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SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado-Ponente: FRANCISCO CARRASQUERO LÓPEZ

El 27 de abril de 2004, los ciudadanos JESÚS HURTADO POWER y NURY NARDA MACHADO DE
HURTADO, titulares de las cédulas de identidad núms. 7.281.743 y 8.565.140, respectivamente, asistidos por la abogada Anabell
Plaz Rojo, titular de la cédula de identidad n° 12.841.281, e inscrita en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo el n°
79.423, interpusieron solicitud de amparo constitucional contra la decisión que dictó el Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil,
Bancario, del Tránsito y de Protección del Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judicial del Estado Guárico el 5 de
noviembre de 2003, en el expediente núm. 03-5384.

El mismo día se dio cuenta en Sala y se designó ponente al Magistrado doctor José Manuel Delgado Ocando. Acordada la

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jubilación de dicho Magistrado el 23 de agosto de 2004, reasumió la ponencia en calidad de Magistrada suplente la doctora Carmen
Zuleta de Merchán.

El 3 de diciembre de 2004, se admitió a trámite la petición de amparo propuesta. En esa oportunidad se ordenó la
notificación del juez a cargo del Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, Bancario, del Tránsito y de Protección del Niño y del
Adolescente de la Circunscripción Judicial del Estado Guárico, a las ciudadanas Mirian Isabel Brett Jurado y Juana Graciela Salazar
Prado y al Ministerio Público.

En virtud del nombramiento que hiciera la Asamblea Nacional el 13 de diciembre de 2004, asumió la elaboración de la
ponencia respectiva el Magistrado doctor Francisco Carrasquero López.
El 8 de marzo de 2005 se efectuó la audiencia constitucional.

Finalizada la deliberación, la Presidenta de la Sala leyó el dispositivo de la decisión, según el cual la solicitud planteada fue
declarada inadmisible.

A continuación se plasma extensamente la motivación del dicho fallo:

I
DE LA PRETENSIÓN

Del escrito presentado se extraen las siguientes afirmaciones:

1.- Que demandaron por daños y perjuicios ante el Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la
Circunscripción Judicial del Estado Guárico a las ciudadanas Mirian Isabel Brett Jurado y Juana Graciela Salazar Prado.

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2.- Que el 15 de agosto de 2003, dicho Juzgado admitió las pruebas que promovieron, por considerar que las mismas eran
legales y pertinentes.

3.- Que el 5 de noviembre de 2003, el Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, Bancario, del Tránsito y de Protección del
Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judicial del Estado Guárico declaró parcialmente con lugar la apelación que contra el
auto de admisión de pruebas incoara la contraparte.

4.- En dicha decisión, el referido Juzgado Superior declaró que las testimoniales y las posiciones juradas deben promoverse
señalando su objeto con precisión; y que la prueba de exhibición de documento público, particularmente cuando se tratara de una
ordenanza municipal, no estaba autorizada por el ordenamiento jurídico procesal, visto que bastaba con solicitarle al ente respectivo
una copia certificada o un ejemplar de la Gaceta en que fue publicada.

5.- Que dicho Juzgado Superior, en lo que se refiere a las testimoniales y a las posiciones juradas no siguió el criterio que
habría asentado esta Sala, cuando en decisión n° 2121/2001, caso: Asodeviprilara, señaló que cuando se tratara de estos medios
probatorios, el señalamiento de su objeto era innecesario. En cuanto al medio de prueba de exhibición, señalan que el Juzgador no
tomó en cuenta que el ente municipal se niega a expedir una copia certificada de la Ordenanza de Zonificación de la ciudad de San
Juan de los Morros, y que la Gaceta Oficial, como institución, no existe. Tales omisiones habrían lesionado sus derechos al debido
proceso y a la defensa.

6.- Por último, solicitaron la suspensión de los efectos de la decisión impugnada.

II
MOTIVACIÓN PARA DECIDIR

1.- Como se advirtió en el encabezado de esta sentencia, luego de efectuada la audiencia constitucional, el pleno de la Sala
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decidió que la solicitud presentada resultaba inadmisible.

Sin embargo, y antes de justificar la decisión apuntada, es necesario aclarar algunos puntos en cuanto al tema planteado por
la parte actora, relativos a la necesidad de señalar, al tiempo de promover los medios de prueba, el objeto de los mismos, con el fin
de verificar su utilidad, pertinencia y licitud.

