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TEORÍA SOCIOLÓGICA III

Alvarez María Florencia


Licenciatura en Sociología
2do parcial: domiciliario

1- PARSONS: Cuales son las rupturas y las continuidades en la forma que el autor piensa la
ACCIÓN en los modelos del año 1951 y 1967, o de otra forma, la centralidad de la ACCIÓN y
los cambios en las formas de concebirla en ambos modelos.

En 1937, Talcott Parsons se proponía afrontar un proyecto ambicioso que vinculaba los siguientes
objetivos: unificar la tradición sociológica en función de los aportes teóricos de los clásicos; resolver
los problemas de cientificidad que enfrentaba la sociología; proponer una lectura integradora de los
clásicos; refutar las hipótesis del positivismo, el utilitarismo y el conductismo; y plantear un nuevo
modelo: la Teoría Voluntarista de la Acción.
Plantea, a lo largo de toda su producción, cuatro modelos para pensar la sociedad: la antes men-
cionada “Teoría Voluntarista de la Acción”, el Modelo Tri-sistémico, el Modelo AGIL, y el Modelo
Cibernético. En un comienzo, el autor se encuentra fuertemente influenciado por la concepción we-
beriana de la acción. Desarrolla el concepto básico de Acto-Unidad (lo que sería la unidad de ac-
ción), siendo este la unidad mínima e indivisible de un conjunto de fenómenos sociales interrelacio-
nados entre sí, que componen la sociedad.
Este es un sistema complejo, pero que posee un cierto orden; se puede descomponer en subsis-
temas hasta llegar al sistema social elemental, que es la acción.
Toda acción está compuesta de dos elementos: uno objetivo (la situación) y otro subjetivo (el ac-
tor). Las situaciones, a su vez son la correspondencia entre las condiciones materiales y los medios
objetivos. En este modelo, Parsons dedica mayor preocupación al contexto de la acción. No obs-
tante recalca que es una condición necesaria y suficiente que este exista para que una acción sea
posible.
El actor es guiado para ejercer la acción por fines, valores y normas internalizadas, las cuales sur-
gen de la pertenencia a grupos, y sirven para legitimar la acción. De esta forma, Parsons reconcilia
la teoría de la acción con la teoría de la sociedad; el punto de vista subjetivo con el objetivo.
En este modelo, la sociedad es explicada por la acción. La acción es causa de la sociedad. No obs-
tante, existen una serie de fenómenos emergentes, de los cuales esta teoría no puede dar cuenta;
en consecuencia, Parsons desarrolla otra: la tri-sistémica.
Con esta introducción, podemos esbozar el modelo tri-sistémico de Parsons: el esquema anterior
no alcanza para pensar ciertos fenómenos como los que denomina “emergentes”, o los “macroso-
ciales”, que tienen tal magnitud que no pueden ser explicados por la subjetividad o la voluntad de
un individuo o de un grupo, que incluso parecen funcionar al margen de la voluntad de los mismos
(como ciertos fenómenos culturales como el lenguaje, el mercado, etc.)
En este modelo, entran por primera vez como categorías analíticas los sistemas. Estas ideas están
condensadas en los libros "El Sistema Social" y "Hacia una teoría general de la acción" (1951).
Sigue tomando al “acto unidad", y las hipótesis que lo encuadran como el "marco de referencia de
la acción", pero lo va a formular de otra manera.
En el modelo del ‘51 hay que explicar ahora es la acción. Esta no es una causa de la sociedad,
sino efecto de la misma. Si antes la acción no era posible de descomponer para su análisis, ahora
se transformaba en un sistema con sus partes y funciones. La acción termina siendo la articulación
de diversos componentes con su propia lógica, que cuando se cruzan dan lugar a una acción. A
estos elementos los llama "sistemas", y son: el de la "cultura", el de la "personalidad"; y el de la
"sociedad". La acción es el cruce de tres factores: simbólicos, subjetivos y normativos.
Sigue habiendo un componente "subjetivo"; en toda acción, pero no se agota en este componente:
un individuo, un "sistema de la personalidad", puede tener motivos para actuar muy diversos y, sin
embargo, no realizar todo lo que desea: hay algo que selecciona y actualiza determinadas "orienta-
ciones de acción". Para realizar una acción, tiene que ser legítima de alguna forma, tiene que inter-
venir algo que valide nuestras expectativas recíprocas; es decir, para que la acción tenga sentido.
Debe haber algo que sostenga mi subjetividad, y también que se condiga con el orden normativo
del lugar donde realizo la acción: un sistema articulado y ordenado de símbolos, de “pautas cultura-
les significativas”, que sea lo que da sentido a las reglas que cumplimos y a las orientaciones de
acción que cada uno de nosotros tiene: eso es el “sentido”, que proviene del sistema cultural.

