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Algunos problemas en la traducción del quechua1

Margarita Huayhua2
University of Michigan

¡No creas en Apus o curanderos!


Jesús, nuestro Señor, se enojará.3

Introducción
Los académicos han escrito bastante sobre las limitaciones y las
dificultades de la traducción interlingüística e intercultural. Este artículo sugiere
que los conceptos y los significados sobre lo que la gente pretende hacer o hace
en su vida cotidiana no pueden ser traducidos o interpretados de una manera clara
y segura. Por ejemplo, tanto los estudiantes que aprenden quechua como muchos
de los académicos que trabajan en los Andes asumen tácitamente que es posible
una traducción transparente y directa del quechua al español o del quechua al
inglés. Los estudiantes creen que cualquier palabra en una lengua extranjera
puede ser identificada con una palabra de su propia lengua y que la sintaxis de
una lengua siempre es similar a la de otra; por su parte, algunos académicos que
carecen de fluidez en la lengua de la gente a la que están estudiando y que sufren
por las limitaciones del tiempo y del presupuesto contratan a un traductor para
facilitarse el trabajo.

Para tratar este fenómeno, esbozaré algunos aspectos sobre la traducción y sus
complejidades, particularmente en lo que respecta al sufijo chi del quechua.
Además, discutiré las limitaciones de asumir que las traducciones españolas del
quechua son transparentes y están libres de ambigüedades, lo que puede llevar a
malentendidos e interpretaciones erradas cuando estas traducciones españolas
son subsecuentemente llevadas al inglés.

Sobre la traducción a una lengua extranjera

Traducir o interpretar una lengua extranjera para comunicar o captar un significado


o una intención es una operación compleja. Ramírez (2006) advierte problemas de
traducción, particularmente en las Américas, cuando los nativos y los
colonizadores trataban de comunicarse. Los colonizadores carecían de las
habilidades lingüísticas para traducir conceptos importados a las lenguas
americanas y las traducciones literales al español de las lenguas nativas no
bastaban para expresar los conceptos y los significados indígenas, pues carecían
de contexto (305). Incluso los traductores que hablaban por los pueblos nativos
luchaban por expresar las asunciones culturales tácitas que daban significado al
pensamiento nativo. La situación era peor en el caso de las palabras que no
podían ser directamente traducidas. Por ello la comunicación era y es engañosa.
La intraducibilidad de ciertas palabras, conceptos e instituciones se creyó resuelta
en ciertos casos mediante el uso de la palabra nativa, acompañada de la mejor
glosa posible. Sin embargo, la traducción literal o equivalente, incluso escogiendo
la palabra “correcta”, frecuentemente no basta para expresar los significados o
intenciones fundamentales/esenciales de una expresión extranjera. Es crucial
explicar el contexto cultural o la situación circundante.

Becker (1992) sugiere que toda interpretación interlingüística e intercultural es


simultáneamente exuberante y deficiente. Una interpretación es exuberante
cuando

“las categorías de la lengua del intérprete requieren que algo sea añadido al
original para que pueda ser entendible por el intérprete... [y es deficiente
cuando] las categorías de la lengua del intérprete no logran dar cuenta del
patrón de significado en el original” (ver también Mannheim 1992:128).

En cualquier interpretación, la exuberancia y la deficiencia están presentes cada


vez que las categorías de una lengua no se corresponden con las categorías de la
otra lengua. En otras palabras, las exuberancias y las deficiencias son intrínsecas
a toda interpretación interlingüística.

Por ello la traducción no es una tarea simple o carente de problemas y se vuelve


aun más difícil en un contexto en el que un grupo considera que el otro es inferior.
Volcar palabras y conceptos a otra lengua es un proceso complejo (un ejemplo de
cómo la fonología del quechua era traducida en forma deficiente o exuberante se
encuentra en Mannheim 1992). Además, los múltiples significados de algunas
palabras o frases pueden dificultar los esfuerzos de comprensión. Considérese la
palabra runa, que tiene un sinnúmero de significados y como sustantivo puede
hacer referencia a toda la humanidad, a un grupo de personas que hablan
quechua, a un grupo de personas culturalmente identificable, a todos los adultos, a
todos los adultos hombres, a quien es capaz de trabajo productivo, etc. Entonces
aquellos que no logran distinguir estos variados significados se arriesgan a
representar inadecuadamente la complejidad de la palabra.

