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BIBLIOTECA DE AUTORES QUINDIANOS

Historia
La Biblioteca de Autores Quindianos

Recopilar en una colección bibliográfica el pensamiento,


la identidad, la cultura y la memoria histórica de nuestro de-
partamento a través de la mirada de los escritores quindianos,
es la gran apuesta de este proyecto conjunto entre la Goberna-
ción del Quindío y la Universidad del Quindío.
La Biblioteca de Autores Quindianos se constituye en una
manifestación cultural que nos permitirá conservar y, sobre
todo, hacer visible ante la ciudadanía la esencia de nuestra
región.
Difundir y visibilizar la tradición literaria e intelectual del
Quindío es nuestro deber. Queremos que las letras que narran
nuestra vida y plasman la visión de los poetas, historiadores,
narradores y ensayistas quindianos estén al alcance de la co-
munidad del departamento y se conviertan en referente para la
investigación sobre nuestra cultura.
Esta recopilación se hizo pensando en Ustedes, los lecto-
res; esperamos que la disfruten y que sean los principales pro-
motores de la diversidad literaria del Quindío.

Padre Carlos Eduardo Osorio Buriticá


Gobernador del Quindío

José Fernando Echeverry Murillo


Rector de la Universidad del Quindío
Academia de Historia del Quindío

Ensayos de Historia Quindiana


Volumen 5

Quindío contemporáneo

Compilación

Gonzalo Alberto Valencia Barrera

BIBLIOTECA DE AUTORES QUINDIANOS


Ensayos de Historia Quindiana
Volumen 5

Quindío contemporáneo

© Academia de Historia del Quindío

Compilación:
© Gonzalo Alberto Valencia Barrera

Biblioteca de Autores Quindianos


Secretaría de Cultura, Gobernación del Quindío
Editorial Universidad del Quindío
Armenia

Primera edición
2017

ISBN 978-958-8593-89-0

Asesoría editorial:
Licenciatura en Español y Literatura
Universidad del Quindío
Edición al cuidado del compilador
Diseño de la cubierta: © Lina María Cocuy
Todos los derechos reservados.
Impresión: Centro de Publicaciones, Universidad del Quindío
Índice

Presentación  5

Artículos
Nodier Botero Jiménez
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad  9

Natalia Botero Jaramillo


Aproximaciones a la historia de la salud
y la educación en salud en el Quindío  47

Carlos Alberto Castrillón


Novelas y novelistas del Quindío (1966-2015)  71

Álvaro Pareja Castro


Modos de vida sociomusicales en el Quindío  137

Felipe Arturo Robledo M.


La política pública para la sensibilización,
recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya  163

Jaime Lopera Gutiérrez


La burocracia excluyente  185

Documento
Roberto Restrepo Ramírez
Néstor Eduardo Hernández Morales
Viajar para contar. Historia, patrimonio
y turismo cultural en el Quindío  205

3
Presentación

El esfuerzo de preparar y editar este y los demás volú-


menes de la serie Ensayos de Historia Quindiana, en buena
hora publicados por la Gobernación del Quindío en su Bi-
blioteca de Autores Quindianos, tiene como contrapresta-
ción el hecho de que estamos organizando las memorias
de nuestro departamento. Poco a poco, uniendo saberes,
estudios, artículos, reseñas, testimonios y monografías,
nos aproximamos a una meta ideal: la de un libro macizo
y acabado que contenga toda nuestra historia, desde los
orígenes en la Conquista española hasta nuestros días.
Aunque la Academia de Historia del Quindío (AHQ)
nació con ese propósito, no nos hemos dejado llevar úni-
camente por las huellas del pasado sino que también
solemos aportar nuevas inquietudes para entender el
presente, como lo hacemos en este tomo. No obstante al-
gunas lagunas que nos ayudarían a entender mejor los
antecedentes, de ninguna manera nos olvidamos de la ta-
rea de examinar los sucesos de nuestra cotidianidad con
juicio y competencia. El ingreso de nuevos miembros a la
Academia da como resultado que se actualicen las inves-
tigaciones y que nuevas bibliografías sirvan de soporte a
quienes encontramos un papel enriquecedor estudiando
la historia.
Los textos que comprenden el quinto número de la se-
rie siguen en la línea de acumular hallazgos y engrosar
los contenidos de nuestra historia local. En este volumen
se presentan seis trabajos escritos por nuestros académi-
cos en la categoría de artículos, a manera de ensayos pro-
piamente, que se inician con el aporte de Nodier Botero
Jiménez, quien nos ofrece una visión sistémica sobre la
ciudad de Armenia en la perspectiva de su futuro; y de
Natalia Botero Jaramillo, al ocuparse seriamente de ha-
cer una historia de la salud y la educación en salud en el
5
Quindío, una monografía sin antecedentes en este cam-
po. Por su parte, en materia de cultura, Carlos Alberto
Castrillón hace una sensata descripción de las novelas
y los novelistas del Quindío, en un inventario que no se
había conocido antes; y Álvaro Pareja Castro nos habla
de los modos de vida sociomusicales en el Quindío. Del
lado del concepto de identidad, Felipe Robledo examina
la trascendencia jurídico-cultural relacionada con el teso-
ro de los Quimbayas en el desarrollo de la quindianidad.
Finalmente, Jaime Lopera Gutiérrez intenta una hipótesis
de interpretación de la realidad política quindiana en su
ensayo sobre la burocracia excluyente. Con respecto a la
categoría de documento, Roberto Restrepo Ramírez y el
antropólogo Néstor Eduardo Hernández Morales, entran
con una erudita y seria investigación sobre el patrimonio
y el turismo cultural en cada uno de los municipios del
Quindío.
Como lo anunciábamos en el volumen anterior, pre-
tendemos con esta nueva edición dar a conocer la historia
reciente del Quindío, ya en su calidad de entidad territo-
rial autónoma desde 1966. De manera que aspiramos a
seguir contribuyendo a la comprensión de la economía,
las artes, la cultura, la sociología y las ciencias físicas en
general como determinantes del desarrollo y progreso
del departamento.
De nuevo estamos satisfechos con estos aportes. Espe-
ramos que los mismos sentimientos hagan carrera en los
lectores y que nuevas imágenes del Quindío permitan co-
nocerlo mejor en el cuadro de la historia nacional.

Gonzalo Alberto Valencia Barrera


Secretario de la Academia de Historia del Quindío

6
Artículos
Armenia hacia el futuro:
Globalización y cibersociedad

Nodier Botero Jiménez


Académico de Número

Introducción

En el actual momento histórico, la ciudad-región (Ar-


menia, Quindío) se encuentra en trance de definir un futu-
ro que deberá perfilar su propia identidad socioeconómica
para las próximas décadas, y así pasar definitivamente de
ser un mediano centro de intercambio agroindustrial y de
servicios turísticos a la transformación de su propia base
productiva y económica.
Ahora, cuando ya se han definido las ventajas de su
incomparable posición geoestratégica y el gobierno na-
cional ha centrado su atención en un amplio programa
de infraestructura vial y de conexión con el mundo del
comercio global, con su Plan Maestro Integral de Trans-
porte (PMIT), en orden de abreviar tiempo y costos de la
movilización de mercancías, se puede decir que nos ha
llegado el momento histórico. Además, ya se han hecho
notables esfuerzos por parte de universidades oficiales y
privadas y de oficinas gubernamentales para insertarnos
en el circuito eficiente de la revolución tecnológica que
forman internet, la tecnología de la nube, la telefonía di-
gital, el teletrabajo y el universo virtual que nos abre el
camino para llegar a la construcción de ciudades inteli-
gentes, a la robótica, a las impresoras de alta tecnología y
a los nuevos almacenamientos de energía.
Se presentan las más formidables oportunidades para
la ciudad y la región, como son las derivadas de su conver-
sión definitiva en centro estratégico nacional de comercio y
9
Nodier Botero Jiménez

de comunicaciones y de un relanzamiento económico, una


vez se concluya la doble calzada Bogotá - Buenaventura
(incluido el túnel de La Línea) y, en consecuencia, apro-
vechemos, con visión de futuro, la casi única oportunidad
histórica de penetrar con grandes ventajas en la nueva era
de la revolución postindustrial. En efecto, cuando se ma-
terialicen la utilización efectiva del puerto trimodal (ferro-
carril, carretera, vía aérea), el pleno funcionamiento de la
zona franca de servicios múltiples y trámites aduaneros, y
los valores agregados de Armenia como ciudad acogedora
y punto nodal estratégico en el concierto de la Nación (en
relación con el eje Bogotá - Medellín - Cali), aflorarán nue-
vas dinámicas urbanas.
Estas conllevarán a nuevas alternativas frente al desem-
pleo, al repoblamiento (llegada) de flujos de migrantes ca-
lificados, a una notable cualificación de la oferta turística,
a altos niveles de construcción de vivienda y de desarrollo
urbano en la periferia (que ya presenta importantes cifras
solamente superadas por Bogotá y Bucaramanga), y ¿por
qué no? a la posibilidad de ofertar a la nuestra como una
ciudad universitaria y de servicios (médicos, turísticos, tec-
nológicos, habitacionales), a partir de una puesta de acuer-
do entre gobernantes y dirigencia civil para impulsar una
nueva infraestructura educativa y utilizar sus recursos en
favor del desarrollo regional. Si la revolución que vivimos
hoy es la del conocimiento, entonces son las instituciones
científicas y educativas las llamadas a comandarla.
Las nuevas opciones que determinarán un relanza-
miento de nuestro destino histórico son de orden natural
algunas de ellas, otras pueden verse como circunstancia-
les e imprevistas, y las más aparecen como producto del
esfuerzo de los quindianos por lograr su propia identi-
dad a través del tiempo. Es decir, provienen de la propia
dinámica histórica, del “vigor motriz” y de las fuerzas se-
dimentarias del pasado que, según Fernand Braudel, enri-
quecen las potencialidades sociales y que los gobernantes
visionarios —cuando los hay— aprovechan y adecúan a
su propia actuación creativa, al resintetizarlas y utilizarlas
10
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

en beneficio del desarrollo histórico. Identifiquemos estas


opciones en los siguientes términos: potencialidad geoes-
tratégica y naturaleza exuberante, ciudad-región ecotu-
rística, ciudad intermedia de servicios, ciudad habitacio-
nal, ciudad-región de agroindustria optimizada y ciudad
universitaria. A continuación nos referimos a cada uno de
estos aspectos en algunas de sus particularidades.
En el curso de nuestro trabajo, nos referimos primero a
lo que es la ciudad contemporánea observada en el marco
de la globalización, tanto como en su constitución feno-
menológica y en lo que representa el actual paisaje urbano
(ciberespacio). A continuación nos referimos al ciudadano
y a sus posibilidades de acción, especialmente a sus op-
ciones creativas y de desarrollo en el mundo actual de la
intercomunicación. Luego hacemos un rastreo de lo que
ha sido y es la ciudad intermedia de hoy y lo que son las
urbes colombianas de actualidad que pueden agruparse
en esta categoría. Finalmente, nos referimos a la ciudad
de Armenia en su proyección hacia el futuro, a partir de lo
que podemos llamar una lógica proyectiva de la ciudad,
tan necesaria de discernir racionalmente, habida cuenta
de la notable dinámica urbana de su tiempo presente.

1. La ciudad de hoy

1.1 Ciudad en red

La ciudad comunicacional de hoy aparece interconecta-


da e integrada a través de la adhesión y la utilización de las
redes de comunicación, de vídeo-llamadas, de circulación
por las autopistas informáticas, de voces, grafías, imágenes
y música, de los mapas de viaje y las instantáneas locali-
zaciones geográficas en tiempo presente, de las teleconfe-
rencias, de las redes de usuarios y de productores, de la
circulación de libros virtuales, de los modelos informáticos
para el planeamiento urbano, de los cabildos virtuales, de
los impuestos y el control fiscal de los ciudadanos por me-
dio de la red, del uso del dinero virtual con los pagos por
medio de aplicaciones móviles, de las billeteras virtuales,
11
Nodier Botero Jiménez

de las Smart Factories, de los sistemas informáticos civiles,


tributarios, médicos y farmacéuticos on line, de la consulta
y obtención de certificaciones en red.
A través de estos y muchos recursos y procedimientos
informáticos más, se forman ahora los grupos sociales, au-
nados por similitudes de identificación cultural (familia,
sexo, clase, generación, gustos), más dúctiles y cambian-
tes que los construidos por medio de lazos de cohesión
ideológica propios de la sociedad industrial (raciales, re-
ligiosos, nacionalistas, históricos). Con todo este acervo
de condicionantes económicos, políticos y sociales se ha
creado un universo múltiple, fluctuante e instantaneísta,
articulado por unas “estructuras líquidas” (Z. Bauman),
que a diferencia de las “estructuras sólidas” del capita-
lismo industrial, afincadas en el fordismo y la tayloriza-
ción (serialismo y eficacia productiva), se manifiestan en
la conformación de organizaciones dinámicas y abiertas,
básicamente a partir de los contactos interpersonales lo-
grados a través del informalismo permitido por la red.

1.2 La revolución del conocimiento

Por lo expuesto, es posible hablar actualmente de


“nuevas realidades”, como lo hizo hace unas tres déca-
das Peter Drucker dentro del medio anglosajón. En uno
de sus más reconocidos textos, el analista norteamericano
nos habla de la aparición de una sociedad ilustrada y de
los trabajadores del conocimiento y del saber que actúan
en nuevas y múltiples organizaciones, basadas en la in-
formación y en la importancia de la administración, den-
tro de una sociedad constituida por múltiples grupos de
interés. “La gran revolución de hoy es la provocada por la
información y la biología”, nos dice Drucker. Agrega que
la información no tiene patria, pues es transnacional, y el
dinero y el crédito, factores fundamentales del capitalis-
mo de mercado, se nos presentan cada vez más en su ca-
rácter simbólico, modulados desde las tarjetas de crédito,
las bases de datos, el dinero virtual, las compras on line y
todas las innovaciones que permite la red.
12
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

En el momento actual, cuando se hace imposible es-


capar a las nuevas determinaciones culturales, sociales
y económicas del nuevo orden mundial que se recono-
ce como “globalización”, y cuando la llamada sociedad
de la información y de los medios nos aboca a enfrentar
un nuevo espacio virtual, el de la “cibersociedad”, cree-
mos más necesaria que oportuna la reflexión sobre estas
nuevas formas de vida y de comportamiento que definen
unas distintas condiciones estructurales para la ciudad y
para la vida urbana. La realidad es que actualmente se re-
quiere distinguir, al lado de los sectores agropecuario, in-
dustrial y de servicios, un nuevo sector de la información
que puede incluir docencia, investigación, ciencia, teleco-
municaciones, computación, recolección y procesamiento
de datos estadísticos. Por eso se reconoce a la actual como
sociedad del conocimiento. Es en esta nueva realidad de
la sociedad tecnotrónica de nuestros días donde gran par-
te de la mano de obra industrial se ha trasladado a los ser-
vicios, por medio de la automatización y la cibernética.

1.3 El discurso de la ciudad actual: Lógica y metodología

El discurso sobre la ciudad de hoy debe necesariamen-


te referirse a cómo se ordena, se preserva y se proyec-
ta la urbe en relación con las necesidades de vida de sus
pobladores. Para configurar tal discurso se requiere que,
sin desdeñar lo logrado en su conformación histórica, la
ciudad se piense cada vez atendiendo a las huellas del
pasado. Desde esta perspectiva se construye la ciudad
nueva al lado de la ciudad vieja, y este es el terreno de
los planificadores urbanos. Pero como en la ciudad debe
lograrse un equilibrio entre lo humano, lo que el hombre
ha creado (factor antrópico) y la naturaleza afectada, urge
establecer una correlación o simbiosis que permita inferir
los puntos de desequilibrio (en consumos, invasiones de
espacios de alivio, extremos en las formaciones arquitec-
tónicas y viarias, acumulación de productos degradados,
mantenimientos de fuentes de agua, etc.); entonces los
mismos planificadores deben idear formas urbanísticas
13
Nodier Botero Jiménez

amables con el orden natural; si no lo hacen, la misma


naturaleza pasará su cuenta de cobro. La ideación de la
urbe aparece así como una consecuencia de su preserva-
ción sometida a los límites que impone el medio natural;
por esto los planes de ordenamiento territorial.

1.3.1 Los principios del discurso sobre lo urbano

Habida la complejidad de la estructura de la ciudad,


su estudio desborda las posibilidades de la antropología
urbana, o mejor, exige que esta ciencia se constituya en
centro o foco desde donde coincidan diferentes discipli-
nas, para construir el discurso de lo urbano. Es así como
se integran para este estudio la economía, la sicología, la
lingüística (semiología, pragmática, proxemia), además
de la antropología y la sociología, que ayudan todas ellas
a la construcción social de la urbe. Por estas mismas razo-
nes, el análisis del discurso de la ciudad constituye la mis-
ma construcción del texto sobre lo citadino, que recrea un
espacio figurativo en el cual se desarrollan los conceptos
y las imágenes del fenómeno urbano. Es por eso, dice R.
Barthes, que la ciudad es en sí misma un discurso, un len-
guaje, un producto humano construido con signos, sím-
bolos y huellas.
Siguiendo las tesis de Silvia Ostrowetsky sobre la
construcción discursiva de las ciudades nuevas (de acuer-
do con el texto arquitectónico), se pueden discernir los
principios a través de los cuales el discurso bautiza la for-
ma espacial. De acuerdo con lo expuesto en su libro ya
clásico, construido sobre los discursos de los urbanistas y
arquitectos participantes en la creación de Ciudades Nue-
vas en Francia, después de la Segunda Guerra Mundial,
la autora junta textos discursivos y reconstruye corpus
de enunciados que se refieren al poder, a la capacidad
performativa del lenguaje urbanístico y a una llamada
semiogénesis del espacio y de la ciudad en su estado na-
ciente; por esto mismo se explica el título de su trabajo:
L’imaginaire bâtisseur.
14
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

En el ahondamiento crítico sobre este texto, el profesor


Jaime Xibille Montaner desentraña varios tópicos que tie-
nen que ver con las relaciones entre lenguaje y ciudad, con
los llamados nuevos mitos del habitar, con la necesidad
de idear un discurso que relieve el habla urbanística, con
la imposibilidad de convertir ese lenguaje en algo planifi-
cado y con la manera como el espacio es dicho que cons-
truye el sentido de lo urbano. Destacan de este inventario
de reflexiones las ideas sobre la capacidad performativa de
los discursos para construir las urbes desde una semió-
tica del espacio (para lo cual se apoya en la pragmática
lingüística de J. Searle y J. L. Austin), la idea de la ciudad
como un cuerpo viviente en términos de función, comu-
nicación y correlación obligadas de los diversos elemen-
tos que la forman; y, de manera especial, la inscripción de
la ciudad de hoy en unos determinantes del tiempo y del
espacio contemporáneos que ayudan a percibirla.
Desde estas perspectivas se plantea la homología de la
ciudad con un organismo vivo, o la metáfora de lo urbano
como ser viviente, que explica las ideas del centro como
corazón de la ciudad, de las entradas y salidas como sus
arterias, de las redes peatonales como el esqueleto y de la
red viaria que lleva de lo particular a lo universal como
su espina dorsal. En el mundo global hablaríamos de las
redes comunicacionales que, como el dorso medular, co-
nectan a la ciudad con el mundo.

1.3.2 Las lógicas del discurso sobre lo urbano

De manera especial, el estudio de Silvia Ostrowetsky


nos plantea cómo con estas imágenes de ciudad se des-
velan varias lógicas para concebir lo urbano, o sea nuevas
concepciones temporo-espaciales en que la ciudad se desa-
rrolla y que no siempre son tenidas en cuenta por nuestros
planificadores y urbanistas y, menos aun, por los políticos
en trance electoral cuando rediseñan su idea de ciudad.
El espacio urbano concebido como un metalenguaje (o
espacio retórico) retoma la ciudad como si se tratara de
15
Nodier Botero Jiménez

una máquina que se ajusta y se adapta (lógica prospec-


tiva); o como lugar de encuentro de diversas formas de
pensamiento, una obra que se construye (lógica cultura-
lista); o la ciudad como marca histórica, o impronta sobre
los ciudadanos que hace evidentes sus aspectos no for-
males y materiales (lógica historicista); o el espacio como
soporte de las actividades sociales que constituye una
adaptación de la ciudad a sí misma y permite la utopía de
su futuro no lejano (lógica proyectiva). El conjunto de es-
tas perspectivas lógicas de la ciudad nos puede permitir
reordenar un discurso acerca de la urbe de hoy, referido
a los grandes asuntos de nuestro universo sociocultural,
que constituyen precisamente las circunstancias espacio-
temporales de la realidad estudiada; lo proponemos en
los términos siguientes.

La lógica prospectiva ciudadana

La cual tiene que ver con los planes y proyectos ur-


banísticos, sus normas y su desarrollo técnico, pero que
debe contar, además, con el factor ecológico que en su
transversalidad conecta todos los demás asuntos urbanos
y que para señalar certeramente la simbiosis de lo natural
y lo humano debe tener en cuenta la vida social, la calle,
el barrio, la plaza, la perspectiva popular de la ciudad con
sus lugares de expansión y de ocio, de paseo cotidiano,
sus proxemias, sus símbolos y representaciones figurales
de lo que constituye una especie de culto urbano.
Arnold Toynbee, el gran historiador inglés, nos hace
ver que por su condición “histórica” la urbe moderna no
ha dejado de lado su naturaleza material de lugar forti-
ficado y con autosuficiencia alimentaria y cómo las ciu-
dades desde la antigüedad hasta la época moderna han
sido planeadas en función de su defensa: Jericó, Babilo-
nia, la misma París del siglo XIX. Algunas calles, incluso,
aún evocan la existencia de las antiguas fortificaciones
(Wall Street de Nueva York, o el London Wall de la capi-
tal inglesa). Señala el historiador, además, que la misma
expansión de la ciudad mecanizada de hoy ha tomado
16
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

la forma de sucesivos agregados de anillos concéntricos,


como ocurre en el reino vegetal con el engrosamiento del
tronco de un árbol en crecimiento. Esta expansión física
concéntrica de las ciudades mecanizadas de hoy ha traí-
do un aumento de la presión sobre el campo, nos dice
Toynbee en Ciudades en marcha (1973). Y agrega que la re-
volución ecológica de hoy invierte la función de las viejas
murallas defensivas en las ciudades contemporáneas y
ahora su sentido ecológico es evitar que los parques y los
“cinturones de verdor sean arrollados por la agresión de
los ladrillos y el mortero”.

La lógica culturalista ciudadana

Se refiere al espacio de la ciudad como territorio de


las culturas y como lugar de convergencia de gentes de
diversidad de pensamiento para el intercambio ideoló-
gico, dinámica que enriquece la creatividad y que deter-
mina que las centralizaciones urbanas se conviertan en
espacios de convivencia espiritual en los cuales florecen
las artes y las ciencias, con lo cual aparece, como crea-
ción racional, la ciudad ideada por la mente del hombre.
Jacques Attali en su Breve historia del futuro (2006), nos de-
fine la ciudad como el lugar donde se almacena el capital
del saber, necesario para el ejercicio de la creatividad de
industriales, técnicos, financieros, artistas, protagonistas
unidos en su gusto por lo nuevo y en continua evolución
y competencia mutua. Se trata de la ciudad “hábitat” para
los llamados “trabajadores del conocimiento”.
En el diálogo que se establece entre la ciudad (las calles,
plazas y lugares, que, según Spengler, le hablan al ciuda-
dano) y el hombre que la habita y afinca en sus símbolos
y representaciones los afectos ciudadanos y el impulso de
sus recuerdos, la ciudad se torna comunicación. En la urbe
de hoy los medios ya no son las vías, los edificios, o la dis-
posición arquitectónica que convertía una plaza central
en el eje orientador. Ahora aparecen los medios: la TV, los
periódicos, el internet, los correos electrónicos, los textos
sumarios, la multimedia y los diálogos interpersonales a
17
Nodier Botero Jiménez

través de la red. La vida citadina va definiendo nuevos


sitios de convergencia: los que antes se reconocían como
foro, ágora, bulevares o bistrots se tornan ahora en centros
comerciales, en los llamados malls, coliseos deportivos,
estadios para conciertos multitudinarios, paseos peatona-
les, lugares de culto y recreación, que se integran con ese
mundo de sitios web, centros de contacto con actores de
la red, flujos interpersonales de conversaciones intimistas
y canales expeditos para comunicar opinión y gustos.

La lógica historicista de la ciudad

La ciudad del sociólogo, del político y del ciudadano


vinculado por sus nexos afectivos y por el “recuerdo olvi-
dado” de aquellos que fueron y que se siguen estimando
como de “espíritu presente”. Se trata de la ciudad de la
memoria, del recuerdo, del monumento, de la permanen-
cia espiritual que se asocia al mismo principio de identi-
dad. Fernand Braudel, en su libro La identidad de Francia.
Espacio geográfico e historia, anota que así como el pasado
interminable depositó en capas sucesivas los sedimen-
tos marinos, así mismo ha creado residuos, amalgamas,
conjuntos agregados de mezclas, dentro de un proceso
en pugna contra sí mismas, destinado a perpetuarse. Este
“ahuellamiento” sucesivo es lo que se conoce como “pa-
limpsesto”, que en términos espirituales nos es descrito
así por Maurice Godelier: “diversas dimensiones que
configuran lo espiritual y lo material que son segregados
e integrados en función de los más caros intereses socia-
les, económicos, políticos, religiosos, entremezclándose
en una taxonomía que los intercambia, remezclados por
los poderes que construyen la ciudad a imagen y seme-
janza hasta nuestros días”. Por esto mismo, en términos
de la ciudad como discurso, podemos entender lo afirma-
do por el filósofo español Eugenio Trías: “la ciudad es un
texto sobre un texto. Perdemos de vista las inscripciones,
los textos, las memorias de todas y cada una de las vidas
ciudadanas que la han hecho posible”.
18
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

La lógica proyectiva de la ciudad

Se trata de la perspectiva futurista de la ciudad, su


ideación utópica, la ciudad pensada por aquellos ciuda-
danos que la conocen verdaderamente y que agregan a
la propia preocupación por sí mismos (la epiméleia de los
griegos), la preocupación por el futuro de su ciudad, así
como los padres ven con interesada expectativa el destino
futuro de sus hijos. Esto explica las grandes dificultades
para encontrar ciudadanos que sean genuinamente so-
lidarios con el porvenir de su ciudad, que sobrepongan
esta preocupación a sus más caros anhelos, a sus intere-
ses personales y a sus convicciones íntimas. Jacques Attali
nos hace ver que se trata, en el futuro, de lograr ciudades
ecoeficientes en consumo de agua, electricidad y otros re-
cursos y que permitan dotar de inteligencia a todo lo que
nos rodea (edificios, automóviles, objetos).

2. La ciudad, el hombre y lo urbano

En las teorías contemporáneas sobre la ciudad se en-


fatiza especialmente sobre la condición y naturaleza de
la población y, por esta vía, se llega a la diferenciación
entre lo que es el lugar (el espacio físico) y lo que son
los fenómenos urbanos y los modos de vida de sus ha-
bitantes, aspectos estos que son escasamente tenidos en
cuenta en los marcos de la planeación. Con los elementos
propuestos puede entenderse la ciudad como una con-
formación física - ecológica, definida por la alta densidad
poblacional y por el asentamiento de un amplio conjunto
de construcciones estables, “una colonia humana densa,
heterogénea, conformada esencialmente por extraños en-
tre sí”.
En la ciudad de hoy el “sentido espacial” pretende ser
configurado por los entes administrativos de la planea-
ción del Estado. Al lado de ésta, o dentro de ella, afloran
los nexos o lazos de emotividad que los habitantes desa-
rrollan al actuar de acuerdo con su entorno habitacional
y que le dan sentido “antropologizado” a los lugares, a
19
Nodier Botero Jiménez

los barrios, a las calles, a las plazas, a los sitios de ocio y


expansión. Aquí, en estos sitios, los habitantes constru-
yen sus relaciones de proximidad (proxemia urbana), ne-
cesarias para definir una personalidad de la ciudad. En
las actuaciones del trabajo, de la vida relacional y en el
lenguaje mismo toma forma la ciudad como organismo
vivo, a partir de la circulación, física o ideal, de diversos
saberes intercomunicados. A decir de Silvia Ostrowetsky,
todas las funciones parciales de la ciudad se imbrican
como un organismo vivo en el que no aparecen disocia-
das la digestión de la respiración.

2.1 La ciudad y el ciudadano de hoy

Del estudio de las múltiples relaciones del hombre


con la ciudad y con el medio ciudadano ha surgido la
antropología urbana, que se refiere a unas especiales
formas de vida, en las cuales, ya desaparecidas las gran-
des ideas cohesionadoras (y los que J. F. Lyotard llama
“grandes relatos”), afloran las múltiples diferencias entre
los ciudadanos, basadas en su adhesión a colectivos de
organizaciones, o de agrupamientos flexibles que tienen
regularmente que ver con la clase, la generación, el sexo,
los gustos consumistas, las preferencias estéticas, es decir,
con factores culturales, tal como lo explica Samuel Hun-
tington en sus estudios sobre las civilizaciones.
Manuel Delgado afirma que esta antropología urbana
distingue unos espacios públicos, unas superficies en las
que se producen deslizamientos, de los que resultan in-
finidad de entrecruzamientos y bifurcaciones, así como
escenificaciones que no se duda en calificar como “coreo-
gráficas”. Por estas razones, como también concluye Ma-
nuel Delgado, ya no se presentan en las ciudades las co-
munidades coherentes, homogéneas, atrincheradas en su
cuadrícula territorial; más bien los que aparecen son los
actores de una alteridad que se generaliza: “paseantes a
la deriva, extranjeros, viajantes, trabajadores y vividores
de la vía pública, disimuladores natos, peregrinos even-
tuales, viajeros de autobús, citados a las espera”. Por esto
20
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

mismo, los diferentes territorios de la ciudad (políticos,


sociales, urbanísticos) se abren como espacios disponi-
bles y aptos “para la sociabilidad extravagante e indife-
rente que caracteriza la vida urbana” y para la actuación
motivada por impulsos de individualidad.
La simbiosis entre el hombre y la urbe descubre los rit-
mos internos de la vida citadina, la simbología arquitec-
tónica, los significados de los espacios del ritual urbano,
el sentido humano de los lugares discretos, los olores y
los sabores; pues la ciudad con sus formas, sus calles, sus
lugares y sus ritmos dialoga con el ciudadano. Grandes
novelas del mundo nos señalan esta comunión afectiva: el
París decimonónico de Balzac, la Viena de la decadencia
imperial de Robert Musil (en El hombre sin atributos), la
contextura urbana plena de detallismo de calles y luga-
res significativos de los rituales de la cotidianidad, en el
Dublin de J. Joyce (en Ulises); en fin, Nueva York de Dos
Passos, La Habana de Cabrera Infante, Lima de Vargas
Llosa, Buenos Aires de Leopoldo Marechal, El Cairo de
Naguib Mahfuz, premio Nobel de 1988 (en El Callejón de
los Milagros).

2.2 Lo urbano como ámbito de creatividad

Por su parte, lo urbano se considera como algo distinto


de la ciudad: “Un estilo de vida marcado por la prolife-
ración de urdimbres relacionales, deslocalizadas y preca-
rias”. Como nos lo explica Manuel Delgado, lo urbano
es una forma de organización social fortuita, anónima,
estructural y fluctuante. Lo urbano está constituido por
todo lo que se opone a cualquier cristalización estructu-
ral, aquello que se encuentra en permanente configura-
ción. Por esto mismo, los planes urbanos de organización
territorial exigen permanentes cambios y rectificaciones.
Además, como lo ha estudiado David Harvey, las estruc-
turas urbanas de actualidad aparecen descentradas, como
si se tratara de un “palimpsesto”, con formas del pasado
sobrepuestas unas tras otras. Las ciudades de hoy necesa-
riamente deben diseñarse y construirse en concordancia
21
Nodier Botero Jiménez

con estas nuevas condiciones políticas, económicas y


sociales, que nos enseñan una “sociedad fragmentada”,
íntima, múltiple, compuesta, sobre todo, por unidades
menores de carácter diverso, en correspondencia con es-
tos nuevos tiempos de la “acumulación flexible”.
Para nuestra época, las ciudades son vistas desde esta
nueva óptica como centros de producción del conocimien-
to y de la transmisión de los saberes, en razón de que la
densidad urbana y la multiplicidad de relaciones que se
desatan en ellas constituyen el campo adecuado para ex-
periencias culturales y espirituales de distintas orientacio-
nes. Como lo señala Edward Glaeser, de la Universidad de
Harvard, en las ciudades las ideas aumentan su potencia
comunicativa a través de las relaciones interpersonales,
aceleran la innovación al vincular entre sí a personas ca-
paces y convertirse en puntos de comunicación entre mer-
cados y culturas. Por esto mismo se puede afirmar que
actualmente las ciudades tienden a convertirse más en
centros de información que en lugares de actividad fabril.
En el mundo global y en la sociedad comunicacional
de nuestros tiempos ya no podemos seguir pensando en
nuestras ciudades con los mismos referentes tradicionales
de conformación “racial”, historia canónica y condiciones
socioeconómicas regionales o nacionales del mercado. Se
impone ahora una perspectiva de la ciudad como un pun-
to o nódulo, dentro de amplias configuraciones virtuales,
con patrones orientados por la comunicación instantánea
y abarcante. Una visión de la ciudad de hoy permite ob-
tener percepciones sociales a través de simbologías de to-
talidad, con la interpretación de mitos y representaciones
que provienen de referenciar comprensivamente las situa-
ciones urbanas dentro de un universalismo cultural y de
comprender a los ciudadanos más por sus comportamien-
tos y hábitos inducidos que por sus impulsos individuales.
Esto es posible si se propone ligar la parte (lo local) con el
conjunto (lo global), para obtener los juicios de percepción
y de comprensión integral, como cuando enfrentamos los
fenómenos ecológicos y medioambientales.
22
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

Pero la ciudad no constituye solamente el hábitat ur-


bano sino, además, el espacio para el desarrollo espiritual
de las personas y el lugar apropiado para la actuación de
los ciudadanos convertidos en hombres libres, como lo
concibió Aristóteles. Como producto de un largo acumu-
lado histórico, las ciudades han dejado de ser las cerradas
fortalezas de la antigüedad y la Edad Media, han pasado
por constituir unidades urbanas equilibradas como las
del Renacimiento, o estructuras arquitectónicas en bús-
queda de armonía, como en el siglo XIX (el ejemplo, Pa-
rís de Luis Napoleón III); hasta perfilar una ciudad como
cuerpo y centro de comunicaciones en el mundo de hoy.
Contemporáneamente, con el pleno desarrollo del in-
dustrialismo y como manifestación del caos urbanístico
que éste ha conllevado, las ciudades se han convertido en
“urbes anónimas, vertiginosas y atomísticas”, con todos
los riesgos de la alienación, la miseria y la degeneración,
como tanto queda ilustrado en las aglomeraciones urba-
nas infectas y desordenadas de la Inglaterra industrial
victoriana, o de la Viena de finales del siglo XIX que per-
cibió Freud. Esta tendencia a la caotización extrema de las
grandes urbes de actualidad, que se manifiesta en los pro-
blemas de inseguridad, movilidad, degradación ambien-
tal y pérdida del sentido de espacio amable para la vida
humana, ha producido como contrapartida la idealización
de una nueva urbe, la ciudad intermedia, ordenada, con-
trolada y convertida en centro autosuficiente de servicios
y relaciones nacionales y globales. Este es uno de los tópi-
cos que exploraremos más adelante para referirnos a las
ciudades intermedias del mundo de nuestros días.

3. Forma, estructura y función de la ciudad intermedia

En la historia de la vida urbana en la cultura occiden-


tal un referente sociológico obligado es el de la hipertro-
fia progresiva de las urbes que, de apacibles y amables
villas, por causa de su propia dinámica incontrolada y
por los atractivos que para los hombres del campo han
ofrecido las ciudades industrializadas, han terminado
23
Nodier Botero Jiménez

convertidas en verdaderos campos de batalla de la lu-


cha por la vida, focos de desigualdad, de miseria y de
enfermedades endémicas, hasta obligar a distintas estra-
tegias para su reconversión y para el planeamiento de su
desarrollo. Las grandes urbes de la modernidad fueron
primero ciudades industriales, antes de que a través de
un largo proceso de interacción de las fuerzas de la vida
urbana se transformaran funcionalmente en centros de
distintas facetas culturales y económicas. Las prácticas de
planeación urbana, separando en las coronas periféricas
de la ciudad concéntrica sus espacios de producción, de
vivienda, de gestión, han definido unas fronteras entre
los territorios urbanos para migrantes u obreros indus-
triales y los centros de planeamiento y ejecución, a la vez
que una separación —casi que de fronteras físicas— de
los grandes espacios residenciales de las clases empresa-
riales y de la dirigencia política.
Dentro de este proceso se fueron diseñando arquitectó-
nicamente ciudades como Londres, Nueva York, Chicago,
Manchester, lo mismo que algunas ciudades de Oriente
como Singapur, Yokohama, Hong Kong o Beijing. En ciu-
dades de América, como Buenos Aires, Santiago y Río de
Janeiro, las barreras económicas, los modos de conducta
ciudadana y las posibilidades de acceso al consumo, es-
tablecieron la contención de los migrantes europeos y
criollos al centro de las ciudades en las primeras décadas
del siglo XX. Siguiendo la idea del comportamiento de las
ciudades como cuerpos vivos, cada urbe fue definiendo
una vocación especial: Singapur, ciudad-estado, conso-
lidada como centro mundial de producción fabril; Paris,
que no ha perdido nunca su condición de ciudad sofisti-
cada y elegante (ciudad boutique); Nueva York, capital de
la civilización contemporánea y urbe de servicios finan-
cieros (especialmente en su área de Manhattan); Londres,
gran ciudad cosmopolita, la “caputmundi”, habitada por
un 36% de población extranjera y mosaico heterogéneo de
todas las modalidades alimentarias y de todas las lenguas
del mundo; Sao Pablo y Ciudad de México, megalópolis
desbordadas, donde aparecen casi como insolubles los
24
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

problemas de la movilidad, la seguridad y los rigores de


la degeneración ambiental; Río de Janeiro, centro de atrac-
ción turística; Viena, ciudad sustrato de la cultura y la mú-
sica de Europa y cuna de las más tradicionales formas de
vida ciudadana. Como un documento fílmico considera-
do por la Unesco como “memoria del mundo”, el cineasta
alemán Fritz Lang nos dejó Metrópolis (1927), una verda-
dera “distopía urbana”, un testimonio sobre los extremos
a donde puede conducir el desborde y la explotación de
las clases obreras en una megalópolis del siglo XXI.
El sentido de progreso físico con bienestar humano y
consecuente desarrollo espiritual ha constituido la base
para diseñar la imagen de una nueva utopía urbana, la
ciudad intermedia, cuya forma, estructura y función que-
remos abordar en las notas que siguen. La consideración
de una forma distinta de la estructura la traemos revisada
desde la teoría del hilemorfismo de Aristóteles, que nos
proporciona, en este caso, una eficiente herramienta de
análisis y nos permite distinguir lo que es la ciudad física
y lo que son los modos y las ideaciones de la vida ciuda-
dana, con el mismo sentido que antes diferenciamos a la
ciudad de lo urbano.

3.1 La forma y la estructura de la ciudad intermedia

El concepto de ciudad mediana se convirtió desde la


década del 70 del siglo XX en la calificación protocolaria
de la “ciudad intermedia”, a partir de la admisión de un
estándar cuantificativo referido a la población: ciudades
de entre 100.000 y 1.000.000 de habitantes. Este parámetro
de ninguna manera señala un conocimiento claro, distinto
y adecuado de lo que es la propia naturaleza de la ciudad
intermedia actual, menos le corresponde a una precisa ob-
jetivación de los rasgos funcionales de la distinguen. Para
referirnos a la forma y la función de la ciudad intermedia
de hoy nos apoyamos en los principios aristotélicos de la
forma substancial, o esencia del concepto mismo, que el fi-
lósofo griego discierne como un modo de distinguir entre
la materia y la forma: la materia como el sustrato básico de
25
Nodier Botero Jiménez

algo (territorio, casas, vías y otros elementos que forman


la ciudad y que no son solamente objetos, sino también
hechos, palabras, sentimientos); y la forma como aquello
que hace que las cosas sean (vocación, prácticas, destino,
pensamiento ciudadano). Siguiendo a Aristóteles pode-
mos entender que la ciudad como objeto tiene una mate-
ria susceptible de permanente transformación. O sea que
podemos entender una substancia de ciudad en lo que
subyace como materia y que se transforma cuando la ciu-
dad evoluciona, unos elementos que permanecen cuando
la ciudad se transforma. Aristóteles lo formula así: “forma
datesserei” (la forma otorga el ser a la cosa).
Por esto mismo, la ciudad ha de entenderse, de acuer-
do con su dimensión operativa, como la forma que adop-
ta en cada momento histórico y con los principios de las
estrategias que se adoptan para moldear la conciencia de
ciudad. Como señala Josep María Llop Torné en su ensa-
yo «Megalópolis, metrópolis y ciudades intermedias del
mundo», podemos entender la ciudad intermedia “por la
capacidad de articular los agentes y recursos locales y/o
territoriales en las políticas desplegadas y en buena medi-
da por la voluntad de querer ser una ciudad intermedia”.
Por eso podemos pensar la ciudad intermedia como fruto
de un aunamiento de voluntades para construir escena-
rios de convivencia, para tomar conciencia de su propia
naturaleza y para programar y proyectar sus desarrollos.
Ahora bien, extrapolando un conocido razonamiento,
habrá que preguntarse si se puede responder con certeza
lógica al sorites de Wittgenstein, acerca de si el concepto
de ciudad (de ciudad intermedia en este caso) es un prin-
cipio cuantitativo o cualitativo. Wittgenstein reflexiona
acerca de la ciudad que se va formando, juntando nuevas
calles, casas y edificios a las viejas calles, casas y edificios.
Y se interroga: ¿A partir de cuántas casas o calles una ciu-
dad empieza ser una ciudad?
No puede responderse a este interrogante con el rigor
cartesiano de la precisión matemática; pues una ciudad
no empieza, ni termina con un número determinado de
26
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

casas, sino que apenas supone esto. O sea que la exactitud


no es pertinente y la paradoja a donde puede conducir
el interrogante se resuelve pensando lo que es la ciudad
para la conciencia de los ciudadanos y en relación con
los intereses en juego y la situación en que ellos se en-
cuentran. Se trata de la misma imposibilidad de calificar
la ciudad como intermedia a partir del número de casas,
calles y edificaciones. Juan Jacobo Rousseau nos lo aclara:
las casas constituyen la población, pero los ciudadanos
hacen la ciudad. En Europa formaciones urbanas tan dis-
tintas como Leeds y Birmingham, en Inglaterra; Colonia,
Stuttgart y Düsseldorf, en Alemania; Turín, Génova y Flo-
rencia en Italia; Marsella y Lyon en Francia, encajan en
esos moldes de ciudad intermedia, si se estiman como tal
a ciudades que objetivadas en las perspectivas de su gran
importancia política, geoestratégica, histórica o económi-
ca, podrían equipararse en importancia a las grandes ca-
pitales del mundo.

3.2 Autonomía y perfil cultural de la ciudad intermedia

Los estudiosos de la vida urbana han encontrado que


uno de los rasgos particulares de la ciudad intermedia en
el mundo es el que tiene que ver con su independencia
o autonomía, en lo cultural y económico, no tanto en lo
administrativo. En lo político las ciudades intermedias de
gran tradición histórica, como Lübeck, Bremen, Génova,
Florencia, Valencia, Zaragoza, de todas maneras apare-
cen políticamente comprendidas dentro de las redes de
los regímenes federales con relación a los Estados de las
cuales formaron parte, especialmente en Alemania e Ita-
lia a partir de la reunificación y formación de estos países
como Estados modernos, durante la segunda mitad del
siglo XIX.
Creemos que la razón para tal condición es la propia
tradición, o el peso político de dichas ciudades, que tu-
vieron históricamente vida propia como ciudades-estado
algunas de ellas; o fueron moldeadas como centros eco-
nómicos independientes por la burguesía culta que las
27
Nodier Botero Jiménez

modeló (como Florencia, Génova y Venecia). En Alema-


nia, como consecuencia del acceso de la burguesía impe-
rial al poder, sus dirigentes, como herederos de la vieja
sociedad urbana, diseñaron sus ciudades con atención a
su tradición y a sus libertades.
Como lo señala Guy Palmade, las clases rectoras de
estas ciudades del siglo XIX estaban constituidas por
grupos sociales cohesionados por las costumbres, por
las tradiciones y, sobre todo, por la cultura. Esta cultura
se expresaba en cada ciudad con su academia, su teatro
para la ópera, su sala de conciertos y su gymnasium como
antesala para el ingreso a la universidad; de manera que
médicos, abogados, profesores y comerciantes, actuando
como élite dirigencial, ordenaron sus propias ciudades
medianas, cultas, autosuficientes. En Alemania estas tra-
diciones terminaron por perfilar dos formas de ciudades
intermedias: las herederas de las tradiciones culturales,
que terminaron convertidas en ciudades universitarias
ilustradas, como los casos de Tubinga, Heidelberg, Stutt-
gart, Aachen (Aquisgrán, antigua sede del imperio caro-
lingio); y las ciudades formadas dentro de los marcos del
desarrollo industrial, de la revolución económica burgue-
sa y capitalista y de los grandes movimientos comerciales
comandados por propietarios de empresas y de organiza-
ciones para la expansión de los negocios, como Lübeck de
la liga hanseática, o las ciudades industriales de Dresde y
Düsseldorf.

3.3 De las ciudades-estado a las ciudades autosuficientes

En Italia desde la Edad Media y hasta llegar a un flo-


recimiento sin igual en el Renacimiento se perfilaron las
ciudades-estados, Florencia, Génova, Venecia y Roma,
que defendieron su independencia, primero contra los in-
vasores turcos y luego contra el expansionismo imperial
de los Habsburgos de Viena, hasta cuando en torno al rey
Víctor Manuel II se realizó la unidad política del país (con
Piamonte, Lombardía, Parma, Módena, La Toscana y La
Romaña, en un solo Estado). Las ciudades de Italia han
28
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

legado para la posteridad su herencia cultural en literatu-


ra, pintura, arquitectura y en modelos políticos: Florencia
con la idea de una muy peculiar configuración política;
Nápoles con su tradición de ruta comercial y foco geoes-
tratégico; el Estado Vaticano como centro del cristianismo
mundial; en fin, Venecia, con sus formas democrático co-
munitarias de gobierno.
En España, el auge, de las ciudades intermedias ha re-
sultado en la actualidad como transformación de distin-
tas urbes de características netamente perfiladas. Valencia
(con 800.000 habitantes) sigue contando con su gran valor
agregado de posición geoestratégica y ciudad intermedia
de acceso pronto por vía férrea a Madrid. Su ubicación
en la costa centro oriental de España y su conversión en
corredor mediterráneo la señalan como puerta del sur de
Europa que mira hacia América Latina. Zaragoza (670.000
habitantes), municipio-capital, presenta también su posi-
ción de sitio privilegiado a 300 km de Madrid, Barcelona
y Valencia. La ciudad fue escogida por las Naciones Uni-
das para simbolizar la década del agua 2005-2015, como
insignia del desarrollo sostenible, y ha perfilado una vo-
cación turística que la sitúa entre las primeras de España.
Bilbao, con la instalación del Museo Guggenheim de arte
contemporáneo, desde 1997, presenta ya un registro de
visitas de un millón de turistas al año, que han traído una
renovación e impulso de la dinámica económica entre la
sociedad vasca y la reorganización urbana de múltiples
espacios públicos y privados. Sevilla ha sido escogida
como modelo de desarrollo tecnológico y convertida en
la mayor ciudad tecnocientífica de la Europa del Sur.
En general, en Europa y en el mundo las ciudades
intermedias contemporáneas, casi siempre focos de im-
portantes áreas metropolitanas, surgen con su propia
fuerza económica, política, estratégica y con sus posibi-
lidades comunicacionales, augurando para las próximas
décadas un proceso de descentralización urbanística y
humana con relación a las grandes urbes mundiales. No
podemos dejar de nombrar como ejemplos de este auge
29
Nodier Botero Jiménez

las ciudades como Zurich, sede de la FIFA, de múltiples


instituciones de la banca mundial y centro cultural; Es-
trasburgo (en Francia), sede alterna de la Comunidad
Económica Europea y de importantes universidades; las
norteamericanas Seattle (sede de la Boeing, gran centro
de comercio internacional, punto tecnológico de Micro-
soft); Austin (ciudad del conocimiento), centro comercial,
fabril, educativo y de convenciones; Boston, ciudad por
excelencia de la enseñanza superior y de la investigación,
en electrónica, ingeniería, biotecnología y medicina.
Es de destacarse dentro de esta descripción el caso
de Ginebra (Suiza), ciudad de unos 200.000 habitantes
(915.000 en el área metropolitana, incluida la parte fran-
cesa), calificada como la “ciudad global” por excelencia,
centro financiero y mundial de la diplomacia, con más
de 100 organizaciones internacionales allí asentadas y de
muchos de los órganos de las Naciones Unidas, la Cruz
Roja y las organizaciones del derecho internacional y de
los Derechos Humanos. Reconocida como la metrópoli
más compacta del mundo y la “capital de la paz”.
Una de las manifestaciones de la sociedad del cono-
cimiento es la que representan las ciudades intermedias
llamadas “tecnópolis” urbanas, en las cuales se juntan
las condiciones de centros de saber, altamente especiali-
zados en ciencia, tecnología e investigación. Se trata de
urbes relativamente pequeñas, de riquísima tradición y
de brillante futuro, por la cantidad de recursos humanos
y tecnológicos que allí se concentran. Se distinguen con
estas condiciones: Cambridge, sede de la Universidad de
Harvard y del Instituto Tecnológico de Massachusetts;
Heidelberg, cuna de la más antigua universidad de Ale-
mania y de diversos centros de especialización; Montpe-
llier, centro de varias universidades, reconocida como
de gran tradición en la investigación médica y sede de
institutos politécnicos. Se trata de espacios urbanos en
donde toma forma la llamada sociedad tecnocrática en
conjunción con las más ricas tradiciones humanísticas de
la cultura occidental.
30
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

3.4 Las funciones de la ciudad intermedia

Con lo expuesto pueden quedar claras las múltiples


manifestaciones funcionales de las ciudades interme-
dias como centros de cultura, de la política, de las ubi-
caciones estratégicas, sedes de instituciones educativas
y universitarias y de la misma conservación de antiguas
tradiciones. En lo que sigue queremos colocar en relie-
ve algunas condiciones de la ciudad intermedia de hoy
que han derivado en la forma de ciudad de servicios.
Nos atenemos a algunos de los principios de la sociolo-
gía funcionalista que desde Durkheim y Herbert Spen-
cer hasta Talcott Parsons metaforiza la similitud de la
ciudad con el cuerpo humano (como forma viviente)
para establecer el funcionamiento del todo en relación
con las partes que lo conforman, o del desempeño de
cada parte en la funcionalidad del todo y, de manera
especial, de los procesos de evolución de la estructura
urbana en relación con el funcionamiento de los meca-
nismos de adaptación y de las posibilidades permanen-
tes de transformación.
Josep María Llop Torné señala cómo con la ciudad
intermedia de hoy se ilustra el modelo cualitativo de la
urbe, en cuanto su construcción en forma de anillos con-
céntricos, extendida a la estructuración topológica del
territorio, y le posibilita cumplir las funciones de inter-
mediación entre los grandes centros de decisión (metro-
politanos, nacionales o mundiales) y las amplias áreas
rurales. Pues las nuevas lógicas de la organización terri-
torial en red favorecen la integración y la articulación de
amplias áreas territoriales. De manera que se puede ex-
plicar la llamada capacidad de interacción de las ciuda-
des intermedias como opción que ellas tienen de situarse
como lugares de inflexión física en el vasto tejido mundial
y como “puntos de apertura hacia la internacionalización
de los territorios de los cuales son motores” (Nubis Puli-
do). Esto mismo puede explicar históricamente el aprove-
chamiento de las comunicaciones y el intercambio entre
los grandes puertos desde la antigüedad hasta la época
31
Nodier Botero Jiménez

moderna, desde Cartago, Cartagena, Nápoles, Valencia,


Génova, Hamburgo, Nueva York y Buenos Aires.
En el momento actual, a estas circunstancias de locali-
zación geoestratégica se les debe adicionar como factor de
relieve para la funcionalidad de las ciudades intermedias
la circulación de la información, amplia e instantánea,
que se realiza a través de las redes, de manera que puede
afirmarse, en este caso, la cercanía de la parte con el todo.
La globalización se desarrolla, entonces, a través de prác-
ticas comunicacionales interactivas, que con los avances
logrados por el desarrollo técnico y científico, acercan los
pueblos unos a otros y “por primera vez en la historia
ponen a todos en estrecho e inmediato contacto, abriendo
camino hacia una humanidad realmente universal” (M.
A. Divara Rodríguez).
Dentro de este contexto, no la urbe o megápolis, sino
las ciudades intermedias, flexibles, abiertas, constituyen
la opción para que a través de actividades productivas
se logre la ampliación de las nuevas tecnologías y la cua-
lificación del trabajo. Por eso mismo el intercambio de
saberes y tecnologías y el ofrecimiento de los servicios
constituyen alternativas adecuadas para la creación de
múltiples puntos logísticos de apoyo para las grandes
factorías del mundo.
Desde estas perspectivas han aparecido en el universo
laboral las llamadas nuevas relaciones de la actividad fa-
bril, los outsourcing (maquilas), o transferencias de activi-
dades complementarias a organizaciones que no forman
parte de la estructura central empresarial; los offshoring,
o subcontratación de procesos negociados de un país a
otro, aplicados a la producción, la manufacturación, la
innovación, la investigación y el desarrollo. Las maqui-
las especialmente han vuelto a ser objeto de la atención
del gobierno central que al día de hoy ofrece preferencias
para importar materias primas e insumos, con la expe-
riencia representada por el intercambio de información y
el aprendizaje para el desarrollo de parques industriales
en las ciudades intermedias de Colombia.
32
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

4. Ciudades intermedias colombianas

Colombia puede definirse como país de ciudades. Se-


gún estudios de la ONU, el 76% de los colombianos viven
en los centros urbanos, cifra que para el año 2050 pasará
a convertirse en el 86%. El mayor crecimiento se presenta
en 20 urbes intermedias y corre parejo con el crecimiento
de las clases medias. En la descripción del espacio urbano
en términos cuantitativos en el país se presentan cuatro
ciudades de más de un millón de habitantes y 37 urbes
menores con población entre 100.000 y un millón; desde
la condición urbana ya señalada y de acuerdo con las pro-
yecciones de estadística poblacional, en el año 2050 habrá
69 ciudades intermedias.

4.1 Ciudad intermedia y opciones laborales

Ya hemos señalado las ventajas comparativas de la vida


humana en las ciudades intermedias, con relación a las
grandes capitales. Un estudio del BID recomienda prestar
atención en lo relativo a planeamiento y adaptabilidad a las
ciudades intermedias, más que a los grandes centros, para
afrontar los grandes problemas urbanos de congestión,
polución, tiempos de desplazamiento intraciudadano, al-
tos costos de la tierra y de la vivienda e informalismo, que
finalmente concluyen en grandes desigualdades sociales
y económicas. De manera que las ciudades intermedias,
bien servidas en transporte, servicios, educación y salud,
se están convirtiendo en verdaderos polos de atracción
para los ciudadanos saturados e incomodados por la vida
en las grandes aglomeraciones urbanas.
Pero no todo lo podemos enmarcar en las bondades
de la vida urbana en las ciudades intermedias. En un
examen más detallado que podemos hacer con otra pers-
pectiva, encontramos que la aparición o el desarrollo ur-
banístico de estas ciudades también implican problemas
y desajustes sociales, empezando por los que se refieren
al desempleo y a la falta de expectativas socioeconómicas
para los jóvenes.
33
Nodier Botero Jiménez

En verdad, las ciudades intermedias no constituyen


fuente de oportunidades; por esto mismo sus atractivos pa-
recen motivar solamente a quienes llegan al disfrute de su
retiro laboral, a rentistas, a personas de edad mayor y a al-
gunos profesionales como médicos, enfermeras, maestros
y abogados que apenas comienzan su vida productiva. Es-
pecialmente los trabajadores intelectuales de alta califica-
ción no se avienen con los bajos niveles de especialización
que se requieren en los espacios laborales de las ciudades
intermedias. Además, la grave caída de la producción ma-
nufacturera a causa del auge de las importaciones (y del
contrabando), así como las desventajas evidentes para la
dinámica productiva y laboral generada por gran parte de
los convenios comerciales con otros países, han estrechado
las perspectivas de trabajo en las urbes intermedias.
Por estas mismas causas podemos decir que, restringi-
das, así sea temporalmente, las oportunidades de empleo
en los sectores del comercio y de la producción industrial,
en las ciudades intermedias debe acudirse necesariamente
al emprenderismo, a la creación de pequeñas y medianas
empresas de productos selectivos y a plantearse, como en
el resto del mundo, una apertura hacia las actividades de
servicios. Esto explica también que en Colombia durante
el año 2014 los servicios hayan constituido el sector que
más empleos creó (el 11% de la población ocupada) y se
pueda afirmar que las economías urbanas se están con-
virtiendo en economías de servicios, no solamente en Co-
lombia sino en distintos lugares del mundo.

4.2 Una tipificación

Debe también distinguirse que el manto, o la ubica-


ción genérica de ciudades intermedias en Colombia, no
las cobija a todas por igual. Podemos señalar, por ejem-
plo, a poblaciones que orbitan en los alrededores de gran-
des ciudades y se ligan a la dinámica central a partir de
los fenómenos de la conurbación, como los casos de Bello
e Itagüí con respecto a Medellín; Palmira, en relación con
Cali; Bosa y Subachoque, con respecto a Bogotá; Soledad
34
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

en conexión con Barranquilla. También podemos rela-


cionar dinámicas de ciudades intermedias como Pasto y
Cúcuta, a partir del comercio fronterizo, aunque con los
inconvenientes de sus fluctuaciones. O las ciudades como
Yopal y Villavicencio, que han debido su impulso al auge
de la explotación petrolífera que ya parece haber tenido
su mejor momento. Otras ciudades intermedias como Po-
payán, Pasto y Quibdó, pueden observarse en su desarro-
llo asociado a la dinámica de la Costa Pacífica. Por último
hacemos mención especial de ciudades que aun teniendo
su propia dinámica desde un no lejano pasado histórico,
ahora se encuentran con la oportunidad de proyectar dis-
tintas posibilidades comerciales e industriales, a partir de
su posición geoestratégica, en el marco de las comunica-
ciones, terrestres, aéreas y férreas, como son los casos de
Pereira, Ibagué y Armenia.

4.3 Retos de futuro para las ciudades intermedias

En Colombia nuestras ciudades reconocidas como de


naturaleza intermedia enfrentan ahora el reto de definir
su nueva personalidad, a partir de sus competencias en
lo económico, lo cultural, lo político, lo geoestratégico,
así como de su propia vocación histórica. Tal como lo ob-
servamos a propósito de las urbes similares en Alemania,
una opción a definirse es la de seguir la vocación econó-
mica, mercantil y de los negocios; o decidirse por las posi-
bilidades de una oferta cultural museográfica y turística.
En la primera dirección, debe entenderse que ya no re-
presenta una perspectiva adecuada la idea asociada al cre-
cimiento de las grandes organizaciones industriales que ya
no corresponden a nuestro tiempo histórico. Como urbes
modernas, cambiantes y en permanente transformación,
en el mundo intercomunicado de actualidad aparecen las
oportunidades para las ciudades intermedias, relacionadas
con el mundo global, en lo que tiene que ver con el apro-
vechamiento de la oferta cultural, a través de la realización
de festivales, concursos, eventos, galerías de arte, museos
y, muy especialmente, del llamado turismo ecológico.
35
Nodier Botero Jiménez

Pues el cuidado ambiental se ha constituido en una


conducta universal, desde cuando la aparición de la con-
ciencia ecológica “marcó un límite a la pretensión de do-
minio de la naturaleza”. Una forma de culto a esta idea de
exaltación de lo natural la constituyen los “parques temá-
ticos”. Por otra parte, como centros de emprendimiento
empresarial las ciudades de hoy gozan de comunicacio-
nes rápidas, flexibles y abiertas que brindan amplísimas
posibilidades de intercambio para mejorar sus proyectos
empresariales y para la incubación de pequeñas y media-
nas unidades de producción.
El desarrollo de una economía basada en el conoci-
miento, tan propia del mundo de hoy, debe comprometer
necesariamente a las instituciones académicas locales y re-
gionales, en la formación de la triada gobierno - academia
- empresas. En ciudades como Manizales, a través de una
alianza de las universidades locales, ya se han tomado
las primeras iniciativas en esta dirección (SUMA: Siste-
ma Universitario de Manizales). Armenia y Pereira han
decidido apostarle a los parques temáticos para cualificar
la oferta turística; Tunja, Popayán y Santa Marta, por su
parte, aprovechan la gran reserva cultural representada
en su patrimonio histórico; a Ibagué y Manizales el Banco
Mundial les ha reconocido su vocación de apertura para
propiciar el diligenciamiento de trámites y la instalación
de nuevos negocios.

4.4 El caso de Bucaramanga

Un caso especial de ciudad intermedia lo constituye


Bucaramanga, ciudad que, sin contar con todas las bon-
dades de su propia posición geoestratégica, pero sí con
notable infraestructura industrial, educativa y comercial
desde décadas atrás, y merced al empuje de su dirigencia
civil ha logrado, en el año 2014, consolidar cifras muy sig-
nificativas entre el concierto de las ciudades colombianas.
En 2014, Bucaramanga ha presentado el segundo mejor
ingreso per cápita de Colombia, rebajar la tasa de des-
empleo 2 puntos por debajo del resto del país, obtener
36
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

la cifra de 1.2 en cuanto al índice de pobreza (en un pro-


medio nacional de 10.4), acreditarse como gran centro
universitario (con 15 instituciones y 60.000 estudiantes)
y estructurar una notable plataforma logística (para de-
sarrollo industrial y de servicios) en la Zona Franca de
Girón. Allí ha diseñado un perímetro de 220.000 m2 sin
aranceles, un área manufacturera y de servicios de valo-
res agregados, con una dinámica económica que ha hecho
posible la instalación de 400 empresas internacionales y
48 empresas santandereanas.

Por lo antes expuesto podemos concluir que las


ciudades intermedias encuentran ahora su vocación
a futuro como ciudades de servicios y no tanto como
productoras de bienes. Como ya lo advertimos, a este
renglón terciario de la economía que constituyen los
servicios se debe sumar ahora, en la sociedad del saber
y de las comunicaciones, un nuevo sector representado
por las comunicaciones. Además, si se trata de proyec-
tar el futuro con recursos propios, cuentan las oportuni-
dades relacionadas con la situación geoestratégica que
presenta el continuo reordenamiento de la vida econó-
mica contemporánea para algunas ciudades, como lo es
el caso de Armenia.

5. Armenia: Prospectiva, urbanismo y ciudadanía

El Quindío, que en términos cuantitativos aparece


apenas como el departamento más pequeño del área con-
tinental de Colombia, es apreciado por propios y extraños
como un verdadero regalo de la naturaleza. Las bonda-
des de su suelo natural, sus diferentes pisos térmicos, la
variedad climática, la excelencia de sus productos agríco-
las, la riqueza de sus aguas, la feracidad de los suelos, el
verdor múltiple de su paisaje y muchas condiciones más
ya han causado suficiente acogida y señalado su posición
como destino turístico entre colombianos y foráneos. No
ahondamos en más detalles a este respecto, sobre el que
hay suficiente literatura descriptiva.
37
Nodier Botero Jiménez

5.1 La prospectiva socio-económica

Actualmente, y sin que ello estuviera previsto en los


más optimistas cálculos de los gobiernos locales y regiona-
les, la ubicación privilegiada del Quindío como un punto
axial del circuito comercial Colombia - Asia Pacífico, co-
loca a nuestra región dentro de unas nuevas coordenadas
espacio - temporales, como sitio único en el desarrollo co-
municacional de Colombia, dotado de nuevas y prome-
tedoras potencialidades. Si nos atenemos al principio de
que “las tecnologías de comunicación generan efectos de
compresión del espacio - tiempo que moldean las ideas
sobre el mundo urbano”, entenderemos que actualmen-
te en nuestra geografía regional se encuentra un cúmulo
de posibilidades. Ante la imposibilidad, por carencia de
espacio para explicarlas en detalle, enumeramos a con-
tinuación una serie de estas condiciones que nos ubican
ahora como sitio privilegiado en la geografía patria.

a. La necesidad de lograr una competitividad comer-


cial importadora y exportadora con el mejoramiento de
tiempos y costos del transporte de mercancías hacia y des-
de el Puerto de Buenaventura. Como se ha establecido ya,
Colombia ocupa en el índice de desempeño logístico (del
Foro Económico Mundial) el puesto 97 entre 160 naciones
evaluadas y, hasta la fecha, las operaciones de embarque
portuario cuestan cuatro veces más que en Panamá, tres
veces más que en Chile y dos veces más que en México.
Una anomalía estructural que el gobierno colombiano
quiere revertir con su nuevo plan de cualificación vial.
b. El Plan Maestro Integral de Transporte ya menciona-
do se relaciona, a su vez, con la Doble Calzada Calarcá - La
Paila, con el Túnel de la Línea, con el recuperado transpor-
te férreo y la transferencia terrestre de contenedores en el
Puerto Trimodal de La Tebaida, con las funciones múlti-
ples que se pretenden para la Zona Franca del Quindío
(operación logística, redistribución de mercancías y ma-
terias primas, posibilidades de operaciones de outsourcing
38
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

en el mismo sitio). La concurrencia de múltiples opciones


que se despliegan con las operaciones logísticas aduane-
ras del Puerto Trimodal, deberá conseguir la consecuente
creación y desarrollo de diversas empresas. Como ya lo
dijimos de la Zona Franca de Bucaramanga (Girón), que
ha logrado la instalación de unas 500 empresas en los úl-
timos diez años (400 extranjeras y 100 regionales), espera-
mos iguales o mejores perspectivas para el Quindío.
c. La ubicación privilegiada de la región que se define
por su casi equidistante situación con respecto a las tres
ciudades del triángulo de oro, que concentran el 70% de la
economía del país, la cercanía a 216 km de Buenaventura,
que exporta el 70% de la carga internacional, la situación
de La Tebaida a 13 km de Armenia, convertida en Puerto
Trimodal (férreo, aéreo y terrestre), la Zona Franca que
descongestionará la Terminal Marítima de Buenaventu-
ra y convertirá a La Tebaida en punto de inflexión para
el comercio exterior de Colombia, con servicios logísti-
cos que facilitarán el recibo y entrega de mercancías y los
trámites del operador aduanero. No sobra mencionar las
ventajas de nuestro aeropuerto regional, en proceso de
mejoramiento, al compararse con otros terminales aéreos
de la zona y los efectos negativos de la emisión de cenizas
del Volcán del Ruiz.
El operador del ferrocarril La Tebaida - Buenaventura,
la empresa Suiza Impala y el grupo Trafalgar que la acom-
paña, realizan operaciones en 30 países, que comprenden
transporte multimodal, servicios de exportación y opera-
ciones logísticas. Estos operadores ya han expresado su
voluntad para adecuar en el Puerto Seco de La Tebaida
40.000 m2 de territorio franco con 2.000 m2 de bodegas
cubiertas y 3.000 m2 de patios de operaciones, a fin de
movilizar 820 contenedores y 80.000 toneladas de cargas
mensuales (según lo ha anotado Armando Rodríguez en
La Crónica del Quindío, noviembre 19 de 2015).
d. El nuevo Puerto de Contenedores en Buenaventu-
ra, con privilegio para el embarque férreo, que tendrá
a La Tebaida como uno de sus destinos intermedios. El
39
Nodier Botero Jiménez

Puerto del Pacífico, que se encuentra casi listo para entrar


en funcionamiento con el Complejo Portuario de Agua
Dulce, planeado para movilizar 400.000 contenedores (20
millones de toneladas), debe funcionar como respuesta a
la dinámica comercial de la Alianza del Pacífico, así como
a la expansión de las exclusas del Canal de Panamá, para
consolidar a Buenaventura como primer Puerto y Com-
plejo Logístico del comercio internacional marítimo co-
lombiano. El enlace férreo de este puerto con La Tebaida,
amerita su condición de Puerto Seco.

5.2. La vocación turística

Ya antes hicimos un breve bosquejo sociológico de lo


que constituye la ciudad intermedia colombiana. En lo
que sigue, nos referimos a nuestra ciudad y a las condicio-
nes históricas y socioeconómicas que ahora la impulsan
y que señalan su importancia regional, si consideramos
que ella alberga más del 50% de la población y al 65%
de las empresas formales del departamento del Quindío.
Como ciudad-región intermedia de servicios, Armenia
y el Quindío han buscado nuevos rumbos económicos
desde 1996, cuando se lanzó el Plan Estratégico de Tu-
rismo Rural para el Eje Cafetero y se ofreció el Quindío
como destino turístico del nuevo milenio. Luego de la
implantación gubernamental del Plan Estratégico Quin-
dío Destino Turístico del Nuevo Milenio (2005-2020), se
han diseñado y puesto en funcionamiento ocho parques
temáticos que, aunque no con los efectos económicos es-
perados, han hecho de la región el primer destino eco-
turístico del país, con el consecuente beneficio para el
empleo formal. Panaca, el Parque Nacional del Café, el
Parque Los Arrieros, la Pequeña Granja de Mamá Lulú,
entre otros, ocupan ya lugar de importancia en el imagi-
nario turístico del país, y la declaratoria de la Unesco del
Paisaje Cultural Cafetero, que incluye como muy desta-
cada a la región quindiana, abre promisorias expectati-
vas en este campo.
40
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

El ejercicio de la práctica ecoturística debe correr para-


lelamente con el “cuidado ambiental” y en atención a este
principio básico los quindianos debemos ejercer como
ciudadanos vigilantes de las concesiones de explotación
aurífera y minera en general, lo mismo que fijar la aten-
ción en las cuencas naturales (básicamente del río Quin-
dío) y las áreas protegidas, como páramos y afluentes
hídricos. No debe olvidarse que la protección ecológica es
un asunto integral y que el mismo control del crecimien-
to urbanístico se hace más urgente ante las perspectivas
que se auguran con un mayor crecimiento de la ciudad.
Debe reconocerse, además, que los excesivos e incontrola-
dos flujos turísticos conllevan un principio de agresión al
medio natural, de manera que defender nuestro hábitat y
no dejarlo libremente al aprovechamiento de los hombres
debe ser nuestra actitud.

5.3 Armenia, ciudad centro de servicios

La nueva dinámica social, económica, urbanística y de


infraestructura vial que ahora modula el desarrollo de
Armenia y del Quindío, y que se expresa, además de lo ya
enunciado, en crecimiento urbanístico, nuevos flujos de
migrantes urbanos, afluencia de nuevas empresas indus-
triales y de compañías urbanizadoras (nacionales y ex-
tranjeras), contándose además con el propio desarrollo de
nuevos programas académicos en nuestras universidades
e instituciones de educación tecnológica, debe constituir
la base para el ofrecimiento de servicios.
Las nuevas afluencias poblacionales, las favorables
condiciones geoestratégicas, el moldeamiento de una nue-
va ciudadanía quindiana y las dinámicas generadas por
los quindianos que nos han precedido históricamente, lo
mismo que la vocación natural de las ciudades interme-
dias, que las hace volcarse hacia la economía de servicios,
aparecen ahora evidenciadas para señalar estos nuevos
rumbos. A más de los desarrollos turísticos, la ciudad-
región ha madurado diferentes destinos para el futuro de
su socioeconomía.
41
Nodier Botero Jiménez

Hacemos una rápida mención de algunas de estas


perspectivas:

a. “Clústers” de turismo de salud, posibilitados por el


desarrollo de sus universidades e instituciones públicas y
privadas. Ya se han hecho emprendimientos en medicina
estética y ahora aparece como alternativa el cuidado ge-
riátrico especializado, a partir de los programas académi-
cos de medicina, psicología, enfermería, trabajo social y
gerontología que ofrecen las universidades locales.
b. Los servicios de infraestructura y atención logísti-
ca aduanera adecuada que ya referenciamos y que abren
múltiples expectativas laborales.
c. Los servicios del llamado “Turismo de Convencio-
nes”, para congresos, festejos literarios y artísticos, foros,
conferencias y capacitaciones colectivas, actividades para
las cuales se cuenta con suficiente infraestructura, inclu-
yendo un amplio Centro de Convenciones.
d. Los servicios de recreación y de paisaje que ya están
considerados en el renglón turístico, pero que exigen aho-
ra una cualificación y actualización. El mismo Túnel de
La Línea y la rehabilitación del movimiento férreo hacia
occidente, el paisaje imponente de las alturas de montaña
y la gran variedad de nuestras formas de suelos naturales
deben jugar gran papel en el incremento de los flujos tu-
rísticos al Quindío.
e. Los servicios de las nuevas tecnologías que las uni-
versidades y los institutos tecnológicos están ya en capa-
cidad de proveer como una muestra del aprovechamiento
de la ciencia para el desarrollo. Sabemos que nuevos
profesionales locales trabajan en esta dirección y el Cen-
tro Digital Vivelab, es una buena muestra de ello. Es el
momento de obtener el máximo aprovechamiento de los
proyectos a través de Colciencias, especialmente en elec-
trónica, telecomunicaciones e informática.
f. Los servicios de transporte a partir del movimiento de
carga de la Zona Franca y de los pasajeros del turismo.
42
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

5.4 Armenia: Destino habitacional

Ya hemos señalado algunas de las condiciones de ciu-


dad limpia, amable y descongestionada que presenta
nuestra urbe para invitar a vivir. También se han puesto
en evidencia las condiciones de nuestra ciudad para la
atracción de nuevos pobladores calificados, así como las
condiciones favorables de tiempo y costos que han ins-
taurado las autoridades para las formalidades de crear
una empresa. Queremos aquí señalar cómo quienes eli-
gen a la ciudad como destino habitacional deben quedar
finalmente cobijados por la dinámica ciudadana y entrar
a ejercer su nueva ciudadanía quindiana con las naturales
aportaciones en la construcción del nuevo orden social.
Según la Mesa de la Construcción y la Promotora de
Vivienda del Quindío, el 53% de personas que han com-
prado vivienda proceden de Bogotá, el 5.9% de Medellín
y el 4.9% de Cali. Otros porcentajes menores incluyen
personas que proceden de España, Italia, Estados Unidos,
Australia y Francia (datos de El Tiempo, diciembre 14 de
2015). No solamente se trata de adultos en edad de reti-
ro; también comprende a personas de entre 31 y 49 años
de edad, que se asientan en nuestro suelo y realizan sus
trabajos a distancia (teletrabajo). Actualmente se ha ori-
ginado una polémica por la construcción de edificios de
más de 10 pisos sobre tramos de la Avenida Centenario,
lo que evidencia la nueva tendencia a la densificación con
construcciones de altura.

