro. Pertenecía
a la Juventud socialista y en las remotas al-
deas de la montaña, en compañía de un maes-
tro comunista, hacia antes de octubre propa-
120 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS
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Banda marxista. Campesinos que apenas sa-


sanitarios. En uno. de los automóviles requi-
bían leer y que hasta entonces ignoraban la sados, que conducía un camarada, salió para
existencia de Rusia, conocían a Lenin y a Langreo, mientras en Oviedo quedaban com-
Stalin y estaban enterados "por lo que dijo batiendo. Tol tenía ya la impresión de que el
el médico" de las reformas soviéticas: movimiento estaba en declive, pero animaba
Este médico, Ramón Tol, fué uno de los in- a todo el mundo y ponía su propio ejemplo.
telectuales que se batieron en la revolución. Llevaba cuatro días sin dormir, el cabello re-
Su marxismo era quizá puramente sentimen- vuelto, la gabardina manchada de sangre y
tal; pero soñaba con un mundo nuevo y una
los zapatos sucios de tanto chapotear en el
justicia superior. Cuando encontraba a los al- lodo sanguinolento. Aquella mañana empeza-
deanos, trabajando la tierra o cuidando el ban a desertar algunos mineros. El coche cru-
ganado, les gritaba: zó la plaza del Fontán, desierta, con sus ten-
-¿Sabéis que se va acabar la renta? Las deretes derrumbados y sus soportales gélidos.
tierras van a ser vuestras. Con el fusil colgado, dos "randas" se dedica-
Los aldeanos hacían un gesto escéptico, ban a sacar cajas de zapatos de una tienda
pero en el fondo pensaban que algo raro es- de calzado, al parecer, abandonada.
taba ocurriendo cuando el médico, un seño- El médico sacó la cabeza por la ventanilla
rito, hablaba de aquel modo. Estos aldeanos
le amaban como nadie. Porque el médico, no y les dijo:
-Cómo se lucha, ¿eh?
sólo les acompañaba al Ayuntamiento y al Los dos ladronzuelos miraron al médico,
Juzgado de la villa, para arreglarles sus asun- pero no se dignaron responderle ni interrum-
tos y reñir, por ellos, con los curiales, sino que
pieron por eso su faena.
no les cobraba las visitas, si bien desaparecía El chófer los disculpó a medias:
semanas enteras en que se marchaba a la ca- -También los guardias saquean. Si no fue-
pital. Estos campesinos, después de la revolu- ra por lo que se coge por ahí, no había quien
ción, escondieron a Ramón Tol y por el mon-
te, a caballo, le condujeron hasta Galicia, por luchase.
donde se internó en Portugal.. Tol, repuso
-Pero los marxistas no hacemos eso.
Pues bien, Ramón Tol fué comisionado por Muchos mineros retornaban a sus casas.
el comité para que inspeccionase los servicios Llovía torrencialmente y la carretera era un

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122 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 123

lodazal. Los obreros paraban el coche para en el ánimo más templado. Tol comprendió
que les trasportase. El médico recogió a los que sería imposible atender a las demandas
dos primeros, que iban maltrechos y desfalle- de aquellos comités, y comprobó, una vez más,
cidos. Llevaban ocho días sin descansar. Eran que no se habían previsto una serie de nece-
de Sotrondio, y a no ser por aquel automóvil sidades primordiales de la lucha.
providencial hubieran tenido que recorrer un Tuvieron que volver a Sama para conducir
largo trayecto en el que invertirían varias ho- a un herido grave al que no había modo de
ras de camino. Sin embargo, pensaban volver operar en Mieres. Pero cuando Tol quiso re-
al frente. Iban a sus casas a reponer fuerzas gresar con su coche a Oviedo le dijeron que
y regresarían para continuar luchando. Tol lo hiciera por "el Berrón". Las demás carre-
les animó y cuando llegó a Sama pidió una teras no ofrecían seguridad. Esta la habían
ayuda para ellos. Pero no fué posible aten- cortado los revolucionarios, tumbando fron-
derles. Todos pedían, y los elementos de re- dosos árboles a lo largo del camino y desha-
sistencia se habían agotado. ciendo con dinamita algunos muros de con-
Ramón Tol buscó al comité y marchó al tención. Los árboles habían sido descuajados
Hospital de la Duro Felguera. En el quirófa- con un paquete de dinamita atado al tronco.
no un grupo de médicos y practicantes ampu- No era cosa de gastar tiempo. Como los hom-
taban una pierna a un guardia herido. Los bres andaban escasos, concentrados en el fren-
guantes de goma del operador chorreaban te de combate, se había decidido colocar ár-
sangre. boles en vez de centinelas
Allí vió el médico que faltaba material sa- Apenas llegados a la parte cortada de la
nitario. Se había desperdiciado el yodo y la carretera, el automóvil de Tol fué detenido
gasa; faltaban camas y alimentos especiales. -¡Alto!-dijo una voz imperiosa.
Los revolucionarios no habían contado con -i U. H. P !
aquel número de heridos de una y otra parte. Los guardias rojos revisaron el volante de
Tol hizo una lista de las necesidades de aquel circulación y empezaron a poner tablones
hospital y prometió enviarlo, no muy seguro para atravesar la gran zanja de varios me-
de que en Oviedo encontrase lo suficiente. tros de profundidad. El chófer se resistía a
En Mieres ocurría lo propio. Pero allí la pasar por aquel puente improvisado; pero el
indigencia del hospital de sangre ponía terror médico lo hostigó
12.} JOSÉ CANEÍ, OCTUBRH ROJO IS ASTURIAS 125

-¿No tienes miedo a las balas y vas - a te- -No es esa la consigna, camarada. Eso era
ner miedo a pasar por donde pasan los de- esta mañana.
más? -Es la que me dió el comité. No sé de otra.
Por fin, el automóvil se puso en franquía y -Pues ese comité se marchó y andan bus-
emprendió velozmente la marcha hacia Ovie- cándolo. No tenemos más remedio que dete-
do. Pero he aquí que de repente apareció vo- nerte.
lando, relativamente bajo, un avión militar -¡Pero si yo soy socialista! Vengo de ins-
que, al divisar el automóvil, lanzó una bom- peccionar los hospitales, por orden del co-
ba con el propósito de destrozarlo. La metra- mité.
lla no logró alcanzar el coche. Pero inmedia- -Mira; vamos a llevarte al chalet de He-
tamente el avión se disponía a disparar de rrero. Allí te entenderás con los dirigentes.
nuevo. El chófer entonces lanzó el coche a un Uno de los centinelas montó en el coche y
castañar y los viajeros saltaron de él para re- ordenó al chófer que siguiese a la plazuela
fugiarse al pie de un grueso castaño. Los cas- de San Miguel. Allí, en la casa del banquero
cotes de la segunda bomba se clavaron en el Herrero, estaba reunido el nuevo comité, com-
castaño inmediato.
puesto por comunistas.
Ramón Tol lamentaba no haber traído el -Bien-dijo el presidente-, este camara-
fusil para disparar contra el aeroplano. Hizo da es conocido.
fuego, sin embargo, con su pistola, aun sabien- Y luego, dirigiéndose a Tol, le dijo
do que era totalmente ineficaz.
-Supongo que te pondrás a las órdenes del
-Por lo menos-pensó para sí-cumplo mi nuevo comité.
deber de agredir al enemigo, aunque sea in- -Yo-dijo el médico-siempre estoy a las
fructuosamente. órdenes de la revolución.
Al entrar por la calle Uría dos centinelas, -Pues coge un fusil.
armados, detuvieron el coche. Tol dió la con- -Perfectamente. Pero el otro comité me
signa había encargado la; inspección de los hospi-
-¡ U. H. P ! tales.
Uiio de los muchachos se echó a reír: -Bueno. Ese comité ya no pinta nada.
tzÓ JOSÉ CANEL

-Es que en Sama y en Mieres se carece de


lo más necesario.
1

-No se puede hacer nada, camarada.


Ahora se trata de conquistar Oviedo y pro-
clamar la República de Obreros y Campesi-
nos en Asturias.
Prisioneros y fugitivos
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PRISIONEROS Y FUGITIVOS

Un momento grave.-El director del Banco.-


Los tratados internacionales.-El pánico
en la prisión.-La última hora de un preso.

Los prisioneros habían sido recluidos en di-


ferentes sitios. Los depósitos principales esta-
ban en el Teatro del Principado, la Universi-
dad y el Instituto. No hubo órdenes de deten-
ción contra nadie. Los detenidos lo fueron es-
pontáneamente por los obreros, o captura-
dos en medio de la lucha. Los revolucio-
narios los llevaban al Ayuntamiento y allí
el comité autorizaba su detención. Había
sacerdotes, magistrados, el director de un
Banco, unos militares de la Fabrica de
la Vega. Teodomiro Menéndez, que el pri-
mer día había estado Pn el Ayuntamiento, se
interesó por los presos. El comité le prometió
respetarlos. Alguno, es verdad, fué fusilado
por las turbas, donde la venganza personal
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1 30 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 131

aleteaba oscuramente explotando el impulso fué detenido el director de un Banco. Cuando


