Se le llama síndrome cocleovestibular a un grupo de afecciones caracterizadas por
alteraciones de la audición y del equilibrio; en algunos momentos pueden predominar unos síntomas sobre otros (audición-equilibrio), lo que depende de la causa y del estadio clínico. Clasificación Los síndromes cocleovestibulares se pueden clasificar en 2 grandes grupos: cen-trales y periféricos. Los síndromes cocleovestibulares centrales obedecen generalmente a causas tumorales o vasculares que afectan a los núcleos vestibulares, aunque ocasionalmen-te se presentan por trastornos tóxicos e infecciones virales. En los síndromes cocleovestibulares centrales la función que resulta afectada es la del equilibrio, aunque aparece una hipoacusia relativamente tardía en la evolución clínica Una afección nuclear presenta algunas diferencias claves que permiten distinguir-la de una periférica, sobre todo en relación con el vértigo, que es el síntoma predomi-nante; en estos casos aparece de forma constante, mientras que en una afección periférica se presenta en forma de crisis. Por otra parte, los síntomas acompañantes como la caída y las alteraciones de la marcha, muestran características disarmónicas. Otro signo espontáneo de gran valor es la sacudida nistágmica; el paciente puede presentar un nistagmo de tipo vertical; si apareciera el nistagmo horizontal, las sacu- didas serían marcadamente irregulares. Los síndromes cocleovestibulares periféricos presentan generalmente una tríada sintomática dada por acúfenos, vértigos e hipoacusia perceptiva (neurosensorial). En relación con su causa pueden clasificarse en 4 grandes grupos: vasculares, tóxicos, tumorales e idiopáticos. Vasculares. Estos síndromes son provocados generalmente por trastornos en la irrigación o anoxia del oído interno, ya sea por fenómenos vasomotores o por oclusión mecánica de los vasos; esto último resulta muy poco frecuente. La gravedad del cuadro se relaciona directamente con la duración de la anoxia, pudiendo variar desde episodios de corta duración hasta lesiones cocleovestibulares severas. Tóxicos. Pueden ser exógenos o endógenos. Los exógenos están vinculados a medicamentos, algunos de ellos más cocleotóxicos que vestibulotóxicos, pero que real- mente no afectan una porción aislada del VIII par. Entre estos tóxicos se encuentran por ejemplo, la quinina antiguamente utilizada en el tratamiento del paludismo, la estreptomicina en sus 2 sales; la dihidroestreptomicina y el sulfato; este último, menos agresivo para el oído interno. Otros medicamentos ampliamente utilizados como kanamicina, gentamicina y polimixin B resultan responsables (según las estadísticas modernas) de la mayoría de las lesiones por antibióticos ototóxicos. Tumorales. Son provocados por tumoraciones que se desarrollan a expensas del nervio acústico, ya sea al nivel del conducto auditivo interno o del ángulo pontocere- beloso. Idiopáticos. Están constituidos por un grupo de enfermedades cuyas causas son desconocidas actualmente, pero que se traducen en una hipertensión de los líquidos laberínticos; la más conocida de ellas es el síndrome de Meniérè, que aparece con bastante frecuencia en la práctica de la especialidad. Cuadro clínico Depende de la causa del síndrome cocleovestibular; en los procesos isquémicos los síntomas y signos se instalan en el momento que disminuye el flujo sanguíneo de un laberinto, a veces condicionado por movimientos de torsión del cuello en pacientes con alteraciones óseas de la columna cervical. Rara vez esta isquemia se genera por la compresión mecánica de las arterias vertebrales, sino por mecanismos de vasoconstricción refleja. Los enfermos informan que la aparición de la crisis está relacionada con determinados movimientos de tensión del cuello, como por ejemplo, al dirigir la cabeza hacia arriba y afuera. La oclusión aguda trombótica de la arteria auditiva interna resulta excepcional; pero cuando se presenta aparece súbitamente la clásica tríada sintomática formada por ruidos óticos, vértigos e hipoacusia. En estos pacientes la pérdida auditiva es muy intensa en pocas horas, al contrario de la observada en las isquemias breves o transi- torias, que suele recuperarse bastante una vez mejorado el riego sanguíneo habitual. En las causas tóxicas originadas por drogas, las manifestaciones aparecen paula- tinamente