5.5 La ciudad-región: Vocación agroindustrial

Con todo y lo ya anotado, la región Armenia - Quindío


no ha dejado de ser una parcela agrícola. Sus productos
son de gran reconocimiento en la oferta nacional. Pero no
se trata de una agricultura de gran escala. El café, por ejem-
plo, según datos del Instituto Agustín Codazzi, ha pasado
en diez años de ocupar con los cultivos de 54.000 a 27.000
hectáreas. Pero aun así sigue teniendo el mayor peso en el
PIB del departamento y sigue convertido en el producto
43
Nodier Botero Jiménez

mayor generador de empleo. El plátano constituye el se-


gundo renglón agrícola del Quindío con 12.500 hectáreas
sembradas y ha concitado diversos esfuerzos para su tra-
tamiento industrial en procura de valores agregados. Le
siguen en importancia la guadua, con 9.000 hectáreas sem-
bradas, los cítricos, los lácteos, la panela y la piña, produc-
tos con los cuales se ha puesto ya en marcha el programa
de una infraestructura agroindustrial que marca la línea
de continuidad de nuestra vocación agrícola.
Volvemos al caso del café para señalar el auge actual
de la caficultura de alta calidad, o cafés cualificados, es-
pecialmente a partir del café arábigo, cultivado a niveles
entre 1.000 y 2.000 msnm, en topografía de montaña y en
suelos de origen volcánico. Este renglón de café suave,
logrado, además, por una recolección manual y selecti-
va, con sus distintos aromas (cítrico, frutal, floral y aca-
ramelado), conlleva a un verdadero relanzamiento de
nuestra economía agrícola. A más del efecto producido
en la reeducación de nuestro gusto de consumidores, con
el producto optimizado se avizoran nuevas posibilidades
económicas. Los cuidados para la exportación, el adelan-
to técnico con laboratorios y distintos procedimientos de
tostado y la búsqueda de nuevos clientes en Estados Uni-
dos, Francia, Canadá, Hong Kong, ocupan a los nuevos
empresarios cafeteros que ahora acreditan sus sellos de
nuevos cafés (Morelia, Concorde, Génova, San Alberto y
50 marcas más).

5.6 Armenia: Ciudad universitaria

Nuestra ciudad tiene ya una tradición de cincuenta


años de vida universitaria y una infraestructura académi-
ca que alcanza desde las ciencias básicas (química, física,
biología), los desarrollos tecnológicos en comunicaciones e
informática, hasta las especialidades en ciencias humanas
(lingüística, estudios sociales, economía) y la formación
estética que ha aflorado con el Instituto de Bellas Artes,
más los notables desarrollos en la investigación médica en
la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad del
44
Armenia hacia el futuro: Globalización y cibersociedad

Quindío. A lo anterior, que representa el desarrollo de la


universidad pública, hemos de adicionar las facultades de
derecho, de economía, de arquitectura, de agroindustria
y de diversas modalidades de la ingeniería como aportes
de las universidades privadas. De manera que ya han sido
colocados los fundamentos para crear una estructura de
academia universitaria, a lo cual debe seguir un voluntario
esfuerzo de las autoridades locales para ofertar las bonda-
des de nuestra ciudad con el fin de atraer estudiantes de
otras latitudes. Agreguemos, además, a las condiciones de
ubicación geográfica de la ciudad, el clima, los costos de
vida, la fácil movilidad intraciudadana y el desarrollo so-
cial apacible para proyectarnos en este sentido, tal como
ya se ha hecho en Bucaramanga.
Esta tendencia a organizar instituciones universitarias,
en algún grado descentralizadas, ha tomado forma desde
ciudades europeas como Heidelberg, Bolonia y Montpe-
llier, y en América nos muestra los ejemplos de Puebla
(México), Mérida (Venezuela) y Córdoba (Argentina). En
Colombia, Tunja, Popayán y Manizales han seguido esta
misma vocación, pero no dudamos en acreditarnos unas
mejores condiciones como las ya señaladas, para conver-
tirnos en centro universitario de gran atracción. Para ello
será necesario, además de la voluntad dirigencial, poten-
ciar los recursos académicos y logísticos de nuestras uni-
versidades, construir un triángulo eficiente junto con el
gobierno y la empresa privada y, por qué no, partir de
una institución núcleo, como la Universidad del Quindío,
cuyos recursos físicos, profesorales y de unidades cien-
tífico - investigativas, lo mismo que su experiencia en el
plano de la docencia humanística y en educación masiva
universitaria, pueden ayudar a consolidar este proyecto.
Finalmente, hemos de decir que todo este cúmulo de
posibilidades a futuro solamente alcanzará su realización
en la medida en que nuestra sociedad sea dirigida por per-
sonas con vocación de estadistas. Bien lo aclara la senten-
cia epígrafe de Benjamin Disraeli: si se trata de políticos,
éstos sólo actuarán pensando en las próximas elecciones.

45
Nodier Botero Jiménez

Referencias

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Braudel, Fernand (1993). La identidad de Francia. Espacio geo-
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za Editorial.
Xibille Montaner, Jaime (1995). “La prosa de la ciudad moder-
na”. Revista Politeia, Universidad Nacional, Bogotá, (11).

46
Aproximaciones a la historia de la salud
y la educación en salud en el Quindío

Natalia Botero Jaramillo


Académica Correspondiente

Introducción

La presente investigación busca reconstruir la historia


de las instituciones en salud que se crearon y desarrolla-
ron con la formación del Departamento del Quindío, a
propósito de su cincuentenario. En este ensayo se hará
un recorrido por la historia de estas cinco décadas, des-
tacando algunos momentos y procesos históricos tan-
to locales como nacionales e internacionales desde una
perspectiva descriptiva y analítica. Esta investigación se
realizó consultando las fuentes primarias a las que pude
tener acceso pese a las limitaciones documentales. Estas
fuentes correspondieron a documentos producidos por
la Gobernación del Quindío, documentos normativos y
sobre educación encontrados en bases de datos y páginas
institucionales, y otros facilitados por docentes y admi-
nistrativos de la Facultad de Ciencias de la Salud de la
Universidad del Quindío, entrevistas temáticas y con-
sulta de bibliografía secundaria. Todo esto me permitió
realizar una breve reconstrucción de la historia de la sa-
lud en el Departamento, desde tres de sus instituciones
centrales: el Instituto, hoy Secretaría de Salud, el Hospital
y la Universidad, que representan tres campos de poder
(Bourdieu, 1990): el gubernamental, el hospitalario (de
protección social) y el educativo, que participaron en el
proceso de movilización, afianzamiento y consolidación
del departamento, garantizando asimismo estrategias de
bienestar social y económico.
47
Natalia Botero Jaramillo

El nacimiento del Quindío como departamento tuvo


dos momentos importantes. El primero fue su separa-
ción del Departamento del Cauca en 1908 y el segundo
su independencia como departamento en 1966. El primer
proceso se dio gracias a la movilización social de los pobla-
dores de Calarcá, Filandia, Circasia y Armenia, quienes se
sentían más cercanos a la cultura antioqueña, re-creando
y re-alimentando esta identidad con la anexión territorial
al joven departamento de Caldas. Años más tarde, y pro-
ducto de la inconformidad por el centralismo manizalita,
la falta de inversión en salud y protección social, y bajo
el clamor de una mayor autonomía y posibilidades de
desarrollo económico, el movimiento autonomista tomó
forma hacia 1951. Después de algunos intentos indepen-
dentistas, como el de 1958, finalmente el 19 de enero de
1966 se aprobó en el Congreso el nacimiento del departa-
mento del Quindío. Este tuvo el apoyo de los diputados
vallecaucanos, que anteriormente habían estado en des-
acuerdo ya que se iba a incluir algunos municipios del
Valle del Cauca en la nueva formación departamental, y
así se dio forma al departamento en su composición polí-
tica y territorial (Sepúlveda, 2003).
Sin embargo, la creación del departamento no sólo
movilizó la creación de una nueva entidad política en la
organización territorial nacional, sino también al interior
del mismo, la creación de una serie de instituciones po-
líticas, económicas y sociales que pudieran garantizar el
ejercicio de lo político y de gobernabilidad, además del
fortalecimiento de algunas instituciones anteriormente
creadas, como la Universidad y el hospital. De estas re-
saltamos tres de gran importancia por el enfoque de este
estudio: la creación del Instituto Seccional de Salud, el
Hospital Universitario San Juan de Dios y la Universidad
del Quindío (Rojas, 2010).

El nacimiento de las instituciones

La Universidad en Colombia nació en el siglo XVII du-


rante el periodo Colonial, de la mano de los proyectos
48
Historia de la salud y la educación en salud en el Quindío

políticos, sociales y religiosos de la corona española y las


congregaciones católicas. La universidad, a lo largo del
periodo republicano, fue el eco y el corolario de las re-
formas liberales y conservadoras y de los proyectos de
progreso decimonónicos. Desde las reformas borbónicas
esta institución pasó a ser pública, a cargo del Estado en
materia de sostenimiento y diseño de sus políticas recto-
ras, en un proceso no siempre homogéneo y que mantuvo
la institución privada. Durante el siglo XX, se reforzó la
idea de la universidad y su objetivo central en formar pro-
fesionales, como un vehículo de desarrollo económico y
modernización. Durante los gobiernos de Alfonso López
Pumarejo (1934-1938 y 1942-1945) se confirió la autono-
mía académica y administrativa a la universidad, aunque
con intervención del Estado en su consejo directivo, recto-
ría y financiación. Fue en este periodo cuando se crearon
universidades departamentales como Atlántico (1941),
Caldas (1943), Valle (1945), Tolima (1945) y la Industrial
de Santander (1947) (Soto, 2005).
En Armenia, la creación de una universidad propia, en
una ciudad no capital —para ese momento—, y en un terri-
torio que estaba luchando por su autonomía, marcó un hito
importante, por el carácter autónomo y descentralizado de
la misma. Su finalidad no sólo se concentraba en la educa-
ción superior, y por ende en la formación de profesionales,
sino en ser una institución movilizadora del conocimiento,
de ideas renovadoras y críticas frente a la sociedad, así como
de desarrollo social y económico. Aunque la departamen-
talización y la universidad fueron dos movimientos inde-
pendientes (la creación de la Universidad del Quindío fue
anterior a la del Departamento), se ha señalado la relevancia
de la universidad en el fortalecimiento de la identidad, de
la lucha por lograr una mayor autonomía e independencia
económica y social, que impulsaron al movimiento promo-
tor de la creación del departamento (Rojas, 2010).
Alberto Lleras Camargo, con el ánimo de descentralizar
la educación superior, concentrada en las ciudades princi-
pales como Bogotá, Medellín y Popayán, avaló la creación
49
Natalia Botero Jaramillo

de universidades provinciales, con la idea de que estas im-


partieran carreras distintas a las disciplinas clásicas como
el derecho, la medicina y la ingeniera. En ese momento el
foco estaba en profesiones de carácter social y producti-
vo que pensaran en el campo y la agroindustria. Se hizo
énfasis en la sociología rural, en cabeza de la recién fun-
dada carrera de sociología en la Universidad Nacional, y
en profesiones que permitieran explorar el territorio, como
topografía, geología, agronomía, ente otros. Esto no sólo
reconociendo la importancia de la economía cafetera para
el desarrollo de la agricultura en el país, sino también las
necesidades en formación de recurso humano capacitado
técnica y científicamente, que imponía la Reforma Agraria.
La creación de la Universidad del Quindío se unió a este
proyecto descentralizador, y tuvo un apoyo presidencial
directo por parte de Alberto Lleras Camargo, quien veía en
el Quindío un territorio altamente productivo por el café,
pero a la vez asediado por la violencia. Así lo constataron
las palabras del presidente: “Ayudemos al Quindío, que
tanto ha contribuido con el café al desarrollo colombiano,
démosle una esperanza para salir de las desgarraduras
cruelísimas que les impuso la violencia” (Morales, 2010).
En consecuencia, la Universidad del Quindío, funda-
da en 1960, nació en un periodo de transición de la vio-
lencia bipartidista, en un territorio que había sido uno de
sus epicentros. Bajo la propuesta de la educación como
opción al problema social de la violencia y la pobreza, se
gestó la idea de universidad, con la promoción del desa-
rrollo económico a partir del café, el cual, pese a la violen-
cia, no parecía afectarse en su producción. La universidad
contó con el apoyo del gobierno nacional, no sólo por los
intereses en materia de educación, expresados por el pre-
sidente Lleras Camargo, sino también por el exministro
de agricultura Otto Morales Benítez, y por el rector de
la Universidad Nacional, Arturo Ramírez Montúfar, ade-
más de los miembros de la junta pro creación de la uni-
versidad (Rojas, 2010). Mediante el Acuerdo 023 del 14 de
junio de 1960, el Concejo Municipal de Armenia creó la
Universidad (Morales, 2010; Rojas, 2010).
50
Historia de la salud y la educación en salud en el Quindío

Esta se instituyó con dos facultades en 1961, la de pe-


dagogía y la de topografía. Aunque la creación de la facul-
tad de pedagogía parecía incongruente con lo expresado
por el Consejo en el Acuerdo 023 de 1960, el cual pro-
pugnaba por profesionalizar la economía y la topografía,
como las dos disciplinas que hacían eco en la vocación
productiva de la región, fue gracias al Consejo Académico
de la Universidad Nacional, quienes fueron asesores del
Consejo Superior de la Universidad del Quindío, que se
creó la misma. Ofreciéndose una visión más universal de
los problemas del país, se consideró que la educación era
una estrategia prioritaria para el desarrollo de las provin-
cias, además de la topografía, la cual era necesaria para la
apertura de carreteras y caminos, aumentando las vías de
acceso y comunicación (Rojas, 2010).
Mediante la Ley 56 de 1967, el Congreso de la Repú-
blica reconoció formalmente la Universidad del Quindío
como una entidad autónoma descentralizada y con per-
sonería jurídica, posicionándola como una universidad
oficial, garantizando su sostenimiento por el Fondo Uni-
versitario Nacional. Para su construcción, se le concedió
el terreno ubicado en Regivit en el municipio de Armenia
(en el que permanece hasta el presente), que había sido
propiedad de Ferrocarriles Nacionales. Adicional a la
Ley, el Decreto 1583 de 1975 del Ministerio de Educación
Nacional afirmó dicho reconocimiento.
La universidad surgió como una de las instituciones
centrales en la formación del departamento, en perma-
nente diálogo con las necesidades sociales y económi-
cas de la región. Sin embargo, otra de las instituciones
de gran importancia para garantizar el bienestar de los
quindianos, fue el Servicio Seccional de Salud del Quin-
dío, creado de forma más tardía que la universidad. Este
tuvo su fecha de formación el 1 de junio de 1974 gracias
al contrato suscrito entre el Ministerio de Salud, la Go-
bernación del Departamento y la Gerencia de la Bene-
ficencia Departamental del Quindío (Centro Virtual de
Noticias, 2010).
51
Natalia Botero Jaramillo

La salud en Colombia venía en un proceso continuo


de apropiación por parte del Estado, haciéndola un asun-
to público, aunque en algunos campos la beneficencia
seguía sustentando los servicios en salud, por medio de
las sociedades filantrópicas con participación de con-
gregaciones religiosas. Los asuntos en salud pública de
interés nacional fueron las enfermedades tropicales que
podían afectar la producción del campo, además de las
enfermedades propias de la niñez y la desnutrición. En-
tre estas destacamos las campañas contra la anemia tro-
pical y especialmente la uncinariasis, promovidas por la
Fundación Rockefeller en la década de 1920, las cuales se
desplegaron sobre las zonas cafeteras (Forero Caballero,
2009; Quevedo et al., 2004). En 1930 se dieron directrices y
se establecieron normas para que las iniciativas privadas
y sociedades filantrópicas tomaran a su cargo los servi-
cios de salud, concentrados en hospitales, orfanatos e ins-
tituciones caritativas de salud. Para la década de 1950 el
proceso creciente de urbanización en el país, la industria-
lización y las formas de migración interna, hicieron que
el Estado se apropiara cada vez más de la salud. El Minis-
terio de Higiene1 fue creado por la Ley 27 de 1946, que le
asignó las asignadas de dirigir, vigilar y reglamentar la

1
Anterior al Ministerio se crearon varios organismos encargados
de la salud en la formación del Estado, como lo fue la Junta Central
de Higiene, creada por la Ley 30 de 1886, dependiente del Ministerio
de Instrucción Pública. Esta se convirtió en Dirección Nacional de
Higiene con la Ley 32 de 1918 y pasó a depender en 1920 del Minis-
terio de Agricultura y Comercio. De 1923 a 1931 volvió a hacer parte
del Ministerio de Instrucción Pública. El Departamento Nacional de
Higiene en 1931 se organizó como una entidad independiente. En
1938 la salud y la higiene quedaron en manos del Ministerio de Tra-
bajo, Higiene y Previsión Social, organizado por la Ley 96 de 1938.
Finalmente, el doctor Jorge Bejarano, ministro, presentó el proyec-
to para la creación del Ministerio de Higiene. Guillermo Restrepo y
Augusto Villa identificaron tres etapas en la relación entre el Estado
y el sistema de seguridad social en salud; la primera de 1810 a 1866
fue la de individualismo, de 1886 a la década de 1940 la de inter-
vencionismo, y a partir de 1968 la del estado empresarial (Miranda,
Quevedo y Hernández, 1993).
52
Historia de la salud y la educación en salud en el Quindío

higiene pública y privada y la asistencia en el país. Por las


recomendaciones de la Academia Nacional de Medicina,
el gobierno nacional estableció el programa de Centros
Mixtos de Salud con el fin de atender problemas sanita-
rios de la clase trabajadora, los cuales se instalaron en la
zona bananera de la Costa Atlántica y en la zona cafetera,
cubriendo Antioquia, Caldas y Cundinamarca. En este
mismo año, se creó el Instituto Colombiano de Seguros
Sociales, para atender los asuntos en seguridad social de
la clase trabajadora colombiana, esto durante el gobierno
de Mariano Ospina Rodríguez (Forero Caballero, 2009).
Para la década de 1960, desde el gobierno central se
decidió iniciar con el método OPS-CENDES de la Orga-
nización Panamericana de la Salud (OPS) y el Centro de
Estudios del Desarrollo (CENDES), con el objetivo de
establecer un plan de prioridades en salud teniendo en
cuenta los costos y beneficios del sistema. Por tal moti-
vo se integraron hospitales con centros y puestos de sa-
lud, los mismos funcionaron ofreciendo consulta externa,
tratamiento ambulatorio y educación en salud. En 1968
se reordenó administrativamente el Ministerio, creándo-
se un Sistema Nacional de Salud, y en 1969 se aprobó el
Plan Nacional Hospitalario, con el diseño de un Sistema
de Regionalización de Servicios, pero con un control cen-
tralizado (Hernández y Obregón, 2002).
La OPS adquirió una postura en salud, vista desde su
articulación con el desarrollo socioeconómico en Latino-
américa, basada en el reconocimiento de algunos proble-
mas sociales prioritarios. En este enfoque, se impulsaron
unos criterios que mediaron en la relación de la salud
con el gobierno: asumir la salud como una inversión y no
como un gasto, usar la planificación como un instrumen-
to de toma de decisiones y optimización de recursos, y la
integración de la promoción, con la prevención, curación
y rehabilitación. Parte de los lineamientos enfatizaron en
la importancia del Plan Decenal de Salud Pública de Alianza
para el Progreso, promovido por el gobierno de Estados
Unidos, en el que se buscaba aumentar la protección y
53
Natalia Botero Jaramillo

el fomento en salud, además de la educación y el adies-


tramiento, con el fin de aumentar el bienestar social y así
aminorar la violencia civil y la lucha armada guerrillera,
con la creciente oleada de revoluciones a lo largo del con-
tinente americano (Hernández y Obregón, 2002; Forero
Caballero, 2009; Agudelo, 1961).
La organización de las instituciones de gobierno en Sec-
cionales de Salud estuvo dada en el marco legal del Estado
de Sitio para 1965, en el cual el Ministro de Salud Pública
de aquel entonces, el médico Juan Jacobo Muñoz, promul-
gó el Decreto legislativo 3196 de ese mismo año, llevando
a cabo la integración de los servicios de salud y asisten-
cia pública del país, mediante contratos entre el Estado y
las Juntas de Beneficencia o Secretarías Departamentales.
Estas permitieron la creación de Servicios Seccionales de
Salud, de la mano de la conformación de juntas para los
mismos, del establecimiento de un régimen especial para
los trabajadores de la salud y la organización de la Cor-
poración Proveedora de Instituciones de Asistencia Social,
encargada de controlar la venta y adquisición de equipos,
fármacos y materiales de laboratorio. Aunque la medida
no fue acogida de forma positiva por los entes territoriales,
declarándose inexequible por la Corte Suprema de Justi-
cia, mediante el Decreto 1499 de 1966 el gobierno pudo
mantener algunos principios ordenadores de las institu-
ciones de salud, que buscaban una integración controlada
desde el poder central2 (Hernández y Obregón, 2002).
La creación del Servicio Seccional de Salud en el Quin-
dío se enmarcó en una serie de procesos nacionales, en
los cuales el Estado Colombiano, de la mano de organi-
zaciones internacionales como lo fue la Organización Pa-
namericana de la Salud (OPS), estableció desde la década
de 1960 una creciente necesidad de asumir la tutela de la

2
El Decreto 1499 del 14 de junio de 1966, versó sobre el Plan Hos-
pitalario Nacional, en el cual se insertaron las ideas integradoras y
las normativas de planeación y control, desde el Ministerio de Salud
Pública.
54
Historia de la salud y la educación en salud en el Quindío

salud, mediante la institucionalización del Ministerio, la


creación de programas especiales, la adopción de linea-
mientos internacionales y la implementación de la pla-
neación. Esto permitió la transformación del sector salud,
de manos de la beneficencia a manos del Estado, enten-
diéndose la salud como vehículo de desarrollo económico
y social. La institucionalización de la salud en la confor-
mación del Estado y especialmente en la configuración de
los poderes regionales daba mayor legitimidad al proyec-
to político de departamento, permitiéndole atender los
problemas en la materia, y siendo, asimismo, los voceros
y ejecutores de los lineamientos desde el Estado nacional,
que a su vez reproducían las directrices internacionales
(Forero Caballero, 2009; Hernández y Obregón, 2002).
El Quindío, por su importancia en la economía gra-
cias al café, se insertó en los programas de salud pública
tendientes a controlar los problemas asociados a la salud
de los trabajadores y a la pobreza. En la capital del de-
partamento se desarrollaron los Centros de Beneficencia,
el Instituto Profiláctico y el programa de Gotas de Leche
(Forero Caballero, 2009).
Con la organización de las seccionales de salud, en 1975
se articularon al desarrollo del Sistema Nacional de Salud
(SNS), entendido como un “conjunto de organismos, insti-
tuciones, agencias y entidades que tengan como finalidad
específica procurar la salud de la comunidad”. Las Seccio-
nales de salud funcionarían en capitales de Departamen-
tos, Intendencias y en el Distrito Especial de Bogotá, como
dependencias técnicas del Ministerio de Salud Pública,
y con las finalidades específicas de adaptar las políticas
nacionales de salud a las necesidades regionales, de for-
mular planes y programas de salud y de supervisar el fun-
cionamiento de las entidades prestadoras de servicios de
salud (Decreto 056, 1975). Con esta normativa se intentaba
reglamentar los contratos que incorporaban instituciones
de beneficencia y de asistencia pública con el gobierno.
Asimismo, se organizó la estructura administrativa de
la salud en cuatro niveles territoriales (nacional, seccional,
55
Natalia Botero Jaramillo

regional y local) y en tres niveles de atención. Entre tanto,


en el ámbito internacional la Organización Mundial de la
Salud (OMS) estaba promoviendo las metas de abolir algu-
nas enfermedades infecciosas con el proyecto “Salud Para
Todos en el Año 2000” y promoviendo la estrategia global
de Atención Primaria en Salud (APS) (Hernández y Obre-
gón, 2002). Todo este marco normativo y esta organización
institucional buscaba consolidar desde el Estado entes rec-
tores de la salud que pudieran conjugar la beneficencia con
la asistencia pública, es decir, lo privado que partía de la
organización religiosa y las acciones filantrópicas de las
élites y corporaciones, y lo público desde las estrategias
de protección social tendientes a controlar la población y a
aminorar sus problemas y necesidades en materia de bien-
estar, lo cual buscaba impactar en lo político, no sólo por la
garantía del contrato social en los estados modernos, sino
por asegurar el orden público frente a la violencia política,
la protesta social y los levantamientos armados.
Para 1990 mediante la Ordenanza 012 de 19 de noviem-
bre, se creó el Instituto Seccional de Salud del Quindío
como un “establecimiento público de Orden Departamen-
tal, de carácter descentralizado, adscrito a la gobernación
del Departamento del Quindío”. Este duró como Instituto
Seccional hasta el año 2012, mediante el Decreto 1015 de
septiembre 24, el cual lo suprimió y liquidó, organizándose
el ente de salud del departamento como la Secretaría de Sa-
lud. Esta transformación fue dada por la gobernadora del
Quindío Sandra Paola Hurtado Palacio, gracias a las facul-
tades conferidas por la Constitución Política de 1991, en la
autorización para adecuar y reorganizar la estructura de la
administración Departamental. Esta transformación se dio
con previo estudio técnico de la Escuela Superior de Ad-
ministración Pública, que analizó la situación del Instituto
Seccional, concluyendo que dicha entidad era ineficiente
presupuestalmente y, según se afirma en la documentación
oficial, no dio cumplimiento a las exigencias de moderni-
zación y actualización tecnológica y científica, con una es-
tructura administrativa inadecuada, por lo cual se sugirió
la liquidación en ausencia de fórmulas para solventarlo.
56
Historia de la salud y la educación en salud en el Quindío

Este estudio tomó en cuenta el decreto de liquidación de


la Superintendencia Nacional de Salud, que realizó una
visita en 2011, detectando fallas en la carencia de recurso
humano necesario para cumplir con los fines misionales y
de procedimientos para el control y la garantía de la pres-
tación de servicios de salud (Quiñónez, 2013).
Otra de las instituciones que se insertó al engranaje
de la departamentalización del Quindío fue el Hospital.
El Hospital San Juan de Dios de Armenia fue una insti-
tución creada desde comienzos de siglo XX gracias a las
acciones caritativas y de beneficencia de los religiosos y
médicos filantrópicos, con apoyo parcial del gobierno. La
fundación del hospital fue el 21 de septiembre de 1906 por
iniciativa del padre Vicente Antonio Castaño y el doctor
Alejandro Londoño. Mediante el Acuerdo número 7 y el
Acta número 24 del Concejo Municipal se donó un lote
para la construcción del hospital, comprado a Juan Vélez.
Eliseo Arango fue quien elaboró y obsequió los planos el
hospital, iniciando la obra. La inauguración del hospital
fue el 20 de julio de 1911 detrás de la Catedral de Armenia.
En 1923, con la llegada de la comunidad de San Vicente
de Paúl, se transformó administrativamente el hospital y
la institución fue creciendo gracias a los aportes de esta
comunidad y los auxilios departamentales y municipales
(Forero Caballero, 2009; Hospital San Juan de Dios, 2013).
La organización del hospital por secciones se fue de-
sarrollando en 1923, y para 1927 el doctor Bernardo Villa
Álvarez impulsó la creación de una clínica de maternidad,
que para 1934 funcionaba como sala de maternidad en
una casa vecina, por la falta de espacio. Para 1961 el hospi-
tal contaba con 271 camas, distribuidas en los servicios de
Caridad (205), Media Pensión (15), Pensión (11), Materni-
dad Caridad (33) y Maternidad Pensión (7), y con 46 mé-
dicos. Con el inicio de la departamentalización, el hospital
se transformó en Hospital de Zona para el departamento
del Quindío. Para 1969 la institución necesitaba un sitio
más amplio, por lo que decidió comprar un nuevo lote e
iniciar obra de un hospital con 400 camas, trasladándose a
57
Natalia Botero Jaramillo

su lugar actual en la zona norte de Armenia (Hospital San


Juan de Dios, 2013; Forero Caballero, 2009).

La educación en salud

La Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad


del Quindío se creó bajo un clima universitario marcado
por las protestas y luchas profesorales y estudiantiles de la
década de 1970, que significaron periodos de paro e ines-
tabilidad en la planta profesoral (Rojas, 2010), y por las
transformaciones ejercidas en la universidad debido a la
creación en 1968 del Instituto Colombiano para el Fomento
de la Educación Superior (ICFES) y posteriores reestructu-
raciones en 1976, 1979 y 1980 (ICFES, 2003). El Ministerio
de Educación Nacional mediante el Decreto 80 de 1980
impuso una serie de transformaciones administrativas y
académicas profundas a las universidades, bajo pena de
seguir recibiendo el presupuesto para su funcionamien-
to (Rojas, 2010). Durante esta reforma, en la Universidad
del Quindío se cerraron carreras y se suspendieron otras
para revisión de sus programas curriculares. Esta reforma
creó un nuevo orden jurídico e institucional para la Uni-
versidad situándola como “un establecimiento público, de
carácter académico del orden departamental, con autono-
mía administrativa y patrimonio independiente, adscrito
a la gobernación del departamento del Quindío, mediante
las ordenanzas 014 de 1982 y 037 de 1984” (Rojas, 2010).
Esta reforma promovió la libertad de cátedra y una
mayor autonomía universitaria, transformando el criterio
de extensión. Sin embargo, uno de los mayores impac-
tos de dicha reforma fue el cierre de las licenciaturas en
educación y la creación de nuevos programas que respon-
dieran a las necesidades de la región. Además, por la ne-
cesidad de transformar la universidad en una institución
que trascendiera su campus, se creó el Instituto de Edu-
cación Abierta y a Distancia, implementándose nuevos
programas en municipios, incluso de otros departamentos
como Caicedonia, Roldanillo, Cajamarca, Fresno, Belén de
Umbría, entre otros (Rojas, 2010).
58
Historia de la salud y la educación en salud en el Quindío

La División de Ciencias de la Salud fue la primera ins-


tancia creada en la Universidad del Quindío y en el De-
partamento, pensando en la formación de profesionales
en salud. Esta fue establecida mediante el Acuerdo del
Consejo Superior número 24 del 5 de septiembre de 1977,
en que se propuso crear las carreras de medicina, enfer-
mería, licenciatura en educación física y salud, odontolo-
gía y trabajo social. Para esto se dispuso la creación de un
comité académico y administrativo, y una junta asesora
del mismo (Rojas, 2010; Bernal, sf).
Uno de los promotores de esta idea, según los relatos
y escritos del doctor Bernal, fue el médico psiquiatra Jai-
me Arango Gutiérrez, nacido en Manizales y quien había
ocupado cargos en relación con la educación médica y la
salud pública en la Universidad del Valle, la OPS y la Uni-
versidad de Caldas, institución en la que fue decano de la
Facultad de Medicina y rector. En Armenia, el doctor Aran-
go se dedicó con gran ahínco a la creación de la Facultad de
Ciencias de la Salud, para lo cual reunió un grupo de médi-
cos que tenían encuentros periódicos para la planeación de
estos programas académicos, reuniones que contaron con
la presencia del rector, para ese momento Fabio Arias Vé-
lez3, quien ofreció un apoyo importante. En consecuencia,
se hizo la adecuación institucional para la creación de los
cargos de decano de la División de Ciencias de la Salud y
de Coordinador, encabezados por Jaime Arango Gutiérrez
y por Hernán Jaramillo Botero respectivamente.
El diseño y propuesta curricular del programa de Me-
dicina de la Universidad ha sido uno de los elementos
de mayor importancia, que marcaron un hito en la his-
toria de la educación en salud para el país. El diseño del
currículo por sistemas, inspirado en modelos extranjeros
vanguardistas como la Universidad de Western Reserve
en Cleveland (Estados Unidos), pionera en el desarrollo
de esta nueva propuesta curricular en la década de 1950,

3
Fue el primer alcalde de Armenia elegido por votación popular,
entre 1988 y 1989.
59
Natalia Botero Jaramillo

fundamentada en la enseñanza por sistemas, seguida por


la Universidad de McMaster en Canadá en la década de
1960, basada en el aprendizaje por resolución de proble-
mas. En consecuencia, estos nuevos modelos curriculares
comenzaron a influenciar las facultades de medicina en
el continente y el mundo entero (Castrillón, 2009; Pinzón,
2008). Destacamos para México la Universidad Autónoma
Metropolitana, Plantel de Xochimilco (1974), y en Colom-
bia la Universidad del Quindío como precursora (1977)
junto con la Escuela Colombiana de Medicina (1977-1978),
actual Universidad El Bosque (Pinzón, 2008).
Fundar una facultad de ciencias de la salud con un
programa de medicina organizado por sistemas, era un
elemento innovador en el panorama de la educación su-
perior en salud en el país y en el continente. En ese mo-
mento, la mayor parte de facultades de medicina tenían
currículos basados en el modelo flexneriano, promovido
por las misiones educativas como la Misión Médica Uni-
taria o Humphreys en 1948, que influyó a hospitales y fa-
cultades de medicina en Bogotá, Medellín y Cartagena, y
la Misión Lapham o Tulane en 1953, que influenció a las
universidades Nacional, Javeriana, de Antioquia, de Car-
tagena, del Valle, del Cauca y de Caldas (González, 2008).
Lo que refiere al modelo flexneriano, fueron los cambios y
nuevos diseños curriculares de impacto mundial dados en
el proceso de formación y profesionalización, a partir del
informe para la Carnegie Foundation a propósito de la for-
mación de médicos en Norteamérica, escrito por Abraham
Flexner en 1910. Este proponía estructurar los estudios por
áreas o disciplinas del conocimiento, organizados en un
ciclo de fundamentación, seguido de un ciclo de práctica
clínica, en que la figura del profesor era central. Sin embar-
go, este modelo fue criticado por su segmentación, falta
de integración y por la actitud pasiva del estudiante en el
proceso de aprendizaje, por lo cual las nuevas propuestas
curriculares plantearon una integración horizontal de las
disciplinas por sistemas, incluyendo componentes clínicos
en la fundamentación básica y viceversa. Sin embargo, la
transformación no quedó allí, y posterior a la integración
60
Historia de la salud y la educación en salud en el Quindío

se propuso el aprendizaje basado en problemas (ABP), el


cual exponía no sólo la integración sino la discusión y aná-
lisis con base en casos, insistiendo en una participación
del estudiante, preparándole para afrontar los retos en el
quehacer de su profesión (Pinzón, 2008; Prat-Cornomina
y Oriol-Bosch, 2011; Castrillón, 2009).
La propuesta de un currículo por sistemas fue impul-
sada tanto por el grupo de médicos, como por el ICFES,
que quería impulsar nuevos modelos curriculares distin-
tos al flexneriano. Los líderes de esta propuesta fueron los
doctores Jaime Arango Gutiérrez, Hernán Jaramillo Bote-
ro y Jairo Herrera Sanín, que requirieron un año entero
de trabajo (si no fue más), del cual emergió un programa
organizado por sistemas, en que el estudio se distribuía
en dos partes: una primera, equivalente a un semestre,
consistente en la morfofisiología del sistema a estudiar, y
al siguiente semestre, la clínica del mismo. Los primeros
siete semestres se dedicaban a abarcar los distintos siste-
mas biológicos, el octavo a la medicina social y preventi-
va, el noveno a la administración en salud, el décimo a las
rotaciones hospitalarias, y el undécimo y duodécimo al
internado rotatorio (Rojas, 2010).
Esta propuesta curricular fue aprobada por el ICFES,
naciendo oficialmente la carrera de medicina mediante
el Acuerdo del Consejo Superior número 085 del 19 de
mayo de 1980. El inicio del programa data del 2 de ju-
nio de 1980 con 40 estudiantes, en un predio del campus
universitario denominado “La Finquita”, el cual fue ade-
cuado para establecer allí la Facultad, modificársele ar-
quitectónicamente para construir los dos anfiteatros con
su piscina de conservación de cadáveres y las mesas de
disección, dos laboratorios múltiples y un laboratorio de
investigación (Facultad de Ciencias de la Salud, 2014).
Adicionalmente, los laboratorios de Química y Biología
apoyaron la construcción de los laboratorios de Ciencias
Básicas, los cuales, sin embargo, fueron cerrados en 1983.
Esto provocó que se ajustara el currículo, manteniéndose
por sistemas, pero armonizando los contenidos con los
61
Natalia Botero Jaramillo

componentes de fundamentación. A su vez, la medicina


social y preventiva se articularía con un programa llama-
do Formación Mediante la Investigación. Este currículo
buscaba entonces la integración de los conocimientos en
torno a los problemas y a la situación del paciente, con
un fuerte componente en investigación y en trabajo con
la comunidad (Rojas, 2010; Facultad de Ciencias de la Sa-
lud, 2004).
Para 1985 comenzó el proceso formativo de los estu-
diantes en la práctica clínica, lo que llevó a que en 1986
se firmara el convenio entre la Universidad y la red de
salud del departamento, encabezada por el Hospital San
Juan de Dios, bajo la dirección del doctor Norberto Me-
jía Gallón. Mediante la Resolución 253/74 de la Junta Di-
rectiva de la Beneficencia de Armenia, se regionalizó el
hospital. Ambas transformaciones a hospital regional y
universitario implicaron la adecuación de la estructura
y funciones de la institución, mediante estatuto, siendo
este una dependencia del Servicio Seccional de Salud.
Más tarde, para 1991, gracias a la Ordenanza 007 del 1 de
diciembre, fue catalogado como Hospital Departamental
Universitario del Quindío San Juan de Dios, y posterior
a la implementación de la Ley 100 de 1993, y gracias a la
Ordenanza 015, fue transformado en Empresa Social del
Estado (Hospital San Juan de Dios, 2013).
El 10 de septiembre 1985 se organizó la Sociedad Es-
tudiantil de Investigación, hoy denominada SEIMUQ, la
cual ha sido líder en investigaciones sobre enfermedades
como toxoplasmosis y escleroma, desde la histología, la
embriología y la genética, siendo actualmente la asocia-
ción científica estudiantil con más años de experiencia
(Rojas, 2010; SEIMUQ, 2009). SEIMUQ fue sede del pri-
mer congreso de la Asociación de Sociedades Científicas
de Estudiantes de Medicina de Colombia (ASCEMCOL),
y lideró en múltiples ocasiones el Congreso Estudiantil
Colombiano de Investigación Médica, I CECIM en los
años de 1989, XVII CECIM en 2005, XX CECIM en 2009 y
XXV CECIM (ASEMCOL).
62
Historia de la salud y la educación en salud en el Quindío

En 1987 tuvo lugar la primera promoción de médicos,


con la graduación de dos mujeres y ocho hombres, actual-
mente todos posgraduados de especialidades clínicas y
en investigación (Bernal, entrevista; Rojas, 2010). Por es-
tos años se crearon las Unidades Investigativas Docente
Asistenciales (UIDAS), las cuales marcaron una reforma
curricular iniciando por psiquiatría, pediatría y ginecobs-
tetricia, incorporando nuevos enfoques como la inclusión,
al análisis del proceso de salud-enfermedad, de variables
sociales, económicas y culturales, propendiéndose por
una semiología integral. Esto permitió para 1991 diseñar
las Unidades de Atención Integral (UAI), y la definición
de cuatro momentos pedagógicos “1). Descripción de
sistemas, 2) semiología integral y explicación de las di-
námicas de salud poblacional, 3) diagnóstico, pronóstico
y atención integral, 4) investigación específica” (Facultad
de Ciencias de la Salud, 2004).
En 1990 la Universidad del Quindío comenzó a capa-
citar a trabajadores del Instituto de Seguros Sociales, en
respuesta a las demandas en educación sobre salud ocu-
pacional, que además se exigían desde los convenios inter-
nacionales firmados por Colombia ante la Organización
Internacional del Trabajo (OIT). Esto hizo que se comenza-
ra a gestar la idea de implementar estudios de educación
superior en salud ocupacional. De esta manera, Roberto
Giraldo Vigoya, pedagogo y docente de la universidad del
Quindío, junto con el Gerente del Seguro Social del Quin-
dío, el licenciado Gustavo Hernández García, realizaron
estudios para diseñar la propuesta de programa en salud
ocupacional, definiendo no sólo el currículo, sino también
el carácter profesional y no tecnológico del programa, y
su modalidad a distancia por el perfil de los estudiantes,
muchos de ellos trabajadores de empresas. Para 1993 na-
ció el programa de Salud Ocupacional, inscrito en la Fa-
cultad de Educación a Distancia. Aunque este programa
se pensó para durar sólo cuatro cohortes, ha perdurado
hasta el día de hoy gracias a la gran demanda que ha teni-
do y a los convenios con otras universidades. En 1999, lue-
go de desaparecer la Facultad de Educación a Distancia,
63
Natalia Botero Jaramillo

el programa migró a la Facultad de Ciencias de la Salud,


continuando con su modalidad a distancia, pero con un
nuevo nombre, Seguridad y Salud en el Trabajo. De este
programa se derivó la especialización en Salud Ocupacio-
nal e Higiene del Trabajo (Rojas, 2010).
En 1993 la facultad se trasladó a una nueva sede, don-
de se ubica actualmente, y además se creó el Centro de
Investigaciones Biomédicas Manuel Elkin Patarroyo Mu-
rillo, reconocido por Colciencias, que ha contado con el
moderno laboratorio de ciencias biomédicas. Este Centro
tuvo su origen en las investigaciones de la Sociedad Estu-
diantil de Investigación, en los temas anteriormente men-
cionados de toxoplasmosis y escleroma. Los estudiantes
que lideraron estas investigaciones, Jorge Enrique Gómez
Marín, Arley Gómez López y Jhon Carlos Castaño Oso-
rio, luego de graduarse y prestar su año de servicio social
obligatorio y de haber adquirido experiencia en univer-
sidades nacionales e internacionales, ingresaron como
docentes, consiguiendo la construcción, mejoramiento y
posicionamiento del Centro. Entre 2000 y 2001 los doc-
tores Jorge Enrique Gómez y Arley Gómez impulsaron
la creación de la Maestría en Ciencias Biomédicas de la
Universidad del Quindío, y a su vez fundaron el grupo
GEMA TROP, que posteriormente cambia su nombre a
GEPAMOL (parasitología molecular), y posteriormente
el grupo GYMOL (Inmunología Molecular). Esta maestría
fue aprobada por el ICFES e inició en 2003 con su primera
cohorte (Centro de Investigaciones Biomédicas, 2014).
En este mismo año (1993), el Ministerio de Salud convo-
có a los programas de medicina a presentar análisis y pro-
puestas para problemáticas locales en salud. Esto condujo
a la presentación por la Facultad de la propuesta titulada
“Escuela de Salud - Sistema de Atención Integral”, siendo
este un programa de trabajo con la comunidad. En 1995 se
inició el proceso de acreditación de alta calidad del progra-
ma de medicina, de forma voluntaria, pero en respuesta a
las leyes y reformas que en años anteriores habían regla-
mentado la educación superior, como la Ley 30 de 1992, el
64
Historia de la salud y la educación en salud en el Quindío

decreto 2904 de 1994 y el Acuerdo 04 de 1995 del Consejo


Nacional de Educación Superior (CESU), por medio del
cual se reglamentaron las políticas generales de acredita-
ción, apelando a la autonomía de las universidades en su
búsqueda por el mejoramiento de la calidad (CESU, 1995).
Lo cual implicó para el programa de medicina un proceso
de autoevaluación y de planeación, que incluyó la creación
del Plan Educativo del Programa (PEP) y de ajustes ad-
ministrativos y curriculares. Sin embargo, este proceso no
logró culminarse “por dificultades de tipo administrativo”
(Facultad de Ciencias de la Salud, 2004).
El proceso de autoevaluación institucional ha sido
de gran importancia para garantizar la formación de ca-
lidad de profesionales en distintas áreas, pero con gran
relevancia en el campo de la salud, en el cual la medicina
facultativa se ha legitimado y posicionado en el campo
de la profesión médica frente a las medicinas populares o
vernáculas. Este proceso ha implicado no sólo la partici-
pación de instituciones de educación, como el Ministerio
de Educación Nacional, el ICFES y el Consejo Nacional de
Acreditación (CNA), sino también la creación de asocia-
ciones, como la Asociación Colombiana de Facultades de
Medicina (ASCOFAME), que desde 1985 ha liderado los
procesos de autoevaluación institucional, por medio de
su División de Evaluación, para 53 facultades de Medi-
cina, Odontología y Enfermería. Hacia 1992, la dirección
de ASCOFAME se enfocó en la definición de unos requi-
sitos mínimos de Facultades de Medicina, estableciendo
el “perfil profesional y ocupacional; la justificación, obje-
tivos, plan básico de estudios, estrategias metodológicas;
duración, recursos: humanos, físicos, administrativos; la-
boratorio y equipos, lugares de práctica, recursos biblio-
gráficos y de informática, recursos financieros y el soporte
científico e investigativo” (Ospina y Giraldo, 2000). Esta
necesidad de implementar los procesos de acreditación
se resaltó como una de las conclusiones de la declaración
final de la Conferencia Mundial de Educación Médica
acaecida en Bogotá en 1995, enunciada frente al vertigino-
so crecimiento de escuelas de medicina en Latinoamérica,
65
Natalia Botero Jaramillo

muchas de ellas sin los recursos técnicos y humanos ade-


cuados para la formación de los profesionales. Asimismo,
en esta reforma se propugnó adoptar los compromisos
mundiales dados en las cumbres de Educación Médica de
Edimburgo de 1988 y 1993, y de la 48ª Asamblea Mundial
de Salud (Malagón-Londoño, 2008).
En este panorama, la Facultad de Ciencias de la Salud,
en especial el programa de medicina, veía la inminente
necesidad de emprender el proceso de autoevaluación y
acreditación para legitimarse ante las demás instituciones
educativas en el campo de la enseñanza en salud. Esto
hizo que en 1998 ASCOFAME concediera un plazo a las
facultades adscritas para que realizaran sus procesos de
acreditación. Debido al terremoto de 1999, se le conce-
dió a la facultad una prórroga, retomándose el proceso
en el año 2000, diseñándose el PEP en 2002 (Facultad de
Ciencias de la Salud, 2004) y ajustándose y rediseñándose
para 2003, con base en el Decreto 2566 de septiembre 10
de 2003, del Ministerio de Educación Nacional, mediante
el cual se establecieron “las condiciones mínimas de cali-
dad y demás requisitos para el ofrecimiento y desarrollo
de programas académicos de educación superior”.
Finalmente, en 2005, después de un proceso arduo de
trabajo en el proceso de acreditación, buscando consolidar
la enseñanza de la medicina desde la Universidad, el pre-
grado en medicina fue acreditado de alta calidad, siendo
renovada dicha acreditación en el 2011. En estos últimos
años la Facultad de Ciencias de la Salud ha tenido avances
significativos en materia de educación, ampliando la ofer-
ta de programas no sólo en el pregrado sino también en el
posgrado. De esta manera en 2005-2006 se creó el progra-
ma de Enfermería, como una carrera profesional de diez
semestres (Rojas, 2010). En 2009 se inició el Doctorado en
Ciencias Biomédicas, en 2010 se obtuvo el registro calificado
para el programa de especialización en Seguridad y Salud
en el Trabajo e Higiene del Trabajo, y en 2011 la Maestría en
Ciencias Biomédicas tuvo la visita de pares internaciona-
les de la Asociación Iberoamericana de Universidades con
66
Historia de la salud y la educación en salud en el Quindío

Postgrados (AUIP), que lo hizo el primer programa de pos-


grado en la Universidad en realizar un proceso de acredita-
ción internacional (Facultad de Ciencias de la Salud, 2014).
En el año 2001 se inició la construcción de la propuesta
de un pregrado en enfermería, el cual fue presentado en
2004 y aprobado por el Ministerio de Educación Nacio-
nal, mediante Resolución número 1567 del 6 de mayo de
2005. Finalmente, en el año 2009 se inició el doctorado en
ciencias básicas biomédicas, con una duración de cuatro
años, mediante la Resolución número 8278 del 20 de di-
ciembre de 2008, el cual se lleva a cabo junto con las Uni-
versidades de Caldas, Tolima y la Tecnológica de Pereira
(Facultad de Ciencias de la Salud, 2014).

Conclusiones

Para finalizar, es menester concluir que el proceso de


departamentalización, más allá de haber sido un proceso
político que modificó la distribución territorial y geográ-
fica en el país, fue un proceso de movilización, en el que
se engranaron actores sociales e instituciones políticas,
sociales, económicas, culturales y educativas. En materia
de salud, las tres instituciones representativas fueron la
Universidad desde la dimensión educativa, el Hospital
desde la atención en salud y el cuidado, y el Instituto y
posterior Secretaria de Salud desde las políticas, progra-
mas de salud pública y ejes rectores. Estas instituciones
marcaron en distintos momentos el proceso de indepen-
dencia departamental y de consolidación del proyecto
político y social llamado Departamento del Quindío.
Estas instituciones y los sujetos que las encarnaron,
aunque respondieron a las necesidades locales, adecuan-
do sus estructuras administrativas y creando programas y
proyectos acordes al contexto de la época, respondieron a
procesos nacionales e internacionales, que marcaron ten-
dencias, innovaron y revolucionaron los campos en mate-
ria de salud, políticas sociales y educación. De esta manera,
la historia de estas instituciones se balanceó entre procesos
67
Natalia Botero Jaramillo

micro y macro, entre tensiones y confluencias, de las cua-


les se derivaron importantes logros, aunque sin descono-
cer los fracasos. Entre los logros, rescatamos la educación
en salud como un campo siempre vanguardista en que se
implementaron modelos curriculares novedosos, con me-
todologías y estrategias de aprendizaje centradas en la in-
vestigación, la problematización y el debate, instando a un
papel activo del estudiante. De la mano de la educación en
salud, el Hospital fue un espacio de desarrollo de la prác-
tica médica y ejercicio de la protección social. Mediante
esta institución se han brindado importantes servicios de
salud a la población, siendo el Hospital San Juan de Dios
el centro de mayor nivel en el Departamento, además de
ser un espacio educativo de gran valor. Finalmente, desde
la Secretaría de Salud se vienen implementando las políti-
cas y programas públicos de salud, así como de vigilancia
y control, las cuales necesitan de mayor participación ciu-
dadana y veeduría más allá de las acciones rectoras y de
control ejercidas por los entes gubernamentales.

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70
Novelas y novelistas del Quindío
(1966-2015)

Carlos Alberto Castrillón


Académico de Número

El inventario de la novela en el Quindío reporta un total


de 41 autores con 82 novelas publicadas en un periodo de
cien años (1916-2017)1. La primera de la que se tiene noticia
es Montañera (1916), de Arturo Suárez, un escritor prolífi-
co y popular nacido en Filandia (1887); le siguen Rosalba
(1918), El alma del pasado (1921), Así somos las mujeres (1928)
y El divino pecado (1934), del mismo autor. Aunque la crítica
ha sido poco benevolente con la obra de Arturo Suárez, su
importancia en la historia de la literatura colombiana es
indudable porque fue uno de los primeros escritores que
logró configurar una comunidad de lectores. Una nota
anónima en El Tiempo del 27 de mayo de 1944, después del
éxito comercial de su sexta novela, Adorada enemiga (1943),
registraba así el hecho: “El caso de Arturo Suárez es muy
diciente, pues vende ediciones tras ediciones, porque cogió
el golpecito al gusto del pueblo, que se devora sus libros,
aunque literariamente no valgan nada”.
En algunas biografías se afirma que Arturo Suárez era
oriundo de Manizales; una nota en su novela póstuma, La
llanura eterna (1966), informa que nació en Pereira (1888); y

1
En estas notas y en los inventarios que las acompañan nos
referimos exclusivamente a escritores nacidos en el territorio que
comprende el actual departamento del Quindío. Los inventarios,
que deben considerarse provisionales, son productos del proyecto
“Bibliografía crítica de la novela en el Quindío” (Licenciatura en Es-
pañol y Literatura, Universidad del Quindío). No se incluyen en este
estudio las novelas que sólo se difunden en soporte digital.
71
Carlos Alberto Castrillón

en una investigación reciente se refieren a él como “el escri-


tor pereirano” (Marín, 2016). No obstante, para incluir sus
novelas en este recorrido nos basamos en el perfil de primera
mano que publicó Juan Bautista Jaramillo Meza (1951: 12)2:
Nació Arturo Suárez en Filandia, en 1887. Hizo estudios pri-
marios en su pueblo natural y los secundarios en el colegio
Guingue de Manizales, hasta obtener su grado de Bachiller
en Filosofía y Letras. Luego, en el Colegio Mayor de Nuestra
Señora del Rosario, hizo estudios especiales de literatura.
Vivió en la capital de Caldas la mayor parte de su juventud
y desde hace muchos años se radicó en Bogotá, en donde ha
publicado una serie de libros de vasta popularidad.

Mientras Arturo Suárez triunfaba con sus novelas senti-


mentales, otros novelistas nacidos en el Quindío publicaron
sus primeras obras. Aves enfermas, de Jaime Buitrago Cardo-
na, apareció en La Novela Semanal (Bogotá, 1924); aunque se
la rotula como tal en algunos catálogos, es en realidad un
cuento de 12 páginas. Le sigue una obra similar, Envejecer,
de Eduardo Arias Suárez, incluida en la revista Repertorio
Selecto (Bogotá, 1935), que un año más tarde se compiló
como cuento. El mismo año y en la misma revista encon-
tramos El niño que vivió su vida, de Adel López Gómez, que
puede considerarse propiamente una novela breve.
En este informe parcial nos ocupamos de las nove-
las y los novelistas de lo que denominamos “el periodo
quindiano”, que cuenta a partir de la creación del de-
partamento del Quindío (1966), momento histórico que
se toma como pretexto para parcelar el estudio; se omite
la primera parte, que corresponde al “periodo caldense”

2
El investigador Gerardo Andrade González (1984: 215) aporta
un dato preciso: Arturo Suárez nació en Filandia el 25 de mayo de
1887 y murió en Bogotá el 28 de julio de 1956. Las crónicas de la épo-
ca dejan en claro que la familia Suárez Denis era de Filandia y luego
una rama se trasladó a Manizales; Cornelio Moreno, por ejemplo, en
su Reseña histórica del municipio de Filandia (1928), menciona entre los
“hombres notables nacidos en Filandia” a Tulio Suárez, secretario
de Gobierno de Caldas y representante al Congreso, y a su hermano,
“Dr. Arturo Suárez, novelista”.
72
Novelas y novelistas del Quindío

(1916-1965). Del periodo 1966-2015 se conocen 60 novelas,


de las cuales 35 se publicaron en lo que va corrido del pre-
sente siglo3. Esto sugiere la tendencia natural a una mayor
densidad en la producción novelística, acompañada de
un alejamiento progresivo de los referentes regionales.

1. El panorama crítico

El primer balance sobre la novela en el Quindío lo pre-


sentó Nodier Botero Jiménez en una conferencia dictada
en la VIII Feria Internacional del Libro de Bogotá (1995).
En el resultado de su estudio, publicado en 1996, el in-
vestigador propone las hipótesis iniciales que le permiten
una mirada de conjunto a una realidad literaria en la que
observa pocos antecedentes críticos y asume la revisión
“de las novelas que constituyen la espina dorsal de la na-
rrativa quindiana” y de otras de importancia secundaria.
Botero (1996: 76-77) encuentra en su corpus “el predomi-
nio descriptivo, la vocación vernácula que se expresa en la
preferencia por los cuadros de costumbres, la escasez del
análisis sicológico, la hibridación historicista-novelesca,
la endeblez de la construcción argumental, un déficit evi-
dente en la creación de caracteres y en el ahondamiento
sicológico”, pero destaca como excepcionales las obras de
Eduardo Arias Suárez, Jaime Buitrago Cardona y Adel
López Gómez. Igualmente, como rasgo significativo para
el contraste con las novelas de los últimos años, anota la
persistencia en las formas tradicionales de narrar.
Unos años después, Nodier Botero amplía el corpus de
su estudio y entrega un panorama más completo en su li-
bro La narrativa del Quindío (2003). Si bien las conclusiones
son similares, el nuevo balance resalta “el enfrentamiento

3
Tres novelas se publicaron extemporáneamente: Bajo la luna ne-
gra (1980), de Eduardo Arias Suárez, escrita en 1929; Allá en el Golfo
(1995), de Adel López Gómez, cuyo manuscrito data de 1948, y una
obra póstuma de Arturo Suárez, La llanura eterna (1966). La primera
es, según Botero y Muñoz (2003: 131), “la más acabada muestra del
género hecha por escritor quindiano alguno”.
73
Carlos Alberto Castrillón

de historiadores ortodoxos contra novelistas osados” (155)


en el campo de la novela histórica, que ofrece para la narra-
tiva del Quindío varios ejemplos en los primeros novelis-
tas, como Hombres trasplantados (1943), de Jaime Buitrago
Cardona, en la línea del relato documental, o Llamarada
(1941), de Luis Carlos Flórez, que se puede poner junto
a los “libros populistas” de Iván Cocherín, derivados de
una retórica de ambiciones proletarias, como asevera Me-
jía Duque (1969: 98). Las novelas más recientes formulan
otras miradas a la historia, entre las cuales Botero (2003:
179) menciona Cuajada, Conde del Jazmín (1989), de Gloria
Chávez Vásquez, y Los hijos del agua (1995), de Susana He-
nao Montoya, “la gran obra quindiana […] objeto de va-
riados ensayos por parte de críticos extranjeros”.
Paralelo al interés de Nodier Botero surgió una investi-
gación sobre las Narradoras del Gran Caldas (1998), de Zahyra
Camargo Martínez y Graciela Uribe Álvarez. El informe del
proyecto es un estudio integral que se propone visibilizar
y poner en discusión la narrativa de las escritoras de la re-
gión. Para el caso del Quindío, se examinan con amplios
soportes conceptuales las obras de Gloria Chávez Vásquez,
Gloria Cecilia Díaz y Susana Henao Montoya4, tres novelis-
tas con importante respaldo crítico.
La investigación de César Valencia Solanilla (2005), ti-
tulada De la periferia al centro: La novela finisecular del Eje
Cafetero, presenta para el Quindío un cuadro muy con-
sistente para un grupo de once novelas publicadas entre
1989 y 2004. A partir de la clasificación en grupos temá-
ticos, “a través de los cuales puede percibirse el interés
de los autores y autoras en revelar, mediante el discur-
so novelístico, aspectos claves de la evolución política y
social del departamento, casi siempre con una voluntad
testimonial y un sentido realista” (7), el corpus incluye las
siguientes novelas, que se ubican en el periodo de nuestro
interés: Los hijos del agua (1995), Memorias de un niño que

4
Junto con Gladys Correa, Samaria Márquez Jaramillo y Juliana
Gómez Nieto, son sólo seis las escritoras con novela publicada que
se registran en el Quindío en toda su historia.
74
Novelas y novelistas del Quindío

no creció (2003) y Crónica satánica (2004), de Susana Henao


Montoya; El tesoro de los Quimbayas: La verdadera historia
del tesoro de Pipintá (1993), de Hernán Palacio Jaramillo; El
lado oscuro (1997) y Cacique (1998), de Ernesto Osorio Vás-
quez; El fabulario del abuelo (2003), de Manuel de J. Ortiz;
Cuajada, Conde del Jazmín (1989), de Gloria Chávez Vás-
quez; Ópera prima. Altamira 2001 (2001), de Omar García,
y Por obra de las palabras (2001) y Esta no es una novela de
amor (2004), de Samaria Márquez Jaramillo.
Luego de la lectura crítica de cada una de las obras,
Valencia Solanilla ofrece una conclusión general: describe
los complejos procesos culturales que motivan a los auto-
res más contemporáneos y los “lastres tradicionales” que
sobreviven en la narrativa regional, y, al igual que Botero,
destaca la novela histórica, con ejemplos notables de “cons-
trucción de un discurso narrativo que replantea el pasado
como virtualidad imaginaria, que desde lo simbólico revela
los secretos orígenes de la historia olvidada, que reinventa
nuevas raíces a partir de otras lecturas” (2005: 9).
El panorama se completa con la investigación de César
Augusto Bautista Escobar (2015), titulada Aproximación al
corpus empírico y al registro crítico-literario de la novela del Gran
Caldas en el período 1897-2012, con abundancia de datos so-
bre autores y novelas y referencias bibliográficas útiles para
futuras indagaciones. Este esfuerzo, riguroso y metódico,
tiene el propósito de inventariar la novela en la región del
Gran Caldas en el período de estudio (Caldas, Risaralda y
Quindío). En este marco general, la aproximación crítica a
las novelas del Quindío puede ajustarse y proyectarse5.

5
Otras fuentes útiles para el estudio de la novela en el Quindío
son: Bibliografía de la novela en Colombia (Porras Collantes, 1976), Nove-
la y poder en Colombia. 1844-1967 (Williams, 1992), ABC de la literatura
del Gran Caldas (López Gómez, 1997), Breve historia de la literatura del
Quindío (Ocampo Marín, 2001) y Bibliografía de la novela colombiana
(Pineda Botero et al., 2003). La mayor parte de la crítica disponible se
circunscribe a los primeros novelistas: Eduardo Arias Suárez, Jaime
Buitrago Cardona y Adel López Gómez. Para un listado completo de
referencias, véase el citado estudio de Bautista Escobar (2015: 71ss).
75
Carlos Alberto Castrillón

Novelistas del Quindío


Autores Novelas
Arturo Suárez (Filandia, 1887-1956) 7
Eduardo Arias Suárez [Constantino Plá] (Armenia, 1897-1958) 3
Adel López Gómez (Armenia, 1901-1989) 3
Luis Carlos Flórez (Montenegro, 1902-1979) 1
Jaime Buitrago (Calarcá, 1904-1970) 3
Fernando Arias Ramírez (Calarcá, 1904-1973) 1
Jesús Rincón y Serna (Filandia, 1905-1990) 1
Rodolfo Jaramillo Ángel (Calarcá, 1912-1980) 1
Jesús Arango Cano (La Tebaida, 1915-2015) 3
Hernán Palacio Jaramillo (Armenia, 1925-1996) 3
Manuel de J. Ortiz Valencia (Armenia, 1925) 1
César Hincapié Silva (Armenia, 1931-2005) 1
Nelson Mora (Calarcá, 1932-1979) 1
Aldemar Medina Rodríguez (Salento, 1925-2012) 2
César Augusto Higuera Sabogal (Calarcá, 1935) 1
Gladys Correa (La Tebaida, sd) 2
Ernesto Osorio Vásquez (Calarcá, 1942) 2
Aurelio Fernández Parra (Calarcá, sd) 1
Roberto Restrepo (Quimbaya, 1943) 1
Abrahán Cortés Cortés (Circasia, 1943) 1
Germán Uribe (Armenia, 1943) 3
Luis Alberto Salas Rubiano (Armenia, sd) 1
Uriel Salazar Ceballos (Calarcá, sd) 1
Luis Fernando Patiño Gómez [Tate Ferreira] (Armenia, 1947) 2
Samaria Márquez Jaramillo (La Tebaida, 1948) 5
Gloria Chávez Vásquez (Armenia, 1949) 4
Gloria Cecilia Díaz (Calarcá, 1951) 5
Susana Henao Montoya (Quimbaya, 1954) 3
José Restrepo (Armenia, 1954) 1
Gonzalo Osorio Toro (Armenia, 1955) 1
Mario Castro Beltrán (Pijao, 1955) 2
William Castaño Bedoya (Armenia, 1959) 2
Omar García Ramírez [Garratz] (Armenia, 1960) 3
Alberto Medina López (Filandia, 1962) 1
José Nodier Solórzano Castaño (Calarcá, 1963) 2
Alister Ramírez Márquez (Armenia, 1965) 2
Alonso Gaona (Calarcá, 1967) 1
Jairo Alberto Moreno (Armenia, 1969) 1
Pedro Miguel Rozo Flórez (Armenia, 1974) 1
Juliana Gómez Nieto (Calarcá, 1990) 1
Juan David Pérez García (La Tebaida, 1992) 1

76
Novelas y novelistas del Quindío

2. Algunos novelistas del periodo quindiano (1966-2015)

Los siguientes son algunos novelistas del periodo, or-


denados por el año de publicación de su primera novela.
Por razón del espacio disponible, se omiten en este reco-
rrido, entre otras, las novelas históricas de Hernán Pala-
cio Jaramillo y Aldemar Medina Rodríguez, y las obras de
Susana Henao, Omar García Ramírez, José Nodier Solór-
zano, Alister Ramírez Márquez y Juliana Gómez Nieto,
que son, con Germán Uribe, Ernesto Osorio Vásquez y Sa-
maria Márquez Jaramillo, los autores más representativos
de la narrativa contemporánea en el Quindío.

2.1 Nelson Mora

Luego de la desmembración del Gran Caldas, la primera


novela publicada por un escritor del nuevo departamento
del Quindío es La guerra final (1969), de Nelson Mora. Esta
novela corta se ubica en la reducida tradición de la ciencia
ficción colombiana, con el valor de ser una de las primeras
visiones distópicas, muy cercana a lo que pintaran Orwell
en 1984 y Huxley en Un mundo feliz. El núcleo narrativo
está montado sobre la lucha entre el ser humano, que resis-
te en la preservación de la individualidad y el sentimiento,
y la inteligencia artificial que todo lo controla.
La acción transcurre en el año 2070. Tiempo atrás, en
1989, luego de una guerra nuclear orquestada por po-
derosas computadoras, lo que quedara de la población
mundial cayó bajo el dominio omnipresente de las má-
quinas pensantes que conforman el Control Electrónico
Mundial, paradigma de la deshumanización en favor de
la eficiencia en todos los órdenes. Julieth P. Montenegro
(2014) resume así los planes de la máquina:

Se da la creación de un nuevo estado dominante que esta-


blece como objetivo buscar un sustituto biónico del hombre,
con mayor capacidad de trabajo, mayor rendimiento y me-
nor costo de producción. Con esto se logrará un exclusivo
fin: el reinado de la electrónica para la electrónica, y no como
77
Carlos Alberto Castrillón

hasta ahora, de la electrónica para el hombre. El hombre será


desechado por anticuado, como algo que estorba, porque en
el nuevo orden mundial no existe cabida para la autonomía
ni la defensa del pensamiento, y aquel que se atreva a preser-
varlo o imponerlo, será condenado a la finitud.

Si bien en el mundo de esta novela existen todavía re-


ductos de seres humanos mortales en estado natural, se des-
cubre que el estado electrónico los trata como primitivos y
los conserva sólo con fines experimentales; es un “laborato-
rio de antropología” cuya existencia aumenta el contraste
con los miembros de la humanidad “normal”, que pueden
aspirar a la inmortalidad si se someten al régimen.
El protagonista, Monart C.1X.729, un escritor senten-
ciado a muerte porque no es útil al nuevo orden, encarna
la resistencia contra la máquina universal que se apoderó
de la tierra y que considera como amenazas el intelecto,
la palabra creadora y el deseo en todas sus dimensiones.
Entre los crímenes de Monart están leer la Biblia y haber
esbozado en su inconsciente una tesis subversiva: “El pen-
sar del Control Electrónico Mundial no es el pensar autén-
tico”. El condenado se une entonces a las fuerzas rebeldes
que luchan contra la máquina; el plan maestro consiste en
crear desconfianza entre los entes biónico - electrónicos
para que se desate una guerra entre ellos, lo cual facilita-
rá la liberación de la humanidad. Con algo de truculencia
narrativa, el plan funciona, aunque con variantes heroi-
cas poco verosímiles: Monart y sus compañeros dominan
a la máquina central, que promete ser de nuevo esclava
del hombre si le permiten vivir; en caso contrario, la hu-
manidad será aniquilada con bombas neutrónicas: “Si me
destruye, todo morirá. Las bombas neutrónicas serán de-
tonadas automáticamente. No quedará un solo hombre en
la tierra, ni una brizna de vida” (p. 80). Monart destruye
la máquina, lo que desata la Guerra Final: las bombas se
liberan y exterminan por completo la vida en la tierra.
Botero y Muñoz (2003: 139) subrayan en La guerra fi-
nal “la descripción del nuevo mundo sofisticadamente
tecnologizado”, “el avasallamiento de la individualidad
78
Novelas y novelistas del Quindío

pensante” y la propuesta de una razón tecnológica con-


vertida “en verdadera razón de Estado”, aunque señalan
que por “su mínimo de acción y la escasa objetividad de
las escenas, el clima dramático y el suspenso resultan
poco convincentes”.
Por su parte, Gloria Henao (2011: 68), en un estudio so-
bre esta novela desde el concepto de distopía, afirma que
Nelson Mora “emplaza la factibilidad de una inversión de
roles en un futuro no lejano, en donde una computadora
universal concentre todo el poder decisorio acerca de las
necesidades del hombre, cesando así el libre albedrío de
las personas”; y concluye que el autor “denuncia la trage-
dia de una sociedad dominada por la fría racionalidad de
la máquina, que no se detiene ante las dudas emocionales
o el permisible error humano”.
La guerra final se presentó como un “capítulo isla” de
una novela más ambiciosa, titulada Abismo mágico, cuyo
manuscrito se perdió luego de la muerte de Nelson Mora.
En los datos que acompañan un ensayo suyo sobre Hei-
degger, se registra una novela en preparación “sobre la
violencia en el Quindío”; según testimonio de la esposa
de Nelson Mora, Abismo mágico sería esa novela, que ella
recuerda como una historia centrada en la violencia bi-
partidista: “Era de brujos, de guerrilla, de la época en que
bajaban de Quebradanegra a los muertos de Tirofijo” (cit.
en Montenegro, 2014). Con los datos disponibles se puede
aventurar que Abismo mágico, que alcanzaba las 1500 pá-
ginas, no era una novela de ciencia ficción sino una obra
articulada en tres planos con un espacio compartido, las
montañas del Quindío: el pasado indígena, de misterio y
leyenda, el presente de violencia política y el futuro dis-
tópico de La guerra final.
Lo que sí se conserva de Nelson Mora es el manuscri-
to íntegro de una novela inédita titulada Antes de morir
(1964), que se puede reseñar como un ejercicio de apren-
dizaje del género, con una pobre disposición narrativa,
más orientada a mostrar erudición y engarzar citas que al
desarrollo de una historia.
79
Carlos Alberto Castrillón

2.2 Germán Uribe

Germán Uribe es un novelista con un proyecto inte-


lectual, como se desprende de sus notas autobiográfi-
cas, «Una fugaz mirada a mí mismo» (1995), sinceras y
apasionadas, que sirven como claves para entender la
magnitud de sus preocupaciones, propias de un escritor
consciente de su oficio. Este autor, vinculado profunda-
mente a la cultura del Tolima, es además un notable en-
sayista; así lo demuestra la serie Literatura y política, de la
cual se conocen tres tomos publicados entre 1982 y 1995.
Dos volúmenes de cuentos, Vitola (1980) y Con tu perfume
de mujer (1992), y dos novelas inéditas, El último trance de
los desertores y Carne de cañón, completan su obra.
A Germán Uribe lo mueve una vehemente “pasión
sartriana”, que cruza toda su escritura y que él describe
como la “dedicación absoluta a la vida y obra de Jean-
Paul Sartre, el sustituto platónico del padre perdido, el
símbolo ideal y sublime de la paternidad extraviada”.

Su primera novela, El ajusticiamiento (1986), se sitúa en


el incierto límite entre el cuento largo y la novela breve. En
sus escasas páginas, un versátil narrador, de fluidez muy
apropiada a los acontecimientos y con frecuentes cambios
de perspectiva, logra crear un tenso ambiente de iniqui-
dad en un relato que transcurre casi limpio de detalles.
Mono, el protagonista, es comandante de un grupo
subversivo en degradación, el Frente Popular Revolucio-
nario. Con su palabra solemne sobre la lucha que encarna
y una retórica de ideología fantástica, Mono oculta un pa-
sado familiar conflictivo y ambiguo.
El grupo que comanda se empecina en “una revolución
de sifilíticos y enfermos mentales” (p. 10), sin porvenir,
que sólo se sustenta en el discurso y en una fe revolucio-
naria que algunos “arrastraban como un capricho” (p. 15).
Las angustias diarias, la pérdida del horizonte y el sinsen-
tido de la guerra van minando el grupo; luego las deser-
ciones y el ajusticiamiento de presuntos traidores, a uno
80
Novelas y novelistas del Quindío

de los cuales Mono decide ejecutar por propia mano. Este


acto insensato lo saca de la vida que lleva y promueve en
él una transformación: el abandono de la lucha, la urbe,
otra identidad y una nueva impostura. Ahora será Aris-
tides Pardo, un corredor de bienes raíces que, en rápido
ascenso, se convierte en próspero negociante. Aunque en
los momentos de licor refiere sus aventuras subversivas,
los contertulios asombrados prefieren creer que se trata de
fantasías de burgués. Así vive enmascarado hasta cuando,
en un trágico y enigmático final, cae ajusticiado.

