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ALGUNAS CARACTERISTICAS Y RASGOS COMUNES DE LOS OFENSORES U ABUSADORES SEXUALES

INTROVERSIÓN: Son generalmente personas con tendencia a la timidez y a no establecer contacto real con las
personas, sino a través de caretas. Disfrutan estando solas en su mundo.

NEUROTICISMO: Es la persona que tiene una marcada Inestabilidad emocional, inseguridad, tasas altas de
ansiedad, estado continuo de preocupación y tensión, con tendencia a la culpabilidad y generalmente unido a
sintomatología psicosomática. Personalidad antisocial: Son personas que pierden la noción de la importancia de
las normas sociales, como son las leyes y los derechos individuales.

NECESIDAD DE PODER: Se refiere a la necesidad de conseguir que las demás personas se comporten en una
manera que no lo harían, es decir se refiere al deseo de tener impacto, de influir y controlar a los demás.

INMADUREZ AFECTIVA: Es la dificultad o incapacidad para establecer vínculos dialogales estables y responsables
con los demás de una manera adecuada.

PROCLIVES A LA AGRESIVIDAD: Personas que intimidan verbalmente que tan sólo se preocupa de satisfacer sus
necesidades y que frecuentemente hiere a los demás. De esta manera suele ocultar una naturaleza cobarde, ya
que enmascara sentimientos de inferioridad o de inseguridad. Además de convencer a otros de su superioridad.

SOBRE LOS RASGOS DE PERSONALIDAD…

HABILIDADES SOCIALES: El violador sería una persona con incapacidad de mantener relaciones sociales y
afectivas sólidas y/o como carente de autoestima o asertividad. Es la hipótesis de la inmadurez social que busca
gratificación fuera de cauces establecidos y hay una gran presencia de fantasías sexuales frente a encuentros
reales

PERSONALIDAD NORMAL, CARACTERISTICAS

1.Autoconocimiento: conciencia de sus propias motivaciones, deseos, ambiciones, puede apreciar de manera
realista sus virtudes y defectos, discurrir entre capacidad y aspiraciones.

2. Autoestima: sentimiento de ser capaz.

3. Sentimiento de seguridad: sensación de tranquilidad, espontaneidad en las relaciones interpersonales,


capacidad de sustentar opiniones y actitudes independientes.

4. Capacidad para aceptar y dar afecto: relaciones satisfactorias. Sensibilidad para las necesidades y expectativas
ajenas.

5. Satisfacción de deseos corporales.

6. Capacidad para ser productivo y feliz.

7. Ausencia de tensión e hipersensibilidad.


ABUSADORES SEXUALES

Alexa Liliana Rodríguez-Padilla

Leidy Johan Baquero-Cantor.

El intento por explicar el comportamiento de los agresores sexuales ha sido un esfuerzo constante, desde hace
ya varias décadas y desde diversas disciplinas. El modelo de análisis del comportamiento parte de múltiples
explicaciones a los componentes del comportamiento del agresor sexual mismo, como son las motivaciones,
procedimientos de ejecución de los hechos, personalidad, presencia de parafilias, trabajo en solitario o en
grupo, métodos de elección de la víctima y carrera delictual, entre otros (González, Martínez y Bardi, 2004). Las
explicaciones que resultan de las causas que origina la agresión sexual no son unívocas, por el contrario, son
multicausales, razón por la cual las propuestas de evaluación e intervención deberían considerar la misma
perspectiva.

El resultado de las investigaciones muestra heterogeneidad en las características de personalidad y


psicopatológicas de los agresores sexuales. En general, suelen atribuir perfiles de tipo limítrofe para el caso de
agresores sexuales que presentan algún trastorno, y en el caso de violadores, entendiéndose por violador, quien
realiza la ofensa sexual contra un adulto de manera violenta. En éstos casos se ha establecido correlación, con
el tipo de personalidad antisocial, principalmente. Los agresores sexuales suelen presentar dificultades en el
desarrollo de la empatía, distorsiones cognitivas y una gran dificultad para percibir y demostrar emociones
(González, Martínez y Vardi, 2004).

Comúnmente se piensa que los agresores sexuales son personas con trastornos psicológicos, sin embargo, la
evidencia demuestra lo contrario, las investigaciones científicas revelan que en un 64% de los casos de los
agresores sexuales evaluados, no se documentó ningún trastorno psicológico. Castro, López-Casuedo y Sueiro
(2009), Cáceres (2001), Echeburúa y Fernández-Montalvo (1997) y Soria y Hernández (1994) coinciden en
afirmar que la mayoría de los agresores sexuales no presentan trastornos psicopatológicos pero defienden la
relación entre delitos sexuales con determinados trastornos de personalidad, tales como el trastorno antisocial,
trastorno esquizoide y trastorno límite.

Otro de los postulados es que el comportamiento de los agresores varía según el tipo de víctima y condiciones
propias del sujeto, como el sexo y la edad. Razón por la cual resultaría insuficiente analizar un solo grupo de
características de un agresor, dado la heterogeneidad de las combinaciones. En el año 2002, Ortiz-Tallo, Sánchez
y Cardenal establecen un perfil psicológico de los delincuentes sexuales con base en un estudio de tipo clínico,
utilizando como herramienta principal de análisis, el Inventario Clínico Multiaxial de Th. Millon II (por sus siglas
en inglés MCMI-II). El fin de esta investigación fue conocer el patrón básico de personalidad y la detección de
síndromes clínicos en tres grupos de delincuentes sexuales: dos grupos de condenados por delitos sexuales y un
grupo control de personas condenadas por otro tipo de delitos, configurando una muestra de 90 personas entre
los 20 y 65 años; el objetivo del estudio pretendía encontrar diferencias en los perfiles de personalidad en
función del delito por el que se hubiesen condenado.

En la evaluación de estilos de personalidad con el MCMI-II, se definieron 13 tipos de perfiles, entre los que se
resaltan: las dificultades para las relaciones interpersonales, la búsqueda de aceptación, el miedo al rechazo, la
evitación del menosprecio y la humillación, la dificultad para asumir responsabilidades propias de la edad adulta,
y la presencia de conductas socialmente loables (Ortiz-Tallo et al., 2002).

Un par de años más tarde, González et al. (2004) desarrollaron un estudio en el que pretendían dar una visión
general de las características de los abusadores sexuales, revisando y contrastando las teorías desarrolladas y
que a la fecha explicaban el comportamiento abusivo. En la mencionada revisión, se explicó que, si bien la mayor
parte de las denuncias que se presentan por casos de abuso sexual provienen de los estratos socioeconómicos
más bajos, los abusadores pueden pertenecer a cualquier estrato social, ya que para escapar de la detención y la
aplicación de una pena, se requieren recursos además de astucia; el abusador puede incluso vivir en cualquier
medio (urbano, rural), tener cualquier nivel educativo, cualquier religión y orientación sexual y estado civil. A
pesar que en la actualidad se ha logrado eliminar este tipo de sesgos socioculturales, en algunos contextos se
sigue considerando que le agresor sexual pertenece a una categoría social en particular

Dado que no existe un perfil único en el caso de los agresores sexuales, resulta más conveniente hablar de
características comunes y factores asociados, con el fin de dejar de lado las generalizaciones en esta materia, y
en lugar de ello, hacer uso de los modelos teóricos explicativos del comportamiento abusivo que mejor se
acomode a cada caso.

Existen dos perspectivas desde las cuales se ha logrado abordar el abuso sexual. La primera asume que la raíz de
esta problemática se centra en una dinámica familiar distorsionada, caracterizada por relaciones de tipo
incestuoso entre padres e hijos; desde esta perspectiva se menciona que en general las niñas son vistas como la
compañera sexual de su padre o viceversa. En diversas investigaciones se ha logrado demostrar que algunos
abusadores sexuales experimentan una activación sexual por los niños incluso justo antes de ser padres y en su
etapa de adolescente (Moreno, 2006).

Por otro lado, está la perspectiva que basa sus explicaciones en las características psicológicas y fisiológicas del
abusador. La etiología del abuso sexual muestra ciertos criterios individuales, como la presencia de una cierta
patología psíquica, patrones de inmadurez, baja autoestima, sentimientos de inutilidad entre otros. Por otra
parte, existen algunos criterios de tipo familiar como la conflictividad marital (violenta o no), el alejamiento de la
pareja, y como se mencionó anteriormente, se puede presentar también una confusión en la inversión de los
roles en los miembros de la familia. Se han trabajado también los criterios contextuales que enfocan sus
explicaciones en que el abusador suele ser una persona introvertida, solitaria y con poco apoyo social (Moreno,
2006).

Existe un modelo teórico que intenta explicar por qué algunas personas se interesan sexualmente en niños y a
su vez, porqué el interés sexual conduce estrechamente al abuso. Según el modelo de Finkelhor (como se citó en
Moreno, 2006) debe estar presentes algunos factores simultáneos y sucesivos: “congruencia emocional (una
importante inmadurez en el abusador que se experimenta a sí mismo como un niño, manifiesta necesidades
emocionales infantiles y, por tanto, desea relacionarse con niños); activación sexual ante los niños, bloqueo de
las relaciones sexuales normales (sentimiento de inutilidad personal, inadecuación interpersonal y
distanciamiento sexual en las relaciones de pareja); y desinhibición comportamental (de ellos depende que el
abuso sea estable o esporádico)”. Faller (como se citó en Moreno, 2006), propone una diferencia entre lo que
provoca el abuso sexual y los factores que podrían contribuir pero no lo provocan. Algunas de las condiciones
que actúan como precipitantes se puede destacar: el sistema social (relaciones de poder, relaciones de
dependencia, educación adecuada, reparto de roles y la sexualización de las relaciones) y en relación con el
abusador (haber sido víctima de abusos sexuales, autovaloración deficiente, consumo de sustancias o
experiencias traumáticas, pocos cuidados durante la infancia y modelos sexuales afectivos).

Marshall (como se citó en Vallejos, Covetta y Salvador, 2012), propone que el comportamiento de los
delincuentes sexuales podría estar determinado por la interacción entro lo innato y lo adquirido. Desde la
perspectiva de lo innato, propone que el hombre debe aprender a controlar la satisfacción de sus propios
deseos (agresión y sexo), ya que los factores biológicos y sociales que tienen una relación directa con el
desarrollo de los inhibidores conductuales, y en definitiva, son los mismos que en ciertas ocasiones
establecerían correlación entre el sexo y la agresión, en algunos sujetos.