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La acción es un sistema resultante de la articulación del "sistema de la personalidad";, el "sistema


cultural"; y el "sistema social";. Parsons pretende desarrollar el funcionamiento, la lógica propia de
cada una de estas 3 dimensiones. Este es el núcleo del argumento del modelo trisistémico.

¿En qué consiste el análisis de cada uno de estos 3 sistemas y sobre todo, cómo surge una acción
para Parsons? Los sistemas de la personalidad somos cada uno de nosotros. Sus componentes
son los motivos, que se encuentran estructurados, ordenados: un motivo es una orientación de ac-
ción.
Con respecto a los sistemas sociales, estos están compuestos de interacciones o de instituciones
sociales, estabilizadas y reglamentadas. Son sistemas de roles, que se sostienen en "expectativas
recíprocas". No existe un ámbito social no reglamentado.
En los "sistemas culturales", no hay ningún elemento que pertenezca al orden de lo empírico ni de
lo concreto, hay cosas "abstractas": hay "ideas", "representaciones", "símbolos". Es un sistema
simbólico, compuesto por un conjunto articulado y ordenado de símbolos.
El modelo trisistémico de Parsons se caracteriza por 2 grandes argumentos:
El primero es que la acción es el resultado de la articulación de 3 sistemas, pero estos se hallan
jerarquizados a la hora de dar cuenta de la acción. De los 3, el que predomina sobre los demás es
el sistema cultural. Aquí Parsons pone énfasis en el sentido, los valores, la racionalidad. La impor-
tancia y la jerarquía del sistema cultural sobre los otros, radica en que el orden social se sostiene,
según Parsons, en la estructura simbólica social; esto sería que el orden social se sostiene en un
consenso normativo y valorativo. La cultura se vuelve importante en la teoría porque es la que le
brinda el sentido a la acción, permiten al ser humano interpretar, entender. Se infiltra en los otros
dos sistemas y los ordena, a través de la socialización y de la institucionalización.
A partir de ahora Parsons no solo va a intentar explicar la acción social sino que va a pretender
explicar la "acción" en general, pero desde una perspectiva definitivamente sistémica, y desde la
elección.

En 1953, aparece un tercer sistema, que va a modificar la estructura de la teoría parsoniana, vol-
viéndose mucho más objetivista que antes. Parsons lo va a denominar A.G.I.L., o “estructural-
funcionalista”, en términos más estrictos.
Aparece una nueva dimensión a considerar para entender la acción, y para ello va a tomar una
noción de la biología: "adaptación". Parsons piensa que la acción en general se puede pensar co-
mo un comportamiento de los seres vivos con el objeto de adaptarse a un "entorno", a un determi-
nado ambiente material. Los seres vivos actúan para resolver problemas de adaptación, de equili-
brio, de acomodamiento respecto del ambiente, del contexto, del entorno. Aquí Parsons hace el
giro hacia una teoría de los sistemas más dura.
Toma una noción de sistema también, donde hay un todo compuesto de partes, relacionadas en un
determinado orden estable, permanente, necesario; a su vez, ese todo se encuentra situado, en un
ambiente o entorno. Por lo tanto, el sistema tiene que lograr el equilibrio en el ambiente que lo con-
tiene.
El problema fundamental es la relación del sistema como unidad con el ambiente porque esta rela-
ción es la que implica las otras: en la relación de adaptación, el sistema trata de adaptarse al am-
biente controlándolo, modificándolo para adecuarlo a las condiciones de subsistencia que le con-
vienen. De esta concepción de sistema en relación con un ambiente se desprende la idea de "inter-
cambios sistémicos": el sistema toma "recursos"; del ambiente que le sirven para su propio funcio-
namiento, los elabora en su propia lógica interna y gracias a crece, extiende su control sobre el
ambiente, pero también expulsa residuos (inputs y outputs).
Pero aquí se presenta un nuevo tema a resolver: los "sistemas de acción" son sistemas "empíri-
cos", y todo sistema empírico está situado, está obligado a mantener relaciones con su entorno con
su ambiente para seguir existiendo. Los sistemas de acciones ocurren en el espacio y el tiempo,
tienen que resolver su "dimensión material"; si el actor no puede resolver su componente material,
es decir su adecuación al medio se aniquila. Así, la dimensión adaptativa es fundamental.