ciego de los combatientes le llevaban al Ayuntamiento, un jefe de
El director del Banco fué detenido en un escuadra le increpó
momento grave. Un avión, surgiendo de re- -¡Son unos bandidos! ¡No cumplen los
pente sobre la plaza del Ayuntamiento, cua- Tratados internacionales!
jada de revolucionarios, arrojó dos bombas El detenido no comprendía bien la relación
de gran potencia y huyó después sin dar lugar que establecía aquel revolucionario entre la
a la respuesta de los tiradores. El pánico y la política internacional y lo que estaba ocu-
confusión que aquello produjo son indescrip- rriendo en Oviedo. Pero después dedujo que,
tibles. Algunos de los presentes saltaron he- al parecer, las bombas arreas caían también
chos pedazos. Miembros descuajados, cráneos sobre los hospitalizados y sobre la población
i
rotos, pellas de carne sanguinolenta contra las pacífica.
columnas de los soportales. Muchos hombres A pesar de que la irritación de los rojos era
huían horrorizados y otros, pálidos, se apelo- evidente, el comité se condujo sin violencia ni
tonaban en el portal de las Consistoriales, te- nervosismo con el prisionero. Mandó que lo
merosos de que surgiesen nuevas explosiones. recluyesen en el Instituto y que le tratasen
Pasados algunos minutos, los revolucionarios con consideración.
se rehicieron y, comentando el suceso, vol- En una de las clases estaban los prisione-
vieron a reunirse en grupos bajo los soporta- ros. No tenían camas, ni mantas, porque los
les. Aquel hecho fué tan espantoso que un colchones había que utilizarlos como parape-
vocal del comité tuvo que bajar a dirigir la to, para combatir. En la; puertas vigilaban
palabra a los compañeros. Había que redo dos guardias rojos. Dos veces al día se les
blar el esfuerzo para apoderarse de Oviedo. j traían conservas y un poco de pan. La verdad
En unas proclamas, que después se publicaron, es que los últimos días faltó la alimentación
se anunciaba el auxilio inminente de los re- y solo comieron los presos algunas galletas.
volucionarios del resto de España para evitar Pero no comían mucho mis los combatientes.
la acción de los aeroplanos. Una tarde el director del Banco fué llama-
-¡Si nosotros tuviéramos aviones!-se oía do enérgicamente
decir a los rojos con insistencia. -¡Ciudadano, a declarar!
Aquella mañana, después del bombardeo, Los demás prisioneros creyeron que empe-
JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 1 33
132

zaban los fusilamientos. Con los ojos enroje- -No, home, no. Esa ye la fórmula.
cidos por el llanto, despedían a la presunta Al banquero le había entrado de repente un
víctima. Uno de los sacerdotes presos, le ben- apetito atroz Se lanzó sobre las galletas y al-
dijo. Cuando salió el banquero, todos queda- ternándolas con grandes tragos de leche no
ron silenciosos, rezando "in mente". daba paz a la boca.
El banquero, lívido, salió detrás del hom- El carcelero le miraba complacido y consi-
bre que le reclamaba, el cual le condujo a deró necesario exhortarle a aceptar el nuevo
otra estancia donde estaba el jefe de la pri- estado de cosas:
sión, un socialista ovetense, que el banquero -Nosotros necesitamos intelectuales, Don
conocía de vista. Sobre la mesa había, una gran Nicanor. Usted tiene que venir con nosotros.
jarra de leche y una caja de galletas. -Pero si yo no sé más que cosas de Banca,
-Siéntese, Don Nicanor. Vamos a tomar y ustedes van a abolir el dinero.
algo. -Bueno; eso ya lo veremos.
Don Nicanor pensó para sus adentros que, -Además, yo creo que ustedes fracasan. Es
condenado a muerte, se le darían las últimas muy difícil organizar de nuevo una sociedad.
viandas. No fué una broma su contestación: -No lo crea, Don Nicanor. Mire usted lo
-Le advierto que estoy desganado... que pasa en Rusia.
-¿A pesar de llevar dos días sin comida? El banquero no consideró prudente conti-
¡ Siéntese, hom, siéntese! Si nosotros non so- nuar en aquellas circunstancias una discusión
mos tan malos como dicen. que podría ser demasiado peligrosa. Calmada
El banquero se sentó, un poco más dueño de su hambre, recordó la de los compañeros de
sí. Realmente, no creía que los rojos llegasen prisión
al refinamiento de convidar a los presuntos -¡Caramba! Me gustaría llevarles algo a
fusilados. los demás presos.
-Pues esta mañana-siguió diciendo el -Non se apure, que ahora mandaré lo que
improvisado alcaide-trajéronme estas galle- queda para que se lo repartan.
tas unos rapaces de Sama, y yo dije: "Pues -Tome ahora un cigarro, Don Nicanor-
voy a convidar a Don Nicanor, que el probin dijo alargándole un espléndido cigarro ha-
debe estar pasándolas negras". bano-. Eso teníalo reservado para usted.
-Entonces ¿no me llamaba para declarar? Cuando el banquero retornó al lado de sus
OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 135
134 JOSÉ CANEL

compañeros, le recibieron llenos de ansiedad. los fugitivos: los que tenían que huir de sus
El iba lanzando bocanadas de humo, casi feliz. casas, incendiadas y deshechas por la dina-
-Pero ¿qué ha pasado, Don Nicanor?-le mita. Familias enteras cargadas con peque-
interrogó el sacerdote-. ¿Ya no nos fusilan? ñas maletas, donde habían colocado lo más
-No, hombre, no. A mí me han convidado indispensable, emprendían el éxodo por la
suculentamente. Y me han dado un puro ciudad, en busca de refugio. Como era arries-
Entré los presos la alegría era extraordina- gadísimo atravesar las calles, estos hogares
ria. Pasaban de la antesala de la desespera- transeuntes cruzaban patios y solares con su
ción a la del paraíso. i mpedimenta de niños y enseres. A veces, era
-¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios!-gemía preciso horadar la pared de una casa para
el sacerdote-. Dios no nos abandona. pasar a otra y así sucesivamente. Hubo fami-
El banquero describió la entrevista, y aña- lia que atravesó siete medianerías, empujada
dió un poco presuntuosamente por el incendio y el tiroteo. Con hachas, cu-
-Además, me han pedido mi colaboración chillos, martillos y ganchos de cocina, los in-
quilinos abrían las brechas salvadoras. A ve-
para el nuevo régimen. Va a ser cosa de pen-
sarlo. Porque, a última hora, uno es un téc- ces, abrían el camino de la sepultura, pues
nico. hubo quien al huír cayó víctima de la lucha
Cuando los presos supieron que se les pre- entablada en la calle
No era raro encontrar en aquellas maña-
paraba algún alimento, paseaban impacientes
nas lívidas, en los portales de algunas casas
de un lado a otro. La tranquilidad les había
alejadas de los lugares de la contienda, una
despertado el apetito. En medio de todo-pen-
familia de funcionario, de artesano, de em-
saban-estos comunistas son unos buenos
chicos. pleado, que tiritaba allí de hambre y de frío,
sin saber qué hacer, después de haber pasado
Por fin, llegó la caja de galletas, la leche en aquel sitio una terrible noche cargada de
y una botella de vino blanco. A los pocos mi- explosiones e iluminada por las hogueras cer-
nutos las viandas se habían agotado, distri-
canas.
buídas equitativamente por Don Nicanor, en- Una de estas familias tuvo que evacuar la
tre los prisioneros.
casa con una anciana enferma. La llevaban
en una butaca, bajo la lluvia, sin saber adonde
Las escenas más patéticas ocurrieron entre
1 36 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS I3;

dirigirse. Unos guardias rojos que tropezaron revolucionarios, con gran estrépito de cula-
con la extraña expedición los condujeron a tas y gritos.
todos al Hospital. Pero la impresión que reci- -¡A ver! ¿Quién vive en esta casa?
bió la anciana al entrar en la gran sala, llena Todos los vecinos fueron diciendo sus nom-
de heridos, fué de tal naturaleza que falleció bres. Cuando le tocó el turno al magistrado,
antes de ser colocada en una cama. Cuando un revolucionario le señaló
el médico de guardia acudió para atenderla, -Este es fascista.
dijo: El magistrado, temblando, dijo
-Aquí no traen ustedes más que un ca- -No; no, señor. No soy fascista.
dáver. -Estuvo en lo de agosto-gritó otro.
Otras veces, los revolucionarios se encon- De pronto, uno de los revolucionarios dis-
traban en los quicios de las puertas con unos paró su pistola contra él:
hombres aterrados, perdidos, a quienes inte- -Toma, para que no mientas.
rrogaban con premura La esposa del magistrado, enloquecida, se
-¿Usted qué hace aquí? arrojó a abrazar a su marido que se derrum-
-Es que se me ha quemado la casa y no sé baba. Le alcanzó en un brazo el segundo dis-
adonde ir. paro del agresor, que salió después guar-
-Pero, ¿usted con quién está? ¿Con el Go- dándose tranquilamente el arma. En la
bierno o con la Revolución? estancia solo se oían las palabras y los ayes
-Pues yo... Mire usted... Yo estoy con de dolor de la pobre mujer que se desangraba.
ustedes. Los demás vecinos, aterrorizados, se acurru-
--Pues ¡hale!, a coger un fusil. caban en un rincón. Solo cuando salió el pelo-
Le empujaban hacia la línea de fuego, y tón revolucionario llevándose a la herida ha-
si el hombre no lograba huír antes de llegar cia el hospital, se atrevieron a acercarse al
al cuartel general, tenía que tomar un arma cadáver.
y pelear por el marxismo.
El magistrado Suárez se había escondido
en una casa próxima a la suya, en compañía
de su esposa. A media mañana, cuando re-
zaban todos el rosario, llegó un pelotón de
En los pueblos
a
EN LOS PUEBLOS

Los pescadores de Cimadevilla. La muerte


del líder.-El alcalde y el cura.

Que el movimiento fué solamente una su-


blevación de mineros, apenas controlada por
las organizaciones obreras, se advierte por la
débil repercusión que tuvo en otros pueblos
de Asturias, incluso Gijón y Avilés. En Gijón,
alentados por José María Martínez, antiguo
anarquista, se sublevaron los pescadores de
Cimadevilla y los obreros de El Llano. Cima-
devilla es un barrio del antiguo Gijón, apreta-
do en un promontorio sobre la dársena. Aque-
llas gentes forman un núcleo social aparte,
odian a los señoritos y cuando pasan por la
calle Corrida, los hombres con sus trajes de
mahón y sus botas de aguas, y las mujeres
con sus cestas de pescado y su charla pinto-
resca e insolente, los paseantes se apartan te-
142 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 143

