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a UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN


.V~ FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS <D
Área Básica Profesional

,
PROBLEMATICA DE LA REALIDAD SOCIOCULTURAL MEXICANA

Rogelio Cantú Mendoza


César Morado MacÍas
Moisés A. Saldaña Martínez
Gustavo Treviño Salinas
Juan 1. Castillo Olivares
Compiladores

Enero - junio 2016

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- Kuntz, Sandra, coord. La economía mexicana. El Colegio de México. México 2012 (pp. 269-302)

3. Cultura y sociedad en el México contemporáneo.

3.1. La revolución cultural en México.

- Rodríguez Kuri, Ariel y Renato González Mello, "El fracaso del éxito. 1970-1985", en Nueva historía general de Méxíco. El

Colegio de México. México 2010 (pp. 711-726)

- Aguilar Camín, Héctor, Después del milagro, Editorial Cal y Arena. México 2004 (pp. 237-273)

3.2. La cultura mexicana en la actualidad: subalternidad, educación y narcotráfico.

- Meyer, Lorenzo, Nuestra tragedía persistente, Editorial Debate. México 2013 (pp. 292-350)

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Primera edición: Cal yarella,noviembre, 1988.

~:';:fI~ciorAguilár Call1ÍJ;Ú~:

Octava edición: Cal y arena, enero, 1993.

Novena edición: Cal y arena, noviembre, 1993.

Décima edición: Cal y arena, mayo, 1994.

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. Décimosegunda edición : Cal y arena, noviembre, 1996.

'}[)espues·•.del,p#iagr9·.
Décimotercera edición: Cal y arena, marzo, 1998,
Décimocuarta edición: Cal y arena, marzo, 2000.
Décimoquinta edición: Cal y arena, diciembre, 200 l.

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>4 ; Portada: Cal y arena.

r!.~ Ilustración: Kay Nielsen. El cuelllo del barbero (detalle).

... .. -:..¡ Fotografía: Eduardo Sepúlveda.

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© 1988, Héctor Aguilar Camín.

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© 1989, Aguilar. León y Cal EditOres. SA de C.v.

Mazatlán 119. Col. Condesa. Delegación Cuauhtémoc

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06140 México. D.F.

.;;' © 2004. Nexos Sociedad Ciencia y Literatura S. A. de C. V.

'­ Mazatlán 119. Col. Condesa. Delegación Cuauhtérnoc.

México, 06140 D,F.