Tal como refiere Ramírez (2006), los académicos han sugerido varios
procedimientos para resolver algunas de las dificultades presentes en el proceso
de traducción, tales como retraducir el texto a la lengua original, mejorar la fluidez
del académico en la lengua objetivo e intentar escapar del propio marco cultural.
Además, ellos deben reconocer que las personas de dos grupos lingüísticos y
culturales distintos pueden interpretar la misma palabra o frase de diferentes
maneras (308). Por ejemplo, el sufijo causativo chi en una palabra como
llank’achini, entendida como “aquel que está haciendo que otro trabaje”
usualmente es traducido y empleado por hablantes de español como “yo estoy
haciendo que otro trabaje para mí, gratuita e involuntariamente”.

Los hablantes de quechua dirían que ellos no emplean chi para hacer referencia al
trabajo gratuito en el campo. Ellos usan chi con los niños y los jóvenes para
ordenarles la realización de una tarea y ese sufijo no sería utilizado para dar
órdenes a adultos, a menos que fueran dadas por un administrador de hacienda o
por un terrateniente que hable quechua como segunda lengua, para ejercer
autoridad o control sobre los quechuahablantes que trabajan como criados.
Este tipo de sutiles distinciones son difíciles de explicar a estudiantes
angloparlantes de quechua, ya que asumen que debería haber una traducción
clara y segura. Se trata de estudiantes que han aprendido los principios básicos
de la estructura del quechua, tales como la formación de palabras mediante la
adición de sufijos a una raíz quechua para producir verbos, sustantivos,
pronombres o nociones de tiempo y a construir variadas oraciones quechuas en
presente simple, presente progresivo, pasado y futuro. Algunos de ellos, que
sabían un poco de español, afirmaban que la estructura gramatical del español era
equivalente a la estructura del quechua. Esta creencia añadía una carga al
proceso de aprendizaje y comprensión del quechua como una lengua
independiente y diferente del español. Adicionalmente y como consecuencia, los
intentos de traducir el quechua al inglés resultaron más difíciles, un tópico que
trataré en la última sección.

Un día, luego de haber explicado cómo el sufijo chi es usado en la conversación y


cómo podría ser traducido, pedí a mis estudiantes que escribieran oraciones
usando chi y que las tradujeran al inglés. A continuación se presentan algunas de
las oraciones que ellos tradujeron4:
Wawata hanpichini. I make someone cure my baby.
[Hago que alguien cure a mi bebé.]
Waqachini. I make her/him cry.
[Hago que ella/él llore.]
Antukuta qhishwata rimachini. I make Anthony speak quechua.
[Hago que Antonio hable quechua.]
Sipasta asichini. I make the young girl laugh.
[Hago que la joven se ría.]
Hanpiqwan hanpichini. I make the medicine man cure her/him.
[Hago que el curandero la/lo cure.]
Kumariyta wayk’uchini. I make my godmother cook.
[Hago que mi comadre cocine.]

Luego pregunté a mis estudiantes qué implicaba “hacer que alguien haga algo”, a
lo cual me respondieron que ello significa, en general, que uno ha dado una orden
o mandato para que alguien realice una acción. Yo les expliqué que las oraciones
quechuas con chi, en realidad, no implicaban una orden para los
quechuahablantes. A los estudiantes les costó bastante expresar esta complejidad
en inglés. Y obtuvieron las siguientes traducciones:

Wawata hanpichini. I had the baby cured.


