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Pablo Quintanilla
PUCP
Sumilla
Este texto se propone abordar las preguntas sobre qué es la mente y qué
relación guarda con el cuerpo, especialmente el cerebro, ofreciendo una
taxonomía de las propuestas más importantes que se han planteado y
discutiendo sus respectivas fortalezas y debilidades. El texto tomará partido por
lo que se denomina un dualismo de propiedades, no de substancias, asociado a
una forma de funcionalismo no reductivista y a un emergentismo de sistemas
complejos, sobre la base de una concepción de la supervenencia.
Palabras clave: mente/cuerpo, emergentismo, monismo de aspecto dual.
0. Introducción
En este texto, que es en realidad un panorama de un proyecto mayor, defenderé
siete tesis. En esta ocasión no examinaré cada una de ellas en detalle, sino bosquejaré
cómo pueden ser articuladas entre sí.
(i) “Mente” y “cuerpo” no son nombres de dos substancias diferentes, sino de dos
descripciones diferentes de una misma substancia. Pero la descripción mental (o
psicológica) no es reductible a una descripción física.
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(iii) Estas funciones del cerebro (que llamamos procesos psíquicos, estados mentales, o
solo “mente”) son propiedades emergentes del cuerpo, que conforman sistemas
complejos.
(iv) La mente sobreviene al cerebro. Es decir, cada vez que el cerebro está en un estado
X, la mente está en un estado X1, pero no al revés. En otras palabras, todo cambio en
una configuración neuronal implica un cambio de estados psíquicos, pero no al revés. Si
dos cerebros diferentes están en el mismo estado neuronal, entonces están también en
el mismo estado psíquico, pero no al revés.
(vi) Todos los rasgos físicos y psíquicos del ser humano son, o bien productos de la
selección natural, productos colaterales de estos rasgos o exaptaciones.
Pero una primera pregunta que habrá que tratar, aunque sea someramente, es
qué se entiende por mente. Entenderemos por mente, en líneas generales, los procesos
psicológicos que tienen por lo menos una de las dos siguientes características: (i)
involucran experiencias fenoménicas (los qualia), es decir, procesos que o son
conscientes o pueden en principio llegar a ser conscientes, es decir, la subjetividad. (ii)
Están dotados de intencionalidad, es decir, están dirigidos a algo dotado de un
contenido diferente del estado mental mismo. Así, por ejemplo, los dolores son
experiencias fenoménicas aunque carecen de intencionalidad. Las creencias están
dirigidas hacia un contenido proposicional que va más allá de la creencia misma, pero
2
no necesariamente implican una experiencia fenoménica. Algunas emociones están
dotadas de intencionalidad y también de experiencia fenoménica. Así, entonces, para
que un estado físico pueda también ser denominado estado mental es necesario que
tenga por lo menos una de estas dos propiedades: experiencia fenoménica o
intencionalidad.
1. Dualismo
Aunque hay varias formas de dualismo, como veremos ahora, lo central de esta
posición es sostener que el ser humano es un compuesto de dos substancias
ontológicamente diferentes: cuerpo y mente. Un primer problema con esto es el definir
mente como no material y, por tanto, como algo no espacio-temporal. Se podría
sostener que la mente es sólo temporal y no espacial (es decir que se distiende en el
tiempo pero no se extiende en el espacio, como pensaban Agustín y Kant), pero eso
contradiría todo lo que se cree en la física contemporánea, en particular la posibilidad
de separar espacio y tiempo. Por otra parte, también aparece el problema de cómo
podría conocerse la existencia y características de una substancia que, por definición,
está más allá de todos nuestros instrumentos naturales y artificiales de observación.
Para el dualismo, aceptar la existencia de entidades que no son materiales implicaría
decir que son entidades inferidas, es decir, que las inferimos a partir de eventos que sí
son perceptibles, con la finalidad de explicar fenómenos que de otra manera serían
inexplicables. Pero el punto es algo más complicado, porque uno podría cuestionar que
la materia se identifique con lo espacio temporal, dado que las partículas subatómicas
que constituyen el espacio-tiempo son por definición no espacio-temporales. En otras
palabras, los objetos que constituyen la materia (el espacio-tiempo) no serían ellos
mismos materiales. Frente a esto hay dos posiciones:
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entidades físicas, con lo que distinguíamos una realidad material y una física. La primera
sería espacio-temporal, la segunda incluiría la primera pero incorporaría también
entidades no espacio-temporales, postuladas para poder explicar eventos de la
naturaleza que de otra manera serían inexplicables. Estas últimas serían, por tanto,
entidades inferidas. Tenemos dos formas clásicas de dualismo.