El Semental (1988) es un salto cualitativo en la narrativa


de Germán Uribe. Con una riqueza temática inusitada y
una atmósfera alucinante, esta novela narra la génesis, el
auge y la caída de la Casa Kuppel, nombre que cobija la
saga de una familia que se instala en Pereira y luego en
Cali a comienzos del siglo XX. El patriarca, Pedro María
de la Cosa Zapata, un “bastardo ambicioso y tenaz” (p.
56), acosado por la carencia de una biografía personal y
familiar que le dé prestigio, decide crearla para sí y para
sus cuatro hijos: Se cambia los apellidos vergonzantes y
sin tradición para inventarse un linaje; ahora será Kuppel,
un nombre de dudosa prosapia y nebulosa ascendencia,
pero suficiente como capital simbólico para abrirse paso
en la senda hacia el poder.
Tener unos ancestros fantasmales y un pasado, así
sea enrevesado y falaz, es la obsesión de Pedro María;
fundar memoria para llenar un vacío en el origen de su
conciencia atrabiliaria: la memoria será el futuro, la or-
fandad recibirá casta y etiqueta, una historia “corregida
y aumentada” (p. 67). El propósito se manifiesta en todos
sus actos, en cómo dirige el destino de sus cuatro hijos y
en sus palabras rotundas: “Nos meteremos en la historia
a como dé lugar, así sea patas arriba” (p. 40). Para él, eso
significa una descendencia que justifique los recién inau-
gurados ancestros, “degollando la conciencia y torciendo
el destino a cambio de los equívocos hitos que fijaron para
sus vidas: la riqueza y los apellidos” (p. 42). Pedro María
81
Carlos Alberto Castrillón

Kuppel exige un nombre respetable y vive en el delirio de


poblar, sembrar su rótulo, ahora con inéditos ancestros,
y acumular poder como si en ello se materializara una
venganza contra el mundo.
Este patriarca, fanfarrón e inescrupuloso, se propone
hacer una fortuna que esté a la altura de sus pergaminos.
Todo en los Kuppel es perverso, torcido, falso, y sobre esas
falsedades se edifican la infamia y la riqueza de la Casa.
Uno de sus hijos, Francisco, conocido como Pacho-
padre o el doctor Semental por su cualidad de gran re-
productor, con incontables hijos dispersos, hereda el
patriarcado y aumenta su patrimonio con rapacidad y
fraude, con artimañas de negociante astuto. Es el que más
se parece al padre en el engaño y la trampa; el represen-
tante perfecto de la “textura sentimental” de los Kuppel:
la indolencia. Con el doctor Semental, el apellido Kuppel
termina siendo infame, “signo de peligro” (p. 35), y se
derrumba en el aislamiento y la ignominia.
La novela está estructurada en doce capítulos breves
que se yuxtaponen en una dinámica muy atractiva. Las
figuras más poderosas actúan en presencia y en ausen-
cia, como fuerzas que operan sobre las vidas ajenas por
la presión del nombre y el temor que provoca. La historia
es tan densa que podría ampliarse con varios miembros
de la singular familia, algunos de los cuales esbozan de-
rivaciones seductoras: Genoveva, una tía “adoptada” por
el patriarca para satisfacer las necesidades de su casa y
como consuelo sexual; Chavela, una mujer de maldad ex-
trema; la madre de la estirpe, Trinidad Cava Torrentes,
que muere en el viaje hacia Pereira, olvidada en algún
pueblo del camino.
La muerte de la madre y el nacimiento de un nuevo
padre encierran la novela en un profundo simbolismo:
Trinidad es la única que tiene una historia familiar y algo
de fortuna, la misma que sirve de germen para la riqueza
de los Kuppel, pero no participa de la ficción creada por
Pedro María y continuada por sus hijos, todos ellos dis-
tinguidos sementales.
82
Novelas y novelistas del Quindío

En esta obra se anuncia la “posteridad novelesca” de


Bruna Kuppel, la única hija legítima del doctor Semen-
tal, “digna hija de su aberrante existencia” (69); de ella se
dice que “sólo el dinero, el sexo y el colorete la movilizan
como mujer” (p. 77).

Con su tercera novela, Bruna de otoño (1990), Germán


Uribe alcanza la madurez narrativa: prosa fluida, profun-
da, llena de humanidad, para mostrar los conflictos per-
sonales y familiares de la narradora, Bruna Kuppel, una
joven caleña, desarraigada y vengativa, que viaja cada
año a Europa para exorcizar el pasado y purgar dolorosa-
mente los recuerdos, en especial una desfloración que en
ella quedó como una “mutilación vaginal” (p. 148).
La vida desenfrenada e irresponsable como actitud
vindicativa, la búsqueda del amor como sosiego, un ero-
tismo que arropa a Bruna por completo como sucedáneo
de una razón de vida; los amigos y los amantes, entre los
cuales se mueve con habilidad de manipuladora: Philip,
Franz, Marcel. Todos los personajes, en especial Bruna y
Marcel, buscan algo: llenar un vacío particular y, al mis-
mo tiempo, vaciarse de lo que llevan. “Todo en ti es in-
concluso” (p. 44), le dice Marcel a Bruna, y entendemos
que habla también de sí mismo.
Bruna apela a la ingeniería del cuerpo, bien admi-
nistrado, para seducir, para abrirse espacio, para tener
presencia; detrás de “la niña de los hoyuelos y la rosada
sonrisa” (p. 26) se esconde la mujer que manipula y colo-
niza. Todo lo que rodea a Bruna se transmuta en “materia
voluptuosa”. “En mí, cuerpo y alma no sólo se merecían
sino que también se seducían mutuamente. Mi alma ha-
bitaba mi cuerpo complacida y feliz. Mi cuerpo, sin subli-
marla, la obedecía ciegamente” (p. 16). Aun los actos más
banales nutren su ímpetu por suplir el abandono.
Al fin vislumbra cierto sentido luego de un momento
de umbral. En un acto de arbitraria venganza por un va-
lioso reloj que se le ha perdido, decide sacrificar la gata de
Philip frente a sus amigos, en un rito grotesco; una serie
83
Carlos Alberto Castrillón

de agresividades paulatinas y orquestadas termina en la


atrocidad: un llamado misterioso la impele a degollar al
animal, en una representación entre perversa y lúdica.
La gata, en cuya independencia se veía reflejada, es ins-
trumento de venganza contra la vida. Aunque al final se
arrepiente de derramar la sangre del animal, el acto no
consumado abre en ella un resquicio de conciencia sobre
sus razones de vida: “nacer para una vida que sería un re-
novado aliento” (p. 154), o de modo más simbólico: “sien-
to como si escuchara el aleteo de los buitres del odio que
se marchan” (p. 150). Sin embargo, ante tanta amargura
acumulada, el conjuro no basta, y Bruna de Otoño, como
la llaman los amigos, regresa a Colombia, a su mundo
precario.
En este otro lado de su agonía, los padres son los “di-
señadores despiadados de mi remedo de vida” (p. 69).
La madre, “una mujer emponzoñada” (p. 16) a la que
desprecia porque la convirtió en instrumento de uso en
medio de un tortuoso divorcio; el padre, “Pacho-padre”,
el doctor Semental, que cumple su papel brindándole los
medios para que viva sin preocupaciones sus tormento-
sos paréntesis en los otoños de Europa.
El tono de la narradora es evaluativo, de agudo discer-
nimiento existencial, lo que explica la impúdica confesión
epistolar que Bruna le hace a su padre sobre el origen de
sus actitudes y sobre la extraña consistencia de su alma.
Si no conociéramos la complejidad interior de Bruna, el
contenido de esa carta sería inverosímil; pero todo en
esta mujer desconcertante tiene origen en la historia de
su vida. Hace daño y roba a quienes la rodean; lo primero
como infamia, lo segundo casi como travesura. Le gusta
tomar a los hombres, seducirlos, usarlos y robarlos, para
luego entregar el producto de su vileza como presente a
otro hombre y repetir el ciclo: “Lo boto dejándole el re-
cuerdo ingrato de que lo estafé y lo robé […] Los tomo y
los dejo, les quito y les doy” (p. 42), es la fórmula senten-
ciosa que quedó instalada en su conciencia para explicar
su comportamiento.
84
Novelas y novelistas del Quindío

En este intenso relato, que Pineda Botero (1993: 675)


ubica en la creciente línea de la “novela cosmopolita” co-
lombiana, Bruna se exterioriza a veces como una figura-
ción del autor, con sus bien desarrolladas reflexiones, por
lo que la narración no transcurre con tranquilidad; pesan
bastante los conceptos, la evaluación sobre cada acto. El
presentador la llama novela “existencialista y erótica”;
lo primero se consolida con extraordinaria energía, pues
Bruna piensa existencialmente, como quien expone su doc-
trina; lo segundo es uno de los componentes perturbado-
res de la historia.

2.3 Ernesto Osorio Vásquez

Otro escritor que se suma a la lista de hechos notables


es Ernesto Osorio Vásquez con El lado oscuro (1997) y Ca-
cique (1998). Antes de ellas, Osorio Vásquez afinó las téc-
nicas narrativas en dos libros de relatos: Cuentos, fantasías
y leyendas (1989) y El viento del tiempo (1992).

El lado oscuro, una novela sobre el mundo delincuencial,


la insolidaridad social y la sordidez, entra en la categoría
de novela negra, con “diálogos muy hábiles y precisos” y
un progreso narrativo coherente y eficaz, “donde es per-
ceptible la influencia de la sintaxis cinematográfica de los
filmes policíacos y de misterio” (Valencia Solanilla, 2005:
92). Para Botero y Muñoz (2003: 143), esta novela puede
clasificarse como un “relato policíaco y de aventuras al
estilo norteamericano y realmente obtiene muy buenos
logros narrativos, especialmente por la variedad de per-
sonajes que caracteriza”.
La oscura dualidad del asesino, un sacerdote sicópata
acosado por demonios interiores que lo empujan a la vio-
lación y al degüello, como proyecciones de una historia
personal que apenas se vislumbra en detalles del relato,
corre paralela a la complejidad del universo social, que
muestra sus lados más sombríos en la corrupción genera-
lizada, el abuso del poder y la venganza como justicia. El
mal campea en una sociedad completamente degradada
85
Carlos Alberto Castrillón

y pervertida; en ese contexto, el discurso del asesino en


serie que aporta la sangre ajena es sólo el reflejo del dis-
curso colectivo, que encuentra razones sensatas para to-
dos los antivalores.
Las descripciones certeras y el suspenso bien maneja-
do son factores que contribuyen a la evaluación de El lado
oscuro, a pesar del cúmulo de errores que entorpecen la lec-
tura y algunos descuidos en el sustento de la trama. Cons-
ciente de las debilidades, Osorio Vásquez define su obra
como un “balbuceante intento de trasegar por el espacio
de la novela”, y aporta una reflexión: “Un sacerdote sigue,
en la narración, un itinerario de asesinatos concebidos en
su mente enferma con la intención de procurarles [a sus
víctimas] la salvación eterna. El lado oscuro encierra, a mi
entender, una pregunta: ¿Por qué las personas religiosas
no son mejores que las demás?” (cit. en Tobón, 2015).

Su segunda novela, Cacique, es una ampliación de «Le-


yenda de mi pueblo», un cuento entre fantástico y folcló-
rico que Osorio Vásquez incluyó en Cuentos, fantasías y
leyendas. Con rasgos de novela gótica y policíaca, Cacique
es una historia sobre “el sitio maldito en donde los an-
cestros Quindos y Pijaos sepultaron boca abajo a algunas
personas indeseables de su raza y que ahora parecen des-
pertar de su sueño de muertos antiguos para causar el
mal”, según Valencia Solanilla (2005: 24).

La lectura de la obra de este autor quindiano ha sido una de


las mayores y gratas sorpresas en esta investigación, pues su
obra representa un aporte bien importante para las letras de
la región y una asimilación creativa de las técnicas narrativas
de la modernidad. Una excelente novela gótica, con diálo-
gos, situaciones extremas convincentes, misterio, intriga. Y
una forma convincente y lograda de aproximarse al rescate
de la identidad cultural de un pasado indígena casi siempre
perdido en el olvido (Valencia Solanilla, 2005: 34).

La novela aprovecha las técnicas y los recursos que


proveen las tendencias narrativas actuales para mostrarse
86
Novelas y novelistas del Quindío

como un relato para el lector, con todo dispuesto para el


desarrollo de un argumento funcionalmente estructurado:

Lo más interesante en esta novela de Ernesto Osorio Vás-


quez es la habilidad narrativa, el carácter dinámico de los
diálogos, la creación de atmósferas sobrenaturales a tra-
vés de imágenes visuales y auditivas, aunque puedan no-
tarse intertextos del cine de aventuras y de misterio […].
Es innegable la habilidad narrativa, la gran capacidad de
mantener el misterio, de concentrar la trama, la tensión, a
través de la fragmentación episódica, aunque la estructura
sea lineal. Esta linealidad, sin embargo, se complementa
muy bien con el paralelismo de las acciones (Valencia So-
lanilla, 2005: 34).

Lo sugestivo de esta novela de detectives reside en las


escenas grotescas y de brutalidad desbordada, entremez-
cladas con las leyendas indígenas y el pensamiento mágico
que envuelve todas las instancias. El autor la describe como
una “narración fundamentada en la historia de nuestra
raza y en la que se involucran, además, un sacerdote insa-
tisfecho de su apostolado, un curandero bien intencionado
y una serie de personajes que contienen, cada uno, un trozo
de las ambiciones habituales tan comunes en nuestra socie-
dad, sin importar fechas o lugares” (cit. en Tobón, 2015).
Ernesto Osorio Vásquez tiene varias novelas inéditas,
de las cuales se conocen tres en copias digitales: Tierras de
furia, Sicario y Condenado. También en ellas la reciedumbre
del lenguaje concuerda con la dureza de lo que se narra.

2.4 Samaria Márquez Jaramillo

Las novelas de Samaria Márquez Jaramillo pueden


definirse como diversas en conjunto por la sumatoria de
tópicos y modalidades narrativas. La autora salta de la
consistencia natural al artificio, del discurso abierto a la
predicación moralista, pero propone siempre un núcleo de
provocación literaria que se acomoda bien a la pasión que
despliega para acompañar la vida pública de sus libros. En
87
Carlos Alberto Castrillón

un deslinde particular, Márquez Jaramillo quiere instaurar-


se como escritora con un espacio propio; la textualización
de ese deseo en todas sus novelas supone la intromisión de
la voz autoral, insistente e hipertrofiada.

La vida en tiempos de muerte (1999) es, sin duda, su me-


jor obra. El relato se ubica en los días posteriores al te-
rremoto de 1999 en el Quindío y narra los hechos de ese
momento trágico. Desde la «Advertencia» que precede
al punto de partida se marca el tono, con una distancia
enunciativa singular: los tópicos de una novela estarán
ausentes, pero aparecerán otros, también novelescos, que
la realidad provee; se romperán las convenciones narrati-
vas, pero se crearán otras que encajen en el propósito.
En este escenario de ironía novelesca aparece la narra-
dora, una periodista acosada por el conflicto entre el de-
ber, que obliga a reportar desde cierta distancia, y la vida
personal, que obliga a cuidar los afectos amenazados por
el caos general. La asimetría del movimiento anímico y
vital delimita la dinámica de la novela y justifica la dispo-
sición de los episodios. De allí surge la cotidianidad bien
lograda, con ritmo quebrado y mimético, por momentos
sorprendente y excepcional.
La tragedia une y separa destinos, descubre discre-
pancias y fraternidades, multiplica las desventuras y las
descarga en los demás, que sólo pueden culpar a la fa-
talidad o urdir explicaciones fantásticas sobre lo ocurri-
do. Sin embargo, como uno de sus mayores méritos, en
esta novela el dolor individual y colectivo se transparenta
pero no se dice.
A pesar de haber sido publicada pocos meses después
de los sucesos, La vida en tiempos de muerte no es una no-
vela de urgencia: está elaborada estilísticamente con los
recursos de la narrativa contemporánea. Tampoco es el
espacio para el melodrama o para la queja estorbosa;
como indica su título, se trata de la celebración de la vida
en un trance cenital, circundado por la muerte, con un
presente inmediato que tiende a obnubilar la perspectiva,
88
Novelas y novelistas del Quindío

lo que promueve una atmósfera de leve alucinación. Se


cuestiona el “por qué”, por supuesto, pero ese reclamo
natural no es objeto de alarido; las historias tienen el te-
rremoto en el trasfondo pero no quedan confinadas en él:
se proyectan hacia lo humano sin patetismos.
La autora dispone la trama desde lo íntimo hacia lo co-
lectivo, en una oscilación alegórica que atrapa la fuerza de
los hechos; esto, al mismo tiempo, elimina las dificultades
de distancia temporal y les da a los personajes volumen
emocional, como la atractiva Nana Pancha, dibujada en
pocos párrafos, en plena humanidad, desde la memoria y
la palabra, que encuadra la novela completa en un simbo-
lismo de vida y muerte, de recuerdo y presencia.
Predominan en la técnica narrativa los fragmentos de
vida unidos por la voz narradora, que cuenta con un bajo
nivel de evaluación, para que la vida fluya sin molestos
juicios abarcadores. Los personajes van a la deriva, como
desbordados por la catástrofe. Esto suscita encuentros
inusitados, claramente novelescos, a pesar de la «Adver-
tencia», lo que se suma a la ironía narrativa.
El lector tiene la impresión de que la novela se le im-
puso a la autora, como un acto de compromiso ante una
realidad apabullante. Esto se confirma con el testimonio
de Samaria Márquez Jaramillo sobre la génesis de su obra:
“Escribí a la carrera, como temiendo perder una de las aris-
tas de todo lo que me estaba pasando, punzando. Vacié en
un papel, a borbotones, la hirviente lava de esa propia y
desgarradora erupción... Mi vida estaba cubierta por una
mortaja, estaba viva y, sin embargo, me sentía sepultada
bajo todas las ruinas del Armenia de ese 25 de enero”.
El discurso periodístico y la ficción dialogan en La vida
en tiempos de muerte para iluminar un momento que dejó
su huella en la historia de la región. La corta distancia
entre el hecho y el recuerdo explica por qué la memoria ti-
tubea en la narradora, que empieza a deformar los puntos
perceptibles del ambiente de caos mientras integra el des-
concierto en su dimensión personal. Con un ritmo rápido,
de trazos a veces delirantes, la conciencia individual se
89
Carlos Alberto Castrillón

refleja en actos y palabras contenidas, a partir de lo cual


el lector define los caracteres y rehace el argumento. Estos
detalles de escritura y el montaje total convierten a esta
novela en un hito en la narrativa del Quindío.
Ahora bien, es necesario precisar que nos referimos a
la primera edición de La vida en tiempos de muerte (1999);
para la segunda (2004), Samaria Márquez Jaramillo rees-
cribió la novela: agregó digresiones, expandió las marcas
metaficcionales y procedió a un parafraseo masivo que
enmascara el estilo directo y vertiginoso que caracteriza
la primera versión. No es claro si la novela mejoró con esa
reescritura, pero sí es evidente que la fluidez narrativa se
perdió en un alto porcentaje.
A la segunda edición de La vida en tiempos de muerte
se refiere Hubert Pöppel (2008) cuando destaca como un
acierto la confluencia de una exploración en varios nive-
les para unir lo vital con lo literario: “La necesidad de jun-
tar las narraciones y las reflexiones narratológicas con un
hilo conductor, el cual, obviamente, es la búsqueda —de
la Nana, del yo, de la novela, del sentido que tiene o no
tiene hacer novelas en esos tiempos”.

En Eloísa en el umbral del infinito (1999), su segunda


novela, Samaria Márquez Jaramillo afronta un tema des-
atendido por la historia regional: la significativa migra-
ción hacia el Quindío desde el centro del país (finales del
siglo XIX y comienzos del XX). Con enfoque documental,
se siguen las huellas de una familia cundinamarquesa
que se asienta en el Quindío y, venciendo obstáculos con
el poder de la fe y la fuerza de voluntad, logra la plenitud
económica y espiritual, como en los relatos convenciona-
les sobre la colonización del territorio.
Sin embargo, no se trata de una novela histórica. El
clima moral, trazado en espacios y caracteres en blanco y
negro, sin matices, brinda espacio insuficiente para el desa-
rrollo novelesco, por lo que la “biografía novelada”, como
la llama la autora, oficia más como apología. En la presen-
tación se advierte que este “no es un libro religioso”; pero
90
Novelas y novelistas del Quindío

es eso y algo más: es una novela anacrónica en todos los


sentidos, similar a las antiguas fábulas cristianas de reden-
ción por la fe, montadas sobre un idilio espiritual para la
complacencia de las almas buenas.

En sus dos últimas novelas, Por obra de las palabras (2001)


y Esta no es una novela de amor (2004), Samaria Márquez Ja-
ramillo apela a procedimientos que evocan lo que Eduardo
Béjar (1987) denomina “juegos de la escritura posmoder-
na”, como los de Reinaldo Arenas, y la puesta en escena de
La hora de la estrella (1977), de Clarice Lispector. El producto
es poco creativo si consideramos los antecedentes, incluso
en la novelística del Gran Caldas, pero resulta llamativo
para el contexto local. Al parecer, más que la representa-
ción literaria de un universo cultural inestable y la ilumi-
nación de la condición humana posmoderna, a la escritora
le interesan las experimentaciones narrativas como una ac-
tividad intelectual que no se apea del discurso.
Estas dos novelas fueron analizadas a profundidad en
un capítulo del citado trabajo de Valencia Solanilla, titu-
lado «Del artificio como una de las malas artes». Luego
de explicar las técnicas narrativas de Samaria Márquez
Jaramillo, el investigador concluye:

Cuando las pretensiones innovadoras para la escritura


literaria no logran integrarse al mundo que se quiere re-
velar, el lector experimentado identifica sin dificultad las
“costuras” con las que se quiere armar un texto, de tal for-
ma que el artificio se queda en el artificio. El artificio como
instrumento se torna en artificiosidad del lenguaje y de la
técnica, como cuando el aprendiz de la palabra pretende
llegar al final de la realización plena sin haber recorrido el
camino; o cuando se conocen ciertos aspectos teóricos de
la experimentación verbal y se piensa ingenuamente que
basta empezar a nombrarlos para que el conjuro llegue
como por arte de magia (Valencia Solanilla, 2005: 77).

Bajo tal perspectiva, Esta no es una novela de amor es sólo


un conjunto de “ejercicios escriturales facilistas en un libro
superficial con pretensiones de originalidad” (80); y Por
91
Carlos Alberto Castrillón

obra de las palabras se reduce a “cierta pedantería discursi-


va sobre los intríngulis formales del lenguaje, como si se
tratara de una lección de narratología o de pragmática del
lenguaje de un profesor principiante” (87). El resultado es
“la insustancialidad de sus propuestas formales, deriva-
das de una pretendida originalidad que nunca alcanza la
meta de una mera imitación. Su obra está llena de costuras
sin que alcance la calidad de un tejido […]. Y la limitación
estética tiene como fuente una apreciación equivocada
del arte literario, que puede haber sido aprendida como
enunciado teórico en los textos de literatura” (78).
Botero y Muñoz (2003: 143), por el contrario, afirman
que Por obra de las palabras “logra importantes acentos ex-
presivos” al mezclar “ficción, mundo imaginario y expe-
riencia personal para obtener finalmente una narración
experimental”; y Jaime Lopera (2010: 172) se refiere a Esta
no es una novela de amor como “un paso hacia la modernidad
dentro del estrecho espacio de la literatura quindiana”.
De todos modos, para situar la discusión en el plano
de las estéticas contemporáneas, conviene recordar lo que
para Pineda Botero es una novela posmoderna: “Aquella
en la que las categorías tradicionales de espacio continuo,
tiempo lineal, tipificación sicológica convincente del per-
sonaje, visión coherente del universo, existencia de ver-
dades objetivas y de principios trascendentes, han sido
menguadas o suprimidas, dando paso a una visión caó-
tica de la existencia; a la fragmentación, la acumulación
de estilos y géneros sin principios organizadores; y sobre
todo, a la crisis del sujeto y el objeto” (1993: 677). Es preci-
samente la ausencia de esa crisis fundamental lo que pro-
duce en la lectura de ambas novelas la sensación de un
largo y tortuoso ejercicio verbal, bajo el cual se desvanece
la condición humana.

2.5 Mario Castro Beltrán

Mario Castro Beltrán ha publicado hasta ahora dos no-


velas. En la primera, La borrasca (2011), se propone abor-
dar el tema de la Violencia de los años 50, una “zozobra
92
Novelas y novelistas del Quindío

infernal sin nombre”, desde sus terribles efectos en perso-


najes concretos, como una mirada parcial y humana a la
desdicha histórica. La estructura circular va del presente
al pasado, marcando en su camino regresivo los indicios
que explican la secuencia que abre el relato.
Los símbolos concretos se exponen desde el comienzo
y luego, a lo largo de los capítulos, van llenando los vacíos
para promover una trama sencilla y eficaz: una muñeca
deshecha, una casa pintada de negro, un parto rodeado
de señales misteriosas, la lluvia torrencial. La historia
transcurre en la época más recia de la violencia biparti-
dista que agregó tribulación a la dura vida campesina.
Martín Contreras, el “Hijo de los Tres Demonios”,
es producto de una violación colectiva. Encarnación, su
madre, sumida en el pensamiento mágico que cubre la no-
vela, termina convencida de que Martín es un hijo del Dia-
blo; por eso lo odia, como lo odia todo el pueblo, excepto
un tío y la abuela, Concepción, que se ocupa de él. El en-
tendimiento del niño asume poco a poco el espacio que le
corresponde en medio del desprecio y más tarde, cuando
conoce la verdad de su origen, se transforma en efecto en
“el hijo del diablo”. Sus actitudes y sus actos lo expulsan
de la humanidad y lo revelan depositario del mal: la inso-
lencia, la risa espeluznante, el rencor irracional, la fuerza
inhumana que concentra en el trabajo. Al crecer, planea
como venganza por el pasado propio, no por el de Encar-
nación, que ha enloquecido, “no dejar mujer con honra”
(p. 58), con lo cual se convierte en el terror de la región.
Para empezar, intenta violar a su madre.
Aquí aparece Juana, una joven medio loca, obsesiona-
da con la sangre menstrual, a quien Martín viola cerca del
río. Juana es un reflejo de Encarnación, por lo que la vio-
lación es un regreso simbólico al motivo principal de la
historia. En este episodio, el más dramático de la novela,
se entrelazan tres escenas simultáneas que resumen el cli-
ma de iniquidad: la violación, la borrasca que arrasa con
el pueblo, los bandoleros que cometen una masacre más.
Juana queda embarazada y su hermano persigue a Martín
93
Carlos Alberto Castrillón

para matarlo o para que se case con la ultrajada, según el


manido recurso para salvar el honor. Martín escapa reves-
tido de leyenda; muere Concepción, abatida por la trage-
dia sin fin de su descendencia; Encarnación sale a recorrer
pueblos, como una loca típica, hasta morir; los hombres de
la familia se unen a las cuadrillas de bandoleros.
Tiempo después, Martín reaparece en el pueblo y es
obligado a casarse. En medio de penurias y ultrajes, Juana
tiene dos hijas, de las que Martín también abusa hasta que
la menor queda embarazada; finalmente, se descubre la
verdad y Martín es apresado. Con esto la historia regresa
al primer capítulo, donde se narra el prendimiento del
incestuoso, “el hijo de la loca Encarnación”.
Martín se sitúa en el universo del misterio alimentado
por la superstición popular, una presencia temible que
habita las noches. A pesar de que el carácter fantástico
del protagonista pronto se disuelve, a partir de él fluye
la novela y se conectan los episodios, entre avances y re-
trocesos, alternando la historia primordial con los relatos
de tortura y muerte de la Violencia. Sin embargo, Mario
Castro Beltrán no logra articular el bandolerismo en el ar-
gumento, por lo que muchos eventos se leen como mar-
ginales, aunque corresponden a la violencia generalizada
que azota la región.
El discurso de los personajes no siempre concuerda
con la imagen que el narrador traza de ellos; con frecuen-
cia es intrusión del autor, con comentarios que tienden
al estereotipo del lenguaje y las costumbres. Es común
la mezcla de registros, como cuando Juana, que apenas
sabe escribir su nombre y contar hasta diez, llama a Mar-
tín “estuprador, incestuoso, que eso es lo que eres, a la
guandoca irás a temperar” (p. 340). El narrador se detiene
en lo más folclórico del pequeño pueblo y en los dichos
de las gentes, con lugares comunes que entorpecen los
diálogos, cultismos inoportunos y sinonimias absurdas,
como manchas de erudición en la claridad general de la
prosa. Todo esto podría explicarse por la identidad del
narrador, que se revela cuando la novela está adelantada:
94
Novelas y novelistas del Quindío

es el abogado de Martín Contreras. Con cambios en la voz


narrativa, repentinos y breves, entre reflexiones e ironías,
y con una conciencia que excede lo que podría conocer
desde su posición externa, el abogado le cuenta los suce-
sos a Mario, imagen textual del autor.

Un año después, Mario Castro Beltrán publicó su se-


gunda novela, El muchacho de negro (2012). En ella, entre
una nota «Preliminar» y un «Epílogo», se narra la historia
de Alfonso Barrios, un hombre de negocios que se estable-
ce en Castronovo con su numerosa familia hacia finales
de los años 60. Barrios ha tenido problemas en los otros
pueblos en los que ha vivido y piensa que en este logra-
rá la tranquilidad que busca. Prospera en sus actividades
mientras sus hijos se integran al ambiente y viven las ex-
periencias de adolescentes que descubren un mundo más
amplio. Sin embargo, entra en conflicto con dos mujeres
pendencieras y de oscuro pasado, Judith Horozco y su
amante, María Candelas, que usan como sicario a Rodol-
fo Arcila para acosar a los forasteros que desean sacar del
pueblo. Barrios y Arcila tienen varias discusiones y peleas
que intranquilizan a la familia.
Por otro lado está Julián, uno de los hijos de Alfonso
Barrios. Es un joven inteligente que aspira a una vida tras-
cendente, con dos sueños inmediatos: el amor y la indepen-
dencia económica. Siguiendo el plan de las dos mujeres,
Arcila incluye en su acoso permanente a Julián, lo que oca-
siona entre ellos varios encuentros, en uno de los cuales el
joven resulta herido de gravedad, como “chivo expiatorio”
para mostrarle al padre que no era querido en el pueblo.
Se recupera pero queda anímicamente devastado; su futu-
ro peligra y también el amor. A partir de entonces decide
vestir sólo de negro y alejarse por un tiempo.
Cuando Julián regresa, monta un negocio propio y
prospera. Planea casarse cuando cumpla los 18 años, pero
muere asesinado por uno de sus empleados. Arcila muere
a manos de una de las víctimas de sus acosos; muere Judith
en un accidente y María Candelas abandona el pueblo.
95
Carlos Alberto Castrillón

Después de 21 años, el narrador rememora lo ocu-


rrido en Castronovo y evoca a su hermano muerto, “el
hermano al que admiraba con mayor solicitud” (p. 45);
el relato progresa con la misma dinámica de La borrasca:
narradores que se superponen y se alternan para dar dis-
tintas perspectivas, el tiempo que va y viene para un mo-
saico completo. No obstante, los aciertos en la disposición
temporal y en el narrador múltiple, que asume las voces
colectivas o se retira para dejar hablar a los personajes, no
alcanzan a ocultar el mayor problema: Al contrario de la
novela anterior, en esta todo ocurre en un primer plano;
la suma de eventos no consigue configurar los conflictos
del pueblo y de los personajes. Por ejemplo, un mendigo
atípico y solidario que conocimos en La borrasca, llamado
Papito, con su presencia misteriosa pudo ser el núcleo de
algo, pero apenas se nota en el decorado.
En El muchacho de negro, Mario Castro Beltrán enfrenta
las mismas dificultades técnicas, sin solución aparente;
tiende al exceso de ampliaciones, sermones y diserta-
ciones que abultan la novela, al abuso de la mimesis en
diálogos banales que no inciden en la trama, a los circun-
loquios que retrasan la acción y no contribuyen en nada, a
la redundancia de episodios; varias veces se cuentan con
similares detalles los baños en el río, el camino al colegio,
las charlas con los amigos, los coloquios eruditos. Con las
demoras y pormenores, sin incidencia en el argumento
o en los caracteres, se pierde el sentido de la acción. El
punto crítico de este problema se encuentra en el capítulo
21: cuando se esperan las circunstancias de la muerte de
Julián, sobre la cual el lector tiene sus hipótesis, aparecen
largas disquisiciones científicas y filosóficas, artificiosas y
ajenas, que no conectan con los hechos.
De todos modos, Mario Castro Beltrán muestra indu-
dable capacidad narrativa y habilidad para estructurar
una historia.

96
Novelas y novelistas del Quindío

2.6 Las novelas unigénitas

Asegura Enrique Santos Molano (2006) que “una de


las características de la novela colombiana del siglo XX
es que la amplia mayoría de sus autores son novelistas
de una sola novela”. Algo similar ocurre en el Quindío:
de los 41 novelistas identificados, 21 han publicado una
sola novela. Durante el “periodo caldense” se publicaron
sólo tres novelas unigénitas: Llamarada. Novela obrera anti-
imperialista (1941) de Luis Carlos Flórez, Hombre y destino:
novela de ambiente carcelario (1942) de Rodolfo Jaramillo
Ángel y Sangre campesina (1965) de Fernando Arias Ramí-
rez. Del periodo 1966-2015 destacamos las siguientes.

Modestos pero genuinos son los logros de Roberto Res-


trepo con El hijo de la Comehombres (2000), una novela corta
que cuenta la vida de El Solo, hijo de la Comehombres, una
prostituta de Amayú. El Solo, a quien también se le conoce
como El Grande, El Misterioso, pues carece de nombre por
su origen infame, es descendiente de Evangelino Osorio, el
Gran Paisa, fundador de Amayú, un personaje prototípico
que emigró hacia el Quindío siguiendo la ruta mistificada
de la colonización. Entre la magia y la premonición se su-
ceden los conflictos que surgen cuando la tierra comienza
a pasar de manos y aparecen la pobreza, la marginalidad
y el oprobio. En tono de oralidad y con secuencias tempo-
rales que avanzan y retroceden para llenar los vacíos de la
historia, el hábil narrador crea el entorno para mostrar una
sociedad en formación que no puede superar los conflictos
y lleva todo a la represalia, la violencia y la muerte.
El Solo se convierte en una especie de matón por ho-
nor cuando acepta la fatalidad de ser el hijo de la Come-
hombres, escondido en el monte para planear venganzas
encadenadas después de que un gamonal matara a Tene-
broso, su perro, único vínculo de humanidad que le que-
daba junto con la Abuela protectora. Cuando la violencia
partidista se apodera de la región, El Solo se involucra
en las guerrillas liberales para acrecentar su leyenda. La
Abuela gobierna la voz narrativa al final, cuando el hijo
97
Carlos Alberto Castrillón

de la Comehombres se vuelve protagonista de una leyen-


da colectiva, el culpable de todo crimen, presencia ubicua
y fantasmal.
A pesar de los evidentes errores técnicos y los incon-
tables descuidos de escritura, El hijo de la Comehombres se
suma al conjunto de novelas sobre los primeros años de
la población del Quindío, desde la perspectiva de una vi-
sión personal y descastada que pone en duda los supues-
tos de la identidad colectiva, que prefiere buscar amparo
en los reiterados relatos épicos.

Pedro Miguel Rozo Flórez es un dramaturgo con una


obra reconocida y de amplia difusión. El testamento (2004),
que se anunció como parte de una trilogía titulada Juegos
imperfectos, es su única novela publicada hasta ahora. El
diseño de esta novela breve tiene en su núcleo argumen-
tal una idea que Rozo Flórez ha explorado en sus piezas
teatrales.
La historia del narrador es “un viaje a la autodestruc-
ción”, como la define Sandro Romero Rey en el prólogo.
Por una sucesión de incidentes, un prestigioso psiquiatra
descubre que su trabajo es inútil, que sus pacientes vi-
ven, mueren o se curan sin que su labor tenga algo que
ver en el proceso; el último paciente que estuvo a su car-
go estranguló a un hijo tres días después de que lo decla-
rara sano. Ahora se siente “impedido mentalmente” para
trabajar en la clínica donde antes brillara su autoridad
profesional.
El cabello de una mujer en un comercial de televisión
lo perturba y lo empuja a la locura; una frase de esa mujer
resuena en su mente como un conjuro que requiere expli-
cación. Ante el absurdo de una imagen fija que se niega
a delatar su sentido y obsesionado con esas palabras, en
un acto demencial busca a la mujer y la ataca para obte-
ner un mechón de pelo. Él, un hombre de ciencia, “sen-
tado en el trono de mi razón” (p. 49), es consciente del
simbolismo del acto y admite que la irracionalidad ha
colonizado su mundo.
98
Novelas y novelistas del Quindío

Descubre también que, al cabo de años de estudio y de


ejercicio profesional, no comprende cómo opera la mente
humana. Decide entonces, a la manera de Jean Baptiste
Clamence en La caída de Camus, dar testimonio de su fra-
caso en una carta destinada a su amante. Con los tropie-
zos de un conocimiento inútil, con la erudición que nada
ilumina, el psiquiatra despliega en el papel un examen de
dilación y purgatorio, con elucidaciones delirantes para
justificar sus planes de suicidio. El exceso de saber es el
obstáculo principal para salir del remolino de la concien-
cia; intenta asedios sobre sí mismo, concepto que ahora
encuentra estúpido, y queda encerrado en la trampa ver-
bal que le impide ver la salida al absurdo en el que se
convirtió su vida: no pensar, no decir, no comparar. Las
obsesiones no lo abandonan porque la Nada está enquis-
tada en su lenguaje para un testamento de racionalidad
extrema y visionaria.
Romero Rey (2008: 14) señala “un afán de erudición
que a veces no deja que el texto se descarne realmente”.
El desborde discursivo que afecta la novela quizá sea
una estrategia para camuflar sentido en la insensatez,
con argumentos y piruetas lógicas que se sitúan más allá
de cualquier objeción; así, todo parece tan racional, tan
consecuente, como palabra que oculta la agonía. El psi-
quiatra, que ha perdido la cordura pero no la memoria,
permanece atascado en un mundo libresco y confía en
que la comprensión y el análisis minucioso de su conduc-
ta pueda llevarlo de nuevo “al paraíso de la normalidad”
(p. 76). Esto explicaría la “demostración técnica” (p. 38)
que se distribuye en la novela, sobre la felicidad, el sufri-
miento y el ser, nada más que sofismas encadenados que
llenan el vacío al que ahora se enfrenta el personaje.
Esa especie de máscara verbal para decir y decir sin
que alcance a justificar ni descifrar nada, le permite al na-
rrador dilatar el final para salir sin vergüenza del plano
público de la vida. Pero es vano el anhelo y son vanas
sus palabras, lo que añade a la novela un bello tinte trá-
gico: no hay regreso de la locura porque el discurso que
99
Carlos Alberto Castrillón

pretende curarla es una ilusión disfrazada de racionali-


dad, una variante de la literatura fantástica. Y entonces
una ventana que llama, el suicidio, por fin el silencio.

En Nunca el olvido (2008), la única novela de Gonzalo


Osorio Toro, asistimos a la puesta en escena de una ten-
sión: Desde lo experimental hasta lo previsible, desde lo
cotidiano hasta lo alucinante, el autor nos sitúa frente a un
universo que exige una interpretación, un gesto de solida-
ridad y un permanente asombro. La historia se centra en el
itinerario de tres generaciones signadas por la violencia, el
desplazamiento y la pervivencia de formas de poder feu-
dal aún vigentes. Sin embargo, no es ese contexto el que se
le presenta al lector, sino la visión desde las protagonistas:
tres mujeres, abuela, madre e hija, tres relatos sobre una
trágica herencia simbólica, que pasa de una generación a
otra no como maldición sino como semilla del recuerdo.
De ese modo, el autor supera la presentación escueta del
deseo de reivindicación e instala la novela en todos los dis-
cursos posibles, para dar cuenta de la ignominia desde la
configuración de los personajes, que procuran encontrar
sentido a la vida en la remembranza para impedir que el
dolor sucumba ante la indiferencia. En una bella formula-
ción, la última de las mujeres logra exorcizar los recuerdos
funestos para renacer a la vida; en el capítulo final, son los
muertos, los guardianes de la memoria, quienes guían a
los vivos en el proceso de dar sentido al presente. Vencer
el olvido, ir de frente al encuentro del pasado para cono-
cerlo en plenitud y en sus llagas palpitantes, es también
liberar el dolor acumulado.
Pero como toda novela, la de Osorio Toro se susten-
ta en el lenguaje. Desde el primer capítulo ese lenguaje,
aunque modesto, queda definido por la mezcla de voces
que se alternan para ofrecer una visión múltiple; por los
juegos de enunciación y los saltos temporales; por la ora-
lidad en el flujo de conciencia de la niña narradora, limi-
tada en la comprensión de los hechos y profunda en el
mosaico descriptivo de la atmósfera; por la mimesis de la
angustia, que simula un llanto ahogado que entorpece la
100
Novelas y novelistas del Quindío

voz, y por el simbolismo de los nombres, hierográficos e


irónicos entre tanta infamia: Cara de Ángel, Ángel Santos,
María de los Ángeles, Carroloco, Pingapérez…
En Nunca el olvido nos encontramos con una Armenia
que ya no existe o que existe sólo en la memoria de quie-
nes transitaron sus calles, pero que es la misma de hoy
porque la cartografía del dolor es atemporal. La ciudad
de contrastes y violencia interna, de prostíbulos y sitios
de encuentro; la ciudad de la Ñata Tulia y Chantecler, con
precisas distancias sociales que la dividen y estratifican;
la ciudad arbitraria de hipocresía y carnaval. El centro
espacial de la novela es el barrio Santafé, símbolo de la
decadencia de lo urbano, motor de lo que se quiere ocul-
tar y suprimir: la cultura popular. Es el verdadero subur-
bio, donde nos sentimos incómodos y queremos pasar de
largo. Allí se viola y se asesina, pero también se ayuda
al prójimo; allí la solidaridad convive con el cuchillo que
se hunde en la carne. En este microcosmos perturbador,
los marginados que tienen el poder excluyen a otros más
desgraciados que viven falda abajo, hacia el río, invisibles
desde la avenida.
Son tres ámbitos bien diferenciados que convergen
sólo en el dolor: el mundo de arriba, el mundo de aba-
jo, y el de más abajo. Los tres hacen parte de la Armenia
plural, a donde vinieron a parar los desplazados por la
violencia eterna. Este es el encuadre narrativo de Nunca el
olvido, título que es al mismo tiempo una proclama, una
intención del autor y una consigna del argumento.

Una propuesta muy distinta, en todos los sentidos,


es la de Jairo Alberto Moreno con su novela de terror:
El vástago (2013). Un parto problemático, en los umbra-
les de la muerte, lleva a una joven madre a aceptar en su
delirio un pacto diabólico para salvar la vida de su hijo,
con lo cual la suerte de dos familias, unidas por una in-
famia del pasado, queda atada a la infamia del futuro.
“El hombre de blanco”, la presencia misma del demonio,
urde así el destino de los personajes, atrapados en una
101
Carlos Alberto Castrillón

trama de posesión diabólica, locura, venganza y muerte.


Los trayectos individuales se conectan entonces de modo
espectacular: el hijo de la joven germinará de nuevo en el
vientre de Ángela, su hermana, y será “el Vástago”, el hijo
del diablo, como en El bebé de Rosemary, de Ira Levin.
La novela está dispuesta para el montaje de una tra-
ma poderosa que en principio se expone en cotidianidad
y poco a poco entra en un vórtice de paralelismos bien
logrados por el desacomodo temporal de las secuencias.
La historia se fragmenta en episodios cortos que parecen
no conectar, pero cuando se descubren los puntos de con-
tacto el efecto funciona para atrapar la atención; así, la
sucesión de crímenes atroces ligados al pacto diabólico,
en un ambiente de pesadilla total, instaura un sentido que
sostiene el universo narrativo. Los ingredientes se enla-
zan para una novela de suspenso: asesinatos bestiales,
pecados ocultos, un detective eficiente y libidinoso, una
figura diabólica que mueve los hilos del destino, magia
negra, sexo en el límite entre lo carnal y lo sagrado. La
conciencia de Ángela, instrumento de la agenda oculta
del demonio, es colonizada por una presencia, la de su
hermana desconocida, que gobierna sus recuerdos y sus
actos demenciales; esto contribuye a una ambigüedad que
impacta en el lector cuando las identidades se resuelven
y el plan diabólico comienza a mostrar sus consecuencias
en las vidas de los implicados.
La novela avanza al ritmo de los indicios, bien distri-
buidos, aunque en los diálogos, en la voz del narrador
y en los detalles de la historia se abusa del discurso de
la medicina, con su correspondiente metalenguaje; los
parlamentos son acartonados, ajenos a la naturalidad y
a la índole de los personajes. Un psiquiatra, por ejemplo,
habla como en un anuncio para promocionar su clínica:
“Aquí los pacientes se encuentran a sí mismos en paz, ale-
jados de las presiones de la vida diaria. De hecho, mu-
chos están sin medicación, en proceso de psicoterapia y
acompañamiento permanente. La atención es personali-
zada y nos preocupamos mucho porque todos se sientan
102
Novelas y novelistas del Quindío

bien” (p. 66). La rugosa sintaxis y los abundantes errores


y descuidos de escritura no ayudan, pero la novela se deja
leer.
Por su falta de pericia, en esta novela inicial el autor
dispone un narrador poco convincente, con sus constan-
tes opiniones sobre las causas y consecuencias de todo lo
que cuenta, hasta convertir el dolor humano en un pa-
voroso tecnicismo bajo el cual la tragedia se hace carne y
sangre codificadas en puro concepto; con esto, lo malig-
no permanece en el plano de los acontecimientos y no se
puede sostener el clima de terror, que un narrador más
hábil —uno que contuviera el afán de decir— conseguiría
prolongar hasta el cierre.
Cuando el relato termina, el narrador se niega a aban-
donar el discurso: la novela se diluye en una proclama
de buenas intenciones para un final feliz. El mensaje se
hace aún más directo y el diablo comienza a sermonear
como un moralista en sentido estricto. El plan del “hom-
bre de blanco” consiste en que su vástago se ocupará de
“transformar la raza humana”, salvar la tierra y devolver
la paz al mundo, que se debate en un caos ecológico total
y al borde de la tercera guerra: El calentamiento global, la
tala indiscriminada de los bosques, la sobrepoblación, el
hambre, el chavismo en Venezuela, el terrorismo musul-
mán, etc.
Más allá de lo anotado, El vástago se destaca por su
tema y por lo que significa para el presente de la novela
en el Quindío. Con algo de indulgencia, la obra de Jairo
Alberto Moreno se puede ubicar en la línea que inaugu-
rara Susana Henao Montoya con Crónica satánica (2004), a
pesar de la distancia estética entre ambas novelas.

Con una amplia y reconocida trayectoria en el perio-


dismo, Alberto Medina López incursiona en la novela
con El credo de los amantes (2013). El marco de la historia
es el Credo erótico que Pedro Nolasco Vallejo le dedica a
su amante, Lucía Bretón, en uno de cuyos artículos dice:
“Creo en el Dios que nos dividió en hombre y mujer para
103
Carlos Alberto Castrillón

que busquemos por la tierra ese otro pedazo que nos hace
falta para ser uno solo y sin soledad, para entregarnos al
goce de la carne y del espíritu y no a la exclusiva tarea de
poblar el mundo”.
Una casualidad típicamente novelesca (“casualidad
literaria” la llama el narrador) propicia el encuentro: en-
tran en la misma biblioteca, buscan el mismo libro, El arte
de amar de Ovidio, y se sientan a leerlo, uno frente al otro.
Los dos están casados y tienen un interés común: la litera-
tura, él como periodista y lector, ella como investigadora
literaria.
Es un amor prohibido, posible sólo en los momentos
felices, desalado en la metáfora de dos vías que de vez en
cuando confluyen. A menudo los acosa la idea de escapar
de los compromisos para anidar en el amor eterno, pero
sucumben ante lo que la vida exige: “los dos han trazado
planes de fuga en la demencia de la pasión y han quema-
do los mapas en la cordura de las tristes verdades” (p. 19).
Deciden entonces vivir a plazos el ritual de los cuerpos,
entre la “primigenia zoología” y el templo de la carne,
como una ceremonia profunda de dos seres envueltos en
la pasión de la entrega.
Pedro Nolasco escribe las memorias del amor, donde
consigna la plenitud de los instantes de comunión, con
alto lirismo y corazón abierto: “buscar, como si en ti vivie-
ra, el otro pedazo del hermafrodita que quizá algún día
fui” (p. 17). Al final, el amante acucioso le entrega a Lucía
esos escritos, que se insertan fragmentariamente como
metáfora del recuerdo lúcido.
Estos dos alumnos de Ovidio tratan de poner al día
las antiguas enseñanzas. Comparten la literatura erótica
como un rito que prolonga el primer encuentro y salu-
da lo fortuito; recorren obras y autores, en un viaje por
la cronología del erotismo, con el ansia de comprender el
arte de amar que la palabra indica, no de hacer lo que la
palabra enseña de técnica amatoria. Es, más bien, erotismo
escrito, en la ofrenda poética de Pedro Nolasco para Lucía
y en los libros que leen.
104
Novelas y novelistas del Quindío

Integradas en la trama aparecen las consecuencias de


las denuncias públicas de Pedro Nolasco sobre las activi-
dades ilegales de altos miembros del gobierno, que son
diáfanas para el lector y podrían tener nombre propio:
“falsos positivos”, interceptaciones ilegales, relaciones
con grupos paramilitares. Los peligros de la labor perio-
dística irrumpen en la vida que hasta entonces mantu-
vo oculta, con la extorsión y la amenaza para que calle.
Como resultado del acoso, Pedro Nolasco muere en un
accidente provocado por sus enemigos.
Umberto Senegal (2015) califica de “epicúrea” y “vo-
luptuosa” la historia de los amantes, y afirma que “el ma-
tiz filosófico y didáctico con el cual construye el novelista
los clandestinos encuentros de Lucía Bretón y Pedro No-
lasco, desligados de prejuicios familiares para expresar
mediante la poesía su vehemente erotismo, justifican-
do exigencias carnales de los cuerpos erotizados, hace
de esta novela una obra poco frecuente en la narrativa
colombiana”. En nuestra lectura no percibimos nada de
eso. La literatura erótica aparece en los momentos com-
partidos por dos amantes curiosos que conversan sobre
los libros que les interesan y los usan para el aprendizaje
mutuo. En ese sentido, el erotismo, a pesar de todo, es
algo más o menos externo a la novela, que no sería una
novela erótica sino sobre el erotismo. Lucía habla como la
experta que es: no vive el erotismo sino que lo explica,
y Pedro Nolasco intenta seguir eso en su escritura, pero
no hay un erotismo interno —de arrebato, de éxtasis, de
transgresión— que supere la necesidad de amor, que es
el verdadero motor de la relación entre estos dos amantes
apasionados por la literatura erótica.
Jorge Consuegra (2013) define bien El credo de los aman-
tes como “una novela de muchas novelas porque sus pro-
tagonistas son lectores de textos de amor y erotismo. Es,
por decirlo de algún modo, una novela bibliográfica, por-
que está enriquecida por la literatura y por los diálogos
que desencadena el goce de leer”. Lucía y Pedro Nolasco
disfrutan de la plenitud erótica no por lo oculto sino por
105
Carlos Alberto Castrillón

la plenitud misma, y eso es lo bello de esta novela, que


esquiva con elegancia la infidelidad, la culpa asociada y
el melodrama. Ella, en su vejez, mientras lee y relee las
memorias de su amado, siente que lo vivido era “un de-
recho y no una infidelidad” (p. 65).
Por momentos, la novela sufre cuando la conciencia
del autor-periodista invade la voz del narrador con un
discurso sin matices sobre la función de los medios de
comunicación, como quien expone una doctrina que sólo
conecta con las andanzas de los amantes porque Pedro
Nolasco participa de esa discusión.

Abrahán Cortés Cortés, en Un pequeño rito de sangre


(2014), ensaya singularidades estructurales con una gale-
ría de narradores para contar una historia que fluctúa en-
tre la perversidad de la política en un pueblo (Cajamarca)
y las masacres de los paramilitares en el norte del país. Al
exponer los sucesos en paralelo desde perspectivas incon-
clusas, lo primero queda inscrito en la realidad inmediata
y afecta la cotidianidad de los personajes, mientras lo se-
gundo permanece incierto, como si no hubiera ocurrido.
La puesta en escena es muy llamativa porque perfi-
la el tono inusitado de la narradora que abre y cierra la
novela: “Los ruidos procedían de algún lugar más allá
del puente. Como se trataba de un hecho desconocido e
imprevisto, abrí la boca, porque esta es la manera más
rápida y sencilla de mostrar admiración” (p. 7). Un ritmo
particular en el decirse y exhibirse con plenitud les per-
mite a los narradores dibujar la zozobra que acosa al país
desde distintos frentes.
La novela retrata la indolencia general ante las ame-
nazas de la degradación política y la violencia, que se de-
fienden con cualquier argumento; la historia reciente de
Colombia se hace así transparente. Un desasosiego colec-
tivo es el componente más denso, el que lleva al poder al
“comandante en jefe” del paramilitarismo, “elegido por el
miedo” (p. 151). Lo más dramático y sugerente, si consi-
deramos el trasfondo histórico, es que los episodios de la
106
Novelas y novelistas del Quindío

violencia paramilitar, con todo lo que tienen de escabrosos,


se presentan con una sorprendente desidia, con eufemis-
mos que resultan más pavorosos que la palabra cruda, con
perífrasis que horrorizan al lector cuando descubre a qué
se refieren, como el relato del partido de fútbol durante la
masacre de El Salado o la labor de los “alimentadores”,
encargados de desaparecer los cadáveres. La narración es
distante, a veces ingenua, con toques de cinismo distribui-
dos con maestría. Aunque hablamos de su única novela
publicada, es claro que Abrahán Cortés es un novelista
hábil en el complejo dialogismo que propone.
Taborda, uno de los personajes principales porque ac-
túa en los dos universos narrativos y conecta la violencia
paramilitar con la política local, resume de modo senten-
cioso el problema del pasado que nunca se cierra: “Creo
que soy un permanente siendo y no uno que fue” (p. 150).
La memoria es persistente y brota de cualquier resquicio
por más que se intente recluirla o enmascararla. Una pre-
sencia difusa lo persigue como estigma de la sangre que
no se borra: fue un agente de la violencia paramilitar y pre-
tende anular los vestigios de esa época para labrarse una
vida distinta. En Taborda y otros personajes se resume el
dilema de quienes apoyaron y promovieron el paramilita-
rismo y ahora lo estilizan en el recuerdo hasta convertirlo
en un incidente inespecífico en la historia de Colombia.
Asegura Gustavo Rubio Guerrero que Un pequeño rito
de sangre es “la novela técnicamente mejor lograda de un
quindiano” (p. 3), lo que se entiende como una amable
concesión de prologuista. La verdad es que la novela se
resiente por el exceso de segmentación, pues la sucesión
de fragmentos no encaja en un diseño identificable y los
saltos entre secuencias son sutiles y con frecuencia arbi-
trarios. Para mayor dificultad, cada fragmento, a cargo de
un narrador que se debe inferir, se fracciona en su interior
por anacronía para formar un verdadero rompecabezas:
las piezas de cada fragmento, a veces tan pequeñas como
un breve párrafo, están entremezcladas sin concierto. La
diagramación negligente y confusa empeora las cosas. El
107
Carlos Alberto Castrillón

lector, al avanzar unas pocas páginas, ya ha perdido el hilo


de las voces narrativas, las secuencias, los fragmentos y las
fracciones y se pregunta por alguna razón arquitectónica
que respalde tal disposición. Lo más lamentable, en nues-
tra opinión, es que el contrapunto entre los dos momentos
y espacios de la historia resulta afectado, pues se espera
que la segmentación ofrezca algún indicio de coherencia
interna para que su efecto aporte a la totalidad.
Sin embargo, no cabe duda de que, con un poco de sen-
satez en el manejo de los recursos, Un pequeño rito de sangre
habría sido la gran novela sobre la tragedia del paramilita-
rismo en Colombia. Y tal vez lo sea, de todos modos.
Con este libro, de edición modesta y circulación limi-
tada, Abrahán Cortés Cortés se revela como un escritor
de altos méritos. Tres novelas inéditas, Denis, Llegamos
tarde y Al son del porro, son parte de su promesa.

3. Otras novelas del inventario

Algunas novelas del conjunto son tan precarias o in-


genuas que las comentamos sólo para que queden en el
registro.

La última lámpara (1971), de Jesús Rincón y Serna, es


un largo y penoso fracaso novelesco. Ramón Lovisandro,
un hábil comerciante, funda la hacienda Aguasvivas, en
las selvas de Granalia, un país situado vagamente en Su-
ramérica. Hace fortuna mientras nacen y crecen sus hijos,
Antero, Leonor y Arturo; los acompañan en la aventura
colonizadora Pina y su hijo, Bienvenido, sirvientes de la
familia. El ambiente de magia y premonición hace pensar
en una novela de la selva, pero pronto se descubre que no
es el caso.
En un acto inexplicable, casi por broma, Lovisandro
captura y hace esclavos a dos hombres y una mujer que
naufragaron cerca del puerto de Cabarca tras un hura-
cán. Zamboa, la mujer, es descrita como un animal noc-
turno en conexión con fuerzas ocultas: “Sólo las tinieblas
108
Novelas y novelistas del Quindío

parecían animarla” (p. 8). En venganza por el oprobio,


Zamboa lanza una maldición sobre Lovisandro y su des-
cendencia y pone en marcha un terrible plan.
Diez años más tarde, la paz de la hacienda es pertur-
bada por el paso de un cometa, al que precede una inva-
sión de langostas. El hambre y la desolación se ciernen
por doquier. Zamboa escapa hacia una caverna luego de
iniciar el proceso para convertir en zombi a la niña Leo-
nor, que poco después cae en estado cataléptico y es ente-
rrada porque se la supone muerta de inanición. Zamboa
desentierra a la niña y los Lovisandro huyen de la trage-
dia, dejando atrás parte del oro acumulado de las minas
y a Leonor, que como un fantasma se aparece en la orilla
del río para despedirlos o llamarlos en un gesto ambiguo.
Emigran hacia Unidia, que se describe como los Estados
Unidos. Zamboa, por su parte, recoge el oro y llega con
Leonor a Cabarca, donde denuncia a Lovisandro y resca-
ta a sus dos compañeros; al retornar a su isla, se da cuenta
de que el huracán que la desvió en el mar diez años atrás
había acabado con toda su familia.
El pasado sombrío persigue a los Lovisandro: Zamboa
los acosa por correo para ratificar su venganza, les hace
saber la verdad sobre Leonor y viaja hasta Unidia. Huyen
de nuevo, esta vez hacia Gorma, que no es otra que Ale-
mania después de la primera guerra mundial. Lovisandro
está determinado a recuperar a su hija y someter a Zam-
boa, para lo cual usará su riqueza y sus contactos. Pero en
un prolongado arrepentimiento, los esposos languidecen
y mueren; los dos hijos suceden al padre en los negocios,
acrecentados por la industria de la guerra.
Arturo, paradigma del empresario pragmático, decide
avanzar en la acumulación de riqueza con la industria ar-
mamentista: “Soy malo porque soy hombre; y como malo,
cumpliré mis fines” (p. 42); se erige así en ideólogo in-
ternacional de la guerra. Consolida su poder, se casa con
una mujer que conviene a sus propósitos, tiene tres hijos
y nos regala sucesivas lecciones de capitalismo deliran-
te y caricaturesco, mientras diseña la conspiración para
109
Carlos Alberto Castrillón

apoderarse del mundo, como un villano de tira cómica,


con “una filosofía del poder que desecha todo principio mo-
ral y religioso, todo anterior orden político, toda noción
de piedad y de dignidad humana” (p. 118).
Al espíritu sensible de Antero le repugnan las inmora-
lidades asociadas a los negocios del padre y del hermano
y decide regresar a la hacienda a restaurar la heredad;
allí se encuentra con Pina y Bienvenido, que han denun-
ciado la trama de Zamboa. Se casa y tiene dos hijos, Ja-
cinto y Bibiana. La hacienda se puebla otra vez. Zamboa
también regresa con uno de los antiguos esclavos y con
Leonor, que ocasionalmente se muestra a sus parientes
para espantarlos. En sus viajes por el país, Antero conoce
a Bernardo, un joven estudiante de medicina que entra en
amores con Bibiana, y a Mario Devestaro, un abogado y
líder popular, de quien se incluyen extensas alocuciones
disfrazadas de diálogos de salón; Devestaro es el mismo
Jorge Eliécer Gaitán, el de verbo encendido.
Bibiana enferma por los amores contrariados; Bernar-
do la visita en la hacienda, la embaraza y parte, con la
promesa de un matrimonio convencional, pero durante el
viaje se pierde en la jungla. Ella confiesa su falta; Antero
busca al culpable y sólo encuentra al padre del joven, a
quien mata. Abandona la tierra maldita y la familia re-
gresa a Gorma, donde las teorías de Arturo tuvieron eco
en el “Enviado”, “el Gran Mago”, “un iluminado, el he-
chicero capaz de encauzar la vorágine y derramarla sobre
el mundo exterior” (p. 119), es decir, en Hitler, el hombre
que desató la guerra que Arturo planeó y a quien el lec-
tor agradece que no pronuncia ningún discurso. En ple-
na guerra mundial los hermanos Lovisandro se reúnen.
Nace el hijo de Bibiana y Jacinto va a la guerra.
Mientras tanto, Bernardo aparece y la justicia actúa
contra Antero. Lo defiende en ausencia el mismo Deves-
taro, con un alegato de ocho apretadas páginas de lógica
rigurosa, al que siguen otras ocho sobre temas diversos.
Antero es absuelto. Bernardo, que ya es médico, viaja a
Gorma en busca de Bibiana; encuentra a Jacinto malherido
110
Novelas y novelistas del Quindío

y le salva la vida; las verdades salen a flote y todo parece


resolverse. Pero Bibiana tuvo la infortunada idea de bus-
car en contravía al amor perdido y viaja a su país; allí se
entrevista con el doctor Devestaro, en el mismo momento
en que el líder es asesinado, lo que desata el caos en Salico,
la capital: una especie de salicazo. Antes de caer abatido,
Devestaro la entera de los acontecimientos y del viaje de
Bernardo. Bibiana se salva de la turba y emprende el re-
greso hacia Gorma.
Gorma está derrotada y el Gran Mago se suicida. Los
hijos de Arturo mueren en la batalla final. Arturo ha des-
cubierto que su esposa lo engaña y, aunque ella se suici-
da convenientemente, queda desolado por la infidelidad;
está arrepentido de haber desatado la guerra y su verbo
ahora es el de un predicador. Antero también se siente
derrotado, pues en el momento supremo se apagó en
su conciencia “la última lámpara”, la de la razón, la del
humanismo, para resolver de modo sensato la afrenta al
honor de su familia. Sin embargo, “la última lámpara”
aún parpadea y ofrece un poco de luz para los atribula-
dos hermanos: “somos un desecho moral” (p. 149), dicen,
por lo cual renuncian a la ambición y se refugian en la
espiritualidad y en una inverosímil labor de caridad para
socorrer a los afectados por la guerra.
Bibiana encuentra por fin a Bernardo y le presenta al
hijo, fruto de la pasión fatídica. Luego mueren Antero y
su esposa en un bombardeo. Los remanentes de la fami-
lia se reúnen y hacen un pacto para volver a su patria e
iniciar una campaña internacional por la paz del mundo
y la igualdad entre los hombres; para el efecto, ayudarán
al prójimo, darán mucho amor, que es el combustible de
la última lámpara, y… ¡escribirán novelas!, pues según
decía Devestaro en una de sus intervenciones, “el destino
de la novela no es otro que el de sugerir posibilidades hu-
manas y suscitar imágenes; si se presentan tesis, no le es
pertinente su prueba. Sugerir, he ahí su objetivo” (p. 176),
lo cual les parece más atinado que escribir ensayos para
sustentar su nuevo idealismo.
111
Carlos Alberto Castrillón

En este punto, el narrador se acuerda de Zamboa, que


anda perdida en los vericuetos de la enrevesada trama;
para resolver el asunto, saca de la selva otro disparate:
una manada de lobos que la devoran. Leonor, liberada
del hechizo, vuelve por sus propios medios a la sepultu-
ra. La disminuida estirpe retorna a Aguasvivas, que aho-
ra es tierra bendita, para un futuro de paz.
Hasta ahí la novela. El lector puede entonces cerrar el li-
bro, agradecido porque la maldición de Zamboa llega sólo
“hasta la tercera generación”; tal vez se detenga a pensar
cómo una pilatuna de Ramón Lovisandro pudo causar una
guerra mundial y cambiar el destino de la humanidad.
Lo demás: un total desastre narrativo. Historia redun-
dante, toponimia arbitraria y superpuesta en el mapa-
mundi, personajes planos y siempre iguales a sí mismos;
diálogos que no pertenecen a la oralidad sino a la escri-
tura formal o académica, por lo que no coinciden con la
identidad de los hablantes. Todo ocurre en espacios ar-
tificiosos que no existen más allá del nombre, salvo una
selva retórica en los episodios de la hacienda. Los obstá-
culos que afrontan los protagonistas se superan de modo
absurdo por la falta de conexión entre los eventos y la
realidad que les sirve de contexto, como si un Deus ex
machina fuera acomodando las cosas para que la novela
sobreviva. Y sermones, arengas, peroratas, que ocupan la
mayor parte del libro.
Lo más molesto, sin embargo, es la intromisión cons-
tante de un autor - narrador erudito y dogmático que
explica lo que no requiere explicación y abre digresiones
que no originan ningún cruce discursivo; sólo reafirman
la voluntad de dejar todo claro: acciones, pensamientos,
deseos y motivaciones. Enseña, argumenta, moraliza;
transcribe columnas de opinión y planes de gobierno;
suspende la narración para comentar y evaluar cada inci-
dente y cada diálogo, exasperando con sus acotaciones y
sus buenos consejos. Todo se dice y se vuelve a decir por
si el lector lo ha olvidado. Esto empeora cuando esa voz
se inserta en los parlamentos para demostrar la hipótesis
112
Novelas y novelistas del Quindío

reiterada: el ser humano tiene la facultad de razonar, pero


no siempre hace uso de ella. Antero y Arturo, por ejem-
plo, de un momento a otro, y sin que medie su configura-
ción como personajes, terminan debatiendo convertidos
en dos ideólogos de tendencias contrarias, en el mismo
tono oratorio que asume el narrador, de principio a fin. Y
eso es esta novela: un ejercicio discursivo para el foro.

Jesús Arango Cano fue un intelectual reconocido en


muchos campos, pero sus tres novelas no corrieron con
suerte ante la confrontación. De la primera, Los héroes llo-
ran en la oscuridad (1972), escribió Uriel Ospina (1976: 173):
“Deja al lector con la duda de si se trata de una novela pi-
caresca, un alegato antimilitarista o un documento huma-
no. Escasa materia, personajes desdibujados, situaciones
estáticas, pero tal cual brote de buen humor lo salvan al
menos de impedir que se le cite en un breve ensayo como
este, en el que hay obras de menor calidad con benévolo
derecho a lingote”. El prólogo, firmado por Héctor Ocam-
po Marín, parece escrito para un libro distinto, el que el
prologuista imaginó para cumplir con el encargo.
La segunda, Las esmeraldas sagradas (1974), es para Bo-
tero y Muñoz (2003: 138) “una obra lúdica, construida por
entretenimiento del autor y en la cual dentro de una tra-
ma muy sencilla se conectan algunas leyendas aborígenes
con momentos de actualidad […] se trata de una narra-
ción sencilla, primaria, sin mayores ribetes artísticos”.
Y Mi gran aventura cósmica (1976) resulta damnificada
en el estudio de Campo Ricardo Burgos sobre la ciencia fic-
ción colombiana, relegada entre los “fracasos del género”:

A través del argumento supermanoseadísimo de un hu-


mano que es raptado por extraterrestres para que conozca
su planeta, el autor muestra lo necesario que es leer un
poco de ciencia ficción antes de escribir ciencia ficción,
porque su obra es atávica por donde se la mire: descri-
be un mundo paradisíaco cuando tales descripciones en
el género entraron en decadencia hace tiempo, emplea la
estructura más pobre de la ciencia ficción (viaje fantástico
113
Carlos Alberto Castrillón

entendido como pura acumulación de peripecias), hace


una apología sin malicia de la modernidad iluminista, y
de nuevo nos quedamos tan sólo en la ciencia ficción de
folletín (Burgos, 2000: 736-737).

Soñedén (1973), de Luis Alberto Salas, desarrolla la vi-


sión de un sueño edénico, lo que explica el título, pero
carece de soporte argumental. El libro está gobernado por
el diseño de “un edén narrativo opuesto a las desventu-
ras del mundo presente” (Botero y Muñoz, 2003: 140). El
carácter novelesco de Soñedén es tan incierto que Ocampo
Marín (2001: 59) no la lee como novela sino como un ensa-
yo sobre un gobierno ideal. La razón de la precariedad es
expuesta así por Botero y Muñoz: “El exceso del discurso,
de la mención de planes y proyectos y del catálogo de
articulados que han de sustentar legalmente a la nueva
región de la utopía, hacen que la obra se resienta por la
desaparición del hilo narrativo y se frustre la intención
de construir una versión utópica cabalmente lograda”. En
contraste con La guerra final de Nelson Mora, que sigue
la línea del relato distópico, Soñedén es un anacronismo
total, incluso si lo leemos como ensayo.

Algo similar ocurre con Chicalá: Caquetá (1983), de Au-


relio Fernández Parra, que no tiene estructura de novela
porque prima el espacio geográfico recorrido como en un
libro de viajes en el que se intercalan informes técnicos. “El
aislamiento de las escenas, la falta de personajes continua-
dos que unifiquen las acciones […] impiden que la obra
pueda ser considerada propiamente como una novela, por
más que el autor insista en señalarla así con un subtítulo
colocado en su carátula” (Botero y Muñoz, 2003: 142).

En cuanto a El fabulario del abuelo (2003), una historia


de colonos de Manuel de J. Ortiz, no pasa de ser “un texto
totalmente descriptivo, con pocos recursos literarios y esti-
lísticos, terminología recargada, repetitiva, palabras rebus-
cadas, imágenes cursis” (Valencia Solanilla, 2005: 38). La
novela está narrada desde las expectativas de antioqueños
114
Novelas y novelistas del Quindío

“emprendedores”, según la imagen prototípica, que pro-


mueven los valores tradicionales asociados a su cultura
para inmovilizar la cotidianidad del pueblo que fundan.
Unos pocos episodios de la violencia histórica del país,
unas cuantas anécdotas y peripecias, hacen que el argu-
mento despierte por breves momentos del desánimo y de
la naturaleza plana de todo el relato, pero luego continúa
igual, en una novela cuyos débiles conflictos se resuelven
con alguna convencionalidad sin dejar huella. “En casi
todo el texto se percibe la gratuidad del material narrado,
la falta de conectores que permitan crear un real interés
en la trama y la existencia de un lenguaje poco elaborado,
pues prevalece la voluntad del testimonio” (35).

Un veterano encuentra su destino (2004), de César Hin-


capié Silva, sigue el rumbo de Rincón y Serna. En esta
larga novela todo se explica, como si estuviera reserva-
da a lectores negligentes o desinformados; innumerables
datos de cultura general adornan las voces del narrador
y de los personajes, que piensan como quien transcribe
fragmentos de lo que ha leído. El autor - narrador las
llama “disquisiciones mentales”, que no son más que ex-
tensas disertaciones, reflexiones teóricas y citas con sus
correspondientes pies de página; los asteriscos detienen
la lectura para que el autor nos instruya: Nietzsche es un
filósofo alemán, al bambú se le llama guadua, Marinilla
es un pueblo de Antioquia. Uno no se siente en la órbi-
ta de la novela sino en otro ámbito discursivo, como si
Hincapié Silva hubiera reciclado columnas periodísticas
y notas de lectura con el pretexto de una débil trama.
La novela narra la historia de Peñas Frías, un pueblo
cercano a Armero, olvidado y sin opciones para sus gen-
tes, que de pronto se ve envuelto en el vórtice del narco-
tráfico. Todos los habitantes se dejan llevar por la ilusión
de la bonanza económica mientras el volcán Nevado del
Ruiz se activa de vez en cuando. Sin embargo, los temblo-
res y fumarolas no son un factor simbólico, para recor-
darles a los lugareños la fragilidad de sus vidas o advertir
sobre la inestabilidad de lo que el ser humano construye,
115
Carlos Alberto Castrillón

sino un fenómeno de placas tectónicas, descrito in extenso


con la precisión de un geólogo en informes técnicos “apa-
recidos en la prensa y que el autor adapta al interés de
esta obra” (p. 295)
Sólo Chávez, el concejal, se opone al narcotráfico y a
la corrupción, pero su acción es apenas una queja, un ale-
gato para recuperar “la moralidad ciudadana” (p. 270);
finalmente denuncia los hechos en una declaración de
más de diez horas. El comprensivo narrador anota: “Re-
petir aquí lo expuesto por el cabildante de aquella villa,
sería innecesario” (p. 300); para compensar tan impor-
tante omisión, nos regala páginas y páginas de detalles
técnicos del proceso, adobados con teoría sobre la prueba
criminal y descripción minuciosa de los tropiezos de la
justicia en el país.
Yesid Cañizales, el fiscal, viaja con su amante, Patri-
cia Brunel, para investigar las actividades de Esteban
Altagracia, el capo que domina la región; los acompaña
Leonard Sicard, veterano de Vietnam y agente de la DEA.
En el punto culminante del operativo judicial, la erupción
que arrasó con Armero acaba también con Peñas Frías.
Yesid y Patricia quedan enterrados por la avalancha, Si-
card los rescata. El veterano parte hacia Italia, en nueva
misión, y los amantes rehacen sus vidas.
Hincapié Silva demuestra habilidad para desplegar
acciones, pero se regodea en la hojarasca que infla la no-
vela. La historia, que cabría sin problemas en 100 de las
448 páginas, naufraga entre las explicaciones técnicas que
entorpecen la lectura, los datos cronológicos y geográfi-
cos y los fragmentos de guías turísticas; los personajes
hablan como para promocionar lo que leen y los lugares
que visitan. Todo languidece así en un solo plano y no se
logra el diseño de una trama ni una mínima profundidad
en los caracteres; ni siquiera el pueblo imaginario adquie-
re consistencia con sus habitantes prototípicos.
Gustavo Páez Escobar consigna en el prólogo que
“el propio novelista, como abogado e intelectual, parece
que se refleja en algunas facetas de sus personajes y sus
116
Novelas y novelistas del Quindío

ambientes” (p. 10); pero es algo más: utiliza el relato para


exponer conceptos que permanecen externos a la novela
y no pasan por la interioridad de los personajes. El pro-
loguista, asediado por el compromiso, sostiene entonces
que esta es una “novela de amor”, pero los diálogos entre
los dos enamorados son de lo más extraño que se pueda
imaginar: en la intimidad se dedican a declamar lo que
cada uno ha leído en libros o periódicos, con parafraseos,
citas literales y pies de página, como en una discusión en-
tre pares académicos.

En Hijos de la tierra (2011), de Uriel Salazar Ceballos,


el narrador comienza como orador grecocaldense, lue-
go se transforma en tribuno de causas sociales y termina
como profeta apocalíptico, en un estilo oratorio poblado
de lugares comunes y palabra altisonante. Los persona-
jes son ejemplos perfectos de acartonamiento y estereo-
tipo y provienen del catálogo de la novela de hace un
siglo: “los hijos de la oscuridad” y “los hijos de la luz”,
las almas malas que dañan a las almas buenas, los ex-
plotadores y los explotados. Es la historia tantas veces
contada de injusticia y despojo, de infamia y barbarie,
de pobres y ricos, pero con nula capacidad narrativa. Los
sucesos, si así puede llamarse a lo que el narrador dice
que ocurre, están puestos sobre un decorado de papel,
sin evidencia alguna de una conciencia que los asuma.
Un redentor fracasado, Mauricio, “hijo de la tierra”, es
el actor principal, pero no se configura como sujeto por-
que el autor - narrador no abandona la arenga y aturde
con su perorata. La receta perfecta para una calamidad
novelesca.

