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127
REVISTA DE LA
UniversidaddeMexico
N U E VA É P O C A NÚM. 127 SEPTI EMBRE 2 0 1 4 U N I V E R S I D A D N A C I O N A L AU TÓ N O M A D E M É X I C O $ 4 0. 0 0 ISSN 0185-1330
Elena Poniatowska
Con Buñuel y Mutis
en Lecumberri
José Emilio Pacheco
Un guión olvidado
UniversidaddeMexico
Universidad Nacional Autónoma de México
Ignacio Solares
Director
Mauricio Molina
Editor
Geney Beltrán
Sandra Heiras
Guillermo Vega
Jefes de redacción
CONSEJO EDITORIAL
Roger Bartra
Rosa Beltrán
Carlos Fuentes †
Hernán Lara Zavala
Álvaro Matute
Ruy Pérez Tamayo
EDICIÓN Y PRODUCCIÓN
Coordinación general: Carmen Uriarte y Francisco Noriega
Diseño gráfico: Rafael Olvera Albavera
Redacción: Edgar Esquivel, Rafael Luna
Corrección: Helena Díaz Page y Ricardo Muñoz
Relaciones públicas: Silvia Mora
REPORTAJE GRÁFICO 49
Flora Goldberg
TEMBLORES 57
Luis Paniagua
MARGUERITE DURAS. EL ABSOLUTO SÓLO SE PUEDE MIRAR 58
Sara Sefchovich
LA HERMANA MENOR DE LOLITA 62
Ana Clavel
PERMANENTES RECUERDOS DE CORTOS VIAJES 67
Joaquín-Armando Chacón
LA LUZ ES SIEMPRE MÁS VELOZ QUE EL TRUENO 73
Jorge Esquinca
AMIN MAALOUF Y LOS ÁRABES. EL HOGAR ABANDONADO 76
Gerardo Laveaga
ENTREVISTA CON MARTÍ SOLER. UN EDITOR PARA EFRAÍN 78
Silvina Espinosa de los Monteros
TRUMAN CAPOTE. EL CUERVO QUE SE CREÍA PERRO 82
Guillermo Vega Zaragoza
RESEÑAS Y NOTAS 89
CONTENIDO | 1
Elena Poniatowska y José Emilio Pacheco, ambos nacidos
en la década de 1930, mantuvieron una larga amistad al tiempo que desarrollaban una trayectoria literaria justa-
mente recompensada por la aprobación de la crítica y el aplauso de los lectores. La Revista de la Universidad de
México abre sus páginas con textos inéditos de estos dos grandes de las letras nacionales. La autora de La noche
de Tlatelolco recupera una crónica de la visita que hizo al Palacio Negro de Lecumberri, acompañada del cineasta
español Luis Buñuel, para reunirse con el poeta colombiano Álvaro Mutis. También incluimos, con autorización
de Cristina Pacheco, un guión de José Emilio sobre Marilyn Monroe, que fue utilizado para uno de los cortos de
Cine Verdad producidos por Miguel Barbachano y que se proyectaban en las salas de cines durante los años sesenta,
como explica el periodista cultural José Luis Martínez S.
Esta misma generación literaria, la de los nacidos en los años treinta del siglo pasado, incluye las plumas del
novelista y dramaturgo Vicente Leñero, columnista entrañable que en esta ocasión rememora un emotivo episo-
dio amoroso de su juventud, y del poeta y filósofo Jaime Labastida, quien examina con aguda penetración inte-
lectual el libro Teatro sagrado, de Miguel Sabido.
La poesía, uno de los géneros menos atendidos por el mercado pero de interés siempre para los lectores litera-
rios, ha sido convocada a las páginas de este número con textos reflexivos de distinto signo. David Huerta, uno
de los nombres de mayor peso en el escenario poético de nuestros días, analiza las lúcidas reflexiones del autor his-
panomexicano Tomás Segovia en torno a la versificación. El crítico peruano Julio Ortega hace un recuento de su
participación en dos operaciones de traducción —al inglés y al portugués— de los herméticos poemas de Trilce,
de César Vallejo. El estudioso mexicanista Juan Pellicer recorre las reescrituras que nuestro Premio Nobel de Lite-
ratura, Octavio Paz, hizo de un soneto famoso de Francisco de Quevedo. Pablo Espinosa aquilata la rica vertiente
lírica en las composiciones del músico brasileño Antônio Carlos Jobim. Finalmente, la escritura de Efraín Huerta,
cuyo centenario natal celebramos este año, es evocada en palabras de su editor, Martí Soler.
Una auténtica edad dorada de la ficción narrativa significó el siglo XX para los países de Occidente, con una
manifiesta pluralidad de propuestas y enfoques creativos. Tres autores de lengua francesa —Marguerite Duras,
Ágota Kristóf y Amin Maalouf— y tres de lengua inglesa —Nadine Gordimer, Truman Capote y John O’Hara—
son rememorados en sus virtudes y aportaciones con las herramientas de la semblanza, la entrevista y el comen-
tario crítico por nuestros colaboradores Sara Sefchovich, Jorge Alberto Gudiño, Gerardo Laveaga, Xavier Quirarte,
Guillermo Vega Zaragoza y Edgar Esquivel.
Los escenarios de la infancia son material inagotable para la escritura de ficción, como lo demuestran los
cuentistas Agustín Monsreal y Joaquín-Armando Chacón en escritos que apuntan hacia los misterios del em-
beleso, la inquietud y la pérdida en los años tempranos. También nos acompañan los textos de creación de Jorge
Esquinca, Felipe Garrido, Ana Clavel y Luis Paniagua, y el reportaje gráfico se ve enriquecido por la obra en ma-
dera de Flora Goldberg.
EDITORIAL | 3
Con Buñuel y Mutis en Lecumberri
“No vaya a
irse, voy a
traerle algo”
Elena Poniatowska
Lo primero es el olor, un olor que golpea el pecho, llega —¿A qué crujía quieren ir primero?
al corazón y lo hiere. Al entrar en la nariz, en ese mismo Vista desde el cielo, la cárcel es una estrella caída
instante, el olor abre su camino de cuchillos, tasajea la sobre la tierra, una estrella infernal cuyas cinco puntas
carne, la sangre empieza a correr y sube por la garganta. se abren para que a partir de ellas se enfilen los rayos de
—Pasen, pasen por aquí. las celdas y desde el polígono los rayos de la vigilancia
El carcelero lo dice como si abriera las puertas de un se multipliquen y enceguezcan al preso.
palacio. Y tiene razón. Por algo le llaman a esta cárcel el —¿Quieren ir a la J? Es la de los jotos —ríe el carce-
Palacio Negro de Lecumberri. De altísimos techos, de lero que lleva quepí, uniforme militar, anteojos, un
inmensas rejas de hierro verde, tiene un porte real so- diente de oro e insignias sobre los hombros y en las
bre todo si uno lo compara con las vecindades del rum- mangas.
bo, esas chozas de cartón a ras de tierra que a tientas en- Las crujías siguen las letras del alfabeto, las voca-
cuentran en qué apoyarse, una barda abandonada, una les y las consonantes. La A, la E, la B, la jota. A la jota la
montaña de basura que finalmente se hizo tierra, una ex- han aislado. Es un mundo aparte. Allí no hay celdas.
cavación para los cimientos de un edificio que jamás se ¿Para qué? Los presos duermen repegados en unos lar-
construyó. gos galerones, sus camitas flacas alineadas como en
los orfanatorios o los conventos. Ni una cortina para cuerpo entero con su escoba y su carita negra abre los
proteger su intimidad. A pesar de que la J no tiene puer- brazos. En un extremo de la acera, veo una oración
tas, Luis Buñuel se detiene antes de entrar y observa impresa en hojitas de papel que levanto del suelo por-
con pudor. que dice en grandes letras: “Renuncio al mundo, re-
Pasé por don Luis a las ocho de la mañana. “Sí, sí, nuncio a la carne, renuncio al Demonio”. Demonio con
venga temprano, yo siempre me levanto a las seis”. mayúsculas. “496 Padres Nuestros, 958 Dios te salve
“Claro”, dijo Jeanne, su mujer, “no es ningún mérito, a María, 379 Credos”.
las ocho de la noche ya está dormido”. —La contabilidad de la Iglesia —comenta don Luis
Cuando entré a la privada de Félix Cuevas, ya esta- que ha encendido un segundo cigarro.
ba Buñuel en la calle, esperándome, un cigarro en la —¿Compramos algo? ¿Un san Martín de Porres?
mano. De lejos vi su traje de tweed y su mirada expec- —No, no hay que comprar nada.
tante. Sonrió su sonrisa de dientes separados. Me gus- El capitán Sánchez, por orden del director del pe-
tan los hombres que tienen los dientes separados. nal, un viejito que yo sentía bondadoso y respondía al
El domingo en México es un día vacío. La gente se apellido de Martín del Campo, tenía órdenes de recibir
queda en su casa. Llegamos rápido a la cárcel preventi- a don Luis como Dios manda. Aunque hubiera prefe-
va aunque manejé con especial cuidado. No iba yo a rido tenernos para él solo en su celda, Álvaro Mutis
chocar con Luis Buñuel a mi lado. había organizado el “tour” de la fortaleza. Primero fui-
—Traje cigarros, tres cajetillas, me parece que Mu- mos al pabellón siquiátrico, orgullo del penal, porque
tis fuma. tiene algunos aparatos, entre otros, uno de electro-
—Lo que más hace es leer. Releyó todo Proust en la shocks. Todo blanco, y dizque moderno. “El nuestro es
cárcel. un centro hospitalario de primera”, asegura el capitán
—¿Todo Proust? ¡Eso es como leer todo Pérez Galdós! Sánchez, que enseña un diente de oro al sonreír.
Los domingos, las aceras frente a la cárcel se vuelven Caminamos despacio.
romería. La gente lleva canastas de tacos para vender, —Aquí tenemos a un español —le comunica a don
coca-colas, refrescos, tortas y dulces. Entre los puestos, Luis que ha encendido un tercer cigarro.
uno de rosarios y estampas, san Martín de Porres de —¡Ah, sí!
Los guiones
olvidados
José Luis Martínez S.
Conocí los textos de José Emilio Pacheco antes de es- grafía nacional, que en sus proyectos supo rodearse de
cuchar por primera vez su nombre. Nací en el centro varios de los mejores escritores de México.
de la Ciudad de México y de niño la lectura de cuentos
—ahora llamados cómics— y sobre todo el cine hacían
olvidarme de todo: de los deberes domésticos, de las ***
tareas, del catecismo, de las misas dominicales, ante la
desesperación y el enojo de mi madre. Me gustaban las El doctor Javier Perucho, especialista en sirenas e in-
salas enormes de aquellos años, las pantallas inmensas, cansable explorador del universo escritural de José Emi-
las marquesinas en las que siempre faltaban algunas le- lio, me compartió hace poco dos frutos de sus indaga-
tras. Iba a los cines de segunda. Eran baratos y ofrecían ciones. Un volumen llamado Letras minúsculas, en el
programas triples —además, repetían la primera pelícu- que reúne aforismos publicados por Pacheco en libros,
la—. En esos cines desvencijados —como seguramen- periódicos y revistas, y un conjunto de guiones que es-
te en los de primera— antes de las películas pasaban un cribió a partir de los años sesenta para Cine Verdad. Los
noticiario; algunos eran mera propaganda de las activi- aforismos son agudos, certeros, divertidos, como se ad-
dades del gobierno, sobre todo del presidente de la Re- vierte en los siguientes:
pública, pero otros, los menos, se ocupaban de una ma- “—Seré breve —dijo el relámpago”.
nera amena de la vida cotidiana, de la cultura, de la “Odia la literatura. Su obra demuestra que es corres-
ciencia, de los espectáculos. Entre estos últimos estaba pondido”.
Cine Verdad, producido por Manuel Barbachano Ponce, “Como todas las personas que no saben qué hacer
uno de los personajes más respetados de la cinemato- con su vida, la justifica dando consejos”.
José Emilio Pacheco Hermanos Mayo, fachada del cine Arcadia, 1948
Esas Letras minúsculas me deslumbraron, pero los Antes que símbolo o alegoría, Marilyn es una sensualidad
guiones me hicieron viajar por el tiempo; a mis años de jubilosa. La música parece nacer de ella misma. Y en la
infancia, a los cines desaparecidos de una ciudad que danza que el cine perpetúa, todo el trasfondo se desvanece
respeta poco su pasado y, en aras de una modernidad para que sólo quede la estrella abrazada, besada, pensan-
nunca alcanzada, atenta incesantemente contra su me- do en algo que no sabremos nunca, bailando, sintiendo
moria. Esta ciudad, lo sabemos, tiene una deuda impa- la melancolía del triunfo y la esterilidad final del éxito.
gable con los escritores que la han preservado en sus
crónicas, en sus poemas, en sus cuentos y novelas; y en Quienes vivieron esos años pueden cerrar los ojos e
ese conjunto de escritores destaca sin duda José Emilio imaginar las palabras de José Emilio en la voz grave de
—como destacan también Carlos Fuentes, Elena Ponia- Claudio Obregón mientras se suceden las fotos y se-
towska, Carlos Monsiváis y Cristina Pacheco. cuencias fílmicas de Marilyn Monroe, teniendo como
Al leer ahora los guiones de José Emilio, esbeltos, fondo la música de The Happening.
breves, agradables, me doy cuenta por qué, al contrario Contra lo que pregonan los mercaderes del templo de
de otros noticiarios, Cine Verdad atrapaba la atención de la comunicación masiva, José Emilio Pacheco no sacri-
espectadores tan poco enterados como éramos quienes ficó nada en la escritura de sus guiones para volverlos
asistíamos a esas salas de barrio a ver películas de lucha- accesibles a la gente; son textos perfectos, escritos con
dores, westerns mexicanos, comedias rancheras o melo- imaginación y rigor, con la ligereza y profundidad que
dramas urbanos. No sabíamos ni nos importaba quién caracterizan su literatura. En ellos habla de Frida Kahlo,
estaba atrás de aquellas historias, sólo escuchábamos muchos años antes de que se volviera una moda; de los
una voz en off que iba narrando lo que se ilustraba en la aviones supersónicos; del Diamond, un satélite francés
pantalla. de telecomunicaciones; de la Semana Santa en Capul-
En uno de estos guiones, escrito en 1969 con moti- huac, un municipio al sur del Estado de México. Los
vo de una exposición en homenaje a Marilyn Monroe temas que aborda son innumerables, fueron alrededor
en la Galería Universitaria Aristos, José Emilio escribe: de veinte años los que se dedicó a esa labor cuyos pro-
© AGN
Hermanos Mayo, cine Ópera, 1948 Cine Palacio, 1947
digios, una tarde de tertulia, me fueron revelados por cada por él mismo, pero dispersa. De ésta hay que hacer
Javier Perucho, a quien agradezco la confianza. el inventario, y proceder a la pepena, por lo pronto tal
cual. De esa cantera pueden salir después las ediciones,
no se diga las consultas de lectores e investigadores.
***
De esta pepena maravillosa son resultado Letras mi-
José Emilio Pacheco —dice Sergio Pitol— es el polí- núsculas y los guiones de Cine Verdad —que merecen ser
grafo perfecto. Tiene razón, lo es porque en la vastedad editados—. Los guiones, además, corroboran el gran res-
de sus escritos no hay lugar para la incuria. Es el polí- peto que tenía José Emilio Pacheco por el lector anóni-
grafo perfecto porque dedicó muchas de sus horas a la mo, por los espectadores anónimos como aquellos que
traducción y a la edición en suplementos y revistas, al en los sesenta atisbamos un horizonte más limpio y más
cuidado de escritos ajenos; a la redacción de textos anó- amplio a través de esas pequeñas historias que nos conta-
nimos —sus editoriales para Excélsior, por ejemplo— o ron las voces inolvidables de Claudio Obregón o Fernan-
de otros que, aunque firmados, no le brindaron mayor do Marcos y que fueron escritas —no lo sabíamos— por
reconocimiento, como sus guiones para Cine Verdad. un hombre para el que —dice su hija Laura Emilia Pa-
En un cálido ensayo titulado “Inventario”, Gabriel checo— todos los días fueron días de entrega, de una en-
Zaid recomienda: Hay que cuidar la obra de José Emi- trega permanente a la escritura de poesía, cuentos, novelas,
lio Pacheco obras de teatro, ensayos, artículos periodísticos y, duran-
te mucho tiempo, a esos guiones que me devuelven el re-
respetando los libros que él mismo organizó y revisó, pero cuerdo de la ciudad y los cines de mi infancia.
recogiendo lo que está a la deriva. Por una parte, lo que
haya dejado inédito (incluso grabaciones de sus confe-
Versión editada del texto leído en el Homenaje Nacional a José Emilio Pa-
rencias, participaciones en mesas redondas, declaracio- checo el 30 de junio de 2014 en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cul-
nes, entrevistas). Separadamente, la prosa cuidada y publi- tural Universitario de la UNAM.