durante la administración del medicamento y los síntomas persisten mucho después de suspendido el tratamiento. Desafortunadamente la hipoacusia y la dismi- nución de la excitabilidad laberíntica son irreversibles. El cuadro clínico de la enfermedad de Meniérè debe distinguirse cuidadosamente de los demás, debido a que como manifiesta síntomas comunes a muchos cuadros cocleovestibulares, es causa frecuente de errores diagnósticos y terapéuticos. Esta afección de origen desconocido aparece de forma súbita en individuos apa- rentemente sanos, generalmente antes de la cuarta década de la vida; se presenta con la tríada clásica del síndrome cocleovestibular y se asocia muchas veces durante las crisis a vómitos y sudaciones por irritación del núcleo del neumogástrico, que está muy cercano a los núcleos centrales vestibulares. La pérdida auditiva se agrava gene- ralmente después de cada crisis, cuya frecuencia es variable al igual que su duración, y puede extenderse desde unas pocas horas hasta varias semanas, dependiendo del tiempo en que se restablezca en el oído interno un equilibrio de presiones intravestibulares adecuadas, o de las facultades de compensación vestibular, muy variable entre los diferentes pacientes. Un signo presente en los cuadros vestibulares es el nistagmo espontáneo, que consiste en rápidas sacudidas involuntarias del globo ocular, en sentido horizontal u horizontal rotatorio. El nistagmo vestibular aparece siempre durante las crisis y puede ser fácilmente observado en las primeras horas, pero a causa de la asombrosa facultad de compen- sación del aparato vestibular, este signo se atenúa rápidamente poco después del inicio de las crisis; persisten la hipoacusia, el vértigo y el ruido en el oído. Este último es el síntoma más duradero, llegando en ocasiones a mantenerse permanentemente. El vértigo vestibular que acompaña a la enfermedad es de tipo objetivo; el enfermo presenta una predisposición a la caída en dirección al laberinto hipovalente y la mar-cha se desvía acentuadamente hacia una misma dirección, sobre todo cuando se or-dena caminar al enfermo con los ojos cerrados. La hipoacusia es de tipo sensoneural coclear, resulta no poco frecuente el fenóme-no de algiacusia frente a los ruidos del medio. La gráfica audiométrica en el síndrome de Meniérè tiene tendencia a hacerse plana (afectación simultánea de frecuencias graves), a diferencia de las lesiones cró- nicas de tipo isquémicas y tóxicas que presentan generalmente una caída audiométrica muy acentuada en las frecuencias agudas del audiograma. Después de las crisis es habitual una mejoría cuantitativa y cualitativa de la audi-ción, pero durante los largos años de la evolución de la enfermedad, la audición se va Después de las crisis es habitual una mejoría cuantitativa y cualitativa de la audi-ción, pero durante los largos años de la evolución de la enfermedad, la audición se va deteriorando y no es raro que se llegue a una hipoacusia sumamente intensa. Diagnóstico Es muy importante, aunque resulta laborioso, establecer el diagnóstico diferencial de un síndrome cocleovestibular; solamente cuando se descarten una serie de enfer- medades graves, sobre todo los tumores, podemos llegar a una conclusión. La típica tríada sintomática formada por vértigo, acúfenos e hipoacusia es común a todos ellos y, de por sí, no constituye una enfermedad. El examen clínico de todo enfermo que presente un síndrome cocleovestibular debe completarse con una exploración neurológica exhaustiva; la presencia de alteraciones motoras y sensitivas de cualquier par craneal constituye un índice de lesiones orgánicas importantes. También deben descartarse los tumores primitivos del nervio acústico (schwanomas o neurinomas), habitualmente acompañados de hipoacusia sensoneural retrococlear progresiva e irreversible; los vértigos originados por la lesión tumoral muchas veces son de poca intensidad y el cuadro sintomático está dominado por la hipoacusia y los ruidos en el oído; estos últimos tienden a desaparecer en fases avanzadas de la enfermedad, donde también aparecen lesiones del nervio facial de tipo periférico, motivadas por la cercanía del nervio facial al acústico, afectado por la tumoración. Las lesiones del tallo cerebral y las cerebelosas incipientes pueden confundirse en sus comienzos, sobre