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ISBN: 968-7711 -16-7
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Reservados todos Jos derechos. El contenido de este libro no podrá ser reproducido total
~~~~ ~~ ni parcialmente. ni almacenarse en sistemas de reproducción. ni transmitirse por medio
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,U, alguno sin el permiso previo, por escrito. de los editores,

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· cardenismo en México o en Chile durante el gobierno de la Unidad Popu­


lar (puede darse) la aparición de actitudes antipopulares y antidemocrá­ Capítulo IV
ricas en el seno de grupos de status cuyo principal enemigo es la igualdad".
Soledad Loaeza, Clases medias y politica en México, op. cit., pp. 23-4.
30) IMEP, loe. cit.
31) John Coatsworth: ''Intercambio estudiantil, académico y cultural de

La erosión corporativa
México y Estados Unidos". Ponencia presentada a la Comisión Bilateral

sobre el Futuro de las Relaciones de México y Estados Unidos, Chicago,


1987.

3. El PresIdente y su Partido

112

2..
El gran pastor

U ·enna
vocación sostenida de la historia política de México ha sido tener
su cúspide a un dirigente monumental, ceñido por vastos poderes
y honores, respetos, riquezas, dignidades. Es quizá la herencia del mundo
prehispánico, que igualaba el poder terreno con la voluntad del cielo, y
también de los trescientos años de coloniaje español, en cuyo horizonte
brillaron siempre la corona y los reyes como el bien y la sabiduría
supremos a que podían acogerse los súbditos.1
Azteca, colonial, decimonónica · o revolucionaria, la organización
política de México siempre construyó en su cúpula, de distintos -modos, la
similar versión de un hombre fuerte, encarnación institucional o espúrea
del poder absoluto, dispensador de bienes y males: padre, árbitro, verdugo.
Es el caso de los tIatoanis aztecas, tanto como de los virreyes novo­
hispanos, de los caudillos providenciales del siglo XIX y de los presidentes
. posrevolucionarios del XX. No obstante su frecuente consagración
autoritaria, el poderoso mexicano no ha dejado nunca de tener rivales que
reducen en la práctica lo que en teoría no podría siquiera regateársele.
Desde muy temprano el poder fue en México un fruto negociado, resul­
tante de la mezcla de los intereses en juego. Fue un poder reverenciado
cuya eficacia dependía, sin embargo, de la conciliación Vel acuerdo, no de
la sumisión incondicional de los gobernados.
"En teoría omnipotente" -recuerdan Bárbara y Stanley Stein- "la
autoridad del virrey era en la práctica algo distinta".2 El virrey era el repre­
sentante de la Corona en un medio donde los deseos de la metrópoli
chocaban a menudo con la voluntad americana de conquistadores, en­
comenderos, curas y comerciantes. Los intereses de ultramar habían desa­
rrollado sus propias reglas de juego ("obedézcase pero no se cumpla",
respondían a los mandatos de la metrópoli) y tenían sus propios cimientos.
De un lado, la fuerte autonomía alcanzada por la iglesia, en particular por

l1S

3
las órdenes misioneras, singularmente reacias a las autoridades terrenales. , sus leyes anticipaban, sino una nueva forma de gobierno providencial y
De otro lado, la trama de los intereses particulares novohispanos - enco­ , unipersonal llamado Porfirio Díaz.
menderos y )Jacendados, mineros, comerciantes y soldados- que recla­ La horma porf1IÍana (1876-1910) añadió al aliento anticolonial y an­
maban el respeto de sus propios privilegios, negocios y merecimientos. ticorporativo de la Reforma la primera paz duradera del siglo XIX. Tam­
La Corona procuraba, por su parte, no arraigar en sus dominios intere­ bién, el primer impulso sostenido de modernización capitalista. El país
ses o personas que pudieran consolidar poderes después incontrolables brotado de aquel impulso quiso presentarse sin rubores, con la cara limpia
para la metrópoli. Se reservaba, por ello, la facultad de vigilar a sus virre­ y el levitón reluciente al concierto civilizado de las naciones. Díaz fue un '
oyes con demostrado rigor mediante dos procedimientos 'irrecusables: el prototipo tardío del déspota ilustrado europeo y México un milagro (el
juicio de residencia, que evaluaba a su término, con todo detalle, el gobier­ primero) de estabilidad y progreso que adqlJirla con paso fume, junto con
no de los representantes reales, y la visita, una suerte de auditoría general los negocios que facilitaba, el respeto de sus contemporáneos y la mayoría
de la situación de la colonia que levantaba un enviado directo de España. de edad.
' En servicio de la misma precaución, los virreyes no solían hacer gobierno , El México viejo, negado por la modernización porfiriana, vengó sin em­
de muchos años y eran débiles al irse. También lo eran al llegar, ya que su bargo sus agravios en la revolución de 1910, en una extraña alianza con los
desconocimiento del medio los obligaba a confiar en el secretariado del nuevos mexicanos criados por el mismo progreso que la revolución recha­
virreinato respecto a las fuentes de información y consejo. Al igual que los zaba. Me refiero a los contingentes norteños que bajaron por los ferroca­
reyes de España, los virreyes corrían siempre el peligro de volverse ins­ rriles y ocuparon por primera vez el centro del país - ese otro país agrario,
trumentos más que amos d~ sus consejeros. La Corona se reservaba, por corporativo; cuyas tra<liciones desconocían, y que tan acabadamente en­
último, el nombramiento de las diversas autoridades sobre las que formal­ carnó el zapatismo. Como se ha dicho, la historia posrevolucionaria pudo
mente mandaban los virreyes pero que, en la práctica, sólo reconocían el articular en un solo pacto político y socia1la pluralidad de explosiones que
mando. directo de España. Todos esos factores fueron el origen de un tipo fue la Revolución Mexicana, con su enorme carga regional y antio­
peculiar de dirigente cuyos rasgos de habilidad, pragmatismo y vocación de ligárquica. Dominaron ,al fin sobre el oleaje, los rancheros, maestros y va­
mando no dejan de tener parecido con los presidentes mexicanos del siglo queros del Norte. Su llano proyecto de país estuvo nuevamente montado
XX . A principios de los cincuentas, escribió Karl Gordon Schaefer: en el sueño liberal, bebido en el Norte laico, vecino rencoroso y des­
lumbrado de la expansiónestadunidense: la decisión de seguir fundando
una nación moderna, productora, ilustrada, capitalista, de la que los triun­
'El puesto (de virrey) exigía un hombre agresivo y astuto, que se fadores de 1910 eran, por lo demás, los primeros frutos convulsos.
elevara por encima de las ' numerosas limitaciones impuestas a su A la nación hberal heredada, la constituci6n de 1917 añadió novedades
autoridad, un hombre que gobernara personalmente, que tomara en históricas que fueron, como suelen ser las novedades en la historia, opor­
sus manos todas las riendas de la autoridad, que pudiera resolver lo tunas adaptaciones de la tradición. Por un lado, los derechos sociales de
mismo las minucias que los grandes problemas de la administración, los ciudadanos: trabajo, salud, educaci6n. Por otro, los derechos patri­
que interyiniera en las actividades de los funcionarios menores para DlOniales de la nación. Los primeros revivieron el espíritu tutelar de las
mantenerlos en orden. Los virreyes que lograron todo eso, fueron legislaciones de Indias y otorgaron garantías colectivas destinadas a
respetados y aclamados. El sistema español engendró en el pueblo moderar desigualdades y privilegios. Los segundos, dieron a la nación el
mexicano un gran respeto hacia los gobernantes y administradores... dominio originario sobre la propiedad y el subsuelo, que había tenido
Unos 130 años de vida independiente, apenas han alterado tal ac­ también la Corona española.
titud?

En el siglo XIX, el triunfo liberal quiso abrir a la nación al futuro y bo­


rrar su pasado en un acto fundador de nuevas leyes constitutivas; nuevas ' Construir al Presidente
libertades civiles y nuevas reglas de propiedad. Pero el pasado se le Vino
encima y el fruto de la república hberal no fue la democracia próspera que Una última corrección de 1917 a las fragilidades de la nación liberal, fue el
viraje en tomo a las facultades del poder ejecutivo. Sesenta años antes, los

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constituyentes del 57 lo habían parido débil, cercado en la ley por los otros retiro del titular una vez cuniplido su periodo de gobierno y el priVilegio
poderes, al extremo de inducir en él reflejos de autodefensa que con­ casi dinástico de escoger a su sucesor. ,
dujeron a la ilegalidad ejecutiva (Juárez), la parálisis política (Lerdo) o la Defuúdas las reglas en los años treinta, la estabilidad política del' si­
astucia pragmática que optó por violar la ley en el fondo sin tocarla en la guiente medio siglo se organizó en tomo al presidencialismo como eje de
forma (Porfirio Díaz). la vida política y social de México. Varios procesos paralelos colaboraron
Los constituyentes del 17 fueron al lugar contrario de sus antecesores. al hecho. En primer lugar, el retraimiento de focos claves del poder
Sobre los rescoldos de la guerra civil, previeron en sus leyes un ejecutivo tradicional, como la iglesia y el ejército. La iglesia entró a un acuerdo que
fuerte, capaz de devolverle al país estabilidad y mando. En su ánimo le dió tolerancia gubernamental a cambio de abstinencia política eclesiás­
privaba la certeza de que la dictadura porfiriana tenía explicación parcial tica; el ejército, a una era institucional que lo desplazó en favor de los
en la carta de 57: dadas sus limitaciones constitucionales de todo orden, el mandos civiles a cambio de una cuota de posiciones políticas, amplia pro­
ejecutivo liberal había obtenido el Poder que la ley le negaba por medios moción económica, respeto corporativo y seguridad burocrática.
no legales. (!lA los amigos justicia y gracia", decía Juárez. !lA los enemigos, A partir de la Segunda Guerra Mundial cedió también la agresividad
la ley'~. Para impedir un nuevo Porfirio y una nueva dictadura emanada de Dorteamericana frente a las leyes y los impulsos del establecimiento revo­
la Constitución, como lo planteó en s~ célebre alegato Emilio Rabasa4 , los lucionario, para dar paso a una época de colaboración y entendimiento
constituyentes de 1917 dieron a luz un ejecutivo con amplias facultades que habría de durar, con altibajos, hasta los años ochenta. La progresiva
legales, que,pudiera así, por confianza en sus propios poderes, garantizar desaparición de escisiones en ·la "familia revolucionaria" fue otro factor
el respeto y la propagación institucional de los otros. El resultado fue un decisivo. A la lucha de las facciones en la guerra civil, siguieron el movi­
ejecutivo fuerte, constitucionalmente legitimado; una instancia centraliza­ miento de Agua Prieta que desplazó al carrancismo (1920), las rebeliones
dora, altamente personalizada, deudora del espíritu de los virreyes y los militares de Adolfo de la Huerta ·(1923), Francisco Serrano y Arnulfo R.
caudillos decimonónicos, capaz de garantizar bajo sumando unidad Gómez (1927) y Gonzalo Escobar (1929). Las siguientes escisiones de la