El rostro
de Marilyn
José Emilio Pacheco
Antes y
después
del apartheid
Xavier Quirarte
Mientras Mario Vargas Llosa superestrella celebra una injusticias del régimen de apartheid en su natal Sudá-
conferencia de prensa multitudinaria en la que hace frica. De figura grácil, desde el primer contacto es evi-
una exaltada defensa del neoliberalismo y la invasión a dente que estamos ante una presencia de roca, una
Irak, al tiempo que cuenta los pormenores de su futuro mujer de vitalidad envidiable que a los 80 años —cum-
ensayo sobre Los miserables (los de Victor Hugo), a unas plidos hace cinco días— no tiene por costumbre ver
cuadras de distancia Nadine Gordimer participa, co- hacia el pasado.
mo una escritora más, en una sesión del 68 Congreso Contrariada porque no tiene un programa de ac-
del PEN Internacional. tividades que le explique dónde habrá de estar los si-
En el salón donde se lleva a cabo la reunión pare- guientes días, acepta con toda cortesía una entrevista
ciera que los flashes han prometido portarse bien. al tiempo que le avisan que su petición será resuelta
Como si temieran perturbar su figura menuda, no la en un momento. Como tratando de limar la aspereza
deslumbran, la acarician. Incluso uno podría jurar del momento, le decimos que el incidente es resulta-
que la luz se ha puesto de acuerdo para difuminar do del estilo mexicano, a lo que de inmediato respon-
con gentileza cada destello de las cámaras y así respe- de: “¡Y también está el estilo africano, pero si Nelson
tar ese rostro sereno del que proviene la voz sosegada Mandela decía: ‘Hay que estar a las nueve’, tenías que
de quien ha denunciado, con claridad y firmeza, las estar a las nueve!”.
mos hacia atrás, al siglo XX, podemos pensar por ejem- África vive una época muy conflictiva, explica la auto-
plo en Albert Camus y Jean-Paul Sartre, quienes tuvieron ra de la novela The Conversationist, con la que ganó el
un influjo en Francia. Pero desde entonces no puedo Premio Booker, uno de los más prestigiados de Inglate-
pensar en ningún país donde ocurra esto —tal vez en rra. “Congo está en caos, Burundi está en caos, nombra
Polonia, con Václav Havel—, pero en cualquier otro la- un país y está igual. Cuando estas guerras son de alguna
do no tenemos un influjo directo. No es nuestro papel manera resueltas, o medio resueltas, y las sociedades
y ni siquiera nuestra responsabilidad, nosotros influi- están fragmentadas, pasa mucho tiempo para que los
mos en la gente, que es más importante, y es quien escritores puedan enfrentarse a esta situación y sean ca-
elige a los gobernantes”. paces de repensarla y producirla en forma de historias.
Gordimer considera que la literatura cumple un Como ya vimos, hay una crisis educativa por la falta de
papel importante en la vida diaria. “Pongamos mi país, dinero, resultado de los conflictos, así que los peque-
por ejemplo: lees las noticias, ves la televisión y te das ños periódicos y revistas donde todos los escritores em-
cuenta de lo que sucede en el momento pero no lo que pezamos a publicar cuando éramos jóvenes prácticamen-
ocurrió antes. Y son los escritores los que transforman te no existen. Las universidades parecen no encontrar
la vida real de la gente en su ficción y sus historias; esto dinero suficiente para publicar revistas literarias, algo que
llega al resto del mundo y empiezan a entender lo que el sucede en todo el continente”.
apartheid le hizo a la gente en su vida diaria, algo que no Nadine Gordimer espera que en Sudáfrica surjan
podían obtener de los periodistas o de los noticiarios”. escritores jóvenes que hablen sobre la vida actual y no
que recreen el pasado. “Quiero que escriban sobre esta
transición, pero me decepciona porque se escribe mucho,
ESCRITORES NUEVOS, PROBLEMAS VIEJOS pero la mayoría se refiere al pasado: cómo era Sudáfrica
bajo el apartheid. Lo que se les está pasando por alto es
Se dice con frecuencia que publicar un libro es una la- lo que nos está ocurriendo ahora, cómo estamos vi-
bor cada vez más titánica, sobre todo desde la explo- viendo juntos hoy en día con tensiones, frustraciones,
sión de los medios de comunicación masiva, algo que alegrías, odios. Hay algunos autores que sí escriben
debe intensificarse en África. De inmediato, la escri- sobre ello, pero es un gran problema que no tengamos
tora afirma: “Mira: siempre ha sido difícil, no es hoy lugares donde nuestros jóvenes puedan publicar. Nues-
más difícil que antes. A pesar de ello, el talento en- tra organización de escritores tenía un periódico muy
contrará a un editor. Y en estos días hay un interés no bueno que se publicaba cuatro veces al año, pero ya no
por los escritores de una misma clase —por decirlo de tenemos dinero para editarlo. Solíamos recibir apoyo
alguna manera—, gente que proviene de una univer- del exterior, sobre todo de países escandinavos y de Ale-
sidad. Los editores buscan escritores que provengan mania, pero ahora nos dicen: ‘Tienen su propio Depar-
de la tierra, por decirlo de alguna forma; lamentable- tamento de Artes y Cultura en su gobierno, ellos deben
mente la gente no está leyendo, sino que se la pasa darles el dinero’. Y en todos los gobiernos hay dinero
viendo televisión y videojuegos. Ese es un problema para comprar armas, tanques y cosas así, pero el dinero pa-
para los escritores”. ra promover la literatura es otra historia”.
La pregunta
y la súplica
Julio Ortega
Me ha tocado colaborar con dos traductores de la poe- cialidad, el poema desencadena una subversión de lo
sía de Vallejo, el poeta y crítico brasileño Haroldo de literal para explorar la materialidad, emotiva y cogniti-
Campos y el poeta norteamericano Clayton Eshleman, va del mundo en el lenguaje. No porque crea que el
ambos de lenguaje metapoético y fervorosos practican- lenguaje es una pérdida de la sustancia sino porque la
tes de la traducción como una forma dialógica distinti- crítica del lenguaje que le ha tocado vivir (entre la pri-
va, capaz de recrear un poema ajeno en la lengua pro- mera posguerra, la crisis del sistema económico y la Gue-
pia. Tratándose de traducir Trilce (1922), la noción de rra Civil española) le impone la urgencia de rehacer el
lengua de nacimiento se torna problemática: estos poe- coloquio para situar al lenguaje como una forma de co-
mas de Vallejo, en contacto con otros idiomas, han pro- nocimiento de la crisis: si las palabras ya no responden
bado su capacidad de demostrar que toda lengua es aje- por la historia moderna en ruinas ni por la pérdida del
na o, mejor dicho, aprendida. No se deben, como los idealismo, las verdades generales y la centralidad del hu-
poemas de Rubén Darío, al “genio de la lengua”, sino manismo, la poesía debe responder por la actualidad del
más bien, a su materialidad significante, a su forma, dic- futuro. Se trata de una opción política, la de construir
ción, escritura y coloquio. Es decir, a la duración y el la diferencia del lenguaje ante el extravío de los discur-
grafismo, que la lengua natural hace funcional y que sos que han perdido horizonte y proyección. Por eso,
el poema pone en tensión, crisis y exploración. Vallejo y su poesía están siempre situados: son una de-
Es cierto que lo que se pierde en la traducción es la manda de lo específico, que a su vez exige desmontar el
poesía, y también es cierto que todas las palabras del edificio funcional de las representaciones y construir
poema están en el diccionario salvo la poesía misma. En las nuevas preguntas, la nueva percepción, capaz de ver
Vallejo advertimos que desde la función representacio- mejor y revelar más. No es un mero utopismo volunta-
nal del lenguaje, partiendo del consenso de su referen- rista sino una epistemología forjada desde los márge-
César Vallejo
LA PREGUNTA Y LA SÚPLICA | 19
formas apolíneas (de la armonía con mayúscula) que traducir pasajes de la Biblia y adivinar la dicción de Dios,
en los años de entreguerra han elaborado las nuevas no se iba a amilanar por el hermetismo de Vallejo. De
disciplinas sociales y las vanguardias artísticas. La etno- modo que dedicamos varias mañanas a descifrar (o “trans-
logía, la crítica a la lírica hecha por Bataille, el negrismo crear” como prefería él) unos poemas de Trilce. En un
y el culto del jazz, el imaginario caribeño y mexicano, estado de entusiasmo, Haroldo repetía con vehemencia,
entre otras formas de ruptura estética, alimentan el re- como un conjuro, nuestro poema favorito, el XXIX:
gistro del poeta, que rehúsa las escuelas al uso y deman-
da una desnuda autenticidad y una nueva representa- Zumba el tedio enfrascado
ción. Por lo mismo, la actualidad es para Vallejo una Bajo el momento improducido y caña.
forma histórica del futuro. Y la escena trasatlántica, un
trayecto de ida y vuelta del nuevo arte y los nuevos pú- Pasa una paralela a
blicos, que se proyectan como una matriz de futuridad. ingrata línea quebrada de felicidad.
Haroldo de Campos (1929-2003), hacia 1984 pasó Me extraña cada firmeza, junto a esa agua
un semestre en Austin, como profesor visitante, y entre que se aleja, que ríe acero, caña.
las varias intervenciones que planeamos juntos, me com-
prometió en uno de sus proyectos: la traducción al por- Hilo retemplado, hilo, hilo binómico
tugués de los poemas de César Vallejo, pero sólo de aque- ¿por dónde romperás, nudo de guerra?
llos que fuesen imposibles de traducirse. Haroldo, que
había aprendido chino para traducir a Li Po y entender Acoraza este ecuador, Luna.
mejor la teoría del ideograma de Pound, y hebreo para
Haroldo de Campos produjo, por fin, esta versión:
LA PREGUNTA Y LA SÚPLICA | 21
Miguel Sabido y su Teatro Sagrado
Rituales
de poder
Jaime Labastida
Este libro nos arroja al rostro una serie de interrogantes complejo (la construcción del México actual) a la mera
que acaso nunca podamos despejar. Al propio tiempo, suma de dos elementos.
nos propone un haz de problemas dignos de la mayor Las dos tesis se apoyan en causas y hechos de no
atención. En especial, creo, el que se refiere a la manera poco peso. ¿Cuál de las dos debe prevalecer? Es cierto
como se ha producido, en México, el proceso de la acul- que la Corona española insistió, a lo largo del virreina-
turación.1 Se reduce, y hasta el absurdo en ocasiones, el to, en la necesidad de enseñar la lengua española a las co-
efecto del encuentro brutal entre los pueblos amerin- munidades amerindias, pero no es menos cierto que los
dios y los conquistadores españoles. Por un lado, se dice misioneros no acataron las órdenes reales: aprendieron
que la cultura prehispánica fue cortada de tajo y que se las lenguas nativas y adoctrinaron en ellas a los pueblos
impuso a los pueblos sometidos la lengua y las costum- de Mesoamérica. Por esta causa disponemos de un gran
bres de los europeos. Por otro, se afirma, no sin razón, número de diccionarios y gramáticas de las lenguas ná-
que la nuestra es una cultura mestiza, híbrida, el fruto huatl, otomí, purépecha, maya, cahita o zapoteca.2 En
de la unión entre dos visiones no sólo diferentes sino
incluso opuestas del mundo. Las dos tesis, contradicto-
2 Ascensión Hernández Treviño afirma con toda razón que, de igual
rias, poseen una gran dosis de verdad. A pesar de haber
manera como Elio Antonio de Nebrija partió del latín para elaborar su
sido sometida, la cultura, la lengua y la visión mítica de Gramática sobre la lengua castellana, los misioneros novohispanos arran-
los pueblos amerindios están aún vivas en nuestro país, caron de Nebrija para “cimentar el estudio de las lenguas amerindias”.
(“Gramáticas, diccionarios y libros religiosos del siglo XVI” en Beatriz
por un lado. Por otro, no se puede reducir un fenómeno
Garza Cuarón y Georges Baudot, Historia de la literatura mexicana, tomo
I, Las literaturas amerindias de México y la literatura en español del siglo
XVI, Siglo XXI Editores, México, 1996, p. 359. Sólo por lo que toca a
1 Véase el libro, clásico ya, de Gonzalo Aguirre Beltrán, El proceso la lengua náhuatl, Miguel León-Portilla reconoce la existencia de casi
de aculturación, volumen 3 del Seminario de Problemas Científicos y veinte gramáticas elaboradas en los tres siglos virreinales (“Literatura
Filosóficos (UNAM, México, 1957). La aculturación significa, en últi- en náhuatl clásico y en las variantes de dicha lengua hasta el presente” en
ma instancia, sostiene Aguirre Beltrán, “contacto de culturas”. el mismo tomo I de Historia de la literatura mexicana, op. cit., p. 164).
RITUALES DE PODER | 23
se puede decir así, de carácter simbólico (o mejor, míti- constante y ritual: mantener vivo el cosmos. Miguel
co), ya que, por las mañanas, ocurre lo inverso. En la cos- Sabido lo destaca.
mología mexica, al igual que en la cora, cada amanecer, En ese mismo sentido, no podemos hacer caso omiso
Huitzilopochtli, el Sol, mata a sus hermanos, los Cent- de cuánto el grueso de la población mexicana, la hispa-
zon Huitznahua (Cuatrocientos o Innumerables del Sur), noparlante, ha asimilado de los pueblos amerindios. Es-
los astros, y degüella a su hermana, Coyolxauhqui, la ta aculturación se expresa en el léxico, la culinaria o las
Luna. Además, cada solsticio de invierno, Huitzilo- costumbres. Si hacia la mitad del siglo XX estaba vigen-
pochtli, el Sol, vuelve a nacer desde las entrañas de su te en algunos círculos intelectuales de nuestro país la
madre, Coatlicue, la Tierra. Y cada 52 años nace otra búsqueda de una cierta entidad metafísica a la que se
vez, renovado, en la ceremonia del Fuego Nuevo. Los daba el nombre genérico de mexicano, la investigación
ciclos se repiten, pues, todos los días, todos los años, antropológica pone ahora el acento en la diversidad y
todos los siglos. estudia, hasta el mínimo detalle, rasgos y costumbres
A diferencia de lo que relatan los diversos textos egip- de los pueblos amerindios. La búsqueda de la identi-
cios, mesopotámicos y occidentales sobre el nacimien- dad nacional, por una parte, y de la entidad genérica,
to del cosmos (desde la Epopeya de Gilgamesh hasta la por la otra, condujo al olvido de muchos matices par-
Cosmogonía de Hesíodo y el Génesis bíblico), en don- ticulares, en tanto que puso el acento en una abstrac-
de los hechos son hechos de una vez y para siempre y en ción, lo mexicano, y postuló una entidad genérica llama-
los que el tiempo es pensado y descrito bajo la forma de da México (un México extraño, homogéneo, en el que se
una línea recta trazada de izquierda a derecha, tal como anulaban y disipaban las diferencias. Por entidad gené-
se escribe en Occidente, o sea, con un inicio cierto y de- rica entiendo la abstracción que indaga por la identidad
finitivo, en Mesoamérica, por el contrario, la línea del nacional y que hace caso omiso de la particularidad). El
tiempo es circular. Se repite, una y otra vez, todos los México ficticio se expresó en la tendencia filosófica
días y todos los años. Lo que sucede cada día, sucede que buscaba (en realidad, construía teóricamente) un
cada año y cada ciclo de 52 años. Huitzilopochtli (el México idéntico a sí mismo, un México que, gracias a la
Sol) nace y muere todos los días (y todos los solsticios revolución, había hecho una súbita inmersión en el in-
de invierno, lo dije) y todas las noches se hunde en las terior de sí mismo.
aguas primordiales sobre las que se sostiene el caimán, Esta indagación filosófica fue cultivada, con notable
Cipactli, la Tierra, que lo devora. Por su parte, los astros ahínco, entre otros, por Samuel Ramos, José Gaos, Emi-
duermen durante el día. lio Uranga, Jorge Portilla, Leopoldo Zea, Luis Villoro,
Se trata, lo diré una vez más, de una visión mítica Jorge Carrión, Abelardo Villegas… Acaso haya culmi-
del mundo. ¿Hay todavía restos de esta cosmovisión nado, en el doble sentido de que alcanzó su nivel más
entre los pueblos vivos de México? Por supuesto. Pe- alto y al propio tiempo inició su declive, cuando Octa-
ro en ellos se han incrustado, de manera fragmenta- vio Paz publicó en 1950 El laberinto de la soledad.5
ria, rasgos decisivos de la cultura occidental, funda- Ahora bien, el libro de Miguel Sabido nos muestra
mentalmente aquellos que se derivan de la religión la faceta de una de las varias y posibles fusiones de las
cristiana. Los pueblos mesoamericanos, por lo tanto, tradiciones prehispánicas y coloniales. Se trata del tea-
participaron antes y participan ahora en un trabajo tro y los coloquios, quiero decir, del intercambio de pa-
labras e ideas entre dos maneras, diferentes, acaso anta-
gónicas, de concebir el mundo. Miguel Sabido le da un
dios sobre coras, huicholes y mexicaneros (INI/CEMCA, México, 1998).
