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Francisco Rodríguez Adrados realiza un lúcido

análisis sobre una cuestión compleja y a menudo


controvertida. El mosaico lingüístico del continen­
te europeo, concebido en términos de unidad geo­
gráfica y política, pero sobre todo cultural, se nos
presenta como una realidad histórica en cuya con­
formación han intervenido numerosos factores de
índole diversa.. Para llegar a su comprensión cabal,
el autor traza de manera clara y accesible una pa­
norámica que abarca desde los orígenes del grueso
de estas lenguas y características y fases de la len­
gua común reconstruida, hasta el entramado lin­
güístico del momento actual, marcado por una
tendencia a la unidad debida a aproximaciones de
base cultural entre las distintas lenguas y, al mismo
tiempo, por un resurgir de idiomas minoritarios.

La tipología de los diferentes grupos lingüísticos


indoeuropeos (románico, céltico, griego, germá­
nico, báltico, eslavo) y las de las lenguas de ori­
gen no indoeuropeo (vasco, grupo finougrio), sus
avatares históricos y sus manifestaciones litera­
rias, la confluencia a la que se han visto abocadas
a través de los préstamos de origen griego y lati­
no o los trasvases entre ellas, la expansión y el
desarrollo que han experimentado, o las políticas
lingüísticas son algunos de los aspectos tratados
en las páginas de ¿ste libro revelador.

Diseño de la cubierta: Luz de la Mora


Imagen de la cubierta: © Getty Images; Pieter Brueghel el
Viejo, La torre de Babel (fragmento), 1563
(Salaman­
ca, 1922) es profesor emérito de Filología Griega
en la Universidad Complutense de Madrid, miem­
bro de las Reales Academias de la Lengua y de la
Historia, director de revistas y proyectos científi­
cos. Ha trabajado y sigue trabajando en lingüísti­
ca indoeuropea y general, en filología y lingüística
griega e india, en historia del teatro, de la fábula,
del léxico culto y de la prosa castellana, trazando
siempre grandes perspectivas generales en torno a
planteamientos nuevos. Ha publicado diversos li­
bros, entre los que destacan Evolución y estructu­
ra del verbo indoeuropeo, Lingüística indoeuro­
pea, Orígenes de la lírica griega, Fiesta, comedia y
tragedia, Modelos griegos de la prosa castellana
y europea o El reloj de la historia.
FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS

Historia de las lenguas


de Europa

h
ED ITO RIA L GREDOS, S. A.

M A D R ID
Esta obra ha sido publicada con una subvención de la D irección G en eral
del L ib ro , A rch ivos y B ibliotecas d el M inisterio de C u ltu ra, para su préstam o
público en B ibliotecas Públicas, de acu erdo con lo previsto
en el artículo 37.2 de la L e y de Propiedad Intelectual.

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is b n : 978-84-249-2871-1

Impreso en España. Printed in Spain.


Reservados todos los derechos.
Prohibido cualquier tipo de copia.
A MI HIJA HELENA, HELENISTA COMO YO, CON CARIÑO
Cierto ario que vivía en el Pamir
cultivando con primor un abedul,
decidió que mejor sería vivir
más al Sur, y se hizo la maleta y el baúl.
Emigró y emigró con temas puros
que se iban flexionando lentamente
y al llegar de Micenas a los muros
el sistema ya era competente
para todo lo que fuera locativo
en los más diversos grados de alternancia,
que es asunto que tiene más sustancia
que seguirle la pista al abedul
que dejó aquel ario preflexivo
y cambió por el mar Egeo azul.

L UIS ALBERTO DE C U E N C A
CONTENIDO

Prólogo, 13

PR IM E R A PARTE

L A S R A ÍC ES L IN G Ü ÍS T IC A S D E E U R O PA

1. L EN GU A S INDOEUROPEAS Y N O INDOEUROPEAS E N EU R OPA , 25

2 . EL IN DOEUR OPEO CLASICO Y SUS VAR IAN TES ( iE III A Y b ), 55

3. M IR AN D O H A C IA ATRAS: EL IN DOEUR OPEO M O N O T E M A T IC O (iE II), 6J

4. M Á S ATRÁS TODAVÍA! EL IN D O EU R O PEO NO FL E X IO N A L (lE i) , 77

5. M IR AD A TIPO L Ó G ICA AL IE Y SUS RAM AS, 85

6. EL IN DOEUROPEO IV: E V O L U C IO N HASTA EL PR ESEN TE, 89

7. C O N C L U S IÓ N , 93

S EG UN DA PARTE

L A S L E N G U A S EU R O PE A S,
SU C R E C IM IE N T O Y SUS R E L A C IO N E S

1. IN TR O D U C C IÓ N , 97

2. HISTORIA DE LAS LEN GU AS Y LOS DIALECTOS INDOEUROPEOS E N E U R O PA , I 11

3. LAS LEN GU AS NO IN DOEUR OPEAS DE EU R OPA , I4 I

II
12 Contenido

TERCERA PARTE

L A C O N F L U E N C IA Y E X P A N S IÓ N
DE LA S LE N G U A S D E EU ROPA

1. EL A LF A B ET O , LOS TEXTOS GRIEGOS Y LATIN OS Y SU LLEGADA A E U R O PA , 153

2 . LÉXICO GRIEGO, L A T IN O Y CRISTIA N O EN LA HISTORIA DE LAS LEN GU AS


DE EUROPA Y DE SU A PR O X IM A C IÓ N , 185

3. SIN TAX IS Y LIT ER A T U R A EN LA HISTORIA DE LAS LEN GU AS DE EU R O PA , 245

C U A R TA PARTE

H IS T O R IA D E L A S G R A N D E S L E N G U A S C O M U N E S
DE EU ROPA

1. LAS GRANDES L EN GU A S C O M U N E S DE EU R O PA , 267

2. LA EX PA N SIÓ N FU ERA DE EU R O PA DE LAS LEN GU AS EUR OPEAS, 3 O I

Notas, 319

Indice de lenguas y dialectos, 349


PRÓLOGO

El tema de Europa me ha apasii inado siein pre. ¿ Qué es Europa ? ¿ Qué es Es­
paña? fue el título de mi discurso de ingreso en la Real Academ ia de la H is­
toria.1 En realidad, conservo la invitación a una conferencia que di sobre
este tema en 1962, conferencia abreviada en un artículo de periódico.2Lue­
go desarrollé el tema en diversos periódicos y publicaciones,3en innumera­
bles conferencias, sobre todo en mi libro E l reloj de la historia: Homo sa­
piens, Grecia antigua y mundo moderno*
El hecho es como sigue. Europa fue, en el comienzo, un puro concepto
geográfico: una península occidental de Asia, prolongada a su vez por va­
rias penínsulas y rodeada de islas. Fue un concepto mítico, también: la nin­
fa Europa nació de la ninfa T e Ilusa de Delfos y el rey fenicio Agenor. La
raptó y la llevó a Creta el toro-Zeus. En tanto, su hermano Cadm o la bus­
caba. Inútilmente: el oráculo de Delfos le mandó abandonar la búsqueda y
fundar una ciudad, Tebas. Europa, «la de vasta mirada», se paseaba entre
tanto por la futura Europa.
El nombre de Europa se dio primero a la Grecia central, luego a la G re­
cia toda, después a las ciudades en torno a la ribera norte del Mediterráneo:
se oponía a Libia y Asia, desde Heródoto. Esta geografía se amplió en la
Edad Media hasta Irlanda y el Cabo Norte, luego hasta el Don, y final­
mente, en el siglo xvm , hasta los Urales. Y surgieron las nuevas Europas,
llevadas por los europeos, en buena parte del planeta.
Se amplió así el Imperio romano, eje de Europa y ampliación, a su vez, de
la primigenia Europa, Grecia. También se recortó: el norte de Africa, Asia
Menor, Siria y Palestina cayeron ante el musulmán. Y hubo pérdidas y luego
reconquistas, en la Edad Media: España y Sicilia. También se perdió Bizancio
ante los turcos, en 1453; no volvió a la civilización europea más que parcial­

13
14 Prólogo

mente, en la zona entre el Adriático, el Egeo y el mar Negro, donde en el


siglo xix surgieron naciones eslavas independientes y la moderna Grecia.
Pero Europa no es solo geografía, es también y sobre todo cultura: ha
recibido la herencia de los griegos, continuada, entre cambios, por los ro­
manos y los cristianos. El conjunto de sus tierras se llamó, un día, cristian­
dad. Así, la geografía se dobló con la herencia cultural de griegos, romanos
y cristianos, y con la nueva cultura que de todos ellos nació y luego se desa­
rrolló. Pero cuando muchos cristianos vivían ya fuera de Europa y muchos
europeos y descendientes suyos dejaron de ser cristianos, el término E uro­
pa, testimoniado de nuevo desde el siglo vm , volvió a tener vigencia, m u­
cho más desde el siglo x v i i i .5

Cada vez más. Así, desde esa fecha, Europa era al tiempo geografía
— sus descendientes en otros continentes quedaban fuera de ella— y, sobre
todo, cultura. Una cultura que venía de los griegos y romanos, había absor­
bido a otros pueblos, se había defendido de otras culturas y se extendía por
el mundo. Y que ahora estaba sometida a embates directos, desde dentro y
desde fuera/ Y se extendía hacia fuera, con la conquista de otras tierras y la
expansión cultural y económica.
Políticamente, Europa, desde que cayó el Imperio romano, que fue su
germen, tras los griegos, no fue nunca una unidad. Era una unidad cultu­
ral y religiosa, como digo, imitaba una y otra vez a la cultura grecorroma­
na, crecía y era la sede principal del cristianismo — y aun de la crítica hecha
al cristianismo— . Pero, políticamente, no era ya, insisto, una unidad, como
lo había sido el Imperio romano. Lingüísticamente tampoco. Este es el
tema de este libro.
Cierto que Bizancio era la continuación de Roma y se consideraba a sí
misma como el núcleo cultural del mundo. Cierto que se constituyó, desde
Carlom agno, el Imperio romano-germánico, que duró hasta el siglo x v ii

— pero no pasó de ser un recorte, un fragmento de Europa, combatido por


muchos— . Cierto también que el papa era el rector espiritual de Europa
hasta el Cisma de Bizancio en el siglo ix y la llegada de los protestantes en
el xvi. Pero la unidad política de Europa, que intentaron establecer por la
fuerza Napoleón y Hitler, fracasó.
Ahora se reintenta por vías pacíficas, con la Unión Europea. N o la veo
con excesivo optimismo.7Esto es muy personal. Y a Alejandro fracasó unien­
Prólogo 15

do a los griegos; su creación apenas duró políticamente, sí culturalmente.


Hubo luego, eso sí, el Imperio romano, pero seguido de los fracasos a los
que he aludido. Y hay la problemática política actual. En todo caso, Euro­
pa es, ante todo, un concepto cultural, dentro del cual está la fórmula polí­
tica que hoy domina o intenta dominar en todas partes: la democracia.
N o voy a insistir en ello demasiado en este libro, excepto en la medida
en que tiene un reflejo lingüístico. Este reflejo, que viene casi siempre del
influjo del léxico culto griego y latino (y de otros elementos lingüísticos y
literarios más, griegos y latinos también) a través de vías diversas, así como
de las relaciones de todo tipo entre las naciones europeas, ha hecho y conti­
núa haciendo una enorme contribución a la unidad cultural de Europa.
Es lo que unifica, en cierta medida, las lenguas de Europa. Lo que, como
su cultura toda, se ha trasplantado a gran parte del planeta. D e esto he es­
crito,8y he dado sobre ello múltiples cursos y conferencias. Tam bién sobre
el influjo de la cultura grecolatina en la creación de las nuevas literaturas
europeas y de todo el pensamiento europeo: en E l reloj de la historia, ya ci­
tado, y en otros lugares.9 D e todo ello se hallará aquí el eco, desde una nue­
va perspectiva.
T odo esto tiene, naturalmente, relación con el tema de las lenguas
europeas y el de en qué medida hay una lengua europea, que es precisa­
mente el de este libro: no tengo más remedio que aludir a ello para dar el
marco en que se desarrollaron las lenguas de Europa.
Lo notable es lo que sigue. Europa ha tenido, como he apuntado, una
geografía variable (y, en cierto sentido, se extiende hoy fuera de Europa) y
ha tenido una historia política compleja y variable, que solo ahora desem­
boca en una cierta unidad y que, ella también, ha repercutido y repercute
sobre el mundo; ha tenido y tiene una cultura, más unificada cada vez,
pero siempre varia y conflictiva y desbordada sobre el mundo. Pues bien,
lo mismo o algo parecido ha sucedido en su historia lingüística. Este es el
tema central de este libro.
L o he dicho antes: las lenguas europeas tienden a una cierta unidad en
el terreno del léxico y la formación de palabras (lo que afecta también a las
lenguas europeas habladas fuera de Europa y, en realidad, ya, a todas las len­
guas del mundo), también en otros terrenos. Es una historia notable, que
merece ser contada.
ι6 Prólogo

Pero comencemos por el principio: la llegada a Europa (y a diversos lu ­


gares de Asia) de las lenguas indoeuropeas se sitúa hacia el año 5000 a. C.; y
por la misma fecha llegaron avanzadas de las lenguas finougrias. El más
antiguo hombre europeo hablaba, pues, otras lenguas, de las que, si acaso,
han quedado huellas en la toponimia. El vasco puede ser una de ellas, pero
es más probable que llegara de fuera por la misma fecha indicada. Esta es,
al menos, mi opinión tentativa.
En realidad, por la techa indicada, el quinto milenio antes de Cristo y
los siguientes, las lenguas indoeuropeas que llegaron son para nosotros re-
motas, conjeturales, detectables en los topónimos y nombres de ríos. N o
pertenecían a las familias posteriores, ramificadas luego variamente y bien co­
nocidas, origen de nuestras lenguas indoeuropeas actuales. Estas vienen
del indoeuropeo que, desde más allá del Volga, penetró a partir de Ucrania
y los Balcanes y la llanura oriental europea en varias oleadas a partir del
tercer m ilenio antes de Cristo. Se extendió desde el 2000 a. C. por Grecia,
y desde el 1000 a. C., más o menos, por Italia, el centro y oeste de Europa y
España (lenguas itálicas, célticas, germánicas). Se añadieron las lenguas
llegadas más tarde, desde fines del primer milenio antes de Cristo: las bál­
ticas y las eslavas, por no mencionar las lenguas menores, como el ilirio.
Pero eran lenguas varias y diversas, que pertenecían a ramas diferentes
del indoeuropeo, algunas extendidas también por Asia: no hubo nunca
una lengua europea base de todas las posteriores. A estas lenguas indoeu­
ropeas se les añadieron miembros de familias lingüísticas no indoeuropeas
ya mencionadas.
Las llanuras del centro de Asia, vieja matriz, lanzaron a numerosos
pueblos nómadas, tribus de culturas neolíticas y del bronce, apenas agra­
rias, sobre Europa. Una serie de datos sitúan a uno de estos pueblos, los in­
doeuropeos, por un tiempo, en la llanura que va del Volga al Dniester, en
lo que es hoy Ucrania y Rusia meridional. A lgo he de decir sobre la cultura
de estos pueblos, reconstruida ya a partir del léxico, ya de datos arqueoló­
gicos e históricos, y sobre la de algunos pueblos no indoeuropeos que tam­
bién llegaron a Europa.
Pero para que, a partir de las lenguas indoeuropeas de Europa, cuya
historia en alguna medida podemos reconstruir, y de las demás, podamos
configurar, aunque sea en breve esbozo, una historia lingüística de Euro­
Prólogo

pa, habremos de considerar varios puntos que en este prólogo no hago sino
mencionar:
1. El indoeuropeo tiene ciertas características estructurales, variables,
por lo demás, según épocas y lugares, cierta tipología que en alguna medi­
da se conserva en las lenguas indoeuropeas actuales. Trataré de ella.
2. Pero hay dos temas que no deben olvidarse. Primero, que las caracte­
rísticas centrales de todas las lenguas del mundo coinciden: hay unos uni­
versales lingüísticos (un derivado, sin duda, del fenómeno de la creación
del lenguaje dentro de la historia del Homo sapiens, quizá en parte antes).
Segundo, que, vecinas del indoeuropeo, hubo, en estrecho contacto, otras
familias lingüísticas: algo hemos de decir sobre las relaciones y diferencias.
Hay una copiosa bibliografía y algo he escrito ya sobre ello.1'1
3. El indoeuropeo, como ya he dicho y es bien sabido, no es exclusivo
de Europa: continuó y continúa viviendo en Asia. En este libro, como en
publicaciones mías anteriores que citaré en el lugar oportuno, lo consi­
deraré como un sistema en evolución, con diversas etapas cronológicas y
locales. N o es esta la imagen común: más generalmente se describe un in­
doeuropeo único, plano, por una inercia que se arrastra desde la recons­
trucción de Bopp hasta las de Brugmann, Meillet y otros, reconstruccio­
nes de una fecha en que todavía no eran conocidos el hetita y las lenguas
anatolias. Aunque en lingüistas como Meillet, H irt, Specht y Benveniste,
entre otros, había ya notables anticipos de un estudio en profundidad del
indoeuropeo.
He defendido esta idea en numerosas publicaciones a las que aludiré,
también la abrazan otros lingüistas." Pero es terrible el poder de la inercia
y la resistencia a las nuevas ideas, aunque el descubrimiento del hetita y el
anatolio en general, así como el del tocario, en techa muy posterior a las
primeras reconstrucciones del indoeuropeo a las que he aludido, haga im­
prescindible revisar todo el tema.
N o existe, pues, una equivalencia del tipo indoeuropeo = lenguas de
Europa. Las etapas del indoeuropeo son las mismas en Europa y fuera
de Europa; hay entre ellas un paralelismo, dependiente, sin duda, de factores
internos de tipo estructural: desde el IE I, el preflexional, de tipo monosilá­
bico con mínima morfología, hasta el IE II o monotemático (el del anato­
lio, quedan huellas fuera de él) y el III o politemático (el de las lenguas de
ι8 Prólogo

Europa en general y otras fuera de ella). Este último es el que habitual­


mente es considerado, hoy todavía, como indoeuropeo a secas, el de la re­
construcción tradicional.
Añado todavía el que he llamado IE IV, a saber, un IE III evolucionado
cuyos rasgos comunes son independientes de la geografía: lo hallamos hoy
día desde en la India e Irán hasta en toda Europa.12En todas las lenguas in­
doeuropeas de hoy: en todas las de Europa, pero no solo en ellas. Es tema
muy complicado, que aquí intentaré exponer en forma simple.
4. En cambio, hay algo que sí tiene que ver, en el indoeuropeo, con la
historia de Europa: la creación de grandes lenguas nacionales y aun supra-
nacionales, que han recubierto pequeños dialectos a veces conservados, a
veces no. Nótese: «dialecto» es un concepto lingüístico, «lengua» es un
concepto sociopolítico. Cuando se dieron las circunstancias adecuadas, los
que eran pequeños dialectos — así el castellano de una mínima región, el
francés de la Ile-de-Franee o el florentino, por ejemplo— se convirtieron
en grandes lenguas nacionales y culturales. He de estudiar este fenómeno.
Igual había sucedido antes con el ático, dialecto inicialmente de una pe­
queña región; y el latín, dialecto meramente del Lacio. Se convirtieron en
lenguas ampliamente habladas, en lenguas de política y cultura que, ade­
más, penetraron el futuro.
Por supuesto, las grandes lenguas europeas han recibido la huella de las
diferentes y sucesivas etapas culturales de sus naciones y ámbitos. Se han
relacionado ampliamente, también, con las lenguas no indoeuropeas. Y
han pasado a hablarse, algunas, en lejanas e importantes geografías.
5. Porque no todo es indoeuropeo en Europa, ya he dicho. Tenem os,
para dejar ahora las lenguas del substrato anterior a los indoeuropeos, dos
lenguas de la familia lingüística finougria: una, el húngaro, que llegó a
Europa a fines del siglo ix d. C.; otra, el finés, muy anterior.
En cuanto al vasco, seguramente de origen asiático también, se piensa
en el Cáucaso y se supone por lo general de fecha preindoeuropea; pero no
puede precisarse. Su llegada al País Vasco español es posiblemente poste­
rior a su llegada a Aquitania, es de época rora;ma.'J Otras lenguas no in-
doeuropeas que llegaron de Asia, como las de los hunos, ávaros, mongoles
y turcos, o se perdieron o no echaron aquí raíces. Caen fuera, pues, de este
libro.
Prólogo

En todo caso, el indoeuropeo no es solamente europeo y en Europa no


hubo un solo indoeuropeo, sino variantes temporales y locales. En nuestros
genes, por otra parte, pesa amplísimamente un substrato no indoeuropeo.
Son similares los de la población de toda Europa, así como lo son los de la
población del País Vasco y de las provincias limítrofes. Volveré sobre ello
más adelante.
N o hay, pues, en las tases más antiguas, una historia lingüística ni una
tipología común a Europa. Europa es una aproximada unidad cultural y
lingüística que se han creado paso a paso, no otra cosa. Y en una gradual
aproximación de las lenguas europeas entre sí, en un momento en que ha­
bía escasa comunicación con Asia, el influjo de la lengua griega, directa­
mente o a través del latín, ha sido decisivo.
En suma, el concepto de «indoeuropeo» no coincide con el de «Europa».
H ay, eso sí, diversas ramas lingüísticas indoeuropeas en Europa, y hay va­
riantes tipológicas. Ha habido una evolución histórica, ha habido présta­
mos de las antiguas lenguas de cultura, que son el latín y el griego, ha habi­
do influjo del conjunto de las dos sobre las lenguas no indoeuropeas. Y
algunos otros influjos exteriores.
6. Cuando existe una fragmentación dialectal o lingüística, pero tam­
bién una estrecha relación social y política, lo habitual es que se adopte una
de las lenguas del conjunto como lengua común o general. Esto ha propi­
ciado la difusión, dentro de ciertos límites, de lenguas como el castellano,
el francés, el italiano, el alemán, etc. El ático, en su forma de kpiné, fue len­
gua común entre los distintos dialectos griegos y también fuera (en Asia
Menor, Siria, Palestina y Egipto, entre los búlgaros, en Nubia, etc., tam­
bién entre las clases cultas romanas). Influyó en todas partes enormemen­
te.14 Y el latín fue lengua común no solo en Roma, también en la Europa
medieval entre los hombres cultos.
Luego, en fechas diferentes, el español y el italiano se hablaron fuera de
las propias fronteras. Después el francés, como idioma diplomático e inter­
nacional, sobre todo desde el siglo xvm . Ya por esa fechase había perdido el
latín como lengua común. Hoy la lengua común europea (e internacional)
es, como se sabe, el inglés. Influye, por otra parte, en todas nuestras lenguas.
Hay, pues, escalones de lenguas comunes y, bajo ellas, lenguas de difusión
regional o dialectal. Los límites, de todas maneras, no son siempre claros.
20 Prólogo

η. Pero sí hay cierta unidad entre las distintas lenguas europeas, ta m ­


bién entre las regionales y dialectales, en un sector im portante de las m is­
mas: el del léxico cultu ral, en un sentido m uy am plio. Su crecim iento es
parte de la historia cultural de E u rop a, este léxico procede del grieg o por
vías m uy distintas, luego del latín, y después se ha desarrollado en lugares
m uy varios, y se ha transm itido tam bién horizon talm ente, de unas lenguas
europeas a otras. T o m a n en préstam o palabras de diversos orígenes y de
diversas transm isiones: la m ayor parte griegas y latinas, pero tam bién del
m u n do extraeuropeo, directam ente o a través de calcos y traducciones.
Este es el principal factor de unificación lingüística, aun qu e no pueden
silenciarse algun os elem entos m orfológicos, sintácticos y literarios (estilís­
ticos, de géneros literarios, etc.). L a literatura es tam bién lengua, un texto
literario es un hecho lingüístico. C la ro qu e los m odelos literarios y cien tífi­
cos europeos se han exten did o ya a todo el orbe: son parte de la cultura
europea y de su influjo.
E fectivam ente, la antigua tradición grecolatina fue am pliada luego con
desarrollos propios de varias lenguas que, a su v ez, in fluyeron en otras len ­
gu as europeas. Son, sobre todo, el francés, el castellano, el italiano, el ale­
m án y el inglés. E l in flu jo de la lengua y el de la literatura, a través de m o­
m entos diversos, no pueden separarse.
P ero hay, todavía, otras tendencias unificadoras más sutiles. Las que se
reflejan, p or ejem p lo, en sistem as de signos no alfabéticos, del m ism o
m o d o que hay otros sistem as de com un icación no lingüísticos qu e ta m ­
bién tienden a unificarse.
Este es el com plejo tem a de este libro: cóm o en nuestras lenguas p ervi­
ven viejas tradiciones previas a E u ropa y, a su lado, resultados de evo lu cio­
nes más o m enos paralelas qu e tam bién rebasan Europa. Y , dentro de esta,
huellas dejadas p or su propia historia. T am b ién elem entos crecientes de
unidad, en principio, de origen grecolatin o (que a veces tiene raíces más le ­
janas), pero unidos a evoluciones culturales que incluyen influ jos h o rizo n ­
tales entre las diversas lenguas europeas en varios m om entos de su historia.
E n nuestros días, las tendencias a la unificación del léxico europeo son más
fuertes que nunca.
Porq ue, evid en tem en te, no hay m otivo para establecer niveles o rangos
entre las lenguas, en principio: bien ha insistido en ello M oreno C a b re ra .11
Prólogo 21

N o es m enos cierto qu e las lenguas pueden constituirse en instrum entos al


servicio de varias culturas, en este caso la europea y las europeas. E l paso de
las lenguas de la edad neolítica y del bronce a las que expresan hoy nuestra
cultura e in flu yen en todas las del m u n do es algo que m erece estudiarse. Es
lo que intento en este libro.
Pienso que este es un planteam iento origin al, al m enos en parte, qu e es­
taba esperando a que alguien lo recogiera. H e intentado desarrollarlo en
form a accesible a las personas cultas, sim plificand o las cosas excesivam en­
te técnicas, y apoyándom e, con frecuencia, en exposiciones anteriores.
M uchas de ellas son m ías y se refieren a puntos m u y diversos. A algunas
he hecho m ención ya, a otras la haré luego. E ran tratam ientos aislados, in­
dependientes, surgidos a partir de tal o cual interés m onográfico. A hora
los recojo, a veces abreviados, otras expandidos, tras haber llegado a la con­
clusión de que, en realidad, todos esos puntos tenían coherencia, se refe­
rían en definitiva al tem a gen eral de este libro.
C la ro que esos tratam ientos m íos partían de estudios anteriores y a ve­
ces coincidían, a veces discrepaban, con los de otros estudiosos. Procuro
hacerlo ver aquí, aun que voy a reducir en lo posible la eru dición y la bi­
bliografía. O tras partes del libro proceden de ideas de diversos estudiosos
qu e intento hacer encajar aquí, den tro de la red de tem as qu e analizo.
O tras veces aún, finalm ente, lo qu e hago es más bien indicar ideas qu e de­
berán ser am pliadas acudiendo a otros lugares y autores, o qu e ofrecen su­
gerencias de tem as de estudio qu e deberían ser explorados.
D ivid o , así, el libro en tres partes. L a prim era estudia los orígenes lin ­
güísticos de Eu ropa y su prehistoria dentro de un contexto indoeuropeo
más am plio, pero inserto aq u í en una determ inada geografía y una deter­
m inada fase de evolución lingüística. L a segunda atiende a las lenguas pro­
piam ente europeas y a su evolución a lo largo de su historia. L a tercera, al
con texto cultural de las lenguas de Europa y a las tendencias unificadoras
qu e operan dentro de ellas.
El libro une, pues, tem as diferentes, siem pre al servicio de una idea cen­
tral: la creación de una Europa lingüística y cultu ral a partir de unos oríge­
nes com plejos, no solo europeos. Y ello m ediante la guía de la línea de las
lenguas griega y latina, que atraviesa los siglos y proporciona el m odelo
para otras lenguas y culturas nacionales.
20 Prólogo

7. P ero sí hay cierta unidad entre las distintas lenguas europeas, tam ­
bién entre las regionales y dialectales, en un sector im portante de las m is­
mas: el del léxico cultural, en un sentido m u y am plio. Su crecim ien to es
parte de la historia cultu ral de E u ro pa, este léxico procede del g rieg o por
vías m uy distintas, lu ego del latín, y después se ha desarrollado en lugares
m uy varios, y se ha transm itido tam bién hori/.ontalm ente, de unas lenguas
europeas a otras. T o m a n en préstam o palabras tic diversos orígenes y de
diversas transm isiones: la m ayor parte griegas y latinas, pero tam bién del
m u n do extraeuropeo, directam ente o a través de calcos y traducciones.
Este es el principal factor de unificación lingüística, aunque no pueden
silenciarse algunos elem entos m orfológicos, sintácticos y literarios (estilís­
ticos, de géneros literarios, etc.). L a literatura es tam bién lengua, un texto
literario es un hecho lingüístico. C la r o que los m odelos literarios y cien tífi­
cos europeos se han exten did o y a a todo el orbe: son parte de la cultura
europea y de su influjo.
E fectivam ente, la antigua tradición grecolatin a fue am pliada lu ego con
desarrollos propios de varias lenguas qu e, a su v ez, influ yeron en otras len­
guas europeas. Son, sobre todo, el francés, el castellano, el italiano, el ale­
m án y el inglés. E l in flu jo de la lengua y el de la literatura, a través de m o ­
m entos diversos, no pueden separarse.
P ero hay, todavía, otras tendencias unificadoras m ás sutiles. L a s q u e se
reflejan, por ejem p lo, en sistem as d e sign os no alfabéticos, del m ism o
m odo q u e hay otros sistem as de com u n icació n no lingüísticos que tam ­
bién tienden a unificarse.
Este es el com p lejo tem a de este libro: cóm o en nuestras lenguas p ervi­
ven viejas tradiciones previas a Eu rop a y, a su lado, resultados de evolucio­
nes m ás o m enos paralelas qu e tam bién rebasan E u ropa. Y , den tro de esta,
huellas dejadas por su propia historia. T a m b ié n elem entos crecientes de
u nidad, en principio, de origen grecolatin o (que a veces tiene raíces m ás le­
janas), pero unidos a evoluciones culturales qu e incluyen in flujos h o rizo n ­
tales entre las diversas lenguas europeas en varios m om entos de su historia.
E n nuestros días, las tendencias a la unificación del léxico europeo son más
fuertes qu e nunca.
P orq ue, evidentem ente, no hay m o tivo para establecer niveles o rangos
entre las lenguas, en principio: bien ha insistido en ello M oren o C a b re ra .'5
Prólogo

N o es m enos cierto que las lenguas pueden constituirse en instrum entos al


servicio de varias culturas, en este caso la europea y las europeas. E l paso de
las lenguas de la edad neolítica y del bronce a las que expresan hoy nuestra
cu ltu ra e in flu yen en todas las del m u n do es algo qu e m erece estudiarse. Es
lo qu e intento en este libro.
Pienso que este es un planteam iento original, al m enos en parte, qu e es­
taba esperando a qu e alguien lo recogiera. H e intentado desarrollarlo en
form a accesible a las personas cultas, sim plificand o las cosas excesivam en ­
te técnicas, y apoyándom e, con frecuencia, en exposiciones anteriores.
M uchas d e ellas son m ías y se refieren a puntos m u y diversos. A algunas
he hecho m ención ya, a otras la haré luego. E ran tratam ientos aislados, in­
dependientes, surgidos a partir de tal o cual interés m onográfico. A h o ra
los recojo, a veces abreviados, otras expandidos, tras haber llegad o a la con­
clusión de que, en realidad, todos esos puntos tenían coherencia, se refe­
rían en definitiva al tem a gen eral de este libro.
C la ro que esos tratam ientos m íos partían de estudios anteriores y a ve­
ces coincidían, a veces discrepaban, con los de otros estudiosos. P rocuro
hacerlo ver aqu í, aun que voy a redu cir en lo posible la erudición y la bi­
bliografía. O tras partes del libro proceden de ideas de diversos estudiosos
q u e intento hacer encajar aquí, den tro de la red de tem as que analizo.
O tras veces aún, finalm ente, lo qu e h a go es más bien indicar ideas qu e de­
berán ser am pliadas acu diend o a otros lugares y autores, o qu e ofrecen su­
gerencias de temas de estudio qu e deberían ser explorados.
D ivid o , así, el libro en tres partes. L a prim era estudia los orígen es lin­
güísticos de Eu ropa y su prehistoria dentro de un contexto indoeuropeo
m ás am plio, pero inserto a q u í en una determ inada geografía y una deter­
m in ada fase de evolución lingüística. L a segunda atiende a las lenguas pro­
piam ente europeas y a su evo lu ción a lo largo de su historia. L a tercera, al
con texto cultural de las lenguas de E u ro pa y a las tendencias unificadoras
qu e operan den tro de ellas.
El libro une, pues, temas diferentes, siem pre al servicio de una idea cen­
tral: la creación de una Eu rop a lingüística y cultural a partir de unos o ríge­
nes com plejos, no solo europeos. Y ello m ediante la gu ía de la línea de las
lenguas griega y latina, que atraviesa los siglos y proporciona el m odelo
para otras lenguas y culturas nacionales.
11 Prólogo

R ehuye el libro una erudición excesiva y ofrece m ateriales m ultiform es,


unos m ás conocidos que otros, que unidos cobran sentido. A veces expone
cosas qu e son nuevas sin du d a para m uchos (así lo relativo a los orígenes
indoeuropeos, qu e sigue fun dam entalm en te ideas mías), otras veces he­
chos varios bien conocidos sobre lenguas y culturas de E u ropa, antiguas y
m odernas.
P ero lo novedoso del libro, más q u e sus m ateriales, es que intenta trazar
una línea que una unos y otros hechos y m uestre cóm o fue creándose, a
partir de ellos, esc con jun to lingüístico y cultural que llam arnos Europa.
Pues la lengua es inseparable del resto de la cultura, y el resto de la cultura
se com prende mal sin las lenguas en qu e se expresa — y que la m oldean
ofrecien do su m odelo.
PR IM E R A PARTE

LAS RAÍCES L I N G Ü Í S T I C A S DE EUROPA


Γ

L E N G U A S IN D O E U R O P E A S
Y N O IN D O E U R O P E A S E N E U R O P A

V IS IÓ N G E N E R A L

E L N Ú C L E O DE NU ESTRAS LE N G U A S INDOEUROPEAS

El núcleo de las lenguas indoeuropeas de Europa (y de las dem ás) está en


un sector de las lenguas indoeuropeas qu e penetró en ella, ya he dicho, des­
d e el este, desde la lla n u ra q u e va del V o lg a al D n iester, pero qu e venía,
en definitiva, del A sia central y tam bién pasó al A sia qu e va de A n atolia a
la India, bien por el C áu caso, bien desde la península Balcánica.
U n m om en to d e su avance, o de uno de sus avances, estuvo represen­
tado por la llam ada cu ltu ra de los ku rgan es o tú m u los funerarios, locali­
za d a en U cran ia a partir del q u in to m ilen io antes de C risto , p ero tam bién
m ás hacia el este y, lu ego, hacia el oeste, hasta B u lga ria , H u n g ría , M ace­
d o n ia y G re cia , y m ás allá (véase m ás adelante). L o s constructores de los
k u rga n es pertenecían a u n p u eb lo fu n d am en talm en te gan adero, sem inó-
m ada, gu errero , qu e se m o vía a lom os del caballo, co m o tantos pueblos
sucesores suyos. H abían d o m estica d o al perro, la oveja, el cerdo, etc., cu ­
yos restos se encuen tran en los k u rgan es. E l estudio del polen revela la
existencia del haya, el abedu l, el roble.
E nterraban a sus m uertos, boca arriba y teñidos de ocre, con sus caba­
llos. A partir de aq u í esta cu ltu ra se difun d ió, por un lado, en dirección a
E u ro p a y, por otro, a A n atolia, Irán y la India, com o acabo de decir, entre
otros lugares.
H abía varios estratos de pueblos indoeuropeos, qu e tam poco se excluye
q u e procedieran del A sia septentrional y la región qu e llega hasta el P acífi­
co; y, desde luego, lanzaron hordas invasores en varias direcciones. A d e ­
2(ί Las raíces lingüísticas de Europa

lanto lo que, en d efin itiva, pienso sobre el tem a, para luego p ro fu n d izar
más en detalle y presentar diversas teorías. Prim ero, vino la argum entación
lingüística; lu ego, la arqu eológica e histórica.
L a com paración lingüística, que com en zó ya en el siglo x ix con la obra
de F ra n z B opp, d e 1816, tras el descubrim iento, a fines del siglo x v m , de la
sem ejanza del sánscrito y diversas lenguas europeas, dem ostró que hubo
un fon do lin gü ístico com ú n , más o m enos u nitario, del que proceden los
grup os de lenguas m encionados. Son las lenguas indoeuropeas, que, a par­
tir de aquí, se crearon y continuaron lu ego fragm entándose.
T ra s la especulación qu e situaba la India en el origen de todo, relacio­
nada sin du da con el libro de Sch legel Ueber die Sprache und Weisheit der
Inder, de 1807, v in o la ola de los estudiosos alem anes, qu e em plazab an a los
indoeuropeos originales en la llanura alem ana, com o m ucho hasta P o lo­
nia. F ilo desde A d a lb e rt K u h n (han seguido lu ego K osin n a, B osch -G im -
pcra, H ausler y m uchos otros): eran altos y rubios, a lgo así com o los anti­
guos germ anos. L u ego vinieron los estudiosos que, desde A . Pictet, los
situaron en A sia. P ero de esto hablarem os m ás adelante.
E n todo caso, la com paración lingüística reconstruía el esquem a d e una
lengua indoeuropea com ún. Esta lengua de la reconstrucción tradicional
de los indoeuropeístas, que debe fecharse a partir del 2500 a. C ., es aquella de
la que surgieron las gran des fam ilias lingüísticas conocidas.
Este es el estrato qu e lla m o IE III, porqu e los datos arqueológicos — las
culturas de los ku rganes m ás antiguas, desde el qu in to m ilenio, com o he
d ich o — y datos lin gü ístico s qu e verem os, hacen pensar en la existen cia
de uno o varios indoeuropeos anteriores,
P ero volvam os a la expansión del in doeu ropeo a partir, com o d ig o, del
2500 a. C , más o menos: del que m uchos califican, sim plem ente, com o «el in­
doeuropeo» y en este libro se define com o una de sus fases, la últim a antes de
su dispersión.
S olo por la difu sión d e los pueblos y len g u as in doeuropeos a partir de
un p u n to g e o g rá fic o in term ed io e n tre todos ellos pu ed e com pren derse el
p arentesco d e las lenguas qu e van del in d io y el tocario en el este, en A sia,
hasta el celta en el occid en te de E u ro p a. Ese p u n to in term ed io entre los
q u e partieron hacia el este y los q u e lo h iciero n hacia el oeste (unos y
otros lu ego, a veces, bajaron hacia el sur: hacia el M ed iterrán eo o la India
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa iZ

m erid ion al) está, exactam en te, en la cultu ra de los k u rga n e s, al norte del
m ar N e g ro , y p o r el este hasta el V o lg a , incluso el la go A ra l y el R a za -
k is tá n .1 Es, ho y, la m ás g e n era lm en te aceptada p a tria del p u eb lo in d o­
europ eo.
A u n q u e ha podido ser, insisto, tan solo una escala de paso en sus m igra­
ciones; y ha producido distintas oleadas de pueblos antes de la más recien­
te, de la q u e ahora m e ocupo. D e algunas hay huella en el llam ado «anti­
gu o europeo*, del que hablaré.
L as lenguas indoeuropeas cuyos descendientes han llegado a nosotros (y
a varias partes de Asia) son varias, pero podríamos dividirlas en dos grupos:*

E L C IN T U R Ó N IN D OEU R OPEO M E R ID IO N A L

E xistió un cinturón m eridion al de lenguas indoeuropeas, el que en la A n ­


tigüedad com enzaba en E u ro p a con el tracio y el griego, y continuaba en
A sia M enor con el frigio, el arm enio y, más allá, el indoiranio (también pre­
sente en A sia cen tral y en vario s pueblos al norte del m ar N e g r o y en los
Balcanes: escitas, etc.). Son lenguas m uy estrecham ente em parentadas en­
tre sí, es el gru p o que llam arem os IE III A .
Este cinturón qu edó fragm en tad o en dos grupos, que se m ovieron en
direcciones contrarias. U n p rim er g ru p o se d esp lazó desde la llanura de
U cran ia hacia O ccid en te, bo rd ean do el m ar N e g r o y giran d o lu ego hacia
el sur. C reó el tracio y el g rie g o (y otras lenguas, hoy perdidas, sin duda). Y
a partir d e un m om ento, atravesando el B osforo y los D ardanelos, dejan d o
atrás el tracio y el griego, siguió hacia A n atolia, don de creó el frigio y el ar­
m en io, ya en A sia M enor. Se im pu so allí a un indoeuropeo d e fecha ante­
rior, el anatolio, del que ten go que hablar.
Pero, volvien do al IE III A , un segundo gru p o , el del indoiranio, con ­
trariam ente a lo qu e hicieron los pueblos y lenguas qu e acabo de citar, se
d irig ió desde U cran ia (donde dejó, ya digo, huellas) hacia el este, por el
C áu caso y bordeando el m ar C asp io. A través de la llanura de G o rg an pe­
n etró en Irán, donde perm aneció el iranio: lo encontram os en la Babilonia
d e l siglo x v iii (casitas) y hay hu ella de él en el p u eb lo d e M itan n i, en el si­
glo XIV, O tra lengua de este grupo, el indio, pasó hacia el este a través del In-
28 Las raíces lingüisticas de Europa

d u kush , y se asentó en la cuenca del Indo; lu eg o siguió más hacia el este


hasta el g o lfo de B en gala, luego hacia el sur.
D a d o que la llegada del grieg o y el indio a las qu e habían de ser sus pa­
trias se fecha hacia el 2000 a .C ., estos dos m ovim ientos de pueblos en dos
sentidos contrarios deben situarse a finales del tercer m ilenio antes de C risto.
N o describo aq u í sino las lenguas generales, no la rica varied ad de dialec­
tos geográficos y tem porales, ni las lenguas qu e, a partir de ellos, han llega­
d o hasta hoy m ism o com o descendientes del iran io y el indio: del ku rd o , el
farsi y el pastum al hindi, el bengalí y otras varias en la India. H an llegado
tam bién hasta hoy el g rie g o m oderno, descendiente de la kpiné o g rieg o he­
lenístico, y el arm enio; no el tracio ni el frigio ni otras lenguas más.
Este indoeuropeo al que m e refiero con el nom bre de IE III A (el del cin­
turón meridional) y que describiré en el m om ento adecuado poseía, com o he
dicho, los rasgos que habitualm ente se atribuyen al indoeuropeo a secas. Pues
la reconstrucción tradicional se hacía sobre el griego y, sobre todo, el sánscrito.
Es el que a las características generales del IE III (pérdida de los fon e­
m as laringales, creación de flexiones nom inales y verbales en las qu e se
oponen varios tem as derivados de una m ism a ra íz y con u n valor gram ati­
cal propio cada uno) añadía innovaciones m últiples. Innovaciones m uy ca­
racterísticas, com o nuevos desarrollos del politem atism o (flexiones n om i­
nales y verbales que oponen varios temas, no solo desinencias), así com o
tiem pos y aspectos, com o el futu ro y el perfecto y m odos verbales.
Se suele postular que si hay rasgos de este IE I I I A que faltan en el IE III B,
el del cinturón septentrional que va del tocarlo y el báltico al celta, se debe a
que este los ha perdido. En realidad, el IE III B no aceptó sim plem ente a lgu ­
nas de las innovaciones del IE III A , que es más arcaico. A u n q u e a veces con­
serva arcaísmos que el IE III A perdió, com o veremos. Y presenta innovacio­
nes propias, sobre rodo, la conjugación verbal sobre solo dos temas diferentes.
E xp o n d ré todo esto. Y tam bién las fases del 1 E anteriores a la III: entre
ellas, la del IE II, más antiguo, preservado en algun a m edida en el anatolio,
qu e pasó hacia el sur, se supone, a través del C áucaso; y la del IE I o prefle-
xional, más an tiguo aún, dedu cido de consideraciones teóricas. L a solución
del problem a in doeuropeo y del origen y m ovim ien tos de los distintos p u e­
blos y lenguas indoeuropeos no era, com o se ve, tan simple.
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa *9

F.L C IN T U R Ó N IN DOEUR OPEO SE P T E N T R IO N A L

Pero, antes de hablar de las fases arcaicas del IE , debo m encionar las gran ­
des unidades lingüísticas del cinturón indoeuropeo septentrional, el de las
len guas bálticas, las eslavas, las célticas, las itálicas y las germ ánicas en E u ro­
pa, m ás algunas m enores (y el tocario en Asia).
Form an un grupo de lenguas con varios rasgos com unes, son las m adres
de todas las actuales lenguas indoeuropeas de Europa salvo el griego. Y pro­
ceden de un cinturón de lenguas indoeuropeas qu e, desde la zona de los
ku rgan es, se desplazaron, p or el norte del cinturón m eridion al indoeuro­
peo, en dirección a la llanu ra europea. A u n q u e hu bo tam bién un m o vi­
m ien to hacia el este, el del tocario.
U n gru p o , el fo rm ad o p or las len g u as m en cionadas, se d e sp la zó hacia
el oeste por el norte de los C árp ato s después del año 1000 a. C ., y se esta­
b leció en E u rop a; un segu n d o g ru p o m u ch o m en or, el del tocario, se des­
p la zó hacia el este y p erd ió el con tacto con el an terior, aun con servan do
rasgos lin gü ísticos com unes. C re ó , co m o digo, el to cario (conocido en te­
cha tard ía, siglos v -v m d. C .) con sus dos ram as A y B. Se estableció en el
S in k ia n g , al este de los m on tes T ie n Shan, en los oasis de T u r fá n y K u ­
cha. Ign oram o s la fecha de este d esplazam ien to: el caso es q u e el tocario
«se extravió » hacia el este, p or así d ecirlo , ro m p ien d o el con tacto con las
len g u as occidentales, com o he d ich o . Q u ed aro n en el rasgos com un es
con estas otras lenguas, con servó tam b ién arcaísm os y desarrolló in n o va­
ciones.
T o d o este gru p o de lenguas tiene características com unes: es el que lla­
m o IE III B, aquellas de cuyas lenguas qu e penetraron en F.uropa, a partir
de un cierto m om ento, creo q u e ya den tro de ella, establecieron secunda­
riam ente un contacto con las del IE III A , el in doeuropeo m eridion al, lo
q u e q u ed ó reflejado en una serie de préstam os. V e rem o s el detalle.
Son lenguas las del IE 1 1 1 B (las de Europa y el tocario en A sia) que, por
u n lado, frente al IE III A , presentan arcaísm os (a veces les faltan los m o ­
dos, el futu ro o el perfecto) e innovaciones. T ales, en el verbo, la reducción
d el sistem a politem ático (presente / aoristo / perfecto / futuro, con in clu ­
sión en él de los m odos) a uno bitem ático, com o ya he dicho: solo tienen un
pretérito, que es un an tiguo im p erfecto, aoristo o perfecto. H a y otras in no­
3Ü Las raías lingüísticas de Europa

vaciones com unes a todas o parte de estas lenguas. E l tocario es, dentro de
ellas, desde luego, un caso especial.
L a s hu ellas históricas d e estas len guas d e riv a d as d el IE III B son m ás
recientes qu e las del g r u p o del g rie g o , el in d o ira n io y las dem ás lenguas
del IE III A . E s m uy fácil que los orígen es de los gru p o s lin gü ístico s d e ­
rivad os del IE III B no sean anteriores al año 1000 a .C ., y v ario s, p oste­
riores.
T o d o s estos son elem entales argum entos lingüísticos e históricos que
apenas han sido tenidos en cuenta. H a y que com pletarlos con otros basa­
dos en lo que sabemos, a través del léxico, del pueblo indoeuropeo y su c u l­
tura: es la llam ada paleontología lingüística. T o d o ello en conexión con los
datos arqueológicos y con las diferentes hipótesis sobre fases del in doeuro­
peo anteriores a la a q u í reseñada (las fases II y I, ya aludidas) o bien sobre
localizaciones diferentes qu e se han propuesto.

CON CLU SION ES SOBRE LOS INDOEUROPEOS

DE LA TERCERA OLEADA ( lE 111) EN EU R O PA

N u estra concepción es sim ple. H u b o un d esplazam ien to desde el este de


dos grupos de pueblos, u n o situado al norte (el III B) y otro al sur (el III A )
de los C árp atos, en dirección al oeste (salvo el caso del tocario); todo ello a
partir de un cen tro com ún. Pero un subgrupo del III A bajó a Irán, com o
ya he dicho. Y hu bo lu ego una bajada secundaria de algunos de estos p u e­
blos hacia el sur, a saber: los de E u ro p a hacia el M editerráneo, lu ego hacia
A n a to lia ;el otro sector, desde Irán hacia la India.
T od o s estos son en buena m edida hechos ya históricos que no son sino
la continuación del proceso de la expansión del indoeuropeo.
T am b ié n son históricos, por ejem plo, los m o vim ien to de baltos, esla­
vos, celtas y germ an os cad a v ez m ás hacia el oeste; se da por así decirlo
ante nuestros ojos. E igu al el descenso, fen óm en o secundario, de los g rie ­
gos, itálicos y celtas hacia el sur, al que ya he aludido. Puede techarse el de los
primeros desde el año 2000 a. C ., el de los otros hacia el 1000 a. C . E histórica
es la entrada de los indios en la In d ia, com o he dicho, y su expansión cada
v ez más al este y al sur, tras el períod o védico. L o s tocarios, a su v ez, son
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa ii

claram en te unos intrusos en el S in k ia n g , sus parientes lin güísticos están


en E u ropa.
Y la hipótesis de los dos «cinturones» indoeuropeos, uno al sur y otro al
n orte, nacidos am bos de la cultu ra de los kurganes, no es sino la consecuen­
cia d e que, efectivam ente, los pueblos derivados del prim ero y los del se­
g u n d o estaban en época histórica y en la anterior en esas m ism as posiciones
relativas: sur y norte.
Hechos tan simples apenas son tenidos en cuenta, se prefieren en general
hipótesis arqueológicas y paleolingüísticas por lo m enos dudosas. V erem os
algunas. Y , sin em bargo, está bien claro que la penetración de los indoeuro­
peos hacia el sur en Europa es secundaria: persistieron por un tiem po lenguas
no indoeuropeas en C reta y en la m ism a G recia (la toponim ia y los préstamos
lexicales de lenguas no indoeuropeas lo atestiguan), en Sicilia, en Iberia. E
igual en el centro y sur de la India, donde sigue hablándose el dravídico.
Solo el em pu je sucesivo de pueblos diversos en fases sucesivas y a partir
de un centro com ún, em p u je hacia el este y oeste, lu ego hacia el sur, e xp li­
ca las cosas.
T o d o esto lo con firm an, com o he dicho, los m ovim ien tos de pueblos
posteriores en Europa: los de los guerreros nóm adas, indoeuropeos y no,
qu e invadieron repetidam ente E u ro pa desde la llanura euroasiática (sár
m atas, escitas, hunos, finougrios, m ongoles, turcos, etc.); algunos, com o los
hu n os y los m ongoles, in vadieron tam bién el A sia oriental, otros, corno
los sacas y kusanes, la India, los partos Irán.
E incluso conocem os en detalle cóm o fueron, en edad plenam ente his­
tórica, los m ovim ientos de celtas y germ anos: sucesivas invasiones de tri­
bus varias en direcciones varias, superposiciones tam b ién varias. N o hay
m ás que pensar en las correrías y gu erras de cim brios y teutones,3 de godos
tam bién; en los diversos dialectos germ ánicos que están en la base del in­
glés (los de anglos, juros, sajones, frisones), sobre u n substrato céltico; y en
las sucesivas llegadas de los pueblos itálicos a Italia.
Es el indoeuropeo evolucionado, el III, el que, partiendo tras el año 2500
d e ese centro del qu e he hablado, la estepa europea de U cran ia y el sur de
Rusia, se d ifu n d ió por el m undo.
Y ello tras otras fases más arcaicas qu e yo sitúo en dos fechas diferentes,
más antiguas. P orq ue habría q u e hablar, ya he dicho, del m ás antiguo in-
31 Las raíces lingüísticas de Europa

doeuropeo, que se exten dió por E u ro p a, seguram ente, desde el qu in to m i­


lenio antes de C risto . Es difícil d ecidir si pertenecía al IE III o a uno más
arcaico.
Está claro, en cam bio, qu e otro indoeuropeo arcaico, el que he llam ado II,
representado para nosotros por el anatolio, bajó directam ente a A n atolia,
sin d u d a a través del C áu caso. Y qu e antes existió el I, no flexional y m on o­
silábico, que solo se puede detectar por m étodos lingüísticos a partir de
huellas que ha dejad o en varias lenguas.
D e todo ello y de la cultura del pueblo in doeu rop eo y las diversas hipó­
tesis sobre su origen , la qu e he expuesto a q u í y otras m ás, hablaré m ás ad e­
lante. Pero antes de ocu p arm e de todo esto y de exponer las relaciones del
in doeuropeo con otras ram as lingüísticas y p ro fu n d iza r en la historia de
sus estratos sucesivos, d ebo decir algun as cosas sobre la E u ro pa lingüística
antes de los indoeuropeos.
Porque las lenguas indoeuropeas, que han ocupado casi toda Europa
(y, desde ella, buena parte del m undo), son, por su origen, insisto, ajenas a
Europa. Y llegaron a ella en una fase relativam ente tardía. A u n q u e, a partir
de pueblos indoeuropeos que fuera de Europa conservaron estados lin güís­
ticos arcaicos (el anatolio y el tocario, sobre todo) y de la propia reconstruc­
ción interna, podem os deducir algunas cosas sobre los estadios indoeuropeos
más antiguos, m uy diferentes de los qu e conservam os, cuya evolución d en ­
tro de Europa se puede seguir más fácilm ente y estudiarem os tam bién.

E U R O P A A N T E S D E LO S I N D O E U R O P E O S

LA EURO PA PREH ISTÓ RICA

P o r supuesto, los indoeuropeos no llegaron a un continente (península


continental, m ás bien) vacío, ni siquiera los de la prim era oleada, de en tor­
no al 5000 a. C ., m enos los d e la ú ltim a oleada, de la que salieron los grupos
lingüísticos conocidos, tras el 2500 a. C . Estaba poblada por cazadores y re­
colectores. E s conocido el llam ado Hom o antecessor, de la Gran Dolina de
A tap uerca, en torno al 800000 a. C . L u e g o siguieron el ergaster y el erectus y
desde el 130000 (otros dan fechas más bajas) estaban a q u í los neandertales,
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa ii

sucesores de los heidelbergenses (últim am ente se ha propuesto el 500000 a. C .


para un cráneo heidelhergense, no sé con qué exactitud) y de características
físicas no distantes ya de las del hom bre m oderno.
Y hacia el 40000 a. C . llegó el Homo sapiens, llam ado a q u í de C ro m a -
ñón. Salido de A frica hacia el 100000 a. C . o antes, se expan dió igual qu e las
oleadas anteriores. A cabó, por exterm in io o fusión, con los ncandertales,4
desaparecidos hacia el añ o 30000 a. C . V in o , seguram ente, a través de Pa­
lestina y la Eu rop a oriental.
N ótese que desde el 35000 a. C ., aproxim adam en te, aparecieron el arte
paleolítico (en España y Francia) y el arte m obiliar en gen eral (desde el
norte de España hasta cerca del V o lga). Este hom bre tenía una capacidad
craneana sem ejante a la nuestra, una m em oria qu e se traducía en m itos y
ritos (incluidos los funerarios), una serie tic técnicas y com portam ientos.
N o estaba dem asiado alejado del otro Homo sapiens, ven ido de las estepas
q u e van del m ar N e g ro hasta el V o lg a y más allá, a saber, los indoeuropeos.
D om inaba el Hom o sapiens, sin duda, el lenguaje, que según algunos ya
poseían, en el grad o que fuera, el ergaster, el erectus y, sobre todo, el nean-
dertal. E n todo caso, y prescindiendo de precedentes, las características ge­
nerales de la hum anidad y del lenguaje hum ano actuales, características di­
fundidas por todo el m undo, proceden de la propia difusión m un dial del
Hom o sapiens. Las he recogido en otro libro ya citado.’ N o es de extrañar
q u e los habitantes de Eu ropa qu e el Hom o sapiens encontró pudieran asim i­
lar, aprender, su lengua o sus lenguas. Estas lenguas del Homo sapiens se im ­
pusieron: m uy poco qu edó de las antiguas, y ello en los bordes de las lenguas
indoeuropeas, allí donde estas tardaron m ás en llegar (véase más adelante).
Porque hay una cosa que añadir a lo hasta aquí dicho. Las oleadas del
Hom o sapiens indoeuropeo que penetraron en Eu ropa (y en parte de Asia,
com o he dicho) a partir del 5000 a. C ., deben ser concebidas com o pequeñas
bandas que se sucedían, com batían, superponían. En la época que contem ­
plam os, las características antropológicas de la región que nos interesa han
cam biado m uy poco, a ju zgar por los rasgos craneanos, los genes y el A D N V
Y es m u y difícil encon trar variaciones cultu rales y m ovim ien tos de
pueblos en la E u ro p a n eolítica — argu m en to que u tilizaban los viejos in-
doeuropeístas (y algun os hoy todavía) para situar en la llanura alem ana
(a veces extendida a la polaca) el origen del pu eblo indoeuropeo— . D e él
34 Las raíces lingüísticas de Europa

form arían parte los pueblos de la cerám ica de cordones (Schnurkeramifyer),


de la cerám ica de bandas (Bandberamiker), del hacha d e gu erra (Streitaxt).
Se consideran em parentados o descendientes del pueblo o los pueblos de
los ku rganes.

¿C O N Q U IÉN ES SE EN C O N TR A R O N EN EUR OPA LOS IN DOEUROPEOS?

Pero, dejan d o de lado, de m om en to, el resto d e las culturas europeas, ¿con


quiénes se encontraron prim ero en E u ro p a los indoeuropeos de la prim era
oleada, en el qu in to m ilenio? Sin duda, con la llam ada por G im bu tas y
otros cultura de la V ie ja Europa (OldEurope ) .7
Son las culturas neolíticas (al final usaron tam bién el cobre) de G ucute-
ηί y T rip o lje , entre otras; en realidad esta cultu ra se p rolongaba por G recia
y el sur de Italia, a ella pertenecía en definitiva, sin duda, la cultura del
E g eo ,s la m inoica de C re ta y la de Satal H iiy íik y su zona en A sia M enor.
C u ltu ras agrarias cuyos cultos estaban centrados en el d e la diosa, protecto­
ra de los anim ales y de la fecun didad. D e jó una huella im portante en la
G recia posterior.
Estos preindoeuropeos tenían pequeñas casas y capillas, signos de escri­
tu ra, tam bién anim ales dom ésticos (ovejas, cabras, cerdos) y salvajes (lobo,
oso), pescaban y cazaban. N o se encuentran hu ellas de estratificación social
ni de fortificaciones.
Son estas culturas, que alguien ha calificado de agrarias y fem eninas,
las q u e cayeron en m anos de los indoeuropeos, hacia la m itad del qu in to
m ilen io e igu al m ás tard e las del M editerrán eo. T ra ían una cultura «m as­
culina» y gu errera de la qu e luego hablarem os, viajaban con sus caballos y
sus carros tirados por bóvidos. E l carro de com bate con dos ruedas con ra­
dios y tirado por caballos es posterior a la prim era oleada.’ C on stru ían
fuertes en las alturas, los rodeaban de m uros d e barro, tenían una rigurosa
organización tribal y m ilitar, com o verem os más adelante. Y penetraron
cada v ez m ás hacia el oeste, adonde llevaron sus túm ulos o kurganes; se en­
cuentran en B ohem ia y A lem a n ia , así com o en la cultura m icénica de G re ­
cia, incluso en el norte de la península Ibérica y de Italia, hasta en los Países
Bajos."* T am b ié n , com o ya he dicho, hacia el este.
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa

Esta cultura neolítica y calcolítica de la V ie ja Europa es la que m ejor


conocem os en la Eu rop a p rein doeuropea, tras las culturas paleolíticas a las
q u e he aludido.
P ero hay qu e añadir la cultu ra de los m egalitos, de los m ilenios cuarto
y tercero antes de C risto, qu e ha d ejad o sus m en hires y sus dólm en es en
E sp añ a y P o rtu gal, en B retañ a, en Inglaterra y D in am arca; tam bién sus
con jun tos cultuales de m en hires en España y en las costas atlánticas de
Francia, Inglaterra y D inam arca (alineamientos de C arnac, círculos de Sto­
n eh enge, sobre todo). Y sus enterram ientos y sus tem plos en M alta, del
3800 al 2500, es decir, cuando los indoeuropeos habían ya destruido la cu l­
tura de la A n tig u a E u ropa, antes de la tercera oleada y del bronce. T e m ­
plos en que se daba culto a la diosa.
Es la culm inación de todo esto, junto con el arte parietal de las cuevas del
levante español, la cerámica de varios tipos, los tejidos. A lgu n os consideran
los m egalitos de origen oriental, parece que se desarrollaron a partir de Espa­
ñ a." Posiblemente, todo el N eolítico recibió influjos orientales. Pero los indo­
europeos, procedentes de las grandes llanuras euroasiáticas, representaban,
com o otros nóm adas, un tipo diferente de cultura, de raigam bre en último
térm ino paleolítica: cazadores, recolectores, guerreros.
F n cuanto a las culturas neolíticas de A lem ania y Europa central a las que
he aludido, se piensa que eran ya indoeuropeas,11 aunque hay quien lo
d u d a ;'3 en todo caso, no se halla una ruptura cultural notable. Y existían cul­
turas indoeuropeas procedentes de las oleadas más antiguas, de las que queda
huella en la toponim ia y, sobre todo, en la hidronim ia: hablaré de ellas.

LAS LEN GU AS PREIN D O EU RO PEAS. EL VASCO

P e ro en lo relativo a la lengua, el substrato p rein doeuropeo de E u ro p a es


m al conocido. K .H . S ch m id lo postula para el celta insular (y el tocario).'4
A lg o se puede investigar en la toponim ia: se pueden buscar raíces no in­
doeuropeas en la toponim ia de E u ropa, se han propuesto algunas com o
car{r)a, «piedra».15 O tras veces es du doso si ciertos topónim os son preindo-
europeos o pertenecen a capas indoeuropeas antiguas (de eso hablaré más
adelante). E n España hay, desde lu ego, topónim os ibéricos y vascos.
Las raíces lingüísticas de Europa

Por otra parte, sabem os de lenguas preindoeuropeas en E u ropa. T a m ­


bién en A sia, por supuesto, com o la lengua de la civilizació n del Indo (no
descifrada), el hatti, el hu rrita, el sum erio, el m itanni, el elam ita y el d raví-
dico. D ejo este tema fuera de este libro.
Pero en E u ro p a, ya que no han p erdu rado lenguas preindoeuropeas
den tro de su espacio, salvo el vasco, han existid o y a veces siguen existiendo
en su entorno lenguas no indoeuropeas varias. N o inclu yo entre ellas el
etrusco: creo que es in doeuropeo anatolio v en id o de A sia, com o dice H ero­
doto; hablaré de ello m ás adelante,16
Están, por el norte, el esquimal; por el este, el uraloaltaico, sobre todo,
dentro de él, el finés y algunas lenguas m inoritarias (estonio, carelio, vepsio,
lapón, votiaco, d ría no, rnari o cherem isio, m ordovo), mientras que el hún ga­
ro ya sallemos que penetró en fecha m edieval en I lu n gría;1 por el sudoeste
las lenguas caucásicas septentrionales y meridionales. D e algunas de las len­
guas altaicas (de las subfamilias túrquicas y m ongolas, iniciadas por los hu­
nos) no ha quedado sino un pequeño enclave d e las prim eras en la T u rq u ía
europea (salvo pequeños grupos en la antigua U nión Soviética). U ralos y al­
taicos ocuparon en tiem pos parte del espacio posterior del báltico y eslavo.
T o d a la Europa mediterránea estaba bordeada de lenguas no indoeuro­
peas, Para em p ezar, G recia: el léxico griego contiene un gran n úm ero de
palabras no indoeuropeas. Y los escritores griegos nos hablan de léleges, ti-
rrenos, pelasgos y carios en G recia, si bien eran indoeuropeos los carios y, a
mi parecer los tirrenos o etruscos (y su principal docum ento fuera de Italia, la
estela de Lem nos). Y ello se ha postulado m uchas veces para el pelásgico.1*
Y no indoeuropea era la lengua de la escritura L in eal A de C reta, si
du da la del disco de Festo, tam bién la de los eteocretenses de la qu e habla
H o m ero (üd. X I X 176). Y el ciprom inoico hablado en C h ip re del siglo x v i
al iv a .C .
H abría que continuar con Sicilia y hablar de los sicanos y los élim os de
la A n tigü ed ad . Sin duda ocuparían m ás espacio antes de la llegada de los
indoeuropeos; a saber, los pueblos itálicos y los latinos, venidos del norte en
varias oleadas.
E n la península Ibérica hay que contar, naturalm ente, con el ibérico y el
tartesio, extintos desde la A ntigü ed ad : nada sabemos sobre sus orígen es.'51
Pero está, sobre todo, el vasco, hablado hoy todavía. El hecho es que tuvo, en
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa

un m om ento m edieval dentro de España, una extensión m ayor que la ac­


tual, a ju zgar por los topónim os; pero en la A n tigü ed ad estaba m uch o más
im plan tado en A qu itan ia que en el actual País V asco español, donde la to­
ponim ia es casi toda indoeuropea y céltica: vasca solo a partir del siglo i a. C .
L en gu as no indoeuropeas ya citadas son el hú n garo, llegado a H u n gría
m u ch o más recientem ente, en el año 896, donde se m an tu vo (su extensión
rebasa con m u ch o la m oderna H u ngría). Pertenece al gru p o finougrio,
q u e v ivía en la zona de bosques y lagos tie la Europa nordoriental y Siberia
noroccidental. Len gu as ya citadas de este grupo, com o el finés y el estonio,
se situaron desde el año 2000 a. C ., en p róxim o contacto con el báltico, en
zonas septentrionales en torno al propio m ar Báltico.
F u era de estos casos, han sido las lenguas in doeuropeas de la tercera
oleada, las del IE III, las qu e se han im puesto en E u ro pa (y en Asia) y pro­
d u cid o descendientes: los hasta a q u í m encionados y otros m enores, com o
el ilirio, el ven éfico y el inesapio.
E n Fin, con las excepciones q u e he citado de invasiones secundarias, los
indoeuropeos trajeron a Eu ropa su cultura patriarcal y gu errera, se fu n ­
dieron con el N eo lítico europeo e hicieron avan zar una cultura com ú n ya
en la edad de los metales. Y vaciaron a E uropa de sus antiguas lenguas, crean­
d o otras nuevas y unos nuevos pueblos. A l final, ya en la E dad M edia, fu n ­
daron m onarquías sedentarias que siguieron, au n q u e a larga distancia, los
an tiguos m odelos grecolatinos.
Europa ha estado en riesgo, varias veces, de perder la suprem acía in­
doeuropea: ante los hunos y los uraloaltaicos en general (incluidos los turcos),
ante los árabes semitas. Pero se ha convertido en un continente indoeuropeo
con pequeños enclaves ajenos, q u e qu edaron inm ersos, en definitiva, en la
cultu ra in do eu ro p ea."

¿ Q U I É N E S E R A N L O S lN D O E U R O P E O S ? C U L T U R A Y O R IG E N E S

LA C U L T U R A DE LOS INDOEU ROPEOS

D esd e F ra n z B opp, el indoeuropeo, reconstruido a partir del estudio de las


lenguas indoeuropeas conocidas en aquel m om en to (no, todavía, las len­
38 Las raíces lingüísticas de Europa

guas anatolias y el tocario), fue considerado com o una lengua unitaria. Se


le atribuía lo que era com ú n al m ayor n ú m ero posible de lenguas. Se re­
construía así u n sistem a fonético in d o eu ro p eo y otro m orfológico, a partir,
sobre todo, del sánscrito y el griego. Si a lgu n o de sus rasgos faltaba en cier­
tas lenguas (caso de la flexión nom inal, el perfecto, los m odos, por ejem ­
plo), se consideraba q u e era p orqu e lo habían perdido.
A p enas si poco a poco, ya en el siglo x x , se in tentó establecer fases y
dialectos den tro del in d o eu ro p eo por ob ra d e M eillet, H irt, S pccht, B en-
ven iste, K u r y lo w ic z y otros. N o se llegó m u y lejos. P ara el au to r de este
lib ro el in d o eu ro p eo recon stru id o p or B op p , S ch leich er y B ru g m a n n ,
en tre otros, no es sin o «un» in d o eu ro p eo , el IE III A , el q u e está en la
base del g rieg o , el in d o ira n io y su g ru p o . E l IE III B , com o ya h e d ich o ,
a veces coin cid e, a veces carece de ciertas innovacion es o añade otras, a v e ­
ces es más arcaico.
Y ahora se pueden investigar m ás detenidam ente las fases más arcaica
procedentes, sin duda, de anteriores oleadas.
D el indoeuropeo, en todo caso, se reconstruía una serie de palabras qu e
se u tilizaban com o testigos de la cultu ra y la sede del p rim itivo pueblo in ­
doeuropeo. Esto es lo qu e se llam a paleontología lingüística, iniciada por
A . K u h n , con tin uada por A . Pictet, V . Pisani, G . D evo to y otros m ás”
(véase la Encyclopedia o f Indo-European Culture, f. P. M allory y D . Q .
A d a m s (eds.), L o n d res, F itzro y , 1997).
L a existencia en in doeuropeo de ciertas palabras indica, se proponía, la
existencia de una cultu ra determ inada. P o r ejem plo, ciertos nom bres in­
doeuropeos atestiguaban, se pensaba con acierto, que los indoeuropeos
eran un pueblo ganadero: tenían palabras para el pastor, la oveja, el cerdo,
el perro..., tam bién para la leche, la lana, y para, sim plem ente, el gan ado
( *peku)y o bien para los anim ales salvajes qu e am enazaban el gan ad o (el
lobo, el oso, la serpiente). Y otras relativas a la guerra y los transportes (el ca­
ballo, el carro, com ponentes de este); otras, a la organización fam iliar; otras,
a la social y política (la tribu, las arm as, el rey) o a las actividades artesanas
(carpintería, tejido, vivienda), o a las plantas y alimentos, y otras a cosas p ro ­
pias de la patria origin al (volveré sobre esto).
D e todo esto ha qu edad o com o lo más firm e lo relativo a la cultura m a ­
terial y espiritual de los indoeuropeos; m u ch o más discutible es lo relativo
Lenguas indoeuropeas v no indoeuropeas en Europa 39

a la patria original. Está bien claro qu e los indoeuropeos eran un pueblo se-
m in óm ad a, de organización tribal de tipo patriarcal: se han conservado los
n om bres de parentesco (pero no los había para designar el parentesco del
hom bre con la fam ilia de la m u jer). Se m ovía por la estepa con sus caballos
y sus carros (prim ero tirados p or bóvidos, luego fueron inventados carros
de g u e rra de dos ruedas). Se dedicaba a la ganadería, tam bién a la pesca y la
c aza , en m edida más lim itada a la agricultura: conocía la cebada, no el tri­
go. T am b ié n el cobre, que se usaba, jun to con la piedra, para varios in stru­
m entos y arm as; luego el bronce, todavía no el hierro.
Podían los indoeuropeos hacer tapiales de barro, fortificar las alturas,
había para ello una palabra qu e ha dado en grieg o polis, en sánscrito púr.
R endían culto a los dioses, pero solo para el del C ie lo , en la India Dyaus, en
G re cia Zeus, en R om a Juppiter, se ha conservado un nom bre com ún. H abía
una poesía oral, épica y lírica, cuyos tem as fundam entales, fórm ulas y m é­
trica conocem os por sus derivaciones.
T o d o ello se conoce por el estudio del léxico, ¡κ-m tam bién por la conti­
nuid ad en varias culturas in doeuropeas posteriores. L a arqueología su m i­
nistra escasos datos, aun que sí algun os sobre arm as, cerám ica, carros, altu ­
ras fortificadas, túm ulos funerarios.
Q u ed an , de todas form as, dudas en cuanto a la cron ología, qu e puede
oscilar, según los casos, entre el año 5000 y el 2000 a. C ., incluso después, se­
g ú n las distintas oleadas. Por ejem plo, se duda cuánd o los indoeuropeos
adoptaron el carro de dos ruedas con radios y si fue in ven to indoeuropeo o
préstam o de las culturas del O rien te M e d io ," cuánd o conocieron ciertas
plantas y el hierro o ciertos instrum entos com o el hacha y el yun qu e, de
piedra en el origen, según la etim ología.
O si el arad o era com ú n y desde cu án d o (la palabra correspon dien te al
latín aratrum no existe en in doiranio), lo que va u nid o p or supuesto a la
entrada de la a gricultura, q u iz á posterior a la separación del indoiranio.
M u ch o debieron de tom ar los in doeuropeos ya del a n tigu o O rien te, ya de
la A n tig u a E u ro p a agraria: acabo de a lud ir a la agricu ltu ra (difu n dida
desde O rien te M ed io a partir del séptim o m ilenio), antes m e he referido al
carro de gu erra.
Y habría que d ecidir si algun o s térm inos léxicos son préstam o de otras
cultu ras, al igual qu e algunos ritos, cultos y m odos de vida. H abía entre los
40 Las raíces lingüísticas de Europa

indoeuropeos ritos y dioses com parables a los de varias culturas neolíticas,


la A n tig u a E u ro p a y O rien te. Incluían cultos de la fecun didad que se añ a­
dirían al del rey del C ie lo , la llu via y la gu erra. Y serían préstam os sin du da
los nom bres de anim ales salvajes, com o el león, unido al prestigio real des­
de S um eria y los asirios.
E stá claro que los indoeuropeos tenían superioridad m ilitar sobre los
agricultores neolíticos y calcolíticos de E u ropa. Siendo, com o creem os,
m u y inferiores en núm ero, se establecieron ju n to con ellos en toda E u ropa,
cada v ez m ás al oeste, m ás al sur. Se creó una unid ad cultural. D e qué sec­
tor surgieron las culturas del centro y el sur de Europa de las que he hablado
perm anece dudoso. E n todo caso, fueron los indoeuropeos los que im p u ­
sieron su len gu a o lenguas — lu ego se escindieron más— , los qu e im p u lsa­
ron a todos los pueblos de Europa a desplazarse hacia el oeste y hacia el sur, y
en A sia, hacia el este y hacia el sur.
Pequeñas m inorías son la punta de lan za de la historia. Y esto no solo
en el caso de la oleada del IE III, desde el año 2500, lu ego el 1000 a. C ., de la
que he hablado; tam bién en el de las anteriores. L os indoeuropeos invaso­
res de la ú ltim a oleada pisaban sobre las anteriores oleadas.
Y casi n ada q u ed ó de las len g u as prein doeu rop eas. Q u e la le n g u a d
la gen te de los m egalito s fuera sem ítica, c o m o p ropon e V e n n e m a n n / ’ es
p ura esp ecu lación sin base. In cluso respecto a las lenguas qu e se m a n tu ­
vieron o llegaron después, el vasco y el h ú n g a ro , penetram os en u n á m b i­
to cultu ral fu n d a m en talm en te in doeu ropeo: ya an tiguo , ya m ed iev al, ya
m oderno.
Este ám bito cultural de la A n tig ü ed ad y la Edad M edia fue una con ti­
nuación del in doeu rop eo que he descrito: se trata siem pre de culturas tri­
bales v patriarcales, fun dam entalm en te pastoriles y guerreras, lu eg o a g ra ­
rias, continuadoras en m il aspectos de las indoeuropeas, con cultos y
literaturas tam bién descendientes de las orales de los indoeuropeos, a u n ­
que creciera cada v ez m ás la agricultura (enriquecida por árboles y plantas
del M editerráneo), entrara el hierro, luego la escritura (préstam o del O rien ­
te no indoeuropeo), hubiera, en sum a, un desarrollo cultural.
Este desarrollo cultural floreció en C re c ía antes y más v ivo que en
parte alguna y luego, por distintas vías, penetró en todas las culturas de
Europa, en todas sus lenguas. S igu ió en R om a, qu e se constituyó en el gran
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa 42

m odelo, com o he dicho antes. E l estudio de este fen óm en o será parte im ­


portante de este libro.