todo por los vértigos, pero estos últimos posteriormente adoptan caracteres centrales. Estas lesiones pocas veces se acompañan de acúfenos y la hipoacusia es muy discreta o está ausente. Los vértigos determinados por causas vasculares aparecen comúnmente entre la quinta y sexta décadas de la vida o más, cuando comienzan a aparecer lesiones óseas en la columna cervical de tipo espondiloartrósicas. Cuando estos cambios degenerativos se sitúan en los agujeros de las arterias ver-tebrales se genera una irritación de los plexos simpáticos periarteriales durante deter-minados movimientos de la cabeza; en estos trastornos predominan los vértigos y los acúfenos, presentándose una hipoacusia no muy acentuada. En otros pacientes la presencia de arteriosclerosis genera un déficit vascular en el oído interno, aunque no en forma aislada, ya que es muy improbable que dicho déficit sea aislado para el vestíbulo; por esto se añaden a la hipoacusia el vértigo y los acúfenos, como manifestaciones de isquemia del sistema nervioso central. El accidente trombótico agudo del oído interno se presenta súbitamente con una crisis vertiginosa intensa, acompañada de una pérdida total de la audición o cofosis del lado afectado. Paulatinamente, en el curso de 6 semanas se restablece la capacidad de mantener el equilibrio mediante un proceso de compensación contralateral; sin embargo, la hipoacusia o sordera no se modifica. En los síndromes cocleovestibulares de causa tóxica, los síntomas iniciales se ate-núan hasta desaparecer una vez suprimido el agente causal; las lesiones cocleares resultan definitivas siempre que se trate de tóxicos exógenos. En el caso de los tóxi-cos endógenos, por ejemplo en la insuficiencia renal crónica, las altas cifras de urea en sangre durante muchos años provocan un tipo de lesión más significativa. Es nece- sario señalar que tanto en las lesiones tóxicas exógenas como en las endógenas, exis te un factor de predisposición individual que hace que un tóxico provoque en iguales circunstancias, lesiones más significativas en unos pacientes que en otros. Una vez descartadas las causas anteriormente mencionadas, podemos plantear que estamos en presencia de una enfermedad de causa desconocida, como es el síndrome de Meniérè puro. Exámenes paraclínicos Todo enfermo con un síndrome cocleovestibular debe someterse, por lo menos, a estos 3 exámenes: 1. Audiometría tonal y audiometría supraliminar. 2. Pruebas vestibulares calóricas. 3. Estudio radiológico del hueso temporal. El audiograma nos orientará respecto al grado de la hipoacusia y, sobre todo, al realizarse el de tipo especial supraliminar, podemos ubicar topográficamente las lesio- nes, es decir, si son cocleares o retrococleares. De encontrarse una lesión de este último tipo hay que descartar una posible lesión tumoral del nervio acústico. Las pruebas vestibulares calóricas nos muestran el estado de la respuesta vestibular, sobre todo su simetría. Por su parte, el estudio radiológico del peñasco se utiliza tam- bién con fines diagnósticos; se indican generalmente las vistas de posición de Schüller y Stenvers, buscando erosiones del hueso o dilataciones del conducto auditivo interno. Ambas pueden indicar la presencia de tumoraciones a ese nivel. Otros tipos de investigaciones como la arteriografía carotídea o vertebral, la tomografía y la electronistagmografía poseen mucha utilidad diagnóstica, pero su uso e indicaciones se reservan a centros muy especializados. Evolución y pronóstico La evolución y pronóstico de las distintas enfermedades que hemos mencionado están condicionados por la causa y gravedad de ellas; no obstante, un diagnóstico precoz, fundamentalmente de las lesiones tóxicas, evitará un empeoramiento y permi- tirá iniciar tempranamente las medidas de rehabilitación . En el síndrome de Meniérè, la frecuencia de las crisis condiciona la gravedad del pronóstico. Desafortunadamente, el pronóstico de los síndromes cocleovestibulares, independientemente de su causa, resulta reservado en lo que respecta a la función auditiva y a la del órgano del equilibrio, por tratarse del daño a neuronas sensitivas que no poseen la facultad de regeneración. Complicaciones Todos los síndromes cocleovestibulares descritos anteriormente se complican cuando su cronicidad e intensidad afectan la capacidad social