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La veía blanca. Resplandeciente. El viento y el frío se juntaban con los rayos de sol
duros y firmes sobre las pieles. Corríamos agarrando esa masa blanca y fría.
Lanzándola, unos a otros. Había soñado ya con la nieve muchas veces. Y ahora
estaba ahí, frente a un pequeño descanso blanco de la piedra dura y gris. Llevaba ya
una semana en Suiza. Me quedaría cuatro meses más en un programa de
intercambio de mi colegio. Pensaba en mis padres, en Colombia, en cómo les
relataría este encuentro. Mis compañeros siguieron subiendo hacia la cumbre del
glaciar. Algo hizo que me quedara más atrás. Me tocaron el hombro. Uno de los
profesores me pasó un pequeño celular. Era mi madre. Mi primera reacción fue de
alegría. En esa época todavía no tenía celular y el contacto con mi familia se daba
en muy pocas oportunidades. Tenía 15 años. Oí su voz, quebrada. Pocos segundos
después mi cuerpo cayó acurrucado como si se hubiera caído una parte del mundo.
Un río corría hacia abajo con mucha fuerza. Nacía en la cumbre. Oía el agua, fría,
casi helada y me inundaba. Llora, llora todo lo que quieras dijo mi padre. Mi abuela
me había llamado una semana atrás. Mira todo, disfrútalo y luego me cuentas lo
que viste. Ahora estaba viéndola a ella en el glaciar, fundida con ese paisaje. Un
dolor demoledor se mezclaba ahora con una belleza imponente. Colgué. Me quedé
en silencio.
1Allouch, Jean. Objeto perdido, objeto descompuesto. En: Desde el jardín de Freud No. 5. Escuela de
estudios en Psicoanálisis y Cultura, Universidad Nacional de Colombia, 2005.
En esencia era un intento de plasmar una ausencia en el dolor y la contemplación
de un momento efímero.
En mi trabajo de grado regresa la intención de hablar de una ausencia pero esta vez
de forma más amplia, más concreta y yendo todavía más a fondo en algunas
propuestas. EL OCASO nace del dolor de dejar la finca donde viví gran parte de mi
infancia atrás. Donde mi abuela vivió y disfrutó más que ningún otro lugar. Una
finca en tierra templada, rodeada de naturaleza, donde el monte se adentra en la
casa cada vez más. Ella ha muerto, se ha querido sembrar una nueva vida con un
árbol y ahora esa misma naturaleza inunda la casa. S destaca lo que puede llamarse
el poder del muerto. Está ahora totalmente ausente pero al mismo tiempo está más
presente que nunca. Presente en todos los recuerdos de cada persona, presente en
el lugar que habitó, en la ropa que usó, en los objetos que dejó. Su ausencia
7 Idem.
8 Idem.
evidente, aterradora, hace que su presencia se torne dura, brillante, que se riegue
por los elementos que lo rodearon. Si se mira más a fondo el duelo, este siempre
viene acompañado de un rito funerario. Actos que introducen una mediación con el
difunto. Donde se trata de establecerle un límite a la muerte. Es decir marcarlo,
dejarlo ahí. En la muerte de mi abuela no estuve presente y no fue sino varios
meses después que regresé al país para encontrarla convertida en árbol. No un
sentido literal, pero sí al regresar encontré un árbol que había sido parte de un rito
funerario. Sus cenizas habían sido mezcladas con la tierra con la que se sembró un
árbol. Sin intención de entrar a posibles deducciones psicoanalíticas, esta falta de
rito funerario presente en mí tal vez fue lo que me lanzó a realizar mi propia marca.
Lo interesante acá, resulta preguntarse si el cine puede lograr lo que un rito
funerario. Con la muerte, el objeto se vuelve inubicable, incontrolable. Y se hace
necesario ubicarlos, controlarlos, enterrarlos. ¿Es EL OCASO un rito funerario
faltante? En cierto sentido lo es. Al tiempo que se pierde el objeto, el ser querido,
algo se pierde en el sujeto y es esta falta la que me lleva a buscarla en el cine. Es el
cine como búsqueda de esa ausencia. Si bien ese encuentro se puede llegar a dar lo
importante es cómo se da en el espectador.