política y eficacia ejecutiva~ familia fueron civiles. Tuvieron por escenario no los campos de batalla,
Fue una mezcla poderosa de tiempos, urgencias y tradiciones. Lázaro sino la lucha electoral. En 1940, un conocido general del ejército, Juan
Cárdenas le agregó en los treintas otros tres ingredientes cruciales. Pri- . Andrew Almazán, compitió por la presidencia con el candidato de Cárde­
mero, la organización corporativa de la vida política y social, a través del nas, Manuel Avila Camacho, y le arrancó gran parte de la votación dejas
Partido de la Revolución Mexicana, organizado por sectores - campesino, ciudades, pero supo cn catne propia, como Vasconcelos en 1929, del
obrero, popular, militar - y fortalecido con una consistente política de poder ~e la máquina partidaria oficial que había venido gestándose hasta
masas: reparto de tierras y extensión sin precedentes de la organización y alcanzar un primer clímax de eficiencia justamente en esas elecciones. En
la influencia obrera. Segundo, el salto patrimonial de la nación, por vía de 1946, la candidatura de Ezequiel Padilla contra la del sucesor del sistema,
la expropiación del petróleo en 1938 Y de las expropiaciones territoriales Miguel Alemán Valdés, tuvo un impacto muchísimo menor que la de
que dieron cuerpo a la reforma agraria. Tercero, los cimientos de lo que Almazán, pese a la simpatía expresa con que fue vista la iniciativa de Padi­
hoy entendemos, propiamente hablando, como presidencialismo mexicano. lla por el Departamento de Estado norteamericano.
No conoce nuestra historia un sexenio de ampliación mayor de las En 1952, otro candidato independiente, Miguel Henríquez Guzmán,
atribuciones. y las agencias del ejecutivo federal. s Lo esencial de la apoyado por el ex presidente Cárdenas y por una amplia franja ciudadana .
refundación cardenista del poder presidencial, sin embargo, fue el hallazgo irritada por los abusos y dispendios del alemanismo, .fue llevado, como Al­
de un mecanismo de sucesión que resolvió por el siguiente medio siglo el mazán, a los terrenos de la fuerza, derrotado en las elecciones, reprimido
problema, irresuelto desde la guerra de Independencia, de la transmisión en su protesta poselectoral y borrado de la historia de los partidos de
pacffica del poder en México. Cárdenas renunció a toda pretensión de oposición mexicanos por una decisión administrativa del nuevo gobierno
continuidad personal o delegada en el puesto, pero se reservó el derecho, que encabezó, nuevamente, el candidato disputado pero triunfante del sis­
no escrito, de escoger a su sucesor y hacer luego que el aparato de gobier­ tema, Adolfo Ruiz Cortines.
no bajo el mando presidencial apoyara, hasta el ,triunfo, su propuesta. Seis años después, en la nueva ocasión sucesoria, la selección del can­
Ambos rasgos siguen siendo los centrales de la presidencia mexicana: didato Adolfo López Mateos por el presidente Ruiz Cortines puso el ele­
mento final del sistema' presidencial mexicano que conocemos, En 1957,

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año de la decisión su~oria, el entonces presidente Ruiz Cortines solicitó La magia diluida
a todas las..fuerzas políticas del país que se concentraran en la discusión
del programa de gobierno que debía implantarse Yolvidaran el litigio sobre A los presidentes mexicanos de hoy los envuelven las sombras convergen­
quién sería el candidato, asunto de "interés menor" que después se vería. tes del desprestigio y la ineficacia. Han perdido una alta dosis de su poder
Recuerda José Revueltas, en un ensayo notable de esos años, que todas las simbólico, el monopolio de la magia y la veneración. La causa elemental de
fuerzas políticas del país -las de la oposición y las del gobierno -, se esa pérdida es, desde luego, la demostrada ineficacia de la gestión guber­
dediéaron .en efecto a discutir, bizantinamente, el 'programa de gobierno namental durante las últimas dos décadas. Desde Gustavo Díaz Ordaz en
que exigía la coyuntura nacional, con el único resultado de que el presi­ los años sesentas, los gobiernos mexicanos han ofrecido a la nación cosas
dente Ruiz Cortines pudo decidir, absolutamente solo, sin riesgo ni rasgo que no pudieron cumplir. La estabilidad diazordacista terminó en repre­
de discordia pública, quién sería su sucesor.6 sión. El desarrollo compartido echeverrista, en discordia. La abundancia
La astucia ruizcortinista instauró as~ a la vista de las fuerzas políticas, lópezportillista, en crisis económica. El saneamiento Iamadridista en
CI célebre sistema del tapadismo, la institución por excelencia del régimen recesión. Cuatro sexenios sucesivos, desde 1964, terminaron lejos del sitio
presidencial mexicano. Durante los últimos treinta años, la meclnica del al que prometieron llegar y han desvanecido la certeza ciudadana -in­
tapadismo ha permitido al titular del ejecutivo elegir a su sucesor, con una­ ' 1 genua, pero increíblemente funcional- de que los presidentes mexicanos
ninüdad tácita de la familia revolucionaria. Y ha obligado a los aspirantes a lo pueden todo. Han exacerbado también las reservas de crítica e inconfor­
buscar el único voto decisorio de su jefe, con independencia relativa de las midad de la opinión pública, hasta el extremo de naturalizar en la prensa y
otras fuerzas políticas. Seis sucesiones presidenciales se han dado en el en la calle .10 que antes parecía un desacato inaceptable: refutar, con­
país desde la de Adolfo López Mateos, en 1958. Todas, matices de más o tradecir, ironizar, insultar al Presidente.
de menos, han seguido las normas DO escritas de Cárdenas y Ruiz Cortines. En la vida pública de México casi no hay queja, crítica, imputación
Sin embargo, para fines de los años ochentas, después de medio siglo que no incluya de alguna manera al Presidente. La supuesta presencia de
de construcción del moderno presidencialismo mexicano, casi todos sus la voluntad presidencial en los asuntos más minúsculos, ha terminado por
elementos constitutivos mostraban las huellas del tiempo, la erosión de la exponer a los presidentes más de lo que los consagra. Si un gobernador o
batalla. El manto de la veneración, heredado del subsuelo providencial, se un alcaIde retiene los cincuenta o cien periódicos de la capital del país que
había ido diluyendo, y una sombra de hartazgo y rechazo nublaba el an­ circulan en su localidad, el Día de la Libertad de Prensa se hace el reclamo
tiguo prestigio ' de los presidentes de México. La propia expaI1sión público al presidente. Si un sismo destruye por la mañana parte del centro
. burocrática del régimen presidencial hacía poco eficiente su manejo. Es­ de la C~udad de México, por la tarde es ya generalizada la impresión de
.taban en disputa' ~alegitimidad interventora y el tamaño del Estado y había que las autoridades gubernamentales y en particular el presidente, son de
un clamor ciudadano por poner límites a las facn1tades presidenciales. Las alguna manera los responsables del siniestro y no hacen mayor cosa para
virtudes de la concentración del poder habían desembocado en conges­ remediarlo. El descrédito acumulado que esta situación arroja sobre. la
tionamiento. Y al menos dos de los poderes competitivos del poder figura presidencial es considerable.
presidencial habían reemprendido sus viejas prácticas de disidencia, . Daré un ejemplo personal ilustrativo del cambio. Creo recordar con
presión y litigio: la Iglesia y Estados Unidos. En consecuencia, desde el in­ ' precisión el ambiente sacrílego que rodeó, en 1968, el momento en que,
terior del sistema empezaba a cuestionarse con intensidad la legitimidad después de la manifestación estudiantil del 27 de agosto, alguien pintó con
misma del mecanismo sucesorio, corazón de la estabilidad y la continuidad brocha gorda, sobre las paredes del palacio naclonal, la leyenda trans­
política del régimen posrevolucionario. El impulso profundo de la historia 'gresora: "Chango cabrón, al paredón", aludiendo a la fealdad del presi­
del país que busca cúpulas fuertes y autoridades rotundas había empezado dente Díaz Ordaz. Me acuerdo, cinco años después de ese monento, en
también a diluirse en,la voluntad de la nación. 1973, escribiendo con mano temblorosa la reseña de un libro de Daniel
Cosío Villegas sobre el "estilo personal de gobernar" del entonces presi­
dente Luis Echeverría? Escribía con temor a una represalia personal por '
120 unirme, así fuera como comparsa, al desacato de Cosío. El "desacato"

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consistía en que Cosío Villegas opinaba, a mitad ' del sexenio, que la obra
" del presidente Echeverrfa era confusa, de inciertos resultados a largo

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plazo, gramaticalmente torpe, marcada con el seno de la prisa, la'locuaci­ política "municipal y espesa".
dad y Já desconsideración por el tiempo de los demás. Quince años des­ . El mismo efecto aislante o astringente ejercen las condiciones de
pués de aquel desacato, los atrevimientos de Cosío parecen bromas de maduracion y diversificación social vividas por el país en lás últimas déca­
convento si se les compara con lo que hoy se publica criticando y des­ das. Bien visto, el presidencialismo mexicano, con su carga religiosa, es la
calificando al presidente. Poco después de los sismos, me fue referida la enCamación institucional adecuada a un país de poca diferenciación social,
anécdota de un secretario de Estado, particularmente maltratado por la con clases sociales desdibujadas y poca variedad de registros en la concien­
prensa, que se presentó ante el presidente De la Madrid con un legajo de cia pública. En una sociedad poco estratificada como la mexicana de la
recortes adversos y su.consecuente renuncia. Se negó el presidente a acep­ primera mitad de siglo, un presidente podía barajar la ilusión de que, en
tar la "mala prensa" como razón suficiente de la renuncia y mostró al efecto, representaba a toda la nación. Podía .lucir proempresarial a los
renunciante 'su propia colección de críticas personales publicadas por los empresarios, obrerista a los obreros, agrarista a los campesinos y moderni­
diarios. Eran varios legajos. zador e ilustrado a los sectores emergentes. de la clase media. (El presi­
El sistema presidencialista ha tocado sus límites también en el orden de dente más procapitalista de la posrevolución, Miguel Alemán, fue ungido
la proliferaciÓD burocrática. Desde los años treintas, el poder ejecutivo ha por el movimiento obrero organizado Primer Obrero de México). No obs­
visto crecer en su tomo frondosas ramificaciones administrativas, redes de tante, conforme las ~ sociales se perfilan y las desigualdades se ahon­
amplia discrecionalidad, en cuyos interiores cada secretario de Estado ha­ dan, la figura presidencial pluriclasista, capaz de convocar la solidaridad
ce y deshace, crea su propio equipo de colaboradores incondicionales, su de todos, pierde credibilidad Es cada vez menos convincente a los inte­
propia línea política, su propia expectativa de futuro a costillas, general- . . reses particulares, muy diversificados, que exigen compromisos claros y
mente, de la línea presidencial del momento. Defenderse de la dis­ reaccionan con prontitud a los "desvíos".