El flaco y la ministra (2012), de Alonso Gaona, de


paupérrima escritura y ortografía deplorable, parece
un ejercicio escolar que nunca se revisó. Las peripecias
del flaco Marcelino, sin embargo, tienen sus atractivos,
en especial por la narración entrecortada y la mimesis
de la voz íntima del personaje, que le habla a un perro
que encontró en la calle. Una vida frágil y un cúmulo
117
Carlos Alberto Castrillón

de carencias se compensan con pequeñas obsesiones y


grandes sueños, lo que alcanza para que el lector simpa-
tice con este hombre huérfano, humilde y solitario que
lucha por la sobrevivencia en la marginalidad urbana. Si
el lector no sucumbe ante el descuido general, que su-
pera los límites de lo vergonzoso, sentirá que el encanto
se desvanece por la prédica moralista y de evaluación
social que encuadra las reflexiones del protagonista.
Luego el melodrama: Marcelino tiene una hermana des-
conocida que fue adoptada por una familia rica cuando
ambos estaban en el orfanato; ahora ella es ministra pero
vive en la total infelicidad. Por una serie de vicisitudes
típicas de las telenovelas de otras épocas, la verdad se
sabe: el perro que encontró Marcelino es de la ministra,
la hermana rica y bondadosa que lo redimirá. La historia
de los hermanos huérfanos se descubre, se explica como
un plan divino y los dos se abrazan en un final del más
burdo patetismo.

4. La investigación en perspectiva

Además de la dificultad para el acceso a las fuentes y


las ediciones de circulación escasa, la investigación y la
crítica sobre la tradición novelística en el Quindío enfren-
tan varios problemas interesantes.
En primer lugar, las novelas que se escriben por fuera del
ámbito literario. Para ellas, la crítica pone en marcha dis-
positivos de control: basta cruzar con sus autores unas
cuantas palabras o intercambiar mensajes para darse
cuenta de que no son escritores ni tienen mayor contacto
con la literatura; simplemente escriben novelas, con fre-
cuencia una sola, para la expresión de inquietudes que
no conectan con la cultura ni responden a una voluntad
estética identificable. En una variante parroquial, algunos
se imponen como escritores bajo el padrinazgo político
o el apoyo exclusivo de entidades gubernamentales. El
silencio sobre esas producciones es consecuencia natural
de la pobreza discursiva.
118
Novelas y novelistas del Quindío

A lo anterior corresponde una modalidad crítica de orden


provinciano. Nos referimos a los prólogos entusiastas, a las
notas de prensa que operan como mecanismos de relacio-
nes públicas para el prestigio local, a los comentarios que
se difunden por amistad o misericordia, a los juicios en-
comiásticos que circulan con el peso de la autoridad pres-
tada por entidades estatales, gremiales o cívicas. Todo
esto enriquece el anecdotario y resultaría inofensivo si
no fuera porque alimenta una idea distorsionada sobre la
literatura que se escribe en las regiones; bajo esa imagen
para consumo interno sufren las obras que con distintas
miradas podrían ofrecer valores ciertos y se entronizan
otras que no soportan una lectura crítica.
Como hemos tratado de mostrar en este recorrido, a
muchos escritores, más que las posibilidades discursivas
de la novela, les interesa dejar bien clara una tesis, respaldada
en dilatados segmentos ensayísticos o polémicos que no
se someten a la intención narrativa ni originan las hibrida-
ciones características del género. Priman las opiniones y
preocupaciones externas que no se involucran en lo nove-
lesco, las prédicas directas del autor (la ciencia, la historia,
la ideología, la moral). De allí los diálogos acartonados, el
dogma para cada tópico, la erudición que no deriva de lo
relatado, los narradores convertidos en predicadores, los
personajes concebidos como depositarios de una doctrina
que les urge compartir. El resultado es un conjunto de no-
velas ajenas a las corrientes nacionales de ayer y de hoy,
que no se pueden obviar en un estudio completo.
En su investigación sobre la novela finisecular del Gran
Caldas, Valencia Solanilla (2014: 21) señala otros “lastres
tradicionales” que subsisten en la novelística de la región:
“El costumbrismo, el realismo crítico o la evocación nos-
tálgica del pasado, cierta complacencia con el atraso, la
desconfianza con la modernización y el progreso, las vi-
siones bucólicas y románticas tardías, la pervivencia de
los dogmas religiosos y políticos de la región derivados
principalmente de un mundo patriarcal, vertical, premo-
derno, y otros fenómenos concurrentes hacia una visión
conservadora y retardataria”.
119
Carlos Alberto Castrillón

Sin embargo, el recorrido muestra también que las no-


velas más recientes se apropian de un discurso narrativo que
sobrepasa lo que se presume del contexto. Se proponen temá-
ticas, estructuras y ambientes que vinculan a los novelis-
tas del Quindío con las corrientes predominantes en la
literatura colombiana; la región como referente se pierde
en la lejanía o reaparece en nuevas formulaciones; los es-
pacios urbanos, con sus asperezas y sus multiplicidades,
empiezan a gobernar la narrativa.
Es un panorama alentador para la crítica y los lectores
porque, con las excepciones anotadas, la novela que se ha
escrito en el Quindío acumula una deuda atribuible al ca-
rácter mismo del género, que sólo se siente a gusto en cul-
turas lúcidas, entre crisis y rupturas. Es necesario evaluar
las novelas del pasado y las propuestas emergentes, ajus-
tar los inventarios y ampliar las bibliografías; además, va-
rios de los novelistas contemporáneos merecen estudios
monográficos por los alcances estéticos de sus obras.
En algunos escritores de las últimas décadas la novela
es la expresión complementaria de proyectos intelectuales o ar-
tísticos más vastos y ambiciosos; para otros, la literatura es
un momento privilegiado, no exclusivo, en el trabajo del
intelectual-artista. Vemos que buscan la confrontación en
diferentes espacios, basan su trabajo en valores literarios
diversos, no se circunscriben a la región, tienen concien-
cia de la escritura, son culturalmente excéntricos; con esto
procuran puntos de inserción en la novela colombiana ac-
tual, en un progreso lento pero fructífero. Hay indicios
parciales, cada vez más frecuentes, sobre la repercusión
de nuestros escritores: los premios y reconocimientos, los
sellos editoriales que difunden sus obras, las reediciones
y reimpresiones, la publicación en el exterior y las traduc-
ciones, como puede verse en la «Cronología de la novela
en el Quindío» que acompaña estas notas.
Tenemos ahora escritores que son además ensayis-
tas, artistas, académicos o actores del mundo intelectual,
y obras que definen el presente amplio de la novela en
el Quindío y el rumbo hacia su consolidación, como El
120
Novelas y novelistas del Quindío

semental (1988) y Bruna de otoño (1990), de Germán Uribe;


Los hijos del agua (1995) y Crónica satánica (2004), de Susa-
na Henao Montoya; La dama de los cabellos ardientes (1996)
y Metal-riff para una sirena varada (2014), de Omar García
Ramírez; El lado oscuro (1997) y Cacique (1998), de Ernes-
to Osorio Vásquez; La vida en tiempos de muerte (1999), de
Samaria Márquez Jaramillo; El testamento (2004), de Pedro
Miguel Rozo Flórez; Mi vestido verde esmeralda (2003) y Los
sueños de los hombres se los fuman las mujeres (2009), de Alis-
ter Ramírez Márquez; Un pequeño rito de sangre (2014), de
Abrahán Cortés Cortés, y La Secreta (2014), de José Nodier
Solórzano Castaño. Valencia Solanilla (2014: 18) enumera
los procesos culturales que se pueden advertir en estas y
otras novelas:

La modernización y transformación de lo urbano, la crisis


cafetera, la presencia del narcotráfico, los desplazamientos
sociales, la violencia social y política, la hibridación cul-
tural, la noción de tiempo mestizo, el sincretismo religioso
popular, el erotismo, la construcción de nuevos mitos e
imaginarios simbólicos, desde el punto de vista de pro-
cesos sociales, económicos, ideológicos y políticos, y de la
oralidad, la resemantización del habla, la autoconciencia
[y] las variadas formas de la metaficción.

Por otra parte, en estas anotaciones para una investi-


gación sistemática quedan por fuera varias obras impor-
tantes. Se deben abordar, dentro de la tradición a la que
corresponden, las novelas destinadas al público infantil y
juvenil (LIJ): El viejo de la cueva (1981) y El pirata Tomaida-
ca (2011), de Luis Fernando Patiño Gómez; la trilogía de
Gloria Chávez Vásquez: Akum, la magia de los sueños (1983),
Agmmandiel, el camino de los reinos (2011) y El libro de Yodín
(2015); y las novelas premiadas y reconocidas de Gloria
Cecilia Díaz, la escritora quindiana más galardonada y con
mayor presencia internacional: El valle de los cocuyos (1986),
El sol de los venados (1993), Óyeme con los ojos (2000), La otra
cara del sol (2007) y Las cometas del recuerdo (2008). Igual-
mente, se requieren estudios particulares sobre las novelas
121
Carlos Alberto Castrillón

históricas (de las cuales hay al menos 12 en el inventario) y


las “narconovelas”, novelas negras y similares, como Gan-
chociego (pesadilla en Los Ángeles) (1993), de José Restrepo,
las de Ernesto Osorio Vásquez y, en especial, la serie de
thrillers tropicales de Hernán Jaramillo Ángel (Armenia), el
narrador más prolífico que ha nacido en estas tierras.
A propósito de Hernán Jaramillo Ángel, con al menos 20
novelas escritas entre 2000 y 2010, su obra ofrece un buen
ejemplo de las dificultades que enfrenta un examen como
este, en especial porque obliga a mirar su escritura desde
las variables del campo literario6. No importan ahora las
novelas en sí mismas ni lo que se percibe al leer algunas
de ellas. El catálogo impreso que presenta al autor no ocul-
ta nada al respecto: una sola trama con muchas variantes.
Lo que interesa a Jaramillo Ángel es “la aventura, el amor,
la pasión y el sexo”; el drama, la emoción de los entornos
ficcionales llevados al extremo de la truculencia; todo exal-
tado, cinematográfico, entramado con sentimientos ele-
mentales pero poderosos y grandes pasiones; y exotismo,
saltos espaciales insólitos y una irónica intención morali-
zante, que se siente extraña entre tantos personajes desal-
mados. Jaramillo Ángel echa mano de cualquier tradición
que le ofrezca paisaje para una trama, opera sobre los este-
reotipos con gran habilidad e inserta la imaginería del cine,
el narcotráfico, los bajos fondos, el elegante mundo bur-
gués y la corrupción omnipresente. Su librería personal en
Amazon, bajo el lema «Novelas de aventura, amor, trama
y fantasía», con llamativas portadas, ostenta títulos como
Incesto, crimen o amor prohibido, La estampilla mágica, Selva,
amores y ambiciones, Corrupción, amor y franquicias.
Leamos el resumen de una de sus obras, Trini, abismo,
vicio y superación (2010), para tener una idea del universo
narrativo de Hernán Jaramillo Ángel:

6
El autor tiene en su catálogo cerca de 40 obras, entre novelas,
cuentos, ensayos, poemas y guiones. Sus novelas se distribuyen por
Amazon, en formato digital, bajo el sello editorial Kindle eBook:
https://www.amazon.com/Hernan-Jaramillo-Angel/e/B003S0QPSK
122
Novelas y novelistas del Quindío

En esta novela la protagonista es Trini, una artista colom-


biana a quien las duras circunstancias vividas en su ju-
ventud le marcaron un camino tal que de pronto se vio
ofreciendo los carboncillos que pintaba sentada en un an-
dén, para poder aplacar hambre y necesidades. Afortuna-
damente, sus dibujos fueron adquiridos por un filántropo
libanés, experto traficante en arte, quien con su hermano
se encargó de hacer de esta joven una gran artista, culta y
capaz, iniciándola en el medio artístico, hasta que por su
porte y belleza se fijó en ella un millonario judío, Salomón
Ipussy, enloquecido por sus condiciones físicas, culturales
y deportivas, que la llevó al borde del abismo cuando la
relacionó con un purpurado, inventor y propagador de un
nuevo vicio, un exótico afrodisíaco peor que unas cade-
nas. Veamos la forma en que se desenvuelve en París esta
hermosa mujer, ahora que príncipes y magnates preten-
den conseguir lo que muchos no pudieron. Finalmente, se
pudo desatar de las cadenas y la vida la premió, después
de haber sobrevivido a una infinidad de tragedias.

La comparación con Hernán Hoyos es inevitable por


los temas y la escritura apresurada; sin embargo, Hoyos es
agente de una parcela periférica, orientada a la realidad,
en la cual pudo disponer su gusto por la provocación, la
caricatura, el exceso grotesco y la sexualidad lúdica y ex-
travagante. Jaramillo Ángel es más cosmopolita y prefiere
trabajar con las estilizaciones culturales, que se reflejan
en las portadas y en los títulos de sus novelas, como en
una serie completa de pulp fiction con diseño profesional:
el mundo de la aventura, la violencia y el erotismo, con
el mismo sentido promocional que Hernán Hoyos, pero
mejorado con la ayuda de los nuevos medios de difusión,
que permiten llegar con facilidad a audiencias más vastas
y heterogéneas.
Sobre la experiencia de terminar su primera novela, Sel-
va, ríos y macumba (2000), dice Jaramillo Ángel (sf: 4): “Era
tanta la emoción de haber escrito esta novela, que no im-
portaban las noches en vela, lo importante era que ya estaba
terminada; así como nació la novela, así nació el escritor,
este escrito le dio vida”. Lo que el autor expone es una
123
Carlos Alberto Castrillón

fuerte intuición, muy oportuna para la época, que podría


explicar cómo escribió tantos libros en tan poco tiempo: La
escritura es una labor difícil que requiere la optimización
de las herramientas y sus productos deben ser prefigura-
dos para el lector como consumidor; así se desprende de
su comentario sobre La amante: “Esta novela ha sido escrita
para ser leída en parejas, para el disfrute de la sexualidad y
para mantener encendida la llama del amor”.
Las novelas de Hernán Jaramillo Ángel son muestras
claras de la dispersión y la multiplicidad de la narrati-
va actual, que no depende de los soportes tradicionales y
elude los dispositivos canónicos de control simbólico.
Otro caso notable, pero por razones distintas, es Vi-
sitas a Mediacuesta, de Camilo Velásquez (Armenia), pu-
blicada por entregas en un blog entre octubre de 2014 y
enero de 20157. Con un paralelo bien dispuesto entre el
presente cierto y el pasado difuso, un enfermo deriva
entre los confines de una clínica y relata desde el estar ahí
trastornado. Es bella la reticencia del narrador para elu-
dir los conflictos que lo agobian; por eso la historia mar-
cha con un dramatismo de bajo perfil, a veces indolente,
como en Robert Walser: “quizá no vinimos a curarnos
sino a entender por qué debemos morir”. La novela está
acompañada de una “carta a los lectores”, escrita por
uno de los personajes, en la que se introducen ambiva-
lencias sobre la autoría y lo narrado, por lo que la histo-
ria parece un episodio uniforme que ocurre mientras se
lee y luego se desvanece en la indeterminación. Además,
el autor interactúa con los lectores y les promete una es-
pecie de bonus track: “En las próximas semanas vendrán
más ilustraciones y un poco de música hecha por cierto
personaje de la novela”. Visitas a Mediacuesta, que aún
no se conoce impresa, supera en consistencia narrativa
a muchas de las novelas que se incluyen en el corpus de
este estudio.

7
Disponible en: http://todoslosrugidos.blogspot.com.co/2014/10/
entrega-i-visitas-mediacuesta.html
124
Novelas y novelistas del Quindío

En las pesquisas se multiplican los ejemplos. Algunos


libros de Vladimir Flórez [Vladdo] (Armenia, 1963) se
podrían clasificar como novelas gráficas; la serie de Alei-
da ofrece al menos una, Aleida X (2007), que ganó el pre-
mio a la mejor novela gráfica en castellano en los Latino
Book Awards (New York, 2009). Y las novelas de Carlos
Alberto Villegas (Calarcá, 1961), que, por la forma como
se distribuyen, funcionan como obras con lector designa-
do. La primera, Noticias de Grecia (2001), es para Valencia
Solanilla (2005: 117) una “novela breve”, pero Villegas en
sus notas biográficas la llama “cuento largo” y la sumó
a la compilación Cuento contigo (2014). Circulan por in-
ternet Sinfonía escritural: Hoffmann, Hoffmnan, Hoffmann,
El libro de las palabras innombrables (novela juvenil) y Gra-
cias por las alas, en un estatus ambiguo entre lo inédito
y lo publicado, si acaso importa ahora la diferencia; la
primera, subtitulada «Polifonía de ensayos heterodoxos
para una novela grotesca», es un proyecto de extremis-
mo lúdico y de hibridación radical. Para prolongar el jue-
go textual, Villegas incluyó en Cuento contigo una pieza
titulada Mibonachi Cortázar o novela mibonachi hiperbreve
(Divertimento de dioses), que en sus escasas seis páginas
propone un relato fragmentario con la estructura de una
novela (hiper)breve que se expande semánticamente
por la recursividad narrativa, según un procedimiento
ideado por el autor (el mibonachi), que explica como una
técnica lúdica creada “a partir de la apropiación y reela-
boración del concepto del matemático italiano Fibona-
cci”. En 2012 circuló Mibonachi Vidales. Novela estampilla
hiperbreve, donde se exponen los detalles del método, con
los respectivos ejemplos.
Por lo anterior, se impone enfrentar las novelas que ex-
ceden las arbitrariedades geográficas y académicas, como
las que son presupuesto de estas notas. Nos referimos a
las formas narrativas que aprovechan las ventajas de los
soportes digitales, apelan a todos los medios y entornos
posibles y obliteran la territorialidad. En este campo par-
ticular entran en juego los recursos de la transmedialidad,
con sus polifacéticas variantes, y la autoedición, que ayuda
125
Carlos Alberto Castrillón

a esquivar los obstáculos de la publicación convencional y


la aprobación previa. Celebrar la necesidad expresiva, li-
bre y personal, es el motor de estas nuevas narrativas. Así,
muchas novelas circulan en otros ámbitos y bajo formatos
diversos, desconectadas de los contextos de origen, lo que
hace tambalear el pretendido rigor de un inventario como
el que aquí se exhibe.
Las facilidades para la difusión y ensamblaje de arte-
factos narrativos no supeditados a los filtros culturales
estables, permiten suponer que en este momento hay un
escritor desconocido diseñando la novela del presente o
del futuro, con las herramientas habituales o con las que
suministra el mundo digital. Pasará un tiempo antes de
que la crítica se percate de esos productos, y algo más
antes de que los conceptos que entran en crisis con las
osadías del renovado lenguaje novelesco alcancen un mí-
nimo de equilibrio. Justo ahora, cuando los nombres son
máscaras para ocultar la banalidad o la trascendencia,
cuando la regionalidad pierde su rostro o se redefine día
a día y las categorías estéticas son sólo artificios académi-
cos, como los que aquí empleamos, debe estar forjando su
obra el novelista que vendrá.

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128
Novelas y novelistas del Quindío

Cronología de la novela en el Quindío


(1916-2017)
1916
Suárez, Arturo. Montañera. Bogotá: Tipografía Colón.
[5ª ed., Bogotá: Editorial Santafé, 1951]
[Ganadora de los Juegos Florales de Manizales, 1916]

1918
Suárez, Arturo. Rosalba. Historia de un amor grande y verdadero. Bogo-
tá: Imprenta de Eustacio Ramos.
[5ª ed., Buenos Aires: L. J. Rosso, 1929; 19ª ed., Rosalba y Canto a
Rosalba. Bogotá: Ediciones Mundial, sf]

1921
Suárez, Arturo. El alma del pasado. Novela bogotana. Bogotá: Imprenta
de Eustacio Ramos.
[13ª ed., Bogotá: Ediciones Mundial, 1948?]

1928
Suárez, Arturo. Así somos las mujeres. Bogotá: Editorial Santafé.
[2ª ed., Bogotá: Aedita, 1953]

1934
Suárez, Arturo. El divino pecado. Bogotá: Minerva.
[3ª ed., Bogotá: Ediciones Mundial, 1956]

1935
López Gómez, Adel. El niño que vivió su vida. Revista Repertorio Selec-
to, Bogotá, VI(58): 261-293.
[Novela breve. 2ª ed., Bogotá: ABC, 1938; 3ª ed., El niño que vivió
su vida: una novela y unos cuentos (pp. 5-75), Manizales: Imprenta
Oficial de Caldas, 1942]

1938
Buitrago, Jaime. Pescadores del Magdalena. Bogotá: Minerva.
[2ª ed., Bogotá: Diente de León, 2016, colección La Biblioteca del Río]

1939
Arias Suárez, Eduardo. El sol de los venados. En Ortigas de pasión. Tres
novelas breves (pp. 3-143). Bogotá: El Escolar.
Arias Suárez, Eduardo. El niño Dios. En Ortigas de pasión. Tres novelas
breves (pp. 145-210). Bogotá: El Escolar.

129
Carlos Alberto Castrillón

[Novela breve. El volumen Ortigas de pasión incluye el cuento «La


solterona»; pp. 211-246]

1941
Flórez, Luis Carlos. Llamarada. Novela obrera anti-imperialista. Mani-
zales: Editorial El Libro.
[Mención de honor en el Concurso del Libro Americano, La Habana,
1940]
1942
Jaramillo Ángel, Rodolfo. Hombre y destino: novela de ambiente carce-
lario. Armenia: Tipografía Vigig.
1943
Suárez, Arturo. Adorada enemiga. Bogotá: Editorial ABC.
[5ª ed., Bogotá: Editorial Santafé, 1951]
Buitrago, Jaime. Hombres trasplantados: novela de colonizaje. Maniza-
les: Imprenta Departamental de Caldas.
[2ª ed., Armenia: Universidad del Quindío, 2011]
1955
Buitrago, Jaime. La tierra es del indio. Novela indigenista. Bogotá: Minerva.
[Ganadora del concurso de novela patrocinado por la Caja Agraria,
Bogotá, 1950]
1963
López Gómez, Adel. El diablo anda por la aldea. Manizales: Imprenta
Departamental de Caldas.
1965
Arias Ramírez, Fernando. Sangre campesina. Manizales: Imprenta De-
partamental de Caldas.
1966
Suárez, Arturo. La llanura eterna. Bogotá: Aedita Editores.
[Publicación póstuma]
1969
Mora, Nelson. La guerra final. Armenia: [sd].
[Novela breve]
1971
Rincón y Serna, Jesús. La última lámpara. Bogotá: Tercer Mundo.
[2ª ed., Obras escogidas. Bogotá: Linotipia Bolívar, 1976]

130
Novelas y novelistas del Quindío

1972
Arango Cano, Jesús. Los héroes lloran en la oscuridad. Armenia: Quin-
gráficas.

1973
Salas Rubiano, Luis Alberto. Soñedén. Armenia: Quingráficas.

1974
Arango Cano, Jesús. Las esmeraldas sagradas (El tesoro de Fura-Tena).
Armenia: Quingráficas.

1976
Arango Cano, Jesús. Mi gran aventura cósmica. Armenia: Quingráficas.

1980
Arias Suárez, Eduardo. Bajo la luna negra. Armenia: Comité de Cafete-
ros del Quindío.
[Escrita en 1929]

1981
Patiño Gómez, Luis Fernando. El viejo de la cueva. Manizales: Univer-
sidad Nacional.
[Novela breve, LIJ. 2ª ed., Relatos de tierra y mar (pp. 143-182),
Armenia: Universidad del Quindío, 2011]
[Mención Honorífica en el I Concurso Enka de Literatura Infantil,
Medellín, 1977; ganadora del concurso “Julio Ernesto Márquez”,
Universidad Nacional, Manizales, 1981]

1983
Chávez Vásquez, Gloria. Akum, la magia de los sueños. Bogotá: Tercer
Mundo.
[LIJ. Primera novela de una trilogía, con Agmmandiel, el camino de
los reinos y El libro de Yodín. 2ª ed., bilingüe, trad. al inglés: Gloria
Chávez, The magic of dreams, New York: White Owl Editions, 1996]
Fernández Parra, Aurelio. Chicalá: Caquetá, agua, flora, fauna, sangre,
selva. Armenia: Quingráficas.

1986
Díaz, Gloria Cecilia. El valle de los cocuyos. Madrid: Ediciones SM, Bar-
co de Vapor.
[LIJ. 6ª ed., Madrid: S. M., 1992; varias ediciones y reimpresiones.
Trad. al italiano, Roma: Mondadori, 1989]
[Ganadora del concurso internacional El Barco de Vapor, Madrid, 1985]

131
Carlos Alberto Castrillón

Uribe, Germán. El ajusticiamiento. Ibagué: Pijao Editores.


[Novela breve]

1988
Uribe, Germán. El semental. Bogotá: Oveja Negra.
[2ª ed., Bogotá: Ediciones Esquina 2000, 1989]

1989
Chávez Vásquez, Gloria. Cuajada, Conde del Jazmín. Armenia: Univer-
sidad del Quindío.
[Título original: Cuajada, el Conde del Jazmín. 2ª ed., New York:
Herencia Books, 1999]

1990
Uribe, Germán. Bruna de otoño. Bogotá: Oveja Negra.

1992
Palacio Jaramillo, Hernán. Quindío: territorio invadido. Armenia: Fudesco.

1993
Díaz, Gloria Cecilia. El sol de los venados. Madrid: Ediciones SM, Barco
de Vapor.
[LIJ. 2ª ed., SM: Madrid, 1993; varias ediciones y reimpresiones.
Trad. al alemán, Zurich: Baobab-Atlantis, 2003]
[Segundo lugar en el concurso internacional El Barco de Vapor, Ma-
drid, 1992]
Palacio Jaramillo, Hernán. El tesoro de los Quimbayas. La verdadera his-
toria del tesoro de Pipintá. Bogotá: Plaza y Janés.
Palacio Jaramillo, Hernán. La fabulosa vida de don Sebastián de Belalcá-
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Restrepo, José. Ganchociego (pesadilla en Los Ángeles). Calarcá: Edicio-
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1995
Henao Montoya, Susana. Los hijos del agua. Bogotá: Planeta.
[2ª ed., Manizales: Hoyos Editores, 2007; 3ª ed., Armenia: Universi-
dad del Quindío, 2011]
[Ganadora del concurso nacional de novela Aniversario Ciudad de
Pereira, 1991, con el título original: Los últimos hombres de Gantina
Masca; ganadora del concurso de novela del Gran Caldas, 1995]
López Gómez, Adel. Allá en el Golfo... Novela de contrabandistas y gen-
tes de mar. Medellín: Biblioteca Pública Piloto.
[Escrita en 1948]

132
Novelas y novelistas del Quindío

1996
García Ramírez, Omar. La dama de los cabellos ardientes (cómic - novela).
Pereira: Papiro.

1997
Osorio Vásquez, Ernesto. El lado oscuro. Armenia: Diseños e Impresiones.

1998
Osorio Vásquez, Ernesto. Cacique. Armenia: Diseños e Impresiones.

1999
Márquez Jaramillo, Samaria. La vida en tiempos de muerte. Armenia:
Fondo Mixto.
[2ª ed., Miami: Editorial Icimavall, 2004; 3ª ed., Ibagué: Caza de Li-
bros, 2011]
[Ganadora del premio de novela La Ciudad y los Perros, del Instituto
Cultural Iberoamericano Mario Vargas Llosa, Miami, 2004]
Márquez Jaramillo, Samaria. Eloísa en el umbral del infinito. Armenia:
Fondo Mixto.

2000
Díaz, Gloria Cecilia. Óyeme con los ojos. Madrid: Anaya.
[Novela breve, LIJ. 3ª ed., Madrid: Grupo Anaya, 2002; varias edicio-
nes y reimpresiones]
Restrepo, Roberto. El hijo de la Comehombres. Medellín: Editorial Marín
Vieco.
[Novela breve]

2001
Márquez Jaramillo, Samaria. Por obra de las palabras. Bogotá: Kim-
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García Ramírez, Omar. Ópera prima. Altamira 2001. Pereira: Instituto
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[Ganadora del concurso nacional de novela Aniversario Ciudad de
Pereira, 2001]

2002
Correa, Gladys. Regreso inesperado. Bogotá: Cargraphics.
[Trad. al inglés: Daniel Patrick Donnelly, Unexpected return, New
York: XLibris Corporation, 2005]
Higuera Sabogal, César Augusto. Las vides del patriarca. Ibagué: El Poi-
ra Editores.

133
Carlos Alberto Castrillón

2003
Henao Montoya, Susana. Memorias de un niño que no creció. Quito:
Libresa.
[LIJ. 2ª ed., Pereira: Abril de Neón, 2016]
[Finalista en el concurso internacional de literatura infantil “Julio C.
Coba”, Quito, 2003]
Ortiz Valencia, Manuel de J. El fabulario del abuelo. Pereira: Papiro.
Ramírez Márquez, Alister. Mi vestido verde esmeralda. Bogotá: Ala de
Mosca.
[2ª ed., Buenos Aires: Stock Cero, 2006; 3ª ed., Bogotá: Intermedio
Editores, 2016. Trad. al inglés: Alicia Bralove, My Emerald Green
Dress, Charleston: Forest Woods Media, 2010; trad. al italiano: Ma-
ria Enrico, Il mio vestito verde smeraldo, Charleston: Forest Woods
Media, 2010]
[Ganadora del premio de literatura en la categoría internacional del
Círculo de Críticos de Arte de Chile (2005)]
Medina Rodríguez, Aldemar. La casa de las pirañas. Cali: Imprenta De-
partamental del Valle del Cauca.

2004
Henao Montoya, Susana. Crónica satánica. Pereira: Instituto de Cul-
tura.
[Ganadora del concurso nacional de novela Aniversario Ciudad de
Pereira, 2004]
Hincapié Silva, César. Un veterano encuentra su destino. De la chica del
Vietnam a las montañas de Peñas Frías. Armenia: Optigraf.
Márquez Jaramillo, Samaria. Esta no es una novela de amor. Armenia:
OG Diseño Gráfico.
Rozo Flórez, Pedro Miguel. El testamento. Bucaramanga: Sic Editorial.
[Novela breve. 2ª ed., Bogotá: Cargraphics, 2008]
[Finalista en el concurso de novela breve Álvaro Cepeda Samudio,
Bucaramanga, 2003]

2006
Castaño Bedoya, William. Flores para María Sucel. [Miami]: Cl&B Pub-
lishing.
[2ª ed., Miami: Book&Bilias, 2016]

2007
Díaz, Gloria Cecilia. La otra cara del sol. México: Ediciones SM, Barco
de Vapor.
[LIJ. Segunda parte de El sol de los venados. Varias ediciones y re-
impresiones]

134
Novelas y novelistas del Quindío

2008

Díaz, Gloria Cecilia. Las cometas del recuerdo. Madrid: Ediciones SM,
Barco de Vapor.
[LIJ. Varias ediciones y reimpresiones]
Osorio Toro, Gonzalo. Nunca el olvido. Armenia: Ediciones del Círculo
Invisible.
[Novela breve]
Solórzano Castaño, José Nodier. Las historias del prologuista. Armenia:
Universidad del Quindío.

2009

Ramírez Márquez, Alister. Los sueños de los hombres se los fuman las
mujeres. Bogotá: Planeta.

2010

Castaño Bedoya, William. Los monólogos de Ludovico. Miami: Book&Bilias.


[2ª ed., Miami: Book&Bilias, 2016]

2011

Chávez Vásquez, Gloria. Agmmandiel, el camino de los reinos. New


York: White Owl Editions.
[LIJ. Segunda novela de una trilogía, con Akum, la magia de los sue-
ños y El libro de Yodín]
Patiño Gómez, Luis Fernando. El pirata Tomaidaca. En Relatos de tierra
y mar (pp. 83-141). Armenia: Universidad del Quindío.
[Novela breve, LIJ]
Salazar Ceballos, Uriel. Hijos de la tierra. Armenia: Corporación de Cul-
tura y Turismo.
Castro Beltrán, Mario. La borrasca. Cali: Feriva.

2012

Gaona, Alonso. El flaco y la ministra. Bogotá: Ediciones Escala.


Castro Beltrán, Mario. El muchacho de negro. Cali: Feriva.
Medina Rodríguez, Aldemar. Sebastián de Marisancena. El último hidal-
go de la Casa del Virrey. Manizales: Editorial Manigraf.

2013

Moreno, Jairo Alberto. El vástago. Armenia: Litografía San Nicolás.


Medina López, Alberto. El credo de los amantes. Bogotá: Taller de Edi-
ción Rocca.

135
Carlos Alberto Castrillón

2014
Correa, Gladys. Cuando la soledad duele. New York: Trafford Publishing.
Cortés Cortés, Abrahán. Un pequeño rito de sangre. Armenia: Tramar
Ediciones.
Solórzano Castaño, José Nodier. La Secreta. Armenia: Torre de Palabras.
[Merecedora de un accésit en el XXXVI concurso de novela corta
Ciudad de Cáceres, España, 2011]
García Ramírez, Omar. Metal-riff para una sirena varada. Armenia: Uni-
versidad del Quindío.
[Finalista en el concurso de novela de la Cámara de Comercio de
Medellín, 2003]

2015
Chávez Vásquez, Gloria. El libro de Yodín. New York: White Owl Editions.
[LIJ. Tercera novela de una trilogía, con Akum, la magia de los sueños
y Agmmandiel, el camino de los reinos]

2016
Gómez Nieto, Juliana. Montañas azules. La Plata: Malisia Editorial.
Márquez Jaramillo, Samaria. Los nietos del exilio. Madrid: Ediciones Áltera.
[Finalista en el Premio Hispania de Novela Histórica, editorial Áltera,
Madrid, 2015]

2017
Pérez García, Juan David. Alizée. Un castigo llamado belleza. Bogotá:
Planeta.

136
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

Álvaro Pareja Castro1


Académico de Número

Introducción

Estas páginas no serán tanto un breve anuncio del por-


venir sino recuento prometido y análisis así sea somero
de las culturas musicales en el Quindío, emprendido con
la creación hace 32 años del Centro de Documentación e
Investigación Musical del Quindío (CDIMQ), la formu-
lación del Plan de Desarrollo Investigativo Musical del
Quindío y la puesta en marcha de tres macroproyectos de
investigación de carácter inter y transdisciplinario, titula-
dos “Modos de vida sociomusicales en el Quindío”, en-
carado desde la sociología de la música, la musicología,
la etnomusicología y el folclor; en segundo lugar, “Inven-
tarios del patrimonio musical del Quindío”, enunciado
a partir de las ciencias de la información, la documenta-
ción, la bibliotecología y la archivística; y por último, “Ex-
tensión social y comunitaria”, cimentado en las ciencias
sociales y humanas. Por lo tanto, en este ensayo se ad-
vierten recursos para proveer a los distintos sectores de la
población involucrada y del resto del país y del mundo,
de elementos de juicio y de valoración a lo enfrentado. En
consecuencia, este trabajo trata de animar la participación
en una situación que concierne a todos sin excepción: la
responsabilidad histórica con el estudio y reflexión, las
tareas urgentes en el acopio, conservación y proyección
creativa y dinámica de nuestras diversidades musicales.

1
Ensayo para optar al ingreso a la Academia de Historia del
Quindío (julio de 2016). Preparado con la colaboración de la peda-
goga musical Martha Cecilia Valencia Álvarez.
137
Álvaro Pareja Castro

No obstante, sospechamos que tal compromiso de exa-


men urgentemente motivado, difícilmente pueda adquirir
toda su coherencia. Confesamos que la empresa no parece
aún posible. Creemos que no hay introducción capaz de
sintetizar la amplia recopilación de opiniones y testimo-
nios, de emociones y estupores dejados por largas jornadas
de tensiones propias de la maduración y el despegue —la
más dura y riesgosa por aquello de que los primeros pasos
son siempre difíciles— para no dar lugar a las simplifica-
ciones y a los planteos superficiales sobre problemas que
son inevitablemente profundos acerca de la historia de los
“Modos de vida sociomusical en el Quindío”, espacio de
interés discursivo en el cual aventuramos su posibilidad
de esclarecimiento.
En primer lugar, al asumir el Quindío como una geogra-
fía humana, asistimos a la recuperación de un conglomera-
do que se asienta territorialmente en la denominada Hoya
Hidrográfica del Quindío, conformada por los ríos Quindío
y Barragán, que en su confluencia forman el río La Vieja
hasta su desembocadura al río Cauca, cerca a la ciudad de
Cartago, zona, que en tanto región o subregión, más allá de
las divisiones político-administrativas que históricamente
la han delimitado, hoy se localiza entre los departamentos
del Quindío y el noroeste del Valle del Cauca, conformada
por dieciséis municipios. Doce pertenecientes al Quindío:
Armenia, Buenavista, Calarcá, Circasia, Córdoba, Filandia,
Génova, La Tebaida, Montenegro, Pijao, Quimbaya y Sa-
lento, y los cuatro restantes vallecaucanos: Alcalá, Caicedo-
nia, Sevilla y Ulloa. En esta cobertura poblacional, los tres
proyectos mencionados son nuestras máximas intenciones
y en el lapso 1984-2016, con altibajos, con aciertos, con erro-
res, con ajustes y con reajustes, han generado sus obras y
creado sus instrumentos, y es sobre todo a ese recuento al
que se propone atender la presente nota.
En verdad, reconocemos que las propuestas mencio-
nadas son amplias y ambiciosas, pero el buen sentido y
el acierto de identificar pasos de alcance limitado, quizá
explique el por qué del relativo éxito inmediato de las
138
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

primeras salidas de campo a confrontar tesis e interrogan-


tes tempranamente elegidos. Prueba de lo alcanzado son
los logros del censo sobre los modos de vida sociomusica-
les en el Quindío y el material recogido no solo en los 16
municipios señalados, sino en ciudades cuyas influencias
regionales están presentes en los registros documentales
recogidos en las pesquisas y búsquedas realizadas en los
archivos históricos públicos, privados y familiares, loca-
lizados en Santa Fe de Bogotá, Medellín, Cali, Popayán,
Ibagué, Manizales, Pereira y Cartago.
En cada una de las grandes y pequeñas urbes enumera-
das reunimos fuentes de diverso origen, manifestación y
estado de conservación, que ciertamente nos permitieron
dar pasos firmes en la reconstrucción y diferenciación de
su universo de modo de vida sociomusical. Para ilustrar
lo anterior, del período prehispánico —así definido por
algunos investigadores— o precolombino —para otros—,
del modo de vida sociomusical de los Quindíos, una et-
nia indígena tribal también llamada, en las Crónicas de
Indias, Quindos o Quindus, el CDIMQ reúne y tiene bajo
custodia una pequeña pero significativa colección o fondo
de piezas fabricadas en cerámica, poco conocidas en la or-
ganología musical de esta época, y que los estudiosos en
arqueología, historia y etnomusicología, regionales, nacio-
nales o extranjeros, en gran medida revisada, no las tratan
o desconocen. De la época colonial y los siglos posteriores,
también hemos recuperado datos de primer orden, que
nos acercan a la formación de procesos históricos no con-
siderados o inadvertidos por la crónica tradicional.
En efecto, las novedades señaladas de generalidad re-
presentan hoy día un impacto para el cálculo del patrimo-
nio cifrado, pues no se puede negar un evento que ha com-
pilado cerca de doscientos mil documentos, los que en justa
razón estimularon y hoy exigen la permanencia y el reco-
nocimiento del Centro de Documentación e Investigación
Musical del Quindío, el que es una realidad en la ciudad de
Armenia con sus fondos y colecciones bibliográficas, heme-
rográficas, de archivo vertical, ficheros, abstracts, discoteca,
139
Álvaro Pareja Castro

fonoteca, videoteca, archivos de partitura, archivo de au-


tores (letristas), de instrumentos musicales mestizos, de
instrumentos musicales prehispánicos de los Quindíos, ar-
chivo fotográfico, pinacoteca, suma de documentos que en
la actualidad se vienen transformando en Plataformas de
Información Musical del Quindío en internet.
En particular, el área investigativa del CDIMQ, a partir
de lo recuperado, se orienta en la definición de tres líneas
de investigación prioritarias, de las cuales se desprenden
otras sublíneas: una dirigida a la producción de “Antolo-
gías musicales en el Quindío”, dedicada a la selección de
textos claves a la memoria y a la reflexión de la cultura
musical regional. Otra de propósitos monográficos, de-
nominada “Modos de vida sociomusical en el Quindío”,
para el estudio y conceptualización de los diferentes pe-
ríodos y tránsitos de una época sociomusical a otra, en la
que se abordan momentos ya reconocidos como el pre-
hispánico, colonial, republicano y moderno. Las “Mono-
grafías sociomusicales de los municipios del Quindío”,
donde se especifican los desarrollos en cada una de las
dieciséis poblaciones de la cobertura considerada. Y los
proyectos acerca de la “Vida y obra musical en el Quin-
dío”, dedicada a resaltar cualitativa y cuantitativamente
la producción de compositores, autores e intérpretes sig-
nificativos en el movimiento musical quindiano.
En esta dirección, el CDIMQ ya dispone de varios pro-
yectos relativamente “agotados” según las metas trazadas
y que solo esperan su pronta publicación. Nos referimos,
en concreto, al “Cancionero mayor del Quindío: Compo-
sitores” (partituras), un esfuerzo que reúne aproximada-
mente 1.500 obras, vocales e instrumentales, extraídas del
repertorio folclórico, popular y académico, en gran me-
dida inéditas, de autores y compositores del Quindío; el
subproyecto titulado “Música y literatura en el Quindío”,
un trabajo que retoma de la narrativa, la crítica y la poé-
tica de autores quindianos, aspectos importantes para el
conocimiento de los modos de vida, costumbres y menta-
lidades musicales de sus gentes.
140
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

Son, pues, un acierto, no solo el volumen de las adqui-


siciones y su ordenamiento municipal y departamental,
temático y cronológico, sino los resultados y avances de
solución conceptual que arrojan nuevas luces a la reorga-
nización y relectura de los estudios musicales preceden-
tes, ya que alrededor de las fuentes recuperadas estamos
madurando y relacionando ideas que vagaban dispersas
por muchos textos, permitiendo, además, un conocimien-
to más completo del movimiento musical. Por ende, estas
obras de descubrimiento material y de esclarecimiento,
no deberían seguir siendo ignorados por los demás inves-
tigadores y cultores del campo musical o afines.
En la idea de asumir una acción globalizante, accedi-
mos a procedimientos probados de planeación y adminis-
tración de políticas y estrategias macro. Así delineamos el
perfil de un Plan de Desarrollo Investigativo Musical para
el Quindío, diversificando y simultáneamente ejecutando
tareas en sus tres políticas o programas prioritarios: el de
fomento y estímulo a la investigación sociomusical quin-
diana, el de inventario y protección del patrimonio ma-
terial e inmaterial musical del Quindío y el de extensión
social y comunitaria para la proyección y difusión nacio-
nal e internacional del CDIMQ. Con el primero, pusimos
en marcha un conjunto de proyectos y actividades dirigi-
dos al estudio, investigación y diagnóstico de la historia
y la sociología musical local y regional. Con el segundo,
adelantamos una serie de proyectos encaminados a la
identificación, registro, clasificación y difusión de los bie-
nes musicales adquiridos. Y mediante el tercer programa,
hemos dado pasos de concertación estableciendo o forta-
leciendo vínculos con varias instituciones que participan
en el quehacer musical y cultural.
Al encarar las tareas en este inevitable orden de nece-
sidades, nacidas del criterio organizativo escogido y de la
realidad inmediata del contorno, alcanzamos quizá cierta
coherencia y un significado muy singular. El simple he-
cho de que sin mucha deliberación, aun en su fragmen-
tario desarrollo, se hayan ido lentamente adelantando los
141
Álvaro Pareja Castro

itinerarios armados, hace pensar que tal vez en este único


caso no estemos al margen de las claves esenciales que
en otros tiempos y campos —más dignos de admiración
y de recelo— no pudimos captar. A lo mejor el secreto
reside en que, por lo general, no se están abordando los
problemas como simples espectadores, no se los ve con
la misma actitud —desprevenida y serena— de quienes
asisten a un espectáculo, un museo.
Para muchos, este incanjeable destino de búsqueda y
conocimiento provoca una sensación de seguridad y una
fundada esperanza en el buen agüero: en nuestro caso, su
importancia radica simplemente en haber sido capaces de
aventar el pesimismo cimentando la confianza. La conse-
cuencia inmediata del movimiento práctico del plan citado
nos llevó a la constitución de áreas administrativas impres-
cindibles al esquema probado. Por lo tanto, una a una, de
modo casi natural, aparecieron las instancias de regulación
y gestión que requeríamos, ya que por su afinidad, hoy se
consolidan al interior del Centro de Documentación e In-
vestigación Musical del Quindío: los centros de Documen-
tación e Investigación, la Casa Museo Musical del Quindío,
la Sala Cultural Música y Región, la Radio Revista Can-
cionero Mayor del Quindío y la Emisora Digital adscrita a
nuestra institución. El CDIMQ, como parte vital del sector
cultural, ha venido configurando una propuesta investiga-
tiva en los modos de vida musical, el inventario del patri-
monio documental y en la extensión social y comunitaria,
ya reconocida a nivel regional, nacional y fuera del país.
Ante el presentimiento de poder elegir en cada fase del
proceso emprendido un manejo relativamente autóno-
mo, se fue concretando una política de autofinanciación
de los proyectos. No obstante, tal estrategia económica se
nos fue convirtiendo en una cuestión de “simple esfuerzo
personal”, de “ciencia modesta”, en el estrecho marco de
una práctica histórica y sociológica a imitación cercana de
aquellos promotores y cultores del arte en nuestro país,
que hoy por hoy, siguen produciendo tantas obras que
valen la pena a pesar de tan pocos recursos y estímulos.
142
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

Lo anterior aclara por qué la realidad presupuestal del


CDIMQ sea tan exigua, a la que en muy escasas ocasiones
se ha sumado el apoyo gubernamental o de la empresa
privada. Sin embargo, los pequeños aportes recibidos se
han aceptado siempre y cuando, en ningún momento,
plantearan como exigencia cualquier tipo de censura, re-
corte, sesgo o abandono —en parte o global— de las pri-
macías fundamentales ya delimitadas y arriesgadas por
años. Situación económica y financiera que, en fin, nos
plantea la urgencia de una revisión crítica del modelo de
vida autogestionario adoptado.
Otras de las mayores preocupaciones de nuestra Funda-
ción es la de acceder al espacio social y persistir en la idea
de convertirnos en una parte activa del desarrollo, mejora-
miento y transformación comunitaria sin pretensiones de
trascendencia oficial, académica o del exclusivo beneficio
económico. Esto quiere decir que nos hemos definido como
un proyecto de vida. Por consiguiente, las prácticas de ras-
trear un acontecimiento o de interpretarlo, están armadas
con ánimo poco convencional. Nos soñamos el Centro una
entidad viva, pues creemos que la misión no consiste tan
solo en cuidar objetos de museo o en diseñar proyectos de
investigación fríamente concebidos sino, por el contrario,
somos todo eso junto. Todo eso que somos es la materia
prima y el punto de partida para la creatividad, la renova-
ción y la lúdica. Y si es viable, para muchas acciones que
pueden ser estimuladas mediante una actitud que anime la
transformación social de la música en el Quindío.
El resultado, después de 32 años, es cuantitativa y cua-
litativamente mejor. Conocemos más el ayer y el hoy del
músico y su comarca. Hemos visto cómo vive y se desvi-
ve. Recorrimos los 16 municipios de la cobertura definida
en el plan de desarrollo, lo mismo que aquellos lugares
que desde fuera pesaron y aún determinan significativa-
mente la constitución y proceso histórico quindiano. He-
mos hablado con ellos y con todas las personas que de
algún modo nos acercaban a sus recorridos, a sus proble-
mas, a su mundo. Dialogamos con entusiastas, reticentes
143
Álvaro Pareja Castro

y objetadores. Con dirigentes, cuadros medios, artistas y


funcionarios y hasta con gente alienada. Vivimos, en fin,
todas las alternativas.
De ese modo, la realidad musical del Quindío no nos
la tienen que contar. La hemos visto y vivido en sus ca-
rencias y virtudes, en sus problemas y soluciones. Así, ya
no es factible, a partir de este instante, hacernos creer que
aún se puede seguir olvidando y relegando, disimulando
y postergando, el papel decisivo que las prácticas musica-
les tienen dentro de la realidad social quindiana. Pero la
única manera de lograrlo era provocando acontecimien-
tos y reflexiones de largo alcance.
En esta perspectiva, comprendemos mejor la distancia
que existe entre lo que hay que hacer y lo que ya se ha
intentado. Entre las limitaciones inherentes al esfuerzo
particular en el marco de la sociedad civil y las demandas
cada vez más apremiantes y justas. Percibimos mucho
más de las incongruencias que existen entre el cotidiano
espectáculo, montado pero habitualmente desolador, de
la mayoría de los resultados obtenidos por las políticas y
las acciones gubernamentales y la calidad requerida por
aquellos propósitos de duraderos y serios alcances.
Por último, creemos que los compromisos con la cul-
tura y la identidad musical quindianas deben seguir
centrándose en el doble empeño de combatir el desgano
heredado de las políticas oficiales y el evidente papel me-
nesteroso al cual ha sido relegada, de tal modo que los
esfuerzos conduzcan, en lo indispensable, a sacarla del
limbo terrenal de abandono y de indiferencia en la cual la
han mantenido a pesar de los grandes esfuerzos privados
de los últimos años.
Y aunque suene a metáfora, podemos decir sin rodeo
alguno que los estorbos musicales en el Quindío reposados
en el “Cuarto de San Alejo” ya son un tesoro en el Centro
de Documentación e Investigación Musical del Quindío. Y
que desde 1984 estamos encarando la diversidad del paisa-
je musical del Quindío desde sus modos de vida, inventa-
rio patrimonial y de extensión social y comunitaria.
144
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

Paisaje natural, social y cultural

Desde sus primeros trazos territoriales, al Quindío


como región y subregión, en el sentido estricto de la pala-
bra, se nos revela como sujeto de conocimiento una par-
cela relativamente autónoma y condicionada, tanto en su
historia natural como social.
Su geografía, fauna y flora, enclavadas en un sistema
de montañas, valles y cuencas, expresan circunstancias y
variaciones empíricas singulares, marcándole al entorno
cierta unidad de paisaje. Algunos de esos factores físicos
y biológicos, como el río del Quindío, el valle de Cocora,
el nevado El Quindío, el Paso o Camino del Quindío, la
palma de cera del Quindío y el ave del Quindío, entre
otros, se erigen en símbolos, llegando a formar un ver-
dadero código sentimental de mito y leyenda para sus
gentes. Pero ciertamente, no olvidamos que tan peculia-
res características se articulan y hacen parte del complejo
andino occidental de la cordillera Central en los Andes
colombianos y del continente americano.
En el período prehispánico y del colonialismo español,
esta tierra fue habitada principalmente por los Quindíos
(también llamados Quindos o Quindus). Hoy en día, el
mismo espacio es asiento de una nueva generación de
quindianos. Reconocemos, no obstante, que en este con-
torno tanto esta etnia indígena (ya desaparecida), como
los pobladores de la nueva mixtura, poseen raíces antro-
pológicas y modos de vida, en lenguas, artes, costumbres,
etc., que rebasan sus fronteras acercándolos a una histo-
ria común musical compartida: para los Quindíos, se han
descubierto influencias de los Quimbayas, Pijaos, Burilas,
Calimas y Caribes, en lo nacional; y Quechuas, Incas, Ay-
marás y de otras comunidades amerindias que se extendie-
ron por Suramérica, Centroamérica y Norteamérica. Para
el caso del quindiano de hoy, existen innegables elementos
de ascendencia de los complejos culturales caucano, vallu-
no, caldense, risaraldense, tolimense, caldense, antioque-
ño, cundinamarqués, boyacense y santandereano.
145
Álvaro Pareja Castro

Con la aparición súbita, violenta y vehemente, de las


expediciones al mando del mariscal Jorge Robledo, ocu-
rridas entre 1539 y 1541, fue imponiéndose el régimen
político, económico, social, cultural y artístico, propio del
colonialismo español, que también incursionó en el Valle
del Quindío —así denominado por las crónicas oficiales
de Indias—. Sin embargo, a pesar de haber sido profun-
damente revolucionadas y trastocadas las antiguas for-
mas de sociedad tribal de los Quindíos, el Quindío como
región o subregión conservó una vida de parcela relati-
vamente independiente y determinada, en el contexto
de la Nueva Granada, dentro de la antigua población de
Cartago, y en el marco de su jurisdicción bajo la forma de
resguardo, donde fue instaurada la Misión del Quindío, a
cargo de la Comunidad Religiosa de los Padres Francisca-
nos, quienes desde su convento —con sede en la localidad
mencionada—, pusieron en marcha la acción evangeliza-
dora de la población aborigen y de esclavos negros, con
la que se da inicio a nuevas formas del mestizaje musical
predominantemente litúrgico en sus cantos.
Relativa autonomía y condicionamiento del Quindío
que tampoco fue alterada por las reformas geopolíticas y
administrativas, heredadas posteriormente de las luchas
de Independencia, ni por la creación, primero del Cauca
como estado federal, y luego departamento en el siglo pa-
sado, ni por el fraccionamiento y creación de la provincia
del Quindío con capital Cartago, anexándose esta última
una parte al departamento del Valle del Cauca y otra al de
Caldas, ni con los cambios ocurridos en la carta geográfi-
ca del país en 1908, ni por la separación de Caldas con la
creación del departamento del Quindío en el año de 1966.
Suma de acontecimientos que tal vez se expliquen por
la manera gratuita con que en cada uno de estos histó-
ricos momentos señalados, los reordenamientos territo-
riales establecidos desde tiempos coloniales, pasando por
virreinatos, gobernaciones, misiones, provincias, estados,
departamentos, resguardos y jurisdicciones menores,
en verdad, solo consultaron un mero trazo a mano, que
146
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

fueron enunciados en leyes y decretos oficiales funda-


mentados en los intereses políticos, económicos y buro-
cráticos en cada coyuntura, sin que para nada mediaran
las diferencias profundas planteadas por su identidad
geográfica, de costumbres, modos de vida sociomusical
y recuerdos comunes.
Hoy por hoy, esta unidad territorial, cultural y de rela-
ciones sociomusicales conforme al sistema político y ad-
ministrativo vigente en este país, sigue dividido en dos,
correspondiendo al departamento del Quindío sus ya
mencionados doce municipios, y al Valle del Cauca, en la
parte noroeste, los cuatro restantes también citados.

Quindianidades sociomusicales: Generalidades

La música en el Quindío, como arte, oficio y aun como


forma social de vida, tiene sus “leyes” propias, y para cum-
plirlas requiere de una cierta libertad de movimiento y de
iniciativa, que como todas las libertades de este mundo,
son relativas y condicionadas, y como tal están inevitable-
mente ligadas a otras formas de libertad que no atañen a
esta zona determinada de la práctica humana, como es el
arte, sino a otras distintas de la estructura de la sociedad.
Sus producciones musicales son, sin lugar a dudas, el
resultado de creatividades preñadas de esta materialidad
histórica concreta y específica, desde donde se intuye e
inspira. Sin embargo, justo es reconocer que cada canto,
instrumento o danza o modo de ser musical, no solo de
los Quindíos sino del mestizaje dibujado por las migracio-
nes colonizadoras en el siglo XIX, hemos descubierto en
ellos más que este contorno quindiano: pues aquí están
presentes el resto de culturas musicales con sus distintos
instrumentos, géneros, estilos, técnicas y costumbres. Así,
por ejemplo, en las prácticas sociomusicales prehispáni-
cas de los indígenas del Quindío se presentan semejanzas
con grupos vecinos y con los distantes americanos del sur,
centro y norte; en la etnia quindiana del repoblamiento y
fundación de aldeas de mediados del siglo XIX y XX, hay
147
Álvaro Pareja Castro

presencia sociomusical predominantemente de la zona an-


dina colombiana; y para fines del siglo pasado y este nuevo
milenio, la configuración de un imaginario sociomusical
influenciado por otras regiones del país y del mundo.
Por su periodización, la historia social de la músi-
ca del Quindío es un proceso parcialmente autónomo y
determinado, constituido de cortes de larga y de corta
duración, ambos precedidos y mediatizados por fases o
momentos de transición de un modo de vida musical a
otro, tendencialmente acompañados de crisis que impo-
sibilitan su desenvolvimiento amplio, en el mejor sentido
del término; o sea, que son modos de musicalidad que
comportan un cierto desarrollo inconcluso. Un momento
de corta duración en el Quindío, sociomusicalmente ha-
blando, fue el colonial español: se entró tarde —con res-
pecto a grandes extensiones del continente y de nuestra
nación—, y se “agotó” tempranamente.
Acotamos de paso, entonces, la invalidez de aquellos
marcos de referencia conceptual que trataron —y aún
persisten— en pensar la historia social de la música en
nuestro país, por encima y ajena a las continuidades y
discontinuidades que ocurren en las áreas culturales que
lo componen. El Quindío fue —y está— subsumido en es-
tos esquemas de periodización macromusicales amplios,
por los que no ha pasado plenamente, desconociéndose
sus condiciones específicas, por lo demás, aceleradamen-
te cambiantes en sus rumbos y dinámicas, que apenas se
están comenzando a analizar para saber qué factores de-
terminan la supervivencia de sus tradiciones o la trans-
formación de las mismas.
En consecuencia, solo es dentro de la existencia íntima
de las grandes y pequeñas temporalidades encontradas
en el Quindío, y en correspondencia con cada una de sus
colectividades, donde se originan sus experiencias más vi-
tales, dándole a sus épocas sus tonos y acentos singulares.
Por consiguiente, cada momento produce y modela nue-
vos patrones de imaginación sociomusical, alimentados
de un pensamiento novedoso acerca del quehacer, tanto
148
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

de su tiempo como de otros anteriores, que posibilita a las


etnias y a los pueblos vivir en sus propias condiciones es-
pecíficas y diferentes, ya que es necesaria la demarcación
de sus trabajos creativos y de sus actitudes musicales.
Acerca de la cuestión de cómo los pueblos pasan de una
etapa sociomusical a otra, de cómo un estilo emerge a otro
y de por qué surge un estilo y no otro, en concreto no hay
ninguna elucidación. Solo se sabe, a ciencia cierta y en un
sentido amplio, que una formación sociomusical inmersa
en la transición y en la crisis, alude o señala situaciones
imprecisas: no es lo uno ni lo otro. En el período colonial
español, la historia de los Quindíos estuvo demarcada
precisamente por esa condición ambigua, donde se aban-
dona, bajo un régimen de despojo cultural, un estadio
sociomusical prehispánico o conocido por ellos, por otro
aún no conocido que heredó conviviendo con su primera
gran crisis de identidad y despersonalización, sufrida por
dichas colectividades e individuos que las vivieron.

Formas de vida musical prehispánica

Si solo tuviéramos en cuenta el estado de desconoci-


miento y de misterio que rodea al período prehispánico
de los Quindíos e incluso el colonial español, tanto de
otros lugares colombianos como del mundo amerindio,
pareceríamos condenados a continuar ignorando cómo
era la música de todos estos pasados aborígenes.
También en cierta medida, los diversos modos de mu-
sicalidad de los Quindíos se nos escapan: ya sea por el
poco desenvolvimiento investigativo en la mayoría de los
campos del saber y de la ciencia histórica, ya sea por las
limitaciones y obstáculos debidos a la destrucción y el sa-
queo sistemático de este patrimonio cultural, iniciados en
el siglo XVI, y continuado por guaqueros, comerciantes
y coleccionistas hasta hoy. Y aunque son evidentes estas
dificultades insalvables, cuantitativa y cualitativamen-
te, venimos avanzando en el inventario del patrimonio
material e inmaterial sociomusical, sobre todo en la tarea
149
Álvaro Pareja Castro

de identificación, registro, rescate, preservación, clasifica-


ción y difusión de su memoria histórica.
En este sentido, luego de 32 años de trabajo de investi-
gación directamente en las localidades del Quindío y no-
roeste vallecaucano, contamos con una pequeña colección
de instrumentos musicales fabricados en cerámica, que
fueron localizados y recuperados en algunos municipios
de la cobertura, que suponemos de procedencia prehis-
pánica o colonial española, de los Quindíos, tales como
pitos, silbatos, ocarinas, flautas traveseras, husos sonaje-
ros, copas sonajeras, cascabeles, alcarrazas tipo “vaso sil-
bante”, piezas generalmente antropomorfas, zoomorfas y
fitomorfas, características de la región; entre ellas algunas
tienen una función dual y ambigua.
Como resultado del trabajo bibliográfico, fundamen-
talmente realizado en los archivos, bibliotecas y centros
de documentación regionales y del país, tanto oficiales
como privados, ya se dispone de una amplia y detallada
información escrita, de fuentes primarias y secundarias,
extraídas o resumidas de las obras consultadas en arqueo-
logía, antropología, sociología, lingüística, folclor, historia
(del arte y de la música), literatura, musicología, etnomu-
sicología; trabajo de revisión literaria que en suerte nos ha
permitido descubrir e identificar en su desarrollo, nuevas
fuentes, ampliándose de esta manera lo presupuestado.
Con respecto al período prehispánico quindiano, pro-
piamente dicho, del que afirmamos es una era de larga
duración y retrospectiva, el más antiguo conocido, tal vez
sea la arqueóloga norteamericana Karen Olsen Bruhms
quien más ha contribuido en los últimos años a su escla-
recimiento. En esta dirección, realizó prospecciones en
varios lugares, examinó diferentes colecciones de cerámi-
ca y excavó dos tumbas. A partir del hallazgo superficial
de una punta de proyectil, en terrenos adyacentes al ae-
ropuerto El Edén, de la ciudad de Armenia, planteó la
existencia de una era paleoindia en el Quindío.
De los resultados en la excavación de las dos tumbas
y del análisis de la decoración y del estilo de una gran
150
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

diversidad de piezas en cerámica, elaboró, en base a


dos fechas de carbono, una cronología tentativa para la
región, que le permitió agrupar la cerámica en lo que la
autora denominó el “Complejo Cauca Medio”, que data
del año 1300 a. C., con asiento en un espacio geográfico
muy extenso; y el “Complejo Caldas”, que data del año
1200 a. C., que habitó los territorios hoy correspondien-
tes a los departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío.
Infortunadamente, las prospecciones y excavaciones de
Karen Olsen Bruhms y las que realizaron con la misma
intención y posteriormente los arqueólogos quindianos
Oscar José Osorio, Nora Aidé Ramírez y Sory Morales,
no reportan objetos ni descripciones de instrumentos mu-
sicales que nos acerquen por asociación a esta primitiva
práctica musical y a su dimensión en lo social, que según
estos autores, correspondería a la llamada “Zona Quim-
baya” del departamento del Quindío.
Si el término se permite para una arqueología etnomu-
sicológica, los objetos de análisis más claves y valederos
para descubrir el carácter de una música fósil o desapa-
recida —como la de los Quindíos—, son los instrumentos
musicales y correlativamente los instrumentos sonoros,
ya que a partir de ambas modalidades de producción so-
nora se elabora esa música o ese sonido que nos dan la po-
sibilidad de saber cómo “sonaban” y cómo se “tocaban”,
qué tipos de “aires” o de “géneros” interpretaban en su
ejecución, cuáles eran los “timbres” de esa materia sono-
ra. O sea que el examen de la música del hombre primiti-
vo quindiano implica no solo los instrumentos musicales
sino toda esa variedad de arte asentada en la vibración
del aire, cuya molécula estructural básica la constituye el
universo sonoro, que el hombre a lo largo de los siglos y
milenios ha venido configurando.

Transición sociomusical: Del prehispánico al colonial

Precedida de una larga y excepcional práctica socio-


musical prehispánica, irrumpe una fase de transición y de
crisis de corta duración, permanentemente convulsionada
151
Álvaro Pareja Castro

por la nueva forma de vida musical impuesta, que emer-


ge desde los primeros trazos del avance expedicionario,
exploratorio y de conquista del territorio de los Quindíos.
Transición y crisis de dos mundos de historia musi-
cal diferentes: el uno, prehispánico; y el otro, medieval y
renacentista europeo, que no pudieron volverse atrás ni
configurarse en la exclusividad de una sola realidad. Por
el contrario, se diluyeron produciendo un mestizaje socio-
musical nuevo, con la consecuencia de que para los Quin-
díos, y a diferencia de muchas otras etnias aborígenes del
país, éstas solo se prolongaron en su existencia regional
por cerca de 200 años (comienzos del siglo XVIII), sin que
pudieran desarrollarse y transformarse en su forma de
ser sociomusical. Por el contrario, más bien fenecieron
como tal, pues la transición y la crisis que atravesó la era,
generó una fase de corta duración, donde se combinaron
y coexistieron multitud de caminos, que tuvieron lugar
en el mismo tiempo absoluto, se resolvieron (de conteni-
do, continuidad y proyección) unilateral y muy dramá-
ticamente: El Quindío y el noroeste vallecaucano fueron
despoblados hacia las primeras décadas de 1700.
Como conglomerado, como región y subregión, el
Quindío, musicalmente hablando, no es un tema nuevo.
Desde las Crónicas del Perú de Pedro de Cieza de León, un
historiógrafo involucrado en las huestes del Mariscal Jorge
Robledo, quien como soldado participó en las expedicio-
nes y exploraciones que recorrieron estas comarcas entre
1539 y 1541, relacionó de una manera breve y superficial
aquellos modos de musicalización que encararon directa-
mente, en particular los de ascendencia prehispánica (o
sea, las prácticas musicales más inmediatas encontradas a
la llegada de los españoles al continente americano). En su
obra nos ofrece, por tanto, el siguiente cuadro de costum-
bres de la época: “Cuando salían a sus fiestas y placeres
en alguna plaza, juntábanse todos los indios y dos dellos,
con dos atambores hacían son, donde tomando otra de-
lantera, comienzan a danzar y bailar, al cual todos siguen,
y llevando cada uno la vasija del vino en la mano; porque
152
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

beber, bailar, cantar, todo lo hacen en un tiempo. Sus can-


tares son recitar a su uso los trabajos presentes y recontar
los sucesos pasados de sus mayores”.

El Camino de las Palmas del Quindío: Tránsito del


despoblamiento a la colonización del Quindío

Era lógico que ante la desaparición y el despoblamien-


to de los Quindíos, no podía la realidad sociomusical
mestiza repetir el natural proceso de autoformación que
las otras regiones del país habían seguido. Eso tal vez
explique por qué cuando otras culturas acumularon ge-
neraciones y conocimientos, la práctica musical entre los
pocos habitantes que convivían cruzando el Camino del
Quindío entre Ibagué y Cartago se halló desorientada.
En los siglos XVIII y XIX, la sociedad colombiana vivió
dentro de un colonialismo español ya decadente, agudi-
zado por las crecientes luchas de independencia. En el
Quindío esta situación se expresó y desenvolvió, prime-
ramente, como reapertura del Camino Real y luego, en
sus postrimerías, como reapertura no solo del Camino
Nacional sino de la frontera agrícola, minera, cultural y
musical. Es decir, lo común a ambos momentos del Ca-
mino del Quindío fue haber sido “paso obligado”, vía de
importancia a la circulación e intercambio comercial y
cultural entre Cartago e Ibagué, en lo local; entre el Cauca
y el Tolima, en lo regional; y entre el suroccidente y el
oriente, en lo nacional.
Por lo tanto, a diferencia de los que afirman la desafor-
tunada tesis de un supuesto “vacío histórico”, la comarca
quindiana sobrevivió al despoblamiento indígena, por la
existencia de Cartago e Ibagué, donde residían grupos o
colectividades dedicadas a la arriería: al comienzo practi-
cada en tiempos de la Colonia por indígenas y mestizos,
y al final desempeñada por inmigrantes, sobre todo ve-
nidos de Antioquia y de su área de influencia (Caldas y
Risaralda), fenómeno explicable por el auge colonizador
que tuvo el Quindío.
153
Álvaro Pareja Castro

Una condición económica que presentó la arriería, al


interior de su división social y técnica, fueron dos tipos
de oficios integrados pero diferenciados como modalida-
des: el grupo de los cargueros, dedicado al transporte de
bienes materiales, y el grupo de los silleteros, encargado
del traslado de las gentes que permanentemente pasaron
por las montañas del Quindío. Una práctica de arriería
profundamente arraigada en las raíces caucanas y toli-
menses, en parte por la natural frontera que los separaba
pero que también los acercaba en su entrecruzamiento
aborigen y mestizo, que existió en las localidades de Car-
tago e Ibagué, en donde su movilidad social se realizó
ampliamente al final de cada jornada de trabajo.
No obstante, esta doble influencia debe consultar,
con el fin de hacer claridad, que el Quindío se mantuvo
bajo la jurisdicción del Cauca por cerca de 368 años. Un
vínculo histórico y cultural que prácticamente se originó
desde 1540 y finalizó en 1908, cuando fue desmembrado
y fraccionado, anexándosele una parte al departamento
del Valle del Cauca y la otra Caldas. Es decir, que des-
contando la era prehispánica, un período de larga du-
ración (se calcula doce mil años antes de nuestra era
hasta 1539), esta subregión ha pasado hasta hoy su ma-
yor existencia económica, social, política, cultural y so-
ciomusical en el ámbito del Cauca; luego, 58 años como
parte del departamento de Caldas entre 1908 y 1966; y
últimamente 50 años como departamento del Quindío
(1966-2016).
La presencia de Antioquia la Grande en el Quindío
—para ese entonces comarca del Cauca— fue tardía, ya
que su rol tuvo significado relevante al lado de los acele-
rados cambios de mitad del siglo XIX y sus consiguien-
tes efectos de aumento demográfico de las familias de
ascendencia “paisa”, que actuaron en el desmonte de
la selva, la búsqueda minera, las aventuras guaqueras,
la agricultura de subsistencia, la fundación de aldeas,
el aumento de las juntas pobladoras y de vecinos; y
por sobre todos ellos juntos, la difusión cultural y de
154
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

relaciones sociomusicales que lograron con el tiempo


tal profundidad de arraigo y de sentimiento de perte-
nencia que, sin duda alguna, llegaron —y siguen aún—
identificando simbólicamente a amplios sectores de
gentes quindianas.
Sin embargo, consultando la historia regional de la lla-
mada “antioqueñidad” de los quindianos, como elemen-
to de transculturación y de expansión, hemos descubierto
problematizados una serie de conflictos, cruces, luchas y
movimientos sociales que enfrentaron esos intereses, en
los que se involucran caucanos, vallunos, cundiboyacen-
ses que colonizaron también estas tierras. “Antioqueñi-
dad” que hoy por hoy se diluye ante el fenómeno social
creciente de la quindianidad que despertó la creación del
departamento en 1966.
Si bien con la arriería se mantuvo una red fundamen-
tada en sus propios códigos, rituales, símbolos culturales
y artísticos, la colonización del Quindío irrumpió des-
truyendo estas relaciones sociales predominantemente
comerciales, colocándose por tanto como un factor de
perturbación que cambió por completo el tipo de econo-
mía y la cultura local del Camino.
Importantes viajeros, extranjeros y nacionales, que ex-
ploraron en esta región su botánica y geografía, su eco-
nomía minera y sus costumbres, generalmente cuando
cruzaron por el Camino del Quindío, de la misma ma-
nera que los cronistas de Indias, dejaron breves apun-
tes personales sobre el quehacer musical observado en
su trayecto. Ernest Röthlisberger en su obra El Dorado,
comentaba lo siguiente: “Por el medio día llegamos a Fi-
landia, una aldea recién fundada, y en la que solo antio-
queños se habían establecido. Era un día de mercado y
misa. La plaza se veía enteramente llena de gente de la
nueva colonia, que charlaban sin tregua, interrumpién-
dose tan solo para arrodillarse en el momento de alzar.
La música eclesiástica era horrible, un quejumbroso cla-
rinete y una trompeta suspiraba de continuo los mismos
compases” (pág. 53).
155
Álvaro Pareja Castro

Modo de vida sociomusical campesino y aldeano

No habíamos aún terminado de colonizar y repoblar


este espacio, y ya iniciábamos apresuradamente la cons-
trucción de un nuevo perfil musical aldeano y campesi-
no, que ha mostrado hasta hoy una serie de etapas en su
progresivo desarrollo y las cuales han provocado cons-
tantes crisis. O sea, que sin haber ejercitado y consolida-
do en largas temporadas la producción e interpretación
cantada o tocada, la vida musical de la colonización,
oficialmente fomentada con la fundación de la antigua
colonia penal de Boquía en 1842, el Quindío se abrió
desde las tres primeras décadas del siglo XX a la inter-
vención de formas musicales y técnicas principalmente
extranjeras, oficialmente fomentadas por el contacto con
los modernos avances tecnológicos aplicados y deter-
minantes en los nuevos modos de vida y de consumo
sociomusical.
Estamos hablando de la aparición de la industria fo-
nográfica y del disco, de la amplia programación musi-
cal de las recién fundadas emisoras radiales y del arte
cinematográfico (sobre todo con el paso del cine mudo
al cine sonoro, que acercó al público a las músicas de
muchas partes del mundo), la inauguración de los tea-
tros municipales que fomentaron el espectáculo de com-
pañías extranjeras de ópera y zarzuela, la creación de
un importante sistema bandístico, el establecimiento de
academias de arte, la publicación editorial de obras de
compositores nacionales y extranjeros; acontecimientos
que fueron correlativos a la expansión de la produc-
ción cafetera, sobre todo estimulada por la exportación
al mercado mundial, la que impulsó aceleradamente la
red de ferrocarriles con la construcción de la estación de
Armenia, el desarrollo vial, la electrificación de sus pue-
blos, la llegada del transporte automotriz de pasajeros y
particulares, la instalación del servicio telefónico, entre
otros aportes en el avance de la industrialización de la
región y el país.
156
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

Basta analizar las consecuencias que marcaron esta so-


ciedad con el invento de la vitrola o gramófono. Jaime
Buitrago, uno de los autores más serios en la novela his-
tórica quindiana, recoge en su narrativa acontecimientos
que hemos podido confirmar mediante fuentes de prime-
ra mano, descubiertos en los diversos archivos musicales
del Quindío. Veamos un interesante aparte de su obra
Hombres trasplantados:

Un hombre extraño se acercó a ellos. Traía en los brazos un


grafófono de gran corneta negra.
—¿Me da permiso de tocar aquí, mi padre?
—¿De tocar qué?
—Este aparato.
El sacerdote y Piquillo lo entraron al despacho parroquial
y después de cambiarle la aguja a la caja fonética, el hom-
bre puso a girar el disco. Una música fullera de matachi-
cha llenó el aposento del presbítero y Piquillo no cesaba
de abrir más ampliamente los ojos para darse cuenta de lo
que significaba aquello.
Los hombres y las mujeres que pasaban por la calle se
acercaron a escuchar aquella música extraña que jamás
habían oído y así como el perro, al ver su figura reflejada
en un espejo corre detrás de él a buscar el mastín que ha
visto dentro de la luna azogada, así las gentes sencillas del
colonizaje buscaban detrás del grafófono la causa que pro-
ducía aquellos sonidos. Al no encontrar nada entablaban
diálogos como este:
—¿Quién será el que canta allá adentro?
—Algún individuo que Piquillo metió en ese cajón.
Y salieron de allí aterrados ante el misterio de esa caja que
sonaba sola. Al hombre que la manipulaba lo miraron con
recelo y a pesar de que anduvo por todas las casas haciendo
sonar su aparato por la suma de diez reales, en muchas de
ellas no lo admitieron diciendo que era un enviado del de-
monio. Hasta llegaron a creer que era el mismo Piquillo que
se había metido allí para asustar a los habitantes del burgo.
El padre Valencia se sirvió del tema del grafófono para ha-
blarles desde el púlpito a los campesinos y tratar de borrar
de ellos la creencia que tenían sobre la existencia de brujas,
trasgos y demás mitos.
157
Álvaro Pareja Castro

Y el músico ambulante pudo entrar ya sin mayor trabajo


a improvisar veladas en los casucos urbanos y aun en los
ranchos de los campesinos (págs. 93-94).