Otro problema con esta forma de dualismo es que no puede explicar cómo dos
substancias ontológicamente diferentes podrían interactuar causalmente entre sí, dado
que sólo podrían interactuar causalmente objetos ontológicamente semejantes. Sin
embargo, podría contra objetarse a esa objeción que presupone un concepto
demasiado clásico de causalidad. ¿Qué razón hay para que una entidad no física no
pueda ser causa de una física, o viceversa? En verdad ninguna, excepto nuestra intuición
de extrañeza. La objeción a la contra objeción es que la causalidad es un concepto físico
y, por tanto, no podría aplicarse a algo no físico. Por otra parte, asumiendo que pudiera
explicarse esta interacción, habría que explicar cómo se pueden individualizar mentes
que no son espacio-temporales. Es decir, ¿en qué sentido mi mente está vinculada a mi
cuerpo y es diferente de otra mente, si no es un objeto espacio-temporal? Un dualista
contemporáneo importante es Saul Kripke, quien defiende esta posición en Naming and
Necessity.1
4
Este tipo de dualismo rechaza la posibilidad de interacción entre cuerpo y mente.
Dos defensores clásicos de esta posición son Malebranche y Leibniz. Según esta
posición, los eventos físicos y los mentales transcurren en líneas paralelas pero
sincronizadas gracias a una armonía preestablecida, la cual da la impresión de que
interactúan pero en realidad eso no ocurre.
2. Fisicalismo
El fisicalismo es una forma de monismo que considera que la realidad está toda ella
constituida únicamente por entidades físicas. El fisicalismo no tiene por qué negar la
existencia de la mente, simplemente niega que la mente sea un objeto no-físico. Así,
habitualmente el fisicalismo sostiene que “mente” es el nombre que le ponemos al
cerebro (o al sistema nervioso central) cuando desconocemos su funcionamiento,
mientras que cuando podemos explicarlo en términos físicos simplemente lo llamamos
cerebro. Fisicalistas contemporáneos importantes son David Armstrong y Keith
Campbell y suelen llamar a su posición “central state materialism”, pues ellos no
distinguen entre materialismo y fisicalismo.
2.1 El fisicalismo reductivista sostiene no sólo que lo que llamamos mente no es otra
cosa que el sistema nervioso central, sino también afirma que toda explicación
psicológica puede en principio ser reducida a una explicación física. Piensa, sin embargo,
que la explicación psicológica podría perder significado relevante al ser reducida a una
explicación física. Es decir, la mente se podría reducir al cerebro epistemológicamente
pero no semánticamente. Esta postura es defendida por David Lewis, entre otros.
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que no interesa tanto la materia de la que uno esté hecho sino la función que
desempeña. Así, en principio, una computadora organizada con suficiente complejidad
podría desarrollar consciencia y mente si tuviera procesos específicos que funcionaran
de la manera requerida. Como se imaginará, este es el origen de la inteligencia artificial:
los proyectos para crear procesos cognitivos complejos en computadoras.
2.4 Originalmente el funcionalismo postuló una type/type identity theory entre eventos
físicos y eventos mentales, con lo cual cada evento mental (un determinado tipo de
recuerdo, un determinado tipo de emoción, un determinado tipo de creencia, etc.),
sería idéntico a un determinado tipo de evento físico.
2.5 Posteriormente esta posición fue abandonada por una token/token identity theory,
que más bien propone que cada caso o instancia de evento mental (una instancia de
recuerdo o una instancia de creencia, etc.), es idéntico a una instancia de evento físico,
aunque no hay una identidad entre un tipo de evento físico y un tipo de evento mental.