El duelo es una experiencia íntima y personal pero que también se vive en
comunidad. Es en últimas una experiencia social. Es por eso que una de mis
preocupaciones principales fue pensar en cómo lograr una empatía en el
espectador con la historia. ¿Por qué se interesarían por una finca de la que nunca
vieron su pasado, de la que nunca conocieron su presencia? Ese dolor, esa ausencia
yo la tenía presente siempre pero se quedaba corta su invocación a través de la
situación planteada en el guion. Es por esto que también he buscado siempre en
esta relación del cine con el duelo, una veracidad documental. Tanto en Ofelia
como en EL OCASO el trabajo se realizó con actores naturales. Mi padre y mi
hermano son los protagonistas de ambas historias. Lo que buscaba era una
verosimilitud y veracidad mayor al coincidir los contextos de los personajes con los
actores. Tanto mi padre como mi hermano vivieron o viven – tal vez no ha
terminado - también un proceso de duelo por esa muerte. Esto me ha permitido en
el trabajo de grado trabajar con diálogos naturales que al poner a los actores en
cierta situación broten con los sentimientos reales provocados por los sucesos de su
propia vida. Directores como Ben Safdie y Josh Safdie en Heaven Knows What
(2014) llevan a cabo un ejercicio similar. Habiendo encontrado un profundo interés
en una mujer adicta a la heroína en las calles de Nueva York, le piden que escriba
sus experiencias de vida. Luego a raíz de la experiencia surge la idea de realizar una
película sobre algunos de los episodios descritos en su libro. La autora Arielle
Holmes acepta y acuerdan que ella misma protagonizará la obra. La película
adquiere entonces una sensación de verosimilitud que intensifica la fuerza de la
narración. La naturalidad producida por la interacción de Arielle con varios de sus
compañeros que también representan o presentan en este caso, episodios de la vida
como adictos e indigentes en Nueva York, es realmente impresionante.
Refiriéndome a un contexto más local, esto mismo se puede ver en el trabajo de
Víctor Gaviria en todos sus largometrajes pero en especial en el trabajo de Franco
Lolli en su cortometraje Rodri (2012). Franco hace uso de gente de su familia para
poner en escena una situación que ha ocurrido realmente con su tío Rodri. Así
como en EL OCASO se presenta una situación similar pasada con actores que la
vivieron en el pasado. De esta forma se logran dinámicas que llevan a que la
narración tome una fluidez y una naturalidad potentes. El mayor logro no es en la
coherencia narrativa sino en el aspecto de realidad que se evidencia. Esta cercanía
con lo real se transmite al espectador de forma más directa lo que permite que esté
más abierto a recibir lo que se expresa. Al considerarlo más real, más cercano a la
vida, la reflexión sobre su propia postura se hace mayor. Este es mi principal
interés al trabajar con personas de mi familia.
9 Tarkovski, Andrey. Esculpir el tiempo. Universidad Nacional Autónoma de México, 2009. P. 36
recuerdos allá congelados, en esa finca, quería yo presentarlos al público y hacerles
sentir esas sensaciones bellas y trágicas en ese espacio lleno de ausencia. “Para la
gente, por lo general, sus recuerdos son preciosos; no es casual que éstos adquieran
una coloración poética. Los recuerdos más bellos son los de la infancia. Desde
luego, se debe trabajar la memoria antes de que ésta pueda convertirse en el
fundamento de una reconstrucción artística del pasado, y aquí es importante el no
perder la atmósfera emotiva particular sin el cual un recuerdo, aun evocado en sus
más mínimos detalles, da lugar únicamente a una amarga sensación de decepción.
Después de todo, hay una enorme diferencia entre la manera que uno recuerda la
casa en que nació, y que no ha visto durante años, y la visión real de la misma
después de una larga ausencia. Normalmente lo poético del recuerdo se destruye al
confrontarlo con lo que le dio origen.”10 Este es el riesgo que conlleva volver a estos
lugares llenos de memoria. El origen de mi trabajo de grado fue justamente en
cierta forma esta destrucción de lo poético de esos recuerdos. En un viaje de
regreso a la finca al pensar encontrarme con todos los recuerdos y su carácter
poético y alegre y de niñez tuve la evidencia aterradora del final. De que esto ya
había cambiado, tanto yo mismo como la finca. Frente a esto luego de un tiempo mi
posición pasó a ser la descrita por Freud en La transitoriedad. Recuerda y relata
una anécdota propia en un paseo con unos amigos, uno de ellos era poeta, en una
campiña. Su amigo poeta se queda contemplando el paisaje y le dice al autor que
siente tristeza porque sabe que ese paisaje desaparecerá con el invierno. Entonces
esa belleza del paisaje quedaba opacada con lo transitorio. Freud entonces cuenta
que discute con su amigo y le plantea la posición contraria. No cree que por algo ser
transitorio pierde su belleza y su valor. Plantea que lo transitorio tiene más valor
mientras menos tiempo dura. Esta idea de lo transitorio se une con la propuesta ya
hecha anteriormente en los Haikús, ese momento efímero pero eterno al mismo
tiempo, también con la sensibilidad de Tomás González en su expresión de los
opuestos, lo bello, lo trágico, esa luz difícil.
