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COOPER MCKENZIE

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l corazón de suz Bowen Black se le cayó al estómago justo
antes de brincarle a la garganta, mientras checaba el remitentente del
e-mail. Había pasado saliva muchas veces para evitar vomitar cuando
vio la dirección de e-mail de su bisabuela, que aunque jubilada,
seguramente su ama de llaves y mejor amiga había enviado. Checando
la fecha de la estampilla, suspiró. Habían pasado sólo doce minutos
desde que la habían entregado. Gracias dios por el internet.
Girando en su silla en la recepción de la clínica pediátrica donde
trabajaba como secretaria y recepcionista médica, casi choca con
Joyce Leyton, la gerente de la oficina en su prisa por moverse.
— “Wuau eh, Suz. ¿Qué ha pasado?”
— “Tengo que tomarme algunos días de descanso. Mi bisabuela
me necesita”. Suz aguantó las lágrimas que presionaban para
deslizarse.
Joice asintió y tomó a Suz del hombro. — “Ven a mi oficina. Ella
vive en Carolina del Norte ¿verdad?
Suz asintió y permitió que Joyce la llevara dentro de la pequeña
oficina de la Administración. Suz se colapsó en la silla del lado de
visitantes mientras Joyce tomó asiento y comenzó a escribir en la
computadora.
— “En New Bern. La familia posee una granja ahí desde hace más
de doscientos años. Ahora somos sólo mi Bisabuela Ruth y yo, y no sé
qué va a suceder”.
— “¿Hay aeropuerto en New Bern?”

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— “Sí, creo. Si no, entonces hay uno en Jacksonville”. Suz sacó
dos pañuelos desechables de la caja en el escritorio de Joyce y
comenzó a hacerlos jirones en su regazo.
Cinco minutos después Suz dejó la oficina con reservaciones para
el vuelo de las cuatro en punto a Denver, siguiendo a Charlotte dónde
tomaría un vuelo cercano a New Bern. Sólo tenía el tiempo suficiente
para ir a casa, cambiarse, empacar, preparar a Mac, su gato de seis
años con comida y agua para unos pocos días, y se iría al aeropuerto.
Llegaría a New Barn justo antes de la medianoche, pero era lo mejor
que la aerolínea podía hacer.
Antes de irse de la oficina, contestó el mail con el mensaje de
Ruth.
Aguanta Ruth. Estoy en camino.

— “Ella está en camino”. Penn McKenzie miró sobre su


computadora a su gemelo, Liam, parado en el fregadero lavando los
trastes.
— “¿Cuándo?”
— “No dice. Sólo que está camino”, Penn pasó los siguientes
minutos tecleando en la computadora. “Si alcanza el vuelo de las
cuatro procedente de Denver, llegará cerca de la media noche. Si no,
será hasta el mediodía de mañana”.
— “Yo le digo a Ruth cuando entre”.
Los ojos de los hermanos se encontraron y sostuvieron sus
miradas en un intenso momento de comunicación antes de que Liam
se girara alejándose. “No la voy a dejar ir esta vez. Es nuestra, y ya ha
pasado bastante, es hora de invocar nuestro reclamo”.
— “Hey, pero si ella ha estado lejos por muchos años, y su vida
„no‟ ha sido sencilla últimamente.”
— “¿Y de quién es la culpa, bobo? Te negaste a ir a buscarla a su
casa una vez que se divorció del patán que la embarazó y golpeó hasta
que perdió al bebé”.
Tomando un profundo respiro, Liam recobró el control. A pesar de
que ella no llegaría sino hasta dentro de algunas horas, pasarían días
hasta que pudieran reclamar su propiedad, su pene se apoyaba en su

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muslo duro como la piedra que componía Spring Castle regresaba a
casa. Pero aunque el sentimiento lo mataba, tendría qué mantener la
distancia para que Suz tuviera el tiempo que necesitaba para
aceptarlos a ellos y a su amor.

— “ stamos aquí, querida, pero parece como si no hubiera nadie


en casa.”
Suz volvió a la realidad cuando la vieja mujer de color se volteó en
la luz interior. Su mente había estado una docena de luces lejos,
recordando cosas que era mejor dejar en el pasado. Sonrió mientras le
daba a la mujer lo doble de la tarifa que se marcaba, se bajó y ondeó
su mano en negativa mientras ella trataba de darle el cambio.
— “Está bien. Tengo llave.” Ruth le había dado la llave en su
graduación de Secundaria cuando la invitó a venir a cualquier hora.
Nunca había venido.
— “¿Quieres que espere mientras entras?”
Suz abrió la puerta, peleó para jalar su equipaje, la bolsa de viaje
y los cargó hasta que salió. — “No, está bien. Continúa. Y gracias”.
— “Cuídate,” le dijo el taxista a Suz mientras ella cerraba la
puerta. Se sentó y miró un momento hasta que Suz agitó su mano
para que ella continuara y se fuera.
Este era Dreamer Dell. Nada aquí había que la pudiera lastimar.

Penn se sentó en el porche sólo unos minutos cuando el taxi se


detuvo a la orilla de la banqueta. El esperaba que el aire fresco de la
noche le ayudara a mantener sus sentimientos bajo control antes de
verla. Sin embargo no deseaba nada más que reclamar a esa mujer, él
sabía que Suz necesitaría tiempo para afligirse por Ruth y que confiar
en ellos de nuevo se lo permitiría.
Miró mientras ella pasaba lentamente por el sendero, sin duda
recordaría la última vez que todos estuvieron juntos, doce años atrás.

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Con una sonrisa, él se permitió traer esos recuerdos a su mente de
nuevo.

El resto de la familia fue a Greenville por un juego de baloncesto,


dejándolos a ellos en casa solos. Suz tenía 18, una novata en la USC.
A los veinticuatro, ellos estaban cerca del final de su tour del deber
con la Armada Británica.
Su último día en América antes de regresar a Escocia, y nadie
estaba contento de irse. Penn y Liam la habían perseguido en secreto
tan pronto como encontraban un minuto a solas, hasta que su abuelo
comenzó a preguntar y entonces los habían dejado en el estudio de
Ruth una hora antes de salir para el juego. Después de explicarle unos
cuantos hechos acerca del amor y el reclamo de una Tejedora de
Sueños, el abuelo había hecho que los gemelos le prometieran que no
se acostarían con Suz hasta que la hubieran llevado al telar de Ruth.
Sorprendidos con la descripción de su abuelo de cómo tendrían
que reclamarla, ambos chicos estuvieron de acuerdo.
Pero ninguno se había tomado la molestia de decírselo a Suz. Ella
había esperado cinco minutos antes de que la caravana de camionetas
se fueran a Greenville antes de seguirlos hasta el cuarto de sol,
cuando ello trataron de imaginar un camino para impedir que actuara
el deseo que sentían y estropear todo.
— “Háganme mujer.”
— “¿Perdón?” le preguntaron al unísono.
— “Háganme mujer. Háganme su mujer.”
Ella se sacó el suéter por la cabeza antes de deshacerse de los
jeans y bragas. Antes de que los hermanos pudieran hacer más que
tragar fuertemente, ella estaba ante ellos completamente desnuda.
El profundo rosa en la punta de sus senos se volvió más fuerte y
oscuro que las aureolas mientras se sentaban. Sus senos se veían casi
demasiado grandes para ella, pero combinada con un vientre plano,
caderas curveadas y bien proporcionadas piernas, los gemelos estaban
cerca de olvidar la promesa hecha a Frank.

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— “Por favor, prometo mi virginidad a ustedes, y quiero que la
tengan. Ahora. Hoy.”
Los chicos miraron de ella a uno al otro y gimieron. — “No
podemos.”
— “¿Qué?”
— “Le prometimos al abuelo que no te tomaríamos hasta que
regresaras y fueras la Tejedora de Sueños. Sólo entonces podríamos
hacerte nuestra mujer.”
— “Oh, está bien. Bueno, Creo que yo mejor... disculpen.” Recogió
su ropa, y corrió fuera de la habitación. Los chicos escucharon sus
sollozos, pero no podían ir con ella. Si la hubieran tocado, aún para
consolarla, seguramente hubieran roto el voto que habían hecho sólo
una hora antes.
Después de la cena encontraron cada uno unos minutos a solas
con ella. Después de besarla magistralmente, usaron sus labios y
lenguas y borraron cualquier vergüenza que ella pudiera sentir, cada
uno extrajo un voto de ella.
— “Queremos que nos prometas que tú no” vendrás con otro
hombre. Queremos todos tus futuros orgasmos, todos ellos.”
— “Muy bien”, Suz estuvo de acuerdo, aún atrapada en la neblina
de sus besos.
—¿Cuánto podrían esperar para reclamarla? Ella les había dado
su corazón cuando tenía seis años, y ahora ellos le pedían su futuro.
Ella no se preocupó en imaginar cómo lo harían funcionar. Ella era
joven e inocente y estaba enamorada de los dos hombres.
A la mañana siguiente mientras las camionetas se llenaban con el
equipaje para el viaje al aeropuerto de Raleigh, los chicos la detuvieron
en la acera, cada uno tomando su mano antes de besarla en la mejilla
y murmurarle. — “Recuerda tu promesa.”
Cuando lágrimas idénticas se deslizaron por su cara, cada una
por cada mejilla, ellos usaron la punta de sus dedos para limpiarle la
lágrima. Después de lamerse el fluido de los dedos, se subieron a la
camioneta sin otra mirada en su dirección.

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Suz se movió bajo el peso de sus maletas mientras sus pezones se
pararon y su coño se humedeció mientras sus recuerdos de Penn y
Liam y sus maravillosos besos seguidos de suaves rechazos.
Sorprendentemente aún cuando habían pasado una docena de años
su memoria podía hacerla sentir hambrienta y con picazón en su
deseo por las cosas que no podría tener. Con una mirada continuó
subiendo la banqueta que la llevaría a Dreamer‟s Dell.
¿Habían los McKenzies sido avisados de que Ruth estaba cerca del
final de su vida? ¿Les importaría?
— “Para de pensar en ellos. Aún no sabes si habrán podido venir,”
ella murmuró para sí misma. Alzando sus bolsas más alto, ella tomó
su ritmo al caminar. La orden hacia sí misma no hizo nada para
detenerla de mojar su coño con su jugo mientras humedecía sus
bragas.
Sonrió tristemente mientras ascendía el puñado de escalones en
el porche de enfrente que circula los dos pisos y medio de la granja.
Caminando por ésos escalones sintió como si llegara a casa a pesar de
que había ido de visita una docena de veces durante su vida. No podía
ver el color de la casa a través de la oscuridad, pero sabía que nada
había cambiado. El revestimiento de madera sería de un amarillo
cremoso. La puerta del frente permanecería de un rojo profundo con
un una ventana de cristal torcido dominando el centro. Persianas
negras guardando cada ventana en caso de huracán. El piso del
porche y los cinco escalones que llevaban a él, de un gris pizarra.
En clima cálido habría macetas de helechos colgando justo arriba
de la barandilla y docenas de botes con hierbas o flores y plantas
medicinales. Pero como era Diciembre, el porche estaba vacío excepto
por un columpio en una esquina y dos sillas mecedoras cercanas a la
puerta del frente.
Como siempre, el tercer escalón dio un sonoro rechinido mientras
ponía su peso en él. El discordante sonido causó que una risilla se le
escapara. El escalón chirrió así desde que tenía memoria. Nueva o
vieja madera, clavado o atornillado, no importaba. El tercer escalón
siempre chirriaba. Era como si la casa le dijera al visitante:
“Bienvenido a casa” en la única forma que podía.
Su sonrisa creció mientras recordaba la tarde de su vigésimo
verano cuando había pisado en cada pulgada de ésas tablas,
determinada a encontrar dónde no había ruido. A pesar de que los
chirridos desesperaron los nervios de todos, incluidos los suyos, nunca
encontró ningún lugar mágicamente silencioso.

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Parada en el porche, Suz vió una pequeña lámpara alumbrando
en la sala que le ofreció una mirada dorada a través de la ventana.
¿Alguien estaba aún despierto? ¿Estaba Ruth aún viva? O ¿Se había
cansado de esperar al pariente descarriado que volviera a casa?
Buscó entre sus llaves mientras cruzaba el porche. Pasó las llaves
del auto, las del apartamento y las del buzón de Ruth.
— “La puerta no tiene llave”, una voz profunda anunció desde la
izquierda. Ella brincó con sorpresa y dejó caer el llavero.
Suz luchó contra un chillido de sorpresa y terror que se formó
justo atrás de sus dientes. Entrecerrando los ojos, se asomó a través
de la oscuridad del porche hacia el columpio.
Un gran hombre estaba columpiándose. Parecía muy cómodo
mientras que su pierna izquierda mantenía el columpio moviéndose en
un gentil ir y venir. Su pierna derecha se extendía a través del asiento,
un grueso y blanco yeso extendiéndose desde sus dedos del pie hasta
el dobladillo de lo que ella pensó era un par de bóxers.
No podía distinguir mucho más, excepto que parecía que estaba
desnudo, sorprendentemente puesto que era Diciembre y la
temperatura de antes del amanecer tenía que estar en los cuarentas.
Sin embargo, a pesar de estar tentada a entrar y deslizarse a la luz del
porche, vaciló. Se sentía más seguro estar fuera de la luz.
— “¿Te conozco?”

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— “ í, me conoces. Soy Penn McKenzie y sí, te reclamé para mí y
Liam para él cuando eras pequeña.”
El acento hizo temblar a Suz, como siempre lo hacía. El centro de
su sexo se volcó en sobre marcha y sintió cómo se mojaban sus
bragas.
Ella tenía séis cuando se había enamorado de Penn y Liam
McKenzie. El clan de ambos lados del océano se habían reunido para
el trigésimo aniversario de Papa Frank y Mama Ruth, un segundo
matrimonio para ambos y una celebración que duró cerca de una
semana.
A los doce, los gemelos tenían lo doble de edad, cerca de lo doble
de su tamaño pero habían sido indulgentes con ella en cada uno de
sus caprichos, desde jugar a las muñecas con ella contándole historias
de dragones y hadas e incluso héroes. Ella se había enamorado de
ellos en dos minutos.
Durante su último día de visita en Dreamer‟s Dell, ella había
tomado sus manos y se había negado a dejarlos ir. Mirando de uno a
otro, tomó una decisión: — “Prométame que esperarán por mí. Cuando
crezca, quiero casarme con ustedes.”
Su juramento, en su exigente voz de seis años, detuvo todas las
conversaciones de la habitación. Penn y Liam se movieron incómodos
con toda la atención mientras trataban gentilmente de soltarse de su
agarre.
Los gemelos se miraron uno al otro como uno sólo recordaba, y
ahora, seis años antes, sólo minutos después de verla por primera vez,
tomaron una pequeña mano entre el dedo y el pulgar. “Te reclamamos
como nuestro amor verdadero.” Sólo Ruth los había escuchado.
Esta vez habían sido atraídos a ella de una manera que los hizo
incómodamente conscientes que ellos eran chicos y ella no. En este
punto de sus vidas, ésos sentimientos eran de disgusto.

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— “¡Prométanmelo!” Repitió ella cuando no contestaron de
inmediato.
Antes de que cualquier pudiera responder, Papa Frank se
arrodilló ante ella y puso sus manos en sus hombros. Ella lo miró y
sus ojos verdes y cafés estaban serios.
— “Lassie, ¿Sabes lo que estás diciendo? Estás reclamando a
estos dos para toda la eternidad. ¿Es eso lo que realmente quieres
hacer?”
Suz asintió. — “Sí, Papa Frank. Los amo y los quiero sólo para mí.”
Ella se encontró con la seria mirada de su bisabuelo sin pestañear.
“Quiero casarme con ellos cuando crezca y llegue a ser la Tejedora de
Sueños y viva aquí para siempre.”
— “Penn, Liam, ella está invocando el reclamo. ¿Qué tienen qué
decir?”
— “Frank, no. ¡Ella no sabe lo que está haciendo!”, su madre se
empujó a través de la multitud de adultos que estaban alrededor de
ellos. “Ella es una niña pequeña enamorada de dos chicos mayores.
Además, no se puede casar con ambos.”
Cuando Frank McKenzie la ignoró, ella se volvió hacia la abuela.
“¡Detén esto! Ella es demasiado joven. No puede entender lo que está
haciendo.”
“Tranquila, niña. Esto no nos corresponde decirlo a nosotros. Si Suz
va a ser mi reemplazo en el telar, necesitará a McKenzie a su lado.
Teniendo a dos sólo podría hacer la magia de Tejedora de Sueños más
fuerte.”
— “¿Penn? ¿Liam? ¿Qué dicen ustedes?” Frank permaneció,
pasando sus manos de los hombros de Suz a los suyos.
Liam miró sobre la cabeza de Suz a su gemelo. Los ojos azul
pálido de éste le encontraron en un momento de silenciosa
comunicación antes de que los chicos asintieran. Como uno, miraron a
Suz y después a su abuelo. Ninguno compartió el hecho de que la
habían reclamado años antes. Ese era uno de los secretos que los
gemelos compartían, — “Sí, la aceptamos.”
Suz miró de uno al otro de los hermanos. — “¿Significa eso que
sí?”
Mientras que los adultos que los rodeaban continuaban mirando,
Frank le sonrió. — “Sí, Suz. Los chicos están de acuerdo en ser tuyos
una vez que hayan crecido y tomes tu lugar como Tejedora de Sueños.”

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— “¡Noooooo! ¡No lo permitiré!” Gritó su madre mientras los chicos
besaban las mejillas de Suz.
Suz besó cada uno. — “Los amo,” les murmuró con cada beso.
— “Está hecho,” declaró Frank, “Ahora esos graduados de Escocia
necesitan irse o perderán su vuelo.”
Suz había soñado con unos pálidos ojos azules y ensortijado
cabello negro por semanas después de que los chicos se fueran. Ella
quería y deseaba ojos tan hermosos, pero cada mañana despertaba
con nada más que lo que ella pensaba eran sus propios ojos de
gracioso color. Aún ahora, café y verde combatían por el dominio con
motas de oro pequeño que parecían ir o venir dependiendo de su
humor.
— “¿Cuánto tiempo llevas aquí?” Realmente quería preguntar
cuánto tiempo Ruth y Jubilee le habían dicho y con cuánto ella podía
salirse con la suya.