Con devoción ejemplar, Jesús Jáuregui, Laura Magriñá y Margarita Val- nombre a esa experiencia; la llama teatro sagrado. Me
dovinos han propuesto una serie de trabajos sobre la zona del Nayar, detendré en el examen de este sintagma: teatro sagrado.
que no tiene paralelo. Destaco, de Laura Magriñá, Los coras entre 1531 Tanto la palabra teatro cuanto la práctica del mismo
y 1722 (INAH/Universidad de Guadalajara, México/Guadalajara, 2002);
de Jesús Jáuregui y Johannes Neurath, Flechadores de estrellas (INAH/
nacieron en la Grecia clásica. ¿Qué quiero decir? ¿Cómo
Universidad de Guadalajara, México/Guadalajara, 2003); de Margari-
ta Valdovinos, “Le cerf chasseur et le maïs agriculteur: l’identité des 5 Cabe destacar, entre otros muchos, los textos siguientes: Samuel
divinités dans les mitotes náyeri” (Journal de la Société des Américanistes, Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México (primera edición, 1934);
París, 2008), “De la acción ritual a los cilindros de cera” (Baessler-Archiv, José Gaos, Filosofía mexicana de nuestros días (UNAM, México, 1954); Emi-
Berlín, 2008), “La materialidad de la palabra. La labor etnolingüística lio Uranga, Análisis del ser del mexicano (Editorial Porrúa y Obregón, Mé-
de Konrad Theodor Preuss en torno a su expedición a México” (Baessler- xico, 1952); Jorge Portilla, Fenomenología del relajo. Y otros ensayos (la
Archiv, Berlín, 2012). Por mi parte, he intentado alguna aproximación primera edición es de 1954; la que ahora cito es de Era, México, 1966);
al concepto de mito en diversos ensayos: “El pensamiento mítico de los Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en México (El Cole-
coras” y “El mito de los Cinco Soles” (Cuerpo, territorio, mito, Siglo XXI gio de México, México, 1954); Abelardo Villegas, La filosofía de lo me-
Editores, México, 2000); “¿Filosofía o pensamiento mítico?” (El encan- xicano (FCE, México, 1960); Octavio Paz, El laberinto de la soledad (FCE,
tador divino. La Nueva España desde la Academia Mexicana de la Len- México, 1950). Es necesario añadir que, desde 1952, en la editorial
gua, AML, México, 2014) y “Lengua y mundo en la obra de Phelipe Porrúa y Obregón, Leopoldo Zea creó y dirigió la colección México y
Guaman Poma de Ayala” en mi libro El universo del español, el español lo mexicano: el primer título publicado fue una colección de ensayos
del universo (AML, México, 2014). de Alfonso Reyes, La x en la frente.
Miguel Sabido con algunos documentos rescatados por él mismo sobre las fiestas sagradas de México
RITUALES DE PODER | 25
© Javier Narváez
En Mesoamérica, ¿se produjo algo semejante a lo taba, se bailaba en las fiestas comunales (la del calpulli
que he descrito? No, desde luego que no. Los cantares, o la de todo el pueblo). Se repetía, una vez y otra vez, a
los himnos o los textos recogidos por Andrés de Olmos lo largo de la ceremonia. Era un texto sagrado. Si ese
y Bernardino de Sahagún; el enorme cúmulo de pala- texto es desprendido del contexto de su enunciación; si
bras que hallamos en el Códice florentino, ¿qué son?9 El es desgajado del ceremonial y del contexto mítico en el
tlamatini nahua se inclinaba sobre el códice abierto ante que es producido, la atención se centra, y eso es lo que
sus ojos, señalaba con el índice alguno de los jerogliflos hacen Olmos y Sahagún (sin que les sea posible hacer
y decía, en aquella celda en penumbras del Colegio de otra cosa), por encima de todo, en actos de orden lin-
la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco, “aquí está lo que güístico. Olmos y Sahagún desean entender las palabras,
se sabe de…”. El texto plasmado por Sahagún se halla, lo que significa (o puede significar) aquel texto que el
por lo tanto, fuera de contexto. No es un texto para ser sabio nahua dicta (o escribe). Pero ni Olmos ni Sahagún
representado por actores ni para ser visto por un con- pueden captar la realidad mítica profunda del texto que
junto de espectadores. No hay en ese ritual una división transcriben: desean anularlo, combatirlo, destruirlo. Hoy,
tajante en dos segmentos (de un lado, actores; de otro, en cambio, nuestra obligación es recontextualizarlo, si-
espectadores). El pueblo entero, por el contrario, parti- tuarlo en su contexto.
cipa en las ceremonias rituales y forma parte activa del Toco ahora la otra parte del sintagma que nos pro-
rito sacramental. pone Miguel Sabido.
El texto lo dicta un sabio, un toltecatl. Pero el texto, ¿Qué es lo sagrado? ¿Qué significa esta palabra? Se
transliterado a la grafía de la lengua española, en su ori- opone, por supuesto, a lo profano. ¿Qué diferencia hay
gen se acompañaba de música: era un canto ritual con entre lo sagrado y lo profano? ¿Puede hacerse sagrado
el que se danzaba (era parte sustancial del rito sagrado). cualquier acto de la vida cotidiana? ¿De qué materia in-
Alguno de esos textos estaba vinculado a Huitzilo- tangible estamos hechos los seres humanos? A los me-
pochtli; otro a Quetzalcoatl (en verdad, pues, a multi- xicanos, ¿qué materiales fósiles nos forman? Ignorados
tud de deidades, como lo muestra Miguel Sabido); era tal vez, no por eso menos vivos, estos fósiles se acumu-
acompañado de chirimías y de atabales. Se decía, se can- lan en nuestras vidas. ¿De qué manera? Muchas cultu-
ras ha habido (las hay, todavía) en las que este residuo
A. Ernout y A. Meillet, Dictionnaire étimologyque de la langue latine. sutil que se llama lo sagrado forma parte integral de la
Histoire des mots, Éditions Klincksieck, París, 1979. vida. En esas culturas, lo sagrado está inmerso en lo pro-
9 Fray Bernardino de Sahagún, Códice florentino, edición facsimi-
lar, Gobierno de la República, México, 1979. El libro lo imprimió fano y es difícil separar un aspecto del otro. Retomo la
Giunti Barbèra en Florencia. tesis de Mircea Eliade: “Una de las principales diferen-
do” y con el verbo φαίνειν, “mostrar”, “sacar a la luz”. A su vez, kratofanía que montaba Cortés, “los contrarios mexicanos, como eran muchos,
se forma con ese mismo verbo precedido por la voz κράτος, “dureza”, echaron mano a Cortés e le derribaron del cavallo… y en aquel instan-
“fuerza”, “poder”. El DRAE sólo reconoce la voz hierofante. te llegaron muchos más guerreros mexicanos para si pudieran apañarle
11 Émile Benveniste, Vocabulario de las instituciones indoeuropeas, tra- bivo” (Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la
ducción de Mauro Armiño, Taurus, Madrid, 1983, p. 350. Nueva España. Manuscrito “Guatemala”, edición crítica de José Antonio
12 Émile Benveniste, ibidem, p. 351. Barbón Rodríguez, El Colegio de México/UNAM et al., México, 2005,
13 Georges Dumézil, Mythe et épopée. L’idéologie des trois fonctions capítulo CXLV, folio 148 r, líneas 14 y ss., p. 437). Más adelante, Ber-
dans les épopées des peuples indo-européens, Gallimard, Paris, 1968, passim. nal dice: “por manera que apañaron los mexicanos dos de los soldados
14 Cacique es voz caribe. En las islas, aún guarda una connotación moços d’espuelas de Cortés, de los quatro que llevaba, y bivos los lleva-
positiva, en tanto que en México ha adquirido una acepción despecti- ron a Guatemuz e los sacrificaron” (ibidem, p. 443). En Biblioteca Clá-
va. Equivale a señor, tlahtoani o jefe del pueblo. Tlahtoani es voz ná- sica de la RAE, pp. 587 y 595.
RITUALES DE PODER | 27
ven carne y sangre del cordero de Dios, que toma para sí se consideraba, como hoy lo podríamos suponer, una
los pecados del mundo (agnus dei qui tollis peccata mundi, víctima, sino el cuerpo de un dios. No sufría de cárcel y
según dice Juan en su Evangelio). Destaco este aspecto se paseaba en libertad por el poblado. Lo alimentaban
decisivo: el pueblo se purifica a través del sacrificio: el y lo coronaban de flores.18
sacrificado acumula en su cuerpo el miasma (o los pe- Los misioneros advierten de inmediato que les re-
cados) que la sociedad tiene en su seno: en él se expían sulta imposible hacer que los hombres de Mesoamérica
todas las culpas. El cordero de dios, por lo tanto, recoge entren en las iglesias. Inventan entonces las capillas po-
él mismo la suciedad moral acumulada y libra al pue- sas y las capillas abiertas. Por esa causa, el atrio monu-
blo del pecado. mental es un invento de la recién formada Nueva Espa-
El hombre que se dirigía al sacrificio había sido cap- ña: el sitio en el que pueden estar los indígenas. Desde
turado en una guerra, ya lo dije. Lo asombroso es que dentro de la iglesia, en un balcón, un sacerdote católico
llamaba padre (notatzin) a su captor y, a su vez, este le se dirige al pueblo. No cabe la menor duda: los francis-
otorgaba el nombre de hijo (nopiltzin).17 El cautivo no canos transforman el ritual mítico mesoamericano y le
otorgan una nueva dimensión. Para ellos, los amerin-
17 Recojo el testimonio que ofrece Bernardino de Sahagún: “El se- dios tienen una religión, pero, a su juicio, se trata de
ñor del cautivo no comía de la carne, porque hacía de cuenta que aque- una religión distorsionada, hasta demoniaca en ocasio-
lla era su misma carne, porque desde la hora que le cautivó le tenía por
nes. Si no pueden destruirla (lo intentan, por supuesto:
su hijo (ca iuhqui nopiltzin), y el cautivo a su señor por padre (auh in
malli quitoa ca notatzin), y por esta razón no quería comer de aquella destruyen pirámides, derrumban ídolos, queman có-
carne” (sigo la lectura que ofrece Ángel María Garibay, Historia general dices), la asimilan a la liturgia católica. Ya que el pueblo
de las cosas de Nueva España, Porrúa, México, 1956, tomo I, p. 146;
no entra en las iglesias, sus atrios se convierten, ahora
Garibay moderniza la grafía). En el Códice florentino, el pasaje pertene-
ce al Libro II, capítulo 21, columna izquierda; los textos nahuas, a la sí, en grandiosos escenarios en los que se representan el
columna derecha (folio 23). nacimiento y la pasión de Cristo, la anunciación de Ma-
ría, las guerras de moros y cristianos y, hoy, hasta la ba-
talla del 5 de mayo en Puebla.
© Javier Narváez
18 Imposible aceptar las cifras que dan los misioneros sobre el nú-
RITUALES DE PODER | 29
lo que buscan es someter poblaciones a su dominio. Los Los mexicas fueron vencidos. El señorío tenochca
europeos, por el contrario, lo que quieren es lograr el se derrumbó y, con él, la mayor parte de los ritos y las
dominio de un territorio, con todo lo que le es adya- ceremonias de los pueblos amerindios. Poco a poco, los
cente (incluidos los seres humanos). Parecen acciones europeos realizaron una conquista tras otra. Nuño de
con propósitos idénticos; en modo alguno lo son. Los Guzmán avanzó hacia el Occidente; Pedro de Alvarado
mesoamericanos tenían el sentido (jurídico, si podemos y Pedrarias Dávila hacia el sur; Francisco de Montejo se
decirlo así) de la posesión, no el de la propiedad. En sus apoderó del territorio de Yucatán. Entre estas ruinas, ma-
guerras, obtenían lo que en el mundo occidental se lla- teriales y morales, los pueblos amerindios guardaron
ma tributo y que en la tradición mesoamericana recibía lenguas, ritos y costumbres. Miguel Sabido resalta la fuer-
el nombre de tequitl (en el espacio dominado por los za que tienen esos rituales que persisten, llenos de vigor,
incas se llama mit’a): servicios y trabajo, por un lado; tras cinco siglos. El teatro sagrado se guarda en la me-
entrega de bienes, por el otro (así se levantaron todos moria de nuestro pueblo y en él se fusionan, con múl-
los centros ceremoniales, igual aquí que en Egipto: con tiples variantes, dos vastas visiones del mundo, la euro-
trabajo forzado, tequitl, no con trabajo de esclavos). Los pea y la mesoamericana.
europeos, en cambio, someten territorios. Mientras que Miguel Sabido nos ayuda a comprender la comple-
los mesoamericanos realizan una guerra pactada según jidad de las fusiones que existen, hoy, en la cultura me-
determinadas reglas (nunca combaten de noche y no ma- xicana. Ante la ficticia imagen propuesta por filósofos
tan en el curso de la misma), los europeos, por el con- que buscaban la esencia del mexicano, debe subrayarse
trario, pelean de día y de noche. No sólo se estrellan, la pluralidad que posee el México actual. Hay muchos
uno contra el otro, el hierro y el pedernal (una vasija de Méxicos. El más importante es el que deseamos elevar
barro contra una marmita de hierro, como lo escribió en el horizonte, el México moderno que nos es preciso
certeramente Alfonso Reyes); se trata del contraste en- construir, viendo el futuro. Acaso podríamos concluir
tre dos conceptos opuestos de la guerra.22 diciendo que este libro nos muestra un México plural,
diverso, un vasto y complejo mosaico de lenguas, ritos,
culturas y costumbres en pleno desarrollo. Así, pues, Mi-
22 Adolph Bandelier, “Sobre el arte de la guerra y el modo de gue-
guel Sabido ha rescatado, con un amor profundo, la mul-
rrear de los antiguos mexicanos” en Lewis H. Morgan y Adolph Ban-
delier, México antiguo, edición y prólogo de Jaime Labastida, segunda titud de fiestas sagradas que aún están vivas en México.
edición, Siglo XXI Editores, México, 2004. Debemos agradecerlo.
© Javier Narváez
La Fiesta es una ceremonia sobrecogedora. Un acto de para que lo marcara con su huella. Ahí sigue, tendido
culto, un rito, un sacrificio a los dioses, ávidos de san- a sus plantas.
gre. El oficiante de luces y la víctima armada, la estoca- Aquella dolorosa llevaba a su hijo acunado en el pe-
da culminante, los fieles estremecidos: la más honda cho. Ahí lo conserva. Ahí lo tendrá hasta el último de
huella de nuestra espiritualidad. Yo no soy un aficiona- sus días. Desde que mi vida se hizo una con la suya Va-
do. Soy un practicante remiso que acude a la turbadora lente vive conmigo. Conozco el lampo de su gloria y he
solemnidad con inconstancia censurable. Yo nunca vi escrito sobre su tragedia. Muchas veces, en videos, yo
en la plaza a Valente Arellano. solo porque Sonia no se atrevía, vi al matador jugarse la
Valente Arellano entró en mi vida cuatro años des- vida. Su presencia conmigo ha sido constante; lo llevo
pués de su muerte. Algún día mi amigo Fernando Mar- dentro, como llevamos todos a nuestros muertos. De
tínez me invitó a Torreón, donde él dirigía la Casa de eso trata “La rosa eterna”: un canto de muerte y desola-
la Cultura. Esa noche, de pronto el atestado vestíbulo ción, y también de amor, vida y esperanza. Muerte y vida
del Teatro Isauro Martínez quedó en silencio: una mu- son inseparables, y la vida es más poderosa que la muer-
jer partía plaza. El cabello recogido, el rostro en alto, te. Un día, Sonia volvió a vestir de color. Hoy estamos
de negro hasta los tobillos, sin más joyas que los ojos aquí para dar vida a Valente y para que su vida nos sos-
y la boca. Me apresuré a lanzar el corazón a su paso, tenga. Leo mis versos:
Polvo
enamorado
Juan Pellicer
“Después de la bomba atómica” “Somos el libro que leemos, en la misma medida en que
Polvo serán, mas ¿polvo enamorado? el libro es en nosotros”, apunta el inmenso lector y divul-
ROQUE DALTON gador que fue Juan García Ponce, y concluye: “A través
de nosotros, que ya no somos nadie más que el libro que
Pero cuando el cosmos vuelva al hidrógeno original leemos, el libro se pone a hablar”.1 O sea, la identidad
—porque hidrógeno somos y en hidrógeno nos hemos de convertir— del ser humano determinada por sus lecturas. Con la
no resucitaréis solos, como fuisteis enterrados, ironía que lo caracterizó, luego de relatar cómo de niño
sino que en vuestra carne resucitará toda la tierra: comenzó a leer en su natal Mérida, García Ponce define
la lluvia de anoche, y el nido del reyezuelo, su pasión por la lectura como “una forma de placer cuya
la vaca Holstein, blanca y negra, en la colina, constancia le da categoría de vicio” y agrega: “Yo he prac-
el amor del cardenal, y el tractor de mayo. ticado tenazmente ese vicio solitario durante casi cin-
cuenta años y a partir de cierta edad, como todo inve-
Estrellas nacen de estrellas terado vicioso, además, he tratado de comunicar mis
y debemos nuestra existencia corporal costumbres”.2 En efecto, somos el libro que leemos. Eso
a eventos ocurridos hace billones de años fue Don Quijote, nada más y mejor que nadie: fue él los
en estrellas que vivieron y murieron libros que leyó; eso fue también el anónimo traductor del
mucho antes que el sistema solar comenzara. texto de Cide Hamete Benengeli, no fue nada más que
Y volveremos a ser gas de estrellas otra vez. eso; y eso fue su también anónimo lector, el narrador; eso
México, 1988, p. 9.
