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1º Congreso Internacional CELEHIS de Literatura

¿Literatura argentina gauchesca en el siglo XX?: la resemantización del 'nativismo' como transformación del género. La
nversión de la voz letrada por los nuevos rústicos

Alfredo Rubione - UNLZ / UBA

Tabla de contenidos:
Introducción
I.
II.
La gauchesca libertaria: Martín Castro
Arturo Jauretche y las decisiones enunciativas
José Larralde, la voz del padre inadaptado
Conclusiones
Notas

Introducción
Planteamos la legitimidad teórica de postular la existencia de literatura gauchesca en Argentina durante el siglo XX. Es habitual
leer que la gauchesca se consuma como género y se agota como posibilidad de producir nuevos procedimientos durante el siglo XIX.
Su culminación estética, se lee, se produce con la obra máxima de Ricardo Güiraldes en 1926. Sin embargo, una profusa masa de
textos, esporádicamente recogidos en antologías temáticas, demuestran una vivacidad y una persistencia del género poco atendidas
por la crítica académica. ¿Estilizaciones, textos paródicos, formulas vacías o continuidad de aspectos constitutivos del género
reenunciados en el marco de producciones situadas en los márgenes del sistema literario? La delimitación del corpus problematiza,
para el siglo XX, categorías tales como ‘literatura gaucha’, ‘literatura gauchesca’,‘nativismo’, ‘moreirismo’, ‘tradicionalismo’, así
como tópicos que, sobre el género, ha efectuado la crítica, tales como literatura culta / popular; escritor culto / cantor popular de
formas tradicionales. La productividad del género y su repercusión popular sitúan el problema teórico de la emergencia y continuidad
de géneros tradicionales fuera de la problemática del epigonismo o la estilización con los que se acostumbra a reducir el tema. Se
trata, por el contrario, de repensar la evolución literaria de la gauchesca conforme a las nuevas fronteras culturales, políticas,
lingüísticas y estéticas del siglo XX.