Demás está decir, aunque debe insistirse en ello siempre que se dé la oportunidad, que el objeto del reconocimiento de los
derechos fundamentales en las Constituciones y en el ordenamiento jurídico en general, es el de que sirvan de instrumento de garantía
para el disfrute de una vida digna y plena de libertades. Pero esa libertad en tanto valor ético (sea que se trate de la libertad moral,
libertad de decisión, libertad política, social o económica y no meramente de su privación), exige para su ejercicio de unos medios
procesales que permitan a los que sufren restricciones o privaciones para escoger el programa de vida más adecuado a su ámbito de
vida individual y social, acudir a ellos en procura de una protección efectiva. Este estado de cosas que permite un saber a qué
atenerse y contar con organismos e instituciones imparciales e idóneas, responde a un valor asociado a la libertad conocido como la
seguridad jurídica.

Es necesario precisar ahora, que la seguridad jurídica despliega sus efectos en tres planos: seguridad en relación con el poder
(sea que la fuerza sea ejercida por el Estado o por un particular), seguridad en relación con el mismo derecho (por ejemplo, el
principio de irretroactividad de las leyes y el principio de legalidad), y seguridad en relación con la sociedad (la llamada seguridad
social). La seguridad jurídica en relación con el poder, asegura que tanto en el origen de éste como en su ejercicio, preexisten
procedimientos y garantías razonables que aseguren el disfrute de los derechos fundamentales y la consecuente libertad moral y
dignidad humana de las personas.

Es así, pues, que se justifica que preexistan al conflicto surgido entre intereses contrapuestos, tribunales competentes e
imparciales, así como que se tengan normas de procedimiento dispuestas a la obtención del valor libertad, y, en específico, del valor
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seguridad jurídica frente al poder que ejerzan, como se dijo anteriormente, tanto las instituciones públicas como los particulares.

Para alcanzar el objetivo de seguridad jurídica y de previsibilidad, se hace uso de una serie de pretensiones procesales que
han adquirido, en el constitucionalismo actual, rango de derechos fundamentales. Su clasificación y caracterización es polémica,
pero, teniendo en cuenta lo establecido por los artículos 26, 49, 253 y 257 de nuestra Constitución, y tras insertar en su contenido
algunos esquemas doctrinarios, se puede plantear el siguiente esquema: la seguridad jurídica en el proceso está custodiada por un
derecho procesal general que se conoce como el de tutela judicial efectiva, el cual está integrado por los derechos de: acceso a la
jurisdicción; debido proceso (compuesto, a su vez, por los derechos a un juez imparcial predeterminado por la ley, a la asistencia de
abogado, a la defensa y a un proceso sin dilaciones indebidas; y, por último, el derecho a la efectividad de las sentencias).

Como bien se advierte, el derecho de acceso a la jurisdicción prohíbe la consagración de normas que excluyan injustificada e
irrazonablemente de la tutela judicial a los que se afirmen interesados en tramitar alguna pretensión ante los tribunales; el derecho al
debido proceso opera ya iniciado el trámite y en él, están comprendidas otras garantías, que facilitan un análisis imparcial y la
posibilidad de alegar y probar lo alegado; y el derecho a la efectividad de las sentencias, asegura que lo decidido sea ejecutado
(luce, a este respecto, enfática nuestra Norma Fundamental en su artículo 253 cuando se afirma que “corresponde a los órganos
del Poder Judicial conocer de las causas y asuntos de su competencia mediante los procedimientos que determinen las leyes,
y ejecutar o hacer ejecutar sus sentencias”).

Ahora bien, el derecho al debido proceso se sostiene en una exigencia fundamental de contenido complejo, como lo es el
derecho a la defensa, el cual precisa, entre otras ventajas, que los posibles afectados por la sentencia sean llamados y comparezcan
ante el juez; que los actos procesales sean públicos y que aquéllos que sean significativos para las situaciones subjetivas de los
involucrados sean notificados; que haya la posibilidad de formular alegaciones y de aportar pruebas; y que pueda impugnarse la
sentencia -en los casos en que la ley así lo establezca y en los litigios penales en todo caso- (ver: J. González Pérez, El derecho a la

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tutela jurisdiccional, Civitas, Madrid, 1989).

