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Núcleo De La Tierra

El núcleo de la tierra es la denominación que recibe la esfera central y más interna del planeta
tierra. Entre sus componentes fundamentales nos encontramos con níquel y hierro, en una mayor
proporción y en menor cantidad con oxígeno y azufre.
El radio que dispone es aproximadamente de 3.500 kilómetros, una magnitud que es más
grande a la del planeta Marte y su presión interna es millones de veces más importante que la que
ostenta la superficie terrestre. Su temperatura es realmente altísima pudiendo llegar a los 6700°,
incluso es más caliente que la superficie que presenta el mismísimo sol, en tanto, se considera que
eso tiene que ver con el calor que resultó de la colisión de las partículas cuando la tierra se conformó.
Su núcleo externo es líquido y está conformado por hierro, níquel y otros componentes menos
densos, mientras que el interno es de contextura sólida y también dispone de hierro, en
aproximadamente un 70 % y en un 30 % níquel, y luego aparecen otros metales pesados como el
titanio, el iridio y el plomo.
El núcleo de la tierra se formó junto con esta hace unos cinco mil millones de años atrás luego
de la explosión de una supernova. Los metales pesados sobrantes se aglomeraron en disco, girando
alrededor del sol.
El núcleo compuesto mayormente por hierro y otros elementos radiactivos como el uranio y
el plutonio liberaron calor y entonces por acción de la gravedad los materiales más pesados se
hundieron en el centro y los más ligeros flotaron hasta la corteza.
Tal proceso se conoce como diferenciación planetaria. Y por tal hecho es que el núcleo de la
tierra está compuesto por hierro, níquel, iridio, entre otros, que son como ya dijimos materiales
pesados.
Cabe destacarse que cuando nuestro planeta estaba ardiendo los metales que hoy conforman
su núcleo padecieron una aleación que devino en una estructura muy densa y fuerte y por caso es que
el planeta tierra es el más denso de nuestro sistema.
¿Está cambiando el campo magnético de la Tierra?
El campo magnético de la Tierra está cambiando y las consecuencias podrían ser
catastróficas’. Esto se refiere a un fenómeno que, si bien está ocurriendo con un impacto real en la
vida en el planeta, debe ser explicado con detenimiento, porque no se trata de un evento en extremo
particular.
De acuerdo con recientes estudios, lo que está sucediendo con el campo magnético o
geomagnético es que sus polos, que difieren de los polos geográficos por unos cinco grados, se están
invirtiendo.
Un proceso que, aunque no tiene un ciclo definido, ya ha ocurrido varias veces en la historia
de nuestro planeta y que puede tener efectos que van desde cambios en el funcionamiento de los
dispositivos de comunicación hasta alteraciones en el comportamiento de algunos animales.
Para entender el campo magnético terrestre es necesario, primero, considerar a la Tierra como
un gigantesco imán, en el que las fuerzas magnéticas son generadas por el núcleo del planeta, que
actúa como un dínamo: un núcleo interno sólido, compuesto en un 99 por ciento por hierro, y un
núcleo externo, también de hierro, pero en estado líquido, que interactúan el uno con el otro,
produciendo diferentes fuerzas, presión y roce.

¿SE ESTÁN INVIRTIENDO LOS POLOS MAGNÉTICOS DE LA TIERRA?

¿Cuándo desaparecerá el campo magnético terrestre?


¿Cómo podría afectar a nuestras vidas la infame (y supuestamente inminente) inversión de los polos
magnéticos del planeta?
El campo magnético del planeta aparece a partir del movimiento del hierro fundido que rodea
el núcleo sólido de la Tierra y se extiende formando una “burbuja” magnética invisible a nuestro
alrededor de 1.600.000 kilómetros de radio. Esto convierte el planeta en un imán gigantesco, aunque
no demasiado potente, que ejerce su influencia sobre cualquier cosa cargada eléctricamente que se le
acerque lo suficiente.
¿Y sirve para algo el campo magnético o está ahí sólo para ayudar a los pájaros durante sus
migraciones?