crecionalidad de ministros con grandes poderes burocráticos, ha sido des­
de hace alg(m tiempo tarea política central de lOs presidentes mexicanos.
Fue célebre en los medios políticos de los ochentas una reunión de gabi~
nete en que el presidente de la repÍlblica recordó enérgicamente a sus
El rey desnudo
secretarios que el trabajo político de estos era representar y promover las
decisiones del presidente entre la burocracia, no representar y defender Adicionalmente, la década de los ochentas vio reaparecer en el escenario a
los intereses de la burocracia ante el presidente. El sistema de sucesión dos de los contrapesos históricos del poder político en México y, por·'lo
cerrado del tapadismo congestiona todavía más el tráfico burocrático, tanto, del poder presidencial. Me refiero a la iglesia católica y a los Es-'
porque le añade los intereses sucesorios a las distintas parcelas de la tados Unidos.
administración. La historia de la descoordinación de esfuerzos guber­ La iglesia católica dejó de ser en los últimos años la iglesia del silencio
namentales está surcada a lo largo y a lo ancho por las ambiciones par­ y la conciliación secreta con el gobierno para empezar a ser la iglesia del
ticulares de grupos y cabezas de sector que compiten, puertas adentro, por micrófono y la disidencia pública. A partir de la pacificación de la guerra
ganar el torneo de la transmisión del poder. cristera -que en palabras del historiador David Brading "hizo ver al direc­
La siguiente limitación del presidencialismo mexicano tiene que ver torio político que había por lo menos una zona de la vida nacional en la
con la densidad regional y social del país. A comentar la aparición de una que el Leviatán no podía imponer su voluntad"S - la Iglesia mexicana vivió
nueva periferia he dedicado la mitad del capítulo quinto. de este libro. una especie de acuerdo institucional con el .Estado. A cambio de su
Baste agregar aquí que, en consonancia con ese cambio estructural de . sumisión piIblica y su silencio, dejó de atacársele y se toleró su actividad en
nuestro centralismo, es perceptible también un lento pero firme ascenso de varios frentes civiles, en particular el educativo, donde hizo avances sustan­
los poderes estatales, una independenci~ gradual de gobernadores yaleal­ tivos hasta constituir un núcleo de formación de élites tan eficaz como el
des de grandes ciudades, cuyos recursos públicos no dependen de tantas de la instrucción pública (acceden hoy al poder pÍlblico altos porcentajes
negociaciones clientelares con la federación como en el pasado. Esa rea­ de políticos y técnicos formados en escuelas privadasl
lidad presupuestal, la c'omplejidad'y autonomía de los intereses regionales A partir del ascenso al poder vaticano de Juan Pablo II y su visita a
y el auge reivindicativo de un nuevo orguno local, tienden a limitar las in­ México, en 1979, empezó a perfilarse entre nosotros una nueva iglesia ac­
gerencias del centro y a separar la mano federal presidencialista de la . tivista que; en palabras' del obispo de Herrnosillo, Carlos Quintero Arce,

122 '::¡. 123

debería intentar en México la vea polaca. La Iglesia mexicana, como la vidar la lengua castellana en estos países, mi obra todavía podrá ser
polaca, debía volverse un polo de organizaci6n de la sociedad civil para útil para que otras naciones americanas ... vean por qué medios se des­
hacerle frente a un Estado muy ramificado pero, como el Estado polaco, vanecen las más lisonjeras esperanzas, y cómo los errores de los
con muchas zonas de ilegitimidad, descrédito, falta de penetraci6n y de hombres pueden hacer inútiles los más bellos presentes de la
10 naturaleza.
apoyo de la sociedad. .

Así hemos visto aparecer al clero mexicano en escenarios que antes

rehuía, tomando activa parte antigubernamental en elecciones difíciles de La construcción del Estado liberal, a partir del triunfo sobre otra
estados norteños, como Chihuahua y Sonora. Ha dicho en voz alta sus ocupaci6n extranjera, se1l6 en lo íntimo de la nación mexicana la identidad
~esaveniel;lcias con el gobierno, ha movilizado grupos laicos en agresivas por contraste con la asechanza externa. Buena parte de la tarea simbólica
causas religiosas -como el revivir guadalupano a propósito de unos de las autoridades, el gobierno y, en particular, los presidentes de México
cuadros "sacrílegos" exhibidos en el Museo de Arte Moderno en 1988 - Y d~ntro del imaginario nacional, consiste en garantizar la integridad de la

hasta ha regateado para sí una identidad histórica con el santoral patrio nación, defenderla, preservarla. Una raíz de legitimidad de los autoritaris­
laico de México.u mos mexicanos ha sido la tarea, más amplia y previa a las libertades inte­
Por lo que hace a los Estados Unidos, puede decirse que los años riores, de conservar la integridad de México frente a su enemigo hist6rico,
ochenta, bajo el mandato reaganiano, fueron para las relaciones de los dos Estados Unidos. Desde el punto de vista del imaginario colectivo, la his­
países tan tensos y conflictivos como los más duros momentos del periodo . toria del nacionalismo mexicano posterior a la guerra del 48, quiere decir
de entreguerras. He abordado algunos de los motivos del enfrentamiento y fundamentalmente la lucha por conservar identidad y ganar autonomía
su contexto internacional en el capítulo sexto de este libro, pero quisiera frente a Estados Unidos. La ofensiva reaganiana de los años ochenta ha ex­
subrayar aquí los efectos políticos internos de la descomposici6n de las hibido, con desarmante claridad, la pobreza de los medios mexicanos para
relaciones con Estados Unidos. Conviene recordar que una de las razones cumplir esa tarea. La presión estadunidense en todos los 6rdenes - de las
históricas de los hombres fuertes y los presidentes omnímodos en México exigencias de apertura de la economía a las acusaciones de corrupci6n y
fue responder a la urgencia de una naci6n en busca · de una voluntad narcotráfico - ha puesto al descubierto la debilidad política del gobierno
unitaria que la preservara del desmembramiento y garantizara su super­ mexicano en sus tratos con el exterior. Su efecto ha sido doble, en ambos
vivencia. El presidencialismo mexicano respondi6, en una de sus facetas, a casos contrario al interés estratégico norteamericano (que no es, al fin Yal
esa urgencia de representaci6n y unidad. La nación se organizó en torno al cabo, sino la estabilidad de su frontera Sur). Por un lado, ha golpeado el
Estado y el Estado en torno a los presidentes. El Estado fue el organizador coraz6n de la legitimidad de los gobernantes mexicanos frente a su
de la unidad y los presidentes la representaci6n personal de la soberanía, sociedad. Por el otro, ha revivido en esos gobernantes el reflejo hist6rico
I la identidad y la ·defensa nacional. La palabra defensa es la correcta. La del "autoritarismo nacionalista", la tentación de cerrar filas internas, al
precio que sea, para evitar fisuras propicias a la intervención exterior. Las
voluntad nacional de México se propag6 defensivamente a partir de la
guerra con Estados Unidos y la pérdida de la tercera parte del territorio. controvertidas elecciones de Chihuahua, que permitieron acuñar la expre­
Muy poco después de aquel desgajamiento traumático, Lucas Alamán sión descriptiva de "fraude patriótico" - en el sentido de que el triunfo de
entregó al público su clásica Historia de Méjico. Cavilaba en el pr610go la oposición lesionaría los intereses de la patria- es ilustrativo del segun­
sobre la posible desaparición del país cuyo pasado quería preservar: do mecanismo. El desprestigio asumido por la admi-nistraci6n lamadridis­
ta frente al reclamo nacionáI de una negociaci6n más dura de la deuda,
con algún tipo de moratoria, ilustra el primero.
Si mi trabajo diese por resultado hacer que la generaci6n venidera sea Jalonada por la crisis económica incontrolable y por la presión estadu­
más cauta que la presente, podré lisonjearme de haber producido el nidense, la presidencia ha aparecido ante los ojos de los mexicanos en los
mayor bien que puede resultar del estudio de la historia, pero si los · ochentas como una instituci6n todopoderosa s610 para las miserias del
males hubieren de ir tan adelante que la actual nación mexicana, . mundo. Eficiente para el capricho, la frivolidad, la prepotencia, el enri­
víctima de la ambición extrangera y del desorden interior, desaparezca j quecimiento; pero pobre e indefensa para las cuestiones fundamentales de
para dar lugar a otros pueblos, a otros usos y costumbres que hagan 01- I
la justicia, la transformación social, la independencia.nacional, la democra­
tización política. 12

124 B 125
La sucesión oxidada . La sucesión de 1987, a que alude el texto de Carreño, tuvo en efecto el
sello de la continuidad. Fue, en estricto sentido, para garantizar un
El lugar verdadero del presidente de México está lejos de su lugar mitol6­ seguimiento del proyecto de modernización asumido en la crisis: apertura ·
gico, y su desmitificación exige reconsiderar sus tamaños, recortar sus do­ de la economía, contracción del Estado, saneamiento de las finanzas
nes. Acotar los poderes presidenciales, compartir y controlar sus decisio­ públicas, supresión de subsidios y recorte del sector paraestatal. El ejer­
nes, equilibrar sus facultades es el reclamo profundo de la sociedad cicio sucesorio produjo la primera escisión de la familia revolucionaria
política. Es también la conciencia en la cúpula misma del poder presiden­ desde la candidatura independiente de Miguel Henriquez Guzmán, en
cial. Al terminar su sexenio, Miguel de la Madrid compartía abiertamente 1952. Fue una escisión de priístas de prosapia, encabezada por Cuauhté­
su opinión de que la presidencia mexicana era una institución "acosada". moc Cárdenas - ex subsecretario de asuntos forestales, ex gobernador de
No obstante, al mismo tiempo, la expectativa ciudadana, su necesidad Michqacán, hijo de uno de los presidentes que siguen gobernando México,
política - casi diría su esperanza - era tener un liderato fuerte, claro, efi­ Lázaro Cárdenas - y por Porfirio Muñoz Ledo - ex secretario del
caz, que devolviera a la sociedad sus seguridades fundamentales -se­ Trabajo, ex aspirante a la presidencia de la república, ex presidente del
guridad pública, seguridad económica, seguridad social, seguridad polf­ PRI, ex secretario de Educación, ex embajador de México ante la ONU.
tica.13 Los mexicanos de fmes de los ochentas parecían ambicionar una A fines de 1987, Cuauhtémoc Cárdenas se perfiló como candidato
presidencia fuerte pero no autoritaria, rectora pero no coercitiva, ejecutiva presidencial independiente aprovechando el registro de tres partidos
pero no inconsulta, poderosa pero no opresora de todo otro poder. agonizantes. A mediados de 1988 era la novedad mayor del panorama
En un ensayo sobre la sucesión presidencial de 1987, José Carreño político meticano. Su propuesta básica era "rescatar a la nación" de manos
Carlón sugirió una analogía histórica que defme bien el trance. Así como de la. tecnocracia -que, según Cárdenas, había cedido su "soberanía"
el asesinato de Alvaro Obregón, en 1928, obligó al país a pasar del acatando mandatos del exterior en materia de política económica y deuda