— “Un rato,” Penn replicó. El se movió y permaneció en su pierna


buena. Entonces alcancé el par de muletas que permanecían en la
barandilla del columpio.
Sólo esa palabra en su acento profundo-pozo-en-el-desierto hizo
que su cuerpo flameara. Ella tragó fuerte y sus pezones crecieron
dolorosamente fuerte, y su coño goteó. Nada la prendía más que un
hombre con acento. Inglés, Irlandés, Australiano enviaban escalofríos
a través de ella, pero un acento Escocés la hacía mojar cada vez.
Penn se puso las muletas y apoyándose pesadamente en ella,
cruzó el porche. Suz abrió la puerta de malla y luego alcanzó y empujó
la puerta roja con el panel de cristal en dónde dos cardenales estaban
sentados en un árbol de magnolia espolvoreadas con nieve.
Tocando la puerta, recordó a Ruth diciéndole que el artista del
cristal había cambiado ésa pieza por un verano de alojamiento y
comida. Tantas historias que Suz no sabía, tantos recuerdos de Ruth
no compartidos porque Suz había dejado de venir y había fallado en
tomar su relevo como Tejedora de Sueños.
En su lugar ella había roto su voto de no tener sexo, no
embarazarse la primera vez a los diecinueve y terminar en un
matrimonio con un hombre lleno de pasión por los viajes e ira.
Después de perder a su bebé en su cumpleaños veintiuno, Suz se
divorció del hombre y pasó los siguientes cuatro años creciendo salvaje

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y salvaje como si tratara de encontrar un camino al orgasmo. No
importaba que tratara o a cuántos hombres invitara a su cama, nunca
podía tener un orgasmo. Este conocimiento la había convertido en una
mujerzuela y decepcionado a tanta gente que la mantenía lejos de caja,
manteniéndola lejos de la única familia que le quedaba.
Se detuvo y sostuvo la puerta mientras Penn se aproximaba. En
luz baja ella no podría checarlo tanto como quisiera, pero le hizo ver
que estaba, en verdad, desnudo excepto por los bóxers que colgaban
de sus estrechas caderas.
El se detuvo justo frente a ella. Después de plantar sus muletas
echó para atrás hacia el marco de la puerta y abrió sus brazos.
“Bienvenida a casa, luv.”
Suz tomó el único escalón que los separaba. Suspiró mientras sus
brazos se cerraban en su espalda. Su piel se sentía fría cuando ella
levantó sus manos y las descansó en sus gruesos y musculosos
bíceps. Se detuvo a sí misma antes de regañarlo por estar afuera en
Noviembre sin ropa. En lugar de eso descansó su mejilla en su pecho y
escuchó su corazón latir, fuerte y estable.
Cuando él comenzó a pasar su mano de arriba a abajo de su
espina, ella se acurrucó aún más cerca, sus pezones duros como
guijarros y su coño apretado en una feliz respuesta. Por primera vez en
tanto tiempo como ella podía recordar, se sintió deseable.
Entonces se dio cuenta que estaba ronroneando como un gato
con un hombre que sólo había visto otras tres veces en su vida.
Subiendo su cabeza e intentando dar un paso atrás, se congeló
cuando los brazos de él se apretaron y su cabeza bajó. Unos labios
tibios y duros cubrieron los suyos en un beso con el que había soñado
por una docena de años. Ella suspiró y él mordisqueó su labio de
abajo. Ella apartó con entusiasmo sus labios cuando su lengua buscó
entrar. La lengua de ella se extendió para encontrarlo en una danza
que se movió entre las abiertas bocas.
Cuando el pene de Penn presionó a su vientre, ella movió sus
caderas, sorprendida por el infierno que se disparó en ella. Bajó su
mano a un lado, su meta era reclamar su coño duro que se sentía a
través de los bóxers. Antes de que ella lo tocara, él la empujó con
apretado suspiro.
— “Ruth está esperando en su habitación por ti. Deja tus maletas
aquí y sube. Después podremos hablar de.... cosas.”

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Él la liberó y tomó el control de sus muletas como si saludara a
todos con un abrazo y un beso que dejó a Suz con una mente muy
confusa.
— “¿Se supone que debas estar de pie?”
Ella lo siguió a través de la puerta del frente, haciendo una pausa
para cerrarla en un gesto automático.
— “Probablemente no, pero no seguir lo que diga el doctor no me
lastimará”.
Sin embargo ella lo sintió estudiándola, no tenía el coraje para
sostener su mirada. En su lugar ella pasó junto a él. Las escaleras
llevaban arriba y a la izquierda del pasillo. Ella podía ver un brillo
rosado que provenía de la lámpara en la cocina al final del pasillo. Su
mirada regresó a las escaleras y frunció el ceño.
— “¿Dónde estás durmiendo? No subes por esas escaleras,
¿Verdad?”
— “Me he instalado en la habitación que Ruth llama su cuarto de
sol”
Con un asentimiento Suz se volvió a las escaleras mientras Penn
se dirigía a la sala principal. Con un impulso, ella se asomó sobre la
barandilla y miró mientras él se alejaba cojeando.
La vista la cautivó, aún en la oscuridad cercada. Los anchos
hombres se reducían en una V hasta una estrecha cintura y un duro
trasero. Tenía un tatuaje en la parte de atrás de su hombro derecho
del tamaño de su palma, pero ella no podía decir qué era. La luz
disponible enfatizaba los músculos esculturales de su espalda y
pierna.
Suz tragó fuerte y se lamió los labios, luchando con un urgente
deseo por silbar. A pesar de que en los últimos minutos no se había
comportado así, ella había vivido como el equivalente a una monja
Metodista por los pasados seis años y no había tenido un orgasmo en
doce.
Miró mientras Penn desaparecía dentro de la cocina. — “Oh, my”
Cuando se dio cuenta que ahora ella estaba parada en mitad del
pasillo vacío, sacudió su cabeza. No había duda que ambos Penn y
Liam se habían casado con fuertes y hermosas mujeres quienes tenían
orgasmos regularmente. Ellos probablemente tenían niños también. No
había forma que ellos hubieran llegado a los treinta y seis sin alguien

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que los hubiera reclamado, no importando lo que había pasado hacía
doce años en ése mismo pasillo.
Ignorando lo que Penn le había dicho, ella cargó sus maletas
escaleras arriba para encontrar a Liam esperando al final con los
brazos cruzados sobre su pecho. No se veía contento. Excepto por el
ceño fruncido, se veía mucho como su gemelo por lo que Suz encontró
con su coño muy mojado, sus bragas mojándose cada minuto.
Los filosos huesos de sus mejillas y sólida mandíbula mostraban
una robustez que causaría que cualquier mujer mirara dos veces.
Negro cabello ondulado, más oscuro que el carbón caía en ondas para
descansar sólidamente en sus hombros. Y aún tenía ésos pálidos ojos
azules que aún ocasionalmente venían a sus sueños. Todo acerca de
los dos era idéntico, excepto que Liam no usaba yeso en su pierna. En
su lugar, usaba jeans amorosamente abrazados a sus piernas y
caderas y una camisa Oxford abotonada sólo hasta la mitad de su
pecho, permitiéndole una ojeada a su piel desnuda.
— “Dame ésas.” — El le ayudó con su equipaje, el cual había
puesto en el piso antes de girarse hacia ella. — “Te daré de azotes en el
trasero si alguna vez me calmo lo suficiente para no lastimarte”. —
Puso sus brazos alrededor de su espalda y la empujó herméticamente
hacia su pecho. Los pies de ella dejaron el piso y se encontró a sí
misma colgando de sus brazos.
Empujando su cabeza hacia atrás para hablar con él, sus
palabras fueron cortadas cuando sus labios cubrieron los de ella. La
lujuria pulsando desde sus labios hasta su coño. Liam la sostenía
fácilmente, sus labios abiertos para permitir su lengua entrando en los
de ella. El beso sabía tanto y sin embargo tan diferente al de Penn que
ella supo que podría distinguirlos tan sólo por su gusto. Ella se movió
contra él cuando sintió su largo y duro palo presionar en su vientre.
Cuando finalmente la puso de nuevo en el suelo, ella se tambaleó por
algunos segundos, tratando de encontrar su balance. Sip, los hombres
McKenzie sabían con seguridad cómo besar.
Entonces este hecho se filtró a través de su nublado cerebro.
— “¿Qué quieres decir con que quiero que me azoten el trasero?”
Él le sonrió, pero a ella no le confortó su expresión. — “Quiero
decir que pondré tu trasero desnudo sobre mi rodilla y haré entrar
algo de sentido común en ti antes de follarte hasta que tengas un
coma sexual. Se suponía que vendrías a nosotros hace años. Pero
noooo, tenías que ir y casarte con un.... un... idiota que no te amaba y
que no te podía dar lo que más necesitas.”

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El cerebro de Suz aún estaba procesando el comentario sobre su
desnudo-trasero-sobre-su-rodilla, pero curiosamente sacó lo mejor de
ella. — “Y ¿Qué es lo que más necesito?”
— “Lo mismo que necesitas hasta hoy. Lo mismo de lo que te has
perdido desde que prometiste a todos. Necesitabas venir”.
Su evaluación de la situación de ella dejó a Suz sin palabras.
Antes de que respondiera, él bajó la cabeza y la besó gentilmente. —
“Ve a ver a Ruth, lass. Ella ha estado esperando por ti, pero no ha
estado muy lúcida”.
El se rio entre dientes mientras ella se alejaba, el sonido oscuro y
sexy. Un escalofrío pasó a través de ella desde sus erectos pezones
hasta su chorreado coño. — “Oh, y amor”, cuando yo termine con ese
trasero en algunos años, estoy seguro que Penn estará esperando
también su turno”.

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—“ ntonces, ¿Qué quieres mi hermosa Tejedora de Sueños?”
La pregunta, murmurada en una voz tan delgada como humo de
una sola vela de cumpleaños, causó que Suz derramara lágrimas que
se empezaran a deslizar. Suz no se molestó en limpiárselas. Sus dedos
permanecieron ocupados acunando la frágil mano derecha de Ruth,
esperando que le sostuviera con vida un poco más, a pesar de que ella
sabía que era un ejercicio inútil. Dawn se acercó y Ruth había
despertado unos pocos minutos antes de parecer clara y coherente.
Ruth Amelia Brooks McKenzie Adams McKenzie había sobrevivido
a tres maridos, un hijo, tres hijas, una docena de nietos y cuatro
biznietos. Excepto por Suz, la hija de las hijas de su hija, ella había
sobrevivido a los descendientes completos de sangre. Con ciento y
cuatro años, nueve meses y veinticuatro días, era la persona más vieja
viviendo en el Condado de Craven, en Carolina del Norte.
— “Entonces ¿Qué quieres?” — Preguntó ella de nuevo cuando
Suz no le había contestado.
— “Quiero que te mejores para que puedas enseñarme acerca de
tejer y acolchar la vida como tú siempre quisiste”, — murmuró ella.
Era todo lo que podía hacer para no recargar su frente en la cama
de hospital y llorar como un infeliz recién nacido. Pero eso gastaría
tiempo y llorar podría dañar el acolchado y antiguo mueble.
Ruth había confeccionado colcha nupcial en la que descansaba
cuando se casó con el Bisabuelo Frank, su tercer esposo, hacía más de
cuarenta años. Ellos durmieron bajo ella hasta su muerte hacía doce
años, y ella había dormido bajo ésta cada noche desde entonces. Ruth
afirmaba que la colcha tenía completos poderes-mágicos de amor y
recuerdos que le dieron confort y felices sueños cada noche.
— “Eso no lo puedes desear. Ahora ¿Qué es lo que deseas?”

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Cerrando sus ojos, Suz tomó un profundo suspiro y preguntó a su
corazón por una respuesta que podría darle a Ruth, una última razón
para sonreír.

Deseo, el juego que jugaban cada vez que iba de visita a


Dremaer‟s Dell. La primera vez que experimentó la magia de Deseo fue
cuando ella tenía seis años. El primero fue “Deseo leche con chocolate
para el desayuno” obtuvo su sueño de botes de chocolate navegando a
través un mar también de chocolate. A la mañana siguiente a un gran
vaso de leche con chocolate estaba junto a su plato de cereal a pesar
de que nada más de chocolate se encontraba en la casa.
Los gemelos estuvieron celosos, pero Ruth simplemente les
sonrió. “Ella es una Tejedora de Sueños”, les dijo como si eso explicara
todo. Los chicos asintieron y no dijeron una palabra más. Su padre,
por el otro lado, se jactó de que Suz pudiera hacer algo práctico con su
vida.
A los trece años el deseo fue: “Deseo gustarle a Chris Dobson.”
Esa noche soñó con Chris y al siguiente día de escuela éste le
preguntó si quería ser su novia. Esa relación duró una semana y
media hasta que Suz la rompió a la mitad del baile de Navidad, debido
a que descubrió a Chris tan ceñido a ella como una telaraña.
En silencio después de algunos latidos de su corazón, ella abrió
sus ojos y miró a Ruth. Sus hermosos verdes, verdes ojos siempre
traían a su mente fotos de la campiña Irlandesa que ella había visto en
películas y revistas. Aún ahora, enferma y cansada de la vida, sus ojos
resplandecían.
— “Deseo todo”, — murmuró, tratando de aferrarse a una sonrisa
arrogante mientras le daba a Ruth la misma respuesta que le había
dado cuando se graduó de la secundaria.
A los dieciocho, todo parecía posible, y el puro número de
decisiones en la vida que tenía por delante era de enormes
proporciones. Ahora estaba de nuevo sobre pasada, pero esta vez
debido a que una docena de años de malas decisiones que habían ido
en contra de Ruth, los McKenzies y aún la vida práctica que su padre
quería para ella. Había defraudado a todos y cargado la culpa como
una piedra alrededor de su cuello.
Ruth tomó una profunda respiración y soltó un suspiro y sacudió
su cabeza: — “Muy vago. Muy general. ¿Qué es exactamente lo que
deseas?”

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Esto, también era parte del juego. Ser específico y dar detalles.
Aclarar lo que se quiere, desea hasta que lo deseado se vuelve tan
claro como la famosa jalea de manzana de Ruth.
Sabiendo que no renunciaría hasta obtener una respuesta
satisfactoria, Suz se movió a la silla mecedora de madera y mantuvo la
mano fría y seca de Ruth. — “Muy bien. Deseo a un buen hombre para
amar y cuidar quien también me ame y cuide de mí. Deseo renunciar a
mi trabajo quita-almas y hacer algo que me llene aunque no tengo la
menor idea de lo que pueda ser. Deseo magia y milagros”.
Una vez que comenzó a confesar los más secretos y profundos
sueños de su corazón, no se pudo detener: — “Deseo buen, no
grandioso sexo con orgasmos. Orgasmos que me dejen imposibilitada
de mover. Quiero poder comprar ropa interior nueva sin preocuparme
en cómo pagar por los comestibles. Deseo ser feliz”.
Finalmente y sabiendo que le causaría a Ruth una risita, añadió:
— “Deseo paz mundial y que el termine el hambre, una cura para el
cáncer, el SIDA, y la gripa común”.
Tal como Suz lo anticipó, Ruth rió, pero el sonido corto, poco
entusiasta finalizó con una tos fuerte.
— “¿Y tú qué deseas?” Preguntó Suz, como siempre hacía en su
parte del juego.
En el pasado la respuesta siempre era: — “Deseo todo lo que tú
deseas, y quiero que tus deseos y sueños se vuelvan realidad en el
mejor modo posible”. — Esta vez, ella suspiró — “Deseo que seas la
Tejedora de Sueños que naciste para ser. Deseo que cumplas las
exigencias y tengas paz, alegría y verdadero amor. Tú eres una
Tejedora de Sueños ahora.
Con ése pronunciamiento, suspiró de nuevo, cerró sus ojos y
descansó su cabeza en una pila de almohadas. Su cuerpo entero se
relajó, una vez más. Parecía como si hubiera caído en un sueño
profundo, pero cuando Suz miró su pecho, esperando ver cómo se
levantaba para la siguiente respiración, éste no se movió. Mirando su
cara no pudo evitar reír a través de sus lágrimas. La abuela Ruth
estaba finalmente en paz.
Unos minutos después, Liam colocó una mano tibia en su
hombro. — “Era una mujer muy especial”.
— “Sí”
— “Vamos abajo un momento”

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— “¿No tendrías qué llamar a alguien? ¿Su doctor? ¿La
funeraria?”
— “Penn se encargará de eso. Por ahora, sólo ven conmigo”
Suz se levantó y, después de besar a Ruth en la mejilla, permitió
a Liam llevar su mano y guiarla fuera de la cama. Cuando regresó,
notó que Penn ya se había puesto alguna ropa. El ahora usaba una
camiseta de la Universidad de Edimburgo y un par de pants verdes
con la pierna enyesada cortada hasta el muslo.
Penn la jaló hacia él y le dio un beso en la mejilla. — “Lo siento,
luv. Pero no estás sola. Liam y yo estamos aquí para ti. No dejaremos
que te alejes de nosotros esta vez”.
Suz frunció el seño pero no preguntó acerca de la declaración que
había traído a su mente. A pesar de haber estado involucrada con
varios hombres, nunca había tenido dos al mismo tiempo. Estos dos
sonaban como si ella los fuera a tomar a ambos y los tres pudieran
hacer su propia pequeña familia. En ese momento la sugerencia no
sonaba tan mala. Pero ¿Cómo la podría explicar a sus amigos en
Denver? O ¿Esperarían que ella se mudara con ellos a Escocia?
Una vez en el pasillo, Liam la detuvo y la miró largamente. —
“Toma un baño y ve a dormir, cámbiate antes de bajar. Para entonces
Penn debería haber hecho sus llamadas y podremos desayunar antes
de que te vayas a dormir”.
— “Suena como un plan”. Suz suspiró, por primera vez en una
docena de años, sintiéndose pequeña y delicada, pero sobre todo,
cuidada.

Penn finalizó las llamadas y entonces se sentó en la silla que Suz


había usado la mayor parte de la noche. — “Feliz viaje Ruth.
Cuidaremos de Suz. No estará sola de nuevo. Si se hace de tu manera,
estaremos invocando la magia de la Tejedora de Sueños antes de que
descanses en tierra. Y nos aseguraremos que tome su lugar como
Tejedora”. — Él permaneció quieto y después de besar su fría mejilla,
movió la sábana para cubrir su cara.
El escuchó el sonido de la ducha que venía de al otro lado de la
pared, y luego como se apagaba unos minutos después. Escuchó cómo

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la puerta del baño y se abría y cerraba. Esperó a que ella saliera y
bajara, pero nunca lo hizo. ¿Estaba todo bien?
Liam se encontró con ella a medio pasilla. — “¿Estás bien?”
Penn asintió. — “Se tardará otra hora o más hasta que ellos
fueran por ella”. — Suz había terminado su baño hacía unos
momentos. Probablemente está haciendo ésas cosas que hacen las
mujeres”.
— “Lo checaré”, — Liam volvió y se encaminó al pasillo.
Se detuvo afuera de la puerta de la habitación de Suz, su cabeza
doblada hacia un lado, cuando Penn se le unió. Penn levantó su mano
para tocar, pero Liam lo agarró antes de que siquiera tocara la
madera.
Suaves sollozos venían de dentro de la puerta.
— “Ella no está llorando, ¿verdad?”
— “No”
Los sonidos eran desgarradores.
Liam alcanzó la perilla, sorprendido de que girara cuando lo tocó.
Tan pronto abrió la puerta unos centímetros, el sollozo era más
audible, ellos escucharon sus susurros.

— “Por favor, Oh Dios. Sólo uno. Por favor, sólo déjame tener uno”
La puerta se abrió silenciosamente. — Oh, Dulce Jesús” Los
hermanos murmuraron al unísono.
Suz permanecía desnuda en el centro de la cama king-size. Una
mano sobre un seno mientras la otra manipulaba vibrador zumbando
a velocidad máxima entre sus piernas. Sus ojos cerrados, su cabeza
moviéndose de lado a lado mientras se torturaba a sí misma.
Hipnotizado, Penn se dirigió a la parte derecha de la cama. Liam
se movió para permanecer al otro lado. Después de otra mirada a la
mujer que se recostada entre ellos, las miradas de ambos se
encontraron en silencioso acuerdo. Su mujer estaba herida y sólo ellos
podían aliviarla de su angustia.

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Ella cayó allí, justo más allá de su alcance. Pero no importaba lo
que Suz tratara, el alivio no vendría de manera suficiente para que ella
escalara y se montara en una terminación. Era como si una ventana
de cristal la separara del orgasmo. Lo podía ver allí al otro lado del
cristal, pero no podía tocarlo.
Creyó haber oído hablar a alguien, pero su lujuria la tenía muy
distraída para descifrar sus palabras. Ella se quería venir. Quería
desatar los nudos de frustración sexual que crecía exponencialmente
cada vez que las manos de los McKenzie la habían tocado desde su
llegada.
No había querido llegar a la situación de vida-o-muerte en
persecución de un orgasmo ahora. Terminó su ducha e intentó vestirse
y unirse a los hermanos en la cocina para discutir lo necesitaría
hacerse para el funeral de Ruth. Al menos hasta que sacó la camiseta
y mallas en las que dormiría de su equipaje y su vibrador rosado cayó
sobre la cama.
Su lujuria estaba en punto de ebullición. Aún desnuda, se subió
al centro de la cama en otra búsqueda del elusivo orgasmo. Aquí en
Dreamer‟s Dell, con Penn y Liam tan cerca, seguramente sería capaz
de alcanzar su objetivo. Pero aún dolía y permanecía caliente, excitada
y en serie necesidad.
Cuando ambos lados de la cama se cruzaron en una sola vez, Suz
abrió sus ojos y miró de un lado al otro mientras Penn y Liam se
acercaban y se ponían a su lado. Ellos permanecían suficientemente
cerca de ella para sentir su calor, pero no tanto como para tocarla.
— “¡Ayúdenme¡” ¡Por favor¡” Gimió mientras lágrimas rodaban de
sus ojos. Estaba tan cerca, pero aún imposible de cruzar.

