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La antigua definición de trabajo era “estado del que sufre” y la definición moderna es
“conjunto de actividades humanas coordinadas con vistas a producir o contribuir a producir lo que
es útil; estado, situación de una persona que actúa para obtener un tal resultado”.
El contexto
Hasta el siglo XVI, el trabajo conservará un valor más bien negativo, construido a la ve
mediante las creencias de las sociedades antiguas, y mediante la evolución de las instituciones
cristianas. La sociedad feudal se divide en tres categorías jerarquizadas: los que rezan, los que
luchan y los que trabajan.
Un debate importante de la época se refiere a la jerarquía de valores entre la
contemplación y la acción.
La Reforma contribuyó eficazmente a revertir el valor del trabajo, y por lo tanto de las
representaciones y los comportamientos de los hombres con respecto al trabajo. El trabajo
adquiere para el hombre el sentido de profesión y de vocación a la vez. Afirma que la Religión y el
Trabajo están ligados íntimamente. El trabajo está al servicio de Dios. Toda ganancia
proporcionada por el trabajo es legítima. El beneficio del comerciante proviene de su actividad.
Nuevo tipo de hombre: voluntario, activo, que el puritanismo consagrará después. A esto se
agrega el desarrollo de la idea de la predestinación.
Aún si todavía continúa un debate en torno al análisis de Max Weber, nadie duda que la
Reforma es la ilustración del hecho de que el dogma religioso, las creencias a las que adhieren los
individuos, sirven de base a motivaciones, fuentes de nuevas actitudes. Otro acontecimiento
importante del siglo XVI, y que se prolonga por la colonización: el descubrimiento del Nuevo
Mundo.
Encuentro con otras culturas. Lo que distingue al Salvaje del Civilizado, es que no cultiva su
tierra, que no la “trabaja”. El problema a resolver no era el del estudio de una realidad diferente.
El problema era más bien la búsqueda de una nueva interpretación del mundo, búsqueda en la
que los “otros” servirían de espejo o de máscara, aunque se transformara en su realidad. El
Mundo ya no pertenece únicamente a Dios. El descubrimiento inmensos espacios,
particularmente ricos en flora, fauna, cuando no en metales preciosos, riquezas no explotadas a
los ojos de los viajeros occidentales, produce codicia.
Cada vez que el hombre retira cualquier cosa del estado en que la puso y la dejó la
naturaleza, mezcla su trabajo con esta cosa, y le agrega un elemento personal: con esto adquiere
su propiedad.
Lo que los viajeros notan no es solamente las pocas actividades de los salvajes, sino
también que sus actividades no se inscriben en relaciones de autoridad, en relaciones sociales
jerarquizadas como en Occidente en esa época.
Este discurso sobre la pereza de los otros se ubica en una relación intercultural, y en este
caso, entre culturas particularmente diferentes en su relación con la Naturaleza. Para los indios de
América del Norte, la naturaleza es lo que nutre, es nuestra “madre”, y no debemos explotarla
más allá de nuestras necesidades.
Aunque en Europa a partir del siglo XVIII se desarrolla un movimiento antirreligioso, éste
no aplanará el valor moral del trabajo. En la Europa del siglo de las luces, la idea de trabajo que en
la época de la Reforma había pasado de castigo a deber, se justificará en adelante por su utilidad
social.
La Enciclopedia
El trabajo es el remedio de todos los males que produce la ociosidad. El valor moral del
trabajo no fue afectado por el ideal del buen salvaje. Su pretendida indolencia quedó en el campo
moral negativo del trabajo. La noción de “buen salvaje”, generalmente atribuida al pensamiento
francés, sirvió de base a la crítica de la propiedad privada y de la división jerárquica de la sociedad
de la época, no al cuestionamiento del valor moral del trabajo.
La corriente socialista contribuyó a orientarse hacia una sociedad en la que el valor del
trabajo ya no se discute. “La única actividad en la que podemos traducir el proceso de la vida es el
trabajo”. Hoy, efectivamente, trabajar es ganarse la vida, ganarse el pan.
El trabajo, en 1984
Se impone una primera observación: dejando de lado los significados hoy marginales del
trabajo, casi todos los aspectos tratados sólo conciernen al trabajo en la industria. En el curso de
los últimos años este campo de investigación se ha ampliado y se llevaron a cabo numerosas
investigaciones, que por otra parte se referían a categorías socioprofesionales cada vez más
numerosas. La sociología del trabajo hoy ya no se limita a la sociología de la clase obrera.