A su vez, Marshall propone una serie de patrones predictores de los comportamientos sexuales-delictivos. Las
relaciones paterno-filiales pobres pueden concluir en este tipo de comportamientos agresivos, la experiencias
previas de la infancia (problemas familiares, conductas de abuso físico y sexual, falta de motivos en los castigos,
falta de identificación con uno de sus padres, abuso de alcohol o actividades delictivas) son algunos de los
predisponentes conductuales y en general suelen ser el resultado de un proceso de modelamiento de las
conductas de los padres (Vallejos, Covetta y Salvador, 2012).

Este autor plantea además que los vínculos paterno-filiales pueden enseñar a los niños a esperar de los demás y
a mantener actitudes que promueven o impiden el establecimiento de lazos afectivos. Teniendo en cuenta los
tipos de apego entre el cuidador y el niño, se han logrado establecer algunos criterios en términos de sus
consecuencias, por un lado, se ha concluido que los niños que muestran vínculos evitativos, en el futuro podrían
llegar a presentar ausencia de vínculos amorosos; aquellos con características ansioso-ambivalentes suelen
mantener relaciones muy superficiales y de corta duración (Vázquez, 2011)

Los tipo de apego evitativo y ambivalente, suelen traer consigo relaciones disfuncionales entre padres e hijos y
experiencias tempranas destructivas en el hogar. Se ha propuesto, además, que las dificultades de apego entre
madre e hijo aumentan la probabilidad de comportamientos de tipo antisocial en la vida adulta, por el contrario,
cuando se presentan este tipo de problemas entre padre e hijo, suele predecirse la conducta agresiva sexual en
la edad adulta (Vallejos, Covetta y Salvador, 2012).

Los mismos autores plantean que generalmente cuando se presenta un vínculo emocional negativo entre padre
e hijo, el menor, resulta convirtiéndose en un ser vulnerable, falto de autoestima, con pocas habilidades de
afrontamiento y resolución de problemas, con escasas relaciones sociales por la misma falta de empatía, por lo
que se ha llegado a concluir que en la vida adulta estas personas no tiene la capacidad de satisfacer sus
necesidades sexuales y afectivas de una forma apropiada (Vallejos, Covetta y Salvador, 2012).

Otro de los modelos explicativas del comportamiento de los agresores sexuales es la explicación que
realiza Broffenbrenner (1979, como se citó en Cortés, 2013), la cual se centra en la comprensión ecológica del
crecimiento de las personas, es decir, la concepción cambiante que tiene una persona de su ambiente y su
relación con él. Este autor postula que la sociedad está constituida por distintos sistemas (macrosistema,
exosistema, mesosistema y microsistema) y que bajo estos sistemas y su relación, podría llegar a surgir el abuso
o el maltrato infantil, como interacción entre la familia y su entorno. Este enfoque propone cómo a partir de los
factores de riesgo existentes en estos sistemas y la ausencia o presencia de factores de protección, algunos
factores de riesgo pueden llegar a sobre pasar los factores de protección y llegar a las conductas de maltrato y
finalmente abuso.

Fuente, Cortés (2013).

De acuerdo con Landaverde y Pérez (2013), existe diversidad en los modelos explicativos de la conducta sexual
abusiva. Por un lado plantean los modelos unifactoriales: Modelo biológico que se centra en lo fisiológico,
sustentando que el abuso sexual es causa principalmente de la excitación sexual desviada y el énfasis del rol
hormonal (niveles de testosterona – agresión en general y la sexual en concreto) y la presión evolucionista que
impulsa la tendencia masculina de dominar a otros. En esta misma línea resaltan también modelos a nivel
psiquátrico, feminista, cognitivo conductual, modelo sistémico, modelo de la personalidad, modelo social,
modelos multifactoriales, multisistémica, de los cuatro factores y cuadripartido que en definitiva logran dar una
puntual explicación sobre el abuso sexual.

Garrido (1989) por su parte, propone cuatro tipos de explicaciones, la primera de ellas es explicada desde lo
intrapsíquico, psicodinámico o de la perturbación y sostiene que independientemente de las diferencias
individuales, los abusos en niños, el incesto, el voyerismo y el exhibicionismo son el resultado de problemas
intrapsíquicos e interpersonales duraderos. La segunda, se basa en la psicología de los rasgos y no en las
diferencias que existen entre los delincuentes sexuales, sino en todas sus similitudes y comunalidades, y que
además les distinguen de otro tipo de delincuentes. La tercera explicación está dada bajo el concepto de la
subcultura de la violencia, en donde la violación no se ve como algo más que otro tipo de delito común, en
donde los agresores rivalizan con las conductas y valores socialmente establecidos, por último existe un
planteamiento en términos de la socialización y del rol de “víctima legitimada” que se le otorga a la mujer, es
decir, en cuanto al hombre se le enseña socialmente a tomar la iniciativa con las mujeres, a ser dominante y a
enorgullecerse con las conquistas sexuales, a la mujer socialmente se le atribuye la búsqueda de protección de
un hombre y la pasividad.

En Colombia, se estableció una tipología de agresores sexuales de mujeres y niños a partir del estudio de los
patrones biográficos y de distorsión cognoscitiva, desde la perspectiva de la psicología forense. Los factores
cognitivos no se pueden determinar como las causas directas del comportamiento sexual desviado, sino como
aquellas fases por las que atraviesa el agresor sexual y que además les permiten negar, minimizar, justificar y
racionalizar su comportamiento, además, este tipo de distorsiones cognitivas están dadas específicamente por
el tipo de delito que se lleve a cabo. Partiendo de tales distorsiones cognitivas, se logra comprender cómo los
agresores o abusadores sexuales de niños, creen que el contacto sexual con los menores no va a generarles
ningún tipo daño y, por otro lado, pueden asumir una actitud deseosa y provocadora por parte de los menores
(Castro et al., 2009).

Los agresores de personas adultas presentan también distorsiones cognitivas, pues en general hacen una
interpretación errónea de las reacciones de las mujeres. La gran mayoría, hacen una lectura de las conductas de
las mujeres como actitudes de provocación, contrario por ejemplo, a lo que podrían percibir de las mismas
señales emitidas por varones en situaciones similares. Algunas de las ideas irracionales que más se han
identificado a lo largo de varias investigaciones, son: a las mujeres les gusta que las traten con dureza, muchas
de ellas fantasean con ser dominadas y violadas, y las mujeres que frecuentan bares y se van a la cama con
cualquiera también merecen ser violadas (Castro et al., 2009).

Algunos de los procesos cognitivos más relevantes en términos de la violencia sexual, son aquellos que afectan
la percepción de la información del entorno, el procesamiento de dicha información, los procesos de asociación
con la memoria ya existente y los procesos de planificación de una respuesta dada. Así mismo desde los
procesos cognitivos, suele jugar un papel muy importante la creencia que se tienen de sí mismo, de otras
personas y del mundo en general. Como se mencionó anteriormente, los factores cognitivos ayudan a negar,
minimizar y justificar su comportamiento, pero, así mismo, estos factores suelen proteger de alguna manera los
efectos psicológicos negativos como la culpabilidad y la vergüenza por parte del agresor sexual (Gutiérrez y
Flores, 2001).

El mismo autor plantea que la mayoría de agresores sexuales, presentan cierta dificultad para lograr identificar
emociones en los demás o las determinan más positivas de lo que en realidad pueden ser. Es así como a partir
de dichas mal-interpretaciones, el abusador puede seguir agrediendo a mujeres y niños, pues son incapaces de
hacer la lectura correcta del “estar causando daño”.

Vázquez (2011), parte del hecho de la multiplicidad en los perfiles de personalidad típicos de agresores sexuales
y traza una categorización de 5 tipos de agresores según sus características clínicas: a) psicópata, quien actúa en
búsqueda de sensaciones y sometimiento a la víctima, lo que provoca una excitación mayor a la que puede
encontrar en un encuentro sexual habitual; b) social-oportunista, maneja creencias distorsionadas sobre el rol
sexual de la mujer, codifica erróneamente signos y generalmente les otorga un significado “provocante”
justificando así su agresión; c) psiconeuróticos, quienes utilizan la agresión como un medio de compensación y
justificación del comportamiento; d) asociales o subculturales,quienes, por cuestión de la crianza, generalizan un
estilo de socialización violenta dentro de su ambiente social, habitualmente marginado y; e) pedófilos, primarios
y secundarios, caracterizados por el temor y la dificultad para las relaciones con pares adultos, asociados a baja
autoestima, e ira profunda hacia la etapa adulta.

Badury (como se citó en Contreras, Peña y Rubio, 2012), manifiesta dos tipos de abusadores relevantes, por un
lado está el abusador sexual intrafamiliar: suele ser un miembro de la familia, con conductas manipulativas, uso
de poder y del rol. Bajo esta figura el abusador cosifica al menor bien sea para cubrir sus carencias o para
“elaborar” los traumatismos pasados (abandono, maltratos o abusos), o para “disminuir las consecuencias de los
conflictos relacionales actuales. A partir de este tipo de abuso, se puede dar explicación a la “trasmisión de los
abusos sexuales a nivel transgeneracional”.

Según Contreras et al. (2012), existe también el abusador sexual extrafamiliar, éste se conoce como cualquier
individuo conocido por la familia de la víctima (sacerdotes, profesores, cuidadores, etc.) que con el tiempo han
adquirido cierto nivel de confianza. En general son hombres y sus técnicas de persuasión suelen estar centradas
en el cariño, la mentira, la presión psicológica, la carencia afectiva en el hogar del menor y otras estrategias
sumamente distintas que, contrario a lo que logra un abusador que usa la violencia física, logran en algunos
casos provocar sensaciones corporales agradables e incluso goce sexual por parte del menor.