"régim~n de los caudillos", al "régimen de las instituciones" -según el céle­ externa - para regresar a la dignidad y la independencia nacionales.
bre discurso de Calles -, así los congestionamientos y las ineficiencias de Difícilmente hubiera podido diseñarse una escisión del PRI tan reveladora
la presidencia actual obligaban a pasar del presidencialismo"absolutista" de las tensiones que rasgan la transición mexicana, con su doble tentación
que padecemos a un presidencialismo simplemente "constitucional".14 El de pasado y futuro. Y difícilmente hubiera podido pensarse en el seno de
lugar más crítico del congestionamiento es el corazón del sistema presiden­ la familia revolucionaria en un personaje más naturalmente desafiante de
cial: su mecanismo sucesorio. la legi-timidad sucesoria de la presidencia que el hijo de Lázaro Cárdenas.
La~ tendencias centrífugas de la familia revolucionaria, su diversidad,
su abundancia, y sus crecientes desacuerdos sucesorios eran perceptibles
Igual que el régimen caudillista en 1928 -escribió Carreño- el de tiempo atrás. A principios de 1981 dejé mi propia constancia de ello:
presidencialismo absolutista de nuestros días obstaculiza ya; con las
deformaciones del tapadismo, el desarrollo de personali.dades de "in­
discutible relieve, con el suficiente arraigo en la opinión pública", para . Los intereses acumulados de la "familia revolucionaria" tienden a
encauzar en términos más modernos y socialmente aceptables la ·· formar sus propias pirámides opuestas de lealtades y expectativas.
sucesión presidencial. Parece cada vez más dificil paliar sUs contradicciones internas, ofrecer
Si en su origen la concentración de ese poder en la presidencia a cada grupo una tajada satisfactoria que siga garantizando su dis­
aseguró la cohesión del partido y de la nación ... y desterró la discordia ciplina y su responsabilidad institucional.
y la violencia de las transmisiones del poder, esa misma función se ha
. convertido, al paso del tiempo, en fuente de división y recelo frente a Cuatro años más tarde insistí, a mitad de un gobierno que había
presiones continuistas -ya no de la persona que deja la presidencia, decidido integrarse como un grupo homogéneo, poco combinado, para ga­
sino de quienes aseguren el mismo proyecto - agotando así uno de los rantizar su disciplina y su identidad ideológica en el rumbo modernizador
grandes amortiguadores del réginien político mexicano: la expectativa escogido:
sexenal de cambios, de nuevas oportunidades, de diversificación de
proyectos y de sectores y grupos favorecidos. 15

126
'1 127
Las habituales exclusiones sexenales de personal político acusan ya los J,.a escisión cardenista y su auge eran el problema más espectacular que
efectos de una explosión <lemográfica. La familia revolucionaria de enfrentaba a finales de los ochentas el Partido Revolucionario Institu~
hoy tiene casi tanta gente fuera como dentro de casa. Y para los que cional, legendario instrumento del pacto corporativo y del ejercicio polí­
están fuera parece no ha.ber otro futuro que el refrendo · de la tico del pOder presidencial. No era, sin embargo, el único, aunque con­
exclusión. Las tentaciones Ilarticipativas de esa parte de la familia no densara en su espectacularidad todas las grietas de la erosión acumulada
pueden subestimarse, y en tnomentos políticos críticos pudieran ser el por los años en el Partido del Estado.
detonante de una fisura partidaria 16

Dos años después, en febrero de 1988, recordé en un nuevo texto la


prevísiÓD anterior y aventuré unq segunda:
El partido
Desde antes de su crisis electoral de los ochentas, el PRI vivía ya una larga
Del desgajamiento que hoy vive el PRI surgirá en· México, en menos
transición de pirámide menguante, un estado de erosión que podríamos
tiempo del que imaginamo" una verdadera vida de partidos capaces
llamar de "inanición institucional revolucionaria" -por contra del juego
. de disputarle y ganarle el poder al PRI en elecciones abiertas,
verbal de Jesús Reyes Heroles, celebrado en los primeros años setentas, de
legítim~ que ofrezcan a l~s ciudadanos opciones verosímiles en las
una "revolución en evolución revolucionaria". La riqueza de la presencia
urnas.17
. del PRI en la vida mexicana es tan indudable como la ausencia de una his­
toria cabal que la recoja. Desde su formación moderna, como partido cor­
Al terminar las elecciones eje julio de 1988, la heterogénea coalición porativo de masas, en los años treintas, cuatro han sido las tareas
neocardenista era ya esa opción política. Había constituido el terremoto peculiares o específicas del PRI.
electoral que anunciaban las teIidencias ciudadanas de los ochentas, 1. Ha sido el instrumento de negociación y representación de los inte­
proclives a volcar en las urnas Slls agravios por la crisis económica y la ine­ reses clasistas de la sociedad y de sus grupos políticamente activos. 2. Ha
ficacia gubernamental. En un raquítico sistema de partidos donde la . sido el canal de reclutamiento y movilidad de los cuadros políticos
segunda fuerza electoral no había alcanzado en los últimos cuarenta años profesionales. 3. Ha sido un eficiente aparato de gestoría de las demandas
una votación superiQr al 20% del electorado, la coalición cardenista obtuvo sociales - servicios, trámites, obra pública, empleos, concesiones, etc. 4.
el 31 % de los votos emitidos Pata volverse de golpe la segunda fuerza elec­ Ha siQo la maquinaria de legitimación electoral en un país que ha
toral del país, muy por encima del PAN -que se mantuvo en el 17% de celebrado elecciones, sin verdadera competencia partidaria, durante los
seis años antes- y muy cerca del PRI que, con el 50.36% de los votos, últimos setenta años. Todas esas tareas han sido tocadas por el síndrome
registró la menor votación de su. historia y quizás, el último lujo de una mi­ de la ineficacia y la debilidad que recorre el conjunto de la herencia
croscópica mayoría absoluta. política mexicana.
El candidato presidencial del frente cardenista había triunfado sobre el
candidato del PRI en el Distrito Federal y los estados de Michoacán, Gue­
rrero, Morelos y Estado de Méltico. La oposición en su conjunto había ob­
tenido el triunfo en 51 de las 300 diputaciones de mayoría relativa y, de La olla evaporada
acuerdo con lo previsto en el nU.evo código electoral, habría de apropiarse
de casi la totalidad de las 200 Qiputaciones de representación plurinomi­ El partido del Estado ha funcionado durante los años de su hegemonía

nal. Los resultados significaban., de hecho, la primera reforma profunda como olla plural que fusiona no ideologías sino poderes reales, ambiciones,

del presidencialismo impuesta en las urnas por la sociedad mexicana. Por expectativas y demandas. El PRI, como sus antecesores - el PNR callista,

primera vez en cincuenta años, el poder ejecutivo tendría que tratar con un . elJ>RM cardenista- fue el receptáculo de una coalición pragmática de in­

poder legislativo fuerte e independiente, por el sencillo hecho de que su tereses, la encarnación protéica de lo que algunos llaman el interclasismo

mayoría en la cámara de diputados estaría balanceada por la presencia de de la RevoluciónMexicana -la capacidad de reunir en una misma causa

una mitad de escaños ocupados por la oposición.

128 JD
129
política a todas las clases, de modo que en la negociación puertas adentro
El PRI empieza a ser rebasado justamente en los escenarios que
cada quien obtenga algo; y el gobierno, legitimidad y apoyo.
padecen las creaturas naturales de la modernización y el desarrollo -en
El Partido de la Revolución Mexicana, padre cardenista del PRI, fue el
. l as ciudades, entre los sectores medios y las burguesías consolidadas, en los
instrumento que dio forma al hecho político crucial de nuestro siglo XX: la
ámbitos universitarios e intelectuaIes y en la opinión pública. Conserva, en
incorporación a los aparatos estatales de las organizaciones de clase sur­
cambio, su capacidad de cohesión en las zonas marginadas, tradicionales o
gidas en la movilización de los treintas. Desde entonces el partido del Es­
de modernización incipiente, así como en las todavía extensas redes del
tado es una red política, mezclada y confundida en todo el territorio
gobierno y la burocracia. Estas zonas y redes son todavía las mayoritarias
nacional, con la red del gobierno - federal, estatal, municipal. Más que un
del país y, en ese sentido, puede decirse que el PRI, pese a sus desgastes,
partido político el PRI fue un frente nacional y, con el tiempo, el tono de
sigue siendo el instrumento de organización mayoritaria de México. Pero
la cultura política mexicana, más que una de sus formas.
. está claro que el camino por venir de la eConomía y de la sociedad
Según se ha dicho antes, no se trata de un partido ideológico, sino de
mexicanas no se dirige a la reproducción del entorno social que el PRI
una coalición de.intereses de distintas clases. De ahí, contra lo que pudiera
puede todavía cohesionar, sino justamente hacia el polo contrario, hacia la
imaginarse, su unidad y su disciplina. Como espacio casi único de la com­
consolidación del país urbano, industrial, de crecientes servicios, clases
petencia política nacional, en su ruleta se perdían y se ganaban los inte­
medias demandantes y clases capitalistas autónomas, que los recursos cor­
reses y ambiciones mayores del país. Los que perdían en ella - grupos o
porativos del PRI, el interclasismo de la Revolución mexicana y la
personas-, tenían todavía muchas cosas que segUir perdiendo si se
dotninación del Estado parecen cada vez menos capaces de persuadir,
rebelaban y, en cambio, la garantía de que su disciplina sería recompen­
atraer o controlar.
sada con respeto a sus bienes y personas y, quizá, nuevas oportunidades
política~ en el futuro. De ahí también, de la índole pragmática del PRI, su
flexibilidad y sus dones de atracción sobre movimientos, grupos y personas
que parecían escaparse a sus redes, a la vez ubicuas y porosas.
No obstante sus virtudes, o acaso por ellas, el tiempo y la modernidad Al final de la escalera
han ido pasando sobre el pacto interclasista que explica y sostiene al PRI,
Un desgaste similar registra el partido del Estado en la calidad y la can­
lo mismo que sobre el resto del legado político posrevolucionarlo. Al filo
tidad de sus servicios como agencia de reclutamiento, escuela polftica y es­
del siglo XXI, frente a la complejidad de la economía y la sociedad, el PRI
calera de movilidad social. La historia de dos trayecto~ biográficos ilustra
parece un partido político diseñado para un México anterior a la moder­
bien el.viraje de la política mexicana -y por tanto, del PRI- en materia
nización que el propio PRI ayudó a implantar. Los años de paz, crecimien- .
de reclutamiento y carrera de los dirigentes. En 1970, al terminar sus es­
to y diversificación social han ido perfilando, especializando, estratifi­
tudios en la Universidad Nacional Autónoma de México, dos amigos con
cando, los intereses de las clases sociales convocadas y haciendo más difícil
aspiraciones políticas - ambos hijos de padres también amigos, con altas
cada vez el acuerdo pluriclasista de otro tiempo. Por un lado, como se ha