— “Shhhh, bebé. Nosotros te cuidaremos. Pero te tienes que


calmar un poco”. Liam quitó el vibrador de su mano y la otra de su
seno.
Penn le quitó el falo de imitación de su mojada vagina y frunció el
ceño. — “No necesitarás esto nunca más” — él gruñó mientras lo
apagaba y lo arrojaba por encima de su hombro.

— “¡Nooooo! — Suz se movió entre ellos tratando de liberar sus


brazos del gentil pero inflexible agarre de Liam.
— “Silencio, lass. Tienes que calmarte. No queremos lastimarte”.

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Suz no tenía idea de quién le estaba murmurando. No le
importaba. Sólo sabía que se tenía que venir antes de perder
totalmente la cabeza. — “¡Por favor!”
— “Muy bien, luv. Déjalo ir. Ven a nosotros”.
Con esto los gemelos dirigieron sus bocas a sus senos. Sólo el
toque de ésos labios sobre su piel envió ejes de electricidad placenteros
desde sus senos a su coño, y se vino. El cristal que la mantenía lejos
del clímax se destrozó mientras ella se liberaba.
Con músculos tensos y su cuerpo arqueado hasta sus tacones,
con su cabeza reposando en la cama. Un grito y lamento altos llenaron
la habitación y continuaron y continuaron y continuaron.

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an pronto Suz se lanzó a la orilla, Liam levantó su cabeza,
liberando el dulce sabor de su seno para mirar a su hermano. Sabía
que había tenido la misma horrorizada expresión en su cara que vio en
la de Penn.
— “¿Qué rayos le hicimos?”
Retrocediendo, esperaron a que ella se calmara lo suficiente para
hablarle. ¿Cómo había sobrevivido a doce años sin un orgasmo? ¿Por
qué no había venido a ellos antes? ¿Porqué no les dijo en el instante en
que los vio de nuevo? ¿Por qué los odiaba?
Su corazón sangraba con el pensamiento de que ella sufría debido
a que ellos idiotas lo único que podían pensar era en que se
mantuviera pura para ellos. Obviamente su mal-concebido plan les
había salido contraproducente.
El tono alto se alivió, y Suz lentamente bajó su cuerpo hasta el
colchón, a pesar de que permanecía lejos de la relajación. Sus caderas
continuaban alzadas y se elevaban y caían como si estuviera follándola
alguien, aunque no había nadie. Abriendo sus ojos, los miró a través
de sus lágrimas, pero estaba segura de lo que vería: — “¡Por favor¡
¡Otro¡”
Liam miró a Penn. — “No podemos dejarla así”
— “¿Sólo manos y bocas?”
Liam asintió. Entonces volvieron toda su atención a la mujer
entre ellos.

El primer orgasmo rodó en ella como un tren completamente


cargado. Se alivió un poco antes de que su cuerpo pidiera otro. Alguien

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encima de ella, su tono la torturaba. Sin embargo ella quería
asegurarle que estaría bien, no podía. No estaba segura que
sobreviviría esta intensa hambre que la estaba despojando de todo lo
civilizado, dejándola como una masa temblorosa de lujuria y deseo.

Los sintió de regreso. No se podían ir, no aún. Ella los necesitaba.


Tenía que venirse de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo tantas veces como
los cólicos in su centro para liberar su agarre.
— “¡Por favor! ¡Otro! ¡Hagan algo!”
Los escuchó ceder, pero sus palabras no tenían sentido. No le
importaba lo que hicieran mientras que le dieran otro orgasmo.
Un momento después, Liam se inclinó sobre ella y la besó. Una
caliente mano se perdió en el centro de su abdomen para cubrir su
seno más cercano a él. El levantó su cabeza y murmuró con voz ronca:
“Está bien, lass. Te llevaremos al cielo tantas veces como lo necesites.
Déjate llevar y ven, Suz. No podrás negártelo a ti misma de nuevo, no
con nosotros”.
El masajeó su pecho, su pezón rozando su palma. Entonces lo
tomó entre sus dos dedos y la jaló suavemente.
Mientras tanto, Penn comenzó en lo alto de su pecho moviendo
sus manos en la dirección opuesta hasta que alcanzó su pelo húmedo
cubriendo su vagina. Sus dedos peinándolo a través de los labios
cubriendo su clítoris. Ella sintió sus dedos ir abajo al centro de su
hendidura desde el clítoris a la vagina y de regreso antes de presionar
duro sobre las expuestos bultos y nervios.
Ella gritó dentro de la boca de Liam mientras el éxtasis la
reclamaba de nuevo. ¿Cómo podían ellos hacerle esto tan fácilmente?
Ella frotó, pellizcó y acarició los mismos pedazos de carne incontables
veces sin ningún resultado.
Ellos la confortaban después de cada orgasmo, luego le
construían otro y luego otro más. Ella perdió la cuenta de cuántas
veces voló sobre la orilla con sus liberaciones. Finalmente, tan drenada
que pensó que se derretiría en el colchón, abrió los ojos para encontrar
a Liam entre sus piernas, dos dedos dentro de su núcleo mientras
escurrían sus jugos. Penn la acunaba en su pecho, sus dedos sobando
gentilmente sus pezones.
Cuando lo miró, contenta y casi coherente, Liam la lamió una
última vez con ancha lengua. Ella miró mientras él sacaba sus dedos
de su propio cuerpo y se movía para descansar a un lado de ella.

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— “¿Te sientes mejor, lass?”
— “No sé si seré capaz de moverme otra vez”. — Se movió sobre
Penn y sintió eje duro en su trasero a través del sudor. — “Pero ¿Y
ustedes dos? ¿No necesitan algún alivio?” ella los alcanzó, queriendo
sentirlos contra ella.
Sus manos la detuvieron tan pronto como ella los tocó. — “No,
luv. Ahora que estás más relajada, necesitas comer y dormir” — Penn
besó su hombro antes de rodar a un lado para que ella pudiera salir.
— “¿Porqué no te limpias y yo haré mientras el desayuno? La funeraria
deberá estar aquí pronto”. — Después de colocarse las muletas, Penn
salió de la habitación.

— “No creo que me pueda levantar”


— “Está bien, lass. Te cuidaré”. — Liam salió de la cama y
desapareció en el baño.

Una vez en el baño, Liam permaneció viendo su reflejo en el


espejo. Cubriendo el bulto con el cierre de sus jeans con una mano, él
sacudió, fuerte. — “No mereces alivio. No después de lo que ella ha
sufrido. No hasta que ella esté en el telar y haya tomado su lugar como
la Tejedores de Sueños”.
Le tomó varios minutos antes de que pudiera juntar las cosas que
necesitaba y regresar a la habitación.

Suz estaba quieta, demasiado drenada para moverse o pensar.


Estar relajada y post-orgásmica se sentía tan bien. Todos los nudos
que la ataron por tanto tiempo se habían ido, empujados por el toque
de ésos dos Scouts con ojos azules.
Se movió cuando una ropa tibia tocó su hombro. Abriendo los
ojos se encontró a Liam apoyándose gentilmente sobre ella,
gentilmente mojándola, limpiándola. El se movió rápidamente,
eficientemente como si hubiera hecho esto antes. Aún cuando limpió

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entre sus piernas, no se molestó en parar y jugar. Una vez que terminó
y que la secó tan eficientemente, la levantó muy fácil de la cama y la
cargó desde su habitación.
— “¿A dónde vamos?”
— “Estás hecha un desastre, y tenemos qué cambiar las sábanas.
Por ahora, dormirás en mi habitación”. — El sonrió cuando la llevó
cruzando el pasillo al otro cuarto. La paró sobre sus pies y la ayudó a
ponerse una camiseta que tomó del vestidor antes de regresar a las
sábanas de la cama y ayudarla a recostarse. Una vez que la colocó
bajo ellas, se sentó frente a ella un momento, pero encontró su
adormilada mirada. — “¿Recuerdas la leyenda de la Tejedora de
Sueños?”
— “No he oído ésa historia en años. ¿Me contarás un cuento antes
de dormir?”
Liam no contestó su pregunta, pero miró profundamente en sus
ojos mientras comenzaba a hablar.

— “Hace más de trescientos años, una pequeña niña llamada


Sarah fue enviada como aprendiz con una tejedora a una villa cercana.
Sarah amaba tejer y aprendió rápidamente. La tejedora supo que
Sarah era la de la profecía en la leyenda de la Tejedora de Sueños que
aparecería al comienzo del tejido. La leyenda dice que habría una
mujer quien cuidaría de las amenazas más comunes y crearía belleza
inimaginable. La Tejedora de Sueños, y todas las tejedoras de su línea
serían dotadas si cumplían con la reivindicación de la magia del telar.
— “Durante el último invierno de Sarah como aprendiz, conoció a
un hombre llamado McKenzie. Se enamoraron y una noche mientras
ella trabajaba en el telar, McKenzie vino a ella y la amó sobre el telar.
Mientras llegaban al clímax, ambos con sus manos sobre el telar,
sintieron la magia arremolinarse a su alrededor y llenar a Sarah. Ese
invierno Sarah tenía que tejer un manto para que la Madre Naturaleza
usara durante una ceremonia especial de bienvenida al mundo de la
primavera.
— “La leyenda dice que entre más hermoso era el manto, más feliz
sería la Madre Naturaleza y así la vegetación y las plantas también lo
serían para ése año. También se dice que si el manto no se entregaba,
la primavera nunca llegaría, y el mundo tal y como lo conocemos,
terminaría”.

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— “Después de estar con McKenzie en el telar, el tejido de Sarah
tomó una belleza mágica. Desde entonces, Las Tejedoras de Sueños
deben reclamar la magia del telar mientras follan al hombre McKenzie
quien sostendrá su corazón, cada invierno se le encarga a la Tejedora
de Sueños la tarea de diseñar y tejer un manto especial para que la
Madre Naturaleza use como bienvenida a la primavera del mundo.
— “Ahora es tu turno. Tú eres la Tejedora de Sueños, y esta vez
reclamarás a los hombres McKenzie e invocarás tu magia en el telar de
Sarah”.
Suz estaba casi dormida cuando el volteó su mano, la sostuvo y le
dio un beso en el centro de su palma. “¿Qué es lo que deseas, Tejedora
de Sueños?”
No preguntó por las palabras familiares de su pregunta, sino que
se encontró contestando gracias a la práctica adquirida: — “Deseo
estar completamente descansada con cuatro horas de sueño de modo
que pueda lidiar con la preparación de la muerte de Ruth y lo que sea
que necesite ser hecho. ¿Y tú? ¿Qué deseas?
— “Deseo que todo lo que quieres y tus deseos y sueños se
realicen en la mejor forma posible” contestó sin vacilar. — “Ahora,
duerme. Vendré a verte dentro de cuatro horas”.
Ella no estaba segura si fue su tono gentil o el círculo de
respuesta de Ruth a su pregunta la confortó más, pero asintió y cerró
los ojos, permitiéndose dormir para continuar su camino.

Penn llegó hasta la sala antes de que la culpa lo hiciera


tambalearse. Se colapsó en el sillón y con su cabeza entre sus manos,
se maldijo por alguna vez haberle hecho la promesa a su mujer de que
tendría todos sus orgasmos sin haberle prometido lo mismo a ella. Él
gruñó sabiendo que había hecho la misma promesa de que nunca
estarían lejos de ella por menos de una cuarta noche antes de
arrastrarse desde su escuela y haciéndola suya.
— “Se acabó, y ahora se lo vas a compensar”, murmuró él para sí
mismo mientras Liam entraba a la habitación.
— “No habrá presión hacia ella”.

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— “Entonces ¿Cómo se lo vamos a compensar? ¿Dónde está ella?
¿No tiene hambre?”
— “Está durmiendo. No se levantará hasta dentro de un par de
horas. Una vez que despierte necesitamos escoltarla como la dama que
es, no sólo arrastrarla como un biscuit de Jubilee”.
Antes de que Penn pudiera discutir, el timbre de la puerta sonó.

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iempre le tomaba a Suz unos pocos segundos darse cuenta de
que realmente estaba despierta. Ese corto tiempo donde flotaba en la
creencia de que todo era posible, donde la magia existía, tan sólo por
un momento. En ese corto período entre dormir y despertar, mientras
se acurrucaba más profundamente en la almohada, se preguntaba
constantemente como sería su vida si no hubiera cedido a los
designios de su padre por una vida práctica.
Un momento después una fría culpa empujaba la magia fuera de
sus sueños. Penn y Liam la habían llevado sin ningún egoísmo, a
través de sus orgasmos una vez tras otra, pero se negaron a dejarla
lidiar con sus erecciones. En lugar de eso, Liam la limpió y después de
ponerla en su cama, le contó la leyenda de la Tejedora de Sueños.
¿Porqué la había tratado tan bien sin pedir nada a cambio?
Ningún hombre nunca le había dado nada sin egoísmo y sin esperar
por lo menos lo mismo en pago. ¿No querían ellos tener sexo con ella?
Abriendo sus ojos, encontró la habitación brillante por la luz del
sol de las ventanas que miró al patio. Una mirada al reloj cruzando el
cuarto le mostró que eran las 11:45. Obviamente de mañana, pero ¿De
cuál mañana? ¿Había dormido cuatro o veintiocho horas?
Empujando las cobijas, Suz rodó fuera de la cama, gimiendo
cuando sus músculos punzaron en protesta. Dibujado por la luz del
sol en su primera mirada al día desde que estuvo en Dreamer‟s Dell en
una docena de años, ella estudió la vista por algunos largos
momentos. Notó algunos cambios, el camino a la derecha de la casa
que iba a través del cambio ahora terminaba en un nuevo granero. Su
mirada fue luego al estudio de Ruth.
Tendría qué ir e introducirse al telar. Tenía qué ver si el telar la
aceptaba como su nueva señora. Por primera vez en su vida, no
cuestionó lo práctico de sus intenciones. Sólo actuaría.
Sintiendo la necesidad de tocar a los hombres McKenzie tan bien
como para empujar el telar, cruzó la sala hacia su cuarto para

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cambiarse. Se sorprendió al encontrar la cama ya hecha con sábanas
limpias y secas.
Quitándose la camiseta que usaba, se la acercó a la nariz y la olió
profundamente. La esencia de Liam hizo que sus pezones se irguieran
mientras un escalofrío pasaba a través de ella. Lanzándola a la silla, se
preguntó si la extrañaría. Volviéndose a su maleta, pasó por alto la
ropa interior. En lugar de eso se puso una camiseta pegada sin
mangas con encaje. Normalmente la usaría debajo de su traje, pero
hoy se sentía atrevida y quería poner a los hombres McKenzie en
acción. Luego se puso una falda del mismo color que le llegaba a los
tobillos, del mismo tono de azul que sus ojos. Deslizó sus pies dentro
de zapatos tipo bailarina de ballet, y salió de la habitación.
Alcanzó el último escalón cuando sonó el timbre de la puerta. Fue
a contestar sin estar segura si estaba lista para encontrarse con los
amigos de Ruth. Al menos no sin Penn ni Liam a su lado.
Abriendo la puerta delantera, usando lo que ella esperaba fuera
una expresión de bienvenida, los nudos que cargaba desde el mail de
Ruth se pusieron tensos. ¿Qué estaba ella haciendo allí? Tal vez se
podía esconder en el estudio de Ruth mientras los amigos presentaban
sus respetos.
La mujer de pie en el porche medía escasamente cinco pies de
alto y usaba una falda hasta los tobillos de terciopelo color burdeos
con un suéter de cuello en V color marfil que se aferraba a sus
generosas curvas. Usaba un chal con los colores del arco iris
cuidadosamente anudado alrededor de sus hombros. Su blanco
cabello tan puro, en un estilo militar, haría a cualquier instructor de la
Marina sentirse orgulloso.
Tan pronto Suz la vió, el miedo se deslizó como una cucaracha
cuando la luz se encendió. — “¡Jubilee¡” Tal vez las cosas no irían tan
mal después de todo.
— “¿Suz? ¿Seguramente no eres la peque Suz que soñaba con
veleros de chocolate y conquistaba el mundo con los dos hombres
McKenzie a su lado? Jubilee entró en la casa y jaló a Suz en un abrazo
que la dejó sin aliento. “Has estado lejos demasiado tiempo, niña. Y
ahora que Ruth se ha ido antes de entrenarte apropiadamente” Jubilee
dijo sin liberarla.
Suz regresó su abrazo y se relajó y ganó fuerza para los retadores
días que le esperaban por delante.

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Cuando finalmente la liberó, Suz dio un paso atrás y usó el
dobladillo de su falda para enjuagar sus lágrimas cuando éstas
goteaban hacia sus mejillas.
— “¿Te gustaría algo de café?” le preguntó a Jubilee desenredando
el chal y dejándolo en la barandilla.
— “No necesitas esperar por mí. Estoy aquí para ayudar”, Con
esto, Jubilee caminó a la sala.
Suz fue tras ella, sin saber qué hacer. Jubilee estaba aquí y
estaría a cargo como siempre lo había estado. Penn estaba solo
sentado en la cocina, ceñudo frente a su laptop. El yeso blanco se
había ido, siendo reemplazado por una tablilla mucho más ligera y
atada con velcro.

— “Buenos días, Penn” — dijo Jubilee mientras entraba en la


cocina. — “¿Cómo está ésa pierna hoy?”
El doctor dice que sanando” bien, pero dice que debo usar este
artilugio por un par de semanas más. Pero ahora por lo menos, puedo
caminar.
— “Tal vez la próxima vez te lo pienses dos veces antes de intentar
esos vuelos acrobáticos estúpidos y peligrosos”.
— “¿Qué hiciste?” — Suz no podía más que preguntar.
— “Pensó que podía jugar al vaquero y trató de subirse a un toro
mecánico en Jacksonville. No se dio cuenta que se está haciendo
demasiado viejo para ésas tonterías”, — dijo Jubilee, — “¿Dónde está
tu hermano?”
— “Estoy justo aquí”. Liam caminó desde el vestíbulo mientras
Jubilee salía, con sus brazos llenos de ropa recién lavada. — “Hola
lass, ¿Cómo te sientes?” — Liam se detuvo junto a Suz.
Ella lo miró mientras que él la rodeó con ambos brazos alrededor
de su espalda, Después de acercarla a su pecho, bajó su cabeza
lentamente y la besó. Sus labios estaban cálidos y amables contra los
de ella, dándole sólo un momento a ella para acostumbrarse a su
toque antes de que su lengua trazara una línea en la línea de los labios
de ella, buscando entrar. Ella abrió sus labios y probó su sabor a café
y pimienta en Liam. Eso, junto con la esencia de hombre y colonia de
especias, causó que sus sentidos se abrumaran. Sus pezones se
endurecieron, y su crema comenzó a llenar su coño.

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Cuando finalmente la soltó, Suz se tambaleó como si tratara de
recobrar su balance. — “Estoy bien, creo”. — Ella se le quedó mirando
a Liam, quien tenía un resplandor de fuego en sus pálidos ojos y una
sonrisa de satisfacción en sus labios.
— “Hey, Yo quiero un de ésos”, — dijo Penn desde su asiento en la
mesa.
Suz se cruzó yendo hacia él. Se inclinó sobre él para besarlo
cuando él la empujó sacándola de balance y haciendo que se sentara
en su regazo, sus brazos alrededor de su cuerpo, una mano sobre su
cadera, que evitaba que ella cayera.
— “¿Dormiste bien?” — preguntó una vez que la tenía en la
posición que deseaba.
— “Sí, gracias. ¿Qué día es?”
— “Bien. Has dormido cuatro horas, justo como querías. Ahora,
dame mi beso de buenos días”.

Penn envolvió un brazo musculoso alrededor de su espalda para


sostenerla mientras que su otra mano tomó su mejilla. — “Eres tan
hermosa. Aún más ahora que estás relajada y sonriente”.