[Hice curar al bebé.]
Waqachini. I made him/her cry.
[La/lo hice llorar.]
Antukuta qhishwata rimachini. I made Anthony speak quechua.
[Hice que Antonio hable quechua.]
Sipasta asichini. I made the girl laugh
[Hice que la joven se ría.]
Hanpiqwan hanpichini. I had the medicine man cure her/him
[Hice que el curandero la/lo cure.]
Kumariyta wayk’uchini. I made my godmother cook.
[Hice que mi comadre cocinara.]

Incluso estas traducciones al inglés no transmiten por completo lo que está siendo
dicho en quechua y los estudiantes fracasaron en sus intentos por construir una
regla que especificara cuándo traducir oraciones quechuas que contengan chi
usando made y cuándo usando had5. Por ejemplo, no quedó claro qué
combinación de objeto directo y verbo sería traducida al inglés usando made o
usando had. Los estudiantes comentaron que made y had implicaban un mandato;
sin embargo, sus significados dependían del tipo de verbo con el que eran
empleados. En la oración “I made the girl laugh” (“Yo hice que la joven se ría)”,
made implica un mandato, pero parece que con el verbo laugh (reír) ya no se
mantiene como tal, mientras que si uno combina had con laugh, se mantiene el
significado de mandato. Si uno toma la oración “I had the medicine man cure
her/him” (“Yo hice al curandero curarla/curarlo”), podría interpretarse had como un
mandato, al igual que made, pese a que had es menos marcado que made. En
esta oración no hay nada que nos diga si aquel que cura fue un participante
voluntario o si su participación fue solicitada, forzada, obligada o rogada. Por otro
lado, made definitivamente indica un grado de fuerza. Entonces, ninguna de las
traducciones al inglés arriba registradas transmite por completo el significado de
las oraciones quechuas.

Sobre la traducción del quechua al inglés

En su intento por traducir una lengua extranjera, algunos académicos recurren a la


gramática como un conjunto de categorías universales comunes a todas las
lenguas (Becker 1996) y toman la sinonimia como la norma en la traducción
interlingüística. Estos académicos traducen la otra lengua glosándola en la propia,
palabra por palabra, y asumen que tal traducción es suficiente para captar la
intención de una conversación en curso (para una crítica ver Asad 1986). Si
asumimos que la estructura gramatical es equivalente a través de las lenguas y
simplemente buscamos las equivalencias léxicas, traduciríamos tres de las
anteriores oraciones quechuas como sigue:

Sipas ta asi chi ni


Sust.(joven) + marca de objeto directo raíz (reír) + causar + 1ª persona
I cause/provoke the girl to laugh. [esp. Yo causo/provoco que la joven se ría.]
I made the girl laugh. [esp. Yo hice que la joven se ría.]
I had the girl laugh. [esp. Yo hice reír a la joven.]

Hanpi q wan hanpi chi ni.


Sust.(medicina) + agentivo + instrum-comitativo Sust.(medicina) + causar + 1ª persona
I cause the medicine man to cure her/him. [esp. Yo causé que el curandero la/lo cure.]
(esta es una construcción extraña para los angloparlantes)
I cause her/him to be cured by the medicine man. [esp. Yo causé que ella/él sea curada/o
por el curandero.] (voz pasiva)
I made her/him to be cured by the medicine man. [esp. Yo hice que ella/él fuera curada/o
por el curandero.] (voz pasiva)
I made the medicine man cure her/him. [esp. Yo hice que el curandero la/lo curara.]
I had the medicine man cure her/him. [esp. Yo hice al curandero curarla/curarlo.] (esta
frase puede ser más marcada o fuerte que usando made)

Kumari y ta wayk’u chi ni.


Sust.(comadre) + posesivo + marca de O.D. Verb.(cocinar) + causar + 1ª persona
I cause my godmother to cook. [esp. Yo causé que mi comadre cocine.]
I made my godmother cook. [esp. Yo hice que mi comadre cocine.]
I had my godmother cook. [esp. Yo hice cocinar a mi comadre.]