POLVO ENAMORADO | 35
No es este el lugar ni el momento para analizar y cia, seguirá vivo, indestructible, indeleble, en lo que
comentar a fondo el soneto de Quevedo;6 baste recor- quede de los restos mortales del cuerpo.
dar ahora, para poder comentar más adelante el poema Para bien decir lo anterior y conferirle verosimilitud
de Paz, que si es cierto que el tópico neoplatónico de la poética, Quevedo se sirvió, con destreza y eficacia in-
inmortalidad del amor ya era viejo en la áurea época de superables, de la fina precisión mecánica del soneto. El
Quevedo —ya se encuentra en textos de poetas latinos primer verso del primer cuarteto anuncia el desenlace
como Propercio y Tibulo, como apuntan Borges y Po- del final del soneto y lo hace mediante el uso de una sin-
zuelo Vivancos—, y no era ya más que un lugar común taxis concesiva (un sí pero no) que implica el infinitivo
tradicional desde entonces, es cierto también que Que- seguido inmediatamente después por el futuro —“Ce-
vedo le da, al nivel espiritual e idealista neoplatónico del rrar podrá mis ojos la postrera”— igual a como empieza,
tópico, una dimensión profunda, literalmente entra- nomás que al revés, el tercer verso de ese mismo primer
ñable. En efecto, porque según el soneto, el amor ha cuarteto —“y podrá desatar esta alma mía”—. Ad-
ardido en las entrañas, hasta allá adentro en las propias viértase la simetría formal, tan predilecta del concep-
médulas de los huesos, en las últimas profundidades tismo, que rige al soneto desde el principio. El segundo
del cuerpo donde se encuentra su más íntima queren- cuarteto, también muy simétricamente, completa el as-
pecto concesivo de esta peculiar sintaxis mediante el
empleo del “mas no…” que introduce un par de alu-
6 Entre los muy numerosos textos críticos sobre el soneto, destaco
siones mitológicas —una en los dos primeros versos, la
los de A. Alonso, J. L. Borges, J. M. Blecua, J. M. Pozuelo Yvancos, G.
Sobejano, C. Blanco Aguinaga, F. Lázaro Carreter, A. A. Parker y P. otra en los dos últimos— que sirven para reconocerle
Jarualde Pou. al alma poderes superiores a los de la naturaleza. Final-
mente, los tercetos van a describir cómo el alma está
inseparablemente unida al cuerpo por la fuerza y la gra-
cia del amor, mediante el continuado empleo de la sin-
taxis concesiva y de impecables correspondencias si-
métricas que unen al verso 9 con el 12, al 10 con el 13
y al 11 con el 14. Al hacerlo así, identificando finalmen-
te la esencia del alma con la del cuerpo, habrán confe-
rido apasionada verosimilitud —su verdad poética— a
la existencia de esos poderes sobrenaturales proclama-
dos en el segundo cuarteto:
POLVO ENAMORADO | 37
rica […] culminación barroca del petrarquismo, con cristiana de la inmortalidad del alma, sino en la inmor-
su afirmación de la eternidad del amor: el amor es eter- talidad del mero deseo físico.
no porque el alma es eterna. Pero los cuerpos no son La lectura del soneto de Quevedo, incluida por su-
eternos. La pasión moderna no es una eternidad en el puesto la de Paz, nos permite apreciar mejor “Home-
tiempo, sino en este tiempo. No es ex-tensa sino in-tensa. naje y profanaciones”. El poema va precedido por la
Es corporal”.9 transcripción del soneto de Quevedo y, al final del li-
Independientemente de lo que Paz haya querido de- bro —el tomo VII de las Obras completas de Paz— hay
cir al diferenciar la eternidad “en el tiempo” de la eter- una nota con explicaciones sobre el poema (pp. 1402-
nidad en “este tiempo” y de que la pasión moderna sea 1404) que el propio Paz redactó, según apunta, a ins-
“in-tensa” y no “ex-tensa” —no lo explica Paz—, lo que tancias de “un amigo” que iba a escribir —pero no llegó
queda claro es que Paz lee en el soneto que porque el a hacerlo— un “pequeño estudio de poética compara-
alma es inmortal, también el amor es eterno; y que hoy da sobre el soneto de Quevedo […] y el que figura en
en día el amor (¿moderno?) es físico. Esta es la razón [la] primera parte de Homenaje y profanaciones”. La no-
por la cual escribe su parodia que efectivamente, como ta básicamente reproduce los comentarios de Paz a los
se verá adelante, puede leerse como un homenaje y una que me he referido arriba y se refiere a los principales
profanación. Ahora bien, el poema de Paz intenta afir- rasgos formales de su poema.
mar, según su propio autor en su ensayo que venimos Este consta de 118 versos, sin rima, distribuidos si-
comentando, “no la inmortalidad sino la vivacidad del métricamente del siguiente modo: 34 corresponden a
amor. Una vivacidad sin tiempo”. ¿Qué quiso decir Paz la primera parte, “Aspiración”; otros 34 a la segunda
con “vivacidad”? Según el diccionario de María Moli- parte, “Espiración”; y 50 a la tercera parte, “Lauda”. “As-
ner y el DRAE, “vivacidad” se refiere a la cualidad de vi- piración” y “Espiración” están divididas ambas del mis-
vaz y “vivaz” se aplica, dicen esos mismos diccionarios, mo modo, es decir, en tres partes: la primera y la segunda
a lo que vive mucho tiempo; pero mucho tiempo no están formadas, cada una, por dos quintetos de versos
quiere decir eternamente. ¿Por qué no decir mejor “in- libres; la tercera es un soneto de endecasílabos. “Lauda”,
mortalidad”? Sin embargo, lo que más me llama la aten- a su vez, está dividida en dos partes: la primera consta
ción del comentario de Paz es lo que sigue: “El soneto de un quinteto de endecasílabos seguido por dos estro-
de Quevedo nos conmueve por su sombría intensidad fas de diez versos de endecasílabos entre los que se en-
y su loco deseo de vencer a la muerte; al mismo tiempo cuentra un par de alejandrinos; la segunda parte comien-
revela un desconocimiento de la realidad del amor y de za con dos estrofas de diez versos libres y concluye con
su naturaleza contradictoria”. La opinión de Paz resul- un quinteto de endecasílabos. En su nota aludida arri-
ta, otra vez, algo más que dudosa, ya que el soneto está ba, Paz revela las correspondencias que, según él, vin-
muy lejos de documentar la ignorancia de Quevedo en culan al clásico formato del soneto con “Homenaje y
cuestiones amatorias; creo que sería plausible, en cam- profanaciones”: al primer cuarteto corresponde “Aspi-
bio, afirmar todo lo contrario. ración” (34 versos); al segundo, “Espiración” (34 versos)
En 1993, con casi ochenta años a cuestas, Paz escri- y a los dos tercetos, “Lauda” (25 y 25 versos). Agrega
bió un ensayo sobre el amor, el sexo y el erotismo, La que su poema “es un soneto ‘amplificado’ ocho veces y
llama doble, donde volvió a comentar, brevemente, el media. 14 x 8.5 = 119 versos […] tiene 118 versos en
soneto de Quevedo porque según sus propias palabras lugar de 119; ‘Lauda’ debería haber tenido 51 líneas,
“aunque ha sido justa y universalmente admirado […] un número impar que habría dificultado la división en
me parece que no ha sido advertida su singularidad”.10 dos partes iguales”.
La afirmación resulta, a primera vista, por lo menos En efecto, Paz lleva a cabo un ejercicio poético, que
asombrosa ya que acaso sobre ningún otro soneto se en realidad tiene mucho de juego, con los significantes
haya escrito tanto, no solamente por su singularidad, y con los que Quevedo proyectó determinados significa-
cuando el juicio de Dámaso Alonso, de 1952, aludido dos cuyo articulado conjunto glorifica, como ya vimos,
arriba —“probablemente el mejor [soneto] de la litera- la inmortalidad del amor. En primer lugar, la configu-
tura española”— ya había sido citado por la mayoría de ración del poema guarda, con precisión casi matemática,
la crítica. Sin embargo, la singularidad del soneto a la las proporciones formales características de un soneto
que seguramente se refiere Paz es la de cifrar la inmor- aunque amplificándolas. Así comienza la correspon-
talidad del amor no en la tradición platónica ni en la fe dencia formal entre los dos poemas. Lo que sigue son
las variaciones y los comentarios que ellas implican. Paz
no adopta la sintaxis concesiva que rige al soneto de
9 Roberto González Echeverría y Emir Rodríguez Monegal, “Cua-
Quevedo pero sí hace suyo lo que, a partir del soneto,
tro o cinco puntos cardinales” en Octavio Paz, Obras completas, tomo
15, Miscelánea, III, pp. 39-51. denota, por ejemplo, “sombra”, “día blanco”, “mis ojos”,
10 Octavio Paz, La llama doble, Seix Barral, Barcelona, 1993, p. 64. “alma desatada”, “ansia”, “hora”, “memoria”, “cuerpo”,
POLVO ENAMORADO | 39
Bartolomé Carducho, San Vicente Mártir ante el tribunal, 1585
“Festín de dos cuerpos a solas […] esculpimos un Dios caricaturizarlos, los famosos rasgos de un estilo. Parodia
instantáneo”. Porque si en el soneto de Quevedo, el que, como propone Linda Hutcheon, citando a Thomas
alma era prisión de un Dios —el del amor—, es decir, Greene —y corrobora el texto de Paz desde su propio
que el origen del amor estaba en el alma, un origen es- título—, entraña una imitación creadora que funde un
piritual, en el poema de Paz la variación consiste en que filial rechazo —o profanación— con un cierto respeto
el Dios es creado por la festiva unión física de los dos y que, simultáneamente, expresa un oblicuo homenaje.
cuerpos, generado en ese mismo instante, sin ningún Efectivamente, la parodia puede sugerir, como pasa
realce especial, “en un cuarto cualquiera”, en un simple con esta, el placer de la autoubicación del poeta dentro
“abrazo precario”; de este modo tan prosaico “esculpi- de su tradición, como lo observa Jorge Luis Borges cuan-
mos un Dios instantáneo / tallamos el vértigo”. Es de- do advierte que “cada escritor crea a sus precursores”;
cir, que lo que fue profundo y eterno en el soneto —el del gusto que provoca la parodia al establecer una suer-
amor—, ahora no es más que el vértigo instantáneo de te de complicidad o intimidad entre el autor y el lector,
una efímera cópula de los cuerpos. Esa obsesiva repeti- es decir, por una parte, entre el Quevedo del soneto y el
ción de la palabra “cuerpo” evoca también la repetición Paz de la parodia, y por la otra, entre el Paz de la paro-
que caracteriza el dinámico juego de las posiciones —y dia y su lector implícito. Se trata de un desdoblamiento
las pre-posiciones— de los cuerpos cuando se buscan irónico, el del significado del texto parodiado que al re-
y encuentran al estar haciendo el amor. No es la des- petirse en un contexto diferente significa lo mismo y, si-
cripción del acto sino la expresión de su peculiar ritmo multáneamente, algo distinto, algo más. En la parodia
reflejado por el espejo del lenguaje poético. Es el juego se presenta, como dice Hutcheon, una “trans-contex-
erótico de los cuerpos que corresponde al juego poético tualización”. Es, finalmente, un fruto de la recepción,
con la palabra “cuerpo” mediante sus diversas posicio- es decir, de una lectura.
nes y de las preposiciones y adverbios que la acompa- En la parodia se registra, como sucede en “Home-
ñan: fuera de mi cuerpo, en tu cuerpo, fuera de tu cuer- naje y profanaciones”, una repetición con diferencia que
po, en otro cuerpo, cuerpo a cuerpo, por tu cuerpo y mi al mismo tiempo que vincula a dos textos, los separa y
cuerpo, dentro de ese cuerpo instantáneo. los contrasta. Repetición que abre un distanciamiento
Cierto, la de Paz es una parodia del estilo conceptis- irónico, crea un nuevo nivel de significación e implica
ta, de su agudo cuanto afectado ingenio, de su obsesión la divulgación de una lectura particular. “Siempre la re-
por las simétricas correspondencias; parodia del apa- petición y dentro la diferencia; siempre la diferencia en
sionado arrebato del yo poético del soneto que glorifica la que se muestra invariable la repetición”, advierte la
la inmortalidad del amor. Parodia que exagera, hasta narración de Crónica de la intervención, la novela de Gar-
lona, 1982, pp. 28 y 29. Texto de la ponencia presentada en el XX Congreso Anual de Mexicanistas
12 Destaco de esta corriente los trabajos de T. S. Eliot, I. A. Richards,
Juan Bruce-Novoa, Universidad de California, Irvine, que tuvo lugar del 15
R. P. Warren y C. Brooks. al 17 de mayo de 2014.
POLVO ENAMORADO | 41
Demonios
de la misma
caldera
Agustín Monsreal
Los gatos poseen una perplejidad misteriosa. Son dóci- tas, y de su boca colgaba una sonrisa que daba la impre-
les e imprevisibles; son enigma, azares infinitos, dinas- sión de una mala costumbre en su cara. Sus ademanes
tías de sombra, propuestas de eternidad. A los gatos se eran pacíficos y su hablar justo, grave, reposado. No te-
les ama o se les odia, no hay términos medios. Resumen nía parientes ni amistades sinceras. Vivía solo y, como
el significado de la vida, y se les teme de alguna forma suele ocurrir con los solitarios, las mujeres lo codicia-
recóndita e incierta, con una especie de temor ances- ban. Sin embargo, él no prestaba atención a ninguna.
tral: un gato es todos los gatos... Mientras estos pensa- Según los moradores del barrio, años atrás, en su ju-
mientos rondaban —acariciaban— íntima, suave, la- ventud, salió de la ciudad siguiéndole las faldas a una
ciamente mi cerebro, una nostalgia imprecisa en un portuguesa que se reintegraba a su país, desengañada
principio, y luego poco a poco cada vez más certera, de mantener con él una relación de minutos contados
más minuciosa, me condujo a mi insustituible ciudad y de oscuridad. Al irse (al escapar con ella), don Virgilio
de Mérida, a mi querido barrio de Santiago, a lo más in- lo había dejado todo, afirmaban, pero sin aclarar qué
sobornable de mi niñez, y me invitó a soñar, o me ense- era todo lo que había dejado. Regresó cuando ya nadie
ñó a inventar —para justificarme, para explicarme un pensó que regresaría. Quiso entonces recuperar lo per-
hecho— el recuerdo de aquella esquina en la que se dido y, como no pudo conseguirlo, se embarcó en un
hallaba una tienda llamada El lince dorado. Al igual que vapor carguero para curarse de la decepción y satisfacer
a mí, habrá a quien este nombre le despierte el remanso su apetencia por conocer los puertos del mundo; sólo que
de una añoranza. no tenía salud para los mares y a la vuelta de algunos
El dueño de la tienda, don Virgilio Marón, era un años, averiado de navegaciones, fatigado de vértigos y
hombre humillado por el desconsuelo; había en su ros- distancias, tuvo que acogerse de nuevo y para siempre
tro horas difíciles de olvidar, aflicciones secretas, derro- a las domesticidades de la tierra firme. Adquirió una
© Anatoly Bedey
propiedad (en una esquina muy próxima a la casa don- año de primaria y mi hermana Ifigenia iba en tercero
de había sembrado el despecho) e instaló la tienda. de secundaria.
Los niños le decían —le decíamos, se apresura a co- En una ocasión (un lunes, digamos), estábamos a
rregir mi memoria— tío Virgilio. A la hora del crepúscu- punto de sentarnos a merendar cuando tocaron a la puer-
lo (prefería las adulaciones de la sombra que las clarida- ta. Era él: don Virgilio Marón. Traía al hombro una
des), lo mismo que si cumpliera un deber o dejara libre bolsa de marinero. Mi hermana Ifigenia lo invitó a pasar.
una ansiedad, sacaba su mecedora a la banqueta, junta- Yo de inmediato calculé el disgusto que su presencia le
ba un montoncito de infancia a su alrededor y, en medio causaría a mi madre. Ella lo recibió con una expresión
de los aromas de naranjo y tulipán que obsequiaba el enérgica, incisiva, como hecha de vidrios rotos. Él se
aire cálido, nos narraba historias fantásticas de navíos acomodó en un sillón de la sala, sereno, dueño de una
antiguos y piélagos remotos donde los hombres atarea- voluntad perfecta.
ban sus vidas en abismos y laberintos en busca de la in- —Traigo esta ropa para que me la zurza, si es que
mortalidad, y entre agonías y resurrecciones se perdían puede usted hacerme el favor.
en ellos sin alcanzar otra gloria que el olvido. Los do- Mi madre permaneció callada, rígida, con las rodi-
mingos a la mañana, guapeando con pantalón blanco llas muy apretadas, las manos apuñadas sobre el regazo.
de dril, guayabera blanca de lino y sombrero de jipijapa, No lo veía a él, miraba la bolsa de marinero como exa-
salía a recorrer las generosidades, las dulcedumbres, los minándola, como tratando de adivinar lo que contenía.
alborozos y devociones de la ciudad, y no retornaba sino En realidad, ella acostumbraba la confección de vesti-
hasta la medianoche. La curiosidad del barrio ignoraba dos y blusas, no el arreglo de ropa masculina.
qué era con exactitud lo que hacía y el sitio donde iba. —Está bien —aceptó por fin, sin amabilidad, sin in-
Lo único indudable, de acuerdo con el parecer de las tentar siquiera una sonrisa—. Si no se le ofrece otra cosa...
personas mayores, era que volvía enlobreguecido y ató- —Gracias —moduló él. Se puso de pie, calmosa-
nito, como si trajera consigo los despojos de todas las mente, se despidió de cada uno y se marchó, dejando
fronteras, las zozobras de todos los océanos. tras de sí un poderoso aroma de vientos salinos.
