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EL ESPIRITU SANTO Eduard Schweizer BIBLIOTECA DE ESTUDIOS BIBLICOS EL ESPIRITU SANTO 41 EDUARD SCHWEIZER EDICIONES SIGUEME - SALAMANCA - 1984 Titulo original: Heiliger Geist Tradujo: Faustino Martinez Gofii © Kreuz Verlag, Stuttgart 1978 © Ediciones Sfgueme, 8. A., 1984 Apartado 332 - 37080 Salamanca (Espafia) ISBN: 84.301-0953-6 Depésito legal: S. 835-1984 Printed in Spain Industrias Graficas Visedo Hortaleza, 1. Teléfono 247001 37001 Salamanca, 1984 I IL. HI. CONTENIDO ¢Qué Es EL Espiritu santo? 1. La situacién en el mundo occidental... 10. 0 ce ee te ee 2. El Espiritu santo en el ministerio eclesial .. .. 3. EJ Espiritu santo en la sagrada Escritura ... 22. 0. ee ee ve 4. El Espiritu santo en el interior del hombre 5. Qué significa esto? EL TESTIMONIO DEL ANTIGUO TESTAMENTO . ... ... 1. La singularidad del Espfrita de Dios . 2. El Espiritu santo en la creacién . ... ... 3. El Espiritu santo como origen del conocimiento ... 4, El Espiritu santo en Ja plenitud futura . EL JupaiSMo EN LA EPOCA ENTRE EL ANTIGUO ¥ EL NUEVO TESTAMENTO 1. BI Espfrita santo como et extrafio: el problema de Ia experiencia profética .. 2. Ef Espiritu santo en Ia creacién: ef 4 problema d de Ia erate de Dios en el mundo .. 3. El Espfrita santo como otigen dl conocimienta: et problema del espiritu humano .. 4. El Espiritu santo en la plenitud ane resurreccién 5. eQué significa todo esto? . ... el ‘Problema de la i 12 B 15 18 21 23 28 33 38 B 52 54 59 61 IV. Ex EspfR1ty SANTO EN EL NUEVO TESTAMENTO 0.2.20 se vee oes 1. El Espiritu santo como el extrafio ce ee cee eee cee cee eee . El Espfritu de Dios en la creacién y en la nueva creacién ... . El Espiritu santo como origen del conocimiento de Dios « ... . El Espfritu santo en Ja plenitud futura. ... ... MR YN Las respuestas neotestamentarias a las preguntas sin respuesta V. ¢Qué Bs, Por TANTO, EL Espiritu SANTO? «o.oo. ee ee ee oe 1. Los diversos acentos en el nuevo testamento ... 62. vee oe ve 2. Las notas distintivas del Espiritu santo... 0... cee ee eee Indice general . 0 vee se ov cus vee tee tee tee tee eee tee tee ve cn oe 65 67 89 96 134 143 151 153 154 165 I dQué es el Espiritu santo? En este libro faltan por completo las referencias puramente cientificas; ellas pueden encontrarse en mi articulo publicado en G. Kittel - G. Friedrich (eds.), Theologische Worterbuch zum Neuen Testament TV, Stutigart 1933-1973, 387-410. Los libros judfos «apécrifos», que no se encuentran en Ia Biblia, pueden verse en la traduccién alemana realizada por E. Kautasch, Die Apokryphen und Pseudepigra- phen des Alten Testamentes, Tiibingen 1900, y en P. Riessler, Altjtidisches Schrifeunt ausserbalb der Bibel, Augsburg 1928; los esctitos ctistianos de la misma {ndole, en E, Hennecke, Newtestamentliche Apokryphen 2 (Tibingen 1924) o en I/II (Tiibin- gen 31959 y 1964). Los escritos de Ja comunidad judia de monjes que vivid, espe- cialmente en el siglo T antes de Cristo, en Qumrin pueden leerse, mejor que en ninguna otra parte, en J. Maier, Die Texte vom Toten Meer (Miinchen 1960) 0 en E. Lohse, Die Texte aus Qumran (Darmstadt 71971). Los libros del filésofo Filén de Alejandria, un contempordneo un poco mds viejo que Jestis, fueron editados por L. Cohn y J. Heinemann en una traduccidn alemana (Die Werke Philos von Alexan- drien I-VI, Breslau 1909-1938). Los libros de historia del final del siglo I después de Cristo escritos en Roma por Josefo (a = Antigtledades; b = guerra de los ju- dios) se hallan en parte traducidos por O. Michel y O. Bauernfeind (Darmstadt 1959-1969). Con la abreviatura Bill, nos referimos a H. L. Strack y P. Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch WV (Miinchen 1922- 1956); con RGG, al Lexikon Die Religion in Geschichte und Gegenwart (Tubingen 1957-1965); con Taylor, a Der Heilige Geist und sein Wirken in der Welt (Diissel- dorf 1977). Se hallan escritos de un modo cientifico: W. D. Hauschild, Gottes Geist und der Mensch (Miinchen 1972); W. Kasper - G. Sauter, Kirche - Ort des Geistes (Freiburg 1976); H. Mihlen, EY acontecimiento de Cristo como obra del Espiritu santo, en Mysterium salutis 3/2, Madrid 1971, 529-560, y el libro resumen Expe- riencia y teologia del Espiritu santo, editado por C. Heitmann y H. Miihlen, Sala- manca 1978. 1 PERO... ¢QUE ES EL ESPIRITU SANTO? 1. La situacién en el mundo occidental Todavia en el siglo XVII se podfa cantar piadosa, ingenua y alegremente acerca del Espiritu santo: «Haz, Espfritu santo, que podamos vivir en santidad, sé el vigor de nuestro espfritu, de forma que sigamos siendo conscientes de la vanidad del placer de la carne...» '. Segiin eso, ges que el Espiritu no es otra cosa sino lo opuesto a lo corporal, a lo natural-sensible, y, sobre todo, a lo sexual; en resumen, al «placer de la carne»? Asf se siguid pensando més o menos también en el siglo XVIII, cuando se huia de las bajas tegiones de lo cotidiano, donde se debia trabajar, sudar y sufrir, hacia las elevadas campifias del Espiritu, donde, en un mundo ideal, se podfa uno ocupar de todo lo que era bello y bueno, al menos si uno era lo suficientemente rico para disponer de tiempo libre para ello. Frente a esta concepcidn, en el umbral del siglo XIX, Hegel vio al Espfritu de Dios sobre todo en los grandes movimicntos de la historia. Finalmente, siguiéndole a él, Carlos Marx protesté contra la idealizacién de un mundo «espi- ritual», superior y divino, y salié por los fueros de los hombres que viven y trabajan sobre esta tierra, donde él destacé precisa- mente la importancia histérica de los datos econémico-materiales. Esta desconfianza hacia un Espiritu que, al parecer, tenfa que ver bien poco con las cosas materiales, determina ampliamente hasta hoy la concepcién marxista del mundo. Segiin eso, tal vez tenia su 1. M, Schirmer, Gesangbuch fiir die evangelisch-reformierte Kirche der Deut. schen Schweiz, 1891, 249, 7. 