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*Dejese querer*

Porque en un beso suyo, dos caricias le daría, tres abrazos que demuestren cuatro veces
mi alegría y en la quinta sofonía de mi sexto pensamiento siete veces le digo las ocho letras
de un te quiero porque nueve veces por ud vivo y diez veces por su amor me muero.

No es falacia, es que su sonrisa es una mañana de Abril y su mirada infantil tiene efluvios
de luna llena.

Cuando ríe siento que cual mariposa mi espíritu vuela por el cielo rosa de un pensamiento.

Cuando me habla,-aunque sea en notas de voz- de ensueño mi alma se inunda y sus ojos
alumbran hasta lo más hondo de mi sueño.

Sólo déjese encontrar por mi corazón que desesperado la busca. A veces cuando las
brumas del relente cubren el ecuador de mi vigilia, con mi viejo penar impenitente, su
saudade tan sólo me concilia.

Porque esquiando mis dedos por mi frente, me da sombra su voz de bugambilia y la tarde
se pone confidente como si fuera un álbum de familia.

Como vuelan las aves tras el trino, como en todos sus poros sangra el pino, así puebla ud
mis sienes paso a paso.

Las regatas del tiempo más la acrecen, cada momento que hemos compartido -ud allá y yo
aquí- son naves que se mecen al muelle del ocaso.

Aquí la tengo y en vano la oculta el horizonte, hoy siento corto el amor y demasiado largo el
olvido.

Ud es la dueña de estas letras, ud las inspiró, ud las creó en mi mente.


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*Su Ausencia*

No se vaya lejos de mí un solo día, porque cómo, por qué, no sé decirlo, es largo el día,
y la estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.

No se vaya por una hora porque entonces en esa hora se juntan las gotas del desvelo y tal
vez todo el humo que anda buscando casa venga a matar aún mi corazón perdido.

Ay, que no se quebrante su silueta en la arena,


ay, que no vuelen sus párpados en la ausencia:
no se vaya por un minuto, bienamada, porque en ese minuto se habrá ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverá o si me dejará muriendo.
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PARA HELENA DE TROYA

Imperios sucumbieron ante aquella mirada azul,


mujer telùrica que desbarata la masculina calma.
Increìble belleza que hace babear a Goethe,
rizos blondos se agitan sinuosos y encienden ìgnea antorcha.

Desde la inverosìmil cintura estrecha


hasta el milagro del opulento caderaje
emerge patètico terremoto que aniquila flotas enteras
y desvìa el vuelo de las saetas, Penèlope se queda verde en la envidia.

Las ruedas del estrambòtico caballo


siguieron las huellas impresas por la sutil sandalia, rastro lùcido que señala la galerìa de sus
encantos,
cuadros fragantes siempre expuestos a la vista;
sòlo la noche puede dictar càtedra segura
sobre la voluptosidad de aquella reina,
vendabal desaforado desquiciando compuertas,
umbral abierto a la caballerìa desbocada.

Por ella centellaron las espadas, por ella muere Hèctor y el invencible Aquiles, por ella
queda escindido el compacto frente, otrora alcàzar inexpugnable.

Pero Helena de Troya no es la Elena que me gusta.

Ella todavía es invisible a mis ojos, pero es tan concreta en mi corazón que sin verla la veo,
que sin tocarla la toco, que sin besarla la beso, que sin poder tenerla la siento dentro de mí.

Yo sé que mi Elena y no Helena, es muy especial y que un día tal vez la pierda, que sin
haberme pertenecido nunca, se aleje de mi lado, pero estoy feliz de haberla encontrado y
compartir aunque sea un par de minutos en su vida.

Puedo seguir escribiendo pero me faltan y me sobran palabras, me falta su sonrisa y me


falta su silueta, tal vez su físico porque aquí la tengo sin tenerla y ud no está con ud sino
conmigo.
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Tardes grises

La tarde se hunde en mis pensamientos y se pierde entre los sorbos de un café que
penetran como fuego en mis adentros y llenan mi alma de una extraña melancolía que
incide más en mi monotonía.

Tardes grises y de mucha lluvia y ud no está aquí, al pensarla sólo abrazo mi silencio que a
gritos la llama, es curioso, pues sin conocerla siento que la conozco hace mil años, la tarde
se hunde y el manto nocturno llega sin avisar.

Va cayendo la noche y siento frío, ese frío intenso que provoca la ausencia de alguien a
quien se quiere.
Estoy soñando desde los abismos de mi utopía o será que me estoy acostumbrando a estos
delirios?

Quédese aquí, sólo déjeme arrullarla y protegerla entre mis brazos.


estoy seguro que es a ud a quien quiero darle el lado izquierdo de mi pecho.
Nunca se vaya porque en tardes como esta la recordaré por siempre.
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