De tal manera que la defensa garantiza a las partes la posibilidad de probar sus alegaciones, y tal garantía se satisface si se
dan en el proceso las siguientes facilidades: 1) la causa debe ser abierta a pruebas (sea mediante una declaración expresa o por la
preclusión de un lapso anterior); 2) las partes deben tener la posibilidad de proponer medios de prueba; 3) las pruebas sólo serán
inadmitidas por causas justificadas y razonables, sin que estas causas sean de tal naturaleza que su sola exigencia imposibilite el
ejercicio del derecho; 4) debe ser posible practicar la prueba propuesta y admitida, y, por último, 5) el juez debe valorar la prueba
practicada (ver: A. Carocca Pérez, Garantía Constitucional de la Defensa Procesal, J.M. Bosch Editor, Barcelona, 1998, pp.
276-306).

El centro de la discordia que planteó el solicitante de amparo en esta oportunidad, tiene que ver con el número 3) de la
anterior relación de facilidades, es decir, lo que fue objeto de controversia en la audiencia giró en torno a si el requisito que consiste
en señalar el objeto de la prueba (particularmente en el caso de la prueba de posiciones juradas y la testimonial), lucía razonable o
era compatible con el derecho a la defensa. El actor afirmaba que era inconstitucional, y ello lo apuntalaba en doctrina de esta Sala
Constitucional, como la ratificada en la sentencia núm. 401/2003, del 27 de febrero, caso: Maritza Herrera de Molina, según la
cual “a todo medio de prueba hay que señalarle al ofrecerlo, cuáles son los hechos que con ellos se pretende probar. De este
sistema sólo escapan los testimonios y la confesión que se trata de provocar mediante las posiciones juradas...” (ver auto
núm. 2121/2001, del 21-11, caso: Asodeviprilara).

Sin embargo, y no obstante la decisión de inadmitir la solicitud planteada, la Sala quisiera, por razones vinculadas a su
función de máxima y última intérprete de la Constitución, y en virtud del principio de supremacía de la misma, dejar en claro algunas
ideas relacionadas con este punto.

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En primer lugar, debe recordarse que la especial y superior fuerza vinculante de la tutela judicial (como medio para alcanzar
la seguridad jurídica, tal como se expuso más arriba), amerita conceder prevalencia a la interpretación y aplicación de las normas
jurídicas que resulten ser las más adecuadas a su viabilidad; en segundo lugar, que ningún requisito formal puede convertirse en
obstáculo que impida injustificadamente un pronunciamiento del juez; y en tercer término, que “no son admisibles aquellos trámites
y exigencias de forma que puedan estimarse excesivos, que sean producto de un formalismo, que no se compaginen con el
derecho a la justicia, o que no aparezcan justificados y proporcionales conforme a las finalidades para las que se
establecen, que deben ser en todo caso adecuadas a la Constitución” (ver: María del Rosario Alonso Ibáñez, Las causas de
inadmisibilidad en el proceso contencionso-administrativo, Civitas, Madrid, 1996, p. 368). En concreto, la finalidad del
requisito debe justificar la inadmisión del medio procesal de garantía de que se trate; pero, al mismo tiempo, debe interpretarse la
norma procesal en el sentido más favorable al ejercicio del medio.

Lo que acaba de decirse se enlaza con el cuadro de garantías de los derechos fundamentales elaborado por la doctrina. Se
dice que entre las garantías específicas de protección se encuentra la garantía de interpretación; su contenido reclama que las
restantes normas del ordenamiento se interpreten desde los derechos fundamentales, es decir, “en el sentido más favorable para
su efectividad” (ver: G. Peces-Barba Martínez, Curso de Derechos Fundamentales, Univ. Carlos III, Madrid, 1999, p. 511).
Examinado como ha sido el problema expuesto a la luz de estos elementos conceptuales, la Sala es del parecer que la
sanción de inadmisión del medio probatorio como consecuencia de no haberse señalado su objeto, luce excesivo, pues el juez
puede, en la definitiva y a la hora de examinar las pruebas aportadas, evaluar la utilidad, pertinencia y licitud de los medios de
convicción utilizados por las partes. El derecho de la contraparte a oponerse a los medios probatorios propuestos no resulta
lesionado (y afirmar lo contrario sería observar este conflicto desde la perspectiva del oponente, es decir, unilateralmente), pues sus
alegaciones en este sentido también deben ser escuchadas y resueltas por el juez en la definitiva.