Hay, sin embargo, algunos problemas generales con las diversas formas de
fisicalismo reductivista.
(i) Todos los proyectos que intentaron reducir los fenómenos intencionales a
fenómenos físicos, o las explicaciones psicológicas a explicaciones puramente
2
Cfr. Parfait, Derek, Reasons and Persons, Oxford University Press, 1984.
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físicas, han fracasado. Hay cierto acuerdo en que los métodos explicativos de
las disciplinas físicas y los de las disciplinas intencionales son diferentes y no
pueden ser reducidos entre sí. Los fenómenos humanos que más se resisten
a ser reducidos a algo físico sería la normatividad y la intencionalidad.
(ii) Por otra parte, el fisicalismo presupone el representacionalismo, es decir, la
tesis de que hay una descripción definitiva y correcta de la realidad (lo que
Bernard Williams llamaba la “descripción absoluta”) que sería la descripción
física. Esta posición es objetable porque convierte una descripción de la
realidad en la descripción privilegiada. Además presupone que la descripción
física es, en algún sentido, más real o correcta que la descripción intencional,
lo que es ya una petición de principio.
3. El emergentismo o epifenomenalismo
El epifenomenalismo fue desarrollado en el siglo XIX, y sostiene que las experiencias
mentales (es decir la fenomenalidad de lo mental) no son estrictamente algo físico pero
emergen o proceden de estados físicos. Últimamente se han desarrollado diversos
modelos emergentistas, que es como suele denominarse a esta posición ahora). Uno de
los más interesantes es el de John Searle, quien piensa que a partir de objetos físicos
emergen objetos no físicos, como una suerte de salto cualitativo en que un tipo de
substancia surge a partir de otra como producto de una particular combinación de esta
última. Los emergentistas dirían que así como la vida emerge de la materia inorgánica,
siendo la vida algo cualitativamente diferente de la materia inorgánica, igualmente la
mente emerge del cuerpo, siendo la mente algo diferente del cuerpo. Contra esta
posición hay dos objeciones importantes. Por una parte, la analogía con la vida es
inapropiada, porque tanto los objetos vivos como los inorgánicos son ontológicamente
equivalentes, es decir, son físicos. Lo que emerge es una particular composición de
materia, no algo diferente. En el caso de la mente, si la mente emerge del cuerpo,
habría que explicar cómo algo que tiene ciertas características ontológicas puede
emerger de algo ontológicamente diferente. Aquí lo que tenemos es una emergencia
ontológica. Si, por el contrario, se rechaza que mente y cuerpo tengan características
ontológicas diferentes, estaríamos simplemente frente a una forma de fisicalismo. El
emergentismo sería una forma de fisicalismo si las relaciones causales entre eventos son
en última instancia relaciones físicas.
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explicar el emergentismo ontológico. En otras palabras, el emergentismo sería una
explicación de lo oscuro con lo más oscuro o, por otra parte, cometería la falacia de
suponer que se ha explicado algo porque se lo ha nombrado de cierta manera, como en
el célebre caso de la “propiedad dormitiva” mencionado en El enfermo imaginario de
Moliere.
En la filosofía del siglo XX, el monismo de aspecto dual empezó sosteniendo que
los estados mentales tienen un aspecto físico externo, observable públicamente y
objeto de experiencia científica, y también un aspecto interno conocido por
introspección, y que sería propiamente la experiencia fenoménica. Esta posición se
encuentra, por ejemplo, en Thomas Nagel, 3 aunque se puede encontrar una versión algo
3
Cfr. Nagel, Thomas, Una visión desde ningún lugar, México: FCE, 1998 (1986); Mortal Questions,
Cambridge: Cambridge University Press, 1996 (1979).
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más antigua pero quizá más clara en Peter Strawson.4 Este autor sostiene que la
persona tiene dos aspectos o propiedades, una física y la otra mental, ambas
irreducibles en la otra. Así, la mente no es un epifenómeno o propiedad emergente del
cerebro sino un aspecto de la persona en su totalidad, y las descripciones física y
psicológica son irreducibles una respecto de la otra. 5
Toda esta problemática nos conduce a una cuestión ontológica que subyace a
muchas discusiones en filosofía de la mente. Con frecuencia no queda claro lo que en
estas discusiones se entiende por existir. Queda claro que el monista materialista piensa
que el único sentido de existencia es el espacio-temporal y que el dualista ontológico
cree que hay por lo menos otro sentido posible. Pero no queda claro qué entiende por
existir el dualismo de propiedades, y lo mismo podría decirse del monismo de aspecto
dual, del emergentismo y de algunas formas de funcionalismo.