merosos. Hay siempre en Cimadevilla un fer- de clase, estuvo a punto de prender en los
mento revolucionario. huelguistas. Pero la verdad es que carecían
Pero en octubre apenas tenían armas. Pe- de armamento suficiente y que, además, ya la
learon en la plaza del Ayuntamiento infruc- marinería del buque de guerra había desem-
tuosamente. Cuando apareció frente al barrio barcado, sin que se confirmasen los rumores
el crucero "Libertad" y arrojó las primeras de sedición.
granadas, los pescadores huían hacia el inte- Las fuerzas dominaron fácilmente Cimade-
rior, hacia los barrios obreros, con sus mu- villa y batieron sin grandes pérdidas los pe-
jeres y sus hijos. queños grupos revolucionarios que combatían
El mayor contingente de obrerismo indus- en el Llano. Algunos obreros quedaron muer-
trial lo dan El Llano y La Calzada. Aquellos tos en encuentros aislados. Martínez, el líder,
proletarios han sostenido huelgas heroicas y que había tenido violentas disputas con los
no se han detenido cuando fué preciso en el comités, apareció días después muerto en la
camino de la violencia. El sindicalismo espa- carretera, con un fusil al lado.
ñol ha librado en Gijón batallas reñidísimas, En Avilés los obreros coparon los puestos
si bien el motín ha predominado siempre so- de la Guardia civil, tomaron el Ayuntamiento
bre la lucha organizada. Esta vez, a pesar de y combatieron en contacto con los revolucio-
los esfuerzos de José María Martínez, el sin- narios de Trubia. A Trubia fué conducido Pe-
dicalismo gijonés quedó fuera de la Alianza dregal, político melquiadista, que fué ence-
Obrera. Aquellos anarquistas no olvidaban rrado en una fonda, sin que sufriese otro ata-
las discrepancias que les habían separado que que el de una ligera flebitis. Los mismos
siempre del socialismo, recrudecidas en plena grupos de Avilés volaron un buque, con dina-
República. Por eso el octubre gijonés fué un mita, en San Juan de Nieva, para obstruir el
débil estallido popular, del cual estaba au- paso del puerto a posibles fuerzas llegadas
sente el sector más violento del proletariado, por vía marítima.
que vive la utopía del comunismo libertario, En general, en los pueblos rurales apenas
pero es incapaz de encuadrarse en una disci- repercutió la revolución. En Llanera la lucha
plina revolucionaria. Hubo un momento en fué dura. Pero en Grado y Salas, donde los
que la rebeldía ingénita de las masas y la socialistas locales se apoderaron del mando y
atracción que sobre ellas ejercen las batallas practicaron algunas requisas, la cosa no pasó
144 JOSÉ CANEL
OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 1 45

de un simulacro de revolución. A los comités -Pues aquí... Ya ve usted... No tenemos


locales les parecía indispensable detener al más remedio. Cumplimos órdenes del comité.
cura y al cacique, penetrar en la sala del Tiene usted que entregarnos la alcaldía...
Ayuntamiento y ordenar el cierre de comer- -Hombre... Eso de entregar... Podéis fra-
cios, después de apoderarse de algún aparato casar y entonces ¿qué pasa? Un alcalde tiene
de radio para estar al tanto de lo que pasaba, que mirar lo que hace.
y de algún automóvil que llevase al comité a -Pues nosotros necesitamos el Ayunta-
Oviedo. miento.
Las escenas eran casi las mismas en todos -Bueno; eso es otra cosa. Vosotros váis allí
estos pueblos. Como los guardias se habían y yo no aparezco... Así no se compromete a
concentrado en la capital, no quedaba más nadie.
fuerza pública que los guardias municipales. Se dirigían en tropel al Ayuntamiento .y allí
El grupo de revoltosos llamaba en casa del se instalaban durante algunos momentos. Pero
alcalde como había que hacer algo revolucionario, un
-¿Está Don Arturo? grupo marchaba a casa del cura, que acababa
Salía la señora, temblando de llegar de decir misa y conversar con las
-Pues... no está. Ha salido muy temprano. mujerucas madrugadoras. A los revoltosos y.;
Entonces uno de los agitadores, el de más los conocía el párroco. Eran los díscolos del
carácter, insistía pueblo, los ateos, los "socialistas". El sacer-
-Bueno, bueno. Dígale que salga, que aquí dote, con su bonete deslustrado, les recibía un
no nos comemos a nadie... poco alterado:
El alcalde, que, además, con frecuencia era -Pero ¿qué pasa, muchachos?
de la izquierda, aparecía más amable que de -Pues que ha estallado la revolución, Don
ordinario Federo.
-Pero ¿qué pasa? A mi mujer le ha en- -Bueno, bueno. ¿Y que queréis de mí?
trado miedo y no quería que saliese. -Pues sabrá usted que nos hemos apode-
-Pues... mire usted, D. Arturo... Usted ya rado del Ayuntamiento y somos los dueños
sabrá que estamos en revolución. del pueblo. Queremos que usted cierre la igle-
-Sí. He oído decir que en Oviedo... Ofi- sia.
cialmente yo no sé nada ¿eh? 10
146 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 147

-¿Y por qué? Por eso no se perjudica la en algunos pueblos quisieron asaltar las tien-
revolución... das y las casas de los propietarios. Los comi-
El marxista del pueblo intervenía tés se vieron muy comprometidos para cal-
-Sabrá usted que es una revolución como mar a los grupos, y hasta se dispusieron al-
blo"."La religión es el opio del pue-
la de Rusia. gunas requisas de géneros en los comercios
previas unas notas firmadas por el comité lo-
-¡Válgame Dios, y cómo os estropean el cal para garantía de los comerciantes. Unas
juicio los diarios! La religión es necesaria. cuantas prendas y algunos víveres bastaron
-Pa ustedes-intervenía insolentemente para pacificar a los más exaltados.
uno del grupo. Cuando se supo que las fuerzas habían en-
-Bien, bien. No quiero discutir. trado en Oviedo y que podía darse por derro-
-Usted tiene que venir con nosotros al tada la revolución, el pánico entre los revol-
Ayuntamiento. tosos de algunos pueblos fué extraordinario.
-¿Es que voy preso? Se arrojaron todas las armas al río y los más
-Hombre, tanto como preso, Don Federo... comprometidos huyeron. Al mismo tiempo,
Allí estará el comité. aparecían otra vez en las calles las llamadas
El cura era conducido al Ayuntamiento y gentes de orden, que durante los sucesos ha-
allí pasaba el día, hasta que por la noche le bían permanecido en sus casas temerosas de
autorizaban a regresar a la Rectoral. Mien- las represalias populares Los respetables se-
tras tanto, los grupos se armaban de escope- ñores del Casino, ocultos y temblorosos du-
tas y pistolas y recorrían las calles desiertas. rante una semana, volvían a sus butacas, in-
En la plaza se había reunido el pueblo que sultando a los vecinos y tejiendo la tela de las
comentaba las noticias de la capital, y sobre delaciones y las venganzas.
todo, los acontecimientos locales rodeados allí
de una importancia mucho mayor que las ba-
tallas que a aquellas horas se libraban en Ovie-
do y Campomanes.
El tercer día del movimiento, cuando llegó
la noticia de que había sido tomada la Fábri-
ca de la Vega, la gran victoria revolucionaria,
La fuga de los Comités
XI

LA FUGA DE LOS COMITES

Peña se retira.-La radio clandestina.-El


Comité comunista.-En el chalet del mar-
qué&. - Teodomiro Menéndez, ante los
rojos.

La deserción del primer comité que funcio-


naba en Oviedo se efectuó el día doce. Peña
conocía la derrota de la revolución en el resto
de España y consideraba prudente la retirada
de la fuerza que luchaba en condiciones de
desventaja a causa del bombardeo aéreo.
Estos argumentos pesaban en el ánimo de .
los dirigentes, casi todos amigos de Peña. Pero
no se atrevían a plantear la cuestión en el
seno del Comité donde existían grandes dis-
crepancias con los comunistas. El primer con-
flicto interno se produjo cuando los comunis-
tas de Turón, por indicación de un miembro
del comité de Mieres, anunció por medio de
152 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 1 53

una emisora de radio clandestina, que funcio- su mayoría, llenos de ira por la huída de los
naba en aquel pueblo, la proclamación de la dirigentes, decidieron continuar la lucha.
República Obrera y Campesina de Asturias. -¡Lucharemos hasta morir!-gritaban.
En aquel acto, los socialistas vieron el propó- -¡La revolución ha sido traicionada!
sito de los comunistas de apoderarse del mo- -¡Hay que buscarlos y fusilarlos!
vimiento. Inmediatamente se constituyó un segundo
Nadie se atrevía en realidad a detener el comité, compuesto exclusivamente por comu-
ímpetu de aquella masa armada, a la que se nistas. Cinco muchachos jóvenes y otros dos
había hecho creer que la revolución consti- obreros de alguna edad que decidió continuar
tuía el fin de sus dolores y sus miserias. Ver- combatiendo. Este comité se trasladó a un lu-
dad es que ya empezaba a decaer el entu- joso chalet del marqués de Aledo, en la pla-
siasmo de algunos combatientes, sorprendidos zuela de San Miguel, ocupado desde el pri-
de la resistencia de la fuerza pública; sobre mer momento por los revolucionarios. Las ri-
todo, les amilanaba la acción de los aeropla- cas alfombras de Herrero eran holladas por
nos, contra la cual no tenían medios de com- primera vez por los zapatos de los mineros,
bate, ni siquiera de resistencia, los revolucio- que arrrastraban pellas de lodo y de sangre.
narios. El "hall" estaba lleno de fusiles y de cajas de
En la última conversación que tuvo Peña . municiones. Sobre las mesas y las butacas se
con sus amigos de Mieres, declaró terminan- mezclaban las armas y las prendas de los
temente que él abandonaba la lucha. Lo hizo combatientes. Montones de proclamas se es-
así. Preparó con otros amigos un automóvil parcían por el piso y salían hasta el jardín
y huyó de Oviedo. Aquel mismo día entraba enarenado. Un entrar y salir constante de
la columna de López Ochoa en la capital. Los hombres que pedían armas, y de mujeres que
miembros socialistas del comité, ante esta de- buscaban los vales de los víveres, daban al
cisión del que consideraban el hombre más chalet aire de improvisado campamento.
representativo del movimiento, se fugaron Lo primero que hizo el comité fué acordar
también. Quedó sólo un comunista, que deci- que compareciese Teodomiro Menéndez, como
dió inmediatamente convocar a una reunión a socialista significado. La excitación de los
todos los jefes de grupo Estos, comunistas en obreros era tal en aquellos momentos, que mu-
1 54 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 155