I.
Conviene establecer algunas precisiones sobre las categorías que emplearemos. Es necesario efectuar deslindes porque es tal la
profusión de nombres con las que suele denominarse un mismo texto o un corpus de textos, que nos obliga a efectuar distinciones
pertinentes. Una vez que hayamos concluido con tales matizaciones, abordaremos la problemática de delimitación del corpus de la
gauchesca del siglo XX y por consiguiente su nueva categorización.
‘Literatura gaucha’, ‘literatura nacional’, ‘literatura gauchesca’, ‘criollismo’, ‘moreirismo’, ‘nativismo’, ‘tradicionalismo’ son
los nombres que daban a su quehacer artístico los autores de diferentes, sucesivas y a veces simultáneas formas estéticas
predominantes, unas en la literatura argentina de fines del siglo XIX y otras a comienzos del siglo XX e incluso durante todo el siglo
que acaba de concluir.[1] Pero también han sido categorías que la crítica literaria y la crítica cultural han producido para comprender
fenómenos estético-culturales contemporáneos, en algunos casos y en otros como un intento posterior de explicar procesos culturales
del pasado. En el primer caso es la auto designación del que realiza una actividad, en otro es la denominación teórica de aquel que
necesita delimitar un objeto discursivo para clasificarlo. El problema es que las categorías empleadas, tanto por los primeros, como
por los segundos, han sido difusas y mucho menos unívocas. Conviene enfatizar el hecho de que todos esos conceptos, una vez
instalados en el discurso crítico y teórico, han sido, a su turno incesantemente resemantizados según fuera la dominante teórica de
cada uno de los discursos empleados para referirse a los textos que aquellos conceptos designan.
Juan Carlos Vedoya afirmó que la literatura gauchesca clásica es de carácter imaginativo con un anclaje en hechos reales, es
decir, en la mayoría de los casos parte de un motivo verdadero y desde él dispara la imaginación para armar el texto. [2] Una vez que los
temas quedaron así establecidos el lenguaje del género podía tomar dos caminos: o el de una simple imitación del hablar campestre o
el de un castellano pulcro, propio de los hombres ilustrados. Ejemplo del primer caso es Santos Vega de Ascasubi y Lázaro de Ricardo
Gutiérrez del segundo. Bartolomé Hidalgo, el precursor, utilizó las dos formas y como era hombre culto e imbuido de las ideas de la
ilustración empleó el habla campestre que el género le posibilitaba, para opinar; de este modo creó la nueva característica del género
que es la de cantar opinando. Pero el género, en Hidalgo y en Gutiérrez, presenta discordancias entre el tema, el ambiente, los
personajes y el habla campestre que los versos intentaban recoger y las formas métricas del más estricto corte clásico en el que se
volcaron los versos. Es decir, la poesía gauchesca refirió asuntos de la pampa en el formato clásico español, aunque es justo decirlo
también se nutrió del romancero español.
José Hernández es quien innova y crea a partir del conocimiento de aquella tradición. La sextilla hernandiana es la adecuación
de la forma repentista de la copla gaucha y el ritmo pausados del pensamiento que se pretende verosímil al del hombre de la llanura
argentina.
Quisiera retener en este punto de mi exposición los rasgos de la gauchesca hasta aquí enunciados. Género imaginativo con un
fundamento histórico practicado por escritores cultos en un formato métrico y rítmico clásicos que en ocasiones intenta imitar el habla
campestre y que con Hidalgo deviene en género de opinión y que con Hernández adecua el formato a la expresión. Cabe resaltar que
con Hidalgo y con Hernández el héroe es menos un individuo que una clase de individuos. Con ellos el género devendrá en épico.
Quisiera enfatizar el hecho de que la gauchesca tiene un núcleo tradicionalista que, en el siglo XIX, se manifestó
predominantemente en el plano métrico y rítmico de la tradición española. Este núcleo tradicionalista será protagónico en el siglo XX
pero ya no vinculado al de la tradición española y sí a la tradición argentina desde que Hernández creara la sextilla.
La ‘literatura moreirista’ será, por una parte el conjunto de textos que sobre el modelo del folletín de Eduardo Gutiérrez repetirá
sus procedimientos, tratará de continuar sus líneas argumentales y como sucedió en muchos casos, narrará haciendo protagonistas de
las nuevas aventuras a personajes subalternos de las ficciones de Gutiérrez, pero, por otra parte, será una categoría teórica de
caracterización peyorativa que inicia Martín García Mèrou en el interior de un discurso argumentativo ético-jurídico-político y que
apuntará a señalar a sus compatriotas contemporáneos y sobre un horizonte de flujo inmigratorio creciente, un peligro de
consecuencias sociales graves.
El ‘moreirismo’ como concepto peyorativo y con la orientación que da García Mèrou es propio de la literatura argentina. En
Uruguay no tendrá el mismo sentido. Como contrapartida y por efecto de aquella literatura surgirá su correctivo estético-ideológico: o
la exaltación del Santos Vega, pacífico gaucho cantor o Julián Jiménez, heroico gaucho patriótico.
El ‘moreirismo’ encontrará con Ernesto Quesada y Carlos Octavio Bunge su primera designación conceptual precisa. No serán
ajenos a esta perspectiva escritores como Luis Berisso, Manuel Ugarte, Calixto Oyuela, Miguel Cané, Carlos Mauricio Pacheco,
Ricardo Güiraldes, entre otros. Cabe resaltar que el ‘moreirismo’ no será una preceptiva explícita ni mucho menos una estética
sistematizada y sí un conjunto de procedimientos implícitos (a los que posteriormente la crítica puso nombre) a los que adhirieron
espontáneamente algunos artistas.
Vayamos ahora a otra categoría: ‘el nativismo’. Es un concepto que refiere por una parte al proceso de estilización del género
gauchesco producido en el Río de la Plata entre 1895 y 1915 y que culminaría en el movimiento nativista uruguayo de vanguardia de