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Con el modelo AGIL intentó mostrar la estructura de "cualquier" acción. Todo sistema de acción
debe cumplir con 4 funciones: (A) o función adaptativa, la acción debe adaptarse a su medio mate-
rial, estabilizar su relación de inputs y outputs con su entorno; (G) o función de logro de metas o
realización de fines: toda acción se propone alcanzar fines; (I) o función de integración, todo siste-
ma de acción debe mantener la coordinación entre sus distintas partes, impedir la disolución del
sistema, incorporar los nuevos componentes, etc.; (L) o función de mantenimiento de pautas laten-
tes o de patrones subyacentes, es decir que el sistema a pesar de verse obligado a cambiar para
adaptarse al entorno, debe seguir siendo el mismo sistema, manteniendo una "identidad".
El sistema que cambia más rápidamente es el "sistema de adaptación"; es el más dinámico porque
es el que más está expuesto a los cambios del ambiente. El más estático, el más conservador de
todos y que garantiza que el sujeto siga siendo el mismo a pesar de todos los cambios es el "sis-
tema cultural". Los principios, los valores que internalicé en el proceso de socialización, me da mi
identidad. Lo que mantiene la identidad de un sistema de acción es el cumplimiento de la función
de mantenimiento de pautas latentes. Estas, a su vez, sostienen a la función de integración y per-
mite que, a pesar de los cambios que son inducidos por las funciones (A) y (G), el individuo siga
siendo el mismo a lo largo del tiempo. La función (L) la cumple el sistema cultural, por ello es el
garante de la identidad del sistema. La estabilidad de un sistema, en su carácter cualitativo, provie-
ne de los factores simbólicos.
Así, la cultura sigue teniendo la misma función que en el modelo anterior, pero aquí todos los sis-
temas tienen la misma importancia, porque un sistema de acción cualquiera no puede funcionar si
no cumple con las 4 funciones. La diferencia radica en que el sistema de adaptación es el motor de
cambio.
Los sistemas de acción empíricos donde predomina la función de integración, de coordinación, son
los sistemas sociales. El problema no está en las "partes"; del sistema, es decir los roles y las insti-
tuciones, sino en sus elementos, es decir los individuos que son los soportes materiales de los sis-
temas sociales. El problema con los individuos es que tienen cierta autonomía operacional, están
disgregados. ¿Qué es lo que mantiene unidas a las personas? En los sistemas sociales predomina
la función de integración en virtud de lo que Parsons llamó "el consenso normativo subyacente"; el
orden normativo es el cemento social que mantiene unidos a los individuos.

Hay un último corrimiento teórico; antes habíamos pasado de Weber a Durkheim, de la sociología a
la biología; ahora pasamos de la biología a la teoría de la información, a la cibernética, a las teorías
de la comunicación. Es en este modelo en donde se le ocurre que todo lo que pasa en los sistemas
sociales no es otra cosa que comunicación, intercambio de información.
En este esquema, Parsons quiere explicar a la acción desde el punto de vista dinámico y estático.
Dice que la acción es un proceso, pero que en esa época no hay herramientas para estudiar el
proceso (dinámico) por eso la estudia en términos de su estructura (estático).
No vamos a definir los sistemas de acción por lo que son, sino por lo que hacen: qué función cum-
plen esas cosas.

En 1966, el modelo cibernético deriva del modelo tri-sistémico. Se centra en el desarrollo mayor del
subsistema de integración, al cual Parsons le da el nombre de comunidad societal. El modelo surge
a partir de cómo funciona esta comunidad societal.
Restaura la categoría de sistema cultural, con mayor jerarquía respecto de los demás sistemas.

Para formular este modelo, Parsons se hace algunas preguntas: ¿a quién dominan los sistemas
políticos, o el Estado?, ¿quién hace la economía?, ¿quién hace cultura? La respuesta fue: los Es-
tados son sistemas políticos que dominan a una comunidad; el mercado es el sistema económico
de una comunidad.
Todo esto se había perdido por el nivel de abstracción y objetivismo que había alcanzado la teori-
zación parsoniana en el modelo AGIL: recordemos que en los sistemas sociales no había perso-
nas, no había comunidades. Al restaurar los grupos humanos a la teoría, reconocemos que son

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estos quienes viven juntos y comparten un orden simbólico y valores. Así, el sistema social del mo-
delo AGIL es la comunidad societaria.
A partir de ahora, Parsons se ubica en el núcleo de la sociedad, el soporte de la misma. Que la
sociedad exista, implica que haya mercado y sistema político. Aquí es donde hay diferenciación
funcional, por lo tanto, separación de las esferas de acción.
Parsons llama a esto sociedad: a la diversificación de órdenes, valores, etc. La sociedad es un as-
pecto de la "comunidad". Así la comunidad se transforma en una población colectivamente organi-
zada, no solo un montón de gente que comparte un sistema normativo.
Este último período de Parsons ha sido denominado "enfoque cibernético"; en teoría social. En este
modelo Parsons va a entender que todo lo social es del orden del intercambio de información.
Toma el término cibernético porque se basa en una teoría de los sistemas.La cibernética sostiene
que en los sistemas complejos hay un subsistema que maneja a todos los demás y les dé instruc-
ciones, los controla: Parsons va a aplicar estas ideas a su teoría social. Sostuvo que el sistema
social es un "sistema de información": detenta el sistema simbólico, el “software” de la sociedad.
Todos los símbolos, empezando por las normas y valores, constituirían esa información.
Vuelve a aparecer el predominio del sistema cultural debido al axioma que sostiene que los siste-
mas que tienen más información controlan a los que tienen menos información. Los sistemas que-
dan jerarquizados en base a esto. Así, el sistema económico (sistema adaptativo) no tiene ninguna
información porque es puramente material. Esta es la jerarquía cibernética.
De esto se deduce que el sistema económico no puede controlar a ningún otro sistema de la socie-
dad: debe ser controlado porque no puede dar "sentido" a la acción, no puede dar instrucciones; es
controlado por el subsistema que le sigue en la graduación de contenidos simbólicos, es decir el
subsistema político.
Ahora, el subsistema político está subordinado a un subsistema que posee mayor contenido infor-
macional, la comunidad societaria. Luego, la sociedad civil obtiene sus normas, valores, motivacio-
nes y su identidad, del sistema que posee mayor información: el subsistema cultural.
Ahora, Parsons descubre que además de la jerarquía cibernética existe otra que es inversa: los
sistemas con menos información, son los sistemas con más "energía". Estos sistemas no pueden
controlar nada pero condicionan a los sistemas con más información, les ponen restricciones mate-
riales. Así, los sistemas con más información controlan, los sistemas con más energía condicionan.