A pesar de que estas traducciones al inglés sí expresan hasta cierto punto los
significados denotacionales de las oraciones (para una crítica, ver Silverstein
2003), obviamente no transmiten por completo lo que las oraciones pretenden
comunicar ni cuáles son sus implicancias. Si el significado de una palabra o una
oración, como señala Becker (1996), no es un arreglo “de categorías y relaciones
atómicas o de rasgos subyacentes de propiedades” (148), entonces este no toma
a la gramática como un sistema cerrado de reglas. Es diferente, sin embargo, si
uno considera la gramática como relaciones contextuales en las que ella está
hecha de los diferentes modos y maneras en que las personas dan forma a un
texto previo en un nuevo entorno o disposición (144-148). Jakobson (1959) señala
que en la traducción o interpretación interlingüística la sinonimia no implica una
equivalencia completa. Nunca se da una total equivalencia entre las unidades de
los códigos de dos lenguas y las traducciones de una lengua a otra reemplazan
los mensajes de una por mensajes completos en la otra, en lugar de
reemplazarlos por unidades de código independientes. Adicionalmente, la
traducción de oraciones individuales de una lengua a otra puede no reproducir el
contenido inicial. Para minimizar la pérdida de información es entonces esencial
prestar atención al contexto del mensaje (233-236). Si uno no considera el
contexto, las oraciones quechuas previamente traducidas al inglés no expresan
por completo su significado o intención. En las siguientes oraciones, uno debe
preguntarse cuál es la traducción o interpretación más “precisa”:

Sipasta asichini.6
Yo hice que la joven se ría [porque la amo].
Yo hice que la joven se ría [porque quiero que sea mi amante].
Yo hice que la joven se ría [porque quiero vivir con ella].
Yo hice que la joven se ría [porque me gustaría que fuera mi esposa].
Yo hice que la joven se ría [porque me gustaría que fuera mi compañera].

Hanpiqwan hanpichini.7
Yo [mediante ruegos] hice al curandero curarla [porque la amo].
Yo [mediante súplicas] hice al curandero curarla [porque es mi responsabilidad].
Yo [mediante razones] hice al curandero curarla [porque ella es mi amada hija].
Yo [implorando] hice al curandero curarla [porque quiero que esté sana].
Yo [mediante ruegos] hice al curandero curarla [porque ella es mi esposa].

Kumariyta wayk’uchini.8
Yo hice/ordené que mi comadre cocinara [porque yo soy el terrateniente y ella
debe servirme].
Yo hice/ordené que mi comadre cocinara [porque yo aseguro su sustento al darle
un trabajo o comida].
Yo hice/ordené que mi comadre cocinara [porque yo le doy comida para alimentar
a sus hijos].
Yo hice/ordené que mi comadre cocinara [porque yo le permito cuidar a sus
animales en mi granja].
Yo hice/ordené que mi comadre cocinara [porque su hijo vive conmigo para
ayudarme].
Yo hice/ordené que mi comadre cocinara [porque me debe dinero].
Yo hice/ordené que mi comadre cocinara [porque a veces le doy ropa].
Yo hice/ordené que mi comadre cocinara [porque yo hice que ella se casara].

Estas traducciones son más precisas que el primer conjunto de glosas en inglés.
Sin embargo, hay otro problema. Las oraciones en quechua están en presente
simple, mientras que las traducciones están en pasado simple. Los ejemplos del
quechua son una buena manera de enseñar cómo usar chi en el presente simple,
pero, en realidad, nadie habla de esta manera. Traducir estas oraciones al inglés
de esta manera genera la falacia de que las oraciones con chi en presente simple
pueden ser traducidas al tiempo pasado. Un quechuahablante varón diría sipasata
asichiRAni al hablar con otras personas, añadiendo el sufijo de tiempo pasado
después de la raíz y del causativo: asi-chi+RA. Ello sería traducido como sigue:
Yo hice que la joven se ría [porque quiero que sea mi enamorada].
[porque quiero que sea mi amante].
[porque quiero que sea mi esposa].
[porque quiero que sea mi compañera de vida].
[porque quiero que sea feliz].
[porque quiero casarme con ella].
[porque quiero tenerla como mi enamorada].
[porque quiero hablarle].
[porque quiero cuidar de ella para siempre].