2 El Espiritu santo tazén aquel escéptico que, en la época de los coches de postas, declaraba que él se entendia con Dios, el Padre y el Creador, y también con Jestis, el Hijo; pero que, respecto al Espiritu santo, sospechaba que ocurria con él lo que con el tercer caballo de postas, con el cual siempre se contaba como con un caballo de re- serva, pero del que nunca se echaba mano y que era como si no existiera. Pero dejad el mundo occidental y dirigios, por ejemplo, a Africa. Entonces se descubre que precisamente alli el Espiritu santo es la cosa mds natural y con la que més se cuenta. En su Espiritu, Dios vive en los corazones de los hombres, los mueve y Jos estimula, los llama a la accién o les comunica la paz y Ja tran- quilidad. Porque gen qué otra parte si no en su Espiritu se harfa Dios presente y experimentable? As{f piensan unos hombres que tienen todavia una relacién inmediata con Dios. 2. El Espiritu santo en el ministerio eclesial La cuestidn acerca de dénde habla el Espiritu santo y dénde no, se planted ya en Ja comunidad cristiana més primitiva. Pablo destaca que toda Ia actuacién del Espiritu puede comprobarse viendo si en la comunidad Jestis es considerado como Sefior y si se va edificando dicha comunidad (1 Cor 12,3.7; 14,1-5). Para Juan el criterio es si la gente conoce que Cristo «se hizo carne», es decir, Jestis y toda su actuacién en la tierra (1 Jn 4,1-6). Segtin Mt 7,21-23, lo que importa es si uno que esté movido por el Espiritu vive toda su vida segtin Ja voluntad de Dios. Asi, ya desde antiguo, hubo en este aspecto grandes dificultades. De todos modos una norma de la iglesia (gescrita al final del siglo I en Siria?) sefiala que un profeta peregrinante que acepte la hospita- lidad de una comunidad durante mds de dos dias, y que impulsado por el Espiritu pide una comida para sf e incluso dinero, debe ser atrojado como un falso profeta (Didajé 11, 5-6.9). Cémo se deba diferenciar entre los verdaderos y falsos profetas, es realmente un problema, y se comprende que Ia comunidad deseara pronto tener seguridad para establecer tal distincién. Asf, a finales del siglo II, leemos en Ireneo que los obispos, al entrar en Ja cadena ininte- rrumpida de la sucesién episcopal, indudablemente recibieron el Qué es el Espiritu santo? 13 carisma de la verdad*, y que, por tanto, podian decidir, dénde habla el Espiritu y dénde no. En el siglo II, declara en Roma un maestro de teologia que al mismo tiempo era obispo, que el co- nocimiento de Dios depende del «Espiritu santo que se transmite en la iglesia, que primero recibieron los apéstoles y del que hicie- ron participes a los creyentes ortodoxos», y afirma asimismo que sus «sucesores» participaban de Ia misma gracia, el sacerdocio jetarquico y el ministerio de Ja ensefianza, y que asi eran conside- rados como los guardianes de Ia iglesia?. En el gran concilio de Trento, en el que la iglesia catdlica se aparté de la Reforma, se establece: «Por la sagrada ordenacidn... se confiere la gracia (DS 959). «... Los obispos que han sucedido a los apéstoles... estén puestos por el Espiritu santo para regir la iglesia de Dios...» (DS 960). «... Si alguno dijere que por la sagrada ordenacién no se da el Espfritu santo... sea anatema» (DS 964) *. Asi, pues, ¢se gatantiza tinicamente el Espiritu santo a los clérigos de forma que slo ellos pueden decidir si también el laico posee el genuino y verdadero Espiritu de Dios? 3. El Espiritu santo en la sagrada Escritura Pero también por parte de los reformados se ha buscado una garantia para la presencia del Espiritu santo, para juzgar dénde estd presente y dénde no. Se pensé que dicha garantia podia en- contrarse en Ja Biblia. En la Confesién de Augsbutgo (o Confessio Augustana), en la que, en el afio 1530, la iglesia luterana presenté su fe al emperador y a su consejo, y en la que se ponfa en primer plano como posible la unidn con Ia iglesia catdlica, se halla una frase que dice que el Espiritu santo se transmite por Ja palabra y el sacramento (V). Asi, pues, con ello se asocia su actuacién al 2. IV 26,2 = K. Mirbt, Quellen zur Geschichte des Papsttums und des ré- mischen Katholizismus, Tiibingen 1924, n. 43. Cf. Concilio Vaticano II, Constitu- cién sobre la iglesia, 21. 3. Hipélito, Herejes, prélogo = Mirbt 62. A partir del siglo IV, se va abrien- do paso la opinién de que la plena posesién del Espiritu sélo se otorga a aquel que vive plenamente de una manera ascética en el claustro, en el matrimonio o en el que niega su propia independencia: Hauschild 119-127.284-291. 4. Concilio de Trento, sesién 23, col. 3 y 4. Cf. DS 964. 14 El Espiritu santo servicio religioso. Calvino (1509-1564) afiadidé el «testimonio es- condido o interior» del Espiritu santo, a través del cual «el mismo Espiritu, que hablé por boca de los profetas (y, por tanto, en la Biblia), también debe penetrar en nuestros corazones», para que nos convenza de la fiel transmisién de Ja palabra de Dios *, En el afio 1562, la iglesia reformada, en la segunda Confesién Helvética, acepté la opinién de Calvino y destacé el papel del Espiritu santo, el cual «por medio de la predicacién del evangelio y de la oracién creyente», o en la recepcidn del sacramento, «permaneciendo invi- sible dentro del alma», nos otorga lo que la palabra y el sacra- mento pretenden darnos*. Pero muy pronto esto se reglamenté con mayor precisidn. Ya Ursinus (1534-1583) opina que Dios «ilu- mina y rige, mediante su Espiritu santo, los pensamientos (del escritor biblico) de forma que no le deja equivocarse en nada»; y Cocceius (1603-1669) formula: «Asf como ellos no hablaron por propia voluntad, sino impulsados por el Espiritu santo, asi tam- bién escribieron», Y de una manera muy clara establece Voetius (1589-1676) que Ja sagrada Escritura es auténtica en el sentido de su fiabilidad histérica: «una verdad sin error e inspirada por Dios, verdad que se extiende por todas y cada una de sus partes, de forma que su autor elabord todas y cada una de sus proposi- ciones segtin su contenido y su forma no segin su propio impulso y su propio arbitrio, sino bajo el dictado del Espiritu santo», lo cual se refiere incluso a los puntos masoréticos que se encuentran debajo de las letras hebreas del antiguo testamento. Esto se con- vierte en la tinica norma, a la cual debe ajustarse y segtin la cual deben medirse la verdadera y la falsa fe: «Nosotros no recono- cemos a la iglesia como juez sino al Espiritu santo, el cual nos habla en la Escritura y nos da a conocer con toda claridad sus palabras», declara Ursinus, Por tanto, cualquier fe o increencia no puede entenderse sino como una actuacién contra la conciencia y como oposicién al Espiritu santo. También en Heidegger (1633-1698) vemos contra qué frente se lucha aqui, a saber, contra «los entusiastas que tratan de vender 5. Institutio 1 7,4. CE., asimismo, sobre la doctrina catélica, Mithlen 543s. 6. H. Bullinger, Das zweite Helvetische Bekenntnis, Zirich 1966, XVI (p. 72), XXI (p. 112), Qué es el Espiritu santo? 