la década del veinte. Sin que hallemos exacta correspondencia en la literatura argentina del mismo período, es decir a fines del siglo
XIX, desearíamos hacer notar el impacto que ejerció sobre la vanguardia argentina de los años veinte el nativismo uruguayo. La
admiración de Jorge Luis Borges por Pedro Leandro Ipuche y Fernán Silva Valdés ha sido señalado oportunamente por la crítica.
Nosotros hemos escrito en otro trabajo anterior que, en rigor lo practicado por Borges no debería llamarse "criollismo urbano de
vanguardia" sino "nativismo uruguayo de vanguardia".[3]
‘Nativismo’ también es hacia la década del cincuenta un concepto resemantizado políticamente. Desde él puede leerse la
literatura argentina, en particular la ‘gauchesca’, o más exactamente aquella que se auto designa ‘gauchesca’ y que desde el giro
semántico dado al concepto será estrictamente hablando: ‘nativismo’. ‘El nativismo’, tal y como lo entienden Alvaro Yunque y
Eduardo Romano, permite distingos muy importantes, entre los que sobresalen las oposiciones culto / inculto; oral / escrito; popular /
impopular; auténtico / inauténtico; verdadero / falso; etc. En definitiva, ‘nativismo’ es, a) una línea de la literatura argentina
caracterizada por el ocultamiento del conflicto social -fundamento de la literatura gauchesca- (Yunque, Romano) mediante la
estetización difuminante del drama social, b) un conjunto de obras cuyo rasgo general es la estilización de los procedimientos del
género, adecuándolos a los imperativos estéticos de la línea culta de la ‘gauchesca’ como aquellos que algunos críticos han visto en el
arco que va desde Esteban Echeverría hasta su epígono más conspicuo: Rafael Obligado; c) una estética vanguardista uruguaya con
fuerte predicamento en la vanguardia argentina.
Veamos ahora otra categoría, la del ‘criollismo’. Ella designa a) un conjunto de textos de circulación masiva entre 1880 y 1920,
que se autodesignaban "criollos" aludiendo mediante tal nombre a temas, formas literarias propias del género gauchesco. Entre las
colecciones de textos "criollos" se encontraban producciones extremadamente disímiles: algunas representativas del ‘moreirismo’,
otras estilizaciones neo románticas de la gauchesca, también literatura de payadores o de las colectividades de inmigrantes así como
de temática erótico-burlesca; b) al concepto fuertemente irónico acuñado por Ernesto Quesada para referirse precisamente al conjunto
de textos publicados bajo tal denominación y que no se adecuaban, a su juicio, al modelo de literatura ‘criolla’, es decir a aquella que
representaba cabalmente al hijo de españoles en América y a su cultura y a sus valores. Creemos que el concepto ha sido producido en
un momento de fuerte revalorización de la cultura española por parte de intelectuales argentinos de fines del siglo XIX. Pero así como
se procede a mitificar al gaucho españolizándolo, complementariamente se borran para este autor totalmente los vínculos aborígenes
de nuestro hombre de la pampa. A favor de la pureza étnica del gaucho, Quesada desechó la cultura de los inmigrantes y la de los
aborígenes de nuestro país. ‘Criollista’ es entonces, desde aquella perspectiva, un disvalor: es lo que no debe ser.
Nuevamente el concepto ‘gauchesca’. Finalmente decimos que el concepto ‘gauchesca’ refiere un conjunto de textos
caracterizados por su conformidad a variables teóricas muy disímiles. Ellas son: a) género discursivo, b) preceptivas literarias, c)
lingüísticas, d) folklóricas, e) culturales, f) históricas, g) filosóficas, h) políticas. La ‘gauchesca’ puede definirse tomando tan solo a
una de estas variables o incluyendo simultáneamente a varias de ellas. Trataremos de ejemplificar esto último. Si definimos a la
gauchesca como "poesía pampeana en lengua culta" estamos señalando en ella el empleo de por lo menos tres variables para efectuar
la definición: literario, geográfico y lingüístico.
Si por el contrario la definimos como "poesía rioplatense en estilo gauchesco" advertiremos el empleo de criterios literarios,
geográficos y retórico lingüísticos. ¿Pero nos hallamos, en este último caso ante una petición de principio, porque ¿qué quiere decir
‘gauchesco’? Si encontramos esta otra definición: "‘gauchesco’ es la denominación del conjunto de textos que expresan las
condiciones humillantes de explotación de amplios sectores de la población del río de la Plata en el siglo XIX". Evidentemente el eje
de la definición es político-ideológico y no estilístico o folklórico.
‘Gauchesco’ será, pensamos un concepto que se hará extensivo al conjunto de objetos que ilumine la teoría que el investigador
utilice. Será poema testimonial, texto de denuncia, literatura de frontera, culminación del género gauchesco, poema que pertenece a la
cultura folklórica, etc.
El corpus de la literatura gauchesca será una decisión ética y estética, en definitiva. Adoptamos para nuestro propósito la
distinción efectuada hasta ahora. Por consiguiente no reconocemos como ‘gauchesco’ a lo ‘nativista’. Pensamos, por el contrario que
‘moreirismo’ es una de las vertientes de ‘la gauchesca’.
Desde mi punto de vista ‘gauchescos’ son un conjunto de textos en los que una voz narrativa, que se propone imitar o crear el
verosímil del habla campesina de los personajes referidos por su discurso, relata con fuerza perlocutiva suasoria los avatares de la vida
de un actante cuyo valor simbólico personifica a un conjunto de hombres sometidos a las leyes del estado. El género es, en algún
aspecto, inevitablemente tradicionalista en la medida en que a) se entronca con la tradición métrica popular española y b) es ya en el
siglo XX auto referencial, auto referencialidad genérica que remite permanentemente a textos del siglo XIX, cabe agregar, que pone
de manifiesto que el texto siempre se vincula a un conjunto de textos anteriores que constituyen el hipertexto gauchesco. Cabe señalar
que no todo texto tradicionalista es gauchesco. Pero sí todo texto gauchesco es tradicionalista.