González (2012) intenta llevar a cabo una clasificación muy detallada de los abusadores sexuales, “teniendo en
cuenta que esta clasificación puede resultar poco confiable ya que los datos provienen de los mismos
abusadores, quienes frecuentemente suelen ser manipuladores, con tendencia a utilizar la negación, proyección,
racionalización, minimización y parcialización como mecanismo de defensa” (p. 190), Este autor propone la
siguiente clasificación:

ð Según inclinación sexual

ð Según la exclusividad de la atracción por niños

ð Según el sexo de la víctima

ð Según la edad de la víctima

ð Según el estilo de la conducta abusiva

Por su parte, Barudy (como se citó en González, 2012) asume que toda persona para lograr alcanzar su madurez,
debe diferenciarse emocionalmente de sus padres y de aquello que lo condicionó durante su niñez. Este autor
utiliza el término “individuos indiferenciados” para referirse a la construcción de fronteras psicológicas que le
permiten a una persona un sentimiento de sí mismo y de los demás. Define personas subindividuadas a los que
tienen poca vivencia de sí mismos y gran dependencia de los demás y, como sobreindividuados, a aquellos
incapaces de tener en cuenta a los demás. A partir de estas definiciones, este autor propone los siguientes tipos
de abusadores:

ð Abusadores subindividuados totalmente indiferenciados

ð Abusadores subindividuados con una diferenciación débil

ð Abusadores subindividuados con una diferenciación moderada

ð Abusadores sobreindividuados indiferenciados

ð Abusadores individuados con una diferenciación moderada

ð Abusadores sobreindividuados con escasa diferenciación

ð Abusadores sobreindividuados con una diferenciación moderada

Barret y Trepper (como se citó en González, 2012), propone cinco tipos de hombres abusadores: aquellos que
tiene una obsesiva preocupación por el sexo de los hijos; los padres regresivos, que suman el desarrollo sexual
de sus hijos con el abuso de sustancias como un detonante para cometer el abuso; los autogratificadores
instrumentales, que fantasean con su hijo acerca de otras mujeres; los emocionalmente dependientes, que
buscan en sus hijos afirmación y soporte, y por último aquellos que presentan relaciones rabiosas, relacionadas
con violencia física.

En un estudio de tipo descriptivo llevado a cabo por Arcila, Castaño, Osorio y Quiroz (2013), en una muestra de
80 hombres condenados por delitos sexuales recluidos en el centro penitenciario de Manizales se encontraron
los siguientes hallazgos: en general los condenados pertenecen a estratos más bajos, presentan un bajo nivel de
escolaridad o los procesos de educación sexual han estado ausentes en un gran porcentaje de agresores. Este
aspecto se evidenció con mayor dominancia cuando las víctimas fueron menores o iguales a 12 años, lo cual, en
términos de desarrollo, esto podría ser un indicador de conductas sexuales inapropiadas para el agresor sexual.

En la mayoría de los casos, las agresiones se empezaron a hacer manifiestas en edades tempranas (10, 15 y 19).
Ante esta variable, se consideró importante hacer mayor énfasis en los factores biológicos y sociales (niveles
hormonales, falta de educación sexual, funcionamiento familiar y dinámicas sociales). Así mismo, se evidenció
que en la mayoría de los estudios llevados a cabo bajo esta temática, los agresores sexuales son personas
conocidas o familiares de la víctima (Arcila et al., 2013).

En la misma investigación, se logró determinar que uno de cada cinco agresores sexuales presentó antecedentes
de abuso sexual durante su infancia. En términos del desarrollo psico-sexual, cerca del 50% de la muestra
manifestó una opinión negativa frente a la masturbación, un porcentaje mínimo recordó juegos sexuales en la
infancia y solo algunos reportaron haber tenido fantasías sexuales en la adolescencia. Estos autores proponen
que todos los aspectos mencionados con anticipación podrían llegar a significar procesos de inmadurez, temor o
vergüenza respecto a su sexualidad, más que rasgos realmente delictivos y patológicos.
Weinberg (como se citó en Posada y Salazar, 2005), ha trabajado sobre tres categorías de abusadores sexuales,
los endogámicos, que se caracterizan por que dirigen su actividad hacia el interior de sus familias,
encontrándose en la mayoría de casos el padre, el padrastro, tíos, hermanos. La principal característica de este
tipo de abusadores está marcada por relaciones posesivas, límites obsesivos y algún tipo de violencia
psicológica; por otro lado, este tipo de relaciones sexuales abusivas suelen ser permanentes en el tiempo ya que
el contexto suele ser un facilitador para que se lleven a cabo.

Igualmente, este autor propone la denominación de abusadores “psicópatas” quienes sin algún tipo de
discriminación por su víctima, suele tomarlo como un objeto sexual dentro de una relación de poder o
dominación (incluso relaciones sexuales sádicas con altas consecuencias como lesiones personales u homicidio).
Este tipo de abusador es patológicamente insaciable en su área sexual, aquí se pueden presentar relaciones
fugaces o duraderas, pero con un alto índice de promiscuidad ya que se les facilita tener varias de estas
relaciones en los mismos periodos de tiempo (Posada y Salazar, 2005).

En tercer lugar, existe el abusador pedofilico caracterizado por una gran inmadurez psicológica, personalidad
insegura y bajos niveles de autoestima, por esto, este tipo de abusadores prefiere que la mayoría de sus víctimas
sean personas que no pueden valerse por sí mismas o niños; este tipo de relaciones sexuales son también
episódicas u ocasionales (Posada y Salazar, 2005).

En algunos estudios llevados a cabo a partir del uso de la escala de Trastorno del Pensamiento o Escala SS del
MCMI-III (Millon Clinical Multiaxial Inventory), (que realiza una descripción del síndrome clínico severo
caracterizado por pensamiento extraño, fragmentado, no coherente, disperso y despersonalizado), se ha
logrado demostrar que los abusadores de menores presentan una puntuación mucho más elevada que otros
delincuentes sexuales y no sexuales. Así mismo bajo el uso del MCMI-II, al comparar abusadores de menores
con población general sana, se ha logrado demostrar que existen diferencias significativas en las escalas
Esquizoide, Paranoide y Esquizotípica ya que los abusadores en general tienden a tener puntuaciones muchos
más altas que el resto de la población. De igual manera, se ha demostrado que entre los abusadores sexuales de
menores y los agresores sexuales de adultos y delincuentes no sexuales, existe una alta correlación con las
elevadas puntuaciones en la escala Fóbica (evitativa o escala 2) del MCMI (Becerra, 2012).

Perea, Ladera y Ajamail (como se citó en Nunes, 2011), propusieron en términos de alteraciones frontales en
abusadores sexuales, “un patrón depresión, caracterizado por hipocinesia, apatía, carencia de impulso,
reducción del habla, indiferencia, ausencia de motivación y falta de planificación”, este tipo de asociaciones
tienden a estar direccionadas a la relación entre ciertos síndromes y alteraciones pre-frontales, dorso laterales,
orbitales y mediales. Así mismo, se mostró a partir del estudio de Nunes (2001), que la reducida activación de la
corteza dorso lateral pre-frontal es significativamente característica en los abusadores sexuales, sugiriendo de
esta forma un deficiente control sexual. Desde este estudio se logró relacionar que un frágil funcionamiento de
las regiones frontales del cerebro pueden predisponer mucho más para este tipo de delito.

Pasando a los procesos de tratamiento penitenciario y de acuerdo con Guillamondegui (2006), para lograr un
diseño adecuado del tratamiento en el contexto penitenciario de los abusadores sexuales, se debe contar con el
aporte de diversas ciencias que permitan lograr un pleno desarrollo de éste en el contexto penitenciario. El
aporte de diversas disciplinas está orientado en la medida en que se pretende especificar las variables exactas a
intervenir, una serie de métodos evaluativos que permitan identificar desviaciones sexuales del condenado, el
alcance y la magnitud de su funcionamiento social y la capacidad de su interacción, el nivel de distorsión
cognitiva, la identificación de los indicadores de los riesgos de reincidencia y su fijación temporal

Algunas de las técnicas de tratamiento más usadas son las siguientes: La prevención de recaída (PR), esta técnica
de aplicación innovadora, cognitivo-conductual pretende llevar a cabo un abordaje desde el tratamiento de las
adicciones, teniendo como referente que las más altas tasas de reincidencia en delito sexual están asociadas a
procesos adictivos compulsivos y se centra más en lograr el control que algún tipo de curación y tiene como
base las teorías del aprendizaje social (Guillamondegui, 2006).

Por otro lado, está el tratamiento conductual integrado el cual consiste en una modificación de aquellos
aspectos relacionados con la conducta sexual, la competencia social y las distorsiones cognitivas, este
tratamiento se centra en métodos psicológicos y educativos. Se pretende llevar a cabo modificación de
respuestas a través de la terapia aversiva, el reacondicionamiento masturbatorio y la saciación, la sensibilización
encubierta y finalmente un procedimiento auto administrado para la reducción de impulsos sexuales desviados
espontáneos. Finalmente, dentro de un enfoque cognitivo-conductual Marshall propone llevar a cabo
intervenciones desde la autoestima, distorsiones cognitivas, empatía, control de la ira, abuso de sustancias,
inadecuado afrontamiento de la ansiedad y el estrés (Guillamondegui, 2006).

A pesar de existir una creencia generalizada sobre la probabilidad de reincidencia de los delincuentes sexuales,
los indicadores de este tipo de conductas son, como grupo, bajos, ya que a nivel mundial se estima que cerca del
20% cometen nuevamente este tipo de delito. No obstante, los casos de reincidencia dependen estrictamente
de la tipología del agresor y de los factores de riesgo que coincidan con cada uno de ellos. De esta misma forma,
existen ciertas características que distinguen a los sujetos reincidentes de los no-reincidentes, algunos de estos
son los factores de riesgo estáticos (o no modificables) que hacen parte de la individualidad de cada sujeto
(Redondo, Pérez y Martínez, 2007).

La predicción sobre la reincidencia en los delincuentes sexuales suele ser parte de un trabajo combinado entre
todas las variables psicológicas y comportamentales y no solo de lo que recientemente se ha trabajado como
predictores de este tipo de conductas (la edad, el nivel educativo, las experiencias de abuso, la historia familiar,
etc.). En la actualidad, se han desarrollado sistemas basados en el juicio profesional estructurado, que evalúan
el riesgo con base en directrices explícitas basadas en investigaciones empíricas y que a su vez permiten hacer la
evaluación del riesgo de violencia sexual de delincuentes adultos sexuales, donde se entiende como riesgo a
todos aquellos elementos y variables personales y sociales cuya presencia hacen mucho más probable el
mantenimiento de la actividad delictiva de un sujeto, o de otra manera, incremente su riesgo delictivo. Con la
implementación de este procedimiento llamado Sexual Violence Risk-20, se logró demostrar que parece ser más
fácil identificar aquellos casos que probablemente no reincidirán que aquellos otros que sí. Por esto y a pesar de
saber que la reincidencia suele ser muy baja, si se utilizan los instrumentos adecuados el pronóstico de la
violencia sexual podría conseguir muchos más aciertos que los actuales (Pérez, Redondo, Martínez, García y
Pueyo, 2008).