Tal como Silverstein (2003) señala, las palabras y las expresiones ocurren en un
tiempo (o cultura) discursivo real y por lo tanto, están embebidos en principios de
cotextualidad y contextualidad (81). Esto debe ser tomado en cuenta para poder
capturar “las modalidades indiciales9 e icónicas a través de las cuales las palabras
y las expresiones están dotadas de significaciones en su matriz co(n)textual” (82).
Pero en la traducción anterior todavía falta algo. ¿Bajo qué circunstancia puede
una persona hacer que alguien se ría o hacer que alguien cure a otro o hacer
cocinar a alguien para otro? Por ejemplo, si uno dice “sipasta asichirani”, esto
puede estar vinculado a una acción previa, tal como cosechar, sembrar, pastar,
estar en el mercado o en el carnaval. Entonces, “sipasta asichirani” puede o podría
entenderse como sigue:
Yo hice reír a la joven10
[mientras sembraba maíz] [porque quiero que sea mi enamorada].
[mientras pastaba mis animales] [porque quiero que sea mi amante].
[mientras cosechaba papas] [porque quiero que sea mi esposa].
[mientras estaba en el mercado] [porque quiero que sea mi
compañera de vida].
[mientras estaba en el carnaval] [porque quiero que sea feliz].
[mientras bailaba en el carnaval] [porque quiero casarme con ella].
[etc.] [porque quiero tenerla como mi enamorada].
[porque quiero hablar con ella].
[porque quiero cuidar de ella para siempre].

“Sipasta asichirani” no solo explicita otros signos verbales sino que también trae a
colación signos no verbales (el paisaje y el lenguaje corporal, entre otros). Las
palabras y las expresiones adquieren significado de “modalidades indiciales de
semiosis y […] de modalidades complejas y dialécticas, aunque basadas en la
indicialidad” (Silverstein 2003:82).

Silverstein sugiere que en cualquier traducción un sistema indicial tiene sus


propios valores y debe ser reconstruido en el sistema indicial de la otra cultura (87)
sin perder el punto clave de comunicar la intención o el significado pretendido. Por
lo tanto, si los académicos desean traducir o interpretar una lengua extranjera
(considerándola como una forma cultural) a su propia lengua deben comprender
las funciones de esa lengua y las intenciones de una conversación particular
(Asad 1986).

Sobre la traducción de traducciones españolas del quechua al inglés

Como se ha dicho, algunos académicos contratan asistentes de investigación para


traducir del quechua al español, sea porque entienden el español mejor que el
quechua, porque no hablan quechua o simplemente porque carecen de la fluidez
suficiente para hacer sus propias traducciones. Luego, estos académicos vuelcan
las traducciones españolas del quechua hacia el inglés, como si fueran
transparentes y estuvieran libres de toda carga ideológica. Entre otras cosas, con
ello se asume tanto que el traductor comparte el mismo registro sociolingüístico
que los quechuahablantes, como también que el español y el quechua tienen la
misma estructura gramatical obligatoria y que no hay necesidad de prestar
atención a los apuntalamientos ideológicos de la traducción elaborada por el
traductor.