La Sociología del Trabajo se interesó durante mucho tiempo esencialmente por los lugares
donde las restricciones eran más fuertes: la empresa industrial, y en el interior de la empresa, el
trabajo obrero.
Un enfoque emergente
Si bien es cierto que la psicosociología industrial nace como crítica del taylorismo y de la
alineación del trabajo industrial, en sus orígenes los psicólogos industriales son integrados a las
fábricas y empresas por los propios empresarios para que eleven el rendimiento de los
trabajadores.
En 1917 se creó un Comité de Psicología cuyo objetivo era buscar la manera de utilizar los
conocimientos psicológicos a fin de seleccionar y entrenar al ejército. El éxito de la psicología
aplicada a la selección de recursos humanos hizo que en 1920 la mitad de los psicólogos de
Estados Unidos estuvieran dedicados a esta rama. Fue tal el éxito de los psicólogos, que decidieron
formar sus propias compañías para prestar servicios a las industrias; éstas, sin embargo,
prefirieron crear Departamentos de Personal. Las empresas querían empleados sumisos, no
empleados interesados en ir a huelgas y tomar parte en manifestaciones. El interés de la industria
implicaba salvarse de la crisis económica que atravesaba casi todo el mundo y a la vez quería sacar
ventaja de la situación.
El trabajo no se limita a la actividad productiva en sí misma, sino que incluye también todo
lo que acontece en torno a ella en el lugar de trabajo. Las investigaciones sobre esta materia
muestran que a mayor capacitación y adiestramiento laboral, más son las motivaciones
extrapecuniarias en el trabajador.
Trabajamos por varios motivos – dinero, despliegue físico e intelectual, interacción social,
búsqueda de status social y de sentido, impulso creativo – (complejo motivacional).
La alienación pasó de las manos del filósofo a las manos del psicólogo social que utiliza
métodos experimentales, y en esta forma se pudieron encontrar respuestas válidas a los
problemas planteados. Wilensky cotejaba la imagen del trabajo que el empleado valoraba
positivamente con su situación real en el trabajo y clasificó seis parámetros de valoración del
trabajo:
Erich Fromm
Muchos tipos de trabajo serían atrayentes por lo que afecta al aspecto técnico, siempre
que fuera satisfactorio el aspecto social; por otra parte, hay tipos de trabajo cuyo aspecto técnico
puede no ser interesante por su misma naturaleza y, sin embargo, hacerlos significativos y
atrayentes el aspecto social de la situación de trabajo.
La psicología industrial aporta nuevos datos sobre la situación y las posibilidades del
trabajo, y muestra que aquella puede mejorarse mediante el efectivo vitalizador que ejerce la
participación activa y responsable del empleado en su actividad.
Los trabajadores tuvieron que ponerse de acuerdo más en una ética de convivencia social
que en métodos de producción. En una Comunidad de Trabajo lo importante no es ganar
conjuntamente, sino trabajar juntos para satisfacer una necesidad colectiva y personal. La cuestión
está en si pueden crearse para toda nuestra sociedad condiciones análogas a las creadas por los
comunitarios. La situación de trabajo ha vuelto a ser concreta. Se han encontrado métodos para
combinar la centralización y la descentralización que permiten la participación activa y la
responsabilidad de todo el mundo, y que al mismo tiempo crean una dirección unificada en el
grado necesario.
Dos formas de evitar la enajenación: en primer lugar, que el trabajador tenga conciencia
de cómo opera el conjunto de la industria a la cual pertenece. En segundo lugar, que el trabajador
se convierta en participante activo, interesado y responsable. Tras esta propuesta descansa una
concepción del trabajo en la que se destaca tanto su aspecto cognoscitivo como su aspecto
volitivo. Todas las sugerencias en el sentido de la humanización del trabajo no tienen por finalidad
aumentar la producción económica ni es su meta una satisfacción en el trabajo per se.
En el proceso del trabajo, el sujeto no sólo transforma la naturaleza exterior a él, sino que
también se moldea y modifica a sí mismo: “Cuanto más se desarrolla su trabajo, más se desarrolla
su individualidad”. La psicología ha prestado sus servicios a la “ingeniería humana”, que intenta
tratar al trabajador y al empleado como una máquina que trabaja mejor cuando está bien
lubricada. El análisis de la relación entre motivaciones y productividad permite al psicólogo
rescatar nuevos matices del fenómeno de la alienación y exponerlos en sus detalles.