El Sexual Violence Risk (SVR-20), “es un instrumento de valoración de 20 ítems o campos de información sobre
un determinado caso, que permite una ponderación de su riesgo de violencia sexual en las categorías bajo,
moderado o algo”, este instrumento fue adaptado al español y al contexto latino por el profesor Antonio Andrés
Pueyo en el marco del Grupo de Estudios Avanzados en Violencia-GEAV, en el Departamento de Personalidad,
Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Barcelona.

En definitiva no se puede llegar a establecer una tipología exacta de los abusadores sexuales, o de unas únicas
características y modos de llevar a cabo el acto delictivo, pues mientras unos están motivados exclusivamente
por el deseo sexual, otros solo requieren ciertos niveles de proximidad o comunicación; cuando algunos
cometen el delito por su imperativo de agresividad, otros casos se caracterizan por tener el simple recuerdo de
niños expuestos a caricias o temores concretos al contacto sexual, mientras algunos se pueden llegar a
caracterizar por una enorme actividad violenta y agresiva, otros pueden resaltar por ser personas tímidas,
retraídas y completamente pasivos y hasta inofensivos; y mientras que algunos otros pueden ser
específicamente pedófilos, otros solo pueden aprovecharse de una situación particular o sentir cierta atracción
por un menor particular.

En términos generales, resulta claro que no existe consenso en cuanto a teoría o modelos que expliquen el
comportamiento de los agresores sexuales. Sin embargo, es evidente que de cara a futuras investigaciones que
permitan un avance en la comprensión de este flagelo que ataca a todos los niveles de la sociedad y se presenta
desde tiempos inmemorables, es necesario conocer cada vez más del tema. Si bien los avances teóricos resultan
de gran importante en materia de investigación, la única forma de conocer cómo operan, cómo piensan, qué
prefieren, cuáles son sus temores, etc. es interactuando de cerca con los directos implicados. Es por ello que el
llamado es a no seguir viendo al agresor sexual simplemente como el victimario, distante y con una postura
descalificante. Lo anterior, no pretende de ninguna forma justificar su actuación y el daño que generan, algunas
veces de por vida, en sus víctima y nos referimos especialmente a los niños. Es necesario una acercamiento,
verlos como personas que independientemente de sus actos tienen una dignidad y con un alto grado de certeza,
las explicaciones a su comportamiento, se encuentra en sus infancias.

Para citar este escrito según normas APA:

AL. Rodríguez-Padilla y LJ Baquero-Cantor . (12 de junio de 2014). Abusadores sexuales. [Mensaje en un


blog]. Recuperado de http://psicojuridicaforense.blogspot.com/.

http://psicojuridicaforense.blogspot.pe/2014/04/
REFERENCIAS

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¿EXISTE O NO EL SINDROME DE ALIENACION PARENTAL?

Martha Stella Ospino-Rodríguez.

El síndrome de alienación parental, término acuñado por Richard Gardner en el año 1985 es considerado como
el lavado del cerebro del hijo o hija realizado por uno de los progenitores para romper el vínculo afectivo con el
otro progenitor. Este síndrome es un “subtipo de la Alienación Parental en la que un progenitor identificado,
sistemáticamente programa a uno o más de sus niños o adolescentes de la misma familia en contra del otro
progenitor, que ha sido un buen y amoroso padre antes de que ocurriera la alienación” (Reay, 2011, p. 331).

Sobre el Síndrome de la Alienación Parental se ha escrito a favor y en contra de su existencia. Tal vez el
argumento que más se utiliza para negar su existencia es que ninguno de los manuales estadísticos de las
enfermedades mentales, ni el DSM V ni el CIE 10 lo reconocen como un trastorno. Pero existen otras
dificultades, entre otras, tales como:

1. Cómo llamar a esa situación en q un padre utiliza a sus hijos en contra del otro para romper el vínculo
afectivo. Ha recibido los nombres de “Síndrome de Medea”, (Wallerstein y Blakeslee, 1990), “Síndrome de la
Madre maliciosa” (Turkat, 1994 citado por Arch, 2010), “Programación Parental en el Divorcio” (Clawar y Rivlin,
1991 citado por Arch, 2010), “Inculcación maliciosa” (Toldos, 2013, p. 134), “Desparentalización” (Ramirez,
2011), “Alienación parental”(Tapias, Sánchez y Torres, 2013 y Tejero, Gonzalez-Trijueque y García-López,
2014),

2. El diagnóstico se trata de un sistema familiar con el fenómeno presente, no es un diagnóstico individual dado
q en el SAP existe un progenitor alienante o alienador, el otro progenitor alienado y un hijo/a (s) alienado/a (s).

3. Diversas posiciones políticas, fundamentalismos basados en sexo y género, sesgos y actitudes de


profesionales en relación a la multiplicidad de corrientes psicológicas, filosóficas y modelos culturales habituales
(Sicard, et al, 2011, p. 7).

4. Suelen existir dificultades a nivel de nosología psicopatológica y su relación causal con el TAP/SAP por cuanto
existen diversas ópticas de la naturaleza de los síntomas y sus consecuencias que fácilmente pueden ser
confundidas con diagnósticos cuya génesis se pueden dar por elementos diversos, ya sean endógenos como
sociales y familiares (Sicard, et al, 2011, p. 7).

En Colombia, como fruto de una de las “mesas de trabajo” en el año 2011 se escribió un documento haciendo el
“Reconocimiento de la comunidad Psicológica Jurídico Forense del Colegio Colombiano de Psicólogos UPJYF-
COLPSIC del fenómeno de salud mental llamado Trastorno de Alienación Parental T.AP. o Síndrome de
Alienación Parental S.A.P.”, mesas de trabajo lideradas por Roberto Sicard y cuyos integrantes fueron: Claudia
Sofía Ayala Hernández, Flor Adriana Orjuela Solano, Martha Stella Ospino Rodríguez, Cielo Romero, Ana Patricia
Ramos Parada, Marisol Santana y Jorge Erwin Camacho. En este documento se dice que el SAP es “un tipo de
maltrato infantil que genera un conjunto de síntomas psíquicos de carácter clínico que surgen como
consecuencia de un proceso de destrucción sistemática del vínculo filial, promovida por un progenitor o su
sistema familiar en contra del otro progenitor; configurando una distorsión anómala de la realidad compartida
socialmente, que afecta primordialmente a los niños y subsidiariamente al sistema familiar. Por lo general se
puede dar en contextos de divorcio contencioso, desavenencias conyugales o familiares y los señalamientos y
acusaciones suelen carecer de fundamentos objetivos. Para Diagnosticar el TAP/SAP no deberá existir
antecedentes previos de maltrato intrafamiliar por parte del padre alienado” (Sicard, et al, 2011, p. 2).

Por otra parte, la Corte Suprema de Justicia de la República de Colombia, Sala de Casación Penal, Magistrado
Ponente José Luis Barceló Camacho, Casación 40.455, Acta Nº 317, reconoció en el caso analizado “la presencia
de los síntomas reconocidos del Síndrome de Alienación Parental, específicamente que la denunciante-madre de
la víctima observa comportamientos clásicos de un progenitor alienador”.

Respecto a investigaciones en este campo, en Colombia se han realizado algunas tendientes a determinar si los
abogados, psicólogos y trabajadores sociales que atienden casos de familia hacen un reconocimiento de los
indicadores que la literatura ha señalado pertenecientes al SAP. Los estudios llevados a cabo por Tapias,
Sánchez y Torres (2013) y Castro (2013) en la ciudad de Bogotá y Ospino-Rodríguez (2014) en el Departamento
del Huila con la colaboración de las estudiantes Disney Benites y Viviana Rodríguez, coinciden en que los
profesionales mencionados sí identifican en su actuar profesional esta problemática.

Finalmente la controversia de si existe o no el SAP ha llevado a la creación de diversas organizaciones para


defender su existencia así como para negarla. En el primer sentido se encuentran, sin el ánimo de ser
exhaustiva, en España la Asociación Nacional de Afectados del Síndrome de Alienación Parental (ANASAP), la
Fundación Filia de amparo al menor, cuyo lema es “los padres se separan los hijos no”, la Asociación Española
Multidisciplinar de Investigación sobre Interferencias Parenales (ASEMIP) y en Portugal la Asociación para la
igualdad parental, denominada Igualdade Parental. Existen igualmente páginas en las redes sociales a favor y en
contra del reconocimiento del SAP. En Facebook, por ejemplo, pertenecientes al primer grupo se hallan la
“Asociación de Padres Alejados de sus Hijos (APADESHI), de Argentina, “Síndrome de Alienación Parental” (2
paginas con el mismo nombre), “SAP Alienación Parental y Sustracción Internacional de Menores Chile” y del
segundo grupo: “Contra el acientífico Síndrome de Alienación Parental (PAS O SAP)” “ACESAP abogados contra
el SAP”, “Asociación Madre REA. Justicia, Infancia y Menores”, “Mothers vs the legatimacy of Parental Alienation
Syndrome”; “Concientización sobre la Inexistencia del Sindrome de Alienaciòn Parental Online”, entre otras.

Sin importar mucho cómo se denomine a esta forma de maltrato, quienes hemos trabajado con familias en
conflicto hemos atendido casos en que uno de los padres envenena la mente de uno o varios de sus hijos en
contra del otro progenitor, de manera que utiliza a sus hijos como forma de vengarse por situaciones no
resueltas. Las estrategias utilizadas son diversas y las manifestaciones de esta problemática en la principal
víctima: hijo o hija, son observables, lo cual será tratado en un próximo escrito.

Para citar este escrito según normas APA:

MS. Ospino-Rodríguez. (30 de abril 2014). ¿Existe o no el síndrome de alienación parental?. [Mensaje en un
blog]. Recuperado de http://psicojuridicaforense.blogspot.com/.
REFERENCIAS

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parentales. (pp.115-121). Asociación Español a Multidisciplinar de Investigación sobre Interferencias
Parentales.