15 o exhibir como divino el movimiento irracional del corazén»’. Frases semejantes pueden encontrarse en tedlogos luteranos de aquella época. Asi, pues, ges que no se puede recibir, segtin esto, al Espiritu santo sino como «en conserva», es decir, en las frases de la Biblia, que fueron escritas hace siglos? O por lo menos: ¢se ve garantizado alli de tal manera que ninguna letra ni ningin punto est4 mal? ¢estd el Espiritu santo, por decirlo asf, encapsu- lado en Ia Biblia y todas sus manifestaciones tienen que adaptarse a lo que la Biblia dice? 4. El Espiritu santo en el interior del hombre Por parte catdlica, por tanto, se buscaba la garantia en el ma- gisterio, y por parte evangélica, en la Biblia; en ambos casos, se pretendia controlar de tal manera el Espiritu santo, que el hom- bre, debido a su insercién en el oficio eclesidstico 0 debido a su formacién en la interpretacién de Ja Escritura, pudiera disponer de él. Sin embargo, se puede advertir una linea opuesta 0 todo esto a través de toda la historia de la iglesia. En una ordenacidén primitiva de la iglesia, leemos acerca de profetas itinerantes que hablan impulsados por el Espiritu y a los cuales no se podfa en modo alguno criticar o interrumpir; esto serfa un pecado imperdo- nable contra el Espiritu. A mitad del siglo II, aparecié en Asia menor Montano y se consideraba como una encarnacién del Espi- ritu santo prometido por Jestis. Le segufan profetas y profetisas, los cuales, en forma extatica, anunciaban el préximo fin del mundo y el descenso de la Jerusalén celestial. Seguian una estricta con- ducta de vida, que prescribfa el ayuno, consideraban los pecados mortales como imperdonables, no toleraban las segundas nupcias y calificaban la huida, incluso en caso de persecucién, como no permitida. Este movimiento pronto se extendié por Italia, la Galia y el norte del Africa’. En el siglo III, leemos de hombres y mujeres que vivian juntos en la més estricta continencia sexual, que recorrfan solos o en grupos el pais, que visitaban a los enfer- 7. H. Heppe, Die Dogmatik der evangelisch-reformierten Kirche, Neukirchen 1935, 18.24.3323. 8. K. Aland, RGG IV, 1117-1118. 16 El Espiritu santo mos, arrojaban los demonios, convocaban a los hermanos y, con- fiando sélo en el Espiritu, anunciaban el evangelio sin grandes artes oratorias °. M4s 0 menos en la misma época, se observa la aparicién de uno de tales grupos, que se designan a si mismos como «los pequefios», que se apartan de los demd4s hombres que dependen de sus posesiones © que se aferran en sus deseos a las creaturas terrenas, pero que también se apartan de la iglesia, en Ja que hay obispos y didconos, que aspiran a puestos honorificos. Ellos pueden recibir el Espiritu santo en toda su plenitud y ver Jo que ningtin otro puede ver y escuchar, lo que sélo pucden ofr los moradores del cielo’. En el siglo XII, las ensefianzas de Joa- quim de Fiore conmovieron a toda la iglesia. Afirmabla que, des- pués de la edad veterotestamentaria del Padre y de la neotesta- mentaria del Hijo, ahora afloraba la edad monacal del Espiritu y que, con ello, se introducia un cambio decisivo en las edades del mundo ". Thomas Miintzer (14682-1525) estudié sus escritos y se dejé convencer en Zwickau por profetas de que la iluminacién interior es mds importante que la Biblia y de que la experiencia propia de la cruz era mds importante que Ja doctrina acerca de la justificacién. El se tenfa como un nuevo Juan el Bautista, que debfa preparar el reino de Cristo, y que esperaba una nueva teo- cracia «en la que debian ser estrangulados los tiranos y los tipos de gordos mofletes» *. Asimismo, en la época de la Reforma, apa- recieron en Miinster Jan Matthys y Jan Beuckelsson y pretendian establecer alli el reino de Dios. Fueron suprimidos los domingos y los dias festivos, se establecieron en la plaza de la catedrat ban- quetes de amor en los que se decapitaba a los ciudadanos impo- pulares, se implanté la comunidad de bienes, y asimismo se intro- dujo la poligamia, para lo cual se quemaron todos Ios documentos y libros excepto la Biblia’. Mucho més pacffica fue la obra de Valentin Weigels (1533-1588), el cual apreciaba en mucho «el 9. G. Kretschmar, Ein Beitrag zur Frage nach der Ursprung fridbchristlicher Askese: Zeitschrift fiir Theologie und Kirche 61 (1964) 33-34. 10. Petrusapokalypse von Nag. Hammadi, en Theologische Literaturverzeichnis 99, 1974, 575-584. 11, H, Grundmann, RGG III, 799; Kasper, 19s, el cual muestra su influjo a través del pietismo de Wiirttemberg en las utopias marxistas. 12, G. Franz, RGG IV, 1183-1184. 13. W. Rahe, RGG IV, 1178. Qué es el Espiritu santo? 17 libro interno o la palabra interna», y el «Cristo en nosotros» como «conocimiento desde el interior y no de fuera» y se distancié de la «iglesia amurallada» ". Jacob Béhme, que era zapatero en las cercanias de Gérlitz, destacaba el renacimiento interior por el Es- pfritu e influyé intensamente en algunos grupos ingleses *. En época més reciente, hay que pensar cn movimientos como los de los mormones, los cuales asimismo se dejaban llevar de visiones otorgadas por el Espiritu. En el 1827, el profeta Josef Smith afirmé haber descubierto Jas tablas de oro de Mormén, que habria grabado su hijo, el profeta Moroni 421 afios después de Cristo. El mismo Smith habria podido traducir, en una visién, la escritura desconocida de tales tablas y encontrado en ellas la prehistoria de América: después de Ia torre de Babel (Gén 11), habria Ilegado a América —segtin esa historia— un primer grupo y un segundo el afio 600 antes de Cristo; en la pascua de resurreccidn, se habria aparecido el Cristo resucitado también en América y habria de- signado doce discfpulos. Entre los seguidores de Smith, fue intro- ducida en 1843, por revelacién del Espiritu, la poligamia y, Juego, rechazada por una nueva revelacién en 1890. También los mor- mones llevan una vida muy austera, que prohfbe el alcohol y el tabaco, e incluso a veces el café, el té y la carne. Esta austeridad es una cosa tipica de ellos *. Pero mucho més importantes son los grupos carismaticos que se han constituido en los tltimos aiios en todos los continentes. En medio de ellos afloran los dones del Espiritu: curaciones por medio de Ja oracién, visiones proféticas, glosolalia. A veces viven en medio de una iglesia, cuyos miembros distintos de ellos carecen de esos dones; a veces constituyen una iglesia especial junto a la otra, cuyos derechos ellos no niegan; pero a veces también se hallan en oposicién a la iglesia institu- cional, a la que consideran muerta, puesto que no comparte sus mismas experiencias. Asi surge precisamente hoy la cuestién, que es de gran importancia, de cSmo pueden encontrarse y beneficiarse entre sf los diversos grupos. 