En términos gramaticales, el orden oracional quechua es, por defecto, S (sujeto),


O (objeto directo), V (verbo) y C (complemento). En este ordenamiento, S no es
obligatorio dado que está marcado en la frase verbal. “Papata wayk’un” (“él/ella
cocina papas”11) es una oración que puede valerse por sí misma. El objeto directo
papata es afectado por el verbo wayk’u, y la n refiere a una tercera persona
masculina o femenina que ejecuta la acción de cocinar. En esta oración quechua
no es crucial establecer si la tercera persona es femenina o masculina. En
contraste, la estructura española sigue el orden S (sujeto), V (verbo), O (objeto
directo) y C (complemento); por lo tanto, la oración quechua requiere ser
refraseada en español como “ella/él cocina papas”, una oración en la que el sujeto
es seguido por el verbo y luego por el objeto directo. A diferencia del quechua, el
pronombre personal ella o él es una categoría obligatoria. Esta indica si la persona
que cocina es varón o mujer, una distinción importante para los hispanohablantes,
pues está vinculada a sus nociones de masculinidad y feminidad.

Si los traductores trasladan el quechua al español, ¿cómo puede el investigador


estar seguro de que estos han traducido la intención y el significado del original
quechua con la suficiente precisión? ¿Y cómo pueden escapar a lo que asume el
traductor acerca de los quechuahablantes? Se ha observado que los traductores
españoles suelen considerar a los quechuahablantes como atrasados, estúpidos,
flojos, sucios, malolientes, carentes de inteligencia y de capacidad de
discernimiento (para una perspectiva histórica ver Gall 1964, Gonzales 1960,
Guerrero 1997, Whitten 2001, Larson 2004 y Jean 2006). De acuerdo con esta
perspectiva, el quechua podría ser traducido de modo tal que los pensamientos de
los quechuahablantes encajen en el esquema de las preconcepciones que tiene el
traductor sobre los quechuas. Esto puede manifestarse como exuberancias o
deficiencias en cualquier traducción, pero los académicos deberían considerar
estas preconcepciones del traductor sobre los quechuahablantes.
El intento de traducir las siguientes tres oraciones del quechua al español muestra
los problemas de la traducción “precisa”:

Sipasta asichini. Le hace reír a la chica.


Hanpiqwan hanpichini. Le/la hace curar con el curandero.
Kumariyta wayk’uchini. Hago cocinar a mi comadre.

Las dos primeras oraciones están traducidas en una forma reportada, mientras
que la última es traducida como discurso directo. La circunstancia subyacente es
que un hispanohablante nunca podría verse a sí mismo haciendo reír a una “chica”
-una p’asña-. P’asña es usado peyorativamente para describir (señalar/especificar)
a alguien que es una campesina insignificante y una persona atrasada que aún no
ha sido completamente civilizada, lo que es manifestado en el hecho de que se
haya traducido sipas por chica y no por joven. Un hispanohablante de ninguna
manera se acercaría a una mujer quechua para que sea su enamorada. Por otro
lado, un traductor español llevaría a sus seres queridos a un médico, es decir, a
un profesional que ocupa el más alto estatus en la sociedad peruana. Él nunca
consideraría confiar la salud de un ser querido a un curandero.

La traducción de la tercera oración como discurso directo está vinculada a una


antigua y aún vigente práctica: los hispanohablantes pueden hacer que sus
comadres cocinen y ejecuten cualquier labor que deseen, puesto que una
comadre quechua no solo está colocada en una posición subordinada, sino que
ella se considera a sí misma en esa posición.

Sin embargo, las traducciones españolas anteriores son tomadas por algunos
investigadores como si fueran obvias y estuvieran libres de cualquier carga
ideológica. Es más, incluso las personas que tienen al quechua como su lengua
materna y que se han mudado a una ciudad se hipercorrigen a sí mismas cuando
no son capaces de traducir el quechua a la estructura gramatical del español12, por
lo tanto, las oraciones del quechua serían traducidas por ellas como sigue:

Sipasta asichini. A la chica le hace reír.


Hanpiqwan hanpichini. Con el curandero le/la hace curar.
Kumariyta wayk’uchini. A mi comadre hago cocinar.

