Sunteți pe pagina 1din 2

¿Qué quieres que te haga?

Marcos 10:46-52

Jesús siempre está en el momento y en el lugar oportuno cuando hay una vida que
necesita de Él. En esta historia, El estaba yendo a Jerusalén para entregar su vida para
salvación de todos los que creyeran en su nombre. Pero todavía en el camino había gente
que necesitaba oir de su palabra y recibir su milagro. En Jericó estaba un hombre,
Bartimeo, que habría de tener un cambio poderoso al entrar en contacto con Jesús.
Veamos esta historia maravillosa, que puede ser también la de cada uno de nosotros.

Una vida de desesperanza. Ver. 46. Como una inmensa parte de los seres humanos,
Bartimeo era alguien sin esperanza. Había pasado gran parte de su vida como un pobre
pordiosero, sumido en la ceguera, despreciado por todos. Su futuro no prometía nada para
él, excepto más miseria y oscuridad física y espiritual.

Un repentino rayo de luz. Ver. 47. Pero de repente, Bartimeo el desposeído, el


humillado, oyó que Jesucristo estaba pasando por el camino donde él se encontraba. Es
seguro que Bartimeo había oído de la fama de Jesús para sanar. Probablemente era uno de
aquellos que inclusive creía que Aquel era el Mesías esperado de Israel. Cuando se dio
cuenta, por el alboroto que había a su alrededor, que Jesús estaba allí muy cerca de él, no
pudo desperdiciar la más grande oportunidad de su vida. Levantó su voz en cuello y gritó
con todas sus fuerzas, llamando a Jesucristo.

Muchos se opondrán a tu búsqueda de Dios. Ver. 48. El enemigo de las vidas está
obrando continuamente para que las personas no busquen a Dios. Y cuando alguien se
halla cerca de encontrar a Dios, hará hasta lo imposible para tratar de impedirlo. Usará
inclusive a los religiosos y a las personas que parecen “buenas”, para disuadirlo de tener
un encuentro con el Señor. Pero, cuando alguien se encuentra en una necesidad extrema,
como se hallaba Bartimeo, no le importará la oposición. Saltará todos los obstáculos para
lograr su objetivo.

Jesús siempre se detiene por todos los que claman a Él. Una de las cosas más
maravillosas que descubre el creyente es que Jesucristo nunca está tan ocupado que no
pueda atenderlo personalmente. El siempre está presente, está ahí, a nuestra disposición,
para ayudarnos. La perseverancia de Bartimeo rindió su fruto. Nadie que busca a Cristo
quedará decepcionado de El. Nunca podrá decir, “lo busqué y no me contestó”. Al
contrario. Siempre escucharemos su voz que nos dice, “Ten confianza; levántate, te
llama”.
Al venir a Jesús nos despojamos de la vida antigua. Ver. 50. Bartimeo entendió que el
llamado de Jesús cambiaría su vida para siempre. Por eso arrojó aquella capa de
pordiosero. Ya no sería nunca más un destituido de la sociedad. Ahora el mismo Señor del
Universo, el Rey de reyes, lo llamaba a venir a su presencia. Nunca más podría ser el
mismo. Cada uno de los que nos acercamos a Jesús, en respuesta a su llamado, nunca
volveremos a ser iguales. El nos transforma, nos salva, nos da vida.

Una pregunta concreta, una respuesta concreta. Ver. 51. “¿Qué quieres que te haga?”,
le preguntó Jesús a Bartimeo. “Que recobre la vista”, le dijo éste. Fue una pregunta
sencilla, práctica, y la respuesta del ciego fue igualmente sencilla, directa, práctica. La
relación con Cristo es real. No es un misticismo religioso. No es una ilusión. Es el poder
de Dios para cambiarnos, para bendecirnos.

El milagro debe llevarnos al seguimiento. Ver. 52. Jesucristo le devolvió a vista a aquel
hombre. De nuevo el prodigio de los colores y las formas apareció delante de sus ojos.
Pero Jesús no solamente le dio la vista, sino que además le ofreció la salvación. Aquel
hombre, agradecido, decidió seguir a Jesucristo en el camino a Jerusalén. Cuando Jesús
obra en nosotros no es solo para recibir su milagro. Nuestro llamado de ahí en adelante es
a seguirlo por el resto de la vida.

S-ar putea să vă placă și