LOS ORÍGENES DE LOS INDOEUROPEOS

V u e lv o atrás para insistir en qu e el estudio de la a n tigu a cultu ra indo-


cu n i púa a partir del léxico in d o eu ro p eo que se reconstruía, es decir, la Pa­
leon tología lingüistica, ha sido du ran te m u ch o tiem po la base de la re­
con strucción de la «patria» origin al de los indoeuropeos. U n a búsqueda
obsesiva, acom pañada del p roblem a de si la «patria» que se proponía era
la verdad eram en te origin al o solo una etapa en el cam ino. Es atacada por
los escépticos qu e, de cuand o en cuan d o, siguen d icien d o que ese estudio
es una ilusión, el pueblo in doeu ropeo n o tiene patria. «La cultu ra d e los
indoeuropeos en una Urheimat — escribe un a rq u eó logo— no es m ás que
u n a ficción ».14
C osa que, desde lu ego, no creo. Este puede ser un ejem p lo m ás del de­
senfado con que ciertos arqu eólogos desdeñan o ign oran el estudio lin gü ís­
tico. Pero no puede negarse qu e los prim eros intentos de lo calizar la «pa­
tria» d e los indoeuropeos con ayu da del léxico fueron un fracaso, hoy
gen eralm en te reconocido. N o voy a repetir aquí la larga historia de cóm o,
a partir de palabras com o *mari, «el m ar», y las del «haya», el «salm ón» y
el «abedul», lingüistas alem anes, com o K u h n , P en ka, K o sin n a y T h ie m e
(y n o alem anes, com o Bosch G im p cra y D evoto), situaron en Europa la pa­
tria de los indoeuropeos. M ás bien en A lem a n ia , si acaso tam bién, com o ya
he d ich o , en la llanura polaca, incluso hasta el m ar N e g ro .
Este m étodo de estudio ha sido refutado por lingüistas varios.35 * M an
puede ser no solo «el m ar», tam bién cualqu ier superficie de agua; y no está
nada claro qu e las otras tres palabras representen las especies europeas que
se dice y que estas nunca hayan cam biad o de em plazam ien to o área bioló­
gica.
En realidad, lo que sobre todo pesaba a favor de la tesis europea era la
falta de cam bios cu ltu rales en el N e o lític o del norte de E u ro p a; aun qu e
la difusión de los kurganes y otros hechos culturales en dirección a O ccidente,
en fecha posterior (la de varios m odelos cerám icos, la de los celtas y sus c u l­
42 Las raíces lingüísticas de Europa

turas de H allstatt y L a T é n e , la de los germ anos) podrían haber servido de


gu ía y paralelo. Y q u iz á pesaba tam bién un cierto n acionalism o alem án,
herencia de la época en que se hablaba de «indogerm anos», a los que se
atribuían las características físicas d e los «arios» (altos y rubios), y en la que
la lingüística in doeuropea era una ciencia fun dam entalm en te alem ana.
N atu ralm en te, para esta teoría «el indoeuropeo» era una lengua u nita­
ria, y argum entos lingüísticos com o los q u e han encabezado este libro no se
conocían. E ran débiles, en definitiva, tanto los argum entos lingüísticos com o
los arqueológicos.
Sin em bargo, n o sería justo q u e dejáram os de recordar que fueron tam ­
bién indoeuropeístas alem anes (entre otros) los que, insatisfechos con d i­
cha propuesta, lan zaro n la tesis con traria/' la de las estepas del sur de R u ­
sia y aun más allá. C iertam en te, algunos de quienes la proponían estaban
equivocados en un punto: el consistente en ad m itir la supuesta m ayor anti­
gü edad del sánscrito. A s í en el caso de A . Píctct (la patria origin al estaría
en Bactria). L u e g o O . S chrader pensó que el am biente cultural europeo no
casaba con los indoeuropeos y propuso las estepas del sur de Rusia. Igual S.
Feist. Sería el lu gar propio de un pueblo nóm ada, que hacía incursiones en
carros o a caballo. Igual el a rq u eó logo australian o G . C h ild . Si se descarta­
ba E uropa, el sustituto ló gico era este,
P ero faltaba apoyo arqueológico. Este lo sum inistró, principalm ente, la
arqueóloga lituana M arija G im bu tas, de la que he hablado. En los ku rga-
nes se encontraron restos de una cultura m aterial análoga a la que la paleon­
tología lingüística mostraba: en esto, esta ciencia no había fallado. Y com o
había huellas d e la entrada de esta cultu ra en la A n tigu a Europa de los B a l­
canes, a la que destruyó, parece que qu edaba obviada cualqu ier duda. L a
oposición entre la cultu ra nóm ada y gu errera, patriarcal, de los in doeu ro­
peos, y la «fem enina», agraria, basada en el culto de la diosa, de la A n tigu a
E uropa, creo que era esgrim ida con acierto.
H o y día esto está aceptado por la m ayor parte de los estudiosos, que si­
túan a los indoeuropeos entre el V o lg a y el D n iep er (o el D niester): si no
com o patria, sí com o lu gar de paso, base secundaria (así R en frew , com o
lu eg o diré). E n tre otros, F. V illa r, R. S. P. B eekes, A . M artinet, ], V . D ay/"
Esta es la tesis qu e yo asum í, antes de estos autores, en mi trabajo de >979,
« A rq u eo logía y diferenciación del in d o eu ro p eo » /'
lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa ü

E n este trabajo añadí a los argu m entos arqueológicos otros lingüísticos,


sobre la base de que, así com o h u b o diferentes oleadas, había tam bién d ife­
rentes estratos del indoeuropeo. L a oleada III d e G im b u ta s, a finales del
tercer m ilenio, correspondería a m i IE III: la base d e las lenguas in doeuro­
peas conocidas en que se fun dam en ta la reconstrucción tradicional. E n d i­
versas publicaciones he insistido sobre esto y aportado m ás detalles, com o
h aré tam bién aquí. R ep ro d u zco mi esquem a d e la difusión del IE III y de
las distintas lenguas de él nacidas.
E n páginas anteriores he añ adid o nuevos argu m entos desde el punto
d e vísta lingüístico. S olo desde el p unto geo g rá fico in term ed io represen­
tado por la cultu ra de los k u rgan es pu ed e com pren derse la difusión del
in doeu rop eo hacia el este y oeste: lu ego, en am bos casos, hacia el sur. Ese
d esp lazam ien to tu vo lu gar a través d e dos «cinturones», u n o m eridion al
y u n o septentrional, de los q u e he h ablado (IE III A y B). Y tam bién he
anticip ad o cóm o lu ego, en algun as ocasiones, estos dos cinturones se pu­
sieron, de una m anera secun daria, en contacto, de m o d o que unas lenguas
in flu ían a otras. Es la oleada m erid ion al, la del g rie g o y el indio, entre
otras lenguas, la q u e ha servido de base para la reconstrucción tradicional
del indoeuropeo, según he dicho.
P ero qu eda un tem a todavía. N o solo en la zo n a citada, tam bién más
al este, en torno al lago A ra l, en el U zb e k istán y el K a za k s tá n , hasta el
Y e n ise y y m ás allá, se en cu en tran huellas de la cu ltu ra de los ku rganes.
L a llanu ra euroasiática hasta el V olga y los U rales no fu e sino un punto
de establecimiento provisional de los nóm adas, que se escindieron luego, d i­
rigiéndose ya a E u ro p a, ya a la India (tam bién a A n ato lia , desde el este
del Caspio).
Y o he visto, tanto en B u lgaria com o en M acedonia, en la G recia m icéni­
ca, en E tru ria (en C aere, por ejem plo) los cam pos de kurganes, colinas fu ­
nerarias. Son m ás o m enos los m ism os de C orea (K jó n g ju y lugares próxi­
m os)21' y C h in a (tum ba de Q in S hih uang, del siglo m a. C ., en X ian ,3°
tum bas de los X u a n y los Q in cerca de Pekín).3' Pienso que este es un tipo
de enterram iento creado por los nóm adas, indoeuropeos o no, para im itar
m ontañas que no tenían, a lo largo de toda E urasia, del Pacífico al V o lga .
Por esta zo n a se expandían los pueblos uraloaltaicos y los indoeuropeos;
estos no hacían otra cosa qu e im ita r un m o d elo g e n era l (verem os, más
ii Las raíces lingüísticas de Europa

adelante, cosas sobre los contactos entre los dos pueblos). Su m o do de vida
(y de muerte) era el m ism o.
L o s tú m u los funerarios se extendieron por todas partes, al igual que el
cab allo y, después, el cobre. Los im itaron las pirám ides de E gip to , la de P a ­
lenq ue v otras más.
Podem os, entonces, considerar la zona del A ra l y la de la estepa m ás
allá del V o lga com o partes de lo m ism o. L o s indoeuropeos bajaron tam ­
bién a A n atolia, y las gran des tum bas de M ayko p , junto al C áucaso, son
lina v e z m ás lo m ism o. L os frigios, llegados a través d e Europa, con struye­
ron igu alm en te el gran tú m u lo de G o rd io n . Y en la India, los grandes stu­
pas tienen el m ism o origen . Y los m on um en tos funerarios, m ás tarde, de
los m ongoles.
O sea: los indoeuropeos circulaban, desde el Pacífico, por toda Siberia
hasta atravesar los Urales y el V olga. A llí se detuvieron largo tiempo. N i más
ni m enos que otras tribus nóm adas de varias lenguas. L legaro n a la estepa
euroasiática, de allí a E u ro p a oriental, a la occidental más tarde; bajaron
lu ego hacia el sur, al ín d ico y al M editerráneo. D espués se agotaron: ape­
nas hay huella de los kurganes en Europa central y del sur; los m egalitos,
los cam pos de urnas, etc. sustituyeron a los ku rganes. L o s descendientes de
los indoeuropeos se hicieron sedentarios, crearon nuevas naciones.

TEORÍAS Q U E CONSIDERO ERRÓNEAS

N o puedo term in ar este cap ítu lo sin m en cionar las qu e considero teorías
erróneas. A p arte de las ya aludidas, son dos: la de G a m k re lid ze , qu e sitúa
a los indoeuropeos en el norte d e M esopotam ia, próxim os al C áu caso, de
do n de habrían pasado a la zona de los ku rganes;3* y la de C . R en frew ,33
que sitúa a los indoeuropeos en la A n ato lia del séptim o m ilen io antes de
C risto , de do n de habrían pasado a G recia y a toda E u ropa, se supone que
a la India tam bién. Son dos teorías qu e n adie acepta, pero qu e todos citan.
E llo es obra del prestigio de la ciencia y la bib liog rafía anglosajonas (en
inglés y en prestigiosas editoriales se difu n d ieron am bos libros): lo que
aparece fuera de ese círcu lo apenas se m enciona. N i se lee. E n o rm e des­
gracia para la ciencia.
lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa 45

G a m k relid ze , un georgia n o inteligente qu e logró introducirse en el


m u n d o anglosajón, operó a base de relacionar el georgian o y el indoeuro­
peo. C re ó la teoría de la existencia, en esta lengua, de las glotales del kart-
vélico, al que pertenece el georgiano; teoría sin du da errón ea.'4 En cuanto a
la lengua en gen eral, acepto la separación del anatolio y el g rieg o a com ien ­
zos del tercer m ilenio antes de C risto , pero lo dem ás no es, para m í y pare­
ce qu e para nadie, aceptable.
El anatolio es conocido por referencias de m ercaderes sirios desde el
siglo x ix a. C ., se escribía desde el x v ii ; del in doiranio hay referencias desde
en to m o al 1700 a .C . o antes (cultura de Síntashta-P etrovka), del griego
desde aproxim adam ente el 1600 a. C . Pero apenas dice nada G am krelid ze de
la m orfología, no sabe de la diferencia radical del anatolio y otras lenguas.
Se re fu g ia en unas pocas palabras q u e el in d o eu ro p eo habría to m a d o del
caucásico: la del león, la del elefante y alguna otra. E s más que dudoso que
sean préstam os de las lenguas caucásicas.4’
C o n tres o cuatro palabras no se dem uestra nada. ; Y el grieg o habría
pasado de A n atolia a G recia y todas las dem ás lenguas tam bién? ¿ Y qué
dice del indoiranio? T o d o ello va contra lo qu e sabem os de las m igraciones
indoeuropeas, qu e van hacia este y oeste y luego el sur, no al revés. Y los a r­
gu m en tos lingüísticos, basados fun dam entalm en te en la m orfología, ni si­
qu iera se tocan.
¿ Y qué d ecir de los agricultores m inorasiáticos que, según R en frew ,
habrían extendido la agricu ltu ra por E u ro p a (y la India, se supone) desde
el séptim o m ilenio antes de C risto? A u n q u e las técnicas agrarias se hayan
d ifu n d id o en fech a a n tigu a desde a llí, ya he h a b la d o d e la E u ro p a prein-
doeurop ea, incluso de la m ín im a agricultura indoeuropea, el paso de unos
agricultores indoeuropeos de A sia a Eu rop a (y a la India, se supone), en el
séptim o m ilen io antes de C risto , es contrario a toda la evidencia. ¿N ada
sabe este autor, parece, de los distintos sistemas lingüísticos indoeuropeos y
de la expansión del in doeuropeo y la m ism a cultu ra indoeuropea en los
sentidos que conocernos?
Bien dice H o z , en su reseña, qu e R en frew nada sabe de lingüística. El
gru p o anatolio 110 ha participad o en una larga serie de innovaciones de los
dem ás grupos lingüísticos indoeuropeos. Es un gru p o aparte, con un reco­
rrido aparte, de él no han p od ido salir los otros grupos, que innovaron des­
Las raíces lingüísticas de Europa

de antes del 2000 a. C . E stos pueblos y estas lenguas son m u y posteriores


al 7000 a. C . Es una pena q u e hoy, cuando tanta bibliografía se cita, apenas
se lea y se im provise tanto. Repito el lam ento de líneas anteriores.
Si estas elucubraciones arqu eológicas sin apoyo lingüístico (ni arqueo-
lógico, véanse las críticas de P . K a llio desde este punto de vista)J‘ se h u bie­
ran escrito en español, nadie las habría m encionado. Pero, según están las
cosas, no me qu ed a otro rem edio qu e refutarlas, para qu e nadie suponga
desconocim iento. N osotros sí que leem os la bibliografía.

IN D O E U R O P E O Y O T R A S R A M A S L I N G Ü Í S T I C A S

Q u ie ro hablar aq u í tanto de las relaciones lingüísticas entre el in doeuropeo


y las dem ás ram as del lenguaje hum an o que co n o cem o s— derivadas todas
ellas de las lenguas del H om o sapiens— com o d e sus lenguas vecinas. P o r­
qu e ello acabará de con firm ar lo qu e antes se ha dicho sobre la patria de los
indoeuropeos, o la patria de los indoeuropeos antes de su dispersión.
Sobre las relaciones lingüísticas entre el in doeu ropeo y otras ram as, re­
m ito, para em p ezar, al resum en del estado de la cuestión qu e ofreció F . V i­
lla r / ' H abla de la relación con el sem ita propuesta por 1 1 . M uller, A . C u n y
y H . Pedersen. C u n y a cu ñ ó el nom bre de «nostrático» para las lenguas
«nuestras», a las qu e con el tiem po se han añ adid o otras, tales com o el ura-
loaltaico (la fam ilia del finés, el lapón , el h ú n ga ro y el sam oyedo; tam bién
del turco, el japonés y el coreano), el ka rtvélico (caucásico m eridional, so­
bre todo el georgiano), el d ravídico y el cam i to -semítico.
V illa r hace una crítica m u y decisiva de la relación entre indoeuropeo y
sem ítico: la com paración, si es que es acertada, se refiere a una época ante­
rior a la m orfología indoeuropea. N o existe, pues, criterio claro para ella.
A ñ a d iré una cosa, qu e ya especifiqué en la reseña que hice a G re en b e rg / 8
Y o apuntaba qu e la com paración se hacía con un indoeuropeo plano, pre-
tnorfólogico: sirviéndose, sobre todo, de sem ejanzas lexicales más o m enos
claras. Los parecidos m ás claros del in doeuropeo se dan con el fin o u g rio y
el altaico (la fam ilia uraloaltaica, en d efin itiva)/9
Este térm ino de n ostrático continúa siendo usado por lingüistas com o
J. H . G reen b erg4'* y una larga serie de lingüistas rusos, com o U lic-Svityc,
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa 4Z

D olgop olsky y otros.4' U n resum en más bien m axim alista de las atribuciones
d e diversas lenguas al nostrático puede encontrarse en el gran libro de J. C.
M oreno C abrera.42 D istingue u n filo af roasiático y otro drávida-euroasiáti-
co, que com prende las fam ilias drávida, sumeria y euroasiática; dentro de
esta últim a, el filo indoeuropeo estaría al lado del urálico, altaico, chucoto-es-
q u im a l y n iveji. S igo p ensan d o q u e la gran d ific u lta d para establecer p a­
rientes firm es del indoeuropeo es que la m orfología indoeuropea, com o he
dicho, es reciente.
Pero, en d efin itiva, este tem a n o es el de este libro. D e lo que se trata en
estas páginas, situar local y cron ológicam ente la antigua fam ilia in doeu ­
ropea, tiene q u e ver con la lo ca lizació n de las len gu as vecinas, em p a ren ­
tadas o no, qu e dejan, entre ellas, un espacio para el in doeuropeo. U n es­
pacio que coin cide, en realidad, con el que ya he señalado, el de la estepa
euroasiática.
E n realidad, la fam ilia localm ente m ás p róxim a al indoeuropeo es, sin
lu gar a dudas, la fin o u gria y, dentro de ella, el espacio próxim o al qu e, ju n ­
to con los baltos, ocuparon a partir de un m om en to dado el finés, el estonio
y el lapón, junto con lenguas m enores.
E l fin o ugrio com p ren de un gru p o de lenguas que, desde la curva del
V o lg a , se desplazó hacia el oeste, en varias oleadas, desde el año 5000 a. C ,
m ás o menos. N o llegaron al B áltico hasta el 3200 aproxim adam en te, en la
época de la cerám ica de cordones. Y recibieron in flujos léxicos m u y claros
del IE , sobre todo de los m ás antiguos báltico y eslavo e, incluso, del ge r­
m ánico prim itivo. Los recibió a veces todo el fin o u grio, a veces el finés (los
lapones son, qu izá , un pueblo solo secundariam ente uralizad o).41
Estos desplazam ientos se hacían por conjuntos de pueblos, qu e se in­
fluían o se superponían. T r a s la «cola» de los indoeuropeos que se despla­
zaban hacia O ccid en te y los que, m oviéndose hacia el este, conocem os
com o tocarios. O junto con ellos.
E n definitiva: el fin o u g rio es una lengua m ás qu e, en fecha anterior o
contem poránea de la indoeuropea, se desplazó hacia el oeste: en este caso,
hasta el m ar Báltico. D en tro del indoeuropeo, los baltos quedaron retrasa­
dos respecto a los eslavos, que avan zaro n m ás. U nos y otros pisaron sobre
un substrato uralio, que otras veces se com portó com o adstrato. U n nuevo
pu eb lo u ralio, el h ú n g a ro , a v a n zó hacia el oeste en fech a posterior. Son
48 Las raíces lingüísticas de Europa

oleadas sucesivas, com o siem pre. C o m o q u izá el vasco, com o m ás tarde el


huno, el turco, etc.
P ero no es solo esto. E l in doeuropeo lindaba en un m om en to dado, al
sur, a través del C áu caso, con lenguas caucásicas varias: las del norte y las
del sur, del gru p o kartvélico, el georgian o sobre todo, com o ya he dicho. A
su lado estaba la cultura de M aiko p , con sus túm ulos, sin du da in doeu ro­
pea. N o se excluyen los préstam os léxicos, aun que el parentesco lin gü ísti­
co, qu e se ha propuesto com o hem os visto, no es seguro.44
T am b ién lin dó el indoeuropeo, a partir de un m om ento, con las len­
guas altaicas, del tipo del turco, venidas de la Siberia m eridional, en la re­
gión del A ltai. L legaro n ai sur de la actual A n atolia a partir del 3000 a. C .4’
Y lindó tam bién, sin du da, con el g ru p o cam ito-sem ítico, en el n orte d
Siria y de M esopotam ia.** Podem os seguir la historia de estas lenguas des­
de hace unos 5.000 años.
Estas son las lenguas qu e ocupaban la periferia de los indoeuropeos:
hay que añadir las que ocupaban A n atolia antes d e la llegada de los he ti tas,
q u izá desde el 3000 a. C . (luego penetraron los frigios y arm enios, desde el
1200 a. C.). Y a hem os citados el hatti, el hu rrita, el m itanni y el u rartu. Y
las lenguas qu e ocupaban Irán y la India (ya he hablado de algunas de ellas).
Y , por supuesto, las que se hablahan en las penínsulas m eridionales de E u ro­
pa y sus islas (algunos datos he dado antes).
A lgu n as de estas lenguas — m uchas veces venidas d e O rien te, traídas
por pueblos nóm adas com o los indoeuropeos— nos ayudan a d elim itar los
lugares más antiguos que estos ocuparon en la estepa euroasíática, los B al­
canes y, luego, la llanu ra europea. H abía en E u ropa, en cierto m odo, casi
un vacío, que ocupaban con escasa densidad pueblos neolíticos que fueron
arrasados por los recién llegados. N o dejaron grandes huellas lingüísticas.
P ero hay que añadir qu e los indoeuropeos no llegaron de golpe. Sus
gran des invasiones de en torn o al 2500, seguidas de otros m ovim ien tos de
pueblos que crearon más tarde las gran des lenguas indoeuropeas de E u ro ­
pa y A sia, no fueron sino la continuación de anteriores oleadas desde el
5000 a. C ., com o he dicho. En realidad, las cultu ras de la A n tig u a Europa,
en los Balcanes, y de la llanura europea habían sido destruidas o asim ila­
das, había ya una fusión de pueblos neolíticos y agrarios y, seguram ente,
una cierta unificación lingüística, den tro de variantes m últiples.
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa 49

A penas quedaron en Eu ropa huellas de pueblos no indoeuropeos. O tros


fueron, en líneas generales, contenidos, quedaron detrás de las fronteras
indoeuropeas. Seguirían lu ego, claro, las invasiones periódicas de uraloal-
taicos y semitas, en definitiva al final derrotadas, salvo las excepciones m en ­
cionadas. El fu tu ro era para los indoeuropeos y los pueblos de ellos d eriva ­
dos desde el 2000 y el 1000 a. C ., com o ya he dicho.
P ero no deja de ser notable el hecho de que, en todo caso, E u ro pa ha
sido ocupada lingüísticam ente por los indoeuropeos y los finougrios (y sin
d u d a por los vascos) en una fecha relativam ente m u y reciente, desde el
5000 a. C . D e las lenguas anteriores solo qu edan m ín im os restos, de los que
he hablado.
Para poner las cosas en perspectiva, los neandertales, desde el 130000 a. C „
se supone, y los prim eros representantes del Homo sapiens en Europa, los cro-
m añones, desde en torno al 35000, ya hablaban; seguram ente, también, el
H om o antecessor de A ta p u e rca , desde alred ed o r d e l 800000. H ab lab an
lenguas no indoeuropeas. Las indoeuropeas, como las finougrias, eran de pe­
queños grupos que penetraron, com o ya he dicho, desde el 5000 a. C . Luego,
el indoeuropeo evolucionó enorm em ente. E l que más conocemos, el IE III o
indoeuropeo clásico, es de finales del tercer milenio; el IE II, poco anterior.
O sea: el Hom o sapiens es, en E u ro pa, de anteayer, com o qu ien dice, y
m ás reciente todavía es la fase lingüística, indoeuropea y fin o ugria con la
excepción del vasco, que se encuentra en la base d e nuestras lenguas actua­
les, A n tes de entrar el indoeuropeo en E uropa, esta era parte del gran océa­
no del nostrátíco, todo él hablado en A sia sobre todo por el Hom o sapiens y
del que el in doeuropeo era u na parte.
U n lingüista m u y distin gu ido, W . P. Leh m an n ,47 ha propuesto qu e, si
bien la reconstrucción gram atical difícilm ente pu ed e ir más allá del año
5000 a. C ., la de las raíces y el léxico, a base de reconstrucción interna, po­
dría llegar hacia el 8000 a. C .; y q u e para en torno al 20000 a. C . podrían re­
construirse unos cientos de raíces verbales. A ñ ad e qu e las lenguas entre el
20000 y el 50000 pertenecerían al tipo de las lenguas d e clases, com o el ban-
tú. Es la fecha, o un poco anterior, en la qu e llegaría a Europa el Homo sa­
piens. M ás atrás, m isterio.
P e ro , por otra parte, todas las len guas del m u n d o tienen rasgos abso­
lu tam en te sem ejantes (de esto m e he o cu p ad o en d eta lle en otro libro,'*'1
Las raíces lingüísticas de Europa
2L

do n de tam bién he in sistido en los u niversales com un es a todas las le n ­


guas). Son, m u ch os de ellos, m ás an tigu o s q u e el Homo sapiens, y está cla ­
ro q u e las len g u as q u e ya los com portaban , tam bién. Si bien para las que
han llega d o a nosotros en todo el m u n d o p u ed e plantearse la hipótesis de
q u e d eriven de la len g u a del H om o sapiens o , q u izá algun as veces, de las
anteriores a él.
L o s europeos debem os ser conscientes de qu e las lenguas qu e a q u í pros­
peraron entraron en E u ro p a en una fecha m u y reciente, en térm inos relati­
vos. Y estaban em parentadas, gen ealógica y tipológicam ente, con diversas
ram as lingüísticas q u e se han con servad o en todo el m undo, al igu al que la
cultura de sus portadores. M ás todavía: en fecha m uy anterior había le n ­
guas m uy diferentes de las indoeuropeas tanto en Europa com o fuera de
ella, no podem os alcanzarlas.
Para ser m odestos, los europeos debem os recordar que hablam os len­
guas de un d eterm in ado nivel del in doeuropeo qu e p rodu jo no solo las
lenguas europeas, ni m u ch o m enos, sino tam bién varias asiáticas. 1' nos in ­
vadió en fecha no tan lejana. D e él salieron varias ram as lingüísticas, de
ellas a su ve?, salió una serie de lenguas europeas que, eso sí, posteriorm en ­
te recibieron in flujos lingü ístico-cu ltu rales de u n sector interno de ese m is­
m o «indoeuropeo de E uropa». D e l grieg o , el latín y, luego, de las diversas
lenguas europeas, unas sobre otras.
T o d a s las lenguas europeas, incluso las que no son indoeuropeas, llega ­
ron con el tiem po a alcan zar una especie de u nid ad , debid o a hechos políti­
cos y culturales. Y , en cam bio, para antes de esas m igraciones de in doeuro­
peos y no indoeuropeos q u e he fechado hacia el 5000 a .C ., poco podem os
decir sobre las lenguas qu e se hablaban en E u ro p a. L o q u e queda, a lo que
ya he aludido, son m ín im os restos, tam poco fechables.

E L M A S V I E J O E S T R A T O I N D O E U R O P E O DE E U R O P A

N o sería com p leto este panoram a d e la m ás antigua Europa lingüística si


no añadiéram os la existencia de una am plia capa de topónim os in doeu ro­
peos qu e se encuentran en las más varias regiones de E u ropa. N o es fácil su
atribución lingüística ni, a veces, su separación del celta y otras lenguas; ni.
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa 5'

tam poco, su inserción precisa en el tem a de los grandes estratos del in d o­


e urop eo (IE I, II y III), del qu e m e ocuparé más adelante.
Se trata de topónim os cuyo con tenid o lexical es indoeuropeo. Pero no
tenem os otra cosa que datos lexicales.
E fectivam ente, existe en E u ro p a (y fuera de E u ro p a) una toponim ia de
orige n indoeuropeo: lo son sus raíces y sufijos. A p arece sobre todo en hi-
drón im os. Pertenecen a aq u ello que H ans K r a h e 1' llam ó el «antiguo euro­
peo». Es decir, a un substrato anterior a las lenguas indoeuropeas históri­
cas. F. V illa r ha propuesto q u e se refiere a lenguas varias, no a una lengua
concreta que nosotros podam os id en tificar.5'1
L a top on im ia, y den tro de ella la h id ro n im ia (aunque los hidrónim os
se con vierten con frecu en cia en n om bres de lu gar), qu eda con frecuencia
arraigad a, pese a los cam bios de len gu a de los sucesivos pobladores. C la ro
q u e a veces procede de una capa lingüística bien determ inada: -briga
o Seg- son celtas, Guad- es árabe; en un nom bre de río com o Guadiana
se u n en en antiguo n om bre in dígen a (adoptado por los romanos) Ana y el
árabe Guad-,
Pero los nom bres de la h idronim ia indoeuropea que a q u í m enciono no
se refieren a una lengua in doeuropea concreta, no son, por ejem plo, celtas
o germ án icos, ni latinos, p or supuesto, com o he dicho. Las hipótesis que los
referían al ilirio o al ligu r (o, sim plem ente, al precelta) han sido desecha­
das. H o y pensam os en lenguas indoeuropeas varias, no identificables, q u i­
zá em parentadas con indoeuropeos prehelénicos, com o se ha propuesto en
el caso del pelásgico.
Sobre el valor probatorio que tienen los topónim os respecto a la lengua
de antiguas poblaciones, véanse trabajos de V illa r y u no m ío., '
Se trata de hidrónim os y topónim os en general que a) poseen una raíz
claram ente indoeuropea, b) pueden añadir a ella sufijos y derivativos tam ­
bién indoeuropeos, c) algunas de estas raíces se han conservado igualm ente
en elem entas léxicos existentes en varias lenguas indoeuropeas.
H e aquí algunas de estas raíces, tom adas d e V illa r y de H o z, entre
otros, quienes las acom p añ an de listas de topónim os derivad os, en H is­
pania y en E u ro p a en gen eral, así co m o tam bién de m apas de su difusión:
a l ‘flu ir’, alb, arg ‘blanco’, is ‘fuerte’, mar agua quieta, mar, lago',/*?/ ‘estan­
que, pantano’, sal ‘río’, ser ‘flu ir’, tar ‘fuerte, penetrante’, wer, war, ur ‘agua.
52 Las raíces lingüísticas de Europa

río’. Y hay derivados en -n, -o, -nt, -ko, -tifo, -yo, etc. Tenem os, por ejem plo,
d earg (cf. lat .argentum ), el A rga, Arganza, Arganda, Argén tona, etc.; decís,
is (cf, ai. isirá ‘fuerte’, gr. ιερός ‘sagrado’}, el Esta, el ¡suela, el físaro; d esa i (cf.
lat. sal), el Salo (¡alón). Salía, Salmantica, Salor, Salas, Salsum·, de tar (cf. ai.
tañí-, gr. τορός ‘ penetrante, agudo’ ), Tar ancón, Tarrientos, Tiermes, Tonnes.
H abría qu e hacer algun as acotaciones. Por ejem plo:
a) N o hay coincidencia con el lím ite histórico de las lenguas in doeu ro­
peas qu e conocem os, llegadas posteriorm ente. A lgu n as de estas raíces se
encuentran en la H ispan ia m eridional, no indoeuropea, y tam bién en A sia
M en or y hasta en la India. A s í p or ejem plo, uro-, u n í -?1 tur, tar.*3
b) H ay grup os tie topónim os q u e ocupan cierta área indoeuropea, no
toda.''4 E n el «antiguo europeo» del qu e hablam os (y que no debe co n tu n ­
dirse con la « A n tig u a Europa» prein doeu rop ea de G im butas) responde a
lenguas indoeuropeas qu e se difun d ieron en diversas direcciones. V illa r
publica m apas relativos a las diversas raíces.
c) P o r supuesto, raíces pertenecientes a dos estratos lingüísticos pueden
com binarse, com o en el caso del río G u ad ian a. H e propuesto esto para T u -
rodanom, hoy T uré gano·, un nom bre de «río» del an tigu o europeo, ya no
entendido, recibió la adición de un nom bre de «río» más reciente (relacio­
nado con el celta Danuuius, ai. daña ‘líq u id o ’, av. danu ‘río’). O tra m ezcla
de este tipo es Turóbriga (con adición de una palabra celta). O tras veces han
su rgido secundariam ente m alas interpretaciones; así, se ha enten d ido qu e
tur viene de lat. turris (Torreadrada, an tiguam en te *Turaderata, hay una
traducción latina del siglo x ii fontem aderatam).
E v id e n te m e n te , se trata de d eriv a d o s del in d o eu ro p eo qu e e n tró en
Europa antes del que crearon las grandes familias lingüísticas: procede, com o
he d icho, de las prim eras oleadas in doeuropeas, a partir del año 5000 a. C .
y antes de la q u e, a fin a le s del tercer m ile n io y p osteriorm en te, cre ó las
gran des lenguas que conocem os. E l hecho es qu e, cuando llegaron los in­
doeuropeos de la últim a oleada, a m ediados del tercer m ilenio, com o digo,
aquella que dio origen a las prim eras grandes lenguas indoeuropeas de E u ro­
pa (y Asia), el terreno estaba ya ocupado por los indoeuropeos procedentes
de las anteriores invasiones. T op o n im ia preindoeuropea quedaba poca.
L o s problem as que presenta ei «antiguo europeo» del qu e estoy hablan­
do son dobles. P rim ero , com o be ven ido diciend o, no podem os establecer
Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa 31

las lenguas a las que pertenecía ni la fecha de su fijación. S egun do, nada
podem os decir de su m orfología.
C o m o verem os más adelante, el más antiguo indoeuropeo que pode­
m os reconstruir (el IF. I) consistía en una serie de raíces qu e adqu irían fun ­
ciones y valores sem ánticos y gram aticales m edian te el orden de palabras,
el acento, elem entos aglutinados, derivación, com posición, etc. Solo en fe­
cha posterior se crearon desinencias con valor gram atical (en el IE íí); y en
u n a posterior todavía, tem as con valor gram atical. E sto sucedió cuando se
creó el IE III y, dentro de él, cada uno de sus dos sectores, A y B.
C ó m o funcionaba la gram ática en la fecha del an tiguo europ eo no po­
dem o s saberlo. N i en qu é m edid a deberíam os atrib uirlo al IE I (radical) o
al IF. II (m onotem ático); no, desde lu ego, al IF. III, que existía ya, sin duda,
hacia el año 2500 a .C ., en qu e debieron de separarse el IE III A — el del
cinturón m eridional del qu e hem os hablado— y el IE III B — el del sep­
tentrional— . Pero en a lgo sí hay coincidencia con el IE III: en la existencia
tan to en el «antiguo europeo» com o en el IF. III d e m asculinos en -o y fe­
m eninos en -a.
E n los m ilenios qu in to, cuarto y com ien zos del tercero antes de C risto,
el indoeuropeo debió de desbordarse, en m últiples oleadas y variantes,
con flictivas entre sí y con diversos inicios de m o rfolo gizació n , por Europa
y por A sia. Sin du da, a partir de la m ism a llanura euroasiática de la que he­
m os hablado, a la que llegaban las sucesivas oleadas in d o eu ro p eas— u n i­
das a las de pueblos uraloaltaicos— desde el in terior del A sia septen-
trion al.,'
E L IN D O E U R O P E O C L Á S IC O
Y S U S V A R I A N T E S (IE III A Y B)

G E N E R A L ID A D E S

C o m o es sabido y ya ha sido apuntado, desde B opp , y luego Schleicher,


R rugm an n y los dem ás, la com paración entre palabras de igual significado
y sem ejante fonética en diversas lenguas, tipo lat. donum / ai. dúnam ‘ rega­
lo ’ , ai. mddhu / g r. μέ&υ ‘m ie l’ (corno prim er sentido), llevó a la hipótesis de
una lengua origin al, el in doeu rop eo, de la que habrían n acido sucesiva­
m ente las distintas fam ilias indoeuropeas.
L a cito sumariamente, ejem plificando con las lenguas antiguas que cono­
cemos: las indoiranias (védico, sánscrito, antiguo persa, avéstico), el griego,
el armenio, el frigio y el tracio, las lenguas eslavas (antiguo eslavo, búlgaro,
ruso, etc.), las germ ánicas (a partir del gótico), las itálicas (oseo y um bro, latín),
otras com o el venético y el m esapio, las célticas (galo y celtibérico antiguos,
diversas lenguas posteriores a partir del irlandés), el ilirio (de don de deriva
el albanés) y algunas más. L as correspondencias son lexicales, m orfológicas
y tam bién fonéticas: a tal fonem a indoeuropeo corresponde tal o cual fone­
m a en cada lengua (pueden variar según el contexto fónico).
Entiéndase que, com o he dicho, para m í la len gu a origin al de la que ha­
b lo es un estrato in doeuropeo de a partir del año 2500 a. C .; pero en general
se entiende com o «el indoeuropeo», com o he señalado.
M ás exactam ente: se tom a, en general, com o indoeuropeo el prototipo del
IE III A , el que se reconstruye a partir del griego y el indoiranio, sobre todo.
El IE 111 B coincide en gran m edida con él pero ya hem os visto que presenta
pérdidas, innovaciones y arcaísmos. D oy a continuación una descripción de
conjunto del IF, III A , en buena m edida tam bién (pero no siempre) del B.
C o m en za n d o por el sistem a fonológico, a este indoeuropeo se le atribu­
Las raíces lingüísticas de Europa

ye uno bastante sim ple, au n q u e hay algunas variantes. L o ú nico nuevo,


posterior a la reconstrucción tradicional, es qu e al sistem a general se le
añaden ahora tres fonem as, las tres larin gales Η ,, Η ., H ,: fricativas que
pueden vocalizarse y qu e «tiñen» las vocales en contacto, dán doles los tres
tim b rese ,a ,o . H a n desaparecido en todo el IE III, pero se conservan en he-
tita (que procede, com o he dicho, del IE II).
Es la única adición gen eralm en te adm itida al sistem a fon oló gico del IE
q u e venía de B rugm ann : evidente deseq uilib rio, el cuadro qu e se propone
com o gen eral del in doeu ropeo contiene un elem en to m ás antiguo, el d e las
laringales. Sigue sin reconocerse qu e son propias de un sistem a fonológico
más an tiguo que el qu e está en la base del in do iran io y dem ás, un sistema
conservado en anatolio y existente en un m om en to dado, el del IE II, en
todo el indoeuropeo.
Prescindiendo ahora de las laringales, que teñían, com o he dicho, con su
tim bre las vocales en contacto (y si iban a continuación de ellas las alarga­
ban, además, m ientras que entre consonantes vocalizaban dando vocales, ya
t/, ya 7 , según las lenguas), los distintos m anuales de lingüística indoeuropea
trazan un sistema fonológico que es en principio el m ism o de la vieja re­
construcción (excepto, repito, en el caso de las laringales). A sí, por ejem plo,
los de M eillet, S zem éren yi, Beekes, S ch m itt-B ran d t y M eier-B rü g ger (el
m ío y de B ernabe-M endoza atribuyen ese cuadro solo al IE III).1 L a nueva
obra de M . M ayrhofer2sigue igualm ente la línea tradicional.
T ra z a n tam bién, igu alm en te, estos m anuales un sistem a m o rfoló gico
único, aunque lu ego daré excepciones y detalles y otros más en dos trabajos
posteriores/ P o rq u e en m orfología sucede algo sem ejante: la vieja m o rfo ­
logía unitaria del in doeu ropeo, la d e B ru gm an n y dem ás, se asum e qu e era
tam bién la del hetita y anatolio en gen eral. L a m ayoría, sin ni siquiera d e­
cirlo. Y a he anticipado qu e disiento.

L A F O N O L O G ÍA

El sistem a fon ológico qu e los m anuales dan, en gen eral, com o com ún al in­
doeurop eo (y qu e para m í es el de su estrato III) es un sistem a m u y sim ple,
qu e incluye:
E l indoeuropeo clásico y sus variantes HE III A y B) 51
a) V ocales f , a , o breves y las largas correspondientes.
L a a era m u y rara. L a oposición de e v o y de las largas correspon­
dientes se u tilizaba para crear oposiciones varias en el sistem a n om i­
nal y el verbal.
b) Sonantes, qu e podían desem peñar, según su posición en la sílaba,
papeles ya de consonante (y, w , n, m, r, l), ya de vocal (/', u, », tn, r ,l,
que podían tam bién ser largas).
c) Consonantes, con cuatro puntos de articulación y, en cada uno, fo­
nem as sordos, sordos aspirados (raros), sonoros y sonoros aspirados.
O sea: labiales,p ,p h ,b ,h h , dentales, t,th ,d ,d h \ g u tu ra les,l^,/(/t,g,gh;
labiovelares, Ι(“\ Ιφ" ,g “ , g h “ ■H a y qu e a ñ a d ir q u e a lgu n o s autores
distinguen, den tro de las qu e a q u í llam am os velares, una serie velar
y otra palatal, que distin guen con ayuda d e signos diacríticos tales
com o g ' o g.

Estos fonem as y, en el caso de las sem ivocales, sus variantes en la sílaba, da­
ban en las distintas lenguas soluciones propias y generales o bien depen­
dientes de los fonem as en contacto.
N atu ralm en te, a partir de aquí vienen las evoluciones fonéticas de las
diversas lenguas o grupos de lenguas. Por ejem plo, m uchas perdieron la
aspiración de las sonoras o las alteraron de diversos m odos (cf. ai. bhám mi,
a rm . berem, gr. φέρ«>, lat. feroj; el germ án ico alteró el sistema de oclusivas
(p. e j„ de *dek>n, el inglés h izo ten, el alem án zehn)\ las lenguas llamadas.f«-
tem, com o el indoiranio y el eslavo, cam biaron las oclusivas en silbantes o
sibilantes (p. ej., al centum latino corresponde el ai. satám, aesl. süto). Esta
ú ltim a, es fácil verlo, es una evolución reciente qu e afecta a una parte del
I E III A y del I E III B.
P or supuesto, a las evoluciones de las distintas ram as del an tiguo in­
doeuropeo hay que añadir las de sus derivados posteriores. Y hay que insistir
en qu e todo esto fue propuesto antes del descubrim iento del hetita y las d e ­
más lenguas anatolias. En ellas, adem ás de la presencia más o m enos regu­
lar de las laringales, ya m encionadas, hay diversas particularidades, com o,
por ejem p lo, la ausencia, en gen eral, de las vocales largas, la presencia de a
en lu gar de a y o , etc.4
Sin em bargo, el problem a d e las vocales largas en hetita es grave, por­
5 «
Las raíces lingüísticas de Europa

que se com plica con problem as de grafía. La escritura plena o doble de al­
gu n as vocales, com o ΰ -a, a veces se interpreta com o prueba de la existencia
d e largas, pero pueden ser largas secundarias, derivadas en anatolio a par­
tir de breves,5 o analógicas. Resulta im posible entrar aquí en el detalle,
aun qu e ya d igo qu e el uso sistem ático de las largas, sobre todo en m o rfolo­
gía, parece una innovación postanatolia.
L os m anuales, en gen eral, no m encionan apenas el hetita, dan sin más
el cuadro anterior. A veces añaden la discusión sobre la supuesta existencia
de glotales com o las del caucásico, propuesta por G a m k relid ze e Ivanov.
¡T a n to revuelo para una teoría que, al final, nadie acepta!6 Pero no hay
m an ual qu e no cite las glotales, aunque sea para rechazarlas.

E L L É X I C O , L A M O R F O L O G I A , L A S IN T A X IS

T a m p o co para este am p lio do m in io son m encionados apenas el anatolio ni


el hetita. Sobre ellos, o se calla, o se piensa qu e las categorías que en estas
lenguas faltan (m ascu lin o/fem en ino, aoristo, perfecto, m odos, etc.) las han
perdido. Sobre esto he escrito en varios lugares, últim am ente en dos artículos
ya aludidos.7
Esas raíces o conjuntos de raíz + su fijo constituyen a veces, en el n o m ­
bre, adjetivo, pron om bre o verbo, una form a no flexionada: un adverbio,
preposición o interjección. O tras, constituyen lo q u e se llam a un tem a, o
sea, una raíz o un con jun to de raíz + alargam ien to (-£, etc.) o su fijo (-//,
-s/(, -neu, etc.) qu e se declina o con juga con ayuda d e desinencias y, a veces,
se opone a otro tem a de igu al raíz (y aun de otra).
P o r ejem plo, en ai. (que continúa un m odelo indoeuropeo), hay un n.
sg. vrkas ‘lo bo’, frente a un g . sg. vrkasya, un n. pl. vrkas, etc. A la raíz vr\ se
añade bien una vocal tem ática, bien, a veces, alargam ientos o desinencias,
todo ello al servicio de la m orfología.
Pero, en fin, esto es den tro de una dicotom ía entre las raíces: las hay no-
m inal-verbales (que crean nom bres y / o verbos) y pronom inal-adverbiales
(que crean pronom bres y / o adverbios). Por ejem p lo, las raíces nom inal -
verbales presentan ya form as nom inales (p. ej., en gr. σ ύ -ζυ ξ, o sea, ‘el cón ­
y u g e ’ o ‘el que vive con', en lat. iudex ‘el qu e dice la ley’, ‘el juez'), ya form as
E l indoeuropeo clásico y sus variantes (IE III A y B) 59

verbales (p. ej., gr. δείκνυμι ‘ m ostrar', lat. dico ‘d ecir’, gót. gateihan ‘mos­
trar’).
U n as y otras pueden llevar la «vocal tem ática» <e / o y las largas corres­
pondientes) entre raíz y desinencia: lat. yugum ‘y u g o ’ < yugom), lat. diets
‘dices’ < *deicesi). Y , naturalm en te, sufijos, com o en gr. δείκνυμι, qu e aca­
b o de citar.
D e las raíces p ronom inal-adverbiales derivan, com o digo, ya p ron om ­
bres, ya adverbios. P. ej., * so, *sa, *tod, ‘este, ese, a q u e l’, pero tam bién ad­
verbios com o gr. όντω ς ‘así’ .
A partir de una raíz de uno u otro tipo se crean tem as que pueden ser ya
u na sim ple raíz + φ, ya un con jun to de raíz + alargam iento(s) (en algunos
casos) + sufijo(s), Estos tem as se con vierten en palabras cuando, para m ar­
car las variantes m orfológicas (casos y núm eros en el nom bre, personas, etc.,
en el verbo), llevan en su parte final ya φ, ya desinencias. P. ej., de *ei ‘ir’ el
lat. tiene un v. ei o /, de πατήρ ‘padre’ el gr. un v. πάτερ; y, de uno y otro
terna, una 2.a pers. lat. is, un g. gr. πατρός.
H ay, pues, ya ra íz, ya ra íz + sufijo; y en am bos casos hay, en la flexión, o
bien ra íz + φ, o bien raíz + sufijo. Y la raíz puede tener alargam iento.
L o s casos, según la versión tradicional del indoeuropeo, eran (para el
nom bre, adjetivo y pronom bre) siete: n om inativo, vocativo, acusativo, g e ­
nitivo, dativo, locativo y ablativo, conservados sobre todo en sánscrito, re­
ducidos a cinco o m enos en otras lenguas. L o s géneros eran tres: m asculi­
no, fem enino y neutro, al igu al que los núm eros: singular, p lural y dual.
E n m últiples estudios, co m o mis libros ya citados y diversos artículos,
he sostenido q u e esta es una versión m axim alista del indoeuropeo, cierta
tan solo para algunas lenguas, sobre todo el indoiranio. Q u e el sistema de
los siete casos es secundario, el an tigu o es el de n., v., ac., g. y dat., los casos
gram aticales. D eterm in an al nom bre (en principio, el g.); y al verbo, m ar­
cando el sujeto (el n.) y los dos com plem entos (el ac. y dat.). E fectivam ente,
el indoeuropeo (todo él, p or lo que sabemos) tiene una flexión que opone
sujeto en n. / com plem ento d irecto en ac. / indirecto en dat., no una flexión
e rga tiv a, co m o errón eam en te han p ropuesto algu n o s.8 Y solo secun da­
riam en te añ a d ió casos ad verb iales. P ero q u iz á ven ga de un tipo lin g ü ís­
tico anterior, el de las len guas de clases. Esta es al m enos la op in ió n de
Lehm ann.
6ο Las raíces lingüísticas de Europa

Y , tam bién según esa versión tradicional, fun dada una v ez m ás en el


g rieg o y el sánscrito, el verbo tenía cu a tro temas (creados de la raíz + ψ o de
la raíz + sufijo): de presente, aoristo, perfecto y fu tu ro (llam ados tem p ora­
les, pero sobre su valor hablarem os m ás adelante); y cada uno tenía dos vo­
ces, activa y m edia (la pasiva fue creándose lengua a lengua). Λ su v ez, cada
uno de los cuatro temas tenía variantes m odales (de indicativo, im perativo,
su bju n tivo y optativo).
A sí, un verbo era un con jun to de temas: tem porales (aspectuales, m ejor
dicho: temporal es solo el futuro), dentro de los cuales, a su v ez, había temas
m odales y variantes personales (también de núm ero). L o s temas estaban
m arcados con ayuda de variantes apofónicas y acentuales de la raíz y de sufi­
jos (incluido el φ). Los temas se flexionahan con ayuda de las desinencias,
que podían ser también φ. Pero a veces había am algam a: la -ü) del gr. λύ ω ‘yo
desato' indica presente, indicativo, v o z activa, singular, prim era persona.
Prefijos tem porales, esto es, el llam ado aum en to (<■
'- en general), los hay
solo en in dicativo (y en realidad en unas pocas lenguas, griego, indoiranio
y arm enio).
A sí, en las dos series lexicales de las qu e he hablado (la n om inal-verbal y
la p ronom inal-adverbial) hay form as en que la raíz, a veces pura, a veces
sufijada, da ya un nom bre o adjetivo (flexionados luego), ya un pronom bre
(fle xio n ad o tam bién ), ya un a d ve rb io (o p rep osición o in terjección ) sin
flexion ar.
L o habitual es qu e un tem a se oponga a otro u otros temas: son d eriva ­
dos, con ayuda de sufijos, de la m ism a raíz. O bien dos raíces se oponen
d e n tro d e un sistem a, con cretam en te de la c o n ju ga ció n . A sí se crearon
flexiones politemáticas. Por ejem plo, en el nom bre, la declinación que lleva
un mase, en -o frente a un fem . en -á: lat. m ase.dom inus/ fe m .domina (cada
form a con su declinación). Y junto con esta oposición de géneros, sobre dos
tem as, hay la de un tema nom inal y uno adjetival (derivado). O bien, en el
verbo, se oponen los tem as de los que ya he hablado: de presente, aoristo o
perfecto (tam bién futuro) y los de los distintos m odos. Por otra parte, de
raíces y temas el indoeuropeo creaba form as derivadas y com puestas.
Este es el indoeuropeo politem ático del qu e ven go hablando: en la tra­
d ició n m ás ge n eral, es «el in doeu ropeo» a secas; en la q u e sigo, el in d o ­
europ eo III, sobre todo en su versión A .
HI indoeuropeo clásico y sus variantes (IE III .4 y B)

U n verbo indoeuropeo de este estadio tenía, pues, la siguiente con ju ga­


ción:
1. O posición de voces activa / m edia (m arcada por las de-si-nencias).
2. D en tro de cada v o z había:

a) C u a tro temas, m arcados por -φ o sufijos. Indicaban aspecto: pre­


sente, aoristo, perfecto, futuro.
Solo en indicativo m arcaban los temas el tiem po: así lo hacían el
presente y el aoristo. E l pasado lo m arcaban estos dos tem as con
ayuda de una serie especial de desinencias y del aum en to ya
m encionado: creaban ya un im perfecto, ya un indicativo de aoris­
to. Pero el perfecto era realm ente un presente estativo, m ientras
que el pluscuam perfecto, su pasado, parece no gen eral, sino re­
ciente. E l futuro m arca este tiem po con desinencias de presente.
L os tres temas no futurales m arcan, aparte del tiem po en in dica­
tivo, tam bién aspecto: duración el presente, puntualidad o com -
plexividad el aoristo, acción term inada y estado derivado de ella,
el perfecto.
b) D entro de cada tem a, había variantes m odales de indicativo, sub­
jun tivo y optativo, m arcadas por oposiciones corno, entre indica­
tivo y subjuntivo, la de raíz / raíz + vocal temática (ai. ásti / ásati,
de ‘ser’) o raíz con vocal tem ática breve / larga o variantes con su­
fijos com o -s- en tocario. E l optativo llevaba un sufijo propio, -i? /
-7 . Pero los m odos estaban desarrollados solo parcialm ente en IE
III, qu e, com o verem os, conservaba huellas del estadio prem odal.

3. H abía, además, oposiciones de núm ero y persona, m arcadas igu al­


m ente por las desinencias (o -<f>, en ocasiones). U n a desinencia indicaba a la
vez núm ero y persona; esto es lo que se llam a sincretismo. E l indoeuropeo no
tenía, en general, aglutinación (desinencias claras y de sentido independien­
te, qu e se sum aran, com o en turco), sino sincretismo y am algam a, ya citados.
4. H abía, finalm ente, form as nom inales del verbo, obtenidas de cada
tem a por sufijación y con valor ya de v o z activa, ya de m edia. O bien había
una form a por verbo, participaban o no de los valores de los tem as. Son
tam bién recientes.
62 Las raíces lingüísticas de Europa

H abría que añadir qu e los sufijos, la vocal tem ática, las desinencias (y el
aum en to y los prefijos iniciales) no son los únicos recursos de la com pleja
m orfología, nom inal, verbal y pronom inal del indoeuropeo. H ay que aña­
d ir otros recursos que a veces se sum aban a estos, a veces funcionaban so­
los. Los he a lud ido de pasada. Son:

a) L a apofonía o alternancias vocálicas. E n el nom bre, por ejem plo, la


apofonía e l o distinguía el n. y el v. sg. (lat. dominus / domine ‘am o’);
la vocal de grad o la rgo / -φ, por ejem plo, n. y g. (gr. η. πατήρ / g.
παχρός de ‘padre’, hay casos paralelos en otras lenguas). L a apofo­
nía funciona tam bién entre el nom bre y el verbo (lat. tego ‘cu b rir’ /
toga ‘toga’, ‘m anto’ ) o el nom bre y ad jetivo (gr. μένος / ευμενής ‘áni­
m o’ I ‘de buen án im o’, ‘ben évolo’).
b) E l cam bio de lu gar del acento. Por poner unos ejem plos, hay oposi­
ciones n. / v. (ai.pitá / pitar, gr. πατήρ / πάτερ ‘padre’, ‘pequeño ruso’
sestrá / séstro ‘herm an a’, gr. δεσπότης / δέσποτα ‘am o’); n. / g. (gr.
μήτηρ / μητρός, lit. moté / moters ‘m adre’, gr. γυνή / γυνα ιχός ‘m u ­
jer’); mase. / fem . (gr. ήδδύς / ήδεΐα, ai. svadús / svadvi ‘dulce’); n om ­
bre / adj. (ya he citado gr. μένος / ευμενής); diversas form as del verbo
(ai. émi / imds ‘voy’ / ‘vam os’, veda / vidmá ‘sé’ / ‘sabem os’).

T am b ié n se u tiliza la oposición de form as átonas y tónicas, por ejem ­


plo, para d istin gu ir pronom bres in terrogativos e indefinidos y, en los per­
sonales, variantes expresivas y enclíticas.
Este sería, aproxim adam ente, el esquem a de las clases de palabras y de las
flexiones nominal y adjetival, pronom inal (con algunas diferencias) y verbal
indoeuropeas, más las clases de palabras no flexivas, y los num erales, así
com o de los recursos form ales utilizados: raíces, alargam ientos, sufijos, voca­
les temáticas, alternancias vocálicas, desplazam ientos del acento (musical).
H abría que añadir el uso de distintos tipos de acento (agudo y circunflejo) y
el orden de palabras qu e, en principio, sería libre, puesto que las form as
flexionadas eran suficientes para m arcar las relaciones dentro de la oración,
m ientras que las pausas y los acentos m arcarían las oraciones unim em bres y
las form as expresivas (interjecciones, llamadas) e impresivas (imperativo, v o­
cativo). H abía, de todos m odos, algunas restricciones en el orden de palabras.
E l indoeuropeo clásico y sus variantes (IE III A y B) ^3

C o m o se ve, el indoeuropeo qu e a q u í describo sum ariam ente y qu e en


otros lugares ya citados he descrito con m ayor detalle era una lengua m uy
com pleja, m uy m orfologizada, con grandes recursos para la derivación, com ­
posición y renovación lexical. L a vocal tem ática, por ejem plo, podía usarse,
con el tim bre e, para m arcar el vocativo; con ó alargada, para la prim era
persona singular del verbo; añadida a ciertas desinencias, para m arcar la
v o z (-to, -so medias); y en otros usos más.
N o era, pues, el in doeu rop eo qu e a q u í he descrito una lengua m onosi­
lábica ni del tipo qu e u tiliza, fun dam entalm en te, la aglutinación , el orden
de palabras y las variaciones acentuales y tonales. E ra una lengua que, con
ayu da de elem entos form ales m últiples com binados variam ente, analizaba
m u y sutilm ente la realidad.1'
N o obstante, creo, insisto, q u e el indoeuropeo brugm an n ian o que aquí
he descrito, dedu cido sobre todo del estudio del g rieg o y del sánscrito, es
un d erivado secundario del m ás a n tigu o indoeuropeo, el II. Y qu e nació en
el tercer m ilenio antes de C risto y entró en la India y G recia hacia el año 2000.
Es el qu e he llam ado IE III A . Y que el in doeuropeo más an tiguo al que
podem os en cierta m edid a acceder, m ás an tiguo qu e el IE II, a saber, el
IE I o protoindoeuropeo, era precisam ente un in doeuropeo del tipo a que
acabo d e aludir, m onosilábico.
E n tre m edias existió el ya m en cionado IE II o m onotem ático, testim o­
n iado, com o he señalado, por su derivad o el anatolio y, dentro de él, por el
hetita. En él no se oponían tem as de género o com paración o tiem po o
m odo: la flexión era de tem a + φ o tem a + desinencias, no de varios temas
salidos de una m ism a raíz y opuestos entre sí (o de varias raíces opuestas se­
cundariam ente entre sí, com o a veces sucede en las diferentes lenguas).

O B S E R V A C IO N E S

H e repetido hasta la saciedad q u e el tipo de in doeuropeo aquí sum aria­


m ente descrito era:

a) el resultado de la com paración entre las lenguas conocidas antes del


descubrim iento del hetita (y el anatolio en general) y del tocario, y
64 Las raíces lingüísticas de Europa

b) dentro de estas lenguas, el resultado, m ás bien, de la com paración


del indoiranio (sobre todo el véd ico y sánscrito) y el griego.

N o era una lengua realm ente unitaria, sino m ás bien «a kin d o f storehou­
se», una especie de alm acén, com o decía L eh m an n .'" D ejem os aparte las
desgracias del hetita y el tocario, no descubiertos a tiem po para qu e fueran
tom ados en cuenta para la reconstrucción tradicional. O bien son olvid a­
dos com o no existentes, o se dice qu e los elem entos de la reconstrucción
tradicional de que carecen (el fem enino, el aoristo, el subjuntivo, etc.), «los
perdieron». E xtrañ a historia.
Pero es que, aparte de esto, en algunas de las lenguas indoeuropeas cono­
cidas de antiguo y a las qu e atribuim os un tipo III B, faltan m uchos elem en ­
tos de esa reconstrucción, que se habrían «perdido». Los m odos en eslavo,
por ejem plo. Y hay otros elem entos, com o las desinencias verbales en -r, que
sin duda el griego perdió.
E n definitiva: la descripción q u e precede se refiere a lo sum o, com o ha
q u ed ad o anunciado, al «cinturón m eridional» y presenta innovaciones
(por creación o pérdida) que no siem pre com parten el «cinturón septen­
trional» o algunas de sus lenguas.
E l indoeuropeo no era tan sim ple, tenía variantes m últiples, en el tiem ­
po y en la geografía. L lev o m uchos años, en realidad desde 1962," p redi­
cándolo, contra viento y m area, enfren tado a un excesivo tradicionalism o
que nada quiere saber de ideas nuevas. V éanse los artículos qu e acabo de
escribir sobre la historia d e este debate.1’
V o y , pues, a insistir en cuán relativa es la reconstrucción tradicional,
u nitaria y plana, del «indoeuropeo», la que suele exponerse. Se refiere
sim plem ente a una fase del indoeuropeo y ni siquiera a toda ella. D e la fase
anterior, la del IE II, representado para nosotros sobre todo por el anatolio,
pero de la que tam bién q u edan restos en el IE III y es, sin em bargo, la m a­
yor parte de las veces olvidada o n egada, m e ocuparé a continuación.
E l indoeuropeo clásico y sus variantes (IE I II A y B)

SO BR E E L IE III B

Y a se ve: el IE 111 A arraigó en E u ro p a y dio derivados, pero tenía sus pa­


rientes más próxim os en A sia (el tracio lo conocem os mal). Y aun qu e el
g rie g o ejerció un cierto in flu jo en el IE III B, pues hay algunas coin ciden ­
cias, hem os de reconocer qu e es este el qu e m ayoritariam ente ha sido con ­
tin u ad o por las lenguas europeas. A u n q u e tam bién tiene un pariente asiá­
tico ya m encionado: el tocario .'3
Esta es la com pleja situación. L u e g o hubo cierta evolución qu e afectó a
to d o el indoeuropeo, tanto al europeo com o al asiático, creando el qu e lla­
m aré IE IV . Y , por supuesto, ya desde R om a y en todas las fases sucesivas,
las lenguas europeas han sido enorm em en te in flu idas y unificadas p or el
léxico culto d el griego.
E n estas circunstancias se im pon e añadir algunas cosas sobre este que
he llam ado IE III B, el qu e llegó a Europa por el norte de los C árpatos y
lu ego se derram ó por las penínsulas m editerráneas, Italia y España. C reó,
se sabe, el báltico y eslavo, el germ án ico, el latín, las lenguas itálicas y las
célticas, entre otras de m enor relevancia.
E n definitiva, el IE 111 B tiene innúm eras coincidencias con el IE III A .
H u b o innovaciones comunes: una fonética con pérdida de las laringales y
aceptación de sus resultados, el politematism o y las categorías gramaticales ex­
presadas por este, sobre todo. Esto, entre otras cosas, es lo que añaden al IE II
o m onotem ático ambas ramas del IE III. Pero, frente al IE III A , el IF. I ll B
experim entó m uchas pérdidas. Por ejem plo, la enorm e dism inución de los
deverbativos (intensivos, causales, desiderativos, etc.); y un m enor sentido de
la raíz y de las alternancias vocálicas, una m enor difusión de las form as no­
minales asociadas a los temas verbales. Faltan también en él algunas innova­
ciones del indogriego, tales com o el aum ento y el pluscuam perfecto, y en
ciertas lenguas el perfecto, los m odos, etc., com o ya he dicho.
T a m b ié n preserva arcaísm os, así co m o coincidencias solo con alguna
parte del indogriego, tales la desinencia -r y el sem item atism o (ambos he­
chos tam bién en hetita).
H a y , sobre todo, en el IF. I ll B una innovación fundam ental: la crea­
ción , en el verbo, de un sistem a bitem ático, en el qu e im perfecto, aoristo y
perfecto se funden com o un segu n do tem a frente al presente.
66 Las raíces lingüísticas de Europa

Por lo dem ás, dentro del IE III B hay escisiones, no todas las lenguas
v a n a l unísono. Por ejem p lo, hay diferencias im portantes entre báltico y es­
lavo, y entre esas lenguas y el germ ánico, otras den tro del eslavo, todo él un
territorio relegado y arcaizante, por lo demás.
E fectivam ente, el eslavo conserva una flexión sem item ática, no tiene
oposición activa/m ed ia, ni su bju n tivo ni optativo, ni perfecto, presenta
una vacilación de las desinencias entre 2.“ y 3.a sg., no ofrece clara d iferen ­
cia entre desinencias prim arias y secundarias. E n parte igu al qu e el báltico,
en parte con diferencias. E slavo y báltico son un estrato arcaico del IE III B,
su retaguardia. Solo el bú lgaro , el m acedonio y el serbocroata conservaron
aoristo c im perfecto al lado de un n uevo p erfecto .'4
I la b ría que añadir lu ego las concom itancias c influencias entre los cin ­
turones III A y III B, incluida la satem ización de algunas lenguas, sobre lo
cual ya he hablado.'5 Este es u n rasgo secundario y relativam ente reciente,
no la base de la división del in doeuropeo en dialectos, com o se creía.
Y hay las relaciones, den tro del IE III B, entre las distintas lenguas itáli­
cas, entre celta e itálico y entre las diferentes lenguas célticas.1'’
H abría que hablar, tam bién, del tocario, qu e pertenece al tipo del IE III B,
bitem ático, pero ofrece notables diferencias, a veces arcaizantes, por ejem ­
plo, en la flexión nom inal o en el verbo, el su bju n tivo sobre to d o .1"
3
M IR A N D O H A C IA A T R Á S :
F.I. I N D O E U R O P E O M O N O T E M Á T I C O (IE II)

E L IN D O E U R O P E O M O N O T E M Á T I C O :
D E S C R IP C IÓ N Y E N C U A D R A M I E N T O H I S T O R IC O

E n 1917 fue descifrado por H ro zn y el hetita de las tablillas de B o gh azk o y ,


q u e tam bién contenían otras lenguas anatolias, com o el luvita. Y cualqu ie­
ra qu e lea las gram áticas de estas lenguas, tales com o la del hetita de F rie­
d rich y las gram áticas o estudios posteriores del palaíta, el luvita, el licio y
el lidio ,' se da cuenta inm ediatam ente de sus enorm es diferencias respecto
al indoeuropeo estándar, plano y unitario, de B rugm ann y dem ás, y res­
pecto a las lenguas indoeuropeas conocidas hasta ese m om ento, tanto en la
fon ética com o en la m orfología, por no hablar de léxico y sintaxis.
A veces en hetita hay cosas sin du d a arcaicas qu e en ese indoeuropeo
tradicional no existían, com o, en fonética, las laringales; y un n uevo voca­
lism o, con a en v e z de e l o , problem as en las oclusivas, falta de cantidad
larga, parece, en las vocales.
E n el nom bre hay arcaísm os diversos, com o la falta de du al (tam bién
en el verbo), la indistinción de n om in a tivo y g e n itiv o en la flexión tem áti­
ca; la indistinción, tam bién ocasional, de singular y p lural fuera del n om i­
n ativo y el acusativo; huellas de qu e el n eutro es pregen érico y se convierte,
a veces, en anim ad o, escaso d esarrollo de la oposición an im ad o / inanim a­
d o y n ula de la d e m a sc u lin o /fe m e n in o ; falta de la opo sición de tipo
π α τρ/ πα τρός y del uso m o rfo ló gico , a veces, de la vocal larga; frecuencia
de la flexión heteroclítica; falta de correspondencia con cl IE III en los ca­
sos m arginales del nom bre (salvo en el d.-l. sg.); presencia en los m ism os
paradigm as de temas en -á, -ai e -i (que en el IE III se clasificaron en flexio­
nes diferentes); d efectividad y poca difusión de los tem as en -e / -o; etc.2
68 Las raíces lingüísticas de Europa

E l a djetivo está a m edio diferenciar del g. del nom bre y faltan en él los
grad os de com paración. F.l sistema del p ronom bre personal es diferente
del desarrollado luego.
En el verbo, entre m il cosas, falta la oposición de temas y de m odos (sal­
vo el im perativo); hay dos conjugaciones, en -m i y en -i. L a m edia en -a
está em parentada de uno u otro m o do con el perfecto indoeuropeo, pero
no es un tem a aparte. Y hay, en gen eral, arcaísm os diversos en el sistema
desinencial, abrevian do m uch ísim o.3
H ay, sin du da, en el IF. II innovaciones, p ero tam bién arcaísm os, tales
com o la conservación de las laringales y de la flexión m onotem ática. Pare­
ce evidente qu e esto im plica una fase II del indoeuropeo, com o he p ro­
puesto. D e ella vendría el anatolio, del que derivarían el hetita y otras len ­
guas; y vendría, igu alm en te, el IE III, del q u e ,a su vez, derivan el III A y el
III B y, en cada uno, las lenguas de qu e venim os hablando. C) sea:

IE II

anatolio indoeuropeo

/ \
hetita, lu vita, etc. IE III A , III B

N atu ralm en te, el anatolio y sus diversas lenguas ofrecen innovaciones


tam bién diversas, pero en térm inos generales conservan elem entos arcai­
cos qu e a m en ud o fueron m odificados por el I E III (a veces, com o verem os
más adelante, con servó algunos; otras, una y otra ram a evolucionaron en
sentidos diferentes).
H ay precedentes de estas ideas qu e aquí exp on go una v ez más. A r g u ­
m entando sobre la base d e la pérdida de las laringales fuera del anatolio
vino la teoría de Sturtevant:4 habría habido un indohetita, del cual vendrían
dos ramas, el hetita y el indoeuropeo; ésta es una teoría poco atendida, qu izá
porque se basaba en un rasgo único: presencia o ausencia de las laringales.
H etita e indoeuropeo serían «tw o sister languages», no otra cosa.
Sin em bargo, en 1946 K ern s y S ch w a rtz publicaron un desarrollo m o r­
fológico de esta teoría:’’ de una m an era esquem ática y m ás bien confusa.
Mirando hacia atrás: el indoeuropeo rnonotemático íIF. II) 69

proponían para el antiguo in doeu ropeo un estadio rnonotem ático (conser­


v ad o en hetita) y otro posterior, politem ático. Y ello solo para el verbo.
Y o , que había trabajado antes sobre las laringales' y varios tem as in­
doeuropeos en conexión con el grieg o , desarrollé am pliam ente esta teoría
en m i trabajo ya citado «H ettitisch und Indogerm anisch», de 1962 (leído en
1961, en Innsbruck, ante la Ind ogerm an isch eG csellschaft), referente a toda
la gram ática, no solo al verbo. Este es el núcleo de la teoría que he desarro­
llado luego m uy am pliam ente y a la q u e aquí tne refiero. D aré detalles.
N o extrañará qu e en un libro dedicado a las lenguas de E u ro p a, que
salvo m ínim as excepciones vien en del IE III, hable tam bién del IE II, ante­
rior y continuado por lenguas anatolias (y por el etnisco, com o verem os más
adelante). P orq ue está claro qu e el IE III deriva del IE II y que am bos estu­
vieron implantados en Europa. Q u ed an del IE II huellas seguras en lenguas
europeas. E l IE III y sus ram as no son sino derivaciones de ese IE II, sin
d u d a hablado ya en Europa, com o digo, antes del despliegue del IE III a par­
tir del tercer m ilenio antes de Cristo. E l IE II entró en Europa, sin duda, des­
d e el qu in to m ilenio.
E sto se ve no solo por la ló gica de las fechas y d e las derivacio n es, sino
tam b ién porqu e en las len g u as del IE III, las europeas entre ellas, se con ­
servan a veces, a q u í y allá, h u ellas de arcaísm os del IE II, co m o acabo de
d ecir.
Por ejem p lo, el vocalism o del IE III supone la a n tigu a existen cia en él
d e larin gales, hoy es un hecho acep tad o por todos.7 A veces hay, p or lo
d em ás, todavía, fu era del an atolio, a lgu n a hu ella de la aspiración de las
la rin g a les.'
En el nom bre y el a djetivo hay huellas de q u e en los nom bres temáticos
el n. pi. del IE III no es sino una form alización de un *-os de n. sg. y pl., n.
y g . sg.: se crearon n. plurales en -oi y -os, g. sg. en -os-yo e C o m o se en­
frentaron con -os y -om un g. sg. y pl., en hetita son intercam biables;9 abun ­
dan en varios casos de la declinación los temas puros, tipo gr. πόλει (y va­
rios usos casuales, de n.. g., d .-l.'“ y n.-ac., con -7 , -á, -ai)." Y en el nom bre y
el adjetivo, se conservan form as qu e no distinguen m asculino y fem enino
ni grad os sufijados de com paración (se crean perifrásticam ente).12
En el verbo del IF. I ll son frecuentes, todavía, las raíces y los tem as des­
provistos de desinencias. P. ej., tenem os en lat. do, había sin duda ama
To Las raíces lingüísticas de Europa

(luego amo), hay fut. arc. lat. dice ‘d iré ’. E n otras lenguas tenem os en ai.,
bált. y toe., en pretérito, form as en qu e una vocal radical -a, -ü, -ó alterna
con una variante con -u (ai. jajñaú / -¿tha).'¡ Se pueden com p arar form as
del het. en -ahhi (dui, tamai), en que se añade un indicador de presente -i.
T a m b ié n , en hetita, tem as com o es ‘sé’, com parables a lat. ei, -i ‘v é ’. Y en
todo el I E III hay presentes tem áticos con -o alargada, tipo gr. λύ ω , clasifi­
cados com o i * sg. pres. ind. (¡y subj.!)
A veces, en tal o cual lengua se ha creado u n segundo tem a tom ado de
otra ra íz (verbos p olirrizos del tipo lat. eo / ucm . com o en esp. soy /fu i) . En
otras ocasiones, tem as «generales» han opuesto, en diferente g rad o vocáli­
co, un presente y un aoristo, por ejem plo: m ientras que en ai. tanto tudáti
‘go lp ea r’ com o bhárati ‘lleva r’ son sim plem ente presentes, el gr. ha reduci­
d o el tem a con e al pres. (λείπω ‘d e ja r’) y el con vocalism o φ al aoristo
ϊλ υ ιο ν ‘d ejé’). E n aesl. puede conservarse la raíz pura en pretérito, frente a
un presente d erivado (aesl. pres. spéjp ‘a va n za r’ / pret. spé).
T a m b ié n qu edan en lenguas indoeuropeas verbos con solo un tem a,
com o el verbo ‘ser’ *es. A veces se han con vertid o en polirrizos, o rga n izan ­
d o en sistema varias raíces o temas, tipo que he citado.
P o r otra parte, ya he apuntado q u e los varios tem as de las flexiones del
verbo del IE III no siem pre han alcan zad o a todas las lenguas de este. A sí
com o el im p erativo es universal, el su bju n tivo y optativo faltan en báltico y
eslavo. E incluso allí don de hay subjun tivo, es un derivad o secundario,
qu edan m uchas lenguas en qu e una m ism a form a actúa ya com o in dicati­
vo, ya com o subjuntivo. A sí ai. dati ‘d a ’ / ‘d é’, gr. cret. νύνα τα ι ‘ puede’ /
‘pueda’, gót. ind.-subj.^atóo ‘u n gir’, etc.'4
P or supuesto, la adscripción de los tem as d e in dicativo y su bju n tivo,
co m o derivados, a los tem as gen erales del verb o es secundaria. L a in d e­
pend en cia se ve en tocario, lat. arcaico y celta, sobre todo. C osas sem ejan ­
tes suceden con el optativo, qu e en ocasiones se fu n d e con el su b ju n tivo o
el im perativo.
E l IE III distaba m u ch o, ya se ve, de haberse in depen d izad o del todo
del IE II y de ser absolutam ente uniform e. El IE estaba siempre en desarrollo,
avan zan do , diversificándose, contagiándose sus ramas. ¡Q u é error más te­
rrible e in genuo, infantil, con siderarlo com o una lengua única, hecha en
todos sus detalles de una v e z para siem pre!
Mirando hacia atrás: el indoeuropeo monotemático (IE II) 11

E sto sucede tam bién con el p erfecto ,'5 una form a verbal gen eral, con
desinencias especiales de v o z m edia, convertida en IE III, pero no en todo
él, en tem a independiente con ju ga d o com o opuesto a los otros temas del
verbo. N i había una form a única de perfecto. N i aparece el perfecto en bál­
tico y eslavo. Y , cuando aparece, tiene distintos destinos: a veces se asim ila
a otros tem as co m o sim ple pretérito (es lo general en IE III B, pero secun­
dariam en te tam bién en g rieg o y lenguas del A), otras se le crea una form a
m edia y una secundaria, etc.
T o d o esto es posterior, ya d en tro del IE III. C o m o la creación del fu tu ­
ro en varias lenguas. Y m uch o d e lo referente a las form as nom inales del
verbo, que solo en líneas gen erales coinciden con las del hetita.
P ero querría añadir algo sobre una variante del I E II apenas atendida:
el etrusco, em igrad o a Italia desde A sia sin duda en la época de los pueblos
del m a r'1' y cuya fonética y flexión nom inal conocem os bien, peor la verbal.
N o voy a defen derlo aquí. H e de expon er esta hipótesis en detalle com o he
hecho en otros lugares.'7
H e dado datos sobre la relación del etrusco con el indoeuropeo arcaico,
representado para nosotros por el anatolio, aun qu e no tiene por qu é co­
rresponder al etrusco en todos sus detalles. Pero el etrusco es una justifica­
ción m ás para la teoría.
I le presentado cuadros qu e perm iten ver el carácter indoeuropeo de la
flexión del etrusco, sobre todo en los casos centrales, con desinencias que
nos son fam iliares (-s de n. y g., *-tn de ac.); los tem as puros y las in d efin i­
ciones en la flexión, sem ejantes a las q u e hemos visto en hetita (y anatolio
en general); derivación, tam bién fam iliar, del adjetivo; el pronom bre con
su n. pl. en -ai y con raíces bien conocidas; verbos idénticos a nom bres, te-
m atism o y atem atism o, im p erativo (con igual su fijo -thi), form as de per­
fecto en -l(e, participio de perfecto, otros participios; léxico. N a d a de oposi­
ciones d e temas ni en el sistema nom ínal-adjetival ni en el verbal.
O sea que a la tesis hasta a q u í sostenida, la de qu e las lenguas europeas
son IE III ven id o de las estepas de U cran ia y A sia cen tral, qu e sin du da
sucedió a un IE II, hay que añ ad ir una excepción: qu e tam bién llegaron a
Italia y q u izá a otros lugares pueblos venidos de A n atolia que hablaban el
IE II en una versión distinta de la posterior del hetita. Form a qu e incluía,
naturalm ente, innovaciones propias, en las que no entro aquí.
7^ Im s raíces lingüísticas de Europa

E L IN D O E U R O P E O M O N O T E M Á T IC O :
J U S T IF IC A C IÓ N F R E N T E A LA S C R ÍT IC A S

Jamás he com pren did o la resistencia a adm itir un an tiguo indoeuropeo


rnonotem ático (posterior a uno no flexional). C u a lq u ie r gram ática del he-
tita o de otras lenguas anatolias m uestra, en el verbo, un solo tem a, con su
presente, su im perativo, a veces form as nom inales, así com o form as de im ­
perfecto m arcadas por las desinencias. Y , en el nom bre, un solo tem a, sin
form a de fem enino de otro tem a, al lado; en el adjetivo, un solo tem a tam ­
bién, sin form as de fem en in o ni com parativo.
E s ob vio que este sistem a, del cual quedaron huellas en el IE III, es la
base del politem atism o de este, que o rg a n izó varios temas (a veces de raíces
diferentes) en un soto paradigm a del nom bre, el a djetivo o el verbo.
Solo que las lenguas anatolias tuvieron la m ala suerte de ser descifradas
después de B rugm ann . E l hetita era, escribí,1* «el m iem b ro de una fam ilia
q u e llegaba a una reunión d e esta en el m om ento inoportuno y era por ello
m al recibido». L o s tradicionalistas im pusieron qu e se siguiera aceptando
el sistema de B rugm an n y los dem ás, basado en lenguas conocidas ante­
riorm ente a estas otras de A n atolia y al tocario y qu e, eviden tem en te, no
p udieron ser tom adas en cuenta para la reconstrucción. Pienso tam bién
qu e el etrusco, com o he señalado.
Según ellos, si ciertas categorías faltan en estas lenguas descubiertas tar­
díam ente, es porque las habían perdido. O tras veces se buscaban en hetita
y dem ás supuestas huellas de aquellas form as «perdidas».
Y'arios trabajos a lu d id os y, con cretam en te, el m ío de 1962"' y m i libro
d e 1963,“ ' entre otros, fu ero n así desaten didos. Y eso q u e, insisto, de ese
sistem a rnonotem ático q u e d aro n h u ellas en el I E III.
Y'inieron, entonces, en prim er lu g ar, los lingüistas que decían qu e si las
recién descubiertas lenguas indoeuropeas carecían de ciertos rasgos del IE
de la reconstrucción tradicional (por ejem plo, no tenían fem enino, com pa­
rativo, aoristo, perfecto, su bju n tivo u optativo), era porqu e los habían per­
dido. P u ro apriorism o que violentaba los datos.
A sí, por ejem plo, J. K u ry lo w ic z , H . E ich ner, E. Risch, F . Som m er,
K . H o ffm an n , A . K am in en h u b er, H . Rix, B. Schlerath, N . O ettin ger,
B. Barschel. D ejo los autores m ás recientes, véase más adelante. Y véanse mis
Mirando hacia atrás: el indoeuropeo monotemático (IE II) 73

diversos artículos sobre el carácter reciente, posterior al IE 1 1 , al anatolio


por tanto, de una serie de innovaciones del IE III ya alu d id as/'
P ero ya desde antes de K u ry lo w ic z , desde el descifram iento m ism o del
hetita, una serie de lingüistas habían propuesto que el hetita era una len­
gua indoeuropea más (y, por tanto, habría perdido una larga serie de ras­
gos): así, por ejem plo, desde los años veinte, Pedersen, Pisani y B onfante.22
E l m ism o M eillet decía en 1937, en la introducción a la nueva edición de su
con ocido m anual, que «El hetita descifrado por M . H ro zn y no obliga a
cam biar nada esencial de las doctrinas expuestas aquí».
Se hace difícil, a veces, descartar las viejas ideas. Son cóm odas y son más
fuertes que los nuevos datos qu e las contradicen.
Es absurdo el argum ento, que a veces se propone, de que el onus probandi
de que hay innovaciones postanatolias debe estar a cargo de aquellos que las
proponen;25 o de que no se han presentado ejem plos claros de innovaciones
com unes del no-anatolio.24 Sin em bargo, antes de estos trabajos, en 1963, en
mi Verbo indoeuropeo, yo había presentado toda clase de ejemplos de esas in­
novaciones del indoeuropeo ausentes, todavía, del hetita. Y luego en mi L in ­
güística indoeuropea de 1975, a la qu e se ha añadido posteriormente el Manual
de Lingüística Indoeuropea (en colaboración) de 1995 y otros trabajos más.
P ero parece que lo que se escribe en español n o lo leen los lingüistas, ni
siquiera cuando se traduce al inglés o el alem án. L u ego, tras un intervalo en
el que parecía que la teoría de la existencia de varios estratos del in doeuro­
peo iba im poniéndose, se está volvien d o increíblem ente a lo m ism o.
P o r ejem plo, R. S. P. B eekes25 se declara no con ven cid o de la hipótesis
in dohetita (la m ía no la conoce: la sim plicidad de la conjugación hetita
puede, según él, deberse a pérdidas). Igual J.H . Jasanoff, que inventa un
« preanatolio» con aoristos tem áticos y sigm áticos, subjuntivos, etc. E s d e ­
cir, antes del anatolio habría habid o un indoeuropeo b rugm an n ian o que
habría p erdido en él esas form as. Y eso qu e este autor habla una y otra v ez
de form as hetitas previas al «postanatolio».:,‘ Pura fantasía.
N i más ni menos hace H . Rix, qu e atribuye todas las form as del indoeuro­
peo b ru g m an n ian o al in d o eu ro p eo en gen eral. E n su Lexicón der indo-
germanischcn Yerben17 toda raíz verbal indoeuropea, en cu alqu ier lengua,
fo rm a los tem as qu e ya sabem os: p resen te, p erfecto , su b ju n tivo , etc. N o
intenta en absoluto dem ostrarlo, lo da por seguro.
74 Las raíces lingüísticas de Europa

Pues bien, ni estos autores ni otros en n in gún m om ento citan los a rg u ­


m entos a favor de la existencia de un in doeuropeo m onotem ático (el IE II
del anatolio y, en restos, en el IE III), argu m entos qu e he dado m últiples
veces y qu e en ocasiones han com partido otros lingüistas. N iegan que los
haya o callan, sin más.
Y , sin em bargo, hubo un m om ento, qu e hoy parece en general olvid a ­
do, en el qu e se adm itía la existencia de un indoeuropeo m onotem ático,
previo al politem ático. Por una parte, creció la idea de que el perfecto in ­
doeurop eo en -a, -tha, -e y la v o z m edia hetita en -a, -tu, -a son dos in n o va­
ciones paralelas: en todo caso, el politem atism o sería post-hetita.*8P o r otra
parte, desde 1975, W . M eid sostuvo la teoría de qu e el indoeuropeo polite­
m ático es post-hetita.*' Igual opinaba E. N e u desde 1967.*" N o sé si N e u
llegó a estas conclusiones independientem ente de m is argum entos o no; lo
que es cierto, y lo he dem ostrado, es qu e M eid partió de m is estudios, con ­
cretam ente, de m i Evolución y estructura del verbo indoeuropeo de 1963, que
había criticado desfavorablem ente en I F 70,1965, págs. 346-350. L u e g o , en
1 9 7 5 , se con virtió, adoptan do mis ideas, aun qu e sin citarm e.
Sin em bargo, dado que los trabajos de M eid y N e u son anteriores a la
traducción alem ana de m i trabajo de 1979,*' se h iz o habitual en A lem an ia
citar esta hipótesis del arcaísm o del hetita com o la «hipótesis M eid -N eu » ,
sin m encionar para nada m i Verbo indoeuropeo de 1963 ni mi anterior pu­
blicación de 1962. ¡Y o había seguido a M eid y N e u , escribieron! L a justicia
no es de este m u n do.13
E n mi «T he n ew image» cito también obras de Rosenkranz, K u rylo w itz,
VV. P. Sch m id, W . R. Schm alstieg, O . C arru b a , C . W a tk in s y E. C . Polo-
m é, entre otras, que más o m enos coinciden con m igo sobre el arcaísm o del
hetita: no sabría d ecir en qu é m edida se inspiraron en m í y en qué m edida
sim plem ente coincidieron. C u a lq u iera que tenga los ojos abiertos puede
coin cid ir, porque los hechos son m uy claros.
E n todo caso, en los años ochenta del siglo pasado se estaba en el buen
cam ino; el de reconocer el arcaísm o del anatolio y el hetita y las in novacio­
nes com unes del posterior IE III. Y o tenía tam bién mis precedentes, los he
citado, pero creo qu e con tribuí decisivam ente a dem ostrar qu e la principal
innovación del IE III fue, aparte de la pérdida de las laringales, la creación
de flexiones politem áticas en el nom bre y el verbo.
Mirando hacia atrás: el indoeuropeo rnonotemático (IE II) 75

Sin em bargo, con alguna excepción com o la W . P. Leh m an n , cuyas ideas


por lo dem ás difieren bastante de las inías,i4 la verdad es que en los años no­
venta com en zó una inexplicable reacción, sin argu m entos y solo con a fir­
m aciones, que v olvió a postular un indoeuropeo unitario. Es el d e los m a­
nuales ya citados y, más concretam ente, el de los libros tam bién citados de
Beekes, (asan off y Rix.
Sin argu m entos, insisto, se propon e de n uevo la existencia de un in d o­
europ eo único y plano, sin variantes tem porales ni locales. ¿Q u é lengua de
am plia extensión y carente de literatura ni unidad política es así? N i siquie­
ra au n q u e se den dichas condiciones. Se trata de una idea precientífica, fan ­
tasiosa. E n realidad, depende de la antigua tendencia de los indoeuropeístas
alem anes (pero más de B rugm ann qu e de Bopp) a proyectar al indoeuropeo
reconstruido el m áxim o de elem entos de las lenguas posteriores, creando
así una lengua más perfecta, frente a la cual la evolución sería m ás bien co­
rrupción.
Por otra parte, aun que no he ocu ltado los precedentes de m i teoría, he
de añ ad ir que existen otros m uchos defensores de la idea del carácter re­
ciente de m uchos rasgos del in doeu ropeo clásico. L a hipótesis de que por
debajo del indoeuropeo brugm an n ian o habían existido otros indoeuropeos
q u e carecían de ciertos rasgos d e este, rasgos innovados, estaba bastante d i­
fu n d id a desde el propio Bopp. Y sobre todo a partir de Λ . M eillet, quien
insistió en el carácter reciente de la vocal tem ática, del aoristo en -s, de la
oposición m asculino/fem enino. A su v ez, F . Sp ech t3’ v olvió a dar a rgu ­
m entos sobre el carácter reciente de la vocal tem ática, y E. B enveniste,1' so­
bre el desarrollo de la raíz indoeuropea a partir de antiguas raíces m on osi­
lábicas trilíteras, con ayuda de alargam ien tos y fenóm enos de apofonía.
D el carácter reciente del fem en in o, tras M eillet, se han ocu pado autores
com o Brosm ann y C arru ba, del desarrollo de la flexión nom inal y verbal,
F airbanks, Leh m an n , Polotné, W atk in s, Schm alstieg, Shields y Beekes,
entre otros.4' Y o m ism o m e he ocu p ado de todo esto: de la creación de las
flexion es en la fase m onotem ática y lu eg o en la p olitem ática.4
Por tanto, la idea de una evolución del indoeuropeo desde una fase pre­
flexional (sobre ella he de volver) a una flexional m onotem ática y, luego, a
otra en que se oponían varios tem as es antigua. L a fase m onotem ática fue
confirm ada un día por el descubrim iento del hetita: com o cuantío las larin­
Las raíces lingüísticas de Europa

gales de Saussure, descubiertas p or com paración entre lenguas, fueron con ­


firm adas por el hetita (o los planetas, cuya existencia se deducía de cálculos
m atem áticos, fue confirm ada por la observación a través del telescopio).
Por otra parte, en el IE II había ya precedentes de lo que sería el IE III:
la alianza de dos temas en la flexión nom inal heteroclítica;39 y en el verbo, la
existencia del coupling, dos tem as verbales que funcionan com o asociados o
derivad o el uno del otro.
N o obstante, tras una fase de negación y otra de tím ida aceptación, se ha
vu elto al estado p rim ario d e la época en qu e el hetita no era conocido. U n
tradicionalism o extraño se ha apoderado de esta ciencia, qu e cuenta con
excelentes especialistas de tal o cual ram a, m ientras que el estudio com ­
parativo y teórico ha retrocedido hasta volver a los m om entos iniciales,
acom pañ ado de raros vetos y de falta de lectura. M uchísim os autores,
com o C o w g ill, S zcm crcn yi, S ch m itt-B ran d t (m uy consciente sin em bargo
de la evolución) y M ayrh o fer ni siquiera citan el tem a de los estratos y del
arcaísm o del gru p o anatolio. L o incluyen entre las dem ás lenguas, sin más.
A n tes cité a Rix.
Sobre este tem a, qu e es esencial para conocer toda nuestra historia lin ­
güística, y sobre el retroceso actual qu e se observa en este cam po de estu ­
dios, tengo en prensa dos artículos, ya citados, qu e lo estudian deten ida­
m ente. R em ito a ellos.4"
4

M Á S A T R Á S T O D A V ÍA :
E L I N D O E U R O P E O N O F L E X I O N A L (IE I)

U n a larga serie de lingüistas a partir del m ism o B opp, entre ellos autores
q u e ya he citado y a los cuales pueden añadirse en el presente otros com o
B ader, Leh m an n , Sch m alstieg o Shields, en su in vestigación de las distin­
tas etapas del indoeuropeo han llegad o a la conclusión d e la existencia an­
tigua de raíces, alargadas o no, qu e funcionaban com o palabras, Y ello ya
m e d ia n te el sim p le a ñ a d id o de raíces o elem en to s varios (aglu tin ación),
ya m ediante la adaptación sem ántica y gram atical de raíces alargadas de
diversos m odos (adaptación).
E n realidad, todas las hipótesis1 sobre el carácter reciente del fem enino,
la vocal tem ática, la sufijal, etc., del IE vienen a proponer, en definitiva,
sean o no conscientes de ello sus autores, la antigua existencia no solo de
sistem as m onotem áticos, sino, p re v ia m e n te :) ellos, de sistemas no flexivos.
Y ello no solo en las raíces n om inal-verbales (y, den tro de ellas, las que eran
solo nom inales o solo verbales), sino igu alm en te en las p ronom inal-adver-
biales (donde con tin uó siendo frecuen te la falta de flexión).
Pienso que en fecha antigua existieron esos sistem as no flexivos, ya que
en el in doeuropeo posterior p erviviero n raíces puras que, aisladas o bien
englobadas den tro de un p arad igm a, tom aron secundariam ente valores
gram aticales a partir de anteriores valores sem ánticos, de clases de pala­
bras o de puros alargam ien tos/
En todo caso, hay diferencias de opinión: por ejem plo, para unos las
desinencias del nom bre, tales com o -s o -m, son aglutinaciones de p ron om ­
bres; para m í son adaptaciones, den tro del sistema del nom bre, de form as
alargad as con -s o -m, qu e tom aron diversos valores de caso a partir de la
fun ció n en la oración de ciertas subclases de palabras com o sujetos o com ­
plem entos directos.

77
7« Las raíces lingüísticas de Europa

En todo caso, esas desinencias se añadieron a temas puros, a veces una


sim ple raíz, a veces ra íz + su fijo o vocal tem ática. Y hay huellas precisas de
q u e ello era así, el alargam ien to es secundario. Es decir: había en el in doeu ­
ropeo m ás antiguo, antes del politem ático y tam bién del rnonotem ático,
form as de raíz o tem a puro, no flexionadas.
C ó m o se creó, en ellas, u na flexión, interpretándose, dentro de ella, las
form as de tem a p uro qu e sobrevivieron com o u n n . o v . o im perativo o una
d eterm inada form a personal del verbo, por ejem p lo, es la cuestión sobre la
q u e unos y otros hem os debatido. P ero el hecho de la supervivencia, tam ­
bién, de tem as puros independientes de cualqu ier flexión (adverbios, etc.)
es in dudable. L os había, pues el oponerse a variantes flexionales fue una
segu n da fase.
Y al igual que dentro del IE III se m an tuvieron , en calidad de arcaísm os,
restos de u na flex ió n m on otem ática, d e n tro de las flexion es del IF. II y
de IE III se m antuvieron, a veces con nuevos valores gram aticales, form as no
flexionadas. A sí, los temas puros m encionados, sobre los que he de volver y
q u e, por lo dem ás, pudieron sobrevivir en tal lengua sí, en tal otra no. E l ac.
sg. del pronom bre personal de p rim era persona es, por ejem plo, en griego
με, un tema puro; pero en antiguo indio es mam, una form a con desinencia.
Sin em bargo, también ha quedado una amplia serie de raíces sin flexionar,
com o los adverbios, preposiciones, conjunciones y partículas, pues el in d o­
europeo, todo él, sufrió un la rgo proceso de m o rfolo gizació n , en general
u n iform e, pero con variantes tem porales y locales. A h o ra bien, la m o rfolo­
giza ción nunca fue com pleta, quedó una larguísim a serie de form as radi­
cales no flexionadas (que a veces se aglutinaron , lu ego, con las diversas raí­
ces o n om inal-verbales o pronom inal -adverbiales). Sobre las partículas, de
entre estas form as, ha escrito un im portante libro m i antiguo discípulo
J. A . Berenguer.*
Sin descartar la existencia de la aglutinación de partículas, así en los ca­
sos oblicuos de la flexión nom inal (*-bhos, etc.), incluso en el n. pl. en -oí
(que pasó del pronom bre al n om bre en ciertas lenguas), yo he sostenido la
idea de qu e, preferentem ente, nos hallam os ante form as alargadas con
oclusiva, -s, -m o vocal tem ática. T a m b ié n con gru p o s de vocal + laringal
(de don de -í, etc.) que, en ciertos contextos, pasaron a tom ar valores g ra ­
m aticales den tro d e un n uevo sistema.
Más atrás todavía: el indoeuropeo no flexional HE I) 79

H abía, por ejem p lo, en esc a n tig u o indoeuropeo raíces solo verbales,
com o es ‘ser’, do ‘d a r’, solo nom inales, corno ped ‘p ie’, aun qu e secundaria­
m ente unas y otras p udieron dar derivados de la clase contraria (nom inal o
verbal, respectivam ente). E l IE I era una lengua no flexional en la q u e el
nom bre podía no necesitar una determ inación, pero a veces sí (de donde
su rgirían los posteriores gen itivo y adjetivo). Y el verbo podía llevar una o
n in gu n a, pero tam bién dos y aun tres (los posteriores sujeto y com p lem en ­
to directo, podem os añadir el indirecto). Está claro qu e consideraciones se­
m ánticas, es decir, las que creaban clases del nom bre o del verbo, eran las
qu e perm itían o n o esas determ inaciones, q u e adem ás podían estar m arca­
das por ciertas leyes de orden de palabras o de acento o atonía.
P o r ejem plo, ciertos nom bres «activos», com o *egnis ‘ fu ego’ o *al{wü
‘a gu a ’ , podían funcionar com o sujetos de un verbo, de don de surgiría lue­
go el nom inativo; tam bién, sin du da, com o com plem entos (luego acusati­
vos). N o podían ser sujetos, en cam bio, *pür ‘fu e g o ’ o *uodór ‘agu a ’, que
podían ser, evidentem ente, acusativos. A q u í está la raíz de los nom bres
a n im ad os e inanim ados, al final posibles en todos los casos y m arcados fo r­
m alm en te ya desde el hetita.
Podían coexistir, pues, en el IE I (o P IE , protoindoeuropeo) form as de
ra íz o tem a p uro al lado de otras en qu e, en determ inadas clases o subclases
de palabras y en determ inados contextos, la raí/, o tem a podía recibir un
a largam ien to qu e m arcara, a partir de un m om ento, un uso gram atical.
A lg o que, sin duda, esos recursos a los qu e acabo d e a lud ir acababan de
form aliza r, m arcando no solo el caso, sino tam bién el gén ero (no aún el fe­
m enino) y el núm ero.
En fases relativam ente antiguas del IE , com o las del anatolio y el
etru sco, con viven todavía, en el n om bre, en n. y ac. sg., form as de tema
p u ro con otras de tem a alargado: het. n. kurur o ¡(tiraras, A c . kurur o \ u n i­
rán ‘am istad’; el licio tiene un n. o ac. en -i o -a, p ero tam bién un ac. nasa-
liza d o ; en etr. hay n. sg. tin o tins (form a esta de la q u e d erivan otros casos)
‘Z e u s '; un n.-ac. es clan ‘ h ijo ’; etc. H a b ía , pues, p osib ilid ad de añ a d ir al
n. u n a -s y al ac. u na *-m (etr, -n o -ni «enfática»), Y había in d iferen cia
en tre n. y g., por ejem p lo, en los n om bres tem áticos com o antuhsas h o m ­
b re’ , m ientras que otras veces -s, -as se con vertían en hetita en m arcas de
g. (sg. y p l„ tam b ién del inan im ado). T en ía n in defin ición sg ./ p l. Pero
8ο I m í raíces lingüísticas de Europa

tam bién había un g. en -m, p rim ero en sg. y pl., lu eg o las form as se espe­
cializaro n n um éricam ente.4
M e estudiado varias clases o subclases de palabras cuyos finales se pue­
den con vertir en m arcas d e caso o m arca de adjetivo. H ay secun dariam en ­
te elección, ciertas form as p u ed en convertirse en m arcas de v. (la -e frente a
n. -osy\a-a frente a n. -a, de n.-ac. neutr. (la -a, de d., (los temas puros en -i,
tipo gr. πόλει). E n el verbo, la -s, que es p rim ero i.“ - 2.a pers. sg., pasa lu ego
a ser m eram en te 2.a
F.n definitiva, de un sistem a en el qu e la palahra era la que, fuera raíz
pura o alargada, tenía (o tenían algunas clases de palabras) diferentes fu n ­
ciones en el verbo o el nom bre o un uso im presivo (vocativo tipo lat. dom i­
ne, im perativo tipo lat. age), se pasó a otro en que las raíces o tem as puros
marcaban casos y géneros (en el IE II solo anim ado e inanim ado, en el IE III,
con la vocal temática y diversos sufijos, mase, y fem .). Por supuesto, a partir
de cierto m o m en to p udieron añadirse elem entos aglutinados, com o, por
ejem plo, en el im perativo, *-tod y *-swe.
F ue creándose un sistem a de desinencias que oponía, au n q u e con irre­
gu laridades m últiples, las tres personas en los dos tiem pos presente y pre­
térito, las dos voces (activa y m edia) y los dos núm eros (luego, en algunas
lenguas, ya en el IE III, tres con el dual). U tiliza b a la oposición -s ! -t, la de
form as radicales y tem áticas, la de las con -s y -t y las qu e les añadían -o (so ,
-to, etc.). Y las desinencias especiales del perfecto.
U tilizaba tam bién el indoeuropeo los grados apofónicos d e la raíz (e en
sg. y φ en pl., en el verbo, por ejem plo) y los desplazam ientos de lu gar del
acento (ai. émi / ¡más ‘voy’ / ‘vam os’, vida t vidmás ‘sé’ / 'sabem os', también
en el nom bre). Y hay aun la atonía del verbo, en ciertas construcciones (tipo
véd. Agtiím ¡le ‘a A g n i ven ero’). Se trataba, pues, de un sistema m u y com ­
plejo, que el IE II conocía ya en alguna m edid a (para las personas, núm eros,
voces y tiem pos, pero no para las oposiciones de tem as dentro de una co n ju ­
gación o declinación, com o he dicho),5y que, sin du da, procedía del IE I,
Para el verbo, he em plead o m uchas páginas en dem ostrar que resulta
inútil buscar varios sentidos originales a la -s-, un alargam ien to que, según
contextos, tom ó en el IF II y el IE III funciones ya de desinencia de 2.a o
sg., lu ego solo de 2.a; y usos ya de desiderativo, ya d e aoristo, ya de subjun ­
tivo. S olo den tro de los sistemas de oposiciones las form as con -s- y las for-
Más atrás todavía: el indoeuropeo noflexional (¡EI)

m as con vocal tem ática se con virtieron en tem as qu e m arcaban o bien el


tiem p o, o bien varios m atices com o el desiderativo, o el m odo. La vocal te­
m ática, según los sistemas de oposiciones en que entraban las form as con
ella, indicaba un tem a de in dicativo (frente a un subj. con vocal larga, tipo
lat. legit / legat, gr. λ ύ ε ις / λύη) o u no de subjuntivo frente a un ind. atem á-
tico (ai. asti/ásati,gr. Τμεν/ΐομεν). Sobre la indiferencia sem ántica original
de los tem as en vocal larga tam bién he escrito.”
T o d o esto representa evolucion es secundarias del indoeuropeo. C la ro
q u e, com o he dicho, incluso en el I E III o en ciertas lenguas del m ism o, el
uso de las raíces o tem as puros siguió conservándose en ciertas form as de la
flexión nom inal o verbal que, por hechos de sistema, pasaron a convertirse
en in dicio de ciertos valores gram aticales.
T am b ié n se conservaron raíces fuera de toda flexión: en las clases de
palabras invariables qu e ya he citado: preposición, partícula, etc.
P o r lo dem ás, hay que insistir en que los sistemas m orfológicos com p li­
cados de la declinación y con jugación que se fueron creando evo lucion a­
ron poco a poco. Q u ed aron restos de lo antiguo, Y lo n uevo no penetró en
todas partes: innovaciones del IE III A no salieron del g rieg o y del in doira­
nio (por lo qu e sabemos), otras dejaron d e entrar en lenguas com o el bálti­
co y eslavo, hubo innovaciones locales en tocario y otras lenguas y sim plifi­
caciones posteriores de los sistem as politem áticos, de los qu e hablaré.
A sí, las categorías que fueron creándose a través del IE II y el IE 111 son
solo un máxim o: género (dos en nom bre, adjetivo y pronom bre, am pliados
en el IF. III con el femenino), núm ero (dos en nom bre, adjetivo, pronombre y
verbo, am pliados igualm ente en IE III con el dual), caso (en el nombre, adjeti­
vo y pronombre; los centrales son n., ac., v., g., se am pliaron tanto en anatolio
com o en el IF, III), comparación (adjetivo, en el IE III), deixis (en el pronombre,
en el IF. II y III), persona (en verbo y pronombre personal, desde el IE II), v oz
(en el verbo, desde el I E II), tie m p o (en el verbo person al, desde el IF. II,
pero solo en indicativo), m odo (en el verbo personal, desde el IE III), aspecto (en
el verbo personal, también desde el IE III). Son un m áxim o, faltan aquí o allá.
P ero el sistema que aquí y en trabajos anteriores hem os reconstruido al­
gu n os lingüistas para fases anteriores a la del in doeuropeo clásico, y sobre
todo para el más antiguo indoeuropeo que podem os alcanzar, el no flexivo,
anterior q u izá al año 5000 a. C ., ofrece dudas a algun os lingüistas porque
Las raíces lingüísticas de Europa

no pueden im agin ar cóm o funcionaría una lengua con solo raíces m on osi­
lábicas sin flexión.
Esta es la pregunta qu e m e hizo un colega, en la X Reunión de la Indo-
germ anische G esellschaft en W ü rzb u rg , en octubre de 1999, cuando leí un
trab ajo p recisam ente sobre este tem a y al cual ya he hecho referen cia.'
¿C óm o podían los hombres entenderse con una tal lengua, enlazar esas pala­
bras que eran puras raíces, alargadas o no, dentro de una sintaxis inteligible?
L a respuesta es extrem a d a m en te fácil. L o s recursos del in d o eu ro p eo
preflexion al eran, sin duda:

1. Las clases y subclases de palabras, qu e clasificaban las palabras en


nom bres, verbos, pronom bres diversos, num erales, etc.; y las con ec­
taban entre sí, esto es, con restricción de posibilidades de em p leo y
de semántica.
2. E l lugar del acento (y la falta de acento) en ciertas palabras, qu e d e fi­
nía o ayudaba a defin ir los casos, los temas verbales, las personas, etc.,
y el sujeto y verbo en la frase,
3. L a apofonía, qu e ayudaba a d efin ir todo esto.
4. E l orden de las palabras, que tam bién ayudaba a distin gu ir el sujeto
del verbo y com p lem en to o com plem entos, determ inante y determ i­
nado en el nom bre, etc.
5. L os alargam ientos, la com posición nom inal, etc.
6. L as oraciones sim ples de diversos tipos qu e sin duda existían; por
ejem plo, las u nim em bres y bim em bres, las copulativas y predicati­
vas (estas, transitivas e intransitivas).
7. E l contexto, que ayudaba a d efin ir los elem entos de la frase, el tipo
de las oraciones sim ples y su relación para conseguir una oración
com puesta, aun sin m arcas propias.

T o d o s estos son recursos bien conocidos, la m ayor parte de los cuales p e rv i­


vió en el IE II y el IE III, pese a que se crearon diversas categorías m orfoló­
gicas con marcas propias. Por otra parte, verem os qu e estos elem entos aña­
didos decayeron luego en diversas lenguas y, en cierta m edida, se volvió en
algunas a la reducción de la flexión y al m onotem atism o. H ablaré más ad e­
lante sobre esto.
Más atrás todavía: el indoeuropeo no flexional (IE I)

R esulta curiosa esta extrañ eza de algunos lingüistas, que no son capaces
de im agin ar otro tipo de lengua qu e no sea el del in doeuropeo clásico
(prácticam ente, algo ap roxim ado al an tiguo indio y el griego) o el de m o­
dernas lenguas de m o rfolo gía com p leja com o el alem án.
D eberían echar una m irada a lenguas m onosilábicas, con m u ch o léxico
y poca m orfología, com o el chino y varias lenguas de Indochina. E n ellas los
alargam ien to s, los tonos, el o rd e n de palabras, la d e term in a ció n de unas
palabras por otras, la sufijación, la composición y la reduplicación, el añadido
de partículas, son esenciales.
E l indoeuropeo, pues, tiene unas raíces m uy antiguas, a partir de las
cuales ha desarrollado una com p leja m orfología, fun dam entalm en te m e­
dian te la adición de sufijos y desinencias y la organización de sistemas de
flex ión en los cuales una raíz, con ayuda de alargam ientos y sufijos, crea
varios temas que se oponen entre sí. L os alargam ientos y hechos com o la
apofon ía y la variación del lu gar del acento (o la oposición de form as tóni­
cas y átonas), todo ello en una fase m u y antigua, han hecho esto posible.
S a lv o excepciones com o el aum en to (y hechos de aglutinación), las pala­
bras y sus variantes se am plían en indoeuropeo, en la derivación y gram ati-
calizació n , por la derecha.
Se trata, en todo caso, de un nom bre flexionado y un verbo activo con su­
jeto, verbo y com plem entos,8 un sistema bastante p róxim o al urálico, com o
he señalado, pero diferente del altaico, en que hay aglutinación y no, com o en
el IE , sincretism o y am algam a, y de lenguas que am plían la raíz por la iz ­
quierda, com o algunas de A m érica o del vasco y lenguas caucásicas en las que
existe un sistema ergativo (distingue el sujeto de verbo intransitivo, activo,
del sujeto de verbo intransitivo, paciente). U hlen beck y V aillan t atribuye­
ron este tipo al indoeuropeo, cosa que, entre otros, F. V illa r rechazó.’
Posteriorm ente, insisto, ha h a b id o y hay una tendencia hacia la dcs-
m o rfolo gizació n , una especie de m archa atrás. H a b lo de ella en el siguien -
te apartado.
5

M I R A D A T I P O L Ó G I C A A L IE Y S U S R A M A S

E sta organización del in doeu rop eo en tres estratos que hem os detendido
mis colegas y yo en nuestro Manual, ' ahora en trance de publicarse en tra­
ducción inglesa en Lovain a la N u eva , Peeters, hace, ciertam ente, m ás difícil
la descripción del indoeuropeo. A n tes era fácil una descripción total, com o la
de cualqu ier lengua, ahora hay que describirlo en varios sectores, com o
hem os hecho en el M anual.1,
D e todas maneras, existen rasgos com unes a todo el indoeuropeo. Las he­
mos visto al hablar del IE I. M uchas más son las que existen en el IE II y
el III, pese a la diferencia entre monotematismo y pohtematismo: ya hemos vis­
to los inicios del politem atism o en el prim ero y los restos del m onotem atism o
en el segundo. Y , dentro del IE III, las coincidencias entre el A y el B y, sobre
todo, ciertas evoluciones del indogriego, en el A , de las que carece el B, que
en cam bio innova con su sistema bitem ático y arcaísm os com o la conserva­
ción de la desinencia -r y la inexistencia, en algunas lenguas, de ciertos temas.
E n todo caso, aparte de rasgos generales ya m encionados al hablar del
IE III, en el I y el II encontram os el d o m in io de la palabra (no del m o rfe­
m a), organ izad a en cuatro clases flexivas (nom bre, ad jetivo , pron om bre y
verbo) y varias no flexivas; y hem os visto las categorías y funciones co m u ­
nes al IE II y al IE III (género, caso, n úm ero, persona, tiem po, voz, temas
de A krionsart), en cierta m edid a am pliadas en el IE III, en otra com p leta­
das por nuevas categorías ( fem enino, m o d o y aspecto, sobre todo).
E ra n raras en estos dos indoeuropeos la com posición de palabras y la
a glutinación , pero existían, y no había oposición sistem ática de form as te­
m áticas y atem áticas. Para distin gu ir las oraciones se usaban ya los m ism os
recursos del IE III (partículas, form as verbales y las nom inales del verbo, cu r­
va m elódica, orden de las palabras, contexto); existían form as con valor

85
86 Las raíces lingüísticas de Europa

im presivo; y, com o se ha dicho, un ju ego de oraciones unim em bres y bi


m em bres, de transitividad e intransitividad.
E n suma: el IE II y el III organizaban dentro del sintagm a y la oración
sim ple una serie de palabras flexivas divididas a su vez en clases y subcla­
ses, y que llevaban dentro de sí las m arcas de sus relaciones, yendo en cabe­
za la m ayor parte de las veces los m orfem as sem ánticos y en cola los g ra ­
m aticales segm entales. L as palabras no flexivas eran un apoyo secundario
a este sistema, que estaba o rgan izad o poco claram ente. Y los m orfem as
gram aticales carecían a m en ud o de autonom ía e independencia.5
C o m o se ve, este sistem a es en parte el m ism o del IE I, tiene diferencias
entre el IE II y el IE III, y llega en una buena m ed id a, con variaciones, has­
ta nosotros, los hablantes del que llam o I E IV .
A h o ra bien, se trata de sistem as tipológicos próxim os, con algunos ras­
go s com unes y m uchas diferencias. E n realidad, los sistemas cerrados «oü
tout se tient» de M eillet son m ás bien u na utopía a la que las lenguas se
adhieren más o menos. A lg u n o s rasgos pueden darse en varias lenguas ale­
jadas entre sí y se com bin an variam ente. Y unos im plican a otros, pero no
siem pre ni de form a sistemática.
H ay, ciertam ente, una evolución gen eral, que en parte ya se ha visto, en
parte verem os a continuación. P ero hay im portantes variantes, ya cron oló­
gicas, ya de ramas lingüísticas diversas.4
Por lo pronto, hem os visto el «m ovim iento» q u e va del I E I al II y del
IE II al III; hem os visto las transiciones y las escisiones: la decadencia de
ciertos elem entos aquí o a llá, según las lenguas.
L a culm inación del proceso tie m o rfolo gizació n del IE está en el grup o
del indogriego, que es el que realm ente conocem os bien dentro del IF, III A .
Se tiende a considerarlo hoy com o, en principio, una unidad que in tro du jo
im portantes innovaciones, com o el aum ento, las form as medias de perfecto y
pluscuam perfecto, la flexión com binada de m odos y tiem pos y el fu tu ro .5
C on serva m ejor el sentido de la raíz y las apofonías, los tem as nom inales
en consonante, las form as verbales en -y y las flexiones verbales atem áticas
y tem áticas. T a m b ié n es com ú n el gran desarrollo de diversos tem as n om i­
nales y adjetivales.0
Este tip o de in doeuropeo lle vó a su culm in ación la organización de cla­
sificaciones abstractas qu e perm itían una m ejor aprehensión de la realidad
Mirada tipológica al IE y sus ramas 87

y una m ayor abstracción. A l precio de una gran dificultad gram atical, p or­
que la expresión m orfológica de categorías y funciones era com pleja, había
pocas form aciones analógicas y m u ch o que con fiar a la m em oria. M ás to­
davía en el grieg o antiguo, que co n fig u ró la culm inación d e esta ram a.7
E n el IE 111 B lo m ás notable es la fusión de los distintos temas de preté­
rito, la conservación de la flexión sem item ática y la desinencia -r; y la ten
dencia a perder el sentido de la raíz.
A h o ra bien, den tro del in dogriego, uno y otro sector coinciden con
otras lenguas en distintos rasgos. Y am bas ofrecen innovaciones. P ero las
del grieg o son, sin duda, las m ás decisivas: la creación de un in fin itivo y un
participio en cada tema y v o z, el desarrollo de la sustantivación y del artículo.
Y , en el léxico, del que tenem os que hablar, debem os destacar su inm enso
desarrollo, in cluido el de nom bres abstractos y de agente diversos, el de las
transform aciones en las qu e se pasa del nom bre al adjetivo, al verbo y al
a d verb io (y en cu alqu ier otra dirección), la creación de todo un vocabulario
técnico y científico, etc.
E l g rieg o es la punta de la za del in dogriego, que a su v ez es la punta de
lan za del I E III. N in g u n a lengua ha llegado a ofrecer tantas posibilidades
d e clasificaciones y m atices diversos, tantas posibilidades para el pensa­
m ien to clasificatorio y abstracto. M e refiero al g rie g o antiguo, aun qu e al­
gu n os de sus rasgos se han con servad o en el m oderno. Pero era una lengua
difícil para el uso com ún, ya qu e, corno he señalado, la relación form a / con ­
ten ido era en él com pleja. C o n el tiem po, ya desde la k<un¿ helenística, pasó
a sim plificarse en el m ism o sentido qu e otras lenguas, lo verem os, aunque
n o sin antes in flu ir enorm em en te en todas las len guas europeas: en el léxi­
co, la sintaxis y los gén eros literarios, todo ello es lengua. N o obstante, in­
flu y ó solo en E u ro p a, porque, tras A le jan d ro , se creó en A sia u na barrera,
p enetrable para el arte y hasta para ciertas ideas, m enos para la lengua.
T a m b ié n volverem os sobre ello.
L as lenguas europeas, por otra parte, procedentes todas salvo el griego
del IE III B (e influidas luego por el griego, directa o indirectam ente), se
o rgan izaro n en grupos de los qu e ya he m en cionado los principales. Estos
son el baltoeslavo (y el báltico y el eslavo dentro de él), el germ án ico, el cel­
ta y el latín; otros com o el itálico (oseo y um bro sobre todo) y el ilirio tu vie­
ron m en or trascendencia para la evo lu ción posterior.
88 Las raíces lingüísticas de Europa

N o ofrecen estos grup os sistem as tipológicos cerrados: quedaron den­


tro del IE III B, cuyas evoluciones representan. Y se fragm entaron a su
v ez. D e n tro del baltoeslavo hem os visto los grup os del báltico y el eslavo,
den tro de cada uno existen diversas lenguas." D en tro del latín y rom ánico
m e he ocu p ado de las tendencias generales y particulares." T a m b ié n d e n ­
tro del celta.'"
N o puedo ahondar en este tem a, aun que sí haré una descripción de las
principales lenguas europeas y de su condicionam iento histórico.
E n definitiva: E u ro p a q u ed ó dom inada, salvo las excepciones que sabe­
m os, por las principales lenguas indoeuropeas del gru p o III B. H an estado
y están íntim am ente relacionadas con su cultura, y siguen cam inos ap roxi­
m adam en te unitarios, por su m ism a evolución y por los in flujos recípro­
cos. A estos influjos hay que añadir los del grieg o en todas ellas. Este doble
ju ego de la evolución y los in flu jos culturales a lo la rgo de toda su historia
es característico de las lenguas de Europa hasta hoy m ism o.
6

E L I N D O E U R O P E O IV :
E V O L U C IÓ N H A S T A E L P R E S E N T E

I le escrito dos artículos que aq u í quiero recordar,1 en los cuales propongo


que en la evolución de las lenguas indoeuropeas hasta nuestros días ha habi­
do vina constante: a la m orfologización del IE III A de la que he hablado ha
sucedido una desm orfologización en el IE III B y las lenguas de él descen­
dientes, y también en las lenguas derivadas del IE III A (hindi, farsi, griego
m edieval y m oderno). M uchas categorías y funciones, com o, por ejem plo, el
sistema casual, han sido en ocasiones destruidas (pero otras lenguas las han
conservado), en otras han sido reconstruidas m ediante sistemas perifrásticos.
Y a el IE III B incluía una sim plificación, com o he dicho (otras veces
ciertas innovaciones, com o la de los m odos, sim plem ente no habían sido
aceptadas). Esta tuvo lu gar, adem ás d e en las lenguas de él derivadas, en
lenguas derivadas del IE III A . Son tendencias en q u e puede haber influjos
transversales, pero m ás bien, gen eralm en te, una búsqueda de la sim plifica­
ción m orfológica.
Por cierto, tam bién hay evoluciones com unes en fonología: el IE II eli­
m inó ya las laringales; y ciertas ram as del III A y, a partir de un cierto m o­
m ento, algunas del III B redujeron el sistema fonológico.
Por ejem plo, perdieron las vocales largas e in trodu jeron palatalizacio­
nes o fricativizaciones de las gu tu rales y otras consonantes. Estas fueron
m ás o m enos lejos: m ás en francés (lat. cattus > fr. chat), m enos en italiano y
español (solo ante vocales frontales). A lgu n as lenguas fueron, en el sistema
vocálico, conservadoras, así el español y el italiano, otras m u ch o m enos, así
el f rancés, el portugués y el catalán.2
P ara la m orfología, he dado ejem plos en mis dos artículos, no puedo re­
petirlo todo. H e insistido, por ejem plo, en la sustitución del sistema que com ­
binaba los casos con los grupos de preposición + nom bre y con otro que ten

89
90 Las raíces lingüísticas de Europa

día a elim inar los casos. Pero esto fue radical en, ¡xir ejem plo, el persa, el búl­
garo, el macedonio, el inglés y el galés, mientras que el sistema casual se con­
servó en lenguas com o el alem án, el ruso, el serbio y el eslovaco; y, en m edida
lim itada, en el antiguo francés, el provenzal y el grieg o m oderno. En otras
lenguas, los casos son form as flexionadas con pre- o postposiciones, así en far­
si, en pehlví, en lituano y en rum ano. Y hay varias soluciones para el genitivo.
T am b ié n sucede que, a veces, perdida la flexión nom inal y adjetival,
se conserva la de los pronom bres personales, com o en español e inglés. O se
crean nuevos artículos por postposición, en nórdico y rum ano.
Por lo dem ás, f ue prácticam ente total la pérdida del dual, el n eutro (con
excepciones), etc. Y el sistema ternario del p ronom bre a veces se m an tuvo,
a veces se con virtió en binario (así en inglés, this / that), a veces se reconstru­
yó el ternario (esp. este ! ese ! aquel).
A ñ a d o todavía la pérdida del género en algunas lenguas, tam bién la de
los adjetivos com parativos y superlativos logrados por derivación, m ien ­
tras que proliferaron los perifrásticos.
E n cuanto al verbo, la dem olición de partes del sistem a fue sucedida en
lenguas diversas por su reconstrucción m ediante form as perifrásticas. Esto
co m en zó en griego desde fecha clásica, pero creció en la helenística, b iz a n ­
tina y m oderna. T am b ié n en sánscrito y otras lenguas más.
E n g rieg o m oderno, el an tiguo perfecto se h izo sim plem ente pretérito
(βρήκα ‘h allé’), se creó un n uevo perfecto perif rástico con εχω, com o en ro­
m ance (esp. he hecho). Y se crearon nuevos futuros tam bién en el origen pe­
rifrásticos (en gr. m od. con θ α < θέλω ϊνα), en rom ánico con derivados de
haheo o te neo, en germ án ico con verbos co m o werden (al .),w ill o shall (ingl.)
Se d ifu n d ió am pliam ente una pasiva, m ientras que la m edia solo qu ed ó en
restos, reflexivos sobre todo.
T a m b ié n se d em o lió, en varias lenguas, el sistem a de los m odos (que
en esl. y bált. no lle g ó ni a existir). E l latín fu n d ió su bju n tivo y optativo,
el g rie g o helen ístico p erd ió el op tativo , el sánscrito clásico el su bju n tivo .
O tra s veces los m odos fu ero n sustituidos por form as perifrásticas con
verbos m odales, así en in glés. A llí do n de qu edó el su b ju n tivo , así en es­
pañol, su uso se red u jo drásticam ente.
1 .as form as nom inales del verbo, que culm inaron en griego antiguo, s
redujeron igualm ente: quedaron, com o m ucho, una por tema y voz, luego ni
E l indoeuropeo IV: evolución hasta el presente 91

eso. M uchas lenguas (así el gr. m od., el búlg. y el rum.) perdieron el infinitivo,
otras, com o el español, redujeron enorm em ente su uso. E n griego e inglés de­
sapareció el participio, sustituido por un gerundio (gr. λέγοντας, ingl. having).
D ism in u ye con todo ello la d ificultad de interpretación, aum enta la tra-
d u cibilidad. Sobre todo con los instrum entos nuevos (más bien, viejos pero
expandidos):

a) preposiciones;
b) conjunciones;
c) form as perifrásticas;
d) uso gram atical del orden de las palabras.

E n este IE I V dom inan las oraciones transitivas e intransitivas, la v o z activa


y la pasiva: dism inuye o desaparece la v o z media, sustituida a veces por for­
m as reflexivas. E l crecim iento de preposiciones, conjunciones y léxico hace
crecer la transparencia y traducibilidad. E llo m uch o m ás todavía cuando
llega a todas partes la penetración del léxico culto d e origen griego.
Estas son algunas de las cosas qu e podrían decirse. E n el verbo, se ten­
d ió a un sistema de tres tiem pos, presente, pasado y fu tu ro (aunque se cre­
aron, a veces, nuevos im perfectos, etc.). A sim ism o, o bien desaparecieron
los m odos, o bien fueron sustituidos p or form as perifrásticas. Resultaron
sistem as verbales más simples y regulares. El caso extrem o es el del inglés,
don de algunos verbos tienen u n m ín im o de form as (así, por ejem plo, to
put) y a veces el verbo y el nom bre, m onosilábicos, solo se distinguen por la
construcción (the bomb / to bomb) . Se llega casi, com o cuando una serpien­
te se m u erde la cola, a sistemas qu e se aproxim an al I E 11 e incluso al I.
E n todo caso, no hay n ingun a du da de que nos hallam os ante un proce­
so de desm orfologización , acom p añ ado de un despliegue lexical de origen
fun dam entalm en te grecolatino. Son lenguas com o el alem án o el ruso las
que, pese a todo, m ejor conservan el a n tigu o estatus indoeuropeo.
Pero no hay que olvidar la frecuente recreación, m ediante recursos m or­
fológicos y gram aticalizaciones, de las antiguas categorías perdidas: activa /
pasiva, perfecto, futuro, im perfecto, diversos aspectos o hechos de «Aktion-
sart», sustitución de los casos por grupos de preposición + nom bre o nom bre
+ aposiciones, de los modos por construcciones perifrásticas, etc.
CONCLUSIÓN

E u ropa no es sino una península de A sia. Y las lenguas que hoy día se ha­
blan en ella son recientes, relativam ente, y llegaron de A sia, con cretam en ­
te, de la zona de estepas qu e va de las fronteras de C h in a y el lago A ra l al
norte del m ar N egro: de la llam ada cultura de los kurganes.
D e allí llegaron los indoeuropeos a Eu ropa hacia el año 5000 a. C . y, ha­
cia la m ism a fecha, llegaron pueblos uralios o finougrios vecinos y qu izá
parientes de ellos, de los que desciende el finés (y, en fecha m ás reciente, el
húngaro). L leg ó tam bién, qu izá , por esa fecha el vasco.
Es el indoeuropeo el que ha desem peñado el principal papel en las len­
guas de Europa, influyendo tam bién en las no indoeuropeas. Pero solo pode­
mos reconstruirlo con aproxim ación a partir de oleadas del tercer milenio.
C o n ellas venía un indoeuropeo que construía declinaciones y conjugaciones
sobre varios temas: es el que he llam ado IE III, que, por lo demás, conserva
restos de las fases más arcaicas. Y , dentro del IE III, es la rama B, septentrio­
nal, que entró por el norte de los Cárpatos, la que ha dado las principales len­
guas de Europa: bálticas, eslavas, germ ánicas, itálicas, románicas, célticas.
P o rq u e los pueblos indoeuropeos no cesaron de em pujar prim ero hacia
el oeste, lu ego hacia el sur. H u ellas de lenguas no indoeuropeas quedaban
poquísim as en la A n tigü ed ad , fuera del indoeuropeo solo se han m an teni­
do el finés (y el estonio), el hú n garo y el vasco, de los que he hablado. Estos
pueblos y sus lenguas han qu edad o, a partir de u n m om ento, englobados
en la cultura com ú n europea.
N o ha habido presencia directa en E uropa, qu e sepam os, del IE II o
m onotem ático (conservado en A n atolia antigua, pero de él depende el
etrusco, pienso), ni m enos del IE I, preflexional, salvo en el caso de ciertos
arcaísm os a los que he aludido.
94 Las raíces lingüísticas de Europa

P ero sí hubo en E uropa presencia de la segunda ram a del IE III: el g rie ­


g o pertenece a la III A , la que entró por el sur de los C árpatos, y está, por
tanto, em parentada con el indoiranio. Esta ram a, y sobre todo el griego, re­
presenta el m áxim o desarrollo m o rfológico del indoeuropeo, que pasó por
etapas de ser una lengua m onosilábica no flexionada a una am pliam ente
m o rfolo gizad a. T am b ié n , andando el tiem po, produjo el grieg o el m áxi­
m o desarrollo lexical y de derivación de palabras.
T o d o esto, q u e he expuesto en las páginas precedentes, constituye, por
así decirlo, la prehistoria de las lenguas de Europa dentro de un contexto
lingüístico más am p lio que Europa. L as lenguas de Europa com partieron,
pues, desarrollos globales de las lenguas indoeuropeas, desarrollos qu e es­
taban condicionados por la propia estructura del IE III y qu e trataron de
sim plificar. Es un proceso de desm orfologización qu e ha ido en ciertas len ­
guas más lejos q u e en otras.
Sin em bargo, tan im portante com o esto ha sido otro factor en las len­
guas de E uropa, ahora ya prácticam ente exclusivo de ellas. Este factor es el
in flu jo del grieg o en todas las lenguas de Europa a lo largo de la E d ad A n ­
tigua y de las siguientes hasta hoy: un in flu jo cultural.
L os griegos introdu jeron , tom ánd olo de fuera de E u ropa, el alfabeto
que por distintas vías y en distintas fechas llegó a todas las lenguas de Europa
e h izo posible su cultura. Y , de form a grad ual, difu n d ien d o su léxico, e n ri­
q u ecid o poco a poco cultu ralm en te, am plian d o así el vocabulario de las
lenguas europeas y su capacidad de form ación y com posición de palabras,
directam ente o a través del latín o in flu yen d o unas lenguas en otras. V e re ­
mos los detalles.
Las lenguas europeas no son otra cosa, salvo las excepciones que sabe­
m os, qu e un sector relativam ente reciente de ciertos dialectos indoeuropeos
qu e tam bién en A sia tenían una representación. L u e go , tras la expulsión de
los griegos de A lejan d ro y sus sucesores de la India e Irán, en los siglos n i y
u a. ('., se creó lo que es un ám bito puram ente europeo: en torno prim ero a
G recia, lu ego al Im perio rom ano, más tarde a los países cristianos.
Esta sí q u e es una fase propiam ente europea, que propició la ap roxim a­
ción de las lenguas de Eu ropa com o un fenóm eno cultural. D e esto me
ocuparé en la segunda parte de este libro.
SEGUNDA PARTE

LAS L E N G U A S EUROPEAS,
SU C R E C I M I E N T O Y SUS R EL AC IO N ES
I

INTRODUCCIÓN

« A I R E DE F A M I L I A » , DE O R I G E N I N D O E U R O P E O ,
DE N U E S T R A S L E N G U A S I N D O E U R O P E A S A C T U A L E S

Pienso qu e a lo largo del p rólogo y de la prim era parte de este libro he de-
jad o claro qu e nunca hubo una unidad lingüística de Europa. N i siquiera
había una geografía clara: E u ropa es una península de A sia, con una f ron­
tera poco definida. C o m o entidad geográfica solo poco a poco entró en la
conciencia de sus pueblos. Y esa frontera ha oscilado: en la E d ad M edia y
aun después retrocedió aquí y allá ante árabes y turcos, solo lu ego se ha re­
cuperado, y a veces no totalm ente.
Recapitulo. Las lenguas europeas actuales, igu al que otras asiáticas, vie­
nen m ayoritariam ente de pueblos indoeuropeos qu e se expandieron desde
el centro de Asia. Y ello desde el año 5000 a. C ., m ás o m enos. O tra oleada
llegó en el tercer m ilen io y las lenguas de ella derivadas se encuentran hoy
en toda Europa, desde el A tlá n tico y el M editerráneo, y, por una deriva
oriental, en parte de A sia, hasta el S in k ia n g y la India inclusive. E n la m e­
dida en que, dentro de este conjunto, hay un sector europeo con al m enos
algunos rasgos com unes, este es un hecho histórico posterior, que estudia­
remos a lo largo de este libro.
Insistiré en esto. Y en qu e tam bién entraron en Europa, por las mismas
fechas y posteriorm ente, lenguas finougrias y altaicas, entre otras, que es­
tán em parentadas con lenguas asiáticas. Y el vasco, del que ya he hablado.
En suma: no hay una E u ro p a lin güística original o nos es inaccesible, y
aquella a la que m ás o m enos podem os acceder, la de las lenguas d e riv a ­
das de las llegadas desde el año 2500 a. C ., no es, en sus orígenes, especial­
m ente europea.

97
98 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

P ero esto no es sino una parte de un hecho más am plio: tam poco hay
una E u ro p a cultural y política original. L a que existe, en la m edida en que
la hay, es creación de una larga historia. L os pueblos nóm adas que con sus
caballos, sus tiendas y sus carros, su organización tribal, su sociedad y
sus creencias nos invadían en sucesivas oleadas traían a E u rop a la cultura
qu e tenían en A sia y que expandieron por A sia M enor, M esopotam ia, el
Sin k ia n g, Irán y la India.
P or otro lado, tam poco existe una población o raza europea. Solo hace
unos 35-000 años que llegó de Á frica el Hom o sapiens, tras otras poblacio­
nes llegadas en fechas m uy anteriores, se cree que igualm en te de A frica .
C o n todo, n o se puede negar que las lenguas indoeuropeas dan un tono
dom inante a las lenguas de E u ro p a, aun qu e no se lim itan a estas ni en
E u ro p a faltan lenguas no indoeuropeas.
E n efecto, en la m ayor parte de las lenguas in doeu rop eas de E u ro p a
hay elem en tos com u n es q u e vien en del in doeuropeo: son lenguas q u e no
están tan distantes entre sí ni en la gram ática ni en el léxico. P ero se han
a p roxim ad o (y distanciado, al tiem po, de las lenguas in doeu rop eas asiáti­
cas), y ello es debid o a que, por razones estructurales y cultu rales, han
p od id o a d m itir elem entos ya grieg os y latinos, ya de unas lenguas eu ro ­
peas qu e penetran en otras: del grieg o y el latín y, en fecha m ás reciente,
de las lenguas y dialectos de Italia y F ran cia, ahora del inglés. Estos in ­
flujos, p rin cip alm en te en el léxico, se han exten did o a las lenguas no in ­
doeurop eas de nuestro continente.
Esto no es sino una visión gen eral, escrita para qu e se tenga presente el
panoram a de conjunto. L a com pletaré punto por punto.
N atu ralm en te, la creciente unificación de las lenguas europeas desde
com ien zos de la E d ad M edia, y ello ya por influjos q u e vienen en d efin iti­
va o bien de los griegos, o bien de relaciones recíprocas, com o acabo de se­
ñalar, se im posta sobre hechos lingüísticos que vienen, com o sabemos, del
indoeuropeo, en su m ayoría, y algunos de otras ram as lingüísticas.
P o r otra parte, den tro de cada una de las diversas ramas lingüísticas in ­
doeuropeas, sobre todo el g riego, el báltico, el eslavo, el germ ánico, el celta,
el latín y el itálico, surgió a partir de un m om ento una m ultitud de dialec­
tos, algun os de los cuales se con virtieron en lenguas de grandes com u n id a­
des y naciones europeas. T en em os qu e verlo.
Introducción 99

M uchísim os dialectos y lenguas se perdieron, en cam bio, a lo largo de la


historia. T am b ién lo verem os, así com o la historia posterior de las lenguas
que sobrevivieron y crecieron: fu ero n la base de literaturas, culturas y na­
ciones im portantes, hasta hoy m ism o, siem pre d en tro del entram ad o de in ­
fluios y relaciones del que he hablado.
D en tro del indoeuropeo de Eu ropa son, fun dam entalm en te, el grup o
eslavo, el germ án ico, el latino y el g rieg o los que continúan pesando prin ci­
palm ente; otros tienen un n úm ero m u y in ferior de hablantes o sim ple­
m ente han desaparecido. H ay que estudiar cóm o y en qué época y circuns­
tancias: son fenóm enos históricos no siem pre fáciles de com prender, nada
tienen qu e ver con el valor y la dignid ad de las distintas lenguas.1
Y hay que estudiar tam bién cóm o diversas lenguas europeas se han d i­
fu n d id o por el m u n do, y cóm o otras lenguas europeas que estaban en tran ­
ce de perderse o de qu edar reducidas a m ínim os se han recobrado ú ltim a­
m ente, dentro de un n uevo clim a político y social.
Por otro lado, no hay qu e o lvid ar las lenguas no indoeuropeas de E u ro ­
pa, entre las que tienen el m áxim o núm ero de hablantes el finés y el húngaro,
unos treinta m illones en total. Son de estructura diferente de las in doeu ro­
peas, com o el vasco, y han qu edad o som etidas, todas ellas, al im pacto de la
tradición grecolatina.
A sí, en definitiva, las sem ejanzas entre las lenguas de E uropa son de
dos órdenes. M e estoy refiriendo, en este m om ento, al prim ero: entre las len­
guas indoeuropeas de Eu ropa y todas las dem ás existen sem ejanzas gram a­
ticales y lexicales que provienen de su com ún origen en el indoeuropeo III.
Y a hem os estudiado este tem a. Pasaré luego al segundo: el de la com u n i­
dad entre las lenguas de E u rop a, y solo estas, por fenóm enos histórico-cul-
turales posteriores.
Las clases de palabras y las categorías y funciones gram aticales de todas las
lenguas europeas de tipo indoeuropeo son iguales o están próximas, aunque
haya diferencias cuando, por ejem plo, ciertas lenguas han perdido la declina­
ción o reducido notablemente la flexión verbal, com o hemos visto al hablar
del IE IV . Por supuesto, dentro de cada una de las grandes fam ilias lingüísti­
cas las semejanzas son mayores. T am b ién en la fonética. Pero todas las len­
guas indoeuropeas, incluidas las externas a Europa, tienen un aire de familia,
si se las compara con lenguas de A m érica, A frica u Oriente. Son otro mundo.
ΙΟΟ Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

Piénsese qu e m e estoy refiriendo a las lenguas indoeuropeas m odernas


y qu e todas estas lenguas proceden, salvo el griego, del IE III B, y qu e el
grieg o m odern o se ha ap roxim ado a este tipo (excepto en casos particula­
res, com o la conservación de la oposición aoristo/presente). H a resultado,
en realidad, un tipo indoeuropeo aproxim adam ente unitario, el que he lla­
m ado IE IV , aun que algunas de sus innovaciones, com o ciertas redu ccio­
nes de la flexión nom inal y verbal, han penetrado m ás o m enos según las
lenguas. L o m ism o ocu rre con innovaciones fonéticas com o la fricativiza-
ción y asibilación de las guturales.
Por supuesto hay d iferen cias entre las fam ilias lin gü ísticas y den tro
de cada una, y hu bo contactos con ciertas lenguas extraeuropeas: así entre
las lenguas iranias del g ru p o III A , qu e perm anecieron du ran te un tiem po
en U cran ia y A sia M en or (escitas, cim erios, etc.), y lenguas del III B com o
el báltico y el eslavo.2
V o y a dar algunos datos sobre este «aire de fam ilia», resultado de una
evolución lingüística, entre las lenguas indoeuropeas de Europa: prim ero
en la m orfología, lu ego en el léxico. M ás adelante m e ocuparé de las sem e­
janzas y los fenóm enos de unificación que ya he anu n ciado y que proceden
de la tradición cultu ral griega y luego latina.
Son característicos del indoeuropeo evolucion ado, actual, de Europa, al
que he ven ido hacien do referencia y que coincide todavía, m uchas veces,
com o el de lenguas de A sia, hechos com o los que siguen:
E xisten raíces nom inal-verbales, qu e dan nom bres, adjetivos y verbos,
y q u e se enfrentan a raíces pronotninal-adverbiales, qu e dan pronom bres y
diversas palabras no flexivas. L a dup licidad de las raíces (pero las hay que
dan verbo y no nom bres y al revés), las clases de palabras qu e he m en ciona­
do y, m uchas veces, las subclases (nom bres contables y no contables, verbos
copulativos y predicativos, transitivos e intransitivos, etc.) son característi­
cas de este indoeuropeo. C o n frecuencia, los procedim ientos para derivar
el adjetivo del n om bre (o al revés, incluida la form ación de nom bres abs­
tractos), o para obtener el verbo del nom bre (denom inativos) y el nom bre
del verbo (postverbales), obtener tam bién verbos con preverbio, crear g r u ­
pos de preposición + nom bre, adverbios, etc., son los m ismos.
Es norm al, tiene pocas excepciones, el hecho de qu e las raíces especiali­
cen su significado, creando derivados, form as varias den tro de la flexión y
I ntreducción ιοί

com puestos. L os tipos de derivación y com posición son los m ism os en las
distintas lenguas (aunque las haya más o menos propicias a los com puestos,
por ejem plo). L o s preverbios y desinencias, ciertos tem as gram aticales
(para el fem enino, el pretérito, etc.) son tam bién los m ismos. Y existen,
jun to con las form as flexivas, otras no flexivas.
El indoeuropeo del que hablam os tiene, en las palabras flexivas, catego­
rías y funciones p rácticam ente iguales: dos núm eros, tres personas, tres g é ­
neros (pero faltan en ciertos pronom bres, y en el n om bre y adjetivo el fe­
m en ino o el neutro pueden haberse perdido aq u í o allá), tres tiem pos
(dentro de cada uno, puede haber diferencias form ales, de origen histórico
an tigu o o reciente), m odos (salvo el im perativo, son residuales, se han re­
creado a veces perifrásticam ente), una flexión nom inal o declinación (per­
dida en diversas lenguas, com o hem os señalado; el caso más resistente es el
vocativo). Los aspectos verbales antiguos apenas se han conservado, los hay
a veces de origen m odern o y extensión restringida. P ero sí restos de siste­
m as de « A ktionsart» con causativos, desiderativos, etc.
El orden de las palabras, de im portancia en gen eral pequeña, m ás bien
estilística, ha cobrado valor gram atical decisivo en varias lenguas.
L a clase de los p ron om b res con tien e subclases gen erales: así los p e r­
sonales y los reflexivos (que con servan a veces la flex ió n a llí d o n d e el
n om bre la ha p erd id o), dem ostrativos (pero puede haberlos con dos té r­
m in os o con tres), posesivos, etc. E l a rtícu lo , d e riv a d o casi siem pre del
pro n om b re d em ostrativo, es gen eral, va ante el n om bre (tras él en nórdico
y rum ano).
Se ha perdido en el verbo, en general, la oposición activa / m edia, a v e­
ces esta ha sido recreada con ayuda de reflexivos; en cam bio, se ha d ifu n d i­
do m u y am pliam ente la pasiva. T a m b ié n se ha recreado, a veces, m ediante
varios procedim ientos un im perfecto.
L as oraciones pueden ser unim em bres, pero gen eralm en te son bim em ­
bres, dom inando las predicativas con sujeto + verbo + com plem entos (aun­
que tam bién hay los verbos intransitivos sin com plem ento). L o s verbos tie­
nen form as nom inales, a saber, in fin itivo y participios, incluso geru n dios y
gerun divos.
E n la flexión en general ha coexistido el sistem a desinencial con el de la
oposición de temas y el uso de preposición + nom bre.
102 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

T o d o esto parece tan obvio, el hablante com ú n está tan acostum brado a
ello qu e le parece algo propio de todas las lenguas. Pero no es así; los univer­
sales lingüísticos, que desde lu ego existen, son otra cosa.5 Y otras lenguas
carecen de m uchos de los elem entos aq u í citados. El m ism o indoeuropeo
más arcaico, según lo hem os descrito previam ente, era m u y diferente e in­
cluso lo eran el m onotem ático (el II) y el III A . E l indoeuropeo de Europa
qu e tenem os hoy, divid id o en fam ilias y estas en lenguas, es el producto de
una evolución com pleja a partir del III B (salvo en el caso del griego, com o
he dicho).
T o d o esto en cuanto a la gram ática: podría haber insistido tam bién en
la fonética. Este aire de fam ilia es cierto asim ism o respecto a un sector im ­
portante del léxico y procede, por supuesto, de su origen indoeuropeo.4
P ara decir «nuevo» el español dice nuevo, el catalán nou, el inglés new, el
alem án neu, el antiguo eslavo novu: la relación es trasparente, alcanza tam ­
bién al sánscrito navas. C ie rto que, a veces, para reconocer el parentesco
hay que conocer ciertas correspondencias fonéticas: así en el caso, por
ejem plo, del esp. dos, el ruso dvá, el inglés tw o, el alem án zw ei, el sánsc. dvü\
o en el del gr. κλέος ‘fam a’ frente a aesl. slovo o el sánscr. sravas.
E sto en cuanto a los rasgos m ás o m enos com un es de las lenguas eu ro­
peas y aun asiáticas, in clu idas las actuales. Insisto en q u e, adem ás de re­
fleja r un estado presente q u e a veces d ifie re de otros m ás an tigu o s que
nos han o cu p ad o en p ágin as anteriores, d e fin e n estas len gu as de una
m an era d em a sia d o am p lia, por cu an to rebasan a E u ro p a, y dem asiado
estrecha, por cu an to no afectan a a lgu n as len g u a s no in d o eu ro p eas de
E u ro p a.