Estas traducciones, hasta cierto punto, mantienen la estructura gramatical del


quechua, pero algunos investigadores parecen no prestar atención a estas
sutilezas gramaticales y menos incluso al contexto pasado o presente que es
evocado por la palabra u oración (Becker 1996) y es probable que un investigador
angloparlante se sienta más cómodo con el primer conjunto de traducciones
españolas, pues con ellas pueden trasladar con mayor facilidad la traducción
quechua-español al inglés, debido a su similaridad con la estructura gramatical.

Por ejemplo, si en una comunidad quechuahablante un investigador pregunta por


la persona que cura enfermedades, el asistente de investigación podría preguntar
“¿piwan hanpichinki?” Un quechuahablante podría responder “hanpiqwan
hanpichirani”, lo que sería traducido como “le hizo curar con el curandero”. El
hecho de que hacer se conjugue como hizo y que hanpiqwan esté situado en un
rol secundario como un complemento enfatiza el rol del sujeto que ordena a otra
persona (en este caso el curandero) que cure a una tercera persona. Le también
implica que la persona curada es de género masculino. La traducción no logra
transmitir el hecho de que hanpi+q está enfatizado como el instrumento de la
acción por medio del sufijo wan (hanpi+q+WAN), colocado después del agentivo q.
El causativo chi también es inferido por el hispanohablante como un indicador del
poder del sujeto para ordenar al curandero que cure. Esta interpretación pierde de
vista que los quechuahablantes nunca ordenarían ni intentarían ejercer poder
sobre un curandero. En su lugar, los quechuahablantes consideran que deben
rogar e implorar al curandero para que cure a sus seres queridos.

Es más, hanpiq es traducido como curandero, lo que, dentro del sistema de


creencias de muchos hispanohablantes, es entendido como charlatán, mentiroso e
ignorante, alguien que no conoce verdaderamente la medicina, una persona cuyo
poder solo puede producir un impacto negativo. Estas connotaciones negativas y
el cambio de énfasis del objeto en la oración quechua al sujeto en la traducción
española (dada la sintaxis del español) atraviesan la traducción quechua-español
y, por ende, se reflejan en la traducción final al inglés.

Los académicos pueden no darse cuenta de cuán problemático es esto, pues en


inglés y en español el sujeto gramatical de una oración es, por defecto, el agente.
La comprensión del rol social del hanpiq cambia radicalmente con cada paso de la
traducción. Si los investigadores emplean la traducción española para entender el
rol del hanpiq en la cultura quechua, muy probablemente lo malinterpretarán. Con
ello los quechuahablantes se mantienen silenciados y más allá de la comprensión
de los académicos.

Los hispanohablantes que traducen del quechua no pueden ser considerados


representativos de los quechuahablantes ni se puede pensar que hablan de parte
de ellos (ver Alcoff 1991). Se debe tener en cuenta, más bien, que los asistentes
de investigación que trabajan con investigadores angloparlantes por lo general son
tomados de la élite urbana o de la clase dirigente que vive en pueblos de provincia
o en ciudades, y a veces son terratenientes que tienen una posición ideológica y
social específica con respecto a la mayoría de los quechuahablantes. Por ello, sus
traducciones están teñidas con su propia comprensión social de la vida de los
quechuas.

Un académico que considera este tipo de traducciones españolas como


transparentes carga con esas asunciones. Sin embargo, no es solo el punto de
vista individual del traductor lo que introduce distorsiones ideológicas. La larga
tradición de contacto letrado entre hispanohablantes y bilingües (documentada en
el último libro de Alan Durston) ha producido una tradición de equivalencias en la
traducción que constantemente reenmarca al quechua dentro de un esquema
español, tal como Jane Collins ha señalado hace décadas.

Una vez que nos movemos de un dominio local a uno internacional, podemos
apreciar esta jerarquía de lenguas reproducida fractalmente. Así como el español
(la lengua del Estado peruano) tiene hegemonía frente al quechua, también el
español está subordinado al inglés. Por ello, las traducciones españolas del
quechua sufren una doble transformación. El quechua es colocado dentro de la
sintaxis española y las subsecuentes traducciones españolas son luego llevadas
por los académicos a su propia lengua. Esta doble traducción también se ve
afectada por el resultado que el académico está esperando, que puede no estar
vinculado a los matices producidos en la traducción ni al conocimiento de lo que
los quechuahablantes habrían querido comunicar (ver Asad 1986:157-58).