4
Cfr. Strawson, Peter, Individuals, Londres: Methuen, 1959; Libertad y resentimiento, Barcelona: Paidós
1995 (1974); Skepticism and naturalism: some varieties. New York : Columbia University Press, 1985
5
Otras versiones de la teoría de aspecto dual se pueden encontrar en: Hampshire, Stuart, Freedom of
Mind, Princeton: Princeton University Press, 1971; Davidson, Donald, “Mental events”, en: Essays on
Actions and Events, Oxford: Oxford University Press, 1980; O’Shaughnessy, Brian, The Will, Cambridge:
Cambridge University Press, 1980.
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Mark Solms y Oliver Turnbull han adoptado esta interpretación noumenista del monismo de aspecto
dual en su proyecto de construir una ciencia neuropsiconalítica, es decir, de integrar los desarrollos de las
neurociencias con algunas tesis centrales del psicoanálisis, para darles un fundamento empírico. El
proyecto mismo es interesante y valioso, pero los autores no abordan los problemas filosóficos asociados
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Una segunda lectura del monismo de aspecto dual sostendría, siguiendo la crítica
davidsoniana al llamado tercer dogma del empirismo, que, en tanto no es posible
separar la descripción de lo descrito, la realidad descrita por los vocabularios físico y
mental es simultáneamente física y mental, en tanto tiene ambos aspectos al mismo
tiempo. La imagen wittgensteiniana del pato/conejo puede ilustrar esta posición en
tanto el mismo dibujo es un pato y es un conejo, aunque también puede ser una línea
negra sobre un fondo blanco. El objeto es todas esas cosas al mismo tiempo en
diferentes sentidos. Así, la realidad sería al mismo tiempo física y mental, porque tiene
ambos aspectos.
En esta misma línea de reflexión, también sería útil volver a discutir la posible
distinción entre materialismo y fisicalismo. Si bien muchos autores los usan
intercambiablemente, probablemente fisicalismo sea un término preferible a
materialismo porque incluye como parte de la realidad física a objetos que podría
sostenerse no son materiales. Es decir, podría defenderse que cuando hablamos de
materia estamos refiriéndonos a estructuras complejas y no a sus componentes
mínimos ni, eventualmente, a las propiedades emergentes que de ella surgen. En
a una lectura noumenista del monismo de aspecto dual. Cfr. Solm, Mark y Turnbull, Oliver, El cerebro y el
mundo interior. Una introducción a la neurociencia de la experiencia subjetiva, Bogotá: FCE, 2004 (2002).
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cambio, cuando hablamos de realidad física estaríamos refiriéndonos a todo lo que
puede ser descrito o postulado por nuestras teorías físicas más sofisticadas. Así, el
concepto de realidad física parecería más amplio que el de materia. Pero, nuevamente,
si seguimos esa línea de argumentación, dado que los conceptos de adverbio o clase
social no pertenecen a ninguna teoría física, pero sí estamos dispuestos a sostener que
existen adverbios y clases sociales porque proceden de teorías explicativas no-físicas
que están ontológicamente comprometidas con esos objetos, no habría razón para
rechazar la existencia de mentes en pié de igualdad con la existencia de cuerpos físicos.
Esto parecería conducir a un pluralismo ontológico en general y, en particular, a un
dualismo ontológico en lo relativo al problema mente-cuerpo. Así, esta discusión
parecería probar que el monismo de aspecto dual tiene dos caminos: o colapsa en
alguna forma de monismo emergentista o dejar de ser monismo para ser un pluralismo
ontológico.