En casa, mi madre nos prohibía terminantemente La temida explosión de ira no llegó por ninguna par-
acercarnos a él; alegaba que era un ser maligno, sin es- te. Mi madre no hizo el menor comentario. Alterada,
crúpulos ni sentimientos, fuera de sus cabales, que te- inquieta, se retiró a dormir temprano. De ahí en ade-
nía tratos con el infierno. Y es que para ella, el único lante, las visitas se multiplicaron y su opinión acerca de
hombre ejemplar sobre la tierra había sido mi padre. don Virgilio empezó a virar de un opuesto a otro; dejó
Por eso, aunque joven aún, nunca pretendió construir de considerarlo un adversario y gradualmente su aborre-
un nuevo tramo de felicidad ni aprender otro idioma de cimiento, su hostilidad, su desconfianza, fueron cedien-
amor. A partir de su viudez se dedicó a la costura para do. Para nosotros, para mi hermana Ifigenia y para mí,
acatar la obligación de mantenernos y, pese a su cariño- don Virgilio se convirtió en una necesidad: su cercanía
sidad innegable, a veces era un poco arisca y autorita- sin trabas nos ayudaba a crecer, nos procuraba entusias-
ria. Nosotros, ávidos de emociones y sin la menor ma- mo y certidumbre. Poquito a poco, nos enseñábamos a
licia, nos exponíamos a sus regaños y desobedecíamos conocerlo más, a quererlo, y mi madre acabó por acep-
su prohibición. Por ese entonces yo cursaba el quinto tarlo como a un amigo auténtico, alguien de la familia.
© Anatoly Bedey
El tío Virgilio poseía una sola característica inno- durante dos días y al tercero, cerca de la medianoche,
ble: odiaba entrañable, irrevocablemente a los anima- reapareció sigilosa, engañosamente, mientras me des-
les. Y, quizá para atenuar ante los demás la fiereza de su vestía para acostarme, y con un movimiento fulguran-
rencor, platicaba que el nombre de la tienda se debía a te me brincó al cuello (mostraba las cicatrices decididas
que en una época, mucho tiempo atrás, tuvo un gato que se entreveraban en su garganta, como si fuesen su
de pelaje amarillo oro. “Era un gato de mar. El mejor de prestigio, su honor). Conseguí, con un manotazo ins-
su especie. Fue mi compañero durante todos mis años tintivo, sujetarlo por el pescuezo y comencé a apretar,
de navegante. Cuando volví a tierra y lo traje conmigo, apreté con toda mi desesperación, con todo mi pavor,
a su manera me lo reprochó. Era grande, magnífico, más hasta que lo sentí quedarse quieto, hasta que no fue
que gato parecía un lince”. Y añadía penosamente, con sino un pedazo de trapo colgando entre mis dedos”.
una triste y apagada sinceridad: “Es la criatura que más Después, aprovechando la cobarde complicidad de
he amado en mi vida”. No obstante, al cabo de tantas y las tinieblas, lo enterró en el patio como quien entierra la
tantas jornadas de hábitos compartidos, de constancia fatalidad de un tesoro; después anheló el consuelo va-
infalible, sobrevino la traición, y con ella la desdicha. no de una lágrima y después, árido y neblinoso, despo-
—Murió —decía, cuando alguien (mi hermana Ifi- seído de paz y de esperanza, se tendió en la hamaca e
genia, tal vez, o yo) lo interrogaba sobre el paradero del intentó dormir.
gato. Por unos segundos, su mirada se volvía sarcástica, Este relato lo conocía el barrio entero. Algunos le
arbitraria, afrentosa—: Mejor dicho, lo maté. daban crédito; otros lo suponían una mera fábula; to-
—¿Lo mató, tío Virgilio? dos, sin embargo, experimentaban un vago desasosie-
“Un día (nos contaba con palabras inalterables, con go, una sensación de desamparo al escucharlo. Acerca
un acento doliente y laborioso, sobrado de intensidad, del artero comportamiento del gato, don Virgilio sólo
los ojos casi invisibles entre los párpados hastiados), al atinaba a conjeturar: “El demonio, el demonio que a
ir a recoger el plato de leche vacío, el animal se encres- veces toma cuerpo”.
pó inexplicablemente, y abriendo el hocico proclamó su Los niños (no sé si lo imagino o lo recuerdo) le creía-
pequeña y punzante dentadura, retrocedió unos pasos mos más que nadie, propensos como estábamos a apro-
y de pronto se abalanzó sobre mi mano encajándome las piarnos los sueños ajenos.
uñas y los dientes. Impulsado por el ardor que me pro- A mí los meses se me iban en asistir a la escuela, ayu-
dujeron los arañazos y las mordeduras, lo cogí por la cola dar a mi madre en los mandados, meterme en la pileta
y lo estrellé contra la pared. Lo vi rebotar y caer al sue- los días de bochorno, estudiar, perseguir zopilotes, ad-
lo, espeluznado, rabioso. Sus pupilas se encendieron en mirar las audacias de los cirqueros ambulantes, encara-
llamas un instante y huyó, propagando un maullido in- marme a la veleta para sentir el viento, ir a retozar al
fernal. Me desinfecté las heridas (exhibía la mano y el Parque Centenario o a comer sorbetes a la heladería de
brazo, donde un mapa de relámpagos, un tatuaje de Polito, pescar ajolotes en los charcos, oir música en el
rayones pálidos y largos le corría zigzagueante), me cal- aparato de radio, caminar descalzo cuando había inun-
mé y me puse a buscarlo, pues ya tranquilo admití que dación, cosas así. Don Virgilio iba a vernos casi a diario,
debía de estar enfermo y que requería mis cuidados. Lo para conversar, para merendar con nosotros, y a veces se
busqué y lo busqué sin encontrarlo. Estuvo escondido retiraba hasta muy tarde. Durante una de sus visitas le
© Anatoly Bedey
Era un sobre pequeño. músculos inservibles, la carne del cuello hondamente
Cuando regresé a casa, encontré que mi madre y injuriada por infinidad de tajos largos y finos que se-
mi hermana Ifigenia andaban de pleito (alcancé a per- mejaban las líneas de un laberinto. Era un conquistador
cibir palabras furiosas, desleales), y que las dos habían azorado por la derrota; un héroe despojado de gloria.
llorado. Comprendí lo que sucedía, y el comprender- Las palmas de mis manos estaban húmedas. En los lí-
lo me pegó en los nervios y se me convirtió en tortura. mites de lo real y lo soñado, el dolor y la angustia me im-
Mi madre, como cansada de no hallarle explicación al pedían quitarle los ojos de encima.
mundo, se encerró en su cuarto. Antes, se abrazaron, —Vamos —oí que dijo mi madre, tirándome del
no a manera de reconciliación sino de alianza. Le di el hombro.
sobre a mi hermana Ifigenia y ella lo rompió sin abrir- Lo vi sólo un minuto; un minuto, que es tanto
lo. Tomó mi cara entre sus manos y me besó tierna- tiempo.
mente en los párpados. Dispuse el cuchillo en un cajón El corazón de las tardes se detuvo, como desprote-
de la cómoda, entre mi ropa, al alcance de cualquier gido, como huérfano. El cuerpo de don Virgilio Ma-
arrebato, de cualquier reivindicación. Colgada de una rón fue sepultado en una fosa común, sin que nadie lo
alcayata, doblada y recostada contra la pared como un velara, sin que nadie rezara por él. Durante las investiga-
ave en reposo, se hallaba mi hamaca. Me senté delan- ciones, que no demoraron mucho ni fueron muy exhaus-
te de la ventana, a vigilar los resplandores de la noche tivas, la policía ordenó excavar en el terreno posterior
y a escuchar los gemidos lejanos del búho blanco. Re- de la tienda y en una de tantas encontraron el esquele-
cordé que don Virgilio había hablado, en distintas to de un felino cuyos huesos se hallaban ennegrecidos
oportunidades, de la escasa valía de una existencia sin y cuya mandíbula parecía sonreír. Sin poder evitarlo, los
dignidad, sin honor. “Y la falta de fuerza hay que su- vecinos se acordaron del gato dorado y aseguraron ha-
plirla con determinación y astucia, como hacen los ga- ber visto y escuchado la sombra y el maullido de un
tos”. Para entonces ya estaba yo en primero de secun- animal que trepaba y huía por la albarrada. Las autori-
daria y mi hermana Ifigenia había empezado a estudiar dades no ignoraban que aquellas eran meras exaltacio-
la carrera de comercio. nes de la gente, que lo que había desfigurado el pescue-
¿Qué tan fiel es la memoria?, ¿qué tanto los sucesos zo a don Virgilio Marón no fueron las uñas de un animal
que guarda ocurrieron así?, ¿qué de cierto y qué de ima- sino el filo contundente de un arma. Un día, sin em-
ginería se pone en marcha cuando la invocamos? Cada bargo, cerraron el caso sin que el crimen hubiese sido
edad tiene sus propios misterios, y no pocos de ellos son aclarado. Pocas semanas después, mi madre, que no
indescifrables. Tiene también sus fantasías, sus ilusio- conseguía reponerse de la impresión de la tragedia, de-
nes que pronto se escapan por los bolsillos rotos de la cidió mudarnos de ciudad (de no haber sido por esa
realidad. Aquí lo real, lo verdadero, es que un domingo muerte, acaso nunca habríamos dejado la casa donde
(un domingo de septiembre), en las horas finales de la nacimos, el barrio donde todos nos conocían). Cualquier
noche, el barrio de Santiago despertó conmocionado y parte dio lo mismo, con tal de seguir siendo, a nuestro
confuso al toparse en el sueño con un alarido incle- modo, una familia completa. Hoy pienso que fue lo me-
mente, ahincado, irredimible. Los vecinos acudieron a jor. Lo pienso mientras me bajo de los recuerdos, mien-
la tienda de don Virgilio, que era de donde había par- tras mi madre reposa en su mecedora y mi hermana Ifi-
tido el grito espantoso; derribaron la puerta, entraron genia, la única mujer en el mundo, le sirve su plato de
y encontraron al hombre tendido en un vasto charco leche al gato enorme que se estira a mis pies, plácido,
de sangre, con su traje blanco empapado de rojo, los enigmático, hermosamente amodorrado.
Golems
de madera
José Gordon
En el siglo XVI, un hombre bordeaba las orillas del río Así fue como empezó a trabajar con esos materiales.
Moldavia atento a las texturas de la tierra. Tal vez ya Vio la posibilidad de hacer esculturas con madera, de
intuía las formas ocultas en ese amasijo de barro. Con trabajar como artista plástica con un material con el que
esa arcilla el rabino de Praga creó una figura humana y sentía un diálogo profundo: “Todas las piezas me ha-
le puso una palabra en la frente que le dio vida. A esa blan. Yo sigo en la madera, en principio lo que veo. Des-
figura legendaria le llamaron Golem. cubro la forma, la aliso. Al mismo tiempo la madera
Flora Goldberg, a su manera, también se inscribe en sigue el movimiento que le doy a la pieza. Es increíble
una tradición que busca darle vida a materiales que se ver cómo las vetas caminan con lo que haces, siguen el
consideran inertes. Me cuenta una interesante historia. movimiento de lo que descubres. Las maderas son du-
Acababan de tirar unas jacarandas a dos cuadras de su ras, unas más que otras, y también tienen sus mañas:
casa. Los árboles parecían amputados, sólo quedaban si uno le pega en el lado equivocado, se astilla; entonces
unos grandes tocones, los troncos mutilados que que- uno tiene que aprender que cuando la madera dice por
dan unidos a la raíz cuando los cortan por el pie. Flora los aquí no, hay que cambiar de lado, saber qué es lo que
observó atentamente. Se acercó a los hombres que habían se descarta, contrastar las texturas ásperas y las que re-
derrumbado las jacarandas para ver si le podían vender quieren un lijado muy fino”.
los tocones. La respuesta la sorprendió: “¡Qué vender ni Lo que surge parece una especie de Golem de ma-
que nada! Usted traiga con qué llevárselos y tome los que dera. Flora me cuenta lo que le ocurrió con una pieza a
quiera”, me dice Flora con una gran sonrisa. la que le vio la forma de un toro. Tenía que tirar, con
Flora Goldberg
GOLEMS DE MADERA | 47
cierto dolor, una jacaranda en su casa. Pidió permiso a estaba una escultura relacionada con las figuras de
los responsables de medio ambiente y ecología. Le die- Dafnis y Cloe”.
ron autorización. La pieza que surgió del tocón era muy Con el paso del tiempo, cuando las piezas de madera
grande. No cabía en el estudio ni por peso ni por tama- se conjuntan, aparece un bosque de nuevo, un bosque
ño. Entonces la trabajó en el garaje. Dice Flora: “Los de humanizado. En su más reciente exposición titulada Con-
ecología se asomaron por un huequito de la puerta y cierto de chelo en bosque humano, en la sala Nezahualcó-
me vieron con el toro. Se acercaron y me comentaron: yotl de la UNAM, las esculturas estaban literalmente en
—Señora, ¿qué quiere usted tirar? Porque usted no casa, parecían resonar con las maderas que forman par-
mata árboles. ¡Les vuelve a dar vida!”. te de la acústica maravillosa del recinto universitario.
En la cuadra, dice Flora divertida, se hizo famoso el Le pregunto en particular por la pieza que ilustra la por-
toro: “La policía, los que traen el agua, los que traen la tada de esta edición de la Revista de la Universidad de
verdura, los que traen el gas, todo mundo decía: ¿pode- México. Me cuenta cómo surgió esa imagen:
mos pasar a ver el toro? La pieza se llamó Una faena. Se “Me tocó estar en un concierto en donde los instru-
hizo famoso el toro y a mí lo que me llamó la atención mentos estaban al nivel en el que yo me encontraba, al
fue la sensibilidad que tiene la gente sencilla, que no se nivel del piso. Tenía enfrente a todos los chelistas y me
siente culta, para este tipo de cosas”. puse a hacer algunos dibujos de los músicos. Esos apun-
Flora Goldberg rescata tocones que de otra ma- tes los hice en un boleto de concierto porque no iba
nera se hubieran ido a la basura. En su trabajo pacien- preparada con un cuaderno. Eso forma parte de las lec-
te, que requiere mucha fuerza en las manos, fueron ciones que me dio Diego Rivera en 1955. Cuando vio
surgiendo diversas figuras humanas. Así, por ejem- unas acuarelitas que había hecho, me dijo que tenía mu-
plo, hay un tronco en donde vio un ombligo que ya cho talento y sensibilidad —Flora ríe—. Me lo creí. Tal
estaba en la madera: “Vi la madera por todos lados y vez lo más importante que me enseñó Diego Rivera
cuando percibí el ombligo ya sabía qué hacer. Ahí fueron dos cosas: uno, verlo trabajar, con tanta capaci-
dad e intensidad; dos, me dijo que en todo momento
llevara un lápiz y un cuaderno para hacer apuntes y sa-
car datos de la realidad, de la vida diaria: en los camiones,
los parques, en donde fuera, hacía apuntes que todavía
conservo en un cuaderno. De hecho, una escultura que
estoy haciendo ahora la saqué de unos apuntes que hice
en 1956. La escultura del chelista tiene que ver con unos
apuntes en un boleto de concierto: es un chelista zurdo
porque la madera no me permitió otra forma. Me puse
a investigar y efectivamente sí hay chelistas zurdos, no
muchos, pero los hay. Lo interesante es que aunque el
arco es invisible, la dirección de la mano lleva directa-
mente hacia las cuerdas: el movimiento de la mano in-
dica perfectamente el arco”.
Los apuntes que hoy toma Flora Goldberg los hace
a través de un teléfono celular. Ahí registra formas que
después descubrirá en los tocones. Para Flora, la escul-
tura es un dibujo en 360 grados, un dibujo que el diá-
logo con la madera materializa en diferentes colores,
vetas y texturas. La madera canta, refleja calidez y ter-
nura en sus formas. Le comento que tienen un dejo de
serenidad. Flora sonríe: “Hay piezas en las que está
reflejada una meditación. Por ejemplo —señala una de
ellas—, esta pieza la hice después de tener un cáncer. Te
reflejas en lo que te pasa. Para mí es esencial el abrazo.
Todas las cosas se unen por alguna forma o concuerdan
quién sabe por qué”.
Me quedo pensando en que ése es el misterio que se
dibuja en las relaciones humanas y también el misterio
que se expresa en los bosques humanos y en los chelistas
de madera.
TEMBLORES | 57
Marguerite Duras
El absoluto
sólo se
puede mirar
Sara Sefchovich
Marguerite Duras nació en Saigón, entonces Indochina, Supuestamente la familia era pobre, pero en los re-
hoy Vietnam, en 1914. El lugar y la fecha no son inocentes cuerdos de la escritora, se habla de sirvientes que llevan
y ella tampoco lo sería nunca: cargaría para siempre con a la mesa las magras comidas y de vestidos nuevos y de
esa “cualidad” tan francesa de unir la cultura más refinada un castillo que, aunque desvencijado, la madre compró
con el colonialismo más feroz, la realidad de la guerra con cuando regresó a su tierra.
la capacidad de vivir la vida como si el horror no sucediera. Una pobreza pues, un poco cierta y un poco falsa.
En el país asiático vivió con una madre viuda llena ¿Por qué decidieron sus progenitores vivir en ese te-
de fantasías aristocráticas, y con dos hermanos, uno al rritorio acalorado, insalubre, de inhóspita naturaleza,
que amó con locura y murió joven y otro al que odió lleno de bichos y de enfermedades extrañas que incluso
con la misma locura y que se convertiría en colabora- llevaron a la tumba al padre?
cionista de los nazis. Es la pregunta que se le puede hacer a todos los que
De pequeña ella iría a la escuela mientras Europa se voluntariamente abandonan su lugar en busca de quién
devastaba en la guerra y los imperios de siglos se venían sabe cuál quimera. Como Rimbaud, como Isabelle Eber-
abajo. Por eso pudo ser al mismo tiempo inocente y hardt, como todos los europeos que se instalaron en las
perversa, común y extraña, porque ese fue el mundo que colonias, la mamá Legrand-Donnadieu algo quería, al-
la vio nacer y crecer, un mundo de dos caras, de sueños go imaginaba posible en aquella lejanía exótica de una
de grandeza con realidades atroces. ciudad al borde del río Mekong.