Pues sí, sirve para algo más. El sol está hecho de plasma, y el plasma no es más que gas muy caliente
con carga eléctrica. Nuestra estrella no para de emitir plasma en todas direcciones de manera
constante, formando una corriente continua de partículas cargadas llamada viento solar.

Si el viento solar pudiera impactar directamente contra nuestra atmósfera, poco a poco iría
arrancándola del planeta hasta dejarlo sin gas. Esto es lo que ocurre en Venus, cuyo campo
magnético es casi 67.000 veces más débil que el de la Tierra: como no tiene suficiente fuerza como
para detener las partículas cargadas, el viento solar arrastra al espacio el gas de las capas más altas de
la atmósfera, formando una finísima “cola” parecida a la de un cometa que se extiende millones de
kilómetros. Pero, bueno, su atmósfera es 100 veces más densa que la nuestra, así que el viento solar
tardará mucho en dejarlo “pelado”.
Y el viento solar no es lo peor que puede hacer el sol. De vez en cuando, nuestra estrella
lanza súbitamente al espacio parte de su atmósfera en las llamadas eyecciones de masa coronal.
Durante estos eventos, gigantescas erupciones de gas cargado a altas velocidades salen despedidos y,
si son muy potentes y da la casualidad de que nos encontramos en su camino, pueden ocasionar
problemas que expliqué en esta entrada sobre tormentas solares.
Por suerte, vivimos en un planeta con un campo magnético que es una maravilla (si no lo
tuviera a lo mejor no estaría aquí para decir “por suerte”) y desvía todas estas partículas cargadas,
impidiendo que toquen la atmósfera para hacer sus perrerías.
Bien, pero, ¿Cómo sabemos que el campo magnético va a invertirse?

Al entrar en los dominios de un campo magnético, los átomos que componen un material
ferromagnético tienden a alinearse en la dirección de este campo

El magma fundido del interior del planeta contiene partículas ferromagnéticas que, gracias a
que se encuentran sumergidas en un líquido, tienen libertad para alinearse en la dirección del
campo magnético terrestre. Cuando el magma sale a la superficie y se solidifica, las partículas quedan
congeladas con esa orientación.
Al principio del siglo XX, los geólogos notaron que algunas rocas con una antigüedad
superior a 780.000 años estaban magnetizadas en el sentido opuesto al campo magnético actual. Esto
tan sólo podía significar que los polos magnéticos habían estado invertidos en el pasado.
Para estudiar mejor este fenómeno, en la década de los 60 se equiparon buques de
investigación con magnetómetros que escanearon el fondo marino. Cuando se hicieron las gráficas
con los resultados sobre un mapa, quedó claro que el suelo oceánico está dividido en
bandas alternadas de roca magnetizada en diferentes direcciones.
La explicación detrás de esto es sencilla: a medida que sale material líquido del interior del
planeta a través de las divisiones entre placas tectónicas y se solidifica formando suelo nuevo, en la
roca queda registrada la dirección en la que apunta el campo magnético en el momento de su
solidificación.
Imagen de una medición del magnetismo hecha por satélite, bastante más esclarecedora:

Las bandas están a la izquierda dela imagen, correspondiente a la zona Del Atlántico junto a
la costa de España y Portugal.

Gracias al estudio de estas franjas y el material de las rocas, sabemos que las reversiones de
los polos magnéticos tardan entre 1.000 y 10.000 años en producirse y que tienen lugar, de media,
cada 450.000 años.
Esto es sólo un promedio, claro. La última ocurrió hace 780.000 años, pero no significa que
el planeta esté haciendo cosas raras. Si miramos el registro de la orientación del campo magnético
que se remonta a hace 180 millones de años (no hay suelo oceánico más viejo), podemos ver que la
cantidad de tiempo que la Tierra permanece en una configuración magnética puede variar
muchísimo.

