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En la publicación anterior presenté Mi Biblia Favorita que utilizaremos este año para ir
explorando juntos la fusión del estudio tradicional y académico del judaísmo. Luego de
dicha introducción, nos sumergimos ahora en el primer ensayo que voy a traducir y
compartir escrito por el maravillo Zvi Brettler. De hecho, si vamos a explorar la Biblia
tenemos que comenzar por el primer libro: la Tora.
¿Qué es la Tora?
La palabra Tora, “enseñanza o instrucción”, deriva de la raíz hebrea ( ירהiara) que significa
literalmente “disparar (una flecha)” y por lo tanto etimológicamente se refiere a aquello que “da en
el blanco”. La tradición judía utiliza, ya desde el período final de la Biblia misma, la palabra “Tora”
para referirse a la primera sección de la Biblia: los libros de Génesis, Éxodo, Levítico, Números y
Deuteronomio. Estos mismos libros son llamados “Los Libros de Moisés” o “Pentateuco”, una
palabra derivada (a través del Latín) del griego penta (cinco) teuchoi (libros). Ya desde el siglo 1 de
la Era Común (es decir, después de Jesús), estos cinco libros eran escritos en un solo rollo de papel
señalizando que son una unidad. A diferencia de lo que ocurre con otras divisiones canónicas en las
cuales hay diferencias e incluso controversias, tanto judíos como cristianos aceptan en forma
unánime los libros del Génesis hasta Deuteronomio en este orden y como una unidad. La
unanimidad de la tradición y el lugar inicial que ocupan estos cinco libros reflejan su importancia en
la vida religiosa. En el judaísmo, la Tora posee el nivel más elevado de santidad, por encima de
todos los demás libros.
La palabra entonces sugiere que cuando el autor de este pasaje escribió estas palabras los Cananitas
ya no estaban en la tierra. En palabras más simples, este texto tiene que haber sido escrito o
insertado luego del tiempo de Moisés porque durante la vida de Moisés los Cananitas estaban
aún en la tierra (sino, ¿qué necesidad tiene el texto de darnos este detalle obvio? ¿quizás fue
agregado para una generación posterior que no conocía lo que había pasado?). Otros comentarios
medievales muestran que los rabinos en la Edad Media ya eran conscientes que quizás otra persona
más que Moisés había escrito algunas partes de la Tora. Pero estas interpretaciones no fueron
sistematizadas como una tesis que pudiera desafiar la visión dominante de la autoridad de Moisés
sobre la Biblia. Solo la modernidad lograría dar ese salto.
El impacto del estudio académico
Lentamente, con el ascenso del racionalismo, particularmente asociado a figuras como Thomas
Hobbes (1588-1679) y Baruj Spinoza (1632-1677), la visión de la Tora como una unidad de sentido
escrita toda por Moisés comenzó a ser cuestionada. Este lento proceso culminaría con el desarrollo
de la Hipótesis Documentaria del siglo XIX en Alemania según la cual la Tora (o el Hexateuco) está
compuesto de cuatro fuentes o documentos que fueron editados o redactados en uno solo: J, E, P y
D. Según esta teoría cada una de estas fuentes o documentos está insertado dentro de la Tora y
puede ser distinguido por la utilización particular del vocabulario, el estilo literario y la perspectiva
teológica.
J y E son llamadas así por cómo utilizan el nombre de Dios en Génesis: J utiliza el nombre Yahveh
(en aleman “Jahwe” y por eso la “J”) y generalmente se traduce como “El Señor” (en hebreo
Adonai) aún cuando es un nombre propio cuyo significado exacto es desconocido ()יהוה. La fuente
E prefiere llamar a la deidad “Elohim” y generalmente se traduce como “Dios”, un epíteto que
también sirve para el término genérico de Dios o dioses en la Biblia. P, que también utiliza
“Elohim”, es una abreviación para indicar material Sacerdotal (o Presbiteral) y D se refiere a
Deuteronómica, la fuente principal de Deuteronomio, el último libro de la Tora.
El desarrollo de Empatía
El principio fundamental de la coexistencia humana se basa en comprender que: si pensamos que
nuestro entendimiento de la Biblia (o de la vida en general) es el único posible y todos los demás
son errados entonces no somos seres espirituales caracterizados por la empatía sino
fundamentalistas. Esta última postura constituye lo que podríamos definir como una idolatría de
ideas, posturas u orientaciones en la cual uno no idolatra un objeto sino un ideal propio
convenciéndose que su postura u orientación es la única válida y todas las demás deben ser
erradicas por el bien de la humanidad. El mundo necesita menos de estas personas y más de
aquellas que están dispuestas a entender que todo el emprendimiento humano va ser siempre
perfectamente imperfecto. La Biblia, Dios y las religiones van estar siempre filtradas por el
entendimiento y la interpretación humana que nunca es objetiva sino subjetiva, construida a partir
de un acuerdo común. Por eso lo mejor que podemos desarrollar en nuestro carácter es la habilidad
de abrazar las diferencias y celebrarlas como parte de la Creación de Dios.