14, W. Zeller, RGG IV, 1178. 15. H. Bornkamm, RGG I, 1340-1342. 16. O, Eggenberger, RGG IV, 1138-1141, 18 El Espiritu santo 5. Qué significa esto? Este raro y extrafio conglomerado de manifestaciones de vida totalmente distintas, en parte extraordinariamente ilustrativas y en parte también fuertemente chocantes, nos muestra aqui la his- toria de la iglesia y todas se refieren al Espiritu santo. Pero ¢dénde estd él realmente? ¢se le puede situar en alguna parte, tal vez en el oficio episcopal o en la sagrada Escritura? ¢se le tiene a dispo- sicién 0 se puede disponer de él de forma que se pueda decidir sin duda alguna dénde esta y dénde no, bien sea por haber recibido Ja ordenacién por una consagracidn eclesial o bien por un estudio de la sagrada Escritura? go es simplemente idéntico a todo lo que no puede captarse de modo racional, 0 irrumpe con el poder de la naturaleza sobre el hombre y \e obliga a emprender nuevos y desconocidos caminos? Si para nosotros, el primer caso, es in- quietante, porque los hombres hasta cierto punto tienen a Dios a su disposicién y parece que estén seguros de saber la respuesta sobre el Espiritu santo, en el segundo caso, sentimos intranqui- lidad ante esa amalgama entre el poder de Dios y unos deseos demasiado humanos, en los cuales nadie puede decir a ciencia cierta dénde esté propiamente Dios y dénde se encuentran, por el con- trario, impulsos muy humanos que actiian consciente o incons- cientemente. Si se procede con toda cautela, tal vez se pueda mencionar algo que coincide con todas estas voces en realidad muy distintas. El Espiritu santo se halla evidentemente allf donde Dios se hace presente en nuestra tierra y en nuestra actualidad, cualquiera que sea el modo de manifestarse en cada caso particular. Pero incluso ahi es apremiante que nos informemos; pues precisa- mente nosotros necesitamos eso: la realidad de Dios, su presencia aqui y ahora. En la ciencia teolégica siempre se ha discutido sobre si hay que situarse junto a Dios con el propio pensamiento, para, par- tiendo de ahi, descender al hombre y a sus problemas, o si, por el contratio, hay que situarse junto al hombre y sus vivencias y, de sus cuestiones y preguntas, ascender a Dios. Asf se ha contrapuesto una «teologia desde arriba» a una «teologia desde abajo». Pero si se toma esto en setio, a saber, que Dios mora en nosotros en su Espiritu santo y acttia y gobierna en nosotros, entonces se de- berfa descubrir precisamente la realidad de Dios, que como duefio Qué es el Espiritu santo? 19 y Sefior actéa sobre nosotros con incomparable poder en medio de nuestro vivir. Y si él es realmente Dios con quien nos topamos en nuestras experiencias, entonces la «teologia desde abajo» que se establece junto a aquel que nos impulsa, nos importuna, y viene en nuestra ayuda, se convierte de repente en «teologia desde arri- ba», puesto que en todo nos enfrenta con aquél que es mayor que nosotros y que nuestro mundo. Ya que él nos resulta extrafio, se le deberia poder reconocer precisamente en nuestro mundo —jen su creacién!— y asi aprender a esperar en la complecién o realiza- cién futura de su obra. Sobre estos cuatto puntos pretendemos informarnos. Naturalmente que nosotros, siempre que hablamos de nuestras experiencias, hablamos en imdgenes. Todo el vivir humano, incluso el no religioso, se expresa en lenguaje figurado o de imagenes. Y sin duda hay en toda vida realidades observables. Por ejemplo, un enamoramiento puede manifestarse en una subida de la presién de la sangre, que se puede medir con exactitud, o en un temblor de manos, cuya amplitud se podria expresar en centimetros, Pero por medio de esos datos bien controlados no se habria dicho nada de lo que en fin de cuentas es ahi importante. De eso se puede hablar sélo en imagenes de tal manera que surja en el oyente un movi- miento semejante o se acuerde de movimientos 0 emociones simi- lares, tal como él las ha experimentado. Asi m4s 0 menos hablamos nosotros de Dios cuando decimos que irrumpe en nuestra vida «desde arriba» o incluso «directamente desde arriba» o también «desde el cielo», Al hablar asi, sabemos, nosotros naturalmente que no existe ningiin cielo, que se halle geogréficamente «arriba» sobre la tierra. Pero con eso pretendemos decir que nosotros, en nuestra vida terrena, hemos experimentado a aquél que est4 abso- lutamente por encima de nosotros (jlo cual también es una ima- gen!). Con eso queremos hacer recordar al que nos escucha que él también ha experimentado algo parecido a esto. O al menos tratamos de rogarle que se imagine que un hombre puede experi- mentar algo que en realidad no es idéntico a su propio yo, pero que habla a ese yo, lo mueve, Io Hama, le da fuerzas, le consuela... Si nosotros decimos Dios, decimos evidentemente algo més que eso. Decimos que ese «algo» es wn td, que él nos habla y que le debemos o podemos responder con nuestra alegria, con nuestro agradecimiento, con nuestra oracién y con nuestra obediencia. Por 20 EI Espiritu santo consiguiente, con ello decimos que la mejor imagen para expresar el encuentro de Dios con un hombre es Ia del encuentro con otros hombres, en el que el otro es para mi una ayuda decisiva. Ambas cosas son hoy apremiantes: que nosotros, en nuestra realidad te- rrena, aprendamos a experimentar aquella otra realidad de Dios, y que a la vez aprendamos a fiarnos gustosos de las imagenes en las que se nos presenta la realidad de Dios, plenamente conscien- tes, con todo, de