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Antes de nada hay que tener en cuenta la finalidad del cine soviético no era
comercial ni perseguía el entretenimiento. Sus propósitos eran artísticos, y en lo
tocante a los patrocinadores, propagandísticos. Los cineastas rusos buscaban
transmitir impresiones o estímulos (“atracciones” según se le ha traducido a
Eisenstein) que causaran en el espectador las emociones y pensamientos previstos.
Estas conclusiones a las que debería llegar el espectador obedecen a los valores
comunistas imperantes: dignidad de los trabajadores, lucha contra la explotación
capitalista, heroísmo revolucionario, etc.
La componente retórica o adoctrinadora del cine soviético no le resta en absoluto el
mérito artístico y técnico de sus autores, tanto en sus elaboradas teorías como en sus
realizaciones.
Estas teorías eran de carácter formalista. Es decir, el contenido del filme, ya fuera
narrativo o documental, no era lo que definía la calidad de una película, sino la
realización: el montaje. Según este planteamiento, el cine es capaz como ningún otro
arte de mostrar la realidad no tal cual es (caótica, azarosa, incomprensible para el
ignorante) sino clarificada, explicada y reconstruida pedagógicamente por medio del
montaje, a modo de parábola, de acuerdo con los fines antes expuestos. El buen
cineasta puede transmitir cualquier impresión que se plantee mostrar al espectador, sin
que esas impresiones o estímulos provengan del relato ni las imágenes o sonidos, sino
de la orquestación de todos ellos, dando lugar a la forma artística completa.
La característica más destacada dentro de esa teoría era, por lo tanto, el montaje. Ya
Kulechov o Paulov habían teorizado y experimentado sobre las posibilidades de dotar
de significados muy distintos a una misma secuencia de imágenes dependiendo de
cómo se montaran. Pudovkin y Eisenstein introducían en las secuencias planos
metafóricos: imágenes fuera de contexto que no tienen valor narrativo, pero sí una
carga lírica con la que el realizador condiciona las percepciones que el espectador está
teniendo del relato. Pudovkin lo explica con el ejemplo de su película La madre:
“El hijo está en la prisión; de improviso, y secretamente, recibe una misiva
que le anuncia que al día siguiente será liberado. Por lo tanto, se trataba
para mí de dar, cinematográficamente, la expresión de la alegría: la simple
expresión de su rostro excitado por la alegría resultaría sin efecto. Yo mostré
sólo el juego de las manos y un primer plano de la mitad inferior del rostro y
la boca sonriente. Estas tomas las monté más tarde con un material
totalmente ajeno, es decir, con el precipitado discurrir de un torrente
primaveral, con un haz de rayos de sol reflejándose en las aguas, con
animales domésticos aleteando en un corral y finalmente con un chiquillo
sonriente. De esa forma creí expresar “la alegría del prisionero”. 1
O filho está na prisão, do improviso, e secretamente, recebe uma visita que no dia seguinte será liberado.
portanto se tratava de dar cinematograficamente, a expressão de alegria, a simples expressão do seu rosto
excitado pela alegira sem um efeito. Eu mostro o jogo das mãos e num primeiro planto de la metarde inferior do
rosto e da boca sorridente.
Los dos mayores exponentes del cine soviético son probablemente Vsevolod I.
Pudovkin y Serguei M. Eisenstein. Ambos participan plenamente de las teorías
formalistas, aunque existan entre ambos diferencias importantes dentro de la escuela
soviética. Compartieron fama en su época, dentro y fuera de su país, y su legado
artístico puede apreciarse en diferentes campos: Los montajes de escenas de Pudovkin
han influido más en la técnica cinematográfica actual, mientras Eisenstein elaboró a lo
largo de su carrera la teoría cinematográfica más extensa que se haya escrito, que sirve
de fundamento y referencia para la vanguardia artística.
El primer rasgo diferencial visible al estudiar sus obras podrían ser sus personajes:
Las películas de Pudovkin están protagonizadas por individuos simbólicos, personajes
que representan a una clase social, un pueblo o un estado de opinión. Responden a
este esquema el hijo de La madre, el campesino de El fin de San Petersburgo o el
mongol de Tempestad sobre Asia.
En cambio Eisenstein no utiliza personajes individuales, sino colectivos o masas,
como los marineros del Acorazado Potemkin o los trabajadores de La huelga. El
máximo carácter que les permite a sus personajes es el mínimo necesario para
reconocer su condición social y su papel dentro del relato: La maestra, la madre o la
pareja de burgueses de Odessa en Potemkin sólo son tipos de la población de la
ciudad, de quienes no necesitamos saber más.
Sin embargo, la principal diferencia teórica entre ambos artistas es sin duda su
forma de entender el montaje. Antes de empezar a rodar las tomas, Pudovkin tenía
previsto en su “guión de hierro” prácticamente toda la realización de la película,
incluyendo cada detalle del montaje. Es lo que podríamos llamar un montaje a priori:
una narración que el director ya tenía redactada, no sólo literariamente, sino con toda
la información necesaria para la realización del filme según ese propósito narrativo.
Eisenstein, por su parte, prefería montar las tomas después de haberlas grabado. No
planificaba su obra como un relato al estilo de Pudovkin, sino más bien como lo que
él llamaba un “montaje de atracciones”. La “atracción” es un concepto que Eisenstein
adoptó a su paso por el teatro del Proletkult. Se refiere a cada estímulo elemental que
el espectador recibe, ya sea visual o sonoro, y que le causa una sensación.
Para Eisenstein, ver un film es como ser sacudido por una continua cadena
de shocks, provenientes de los diversos elementos del espectáculo
cinematográfico y no sólo de su asunto. La materia prima del cine estaba en
los elementos, dentro de la toma, capaces de provocar una discreta (y
potencialmente mensurable) reacción dentro del espectador.2