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EL CAMINO DEL ÁGORA

Filosofía política de Protágoras de Abdera

Prólogo: los motivos platónicos contra Protágoras

1. Kairós: el marco de la filosofía práctica


2.1. El kairós en la tradición relativista presocrática
2.2 Kairós y tiempo en la filosofía protagórica
2. La filodoxia protagórica.
3. El sabio protagórico.
4. Los peligros del método.
5.1 Una visita antes del amanecer
5.2 Enseñanza de puertas abiertas
5.3 La estrategia de la persuasión
5.4 Elogio del esfuerzo
5. Enseñar la virtud política
6.1 Los dones de Prometeo y Zeus
6.2 Pudor y justicia: el fundamento universal de la moral
6. La ofensiva platónica
7.1 ¿A quién entregas tu alma?
7.2 La innovación platónica: la virtud ciencia
7. Crítica a la religión
8. Epílogo: Hacer fuerte el argumento débil.

Bibliografía
Indices

Prólogo

Los motivos de Platón contra Protágoras

Si analizamos la tradición presocrática, hay un rasgo persistentemente presente, la


diafonía, en dos sentidos distintos. En primer lugar, los diversos filósofos ofrecen diversas
explicaciones del mundo frecuentemente incompatibles entre sí. En segundo lugar, estas
diferentes propuestas vienen acompañadas de argumentos de los cuales, unos, tratan de justificar
dichas propuestas y, otros, se proponen poner en evidencia las debilidades de las teorías rivales.
Es éste un rasgo que define la tradición filosófica frente a la poética. La crítica es
consustancial al propio discurso filosófico. En buena lógica, la historiografía filosófica, que
pretende seguir los patrones de sus pioneros, debería andar el mismo camino.
Nada tiene de extraño que este mismo ejercicio crítico lo contemplemos en la obra de
Platón o Aristóteles frente a sus rivales. Es lo que cabía esperar. Para un crítico moderno, sin
embargo, las cosas son de otro modo. En efecto, se nos ha perdido la voz del rival, sólo nos
queda la relativa sinfonía platónico-aristotélica. Estamos obligados a un esfuerzo adicional para
recuperar la diafonía. Debemos aguzar el sentido crítico provistos de dos instrumentos: el
primero, los escasos fragmentos y las variadas, a veces confusas y discordantes, noticias que
conocemos de esas teorías rivales; el segundo, el reflejo de la polémica en las obras
conservadas. En efecto, hay mucho de Protágoras en la obra de Platón y Aristóteles y hay
también mucho de distorsión de esa voz norteña procedente de Abdera.
Si creemos que Platón y Aristóteles eran espejos perfectos que reflejan el verdadero
rostro del Abderita, deberemos recordar que "lo conocido está en el cognoscente al modo del
cognoscente". Deberemos recordar también que la polémica a que nos referimos, si bien es la
expresión del modo crítico habitual entre los presocráticos, se produce en una situación
diferente, lo que explica su virulencia.
Con Protágoras y los sofistas entra en escena un nuevo ámbito para la reflexión filosófica,
el de la filosofía práctica, la filosofía moral y política y la teoría del estado. Este nuevo territorio
exigía de los filósofos el examen del territorio mismo, hasta la fecha sólo explorado por los
poetas, los líricos y, muy en especial, los trágicos, y los sabios. Ocupados en esa tarea, pronto se
percataron de que el nuevo territorio ofrecía, además, una nueva perspectiva para el reexamen
de los viejos temas de la tradición filosófica: la física (ontología) y la epistemología.
La obra protagórica, una obra esencialmente dedicada a la teoría política, es el primer
ensayo que intenta ordenar y estructurar todo el saber filosófico desde esa nueva perspectiva.
Platón hizo lo propio, pero invirtiendo la orientación. Protágoras y Platón, tan discrepantes en
tantos aspectos, se encuentran compartiendo un mismo escenario, el de la teoría política, y una
misma convicción, la primacía de la política sobre cualquier otro saber.
Pero, ¿qué teoría política? Protágoras había elevado a nivel de categoría el movimiento
social que en las ciudades griegas había conducido a la democracia. De entre las distintas
ciudades tomaba como modelo precisamente a la democracia ateniense. Explicaba en sus obras
la necesidad de la participación de todos en las decisiones políticas y legales y aportaba
argumentaciones teóricas para justificar esta participación. Para ello, tenía tras de sí el grueso
de la tradición presocrática. Socialmente, sus aliados eran los que deseaban conservar la
democracia y participar en ella frente a quienes proponían modelos rivales de organización
política.
Aportaba, además, una actividad práctica profesional: la enseñanza. Pero, ¿qué podía
enseñar este sofista si, según afirmaba, todos tienen capacidad para participar en la política?
Esta era una de las objeciones que le planteaban sus adversarios. Podemos imaginar su
respuesta: ¿Y qué podría yo enseñar si no suponemos una capacidad previa para aprender?
Platón es el anti-Protágoras. Estaba convencido de la perversión del sistema democrático.
Explica en sus obras la necesidad de que las decisiones políticas y legales sean restringidas a un
experto o grupo de expertos y que cada cual se dedique a su trabajo, porque no todos tienen
capacidad para participar en la política. Para la construcción de este nuevo escenario político,
Platón contaba con pocos aliados en la tradición presocrática. Tomó materiales de viejas
tradiciones y líderes religiosos, los órficos y los pitagóricos. Adecuó a su perspectiva las
prestigiosas tesis del venerado padre Parménides aun a costa de verse obligado después al
parricidio. Adoptó algunas intuiciones de su maestro, Sócrates.
Con ese escaso bagaje construyó un gigantesco edificio teórico, que le exigió previamente
demoler el -suponemos que era- sólido y firme constructo protagórico. Con su poderosa acción,
desvió el rumbo de la tradición presocrática con la inestimable ayuda, en una parte sustancial,
de su alumno Aristóteles.
Como Protágoras, Platón dedicó su actividad profesional a la enseñanza, no en el espacio
abierto de los sofistas, sino en un espacio especialmente diseñado, la Academia, para formar y
forjar los consejeros que habían de poner en marcha su alternativa a la organización
democrática. En esto, fracasó. Pero el edificio construido queda en pie, en sí mismo, como él
hubiera querido, sin tener el edificio de sus rivales con el que podría ser comparado.
Socialmente, sus aliados eran aquellos descontentos con la democracia, los que entendían
que la multitud no puede participar en el gobierno. Pronto pudo ver con sus ojos que estos
nuevos mandatarios, allegados y conocidos suyos, "hicieron parecer bueno como una edad de
oro" la constitución democrática.
Lo que se ofrece en este libro es un intento de contribuir a la reconstrucción del edificio
teórico de Protágoras para que pueda ser comparado con el de sus adversarios. Si bien esta tarea
parece destinada a quedar incompleta, bueno será que al menos tengamos conciencia de que,
cuanto más contribuyamos a reducir tal incompletitud, tanto menos deficitaria será nuestra
visión del mundo griego, incluidos los rivales del sofista.

José Solana Dueso


Zaragoza, 2000

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