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Historia de la vida privada en Colombia es un texto de carácter histórico que se encuentra

dividido en dos tomos: Las fronteras difusas. Del siglo XVI a 1880 y Los signos de la

intimidad. El largo siglo XX. Fue escrito por diversas personas, una de ellas es Germán R

Mejía Pavony.

“En busca de la intimidad (Bogotá, 1880-1910)”, Tomo II, es uno de los capítulos

escritos por este historiador, en él se hace referencia a la transición que tuvo la capital

colombiana de ser una ciudad colonial a una burguesa.

En primer lugar, se hace una introducción a los temas que se trataran como lo son el

cambio fisonómico y constitucional en los puertos y otros centros urbanos, causado por

la influencia de la burguesía. La cual consideró inaceptables las condiciones de vida en

la ciudad y las limitaciones de los gustos y comodidades.

Estos planes de modernización tuvieron varios resultados. Algunos de estos fueron: el

teatro, que fue adoptado como diversión culta para solucionar el problema del tiempo

libre, al igual que la ópera. Las plazas se transformaron en parques adornados con

jardines y artificios metálicos. Se dio la popularización de los cafés y restaurantes. La

centralización de los edificios del poder, el núcleo financiero y de los establecimientos

comerciales en la Plaza Central y por tanto el centro se convirtió en foco de la vida

urbana. La vigilancia fue intensificada, con el objetivo de conservar el orden. La

introducción del acueducto, la luz eléctrica en las casas y calles, el teléfono, el tranvía,

gracias a la Segunda Revolución Industrial. Aparecieron múltiples instituciones

académicas y de estudio. Las relaciones sociales entre las élites se hicieron más fluidas.

Y se dio paso a una segregación espacial entre ricos y pobres, en la cual los ricos

adquieren posición de un sector específico, como Chapinero, o se refugiaron en sus


palacetes y casonas para escapar de la proximidad de los pobres que vivían en

hacinamiento. Los cuales consiguieron, en el siglo XX, la creación de barrios obreros.

Todos estos cambios vinieron impulsados por la crítica a la ciudad colonial y por los

gustos y deseos de un grupo de personas compuesto por la aristocracia del dinero, por

los altos funcionarios del gobierno, por quienes cultivaban las llamadas “profesiones

liberales y los ricos de provincia que migraban a la capital con el fin de pasar el resto de

su vida tranquilos y darles a sus hijos mejor educación. Estos sectores fueron los que

iniciaron la búsqueda de la intimidad, definida por la separación de lo público y lo

privado, la valoración de la privacidad y la reclusión de la vida de la pareja y de la

familia.

Después de esta contextualización el autor ahonda en los aspectos más relevantes de esta

transición, comenzando por el ámbito de lo público.

Respecto a este, se hace referencia a una ausencia de la conciencia pública como hecho

colectivo, puesto que las débiles élites gobernantes equiparon a la urbe con medios

necesarios para legitimarse y ser obedecidas, mientras que los residentes les delegaron la

responsabilidad del bienestar común. Dado que, para estos últimos lo más importante era

mantener la independencia de su castillo, relacionarse con sus iguales, reunir medios

económicos suficientes para llevar una vida cómoda y alcanzar la salvación eterna.

A continuación, el autor habla de la opinión pública. Por un lado, existía la hoja volante

o los carteles utilizados para dar a conocer una noticia o evento de carácter público o

para promulgar un mandato de cumplimiento obligatorio. También era un medio de

expresión de una facción o partido político, utilizado para atacar al contrincante.

De allí que la política y la polémica adquirieran un importancia en la vida de los

bogotanos. Por ello lugares como los salones de las casas, los clubes, el altozano de la
Catedral y la adyacente Carrera Séptima hacia el norte, lugares aislados en la vida

privada y presentes en las calles, eran centros de debates políticos.