Ospino-Rodríguez, M.S. (Abril, 2014). Identificación del Síndrome de Alienación Parental por profesionales del
Departamento del Huila, Colombia (en los procesos contenciosos de separación y divorcio). Ponencia en el
Simposio de Psicología Jurídica llevado a cabo en el I Congreso Internacional de Responsabilidad Social, IV
Congreso de Psicología y Responsabilidad Social “Perspectivas y Desafíos en Investigación” de la Universidad
Santo Tomas, Bogotá.

Ramirez, D.A. (2011). La desparentalización impuesta al padre, separado o divorciado: Secuelas


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Reay, K. (2011). A toxic divorce: a woorbook for alienated parents. [Versión DX Reader]. Canadá: Library and
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Sicard, R., Ayala, C., Ospino-Rodríguez, M.S., Orjuela, F., Romero, C., Ramos, A., Santana, M. y Camacho,
J. (2010). Reconocimiento de la Comunidad Psicológica Jurídico Forense del Colegio Colombiano de Psicólogos
UPJYF-COLPSIC del fenómeno de salud mental llamado Trastorno de Alienación Parental T.A.P. o Síndrome de
Alienación Parental S.A.P. Conclusiones de la mesa de Análisis Febrero de 2011.

Tapias, A., Sánchez, L. y Torres, S. (2013). Reconocimiento de indicadores de Alienación Parental en operadores
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Editorial Cantico.

Wallerstein, J.S. y Blakeslee, S. (1990). Padres e hijos después del divorcio. Buenos Aires: Javier Vergara Editor

Paginas web de organizaciones a favor del SAP:

1. ANASAP. (s.f.). Asociación Nacional de Afectados del Síndrome de Alienación Parental. Página web
http://www.anasap.org.

2. Fundación Filia. (s.f.) Fundación Filia al amparo del menor. Página web http://www.fundacionfilia.org/

3. Asociación Igualdade Parental. Página web http://igualdadeparental.org/.

http://psicojuridicaforense.blogspot.pe/2014/04/existe-o-no-el-sindrome-de-alienacion.html
COMO PSICOLOGA FORENSE ¿TRABAJARE EN LA DEFENSA DE UN ABUSADOR SEXUAL?

Martha Stella Ospino Rodríguez.

Ante la pregunta planteada como profesional ¿emitiré conceptos profesionales para defender a un abusador
sexual?, la respuesta es un rotundo NO. Mi labor se rige por principios y entre estos no se encuentra el trabajar
en la defesa de un abusador sexual, pero si en la de un acusado de abuso sexual, para ello se hace necesario
mencionar uno de los derechos consagrados en la Constitución Política de 1991 en el Artículo 29 y sobre el que
ciño mi labor profesional. Este es el derecho a la defensa que es una de las principales garantías del derecho al
debido proceso, ya que, como lo ha dicho la Corte Constitucional, con su ejercicio se busca impedir la
arbitrariedad de los agentes estatales y evitar una condena injusta, mediante la búsqueda de la verdad, con la
activa participación o representación de quien puede ser afectado por las decisiones que se adopten sobre la
base de lo actuado (C-025 de 2009. Magistrado Ponente: Rodrigo Escobar Gil). Este derecho fundamental
permite que, en los procesos judiciales penales, el procesado o investigado haga uso de todos los mecanismos
existentes a su alcance para defenderse del poder punitivo del Estado, quien actúa como ente acusador por
medio de la Fiscalía. La importancia de este derecho radica en el hecho de que se busca proporcionar las fuerzas
de las partes que se contraponen, impidiendo de esta manera que a una persona se le impongan cargas
desmedidas e injustas.

El derecho de defensa en general se puede ejercer en el ámbito de cualquier proceso o actuación judicial o
administrativa, y consiste en la garantía de ser oída, de hacer valer las propias razones y argumentos, de
controvertir, contradecir y objetar las pruebas en contra y de solicitar la práctica y evaluación de las que se
estiman favorables, así como de ejercitar los recursos que la ley otorga (C-025 de 2009. Magistrado Ponente:
Rodrigo Escobar Gil).

Pues bien, bajo el derecho a la defensa y como profesional de la psicología forense se realizan varias labores
entre las que se encuentran el efectuar análisis metodológico para dar conceptos técnicos legales de informes
realizados por otros profesionales de la salud mental. Como lo dicen varios autores, entre ellos, Bustos (2004
citado en Amato) y Vásquez (2005) los conceptos periciales que emiten los peritos de la salud mental deben ser
rigurosos, realizados de forma técnica, objetiva, precisa, clara, con un lenguaje y conocimientos certeros, libre
de ambigüedades, deben revelar cuál es el proceso realizado en la evaluación diagnóstica y revelar el
diagnóstico final. Estos informes son entregados por la Fiscalìa como ente acusador o por la defensa, por tanto
son susceptibles de crítica, controversia y análisis juicioso para determinar su calidad técnica y profesional, toda
vez que son la base de la opinión pericial del profesional que emitió tal informe.

Otra de las labores realizadas para la defensa de quien es acusado de abuso sexual es la de establecer el perfil
psicológico de este sujeto. En un libro sobre riesgo de reincidencia de casos reales de abusadores sexuales, leí
esta llamativa frase: “El psicólogo y el psiquiatra forense son los encargados de emprender junto al sujeto un
viaje incierto, oscuro, amenazante a su propio interior…” (Urra, 2003). Pero ¿para qué emprender este viaje a
su interior y establecer el perfil psicológico? Los patrones de comportamiento de un sujeto tiene relación con la
personalidad de ese sujeto, por tanto el establecer el perfil de la persona nos “permite establecer la coherencia
o correspondencia del hecho investigado con la ‘manera de ser’ del acusado” (Ruíz, 2014, p 268), es decir si los
patrones de comportamiento y rasgos de personalidad de ese individuo se asocian con la emisión de conducta
investigada.

El Código Penal de Colombia, contempla las penas ante los delitos contra la libertad, integridad y formación
sexuales en su Título IV, en el cual se diferencian la violación, los actos sexuales abusivos y el proxenetismo. En
su Art. 212, define el acceso carnal como “la penetración del miembro viril por vía anal, vaginal u oral, así como
la penetración vaginal o anal de cualquier otra parte del cuerpo humano u otro objeto”. Para efectos de este
escrito, se considera a un acusado de abuso sexual, toda persona que es acusada de haber realizado actos
sexuales abusivos o acceso carnal contra otra.

Como en toda evaluación psicológica forense, se hace necesario realizar un procedimiento de evaluación con el
fin de hacer un análisis completo por áreas: mental, escolar, laboral, familiar, social, sexual y salud
psicológica. En este procedimiento se deciden qué personas entrevistar, qué pruebas, inventarios, cuestionarios
y listas de chequeo aplicar, qué documentos analizar y cómo integrar toda la información.

En cuanto a las entrevistas, necesaria y obligatoriamente se tiene que realizar al acusado de abuso sexual. Pero
¿qué tipo de entrevista? ¿Qué preguntas formular? Cuando se sospecha de la existencia de una psicopatía,
surgida por el expediente y por contacto con algunas personas conocidas del presunto abusador, recomiendo
realizar la entrevista del PCL-R o Escala de Evaluación de Psicopatía de Hare Revisada, siguiendo la guía de la
misma formulada en el manual de la escala. En caso contrario, se podrá utilizar cualquiera de los protocolos de
entrevista existentes que cubran las diversas áreas de evaluación: familia de crianza y actual, antecedentes
escolar, laboral, social, de experiencias sexuales y salud física y psicológica. Además de las entrevistas al
acusado, se requerirá corroborar y obtener más información de parte de sus colaterales más importantes:
padres, hermanos, cónyuge, compañeros de trabajo, etc.

La literatura reporta que son pocos los abusadores sexuales que presentan enfermedad mental, por tanto se
hace necesario descartar su existencia, porque si bien es cierto, en la mayoría no existe este tipo de
enfermedad, en pocos si la hay. Por tanto, evaluar los trastornos mentales y de personalidad es otra de las
áreas importantes en este tipo de casos. Dentro de esta evaluación se podrá investigar su funcionamiento
cognitivo y determinar el coeficiente mental de acusado.
Dado que el delito del que se le está acusando es de tipo sexual, es necesario evaluar las áreas de la dimensión
de la sexualidad, entre las que están: “identidad de género, orientación de género, deseabilidad social sexual,
historia de las actividades sexuales, imagen de sí, obsesiones sexuales, desviación sexual, conductas sexuales
desviadas… fantasías sexuales, actitudes sexistas, empatía y distorsiones cognitivas” (Ruiz, 2014, p. 276).

Para terminar es esencial tener presente que se entiende la labor pericial como de medios y no de resultado,
esto es, como profesional de la psicología forense se da garantía de un proceso riguroso, profesional, técnico y
juicioso, sin embargo no necesariamente el resultado será favorable para la defensa del acusado, lo cual será
determinado por el abogado de la defensa.

Para citar este escrito según normas APA:

Ospino-Rodríguez, M.S. (2014, septiembre 1). Como psicóloga forense ¿trabajaré en la defensa de un abusador
sexual? [Mensaje en un blog]. Recuperado de http://psicojuridicaforense.blogspot.com/.

REFERENCIAS

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Código Penal de Colombia

Constitución Política de Colombia.

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López. Psicopatología forense. Compostamiento humano y tribunales de justicia. (pp. 266-
288). Bogotá: Manual Moderno.

Sentencia C-025 de 2009. Magistrado Ponente: Rodrigo Escobar Gil.

Vásquez, B. (2005). Manual de Psicología Forense. Madrid: Editorial Sintesis

Urra, J. (2003). Agresor sexual. Casos reales riesgo de reincidencia. España: EOS Psicología.

http://psicojuridicaforense.blogspot.pe/2014/09/como-psicologa-forense-trabajare-en-la.html
PARTES DEL INFORME PSICOLOGICO FORENSE EN LOS CONTEXTOS LEGALES

Alexa Liliana Rodríguez-Padilla y

Eliana Catalina Delgado-González.