del enfermo y lo limitan en su trabajo, aun más si se trata de lesiones bilaterales que, afortunadamente, no son frecuentes. Se debe cuidar el estado psíquico del paciente, que puede resultar afectado en dependencia de la evolución de la enfermedad. En relación con los tumores del VIII par, una intervención quirúrgica temprana puede eliminarlos, evitando complicaciones locales y dejando un mínimo de secuelas, aunque la función vestibular y la auditiva desaparecen en el lado afectado. Tratamiento Síndrome cocleovestibular de origen vascular. Es fundamental corregir en lo posi-ble las lesiones óseas de la columna cervical que condicionan las crisis de vasoespasmos, para lo que se debe solicitar el concurso de los ortopédicos y fisioterapeutas. Se aplicarán medicamentos vasodilatadores por vía parenteral durante las crisis; una vez superadas se continuará por vía oral. 1. Papaverina, 1 tableta cada 6 u 8 h o 1 ámpula de 40 mg por vía intramus-cular cada 8 h. 2. Ácido nicotínico, 1 o 2 tabletas cada 8 h. 3. Nicotinato de xantinol, 1 tableta cada 8 h. 4. Vitamina B1, 1 ámpula diaria por vía intramuscular o 1 tableta cada 8 h. Con la finalidad de lograr un restablecimiento vascular, está indicado el pirinol carbonato, en dosis de 2 tabletas cada 8 h. El tratamiento debe mantenerse mientras persistan los síntomas cocleovestibulares; posteriormente, como mantenimiento, se puede reducir la dosis a la mitad. Síndrome vestibular de origen tóxico. Es necesario suprimir el tóxico exógeno y en la medida de las posibilidades, el endógeno. Se indica tratamiento con vitaminas B1 y B6 por vía intramuscular, 1 ámpula de cada una cada 12 h. Se debe evaluar periódicamente la hipoacusia y una vez establecida, se inicia la rehabilitación auditiva con otoamplífono. Los pacientes que hayan sufrido una lesión tóxica del oído interno resultan suma-mente sensibles a los ruidos intensos, por lo que se contraindica su permanencia en lugares ruidosos. También se prohibirá el uso, en un futuro, de medicamentos ototóxicos, pues su efecto dañino resulta más acentuado en los oídos especialmente sensibles. Debemos aplicar un tratamiento durante las crisis y otro de mantenimiento intercrisis. El tratamiento durante las crisis consiste en ingreso del enfermo, reposo en cama y supresión del sodio de la dieta. Se suministran: Diuréticos: 1. Diurotiazida 50 mg, 1 tableta diaria por las mañanas. 2. Glaumox, 1 tableta cada 8 h. Se debe evitar que aparezcan los signos de depleción de potasio, por lo que se administra simultáneamente cloruro de potasio. Sedantes: 1. Fenobarbital 100 mg, 1 tableta cada 12 h. 2. Meprobamato 400 mg, 1 tableta cada 8 h. Está contraindicado el diazepam, debido a que aumenta la tensión endolinfática. Antihistamínicos: 1. Gravinol, 1 tableta cada 8 h. Si los vómitos no permiten la utilización de la vía oral, se debe utilizar la intramuscular y vigilar los signos de deshidratación. En el tratamiento intercrisis se deben prohibir las labores con maquinarias peligro-sas (sierras, engranajes, y otros), por el peligro de accidente si sobreviene una crisis; asimismo se evitará la permanencia en lugares ruidosos y se mantendrá un bajo ingreso de sodio en la dieta. Se deben suministrar: Diuréticos: 1. Glaumox, 1 tableta diaria. 2. Diurotiazida (50 mg), 1 tableta a las 8:00 a.m. diariamente, descansando 2 días a la semana. Vasodilatadores de efecto ligero: 1. Ácido nicotínico, 1 tableta cada 8 h. 2. Bellergofén, 1 tableta en desayuno, almuerzo y comida. Existen algunos casos resistentes a la terapéutica habitual, en los que la frecuencia e intensidad de las crisis invalidan al paciente. Para estos casos se reservan diferentes tratamientos quirúrgicos, cada uno indicado en relación con el estadio de la enferme- dad; los más utilizados son: 1. Drenaje del saco endolinfático. 2. Platinodescompresión. 3. Sección translaberíntica del nervio vestibular. Los resultados, algo inestables, varían según los autores, lo que ha obligado a téc-nicas más radicales como la aspiración del laberinto, pero aún así no se ha logrado realizar una operación que garantice la eliminación de los síntomas en la totalidad de los enfermos. Entre otros medicamentos puede utilizarse trifluoperazina en dosis de 1 mg, 3 ve-ces al día, como neurorregulador hipotalámico y bloqueador de la sinapsis nerviosa.