Ese algo, diría su hija ya convertida en escritora, era de ser la mejor. Se la admiraba pero no se le perdonaba
riqueza. Y pensó que la conseguiría sembrando arroza- su vida apurada a borbotones desde que nació hasta que
les y cuando eso fracasó, encontrándole un marido (o murió, desde los catorce años hasta los setenta y tantos,
de perdida un amante) rico a la joven. siempre con pasiones, vicios, escándalos, libros y más
Duras dice que lo tuvo. Tal vez no fue así y todo es libros.
invento. Pero el real, si existió, era viejo y feo. El de fic- Porque Duras escribe. Escribe y escribe. Desde los
ción todo lo contrario. años cuarenta hasta su último aliento, de su mano sa-
Sin embargo, en cuanto pudo, Marguerite se fue lieron montones de textos, guiones, obras de teatro, re-
lejos de todo eso, lo quiso dejar atrás. Aunque su vida latos y novelas, artículos y ensayos. Y se convirtió, con
estaba ya marcada, al menos, físicamente, se quedó en sus altas y bajas, en un personaje esencial de la escena
París. literaria francesa.
Fue a Francia para estudiar en la Sorbona, escribir, Si cuento todo esto es porque en el caso de Margue-
dirigir películas, ser miembro de la Resistencia durante rite Duras, la biografía no es separable de la literatura.
la Segunda Guerra Mundial y del partido comunista Y no por una supuesta verdad de los acontecimientos,
hasta que la expulsaron en el año 50. Hubo muchos sino por el mundo de fantasías, exotismos y relaciones
tiempos negros: la ocupación alemana, el estalinismo, difíciles que la componen.
los frentes populares, el hambre. Hubo también tiem- Los textos de Duras llevan una carga de emociones
pos mejores cuando resurgió de los escombros la vida perturbadoras, que parten de y terminan en el erotis-
intelectual. mo. Un erotismo en el sentido más amplio, que tiene
Francia fue también para el alcohol, mucho alcohol, menos que ver con la sexualidad y el contacto físico y
hasta el delirium tremens. Y para relaciones tormento- más con la mirada, la inmovilidad y el silencio. Y todo
sas, de intensa actividad erótica, algo muy en boga en- esto con un código que es el mismo de aquella vanguar-
tonces como también hizo la cantante Edith Piaf. Igual dia electrizante de los años sesenta del siglo XX: velado
que ella, Duras buscó a jovencitos, y removió a las con- y desvelado hasta la desnudez. La aparente y la profun-
ciencias de Francia y a los amantes de lo francés en el da, esa desnudez.
mundo, que son muchos. El doble modo de ser de los relatos de Duras explica
Figura polémica en todo: en la izquierda y en la lite- la extraña fascinación que ejercen y sustenta su diferen-
ratura y en la vida. Un día la acusaban de ser amiga de cia. Porque es a un tiempo intensa y banal, extraña y
colaboracionistas y otro de delatarlos para que los fusi- real, inmóvil y silenciosa, capaz de dejarse arrastrar por
laran, un día de escribir textos incomprensibles y otro la vida pero de imponérsele también, de unir la grande-
Lewis Carroll, el adorador de las niñas que aborrecía a los dedicó su libro y a quien fotografió con especial interés.
niños... es el fundador —o quizá sea mejor decir explorador— Del personaje literario, crisol de asombro existencial e
de uno de los arquetipos femeninos más inquietantes y
intelectual, ha dicho, por ejemplo, Octavio Paz:
conmovedores de la literatura moderna: la nínfula.
MAURICIO MOLINA
Las dudas de Alicia nos muestran hasta qué punto el
Yo siempre lo llamo Lewis Carroll Carroll, suelo de las llamadas evidencias puede hundirse bajo
porque fue el primer Humbert Humbert. nuestros pies, […] las dudas de Alicia no son muy dis-
VLADIMIR NABOKOV
tintas a las de los místicos y poetas. Como ellos, Alicia
se asombra. Mas, ¿ante qué se asombra? Ante ella mis-
Con el nombre de pluma de Lewis Carroll, el diácono ma, ante su propia realidad, sí, pero también ante algo
inglés Charles Lutwidge Dodgson (1832-1898) publi- que pone en tela de juicio su realidad, la identidad de
ca las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas en su ser mismo.1
1865. El personaje central es una heroína infantil que
se desliza a un mundo fantástico en el que la sin-razón es En cambio, la niña real de quien tomó el nombre el
ley. En la historia, Alicia es una niña encantadora, bien personaje, Alice Liddell, sí contribuyó a forjar el mito
educada, curiosa y sagaz, cuya lógica pone en perma- porque su imagen aparece y desaparece en los entrete-
nente estado de duda las evidencias que se le presentan lones de un diario censurado, se oculta en los derroteros
como inobjetables. Sin embargo, no es el personaje lite- de la vida misma que la convierten muy joven en la se-
rario el que marca un hito en la arqueología de las ante-
cesoras de Lolita, sino el personaje real a quien Carroll 1 Octavio Paz, El arco y la lira, FCE, México, 1982, pp.128-129.
le escribiese la historia. Carroll no durmió esa noche a logo a Lewis Carroll, Niñas, Lumen, Barcelona, 1974, p. 20.
fin de terminar un primer manuscrito que después ilus-
traría con dibujos propios para regalarlo a la pequeña
en Navidad. El obsequio concluía con un retrato oval
de su destinataria.
Algunos meses después, súbitamente, los paseos se
suspendieron. A la madre de las niñas comenzó a mo-
lestarle la asiduidad de Carroll. Mucho se ha especula-
do al respecto, incluida la hipótesis de una petición de
mano que el especialista Jean Gattégno rechaza termi-
nantemente. Tres años después de la tarde veraniega en
que se originó la historia narrada por el autor, Carroll se
topa con Alice en un patio del colegio en 1865. Enton-
ces escribe en su diario: “Alice parece haber cambiado
mucho, y no para bien; sin duda pasa ahora por esa desa-
gradable fase de transición”. Ella tenía en ese tiempo
doce años. De ser una niña en toda la extensión del sig-
nificado, había entrado de lleno a ser… ¡una nínfula!
No deja de ser revelador que sólo un par de años más
tarde, en 1867, Carroll escriba Alicia a través del espejo,
cuya distancia respecto de la heroína original —más in-
telectualizada, más compleja y abstracta— es evidente.
Según Gattégno, esa distancia marca también un dis-
tanciamiento respecto del objeto de su deseo y en cier-
to grado una renuncia: “cava deliberadamente un foso
entre la heroína y el escritor, y así oculta aun más el dis-
curso del deseo”.2 Gattégno apela a la opinión de la es-
critora Hélène Cixous en este punto: “Carroll quería
contar una historia a una niña; la historia divaga, la ni-
ña cambia, el Deseo se convierte en el único amo de un
espacio que no está orientado por ningún tiempo; mien-
tras tanto, aquel que dio la señal de partida se lamenta
Y, me di cuenta entonces, no era sólo un ejercicio de la pierto intranquilo, casi siempre hacia las tres de la ma-
memoria; era también un ejercicio de nostalgia, y no sólo drugada, e intento recordar el rostro de la mujer que
un ejercicio, sino una compulsión y un arte.
hace unas horas, dos, seis o nueve, no importa, estuvo
OLIVER SACKS
aquí a mi lado, pero no lo consigo. Tal vez esa mujer
regrese mañana, dentro de tres días o en una semana.
Sí, precisamente eso, un ejercicio de nostalgia, una com- Puede ser posible que no regrese nunca más. No im-
pulsión y tal vez un arte. Unos momentos del pasado, porta. Pero tampoco será extraño que a esa mujer de
perdidos y quizá sólo recordados por mí y repetidos in- unas horas antes, en el transcurso de los próximos días
cansablemente, cambiándoles el orden una y otra vez, la encuentre nuevamente en algún evento social de esta
agregando un detalle, un sonido, una imagen borrosa, ciudad, por lo regular acompañada por el marido, de
o suprimiendo tal vez un gesto, algo, y quizá con ayuda un pretendiente o de alguna de sus amistades femeni-
de la suerte, también pasajera, en alguna ocasión atra- nas, así como el que se presente sin aviso cualquier pró-
pando esos recuerdos como realmente sucedieron. xima mañana en mi galería con la esperanza de volver a
Aquí, en esta habitación, como anteriormente en ser invitada a las habitaciones en el piso de arriba o para
otras más o menos iguales de diversos países, me des- sugerir una fecha y una hora determinada. Quizás
Un occidental decide tener su primera experiencia con tra la mirada advierte que puede penetrar en el diseño
hongos pajaritos. Le sirven la infusión en una taza de del blanco dragón. Las plumas y las escamas que lo
porcelana de vago origen chino. La bebe despacio re- conforman están, a su vez, hechas de seres diminutos.
clinado en una banca de piedra que hace las veces de Figuras de elegantes dignatarios chinos en poses hie-
mirador en la orilla de la laguna. El día es transparen- ráticas. Cientos. El pájaro carpintero vuelve a repique-
te. Mira en la lejanía los cerros y las nubes. Ha decidi- tear en el tronco del pino. La visión se disipa. Sema-
do que usará el poder del hongo para ver un dragón nas después acude con sus hijos al museo que acaban
en las nubes. Se aplica. Dirige la mirada a una nube de montar en la ciudad. Se anuncia una colección de
grande, luego a otra. Nada. Lo distrae el tamborileo objetos extraños, sorprendentes. Al entrar se topa con
de un pájaro carpintero. Al volver la vista hacia el ho- una gran vitrina. En su interior hay un colmillo de ele-
rizonte nota que las nubes se han reunido y forman un fante finamente tallado con figuras de elegantes dig-
inmenso dragón alado. Que se acerca. Cuando concen- natarios chinos en poses hieráticas.
***
***
Atraviesa las membranas frágiles del sueño. Faroles rojos
de papel con inscripciones doradas. Jarrones, tibores de- Contaba Chuang-Tzu: “Los que sueñan no saben que
corados con dragones y paisajes: un trozo de muralla, sueñan. En el mismo sueño tratan de interpretar y com-
montañas, caseríos. Flores de duraznos y cerezos. Los prender sus sueños. Al despertarse ven que no ha sido
altos guerreros de terracota hacen guardia. Ninguno lle- más que un sueño. Sólo con un gran despertar se puede
va un arma. Detrás de la alambrada comienza LA CIUDAD comprender el gran sueño que vivimos”.
PROHIBIDA. Un enorme letrero de neón así lo anuncia.
Dos leones de yeso flanquean la entrada. Llevan la ca-
bellera ensortijada y sobre el pecho lucen enormes mo- Referencias: Francisco González Crussí, Horas chinas. Tradiciones, impresio-
nes y relatos de una cultura milenaria, Siglo XXI, 2007; Tori Amos, Little
ños de color púrpura. Una ciudad dentro de otra ciudad. Earthquakes, Wea Internacional, 1992; Chuang-Tzu, traducción de Car-
Cruza el puente para entrar al templo. Mira de reojo melo Elorduy, Monte Ávila Editores, 1991.
El hogar
abandonado
Gerardo Laveaga
Aunque vive en la isla de Yeu y escribe en francés, Amin perdedores, unos oprimidos, unos excluidos; y por eso
Maalouf nació en Beirut, en 1949, y es, hoy día, una de sueñan con aguar esa fiesta a la que no están invitados”.
las voces que con más éxito han logrado transmitir al Y, ciertamente, el mundo árabe tuvo épocas des-
mundo occidental el antiguo esplendor y las frustracio- lumbrantes. El imperio omeya (633-750) y el imperio
nes, los sueños y desencantos del mundo árabe. Su diag- abasí (750-1258) tuvieron un papel seminal en la cons-
nóstico no podría resultar más descorazonador. trucción de nuestra cultura. Su poesía, pintura y arqui-
En su ensayo El desajuste del mundo, Maalouf parte tectura; su medicina y sus matemáticas —nuestra actual
de la premisa de que, a lo largo de la historia, su pueblo numeración y el álgebra, para no ir más lejos—; su filo-
ha sufrido un ultraje tras otro. Para colmo, en los siglos sofía y sus avances tecnológicos; sus prácticas comer-
XIX y XX, Europa y Estados Unidos se esmeraron en ha- ciales y hasta sus disputas políticas y religiosas explican
cerlo ver como retrógrado, agobiado por su fundamen- mucho de lo que hoy es —y no es— Occidente.
talismo sempiterno. Tantas derrotas, apunta, provocaron Convencido de que la literatura puede salvar al gé-
que los árabes se refugiaran en el pasado y en el islam, nero humano, pues permite que conozcamos al otro y
único punto de unión entre sus integrantes. que el otro nos conozca a nosotros, Maalouf ha publi-
Enemigo declarado de los fanatismos, quien fuera cado novelas que, en efecto, permiten que el lector se
redactor en jefe de Jeune Afrique, ha dedicado su narra- aproxime y hasta se identifique con el pensamiento y el
tiva a exhortar a Occidente a buscar mecanismos para devenir de la civilización árabe. Su destreza para im-
integrar a los árabes al mundo contemporáneo y evitar, pulsar la empatía es envidiable.
así, que su resentimiento progrese: “No es tanto la mor- Su primera novela —León, el africano— refiere las
dedura de la pobreza lo que los desespera”, arguye, “sino, aventuras de un viajero del siglo XVI; en ella Maalouf nos
más bien, la mordedura de la humillación y de la insigni- ayuda a recordar cuánto debe el islamismo al cristianis-
ficancia, esa sensación de no tener el lugar que les corres- mo… y viceversa. Alejado de manierismos estilísticos y
ponde en el mundo que viven, de no ser en él sino unos concentrado en la eficacia del lenguaje, su estilo se re-
EL HOGAR ABANDONADO | 77
Entrevista con Martí Soler
Un editor
para Efraín
Silvina Espinosa de los Monteros
A cien años del nacimiento de Efraín Huerta (Silao, La reunión de los materiales originalmente se publi-
Guanajuato, 1914-Ciudad de México, 1982), el Fondo có en dicha casa editorial en 1988; sin embargo, para
de Cultura Económica ha publicado una serie de obras 1995 se hizo otra edición y, ahora, casi 20 años después
conmemorativas, entre las que se encuentra Poesía com- se realiza esta que pareciera ser la definitiva.
pleta, una nueva edición, corregida y ampliada por Martí Según advierte el también galardonado con la Con-
Soler, quien nos habla sobre la figura de El Gran Coco- decoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca
drilo y la diversidad de registros que alcanzó su vasta (2006), la nueva edición de la obra poética de Efraín
obra poética, en la que sobresale Los hombres del alba, Huerta era necesaria “de cara al centenario pero, además,
volumen que en este 2014 cumple 70 años. porque el libro como tal, tiene gran difusión; incluso
Martí Soler (Gavà, Barcelona, 1934), poeta, traduc- mientras preparábamos este trabajo, hubo que hacer una
tor y editor catalán arribó a México hace más de medio reimpresión rápida, ya que es muy buscada por los lec-
siglo. Su vida ha girado en torno al mundo de las letras tores”, comentó.
y está catalogado como uno de los editores más recono-
cidos en nuestro país. ¿Qué es lo que se hizo para esta nueva edición conmemorativa?
Además de ser el coordinador de las actividades con- Lo que sucede es que habíamos identificado algu-
memorativas del centenario de los nacimientos de Octa- nas fallas en la edición anterior, que ya corregimos; y
vio Paz, José Revueltas y Efraín Huerta, organizadas por también queríamos mejorar el diseño y la tipografía.
el FCE, se ha dado a la tarea de volver a revisar y corregir En cuanto a los textos, no es que se hayan incrementa-
la edición de la Poesía completa de este último. do mucho, sólo hay un poema nuevo que se descubrió
por ahí: “El corrido de la enamorada”, que ahora he- efecto, lo era. Entonces, lo que quisimos fue darle una
mos incorporado, porque encontramos que había sido idea al lector de cómo había ido progresando su poesía
publicado en el periódico El Nacional, junto con una hasta llegar a sus últimos años.
reseña de Efraín sobre la película Enamorada de Emilio
El Indio Fernández. Para esta edición de 2014, ¿qué otros criterios se emplea-
ron además de intentar respetar un orden cronológico?