Suz sintió su asta contra su cadera moverse, creciendo y


endureciéndose. — “Tú y Liam lucen calientes”, — le murmuró ella con
una sonrisa indolente mientras deslizaba una mano hacia abajo al
centro de su pecho. Frotó un dedo bajo su hasta tan lejos como pudo.
El gemido de Penn salió de lo profundo de su pecho mientras
acortaba la distancia y la besaba. Mientras el beso de Liam había
abrumado sus sentidos con tibieza y amabilidad, el de Penn la
devastó. Su boca se sentía caliente y dura en demanda de que su
lengua se precipitaba dentro y fuera, enredándose en la de ella. Sabía
a canela y café y a oscuro y exótico sexo.
Suz gemía con florecida lujuria en su pelvis. No trató de luchar o
contenerlo. El conocimiento de que ambos podían llenar sus
necesidades, la tenía a frotando sus pezones duros contra el pecho
musculoso de Penn.
El calor rodeándola mientras Liam se arrodillaba a su lado. Su
mano se deslizó hacia arriba de su pierna, empujándole la falda. Se
detuvo sólo un momento en su rodilla.

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Penn jugó con sus pechos, primero uno, después el otro, su
expresión volviéndose tensa. — “Oh, luv, ¿Qué nos haces?” —
Murmuró contra su boca. — “¿Qué deseas, nena?”

Suz se separó para mirar a uno y otro. — “Háganme suya”. — Con


un brazo alrededor de Penn, usó el otro para jalar a Liam de modo que
lo pudiera besar mientras continuaba su viaje arriba de su pierna.
Cuando alcanzó la cima de sus muslos, él separó sus labios de los
de ella y miró a Penn. — “Ella no lleva bragas” murmuró con voz
ronca.
— “¿Porqué hermano? No puedo pagarme comprar nuevas esta
semana si ustedes deciden romperlas todas”.
Los hombres la miraron y comenzaron a reír. Continuaron riendo
mientras la acurrucaban más cerca.
— “Sí, probablemente estarían de nuevo a punto de serte
arrancados de nuevo”, pero te puedes permitir tantos pares como
quieras” — dijo Liam finalmente.
— “Sin embargo, preferimos que te mantengas justo como estás
ahora” — Penn asintió mientras bajaba su cabeza para mordisquear
sus pechos.
— “Penn, Liam, necesitan irse los dos. Ahora”. — Jubilee empujó
a Liam haciendo que éste sacara sus dedos de dónde estaban jugando
con el labio inferior de Suz. — “Suz va a desayunar, y después irá al
estudio por la tarde. Yo lidiaré con el teléfono y cualquiera que venga a
la entrada”.

Penn la liberó con un suspiro poniéndose de pie. Aceptó el bastón


que Jubilee le entregó.
Liam sostuvo la silla para Suz y una vez que ella se sentó, la besó
en las mejillas. — “Te veremos en el estudio en veinte minutos”.
Suz miró, confusa, mientras salían de la habitación. Entonces se
volvió hacia Jubilee. — “¿Qué sucedió?”
Jubilee no contestó de inmediato. Primero colocó en un plato
varias rebanadas de tocino crujiente y dos huevos estrellados frente a
Suz.

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Entonces ella llenó su taza con chocolate caliente y lo puso junto
a un vaso de jugo de naranja. — “La primera vez que ustedes tres
estén juntos tienen que estar en el telar de acuerdo a la tradición.
Están tan excitados por ti, que ni siquiera piensan con claridad”.
— “¿Porqué?” — Suz le preguntó mientras comenzaba su
desayuno. Estaba muerta de hambre y sabía que necesitaría fuerzas
para la tarde que le esperaba. Una vez que la dejaran sola, sabía que
nadie comería nada hasta que el deseo entre ellos estuviera
completamente satisfecho.
Jubilee no era la única que debería estar haciendo ése tipo de
preguntas, pero ella se sentía un poco tímida acerca de tener
conversaciones serias con Liam y Penn. Especialmente cuando se
trataba de deseo, amor y el acto de declarara como propia que venía.
— “Niña, han estado enamorados de ti desde el primer momento
que pusieron los ojos en ti, hace treinta años. La única razón que no te
reclamaron hace doce años fue que Frank les hizo prometer que
esperarían hasta que terminaras la Universidad. El trató de mantener
la paz con tu padre, quien exigía que tuvieras educación universitaria”.
— “Pero entonces no terminé la universidad. Rompí mi promesa y
terminé embarazada y casada con un hombre que no me amaba. Y
entonces pasé los siguientes dos años arruinando casi cada cosa que
tenía pene”. — Suz parpadeó con lágrimas de culpa. — “¿Cómo
pueden amarme? Soy terrible”.
— “Shh, niña. Los lastimó cuando se enteraron del bebé y del otro
hombre, pero también se sintieron culpables porque habían hecho la
promesa sin preguntarte nada a ti. Si lo hubieran hecho, creo que
ustedes tres hubieran estado de regreso aquí reclamando al telar y
unos a los otros antes del final del primer verano. Pero deseaban que
vinieras a ellos. Casi murieron cuando desapareciste. Cuando
finalmente te comunicaste con Ruth, estaban tan contentos de que
estuvieras bien, aunque se sintieron de nuevo frustrados cuando no
les dijeron dónde vivías”.
— “Le hice prometer que no lo haría”.
— “Y mantuvo su promesa hasta ayer, cuando les pidió que te
trajeran a casa”.
— “¿Qué voy a hacer, Jubilee?”
— “¿Los amas?”

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— “He soñado con ellos la mayor parte de mi vida. ¿Cómo
podemos vivir aquí los tres, amar los tres y estar juntos?”
Jubilee quitó el plato vacío, y lo llevó al fregadero lavándolo
automáticamente. — “No será difícil. Sólo hazlo. Vive, ama, teje y deja
el resto fuera. Pero no te sugeriría que podaras el césped. La Sra.
Nicholas de enfrente puede ofenderse”.
Suz soltó una risita con el pensamiento de ambos hombres afuera
haciendo ruido donde la Sra. Nicholas los podría escucha. — “¿Y tú?
¿Estás de acuerdo con esto?”
— “Niña, he sabido que ustedes tres deben estar juntos desde
antes que cualquiera, pero los gemelos te han consolado cuando algo
los derribó. El amor es el amor, y creo que tendrás amor tres veces
más de ésos dos. Ahora, continúa. Es hora de que vayas al telar”.
Suz se ruborizó, y cuando Jubilee pasó la vieja mujer la abrazó
con una sonrisa. — “Dejaré una cacerola con comida suficiente para
todos en el horno para cuando tengan hambre”.
— “¡Jubilee!”
— “No me digas nada, niña. He estado casada por treinta y siete
años. He escuchado todas las historias de la familia de Ruth. Tengo
una idea bastante real de lo que ésos dos planean. Ve y disfrútalo”. —
Jubilee le guiñó un ojo y empujó a Suz a la sala.

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n la puerta trasera, Suz se detuvo sólo lo suficiente para tomar
uno de los coloridos chales que colgaban en el colgador antes de abrir
la puerta. Mientras se lo ponía, se apuró bajando del porche y
comenzando a caminar. De pronto la necesidad se engrandeció y se dio
cuenta que no podía esperar más para ver el estudio de Ruth y el telar.
Pasó por la cochera y subió las escaleras del departamento
apenas dando una breve mirada. Entonces recordó que Penn y Liam
habían estado en el segundo piso desbordando las habitaciones de
invitados la última vez que todos visitaron Dreamer‟s Dell hacía doce
años. Ruth y Frank habían tratado de mantenerlos apartados, sin
embargos los gemelos la perseguían, usando sigilo y astucia sin duda
aprendidos de las chicas y en la milicia. Ellos aparecían mágicamente
mientras ella caminaba a la granja o mientras recolectaba huevos.
Pero nunca hicieron nada más que sostener su mano o besarla o
abrazarla. La última mañana de su visita, Frank se había llevado a los
gemelos al estudio por cerca de una hora antes de dejar al trío solo por
la tarde. Cuando se despojó de la ropa y se ofreció a ellos, éstos
declinaron, diciéndole que no podían tomarla hasta que estuviera lista
para ser la Tejedora de Sueños.
¿Y ahora qué? ¿La tomarían? Si las erecciones que sintió antes
daban alguna indicación, ambos parecían muy interesados. Pero no
habían tratado nada más allá de aliviar su dolor sexual y frustración.
Si los reclamaba a ambos, ¿Cómo podría vivir y estar con los dos
hombres? ¿Cómo le explicaría ella esto al mundo? ¿Qué pasaría si se
embarazara? ¿Cómo criarían a sus hijos? ¿Porqué no la habían dejado
que los tocara? ¿No querían tener sexo con ella?
El pensamiento de sexo y sus hombres McKenzie enviaba
pequeños escalofríos a través de su cuerpo. Tan pronto como fuera
presentada al telar, regresaría a la casa, encontraría a Penn y a Liam y
los reclamaría como suyos. Hacía mucho que no estaban juntos.
Detrás de la gran cochera estaba un tosco gallinero en forma de A
rodeado por una cerca de 5 pies de alto. Irradiaba un sentimiento de

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soledad y negligencia al aire. No había pollos en el pasto, lo que Suz
agradeció. Durante sus visitas de niña, trataba de ayudar a Jubilee a
recolectar huevos, siendo picada una o dos veces por cada huevo que
recogía.

Sólo después de una corta caminata bajo el camino empedrado


Ruth vió el estudio. Había otros edificios más allá del estudio, pero
éste la jalaba como si se tratara de un pez en la caña de un pescador.
Subió los dos escalones hasta un techito de seis por seis hasta la
puerta cerrada, pero la llave estaría cerca. Abrió la tapa del buzón
pintado con girasoles y viñedos y con la bandera a un lado. Dentro
encontró un llavero con una llave pesada con un protector de plástico
y girasoles. Usó la llave para abrir la puerta y regresó ésta al buzón.
Parada adentro, los ojos de Suz se movieron a través de la
habitación hambrientos como abejas en un campo de tréboles
maduros. No sabía dónde buscar primero. Giró en círculos, tratando
de ver todo a la vez, Suz se mareó. Poco había cambiado con los años
desde la última vez que estuvo allí. Los estantes parecían llenos de
coloridos hilos e hilados. La pared opuesta aún cubierta con notas,
diseños y pinturas salidos de revistas. Algunos tan viejos que estaban
en blanco y negro, otros más recientes y llenos de color. La pared más
alejada consistía en ventanas que llenaban la habitación de luz
natural. Finalmente concentró su atención en la atracción principal.
El telar de Tejedor de Sueños que había pasado de mujer a mujer
en su familia por más de cien años.
Registros de cuatro pulgadas formaban un cubo de cerca de seis
pies. El marco era tosco y sostenido por pequeñas estacas de madera,
pero los interiores parecían haber sido actualizados en algún punto en
las últimas décadas. Con los puños bien cerrados alrededor del chal
en su cuerpo, sabía que no importaba la apariencia del telar, nada
burdo había salido de él en muchos, muchos años.
Suz se aproximó como si fuera una entrada, sin estar segura si
era la mujer olvidada o desconocida de su línea de sangre quien se
había sentado ahí en l pasado o alguien más guiándola mientras se
deslizaba dentro de la banca del telar de madera. Había permanecido
apenas unos pocos momentos con Ruth en esa habitación y no
conocía las partes mecánicas del telar, y sin embargo, sabía. Era su
destino sentarse en esa banca, en ése telar, tal y como las
generaciones antes que ella lo habían hecho.

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Ella también se casaría con un hombre McKenzie y daría vida a la
Tejedora de Sueño quien algún día tomaría su lugar en el telar. Tejería
hermosos chales para que la Madre Naturaleza usara cada primavera y
pudiera bailar. Pero ¿Cómo escogería sólo un hombre para pasar su
vida cuando amaba a los dos?
El telar estaba encadenado con un delgado y difuso entramado
color crema. “La deformación”, murmuró mientras una lección
olvidada por tanto tiempo fluía en su mente. La deformación consistía
en largos hilos colgando del telar. La trama estaba tejida de tal forma
que iba y venía.

Descansando en la deformación estaba un pequeño sobre rosa


con el nombre de Suz escrito al frente. Después de abrir el sobre, ella
sacó una sola hoja de papel del mismo color rosa que el sobre. Leyó la
nota rápidamente la primera vez, luego más lentamente una segunda
vez.

— “¿Suz?”
— “Lass, ¿Estás aquí?”
Suz brincó en la banca mientras sus hombre McKenzie se
pararon fuera del estudio. Liam cerró la puerta y puso el cerrojo. Sus
ojos se ampliaron y la nota de Ruth revoloteó al suelo cuando vio que
se habían cambiado de ropa. Instantáneamente, su boca se secó, sus
pechos rogaron por ser succionados, y su coño anheló ser llenado por
alguno o por ambos hombres escoceses que estaban ahí ante ella. Los
hombres McKenzie habían venido a reclamar a su Tejedora de Sueños.

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— “Oh Dios mío”.
¿Fue así la primera mirada McKenzie cuando reclamaron a
Sarah? Con razón lo reclamó ahí mismo en el telar ésa noche. ¡Los
hombres con falda escocesa eran calientes!
Las ropas de tratan azul y verde que los McKenzie tenían hilos
negro y blanco entrelazados. Estos dos vestían la falda hasta la rodilla
con una facilidad que ella dudaba que otro hombre tuviera. Ella estaba
sorprendida de ver que la falta era todo lo que vestían. Sus pies y
piernas estaban desnudos, excepto por el cabestrillo negro de Penn.
Sus pechos desnudos, mostrándose amplios, pechos morenos con
esculpidos músculos. Con el cabello suelo, ella casi se los podía
imaginar corriendo por las tierras altas con Braveheart.
— “Me habría cambiado si hubiera sabido...” — Se levantó de la
silla y tragó fuerte para mantener su babeo. Moviéndose lentamente,
cruzó la habitación y rodeó a los hombres, queriendo checar el tatuaje
de Penn que ahora estaba iluminado para que ella lo pudiera ver.
— “Eres perfecta de la manera en que estás”.

— “Estás perfecta”
Suz se detuvo atrás de ellos y los miró. Ambos tenían un tatuaje
en la orilla de su hombro derecho. Se veía como un burdo ángel.
Parecía familiar, muy familiar. Entonces ella recordó. Ella había
dibujado ése ángel durante su visita cuando tenían doce años. Le
había dado una copia a cada gemelo mientras se iban aquél año,
haciéndolos prometer que guardarían el ángel con ellos para que él los
cuidara. Había sido una demanda infantil y ella nunca hubiera
esperado que ellos la llevaran a cabo, especialmente de una manera
tan permanente.
— “¿Mi ángel?” — ella tocó el tatuaje, primero en la espalda de
Penn, después en la de Liam.
— “No, less, nuestro ángel. Tú nos lo diste a nosotros”.
— “No puedo creer que se lo hayan tatuado en los hombros”.
— “Nos dijiste que lo mantuviéramos para que nos cuidara.
Decidimos que ésta era la mejor forma de mantenerlo cerca”.
— “Tienen mi ángel en sus hombros”, murmuró Suz de nuevo,
tocándolos como si se fueran a ir lejos con su deseo adolescente.
— “¿Cuándo se los hicieron?”

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— “Tan pronto llegamos a casa. Nuestra madre casi nos quita la
piel, pero papá entendió. Cuando estábamos en la armada, teníamos
un par de compañeros que querían una copia como si fuera un tatuaje
de pelotón, pero eso lo habría hecho menos especial. No entendían que
era nuestro ángel”.
Para cuando Suz terminó de rodearles después de admirar ambas
musculosas espaldas, las lágrimas salieron de sus ojos. Ellos la
habían traído consigo todo este tiempo. Los miró de arriba abajo,
mientras caminaba, sin que nada alterara lo perfectas que les
sentaban las faldas escocesas, los frentes no descansaban planas
como estaban diseñadas. Liam traía un trozo de tartan alrededor de
un brazo mientras Penn cargaba una cesta con paños de cocina.
Sintiendo la necesidad de iluminar el momento, ella gruñó: —
“Siempre me he preguntado ¿Qué usan los escoceses bajo sus faldas?”
Cuando dieron un paso hacia ella, ella retrocedió también, sus
expresiones serias golpeándola. Después de todo, ella no estaba tan
segura de la situación como debería. Mirando de un juego de ojos
azules al otro, ella se encontró con miradas ardientes en ésos ojos
azules y de pronto su confianza se disparó. Sin importar que, nunca la
lastimarían. Se movieron hacia delante de nuevo y ella continuó,
esperando para bromearlos sólo un poco. De otro modo, ella se
lanzaría a sus pies y les rogaría para que la follaran rápido y fuerte.

Retorciendo otro paso, la banca frente al telar la atrapó por detrás


de sus rodilla y se sentó. Dos latidos de corazón después, Penn se
sentó a horcajadas en la banca junto a ella mientras Liam se arrodilló
ante ella, empujando sus rodillas para hacer espacio a su pecho entre
ellas. El dobladillo de su falda rosada y sus piernas se apartaron hasta
que éstas se asomaron.
Penn pasó un brazo alrededor de su espalda y la estrujó contra su
pecho. — “Te amamos toda la vida y somos tan estúpidos para exigirte
que guardaras todos tus orgasmos para nosotros. ¿Podrás
perdonarnos por negarte ése placer todos estos años?”
Suz sonrió mientras escalofríos eléctricos corrían a través de su
cuerpo sólo de estar cerca de ellos. ¿Qué pasaría cuando estuvieran
juntos? Sólo el pensamiento sobresaltaba su mente. — “Los perdono si
prometen nunca más negarme otro”.

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— “Nunca, luv. Haremos que te vengas cada día hasta que estés
tirada en el suelo”, — Penn gruñó en su oído mientras su mano bajaba
acariciando su espalda de arriba abajo.
Liam la miró, sus manos lentamente acariciando la parte exterior
de sus piernas desde las rodillas y caderas, hasta su espalda de
nuevo, manteniendo su falda entre su mano y su piel. Ella deseó que
él se apurara y deslizara sus manos bajo su falda para que pudiera
sentir su piel en la de ella.
— “¿Ha tomado alguien tu sexy trasero antes, lass?”
— “No”.
— “¿Has tenido a dos hombres al mismo tiempo?”
— “No”.
— “¿Estás dispuesta a pasar el resto de tu vida con nosotros,
dejándonos complacerte y mimarte y cuidarte?”
— “¿Con ambos?”
— “Sí”

Suz respondía sus preguntas sin vacilar. No sabía que nada


acerca de sus vidas o de cómo ellos harían esto funcionar, pero no le
importaba. No quería nada más que pasar el resto de su vida
amándolos, aprendiendo de ellos, haciéndolos felices.
Estar con estos dos se sentía bien. Estaban hechos para estar
juntos. Pero tenía una dos preguntas que necesitaba que se
contestaran antes de que fueran más allá.
— “¿Me perdonan por romper mi promesa de guardarles mi
virginidad? ¿Por embarazarme de otro hombre y casarme?”
— “Claro”
— “Ay”
— “¿Estarán bien compartiéndome?”
— “Sólo con él”
— “Y con ningún otro”
— “¿Entonces qué hacemos ahora?” Suz descansó su cabeza en el
hombro de Penn y miró al otro.

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Liam se apoyó y la besó, su gentil, profundo y con descargas
eléctricas. Necesidad y lujuria se juntaban abajo en su vientre. Penn
deslizó una mano bajo su blusa y tomó un pecho en su palma tibia.
— “Pónte en nuestras manos, luv. Te cuidaremos muy bien”
— “Está bien”. Ella se relajó, apoyándose más en el abrazo de
Penn.
Liam alcanzó el dobladillo de su blusa. — “Lo primero que
necesitamos es que te deshagas de toda esta ropa para que podamos
jugar. Entonces extenderemos tu trasero para que ambos podamos
tomarte en la banca e invocar la magia de la Tejedora de Sueños”. —
Penn liberó su seno mientras Liam le sacaba la blusa por la cabeza y
la arrojaba sobre la mesa atrás de él. La mano de Penn regresó para
cubrir su pecho de nuevo y comenzó a pellizcar y jalar su pezón con
dos dedos.
— “¿Al mismo tiempo?” — Suz sintió que sus ojos se abrían con el
pensamiento de uno en su vagina y otro en su trasero. Se sobresaltó.
— “Sí, lass, juntos”
Liam le subió la falta y la puso en su regazo. Había tanto material
que su clítoris estaba escondido a la vista, pero él parecía saber
exactamente dónde encontrarlo. Ella sintió dos dedos explorándola y
después gentilmente buscando los labios de su coño. Podía olerse a sí
misma como si sintiera el jugo que escapaba de su coño vacío. Hizo
rechinar los dientes mientras sentía el roce de su clítoris con el calor
entrando y saliendo. En su siguiente viaje al sur, él deslizó dos dedos
dentro de ella al segundo nudillo. Ella arqueó su espalda y exclamó en
sorpresa en plenitud.
Se aferró a sus dedo, demasiado estrecha para la mujerzuela que
clamaba ser. — “¿Cuándo fue la última vez que un hombre encontró
este camino dentro de ti?” — él preguntó gentilmente, su voz cayendo
aún más profundo que el gruñido de un animal.
— “Seis años”.