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ninguna de ellas sea reducible a la otra. Sin embargo, las relaciones causales son
independientes de estas descripciones. En otras palabras, no hay interacción entre la
descripción física y la mental, de la misma manera que no hay interacción entre un
mapa geográfico y uno político de un país, aunque ambos mapas lo son del mismo país y
las relaciones causales del objeto, así como las regularidades de esas relaciones, son
independientes de ambas descripciones. Ocurre, sin embargo, que cuando describimos
esas relaciones causales, normalmente lo hacemos bajo la descripción física, y así
podemos hablar de leyes físicas. Pero las leyes físicas no son sino descripciones
lingüísticas de ciertas regularidades entre relaciones causales. En otras palabras, solo
hay una realidad, la cual puede ser descrita mediante el vocabulario físico o el
psicológico, los cuales tienen criterios y propósitos explicativos diferentes. Dado que se
trata de dos vocabularios y no dos realidades, no interactúan causalmente, es decir, no
hay interacción causal entre la mente y el cuerpo. Las relaciones causales se dan en la
realidad, que es ontológicamente neutra, independientemente de si se usa la
descripción física o la mental. El caso es que esas relaciones causales son descritas
posteriormente por el vocabulario psicológico, con lo cual tenemos regularidades
psicológicas, o por el vocabulario físico, con lo cual tenemos regularidades físicas, que
solemos llamar “leyes físicas”.
Esta posición ha sido objetada por Jaegwon Kim y por Carlos Moya, quienes
sostienen que se trata de un epifenomenalismo encubierto, dado que la relevancia
causal está en lo físico y no en lo psicológico. Una posible defensa de Davidson sería que
no hay prioridad causal de lo físico frente a lo psicológico, pues lo que llamamos
“regularidades causales físicas” son simplemente una descripción diferente de lo que
llamamos “regularidades causales psicológicas”. Algunos también han sospechado que
en esta posición se esconde un cierto noumenismo kantiano. Una salida a ese problema
puede encontrarse en un giro pragmatista, donde ambos vocabularios son descripciones
de la realidad en sí misma, la cual es al mismo tiempo física y mental. Este es un giro
pragmatista porque está en la línea del pluralismo de William James. Si tomamos esa
dirección, habría que decir que hay relaciones causales físicas (las descritas en ese
vocabulario), relaciones causales psicológicas (las descritas en ese vocabulario), y
7
Davidson, Donald, Essays on actions and events, Oxford University Press, 1980.
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relaciones causales psicofísicas (las descritas en ambos vocabularios). Lo que no habría
es leyes psicofísicas y leyes psicológicas, es decir, regularidades con alto grado de
determinación al interior de esos vocabularios.
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ontogenética (el desarrollo del niño). Pero nada de esto parece, en principio,
incompatible con la tesis de la supervenencia y del monismo de aspecto dual. No es
impensable que la realidad tenga al mismo tiempo propiedades físicas y psicológicas,
donde estas no están en pleno nivel de igualdad, porque las propiedades psicológicas
emergieron de sistemas complejos que ya tenían propiedades físicas. Por ello, no sería
correcto decir que las propiedades mentales emergieron de las propiedades físicas, sino
que las propiedades mentales emergieron de sistemas complejos que tenían ya
propiedades físicas. Pero todo esto ocurre en la dimensión temporal, ha sea filogenética
u ontogenética. En la dimensión conceptual de las relaciones entre mente y cuerpo, el
enfoque debe ser otro, y eso es lo que ocurre con los fenómenos psicosomáticos.
Si aceptamos una forma de monismo de aspecto dual (cuyo origen puede ser
emergentista, pero de eso no hablaremos ahora), tendremos que decir que los eventos
mentales son idénticos a los eventos físicos. Esto es, un estado o evento mental
cualquiera, por ejemplo, una creencia o una emoción o un dolor, es idéntico a una
determinada configuración neuronal del cerebro o, en general, a un determinado
estado del cuerpo. No es que el estado mental sea causado por la configuración
neuronal ni que la configuración neuronal sea efecto de un estado mental, es que el
estado mental es idéntico al estado físico. Ahora bien, hay relaciones causales entre los
eventos, independientemente de cómo sean estos descritos. Ciertos eventos causan
otros eventos, que pueden ser solo físicos o también mentales. Pero si son mentales
deben ser también físicos. Dicho de otra manera, si un evento es solo físico y no mental
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(el colesterol alto, por ejemplo) puede causar solo eventos físicos, pero también podría
causar eventos mentales. Ahora bien, si causa eventos mentales, también causa eventos
físicos, porque los eventos mentales son idénticos a los eventos físicos, dado que no hay
eventos mentales que no sean físicos, aunque ciertamente hay eventos físicos que no
son mentales. De igual manera, si un evento es mental (y por tanto también físico, por
ejemplo la depresión) puede causar solo eventos físicos (el estado corporal, tanto
estomacal como neural propio de una persona con gastritis) o eventos físicos que
también son mentales (el estado cerebral propio de una depresión, por ejemplo, una
reducción en los niveles de serotonina).