En cuánto a la forma en la que yo leo la Biblia, noto que para muchos la fusión de una
aproximación académica con la tradicional rabínica -como la que he utilizado en las últimas
publicaciones- puede llevar a la conclusión que esta postura u orientación hacia el texto es más
“fría” o incluso “peligrosa”. Muchos piensan que al academicismo solo le interesa desarrollar una
faceta del entendimiento asociada con una perspectiva desapasionada y desinteresada y que la
misma tiene como objetivo demostrar que la Biblia es tan solo un texto más. Para estas personas la
Biblia debería siempre proveernos de un mensaje “espiritual” o “estimulante”. En otras palabras,
hay quienes necesitan escuchar o leer que la Biblia siempre nos dice algo que hace que nos
sintamos mejores como seres humanos o que somos especiales (fundamentalmente como judíos en
relación a la idea de pueblo elegido que recibió la Tora).
Al tomar conciencia de la orientación que uno asume, en otras palabras, al ser sincero con uno
mismo con respecto a qué espera que la Tora le diga, uno no debería cerrarse a una sola visión sino
destilar múltiples miradas que pueden parecer contradictorias para enriquecerse. La vida es muchas
veces impredecible y contradictoria en muchos aspectos. En el Aforismo 125 Wittgenstein escribe:
“el hecho fundamental es que en el fondo creamos nuestras propias reglas…y luego cuando
seguimos esas reglas las cosas no terminan como las habíamos asumido. Por lo tanto estamos
enredados en nuestras propias reglas. Este enredo en nuestras propias reglas es lo que queremos
entender”.
El entendimiento del conocimiento de uno mismo es fundamental porque demanda que nos
cuestionemos honestamente cómo sabemos lo que sabemos, por qué creemos lo que creemos,
cuáles son nuestros propios conocimientos y certezas. Esta disciplina requiere coraje y persistencia
porque racionalizar nuestro entendimiento nos hace cuestionar y a veces tener que des-hacer
nuestras creencias más profundas. De hecho, la idea que algo es “contradictorio” también es una
idea humana. ¿Quién establece lo que es y lo que no es una contradicción? La respuesta es que
depende de la coyuntura. En la publicación anterior demostramos que las diferencias legales (de la
halaja) en la Tora no deberían sorprendernos si partimos desde la base que la Tora contiene
diferentes fuentes entrelazadas las cuales son una colección que reflejan normas o ideales de
diferentes grupos viviendo en distintos períodos de tiempo.
El Secreto de lo Posible
La primer letra (P) se refiere a la palabra Pshat ( )פְשָָטla cual simboliza el sentido más simple del
texto, aquel que salta a la vista tan solo por leer el texto sin pensar demasiado. Por ejemplo, cuando
Adam desobedeció a Dios y comió del Árbol del Conocimiento hizo algo que sabía no debía hacer.
Se sintió avergonzado y por eso decidió esconderse (Génesis 3:8-10)
La segunda letra (R) se refiere a la palabra Remez ( )רֶ מֶזque significa “insinuar”. Si reflexionamos
en una historia o palabra de la Tora es muy probable que eventualmente la misma nos lleve a pensar
acerca de algo más. A medida que repensamos las palabras en nuestra mente las mismas nos
transportan hacia recuerdos u actos que hicimos en el pasado. Tal vez, como le sucedió a Adam,
recordemos al leer su historia aquella vez que también nosotros nos sentimos avergonzados de algo
que no debíamos hacer e intentamos ocultarlo. Así la historia de Adam “insinúa” algo que está
directamente relacionado con nuestra vida.
La tercer letra (D) se refiere a la palabra Drash (ָ ) ְְדרַ שque significa “interpretar”. De ese modo al
leer las historias de la Tora las interpretamos como una lección para nuestras vidas. Continuando
con el ejemplo de Adam, obviamente Dios sabe dónde Adam se esconde luego de sentir vergüenza.
Sin embargo en el relato Dios le pregunta “¿Dónde estás?”. Si interpretamos este texto aprendemos
que al hacer esta pregunta Dios quiere que Adam se de cuenta que al intentar esconderse de Dios
está en realidad escondiéndose de sí mismo.
La cuarta y última letra (S) se refiere a la palabra Sod ( )סוֹדque significa “secreto”. Esta capa final
de sentido es secreta. Y su secreto no radica en el hecho que no puede ser contando o develado sino
porque incluso cuando supuestamente hemos alcanzado o entendido su significado, el mismo
continúa siendo un misterio. Siguiendo con nuestro relato, según la tradición rabínica Dios le dijo a
Adam el día que se escondió que anterior a ese momento Adam era tan grande que podía extenderse
desde una punta a la otra del universo; pero ahora y luego de su conducta indebida podía esconderse
entre los árboles del jardín del Edén.
Un árbol de Vida
Estas cuatro categorías (la simple, la que insinúa algo más, la interpretativa y la secreta) forman la
palabra PaRDeS que significa literalmente huerto. La Tora es el huerto del judaísmo. Este huerto
está saturado de capas y capas de deliciosas sorpresas. Por eso al sumergirnos en estas palabras
aprendemos qué debemos saber y hacer. Al decirnos cómo debemos vivir, la Tora se convierte en el
fruto que debe ser pelado de sus cáscaras convirtiéndose en el alimento que nos sostiene. Por ese
motivo los judíos llamamos a la Tora un “árbol de vida” (Etz Jaím) ya que de sus raíces brotan los
mejores frutos.