chos hablaban de la necesidad de fusilarlo. presidente-. Pero ten en cuenta que van a
Un comunista se opuso exigirse responsabilidades.
Teodomiro no ha estado nunca con la re- -Parece imposible-empezó diciendo Teo-
volución. Pero no ha engañado a nadie. El no domiro-que quien lleva cerca de cuarenta
puede cargar con culpas ajenas. años de militante, defendiendo a los traba-
Prevaleció el criterio de que compareciese jadores, reciba de vosotros un trato tan injus-
para notificarle la fuga de sus compañeros. to. Estoy sufriendo los mayores dolores de mi
Dos obreros armados fueron a buscarle por vida. No sé si sabréis que mi mujer está gra-
encargo del comité. vemente enferma, y que a los desastres de
estos días se añade para mí la terrible pena
--Si no quiere venir-dijo el presidente--
de ver cómo mi compañera puede morirse de
me lo traéis a la fuerza.
un momento a otro. Compañeros, sabéis de
Media hora después apareció Teodomiro,
sobra que he sido opuesto a la revolución;
en medio de los guardias rojos. Cuando estu-
que desde el primer día la doy por fraca-
vo en presencia del nuevo comité, un poco pá-
lido y excitado, protestó sada...
Estás equivocado-le interrumpió alguien
-Me habéis mandado a buscar con gente
armada, como a un enemigo. No me explico ajeno al comité.
este trato, camaradas. -Eso es de cobardes-murmuró otro.
Entre los miembros del comité se armó un -¡Silencio!-gritó el presidente-. Es pre-
gran barullo: ciso oír. El camarada habla sinceramente. Lo
-¿No sabes que se han escapado todos tus que no aguantaríamos es que mintiese.
compañeros? Habéis traicionado a la revolu- -Comprenderéis, camaradas-siguió di-
ción. ciendo Teodomiro-, que por no engañar a
-Nos habéis engañado-rugía otro. nadie dejé de sumarme a ella. Yo creo que
La revolución no está vencida-gritaba con los elementos que tiene el Gobierno, mien-
el que parecía más sereno. tras no se levante España entera, no hay triun-
Teodomiro Menéndez, exclamó: fo posible.
-Ya me diréis cuándo puedo hablar. ' -Madrid se ha sublevado-dijo uno.
-Habla-dijo el que ejercía la función de --No es cierto. Desgraciadamente, las noti-
OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 157
156 JOSÉ CANEL
Todos se levantaron. Los que no tenían ar-
cías de la radio son auténticas. En Barcelona
se ha rendido la Generalidad y en Madrid no mas, las cojían en medio de una gran confu-
sión:
hubo más que tiros sueltos. No hay que, ha-
-¡Hay que morir matando !--decía uno.
cerse ilusiones. La revolución está vencida.
-¡Atacaremos con dinamita! ¡ A ver, lla-
Prolongar la lucha es aumentar la catástrofe.
mara los de Turón, que vengan a vernos!--
-Camarada-declaró el presidente-, a tí
dispuso el presidente del comité.
no te hemos llamado para que dés consejos. A Teodomiro ya no le hacían caso
La lucha seguirá, porque los obreros quieren -¿Puedo volver a mi casa?-preguntó al
continuar. A tí te hemos llamado para noti- presidente.
ficarte que ante la huída de tus compañeros
-Puedes volver. La consigna ahora es "T.
socialistas, que formaban parte del comité, se
R. S." ("Trabajadores rojos, salud"). Te lo
ha constituido otro que toma la responsabili- digo, por si te detienen.
dad del movimiento. Te lo comunico para que Mientras, los revolucionarios discutían a gri-
el día de mañana cada uno quede en su lugar. tos y se oía un estruendo de armas y de mue-
-Bien. Me doy por enterado. Pero permi- bles, mezclado con blasfemias y amenazas,
tidme que os diga que, a mi juicio, mis compa- Teodomiro Menéndez, líder durante muchos
ñeros no podían hacer otra cosa. años de los trabajadores asturianos, bajaba
-¡Son unos traidores!-exclamó alguien. derrotado y triste hacia su casa. Pensaba, sin
-Y además-insistió el presidente-se ha duda, que todo se había perdido; que los sue-
dado orden de detención contra ellos. Ten- ños esparcidos a través de tantas campañas
drán que responder de su fuga ante el Tribu- generosas y entusiastas habían dado solo una
nal revolucionario. cosecha de decepción y de sangre. El no huía;
-¿No permitís, en nombre de nuestros en su corazón humanitario y sentimental man-
ideales, que insista en lo que creo un deber? daban más los afectos que los intereses de la
-No puede ser, camarada. Estarnos decidi- revolución. Comprendía que su obra había
dos a continuar... terminado entonces, y no le importaba que
En aquel momento entró en la estancia un acabase también su poder sobre las masas. El
revolucionario dando grandes voces: suyo era el fracaso de un socialismo que qui-
-Ha entrado una columna en el cuartel de so reformar el mundo por la palabra, instru-
Rubín. Llegó por la carretera de Avilés
CANEL JOSÉ

mento demasiado frágil en un ambiente de


violencias. El que durante muchos años quiso
la salvación de los parias, en aquel momento,
mientras tronaban las explosiones y silbaban
las balas de las ametralladoras enloquecidas,
solo pedía la salvación de su compañera de
siempre, de aquella mujer humilde y laborio-
sa que ahora respiraba dificultosamente en el
lecho, con los ojos semicerrados por la fie-
bre.
difíciles
Momentos
MOMENTOS DIFICILES

La entrada de López Ochoa.-Escenas de la


Puerta Nueva.-Fuga del segundo Comité.
La huella de Nerón.
XII
Desde aquel momento el desorden y la con-
fusión predominó en el campo revolucionario,
a pesar de las órdenes tajantes del nuevo co-
mité y del arrojo de que daban prueba toda-
vía muchos revolucionarios.
López Ochoa había entrado por sorpresa
con su columna por la carretera de la Costa,
recogiendo algunos puestos de la guardia ci-
vil que llevaban sitiados muchos días, y some-
tiendo fácilmente a los revolucionarios, desde
Salas a Lugones. Por cierto, que cuando se pre-
sentó ante el cuartel de Rubín, las tropas que
allí resistían les hicieron fuego creyéndolas
enemigas. Ya en el cuartel, el general. orga-
nizó la reconquista de Oviedo. Pero no puede
decirse que la ciudad quedase en su poder in-
11
162 OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 163
JOSÉ CANEL

mediatamente. Hubo que luchar, y solo cuan- deada la cintura por las cartucheras quitadas
do las tropas del Tercio y Regulares llegaron, a los guardias muertos.
fueron rechazados los revolucionarios hasta Se veía que necesitaban aturdirse y que
retirarse a los pueblos de la cuenca. después de una semana de combate, respiran-
El segundo comité no presidió más que do pólvora y sangre, con el presentimiento de
anarquía y represalia. Ante la noticia de que la derrota inminente, habían entrado en la
habían entrado tropas se recrudecieron los vía muerta de una extraña desesperación. To-
saqueos y la indisciplina. Las patrullas que lle- das su palabras rezumaban sarcasmo, bebían
gaban a los prostíbulos de la Puerta Nueva, sin ton ni son, mojándose las manos que les
allí se quedaban. Las mujeres temblaban, ardían con el calor de las armas recalenta-
apelotonadas en la cocina, pero los mineros das por los disparos. A la luz de las velas, que
las sacaban de allí y les hacían bailar, jaleán- estampaban en las paredes sombras vivientes,
dolas con las manos, llevando el compás con aquella juerga sombría y forzada era lo más
las culatas de los fusiles. De una taberna pró- triste de la revolución. Todos bebieron de tal
xima llevaron cajas de vino y de cerveza, y modo que de madrugada estaban enfermos o
bajo el ruído de los disparos se oían los can- inconscientes. Dominados por el cansancio,
tares de los borrachos, más tristes en la noche fueron cayendo, uno aquí y otro allá, en la
del Oviedo en ruinas. Las muchachas tenían escalera, en el comedor, en los cuartos de la
miedo y hambre y sobre las rodillas de los casa. La madrugada turbia, cenicienta. ho-
revolucionarios no temblaban de pasión sino rrible, encontró amontonados aquellos falsos
de pánico. Había una que era de Langreo y cadáveres que permanecieron allí muchas ho-
preguntaba ansiosamente por sus hermanos, ras, mientras caían en las calles otros com-
que sin duda habrían estado combatiendo des- batientes para no levantarse más.
de el primer día. Pero nadie le daba razón de
ellos Un minero la consolaba Algunos de los miembros del primer comi-
té fueron capturados el mismo día de su fuga.
-No te preocupes, guapina. Si están en el 'El segundo comité deliberó acerca de la pena
hospital, allí no hay tiros; y si murieron, me- en que habían incurrido. Había quien propo-
jor pa ellos. nía fusilarlos. Al fin, se impuso el criterio más
Algunos bailaban con el fusil colgado, ro- benévolo y se les perdonó, con tal de que to-
164 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 1 65

maran las armas para combatir. A las órde- cilantes, nerviosos, que no parecían ser los
nes inmediatas de los jefes de escuadra, los mismos de la víspera, cuando se encargaron
antiguos dirigentes pelearon en vanguardia tan gallardamente de la dirección del movi-
contra las tropas del general López Ochoa. miento.
En realidad, al segundo comité nadie le -Yo creo-dijo Ramón Tol-que debéís
obedecía. Los revolucionarios actuaban por su reunir a los jefes de grupo y ordenarles que
cuenta y toda iniciativa cuanto más temera- no consientan ni siquiera que se hable de eso.
ria y extremada que fuese, era bien recibida -Pero ¡si no hacen ningún caso! Están
por los grupos. Había empezado, si así puede obrando por su cuenta. El movimiento se nos
decirse, el período del terror, porque si bien va de las manos-confesó el presidente pre-
la dinamita había sido usada desde el pri- ocupado.
mer momento, siempre respondió a ciertas -Pues hay que tomar alguna medida-re-
exigencias del combate. Ahora se utilizaba puso el médico-. Si se lleva a efecto lo que
sin objetivo concreto, por el simple afán de dicen, no sólo sería un acto de barbarie, sino
destruir. La revolución había enloquecido y que desacreditaríamos nuestra revolución.
se lanzaba vertiginosamente hacia el caos. -Tienes razón, camarada. Pero ¿estás se-
¿Qué iba a pasar? Ramón Tol, el médico guro que se habla de eso?
que ya conocen nuestros lectores, que alterna- -Segurísimo. Lo he oído a varios en menos
ba la cura de heridos con la lucha activa, em- de una hora.
pezó a notar que entre los combatientes to- -Pues hay que hablar con los jefes de
maba cuerpo la idea de destruir la ciudad. Ya grupo. No queda otro remedio.
que no se podía vencer, y las fuerzas del Go- -Es que les llamamos y no vienen-dijo
bierno avanzaban sobre Oviedo, que no en- otro del comité.
contrasen más que escombros. Aquella idea -Mira-declaró un tercero-lo mejor es
neroniana no la sustentaba nadie en particu- dejar esto. Que ellos se las entiendan.
lar; pero tenía ya una existencia difusa entre Ramón Tol creyó que aquella proposición
los revolucionarios. El médico, aterrado ante levantaría un tumulto de protestas; pero vió
tal propósito acudió a la casa donde actuaba con asombro que los demás se callaban, como
el comité y expuso a éste sus temores. La ver- si meditasen o estuviesen de antemano con-
dad es que se encontró con unos hombres va- formes. El temor y la decepción se había apo-
óCTUBRE ROJO ÉN ASTURIAS 167
166 JOSÉ CANEL