Con este recorrido por los modelos teóricos, podemos analizar como Parsons coloca, en sus prime-
ros desarrollos, todo el peso de la voluntad de los individuos en la acción: cada persona movida por
sus motivaciones.
Y cómo, acercándose al modelo cibernético, la acción ya es una situación condicionada, sumamen-
te sujetada al total del sistema social, mucho más desvinculada de las elecciones, de las volunta-
des de cada individuo.
Con respecto a las continuidades de los modelos del ’51 y del ’67, podemos observar cómo el sis-
tema cultural toma una posición jerárquica en ambos modelos. El sistema simbólico mantiene el
orden de todos los demás subsistemas (como en el modelo tri-sistémico), y los controla (como en el
modelo cibernético).

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2- SCHUTZ Y GARFINKEL: que elementos teóricos ofrecen estos autores para estudiar so-
ciológicamente la vida cotidiana? o también, cómo conciben, conceptualizan y explican la
experiencia de la vida cotidiana?

El mundo en el que vivimos nos es dado de manera organizada con una historia y una existencia
propia, en el cual es relevante un conocimiento que le es propio y específico: el sentido común.
Los hombres entran en relación unos con otros tratando de entenderse, mediante marcos comunes
a todos para el desempeño de la vida cotidiana. Sus participantes, los actores sociales, le otorgan
sentido, significatividad, a los objetos que se encuentran en ese mundo, en el cual todo es interpre-
tado. Todo esto transcurre con una actitud natural hacia la realidad que percibimos.
Para estudiar estas relaciones, es posible tomar una postura de desnaturalización de esa/s reali-
dad/es percibida/s, con el fin de conformar un conocimiento que deja de ser “sentido común” para
pasar a ser de “sentido científico”.

En El problema de la realidad social (1974), Schütz toma de W. James la noción de realidad, para
quien esta es relación con nuestra vida emocional y activa, siendo por esto totalmente subjetiva.
Existen varios órdenes de realidades, “subuniversos”, los cuales suele concebírselos como sub-
mundos más o menos inconexos; sin embargo, todo objeto que pensamos refiere, en última instan-
cia, a uno de estos submundos. Al existir esta posibilidad de percibir objetos desde distintos planos,
Schütz apunta a esbozar un primer enfoque sobre la relación entre la realidad del mundo de la vida
cotidiana y el de la contemplación teórica, científica.
Diferenciará un “mundo de la vida cotidiana”, que se trata del mundo intersubjetivo anterior a
nuestra existencia, experimentado e interpretado por nuestros predecesores, como un mundo or-
ganizado, el cual Ahora se da a nuestra experiencia e interpretación. La interpretación de este
mundo se basa en un acervo de experiencias, propias y las anteriores, que son esquema de refe-
rencia en la forma de “conocimiento a mano” (siendo este el conocimiento del mundo en que
vivimos, con objetos y cualidades bien definidas). Este mundo es afrontado con lo que Schütz de-
nomina la actitud natural hacia la vida espontánea, y esto es lo que nos interesa analizar.
El sentido de una acción, no es una cualidad inherente a ciertas experiencias que surgen dentro
de nuestro flujo de conciencia, sino el resultado de una interpretación de una experiencia pasada
contemplada desde el Ahora con una actitud reflexiva. Sólo las experiencias que pueden ser recor-
dadas más allá de su actualidad y que pueden ser cuestionadas en lo que respecta a su constitu-
ción son subjetivamente provistas de sentido.