El mito sociomusical de la colonización antioqueña y


su área de influencia

Mirando el ámbito “exterior” más cercano vinculado


al Quindío con respecto al período sociomusical atrás
mencionado, es frecuente una evaluación de la región de
Antioquia, Caldas y Risaralda, como una vistosa y pinto-
resca geografía humana, como un todo más o menos ho-
mogéneo, apenas con diferencias de matices que en cierto
modo pueden equivaler a los distintos rasgos provincia-
les de una sola región. Hay, es cierto, un pasado más o
menos compartido, y un idioma oficial común a todos.
Pero además de esas semejanzas, cada uno de los secto-
res tiene un pasado y un presente distintos, un diferente
contexto social y un lenguaje de desiguales resonancias
y modulaciones, donde también las formas musicales de
vida responden a esas afinidades y diferencias. Justo es
reconocer que, aparte de esas afinidades y aunque pa-
rezca contradictorio con lo anteriormente expresado, nos
preocupa el destino global de esas entidades a la vez con-
cretas y abstractas que son nuestros mestizajes musicales
con Antioquia, Caldas y Risaralda (un mestizaje que, vale
la pena aclararlo, no es solo de razas, etnias, sino también
de influencias, aspiraciones e ideologías). Porque en cada
canto nuestro hay algo más que ese obligado contorno:
también están presentes el resto de la nación con sus dis-
tintos modos de musicalidad.

Modo de vida sociomusical urbano

Con el desarrollo de relaciones capitalistas en el país,


con sus consecuencias regionales, el Quindío se configu-
ra como un modelo de desarrollo económico, social, po-
lítico y cultural predominantemente urbano, y bajo este
modelo su realidad musical sigue inmersa en signos de
158
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

cierto crecimiento atravesado de crisis cíclicas propias de


su destino histórico particular o importado. Nos seguimos
debatiendo en la ambigüedad y el desconcierto: la ciudad,
los diferentes municipios, las aldeas menores, el campo,
no han escapado al continuo desarrollo desbordado en lo
musical. Los movimientos artísticos, por ejemplo, de las
localidades (grandes o pequeñas) vienen siendo rurali-
zados por la música campesina inmigrante, pues éstas se
encuentran impotentes para imponerse en las costumbres
musicales de la población desplazada pero no del todo
desarraigada de lo que fue su entorno vital: el mundo so-
ciomusical del área rural.
Por tanto, las crisis que estos fenómenos están aca-
rreando no son solo de forma sino que también están
empeorando la convivencia social en lo musical. El paso
de la vida rural tradicional a la urbana de modernas y
profundas transformaciones, se manifiesta en el desequi-
librio musical entre el campo y la ciudad, en perjuicio de
las formaciones o modos de vida musical del campesino,
que sin adecuarse o adaptarse a la ciudad o a las nuevas
condiciones, igualmente lo ha llevado a asumir los natu-
rales rasgos de la ambigüedad y de crisis propios de nue-
vos modos musicales en conformación.
La consecuencia ha sido la pérdida de los rasgos mu-
sicales característicos, en buena parte alimentados por los
componentes de la idiosincrasia campesina, pues somos
una realidad musical pero nos diferenciamos en la ambi-
güedad de un urbanismo musical difuso y en constantes
crisis.
Advertimos que no necesariamente la crisis tiene solo
una connotación negativa de lo “catastrófico” que se le
suele dar. Apuntamos más bien a la idea de comprender
los cambios y las transformaciones musicales dentro de
un criterio más dinámico, cuyos signos pueden ser posi-
tivos o negativos.
Anteriormente planteamos que los períodos musicales
del Quindío, desde la desaparición de la población abo-
rigen, en el siglo XVIII, no han podido seguir el mismo
159
Álvaro Pareja Castro

destino histórico social de autoformación que otras regio-


nes del país no han interrumpido. En este sentido, hemos
llegado con retraso al desarrollo musical, y por eso, una
de las preocupaciones mayores ha sido la de tratar de
“ponernos al día”.
No negamos, entonces, que uno de los paradójicos
atractivos de esta identidad musical regional, sea precisa-
mente aquel relativo atraso; por ejemplo, seguimos defen-
diendo en las manifestaciones cantadas o instrumentales
un romanticismo tardío, copiosamente imitado y otro re-
creado, menos imitado, pero con resonancias europeas,
latinoamericanas y norteamericanas, en lo extranjero; y
de todas las regiones del país, en lo nacional. Pero al no
ser nada de ello en particular (aunque algunos insistan
en la anexión o apéndice musical directo y exclusivo de
Antioquia la Grande y del Viejo Caldas), resulta por lo
mismo típicamente quindiano este atraso. Es decir, que
al lado del retardo, han surgido adelantos, variedades de
modernidad y contemporizaciones. A lo tradicional de
corte clásico, romántico, hemos añadido elementos au-
tóctonos, vislumbrando que uno de los posibles modos
de determinar nuestro arraigo (en este cruce de rumbos y
de neomestizajes musicales encontrados) consiste en in-
tentar fijar el desarraigo.

Del tema al problema sociomusical quindiano

Ya vimos que desde las crónicas de Indias, el tema col-


mó y hasta desbordó el ámbito geográfico de escritores
e investigadores. Y sigue siendo hoy un tema de interés
para la crónica (ya sea historiográfica, lingüística, perio-
dística o ensayística) de sus artistas e intelectuales, pero
además —y eso quizá lo más importante— se ha consti-
tuido en un problema: problema para quienes lo abordan
como objeto de estudio e investigación apoyados en no-
vedosas tesis, métodos, procedimientos técnicos, y para
quienes lo eluden; para quienes lo afirman y para quie-
nes lo niegan aferrados a viejos a priori difusionistas que
la sociología del siglo pasado ya había superado; para
160
Modos de vida sociomusicales en el Quindío

quienes lo asumen desde su entraña misma y para quie-


nes lo examinan desde lejos (o sea, que aunque el lente
sea extraño o parte del exilio, la mirada seguirá siendo
inevitablemente de acá).
Es cierto que la crónica tradicional de artistas e intelec-
tuales quindianos asumió —y aún mantiene— responsabi-
lidades para las que evidentemente no estaba preparada.
Sin embargo, aun con altibajos, con grandes lagunas, con
insuficiencias, se insertó de algún modo en el contorno
de las ciudades y del campo. Pero confiando de los plan-
teos sutiles, de las alusiones indirectas, su mensaje quedó
atascado entre metáforas y no llegó a su destinatario na-
tural; el contorno fue —y aún sigue siendo— examinado
con una mirada poco enterada, extraviada y que rara vez
caló en profundidad.
La sociología de la música en el Quindío también
ha sido encarada desde afuera y desde arriba, pero la
solución de sus problemas no ha sido enfocada en pro-
fundidad sociomusical, sino como una operación senci-
llamente de apuntes breves, desprevenidos, nunca con la
compenetración y la profundidad que requiere el estudio
e investigación de la identidad cultural musical para de
verdad reconocerse en su existencia singular dentro del
contexto nacional y universal.

161
La política pública para la sensibilización,
recuperación y repatriación
del Tesoro Quimbaya

Felipe Arturo Robledo M.


Académico Correspondiente

En este escrito vamos a analizar el proceso de diseño,


formulación e implementación que caracterizó la políti-
ca pública departamental por “la sensibilización, recu-
peración y repatriación del Tesoro Quimbaya”, creada
mediante Ordenanza 015 de 2005 y modificada por la
Ordenanza 026 de 2014. Debemos tener en cuenta que la
etapa de implementación de una política pública abarca
el accionar de actores individuales, colectivos, públicos
y privados que buscan y esperan el cumplimiento satis-
factorio de los objetivos previamente acordados y decidi-
dos, mientras que las etapas del diseño y la formulación
se basan ante todo en fuentes de hechos que permitan el
diagnóstico de las causas y efectos (consecuencias) para
definir los problemas que deben mitigarse o eliminarse.
En consecuencia, el presente ensayo identifica la forma
de llevar a cabo una decisión política básica a partir de
la campaña preconizada por la Academia de Historia del
Quindío de lograr la repatriación del Tesoro Quimbaya.

1. Análisis del diseño y formulación

En este caso, la entidad territorial encargada de gestio-


nar el diseño y formulación de la política pública (PP) es la
Gobernación del Departamento del Quindío1, la que debe

1
Esto incluye la Asamblea Departamental del Quindío como en-
tidad descentralizada, y las respectivas Secretarias de Gobernación.
163
Felipe Arturo Robledo M.

darle impulso a la entidad “Comisión de alto nivel para


la sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro
Quimbaya”, cuya misión es: Establecer los mecanismos
idóneos tendientes a la recuperación y repatriación del
Tesoro Quimbaya, apelando a instancias nacionales e in-
ternacionales. Adicionalmente, se le estipula la misión de
recuperar todas las piezas que siendo parte de nuestro pa-
trimonio precolombino se encuentran hoy en museos del
mundo o en manos de coleccionistas particulares interna-
cionales. Por último, se le asigna la misión de sensibilizar
a la población quindiana y del país entero como parte de
la tarea encomendada2.

Definición del problema

Todo empezó en la década de 1880-1890, cuando se


encontró, entre las tantas tumbas precolombinas, una en
el paraje de La Soledad, sitio ubicado actualmente en la
cabecera del municipio de Quimbaya (Quindío). Conte-
nía objetos de oro y bronce (tumbaga) de altísima calidad,
posible razón por la cual no fueron fundidas, como era
la costumbre. Estas piezas encontradas son llamadas el
Tesoro Quimbaya, que fue elaborado por los indígenas
denominados “Quimbayas”, que habitaron la zona hace
más de 1500 años.
Los detalles exactos del hallazgo no se conocen; es pro-
videncial que las piezas no se dispersaran al repartirse los
guaqueros el fruto de su saqueo y que no terminaran, como
era costumbre, en las casas de fundición de Medellín, que
compraban oro para enviarlo en lingotes a Inglaterra. En
1891, cuando se descubrió el Tesoro de los Quimbayas, ya
se había iniciado en Colombia la recuperación histórica
del pasado indígena, siguiendo los ecos del romanticismo,
que entre sus postulados incluía la búsqueda de los vesti-
gios del pasado nacional (Gamboa, 1992).

2
Artículo 5, Ordenanza 015 de 2005 de la Asamblea Departamen-
tal del Quindío.
164
Sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya

Este tesoro fue donado a España mediante acto que


evidenciaba una vulneración a la Nación y a la Constitu-
ción y, por ende, a la sociedad colombiana, al no cumplir
los requisitos establecidos en el ordenamiento jurídico
para la enajenación de este patrimonio. Formaba parte de
los bienes de la Nación, a la que le correspondía su admi-
nistración, en tanto que sus funcionarios debían ajustarse
a las normas preestablecidas y no al arbitrio de uno o al-
gunos de ellos.
Lo anterior nos hace pensar que los conceptos de “so-
ciedad y cultura” evolucionan sin que esto signifique
que las comunidades olviden sus raíces primigenias; an-
tes bien, están en una constante redefinición, pero al fi-
nal siempre subyace el elemento primordial, a saber “la
identidad”3, que dependerá del entorno en el que se haya
vivido. El concepto de “identidad cultural” posee un ras-
go propio y es su “carácter inmaterial y anónimo, pues
son producto de la colectividad” (Cardoza, 2010).
El monumento y la simbología son fundamentales en
la construcción de una estructura cultural porque impac-
tan a través del tiempo en la creación de identidades, tanto
a nivel personal como compartidas en comunidad. La cul-
tura es definible considerando la importancia cohesiona-
dora de los símbolos en la estructura social: “un esquema
históricamente transmitido de significados representados
en símbolos o sistema de concepciones heredadas y ex-
presadas en formas simbólicas por medio de las cuales los
hombres comunican, perpetúan y desarrollan sus conoci-
mientos y sus actitudes frente a la vida” (Geertz, 1992).
El significado de “identidad cultural”, a su vez, se
encuentra en relación y enriquecido con la Teoría de la
Identidad Social (TIS), la cual “ha sido uno de los marcos
de mayor influencia en la Psicología Social de las últimas

3
Definida como los rasgos, conjuntos de valores, orgullos, tra-
diciones, creencias y modos de comportamiento que funcionan
como elementos de unión en el seno de un pueblo (Calle y Morales,
2001).
165
Felipe Arturo Robledo M.

décadas. Sus propuestas han servido de estímulo a nume-


rosas corrientes teóricas y ámbitos de estudio vinculados
al comportamiento grupal en general y a las relaciones
intergrupales en particular” (Scandroglio, López y San
José, 2008: 80).
El psiquiatra Arturo Philip, creador de la Asociación
Cultural Franco-Argentina y miembro de la Asociación
Internacional de Ethno Psicoanálisis, hablando de segu-
ridad, conflicto social y pacificación, expresa: “Se debe
tratar el conflicto social básico y es ahí donde se inscriben
los temas de la identidad y la pertenencia”; “el recono-
cimiento del propio origen, de las raíces, de la historia
común, de la territoriedad y de todos aquellos elementos
que nos llevan a reconocer ‘al otro’ como un semejante, un
similar, sin desconocer las diferencias existentes”, “hay
un especial interés en la búsqueda de soluciones de fondo
que partiendo de la identidad y la pertenencia, mejoren la
seguridad y la calidad de vida de sus ciudadanos”; y esto
nos lleva a un reto mayor, “instalar en los medios el tema
de nuestra identidad” (cit. en Guisoni, 2015).
Ahora bien, en relación a lo anterior, el Tesoro Quimba-
ya, hoy patrimonio cultural, se ha constituido bajo nuestro
entramado social como un elemento lleno de simbología
que nos identifica como quindianos; si bien Nodier Botero
(2013), miembro de la Academia de Historia del Quindío,
plantea otros símbolos tales como: “la guadua, la palma
de cera, los productos agrícolas identificatorios (café, yuca
y plátano) […] los valores como cualidades abstractas (in-
trepidez, esfuerzo, valentía)”, es el mismo Botero quien en
su ensayo afirma que por la corta historia quindiana, esos
símbolos que él plantea son incipientes, requiriendo una
mayor protección y acompañamiento por parte del Estado
a la comunidad quindiana en pro del fortalecimiento de
dicha identidad, so pena de desaparecer.
Así fue como en aras de proteger esa expresión de iden-
tidad cultural, los quindianos cohesionados decidieron,
tal y como lo dice en la exposición de motivos, crear una
política pública para lograr “fortalecer su identidad y per-
166
Sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya

tenencia, y así incluso consecuentemente mejorar la segu-


ridad y la calidad de vida de sus ciudadanos” (Ordenanza
de la Asamblea Departamental del Quindío, 015 de 2005).
Dicha política pública, si bien nació a la vida jurídica
conforme a esta Ordenanza, que contemplaba la creación
de la “Comisión de alto nivel para la sensibilización, re-
cuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya”, se difi-
cultó en su tarea de lograr el objetivo propuesto debido a
que algunos de sus miembros con el paso del tiempo fa-
llecieron o estaban enfermos. Ello llevó a que se modifica-
se la mencionada Ordenanza en su Artículo 3º, donde se
convenían los miembros que la componían, promulgán-
dose una nueva conformación que quedó protocolizada
en la Ordenanza 026 de 2014.

Evidencias adicionales

La historia del Quindío se remonta al siglo XVI, cuan-


do la provincia Quimbaya fue conquistada por los espa-
ñoles Jorge Robledo y Sebastián de Belalcázar. Hacia fi-
nales del siglo XVIII, la provincia estaba territorialmente
adscrita a la Gobernación de Popayán y desde 1857 hizo
parte del Estado Federal del Cauca.
Desde el siglo XIX, y hasta inicios del siglo XX, surgió el
proceso histórico denominado “colonización antioqueña”,
caracterizado por el desplazamiento de familias, grupos de
campesinos y comerciantes provenientes del Departamen-
to de Antioquia hacia diversos territorios deshabitados
ubicados al sur de su territorio (actuales departamentos
del Viejo Caldas, el noroccidente del Tolima y el nororiente
del Valle del Cauca). Esta migración se originó en un con-
texto de conflictos y revoluciones y la búsqueda de tierras
fértiles y de gran riqueza (como la presencia de oro).
Los hallazgos de oro en la región crearon las condicio-
nes propicias para hacer de la guaquería una actividad
principal, aunque existen relatos de anteriores actividades,
como la explotación del caucho; como menciona Parsons,
“el auge del caucho condujo a algo más remunerativo:
167
Felipe Arturo Robledo M.

el oro de las guacas del Quindío. Una mezcla de fanta-


sía y realidad sobre la riqueza aurífera del Quindío, se
extendió como relámpago por Antioquia” (1961: 15). La
guaquería se ejerció durante la época de la colonización
española y de todas las regiones donde más se realizó y
se ha realizado es en el Quindío.
El Tesoro Quimbaya representa la razón de ser de un
oficio, actividad que desarrolló sus propias técnicas y las
transmitió por generaciones, perfeccionando así sus sabe-
res; actividad además por la cual fundaron la mayor parte
de las poblaciones que ahora componen el territorio donde
convive la quindianidad. Es tan marcada esta costumbre
que, al contrario de lo que muchos pensarían, la guaquería
aún se desarrolla sin elementos tecnológicos avanzados, de
manera rústica; es el mismo sistema que se fue desarrollan-
do lentamente, aquel en el que las experiencias de los gua-
queros se transmitían hasta que la técnica se generalizó.
Roberto Restrepo, antropólogo quindiano, afirma que
“los primeros años de la década de los ochenta estuvieron
matizados por la problemática que ya vivían los caficulto-
res luego de la bonanza cafetera, problemas de delincuen-
cia en el campo y la crisis general en materia económica,
que estimuló el saqueo de tumbas indígenas prehispánicas,
llamado popularmente guaquería” (Restrepo, 2012). En
ese entonces, la dependencia encargada en el Quindío era
la Oficina de Artesanías, Cultura y Turismo de la Goberna-
ción, a la que llegaban noticias de situaciones atentatorias
contra el patrimonio arqueológico y cultural, “hallazgos
fortuitos de yacimientos prehispánicos, actividades de ex-
poliación de piezas de oro y cerámica en obras públicas
realizadas en los municipios cordilleranos”; hechos que
“motivaron la creación del Comité de Protección Arqueo-
lógica del Quindío, que salió a la vida pública por Orde-
nanza 022 de 1982, originada en la Asamblea del Quindío.
El Tesoro Quimbaya representa la conexión con los
“Quimbayas” que habitaron ancestralmente el mismo
territorio; además vincula las realidades vividas de dos
culturas (indígena y mestiza) que nunca se conocieron
168
Sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya

entre sí, pero que han establecido un puente que conecta lo


mejor de cada una de las expresiones sociales.

Texto inicial

La Asamblea Departamental del Quindío, mediante


Ordenanza 015 del 19 de julio de 2005, creó la “Comisión
de Alto Nivel para la Sensibilización, Recuperación y
Repatriación del Tesoro Quimbaya, que constituye Patri-
monio Cultural de la Nación y se decretan otras disposi-
ciones”. Su texto era el siguiente:

Artículo 1º. Socializar el proyecto de recuperación del lla-


mado “Tesoro Quimbaya”, en los diversos estamentos de
nuestra comunidad quindiana y nacional.
Artículo 2º. Para los efectos del artículo anterior, constitú-
yase una Comisión de Alto Nivel integrada por ciudadanos
y entidades prestantes en el ámbito cultural y académico
de la región a efectos de que establezca los mecanismos
más idóneos tendientes a interponer las ejecutorias a que
haya lugar, para la recuperación y repatriación del ma-
yor patrimonio de orfebrería de la cultura prehispánica
encontrado en nuestro territorio, cual es el Tesoro Quim-
baya, apelando a instancias nacionales e internacionales
mediante la invocación de las Convenciones de la Unesco,
u otras, que la posibiliten.
Artículo 3º. Integrar la Comisión de que habla el artículo
segundo de esta Ordenanza, con los ilustres intelectuales
quindianos, doctores Jaime Lopera Gutiérrez, presiden-
te de la Academia Quindiana de Historia, quien será su
coordinador provisional hasta cuando se elabore el regla-
mento interno de la Comisión, Helio Martínez Márquez,
Hugo Palacios Mejía, César Hoyos Salazar, Hugo Gómez
Gómez, y las siguientes entidades a través de sus repre-
sentantes: Comité de Protección Arqueológica y Antropo-
lógica, la Fundación Quindío Siglo XXI y la Secretaría de
Turismo y Cultura del Departamento.
Artículo 4º. Autorizar a los miembros de la Comisión para
crear su propio reglamento interno, con el propósito de
hacerlo funcional, operativo y exitoso en resultados.
169
Felipe Arturo Robledo M.

Artículo 5º. La misma Comisión se encargará no sólo de la


recuperación del llamado Tesoro Quimbaya, sino también
de todas las piezas que siendo parte de nuestro patrimo-
nio cultural precolombino se encuentran hoy en museos
del mundo o en manos de coleccionistas particulares in-
ternacionales, para lo cual también se hace necesario sen-
sibilizar a nuestra población y a la del país entero.
Artículo 6º. Esta comisión no causa honorarios a sus
miembros.
Artículo 7º. La Comisión se reunirá por lo menos una vez
por mes en las instalaciones de la Asamblea Departamen-
tal del Quindío o en el lugar que acuerden sus miembros.
Artículo 8º. La presente Ordenanza rige a partir de la fe-
cha de su sanción y promulgación.

Como ya se dijo, el texto de la Ordenanza 015 de 2005


debió ser modificado precisamente en su artículo 3º, don-
de se estipulaban los miembros que la componían en aras
de facilitar la tarea que implicaba lograr el objetivo; fue
así como se promulgó la Ordenanza 026 de 2014, la cual
estipuló la modificación al Artículo 3º y la adición de un
parágrafo, a saber:

Artículo 3º. La Comisión de Alto Nivel estará integrada


por el siguiente número de participantes de entidades y
personalidades que a continuación se relacionan: un (1)
participante del Museo de Oro Quimbaya o su delegado,
un (1) representante de la Universidad del Quindío o su
delegado, dos (2) representantes de la Academia de Histo-
ria del Quindío o sus delegados, un (1) representante de la
Secretaría de Cultura del Departamento o su delegado, (1)
un representante del Comité de Protección Arqueológica
y Antropológica del Quindío o su delegado, un (1) repre-
sentante de la Sociedad de Mejoras Publicas de Armenia
o su delegado, un (1) representante de la Corporación de
Cultura y Turismo de Armenia o su delegado y hasta (5)
cinco representantes con experiencia e idoneidad que de-
muestren su compromiso para llevar a cabo la finalidad
de la comisión. En todo caso, la Comisión de Alto Nivel
estará conformada por un número impar.
170
Sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya

Parágrafo. Cuando por diversas circunstancias se requiera


reemplazar alguno de los representantes mencionados an-
teriormente, se deberá acreditar el interés e idoneidad por
parte de los nuevos integrantes en pertenecer a la Comi-
sión de Alto Nivel. Este procedimiento para la integración
de la comisión se establecerá en el reglamento interno de la
misma comisión, que estará coordinada provisionalmente
por la Academia de Historia del Quindío, hasta cuando se
expida el reglamento.

En aquel entonces, desde la Gobernación, al sancionar-


la, se determinó que la Comisión, para tales efectos, acu-
diera incluso a “instancias nacionales e internacionales
mediante la invocación de las Convenciones de la Unesco
u otras que la posibiliten”.

2. Comisión Tesoro Quimbaya: un caso top down o bottom up

Ahora bien, para poder entender mejor el diseño, for-


mulación e implementación de la política pública de la
Comisión, surge la pregunta de a qué clase de modelo
procede: ¿un caso top down o bottom up?
Según Sabatier y Mazmanian (1981: 134), cuando ha-
cemos referencia al enfoque top down, nos referimos al
análisis de la toma de decisiones, usualmente un estatuto,
seguido de un examen al margen de sus objetivos legal-
mente ordenados para determinar si fueron alcanzados o
no en el tiempo y por qué, analizando el comportamiento
de los burócratas y de los grupos a los que va dirigida y
los factores que afectan el impacto de la política y los re-
sultados y la reformulación de la misma. Este enfoque no
limita el control jerárquico y es muy útil para ser utiliza-
do en situaciones con cierta limitación en sus recursos.
Por su parte, el enfoque bottom up concibe la situación
desde abajo, es decir, fortaleciendo la comprensión de
la organización como elemento esencial para el análisis
de la implementación. Se enfoca en el análisis de la re-
lación personal entre los burócratas, que son quienes re-
ciben la política, seguido de la investigación. Siendo así,
171
Felipe Arturo Robledo M.

se construye de abajo hacia arriba, analizando el nivel de


capacidad para afectar el comportamiento de la política
y los recursos necesarios para alcanzar los objetivos. Así,
entrar al problema para poder resolverlo no depende de
controles jerárquicos sino en maximizar y apuntar direc-
tamente donde se necesita actuar de forma inmediata. A la
vez, ofrece identificar la estructura de implementación, la
libertad para evaluar la capacidad de las organizaciones
privadas y las fuerzas del mercado para la solución del
problema, identificar consecuencias y a través del tiempo
les ofrece estrategias a sus actores. Esta se puede utilizar
en situaciones donde sus actores tienen libertad de poder
y si no hay un fuerte recurso dominante de legislación.
La entidad líder en el proceso de protección y visibi-
lización de la causa Quimbaya ha sido la Academia de
Historia del Quindío (AHQ); por la misma época en que
se creaba la Comisión, la Academia hizo contacto con la
Unesco con el objeto de conocer los procedimientos sobre
la recuperación de bienes artísticos. Después de varias
notas por vía electrónica, el 25 de noviembre de 2005, la
señora María Zulema Vélez Jara, Embajadora de la época,
Delegada Permanente de Colombia ante la Unesco, afir-
mó: “Existe la posibilidad de someter el caso al Comité In-
tergubernamental para fomentar el retorno de los bienes
culturales a sus países de origen o su restitución en caso
de apropiación ilícita”. Enseguida añade la Embajadora
en la Unesco: “Se trata en este caso de casos de pillaje,
expoliación y tráfico ilícito de bienes culturales (no tengo
claro que este sea el caso que nos compete). El Comité
está compuesto por 22 miembros que se reúnen cada dos
años”. Adicionalmente, para concurrir a las sesiones de
dicho Comité, se necesita hacer la solicitud respectiva por
el país reclamante en un formulario modelo de 1981, “des-
tinado a simplificar la presentación de información objeti-
va y detallada que permita entablar negociaciones”.
Téngase en cuenta que, aunque hay una entidad que
ha liderado el proceso de recuperación del tesoro, como
veremos más adelante, dicho proceso al día de hoy se
172
Sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya

compone de diferentes ayudas tanto de entidades como


de personas naturales y deja bastante claro que la Acade-
mia no ha sido celosa en incluir apoyos de diversos secto-
res que sienten el deber de apoyar a la causa quindiana,
como factor indispensable de la multiculturalidad de
nuestra nación Colombiana4.

3. Acciones para la repatriación del Tesoro Quimbaya

La Embajadora de Colombia en España, Noemí Sanín


Posada, en comunicación oficial número E-600, fechada
en Madrid el 30 de mayo de 2003, dirigida a María Elvira
Quintana, Directora de Asuntos Culturales de la Cancille-
ría, le explica que ha recibido del Ministerio de Relacio-
nes Exteriores la comunicación DAC 16865, de fecha 6 de
mayo de 2003, relacionada con la iniciativa de la Acade-
mia de Historia del Quindío sobre la posible repatriación
de los objetos que forman parte del “Tesoro de los Quim-
bayas”, que se encuentra en el Museo de Madrid y que
“fue donado en su oportunidad a la Corona española”;
añade la señora Embajadora: “Partiendo de la base de que
en materia internacional la posición oficial del Gobierno
la fija el Señor Presidente de la República y su Canciller,
y teniendo en cuenta que el envío de la citada carta por la
vía diplomática se podría interpretar como un apoyo del
Gobierno colombiano al mencionado asunto, nos permiti-
mos solicitar instrucciones precisas al respecto”. Hasta el
momento, dichas instrucciones diplomáticas, que se sepa,
no se han dado, sin haber razones de por medio para en-
tender dicho silencio.

4
Como parte de la respuesta a la pregunta inicial sobre los enfo-
ques top down y bottom up, podemos decir que este proceso, si bien
tiene elementos top down —ya que fue creado por un orden jerár-
quico—, no obedece del todo a esa dinámica. Es la Academia de
Historia del Quindío la que realmente ha estado detrás impulsando,
a pesar de sus limitados recursos, la campaña de la repatriación y
recuperación del Tesoro Quimbaya. En otras palabras, la Comisión
de Alto Nivel se acerca más a un proceso tipo bottom up.
173
Felipe Arturo Robledo M.

Posteriormente, en diciembre 9 de 2003, se le envió


comunicación al señor Presidente de la República de Co-
lombia, en ese entonces Álvaro Uribe Vélez, en la cual se
dio a conocer la reclamación del Tesoro de los Quimba-
yas. Lastimosamente nunca se obtuvo respuesta.

Apoyo nacional de las Academias de Historia

Los días 15, 16 y 17 de septiembre de 2005 se reunió en


la ciudad de Tunja el Octavo Congreso Nacional de Acade-
mias Departamentales de Historia y Archivos Históricos
Regionales, donde, después de escuchar la presentación
de la Academia de Historia del Quindío en torno a las
legítimas aspiraciones de ese Departamento conducentes
a la recuperación del Tesoro Quimbaya, se resolvió:

A. Solicitar del Gobierno Nacional la adopción de las


primeras medidas diplomáticas para formalizar ante la
Corona Española la petición de retorno de las piezas de
orfebrería Quimbaya que reposan en ese país desde hace
más de cien años;
B. Reconocer que a Colombia le asisten sólidas razones
para tal reclamación dado el cada día más grande com-
promiso de la Unesco al través de las diferentes resolucio-
nes aprobadas en su Consejo General, y con las cuales ha
venido apoyando el esfuerzo de otros países para obtener
la devolución de sus tesoros artísticos y culturales;
C. Admitir que esta petición ha trascendido el plano re-
gional del Quindío, en cuyo territorio fueron halladas las
piezas Quimbayas, y se convierte en una causa de más
amplios alcances por las características de ser un patrimo-
nio cultural de la Nación que debe ser admirado primero
por los propios habitantes de esta patria;
D. Dar a conocer el contenido de esta proposición al Mi-
nisterio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Cultura,
la dirección general de la Unesco en París, ante la Embaja-
da de España en Colombia, los organismos culturales de
la Comunidad Europea, los demás organismos culturales
del país y diferentes medios de comunicación.
174
Sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya

Este apoyo institucional de las entidades regionales


de historia del país se constituyó en una prueba y en un
testimonio adicional de las legítimas pretensiones que le
asisten a la comunidad quindiana, conexionada en torno
a la repatriación del Tesoro Quimbaya.
Todos estos antecedentes fueron presentados por la
Academia de Historia del Quindío en una sesión especial
que se realizó en la Comisión II Constitucional Permanen-
te del Senado de la República, en diciembre 16 de 2005,
reunida para escuchar los argumentos de los quindianos
en torno al Tesoro de los Quimbayas.
La presencia en dicha sesión de la señora Ministra de
Relaciones Exteriores, Carolina Barco, y sus respuestas
al debate, denotaron la importancia que el país le estaba
dando a la petición de nuestra entidad. En la reunión, la
Ministra afirmó que “el tema ha venido siendo examina-
do desde hace tiempo en el Consejo de Ministros, en el
Consejo de Patrimonio y en otras instancias culturales;
diversas comisiones de juristas, al interior del Gobierno,
se han ocupado de encontrar las razones para la reclama-
ción”, y que, “en fin, no hay bases sólidas para hacerlo”.
En consecuencia, la Ministra estimó que la reclamación
debía hacerse por la vía diplomática y que es la Cancille-
ría la encargada de tomar las decisiones al respecto.
Pronto después, el 18 de abril de 2006, hubo una se-
gunda petición hecha al Presidente Álvaro Uribe Vélez, en
forma de derecho de petición que, por oficio OF106-45238/
AUV 13200, de la Secretaría Jurídica, fue a su vez remiti-
da a los Ministerios de Cultura y de Relaciones Exteriores
“por ser las entidades competentes para dar respuesta a la
petición”. Esta petición, en efecto, fue respondida median-
te la comunicación DAC 25784, firmada por María Clau-
dia Parias, Directora de Asuntos Culturales del Ministerio
de Cultura, y fechada el 25 de mayo de 2006, en la cual se
informó que “este patrimonio cultural fue entregado el 4
de mayo de 1893 por la Oficina Diplomática en Madrid
a la Reina de España, con carta oficial firmada por el Mi-
nistro de Relaciones Exteriores, Marco Fidel Suárez”. En
175
Felipe Arturo Robledo M.

tal virtud, señala la misma comunicación, “no es posible


aplicar para el caso la Convención (de la Unesco), firmada
en Paris el 14 de noviembre de 1970”, por las siguientes ra-
zones: no está probado “el carácter ilícito de la operación”,
dado que la entrega y recepción del tesoro fueron efectua-
das por representantes legítimos del Gobierno colombia-
no; “invocar la Convención de la Unesco sobre el particu-
lar resulta técnicamente inviable”. La carta en mención,
concluye en estos términos: “Dependerá de la buena vo-
luntad del Gobierno español para que dicho tesoro pueda
ser exhibido de manera temporal en nuestro país”.
El 15 de Octubre de 2013 se envió, por parte de la Aca-
demia de Historia del Quindío, un derecho de petición
dirigido a María Ángela Holguín, entonces Ministra de
Relaciones Exteriores, donde se le ponía de presente la
situación a ese momento del Tesoro Quimbaya e igual-
mente se solicitaba “su intervención en el reclamo que
reiteradamente hemos venido haciendo en favor del res-
cate del Patrimonio Cultural Quimbaya, conocido con el
nombre de El Tesoro de los Quimbayas, que se encuentra
en España desde hace ya más de cien años”. Adicional a
esta solicitud se dejó por sentado que la pretensión quin-
diana es irrevocable, ya que por unanimidad se aspira a
la devolución total de las piezas originales. Igualmente se
elevaron unas peticiones especiales, a saber:

Primera: Determinar las instrucciones diplomáticas, que


hasta la fecha no se han dado, estableciendo las razones
expuestas para ese silencio por parte del Gobierno. Así
mismo, se informe cuál es la posición del gobierno frente
al particular.
Segunda. Verificar si Colombia pertenece al Comité In-
tergubernamental para fomentar el retorno de los bienes
culturales a sus países de origen o su restitución en caso
de apropiación ilícita y si se han hecho esfuerzos para pre-
sentar este caso en el mencionado formato, con el objeto
de recibir las recomendaciones de la Unesco al respecto.
Tercera. Solicitar a la Comisión II del Senado, proceda a
citar al Ministerio de Cultura y al Ministerio de Relaciones
176
Sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya

Exteriores, para efectos de adelantar de nuevo el debate,


en torno al patrimonio cultural de la Nación, diligencia
que aún se encuentra pendiente.
Cuarta. Establecer el estado del arte del Patrimonio Cultu-
ral Quimbaya en España, y subsidiariamente en Chicago,
EEUU; o sea, en aquellos sitios donde existan indicios de
que piezas correspondientes a esta cultura aborigen se en-
cuentren en forma impropia fuera del país, y, con base en
ello, formular las acciones que sean del caso, obviamen-
te con total independencia de su posible relación familiar
con el expresidente colombiano que hizo este regalo.

Dentro de las acciones emprendidas en beneficio de


la identidad cultural quindiana, se cuentan varias, tan-
to jurídicas como políticas, que van desde la creación del
Comité de Protección Arqueológica y Antropológica del
Quindío (CAAQ), la asignatura obligatoria de identidad
(Quindianidad) para estudiantes de grado noveno a un-
décimo de los colegios oficiales, la estampilla pro-cultura
creada mediante Ordenanza en 1998, hasta la propia con-
formación, por la Ordenanza 015 de 2005 y su modifica-
ción en la Ordenanza 026 de 2014, de una “Comisión de
alto nivel para la sensibilización, recuperación y repatria-
ción del Tesoro Quimbaya” (Restrepo, 2012).

Resumen del proceso jurídico

Gracias a una acción popular interpuesta por el ciuda-


dano Felipe Rincón Salgado, el Juzgado Veintitrés Admi-
nistrativo de Bogotá, Sección Segunda, en primera instan-
cia, emitió un fallo, el cual en su parte resolutiva, reza:

Primero. Desestímense los argumentos expuestos a mane-


ra de excepciones propuestas por las entidades acciona-
das, por las razones que vienen consignadas en la parte
motiva de esta sentencia.
Segundo. Declarar, para los efectos de la presente acción,
la clara y ostensible inconstitucionalidad del acto de trans-
ferencia de las 122 piezas de oro de la cultura Quimbaya,
denominadas “Tesoro Quimbaya”, al gobierno español,
177
Felipe Arturo Robledo M.

bienes respecto de los cuales se predica su evidente con-


notación y valor histórico y cultural para nuestro pueblo,
que hace parte de nuestra identidad nacional.
Tercero. Amparar los derechos colectivos a la moralidad
pública y defensa del patrimonio público por las razones
que vienen expuestas y, en consecuencia, se ordena a las
entidades accionadas iniciar y llevar dentro de los tres (3)
meses siguientes a la ejecutoria de la presente sentencia, y
hasta su culminación, todas las actuaciones de orden ad-
ministrativo, jurídico, diplomático y económico inclusive
que sean necesarias tendientes a repatriar y/o readquirir
las 122 piezas de oro de la cultura Quimbaya, conocidas
como “Tesoro Quimbaya”, pudiendo incluso para ello,
como medida para su repatriación o readquisición, in-
demnizar a los tenedores de buena fe.
Cuarto. Confórmase un Comité de Verificación de las acti-
vidades consignadas en la presente sentencia, el cual esta-
rá integrado por las siguientes personas: un (1) delegado
del Ministerio de Cultura, un (1) delegado del Ministerio
de Relaciones Exteriores, un (1) delegado del Instituto Co-
lombiano de Antropología e Historia, un (1) representante
de la Academia de Historia del Quindío, un (1) delegado
de la Procuraduría General de la Nación y un (1) delegado
de la Defensoría del Pueblo, quien lo presidirá. Ofíciese
a las autoridades respectivas para que se materialice la
conformación del Comité de Verificación creado, quienes
rendirán informes trimestrales a este Juzgado sobre los
avances y logros de las gestiones que vienen ordenadas en
la presente sentencia.

Firma el Juez de la República, Richard Navarro May.

Luego, y gracias a la apelación hecha por el Ministerio


Cultura bajo el Gobierno del Presidente Uribe, en segun-
da instancia, el Tribunal Administrativo de Cundinamar-
ca revocó el fallo de primera instancia, por no ser la acción
popular el mecanismo para demostrar la ilegalidad de la
donación y argumentando que la acción popular y los de-
rechos colectivos, así como el patrimonio cultural, surgie-
ron después de la donación.
178
Sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya

…el juez popular en la actualidad no puede calificar la in-


validez de un contrato de donación, so pretexto de que no
existió autorización previa del Congreso o que el contrato
tiene objeto ilícito, pues a esa conclusión sólo puede llegar
la Corte Constitucional, y sólo en la medida en que el Con-
greso de la República asuma la responsabilidad histórica
de expedir una ley aprobatoria de dicho contrato de dona-
ción, lo cual resulta improbable.

Como consecuencia de lo anterior, Antonio José Ren-


gifo, en su calidad de ciudadano, elevó Solicitud de Re-
visión Eventual ante el Consejo de Estado, la cual fue
negada. Se argumentaba no estar motivada, requisito que
no era exigido por el ordenamiento jurídico, pero que
bajo criterio del Consejo de Estado era indispensable. Se
basaba en la jurisprudencia de Mauricio Fajardo Gómez,
que precisaba lo siguiente: “Sustentar o expresar las razo-
nes por medio de las cuales considera que la providencia
objeto de la solicitud pueda ser revisada con el fin de uni-
ficar la jurisprudencia”.
Por lo anterior, se instauró contra el Consejo de Estado,
Sección Primera, una Acción de Tutela, por vulneración
al debido proceso, la cual fue seleccionada por la Corte
Constitucional y actualmente se encuentra radicada con
el número T-3.402.625, en el Despacho del Magistrado Al-
berto Rojas Ríos.

4. Implementación

Respecto al precepto de recuperación y repatriación,


se tiene información acerca de los actos políticos ya re-
lacionados antes, que si bien tienen una índole jurídica
en cuanto a norma como tal, también es necesario hablar
acerca de los procesos políticos que hay detrás de dichas
normas.
En cuanto a las acciones desde el ámbito jurídico, que
se han hecho en torno a la repatriación y recuperación de
dicho Tesoro, tenemos:
179
Felipe Arturo Robledo M.

Actuación ante la Corte Constitucional

En la audiencia pública convocada por la Corte Cons-


titucional, celebrada en sus instalaciones el 28 de enero
de 2016, se radicaron dos memoriales, uno a nombre de la
Comisión Tesoro Quimbaya, firmado por el quindiano y
académico correspondiente Felipe A. Robledo M., y otro
a nombre la Academia de Historia del Quindío, firmado
por su presidente, Jaime Lopera Gutiérrez5.
En el primer memorial se evidenció la necesidad de
fallar teniendo en cuenta presupuestos que van más allá
de la mera legalidad de la donación, entrando en la órbi-
ta de las bases y principios mismos del Estado Social de
Derecho; por otro lado, hace un análisis de la naturaleza
jurídica del Tesoro Quimbaya, así como de la procedibili-
dad de la acción popular y los derechos y tratados inter-
nacionales que protegen dichos símbolos y que además
recomiendan su repatriación a los lugares de origen. Por
su parte, la Academia refirió la ostensible vulneración a
la cultura ancestral y la pérdida invaluable para los quin-
dianos que significa no tener dicho patrimonio. Se hizo
énfasis en que la Colección Quimbaya debe permanecer
en el territorio Quindiano.

Construcción de alternativas

Se abren básicamente las siguientes alternativas para


hacer más eficiente la política pública:

5
Téngase en cuenta que, como reza el Parágrafo adicionado al
Artículo 3 de la Ordenanza que establece la Comisión de Alto Nivel
para el Tesoro Quimbaya, era la Academia de Historia del Quindío
la encargada de coordinar provisionalmente dicha Comisión, para
lo cual designó a su académico Felipe Robledo, tal como se registra
en los audios que dan cuenta de lo acontecido en dicha audiencia.
La selección del encargado no fue al azar, ya que el abogado Feli-
pe Robledo había entrado a ser parte de la Academia de Historia
del Quindío gracias a las investigaciones y los trabajos en torno a la
recuperación del Tesoro Quimbaya, que le valieron su acreditación
como Académico Correspondiente en mayo de 2015.
180
Sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya

1. Esperar, y dejar que las tendencias continúen su curso.


Es una etapa en la que la Academia de Historia del Quin-
dío seguirá apoyando el proceso conforme al Artículo 3º
de la Ordenanza.
2. Unir la Comisión de Alto Nivel con otras dependencias
del Departamento del Quindío para la obtención de in-
formación de primera mano, retroalimentación y búsque-
da de financiamiento y así agilizar los procesos.
3. Darle un presupuesto para su funcionamiento, ya que,
como aparece en la Ordenanza, dicha Comisión funciona
ad honorem.
4. Darle facilidad de acceso a servicios de comunicación,
como el canal regional Telecafé, para el logro de una ma-
yor sensibilización en torno a la petición popular de re-
patriación.
5. Ofrecer elementos mínimos de logística para el funcio-
namiento de la Comisión.
6. Apoyar económicamente los estudios de las estrategias
de intervención jurídica en pro de la repatriación y su
posterior recuperación.
7. Hacer partícipes a los diferentes sectores de la sociedad
y lograr su apoyo en el desarrollo de la petición para que
colaboren con el desarrollo de esta política pública.

Proyección de resultados

Se pueden dar los siguientes resultados posibles

No repatriación.
Repatriación parcial.
Repatriación total,
Repatriación y recuperación parcial,
Repatriación y recuperación total,

Bajo el marco de análisis propuesto por Sabatier y


Mazmanian (1981: 329), quienes establecen que la fun-
ción principal del análisis de la implementación consiste
181
Felipe Arturo Robledo M.

en “identificar los factores que condicionan el logro de


los objetivos normativos a lo largo de todo el proceso”, se
han identificado cinco condiciones para el cumplimiento
de los objetivos de la política pública, a saber:

1. El programa debe estar fundamentado en una teoría sólida,


asociada al cambio de comportamiento del público objetivo.
La política pública de la Comisión de Alto Nivel se basa
en la identidad misma del Quindiano que reclama.
2. La política debe contener lineamientos claros que asegu-
ren el cambio de comportamiento de los destinatarios de la
política pública. Son básicamente tres: sensibilizar, re-
patriar y recuperar el Tesoro Quimbaya. En cuanto a la
repatriación y recuperación, se tiene información acer-
ca de los actos políticos y jurídicos conducentes a ellos.
Falta aunar esfuerzos en pro de la sensibilización.
3. La capacidad política y de gestión de los entes o responsa-
bles encargados de la implementación de la política pública,
y el compromiso para el cumplimiento con los objetivos.
Quienes integran dicha Comisión de alto nivel proce-
den de entidades e instituciones que tienen las capa-
cidades de gestión para cumplir con la tarea impuesta
por la repatriación. Queda pendiente si ello se refleja
en el compromiso de los funcionarios a quienes se les
encargue la responsabilidad de llevar a cabo el desa-
rrollo de la política pública de la Comisión de Alto
Nivel.
4. Apoyo político y social, por parte de los grupos de interés.
El hecho de haber sido generada por la Asamblea De-
partamental y haber tenido que pasar por el tamiz de
las diferentes percepciones políticas y partidistas que
componían en su momento la Duma, como también
de tener en cuenta el compromiso del Gobernador de
turno, implica que lo que está en medio no es un tópi-
co de carácter académico sino más bien un asunto de
carácter cultural que está repercutiendo en lo político
por la razón básica de que el Tesoro Quimbaya defini-
tivamente representa la identidad de los quindianos.
182
Sensibilización, recuperación y repatriación del Tesoro Quimbaya

5. Mantenimiento de un entorno y condiciones socioeconó-


micas favorables que permitieron el surgimiento de la polí-
tica pública. Si miramos bien, la Ordenanza fue apro-
bada en el año 2005, pero fue necesario modificarla en
2014, y en ambos casos se obtuvo votación absoluta
a favor. Adicional a lo anterior, se tiene que luego se
dieron noticias en diferentes medios de comunicación
que titularon sus noticias así: “Ponencia obligaría al
Gobierno a repatriar el Tesoro Quimbaya”. Además,
debe tenerse en cuenta que la audiencia en la Corte
Constitucional fue seguida de cerca por numerosas
instituciones de orden nacional e internacional y de
carácter público y privado.

Referencias

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1982”. Armenia.
Asamblea del Quindío (2014). “Ordenanza número 026 de
2014”. Armenia.
Asamblea del Quindío (2015). “Ordenanza número 015 de
2005”. Armenia.
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construir la identidad quindiana en el siglo XXl”. La Cróni-
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Philip por O. Guisoni)”. Consultado el 20 de septiembre
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social y Estado Social de Derecho. El caso Tesoro Quim-
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ría de la Identidad Social: una síntesis crítica”. Psicothema,
Universidad de Oviedo, 20(1): 80-89.

184
La burocracia excluyente

Jaime Lopera Gutiérrez


Presidente de la Academia de Historia del Quindío

Una hipótesis es como una red:


uno la lanza y se sorprenderá de lo que caiga en ella.
Novalis

El presente documento es una propuesta hipotética en


busca de esclarecer una de las razones por las cuales el
Departamento del Quindío, y otras secciones del país, ha
tenido un desarrollo socioeconómico tan lento y tan in-
fortunado en los cincuenta años de su existencia. La pro-
puesta es así: el sistema político exclusivista que se creó
desde hace años como fruto del Frente Nacional (v. g., la
paridad, la alternación) se enclaustró definitivamente en
la burocracia oficial para mantener el control de los car-
gos y contratos públicos, y asegurar así la reelección de
los congresistas y sus acompañantes mediante un modelo
instrumental excluyente y corrupto. No obstante lo ante-
rior, aunque las opiniones aquí emitidas no comprometen
a las instituciones a las cuales me encuentro vinculado, se
acepta como material de exploración y reflexión.

1. Antecedentes de una segregación

Dentro del propósito de construir una historia seccio-


nal en torno al nacimiento del Quindío como Departa-
mento, hemos venido examinando diversas situaciones
que se presentaron antes y después de aprobarse esta ju-
risdicción del país en 1966. El escrutinio de las diversas
etapas que concluyeron en la nueva realidad administra-
tiva hace cincuenta años, permite observar ciertos hechos
sobre los métodos en la política local que pueden servir
185
Jaime Lopera Gutiérrez

para construir una serie de suposiciones generales cuya


realidad se refleja en otras partes del país.
Asumimos que semejante abordaje podría iniciarse
con la breve descripción de algunos pormenores políticos
y económicos que se dieron en el Departamento de Cal-
das cuando aún los municipios quindianos pertenecían,
desde 1910, a esa jurisdicción.
Los antecedentes del periodo previo a la segregación
de Caldas están compuestos entre otras por las siguientes
razones: a. por los abandonos a que fue sometida la diri-
gencia local por parte de los centralistas mandatarios cal-
denses que se negaban, con escasas excepciones, a dar una
representación regional a los quindianos y risaraldenses
en los gabinetes departamentales; b. por el despilfarro de
los recursos presupuestales en proyectos como el Teatro
de Los Fundadores, entre otros, que se consideraba una
obra monumental mientras los cafeteros reclamaban un
tratamiento descentralizado en Pereira y Armenia1; c. por
la presencia de un naciente liderazgo político quindiano
que anhelaba tener un mejor espacio de representación en
el gabinete caldense que los exclusivistas dirigentes mani-
zaleños no toleraban; y d. por una estrategia independen-
tista que se fraguó cuando los quindianos, muy sutilmen-
te, lograron desagregar de Caldas una zona especial para
combatir la violencia con una brigada militar propia2.
Por supuesto que las propuestas por una independencia
regional venían de más atrás. Desde antes de 1957 algunos
dirigentes venían proclamando la independencia del Quin-
dío como respuesta a ese abandono del Departamento de

1
Por muchísimos años, de los doce miembros principales del Co-
mité Departamental de Cafeteros de Caldas, ninguno era del Quin-
dío. Solo hacia 1970 el único miembro en el Comité Departamental,
de origen quindiano, era el abogado José María Patiño Sáenz.
2
Al mismo tiempo se crearon, unos años antes de la separación,
el Tribunal Superior de Justicia, una Diócesis con obispo, la Univer-
sidad del Quindío y la Corporación Regional del Quindío (CRQ),
que arbitró unos recursos del presupuesto nacional que no pasaban
por la Secretaria de Hacienda de Caldas.
186
La burocracia excluyente

Caldas a las necesidades e intenciones de los quindianos3.


En esa época nacieron en Armenia comités promotores de
carácter cívico que no alcanzaban sus metas probablemen-
te por sus escasas habilidades en las negociaciones políti-
cas. Así fue como empezó a surgir un grupo de jefes políti-
cos de ambos partidos que se dieron cuenta de ese vacío de
liderazgo político y silenciosamente vieron la oportunidad
de promover una autonomía que les convenía para su pro-
pia promoción electoral y la de sus amigos.

2. Nace el modelo excluyente

Recién iniciado el gobierno del conservador Guillermo


León Valencia —quien reanudaba con su administración
los pactos paritarios y alternativos del Frente Nacional ne-
gociados en España por el liberal Alberto Lleras Camargo,
como primer presidente, y el conservador Laureano Gó-
mez, jefes indiscutibles de ambas colectividades—, los je-
fes liberales del Quindío por un lado, y los conservadores
por el otro, llevaron al Congreso de la República, donde
concurrían senadores caldenses, un proyecto de ley por
medio del cual se creaba el Departamento del Quindío,
proyecto que por supuesto contaba con la cooperación es-
pecial de las entidades cívicas que ya habían iniciado los
primeros pasos para darse esa emancipación. Los voceros
caldenses en el Congreso de inmediato pusieron el grito
en el cielo por los efectos que la desmembración signifi-
caba en su Departamento y prepararon una campaña de
defensa (más bien menguada y frágil al principio) que im-
plicaba hacer cabildeo con las dos cámaras del Congreso4.

3
Desde el nacimiento del Diario del Quindío, en 1952, ya la primera
página de ese periódico inaugural daba la noticia de más de 80 conce-
jales quindianos que abogaban por la independencia de Caldas.
4
No puede olvidarse que a la sazón un quindiano era el presi-
dente de la Comisión Cuarta de la Cámara, con enorme influencia en
la gestión de auxilios para los parlamentarios y sus regiones. Hora-
cio Gómez, natural del corregimiento calarqueño de Córdoba, lideró
un grupo de jóvenes que ayudaron a madurar el proceso.
187
Jaime Lopera Gutiérrez

Con pocos recursos, un grupo de quindianos que vivían


en la capital hicieron lo mismo con un entusiasmo verda-
deramente admirable, en especial entre los conservadores
laureanistas.
Como ya existía la paridad en los cargos públicos
(fruto de los acuerdos frente nacionalistas), y ya bastan-
te inclinada la aceptación del Congreso a la iniciativa de
segregación, en cierto momento los liberales y conserva-
dores quindianos negociaron los límites entre los muni-
cipios y, para ganar puntos, admitieron que Sevilla y Cai-
cedonia no quedarían incorporados en la nueva sección
departamental; de esa manera se aseguraban los votos
favorables de la representación del Valle del Cauca, la
cual fue definitiva en la votación final5. Así fue como el
nuevo Departamento comenzó su andadura. Los jefes li-
beral y conservador de la región cobraron el éxito de la
independencia quindiana y se hicieron fuertes como los
flamantes líderes políticos de la nueva circunscripción
electoral.
A partir de este instante se inaugura, para llamarlo de
esa manera, un modelo de coalición burocrática en el es-
pacio político en el Quindío el cual hemos visto crecer,
bajo diferentes modalidades, desde 1966: sin querer que-
riendo, la paridad existente para los cargos públicos que-
dó en manos exclusivas del dueto liberal - conservador,
quienes designaron en los diversos cargos de la nueva ad-
ministración a sus propios aliados en consideración a su
amistad, su color político y la colaboración que ellos, los
“nuevos caciques”, recibían de las familias de los favo-
recidos. Ese sistema, denominado clientelista por Lleras
Restrepo, confirmó en el poder al mencionado dueto de
dirigentes políticos a tal punto que desde entonces la po-
lítica quindiana —con diversos matices de conflictividad
y de alianzas en otras partes del país— solo se resuelve

5
Sevilla, Caicedonia, Obando, Alcalá y Ulloa, municipios con re-
conocida vocación cafetera, fueron descartados para no molestar al
Valle del Cauca y perder sus votos en el Senado.
188
La burocracia excluyente

mediante el manejo de este tipo de negociaciones en los


empleos oficiales6. Una coalición burocrática paritaria
(secuela de las prácticas del Frente Nacional) había inau-
gurado el sistema de burocracia excluyente a que alude
el presente texto. En mi parecer, y no obstante algunos
ajustes en el tiempo, este método instrumental aún sigue
vigente.

3. Mi experiencia en pocas palabras

La coalición liberal - conservadora que se organizó en


el Quindío a partir de 1966 se dio cuenta de que —man-
teniendo el esquema paritario y excluyente en el nombra-
miento en los puestos públicos— estaban asegurados los
votos necesarios para su propia reelección, o la elección
de personas leales a su propia causa.
El modelo era excluyente porque solo se compartía
con los más amigos: se montó así una nomenklatura su-
misa, basada en los nombramientos a dedo, que luego
se combinó con la modalidad de constreñir compromi-
sos económicos con los contratistas que aspiraban a tener
una tajada del ponqué presupuestal del Departamento7.
De esta forma, sin la aquiescencia del dueto regional, nin-
gún proyecto de desarrollo podría adelantarse en forma
gratuita. De alguna manera que sería prolijo tratar aquí,

6
Para esa misma época nació otro sector conservador reclaman-
do su cuota burocrática dentro de la paridad al Gobernador de tur-
no; si éste era del grupo liberal, en efecto le daba juego con empleos
con el objeto de debilitar al otro grupo conservador, laureanista, que
solía complicar la gestión del mandatario. La influencia del chance
empezó a dejarse sentir por esa misma época y todavía perduran
sus tentáculos.
7
Fuera del contratismo, luego el modelo se volvió más dañino:
un empleado oficial es enganchado bajo la modalidad de un contra-
to temporal (en una cooperativa de trabajo asociado) que no ofrece
prestaciones y solo dura un par de meses. Para asegurarse la per-
manencia en el empleo, el nombrado debe mantener fidelidad y su-
misión al “dueño” de la entidad en la que labora. Además de otras
complicidades, así se alimenta el modelo en forma permanente.
189
Jaime Lopera Gutiérrez

y con algunas desviaciones o disidencias de tiempo en


tiempo, el modelo se ha quedado anclado o articulado a
la forma de hacer política en el Quindío y en el país, a tal
punto que quien no se allane a sostenerlo o mantenerlo,
no cabe en las coaliciones que se hacen entre los diferen-
tes grupos de cada partido.
Cuando el presidente Betancur me designó Goberna-
dor del Quindío en 1983 —a instancias del doctor López
Michelsen, a quien yo seguía desde el MRL y como car-
galadrillos en el semanario La Calle—, ya conocía el fun-
cionamiento de este sistema pero solo de oídas. Una vez
posesionado, debí enfrentarme a la realidad de las exi-
gencias de los dos partidos que se empecinaban en re-
clamarme el nombramiento de sus amigos en el gabinete
so pena de hacer una crisis política que ponía a una par-
te importante de la Asamblea Departamental y algunos
medios de comunicación en contra de mi administración.
Como sufrí esa primera imposición y amenaza cuando
me aparté de las pretensiones ajenas para nombrar más
bien a unas personas de mi confianza, desde ese mismo
instante comenzó a brotar una oposición abierta unas ve-
ces, soterrada las demás veces, que puso en duda la posi-
bilidad de lograr algunas de las metas de desarrollo que
nos habíamos propuesto. Y así ocurrió.
La burocracia departamental ya estaba muy consoli-
dada cuando arribé en aquel tiempo a contraer el com-
promiso como Gobernador. Desde ese momento era ya
un sistema cerrado y excluyente. Imaginar unos cambios
radicales era imposible, y más bien se hicieron unas “re-
paraciones locativas” en algunos cargos de confianza que
yo juzgaba indispensables tener bajo mi control. Mis ami-
gos políticos liberales, los que me habían ofrecido respal-
do a posteriori, apretaban por más y mejores puestos como
parte de la costumbre ya arraigada de hacerle el quite a
la meritocracia o la selección por méritos. Aunque no fue
posible complacerlos totalmente, adopté la actitud de
funcionar con la gente existente bajo la idea de trabajar
en equipo, tener buenas comunicaciones y compartir las
190
La burocracia excluyente

metas de mi gobierno con el objeto de que ellas tuvieran


significado para mis colaboradores. El caso de un Alcal-
de, por ejemplo, fue un dolor de cabeza porque siendo
su nombramiento de mi resorte, invariablemente pareció
escuchar más las sugerencias de su jefe conservador antes
que acatar las instrucciones mías8. Solo mucho después
entendí sus razones

4. El modelo funciona

Confieso mi absoluta debilidad al intentar romper


esas estructuras. Como sabía que mi paso por la Gober-
nación era temporal (pues ya había descartado estable-
cerme al frente de un grupo político que me permitiera
ir al Congreso, como muchos amigos aquí me lo solicita-
ban), restarle importancia a algunos de esos problemas
políticos fue una manera de salir discretamente del go-
bierno departamental. Si se me acusara de haber sido un
“idiota útil” de ese sistema, descrito como una burocra-
cia excluyente y dócil, presumo que no voy a contradecir
nada.
Utilizando la metáfora de la pecera sucia (noción que
he venido diseñando hace un tiempo), confieso que viví
en las aguas de ese sistema: la imagen alegórica es la de
una persona que recibe capacitación en un lugar donde
aprende otras pericias y se moderniza con nuevos pen-
samientos y prácticas (pecera limpia), pero a la semana
siguiente debe regresar a su trabajo de siempre, donde
encuentra que las cosas permanecen inalterables y que
ningún destello de cambio se va a dar en poco tiempo
(pecera sucia). Con las debidas excepciones, salir de una
pecera limpia e insertarse en la pecera sucia de la política
implica la aceptación de sus prácticas, tales como el clien-
telismo y el contratismo, sin las cuales la sobrevivencia

8
Dando lugar a esa calidad de “doble agente” que se predica de
quienes son nombrados en un puesto oficial pero son menos leales
a la organización donde trabajan que al padrino que les promovió
un ascenso.
191
Jaime Lopera Gutiérrez

de un aspirante dentro del modelo enclaustrado no está


asegurada9. Creo haber pasado la prueba con alguna en-
tereza pero con algunas concesiones, solamente de pues-
tos, para poder permanecer sin una crisis nefasta.
El modelo de una burocracia enclaustrada, cooptada
por las anteriores prácticas y orientada hacia la reelección
de sus beneficiarios, es sin duda un ejemplo pernicioso
para llevar adelante los propósitos de un desarrollo eco-
nómico y social basado en los mejores talentos y la mayor
honestidad. Pero los dueños del modelo enclaustrado y
excluyente se han encerrado en sus límites y no van a per-
mitir la destrucción de un sistema que les ha producido
muchas satisfacciones económicas y políticas, las cuales
se diseminan en la misma complicidad de sus familias,
cuyo ascenso social y monetario se cumple gracias al aca-
tamiento y apoyo que le dispensan al modelo. Y, desde
luego, a la aceptación social que tienen los parvenu10, o
trepadores sociales, en un medio que los registra como
inteligentes y audaces abriendo así el camino para que
otros imiten hasta su petulancia.

5. Un caso real de desaire

Para ilustrar de algún modo la tesis anterior, cabe re-


latar el caso real en este Departamento que se vio afecta-
do en su desarrollo económico por la presencia de esas
prácticas excluyentes que asustaron a unos inversionistas
extranjeros. Una empresa europea encontró que nuestro
Departamento era el lugar adecuado para establecer una
planta piloto industrial de compost, con base en la disposi-
ción de las basuras de todos los municipios de esta región.

9
Esta no es una crítica al ejercicio de la política como baluarte de
la democracia, sino a sus manejos inaceptables y deshonestos.
10
La palabra parvenu describe a una persona que ha ascendido
recientemente en la escala social, y alude especialmente a los nuevos
ricos que se ven buscando aceptación social mediante la prueba de
su riqueza individual.
192
La burocracia excluyente

Trajo los equipos, creó una sociedad anónima para darle


forma institucional a una inversión de varios millones de
dólares y en la junta directiva incorporó, como socios mi-
noritarios, al Alcalde de la ciudad y al Gobernador del
Departamento como una forma de darle representativi-
dad de las autoridades. La planta piloto debía servir para
atraer el interés de otras municipalidades colombianas o
extranjeras que desearan tal servicio con la disposición
rentable de las basuras.
Durante una de las primeras sesiones de dicha junta
directiva, y con la presencia de los inversores europeos y
los gestores nacionales, se presentó una enorme discusión
entre el Alcalde y el Gobernador (ambos ingenieros civi-
les) porque cada uno estaba pidiendo para sus propios
amigos el valioso contrato de explanación del terreno de
la fábrica, que iba a hacerse en jurisdicción de un munici-
pio cercano. Muy rápidamente los inversores extranjeros,
extrañados por ese proceder, decidieron abortar el pro-
yecto porque no estaban dispuestos a hacer ese tipo de
aceptaciones en las cuales predominaba el amiguismo y
no la idoneidad de los ejecutores.
Este caso sirve en efecto para demostrar que el mo-
delo político establecido en este Departamento durante
mucho tiempo —modelo que hemos insistido en llamar
el de una burocracia excluyente, enclaustrada, sumisa y
condescendiente con las prácticas irregulares del cliente-
lismo y el contratismo—, en algunas ocasiones ha sido un
obstáculo verdadero a la llegada de los capitales privados
(que ofrecen empleos, tecnología y numerosas oportuni-
dades para hacer el desarrollo económico), mientras no se
den gabelas a los dueños del poder.
La condición de grandes empleadores que tienen los
organismos públicos locales y nacionales en muchas re-
giones (donde más del 80 por ciento de los empleos se dan
en el sector público) es una prueba de que el sistema se ha
mantenido intacto por años no solamente para privilegiar
las ventajas políticas de los caciques y sus vasallos, sino
también para enriquecer notablemente a sus familiares y
193
Jaime Lopera Gutiérrez

amigos con la modalidad de transgresiones que se usan


habitualmente. Si los empresarios privados crean em-
pleos, los políticos no los pueden controlar; como esos
empleos privados disminuyen las posibilidades de crear
empleos públicos que sí se pueden controlar, en conse-
cuencia es mejor “espantar” a los privados que competir
con ellos y poner en peligro la clientela, las contribucio-
nes económicas y la reelección. Esta es otra manifestación
de una actitud excluyente que blinda el desarrollo de las
comunidades y cierra de golpe las oportunidades de in-
versiones privadas.

6. ¿Una burocracia idónea?

La descripción de este nocivo modelo burocrático en


la administración pública de Colombia, suponiendo que
estamos dando en el clavo, facilita una reflexión de otro
tenor: la planeación socialista de la URSS, sin sector pri-
vado y basada en un enorme burocratismo, fue capaz de
industrializar a ese país en pocos años con base en los
planes quinquenales de Stalin después de la II Guerra. El
manejo de la burocracia soviética con mano fuerte y con
metas definidas, se tradujo en explicar que en tal proceso
se procedió con mucha eficacia en el crecimiento del pro-
ducto bruto nacional —con independencia de otras razo-
nes políticas muy discutibles al interior de la burocracia.
Los altos burócratas soviéticos no eran políticos cuidan-
do sus votos sino funcionarios que se preocupaban más
por el empuje del plan estalinista y por el sometimiento
de sus empleados orientados a conseguir ¡una eficacia a la
fuerza!
Haciendo un paralelo totalmente desmedido, no nos
debiera importar mucho que sea muy alta la nómina ofi-
cial en una sección del país: pero, en tal caso, solo sería
deseable que la burocracia fuera la más competente e
inteligente para ayudar vigorosamente en el desarrollo
económico de un departamento o un municipio, en el
mejoramiento del ingreso y la atención a la desigualdad
194
La burocracia excluyente

(y porque además es barata: cuesta menos crear un cargo


público que un empleo en el sector privado)11.
En fin, si acaso imaginariamente existiera en Colombia
el modelo colectivo y consensuado de una burocracia te-
rritorial muy idónea y calificada —si es que ello fuera po-
sible—, ella se volvería totalmente ineficaz e improductiva
cuando se la empezara a combinar con la politiquería: es
allí donde terminan los sueños de quienes quisiéramos que
hubiese por lo menos un Estado vigoroso con una buro-
cracia activa y comprometida, y no esa caricatura de em-
pleados mansos que solemos conocer por estas comarcas.
(A tal punto es esto cierto que la imaginería popular habla
de ciertos gobernantes a quienes se les entrega la adminis-
tración del desierto del Sahara y al poco tiempo tienen que
correr al desierto de la Tatacoa ¡para comprar arena!).

7. Un metro cuadrado de poder

Pocos días después de haber terminado el borrador de


este ensayo de interpretación —basado en un nuestro caso
regional pero posible de ser observado en otras partes del
país— sobre la modalidad de una burocracia excluyen-
te que se creó en Colombia para cerrarle el paso, entre
otras cosas, a las iniciativas que tuvieran que ver con el
desarrollo a largo plazo, descubrí que había subestimado
otras poderosas razones. La hipótesis presentada en los
párrafos anteriores es apenas el síntoma de un problema
mayor en la política colombiana: la propensión al poder.
En pocas palabras, la burocracia excluyente es solo un
medio para adquirir poder, para acceder a él y a todos los
privilegios y problemas que produce. Solo que, mientras
exista en una persona una pequeña propensión al poder
se aferrará a su metro cuadrado de autoridad y mando

11
Siempre he dicho, desde 1976, que la única propiedad del po-
bre es su puesto: los ricos tienen carros, fincas, acciones; el pobre
solo tiene su empleo, y lo defiende con la subordinación completa
o con la huelga.
195
Jaime Lopera Gutiérrez

para tratar de influenciar en todas las personas y situacio-


nes que se encuentran en su órbita.
Presumo que esta conducta es universal e histórica
como cualquiera puede entenderlo con una mirada hacia
acontecimientos y personajes del pasado. Max Weber se
ocupaba de esta misma cuestión hace muchos años bajo
las circunstancias de la burocracia del siglo XIX en Euro-
pa. Solo que ese comportamiento burocrático de acumu-
lar y mantener el poder tiene diferentes grados de acción
(o de coerción) entre más poder se quiera tener, decisión
que le sirve a su protagonista para organizar estrategias
y tácticas con el objeto de salvaguardarlo con el modelo
que describimos aquí.
La eficacia de la burocracia excluyente —como un me-
dio para capturar el poder mediante la utilización de los
puestos públicos— se puede explicar de otro modo toman-
do como muestra las últimas elecciones de marzo de 2014
en Colombia: en una gran parte de las oficinas públicas
territoriales hubo la exigencia a cada empleado de aportar
al menos veinte votos en las elecciones, orden dada por
la persona o personas encargadas desde la oficina de per-
sonal. Conseguir un contrato de servicios de corto plazo
en la burocracia local de las regiones colombianas es una
tarea del jefe político, o sus ayudantes, quienes indican al
nominador de su hermandad el lugar donde una persona
debe ser ubicada. Para no ser despedido y poner en aprie-
tos a la economía familiar y su educación, el contratista o
empleado cumple con la promesa exigida de poner votos
incorporando a sus familiares y amigos más cercanos en
ese convenio que ha debido hacer para mantener su pues-
to; si fracasa en la meta de veinte votos, será despedido
sin compasión gracias a la efectividad que este chantaje
emocional tiene en la realidad de la burocracia local.
El fantasma (y el chantaje) del desempleo produce así
miles y miles de asalariados sumisos y subalternos que
son, obviamente, la carne de cañón con la cual se llega a
las elecciones gracias a un cálculo fríamente determinado
en las cabezas de los perseguidores del poder. ¿Cómo
196
La burocracia excluyente

puede una región contar con una clase de dirigentes jó-


venes y emprendedores cuando se han levantado en los
escasos puestos públicos bajo esas condiciones de subor-
dinación mental que no les deja resquicios de creatividad
e iniciativas? La llamada meritocracia queda así comple-
tamente derrotada.
Capturar el poder mediante la burocracia es una ma-
nera de perfeccionar la presunción del metro de poder.
Esa presunción se explica así: cada empleo oficial crea
una superficie de un metro de poder donde el ocupante
tiene libertades para ejercerlo con ciertos grados de arbi-
trariedad. El metro cuadrado de poder de un celador (con
su gorra, su insignia y su revólver) no es lo mismo que el
de un Primer Ministro, pero es tan relativamente efectivo
como el metro cuadrado del médico forense, del maestro
del colegio, del militar de reclutamiento, del supervisor
de una fábrica, del empleado detrás de una ventanilla pú-
blica, del juez con su toga, del jefe guerrillero, del capitán
de una nave, y miles de ejemplos de la vida cotidiana.
Todos los roles anteriores y muchísimos más (el poli-
cía, el juez, el sustanciador, el auxiliar, el guardaespaldas,
la secretaria privada, etcétera), pueden usar fragmentos de
información pública, manejados a su acomodo, para man-
tener intacta su porción de poder y de influencia. La forma
como una persona delimita su metro de poder ante terce-
ros, puede ser observada por la firmeza como lo defenderá
ante la intrusión de los metros vecinos que quieran invadir-
lo o ¡asaltarlo! Existe una disciplina llamada arquitectura
organizacional, que puede diseñar oficinas donde sus ocu-
pantes se disputan las esquinas de un piso en las cuales la
simbología de poder es mayor que en los pasillos laterales.