que en esto no podemos aprehenderlo como ocutre en una férmula matemética. Asi, pues, gno deberfamos interrogar a la misma Biblia a ver cdémo experimentaron los testigos del antiguo y del nuevo testa- mento al Espiritu santo y cémo trataron de expresar estas expe- riencias en palabras, que estan en gran parte cargadas de imdgenes? Il El testimonio del antiguo testamento 2 EL TESTIMONIO DEL ANTIGUO TESTAMENTO 1. La singularidad del Espiritu de Dios La palabra de Dios Israel experimenté Ia accién del Espiritu primero como un poder inquietante e imprevisible que intervenia en la vida corrien- te de cada dia, del cual no se podfa afirmar con seguridad si era propiamente bueno o malo, divino o demoniaco. Esto se refleja a través de toda la época veterotestamentaria tan intensamente que la expresién «Espiritu santo» apenas aparece (tinicamente en Sal 51,18; Is 63,10-11). El libro 1 de Samuel 19,19-24 nos describe Ja experiencia con claridad. David, perseguido por Sail se presenta a Samuel. Este, con toda su escuela de profetas, ha cafdo en éx- tasis. Todos hablan, al parecer durante horas, impulsados por el Espiritu de Dios. Los mensajeros que le envia Savil caen también bajo el influjo del Espiritu y se comportan como los demds. No regresan a Satil, como se les habia mandado, sino que se quedan alli. Como esto ocurre tres veces consecutivas, acude alli el mismo Sail, para apresat a David o matatlo. Pero también él cae bajo el influjo del Espiritu, de modo que se quité los vestidos y cayé ago- tado, hasta quedarse desnudo por tierra todo aquel dia y toda la noche. Esta es una narracién muy curiosa y lo que nos cuenta se parece a lo que vimos ya en los grupos extrafios y discutibles de la historia de la iglesia. Por tanto, aqui se experimenta el Espi- ritu de Dios de tal manera que excluye todo pensar racional o todo el actuar normal, hasta tal punto que el hombre del que se ha apoderado el Espiritu no sabe ya lo que hace. Pero esto no es un 24 El Espiritu santo caso tinico. Ya 1 Sam 10,10 nos informa de una experiencia muy similar de Sail, el cual se encuentra con un grupo de profetas y cae en éxtasis, O expresado en el idioma Ieno de imagenes de Samuel: «El Espiritu de Yahvé se apoderard de ti, y profetizards con ellos y te transformards en otro hombre» (10,6). Pero, de un modo todavia més cargado de imagenes y més intuitivo, nos habla Num 11,25-29 de cémo Dios desciende de una nube, y tomando del Espiritu que ya habfa sido dado a Moisés lo infundié sobre Jos setenta ancianos, de manera que se ven sometidos a una exci- tacién profética y no cesaban. Incluso el Espiritu se apodera de dos de los mds viejos que se habfan quedado en el campamento. Igualmente, de una manera bien descriptiva se dice de Balaam que sobrevino sobre él un Espiritu de Dios y le «abrié sus ojos» de tal manera que podia ver proféticamente lo que pretendia Dios (Nim 24,23). Que el Espiritu es la fuente de la palabra que el hombre puede entender como Ja propia palabra de Dios, se deduce de las expe- tiencias de los profetas posteriores, sin que se destaque de un modo especial lo extraordinario. Igualmente, Oseas se designa a sf mismo como profeta 0, lo que es equivalente, como el hombre del Espiritu; todo el pueblo le considera como un loco o un chi- flado (Os 9,7). Sin embargo, en Miqueas la fuerza y el Espfritu de Dios en el profeta auténtico se distinguen claramente de las visiones y de los ordculos espectaculares y extrafios de los videntes y de los adivinos (3,5-8). As{ también se dice de José (Gén 41,38), lo mismo que de David (2 Sam 23,2), que el Espiritu de Dios estd o habla en ellos y que les otorga la auténtica sabidurfa, sin que se mencionen apariciones especialmente extrafias. Aqui no ocurre en modo alguno que el Espiritu de Dios elimine el pensa- miento «normal» y racional del hombre de manera que tealice aquellas cosas extrafias que ni él mismo entiende. Por el contrario, es el Espiritu el que da la sabiduria. Asimismo se espera que el Espiritu estar4 en el Mesias o el Siervo de Yahvé (Is 11,2; 42,1; 61,1). Incluso el Espiritu de Dios puede identificarse con el pro- feta (Neh 9,30). El problema acerca de quién es efectivamente el auténtico profeta movido por el Espiritu de Dios y cual es el falso, que expone tinicamente su propia iniciativa, se planted, por tanto, ya entonces. Israel aprendié que no es simplemente cualquier cosa rara o extrafia la que garantiza que el hombre no habla ya por sf EI testimonio del antiguo testamento 25 nismo, sino que Dios habla por medio de él. Tampoco cuando el aombre pierde el control sobre sf mismo y no sabe qué es lo que aabla es prueba de que es Dios el que anuncia su mensaje por me- dio de sus palabras. Esto lo sabe ya el antiguo testamento. Ahora sien, si el modo de las apariciones o fenédmenos no dice nada ssencial, gdénde y cémo habré que distinguir al verdadero del éalso profeta? Una sola sefial diferenciadora, que, sin embargo, es algo provisional, se encuentra con frecuencia: en todo hombre, surgen y afloran los propios deseos y suefios. Donde Jo que se dice se asemeja a la propia manera de pensar y de desear, hay que desconfiar. Asf, pues, es una caracteristica del falso profeta que él anuncie lo que agrada a todos, mientras que el que se ve impul- sado por el Espiritu de Dios debe, por lo regular, oponerse al pueblo y a sus deseos (asf, de una manera especial, Jer 28,8-9). El poder de Dios Otros relatos acentéan fuertemente el poder de la experiencia de Dios. Cuando el Espiritu de Dios viene sobre el profeta, le artebata contra su voluntad Ilevdndole tal vez a un monte o a un barranco donde puede sobrevenirle la muerte (1 Re 18,12; 2 Re 2,16; cf. Ez 3,12.14; 8, 3 y passim). En Sans6dn, el Espiritu em- pieza a moverle ya desde nifio (Jue 13,25); por su poder, puede desgarrar un leén y dar muerte a treinta enemigos (14,6.19), rom- per maromas y matar de una vez a mil hombres con la quijada de un asno (15,14-16). El profeta Eliseo puede dividir las aguas puesto que se le ha otorgado el Espiritu de Elias (2 Re 2,15). El «asombro» ante tales hazafias que no se comprenden y que normalmente no se pueden explicar es tal que todo poder miste- tioso, inexplicable, se atribuye al Espiritu de Dios, incluido el mal. En Jue 9,23 y en 1 Sam 16,14; 18,10; 19,9, se habla con toda naturalidad de que Dios hizo Iegar un mal espfritu sobre los ciu- dadanos de Siquem y especialmente sobre Satil. En 1 Re 22,20-23, se nos informa, de un modo altamente expresivo, del consejo de Dios en el que se presenta un espiritu y se muestra dispuesto a ir y ser el espfritu de mentira en Ja boca de los falsos profetas, porque Dios habia determinado perder a Israel. 