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Por lo menos diez tipos de errores y prejuicios pueden convencer a las personas inteligentes y
honradas de que se han logrado curas cuando no ha sido asi.
Aquéllos que venden terapias de cualquier tipo tienen la obligación de demostrar, primero, que sus
tratamientos son seguros y, segundo, que son eficaces. Esto último es a menudo la tarea más difícil
porque hay muchas maneras sutiles para que las personas honradas e inteligentes (ambos, pacientes
y terapeutas) puedan llegar a pensar que un tratamiento ha curado a alguien cuando no ha sido así.
Esto es verdad tanto si estamos evaluando los nuevos tratamientos en medicina científica, como
viejas recetas de medicina familiar, tratamientos del tipo "medicina alternativa" o las panaceas
francamente mágicas de los sanadores por la fe.
Para distinguir casuales mejoras fortuitas que podrían seguir a cualquier intervención, una serie de
procedimientos objetivos han evolucionado para probar los remedios pretendidamente efectivos. A
menos que una técnica, ritual, droga o un procedimiento quirúrgico puedan cumplir estos requisitos,
es éticamente cuestionable ofrecerlo al público, sobre todo si el dinero esta de por medio. Debido a
que la mayoría de las terapias "alternativas" (i.e., las no aceptadas por la biomedicina científica)
entran en esta categoría, uno debe preguntar por qué tantos clientes que no comprarían un tostador
sin consultar los “Informes al Consumidor”, con tanta credulidad, gastan grandes sumas en
remedios de salud no comprobados y posiblemente peligrosos.
Durante muchos años, los críticos han estado planteando dudas sobre las prácticas médicas
marginales, pero la popularidad de tales panaceas no parece disminuir. Debemos preguntarnos por
qué las pretensiones de empresarios en este área permanecen resistiendo tanto a los datos en su
contra. Si una terapia "alternativa" o "complementaria":
a. es inverosímil a priori en su campo (porque sus mecanismos implícitos o los efectos
achacados contradicen leyes bien establecidas, principios, o resultados empíricos en física,
química o biología),
b. carece de una razón científicamente aceptable por si misma,
c. tiene insuficientes evidencias de apoyo derivadas de investigaciones con resultados
adecuadamente controladas (i.e., doble-ciego, randomizado, ensayos clínicos con control-
placebo),
d. ha fallado en estudios clínicos bien controlados, hechos por evaluadores imparciales y no
han podido proporcionar las explicaciones competentes de por qué parecen funcionar en
escenarios no controlados, y,
e. pueden parecer improbables, incluso a persona legas, en el campo del “sentido común”,
¿Por qué tantas personas razonablemente educadas continúan vendiendo y comprando tales
tratamientos?
La respuesta es, creo yo, mentiras en una combinación de vigoroso marketing de insubstanciales
reclamos por sanadores "alternativos” (Beyerstein y Sampson 1996), el pobre nivel de conocimiento
científico en el gran público (Kiernan 1995) y la "voluntad de creer" tan prevaleciente entre los
buscadores atraídos por el movimiento “New Age” (Basil 1988; Totalidad y Levitt 1994).
La demanda de medicina no científica es claramente un vestigio de los sentimientos de la
"contracultura" popular de los años sesenta. Remanentes de la rebeldía, las inclinaciones a
"regresar-a-la-naturaleza" de esa era sobreviven como anhelos nostálgicos por un retorno al cuidado
de salud democratizado estilo-siglo-XIX (ahora envuelto en el estandarte de los derechos del
paciente) y una aversión al burocrático, tecnológico, y especializado tratamiento de la enfermedad
(Cassileth and Brown 1988). Igualmente, el atractivo de los "holísticos" dogmas de la medicina
alternativa es un descendiente de la fascinación por el misticismo Oriental que emergió en los años
sesenta y años setenta. Aunque se han criticado severamente la filosofía y la ciencia que subyacen
en estas enseñanzas holísticas (Brandon 1985), mantienen un fuerte atractivo para aquéllos
comprometidos en la creencia de las curas de la "mente-sobre-la-materia", una visión de la
patología mas sistémica que localizada y la todo poderosa habilidad de la nutrición para restaurar la
salud (concebida como el "equilibrio" de todo el cuerpo).