--Si no es pa nosotros, camarada, que no


derado también del segundo comité. Se vela
sea pa nadie.
que carecía de autoridad, de iniciativa y de
Fueron a San Lázaro donde estaba empla-
energía Entonces Tol exigió que el presidente
zado un cañón, y allí nadie quiso oír nada de
le acompañase para entrevistarse con algunos
comités, ni de dirigentes
jefes de grupo. Por el camino, aquél se lamen-
-Creo que los comités se escaparon. Bue-
taba con el médico
no, pues nosotros no dejamos esto. ¡ Valientes
-Esto ha nacido sin cabeza, camarada. No vainas los dirigentes!
sé cómo vamos a salir. Tengo la impresión de Los dos revolucionarios se retiraron conven-
que tenía razón Teodomiro: nos han dejado cidos de que ya no había manera de contro-
solos; fuera de aquí no pelea nadie. lar a las masas desmandadas. El presidente
-Pues propongan la retirada-dijo Tol, del comité declaró que él abandonaba el
convencido de que tenían razón. puesto. Cuando llegaron al chalet de Herre-
-¿Y quién se atreve a proponer semejan- ro, los demás ya no estaban. El segundo co-
te cosa? Dirían que estábamos vendidos. El mité también había desaparecido.
otro día un jefe de escuadra me puso la pis- Ramón Tol comprendió que era preciso a
tola al pecho porque le dije que no permitía toda costa evitar la catástrofe. En su viaje a
saqueos. Langreo había podido comprobar que allí ha-
-Pues es un problema que hay que plan- bía un jefe valiente, de gran ascendiente en-
tear. tre los obreros de todas las significaciones.
El médico y el presidente se dirigieron a Este jefe, Belarmino Tomás, quizá pudiese
la estación del Norte donde estaban las avan- tomar a aquellas alturas las riendas del mo-
zadas revolucionarias. Hablaron con algunos vimiento. El médico buscó un coche de la
jefes de grupo que apenas daban importan- Cruz Roja y pidió que se le llevase a Sama
cia al asunto. Uno de ellos aseguró para un servicio urgente. A regañadientes, el
jefe del Hospital autorizó el viaje.
-Todavía triunfaremos, camaradas. No
Ya en Sama, Tol encontró a Belarmino en
hay que apurarse. Las tropas se metieron en
el Ayuntamiento, ocupándose del aprovisio-
el cuartel y no se atreven a salir.
namiento del valle de Langreo. Belarmino To-
-Pero volar Oviedo sería una barbaridad
más, con la boina puesta, el gesto sereno, la
--dijo el médico.
1 68 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 169

Belarmino decía
mirada inteligente, rodeado de gente pidien-
-Nos ha faltado dirección. Pero además,
do vales, tardó bastante tiempo en poder aten-
contra la aviación no se puede luchar. Hay
der al médico. Por fin, ambos hablaron larga-
mente. Belarmino conocía la situación de que tener, por lo menos, armas iguales.
Oviedo, y sabía, además, que las tropas avan- A la entrada de Oviedo nadie les pidió el
volante de circulación, ni la consigna. Se oía,
zaban desde Gijón y San Esteban de Pravia.
sin embargo, fuego de cañón y de fusilaría.
Era urgente, desde luego, organizar la reti-
Aquella tarde los aviones volaron de nuevo so-
rada
bre el cuartel, y arrojaron víveres. Los revo-
-Pero esto es lo más difícil-declaró Be-
lucionarios dispararon contra ellos inútil-
larmino-. Al fin y al cabo una revolución es
mente.
una guerra y en la guerra lo más difícil es Belarmino se entrevistó con varios de los
una buena retirada. combatientes más significados y aquella noche
-Es que, además-repuso Tol-los hay se convocó una reunión en el chalet de He-
que mientras tengan armas no se retiran. rrero, donde ya no quedaban más rastros del
-No hay quien les convenza que en el resto segundo comité que botellas vacías e innume-
de España ha fracasado todo. rables cigarros. Asistieron la mayoría de los
-Pero lo grave es que hablan de volar la jefes de grupo y muchos socialistas y comu-
ciudad.
nistas significados. Allí se reconoció que era
-¿Dicen eso?-preguntó Belarmino alar-
preciso trasladar fuera de Oviedo la dirección
mado. del movimiento. En el caso de que las tropas
Se habla de eso con demasiada insisten- que venían sobre la capital, lograsen apode-
cia. rarse de ella, quedaba aún la cuenca minera,
-¡ Ah! Hay que hacer algo. Yo voy con donde los rojos se consideraban invencibles.
usted ahora mismo a Oviedo. En montañas casi inaccesibles, conociendo el
Durante el trayecto no hacían más que en- terreno palmo a palmo, abastecidos por sus
contrar obreros que retornaban a sus casas, familias, la lucha podría prolongarse indefi-
con sus fusiles al hombro. Habían desapare- nidamente y Asturias podría continuar sien-
cido los guardias que antes exigían los pases do baluarte de la revolución proletaria. Esta
a los coches Todo tenía un aire de desola- ara la idea de los combatientes de más presti-
ción, de desilusión y de derrota.
170 JOSÉ CANEL

gio. Estos no contaban, sin embargo, que ya


en la masa había entrado la depresión; que
faltaba la ardiente ilusión de los primeros
días, y que era imposible reconstruir lo que
con la retirada de Peña se había deshecho: la
convicción del triunfo, el espíritu generador
de la victoria. Belarmino y el médico com-
prendían perfectamente que todo estaba per-
dido; pero sabían también que solo de un
modo indirecto, dando rodeos, era posible lle-
gar a la terrible conclusión de que había que
capitular. Por eso asintieron a todo, con tal
de ir ordenando un poco el caos, echando fre-
nos a la desesperada reacción de las masas.
Después de combinar un nuevo ataque a la
cárcel, al cuartel y al Gobierno civil, para el
día siguiente, el nuevo comité salió en el au-
tomóvil de la Cruz Roja para Sama de Lan-
greo. Era el primer paso para la capitula-
ción.
La capitulación
XIII

LA CAPITULACION

Los últimos ataques—Faltan municiones.-El


tercer comité decide la retirada.-La en-
trevista con el general.

El día dieciséis se atacó briosamente las po-


siciones enemigas. Se trataba, sobre todo, de
apoderarse de la cárcel, donde se encontra-
ban significados revolucionarios, cuya incor-
poración influiría indudablemente en el áni-
mo de los combatientes. No fué posible. La
guarnición resistía y por dos veces rechazó
con bayoneta calada el asalto de los sitia-
dores.
Al atardecer, éstos pidieron más municio-
nes. Pero del cuartel general les contestaron
que se necesitaban para atacar el cuartel, de
donde pretendían salir las fuerzas de socorro.
Hubo, pues, que suspender el ataque a la cár-
cel. Como se suspendió el que se había ini-
ciado al Gobierno civil, defendido todavía
J74 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 1 75

desde la catedral. Los revolucionarios, con las cendidas, los rumores más absurdos bastaban
cartucheras agotadas, se pedían unos a otros para avivarles el fuego de la fe y el fervor
municiones de la lucha. Pensaban que un poder misterio-
-¿Es que no quedan ya cartuchos?-pre- so obraba casi milagrosamente en aquellas
guntaban a los jefes de grupo. jornadas. El impulso que a ellos les llevaba a
-No. Se han mandado buscar a Sama. Pero morir por las ideas, creían que tenía sufi-
hoy tenemos que arreglarnos con las cajas ciente fuerza para obrar en todos los actos
que nos entregaron por la mañana. de la revolución. En una palabra, confiaban
Aquello era desmoralizador. Se vela a los en el poder y la fuerza de su clase, tal como la
mineros, apoyados en los quicios de las puer- habían exaltado sus propagandistas en dis-
tas, con el fusil tirado en el suelo, aburridos cursos y proclamas.
-¿No combates, chacho? Cuando el comité recibió la petición de mu-
niciones, comprendió que se habían agotado.
-¿Con qué? No me queda ni una bala.
Gestionó, sin embargo, en Mieres algunos re-
-Chico; esto va muy mal...
-Los dirigentes, que nos han abando- fuerzos. Allí las tropas habían logrado rom-
nado... per el cerco de Vega de Rey y avanzaban en
medio del pánico de pueblos y aldeas. El co-
Se había hecho un verdadero derroche de
mité, que se reunía, en el Ayuntamiento de
municiones. Como la revolución había careci-
Langreo, recibía noticias pesimistas de todas
do desde el primer momento de una concep-
partes. Por fin, Belarmino Tomás planteó la
ción técnica, militar, y había estado encomen- cuestión
dada solamente al valor personal y a la au-
-Señores, la situación es insostenible. He-
dacia de los obreros, éstos desconocían el mos luchado hasta última hora. No queda más
valor de las municiones. La toma de la Fá-
que capitular.
brica de la Vega les había alucinado; creían El comité aún se resistía. Había que ente-
que aquellos pertrechos no se acababan nun- rarse personalmente de la situación en Ovie-
ca; que los barcos de guerra sublevados lle- do, explorar el ánimo de los combatientes,
garían de un momento a otro con refuerzos; conocer exactamente la situación de las tro-
que Rusia enviaba su flota hasta las costas pas. Al día siguiente, los diferentes miembros
cantábricas para ayudar la epopeya de lou del comité salieron hacia Oviedo y Mieres.
montañeses asturianos. Almas simples y en-
176 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 1 77