posiciones políticas- se confesaron sus proyectos. Uno se había recibido
visto en las páginas anteriores, el PRI y el ·sistema político enfrentan la
como abogado, quería ser presidente de la república y volverse por lo
deserción empresarial y de las cIases medias, frutos por excelencia del pronto funcionario del PRI. El otro había terminado sus estudios de
desarrollo reciente; no alcanzan a reponer la savia de la representación economía, quería ser presidente de la república, trabajaba en la Secretaría
campesina y ven constituirse en el movimiento obrero oficial -su sector
de Hacienda y pensaba por lo pronto completar sus.estudios de posgrado
partidario más fuerte - un dique burocrático a la democratización del par­ en la universidad de Harvard. Diecisiete años después, el abogado había
tido y un dique ideológico a la renovación intelectual del régimen. Cada hecho su carrera en el PRI hasta alcanzar una disputada diputación
uno de los escenarios del pacto corporativo ha visto aparecer actores e in­ capitalina y el liderato de los masones de México. El otro había hecho su
tereses de mayor autonomía relativa, cuya perspectiva polftica no coincide posgrado en Harvard, había sido secretario de Programación y Presupues­
con la del PRI - empresarios independientes, clases medias ilustradas, to y, desde octubre de 1987, era el candidato del PRI a la presidencia de la
campesinos productivistas y el batallón de trabajadores de la economía in­ república.
formal, cuyo número vuelve una minoría el del movimiento obrero or­ La anécdota resume al menos dos tendencias generales del mundo po­
ganizado. lítico mexicano. En primer lugar, un desplazamiento de fondo en los cana­

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les tradicionales de ascenso de la dirigencia política del país. En segundo federal; se accedía luego a la condición de senador, subsecretario del
lugar, un proceso agudo de oligtllY/Uización de las élites. gobierno federal, alto funcionario del PRI o de un gobierno estatal y se es­
Por lo que hace al primer aspecto, un indicador eXpresivo del cambio taba ya, cerca de los cincuenta años, en el tramo fmal de la escalera. Se
podría leerse en el origen burocrático de los presidentes de la república de aspiraba entonces a la posición de gobernador -que solía terminarla ca­
la época posrevolucionaria. Fueron todos militares y ex secretarios de ~ rrera- o, si se había tenido suerte en las artes sucesorias, podía aspirarse
Defensa, hasta Manuel Avila Camacho (1940-1946). Todos abogados y ex
a ser secretario de Estado, antesala obligatoria de toda pretensión a la
seaetarios de Gol?ernaci6n, hasta Luis Echeverría (1970-1976), con la
presidencia, la cual dependía en parte del buen funcionamiento personal,
única excepción de Adolfo López Mateos (1958-1964), ex secretario del
pero en su mayor parte de la capacidad para ganar el voto del presidente
Trabajo. En 1976, el origen burocrático de los presidentes abandonó los
en turno.
sectores políticos y gravitó hacia los económicos y hacendarios, lo mismo
La ruptura de ese patrón de carrera política durante los setentas -con
con José López Portillo (1976-1982), ex secretario de Hacienda, que con
la elección de Luis Echeverría, que sólo fue funcionario federal y ascendió
Miguel de la Madrid (1982-1988), ex secretario de Programación y
por escalafón riguroso a la Secretaría de Gobernación- demostró que el
. Presupuesto. El ascenso presidencial para el sexenio 1988-1994, de Carlos
acceso al poder tenía caminos distintos a los mandatos de la tradición. Las
Salinas de Gortari también ex secretario de Programación y Presupuesto,
dos décadas siguientes presenciaron una burocratización acelerada del
ratificó el peso de la extracción financiera pero interrutilpió el dominio de
proceso. La escalera al cielo empezó a pasar entonces, casi exclusivamente,
los abogados inaugurando, quizás, el de los economistas. por el sector público federal y su capacidad de decisión en todos los
El desplazamiento manifiesto en el origen de la cúpula, no ha dejado niveles del gobierno. La alta burocracia y sus agencias se configuraron,
de reflejarse en los otros niVeles de la dirigencia mexicana. El cambio más hasta el exceso, como terrenos triunfales y expeditos de carreras políticas
perceptible de la clase política del país tiene que ver con su extracción so­ exitosas.
cial y e.ducativa. Parece corresponder, puntualmente, al proceso de moder­ No fue un cambio sin pleito. La discusión que mejor reflejó su sentido
nidad cultural de las últimas décadas. La dirigencia revolucionaria y sus es la del litigio entre políticos y tecnócratas, que desde los ¡mos sesenta
mandos intermedios vinieron de los campos de batalla y de las clases emer­ empezó a recorrer los análisis y las columnas políticas de los per:iódicos, así
gentes, preuniversitarias, de la sociedad porfiriaoa. Las escuelas públicas, como las declaraciones, entre rencorosas y añorantes; de viejas generacio­
la universidad nacional y la militancia en los aparatos del Estado, par­ nes desplazadas del quehacer público. Desde principios de los años sesen­
ticularmente en el Partido y en los sectores políticos de la alta burocracia, ta, los llamados políticos cuentan y lloran las horas de su desaparición
nutrieron la dirigencia de la era civil, iniciada con el gobierno de Miguel mientr~s ocupan el escenario los llamados tecnócratas, gente venida de las
Alemán, en 1946.. A partir de los años setentas, en una progresión rápida y universidades, los tecnológicos, los posgrados extranjeros, que asimilan
contundente, los núcleos dominantes de la clase política han dejado de con el tiempo los reflejos y los secretos de la política tradicional y desa­
yenir de la militancia política tradicional y de las escuelas públicas,y han rrrollan sus propias clientelas desde los circuitos de la alta burocracia. Los
empezado a incluir en sus trayectorias exitosas a gente con posgrados en el hábitos y estilos de la tecnocracia emergente dibujan ya el perfil de una
extranjero y escuelas privadas en su infancia. Por cuarta vez consecutiva, nueva clase política mexicana, en la que hay cada vez menos espacios para
con Carlos Salinas de Gortari, habría de llegar a la presidencia de México políticos tradicionales, venidos desde abajo, con amplia experiencia en los
un poUtico que no ha ocupado ningún cargo de elección popular. Al igual sótanos corporativos y títulos probados en la "universidad de la vida". Así
que sus tres antecesores, Salinas de Gortari no ha sido presidente lo indica también la segunda tendencia fundamental de la clase política
municipal, gobernador, diputado o senador, experiencias que, hasta los que rige al país: su oligarquización progresiva.
años sesentas, parecían requisitos indispensables -en las reglas no escritas Hubo ya en el México posrevolucionario una y hasta dos generaciones
de la clase política ~exicaoa - para aspirar al máximo cargo público del de hombres públicos de primera fila, cuyos hijos o parientes cercanos han
país. alcanzado también posiciones políticas. La nutrida vocación de familias y
Los escalones que permitían dirigirse hacia ese lugar habían sido, hasta apellidos a reincidir en el poder, va obturando en la cúspide del sistema la
1970, una disciplinada escalera. Empezaba en la política local como fun­ circulación proverbial de sus élites. Es un hecho crucial, porque la renova­
cionario del PRI o del gobierno estatal, seguía como diputado federal o ción de la dirigencia es uno de los secretos capitales de la estabilidad
delegado estatal del partido o un puesto intermedio en la burOcracia mexicana. "Circulación de las élites" quiere decir entre nosotros que cada

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sexenio, de los más diversos estratos de la sociedad - pero fundamental­ dustria y Comercio. El propio presidente Miguel de la Madrid Hurtado,
mente de los medios y los bajos en ascenso - puedan llegar al poder hom­ aunque de una rama familiar modesta, podía contar entre sus ancestros a
bres o grupos que no lo han disfrutado hasta entonces. Quiere decir, ex gobernadores e hizo carrera en el sector público con apoyo reconocido
también, que cada seis años abandonen ese disfrute hombres y grupos sufi­ de su tío, Ernesto Fernández Hurtado, prestigiado funcionario del sector
cientes para dar acceso masiyo a los remplazos, que vienen empujando financiero y director, en su tiempo, del Banco de México.
desde abajo en exigente busca de su oportunidad. La experiencia de la La sucesión presidencial prifsta del año de 1987 vio competir a tres de
política como vía de movilidad ha hecho menos rígida la estratificación so­ esos colaboradores, hijos ya de élites triunfales: Manuel BartIett, Alfredo
cial y más repartida la esperanza. También ha lubricado el -instinto político del Mazo y Carlos Salinas de Gortari. Como se ha dicho, el proceso polIti­
de las élites y mantenido despierta su sensibilidad a las demandas e incon­ co de ese año trajo consigo la primera escisión de la familia revolucionaria
formidades que se agitan en la base de la sociedad, de donde ellas mismas desde 1952. Su protagonista fue también un heredero: Cuauhtémoc Cárde­
provienen. nas. La tercera opción electoral de importancia, la del Partido Acción Na­
A fines de los ochentas, luego de dos generaciones completas de cional, no fue menos reveladora de la concentración oligárquica de las
política posrevolucionaria, la tendencia visible en la cúpula dirigente era el élites. El candidato panista Manuel Clouthier era un recién llegado a la
reingreso a las altas esferas públicas de nietos, hijos o parientes de per­ oposición partidaria, pero no a la cúpula económica y social. Agricultor
sonajes que ya habían ocupado los puestos fundamentales. Era la hora de próspero de tercera generación, era un fruto acabado de la burguesía
los herederos. Un índice de la tendencia fue recogido en 1981 por el agrícola del noroeste, un ejemplo de la continuidad y madurez de las élites
. periodista León García Soler al comentar las candidaturas priístas al económicas que son, en su mayor parte, faroilias que hicieron sus fortunas
senado. De los 64 escaños disponibles, apuntó García Soler hace dos o tres generaciones y repiten en sus hijos y nietos la condición de
actores privilegiados de la riqueza oligárquica del país. (Otro candidato
panista, Fernando Canales CIariond, es también activo y moderno here­
hay más de treinta personajes que son parientes directos, hijos, dero de .dos generaciones de industriales neoloneses del mismo apellido.
sobrinos, hermanos, padres de funcionarios en ejercicio o de viejos Herederos igualmente son los miembros del grupo industrial de Monterrey
políticos. Uno para cada una de las treinta y dos entidades repre­ y, en general, las principales familias empresariales del país - de los
sentadas en el senado de la república. Familiar asunto este del pacto Legorreta en las finanzas a los Azcárraga y los Alemán en la industria de la
18
federal: moderna versión de la familia revolucionaria. comunicación masiva.)19
El proceso de oligarquización de las élites habla de la capacidad de la