8. Reflexiones finales

Como lo hemos venido recalcando en este y otros escri-


tos, la democracia es un producto de seres humanos im-
perfectos: los guerreros de la democracia sabemos desde
siempre que ella no es la panacea, ni el bálsamo de todos
197
Jaime Lopera Gutiérrez

los males políticos12. Esto para decir que la burocracia ex-


cluyente se da en muchos países democráticos, bajo dis-
tintos matices, donde la burocracia se ha venido formando
y modelando por la autoridad engendrada por los votos.
Y que ese sistema, en especial en los países latinoamerica-
nos, se conserva vivo y amenaza con perpetuarse sin que
aún se vislumbren opciones distintas.
Sin embargo, la democracia se materializa con la políti-
ca y ésta tiene que ver con todo: con el agua que consumi-
mos, con la luz, con el aseo, con la educación de los hijos,
con la salud de los empleados, con la pensión de vejez,
con los precios de los artículos. En el marco de las deci-
siones públicas, la política es necesariamente inherente a
la vida de los pueblos y al discurrir de sus ciudadanos. Y
en países como el nuestro, donde las normas oficiales lle-
gan hasta los más pequeños rincones de la vida cotidiana,
la política está merodeando en casi todas las iniciativas
que adelantamos. En todo caso, la Política (con mayúscu-
las) es un terreno amplio de decisiones y de opciones que
comprometen la existencia de un pueblo.
No obstante, muy a menudo esa importante práctica
social (el ejercicio de la política para el bien común) se la
confunde con una caricatura llamada politiquería, que tie-
ne todos los vicios de manipulación y de engaño, es de-
cir, los mismos vicios que la misma democracia desprecia.
Cuando a la politiquería se la confunde con la política, co-
mienzan las complicaciones. Los políticos incapaces creen
que hacen su oficio sirviendo de bolsa de empleos de sus
votantes, y se olvidan de las grandes líneas estratégicas
que fueron sus promesas. Cuando eso ocurre, el politique-
ro hace caso omiso de la meritocracia y permite que los
incompetentes llenen los cargos públicos: pero el que en-
tiende la Política, con mayúscula, nunca permitiría que el
desarrollo de su región quedare en manos de los ineptos.

12
La principal de sus imperfecciones en casi todas partes radica
en la corrupción, un fenómeno al cual no escapan aun las más escla-
recidas democracias occidentales.
198
La burocracia excluyente

Entrevistado por un periodista, el entonces Cardenal


Bergoglio, hoy el Papa Francisco, hizo una descripción de
la pobreza mundial señalando que “algunos políticos se
han dedicado a endeudar a la gente creando un ambiente
de dependencia… para aumentar su poder. (Los políti-
cos) son grandes expertos creando pobreza y nadie los
cuestiona; yo lucho por combatir esa pobreza”. Ensegui-
da comenta: “las ideologías que fabrican pobreza deben
ser denunciadas: pero la educación es la gran solución al
problema. Debemos enseñar a la gente cómo salvar su
alma, pero enseñando a evitar la pobreza y no permitir
que el gobierno los conduzca a ese penoso estado”13.
La pobreza es, de acuerdo con esta interpretación del
Papa, el único asunto que les importa a los partidos políti-
cos solamente porque los pobres son la carnada de las di-
versas ideologías: v. g., el socialismo socorre a los pobres,
pero no hace esfuerzos verdaderos para acabarlos porque
ellos son la carne de cañón para amarrar las elecciones.
Impidiendo su desarrollo y bienestar, los socialistas se
sirven de los pobres para ganar elecciones y perpetuarse
en el poder14. Las subvenciones y las misiones (como las
de Venezuela) son, pues, una anestesia para manipular a

13
La revista mexicana Asuntos Capitales (mayo 3, 2013) dio a co-
nocer una colaboración del periodista Ricardo Valenzuela donde se
transcribe una presunta entrevista que le hiciera al entonces carde-
nal Bergoglio, en Argentina, el periodista norteamericano Chris Ma-
thews para la cadena MSNBC. Para Mathews, uno de los periodistas
estrella de esa emisora, la llegada de Bergoglio no solamente signi-
fica que llega al pontificado un verdadero sucesor de Juan XXIII, un
liberal, sino también un CEO, un chief executive officer, el más alto
cargo ejecutivo en las grandes corporaciones del mundo, según lo
dijo Mathews a sus lectores en su blog que se transmite por la cade-
na NBC (www.nbcnews.com). La entrevista no fue transmitida y en
cambio fue archivada por el mismo Mathews: un estudiante de la
Universidad de Notre Dame —establecimiento católico de Indiana
fundado en 1842—, que cumplía su servicio social en la MSNBC, la
sustrajo, dice Valenzuela, para entregarla a su profesor. http://www.
asuntoscapitales.com/buscando.asp?q=bergoglio&sa=Buscar
14
JLG, Portafolio, junio 12 de 2013.
199
Jaime Lopera Gutiérrez

los individuos a tal punto que no es estratégico sacarlos


de esa situación so pena de perder las “elecciones”.
Pero ahí no acaba la cosa: el capitalismo también in-
curre en el error garrafal de mantener la población de
pobres porque estos son los protegidos de los caciques
políticos para repartir sus limosnas (las tejas de zinc, el
tamal, el mercado, la beca, el subsidio, etc.) y con ellas
también amarrar sus votos para ganar las elecciones.
Mientras más menesterosos existan menos educación po-
drán alcanzar y, por lo mismo, su ignorancia de pobres
los hace fácilmente manejables para los partidos políticos
y sus caciques en todas partes. El círculo vicioso es muy
fácil de detectar.
En otras palabras, los partidos, de uno u otro lado de
la franja ideológica, permiten la existencia de los pobres
para “garantizar unas elecciones democráticas y salva-
guardar el poder”. En toda clase de democracias, aun las
que presumen ser más igualitarias, no existen signos de
que la pobreza sea la máxima prioridad de los gobiernos
como para terminarla de una vez por todas: los candida-
tos que alardean de hacerlo en los discursos de las cam-
pañas se olvidan de los pobres al acceder al gobierno, y
de esa manera el circulo vicioso queda completamente
cerrado.

9. Las democracias falsas

Las opiniones del entonces Cardenal argentino serán,


si se conocen mejor tales apreciaciones, una fuente inago-
table de discusiones: Bergoglio ha ubicado la pobreza —es
igual ahora como Papa— como una ideología en medio
del neoliberalismo y el socialismo, como una especie de
tercera vía sobre la cual los líderes del mundo deben em-
pezar a reflexionar. Y agregaba al periodista que si pensar
que el capital es necesario para construir fábricas, escue-
las, hospitales, iglesias, entonces quizás uno deba ser ca-
pitalista. Pero, se preguntaba, ¿cómo puede uno oponerse
a este proceso? Y añadía el Cardenal algo más evidente:
200
La burocracia excluyente

aun cuando el uso del capital debe ser voluntario, surge


un grave problema cuando los políticos confiscan ese ca-
pital para hacer las obras del gobierno y alimentar a la
burocracia.
Finalmente, en su más caracterizada crítica a los siste-
mas ideológicos existentes, el Cardenal Bergoglio le preci-
sa al periodista que el llamado Estado interventor “absuel-
ve a la sociedad de su responsabilidad; las familias esca-
pan de su responsabilidad con el falso estado de bienestar,
e inclusive las iglesias: la gente ya no practica la caridad
pues ve a los pobres como un problema del gobierno”. En
pocas palabras, los pobres son ahora “propiedad de los
políticos […] a la gente la empobrecen para que luego vote
por quienes los hundieron en la pobreza”.
Pero una democracia delimitada por esquemas tales
como la burocracia excluyente, ella solo acarrea pobre-
za y ausencia de libertades. La burocracia excluyente es
cerrada, oligárquica y egoísta. Provee algunos servicios
para especular con la equidad, como diría Bergoglio,
pero favorece más a los ricos que se sirven de ella para
engordar sus beneficios aumentando la desigualdad que
pretenden combatir. En tal virtud, el desarrollo económi-
co y el crecimiento exigen otro tipo de democracia, más
amplia, más tolerante, más participativa, más consensual.
Porque la débil personalidad de los autoritarios que solo
usan la coerción para adelantar sus planes, no deja crecer
la planta realmente democrática dado que ella pone en
peligro su metro de poder.
Por supuesto que la legitimidad de un gobierno no
proviene solamente del voto sino del respeto a los prin-
cipios republicanos; respeto que no se presenta cuando
es admitida la llamada mermelada como un recurso des-
tinado a legitimar el poder, a tal punto que todos los co-
mensales se van a concentrar en comer lo más posible.
Es importante aclarar que la mermelada no se inventó en
los últimos gobiernos. En 1969, durante la administración
de Carlos Lleras Restrepo, el ministro de gobierno de en-
tonces, Carlos Augusto Noriega, presentó al Congreso un
201
Jaime Lopera Gutiérrez

proyecto de aumento de las dietas (con sueldos perma-


nentes) para seducir a los congresistas con una reforma
constitucional que se estaba presentado entonces. Y así
fue como se inició esta costumbre de alcanzar consensos
artificiales con el presupuesto nacional.
Otro caso de legitimación falsa consiste en defender la
violencia de un gobierno porque éste ha sido elegido “de-
mocráticamente”: no hay duda que esta es una confusión
de principios. “La democracia no es un fin en sí mismo, es
un medio para cambiar gobiernos de manera pacífica, no
un método para pasar de un autoritarismo a otro”15. Son
las instituciones republicanas (estado de derecho, igual-
dad ante la ley y división de poderes) las que nos llevan
a vivir en libertad. Pero vivir en la democracia no es su-
ficiente. La historia enseña que la diferencia entre demo-
cracia sin república y las dictaduras puede ser bastante
discutible. Y añade Cachanosky: “¿Qué diferencia a un
dictador que pone presos a sus opositores y no se inmuta
ante la muerte de sus ciudadanos, de un ‘demócrata’ que
hace lo mismo utilizando el argumento del voto como ex-
cusa? ¿Desde cuándo los votos dan derecho a ejercer el
poder de manera autoritaria?”.
En otras palabras, ¿desde cuándo la organización de
una burocracia excluyente, con todas las ventajas que pro-
cura a sus gestores y todos los defectos que muestra por
privilegiada, desde cuándo puede servir para ahogar la
democracia participativa y el debate de la ciudadanía por
una gobernabilidad transparente y moderna? No abriga-
mos dudas de que con semejantes prácticas la democracia
queda entre paréntesis todo el tiempo.

15
Nicolás Cachanosky, Metropolitan State University of Denver.
http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/end
202
Documento
Viajar para contar

Historia, patrimonio y turismo cultural


en el Quindío

Roberto Restrepo Ramírez


Académico de Número

Néstor Eduardo Hernández Morales


Antropólogo de la Universidad del Cauca
Introducción

Hace unos 30 años nos unimos a la tarea de recoger,


defender y cultivar los elementos de nuestras raíces cul-
turales. Talleres, seminarios, exposiciones, excavaciones,
conferencias, conciertos, programas radiales y jornadas
comunitarias, entre otros, eran los retos para armar el rom-
pecabezas de nuestra historia cultural. Artesanos, poetas,
coreógrafos, músicos, escritores, pintores, campesinos, es-
tudiantes, periodistas, políticos y gente de la calle eran, en
nuestra avanzada sin márgenes, los artífices diarios de la
historia oral, de las memorias humanas adheridas al cora-
zón del recuerdo y al silencio verde de un Nuevo Quindío,
destino turístico, ecológico y antropológico .
Los frutos del esfuerzo fueron llegando como pasos de
memoria. Hacer cultura es una nostalgia que del corazón
brota e inunda nuestro ser y salpica a nuestro alrededor.
Publicamos un primer libro, Los rostros de la tierra, facetas
del patrimonio cultural y humano, un primer intento de
inventariar la cultura del Quindío y conocer los contex-
tos rurales y urbanos relacionados con el patrimonio en
una alusión implícita al turismo ecológico. Luego, para
el año 2003 - 2004, publicamos el libro Visión antropológica
del Quindío, dentro del programa bibliográfico Cátedra de
la Quindianidad, un compendio cultural del inventario
patrimonial del departamento.
Esta nueva publicación, Viajar para contar. Historia, pa-
trimonio y turismo cultural en el Quindío, es la actualización
de los factores que, por razón de la movilidad de la po-
blación y aspectos económicos internos y externos de la
zona, han venido convirtiendo al Quindío en un destino
turístico con características culturales específicas para el
desarrollo y promoción dentro y fuera de la región. La
antropología del turismo nos provee los elementos his-
tóricos y pedagógicos para el buen conocimiento de la
207
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

cultura quindiana y de los personajes que a nivel de su


historia marcaron un hito en la formación de los sucesos
actuales. Memorias de vida y dones naturales, orienta-
dos a la construcción de una identidad, con una toma de
conciencia y verdadero amor por el terruño. Escritores,
poetas, educadores, narradores, rostros de la tierra que
dejaron una huella imborrable, convertida ahora en parte
de ese inventario patrimonial humano, orgullo de nues-
tro Quindío y fuente de conocimiento básico de la vida y
la colectividad social de nuestros pueblos.

208
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Una antropología del turismo

Viajar para contar es el concepto representativo o la


postal típica que un visitante se lleva a sus lugares de
origen. Producto del intercambio con los pobladores, la
observación y otra serie de elementos que impresionan o
motivan un regreso, tales como el paisaje, la gastronomía,
la arquitectura y algunas expresiones culturales como la
música, la cultura popular, las artesanías, las costumbres,
el buen trato y el dejo lingüístico, característico de nues-
tras generaciones montañeras.
El auge vertiginoso del ecoturismo en la zona del
Quindío y la afluencia de nuevos pobladores de las di-
ferentes regiones colombianas, motivados por el clima,
la topografía y las características de Armenia, su capital,
como una ciudad intermedia, acogedora y hospitalaria,
nos ha llevado a desarrollar prácticas de desarrollo ur-
bano y rural un tanto aceleradas y emergentes, lo cual
paulatinamente ha venido transformando la vida de los
pobladores con una nueva tendencia cultural antropoló-
gica. Es la introducción de elementos foráneos sobre las
comunidades urbanas y campesinas, las que ahora se ven
rodeadas de nuevos visitantes, excursionistas, montañis-
tas, senderistas o turistas y aventureros.
La planificación turística antropológica parte de un
amplio conocimiento de la cultura quindiana. Los de-
talles arquitectónicos tradicionales, la conservación de
las áreas geográficas protegidas, la participación de la
población local en el auge y economía de un turismo
responsable y la promoción cultural educada por parte
de las instituciones gubernamentales y escolares, están
presentes previendo el colapso para un futuro por el
impacto sociocultural en los diferentes enclaves urba-
nos y rurales donde se genera o se recibe el impacto del
turismo.
209
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Las atenciones no se deben centrar meramente en los


intereses o beneficios económicos. Tanto el anfitrión como
el visitante forman parte de esa interacción: un turista
que se lleva una experiencia o imagen y un anfitrión que
sabe responder de manera adecuada a las necesidades
o requerimientos de una masa turística que ahora se ve
internacionalizada. El turismo pedagógico debe empezar
en las escuelas, instituciones educativas, universidades,
gremios y medios de comunicación. Cada quindiano
debe convertirse en un fiel conocedor de su cultura, un
protector y promotor de los valores terrígenos.
Las plazas públicas, los parques y plazoletas de nuestros
municipios y ciudades fueron creados como puntos de en-
cuentro y socialización y ahora son de embellecimiento o
descanso. No podemos dejar que estos acogedores lugares
pierdan su valor testimonial en cada población, al permi-
tir que de manera desordenada se conviertan en parquea-
deros de autos y de motos y en la instalación incontrolada
de vendedores ambulantes en sus alrededores.
Los pasajes peatonales, las plazas públicas y plazoletas
en conjunto con los templos, alcaldías y casas de arquitec-
tura tradicional, conforman con la topografía de montaña
y sus pobladores el verdadero paisaje con un valor histó-
rico inabarcable. Los monumentos, las placas conmemo-
rativas y los bustos relativos a nuestros personajes histó-
ricos deben ser conservados, con una conciencia moral y
ética de la importancia virtual para un turismo futurista.
Cada municipio, vereda o corregimiento forma parte de
nuestra historia quindiana. Los hallazgos arqueológicos,
los manuscritos o documentos de archivo, los anticuarios
y muestras museales, la tradición oral, las fotografías y
todos los estudios o investigaciones históricas realizadas
son parte de nuestra tradición.
El llamado agroturismo ofrece un sinnúmero de activi-
dades relacionadas con el mundo rural, junto con las cabal-
gatas, la ruta del café, el montañismo, los paseos en balsa,
las caminatas y la visita a los parques temáticos (Panaca,
Parque Nacional de la Cultura Cafetera, Jardín Botánico,
210
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Recuca, Los Arrieros, entre otros). Encadenando esto a


otras experiencias culturales como el Museo del Oro Quim-
baya, la Casa Museo Musical del Quindío o el Museo Grá-
fico y Audiovisual —para referirnos a las más conocidas—,
encontramos la innovación agraria, como son Combia Ins-
piración y la Caja Viajera del Café, unida a las lecciones
de historia de otros centros locales en las diferentes jorna-
das culturales que nos invitan a compartir y a ver en cada
acontecimiento la necesidad inaplazable y permanente de
seguir inventariando la cultura en este departamento.
Viajar para contar: Esta debería ser la máxima de un tu-
rismo nuevo, para un departamento colombiano que, a
pesar de su reducida extensión, no es conocido por sus
pobladores locales, pero tampoco por los turistas y visi-
tantes que llegan a diario desde diferentes países o regio-
nes colombianas para hacer presencia en el Quindío.
Viajar es una acción cultural tan antigua como las pri-
meras del ser humano sobre el planeta. Desde el conti-
nente africano (la cuna de la humanidad), el incipiente
homo sapiens comenzó su recorrido la supervivencia hace
miles de años y América fue poblada hace 25.000 o 30.000
años, gracias a las corrientes migratorias del Cro-Magnon
que atravesó la Behringia helada. Desde entonces, de
Alaska hasta la Patagonia, el habitante del llamado Nue-
vo Continente viajó en todas las direcciones, dejando sus
huellas a través de remotas “puntas de proyectil”, que los
arqueólogos han encontrado por lo menos en dos sitios
del Quindío. Esos hallazgos son como el testimonio de
las reseñas de aquellos primeros viajes que hoy son el
sentido de los estudios culturales, desde la arqueología, y
que nos llevan a las épocas pretéritas que la arqueología
registra para las primeras poblaciones americanas. No
podemos olvidar que, a su vez, América es un continente
que se forma poblacionalmente, cuando este amplísimo
territorio del mundo se constituyó con esas corrientes mi-
gratorias de pueblos de cazadores y recolectores.
Aunque en el Quindío no contamos con una secuencia
signada por la investigación y evidenciada profusamente
211
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

por los hallazgos, fechas logradas en eventos fortuitos o


en prospecciones arqueológicas realizadas en terrenos
impactados por la ingeniería, nos muestran una anti-
güedad de hasta 10.000 años. Ello atestigua, entonces, la
presencia de cazadores y recolectores en lo que hoy es el
Eje Cafetero. Se sabe que dichos pueblos cazaban masto-
dontes y otros especímenes animales que constituían lo
que se llama la megafauna, utilizando pequeñas flechas
de piedra, las cuales amarraban en el extremo de lanzas
de madera. En el Quindío, por ejemplo, ya contamos con
una fecha de este poblamiento, lograda por Carbono 14
en un lugar de la Autopista del Café, y que dató casi diez
siglos de antigüedad.
En esta perspectiva del ejercicio de investigación his-
tórica, que sólo la arqueología dilucidará, se nos presen-
ta la tesis planteada: Antropología histórica y patrimonio
cultural para la consolidación de los estudios históricos en la
región del Eje Cafetero. Por supuesto, nos referimos a una
historia prehispánica, en la que el estudio del patrimonio
arqueológico es bien importante. No obstante esta consi-
deración, son muchos los impedimentos y obstáculos que
se han presentado en esta región para lograr un cuerpo
de conocimientos sobre las culturas que nos antecedieron
en América. Eso se traduce en ausencia de excavaciones
arqueológicas sistemáticas y en el fenómeno del saqueo,
que ha estropeado ese sendero de investigación.
¿Por qué hablamos de una antropología histórica? Por-
que es a través de la arqueología (o antropología arqueo-
lógica) que podemos reconstruir los procesos sociales del
pasado. Y aquí logramos la primera gran conclusión: no
interesan tanto los objetos o artefactos que se hallan en las
excavaciones, como sí su información contextual, deriva-
da de la asociación de esos materiales con la producción
humana. O sea que esos objetos dan cuenta de las socie-
dades que los generaron; y tras de ellos hay interesantes
procesos sociales.
Es muy común y simplista limitar la historia prehispá-
nica en esta región del Eje Cafetero al nombre de Cultura
212
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Quimbaya, lo que es equivocado a todas luces, porque


ese nombre sólo corresponde a uno de los pueblos que
vivían aquí en el momento del contacto en el siglo XVI. La
denominación Quimbaya para todos los descubrimien-
tos arqueológicos fue la constante durante muchos años
para la inconmensurable profusión de hallazgos logrados
por medios diferentes a la arqueología, como la llamada
guaquería en nuestra región. Lo cierto es que sólo con la
intensificación de los estudios arqueológicos se ha cons-
tatado el poblamiento sucesivo de muchas comunidades
que hoy se aglutinan bajo las denominaciones de Período
Temprano y Período Tardío.
Ayudó bastante a la información cultural, como en to-
das las regiones de Colombia, la promulgación de la Ley
397 de 1997, también conocida como Ley General de Cul-
tura, ampliada luego en la Ley 1185 de 2008. En uno de sus
apartes aparece la definición de patrimonio arqueológico.
Durante todo el siglo XX, la referencia a las poblacio-
nes prehispánicas se hacía desde la compilación descon-
textualizada de multitud de piezas de cerámica y de pie-
dra, así como algunas de metal que han llegado hasta los
museos, donde se exhiben al público. Si bien en muchas
colecciones pequeñas se presentan ellas con la informa-
ción errada, como ocurre todavía en casas de la cultura o
instituciones educativas del Eje Cafetero, también es cier-
to que en los últimos años se viene dando un proceso de
apropiación social de dicho patrimonio, lo que ha llevado
a su revaloración. Es en esta coyuntura en la que muchas
instituciones y universidades intervienen para colaborar
en los procesos de registro de piezas arqueológicas y de
contextualización de información.
Vale la pena mencionar en este fragmento el caso de la
Academia de Historia del Quindío. Se refiere a uno de los
casos curiosos del siglo XIX, cuando la guaquería estaba
en pleno auge, en el territorio colonizado por antioqueños
y otros pueblos migrantes del país. A la noticia cotidiana,
y así se conserva hasta nuestros días, un evento de tumbas
indígenas en el municipio de Filandia llegó con el nombre
213
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

del Tesoro de los Quimbayas. Se trataba, en efecto, de un


hallazgo fabuloso en dos cámaras funerarias, donde los
guaqueros encontraron 122 piezas de oro y un incontable
número de piezas de cerámica. Hasta allí, en el año de
su hallazgo, en 1890, era uno de tantos descubrimientos
de “guacas” ricas, como las que soñaban encontrar esos
curtidos fundadores de pueblos, de origen montañero y
de ascendencia recia. Pero el hallazgo pasó a la órbita de
la fama por lo que ocurrió en 1892, cuando dichas piezas
de oro (que ya habían sido adquiridas por el presidente
Carlos Holguín Mallarino) fueron obsequiadas a España,
donde hoy reposan en el Museo de América en Madrid.
Desde hace algunos años, la Academia de Historia del
Quindío viene liderando el proceso de conocimiento ciu-
dadano sobre este evento histórico y, sobre todo, la ges-
tión que llevará algún día a la repatriación de estas piezas
a Colombia. Esto es cada vez más posible.
Lo interesante de estas gestiones no estriba tanto en
las características de las piezas orfebres, compuestas por
algunos poporos de oro, coronas y representaciones an-
tropomorfas, sino en la constante siembra de la semilla de
la conciencia arqueológica sobre éste y muchos hallazgos
que se han realizado y han sido llevados subrepticiamen-
te al exterior. Encontramos, entonces, en el sector educa-
tivo y, en general, en el pueblo quindiano, la receptividad
a los mensajes de protección de este patrimonio. Lo cierto
es que desde 1999, cuando ocurrió el terremoto devasta-
dor del Eje Cafetero, ha crecido el sentimiento de cuidado
para la preservación de nuestros bienes arqueológicos.
El patrimonio arqueológico no ha sido sólo objeto de
investigación histórica, sino que también ha sido aborda-
do desde lo anecdótico. Uno de los capítulos más curio-
sos corresponde a la llamada Cerámica Alzate, que eran
piezas falsificadas y que circularon profusamente en Ma-
nizales durante las primeras décadas del siglo XX.
En la secuencia cronológica de la pesquisa histórica del
patrimonio arqueológico, encontramos otro aspecto de la
cultura material que nos dejaron los pueblos del pasado.
214
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Se trata del denominado Arte Rupestre. Este es el nombre


dado a los testimonios de piedras talladas o grabadas, lla-
madas comúnmente petroglifos, y que se encuentran en
muchos sitios del Eje Cafetero, especialmente asociados a
fuentes de agua. La enorme inquietud que despiertan en
investigadores e historiadores los mensajes iconográficos
de estas piedras ha llevado incluso a convertirlos en símbo-
los de sus municipalidades. Eso ocurre en Dosquebradas
(Risaralda) con la Piedra de la Marcada o en La Tebaida
(Quindío) con la Piedra del Indio. Las representaciones de
los petroglifos, así como el significado de las piezas orfe-
bres y de cerámica de los pueblos prehispánicos, nos ubi-
can en el estudio de los imaginarios y, por ese camino, en
un amplio campo que alienta la investigación histórica.
La palabra “imaginario” se vincula a la clasificación de
las manifestaciones, también llamadas Patrimonio Inma-
terial. No es gratuito, entonces, que el llamado imagina-
rio de la guaquería haya sido también una constante en la
tarea de fundación de pueblos en el siglo XIX. Podemos
afirmar que, también desde la conquista española, el ima-
ginario del oro mantuvo el vigor de la avanzada por el te-
rritorio dominado por España. De allí nació, por ejemplo,
la leyenda del Dorado.
Según Le Goff, citado por Juan Camilo Escobar (2000),
“lo imaginario nutre y hace actuar al hombre; es un fenó-
meno colectivo, social, histórico. Una historia sin lo ima-
ginario, es una historia mutilada, descarnada”1. La his-
toria, entonces, se alimenta con el campo del imaginario,
lo que ha permitido que muchos objetos arqueológicos
trasciendan a esa esfera y se conviertan en leyenda.
En nuestra región, los hallazgos de piezas de oro han
desencadenado una serie de fabulaciones, de tal suerte que
han incidido en la marcación cultural de sus localidades.
También ha dado lugar a la caracterización de personajes,
más que todo desde la perspectiva del Patrimonio Vivo

1
Lo imaginario. Entre las ciencias sociales y la historia. Medellín:
Fondo Editorial EAFIT, 2000.
215
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

o Patrimonio Humano. En el Quindío, por ejemplo, un


guaquero que participó en la guaquería del Tesoro de los
Quimbayas, apodado “Casafú”, se convirtió en leyenda y
en referencia obligada para mencionar los pormenores de
ese oficio. De esos personajes, dedicados a labores que en
nada favorecían la conservación del medio cultural y natu-
ral, también se ha valido el recuento histórico para ilustrar
los procesos de fundación de los pueblos en el Eje Cafetero.
Tal vez el más famoso mote del Quindío, el de “Tigrero”,
correspondiente al fundador de Armenia, don Jesús María
Ocampo, sea la referencia más clara de su oficio y pasa-
tiempo, que consistía en la cacería de jaguares o pumas.
Para la historia es y debe ser importante el estudio del
imaginario. Si bien esto ha sido más estudiado por otras
disciplinas, como la antropología y la sociología, hoy es
también de interés para el historiador. “Lo imaginario
(los mitos, las leyendas, las ficciones, las utopías) estuvo
mucho tiempo asociado al reino de lo fútil, del engaño,
de las elucubraciones. Fue entonces rechazado en nom-
bre de una razón triunfante. Pero lo imaginario está en
todas partes: en nuestros alimentos, en nuestros amores,
nuestros viajes, en la política; también en la ciencia, en
los objetos técnicos…”. Esta cita de la revista Ciencias Hu-
manas de París nos coloca en el plano de la construcción
de lo imaginario, que también se convierte en fuente de
información histórica.
Historia y Cultura en el Quindío nos han colocado en
la perspectiva historiográfica que comienza con la rela-
ción de las crónicas del contacto en el siglo XVI. Se cons-
tituyen en la primera fuente de información, lo que tam-
bién se ha conocido como la Etnohistoria. En esta época
se alimenta en nuestra región el imaginario del oro, lo
que prácticamente llevó a la destrucción de las culturas
indígenas que poblaban el territorio, entre ellas el pueblo
histórico Quimbaya.
De todos los cronistas, el más conocido se llamó Pedro
Cieza de León, quien junto con Jorge Robledo escribió
información sobre la antigua provincia de Quimbaya y
216
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

su primer asentamiento, Cartago Viejo. El conocimiento


histórico de este lapso también ha sido documentado des-
de la investigación arqueológica, como la que se realizó
en la Catedral Nuestra Señora de la Pobreza de Pereira,
donde se encontraron restos humanos de la época de la
conquista, asociados a fragmentos de loza de la época de
ocupación española.
El posterior compendio de información histórica se re-
seña en el siglo XVIII, cuando naturalistas y viajeros des-
cubren para la crónica histórica las bondades naturales y
paisajísticas, así como las peripecias de los caminantes en
el llamado Paso del Quindío, también conocido como Ca-
mino Nacional o Camino de la Patria. El imaginario del
carguero, convertido en símbolo, es una de las referen-
cias más mencionadas de ese sendero, como lo dejaron
consignado Von Humboldt, Holton, André y otros, como
que son abundantes las reseñas de sus viajes de los siglos
XVIII y XIX, que nos conducen a un reservorio de infor-
mación para la construcción identitaria del Quindío.
Un siglo más tarde, se reseña uno de los momentos
o hitos más sobresalientes de la historia colombiana. Ese
suceso de trascendencia se conoce como la “colonización
antioqueña”. Es todavía una etapa que se debe explorar
históricamente desde la mirada interdisciplinar, porque
se ha comprobado que no fue forjada sólo por unos co-
lonos, sino que es multirregional. Podemos mencionar
que aquí se afirma el imaginario de la guaquería. Pero
también se fundan nuevos municipios, que se convierten
en bastiones de una arquitectura sin igual: la del bahare-
que y la tapia pisada. En todas las reseñas historiográficas
del Eje Cafetero, especialmente las de Armenia y Pereira,
aparecen muchas referencias a la actividad guaquera. Lo
mismo se da en la literatura producida por el resto de mu-
nicipios, aunque en estas ediciones textuales no aparece
gran información sobre el patrimonio arquitectónico.
Actualmente, en el siglo XXI, toma más fuerza el viaje
como narración, como que es la fuente constitutiva de la
actividad que ha tomado fuerza en el Quindío: El turismo,
217
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

que se refuerza mucho más con varias coyunturas. Dos


de ellas son el Paisaje Cultural Cafetero (PCC) y la decla-
ratoria del 2017 como el Año Internacional del Turismo
Sostenible por parte de Naciones Unidas.
Pero no es sólo el compendio de actividades de un tu-
rismo de masas o de élite. Es y debe ser el turismo cultural
el que defina el proceso de marcación del departamento
del Quindío. Gran parte de él se fundamenta en el espíri-
tu del Paisaje Cultural Cafetero como un hito constitutivo
de esta dinámica. Esta es su historia: Comenzó en 2000,
cuando la Cátedra Unesco, reunida en Manizales, consi-
deró el trámite para incluir a Salamina y Neira en la lis-
ta de Patrimonio Mundial. Durante diez días se deliberó
hasta que se determinó ampliar esa consideración a todos
los municipios cafeteros de Antioquia en el sur, el Tolima
en el occidente, el Valle del Cauca en el norte, Caldas, Ri-
saralda y Quindío. Once años duró el proceso, hasta que
en 2011 fue incluido el PCC en la lista de Patrimonio del
Mundo.
La Academia de Historia del Quindío ha querido con-
tribuir a este proceso, por lo que finalmente ha constitui-
do los Centros Locales de Historia que, de manera autó-
noma en cada municipio, favorecerán la construcción de
esa modalidad de turismo que necesitamos. Estos capítu-
los municipales son autónomos, pero todos tienen un fin
común: desarrollar estrategias de conocimiento sobre el
devenir de los acontecimientos que han marcado a cada
una de las doce municipalidades. En una reflexión sobre
su desarrollo, y de acuerdo con la dinámica de cada una o
con los trabajos realizados anteriormente, consideramos
que estas deben ser sus líneas de trabajo, es decir, las es-
trategias de pesquisa histórica en cada uno de los capítu-
los o centros de historia local:

Filandia: Inventario de recursos culturales y turísticos.


Génova: Conversatorios con jóvenes y adultos mayores.
Córdoba: Talleres de recuperación de tradición oral.
Microhistorias.
218
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Montenegro: Preinventarios de patrimonio inmaterial.


Calarcá: Murales poéticos. Sensibilización de vigías del
patrimonio cultural.
Circasia: Imaginarios urbanos.
Salento: Conversatorios con los pobladores nativos.
Armenia: Talleres comunales de recuperación de histo-
rias de barrios.
Quimbaya: Talleres artísticos.
La Tebaida: Recorridos de turismo cultural y arqueológico.
Pijao: Estrategia “Ciudad sin prisa”.
Buenavista: Inventarios de patrimonio inmaterial.

“Turismo cultural” es un término de consideración


confusa en el Quindío. Esperamos que los siguientes ca-
pítulos nos ayuden a construir sus lineamientos, a partir
de la experiencia del viaje, de la lúdica del patrimonio
cultural y del escenario del territorio. Y que, como lo ano-
ta Rafael Argullol, “si esta operación se logra, el turismo
del futuro ya no estará cimentado exclusivamente en el
disfrute del ocio, por calidad que éste tenga, sino tam-
bién en la aventura del conocimiento, que lleva al reco-
nocimiento de lo otro y de los otros. El mayor éxito de
una política turística será que el nativo vuelva a sentirse
anfitrión y el turista viajero”2.
El siglo XX estuvo signado por la guaquería en todos
los puntos geográficos del Quindío, pero especialmente
en las zonas urbanas. Entre 1980 y la época del terremoto
de 1999, fueron comunes los relatos de aquellas acciones.
Se recuerda el hallazgo que se hizo en La Tebaida en agos-
to de 1982, y que motivó saqueo en Génova y Quimbaya.
Se contaba que esas piezas encontradas correspondían a
la tipología que caracteriza a las del Tesoro de los Quim-
bayas: recipientes de oro (poporos), diademas y grandes
cuentas de collar, reseñadas hoy por la arqueología entre
el 500 a. C. y el 600 d. C., llamado el Período Temprano.
Podría considerarse en ellas una estética, que en algún

2
Viaje, patrimonio y cultura (2002).
219
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

momento también se le llamó Quimbaya Clásico, y que


obviamente despertó otras faenas de guaquería.

Pérdida irreparable

Los más lamentables reportes de destrucción se dieron


en la construcción de la carretera Montenegro - Quimbaya -
Alcalá. Las retroexcavadoras dejaban al descubierto cortes
de bóvedas, pozos arqueológicos; la ausencia de una polí-
tica clara de protección no permitió que esos hallazgos fue-
ran tratados dentro de un plan de monitoreo o de rescate.
Sólo después del terremoto de 1999 se dieron algunas
acciones concretas: la detección de más de diez estructu-
ras líticas en la propia entrada que había sido proyectada
en el diseño arquitectónico del nuevo Instituto Quim-
baya. Esto obligó a la suspensión de la obra, al rediseño
y aislamiento de aquellas lajas de piedra dispuestas en
forma rectangular y cuyo nombre popular es el de “tum-
bas de cancel”. Es a la postre, uno de los dos conjuntos
arqueológicos del Quindío con estas características que
se conserva (el otro está en un predio privado del barrio
Montevideo Central de Armenia); hace algunos años, una
restauración y readecuación del terreno, que se hizo a tra-
vés de un procedimiento poco profesional, obligó a que
se cubrieran con tierra la mayoría de ellas. No obstante,
la información contenida en paneles dispuestos en aquel
lugar destaca su importancia.
Las noticias de una posible repatriación de las piezas que
están en España han logrado que nuevas generaciones de
quimbayunos se reconozcan en sus ancestros. A pesar de la
guaquería que persiste, los símbolos arqueológicos son va-
lidados y tenidos en cuenta hoy, lo que se puede ver en las
figuras esculpidas en el “barranquismo” de Efrén Fernández
Varón, en los diseños de los andenes nuevos, en las compar-
sas de los desfiles escolares e institucionales y en los monu-
mentos del maestro Mario Marín Urrea que engalanan va-
rios espacios del municipio, como el “Poporo” de las cuatro
esferas que se encuentra en uno de sus ordenadores viales.
220
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Las estructuras líticas arqueológicas del Quindío


y su historial

El yacimiento arqueológico detectado en el Instituto


Quimbaya permite mencionar otros sucesos similares. Un
hallazgo realizado en 2015, en la vereda Balcones (predio
La Bananera) del municipio de Santa Rosa de Cabal, re-
vivió la polémica sobre las reales condiciones del patri-
monio cultural de los pueblos desaparecidos en territorio
del Eje Cafetero. Lo que se ha descubierto corresponde
a estructuras líticas. Lo cierto es que el desconocimiento
sobre estos yacimientos y el hecho de que hayan apareci-
do en medio de acciones no científicas (guaquería), o que
fueran encontrados en las excavaciones de la terraza don-
de se instaló la torre 61 de un proyecto de torres de alta
tensión de la EEB, pone en peligro la permanencia de esta
evidencia y, sobre todo, la garantía de investigaciones fu-
turas del sitio en mención por parte de los arqueólogos.
En el Quindío hay un vasto historial de hallazgos de
estas estructuras, cuyo significado simbólico es muy in-
teresante, pues pueden corresponder a monumentos fu-
nerarios o estar relacionadas con los ciclos de orientación
solar. Llama la atención que todas están dispuestas en po-
sición oriente-occidente y son muy similares a las que se
encuentran en otras regiones de Colombia, como el Par-
que Arqueológico de San Agustín o las estribaciones del
Parque Tayrona.
La primera reseña escrita sobre ellas3 da cuenta sobre
la ubicación de algunas en las laderas del cerro Morro-
gacho de Salento, de acuerdo con avistamiento realizado
por integrantes del Comité de Protección Arqueológica
del Quindío en 1982. Estas estructuras fueron objeto de
reconocimiento arqueológico en el año 2000, por parte de
profesionales del Centro de Investigaciones Sociales An-
tonio Nariño (CISAN).

3
César Hincapié. Inmigrantes extranjeros en el desarrollo del Quin-
dío (1999).
221
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Luego del terremoto de 1999, se reportaron algunas en


el patio de una casa en el sector del barrio Montevideo
Central de Armenia. Además de las reportadas en Quim-
baya, que ha tomado hoy el nombre de la ciudadela educa-
tiva, en ese año también se reportó el avistamiento de diez
estructuras líticas, a 3.600 metros de altura, en el páramo
del Valle del Chilí en Pijao. En el año 2001 se detectaron
alrededor de veinticinco en el sector del barrio La Fachada
de Armenia, y se constató que otra había sido alterada por
los constructores de la obra en el sector La Luisa, de la ciu-
dadela educativa de Circasia, así como la destrucción de
dos más en la entrada al barrio Génesis de Armenia.
La permanencia de estas estructuras, en algunos casos,
está garantizada porque no se encuentra asociado a ellas
material cerámico o de oro, pero en la mayoría de veces
está relacionada con su desaparición. Las únicas que se
conservan relativamente bien son las del barrio Monte-
video Central de Armenia porque, como caso especial en
Colombia, son cuidadas por los dueños del predio, aun-
que están a expensas de su alteración si llegara a cam-
biar de propietario el lugar. Las ubicadas en la ciudadela
educativa de Quimbaya (catorce en total) fueron objeto
de restauración en años pasados, utilizando fondos de los
impuestos de telefonía celular, con tan mala suerte que
su efecto de preservación fue negativo, lo que obligó a
cubrirlas nuevamente con tierra.
Con el ánimo de un espíritu divulgativo, el Museo del
Oro Quimbaya y la Gobernación del Quindío traslada-
ron las piedras de algunas estructuras líticas encontra-
das en las veredas Portugalito de Armenia y sector del
Divino Niño de La Virginia (Calarcá) a instalaciones de
estas entidades, donde los visitantes las pueden apreciar.
Sin embargo, a pesar de las acciones tendientes a su cui-
dado, muchas han desaparecido o han sido destruidas.
No es suficiente la sensibilización realizada entre los fun-
cionarios y con la misma ciudadanía, para aprovecharlas
como material didáctico sobre las culturas antiguas de
esta región.
222
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Es urgente que el instituto rector de las excavaciones


arqueológicas en Colombia (Instituto Colombiano de An-
tropología e Historia, ICANH) se preocupe por su estu-
dio, así como se ocupó de la intervención realizada en el
municipio de Cajamarca por el arqueólogo Héctor Salga-
do, y donde se obtuvo una fecha en el sitio Córcega, da-
tada entre los siglos VIII y V antes de Cristo. Constituye
ello la única referencia para determinar las fechas relati-
vas sobre estas evidencias.
También se ha promovido la instalación de “museos
de sitio” en muchas lugares del Quindío donde se han en-
contrado estas piedras trasladadas por los antiguos pobla-
dores, aunque se desatendieron las recomendaciones, tal
cual ocurrió antes de la construcción del Mirador Colina
Iluminada de Filandia, donde se alteró y se destruyó un
gran testimonio lítico que correspondía a esta tipología.
Las páginas siguientes nos llevan, en diferentes pano-
ramas municipales, a tener en cuenta la historia y el patri-
monio cultural, a través del relato vivido, para construir
los lineamientos de un turismo sustentable en este depar-
tamento. Es, como lo dice Unesco, un turismo considera-
do desde el alimento de la cultura, que es su savia.

223
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Quimbaya y sus historias de luces y arqueología

Cuando se realizó el mayor hallazgo de orfebrería pre-


hispánica del siglo XIX, en 1890, el municipio que hoy se
llama Quimbaya pertenecía al recién fundado caserío de
Filandia. Durante mucho tiempo se llamó a dicho sitio —y
a otros de la época— con el nombre de “La Soledad”, pues
en las acciones de guaquería se le daba esa nominación a
las piezas ornitomorfas (forma de ave) de oro que apare-
cían en las sepulturas y que presentaban características de
silbatos o flautas. Se creía que el sonido producido por es-
tos instrumentos evocaba el de aves solitarias del Quindío,
llamadas popularmente barranquero, barranquillo o sole-
dad. Así lo mencionó también en su obra Recuerdos de la
guaquería en el Quindío don Luis Arango Cardona en 1924,
cuando describía los objetos que encontraban en las tum-
bas saqueadas: “dos soledades de barro, paradas sobre un
palo nudoso de barro; su tamaño era el natural, palo, cuer-
po y alas, las cabezas de un poco volteadas y se unían por
el pico; pintadas con tinta negra y blanca; por encima de la
cola tenían un orificio y al soplar por él, salía el viento por
el pico de ambas, cantando como la soledad selvática”.

Luces y arqueología

En 1914 se estableció el poblado de Alejandría como


corregimiento de Filandia, localizado en el paraje que
siempre había sido llamado “La Soledad”, y fue sólo en
1922 cuando se erigió como municipio con el nombre de
Quimbaya. Es conocido con el más hermoso y patrimonial
apelativo o perífrasis: “Luces y arqueología”. El primer
término alude al mensaje simbólico y representativo de la
celebración religiosa del 7 y 8 de diciembre, llamada “Fes-
tival de velas y faroles”. Su origen se remonta al año 1980
cuando, desde la iniciativa de los habitantes de algunos
224
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

barrios, en unión de una gestora, Luz Marina Arcila de Ar-


cila, recibieron unos faroles elaborados de papel de arroz
que tenían un tono blanco profundo. Tales faroles fueron
aportados por el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal,
comenzando así la tradición que se volvió famosa y que
antes había sido una costumbre del sector barrial.
La segunda parte de su apelativo se refiere a la arqueo-
logía, aunque realmente poco se tuvo en cuenta esa inje-
rencia científica en el modo de ser, de llamarse o de repre-
sentarse los quimbayunos. Otros son los determinantes
que han marcado la vida de Quimbaya. El primero, está
en relación directa con el pueblo indígena prehispánico.
Actualmente se ha probado que en la región del Quindío
vivieron otros grupos vecinos de los quimbayas históricos,
o sea los que el español Jorge Robledo había contactado en
1540, en lo que hoy es Pereira, cuando fundó Cartago. Sólo
que por la sonoridad del término (algunos dicen que pudo
ser quimbayá), se fue identificando al nuevo municipio
cuando algún poblador evocó la cultura aborigen.

Quimbaya, la del Tesoro

La toponimia indígena alzó vuelo con ese nombre, a


tal punto que las 122 piezas de oro que se obsequiaron a
España, no dudaron en llamarse “El Tesoro de los Quim-
bayas”. La guaquería (saqueo de sepulturas indígenas)
incentivó el empleo de dicha palabra de tal forma que
cualquier hallazgo era endilgado al pueblo prehispánico.
La generalidad en utilizarlo se extendió —incluso en los
estudios de etnohistoria— hasta referenciarlo como “Cul-
tura Quimbaya”.
Es tal la apropiación ciudadana de su nombre, que
hasta la figuración de algunos faroles de diciembre se
inspira en la forma del recipiente que los indígenas uti-
lizaban para guardar cal en polvo y que los colombianos
identifican todavía —por sus cuatro esferas en la parte
superior— como el más icónico de los objetos antiguos,
con el nombre de “poporo quimbaya”.
225
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

El templo y otros referentes turísticos

Entre labores de guaquería y escasas acciones de ex-


cavación científica, ha transcurrido la vida de Quimbaya,
que también cuenta con otros hitos y sitios patrimoniales:
la imagen del templo Jesús, María y José, llamada el Cris-
to de la Esperanza, del escultor Buenaventura Malagón; la
Pequeña Granja de Mamá Lulú, pionera del turismo rural
o agroturismo y que maneja el concepto de granja autosu-
ficiente; el Monumento a las Madres, también del maes-
tro Malagón; los más famosos muñecos de “año viejo”,
elaborados por la familia Ospina; el bosque del Ocaso; el
balsaje en el río de La Vieja.

Un guaquero singular

Por la profusión de hallazgos también abundaron his-


torias de guaquería. Se despertaron pasiones, se constru-
yeron realidades míticas y se escucharon a los hombres
curtidos por el sol en las faenas de búsqueda de tesoros,
con una herramienta básica llamada “mediacaña”. Uno
de ellos fue don Argemiro Buitrago, cabeza de una fami-
lia destacada, pero que abogaba por el respeto de objetos,
restos y estructuras antiguas, a la vez que extraía el ma-
terial cerámico, metálico y pétreo en cantidades. Buitra-
go fue el único guaquero que brindó información sobre
el sitio exacto del hallazgo que terminó en España, en el
continuo de mesetas que se despliegan desde el borde de
la quebrada Buenavista, hasta la disposición topográfica
donde hoy se ha construido el sector urbano. Contaba
que el “Tesoro” se hallaba en dos bóvedas llamadas “ma-
tecañeras”, que las paredes de las tumbas tenían pintu-
ra geométrica y que había urnas funerarias. Fue tanto el
aprecio que despertaron en él las piezas que extraía en
sus labores de guaquería, que las conservó como un bien
preciado en vitrinas y hoy son las que los miembros de su
descendencia familiar decidieron entregar a la Casa de la
Cultura.
226
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Tres procesos familiares y comunitarios de Quimbaya


que son historia del turismo

Si de algún municipio del Quindío hay que referen-


ciar el nacimiento del concepto turístico, ese es Quimba-
ya, que además es acción, es vivencia y es historia de la
actividad humana que tiene que ver con el empleo del
tiempo libre, la praxis del viaje y el conocimiento natural
y cultural.
En la década de los años ochenta del siglo XX, el te-
rritorio cafetero de Quimbaya ya hervía en su desarrollo,
marcado por el precio del grano y la bonanza, y esa era
entonces la actividad económica que signaba este muni-
cipio. Sin embargo, desde el agro se empieza a perfilar el
primer renglón de un incipiente turismo que los estudio-
sos llamaron “agroturismo” y, por su vocación campesina
desde la dinámica de su espacio geográfico vital, se exten-
dió al país nacional como turismo rural.
Es así como se crea la Pequeña Granja de Mamá Lulú,
en la vereda Palermo. Su misión ha sido meramente
agroecológica y ha sido una pionera del turismo en el
Quindío. Si bien el comienzo de la granja obedecía a ese
emprendimiento familiar que quería mostrar las bonda-
des y ventajas del manejo integral de un reducido espacio
para el mantenimiento de su núcleo grupal, muy pronto
ganó interés municipal primero, académico después y tu-
rístico luego, porque sus experiencias llamaban la aten-
ción, motivo que despertó el primer paso a la consolida-
ción de un atractivo ecológico y educativo.
Una reseña monográfica de la Gobernación del Quin-
dío (año 1986) así lo indica: “El visitante encuentra allí
en pleno desarrollo treinta y tres microproyectos de tipo
agropecuario e inclusive agroindustriales. El reciclaje
perfecto y la producción de abonos son dos de los progra-
mas banderas de la granja. En el aspecto turístico, desde
hace cinco años se ha convertido en el centro de atrac-
ción turística e investigativa. Allí llegan colombianos y
extranjeros, unos llenos de curiosidad, otros en busca de
227
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

conocimientos, especialmente los estudiantes de las áreas


relacionadas con la agricultura”.
Hace más de 30 años —y hoy— la visita a la Pequeña
Granja de Mamá Lulú es obligada misión de las universi-
dades e institutos agropecuarios del país. En ese periplo
tampoco estuvo ausente la Escuela de Administración y
Mercadotecnia del Quindío (EAM), con su novel progra-
ma de Administración Turística, pues cada semestre la vi-
sita de sus estudiantes y profesores era tan importante y
esperada como lo fue también el viaje académico anual a
los parques arqueológicos de San Agustín y Tierradentro.
Su auditorio construido de guadua, sus instalaciones do-
mésticas, su biodigestor, su recorrido corto pero sustan-
cial siguen siendo muy recordados. Hasta sus almuerzos,
verdadero aporte a la culinaria para el turismo, marcaron
la pauta en la preparación de platos que también rescata-
ban secretos y saberes de las abuelas.
En sus reducidas estancias se cocieron las siguientes
delicias: “Pollo al paseo”, sancocho servido en cazuela de
barro, que además se acompaña con sudado envuelto en
hojas de plátano ahumado y sobremesa compuesta por
leche con arequipe o limonada natural; “pescado a la gua-
dua” y “conejo frito” son los otros dos procesos creativos
de la delicia gastronómica que nacieron allí, aunque eso
reflejó más un rescate de las tradiciones que pueden re-
montarse a la época más antigua, como son la pesca en el
río de La Vieja o la preparación de liebres o conejos saba-
neros de los primeros cazadores de esta región.
En 1980 los habitantes del barrio Sierra Ochoa deciden
realizar su alumbrado del 7 y 8 de diciembre con motivos
especiales, lo que comenzó en 1981 como el primer concurso
de Velas y Faroles, motivado por el espíritu comunitario, la
belleza de las manualidades y el fervor religioso de los ha-
bitantes. La constancia, creatividad y versatilidad, así como
el movimiento comunal que la elaboración de los faroles
despierta, han convertido esta actividad en un producto tu-
rístico sin igual. El país entero se vuela al Quindío, llenando
las calles de Quimbaya a principios del mes de diciembre.
228
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

El impacto en la vida económica, el entusiasmo de los


habitantes y la apropiación social de esta efemérides pro-
vocó también un resultado político y gubernamental que
se cristalizó en septiembre de 2006, cuando la goberna-
dora encargada, Luz María Arbeláez Gálvez, sancionó la
ordenanza 00023, “por medio de la cual se declara bien de
interés cultural intangible el festival de velas y faroles del
municipio de Quimbaya en el departamento del Quin-
dío”. La relevancia de esta providencia oficial es grande,
ya que, junto con el yipao y la cestería de bejucos de Filan-
dia, en el departamento ya contamos con tres expresiones
del patrimonio cultural inmaterial departamental, que no
sólo son declaradas en el ámbito regional sino que son
también un componente turístico de valía.

De las Velas y Faroles al balsaje

Un elemento destacado de este festival de velas y faroles


es que también encierra el tono comunitario. “La comuni-
dad, de manera especial, conforma juntas de barrio que in-
formalmente comparten inquietudes, despliegan activida-
des económicas, eligen el diseño, lo plasman y vigilan celo-
samente su anonimato. Todos los diseños son presentados
ante el grupo social únicamente el día indicado”, como lo
menciona el documento «Quimbaya tierra de luz»4.
El desarrollo familiar convertido en empresa, en la dé-
cada de los años ochenta, se da gracias al empeño de una
familia quimbayuna que, de forma unida, gestó un em-
prendimiento turístico novedoso, dentro de lo que se ha
llamado el turismo de aventura. Se trata del balsaje sobre
el río de La Vieja. Una integrante de dicha familia, egresa-
da de la EAM en Administración Turística, junto con los
otros miembros del núcleo familiar, fue la propulsora del
primer atractivo acuático de la región.
No sólo volvió la tradición de navegar en juncos o
guaduas, como lo hacían los antepasados indígenas, sino

4
Plegable informativo de la Gobernación del Quindío (2008).
229
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

que se originó un producto que hoy se ha multiplicado a


granel. Los Botero Londoño hicieron del primer balsaje
de Quimbaya y del Quindío toda una institución empre-
sarial. Una de sus características es la responsabilidad y
seguridad que ofrecen en sus recorridos a partir de me-
didas especiales. El balsaje evoca lo indígena, pues el río
de La Vieja fue la corriente hídrica reseñada durante la
conquista española. Así lo confirman las noticias de las
crónicas del siglo XVI.
Granja agropecuaria, tradición religiosa y balsaje son
hoy el timonel del turismo local y con identidad de Quim-
baya. Aunque otros aspectos pueden encaminarse en la
senda planificadora, los tres mencionados, en su integra-
lidad, muestran lo mejor de sí de los quimbayunos.
En todos los campos del patrimonio cultural, Quim-
baya muestra otros insumos para el turismo responsable,
además de las estructuras líticas arqueológicas del Insti-
tuto Quimbaya, que fueron detectadas en la nueva cons-
trucción del plantel y que fueron respetadas para que sean
admiradas por propios y visitantes. También se destaca la
elaboración de motivos de platería y orfebrería de varias
mujeres artesanas. Otros atractivos para el turismo serán
las historias de arqueología y de guaquería, pues el llama-
do “Tesoro de los Quimbayas”, que hoy reposa en Madrid
(España), fue encontrado en su jurisdicción, y la existencia
de pueblos Embera Chamí, cuyas familias colaboran en la
dinámica del balsaje, en su condición de balseros.
De cada una de estas realidades se podrán desprender
sueños turísticos: un recorrido de arqueología e historia,
una empresa cultural de objetos metálicos que revelen de
nuevo el pasado indígena, como recordatorios de viaje,
una exposición fotográfica de las 122 piezas de oro del
Tesoro de los Quimbayas en algún recinto cultural del
municipio y una ruta étnica del Quindío.

230
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Calarcá cultural y sus construcciones tradicionales

La importancia y el protagonismo de Calarcá siempre


han estado ligados a su devenir cultural y al cúmulo de
relatos de tradición oral, entre los cuales se destaca el del
personaje indígena que inspiró su nombre y que en la
época de la conquista pertenecía al pueblo Pijao.
Calarcá es turismo desde la existencia de diversos si-
tios paisajísticos y de patrimonio ambiental: Mariposario
del Jardín Botánico, Eco Mirador Peñas Blancas, Mirador
de la Virginia, Chorros de San Rafael, Cerro Campana-
rio. Es sede de eventos culturales, como el Encuentro Na-
cional de Escritores Luis Vidales, y posee una Casa de la
Cultura que potencia la generación y exhibición de mues-
tras artísticas. Es la cuna de varios caricaturistas famosos
de Colombia y allí su fortaleza también estriba en el desa-
rrollo de una Escuela de Comunicación Gráfica llamada
Taller Dos. Calarcá es parques temáticos, es el conjunto
de fincas y haciendas para el turismo y es y puede ser
turismo cultural.
Su arte público y del espacio interior comprende obras
simbólicas y representativas. Entre otras, las dos estatuas
del parque principal, llamadas “Monumento homenaje al
Café”, de César Gustavo García; la escultura del Cacique
Calarcá de Eduardo Botero; el mural sobre la fundación
y primeros pobladores de Orlando Londoño, así como
otra de sus esculturas en un hotel de la municipalidad; el
mural “Camino futuro”, de varios artistas, en el corregi-
miento La Virginia.

Tierra de escritores

Calarcá es también un conjunto de hombres y mujeres


que se han destacado en la poesía, la prosa, la crónica y
las artes. Incluso uno de sus fundadores, don Segundo
231
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Henao, escribió en 1921 un sencillo libro titulado La Mis-


celánea, lo que ha motivado que se cuenten vivencias y
anécdotas sobre él. No obstante la vasta producción bi-
bliográfica sobre Calarcá, pocas obras pasan el rasero del
estudio profundo.
Carlos Alberto Castrillón, en uno de los apartes del li-
bro Calarcá para leer (compilado por Álvaro López Cortés,
2010), anota la importancia de tener en cuenta los análisis
de Jaime Lopera (en su obra La colonización del Quindío),
Carlos Miguel Ortiz (en Elementos para la interpretación de
la colonización quindiana), Jaime José Grisales (en La confor-
mación de la región quindiana) y Albeiro Valencia (en Pecu-
liaridades del proceso de colonización y diferenciación social de
los colonos del Gran Caldas) para entender mejor el proceso
fundacional.
Mientras tanto, se han publicado en Calarcá las cróni-
cas, recuentos de costumbres y reseñas sobre personajes.
Aunque las hay de varios matices, se destacan, entre otras,
Calarcá en la mano de Eduardo Isaza, Calarcá en anécdotas
de Rodolfo Jaramillo Ángel y Viaje a la aldea de Humberto
Jaramillo Ángel.

La arquitectura de la Colonización

Pero hay algo que es imperioso realizar, en aras de do-


cumentar aquello que los arquitectos Lorenzo Fonseca y
Alberto Saldarriaga denominan “la historia del país sin-
tetizada en la arquitectura de nuestro pueblo”5. Calarcá
cuenta con un conjunto arquitectónico de casas de la colo-
nización, consideradas importantes por el entonces Col-
cultura (Instituto Colombiano de Cultura) en 1986, a tra-
vés de la Resolución 0017, por la cual se determina como
parte del patrimonio cultural y artístico de la Nación un
sector del municipio. En uno de sus considerandos, la
resolución anotó que, de acuerdo con los estudios reali-
zados, “se encontraron valores históricos, urbanísticos,

5
Los colores de la calle (1985).
232
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

ambientales y arquitectónicos suficientes que hacen nece-


saria su conservación y salvaguardia”.
El levantamiento de ellas es apenas el comienzo de una
historia documental de hace más de un siglo. En su reco-
rrido funcional esas casas fueron el testimonio de varios
eventos históricos y en su inicio fueron el constructo a
partir de experticias de albañiles y gestores en la etapa de
la colonización. Sigue el siglo XX con su tímida carga de
relatos sobre ellas y sobreviven a procesos de destrucción
y refacción, hasta que el terremoto asesta sobre algunas la
estocada de muerte que se refleja en su desaparición. No
obstante, 30 años después de dicha determinación oficial,
tal parece que eso no ha sido suficiente, pues “la compe-
tencia valorativa de la definición de su carácter patrimo-
nial frente a los monumentos históricos no depende di-
rectamente de sus valores intrínsecos solamente, depen-
de del entendimiento global de la historia y de la cultura
de la sociedad que lo ha producido”6.
Lo que más ha afectado su persistencia física es la poca
consideración que tienen propietarios o moradores sobre
ellas. Se alega que nunca se les consultó la declaratoria
nacional de patrimonio, mientras otros sostienen que se
debe dar paso al progreso en el emplazamiento urbano.
Cuando se pensó que las casonas de bahareque debían
declararse patrimonio cultural y artístico de Colombia,
muchos de sus propietarios ignoraban la importancia de
ese acto gubernamental y ese sentimiento todavía persis-
te con la escasa valoración de esas construcciones. Así se
desconocen los valores y atributos de los materiales te-
rrígenos, como el bahareque y la tapia pisada, elementos
que han estado ligados a la historia de la región y que son
únicos y singulares, como que conforman una arquitectu-
ra “temblorera”, que resiste a los movimientos sísmicos,
que es fresca y para muchos bella, y se considera versá-
til para el desarrollo de un turismo sostenible del Paisaje
Cultural Cafetero.

6
Alberto Saldarriaga. Valor testimonial de las tradiciones urbanas.
233
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Tomando de nuevo la consulta de Calarcá para leer, en-


contramos referencias interesantes sobre sus casas: “la de
la calle 32, hasta el final del patio, donde Alirio Sabogal
Valencia hacía locución radial en los comienzos de lo que
él llamaría La Voz de Calarcá”; “las casonas con sus bal-
cones repletos de geranios y claveles y sus patios aroma-
dos de jazmines”, descritas por Álvaro Hincapié Palacio;
“la cocina de tres estufas” de la casa de Raúl Echeverri
Molina.
Las viviendas de “pisos de madera encerados a mano,
brillantes como espejos”, que recuerda Beatriz Eugenia
Gallego; la descripción poética de Esperanza Jaramillo de
“una vivienda que sollozaba en las noches, que guardaba
en sus maderas el canto de pájaros dormidos”; la “solarie-
ga residencia de la cuarenta y uno con veintinueve esqui-
na, rodeada de anaqueles repletos de libros”, del escritor
Humberto Jaramillo Ángel, lo que es evocado por Carlos
Enrique Rincón Torres.
De estos relatos de casas, que sólo son recuerdos, se
podría pasar al interés de arquitectos como Hernán Giral-
do Mejía y Enrique Barros Vélez, que no sólo describen su
estética provincial sino que abogan por su conservación.
De eso da fe la relación detallada de la famosa “manzana
de los Giraldo” (carreras 23/24 calles 38/39) y la recons-
trucción fidedigna de la sede del entonces Banco Central
Hipotecario, hoy Alcaldía Municipal.

Muerte a cuenta gotas

Las casas de Calarcá hoy mueren poco a poco. La de-


claratoria no se respeta. No se valoran detalles, cielorra-
sos, andenes y zaguanes con diseños grabados. Se cono-
cen referencias vagas de casas o cuadras simbólicas, como
la casa de las Téllez y la Escuela Uribe Uribe, aunque su
refacción y pérdida de detalles es una realidad. Esfuer-
zos como los desarrollados por Jorge Humberto Guevara
con su conservación y mejora de fachadas e información
patrimonial, o de Luis Fernando Londoño con su Museo
234
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Gráfico y Audiovisual (casa que también es antigua y


está en peligro de desaparecer), son encomiables pero no
suficientes porque la verdadera amenaza está presente
todavía: falta de conciencia comunitaria, estatal y patri-
monial frente a un tesoro arquitectónico que no es sólo
de los calarqueños. Es del patrimonio humano del Paisaje
Cultural Cafetero.
Vale la pena recuperar el espíritu de una entidad, la
Corporación Amigos del Patrimonio, que, aunque no fue
escuchada, dejó las semillas para que se conservaran al-
gunas viviendas.
Y también el sentido artístico que pintores como Fer-
nando Valencia y Hernando Jiménez colocan a sus obras
de interiores en aquellas casas. O el empeño de seguir fi-
jando, en sus fachadas, placas informativas que relaten
sus anécdotas y las características peculiares de sus anti-
guos y actuales residentes, y últimamente la instalación
de una calle de los poetas, con las pinturas de las Herma-
nas Muriel, o la ambientación de otros espacios públicos
con murales de estas artistas y del pintor Jairo A. Álvarez
Osorio.

Soñar Calarcá turística

Casas de la colonización. Cerros tutelares. Un río poé-


tico. Leyenda de un héroe amerindio. Memoria gráfica
y audiovisual. Única colección de cédulas antiguas. El
parque de las tradiciones cafeteras. Mariposario. Escritu-
ra, prosa y poema. Naturaleza altiva. Alcarraza de Que-
bradanegra. Forcha de Barcelona. La Bella del Rapsoda.
Andenes grabados que inspiran historia. El municipio de
Calarcá es cada una de estas menciones. Desde la primera
y hasta la última, con el riesgo de omitir otras, nos descri-
ben reflejos de su patrimonio natural y cultura, sus ima-
ginarios y sus proyecciones turísticas.
Cualquier calificativo nombrado en Calarcá invita al
desarrollo turístico, aunque la ciudad no se deja coquetear
por la modalidad que evoca la naturaleza del homo viator
235
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

(homo viajero). Por eso, consideramos importante destacar


cuáles son esos recursos, atractivos y productos históricos
que serían el compendio de la valoración de Calarcá.
Ningún municipio quindiano ha sido tan inventariado
para el reconocimiento turístico, como ocurre con la “Vi-
lla del Cacique”. La primera acción fue precisamente la
de diciembre de 1986 (Resolución 0017) del Instituto Co-
lombiano de Cultura, por la cual se determinó que gran
parte del centro municipal era declarado patrimonio de
Colombia. Vendrían después de urgencia, luego del te-
rremoto de 1999, para precisar cuáles eran los inmuebles
afectados por el terremoto. En la caracterización de un
trabajo interesante titulado «Alma Región» (Gobernación
del Quindío, 1988), se identifican lugares naturales como
el cerro Peñas Blancas, el Jardín Botánico, la plaza de mer-
cado, El Salado y los chorros de San Rafael (o cascada de
Santo Domingo) y los ríos Quindío y Barragán. También
se menciona la forcha, el Reinado Nacional del Café, la
familia Castañeda, el evento Café con Verso, el desfile
del yipao, la leyenda del Cacique Calarcá, la Corporación
Musical Palosanto y la Casa de la Cultura Lucelly García
de Montoya.
No se hablaba todavía de turismo en gran escala pero
se reconocían estos espacios como importantes para sus
habitantes. Se había basado aquello en la información de
otro documento oficial, la reseña de inventario local, titu-
lada «Calarcá, flor, arquitectura y café» (1997), en el que
aparecían lugares como el Mirador de Peñas Blancas, el
Mirador de La Línea y el campanario La Divisa, el valle
de Barragán, la Torrefactora La Y, la concentración Rural
Agrícola La Bella, la escuela Rafael Uribe Uribe, el para-
dor de Camioneros, el Club de Jardinería y el Hospital
La Misericordia. También se incluyeron la procesión de
Nuestra Señora la Virgen de la Soledad, el Mercado Arte-
sanal del occidente colombiano, el Reinado Nacional del
Café (a realizarse del 26 al 30 de junio de 1997 en su 15ª
versión), el concurso de balcones, calles, edificios y vitri-
nas de dichas festividades y la Novena de Aguinaldos.
236
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Estaban reseñados también el Parque Recreacional


Alto del Río, el Club Cafetero y los Centros Recreacio-
nales Karlaká y La Albania. Este último durante mucho
tiempo fue un frecuentado sitio que ofrecía servicio de
piscina. Dos menciones perfilaban el primer sentido tu-
rístico que se le daba a Calarcá: las rutas ecológicas y los
hoteles y haciendas vinculadas al agroturismo. Comple-
taban este recuento de lo cultural y turístico los parques y
los escenarios recreativos y deportivos.
El terremoto de 1999 obligó a la realización de otros
inventarios. Sólo hasta este momento aparecen las pri-
meras referencias de sus construcciones patrimoniales,
sobre todo las que estaban en riesgo por los daños oca-
sionados a sus estructuras. En el año 2000 se publica un
escueto informe patrimonial, donde están las quintas de
la calle 41, “varias casonas de la arquitectura de la colo-
nización”, escuela Uribe Uribe, Academia Musical Palo-
santo, casa de Teresa Gallón de Mejía, “tres casas de ar-
quitectura de la colonización” y la casa del Banco Central
Hipotecario.
En 2009, la secretaría de Turismo y Cultura presenta
la «Actualización del inventario de atractivos físicos y
culturales en siete municipios del Quindío», entre ellos
Calarcá. Aparecen denominaciones nuevas, como el Eco-
parque Peñas Blancas, el Cerro El Castillo, el Encuentro
Nacional de Escritores Luis Vidales, el Encuentro Nacio-
nal de Grabadores y el Festival de Música Campesina del
corregimiento de Barcelona. En cuanto a las fincas turísti-
cas, aparecen La Colina, Dinamarca, Hacienda Combia y
Casa Museo La Cabaña.
Por primera vez se registra una casa patrimonial de
alto valor simbólico, la Casa de las Téllez, junto con los
conjuntos arquitectónicos señalados en la declaratoria de
Colcultura. Dentro de los recursos culturales, se registran
el Museo Gráfico y Audiovisual, el Parque Monumento a
Baudilio Montoya, Yraba Ceramistas, Villada Taller Grá-
fico y Arte en la Plaza de Bolívar (se refiere a las dos esta-
tuas del artista García).
237
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Algo curioso, que también sucede hoy, es que las casas


de su centro histórico no se promocionan (y tampoco aho-
ra) como bienes potenciales al turismo. La razón es muy
sencilla. No hay querencia ni aprecio hacia esos bienes
inmuebles. La prueba fehaciente es que hoy la estructura
interior de la Escuela Uribe Uribe y el conjunto aledaño a
la Academia Palo Santo ya desaparecieron, para dar paso
a una refacción en la primera y a un nuevo edificio en la
segunda. Mientras tanto, la soberbia Casa de las Téllez
lucha por su conservación.

238
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Pijao, un pueblo de ensueño y paisaje

Pijao es el único municipio del Quindío que hoy tiene


claridad sobre su posición ante el turismo, ámbito este
que es la realidad actual del departamento.
Por cuenta de un proceso llamado “Ciudad sin prisa”
(o Cittaslow en su denominación genérica), este poblado,
fundado en 1902, ya hace parte del conjunto de las “ciuda-
des lentas” que en cualquier lugar del mundo, y con me-
nos de cincuenta mil habitantes, han adoptado la filosofía
del movimiento Slow Food. Se refiere ello a la posibilidad
que tienen los ciudadanos de disfrutar el equilibrio entre
la modernidad, la tradición y el buen manejo ambiental.
En el caso de Pijao, eso se extiende al turismo. De hecho,
ya es el primero en Latinoamérica y todo se logró gra-
cias a una gestora e impulsadora cultural, la comunica-
dora social Mónica Flórez Arcila. Hay que ser soñadores
y contar con proyección de futuro para lograr dos cosas
que son muy difíciles en el campo turístico: armonía de
la actividad de atención a visitantes con el medio local y
sostenibilidad de un nicho turístico que tiene naturaleza,
cultura y productividad vernácula.
Pijao respira todavía el ambiente apacible de la vida co-
tidiana basada en tradiciones campesinas y sus habitantes
son conscientes de la fortaleza que eso representa. Su con-
texto geográfico es variado debido a una diversidad de pi-
sos térmicos, desde el páramo hasta el terreno apto para el
cultivo del café, su renglón económico más importante. Si
a esto le añadimos paisaje ensoñador, matizado por exten-
sión agrícola, palmas de cera, páramo y lagunas, la preten-
sión de convertirlo en destino turístico de primera categoría
se ha convertido en un arma de doble filo que, como todo
proceso, requiere estudio serio y sociológico que tenga en
cuenta el enfoque local desde sus anfitriones y enfoque glo-
bal desde sus potenciales visitantes e inversionistas.
239
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

La recepción y atención turística forman parte ya —o


por lo menos se potencian— desde la perspectiva del tu-
rismo cultural e histórico. Lo ideal es que el habitante lo-
cal, el quindiano que pasea y el turista nacional o extran-
jero, disfruten los recorridos que se plantean. Un sueño
que se convierte en realidad. Eso es Pijao en el plano del
conocimiento cultural.
Los recorridos se gestan desde la entrada en la vía
principal, que conecta a la capital del Quindío con Cai-
cedonia y otros pueblos del sector cordillerano del Va-
lle del Cauca. Ese lugar se conoce como Río Verde y
su nombre ya invoca la riqueza ambiental que crece a
medida que subimos por una vía intermunicipal que
también conduce a Córdoba. Muy pronto, tomando el
tramo derecho, se asciende hasta Pijao. Las peripecias
(o curvas) del camino muestran su rigor, recordándonos
las trochas zigzagueadas de los antiguos senderos de
los arrieros y caminantes. Sólo que ahora son asfaltados
para la comodidad del viajero. El aliciente del paisaje
nos compensa con la visualización del verdadero pano-
rama de las fincas cafeteras, porque allí se nos presentan
con la inmensidad de las montañas sembradas y, per-
diéndose como un punto, la casa de la finca con su techo
de teja de barro.
Seguimos subiendo y creemos llegar al cielo, hasta
que nos detiene un par de caminos que se enfrentan: el
de la izquierda nos llevará a Córdoba, el “susurro de gua-
duales”. A la derecha seguimos para penetrar en un en-
cajonamiento de montañas, que además marca por fin el
descenso. A cuatro minutos se nos destapa el viso urbano
de Pijao. En primer lugar, un conjunto de casas de una
sola planta que son el inicio de la llamada Avenida de las
Casuarinas. Enseguida, un arco de entrada construido de
ladrillo y cemento, que llaman “el arco de la paz”, cons-
truido después de 1945. Dicen que es inspirado en el Arco
del Triunfo de Francia.

240
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Arquitectura de bahareque

Después del arco viene otro regalo visual en ambos


costados de la vía de entrada y salida del municipio: la
arquitectura de bahareque. Sobre todo, una casa de dos
plantas, esquinera y esbelta, que tiene una fecha resaltada,
1938, recordándonos que es una de las más antiguas de
la tradición constructiva. En 1985 se concedió la primera
mención a Pijao, como que fue considerado el “Pueblo más
lindo del Quindío” por la institucionalidad de la época.
Al llegar al parque principal, tenemos la sensación de
continuar en el sueño, matizado por los parajes altivos: la-
deras montañosas muy cercanas que lo rodean. Sabemos
que más allá, detrás de ellas, están los paraísos de la natu-
raleza pródiga: senderos, fuentes de aguas cristalinas que
convergen en forma de quebradas en el casco urbano, mese-
tas, cañones profundos, palmas de cera, bosques de niebla
y el máximo tesoro: valles de frailejones. Sus nombres son
curiosos. Su visita no es turística, sólo debe estar en el plano
de la imaginación, porque esas alturas son sagradas y todo
ello encierra el más inigualable bien natural, el agua.
Mientras nos relatan sus historias, tratamos de indagar
por el origen de los nombres: El sendero de los Gavilanes,
no por las aves, sino porque así se llaman sus árboles. El
Río Lejos y la quebrada del Inglés. El valle del Chilí. La
laguna de las Mellizas. Los Juanes, Sardineros y La Mai-
zena. Y el nombre más escabroso, la Cuchilla de Carnice-
ros, en límites con Córdoba. Hasta el nombre de los ríos
cambia de color, del Verde pasamos al Río Azul.
Nuestra curiosidad ambiental no para allí. Antes del
almuerzo, en un restaurante donde encontraremos comi-
da casera, o saboreamos un pintadito espumoso en los
antiguos bares (entre ellos el de la greca casi centenaria),
nos han invitado a observar el árbol donde se posan las
garzas. Sólo hasta el atardecer entenderemos por qué el
apelativo de Pijao y su escudo se refieren a estas banda-
das de aves que transforman el verde de las hojas por el
blanco de su presencia, cuando se paran en sus ramas.
241
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Después de consumir las viandas pueblerinas, tene-


mos tiempo para apreciar los detalles arquitectónicos:
colores tradicionales, que tienden a convertirse en tonos
policromáticos, como está ocurriendo en otros pueblos
del Quindío. Descomunales puertas, que tienen en su
parte superior una disposición de arco, emulando el de la
entrada principal. Macetas de flores en sus ventanas, que
adornan hasta las casas humildes. Postigos de madera di-
señados y trabajados con esbeltez. Los caserones de un
lado del parque, donde está el Bar Social, haciendo gala
de elegancia. Cielorrasos bellos.

