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El hacer preguntas y el quehacer filosófico

La problematización de un conocimiento sancionado por la práctica de la ciencia o


por la vida cotidiana, en busca de sus principios, supuestos o elementos básicos, ha
dado generalmente sustancia al filosofar. Por otra parte, las interrogaciones sobre
el conjunto de lo existente, sobre el mundo o el ser en total, el pensamiento que
busca las implicaciones universales de cualquier hecho y quiere entenderlo desde
el horizonte de la totalidad, son también del resorte de la filosofía . Y, de modo
parecido, un cuestionar sobre la finalidad de la vida, sobre el papel del hombre en la
economía del cosmos y una valoración, con su decisión de conducta, que pretende
esclarecer la existencia humana y llevarlo a su cabal cumplimiento, resultan ser
también filosofía.

el problematismo filosófico implica un radicalismo en el cuestionar y en el indagar:


radicalismo del análisis crítico en busca de principios, categorías o elementos
primarios; radicalismo de la visión integral del cosmos; radicalismo del
enjuiciamiento y la decisión sobre el valor y sentido último de la vida.

El filósofo, extrañándose, se pregunta por la estructura básica del pensamiento, por


lo esencia y alcance del lenguaje, por el modo de la ciencia, por las categorías de la
naturaleza y la historia, por el principio del valor, del bien y de la belleza; en todo lo
cual su reflexión consiste en un análisis y una inquisición de formas e ingredientes
primarios.

O, en otros casos, se hace cuestión de la totalidad de las cosas,(...) se pregunta por


lo que a la postre sea valioso, importante, decisivo en la existencia, (...) con lo cual
su meditación se hace una conciencia práctica radical. El problematismo radical del
filósofo tiene, pues, una esencia intelectual. El filósofo busca las razones últimas de
las cosas; nada quiere o debe decir sin razones suficientes (...) Los enunciados que
componen los libros de los filósofos, los filosofemos, tienen, según esto, un origen
y un status que exige reconocerlos como enunciados de conocimiento. No son
expresiones del sentimiento, ni meros manifestaciones de la voluntad, tampoco
construcciones de una fantasía librada a sus propias motivaciones, sino
proposiciones sujetas a control teórico. Y con pretensión de verdad. Los filosofemos
no pueden aceptarse sin decidir su verdad o falsedad, sin someterlos a criterios de
validación. La verdad es entonces una categoría de la que no se puede prescindir
cuando se juzga una filosofía, como tampoco cabe olvidar, otros conceptos
fundamentales como la verificación y la prueba. Porque pretende valer como
verdad; porque no puede rehuir a la verificación, porque debe proponerse con
pruebas, una filosofía se sitúa en el plano del conocimiento.El problematismo
filosófico es, por consiguiente, un cuestionar que apunta a la verdad y a la certeza
fundada. (Salazar, 1929, pp. 110, 111).

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