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iam volteó sus dedos dentro de su caliente coño mientras la
miraba, impresionado con su respuesta. — “Y tú diciendo que eras
una puta. A mí me parece que eres una maldita virgen de nuevo”.
Miró cómo volteaba su cara a Penn y éste la besaba
profundamente. No peleó cuando Liam jaló sus caderas más cerca a la
orilla de la banca. La escuchó gemir dentro de la boca de Penn cuando
bajó su cabeza y comenzó a lamer la crema que escurría de su coño.
Instantáneamente el orgasmo explotó sobre ella como un
tsunami. Separó sus labios de Penn y gritó mientras Liam
expertamente la volteaba y probaba. Una vez que ella alcanzó la
cúspide, él se negó a detenerse y la dejó que el placer se suavizara
antes de hacerla venir de nuevo.
Penn la acurrucó mientras se calmaba, acariciando sus desnudos
pechos y vientre, murmurándole: — “¿Podrías quitarte la falda, luv?”
preguntó. — “O ¿Necesitamos que te ayudemos?”
Temblando, Suz la empujó a sus pies, pero se balanceó. Liam la
sostuvo con manos fuertes en sus hombros. Con cuidado de quitar la
pretina elástica, empujó la falda hasta sus rodillas y se la quitó. Los
gemelos gimieron mientras caía al suelo en forma de círculo.
— “Ahora ustedes”.
Ella se encontró con la mirada azul y caliente de Liam, viendo
observándolo mientras luchaba con las hebillas y botones antes de
deshacerse de la falta y arrojándola lejos. Su aliento quedó atrapado
por el pene que apareció ante sus ojos. Grande, ancho con una cabeza
rosada, se extendía hasta su abdomen tan distante que Suz no estaba
segura de ser capaz de tomarlo completamente. Volteando a Penn, se
encontró con que ya estaba arrojando su falda lejos también. Como su
gemelo era impresionante en forma y tamaño.
No dijo una sola palabra, pero sus ojos se abrieron, con una
expresión de cautela que hablaba.

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— “No te preocupes, lass. Te cuidaremos muy bien”. — Dijo Liam
mientras que la levantaba fácilmente y la instalaba en la banca para
que Penn se pudiera sentar a horcajadas sobre ella.

Penn la besó profundamente, poniendo sus brazos alrededor de


su espalda. Entonces él se desplazó y se echó hacia atrás, llevándosela
consigo...

Liam vió mientras Penn se recostaba, llevando a Suz con él y se


preguntó si podría aguantar lo suficiente para completar el reclamo.
Su polla estaba parada y tan dura que dolía. La vista del trasero de
Suz era hermosa mientras se encontraba arriba del regazo de Penn y
no ayudaba nada a su autocontrol. Eso aumentó el conocimiento de
que ella no había estado con un hombre en seis años y lo había tenido
respirando fuerte contra su pecho.
Alcanzando la canasta, tomó varios suspiros profundos. Tenía
que mantenerse a sí mismo bajo control o la lastimaría. Eso era lo
único que no quería nunca, volver a hacer. Nada de lastimar a esta
mujer o nadie más si podía evitarlo.
Miró a Suz moverse sobre Penn, frotando sus labios abiertos y
húmedos contra su polla. Una mirada le dijo a Liam que su hermano
estaba en la misma posición sólo que peor porque su polla
experimentaba todos esos movimientos sexies que la acercaban y la
hacían más personal.
Liam había lubricado sus dedos generosamente, sabiendo que los
siguientes minutos podían romper la atmósfera o mejorarla. — “Suz,
lass te tienes que relajar ahora”. Voy a ensanchar tu ano para que me
puedas tomar”.

Su única respuesta fue un gruñido.

Penn la sostuvo fuerte y tomó sus labios para distraerla. Liam usó
su mano libre y frotó de arriba hacia abajo su espalda, esperando que
la caricia la ayudara a relajarse.

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— “Muy bien, querida”, toma un profundo suspiro y relájate”. —
Liam tomó un suspiro él mismo mientras empujaba un dedo a través
de la estrecha estrella de su ano. Una vez que la punta pasó a través
del anillo de su músculo, continuó moviendo lentamente hacia delante
hasta que pudo llegar a su segundo nudillo. Entonces la mantuvo
firme. Ella lo apretaba tan fuerte. El no podía esperar hasta que fuera
su polla pues ella lo apretaba con su pequeño y sexy trasero.

Suz alejó sus labios de los de Penn y comenzó a jadear. — “Ohhh,


oh Dios. Es demasiado grande” — De pronto cualquier otro
pensamiento se fue, y su atención se concentró en el movimiento que
tenía al sentir su agujero invadido.
— “Respira profundamente, luv. Relaja tu ano” — Los brazos de
Penn que la habían sostenido fuertemente, ahora se movían. La cinta
alrededor de su cintura ahora se movía unas pocas pulgadas y
entonces él comenzaba a frotarle desde el cuello hasta la cintura con
toques largos y suaves que le distrajeran la mente de su ano.
— “Mmmmmmm” — murmuró ella mientras el dolor y la
quemazón cambiaban mientras Liam metía el resto de su dedo y luego
lo movía dentro de ella. — “Más”.
Sentía que el dedo la frotaba por dentro la relajaba, sus labios
comenzando a moverse con los de él. Ella se sacudió cuando él añadió
un segundo dedo, luego se relajó de nuevo bajo sus atenciones. Ella
gruñó cuando dos dedos de su otra mano se cruzaron dentro
chorreado coño antes de continuar en círculos tocando los nervios que
conformaban su clítoris.
Mientras que otro clímax la destrozaba, él circuló y pellizcó ésos
nervios mientras sacaba los dedos de su ano sólo para reintroducir su
mano, ahora con tres dedos, lo cual hizo en un solo movimiento. —
“Oh dios, ¡Sí¡ Más. Los necesito a ambos. ¡Ahora!”.
— “Tus deseos son órdenes”. — Con los dedos de Liam aún
introducidos profundamente en el ano, Penn se sentó, aún
sosteniendo a Suz fuerte contra su pecho. Con una mano bajo cada
mejilla, la levantó hasta que su polla se deslizó entre sus labios hasta
su mojada entrada. — “Bésame, luv”.

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Siguiendo sus órdenes, ella se encontró a sí misma transformada.
No era Suz ahora, la secretaria médica que trabajaba duro quien se
había cerrado emocional y físicamente al mundo. Ahora era una
criatura lujuriosa, su atención enfocada completamente a sus piernas.
Ella deseaba esto. Necesitaba esto. Tenía el derecho a esto ahora.
Pasando sus brazos alrededor de los hombros de Penn, lo besó
mientras sus dedos se enredaban en su cabello. Sintió la punta de la
polla de Penn empujando para abrirla, y entonces él bajó y la penetró.
Antes de que estuviera completamente dentro, Liam sacó los dedos de
su agujero y sorprendentemente, ella resintió la pérdida. Al menos
hasta que sintió la cabeza de su pene buscando su camino a través de
su anillo de músculos.
— “Diablos. Oh, Dios, es tan estrecha” Gruñó Penn contra la boca
de ella.
— “Deberías sentir su ano. No seré capaz de contenerme mucho
tiempo” — Liam se movió mientras la penetraba completamente.

Suz no podía hablar, no podía decirles qué bien se sentía. Todo lo


que podía hacer era experimentar el tener a los hombres McKenzie
plantados tan dentro de ella que pensó que sentía sus latidos junto al
de ellos.
Una vez que ambos estuvieron dentro de ella, hicieron una pausa,
dándole tiempo a ella para acostumbrarse a la antinatural plenitud.
El dolor que sintió antes se había transformado en caliente
plenitud, pero Suz no podía soportar la pausa. Necesitaba moverse.
Arqueando su espalda contra Liam, después inclinándose hacia
delante, fue capaz de mover sus caderas sólo lo suficiente para
moverse entre los penes de los gemelos que la llenaban.
— “Dame tu mano Suz” — Liam liberó su mano izquierda para
que ella la pudiera ver entre ellos y el telar.
Lentamente ella jaló su mano del cabello de Penn y la puso contra
la palma abierta de Liam.
El tomó ambas manos y las puso en la orilla del telar con una
gran mano cubriendo la mitad de la suya que era pequeña. La mano
de Penn los siguió y cubrió la otra mitad de la mano de ella de modo
que ambos hombres la tocaban y los tres se conectaban con el telar.
Entonces empezaron a follarla.

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Se movieron lentamente con un ritmo coordinado donde Liam
salía y Penn entraba. Entonces lo hacían de nuevo. Suz se retorció
entre ello, sintiendo un deseo salvaje.
— “Más rápido. Más fuerte. Más”
Ella coreó las tres palabras mientras ellos se movían más y más
rápido, más y más fuerte dentro de ella. Ella estaba tan atrapada en lo
que le pasaba a su cuerpo, que casi se perdió de la magia que pasaba
bajo sus manos.

La madera que había estado fría bajo su mano, se comenzó a


calentar y un tibio hormigueo viajó desde la punta de sus dedos para
repartirse a través de todo su cuerpo. Cerró los ojos y pudo ver a la
mujer que la precedió en el telar. Comenzando con su bisabuela, vió
destellos de las más de veinte mujeres que habían estado sentadas en
el telar antes que ella. Las vio como si ellas la vieran mientras se
llenaba con el conocimiento de tejer, de la vida y el amor. Cuando vio a
Sarah, la Tejedora de Sueños original, ésta la miró sobre su hombre
con el hombre McKenzie original mientras se amaban en el telar la
primera noche que invocó la magia.
— “Serás la mejor de nosotras, chica. Con esos gloriosos hombres
a tu lado, eres una Tejedora de Sueños. Ámalos y hazlos felices. Ése es
el verdadero secreto de ser una Tejedora de Sueños. Ser feliz y estar
bien amada”.

Cuando las imágenes de su cabeza se detuvieron, la lujuria


alcanzó su punto máximo y ella sintió el clímax más fuerte que había
sentido nunca. Los músculos de su coño y ano se relajaron contra los
penes que la llenaban, lanzando su leche en ella completamente. Penn
y Liam la empujaron una vez más y se mantuvieron profundamente
dentro de ella, enviando fuego a través de su cuerpo que causó que un
segundo orgasmo pasara por ella.
Ella se colapsó completamente, agradecida que los McKenzie la
sostuvieran de caer al suelo. Ella los sintió, Liam gentilmente con un
seno tomado en su mano y Penn lentamente sobando de arriba a bajo
su estrechez, trayéndola poco a poco de regreso a la tierra.
Sus otras manos aún sobre el telar, pero aún se había suavizado
su toque, era como si tuvieran miedo de dejarla ir.
— “¿Las vieron?” — murmuró mientras lamía una gota de sudor
del cuello de Penn antes de descansar su cabeza contra su pecho. —

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“¿Todas las Tejedoras de Seuños desde Ruth hasta Sarah? ¿Las
vieron?”
Con su brazo libre, ella estiró un brazo y frotó de arriba abajo las
mejillas de Liam desde las mejillas hasta su trasero. Entonces alcanzó
a Penn e hizo lo mismo.
— “Sí, luz. Las vimos”, uno de los hermanos le aseguró.
— “Los amo tanto. Estoy tan contenta de lo que hicimos. Estoy
feliz de que estemos aquí juntos”. — Sus palabras salían con dificultad
mientras caía en la inconsciencia.
Penn le besó la cabeza. — “Te amamos también, cariño”. “Tanto”.
Liam le dio un beso en la parte superior de la espalda, que la hizo
suspirar. — “Ay, lass, te amamos como a ninguna otra”.
Ella sintió que Liam la dejaba sobre el telar, y se levantaba de la
banca. El desapareció en la bodega, regresando unos minutos después
con un trapo tibio y húmeda. El la limpió con un toque
sorprendentemente gentil, después la colocó sobre el regazo de Penn.
Mientras Penn cojeaba rumbo a la otra habitación, Liam se sentó en la
silla mecedora aún con ella en su regazo.
Después de que tanto placer por la actividad orgásmica la habían
debilitado, ella se tensó mientras se daba cuenta de lo que había
hecho. — “Te tengo, lass. Todo está bien. Te amo tanto que casi me
mata el pensar...”
— “Shh, Liam. El pasado se ha ido. Oh, Dios. Tengo que ponerme
a trabajar”. — Ella trató de levantarse de su regazo, pero él no la dejó
ir, su brazo como una banda inamovible alrededor de su cintura.
— “¿Qué quieres decir con ponerte a trabajar?” — Penn le
preguntó mientras regresaba, viéndose un poco tenso con el esfuerzo
de caminar sin su cabestrillo.

— “La nota en el piso. Era del telar. Ruth quería que le tejiera un
chal para ser sepultada”.
Penn levantó la nota y la leyó. Entonces pasó junto a Liam. La
mirada de Suz se dirigió al telar. Estaba enroscado y lista para
empezar. La cesta bajo la banca como siempre, llena con hilos
multicolores.
Liam la liberó frente al telar mientras leía la nota. Entonces
ambos la miraron.

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— “¿Cómo puede pedirme esto? No soy tejedora. No he estado en
esta habitación desde hace doce años. No tengo experiencia, ni
lecciones desde que era una niña. ¿Cómo se supone que teja el chal
que usará en la eternidad?”
De pronto el miedo que había mostrado rugió como un dragón. El
eco de la voz de su padre exigiendo que fuera práctica en su cabeza.
Aún ahora su profunda voz continuaba diciéndole que no era creativa,
que no era buena para ningún trabajo para uno en alguna oficina que
otro dirigiera.
No podía hacerlo. Nunca sería lo suficientemente buena para
hacer el chal del entierro de Ruth. Nunca sería suficientemente buena
para mantener a Liam y Penn felices. Y entonces terminaría sola de
nuevo.
— “No puedo hacerlo”. — Una lágrima escurriendo de su cara,
entonces se volteó a la puerta y salió corriendo.

Liam se atravesó, bloqueándola con su cuerpo. — “Lass, lass,


cálmate”. — El pasó sus brazos a través de su cuerpo que se retorcía.
Un momento después Penn se acercó por atrás y la atrapó de modo
que no se pudiera mover.
Con ellos tan cerca, presionando piel con piel, la voz de su padre
causando estragos, ella los escuchó murmurándole en un idioma que
no puedo entender. Pero la combinación de su calor y sus manos
masajeando cualquier trozo de piel que pudo encontrar la urgieron a
correr.
Ella dejó de luchar mientras su abrazo la llenaba. Entonces ella
pasó sus brazos alrededor de su cintura y comenzó a llorar. Ruth
estaba muerta. Ella no podía enseñarle todo lo que necesitaba saber.
Nunca estaría cerca de la familia de su padre, no sabía dónde vivía
ahora ni la mitad de la familia y Ruth se había ido.
No se dio cuenta que estaba hablando en voz alta hasta que Liam
tomó su barbilla para que lo pudiera ver. — “Mírame”.
Parpadeando y abriendo los ojos, ella lo miró mientras él la
contemplaba, ojos azules con expresión fiera y tan hermosa. — “No
estás sola. Nosotros somos tu familia ahora. Penn y yo. Te cuidaremos,
y tú nos cuidarás y todos seremos felices juntos”.
— “Sí” — dijo Penn, bajando su cabeza hasta tocar su mejilla
contra la de ella. — “Y si piensas que estarás corriendo por Dremer‟s

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Dell desnuda, mejor piénsalo de nuevo. Nosotros seremos los únicos
que te veremos así, así en este estado o sin ropa”.
Suz se calmó con sus palabras, mientras los sentía contra ella.
Moviéndose, se inclinó contra Penn hasta que él retrocedió. Ella dio un
paso al lado y entonces se volvió a él. — “¿Puedo hacerlo?” — Sonaba
como si tuviera sesenta años y les preguntara si la amaban.
Penn le tomó la mano izquierda y Liam la derecha. Llevándosela a
los labios, poniendo besos sobre sus nudillos antes de voltearla y
besarle las palmas y después sostenerlas contra su pecho, sobre su
corazón. — “Puedes hacer cualquier cosa” puedes programar tu mente
para hacerlo”. — Le dijeron al unísono, las palabras sonando bajo sus
dedos, enviándole escalofríos a través de los brazos directo al corazón.
Mirando de un par de ojos azules al otro, Suz sintió la confianza
filtrarse y crecer en ella. Con un profundo suspiro, asintió y jaló sus
manos de las de ellos. Acariciando sus traseros, ella sonrió: —
“Necesito ponerme a trabajar. Sólo tengo hasta mañana por la mañana
para hacer esto”.
Penn se detuvo frente a ella antes de que se deslizara a la banca.
— “Debes vestirte primero. Sólo en caso de que alguien venga a dar el
pésame”.
Mientras se ponía la falta y el top, miró vestirse a los hombres. —
“¿Usarán sus faldas escocesas en el funeral?”
— “Si así lo deseas” — dijo Penn. — “Tenemos trajes si lo
prefieres; no son tan exóticos”.
Su coño apretado mientras sus mente los vestía con moda
escocesa. — “Sin traje. Quiero que los amigos de Ruth sepan que los
McKenzies asisten”.
Los hombres asintieron antes de que Liam tomara la tela de
tartan de la familia y se la pasara a Penn. Entonces ambos se
acercaron y se hincaron ante ella.
— “¿Te pondrías esto? Mostraría que nos perteneces”.
A Suz se le llenaron los ojos de lágrimas mientras aceptaba el
trozo de tela. — “Será un honor. Los amo tanto a ambos”.
Abriendo la prenda, vió que más grande que el chal de Ruth y
también más larga. Envolviéndola en sus hombros, los abrazó a
ambos, primero a Penn y luego a Liam, y después les pasó una mano a
cada uno sosteniéndolos a ambos cerca por un momento antes de
liberarlos y volviéndose al telar.

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En lugar de sentarse e irse a trabajar, que de por sí era temido,
Suz recuperó el chal y se lo puso mientras se acercaba. Ignorando a
los dos hombres que la miraban de cerca, ella la dejó en la mesa y la
estudió. Notó los colores tanto como Ruth había comenzado y
finalizado el entramado. También notó la franja que estaba hecha de
nudos juntos en grupos de cinco.
Con una mirada, se volvió al telar y sintió el jalón de nuevo. Era
como si el telar se hubiera convertido en un poderoso imán y ella
estuviera cubierta en metal.
— “Puedo hacerlo”, murmuró.
Sin mirarlos de nuevo, Suz se deslizó en la banca. Moviendo la
cesta con hilos desde la banca bajo ella, recogió el hilo rosado y
empezó a trabajar.

Penn miró a Suz cambiar y sintió cómo se endurecía de nuevo


mientras la veía moverse de amante a tejedora. Era como si una
personalidad nueva y fuerte se hubiera posesionado de ella. Miró a
Liam, quien también la veía, con el hambre renaciendo en sus ojos. —
“De pronto me siento tan útil como pezones en un toro”.
— “Sí. ¿Qué hacemos al respecto?”
Cuando Suz se colocó en la banca, le hizo señas a Liam para que
lo siguiera afuera. “Ella no irá a ningún lado. Yo digo que nos vayamos
y chequemos si Jubilee para ver si necesita ayuda. También
necesitamos ponernos ropa más caliente”. — Dijo mientras una fría
brisa le levantaba su falda.
— “Ella siempre fue débil”.
Penn gruñó mientras Liam comenzó a correr, tirando de la parte
de atrás de la falda de su hermano.

