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Habla Castañeda ha logrado validar las veinte y cinco mil firmas necesarias para obligar al
Alcalde de Lima a rendir cuentas. Este hecho constituye un hito en la historia de la
participación ciudadana en el Perú, pues será la primera vez (desde la creación
constitucional del mecanismo denominado Demanda de rendición de cuentas) que un grupo
organizado de vecinos y vecinas lo utilice. Como promotora de dicho proceso, me interesa
exponer una reflexión preliminar sobre las lecciones aprendidas a propósito de este triunfo
ciudadano.
Los otros factores también se han alterado: la popularidad del Alcalde ha caído
ostensiblemente y la última encuesta de Pulso Perú muestra que los limeños perdieron la
confianza en que Castañeda esté trabajando por resolver los principales problemas de la
ciudad. Obligados por las organizaciones ciudadanas movilizadas en oposición al Alcalde,
los medios se han visto obligados a cubrir hechos políticos como las dos marchas
convocadas por el Derecho a la Ciudad, así como incorporar una perspectiva crítica en la
evaluación del desempeño de la actual gestión municipal. Finalmente, los aliados de
Castañeda tienen menos margen para intentar blindarlo; en parte por la presión ciudadana y
en parte por la presencia de sectores críticos en el Congreso, que lo han citado en más de
una oportunidad para rendir cuentas sobre su gestión.
Así, el Alcalde ya no corre más solo y sin resistencias, sino que enfrenta la oposición
ciudadana más organizada de sus tres periodos de gobierno. A este logro creemos haber
contribuido y esperamos seguir haciéndolo, intensificando las tareas de propaganda en torno
a la necesidad de una rendición de cuentas clara, precisa, sustentada y pública, única
garantía de que de ella se derive la sanción política y penal que, sin dudas, Castañeda
merece.
Desde Habla Castañeda entendimos que para lograr nuestro objetivo no sólo debíamos
apelar a un discurso ético que exija rendición de cuentas para garantizar el correcto uso de
los recursos públicos, sino que era la oportunidad para revelar la ineficiencia del modelo
basado en la obra aislada, sin horizonte de planificación, ni consulta ciudadana. Superar la
desconfianza con la política (y la que surge cuando un desconocido te pida tus datos
personales y firma) exigía apelar a la empatía que surge de sufrir los mismos problemas
urbanos y de demostrar que su principal responsable estaba pasando piola, en parte, gracias
a nuestro silencio. A nadie le gusta sentirse cómplice de su propio verdugo.
Considero que un factor a tener en cuenta es el carácter colectivo e instrumental del derecho
a la demanda de rendición de cuentas. La dimensión del objetivo (conseguir 25 mil
adhesiones a la demanda) exigía tanto la organización de una estructura permanente de
recolección, como de una empatía con la campaña que llevase a quiénes se sumaron a
sumar a otros. Para lograrlo optamos por la organización horizontal de la tarea de
recolección de firmas que asumimos todos los activistas. Este carácter colectivo ayudó,
además, a que ante las campañas de difamación montadas por el Alcalde contra los
principales promotores, la respuesta fuera de solidaridad y se generase la convicción de que
se participaba de una acción que incomodaba al virrey amarillo. El carácter instrumental,
por su lado, permitió ofrecer un medio para canalizar la crítica a Castañeda que obtendría
un resultado concreto. No se trataba solo de denunciar, sino de corregir una situación
deleznable. Castañeda tendría que responder nuestras preguntas.
No quisiera terminar este texto sin mostrar conciencia de los límites políticos de la
experiencia vivida. La inserción barrial es una ausencia a lamentar, sobre todo, si se quiere
contribuir a la constitución de un movimiento social urbano. También está pendiente
evaluar la falta de democratización de las evaluaciones y decisiones de carácter político. No
pretendo hacer una lista. Desde el equipo central de Habla Castañeda nos hemos impuesto
la tarea de presentar un balance ante la ciudadanía, pues todos debemos rendir cuentas. Pero
hoy quise rescatar las lecciones que surgen de los aciertos, de los triunfos.