Las zonas en negro son etapas en las que la polaridad era la misma que ahora. Los números
de abajo representan la antigüedad, en millones de años.
Bueno, vale, ya sé por qué ocurre y que esto lleva pasando desde que el mundo es mundo,
pero… ¿Corremos peligro por ello?
La humanidad nunca ha experimentado una inversión de los polos magnéticos, ya que la
última tuvo lugar hace 780.000 años, así que no hemos podido observar sus efectos directamente
pero, por suerte, tenemos muchas pistas en el pasado.
En las rocas no sólo queda grabada la orientación del campo magnético sino también la
intensidad del mismo, de manera que hemos podido descubrir que la intensidad total del campo
magnético disminuye durante los entre 1.000 y 10.000 años que dura una reversión de los polos.
Un campo magnético más débil no puede desviar las partículas cargadas más energéticas y,
por tanto, un mayor número de ellas podrá entrar hasta la atmósfera terrestre.
¿Y eso es muy grave? ¿Voy pidiendo una reserva de comida de supervivencia?
No, cuelga el teléfono.
En los registros fósiles no existe ninguna extinción masiva que pueda relacionarse con alguna
reversión magnética del pasado porque, aunque un campo magnético más débil bloquea una menor
cantidad de radiación que nos llega del sol, nuestra atmósfera es un escudo incluso mejor que el
campo magnético, así que nosotros estaremos protegidos de todas maneras.
De hecho, durante los últimos 10.000 años el campo magnético ha tenido épocas de flojera y,
hasta donde sabemos, la vida seguía su curso con normalidad.
La intensidad del campo magnético ha decrecido más acusadamente (de repente la da por
hablar fino) desde el año 1840, lo que sugiere que el cambio de polaridad del campo magnético
terrestre llegará dentro de 2.000 o 4.000 años, aunque las últimas estimaciones sugieren que podría
ocurrir tan pronto como dentro de 100 años. También podría no ocurrir en absoluto y que el campo
magnético volviera a la normalidad, como ya ocurrió hace 41.000 años cuando el planeta hizo un
amago de reversión que resultó en 440 años de debilidad magnética, para luego volver a la
normalidad.
Ocurra antes o después, en realidad el mayor peligro que surgiría del periodo en el que el
campo magnético terrestre es más débil lo correrían nuestros sistemas electrónicos ya que, al
interactuar con la ionosfera terrestre, las partículas cargadas producen grandes corrientes eléctricas,
que a su vez generan fuertes campos magnéticos, que a su vez producen más corrientes eléctricas y…
Al final de esta cadena retroalimentada están nuestros equipos electrónicos que, sometidos a campos
magnéticos suficientemente potentes, pueden fallar catastróficamente: tendidos eléctricos quemados,
satélites inutilizados… Esa clase de cosas.
Para hacernos una idea de lo que son capaces estos campos magnéticos generados en el aire
por las partículas cargadas, la tormenta geomagnética más fuerte de la que se tiene constancia
(provocada por una eyección de masa coronal) ocurrió en 1859 y fue tan violenta que salieron chispas
de los postes de telegrafía.
O sea, que habría que preparar planes de contingencia por si una tormenta solar especialmente
potente se desatara mientras la Tierra está protegida por un campo magnético más débil.
Por suerte, las eyecciones de masa coronal viajan mucho más lentas que la luz y, gracias a
nuestros satélites cercanos al sol, podemos recibir el aviso de que se ha desatado una tormenta solar
potencialmente peligrosa horas antes de que llegue a la Tierra. Esto nos da un poco de margen para
desconectar las máquinas que hagan falta y tomar las medidas protectoras necesarias.
¿Y LOS ANIMALES? ¿ES QUE NADIE PIENSA EN LOS ANIMALES?
No hay consenso científico acerca de cómo afectaría la inversión de los polos a los animales
que utilizan el campo magnético para orientarse, como las ballenas, las abejas, las palomas, las
tortugas o los salmones.
De todas maneras, como la inversión de los polos magnéticos es un proceso lento,
seguramente pasarían varias generaciones de animales hasta que el cambio de polaridad se hubiera
realizado completamente, lo que les daría tiempo de adaptarse

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