Toma de Bergson, su teoría de que la vida consciente muestra un número indefinido de planos di-
ferentes, que se caracterizan por una tensión específica de la conciencia; estos diferentes grados
de tensión, la atención a la vida es el principio regulador básico de nuestra vida consciente. Perfila
el sector del mundo que tiene significatividad pragmática, y estas significatividades determinan la
forma y el contenido de nuestra corriente de pensamiento.
En la actitud natural, al hombre alerta le interesa principalmente el sector del mundo de su vida
cotidiana que está a su alcance y que en el espacio y el tiempo se centra a su alrededor. El lugar
que ocupa su cuerpo dentro del mundo: es el origen del sistema de coordenadas, es decir que
agrupa los elementos de con respecto a su cuerpo, según categorías de espacio-tiempo. Y dentro
de este esquema básico de orientación, el mundo del ejecutar está estructurado en diversos estra-
tos de realidad, donde se distinguen el mundo a mi alcance, y el mundo a mi alcance asequible.

El mundo del ejecutar en su conjunto sobresale con respecto a los muchos otros subuniversos de
la realidad. En el mundo de las cosas físicas y de las operaciones corporales, me inserto en el
mundo externo y lo modifico; y estos cambios pueden ser experimentados y puestos a prueba por
mí mismo y por otros, como sucesos de este mundo, con independencia de los actos ejecutivos
míos en los que se originan.

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Comparto este mundo y sus objetos con Otros. Es la realidad dentro de la cual se hacen efectivas
la comunicación y el juego de las motivaciones mutuas. Por lo tanto, es posible experimentar, en
ambos esquemas de referencia, la causalidad de los motivos y la teleología de los propósitos.
No es un objeto de pensamiento, sino un campo de dominación. Tenemos en él un interés eminen-
temente práctico, causado por la necesidad de satisfacer los requerimientos básicos de nuestra
vida. Pero no estamos igualmente interesados en todos los estratos del mundo a ejecutar, por lo
cual nuestro interés organiza el mundo en aspectos temporales y espaciales que varían en signifi-
catividad.
Todo el sistema de significatividades que nos gobierna dentro de la actitud natural se funda en la
experiencia básica de cada uno de nosotros; sé que moriré y temo morir. Sugerimos llamar a esta
experiencia básica la ansiedad fundamental, la anticipación primordial de la cual derivan todas las
otras. Surgen los muchos sistemas interrelacionados de esperanzas y temores, deseos y satisfac-
ciones, probabilidades y riesgos que incitan al hombre en actitud natural a tratar de dominar el
mundo, a superar obstáculos, a esbozar y cumplir proyectos.
Claro que esto es solo un correlato de la realidad eminente de la vida cotidiana; en la medida en
que funciona el esquema establecido de referencia, el sistema de las experiencias garantizadas de
nosotros y de otras personas, en la medida en que las acciones y operaciones efectuadas bajo su
guía rinden los resultados anhelados, confiamos en esas experiencias. No nos interesa comprobar
si este mundo realmente existe; hace falta una motivación especial para revisar nuestras anteriores
creencias.
Epojé fenomenológica, la suspensión de nuestra creencia en la realidad del mundo como recurso
para superar la actitud natural radicalizando el método cartesiano de la duda filosófica. Puede
aventurarse la sugerencia de que el hombre en actitud natural utiliza también una epojé específica,
por supuesto, muy distinta de la que emplea el fenomenólogo. No suspende la creencia en el mun-
do externo y sus objetos; por el contrario, suspende la duda en su existencia. Lo que coloca entre
paréntesis es la duda de que el mundo y sus objetos puedan ser diferentes de lo que se le apare-
cen. Esta es una postura epistemológica.

En cada uno de esos subuniversos, todas las proposiciones son creídas por el hecho mismo de ser
concebidas, a menos que choquen con otras proposiciones que son creídas al mismo tiempo, afir-
mándose que sus términos son los mismos que los de esas otras proposiciones.
Pero en lugar de hablar de subuniversos múltiples, prefiere hablar de ámbitos finitos de sentido,
en cada uno de los cuales podemos colocar el acento de realidad. Usa este término, porque lo que
constituye la realidad es el sentido de nuestras experiencias, y no la estructura ontológica de los
objetos. Así, se trata de un conjunto de nuestras experiencias si todas ellas muestran un estilo cog-
noscitivo específico y son—con respecto a este estilo—no solo coherentes en sí mismas, sino tam-
bién compatibles unas con otras. No estamos dispuestos a abandonar la actitud natural sin haber
experimentado una conmoción específica que nos obligue a trascender los límites de este ámbito
“finito” de sentido y trasladar a otro el acento de realidad. Me muestra que es solo un mundo entre
muchos otros accesibles a mi vida intencional.