A P R O X I M A C I O N E S DE O R IG E N C U L T U R A L
EN TRE N U ESTRAS LEN GU AS

A h o ra bien — y este es un segundo orden de sem ejanzas entre nuestras


lenguas— , a partir de un m om ento se creó una cultura europea, con los
m atices diferenciales internos que se quiera, y se crearon naciones eu ro­
peas. N o es qu e no siguiera habiendo contactos con O rien te, in clu ido el
O rien te indoeuropeo, pero no fueron los centrales de nuestra cultura.
Introducción

Y a los había habido en la época de la G recia arcaica, la cultura micénica


era esencialmente una teocracia centralizada y burocrática de corte oriental.
Y hubo influjo oriental importante en los orígenes de la épica, la lírica y el arte
griegos, entre otros elementos de esta cultura,5 así com o algunos en el léxico.
Pero se p rodujo, en un m om en to dado, un corte cultural que separó
E u ro p a de A sia y que repercutió lu ego en m il cosas: entre ellas, en las ten­
dencias que hicieron qu e sus lenguas se aproxim aran , con el tiem po, en
cierta m edida.
A sí, los hechos culturales tuvieron trascendencia lingüística, gracias a
ellos llegó a haber en un m om ento dado hechos lingüísticos europeos y solo
europeos, rasgos que solo secundariam ente pudieron difundirse fuera de
Europa.
Ese corte cultural entre E u ropa y A sia tu vo varias fases. L a p rim era fue
cuand o, tras la caída de los reinos m icénicos ante los embates de los llam a­
dos pueblos del m ar, en el siglo x ii a. C ., los griegos no reconstruyeron,
com o sucedió en A sia y E gip to, un n uevo im perio cen tralizado y burocrá­
tico: crearon pequeñas ciudades qu e se constituyeron en m odelos de una
nueva cultura origin al, individualista y libre/’
U n a segunda fase de este corte fue la que siguió a las guerras m édicas, a
com ien zos del siglo v a .C .: G recia parecía llam ada a constituirse en una
provin cia de Persia, com o A sia M enor, Escitia y E gipto, sin em bargo, con­
tin u ó siendo un con jun to de ciudades libres en el qu e se creó una cultura li­
bre, lu eg o continuada en Europa.
E n Los Persas d e Esquilo, la reina m adre Atossa vio en sueños a aquellas
dos bellas m ujeres, G re d a y Persia, a las que Jerjes quería uncir a su carro:
G recia se negaba. Y luego, a la pregunta de Atossa de qu é cau dillo im pera­
ba sobre los atenienses, el M ensajero contestó: « N o se les llam a esclavos ni
vasallos de hom bre alguno».* F rente a la cultura cerrada de los grandes
im perios orientales, surgió ía. abierta, hum ana y líbre de Europa, G recia no
fue sino el com ienzo.
Pero hay un tercer m om ento de ruptura qu e resultó decisivo. F ue
cuand o A lejan d ro intentó som eter a A sia y crear allí una cultu ra sim ple­
m ente hum ana, fracasó a su m uerte. Se creó, con C h an d ragu p ta, una India
independíente; y con los partos y lu ego los sasánidas, un Irán tam bién in­
dependiente. Seleuco, rey del reino g rieg o de Siria, cedió a C h a n d ra gu p ta
Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

la India en el 305 a. C ., después cayeron en poder de los partos los reinos in-
d ogriegos y el propio Irán.
N o es que cesaran las influencias griegas en O rien te. P ero los Estados
griegos helenísticos, lu ego Rom a y más tarde B izan cio encontraron su
fro n te ra en el E u frates. Y desde el siglo v n d .C . A sia M en o r e in clu so
E u ro p a fueron invadidas por árabes y turcos.
R om a y B izan cio fueron forzados a establecer así por el sudeste los lí­
m ites de E uropa, en otras direcciones estos lím ites llegaron al A tlán tico , al
A rtico , por el este a los U rales ya en el siglo x v m . N o es este un libro de his­
toria, en otros lugares m e he ocupado m ás detenidam ente de este proceso.8
E l hecho es qu e se creó un m arco cultural, a veces tam bién político, dentro
del cual vivieron desde entonces las lenguas europeas: crecieron, se interre-
lacíonaron y, m ás tarde, se expandieron por el m undo.
Este es el tem a qu e trataré, a continuación, en este libro. En la m edida
en que hay una aproxim ación entre las lenguas europeas, esta no deriva de
los orígenes indoeuropeos, aun que sí proporcionaron el m arco más gen e­
ral. V in o lu ego de hechos culturales y políticos dentro de Europa: el in flu ­
jo del grieg o y el latín en las nuevas lenguas que se form aban y las ap roxi­
m aciones recíprocas entre estas.
H u b o , efectivam ente, a partir de un m om ento, una barrera entre A sia y
E u rop a, aun qu e esa frontera adm itiera excepciones, influjos en una y otra
dirección. Y paradojas. Los árabes, por ejem plo, trajeron a Eu ropa una
parte de la cultura griega y de su léxico. Y E u ropa se fragm entó en dos: la
de los herederos del Im perio rom ano de O ccidente, una am plia serie de
naciones, y la de los del de O rien te, Bizancio. E sto tuvo consecuencias lin ­
güísticas im portantes. Y , cóm o no, las tuvo el cristianism o, d ifu n d id o al fi­
nal por toda E u rop a, aun que fuera entre disputas religiosas, y los nuevos
reinos qu e se crearon dentro de E uropa.
Pero vu elvo al tem a de cóm o no hubo una unidad lingüística europea
no ya en los com ien zos, tam poco cuando llegaron las sucesivas invasiones
indoeuropeas y las no indoeuropeas. Si acaso, puede afirm arse que en E u ro ­
pa no quedaron lenguas indoeuropeas m onotem áticas (IE II), salvo, en mi
opinión, el etrusco, llegado secundariam ente de A sia M en or y elim in ado
lu ego por Rom a; aun que hay rastros de m onotem atism o, com o de otros ar­
caísmos diversos, en varias lenguas europeas. E n A sia, sí hubo lenguas mo-
Introducción 105

notem áticas en fecha antigua, las lenguas anatolias de las que he hablado:
pero bien pronto se perdieron con el h u n d im ien to del Im perio hetita y de
varias naciones com o Licia y L id ia.
C asi todas las lenguas indoeuropeas de E u rop a son, com o he dicho, del
tip o III B, que p rodujo el eslavo, el báltico, el germ án ico, el itálico, el célti­
co y otras lenguas de m en or n úm ero de hablantes, más otras hoy perdidas,
com o el ilirio (pero de él viene posiblem ente el albanés), el m esapio v el ve­
nético; aun que tam bién hubo una lengua em parentada en A sia, el tocario.
D el tipo III A q u edó en E u ro p a solo el griego, q u izá el tracio y lenguas
em parentadas com o el dacio, qu e lu ego se perdieron. F ue, en cam bio, pre­
dom in an te en A sia , con el arm enio y el indoiranio.
N o había frontera lingüística clara, pues, en el com ien zo entre E u rop a
y A sia. E ran , si acaso, conceptos geográficos, aun que los griegos los opu sie­
ran com o Libertad y T ira n ía . Y los rasgos del IE IV , com o hem os visto, se
extendieron por los dos sectores. A lgu n as evoluciones secundarias que
agrupaban varias lenguas, así la asibilación o fricativización de las gu tu ra ­
les, que creó las lenguas llam adas satem , se extendieron a lenguas tanto de
E uropa (eslavas y bálticas) com o de A sia (indoiranio). E n la E d ad M edia y
después el fenóm eno se repitió, sin duda independientem ente, en lenguas
rom ánicas y en dialectos griegos.
D e aquí viene esa especie de «indoeuropeo com ú n », europeo pero ta m ­
bién asiático, que he tratado de describir, en térm inos generales, en p ági­
nas anteriores, com o IE IV .
Entonces, lo que hay de com ú n o de tendencia a la com unidad entre las
lenguas indoeuropeas de E u ro p a y es ajeno a las lenguas de A sia tiene ra­
zones culturales y políticas en conexión con el concepto de Europa, no ra zo ­
nes estrictam ente lingüísticas, hereditarias. Y lo m ism o cabe decir de la
creación de grandes lenguas nacionales, en conexión estrecha con la histo­
ria. Incluso, la de rasgos secundarios de las lenguas no indoeuropeas de
Europa.
Por m u ch o que, a partir de un m om ento, se estableciera una barrera,
dentro de Eu ropa y su cultura, entre el O rien te bizan tin o y el O ccid en te
rom ano-germ án ico, barrera qu e no cortó absolutam ente los intercam bios
cultu rales y lingüísticos, está claro qu e el ferm ento lin güístico que d ifu n ­
d ió por todas partes rasgos «europeos» fue el g rieg o antiguo, que in flu yó
io6 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

prim ero enorm em ente en el latín, ya desde el siglo ii a .C . (y antes en el etrus-


co). Lu ego, griego y latín influyeron ambos en la conversión de las antiguas
lenguas traíd as a E u ro p a por los in d o eu ro p eo s (y aun por otros pueblos)
en lenguas de cultura. H em os de estudiarlo más detenidam ente en la tercera
parte de este libro, donde se especificará cuáles fueron esas influencias.
Junto con el in flu jo grieg o hubo, claro está, el in flu jo latino: era la len­
gu a de cultu ra, la «lengua universal» de los doctos de O ccid en te, m ientras
que en O rien te lo era el grieg o bizan tin o, que tanto in flu yó en el m u n do
eslavo. Por otra parte, grieg o y latín fueron las lenguas de la Iglesia y esto
con trib uyó decisivam ente a su poder de unificación lingüística.
E u rop a fue en el inicio, cultu ralm en te, una proyección directa o in di­
recta de G recia, lu ego renovada en fechas varias. O d iseo paseó a G recia
por todo el M editerráneo; una ninfa, Europa, de padre fenicio, raptada por
el toro-Zeus, prestó su nom bre a todo el entorno continental de los griegos,
m ientras ella se perdía en una geografía indefinida. El m ito se con virtió en
geografía, lu ego en cultura.
T o d o el M editerráneo era E u ropa, para H ecateo, en torno al 500 a. C .; y
H cród oto la oponía a Libia y Asia. L u e go , G recia helen izó a Rom a y la
cultura grecorrom an a, cristian izada en cierto m om ento, ocu pó los pueblos
del norte y del este. E sto es ya historia,1' pero tam bién lengua.
L o s puntos esenciales de la com unidad lingüística europea, aquellos
qu e no se dan en A sia, ni siquiera en el Asia indoeuropea, son de origen
griego, continuados lu ego por los latinos. L os anticipo en esquem a. Estos
puntos son:
i. T odas las lenguas europeas se escriben en alfabetos derivados del grie­
go. Es sabido que este procede del fenicio e incorporó la gran innovación de
las vocales.10 En una fase antigua, del alfabeto griego derivaron, m odificán­
dolo, los de varias lenguas: tracio en Europa; licio, lidio, frigio, cario, en Asia;
en parte el copto y el nubio, en Á frica; el etrusco en Italia (de él derivan va­
rios, incluso el latino); el ibero, el tartesio y el celtíbero en Hispania. O tras de
varios lugares fueron escritas, sim plem ente, en alfabeto griego. L u ego, los
alfabetos griego y latino dom inaron toda la Europa m edieval y m oderna.
E l alfabeto griego, en su variante jónica aceptada por A ten as en el año
403 a .C ., lo siguen usando los griegos, y de él salieron, al final de la A n ti­
gü edad , los alfabetos arm en io y gótico, tam bién más tarde el del eslavo.
Introducción

F u ero n , com o es bien sabido, los m onjes C irilo y M etodio, griegos de o ri­
gen y evangelizad ores de los eslavos, los que crearon en el siglo ix los dos
alfabetos eslavos antiguos, el glago lítico y el cirílico, derivados, respectiva­
m ente, de la m inúscula y la uncial griegas. E l ú ltim o es el usado hoy para
notar, con algún retoque, la m ayor parte de las lenguas eslavas.
El alfabeto latino continúa siendo el de las lenguas de la Eu ropa central,
occidental y m eridional, incluidas algunas eslavas.
H a y, pues, un gran corte entre las escrituras derivadas de la de los grie ­
gos y las asiáticas. Sobre todo las de la cultura del Indo, las cun eiform es, la
jeroglífica y otras de E gipto, y otras usadas por los pueblos sem itas o d eri­
vadas de ellas en la India. L o s griegos dieron un gran salto en la escritura, a
partir de ese origen sem ítico, fenicio más concretam ente, del que he habla­
do, y del alfabeto grieg o proceden directa o indirectam ente la escritura o
escrituras europeas. O tros intentos, com o la escritura ogám ica del irlandés
y la de las runas germ ánicas, qu edaron obliterados.
Es, pues, el alfabeto grieg o un verdadero signo de identidad de Europa,
aun qu e derive de una raíz no europea. Frente a él existen diversas escritu­
ras, varias acabo de m encionarlas, y hay creaciones paralelas en C h in a , en­
tre los m ayas, etc.
2. I^)s griegos proporcionaron el m odelo de los géneros literarios europeos.
N o es el m om ento de hacer balance de lo que conservaron de las culturas
anteriores, el caso es que la epopeya de tipo hom érico, la lírica, el teatro, el
tratad o c ien tífico , la historia crítica, la oratoria, la n ovela y tantos otros
gén eros literarios de los griegos siguen vivos. L legado s a través del latín
an tigu o o introducidos en fecha m edieval o renaciente o posterior, siguen
siendo de factura griega. L o m ism o ocurre con las continuaciones de estos
géneros en diversos pueblos del m undo.
D irecta o indirectam ente los griegos han con form ado nuestra literatura
y nuestra ciencia, aunque estas hayan crecido, tantas veces, en lucha con
ellos. Y la literatura y la ciencia son tam bién lengua. H ay, en lo fun dam en ­
tal, unidad frente a otras culturas. Y sin la difusión de elem entos lingüísti­
cos a los que aludiré, toda esta literatura occidental no habría sido posible.
3. Sobre todo: el léxico culto europeo es de origen griego, llegado a
nuestras lenguas por varias vías. Y de origen grieg o de diversas fechas,
pues en la Edad H elenística creció un nuevo g rieg o cultural y científico,
ιο8 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

después se añadió el léxico cristiano, lu ego todo llegó a través del latín de
diferentes épocas y niveles o bien, más tarde, de B izan cio. M ás adelante se
tom ó, m uchas veces, directam ente del g rieg o antiguo, o bien se calcó d e él.
C on vien e estudiar las vías de difusión del léxico griego, porque sin él y
sus derivaciones, factor de unidad de nuestras lenguas, la cultura europea
no habría podido existir. Este léxico nos separa profundam ente de otras di­
versas culturas del m undo; aunque hoy está p enetrando en todas.
N o se trata solo d e la herencia recibida por las lenguas europeas, in clu i­
do el griego m odern o, del griego an tiguo y de la recibida por las lenguas
románicas del latín (a veces se trata de palabras griegas que «viajaron» a tra­
vés del latín). Y ello, com o ya se ha dich o páginas atrás, por un fenóm eno
de difusión cultural qu e no solo no ha dism in uid o, sino qu e ha crecido con
los siglos, y sigue creciendo.
Insisto en qu e al hablar de léxico no hay que pensar solo en palabras
completas. Los elem entos form ativos (iniciales y finales) de nuestras lenguas
y sus sistemas de derivación y composición son, sobre una base indoeuropea,
fun dam entalm en te g riegos y latinos. D aré datos sobre esto.
4. L a sintaxis de la oración com puesta es una herencia, sobre todo, de
sus desarrollos en los prosistas griegos, incluidos los oradores, todos ellos
im itados en no escasa m edida en latín. H a sido el m odelo de la prosa de to­
das las lenguas europeas. N o son com parables, por ejem plo, la prosa del
sánscrito o la del chino. Y no se trata solo de la sintaxis de la oración com ­
puesta, sino de la sintaxis en general.
5. El latín siguió siendo, tras la A n tigü ed ad , la lengua culta de Europa;
prim ero sola, luego acom pañada de otras. A l menos así fue hasta el siglo x vm .
Y es qu e ha habido tres latines: el v u lg a r o hablado, del qu e surgieron las
lenguas rom ances y qu e tam bién in flu yó en otras más; el m edieval, qu e in ­
cluía una m ín im a literatura antigua y literatura cristiana, y que sum inistró
constantem ente m odelos y sirvió para la adm inistración; y el latín clásico,
descubierto grad ualm ente, pero sobre todo tras el siglo xv, y q u e fue esen­
cial en la enseñanza y la literatura de Europa.
6. Y hubo, en la E d ad M edia, dos griegos: la lengua «pura» o katharé-
vasa, con tin uadora de la k oin é literaria y que fue un veh ícu lo de trasm i­
sión de la cu ltu ra antigua y cristiana, tam bién la len gu a oficial del Estado,
y la «popular» o áimotikí, lengua oral derivada de la kpiné pop u lar y rara­
Introducción ________________ 109

m en te escrita pero que su m in istró el m odelo principal para el g rieg o m o­


dern o, veh ícu lo a su v e z de la entrada en la G re cia m oderna de la nueva
cultu ra europea.
Estos son rasgos com unes de las lenguas europeas qu e varían con el
tiem po y los lugares, pero existen y son im portantes en cada caso.
H ay que añadir elem entos de com unidad qu e nuestras lenguas han ex­
traído unas de otras. A veces son, en ú ltim o origen , griegos y latinos. Por
supuesto, en la m edida en qu e sea se han «contagiado» a las lenguas no in­
doeuropeas de Europa.
T o d o este in flu jo, tam bién en la form ación de palabras y añadid o al de
la sintaxis y la literatura, sí que ha qu edad o reservado a Europa: no atrave­
só hasta tarde, en general, las fronteras de la m ism a.
Este es el tem a qu e deberem os estudiar con m ayor detalle en este libro.
2
H IS T O R IA D E L A S L E N G U A S Y L O S D IA L E C T O S
IN D O E U R O P E O S D E E U R O P A

P A N O R A M A L IN G Ü IS T IC O A C T U A L DE E U R O P A

Pienso que es preferible, para trazar un esquem a de la historia de las len­


guas indoeuropeas de E uropa, presentar en prim er térm ino el catálogo de
las actuales: luego verem os su evolución, desde allí donde las dejam os
cuando los indoeuropeos penetraron en E u ropa hasta hoy. Insistiendo en
que ramas antiguas del indoeuropeo, llegadas a E u ropa en el qu in to m ile­
nio antes de C risto , han dejad o huella solo en la toponim ia. Y en que gran ­
des fam ilias indoeuropeas que conocem os en los albores de la historia y al­
gunas de las cuales han llegado hasta nosotros, no crecieron en Europa
hasta el segundo m ilenio antes de C risto, algunas (la III A , la del griego y el
tracio); y hasta el prim ero, o poco antes o después, las demás.
Pero hoy continúan vivas la m ayor parte de estas lenguas: las fam ilias
grieg a, eslava, báltica, germ án ica, latina, celta, iliria (si de ella viene el alba-
nés). O tras desaparecieron. Y estas m ism as fam ilias han visto reducido el
elenco de las lenguas qu e perviven y han m o dificado su im plantación geo­
gráfica. D e esto hablarem os más adelante.
T o d a s han sufrido ciertas evoluciones com unes, las del IE I V , qu e ya he
com entado, y otras diferenciales, com o la satem ización, que une al báltico
y al eslavo con lenguas indoeuropeas de A sia. Y a hem os visto algunas rela­
ciones que pueden retrotraerse a los tiem pos en qu e tribus iranias acam pa­
ban por U cran ia y A sia M enor.
Sin em bargo, la verdad es que el tipo in doeuropeo que ha qu edad o
com o predom inante, sin carecer de innovaciones particulares, sobre todo
en la fonética, es bastante uniform e. H a y diferencias entre las fam ilias y las
lenguas en la m orfología: arcaísm os e innovaciones más o menos d ifun d i-

111
112 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

das, pero no excesivam ente grandes. E l «aire de fam ilia» del qu e he habla­
do se reconoce fácilm ente. U n a afirm ación com o la de M eillet1 de que
nada puede haber m ás alejado qu e el inglés del tipo indoeuropeo es exage­
rada. C o n algun as excepciones y recortes form ales, el sistema de sus cate­
gorías y funciones es indoeuropeo.
El hecho es que, pese a todo, qu eda un elenco im portan te de lenguas
indoeuropeas en Europa. G ran d es lenguas y pequeñas lenguas, tam bién
dialectos. L en gu as que son oficiales y otras que son cooficiales, más una
am plia colección de lenguas y dialectos qu e no son ni lo uno ni lo otro.
A u n q u e con ven dría notar que la diferencia entre lengua y dialecto no es
tanto lingüística com o sociológica. Se habla de lengua, preferentem ente,
cuando los hablantes la sienten com o diferenciada de otras y propia, com o
reconocida social y hasta políticam ente, regu larizada, poseedora de una li­
teratura y de fronteras fijas y claras. A veces se habla, cuando faltan a lg u ­
nos de esos rasgos, de dialecto o de variante.
V o y a dar un breve catálogo de las lenguas actualm ente vivas en Europa
(algunas, por obra de la colonización o em igración, tam bién fuera de ella).
Es preferible proceder por grupos. M e lim ito a enum erar las lenguas y los
dialectos vivos m ás im portantes,2 sobre su historia se hablará más tarde.

1. Grupo helénico. Griego


E l actual es una lengua unitaria, procedente de la antigua %oiné de fe­
cha helenística y rom ana y de variantes de la m ism a en época bizantina.
Posee dialectos con im plantación escasa. T ra s la liberación en 1830, hubo
un proceso de unificación lingüística, en torno al grieg o popular y dem óti-
c o y con añadido de form as «puras» o cultas.3
Y a he hablado de ello.

2. Grupo romance, procedente del latín


a) En Italia, el italiano, d erivado del florentino, un dialecto latino co
escasos elem entos de los germ an os (ostrogodos, lom bardos, francos) qu e
ocuparon parte de la península. Es la lengua oficial de Italia. Posee num e­
rosos dialectos, com o el napolitano, el véneto, el piam ontés, etc. L a difusión
del italiano com o lengua com ú n ha sido lenta y difícil, no ha culm in ado
hasta el siglo xx. Pero tam bién hay una lengua rom ánica cooficial en C e r-
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa üi

deña, el corso, m u y diferente. Y otro gru p o tam bién diferente, el del reto-
rrom ance, al que pertenece el friulan o, en el A lto A d ig io .
b) En España, el castellano o español, lengua oficial, procedente del latín
de la antigua C astilla. Se d ifun d ió desde pronto desde su lugar de origen.
Pero son lenguas cooficiales en sus respectivas regiones el catalán (del que
derivan variantes, consideradas com o lenguas propias, en Valencia y B alea­
res) y el gallego. E l español, de todos m odos, adem ás de lengua oficial, es
lengua com ún en todo el Estado, incluso para aquellos que tienen otra len­
gua m aterna. H ay luego lenguas o dialectos m u y m inoritarios, com o el as­
turiano, el leonés y el aragonés, que en tiempos fueron im portantes.
A p arte, vive el aranés, y hay una variante m edieval del castellano que es
el judeoespañol, hablado en M arruecos, Israel, T u rq u ía y otros lugares de
la diaspora judía. Se perdió, en cam bio, el m ozárabe. Y el elem en to germ á­
nico procedente del g ó tico q u edó m u y reducido en las lenguas posteriores.
c) E n F rancia, la lengua oficial es el francés, procedente del rom ance de
la antigua lle-d e-F ran ce, en definitiva, del latín, con elem entos germ án i­
cos que sobrevivieron a la rom anización de los francos. Se habla tam bién
en B élgica y en zonas lim ítrofes de F rancia. En ella siguen más o menos vi­
vas antiguas lenguas com o el p roven zal y el norm ando. P ero desde el d e­
creto de Francisco I en 1539 haciendo oficial el francés (decreto de V illers-
Cotterets), todas las antiguas lenguas pasaron a ser consideradas com o
dialectos con uso decreciente.
d) E n Portugal, el portugués, lengua oficial, próxim a al gallego, del que se
separó en el siglo xiv. Quedan restos de dialectos españoles, com o el leonés.
e) E n R um ania, el rum ano, lengua oficial. Se m an tuvo la lengua latina
incluso después de la retirada de los rom anos en 216 (T ra jan o había ocu p a­
do la D acia en el 106).
C ab e señalar la tendencia a hacer coincidir las fronteras políticas de las
grandes naciones con una lengua oficial. Pero nunca ha culm in ado, esas
lenguas com parten a veces su d om in io con diversas lenguas y dialectos. Y
varias de ellas se han d ifu n d id o am pliam ente fuera de Europa.

3. Grupo germánico
a) E l inglés, lengua oficial en Inglaterra e Irland a, cooficial en otros lu­
gares. E s el resultado de un largo proceso de fusión de dialectos germ án i-
" 4 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

eos, com o los de los anglos, sajones, jutos y frisones (entrados desde el 449,
tras la retirada rom ana) y del in flu jo rom ánico de) n orm an d o (ya en el si­
glo x). Reintrodujo elementos latinos que habían sido desplazados junto con
el latín cuando se produ jo la retirada de los rom anos de Inglaterra en el 410.
b) El alem án, lengua oficial en A lem ania, A u stria y S u iza , y oficial re­
gional en Italia (A lto A d ig io y T iro l del S u r ), en D in am arca (junto con el
danés) y en B élgica (Saint-V ith y Eupen).
E s un d erivado del antiguo gru p o del alto alem án, qu e a d q u irió form a
literaria con L u tero , en el siglo x v i, y ha ido desplazan do poco a poco los
dialectos.
c) E l neerlandés, lengua oficial en H o lan da y en parte de B élgica, con el
nom bre de flam enco. Es una derivación del dialecto bajo alem án (tam bién
hablado en zonas de A lem ania).
d) E l luxem b urgués, lengua oficial en L u x em b u rg o (con el francés).
U na variante más del bajo alem án.
e) Eli danés, lengua oficial en D in am arca (junto con el alem án). Está es­
trecham ente u nid o a las lenguas de N o ru eg a, Suecia, Islandia y las islas
F eroe, form an un gru p o lingüístico propio dentro del germ ánico.

4. Grupo céltico
a) E l irlandés, oficial con el inglés en Irlanda. Se añaden el gaélico de
Escocia y el m anés de la isla de M an, pero con escaso n úm ero de hablantes
hoy día, com o todas las lenguas célticas, sustituidas ya por las germ ánicas,
ya por las románicas.
b) E l galés, oficial en el País de G ales (con el inglés).
c) F.1 bretón, en la Bretaña francesa, procedente de celtas venidos de la
G ran Bretaña, no del celta antiguo.

5. Grupo eslavo
Procede de pueblos que llegaron a Europa orienta! ya en el prim er m ile­
nio antes de Cristo. Se expandieron hacia el oeste y el sur, chocando con grie­
gos y germ anos (con quienes com partieron algunas isoglosas). Se divide en:
a) El eslavo oriental: ruso, bielorruso y u craniano, lenguas oficiales en
los respectivos países. T am b ién el sorabo superior e in ferio r en pequeñas
regiones de A lem an ia oriental.
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa

b) E l eslavo occidental: polaco, checo y eslovaco.


c) E l eslavo m eridional: el búlgaro, el serbocroata y el eslovenio.

6. Grupo báltico
F orm aba la retaguardia de las invasiones del gru p o eslavo y tenía estre­
cho contacto con él.
H o y se hablan solam ente el letón y el lituano. S u extensión hacia el oes­
te era m ayor, el an tiguo prusiano fue sustituido por el germ ánico; en el este
se encuentran huellas bálticas com o substrato del ruso.

7. Albanés, se piensa que descendiente del ilirio


Las lenguas indoeuropeas han qu edad o reducidas a los grupos m en cio­
nados, entre los cuales tienen una población y extensión reducida el celta,
el báltico y el albanés. L os gran des grupos son, pues, los del rom ánico, el
germ án ico y el eslavo; dentro de ellos las grandes lenguas dom inantes en
cuanto a hablantes, extensión territorial e in flu jo cultu ral son el italiano, el
español, el francés, el inglés, el alem án y el ruso. S on im portantes tam bién
el catalán, el portugués, el rum ano, el neerlandés, el danés, el polaco, el che­
co, el búlgaro, el serbocroata, el letón, el lituano y el albanés, dentro de áreas
más reducidas. H ay, luego, una m ultiplicidad de dialectos y variantes.
T odas estas lenguas, procedentes del IE III B, tienen algunas conexiones
internas de origen antiguo. Recordem os que del IF. I I I A solo subsiste en Eu ro­
pa el griego. Sigue siendo relevante políticamente, sobre todo culturalmente.

U N P R IM E R B O CE T O H IST Ó R IC O

I-as lenguas y los dialectos que hem os presentado son com o puntas de un
gran iceberg: el de las lenguas indoeuropeas qu e entraron en Europa,
com o he dicho, desde en torno al 2500 a. C . y que se im pusieron a las más
antiguas com o el «antiguo europeo» y, q u izá, el pelásgico.
A veces representan fragm entos de la evolución dialectal de los grandes
grupos: el griego es, com o hem os visto, una especialización o derivado dia­
lectal den tro del IE III A , el politem ático, del qu e otras derivaciones son el
tracio, el frigio, el arm enio y el indoiranio. Y a sabem os qu e el latín, el esla­
Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

vo, el báltico, el germ án ico, etc. son derivaciones de edades diferentes y con
localizacion es geográficas diferentes del IE III B, el qu e tun día en un solo
terna de pretérito los antiguos temas de perfecto, im perfecto y aoristo.
C u a n d o hablo de latín, eslavo, etc., hablo de «lenguas com unes». E n un
principio, eran dialectos que se crearon dentro del in doeuropeo y que, a su
vez, se fragm entaron en dialectos, y estos, a su v ez, en otros dialectos y le n ­
guas. A lgu n as de estas lenguas se d ifu n d ieron extraordin ariam en te por ra­
zones culturales e históricas, com o las de la prim era serie m encionada arri-
ba. la del italiano, el castellano, el francés, el inglés, el alem án y el ruso.
O tras han su frido avatares diferentes.
L a evolución histórica, cultu ral y política ha hecho, efectivam ente, que
algunas de estas lenguas derivadas hayan crecido extraord in ariam en te en
su im portancia política, cultu ral y dem ográfica. O tras han q u edad o en lí­
mites m ás reducidos, otras todavía tienen tan solo una im portan cia local.
P o r últim o, otras se han perdido en diferentes m om entos p or causa d e la
expansión de las lenguas que se convirtieron en dom inantes.
T o d o esto merece un estudio histórico, aunque sea de tipo general. T ie ­
ne q u e co m en zar por las grandes líneas de fractura del in doeuropeo (tema
estudiado páginas atrás) y seguir luego con las fracturas dentro de Europa: es­
tudio de las características de los grupos, su localización inicial, su trayecto
posterior. M e refiero a qu e las «lenguas com unes» latina, eslava, g e rm án i­
ca, etc., deben ser definidas desde estos puntos de vista, así com o sus descen­
dientes principales, ya reseñados. T am b ié n debe estudiarse la historia de
las diversas lenguas descendientes de cada «lengua com ú n », ya he ofrecido
un breve catálogo de ellas.
L a creación de lenguas com unes a partir del in doeuropeo III (A y B) no
es sino una nueva fase de la evolución de la lengua indoeuropea: una serie
d e innovaciones y elecciones crearon el IE II, m onotem ático (del qu e a su
v ez derivaron las lenguas anatolias, m ediante innovaciones y elecciones
también); y de él, el IE III A y B, politernáticos, que pueden conservar,
com o arcaísm os, verbos m onotem áticos, com o se ha ejem plificado.
D e u no y otro indoeuropeo vienen así las diferentes «lenguas com unes»
a las qu e he hecho referencia, qu e. a su v ez, crearon lenguas derivadas, a su
v ez fragm entad as en otras. P o r ejem plo, el «griego com ún» creó el grieg o
oriental y occidental; el prim ero a su v ez creó el jónico, el cólico, etc.; el se­
Historia de tas lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa 121

gu n do, el dórico. H ay diversos dialectos dentro de estos grupos. L u e g o si­


gu ió un proceso de unificación sobre la base del ático, continuado por la
kfiiné. Por su parte, el eslavo creó los grupos oriental, occidental y m erid io­
nal, que produjeron, cada uno, las lenguas qu e sabemos.
Este esquem a, que crearon los más antiguos indoeuropeístas, debe sin
em bargo ser refinado. La evolución lingüística que origin ó estas «lenguas
com unes» y diversas lenguas a partir de cada una de ellas procedió por la
creación de isoglosas, sean innovaciones o elecciones: incluso se añadía
la conservación, á veces, de arcaísm os.4 Estas isoglosas ocupaban un espa­
cio lingüístico determ inado y tendían a coin cid ir, creando así una nueva
·· lengua com ún ». P ero no siem pre coincidían exactam ente.
P or ejem plo, hay rasgos del eslavo y del báltico que tam bién com parte
el indoiranio, co m o la sa ta n izació n . H ay rasgos del báltico que se extien ­
den al germ ánico, com o la confusión de a y o en a. H ay coincidencias entre
el latín y el itálico o entre am bos y el celta que han llevado a algun os a p ro­
poner un an tiguo grup o italoeelta. H ay rasgos que atraviesan determ ina­
das fronteras, com o algunos del eslavo, el báltico y el germ án ico (p. ej., en
la declinación, los casos oblicuos con -™) o en algún dialecto griego y germ á­
nico (como la vocalización de las líquidas con o o u en cólico y germ ánico).
L as fronteras entre las *ien guas com unes» y entre las lenguas de ellas
derivadas solo progresivam ente se han cerrado, quedan a veces arcaísm os
de am p lia difusión; secundariam ente algunas isoglosas las han atravesado.
Las isoglosas son de diferente cron ología, y qu edan den tro de un grup o o
una lengua variantes diversas. U n a «lengua com ún», antigua o m oderna,
no refleja una unidad absoluta, solo un predom inio de ciertos rasgos, que a
veces no llegan a toda ella, a veces la rebasan. H e escrito sobre esto en tér­
m in os generales.1 Y , m ás en detalle, sobre, por ejem plo, el grieg o ,” el sáns­
crito,' el báltico y el eslavo,'
E sto sé repite cuando una lengua se diferencia a través d é diversos esca­
lones, los dialectos griegos o los eslavos o cualesquiera otros. Las coin ci­
dencias entre las lenguas o los dialectos derivados pueden venir de anti­
guas lenguas com unes interm edias o de influjos secundarios.
Pero volvam os al detalle. F.I hecho es que se pueden describir los rasgos
fundam entales de las principales «lenguas comunes» indoeuropeas de E u ro­
pa: p u ed en verse, p or e jem p lo , en varias obras ya citadas y en otras m ás.5
I I ti Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

E s un term m u y estudiado. A lg u n o s rasgos rebasan un grupo , otros se re­


fieren a los subgrupos del m ism o.
Por ejem plo, del germ án ico es propia la prim era m utación consonanti­
ca (d > t ,p > f j b h > b. cf, ingl, ten de ~dek,father de *pater, got. baíran de
*bhéro, etc.), pero el gru p o del alro alem án tiene una segunda m utación: las
nuevas consonantes germ ánicas evolucionan, por ejem plo, de form a que t
da z (al. zehn ‘d ie z’), k da ch (cf. in gl. boo\ 'libro' y al. B u ch ), etc. O , dentro
del celta, hay el grup o que ha convertido la ktv indoeuropea e n p {^¡{winque
‘cin co’ > galés pump) y el que la ha hecho evolucionar a f( (irl. cúig). O , d en ­
tro del eslavo, el búlgaro casi ha elim inado la flexión nom inal y pronom inal.
Sem ejantes diferencias se encuentran entre las lenguas románicas; hay in­
num erables discusiones, por ejem plo, sobre la posición dialectal del catalán.
Esto, dentro del IE III B.
Y . den tro del m odelo anterior, el ΙΕ 1 Π A , se dan diferencias p ro fu n ­
das entre los dialectos griegos antiguos. Por otra parte, existen isoglosas
que, com o he dicho, atraviesan dos «lenguas com unes» o dos dialectos y
aparecen, p or eiem p lo, en g rieg o an tigu o o algu n o de sus dialectos y en
germ án ico y otras lenguas.
Las lenguas com un es se han ido creando grad ualm ente y se han escin­
dido históricam ente tam bién de form a paulatina, sin fronteras absoluta­
mente tajantes. Estas se han creado, en m uchas ocasiones, cuando ha habido
unificaciones por causa de hechos culturales y políticos v cuando las lenguas
se han desplazado, por causa de guerras o anexiones políticas, y se han en­
con trado con otras: el castellano con el francés, por ejem plo.
L as lenguas indoeuropeas de E u rop a, qu iero decir, las que entran d en ­
tro del panoram a que tiene todavía trascendencia para nuestras lenguas de
hoy (dejo de lado las anteriores de! «antiguo europeo») nos son conocidas
en fechas diferentes: cuando han sido escritas y estos testim onios escritos,
han llegado a nosotros. D e esto hay que decir aq u í algo, y tam bién de la lo­
calizació n d e las m ism as a lo largo del tiem po.
M e parece oportuno repetir el esquema, antes publicado por mí, que dibu­
ja las dos hordas indoeuropeas qu e, en fechas diferentes desde el 2500 a. C ,,
invadieron Europa. U na es la m eridional: su cabeza, bordeando el m ar
N e g r o y entrando por él sur de los C árpatos, trajo a Eu ropa ei I racio (luego
perdido) y el griego, qu izá tam bién el frigio y el arm en io, pasados secun­
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa 119

dariam ente a A sia. Su «cola» o ram a oriental es la que penetró, a través de


la llanura de G organ , al este del C asp io, en Irán y la India, transportó allí el
indoiranio. Esta horda m eridion al es la del IE [II A , tantas veces m en cio­
nado, que lu ego descendió al M ed iterrán eo, por un lado, y a Irán y la India,
por otro.
S u m o vim ien to hacia el oeste, después hacia el sur, debió de ser bastan­
te anterior al año 2000. Su cabeza estaba form ad a por los antecesores de los
griegos, que pudieron entrar en contacto, en algún m om ento, con la cola
de ía horda, septentrional, la del IE III B, que penetró p or el norte de los
C árp atos y p rodu jo (aparte del toca rio, que se desvió hacia el este) el bálti­
co, el eslavo, el germ án ico, el celta, el latín y el itálico, que.se dirigieron ha­
cia el oeste y, algunos, lu ego, hacia el sur, hacia las tres penínsulas europeas.
L os contactos entre las dos hordas se reflejan en rasgos com unes al griego y
las lenguas germ ánicas, eslavas, etc. y en otrtis com unes al indoiranio y el
báltico y el eslavo. A algunas he hecho ya referencia en otros lu gares."
Esta segunda horda, la septentrional o III 15 , p rodujo las principales
«lenguas com unes» europeas de las que he ven ido hablando. L os rasgos
lingüísticos com unes de unas y otras y su propia posición geográfica certi­
fican que esta horda, sin du da en varias tases, traía pueblos cuyas lenguas
indoeuropeas fueron cristalizan do sucesivam ente ya dentro de Europa: en
cabeza el latín y el itálico (que bajaron a Italia), luego el celta (que ocupó
en un m om ento todo el centro de Europa), seguía el germ án ico (en el sur
d e Suecia, Judandia y la costa del Báltico), lu ego el eslavo, en la cola el bál­
tico (aparte del tocario que, ya se sabe, se desvió en dirección contraria). En
a lgú n lugar in term edio se encontraban los creadores del ilirio, que, com o
el latín, el itálico y el celta, se d irigió en algú n m om en to hacia el sur; de
ellos salió, sé cree, el albanés.
Esta es la segunda línea invasora de mi esquem a, la septentrional, com o
digo, que sim plifico, evidentem ente, en cuanto a techas {más recientes que
la prim era línea) y geografía. Y que supone, sin duda, invasiones acaecidas a
finales del segundo m ilenio e incluso a com ienzos del prim ero. En con tra­
ban estos pueblos en E uropa, sin du da, lenguas diversas procedentes de las
grandes invasiones desde el quinto milenio: aquellas a las que hem os atri­
buido el «antiguo europeo» y qu izá el pelásgico. Q u izá , tam bién, lenguas
no indoeuropeas: pueblos de origen diverso se unían en estos m ovim ientos.
IN V A S IO N E S IN D O E U R O P E A S
(desde c. 250üd.C ,)

Diagrama de la expansión y relaciones de las lenguas indoeuropeas


Historia de ¡as lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa Ι2 Ί

N o hav que concebir las grandes «lenguas com unes» indoeuropeas de


las que ven go hablando com o un continuum, sino com o cristalizaciones
acaecidas en lugares más bien lim itados, com o «m anchas» en un m apa de
Europa., que luego se extendieron v corrieron en diversas direcciones, so­
breponiéndose, a veces, unas a otras. En principio, hay que situar una de
estas m anchas, la celta, en la zona de B aviera, S uiza y B ohem ia, entre el si­
glo v n i y ei v a. C .; otra, la germ án ica, en Suecia y la costa báltica, ya hacia
los siglos ix v v iii a. C.; latinos e itálicos estarían al sur de los celtas, en los
aledaños de los A lp es, hacia el año iooo.
En cuanto a los eslavos, solo a com ienzos de nuestra era em pezaron a
m overse hacia Europa, antes debían de estar situados entre el V ístu la y el
D n iep er. L u ego , desde el siglo vt d. C . tuvieron lu gar las grandes invasio­
nes, que dejaron dialectos al norte de los C árpatos, más tarde los atravesa­
ron hacia el sur, ocu pan do B u lgaria y bajando al norte de G recia. M ás tar­
de los eslavos se expandieron en varias direcciones, chocando, al oeste, con
los germ anos. Por el este, venían detrás de ellos los bálticos, hoy reducidos
a m ínim os. Parte de la to p on im ia rusa es báltica, y una lengua báltica se ha­
bló en Prusia hasta el siglo x vm .
Esté es un esquem a que liábría.que am pliar para colocar en él a los tí a-
cios, los ilirios, los venétioos, los mesapios. P ero la idea es clara: hubo crea­
ción de nuevos dialectos en territorios restringidos, luego invasiones suce­
sivas que llevaron a los celtas hasta el norte de Italia y el centro de España y
a todo el oeste, incluidas las islas Británicas; a los germ an os, m ás tarde, én
diversas direcciones hacia el oeste y el sur, a costa de celtas y romanos:
H u bo el em p u je, finalm en te, de los eslavos y bálticos desde el este. T o d o el
substrato in doeuropeo procedente de invasiones más antiguas desapareció,
d ejan d o restos, tan solo, en la toponim ia y en préstam os léxicos.

H I S T O R I A DE L A S P R I N C I P A L E S L E N G U A S . C O M U N E S

GR [ECO

Por supuesto, la lengua indoeuropea más antigua de Europa, de entre


aquellas a las que m e estoy refirien d o y que pertenecen al contexto que es­
122 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

tam os estudiando, es el griego. N o m e refiero ahora al punto ya tratado y


del que m e ocuparé m ás adelante en detalle, el d e su in flu jo en las dem ás
lenguas indoeuropeas (y no indoeuropeas) de E u ro pa. M e refiero a su lie-
gada a Eu rop a y a su historia interna. A lg o que he tratado detenidam ente
en m i Historia de la lengua griega.'
L a opinión más am pliam ente sostenida es que hubo en los Balcanes un
griego com ún em parentado con las otras ramas del IE III A ya mencionadas
y, posiblemente, escindido internam ente. H acia el 2000 a. C . penetró en G re ­
cia una de sus ramas, el griego orienta!, de! que surgieron luego un dialecto
literario, el aqueo épico tie H om ero (que conocem os por su redacción en el
siglo v iii ), y uno burocrático, el m icénico, qu e las tablillas descifradas en 195}
nos han revelado.12 Y , más tarde, los dialectos jónicos y eólicos, que conoce­
mos por las inscripciones y la literatura, a partir del siglo v n a. C ., además del
arcadiochipriota, conocido solo epigráficam ente. H acia el año lo o o llegaron
los dialectos dóricos, más arcaizantes, luego escindidos a su v e z .''
N o p uedo escribir a q u í la com plicada historia de estos dialectos, ni su
difusión por las varias costas del M editerráneo, de A sia M enor a Sicilia, a
Italia, M assalia e Iberia.
L o im portante es que el grieg o que in flu yó en las lenguas posteriores de
E u ro p a es, fun dam entalm en te, un dialecto u nificado qu e se creó sobre la
base del ático, pero con algunos otros elem entos. Es la llam ada \oiné, que,
por otra parte, con diferentes variantes, fu e la lengua oficial de la m itad
oriental del Im perio rom ano y, lu ego, de Bizancio. Princip alm ente, com o
lengua culta o katharévousa;14 la versión popular o áim otikí está m enos d o ­
cum entada en fecha antigua y bizantina.
D e la kpiné viene el grieg o m oderno: de la variante «popular», con al­
gu n os elem entos de la lengua m ás culta.
E l g rie g o m o dern o no procede, pues, com o las otras lenguas de Europa,
de un an tiguo dialecto, luego lengua, d erivado de una «lengua com ún» in­
doeuropea: caso del español, el alem án o el ruso, por ejem plo. N o: el g rie ­
go, escindido desde el com ien zo en dialectos, fue unificándose poco a poco
y la lengua unificada resultante, que culm in ó en el ático y la \oiné,"5 es la
que atravesó los siglos. C ie rto que, a su v ez, de ella d erivan variantes pop u ­
lares y cultas, com o he dicho, y otras geográficas, que han tenido escasa d i­
fusión e im plantación en G recia. L a lengua u nificada de la época bizantina
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa 123

es la base del g r ie g o m oderno, tras el reconocim iento internacional de la


independencia de G re cia en 1830. C o n la variante dirrtolikí principalm ente,
com o he señalado tam bién.
F un d am en talm ente, la kpiné fue difun d ida por los m acedonios cuando,
a partir de F ilip o y A lejan d ro , lin d a ro n la unificación de G recia y de parte
de O rien te. E s un derivado del ático y representa su triun fo cultural, allí
don de, m ilitarm ente, A ten as había perdido todas las guerras.
E l in flu jo del griego en las lenguas europeas, en cam bio, procede de
m u y diversas fases del m ismo: de la kpiné de fecha helenística y rom ana y, a
veces, del g rieg o m ás antiguo, com o el jónico de los m édicos y el ático de
oradores y filósofos. & un te m a q u e estudiarem os más adelante.
El griego desem peña, pues, dentro de la historia lingüística de Europa,
un papel m uy especial. Previam en te, el alfabeto griego se había exten dido
por todo el M editerráneo, de A sia M enor a Italia, Sicilia é Iberia. Y ia len­
gu a griega había acabado por sustituir a lenguas diversas en A sía, en Sici­
lia, en M arsella, en colonias por casi todo el M editerráneo, A u n q u e en A sia
y Egipto tuvo que luchar con lenguas semíticas com o eí aranieo y el siriaco y
con el cgipcio m ism o, en la E dad M edia con el b ú lgaro y el árabe.

L A T Í N Y LE NGU AS ROM ÁNICAS

La historia del latín es diferente. En tiem pos se consideraba descendiente


de una «lengua com ún» tie la que tam bién ven drían las llam adas lenguas
itálicas, oseo y um bro; hoy m ás bien se piensa que no, que eran ramas indo­
europeas independientes, aun que rasgos com unes sí tienen. E l latín, dia­
lecto del Lacio em parentado con el falisco, estaba ya establecido allí desde el
siglo vili a, C . y está docum entado desde el siglo vi. F ue influido désele pronto
por el etrusco y, más tarde, por el griego. Se extendió por toda Italia, en el
siglo tu, por causa de la conquista rom ana;luego, por todo el imperio.
Es, en definitiva, una variante de una lengua indoeuropea establecida
en el L a c io en el siglo v iu a. C . C o n el tiem po, se fragm en tó creando las
diversas lenguas románicas. Es el típico IE III 13 . con fusión de aoristo y
perfecto, pero con algunas particularidades, com o la fusión de subjuntivo
ν optativo, la creación de un futu ro y un im p erfecto com puestos, de in fluí-
I2 ± Las lengua.·: europeas, su crecimiento y sus relaciones

tivos y participios en cada tem a, e tc ./ ' y arcaísm os com o ¡as desinencias


con -r y la flexión sem item ática, aparte de las innovaciones fonéticas y las
d e una flexión nom ina! am pliada.
E n etecto, tras ser influido tem pranam ente por el etrusco, el latín se hele-
n izó m uy pronto. D e G recia viene una parte im portante de su léxico, de sus
géneros literarios y de su sintaxis y estilo. D e esto hablaré más adelante. Por
otra parte, es del latín llam ado vulgar, el del pueblo en la edad tardía, que in­
corporaba elem entos griegos orales y otros, del que provienen las lenguas ro­
mánicas, que luego fueron recibiendo, siglo a siglo, elem entos cultos tanto la­
tinos com o griegos. D e esto se hablará, tam bién, más adelante.
O tra im portancia tuvo la lengua latina. Y es que d ev o ró innum erables
lenguas. E n Italia y a veces fuera, el etrusco, las lenguas itálicas que he c i­
tado, el ligu r, d lepóntico, el venético y mesapio, el rético, el falisco, el oseo
y el u m bro, lenguas todas indoeuropeas; m uchas lenguas, indoeuropeas y
no, en Sicilia (élim o, sículo, sicano, griego). D e v o ró igu alm en te el celta en
el norte de Italia y en gran parte de Europa. El ibero, además, en Hispania, el
n úm ida y el púnico en A frica . En otros lugares fue im portante com o len­
gua adm inistrativa y m ilitar, aun que no consiguiera convertirse en lengua
única: así en A sía y en Egipto.
D e este m odo, con la expansión del latín hubo una reducción del n ú m e ­
ro de lenguas indoeuropeas en E u ropa, aun qu e con él coexistieron el celta
y el germ án ico, entre otras lenguas.
H ay que insistir en que la historia lingüística de Europa estaba ya, en
cierto m odo, diseñada desde la época de la República y del Im perio romanos,
cuando con el latín convivía el griego y con ambos, pacíficamente o no, al nor­
te y al oeste, convivían lenguas célticas y germ ánicas, y tam bién, más tarde, las
eslavas. D e todos estos pueblos nos han dado noticia los escritores latinos y
los griegos. C ierto que las lenguas celtas y germ ánicas que han llegado hasta
hoy, y por supuesto las eslavas y bálticas, son más recientes. Pero fue desde la
caída del im perio cuando la m ayor parte de estos pueblos adm itieron el alfa­
beto latino (los eslavos el griego) y la im pronta cultural latina y griega.
En realidad, celtas, germ anos y eslavos ocuparon, al principio, enclaves
relativam en te pequeños dentro de un panoram a am p lio de lenguas in­
doeuropeas procedentes de oleadas anteriores y de algunas no indoeuropeas,
com o he dicho. L u e g o , estas nuevas len guas in doeu ropeas se e xp a n d ie­
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Entripa 12<ΐ

ron, y a ello hay que atrib u ir la extinción de lenguas tú in o el tracio, el m a-


eédonio, el geta, el rético y el il i no, deí m ism o m odo que antes el latín ha­
bía hecho desaparecer las lenguas de Italia.
Pero el latín .se fragm entó, es bien sabido. Líneas antes he presentado un
pequeño catálogo de las lenguas rom ances de él derivadas. En otro apartado
insistiré, dentro de ellas, en las que, por circunstancias históricas, han ocu ­
pado, diríam os, el centro de la escena: el italiano (florentino), el francés (len­
gu a de la tle-d e-F ranee) y el español (castellano). Estas lenguas han ten d i­
do a arrinconar a las demás, aunque no siem pre lo han conseguido. A p arte
de las am plias zonas en las que son lenguas propias, en otras son lenguas co­
m unes de vastas naciones en las que se hablan tam bién otras lenguas y dia­
lectos varios. Y han pasado a vastos espacios fuera de Europa.
C o n todo, ya hem os visto que existen otras lenguas rom ances que son
oficiales de algun as naciones, corno el portugués y el rum ano, y otras que,
en todo caso, son im portantes, com o el catalán.
H a habido, pues, tina gran variación desde la antigua situación del Latín
com o lengua de todo el M editerráneo, del occidental en todo caso, y su frag­
m entación posterior, que ha tendido a reducirse con el predom inio de a lgu ­
nas grandes lenguas. En todo caso, el m odelo del latín y de su antigua cultu ­
ra ha persistido, no solo porque las lenguas rom ances conservan huellas
evidentes de todo ello, sino porque periódicam ente el in flu jo uníficador y
cultu rizado r del latín, del que he hablado, se ha impuesto.
E l con jun to de. las lenguas rom ánicas y de las germ ánicas ocupa, como
he dicho, la m itad de E u ropa, al ¡ado de la otra m itad, ocupada por el grie­
g o y las lenguas eslavas. D os m itades que se han in flu id o recíprocam ente,
añadiéndose este in flu jo al que viene de la A n tig ü ed ad griega y latina y al
que, den tro d e estas ríos m itades, ejercía el sur rom ano y g rieg o sobre el
norte rom ánico, germ án ico y eslavo, y ejercía todo el con jun to sobre a lgu ­
nas lenguas m arginales que quedaban.

LE N G U A S CELTAS

E n el siglo ni a. C . los celtas, que ahora están reducidos a una situación peri­
férica, ocupaban todo el oeste y centro de Europa, desde Irlanda y G ran B re­
Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

taña a Bohem ia, pasando por Francia, casi toda A lem ania, el norte de Italia y
España, salvo la costa mediterránea. E n A sia M enor se im plantaron los gála-
tas. T o d o esto representa lina gran expansión a partir de la patria original,
que se sitúa en una zona que va del este de Francia a Suiza, Baviera y B ohe­
mia. Y ello en las épocas de H allstatt y L a T én e, entre los siglos vin y v a. C .
E n orm e expansión fue, pues, la de los celtas a partir de esa patria o rig i­
nal.' H an dejado abundantes huellas toponím icas y de préstam os léxicos.
D espués v in o su progresiva decadencia. O cu p aro n R om a en el 390 a. C .,
pero luego la G alia C isalpin a, esto es, el norte de Italia, fue conquistada por
los rom anos. Y C ésa r h izo lo propio con las G alias en el siglo r a .C . En ese
m om ento, los celtas sufrían las ofensivas de los germ an os, ofensivas que
continuaron cuand o, ya en el siglo v d. C ., al retirarse los rom anos, los an­
glosajones ocuparon Inglaterra. M ás tarde llegaron a esta isla los frisones y
los daneses, entre otros germ anos.
L as lenguas celtas han qu edad o reducidas, com o he dicho, al extrem o
occidente, en G ales, Escocia e Irlanda, don de hoy son m inoritarias, y a la
Bretaña francesa (adonde los celtas pasaron desde Inglaterra).
P ero los celtas fueron im portantes para la cultura europea. C onocem os
bastante bien el celtíbero y el galo de antes de la conquista rom ana gracias a
inscripciones ya en alfabeto griego, ya en alfabetos o sem ialfabetos de origen
griego o ten icio. Introdujeron luego los celtas, en Irlanda, desde el siglo v d . C .,
el alfabeto latino para escribir prim ero glosas, después una literatura propia
(antes había existido la escritura llam ada ogámica). Y cristianizaron Inglate­
rra y Escocia desde Irlanda, de donde llegó san C olom ban o, y desde Rom a,
de donde llegó del m onje A gu stín , enviado por G re go rio M agno.
H u b o en la E d ad M edia inicial una im portante cultu ra celto-latino-
cristiana, qu e llevó a la fundación del m onasterio de S ain t-G all en S u iza y
que in flu yó con A lc u in o y otros m on jes en el R en acim iento carolingio
y luego en el conocim iento de los clásicos, incluidos los griegos, en Europa en
general. Scoto Erígena, del siglo íx, es uno de los nom bres más conocidos.
Y , sin em bargo, así com o la gran nación celta en E u ro p a sucum bió
a n te rom anos y germ an os, la nación celta m edieval de las islas Británicas
decayó poco a poco, irrem ed iablem en te, ante los ejércitos y la cu ltu ra de
los anglosajones, que acabaron p or con qu istar E scocia e Irlanda, los casi
últim os bastiones.
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa λ 21

A sí, las lenguas celtas han dejado escasa im pronta en el panoram a lingüís­
tico europeo, salvo préstamos y bastantes topónimos tomados del celta antiguo.
Por ejem plo, entre los préstam os, m uchas veces llegados a través del la-
tin: esp. cerveza, port, cerveja (de cervisia), derivados diversos de cavallu, ca-
panna, bracea,sagú, lancea,alauda, carro, leuca, etc. E n los topónim os son fre­
cuentes term inaciones com o -briga ‘ciudad’ {Mirobriga, Turobria, Cotmbra <
Conimbriga, Bragan^a); -dunun ‘ciudad, fuerte1 (Lyon < Lugdunum, referen­
te al dios L u g; Verdun de Uperdutium); -laño ‘llano’ {Milano < Mediolanum)·,
-rito ‘vado’ (Madrid < Magetoritum ‘vado del cam po’, creo que Botorrita
'vado de las vacas’); y los p r e fijo s ^ ·- ‘victoria’ (en Segovia, Segóbriga, Sisa-
món < Segisama, Sigiiensa < Segontia); nemeto- ‘bosque sagrado' (Nanterre).
Las lenguas celtas eran m orfológicam en te conservadoras, pero su foné­
tica ofrece algunos rasgos originales im portantes. E l celta perdió la p - in­
doeuropea inicial: el IE para es en celta are (así en Aremorica). H ay un debi­
litam iento o lenición de las consonantes: en irl., p or ejem plo, c, t ,g , d, b se
transform an en sordas aspiradas. Y den tro del celta, la kw indoeuropea da
\ en irlandés (ctíig ‘cin co’) ,/> en galés (pump) y bretón. E n la m orfología,
que conservó en an tiguo irlandés los cinco casos, pero perdió grad u alm en ­
te el n eutro y el dual, hay arcaísm os im portantes en el verbo (form as m e­
dio-pasivas con -r, su bju n tivo que deriva directam ente de la raíz), pero
tam bién innovaciones com o varios futuros, la pérdida del optativo, la crea­
ción de una flexión absoluta y una con jun ta.1'
El celta antiguo, el galo y el celtibérico eran m ás arcaizantes todavía,"'

LE N G U A S G E R M Á N ICA S

E l papel protagonista, en la Europa central y occidental, ha pasado a las


lenguas germ ánicas. Y a hem os visto cóm o, en un com ien zo, ocupaban un
lu gar m arginal, en Suecia y en la costa del B áltico desde Jutlandia hasta la
desem bocadura del Vístula. Pero a partir del siglo v m a. C . com enzaron a ex­
pandirse y en el siglo v llegaron, por un lado, al Rin; por otro, ocuparon
toda la llanura de la Baja A lem an ia.
L o s germ anos eran vecinos de los fineses, de los cuales tom aron présta­
mos léxicos. O tros préstam os en lenguas germ ánicas proceden de los cel­
Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

tas. con los cuales pronto entraron en contacto y a los cuales desplazaron,
com o he dicho.
D esde el siglo n d. C . los germ an os nos dejaron las inscripciones llam a­
das rúnicas, que m uestran un germ án ico poco diferenciado. H o y el g e r­
m án ico es d ivid id o por los lingüistas en tres grandes grupos: el occidental,
el septentrional y el oriental. D e n tro de cada uno había lenguas diferencia­
das. Y a en el siglo iv a. C . Piteas de M arsella hablaba de la tribu de los teu ­
tones, situada cerca del m ar del N orte: pertenecían al gru p o occidental.
El germ án ico septentrional es el qu e perm an eció en la península escan­
din ava y D in am arca, prácticam ente en la patria prim itiva; en el oriente se
establecieron los godos, desplazados hacia el sur y luego en varias direccio­
nes; son los qu e hablaban la lengua germ ánica m ejor conocida, gracias a la
traducción de la B iblia del obispo U lfilas, en el siglo iv d. C .
El conocim ien to de los germ an os, sin em bargo, es para nosotros ante­
rior: com ien za con las invasiones de los cim brios y los teutones, germ anos
occidentales, lanzadas contra la G alia e Italia a finales del siglo ii a. C . y ven ci­
das por el cónsul M ario en 102 y 101. C o m e n zó así la larga confrontación
entre rom anos ν germ anos, que con tin uó con la derrota del cónsul V a ro en
el bosque de T eo to b u rgo , en el año 9 d. C ., y con diversos enfrentam ientos
con los germ an os occidentales, a los qu e R om a intentaba con tener con el li­
mes que seguía el R in y el D anubio; los intentos de in vasión hasta el E lba
fracasaron. F u e d efen d id o hasta el final el limes, pese a todo.
Sobre estos germ anos tenem os inform ación relativam ente abundante,
suministrada por Cesar y T ácito. Luego, de entre ellos, fueron a finales del si­
glo n i los francos y los alam anes los qu e cobraron m ayor protagonism o. Los
anglos y otras tribus tam bién occidentales pasaron a G ran Bretaña cuando
d e allí se retiraron los rom anos, en el 410, com o hemos señalado.
Estos germ anos occidentales, de entre los cuales los francos ocuparon la
G alia mientras que otras tribus, que perm anecieron en A lem ania y la costa
del m ar del N orte, crearon el alem án, bajo y alto, se contaron entre los prin­
cipales enem igos de Roma. Pero tam bién los godos, ya mencionados, germ a ­
nos orientales que chocaron con el Im perio de O riente y luego erraron crean­
do reinos en el norte de Italia (ostrogodos) así com o en el reino de T olosa en
Francia y en España (visigodos). A cabarían |v >r ser destruidos todos ellos,
bien por los francos, bien por los árabes, en el caso de los visigodos de Fspaña.
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa [2 9

C o m o se ha dicho, son los godos los prim eros germ anos que adoptaron
la escritura, tom ada de los griegos (aparte de las inscripciones rúnicas ya
m encionadas). M ás tarde los germ an os occidentales de A le m a n ia e Ingla­
terra adoptaron el alfabeto latino.
E n definitiva, m ientras que los germ anos q u e quedaron dentro de las
antiguas fronteras del Im p erio occidental, en Italia, F ran cia e H ispania,
perdieron sus lenguas, adoptan do p rim ero el latín, lu ego lenguas rom an­
ces, los que quedaron fuera de estas fronteras conservaron sus lenguas ge r­
m ánicas, ya d e tipo occidental, ya de tipo nórdico: he dado páginas atrás un
catálogo de estas lenguas. Pero todos se cristianizaron, todos adqu irieron
una cultura qu e, conservando elem entos germ án icos, era fu n d am en tal­
m ente latina y cristiana.
Fueron los francos y los visigodos los prim eros qu e se rom anizaron y
cristianizaron: los francos al cristianism o de N icea (con C lod oveo en el 496,
los visigodos al arrianismo, luego al credo de N icea con Recaredo en el 589).
O tros pueblos germ anos se con virtieron tam bién. Juan de B iclaro fue el
prim er go do que escribió en latín. Y san Isidoro escribió en latín en un m o­
m ento, ya en el siglo v il, en el que en el resto de Europa ya no se escribía en
latín culto.
Sobre el m odelo rom ano crearon reinos y, finalm en te, un im perio: el
rotn an ogerm án ico de C arlo m agn o (coronado en R om a en el año 800) y sus
sucesores. Intentaban así reconstruir el Im perio rom ano."’ Y exp an dir otra
v e z un latín aproxim adam en te clásico, usado desde entonces en la a d m i­
nistración y la literatura.·11
Paralelam ente, en B izan cio las lenguas germ án icas no lograron despla­
za r al griego, pese a los triunfos, en u n m om ento dado, de los godos (bata­
lla de A d n a n ó p o lis en 278 d. C .). T a m p o co lograron im plantar estas len­
gu as los v ikin g os, germ anos nórdicos que, con sus barcos, recorrieron y
asaltaron las costas del A tlán tico y el M ed iterrán eo del siglo ix al xt. In clu ­
so llegaron a Rusia y, en ella, al C aspio y el m ar N e gro . P ero allí don de se
asentaron, en N o rm an d ía , aceptaron un dialecto francés. E n Inglaterra los
daneses invasores fueron asim ilados p or los anglosajones.
A sí, resum iendo, las num erosas tribus germ ánicas que conocem os por
referencias varias 110 dejaron, en general, rasgos lingüísticos que podam os
atribuir a una tribu definida. H a qu edad o un n órdico bastante indíferen -
Γ3° Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

ciado internam ente, así com o el bajo alem án, el alto alem án (o alem án lite­
rario actual) y el inglés, del qu e hablo más adelante. Las lenguas g erm án i­
cas m odernas proceden, sin duda, de m ezcla de dialectos tribales. T o d a s
ellas tienen un im portante com pon en te léxico latin o (y lu e g o francés, etc.).
A n tes he presentado algunas innovaciones fonéticas de todo el ge rm á ­
nico: prim era m utación consonántica, vocalización de las sonantes con u.
O del alto alem án (segunda m utación consonántica). Por lo dem ás, el ge r­
m ánico es, dentro del IE III B, una lengua bastante tradicional, con cinco
casos y con fusión del aoristo y perfecto en un pretérito. E s nueva la exis­
tencia en el adjetiv o de una declinación fuerte y una débil, tam bién de una
flexión fuerte y una débil en el verbo; en él se crearon diversas form as p eri­
frásticas para el perfecto, la pasiva y el futuro. H u b o una reestructuración
del sistema de los m odos.“
D entro de estos rasgos com unes, los hay propios de las distintas ramas.
L o m ás notable es la postposición del artículo (derivado del dem ostrativo)
en nórdico.
E n cuanto al léxico germ án ico absorbido por lenguas rom ánicas com o
el francés, el castellano o el floren tin o, a m enudo resulta difícil d ilu cid a r su
origen d i a l e c t a l . Y ello p orque de las lenguas germ án icas antiguas no nos
han qu edad o textos escritos, salvo la Biblia gótica. H ay, lu ego, textos m e­
dievales, pero ya de las lenguas germ án icas m odernas: del inglés (desde el
siglo vn), del alto alem án (siglo v m ), del bajo alem án (holandés, siglo xn ),
del islandés (siglo xin ).
Las lenguas germ ánicas, que ocupan una parte m uy importante de E u ro­
pa y han pasado a otros continentes y, en el caso del inglés com o segunda
lengua, a todo el m u n do, ofrecen, pues, un panoram a m uy diferente del que
presentaban en la A n tigü ed ad . En ella ocuparon casi toda Europa al oeste
de] eslavo y al norte del antiguo Im perio rom ano, pero estaban m uy fra g ­
m entadas de una form a que difícilm ente podemos reconstruir.
Eso sí, aun qu e vencieron a R om a, lin güísticam ente no pudieron pene­
trar en su ám bito, quedaron fuera. Y cultural y aun lingüísticam ente se
con form aron a los m odelos rom anos y cristianos. C o n lo cual E u ro p a q u e ­
dó enorm em en te am pliada hacia el norte. En lo fun dam ental, esta fue la
suma de los descendientes de Rom a y de los pueblos germ ánicos cu ltu riza-
dos por ella, más B izan cio y los pueblos eslavos, qu e B izan cio cultu rizó.
Historici de las lenguas y tos dialectos indoeuropeos de Europa

A sí, las antiguas divisiones lingüísticas se reflejan mal en las lenguas ger­
m ánicas m odernas, salvo en el caso del nórdico.1* Las lenguas germ ánicas
m odernas son, repito, fundam entalm ente, el germ ánico continental, con el
alem án bajo y alto; el nórdico; y el insular, con el inglés, todo dentro de un
universo m u y rom anizado y con una notable tendencia a la aproxim ación
lingüística y cultural, pese a los enfrentam ientos que trajo la historia.