En cuanto a las instituciones públicas, estaban constituidas por un gobierno municipal

débil que afectado por la poca conciencia civil fue considerado por las élites como un

acto ajeno a sus vidas y como agentes de poder tolerados a cambio de la garantía de la

vida privada y la atención de las necesidades básicas. Entonces, los bogotanos vivían la

política bajo el principio de que el poder público no representaba al individuo, sino que

les era conveniente.

Aunque, hacia mediados del siglo XIX ocurrió un cambio en la apatía de los ciudadanos,

puesto que la naciente élite burguesa quería asegurar su presencia en la ciudad,

adecuarla a sus necesidades y aprovecharla como campo fructífero de inversión. Por

esto, buscó imponer su orden agilizando mecanismos administrativos y fortaleciendo la

Policía al convertirla en elemento de restricción ciudadana.

En cuanto a la Policía, su presencia reforzada hizo que los ciudadanos tuvieran que

atacar las normas y someterse a una institución de especialistas encargada de hacerlas

cumplir. La Policía era entonces, un cuerpo especializado de vigilantes encargados de

hacer cumplir las normas modernas de vida en comunidad.

El vigilante debía proteger la propiedad contra el delito y a los habitantes contra el

desorden. Además fue transformado en policía, es decir tenían una existencia y una

acción legítima al ser responsables de controlar el cumplimiento del Código Penal. En

pocas palabras, se buscaba proteger la intimidad mediante el orden.

Así mismo, se creó un cuerpo de gendarmes con el fin de ayudar a las autoridades que se

hallaban al servicio del distrito. Fueron divididos en dos secciones, una de ellas era
encargada de la salubridad, el ornato y la seguridad, mientras que la otra debía vigilar las

oficinas del distrito y la plaza de mercado, además de servir como Policía Judicial.

También se dieron ciertas responsabilidades a los celadores, que tenían como objetivo el

fomento o vigilancia del ornato y la sabiduría de la ciudad.

Por otro lado, se promovieron medidas de control relacionadas con las construcciones y

las áreas de ensanche de la ciudad. Iniciando un proceso de vigilancia del futuro y del

reconocimiento del derecho a la protección de la propiedad privada como principio

fundamental de la vida en común.

Es por ello que se hicieron ciertos acuerdos referentes al modo ideal en que debía

edificarse esta “ciudad nueva”. Por ejemplo: la necesidad de tener una licencia de la

alcaldía para realizar las construcciones, la presencia de ingenieros, la demarcación de la

zona de construcción, entre otras.

Inmediatamente, después de la explicación del ámbito público, el autor pasa a tratar lo

relacionado con la intimidad propia de las élites de la ciudad.

Respecto a la privacidad e intimidad, eran considerados por las élites como una

condición, una manera de entender y llevar la vida. Además sabían que era imposible

encontrar este tipo de consideraciones en los otros sectores sociales de la ciudad, puesto

que con el hacinamiento la intimidad no tenía sentido en sus vidas. Por ello, el ser

burgués o plebeyo señalaba a cada uno su puesto en la sociedad.

Así mismo, el gusto y la comodidad estuvieron influenciados por las exigencias de las

élites. Incluidas las recreaciones como el teatro, la ópera, los juegos mecánicos, los botes

los deportes, entre otros que implicaron la construcción de edificios y la modernización

de otros. Además se dio la introducción de nuevas costumbres producto de las modas

recién llegadas.
Con la comodidad también se presentó la necesidad el orden: se establecieron lugares

propios para tirar la basura, la construcción de letrinas en todas las viviendas de la

ciudad, el orden en los andenes y en las calles con la instauración de un tránsito en fila y

la movilidad por diferentes aceras y calles según la dirección. Igualmente se necesitaban

sitios apropiados para hospedar al visitante, como los hoteles, los cuales utilizaban el

precio de las entradas como un filtro para protegerse del populacho. También la

arquitectura fue renovada interiormente para que no fuera solo confortable y garantizará

la privacidad sino que además, fuera lujosa y cómoda.

Con el gusto, se popularizó la cerveza, el vino y los licores finos, cuya posesión indicaba

que se era partícipe de las élites y no del populacho.