La coherencia y la compatibilidad de experiencias con respecto a su estilo cognoscitivo peculiar


subsiste solamente dentro de los límites del ámbito particular de sentido al cual pertenecen esas
experiencias.
Precisamente por esto, estamos autorizados para hablar de ámbitos finitos de sentido. Esta finitud
implica que no hay posibilidad de referir uno de esos ámbitos a otro introduciendo una fórmula de
transformación. La transición de uno a otro solo puede ser efectuada mediante un salto.
Lo que se acaba de llamar un “salto” o una “conmoción” no es más que una modificación radical en
la tensión de nuestra conciencia, basada en una diferente atención a la vida.
Por ello, al estilo cognoscitivo peculiar de cada uno de estos diferentes ámbitos de sentido corres-
ponde una tensión específica de la conciencia y, por consiguiente, una epojé específica de expe-
riencia del sí-mismo, una forma específica de socialidad y una perspectiva temporal específica.

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El mundo del ejecutar cotidiano es el arquetipo de nuestra experiencia de la realidad, y todos los
demás ámbitos de sentido pueden ser considerados como sus modificaciones.

En Estudios sobre la teoría social, Schütz sostiene que, con el fin de estudiar el mundo social, se
puede elaborar y aplicar un refinado sistema de abstracción que elimine deliberadamente del mun-
do social al actor, con sus puntos de vista subjetivos, haciendo incluso, que conflictúe con las expe-
riencias que derivan de la realidad social.
Quien forje este tipo de ciencia social debe tener en cuenta, según este autor, que no se enfoca al
mundo social de manera directa, sino mediante la formulación de idealizaciones y formalizaciones
del mundo social, que no deben contradecir los datos del mundo cotidiano. Y dentro de esto, el
punto de vista subjetivo debe ser respetado. Al ser el mundo social un cosmos muy complicado de
actividades humanas, metodológicamente se puede volver el foco al actor del mundo social, ya que
sus acciones y sentimientos son la base de todo el sistema; el objeto está en procurar comprender
qué lo lleva a adoptar ciertas actitudes hacia el ambiente social, en intentar responder a la pregunta
¿qué significa el mundo social para sí, o para mí? En este punto emprendemos el estudio de la
génesis del sentido de los fenómenos sociales, y el mecanismo de actividad de los seres humanos,
donde se comprenden unos a otros, y a sí mismos, y actúan.

Para esto, Schütz sostiene que el postulado básico de la metodología de las ciencias sociales debe
ser el siguiente: elegir el esquema de referencia adecuado al problema que nos interesa estudiar,
considerar todas sus limitaciones, coherencias y potencialidades, y respetarlo. Para esto, el punto
de vista subjetivo debe ser mantenido, debido a que es el elemento que permite anclar las teoriza-
ciones al mundo de la vida social: es la garantía de que el mundo de la realidad social no será re-
emplazado por un mundo ficticio construido por el observador.

Para poder reconocer el sentido del mundo no alcanza con conocer la existencia de los objetos y
operaciones que tienen sentido para mí; debo comprenderlos, es decir, poder interpretarlos como
posibles elementos significativos respecto de actos o reacciones posibles que pueda llevar a cabo
dentro de mis planes vitales. Este tipo de orientación en el mundo se da en cooperación con otros
seres humanos; el sentido no es solo para mí, sino también para los Otros: mi experiencia del
mundo se justifica y corrige mediante la experiencia de los otros, ya que nos hallamos en el mismo
entramado de conocimientos, tareas y sentimientos comunes. Voy formando un sistema en el cual
todos estos elementos son compatibles entre sí, con mis experiencias y las de los otros, con el
mundo natural, físico, y con los convenciones que todos tenemos acerca de la estructura del mun-
do.
Pero para llegar a la comprensión de las cosas sociales, estas deben ser reducidas a actividades
humanas, mostrando sus motivos “para” y “porque”. Esto es porque, mientras vivo en el mundo
social, puedo comprender los actos de los demás sólo si logro imaginar que yo realizaría actos
análogos dentro de la misma situación, empujada por los mismos motivos “para” y “porque”.
Por otro lado, debemos considerar que los estos motivos nunca son elementos aislados, sino que
se agrupan en grandes sistemas coherentes de orden jerárquico. Si me baso en este hecho y su
lógica interna, puedo deducir de modo muy acertad, los aspectos ocultos de cuáles han sido los
motivos que han llevado al Otro a llevar adelante la acción, ya que suponemos que el mundo social
es un sistema de relaciones sociales recíprocas, construidas por interpretaciones recíprocas de los
participantes del mismo.
En cuanto al posicionamiento del investigador en ese mundo social que investiga, Schütz señala
que el observador no participa como una persona más dentro del mundo social, no actúa. Para
posicionarse científicamente, el observador debe salir del mundo social, renunciando a todo interés
práctico en él, y limitar los motivos de su acción a la descripción y explicación del mundo social que
observa.
Como actor que también posee experiencias humanas, el investigador puede hacer uso de herra-
mientas como cuestionarios, oír testimonios, y establecer casos de prueba, en acciones directas

