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Cómo funciona Hollywood.

Digamos que, en medio de esta fiebre posmoderna de películas basadas en los comics de
toda la vida, piensas que sería muy entretenido ver en el multiplex una película de
Transmetropolitan. Después de todo es un placer, una gran historia que refleja a través de
un exquisito filtro post-ciberpunk las luces y sombras de nuestra sociedad
contemporánea. Y Spider Jerusalem es un gran personaje. Así que, bueno… ¿por qué
no?
En este artículo, vamos a exponer cómo funciona Hollywood, para que entiendan cómo lo
hacen los estudios y corporaciones de la así llamada Meca del Cine para cumplir a
cabalidad con la ley de la cultura popular que esbozara en su momento el escritor
Theodore Sturgeon: “el 90% de todo cuanto se produce es mierda”
En primer lugar, es importante tener en cuenta la siguiente premisa: debido a la piratería
web, a YouTube, al auge de Netflix y a la tecnología digital –que permite a cualquier
realizador independiente, más o menos competente, hacer sus propias películas y
distribuirlas a través de la red- Hollywood está virtualmente en quiebra. No hay verdadero
dinero.
En los viejos tiempos, los estudios estaban dirigidos por magnates, o mafiosos, o
magnates mafiosos, que desembolsaban grandes sumas de dinero para producir
películas apoteósicas. Grandes sets, grandes locaciones, muchísimos extras y vestuarios
carísimos. Todo hecho a mano.
Hoy en día, no hay dinero para eso. Simplemente no hay. Los estudios de Hollywood no
tienen dinero para invertir en proyectos tan costosos como una película a menos que la
inversión reditúe a través de la taquilla. Para que haya taquilla, la gente debe ir
físicamente al cine. En específico, al multiplex. Y aunque eso no parezca un detalle
importante, sí lo es. Un multiplex es en sí misma una estructura específicamente diseñada
para el consumo, sólo comparable al supermercado. No es casual que la mayor parte de
los cines de Santiago estén ligados a galerías comerciales o directamente en malls. La
construcción misma de la sala fue, muy probablemente, un acuerdo entre la franquicia –
Hoyts o Cinemark, en Chile- y la empresa constructora del mall o la galería con el fin de
estimular el consumo y la experiencia de compra.
Retén esta palabra: experiencia. Porque eso es lo que Hollywood puede vender a través
de la película para asegurarse de que vayas físicamente al cine. La experiencia de ver a
tus superhéroes de toda la vida en una pantalla gigante, con amplificación de primer nivel.
Muchas explosiones, mucho ruido, mucho movimiento. Desde el punto de vista del
consumo, eso es lo que prima a la hora de producir una superproducción. Ni los guiones,
ni las actuaciones, ni la lógica del relato. Y como los comics de superhéroes, muchas
novelas de ciencia ficción y fantasía, las sagas de romance sobrenatural para
adolescentes y los videojuegos son pródigas en material fácilmente adaptable a ese tipo
de experiencias y altamente compatibles a este tipo de formato, bueno, tenemos el cine
que llena las salas hoy en día. ¡Bum!
Volviendo a nuestro ejemplo, lo primero que un ejecutivo de Hollywood preguntará es si
Transmetropolitan tiene acción, explosiones y movimiento. Mucho movimiento. Al menos
una secuencia de persecución donde el director pueda mover la cámara de un lado para
otro. Si no lo tiene, vaya, el proyecto peligra. Pero como veremos más adelante, aun así
puede hacerse.
Para poder adaptar un cómic al cine, se requiere mucho dinero, como ya vimos. Y los
estudios, como también vimos, no lo tienen. Para levantar una producción, entonces, es
necesario expandir el número de inversionistas. Por esa razón, antes de que empiece una
película, tienes tantos logotipos. Uno pertenece al estudio. Los otros, a las múltiples
productoras menores, empresas y giros comerciales que invirtieron en la película. En
muchísimas ocasiones, las productoras menores pertenecen directamente a los actores o
directores de la película. La razón: dinero, nuevamente. No hay dinero suficiente para
pagarle al actor o actriz al iniciar la producción, o el actor y sus representantes consideran
que la película no es del todo confiable, antes de firmar el contrato. Así que no queda otra
más que asegurarle una parte de las ganancias en taquilla cuando la película se estrene.
En otras palabras, el actor o actriz es un accionista de la empresa, lo que se designa
como productor ejecutivo. Ocurrió con Ben Affleck en Batman V Superman y en Liga de la
Justicia. Ninguna de las películas dio los resultados que se esperaban ni en crítica ni en
taquilla. Y estoy seguro de que Affleck sólo había aceptado porque parecía un negocio
redondo. Después de todo, estaba empezando a forjarse una excelente y laureada
reputación como director. Y el fracaso de BvS afectó su imagen y la taquilla de la que
debió haber sido su película definitiva como director/actor, Live by Night. Por eso es que