26 EI Espiritu santo Pero asimismo nos encontramos con experiencias semejantes de una poderosa intervencién de Dios sin fendmenos extraitos que acompaiten a esa ayuda. De los jueces se dice que el Espiritu de Dios se derramé sobre ellos o que se apoderd de ellos, de forma que mantenfan el derecho en Israel, tocaban la trompeta y lo Jan- zaban contra los enemigos (Jue 3,10; 6,34; 11,29). Algo semejante se dice de Sail (1 Sam 11,6) y de David (16,13). También la direccién politica de un pueblo, determinada por el Espiritu de Dios, especialmente en los tiempos calamitosos y de guerra, puede describirse como la experiencia del poder de Dios. Sin embargo, al menos en los primeros tiempos, el derecho, el culto 0 Ja sabiduria comin no se remiten al Espiritu. El Espiritu, por lo regular, irrumpe de un modo insospechado e inespetado, y mueve e impulsa hacia lo extraordinario; no fundamenta un orden permanente. Qué significa esto? En estas expetiencias, en parte altamente extrafias, se muestra en cualquier caso un hecho de un modo bien clato: el Espiritu de Dios no es el espiritu del hombre o un aspecto del espiritu del hombre. Se puede formular asi: «El hombre tiene alma; el Espi- ritu le tiene a él»! En el espiritu se experimenta la actuacién de Dios en medio de una situacién mundana, terrena y frecuente- mente incluso politica. Pero ¢dénde, si no, podtfa experimentarla el hombre? Sin embargo no se entiende como una experiencia propia, sino como una experiencia de algo externo, que no surge simplemente de la propia alma o del propio espiritu, sino de aquél que al principio desconcierta, pero que poco a poco se reconoce cada vez més conscientemente con el nombre de «Dios». Y que esto no es sdlo una ilusidn, naturalmente no se demuestra, asi como tampoco se demuestra que la experiencia humana del amor no es sélo una ilusién. Pero la distincién entre Dios y su Espiritu, por una patte, y del hombre y de su espfritu por otra fue tan 1, J. Kéberle, Natur und Geist nach der Anffassung des Alten Testamentes, Miinchen 1901, 210. Para todo el capitulo, cf. H. H. Schmid, Ekstatische und cha- rismatische Geistwirkungen im AT, en C, Heitmann - H. Mihlen (eds.), Erfabrung und Theologie des Heiligen Geistes, Minchen 1974, 83-100. El testimonio del antiguo testamento 27 importante para Israel que se narran las historias mds curiosas sobre los que han sido posefdos por el espiritu, incluso en una época en que este tipo de fendmenos se habian hecho ya muy cuestionables 0 incluso se rechazaban. Tal vez sea ésta la diferencia més profunda con las religiones del Asia oriental*. Dios, en el antiguo testamento, no es el tiltimo fundamento del mundo, que se descubre cuando nos damos cuenta que el hombre es una sola cosa con el universo, cuya vida y fuerza es Dios. Dios tampoco es simplemente el misterio mds intimo que se descubre meditando cuando uno se sumerge en las capas més profundas del alma. En la experiencia profético-veterotestamenta- tia, Dios sale al encuentro del hombre como el plenamente ines- perado, cuya extrafieza y alteridad frente a todo lo humano es lo primero que el hombre descubre. Con todo, no se puede negar que, también en el Asia oriental, se habla de eso y que, a su vez, también para las personas piadosas del antiguo testamento Dios es como la causa o el fundamento primero de toda la creacién; pero el énfasis, en cualquier caso, es completamente distinto, y esto tiene sus consecuencias en muchas particularidades. Asi, pues, el Espiritu santo no tiene nada que ver con aquella excelsa vida ideal, que pretende clevarse por encima del mundo material; él est4 tan cetcano al cuerpo como al alma, tanto en las funciones corporales del hombre como en las animicas y espirituales. Israel utiliza para el Espiritu de Dios la misma palabra que se emplea para designar el viento o el torbellino. El Espiritu de Dios es tan corp6reo y tan concreto como un viento de tormenta que abate los Arboles y se Heva los tejados y cuya accién se puede experimentar fisicamente. Lo que Israel ha vivido y experimentado como el Es- piritu de Dios, supera la oposicién entre las condiciones materiales y los mundos ideales, entre cuerpo y espiritu o cuerpo y alma, y, por tanto, también trasciende las concepciones marxistas o burgue- sas del hombre y de su mundo. Por supuesto, que algo parece ser tipico de este espiritu, a saber: nunca es el espiritu del confor- mismo, es decir, no es el espiritu que se amolda a todo y que siente angustia o miedo de incidir donde sea. Por el contrario, es el Espiritu que mantiene firme al hombre, en contra de todos sus contempordneos. 2. Taylor, 76. 28 El Espiritu santo 2. El Espiritu santo en la creacién El Espiritu santo en el viento de la tormenta Pero no podfa permanecer ahi Israel. En las dificiles experien- cias del destierro, en el que el pueblo vivid su propia impotencia, aprendié a confiar en el poder del Espiritu y a referir esto cada vez con mayor claridad a Dios. Si la presencia de Dios y su poder no se veian limitados a vivencias extraordinarias e incomprensibles © a acciones de fuerza, gno podria encontrarse en toda la creacién? Sin duda que esto queda patente en los acontecimientos histéricos singulares. Asi se dice en el céntico de Moisés (Ex 15,8.10) (el cual evidentemente fue redactado mucho més tarde): «al soplo de tu ira amontonaste las aguas» («= al resoplido de tus narices...») de forma que Israel pudo pasar por el mar Rojo. Y nuevamente: «enviaste tu soplo y los cubrid el mar» (15,10) de forma que los enemigos quedaron anegados. Lo que aqui se tradujo por «soplo», es exactamente Ia misma palabra que se emplea para designar el «espiritu». De ese modo tan natural y concreto pensaba Israel del Espiritu de Dios, de forma que también lo reconocia en el viento solano (14,21), que durante toda la noche estuvo soplando con furia con el fin de hacer vadeable la parte poco profunda de aquel brazo de mar. De un modo semejante se dice en Gén 8,1: «E hizo pasar un viento (0 espfritu) sobre la tierra y comenzaron a men- guar las aguas (del diluvio)». Pero no sdlo en esos acontecimientos singulares de los tiempos antiguos opera el Espfritu. El salmo 147,18 describe lo que ocurre cada primavera, cuando el deshielo hace correr las aguas: «Hace soplar viento (el espiritu) y manan Jas aguas». En el viento cdlido de la primavera, el israelita ve la actuacién de Dios y de su Espiritu que derrite el hielo y la nieve. Lo mismo dice Is 27,8 de los enemigos de Dios: «echdndoles con un soplo impetuoso en dia de viento solano».? 