La tendencia fue clara en el equipo gobernante del sexenio de Miguel familia revolucionaria para reproducirse como oligarquía política, sin
de la Madrid, cuyos puestos ministeriales claves fueron ocupados por hijos interrupción ni discontinuidades, gracias a la estabilidad de setenta años
de gente que había tenido ya, una generación antes, posiciones destacadas. de calma y normalidad políticas. Cuarenta o cincuenta años después de
La lista habla por sí sola: el secretario de Gobernación, Manuel BartIett, haber alcanzado la cúpula, las generaciones triunfadoras son capaces de
hijo de un ex gobernador del estado de Tabasco; el presidente del PRI, encumbrar nuevamente a sus mejores frutos. Conviene subrayar la tenden­
Adolfo Lugo Verduzco, miembro de una familia de políticos profesionales cia como una fuente de posible arterioescIerosis del sistema. La ocupación
que, entre otras cosas, ha dominado el estado de Hidalgo por dos progresiva de la cúspide por gente que viene de ella, que ya estuvo ahí, por
generaciones; el secretario de Relaciones Exteriores, Bernardo Sepúlveda, natural y explicable que resulte, no deja de afrentar la sensibilidad profun­
hijo de un reputado médico de presidentes y sobrino de un reconocido in­ da del país. A fin de cuentas, en sus inicios, la mexicana más que una
ternacionalista, César Sepúlveda, distinguido asesor y funcionario de la revolución social fue una revolución antirreleccionista. Su motor primero
política exterior me!Ócana; el secretario de Hacienda y Crédito Público, no fue tanto la búsqueda de un nuevo reparto de la propiedad y la riqueza,
Jesús Silva Herzog, hijo de la leyenda nacional del mismo nombre, con una como el imperativo de un nuevo reparto del poder y la preponderancia en
larga trayectoria en el sector público y en la vida intelectual de México; el el tejido escIerótico de la gerontocracia porfrrista.
secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal, Alfredo del Mazo, Los efectos que la tendencia obturadora sobre el prestigio de las an­
hijo de un ex secretario de Recursos Hidráulicos; y el de Programación y tiguas vías de ascenso político - en particular, la militancia en el PRI .como
Presupuesto, Carlos Salinas de Gortar~ hijo de un ex secretario de In­ escalera al cielo- son devastadores. Un diccionario biográfico del gobier­

134 135
/.J
no mexicano publicado a mediados de los ochentas registró con precisión todo ello, empezaron también a redefinir el origen y el destino de las leal­
el deClive: de los 1, 156 funcionarios consiglUldos en el diccionario, sólo tades políticas, el rosario de las clientelas.
792 se confesaron priístas20 • .. Así, por ejemplo, sobre los somnolientos estados del sureste cayó, a
mediados de los setentas, el remolino petrolero. Un ejército de ocupación,
dependiente del ejecutivo federal, cambió en un par de años la fisonomía
de la región explorando y explotando pozos,subordinando de hecho a los
Gestoría y gesticulación poderes locales e imponiendo su 16gica productiva a los lentos hábitos
agropecuarios y pesqueros de la sociedad anterior. Nadie eligió al superin­
No menos drásticos parecen haber sido el tiempo y el estilo del desarrollo tendente de PEMEX, que guió las operaciones de su ejército de in­
estatal mexicano con la tercera gran función histórica del partido del Es­ genieros, dragas, motoconformadoras, pero · su voz y sus decisiones
tado: gestionar en el gobierno decisiones favorables de inversión y ayuda prevalecieron sobre las autoridades locales y su clientela disputó en
para sus agremiados. tamaño y disciplina la de los poderes previamente existentes, los legal­
Como se ha dicho antes, a partir de los años setenta la escalera al cielo mente constituidos por elección o los Consolidados caciquilmente por la
del poder político empezó a ser, casi exclusivamente, el sector público costumbre.
federal. Era el síntoma de un proceso más largo y más intenso, que corrió 'Del mismo modo, sobre el deforme panorama de la reforma agraria y
parejo con. la delipolitización de la vida pública y con el monólogo que la crisis agrícola, fue erigida poco a poco una imponente cubierta burocrá­
caracterizó ·ill"niilagro mexicano". Me refiero a la creciente centralización tica destinada a suplir la iniciativa campesina y a asegurar las metas nacio­
burocrática, al despliegue de la federación y sus agencias sobre los nales de producción y organización definidas por la administración públi­
procesos políticos locales y regionales; la absorción de la vida ciudadana ca central. Nadie eligió a los delegados de agricultura, a los directores de
por el paraguas estatal y sus reflejos, sus planes, sus recursos humanos y paraestatales agropecuarias o a los gerentes de la banca rural, pero sus
financieros~ En el curso de es.. absorción de la vida política, las agencias planes, decisiones e intereses moldearon la acción del Estado en el campo,
federales y los funcionarios de la Ciudad de México cumplieron, sin per­ definieron pautas productivas y suertes agrícolas. El México rural empezó
catarse quizá, una tarea de demolición de los antiguos mecanismos a adquirir en las oficinas y ante los funcionarios de Iá burocracia agrope- .
políticos. Empezaron a otorgar en forma directa lo que antes gestionaban . cuaria las lealtades políticas y las ligas económicas que antes contraía con
lOs intermediarios locales -los dirigentes priistas, los líderes de los sec­ sus dirigentes.
tores, los delegados del partido. Al suplir, por razones de eficacia y de El ,despliegue de la centralización estatal sobre el territorio, a partir de
competencia clientelar, las funciones gestionadoras del partido del Estado, los años cincuentas, fue una sostenida propagación de agencias supra­
las agencias federales barrenaron en su fundamento mismo al político rregionales, comisiones ejecutivas, empresas descentralizadas, fideicomi­
tradicional. sos, delegaciones federales, plánes de inversión que fundaron ciudades,
Según Gonzalo N. Santos, cacique paradigmático de la tradición pos­ gobernaron regiones. En tomo a los organismos ejecutivos de ese des­
revolucionaria, el secreto del intermediario político de viejo cuño podía pliegue, crecieron las nuevas palancas de la dominación política en México
resumirse en dos mañas: 'Convencer a los del centro que se es fuerte con - nuevos cacicazgos burocráticos, nuevas clientelas regionales de la
los de la tierra natal y a los de la tierra natal que se es fuerte con los del federación, nuevos intermediarios - a contracorriente y en demérito de los
centro".21 Con el auge del sector público central -y con el desarrollo de organismos representativos, más típica o tradicionalmente políticos: gober­
las comunicaciones, el flujo de la información, el achicamiento del mun- . nadores, presidentes municipales, dirigentes partidarios, líderes sindicales
do - las influencias y las decisiones favorables o adversas a la tierra natal o campesinos.
empezaron a llegar, poco a poco, por mecanismos ajenos a la disciplina Con todo, la absorción estatal de las demandas, aunque supletoria y

resumida por Santos. Nuevos intermediarios, adscritos en su mayor parte a debilitadora del PRI, fue una respuesta funcional para el sistema en su

la cadena burocrática central, venidos a menudo de fuera de la comunidad, conjunto, garantizó e incluso amplió su gestión y el propio PRI pudo

empezaron a decidir las grandes inversiones y las obras p.úblicas, los beneficiarse, ante la ciudadanía, si ya no directamente como gestor, s~ al

proyectos de cambio regional, los recursos complementarios para el presu­ menos, como el partido de ese Estado activo y ubicuo. Pero a fmes de los

puesto estatal, los criterios y las prioridades de la acción pública, Junto con ochentas, a la pérdida:de prestigio y representatividad del partido del Es­

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tado como gestor de las necesidades de la comunidad, la realidad añadió No parecen grandes las pérdidas, pese a la tradición del "carro comple­
otro, más estructural, acaso más decisivo, que hemos abordado repetida­ to', si se atiende al conjunto del país. Se dirá, con apego a los promedios,
mente: los ,límites históricos del propio Estado en expansión y el ascenso que la hegemonía del PRI es todavía larga y ancha: el 50 por ciento de la
de.una sociedad civil más autónoma e independendiente frente a la tutoría votación nacional y sólo el 30 % de los distritos electorales en disputa. Eso
tradicional de su ·ogro fUantrópico", como bellamente resumió Qctavio paz dicen las cifras y dicen, en efecto, una verdad general:. Pero las elecciones
las pulsiones del Leviatán mexicano. Desde el fondo de la nueva sociedad del 88 apuntan a un cuadro de mayores apremios históricos, a una erosión
posestatal" o 'poscorporativa", la crisis de los ochentas trajo a la erosiona­ más profunda. Basta poner atención, primero, a la calidad del voto y su
da pirámide priísta una lesión más, la más evidente y escandalosa de todas: peso político real en un país signado todavía por la desigualdad; segundo,
el fin de sus rutinas triunfales como máquina de legitimación electoral, el al origen estructural del voto - urbano o rural - en un país cuyo futuro
principio de su viacrucis como partido competitivo. previsible no es la sociedad tradicional que abandona a zancadas, sino la
realidad urbana que construye a un ritmo febril
Los promedios hablan mal del remolino que se mueve en las entrañas
electorales del país. Como ha demostrado recientemente Juan Molinar,
Las urnas enemigas hay en nuestra trama electoral pocos escenarios que se parezcan a los
promedios nacionales de votación - sólo el 13% de los distritos electorales
Según las propias cifras oficiales, entre 1964 y 1988, apenas veintiful años, del país, 39 de 300, responde a las cifras de los promedios nacionales.24
el PRI ha perdido 36% de la votación total del país, pasando del apabu­ Los 261 distritos restantes se .desplazan hacia los extremos, lejos del
llante, soviético, 86.3% de 1964 al resignado, aunque todavía alto, 64.8% promedio que arroja su suma. Como en tantos otros órdenes de la vida
de 1985 y al severo 50% de 1988. No fué una caída errática, con subidas y nacional, en el mundo electoral mexicano priva un sistema dual, cuyo com­
bajadas, sino un proceso acusado de descenso que mide convincentemen­ portamiento es cualitativa .y cuantitativamente distinto. Sus polos son el
te, en cifras, la erosión acumulada del partido del Estado en la vida pública patrón de votación - yen general la estructura electoral- de los distritos
de México. El PRI perdió tres puntos porcentuales en 1967, otros tres en rurales y el patrón de votación de los distritos urbanos.
1
1970, once puntos porcentuales en 1973, se mantuvo estable en 1979 1982, De los 300 distritos electorales, 170 se consideran "rurales·, unos 30
perdió cinco puntos porcentuales en 1985 y catorce puntos en 1988.2 mixtos -urbano-rurales- y los 100 restantes "urbanos". Sin matizar
Medida en términos de derrotas electorales del PRI, orgulloso ac­ demasiado, puede decirse que el mundo de los distritos rurales pertenece
tualizador de la tradición porfirista del "carro completo" - todos los triun­ al México preelectoral, no competitivo, de régimen de partido único, que
