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Esta parábola habla de la futura grandeza del reino, comparada con su

limitada importancia actual; y examina al pequeño grupo de seguidores


originales con el dominio universal que poseerá Cristo a su regreso.

Marcos 4:26 Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla
en la tierra; 27 y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin
que él sepa cómo.

Esta parábola acerca del Reino de Dios, narrada únicamente por Marcos,
revela que el crecimiento espiritual es un proceso continuo y
gradual que culmina en una cosecha de madurez espiritual.

28 Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano
lleno en la espiga; 29 y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz,
porque la siega ha llegado.

Podemos entender el proceso de crecimiento espiritual comparándolo


con el lento pero seguro crecimiento de una planta.

Juan 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido


del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es
necesario nacer de nuevo.

No tenemos que estar ansiosos y luchar: la semilla ha de llevar fruto


por su propia cuenta.

La semilla sólo requiere las condiciones correctas para crecer.

La cosecha es una promesa, aunque puede contener un indicio del


juicio de Dios también, como sucede con frecuencia en la Biblia.

30 Decía también: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo
compararemos?
31 Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña
de todas las semillas que hay en la tierra;

La segunda parábola nuevamente describe el crecimiento silencioso,


casi imperceptible, con resultados asombrosos.

El grano de mostaza es pequeño, pero con tiempo crece hasta ser un arbusto
de los más grandes en el Cercano Oriente.

De modo que el reino ha de crecer desde sus comienzos insignificantes hasta


el triunfo final.

32 pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y


echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su
sombra.

Trabajamos con confianza, esperando que Dios cumpla su promesa.


 Flp_1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros
la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;

El ministerio terrenal de Jesús era igual, parecía insignificante, sin embargo,


de él salió una poderosa iglesia cristiana mundial que sigue
creciendo.

33 Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían
oír. 34 Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular les
declaraba todo.

Los últimos versículos hacen ver que éstas son solamente muestras de las
muchas ilustraciones que Jesús utilizó, para aquellos que estuviesen
dispuestos a escuchar.

Si los demás hubiesen estado listos para escuchar, también hubieran


entendido, y hubieran recibido más enseñanza, igual que lo hicieron los
discípulos.

Existe un favoritismo en el reino de Dios: todos tenemos las mismas


oportunidades de crecimiento espiritual, si sólo las aprovechamos.

 Rom_10:17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.


 1Co_16:13 Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y
esforzaos.

35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36 Y despidiendo a la
multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas.

37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal
manera que ya se anegaba.

El mar de Galilea está a poco más de doscientos metros bajo el nivel del mar
y se encuentra rodeado de montañas.

Los vientos soplan con bastante intensidad en las regiones cercanas al mar y
provocan violentas e inesperadas tormentas.

Los discípulos eran pescadores experimentados, toda su vida pescaron en


aquel lago, pero en esta tempestad el pánico los dominó.

38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron:


Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?

Los discípulos se asustaron porque la tempestad amenazaba destruirlos y


parecía que Jesús no se daba cuenta ni se preocupaba de lo que pasaba.

Era una tempestad física, pero hay tormentas que se producen también
en otro sentido.
Piense en las tormentas de su vida, en las circunstancias que provocan en
usted gran ansiedad.

Cualquiera que sea su dificultad, tiene dos opciones: preocuparse y


suponer que a Jesús no le importa o resistir el miedo y poner
toda su confianza en El.

Cuando el pánico quiera hacer presa de usted, confiese su necesidad a


Dios y confíe en que El cuidará de su vida.

39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento,


y se hizo grande bonanza.

Los discípulos andaban con Jesús, pero lo subestimaban. No comprendían


que su poder se aplicaba también a aquella situación.

Jesús ha estado con nosotros durante veinte siglos y pese a ello, al igual que
los discípulos, subestimamos su poder en cuanto a resolver las
crisis de nuestras vidas.

Los discípulos todavía no conocían bien a Jesús, pero nosotros no


tenemos la misma excusa.

40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?

Tenemos que aprender a confiar completamente, aunque nuestra


obediencia nos conduzca hacia las tormentas, sean éstas persecución u otra
cosa.

(Fue Jesús, y no los discípulos, quien sugirió cruzar el lago; ellos no estaban
fuera de la voluntad del Señor.)

A veces asumimos que las tormentas muestran desobediencia,


pero esto no siempre es cierto.

41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que
aun el viento y el mar le obedecen?

Algunos dirán que el decir esto es “espiritualizar” un milagro que tuvo que
ver con calmar una tormenta sobre el lago.

Piensan que debemos confiar en Jesús para calmar las tormentas mismas
y salvarnos cuando estamos de viaje. Por supuesto, Dios puede hacer lo que
él quiere, pero para Pablo Dios no calmó la tormenta (Hech. 27) a
pesar de que Pablo era un hombre de enorme fe.

En esta ocasión los discípulos tuvieron poca fe, de manera que el calmar o
no calmar una tormenta no parece depender de la fe, sino de la voluntad
de Dios.

Dios fortaleció a Pablo para que pudiera aguantar las tormentas con
una fe quieta.

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