O N TO P O É T I C A D E L S I G N I F I C A N T E : E L PA L P O D E L S I G N O
Husserl abstrae el signo verbal de la unidad compleja de la communicación,
donde aún vale el campo de la señal con sus motivaciones. Al señalar, A remite a B como unidad de experiencia y, por tanto, “merced a la palpable mutua implicación de las partes y aspectos de la objetividad aparente”, según dice él mismo de la “conexión palpable” – “ein fühlbarer Zusammenhang” – de las unidades asociadas (IL I: 322).1 Este palpo es algo nuevo y creado en el instante de la conexión o “momento abstracto”. Existe, pues, podemos decir, un tacto conceptual.2 La manifestación de la experiencia receptiva de las cosas, sus partes, lados o incluso disposición relacional suya, presupone en Husserl, en cuanto unidad fenoménica, un contacto sensible. Al experimentar, se produce un campo de relaciones tendentes a una organización unitaria, como si el objeto fuera el resultado de la imanación sensible de cada una de las impresiones recibidas. La unidad así formada en el nivel de la experiencia constitutiva ya presupone entonces un orden de conocimientos, aunque nos movemos en los preámbulos del conocimiento propiamente dicho. El tacto aquí aludido es, por ello, algo más que una conexión simple. La señal de la palabra referida al sentido que le es propio difiere de aquella otra señal comunicativa. Cabe decir incluso que cuanto acontece en el palpo indicativo de ésta, al ser notificado el signo verbal, procede de un cambio radical efectuado en la vivencia del sonido, cuando se constituye en expresión. La expresión es la apertura creada en el sonido en cuanto éste tiende a algo diferente de la intención intuitiva que lo caracteriza como sonido simple. Al despertar en la vivencia que de él tenemos un carácter intencional alterativo, su intención tiende hacia otra cosa que no es él mismo. Esa tendencia hacia otro de sí convierte su simple materia sonora en tensión fónica o campo intuitivo del sonido articulado. Se abre en él, y tal apertura es una creación, un acto nuevo o “acto de significar” (IL, I: 333), “ein Akt des Bedeutens” (LU, I: 47). De momento, sólo percibimos la tensión alterativa, intencional, pero ya presupone, desde antes, una “modificación fenoménica esencial” que confiere un sentido diferente a su pura esencia sonora. Ya es significante y lo es por el hecho de tender a otra cosa diferente de sí mismo o
porque está inmerso en un fenómeno que lo trasciende desde su pura esencia
sonora. Luego vendrá el objeto de la tensión, el blanco de su flecha, pero de momento nos fijamos en esta transición alterativa y dinámica, en el cambio del “carácter intencional de la vivencia”. Sucede que la materia sonora adquiere este sentido al formar parte de un acto que la integra relacionalmente en una referencia a un objeto mentado. En tal acto, la intuición objetiva de la conciencia – ir hacia un objeto – ha convertido la dinámica fónica, y fórica, del sonido en tensión intencional. Tal tensión es el nuevo espacio significativo: la dirección y distancia com- prendida entre el mentar algo la conciencia e intuir el objeto mentado. El mentar acontece articulando la tensión consciente como sonido. Puede verificarse, o no, el cumplimiento intuitivo de esa tensión, pero el origen del espacio tensionalmente intuitivo ya queda así fundado. Es el espacio de la significación. A él pertenece el sonido como expresión del acto que mienta. Expresión o apertura presionada por la mención tensionalmente alterativa. Desde entonces, todo acto significante comporta, como “sostén” suyo, este “contenido intuitivo de la representación verbal”, diferente, por supuesto, “de la intención intuitiva dirigida a la palabra misma” (IL, I: 333). Tal contenido le pertenece, no obstante, desde la base de una tensión sonora reconducida e incluso, podríamos decir, como aquello que acude en la ausencia aún presente de la incompletud del acto significativo respecto del objeto intencionado. La intuición del signo, dice Husserl, no se confunde con el objeto del acto significativo, pero realiza su posibilidad en concreto por ser el de la significación un acto aún no cumplido (IL, II: 411; [619]. Aunque el signo sea un complemento – “Anhang” – de la intuición fundante, es también su posibilidad realmente concreta: dotar al acto significativo de una nueva esencia intencionalmente transitiva, ya que el objeto intuido se trasciende más allá de sí mismo y tal tra(n)scendencia es el rasgo propio y esencial del signo.3 He ahí su posibilidad fundacional o posible sonoro. Existe, pues, un acto intuitivo fundante que encierra una posibilidad formalmente sonora y tal acto resulta entonces significativo. De ahí que toda significación implique un fondo resonante y materialmente alterativo como posibilidad suya. No sólo la resonancia fónica de la articulación actual, sino también aquella otra interna de la retención del sonido recordado en cuanto fondo de tensión hacia un objeto actualmente evocado. El espacio de la donación de sentido ya no puede excluir esta tensión resonante de fondo. La expresión pertenece a la intención significativa como tensión intuicional del espacio evocante. La intención se la otorga el acto de dar sentido o animar el sonido verbal (IL, I: 330) – “sinbelebter Wortlaut” (LU, I: 44), pues en esto consiste el acto de