Georges Friedmann
Friedmann se proyecta también al campo profesional, y afirma que una forma de reducir
la alienación del trabajo profesional es por medio de una educación humanística en las
universidades. Tal formación también contribuiría a encarar el aprendizaje intelectual como un
proceso que dura toda la vida, a suprimir la tendencia al excesivo conformismo propia de una
ocupación altamente especializada. Ayudaría también, a derribar el mito economicista que
concibe al trabajador como un mero factor de producción.
Alain Touraine
Carencia de dominio
Carencia de normas
Incapacidad para dar sentido a la situación
Imposibilidad de reconocerse positivamente en los valores dominantes y ser socialmente
reconocido
Autoextrañeza
Cuando la acción se proyecta desde una reivindicación salarial hasta una de corte político,
ya no puede considerarse una reacción puramente económica. La liberación experimentada al
superar los obstáculos técnicos o la alienación provocada por la no-participación en el producto
del trabajo puede repercutir en la situación social del trabajo y en la productividad.
Las actitudes ante el cambio técnico tienen por objeto buscar la forma de reconciliar
técnica y sociedad. O sea, que el cambio técnico no encauza solamente el papel profesional del
trabajador, sino todo el conjunto de su estatuto social.
¿Y hoy?
Los últimos años del siglo XX aceleraron, desde el punto de vista de la fuerza de trabajo, un
movimiento que había comenzado en el período entre guerras. Algunos empresarios y
responsables de management comprendieron rápidamente que las empresas no pueden
funcionar sin la adhesión activa de muchas personas que no por eso reciben dividendos. Muchos
son los factores de motivación y demostración que se estudiaron: las condiciones materiales y
físicas en las que se ejerce el trabajo, el nivel y los principios de la remuneración, el conocimiento y
el control de los objetivos de producción, la calidad de las relaciones entre los trabajadores y la
jerarquía, el ambiente de trabajo dentro del establecimiento, el tamaño de los equipos, etc.
Sin un mínimo de implicación personal de los trabajadores, las empresas funcionan mal.
Bata una huelga de celo para convencerse. Esta implicación psicológica es personalmente
gratificante, pero también económicamente productiva: las nociones recurrentes de motivación,
compromiso e inversión participan de este mismo punto de vista.
Max Weber ya lo había señalado al mostrar que le emergencia del capitalismo había
instaurado una nueva relación moral de los hombres con su trabajo. En un comienzo, estaba
concebida sobre el modo de la vocación. Esta vocación, es su origen religiosa, que transformaba el
trabajo cotidiano en “bien de salvación” se transmitió poco a poco a los jefes de empresa, antes de
generalizarse imponiéndose a una cantidad creciente de trabajadores. Toda transformación
profunda del capitalismo supone por lo tanto un acompañamiento ideológico que la hace posible,
movilizando el entusiasmo de personas que se comprometen en ella.
En los años sesenta las discusiones sobre el trabajo se centraban en sus dimensiones
técnicas: valorización de las competencias del “marco técnico” por un lado, critica del trabajo en
cadena y de la alienación por el otro. En los años noventa se otorga mayor importancia al sujeto y
a sus afectos. El discurso sobre el trabajo se inscribe en un registro mucho más psicológico. La
noción de realización está asociada en adelante con la de implicación.
Luego de 1968 la “realización” introduce una dimensión psicológica nueva. Esta supone un
vínculo entre satisfacción e identidad del trabajador. Un buen trabajo es aquel que permite a una
personalidad afirmarse.
La experiencia del desempleo
La extensión del desempleo y su trivialización franca lograron que los que lo vivían
asumieran positivamente el estado de desocupado. Nunca lo convirtieron en una situación
aceptable.
Las dos últimas décadas también contribuyeron a una profunda “desconstrucción del
mundo del trabajo”. La generalización de la precariedad y de los pequeños trabajos, la flexibilidad
de los horarios, la intensificación del trabajo y el refuerzo de los controles crearon condiciones que
distan de favorecer la emergencia de una relación más feliz con el trabajo.