En 1988, cuando se hizo la primera recopilación de los poe- Desde luego, lo que hicimos fue buscar entre sus
mas, ¿cuál era el contexto? ¿A qué circunstancias se enfrentó? originales para ver si había en las ediciones errores que
Había dos circunstancias. La primera, que el Fondo pudieran subsanarse, ya que el propio Efraín habría
de Cultura Económica no había publicado antes a Efraín; podido cambiar cosas en un momento determinado.
su obra estaba dispersa en editoriales como Joaquín Mor- Tarea que logramos gracias al apoyo de dos jóvenes que
tiz, Era, Siglo XXI e, incluso, en Ediciones de Cultura incorporamos al equipo de búsqueda que son Emi-
Popular, editorial del Partido Comunista. Y, segundo, liano Delgadillo, quien se ha dado a la tarea de pre-
que una tarea así no se había hecho. Entonces, lo que parar Efraín Huerta. Iconografía (2014), libro publi-
pensamos, junto con sus hijos David, Eugenia y Andrea, cado por el Fondo con motivo del centenario, en la
era que se debía publicar en esta casa editorial la Poesía colección Tezontle; y, Carlos Ulises Mata, de la Uni-
completa de su padre. Me la encargaron a mí, porque versidad de Guanajuato, quien hizo la recopilación
fui gran amigo de Efraín y él, en algún momento, había de la prosa de este escritor, que ha salido bajo el título
dicho que yo era uno de los que lo habían entendido me- El otro Efraín. Antología prosística (2014) en la colección
jor. Así que acepté, pero en buena medida lo logré gracias Letras Mexicanas, el cual reúne reseñas bibliográficas,
a sus hijos. Hasta cierto punto, decidimos que tuviera crónicas urbanas, textos sobre cine, artículos políticos,
un orden cronológico; por eso hay libros como Poemas prólogos y entrevistas. Lo que da idea de otras facetas
prohibidos y de amor, que está dividido en varias partes. en la obra de Huerta.
El cuervo que
se creía perro
Guillermo Vega Zaragoza
Truman Capote
Ágota Kristóf
No siempre es sencillo descubrir la inten- bilidades: se aprovecha a los personajes da hora sin darles ninguna recompensa a
ción autoral que se esconde tras las novelas existentes, se les presiona para llegar a al- cambio. La novela es un relato casi despro-
seriadas. A veces resulta evidente, queda guna parte y, al mismo tiempo, se ofrecen visto de los ornamentos comunes de la li-
claro, como en los casos de las sagas poli- diferentes lecturas en torno a un mismo teratura. La prosa es seca, los adjetivos no
ciacas o algunas otras de novelas de aven- fenómeno. aparecen a lo largo de las páginas. Incluso
turas. Explotar a los personajes al máximo, Tal es el caso de Claus y Lucas de Ágota es difícil generar empatía por los gemelos
llevarlos al límite de sus posibilidades na- Kristóf (Csikvánd, Hungría, 1935-Neuchâ- quienes, poco a poco, demuestran que son
rrativas; aprovechar un caso de éxito para tel, Suiza, 2011), que comprende tres no- tan oscuros como su propia abuela. Y es qui-
reproducirlo hasta que se agote. En otras velas publicadas de forma separada: El gran zás en esa parquedad donde se encuentra
ocasiones pasa justo lo contrario. Es el caso cuaderno, La prueba y La tercera mentira. la clave de la novela. Porque Ágota Kristóf
de las trilogías (tetralogías, pentalogías…) El título de la trilogía parte del nombre de consigue depositarnos en un mundo des-
conceptuales. Aquellas en las que el autor los dos protagonistas de la misma. A lo lar- provisto de esperanza, el mundo ideal para
trata el mismo tema desde diferentes án- go de la primera novela, El gran cuaderno, estos dos pequeños. El mundo que ambos
gulos. Estas novelas son tan independien- la autora nos ofrece la vida de dos niños describirán a lo largo de varios cuadernos
tes que incluso pueden leerse por separado, que han sido dejados en casa de su abuela llenos de su caligrafía.
en desorden, algo que sería impensable con materna (en un pequeño poblado fronte- Claus y Lucas se enfrentarán a los mis-
algunas sagas de aventuras y que es poco rizo) para salvarlos de la guerra. Una abue- mos horrores a los que se han enfrentado
deseable con otras tantas policiacas. la materna que se niega a recibir al par de centenares de personajes en novelas relati-
Pero las anteriores no son las únicas al- críos al que está conociendo ese día pero vas a la guerra. Sin embargo, lo harán desde
ternativas. También existen algunas trilo- que, pese a su reticencia, termina asilando. una trinchera muy particular: aquella que
gías en las que se combinan ambas posi- El precio es alto: los obliga a trabajar a to- les permite no dejarse conmover por nin-
RESEÑAS Y NOTAS | 91
Los raros
Mancuerna
Rosa Beltrán
Allá van, por la manchega llanura, dos fi- jeto de no pocas polémicas entre los críti- que nosotros que pensamos que estará ahí,
guras extrañas, sin otra armadura que las cos de este país. al alcance de la mano, esperándonos siem-
palabras, con su lanza en astillero, adarga He leído muchos ensayos sobre la obra pre. Y pueden “extranjerizar” una lectura
antigua, sin rocín y sin galgo, la una con de Elena Poniatowska y he escrito algunos. para explicarnos mejor su recepción y su
calzas ataconadas y la otra con zapatones Ahora que tengo en mis manos el estudio significado. La “Flor de Lis” “es el descubri-
de plan quinquenal. ¿Quién es más idea- de Sara Poot Herrera (Viento, galope de agua. miento que va del Zócalo a Jorge Negrete,
lista, la que deja su casita de sololoy para Entre palabras: Elena Poniatowska) sobre el la geografía de México, su idioma, los nom-
organizar encuentros de literatura mexica- extenso quehacer de la autora de La noche bres de las comidas, las clases de mecano-
na o la que sale con Alberto Beltrán a co- de Tlatelolco me doy cuenta de que Sara ha grafía que la prepararían para escribir”, nos
nocer a los pobres, al otro México, del que citado a prácticamente cada uno de quienes dice Sara de Elena. Desde su llegada a Mé-
escribirá crónicas, entrevistas, cuentos, no- han comentado la obra de EP, que ha revi- xico en 1942 lo que nace en esta autora es
velas? ¿La princesa Poniatowska que reco- sado todos los géneros que esta autora un deseo de aprehender el paisaje, la lengua,
rre las calles y teclea lo que ve y lee de un aborda o reinventa, y aun ha añadido as- no sólo el habla culta sino todas las voces,
país que quiere que sea suyo o la niña de pectos no contemplados en esos trabajos el registro de cómo suena nuestro país en
Yucatán que nace brillante y luchona en se- anteriores. Sé que cada ensayo sobre un cualquier oficio y en cualquier colonia.
rio, insomne por naturaleza y ayunante por autor es un punto de vista y que hay casi En varios capítulos, Sara decanta ese ini-
decisión, pero sobre todo curiosa y entre- tantas entradas a un libro como lectores. Sin cio que ocurre en Lilus Kikus haciendo pa-
gada a las letras, y por eso estudia literatu- embargo, en este momento encuentro di- ralelismos con la autobiografía de su autora.
ra en el Colmex y cumple con las más altas fícil que exista un volumen que sea una me- Y parte de una historia que ha sido relata-
exigencias y las eleva más, y abre tamaños jor puerta de entrada a los múltiples libros da varias veces por la propia EP: de la azotea
ojos para asombrarse de lo que realmente de nuestra Premio Cervantes. Un inventa- de una casa nacerá la futura Jesusa Palan-
importa, y va y viene de Santa Bárbara y rio razonado y un manual, esto es lo que cares de Hasta no verte Jesús mío, obra maes-
sitios aledaños, léase el resto del mundo, es. Un compendio abarcador y minucioso tra que integra historia oral con novela de
sin dejar de estar —y esto es lo más asom- (a ratos, casi minimalista, por el regreso a crecimiento, imaginario de cómo suena y
broso— sin dejar de estar todo el tiempo ciertas obras ya citadas de las que contem- cómo se siente México, al tiempo que re-
en México? plará otros aspectos). construye la vida y milagros de una de las
Conocí a Sara Poot en casa de Elena En este pequeño, y no tanto, volumen, tantas mujeres que permiten contar la Re-
Poniatowska hace muchísimos años, cuan- aparece el quehacer literario de 60 años de volución desde el lado contrario, y logra lo
do yo regresaba de hacer un posgrado en escritura, desde Lilus Kikus, de 1954, has- que García Márquez dice que se logra con
literatura comparada en UCLA. Desde en- ta su más reciente El universo o nada, de la verdadera literatura: voltear el mundo al
tonces, la he visto ocuparse incansablemente 2013. Y el sentido de publicarlo ahora es el revés. Sara explica de diversos modos cómo
de su obra: leyendo cada título, escribiendo sexagésimo aniversario de esa tarea impa- hace Elena para consignar lo que se llama-
sobre todos, organizando coloquios y en- rable. Dice Sara, refiriéndose a los 60 años rá “oralidad”. Cómo para usar la entrevista
cuentros sobre escritores en general y sobre de la “obra sin medida y a la medida de [los] y volverla género novelístico. Cómo para
el lugar de esta autora en nuestras letras en lectores de Elena: yo los festejo, leyendo y emplear la crónica como parte de lo que se
particular, lo mismo en Estados Unidos que releyendo desde su primer libro de cuen- convertirá en su gran novela coral La no-
en lugares remotísimos adonde me habría tos hasta su más reciente biografía estrelle- che de Tlatelolco y de qué manera esta se
gustado ir. Sin saberlo, Elena nos unió. Y ra, ese universo y (casi) todo de Elena Po- volverá el emblema del 68. Y de qué modo
nos dio la oportunidad de discutir algunos niatowska”. emplea Elena cualquier otro rasgo del pe-
aspectos de una obra que aunque muy vi- Los que vienen de fuera se ocupan mu- riodismo para construir lo que Sara llama
sitada por generaciones ha sido también ob- chas veces de conocer nuestro país mejor “una realidad paralela que no se registra en
RESEÑAS Y NOTAS | 93
Lo que sea de cada quien
Aquella novia cubana
Vicente Leñero
RESEÑAS Y NOTAS | 95
A través del espejo
Silueta de Luis de León
Hugo Hiriart
RESEÑAS Y NOTAS | 97
las siluetas que proyecta esta significativa tónica como escritor y animador cultural;
correspondencia en su tramoya y entrelí- moriría en la Ciudad de México, el 30 de
neas, y cuya figura central es la de la autori- julio de 1974. Ese curso tumultuoso se
dad del escritor y del escritor como auto- puede rastrear a través de sus siete pseudó-
ridad, la del individuo capaz de mover a nimos periodísticos (Caballero Carta Blan-
los hombres de poder en torno a los pro- ca, Cronos, Dip, Aureliano Mariátegui, El
yectos propios o adoptados —como fue el niño Fidencio, Radiador, Carmen Reyes),
caso de los que él apadrinó en beneficio de con los que colaboró en periódicos y revistas,
Dora Madero, precursora de la divulgación cultos y no tan cultos, de Contemporáneos
cultural y literaria en Coahuila y Saltillo. y México Moderno a El Chafirete, periódi-
co del gremio de los choferes de camiones
y autobuses; luego de haber colaborado en
II distintas oficinas públicas como editor y
adaptador, por ejemplo, del primer tomo
La carta es uno de los géneros literarios más de Lecturas clásicas para niños, de la SEP, con
antiguos y versátiles en la historia. Car- Vasconcelos, se dedica, en los años treinta,
tas han sido desde los Evangelios hasta las al periodismo independiente, la crónica de
novelas epistolares de Rousseau o Pierre actualidades y la crítica teatral. Sin embar-
Choderlos de Laclos. La carta puede ser go, a partir de 1946, casi una década antes
manifiesto político, como en el caso de la de iniciada esta correspondencia, es nom-
“Carta de Jamaica” de Simón Bolívar, o re- brado primero jefe del Departamento de
lación histórica, crónica, como sería el ca- es el armar algún día un epistolario inspi- Teatro del INBA (1946-1952) y, luego, di-
so de las Cartas de relación de la conquista rado en los citados para tratar de narrar, a rector y profesor de actuación de la Escue-
de México de Hernán Cortés. A través de través de cartas y correspondencias, los ava- la de Arte Dramático del INBA (1956), amén
las cartas se pueden tener vislumbres de la tares a que se ha visto expuesta en nuestro de haber firmado obras como dramatur-
entraña más íntima de una sociedad. De país la cultura y su organización civil y po- go, desde La culta dama (1951). Desde los
ahí que historiadores, como don Francis- lítica. En ese acervo convivirían cartas de tiempos en que había fundado con Xavier
co del Paso y Troncoso, se hayan dedicado Justo Sierra, Daniel Cosío Villegas, José Vas- Villaurrutia y Antonieta Rivas Mercado el
a recoger en un espejo de casi 20 tomos el concelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes, Teatro Ulises, la vida de Novo está asocia-
alma de una sociedad: tal es el caso del ilus- Pedro Henríquez Ureña, Julio Torri (autor da al teatro. Más todavía, desde edad muy
tre título Epistolario de la Nueva España saltillense que curiosamente no mencio- temprana, el niño que fue Salvador Novo
1505-1818 (Antigua Librería Robredo, de nan ni Novo ni Madero), Xavier Villaurru- López, lo sabemos, se divirtió jugando al
José Porrúa e Hijos, 1942), compilado por tia, José Gorostiza, Jorge Cuesta, Manuel teatro allá en Torreón, donde vivió de los
el ilustre pariente del no menos ilustre no- Rodríguez Lozano, Jaime Torres Bodet, seis a los doce años y cursó la primaria; esa
velista Fernando del Paso. La idea de cose- Octavio Paz, Carlos Pellicer y, desde lue- diversión es, en cierto modo, el hilo con-
char en un volumen cartas de personajes go, Salvador Novo con algunas de las que ductor que nos permite seguir a su mino-
notables y anónimos, para capturar el pulso Javier Villarreal Lozano incluye en este vo- tauro interior por el laberinto de las actuali-
de una sociedad en un momento determi- lumen. Podría además haber cartas de José dades y las efemérides en que se complacen
nado, fue puesto en práctica en Alemania Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, José Luis sus asombrosos minutarios en que registra
en 1936 por el filósofo Walter Benjamin, en Cuevas, Carlos Fuentes, entre muchos otros. día a día la vida en México en los seis sexe-
el libro titulado Alemanes.2 Se trata de una Es conocida la afición de algunos gober- nios de seis presidentes sucesivos de la Re-
serie de cartas en las que Benjamin busca- nantes a la lectura de cartas como una es- pública, obra titánica comparable, en cierto
ba recoger las expresiones más características pecie de gimnasia mental para “salir a la modo, a las Memorias del Duque de Saint-
de ese país en el siglo comprendido entre calle”. En otros tiempos, los reyes eran Simon, ese diario público de la Francia clá-
1783 y 1883. Por cierto, en un número re- grandes lectores… de cartas… sica en el que quizá se inspiró Emmanuel
ciente de la revista francesa Europe se in- Carballo.
cluye un artículo de la investigadora y es- A principios de 1959, cuando Dora le
critora mexicana Esther Cohen. III escribe a don Salvador, este llevaba algunos
Uno de los proyectos que se dibujan en años de pertenecer a la Academia Mexica-
la blanda materia de mis presentimientos Cuando Dora Madero escribe la primera na de la Lengua, a la que había ingresado
de estas cartas, el 5 de febrero de 1959, en 1953, con el discurso “Sobre las aves en
2 Walter Benjamin, Allemands. Une série de Lettres
Salvador Novo López, nacido en la Ciu- la poesía mexicana”. Es cierto que no tenía
(1936), Éditions de L’Encyclopédie des Nuisances, Pa- dad de México el 30 de julio de 1904, te- en ese momento ningún cargo público pro-
ris, 2012. nía 55 años y traía atrás una carrera mara- piamente dicho; pero era un escritor influ-
RESEÑAS Y NOTAS | 99
Aguas aéreas
Tomás Segovia y los versos
David Huerta
Leo estas curiosas palabras, redactadas, co- quiera otras fórmulas inciviles para deni- Tomás Segovia sabe sonreír, no se crea;
mo se verá, por un espíritu sencillo: “…la grar la versificación, esa simpleza; a veces se escribe cartas a sí mismo, a Matías Vego-
poesía, al margen de la simple versificación, leo las declaraciones inmortales, a veces las so; por otro lado, se pelea civilizada y enér-
es la esencia del conocimiento”. La versifi- escucho en la voz misma de los vates. Hace gicamente con quienes justifican y hasta elo-
cación, ¿simple? ¿Simples los hexámetros años trataba de argumentar en busca de gian el engranaje, el sistema, los valores del
homéricos o la terza rima danteana o los ale- una especie de convencimiento o conver- conformismo, las barbaridades y atrocida-
jandrinos victorhuguescos o la silva —sun- sión: convencer de su error al intemperan- des de un “tiempo de asesinos”, esta misma
tuosa, laberíntica— de los siglos de oro o te, convertirlo a la buena causa. Era inútil época desastrada en la cual nos ha tocado
la red resistente del soneto, uno de los in- y debí saberlo, entonces; ahora lo sé. Me vivir y por añadidura en años en los cuales
ventos más geniales del milenio pasado, o quedo callado. fuimos sus contemporáneos.
los secretos de la prosodia rubendariana En muy pocas ocasiones me tocó escu- Segovia leía y traducía como un poseí-
o los artificios de un excéntrico como el char a Tomás Segovia hablar sobre métrica; do; pensaba y hacía pensar; versificaba, sí:
pintoresco Juan Caramuel y del no menos pero lo he leído ávidamente, no nada más ¿versificaba?, ¡por supuesto! (No hablaré
excéntrico Manuel de Faría y Sousa o las sobre ese tema sino sobre muchos otros ahora de sus poemas ni su teatro, con Za-
obsesiones métricas de W. H. Auden…? Y asuntos de toda laya; sus libros —en espe- mora bajo los astros en el centro, en el prin-
eso tan empapado de misterio y de gran- cial los publicados por Ediciones Sin Nom- cipio).
deza trascendental, puesto como al desgaire bre (ESN), la casa de Ana María Jaramillo y Personas mucho más cercanas a él —ami-
en esas palabras, sin la menor considera- José María Espinasa— me acompañan des- gos suyos, alumnos, confidentes— me ex-
ción por los trisílabos solemnes y los pen- de hace varias décadas. plican cuánto sabía Segovia de versos, acen-
tasílabos iridiscentes: “la esencia del cono- Si algo distingue la prosa reflexiva o ana- tos, sílabas, no nada más en español. También
cimiento”, ¿hacia dónde apunta? Nadie lo lítica de Tomás Segovia es su diamantino sen- me quedo callado: lo sé y digo entre mí, sen-
sabe; tampoco el intempestivo redactor, tido común (bon sens), es decir: el sentido cillamente: “ya lo sé, ya lo sabía”, pero no
para siempre al margen de la esencia, de la menos común y peor distribuido, como pro- debo interrumpir, no debo ser grosero o
versificación, del conocimiento, de la sim- clamó memorablemente René Descartes rudo, es mejor el silencio, el arte de mudez
ple sindéresis. en el despuntar mismo del Discurso del Mé- con el cual se articulan, precisamente, tan-
No quiero demorarme en esas palabras todo. A esa inequitativa distribución del bon tos versos.
citadas al principio; no vale la pena. Pero sens debemos infinitos hechos, como diría Abro ahora la traducción segoviana del
las he puesto ahí pues me sirven como pre- otro maestro del pensamiento y el arte: en- Hamlet shakespeareano. En las explicacio-
texto ideal para escribir sobre cosas intere- tre esos hechos figura de manera notoria el nes del prólogo encuentro señalamientos
santes, al menos para mí y para cuatro gatos. brutal olvido del verso medido y de la rima. valiosísimos acerca del verso inglés y del ver-
Sin ilusiones, pues, quiero simplemente Los resultados de ese olvido están a la vista. so español. Veamos.
dejar aquí unas cuantas consideraciones Los razonamientos segovianos suelen ir Algunos —diría más, todavía: algunos
acerca de los versos, un puñado de parrafi- por varios senderos y bifurcaciones para lue- poetas— han oído hablar de endecasílabos
tos (¿palafitos?) sobre versos y poesía. Y evo- go alcanzar una conclusión siempre provi- en la escuela. Por supuesto, lo han olvidado
car, además, a un poeta muy querido, muy sional, con tal de seguir avanzando; la con- todo. Unos cuantos oyen hablar de nuevo
admirado; un español mexicano a quien clusión provisoria se transforma así en un de endecasílabos en la Facultad de Filoso-
de veras se extraña. escalón, en un peldaño, en una etapa —la fía y Letras u otro establecimiento similar.