LE N G U A S ESLAVAS

Si el centro de Europa fu e ocupado, ya en el p rim er m ilen io antes de C risto,


sobre todo en su segunda m itad, prim ero por las lenguas célticas, lu ego por
las germ ánicas, m ás tarde estas se entraron en con flicto con las eslavas.
Los eslavos no estuvieron entre los pueblos que chocaron con el Im pe­
rio rom ano, chocaron más tarde con los bizan tin os, con Justiniano, ya en el
siglo vt: logró rechazarlos solo en parte. El prim er reino eslavo fu e el bú l­
garo , fu n d ad o en 681. Se expan dieron luego los eslavos hacia el oeste (pola­
co, checo), hacia el sur (serbocroata), hacia el este (ruso, ruso blanco). Por el
oeste chocaron, com o hem os visto, con los germ anos, que se expandían a su
v e z hacía el este, apoyados a partir de un m om ento en la orden teutónica.
L u ch aban con tra eslavos y bálticos.
L a localización m ás antigua de los eslavos, q u izá hacia el co m ie n zo del
prim er m ilen io antes de C risto , se sitúa al norte del m ar N e g ro , en lo que
es hoy U crania, Bielorrusia y parte de Polonia: entre el D n ieper y el V ístu ­
la. ' Sin duda había ya eslavos, en fechas anteriores, al nordoeste del mar
N e g ro . Por e! este les seguían los bálticos, que según algunos procedían de
un m ism o gru p o lingüístico; en todo caso estaban próxim os, luego fueron
desplazados hasta las orillas del m ar Báltico. Solo más tarde, hacia la m itad
del prim er m ilen io, se m o viero n los eslavos hacia el norte (superponiéndo­
se a los bálticos), hacia el oeste (donde chocaron con los germ anos) y hacia
el sur (contra tracios y griegos). A s í ocu rrió con los antiguos búlgaros.
Se identifica, a veces, a los eslavos más antiguos con los antiguos venethi
o venedi, citados por P lin io y T ácito .
E stuvieron en contacto con pueblos finougrios y altaicos, su gran ex­
pansión fue a la caída del Im perio de ios hunos, hacia el 453.
Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

Es un g ru p o que tiene elem entos com unes con lenguas in doeuropeas a


las que, en algún m om ento, estaba próxim o. C o n los iranios, desde luego;
se ha hecho referencia a la palatalización de las guturales, a la confusión
del tim bre de las vocales (tam bién en germ ánico), al paso d e í a sh tras i, u,
r, /f, a hechos léxicos diversos. Y con los germ anos (casos oblicuos en -m,
flexión del participio fem enino, etc.). O tras isoglosas enlazan el eslavo con
el griego, entre otras lenguas, com o la existencia de pretéritos com puestos:
la retaguardia del g ru p o in doeuropeo septentrional, form ada por báltico y
eslavo, q u edó en algún m om en to en contacto con la van gu ardia del m e ri­
dional, el del tracio y el griego.2”
T o d o el conjunto del eslavo y el báltico constituye un sector in d o eu ro­
peo arcaizante, sin m odos ni perfecto, con coincidencia entre la 2.a y la 3.a
sg. en pretérito, sin distinción de las antiguas voces. A veces el arcaísm o es
solo del eslavo, com o en la falta de futu ro. Es una lengua del tipo III B,
igual qu e el tocarlo, q u e se m o vió hacia el este, y con innovaciones notables
en fon ología y en la flexión verbal.
Innovaciones m u y características del eslavo son, por ejem plo, las sílabas
abiertas, la palatalización de dentales, etc.; la oposición de los aspectos per­
fectivo e im perfectivo (al principio notada por el verbo con preverbio frente
al sin preverbio, lu ego con varios sufijos). Y secundariam ente se crearon
grandes diferencias entre los distintos sectores de las lenguas eslavas. A lg u ­
na, com o la pérdida de la declinación en búlgaro, ha sido m encionada ya.
L a lengua y la cultura eslavas evolucion aron m u ch o en contacto con la
cultu ra bizan tin a, prim ero, y la germ anolatina después.27
S im p lificand o, en el año 863 fueron enviados por B izan cio a M oravia
los m onjes C irilo y M etodio, de origen griego, con propósitos de evangeli-
zación — y de favorecer los intereses del Im perio bizan tin o frente a los del
rom ano-germ án ico— . Fracasaron en este em peño, pero crearon los alfa­
betos glago lítico y cirílico, derivados del griego. T ra d u je ro n al eslavo los
E vangelios y otros textos griegos: este es el eslavo antiguo o eslavo eclesiás­
tico, del que procede el bú lgaro m oderno. H u b o lu ego un com p licado ju e­
go dip lom ático entre búlgaros, bizan tin os y el papa de Rom a. L os eslavos
intentaban independizarse de todos ellos y de los germ anos.
L a conversión del bú lgaro en una lengua religiosa y culta fue parte im ­
portante en este juego. Pero recibiendo, por supuesto, un im portante in flu ­
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa 133

jo griego. La más antigua literatu ra eslava consiste en traducciones; luego


se creó, p or im itación , una n u eva literatu ra, com o en tantos otros casos.
U n a cultura eslava helen izad a se im plantó prim ero en B ulgaria, des­
pués en la zona qu e es ahora la R epública de M acedonia (O hrida) y en
U cran ia (Kiev). M ás tarde, en Serbia, sobre todo. Y en Rusia, en torno a
M oscú: su gran expansión hacia el B áltico y lu ego hacia el P acífico es ya del
siglo x v iii, desde los tiem pos de P edro I y C atalin a II.
N acieron , por tanto, lenguas eslavas diferenciadas, así com o toda una
cu ltu ra eslavo-helénica que se trad ujo en ciudades, palacios, m onasterios,
iglesias, arte pictórico, etc. C u a n d o , en 865, tuvo lu gar la cristianización de
B u lgaria (el khan Boris I fue b autizado en Constantinopla com o M iguel),
la religión adoptada fue la ortodoxa, acom pañada del alfabeto cirílico. F ue
exten did a m ás adelante, com o acabo de decir, a los eslavos de O ch rid a (por
obra de C lem ente, discípulo de C irilo y M etodio) y U cran ia (conversión
del príncipe V la d im ir en 988) y a los rusos.
O sea: un conjunto de lenguas eslavas h izo a va n za r a E u ro p a hacia
O rien te, hizo retroceder a los germ an os hacia E u ro p a central, y continuó
la E u ro p a helénica hacia el norte. Pero no es solo esto: otras lenguas esla­
vas, en C h eq u ia, E slovaquia, C roacia y Polonia sobre todo, recibieron el
in flu jo occidental desde el siglo xi. Se escribieron en alfabeto latino y la re­
ligión im perante fu e la católica. M uch o más tarde, en el x v m , R usia fue en
cierta m edida occidentalizada por P ed ro el G ran de.
E n el siglo x los eslavos ocupaban ya una vasta extensión. P o r el este
llegaban a una línea desde C arelia a Rostov y a la desem bocadura del
D n iep er: en una parte de este dom in io habían su ced ido a los bálticos. Por
el sur llegaban a los lím ites de G re cia (en algu n a m edid a eslavizada,
p or ejem p lo en la zona de Salónica), tam bién al A d riático . Por el oeste
atravesaban el V ístu la.
Este es el gran con jun to de las lenguas eslavas, qu e se extendió desde los
lím ites de las lenguas germ ánicas hasta los del grieg o y, en dirección al este,
hasta los U rales (y, en ú ltim o térm ino, hasta los lím ites de C h in a y el Pací­
fico). Son unos trescientos m illones de hablantes, qu e dieron una n ueva d i­
m ensión a E uropa y continúan la lengua indoeuropea y la cu ltu ra grecola­
tina. Las fronteras lingüísticas con germ an os y griegos son tajantes, com o
suelen serlo las de aquellas lenguas que se han encontrado tras grandes
¿34 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus i-elaciones

m ovim ien tos de pueblos (aunque en techa antigua, ya lo he dicho, hubo


contactos); m enos tajantes las de eslavos y bálticos, que proceden de un
m ism o ám bito lingüístico.
E n sum a, se crearon dentro del eslavo tres grupos de lenguas. U n o, el
m eridional, con el bú lgaro, el m acedonio y el serbocroata (pero el croata,
som etido al in flu jo centroeuropeo, se escribió con alfabeto latino, com o he
señalado). O tro, el oriental o ruso, con el gran ruso, el pequeño ruso o u cra­
n iano y el ruso blanco o bielorruso. E l tercero, el occidental, con el polaco,
el checo, el eslovaco y el sorabo, hablado en Lusacia. H ay pequeñas super­
vivencias del eslavo hablado en Pom erania.
Los eslavos meridionales, influidos por B izancio, tienen un alfabeto deri­
vado del griego y religión ortodoxa; los occidentales, alfabeto latino, com o he
dicho, y religión católica. Pero las lenguas siguen constituyendo una unidad.

LE N G U AS BÁLTICAS

E ra el otro gran g ru p o de lenguas del este de E u ropa. P rim itivam en te


(quizá en el prim er m ilenio antes de C risto) se hablaban en una am plia re­
gió n , a lo largo del Báltico, y en el interior del continente hasta el V ístu la
y, m ás allá, hasta el actual M oscú. E staban bordeadas por el norte y el este
por las lenguas uraloaltaicas, por el oeste y sur por las eslavas (que ocu p a ­
ron lu ego gran extensión de su territorio, buena parte de la toponim ia
rusa es báltica), y por el oeste tam bién por las germ ánicas. U n dialecto bál­
tico, el an tigu o prusiano, subsistió hasta el siglo x v m ; Prusia fue con qu is­
tada lu eg o por los germ anos.
Sin em bargo, no hay referencias antiguas claras a los antepasados de los
bálticos. En realidad, el contacto con los pueblos occidentales fue tardío.
S olo en el siglo x m se escribió por prim era vez una lengua báltica, el p ru ­
siano, ya m encionado. Pero en el m ism o siglo Prusia fue conquistada por
los alem anes de la orden T eu tó n ica. H a y algunos escritos posteriores, de
todos m odos, sobre todo catecism os protestantes del xvi. D e este m ism o si­
glo proceden los antiguos textos lituanos, textos protestantes y católicos.
L ituan ia fue una gran potencia en el siglo xv, en lucha con polacos y rusos.
T am b ié n del x v i han llegado textos letones.
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa 135

Pero los pueblos bálticos, presionados por el este y sur por rusos y polacos,
por el norte por los fineses, por el oeste por los alem anes, declinaron. H an es­
tado, durante m ucho tiempo, ocupados por Rusia, hasta que con la desinte­
gración de la U nión Soviética Letonia y Lituania recobraron la independen­
cia, aun qu e con un peso d em o gráfico y territorial m u y dism inuido.
H a habido teorías que han propuesto una antigua lengua com ú n balto-
eslava. H o y más bien se piensa’'' en un gru p o con relaciones internas bas­
tante laxas. Y a hem os hablado de isoglosas coincidentes, a veces tam bién
con otras lenguas indoeuropeas que en algún m om ento fueron vecinas, y
de arcaísm os.
C o n todo, no siem pre hay coincidencia con el eslavo: se conserva en bál­
tico un futu ro sigm ático, por ejem plo, que no existe en eslavo. Y no se dan
ciertas innovaciones del eslavo (y, a veces, de otras lenguas) en fonética y en
m orfología: por ejem plo, el pretérito con -H +s, el aspecto p e rfe c tiv o / im ­
perfectivo, etc. Faltan arcaísm os com o el optativo. Pero tam bién hay inno­
vaciones bálticas, com o el com p lejo sistema de la flexión nom inal.
Bálticos y eslavos son, pues, grupos próxim os, no tan distintos. E l bálti­
co y el celta son hoy restos lingüísticos indoeuropeos en los dos m árgenes
occidental y oriental de C entroeu rop a, la ocupada por germ anos y eslavos.

LAS OTRAS LEN GU AS IND OEU RO PEAS DF. EUROPA

L as qu e em p ezaron siendo bolsas lingüísticas reducidas den tro del océano


del indoeuropeo más an tiguo se transform aron en vastos conjuntos de
pueblos, germ anos y eslavos, que absorbieron la cultura de R om a (los g e r­
m anos y tam bién algunos eslavos) y B izan cio (los eslavos). R om a y B iza n ­
cio, qu e eran las dos lám inas del díptico de E u ropa, se prolongaron hacia el
norte. Y la lengua de la prim era se escindió. A sí surgió el m osaico actual de
las lenguas de E u rop a, con su com ponente septentrional y el m eridional,
m ás antiguo. Q u ed aron , com o hem os visto, algun os reductos m arginales
de lenguas cuyo uso dism inuyó.
A estas lenguas cuya d ifusión q u e d ó redu cida, célticas y bálticas, se
añ ade el albanés, citad o por san Jerónim o y recon ocido com o lengua in­
d oeurop ea por Bopp. Parece d eriv a r de la vieja len gu a de los ilirios, del
*36 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

g ru p o qu e p erd ía la aspiración de las oclusivas sonoras; posiblem en te, en


su versión satem .2y Se habría desgajad o com o lengua in d ep en d ien te h a­
cia los siglos v o v i d. C . y está d o cu m en tad o tan solo desde fin ales de la
E d ad M edia.
P ero este cu a d ro de las lenguas q u e com pon en fu n d a m en talm en te el
europ eo m odern o, a ra íz de los m o vim ien to s de pueblos en la E d ad M e ­
dia y hasta el siglo x vi y del su rg im ien to, tam b ién en la E d ad M ed ia, de
dialectos varios y de su d ifu sión o redu cción, no q u edaría com p leto si no
in sistiéram os en qu e to do ello debe verse desde el p rism a de la situación
m ás antigua.
Y a hem os com entado qu e en esta era diferente el lu gar de las lenguas
de la Eu ropa septentrional. F u e entonces cuand o se crearon vastos c o n ju n ­
tos lingüísticos y qu edaron en p rim er plano las lenguas que hoy son las
centrales, y cuand o todas ellas qu edaron expuestas al im pacto de las cu ltu ­
ras griega y latina, así com o a los influ jos recíprocos. C recim ien to de unas
lenguas, reducción de otras y elim inación de unas terceras son los hechos
que han con figu rad o nuestro m apa.
E llo no ha ocu rrid o sin catástrofes lingüísticas ni pérdidas com o las
que he m en cionado. H e señalado cóm o el grieg o elim in ó en su territorio
las lenguas anteriores; el latín, m u ch ísim as lenguas en un territo rio m u ­
cho m ás am plío, el de Italia prim ero, el del im perio después. M uchas de
ellas eran lenguas in doeuropeas qu e he citad o con anteriorid ad . O tras
lenguas no se perdieron, pero se redu jeron en gran m edida.
P ero no estaría de más señalar las pérdidas siguientes, las de la prim era
E d ad M edia: son pérdidas que corresponden a la expansión de germ anos y
eslavos. T a m b ié n en este caso lenguas com o las bálticas, aun qu e no se p er­
dieron, qu edaron m u y reducidas.
Se p e rd ie ro n en cam b io el d acio, el geta, el tracio, el m a ced on io y el
peonio en los Balcanes; y el frigio, aun qu e este tenía en A sia su asiento
principal.
H a habido, pues, en la E u ropa lingüística indoeuropea varias revolu ­
ciones. U na, la llegada y posterior elim inación del «antiguo europeo». Se­
gunda, la llegada de nuevos pueblos del IE III A {el griego) y el IE III B (los
demás): se establecieron en «bolsas» que luego se expandieron elim in an do
o absorbiendo el substrato que encontraban, indoeuropeo o no. Y todas ellas
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa 137

evolucion aron hacia el que he llam ado IE IV7, cuyos rasgos tam bién se im ­
plantaron en el indoeuropeo de A sia. H e descrito los rasgos principales de
este indoeuropeo.
T ra s él, hubo varios fenóm enos im portantes, al pasarse d e la E d ad A n ­
tigua a la M edia y la M oderna:3"
1. F ragm en tació n del latín en varios grandes grupos en los que, a su
v ez, destacaron algunas lenguas im portantes por su papel político y cu ltu ­
ral. A d q u iriero n nuevos hablantes al latinizarse la población germ ánica
del sur.
Las lenguas rom ánicas tienen hoy, en total, en Europa, unos 225 m illo
nes de hablantes. L im itán d om e a las más difundidas: 42 el español, 60 el
italiano, 55 el francés, veinte el ru m ano, ocho el p ro ven zal, nueve el cata­
lán, d ie z el portugués, tres el gallego. En total, 225 m illones de personas,
m u ch as de las cuales hablan, jun to con las lenguas oficiales, diversos d ia­
lectos o lenguas.
2. C on servación del grieg o unitario, a saber, la kpiné y sus con tin uacio­
nes, con reducción de su espacio y som etido a algun as evoluciones internas,
pero apenas fragm entado. El grieg o m oderno tiene unos once m illones de
hablantes.
3. C recim ien to geográfico, dem o gráfico , político y cultural del germ á ­
n ico y el eslavo, qu e a su v ez produjeron algunas lenguas im portantes.
M e lim ito a estas. Las germ án icas las hablan en E uropa unos 230 m illo­
nes de habitantes, 20 las nórdicas, 110 el alem án, 25 el neerlandés y flam en ­
co, 65 el inglés. L as eslavas, unos 280 m illones, 200 las septentrionales
(ruso, ruso blanco y ucraniano), 56 las occidentales (polaco, checo, eslova­
co), 32 las m eridionales (esloveno, serbocroata, m acedonio, búlgaro).
4. D ism in u ción del n úm ero de hablantes de otras ramas indoeuropeas:
así, hoy existen un m illón y m edio de hablantes del celta, cinco del báltico,
cinco del albanés. Las lenguas no indoeuropeas son m inoritarias, habladas
por unos 23 m illones: dieciséis el hú n garo, siete el finés, y uno el vasco.
5. M ovim ien tos de unificación de origen cultu ral, a partir del grieg o y
el latín, de todas estas lenguas y, a veces, a partir de influjos horizontales.
Este es el fenóm eno, esencial para el con ocim ien to de las lenguas de E u ro ­
pa, qu e estudiaré en la tercera parte de este libro.
ü i Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

C O N CL U SIO N E S SOBRE EL IND OEU RO PEO DE LA EUROPA A C T U A L

Q u erría insistir en el «aire de fam ilia» de las lenguas indoeuropeas de la


E u rop a actual, aun que, com o ya he dicho, lingüísticam ente este «aire de
fam ilia» se extiende a lenguas indoeuropeas de A sia. Y tam bién he dicho
que está acentuado, en E uropa, por hechos culturales dependientes de la
herencia griega y latina. H ech os que tenem os pendientes de estudio.
Pero antes he de insistir en que, si bien la fonética de estas lenguas in­
doeuropeas de E uropa, así com o sus sistemas fonológicos, son bastante di­
ferentes unos de otros, poco captables por los hablantes de otras lenguas,
sus sistemas m orfológicos están en cam bio m uy próxim os.
Respecto a la fonética, con vien e n otar los diferentes sistem as vocálicos,
en qu e raram en te se oponen vocales largas y breves, pero hay algun os con
vocales abiertas y cerradas y con pérdidas en final de palabra, y d ife re n ­
cias acentuales, sobre todo en el lu gar de colocación del acento. E n las
consonantes, h ay varios sistem as de silbantes, de fricativas y africadas, de
sordas y sonoras. P alatalizacion es a veces, variantes en el p unto de articu ­
lación. H a y , pues, diferencias notables.
Pero en m o rfolo gía, com o ha qu ed ad o dicho, tanto el IE III A , de don ­
de procede el grieg o m oderno, com o el IE III B, de las otras lenguas, han
evolucion ado en dirección a una sim plificación, a un tipo lin gü ístico que
he llam ado IE IV . D en tro de él hay variantes, por supuesto.
Es el indoeuropeo que m antiene los m ism os tipos de raíces y las m ism as
clases y, a veces, subclases de palabras, qu e sabemos y que ofrece recursos se­
m ejantes para pasar de unas a otras. H a m antenido, salvo en alguna excep­
ción, com o la falta de género en inglés, las categorías de género y núm ero,
aun que en ocasiones pueden faltar algunos térm inos (el neutro e incluso el
fem enino; el dual, por supuesto). Y algunas lenguas han mantenido la flexión
n om in al, au n q u e ya sabem os qu e se ha p erd id o en m uchas otras y en a l­
gunas solo queda en ciertos pronom bres; otras lenguas la sustituyen por
grupos de nom bre m ás preposición o postposición. Y perm anecen los gra ­
dos del adjetivo, aun que a veces se han perdido los com parativos y superla­
tivos sintéticos o se ha cam biado el sistema de los pronombres.
T am b ié n conocem os ya el esquem a del verbo: tres personas, dos n úm e­
ros, tres tiem pos incluyendo el futuro; en algunos casos se ha creado un im ­
Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa *39

perfecto com puesto. C on ocem os tam bién los m odos y sabemos cóm o han
ten did o a reducirse, perdiéndose con frecuencia el subju n tivo y el optativo
o uno de los dos (o restringido su uso). Se han m antenido las form as n om i­
nales del verbo y las voces activa y pasiva, más form as reflexivas, a veces,
m ás o m enos equivalentes a la m edia. H e hablado, por otra parte, de ar­
caísm os e innovaciones aqu í o allá.
T o d o esto se refiere, principalm ente, al contenido. En cuanto a la for­
m a, con la m ayor frecuencia los procedim ientos form ativos son de heren­
cia indoeuropea y, por tanto, sem ejantes en unas y otras lenguas. P ero a ve­
ces se han perdido aquí o allá; a m en ud o los contenidos de las oposiciones
gram aticales se han recobrado con ayuda de nuevos recursos form ales. E n ­
tre estos, m uy frecuentem ente, form as perifrásticas.
En sum a, con form as de herencia indoeuropea o con otras, los sistemas
gram aticales de las lenguas indoeuropeas actuales de Europa no difieren
dem asiado entre sí, dentro del tipo general del IE IV . M ucho m enos que
los sistemas fonológicos, qu e hay que d om in ar para hacerse consciente de
las coincidencias (y diferencias) gram aticales, expresadas por form as here­
ditarias o nuevas.
Y habría qu e hablar tam bién de la form ación de palabras y de la d eriva­
ción y com p o sición , q u e son fu n d a m e n talm en te igu ales en todas partes,
así co m o del n úcleo de la sintaxis n om in al, ad jetiva l y v erb a l, tam bién
coincidente.
B ajo sistemas fonológicos varios que en ocasiones los hablantes de una
lengua no reconocen, el sistema esencial de categorías y funciones, sujeto a
algunos cam bios, reducciones y am pliaciones, es fun dam entalm en te el
m ism o en las lenguas indoeuropeas de la Eu ropa de hoy (y en las de A sia,
insisto). Su form a externa a veces difiere, y esto es lo qu e hace, junto con las
diferencias de los sistemas fonológicos, que los hablantes de una lengua ge­
n eralm ente se pierdan en otra, salvo qu e la hayan estudiado especialm ente
o de un m odo u otro se hayan habituado a ella.
A este «perderse» contribuyen, tam bién, las diferencias en el léxico: pa­
labras del m ism o origen no son reconocidas com o iguales a causa de las
distintas evoluciones fonéticas o p orqu e su sentido ha variado en cada len ­
gu a o en diferentes niveles den tro de ellas. O p orque algunas lenguas han
introdu cid o léxico nuevo de diferentes orígenes.
140 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

D e todos m odos, verem os que, jun to con las sem ejanzas sobre todo g ra ­
m aticales, más o m enos claras, más o m enos enm ascaradas, com o acabo de
decir, existen las otras, de origen cultu ral, a las qu e ya m e he referido: en el
léxico, en la sintaxis, en la literatura.
Estas afectan ya solo a E uropa. E n definitiva: las lenguas indoeuropeas
de E u ro p a no están tan lejanas unas de otras com o creería el p rofan o, si
se las a n a liza con ven ien tem en te. N i de las de A sia . Pero su p ro xim id a d y
sem ejan za ha a va n za d o , con el tiem po, sobre to do m ed ian te hechos lé x i­
cos y tam bién sintácticos y literarios. E sta sem ejanza es ya e x clu siv a m e n ­
te europea.
3

LA S L E N G U A S N O IN D O E U R O P E A S D E E U R O P A

E L VASCO

H e adelantado ya algunas cosas sobre las lenguas no indoeuropeas de E u ro­


pa, en la m edida en que han sobrevivido hasta nuestros días. Concretam ente,
sobre el vasco, hablado en el País V asco español y en el País V asco francés;
y sobre varias lenguas del grupo finougrio, fundam entalm ente el húngaro y
finés. Insistiré sobre estas lenguas, com en zan d o por el vasco.
E l vasco se nos aparece com o una serie de dialectos no siem pre inteligibles
entre sí, junto con los cuales se ha creado una lengua com ún, el batúa, basa­
do en el guipuzcoano y el labortano. N u n ca ha sido una lengua unificada ni
propia de un Estado, tampoco, hasta hace poco, una lengua literaria escrita,
aunque sí existía una literatura popular, oral, en varios dialectos (a veces re­
cogida por escrito) y traducciones de las Escrituras, ('orn o en otros tantos
casos.
Eso sí, el pueblo vasco es con ocido por citas de autores griegos y rom a­
nos, tam bién m edievales y posteriores, com o un pueblo q u e presentó resis­
tencia a rom anos y visigodos y q u edó lu ego integrado en el con dado de
C astilla. H ablaba, por supuesto, los dialectos vascos, pero fueron pronto
influidos por lenguas indoeuropeas, el celta sobre todo, tam bién, luego,
por el latín y más tarde por el castellano. Entró, sucesivam ente, en el ám bi­
to de estas culturas, aun que los vascos seguían cu ltivand o su lengua y m an ­
teniendo una serie de usos culturales tradicionales.
M uy probablem ente, tam bién, palabras vascas que han sido u tilizadas
para sostener la hipótesis del vascoiberism o, com o ili ‘c iu d ad ’, berri ‘nue­
v o ’, bai, baiti y tam bién la raíz del Iberus ‘río’, son, en realidad, préstam os
del ibero al vasco. Esto pensaba ya don Ram ón M en én dez Pidal.'

141
Η2 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

E l nom bre de los qu e fueron llam ados «vascones» por los rom anos lo
recibieron de pueblos indoeuropeos vecinos. C on cretam ente hallam os el
nom bre ba(r)scunes de una leyenda m onetal de lengua indoeuropea, que
significa «los de las m ontañas». Es una propuesta de A . T o v a r gen eral­
m ente aceptada. E s n orm al que un pueblo reciba su nom bre de los vecinos.
P ero la lengua se llam a tam bién euskera.
Resulta difícil establecer la patria de los vascos de España y F ran cia.
D esde luego, hoy nadie acepta qu e los vascos fueran iberos y el vasco fu e­
ra hablado en toda España, com o propuso H . Sch uh ardt. A u n q u e existen
en varias regiones de España, sobre todo a lo largo del P irineo y al oeste
del territorio del v izca ín o (donde hay un corte lin gü ístico claro, resultado
de una invasión), topónim os vascos o de aspecto vasco, qu e pudieron lle­
ga r de varías m aneras.
En la A n tig ü ed a d , los vascos habitaban, en lo qu e hoy es España, al sur
del Pirineo y los m ontes cántabros un territorio reducido, lim ítrofe con los
de várdulos y caristios, pueblos indoeuropeos. En el libro de J. C a ro Baroja
Materiales para una historia de la lengua vasca en relación con la latina 2 pu e­
den verse una serie de m apas y de datos qu e reflejan una prim era exp an ­
sión en la E d ad M edia y un retroceso desde el siglo x v m en las llanuras p e­
riféricas (en N a va rra y A la va , sobre todo) antes vascohablantes en cierta
m edida. Se encuentran térm inos vascos en Berceo, en las glosas de Silos, en
docum entos m edievales aragoneses, riojanos y navarros.
El vasco nos es con ocido3 desde 1545, por un libro de poesías de D ech e-
pare; lu ego hay una docum entación bastante abundante, con traducciones,
refranes, sentencias, etc.
P ero hay, antes, anotaciones m edievales: en las Glosas Emilianenses del
siglo x, en la Guía de Peregrinos a Compostela del siglo x m , etc. Y hay a lg u ­
nas palabras vascas en inscripciones latinas del tardo im perio, más los d a ­
tos de la toponim ia y antroponim ia. M ás lo que puede deducirse del estudio
de la gram ática histórica.4 Por supuesto, tenem os la recogida de datos y las
encuestas en época contem poránea.
Por lo dem ás, con la expansión del castellano y la decadencia de la cu l­
tura tradicional, se redu jo p rogresivam ente el n úm ero de hablantes del
vasco en los siglos x ix y xx: era una lengua rural, el castellano se d ifun d ía
com o la lengua de las ciudades y la lengua de cultura, la de más alto nivel
Las lenguas no indoeuropeas de Europa ___________ 143

sociolingüístico. C on la conversión del País V a sco en una autonom ía y la


presión de un fuerte nacionalism o, que im pone por diversos m edios el
aprend izaje del vasco, aum en tó el núm ero de sus hablantes, qu e hoy llegan
al m illón, aun qu e los lingüistas no están seguros del fu tu ro y el País Vasco,
en general, form a parte de la cultu ra española y europea, un fen óm en o que
ha progresado desde la A n tigü ed ad , com o verem os.
E l n úm ero de hablantes y la presencia del vasco es in fe rio r en F ra n ­
cia, en un resto de la a n tigu a A q u ita n ia . P ero si hablam os en térm inos
históricos, la incidencia del vasco en la toponim ia y antroponim ia de fechas
del Im p erio rom ano es m ás fuerte en A q u ita n ia q u e en el País V asco es­
pañol.'’
A partir de aquí, habría qu e estudiar tres tem as principales: la descrip­
ción de la tipología del vasco, las influencias extrañas en su léxico y la espe­
culación sobre sus orígenes y las lenguas em parentadas.

i. Descripción y tipología
Pueden hallarse descripciones del sistema del vasco y su tipología: así en la
obra citadas de Entw istle6 y en otras más.7 R em ito tam bién a un trabajo
m ío11en el que hago ver que no hay una tipología misteriosa ni extraña y ab­
solutam ente cerrada y original en el vasco: sus principales rasgos se encuen­
tran tam bién en m uy diversas lenguas y en diversas conexiones.
Se puede pensar qu e algunos han surgido a lo largo de su historia e
igualm ente en la historia del indoeuropeo (partículas aglutinadas al final de
palabra para m arcar los casos y en otras funciones, conjugación objetiva,
form as verbales perifrásticas, etc.); otros, com o el ergativo, caso sujeto de un
verbo transitivo, se encuentran en m u y diversos am bientes lingüísticos.
E l vocalism o es m uy sim ple y análogo al del castellano (aunque la e
cuenta con una gran dispersión); falta, en gen eral, la f , convertida en los
préstam os en p , así com o la h , qu e subsiste aquí o allá; />, /, ^ son raras en
posición inicial, las sonoras correspondientes pueden ser oclusivas o fricati­
vas, com o en castellano. T o d o esto es sem ejante en el castellano, y se ha
pensado en un in flu jo vasco. Pero n o ocurre así con la existencia de varias
silbantes y africadas, ni con la prótesis vocálica ante r- y ciertos grupos.
E l sustantivo no tiene genero, sí núm ero y anim ación. H ay hasta cator­
ce casos en el nom bre y el adjetivo, se crean por aglutinación al final. El
144 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

verbo se conjuga por persona, tiem po, m odo y aspecto y no opone activa y
pasiva; puede hacer referencia m ediante afijos al agente, paciente y destina­
tario. E n e¡ verbo intransitivo n o se distingue si el sujeto es agente o pacien­
te. E n el transitivo, es ergativo. Y no hay nada com parable a las construccio­
nes indoeuropeas transitivas con sujeto + verbo + com plem ento directo.
P or lo dem ás, los verbos sintéticos, con conjugación propia, son raros, la
m ayor parte tiene una conjugación perifrástica. H ay partículas para el m odo.
En definitiva, en ú ltim o térm ino la gram ática del vasco se m u eve m edian ­
te form as perifrásticas y partículas aglutinadas. N o es m u y diferente de lo
que ocu rre en indoeuropeo, aun que el sistema verbal y las antiguas partí­
culas sean distintas.

2. Influencias extrañas en el léxico


H a y m uch os elem entos celtas tanto en la toponim ia (tipo D eva, ciudad y
río, Ulzama, q u izá de Uxama), com o en los sufijos (-ama, -¡sama) y en el lé ­
xico com ú n , sobre todo en el del aquitano." A u n q u e no es seguro que todo
este léxico sea celta, puede proceder tam bién de otras lenguas, in doeu ro­
peas"’ o no in doeu rop eas.1'
E n todo caso, F . V illa r 12 ha señalado el bajo n úm ero de los topónim os
vascos antiguos en el País V asco español, y tam bién de antropónim os, al
lado de los frecuentes de origen indoeuropeo, celta o latino. Los vascos son
más frecuentes en A q u ita n ia , don de el vasco debía de llegar en fecha m e ­
dieval hasta Burdeos. C o n clu y e que, m ás q u e pensar en una «revasquiza-
ción» del País V asco español, que algunos han propuesto, hay qu e postular
una bajada secundaria de los vascos desde A q u ita n ia , q u izá de la época de
com ien zos del Im perio rom ano.
H ay, luego, enorm es influencias del léxico latino: el vasco recoge in clu ­
so la pronunciación auténtica del latín, ajena al rom ance.'3 Por ejem plo,
i y u breves se han conservado con el m ism o tim bre (kirru ‘cerro’ cíe cirrus,
butzu ‘p o zo ’ de puteus)·, l( v g conservan la articulación velar ante vocal
anterior (bake ‘p a z ’ ácpacem , kerexa ‘cereza ’ de ceresa}; las oclusivas sordas
latinas se han m an tenid o entre vocales (bekfltu ‘pecado’); etc. O tros présta­
mos adoptan la fonética vasca, com o varios de los citados con b- en v e z de
p - y chis tu de fístu la , zeta ‘seda’. P alataliza consonantes, las m etatiza en
grupos, etc.
Las lenguas no indoeuropeas de Europa 145

Es notable, en todo caso, el estudio de palabras latinas qu e in trodujeron


los objetos o actividades a qu e se refieren. A algunos de los ejem plos ante­
riores pueden añadirse otros,'4com o las palabras del lino (lin uj, el cáñam o
(canam u),e 1 trabajo de la lana y el tejido (gardatu ‘card ar’, matexa ‘m adeja’,
goru ‘rueca’), ingude ‘yu n q u e ’, gela ‘aposento’ (cié celia). O de conceptos
cristianos com o kurutse ‘c r u z ’ o generales com o gorputz ‘cu erp o’, tembora
‘tiem p o’, zeru ‘cielo’.
Y siguieron lu ego los in flu jos de lenguas rom ánicas, el castellano sobre
todo. N ad a extraño, pues el contacto fue con tin uo y de aquí llegó al m undo
vasco todo el m u n do cultu ral m edieval y m o d ern o de Europa. E l vasco,
desde este punto de vista, se con virtió en una lengua europea m ás, aunque
conserve un núcleo autóctono.
Esto continúa: el vasco está hoy som etido a las mismas presiones cu ltu ­
rales, y por lo tanto lexicales, que todo nuestro m u n do. H o y, incluso pala­
bras del m om ento actual, incluso del in dependentism o político, vienen del
español. D e nuestras palabras aeropuerto o independencia, por ejem plo,
Pero ha habido tam bién, a lo largo de la historia, préstam os del vasco en
otras lenguas, com o en castellano izquierda,pizarra,guijarro, abarca, ardite,
etc., así com o las palabras correspondientes en otras lenguas peninsulares.
Y form as mixtas, com o guitarra, de gr. κιθάρα y vasco -ana. Y nom bres de
persona, com o X im en a, X avier, Sancho, Iñigo, aparte de los de com pon en ­
te más claram ente vasco, com o E ch everría, M adariaga, A rteaga, Irigoyen.
P o rq u e préstam os vascos siguieron entrando en las lenguas de España
y P ortugal durante la E d ad M edia.

3. Parentescos lingüísticos del vasco. Hipótesis sobre su llegada


E s sabido entre los lingüistas, menos entre el público, incluso culto, en g e ­
neral, qu e la hipótesis de la iden tidad de vasco e ibérico, tan de m oda en un
tiem po sobre todo después de Sch uh ardt, carece d e apoyos sólidos, pese a la
existencia fuera del País V asco de unos pocos topónim os que parecen vas­
cos o vascoidcs y también de algunas correspondencias entre palabras vascas y
georgianas o de otras lenguas caucásicas.
N o hago sino rem itir a obras de A . T o v a r y L . M ich elen a ya citad as.15
E l hecho es que el ibérico, que se lee aun qu e no se traduce, no da la clave
para la interpretación del vocabulario ni menos de la gram ática vasca. T a m -
146 Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

poco hay razones arqueológicas ni etnológicas o culturales para relacionar


los dos pueblos. Pueden haber estado en contacto en algún lu gar y m o m en ­
to, ciertam ente, y haber habido algunos préstam os com o, q u izá , el nom bre
del río Ebro, al lado del vasco ibar ‘río ’.
N o ha sido posible establecer un «protocaucásico» con el cual pu diera
com pararse el vasco: n o se ha establecido una p rotolen gu a com ú n del cau ­
cásico del n orte y del sur, ni siq u iera de dos sectores del cau cá sico del
norte, y m enos aún correspon den cias fonéticas. Estas propuestas p ro ce­
den , posiblem en te, de la eq u ip ara ció n del vasco y el ibérico, y la de los
iberos de H isp an ia y los del C aú caso. P rod u cto, sin du da, de una e q u ip a ­
ración ap roxim ad a por parte de los grieg os de dos nom bres que les son a­
ban de una m an era sem ejante. C o m o sucedió m uch as veces a los españo­
les en A m érica.
¿Q ué pensar entonces? Si los vascos im ponían su lengua m ucho más
fuertem ente en A q u ita n ia y solo a lo largo de la época del Im perio rom ano
los térm inos vascos fueron haciéndose más frecuentes al sur de los Pirineos,
surge la hipótesis de que el vasco pudo haber llegado a H ispania desde A q u i­
tania y haber penetrado en el País V a sco español a partir del siglo 1 a. C .,
esto es lo que hoy parece.If>
Esto nos ofrece la visión de una invasión que descendió, com o tantas
otras en E uropa, de norte a sur; y que procedería en definitiva, com o todas,
del este: de pueblos de cultura pastoril sem ejante a la de los indoeuropeos y
los uraloaltaicos (y otros posteriores com o los hunos).
H abría que postular una oleada invasora en algún m om en to del neolí­
tico o calcolítico y aun del bronce, fases que han d ejad o su im pronta en el
vocabulario vasco. Podrían los vascos haber entrado m ezclad os con los in­
doeuropeos, igu al qu e pueblos turcos de la región del V o lg a , llam ados b ú l­
garos, pasaron m ucho m ás tarde por el cáucaso y llegaron m ezclad os con
los eslavos a la que lu ego se llam ó B u lg a ria .'7 C o m o de A sia llegaron tam ­
bién los hunos, los húngaros y tantos otros pueblos.
Si así fuera, su descenso de A q u ita n ia a la zona española en torno a los
Pirineos occidentales (y lu ego desde allí a zonas lim ítrofes al sur y al este)
sería un caso m ás de una tendencia general y repetida en Europa: la d ifu ­
sión de las poblaciones de la estepa euroasiática prim ero hacia el oeste, lu e­
go hacia el sur.
Las lenguas no indoeuropeas de Europa 147

Por otra parte, hay qu e hacer notar que el vasco no rom pe la gran ho­
m ogeneidad genética de Eurasia desde el paleolítico'* y lu ego el neolítico.
Y la tiene en com ún con cántabros y gallegos.
Fue, pues, el vasco un com ponente de los grupos de lenguas que entra­
ron paulatinam ente en Eu ropa desde el este, sin duda a partir del neolítico.
Es excepcional el hecho de que, debido sin duda a circunstancias históricas
de aislam iento, no ha sido absorbido por las lenguas vecinas, que lo in fluye­
ron fuertem ente, por lo dem ás, sobre todo el celta, el latín y el castellano.
A l contrario de otras lenguas indoeuropeas citadas, en especial el celta,
no está clara la cronología del vasco. D ebió de pasar por Eu ropa antes de la
creación definitiva de los gran des grupos del germ án ico y el celta com u ­
nes, a finales del segundo m ilen io antes de C risto. La llegada de los vascos
a A q u ita n ia debió de ser anterior a la de los celtas, cjue los arrinconaron,
pero no pudieron absorberlos (tam poco luego los pueblos posteriores, ha­
blantes del latín, el francés y el español). A u n q u e estos pueblos y lenguas
in flu yeron m uy fuertem ente en la cultura y la lengua vascas y dejaron, en
la m ism a A q u ita n ia , una fuerte im pronta to pon ím ica.'9
En sum a, en el vasco, pienso, hallam os un resto aislado de una de las
m últiples invasiones de nóm adas que, procedentes de la estepa euroasiáti-
ca, invadieron E u rop a a partir del quin to m ilen io antes de Cristo. D e en ­
tonces a los tártaros en el siglo x iv d .C ., siguieron llegand o interm itente­
m ente a Europa. E n todo caso, los indoeuropeos se alzaron con el dom inio
d e casi toda ella, los dem ás pueblos o desaparecieron o, cuand o no, se m e z­
claron con ellos y con pueblos indígenas. Los vascos son una excepción.

LAS L E N G U A S F IN O U G R IA S

H em o s visto ya que, cuand o las lenguas indoeuropeas com en zaron a ex­


tenderse, en el q u in to m ilen io antes de C risto, hacia el oeste y E u ro p a, es­
taban en estrecho contacto con los grup os lingüísticos fin o u g rio (uno de
los su bgru pos del urálico) y altaico. G ru p o s que, segú n m uchos lingüistas,
form an , en ú ltim o análisis, un g ru p o lin gü ístico único, em paren tad o con
el indoeuropeo. A u n q u e la atribución del u rálico y el altaico a un g ru p o
ú nico no carece de problem as.
Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

Esta gran fam ilia form aría, unida al aleutoesquim al y otras lenguas,
una gran fam ilia euroasiática, que a su v e z sería parte del llam ado nostráti-
co, del que ya he hablado, e incluía, entre otras lenguas, las dravídicas,
kartvélicas y la sum eria. E n otro lu gar" m anifesté m is dudas sobre estas y
otras especulaciones, dado lo incierto de la com paración del léxico sin con ­
tar con correspondencias fonéticas regulares, y lo incierto de com p aracio­
nes entre sistemas m orfológicos de cronología relativam ente reciente.
E n todo caso, y para ceñ irm e al tem a de este libro, ya he h ablad o de
qu e hubo sin du da estrecho con tacto entre el fin o u g rio o u na parte de él y
lenguas in doeu rop eas com o el báltico y el germ án ico. E llo se dem uestra
con ayu da de los préstam os léxicos q u e hubo, en fecha an tigu a, entre es­
tas lenguas.
P o rq u e el fin o u g rio contenía una gran núm ero de len gu as/' de las que
el g ru p o baltofinés (finés, estonio, carelio, etc.}, el sami (esquim al) y el che-
rem m ís (lapón) llegaron a la E u ro p a báltica y a la septentrional, entrando
en contacto, algunas de estas lenguas, con los indoeuropeos. Más tarde, ya en
plena E d a d M ed ia, lo hiciero n tam b ién los h ú n garos, q u e establecieron
contacto con los germ anos en el valle del D an u bio, en lo qu e hoy es H u n ­
gría y R um ania, en el siglo x d. C . P ero otras lenguas del g ru p o ugrofinés
(el m o rd ovo y el pérm ico) se qu edaron en la que es hoy la Rusia europea,
otras en la asiática.
C om p arten , así, el ugrofinés y el indoeuropeo el hecho de estar a caba­
llo entre Eu ropa y A sia. En E u ropa las lenguas ugrofinesas son m u y m in o­
ritarias, pero quedan huellas de sus antiguos contactos con el indoeuropeo,
ya he aludido a ello. Y más adelante, a lo largo de la E d ad M edia, estos
pueblos, antes o después, qu edaron unidos a la cultu ra europea y sus len ­
guas fueron in flu idas por las nuestras.
Este g ru p o cuenta con unos veinticuatro m illones de hablantes, unos
dieciséis el h ú n garo y unos siete el finés.
Por otra parte, m erece la pena indicar algunas de las características lin ­
güísticas del g ru p o u rálico o ugrofin és.22 El sistem a de oclusivas y fricativas
no tiene gran origin alid ad , aun que conviene notar la existencia de tres sil­
bantes. Y , sobre todo, los tres grad os de abertura de las vocales, algunas con
redondeam iento de los labios. M ás notable aún es la arm onía vocálica,
com o en altaico. T o d o ello resulta extraño al indoeuropeo.
Las lenguas no indoeuropeas de Europa •49

H a y un am plio n úm ero de casos locales, m arcados con afijos, qu e in di­


can diversos tipos de m ovim ien to. H ay tam bién determ inaciones posesivas
y otras más de persona, m arcadas igualm ente con afijos. E indicación del
núm ero.
E l verbo distingue varios casos y m odos, el orden de palabras es tem a +
foco + verbo. H a y, en algunas lenguas, ergativo.
Pero ya en fecha an tigua hubo estrecho contacto entre finés e in doeu ro­
peo. Se conservan en finés, por ejem plo, palabras de origen germ án ico con
una form a más antigua que la del germ án ico por nosotros conocido: p. ej.
/(m ingas ‘rey’ (ingi. \ing, al. kpnig), rengas ‘an illo’ (al. R ing ).11
TERCERA PARTE

LA CO NFLUE NC IA Y EXPANSIÓN
DE LAS L E N G U A S DE EUROPA
I

E L A L F A B E T O , L O S T E X T O S G R IE G O S Y L A T IN O S
Y SU L L E G A D A A E U R O P A

E L A L F A B E T O G R IE G O : O R IG E N E S Y D I F U S I O N

P u ede decirse que E u ropa, cultu ralm en te hablando, nació con el alfabeto
g rieg o y su difusión; difusión que llegó luego, a partir de un m om en to, a
gran parte del m undo.
M e refiero a m últiples inscripciones y papiros griegos en todo el ám bi­
to de la G recid ad y del Im perio rom ano oriental, pero tam bién al uso del
alfabeto g rieg o , más a m enos m o d ificad o , para notar diversas lenguas,
com o explicaré.
N ótese que la lengua grieg a nos es conocida desde el siglo x iii a. C . has­
ta ahora, durante tanto tiem po com o el chino; pero prim ero lo fue gracias
al silabario m icénico, luego, desde finales del siglo ix, gracias al alfabeto.
D irectam en te o a partir de derivados que acabo de citar, ha constituido el
eje de la cultura europea y es im portante en otros diversos lugares.
G racias a él nos han llegad o la lengua y la literatu ra grieg as de diversas
épocas (arcaica, clásica, helenística, rom ana, bizan tin a, m oderna), lengua
y literatura qu e han in flu enciad o fuertem en te a otras. Y todas ellas han
cread o Europa.
El alfabeto y la lengua griega están en la base de todo.
A un q ue debo señalar que son la lengua griega clásica y helenística, cono­
cidas por vía literaria, las que más han in flu id o en nuestra cultura. Por vía
oral, en la edad tardorrom ana se incorporaron térm inos griegos al latín
vu lga r y de ahí a las lenguas europeas; y en la E d ad M edia se incorporaron
a ellas térm inos bizantinos, llegados en ocasiones por interm edio de las re­
públicas italianas o de F rancia o P rovenza.
En la A n tigü ed ad , a veces fue usado el alfabeto griego, sim plem ente,

'53
‘ 54 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

para m arcar diversas lenguas, del oseo y m esapio al galo y el ibérico. Pero
su historia es m ás com pleja.
E n A sia y A fric a el alfabeto griego, con el surgim iento de los pueblos
sem íticos, desapareció, igual que la lengua griega, que dejó, sin em bargo,
abundantes restos de léxico en toda clase de lenguas, semíticas o no, com o
el aram eo, el siriaco, el hebreo, el copto, el árabe, el nubio, etc. E igual que
entraron en latín el alfabeto y el léxico griegos, tam bién en eslavo, etc.
F u e este un hecho concom itante con el del retroceso de la cultu ra griega
y rom ana en A sia y Á frica , por obra de los sasánidas, los árabes y los turcos.
A u n q u e huellas im portantes quedaron.
Busquem os, ahora, m ás atrás. L a cultura y la lengua griegas, con su al­
fabeto o variantes del m ism o, se habían exp an dido desde fecha m uy tem ­
prana por A sia y A frica , por obra de las navegaciones, el com ercio, las co­
lonias. Siguieron desem peñando un papel im portante en época rom ana y,
por supuesto, en la bizan tin a, incluso en la árabe. Y luego, pese a las p érdi­
das, en toda E u rop a, com o es bien sabido, a través de las edades subsi­
guientes, hasta ahora.
E l alfabeto fu e un adelantado de esa expansión, a veces lim itada, nunca
cortada del todo. Se trata, por una parte, del uso del grieg o en infinitas ins­
cripciones y otros docum entos, en todo el M editerráneo, desde la época a r­
caica a los reinos helenísticos y en todo el Im perio rom ano.1 N otaba, p ri­
m ero, los distintos dialectos griegos, en distintos alfabetos; después, la
lengua com ú n o kpiné, lentam ente salida del ático y escrita en el llam ado
alfabeto jónico, adoptado por A ten as el año 403.
Es el qu e se difu n d ió y fue la base de varios alfabetos subsiguientes, el
últim o el eslavo. Pero otro alfabeto, el calcidico del tipo llam ado occiden ­
tal, está en la base del alfabeto etrusco y por consiguiente del latino.
Y hay otros dos hechos. El prim ero, qu e los sistemas de escritura qu
intentaron crear germ an os y celtas (las runas y la escritura ogám ica, ya
m encionadas) fracasaron, se extinguieron tras una corta vida (no podían
com petir). O tro , ya apuntado: qu e no es exactam ente el alfabeto grieg o el
que se im puso siem pre directam ente, tam bién lo h izo a través de d eriva­
dos. H e dado ya algunas indicaciones.
D esde m u y pronto, digam os el siglo v a. C ., se habían creado en O rie n ­
te y O ccid en te, para notar diversas lenguas, alfabetos derivados del griego;
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa 155

la m ayor parte desapareció hace tiem po, algun os llegan hasta nosotros.
Q u iero citar, en los Balcanes y A sia, a partir más o m enos del siglo v a. C .,
el al tabeto griego más o m enos m o dificado usado por el tracio, el lidio, el
licio, el cario y otras lenguas, todas perdidas. A ñ ad am o s en fecha posterior,
ya rom ana, los alfabetos copto y etiópico (en Á frica ) y arm en io (en Asia).
H a y qu e añadir los alfabetos occidentales derivados del griego: el etrusco
desde el siglo vii a. C . (y alfabetos derivados de él, com o el lepóntico, el ré-
tico, el venético, los itálicos y el latino), creado, com o ya he dicho, a partir
de un alfabeto grieg o de tipo occidental, tom ado de los calcidios de Eubea
y sus colonias, C um as ante todo. E n la península Ibérica, a partir del griego y
a veces del fenicio, se crearon alfabetos y sem ialfabetos usados por los ibe­
ros, los tartesios y los celtíberos.
Y , en O rien te, el alfabeto gótico, en el siglo iv d. C ., y el eslavo, en el
siglo ix d. C ., fueron dos alfabetos derivados del griego.
T o d o s estos alfabetos han desaparecido, salvo uno de ellos, el latino, el
propio alfabeto grieg o y el eslavo.
L a E d ad M edia y los tiem pos que la siguieron, hasta hoy, han notado
sus lenguas bien en grieg o (en O rien te, en el Im perio bizantino), bien en
dos alfabetos derivados del griego, qu e acabo de m encionar. El latino en la
E u rop a latina y germ án ica (pero el alfabeto gótico, com o ya he dicho, pro­
cede del griego, fuera de allí se usó el latino). E l eslavo, derivado del griego,
se usó en B ulgaria y lu ego en U crania y otros países eslavos. Por lo dem ás,
el alfabeto latino se ha exten did o a toda clase de lenguas, incluso a algunas
eslavas y a las no indoeuropeas. H o y ocupa casi todo el m undo.
L im itán d om e a E uropa, qu e es m i tem a, q u izá pudiera decirse que el
rasgo fun dam ental de su unidad consiste en qu e todas sus lenguas, a partir
de un m om ento, se han notado y se notan bien con el alfabeto griego, bien
con variantes derivadas del m ism o, la latina y la eslava. H oy en día, en
cualqu ier pueblo europeo, el orden de las letras del alfabeto es, con alguna
excepción, el m ism o del alfabeto griego, ¡que a su vez era el m ism o del de
sus precedentes en Fenicia y Ras Sham bra, de los que hablaré! Es este un
ejem p lo notable de continuidad cultural.
Sín el alfabeto grieg o no habría habido ni literaturas europeas, en el
más am plio sentido, ni E u ropa. Piénsese qu e a la cultura iniciada por los
griegos se fueron sum ando, grad ualm ente, pueblos ágrafos (todavía los ha­
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

bía al final del Im perio rom ano en H ispania y las islas Británicas, sobre
todo). L os griegos, directa o indirectam ente, sum inistraron en todas p ar­
tes, a los pueblos que alcanzaban cierto nivel, el instrum ento cultural que
es la escritura.
C la ro está que, a partir de diferentes m om entos, los alfabetos griegos o
postgriegos arrastraron la im itación de la cultura griega y de su sucesora la
latina, y em p u jaron en la m ism a dirección, a saber, la integración y u n ifi­
cación de E uropa. L u e g o estos alfabetos y esta cultura se hicieron m ás que
europeos, se extendieron por el m undo.
D e esos alfabetos postgriegos ya he dado algun os datos, pero volveré
con m ás detalles sobre ellos. A n tes, convendría insistir sobre el origen del
alfabeto griego, los alfabetos griegos m ejor dicho: es la prim era pieza de todo
el sistema.
D e los orígenes del alfabeto grieg o y su difusión he escrito en otro lu gar
con cierto detalle, dan do la bib liografía adecuada, a la que hoy se puede
añadir otra.2 A q u í m e lim itaré a algunas consideraciones generales que
son im portantes.
L a p rim era es recordar que si en el alfabeto grieg o está el origen de la
cultura griega y, por tanto, de la cultu ra europea, no fue en ella un hecho
prim ario. N o se creó hasta finales del siglo ix o el v m a. C ., cuand o G recia
(m últiples ciudades griegas, G recia no fue nunca una unidad política, sal­
vo en un m om ento, con A lejan dro) fue edificada com o algo radicalm ente
n uevo después de la caída de la cultura m icénica.
C on la cultura m icénica, arrasada por los llam ados pueblos del m ar en
torno al 1200 a. C ., se perdió su escritura, la llam ada lineal B, qu e era una es­
critura silábica, que añadía ideogram as y signos num erales y de m edidas, y
que notaba el griego de la época, el que llam am os griego m icénico.3
Y se perdieron tantos elem entos de su cultura qu e derivaban de los rei
nos e im perios teocráticos de O riente: la adm inistración y la econom ía cen­
tralizadas, la organ ización burocrática en torno a los archivos en que se
gu ardaban las tablillas con esa escritura, el carácter sem idivin o del rey, la
religión en torno a él, etc. C u a n d o los pueblos del m ar cayeron sobre los
viejos im perios, estos sufrieron el em bate, pero se reconstruyeron lu ego o
bien se crearon otros nuevos: así ocurrió en E gip to, en M esopotam ia, en
Irán. Pero no en G recia.
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa 157

A q u í, im pensadam ente, tras q u ed ar arrum bado todo el aparato estatal


m icénico, incluida la escritura qu e utilizaba, una escritura de función ad­
m inistrativa al servicio del Estado, tu vo lugar el nacim iento de u n m u n do
diferente: el de la G recia de la que lu ego surgió E u ro p a.4
Es la G recia de las ciudades y del autogobierno de las m ism as, qu e po­
día ser de diversos tipos: oligárqu ico, tiránico, el inclasificable régim en es­
partano, al final el de tipo dem ocrático. L a G recia del in dividualism o en la
qu e personas privadas firm aban sus poemas u obras de arte o inscripcio­
nes, o hacían pensam iento n uevo o política.
T o d o ello, que he descrito detenidam ente en otros lugares,· fue posible
gracias a la creación de una nueva escritura, la escritura griega. Es una par­
te de esta nueva G recia y, a partir de ella y com o acabo de decir, una parte
im prescindible de la E u rop a que a partir de aquí se creó.
C uriosam en te, igual qu e la escritura silábica m icénica (la lineal B, d eri­
vada de la lineal A de C reta, portadora de una lengua indescifrada) fue
tom ada de pueblos no griegos, la nueva escritura, alfabética esta, de que es­
toy hablando, íue tom ada por los griegos de un pueblo oriental, los feni­
cios, com o bien sabían los posteriores griegos y rom anos. A u n q u e fue per­
feccionada y hecha más m anejable y útil m ediante algo que se le añadió: las
vocales. T am b ién el m aterial escritorio más usual (tras la piedra, el bronce
y plom o, etc.) era extranjero: el papiro egipcio. E n tre tantos elem entos ex­
tranjeros adoptados por los griegos en su religión, su arte, su cultura, este
es uno más.
Esta fue la g ran origin alid ad de los griegos: crear algo nuevo, o rigin al, a
partir de su herencia indoeuropea y m icénica, y de diversos elem entos to­
m ados de pueblos extraños, semitas y egipcios, la escritura entre ellos.
L a escritura fue adoptada, sin duda, por com erciantes griegos, en la épo­
ca del relanzam iento de la actividad com ercial entre Grecia y el extranjero
tras los siglos oscuros, siglos sin escritura, que siguieron al hundim iento de
los reinos micénicos. Y lo fue con finalidades principalm ente comerciales, en
algún lugar en que los negociantes griegos y fenicios coincidían, qu izá en Al
M in a (an tigu a Posid on ia), en Siria. Y ello en el siglo v m o q u izá ya a fi­
nales del ix, cuando com enzaba la nueva cultura griega de las ciudades, el
arte ge o m étrico y o rie n taliza n te , la expan sión colo n ial, los intentos de
a u to go b iern o y tam bién los logros en el arte, la poesía y el pensam iento.
i 58 L a confluencia y expansión de las lenguas de Europa

L a escritura no entró hecha y com pleta, sino en diversos alfabetos loca­


les. E n el siglo v m ya están atestiguados los de Eubea, A tica, T e ra , C reta,
Rodas y N axos; en el com ienzo del v il, los de C orin to y Samos. Estos alfabe­
tos se d ifu n d ieron a través de Eubea, C reta, Rodas y C orin to, que ofrecían
variantes. Y a he dicho que, más tarde, fue el alfabeto jónico el que se im p u ­
so. N otaba la e y la o breves y largas (E/H, Ο/Ω), las oclusivas aspiradas la­
bial y gutu ral (Φ, X), las consonantes dobles (Ψ, Ξ), carecía de d igam m a y
de signo de la aspiración (hubo que introducirlo m u ch o m ás tarde). N a tu ­
ralm ente, se trataba del que ahora llam aríam os alfabeto de m ayúsculas, las
m inúsculas son una invención m edieval. T écn icam ente, llam am os a estas
letras, las de las inscripciones y ciertos papiros y m anuscritos, capitales.
A lg o habría que decir, aun que se sale en realidad del tem a de este libro,
de los orígenes.6 C on ocem os el alfabeto fenicio desde la inscripción del se­
pulcro del rey A h ira m , en Biblos, de hacia iooo a. C . Por cierto, no solo el
alfabeto, sino tam bién algunos de los m ás antiguos tipos de inscripciones,
com o esta funeraria, fueron im itados por los griegos. Pero, a su vez, el alfa­
beto fen icio tenía su historia.
E l paso de los sistemas de escritura silábicos a los alfabéticos tenía pre­
cedentes en las inscripciones protosinaiticas desde el 1700 a. C . y en las pro-
tocananeas del siglo x m a. C . y siguientes. Y por las m ism as fechas se escri­
bían en U g a rit textos cuneiform es con una escritura alfabética, con hasta
treinta signos; tenem os incluso un com pleto silabario. L a form a de la escri­
tura cu n eifo rm e estaba inspirada, al m enos en parte, en las escrituras pro-
tosinaíticas y protocananeas. Estas acabaron por reem plazar al alfabeto cu ­
n eiform e ugarítico, cuand o U ga rit fue destruida por los pueblos del m ar,
hacia el 1200 a. C „ igu al que los reinos m icénicos.
D e ahí vin o el alfabeto fenicio, escrito de derecha a izq u ierd a igual que
el ugarítico (esto continuó en inscripciones arcaicas griegas, luego vino el
«bustrophedon», con líneas alternando en las dos direcciones, lu ego la es­
critura de izq u ierd a a derecha). D e este alfabeto fenicio (usado tam bién,
luego, por los púnicos) y hacia los siglos xi y x a. C . el del aram eo (lengua
oficial del Im perio persa y m uy difu n d id a, a veces en escritura cursiva). Y
el hebreo, lu ego abandonado a favor del aram eo. Y otras escrituras m ás,
com o la m oabita, la am m onea y la edom ita. R aram ente usaban vocales.
S u rgió después, entre otras escrituras, la árabe.
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa r59

Pero la que m ás nos interesa en este contexto es la griega. C onocem os


los alfabetos griegos más antiguos, desde el siglo v iii , en lugares que ya he­
m os citado y en otros más. L os m ás antiguos son los m eridionales, en C r e ­
ta, T era, Melos y Sicinos. C arecían de los rasgos jónicos antes m encionados.
L o verosím il es que el alfabeto fuera el invento de un solo creador y que
tuviera el núcleo de sus 23 letras (en realidad 22, porque unos alfabetos u tili­
zan san, otros sigma, se ve que había una vacilación). A estas se añadieron
otras com plem entarias o que indicaban grupos consonánticos, algo he dicho
ya sobre los alfabetos arcaicos sin signos dobles ni consonantes aspiradas ni
notación de las diferencias de cantidad. Más cosas podrían decirse, pero esto
nos llevaría a un dom inio lejano al que nos interesa aquí principalm ente.
E n todo caso, todos los alfabetos griegos se caracterizaron por la intro­
ducción de las vocales, aprovechando la falta en grieg o de las laringales se­
m íticas. A lg u n o s precedentes de las vocales había en las escrituras fenicia,
aram ea y hebrea. Pero con tribuyeron adem ás la notación de las vocales en
chipriota y la necesidad en grieg o de escribir sílabas en V - C , inexistentes
en fen icio.7 E n todo caso, la escritura de las vocales hacía m u ch o m ás clara
la transcripción escrita del griego, no era preciso defin ir el tim bre de las
vocales por sus apoyos contextúales.
C iertam en te, la escritura grieg a carecía de signos fie puntuación y
acentuación, qu e solo m ucho más tarde, en época helenística, se in tro d u je­
ron. N o había separación de palabras, es lo qu e se llam a scriptio continua.
L e e r un texto grieg o era d ifícil, exigía conocim ientos. D u ran te m ucho
tiem po, la literatura g riega con tin uó siendo predom in an tem en te oral o es­
cuchada a un lector, m ás q u e leída directam ente. Pero el alfabeto, para
inscripciones privadas y públicas y para textos literarios, aunque fueran ejem ­
plares únicos (el libro editado, realm ente, no existió hasta el siglo v a. C.),
fu e m u y im p o rtan te. D ifu n d ía la cu ltu ra grieg a p or todas partes, ta m ­
bién fuera de G recia.
Y a tenían, pues, los griegos en el siglo vi 11 a. C . un instrum ento que di­
fun dió sus varios dialectos por todo el M editerráneo, en sus m onedas, ins­
cripciones en varios soportes y papiros. Y suponem os qu e tam bién usaron la
escritura, desde esta fecha, con fines literarios. En prim er lugar, para escri­
bir y leer los poemas épicos, H o m ero sobre todo. Y poemas derivados de la
antigua literatura oral y convertidos ahora en una gran de y extensa poesía.
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

F u era que H o m ero escribiera, fuera que dictara: hay varias hipótesis. Y
había H esío do y los dem ás. T a m b ié n la lírica era oral, fue escrita desde el
siglo v u i, con E u m elo de C o rin to , lu eg o desde el siglo v n , con la elegía y
el yam bo sobre todo. A sí se difun d ieron los grandes dialectos literarios, base
de la posterior unidad del griego, com o ya he dich o .s
Y llegaron estos poetas e inscripciones a todas partes, sufrieron en todas
partes el in flu jo de H o m ero, lu ego del jónico. D espués llegó la prosa jóni­
ca, desde el siglo v i, lu ego la ática, desde el v. E l grieg o com o lengua litera­
ria y de cultu ra estaba, pues, lanzado. Y el alfabeto griego llevaría la cu ltu ­
ra griega a E tru ria y Rom a, a través de los alfabetos etrusco y latino
(derivado del prim ero). A n tes o m ás tarde la llevaría a pueblos diferentes,
que he citado, y a los m ateriales de apoyo citados se añadirían el pergam i­
no, desde fecha helenística, y el papel ya en la bizantina.
Sin em bargo, lo ú nico que realm ente podem os tocar con nuestras m a­
nos y ver con nuestros ojos, en las fechas más antiguas, son las inscripciones.
Y en ellas se com prueba cóm o la cultu ra griega, naciendo de las orientales,
era desde el com ien zo m u y diferente. H abía con tin uidad en inscripciones
privadas relativas a la propiedad, las funerarias, las votivas, las de artífice,
pero faltaban en G recia las grandes inscripciones conm em orativas de
construcciones y hechos gloriosos, com o las conocidas del Im perio persa.
La escritura no era va el in strum en to para la glorificación de los grandes
reyes (la m icénica sí, en una m edida).
Tam bién había temas nuevos, en relación con fiestas y celebraciones, desde
las dos m ás antiguas inscripciones griegas, la de la copa de N éstor en Pitecusa
y la del elogio de un danzarín en Atenas. Y había los ecos literarios en tantas
inscripciones y epigram as arcaicos, así com o había mil inscripciones de gente
privada (votos, firmas de artista) y de textos relativos a la administración de la
ciudad: leyes, decretos, cuentas de gastos, otras de diversas actividades adm i­
nistrativas y políticas. Era un nuevo m undo, como el de la literatura en papiro.
E l m u n d o del autogobiern o y del individuo. L a escritura hacía posible
qu e funcionara. A veces, las inscripciones tenían, junto al texto escrito, re­
lieves escultóricos y otros subrayados artísticos.
El c o m ien zo de la cultura europea estaba, pues, en m archa con la escri­
tura grieg a, acom pañada del arte, la poesía, el pensam iento, la nueva polí­
tica, el valor del individuo.
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa 161

P ero, sobre todo, m ientras qu e el alfabeto fen icio tu vo una difusión


m u y lim itad a, su d erivado, el g rieg o , es el qu e se d ifu n d ió por todo el
m u n d o y trasportó una n ueva cultu ra, la de E u ro p a, directam en te o a tra­
vés de sus derivados, el alfabeto latino y el eslavo sobre todo, com o ya h e­
m os visto.
L as lenguas y los pueblos de A sia, indoeuropeos o no, quedaron aisla­
dos de E uropa, aun que algunos alfabetos de la Ind ia v en gan del aram eo, es
decir, estén indirectam ente em parentados con el griego.
A lfab eto grieg o y cultura europea son sinónim os.
E l alfabeto g rieg o h izo posible no solo la adm inistración y la vida de las
ciudades y el llevar la presencia m ism a de los in dividuos y de su vida y acti­
vidades al conocim iento general, sino qu e inició la vía para q u e la literatura
oral de los griegos se hiciera escrita y m ás adelante surgiera el libro editado
y vendido, después las bibliotecas qu e lo coleccionaban. Estas bibliotecas,
qu e se renovaban a pesar de las destrucciones, hicieron posible qu e una
parte de la literatura de los griegos llegara a la época del R enacim iento,
lu ego, impresa ya, a nosotros.
T o d o esto sum inistró el m odelo para fenóm enos paralelos en R om a y la
E d ad M edia: se d ifu n d ió el latín clásico, tam bién, a partir d e un m om ento,
el grieg o clásico. Y se hicieron gram áticas y m il estudios de los clásicos, que
in flu yeron am pliam ente en la vida cultural.
A su vez, todo esto in flu yó vastam ente en la im presión de los libros, a
partir de la Biblia im presa por G u te n b e rg desde 1455. Siguieron infinitas
ediciones, estudios y com entarios y, luego, m u y num erosas bibliotecas. A
partir de un m odelo redu cido se creó la Eu ropa cultural.
T ra s esto, querría lim itarm e a unas pocas cosas en relación con la evo­
lución, en G recia y en el m u n do griego en general, del alfabeto griego.
L u e g o hablaré de la creación del libro griego y de las bibliotecas griegas,
m odelo de todo.
E l antiguo alfabeto grieg o es el de la llam ada capital, presente en ins­
cripciones y, con ciertas variantes, en los papiros y el pergam ino. Se escri­
bía en scriptio continua, com o ya he dicho, sin acentos ni signos diacríticos.
Los filólogos de A le jan d ría lo usaron en sus ediciones: desde A ristófanes
de B izan cio introdujeron la separación de versos y tyómmata en los poetas
y, parcialm ente, signos diacríticos y de puntuación.
Iui confluenda y expansión de las lenguas de Europa

Son pocos los libros en p ergam in o escritos en uncial, salida de la cap i­


tal, qu e nos qu edan , de entre ellos el m ás an tiguo es sin du da el Sinaiticus
del A n tig u o T esta m en to , del siglo iv d. C .; otro de los más im portantes es
el D ioscórid es de V ie n a, del siglo vi. Y citem os los latinos, com o el L a tí-
rentianus de V irg ilio . Y es qu e en el siglo ix los códices en uncial fueron
transliterados a la letra m in úscula, que por entonces se im puso. Sin em ­
bargo, la uncial se conservó en los títulos, las iniciales y suscripciones de
los libros escritos en m in ú scula, sistem a qu e hem os heredado. Y hu bo va­
riantes qu e hacían la uncial más m anejable, así la uncial litú rgica de m a ­
nuscritos desde el siglo x.
L a capital y la uncial, con su falta de ligaduras y sus trazos en ángulo
recto, eran trabajosas para los lapicidas y, luego, para los copistas. C u a n d o
para escribir en el papiro se sustituyó el cincel por el estilo, se fueron intro­
duciendo form as más curvas. Pero, sobre todo, se creó la cursiva, que incluía
ligaduras: la m ayúscula en fecha helenística, la m inúscula en el siglo v ii.

D e la cursiva nació la redonda m inúscula, que es algo así com o una cu r­


siva más elegante. L a antigua se inició en el siglo v il, la nueva en el x n , lu e­
go hay la form a del siglo xv, qu e es la qu e heredó la im prenta. C asi todos
nuestros m anuscritos están en una de estas m inúsculas, sus características
nos ayudan a fecharlos.