Las garzas

Seguimos con la observación de su gente y del entor-


no artístico, cultural y social: amabilidad y sencillez en su
patrimonio humano. Tranquilidad en transeúntes y en la
apariencia de sus habitantes. Una muestra arqueológica
variada en el primer piso del palacio municipal. Un testi-
monio gráfico del maestro Villada, llamado «Las Heren-
cias de los Quimbayas», en la entrada de la alcaldía. Calles
rebautizadas (calle del Colegio, calle de la Planta y otras).
Un último vistazo a las garzas ya llegando al árbol,
nos indica que debemos regresar. Antes, obligada visita
a sus escondidas esculturas: el monumento a la Recons-
trucción, del maestro Jhon Jairo Loaiza, y el monumento
a las Garzas, de la artista pijaense Vilma Alzate.
Partimos hacia Armenia y sabemos que no fue un sueño
este viaje. Entendimos que fue más bien un ensueño, porque
viajamos, vivimos, disfrutamos, pero seguimos en la línea
de la magia, la del paisaje, que no nos permitió despertar.
Sólo cuando llegamos a la capital sabemos que fue real.

Pijao y el turismo cultural

Son varios los aspectos culturales, atributos de la natu-


raleza y factores humanos que hacen de Pijao un destino
de especial interés:
242
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Primero, el café como esencia de la actividad humana


y como soporte del paisaje cultural que está en la lista de
patrimonio de la humanidad. Los extensos cafetales y su
visualización desde las alturas hacen de estos parajes un
conjunto difícil de olvidar.
Segundo, montaña arriba, las eternas palmas de cera
que son majestuosas y, enseguida, los valles de frailejo-
nes, verdaderos tesoros de la naturaleza.
Tercero, la realización humana plasmada en su arqui-
tectura tradicional singular o los puntos de encuentro que
han entrado a ocupar un sitio en la reseña histórica. Como
sus bares y cafés, por ejemplo.
De las tres menciones, sólo la primera y última deben
permanecer en la dinámica turística. La segunda es y
debe ser una referencia para el alivio del espíritu; en otras
palabras, su consideración es la de un santuario que no se
vulnere y sea respetado.
El café ramifica en lo físico, pero también se entronca en
los sentimientos de una población de caficultores o de pro-
pietarios, que encuentran en el nuevo turismo otra opción de
vida. Las manifestaciones tangibles que muestran sus casas
de bahareque, engalanadas además con la ornamentación
y policromía, convierten a cada una en protagonista de la
estética y de la historia social. Esta se construye igualmente
con la fuerza de sus imaginarios o con la simbología agraria,
que es precisamente lo que ocurre con las escenas de las gar-
zas que se posan todavía en algunos árboles al atardecer.

El patrimonio

Mónica Flórez conoce muy bien el desenvolvimiento


histórico de su arquitectura, pues entre 1995 y 1997 rea-
lizó un trabajo de compilación etnográfica sobre el valor
cultural de aquellas construcciones de bahareque, que
también amplió a otros municipios del Quindío. Sabe que
el patrimonio inmaterial, y su conocimiento, son insumos
básicos para entender la dinámica de la cultura, que es fi-
nalmente la “savia del turismo”, como lo afirma Unesco.
243
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

También valora profundamente los bienes de un patri-


monio natural, como son los bosques, las microcuencas,
las palmas de cera y los frailejones de los valles paramu-
nos, y que ellos están allí como guardianes de la biodiver-
sidad y no son, como equivocadamente se piensa, motivo
para un explotador y depredador turismo. Conoce muy
bien a sus paisanos y entiende, como ellos, que el princi-
pal patrimonio colectivo de Pijao lo constituyen el agua y
la serenidad de la vida agraria. Ambos factores podrían
desaparecer si no se manejan parámetros de conducción
turística amigable con el medio ambiente.
Estos principios son los que se comparten en Cittaslow
(ciudad sin prisa), un modelo de turismo que responde
al llamado y actitud responsable de sus protagonistas y
agentes estatales que lo apoyan.

Pijao, ciudad sin prisa

Gracias a su apropiación ciudadana, Pijao seguirá


siendo “el lugar donde se posan las garzas”, donde se res-
pira el aire paramuno, se disfruta la pureza de sus fuentes
hídricas, se dialoga en franca fraternidad pueblerina en
alguno de sus establecimientos públicos, con disfrute de
un café o un espumoso pintadito. Y se siente el renova-
do espíritu de paz desde la construcción colectiva. Esto
podrá ser una respuesta colectiva, sólo con el aporte de
todos en la gestación de un turismo nuevo, que tampoco
olvida la dimensión arqueológica.
Hace muchos años, otro gestor, Fernando Pérez, dirigió
el destino de la Casa de la Cultura. Murió en su empeño
de ver plasmado el sueño de contar con un montaje mu-
seográfico de la segunda más grande colección de cerámi-
ca arqueológica local que posee el Quindío. Si no fuera por
su insistencia ante las autoridades departamentales, y ante
el mismo alcalde, esas vasijas, copas, volantes de huso o
urnas funerarias habrían desaparecido. El turismo cultu-
ral en Pijao se enriquece con la exhibición de esas piezas
hoy, con el orgullo que transmite tal acción cultural a sus
pobladores en aras de conocer algo de sus antepasados.
244
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Salento, las historias de un “Dorado”


que puede revivir y el turismo

Siempre ha estado en la presencia documental de Co-


lombia, porque por su territorio, en el siglo XIX, pasaron
viajeros del Paso del Quindío que dejaron crónicas escri-
tas sobre las peripecias del arduo camino. Salento también
está en el registro nacional, porque uno de los que trasegó
por esa vía, también llamada el Camino de la Patria, fue el
Libertador Simón Bolívar, el 5 de enero de 1830, cuando
venía de La Balsa (hoy Alcalá) y había pasado por lo que
actualmente es Filandia. Estos detalles constituyeron un
primer conjunto de historias para contar.
Por cuenta del turismo se han cambiado mucho los há-
bitos de los salentinos y también se han perdido tradicio-
nes y manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial.
Si de este profundo tema se hiciese un inventario cons-
ciente y participativo, hoy tendríamos en esta población
quindiana un vasto material para alimentar el desarrollo
de un turismo histórico y cultural.
La arriería, la elaboración de jabón de tierra, la cultu-
ra culinaria, la producción agropecuaria, los molinos de
trigo y otros aspectos, constituirían un segundo bloque
de historias tradicionales, que hoy corren el riesgo de
perderse por el influjo de la globalidad que caracteriza
al turismo.

Boquía y Barcinales

Un tercer acervo de anécdotas y noticias se vinculan a


su establecimiento más primigenio, en la desembocadura
de la quebrada Boquía, por la década de los años cuarenta
del siglo XIX; también a su segunda fundación en los años
cincuenta del mismo siglo, en el sitio que hoy se levanta y
que en ese entonces se llamaba Barcinales.
245
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Y finalmente, a la llegada del tren —la primera y única


vez— a la estación abandonada de Boquía, pero que más
se recuerda por el paso del ferrocarril sobre un puente
curvo llamado La Explanación, que hoy se encuentra en
litigio porque su terreno aledaño, que pertenece a la na-
ción, ha sido ocupado por particulares.
Salento, además, está conectado con la simbólica del
país. En su territorio nace y crece la palma de cera, que
es el árbol nacional, y florecen los arbustos de la lepidota
tibouchina (siete cueros), aspectos botánicos que quedaron
representados en el primer billete colombiano de cien mil
pesos que ha emitido el Banco de la República. El valle de
Cocora se ha convertido en un referente turístico inter-
nacional por su belleza. Y lo más importante, en la parte
más alta de su jurisdicción está la mayor fábrica de agua
del centro de Colombia, el sistema del Parque Nacional
de los Nevados.

El oro de Salento

Con el desarrollo de los últimos acontecimientos del


país, hoy está en el tapete una polémica relacionada con
la solicitud de concesiones para extracción minera en la
jurisdicción del valle de Cocora. Esta coyuntura nos per-
mite revivir aspectos del pasado que podrían conformar
un cuarto compendio de historias de Salento, alrededor
de un “dorado” que siempre se buscó y cuyo fantasma
podría hoy revivirse. Las menciones de minas de oro en
esta población son evidentes en todos los escritos, cróni-
cas de viaje, informes y monografías.
También son realidad los hechos escritos que testimo-
nian la apertura de socavones, búsqueda incesante del
metal y hasta el reporte de algunas minas abandonadas,
cuya existencia se refleja en el comentario de pobladores
y aventureros. En su trabajo de grado, la historiadora
Piedad Gutiérrez Villa7 se refiere a Buriticá, una aldea de

7
Universidad Javeriana, Bogotá (1980).
246
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

existencia efímera en la historia del Quindío del siglo XIX,


pues de allí arribaron al naciente Boquía, en 1843, algunos
de sus habitantes, que se dedicaban más a la minería que
a las actividades agrícolas: “Muchos de los pobladores de
Boquía llegaron en busca de oro y después de explotar las
minas de la región y extraer la escasa cantidad de oro de
aluvión que existía, se dirigieron a la montaña en busca
de tesoros indígenas”. Es llamativo el topónimo de Buri-
ticá, ya que en Antioquia la población del mismo nombre
también se dedicaba a labores mineras.

Los viajeros y las minas

Viajeros, naturalistas y dibujantes que recorrieron el


paso del Quindío, también tuvieron que ver con las mi-
nas de oro de Salento. Del Siglo XIX se mencionan: Hans
Stoeber, alemán que “estuvo vinculado a empresas mine-
ras y conoció las regiones auríferas del Quindío”; el sueco
Carl August Gosselman, quien hace un análisis “sobre la
incipiente industria artesanal del oro en Antioquia, Toli-
ma, Quindío y el Cauca”; François Desire Roulin, artista
que dibujó paisajes, flora y fauna, pero que también “re-
corrió las minas de Boyacá, algunas de Salento abando-
nadas, las de La Vega, Supía y Marmato por encargo de
la Colombian Mining Company, de las cuales diseñó los
planos”.
En La Miscelánea, el fundador de Calarcá, don Segundo
Henao, comienza así su escrito: “En el año de 1879 vivía
yo en Salento, población que en ese entonces pertenecía al
Cauca. Trabajaba yo en una mina en las cabeceras del río
Quindío y viajaba mucho para Ibagué”8. Heliodoro Peña
se refiere a la riqueza del territorio perteneciente al Depar-
tamento del Cauca. Cuando habla de Nueva Salento (el
nombre que tomó el poblado después de su segunda fun-
dación), anota: “El suelo es aurífero por demás: encuén-
transe muchas minas de veta, filón y de oro corrido, aún sin

8
Universidad del Quindío, Armenia (1986).
247
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

elaborar, pero los lavaderos producen una buena entrada


de oro mensualmente, consistiendo en esto su riqueza”9.

Salento, el padre del Quindío

Las perífrasis o apelativos son frases alegóricas que


cumplen el papel de representar aspectos llamativos de
un municipio. En el caso de Salento, el “Padre del Quin-
dío”, nos recuerda que fue el primero fundado en el terri-
torio. Otro, como es la “Cuna del árbol nacional”, evoca
el hábitat de la palma de cera, sobre todo en el valle de
Cocora. Es este espacio geográfico, que ya está en la sim-
bólica nacional, el más destacado destino turístico de los
quindianos y uno de los más visitados de Colombia.
Cuando se vehiculiza un entorno ecológico al turismo
—habida cuenta la realidad económica— se piensa en va-
rias cosas: que se centre en él un movimiento que jalona
las demás actividades, que se considere un criterio de tu-
rismo ecológico y cultural con manejo responsable y sus-
tentable, que se declare santuario para el conocimiento
científico y su acceso sea restringido.
Es claro que el valle de Cocora optó por la primera
opción, igual que en la década de los años ochenta del
siglo XX, cuando algunos empresarios foráneos comen-
zaron un desarrollo turístico sin consultar la opinión o
la opción de los salentinos frente a la vocación que de-
bía tener el nuevo atractivo de paisaje y tranquilidad que
ofrecía Salento en su momento. La realidad sociológica
de este bello pueblo quindiano nos está mostrando hoy
que se impuso una equivocación histórica al optar por un
turismo que nunca consultó la realidad cultural, que no
socializó aquellas propuestas con los habitantes y que sus
actividades agropecuarias no fueron tenidas en cuenta
para el mantenimiento de un modelo que favoreciera a
los pobladores y sus descendientes.

9
Geografía e historia de la Provincia del Quindío. Popayán: Imprenta
del Departamento, 1892.
248
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Aunque salió adelante una modalidad centrada en el


cultivo de trucha (una especie extraña, aunque producti-
va y promisoria), vemos hoy que labores culturales como
son el cultivo de hortalizas, la producción de queso y
mora, el cultivo de papa, la industria lechera, las huertas
de plantas medicinales y hasta la técnica familiar de las
rudimentarias fábricas de jabón de tierra pasaron a se-
gundo plano, o son asunto del pasado y ya no se conciben
en una proyección nueva de un turismo que armonice con
los valores integrados al Paisaje Cultural Cafetero.
Como ocurre con el resto de municipios, el turismo
cultural debería ser el rumbo a seguir en la dinámica de
Salento, aunando a ello un profundo zanjón donde la
historia alimente las raíces de su identidad. Porque es el
único del Quindío que puede contar con un acervo de in-
formación sobre las diferentes épocas, incluyendo la rela-
cionada con el período prehispánico.
A través de una mirada rápida y un recuento conciso,
los siguientes son cinco aspectos arqueológicos, cultura-
les, patrimoniales e históricos de Salento, que deberían
tenerse en cuenta en la oferta turística:
La evidencia de paso por su territorio, de bandas an-
tiguas de cazadores y recolectores, como lo atestigua la
obtención de una fecha de 9.730 años de antigüedad, se-
gún registro arqueológico denominado Salento 24, y de lo
cual hay comprobación gráfica en el guión del Museo del
Oro Quimbaya de Armenia o en los informes que deben
reposar en los archivos del Instituto Colombiano de An-
tropología e Historia (ICANH).
Un archivo documental e histórico que, a pesar de mu-
tilaciones, malos manejos, indebida manipulación, robo
de algunos folios o desinterés ciudadano y oficial, da
cuenta de la importancia que tuvo esta población en los
siglos XIX y XX, tal cual lo confirma en su obra el historia-
dor Hernando Muñoz Cárdenas10.

10
Villa de Nueva Salento: asentamientos humanos en el siglo XIX en la
hoya del Quindío (1993).
249
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

El conjunto de evidencias arqueológicas denominadas


estructuras líticas o “tumbas de cancel”, de las cuales ha
existido total desinformación y, por consiguiente, des-
trucción paulatina. Un ejemplo concreto es una gran laja
que algún alcalde grabó en 1919 y que se encuentra en el
parque principal.
Reseñas de sus arquitecturas, la de la colonización
(hoy completamente refaccionada y maltrecha) o la ferro-
viaria, como es la del Puente de la Explanación, hoy mal
manejada por particulares.
Los hechos de la historia, representados en objetos
arqueológicos (molinos de piedra del siglo XIX para la
producción de trigo, hoy desaparecidos) y el Camino Na-
cional o Paso del Quindío, cuyos tramos han sido indebi-
damente intervenidos.
Salento merece, como el resto del Quindío, una reorien-
tación de su devenir turístico, para que no sucumba algún
día en el maremágnum del progreso mal concebido.

Turismo fallido y proyectado en Salento

Uno de los sucesos más polémicos del Quindío sucedió


en jurisdicción de este municipio, exactamente en el segun-
do sitio de mayor divisa que tiene, después del Ecoparque
y Mirador del Alto de la Cruz. Allí están hoy las ruinas de
la Posada Alemana, un conjunto instalado por el polémico
Carlos Lehder Rivas en 1983. Según el periódico Quindío
Libre, patrocinado por él, su construcción fue inspirada en
la Pensión Alemana, el hotel de su padre, el ingeniero ale-
mán Guillermo Lehder, y quien lo había administrado en
Armenia desde 1928 en la carrera 17 con calle 21.
El recuerdo de sus jaulas con leones y un cóndor de los
Andes cautivos, las maderas finas de su discoteca John
Lennon, una escultura de bronce que representa la figura
de cuerpo entero del cantante y otros atractivos de este lu-
gar (que pudo ser tal vez el primer y único hotel temático
de Colombia), ya hace parte de la historia del turismo en
Salento. Sus instalaciones, hoy abandonadas, y en poder
de la Dirección Nacional de Estupefacientes, son apenas
250
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

uno de los proyectos truncos del turismo salentino, como


fue también el comenzado Parque Temático del Agua.
Hubo propuestas soñadas en el comienzo de la acti-
vidad turística de los años ochenta, cuando se filmó la
película Arrieros semos. O en los años noventa, cuando la
Fundación Reserva Natural La Rosa de los Vientos pro-
puso “elevar el puente del Amparo o de la Explanación
como símbolo comunitario” en aras de hacer un recorri-
do integrado con el entorno arquitectónico y ambiental
de la quebrada Boquía. Las iniciativas encaminadas a un
turismo responsable no han dejado de presentarse, como
las gestadas por la Fundación Luz a Salento y Fundación
Bahareque, entre otras entidades.
El único sitio construido con espíritu turístico después
del terremoto de 1999 se llamó inicialmente La Aldea del
Arte Sano (hoy del Artesano) y en el año 2000 se quiso
articular con el proyecto del puente, llamado ya el Parque
Viviente de Boquía. Dicha propuesta no prosperó y ac-
tualmente se desarrollan allí actividades de senderismo
y de interpretación ambiental, además de manufacturas
artesanales.
Desde el propósito de la nueva dinámica proyectada
para los municipios del Quindío, las siguientes son otras
menciones de patrimonio cultural que deben tenerse en
cuenta, ya desde la historia, ya desde su apropiación so-
cial, para imprimir un sentido de turismo cultural.

Las casas de la colonización

Pese a la desfiguración de muchas, a la incorrecta no-


minación de “coloniales” o a la modificación interna de la
gran mayoría para presentarlas en la oferta de servicios,
las centenarias viviendas de Salento son y deben ser el
mayor atractivo. Se pueden mostrar ellas como las pione-
ras de una tradición constructiva del bahareque y como
el reflejo de una idiosincrasia que se expresa pródiga,
amplia y bondadosa y que integraba los valores de los
primeros habitantes. Atrás deben dejarse las nefastas
251
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

acciones, como ocurrió con las demoliciones de la casa de


un piso en la calle Real en 2006 o de la “casa de la escalera
de tijera” en el parque principal en 2010.
Estos dos hechos, entre otros, han producido efectos
en la mentalidad de un turismo inconsulto de la realidad
arquitectónica, pues se rompió el trazado inicial de la ca-
lle Real, que históricamente presentaba el costado dere-
cho con casas de dos plantas, y el izquierdo con viviendas
de un piso, con el objetivo de ofrecer a sus moradores vi-
sualización del paisaje.
La destrucción de la simbólica casa del parque (hoy con-
vertida en su nueva condición como hipermercado) afirmó
la tendencia de dotar los espacios interiores de mayor funcio-
nalidad para el turismo, sacrificando también los detalles de
sus fachadas, que hoy lucen con balcones amplios, pero que
no corresponden a la originalidad de “balcones ausentes” o
“falsos balcones” de nuestros abuelos constructores.
Con razón, hoy las redes sociales se ufanan de mostrar
los balcones “coloniales” de Salento, sin que ello se pue-
da respaldar históricamente, pues lo correcto es mencio-
nar una arquitectura de la colonización (multirregional,
como fue el caso de este municipio) y no de la Colonia,
que sólo se levantó en Cartago (Valle), donde sus casas
fueron construidas en la época del virreinato español.
Los eventos del patrimonio inmaterial deben ir de la
mano con un turismo del Paisaje Cultural Cafetero, que
a su vez debe ser consecuente con el respeto a los valo-
res, criterios y atributos señalados por Unesco y que, en el
caso de Salento, corresponden a sus tradiciones.
Una de ellas es la que se fomenta a través de las expre-
siones musicales. Sólo tres versiones se vivieron del Festival
de la Tagarnia, un singular nombre que destacó el encuen-
tro de varios géneros musicales desde 2007 hasta 2009.
Como ocurre con otras manifestaciones de la cultura
que se pueden potenciar al turismo, las empresas parti-
culares o gestores que las fomentan, deben desertar en su
empeño. Mientras tanto, otros evitan el naufragio a toda
252
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

costa, en las aguas turbulentas del desarrollo cultural,


pues puede más su empeño y vocación como cultores. En
este plano, es bueno mencionar la serie de funciones (con-
certadas con el Ministerio de Cultura) de La Loca Com-
pañía, entidad cultural que tiene su teatrino en el corazón
de la vereda El Agrado, donde sus habitantes disfrutan
las presentaciones, creando con esto un arraigo a su ve-
cindad desde el fomento artístico.
Mientras ocurre esto, otras empresas privadas tratan
de fomentar los eventos del mercado campesino el pri-
mer sábado de cada mes. Como lo anuncia un ecohostal,
se trata de “generar lazos comerciales con el campesino
y los artesanos, buscando diversificar la oferta turística y
cultural, descentralizando el pueblo y realzando el valor
de nuestras tradiciones y paisajes”.

El Camino del Quindío

Al existir en Salento un bien tangible tan importante,


como son algunos tramos del también llamado Paso del
Quindío, su manejo turístico debe ser delicado. Son más
de 300 años de historia, que no se pueden vulnerar, como
ocurrió en 2006 cuando se intervino con ampliación inde-
bida el trayecto que parte del Alto del Coronel hasta un
punto que conecta la vía Boquía - Salento.
Esto se hizo para convertir el Camino en una pista de
motocicletas de montaña. Mientras en otros lugares de
Colombia se conservan esas vías como un legado histó-
rico, en el Quindío sólo pensamos en la utilización de
senderos veredales con un criterio equivocado, que va en
contravía de la preservación ambiental.

Patrimonio cultural

La variedad patrimonial de Salento es notoria, pero


también es claro que sus recursos naturales y culturales
se podrían ver afectados con un escenario posible de ex-
plotación minera en su territorio. Además de las acciones
253
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

que se plantean, que van desde la oposición férrea de al-


caldes a esa decisión, existen otras que se gestan desde
el sentido comunitario o que están contempladas en la
legislación cultural.
Es bueno mencionar tres: en la Ley 1185 de 2008 y De-
creto 2941 de 2009, artículo 8°, se menciona lo referente a
la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial.
Uno de los campos de esta lista, que se construye entre los
ciudadanos y las autoridades de cada municipio, dice lo
siguiente: “Patrimonio Cultural Inmaterial asociado a los
espacios culturales. Este campo comprende los sitios con-
siderados sagrados o valorados como referentes cultura-
les e hitos de la memoria ciudadana”. Con relación a esto,
es indudable que en la Lista Representativa de Salento
los habitantes se ven reflejados con la inclusión del valle
de Cocora, como que es el sitio más representativo de la
región del Eje Cafetero.

Sitios sagrados

Paralelamente, el Cabildo Indígena Pijao del Quindío,


desde 2015, hizo solicitud expresa a la Alcaldía de Salento
para considerar al cerro Morrogacho (en la parte elevada
del valle de Cocora), como uno de sus sitios sagrados, que
igualmente debe estar en la lista representativa. En conse-
cuencia con esta acción, en noviembre de 2015 la Gober-
nación del Quindío, el Cabildo Pijao y la EAM realizaron
un audiovisual y un documento escrito sobre la caracte-
rización de otros sitios sagrados, además de Morrogacho,
como son el valle del Chilí de Pijao y el cerro Peñas Blan-
cas de Calarcá.
Una tercera herramienta consistirá en la permanencia
del Paisaje Cultural Cafetero y del valle de Cocora (ya que
hace parte de la zona de amortiguamiento del territorio
de Salento) dentro de la Lista de Patrimonio de la Huma-
nidad de Unesco. Es deber de todos los quindianos valo-
rar el patrimonio cultural en todos los órdenes y la provi-
dencia de este organismo mundial así nos lo permite.

254
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Filandia en la historia: sucesos, hazañas


“de película” y turismo cultural

Desde su fundación, el 20 de agosto de 1878, Filan-


dia nació para la historia como una verdadera leyenda o
mejor aún, con desarrollo de visos cinematográficos. La
magia del cine y las imágenes televisivas, sobre todo en
las últimas décadas de su existencia, han dejado un gran
impacto en esta población, que fue la segunda fundada
en lo que hoy es el departamento del Quindío. En la mis-
ma tónica, los relatos variados se han convertido en un
insumo que alimenta la imaginación popular, a tal punto
que son referencia histórica de tres siglos que les ha co-
rrespondido protagonizar a sus habitantes.
Sobre la frase que acompaña a todos los municipios,
las siguientes son esas escenas de la historia ciudadana
más destacadas, algunas catalogadas como hazañas. Su
perífrasis o apelativo todavía es polémico, pues algunos
perseveran en el origen de la “Hija de los Andes”, que
pudo nacer desde los vocablos filia, hijo en latín, land o
landia del inglés, o el término andium, andes. Su autoría
se le atribuye a uno de los miembros de la junta funda-
dora, maestro o poeta él, llamado don Felipe Meléndez.
La segunda versión, todavía en disputa histórica, es justi-
ficada por otros como posible origen toponímico extran-
jerizante, que podría venir de Finlandia, el país nórdico.
Algunos respaldan este hecho en la mención que viajeros
de finales del siglo XIX utilizaron en sus crónicas de viaje
para referirse al poblado recién instalado. En la equivo-
cación, consentida o no, todavía muchos incurren, como
ha pasado con algunos funcionarios que aún aluden esa
referencia al país europeo.
Para mediar en tal rencilla, sobre Filandia o Finlandia,
es claro que ambas denominaciones cuentan con la mayor
ganancia en su defensa: uno y otro topónimo parten del
255
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

inmenso patrimonio natural del municipio: la montaña


nevada del oriente que sólo se engalana con el semicono
blanquecino del Nevado del Tolima, pero que en el siglo
XIX se magnificaba con una larga línea de nieves perpetuas
correspondientes a otros picos que hoy han perdido esa ca-
racterística. Igualmente, la existencia de lagunas y niebla
en su entorno. El poeta Meléndez o el viajero extranjero
no dudaron en relacionar esa belleza (que se oteaba a la
distancia o que los estremecía por el frío), con la majestuo-
sidad andina o con el gélido paisaje de Europa del norte.

El Tesoro de los Quimbayas

Trece años después de su gestación aldeana, en 1890, la


rural Colombia se estremeció con el hallazgo (y exhibición
real después) del denominado Tesoro de los Quimbayas.
Filandia entró a la historia legendaria, pues en su territorio
fueron encontradas más de 122 piezas de oro y un incon-
table lote de cerámica, lo que conformaba el ajuar funera-
rio de un cacique. El nombre del personaje se desconoce,
y simplemente se le llamó el Tesoro de La Soledad, por el
sitio del hallazgo. Lo curioso es que el topónimo municipal
volvió a mencionarse a nivel mundial: la ficha que reseña
la existencia de esas piezas en el Museo de América en Ma-
drid dice que tales objetos proceden de Finlandia, Caldas.
La noticia del tesoro, que derivó en historia nacional,
se vinculó luego a un relato, sólo equiparable éste a la ha-
zaña de Fitzcarraldo en el cine. Como ocurrió en la trama
de esta película de Herzog, que muestra cómo se traslada
un gran buque sobre una montaña de la selva amazónica,
en la Filandia de 1905 había culminado la más especta-
cular aventura del siglo XX: durante diez años se habían
trasladado 22 pesados, redondeados y descomunales ár-
boles de barcino que se talaron años atrás en la maravilla
natural que tiene Filandia, el Bosque de Bremen.
Los protagonistas de esta odisea fueron anónimos al-
deanos que subieron admirablemente tan pesada carga
desde la profundidad boscosa hasta el incipiente parque
256
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

principal, con el único objetivo de construir el templo an-


tiguo. Se cuenta que las columnas gigantes se colocaron
sobre grandes piedras y soportaron la armazón de made-
ra del templo La Inmaculada, que además tiene hermosas
tallas en su cielorraso.
Semejante obra fue el producto del esfuerzo humano,
pero un acontecimiento conexo le dio el toque singular:
una donación proveniente del oro indígena del Tesoro de
los Quimbayas. El guaquero apodado Casafú y Victoriano
Arias, quienes poseían piezas de ese hallazgo, entregaron
algunas para ser fundidas en la elaboración de las cam-
panas. Se recuerda el tañido de ellas, incluso a grandes
distancias, pero también el hecho de que se extraviaron
cuando se inauguró el nuevo templo, que había sido re-
faccionado sin justificación alguna entre 1926 y 1928.

Una cometa gigante

En la década de los años cuarenta un suceso particular


ocurre en Filandia. Un ciudadano llamado Jesús María
Ocampo, apodado “Chun”, protagonizó la más fabulosa
historia de municipio alguno. Elaboró una descomunal
cometa que, según la crónica histórica, medía el equiva-
lente a una casa de bahareque de la plaza principal de Fi-
landia. Lo hizo con sus paisanos después de varios meses
de preparación de sus materiales. “Chun” quiso volar, no
sólo alto, sino siempre más allá de la capacidad humana
de remontarse por las alturas.
Ese enorme objeto artesanal había sido elaborado de
lona, retazos y ropa vieja que recogió con los habitantes
del municipio. Cosió las estopas con cáñamo gracias a sus
manos prodigiosas de talabartero. Sin pensarlo, había fa-
bricado la cometa más grande del mundo. Sus colas mul-
ticolores medían tres cuadras y se había sostenido con
enormes guaduas. La cometa de “Chun” voló finalmente
y de esa hermosa historia nació una celebración que se
realizó en Filandia en 1998, el primer festival internacio-
nal de cometas en territorio del Eje Cafetero.
257
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Mientras tanto, en otros municipios del Quindío, un


personaje llamado Nolasco Guerrero se elevó en un glo-
bo desde los parques principales. “Se le llamó el guerrero
del cielo, pues eso le permitió viajar como en la nove-
la de Julio Verne, La vuelta al mundo en ochenta días, cru-
zando los aires en medio de los peligros que este expe-
rimento significaba en esos años iniciales de la centuria
anterior”11.

El cinematógrafo y La Bolivaríada

La verdadera presencia del cine se da en Filandia en


los años cincuenta. Cuatro teatros presentaban películas
de la época y funcionaban al interior de casas de bahare-
que del parque principal. Pertenecían a las familias Pe-
láez y Aguirre, el Teatro Parroquial (muchos años promo-
cionado por el sacerdote Ananías González) y el Teatro
Bengala.
Cuando comienza la vida administrativa del Quindío,
estos espacios de presentaciones y películas habían des-
aparecido. Diez años después, en Bogotá, una hazaña lite-
raria salía a la luz pública: el 1 de abril de 1976 se publicó
La Bolivaríada, el más largo poema escrito en el mundo en
homenaje al Libertador, ideado por un filandeño notable
llamado Jesús Rincón y Serna. Es de tan gran altura y cali-
dad, que aquilatados escritores lo han alabado, entre ellos
Luis Vidales: “El vasto poema de Rincón y Serna, que ocu-
pa 260 páginas es, por una suerte maravillosa de inmu-
nización, una auténtica epopeya. Con estos antecedentes,
hago votos porque no sea desmesurado decir que, con La
Bolivaríada, Rincón y Serna queda consagrado como uno
de los poetas representativos de lo mejor de la cultura
colombiana”12.

11
Carlos Aurelio González. Patrimonio humano montenegrino
(2008).
12
Jesús Rincón y Serna. Obras escogidas. Bogotá, 1976.
258
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Milagro en Roma y Café con aroma de mujer

El pueblo volvió a vivir la magia del cine con el he-


cho más significativo de la década de los años ochenta: la
grabación de la película Milagro en Roma. El director de
esta cinta colombiana, Lisandro Duque Naranjo, escogió
a Filandia como locación principal, pues allí se rodaría el
guión para celuloide, con base en el cuento «La santa» de
Gabriel García Márquez.
Muchos filandeños participaron en ella, actuando en
sencillos papeles. El más destacado se llamaba Adalberto
Aguirre López, un filandeño que vive todavía en Perei-
ra y que combina la escritura con sus labores de psicote-
rapeuta y conferencista. En Milagro en Roma actuó como
extra en el papel de sacerdote, acompañando el cortejo
fúnebre de la niña Evelia Duarte por la calle del Tiempo
Detenido de Filandia y en su camposanto María Inma-
culada, compartiendo con el protagonista principal de la
cinta, el actor Frank Ramírez.
El municipio suspende nuevamente labores ciudada-
nas en el año 1994, cuando se graban muchos capítulos de
la novela Café con aroma de mujer. Se puede decir que fue
el evento audiovisual que disparó a la fama al poblado
de Filandia. Lamentablemente, en 1995, un incendio des-
truyó cuatro casas del parque principal, entre ellas el Bar
Ganadero, donde se habían obtenido las mejores escenas
del romance entre Gaviota y Sebastián.

La Torre Mirador

El último suceso se da en la primera década del siglo


XXI. Se trata de la construcción del mirador Colina Ilu-
minada de Filandia. No es por la enorme construcción
de mangle, de 28 metros de altura, el más alto del Quin-
dío, sino porque es el producto de un soñador. Se trató
de un campesino de Filandia llamado Flaminio María
Parra Galindo. “Durante la década de los noventa del si-
glo XX, este líder filandeño, habitante del sector rural en
259
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

los contornos cálidos de su vereda La Palmera, vía que


conduce al corregimiento de La India, comenzó a gestar
un sueño. Como todos los que proyectan sus ideas a las
alturas, don Flaminio Parra se enamoró del cerro El Bis-
co por su panorámica y divisa esplendorosas. Desde su
empeño de levantar un mirador turístico en este cerro, el
proyecto Mirador Colina Iluminada comenzó su recorri-
do de gestión ante diferentes instancias. Fueron muchos
sus desvelos y difíciles sus peticiones para que el Mirador
se convirtiera en realidad. Ahora que es un sueño cumpli-
do, don Flaminio no tuvo la alegría de verlo construido,
pues la muerte lo sorprendió en su proyecto. Esta cons-
trucción es un homenaje a su memoria” (Fundación Te-
rritorio Quindío).

Filandia, baluarte del turismo cultural del Quindío

El año 2016 nos entregó noticias luctuosas para la cul-


tura del Quindío y específicamente para Filandia. En un
mes se fueron dos personas que marcaron huellas en el
trazado del turismo cultural. Finalizando el año, desapa-
rece la pintora Olga de Chica. El profesor Pablo Emilio
Oviedo y el pintor Memo Vélez murieron en agosto. La
desaparición de estos cultores engrandece sus obras, que
empiezan a dejar la impronta de sus realizaciones, aun-
que es cierto que habría sido mejor reconocerlas en vida.
El caso de Memo Vélez es el primer paso de un peri-
plo de turismo cultural que se ha consolidado en Filandia
desde hace años. Por eso sostenemos que el municipio es
el baluarte de esta modalidad en el Quindío. El recorrido
cultural con sentido turístico de la “Colina Iluminada”
se sugiere un poco antes del “pintadero” de Memo Vélez
cuando, ingresando a Cruces, el olor a boñiga y pesebrera
de la hacienda histórica Veracruz impregna la carretera.
Se pasa por la entrada a Océano, un curioso centro de
pensamiento y de espiritualidad. Cuando llegamos a Ce-
culpa (Centro de Cultura Patafísica), el lugar-galería de
Memo, entendemos con sus símbolos que estamos en el
260
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

recinto de lo absurdo, como él lo entendía y lo transmitía,


desde la inspiración de sus cuadros y hasta el ambiente
que creó. Ojalá sus herederos o sucedáneos persistan en
mantener este sitio como uno de encuentro para la ruta
que apenas estamos comenzando a describir.
Dos kilómetros adelante, en vía al municipio, ambos
extremos nos enseñan paisajes propios de la topografía
de tierra fría, aunque ya no lluviosa y de niebla como era
característica de antaño. Eso sí, se destacan los relictos
boscosos del tesoro natural de Filandia, Bremen La Popa.
Y una pintura de rana colorida en rojo, con el aviso “Lu-
sitania”, nos indica que es la entrada a una serie de ex-
planadas urbanizadas que desembocan en otra maravilla
de la biodiversidad, el segundo bosque, que también es
límite con Pereira. Su nombre es idílico y sugestivo, sim-
plemente Barbas.
En predios de “Lusitania” se guarda muy bien otra
sorpresa natural creada por el hombre. Se llama Palote-
rindio, uno de los primeros proyectos de turismo ambien-
tal que se constituyó en el Quindío en la década de los
años ochenta del siglo XX. Su propósito es tan singular
como su gestor: cultivar por primera vez en sitio alguno
un bosque de palmas de cera.
Desde allí ya se divisa Filandia y su arribo se nos hace
más llevadero, aunque una serie de aspectos nos detie-
nen: la visualización de la primera torre de un proyecto
de energía controversial para el Quindío, la estructura
abandonada de una casa de bahareque que agonizó va-
rios meses y la llamativa casa de los Ochoa, ya refaccio-
nada y transformada, pero inconfundible por un león de
cemento que el abuelo de la familia levantó en la época
de la colonización, cuando imperaba el ambiente agres-
te del bosque montuno. En sólo seis kilómetros, desde el
inicio en Cruces, hemos encontrado además cantidad de
construcciones que afectan la franja izquierda que da a
la fábrica de agua de Filandia, el Bosque de Bremen, se-
ñalizado incorrectamente con una serie de vallas que no
deberían existir.
261
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Ellas anuncian la entrada a un atractivo ilusorio y men-


tiroso, el Parque Regional Barbas Bremen, algo inconcebi-
ble para un turismo que debe propender por el cuidado
de tal espacio natural, que es en realidad un “distrito de
conservación”, como lo nomina la Corporación Autóno-
ma Regional del Quindío. Pero más sorprendente es el
anuncio, en diferentes sitios de la franja izquierda, de los
“Corredores Biológicos”, que no son ni deben ser los ac-
cesos al turismo masivo y dañino, ya que ellos correspon-
den a la señalización de las franjas de bosque por donde
transita y se interconecta la fauna silvestre que se preten-
de recuperar, tal cual lo sustenta la ciencia biológica.
Llegar al parque principal de este municipio, que os-
tentó hace años el título del “pueblo más lindo del Quin-
dío”, obliga al minucioso recorrido cultural por su casco
urbano: Las casas de bahareque (no intervenidas) del par-
que; la calle del Tiempo Detenido; la casa de doña Irene
López, que posee el único balcón tradicional de la época
de la colonización; la casa de Arcadio Arias, el tallador
de madera, y por supuesto, su cielorraso y postigos; el
mirador del Quijote; la casa de don Salomón Román, que
conserva los “balcones falsos” que aparecen en las esce-
nas de la película Milagro en Roma; las camas y salas de
don Arcadio Arias.
El Museo Casa de los Abuelos y sus colecciones etno-
gráficas de Filandia y de los indígenas del Vaupés, así como
una muestra artística de Olga de Chica; la Casa Museo de
Nubia Vargas, donde se guardan recuerdos de su padre,
el poeta Narciso Vargas Gaviria; la casa de la más longeva
de la calle turística, doña Edelmira Brito; los miradores o
atalayas de todas las esquinas; el último andén de piedra.
Un merecido descanso en este “viaje fantástico” de la
cultura turística motiva a degustar uno de los cafés de
origen. Son tantos y de tan buena calidad, que se hace
difícil escoger el sitio alrededor del parque. Aunque se re-
comienda seguir a la zona rural o el corregimiento de La
India, donde se encuentran los arbustos de café de su ge-
neración productiva. En particular, la “Tierra Labrantía”,
262
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

de un agricultor de su predio cafetero, quien es psicólogo,


profesor universitario retirado y exalumno de La Sorbo-
na. En su nueva vida ha decidido instalar un interesante
circuito que enseña la historia y el proceso del grano. Una
de muchas noticias que genera este proceso de turismo
cultural es conocer que Bill Gates toma café sembrado en
este lugar de emprendimiento turístico, como lo asevera
Danilo Gómez Marín, el protagonista de esta iniciativa.
Si se regresa del campo, donde existen otros sitios de
interés, como el Santuario de la Colina del Silencio o la
casa donde se elaboran las almohadas de carbón de gua-
dua, la tarde todavía espera al visitante para sorprender
con las potencialidades que enseña el turismo cultural.

Una tarde para conocer historias de turismo cultural


en Filandia

El comienzo de una tarde cualquiera es también un


buen pretexto para conocer Filandia patrimonial, espe-
cialmente desde lo arquitectónico. El más destacado bien
inmueble es el templo María Inmaculada. Son varias las
razones: tiene más de cien años de construido, es uno de
los pocos que posee una arquitectura de bahareque y ta-
pia pisada con 22 troncos de árbol que son sus columnas
principales. Esos árboles se llaman barcinos y su contex-
tura ancha y elegante, pintados ahora de color crema, los
muestra inexpugnables.
Del aspecto constructivo pasamos a relacionar otro
no menos importante dentro de la categoría de patrimo-
nio cultural: es la cestería de bejucos, manifestación esta
que ya fue declarada expresión departamental por par-
te de la Asamblea del Quindío y que ofrece dos tópicos
para su conocimiento y valoración. El primero de ellos lo
constituye el patrimonio vivo de sus artífices, ya que en
sus casas talleres los humildes artesanos elaboran toda-
vía y expenden allí mismo los simbólicos cogedores así
como otras artesanías bejuqueras. El segundo punto es la
existencia de un “Centro de interpretación del bejuco al
263
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

canasto”, una muestra interactiva que enseña los porme-


nores de este oficio a los visitantes que llegan a Filandia.
En el marco del parque principal encontramos un es-
tablecimiento público, el restaurante donde un pintor
caldense, Jairo López, dejó plasmado un bello mural. Se
titula «Atlas de Filandia» y en él han quedado figuradas
todas las estampas históricas del municipio, desde El Te-
soro de los Quimbayas hasta la realidad del turismo ac-
tual. Vale la pena mencionar este caso, porque el mural
fue costeado por un particular, el dueño del local, para
enaltecer la historia y el patrimonio del municipio. Sólo
un error presenta y se dio por la pésima información que
alguien imprimió en un plegable sobre los canastos de
Filandia, en la que se basó el pintor: la forma artesanal de
Boyacá, que nada tiene que ver con el arte manual de la
cestería bejuquera.

Sol de los venados

Pasamos a la magnificencia del turismo: la torre mira-


dor Colina Iluminada, construida de maderas finas traí-
das desde la costa caribe y que se levanta 28 metros, sobre
la meseta más imponente del municipio, llamado ese sitio
siempre como cerro El Bisco. Con este elemento panorá-
mico Filandia presenta los tres ejes de un turismo espe-
cial, que poco a poco configuran la diferencia: arquitectu-
ra tradicional, artesanía autóctona de cestería y paisaje.
Mientras tanto, el atardecer invade y aparece en el ho-
rizonte el sol de los venados, regalando a los visitantes la
maravilla natural con sus colores, que llegan a resplande-
cer las montañas de la cordillera central. Es el momento
propicio para sentarse a escuchar historias en el último
nivel del mirador, en cómoda silla del corredor de una
casa rural de antaño o en alguno de los miradores que
posee la disposición urbana turística de Filandia.
Los primeros relatos son los que inspiraron todos y cada
uno de los nombres de los niveles del mirador Colina Ilu-
minada: El Tesoro de los Quimbayas, las terrazas arqueoló-
264
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

gicas, la cometa de Chun, el bosque de Bremen, los monos


aulladores del bosque de Barbas, los andenes grabados, la
calle de la Pista, la calle del Tiempo Detenido, la última
fonda caminera, el camino del Quindío, el cementerio tra-
dicional, las novelas y película grabadas en Filandia, la his-
toria de don Flaminio Parra, el soñador del Mirador.

Los actores ocasionales de Milagro en Roma

Sus detalles y la magia del cuento histórico nos moti-


van en la noche a continuar con el recorrido turístico. El
destino, otra vez, alguno de los establecimientos de cafés
especiales que tiene el municipio. Allí, degustando el aro-
ma del grano procesado, seguimos disfrutando la remem-
branza de sus atractivos culturales. Comenzamos con el
nombre de la vía principal del turismo, la calle 7 o del
“Tiempo detenido”. Recordamos a uno de los más desta-
cados cineastas de Colombia, Lisandro Duque Naranjo,
quien en 1987 escogió esta calle, y también la población y
su cementerio, como locaciones para la producción de la
película Milagro en Roma, porque sus escenarios, y sobre
todo la calle 7, “se habían detenido en el tiempo”.
La segunda mención se refiere a varios de sus prota-
gonistas o a los habitantes de aquellas grandes casas de
bahareque que se pueden ver en las escenas de tan pre-
miada producción del séptimo arte: el patriarca Salomón
Román, el médico Carlosé Restrepo, el psicoterapeuta
Adalberto Aguirre, la matrona María Montoya de Urrea,
el bibliotecario Jaime Naranjo, el síndico Miguel Jarami-
llo, el pintor Conrado Ángel. Cada uno de ellos posee una
historia real digna de escuchar, pero también una ilusoria
que le añadió la magia de esta película, por el papel que
cumplieron en su protagonismo.

Una gran cometa

La tercera mención nos continúa en el sueño de cual-


quier escena fabulosa: la historia real, alrededor de la ela-
boración de la gran cometa en las primeras décadas del
265
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

siglo XX. Esto ayudó a gestar un festival turístico, cuya


primera versión se desarrolló en el año 1998, inspirado en
el nombre del cometero Jesús María Ocampo, cuyo apo-
do era “Chun”. Esto se socializó en charlas emprendidas
desde 1997 con sus descendientes y otros ciudadanos, las
cuales permitieron revivir el personaje, para convertirlo
en símbolo memoria de un evento que procurara el regre-
so del jolgorio de cometas.
Se concibió el festival para realizarse en el mes de
agosto, cuando los vientos gélidos de la cordillera central
de Colombia golpean con fuerza los valles de cafetales y
platanales del Quindío. Esa fecha también concuerda con
las fiestas aniversarias de fundación de Filandia.
“Chun” mantiene un grato recuerdo en las mentes de
los filandeños, porque elaboró en comunidad la más des-
comunal y pesada cometa de la que se tenga noticia en
la región. Medía lo equivalente a una casa tradicional de
dos pisos, esto es, unos ocho metros de diámetro, y sus
colas de manila trenzada alcanzaban trescientos metros
de longitud, como lo reseña la tradición oral. Su increíble
cometa se levantó con osadía por los cielos, lo que desper-
tó siempre el alborozo de sus paisanos.
Para la organización logística del evento se discutió y
convalidó el proyecto con los integrantes de la Asociación
de Cometeros Yaripa de Medellín, quienes tenían am-
plia trayectoria en la realización de festivales y eventos
de artefactos cometeros en Colombia. La hermosa histo-
ria de “Chun” encantó a los integrantes de Yaripa para
la propuesta de realización de un festival internacional
que evocara y transmitiera la memoria de tan singular y
desconocido cometero colombiano, quien tenía entre sus
logros la fabricación, tal vez, de una de las cometas más
grandes y pesadas del mundo.
Una historia de singular destreza, perdida en la me-
moria popular, debía ser recreada y compartida con co-
meteros de varios países del mundo para concentrarse
todos en los mismos parajes montañosos desde los cua-
les “Chun” hacía volar. De esta forma, artesanos de otros
266
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

países se unirían en el espíritu de paz y libertad que inspi-


ran los vuelos de esos artefactos, para el disfrute de pro-
pios y visitantes.
El primer Festival Internacional de Cometas se realizó
finalmente entre el 6 y el 8 de agosto de 1998. La gestión
que condujo a su realización se compartió con la direc-
ción de la Casa de la Cultura del municipio de Filandia,
entidad que se encargó de la difusión del evento a través
de los diferentes medios de comunicación. Además, se
coordinó una junta de apoyo conformada por ciudada-
nos, quienes se encargaron de los detalles relacionados
con la buena marcha del festival y de la atención a los
participantes.
Un producto cultural, cristalizado en este Festival In-
ternacional de Cometas, permitió nuevamente revivificar
una tradición popular olvidada, y brindó un insumo más
para la práctica del turismo cultural en la región del Eje
Cafetero colombiano. Además, sembró la semilla de la
tradición lúdica de las cometas en jóvenes y niños, pues
las actividades festivas fueron alternadas también con ta-
lleres de recuperación de tradiciones cometeras, orienta-
dos por la asociación Yaripa. Igualmente, se desarrollaron
charlas impartidas por los visitantes de Cuba y Guate-
mala sobre las tradiciones culturales de cometas de sus
países de origen. El segundo evento de esta naturaleza,
proyectado para el año siguiente, se vio trunco por el su-
ceso trágico del terremoto de 1999.

267
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Montenegro y su patrimonio cultural


para el turismo

Se le ha llamado “Asiento de la cultura cafetera”. El Par-


que del Café se encuentra en su jurisdicción. Su territorio
aporta bastante a la producción agrícola y es el único cas-
co urbano del Quindío que se encuentra dentro del área
principal del Paisaje Cultural Cafetero, bien colombiano
que está incluido en la Lista de Patrimonio Mundial.
Estos determinantes podrían mostrar a Montenegro
como el municipio de mayor representatividad en el esce-
nario del turismo, pero no ocurre ello por varias razones:
Su apelativo ya se ha desdibujado y hoy se le conoce sim-
plemente como el “Corazón Verde del Quindío”; el Parque
del Café lo ha opacado por completo, como que por el cen-
tro y periferia del municipio pasan raudos los vehículos
hacia el atractivo nacional, sin detenerse los visitantes en
el sector urbano o en su parque principal. Como ocurre en
el resto del departamento, se ve más y más el desmantela-
miento de la infraestructura cafetera (casas de antiguas fin-
cas) y es evidente la disminución en el proceso del grano.

El verdadero Paisaje Cultural Cafetero

Las administraciones locales nunca entendieron el va-


lor de los atributos del Paisaje Cultural Cafetero, especial-
mente el relacionado con el patrimonio arquitectónico; la
evidencia es que en los últimos años se han demolido va-
rias casas tradicionales. Lo que se puede traducir como un
desconocimiento de esa condición, que Unesco reconoció
en 2011, y que tiene como propósito resaltar una arquitec-
tura vernácula que conserve el interés por un turismo cul-
tural e histórico para la sostenibilidad de este patrimonio
de la humanidad. En parte es entendible la preocupación
de los diferentes alcaldes que han llegado al primer cargo
268
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

municipal, cuando tratan de crear estrategias de turismo


para asegurar por horas, o en la noche, la permanencia de
los vehículos y sus ocupantes en el casco urbano. Lo que
no aprecian es que en el conocimiento y la valoración de lo
que se posee en este municipio, se afinca dicho propósito.
Montenegro cuenta con un acervo documental, biblio-
gráfico y tangible de la herencia cultural que constituye
el patrimonio cultural material e inmaterial de la región
cafetera de Colombia, y una demostración clara de la vi-
gencia de tales bienes y expresiones se puede ver en el de-
terminado recorrido que se marca desde la entrada orien-
tal (vía Circasia - La Siria). Los tramos verdes, planos y
ondulados que el turista observa desde el Cementerio Li-
bre de Circasia, y a medida que avanza en el carreteable
hacia el Parque del Café, constituyen un alivio visual y
demuestran la magnificencia del paisaje cafetero que em-
pieza a perfilarse con los primeros cultivos que se avistan
llegando a Montenegro, pasando además por varias fin-
cas que han sido acondicionadas para el turismo.
En el sector urbano la marca arquitectónica, ya un
poco maltrecha en lo físico, hace presencia con las casas
de bahareque de una y dos plantas. Un singular sitio des-
taca la importancia del patrimonio inmaterial. Es la tien-
da que posee figuras elaboradas con herraduras antiguas,
situada frente a la Estación de Bomberos. Enseguida, en
el parque Elías Pérez Sanz, se encuentran vestigios ar-
queológicos de piedra y se levanta otra casa de madera
que sirve como fondo ensoñador, además de mostrar los
detalles de su tipología de la colonización. En dirección
al parque principal, la calle desemboca en la esquina más
histórica, enseguida del templo San José, donde se levan-
ta la llamada Casa Cadavid.

La olvidada estación ferroviaria

Montenegro es un tesoro ciudadano en todos los ór-


denes, que se esconde en los dos costados de sus vías ur-
banas, en el parque principal y en su extremo occidental,
269
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

que es la vía al Parque del Café. Así lo siguen confirman-


do sus bienes tangibles y sus historias cotidianas. La olvi-
dada estación, que data de 1929, es una construcción que
recuerda el comienzo de la época de progreso, pues con
el tren llegaron aires nuevos y dinamismo comercial, a lo
que se unió también la apertura de la vía carreteable con
Armenia en la misma fecha.
Sin embargo, a ese registro histórico también hay que
añadirle el compendio de anécdotas que sustentan el es-
píritu del patrimonio inmaterial que han sido rescatadas
y escritas por varios autores. Como ejemplo, el escritor
Luis Emilio Marín relata en su obra Montenegro, semblanza
de tus cien años, el alcance curioso de un suceso: “… en di-
ciembre del mismo año 1929, vemos como ejemplo ecuá-
nime sobre el procedimiento de conductas antisociales,
cómo el señor alcalde de entonces, enviaba al tesorero de
la ciudad el siguiente mensaje: Por Resolución No. 24 de
la fecha, le fue impuesta por este Despacho a David San-
tana una multa por valor de cinco pesos oro, a favor del
tesorero a su cargo por haber hecho un disparo de arma
de fuego en una de las calles de la ciudad. Hay firma y
sello, el Alcalde Joaquín López Recio”13.

Los secretos del parque principal

El parque Principal, otrora el más bello parque jardín


de Colombia, guarda más secretos del tesoro cultural.
La soberbia Casa Cadavid; la escultura del Cacique Ta-
curumbí, llamado popularmente Cuturrumbí; el mural
del maestro Henry Villada sobre el balsaje del río de La
Vieja, en la entrada principal de la alcaldía municipal; el
sitio de encuentro denominado popularmente El Totumo,
pues a la sombra de dichos arbustos se han escuchado las
fabulosas andanzas de sus pobladores, las sirenas de don
Raimundo Meza, el globo de Pedro Nolasco Guerrero,
el evento singular de la Virgen de Montenegro (creado

13
Universidad del Quindío (1999).
270
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

imaginariamente a partir de una fotografía de Salas Vi-


llalba), entre otros relatos. Tales remembranzas también
son abordadas por escritores montenegrinos en sus obras,
como son el docente poeta César Carvajal Henao, la fotó-
grafa y gestora cultural Noemí Pinto Arias y el director
de la serie escrita coleccionable Cátedra Cultural, Carlos
Aurelio González Restrepo.
El parque principal es también el sitio que conserva la
memoria de sus personajes populares, sus artistas, escri-
tores y dirigentes políticos. Imposible visitar Montenegro
sin recordar en ese espacio tantos nombres de hombres
y mujeres que corroboran la autoría de obras literarias,
expresiones artísticas y acciones humanas que sobresalen
por uno de los excepcionales valores de los ciudadanos,
el civismo. En este campo se destaca —lo que haría punto
aparte en la historia de municipio alguno— una institu-
ción llamada Montenegro Cívico Internacional, creada en
Morristown (New Jersey), lo que a la postre se constituye
en una de las mayores colonias de colombianos (en este
caso montenegrinos) en el exterior. Sus obras y ejecutorias
se reflejan en aportes, donaciones y proyectos sociales a
través del tiempo. Pero también en monumentos artísti-
cos donados al municipio, como lo fue el mural de made-
ra del maestro Orlando Londoño Hidalgo en la Casa de la
Cultura Marconi Sánchez Valencia.

Los insumos del patrimonio cultural

Es en este centro cultural donde se encuentra una de


las tres joyas de este tesoro patrimonial que es Montene-
gro. Se trata de una “punta de proyectil”, pequeño objeto
arqueológico de piedra de 9.000 años de antigüedad, que
se encuentra exhibido en un montaje museográfico nuevo.
Es la evidencia física arqueológica más antigua del Quin-
dío. Fue hallada en una serie de excavaciones en la finca
Miramar, vereda El Gigante, junto con otros artefactos ta-
llados de la época de cazadores y recolectores. Tan peque-
ña, pero significativa pieza, desconocida en el contexto lo-
cal, hace más que justificable la visita turística y educativa
271
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

a este lugar, no sólo desde el interés de los montenegrinos,


sino de todos los habitantes del Quindío.
La segunda joya es de carácter histórico arquitectóni-
co: el Cementerio Libre de Montenegro, ideado y gestado
mucho antes que el de Circasia, pues el Concejo Munici-
pal aprobó en 1924 la compra de un lote con destino a la
construcción de su cementerio laico. Apenas en 1934 se
nombró la junta administradora y fue inaugurado, y hoy
sólo existe una fachada descuidada, con unos panteones
funerarios semidemolidos o descuidados, aunque eso no
impide que tenga que ser refaccionado en su aspecto ex-
terior y se convierta en un ápice más de una Cátedra de la
Montenegridad para el desarrollo pedagógico de la histo-
ria con sentido turístico.
Con la tercera joya se resalta el patrimonio histórico,
natural y étnico: se trata del caserío Puerto Samaria, en
las riberas del río de La Vieja. Allí viven familias indí-
genas embera chamí, se hace balsaje en guaduas y se re-
cuerda el poema histórico de Juan de Castellanos que dio
vida a su nombre, escrito por este cronista español en el
siglo XVI:

Al río que llamaron de La Vieja


por una con quien dieron de repente
llena de espesas rugas la pelleja
pero con tantas joyas su persona
como si fuera moza fanfarrona.

Por esto, con lo anteriormente expuesto y mucho más,


Montenegro demuestra que puede entregar a locales y
visitantes una Ruta Cultural en la que también tengan ca-
bida los componentes de su patrimonio humano.

Montenegro es la casa Cadavid

Los recorridos turísticos del Quindío —o de cualquier


lugar del mundo— están llenos de sorpresas, gracias al
aporte de los habitantes y sus iniciativas de vida. Es un
272
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

patrimonio cultural construido o gestado, y debería hacer


parte de la fama o del obligatorio referente de un destino
turístico, pues son los hitos de la cultura, la arquitectura,
la historia, y hasta del civismo de cada localidad14.
La casa Cadavid es para Montenegro su símbolo cons-
tructivo, es la materialización invariable del pasado prós-
pero. Es tan inmensa como los sueños que la levantaron.
Es el testimonio único del parque principal de este muni-
cipio, otrora llamado el “asiento de la cultura cafetera”.
Se yergue desde antes que se remodelara el parque her-
moso en 1990 y el sitio de encuentro llamado El Totumo
se constituyera en su frente, tal vez para admirarla en su
esbeltez. Es la única que se ha rebelado contra la destruc-
ción masiva del bahareque porque sabe, además, que sin
su figura Montenegro sucumbiría al turismo.

14
Estos son los más interesantes de cada localidad quindiana: En
Armenia, Casa Museo Musical o Centro de Documentación Musical.
En Calarcá, el Museo Gráfico y Audiovisual. En Génova, Casa Villa
Gloria. En Montenegro, la Casa Cadavid. En Salento, el puente de
la Explanación o del Amparo. En Circasia, el Cementerio Libre. En
Quimbaya, la Pequeña Granja de Mamá Lulú. En Filandia, el Centro
de Interpretación del Bejuco al Canasto. En Buenavista, el Cerro de
las Tres Cruces. En Pijao, la iniciativa turística Cittaslow. En La Tebai-
da, el corredor gastronómico. En Córdoba, la Galería Flor del Café.
Dos de ellos corresponden a casas históricas de la colonización, Gé-
nova y Montenegro. Esta nominación simbólica es tan importante
como las que podemos extender para otros municipios del Quindío:
Calarcá es la Casa de las Téllez, Armenia es la evocación del Castillo
de Getsemaní, Filandia es el recuerdo de la sede antigua del colegio
de la Santísima Trinidad, Salento es la remembranza de la Casa de
la Escalera de Tijera, Quimbaya es la ilusión de la demolida casa de
tres pisos de la zona de la estación, La Tebaida es la casa de la calle
13 con carrera 9 esquina, Circasia es la Casa Museo Cipriano Eche-
verri, Pijao es la casa ubicada en el costado izquierdo de la avenida
de entrada, Córdoba es la casa de la carrera 10 con calle 13 esquina,
Buenavista es el balcón de la Casa Olivares.
Las construcciones mencionadas que ya desaparecieron hacen
parte de una nueva categoría que podemos llamar el patrimonio in-
material arquitectónico, porque son memoria y fueron historia. Son
las casas que —junto con las que perseveran en la existencia física—
ocupan hoy un lugar importante en la promoción del turismo.
273
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Todos sus espacios son hermosos, desde el grabado


singular de su andén interior en la primera planta del
café actual —que tiene forma de capullo con dos hojas—,
pasando por su fachada ornamentada de cemento, las
puertas de reja de metal con detalles arqueados, el por-
tón principal monumental, la riqueza geométrica de sus
aleros y cielorrasos diversos. Sus colores han cambiado
porque los tonos se armonizan con las nuevas tendencias
aunque se recuerda el azul celeste que tenía en la última
década del siglo XX.
Al frente de su estructura, en el parque principal, se le-
vantan todavía los otros referentes para el turismo cultural,
además de El Totumo, punto de encuentro de los adultos
mayores o de los noctámbulos. Ellos son el Cacique Cutu-
rrumbí, escultura del maestro García, que evoca el pasado
prehispánico, aunque su nombre original es Tacurumbí;
la estatua del Libertador, instalada por el gobernador de
Caldas, el militar Sierra Ochoa; el espacio concurrido del
parque, que desde 1916 ha sido el mayor sitio de reunión,
sin olvidar el gran jardín —el más bello de Colombia en
municipio alguno— que se levantó en su contorno.
La casa Cadavid está contigua a otro monumento ar-
quitectónico, el templo San José. Como todas las viviendas
famosas, sobre ella se ha reseñado, se ha escrito con pro-
fusión y la fotografía de su fachada es obligada. Desde su
construcción, en la década de los años 30 del siglo XX, su
imagen permanece incólume en el registro visual. De ella
resaltó Néstor Tobón Botero que “expresa la manera con-
creta como los maestros constructores asimilaron y dieron
su propia interpretación de la arquitectura ecléctica”15.
Su primer dueño fue la familia Sanz en 1936, cuando la
esposa dispone la construcción. En 1950 pasa a manos de
la familia Betancourt. El apellido Cadavid entra a formar
parte de su nombre por una integrante de la descenden-
cia que la ocupó. Es tan importante su reflejo visual que,

15
Arquitectura de la colonización antioqueña, tomo 3, El Quindío
(1987).
274
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

en la finca hotel La Chagrita, de la vereda Cantores, otra


empresaria de la línea familiar, vinculada a la casa, repro-
dujo los motivos de sus cielorrasos, en una estancia que se
engalana para recibir a los visitantes. Como lo resume una
publicación sobre el municipio, “el edificio (Casa) Cada-
vid pasará a pertenecer algún día a la muy limitada rela-
ción de inmuebles patrimoniales de la Nación, ya no como
símbolo del turismo, sino como ícono de la historia”16.

16
Nueva visión de Montenegro (2007).
275
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Buenavista y sus historias de la fundación

El municipio cordillerano de Buenavista es el más pe-


queño en extensión del Quindío; su paisaje es el princi-
pal patrimonio de esta población, que cuenta con muchos
apelativos o perífrasis, todos ellos evocando la belleza
natural.
Los procesos de fundación de este municipio parten
de varias vertientes: el más conocido se reseña desde
un personaje, cabeza de una familia que sentó tradición
en el pueblo recién fundado, adonde meses más tarde
también llegaron no sólo sus hermanos, sino colonos
oriundos de su tierra y de otros lares. Corría el año 1925,
cuando José Jesús Jiménez Yepes decidió migrar de su
pueblo natal, Granada (Antioquia). Recorrió con sus re-
cuas de mulas y a pie el camino que lo trajo al Quindío
y trabajó en varias labores del campo en fincas de Fi-
landia y Calarcá. Hasta que finalmente se estableció en
La Albania, donde instaló una tienda y una compra de
café; en este lugar conoció a Fidelina Alzate, con quien
se casó. Siguió con su tradición de arriero, sobre todo
en búsqueda de lotes de café que compraba en diferen-
tes predios campesinos, y así fue como conoció un sitio
alto en la vereda Los Juanes, que en ese entonces per-
tenecía a Pijao, y que era además un cruce de caminos,
con estratégica visualización de paisajes. Decidió que-
darse allí, trasladándose además con su familia, cuando
terminó la construcción de su casa, que a la postre, fue
el primer establecimiento comercial al estilo fonda que
funcionó allí, exactamente en lo que hoy es Buenavista.
Simultáneamente otras familias iban consolidando el
proceso de poblamiento.
Pero José Jesús Jiménez no es el único referente his-
tórico. Se mencionan otros nombres. Eso lo corrobora su
276
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

hijo, el abogado Francisco Jiménez17. Con estas precisio-


nes, otro de sus acuciosos historiadores, el docente Luis
Eduardo Jaramillo Puerta, anota lo siguiente: “A esta lis-
ta del doctor Francisco Jiménez se agregan también los
nombres de Roberto Giraldo, Ramón Jaramillo Puerta,
Faustino Castaño, Miguel Castro, Pastor Londoño, Eliseo
Arbeláez, Jesús Castro, Polo Gil, Arturo Palacino y Clau-
dio Ramírez. También se añaden los de Abraham More-
no, Nepomuceno Gallón, Alberto Giraldo, Gerardo Loai-
za, Célico Londoño, Ramón Vélez, Luis Felipe González y
Esmaragdo Giraldo”.
La acción de los fundadores y colaboradores permi-
tió que un año después se pensara en el establecimiento
de dos escuelas e, igualmente, en el trazo y construcción
de la primera calle peatonal, que fue inaugurada el 4 de
marzo de 1934, fecha que posteriormente fue establecida
como la oficial de su fundación.

El Tolrá

Ocho meses después se trazó y abrió la plaza principal,


y para entonces ya tenía Buenavista también una capilla
y el establecimiento comercial de don José Jesús era más
grande, porque también lo constituía una farmacia y era
expendedor de ganado mayor. Fue tanto el progreso de la
pequeña aldea, que se desplegaba sobre todo el filo de la
montaña, que en 1936 Pijao le autorizó la categoría de Ins-
pección de Policía. En 1941 fue elevado a corregimiento y
en 1956 el gobernador de Caldas, coronel Sierra Ochoa, lo
reconoció con una categoría especial, que le permitiría al
llamado todavía El Tolrá participar del 75% del recurso
económico asignado a Pijao. Este hecho motivó al alcalde
el traslado de los libros de la tesorería del poblado hasta
la cabecera municipal.

17
En su obra Ochenta años de Buenavista (página 51), en el capítulo
«Semblanzas de otros fundadores».
277
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Con la creación del Quindío, otro hijo de José Jesús Ji-


ménez, el abogado Pedro Nel Jiménez Alzate, quien era
diputado de la primera duma departamental, solicitó la
independencia del corregimiento, lo que se logró final-
mente con el reconocimiento de la Ordenanza 029, defi-
niéndose así el inicio de su vida municipal el 11 de marzo
de 1967. Igualmente solicitó el cambio del nombre del El
Tolrá por el de Buenavista.

Los nombres

El nombre inicial del municipio tiene varias versiones.


El historiador Alfonso Valencia Zapata aseguraba que
provenía del asignado a una mina, propiedad del señor
Víctor Parra y denunciada ante la gobernación de Cal-
das en 1909. Sin embargo, Tolrá también se llamaba una
finca de propiedad de Don Juan de Jesús Alzate. No hay
duda que don Jesús y sus hermanos decidieron adoptar
ese nombre. Así lo refiere una de las estrofas del himno
municipal: “El Tolrá cierta vez te llamaste, en memoria de
quien te gestó, más tu gente admirando el paisaje, Buena-
vista por nombre te dio”.
Pero la versión más interesante está relacionada con la
historia. “Se trata del apellido de un oficial del ejército es-
pañol que batalló sangrientamente en una colina de este
municipio. La batalla debió de haber ocurrido en 1816,
según el siguiente texto de la Historia extensa de Colombia,
tomo VI, en su página 83: ‘No se detuvo Sámano en Po-
payán, sino que siguió avanzando por Cali, Cartago y el
Chorro, hacia la montaña del Quindío, librando distintos
encuentros con los patriotas’”18.
Esta curiosa denominación toponímica para un pueblo
colombiano es bien singular. Corresponde a la evocación
de un militar español, Carlos Tolrá, de quien se dice pudo

18
Miguel Ángel Rojas Arias. «Origen de los nombre de los mu-
nicipios del Quindío». Informes Especiales de La Crónica del Quindío
(Armenia).
278
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

fusilar a muchos patriotas en los pueblos de la Nueva


Granada. Igualmente llama la atención que hoy, en medio
del fragor del turismo del Quindío, se pretenda bautizar
con el nombre de Tolrá al proyecto de un parque temáti-
co que se avizora para Buenavista, y que revivirá el sitio
emblemático llamado el Cerro de las Tres Cruces, desta-
cando algunos pasos montañosos que correspondieron a
caminos indígenas o a trochas de arrieros y desde los cua-
les se sigue admirando el paisaje más esplendoroso.

Soledad urbana

De Buenavista se cuentan historias interesantes. Es


famosa su tranquilidad, su ritmo apacible, su vocación
campesina y el hecho de que sus pobladores permanezcan
mucho tiempo en sus fincas cafeteras entre semana, con-
servando una relativa soledad urbana que es llamativa en
el camino que se recorre por la única calle principal que
tiene. En la parte más alta de esta vía, se encontraba una
pequeña tienda histórica llamada “El Almirante”, y frente
a ella había un gran mural pictórico que tenía como moti-
vo principal en su centro la imagen de Jiménez Yepes. Es
en este lugar donde se emprende el camino penoso hacia
el Alto de las Tres Cruces, y también lleva a lo que iba a
ser la estación principal del teleférico, sitio donde se en-
cuentran abandonadas la infraestructura y las cabinas de
este medio de transporte turístico.

El cementerio

Tampoco se pueden olvidar las anécdotas y las histo-


rias ligadas a personajes o a eventos de la vida provincia-
na. Con mucha gracia la tradición oral relata que “para
poder inaugurar el cementerio de Buenavista tuvieron
que traer un muerto de Pijao, y para poder instalar la cár-
cel, tuvieron igualmente que traer el preso de ese muni-
cipio”, como lo refiere la investigación Museo de ciudad,
publicación del CEPA (Centro de Estudios del Patrimo-
nio del Quindío). Hace muchos años se ostentó un título
279
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

interesante en el país, no tener en sus estadísticas un sólo


homicidio durante varios años consecutivos; además, es
reconocida la longevidad de sus pobladores.

Paisaje y café

Sus paisajes no son los únicos atractivos. El turismo ha


invitado a sus habitantes al acondicionamiento de fincas
tradicionales para la producción de cafés especiales. Uno
de ellos, el más famoso, se llama Café San Alberto, visi-
tado constantemente por turistas extranjeros. Buenavista
contó también con la Estación Experimental Paraguaicito,
que se encontraba en la vereda Río Verde, donde se rea-
lizaban actividades de investigación en café, su produc-
to principal, y en caucho, macadamia, lombrices y otros
asuntos agropecuarios.
Su Semana Santa también es centro de atención, época
en la que se revive con más fervor la peregrinación has-
ta el cerro de las Tres Cruces. También es destacado su
alumbrado del 7 y 8 de diciembre, recordándose que en
muchas ocasiones los faroles tenían forma de jeep y que
era conocido como el alumbrado de los motoristas. Como
ocurre con todos los municipios de la cordillera, los ha-
llazgos de cerámica con pintura negativa y decoración
profusa en eventos de guaquería han aumentado colec-
ciones representativas, que para el caso del municipio se
encuentran en la Casa de la Cultura.
Otros sitios de interés, igualmente paisajísticos y agro-
pecuarios, se conocen como Las Cárcavas, en la vereda La
Granja, que son grandes trazos de montaña erosionada,
así como viveros de plantas aromáticas en algunas vere-
das. También está el cañón de Los Juanes.