Casi cada semana me ocurre lo siguien- prosa sigue, las palabras se hilvanan, el te- Menos aún se han topado con una criatura
te: un poeta —o un maestro de literatu- jido se amplía y se alarga como una precio- de nombre espeluznante y doble: el pentá-
ra— se manifiesta en mi presencia en con- sa bufanda de muchos colores con la cual metro yámbico, cuya ortografía y pronun-
tra de las “limitaciones de la métrica” y “el ahorcar, delicadamente, a las toscas don- ciación en lengua inglesa —en la cual se
estúpido sonsonete de la rima”, o cuales- cellas del conservadurismo y el dogma. habla mucho acerca del monstruito— son
Garota es una brisa que revienta en las sie- tantes mientras su pelo de trigo tornábase Garota es la más profunda piel de los
nes en forma de sonido y flota; es un suave negrísimo y el fulgor dorado de su pubis sonidos, encarnados en aquello que lubri-
machaqueo que entibia el tímpano mer- volvíase infinitesimales nudos oscuros que ca los pliegues de todos los sentidos y que
ced a su amortiguado andar de hamaca; es poblaban el universo entero, volcada su epi- los humanos conocemos como música.
un fluido de mercurio que busca la parte dermis vuelta cosmos. Galaxias, quasares. Garota de Ipanema es una de las obras
alta del termómetro para convertirse en Constelaciones. maestras de Antônio Carlos Jobim, origi-
canto; y una vez que su andar define su Garota es el sax tenor que Charlie Parker nalmente llamada Menina que passa.
forma de curva y proporciones áureas, ya dejó olvidado bajo un asiento en el metro de El otro poeta, Vinícius de Moraes, es el
es una frase musical firmada por Antônio París, navegó desde el Sena dentro de una otro padre fundador del universo sonoro
Carlos Jobim. botella en el mar y tomó forma de mujer que define a Brasil como cultura cantora.
Garota es una melodía que nació de una en Ipanema. Antes de ellos, antes de Jobim y De
leyenda tejida por bohemios y cuya tur- Garota es una muchacha de cabellos de Moraes, la música brasileña ya poseía feli-
gencia carnal la ha vuelto verdadera: una lino que Debussy dibujó sobre una partitu- cidad, destreza y alegría. Gracias a ella ad-
buena tarde degustaban los poetas la brisa ra en Montmartre pero que se volvió mu- quirió una nueva felicidad: la inclusión de
revuelta con bebidas espirituosas, cuando lata y se fue a vivir al Amazonas. Es el par la poesía.
vieron pasar una aparición; en fracciones de perlas negras que recogieron, desde los Los versos que escribieron juntos des-
de segundo el mundo les empezó a correr pezones de una sirena, los cantores en una de entonces De Moraes y Jobim son sofis-
frente a sus ojos en cámara lenta, inexora- ópera de Georges Bizet y que quedaron pren- ticados frente a los del resto de la música
ble, cadenciosa. didas, esplendentes, hirsutas, soberanas, co- de Brasil, pero suenan naturales.
El sonido de los muslos rozando el vien- ronando los pechos de la amazona que va Esos versos poseen estructuras com-
to y golpeándose con donosura entre sí, atravesando la tarde y cuyos pies diminutos plicadas, complejísimas, las mismas que
entre la bruma vaporosa del agua derretida que va dejando hundidos en la arena —sen- conforman las olas del mar. Ambos, los
en el aire, bajo el sol, sobre la arena, todo dero que incita al Minotauro— huelen a jaz- versos de De Moraes-Jobim y las olas del
eso quedó atrapado en un latir de orques- mín con vino escanciado entre sus dedos. mar, suenan sin embargo absolutamente
ta, el inicio de una pieza musical que el Garota es ese zumbido que se mueve naturales.
mundo conoce con el nombre de Garota y haciendo un hueco en el aire a su izquierda Ergo, nos encontramos frente del descu-
apellido tomado del lugar donde ocurrió y luego a su derecha por debajo del am- brimiento del agua tibia (no olvidar la tem-
visión tan alelante. bulante nivel de sus caderas y a esa altura peratura del agua en Ipanema, je): Antô-
Garota es esa misma epifanía contada flotan sonidos transparentes —la trompe- nio Carlos Jobim es el músico del agua.
derridanamente como una deconstrucción ta de Miles Davis en sordina— y volutas No solamente por la obviedad de sus tí-
a la manera del maestro Akira Kurosawa: temblorosas frente a un grupo de poetas que tulos: Agua de beber, Aguas de marzo, Wave,
estaba Rashomon sentado con otros poe- liban mientras la tarde tiende sus dedos co- Tide... sino por la metáfora que arriesgué
tas a la vera de la playa de Ipanema, cuan- lor de rosa sobre el manto plúmbago de la respecto de la complejidad y al mismo tiem-
do el mar tomó forma de camino: una si- marea que se retira a su aposento. po frescura y naturalidad de los versos y la
rena acababa de dejar su sitio en un fresco Garota no es el nombre de una canción música de Jobim: las mismas potestades
de Botticelli e hizo mover su dorada cabe- que tiene apellido de playa brasileña. de una ola marina.
llera frente a los ojos atónitos de los gue- No es tampoco el Santo Grial desparra- Otro hallazgo, este sí candente: Antônio
rreros floridos sentados a la vera de ese ras mado sobre el pergamino añejo hallado en- Carlos Brasileiro de Almeida Jobim (1927-
de marea; había nacido Venus y el flotar de tre una roca y una ola y donde está garaba- 1994) es un autor desconocido.
su cabellera depositaba, al caminar sedosa- teado un relato de hadas y sirenas. Más allá del éxito clamoroso de un pu-
mente la doncella, un aroma hipnótico en Garota es chava, soberanía, belleza, mu- ñado de canciones, Jobim está lejos del re-
los tabiques nasales de los mortales expec- chacha en portugués. Mejor: en brasileiro. conocimiento merecido.
Un escritor nunca sabe si pasará a la fama relato de Balzac en el que un legionario —¡Por Alá —gritó—, dime que esto no
como Alguien con nombre y apellido, o a perdido en el desierto vive amores con una es un espejismo!
la evanescente gloria de ser Nadie. El se- pantera, y no hay allí ni espejismos ni oasis —No —dijo la mujer—, el espejismo
gundo caso lo comprobó el que esto escri- ni mujer. Pero el minicuento del viajero eres tú.
be, José de la Colina, quien, para no abun- perdido y el oasis y la mujer, etcétera, sí es Y en un parpadeo de la mujer, el hom-
dar en el “odioso yo”, en adelante seré aquí de J de la C, quien lo escribió al vapor, ade- bre desapareció.
nada más que J de la C. más de otros diez, en la muy cafeinada me-
En el prólogo de un libro publicado ha- dia tarde del 13 de julio de 1976 en que En fin, acaso la transcripción de Sta-
ce años, la Antología de cuentos de terror y Ignacio Solares, entonces director del “Dio- vans mejora el cuento haciéndolo más rá-
de misterio (colección Sepan Cuántos, Edi- rama de la Cultura”, había entrado en la ve- pido y aligerándolo de un mero adorno (el
torial Porrúa, 1993), se leen estas líneas: cina redacción de la revista Plural para so- agua danzante en el ánfora), pero en cam-
licitarle a aquel “unas cuartillas de lo que bio J de la C preferiría conservar el decisi-
Años atrás escuché el relato siguiente, que se te ocurra, cualquier cosa que tengas en vo parpadeo de la mujer, a quien Stavans
de entonces para acá carece de dueño. Un el cajón o que puedas hacer en un decente le atribuye la condición virginal, como si
hombre extraviado en el desierto llega se- maquinazo para mañana mismo, pues te- eso fuese perceptible a primera vista por un
diento a un oasis. Ve un manantial y al lado nemos en blanco toda una plana”. Y sema- asoleado náufrago del desierto que en tal
de él una virgen hermosa. Se acerca y dice: nas más tarde Edmundo Valadés publicó situación no se hallaría muy perspicaz ni
“Por favor, dime que no eres un espejismo”. en uno de los famosos recuadros de su re- muy interesado en virguerías. El cuento
A lo que ella responde: “El espejismo eres vista El Cuento, número 88, y con la firma está recogido —¿y para siempre aposenta-
tú...” Y acto seguido, el hombre desaparece. del autor al pie, el tal minicuento, que va así: do?— en Traer a cuento, antología de la
obra cuentística de J de la C, pero desde
Unas semanas antes Ilán Stavans, el res- El extenuado y sediento viajero perdido en que Stavans lo declaró carente de dueño (o
ponsable de tales líneas prologales, las ha- el desierto vio que la hermosa mujer del oasis sea, sin autor reconocido) puede aparecer-
bía publicado en el suplemento semanal venía hacia él cargando un ánfora en la que se por ahí sin atribución al autor o como
de un importante periódico de México. Al el agua danzaba al ritmo de las caderas. de “autor anónimo”, lo cual le recuerda a J de
leerlo, J de la C sintió que el espejismo era la C unos versos de Manuel Machado (her-
él mismo, el autor de ese minicuento del mano de Antonio):
que no hay quien pueda presentar alguna
prueba de haber sido contado, escrito y mu- Hasta que el pueblo las canta / las co-
cho menos impreso antes del 14 de julio plas, coplas no son, / y cuando las can-
de 1976, en que por primera vez fue pu- ta el pueblo / ya nadie sabe el autor. //
blicado (¿o fue un espejismo de tinta y pa- Tal es la gloria, Guillén, / de quien es-
pel?), con otros minicuentos del mismo J de cribe cantares: / oír decir a la gente / que
la C, y bajo el título global de “Espejismos” no los ha escrito nadie.
en el “Diorama de la Cultura”, suplemen-
to semanal del diario Excélsior. Y quizá J de la C habrá de resignarse a
La frase titular, “Una pasión en el de- que ese cuento sea cada vez más de Nadie,
sierto”, es la única ajena a J de la C en ese mientras que su autor será como aquel Rey
relato que luego sería recogido en dos li- de Runagur a quien, según Lord Dunsany,
bros suyos: Tren de historias (editorial Al- los dioses condenaron no sólo a dejar de
dus, 1998) y Traer a cuento (Fondo de Cul- ser, sino, además, a nunca haber sido.
tura Económica, 2004). Es el título de un
Saul Steinberg, Diploma, 1951
“Nuestra historia no tiene final”. Tal es la sación de que en su ficción todo avanza y
sentencia que abre el último capítulo de se mira como un mosaico preciso de deca-
Cita en Samarra, libro de John O’Hara, escri- dencia e infelicidad. La hostilidad de Cita
tor nacido en Pottsville, Pensilvania (1905- en Samarra (1934) es atrayente porque la
1970). Qué mejor evocación del famoso en- dignidad de la opulencia y la marginalidad
cuentro con la muerte que redactara con es la misma.
gracia insuperable Somerset Maugham: prés- Un sacerdote argumenta: “la ambición
tame un caballo para que huya de la ciudad está bien si se sabe cuándo parar”, pero el
y escape a mi destino. Iré a Samarra y allí la dilema que desata esta prédica no es saber,
muerte no podrá encontrarme. La ingenui- o aprender, a detenerse y controlar ese de-
dad no es cualidad ni calamidad sino un seo ardiente —por definición cualquier am-
rostro más del pánico, pues el destino es- sensual y lascivo, de una época y una pe- bición desconoce la saciedad— si no que
pera paciente en un sitio preestablecido a queña ciudad americana que aglutina to- respondemos al entorno como involunta-
pesar de la decisión que cada quien tome das las diferencias de clase cuyos extremos rios protagonistas de una trama mayor que
sobre su itinerario, por lo que dicha cita no de conducta social y privada se enmarcan no se ve ni se intuye, y la mera posibilidad
corresponde al lugar de donde se escapa o se en una doble prohibición: la continuidad de alterar el guión representa antes que la
huye del mal al verlo de frente sino al fija- del colapso económico de 1929 y la últi- recompensa por asumir el riesgo, la trage-
do por un designio mayor. Falso albedrío: ma etapa de la ley seca. Es la Navidad de dia, la muerte social antes que el falleci-
el óbito anunciado no ocurrirá en Bagdag 1930 en Gibbsville, pueblo corrupto y co- miento biológico.
sino precisamente en Samarra. Aquí el pro- rroído por reglas de excepción y conven- De espíritu errante como periodista o
pio O’Hara resume la trama: cionalismos, donde cada situación viene editor —no obstante ser un habitual en The
“El argumento de la novela, que es bas- precedida de la marginación y la etiqueta New Yorker— John O’Hara fue un hom-
tante superficial, resulta difícil de explicar, —en realidad ¿cuándo no ha sido así?— y bre contradictorio en la apariencia, pero
pero trata de un joven y su esposa [Julian y el estatus de sus pobladores se define burda- no en lo esencial de su capacidad creativa;
Caroline English], miembros del grupo de mente: poseer un Cadillac o un Lincoln, ser el propio John Updike le sitúa como un
un club, y de cómo el joven empieza las va- protestante, católico o judío; beber whiskey artista que antepuso a su recio carácter y
caciones de Navidad de 1930 arrojándole escocés o de centeno, estudiar en Missouri excesos una delicadeza que le valió hacerse
una bebida a la cara del hombre que le ha o Yale, pertenecer a un club y ser un célebre de un gran prestigio en el mundo de las le-
ayudado económicamente. A partir de ese esnob anfitrión de fiestas de antología o un tras americanas dominado por Hemingway,
momento muestro cómo el miedo a las re- vulgar recadero de la mafia, dedicarse al Fitzgerald o Faulkner. Es cierto: “Los ba-
presalias y la clase de vida que el joven ha sucio trabajo en las minas carboníferas del res eran [y son] un sitio de investigación y
llevado y otra serie de cosas contribuyen a noreste o al limpio negocio de ventas y el el resentimiento [es aún] un instrumento
su destrucción […] en esencia se trata de contrabando. El origen de cada personaje de análisis”.
la historia de la ruptura de una joven pare- define su talante y fortuna, pero también Las buenas historias surgen de los reto-
ja durante el primer año de la Depresión”. anticipa su deceso en un ambiente donde ques sutiles y lúcidos que sobreviven al es-
En oposición a la apreciación que hace el mal se jacta de no ser erradicado pero sí tado alterado de la consciencia, sólo en-
otro narrador, John Updike, la historia reverenciado a través de una hegemonía tonces la resaca de la brusquedad o el licor
de la primera y más apreciada novela de estamental y de proscritos que hacen pre- dan lugar al artificio exacto y al melodra-
O’Hara no es un asesinato, ni una vengan- valecer la exclusión, rivalidades perennes, ma como apunte personal de la limitación
za, pero tampoco la meditada construc- doble moral, aspiraciones rotas. La virtud afectiva, la ira, el dolor o la vergüenza. “Oh,
ción de un suicidio. Sí en cambio un fres- se queda donde corresponde: en la veloci- en este negocio hay que saber ver las cosas
co descarnado y psicológico, atípicamente dad de los diálogos de O’Hara y en la sen- desde todos los ángulos”.