LO S T E X T O S G R IE G O S A N T I G U O S Y SU L L E G A D A A E U R O P A

A sí han llegado a nosotros el alfabeto grieg o y los textos griegos. H ay que


añadir algo, aun qu e sea brevem ente, sobre los m ateriales escriptorios y so­
bre la conservación de los textos.
H a y qu e decir, sobre el prim er tem a, qu e los m últiples m ateriales duros
(piedra, m etales, cerám ica, m adera) y las tablillas de cera fueron sustitui­
dos la m ayor parte de veces, con ventaja, por el papiro im portado de E g ip ­
to. N o rm alm en te se enrollaba en un volumen, a veces se encuadernaban las
hojas, form an do lo qu e llam am os un libro. Esto fue lo n orm al cuand o el
papiro com en zó a tener una com petencia en el pergam ino, m ás caro pero
más duradero, a partir de Eum enes II (siglo 11 a. C .), en el reino de P e rg a ­
mo, qu e dio nom bre a este m aterial.
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa

Se usó para ejem plares de lujo, com o los cincuenta ejem plares de la B i­
blia qu e regaló C on stan tino a las cincuenta iglesias que había fun dado, y
para los grandes prototipos de los clásicos, los códices que los salvaron en
las bibliotecas monásticas de B izan cio en los siglos oscuros, hasta que en el
siglo ix d .C . fueron transliterados a la letra m inúscula. C o m o consecuen­
cia, el pergam in o fue u tilizad o para otros usos y los códices se perdieron,
salvo excepciones, com o he dicho.
Entretanto, el papiro desapareció hacia el año 800. Y el p ergam in o, tan
caro, encontró un sustituto más barato en el papel, invención de los chinos:
una v e z más la cultura griega (y la latina) fueron salvadas m ediante instru­
m entos de lejano origen. L o encontram os desde el siglo xi, y en B izan cio,
desde el x m . F acilitó la difusión de los textos antiguos entre los estudian­
tes, en C onstanti nopla y Salónica.
A h o ra bien, ¿cuáles eran estos textos griegas antiguos y cóm o se salva­
ron? ¿C óm o se perdieron otros? L a continuidad de la cultura grieg a en la
europea pendió de un hilo du ran te m ucho tiem po. H e escrito sobre esto,
pero daré aquí una idea.9
La literatura griega fue durante m ucho tiem po, com o tantas otras, ex­
clusivam ente oral. Sin duda los rapsodas tenían copias de H om ero, que re­
citaban. E igual hay que pensar para la lírica, qu e se cantaba en el banquete
y en la fiesta. T o d a v ía, para el siglo v a. C „ se nos recuerda la lectura de la
obra de Parm énides por Zen ón de Elea, de la de H eródoto por él m ism o."’
E ra raro tener en casa un H o m ero com pleto, com o E u tid e m o ." O tros
escritos eran, sin duda. Hypomnemata, es decir, notas o apuntes, lo im p o r­
tante era la presentación oral, así en el caso de la épica, la lírica y la oratoria.
Sócrates no escribió, Platón escribió diálogos y subrayó la superioridad de
la palabra oral sobre la escrita."1L as obras «esotéricas» o «internas» de A ris­
tóteles, conservadas por un azar histórico, eran sim ples notas para la ense­
ñ an za, igual que las de los m édicos hipocráticos.
Pero ya a finales del siglo v a. C . y en el iv com en zó en A ten as un tím ido
com ercio librero, prim ero para vender ejem plares de las obras teatrales (la
gente las recordaba y quería leerlas), tam bién podían adquirirse las de pen­
sadores com o A n axágoras.'3 L icu rgo , gobernante de A tenas a finales del si­
glo iv, h izo gu ardar ejem plares de todas las tragedias en el archivo público:
había conciencia de la im portancia de conservar el texto original.
164 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

D e esa época conservam os el papiro de T im oteo , Los Persas, m uy difícil


de leer, sin separación de palabras ni acentos.
Se desplegó, pues, la literatura griega, oralm ente prim ero y en el libro
después, en una serie de géneros qu e van de la épica y la lírica al teatro, lue­
g o a diversos géneros de la prosa, en jónico prim ero, en ático después. Son
estos géneros literarios los qu e habían de d ejar su im pronta en las literatu­
ras europeas, tam bién el estilo y la sintaxis del verso y de la prosa. Y el léxi­
co culto. T o d o esto hem os de estudiarlo.
F uero n los filólogos alejandrinos, tras la fundación del m useo y su bi­
blioteca por P tolom eo L ago , con ayu da de D em etrio de F alero, discípulo
de A ristóteles, los qu e salvaron la literatura griega. E l patriotism o de los
griegos asentados en E gip to y otros lugares de O rien te los im pulsó a salvar
esa literatura: a hacer ediciones depuradas (las de H om ero, los líricos, los
trágicos, los dem ás), qu e em p ezaron a ser legibles gracias a la introducción
de algunos signos diacríticos y a la redacción de com entarios. A ristarco,
pero sobre todo A ristófanes de B izan cio (director de la Biblioteca del M u ­
seo de 294 a 180 a. C .) y lu ego C alim aco (tam bién director, que escribió
unos Pinares o catálogo de la Biblioteca) fueron los salvadores de la litera­
tura griega. O tro s filólogos, com o C rates, trabajaron en P érgam o con
iguales ideas, otros, m ás tarde, en Rom a.
Esta vía es aquella por la que llegó a la posteridad la antigua literatura
griega arcaica y clásica. O al m enos la más im portante, se conoce el caso de
las obras «esotéricas» de A ristóteles salvadas a partir de un m anuscrito h e­
redado por su sucesor T eo frasto. C la ro está que una parte de la literatura
griega, la conservada y la perdida, la conocem os a través de referencias e
im itaciones en la literatura latina y por otras fuentes indirectas.
Para los griegos de Egipto, que superaban en am plitud de m iras a los ate­
nienses, la literatura griega era, com o para nosotros, un todo: actuaban por
patriotismo, se consideraban sim plem ente griegos. La editaban selectiva­
m ente (el canon), era leída en las escuelas. El m undo culto helenístico era
una unidad, la nueva literatura que en él se escribía, bien continuando la an­
tigua (épica, lírica, filosofía, historia, etc.), bien creando otra nueva (ciencia y
erudición, novela, etc.), era para todo el m u n do griego, se dirigía a todo él.
L a fractura política sucedida tras A le ja n d ro no existía en el dom in io de
la ciencia y literatura: eran para todos en todas partes. C o m o ahora. A u n ­
El alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa

qu e está claro que ciertos géneros (com o la tragedia y la com edia en sus
form as antiguas, la oratoria política) ya n o se escribían o habían cam biado
gran dem en te su espíritu. Y había géneros nuevos (los antológicos, la cien ­
cia, la novela, la erudición).
E n la escritura de la ciencia y la erudición helenística floreció la koiné, el
dialecto derivado del ático y exp an d id o por los m acedonios y los colonos
griegos q u e se asentaban en O rien te. Y en ella, m u y especialm ente, el léxi­
co culto y científico, qu e tanto in flu jo había de ejercer en el desarrollo del
léxico latino y, tam bién, en el de nuestras lenguas.
Pero, volvien d o a la literatura antigua ahora recogida y estudiada, hay
que notar que la palabra κδοσις, edición, se refería a un ejem plar único,
depurado y crítico. Solo en ocasiones se difu n d ían ejem plares m últiples, de
los qu e tenem os restos en los papiros encontrados en E gipto. Y se hacía una
selección: para cada género, ya lo he apuntado, se establecía un canon, una lis­
ta de autores seleccionados. A lg u n o s autores, por ejem plo oradores líricos,
filósofos y autores teatrales del siglo iv a. C ., com o F ilox en o y T im o teo , y
dram aturgos sicilianos m enores no entraban en ese catión. Se piensa que
entonces se perdieron, q u izá algunos continuaran propagándose por vías
m arginales.
Esta fue la prim era salvación, acom pañada de un n au fragio parcial, de
la antigua literatura griega. M ás adelante, en época im perial, el panoram a
fue más vario. Sustancialm ente, la escuela salvó a los grandes clásicos, que
allí se estudiaban, a oradores, historiadores y autores de teatro sobre todo.
P ero parcialm ente: se hacían, por ejem plo, selecciones del teatro qu e in ­
cluían las obras principales, se salvaron algunas m ás, m uchas se perdieron.
Y las escuelas filosóficas, en especial los académ icos y peripatéticos, sal­
varon la antigua filosofía (pero no hubo salvadores para los presocráticos y los
pitagóricos). Y fueron m enos afortunadas las filosofías helenísticas de es­
toicos, epicúreos y cínicos, entre otros. Por otra parte, los cultivadores de
diversas ciencias, com o la astronom ía, la geografía, la m atem ática, la g ra ­
m ática, la m edicina, al escribir nuevos tratados sobre ellas en fecha poste­
rior, hicieron que se perdiera una parte im portante de la ciencia helenísti­
ca. A h o ra estaban Ptolom eo, G alen o, A p olo n io de Perga, H erodiano,
H efestión y tantos otros (más los tratadistas latinos), que hicieron que se
perdieran sus m odelos de época helenística.
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

Se añadía qu e los nuevos y caros libros en códices de pergam in o exigían


una reducción del n úm ero de textos qu e había qu e copiar y leer. Sabem os
por los papiros lo qu e se leía (H om ero, D em óstenes y Platón antes qu e nin­
gun os otros autores) y lo que no se leía o se leía menos: la cultura bajaba. Y
algunos cristianos, desde Basilio de C esarea, apoyaron la lectura de la anti­
gua literatura, pero sin du da contribuyeron a relegar una gran parte de ella
a círculos m uy reducidos.
Pero, pese a todo, los textos griegos (algunos de ellos) nos han llegado por
una tradición continuada, que incluye traducciones e imitaciones en otras
lenguas: el latín, el árabe, el eslavo, com o he señalado. M ientras que los tex­
tos de culturas orientales (egipcia, sum eria, acadia, asiría, babilonia, persa)
hemos tenido qu e recuperarlos, casi siem pre, por las excavaciones arqueoló­
gicas. Es poco lo que, in fluyen do a los griegos, llegó por esta vía indirecta.
A l llegar el fin de la A n tigü ed ad , la literatura griega había qu edad o
m uy reducida. A B izan cio llegó algo más de lo conservado, no m u ch o más:
se nos cita a Safo, a T eo p o m p o , a C tesias, a H iponacte, etc. Es difícil decir
si se conservaban ejem plares com pletos. En otros lugares a los que llegaron
los árabes en el siglo v u , he p ropuesto'4 que allí encontraron textos griegos
qu e estudiaron o tradujeron. H ay casos, raros, de textos griegos conserva­
dos solo en traducciones árabes.
Peor fueron las cosas en el Im perio occidental; en Rom a y otros lugares
había excelentes bibliotecas griegas y m uchos hom bres cultos qu e conocían
la literatura griega, pero a finales de la A n tigü ed ad eran escasos los h o m ­
bres cultos qu e leían e im itaban a los griegos. En la E d ad M edia occidental
el grieg o casi se perdió, con algunas excepciones en Irlanda, S ain t-G all y
m onasterios de la Italia m eridional.
P ero en la m ism a B izan cio las cosas fueron m al, tras Justiniano, en los
siglos v u y v iii d. C .: los siglos de los iconoclastas, del cierre de las escuelas,
de la gran decadencia cultural. Los antiguos códices en p ergam ino dorm ían
en las bibliotecas. Solo el renacim iento cultural de los siglos ix y x, resum i­
dos en los nom bres de Focio y A retas, los sacó de ellas para ser copiados en
m inúscula — y olvidados o destruidos luego, salvo raras excepciones, los
originales— . G ran desdicha: los arquetipos de m uchos de los m anuscritos
en m inúscula estaban precisam ente en esos códices en uncial. A l m enos, se
salvó lo salvable.
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa

Y , tras la ocu p ación de C on stan tin o p la por los cruzad os, desde finales
del siglo x iu y en el x iv h u b o un ren acim ien to g rieg o , se crearon las u n i­
versidades de C on stan tin o p la y Salónica y surgieron nuevas escuelas de
filólogos: Plan udes y M oscópulo, en C on stan tin o p la, y M agistros y T r i ­
clin io , en Salónica, son los nom bres m ás citados. E d ita ro n , com en taron la
antigua literatu ra. A veces, perdidos los m anuscritos anteriores, son los
de esta época los qu e nos han llegado. Eran a m en u d o ediciones baratas
en papel. El tipo de letra, la m in ú scula reciente, fue lu ego im itad o por la
im prenta.
L a hu id a de los eru ditos g rieg o s a Italia, cu a n d o la in vasión tu rca que
c u lm in ó en la con qu ista de C o n stan tin o p la en 1453, trajo a O ccid en te
estos tesoros qu e eran los m an uscritos, qu e acabaron llega n d o n o solo a
las gran d es bibliotecas italianas, sino tam bién a P arís, a O x ío r d , a E l E s ­
corial y otros lu gares. F u e ro n ob jeto d e estudio, tam bién de ed ición con
ayu d a de la im p ren ta, recién descu bierta. En 1495 solo se había p u b lica ­
do una docena de edicion es griegas: gram áticas de Láscaris y C risolo ras,
E sop o, T e ó crito , la Batracomiomaquia, H o m e ro , Isócrates. S igu iero n
m u ch ísim as edicion es m ás, por obra de A ld o M a n u zio y otros editores
bien co n o cid o s.15
A partir de aqu í vino el in flu jo de la antigua literatura en las nuevas
culturas y el estudio por eruditos y hum anistas de la antigua cultura grie ­
ga. Se añadieron, poco a poco, textos griegos qu e se habían perdido y ahora
se recuperaban: los procedentes de papiros, inscripciones y óstraca; y las co­
lecciones de fragm entos de filósofos, poetas y dem ás autores, cuidadosa­
m ente recogidos y analizados por los estudiosos occidentales. A sí aum entó,
por una parte, el con ocim ien to de la antigua cultura griega en sus varias
etapas, y aum entó el in flu jo de esta sobre toda la cu ltu ra europea.
El bache fue, así, salvado, en la m edida de lo posible. Se añadió el con o­
cim iento indirecto de G recia a través de la literatura latina, entre otras
vías. Y , refiriénd om e ahora, una v ez más, a la lengua, al in flu jo de la len ­
gua griega en las nuestras en la E d ad M edia por vías gen eralm en te in d i­
rectas, se añadió ahora el in flu jo directo, factor de unidad entre ellas y en
toda nuestra cultura.
C la ro está, con esto ni siquiera tocam os el desarrollo de la literatura
griega en las épocas rom ana y bizantina. Resulta esencial decir qu e en esta
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

ú ltim a el grieg o p opular, el d erivado de la \oiné hablada, apenas se escribía


y em ergía solo esporádicam ente en la literatura; la cultivada usaba una
lengua arcaizante y más bien artificial. N i una ni otra"’ ejercieron in flu jo
destacable en las lenguas y literaturas europeas.
E n cam bio, sí hay que decir desde ahora que el gran in flu jo de la cu ltu ­
ra g riega en la nuestra tuvo lu gar fundam entalm ente con el descu brim ien ­
to de los clásicos en la época hum anística, qu e acabo de citar. P o rq ue es el
léxico g rieg o clásico y helenístico el qu e fun dam entalm en te ha in flu id o en
nuestras lenguas, en su sector culto, aparte del cristiano. A u n q u e por otras
vías, ya lo he dicho, ha penetrado, desde el fin de la A n tigü ed ad y en la
E dad M edia, léxico popular, hablado.

E L A L F A B E T O L A T I N O : O R ÍG E N E S Y D I F U S I Ó N

H o y se piensa qu e el alfabeto latino no derivó directam ente del griego,


sino qu e hubo un interm ediario, el etrusco, aun que hay quien opina que el
g rieg o in flu yó lu ego directam ente en el latino, a ju zg a r por la presencia en
él de las oclusivas sonoras griegas b y d (tam bién £, pero esta fue creada se­
cundariam ente), que no existen en etrusco. Pero hablem os, prim ero, del
alfabeto etru sco.'7
L os etruscos tom aron el alfabeto grieg o de resultas de sus transacciones
com ercia les con los g rieg o s de C u m a s y Pitecusa. Y a desde fin ales del si­
g lo v iii adoptaron el alfabeto grieg o para notar el etrusco. Era un alfabeto
g rieg o de tipo occidental, diferente en cierta m edida del alfabeto jónico: de
ahí qu e en un d erivado del alfabeto etrusco com o es el latino haya ciertas
diferencias con el alfabeto grieg o jónico. O tras diferencias proceden de la
elim inación de ciertas letras innecesarias o la elección entre ellas o la crea­
ción de letras nuevas.
Por ejem p lo, la H derivada de la grieg a nota en etrusco una aspiración
(en el jónico, donde no había aspiración, la eta era usada para notar la e la r­
ga); la X equ ivale a %s. L a ψ equ ivale a kb. S egún los lugares y contextos,
para la gu tu ral sorda usaron los etruscos ya Cappa, ya qoppa, ya gamma
(con la form a redondeada C). N o se usaron la b y la d , innecesarias en su
sistem a fon oló gico, carente de oclusivas sonoras. C o m o tam poco la o (solo
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa 169

tenían cuatro vocales: a, e, i, «). Y crearon una fricativa labial sorda con un
signo com p lejo W H . H abía varias letras para las silbantes, q u e parece qu e
eran dos, según las zonas: hallaron hueco, según los casos, las letras g r ie ­
gas sigma y san.
E l alfabeto etrusco, aparte de su uso com ercial y en inscripciones cuya
tipología es griega, lo usaban los nobles com o orn am en to en objetos deco­
rativos y de lujo: con todas sus letras, incluso las qu e en la práctica de la es­
critura no se usaban.
Este alfabeto fue tom ado en préstam o, con las variantes necesarias, por
lenguas itálicas com o, en el norte, el vcnético, el lepóntico y el rético; en el
sur, por el um bro, el oseo y el falisco. Y por el latín, claro está. C u a n d o
Rom a conquistó Italia, a partir del siglo ni a .C ., desaparecieron g rad u a l­
m ente las dem ás lenguas y sus alfabetos. E n cam bio, la lengua y el alfabeto
de esta pequeña ciud ad, R om a, estaban destinados a una difusión por toda
Italia, por casi toda Eu ropa y por gran parte del m u n do.
M ás el alfabeto qu e la lengua, pues fue adoptado por toda clase de len ­
guas y el latín acabó por desaparecer, aun que fue m ás difu n d id o qu e el
griego, su últim o m odelo, desde luego.
E n alfabeto latino hay un m ín im o n úm ero de inscripciones en los si­
glos vi y v a. lu ego crecen enorm em en te a partir del in , no solo en Italia,
sino en todo el M editerráneo, sobre todo en el occidental. En el oriental se
prefería el griego, pero hay tam bién inscripciones, papiros de óstraca lati­
nos, sobre todo dependientes de la adm inistración im perial, la m ilitar y la
de justicia. El latín siguió siendo, por lo dem ás, la lengua oficial del Im pe­
rio de O rien te, hasta Justiniano.'*
El alfabeto latino se origin ó, com o he señalado, a partir del etrusco, en
realidad de sus form as m eridionales. D e ellas vino la reglam entación del
uso de C , K o Q para m arcar la Pero hay algunas diferencias, com o el uso
de la O, de las oclusivas sonoras B y D , de \asigma (no la san), d e la C (form a
m odificada de la gamma, G), la F (form a sim plificada de la fricativa labial,
a partir de la digamma). L a Z casi no se usaba, en su lu gar se colocó en el a l­
fabeto la G , luego se rein trodujo y se colocó al final. O tros detalles podrían
darse sobre m odificaciones del alfabeto en la época republicana.
L a escritura latina era de izqu ierd a a derecha, m ientras q u e la etrusca
era, norm alm ente, de derecha a izq u ierd a , en algún caso de bustrophedon y
¿7o La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

aun de izq u ierd a a derecha, sentido qu e se había gen eralizad o en grieg o en


el siglo vi a. C . En esto, com o en algún detalle dado antes, se ve que in flu yó
la escritura griega.
P or lo dem ás, la form a concreta de las letras variaba a veces de las g r ie ­
gas, había variantes en latín. Es antigua, por ejem plo, la form a de laZJ con
panza hacia la derecha (propia de la escritura de izqu ierd a a derecha),
frente a la delta griega triangular. Pero hay desde pronto form as evo lu cio­
nadas, en inscripciones m enos form ales, por ejem plo, algunas con un trazo
vertical y una p a n za .,y
N atu ralm en te, todo este alfabeto de las inscripciones y de los textos m a­
nuscritos más antiguos era en la que se llam a capital o uncial. S igu ió usán­
dose, en la escritura m ás form al, hasta el siglo v m .
Se creó tam bién, para la escritura rápida, una cursiva, derivada de la ca­
pital: prim ero m ayúscula, lu ego m inúscula desde el siglo iv d. C . D e aquí
se pasó a la m inúscula propiam ente dicha, que tuvo, a lo largo de los siglos,
diversas variantes: visigoda, carolin gia, francesa, gótica, hum anística. E s­
tas últim as variantes son las qu e pasaron a la im prenta, qu e a su v e z d e­
sarrolló diversos tipos de letra. Por supuesto, com o en griego, se conservó
la letra capital para títulos, m ayúsculas, etc.
Son dos evoluciones paralelas las de los alfabetos grieg o y latino, com o
se ve; y uno y otro desem barcaron, ya en el siglo xv d. C ., en los tiparios de
im prenta.
L a gran diferencia es qu e el alfabeto g rieg o y la lengua que nota ofrecen
una im portante con tin uid ad , en G recia, desde la A n tigü ed ad hasta hoy;
fuera de ella, hay los derivados qu e son los alfabetos gótico y eslavo. En
cam bio, el alfabeto latino, llevado por el Im perio rom ano y la cultura rom a­
na, p ervivió en todos los confines del im perio. F u e, al final, la única lengua
escrita (lenguas no escritas fueron el vasco, la de los pictos y el celta insular,
sobre todo).
M ás todavía: en las culturas (celtas, germ ánicas, eslavas occidentales) en
las que, en la E d ad M edia y las posteriores, dom in ó el in flu jo occidental, se
im plan tó com o lengua de cultura el latín, con el alfabeto latino. Y cuando,
a partir de un m om ento, com en zaron a escribirse las lenguas de los grupos
lingüísticos qu e he m encionado, convertidas en lenguas de cultura, tom a­
ron el alfabeto latino, no se crearon alfabetos propios, com o el gótico y el
El alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa

eslavo, q u e he citado. A lo sum o, se añadieron m odificaciones o signos d ia ­


críticos para atender a sus características fonéticas. E l alfabeto latino se
hizo así propio de lenguas no latinas.
M ás todavía: a partir del siglo x com en zó a escribirse en él el húngaro; a
partir del xvi, a veces más tarde, otras lenguas de E uropa, indoeuropeas o
no, com o el vasco, el albanés, el letón, el lituano y el finés. Siem pre con el
alfabeto latino. Se em pleó, tam bién, para las lenguas no europeas: las de
A m érica, que transcribían los españoles, los portugueses y otros europeos
más; las de A frica , transcritas por exploradores y colonizadores; el turco,
desde la revolución de A ta tü rk ; etc.
E l alfabeto latino, al qu e resisten el árabe y lenguas de la India y la C h i­
na, entre otras, lleva cam in o de convertirse en u niversal. C o n ciertas m o d i­
ficaciones o signos diacríticos, tam bién ahora, para atender a la fonética de
diversas lenguas.
P ero convendría insistir en las diferencias en la historia de los alfabetos
grieg o y latino, y de las lenguas y literaturas griega y latina. E n el com ien ­
zo están, ciertam ente, el alfabeto grieg o y la literatura griega, son los m o­
delos del alfabeto latino y la literatura latina. Pero lu ego el alfabeto grieg o
q u edó reducido a G recia y B izan cio, e igual la lengua y la literatura g rie ­
gas; el latino se difu n d ió am pliam ente. En cam bio, la lengua griega m o­
derna es un derivado, no dem asiado alejado, de la lengua griega antigua (y
en B izan cio vivió un derivado más próxim o, la lengua llam ada /{atharévou-
sa), m ientras que en O ccid en te el latín solo subsistió com o lengua culta, de
ella se desgajaron las lenguas rom ánicas.
H u b o unidad o casi unid ad en O rien te, por obra sin du da del im p erio
y el p atriarcado (aunque hay q u e contar con la diversid ad in trodu cid a por
el a lfabeto y las lenguas y literaturas eslavas); diversid ad en O ccid en te,
con la creación de varias naciones, rom ánicas y no. Pero el alfabeto las c u ­
bría a todas. Y las literaturas orientales (griega, eslavas) y las occidentales
(rom ánicas y no) m antenían la huella de su raíz com ú n y aun la in crem en ­
taron con el tiem po, sobre todo desde el R enacim iento. Sobre el m odelo
an tiguo , claro.
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

LO S T E X T O S L A T I N O S A N T I G U O S Y SU L L E G A D A A E U R O P A

Pero, antes de pasar a B izan cio y Europa, no solo el alfabeto y varios ele­
m entos lingüísticos de los qu e hablaré, tam bién la literatura griega tu vo una
continuación en la A n tigü ed ad : la latina. T ra s unos com ienzos itálicos m uy
pobres — cantos rituales de los Salios y Arvales, elogia fúnebres. Annales,
farsas dram áticas com o lasfescennmae— , a partir de finales del siglo m a. C .
se creó una nueva literatura que im itaba la griega. Esa literatura, con el
tiem po, pasó en la m edida que fuera a la Edad M edia, fue una vía para su
helenización indirecta. Y luego fue redescubierta en el Renacim iento.
Según el esquem a habitual, que lu ego se repitió varias veces, hem os de
verlo, el p rim er paso fue escribir textos literarios en la lengua de cultura
ajena: en grieg o escribieron, por ejem plo, los historiadores F ab io P ictor y
C in cio A lim en to . El segundo paso fue el de hacer traducciones de esa len­
gua, así la de la Odisea de L iv io A n dro n ico .
El tercer paso fue hacer im itaciones o contrapartidas latinas de los g rie ­
gos, qu e eran ya obras propiam ente literarias: así la tragedia cothurnata y
praetexta, la com edia palliata y la togata (L ivio A n d ro n ico , N e v io , etc.) des­
de finales del siglo m y sobre tocio en el n a. C.: la com edia culm in ó, com o
se sabe, en P lau to y T eren cio. L a m ayor parte de las obras eran im itaciones
de otras griegas (a veces contam inadas), con am biente griego.
E n n io hizo, por su parte, épica rom ana, con tem a ya rom ano (\os Anna­
les), pero sobre m odelos helenísticos; L u cilio escribió sátiras, sobre las de
C alim aco; C atón , obras en varios géneros (historia, m áxim as). H abía tam ­
bién los oradores, pero sus discursos o no se editaban o no han llegado a n o­
sotros, y las obras de agricultura, gram ática, etc. Se creó así una literatura
que doblaba a la griega en tem as y géneros y que usaba un latín qu e co­
m en zaba a helenizarse.
N ótese que la literatura latina helen izada no siguió el orden de apari­
ción de los géneros en G recia (y en otros varios lugares): prim ero géneros
orales, la épica y la lírica, lu ego las versiones escritas de estos y otros, con
una apertura ideológica grad ual. En R om a se com en zó por im itar los g é ­
neros helenísticos contem poráneos, com o la sátira, la historia y un cierto
tipo de épica, al tiem po que géneros anteriores, com o la tragedia del siglo v
y la com edia del iv. C iertos géneros griegos estaban m al vistos en una so­
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa '73

ciedad que todavía era m u y cerrada: la filosofía, la retórica, la erótica. Se


im itaban sobre todo géneros helenísticos y algun os científicos o eruditos,
com o los ya citados. Periódicam en te había expulsiones de filósofos y réto-
res (cosa que continuó bajo el im perio).
Solo con el tiem po, desde el siglo i a .C ., hubo una m ayor apertura y una
im itación, con frecuencia de los autores clásicos. L leg ó la oratoria de C icerón
y otros, que imitaba a Dem óstenes y otros oradores griegos; la lírica erótica y
otra de H oracio, C atulo, O vidio, T ib u lo , etc., que en parte im itaba a los anti­
guos líricos, en parte a los helenísticos; la bucólica de V irgilio, que arranca de
T eócrito; la épica más o menos hom érica, más o menos alejandrina, de V ir­
gilio; la nueva historia; toda clase de filosofías, incluida la epicúrea de L u cre­
cio; la fábula. C ontinuaron la ciencia y la erudición y varios otros géneros.
Sobre la base de los griegos, se creó toda una literatura, que alcanzó, a
veces, cim as insuperables. C ie rto qu e esta literatura decayó desde com ien ­
zos del siglo ii d .C ., época de T ra ja n o y A d rian o. P rod ujo, de todos m o­
dos, obras im portantes en los siglos siguientes, pese a la decadencia cu ltu ­
ral. O b ras de literatura pagana y tam bién cristiana. C on tin u ab an la poesía
helen izan te de un A uson io , un R u tilio N am acian o, un D racon cio.
Pero la gran literatura había pasado. Q u ed ab an los grandes com pilado­
res del pensam iento y la cultura antiguos, com o M acrobio, Boecio y, ya en
fecha visigoda, Isidoro. La literatura latina form a un ciclo, no estrictam en­
te paralelo al griego, pero con los grandes m ovim ientos inicial y final de
apertura, esplendor y decadencia. R eflejo de hechos sociales, evid en te­
m ente. Y con la m ism a intervención, al final, del cristianism o.
D e esta gran literatura viene el in flu jo en E u ropa de la lengua latina; un
in flu jo que a veces refleja el del g rieg o en el latín. C o m o en el caso de G re ­
cia, la Edad M edia, por supuesto influida por una cultura y literatura lati­
nas em pobrecidas, recibió un in flu jo más bien escaso de la gran literatura.
Pues, com o en el caso de los griegos, hubo la gran decadencia del siglo vi
y siguientes. A u n q u e la Iglesia, con sus m onasterios y luego sus universida­
des, ayudó a que la cultura antigua se salvara, a que fuera de nuevo m ejor
conocida sobre todo desde el siglo x v y siguientes, gracias a los grandes
autores que ahora se descubrían o redescubrían y que fueron los que relan­
zaron la tradición literaria y cultural desde el R enacim iento y el H u m an is­
mo. H ubieron de dorm ir, durante largos siglos, en las bibliotecas.
174 L a confluencia y expansión de las lenguas de Europa

A sí, la literatura antigua latina, igual qu e la griega, fue el apoyo para la


con tin uidad de nuestra cultura desde el R enacim iento.
Pero no dejó de existir un largo bache, salvado en cierta m edida, en a m ­
bos casos, por algunos renacim ientos. H e hablado del bizantino del siglo ix,
en O ccid en te hay el carolin gio de igual fecha y algunos m enores más. Y
todo fue creciendo con la fundación de las u niversidades y las nuevas órde­
nes religiosas en el siglo x n y sobre todo en el x m .
N o voy a hablar aq u í de la cultura m edieval de O ccidente, solo qu iero
insistir en qu e los grandes autores latinos, fundam entales en el R enacim ien­
to y el H u m an ism o, fueron apenas conocidos en la E dad M edia occidental,
m enos aún los griegos, igual que en B izan cio, pese a esos renacim ientos y a
casos especiales.
Y , pese a todo, desde la fun dación por san Benito de su orden y del m o ­
nasterio de M onte Cassino, com en zó la existencia de las bibliotecas, luego
continuadas en las escuelas catedralicias y las universidades, com o he d i­
cho. En otro lu gar he estudiado la pobreza inicial cié esas bibliotecas, desti­
nadas sobre todo a obras de contenido eclesiástico y a la nueva literatura la­
tina m edieval.20
C la ro que hubo excepciones, autores m edievales qu e conocían a algu ­
nos autores antiguos (algunas pocas de sus obras), com o la m onja H rosvita
que im itaba a T eren cio; A lfo n so el Sabio, q u e conocía a Suetonio, parte de
O vid io , L u can o, etc. E n general, O v id io se conocía tan solo por las M eta­
morfosis, H o racio p or el Arte Poética, Platón por el Timeo. A ristóteles era
estudiado, en círculos restringidos, a través de traducciones al árabe y lue­
g o al latín. Y diversos autores que se citaban eran en realidad literatura tar­
día: así obras atribuidas falsam ente a O v id io (el D e vetula), a P ed ro (el lla­
m ado Róm ulo) y al m ism o H o m ero (la Historia Troyana).
S olo en el siglo x v y sobre todo en el x vi vino la resurrección de Séneca,
Plauto, los historiadores; lu ego la de C icerón , V ir g ilio y los dem ás. S u m i­
nistraron m odelos n o solo para la literatura, tam bién para el estilo, la sinta­
xis y el léxico de las nuevas lenguas.
Y había la literatura latina m edieval, qu e de algun a m anera conectaba
con la antigua. D e ella hablaré en otro capítulo. C o m o en el caso de los
griegos, fue la im prenta la que salvó para el público hum anista a los g ra n ­
des autores latinos, editados ya desde el siglo x v en V en ecia, en A m b eres y
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa 175

otros lugares. Ellos hicieron el m ilagro de qu e las nuevas literaturas de O c ­


cidente pasaran cíe los m odelos m edievales (por lo dem ás derivados, tam ­
bién ellos, de la A n tigü ed ad ) al de los grandes clásicos latinos y griegos.
U na tradición de base antigua, pero en el com ien zo pobre y solo lentam en­
te enriquecida, fue sustituida en las m odernas literaturas por otra q u e en­
lazaba más directam ente con los grandes m odelos antiguos.
P o r otra parte, el latín com o lengua hablada no subsistió, m ientras que
el grieg o siguió siendo aproxim adam ente unitario, aun que con dos estra­
tos diferentes com o he señalado, siendo p rivilegiad o el m ás culto por el
facto r u n ifica d o r qu e sign ificab an en B iza n cio tan to el e m p e ra d o r com o
el patriarca. E l latín se desintegró cuando se h u n d ió el Im perio rom ano.
L a decadencia del sistem a de com unicaciones y de la cultu ra (solo una
pequeña élite continuó cultivan d o el latín literario en los siglos iv y v) y la
creación de nuevas entidades políticas trajeron la fragm entación de esta
prim era Europa que era el Im perio rom ano y, com o consecuencia, la em er­
gen cia a partir del latín de las lenguas rom ánicas. E n la E d ad M ed ia occi­
dental, efectivam ente, se consiguió la unidad religiosa con los papas, no la
política, pese a los intentos de C arlo m agn o y del Im perio rom ano-germ á­
nico. N i, por supuesto, la lingüística al nivel de lengua hablada general.
Y , sin em bargo, el latín continuó siendo, du ran te largos siglos, la lengua
culta de la Europa occidental: aquella en la que escribían los que sabían es­
cribir, leían los qu e sabían leer. C ircu lab an toda clase de textos legales y de
obras en prosa y en verso, originales o traducidas del grieg o o del árabe,
pero en latín todas. O bras antiguas, por el m om ento, com o ya he dicho, cir­
culaban pocas y dentro de círculos m uy lim itados.
Pero incluso cuando, desde el siglo ix a veces, desde el xi sobre todo, se co­
m enzó a escribir verso o prosa en estas nuevas lenguas y a traducir a ellas tex­
tos latinos antiguos y aun medievales, amplios dom inios, com o la m edicina, la
teología, la filosofía y el derecho, quedaron reservados al latín. Autores im ­
portantes com o D ante, Erasm o, Copérnico, Bacon, G arcilaso, fray Luis
de León, Descartes, Spinoza, L eib n iz, Linneo y Nevvton escribieron en latín.
L as im prentas p ublicaban más libros en latín q u e en las nuevas lenguas.
E n 1570, el 70 % de los libros im presos en A lem a n ia estaban escritos en la­
tín. Y tam bién eran m ayoría los libros en latín entre los que se enviaban de
España a M éxico.
176 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

N ótese que incluso en el gran período del Renacim iento y el H u m an is­


mo, cuando crecían las nuevas literaturas, cuando Bem bo, V ives o M ulcaster
defendían la dignidad de las nuevas lenguas, los monarcas y los poderosos se­
guían reuniendo bibliotecas griegas y latinas, y poetas com o D ante, M ena y
Ronsard creían en la superioridad de la lengua latina o, en ú ltim o caso, de
la griega. Y se creaban academias y universidades renacentistas, tales com o la
Academ ia Platónica de Florencia, el C ollege de France de París y la U niversi­
dad de A lcalá. El dom inio intelectual del latín era abrum ador, incluso entre
los protestantes y los católicos romanos reform ados. N o se puede com prender
nada de la cultura y las literaturas europeas sin conocer este hecho.
E ste papel del latín en E u ro p a occid en tal es p aralelo al del g rie g o
escrito, cu lto , en B iza n c io , al q u e ya m e he referido; in flu y ó , a su v e z,
e xtra o rd in aria m e n te , en las len gu as eslavas, cuyas obras an tigu as eran,
con frecu en cia, trad u ccio n es del g rie g o (com o m u ch as de las p rim eras
obras latin as habían sido trad u ccio n es del griego).
B izan cio y O ccid en te se habían resignado, por un tiem po, a tener una
lengua culta (la katharévusa y el latín) y una o varias populares que solo rara
y tardíam ente se escribieron en griego, más tem prano en O ccidente. A q u í,
desde el siglo x n , las lenguas populares avanzaron para convertirse, a su
v ez, en lenguas de cultura, aun qu e el gran salto en este sentido fue ya en el
R enacim iento, en contacto con las obras antiguas ahora redescubiertas y
editadas. U n papel sem ejante de lengua culta lo desem peñó el sánscrito en
la India y lo sigue desem peñando el árabe clásico en el m u n do m usulm án.
El latín, com o digo, continuó in flu yen d o fuertem en te en el lenguaje
culto de las lenguas m odernas en el siglo x v y siguientes. Los cultivadores
de estas intentaban, sim plem ente, com petir con la prosa y la poesía latinas.
Pero se tendió a la aproxim ación entre todas ellas, precisam ente por el p o­
deroso in flu jo de la lengua latina y de la griega, que antes había in flu ido en
la latina y continuó in flu yen d o sobre todas las lenguas.
Por lo dem ás, este papel cultural, tradicional y u n ifk a d o r del latín (de
m om ento, m enos del griego) es paralelo al que ejerció toda la cultura re li­
giosa, artística, política, social y religiosa procedente de la A n tigü ed ad .
Esto ya desde la E d ad M ed ia, pero sobre todo después. E igual fue en B i­
zancio el papel de la cultu ra griega. L en gu a y cultura son cosas solidarias,
no se explican la u na sin la otra. Pero en O cciden te se creó una cultura co­
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa m

m ú n , con la llegada de los m anuscritos griegos clásicos y el descubrim iento


de los latinos.
A sí se crearon bibliotecas com o la del V atican o, Floren cia, V en ecia, P a­
rís, E l Escorial y otras m uchas. F u ero n un testim onio vivo de la co n tin u i'
d ad y vigencia universal de nuestra cultura. Y lo m ism o las ediciones, a
partir de la introducción de la im prenta en Italia en 1465: las de A ld o M a-
n u zio , las de H . Etienne, la Biblia Polyglotta de A lcalá , etc., por no hablar
de las traducciones y los com entarios.
Las editiones principes com en zaron con varias de C icerón desde 1465,
lu eg o siguieron A p u le y o , G elio , C ésar y m uchos más. A A ld o M an u zio le
siguieron su h ijo y su nieto Paolo y editores alem anes, flam encos y otros.
H ab ría que hablar, por supuesto, de los hum anistas, a partir de P etrar­
ca y Boccaccio, lu ego Salutati, P o ggio , etc. Y , entre los cultivadores del
griego, V alla, M anetti y em igrad os griegos a Italia, com o C risoloras y Las-
caris; algunos vinieron a España. Y hubo los de los Países Bajos, com o L ip-
sius y tantos otros más, y los de F ran cia, com o B udé, los de España, com o
N e b rija y H ernán N ú ñ ez. Y habría que añadir las academ ias de F lorencia,
R om a y N ápoles, el C o lle ge de F rance, las universidades de Salam anca y
A lc a lá , etc.
T o d o esto desem bocó en la renovación de los géneros literarios y de las
ideas filosóficas en todo el m u n do europeo, bajo la influencia griega y lati­
na clásicas. Se aproxim aron entre sí las culturas europeas y, com o verem os,
las lenguas europeas.

LO S A L F A B E T O S G O T IC O Y E S L A V O Y S U S P R IM E R O S T E X T O S

D en tro de la E uropa cultural son im portantes los varios alfabetos d eriva­


dos del griego, de los qu e ya he hablado. A q u í q u ie ro recordar brevem en ­
te dos, qu e son europeos: el gótico, de vida efím era, y el eslavo, tan im por­
tante en un gran sector cultural de Europa.
L a creación del alfabeto gótico fue un resultado notable de las m ig ra ­
ciones de pueblos germ ánicos, de sus choques con B izan cio y de la acultu-
ración de uno de ellos, el pueblo godo, a partir de B izan cio y del cristianis­
m o, sim ultáneam ente. C u a n d o los godos se desplazaron hacia O rien te y
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

entraron en contacto, gu errero y a veces pacífico, con los bizantinos, se


cristianizaron. Y el obispo U lfilas, de fam ilia cristiana de C ap ad o cia y c u ­
yos abuelos habían sido hechos prisioneros por los godos, trad ujo al gótico,
en este am biente, en el siglo iv d. C ., la Biblia, traducción solo parcialm en ­
te conservada.
Es notable cóm o las guerras contra B izan cio y la llegada del cristianism o
hicieron posible, en un m om ento dado, la helenización de los godos. Y
cóm o esta com en zó por la creación de un alfabeto, tom ado del griego pero,
com o en otras ocasiones, m odificado para adaptarse a la fonética de la n ue­
va lengua. A diecinueve letras griegas se añadieron seis latinas y una rúnica.
Pero el alfabeto gótico term inó con U lfilas, sin duda porque los godos
se trasladaron lu ego a O ccid en te, donde cayeron en el ám bito de la cultura
latina.
M ucho más im portante cultu ralm en te fue el alfabeto eslavo, creado
com o he dicho en el siglo ix por los m onjes herm anos C irilo y M etodio,
griegos de Salónica qu e conocían el eslavo de los pueblos qu e rodeaban e
infiltraban esta ciudad. L u e g o fueron declarados santos.
Y a he dicho tam bién que en realidad se trata de dos alfabetos. E l de C i­
rilo es el g la g o lític o , d e riv a d o de la m in ú scu la bizan tin a: la Vida de San
Cirilo nos dice qu e antes de ir, en el año 863, de C onstantinopla a M oravia
para predicar el cristianism o, había com puesto el nuevo alfabeto y com en ­
zado la redacción de los E vangelios. El alfabeto llam ado cirílico, en cam ­
bio, el que más se difu n d ió luego, deriva de la uncial bizan tin a, con ciertos
elem entos del glagolítico.
Es este alfabeto el q u e ha sido aceptado y continúa vivo en el m u n do es­
lavo oriental y m eridional, in flu id o por B izancio: en ruso, ruso blanco,
ucraniano, bú lgaro, esloveno, serbio. En cam bio, en el m u n do eslavo occi­
dental (en polaco, checo, eslovaco, esloveno) y en croata (m eridional pero de
influencia católica), se im puso el alfabeto latino. Eran zonas todas ellas so­
metidas a la influencia occidental (del Im perio rom ano-germ ánico y Rom a,
entre otras).
Pero antes de volver a los condicionam ientos políticos y religiosos que
llevaron a la expansión de los alfabetos antiguos en la E uropa m edieval y,
concretam ente, del grieg o en los pueblos eslavos orientales y en casi todos
los m eridionales, conviene decir algo sobre el propio alfabeto cirílico.
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa ¿79

El alfabeto cirílico conserva veinte letras griegas, con pronunciación es­


lava, a veces diferente de la griega antigua (por ejem plo, fricativa en v ez de
sorda aspirada). A ellas añaden otras (tom adas varias de ellas del hebreo)
para fonem as o grup os inexistentes en griego.
Transcribiénd olas en la form a usual, son: los dos yers (vocales de p ro­
nunciación u l t r a b r e v e ) «; consonantes palatalizadas: z, dz, s t ,c , c , s; for­
m as vocálicas con palatalización y a veces nasalización:ju ,jp ,je ,jg ,jp . H ay
las vocales e, o, u, e ,y , sin nasalizar, e i, procedente i y η. Ύ s y las oclusivas.
Por supuesto, hay diferencias en los alfabetos de lenguas posteriores.
Pero es notable la continuación del alfabeto griego y del latino en las lenguas
eslavas: esta dualidad es un reflejo de la oposición m edieval entre B izancio,
por un lado, y el m undo germ ánico y rom ánico, por otro. Y de la oposición,
tam bién, entre el cristianism o ortodoxo y el de obediencia rom ana.
T ie n e interés, pienso, decir algo sobre la con tin uidad entre los eslavos
de la cultura grecobizan tina, hecho reflejado tanto en el alfabeto com o en
los textos escritos y, ya digo, en la obediencia religiosa. C o m o la hay entre
la cultu ra europea de tradición latina (aunque de lengua germ án ica, pero
tam bién eslava en ocasiones), ya alud ida, y el alfabeto y la cultu ra latinas.
T o d o ello tiene que ver con las circunstancias de la creación del alfabe­
to cirílico.
En realidad, la lucha política y la lucha nacionalista iban unidas; los
búlgaros, cuya nación fue fundada en 681 por el kan K u brat, aspiraban a
ser una iglesia autocéfala, autónom a, y con expresión búlgara. L o lograron
tras una larga lucha diplom ática.
Las piezas en juego, cuyas rivalidades utilizaban los búlgaros, eran el
Im perio bizantino, el rom ano-germ ánico y el papa de Rom a. C u a n d o los
dos herm anos C irilo y M etodio, de los que he hablado, griegos eslavoha-
blantes de Salónica, fueron enviados a la G ran M oravia en el año 86} para
d ifu n d ir el tipo búlgaro de cristianism o (el antiguo eslavo se com prendía en
todo el m u n do eslavo), todavía no se había producido el cisma prom ovido
por el patriarca F ocio, que se consum ó en 867. Pero la tensión estaba ahí.
N o está claro si los dos m isioneros fueron llam ados desde M oravia por
el príncipe Rostislav o enviados desde C onstantinopla por el em perador
M iguel II o por el m ism o patriarca F ocio. Se trataba, en todo caso, de e x ­
tender la influencia bizan tin a (pero en defin itiva búlgara) a un territorio
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

que, al final, q u ed ó bajo la zona de influencia germ ánica. L o s m isioneros


fueron expulsados. Pero fueron acogidos por el nuevo rey Boris, b autizado
lu ego com o M igu el. L os herm anos daban instrum entos para que se d ifu n ­
diera la enseñanza cristiana en lengua eslava. N o obstante, hubieron de ne­
gociar, en Rom a, con los papas N icolás y A d rian o , aprovechan do su en­
frentam iento con el Im perio germ an o-rom an o. A llí los llam ó el papa
A d rian o , fueron llevan do las reliquias del papa C lem en te, supuestam ente
recuperadas en el m ar de A z o f. Y allí m u rió C irilo , está enterrado en la
iglesia de San C lem en te. L a liturgia eslava fue aceptada. L u ego, bajo el rey
Sim eón, en 925, se im plantó un patriarcado en B ulgaria, independiente del
de C on stan tinopla.
A sí, el nacionalism o búlgaro, qu e incluía el deseo de independencia re­
ligiosa, es el qu e logró la im plantación del búlgaro com o lengua religiosa y,
luego, la im plantación de las lenguas eslavas y sus literaturas en general.
Este fue el com ien zo, a partir de aquí se crearon nuevos centros de c u l­
tura eslava, con uso del alfabeto cirílico, en O crid a (hoy en M acedonia),
adon d e lle vó el m o vim ien to C le m e n te , d iscíp u lo de C irilo . M ás tarde,
en Ucrania, donde el rey Vladim ir (978-1015) se convirtió: la conversión de un
rey llevaba la de su pueblo, así en Occidente, en este período y en el de la lucha
entre católicos y protestantes en el siglo x vi (cuius regio, eius religio).
H ay q u e añadir que, en todo caso, la relación entre los búlgaros (nom ­
bre qu e en principio era el de un pueblo turco que se desplazaba acom pa­
ñado por los indoeuropeos y lu ego se eslavizó) y los griegos era estrecha.
L os búlgaros (y llam am os ahora así a la totalidad del pueblo) se asentaron
en un lu gar cuya costa, com o la restante del m ar N e gro , estaba llena de ciu ­
dades griegas. C ita m o s A p olo n ia, M esem bria (Nessebar), O lb ia, Boríste-
nes, O dessos (V arna), A n k h ía lo s (Pom orje) o D ionisópolis (Baltschik), en
algunas de las cuales se conservan iglesias bizantinas del siglo x m . M ás al
norte están T o m i (hoy C on stan za) e Istria, centros rom anos en la costa de
Rum ania.
C on vien e añadir algo sobre el origen de las literaturas eslavas. D erivan
de la griega, pero no solo por los libros. Es im portante saber, adem ás, que en
el territorio que los búlgaros ocuparon había poblaciones m uy helcnizadas.
En el interior estaban los tracios y en las inm ediaciones ilirios y escitas:
pueblos todos ellos cuya helenización se puede ver en su arte en los m useos
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa 181

de Sofía y San Petersburgo y en las tum bas de los reyes tracios en la propia
B ulgaria (en K a za n la k , Silistra, Sveshtari, etc.). H abía tam bién ciudades
rom anas, Sérdica y F ilipópolis, cuyas ruinas se encuentran bajo Sofía y
P lovd iv. Y N icopolis ad Istrum , fundada por T ra ja n o , hoy N ik ju p .
L o s búlgaros, que apenas tenían cultura, organ izaro n su reino al estilo
bizan tin o, con una diarquía del rey y el patriarca. Los palacios reales, com o
los de Plisca y Preslav, im itaban a los de B izan cio, los príncipes estudiaban
en C on stan tinopla, en grieg o escribían los búlgaros sus prim eras inscrip­
ciones, com o la del santuario de M adara y las inscritas en m iliarios rom a­
nos. Su religión era la cristiana, en la versión de B izancio. Su arte derivaba
del del propio B izancio.
N a d a es de extrañar, pues, qu e de los griegos tom aran los búlgaros su
alfabeto y que su literatura com en zara traduciendo textos griegos, el pri­
m ero los E vangelios.
Igual en O crid a, en K ie v y en todo el m u n do eslavo m eridional y orien­
tal. Es una prolongación del m u n d o bizantino, pese a que el reino búlgaro
fue destruido por B izan cio en i o 18 (fue reconstruido en 1 1 85) y a qu e M os­
cú desplazó, en un m om en to dado, a K iev.
B izan cio fue, pues, el punto de partida de la cultura eslava: hubo un
cam bio de acento, pero no ruptura. C ie rto q u e hubo, gradualm ente,
un cam bio de lengua, aun que no de alfabeto, salvo los lógicos retoques. En
O ccid en te las cosas fueron diferentes: seguía el m ism o alfabeto (tam bién
con retoques, a veces). Y el latín tardó m ucho en ser desplazado, al final
fueron nuevas lenguas las qu e tom aron el peso. Pero tanto en B izan cio
com o en O ccid en te hubo una con tin uidad cultu ral, sobre el m odelo de las
antiguas lenguas y culturas, porque tanto la cultu ra bizantina com o la
m edieval europea dependen, en ú ltim o análisis, de la griega y rom ana y
de la cristiana. Y la aproxim ación de sus lenguas, a la qu e ya he aludido,
tam bién.
C la ro que las culturas eslavas m ás m odernas y las occidentales incorpo­
radas a la cultura latina, así las germ ánicas y rom ánicas, tam bién la h ú n ga­
ra y otras, tienen una historia un poco diferente. A q u í, fuera del limes, no
hay continuación de las antiguas ciudades. K ie v rem onta al siglo v, M oscú
al x ii, Praga, C raco via o Pozn an al ix o el x. P ero continúan, en últim o
análisis, el antiguo m odelo.
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

En cuanto a las literaturas eslavas más antiguas, repitieron el m odelo de


la latina y otras m ás, de la árabe a las europeas m edievales: com en zaron
con traducciones, continuaron con im itaciones de esas traducciones, pasa­
ron ya a un estadio de origin alid ad . L as traducciones al eslavo eran, por su­
puesto, del griego: de textos griegos cristianos o, en todo caso, próxim os a
la sensibilidad contem poránea de los bizantinos. L os grandes filósofos y
poetas griegos, sobre todo A ristóteles, y personajes com o A lejan d ro , eran
considerados casi com o santos cristianos, sus im ágenes aparecen en iglesias
(com o la catedral de la A su n ció n , en el K rem lin , la N ativid ad en A rban as-
si) y edificios públicos.
C iertam en te, la im agen bizantina de la antigua G recia (con su rey, sus
filósofos, etc.) estaba fabricada sobre el m odelo bizantino. Y los grandes
poetas y pensadores antiguos eran desconocidos.
Los centros prim eros de traducción, en los siglos ix, x y x i, fueron Sofía,
O crid a y K ie v , lu ego hu bo otros más.
Por supuesto, la prim era traducción fue la de los E vangelios. Pero lu e ­
go vinieron las de escritos sagrados y profanos, tales com o las obras de M a-
lalas, C osm as Indicopleustas, la Alexandreis, el Calila (en grieg o traducido
del pehlví), F lav io Josefo, el anónim o Canto de Divgenís, Juan C risóstom o,
Juan D am asceno, el Physiologiis...
D espués vinieron las obras originales eslavas.21 A l principio, de tipo re­
ligioso. P u ede ya considerarse com o tal el Proglas o p rólogo de C on stan tino
a los E vagelios, en versos im itados de los bizantinos, así com o num erosas
vidas de santos y escritos litúrgicos. Y lu ego hay, en las diferentes lenguas
eslavas, diversas crónicas com o la de N e v go ro d , vidas de príncipes, obras
épicas com o la Canción de Igor, lírica religiosa y m u n dana, poesía satírica y
didáctica. M ás o m enos, com o en otras literaturas m edievales.
Entre los eslavos occidentales, que empleaban el alfabeto latino, com o he
dicho, la historia es diferente. Usaban los mismos modelos que los demás
pueblos occidentales. Por cierto que en Bizancio, en el siglo x u i, con las C r u ­
zadas, el influjo occidental fue grande, pero sobre todo de las literaturas fran ­
cesa e italiana. Entre los pueblos eslavos ese influjo fue, en general, más tar­
dío: sobre todo en Rusia, ya en el siglo x vm , con Pedro el G ran d e y Catalina.
P or lo dem ás, ni la literatura griega bizantina ni la eslava apenas llega­
ron al espíritu del R en acim iento y del H u m an ism o, descontando algunos
E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa

sabios griegos del siglo xv, sobre todo los em igrad os a Italia, y los de P olo­
nia y otras naciones eslavas influidas por O ccidente.
L a Ilustración penetró en Rusia, com o acabo de decir, en el siglo xviii.

Y en el x ix y x x entraron en todas partes las nuevas tendencias, im portadas


desde E u rop a. E n literatura, desde luego, pero tam bién en el pensam iento
político, que difu n d ió la idea de la libertad. Esta llevó a la liberación de las
naciones eslavas m eridionales y otras, tanto de los turcos com o del Im perio
austruhúngaro.
2
L É X IC O G R IE G O , L A T I N O Y C R IS T IA N O E N L A H IS T O R IA
D E L A S L E N G U A S D E E U R O P A Y D E SU A P R O X IM A C IÓ N

EL LÉX IC O C U LT O Y C IE N T IF IC O GRIEGO Y LAT IN O

Y SU P A S O A LAS L E N G U A S DE E U R O P A

IDEAS GENERALES

Es de sobra conocido que cualqu ier lengua tiene una gram ática y un léxi­
co, aunque entre una y otro hay zonas de transición: palabras usadas para
m arcar categorías o funciones gram aticales, nom bres de seres hum anos y
anim ales de uno y otro sexo para m arcar el gén ero, preposiciones in dica­
doras de lo que en otras lenguas se m arca con el caso, creación de form as
perifrásticas qu e pasan a form ar parte de la con jugación del verbo. Por
otro lado, lo qu e en unas lenguas es léxico en otras es gram ática.
E n térm inos generales, el léxico es la parte m ás creativa y viva del len­
guaje. A veces se organ iza en pequeños sistemas, com o los de parentesco, a
veces no. Es la parte de la lengua más susceptible tie adm itir préstam os de
otras y cam bios form ales y de sentido dentro de una m ism a. C u a n d o se in­
troduce en una fecha el conocim iento de nuevos seres o entidades, se crea
la necesidad de nuevas palabras: creadas por derivación den tro de la m is­
m a lengua, o inventadas con ayu da de siglas o de im itación de ruidos natu­
rales, o tom adas en préstam o de otras lenguas. Y con el desarrollo del pen­
sam iento, la ciencia y la técnica, esa necesidad crece.
C rece un vocabulario que. en realidad, lo qu e hace es establecer las enti­
dades nom brables, que se consideran (aunque luego, a veces, resulten no
serlo) fijas y perm anentes. Es un vocabulario qu e consta de palabras que,
en principio, no son sensibles al contexto com o lo son las palabras com unes
del lenguaje hum ano: en español un banco, un gato, incluso un padre signi-

185
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

fican varias cosas. P ero un triángulo, en cualqu ier lengua y en cualqu ier
contexto, será siem pre lo m ism o, salvo en usos figurados. N atu ralm en te,
hay un sector del léxico qu e está en el lím ite: democracia tiene un claro sig­
n ificado general, pero en distintos contextos y en los labios de diversos h a­
blantes significa cosas diferentes.
En realidad, el léxico culto y científico, al que m e estoy refiriendo, tiene
precedentes, en cu alq u ier lengua, en las llam adas taxonom ías: nom bres de
anim ales y plantas que, en principio, tienen un sign ificado fijo e in m u ta ­
ble. A u n q u e el estudio científico posterior averigü e que bajo un nom bre
puede haber varias especies y qu e hay otras varias indeterm inaciones.
Pero, en fin, yen d o a nuestro tema y centrándonos en las lenguas in d o ­
europeas (aunque el desarrollo del léxico culto y científico haya alcanzad o
lu ego a las dem ás), el hecho es que podem os reconstruir una gram ática
aproxim ada de las distintas fases del indoeuropeo, de los distintos grup os
lingüísticos den tro del m ism o, de las distintas lenguas. H e dado ya algunos
datos, así com o bibliografía. Y podemos, en alguna m edida, reconstruir un lé­
xico indoeuropeo, pero no en medida m uy amplia, desde el m om ento en que
hay, cronológicam ente hablando, varios indoeuropeos. Y dentro de cada
uno, sobre todo del IE III, diversos sectores. D e todos modos, una cosa es ha­
b lar de raíces, q u e son com u n es (a to do o a parte del in doeu rop eo) y otra
h ablar de palabras, m uchas veces no elem entos radicales, sino sufijados.
L a verdad , es un tem a no bien establecido. L o qu e nos interesaría sería
tener un léxico in doeuropeo com ún al indoeuropeo III (a veces, a sectores
del mismo). Este es el que llamaríam os léxico patrimonial: diríamos, aproxi­
m adam ente, el qu e se encuentra en el grieg o hasta el ático, en el latín hasta
el latín republicano, en las otras lenguas, hasta el m om en to en qu e entran
en la E d ad M edia (diríam os, hasta el siglo ix) y en qu e al léxico patrim onial
(a veces con d iferen cias d en tro del rom ance, ge rm án ico , eslavo, etc.) se
añade el cultural d erivado, por unas u otras vías, del griego.
L im itán d om e al IE III, que es, después de todo, el punto de partida de
nuestras lenguas, q u izá el m odo más práctico de presentar el conjunto
de sus raíces y de su vocabulario desde el punto de vista de la sem ántica sea
acudir a la conocida Introduction de M eillet.
A llí encontram os, entre otros, los nom bres de parentesco (los corres­
pondientes a una sociedad patrilinear, con los nom bres del padre, la madre
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 187

y todo el parentesco inm ediato por esa vía); los de anim ales (oveja y carnero,
vaca y toro, cabra y macho cabrío, cerdo, /o¿o, oío, ciervo, ratón,pájaro,grulla,
oca,pez,serpiente,avispa,abeja)·, los de ciertos vegetales y árboles y sus d eri­
vados, com o el haya, el abedul, el sauce, la encina (y la bellota), la cebada (no
el trigo), la manzana·, alim entos com o la sal·, en religión , el dios o cielo, pero
tam bién el mortal. Y siguen los nom bres de ciertos objetos com o la rueda y
el carro, el hacha, el arado, el barco·, de entre los m etales, el cobre o bronce, no
tan seguram ente el oro y la plata, no el hierro. H a y luego las diferentes par­
tes del cuerpo hum ano. Y num erales; y adjetivos que significan color,
grande /pequeño y otras oposiciones varias. Y diversos pronom bres, a dver­
bios y preposiciones.
E n cuanto a los verbos, raíces qu e significan fabricar, hacer (con especia-
lizaciones), darform a a la arcilla,hilar, tejer, coser, vestirse, conducir un cairo,
remar, arar,forjar, agujerear, ordeñar, untar, pasar la noche a cubierto, comer,
dormir, beber, despertarse, gustar,pedir, llevar...
T o d o este léxico tiene una característica com ún: que se refiere a las re­
laciones más elem entales del hom bre, a su entorno más usual, a sus accio­
nes habituales, a su trabajo y actividades tam bién habituales, a sus creen­
cias y ritos, a indicaciones de tiem po, lu gar y relación.
Es un m u n do concreto, tradicional y fijo: no varía gran cosa de unas
culturas a otras en los estadios de tipo neolítico y posteriores centrados en
la caza y pesca, la agricultura y ganadería, unas pocas artesanías. Puede
este léxico am pliarse con el uso de prefijos, sufijos y otras form as de deriva­
ción, pero en form a restringida.
E n realidad, coincide todo esto con el concepto de léxico patrim onial en
las lenguas indoeuropeas (luego receptoras de influencias léxicas externas)
y en las m edievales y otras, derivadas en definitiva de ellas. Es el qu e ha rea­
liza d o la evolución fonética propia de cada lengua y ha m antenido, en g e ­
neral, su antigua sem ántica. El léxico culto suele ser un léxico evolucion a­
d o internam ente o de origen externo: en ú ltim o origen, del griego. Y ello
tanto para las raíces com o para los elem entos form ativos.
Efectivam ente, en diversos m om entos de la historia del m u n do, con el
crecim iento de la capacidad intelectual, que establece nuevas relaciones, se
crea un m u n do abstracto y un m u n d o personal, y sobre todo, un m undo
del pensam iento, la ciencia y la técnica, de nuevos objetos y conocim ientos.
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

Y se crea así la necesidad de un léxico culto y aun de un léxico esp ecializa­


do. E s el léxico no patrim onial: el cultural.
Y el léxico crece im parablem ente, m ientras que la gram ática apenas
puede crecer. Es más: com o hem os visto, la gram ática de las lenguas in ­
doeuropeas, tras un p eríodo de desarrollo que cu lm in ó en el indio antiguo
y, sobre todo, en el griego, se redu jo y sigue reduciéndose p rogresiva­
m ente.
El léxico crece, com o he dicho, internam ente, m ediante los procedi­
m ientos aludidos. Pero en cada lengua es tam bién alim entado, por présta­
m os o calcos, por otras lenguas en las que el n uevo léxico ha avan zad o más
por causa de un desarrollo cultu ral m ás tem prano. A s í es todo avance c u l­
tural. S igue m odelos. L a idea de m odelo es im portante siem pre, pero m uy
especialm ente en el dom in io del léxico.
E n el caso de ias lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas de E u ropa, el
m odelo clásico, griego y latino, ha sido y es esencial en el desarrollo del léxico,
com o en el de toda la cultura.
Y ello porque en otras lenguas hubo tam bién desarrollos del léxico cu l­
tural y científico; ciertam ente, más reducidos. M e refiero a las lenguas del
antiguo E gip to, B abilonia, la India, la C h in a , entre otros lugares. Pero lo
qu e distingue a estos dom inios lingüísticos del griego, aparte del carácter
m u ch o m ás redu cido del fenóm eno, es que, salvo excepciones de exporta­
ción lingüística m u y lim itada, son cuencas cerradas, desconocidas o casi
desconocidas fuera de sus fronteras. E n cam bio, en el caso del grieg o hay
una tradición q u e lo abrió y lo abre hacia otras lenguas o hacia el futu ro, a
través del latín y de las lenguas eslavas, sobre todo, y por otras vías ya seña­
ladas. T ra d ició n que, con el tiem po, se abrió cada v ez más.
Los griegos han sido la guía y el estím ulo de las culturas posteriores,
pese a sus terribles pérdidas. H em os visto una parte del fenóm eno. P ero ha
sido especialm ente im portante en el terreno de la lengua y, especialm ente
del léxico.
Si exam inam os en su conjunto la lengua griega, incluidos su léxico y su
literatura, podem os obtener conocim ientos im portantes sobre su evo lu ­
ción. N o entro en las causas, solo en los hechos.
El hecho, en gram ática, es qu e el g rieg o antiguo (el m oderno, aun con ­
servando m ucho del antiguo, se ha plegado en varios sectores a la línea de
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 189

las lenguas europeas, aligerando la gram ática, ya he hablado del indoeuro­


peo IV ) representa el m áxim o esfuerzo para crear, dentro de una lengua,
un am plísim o cuadro que pueda expresar toda la realidad. Y ello a base de un
igu alm en te am p lio esquem a d e categorías y funciones de las palabras flexi-
vas, incluidos los procedim ientos de derivación y com posición del nom bre
y el verbo, de creación de abstractos, de paso de unas a otras clases de pala­
bras. E sto en el contenido: la expresión era a veces irregular y com pleja, lo
qu e llevó a su decadencia o transform ación.
N in g u n a otra lengua lo igualó, ni siquiera el sánscrito, procedente de la
m ism a ram a del indoeuropeo.
Y , por otra parte, el griego desarrolló una literatura y un pensam iento
que, en com p lejidad y novedad creativa, 110 encontraban p arangón en par­
te alguna: por eso fueron objeto de im itación y de estím ulo por doquier.
Sin em bargo, había una disparidad, un problem a. A partir de un m o­
m ento, a saber, de los presocráticos, los m édicos del siglo v a. C ., los socráti­
cos (y lu ego las distintas ciencias y técnicas helenísticas), esa enorm e g ra ­
m ática y esa enorm e literatura chocaban con la insuficiencia del léxico. Y el
léxico, en consecuencia, creció tam bién enorm em ente.
P ero hubo de crecer p or sí m ism o y desde sí m ism o (tom ó escasos prés­
tam os de O rien te y E g ip to para realidades extrañas). N o tenía m odelos:
esa es la gran d iferen cia respecto a las lenguas posteriores. C u a n d o los la­
tinos sintieron sem ejantes nuevas necesidades lexicales, acudieron al g rie ­
go. Igu al los cristianos, antiguos o m edievales. Igu al todos los pueblos m e­
dievales, de cu alq u ier origen: acu dían al grieg o o a interm ediarios del
m ism o, com o el latín. L u e g o , unas lenguas sirvieron de interm ediarias
para otras.
Estas lenguas tenían un depósito de donde tom ar materiales: el griego.
N atu ralm en te, esos m ateriales podían ser alterados: en su sentido, en sus
derivaciones. Y también contaminados entre sí y con el léxico de lenguas d i­
ferentes. ¿C óm o iban a im aginar los griegos un astronauta, una m ezcla de
lenguas com o la de burócrata, usos para mil ciencias y técnicas que estaban
lejos de soñar? ¿C óm o im agin ar qu e de κυ βερνά ω ,pilotar, iban a salir no
solo gobernar, sino también la cibernética? ¿Q ue el sufijo -lkóc, con poquísi­
mas apariciones en H o m ero, iba a crecer inm ensam ente en G recia, pero
infinitam ente más en todas nuestras lenguas?
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

O tras veces lo qu e se ha hecho, desde los latinos, es traducir los térm i­


nos griegos: de συνείδηοις, un térm ino que en grieg o aparece solo desde los
estoicos (con una varia lectio en H ipócrates), se creó en latín conscientia, de
este esp. conciencia, al. Gewissen. Esta es solo una m ínim a introducción al
tem a. Se creó un vocabulario grecolatino, lu ego im itad o en todas partes.
H e hablado ya del grecolatín.
E ra un vocabulario no solo de palabras aisladas, tam bién im plicaba la
creación de abstractos, la derivación y com posición, la creación de verbos a
partir de nom bres y al revés, de adjetivos a partir de nom bres y al revés.
V erd ad eros sistem as funcionales y form ales.
Pero nosotros solem os tratar el grieg o antiguo com o una unidad. E n un
estudio publicado por m í en el ya lejano año de 1968, «Ideas para una tip o­
logía del griego» , hablaba y o del enorm e peso del sector «léxico» en el
griego antiguo y establecía com paraciones con las lenguas m odernas (cier­
to qu e no con su vocabulario técnico): la proporción, en los diccionarios,
era siem pre favorable al griego.
Pero había en esto una insuficiencia. Y o trabajaba sobre un diccionario
griego gen eral, el de Liddell-Scott-Jones, qu e abarcaba el griego desde
H o m e ro hasta el fin de la A n tigü ed ad . En trabajos posteriores he visto que
lo decisivo es esto: qu e el léxico griego, en especial el léxico culto, creció e x ­
ponencialm ente ante nuestros ojos. Sobre todo en época helenística, ro m a­
na, cristiana y bizan tin a.
E n efecto, el grieg o culto y cien tífico creció enorm em en te en estas épo­
cas, es realm ente el que más ha in flu ido en el latín y en nuestras lenguas. Y
tu vo que ser creado a partir del propio griego, n o a partir de préstam os,
com o han hecho estas. Insistiré en este teína, que es esencial.
\ en un segun do tema: si, desde el latín, todas las lenguas han in cluido
léxico grieg o a raudales y lo han calcado, lo han u tiliza d o de m il m odos,
ello ha sido p or necesidad, por escasez de léxico culto en m om entos, preci­
sam ente, de crecim ien to cultural. N ecesitaban angustiosam ente léxico
nuevo, léxico intelectual, técnico, científico. Pero tenían a don de ir a bus­
carlo. Esa es la g ra n diferencia.
L o s latinos conocían este problem a y esta solución: ya L u crecio hablaba
de la patrii sermonis egestas, la pobreza de la lengua m aterna. T o d o s los es­
critores desde P lau to — C icerón , Q u in tilian o , los dem ás— lucharon para
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 191

superarla, con la ayuda del léxico griego, que se tom aba en préstam o o se
calcaba. C o m o ahora tom am os en préstam o o calcam os el léxico inglés, el
léxico griego pasaba al latín, y uno y otro, más tarde, a las dem ás lenguas.
Es la m ism a cosa. En realidad, en latín hay palabras griegas desde sus m is­
m os m om entos iniciales escritos.
V o lv ie n d o atrás, el problem a del latín se reprodu jo cuando, al final de
la A n tigü ed ad , el nivel lexical y cultu ral del llam ad o latín vu lga r — el ha­
blado por el v u lgo — se im puso. U n a gran parte del léxico culto anterior
desapareció por innecesario cuando se bajó a ese nivel. Se creó así una ca­
rencia, que se supliría cuando llegara el m om en to de un crecim iento inte­
lectual y de la necesidad de léxico culto.
E l latín vu lga r era, fun dam entalm en te, unitario en todo el im perio,
f>ero no dejaba de haber diferencias. Incluía, por lo dem ás, térm inos g rie­
gos. T o d o él, en la m edida en que entró en las lenguas rom ánicas y las de­
más, pasó a form ar parte del léxico patrim onial.
P ero cuand o los pueblos rom ánicos com en zaron a crecer cultu ralm en te
desde el siglo ix d. C . y sobre todo desde el x u i, y necesitaron n uevo léxico,
había una fuente, ya sabem os, en la que buscarlo. El proceso se repitió lu e­
go , una y otra vez, con el paso de los siglos.
L a fuente varió. H a b ía , jun to con el latín v u lg a r, el latín m edieval, el
latín eclesiástico, el latín a rro m a n za d o ; a veces, desde el siglo x m , en g e ­
neral en fecha posterior, la fuente era el latín clásico. E n todos ellos había
helenism os.
A sí, en nuestras lenguas, junto con el léxico patrim onial que ha pasado
a través de todos los siglos y ha seguido las evoluciones fonéticas propias de
cada una de ellas, se adoptó y sigue adoptándose cada día u n léxico qu e es
con tin uid ad del grecolatino. A veces pasa de unas lenguas a otras: nos llega
hoy con frecuencia a través del inglés.
Y no se trata tan solo de las lenguas románicas. Estas partieron de un es­
tadio, com o he dicho, en que se había perdido una gran parte del léxico cul­
to, eran lenguas orales del pueblo, lo qu e se escribía era el latín de los cultos.
C u a n d o las nuevas lenguas rom ánicas com en zaron a escribirse, tuvie­
ron qu e acudir, cada v e z más, a los préstam os griegos y latinos qu e sabe­
m os. P ero no es qu e las lenguas célticas, germ ánicas, eslavas, bálticas, el
hú n garo, el vasco, hubieran perdid o ese vocabulario culto, es que no lo ha­
192 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

bían tenido nunca ni habían sido escritas nunca (lo hicieron, ya sabemos,
con ayuda del alfabeto grieg o y sus derivados).
T uvieron que crearse ese vocabulario culto a partir del griego y del latín,
tom ánd olo bien directam ente o bien a través de las lenguas europeas. En
realidad, desde los prim eros balbuceos de las lenguas germ ánicas, desde el
siglo v ili d. C ., se encuentran ya en ellas latinism os, eclesiásticos y no, com o
verem os. A veces son, en el origen, helenism os. Por supuesto, el léxico c u l­
to, de origen grecolatino, com en zó a crecer desde el siglo x ii, pero sobre
todo en el x iv y siguientes, bajo el im pulso del m ovim ien to del R enaci­
m iento y el H u m an ism o.
Y no m u y diferente es el caso del grieg o m oderno. E n gran m edida,
las épocas bizantina y turca, los griegos habían perdido el antiguo léxico
culto y científico. A l m enos en la lengua popular, hablada: la dimotikí. Salvo
pequeños textos, no se escribió hasta el siglo xiv. L o recobraron y aum en ta­
ron luego, a partir del griego antiguo, cuand o se creó el grieg o m oderno,
aun que la base de este fuera, precisam ente, la dimotikí.
E l léxico grieg o an tiguo les llegaba a los griegos, con frecuencia, a tra­
vés de las lenguas europeas. A sí, si en griego m o dern o hay δημοκατία, la
palabra llegó a través del francés. Pues ¿qué dem ocracia podía haber habi­
do en fecha bizan tin a y turca?
En definitiva, las lenguas europeas son, com o he dicho otras veces, una es­
pecie de sem igriego o criptogriego (a veces las raíces griegas están traducidas,
ya he dicho, al latín). El profesor griego A . Psom adakis ha establecido una
lista de 150 términos de base griega que aparecen en siete lenguas europeas
(español, francés, italiano, inglés, alem án, ruso, griego) en form as m uy próxi­
mas. A sí, los representantes de δημοκατία, ya citada: esp. democracia, fr. dc-
mocratie, it. democracia, ingl. democracy, al. democratia, rus. ΔΗΜΟΚΡΑΤΗΝ.
Igual ocu rre con algunos térm inos latinos, incluso m edievales, com o
universitas·, bastan unas m ínim as m odificaciones al final de la palabra para
que obtengam os esp. universidad, fr. université, ingl. university, al. Universi-
tat, it. universita. E l grieg o m oderno usa calcos (έλκυκλοπαιόεία en la fa­
chada de la U n iversidad de Salam anca, πανεπιστήμιον hoy generalm ente).
A hechos com o este me refería yo cuando, en páginas anteriores, hablaba de
las tendencias unificadoras, a partir de un momento, de las lenguas europeas.
Anticipaba ya que el léxico es uno de los factores esenciales de esa unificación.
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 193

El léxico griego, quiero decir, pero tam bién el latino. O el griego antiguo
a través del latín helenizado, com o he señalado. Incluso del latín vulgar, aquí
los helenism os llegados por vía oral eran ya palabras latinas com o cuales­
quiera otras y entraban en el léxico patrim onial de las nuevas lenguas. A sí
κεράσιον 'cereza', de donde vienen tanto el esp. cereza com o el fr. cérise, el
ingl. cherry, en al. Kirsh. A veces las palabras latinas son griegas alteradas, así
la palabra citada (con asimilación vocálica cere-) y otras que citaremos.
Y tam bién sucede que una palabra griega haya entrado en nuestras len ­
gu as con un sentido cristiano; se trataba, en definitiva, del lenguaje q u e di­
ríam os técnico de los cristianos. Pero otras veces a nuestras lenguas llegó
una n ueva palabra griega creada por los cristianos para evitar la antigua:
de εκκλησία con un sentido cristiano vienen esp. iglesia, fr. église ‘iglesia’
{‘iglesia católica’ por oposición a temple), pero del n uevo térm ino κυριακόν
‘casa del señor’ vienen al. Kirche, ingl. church.
E n fin, sobre la fecha y el origen de los térm inos griegos y su vía de en­
trada en las diversas lenguas, así com o sobre su carácter, en ellas, ya patri­
m onial, ya culto, d o y bibliografía.
A sí, el léxico culto grieg o y latino, con varias especializaciones, ha con­
tribuido gran dem en te al nacim iento de una lengua culta y cien tífica eu ro­
pea; hay, sin duda, aportaciones posteriores, por ejem plo, en el vocabulario
político palabras com o ‘congreso’ , ‘p rim er m in istro’, ‘liberal’, ‘constitu­
ción ’, etc.; en realidad, tienen raíces grecolatinas. Esta lengua es transpa­
rente, solo existen variaciones ortográficas y de adaptación a los su fijos de
cada lengua. Pero tam bién «calcos» y traducciones. Y es estable, pero no
absolutam ente, pues, considerada la evolución de las culturas y ciencias,
puede suceder qu e en un m om en to se trate de precisar más o que haya que
abandon ar un térm in o y crear uno nuevo.
Pero hay algo qu e añadir, algo que no qu erría olvidar en esta visión g e ­
neral. E l in flu jo del léxico grieg o no consiste tan solo en una colección de
palabras aisladas, com o las que vienen de las lenguas prerrom anas o ger­
m ánicas o del árabe o de las distintas lenguas europeas.
A sí proceden nuestras historias de las distintas lenguas europeas, por
ejem plo, la de la lengua española de Lapesa, excelente, por otra parte. E l
grieg o sería un depósito más de palabras q u e tom ar en préstam o, ju n to con
otros depósitos varios de distintas lenguas. A u n q u e tienen q u e reconocer
194 L a confluencia y expansión de las lenguas de Europa

que m uchos arabism os, y no digam os latinism os, anglicism os, etc., vienen
del grieg o en ú ltim o térm ino.
Pues bien, ese proceder es absolutam ente incom pleto. D el grieg o o del
latín o de ese g recolatín del qu e he hablado vienen, adem ás de palabras, in ­
num erables elem entos form ativos com unes, com o la m ayor parte de esas
palabras, a todas o m uchas de las lenguas de E uropa. Son elem entos fo r­
m ativos iniciales procedentes de gr. ά-, άντι-, βιο-, φιλο-, etc., o de lat. in-,
super-,agri-, etc. O finales, com o innum erables sufijos y segundos térm inos
de com puesto: bien griegos (-ία, -ισμός, -ιατής, -μα, -σις, etc.), bien la ti­
nos (-men, -osus, -tor, etc.). C la ro que, de entre los elem entos latinos, m u ­
chos habían sido tom ados en préstam o del griego.
Y hay los procedim ientos de com posición del griego, y los que derivan
un verbo de un n om bre o un nom bre de un verbo, etc. T o d o s estos elem en ­
tos y procedim ientos habían entrado, a veces, en el latín vulgar, y palabras
patrim oniales de nuestras lenguas los conservan. M ás frecuentem ente, es­
tos elem entos pertenecen al vocabulario culto, han sido introducidos en va­
rias fechas. Y en ocasiones son «traducidos», así cuando térm inos de o ri­
gen g rie g o en -logia son «traducidos» en alem án por -ktmde (Erdfytnde
‘ciencia de la tierra’ es el equ ivalen te de Geographia y sus derivados).
A m enudo nuestras lenguas tienen ya, com o inició el griego, redes léxi­
cas en las que se incluyen diversas clases de palabras.
N u estras lenguas, al aproxim arse, se han aproxim ado tam bién al g rie­
go. Y , en buena m edid a, poseen un léxico y unos procedim ientos de desa­
rrollo del léxico qu e ya no son ni griegos, ni españoles, ni ingleses: son, sim ­
plemente, europeos. Faltan en las lenguas indoeuropeas de Asia. Se pueden
usar, en nuestras lenguas, librem ente con toda clase de palabras, no solo ya
con las heredadas.
E l papel del grieg o en el desarrollo de las lenguas europeas es único.
Frente a todos esos elem entos form ativos y derivativos de los qu e he habla­
do, apenas hay otros que no sean griegos. El al- árabe, por ejem plo, solo
está en palabras de origen árabe, no se difu n d ió en otras. Y tienen espacio
reducido sufijos com o el árabe -i, el germ án ico -ing (-engo en castellano an­
tiguo), el francés -age.
Pero, antes de estudiar la difusión del léxico grieg o y sus elem entos fo r­
m ativos prim ero en el latín, lu ego en las lenguas europeas, volveré a la
¡léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

gran peculiaridad del griego: q u e ese léxico y esos procedim ientos, en la


m edida en qu e no son indoeuropeos de origen, son desarrollos propios. El
g rieg o tu vo que crear, inventar; las dem ás lenguas tom aron esto en présta­
m o, lo desarrollaron y lo adaptaron a sus necesidades.
Sin em bargo, hay algo de lo qu e deberíam os ser conscientes: el léxico
g rieg o ha sido, hasta ahora, m u y incom pletam ente estudiado. H a y m ú lti­
ples estudios sobre térm inos individuales, algun os sobre sufijos o sobre
preverbios, otros sobre el léxico de los dialectos o los distintos autores o los
distintos tipos de kpiné. P ero no los hay com plexivos, sobre el léxico g rieg o
en su conjunto: sus herencias, sus innovaciones en relación con los m o vi­
m ientos culturales de cada edad y circunstancia. Y o he tratado de dar una
idea general de todo esto en mi Historia de la lengua griega, pero no se me
oculta que es m u y incom pleta. Procedo, com o todos, p or ejem plos. A q u í
intentaré añadir algunas cosas a este y otros trabajos m íos y de otros auto­
res, qu e son de todos m odos una ayuda. C itaré algunos.
Piénsese en la com plejidad del léxico griego, qu e a su núcleo añade un
inm enso m argen referido a toda clase de circunstancias cronológicas y cu l­
turales, a toda clase de dialectos (incluidos los varios estratos de la koine), a
toda clase de ciencias. H ay el léxico de los poetas (de diferentes géneros de
poesía), el de los presocráticos, el de la prosa jonia (los hipocráticos, H e ro ­
doto), eí de Sócrates, la prosa ática, las filosofías socráticas y otras; el de las
diversas ciencias, el de los diversos tipos de koiné, com o he dicho. E l de los
griegos de E gip to y A sia, el de los cristianos. Y tantos más.
U nos u otros griegos pasaron, en la m edida q u e sea y por la vía qu e sea,
al latín en sus diversos tipos, incluido el vulgar y los diversos latines m edie­
vales. A veces el léxico griego fue, en Rom a, alterado o cam biado en su
m orfología o su sentido. L u e g o el léxico griego pasó a Bizancio, que lo m o­
dificó, redujo y aum entó. Y de allí, a veces, a E u ro p a a través de interm e­
diarios varios: el latín eclesiástico, las ciudades com erciales italianas, etc.
E l léxico grieg o es un océano qu e los grandes diccionarios tratan de fo r­
ma indiscrim inada. Por otra parte, estos diccionarios (continuación, por lo
dem ás, de los que iniciaron los propios griegos) están incom pletos. El de
Liddell-Scott-Jones procede, en su últim a revisión, de los años cuarenta
del siglo pasado, lu ego hay dos suplem entos con m ateriales recogidos en
form a m ás bien casual y arbitraria. Y el Diccionario griego-español, que es
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

más com pleto en los seis volúm enes publicados (están a punto de aparecer
el prim ero, en una edición m uy m ejorada, y el séptim o), solo llega a la ter­
cera parte, más o m enos, del total. E n cuanto al gran Thesaurus Linguae
Graecae de Irvine, C alifo rn ia, es sim plem ente un índice en el que, para
cada uno de sus térm inos (no lem atizados) se pueden buscar contextos. Es,
pues, com o los diccionarios en gen eral, una acum ulación de m ateriales, no
otra cosa.
C la ro qu e hay m últiples diccionarios (y concordancias y léxicos) de d i­
ferentes autores. Y diccionarios parciales, com o los de papiros de Preisigke
y sus continuadores, o el cristiano de Lam p e, diccionarios etim ológicos e
infinitos estudios sobre palabras y elem entos de derivación y com posición.
P u ed e encon trarse una buena bib lio g ra fía lexicog ráfica en el Repertorio
lexicográfico de la lengua griega, de P. B on ed y J. R o d ríg u e z S om olin os.
P ueden añadirse algunas obras recientes que son im portantes.
Solam ente para qu e se vea el cam po que queda abierto hoy en la lexico­
g ra fía grieg a, d o y a lgu n o s datos sobre las noved ad es del D iccionario grie­
go-español, vol. V I (έκβιβάζω - εκδηλος). Para ese m ín im o sector del léxico
griego, una pequeña estadística es esta: 62 nuevos lem as, 8 lem as elim in a­
dos, 22 hapax qu e dejan de serlo, 22 lem as con nuevas acepciones, ejem plos
de nueva organ ización de los artículos (εγγράφω, έγκλίνω, έθέλω, δόγμα,
είρηνη, εγκρατής, εγχώριος, εαυτού).
Por otra parte, no parece ocioso señalar, en este m om ento, que los g rie ­
gos fueron, en O ccid en te, los creadores de la lexicografía. T en ía n algunos
precedentes en O rien te, precedentes qu e ellos sin du da desconocían. Pero
en O ccid en te fueron ellos quienes com en zaron a hacer diccionarios y léxi­
cos diversos del griego, sus dialectos, sus lenguajes especializados. L o s de
las edades subsiguientes partieron, sim plem ente, de ellos: los continuaron.
Y la lexicografía m oderna no es sino una continuación de la antigua y
más directam ente, de los grandes diccionarios latinos y griegos de la época
hum anística, con el gran diccionario latino de R obert Etienne y el grieg o
de H enri E tienne (G inebra, 1536 y 1572).
Sobre los léxicos y diccionarios griegos m odernos véase J. L ó p e z Facal
en la m ism a obra, pág. 106 sigs. L o cierto es qu e la tradición occidental en
este terreno, a partir del R enacim iento, pende de la latina y la griega: de los
dos gran des diccionarios citados. Es varia y m u ltiform e, sin em bargo. En
Léxico griego, latirw y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 197

n oviem bre de 2002 la F un d ación L exis pro D iccio n a rio G riego-E sp añ ol


hizo en M adrid una exposición de diccionarios (conservo el catálogo) acom ­
pañada de conferencias donde se vio claro todo esto.