En el contexto de la Psicología Forense, el informe pericial es una de las herramientas principales en la actuación
profesional del perito, por no decir que la más importante. El informe psicológico forense no solo juega un
papel preponderante, dada las implicaciones que tiene en el contexto jurídico, sino también resulta el elemento
más sensible en la actuación pericial, el desconocimiento de protocolos para su elaboración, ha generado, no en
pocas ocasiones, investigaciones de tipo ética en contra de psicólogos forenses en Colombia. De acuerdo con
Sierra (2006) el informe psicológico forense se constituye en un resumen detallado del proceso que se llevó
acabo para realizar una evaluación psicológica en el ámbito legal. El diagnóstico en el ámbito forense se
condiciona, desde el punto de vista epistemológico, al menos por la existencia de un delito establecido en el
Código Penal y por la idea de un sujeto imputable, con la que se compara al individuo presunto autor del delito.
Estableciendo como demanda concreta a un perito la valoración de una imputabilidad (Bembibre e Higueras,
2006).

Según Celedon y Brunal, (2012), “etimológicamente, la pericia procede del latínperitia que significa experiencia,
de peritus, que traduce experimentado y en sentido gramatical denota habilidad, práctica, y destreza.”. De
acuerdo con el Código de Procedimiento Penal Ley 906 de 2004, en su artículo 405 establece que “la prueba
pericial es procedente cuando sea necesario efectuar valoraciones que requieran conocimientos científicos,
técnicos, artísticos o especializados”.

Los mismos autores establecen que el dictamen pericial psicológico es el proceso a través del cual el perito
plasma un hecho psicológico y sus consecuencias; una enfermedad o hecho clínico relacionado con la salud
mental de una persona en un contexto legal. De igual forma, lo proponen como el análisis que realiza el experto
de un hecho determinado, con detalles de sus características y llevando a determinadas conclusiones con un
nivel de orientación, de probabilidad o de certeza.

Los informes psicológicos forenses deben ser solicitados en debida forma, practicarse e incorporarse al proceso
en los términos y oportunidades que señala el Código de Procedimiento Penal (Urrea, Estrada y Lopera, 2012). El
código establece que las partes podrán presentar informes forenses, si el juez determina que puede ser material
probatorio, sin embargo, deben ser solicitados en audiencia preparatoria. Un aspecto importante a tener en
cuenta en relación con los informes periciales el objeto de estudio son hechos y no cuestiones de derecho, ya
que estas, sólo corresponden a los operadores jurídicos. Por lo anterior, es de aclarar que la función de un perito
no es establecer responsabilidades, si no, ilustrar, asesorar, aportar conocimientos al juez o tribunal (Finol,
2006)

El informe pericial se constituye como una prueba indirecta y de carácter científico, el cual tiene como objeto el
análisis del comportamiento humano o la personalidad y los aspectos intelectuales o volitivos de la persona.
Más que una prueba, el informe representa un medio para la valoración, proporcionando más elementos para
la formulación de juicios. (Simões, 2011) Sin embargo, autores proponen que en algunas oportunidades, los
operadores jurídicos no le dan el valor que tiene (Celedon y Brunal, 2012). Aspecto que resulta de especial
interés para un análisis cuidadoso, teniendo en cuenta que las decisiones jurídicas que toman los jueces, en
algunas ocasiones, sólo se sustentan en el testimonio de los testigo o las víctimas, elemento altamente falible en
materia de credibilidad y veracidad,

El informe se constituye como prueba pericial psicológica y se incluye dentro de las denominadas pruebas
científicas, ya que aporta conocimientos provenientes de la ciencia psicológica al ejercicio de la función
juzgadora. Por ello, el peritaje psicológico, en el ámbito penal tiene como eje central la evaluación psicológica
de la salud mental del acusado o la capacidad del sujeto en sus diversas competencias en relación a los actos
cometidos, otra de las funciones que cumple dicha evaluación es dar una valoración en cuanto al grado de
malestar emocional generado por el acontecimiento violento (Echeburúa, 2005). Por otro lado, se plantea, que
el juez solicita un asesoramiento técnico por carecer de unos conocimientos especializados para elaborar una
resolución judicial. (Manzanero y Muñoz, 2011)

En relación al peritaje psicológico, en materia penal, el eje central de la evaluación psicológica hace referencia
esencialmente a la salud mental del acusado o la capacidad del sujeto en sus diversas competencias, y en
relación a la comisión de los actos cometidos. (Aguilera, 2004). Por lo anterior, se han plantea diferentes
modelos que le den una estructura al informe psicológico, con el objetivo de que la información que allí sea
plasmada, sea de fácil entendimiento para la persona que no cuenta con el conocimiento científico psicológico.
(Olmedo y Dorta, 2003). A continuación, se hace referencia a tres modelos, el primero de ellos es el propuesto
por Simoes (2011), psicólogo-docente universitario de la Facultad de Psicología y de la Educación de la
Universidad de Coimbra, portugal:

Tabla 1. Estructura del informe forense

Secciones Composición

Elementos relacionados con el profesional que Aspectos formales de la experiencia y


emite el informe formación del psicólogo, incluyendo
información como títulos obtenidos, cargos
desempeñados, experiencia con diferentes
poblaciones o grupos.

Información general Nombre del sujeto, edad, lugar donde fue


acusado, fuentes del informe, delito que
cometió, circunstancias actuales, una breve
historia de las transgresiones, número y fecha
de las evaluaciones y posible derivación para
otros profesionales.

Circunstancias del pedido Se debe identificar el origen y la naturaleza de


la solicitud, las cuestiones legales para las
cuales se requiere respuesta, circunstancias
que rodean la petición de evaluación y
resumen de la petición.

Introducción Fuentes de información utilizadas, testigos y


métodos de evaluación. Puede incluir una
descripción de la manera en la que el acusado
respondió a la evaluación.

Información contextual Información relevante relacionada con el


contexto familiar, aprendizaje escolar, historia
ocupacional, historia económica, historia
sexual, historia psiquiátrica.

Historia del delito Recoge la evolución del comportamiento


ofensivo a lo largo del tiempo, refiriéndose a
hechos y no a explicaciones.

Evaluación del funcionamiento actual El comportamiento, afectos, funcionamiento


intelectual y las aptitudes sociales actualmente
presentes en el repertorio del sujeto ofensor.

Formulación Esta sección debe describir cuales son los


problemas que el transgresor experimenta, así
como los recursos que posee. Se debe
diferencias problemas psiquiátricos,
psicológicos y sociales.

Recomendaciones Las recomendaciones deben ser explícitas y


estar lógicamente relacionadas con los
conceptos explicativos y conclusiones
afirmadas en el informe.

Resumen y/o conclusión Debe recoger el objetivo del informe, los


métodos de evaluación, los resultados, la
formulación y las recomendaciones. También
puede incluir una o varias opiniones específicas
del perito en respuesta a preguntas hipotéticas
formuladas por el juez o abogados.

Nota: (Simões, 2011)


El modelo que propone Graña (1997 citado por Sicard, 2011), profesor titular de la Universidad Complutense de
Madrid, en el área de Psicopatología, propone que para el desarrollo del informe psicológico forense se debe
seguir siete directrices:

Tabla 2. Modelo de informe

Identificación Datos de filiación del perito, datos de filiación


del peritado, juzgado de procedencia y número
de asunto.

Objetivo del informe pericial Información de porque se está llevando a cabo


el informe.

Metodología Entrevistas, tipos de entrevistas, lugar y


número de horas, pruebas complementarias,
observaciones, autoregistros y bibliografía
utilizada.

Análisis descriptivo Análisis de la situación jurídica del procesado,


análisis funcional de los problemas psicológicos
del peritado redactado de forma descriptiva.
Antecedentes, factores de predisposición o
vulnerabilidad, autoimagen, apoyo social,
situación vital y estilo de vida. Exploración
psicopatológica.

Resultados Impresión diagnostica (DSM IV en los 5 ejes, CIE


10 y justificación de los criterios que cumple)

Discusión forense Relación entre psicopatología, capacidades


cognoscitivas, volitivas y delito

Conclusiones Conclusiones finales enumeradas.

En Colombia El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLYCF) en su Resolución 430 del 27
de Abril de 2005, adopta el protocolo para la presentación de informes o dictámenes periciales emitidos por los
laboratorios forenses estableciendo diferentes elementos que deben contener los dictámenes e informes
periciales:
Tabla 3. Protocolo de presentación de informes

PARTES CONTENIDO

Preámbulo Datos que identifican la institución

Identificación del laboratorio Membrete de la organización que emite el


dictamen

Identificación del dictamen o informe pericial Título, ciudad y fecha, número único de
identificación (numeración consecutiva)

Identificación de la autoridad destinataria Nombre del destinatario (mayúscula sostenida


y negrilla), cargo, entidad, dirección y nombre
de la ciudad.

Identificación y referencias de la solicitud Identificación de la solicitud, identificación de


la autoridad solicitante, número de sumario,
nombre de las personas relacionadas en la
solicitud, número de radicación y fecha de la
recepción de la solicitud, fecha de recepción de
la solicitud en el laboratorio y fecha de
realización de los análisis.

Contenido del dictamen o del informe pericial Análisis efectuados

Descripción de los elementos recibidos para Relación detallada de los elementos o muestras
estudio recibidas para los diferentes estudios.

Motivo de la peritación Transcribir de forma textual y entre comillas el


cuestionario o petición de la autoridad
solicitante.

Métodos empleados Métodos que permitieron llegar a los


resultados.

Instrumentos empleados Relación de instrumentos

Hallazgos Hallazgos obtenidos en el estudio realizado

Interpretación de los resultados Interpretación técnica o científica del perito de


los hallazgos obtenidos.

Conclusiones Claras, precisas, detalladas y fundamentadas en


la interpretación de los hallazgos obtenidos.
Referencias bibliográficas De usarse bibliografía debe quedar
referenciada

Observaciones Sugerencias o comentarios que considere de


interés para la autoridad.

Remanentes, contramuestras y material de Registrar si quedan remanentes,


apoyo contramuestras o material de apoyo.

Certificación de cadena de custodia Certificar que el elemento analizado estuvo


bajo permanente custodia.