para realizar una labor de exploración. Las Sarna el tercer comité de la revolución. Había
i mpresiones no podían ser más desconsolado- circulado el rumor de que se iba a suspencler
ras. En Mieres habían comenzado las luchas la lucha y en la plaza empezó a congregarse
entre los propios obreros, y empezaba a te- el público, compuesto de obreros y de familias
merse colisiones internas. En Oviedo, la des- de los combatientes. Mientras el cnrnité deli-
moralización alcanzaba caracteres alarman- beraba, abajo se hacían apasionados comenta-
tes. Menudeaban las riñas y los disgustos. Las rios acerca del desenlace de la jornada Eran
deserciones se hacían en masa, ya sin pretex- pocos los que sostenían la necesidad de conti-
tos ni disculpas. Los asaltos a. las tiendas, las nuar resistiendo. En el fondo, aunque la ma-
borracheras, los escándalos eran mucho más yoría se negase a confesarlo, todos deseaban
frecuentes. Las guardias no se hacían con re- el armisticio. Los horrores de aquellos diez
gularidad y los enlaces apenas funcionaban. días habían torturado a todo el mundo y el
Si las fuerzas del cuartel de Rubín hubieran que más y el que menos llevaba impresa su
salido en muchos momentos, se hubieran apo- huella en el corazón.
derado fácilmente de la ciudad, inaccesible La conferencia del comité fué muy labo-
días antes para todo un cuerno de ejército. riosa. Todos coincidían en la necesidad de ca-
Las municiones estaban a punto de agotarse, pitular; pero donde discrepaban era en las
condiciones de la rendición Había incluso
y solo el cañón y la dinamita atesti-,uaban,
de vez en cuando, que la revolución no había quien pretendía que el general López Ochoa
reconociese, previamente, que los emisarios lo
enmudecido todavía. Por las calles no se veían eran del ejército rojo. Si la emisora de Turón
más que gentes que recogían restos del botín,
había anunciado la proclamación de una su-
portando toda clase de objetos, rebuscando
puesta República Obrera y Campesina de As-
en los escombros, desvalijando los cadáveres.
turias, era congruente que existiese un ejér-
Se veía a la legua que aquellos no eran de los
cito que negociase.
que habían combatido, sino que salían de sus Por fin, se llegó a un acuerdo. Para el cese
escondrijos para aprovecharse de la pausa de de las hostilidades se le propondría al general
la, revolución. en jefe que no entrasen las tropas en plan de
Las impresiones de los comisionados no po- guerra en la cuenca minera, y que en van-
dían ser peores. El día diecisiete, por la ma- guardia no figurasen las fuerzas coloniales.
ñana, quedó reunido en el Ayuntamiento de
12
17 8 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 179

Por su parte, los revolucionarios se compro- enemigo, que lleva el incendio y la muerte en-
metian a suspender la lucha y abandonar la tre sus garras.
capital y la cuenca minera. Fué Belarmino Tomás, en unión de un te-
Belarmino Tomás salió al balcón y dió niente de la Guardia civil que figuraba como
cuenta del acuerdo al público que esperaba. prisionero de los revolucionarios, el teniente
Habló con sencillez y emoción del esfuerzo Torrens, el encargado de trasmitir al general
de los revolucionarios, de las condiciones de López Ochoa la propuesta. Torrens, al pare-
inferioridad en que éstos se encontraban, de cer, conocía al general y atestiguaría que el
la sangre derramada y de los hogares devas- emisario representaba al comité revolucio-
tados. "Seguimos creyendo-dijo-que es nario.
nuestra la razón y no nos resignamos a per- Los negociadores llegaron al cuartel de
derla, por haber perdido esta vez". Terminó Rubín con las manos en alto. En realidad, los
preguntando a la improvisada asamblea centinelas los hicieron presos desde el primer
momento. Al dar a conocer la misión que lle-
-¿Aprobáis el acuerdo del comité? vaban, el general les hizo pasar a su presen-
Un grito unánime, sofocado en parte por la cia. Belarmino Tomás le hizo notar, primera-
emoción, respondió mente, que los obreros trataban con un gene-
-Sí. ral republicano, y después le dió cuenta de las
Querían la paz, no por convicción, ni por condiciones de la capitulación. El general,
arrepentimiento, sino por cansancio, por ago- por su parte, propuso las suyas: entrega de
tamiento físico, por deseo de reposar sin la la cuarta parte del comité revolucionario;
terrible sacudida de la lucha. ¡Hacía tanto entrega del armamento y cese absoluto de las
tiempo que no comían tranquilos, que se ra- hostilidades.
cionaban los víveres, que tableteaban las ame- A mediodía quedó acordado el pacto El co-
tralladoras sembrando el sobresalto a lo lar- mité hizo circular las órdenes de retirada,
go del valle! Por fin, dejarían de aparecer que se cumplieron con alguna dificultad. El
sobre las cumbres los pájaros atroces que propósito de los dirigentes era abandonar
portaban las bombas. Ya se podría andar por Oviedo aquella misma noche, pues ya les pi-
las calles sin miedo, y sin consultar a cada saban los talones las tropas coloniales.
paso los ruidos del aire, el vuelo sigiloso del
La evacuación de Oviedo
XIV

LA EVACUACION DE OVIEDO

Dificúltades.-El cañón díscolo.-Silencio en.


las ruinas: Vuela el Instituto.

Aquel extraño campamento que había sido


Oviedo durante once días, iba a ser levantado
en el término de unas horas. El hombre echa
raíces en todas partes, incluso en la guerra,
incluso en la miseria, en. l a cárcel y en el hos-
pital. A pesar de las penalidades de aquellas
siniestras jornadas, a pesar del peligro cons-
tante, de la fatiga y la necesidad había mu-
ehos hombres encariñados con la revolución.
Volver a la dureza de la mina, a la monóto-
na faena de todos los días, después de haber
soñado con una existencia nueva, rotas las
cadenas del trabajo manual, era una amarga
prueba. Cuando les delegados del comité lle-
garon con la indicación de suspender la lucha
y retirarse hacia Langreo, se encontraron con
la negativa de muchos.
184 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 1 85

-¡Lucharemos hasta morir!-decían. demostrar que los obreros no cumplían el pac-


-Cuando no queden balas, atacaremos a to. Decidió ir él mismo a someterlo, seguido
navajazos. de un grupo de incondicionales.
En algunos puestos los revolucionarios per- El cañón estaba servido por un artillero de
manecían tumbados, sin hacer caso de las ór- Trubia, que disparaba a las órdenes de un
denes que se les trasmitían. Exaltados o de- grupo de Mieres. Belarmino se dirigió al ar-
primidos, los mineros no acababan de resig- tillero
narse a abandonar la capital. Y los que lo ha- -Pero, ¿no habéis recibido órdenes de no
cían se negaban en redondo a entregar las disparar más?
armas. -Es que a mí me obligan. Yo estoy dispa-
Belarmino Tomás tuvo que recorrer los rando a la fuerza.
puestos, en unión de los jefes comunistas para -A ver ¿dónde está el jefe del grupo?
que la orden fuese obedecida. A regañadien- El jefe del grupo, un mozo achaparrado,
tes, los mineros más reacios tomaban asien- con la camisa desabrochada y el gesto hostil,
to en camionetas y camiones, protestando apareció en la puerta de una casa próxima.
-"Pa" eso pudimos ahorrarnos tanto Llevaba una pistola en la mano, y le seguían
desastre. media docena de hombres armados.
-Nos han engañado-decían los más dís- Belarmino se dirigió a él:
colos. -¿No me conoces, camarada?
Pero ya en el vehículo se alegraban de que El aludido le miró un poco sombríamente.
la pesadilla terminase, y estaban deseando Después respondió
llegar a sus casas para dormir de una vez mu- -Sí. Ya sé que eres Belarmino, el de Sama.
chas horas, sin el duermevela de las trágicas -¿Cómo no habéis hecho cesar el fuego?
jornadas El comité lo ha acordado.
El cañón de San Lázaro seguía tronando, -Yo no entiendo de comités-respondió el
sin embargo. Se les había enviado varios re- minero alterado-. Unos dicen que, los comi-
cados a los que combatían para que cesase el tés se han fugado; otros que se está tratan-
fuego, inútil por otra parte, porque las gra- do con las tropas. Y yo no sé nada. A mí el
nadas carecían de espoleta. Belarmino esta- que me nombró para esto fue Peña, y no me
ba irritadísimo, porque aquel cañón parecía dijo todavía que lo dejara.
OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS187
I86 JOSÉ CANEL

hablaba entre los grupos. Según iban saliendo


-Nosotros no nos rendimos-intervino otro los revolucionarios, la ciudad aparecía más
de los mozos armados-. Si quieren el cañón trágica, silenciosa, devastada. Después de mu-
que vengan por él. chos días de espantoso tumulto, donde se mez-
Belarmino les habló serenamente de las con- claba el rumor humano al ruido de las ar-
diciones en que se había acordado la rendi- mas, aquella calma era quizá más angustiosa.
ción. La lucha estaba perdida, y era preciso En el atardecer bituminoso, los rescoldos hu-
evitar las represalias en los hogares de la meantes de los incendios, el paso asustado de
cuenca. La idea socialista no había sido de- algunos transeúntes, las esquinas estrangula-
rrotada, y ellos ya tendrían ocasión de vol- das, las casas sangrando por sus flancos, todo
ver a combatir por ella. Pero todas las difi- ofrecía un aire pavoroso y cruento. Oviedo, en
cultades que se opusiesen entonces no harían efecto, era una ciudad yerta, parada, desan-
más que perjudicar la causa obrera. grándose en silencio. Ni siquiera los aeropla-
Ante las palabras del líder, los revolucio. nos habían aparecido aquella tarde El último
narios cedieron: motor de los camiones que evacuaban la ciu-
-Pero no entregamos los fusiles, ¿eh? Eso dad, había quedado trepidando en el aire,
de ninguna manera. hasta que se mitigó también como el eco pos-
Belarmino les indicó que ocuparan un trero de la lucha.
camión para regresar a Mieres Los mi- Pero de pronto una explosión inmensa, como
neros, resignados, emprendieron la marcha un terremoto, que hizo conmoverse a la ciu-
hacia el centro de la ciudad. El cañón había dad, como si acabaran de romperse sus raí-
enmudecido por fin, y allí quedó solitario, en ces, como si una montaña se hundiera, reso-
medio de la calle, como una bestia muerta. nó en aquella calma efímera. ¿Qué había
Los mineros arrastraban sus fusiles hacia sido? Había volado el Instituto, donde se de-
los vehículos. Algunos llevaban recuerdos del positaba la dinamita revolucionaria
combate, unas polainas de guardia de Asal- Horas, antes, los prisioneros allí deposita-
to, un sable, una pistola reglamentaria. Otros dos, habían sido puestos en libertad por or-
emprendían la marcha a pie, sin prisa por lle- den del comité. Nadie sabe quién indicó la
gar, esperando que los recogiesen los autos necesidad de volar el edificio. Lo cierto es
del trayecto. Se notaba en todos un gran can- que allí había unas veinte cajas de dinami-
sancio, una indiferencia sin límites. Apenas se
188 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 1 89

