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A N TO N I O D O M Í N G U E Z R E Y

O N TO P O É T I C A D E L S I G N I F I C A N T E :
E L PA L P O D E L S I G N O

Husserl abstrae el signo verbal de la unidad compleja de la communicación,


donde aún vale el campo de la señal con sus motivaciones. Al señalar, A
remite a B como unidad de experiencia y, por tanto, “merced a la palpable
mutua implicación de las partes y aspectos de la objetividad aparente”, según
dice él mismo de la “conexión palpable” – “ein fühlbarer Zusammenhang” –
de las unidades asociadas (IL I: 322).1 Este palpo es algo nuevo y creado en
el instante de la conexión o “momento abstracto”. Existe, pues, podemos
decir, un tacto conceptual.2
La manifestación de la experiencia receptiva de las cosas, sus partes, lados
o incluso disposición relacional suya, presupone en Husserl, en cuanto unidad
fenoménica, un contacto sensible. Al experimentar, se produce un campo de
relaciones tendentes a una organización unitaria, como si el objeto fuera el
resultado de la imanación sensible de cada una de las impresiones recibidas.
La unidad así formada en el nivel de la experiencia constitutiva ya presupone
entonces un orden de conocimientos, aunque nos movemos en los
preámbulos del conocimiento propiamente dicho. El tacto aquí aludido es,
por ello, algo más que una conexión simple.
La señal de la palabra referida al sentido que le es propio difiere de aquella
otra señal comunicativa. Cabe decir incluso que cuanto acontece en el palpo
indicativo de ésta, al ser notificado el signo verbal, procede de un cambio
radical efectuado en la vivencia del sonido, cuando se constituye en
expresión.
La expresión es la apertura creada en el sonido en cuanto éste tiende a
algo diferente de la intención intuitiva que lo caracteriza como sonido simple.
Al despertar en la vivencia que de él tenemos un carácter intencional
alterativo, su intención tiende hacia otra cosa que no es él mismo. Esa
tendencia hacia otro de sí convierte su simple materia sonora en tensión
fónica o campo intuitivo del sonido articulado. Se abre en él, y tal apertura es
una creación, un acto nuevo o “acto de significar” (IL, I: 333), “ein Akt des
Bedeutens” (LU, I: 47). De momento, sólo percibimos la tensión alterativa,
intencional, pero ya presupone, desde antes, una “modificación fenoménica
esencial” que confiere un sentido diferente a su pura esencia sonora. Ya es
significante y lo es por el hecho de tender a otra cosa diferente de sí mismo o

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A.-T. Tymieniecka (ed.), Analecta Husserliana LXXIX, 393–418.


© 2004 Kluwer Academic Publishers.
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porque está inmerso en un fenómeno que lo trasciende desde su pura esencia


sonora. Luego vendrá el objeto de la tensión, el blanco de su flecha, pero de
momento nos fijamos en esta transición alterativa y dinámica, en el cambio
del “carácter intencional de la vivencia”.
Sucede que la materia sonora adquiere este sentido al formar parte de un
acto que la integra relacionalmente en una referencia a un objeto mentado. En
tal acto, la intuición objetiva de la conciencia – ir hacia un objeto – ha
convertido la dinámica fónica, y fórica, del sonido en tensión intencional. Tal
tensión es el nuevo espacio significativo: la dirección y distancia com-
prendida entre el mentar algo la conciencia e intuir el objeto mentado. El
mentar acontece articulando la tensión consciente como sonido. Puede
verificarse, o no, el cumplimiento intuitivo de esa tensión, pero el origen del
espacio tensionalmente intuitivo ya queda así fundado. Es el espacio de la
significación. A él pertenece el sonido como expresión del acto que mienta.
Expresión o apertura presionada por la mención tensionalmente alterativa.
Desde entonces, todo acto significante comporta, como “sostén” suyo, este
“contenido intuitivo de la representación verbal”, diferente, por supuesto, “de
la intención intuitiva dirigida a la palabra misma” (IL, I: 333). Tal contenido
le pertenece, no obstante, desde la base de una tensión sonora reconducida e
incluso, podríamos decir, como aquello que acude en la ausencia aún presente
de la incompletud del acto significativo respecto del objeto intencionado. La
intuición del signo, dice Husserl, no se confunde con el objeto del acto
significativo, pero realiza su posibilidad en concreto por ser el de la
significación un acto aún no cumplido (IL, II: 411; [619]. Aunque el signo sea
un complemento – “Anhang” – de la intuición fundante, es también su
posibilidad realmente concreta: dotar al acto significativo de una nueva
esencia intencionalmente transitiva, ya que el objeto intuido se trasciende más
allá de sí mismo y tal tra(n)scendencia es el rasgo propio y esencial del
signo.3 He ahí su posibilidad fundacional o posible sonoro. Existe, pues, un
acto intuitivo fundante que encierra una posibilidad formalmente sonora y tal
acto resulta entonces significativo. De ahí que toda significación implique un
fondo resonante y materialmente alterativo como posibilidad suya. No sólo la
resonancia fónica de la articulación actual, sino también aquella otra interna
de la retención del sonido recordado en cuanto fondo de tensión hacia un
objeto actualmente evocado. El espacio de la donación de sentido ya no
puede excluir esta tensión resonante de fondo. La expresión pertenece a la
intención significativa como tensión intuicional del espacio evocante. La
intención se la otorga el acto de dar sentido o animar el sonido verbal (IL, I:
330) – “sinbelebter Wortlaut” (LU, I: 44), pues en esto consiste el acto de

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