Por lo tanto, puede que los académicos que dependen de las traducciones del
quechua al español al realizar sus trabajos de campo nunca aprendan “a vivir otra
forma de vida y a hablar otra” lengua (Said 1986: 149), en este caso, el quechua.
Pueden no llegar a entablar un diálogo genuino con la gente con la que están
tratando de trabajar y vivir y acerca de la cual más tarde escribirán (155). Los
resultados de sus investigaciones están basados en información vista a través del
lente del traductor, y por lo tanto los pensamientos, la cosmovisión y la vida diaria
de los quechuas permanecen alejados del entendimiento de los académicos.

Espero que esta reflexión sobre el problema de la traducción, la complejidad de la


traducción de una lengua extranjera tal como la quechua y la problemática
dependencia de traductores para entender a otros grupos culturales refuerce la
necesidad de aprender la lengua de aquellos con los que uno busca trabajar como
investigador. Este artículo es solo un punto de partida para la consideración de
otros problemas, tales como los significados e intenciones que un traductor puede
involuntariamente infundir en su trabajo basándose en su posición social.

BIBLIOGRAFÍA

Alcoff 1991
Asad 1986
Becker 1996
Becker, Alton (1992)
Collins, Jane
Durston, Alan
Franco 2006
Gall 1964
Gonzales 1960
Guerrero 1997
Jakobson (1959)
Jean 2006
Larson 2004
Mannheim 1992:128).
Ramírez 2006
Silverstein 2003
Whitten 2001
1 Traducción del inglés de Raúl Bendezú Araujo (PUCP).
2 Candidata a Ph.D. Este artículo fue posible gracias a la beca predoctoral Rackham 2008-2009. Agradezco a
Bruce Mannheim y a Sabine McCormack por haberlo revisado en una versión previa. También agradezco los
comentarios de los participantes en el First Biennial Symposiun of Teaching Indigenous Languages of Latin
America (STILLA-2008), particularmente a Rosaleen Howard.
3 Advertencia dada a un amigo por una persona que enseña quechua.
4 En estos ejemplos y en los siguientes se ha optado por conservar la versión original en inglés en primera
línea, acompañada de una traducción al castellano entre corchetes, pues la discusión subsecuente se realiza
tomando como base la lengua inglesa. (Nota del Traductor)
5 La autora está haciendo referencia a la diferencia entre el verbo to make ‘hacer’ y el verbo to have en su uso
causativo. Las equivalencias aproximadas en español serían las construcciones causativas hacer que + verbo
en subjuntivo (por ejemplo, “hice que ella llorara”) para las construcciones con made, y hacer + verbo en
infinitivo (por ejemplo “la/lo hice llorar”) para las construcciones con had. (Nota del traductor)
6 La oración de base en el original es “I made the young/mature girl laugh”. En esta sección se ha optado por
presentar solo la versión castellana, pues lo que está bajo análisis no es la traducción en sí misma, sino el
contexto. (Nota del traductor)
7 La oración del original en este caso es “I had the medicine man cure her”. (Nota del traductor)
8 La oración del original en este caso es “I made/ordered my godmather (to) cook”. (Nota del traductor)
9 El término empleado por la autora en el original es indexical, que no tiene equivalente en español, pero puede
entenderse como “relativo al índice o indicio”. (Nota del traductor)
10 La oración en el original es “I had the young/mature girl laugh”. (Nota del traductor)
11 En inglés el uso del pronombre es obligatorio.
12 El español, a diferencia del quechua, tiene una posición hegemónica como lengua de comunicación en la
sociedad peruana (ver Franco 2006) y también en otros países latinoamericanos.

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