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e tomó mucho tiempo completar las primeras tres filas. La
primera vez que jaló el hilo muy fuerte y la deformación se juntó,
torciéndose. La segunda vez estuvieron demasiado sueltos. Suz tenía
que regresarse y volver a comenzar todo el proceso. Finalmente se
sintió satisfecha con el principio. Después continuó, haciendo que
creciera lentamente con más confianza mientras desarrollaba un ritmo
lento. Descubrió que la tranquilizaba el hilar con una mano, y luego
con la otra, después jalando la hebra de nuevo. Mientras la madeja
regresaba, sus pies se alternaban pisando los pedales.
Estos pedales, parecidos a los de un piado, subían y bajaban a la
mitad del tejido para que el hilo estuviera tengo arriba y abajo entre
ellos. Alternando las madejas, los hilos se entramaban y el proceso del
tejido continuaba.
No ganaría ningún premio en técnica o velocidad, pero estaba
tejiendo. Esto la sorprendía mucho, pues el proceso tenía que ser del
modo en que ella lo sentía. Se sentía natural. Se sentía bien. Sentía
como si estuviera en el lugar en que debería.
Sin estar segura de los movimientos con la madeja, no dejaría de
trabajar en entramar el tejido que iba y venía fuertemente. No pensó
en cambiar colores o en el diseño hasta que terminó con las madejas
de hilo de la canasta. Lo mismo le pasó al terminarse el hilo, salió para
poder mover la madeja de un lado al otro. No sabía cómo mover su
tejido para hacer espacio y tejer más.
Una vez que la última pulgada de rosa se salió, ella regresó la
madeja vacía a la canasta y buscó hasta encontrar el color que usaría.
Esta madeja estaría menos entramada y bloquearía más el color, pero
ella quería usar los colores que le gustaban a Ruth.
Pensándolo bien, recordó que a Ruth siempre le habían gustado
los colores pastel. Siempre usaba rosas y morados pálidos, verdes
suaves como la primavera, y leves azules. Esos colores llenaban la

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canasta así como suaves amarillos limón y muchas madejas llenas con
el mismo crema del otro chal.
Moviéndose de la banca, Suz se tomó unos momentos para estirar
su espalda, rígida por estar tanto tiempo sentada. El movimiento
también le recordó su participación en otras actividades recreacionales
a las que no estaba acostumbrada. Fue en busca de una cinta de
medir y encontró una colgando de un gancho en la pared junto a la
puerta. Después de medir el tejido, frunció el seño, impresionada por
el hecho de lo que había creado con tan sólo diez pulgadas de material.
Midiendo el chal de Ruth se encontró con que era seis pies más larga.
Tenía un camino muy largo por delante.
Miró su muñeca checando la hora, pero sólo pudo encontrar su
piel desnuda. Su reloj estaba en el lavabo de su habitación. Mirando a
través de la habitación y fuera por las ventanas, podía decir que era
tarde. No tenía idea de cuánto tiempo había estado trabajando.
Suz se deslizó de regreso en la banca, pero se salió de nuevo. Si
quería hacerlo bien por Ruth y su último deseo, necesitaba un plan.
Mirando la canasta de madejas y después al telar, no quería detenerse.
Era divertido y quería hacer a Ruth un hermoso chal, pero tenía sólo
dieciocho horas hasta que la visita de la casa funeraria.
Enredándose en tartan de los McKenzie, se encaminó a la casa.
Necesitaba ayuda.
Entrando por la puerta trasera, Suz escuchó varias voces
viniendo de la sala. Esperando que no hubiera muchos visitantes
porque no se sentía realmente como para entretener a nadie. Ella
quería regresarse a tejer, pero tenía sed.
Entrando a la cocina, vio varios pasteles y pies sobre la mesa y
muchas tapas sobre el desayunador. Había también una libreta con
nombres y la descripción de la comida que cada invitado había traído.
Suz tomó una lata de refresco del refrigerador, notando que los
estantes tenían más trastes. Abriendo la tapa, se la tomó rápidamente.
Una vez que su sed se quitó, se encaminó a la sala. No la sorprendió
encontrar que Jubilee y los gemelos no estaban solos.
Ella se detuvo en la entrada, sin estar segura de quién era el
visitante. Tal vez debería ir arriba y bañarse. Aún podía oler a Liam y
Penn sobre ella y se preguntaba si alguien más podría adivinar por su
apariencia que ellos habían tenido lo que se podía llamar el más
extraño sexo de su vida.

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Encontró las miradas de Liam y Penn a través de la habitación y
sintió un flechazo de calor a través de ella. Notó que se habían
cambiado de ropa y ahora usaban pantalones y camisas abotonados,
viéndose muy apropiados para el entretenimiento, mientras que ella
aún usaba el top y la falda larga con nada debajo. Retrocediendo un
paso, luchó por el sentimiento de subir corriendo y esconderse.
Entonces luchó con la urgencia de cruzar la habitación y subirse a su
regazo. No le importaba a cuál regazo. Sólo quería uno que la
sostuviera.
Liam encontró su mirada y sonrió, sus ojos azules brillando. Penn
la miró y le giñó un ojo, moviendo un dedo con un gesto de — “ven
aquí”. — Entonces Jubilee la miró.

— “Suz, oh Dios, consigue algo para beber. Estos son Isabella y


Dodge. Ellos tienen un negocio llamado Dream‟s Dell Inc” Jubilee hizo
las presentaciones mientras ella cruzaba la habitación.
Cuando alcanzó a Suz, ella la abrazó murmurando en su oído: —
“¿Estás bien?”
Ella regresó el abrazo y suspiró cuando Jubilee no la liberaba
hasta que contestó a su pregunta: — “Estoy bien, sin embargo tal vez
camino extraño”.
Cuando Jubilee finalmente la liberó, regresó su atención a los
invitados.

La mujer, Isabella, parecía tener cuarenta años, una cabeza más


alta que Suz y tan delgada como una modelo. Usaba unos pantalones
de yoga y una camiseta negra con roja de leopardo que se aferraba a
su esbelto cuerpo como una segunda piel. Su maquillaje y estilo
perfecto, su cabello rizado y castaño hacía sentir a Suz sentirse
francamente poco elegante y con una seria necesidad de un cambio de
imagen.
Dodge se adelantó hacia ella, medía al menos seis pulgadas y
media de gran presencia. Su abundante cabello café tenía hilos color
gris y sus ojos café también se encontraron con los de ella con una
expresión de solidaridad y tristeza. El usaba un arrugado traje de
marina con una camisa color crema y zapatos Dockers.

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Mientras los otros continuaban hablando, Suz se cruzó hasta la
mecedora de madera junto a la chimenea y se sentó. Siempre le había
gustado esa silla con su respaldo alto, curvado y su color miel maple.
Ruth le había prometido que se la daría algún día. Ruth había
estado de acuerdo con una sonrisa. — “Es tuya desde ahora mismo,
pero si todo está bien, me gustaría usarla por un poco más de tiempo”.
Una vez sentada, se empezó a mecer lentamente. Cerró los ojos,
tomó un profundo suspiro, después se detuvo.. Sus músculos
relajados, y nerviosa se sintió débil. Permaneció en silencio mientras
los otros hablaban de negocios y de cómo la muerte de Ruth afectaría
las ventas futuras.
La necesidad de crear aún era fuerte y pulsaban dentro de ella,
Suz bajó la mirada y se encontró con la canasta de tejido de Ruth.
Recogiéndola y poniéndola sobre su regazo, empezó a revisar su
contenido. Había varias bolas de hilo de colores pastel, con las puntas
atadas unas a las otras como si trataran de tejerse solas para crear
algo. Llegó hasta el fondo de la canasta y se encontró una madeja
circular de doble punta con la que podría trabajar. Con la práctica,
tomó la madeja y comenzó a tejer. Mientras movía los hijos de una
aguja a la otra en un patrón de doble tejido, sintió como la paz la
inundaba exactamente como hacía unos momentos en el telar.

Estaba comenzando la tercera fila cuando se dio cuenta que la


conversación en el cuarto se había detenido. Levantó la mirada y se
encontró mirando cinco pares de ojos.
— “¿Qué?”
Penn se recargó de nuevo en la silla de Ruth, siendo el primero en
reaccionar. — “¿Qué estás haciendo?”
— “Tejo un gorrito de bebé”. Ella continuó tejiendo con las agujas
y con ritmo que sonada clic-clic. — “Los donaré a las casas cuna”.
La madeja color rosa suave se giraba, gastándose en su regazo
mientras los dedos de su mano derecha le daban la misma sensación
de confort como cuando tomó la madeja y las agujas. Era un
sentimiento de control creativo que venía con sólo tomar las agujas y
la madeja de hilo y comenzar a trabajar.
— “¿Ruth te enseñó?” — le preguntó Isabella, tratando de sonar
causal, pero fallando miserablemente.

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Suz frunció el ceño mientras recordaba el puñado de visitantes
que había tenido Dreamer‟s Dell. — “Pudo haberlo hecho, pero mis
padres no me dejaron continuar una vez que me fui. Aprendí en la
universidad. Necesitaba puntos en arte y no quería aprender a arrojar
macetas. La única opción era el tejido. Me gustaba mucho y mi
maestro decía que tenía talento natural. Obtuve una A en ése curso”.
— “¿Natura contra natura?” — Dodge habló por primera vez.
Isabella miró sus dedos mientras la punta de la aguja derecha
pasaba el tejido a la izquierda y después de regreso. Después de
transferir el tejido resultante a la aguja derecha de nuevo, ella
comenzaba con todo el proceso de nuevo puntada tras puntada. —
“¿Podría ser que lo tiene en los genes?”
— “¿Qué está en mis genes?” Suz volteó el tejido y comenzó la
siguiente fila.
— “Ser la Tejedora de sueños”, — dijo Liam mientras Penn
contestaba: — “Ser creativa”.
— “Toda mi vida mi padre me dijo que no tenía creatividad en mi
cuerpo”.
— “¿Y qué decía tu madre?” preguntó Isabella.
Ella se encogió de hombros, — “Ella nunca opinó. ¿Porqué? Oh sí,
Ruth era la abuela de mi madre y no de mi padre”.
Penn asintió. — “Sí, tu padre era un hombre práctico que no
entendía la magia que corre a través de tu línea de sangre materna. Se
burlaba de Ruth cada vez que decía que serías su sucesora. El es la
razón por que la que no asumiste tu cargo a los dieciocho. Ruth y
Frank no querían interferir con tu crianza, sin embargo nosotros
sabíamos que eventualmente tomarías el lugar que te correspondía”.

— “Eso es el pasado”. — Liam le lanzó una mirada filosa a su


hermano antes levantarse e irse a sentar a los pies de Suz. — “¿Cómo
va tu tejido?”
Suz alejó los malos sentimientos de la plática de su padre. Sus
agujas se movían aún más rápido hasta que se calmó. Sonrió mientras
Liam la miraba, su mirada yendo de su cara a sus manos y de regreso.
— “Me fue realmente bien. Pero me topé con un obstáculo y necesito
ayuda”.

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Antes de que Liam pudiera contestar, Jubilee interrumpió: —
“Después de la cena. Ahora mismo te vas a ir a lavar y luego
regresarás a la cocina para comer”.
— “Sí, señora”.
Penn y Liam la sostuvieron mientras que los otros se alejaban.
Con Penn a su derecha y Liam a su izquierda, cada uno con un brazo
alrededor y abrazándola cerca de sus cuerpos grandes y duros.
— “¿Estás bien, lass?”
— “No te lastimamos ¿verdad?”
Suz cerró los ojos y descansó su cabeza en el hombro derecho de
Liam, absorbiendo su fuerza. Antes de que pudiera responder, un
bostezo la superó. — “Estoy bien. Más que bien. Pero no estoy segura
si podré repetir la actuación por un día o dos”.
Liam depositó un beso en su frente. — “Cuando sea, dónde sea, lo
que sea que quieras hacer. Todo lo que necesitas es pedirlo”.
Penn besó su mejilla. — “Cualquier cosa, luv”
La estrecharon entre ambos por un momento, y Suz se sintió más
cómoda. Se sintió amada. Algo cálido la llenó y distraída se preguntó
cuándo fue la última vez que se había sentido así.
— “¿Puedo comer ahora? Estoy hambrienta”
— “Tus deseos son órdenes”. — Cada hombre la tomó de una
mano y después depositaron besos en sus nudillos mientras se
dirigían a la cocina donde Jubilee había dispuesto un buffet mientras
Isabella y Dodge ponían la mesa en el comedor.

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a cena estuvo marcada con risas y cultura. Suz aprendió que
Isabella trabajó para el abogado de Ruth por más de diez años y que
Dodge actuó como su contador y fue el Gerente de Finanzas por casi el
mismo tiempo. Ella estaba, de hecho, ante el grupo de Directores de
Dreamer‟s Dell Inc.
También descubrió que Penn era un hombre de negocios de
primer orden quien habló con Ruth sobre expandir Dreamer‟s Dell en
algo más que una operación de una sola mujer. Importaban corderos y
cabras escocesas así como alpaca de Sudamérica y criaban a los
animales por su lana. Liam era un veterinario graduado quien cuidaba
de los animales tan bien que supervisó el manejo de las cinco granjas
que proveían de lana a la Compañía de Lana de Dreamer‟s Dell.
Durante los últimos cinco años, habían convertido a Dreamer‟s Dell en
una marca registrada, que dentro del mundo del tejido, hablaba de
lana de calidad, fibras y madejas.
Para cuando terminaron el delicioso pay de manzana, Suz estaba
abrumada con información e intimidada de que hubieran hecho tanto
con sus vidas mientras ella trabajaba en lugar que odiaba y en dónde
raramente podía sostener su cabeza fuera del agua.
— “Odio comer y correr, pero necesito regresar al telar si quiero
terminar el chal de Ruth antes del amanecer”, — dijo Suz, empujando
su silla. Necesitaba alejarse del grupo, estar sola con su crecido
complejo de inferioridad.
— “Claro, niña. Penn te ayudará con el tejido mientras Liam me
ayuda a limpiar” Jubilee asignó los deberes mientras apilaba los
platos.
— “Si tan sólo me pudieras decir cómo continuar” “Luv, saldré y
te ayudaré. No es nada pesado”.

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Sentado en la mesa, Penn podía sentir a Suz metida en sus
pensamientos mientras Isabella y Jubilee se jactaban de los cambios y
mejoras que él y Liam habían hecho. La tristeza de ella crecía y se
quedaba callada mientras destrozaba su rebanada de pay después de
tomar una gran mordida y estar de acuerdo en que estaba delicioso.
Cuando Jubilee le asignó que ayudará a Suz con el telar, sintió deseos
de bailar. No podía esperar para besarla y más antes de que regresara
al trabajo.
Lentamente caminó al estudio, preguntándose qué más podría
hacer además de besarla, aún cuando permaneció en silencia hasta
que vió que ella terminaba. Mirando el tejido, se impresionó. Ni la
misma Ruth hubiera podido haber hecho un mejor trabajo.
— “Esto es hermoso. Has tomado tu puesto de Tejedora de
Sueños muy bien”.
Suz se ruborizó por sus palabras y movió la cabeza. — “Está bien,
creo”.
Penn la empujó hasta que estuvo frente a él y volteada, de modo
que podía verla a los ojos. — “¿Confías en mí?”
— “Sí”
— “Entonces quiero que ignores cualquier voz en tu cabeza que te
digo algo más. Esto es hermoso. Tú eres hermosa. Y creativa. Y eres
tan endemoniadamente sexy que quiero desnudarte aquí mismo y
ahora y amarte hasta que ninguno de los dos pueda caminar”.
Redujo el espacio entre ellos y la besó. Sus manos recorriendo sus
hombres, bajando por sus brazos, después subiendo por su espalda
hasta que sus cuerpos estaban uno contra el otro. Sus labios
abriéndose bajo los de él, y él tomando ventaja, presionando profunda
y enredando su lengua con la de ella mientras sus manos bajaban y le
acunaban el trasero.
— “¿Y Liam?” — murmuró cuando él liberó su boca un momento.
— “Luv, tendremos que esperar a pasar tiempo a solas contigo.
Sólo rezo por recuperar todo el tiempo que has estado esperando lo
pases con nosotros también”
Entonces ella sonrió. — “Creo que me gustaría eso. Pero no ahora.
Tengo que regresar al telar a tejer el chal de Ruth”
El puso un beso en sus labios antes de soltarla con un guiño y
una sonrisa.

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— “En un minuto, luv. Primero voy a lamer tu crema. Tu esencia
me enloqueció durante la cena”.
Penn la ayudó a sentarse en la banca, se echó hacia atrás contra
su pecho para balancearse en el telar. Hincándose frente a ella, se
agachó bajo la falda de ella y comenzó a subir entre sus muslos.
Empujó su trasero a la orilla de la banca y abrió sus muslos mientras
tomaba aire y llenaba sus pulmones con la escencia única de ella.
Acercándose, la comenzó a lamer desde el coño hasta su clítoris,
saboreándola, llevándola alto y alto hasta que ella agarró su cabeza y
comenzó a gritar. El la trajo de regreso del cielo antes de bajarle la
falda de nuevo.

Mostrando una sonrisa satisfecha en sus labios, él alcanzó una


gran toalla limpia de una pila en el estante justo como en la bodega.
— “Manténte ahí por un minuto, luv”
Ella permaneció con sus piernas temblorosas mientras él le ponía
la toalla en el centro de la banca. Después de mostrarle el avance del
telar, la ayudó a colorcarse en la banca, su entrepierna desnuda sobre
la toalla con la falta cubriendo una parte.
— “¿Porqué?”
— “Confía en mí, luv”

Conociendo su esperanza para el futuro como amantes, un nudo


de nervios se desató en su estómago. Haberlo tenido lamiéndola
mientras tenía un orgasmo la relajó tanto que podía ir más allá de la
picante necesidad de su coño.
Sólo le tomó unos minutos mostrarle a Penn cómo avanzar en el
tejido. Jaló la madeja y luego la pasó por el telar y colocó los pernos
hasta tener el telar donde lo necesitaba para reemplazar los pernos en
los hoyos y sostener todo junto.
Aunque tentada a hablar con él sobre el diseño del tejido para su
aprobación, ella tenía la sensación de que le diría que ella era la
diseñadora y creadora. “Yo soy la Tejedora de Sueños. Puedo hacerlo”,
murmuró mientras se colocaba en la banca, su atención de regreso en
el tejido y no en el hombre sentado en la silla mecedora detrás de ella.