En conclusión, la exigencia de la cual se viene hablando, visto que no es esencial a los fines procesales, luce injustificada e
irrazonable, todo lo cual provoca que deba elaborarse una interpretación de la norma más favorable al derecho a la defensa,
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contenido este derecho, como se afirmó anteriormente, en el del debido proceso, expresión, a su vez, de la pretensión moral
justificada de tutela judicial efectiva.

Queda así expuesta la postura de la Sala ante esta controversia.

2.- Ahora bien, en lo que concierne a la inadmisión de la pretensión incoada, cabe recordar que esta Sala se ha pronunciado
en numerosas ocasiones en torno al punto de la coexistencia de la vía de amparo con los demás medios procesales. En este sentido
ha establecido que, conforme al artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, cabría
admitir el amparo en caso de injuria inconstitucional aun en el supuesto de que el agraviado haya optado por la jurisdicción ordinaria
(como es el caso de la solicitud de amparo contra decisión judicial cuya apelación se escuche en el solo efecto devolutivo, y cuya
ejecución pueda producir daños irreparables); así como inadmitirlo si el agraviado pudo disponer de recursos ordinarios idóneos que
no ejerció en la oportunidad debida.

En el segundo de los casos, el solicitante en amparo deberá alegar que el uso de las vías judiciales o los recursos procesales
ordinarios hubieren resultado objetivamente inidóneos para el restablecimiento inmediato de la situación jurídica infringida.
Algunas de las circunstancias que podrían justificar el acceso directo al amparo son: cuando el agravio exceda del ámbito
intersubjetivo para afectar gravemente al interés general o el orden público constitucional; en caso de que el recurrente pueda sufrir
una desventaja inevitable o la lesión devenga irreparable por la circunstancia de utilizar y agotar la vía judicial previa (lo que no puede
enlazarse al hecho de que tal vía sea costosa o menos expedita que el procedimiento de amparo); cuando no exista vía de
impugnación contra el hecho lesivo, o ésta sea de imposible acceso (así, sent. n° 1592 de 2001, caso: Luis Alejandro Ettedgui, en
donde el accionante planteó que no pudo ejercer el recurso de apelación debido a una huelga judicial y posterior período de
vacaciones judiciales); cuando el peligro provenga de la propia oscuridad o complejidad del ordenamiento procesal; cuando el no
agotamiento o su ineptitud fueren producto de un error en la decisión objeto de apelación (así: sent. n° 1114/2001, caso: Luis
Carreño Pino) o ante dilaciones indebidas por parte los órganos judiciales tanto en vía de acción principal como en vía de recurso.
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La solicitud propuesta se refiere a la decisión que dictó, el 5 de noviembre de 2003, el Juzgado Superior en lo Civil,
Mercantil, Bancario, del Tránsito y de Protección del Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judicial del Estado Guárico,
mediante la cual declaró parcialmente con lugar la apelación que contra el auto de admisión de pruebas incoara la contraparte.

Sin embargo, en la audiencia, la representante del Ministerio Público acotó que dicho Juzgado Superior, mediante sentencia
del 17 de enero de 2005, dictó sentencia definitiva en dicho juicio, y declaró sin lugar la demanda al tiempo que confirmó la
sentencia dictada por el a quo.

Es decir, visto que la decisión impugnada es una sentencia interlocutoria que, según el solicitante, le causó un gravamen
irreparable, para su impugnación el actor contaba con el recurso de casación, tal como lo prevé el artículo 312 del Código de
Procedimiento Civil, según el cual “al proponerse el recurso contra la sentencia que puso fin al juicio, quedan comprendidas
en él las interlocutorias que hubieren producido un gravamen no reparado en ella, siempre que contra dichas decisiones se
hubieren agotado oportunamente todos los recursos ordinarios”.
La representante del Ministerio Público también hizo notar que dicho recurso había sido intentado por el solicitante en
amparo el 26 de enero de 2005.

Por lo tanto, la opción por tal recurso, hace aplicable la causal de inadmisibilidad prevista en el artículo 6.5 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales. Así se establece.

III
DECISIÓN

Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala Constitucional, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley declara INADMISIBLE la solicitud de amparo incoada por los ciudadanos JESÚS
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HURTADO POWER y NURY NARDA MACHADO DE HURTADO, asistidos por la abogada Anabell Plaz Rojo, contra la
decisión que dictó el Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, Bancario, del Tránsito y de Protección del Niño y del Adolescente de
la Circunscripción Judicial del Estado Guárico, el 5 de noviembre de 2003, en el expediente núm. 03-5384.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Archívese el expediente.

Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas, a
los 14 días del mes de abril dos mil cinco. Años: 194º de la Independencia y 146º de la Federación.

La Presidenta,

LUISA ESTELLA MORALES LAMUÑO

El Vicepresidente,

JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO

Los Magistrados,

PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ


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LUIS VELÁZQUEZ ALVARAY

FRANCISCO ANTONIO CARRASQUERO LÓPEZ


Ponente

MARCOS TULIO DUGARTE PADRÓN

ARCADIO DE JESÚS DELGADO ROSALES

El Secretario,

JOSÉ LEONARDO REQUENA CABELLO

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FACL/
Exp. n° 04-1032.

Quien suscribe, JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO, emite su voto concurrente de la siguiente manera:

1.- Coincide con la decisión tomada por la mayoría sentenciadora de declarar inadmisible el amparo incoado, de
conformidad con el artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, al observar que la
parte actora contaba con la vía del recurso de casación, como lo dispone el artículo 312 del Código de Procedimiento Civil.

2.- Sin embargo, quien suscribe disiente de lo señalado en el fallo que antecede, específicamente, de lo decidido respecto al
señalamiento del objeto de la prueba, que se trascribe a continuación:

“…la Sala es del parecer que la sanción de inadmisión del medio probatorio como consecuencia de no haberse
señalado su objeto, luce excesivo, pues el juez puede, en la definitiva y a la hora de examinar las pruebas

aportadas, evaluar la utilidad, pertinencia y licitud de los medios de convicción utilizados por las partes. El
derecho de la contraparte a oponerse a los medios probatorios propuestos no resulta lesionado (y afirmar lo

contrario sería observar este conflicto desde la perspectiva del oponente, es decir, unilateralmente, pues sus
alegaciones en este sentido también deben ser escuchadas y resueltas por el juez en la definitiva.

En conclusión, la exigencia de la cual se viene hablando, visto que no es esencial a los fines procesales, luce
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injustificada e irrazonable, todo lo cual provoca que deba elaborarse una interpretación de la norma más
favorable al derecho a la defensa, contenido este derecho, comos e afirmó anteriormente, en el del debido
proceso, expresión, a su vez, de la pretensión moral justificada de tutela judicial efectiva”.

Lo anterior, para quien discrepa deviene en un cambio en el criterio sostenido en forma reiterada por esta Sala (ver, entre
otras, sentencias del 16 de noviembre de 2001, caso: Cedel Mercado de Capitales; del 27 de febrero de 2003, caso: Maritza
Herrera De Molina, José Ramón Herrera Camaran y Jorge Luis Herrera Camaran; del 11 de julio de 2003, caso: Puertos de Sucre,
S.A.”, 4 de diciembre de 2003, caso: Inmuebles Lucerna 2000, C.A., respecto a la necesidad de indicar el objeto de la prueba so
pena de declarar inadmisible la misma. En efecto, en la sentencia antes indicada, dictada el 27 de febrero de 2003, la Sala señaló lo
siguiente:

“En cuanto al disentimiento que manifiesta el sentenciador, sobre el criterio del Tribunal Supremo de
Justicia, sobre las pruebas y su admisión, luego de examinar varias sentencias del Tribunal, para lo cual
considera que el artículo 398 del Código de Procedimiento Civil, ‘...debe ser interpretado con la mayor
amplitud a los fines de que los principios de equilibrio procesal y el derecho a la defensa no se hagan
nugatorios, mediante interpretaciones formalistas y en tal sentido el juez debe ser prudente cuando se
pronuncia sobre la negativa de la admisión de alguna prueba, pues con su decisión puede causar un
gravamen a las partes colocándolas en estado de indefensión...’. La Sala considera, que pese a que el juez está
manifestando disentir con el criterio del Máximo Tribunal, tal disentimiento en definitiva no es tal, porque es
evidente que si una prueba solicitada es impertinente e ilegal, no puede ser admitida y así lo acepta, su
discrepancia quizás pueda entenderse por el hecho de considerar que deben admitirse todas las pruebas, aunque
no se señale el objeto de las mismas, porque opina que al ser examinadas en la sentencia definitiva pueden ser
desechadas, con la admisión no se estaría ocasionando ningún perjuicio a las partes.