Muchos productos de salud dudosos permanecen en el mercado principalmente porque los clientes
satisfechos ofrecen los testimonios a su favor. Esencialmente, están diciendo, "lo probé y mejoré,
así que debe ser eficaz." Pero incluso cuando los síntomas mejoran siguiendo un tratamiento, esto,
por si solo, no puede demostrar que la terapia sea responsable de ello.
Resumen
Por las razones que he presentado, los testimonios individuales cuentan muy poco para la
evaluación de terapias. Porque tantas premisas falsas pueden convencer a las personas inteligentes y
honradas de que se han logrado curas cuando no es así, es esencial que cualquier supuesto
tratamiento alternativo se pruebe bajo condiciones controladas para los efectos placebo, efectos de
complacencia y errores de juicio.
Antes de que alguien acepte someterse a cualquier tipo de tratamiento, él o ella debe estar seguro
que se ha validado en ensayos clínicos adecuadamente controlados. Para reducir la probabilidad de
que las evidencias aportadas no hayan sido contaminadas por prejuicios previos y errores, los
consumidores deben insistir en que las pruebas en su apoyo se publiquen en publicaciones
científicas con revisión-por-pares. Cualquier practicante que no pueda proporcionar este tipo de
apoyo para su o sus procedimientos debe ser inmediatamente sometido a sospecha. Los clientes
potenciales deben ser cautos si, en lugar de esto, la "evidencia" consiste solamente en testimonios,
folletos auto-publicados o libros y artículos de los medios de comunicación populares. Aun cuando
los artículos de apoyo parezcan proceder de revistas científicas legítimas, los consumidores deben
verificar para ver que los periódicos en cuestión son publicados por organizaciones científicas
reputadas. Documentos que ensalzan la seudo ciencia aparecen a menudo en revistas de “estilo
científico” que son promovidas por grupos con inadecuadas credenciales científicas pero con un
interés financiero basado en los productos ofrecidos. Igualmente, uno debe descartar los artículos de
la "prensa de variedades"--periódicos que aceptan virtualmente cualquier cosa y cobran a los
autores por su publicación. Y finalmente, porque cualquier resultado positivo aislado--incluso de un
experimento cuidadosamente realizado y publicado en un periódico honrado--siempre podría ser
una chiripa, la repetición por grupos de investigación independientes es la definitiva norma de
prueba.
Si el practicante se queja de persecución, es ignorante de o abiertamente hostil a la ciencia
convencional, no puede proporcionar una razón científica razonable para su o sus métodos y
promete resultados que van bastante más allá de aquéllos proporcionados por la biomedicina
ortodoxa, hay fuertes razones para sospechar de que se trata de un “graznido de pato”. Apelaciones
a otras “vías de conocimiento” o los "platillos volantes", "energías", "fuerzas" o "vibraciones" son
otras de las señales, como cualquiera que propugne tratar a la persona entera en lugar de la
patología localizada.
A las personas que están enfermas, cualquier promesa de una cura le resulta especialmente atractiva.
Como resultado, la falsa esperanza suplanta al sentido común fácilmente. En este estado vulnerable,
la necesidad de una seria evaluación es lo más necesario, pero demasiado a menudo vemos una
avidez en cambio para abandonar cualquier vestigio restante de escepticismo. Los consumidores
experimentados en la critica, tumbados por la enfermedad, reclaman a menudo menos evidencias en
apoyo de las promesas de sanadores alternativos que habrían exigido previamente de alguien que
ofreciera un coche usado. ¡ Caveat emptor! (*)
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Sobre el autor
Barry L. Beyerstein trabaja en el Brain-Behavior Laboratory, Departamento de Psicología,
Universidad Simon Fraser, Burnaby, Colombia Británica, V5A 1S6 Canadá.