Affleck se quiere salir del DCEU. Sabe que es un contrato que afecta su postura como
“artista serio” y no está ganando el dinero que esperaba, tampoco.
También existe la posibilidad de que un actor, actriz o director bienintencionado quiera
invertir en un proyecto porque de verdad cree en él y querría verlo adaptado a la pantalla
grande. El mejor ejemplo es el proyecto de Joseph Gordon-Levitt para adaptar The
Sandman, de Neil Gaiman. Gordon-Levitt estaba emocionado. Habló con Gaiman, lo
involucró en la producción ejecutiva, primero–y ya saben lo que eso significa- y luego en
la producción general, para asegurar la calidad del proyecto. Estaba apasionado con la
idea. Lo anunció a los cuatro vientos. Escribió inclusive un “proyecto de guión” –lo que, en
realidad, corresponde a lo que en Estados Unidos llaman un pitch, o proposal, una
especie de resumen narrativo para ofertar el proyecto a los ejecutivos-. Y, de pronto, a
poco andar, se bajó del tren.
Jóvenes, cuando un artista de cierta calidad, ya sea director o actor, o ambas, se baje de
un proyecto de adaptación al cine al comienzo del proyecto, es muy buena señal. En
serio.
La razón es ésta: presentado el pitch, los ejecutivos entregan sus observaciones. Y lo
hacen, como ya vimos, pensando en la experiencia. En el multiplex. En los niños
comprando cabritas y la Pepsi antes de entrar a ver la película. Explosiones, ruido y
movimiento. Mientras más alto sea el valor de producción, más explosiones, ruido y
movimiento serán necesarios para recuperarlo en taquilla. Y si eso no está contemplado
en el pitch, bueno, te pedirán que modifiques el pitch antes de soltar un solo dólar. Y The
Sandman es un proyecto muy, muy caro. Así que posiblemente los ejecutivos hayan
pedido cambiar el pitch para agregar tantas explosiones, ruido y movimiento como fuese
posible. Y Gordon-Levitt debe haberse negado a entrar en ese juego. Así que se largó. Y
bien por él. Aplauso cerrado. Ovación de pie.
Se darán cuenta de que al comienzo de muchos proyectos ñoños, muchos directores de
gran calidad aparecen como asociados antes de ir saliendo de la plana, para que al final
el proyecto quede en manos de un nombre de mediana categoría. Lo que ocurre es que
en nuestros tiempos sobreinformados, tenemos acceso casi a diario a los pormenores de
producción. Y en la primera etapa los productores llevan los proyectos a distintos
directores y actores para ver si les agrada o les interesa el material. Y es propio de los
productores ir soltando los nombres a la prensa, para generar hype, o expectativa, y de
ese modo, atraer la atención de los estudios antes de llevarles el pitch. Ocurrió cuando
Darren Aronofsky (Pi, Cisne Negro, El Luchador, Mother!) se involucró en el proyecto de
The Wolverine ¿recuerdan? Se dijo que el guión de Christopher McQuarrie (Los
Sospechosos de Siempre) era una obra maestra, que sería la mejor película de
superhéroes de la historia. Tal vez una de las mejores películas de la historia, incluso.
Que tomando en serio la clásica miniserie de Claremont y Miller haría maravillas. Pero,
finalmente, Aronofsky se salió del proyecto, en una etapa inicial. El guión de McQuarrie
finalmente desapareció de escena y tuvimos la así llamada Wolverine Inmortal, escrita por
Mark Bomback y Scott Frank y dirigida por James Mangold (3:10 a Yuma, Knight and Day
con Tom Cruise y Cameron Díaz). El mismo Mangold dirigió Logan, años más tarde, que
ha sido reconocida casi universalmente. Hugh Jackman aparece como productor ejecutivo
desde X-Men Orígenes: Wolverine.
Pueden ver los patrones ¿verdad?
Yo apostaría a que en Logan hay elementos del guión original de McQuarrie y del trabajo
preliminar de Aronofsky.

El nuevo Método Marvel.

El modus operandi anterior es propio de Warner o de Fox. Disney-Marvel ha descubierto


un modo quizás más siniestro de trabajar sus proyectos.
Entra aquí la figura de Kevin Feige.
Feige es algo así como el ñoño glorificado a cargo de Marvel Studios. ¿Cómo? Me dirán
ustedes ¿Marvel tiene su propio estudio? Es decir… ¿tiene dinero para financiar sus
propias películas?
Sí, respondo. Casi.
El método de Marvel Studios es el siguiente: teniendo a mano las propiedades
intelectuales que nosotr@s llamamos, ingenuamente, universos, multiversos, omniversos,
sagas, personajes, héroes, tiene a mano sus propios proyectos. No espera a que haya
propuestas. El estudio mismo genera las propuestas, la aproximación al tema, la forma de
adaptar el material al cine y, hoy en día, hasta una cierta forma de hacer la película. Feige
busca a quienes estén interesados en llevar a cabo la producción y se asegura de que
llegue a puerto. Negocio redondo.
Por eso en Marvel los actores son reconocidos pero lod directores son de segundo orden,
a menos que tengas a mano un proyecto como Pantera Negra y

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