Anexos

Nombre y firma del perito

Nota para referencias futuras

Fin del dictamen o del informe pericial

Un aspecto de importancia relevante en el proceso de evaluación psicológica forense, es la entrevista. Se


entiende como un proceso de comunicación e interacción entre dos personas o más, donde el objetivo principal
es obtener información. En la entrevista forense, la información que se busca obtener es la correspondiente con
los hechos relacionados con conductas punibles que se investigan. Es importante aclarar que en el ámbito
forense la información obtenida en la entrevista no se establece como verídica; adicional a ello, a no se hace con
el fin de ayudar al testigo con un plan terapéutico, sino de evaluar la probabilidad de recabar información que
soporte o descarte las hipótesis forenses, o verificar que se trate de un relato real. La entrevista en el ámbito
forense debe realizarse en diferentes fases, las cuales deben ser planeadas con antelación. (Espinosa, 2011)

El instrumento vertebrador de todo el proceso de evaluación psicológica forense, es la entrevista psicológica


forense, que en algunos casos adopta un formato semiestructurado con un estilo indirecto de recolección de
información. Esta orientará al perito sobre qué contenidos deben ser evaluados mediante otros instrumentos.
(Muñoz, 2013). Sin duda es el procedimiento más utilizado en psicología forense porque permite obtener datos
para el informe psicológico forense y la formulación de hipótesis, así como para la planificación de pruebas
posteriores para la verificación o negación de las mismas. (Manzanero, 2009)

Otra de las definiciones en torno a la evaluación psicológica forense, es la acción que el profesional lleva acabo
para apreciar a través de los sentidos aspectos relacionados con la disciplina de la psicología, observando de
manera cuidadosa el comportamiento actual del sujeto, su lenguaje verbal y no verbal, y procesos superiores a
través de un examen del estado mental. Esta se puede llevar a cabo durante el proceso de entrevista
semiestructurada, la cual generalmente este proceso se encuentra limitado en cuanto al tiempo y recursos, por
lo que el profesional no debe emitir un diagnóstico definitivo. (Espinosa, 2011)
La evaluación psicológica en el ámbito forense representa un campo de especialización que requiere la
incorporación de las mejores estrategias evaluativas disponibles, ya que esta juega un papel fundamental en el
proceso de la toma de decisiones legales debido a la gran variedad de situaciones a las que se enfrentan a diario
en el ámbito de administración de justicia. (Saborío, 2005)

Desde el punto de vista metodológico, la evaluación psicológica forense comparte características comunes a
toda evaluación psicológica clínica. Debe regirse por los mismos principios que cualquier otra actividad
científica, es decir, debe ser un proceso estructurado que permita su replicabilidad y de igual manera requiere
de formulación y contraste de hipótesis. (Muñoz, 2013). Debido a las importantes consecuencias derivadas del
informe psicológico forense, la actuación profesional del perito debe estar en total consonancia con las
exigencias éticas y deontológicas de la Ley 1090 de 2006 para el caso de su actuación profesional en Colombia.

Desde la década de los 80 de forma experimental, el psicólogo entró a formar parte del personal de la
Administración de Justicia, desde esa época hasta la actualidad, se ha presentado un incremento
exponencial en la participación de los psicólogos en en los sistemas de justicia. La figura del psicólogo forense
está plenamente integrada en la realidad judicial, habiendo adquirido un estatus profesional reconocido por los
distintos operadores jurídicos y otros profesionales de las ciencias forenses. (Manzanero y Muñoz, 2011)

De acuerdo con el nuevo Código de Procedimiento Penal (Ley 906 de 2004), pueden ser peritos las personas con
un título reconocido en la respectiva ciencia, técnica o arte. Sin embargo, en algunas circunstancias las personas
con un entendimiento en la ciencia, técnica o arte, aunque carezca de título. Sin embargo, el número de
psicólogos con investigaciones éticas en Colombia, muestran una realidad muy distinta, evidenciándose que la
labor pericial requiere de un alto nivel de preparación teórica y metodológica, así como un conocimiento claro
de sus deberes y derechos en cuanto a su actuación ética en su desempeño profesional en el ámbito legal.

El perito psicólogo en el ámbito pericial puede actuar de dos maneras, la primera como profesional
independiente, estableciendo las fechas en las cuales el actor será citado para la evaluación psicológica. Al
momento de recibir su designación, debe presentarse en el juzgado correspondiente para aceptar el cargo,
establecer las fechas en las cuales realizará la evaluación psicológica, evaluar sus resultados y dar respuesta a
los puntos de pericia solicitados por las partes. (Natenson, 2007). La segunda forma de actuar es como
consultor técnico o perito de una de las partes, acompañando a las entrevistas periciales a la parte que lo
designa.

En la actualidad resulta cada vez más común que los administradores de justicia requieran de expertos en el
comportamiento humano, cuando se trata de dar explicaciones frente a una determinada conducta tipificada en
los códigos judiciales. La psicología es una disciplina que se encarga del estudio del comportamiento humano en
relación con las conductas y sus variaciones. La psicología forense hace referencia a la exploración, evaluación y
diagnóstico de las relaciones y pautas de interacción, aspectos de la personalidad, inteligencia, aptitudes y
actitudes, de la persona implicada en procesos judiciales.(INMLYCF, 2009). El peritaje psicológico es un proceso
de evaluación psicológica, donde se requieren diferentes técnicas de evaluación, algunas propias de la psicología
forense y otras de la psicología clínica (Espinosa, 2011)
Debe ser practicado de manera imparcial, independientemente de la parte a la cual represente o le haya
contratado el fin de la actuación pericial es ayudar a establecer una verdad jurídica y hacer justicia. (Oropeza,
2000)

Por lo anterior es de vital importancia que un profesional responsable de un proceso de evaluación psicológica
en el campo jurídico, cuente con conocimientos y entrenamiento especializado para su actuación profesional. El
Código Penal Colombiano establece que cualquier persona que se encuentre dentro de sus facultades y cuente
con los conocimientos técnicos que se requieran pueden ser peritos sin embargo, dada las implicaciones de éste
tipo de procedimientos, no sólo en el contexto jurídico, penal o civil, sino también en la esfera personal del
evaluado, el cual puede generar afectaciones de tipo permanente, se debe tener especial cuidado en el manejo
de este tipo de herramientas y no puede ser realizado por cualquier profesional del psicología, el simple título
de pregrado en psicología no lo acredita para realizar éste tipo de intervenciones que requiere un alto y
especifico nivel de entrenamiento Por ello, debe realizarse por una persona que cuente con el conocimiento, la
experiencia, la experticia y sobre todo realizarlo de manera imparcial y sin emitir juicios de valor.

Para citar este escrito según normas APA:


AL. Rodríguez-Padilla y EC. Delgado-González. (12 de junio de 2014). Partes del informe psicológico forense en
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EVALUACION DEL RIESGO DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR

Martha Stella Ospino-Rodríguez.

La Constitución Política de Colombia (1991) ha establecido que la familia es la institución básica y el núcleo de la
sociedad, por tanto el Estado, en corresponsabilidad con la sociedad, está obligado a ampararla y a garantizar su
protección integral (Art. 5 y 42). La Violencia intrafamiliar (en adelante VIF) amenaza con destruirla por las
consecuencias que trae a sus miembros y al sistema como unidad, ésta puede llegar hasta la muerte, como en
los casos de Vivian Paula Urrego y de Erika Yeneris, asesinadas por sus esposos, la primera en el Centro
Comercial La Gran Estación de Bogotá en el año 2012 y la segunda en su propio hogar, cuyas noticias
estremecieron al país.

Las cifras reportadas por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (2013) muestran la alta
frecuencia de denuncias de VIF: en el año 2013 esta entidad reportó la realización de 68.230 peritazgos por esta
problemática, de las cuales el 65,58% (44.743 casos) correspondieron a violencia de pareja, porcentaje muy
similar al del año 2012 de 64,84% en este tipo de violencia, cuya víctima en la mayoría de los casos es la mujer
toda vez que en año 2013 el 87,21% de las evaluaciones realizadas por violencia de pareja fueron a mujeres.

Una de las formas en que el Estado ampara y garantiza la protección de la familia es profiriendo leyes y creando
instituciones y programas para prevenir, remediar y sancionar la violencia intrafamiliar en algunas de las cuales
el rol del psicólogo forense podría ser importante, sin embargo, ¿si estarán estos profesionales cumpliendo con
su parte en el abordaje de este fenómeno? El propósito de este escrito es reflexionar en lo que se está haciendo
respecto a la evaluación y abordaje de los factores de riesgo de la violencia en algunas das instituciones del
Estado encargadas de emitir las medidas de protección. Se dará inicio con la definición de este fenómeno, luego
se presentará lo que la literatura ha publicado respecto a cómo determinar el riesgo de la violencia en la pareja,
las maneras en que la Psicología ha establecido los mecanismos de detección del riesgo de violencia y
finalmente, se reflexionará sobre el qué hacer en las Comisarias de Familia al respecto, lo que llevará a proponer
temas de futuras investigación en el campo de la Psicología Jurídica relacionadas con esta problemática.

La Violencia intrafamiliar según el Código Penal es un delito que debe ser castigado con prisión (Ley 599 de 2000
y Ley 890 de 2004), para la Ley 294 de 1996 es todo “daño físico o psíquico, amenaza, maltrato, agravio, ofensa,
tortura o ultraje” (Art. 3) causado por un integrante a otro de la unidad familiar. En esta última definición se
observan las diferentes formas en que se presenta este delito; en otras se privilegian otros aspectos de la VIF,
como las dinámicas de poder y su carácter de lreiteración, habitualidad o repetición de los actos violentos
(American Psychological Association, 1996, citado por Walker, 2000; Fernández, et al, 2003, ONU Mujeres, 2013
y Torres, Lemos-Giráldez & Herrero, 2013). Para efectos de este escrito se tendrá en cuenta la definición dada
por Pueyo (2007) quien afirma que la violencia es

Una estrategia psicológica que se pone en marcha para alcanzar una finalidad determinada. Esto significa que la
violencia requiere, por parte del sujeto que la ejerce, la utilización de diferentes recursos y procesos psicológicos
que convertirán deliberadamente esta estrategia en un comportamiento o serie de comportamientos realizados
en pos de alcanzar un objetivo (p. 4).

En este concepto se debe destacar que siendo una estrategia es más que una conducta violenta, involucrando
los pensamientos, las actitudes, los sentimientos y los comportamientos de quien exhibe la conducta. La
estrategia psicológica fue aprendida por el sujeto y se mantiene por las consecuencias que busca y alcanza.