3. Ahi también la palabra designa simplemente el viento como imagen de la futilidad: los profetas (falsos) son puro flato, y no han tenido ordculo de Yahvé (Jer 5,13; ef. Job 16,3; Os 8,7; Mig 2,11; Ecl 1,17; 2,26). El testimonio del antiguo testamento 29 EI Espiritu de Dios como poder creador Esto vale sobre todo para Gén 1,2. El primer capitulo de la Biblia fue escrito muy tarde, en época muy posterior. Israel habia descubierto la accién del Espfritu de Dios en las extrafias expe- riencias de los profetas, antes de que reflexionase expresamente sobre los sucesos raros o cotidianos de la naturaleza. Se puede preguntar si hay que traducir mejor «un poderoso viento se cernia sobre las aguas», para destacar lo fuerte y concreto de la expresién o «el Espiritu de Dios se cernia sobre Jas aguas», para poner de relieve la accién de Dios que sin duda ve aqui el narrador, o si se puede decir, siguiendo a M. Buber, «trueno de Dios», para reflejar los dos aspectos. En cualquier caso, no se puede entender uno sin lo otro. Hay una actuacién en Ja naturaleza que se puede medir y determinar como viento y tempestad; pero esta actuacién se concibe como la actuacién de Dios mismo, la cual no se puede, sin més, determinar o medir. Que Dios creé al mundo y al hombre, es algo admitido con toda naturalidad por Israel, lo mismo que por los pueblos vecinos. Precisamente por eso, no es objeto de ninguna profesién de fe. Pero la experiencia de Israel en su historia hace que se advierta la actuacién de Dios, incluso alli donde no ocurre nada de extraordinario, como en el rocio de cada primavera 0, como alli, donde no estuvo de testigo ningtin hombre en la creacién, al prin- cipio del mundo. El que ha comprendido esto, entiende que el primer capitulo de Ja Biblia no trate precisamente de ser una des- cripcién del origen del mundo, tal como podria encontratse en un manual de biologia. Todo el capitulo es un testimonio de fe y pre- tende, por supuesto, en imagenes inteligibles, narrar lo que por naturaleza es totalmente invisible: a saber, la accién de Dios, que nosotros nunca podemos captar en nuestras definiciones, ya sean matemiético-cientificas, ya en proposiciones teolégico-dogmiticas. Es el viento de Dios o el Espfritu de Dios el que subyace en el hacerse de Ja creacién. El acttia en la separacién de la luz y de las tinieblas, del dia y de la noche, de lo seco y del mar. Por eso no esta bien que el hombre borre las fronteras, que él Ilame luz a las tinieblas y tinieblas a la luz, bueno a lo malo y malo a Io bueno, que haga de la noche dia por puro afan de trabajar, o se pase el dia durmiendo por pura indolencia, que no tenga un fundamento 30 EI Espiritu santo fijo bajo los pies 0, por el contrario, condene Jo misterioso y des- conocido (como lo era el mar para los israelitas) 0 Jo destierre de su vida. Lo que se ha dicho aqui en el principio de Ja Biblia, se amplia en los salmos a todo el universo. «Por la palabra de Yahvé fueron hechos los cielos, y todo su ejército por el aliento de su boca» (33,6). El Espiritu santo como fuerza vital del hombre El desarrollo mds importante tiene lugar cuando Israel co- mienza a describir conscientemente toda la vida, y, por tanto, también la humana como expresién del Espiritu de Dios. Asi el Sal 104,29-30 habla de la cabra montés en las altas pefias, del joven leén en el desierto, y de los extrafios monstruos del mar: «Si td escondes tu rostro, se conturban; si les quitas el halito (el espfritu), expiran y vuelven al polvo. Si mandas tu aliento (tu es- piritu), se recrfan». Aqui se presenta al Espiritu de Dios de una manera sumamente vivida: Dios exhala su aliento, y su hdlito pe- netra como la vida en sus creaturas; Dios respira de nuevo y les retira su hélito y entonces se mueren. Donde se habla del despertar a la vida, se habla del hélito o del Espiritu de Dios; mas cuando se trata de la muerte, se habla del hdlito o espfritu suyo (de ellos) que se tetita, pues Dios se ve asociado de un modo tan claro con Ja vida que en Ja muerte no se habla a gusto del Espiritu de Dios, si bien es él ciertamente cl que penetré en sus criaturas y alli se convirtid en su espfritu. En Job 34,14-15, se utilizan dos palabras distintas: «Si él volviera a si su soplo y retrajera a sf su aliento, expitaria a una toda carne y el hombre volveria al polvo». Espe- cialmente respecto al hombre, se habla mds bien del «aliento de vida», y, por tanto, de su fuerza vital que Dios Je ha regalado. Esto también lo muestra Job en 27,3: «Mientras en mi quede un soplo de vida y el hélito de Dios aliente en mis narices...». Natu- ralmente, ambas cosas son lo mismo, pues el Espiritu de Dios esta en «mis narices», pero si el israclita trata de destacar y de alabar el origen que nos otorga la vida, entonces habla del «Espiritu» de Dios, y primero describiré cémo experimenta el hombre ese Espf- ritu de Dios en su vida y, luego, hablara de Ia «fuerza vital» del «hdlito vital». Asi en Gén 2,7, se narra cémo Dios soplé el «hdlito EL testimonio del antiguo testamento 31 de la vida» en las narices del hombre, mientras que en 6,3, se habla del «espiritu» de Dios en el hombre; en 6,17, del «espiritu de vida» y en 7,22, se cambian ambas expresiones. Tal «espiritu de vida» puede encontrarse también en los animales (6,17; 7,15). Toda vida, incluso la fuerza vital humana puramente bioldgica, se entiende como el resultado del espiritu creador de Dios: «Ordculo. Palabra de Yahvé sobre Isracl. Palabra de Yahvé que extiende los cielos, funda la tierra y que forma el aliento del hombre dentro de él» (Zac 12,1). Por tanto, la vida no es realmente una posesién del hombre, sino