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Recogiendo una madeja llena de hilo color crema, regresó al
trabajo, visualizando los colores con tiras de color crema separándolos.
No le sorprendía que su velocidad hubiera aumentado
considerablemente mientras se enfocaba en el trabajo. Sin embargo, la
lujuria en lo más alto de sus muslos mientras trabajaba también la
sorprendió. El centro de su sexo se frotaba contra la toalla y ella se
movía de lado para sacudir y agarrar la madeja, después la jalaba
hasta el bastidor. Atentamente enfocada en el trabajo de mano, nunca
escuchó cuando Penn dejó el estudio.
Tres horas después estaba a mitad del color azul pálido, el último
color del arco iris del bloque en el chal, cuando se dio cuenta que se
sentía exitada. Tan exitada que no podía concentrarse más. Su coño,
tanto como la toalla en la que estaba sentada, estaban mojados. Su
clítores rogando por atención. Cuando unos dedos calientes y duros le
rodearon los pechos y bajaron su blusa para tomar posesión de sus
pezones duros, ella brincó. Los dedos gentilmente se movieron,
enviando descargas de deseo y electricidad desde sus pechos hasta la
pelvis.
— “Oh dios, eso se siente bien”. — Cerró los ojos, inclinando su
cabeza para darle espacio.
— “Esta vez será dentro, lass”. Liam aguantó su peso fácilmente,
jugando con sus pechos mientras frotaba y lamía el dulce punto donde
se unían cuello y hombro.
— “No puedo dejarte ahora. Casi termino”
— “Terminarás en la mañana. Necesitas descansar”
— “¿Qué tal si no quiero descansar ahora?” L — a última cosa que
su cuerpo quería era descansar.
Suz movió sus caderas contra la banca. Si se inclinaba sólo un
poco más, tal vez podría conseguir suficiente presión en su clítoris
para empujarla más allá de la orilla. Lo intentó, pero no estaba bien.
Empujándole la falda arriba de sus muslos, ella había comenzado
a moverse cuando Liam le agarró las manos antes de que llegara a su
clítoris.
— “No, necesito venirme. Por favor, Liam. Estoy tan cerca”
— “No, lass. No te hagas esto a ti misma. Tus orgasmos nos
pertenecen ¿Recuerdas? Te ayudaré a llegar”.
Liam tomó sus dos manos con su mano izquierda y los empujó
hacia su hombro izquierdo mientras que con la mano derecha se abría

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paso entre sus muslos para tomar su montículo. Un momento
después, dos dedos se deslizaban profundo en ella, en su coño
mientras su pulgar acariciaba en círculos su clítoris.
En segundos, Suz tuvo un orgasmo, gritando como si su cuerpo
entero palpitara con la culminación. Antes de que se calmara lo
suficiente para pedir un poco más de tiempo, Liam la volteó sobre la
banca. Deslizó un brazo bajo sus rodillas y la otra alrededor de su
cuello. Acunándola y acercándola a su musculoso pecho, fácilmente la
levantó de la banca.
— “Pero....”
— “Esta vez te vendrás en la cama con tu hombre”
Suz estaba demasiado cansada para pelear con él. Se sentía
cansada y él sólo la estaba cuidando. Ella no tenía corazón para
decirle que no estaba segura de poder permanecer despierta para otra
vuelta de sexo con su hombre, sin importar qué tan caliente fuera a
ser.

Enredando los dedos en su pecho, lo último que recordó fue a


Liam murmurándole en el oído mientras la sacaba del estudio. —
“Duerme, lass. Déjanos cuidarte. Todo está bien ahora que te tenemos
con nosotros”.

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o primero que notó Suz cuando despertó fue que se sentía más
relajada y descansada, aunque partes de su cuerpo se sentían como si
hubieran trabajado por horas. Para una chica que no se ejercitaba a
menos que tuviera que, esta clase de rigidez muscular se sentía
extraña.
Lo siguiente de lo que se dio cuenta fue que no usaba su blusa de
dormir. Nunca dormía sin ropa, mínimo con bragas y una camiseta
súper grande.
Finalmente notó el calor. Estaba doblada sobre su lado derecho,
pero se sentía tibia. Le recordó la época del invierno cuando apilaba
cada cobija que tenía sobre la cama. Pero no había peso de cobijas
sobre ella. Su mente estaba a la deriva y reflexionó en que descansaba
dentro de una tostadora gigante con elementos calientes en el frente y
detrás.
Con una mirada mientras volteaba, planeaba evaluar cuál era el
dolor más fuerte. Eso cuando los sentía. Dos manos la masajearon
gentilmente la carne que la cubría, una en un pecho, la otra en su
trasero.
Abrió los ojos y vió un par de pálidos ojos azules.
— “Buenos días, lass”
— “Buenos días, Liam” — murmuró, ruborizándose con el
recuerdo de lo que había pasado la tarde anterior. ¿Realmente había
sido ella?
Había tomado a este hombre en su ano mientras Penn había
llenado su vagina. Mientras ella volaba hacia el clímax había visto a
todas las mujeres que se habían sentado en el telar antes que ella.
Había tomado a ambos hombres en ella y los había amado.
Sintiendo la plenitud en su corazón, supo que los había amado
toda su vida. No podía explicar porqué o cómo. No le importaba. Los
había amado y en el brillo de los ojos de Liam no había nada más,

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ellos habían crecido tan adictos a ella como ella a ellos. Lo que más le
sorprendió fue que, aún dolorida y relajada, sintió cómo su centro se
calentaba, mojaba y esperaba sólo por el recuerdo de haberlos amado.
— “Buenos días, luv” — dijo con un beso fuerte y caliente en sus
labios, lamiendo y mordisqueando su cuello.
— “Buenos días, Penn. ¿Cómo está tu pierna esta mañana?”

— “Bien, no podré correr con toros, pero estoy sanando. ¿Cómo te


sientes?”
Bajando sus ojos a la mirada de Liam, ella mintió — “Bien”.
Inmediatamente Liam le dio una nalgada.
Aullando, levantó su mirada a la de él. — “¿Porqué hiciste eso?”
— “Sí, aúlla”. Puedo ver en tus ojos que estás lastimada y
dolorida. No nos mientas, lass. Nosotros te amamos y cuidaremos de
ti. Y después de ayer, sería un milagro que no estuvieras lastimada”
Suz cerró los ojos, luchando por las lágrimas de emoción por las
palabras de preocupación que le dijo. — “Está bien, no estoy bien. Me
arde mi pequeño...”
— “Oh, ¿Un reclamo tan caliente y sexy en el telar?” — Penn le
ofreció, su voz cayendo un octavo mientras su coño brincaba al
sentirlo en su espalda.
— “Y mi espalda y hombros y pecho están como tejidos, y no sé
cómo seré capaz de subirme al avión mañana por la tarde...”
— “¿Avión? ¿A dónde vas?” — Liam se enjuagó una lágrima que
escapó antes de que Suz se diera cuenta que baja por su mejilla.
— “Tengo que regresar a Denver. Tengo que regresar a trabajar.
Tengo cuentas que pagar. Tengo responsabilidades” — Suz suspiró y
trató de bajar su barbilla, pero Liam puso una mano alrededor de su
mandíbula y le levantó la cabeza. Esperó hasta que ella levantó la
mirada para encontrar la de él una vez más.
— “Lass, no nos puedes dejar. Eres la Tejedora de Sueños y tu
lugar está en Dreamer‟s Dell. Con nosotros”.
— “Pero mi trabajo”
— “Pueden encontrar a alguien más. Pero nosotros no podemos
encontrar a otra mujer que tome tu lugar. Nos perteneces ahora. Eres
la Tejedora de Sueños”.

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Sabiendo que hablaba con la verdad, pero sin estar segura cómo
se sentía, Suz rodó sobre su estómago y sumió su cabeza en la
almohada. No estaba segura de si quería ahogarse ella misma o sólo
esconderse con la esperanza de que la dejaran sola. Sin nada más,
necesitaba regresar, ir por Mac y su ropa y rentar su apartamento.
También necesitaba renunciar a su trabajo en persona. Después de
seis años, le debía mucho a Joyce.
Los sintió moverse, después jadeó cuando un líquido frío bajó por
su espina desde sus hombros hacia su trasero.

Cuatro manos la sostuvieron mientras trataba de moverse. —


“Shh, luv, relájate y déjanos calmar esas picazones por ti” — murmuró
Penn mientras sus manos comenzaban a poner loción en su piel.
Mientras sus dedos masajeaban gentil pero firmemente sus
músculos, los nudos comenzaron a ceder. Los hermanos continuaron
hasta que se sintió resbalosa del cuello para abajo, a pesar que
ignoraron hendidura entre sus nalgas y su mojado coño más abajo.
Suz no fue de ayuda cuando gentilmente la rodaron y dieron el
mismo masaje al frente de su cuerpo. Frotaron cada músculo en la
misma manera mientras encendían el deseo que se centraba en sus
pechos y coño.
— “¿Qué tal esto, lass? ¿Te sientes mejor?”
— “Sí. No. Oh, diablos, no sé”
— “¿Qué deseas?”

Tan cerca de la orilla que estaba a punto de volverse loca, pero no


tan cerca que pudiera llegar al clímax por sí misma, Suz abrió los ojos
y entró a Liam y Penn agachados sobre ella, con expresiones tensas y
hambrientas.
— “Los deseo”
— “Ah, luv, nos vas a tener. Corazones, mentes y almas”
— “Sí, pero ¿Puedo tener sus cuerpos?”
Liam gruñó mientras se movía entre sus piernas. Penn se agachó
para besarla. — “Lo que desees, luv”
— “¿Puedo saborearlos?” — murmuró. Su concentración se
disolvió cuando la lengua de Liam la tomó, desde su arrugada estrella

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rodeando el montón de nervios que formaban su clítoris. — “Oh Dios,
oh Dios”.
Penn sonrió mientras sus lenguas se encontraban. Un momento
después, se alejó. Tomando su coño, se movió a sus rodillas para
alinearse con su caliente y desesperada boca.
— “Ábrete, mi amor”. Déjame sentir esa tu fresco coño en mi
lengua”
Suz lamió sus labios antes de abrir su boca y arremolinar su
lengua alrededor de la cabeza de la polla de Penn. Sabía tan bien que
no pudo detenerse. Se acercó más para tomarlo más profundo y más.
Su lengua alrededor y probando, saboreando cada pulgada. Tomó
tanto de él cabía dentro de su boca sin asfixiarse.
Liam se separó de su vagina, y su protesta fue apagada mientras
su polla se abrió paso dentro de ella. Empujó profundo, empujando
hasta que la cabeza permaneció dentro de ella, después empujó toda
su longitud dentro. Una vez totalmente insertado, ella lo sintió
congelarse.

— “Dios, su boca es el cielo” — gruñó Penn, sus dedos enroscados


en su cabello alrededor de su cabeza.
Arqueando sus labios, Suz trató de conseguir que Liam se
moviera como mientras Penn se balanceaba. Sí, se necesitaba venir,
pero lo más importante, necesitaba que perdieran el control.
Necesitaba darle tanto placer como ellos le habían dado.
Empujada por Penn, ella gruñó: — “Muévete, demonios”, — antes
de tomar a Penn tan profundo como podía y tragando una vez dentro
de su boca.
— “Oh, diablos. No es justo” — las caderas de Penn tiraron una
vez, dos y ella sintió su semilla bajando por su garganta.
Lo saboreó y supo que lo había excitado mucho. Una vez que él
terminó y que ella lo lamió para limpiarlo, la alejó para derrumbarse a
su lado. Entonces ella volteó su atención a Liam. Arqueando sus labios
en su polla, levantó sus manos para dirigirse a sus pezones. — “Ven a
mí, Liam”.
Diciendo esto ella pasó su mano hacia atrás de su cabeza
mientras esperaba que el orgasmo pasara a través de ella. Un latido
después sintió el miembro de Liam insertarse dentro de ella.

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Liam se colapsó sobre ella, rodando mientras terminaban cara a
cara, aún conectados. Penn se acurrucó detrás de ella y entonces,
dormitaron.
Cuando Suz se despertó, se encontró sola. Una botella de Tylenol
y una Pepsi fría se encontraban en la mesita de noche. Las sábanas
aún estaban tibias, así que supo que sus hombres no se habían ido
hacía mucho tiempo.
Sentándose, Suz se tomó dos Tylenol, bebió un profundo trago de
Pepsi. Entoces vió el reloj, que la envió a la acción. Arrastrándose
fuera de la cama, notó que se encontraba de regreso en el cuarto de
invitados que le habían asignado primero. Probablemente porque éste
cuarto tenía una cama king-size y mucho espacio para que los tres
pudieran dormir juntos. Encontró la ropa que había usado el día
anterior doblada prolijamente sobre la silla. Dudó sólo un momento
antes de ponérsela de nuevo. Entraría a la ducha y después iría al
funeral. Ahora tenía que terminar el chal de Ruth.

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— “ stá terminado” Anunció Suz mientras recortaba la última
hebra demasiado larga de la orilla.
Recogiendo el chal y metiendo su cara en él, trató de controlar las
lágrimas. Lo había hecho. Había terminado el chal que Ruth le había
pedido. Cubriéndose con él, Suz se fue a la bodega y se detuvo delante
del espejo antiguo en una de las esquinas para estudiar el chal.
Los colores se hubieran visto hermosos en Ruth. El tejido no era
exactamente igual, pero sólo tenían una pulgada de diferencia entre
ellos. Las líneas color crema separaban los colores para engrandecer
los tonos pastel cuando había agregado unas pulgadas extra al largo.
Suz se sintió triunfante mientras tomaba el chal terminado fuera
del telar. Mientras acomodaba las puntas para acomodar el chal,
decidió que tal vez si estaba destinada a ser tejedora. Le había
encantado trabajar y esperaba haber aprendido todos los aspectos del
proceso de tejido.
Mientras trabajaba, había decidido que tenía que ir a su casa de
Denver para cerrar los últimos capítulos de su vida antes de comenzar
su nueva vida. Había pasado mucho tiempo flotando el río de la vida,
dejando que las corrientes la llevaran donde querían. Poniéndose en
acción, sería ahora una activa participante de la vida y comenzaría a
guiar su propio destino.
Quitándose el chal de los hombros, lo abrazó hacia su pecho.
Entonces regresó la habitación principal. Después de tocar el telar en
despedida, apagó las luces cerró la puerta y se encaminó a la casa.
Supo que Penn y Liam estarían felices de enviar a alguien para
lidiar con lo de su apartamento y cambiar su vida a Carolina del Norte,
pero ella no sabía cómo. Necesitaba cortar ésos lazos con el pasado
ella misma. Sólo esperaba que sus hombres lo entendieran y la
dejaran ir.

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Entrando por la puerta trasera, escuchó pero no oyó ruidos. Los
hermanos deberían estar aún en el trabajo así que se sentía libre
hasta la hora de visitas. Suz dejó el chal sobre la barandilla. De
pronto, se sintió hambrienta, sin embargo su coño le envió señales de
que no era comida por lo que tenía hambre. ¿Siempre dejaría el telar
así de necesitada? ¿Era ésa la razón por la que la Tejedora de Sueños
siempre tenía qué tener a McKenzies a su lado? ¿Para aligerar la
necesidad que tejer ponía en ella?

Tal vez pudiera hablar con cualquier hermano para que la dejaran
entrar primero a la ducha. Con una sonrisa se dirigió a la cocina para
apaciguar su estómago antes de hacer caso al hambre de su sexo.

Cuando Suz bajó la escaleras por la tarde, lista para ir al funeral


y la hora de visitas, se sintió lista para compartir sus planes con sus
hombres. Habló con una Jubilee que se resistió a darle un raid al
aeropuerto después del funeral.
No le tomaría mucho renunciar a su trabajo, empacar sus cosa y
deshacerse de todo lo que no quería traer consigo. Aún no tenía idea
de qué hacer con Mac, pero había pensado traerlo de regreso con ella.
Le gustaría la granja, a pesar de que no estaba segura de cómo
respondería a Penn y Liam.
Todo lo que tenía que hacer era planear cómo decirle a los
hermanos McKenzie que se tenía que ir.
Cuando vio a los hombres en cuestión esperando en la sala, se
detuvo un momento para respirar. Los McKenzie usaban jeans y
camisetas que los hacía ver excitantes. Sólo las faldas escocesas
provocaban que tuviera un orgasmo. Con trajes oscuro, viéndose como
exitosos hombres de negocios como eran, provocaron a su corazón
aleteara.
— “Wow” — Suz respiró mientras los rodeaba antes de tomar el
nudo de la corbata roja de Liam, la cual iba perfectamente bien con el
traje azul fuerte y quitándole una pelusa del hombro del traje negro de
Penn. — “Están... están hermosos”. — Parpadeó conteniendo las
lágrimas y deseando poder perder diez libras e irse de compras.

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Usando una falda negra y una blusa blanca que agregaba cada una de
las libras extra con las que se sentía completamente inadecuada.
— “No, less. Somos sólo nosotros. Tú eres la hermosa”. — Liam
tomó su mandíbula, quitó con su pulgar una lágrima que comenzaba a
resbalar por su mejilla antes de que el tratan McKenzie le rodeara los
hombros.
— “Hiciste un trabajo increíble con el chal de Ruth” — añadió
Penn, poniéndose el chal en el brazo mientras Liam la guiaba
gentilmente fuera de la casa antes que de ella pudiera considerar el
escapar corriendo escaleras arriba y esconderse.
— “Sí, es un trabajo hermoso. Ruth estaría tan orgullosa de ti”

Permanecieron cerca de ella el resto del día. Uno o el otro siempre


recordándole que estaban allí, a veces con su palma descansando en
su regazo o con sus dedos en los de ella o con un brazo pasado por sus
hombros. No sabía si se deban cuenta o no, pero entre más la tocaban,
más los deseaba. Se habían vuelto una adicción que esperaba durara
toda la vida.
Suz se encontró a sí misma como objeto del escrutinio en
numerosas ocasiones, la mayoría de mujeres, aunque unos pocos
hombres también se preguntaban con cual de los hermanos estaba
ella. Al final de la tarde, se sintió cansada y ardiente y le dolían los
pies.
— “Ignóralos. Están celosos” — le murmuró Penn en el oído
mientras una hermosa mujer le coqueteaba a Liam, viendo su trasero
con una clara invitación en los ojos. Un anillo dorado brillaba en su
mano izquierda.
Suz miraba la escena con ojos entrecerrados, tentada a romperle
un brazo o golpear a la mujer. Con una mirada hacia ella, Liam se
agachó y le dijo algo a la mujer antes de volverse en su dirección. La
mujer palideció mientras veía cómo él se alejaba. Un momento
después se fue.
Para cuando estuvo con ellos, él estaba sacudiendo su cabeza.
— “¿Qué le dijiste?” — preguntó Suz

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— “Me preguntó cuál de nosotros estaba disponible. Le dije que
ambos habíamos hablado y que no íbamos a compartir a nuestra
mujer, excepto con el otro”.
Suz sonrió. “Son malos”
— “Tan malos como tú desees, lass”. — Liam le sonrió mientras
su mano acariciaba su brazo y entrelazaba sus dedos. — “¿Estás lista
para ir a casa?”
— “Un minuto”. — Dejándolos atrás, ella fue al hueco dónde
descansaba Ruth, el chal estaba puesto y acomodado preciosamente
sobre sus hombros.
Como lo anticipara, los colores se venían perfectos en Ruth. El
miró por encima a varias personas comentando lo hermoso del chal, a
pesar de que no sabían que ella lo había tejido. Era aún muy pronto
para reclamar una posición tan diametralmente opuesta al resto de su
vida.
Suz permaneció de pie por un momento, permitiendo que algunas
lágrimas escaparan libremente de sus ojos. No pudo decir nada que
llenara su corazón. Finalmente puso su mano sobre las manos
cruzadas de Ruth. — “Te amo Ruth”. Seré la mejor Tejedora de Sueños
que pueda, y te prometo que haré a los McKenzie muy felices”.

Un sentimiento de calidez y paz flotó sobre ella. Con una mirada y


una triste sonrisa, se volteó a dónde esperaban sus hombres. Pasando
un brazo a cada uno, les permitió guiarla fuera de la funeraria al SUV
negro afuera.

Suz no se sorprendió cuando el Pastor Joseph se enderezó de


dónde había estado recargado en el auto que estaba junto al SUV. Era
un hombre de mediana edad con cabello gris y largo, con presencia
voluminosa. Sería ministro de alguna forma, pero lo que más le
llamaba la atención a Suz era el entusiasmo que tenían todos en la
religión Bautista del sur.

— “Sra. Bklack. Me preguntaba si podría hablar con usted un


momento”.
— “Claro”

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Los nudos nerviosos en su estómago se tensaron. La
hamburguesa y las papas que se había comido antes amenazaron con
regresarse aún antes de que el ministro hablara.
— “A solas ¿Por favor?” — Miró de ella a los grandes y silenciosos
hombres que se encontraban a su lado.
— “Lo que tenga que decirle a Suz también nos concierne a
nosotros” l — a voz de Liam sonó demasiado suave y controlada para
que Suz creyera que todo estaba bien.
El hombre más viejo miró a su gemelo con una mirada filosa.
Finalmente se concentró en Suz.
— “Bien, ummm, usted sabe... Me preguntaba ¿Cuál de estos
hombres la estarán escoltando al funeral mañana?”
Suz movió su cabeza como tratando de revelar el significado que
había tras la pregunta. — “Ambos me estarán acompañando”.
— “He estado escuchando comentarios extraños toda la tarde y
acabo de recibir una llamada de Tina Potter acerca de que ustedes tres
están juntos y que comparten a la misma mujer. Como estoy seguro de
que sabrá, la iglesia no está de acuerdo en este comportamiento. Me
temo que no puedo perdonar tal cosa en mi iglesia. Piense en su
bisabuela”.
Antes de que Suz pudiera contestar, Penn dio un paso al frente,
poniendo su cuerpo entre ella y el ministro. — “Pastor Joseph, mi
hermano y yo estaremos con Suz mañana”. — Como socio de negocios
de Ruth y su nieto, — “Es nuestro deber y placer cuidarla como a una
pariente. Nada de lo que estuvo diciendo esta tarde suena a algo más
que chisme puro y simple”.
— “¿Así que no están viviendo un romance?”
— “Francamente, señor, eso no es de su incumbencia”. — La ira
afloró en la pequeña mente de Suz con actitud de lástima. — “Estoy
horrorizada de que un hombre de Dios pudiera hacer una pregunta
así”.
— “Si, bueno ummm... los veré en la iglesia mañana. Buenas
noches”
— “Buenas noches”.
Nadie se movió hasta que el Pastor Joseph se alejó y se subió a su
auto.