Ahora bien, debido a que este fenómeno amenaza con la destrucción de la célula de la sociedad, una tarea
prioritaria de los profesionales de las ciencias sociales, en especial de la Psicología es estudiar y proponer
medidas para prevenirlo e intervenirlo. Para ello, la evaluación del riesgo de violencia es fundamental,
entendiendo que las leyes del comportamiento pueden analizar y predecir el comportamiento violento. Este
aspecto ha sido estudiado en mayor medida en los hombres debido a que, como lo revelaron las cifras, el mayor
porcentaje de víctimas de VIF son mujeres agredidas por su pareja, sin embargo también se presenta de mujeres
a hombres y en parejas homosexuales. En este escrito se hará referencia de la violencia del hombre a su pareja.

Una de las formas en que se ha estudiado el riesgo de violencia es estableciendo la tipología de los
maltratadores domésticos y de acuerdo con las diversas características se predice qué tipo es el de mayor
riesgo. Pues bien, se hará mención a algunas de estas tipologías, las cuales pueden ser revisadas en Ospino-
Rodríguez (2014). En este punto se mencionarán aquellas de las que se ha predicho el comportamiento futuro.

El primer trabajo sistemático al respecto fue el realizado por Holtzworth-Munroe y Stuart en el año 1994, en
donde establecieron tres tipos de maltratadores: hombres violentos sólo en la familia (FO, Family Only),
disfórico/borderline (DB) y generalmente violento/antisocial (GVA). Al primer grupo pertenecen
aproximadamente el 50% de los hombres violentos en su hogar, se caracteriza por presentar la más baja
frecuencia e intensidad de violencia, no abusar ni sexual ni psicológicamente a su pareja, no exhibir la conducta
violenta sino con miembros de su familia y no tener antecedentes legales, tampoco presentan psicopatología ni
trastornos de personalidad. En segundo grupo se hallan más o menos el 25% de los casos, sus características
sobresalientes son: presentar moderada intensidad de violencia a su pareja, con abuso sexual y psicológico. La
violencia la presenta mayormente con los miembros de su familia, aunque también la exhiben fuera del hogar y
puede tener antecedentes legales. Estos sujetos pueden presentar características esquizoides y límite de la
personalidad y problemas de abuso de alcohol y drogas. Finalmente, el tercer grupo se identifica porque
presentan eventos graves de violencia, tanto al interior como fuera del hogar; tienen comportamientos
antisociales, abusan del consumo de alcohol y sustancias psicoactivas y sus características de personalidad son
antisocial o psicopatía. De esta forma, los DB y GVA serían los más peligrosos y los que presentan mayor riesgo
de reincidir en la violencia, siendo los DB de moderado riesgo. Vásquez (2005) presenta algunas
recomendaciones de manejo para cada uno de los grupos cuando se está viviendo un evento de violencia, los
cuales pueden ser vistos en Ospino-Rodríguez (2014)

Posteriormente, estos autores agregaron otro grupo, denominando antisocial de bajo nivel (LLA), también con
un riesgo moderado de violencia, caracterizado por presentar mayor violencia que los grupos OF y DB pero
menor que el GVA (Holtzworth-Munroe, Meehan, Herron &Rehman, 2000).

Otra de las tipologías propuesta fue la Gottman, et al (1995) quienes establecieron la relación entre las
respuestas fisiológicas (tasa cardiaca y dilatación pupilar) emitidas cinco minutos después de un evento violento
con la pareja, encontrando dos tipos: el Tipo I, denominado “cobra” y el Tipo II, “pitbull”, siendo el primero el de
mayor riesgo de reincidencia. Los sujetos Tipo I se caracterizaron por ser más beligerantes, presentar violencia
fuera y dentro del hogar, mayores problemas de comportamiento antisocial, mayor abuso de sustancias
psicoactivas y alcohol, su tasa cardiaca era más baja y mayor violencia física con su pareja que el Tipo II.

Posteriormente, Cavanaugh y Gelles (2005, citado por Amor, Echeburúa, & Loinaz, 2009) determinaron tres
tipologías de acuerdo al riesgo de violencia, de manera que propusieron hombres de bajo riesgo, de riesgo
moderado y de alto riesgo, pero estas características corresponden a los tipos FO, DB y GVA, respectivamente,
propuestos por Holtzworth-Munroe y Stuart en 1994.

Si bien es cierto, estas tipologías pueden ser útiles al valorar el riesgo de la violencia intrafamiliar, presentan la
desventaja que las predicciones pueden ser muy imprecisas, es más conveniente hacer su evaluación
directamente, para lo cual se pueden utilizar instrumentos de medición construidos para tal fin más el análisis
del expediente y las entrevistas del evaluador. En español se conocen las siguientes pruebas: (a) la Guía de
Evaluación del Riesgo de Violencia de Pareja, conocida como SARA por las siglas en inglés: Spousal Assault Risk
Assessment Guide, y (b) la EPV: Escala de Predicción de Riesgo de Violencia Grave contra la Pareja, creada en
España por Echeburúa, Fernández-Montalvo, Corral y López-Goñi en el 2009 (Pueyo & Echeburúa, 2010). La
S.A.R.A . fue creada por Kropp, Hart, Webster y Eaves en el año 1995 y se encuentra adaptada a la población
colombiana por Gómez, Ramos y Rojas (2010).

La utilidad de estas escalas radica en que al valorar el riesgo de violencia de la pareja se pueden tomar medidas
legales e implementar acciones de protección a la mujer con el fin de impedir próximos eventos violentos contra
ella. Como se dijo, en Colombia el Congreso de la República ha creado leyes e instituciones con el fin de abordar
la VIF. Entre estas instituciones se encuentran las Comisarías de Familia, creadas por el Código del Menor,
modificado por la Ley 1098 de 2006. Estas entidades tienen la obligatoriedad de contar entre su personal con
un psicólogo y un trabajador social. El profesional de la Psicología podría hacer uso de estas herramientas
desarrolladas por la disciplina con el fin de asesorar al Comisario de Familia sobre las medidas que podría
dictar. Sin embargo, ¿se está haciendo uso de ellas en su plenitud? La investigación realizada en el año 2010
por Ospino-Rodríguez y Padilla (2011) en las Comisarias de Familia de Bogotá, publicada por Ospino-Rodríguez,
Padilla, Valencia y Oyuela-Vargas (2012) mostró datos interesantes al respecto.

Si bien es cierto en esta investigación no se realizaron evaluaciones a los agresores, en los informes periciales la
profesional evaluadora expuso comportamientos de riesgo exhibidos por las parejas, tales como amenazas con
armas de fuego, tener un diagnóstico de enfermedad mental o de personalidad, etc, concomitantes con
comportamiento violento, lo cual en algunas resoluciones se tuvo en cuenta en su parte sustantiva, sin embargo
en el momento de tomar las medidas de protección esta información fue omitida. De estas observaciones
surgen preguntas tales como ¿por qué ocurrió esto? Si en la evaluación a la víctima se hallaron situaciones de
riesgo, ¿por qué no se evaluó el riesgo a la violencia a través de los procedimientos con que cuenta la Psicología
Forense? ¿Qué gravedad de violencia debe exponer la víctima para que se perciba la necesidad de evaluar su
riesgo futuro? ¿Si se percibe un riesgo de violencia alto, se realizan estimaciones de éste? No se cuenta con
respuestas concluyentes porque no hay investigaciones al respecto, solo la experiencia de haber trabajado en el
medio durante varios años y continuar en contacto con profesionales que aún laboran en estas instituciones. Se
podría aventurar a dar posibles respuestas o sugerir futuras investigaciones tendientes a estudiar los
procedimientos institucionales de las entidades encargadas de emitir medidas de protección a las víctimas
relacionados con la valoración y abordaje del riesgo de violencia o tendientes a proponer programas
comunitarios efectivos para intervenir los factores de riesgo de la VIF y lograr la prevención primaria y
secundaria de este delito, teniendo en cuenta que éstos pueden ser estáticos o dinámicos, de los cuales sólo los
segundos son susceptibles de intervenir o de modificar.

En Bogotá, en las Comisarías de Familia, en el año 2011 se atendieron 47.179 casos por conflicto familiar, se
impusieron 12.825 medidas de protección y se tramitaron 1.944 incidentes de incumplimiento de la medida de
protección (Secretaria Distrital de Integración Social, 2012). Es decir, el 15% de las medidas impuestas fueron
incumplidas; ¿será que si se hubiese evaluado el riesgo de violencia futura, se habrían podido tomar medidas de
protección de acuerdo a los elementos arrojados por esa evaluación específica para evitar su reincidencia, para
disminuir ese porcentaje? O ¿será que la violencia observada no se considera tan severa como para emprender
esas acciones en entidades que a todas luces están sobrecargadas por la demanda de atención?

Desde el I semestre de este año se implementó el “Instrumento de Identificación Preliminar de Riesgo para la
Vida y la Integridad Personal por Violencias al Interior de la Familia” en las Comisarías de Familia de Bogotá. Se
hace necesario realizar investigaciones científicas tendientes a evaluar su impacto en la toma de decisiones que
se realizan allí de acuerdo a la identificación preliminar de riesgo. La implementación de un instrumento no
garantiza cambios en las medidas tomadas para proteger a la familia.

Como se puede observar son mayores los interrogantes que las respuestas, por tanto se requiere continuar
investigando en este campo en Colombia, tarea que tienen que asumir los profesionales de la ciencias sociales,
de la Psicología en particular y de la Psicología Jurídica en específico, dado que esta es un
Área especializada, básica y aplicada de la Psicología científica, que investiga e interviene sobre el
comportamiento y los conflictos humanos que alcanzan implicaciones Jurídicas; propendiendo así por la defensa
de los Derechos Humanos, la salud mental y el impacto de estas en la sociedad, con el fin de alcanzar y
humanizar la justicia (Sicard, Tapias, Gutiérrez de Piñeres & Hérnandez, 2009 citado en Tapias, 2011, p. 11).
Para los profesionales del Derecho y de la Psicología Forense, el campo de intervención en la problemática de la
violencia es grande, toda vez que ya sea como representante de víctima o en defensa de los supuestos
agresores, podrán aportar elementos para la toma de decisiones en las Comisarias de Famillia.

Para citar este escrito según normas APA:

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