ta (cerca de cinco mil cartuchos) y varias ca- ñana uno de los centinelas. Como todos los
jas de bombas fabricadas en La Felguera y días, había entrado en la taberna próxima y
Mieres, algunas hasta de treinta kilos de había; bebido copiosamente. Los compañeros
peso. contaban, que este luchador ejemplar no ha-
A última hora de la tarde, cuatro revolu- bía hecho otra cosa en los diez días de ocu-
cionarios fueron recorriendo las `viviendas cer- pación de Oviedo, que decomisar toda clase
canas para que fuesen desalojadas por los in- de bebidas y libar incesa ntemente Se pasaba
quilinos. Estos, llenos de pánico, ni siquiera los días borracho.
preguntaban a qué obedecía aquella medi- Los revolucionarios quisieron despertarlo;
da. Salían apresuradamente y se trasladaban pero fué inútil. Le sacudían violentamente; le
sin rumbo, al otro lado de la ciudad. Acos- llamaban una y otra vez. v el borracho se-
tumbrados ya estos vecinos a los horrores de guía roncando Entonces uno de los revolu-
cionarios le sacó a rastras del local; pero cuan-
la revolución, nada les impresionaba, y lo úni-
do llegó a la escalera, dijo a sus compa-
co que hacían era obedecer ciegamente las
ñeros
indicaciones de los obreros. Un anciano que -¿Sabéis lo que os digo, camaradas? A
había presenciado curiosamente el curso de
éste debernos dejarlo aquí.
la lucha y al que ya conocían los revoluciona- -Desde luego, si le dejamos no volverá a
rios de aquel sector, inquirió la razón del
beber en su vida.
traslado. Un revolucionario que en vez de luchar
-Es que vamos a acabar con nuestra di- se emborracha, no merece que le salvemos.
namita, para que no nos la cojan. -Tienes razón. Que vaya a beber al in-
-¡Ah, vamos!-dijo el viejo muy conven- fierno.
cido-. Como Cervera en la guerra de Cuba_ Y allí lo dejaron. Rociaron con gasolina el
-¿También hizo explotar la dinamita? piso donde estaba la dinamita, le prendieron
-Dicen que echó a pique los barcos. fuego y huyeron.
Cuando ya en los alrededores no quedaba Minutos después la explosión sembraba de
nadie, fueron alejando a los que hasta en- pánico la ciudad. Al oírla, las gentes salían
tonces habían hecho, guardia en el edificio. empavorecidas de sus casas, dando gritos, co-
Por cierto, que en una de las aulas dormía rriendo de un lado a otro sin dirección fija.
profundamente su borrachera de aquella ma-
190 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 1 91

¿Qué nueva catástrofe se anunciaba con aquel otros camaradas hacían fuego también con
estruendo sobre la ciudad martirizada? ¿Qué fusiles y ametralladoras.
nuevos horrores aguardaban todavía a la po- El oficial que iba en vanguardia se resistía
blación neutral, encogida de miedo, hambrien- a creer que fuese una mujer la que dispa-
ta, abochornada, en cuyos oídos resonaba aún raba.
la barahunda horrorosa de la guerra? -Me gustaría cogerla viva-dijo el te-
Tardó algún tiempo en tranquilizarse la niente
ciudad. Cuando se supo que los revoluciona- Pero a los pocos momentos una descarga la
rios habían hecho saltar sus explosivos, na- derribaba sobre un seto del camino. Recha-
die estaba seguro de que no existiesen otros zados los revolucionarios, los militares estu-
depósitos y que no continuasen las temibles vieron contemplándola, un poco sorprendidos
explosiones. de aquel heroísmo para ellos incomprensible.
La calma no renacía, a pesar de todo. En "Libertaria" quedó allí, como un charco rojo
los barrios extremos de Oviedo se seguía com- en medio del camino, hasta que al día siguien-
batiendo. En el Naranco grupos de revolucio- te recogieron el cadáver las ambulancias y
narios resistían a las primeras fuerzas del fué enterrada en la fosa común. Tenía veinte
Tercio, que llegaban después de accidentadas años y era comunista.
jornadas. La evacuación se había hecho des- Evacuada la ciudad por los revolucionarios
ordenadamente; pero, además, muchos com- y posesionada por completo de ella las tropas.
batientes, seguían todavía en posesión de fu- empezaron a surgir en las calles seres extra-
siles y ametralladoras. Allí fué donde murió ñes, aturdidos, incoherentes, que era como si
"La Libertaria", una muchacha hija de un regresasen de un mundo fantasmal, tras una
anarquista, que se había vestido de rojo para existencia de pesadilla. Las mujeres lloraban
combatir. Parecía imposible que hubieran sin saber por qué, los hombres se contaban
transcurrido varios días de lucha y la "Li- sus lances grotescos o trágicos y volvían a sus
bertaria" estuviese ilesa; con sus ropas ro- refugios, no convencidos de que aquello hu-
jas ofrecía un blanco magnífico. Pero allí es- biese terminado.
taba cuando entraron las fuerzas coloniales, Sin conocerse, las gentes hablaban atrope-
disparando su fusil en un parapeto, mientras lladamente de las angustias de la revolución.
JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 1 93
192

-Y ¿qué pasa en Madrid? ¿Qué pasa en unión de otros huéspedes igualmente aterro-
Madrid? rizados. Al fin, los mineros tomaron la casa y
Un hombre calvo, nervioso, el traje man- detuvieron a todos sus habitantes. El farma-
chado y arrugado, con la huella de no habér- céutico fué llevado a presencia del comité y
selo quitado en muchos días, no,hacía más que sometido a un minucioso interrogatorio
lanzar a todos esta pregunta. A un oficial -¿Qué hacías en esa casa, camarada?
que pasaba por la calle Fruela, también le -Era huésped del hotel Inglés
interrogó anhelante: -¿Dónde vives habitualmente?
-En Madrid.
-¿Qué pasa en Madrid?
-¿Y cuál es tu profesión?
El oficial le miró despectivamente, y res- -Farmacéutico.
pondió
Ah. ¿Farmacéutico? Necesitamos farma-
-En Madrid no pasa nada. ¿Qué va a céuticos. ¿Tú estás con la revolución?
pasar? -Hombre, yo... la verdad. Nunca me mez-
El hombre calvo tenía, sin embargo, razo- clé en política.
nes más que suficientes para hacer esta pre- - Bueno; eres un pequeño burgués sin par-
gunta. Había llegado a Oviedo la víspera de tido. Te vas a encargar de una farmacia de
la revolución. Era farmacéutico en Madrid y la Escandalera. Supongo que no envenenarás
había ido a la capital para ajustar un pedido a nuestros enfermos.
importante de un producto alemán que él re- --i Por Dios: Pero..., mejor sería que lo hi-
presentaba en España. Se hospedó en Oviedo ciese otro. Yo estoy tan impresionado...
en el hotel Inglés, en cuya casa se instaló des- -No hay más remedio. Mejor estarás ahí,
de el primer momento un grupo de guardias que expuesto a un balazo el día menos pen-
de Asalto para impedir el paso de los revo- sado.
lucionarios. Al huésped le despertó el día 6 un El farmacéutico no tuvo más remedio que
horroroso estrépito, carreras y gritos, luego encargarse de la farmacia y despachar los va-
el seco sonido de los disparos. Alguien le dijo les que le mandaba el encargado del hospi-
a voces que había estallado la revolución y tal. Por cierto, que constantemente recibía
que los mineros atacaban el hotel. Tuvo que pedidos exorbitantes de específicos, de ma-
pasar allí dos días sin probar apenas bocado, terial, de toda clase de elementos sanitarios.
internado en las habitaciones interiores, en
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I9¢ JOSÉ CANEL

Su espíritu industrial se sublevaba ante aquel


derroche:
-Hombre-decía a los mandaderos-, de-
cirles que no gasten tanto; que se van a aca-
bar las existencias, y entonces sí que va a ser
ella...
Pensaba, además, que a aquellas horas, en
su querida farmacia de Madrid, se estaría ha-
ciendo lo mismo, creándole una situación irre-
parable. Para aquel hombre la tragedia con-
sistía principalmente en la liberalidad con
que se procedía en materia sanitaria. A úl-
tima hora llegó a tomar tan en serio aquel
problema, que no hacía más que enviar no-
tas al comité con la relación de existencias,
instándole a que interviniese para evitar aque-
llos abusos.
Por eso cuando los mineros evacuaron Ovie-
do, y las gentes salieron a la calle después
de tantos horrores, el farmacéutico pregunta-
ba, obsesivamente, qué pasaba en Madrid.
Saber que su farmacia estaba intacta sería
la satisfacción más grande de su vida
La huída
XV

LA HUIDA

Por los montes.-El grupo de Ramón Tol.-La


noche.-Los vencidos.

Muchos mineros regresaron a sus casas.