Turismo, naturaleza y patrimonio inmaterial en Buenavista

Buenavista es un municipio quindiano que, en cuan-


to se relaciona con el turismo, presenta muchas poten-
cialidades en sus paisajes y en su patrimonio cultural
280
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

inmaterial. Sin embargo, cuando se quiso cristalizar el


único proyecto de turismo de naturaleza se eliminó un
punto de encuentro religioso, el cerro de las Tres Cruces,
para instalar allí una estación del teleférico, que finalmen-
te resultó fallido.
El Cerro de las Tres Cruces ha sido para los buenavis-
tenses el principal sitio de peregrinación y es uno de los
puntos geográficos más altos de los alrededores. El tercer
día de cada mes y el 3 de mayo, conservando creencias
religiosas de nuestros pueblos de la región Andina, los
peregrinos suben a orar, constituyéndose esto en el com-
ponente más destacado de la tradición de sus ancestros.
Cuando se construyó la estación del teleférico, debieron
desmontar las cruces de cemento, lo que en su momento
fue cuestionado por la comunidad, con quien tampoco se
socializó el nuevo emplazamiento turístico. Como siem-
pre había ocurrido, se impuso un criterio de andamiaje
turístico desde la mirada de sólo uno de los actores, en
este caso el oficial, que también detenta lo económico.
Hoy para reducir la deuda con los pobladores, se proyec-
ta un nuevo parque temático, que se ha denominado Tol-
rá, en recuerdo al primer nombre que tuvo Buenavista.
Lo ocurrido en el pasado, y también lo tratado por
la sociología del turismo, debe servir de lección para
consultar a las comunidades sobre los nuevos proyec-
tos, máxime cuando se trata de vulnerar nuevamente
la costumbre religiosa de subir al cerro a cumplir sus
promesas, como todavía ocurre. El patrimonio cultural
inmaterial como insumo para un turismo de Buenavista
permitirá no sólo resignificar el Cerro de las Tres Cruces,
sino sensibilizar a sus habitantes sobre la historia, culi-
naria, artesanías, la toponimia, la genealogía familiar y el
desarrollo artístico.
Es necesario revitalizar dos espacios museísticos que
posee, el llamado Museo de Historia y Tradiciones, en la
entrada principal, y reforzar otros espacios culturales que
han aparecido últimamente, entre ellos uno muy singu-
lar, que evoca la memoria del Nobel de Literatura Gabriel
281
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

García Márquez. Los chorizos y las preparaciones de cer-


do, así como las quesadillas, deberán estar en la oferta
local, junto con sus artesanías de guadua.
Cuatro festividades deben ser tenidas en cuenta para
la construcción de un empoderamiento turístico: la Se-
mana Santa en vivo, las fiestas aniversarias, el encuentro
de hijos ausentes y las fiestas patronales de la Virgen del
Carmen. Como ocurre en otros municipios cordilleranos,
las tertulias históricas, las conversaciones con sus perso-
najes y adultos mayores y la participación de los jóvenes
ayudarán a instalar un proyecto turístico con identidad.
Literatos y pintores del municipio, cuyas obras son ya
conocidas en el pequeño núcleo urbano que es Buena-
vista, enriquecerán el sentido del turismo cultural, como
ocurre, por ejemplo, con los murales del artista Sigifredo
Ocampo Gómez.

Los apelativos de Buenavista

En cuanto respecta a los nuevos proyectos de turismo


de aventura y de naturaleza, las charlas con sus habitan-
tes deben ser determinantes en el perfil de las iniciativas,
y es aquí donde entra la consideración de la toponimia.
Buenavista tiene cantidad de apelativos o perífrasis que
dan razón de su belleza ambiental y paisajística. Ellos son,
entre otros, “Mirador del Quindío”, “Ventana del Quin-
dío”, “Paisaje de Amor y Paz”, y el más evocador, “A una
cuadra del cielo”, asignado por un poeta terrígeno, Ma-
riano Salazar. La vocación turística le ha endilgado otros:
“Paisaje, armonía y paz”, “Mirador Paisajístico” y el que
aparece en su escudo, “Buenavista, tierra de paisaje”.
Otros son sus atractivos naturales rurales: sendero Ca-
mino de los Indios, microcuenca La Picota, mirador de
la Virgen del Carmen, mirador de la Lechería, cerro del
Tolrá, colina del Verdum, mirador de los Parques y Las
Margaritas. En la zona urbana, otros miradores completan
la oferta del paisaje: Parque Cafetero, parque Mirador del
Cementerio Municipal, parque de Recreación El Mirador.
282
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Con relación a los recursos hídricos se destacan, entre


otros, las siguientes quebradas y riachuelos que bañan el
territorio montañoso de Buenavista: Los Juanes, Las De-
licias, La Picota, Paraguay, La Mina, Palonegro, Las Gu-
rrias, Las Balsas y Río Verde. Los Juanes forma un cañón
esplendoroso, La Picota es zona de pesca.
Otros elementos de su patrimonio natural y cultural
se vinculan al turismo: la antigua Granja Experimental
Paraguaicito, desde la cual se puede observar la avifauna
de parajes cercanos. La Casa de la Cultura, que ofrece
otros murales del maestro Ocampo y una muestra ar-
queológica. El Alumbrado Navideño del 7 y 8 de diciem-
bre, que presenta un motivo del yipao, organizado por
los motoristas.
Desde la visión del paisaje y el patrimonio, sólo fal-
ta en este binomio la gestión ciudadana. Colombia posee
una herramienta cultural, contenida en la Ley 1185 y su
Decreto 294 de 2009, que se traduce en una municipal Lis-
ta Representativa de Patrimonio Inmaterial. Ella podría
ser el soporte y el motor de nuevas posibilidades turísti-
cas, si se usara con responsabilidad.
Buenavista, y todos los municipios del Quindío, po-
drían tener otra vez la vida apacible de sus contornos. Se
podría enrutar al departamento en el recuento de historia
y anécdotas para la producción turística. En cada pobla-
dor se vería un transmisor de la tradición y en cada casa
autóctona, un recinto de la memoria. Un ejemplo de ello
podría ser la transformación de la casa del Balcón, la más
visible de la carretera principal que accede a Buenavista,
por su riqueza arquitectónica, que sería otro valor para
destacar.

283
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Armenia y la historia latente de su recorrido urbano

La capital del Quindío tiene en su haber una serie de


acontecimientos históricos que no trascendieron al pla-
no regional o nacional, pero son comentados o tenidos
en cuenta en lo local y académico. También posee pun-
tos de encuentro, monumentos y bienes arquitectónicos
o sitios de interés cultural donde se conservan objetos o
bienes representativos que encierran un alto valor his-
tórico. Esas reseñas no pasan del conocimiento limitado
de sus tutores o custodios y se validan sólo en el plano
familiar o restringido de un gremio. Tanta información
podría constituir un insumo para alimentar las rutas
culturales del Paisaje Cultural Cafetero e incentivar en
los habitantes cuyabros el conocimiento masivo de di-
chos lugares.
Para comenzar un recuento de tales bienes, es nece-
sario partir de lo cronológico, o sea lo más antiguo. En
el terreno de la geología, los estudiantes de la Universi-
dad del Quindío ignoran que en el prado de la facultad
de Medicina se encuentra depositado un xilópalo, fósil
vegetal que fue recuperado en otro lugar por un biólo-
go, seguramente para fines científicos, pero que terminó
abandonado allí. Son millones de años que representa
este espécimen olvidado por todos.

Estructuras líticas

Ya no tan antigua, igualmente trasladada, en el primer


piso de la gobernación del Quindío reposa una estructu-
ra lítica (conjunto de piedras arqueológicas de unos 3.000
años de antigüedad), que hace parte de un interesante
circuito conformado por piezas cerámicas y líticas recu-
peradas después del terremoto. Se puede recorrer en los
diferentes pisos del edificio y esos objetos recuerdan a los
284
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

pobladores prehispánicos de los llamados períodos Tem-


prano y Tardío del Quindío.
Estas estructuras son similares a las del patio privado
del barrio Montevideo Central, pues allí fueron detecta-
das en el año 1999, luego del terremoto. Aunque lo inte-
resante de este caso particular es que, como pocas veces
ocurre, son los miembros de la familia propietaria del lu-
gar los que se han encargado durante años de su protec-
ción, conformando una especie de “museo de sitio”.

El museo del Oro Quimbaya y otras exhibiciones


arqueológicas

El Museo Quimbaya cumplió 30 años en junio de 2016


y no sólo es el reservorio de las piezas de oro de la región
arqueológica del Cauca Medio, ya que también contiene
información textual sobre el Tesoro de los Quimbayas, el
relato fabuloso de mediados del siglo XIX. En referencia
al Período Temprano (600 a. C. - 500 d. C.), se exhiben
tres piezas de oro —un cuello de poporo, un casco y una
diadema— de un hallazgo realizado en Puerto Nare (An-
tioquia) en 1987 y que se llamó el “Nuevo Tesoro Quim-
baya”. Que Armenia tenga estas piezas en las vitrinas de
tal centro cultural del Banco de la República es una refe-
rencia histórica sobre la estética y simbolismo de los orfe-
bres que las realizaron, pues éstas y las del Tesoro de los
Quimbayas corresponden a esa época pretérita.
También, en el plano de la exhibición arqueológica,
una pequeña sala de la esquina de la carrera 16 con calle
20 presenta una buena muestra cerámica en custodia de
la Universidad del Quindío. Dos de las piezas fueron ex-
cavadas por arqueólogos el 25 de enero de 2000 en la base
de una casa del barrio Berlín, y corresponden a urnas fu-
nerarias que todavía tenían cenizas de restos humanos en
su interior. Complementa el panorama arqueológico de
Armenia una colección de objetos musicales prehispáni-
cos que se encuentra en el Centro de Documentación e
Investigación Musical del Quindío, a media cuadra del
285
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

parque Uribe, donde no sólo se conserva la historia indí-


gena, sino el más completo acervo museográfico y docu-
mental de la música del siglo XX, en la llamada hoya del
Quindío.

El patrimonio arquitectónico

Armenia es tradición histórica en sus escasas vivien-


das de bahareque, en sus casas del estilo art deco, en sus
casaquintas y en las construcciones civiles, religiosas
culturales y empresariales. Dentro de este aspecto clasi-
ficatorio, el hotel Maitamá es el que más destaca en su
interior el espíritu histórico de una elegante arquitectura,
reflejada en su clásica sala de conferencias, corredores y
habitaciones. En general, nos recuerda la memoria de su
constructor, don Guillermo Lehder, inmigrante alemán
en el Quindío, quien como muchos extranjeros que aquí
llegaron, también escribieron la historia de esta región.

El patrimonio inmaterial

Al salir del hotel, sobre las aceras de la carrera 17, se


nos presenta la supervivencia del patrimonio cultural in-
material ligado a los oficios: los escribientes de máquina
antigua. Se cuenta sobre ellos —ya los últimos— que han
pactado no ser reemplazados en su labor, lo que represen-
tará que esa tradición desaparezca algún día del escenario
urbano. Hace remembranza de esto con un escrito de obli-
gada consulta, el académico John Jaramillo Ramírez, quien
en sus agradables páginas describe la realidad humana de
otras “profesiones” y actividades populares, algunas toda-
vía vigentes en la ciudad del siglo XXI: “Deshagamos los
pasos y volvamos a aquella Armenia de apenas cincuenta
mil habitantes, para tropezarnos con algunos de aquellos
y que ya el tiempo se llevó”. Se refiere al emboñigador,
el carbonero, las lavanderas, los empaques, el alquiler de
cuentos, la agencia de bicicletas, la permanente, el talego,
la escupidera, la procesión al cementerio, la encerada, la
visita del santo, la tambora, el paje, las ventas por club, el
286
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

garitero, la repichinga, el fotógrafo de andén, los loros de


la suerte, la libreta de autógrafos, el dulcero de cine, entre
otros oficios y costumbres de antaño19.

Los monumentos

Detrás de los monumentos artísticos está la semblanza


de sus autores. Eso ocurre con el maestro Roberto Henao
Buriticá y sus esculturas, el Tronco y el Hacha del parque
Los Fundadores y la estatua de Bolívar en el corazón de la
ciudad, que no sólo reflejan el sentido humano del artista,
sino que están ligados a dos fechas históricas: la funda-
ción de Armenia y el primer centenario de la muerte de
Bolívar.
El Maqui es un museo desconocido por la mayoría de
habitantes. No sólo se encuentra dentro de un preciado
bien de interés cultural de la nación, la Estación del Tren,
sino que corresponde a la altura de los mejores museos de
arte del país. Allí, las obras de diferentes artistas naciona-
les se combinan con las de varios exponentes de la tierra.
Entre otros están el circasiano Antonio Valencia Mejía y el
quimbayuno Duván López.
Existen otros espacios culturales como Teatro Azul
—único edificio en la ciudad que tiene plasmada una
obra de arte en la totalidad de sus fachadas—, que hace
un homenaje a nuestras raíces étnicas y que presenta ade-
más esculturas que evocan acontecimientos históricos tan
importantes como la revolución de los comuneros. Es au-
toría del artista Luis Guillermo Vallejo Vargas.
Recorrer la ciudad es evocarla, como lo anota el se-
miólogo Armando Silva. En algunos sitios de Armenia
queda la marca del terremoto de 1999. Además de las rui-
nas, también se aprecia el progreso y se conservan deta-
lles que recuerdan la tragedia: la figura de cemento con
forma de águila de la parte frontal de la demolida plaza

19
John Jaramillo Ramírez. Pieza del reblujo, croniquillas antañonas.
Alcaldía de Armenia, 2006.
287
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

de mercado; parte de una de las cúpulas del templo de


Nuestra Señora del Carmen. Igualmente, las obras artísti-
cas que conjuran el dolor de la tragedia: el mural “Rena-
cer”, del maestro Gustavo Muñoz Matiz, en la fachada de
la Cámara de Comercio; el monumento recordatorio de
las víctimas en el cementerio Jardines de Armenia.

Epopeya del Quindío

Separadores viales, interiores y muros externos de


diferentes vías también presentan el testimonio de una
historia artística, algunas veces valorada pero general-
mente ignorada, lo que se refleja en la destrucción de sus
monumentos. Llaman la atención el mural “La Epopeya
del Quindío”, del maestro Valencia Mejía; el busto del
fundador del Colegio Rufino José Cuervo, don José Ma-
ría Ramírez, en la calle 21 hacia el occidente; el mural so-
bre el cultivo del café del maestro Henry Villada, detrás
del Coliseo del Colegio de las Bethlemitas; y la escultura
“La casa quindiana”, de Duván López. Cada una de estas
obras refleja, respectivamente, las historias del Quindío,
del plantel educativo más simbólico de Armenia, la cafi-
cultura y la arquitectura tradicional, porque de acuerdo
con el maestro López, su obra es el mensaje tipológico de
una casa de bahareque.
El aspecto histórico más relevante a partir de lo ar-
quitectónico y el mobiliario ferroviario conformado por
dos locomotoras antiguas, se concentra en la Estación del
Tren. Es uno de los dos bienes de interés arquitectónico
nacional (el otro es el Museo del Oro Quimbaya). Uno
quisiera entender que la historia reflejada en bienes y ma-
nifestaciones del patrimonio cultural de Armenia le inte-
resa sólo a las generaciones que pasan del medio siglo de
existencia. Pero, por fortuna, la interpretación, apropia-
ción social y lectura histórica también son hechas por los
jóvenes. Lo que ha quedado de la estación de Armenia,
en sus salas y corredores, en sus capiteles y en su orna-
mentación, también impacta a los muchachos y mucha-
chas de hoy. La siguiente es la descripción que hace una
288
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

estudiante universitaria sobre este bien arquitectónico:


“Me permito resaltar que es un lugar muy representativo
y significativo para mí, en el preciso momento en que in-
gresas a este lugar y observas el decorado de sus pisos, ya
te cuenta miles y miles de historias, sientes que allí en ese
lugar que se debate entre el olvido, aún viven recuerdos
y momentos como grandes bienvenidas de familiares que
se encontraban lejanos, pasajeros quizás con afán de lle-
gar a determinado destino, abrazos, felicidad, pero tam-
bién algunas lágrimas de muchas despedidas”20.

Armenia, eculturismo cuyabro e historia

Armenia posee mucho acervo cultural para el turismo,


sólo que no se ha dado un proceso de apropiación ciu-
dadana sobre la importancia que tienen los museos, las
salas, los vestigios arqueológicos, los senderos ecológicos
y relictos boscosos, los monumentos del espacio público,
los sitios de encuentro y tantos lugares de su historia.
Se recuerdan dos estrategias de conocimiento turístico
de la ciudad, con nombres sonoros y castizos, que fueron
fugaces pero que dejaron una experiencia para replicarse
de nuevo, pues la capital del Quindío necesita con urgen-
cia la querencia ciudadana. Algo así como una cátedra
permanente de y a sus habitantes, para conocerla y mos-
trarla con orgullo a los miles de visitantes que se motivan
por el sentido del Paisaje Cultural Cafetero.
Como empresa asociativa de trabajo, en 1998 se ges-
tó Eculturismo, uno de los primeros proyectos de rutas
culturales y ecológicas del Quindío. Aunque la propuesta
quedó trunca con motivo del terremoto, en 2000 se pensó
que se debía revivir para dinamizar el movimiento cultu-
ral y turístico de la región. En 2001 se divulgó como “una
nueva opción de turismo cultural y familiar para el Eje Ca-
fetero que, a través de sus modalidades de esparcimiento,

20
Daniela Yepes Agudelo. Cátedra “Arte y Cultura en el Quindío”,
Universidad de San Buenaventura Medellín, extensión Armenia.
289
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

quiere acercar lo más significativo del patrimonio cultu-


ral y natural a quindianos y visitantes de esta tierra de
guaduales y café”.
Esto se mencionaba en una información escrita que se
envió a los diferentes hoteles y agencias turísticas, en un
momento en que se acababa de proponer a la Unesco la
inclusión del Paisaje Cultural Cafetero en lo que se de-
nominaba la Lista Indicativa de ese organismo mundial.
No hubo respuesta alguna de hoteleros y empresarios,
aunque sus promotores recibieron los mejores comenta-
rios de dicha propuesta, donde también se sugerían dos
modalidades denominadas Chiva Cultural de Armenia y
Chiva Cultural del Quindío.
«El arte del eculturismo», del escritor Umberto Sene-
gal, fue una de esas columnas de prensa regional que más
halagaron a sus propulsores y que mantuvieron vivo el
espíritu de la iniciativa. Decía:

Me agradan las nuevas palabras cuando suplen limitacio-


nes de las antiguas. Eculturismo es una, de reciente crea-
ción. Un nuevo vocablo, para una nueva manifestación
cultural… Eculturismo es un vigoroso neologismo, dic-
ción elegante y polimorfa que dejó de pertenecer al mun-
do de los conceptos para convertirse en productivo nego-
cio de cuantos lo aplican con inteligencia... Dicho término
se integró con partículas de las palabras ecología, cultura y
turismo. Es un acrónimo. No hay eculturismo si se soslaya
alguno de los vocablos. Las regiones donde se hace ecultu-
rismo con mayor acierto económico, son aquellas donde la
leyenda, el paisaje y la historia se amalgaman21.

La otra propuesta se cristalizó en 2006. Se conoció


como la Ruta del Patrimonio Cuyabro y se tuvo en cuenta
ese nombre popular que siempre ha acompañado a los
habitantes de Armenia. “Cuyabro” es un término raizal,
que se identifica con lo autóctono, como puede ocurrir

21
Columna titulada «Mandoria», del semanario La Opinión (agos-
to de 1998).
290
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

con lo “opita” y lo “paisa” y hasta con la denominación


de una ciudad por sus actitudes, como “Curramba la be-
lla”. La Ruta del Patrimonio Cuyabro estuvo dirigida a
grupos escolares vulnerables. Se realizó a instancias de
la administración del alcalde David Barros Vélez y con la
coordinación de la Corporación de Cultura y Turismo a
cargo de Lina María Mejía Sierra. Su objetivo fue contri-
buir al conocimiento de la ciudad, teniendo en cuenta los
grupos escolares que más dificultades económicas tenían,
por lo menos en sus desplazamientos a otros lugares dife-
rentes a sus barrios de residencia o a los que son las sedes
de sus instituciones educativas.
Se partió del siguiente propósito, pretendiendo exten-
derlo al resto de habitantes citadinos, no sólo en el acervo
documental o arqueológico de sus museos, sino en lo que
se encuentra en el ambiente externo:

Un recorrido por su patrimonio construido permitirá al


habitante de Armenia apreciar y apropiarse de su arqui-
tectura y del valor estilístico e histórico que ella tiene.
Sólo así podrá conocer que el patrimonio también se en-
tiende en el plano del recuerdo. Imposible olvidar el valor
intangible del legendario palacio de Getsemaní, que nos
recuerda el homenaje del propietario a su amada, o la Ca-
sita Naranja, también llamada de “Los Espantos”, allá en
lo alto del costado derecho del puente de La Florida, o la
hermosura estructural del antiguo templo de la plaza de
Bolívar de Armenia, ponderado por los arquitectos gracias
a la armazón de guadua que conformaba un maravilloso
arco y su bahareque de lámina22.

El programa se concretó también con algunos grupos


de niños especiales de diferentes instituciones, con gru-
pos de personeros estudiantiles y con los que pertenecían
a planteles que tenían el turismo como opción académi-
ca. Ese fue el caso de la institución educativa Ciudad Ar-
menia, cerca del parque de Sucre. Así quedó consignado

22
Plegable El Cultural, número 2, marzo de 2006.
291
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

en el informe presentado a Corpocultura, con relación


a ese periplo: “El objetivo que se plantea con este gru-
po de estudiantes, de diferentes cursos de dicho plantel
educativo, es reforzar sus conocimientos sobre aspectos
culturales y turísticos de la ciudad de Armenia, máxime
cuando uno de los refuerzos que reciben está relaciona-
do con el turismo, como que es uno de sus componentes
principales. Desde hace unos años, esta institución edu-
cativa ha perfilado en su Proyecto Educativo Institucional
el énfasis en el turismo. Por esa razón, los estudiantes que
hacen este recorrido pertenecen a varios niveles de básica
secundaria y tienen como misión la de profundizar los
conocimientos sobre los sitios que se van a visitar”.
Hoy se encuentra otra modalidad cultural llamada la
Caja Viajera del Café. “Es una novedosa e ingeniosa idea
que se suma —seguramente a muchísimas más— que
han nacido en torno de este producto. Con ella, su crea-
dor, Nicolás Uribe Aristizábal, ha dispuesto todo un ri-
tual para compartir, pues como él mismo lo señaló: el café
siempre nos invita al encuentro. Con esta propuesta en la
que ha venido trabajando hace más de diez años, busca
que saquemos el café de la cocina y lo llevemos a todas
partes, lo podamos preparar en cualquier lugar”23.
Esto enmarca en otra modalidad de turismo cultural
para el departamento. Eculturismo cuyabro es, entonces,
una buena opción. Es, como dice Senegal, “una actitud
interior para la cual no se requieren títulos académicos en
quienes la ofrecen ni riquezas en quienes la adquieren”.

23
La Crónica del Quindío, diciembre 22 de 2012.
292
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

La Tebaida y sus parques de la representatividad


histórica

Cuarenta bancas de cemento y granito, cómodas des-


de la óptica de un estilo antiguo y tradicional, son el mo-
biliario fijo de uno de los tres parques y plazoletas de La
Tebaida. Se trata de los sitios de encuentro de la sociali-
zación urbana, en un municipio que celebró en 2016 dos
efemérides, los cincuenta años de pertenencia a su depar-
tamento y el centenario de su fundación.

Los parques

En el parque de Bolívar, llamado antes “El Parque


del Tiempo”, todavía se siente el ambiente de antaño.
Es uno de los pocos del Quindío que no ha sido refac-
cionado hacia el sentido de la modernidad, lo que hace
interesante su permanencia. Este reducido, pero bien
distribuido y arborizado espacio, es apenas un peque-
ño porcentaje del corazón del parque, pues en su centro
puntual se yergue la estatua de Bolívar (sin su espada,
que ha sido varias veces hurtada), lugar donde también
convergen los extremos de ocho triángulos que se ex-
tienden ampliamente hacia la periferia, terminando en
una disposición circular.
En ese lugar comparten los adultos mayores, pensio-
nados, vendedores de tinto y comida, personajes popu-
lares, locales, turistas, algunos lugareños que se ganan el
sustento con su trabajo cotidiano de los oficios, y hasta
algunos trasnochadores que encogen su humanidad en el
arco de las bancas, entregados todavía al sueño plácido.
En los frondosos árboles del parque también viven igua-
nas y ardillas, que bajan de las ramas frondosas a comer
alguna fruta o los restos de alguna golosina que dejan los
transeúntes, en medio de una bien establecida zoociedad,
293
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

ya que los animalitos se desplazan de manera libre y gra-


ciosa entre el movimiento humano y en dirección a su
árbol.
El parque es, sobre todo, la historia representada. Allí
se puede conocer el pasado, que comienza desde la funda-
ción del pueblo, encabezada por don Luis Arango Cardo-
na y sus hermanos en agosto de 1916, pasando por la época
del tren, hasta el recuerdo del 9 de abril de 1948. Se hace re-
membranza de los personajes, prosaicos, polémicos o po-
pulares. Bastan unos momentos de sombra y solaz, mien-
tras algún lustrabotas ejerce su oficio, saboreando además
el tinto de aguapanela más barato de la región, para co-
nocer los datos del “Edén Tropical del Quindío”. Ellos se
refieren a la evolución del parque, desde su inicio como
punto de encuentro, pasando por la instalación de toldos
de lona blanca para el día de mercado, hasta los cambios
de infraestructura de los años cincuenta del siglo XX.
El humanista y escritor Francisco Cifuentes Sánchez
nos recuerda esos pasos históricos:

El 14 de agosto de 1916 comenzó a trabajar Don Luis Aran-


go el pueblo de La Tebaida… Del 14 al 21 de agosto de
1917, había vendido 130 solares con tres meses de plazo,
el precio de solares era: los del marco de la plaza y la calle
real, a $ 20 oro, y de las otras partes a $ 10. El primer mer-
cado se realizó el 8 de julio de 1917, en la antigua plaza del
Tiempo, hoy plaza de Bolívar. Asistieron más o menos 100
personas; el primer novillo que se mató para la venta fue
de Víctor Sánchez, comprado en Maravélez. Anteriormen-
te se pagaron derechos de fonda24.

En este parque, de labios de sus ocupantes actuales,


podríamos extendernos en la escucha de versiones de re-
lato y leyenda que han enriquecido el imaginario: “el ve-
rraco de La Tebaida” (en sus varios matices), los sucesos

24
Francisco Cifuentes Sánchez. La Tebaida Quindío. Calarcá: Tipo-
grafía y Litografía Luz, 1993.
294
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

del 9 de abril de 1948 (las asonadas locales), la fábula del


“huevo apocalíptico” (ocurrida el 29 de marzo de 1979), el
recuento de los discursos pronunciados por los líderes de
izquierda María Cano e Ignacio Torres Giraldo (en la épo-
ca de los ferroviarios de los años 20), las anécdotas sobre
Emilia y su hijo “Patepuño”, “Chamberlain” o Manuelito
Suárez (el tinterillo que tenía al parque como su oficina o
“última casa”) o hasta la historia legendaria del valle de
Maravélez (sobre una laguna y su totuma encantada).

La Plaza Nueva

Un mosaico de experiencias sobre la cultura popular,


que nos encantaría y detendría nuestro tiempo de ocio
en las pláticas del parque, nos debe llevar a emprender
camino al segundo punto de encuentro: la Plaza Nueva,
también llamada Parque Luis Arango Cardona. Se inicia
el recorrido caluroso, al salir del ámbito refrescante del
parque, hacia el sur, encontrando primero la edificación
nueva del templo Nuestra Señora del Carmen, pues el an-
tiguo fue destruido en el sismo de 1999, y en cuya esquina
se empotró la cúpula antigua como recuerdo, con una pla-
ca conmemorativa. Luego, la alcaldía en su sede moderna
y la calle 12, donde se encuentran dos casas contiguas: el
antiguo teatro Paraná (hoy Centro de Representaciones)
y la Casa de la Cultura. En el andén de la cuadra, un mo-
tivo gráfico que nos presagia el aspecto central del nuevo
parque a visitar: dos diseños antropomorfos de la época
prehispánica, marcados en serie.

Luis Arango Cardona, el fundador

La Plaza Nueva es el referente directo de la época de


fundación de La Tebaida. Rememora a Luis Arango Car-
dona, un hombre versátil y visionario, quien también se
dedicaba a la “guaquería” (exploración no científica de las
tumbas indígenas). De hecho en el centro del parque se
levanta un monumento singular, el único del mundo, que
se dedica a dicha actividad non sancta. El “Monumento al
295
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

guaquero”, del maestro Mendoza, es un símbolo histó-


rico de inocultable espíritu polémico. Sólo que con él se
recuerda a la familia Arango Cardona, en esencia a don
Luis y en extensión a su hijo, el prestigioso abogado Jesús
Arango Cano, de quien se celebraron cien años de natali-
cio en el año 2015. Don Luis Arango y sus hermanos gua-
quearon gran parte del municipio hace un siglo, pues el
terreno correspondía a la gran propiedad de su familia.

La piedra del Indio

La Plaza Nueva no sólo se centra en estos eventos del


recuerdo del siglo XX. En las rejas del monumento se en-
cuentran los diseños del andén cercano al parque de Bolí-
var: ello corresponde a la impronta de un petroglifo (de pe-
tros: piedra, y glifo: grabado) muy conocido en la zona rural
de La Tebaida, sumergido por la corriente de un brazo del
río Espejo, que lo desapareció para siempre, pues se en-
cuentra bajo una severa sedimentación de arena. Las figu-
ras allí plasmadas en una superficie lítica, conocida como
la “piedra del Indio”, fueron realizadas por los indígenas
prehispánicos del Período Tardío hace unos mil años.
La Tebaida, con esto que se llama también el arte ru-
pestre, nos recuerda su tradición arqueológica. Tres pe-
troglifos encontrados: la piedra del Indio, la piedra de
San José y la piedra de la Familia presentan detalles de
salamandras y espirales. Junto con otros petroglifos del
resto del Quindío, aquellos son estudiados por la Aso-
ciación de Antropólogos del departamento en aras de
presentar una nueva dimensión turística: “La ruta de la
piedra”, que también comprendería otros vestigios histó-
ricos del Quindío, pero manejada por profesionales guías
del campo antropológico.
En los últimos 60 años, se han encontrado y excava-
do varios yacimientos de importancia: una tumba en el
sector rural de La Sierra, investigada por Luis Duque Gó-
mez, el registro de un petroglifo (piedra de la Familia)
en el sector de La Herradura, excavaciones posterremoto
296
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

en el predio El Cántaro y El Cantarito y hasta el hallazgo


de un ajuar funerario del Período Tardío en la apertura
de una brecha de alcantarillado en la vía vehicular de la
carrera 7 entre calles 11 y 12.
Pero el más significativo hallazgo, de manera fortui-
ta, ocurrió en 1975, cuando los arqueólogos Óscar José
Osorio y Karen Olson Bruhns encontraron, en terrenos
del aeropuerto El Edén, una “punta de proyectil”, nom-
bre dado a la evidencia de una pequeña flecha de piedra
volcánica, lascada y retocada, que había sido usada en la
época de los primeros cazadores y recolectores de Améri-
ca hace más o menos 9.000 años.
Hacia el sureste, el recorrido de los parques termina
en la Plazoleta Bicentenario, frente a un edificio llamado
Museo de la Quindianidad, que albergará colecciones de
arqueología, etnografía y arte. Partimos del sentido histó-
rico, pasamos al panorama de dos extremos (lo arqueoló-
gico y la guaquería) y ahora nos encontramos en la esfera
de lo cultural. Porque esta plazoleta nos debe recordar
que La Tebaida es también la cuna del teatro en todos sus
géneros creativos, es arte, literatura, poesía, música y tra-
dición radial. Con el riesgo de omitir algunos nombres,
así lo confirman sus gestores, autores, escritores y com-
positores más connotados: Luz Marina Botero, Mélida
Marín, Samaria Márquez, Miguel Londoño, Darío Aristi-
zábal, José Fernando Ramírez Gómez, Alejandro Vallejo,
Maria Ladi Londoño, Heriberto Vargas y Hugo Zapata,
entre otros. Con razón, y con orgullo, La Tebaida también
debería llamarse el “Oasis Cultural del Quindío”, además
que es la entrada, desde el suroccidente, al territorio del
Paisaje Cultural Cafetero.

La Tebaida, turismo y arqueología

El “Edén Tropical del Quindío”, al ser la puerta de


entrada del territorio cafetero desde el sur de Colombia,
pretende mostrar a sus visitantes lo mejor de su infraes-
tructura para el turismo y sus sitios culturales: el parque
297
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Bolívar con sus tradiciones, ardillas y bancas antiguas; la


Plaza Nueva con su monumento y el corredor gastronó-
mico; la plaza del Bicentenario, con el Museo de la Quin-
dianidad en su entorno; el parque Fabiola Botero; el par-
que Didáctico del Tránsito; la Casa de la Cultura; las fá-
bricas de muebles de guadua, como Arangoa y Bambusa;
el centro de convenciones Amanecer y su bella estructura
de guadua. También los paisajes del valle de Maravélez,
historias fabulosas como “El verraco de La Tebaida” y los
aspectos del patrimonio inmaterial —artesanías de gua-
dua, calceta de plátano o los trabajos de cáscara de hue-
vo— son tenidos en cuenta.
Sin embargo, otro destacado punto patrimonial po-
dría potenciarse al turismo, siempre en el ámbito de la
responsabilidad y manejo consciente de los recursos que
entran en ese ámbito. Se trata de los bienes más delicados,
los arqueológicos, aquellos que son el legado de todos los
ciudadanos, como así lo determina la Constitución, al
considerarlos propiedad de la nación, inajenables, inem-
bargables e imprescriptibles. La Tebaida fue excluido de
la consideración del Paisaje Cultural Cafetero de Colom-
bia, como patrimonio de la humanidad, a pesar de poseer
fortalezas en uno de los atributos, el patrimonio arqueo-
lógico. Tal decisión de Unesco es inconveniente, pues,
desde su fundación, está unido a historias de guaquería y
arqueología que hoy podrían constituir un insumo para
el turismo cultural del Quindío.

Obra odiada y curiosa

En 1924, don Luis Arango, el fundador, publicó el


primer tomo de una obra odiada y curiosa. Recuerdos de
la guaquería en el Quindío fue un suceso editorial de esa
época y hoy se podría constituir en un filón de infor-
mación, desde la antropología interpretativa, sobre la
historia provincial del Quindío en las primeras décadas
del siglo XX y con relación a la vida cotidiana y ceremo-
nial de los pueblos arqueológicos, pues el autor relata
detalles tipológicos de las piezas de oro y de cerámica
298
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

saqueadas, así como de las formas de nichos funerarios


y de sitios alterados por la acción no científica de cientos
de guaqueros.
Gran parte de las colecciones de cerámica antigua del
Quindío procede de los yacimientos funerarios de La Te-
baida, como copas y ánforas con pintura negativa y poli-
cromía. La colección arqueológica de la Casa de la Cul-
tura podría ser más numerosa y profusa. Sin embargo,
es representativa de las culturas indígenas que ocuparon
el territorio antes de la conquista, especialmente lo que
corresponde al Período Tardío.
Es el único municipio quindiano que cuenta con un
Acuerdo municipal, el 007 de febrero 28 de 1995, “por
medio del cual se dictan normas para la protección del
patrimonio arqueológico”. El monumento del espacio
público muy singular dedicado a la guaquería es una cu-
riosa creación, escultura que se debe conocer, así se consi-
dere una apología a esta nefasta actividad.
Mientras tanto, en La Tebaida, un lugar podría ser el
depositario de información y de piezas arqueológicas: el
Museo de la Quindianidad, un recinto subutilizado en la
oferta turística y cultural de la región.

299
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Circasia y los sitios de encuentro

Circasia se presenta en el panorama ciudadano como


una pequeña ciudad con tres conjuntos sepulcrales, uno de
ellos llamado el Cementerio Libre. También, como una de
las pocas en el país que ha tenido la evolución en la manera
de denominarse, con sus perífrasis o apelativos, a través de
abundantes formas (siete en total), siendo la más conocida
de todas la “Cuna de hombres y mujeres libres”. Algunos
dicen que sus nombres curiosos, refrendados en la relación
de la Registraduría, o hasta en la observación de lápidas de
sus panteones funerarios, van en congruencia con el espí-
ritu de amplitud humana que respira el poblado. Por algo,
otro de sus referentes, “Circasia, Tierra de Libertad”, le da
esa facultad a sus habitantes para “asignarse” de manera
diferente, con nombres clásicos y versátiles.

El Cementerio Libre

Es su principal referente tradicional, como que es un es-


pacio arquitectónico de la sociedad civil, único en Colombia,
y además de simbólica y hermosa factura espacial. Aunque
al frente, en el Cementerio Los Ángeles, se ejerce una singu-
lar tradición agorera e imbuida por la religiosidad popular,
que en antropología se llama el “culto al fetiche funerario”.
Se instauró en una sencilla tumba, donde está sepultada la
protagonista nunca llamada de esa historia, la mujer Ber-
nardina Martínez, quien murió en marzo 13 de 1933, pero
que el destino la revivió en la memoria de las gentes, por
esa fecha esotérica, ya que piden sus servicios de curación
y favores al más allá de su humanidad fenecida.

Los artistas

Circasia es talento cultural. Lo atestiguan escritores,


artistas y gestores que tuvieron a esta población como
300
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

tierra natal o como su escenario de existencia. Ellos son


el sonetista Noel Estrada Roldán, el muralista Antonio
Valencia Mejía, el poeta popular Emilio Gómez Zuluaga,
el miniaturista pintor Cipriano Echeverri y el artista Nu-
remberg Ceballos (el único que sobrevive de este grupo),
entre otros.

La iglesia de las Mercedes

Su templo principal, Nuestra Señora de las Mercedes,


se incendió en 2008, pero quedó el recuerdo perenne de
su arquitectura, ya que era una inigualable construcción
de bellas maderas más que centenarias, cubiertas en su
exterior con lámina metálica importada, que la hacía so-
bresaliente entre el gran conjunto arquitectónico de la
época de su fundación.
Circasia puede mostrar eso y mucho más, pues toda-
vía quedan casas simbólicas de la colonización; resaltan
sus detalles de ornamentación en balcones, puertas y cie-
lorrasos, además de un hecho de la vida cotidiana que se
convierte en clave para la socialización de sus poblado-
res: sus sitios de encuentro. Estos son los más connotados
lugares de la vida urbana, como que ellos son en todas las
ciudades los más referenciados para el disfrute cultural.
En Circasia se expresa tal situación con el parque princi-
pal, la plaza de mercado y ferias y los cafés en diferentes
versiones.

Los sitios de encuentro

Una ventaja los presenta destacados: los sitios de en-


cuentro son el alma urbana. Allí se procesan las histo-
rias o leyendas de la identidad. Sus protagonistas son
los viejos que rumian los recuerdos sentados en las fres-
cas bancas del parque, aunque también los jóvenes se
solazan, sin llegar a entenderlos, con los objetos de los
recuerdos que decoran las nuevas versiones del café bar
para el turismo.
301
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

El parque de Bolívar

¿Cómo se vive y cómo se entiende el sitio de encuen-


tro? Recorriéndolo, compartiendo con otros actores sus
estancias y, sobre todo, interpretando sus mensajes. El
parque principal de Circasia es, de entrada, una cuadrí-
cula ya alterada; un extremo y otro de sus cuadras nos
presentan el carácter tradicional del bahareque y el signo
de cemento de la modernidad. En su centro, en el mis-
mo nervio del compartir de la gente, donde se sientan o
se han ubicado los actores del poblado (en el que antes
existía un terraplén con algunos arbustos), se construyó y
aún se arma la historia de sus imaginarios. Vemos, como
mobiliario, varias placas que recuerdan hechos históricos
y sociales: las huellas de la primera administración del
naciente departamento (1966-1967) en las paredes de la
altiva estatua del Libertador.
La resulta oral del comentario popular hecho en
favor o en contra de esos símbolos nos ha dejado con
esta estatua una anécdota interesante, que fue trata-
da con gracia por uno de los habitantes destacados de
Circasia, don Helio Fabio Henao Quintero, quien hace
hablar la imagen del prócer: “un día me pintaron de
verde, azul, blanco, amarillo, negro y otros colores que
ya no recuerdo, por esta razón me llamaban el Bolívar
papagayo”25.
Una pileta primero, que se convirtió después en una
fuente, engalana el parque. Lo particular fueron los peces
de la pileta, que se convirtieron en atracción turística, y
que todavía nadan en las aguas de la fuente refaccionada,
donde se destacan también cuatro grifos adornados en
forma de cabeza de león.

25
Helio Fabio Henao Quintero. Diálogo con Simón Bolívar, el Liber-
tador. Armenia: Optigraf, 2008.
302
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

La urna del tiempo

La singularidad del parque se expresa en la llamada


“urna del tiempo”, instalada el 1 de septiembre de 1984,
en la celebración del primer centenario, y donde se colo-
caron en una bóveda profunda documentos, fotos y otros
aspectos representativos del municipio, los que serán
abiertos y mostrados nuevamente el 10 de agosto del año
2034. Lo que sí desapareció definitivamente fue la placa
de mármol que contenía el soneto del poeta Noel Estrada,
titulado «La fuente de Circasia». Su primera parte, bella y
lírica, como todo lo que correspondió a este escritor, decía
lo siguiente:

El surtidor levanta la memoria


del agua, y al venir de la ladera
se satura de eterna primavera
que la ciudad te brinda promisoria.

Los bares y cafés

Del parque pasamos a la dimensión de los bares y ca-


fés. En Circasia siempre han funcionado en su marco, y
es en ellos donde se departe y se alimenta el verdadero
anecdotario municipal. Allí se encuentra el personaje lo-
cuaz, el “historiador de a pie”, el oficiante simbólico de
las tareas de la quindianidad y el nuevo protagonista de
la vida del Quindío, el turista, quien como uno, también
está ávido de conocer la historia.
Los establecimientos son de dominio popular. La Ca-
fetería de Arcadio, en la carrera 15 con calle 7, que antes
era bar, donde se encuentran varios protagonistas desta-
cados de la vida diaria: don Helio Fabio Henao, quien es
una fuente inagotable de historias. Nicasio Perdomo, el
lustrabotas, quien con orgullo dice que su nombre es pa-
recido al que lleva el municipio y a quien su padre Nesio
(oriundo de Natagaima), indujo a temprana edad en ese
oficio noble, que en otras partes del Quindío lo llaman
“embellecedor de calzado”. La Mona, una emprendedora
303
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

mujer, simpática y saludadora, que muestra a flor de piel


su querencia por el municipio de Circasia, y muchos más
de la plática diaria.
Enseguida se encuentra el Salón Social de Billares, tan
antiguo como la Cafetería de Arcadio. Contiguo a la vieja
construcción de Telecom está el Bar Champion. En estos
dos últimos, todavía se ofrece el placer de ver la destreza
de los billaristas, entre ellos algunas mujeres que en los
últimos años han incursionado en esa actividad. Por últi-
mo, los cafés especiales para el turismo, que se han con-
vertido en un punto de encuentro de los jóvenes. Y el café
bar La Ruana. En ellos se encuentran objetos antiguos que
adornan sus paredes, ante la mirada indiferente o asom-
brada de los usuarios. En estos y en los más tradicionales,
se departe todavía en quindianidad.

En Circasia le apuestan al fetiche funerario del número 13

El 13 —del mes 3, tercer día de la semana— será una


fecha especial para muchas personas que trazan sus vi-
das alrededor de los números cabalísticos. Esto también
podría ser un componente del turismo. Se trata de la his-
toria de Bernardina Martínez, la “monjita”, como la lla-
man muchos en el cementerio Los Ángeles de Circasia. Su
tumba dio lugar a que alguien, leyendo cuidadosamente
la fecha de su muerte, creara un halo de misterio y un
recorrido de leyenda. El 13 de marzo de 2013, se cum-
plieron ochenta años de aquella ignorada muerte. Sigue
siendo anónimo el transcurrir de su existencia, pero muy
conocido el proceso que gestó su culto al fetiche funera-
rio, que le ha dado fama y la ha convertido en milagrera.
Todo a partir de la numeración mortuoria que la marcó:
13 de marzo de 1933.
Los que sí se han preocupado por la suerte buscada
y añorada han sido los creyentes y usuarios de la tumba
de Bernardina. En su trabajo de grado como psicóloga de
la universidad de San Buenaventura Medellín, sede Ar-
menia (2011), Jessica Alexandra Ramírez recuerda que,
304
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

además de Bernardina, existe otro culto al fetiche en Co-


lombia que se ha construido alrededor de los números
de suerte, en este caso de las loterías. Se refiere a Salomé,
una sencilla mujer que murió en Bogotá en 1955 y que
hoy está sepultada en un cementerio del sur de la capital
del país. Como ocurre con la de nuestra “monjita” del
Quindío, la tumba de Salomé ha sido objeto de constan-
tes romerías, de quienes le piden favores económicos de
toda clase.
No sólo el 3 o el 13 invaden la superficie de la sencilla
tumba de Bernardina, números que la gente constante-
mente colocan con marcador o lápiz:

En la comunidad pequeña de Circasia, la gente tiene múl-


tiples necesidades económicas. La monjita cuenta con un
historial de favores concedidos a quienes se dirigen a ella
en el plano monetario.

Es y será un vehículo para ganarse el chance y la lotería.


Por esta razón su tumba permanece llena de números ano-
tados, de cuatro y tres cifras, que posiblemente correspon-
den a realidades ganadas o a opciones pensadas, como es
la dinámica de los juegos de azar. La superficie de la se-
pultura se pinta regularmente con los recursos de la admi-
nistración del Cementerio o por el gesto de algún cliente
agradecido. Pero no transcurre más de una semana para
encontrar nuevamente el mosaico de números anotados
en el exterior y en el interior de su altar, donde también
se colocan cartas petitorias, objetos, imágenes religiosas y
velas prendidas26.

En el siglo del número 3, suma resultante del 21, sólo


nos queda esperar el destino que se ansía y se proyecta,
mas no el que viene por azar. El mundo seguirá su mar-
cha a pesar de las presagiadas fechas del fin de los tiem-
pos, y de la magia que obra en nosotros el compendio de

26
Jessica Alexandra Ramírez. La fe milagrera y el fetiche funerario de
la monjita Bernardina en Circasia (trabajo de grado).
305
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

fechas y cifras, manejadas con visos de esoterismo. Por


fortuna, siempre hay una que no conocemos, y a la que no
jugamos ni apostamos, la de la partida final.

Circasia y sus acciones para el desarrollo cultural y turístico

Circasia es una “ciudad sorpresa” para el turismo cul-


tural del Quindío. Mientras Salento, Filandia y Montene-
gro, sus núcleos limítrofes, van desarrollando con ímpetu
el turismo, Circasia espera tranquilamente el inicio de su
proceso de darse a conocer a propios y visitantes.
Y es que esta ciudad intermedia del Quindío, en las
goteras de su capital y con tan buena conexión vial, tie-
ne mucho para mostrar, a pesar del influjo permanente
del progreso que viene desde todas las entradas. Circasia
permanece, a un lado de la autopista del Café, con parte
de su arquitectura de la colonización y con el recuerdo
de sus costumbres de antaño, lo que aún se respira en
su parque principal, en sus cafés y bares y en la plaza de
ferias, donde el primer miércoles de cada mes se dan cita
las tradiciones agropecuarias.
Todo lo que es turismo parte de un referente singular,
el Cementerio Libre. Todo se ha construido identitaria-
mente alrededor de este monumento arquitectónico que
está repleto de simbolismo y de historia, al frente del otro
“camposanto”, Los Ángeles, que es el cementerio tradi-
cional. En ambos, o desde ambos, se podría realizar una
interesante práctica turística que conecta a estos lugares,
a través de una “Ruta Antropológica de la Muerte”, con
otros hitos o puntos arqueológicos del Quindío que den
cuenta de las costumbres funerarias de los indígenas pre-
hispánicos (como el Museo del Oro de Armenia). Tam-
bién se podría conectar con el municipio de Montenegro,
donde se construyó en 1930 el otro cementerio Libre, pero
que tiene otros dos lugares con esta perspectiva novedosa
de turismo: los panteones históricos del cementerio tradi-
cional (como existen también en el cementerio Los Ánge-
les) y la muestra arqueológica de su Casa de la Cultura.
306
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Estas posibilidades, y mucho más, son brindadas para


el turismo cultural por una ciudad como Circasia, que
bulle por su crecimiento poblacional debido a la cercanía
con Armenia, pero que también se dinamiza por la inte-
lectualidad y el talento cívico de sus pobladores. Esto ha
quedado evidente con las acciones de sus líderes institu-
cionales y sus gestores culturales, lo que redunda en la
condición especial de su turismo.

Reconocimiento a la cultura

Muestras de ello se evidenciaron con la realización del


único evento municipal fuera de Armenia que se llevó a
cabo con motivo del Cincuentenario del Quindío y en la
instalación de mogadores metálicos (que también son ca-
setas de ventas) en su parque principal, donde se promo-
cionan los valores culturales y turísticos.
El primer acto fue una velada cultural gestada por un
escritor prolífico y versátil, llamado Helio Fabio Henao
Quintero, que reunió en el colegio San José a varios artis-
tas, cantantes y declamadores circasianos. Se recordó allí,
esa noche del 30 de julio de 2016, el valor de lo cultural
representado en el recuerdo de sus poetas, Noel Estrada,
Emilio Gómez y Antonio Sánchez. Se presentó el libro de
la poetisa Flor Montalvo y se exhibió la obra de la ges-
tora cultural Noemí Pinto. Se escuchó la declamación de
Elías Londoño y Jaime Botero y el canto e interpretación
de Maena Fina. Se recordó a los autores del himno de Cir-
casia y a los miembros de la Junta pro Departamento del
Quindío de la localidad. Por último se brindó a los asis-
tentes un recital musical.
La segunda acción ha embellecido el contorno del
parque pues la administración municipal, en unión de
empresas privadas patrocinadoras, ha colocado una ex-
celente fotografía alusiva al patrimonio cultural y turísti-
co de Circasia. Se referencian los siguientes aspectos del
presente y del pasado que son atractivos para el turismo:
Mirador, belleza natural, feria ganadera, nuestra historia,
307
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

patrimonio cultural, aromas de café, arquitectura tradi-


cional, identidad cultural, aves de nuestra tierra (barran-
quero), naturaleza (río Roble), iglesia, Cementerio Libre,
yipao, guayacán del parque principal, Casa Museo, café
especial, reserva natural.

Una “fotografía” de Circasia

El impacto que produce la buena fotografía en el tran-


seúnte ocasional lo motiva al conocimiento del atractivo.
Es algo que le falta a Armenia, ciudad esta que posee los
mogadores sobre toda la avenida Bolívar, pero que no
han sido aprovechados para la difusión turística.
El primer objetivo que logra la acción divulgativa de
la caseta - mogador, engalanada fotográficamente, es in-
formar la vigencia del bien o la expresión cultural del
recuerdo al habitante local: Mirador del Alto de la Cruz,
el Bosque de Bremen, la tradicional vida campesina y de
caballística, el pasado industrial, las casas del continuo ar-
quitectónico en la cuadra del templo católico, los balcones
de la época de la colonización, el puente del Paso de los
Aguadeños, la culinaria (por ejemplo, las “empanaditas de
Circasia”), aves de plumaje vistoso, los monumentos del
espacio público en el parque principal, los cafés de origen,
bares y puntos de encuentro, los árboles, la Casa Museo
Cipriano Echeverri, calados arquitectónicos de puertas, los
cielorrasos, el Festival de la Libertad, la colección artística
del maestro Antonio Valencia en la Casa de la Cultura, el
refugio cultural del maestro Nuremberg Ceballos, la des-
aparecida iglesia, la réplica del puente de Boyacá, los peces
de la pila de agua, la urna del tiempo, el Cementerio Libre,
con su casa hacienda La Libertad y las esculturas a Braulio
Botero, Antonio José Restrepo, mausoleo a Enrique Londo-
ño, el «Himno a los Muertos», el Mural “Libertad, justicia y
amor” y sus placas representativas a la francmasonería.
Este recuento, gracias a las acciones de sus ciudadanos
e instituciones, ha demostrado que en Circasia en el cam-
po de la cultura hay mucho más, pues otras fundaciones
han aparecido en la palestra en los últimos años.
308
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Córdoba y sus reseñas de microhistorias


con alma campesina

El municipio quindiano de Córdoba es valorado por


la relación con un símbolo agrario e histórico: la guadua.
Es conocido por sus verdes espacios montañosos, el agua
de sus ríos y quebradas y sus cascadas. Su apelativo o
perífrasis ha cambiado en los últimos años, por un fe-
nómeno de escucha popular, pues al municipio se le ha
llamado “orgullo”, “arrullo”, “murmullo” o “susurro”
de guaduales, sin determinar cuál es el originario o más
correcto, aunque se colige que eso ha ocurrido más por
confusión de oídas que por capricho.
Las historias de sus pobladores y protagonistas están
asociadas al agro, la intelectualidad, la trova, pero tam-
bién al capítulo nefasto de la violencia política. Un hecho
más, el terremoto de 1999, hace de este poblado un ejem-
plo de superación ante las adversidades. Las historias
recuperadas después del terremoto, con muchos de sus
protagonistas orales vivos, más las de aquellos personajes
de la vida municipal, conocidos a través de tradición oral
o por reseñas bibliográficas, permitirán construir un con-
junto de microhistorias que, aunque significativas sólo
para ellos, son de enorme importancia para entender la
dinámica de Córdoba, desde el alma campesina.

Nostalgia de arquitectura

En el recorrido de sus calles, pero también en la visua-


lización de muchas fotos que se conservan en las estan-
cias comerciales y familiares, se evoca la nostalgia de su
arquitectura de la colonización, ya que muchas casas de
bahareque fueron deterioradas por el evento sísmico que
tuvo su epicentro en dicha localidad. Las escasas construc-
ciones que se conservan hoy muestran la magnificencia en
309
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

el tamaño de sus estructuras. Mientras tanto, las fotos nos


recuerdan las calles empedradas, aspecto arquitectónico
que desapareció en su totalidad. El empleo de la guadua
en el levantamiento de aquellas casas centenarias, a través
del componente llamado “esterilla”, se ha ido también con
las demoliciones que debieron realizarse comenzando el
proceso de reconstrucción después de 1999.

La guadua, un símbolo

Pero la guadua revivió. Ya no en su forma constructi-


va, que consistía en partir y “rajar” en tiras delgadas para
colocarlas en la pared de la vivienda, sino en artesanía.
De artefacto —igualmente elaborado para la funcionali-
dad doméstica— pasó a ser objeto decorativo y de orna-
to. Hoy la vida turística de Córdoba ronda alrededor de
la guadua como expresión artística para el mundo. En lo
único que ha existido una correspondencia de marcación
cultural, por su profusión histórica y característica natu-
ral, es en la guadua como factor de identidad, lo que se
refleja también en el devenir turístico.
Por esa razón, su primer producto es el Centro Expe-
rimental para el Estudio del Bambú y la Guadua, como
se le llamó inicialmente por la Corporación Autónoma
Regional del Quindío (CRQ), entidad que todavía lo ma-
neja. En este lugar se orientan talleres de sensibilización
sobre propagación, manejo y conservación de la guadua
y otros bambúes, aunque su funcionamiento (como ocu-
rrió en sus inicios en la década de los años ochenta del
siglo XX) ya no es tan relevante actualmente. Fue tan im-
portante, y su referencia de investigación y pilar de desa-
rrollo turístico de la región era tan destacada, que llegó a
tener capacidad de alojamiento para 36 personas y de 50
para eventos como seminarios y conferencias.

Jair Londoño, un mito

Uno de los veteranos cordobeses que, sin pensarlo, com-


prometió su vida cotidiana con el empleo de materiales
310
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

relacionados con la guadua (como es el bambú), fue Jair


Londoño Torres (1924-2015). Frente a otro referente tu-
rístico y científico de Córdoba, el ya mencionado Centro
Nacional de la Guadua, don Jair tenía su taller-galería,
llamada “Flor de Café”. Allí pasó su existencia, gestando
y creando obras únicas, como fueron las réplicas de tem-
plos religiosos y monumentos de su autoría, para lo cual
utilizaba pequeñísimos trozos de bambú. Fue un valioso
exponente humano con alma campesina, quien hasta el fin
de sus días amó la tierra de Córdoba, luchando denodada-
mente por los intereses del agro. En sus obras de bambú
quedó el espíritu perenne del arte popular. Algunas de sus
obras más conocidas son “Chalet campesino del Quindío”,
“Monumento a la Paz”, “Santuario del Divino Niño” y su
proyecto mayor, la réplica de la Basílica de Buga.

Luchador por el departamento

De Córdoba también, pero en el plano académico, el


abogado Horacio Gómez Aristizábal (1931) se ha destaca-
do como un quindiano que se hizo en Bogotá, pero que no
olvidó su terruño. En alguna oportunidad escribió: “Yo
nací en Córdoba, humilde corregimiento de Calarcá… El
modesto caserío lo formaba una calle inclinada, rodeada
de cafetos coposos y plataneras fragantes”. Otros que lo
han reseñado en sus columnas de prensa lo definen tam-
bién como una “suma de campesinos quindianos”27.

En la violencia de los años 50

El capítulo de la Violencia, con sus hombres y mujeres,


ha sido motivo de polémicas históricas o de señalamien-
tos estigmatizantes. Los apodos “Despiste”, “Temor”,
“Chispas” y otros, tienen que ver con el pasado de Córdo-
ba. En las páginas de un trabajo de grado realizado hace
cincuenta años, en un escrito impactante, el antropólogo

27
Agustín Rodríguez Garavito, 1998.
311
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Jaime Arocha anota aspectos interesantes. Se refieren


esas menciones a uno de estos personajes, en este caso,
ubicado en el plano antagónico, el de la confrontación
odiosa de la violencia. Su nombre, Teófilo Rojas Barón,
alias “Chispas”, quien tuvo su territorio de operaciones
en Córdoba, pues “a la edad de 15 años había ingresado
a una de las bandas del Tolima, después que sus padres
fueran asesinados en un asalto”28.

Guadualito

Los más amables apuntes del “Arrullo de guaduales”,


como se le conoce a Córdoba, se consignaron en el libro
Córdoba. Historia, tragedia y renacimiento29. De sus páginas
destacamos otra reseña humana. Se relaciona ella con un
artista popular conocido actualmente en la palestra cu-
yabra de Armenia, pero con origen cordobense. La guadua,
igualmente, está vinculada a su mote. Se trata de Baudilio
Castillo, más conocido como “Guadualito”. Es trovador
invidente y, últimamente, cantante callejero autónomo. La
supervivencia es lo más admirable de su vida, cegada por
el destino, pero bella y sonora, porque sus canciones son
también de alma campesina, llegando su tono amoroso y
sentimental al oído de cualquier transeúnte. A “Guadua-
lito” lo habíamos visto al interior de los buses urbanos de
Armenia, cantando. Se movía cargando una grabadora
que lo acompañaba en la interpretación de sus canciones.
Hoy lo encontramos en algún sitio de la Plaza de Bolívar
de Armenia o a lo largo del corredor de cielos abiertos.

Córdoba y su turismo ecológico y educativo

En turismo y en otros aspectos de su vida ciudadana el


municipio cordillerano de Córdoba marca la diferencia.

28
Jaime Arocha. La violencia en el Quindío. Bogotá: Tercer Mundo,
1975.
29
Editorial Litocencoa, 2002.
312
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Su nombre no se escribe con v, como correspondía al ape-


llido del prócer de la historia colombiana de donde viene
su denominación toponímica, José María Córdova, aun-
que de hecho su parque se denomina como tal, siendo el
único del Quindío que posee un nombre diferente al del
Libertador Simón Bolívar.
Tanto el parque como el templo se salen de la confor-
mación urbana tradicional. El visitante no sólo disfruta el
ambiente fresco y tranquilo de su recorrido, sino que tam-
bién puede solazarse con la visualización de su atípica dis-
posición topográfica, en una plaza que presenta un declive
con el pequeño templo en su cabecera, de una arquitectura
singular que combina dos estilos en su construcción.
Córdoba ha sido pionero de un tipo de turismo ecológico
que también ha tenido sus altibajos. No se puede olvidar la
impresión que deja en el visitante el túnel de samanes, una
serie de árboles de esta especie que fueron sembrados por
don Jair Londoño, que formaron un bello arco con su folla-
je, llamado también el “túnel viviente”. Está en el trayecto
que sigue al Centro de la Guadua y la Galería de don Jair y
un poco antes de entrar al municipio, donde nos reciben las
quebradas que llegan en rauda corriente y que en algunas
épocas de invierno han crecido y causado desastres.
La guadua, utilizada como insumo artesanal e indus-
trial, engalana con sus manufacturas algunos locales co-
merciales aledaños al parque principal. También las hemos
encontrado en el acceso de Río Verde o en la carretera prin-
cipal. Su Casa de la Cultura Horacio Gómez Aristizábal es
construida en guadua. Por eso, al municipio también se le
conoce como “Aroma de café y susurro de guadual”.
Aunque fue el epicentro del terremoto de 1999 y mu-
chas casas de bahareque se destruyeron, se conservan
todavía algunas, como las ubicadas sobre la carrera 10,
aunque llama la atención que aquí ha ganado terreno la
denominación de una arquitectura “colonial”, y no de la
colonización, como es lo correcto. Así lo anuncia el ple-
gable realizado por la administración municipal de 2015
para su PIT (Punto de Información Turística).
313
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Sus reservas naturales

El sentido impreso al turismo de Córdoba lo señala el


inconmensurable inventario de reservas forestales y natu-
rales que posee. Uno de los proyectos fue el iniciado en la
Reserva Natural Las Cascadas de Río Verde, inscrito en la
Cámara de Comercio para desarrollar programas de edu-
cación ambiental con diferentes grupos estudiantiles, em-
presariales, asociativos, así como conjuntos de investiga-
dores y científicos o, como se enunciaba entonces, “grupos
de diferentes corrientes espirituales y grupos terapéuticos,
población heterogénea de turistas con inclinación ambien-
tal en búsqueda de nuevos destinos y experiencias” (rese-
ña turística de la gobernación del Quindío, 1990).
Este enfoque quedó trunco por factores de orden pú-
blico durante algunos años y hoy ha sido revitalizado
gracias al empeño de un nuevo promotor, que tiene como
experiencia su desempeño académico en la Universidad
del Valle, que hoy se revierte en la Reserva con la preten-
sión de un nuevo turismo educativo y ambiental.
Complementa la oferta de Córdoba un cúmulo de po-
sibilidades desde la consideración de su patrimonio na-
tural: Las cascadas del Río Verde, en el sitio La Persia,
ubicadas a 2.000 metros sobre el nivel del mar, conocidas
como La Linda, Las Mellizas y Las Brisas; miradores de
los Altos del Oso o Carniceros; Cerro Morro Azul, desde
donde se puede divisar el municipio; quebrada La Espa-
ñola, con sus contornos de bosque nativo, además de ser
una potencia de recurso hídrico; quebrada de Conventos,
que cuenta con puente colgante y una topografía impo-
nente en su curso alto; humedales en la zona paramuna.

Patrimonio

De este compendio de turismo cultural no pueden fal-


tar las menciones de su patrimonio cultural inmaterial. Se
destacaron en las proyecciones del pasado turístico los si-
guientes eventos institucionales, dos de ellos en relación
314
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

con la guadua: La carrera atlética nacional de trepadores


de la guadua, las fiestas del Retorno, el Festival y Reinado
de la Guadua y el Festival de Música Campesina.
Hoy, como ocurre en otras localidades, las tradiciones
culturales se quieren incorporar al destino turístico. Los
paseos familiares al río, el recorrido en “Willix Tour”, las
empanadas de María con guacamole y masato frío, el ku-
mis original de los Cifuentes y otras delicias de la culina-
ria local, el disfrute de los cafés de origen en los estableci-
mientos antiguos de billares o en los locales nuevos y de
hermosa y decorada infraestructura.
Por esto y mucho más, en las sendas del turismo sos-
tenible y amigable con la naturaleza, Córdoba también se
llama el “Destino verde de Colombia”.

315
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

Cultura y turismo en Génova

El municipio cordillerano de Génova ha venido des-


tacándose en acciones culturales que pueden moldear un
modelo turístico interesante. Es uno de los pocos, junto
con Quimbaya y Montenegro, que ha decidido realizar
una semana de la cultura, además de la celebración de sus
fiestas aniversarias. En la fecha de sus fiestas transcurren,
en efecto, una serie de eventos que educan en artes, poe-
sía, historia, música, danzas y literatura a sus habitantes,
recordándoles además que esta es otra forma de afianzar
la convivencia pacífica.
Génova cuenta también con un consolidado grupo de
ciudadanos que se ha dedicado a recuperar relatos de las
personas mayores. Es una labor que permitirá salvar el
acervo histórico de una población que desea enterrar el
estigma de la violencia y quiere apostarle a nuevas pro-
puestas de civilidad a partir del turismo.
Es esta una gran oportunidad para conocer los detalles
de su fundación por una junta de pobladores. También
para apreciar la evolución de una aldea escondida en la
montaña, pasando por corregimiento de Pijao y munici-
pio. Comparar a través de fotografía histórica, su primera
y rústica capilla, con el soberbio templo actual, donde se
destacan las puertas de bronce repujado, orgullo de los
genoveses.
Recordar las versiones de don Segundo Henao, uno
de sus fundadores, de acuerdo con lo escrito en su sen-
cilla obra La Miscelánea en cuanto al nombre de Génova
por la “recordación de la hermosa ciudad de Italia” y la
posible relación de la arquitectura del parque de Bolívar
con la plaza de Corvetto, en el sector antiguo de la villa
europea.

316
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Bello Rincón Quindiano

Una de estas personas, don Luis Fernando Franco Ce-


ballos, en una publicación de La Crónica del Quindío había
anotado que este municipio es el “tesoro mejor guardado”
(junio 19 de 2016). Tiene toda la razón con ese nuevo cali-
ficativo para el “Bello rincón quindiano” y “La esmeralda
verde”, como se le conoce a este poblado. Precisamente,
al interior de una nueva construcción cultural, llamada
Plaza Café, se guardan y exhiben 365 piezas arqueológi-
cas, en una muestra bien dispuesta y organizada que re-
fleja el origen prehispánico de este territorio.
Una de las piezas de cerámica corresponde a una gran
urna funeraria del Período Tardío, que siempre había per-
manecido en las instalaciones de la Alcaldía municipal y
de la cual no se tenía información contextual. Esta urna
es similar a una que se encuentra al interior de la Asam-
blea departamental, aunque esta se encuentra fracturada.
Gracias a la realización museográfica, esta pieza despierta
el interés de propios y visitantes en el nuevo concepto de
exhibición. Aunque lo más interesante de esta disposición
museal es cómo se cuenta: se hace a partir de un nombre
imaginario, tomado de la referencia indígena. El Museo
Totorombó, como popularmente se llama, reseña figuras
antropomorfas de cerámica (retablos), las urnas, las vasi-
jas de uso doméstico, los metates de piedra para triturar
el maíz y pequeños artefactos de arcilla, hermosamente
decorados, llamados volantes de huso. De las entrañas de
esta tierra de Génova, y expresadas artísticamente, un abo-
gado genovés, Carlos Yepes Avivi, ha creado intaglios que
destacan los diseños geométricos de los volantes y que ha
presentado en varias salas del Quindío y Colombia.

Patrimonio natural, cultural y turismo

Lo presentado en Plaza Café no se remite a lo arqueo-


lógico. El montaje sigue con otro de los aspectos patri-
moniales de Génova: lo ornitológico. En bellas imágenes
de su Fotomuseo, en este lugar se aprecian la riqueza de
317
Roberto Restrepo Ramírez y Néstor Eduardo Hernández

aves que tiene este terruño, destacándose entre ellas el


loro coroniazul, que ha sido elevado a la categoría de
emblema municipal. Gran parte de esta acción ecológica
se debe a lo desplegado por la fundación ProAves que,
en unión con otras entidades ambientalistas, tiene como
propósito preservar las estancias de la biodiversidad de
Génova. Ellas son un tesoro para Colombia y el mundo:
reservas naturales de Las Mellizas y ProAves, el humedal
laguna del Muñeco, el valle y laguna de Juntas, reserva El
Mirador y las microcuencas de los ríos Barragán, Lejos,
San Juan, Gris y Rojo, entre otros espacios montañosos y
paramunos. La integralidad de la pequeña colección ex-
hibida en Plaza Café sigue su recorrido con la parte flo-
ral, destacando los frailejones. Estas plantas propias del
páramo están hoy en riesgo y vulnerabilidad. Están en
los alrededores de un sitio turístico tradicional, la Piedra
del Muñeco, y entrarían en gran peligro si no se controla
responsablemente su acceso.
La arquitectura es otro de los temas tratados, lo que
motiva al visitante a conocer detalles de las casas vernácu-
las de Génova, entre las que se encuentra Villa Gloria, una
construcción con fachada de tipo republicano pero que en
su interior es de bahareque, engalanada en sus cielorrasos
con variados diseños. Está hoy convertida en centro cultu-
ral. En esta línea, se exhibe lo relativo a los andenes graba-
dos, pues en Génova todavía se conservan, existiendo en
alguno de ellos los motivos inspirados en animales.

Mejor café

Por último no podía faltar, en tan pequeño pero signi-


ficativo espacio de exhibición, el café y su razón espacial,
el Paisaje Cultural Cafetero. Génova produce el mejor
café tostado colombiano, el primero que ganó el premio
Gold Bean en Canadá (2011) con “Mejor Café Especial de
Origen”. No se puede olvidar que la construcción de Pla-
za Café, obra piloto del Sena como torrefactora de café,
tuvo como objetivo brindar formación a los aprendices de
cafés especiales, dedicados a la cata y el barismo.
318
Historia, patrimonio y turismo cultural en el Quindío

Otros atractivos para conocer y títulos para destacar


hacen de Génova un destino particular para un turismo
especial: Su plaza principal, calificada por Franco Ceba-
llos como “la más linda del Quindío”; Torre Café; casas
bien conservadas en su interior, pero mejor configuradas
en su fachada tradicional que en el resto del departamen-
to, lo que ha valido que a Génova se le llame también el
“Pueblito paisa del Quindío”; el título de “La mejor ciudad
pequeña digital de Iberoamérica”; la producción de “Café
Génova”, a cargo de una corporación de mujeres, espo-
sas de caficultores, que exhiben la torrefactora en vitrinas,
para que el turista observe el proceso de producción.
A riesgo de omitir otros sitios y atractivos, lo mejor
será viajar a Génova, para disfrutar del turismo cultural.

319
Sinopsis de la Corporación
Academia de Historia del Quindío (AHQ)

La Academia de Historia del Quindío fue fundada en


Armenia (Quindío) el 23 de mayo de 1980. Le fue otorgada por
la gobernación del departamento del Quindío la personería
jurídica número 006 del 8 de enero de 1981, confirmada luego
por las siguientes Resoluciones: 288 (27 de agosto de 1987),
0358 (13 de diciembre de 1989) y 107 (2 de abril de 1991).
Además, la Cámara de Comercio de Armenia le asignó el
Registro Único Empresarial No. SO503293 del 14 de abril de
2011.
La misión principal de la Academia consiste en investigar
los hechos y conocer la evolución histórica del Quindío en
particular y de la Nación en general, con el propósito de
preservar la memoria y el patrimonio histórico a través de la
valoración de los hechos del pasado, la interpretación de la
realidad presente y la prospección del devenir regional.

Miembros Fundadores:

Jesús Arango Cano (Presidente)†


Jaime Lopera Gutiérrez (Vicepresidente)
Alfonso Valencia Zapata (Secretario)†
Gabriel Echeverri González
Alberto Gómez Mejía
Horacio Gómez Aristizábal
Diego Moreno Jaramillo
Hugo Palacios Mejía
Bernardo Ramírez Granada†

Miembros Honorarios:

Carlos Restrepo Piedrahita†


Guillermo León Escobar Herrán
Alfonso López Reina
John Jaramillo Ramírez
321
Miembros de Número:

Álvaro Hernando Camargo Bonilla


Armando Espinosa Baquero
Armando Rodríguez Jaramillo
Carlos Alberto Castrillón
Carlos Alberto Mora Buitrago
Evelio Henao Ospina
Fernando Jaramillo Botero
Gabriel Echeverri González (Vicepresidente)
Germán Medina Franco
Gonzalo Alberto Valencia Barrera (Secretario)
Hernando Muñoz Cárdenas
Jaime Lopera Gutiérrez (Presidente)
Jorge Hernán Velásquez Restrepo
Jorge Hernando Delgado Cáceres
Jorge Hugo Galvis Valenzuela
María Eugenia Beltrán Franco (Fiscal)
Miguel Ángel Rojas Arias
Nodier Botero Jiménez
Roberto Restrepo Ramírez

Miembros Correspondientes:

Natalia Botero Jaramillo


Felipe Robledo

322
Colección Bibliográfica
Academia de Historia del Quindío

Ensayos de Historia Quindiana


Biblioteca de Autores Quindianos
Gobernación del Quindío
Universidad del Quindío
Armenia

Volumen 1 (2010)
Compilación: Jaime Lopera Gutiérrez y Carlos Alberto Castrillón

Evelio Henao Ospina


El paso del Libertador por el Quindío
John Jaramillo Ramírez
Braulio Botero Londoño, un hombre que fue flama
Jaime Lopera Gutiérrez
Pormenores de un colonizador
Miguel Ángel Rojas Arias
Los nombres de los municipios del Quindío
Fernando Jaramillo Botero
Un recorrido por la Armenia antigua
Roberto Restrepo Ramírez y Sebastián Londoño Roldán
Historias de casas
Carlos Alberto Castrillón
Memoria e imaginación en los Recuerdos de la Guaquería en el
Quindío
Gonzalo Alberto Valencia Barrera
Auge y declive de la caficultura del Quindío
Apéndice
Apuntes para una historiografía quindiana

Volumen 2 (2011)
Compilación: Gonzalo Alberto Valencia Barrera

Nelson Duque Quintero


Una reflexión filosófica sobre la historia
Roberto Restrepo Ramírez
Relectura de la guaquería en el Quindío desde la obra de Luis Arango
Cardona
323
Jaime Lopera Gutiérrez
Historia del Túnel de La Línea
María Eugenia Beltrán Franco
Los cementerios: Memoria de los pueblos del Quindío
Gonzalo Alberto Valencia Barrera
La Soledad - Alejandría - Quimbaya: La triada centenaria
Jorge Hugo Galvis Valenzuela
La ruta de nuestros ancestros
Ferney Antonio Berrío Martínez
Génesis de la creación de la Diócesis de Armenia
Álvaro Hernando Camargo Bonilla
El Camino del Quindío y la cambiante biodiversidad en la Provincia
Quimbaya

Volumen 3 (2014)
Compilación: Gonzalo Alberto Valencia Barrera

Olga Cadena Corrales


Importancia de la colonización empresarial en el Quindío
John Jaramillo Ramírez
El himno del Quindío
Armando Espinosa Baquero
Los desastres naturales históricos del Quindío
Nodier Botero Jiménez
El Quindío en símbolos: Ensayo sobre la identidad regional
Armando Rodríguez Jaramillo
Límites pendientes: Dudoso deslinde entre Quindío y Risaralda

Volumen 4 (2016)
Compilación: Gonzalo Alberto Valencia Barrera

Jaime Lopera Gutiérrez


Antecedentes institucionales del departamento del Quindío
John Jaramillo Ramírez
Recuerdos y añoranzas de una gesta
Jorge Hugo Galvis Valenzuela
Las Juntas pro departamento y la transición administrativa del Quindío
Gabriel Echeverri González
Semblanzas de los gobernadores

324
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres del Centro de Publicaciones
de la Universidad del Quindío
(Armenia, Colombia)
en el mes de septiembre de 2017.

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