10 Idem.
Volcar la cámara hacia la ausencia, hacia los recuerdos escurridizos y hacia esos
lugares de memoria es también destruirlos. Pareciera entonces que al cine se le
escapa la posibilidad de capturar esa ausencia y de servir de rito funerario para
marcar esa pérdida. Sin embargo es a través de la comunión con el otro que se
recupera algo, se alivia algo. Siendo mencionado anteriormente el duelo como
experiencia social, una propuesta narrativa con elementos de veracidad
documental y con sinceridad puede llegar a significar una comunión real con el
espectador en el que se logre un verdadero acto de sacrificio. Para darle clausura a
este proceso Freud en Duelo y melancolía dice que se necesita "sobreinvestir" los
recuerdos. El fin es olvidar, dejar el sufrimiento. El olvido que sana es entonces
recordando, y hay que olvidar inscribiendo. Pero en este recuerdo causado por el
regreso al lugar de la ausencia y que pasa a ser destructor de lo poético, hay un
cambio fundamental. Frente al proceso de duelo lo que se hace no es cambiar de
objeto presente sino de relación con el objeto ausente. Y esta destrucción es la que
permite que se dé este proceso. Al visitar la finca, grabarla, contarla, compartirla,
se ha escapado a la cámara una poesía pero a su vez se ha capturado una nueva
memoria. Se ha dejado una nueva marca, producto de un trabajo que ahora es
social. Un acto de sacrificio ya que como amplía Allouch en Objeto perdido, objeto
descompuesto el muerto no parte solo, se va llevándose algo del deudo, un trozo.
Pero este trozo no es del deudo ni del muerto, es de ambos. Por eso la superación
del duelo consiste en no solo hacer frente a la ausencia, a la falta del muerto sino en
sacrificar ese trozo lo que implica adicionar una pérdida a la pérdida. El sacrifico
acá es entregar la obra que ha destruido esos recuerdos. El cortometraje se
convierte en ese trozo sacrificado y entregado, hecho social. Volviendo a Tarkovsky
se puede declarar que en esta destrucción de lo poético también queda algo
eternizado. Por esa misma imposibilidad de capturarlos en su totalidad, esos
recuerdos sobreviven a la destrucción o gracias a la destrucción como en su misma
calidad de transitorios en ese espacio donde solo el cine puede evocar.
En esta reflexión acerca del duelo y su relación el cine y la ausencia reafirmo
también mi postura frente al cine como permanente búsqueda de esos recuerdos
irrepresentables, incapturables en su totalidad, como expresión de lo íntimo y lo
que solamente la cámara y el sonido puede indicar e intentar nombrar, así este
intento sea su propia destrucción y mi acto un sacrificio, porque es en lo transitorio
donde se encuentra la belleza que busco.
Bibliografía
- Allouch, Jean. Objeto perdido, objeto descompuesto. En: Desde el jardín de Freud No. 5.
Escuela de estudios en Psicoanálisis y Cultura, Universidad Nacional de Colombia,
2005.
- Freud, Sigmund. Duelo y melancolía. (1917) V. 14, Amorrortu editores,
Buenos Aires, 1976. Digital.
- Freud, Sigmund. La transitoriedad (1916) V. 14, Amorrortu editores,
Buenos Aires, 1976. Digital.
- González, Tomás. La luz difícil. Bogotá: Alfaguara, 2011. Impreso.
- Moreno Ramírez, Fernando. La dramaturgia que no fue posible en el cine
colombiano. Colección sin condición 37, Universidad Nacional de Colombia,
2015. Impreso.
- Reygadas, Carlos. Luz. ANDANTE, 2016. Impreso.
Filmografía
La tierra y la sombra (2015) César Acevedo