En cuanto a la zona residencial de las élites, se establecieron dos centros: Chapinero y

las afueras del casco urbano. En el primero, se establecieron viviendas exclusivas por su

urbanismo y por el hecho de que sus habitantes compartían intereses y modos de ver y

vivir la vida. Sin embargo, no todo Chapinero se convirtió en una zona residencial.

En el segundo se construyeron las “quintas”, caracterizadas por su individualidad, pues

estaban separadas de las calles y de otras edificaciones por amplias zonas verdes, que

incluían arboledas, pequeños parques y verjas. Su fin no era producir, aunque

tenían huertas y algunos animales. Y fueron las viviendas que llevaron la intimidad a un

nivel más alto garantizando la paz y la tranquilidad.

De este modo, se desarrolló una pequeña comunidad de bogotanos, que con el capital

suficiente, pudieron alejarse de la congestionada, maloliente y vieja ciudad para llevar

una existencia a su gusto. Pero no toda la burguesía salió del viejo casco, puesto que el

núcleo central les ofrecía ventajas como el acercamiento a los gustos y modas

extranjeras. Surgiendo así, la idea de que eran otros los que debían irse.
Las razones que expresaron se fundaron en nociones de la higiene propia. Los burgueses

requerían una ciudad lejos de la cual se localizaran los servicios y las personas que

pudieran poner en riesgo esta situación. Esto fue secundado por el alcalde, pues afirmo

que quienes no tenían recursos suficientes para vivir en buenas condiciones higiénicas

debían establecerse en un lugar diferente al centro de la ciudad. Saliendo a flote otro

modo de segregación espacial.

Finalmente, después de la lectura del texto se considera que el autor hace una

descripción detallada, puesto que da ejemplos y describe las nociones de gusto y

comodidad, da a conocer ciertas normas o estamentos, con ejemplos y contextualiza al

lector de una buena manera, ya que le describe el ambiente social, político y cultural que

se vive en el siglo XIX en la capital.

También tiene una buena organización en la progresión de los temas, puesto que parte de

lo general, es decir, lo público para llegar a la situación de las élites, es decir, lo íntimo y

privado. Esto ayuda a que el lector tenga conocimiento de la situación global para que

pueda ver las causas, las consecuencias y las relaciones entre las circunstancias

específicas.

El texto tiene coherencia con los problemas y temas planteados en su introducción,

porque los describe a cabalidad por medio de su separación por subtítulos. Además, se

observa que hace conexiones entre el último párrafo de cada apartado y el primero del

siguiente, dando así, cohesión al texto.

Por último, en palabras de María Cristina Pérez Pérez, Historiadora de la Universidad

Nacional de Colombia, Sede Medellín. Estudiante del Doctorado en Historia de la

Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia: “En su conjunto, Historia de la vida

privada en Colombia es una interesante propuesta que reúne diversos ensayos sobre la
vida íntima y cotidiana de los colombianos a lo largo de su historia. Esto ha permitido

visibilizar el cambio que ha sufrido el concepto de lo privado en cada época, la forma en

que se ha desarrollo y el sentido que ha adquirido”.

Con esta opinión queda el claro que el texto se encuentra centrado hacia un tema en

específico, pero que también ahonda en las implicaciones de este y en ambiente que lo

rodea. Siendo así un texto muy completo y de fácil lectura.

Bibliografía.

Mejía Pavony, Germán. “En busca de la intimidad (Bogotá, 1880-1910)”. Historia de la

vida privada en Colombia. Tomo II Los signos de la intimidad. El largo siglo XX. Bogotá:

Taurus, 2011. 19-45. Impreso.

Pérez Pérez, María Cristina. “Borja, Jaime Humberto y Pablo Rodríguez Jiménez, comps.
Historia de la vida privada en Colombia, 2 vols”. Bogotá: Taurus, 2009. Revista Historia
Crítica, Ed Especial. Noviembre 2009. 331-336. Online.

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