LA CREACIÓN Y EL DESARROLLO DEL LÉXICO C U L T O Y CI EN T ÍF I CO GRIEGO

En la Grecia arcaica y clásica

H a y, ciertam ente, sobre bases indoeuropeas, precedentes que pueden en­


contrarse en H o m ero, H esíodo y los poetas, pero el giro racional y cien tífi­
co del pensam iento grieg o y, por tanto, del léxico griego, parte de los filó­
sofos presocráticos (más bien preplatónicos) y de los m édicos jonios, todos
ellos de los siglos vi y v a. C . Se les deben añadir H eródoto y la restante pro­
sa jónica, así com o los sofistas, Sócrates y T u cíd id es. L u e go , el gran salto
tu vo lugar en el siglo iv, con Platón , los oradores y A ristóteles, especial­
m ente. Y más aún en la E d ad H elenística, desde el siglo n i a. C .
L o nuevo vino, sobre todo, con la creación m asiva de vocabulario abs­
tracto (y de abstractos con -á o a rtículo + ad jetivo neutro), de nuevas oposi­
cion es, de in fin ito s d erivad os ad jetiva les del n om bre, del con sid erab le
aum en to de la frecuencia de la derivación de verbos a partir de nom bres.
Y , en definitiva, de la creación de am plias redes léxicas en las qu e entraban
nom bres, verbos, adjetivos y adverbios relacionados entre sí y derivados de
una m ism a raíz o tem a.1 Sobre varios sufijos y térm inos léxicos hay una
am plísim a b ib liografía/
C o m o decía antes, tras las bases indoeuropeas hay precedentes de este
léxico en el más antiguo griego: tanto de los nom bres abstractos com o de
los más de los sufijos. Pero hay qu e hacer constar que, en la fecha m ás anti­
gu a, los que llam am os abstractos eran m ás bien elem entos considerados
com o entidades independientes, hipóstasis divin as o sem idivinas.
A sí, por ejem plo, φύσις, que traducim os por ‘n atu raleza’ en un pasaje
com o Od. X 302, es más bien una fuerza autónom a que hace crecer una
planta. P. C h a n tra in eí ha insistido m ucho sobre este punto de vista, tam ­
bién, para el m icénico, J. L . M elena.4 Se trata, aproxim adam en te, de las
qu e E. F ran keP llam ó Wesenheiten, algo así com o «entidades esenciales».
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

Son ya las que para nosotros son entidades naturales, com o Γ αΐα ‘la T ie r r a ’
en H esío do (una entidad natural y una diosa, al tiem po), ya los qu e noso­
tros calificam os de abstractos, com o ’Ή βη ‘la Juventud’ en Píndaro.
Y son to davía sem idivin os ciertos «principios» (άρχαί) de los presocrá
ticos, com o recon oció especialm ente W . Jager1’ y yo he repetido frecu en te­
m ente.
A q u í está el origen de los abstractos griegos, aun qu e el pensam iento a r­
caico continuó m uchas veces vivo. Las Ideas platónicas, desgajadas del
m u n do tangible y pertenecientes al suprasensible y divin o, accesibles solo
para el νους, son un buen ejem plo. H u b o que esperar a A ristóteles para
qu e fueran sustituidas por los conceptos. Pero la tendencia a la interpreta­
ción de estos térm inos com o abstractos es m uy anterior.
Se creó, así, en grieg o arcaico y clásico, y luego creció en el posterior, un
sistema de abstractos — y otro de térm inos derivados, volveré sobre ellos—
qu e com pletaba, com o léxico, el sistem a gram atical griego. Este, con su
am plia red de categorías y funciones presentes en el nom bre y adjetivo y en
las form as personales y las nom inales del verbo, era un instrum ento más
idóneo, qu izá , q u e el de cualqu ier lengua para captar la realidad, se ha d i­
cho m uchas veces y ya he a lud ido a ello.
Efectivam ente, el am p lio despliegue del léxico g rieg o iba en esta m ism a
dirección, com pletan do el sistema gram atical. Fun cion aba gracias a un uso
abundantísim o de los sufijos, tam bién de form as con diversos elem entos
com positivos iniciales y finales y, tam bién, de nom bres compuestos."
Por supuesto, todo esto partía de los orígenes indoeuropeos del griego,
com o ya he dicho; pero esta lengua lo llevó más lejos. D esde los prim eros
textos griegos, incluidos los m icénicos, se encuentran, aun que con frecu en ­
cias a veces m u y bajas, m uchos de los prefijos y sufijos lu ego usados cada
v ez más en el n om bre y en el adjetivo. Y de los tipos de com puestos lu ego
usados, tam bién.
L a diferencia está, por una parte, en hechos de frecuencia dentro del
griego, que podem os cuantificar estudiando el libro de C han train e de 1933s
o, sim plem ente, los diccionarios griegos, incluidos los que siguen el orden
inverso.9 A u n q u e , desgraciadam ente, las cuantificaciones qu e se han he­
cho son para el vocabulario total del grieg o antiguo; habría qu e hacer otras
para los diferentes períodos y géneros.
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 199

A p arte de las nuevas creaciones, el crecim ien to de la frecuencia de los


diferentes nom bres con sentido filosófico y de los elem entos form ativos
iniciales y finales dentro del g rieg o es apabullante. Para la totalidad del
grieg o antiguo se nos da, en el diccionario inverso de B uck-P etersen, la ci­
fra de 7.200 apariciones de -κός, -ικός, -τικός. Pues bien, en H o m ero hay
poquísim as palabras: el fem enino παρθενική 'v irge n ', ορφανικός. Τ ρω ικός
y pocos étnicos más.
N o quiero repetir cosas que he dicho en trabajos ya antes citados, com o
el problem a de en qué m edida son literales los fragm entos A de los preso-
cráticos (los B son literales, los A , qu e son m eras referencias, pueden serlo a
veces a pesar de todo), o la existencia de diferencias entre los distintos pre-
socráticos. P ero sí insistiré en algun os puntos. Y añadiré otros nuevos, sin
intentar, en n ingún caso, ser exhaustivo. En mi Historia de la lengua griega
y en m i artículo de Glotta tam bién citado pueden encontrarse, en algunos
casos, exposiciones más am plias.

a) Los presocráticos. Estos pensadores fueron los prim eros representantes


de la intelectualidad crítica y rupturista griega y de la prosa jonia (aunque
Parm énides y E m pédocles escribieron en verso, en una lengua hom erizan -
te). U n a prosa creada para la exposición del pensam iento cada v ez más li­
bre de la época, esto es, a partir del siglo vi a. C . D esgraciadam en te, son es­
casos los f ragm entos literales (fragm entos B), ya he a lud ido a ellos.
El jónico fue la prim era prosa literaria de G recia , qu e desarrolló el de
ciertos poetas, los yam bógrafos sobre todo. E n él escribían, por supuesto,
tantos pensadores jonios qu e ahora nos ocupan y que, tras la conquista per­
sa de Jonia el año 546, vivían exiliados en Italia y Sicilia, lu ego en A tenas, o
continuaron vivien d o en A sia (com o sin du da H eráclito). Pero existía,
tam bién, la lengua de la elegía y el hexám etro. O tro exiliado, establecido
en Italia, era Pitágoras, del que no quedan fragm entos literales, pero sí al­
gunos, en dórico, de su discípulo Filolao.
H ablem o s del n uevo léxico de estos pensadores, lu eg o d ifu n d id o en ­
tre sus con tin uadores. E s notable el uso filosófico o técnico d e térm inos
procedentes de H o m e ro o de la poesía en gen eral; y, tam bién , la creación
de nuevos térm inos. P o r ejem p lo, del pasaje de II. X I V 201 en q u e se ca­
lifica al O céan o com o θεών γένεσιν, «origen de los dioses», viene el uso de
200 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

γένεσις en P a rm én ides, A ristó fa n es y Platón com o un térm in o abstracto


gen eral.
D e πέρας, άπειρος, άπείριυν en H o m ero y H esíodo, referidos al «lím i­
te» m aterial de una entidad física, A n ax im a n d ro creó su άπειρον, que in­
dica lo in defin ido com o prim er principio. Φ ιλότης y Ν εΐκος ‘A m o r ’ y
O d i o ’ en H o m ero, pasaron a ser principios cósm icos en E m pédocles.
Α νό η τος, que es ‘insensato’ en el H im no a M ercurio, pasa a ser ‘carente de
νο υς’ en Parm énides. Α ν ά γ κ η es ‘N ecesid a d ’, com o fu erza religiosa, en
H o m ero y los trágicos, lu ego será ley natural o necesidad física o lógica
en H eró doto y los presocráticos. Κ όσμος es ‘a rm a zó n ’ en la Odisea, con re­
ferencia al caballo de T roya , lu ego ‘el m u n d o ’. ’Ύ λ η en A n axágoras no es
ya ‘el bosque’ o ‘la m adera’, sino ‘la m ateria’. Λ ό γο ς se convierte en un con­
cepto gen eral, qu e reúne la palabra y el pensam iento; y, en H eráclito, la ley
natural u orden del m u n d o .1'' Ψ υχή ya no se refiere a las alm as de los hé­
roes qu e veía O diseo, llorosas, en el H ades, sino al concepto posterior de
«alma». Σφ α ίρα , que era ‘pelota’, es ya ‘estera’ en A n ax im a n d ro , κύκλος
pasa a ser igualm en te un concepto general. Igual φύσις, del que ya he ha­
blado com o fu erza qu e hace crecer una planta, lu ego es ‘n aturaleza’ en tér­
m inos generales: se aplica al hom bre, a los anim ales y las plantas, al propio
κόσμος (Anaxim enes).
El léxico de los presocráticos tiende a sentar barreras entre lo d ivin o y lo
natural o hum ano: γαΐα o γή es ya para ellos sim plem ente ‘la T ie rra ’, no una
diosa. Los presocráticos a veces vacilaban, sin em bargo, así cuando en H e ­
ráclito πΰρ es ‘fu ego ’ com o entidad tísica, pero tam bién com o principio
unitario del m undo.
A h o ra bien, los presocráticos tendían a hacer entrar lo hum an o y lo na­
tural den tro de una m ism a palabra, com o en λόγος, ya citado, qu e procedía
del ám bito hum ano. Igual ocurría con δίκη ‘justicia’, μέτρον ‘m edid a’,
νόμος ‘ley’.
O tras veces creaban térm inos nuevos qu e lo unificaban todo, com o τά
όντα ‘los seres’, τά όναντία ‘los contrarios’.
Para los abstractos en general los presocráticos usaban a veces los sufijos
tradicionales del griego: en palabras heredadas, así en γένεσις, ya citado; o
en otras creadas por ellos, com o αισθησις ‘percepción’, δίζηοις ‘bú sq ueda’,
νόημα ‘pensam iento’. Pero tam bién utilizaban la sustantivación con ar­
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 201

tículo, com o en τά εναντία, τά δντα, ya citados. Y la adjetivación (στάσιμος


de στάσις, por ejem plo, en A n axim andro).
Y , aunque sus redes léxicas eran todavía m uy lagunosas, com enzaron a
perfeccionar las existentes, con térm inos ya heredados, ya nuevos, a los que
anteponían ά -/ άν-, 6υσ-, preposiciones y preverbios, etc. Y con adjetivos al
lado de los nom bres, etc. T am b ién oponían térm inos que form aban oposi­
ciones que han perm anecido estables, en unas lenguas y en otras: com o las de
cuerpo / alma, materia / espíritu, vida / muerte (σώμα / ψυχή, ΰλη / νους, βίος /
θάνατος, γένεσις/ φθορά, con derivados adjetivales y verbales de cada térm i­
no). C om en zaron a reflexionar sobre el sentido de los térm inos morales,
com o H eráclito sobre καλό, άγαθός y δίκαιος, y luego Sócrates y Platón.

b) Hipócrates y los hipocráticos. Heródoto y la prosajónica. En pleno siglo v a. C .


y después, H ipócrates y su escuela bajaron la m edicina del ám bito de las
creencias religiosas o supersticiosas al de la racionalidad; y tu vieron que
crear, para ello, un vocabulario a decu ad o." Y ello dentro del jónico, que era
ya una lengua internacional: H ipócrates, com o H eródoto, era d orio de na­
cim iento (H ipócrates, de la isla de C os; H eródoto, de H alicarnaso). D orios
qu e vivían com o exiliados o ganándose la vida com o podían entre jonios y
atenienses. Escribían en jónico, com o los sofistas y otros más.
Piénsese, por lo dem ás, que H ipócrates escribió a fines del siglo v a. C . y
com ien zos del iv, pero una parte del corpus Hippocraticum qu e nos ha lle­
gad o es posterior, de los siglos i v y i n a . C . Junto con su calidad de pioneros
del léxico científico, hay qu e anotar qu e los hipocráticos a veces estaban in­
fluidos por el ático. El ático qu e luego, a partir de G org ias de Leontinos,
llegado a A ten as el 427 a. C ., se gen eralizó com o lengua literaria — seguida
en fecha helenística por su d erivado la koiné— . P ero v olvien do a los m édi­
cos, son los tratados que con m ás seguridad son originales del m aestro los
qu e deben estudiarse para conocer las innovaciones léxicas de la escuela.
H ablem os, pues, del léxico renovado de la nueva m edicina. U n as veces
venía de dar un uso n uevo a un térm ino anterior, ya hom érico, ya general.
Por ejem plo, H o m . θεραπεύω, ‘cuid ar, servir’, tom ó entonces el sentido de
‘tratar m édicam ente’. Palabras jónicas ya en H eródoto, com o πάθη, π ά ­
θημα, tom aron en los m édicos el sentido específico de ‘afección ’, ‘enferm e­
d ad ’ (tam bién πάθος, qu e no está testim oniado antes del ático). O podían
202 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

ser derivados con sentido m édico de nom bres de uso corriente, com o
καρκίνος ‘can grejo’, ‘cáncer’, π ο λύ π ου ς ‘el p u lp o’, ‘los pólipos nasales’,
ά λώ π η ξ ‘la zo rra ’, ‘la alopecia’. T o m a n sentido m édico igualm en te
σύμπτωμα ‘síntom a’, χυμοί ‘los hu m ores’, κώμα ‘sueño’ y otras varias pala­
bras, com o κρίσις, κράσις, μίασμα, μετάστασις, πέψις, ύγίεια, ΰδρωψ .
O podían partir de una form a anterior y añadir derivados, así νοσηρός
y νόσημα (derivados d e ático νοσος ‘enferm ed ad ’, en H o m ero, y jónico hay
νούσος). Se ocupaban de la φύσις, su ciencia era una τέχνη, ellos ιατρικοί
τεχνΐται. Es notable y fue im portante para el léxico grieg o posterior el uso
abundante de prefijos y sufijos, incluidos los destinados a den om inar en ­
ferm edades y enferm os de las mism as.
P o r ejem plo, prefijos: δυσεντερία y otros con δυσ-, ά-, περι-. Y com ­
puestos num erosos. Pero sobre todo sufijos den otan do enferm edades
(-αίνα, -ία, -μα / -ωμα, -σις / -ωσις) y enferm os (-ικός, -ώδης). C f., por
ejem plo, κοιλία, -ιακός; αιμορραγία / -ιακος; γάγγραινα; νεφρΐτις,
νεφριτικός; άρΟρϊτις, αρθριτικός; πλευρά, πλευριτικός; γλαύκω μα,
καρκίνωμα; νάρκωσις, -κώδης; πριαπισμός, σατυρισμός, y un largo etcétera.
En fin, los hipocráticos fueron im portantes no solo por su creación de
sistemas léxicos que procuraran definiciones científicas, exactas, sino tam ­
bién para el desarrollo del léxico de los abstractos y de los adjetivos d eriv a ­
dos de ellos. A veces, de los verbos tam b ién .12
Esta es la medicina hipocrática, la prim era verdadera ciencia griega, y que
encontraba a su lado escuelas médicas diversas. T odas ellas encontraban la
m ejor acogida en Persia, en la corte de los A quem énidas (Ctesias fue m édico
de D arío II y A rtajerjes M nem ón) y luego en fecha helenística y romana. G a ­
leno es, en esta, el escritor m édico más prolífico y más conocido. H ay que in­
sistir en la im portancia de su aportación al crecim iento del léxico griego.
Por ejem plo, el sufijo -ίτις se especializó para nom brar enferm edades di­
versas: en esto y en tantas otras cosas el léxico de los hipocráticos fue continua­
do y desarrollado por la m edicina posterior. H o y sigue, en lo esencial, vivo.
Por otra parte, los hipocráticos no son los únicos representantes del
m u n do literario jónico y de su creatividad en el terreno léxico. D esgracia­
dam ente, apenas quedan fragm entos literales de escritos jónicos de los lo-
gógrafos y los sofistas. Pero tenem os al menos a H eródoto, algo más joven
que H ipócrates y dorio de origen com o él, ya lo he dicho.
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 203

H eródoto, hom bre libre qu e se exilió a Sam os y luego viajó a A ten as y a


todo el m u n do griego, incluso a A sia tras la p a z de C alías con Persia el año
449 a. C ., estaba lleno de curiosidad. T o m a b a lo qu e le contaban y lo trata­
ba com o un dato, no creía autom áticam ente en ello. Y hacía crítica, a veces
ciertam ente ingenua, pero crítica. C om parab a pueblos, regím enes políti­
cos y costum bres. F ue el gran iniciador del pensam iento histórico con m i­
ras universales. T o d o esto tenía qu e reflejarse, cóm o no, en su léxico.'3

c) Sócrates y la prosa jónica y ática. D e la prosa jónica se pasó a la ática: el


ático es, en realidad, una variante del m ism o dialecto. Resultaba anóm alo,
a partir del m om ento en que Jonia fue dom inada por los persas y A ten as se
con virtió prácticam ente en el centro intelectual del m u n do griego, que los
escritores siguieran usando el jónico.
E n A tenas las inscripciones se redactaban en ático y el ático in flu yó en
S oló n , to d avía en el siglo vi a .C . y en el d iá lo g o del teatro del siglo v .'4
P ero era ya un ático conversacional, el de la comedia, ya conservaba, en la tra­
gedia, adherencias de la antigua lengua poética, m uy influida por el jónico.'5
U n extranjero, un jonio, G org ias, a quien ya he hecho referencia, fue el
q ue, llegado a A ten as en el 427 com o em bajador de su ciudad, L eontini en
Sicilia, perm aneció en ella com o m aestro de retórica.
En A ten as los discursos en la A sam blea y la H eliea o con jun to de los
tribunales eran, naturalm ente, en ático.
Y G orgias, com o extranjero qu e era, no tenía entrada allí. Pero encon­
tró inspiración para escribir en ático sus παίγνια, juguetes: discursos de
puro ensayo com o el Epitafio, el Palamedes, la Defensa de H elena; e incluso
uno de tem a filosófico. Sobre e l No-Ser. Q u ed a tam bién algún fragm ento
en ático del sofista T rasím aco de C alcedonia.
D ieron el m odelo para la prosa ática, cuyo prim er escrito es, al menos
para nosotros, la Constitución de Atenas del pseudo-Jenofonte, anterior al
431, fecha del com ien zo de la gu erra del Peloponeso. L u e g o siguieron so­
fistas com o A n tifo n te y oradores com o A n tifo n te (el rétor, si es que es una
persona diferente) o A n dócides o Lisias.
Son varios sectores de la literatura ateniense los que, desde cierto m o­
m ento, dieron el m odelo para la literatura griega qu e siguió: la prosa de los
socráticos, la de los oradores y la de los historiadores, a partir de T u cíd id es
2 04 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

sobre todo. T od o s estos tipos de prosa fueron im portantes para el desarro­


llo del léxico g riego. A q u í d oy tan solo unas breves notas.
E l cam p o n o está bien exp lo rad o , pero aun así rem ito al libro de
P. C h an train e1'1y a ejem plos en m i Historia de la lengua griega, pág. 156.
H a y qu e com en zar por los socráticos, aun que sus escritos no son los
más antiguos, antes están los ya citados y lu ego otros que se fechan en el si­
glo iv (Jenofonte, E squines, Platón). L o que es notable, m e parece, es que
toda esta rama (o conjunto de ramas) filosófica com en zó con un hom bre
que nada escribió, Sócrates. Y que, es m ás, luchaba contra la exposición
personalista y un tanto ex cathedra y dogm ática de los presocráticos. Sócra­
tes solo sabía qu e no sabía nada e inquiría, dialogaba.
Pero, curiosam ente, su diálogo en las calles, palestras y los banquetes de
Atenas se convirtió en el modelo de un género literario: «diálogos», que son
ya obras literarias de sus discípulos. U n m odelo para la renovación de toda
la prosa ática y, sobre todo, de la prosa helenística. E ran escritos que, desde
pronto, dejaron de ser verdaderos diálogos (a veces conservaban la form a,
así en el prim er Aristóteles) para convertirse en exposiciones o tratados. Y
fue form idable su contribución al avance del léxico griego, sobre todo en
A ristóteles y sus continuadores helenísticos.
N o parece, por ello, inadecuado, creo, qu e yo haga aquí una breve refe­
rencia al léxico de Sócrates: de él partieron todos sus discípulos próxim os y
remotos. Sócrates no escribió, ciertam ente, pero las particularidades de su
lengua y de su léxico las conocem os bien: nuestras fuentes, qu e en tantas
cosas discrepan, coinciden en esto.1"
Sócrates era un sofista, en cierto m odo. Pero oponía el «discurso corto»
al largo (Protagoras 334c) y, adem ás, era ateniense. N o hacía literatura,
sim plem ente dialogaba: no era relativista, buscaba conclusiones.
Evitaba el nivel v u lga r y el lenguaje «elevado» de sofistas y rétores. En
la Apología iy b -c le hace decir Platón qu e va a hablar en el lenguaje casual,
«el qu e se le ocurra». G ustab a de com paraciones y sím iles, de anécdotas y
mitos, de fábulas, acudía a la parodia e ironía, a la paradoja. Usaba la ate­
nuación, los recursos im presivos y expresivos, la interrogación y exclam a­
ción, el personalism o, la sintaxis laxa.
Y , sin em bargo, en él em p e zó un n u evo léxico filosófico. Y som etía a
du da el lenguaje com ún pregu n tan d o el « ¿qué es...?». E n las m ism as N u ­
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 205

bes de A ristófanes, del 423 a. C ., hay ya vo cab u la rio socrático: φροντίς, τά


θεία πρά γμα τα, γνώμη, διάλεξις, τι σοφόν, αμαθής, δυσμαθής, q u c son
‘p ensam ien to’, ‘las cosas d iv in as’, ‘op in ió n ’ , ‘d ialéctica’, ‘a lgo sabio’, ‘in ­
cu lto ’ , ‘resistente al a p re n d iza je ’. E n contextos especiales in tro d u cía v er­
bos m u y suyos o en sentido m u y suyo, com o έπιμέλομαι, θεραπεύω ,
εξετά ζω , ελέγχω , φ ροντίζω , πείθω: ‘cuidarse de', ‘c u ltiv a r’, ‘e xa m in a r’,
‘ in terrogar, re fu ta r’, ‘re flex io n a r’, ‘p ersuadir’ . T o d o aquello del «cuida­
do del alm a», de «la vid a no exam inada» y dem ás es p u ram en te socráti­
co. A trav esó las edades. L a m ism a palabra φιλόσοφΓς ‘filó so fo ’ por oposi­
ción al σοφ ός ‘sabio’ de los presocráticos, es in ven to suyo («solo D io s es
sabio», d ijo lu ego Platón).
T o d o eso de la «definición» de las virtudes no es otra cosa que darles un
n uevo sentido: Sócrates quería apoyar las «virtudes» tradicionales, frente
al relativism o y hasta inm oralism o de los sofistas,1'* pero dándoles una ar­
gu m en tación racional. Y , al definirlas, les daba un nuevo sentido.
Igual, por supuesto. Platón. H e propuesto'9 qu e la equ ip aración plató­
nica de los térm inos de la Justicia, el Bien y la B elleza (δίκη, τό άγαθόν, τό
καλόν) equ ivale, en realidad, a un cam bio sem ántico respecto al grieg o co­
m ún que se hablaba en las calles, qu e venía de la antigua tradición. ¿Y qué
decir, también, de las Ideas (εϊδη), del alma espiritual o cognoscente (νους), de
la ‘separación’ (χωρισμός) de los dos m undos, real e ideal, de la ‘dialéctica’
(διαλεκτική) y tantas ciencias o especialidades en el Sofista, etc.?
E n Platón com en zó la invasión del ático por el léxico abstracto y los ad­
jetivos derivados de él. Sus últim os diálogos (Timeo, Leyes, etc.) ofrecen
una avan zad illa del léxico helenístico.21’ T o d o , en torno ya de la m itad del
siglo t v a .C .
Pero esto no era nada respecto a lo que a va n zó en el m ism o sentido
Aristóteles, verdadero anticipo de la lógica y la ciencia helenísticas. Sobre
la base de los filósofos anteriores, suyo es el lan zam ien to del léxico griego
en cam pos com o la gram ática (σημαντικός, ονομα / έήμα / έπίθετον / άρ-
θρον, υποκείμενον), de la lógica (συλλογισμός, πρότασις, κατηγορία, γε­
νικός), de la física (φυσικός, φυσική επιστήμη), de la teología y teoría del
m ovim ien to (κίνησις, εντελέχεια, ενέργεια, κα τά συμβεβηκός), la política y
ta ética (oí μέσοι, μέση πολιτεία, επιείκεια), literatura y retórica (άναγν-
ώρισις), etc. Sentó las bases para su am pliación posterior.
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

P o r supuesto, se trata de especializaciones que arrancan del léxico del


grieg o com ú n y de los sufijos y otros elem entos form ativos del grieg o co­
m ún. U sado todo ello com o léxico especializado qu e unas veces acabó por
convertirse en norm al en todo el grieg o y luego, con frecuencia, en todas
las lenguas del m u n do, m ientras qu e en otros casos continuó el uso especia­
lizado , a veces hasta hoy.
E l problem a para aquilatar la aportación aristotélica es que, con la m a­
yor frecuencia, las publicaciones m odernas relativas al léxico de las d ife ­
rentes ciencias*1 recogen sin discrim inación el de toda la G recid ad.
Por supuesto, el ím petu para crear abstractos y derivados no estaba li­
m itad o en A ten as a los socráticos. Pero es de lam entar que, así com o exis­
ten m u y buenos estudios sobre la prosa ática de la oratoria y géneros cone­
xos,^ es poco lo q u e se nos dice sobre su léxico, salvo en la m edida en que
conocem os la term inología ju ríd ic a / 5
D e todas m an eras, algun as cosas he d ich o en m i Historia de la lengua
griega14 sobre los p rim eros escritores de la prosa ática, G o rg ias y T ra sí-
m aco. P ero a lgo m ás p od ría añadirse, sobre ellos y sobre el sofista A n ti­
fonte.
Sobre G org ias, por ejem plo, cóm o o bien in trodu jo nuevos abstractos
(άγνόημα) o adjetivos (αβίωτος, οικτίρμων), o bien los h izo entrar en la
prosa con n um erosas palabras proceden tes del jón ico o de la traged ia
(άμαθία, νόσημα, ανωφελής). O creó tam bién una serie de nuevos sentidos
figurad os (δυνάστης ‘poderoso’ unido a λόγος, τοΐς τής ψυχής όμμασι ‘con
los ojos del alm a’, ψυχή τυποΰτα ι ‘el alm a es con fo rm ada’, νόσον ήδειαν
‘una dulce en ferm ed ad ’, etc.). A u n q u e sus fragm entos son m ínim os, T r a -
sím aco in trodu jo adjetivos nuevos com o αναίσθητος, así com o nuevos usos
de la pasiva y de las sustantivaciones.
M ás novedades encontram os en A n tifo n te el sofista: num erosas sustan­
tivaciones (τα νόμιμα ‘la ley’, τό ζην, τό άποΒανεΐν ‘ la vida, la m uerte'), al­
gunos abstractos nuevos com o επικούρησις ‘auxilio’, etc.
L a lengua se m ovía ya, con sofistas y rétores, en el sentido de crear redes
léxicas y abstractos, gen eralizar la pasiva, usar más del in fin itivo y partici­
pio, sacar adjetivos de nom bres y nom bres de adjetivos, em plear lenguaje
poético y figu rad o (que pasó luego, a veces, a ser com ún). P ero sus fra g ­
m entos son escasos, no podem os ju zg ar bien.
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 207

M ás ha llam ado la atención el léxico de T u cíd id es, lleno de abstractos y


derivados de los m ism os, den tro de una sintaxis concentrada: llena de ex­
presiones nom inales, de anacolutos, abuso de participios e infinitivos, etc.’5
E n definitiva, es la expresión abstracta lo que más amaba, aquella que hizo
la gloria de la lengua griega y dio el m odelo para otras lenguas. Se trata ya de la
sustantivación de adjetivos (τά γαμικά en vez de γάμος, τό εΰψυχον en vez de
ευψυχία, τά γιγνόμενα), ya del uso del infinitivo con τό (διά τό άδεές, τό
βραδύ, τό εΐξαι, ές τό βοηθειν, τό καταπεπληχθέναι, την ου περιτείχισιν). A ve­
ces Τ ucídides seguía usando una expresión ya de los trágicos o H eródoto, otras
veces creaba, a veces usaba ya un nuevo térm in o ya el existente (άδεια,
βραδύτης, κατάπληξις, βοήθεια). Disfrutaba am pliando las posibilidades de la
lengua griega, al tiempo que revivía lo arcaico y manejaba lo usual.
M ás frecuentem ente, T u cíd id es creó abstractos u tilizan d o las capacida­
des form ativas del griego, aun que a veces no los creaba, sino qu e los reco­
gía de sus antecesores. A n tig u o s son ya άγώνισμα, άμάρτημα, άναχω ρησις.
Pero creó, por ejem p lo, α ναλογισμός, άναγνώρισις, εγκαλλώπισμα.
A través de él, un d ilu vio de abstractos, derivados y expresiones varias
se transm itió a la prosa posterior; o bien pasaron al griego posterior o bien
quedaron com o una rareza. H a y en todo caso en él una libertad, apertura y
variedad increíbles. N o siem pre fáciles. Y m u ch o de lo qu e aparece en T u -
cídides lo hallam os en toda la prosa del siglo iv, sobre todo en los oradores.

E l léxico griego de las edades helenística y romana

Pero la m áxim a extensión del léxico griego está en la prosa de la época he­
lenística y rom ana. Eso lo sabe cualquiera que m aneje diccionarios griegos.
Y son m uy incom pletos, sin em bargo.
C u a lq u ie r persona o cualqu ier gru p o de hablantes podía crear en grie ­
go, en esta fecha sobre todo, nuevas palabras o nuevos sentidos de las exis­
tentes, en una proporción m ayor qu e en cu alqu ier otra lengua conocida.
L o que y o decía en un artículo arriba citado sobre la tipología del griego,
centrada en la m agn itud del léxico, se revela absolutam ente cierto para
esta época, en la que, por otra parte, el an tigu o sistema m o rfoló gico tendía
a sim plificarse, salvo en la literatura m u y aticista.
2o 8 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

Pero, antes de seguir adelante, he de decir algunas generalidades.


El volu m en de literatura griega de fecha helenística y rom ana que se
nos ha conservado es m u ch o m ayor qu e el de la anterior; sin em bargo, es
incom pleto. L a literatura helenística, con excepciones, es un gran n au fra­
gio: bíen poco nos queda de sus poetas, filósofos y científicos, los con oce­
m os sobre todo p or sus continuadores en época rom ana. L a prosa m enos
técnica se nos conserva en escasa m edida: la carta de Aristeas, F ilón el M e­
cánico, Polibio, etc.
Podem os, pues, difícilm ente fechar la aparición de nuevas palabras y de
nuevos sentidos, aun que m u ch o podem os adivin ar. El crecim iento, ya
digo, es exponencial. Y hay que com pletarlo con el de los helenism os lati­
nos, incluidos los nom bres técnicos tam bién latinos, derivados del griego
por préstam o o calco.
Por otra parte, habría que atender al estudio de los diferentes estratos
del g rieg o . E l g r ie g o v u lg a r y su léxico es escasam en te con ocido. A lg o se
puede aportar sobre textos vulgares helenísticos o de en torno al siglo i d. C .,
com o la Vida de Esopo, pienso;36 o bien tardíos, cuando se h u n dió la prosa
aticista, así la redacción de las fábulas de Esopo en la C olección V in d o b o -
nense.2' E n realidad, el léxico v u lga r es a lgo evitado, solo sale a flote, com o
descuido, en algunos papiros y algunos otros textos. H ay algunos estudios
sobre tem as particulares en este capítulo, m uch ísim o m enos exhaustivos
qu e los relativos a la fonética o la m o rfolo gía.28
H ay dos fenóm enos generales que merecen atención: el crecim iento de la
literatura aticista, que trata de recuperar el lenguaje ático, y el de la técnica.
E l aticism o es un m o vim ien to clasicista que llenó de form as y palabras
áticas ya perim idas la prosa g riega desde el siglo i d. C . Sobre él puede v er­
se con provecho, todavía, la obra de W . S ch m id, D er Atticismus in seinen
Hauptvertretem, H ild esh eim , 1964 ( i.a ed. 1896-1897). H a b lo del aticism o
en general, con bib liografía, en mi Historia de la lengua griega, pág. 180
sigs.,29 au n q u e tam bién en este cam po los estudios que se han realizad o
han sido sobre todo gram aticales.
C on sid ero qu e la tendencia a volver a los orígenes áticos, a partir de C e ­
cilio de C aleacte y D ion isio de H alicarn aso, tuvo lu gar por una especie de
grad ación o escalada: puede señalarse, con frecuencia, la fecha en que se
«repescó» una palabra del ático o se creó una a su im itación. Y cóm o el n i­
Léxico griego, ¡atino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 209

vel de aticism o era diferente según los autores, cóm o al aticism o propia­
m ente basado en la lengua ática se le añadió ya en fecha tardía un lenguaje
poético que im itaba a los antiguos poetas áticos o no.
T o d o esto, y cóm o cayó el nivel de len gua, in clu id o el léxico, en el si­
g lo v i d. C ., lo estudié en m is Estudios sobre el léxico de las fábulas esópicas. *0
F ech o en él m u y exactam ente, sobre el precedente de Sch m id y en la m edi­
da de lo posible, la fecha de reincorporación a la prosa griega de las d ife­
rentes palabras. Pero es un tem a m u y abandonado hoy en día.
Y hay lu ego el segundo tem a, el de la entrada del léxico técnico, tom ado
de la tradición anterior o creado ahora. Sobre el estado de la cuestión m e he
expresado en el trabajo realizad o en colaboración con D olores L a ra y que
he citado antes. A llí estudiam os, con indicaciones bibliográficas, el léxico
de la botánica, de la zoología, la geom etría, la m edicina, la arquitectura, la
retórica, la gram ática y la astronom ía. Estos térm inos, com pletados o tra­
d ucidos algunos en época latina, son la base de los que han seguido em ­
pleándose hasta hoy en día.
P ero este estudio es insuficiente, porque hay que añadir que, a partir de
A ristóteles, creció enorm em ente en diversos autores el léxico filosófico en
los más distintos sentidos. Y el léxico legal y adm in istrativo en general,
con fo rm e a las nuevas necesidades de los tiem pos. Y el de tantos con oci­
m ientos nuevos en cam pos com o el de la m ecánica y en m il aspectos de la
v id a com ún. Pero, una v e z más, no tenem os estudios precisos. A u n q u e sí
otros sobre el desarrollo de ciencias e instituciones en las edades helenística
y rom ana: de ellos es posible obtener datos sobre el nuevo léxico, sus fechas
de aparición, sus cam bios de sentido, etc.
A u n q u e chocam os siem pre con el m ism o problem a: nuestras fuentes
son incom pletas y tardías, el n u evo vocabulario que aparece en G ale n o o
P tolom eo o los gram áticos tardíos, p or poner un ejem plo, puede proceder
de fecha helenística. Y qu izá, a veces, de otra anterior.
E n todo caso, por una vía u otra, incluida la latina, la ciencia m oderna,
cuand o com en zó a despuntar a partir del siglo x m y, sobre todo, del xvi
y x v ii, pudo encontrar, en los griegos, una gu ía (para seguirlos o contrade­
cirlos) y lo esencial del léxico necesario.
L o m ism o ocurre en otro sector esencial: el n uevo léxico del cristianis­
mo. Y a el E van gelio, sobre todo algunos evangelistas, acogió léxico griego,
210 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

así com o, antes, la am plia literatura judeocristiana (y otros m ovim ientos en


relación con religiones egipcias o iranias, a veces salvacionistas y m istéri­
cas). E n esta nueva literatura hay qu e in cluir a los autores que, com o C le ­
m ente de A le jan d ría y F ilón , trataban de acercar la Biblia hebrea (o bien el
Evangelio) a la tradición helénica.
Y , sobre todo, hay que incluir la vasta literatura cristiana desde el si­
glo ii d. C .: los E vangelios apócrifos, los padres apostólicos, los apologistas,
los Padres de la Iglesia. Estos últim os edificaron un vasto léxico teológico,
sobre base griega, pero ateniéndose, en lo posible, a los cánones del aticis­
mo. A l m enos hasta el siglo v d. C .
Este es el vasto océano del léxico g rieg o , una m area creciente que puede
recogerse en diccionarios generales y sectoriales, léxicos de autores, etc.,
aun que en buena m edida, en form a cruda, sin orga n izar científicam ente.
A partir de unas cuantas vías, que he señalado, alcanzó al latín y las len ­
guas europeas, com o he adelantado y verem os más detenidam ente.
En m i Historia de la lengua griega, pág. 186 sigs., he dado algun os datos
generales sobre la organización de este léxico. Por ejem plo, sobre cóm o
fueron creándose, en torno a un nom bre o un verbo básico, m ediante d e ri­
vados y com p u esto s, y térm inos p ositivos y n eg ativo s, vastas redes lé x i­
cas. L o he ejem p lific a d o con α ίρεω ‘coger, to m a r’ , para el qu e, hasta el
siglo v a. C . no había sino el verbo m ism o (en H om ero) y el abstracto
αιρεσις (en H eródoto). C reció luego en el ático del siglo iv, en los filósofos
helenísticos, en los científicos de época rom ana, en los cristianos.
Señalo igu alm en te la creación de redes léxicas, sobre las cuatro clases
principales de palabras, en torno a λο γίζω ‘calcular’, βουλεύω ‘reflexion ar’,
φίλος ‘am igo’, όράω ‘ob rar’.
Y la am pliación de las redes con diversos prefijos (άνα-, άπο-, έκ-, φιλο-,
άρχι-, αύτ-, etc.). Solo con αύτ- y α ύτο- hay en el D G E unas 850 palabras,
con άπο-, unas 1.750; con άγαθο-, 50; con άρχ-, άρχι-, άρχε-, άρχ-, 250.
M ás interesante es, sin d u d a, la pro lifera ción de los su fijo s qu e crean
abstractos y derivad os. H ay qu e rem itir otra v e z a C h a n tra in e, 1933,
tam bién a literatura parcial sobre su fijos y autores. Y por supuesto, a los
diccion arios.
El inverso de B uck-Petersen, ya citado (y hoy notablem ente superado),
señala para una serie de sufijos añadidos a nom bres y adjetivos las siguien ­
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 211

tes frecuencias (cierto qu e para la totalidad del griego, com o he dicho):


-ιος, -ιον, 12.000 apariciones; -ία, -ίη, -ια, 7.500; -μός, -μόν, -ομός, -ισμός,
4·οοο; -μα, -ασμα, -ισμα, 3-3°°’ ' τιΊ5 (-τα ς)/ -τητος, -τατος, ι.οοο; -τής, -τάς
(gen. -του), 44o; -σις, -ξις, -ψις, -τις, 5-4°°; ' Κ(ί)ς, -κόν, -ιακός, -τικός, 7.200.
T o d o esto puede dar una idea del inm enso despliegue del léxico griego:
de su coherencia y sistematismo, de su poder clasificatorio, de su función de
a poyo en los m ás diversos sectores de la ciencia y de la vida. Y no insisto en
su gran capacidad para crear abstractos m ediante sustantivación con el ar­
tículo, así com o com puestos.
Partiendo de unos orígenes indoeuropeos y de un cierto despliegue en
fecha clásica, todo ello culm in ó en las edades helenística y rom ana del grie­
go. Estaba destinado a continuar en latín, en las lenguas europeas y en to­
das las lenguas. H a con tribuid o a una cierta unificación , com o he dicho, de
todas las lenguas de E uropa, q u e se han constituido en m odelo para las
de todo el m undo.
Por otra parte, el léxico grieg o antiguo es inm enso, inabarcable; en la
redacción del Diccionario griego-español hem os chocado m últiples veces
con la im p osib ilidad de dar una descripción exhaustiva: rem ito a varios
artícu lo s relativos a este tem a.3' E n ellos podrá tom arse nota del enorm e
cau dal qu e encon tram os en dicho diccion ario de nuevas palabras, nuevas
acepciones, elim inación de palabras que no aparecen en las nuevas edicio­
nes, hapax que ahora dejan de serlo, nueva definición de los térm inos, n ue­
va organización sem ántica de los artículos, etc. T o d o ello, tras la nueva bi­
bliografía y con ayu da de cam pos hasta ahora poco explorados (léxico
técnico, cristiano, etc).

DEL L ÉX IC O GRIEGO AL L A T IN O

L a derivación de palabras, directam ente, del g rieg o antiguo a las lenguas


m odernas es m ás bien rara hasta la E d ad M oderna. El griego an tigu o ha
entrado gen eralm en te en ellas a través del latín: del an tiguo y hablado pre-
literario; del literario (que entró lu ego en la lengua com ún, con frecu en ­
cia); y del tom ado en préstam o por el latín vulgar. O del latín eclesiástico y
el latín m edieval, tam bién, o del árabe y otras lenguas. P ero el grieg o anti­
212 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

gu o llegó asim ism o directam ente a O ccid en te a partir del R enacim iento,
por la lectura d e los textos griegos y latinos antiguos.
O bien se trata, otras veces, en nuestras lenguas, de palabras del griego
b izan tin o, que suelen haber llegado o por vía eclesiástica, o por la latina
m edieval, o a partir de las ciudades italianas o de P roven za o F rancia. D e
esto hablaré m ás adelante.
Pero dejem os esto por el m om en to y volvam os al in flu jo del léxico g rie ­
go en latín, don de era aceptado bien en la lengua hablada, bien en la culta,
sim plem ente transcrito (pero frecuentem ente con alteraciones) o con a yu ­
da de calcos. Y ello desde fecha m uy antigua.
El griego estaba, com o quien dice, siem pre a la puerta, esperando en ­
trar por la vía de la lengua hablada (la latina o las m edievales) o por la de la
literatura, y ello en varios niveles y épocas. A u n así, tanto el latín com o las
diversas lenguas europeas, rom ánicas y no, quedaron inundados de pala­
bras griegas.3J
Y eso que la lengua griega su frió duros golpes en la A n tigü ed ad . D es
pareció, ante el latín, en las antiguas colonias griegas de O ccidente: en Ita­
lia, Sicilia, M arsella, H ispania, cuando fueron conquistadas por R om a a
partir del siglo m a. C . En O rien te, el grieg o tue expulsado de la India e
Irán, a finales del siglo iv a. C . y lu ego en el m , cuando los pueblos indios y
más tarde los partos se im pusieron, y los reinos helenísticos qu edaron lim i­
tados por la frontera del Eufrates; e igual, más tarde, Rom a y B izancio.
Esta es, com o ya se ha dicho, el lím ite del léxico europeo in flu enciad o por
los griegos. Y del alfabeto europeo y la cultu ra europea derivada de la grie ­
ga y latina, en general. E l lím ite de E u ropa por un tiem po, diríam os; m u ­
sulm anes y turcos lo estrecharon más, más tarde.
D esde la conquista rom ana de los reinos helenísticos y G recia, el grieg o
perm aneció en G recia y M acedonia, pero en los dem ás lugares fue, com o
m áxim o, la lengua d e las clases urbanas e ilustradas trente a las lenguas in ­
dígenas. A u n q u e había un dom in io del latín en la adm inistración, la m ili­
cia y el derecho.33 P ero después de Justiniano desapareció en B izan cio lo
que quedaba de latín en la adm inistración del Im perio bizantino.
Y , en O ccidente, en la R om a de los siglos iv y v d. C ., el grieg o era sola­
m ente la lengua de ciertos inm igrantes de O rien te y de algunos pocos c u l­
tos. En la E d ad M edia, era casi siem pre desconocido, con contadas excep­
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 213

ciones en los m onasterios de Irlanda, Inglaterra y Escocia y en el in flujo


qu e ejercieron en el continente, por ejem plo, en la corte de C arlo m agn o y
en los m onasterio de Saint G a ll y Reichenau, entre otros. M on jes griegos
hu bo tam bién en la corte de O tón I, en R om a y en varios m onasterios del
sur de Italia. Y hu bo traducciones, aun que no m uchas, del g rie g o / 4
Pues bien, pese a todo, el prestigio de la lengua griega nunca decayó y,
ciñén dom e ahora al léxico, es cierto qu e dejó gran des huellas en toda clase
de lenguas y, m u y concretam ente, en todas las de Europa: de las rom ánicas
a las germ ánicas y eslavas, al vasco y a todas las dem ás.
M e ocuparé ahora del léxico que penetró en el latín, ya en el hablado, ya
en el literario. Pero el in flu jo del léxico griego no puede com prenderse sin
el in flu jo de su literatura, com o traducción e im itación de la cual, com o he
señalado páginas atrás, se creó la latina. T am p o co sin la existencia del bi­
lingüism o, procedente de relaciones com erciales y de todo tipo, pero tam ­
bién de la enorm e in m igración de griegos y, sobre todo, ya en época im pe­
rial, de grecoparlantes de O rien te (egipcios, sirios, judíos, etc.).
A sim ism o, las clases cultas de R om a al m enos en la R epública y en bue­
na parte del im p erio , eran b ilin g ü es, no m en os qu e las q u e com bin aban
el griego con lenguas orientales varias. Tenem os sobre esto mil anécdotas, el
grieg o era tan indispensable para estas clases com o hoy el inglés. M an d a­
ban a sus hijos a estudiar a G recia, trataban con representantes de toda la
cultu ra griega.
Por supuesto, sin esto no se com prendería tam poco el in flu jo de la lite­
ratura griega — prim ero la contem poránea, lu ego toda ella, incluida la an­
tigua— en la literatura latina.
L a prim era oleada de helenism os35 debe atribuirse a los contactos de los
rom anos, en realidad ya desde el siglo v n a. C ., cuand o el alfabeto entró en
Rom a, ya con los griegos del sur de Italia ya con los etruscos helenizados. Y
aum en tó con el fin de las gu erras samnitas, hacia el 330.
T érm in o s influidos por el etrusco pueden ser, según se piensa,persona,
Proserpina,amurca, sporta. Y derivadas de dialectos griegos del sur de Italia
y de Sicilia, lo que com porta varias peculiaridades fonéticas procedentes de
esos dialectos, son palabras com o machina, olma, crapula, A chiui.
H a y que notar qu e en los helenism os m ás antiguos se encuentran ras­
gos ortográficos propios del latín de esa época, com o la transcripción de las
214 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

sordas aspiradas com o sim ples sordas (purpura, ampulla, Poenus). Y que
otras veces se encuentran adaptaciones o alteraciones form ales de las pala­
bras griegas o bien derivaciones va latinas. A d aptaciones pueden conside­
rarse las form as en -a de la p rim era declinación m asculina (nauta,poeta), o
las derivadas de la tercera pasadas a la prim era (sporta, ya citado, norma de
ac. γνώμονα) o a la segunda (bracchium, Tarentum, Agrigentum). O el paso
de los verbos a la prim era con jugación (machinari, exanclare). Por otra par­
te, el latín podía hacer derivaciones propias de palabras griegas: paedicare
de τά παιδικά, stomachari de στόμαχος, pausare de παϋσαι.
T o d o esto indica una perfecta asim ilación del vocabulario grieg o al lati­
no. N ótese la vid a de las palabras citadas: m uchas pasaron luego a las len ­
guas europeas. Y nótese qu e el fenóm eno del in flu jo de la vía oral en la
entrada d e helenism os tu vo lu gar tam bién en la tarda A n tigü ed ad , en latín
vulgar. Sobre esto volveré.
Estos elem entos léxicos antiguos se refieren más bien a la vida de todos
los días: por ejem p lo a objetos (camera, linterna, chorda, calamus), a term i­
nología relacionada con el m ar (ballaena, delphinus, thunnus, cáncer, poly­
pus; scopulus, spelunca, crypta; puppa, gubernare, ancora), al com ercio (pur­
pura, serica, tapete, apotheca, nummus, mina, talentum), a la agricultura y
alim entación (putare, cannabus, sinapi, rapanus, oleum, castanea, malum,
ampulla), a la m úsica (cithara, cymbalum). L u e g o entraron térm inos refe­
rentes a la n ueva cultura que llegaba a Rom a (epistula, grammatica, schola,
horologium, balneum), al cuerpo y la m edicina (stomachus, melancholia, p o ­
dagra, catarrhus, diaeta), a los m inerales y las piedras preciosas (magnes, ala­
baster, adamas, smaragdus, margarita), a la sociedad y las costum bres (poena,
punire, crapula), etc.
Pero pasemos a los térm inos incorporados por la antigua literatura lati­
na, aun qu e no podem os asegurar la vía por que llegó a ella cada uno. P u e­
den ven ir de la lengua hablaba o de textos literarios griegos.
E l caso es que encontram os helenism os ya en la más antigua literatura
latina: algun os son de carácter literario o m usical, otros no. A sí ya en L iv io
A n d ro n ico (cothurnus, purpureus), en N e v io (barbarus, melos, nauta), en
Plauto (absinthium, basilica, comoedia), en T e r e n d o (musicus, scaenicus)·, y
lu ego en C a tu lo (ambrosia, astrum, satyrus), en L u crecio (cycnus), en V ir g i­
lio (calathus, magicus, narcissus).
léx ico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 215

E stos térm inos acabaron por in corporarse, m u ch os de ellos, al latín


hablado norm al y han llegado a nuestras lenguas. Pero habría qu e insistir
en a qu ello s otros qu e procedían de la filosofía, la retórica o, sim p le­
m en te, del le n g u a je abstracto e in telectu al g r ie g o y q u e fu e ro n in ­
corporados al léxico latino por C icerón , la Rhetorica ad H erennium , Q u in ­
tilia n o y otros prosistas más: m u ch os fueron a parar, con el tiem p o , a
nuestras lenguas.
E n C icerón hallam os, entre m uchos térm inos n u evo s,astrologia, biblio­
theca, epigramma. A veces sustituía los términos griegos por calcos: conscientia
por συνείδησις, com o ya he dicho; quantitas y qualitas por ποσότης y ποιότης;
conuenientia por ομολογία. Q u in tilian o aceptó essentia por ουσία, conclusio
por επίλογος, uniuersalia por καθολικά. A m b o s autores se debatían en el
problema de si aceptar los térm inos griegos o crear equivalentes latinos: p ro­
blem a general cuando se trata de adoptar o no el léxico de otra lengua (lo
tenem os ahora con el inglés). E n fin, autores posteriores con tin uaron in ­
troducien do nuevos térm inos griegos o calcos de los mismos: M acrobio,
san A gu stín , poetas com o A uson io, etc.
H a y algunos puntos de esta helen ización del latín o de sectores del latín
qu e qu erría considerar aparte.

a) E l vocabulario científico y técnico. A q u í los térm inos griegos entraron


a chorro, por ejem p lo en la gram ática: nom bres de fonem as y letras, de
partes de la oración y categorías gram aticales, de los casos y form as del ver­
bo, etc.,h En la m edicina, por ejem p lo (ya he señalado algunos térm inos,
añádanse m il otros: C elso y los m édicos latinos tom aban tanto léxico especia­
liza d o de los m édicos griegos com o Prisciano y los dem ás de los gram áticos
latinos). Y habría que añadir la astrologia y la m atem ática, la term inología
botánica y zoológica, la de técnicas artesanas varias.57

b) E l vocabulario cristiano. Y a he hablado de él en el caso del griego: el la­


tín en general adoptó el del griego, aun qu e tam bién hacía calcos. Podrían
citarse, entre m uchas palabras, Christus, Biblia, profeta, martyr, apostolus,
baptizare, euangelium ,papas, episcopus, archtepiscopus, chorus, diaconus, ere­
mita, laicus, lyturgia, ecclesia, monasterium, eleemosyna, diabolus, angelus,
parochus,presbyter, etc.
2IÓ La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

A veces el latín cristiano cam biaba el sentido de las palabras griegas:pa­


thos es ‘pasión’ desde san A gu stín . O se hacían traducciones, com o spiritus
por πνεύμα, benedicere por εύλογέίν. A lgu n as, sin em bargo, no han cu aja­
do, así tingere en v e z de βαπτίζειν: está en T ertu lian o y L actan cio, pero se
ha perdid o en otros lugares, aun qu e queden huellas en dialectos de Sicilia
y C alabria.

c) E l latín vulgar. E l latín hablado, coloquial, del final de la A n tigü ed ad


está lleno de helenism os. A veces se trata de la continuación de las tenden­
cias de adaptación, se dice por ejem p lo lampada (del ac.), amigdalum, o hay
variantes fonéticas (ceresus, cithera). O se introducen nuevas palabras, tales
cata ‘cad a’, colaphus ‘bofetada’.
E n d efin itiva, el latín, en sus diversos niveles y especializaciones, acabó
aceptando un im portante contingente de léxico griego. Ciertam ente, solo una
parte de este léxico se incorporó a las lenguas m odernas com o léxico p atri­
m onial de las m ism as; otra parte tu vo qu e esperar a ser recogida de los tex­
tos latinos en la E d ad M edia o después (junto con léxico latino de origen,
por supuesto).
C la ro está que esta lengua qu e yo he llam ado alguna v ez grecolatín era
considerada, lu ego, in dependientem ente de sus orígenes, m ero latín (o cas­
tellano, etc.). Se trataba, para la sensibilidad posterior, de una lengua ú ni­
ca. E n ella no solo las raíces griegas y latinas alternaban, tam bién los su fi­
jos: -icus, -ma, -ta, -ismus, -izare en el verbo, entre otros, son de origen
griego; -osíís, -men, -mentum , -are en el verbo, de origen latino. E igual los
prefijos: alternan -a e /«-, hi per- y super-,peri- y circum-.
Este es el latín cuyos léxico y procedim ientos de form ación de palabras
llegaron en cierta m edida a la E d ad M edia: no todo, un sector para cada
sector de hablantes. U n a parte, com o ya he dicho, se perdía. Pero m ás tarde
todo él o la m ayor parte de él fue u tiliza d o de n uevo para crear o recons­
truir el léxico de las nuevas lenguas. Y este latín era en cierta m edida de
origen griego. El latín se con virtió, así, en un veh ícu lo del griego. Y de su
literatura y cultura en general, por supuesto.
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 217

P A S O D E L L É X I C O L A T I N O Y G R I E G O A LAS L E N G U A S D E E U R O P A

GENERALIDADES

L o dicho páginas atrás, en «Ideas generales», puede abrir este apartado. El


latín cubrió, desde el m ism o com ien zo, las necesidades de las lenguas de
Europa: les sum inistraba el léxico del que carecían. P orq ue E u ropa, lo
hem os visto, era bilingüe: al lado del latín había las lenguas rom ánicas y
las dem ás. Son lenguas habladas que com en zaron a escribirse desde el si­
g lo ix d .C ., raram ente el v m , a veces más tarde. Junto con estas lenguas
habladas seguía vivien d o en O ccid en te la lengua culta, que era el latín: len ­
gu a escrita, pero hablada en ciertos ám bitos eclesiásticos y cultos. Llevaba,
com o ya sabem os, térm inos griegos, incluidos m uchos de origen cristiano y
eclesiástico. En O rien te, junto con una koiné hablada m uy dism in uid a, se­
guía escribiéndose la κα θαρεύουσα o «lengua pura».
C ie rta m e n te , ese latín a d m itía d eform acion es p roceden tes d e las len ­
gu as habladas (el latín a rro m a n za d o del qu e he h ablad o podía d e c ir in-
movele, flum in e, resis, carraira, etc.); y no era u n itario, ya hem os v isto sus
d iferen tes tipos. L as len gu as habladas, en realid ad desde un c o m ie n zo
p re lite ra rio q u e se nos ocu lta, in co rpo rab an latin ism os qu e en ocasio­
nes, según he d ich o , eran de o rig e n g rie g o o de otros orígen es. Y cre cie ­
ron cada v e z más.
En O rien te la situación era diferente. En traron en el griego algunos la­
tinism os desde el Im perio b izan tin o inicial, lu ego otros más desde la con­
quista de C on stan tinopla por los cruzad os en 1203. Se añadió otra cosa: la
entrada en O cciden te del léxico grieg o b izan tin o bien por vía eclesiástica,
bien por relaciones com erciales y otras a través de ciudades italianas, Pro-
ven za, C atalu ñ a, etc.
Este latín y este grieg o que entraban por diferentes vías contribuían,
com o he dicho, a la unificación parcial, en el léxico, de las lenguas de toda
E uropa. O tro tactor, que presentaré m ás adelante, es el de los influjos h o ri­
zontales de unas lenguas europeas en otras. A veces estos influjos traían
nuevos latinism os y helenism os.
Y otros helenism os, más algunos latinism os, venían, en la E d ad M edia,
del árabe. D e ellos hablaré. A u n q u e lo norm al en las lenguas europeas
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

eran los in flu jos internos de unas en otras. L o s externos, com o estos del
árabe, eran excepcionales, más frecuentes en la península Ibérica.
En todo caso, los préstam os de vocab ulario grecolatin o de u na edad o
de o tra in clu ían , p or añ ad id o, elem en to s de sus sistem as de com p o sición
y d erivación de palabras. E sto era m u ch o m enos cierto en el caso d e los
préstam os que tom aban las lenguas europeas unas a otras y en el de los del
árabe.
V a m o s a estudiar este tem a, com pletando lo dich o hasta ahora y d ejan ­
do algunos puntos para la conclusión, divid ién d o lo en cuatro apartados:
los préstam os latinos y grecolatino® recibidos por e¡ O ccid en te rom ánico;
por el O ccid en te n o rom ánico; la entrada de léxico g rieg o en O ccid en te a
través de B izan cio y a partir de B izancio; la entrada de léxico grieg o en el
m u n d o eslavo.

LOS PRÉSTAMOS LATINOS Y GRECOLATINOS EN EL OCCIDEN TE RO MA N IC O

L as lenguas rom ánicas com en zaron a escribirse, com o ya he dicho, a partir


del siglo ix d. C . A s í el francés desde los «Juram entos de Estrasburgo» de
842 y la Sequence de Sainte Eulalie, de 882; el italiano desde el Indovinello
Veronese de ese m ism o siglo {pero no es aún un texto seguido, para eso hubo
que esperar al siglo x). En España, el m ozárabe entraba en las moaxajas,
desde ei siglo x i d. C ., y el castellan o de las glosas silenses y em ilianen ses
es de la m ism a fecha. Igual el p ro vcn zal escrito. F i catalán es del x m , el
portu gués separado ya del gallego, del xiv.
E n todos estos textos, y por supuesto más en los de los siglos x n y x m ,
aparecen palabras latinas de las que no sabemos, la m ayor parte de las veces,
desde cuándo estaban ya en la lengua hablada. L os sem icultism os, del tipo
de esp. iglesia, tr. église, esp. virgen, it. vergine, fr .geste, angele nos hacen per­
cibir una especie de duelo entre form as patrim oniales y form as cultas, lati­
nas. Y textos latinos visigóticos desde el siglo v n , donde aparecen auricula,
genuculum, ouicula ,1 nos hacen adivinar la existencia de form as rom ánicas
que lu eg o se im pusieron, del tipo de esp. oreja, fr. saleil. En algunos casos
había sin du da una continuidad desde el m ism o latín tardío, vu lgar o ecle­
siástico. Pero es difícil o im posible fijar la fecha de m uchos latinism os.
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 219

El m ovim iento cultural com en zad o por C arlom agn o y que tuvo ecos en
España e Italia, al favorecer el estudio del latín y su escritura, sentó las bases
para que com en zaran a escribirse las lenguas rom ances, ya he dado las fe­
chas. Se escribían nuevos textos en latín, se hacían gram áticas y léxico·;.-'1''
Entraban palabras latinas, qu e o bien se hacían patrim oniales, o bien semi-
cultas, por influencia de la Iglesia. E n trances, por ejem plo, baptisier, basili-
q ue, église, idée, paradis, allegoric, aromatiser, astronomien, zone: puro griego.
Se podrían dar algunos ejem plos de los m ás antiguos latinism os caste­
llanos. En M ío C id hay laudar, mirra, tus, uigilia, voluntad', tienen un con ­
texto eclesiástico.
Es m uy interesante, por otra parte, el estudio de actas notariales y textos
legales de la península Ibérica4" del siglo v m al x n , en cuyos lemas se in clu ­
yen tanto form as latinas com o otras rom anceadas, con m uchas variantes.
H ay, p or ejem p lo, mercato, mergado, mergato; letrato, literato, literado;
ermo, eremo, yermo (palabra esta de origen g rieg o );exido, éxito; directo, dere­
chura. L as palabras rom ances pugnaban por entrar en docum entos latinos,
pero las latinas se defendían. El resultado de esta pu gn a fue el triu n fo a ve­
ces del latín, a veces del rom ance, a veces del sem icultism o.
E n fin, a partir del siglo x m la adm isión de latinism os fue ya im portan ­
te. E n cualqu ier m anual o estudio se cita u na relativam ente larga serie de
latinism os en, por ejem plo, Berceo y A lfo n so el Sabio.4' Sin duda proceden
de textos latinos escritos: algunos antiguos, otros ya m edievales. C o n fre­
cuencia son helenism os: así en B erceo abysso, evangelistero, epistolero, en
A lfo n so X teatro, comedia, himno, crónica, triángulo; gigante, centauro, del­
fín ; tirano, zodiaco, bigamo, anatema.
C o m o se ve, se trata a m en ud o de u n léxico especial, culto o científico; a
veces se rom ancea, com o en idolería. Igual en francés (austérité, authénti-
q ue, bigame) y en italiano (arismctica, canonista, coszienza,dottrina).*‘
N o table es qu e por esta época com en zaron a funcionar dobletes de tér­
minos rom ances y latinos: artejo / artículo, santiguar / santificar. C o m o en
francés (livrer t liberare, chance / cadence) y otras lenguas. Los más frecuen­
tes son aquellos en que a un nom bre patrim onial se opone un adjetivo lati­
no, del tipo hierro /férreo, hermano /fraternal, dedo / digital, qu e tienen para­
lelos en francés, en inglés y en otras lenguas. Se intentaba reconstruir redes
léxicas de nom bre / adjetivo / verbo, com o las del griego y latín antiguos.
220 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

E ra este un m om ento en que se escribían obras importantes en latín (a v e­


ces se traducían luego al romance, así las históricas de D . Lucas de T u v y el
arzobispo D on Rodrigo) y despertaban la historia, la astrologia, el derecho.
L o s latinism os crecieron en los siglos x iv y xv, cuando se abrían paso las
corrientes del R enacim iento y el H u m an ism o: Petrarca y Boccaccio las ini­
ciaron. E n Francia·13 com en zaron por esta fecha las traducciones de obras
latinas para los reyes: proporcionaban el m odelo. Y entraban en el francés
palabras corno allégorie, anarchie, etc., y m uchos térm inos m edicinales, gra­
m aticales, etc. Igual en Italia.'”
E n España, en tanto, Juan de M ena veneraba la Jiíada de una m anera
casi religiosa; él, Santillana y V ille n a 45 introducían abominable, accesible,
bélico, bucólico, cándido, caverna, deifico, divinal, fértil, hostil, ínclito, inocen­
cia, invención, magnífico, poetal, vocablos que a veces fracasaban, otras en­
traron en la lengua com ún. E n L a Celestina, a finales del x v , hay inmérito,
fluctuosos, sulfúreo.
Y com o térm inos técnicos m édicos por esta fecha en castellano, po
ejem p lo, agonía, arteria, cardíaco, cólico. E n francés, desde del xrv, agrono-
me, allégorique, anarchie, antipode, etc.4’’ Y en todas partes entraban térm i­
nos m édicos y térm inos científicos y técnicos de este tipo.
E n el x vi y x v n siguieron entrando latinism os y helenism os latin izad os,
pero en gen eral con m ayor m oderación . Es la época en que, por una parte,
se elogiaba las lenguas m odernas (N ebrija y V ald és en España, B em bo en
Italia, M ulcaster en Inglaterra, du Bellay en Francia); por otra, se trataba
de adecuarlas al m odelo latino. P ero D an te, M ena y tantos otros ponían
por delante ai latín, Ronsard se lam entaba de qu e el francés no pudiera
equipararse con el griego.
A veces, se in trodu jo el latín de tipo ciceroniano u ovidiano, al tiem po
que se editaba a los antiguos, se creaban bibliotecas e instituciones cu ltu ra­
les al servicio del H u m an ism o , com o ya he apun tado. Entraban latinism os
sinnúm ero, pero se intentaba, con más o m enos éxito, buscar térm inos in­
dígenas (en F rancia complainte por élégie) o se creaban form as m ixtas (fr.
académicien, giganta l).
L a literatura dio, entretanto, un giro: la épica oral m edieval fue susti­
tuida p or la virgilian a (A riosto, T asso, C am oen s, Ercilla), la lírica trad icio­
nal por la italianizan te (G arcilaso es el ejem plo clásico), las crónicas por la
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 221

historia crítica, el teatro pop u lar o el d erivado de temas evangélicos por el


m oderno, etc.47
P or tanto, la literatura rom ance m edieval, cierto que d erivada casi
siem pre de m odelos clásicos pero considerada ahora ruda e inculta, fue reem ­
plazad a por otra de clara raigam bre grecolatina. N atu ralm ente, esto y los
nuevos estudios m édicos, jurídicos, gram aticales, traían de to rm a inevita­
ble una renovación del léxico, siem pre a partir de la vena grecolatina.
E s el léxico culto del que he hablado, que cada vez proliferaba más y, a
veces, entraba en la lengua com ún. C la ro está, el cultism o podía ser más o
m enos extrem ado. H abía diferencias de grad o, crítica (com o la de Q u eve-
do), térm inos m edios y térm inos extrem os, así en G ón gora.
Y no siem pre se tom aba el térm ino grieg o o latino: puede cam biarse el
sentido de los térm inos patrim oniales siguiendo el m odelo antiguo. A sí,
cuand o Iray L u is de L eó n usaba en sentido latino leño, aplicar, tuces, perdo­
nar, construía huir com o transitivo igu al qu e en latín, etc. Pero H e rrera de­
cía directam ente sublimar, horrísono, flamígero·, G ón gora áspid, cóncavo, in
culcar, intonso, métrico, náutico.1S
P or otra parte, es im portante hacer notar que, sobre todo a partir del si­
g lo xvi, en todas partes se extendió la m oda de dar form a latina a las palabras
patrim oniales, incluso a las derivadas del latín. E n español, por e jem p lo ,sino
com en zó a escribirse (y pronunciarse) signo. En francés se escribió, por lati­
nism o, homme, heure, etc. ¡Y se pasó, por ultracorrección, a escribir heurler,
haut\ Fuera de la Rom ania, en inglés por ejem plo, se siguió esta m ism a ten­
dencia, insisto m ás adelante. Las palabras semicultas, la sinonim ia de for­
mas patrim oniales y las latinizadas, etc., vienen de la m ism a tendencia.