que sigue siendo propiedad de Dios, 0 mejor, actuacién de Dios, efecto de Dios. Asi Dios puede declarar: «No permanecerd por siempre mi espiritu en el hombre, porque no es més que carne. Ciento veinte afios serdn sus dias» (Gén 6,3). Qué significa esto? Que toda la vida es un regalo y no nuestra propia obta, lo entendemos perfectamente. A veces nos ocurre que ofmos un con- cierto y, de repente, no es ya tnicamente un conglomerado de sonidos que suenan bien, sino que eso se convierte en musica, que nos arroba, nos transforma y nos abre nuevas dimensiones. O nos vamos a dar un paseo y, de stibito, nos estremece aquello que nos circunda y nos transmite algo del mistetio que trasciende lo que nosotros Ilegamos a comprender con nuestra inteligencia. Que el antiguo testamento no habla simplemente como con un encogimiento de hombros de un misterio inescrutable, sino que designa al dador de esa vida como Dios 0 como Sefior, lo vemos y entendemos claramente, coincidamos 0 no con esa apreciacién. Y, por supuesto, esto es un paso decisivo hacia delante, que tal vez no nos resulta facil entender. ¢Es efectivamente divina esta vida? ¢no se da en ella todo lo més elevado y lo més bajo, lo sublime y lo rastrero, lo bueno y lo malo? Y si pensamos en nos- otros mismos: lo que se mueve en nosotros mismos no es siempre algo divino, sino frecuentemente algo muy humano. ¢O seria mas bien lo puramente biolégico algo divino y se habria echado a per- der por la voluntad humana o por sus impulsos o por su inteli- gencia? Pero la voluntad, los impulsos y Ia inteligencia son de la misma manera parte de la vida bioldgica, igual que la sensibilidad, 32 El Espiritu santo el instinto o los sentimientos. El antiguo testamento tropezé ya con la misma dificultad. Y esto impulsé a formar dos palabras dis- tintas, que, sin embargo, significan lo mismo. Se puede contemplar la vida desde dos lados: que fue creada desde el principio y que se mantiene por la voluntad de Dios. Entonces habla el antiguo testamento del «Espiritu» (de Dios). Que la vida es lo que los hombres han hecho de ella y, entonces, el antiguo testamento habla de «fuerza vital». Ciertamente, que en ocasiones «mi espi- ritu» puede significar lo mismo, mds 0 menos, que «mi alma» (Is 26,9; Job 7,11); pero por lo general, el espiritu se considera como un poder ante el cual el hombre sucumbe, por ejemplo, en los momentos de experiencias de emocién profundas. * Esto lo demuestra asimismo una observacién posterior. El israelita del antiguo testamento no divide al hombre en una parte corporal y en otra espiritual: él lo ve siempre como un todo. Natu- ralmente, que puede verlo desde muchos 4ngulos. Puede, por ejemplo, destacar que el hombre siempre se ve expuesto a la en- fermedad y la muerte y entonces afirma: «el hombre es carne». O puede destacar que se halla abierto a la vida y a todas sus posibilidades, que puede decidirse por esto o aquello, que puede aceptar esto o aquello, y entonces dice: «el hombre es alma». Por eso, a menudo Ja expresién «mi carne» o también «mi alma» se halla simplemente en lugar de «yo»; sélo que quedan en primer plano, o bien la transitoriedad del hombre, en Ja que es una misma cosa con todas las creaturas o sus sensaciones vitales, o también, por ejemplo, sus sentimientos®. Pero nunca se encuentra la ex- presién «mi espiritu» en lugar de «yo». El istaelita no puede sen- cillamente identificar el «espfritu» consigo mismo. Segtin eso, ¢es que el espiritu es algo superior y sublime en el hombre o tal vez es el mismo hombre visto desde una perspectiva superior y mds ideal? 4, Ex 69; Num 5,14; 1 Sam 1,15; Os 4,12; 5,4; Is 19,14. 5. El hombre se convierte, segtin Gén 2,7, en «alma vivienter; se puede hablar de «dieciséis almas» (Gén 46,18); en Gén 27,25, se lee: «Que yo coma, y mi alma te bendiga», Lo mismo se dice en Lev 13,18 Jiteralmente: «Cuando una un hombre) tenga sobre sf, es decir, sobre sa piel una ticera..», Y en «El necio se cruza de manos y come su carne; 5,5: «No consientas que tu boca haga culpable a tu carne> = a ti mismo; cf., asimismo, Sal 169: «Por eso se alegra mi cotazén y goza mi alma y mi carne descansa segura». EI testimonio del antiguo testamento 33 3. El Espiritu santo como origen del conocimiento Espiritu y carne El antiguo testamento sabe que la vida que Dios nos regala puede ser también vivida lejos de Dios. Y, por supuesto, tam- bién puede el «espfritu» ser culpable de esto. En los pasajes men- cionados en la nota cuatro encontramos también espiritus impa- cientes, celosos, fornicadores y falsos. Asi, pues, se muestra aqui de una manera semejante Jo que los profetas experimentaron. También en sus sentimientos experimenté y vivid Israel un poder incomprensible que a veces se apoderaba de él. Y esto lo atribuyd al espiritu, sin que ello significara equipararlo claramente con el Espfritu de Dios. Pero también Israel aprendié ahi a mirar a Dios no simplemente como un poder junto a los demés poderes. Incluso en lo que no comprendemos, acttia Dios: «El Sefor hizo inflexi- ble su espfritu y endurecié su corazén» (Dt 2,30). Por supuesto, siempre se destaca con fuerza que ahi se trata de algo de lo que el hombre es culpable, y, por tanto, de un «alma (o espiritu) descarriada» (Is 29,24). Un hombre que no conserva el don de Dios 0 no lo aprecia ya como regalo de Dios se aparta de Dios. Asi, pues, en ningtin caso es el espfritu del hombre visto como algo més elevado, mds puro o més ideal, y la carne como si fuera algo asi como la parte pecadora. «Toda carne» se ve vivificada por el «espiritu» (Gén 6,17; 7,15). La «carne» nunca es en st mala o pecadora; es un don bueno de Dios, lo mismo que el espfritu. El malo y pecador es tinicamente el hombre que se entrega y abandona a la carne en lugar de a Dios, es decir, el hombre que trata de construir su vida tinicamente sobre aquello que puede ver y captar, y no cuenta con que el misterio de Dios se encuentra detrds de todo lo que es visible y comprensible. Pero en eso no tiene la culpa la carne, sino su «corazén» o in- cluso precisamente su espfritu «descarriado» o el espiritu «endu- tecido por Dios» *. Por eso el profeta puede formular: «Maldito 6. EL «espfritu» puede estar Weno de tristeza (1 Re 21,5), ser

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