fos- la tendencia hacia la baja es también clara hasta 1985, no obstante la celebra elecciones no vigiladas y arroja los porcentajes de votación más
pequeñez de las cifras, y brutal en 1988. En elecciones de diputados altos y menos comprobables del país. Por el contrario, el mundo de los
federales, la oposición obtuvo 4 triunfos, de 300 posibles, en el año de distritos urbanos corresponde crecientemente al México de elecciones
1979, uno en el año de 1982 -anómalo por la ausencia de candidatos vigiladas y competidas, con márgenes escasos para los triunfadores y
presidenciales de oposición -, 11 en 1985 y 51 en 1988. Aumentó también abierta concurrencia ciudadana -un México electoral enturbiado-, toda­
el número de distritos en que el PRI no ganó por más de 20% de los votos, vía, por la desigualdad mayor del sistema de partidos vigente: el uso del
lo que quiere decir que un cambio de opinión en el 10% de los votantes gobierno y sus recursos para beneficio exclusivo del partido oficial.
empataría la elección: 13 distritos en 1979, 43 distritos en 1985 y 65 dis­ La diferencia entre los resultados de uno y otro México, apenas pueden
tritos en 1988. Sumadas entonces las derrotas y las victorias por bajo mar­ exagerarse. Una comparación entre ambos realizada por Josepb Klesner a
gen -siempre con cifras oficiales- para 1985 el triunfo arrollador del PRI mediados de los ochentas mostró que el declive electoral del PRI era casi
de otras épocas estaba en entredicho en 54 distritos electorales de los 300 del doble en los distritos urbanos. Los distritos rurales habían pasado de
en disputa; dos años después, sumando estos y otros indicios numéricos, una votación de 100 % por el PRI en 1961 a otra de 86% en 1982, una
los estrategas priIstas habían becho subir la cifra casi al doble y auguraban pérdida de 15 puntos. Los distritos urbanos habían pasado, en cambio, del
días difíciles para sus candidatos ya no en 54 sino en 100 distritos, de los 82% de votos por el PRI en 1961 al 55% en 1982, es decir, una pérdida del
cuales, al final, perdieron 51.23 27 puntos).2S

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La escisión entre ambos mundos y sus implicaciones fue ejemplificada distritos urbanos. Ahí donde la modernización - impulsada por la
con singular eficacia por el mismo Juan Molinar con el caso de Oaxaea: Revolución,' el gobierno y su partido- había urbanizado al país, el PRI
había perdido peso y competía por la victoria como un partido esforzada­
El lado no competitivo del sistema se expresa, por ejemplo, en un mente mayoritario, que está lejos de ser la poderosa máquina de otros
hecho: durante el trienio .1984-1986, el 41% de los comicios munici­ tiempos.
pales fueron elecciones sin opción porque en esos lugares nadie se Peor aOO. Si la Ciudad de México anticipa la cultura política que
opuso al PRI: las boletas mostraban un solo candidato, el oficial... terminará por iinperar en el México urbano - el México mayoritario de
En esa parte del sistema, muchas veces las elecciones son meros hoy y más de mañana - hay que concluir que el PRI entrará pronto en
rituales. Considérense estos datos de los comicios municipales oaxa­ todo el pma a una situación de partido normal (ni hegemónico ni
queños de 1986: de los 570 municipios hubo 413 en los cuales sola­ mayoritario), que ~ o pierde elecciones con votaciones por lo general
mente el PRI presentó candidatos. De esos 413 municipios, 104 menores a la mayona -absoluta de la votación y a la del conjunto de los par­
arrojaron votaciones al PRI superiores al 90 % del padrón. De esos, tidos que se le oponen. En las elecciones de 1985, la votación total del PRI
17 fueron casos de perfección electoral, en donde votó exactamente el en el DF fue de 42.63%, abajo de la mayoría absoluta, y algunos puntos por
·100% del padrón (ni uno más ni uno menos) y todos por el PR!. En depajo del total de los VOK>S conquistados por la oposición. Pero en las
esos 17 casos (que serian 26 si se les suman los casos en que vota más elecciones de 1988 obtuvo sólo el 27.3% del total, una condición
del 99% del padrón), puede pensarse que no hubo elecciones. Aparte, minoritaria en la ciudad fundamental del siglo XX mexicano.
hubo otros 24 municipios en donde votó más del 100% del padrón, con . Las eleecioncs municipales de grandes ciudades refrendan amplia­
algunos casos notables, como los de San Juan Comatlán o San Pablo !Dente la tendencia a la de&erción del voto priísta en el México urbano?7
Cuatro Venados, en donde acudió a las urnas un n6mero mayor al Las elecciones de los ocheutas han presenciado triunfos de la oposición o
doble del padrón. En este último municipio, por ejemplo, se repor­ contiendas cerradas en prácticamente todas las ciudades importantes de
taron oficialmente 2,464 votos por el PRI aunque el padrón tema sólo Sonora, Chihuahua y Baja California Norte, así como en Monterrey
618 ciudadanos. (Nuevo León), Mazatlán y. Los Mochis (Sinaloa), las capitales de Durango
En la capital del estado, en cambio, la abstención fue de 70.6%, y San LuiS Potosí, León (Guanajuato), Tlalnepantla y Naucalpan (Estado
similar a las de las demás poblaciones grandes de Oaxaca: 71.7% en de México), Puebla y Tehuacán (Puebla), Mérida (Yucatán), Huajuapan
Salina Cruz, 55.1% en Huajuapan, 55.4% en Juchitán, 77.4% en Santo d~ León (Oaxaca). ¿Cuántas ciudades más vendrán, durante el fm de siglo,
Domingo Tehuantepec. En todas esas poblaciones, además, la a la procesión del desafecto y la deserción prísta? A juzgar por la inten­
oposición existió y logró votaciones cercanas al PRI. Se da el mismo sidadde la tendencia, vendrán una tras otra, inexorablemente. Más tarde o
contraste al comparar los comportamientos electorales de Campeche más temprano .- más temprano que tarde- dirán adiós al pacto político
o Chiapas, por ejemplo, con los del Distrito Federal o Baja Califo~ que la~ ha hecho posibles. y convertirán al PRI en una de estas dos cosas:
o los del municipio de Uruachic con los de la capital de Chihuah~a:6 . un partido también moderno, competitivo y abierto, o una mayoría con­
tUmaz del pasado, el partido de los distritos rurales.
El buen gusto académico inhibe en los estudiosos de las elecciones . Con todo, la erosión de la hegemonía priísta no anuncia su fin. El PRI
mexicanas la sencilla conclusión a que inducen sus análisis. Pero a la vista sigue siendo en términos netos el partido de las mayorías mexicanas. Hasta
de las cifras y sus disparidades no puede sino concluirse que las únicas las elecciones de 1988, la inmadurez partidaria de las corrientes de
elecciones verdaderas q~ hay en México son las de los distritos urbanos. oposición no había podido configurar - en gran medida por el apoyo
Las de los rurales son pon su mayor parte una invención oficial, una más de ~bernamental al PRI, un apoyo imp6dico para los reflejos democráticos
las tareas que la historia encomendó al Leviatán mexicano: suplir a su d~l México urbano - una ilternativa nacional, creíble y convincente. Pero
ciudadanía, remediar su indigencia electoral con votaciones copiosas. Es el surgimiento del "neocardenismo· y el sentido visible de las tendencias
un hecho central de la transición mexicana la presencia de una nueva de la transición mexicana, parecen vedar al PRI la salida de la simple
ciudadanía en el México urbano que ha decidido relevar a su gobierno de reiteración de los caminos probados de la manipulación corporativa. La
la tarea de suplirla. Los 54 distritos competidos para el PRI en 1985 y los sola continuación del dominio y la hegemonía priísta en el país, sin cam­
. 100 criticos que reconocían los estrategas en 1988, eran casi en su totalidad bios de fondo en su estilo y su clientela, eXigiría el fin de la urbanización de

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México, un estado perpetuo de minoridad poütica y electoral. La sola Notas al capítUlo IV
enunciación del hecho muestra su imposibilidad, ya que todo marcha, y
apresuradamente, en el sentido contrario.
Nada cuesta imaginar una evolución del PRI hacia una dominación
moderna de partido mayoritario, como el partido del Congreso de la India,
que pierde elecciones regionales en comicios abiertos, plenamente garan­
tizados, y conserva sin embargo el control de la política nacional. A la vista
de las elecciones de 88, es posible imaginar también un simple tránsito de 1) Barbara y StanIey Stein: LA herencia colonial de América LAtina. Méxi­
la dominación prifsta a la alternancia pacifica del poder en elecciones co, Siglo XXI Editores, 1970, p. 72.
abiertas, entre partidos nacionales de peso semejante. A ninguna de las 2) !bid., p. 73.
dos posibilidades caminará el PRI si no es obligado, por la presión externa, 3) Wendell Karl Gordon Schaeffer: "La administración pública me­
a transformarse y a imponer la modernización, como un imperativo de su­ xicana", en Problemas agr{colas e industriales de México, Vol. vn, núm. 1,
pervivencia, sobre sus mecanismos oxidados de representación y dominio. enero-marzo de 1955.
Modernizar y abrir el sistema político es la exigencia de la nueva 4) Emilio Rabasa: La constituci6n y la dictadura, Madrid, Editorial
ciudadanía crecida en las décadas de paz y desarrollo. No es un sueño América, 1912.
político anticipatorio, sino la consecuencia, diríase inevitable, de los cam­ 5) Una buena descripción de las expansiones del poder ejecutivo
bios estructurales traídos a la civilización mexicana por las últimas décadas durante el siglo XX en Stephen Goodspeed: "El poder ejecutivo en
de crecimiento y estabilidad. Como he apuntado en el prólogo, las cuatro México", Problemas agr{colas e industriales de México, Vol. vn, núm.1,
tendencias estructurales que guían la transición mexicana son: enero-marzo de 1955.
• ~l paso del país rural al país urbano y la constitución de una 6) .U na descripción afortunada del ciclo de las rebeliones armadas de
periferia descentralizada. los años veinte y la consolidación institucional que las acompañó, en
• El ingreso a una nueva fase de integración al mercado mundial. Lorenzo Meyer: "El primer tramo del camino", en Historia General de
• Una nueva concentración de la desigualdad. México. México, El Colegio de México, 1988, .vol 2. El movimiento al­
• La emergencia de un "nuevo pueblo" que suple, renueva y repite al mazanista en Luis Medina: Del cardenismo al Avilacamachismo. Historia
anterior. de la Revolución Mexicana. Periodo 1940-1952, \rol 18. México, El Colegio
A revisarlos está dedicada la segunda parte de este libro. de México, 1978. Sobre el movimiento henriquista,Carlos Martínez Assad:
El henriquismo, una piedra en el camino. México, Martín Casillas Editores,
1982. El excelente y divertido ensayo de José Revueltas sobre el tapadismo
y sus efectos en México: una democracia bárbara. México, Ediciones Era,
1983 (Edición original: 1958).
7) Daniel Cosío Villegas: El estilo personal de gobernar. México,
Joaquín Mortiz, 1973. Mi reseña fue publicada en el suplemento La cul­
tura en México, de la revista Siempre/ y recogida después en Saldos de la
revoluci6n, México, Océano, 1985, pp. 255 Yss.
8) David Brading: Milo y profecía en la historia de México. México,
Editorial Vuelta, 1988, p. 171.
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