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sobre el mundo social. A partir de estas fuentes reúne datos, y ya en la labor de teórico, debe salir
de ese mundo social y permitirse construir tipos ideales: esto es, reemplaza a los humanos que el
científico observa en escena social por títeres que él mismo crea. Mediante estos tipos ideales,
elabora un tipo de sucesos, y comienza a agruparlos en “motivos típicos” a partir de constantes.
El investigador dispone estas construcciones en un escenario que contiene todos los elementos de
la situación del mundo social significativos para la realización del acto típico investigado. Le suma
otros tipos personales ideales, para provocar reacciones típicas ante el primer acto típico del tipo
ideal. Así es como llega a un modelo del mundo social, o a su reconstrucción.
No debemos perder de vista que la construcción de las categorías y modelos de las ciencias socia-
les se basa en la experiencia de sentido común de la realidad social.
La descripción de la constitución de la realidad social en la actitud natural de la vida cotidiana exige
un método que no es el de las ciencias sociales empíricas ni el del sentido común. Para el especia-
lista en ciencias sociales, los procesos conscientes de otros hombres son construcciones cognosci-
tivas obtenidas mediante procesos de tipificación, y elegidas según criterios de significatividad inhe-
rentes al problema científico en estudio. En cambio, en la vida cotidiana, cuando comparto expe-
riencias con mis semejantes y actúo sobre ellos impulsado por motivos pragmáticos comunes, en-
cuentro listas las construcciones y presupongo que puedo captar los motivos de mis semejantes y
comprender adecuadamente sus acciones para todos los fines prácticos. Es muy improbable que
dirija mi atención a los diversos estratos de sentido sobre los que se basa mi comprensión de su
conducta. Con el fin de explicar la estructura del mundo social, sin embargo, es preciso dirigir la
atención a aquellas experiencias en las que se hace accesible la conciencia de otro hombre, ya
que en ellas se basan las construcciones mediante las cuales son interpretados sus motivos y ac-
ciones.
Schütz desarrolla la idea de que las personas poseen un conocimiento práctico del mundo y lo
usan para resolver problemas de la vida cotidiana. Este conocimiento denominado sentido común.

Garfinkel va a retomar la idea de Schütz el argumento cognitivista del conocimiento práctico del
mundo, el sentido común: la afirmación de que todas las personas poseen un conocimiento y que
lo usan permanentemente para llevar adelante la vida cotidiana.
Para desarrollar su etnomedología, va a sostener que la realidad objetiva de los hechos sociales,
vista como un logro continuo de las actividades concertadas de la vida diaria cuyas comunes e in-
geniosas formas son conocidas, usadas y dadas por sentadas por sus miembros, es un fenómeno
fundamental para aquellos miembros que hacen sociología. Y se transforma en el tópico prevalente
del estudio etnometodológico.
Los estudios etnometodológicos analizan las actividades cotidianas como métodos que sus miem-
bros usan para hacer que esas actividades sean racionalmente-visibles-y-reportables-para-todos-
los-efectos-prácticos, es decir, “explicables”, como organizaciones de actividades cotidianas co-
rrientes. La reflexividad de este fenómeno constituye un rasgo singular de las acciones prácticas,
de circunstancias prácticas, del conocimiento de sentido común de las estructuras sociales, y del
razonamiento de la sociología práctica.
Así los fenómenos sociales son observables, en cuanto producciones humanas, prácticas sociales,
situaciones y contextos sociales. La explicación de las acciones no está dentro de la cabeza de las
personas. Todo lo que hace falta explicar de porqué las personas actúan como actúan está a la
vista de todos: “las explicaciones de la acción social son públicas, es decir, accesibles y visibles a
todos”. Son mecanismos que no vemos pero que están presentes todo el tiempo.

Garfinkel consagra su trabajo a tratar de descubrir las propiedades formales de las acciones prácti-
cas cotidianas, y de sentido común, desde “dentro” del escenario concreto, como continuas realiza-
ciones de esos escenarios.

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TEORÍA SOCIOLÓGICA III
Alvarez María Florencia
Licenciatura en Sociología
2do parcial: domiciliario