II.
Estamos en condiciones, por lo antedicho, de proponer un corpus de ‘gauchesca’ del siglo XX. El primer texto corresponde a la
gauchesca anarquista de comienzos de siglo representado en esta ocasión por Martín Castro. El segundo texto, de Arturo Jauretche
está fuertemente marcado por el conato revolucionario radical del que su autor fuera partícipe en el año 1933. El tercer texto de
Héctor Chavero (Atahualpa Yupanqui), apareció en la década del 70, aunque ya el poeta venía recopilando versos desde quince años
atrás. Por último del cantor José Larralde con su trabajo más representativo de la década del sesenta.

La gauchesca libertaria: Martín Castro


El anarquismo de fines del siglo XIX y principios del siglo XX encontró en el Martín Fierro el texto que representaba
cabalmente las desventuras que un hombre padece por obra del estado. El texto de José Hernández fue leído en clave anarquista, en
particular la Primera parte del poema. Uno de los periódicos más característicos del dirigente e intelectual anarquista Alberto Ghiraldo
fue denominado Martín Fierro. Hubo payadores, poetas y escritores cultos que emplearon el formato de la gauchesca para exponer
sus ideales. Entre ellos, Silverio Manco o Alberto Ghiraldo o Edmundo Montagne o el que en esta oportunidad queremos recordar,
Martín Castro. Este nació en Merlo, Pcia. de Buenos Aires en 1882 y murió el 7 de abril de 1971. Payador libertario, trabajó como
peón rural, arrió ganado y fue tropero. No tuvo instrucción sistemática. Actuó desde muy joven en lugares donde concurría gente de
bajos ingresos como el Parque Goal en la Capital Federal. Integró un dúo de payadores por más de veinte años con José Antonio
Mata. Martín Castro fue autor de una obra poética que aun no ha tenido la fortuna de ser editada completa en libro. Existen multitud
de folletos, hojas sueltas y algunas grabaciones. Sin embargo, su prestigio se mantiene en la memoria de quienes valoran la poesía
popular gauchesca en la que se canta contra la guerra, la injusticia, los derechos del niño, de la mujer, de los ancianos. Menciono, al
pasar de entre su obra el poemario Guitarra roja, Versos del pueblo, Los gringos del país, El huérfano, así como también el largo
poema Contrapunto payada entre los gauchos Juan Estao y el Matrero.
En este poema Castro construye una voz narrativa que medita y arguye sobre la ley, el estado, la política y la guerra. También es
destacable el tríptico Juan Pueblo, largo poema en el cual se simboliza en el protagonista las desventuras del pueblo argentino.
Martín Castro a pesar de haber sido hombre de campo, no escribió intentando reproducir la oralidad del peón rural. Por el
contrario, él, que nunca tuvo instrucción sistemática, intentó que su lenguaje se rigiera conforme a las normas académicas del lenguaje
escrito. Por otra parte, Castro empleó la redondilla, la sextilla, la octava y la décima hernandianas. Aunque también empleó la
redondilla y sextilla la octava real y la espinela de tradición clásicas.

