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PREPARAR SUBTEMA SOBRE BECKETT ATENDIENDO A ESTA CUESTIÓN.
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“No creo que la religión sea el medio más eficaz de mantener a buen recaudo ciertos impulsos.
El único remedio, a mi entender, son las Letras, la ciencia humanística, el ideal de hombre bello y
libre”. (p. 56)
encontramos diversos pasajes en los que Serenus explicita los ambigüos sentimientos que el
músico le inspira:
“En hombre tan joven como era entonces Adrián, esa actitud tenía algo de
desmesurado que daba miedo y justificaba cierta inquietud por su estado de espíritu. Por
otra parte, no hay duda de que con ella conseguía impresionar a un camarada como yo,
menos complicado intelectualmente […]”. (p. 105)
Doktor Faustus es de esas novelas en las que la música ocupa un lugar de privilegio por ser
uno de sus principales motivos tematizados, sin ir más lejos, su héroe es un dedicado
absoluto a la tarea musical –pese a haberse dedicado en algún momento a la teología- pero
no se trata de una mera tematización sino que hay en ella una profunda reflexión respecto
de la práctica musical. Enrico Fubini señala en uno de los capítulos de su Estética musical…
que ha existido desde siempre una relación –no fácil de precisar- entre la experiencia
musical y la reflexión que sobre ella han llevado a cabo filósofos, historiadores, musicólogos,
hombres de cultura en general. Pues bien: en este grupo podemos situar al Thomas Mann
que escribe esta obra en tanto que en su novela practica una reflexión viva y tenaz sobre el
lugar de la música –que, vale decir, se hace extensivo a todas las artes- en la Alemania de las
primeras décadas del siglo XX y que tendrá una repercusión en la segunda mitad de siglo.
“La culpa de todo la tiene mi corazón desesperado. Dones diversos y una despierta
inteligencia me llegaron de arriba que hubiese podido explotar honrosa y
modestamente. Pero cuenta demasiado clara me daba de que los tiempos no
eran propicios para poder, derechamente, en forma y modo debidos, hacer obra
alguna y que el arte era imposible sin ayuda diabólica y fuego infernal debajo la
caldera… Así es, queridos compañeros, nuestra época tiene la culpa de que el
arte no avance un paso y sea demasiado difícil, de que todo sea demasiado
difícil y las pobres criaturas de Dios no sepan cómo salir de su miseria.” (pp. 726-
727).
Adrián: “La obra es un engaño. Es algo que los buenos burgueses desearían
que no hubiese muerto. Es contraria a la verdad y a la seriedad. Auténtico y serio
es, únicamente, el muy breve y enérgicamente acentuado momento musical…” (p.
269)
Esta reflexión sobre el lugar del arte no sólo se hace presente hacia el final del
relato y en boca del protagonista cuando decide contar a todos su pacto diabólico sino
que ya desde el comienzo de la narración, Serenus refiere a esto como una de las
tempranas preocupaciones de Adrián:
“Algo que el conferenciante no dijo pero que sus palabras suscitaron,
preocupaba profundamente a Adrián, a saber, que a desprenderse del conjunto litúrgico,
al conquistar su libertad y elevarse a las regiones de lo exclusivamente personal o de la
cultura por la cultura, el arte aceptó la carga de una solemnidad sin pretextos, de una
severidad absoluta y de un patetismo doloroso”. (p. 90)
Posteriormente, al aceptar el pacto con el diablo, al asumirlo como tal, Adrián acepta su
esterilidad creativa, como rindiéndose ante el hecho de que no habría otra forma de
hacer música, aun estando él “sobre” dotado de manera natural.
Pues bien: hay múltiples pasajes que problematizan el asunto de la música y que,
como ya mencioné, se pueden hacer extensivas a la obra en general. Conviene que me
detenga en el diálogo que mantiene Leverkhün con el diablo, detrás de cuya presencia se
esconde, según Fubini, la personalidad de Adorno, quien mantuvo una colaboración
activa con la novela de Mann. Me interesa destacar esto no sólo a modo de ejemplo de
aquellos pasajes que se vuelven reflexivos sobre la música sino también para apoyar
aquello que Iturralde señala respecto de La muerte de Virgilio, de Hermann Broch. El
autor sostiene en su artículo que es costumbre de muchos novelistas alemanes colocar
personajes antagonistas que, en contrapunto, se ocupan de tratar agudos problemas de
su tiempo y de todos los tiempos, convirtiéndose así la novela en tribunal de discusión y
reviviendo el diálogo platónico. Esto, que en la novela de Broch se da el tercer capítulo
donde Virgilio tiene la posibilidad de confrontar sus ideas con César Augusto, quien lo
visita, en la novela de Mann se destaca la conversación que mantiene el personaje con el
diablo (además de las numerosas instancias en las que discute con el propio biógrafo,
muchas veces luego de asistir a conferencias sobre música, las que funcionan como
disparador de las reflexiones). Bien: retomando… selecciono esta escena por considerarla
central dado el propio argumento de la novela. Allí,