Garfinkel comienza diciendo que pretende dar cuenta de que las actividades mediante las cuales
los miembros producen y se desempeñan en escenarios organizados de asuntos cotidianos, son
idénticas a los procedimientos mediante los cuales hacen “explicables” esos escenarios.
Garfinkel reconocer que ninguna de las prácticas pretendidamente científicas, están por fuera del
escenario de las prácticas cotidianas. Pero, en cambio las características racionales de esos cono-
cimientos consisten en lo que los miembros hagan con y de los relatos, en las ocasiones concretas
y socialmente organizadas de sus usos. Las explicaciones de las situaciones socialmente organi-
zadas son rasgos de esas mismas situaciones en definitiva.
Garfinkel explica que los tres fenómenos problemáticos que las constituyen, siempre que se trate
de estudios de razonamiento y de acción prácticos, son: 1) la no satisfecha distinción programática
y la posibilidad de sustitución de expresiones contextuales por expresiones objetivas (libres de con-
texto): siempre que se trata de estudios de la acción práctica, la distinción y la posibilidad de susti-
tución de las expresiones sólo se logran para propósitos prácticos. 2) La reflexividad esencial “sin
interés” de las explicaciones que se dan de las acciones prácticas: refiere a que las prácticas pue-
dan ser explicadas con enunciaciones y hallazgos razonables. Tiene que ver con tratar lo “explica-
ble-para-todo-propósito-práctico” como un asunto que puede descubrirse exclusiva y completamen-
te. El que algún miembro estuviese interesado en la accion, implicaría un carácter reflexivo de su
explicacion; 3) la posibilidad de analizar las acciones-en-contexto como logros prácticos.
Así, podemos ver que las prácticas sociales tienen dos cualidades: reflexividad e indexicabilidad.
Todas las prácticas son reflexivas en cuanto se pueden explicar a sí mismas. Tienen una racionali-
dad propia. Las personas que participan en esa práctica entienden lo que están haciendo. Desde
afuera no se puede entender el sentido de la práctica, solamente desde adentro se puede entender
el sentido de una práctica. Todas tienen un sentido y una racionalidad propias.
Son indexicables, en cuanto contextuales. Lo que hacen las personas depende de lo que hacen las
demás personas. Lo que ocurre en una práctica está condicionado por el contexto de esa práctica.
Toda acción se explica por su contexto. Toda acción está contextualizada, y no solamente las ac-
ciones, también el lenguaje, las ideas, las interpretaciones. Todo está sujeto y se puede explicar
por su contexto.

En cuanto al origen de las acciones humanas, Garfinkel va a decir que el problema con la teoría de
los motivos, (por lo tanto con la teoría subjetivista) es que los estos son estados internos del sujeto
y que no son observables: por ende, no son accesibles al investigador.
Ocurre que si no le pregunto al actor el motivo de sus acciones, no hay sociología. Por lo tanto, no
hace falta acceder a los estados internos del actor, para explicar la acción de las personas.
Garfinkel va a explicar que las personas son seres socialmente inteligentes, que poseen un cono-
cimiento acerca de la vida social. Este conocimiento de sentido común es utilizado todo el tiempo, y
mediante este, las personas crean situaciones sociales todo el tiempo.
Toma de Chomsky la idea de “competencia lingüística” o comunicativa, donde los individuos tienen
capacidad para usar y entender cómo funcionan las reglas de generación gramatical. Toma ese
concepto y lo aplica al mundo social, reformulándolo como “competencias sociales”: somos social-
mente competentes. Aprendemos cómo funcionan ciertas reglas y las ponemos en práctica.
Para desarrollar esta idea, que se vuelve central, Garfinkel va a tomar la idea de actitud natural de
Schütz: las personas pueden actuar movidas por motivos, intereses, valores, necesidades, que son
factores internos. Pero además de todo eso, hay un factor explicativo de por qué las personas ac-
túan de una manera, y no de otra, y es lo que llamó “el sentimiento de la normalidad percibida”, o
“criterio de normalidad percibida”. En toda situación en la que nos encontramos, todos nosotros
tenemos en cuenta un criterio, sin darnos cuenta de ello: constantemente, estamos prestando
atención a cómo se está desarrollando una situación. Si esa es situación es más o menos normal
dentro de lo esperable, si algo cambia somos capaces de darnos cuenta si algo se sale de lo espe-
rable. Nos colocamos en una situación de monitoreo.
Garfinkel no generaliza. Dice que en el mundo social no hay nada generalizable. Una situación es
distinta a otra, así sean del mismo tipo. No se pueden buscar leyes del mundo social, ni conceptua-

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lizar y tipificar. Garfinkel hace experimentos y observaciones de situaciones que siempre son úni-
cas, porque no hay dos situaciones iguales. Así lo que desarrolla son métodos experimentales de
investigación, utilizados para poner a prueba el argumento de la actitud natural.
Todos nosotros, espontáneamente adoptamos la actitud natural. Pero si lo hacemos todo el tiempo,
¿cómo demostramos que esta es una situación normal?
Para esto, Garfinkel prueba lo que son experimentos de ruptura. Consiste en crear situaciones so-
ciales, las cuales se van volviendo cada vez más extrañas a los individuos, hasta llegar al punto en
que se vuelve no cotidiana. Esto es con el objetivo de observar qué hacen las personas y cómo
reaccionan cuando no pueden reconocer la situación como normal. Garfinkel va descubriendo que
las personas desarrollan distintas estrategias para tratar de reestablecer por todos los medios la
normalidad percibida, tratando por todos los medios de encontrarle un sentido a lo que está pasan-
do, y sobre todo para restaurar la intersubjetividad, el sentido compartido por todos.

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