Arturo Jauretche y las decisiones enunciativas


Arturo Jauretche, un joven abogado argentino de 32 años, participa de la insurrección radical irigoyenista en Paso de los Libres
durante el mes de Diciembre del año 1933. Integra el Comando del Litoral, facción de un movimiento más vasto contra el gobierno de
Agustín P. Justo. La "patriada", como dice Borges en el Prólogo al poema El Paso de los libres, se realiza desde la población brasilera
de Santo Tomé hacia la Argentina por la provincia de Corrientes. [4] Los revolucionarios cruzan el río Uruguay rumbo a Paso de los
Libres conducidos por el baqueno Ramón Hernández, quien es muerto en la intentona. La patriada fracasa y Jauretche es detenido. En
prisión escribe el poema gauchesco que gracias a la intervención de Homero Manzi llevará en la edición de 1934 prólogo de Jorge
Luis Borges.
Jauretche escribe su poema en cuartetas, sextillas y en décimas hernandianas. El poema tiene por sujeto de la enunciación una
voz que deja lugar a la voz de otro narrador, un payador, denominado Barrientos, quien, a su turno, relata en tono grave lo sucedido en
Paso de los Libres. Posteriormente se alterna otro payador quien, en tono gracioso y burlón, narra lo acontecido en el país desde el
golpe del 30 por el general Uriburu. En la Tercera Parte retoma la voz narrativa el payador Barrientos quien relata el cruce del río
Uruguay, los enfrentamientos, las muertes de los compañeros de armas y la persecución por parte de las tropas leales al gobierno por
los esteros, la sangrienta derrota y la cruel prisión. Barrientos finalmente se despide, afirmando, a la manera de Hernández: "Me
pregunto si mi raza / como ese fuego agoniza, / ¡o si está ardiendo la brasa / y hay que soplar la ceniza!". El simbólico papel asignado
al payador Barrientos revela que en el poema de Jauretche narrar "la patriada" por la voz de un personaje identificado con las
"razones" del hombre de la campaña señala, en rigor, una fuerte decisión enunciativa: que la memoria nacional se identifica, en el
poema, con la sentenciosa voz del gaucho y que el tono burlón enunciado por el otro payador para referir la realidad argentina después
del derrocamiento del presidente constitucional Hipólito Irigoyen es impropio de la gauchesca, rigurosamente seria y sentenciosa. Si
el intento revolucionario es narrado conforme a la epopeya, la Argentina contemporánea a la escritura del poema es propio, en todo
caso de las modulaciones de la sátira. El payador es metonimia de la patria argentina, y escribir lo sucedido en clave criolla es la única
posible para quien, como su autor, creyó, que con la patriada emprendida, se regeneraría la nación. Valga como comentario que el
poema está escrito en tono coloquial, pero en una lengua en la que no sobresalen los localismos. La gauchesca es, en este caso, menos
un copia de un género que una estilización. Es en rigor, una escritura, es decir, en términos barthesianos, un acto de solidaridad
histórica que apela a la memoria popular para validar una gesta épica.
Héctor Chavero cuyo nombre artístico es Atahualpa Yupanqui comenzó a escribir hacia la década del cincuenta los versos de El
payador perseguido.[5] La obra, recién conocida hacia los setenta, fue interpretada y grabada en disco por su autor con ritmo de
milonga. Está escrita en primera persona y narra de modo autobiográfico las desventuras de un cantor cuya peculiaridad es la de ser
un hombre común que ha sufrido las penurias usuales del trabajador rural argentino. El poema de Yupanqui es muestra cabal del
"cantar con fundamento"; sentencioso, se vincula con la obra hernandiana, pero acentúa el compromiso ideológico. En Yupanqui
como en Castro, el gaucho perseguido de Hernández designa a un nuevo sujeto social, el asalariado, cifra de la marginación durante el
siglo XX. El obrero en estos autores es el sujeto de una épica cuya narración se debe efectuar en el formato que la tradición nacional
ha construido para tal propósito, el de la gauchesca.