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Si bien tal razonamiento en parte es verdad, considera este Máximo Tribunal, que no puede admitirse en un
proceso, una prueba que no indique cuál es el objeto que con ella se pretende probar o el hecho que quiere
demostrar, porque tal falta, coloca en una situación de inferioridad al oponente del promovente que no sabe
exactamente con qué propósito se está ofreciendo la prueba y cómo puede rebatirla, impidiéndole además
oponerse a su admisión por impertinente o allanarse a ella a fin de que el hecho que sería su objeto quede de una
vez fijado.

Por ello, si bien la sentencia en referencia no es vinculante conforme a los extremos establecidos en la
Constitución, es un principio sano que se aplica para hacer más claro y expedito un procedimiento, obviando
retardos innecesarios y desechando ab initio, aquellas pruebas presentadas que no señalen cuál es el objeto o
hecho que pretenden demostrar, con lo cual no se está perjudicando a ninguna parte, porque son ellos los que
deben someterse al procedimiento legalmente establecido, a fin de permitir su normal desarrollo. En criterio de
esta Sala, parece desprenderse de la opinión expresada por el sentenciador que al proceder así, no se estuviera
examinando el medio probatorio, cosa que no es cierta, pues la misma razón de no admitirlo o admitirlo indica
en principio, que las pruebas admitidas, están dentro de los parámetros establecidos en las normas probatorias,
y queda siempre la posibilidad, de que pese a haberse admitido algunas que se consideraron procedentes en el
lapso correspondiente, puedan ser desechadas en la decisión definitiva o apreciadas sólo parcialmente y,
aquellas que no son admitidas, la parte no favorecida, puede atacar el auto que las inadmite, como ha
sucedido en el presente caso.

Este es el criterio que ha señalado la Sala en el auto del 1 de noviembre de 2001 (Caso: ASODEVIPRILARA),
donde señala:

‘“... a todo medio de prueba hay que señalarle al ofrecerlo, cuáles son los hechos que con ellos se pretende
probar. De este sistema sólo escapan los testimonios y la confesión que se trata de provocar mediante las
posiciones juradas...’.

Aunque este es en opinión de la Sala, el criterio correcto, ella considera que será dentro del proceso civil
donde debe plantearse lo referente a la inadmisibilidad de la prueba.

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Para que el amparo proceda, es necesario que una situación jurídica pueda quedar lesionada en forma
irreparable por una violación constitucional que la afecte; y en el caso en concreto, a pesar de lo apuntado
sobre el objeto de la prueba, no parece que el derecho de defensa de los accionantes sufra menoscabo alguno,
ya que se trata de la admisión de documentos, producidos o reproducidos mediante informes (art. 436 del
Código de Procedimiento Civil), sobre los cuales podrán las partes ejercer el control y contradicción de la
prueba que creyeren necesario, y en el transcurso del juicio en concreto discutir todo lo referente a los medios
y su valor probatorio.

Además, las posiciones juradas ofrecidas no requieren de señalamiento alguno sobre las preguntas al momento
de su promoción.

Las posiciones juradas, mecanismo para obtener la confesión en el proceso civil, con el compromiso
(juramento) del interrogado de decir la verdad, es una prueba válida, ya que se encuentra exenta de coacción
física o de violencia, que es lo que prohíbe el artículo 49.5 Constitucional”.

Como se desprende de lo antes transcrito, la inadmisión de la prueba por falta de señalamiento de su objeto en
modo alguno violenta el debido proceso, la defensa ni la tutela judicial efectiva, por cuanto al ser una carga del
promovente, la aplicación de dicha consecuencia a su omisión atiende al principio constitucional de celeridad así como
de igualdad procesal que debe imprimir todo administrador de la justicia.
Queda así expresado el criterio del concurrente.

Caracas, en la fecha ut-supra.


La Presidente de la Sala,

LUISA ESTELLA MORALES LAMUÑO


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El Vicepresidente-Concurrente,

JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO

Los Magistrados,

PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ

LUIS V. VELAZQUEZ ALVARAY

Francisco Antonio Carrasquero López

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Marcos Tulio Dugarte Padrón

Arcadio Delgado Rosales

El Secretario,

JOSÉ LEONARDO REQUENA CABELLO

EXP. Nº: 04-1032

J.E.C.R./

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