Los trabajadores precarios muestran condiciones de trabajo mucho más malas que las de
los otros asalariados. El empleo temporario, aquel cuyo carácter precario esta jurídicamente
definido, no representa sin embargo más que la parte visible del iceberg. De hecho, existe
continuidad entre la precariedad de derecho y la precariedad de hecho. Como la precariedad, la
subcontratación facilita la gestión, y a veces la disimulación, de los riesgos. Otras formas de
empleo también tienden a degradar el trabajo.
Así, incluso para los asalariados estables de tiempo completo, los horarios, menos
regulados, dependen más de las necesidades de las empresas, aún si esta evolución no es ni
uniforme ni muy rápida. La flexibilidad es, desde el punto de vista de los asalariados, fuente de
rigidez. El paso a las 35 horas de trabajo semanales aceleró la tendencia de la volatilidad de los
horarios y la intensificación del trabajo. Esta intensificación puede asumir varias formas. Se
aumentan las normas para crecentar la producción o se disminuyen los efectivos a producción
constante: se aumenta la proporción de asalariados sometidos a estas normas. Una intensificación
del trabajo también puede resultar de cambios organizacionales más profundos.
Nos referimos en este trabajo a la salud psíquica y tomamos dos definiciones de salud para
comenzar: adaptación activa a la realidad y movimiento de apropiación del acto. Para la primera,
el sujeto es modificado por la realidad y es capaz de modificarla. Según la segunda, puede y quiere
apropiarse del acto voluntario y consciente que allí realiza. Se trata de una concepción de la salud
psíquica que remite a la unidad del pensar y del sentir en el hacer: hacer como acto, acción,
actuación.
En salud, tal distancia está siempre en cuestión, siempre bajo análisis, siempre dinámica
en relación con un contexto externo e interno. Las relaciones entre el actor y el personaje, y la
distancia entre de rol que entre ellos se establece, dan cuenta de la dialéctica entre internalización
del mundo externo y externalización del mundo interno.
NECESIDAD SATISFACCIÓN
CONSENTIMIENTO
ALINEADO CALCUTATIVO MORAL
COERCITIVO d - -
PODER REMUNERATIVO d ayb byc
NORMATIVO d - c
La dinámica del sujeto en y entre las escenas precedentes, sus diálogos vinculares internos
con otros y consigo mismo en el escenario de la organización, todo eso constituye una
manifestación de su subjetividad en el trabajo (producto) y del proceso de subjetivación que la
genera.
Estas dialécticas están signadas por un contrato, que especifica el trato del sujeto con
otros y consigo mismo. El trato del sujeto consigo mismo en la organización se tensa, como ya
vimos, entre la autonomía impulsada por su autoestima y la sumisión originada en su
dependencia. Siendo el sujeto un emergente social es históricamente determinado que se
configura en un sistema vincular a partir de interjuego con el contexto, los derechos y aspiraciones
que expresa el contrato al que estamos aludiendo surgen a partir del trato con otros.
Los contratos dependientes y los autónomos, así como los relacionales y los
transaccionales, son figuras paradigmáticas, diseños ideales que resultan de optar por uno u otro
polo de las tensiones dialécticas que los conforman.
Cabe criticar la tendencia cada vez mayor de los empleadores a imponer contratos
“precarios” a sus empleados, modalidad que remite a aquellos contratos relacionales que se
establecen en términos transaccionales. Esta eliminación de derechos enmascara con la exaltación
de la libertad individual, en una sociedad paradójicamente cada vez más controladora. La
precarización de los contratos instituida por los modelos hegemónicos de empleo tiende a
cristalizar la relación individuo-organización, y a colocar al sujeto en posición de sometimiento
pasivo frente a estas condiciones.
Una perspectiva ingenua y utópica de la salud psíquica en las organizaciones
El sujeto santo es capaz de hablar con sus jefes y con sus compañeros para mejorar y
enriquecer el trabajo. Es capaz de argumentar en torno a la rectitud de las intenciones de sus
empleadores. Es capaz de detenerse y preguntar si no entiende.
Si la salud psíquica reside en la capacidad para unir el pensar con el sentir en le hacer, en
necesario también indagar acerca de lo que piensan los sujetos de la situación. La adaptación
pasiva lleva a que estas condiciones de trabajo sean incuestionables, inimaginables otras
alternativas, e inexplicables sus potenciales beneficios.