José Larralde, la voz del padre inadaptado


Por último he elegido de entre una masa textual considerable la obra de un cantor viviente, la poesía de José Larralde Consejos
pa’un hijo gaucho.[6] Se trata de un largo poema publicado en 1968 y 1970 en el que se alterna una voz y un recitado. En este caso es
palpable la referencia textual hernandiana. Como en la Segunda parte del Martín Fierro aquí también se oye la voz paterna que
aconseja a su hijo cómo debe vivir. Pero si en Hernández, como se ha dicho, son los consejos de un padre que instruye a su hijo cómo
adecuarse al estado argentino naciente, en José Larralde se advierte, una actitud diferente. Son más los consejos de quien enseña con
su experiencia de vida cómo resistir con altivez la prepotencia de los poderosos. Si Yupanqui pretende escribir la épica de los
marginados del siglo XX, Larralde parece empeñarse en construir una moral para los desposeídos. Como moral, abundan las
paremias, el tono grave y sentencioso; como texto gauchesco adopta el verosímil de la oralidad del hombre de campo del sur
argentino.

Conclusiones
La gauchesca del siglo XX no tiene entidad, podrá decirse, porque el sujeto social que el género evoca ya no existe. Sin
embargo, hemos escrito que la gauchesca es el formato de la protesta política cuyo héroe es menos un individuo que una clase de
individuos en situación de marginación estatal. La gauchesca, desde que Güiraldes compusiera la mejor obra del, ahora podemos
decirlo, nativismo argentino, ha desaparecido del canon de la literatura argentina. Rigurosamente la gauchesca del siglo XX es un
género marginal, sostenido, en su mayoría, por cultores de condición marginal, quienes creyeron y creen encontrar en la tradición
genérica argentina consuetudinaria, un formato para sus quejas. Se ha definido a la gauchesca del siglo XIX como el género
practicado por letrados que se apropian de la voz del rústico para resemantizar para beneficio propio, la voz del otro. En el siglo XX
ocurre generalmente lo contrario: son rústicos, iletrados, que en la mayoría de los casos no han recibido instrucción institucional
quienes se apropian de la voz del letrado, para exigir justicia. La gauchesca fue el formato de anarquistas, radicales, peronistas y
militantes de izquierda que sirvió para impugnar la legalidad del letrado.
Género argumentativo por excelencia, tiene de la payada el mandato de ocuparse de cosas enjundiosas y nobles. La gauchesca,
existe por prepotencia de sus cultores, porque si bien el sujeto social ha desaparecido, todavía viven sus avatares o para decirlo con
palabras de otro cultor mediático de la gauchesca, Pino Solanas todavía Los hijos de Fierro siguen sufriendo.

Notas
[1] Alfredo V. E. Rubione, "Algunas categorías usuales en discursos sobre la cultura nacional argentina: ‘moreirismo’, ‘criollismo’,
‘nativismo’, ‘gauchesca’. Aporte para su clasificación bibliográfica, en "Sociedad de Estudios Bibliográficos Argentinos", Boletín N°
3, Buenos Aires, Abril 1997.
[2] Juan Carlos Vedoya, "El campo rosista y Hernández" en "Todo es Historia", Buenos Aires, N ° 81 Febrero de 1974, pg. 80.
[3] Alfredo V. E. Rubione, "Las morales de la pasión en la escritura del primer Borges: entre el Ultraísmo es pañol y el Nativismo
uruguayo", en Alfredo Rubione, La escritura argentina: literatura e imaginarios lingüísticos argentinos, Libronauta, Buenos Aires,
(en prensa)
[4] Arturo Jauretche, El paso de los libres, Relato gaucho de la última revolución radical(Diciembre de 1933) dicho en verso por el
paisano Julián Barrientos, que anduvo en ella, Prólogo de Jorge Luis Borges, Buenos Aires, Editorial "Boina Blanca", 1934.
[5] Atahualpa Yupanqui, El payador perseguido, Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires, 1972.
[6] José Larralde, Herencia pa’ un hijo gaucho (Primera Parte), Buenos Aires, Disco Fonográfico RCA Víctor N° TLP 60039 y
Herencia pa’ un hijo gaucho (Segunda Parte), Buenos Aires, Disco Fonográfico RCA Víctor N° 60040, 1970.

Actas 1º Congreso Internacional CELEHIS de Literatura Mar del Plata, 6 al 8 de diciembre del año 2001 / ISBN 987-544-053-1
Centro de Letras Hispanoamericanas - Facultad de Humanidades - UNMDP

Fuente: http://www.freewebs.com/celehis/actas2001/A/rubione.htm

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