Otros coincidieron en Sama donde habían de
ser recogidas las armas, aunque los primeros
días se depositaron bien pocas. Pero algunos
grupos huyeron por el monte, dispuestos a po-
nerse fuera del alcance de las tropas. Algu-
nos porque tenían mayor responsabilidad, y
otros porque la revolución los había puesto ya'
fuera de la ley, incitándoles a una vida de
riesgo y de aventura. Muchos de estos gru-
pos combatieron todavía durante varios días
con la Guardia civil, que les perseguía. Otros
lograron diseminarse por las montañas de oc-
cidente, hacia Galicia, y otros fueron captu-
rados en alguna aldea, sin darles tiempo a
combatir.
El grupo de Ramón Tol, el médico, se di-
1 98 JOSÉ CANEL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS

rigió hacia Occidente, a pie, porque ninguna La marcha se hacía difícil, porque el mé-
camioneta quiso llevarles por la carretera del dico no quería seguir la carretera general, y
interior. Ramón Tol se proponía llegar hasta había trazado con un lápiz un itinerario en
su concejo, perdido casi en los confines de cierto modo caprichoso. Los montes estaban
Galicia, y allí, a caballo y con algún guía ex- encharcados los caminos convertidos en lo-
perto pasar a Portugal. Otros tres jóvenes dazales y el cielo lo surcaban nubes negras,
revolucionarios se ofrecieron a acompañarle. hidrópicas, que amenazaban encallar sobre
-Pero lo primero que tenéis que hacer los campos desteñidos y pálidos.
-dijo el. médico,-es dejar los fusiles. Los cuatro hombres caminaban silenciosos.
-¿Y con qué nos vamos a defender? De pronto uno de ellos murmuró
-Con pistolas. --Esta vez la perdimos...
Es que no tenemos. --Pero otra vez la ganaremos-dijo Ra-
-A ver si encontráis quién os cambie las món Tol, como hablando consigo mismo-
armas largas Nos faltó dirección y unión. No se puede lu-
Por fin, pudieron hacer el trueque. Los cua- char más que con armas iguales. Hoy no es
tro hombres emprendieron el camino sin víve- como el 17, que los mineros pudieron hacer-
res ni equipaje de ninguna clase. El médico se fuertes en el monte y combatir contra los
les dió instrucciones soldados. Entonces no había aeroplanos.
-Vosotros no habléis con los paisanos. De- -Si nosotros hubiéramos tenido aeropla-
jadme a mí, que los conozco bien. El éxito de nos...
la fuga depende de que mañana a estas ho- -Fué lo que más nos desmoralizó. Pero
ras estemos en La Espina. además no tuvimos jefes No basta ser va-
-¿Y no podríamos encontrar un coche que liente para dirigir una revolución. Una revo-
nos llevase hasta allí?-dijo uno de los fu- lución hay que plantearla como una guerra.
gitivos. Aquella noche apenas durmieron. A la al-
-No lo creo probable ni conveniente. Ade- tura de Salas, uno de ellos se destacó a una al-
más, podrían denunciarnos. La cuestión está dea para comprar algo en una taberna. Com-
en llegar a mi aldea antes de que las tropas pró pan y longaniza.
se den cuenta de que por este lado también El médico repartió equitativamente la cena,
puede haber quién se fugue. y después se tumbaron en la espesura del
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monte, en un sitio seco. Ramón Tol no durmió diodía podían estar en la aldea dónde el mé-
apenas, pero sus compañeros se quedaron du- dico tenía la seguridad de encontrar fácil la
rante tres o cuatro horas sumidos en profun- fuga. Entraban en la comarca de Tineo. Ra-
do sueño. El médico tuvo que despertarlos món Tol pensó que aquel paisaje habría asis-
para proseguir el viaje. tido alguna vez al paso de un revolucionario
Había luna y esto les ayudaba a caminar más importante que ellos: Riego, el caudillo
más fácilmente. En las charcas de los cami- constitucional, ahorcado por la reacción. Pero
nos brillaban a veces las estrellas, como obje- Riego no había pasado por allí huído, sino
tos perdidos. Las moles de los árboles, agran- triunfador, con su uniforme nuevo de subte-
dadas por las sombras, parecían abalanzarse niente. Además aquel liberalismo estaba equi-
sobre los fugitivos. Algún perro lanzaba su vocado. Creía que bastaba que la libertad se
ladrido, desgañitado, desde una aldea lejana escribiese en unos códigos para que ya exis-
y otro ladrido venía a enlazarse con el prime- tiera. El médico despreciaba aquella idea des-
ro, para recorrer juntos el silencio de la no- de la altura de su materialismo histórico. Le
che campesina. parecía imposible que pudieran existir gen-
De madrugada llegaron al puerto de La Es- tes tan ciegas que no comprendieran que sin
pina. En aquella altura había un silencio se- libertad económica no hay libertad espiritual.
reno, el de las cumbres solitarias. El alba El médico tenía la costumbre de pensar en
rompía la última tela de la noche otoñal, y marxista. Por eso, a pesar del cansancio, le
asaltaban aquellos pensamientos. Cerca de
los campos empezaban a insinuar sus formas
mediodía les cortó el paso el Narcea, un río
irregulares, sus matices, la mancha de sus ca-
poderoso, que camina largas jornadas bajo
seríos. Los gallos rompían el cristal del aire
abedules, cerezos y castaños. El médico le sa-
con sus kikirikíes metálicos. Para los que ve-
ludaba como a un viejo amigo. En sus cabal-
nían de la agitación de la lucha, de oír la ex-
gaduras por aquellas tierras era su compañero
pIosión de las bombas, el trueno de los caño-
el río, y aunque Tol, poco propenso a la poe-
nes y de la dinamita, aquella calma era cosa
sía, no le trataba con la ternura y la confian-
inesperada y nueva.
za que podría tratarle un poeta, no pudo me-
Los revolucionarios iban indiferentes al pai- nos de conmoverse vagamente ante aquellas
saje. A pesar del cansancio de la jornada iban aguas inmanentes y familiares. Días atrás las
contentos. Habían avanzado mucho, y a me-
OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS 20;
202 JOSÉ CANEL

los víveres. A pesar de lo que les urgía pre-


había dejado para entregarse a la aventura parar la fuga, el hambre era de tal naturale-
de la revolución; había bordeado la muerte y za que no les dejaba espacio para pronunciar
la catástrofe, y volvía a estar allí, aunque de- una sola palabra. El labrador, por su parte,
rrotado y fugitivo, luchador ilegal por una los observaba curiosamente, sorprendido de
idea desinteresada. aquel apetito voraz. Por fin, el médico le dijo
Al atardecer llegaron al pueblo del médi- al campesino
co. Se dirigieron a una casa de labor, donde -Mira, Arturo. Ya supondrás que he to-
un campesino, que trabajaba en la era, se mado parte en la revolución.
quedó asombrado ante la aparición de aquel
-Lo suponía, don Ramón. Pero, ¿ya se
extraño grupo de hombres derrotados, sucios acabó todo?
y famélicos.
--Se acabó y nos han derrotado. Necesito
-Pero, ¿es usted don Ramón?
fugarme a Portugal; pero por Galicia, don-
-Yo soy, amigo Arturo. Y necesito vuestra de tengo amigos. He pensado que vosotros
protección podíais ayudarme.
-Vamos a la casa, don Ramón. Allí ha- -Usted disponga de mí como quiera. don
blaremos mejor. Ramón. Yo estoy para servir a los amigos
-No llames a nadie. Quiero que hablemos cuando llega la ocasión Usted me dirá lo que
a solas. hay que hacer.
Penetraron en la casa y, a través de la cua- Hablaron largo rato combinando el plan.
dra, subieron al piso superior, que olía a heno Se buscarían cuatro buenos caballos, y saldrían
y a manzanas. por la noche, guiados por Arturo, y otro cam-
-Primero, tráenos algo de comer. Esta- pesino camino de Fonsagrada. Al llegar a Ga-
mos desfallecidos. licia cada uno se marcharía por su lado para
no despertar sospechas y procuraría inter-
-En seguida, don Ramón.
narse en Portugal.
El labrador salió y minutos después volvió -Sal a hacer las gestiones; pero no digas
con una enorme hogaza, un jamón y una ja- nada a nadie más que a las personas que te
rra de vino. indico. Estoy seguro que todos nos ayudarán.
Los fugitivos se lanzaron ávidamente sobre
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En efecto, antes de las diez de la noche, es- mineros, astrosos y lentos, llevan desde en-
taban las caballerías dispuestas. Arturo co- tonces en sus aguas la sangre de los parias,
locó víveres en las alforjas de todas, y la pe- mezclada con la escoria y el carbón de la
queña caravana se puso en marcha, alumbra- mina.
da por la luna. Los espoliques iban a pie, de-
lante Uno de los fugitivos, que no había mon-
tado nunca a caballo, tuvo que ser instruido
para dirigir la, cabalgadura. El médico, acos-
tumbrado a montar, marchaba en primer tér-
mino.
Así caminaron varias horas, hasta la ma-
drugada. Como al día siguiente era feria en
Fonsagrada, se encontraron aldeanos a caba-
llo que se dirigían a la villa gallega. En las in-
mediaciones los campesinos, siguiendo las in-
dicaciones del médico, recogieron las caballe- FIPN
rías y se despidieron de los fugitivos. Estos se
abrazaron y cada uno se fué por su lado. El
médico se dirigió a la feria, estuvo en una po-
sada y aquella tarde tomó un autobús para
Lugo. Nadie le reconoció. Con el auxilio de
un amigo paso a Portugal, por Tuy, y más tar-
de embarcó para Francia.
Pero otros revolucionarios, que también ha-
bían huido por el monte, no tuvieron tanta'
suerte. La Guardia civil les persiguió incesan-
temente. Unos cayeron combatiendo y otros
fueron capturados. Rotos, hambrientos, des-
amparados, fueron sucumbiendo sin gloria ni
heroísmo. El Nalón y el Caudal, los dos ríos
I NDICE

Págs.

prólogo -..-........................ . ................ 9


iIn.c-aMlRevourós ............ 29
II.-La lucha en Campomanes . .......... 39
III--El tren blindado ........................... 55
lV,-En el hospital . . . . . . . . . . - ....... 65
V.-Langreo ................................ 7
VI.-Avance sobre Oviedo ..................... 87
VII.-Oviedo en llamas .... ............ 99
VIII-El médico rural ............................. 119
y fugitivos .......... 129
'
X.-En los pueblos ...............-..... 141
XI.-Lafugade losComités . . ............ 151
XII.- Momentos dif íciles........... ................ 161
XII,-La capitulación ............................... 173
XIV.- La evacuación de Oviedo.. . ............... 183
XV.-La huída...................... 197
Se terminó la impresión de este
libro el día 29 de julio de 1935,
los talleres Marsiega, de Madrid,
Menéndez Pelayo, 12.

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