Vistas así las cosas, en sentido estricto no hay interacciones causales entre
mente y cuerpo, lo que hay es interacciones causales entre eventos que pueden ser
descritos solo como físicos o también como mentales. La relación causal se da entre los
eventos, independientemente de cómo sean estos descritos, pero es posible formular la
relación causal como una relación entre la mente y el cuerpo, siempre que uno describa
este evento no solo como físico sino también como mental. El siguiente esquema podría
graficar la situación. Imaginemos dos eventos, E1 y E2, y supongamos que E1 causa E2.
En la práctica, toda relación causal es multicausal, es decir, no es un evento aislado el
que causa a otro, sino un conjunto de eventos el que causa por lo menos otro evento.
Cada uno de estos eventos puede ser descrito, ya sea solo como físico (la circulación de
la sangre) o como físico y mental. Cada una de estas descripciones lo es de un aspecto
del evento, sea el aspecto físico o el mental. Tenemos, entonces, el siguiente esquema:
propiedades propiedades
mentales de E1 mentales de E2
(alpha) (beta)
propiedades propiedades
Físicas de E1 físicas de E2
(gamma) (delta)
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Alpha: la experiencia psíquica de la depresión, es decir, la tristeza.
Beta: un intenso dolor de estómago.
Gamma: el estado corporal, especialmente cerebral, propio de una persona deprimida,
por ejemplo una reducción de los niveles de serotonina en el cerebro.
Delta: el estado corporal, tanto estomacal como cerebral, propio de una persona que
padece de gastritis.
Por otra parte, resultará claro que uno podría intervenir en alpha (por ejemplo
con psicoterapia) o en gamma (con fármacos que disminuyan la recaptación de la
serotonina), generando efectos en beta (el dolor) o en delta (aliviando la gastritis). Sin
duda una doble intervención (en alpha y gamma) resultaría más eficiente para generar
resultados en beta y delta.
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causal entre el aspecto psíquico de un evento E1 y el aspecto psíquico de otro evento
E3. El punto, sin embargo, es que independientemente de la manera como describamos
al evento (si psíquico o físico), toda descripción psíquica de un evento tiene que estar
asociada a una descripción física de ese evento, más no al revés. Hay fenómenos físicos
que no tienen aspecto psíquico (la circulación de la sangre), pero no hay eventos
psíquicos que carezcan de un correlato físico.
6. Conclusión
Es posible decir que el cerebro es básicamente un conjunto de conjuntos de
redes neuronales que son, asimismo, procesos físicos gobernados por relaciones
causales que instancian regularidades nomológicas. Estas redes tienen propiedades
físicas, predecibles y explicables nomológicamente. Sin embargo, ellas generan
propiedades emergentes que sobrevienen a las propiedades físicas, pero que no se
reducen a ellas. Tales propiedades emergentes tampoco pueden ser predecibles ni
explicables nomológicamente. Los diversos procesos psíquicos constituyen estas
propiedades emergentes como, por ejemplo, la conciencia o la intencionalidad. Así
pues, entender la mente como un sistema complejo de propiedades emergentes es
compatible con una forma de dualismo de propiedades, aunque no con un fisicalismo
reductivista. Adicionalmente, la mente en tanto sistema complejo de propiedades
emergentes se constituye en la interacción y el intercambio con otras mentes, en el
contexto de sistemas aún más complejos, como son los sistemas sociales.
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