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Suz quería seguirlo y darle una plática sobre chismes, tolerancia
y la iglesia permaneciendo lejos de las camas de la gente, pero Liam le
puso un brazo alrededor, guiándola al frente del SUV. Después de que
se sentó, ellos se subieron con Penn al volante.
— “No vale la pena, lass. Estamos viviendo con las indicaciones
de la Biblia y no están tan adelantados como deberían”.

Suz no contestó hasta que iban a mitad del camino a casa —


“Entonces ¿Cómo trataremos esto en el futuro?”
— “Justo como hasta ahora. A nadie le concierne cómo llevamos
nuestras vidas siempre y cuando obedezcamos las leyes de la tierra y
paguemos nuestros impuestos a tiempo”. — Penn entrelazó sus dedos
con los de ella antes de voltear y besarle las manos.
— “No necesitas la aprobación de nadie con lo que haces con tu
vida, lass, pero esperamos que te veas con nosotros en el futuro”. —
Liam la alcanzó desde el siento para masajear sus tensos hombros.
Suz gimió mientras sentía sus dedos en sus tensos músculos.
Para cuando se estacionaron en Dreamer‟s Dell, Suz estaba tan
relajada que casi se quedaba dormida. Ella continuó a la deriva
mientras Liam la cargó hasta la casa y subió las escaleras.
Una vez en el dormitorio, le quitó la ropa y se las pasó a Penn,
quien las colgó. Ya desnuda, la acomodó en el centro de la cama.
Después se desnudó también y después de poner la ropa en el suelo,
la siguió dentro de la cama. Penn se les unió un momento después. En
minutos todos estaban juntos y se durmieron.

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uz miró alrededor de la iglesia y supo que era hora de irse. Su
vuelo a casa salía en poco más de una hora y necesitaba registrarse.
Viendo a Jubilee, ella asintió y esperó hasta que la mujer hizo lo
mismo.
Con una sonrisa a los extraños que se sentaban con ella,
compartiendo historias sobre la vida de Ruth, se levantó. — “Con
permiso”.
Cruzó la habitación tratando de parecer casual y no levantar la
suspicacia de nadie. No les había dicho ni a Penn ni a Liam que se iba,
así que los siguientes minutos serían cruciales.
Aún no estaba segura de porqué no les dijo justo eso, y después
yéndose. No le gustaban los conflictos y planeaba estar de regreso en
un par de días de cualquier forma.
Había llegado casi a la puerta del pasillo cuando Liam tomó su
mano y la detuvo. En verdad, ambos habían usado su vestimenta
escocesa y habían sido el éxito tanto en el funeral como en la comida
que le siguió a éste. Tan sólo verlos a ambos la hacían sentir
escalofríos en el cuerpo. Si tan sólo tuviera tiempo de llevárselos a
casa follarlos hasta que sus cuerpos se derritieran. Pero eso tendría
qué esperar hasta su regreso.
— “¿Estás bien lass?
— “Estoy bien. Sólo voy al baño.” — Ella le dio una sonrisa
brillante sin mirarlo a los ojos mientras que apretaba la mano que él
sostenía. — “Estaré de regreso en un momento”.
— “Está bien, lass”. Le dio un beso en la mejilla antes de soltarla.
Volteándose, Suz parpadeó con las inesperadas lágrimas mientras
se alejaba de allí. Una vez en el pasillo, abrió el closet y sacó su gran
canasta. Desde que regresara, no había necesitado una maleta.
Pasándose la cesta por el hombro, ella se encaminó al

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estacionamiento, enviando una silenciosa plegaria para que Liam no la
buscara pronto.
Tenía que irse a casa ya mismo. Mac probablemente estaría
inquieto para ahora. Nunca lo había dejado solo tanto tiempo.

— “No estoy segura de que sea buena idea” — dijo Jubilee


mientras esperaba a que Suz pasara el área de seguridad. — “Esos
chicos se volverán locos cuando sepan lo que ella ha hecho”.
— “Estará bien. Estaré de regreso en un par de días, pero tengo
que cerrar este capítulo de mi vida. Han hecho ya mucho por mí, pero
yo tengo que hacer esto por mí misma. Los amo, Jubilee. Diles que los
llamaré cuando llegue a casa. Aunque después de tres horas en
Charlotte, será tarde”. — Suz puso aseguró su bolsa y se volvió para
abrazar a la vieja mujer. — “Cuida de mis hombres”.
Jubilee le regresó el abrazo. — “Apúrate a regresar porque no sé
cuánto podré contener a esos chicos de irte a buscar.”
Suz asintió, después se alejó el guardia la llamó. Era tiempo de
que pasara por seguridad.
Pasó seguridad bien, pero mientras esperaba para abordar, no
pudo dejar de sentir cómo la culpa brotaba. Combinada con un
sentimiento que nunca sería lo suficientemente buena para los
McKenzie y la reacción de Ruth, no pudo detener las lágrimas que
comenzaron a rodar por sus mejillas.
Penn y Liam encontraron a Jubilee en el estacionamiento
subiéndose al auto.
— “Ella se fue ¿verdad?” — preguntó Penn
— “Sí, regresará a Denver. Los ama y dijo que estará de vuelta en
un par de días, pero dice que era algo que tenía que hacer por sí
misma”.
— “¿Porqué lo hizo?” — preguntó Liam, sus ojos con lágrimas
brillantes que él evitaba dejar escapar.
— “Creo que se siente un poco confundida e inferior también.
Desafortunadamente, no la hemos ayudado”.
— “¿Eh?” — preguntó Liam a Penn y dijo. — “¿Qué quieres decir?”

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Pasaron algunos minutos mientras Jubilee les informaba sobre la
realidad de amar a una mujer quien había basado la mayor parte de
su vida negando su verdadera naturaleza. Para cuando terminó de
hablar, los gemelos lloraban, habían lastimado a la mujer que
amaban, pero que ahora se daban cuenta, nunca habían entendido.
— “Está bien, ¿Qué hacemos ahora?”
— “Bueno, si yo fuera ustedes, tomaría la avioneta elegante de la
que Dodge habló a los directores el año pasado. Con vuelos tan locos
como los que planea Suz, deberían alcanzarla en Denver”.

Cuando terminó de hablar, Liam estaba buscando su celular


mientras Penn sacaba las llaves del auto. Cada uno de ellos la besó en
la mejilla antes de dirigirse al SUV. Irían tras ella, pero no pareciendo
que acababan de salir de una tienda de disfraces.

Cuando Suz llegó a su complejo de apartamentos tarde por la


noche, una nube gigante de depresión la sostenía firmemente con su
puño. Ruth se había ido y ella probablemente perdería a los dos
hombres que había amado toda su vida.
Ella frunció el ceño cuando llegó a su apartamento. Alguien se
había estacionado en su lugar asignado. No reconocía el lujoso sedan
color plata, por lo que ella gruñó. Mirando a su alrededor, encontró un
espacio al final del estacionamiento.
Después de estacionarse, sacó la canasta del auto antes de
dirigirse a su apartamento. Un escalofrío recorrió sus huesos cuando
entró. El tratan estaba bien en Carolina del Norte, pero ni cerca de
estar caliente para Colorado en Diciembre.
Abrió la puerta y entró en el oscuro apartamento, un poco
temerosa de encender las luces y ver los daños que Mac hubiera hecho
mientras se había ido. Cerró la puerta y recargó su cabeza contra el
panel y encendió las luces. Había pensado acurrucar a Mac hasta que
la disculpara y después acostarse a dormir por las siguientes doce
horas. Mañana se concentraría en todo lo que necesitaba hacer para
cerrar ése capítulo en su vida.

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Tomando un profundo suspiro, empujó la puerta, se giró y
comenzó a cruzar el oscuro apartamento. — “Hey, Mac, ya regresé
bebé”.

Gritó y brincó cuando la luz se encendió, cegándola


momentáneamente por unos segundos. — “¿Y quién diablos es Mac?”
Suz parpadeó varias veces para ajustarse a la luz, luego
retrocedió cuando vio que Mac no era lo único que estaba esperando
por ella en su apartamento. Penn estaba en el sillón, con la mano aún
en la lámpara. Liam estaba sentado en una silla mecedora cercada.
Ninguno parecía feliz.
— “¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué” — Pasándose la mano por la cabeza,
frotó su cabeza que parecía estallar en terrible dolor. Luego se limpió
las lágrimas más recientes. Este era el último lugar dónde esperaba
que estuvieran.

Liam se levantó y se acercó a ella lentamente. — “Si realmente


deseabas venir aquí, te hubiéramos traído. Llegamos hace un par de
horas en el jet de la Compañía”. — El se detuvo justo lejos de su
alcance.
Suz luchó con la urgencia de brincar en sus brazos y abrazarlo. —
“¿Porqué?”
Penn se levantó y se unió a ellos, hasta estar hombro con hombro
con su hermano. — “Eres nuestra. Estás haciendo probablemente lo
más duro que has hecho. Comenzar de nuevo. No queríamos que lo
hicieras sola”.
— “¿No me odian?” Me fui. Me alejé sin decirles nada”. — Las
lágrimas de Suz comenzaron de nuevo y ella las limpió.
Le dolía el corazón el verlos. Parecían tan hermosos en sus jeans
y con camisa de botones y botas de vaquero. Ella era un desastre, aún
usando la ropa de color oscuro que había utilizado en el funeral de
Ruth. Había estado volando y esperando en aeropuertos por más de
nueve horas y necesitaba un baño y algo fuerte y alcohólico que le
detuviera las lágrimas. Como no tenía nada parecido en casa, se
prepararía un chocolate con doble ración de bombones por ahora.
— “Less, nunca podríamos odiarte. Eres nuestra. Nuestra
Tejedora de Sueños. Nuestro verdadero amor”. — Ella los escuchó
moverse y luego se encontró a sí misma contra dos pechos anchos y

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musculosos con brazos fuertes y duros envolviéndola, abrazándola con
fuerza.
— “Pero tienes varias tareas pendientes”, — Penn gruñó mientras
que acariciaba con su mano su cuello y mientras que Liam volteaba su
cara hacia él.
— “Sí, muchas”, — murmuró Liam antes de reclamar sus labios.
El amor se filtró por sus poros con su toque, Suz se rindió a ellos.
Podían hacer con ella lo que quisieran. Cualquier castigo que quisieran
darle, ella sabía sería algo que merecería. Girando en sus brazos,
envolvió cada brazo a su alrededor en fuerte abrazo.
Sintió los dedos de Liam que bajaban la pretina de la falda, hasta
que ésta cayó en un montículo a sus pies. Un momento después sus
bragas desaparecieron. Penn le sacó la blusa y luego soltó su brazo y
se lo quitó también. En segundos permanecía desnuda entre ellos.
Liam la levantó fácilmente y la cargó al dormitorio, donde se sentó
y bajó su cabeza hasta su regaño. Antes de que protestara por este
trato, su mano bajó hacia su nalga, enviando un sentimiento de dolor
a través de ella, causando que gritara con sorpresa. El castigo siguió,
rápido y fuerte, con el dolor volviéndose algo más mientras su trasero
se enrojecía. Sus pezones se irguieron, duros y dolorosos. Su coño se
mojó y sintió los musculosos tensos preparándose para un gigantesco
orgasmo. Gotas de líquido caliente sobre la piel de su espalda la
trajeron de vuelta a la realidad antes de que estuviera lista.
— “¿Liam?” jadeó, tratando de no gritar con dolor y placer
atravesándola.
Dos nalgadas más la llevarían a la orilla, pero él se detuvo. En
lugar de seguir, él la sentó en su regazo. Sepultando su cara en su
pecho y abrazándola. — “Dios, lass, no hagas algo como esto de nuevo.
Casi me mata pensar que nos dejarías”.
En un segundo, su orgasmo se fue, permitiéndole pensar. Los
jeans de Liam se sentían rasposos contra su trasero, pero no protestó.
El estaba lastimado y ella era la única que podría suavizar ese dolor.
Suz acunó su cabeza en su cuerpo, besando su cabeza y
acariciando con sus manos la espalda. Su miembro empujándola
fuerte y ella deseando que pudiera acariciarlo. Si tan sólo los jeans no
estuvieran en su camino. — “No los abandoné. Sólo tenía que venir y
cuidar de Mac y cerrar mi apartamento y renunciar a mi trabajo. No
podía dejar que ustedes lo hicieran por mí. Lo tenía que hacer yo sola”.

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Ella se deslizó por su regazo y se hincó entre sus muslos.
Después de abrir sus jeans, sacó su miembro fácilmente. Acarició la
cabeza con un dedo, amando la humedad que tenía. Bajó su cabeza y
circuló el pene con su lengua sobre la punta, probando sus fluidos. El
miembro brincó en sus manos, y dos gruñidos idénticos llenaron la
habitación.
Ella miró sobre su hombro a Penn, que estaba mirándola a través
de mojados y brillantes ojos. El abrió sus propios jeans y los empujó
hasta sus muslos y ahora empuñaba su propio miembro con una gran
erección. La depresión que amenazaba con hacerla morir sólo hacía
una hora, se desvaneció como humo y él la abrazó.
Suz se levantó y tiró de los jeans de Penn para bajarlos hasta sus
rodillas, entonces volvió su atención para mostrarle cuánto los amaba.
Penn pasó sus dedos por su cabello mientras suavemente se agarraba
su miembro desde la base hasta la punta. Su deseo respondiente a su
masculina escencia de hombre, ella movió su trasero hacia Liam,
esperando que captara su invitación. Ella trazó su camino hacia arriba
del miembro de Penn cuando sintió que algo duro y húmedo
presionada su entrada.
El orgasmo que había tenido hacía unos momentos amenazó con
regresar en venganza. Tomó el miembro de Penn mientras Liam la
penetraba. El ritmo que encontraron fue rápido y duro y continuó
hasta llevarla más allá del límite en minutos. Ella sonrió a través de
sus lágrimas cuando escuchó a ambos hombres gritar en complemento
segundos después.
Su excitación y amor siendo momentáneamente satisfecho, los
hombres se deshicieron de su ropa y la apilaron en la cama de Suz que
estaba entre ellos. Mientras se retorcía y recobraban, Suz trató de
explicar porqué los había dejado.
— “Los amo tanto, pero tenía qué hacer esto. Los dos son tan...
tan... perfectos, y yo no he hecho nada más que arruinarlo. Necesitaba
hacer esto para probarme a mí misma que tal vez, algún día, sería lo
suficientemente buena para ustedes”, — admitió ella suavemente
mientras miraba la habitación a la única foto que tenía de los tres. Ella
tenía seis años, ellos doce, y los tres estaban juntos en porche de
enfrente de la casa en Dreamer‟s Dell, los muchachos imponentes al
igual que ahora.
Los hombres trataron de protestar, pero ella sacudió la cabeza.
Necesitaba que entendieran de dónde venía. — “Es como si hubiera
pasado mi vida entera esperando algo. Sólo que no me había dado

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cuenta de lo que esperaba hasta que Ruth me llamó para reemplazarla
en el telar. Esto es lo que he estado esperando. Por ustedes. Por
nosotros. Lo que sucede es que mientras yo flotaba en un trabajo
medio muerto, una vida media muerta, siendo miserable, ustedes dos
sí hicieron cosas. Han estado construyendo una compañía increíble.
No me siento digna de eso. No tengo nada que ofrecerles. Excepto mi
amor. Y los amo. A ambos. Los amo tanto”.
Ambos hombres se levantaron y la miraron profundamente a los
ojos. Penn se agachó y la besó tiernamente. — “Amor, Suz, eres el
amor que siempre deseamos. Tu amor, tu felicidad, tu cuerpo junto al
nuestro. Sí. Construímos una compañía para ti, de modo que
pudiéramos estar juntos en todo. Te amamos”.
Liam siguió un momento después. — “No esperábamos que
hicieras nada que no quisieras. Tu vida no ha sido como un día de
campo y nosotros queríamos cambiar eso. Queríamos hacerte disfrutar
el resto de tu vida. Queríamos amarte, cuidarte y estar contigo
siempre. Pero, antes de que hagamos eso, necesitamos saber algo”.
Suz los miró con sorpresa a los dos. Ellos le ofrecían todo lo que
quería en bandeja de plata. — “¿Y qué es?”
— “¿Quién es este Mac del que hablas?”
— “Y ¿Porqué no nos dijiste de él antes?”

Suz sonrió, después pasó sobre Liam en la cama. Agachándose en


el piso, miró bajo la cama. — “Ven aquí, hermoso. Está bien. Quiero
que conozcas a alguien”.
Le tomó algunos minutos de pedido hasta que se levantó. En sus
brazos estaba una pequeña bola de pelo negro que los miraba con
curiosa expresión. Sus ojos eran de un azul pálido y parecían
familiares.

— “Es un gato”
— “Sí, es un McKenzie. Mac el gato. El es la razón por la que tenía
qué regresar hoy. Le dejé un gran tazón con comida y agua en su caja,
pero nunca lo había dejado más de tres días.”
— “¿Qué edad tiene, luv?” — Penn le pasó un dedo para que Mac
el gato lo pudiera oler.

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— “Seis años. Lo compré justo después del divorcio. El gerente de
los apartamentos no sabe de él porque no se supone que tenga una
mascota”. — Le dijo a Penn mientras acariciaba al gato.
Mac parecía aceptar a los dos hombres fácilmente, como si
supiera que eran importantes para su ama. Cuando finalmente lo
soltó, Mac salió del dormitorio y se sentó unos minutos en su lugar
favorito, la parte de atrás del sillón. Desde ahí podía mirarla moverse
por el apartamento y estar listo cuando ella fuera a la cocina.
— “Así que, lass, ¿Nos dejarás ayudarte con esto los próximos
días? O ¿Quieres que regresemos a Dreamer‟s Dell? le preguntó Liam
mientras la jalaba de regreso a dónde pertenecía: entre ellos.
— “Los invitaría a quedarse, pero esta cama...”
— “Tenemos una suite en el hotel con una cama king que estará
mucho más cómoda para lo que tenemos en mente. Alimentemos a tu
gato y regresaremos mañana para lo que tengamos que hacer”. Penn
movió su mano de arriba abajo de su cadera hasta su axila y de
regreso.
— “Estoy tan contenta de que los reclamara cuando tenía seis
años”
Los hermanos le sonrieron.
Penn le dio un rápido beso en los labios. — “Amor” nosotros te
reclamamos desde antes que eso.
— “¿Lo hicieron? ¿Cuándo?”
Liam le volteó la cara para besarla. — “La primera vez que te
vimos. Tenías como seis semanas de nacida. Aún cuando no sabíamos
que íbamos a estar juntos para siempre. Sólo nos tomó treinta años
finalizar el reclamo de nuestro amor”.

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ooper McKenzie siempre pensó que había nacido cien años
tarde, pero apreciaba el aire acondicionado, las computadoras y otras
comodidades modernas. Disfruta la vida lenta de New Bern, Carolina
del Norte tanto como la historia y el pequeño pueblo que encontró
aquí. Además soñaba en su siente historia, Cooper disfruta leer todo
excepto libros de terror, canta en el coro de su iglesia y teje.
Ama saber de sus lectores a través de coopermckenzie@ymai.com.
Su página de internet es: www.coopermckenzie.webs.com

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