LOS P R É S T A M O S L A T I N O S Y G R E C O L A T I N O S

EN UT RA S L E N G U A S E U R O P E A S

E n las lenguas n o rom ánicas de E u ro p a entraron igu alm en te, desde fecha
tem prana, préstam os latinos, qu e podían ser a veces de origen griego.
E fectivam ente, adem ás de con los griegos, los rom anos estuvieron en
contacto desde pronto con otros pueblos en Europa, para prescindir de los
de A frica y A sia: etruscos, oscos y um bros, m acedonios, varios pueblos de
222 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

Sicilia, ilirios, iberos, otros m ás. D e todos ellos, cuyas lenguas se han p erdi­
do, no hablo aquí. Sin duda recibían vocabulario latino, corno lo recibieron
los vascos, según hem os visto.
Siguió el contacto con celtas y germ anos, lo que fue la base de la entrada
en latín y en las lenguas m edievales de algún (escaso) vocabulario celta, así
com o de un notable núm ero de térm inos germ ánicos. N o entro aquí en el de­
talle de esos contactos, que especificaré al hablar, precisamente, de los présta­
mos. L a cuestión es que, en todo caso, el contacto fue frecuente desde la pri­
mera vez que se nos habla de las invasiones germ ánicas, cuando los cimbrios
y teutones fueron derrotados por M ario en el año 101 a. C .
E n la guerra y en la paz, cuand o los germ anos eran establecidos dentro
del im perio desde el siglo tu d. C . y cuando, posteriorm ente, crearon sus
reinos en territorios de lengua latina, que contaban con una población más
num erosa y culta que la suya, y se cristianizaron y quedaron inm ersos en
esta cultura, sus lenguas com en zaron a recibir de ella, y del latín fun da­
m entalm ente, las palabras que ahora necesitaban.
Los germ anos, con excepciones, se latinizaban y aceptaban la cultura
romana: los visigodos escribieron sus leyes en latín (la L e e romana visigoto-
rum), ellos y los dem ás organizaron reinos estables sobre un m odelo en
parte tradicional indoeuropeo, en parte rom ano; Se cristian izaban y, salvo
excepciones, aceptaron las lenguas rom ances (incluso los norm andos en
F rancia, ya en el siglo xi, una lengua francesa). P o rq u e reconocían la supe­
rior cultura occidental {y la bizantina, en un m om ento, los godos) y eran
cuantitativam ente una pequeña m inoría, había algo así com o un germ an o
por cincuenta rom anos. L a excepción principal estuvo en G ran Bretaña,
donde las lenguas germ ánicas se im pusieron al latín y casi siem pre al celta
(pero su lengua recibió un fuerte in flu jo del norm ando).
C u a n d o se com en zaron a escribir las lenguas germ ánicas, en térm inos
generales y salvo excepciones com o la poesía épica, ello se hacía en latín,
com o en el resto de F-uropa. Y eran la cultura y la literatura europeas las
que in flu ían en esos textos escritos y en las lenguas germ ánicas en general.
A si, los latinism os de fecha antigua se increm entaron con el tiem po.
V o y a poner algunos ejem plos: claro está, no los tenem os contempvorá-
neos al m om ento en que tuvo lu gar el préstam o. N o podem os hacer otra
cosa que. conjeturas a partir de estadios posteriores de las lenguas.49
LJxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 223

AI menos para los térm inos cristianos tenem os un terminus post quem.
E ncontram os latinism os (a veces de origen griego) cristianos en alto ale­
m án hacia el año 1000 d. C .: chriuze ‘c r u z ’ (lat. crux), tievel ‘d em o n io ’ (lat.
diabolus), Kirche {de gr. κ υ ρ ια κ -ν ) 'iglesia', tam bién en an tiguo inglés se
encuentran num bres y calcos sem ejantes (Haiga ‘santo\godpell ‘evan gelio’ ,
etc.). Siguen térm inos com o bishop, church y tantos otros. T od o s estos tér­
m inos, sé supone, vienen de la época de la cristianización.
P ero hay, sin du da, térm inos m ás antiguos, en unas y otras lenguas
germ ánicas: térm inos culturales latinos. A sí, al. 1V ein, ingl. wine de ui-
num ; al. Strasse, ingl. street de strata·, al. Z ieg el ‘teja’ de tegula; al. kaufen,
a in g l. ceapian ‘co m p rar’ (tam bién cheap) de ampo; al. Birne, ingl. pear
‘p era’ d epirum ; al. K elch, aingl. calic ‘copa’ de calix, etc. H ay m uchos tér­
m in os relacionados con frutos y productos qu e eran nuevos para el m u n ­
do germ án ico (he m en cionado algunos); con transacciones com erciales
(aparte de derivados de caupo, los de moneta, pondus, uncia, mango, etc.);
con la cocina y la com ida (ing!. coo/( de coquus, dish cie discus. al. Schüssel
d e scute/la, K eller de cellarium)·, etc. E n alem án A rzt ‘m e d ico ’ viene deüj·-
chiater, un helenism o.
E n lenguas nórdicas hay térm inos correspondientes, tom ados sin duda
de los m ercaderes rom anos (danés kpbe ‘com prar’ , vin ‘ vin o’).
T o d o este am biente continuó durante la E d a d M ed ia, cuando en todo
el m u n d o germ án ico la lengua de cultura era el latín, aquella en la que es­
cribían los doctos.
En Inglaterra, donde el inglés era una lengua que había sintetizad o las
lenguas germ ánicas originales, desde finales del siglo vii entró u na m u lti­
tud de palabras danesas y noruegas, y desde el siglo si entraron m uchísim as
norm andas. T o d o ello fue consecuencia de las sucesivas invasiones. El latín
era, junto al inglés y el n orm ando, la tercera lengua, la de la cultura: teolo­
gía , gram ática, docum entos oficiales, etc. D esde el siglo x iv com en zó a en­
trar una avalancha de palabras latinas, a veces las tom adas del francés se
retocaban para hacerlas m ás fdatinas» (describe, April, equal).
E n el siglo x iv , C h a u ce r está Heno ya de latinism os y helenismos: doc-
tour, physic, naturel, pacient, drogges, diete, cordial. La cosa creció en el xvi:
anachronism, analogy, antipathy, apostrophe, helenism os, com o se ve. H abía
una verdadera gu erra entre el latín y el inglés, con partidarios de uno y de
224 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

otro; el inglés com en zó a triu n far a finales del siglo xvi, M ulcaster ju stifi­
caba los latinismos por «pure necessity»;5" a veces había ternas de sinónim os
inglés / francés / latín, del tipo rise / m ount / ascend.
L o m ás notable, qu izá, fue la introducción d efinitiva de prefijos y sufi­
jos de tipo latino o griego, que pasaron a coexistir con los tradicionales in­
gleses {un-, be-,ge-, of-·, -ness, -ty, -dom).
C osas parecidas pueden decirse del alem án. F.n este vasto do m in io los
dialectos proliferaban , com o lengua escrita un alto alem án general com en ­
z ó su difusión desde el siglo x iv, a partir de la zona de A u g sb u rg o y W ü r-
tem berg. E n él entró una pléyade de latinism os, por ejem p lo en la religión
(Reliquien, Hastie, Monstranz), en la m úsica (Octave, Fuge, Kontrapunkt) y
en la vida de la enseñanza (Abitur, Derail, Gy mnasium, Examen, Katheder).
Y hay calcos com o Freitag (de Veneris dies), vergangen (de praeteritus), Hand-
buch (por manuale, que a su v e z viene de έγχειρίόιον).
El panoram a es sem ejante en otras lenguas germ ánicas, sobre todo en
cuanto a escritas: en el bajo alem án (especialm ente en neerlandés y flam en ­
co), en nórdico. Y en las eslavas, el hún garo y otras más.
Y habría que añadir otras lenguas: el vasco, del que ya he hablado;
cím brico y el bretón, lenguas celtas (galés mynwent de lat. monumenta)·,
el aibanés; el grieg o bizan tin o (térm inos legales y religiosos).

E L E M E N T O S L É X I C O S G R I E G O S DE F E C H A M E D I E V A L

E N LAS L E N G U A S D E E U R O P A

HELEN IS MOS LLEGADOS A TRAVÉS I>EL ARABE

HI léxico grieg o penetró en E u ro pa, en unas u otras regiones, no solo a tra­


vés del latín an tiguo o eclesiástico o m edieval, com o acabam os de estudiar.
E n tró asim ism o a través del árabe. Y tam bién llegó, en algu n a m edid a, el
grieg o bizan tin o, a través a veces de interm ediarios varios. En todos los ca­
sos, está claro qu e esas palabras tueron tom adas del lenguaje bizantino,
aun que m uchas de ellas existían ya en el anterior.
Por vía árabe entraron m uchas palabras. Los árabes conquistaron D a ­
masco en el año 556, Jerusalén y A n tioq uía en el 63S, M esopotam ia en el 639,
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 225

A le ja n d r ía en el 646. P o sterio rm e n te con q u ista ro n el n orte de Á fr ic a y


llega ro n hasta la India. U n pueblo del desierto, con u nacultura m aterial pri­
m itiva y con desconocim iento del m undo vegetal, anim al y hum ano del M e­
diterráneo, por fuerza hubo de tom ar del griego, en Siria, Palestina y Egipto,
sobre todo, m uch o vocabulario. L o trajo a O ccidente, sobre todo a Hispania,
conquistada a partir del 711, y Sicilia (siglo ix).
D e ahí pasó a diferentes lenguas europeas, sobre todo al español y al
portugués, en m en or m edida a las dem ás. E n español, a través del dialecto
andalusí. Pero a este vocabulario árabe transm itido por vía oral hay que
añadir una serie de térm inos, sobre todo científicos, que vinieron de la
ciencia árabe por vía escrita. En general (pero no siem pre) derivaban del
g rieg o a partir de las traducciones del grieg o al árabe en la corte de algunos
califas ilustrados de B agdad, A l M ansur y A l M am ún sobre todo, desde la
segunda m itad del siglo v m y en el ix; y en la de los fatim idas en El C airo
en el x i. H u b o lu ego, com o se sabe, traducciones del árabe al latín y al cas­
tellano y eco de filosofías árabes en las occidentales.5' Se sabe que in terpre­
taciones árabes pesaron en las ideas m edievales sobre Platón y Aristóteles.
L o s préstam os del árabe a los qu e m e refiero, unos y otros, son m u y nu­
m erosos, al m enos 4.000 palabras.5’ M uchas son de origen griego; no todas,
las hay propiam ente árabes, así com o préstam os tom ados por los árabes de
lenguas orientales. En lo que sí querría insistir es en que se trata n orm al­
m ente de térm inos aislados, no de elem entos form ativos que se hayan tras­
pasado a nuestras lenguas, com o los griegos y latinos: de esto ya he hablado.
P o r lo gen eral, se trata de nom bres de plantas, frutos, anim ales y m in e­
rales, de la adm inistración y la vida pública, de la com ida y el vestido, de la
vida com ercial, etc.; raram ente de abstractos. Se han con vertido en las len­
guas m odernas en térm inos patrim oniales (m uchos perdidos hoy), con ex­
cepción de algun os de tipo culto, científico.53
L a España m usulm ana era bilin güe y es a los m ozárabes, p robablem en­
te, a quienes debe atribuirse el m ayor papel en la introducción de arabis­
mos en las lenguas de los países en los qu e lu ego se refugiaron.
D o y a continuación algunos ejem plos ele- helenism os llegados a las len­
guas europeas a través del árabe. A veces el helenism o procede a su v e z de
otra lengua.
226 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

a) En español. E l español es la lengua qu e presenta el m ayor núm ero de ara­


bism os. Entre las plantas, frutos y peces pueden citarse acelga (σικελός),
adelfa (δάφνη), albérchigo (περσικόν), albarieoque (βερίκοκκος), cazuz
(κ ισ σ ό ς),arroz (όρ υ ζα , de o rige n indio), jibia (σηπία, tam bién hay, a tra ­
vés del latín , sepia). D e ob jetos y ed ificio s, e l vestido, el lujo: escarlata
(σιγιλλατος, del latín), fonda (πανδοχεΐον), alcaicería (Καισαρείαν, del la­
tín), marlota (anticuado, de μα λλω τή) ,abalorio (βήρυλλος). D e profesiones:
albeitar (anticuado, de ίππίατρος). D e útiles diversos y de la vida com ercial
y científica: alambique (άμβιξ), quilate (κεράτιον), adarme (δραχμή), talis­
mán (τέλεσμα), quím ica y alquimia (χυμεία), algoritmo (de αριθμός y el m a ­
tem ático árabe A l (uarizm i).

b) En otras lenguas. E n portugués hay m uchos arabism os, algunos de base


helénica y com unes, en gen eral, a los del español y algun a otra len gu a (a l-
baricoque, cf. fr. abrieot. it. albicocca).
P ero existen arabism os, sobre todo en el cam po de la ciencia, a veces pro­
cedentes del griego, que se han hecho universales. Por ejem plo los e q u iva ­
lentes al esp. química, alambique, talismán, algoritmo, quilate.
H a y tam bién arabism os no helénicos, a m en ud o procedentes del cam ­
po de la ciencia, que son com unes a las lenguas europeas, pero esto perte­
nece a otro capítulo.

ELE ME N T O S DEL GRIEGO B IZ AN TI NO

A pesar de las diferencias culturales y religiosas y de los enfrentam ientos


políticos, B izan cio, heredera de R om a igual q u e O ccid en te, no dejó de te­
ner relaciones con él. Sobre todo, du ran te un tiem po, con R om a y tam bién
con el Im perio rom ano-germ ánico. C arlo m agn o quiso casarse con la em ­
p eratriz viuda Irene, O tón I lo h izo con la princesa T eo fa n o . Y el arte bi­
zan tin o llegaba a O ccid en te, textos bizantinos eran traducidos al latín. H e
estudiado esto.54
L o s térm inos bizan tin os entraron en la Europa occidental de varios
m odos. A lg u n o s son eclesiásticos. N o pu ed e d ecid irse si es b izan tin o o
anterior el n uevo sentido de σ ύνοδος ‘reunión de obispos’, que entró en to-
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 227

das las lenguas. L o m ism o sucede con otros m uchos térm inos griegos com o
β ούτυρον, que da derivados com o ingl. butter, τα ρ τα ρ ο ΐχ ο ς, de don de esp.
tortuga, it. tartaruga, etc.
C iertam en te, cuando hay iotacism o las cosas son más claras: com o en el
caso de περγαμνή, con -i- en todas las lenguas occidentales (esp.pergamino,
fr. parchemin), ελεημοσύνη (esp. limosna), άποθήκη (esp. botica, fr. bouti­
que, térm inos sem icultos, pero hay tam bién esp. bodega, en al. se ha conser­
vado el térm ino latino Apotheke).
E n m i Historia de la lengua griega doy m ás detalles, así com o listas de
térm inos bizantinos que pasaron a las lenguas de E u ro p a, a unas u otras, y
que pueden ser fechados con m ayor o m enor seguridad (de los siglos v-vi,
v ii-v in , rx-x, x i-x ii, x m -x iv ); a ellas rem ito.55 A lg u n o s continúan térm inos
antiguos, con cam b io de sentido, así σκάλα ‘pu erto’, la m ayor parte son
nuevos. O tros vinieron a través del latín, com o de κανονικός, canonicus
(esp. canónigo, cat, calonge de lo uno o lo otro). O provienen de las nuevas
circunstancias históricas (σκλάβος ‘esclavo’, del nom bre de los eslavos;
βυζάνχιον, de donde esp. besante, it. bisante, nom bres de una m oneda).
M u ch o s p roceden de la v id a religiosa y eclesiástica (ναός, esp. nave,
fr. nef, de u n tem plo; είκώ ν, de do n de esp. icono y palabras corresp on ­
dientes); otros de la eco n ó m ica, com ercial y social, otros del m u n d o del
m ar y la m arin a. C o n frecu en cia estos han lle g a d o a nosotros a través de
las ciud ades italianas q u e tenían estrech o con tacto con B iza n cio (V en e ­
cia y G én o v a sobre todo). O del italiano en gen eral, en todo caso. T a m ­
bién del p ro v e n za l o del francés. En su fon ética dejan traslucir, a veces,
la vía de entrada.
C ito unos pocos ejem plos. H a y térm inos que entraron a través de V e-
necia: κοντούα ‘barca de cola corta’, ‘gó n d ola’; κατάστιχον, d e donde venec.
catasttco, esp. catastro.
T érm in o s m arineros llegados p or vía italiana, sin que podam os m uchas
veces d efinirla exactam ente, son, por ejem plo, nom bres de barco a partir
de γα λέα y κάραβος; de anim ales m arinos com o esp. anchoa de ax$m\,gam­
ba de καμπή (en it. es ‘p iern a’); el nom bre del alm irante (de origen árabe,
de άμιρας, contam inado a veces con lat. ad, así en ingl. Adm iral); esp. chus­
ma ‘la tripulación de una galera’ (gr. κέλευσμα). T érm in o s económ icos y
adm inistrativos son άπάόειξις, de donde it. polizza, esp. póliza. A veces se
228 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

hicieron calcos: τρά π εζα se trad ujo literalm ente al italiano com o banco o
banca, de ahí pasó a todas las lenguas europeas.
A través del francés (la fonética lo asegura) vinieron al español palabras
grecobizan tinas com o ‘cisne’, ‘m o n je’, ‘p age’ (παιδίον). A través del latín
llegaron helenism os bizan tin os a las lenguas germ ánicas. A sí aaa.prestar
de πρεοβύτερος. U n calco de ψ αλμός es salmsang ‘psalterio’ . En inglés hay
m últiples térm inos religiosos griegos, algunos sin duda bizantinos, llega­
dos a través del francés: charity,parish, etc.
E n suma: B izan cio contribuyó a la unificación del léxico europeo, sobre
todo en el dom in io de la religión, pero tam bién en el económ ico, com ercial
y m arítim o. En realidad, los barcos bizantinos de gu erra y com ercio y la ac­
tividad bancaria y burocrática fueron un m odelo para O ccidente, después
del m odelo romano: no es de extrañar que B izan cio exportara sus palabras.
T am b ién las exportó al m undo eslavo, del que sabemos que fue el m ode­
lo religioso y cultural; las m ism as palabras y otras. Y a en antiguo eslavo, al
que se recordará que se tradujo por prim era v ez el E vangelio, aparecen tér­
minos com o ankjyra ‘ancla’, dijavol ‘diablo’, myro ‘perfum e’, drérsinja ‘cere­
z a ’, siem pre del griego. Y a lo largo de la prim era Edad M edia aparecen en
diversas lenguas eslavas otros térm inos procedentes del griego bizantino:
por ejem plo, aserb. icona de είκών, rasa de έάσον ‘tela basta de lana’.

O T R O F A C T O R DE U N I D A D :

LOS P R É S T A M O S E N T R E LAS L E N G U A S DE E U R O P A

H ab ría qu e com en zar por los resultados del contacto con los celtas: los g a ­
los, los celtíberos, los celtas de Irlanda, G ran Bretaña y Escocia. D esde el si­
glo iv a. C . lo hubo. Son lenguas, com o he dicho, que fueron sustituidas por
las germ án icas en el centro de E u ropa, por el latín en lo que son hoy Italia,
F rancia, B élgica, S u iza, las islas Británicas, España y Portugal.
D e las lenguas célticas se tom aron préstamos en latín, no m uy abundan­
tes. Por supuesto, estos préstamos se convirtieron en otras palabras latinas
más y dejaron huella en varias lenguas: en el léxico com ún o en la toponim ia.
En esta pueden encontrarse, aq u í y allá, efectivam ente, huellas de pala­
bras celtas (doy los temas) com o briga ‘ciudad, fo rtale za ’, rito ‘v ad o ’, laño
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 229

‘llan o’, mago ‘cam p o’, ardentía ‘bosque’, epo ‘caballo’, duno ‘ciu d ad ’, segó
‘v icto ria ’. Y a través del latín o directam ente han llegado a varias lenguas
palabras celtas de vehículos, arados, vasijas (esp. carro, ingl. car, fr. char, fr.
soc ‘reja del arad o’, fr. tonne, tonneau, esp. tonel, tonelada)·, bebidas (esp. cer­
veza, Ir. cervoise, fr. brais, brasseur, brasserie)·, anim ales (esp. salmón, fr. sau-
mon; esp. caballo, fr. cheval, gr. κα βα λλικεϋω ‘cab algar’); prendas de vestir
(esp. it. braga, fr. braie; esp. camisa; esp. sayo de sagum).
Pero ya he dicho que, hoy en día, las lenguas célticas han qu ed ad o re-
ducidas a m ínim os en Irlanda, G ales, Escocia y Bretaña. H an ejercido es­
casa influencia.
M ás interesante es lo sucedido con las lenguas germ ánicas, que dejaron
unos pocos préstam os en latín y, sobre todo, en las lenguas rom ánicas y
otras no germ ánicas; y hay préstam os, tam bién, de unas lenguas germ án i­
cas en otras. Y presentan, desde pronto y a lo largo de la E d ad M ed ia, m u ­
chos latinism os.
T o d o esto arranca de los contactos de los germ anos con los rom anos
prim ero, con las lenguas rom ances después, tam bién con otras.
L o s germ anos, pueblos con hábitos de expansión y conquista (com o los
indoeuropeos en general), invadieron Italia y fueron derrotados por M ario
en el 101 a. C . D esde entonces los choques continuaron: C ésar los rechazó
de la G alia, pero los intentos de los rom anos de conquistar G erm an ia hasta
el E lba fracasaron una y otra vez, tuvieron qu e contentarse con establecer
su limes en el D an u b io y el R in, en época de C lau d io . Pero siguieron las in­
vasiones germ ánicas, por ejem plo, bajo M arco A u re lio y Juliano.
Y los visigodos chocaron en el siglo iv con el Im perio de O rien te, luego,
en el 410, bajo A larico , conquistaron Rom a, desμ·>ués fundaron el reino de
T olo sa en la G alia, más tarde se establecieron en H ispania (tam bién otros
germ anos, com o los suevos y vándalos, estos pasaron el 429 a A frica ). F u e ­
ron germ anos varios los qu e en 454 pusieron fin al Im perio rom ano de O c ­
cidente, deponiendo al em perador R ó m u lo A u g ú stu lo . E n el 488 los ostro­
godos, con T eo d o rico , fundaron un reino en Italia.
En cuanto a los francos, se apoderaron de la G alia septentrional (487),
luego de toda ella, im poniéndose a burgundíos, alamanes y otros; y bajo
C lo d o v eo se hicieron católicos (otros, com o los ostrogodos y los visigodos en
una prim era fase, arríanos). Y hay lu ego los longobardos, que ocuparon Ita­
2^0 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

lia, para ser desplazados en el 774 por los francos. Por otra parte, tras la retira­
da de los rom anos de G ran Bretaña, se establecieron allí tribus germ ánicas, a
saber, los anglos, jutos, sajones y frisones; desde el 790, llegaron las invasiones
danesas y noruegas, luego, en buena parte de Europa, las de los vikingos.
N o pu ed o entrar aquí en el detalle,'’ pero estas son las bases de los dos
procesos que nos interesan: el de la entrada del léxico germ án ico en la Ro-
m ania y aun en otros lugares {B izancio, territorios eslavos) y el de la latin i­
zación de los germ anos.
D esde fecha m u y antigua entraron en latín germ anism os qu e lu ego p a ­
saron a las lenguas rom ánicas:ganta ‘gan so’ (fr. ant.jante, cat.ganta 'c ig ü e ­
ña'}, aringus (it. aringa, fr. haréng, esp. arenque), bandum ‘bandera’ (ir. ant.
ban, esp. bandera).
Para la entrada de vocab ulario germ án ico en general en las lenguas ro­
m ánicas m e lim ito a rem itir a la bib liografía pertinente, sobre todo a G a-
m illscheg.'57 Q u iero apuntar tan solo a lo com plejo de este estudio, por dos
causas. U n a, lo tardío de nuestros docum entos germ ánicos, a partir del si­
glo ix: hubo lenguas com o el godo, el franco y tantas otras que no llegaron
a escribirse (salvo la traducción de U lfilas al godo). L u e go , por la m u ltip li­
cidad de sus lenguas: en italiano quedan palabras de los varios estratos (go­
dos, longobardos, francos); en castellano es d ifícil decidir, a veces, si los
préstam os son del go d o o del franco. E l vocabulario inglés reposa sobre
una m ezcla de lenguas, a las que, desde el siglo ix , se añadieron el danés y
el n oru ego .5*
E n todo caso, los préstam os germ ánicos — que tam bién penetraron en
el finés, desde fecha m uy antigua— han con trib uid o en algun a m edida a la
ho m o gen eizació n (relativa, desde luego) de las lenguas europeas. V éanse,
por ejem plo, series en qu e el francés y el italiano van con el germ án ico y el
castellano con el latín: fr. besoin / it. bisogna (esp. necesidad); fr. blond / it.
biondo (esp. rubio)', ir. guérir / it. guante (esp. sanar, curar); fr. regarder /
it. guardare (esp. mirar).
O tras veces la palabra germ án ica está solo en una lengua: fr. affreux (it.
orribile, esp. horrible); fr. blesser (it. ferire, esp. herir); ir. ha i tie (it., esp.
odio).
C la ro que otras veces el térm ino germ án ico está en las tres lenguas: así
esp. rico, fr. rich, it. ricco; esp., it .guerra, fr. guerre; esp. blanco, it. bianco, fr.
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

blanch. En ocasiones, las lenguas presentan un descendiente del latín y otro


del germ ánico, más o m enos sinónim os.
P u ede suceder qu e una palabra germ ánica in trodu cid a en las lenguas
rom ánicas se conserve tam bién en lenguas germ án icas m odernas, p. ej. al.
rauben junto a esp. robar, así com o algunas de las citadas antes.
E n fin, esta proxim idad de las lenguas se nota tam bién en nom bres de
persona y topónim os extrem adam ente difun didos.
Paso a hablar de otros préstam os. E n prim er térm ino, los de las lenguas
rom ánicas entre sí y en las germ án icas.w
Sobre todo desde el siglo x n el francés y el p roven zal in flu yeron am ­
pliam ente en E u rop a.60E n español, por ejem plo, entraron en esa época me­
són (fr. maison), manjar (solo com o sustantivo, a diferencia del it. mangiare),
monje, deán, jardín, homenaje, mensaje; más tarde, dama, paje, corcel, visaje.
D el italiano, a partir del siglo xv, entraron en español escopeta, parapeto, es­
colta; piloto, fragata, galeaza; escorzo, modelo, cornisa fachada; macarrónico,
novelar, arlequín, bufón, soneto; belleza; del portugués payo, mermelada.
Pero, a su v ez, el francés to m ó térm inos del p roven zal (amour, ballade,
asperge, velours, aubergine); del italiano desde el siglo x iv (bande, brigade,
révolter; balcón, baldaquin, carrosse, frégate; sonnet y m il otros), tam bién lle­
garon a otras lenguas, por ejem plo, al español."1 D el español los tom ó el
francés desde el x v (brave, armada, embargo, fanfaron, grandiose, camarade,
infant, laquais, disparate, romance, duegne, négre), etc. Las lenguas, diría­
m os, se m ezclaban.
H abría qu e añadir m uchas cosas más. Por ejem plo, en la península Ibé­
rica, los préstam os de unas lenguas a partir de otras, sobre todo del castella­
no. E n Inglaterra, los abundantísim os préstam os del norm ando, se cuen ­
tan unos io.ooo.62 Entre ellos, todo el vocabulario del poder (salvo king y
queen), de la ley (law, jury, court), de la gu erra y la p a z (arms, peace, battle),
de la sociedad ¡y aun de la cocina! Es bien sabido que los anim ales vivos te­
nían n om bre inglés, en la mesa nom bre francés (beef, mutton, pork).
C on esto m e he salido del territorio rom ánico: otras lenguas tomaban
préstam os de las rom ánicas, com o antes del latín. Sobre todo desde los siglos
x iv y x v están los préstam os del francés en alem án (leutnant, caserne;fassade,
mansarde; bouillon, omelett; allée) y en todas las dem ás lenguas europeas.
Véanse tam bién, en neerlandés, palabras c o m o avontuur, cadeau, ideaal.
2¿2 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

L os préstam os del italiano están en inglés un poco en todas partes, sobre


todo en los dom inios m ilitar, artístico y social. T am b ién los del español. Los
del eslavo, por ejem plo, en rum ano: nom bres relacionados con el cultivo de
la tierra (brazda ‘surco’, plug ‘arado’), con la vida fam iliar (nefasta ‘m ujer,
esposa’, λ ¡ubi ‘qu erer,).!’, Y a he hablado de los del griego bizantino.
H abría qu e añadir las palabras que han entrado desde fuera de E uropa.
Sobre todo, de las lenguas indígenas de A m érica, de donde vienen tantos
térm inos exóticos: canoa, coca, cacique, tomate, llama, caníbal, etc. P ero un
poco de todas partes, según se iba descubriendo el m undo.
C o m o se verá, esta es una exposición rápida, destinada tan solo a subra­
yar los lazos de unidad que, en fecha m edieval y renacentista, unían cada
v ez m ás las lenguas de Europa.
Incluso los préstam os del árabe, com o más tarde los de diversas lenguas
exóticas, contribuían a u nificar lingüísticam ente a E uropa. Son térm inos
qu e raram ente salían fuera de ella.

I N F L U J O S L É X I C O S DE L E N G U A S D IV ER SA S EN E U R O P A ,

EN FECH A M OD ER N A

IDEAS GENERALES

L a corriente que introducía térm inos griegos y latinos y de unas lenguas en


otras den tro del ám bito europeo con tin uó en la fase posterior, digam os que
desde el siglo x v iii hasta la actualidad. Se fue creando así un vocabulario
internacional. V o y a hablar del léxico, en la form ación de palabras insistiré
m ás adelante.
E n el siglo x v m el in flu jo latin izan te continuó: en todas partes sigu ie­
ron in trodu cién dose palabras, sobre todo en el dom in io del con ocim ien to
y la ciencia. Y el m odelo latino sirvió, ahora más que nunca, para regu la ­
rizar la orto grafía. E n España, por ejem plo, se im pusieron concepto, efec­
to, signo, solemne, excelente. H a y hechos paralelos en otras lenguas. E n fin,
todavía hoy existen palabras o expresiones latinas em pleadas en m u ltitud
de lenguas: a fortiori, agenda, forum , homo sapiens, junior, lapsus, gratis, se­
nior, ultra, viceversa..!'11' F u e im portan te, sobre todo, el latín en el léxico
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 23 3

cien tífico , más aún lo fue el g rieg o . D e él ha derivad o, en ú ltim o térm ino,
sobre todo a partir de L in n eo, la term in o logía científica de la botánica y el
rein o anim al.
H ablem os prim ero de la entrada de léxico procedente de lenguas euro­
peas diversas. D e todas ellas surgieron palabras viajeras, que se im p lan ­
taron en otras. D e España, por ejem plo, liberal y jun ta . Pero en los si­
glos x viii y x ix fue el francés la principal fuente del léxico de las lenguas
europeas. C o n frecuencia, ese léxico procedía en defin itiva del latín y del
griego. El francés tom aba el relevo del italiano.
L a m oda francesa — en el vestir, la cocina, la literatura, la ideología—
dom in ó, pese al terrible paréntesis de la R evolución. A u n q u e la R evo lu ­
ción y el Im perio napoleónico tam bién exportaron palabras. Pero en gen e­
ral su fuente estuvo en la m on arq uía del siglo x viii y en la sociedad de las
m onarquías, el im perio y los regím enes republicanos y aun las tendencias
socialistas del x ix .

E l francés era en todo el m u n do la lengua internacional. La de la d ip lo­


m acia, la que hablaba la gente distin guida desde España hasta Rusia, la
qu e abría las puertas en los viajes y tam bién la de la ciencia. Las obras fran ­
cesas se traducían en todas partes.
D oy algunas palabras españolas de origen francés, tienen equivalente en
casi todas las lenguas.'* H abía el vocabulario de la ciencia: mecánica, hidros-
tática, termómetro, electricidad, microscopio, vacuna, automóvil, etc. D e las
ideas y la política: sistema, ilustración, civilización, cultura, deísmo, fanatismo,
tolerancia, utilidad, felicidad, industria, lujo, aristocracia, tiranía, igualdad, li­
bertad, ciudadano, patriotismo, materialismo, inmoral, humanidad, hotel.
Palabras com o estas se han hecho universales. M uchas veces se trataba,
sim plem ente, de restaurar viejas palabras o conceptos de las antiguas cu l­
turas grecolatinas. En ellas entraban con frecuencia los sufijos -ismo, -ista,
-ía, -dad (francés -isme, -iste, -ie, -té), qu e ahora florecieron.
L a introducción de las palabras francesas no siem pre carecía de proble­
mas. L a -e m u da final procuraba grandes dolores de cabeza a los traducto­
res. En España, se introdujeron estratega, aeda, cratera (¡tam bién cráter\),
hematíes, con fu n diend o los antiguos finales en -os, -a y erran do al traducir
el artículo les m asculino y fem enino. Por otra parte, a veces quedan vacila­
ciones: ¿restorán o restaurante?
234 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

M enos im portante fue el in flu jo alem án, salvo en térm inos com o el
Kaiser, el proletariado, transcripciones de lenguas exóticas com o «los (error
por el fem enino) U panisads», giros com o «espacio vital» por Lebensraum,
«autopista» por Autobahn, etc.
Sin em bargo, desde finales del x ix y aun antes la lengua qu e todo lo in ­
vadía era el inglés. D esde el x v m Inglaterra se había exten dido poco a poco
por casi todo el planeta, derrotan do a los franceses en la India, C an a d á y
Estados U nidos, fun dan d o im portantísim as colonias, dom in an d o el co­
m ercio internacional, poniéndose a la cab eza de la técnica.
L u e g o , poco a poco los dom inios británicos fueron independizándose:
prim ero Estados U nidos en 1776, lu ego progresivam ente otros países, has­
ta la gran ola tras la segunda gu erra m undial. P ero esto no fue obstáculo
para la difusión del inglés, m ás bien al contrario: ahora ganaba terreno in ­
ternacional no solo desde Inglaterra, tam bién desde otros países, sobre
todo Estados U n idos, con su dom in io de la tecnología, la econom ía y la po­
lítica m undiales, tam bién de nuevos estilos de vida y «entertainm ent».
H o y día el in glés es la lengua in tern acion al p or excelen cia, la que
debe saber todo el q u e qu iere p articip ar en la cu ltu ra o la econom ía o la
p olítica m u n d ia l, viajar, estar al tanto de todo lo nuevo. H o y estudian in ­
glés m ás personas en C h in a qu e en In g la te r ra ." E s la segu n da lengua
para m illo n es de personas, algo así com o lo qu e era el g rie g o en la a n ti­
gu a R om a.
En fin, desde finales del siglo x ix sobre todo y cada v ez más las palabras
inglesas entran a ch o rro en todas las lenguas. Pero no solo en E u ropa,
com o lo hacía p redom in an tem en te el f rancés, sino en todo el m undo.
C o n esto no m e refiero tanto al léxico científico, qu e es prácticam ente
internacional desde el com ien zo, n azca donde nazca, com o al más específi­
cam ente inglés o norteam ericano. Palabras inglesas o am ericanas com o
humor, gangster, golf, bar, water se han hecho universales.
El léxico inglés es fácil d e adaptar (a las lenguas europeas sobre todo)
cuand o deja ver bien clara su estructura griega o latina: bastan pequeños
cam bios en grafía (así en tecnicolor, computador, cibernética, entre mil
ejem plos) o en la derivación. E inversam ente, palabras grecolatinas entran
fácilm ente en inglés. Pero hay otras palabras inglesas, sobre todo las patri­
m oniales, qu e entran más difícilm ente en otras lenguas.
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 31

A q u í hay varios problem as. A lgu n as palabras son aceptadas, pero con
alteraciones fonéticas: así, térm inos deportivos, goal (esp. gol),footb a ll (esp.
fú tb o l), aun que en otras lenguas se m antiene la grafía inglesa. O tras veces
no hay este problem a, com o en golf. E n otras aún se pronuncia la form a es­
crita, com o en club, y se prescinde de la oral. O se m antiene la escrita, pero
se pronuncia a la m anera inglesa (leasing, hall). O se adopta la oral, que se
escribe tam bién (esp. mitin, de meeting, cuya form a se m antiene en fran ­
cés). H ay, en las diversas lenguas, toda suerte de corrientes y contraco­
rrientes: el resultado es cierta aproxim ación entre las lenguas en la form a
escrita, m enos en la oral. Pero no siem pre.
Otras veces se hacen calcos de las palabras inglesas: blac\ hole es en espa­
ñol agujero negro, se duda entre lobby y grupo de presión. O se acude a am pliar
el sentido de una palabra patrim onial, siguiendo al inglés: así cuando usamos
ratón hablando del mouse del ordenador, amarillo de cierta prensa o ciertos
sindicatos (yellow). Se am plían los sentidos de otras m uchas palabras, así cor­
poración o taller o agresivo (calificación favorable en ciertos contextos).
Las traducciones pueden com p ortar graves errores: science fiction no
debería traducirse por ciencia ficción sino porficción científica, tour operator
por operador turístico. Se verá qu e los térm inos ingleses son a veces de o ri­
gen grieg o o latino, a veces francés. Por la vía inglesa se difun den .
E n fin, no son solo el francés y el inglés las lenguas qu e sum inistran
nuevos térm inos. V ien en un poco d e todas partes. D e Italia vienen la pizza,
la mafia y tantos térm inos artísticos, teatrales, musicales. D e A le m a n ia hay
térm inos traducidos com o la Autobahn, que es it. autostrada, esp. autopista,
com o he señalado. A su v ez A le m a n ia ha seguido la política de trad ucir el
vocabulario técnico y científico internacional: Fernsprecher ‘teléfon o’, tér­
m in os de gram ática co m o Z eitw ort ‘v erb o ’ y m u ch ísim os otros m ás. Su
adhesión al léxico europeo es, diríam os, disim ulada. D el ruso entraron tér­
m inos revolu cionarios com o bolchevique,soviets, estajanovismo, etc. O tros
térm inos más antiguos son paneuropeos, en gen eral de origen alem án.
En fin, existen m uchísim os casos en que, en varias lenguas, las form as de
una m ism a palabra básica, griega, solo tienen pequeñas diferencias. Y a he ha­
blado del léxico de Psom adakis, que relaciona 120 palabras básicas en siete
lenguas europeas que ofrecen pequeñas variantes de una m ism a palabra grie­
ga del tipo de δημοκρατία. L o m ism o podría hacerse con las palabras latinas.
236 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

C la ro que, adem ás del léxico grecolatino, entran en todas las lenguas


térm inos de lenguas exóticas, com o el kjmono y el samurai japoneses, el
yoga, el %arma, el samsara y el nirvana de las lenguas de la India, el totem y
tabú de Á frica , el kiw i neozelandés, ya he hablado de los términos árabes y los
americanos. Las lenguas europeas han asim ilado térm inos de todos los o ríge­
nes y qu e son ahora más qu e europeos. Por ejem plo, del croata, a través del
fr. cravatte, esp. corbata y otros equivalentes. Y se han difu n d id o creaciones
artificiales com oga.f e innúm eras siglas del tipo de radar.
Inversam ente, el léxico internacional europeo entra en todas partes: en
turco hay, en la a ctu a lid a d ,auto ‘a u to m ó vil’, otel ‘hotel’.
C o n todo, la tendencia a un léxico internacional europeo no es m ás cjue
eso, una tendencia. Puede haber elecciones varias: junto con los derivados
del fr. automovil, hay ingl. car, etc., tam bién en español am ericano (carro).
En el m ism o español, puede haber computador y ordenador, conducir y ma­
nejar. Y a he hablado de las «traducciones» del alem án. Y hay, en todas las
lenguas y en determ inados m om entos, reacciones contra el léxico grecola­
tino y fom en to del propio.
Y efectos del eu fem ism o , q u e p roscribe, p or ejem p lo, en in glés, han­
dicapped, cam b ia en español dentista por odontólogo, inválido por m inus­
válido, etc.
Se hacen derivaciones anóm alas: del lat. omnibus ‘para todos’ el inglés
se ha qu ed ad o con bus, por su tendencia al m onosilabism o, y esto ha pasado
a todas las lenguas. Y se ha creado autobús, sobre el griego auto-.
Y no hablem os de la unidad que proporciona la presencia en todas las
lenguas europeas de nom bres de persona de origen judío, griego, latín,
cristiano, germ án ico, a veces hoy eslavo. Inútil d ar ejem plos. Y los topón i­
mos com unes.
Pero m ayor im agen de unidad, todavía, proporciona al léxico europeo el
uso de prácticam ente los m ism os prefijos y sufijos, la m ayor parte de origen
grecolatino, com o he expuesto páginas atrás, y qu e continúan proliferando.
Por otro lado, habría que llam ar la atención sobre el hecho de qu e las
lenguas no indoeuropeas de E u ropa se han integrado en el panoram a g e ­
neral europeo. D el vasco, con sus latinism os, sus celtism os y, sobre todo,
sus españolism os, ya he hablado. P ero es qu e el panoram a es sem ejante
para las lenguas finougrias.
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 237

Así, en el caso del húngaro, cuyos textos escritos más antiguos son del
siglo xii. A través de la Edad Media, tanto en el léxico como en otros aspec­
tos, siguió el modelo latino;1'7 luego recibió innum erables préstamos ger­
mánicos, eslavos y de todas las lenguas de cultura occidentales. Si se toma
un diccionario húngaro se encontrarán préstamos latinos antiguos como
lampa, keretszt ‘cruz’, Evangelium; más helenismos o latinismos entrados a
través de diversas lenguas, como los que incluyen bank^, porta, mito, m auso­
leum, legende, perverz, politiza, status, szocialis, navigáció, etc., con toda
suerte de derivados, generalm ente con los sufijos que nos son familiares en
E uropa (-ismus, -logia, - ator, -tory, -alis, -ista). Hay montones de palabras,
tam bién, con prefijos del tipo a - / an-, auto-,peri-. O tras más propiam ente
francesas, com o parkett, balet. O alemanas como herzeg, de Herzog.
Hay, naturalm ente, calcos: de l{lalít se saca -itás ‘exposición’, -itó expo­
sitor’; y derivados calcados de las lenguas occidentales, como varios a partir
de világ ‘m undo’.
En fin, solo el 7,1 % de su vocabulario es de origen finougrio; el 6,6 es
eslavo, el 3,9 propiam ente húngaro, el 3,9 germ ánico, otra parte im portan­
te de origen desconocido.6*
Cosas no muy diferentes podrían decirse del finés, donde hay un im ­
portantísim o sector de vocabulario de origen germánico. Del más antiguo
ya he hablado. Pero hay luego muchísimas palabras de varias edades cuyas
fuentes germ ánicas son evidentes:69aalato ‘viejo’, airo ‘aire’, armas ‘pobre’,
al(so ‘hacha’, autia ‘desierto \fuolf{e ‘familia’, tartaño ‘camo, jard ín ’, kauppa
‘m ercancía’ (en últim o térm ino de lat. caupo), kidta ‘oro’, etc.
Por lo demás, el influjo de las lenguas occidentales en finés se nota me­
nos que en húngaro: se ha acudido con m ayor frecuencia a fenómenos de
calco o traducción. Pero se han asimilado palabras de diversas lenguas, a
veces con sufijos fineses: así, por ejemplo, materia, merimies ‘m arinero’,
mausoleummi, mytologia, portti ‘puerta’, penkj ‘banco’. Y no faltan, por su­
puesto, palabras internacionales com o sosiologia, sosiologi ‘sociólogo’; socia­
lism i, sosialisti.
Y, sobre todo, existe, como en gótico, el vasto núm ero de derivados y
compuestos del ámbito cultural occidental, lo que da a todas las lenguas de
Europa un aire de familia.
238 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

EL LÉXICO ESPECIALIZADO Y C IE N T IF IC O

L a del léxico especializado y científico es ya, hoy en día, una lengua inter­
nacional, no solo europea. U na lengua especial qu e arrancó en el siglo x v ii,

pero cu lm in a en la actu alidad. Y q u e casi siem pre procede de elem entos


léxicos grieg os y latinos. N o en vano en G recia y R om a están los fu n d a­
m entos de la ciencia y la técnica europeas.
L a lengua técnica y científica es una lengua especial, esto es, propia de
un g ru p o de hablantes (pero tanto com o hablarse, se escribe) tam bién espe­
cial, no de tipo social o g eográfico o estilístico.71’ H ay que recordar lo qu e he
dicho páginas atrás sobre los orígenes del lenguaje científico de los griegos:
a veces procede de la especialización sem ántica de un térm ino com ún, más
frecuentem ente de u n derivado especializado, norm alm ente después de la
A n tigü ed ad , de un préstam o grieg o o latino. Pero, más a m en ud o todavía,
im plica una n ueva creación a partir de elem entos que, en general, son g rie ­
gos y latinos.
Se trata, la m ayor parte de las veces, de palabras com puestas, sobre m o­
delo grieg o evidentem ente, aun qu e sus elem entos se encuentren tam bién a
m en udo en las otras lenguas indoeuropeas.
Insistiré lu ego sobre los elem entos iniciales y los sufijales de estas pala­
bras, la m ayor parte de las veces griegos y latinos. Y daré datos estadísticos.
El léxico cien tífico y técnico es esencialm ente estable: trata de fijar una
realidad para siem pre. A u n q u e la ciencia evoluciona y ciertas palabras
pueden parecer obsoletas con el tiem po, lo qu e puede tener consecuencias
lexicales.7'
El caso es qu e hay que contar, en principio, con una larga serie de tér­
m inos sim ples o com puestos, gen eralm en te griegos, tam bién latinos. A ve­
ces van precedidos de elementos form ativos griegos (a-, aero-, ana-, anti-, bio-,
filo -,g e o -, mono-, tele-, etc.) o latinos (agri-, in-, circum-, m u lti-,super-, etc.)
y con frecuen cia llevan en su final elem entos igu alm en te grieg os (-algia,
-filo, -grafio / -grafía, -hidro-, -ico, -ismo, -ista, -logo / logia, -ma, -sis) o latinos
(-ario, -men, -oso, -tas, -tor, etc.)
C la ro que puede haber tam bién sus traducciones m odernas, aunque
m enos usuales en el vocabulario puram ente científico: ingl. -ty, al. -heit, -k,un-
de, fr. -té, esp. -dor, -ero.
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa ¿39

H ablaré lu ego sobre estadísticas relativas a este léxico.


A q u í qu erría añadir algunas cosas.
1. En las palabras griegas y los m ism os com puestos puede haber cam ­
biado de sentido: biología, arqueología no significan lo m ism o qu e las for­
mas griegas, qu e se referían, respectivam ente, a un actor o m im o y a una
recopilación m ítica o histórica. E l puro análisis con ayuda del grieg o no
siem pre da el sentido.
2. Este léxico se organ iza en redes (-ismo / -ista, etc.), pero pueden tener
lagunas, no son com pletas: no hay *nazista, *bandolerista.
3. Palabras bien form adas desde el punto de vista del grieg o significan
realidades m uy ajenas a los griegos: así cosmonauta, astronauta, aeronauta,
fotografía, taxímetro y cientos de otras.
4. H ay com puestos m ezclad os de griego y latín (televisión), grieg o y
francés (burócrata), grieg o e italiano (autostrada), latín y español (ferroca­
rril), grieg o y español (autovía); y derivados de raíces m odernas con ayuda
de sufijos griegos (turista, naturista, palabras con -oide, -ia y otros sufijos).
5. H ay sufijos m odernos con un nuevo sentido, «fabricado»: en q u ím i­
ca se dan valores especiales a -oso e -ico, se refieren respectivam ente a com ­
puestos en que el elem ento principal actúa con una valencia m ín im a y a
otros en los que actúa con una valencia m áxim a.
Si todo este léxico es, en el origen , griego y latino o bien de im itación del
g rieg o y el latín, lu ego estas im itaciones lo han hecho crecer para expresar
n uevas realidades de la ciencia y la técnica m odernas. Y las raíces y ele­
m entos form ativos griegos y latinos no son otra cosa q u e instrum entos
convencionales usados para notar esas realidades.
A u n q u e , ciertam ente, recuerdan la existencia de una tradición todavía
viva. T o d a s estas palabras form an parte de un vocabulario internacional,
con escasas diferencias; y un vocabulario vivo y creciente. E l grieg o y el la­
tín no son, pues, lenguas m uertas, sus elem entos siguen vivos y son parte
integrante de las lenguas europeas.7i
N a d a más erróneo, pues, q u e calificarlos de lenguas m uertas. D aré a
continuación algunos datos estadísticos.
P ero es este un estudio que no está plenam ente realizado: los dicciona­
rios de helenism os y latinism os en las lenguas europeas o bien en las distin­
tas ciencias y técnicas ofrecen inform ación im portante, pero son m uy in-
24 « La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

com pletos. A p orta n pocos datos sobre la fecha de los térm inos y su fre­
cuencia. U na excepción es el Diccionario médico-biológico de helenism os de
F . C ortés G ab a u d án .73 C om p ren d e un diccionario de térm inos, con 3.765
entradas, así com o otros de lexcm as y sufijos. D a la fecha de creación de
esos térm inos siem pre que es posible.
H o y día, con ayuda de los bancos de datos, puede trabajarse m ejor en
este cam po. C o m o el léxico cien tífico y técnico es prácticam ente com ún
en las distintas lenguas europeas, los diccionarios especializados y técnicos
de las m ism as son m ás bien repetitivos. Pero les faltan, m uchas veces, datos
cronológicos y no siem pre es fácil establecer por qué lengua entraron o en
qué lengua se crearon y cuándo o cóm o pasaron a otras.

A L G U N O S DA T O S E S T A D I S T I C O S

V u e lv o a tom ar, ahora, el léxico europeo en su conjunto, pero sobre todo el


culto y cien tífico, sin distinción. Y añado a lo dicho hasta aq u í algun os d a ­
tos estadísticos. Se refieren al español, pero es bien evidente que, al m enos
en las grandes lenguas, prescindiendo de dialectos locales, los resultados
serían sem ejantes.
1. U n tem a central es el de los helenism os. C om p arad os con los 7.000
helenism os recogidos en latín por W eisc (ciertam ente, am pliables), el dic­
cionario de helenism os de C . E severri74 señala unos 17.000 en español. Es
m u y am pliable, a su vez, recuérdese lo que se acaba de decir a propósito del
léxico m édico-biológico recogido por F. Cortés.
Por supuesto, estos helenism os son efe fechas, carácter y origen m uy va­
riables, a lo dicho a q u í pueden añadirse datos de M . F ern án d ez G aliano,
de m i Historia de la lengua griega y de f. B ergua, obras citadas. H abría que
d istin gu ir entre térm inos patrim oniales y no patrim oniales, estos últim os
m u ch o más frecuentes. Y por supuesto que habría que hacer, paralelam en­
te, estadísticas de los térm inos latinos 110 patrim oniales.
T o d o s estos térm inos no patrim oniales son los m ás transparentes fon é­
ticam ente y los de m ás carácter internacional. Son, con m ucho, los que ha­
cen crecer con m ayor rapidez nuestra lengua en los últim os tiempos.
2. E n relación con el tem a de los helenism os está el del crecim iento del
¡léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 241

léxico culto, qu e es en su m ayor parte grieg o y latino. T e n g o hecha una pe­


qu eña estadística sobre el Diccionario histórico de la lengua española. Señalo
en él, en 1.000 páginas, la proporción de palabras nuevas que han entrado en
cada período:

H asta 1501, 1.964 palabras (14 %).


H asta 1701, 1.148 palabras (15,4 %).
D el siglo xvi 11 al xx, 5.242 (70,3 %).

Este creciente desarrollo se debe, fun dam entalm en te, al léxico culto. Ú lti­
m am ente es exponencial.
3. E stadística de los p refijo s (en sentido am plio) y su fijo s (igual o b ­
servación).
O b servo qu e en la edición del 2001 del D R .\E o Diccionario de la Real
Academia Española, el núm ero de prefijos m arcados com o tales (con guión
final, en entrada independiente) es de unos 200. D e ellos, la proporción de
helenism os y latinism os es aproxim adam en te del 95 %: a - / an- , a- / ad-,
aden- / adeno-, aero-, afro-, agro-, al- (árabe, no productivo), alti-, ana-,
anarco-, etc. N ótese que en este diccionario hay 100 palabras qu e com ien ­
zan con auto-, 80 con hiper-, 24 con filo -.
E n la m ism a obra, el n ú m ero de sufijos es unos 300. A q u í la pro p or­
ción de los sufijos grecolatinos es a lgo m ás baja, aun así son un 75 %: los
hay, ya, rom ances (-able, -ador, -ear, -ero, etc., patrim on iales de origen
latino). A u n así, véanse algun as cifras, relativas al m ism o diccionario:
600 palabras con -ario, 1.900 con -ico, -tico (no es fácil d ecidir si es grieg o o
es latín), 800 palabras con -ismo, 850 con -ista, 225 con -sis, 60 con -itis,
200 con -logia, 225 con -sis, etc.
P o r otra parte, puede com pararse el Diccionario inverso de la lengua es­
pañola, de don de pueden obtenerse m ateriales en el m ism o sentido.75
Sería curioso com parar este léxico con el correspondiente griego. Por
ejem plo, en Buck-Petersen tenemos 2.000 palabras con -μός, -ίσμός, 5.400
con -σις, etc.; claro que influye la asim etría del carácter y la extensión de los
textos en que se basan am bos diccionarios.
E n cuanto a elem entos iniciales, en griego (y latín) encontram os ya fre­
cuencias im portantes. Por ejem plo, en la parte publicada del D G E encon­
242 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

tramos: ά γαθο- 30 veces, ά ντι- cerca de 500, α ύτο- unas 660. N in g u n a len­
gu a, qu e sepam os, ha o rga n izad o su léxico den tro de una red de sign ifica­
dos tan clara y densa com o el griego.
E n otras lenguas hallaríam os resultados sem ejantes sobre la persisten­
cia de los elem entos form ativos griegos. Véase, por ejem plo, lo qu e dice
Jespersen7*’ sobre las preposiciones latinas y griegas en inglés. Y , para el in­
flu jo del léxico g riego en general, la afirm ación de Constantinides-7 de que
entre las 166.000 palabras del Diccionario inglés de W ebster hay 35.000 he­
lenism os, el 21 % .
E n fin, no es necesario insistir en que los helenism os y los latinism os son
especialm ente im portantes en la lengua científica. Y no se trata tanto de un
tema de vocabulario com o del estudio de una lengua viva, que funciona
con ayuda de prefijos, sufijos y lexem as que son ya internacionales. N a d a
com parable a los préstam os lim itados procedentes de tal o cual lengua
(préstamos que, con frecuencia, son a su vez de origen grecolatino).
4. C o n clu y o con algunos datos del diccion ario de D . Pharies relativo a
los su fijo s españoles."s U n lib ro q u e es una excepció n en un cam p o d o n ­
de los estudios sistemáticos no son abundantes. Se encuentran en él cosas de
interés, por ejem plo, el en trecruzam ien to de los sufijos griegos y latinos, a
veces no podem os establecer el origen exacto de un sufijo, -ico por ejem plo,
com o ya he dicho. Y datos cronológicos.
Por ejem p lo, -ismo entró en el castellano en el siglo x m (baptismo, el ca­
rácter culto es claro), en fecha m oderna (siglo xvi) el prim er -ismo ín cca to ­
licismo·. hoy crece im parablem ente; -ista, igual de im parable hoy, entró en
el x ii con exorcista; -ción y -zón estaban desde el siglo x m ; el cultism o -tión
entró en el xv. Para -trofia lo más antiguo es atrofia (siglo xvi). Junto a -go
(tósigo), desde el siglo x m entró el cultism o -ico (lógico, retórico); -isa (profe­
tisa) es del siglo xv, antes hay la form a patrim onial -esa, etc.
Se podría seguir la historia, en todas las lenguas, de los sufijos (y los p re­
fijos) grecolatinos p rim ero en la lengua culta en general, lu ego en la cien tí­
fica. Y , por supuesto, de los lexem as.7”
Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa 243

C O N C L U S IÓ N

E n O cciden te se creó un léxico intelectual a partir, sobre todo, del siglo x m ,


aun qu e con algunos anticipos: cuand o las necesidades intelectuales lo re­
q uirieron. Igual qu e en G recia. Pero aquí existía el m odelo grecolatino,
qu e se usó hasta la saciedad, tanto prefijos com o sufijos o térm inos léxicos.
L a derivación y la com posición fueron los procedim ientos habituales: co­
nocidos por las lenguas indoeuropeas antiguas y las de ellas derivadas, pero
increm entados por el influjo grecolatino del que hablo. Y cada vez más.
C recen las palabras internacionales y las redes léxicas. Y ayudan al de­
sarrollo m orfológico de las lenguas que, com o he dicho, buscaban ap roxi­
m arse haciéndose más analíticas y transparentes, pese a las barreras que
entre ellas habían puesto, principalm ente, evoluciones fonéticas con fre­
cuencia de resultados separativos.
M ucho más sucedió esto en el caso del propio léxico, sobre todo cuando
se pasó del patrim onial al culto y, luego, al cien tífico y técnico. Este léxico
ayu d ó a la com prensibilidad de las lenguas. Y ello no solo por el origen co­
m ú n , tam bién p orque creció en él el tipo fon ético grecolatino.
N ótese que en un diccionario europeo de palabras usuales hay, de entre
sus 8.000 palabras, 1.200 hom ógrafas, casi todas de origen grecolatino. Y
otras m uchas m u y próxim as en varias de las lenguas a que se refiere. Y eso
q u e se trata de palabras usuales, no de lenguaje científico y técnico.
H oy en día nuestras lenguas se aproxim an entre sí y, al tiem po, a la A n ­
tigüedad grecolatina, que perm anece viva y actuante. D irectam ente o por
interm edio de otras lenguas, sobre todo del inglés. E l papel del léxico se
hace cada v ez más central en nuestras lenguas. A u n q u e una gran parte de él
ya no es lengua com ún, sino lengua especial de ciertas ciencias y técnicas.
3
S IN T A X IS Y L IT E R A T U R A E N L A H IS T O R IA
DE LAS LE N G U A S DE EUROPA

S I N T A X I S , E S T IL O Y C O M P O S I C IO N L I T E R A R I A ;
DE LO S G R IE G O S Y L A T I N O S A E U R O P A

P R IN C IPIO S GENERALES

L a sintaxis de las lenguas de E u ropa es relativam ente u niform e. L o com ún


se debe, por una parte, a la com u n idad del punto de partida; por otra, y no
solo en la sintaxis, al in flu jo de las lenguas antiguas (latín en O ccid en te,
grieg o en O riente) y de su prosa literaria. L o d iferente se debe, por un lado,
a las diferencias de la m o rfología de las lenguas; p or otro, a tendencias d i­
versas, de tipo estilístico y literario, a lo largo de la historia, y a que una
prosa de tipo más o m enos latin izan te o helen izan te fue sustituida, en cier­
tas fechas y géneros, por una más libre, m enos subordinante, más de tipo
hablado.
E l punto de partida de la sintaxis m edieval es doble, aun qu e en cierto
m odo com ún. Por un lado, para las lenguas rom ánicas, el latín vulgar; por
otro, para las germ ánicas, célticas y eslavas, su base indoeuropea. T od as
ellas eran, com o ya sabem os, lenguas puram ente habladas. Para el griego
m edieval hablado el origen está en el griego de la %()iné\ para las lenguas es­
lavas, en el eslavo com ún.
V ien e luego el m odelo cultu ral qu e estas lenguas siguieron, com o he se­
ñalado. Para las lenguas occidentales el m odelo fue, cada v ez rnás, el latín
escrito, a su v ez cada v e z más literario. Para el grieg o y el eslavo m edieva­
les, el grieg o m edieval escrito, la llam ada «lengua pura» o fyatharévusa.
E jerció el m ism o papel que en O ccid en te el latín, en sus diversas fases.
H u b o , en el caso de la sintaxis com o en los dem ás, al com en zar la Edad

245
246 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

M edia, un retroceso desde el latín y el grieg o cultos, y ello tanto en O c c i­


dente com o en O rien te. Esto, en el caso de las lenguas derivadas del latín y
del griego antiguos.
E n las lenguas no dependientes ni del latín ni del grieg o hubo un nivel
prim ario indoeuropeo: el del que he llam ado indoeuropeo IV . Y a el latín y
el grieg o de \oin é pertenecían a él, pero sus rasgos se hipertrofiaron en las
lenguas derivadas de ellos, así com o en las otras lenguas no derivadas de
estas, a las que he hecho referencia.
Pero lu ego, para las lenguas escritas m edievales, de cualqu ier origen,
incluso no indoeuropeo, el m odelo qu e ha im perado, com o he dicho, es el
tipo literario del latín y del grieg o de la A n tigü ed ad . Y cada vez m ás culto
y hum anista, más «antiguo».
T o d o ello ha co n ferid o cierta u n id ad , en cuan to a la sintaxis, el estilo
y la com p osición literaria se refiere, a tas lenguas m edievales y m odernas
d erivadas del latín y el g rieg o y a lenguas in doeuropeas com o el g e rm á ­
n ico (en m en or m edid a el celta), el báltico y el eslavo (las diferen tes le n ­
guas) y, tam b ién , las lenguas no in doeu ropeas q u e se asentaron en E u ro ­
pa, co m o he dicho.
P o r tanto, el grieg o y el latín (un latín en el qu e el grieg o había in flu id o
previam ente) están, una v e z más, en la base de la relativa unidad de las len ­
guas de O cciden te.
R ecu erdo la historia. El IE I (preflexion al), el IE II (m on otem ático) y
el IE III (politem ático) están en la base de todas las lenguas indoeuropeas
posteriores. E l IE III A , en la del grieg o y el indoiranio; el IE III B, en la de
las dem ás lenguas indoeuropeas de E uropa. P ero el IE I V borró las d ife ­
rencias entre el IE III A y el IE III B. A sí, las lenguas indoeuropeas, en un
m om en to dado, han resultado ser todas, en definitiva, de un tipo bitem áti-
co IE III B m odificado: el IE IV , con m o rfología aún más sim plificada,
aun qu e esto varía d e lengua a lengua.
Esto es com ú n a las lenguas derivadas del indoiranio, del griego, del la­
tín y del germ án ico, por no hablar de otras lenguas. Y a el grieg o de la kpiné
y el propio latín se aproxim aban a este tipo.
N o había, pues, en sintaxis, una línea diferencial entre las lenguas de
Eu ropa y las de fuera de Europa. H abía m il elem entos com unes a todas,
incluso en el caso d e las m edievales y m odernas. L o que traza esa línea que
Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa 247

separa de las dem ás, en la sintaxis com o en el léxico, a las lenguas de E u ro ­


pa es, com o he dicho, el in flu jo, en estas, del m odelo grecolatino.

EL GRIEGO A N TIG U O

P ero antes de llegar a las lenguas m edievales, detengám onos un m om ento


en el griego y el latín, que son el origen de m uchas de ellas e influyeron
posteriorm ente, el uno o el otro, en todas. N ótese que, ya en el latín y el
g rieg o más arcaicos, se había desarrollado, en cierta m edida, una sintaxis
com pleja. H ablaré brevem ente de ello, antes de v o lv er sobre las lenguas
m edievales, a las que he venido refiriéndom e. Es conveniente, porque una
serie de rasgos de la sintaxis de las lenguas clásicas son los que, a partir de
estas, se im plantaron en las lenguas m edievales.
E n el grieg o más antiguo la coordinación con conjunciones era relativa­
m ente frecuente y u niform e, y existía la subordinación (con relativos o
conjunciones). A u n q u e era m ás bien rara y de desarrollo particular en
cada ram a o lengua.' Las más frecuentes eran las com pletivas (con con ju n ­
ciones o form as nominales del verbo) y las relativas (único tipo bien desarro­
llado en todas las lenguas). Se han añadido varios recursos, com o cam bio
de la persona o del m odo, etc.
Pero, en realidad, el uso frecuente y com plejo de la subordinación es
cosa de la prosa griega, contagiada lu ego a la latina.
Si fijam os la atención en una poesía origin alm en te oral, com o la de H o ­
m ero, vem os que el cuadro está dom in ad o por las oraciones bim em bres en
las que, en las sustantivas, lo habitual es la ausencia de la cópula; y en todas
ellas falta con frecuencia el su jeto/ L a coordinación se realiza la m ayor
parte de las veces m ediante la aposición. Y en la m ism a subordinación,
cuyo tipo más frecuente es el relativo, se ve a m en u d o que la interpretación
subordinativa es secundaria, al lado de la a positiva.3
E n la oración sim ple, el esquem a era com ún al griego y el latín más ar­
caicos (y a otras lenguas indoeuropeas): oraciones unim em bres (más bien
raras) y bim em bres, estas de los dos tipos, el n om inal (en lo más a n tigu o sin
cópula) y el verbal, a su v ez bien transitivo, bien intransitivo y, opcional­
m ente, con varios com plem entos no obligatorios. Las oraciones simples
248 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

podían, naturalm ente, ser exclam ativas, interrogativas, de m andato o d e­


seo, activas o pasivas.
P ero tam bién había, en este esquem a tradicional, oraciones coordin a­
das (apuestas o con conjunción) y subordinadas (con conjunción o con v a ­
rios recursos), estas más bien raras en fecha antigua.
En fin, páginas atrás, a propósito del léxico, he trazado un breve panorama
sobre el desarrollo de la prosa griega y, dentro de ella, de la ática, continuada
luego por la kpiné\ y también por la prosa latina. Por otra parte, el desarrollo
del léxico abstracto y de las posibilidades que ofrece la derivación, así com o las
correlaciones nom bre / adjetivo / verbo, etc., facilitaron, a partir de un m o­
mento, el desarrollo de una sintaxis compleja.
D e b o insistir, sin em bargo, sobre varios puntos que desbordan en cierto
sentido la sintaxis. H e descrito el desarrollo de la prosa ática en m i Historia
de la lengua griega4 y no querría repetirm e. Pero sí m e gustaría insistir en
algun o s aspectos q u e se refieren a puntos de vista no solo de sintaxis,
tam bién de estilo y com posición literaria.
Por ejem plo, en la culm inación de este proceso de com plejidad oracio­
nal en Isócrates, con sus oraciones «en nido», incrustadas casi in d efin id a­
m ente unas den tro de otras; sobre los varios m odelos previos a este, sobre
todo la prosa que trabajaba a base de esquem as m étricos y de «figuras»
com o antítesis y paralelism os (G orgias, en parte T u cídid es); sobre la exis­
tencia de varios tipos de prosa más sim ples qu e la de Isócrates, com o la de
Platón y Lisias, y m ás sofisticados, com o la prosa «asiánica» o retórica, a
veces ya en fecha clásica, lu ego sobre todo en la escuela de H egesias/
Pero nótese que en la obra literaria la oración sim ple y com puesta y el
texto o p árrafo (y sus equivalentes en la poesía) no son las únicas unidades:
hay unidades interm edias hasta llegarse al ú ltim o nivel, el de la obra. Esta
es, efectivam ente, una unidad tanto form al com o de contenido.
E n esto ha habido una evolución a lo largo de la literatura griega. U n
prim er estadio organ izativo es el de los poem as épicos, con sus digresiones
y sus avances hacia atrás y hacia adelante, sus elem entos incrustados varios
e im predecibles, sus plegarias, debates, m áxim as, sím iles, así com o su d ic­
ción form ularia heredada y m odificada a veces: todo ello no m uy diferente
de la épica indoeuropea en general/ T am p o co m uy diferente de una histo­
ria com o la de H eró d oto.7
Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa 249

En todo caso, estas son estructuras abiertas, im predecibles. L o original


de los griegos es la creación de diversas estructuras cerradas, com puestas
por elem entos qu e dentro de ellas se organ izan de un m odo estable, aun­
que toleran variantes. Son diferentes según los géneros y nacieron en d ife­
rentes edades, y han in flu id o en toda la posteridad, hasta hoy en día.
Son, fundam entalm ente:

1. Las composiciones líricas, de diversos géneros (coral, m ixta, m onó­


dica, dialógica) y diversos caracteres (treno, him eneo, partenio, epini­
cio, etc.).8Suele dom inar la estructura ternaria, con m uchas variantes.
2. E l teatro (tragedia, dram a satírico, com edia de varias fechas), con
unidades com binadas según esquem as previos que perm iten cierta
variación.9
3. E l diálogo, a partir del socrático.
4. L a oratoria de varios géneros, cuya estructura estudió la antigua re­
tórica. E n todos dom inan la narración y refutación, entre el proem io
y la peroración.
5. E l tratado científico, filosófico y técnico, a partir de H ipócrates, or­
ga n izad o en apartados y subapartados, según criterios de contenido
que van entre un prólogo y una conclusión.1"
6. L a historia organizada cronológicam ente, a partir de T u cíd id es, con
m ínim as digresiones. Igual la biografía y la novela, con varios sub­
géneros.
7. Los géneros antológicos de tipos m uy diversos.

T o d o esto en térm inos m u y generales y con gran trascendencia para el fu ­


turo: estos géneros dom inaron la literatura latina y, tras varios eclipses y
problem as, todas las literaturas occidentales.

EL L A T ÍN A N T IG U O

Por supuesto, los conjuntos oracionales centrados en la oración simple a la


que, poco a poco, se añadieron los períodos con coordinación y subordinación,
los encontramos ya en los prim eros textos latinos, epigráficos y literarios.
250 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

El esquem a arcaico indoeuropeo de la oración verbal sim ple está, entre


m il ejem plos, en la fíbula de Preneste: Manios m edfhefha\edNumasioi, «M a­
nio m e h izo para N u m erio». C u an d o se trata de exponer un tema com p le­
jo, los conocidos Elogia de los Escipiones se organizan sobre el esquem a de
la oración verbal, con diversas aposiciones al sujeto y com plem ento.
V éase, por ejem plo, el elogio qu e se edita, el prim ero, en C I L I 6: sujeto
(Cornelius Lucius Scipio Barbatus) + adjetivos y aposiciones nom inales
(Gnaivod patre prognatus, fortis uir sapiensque) + oraciones de relativo
(quoius... fu it... quei... fu it) + oración transitiva en aposición (Taurasia y
aposiciones ... cepit) + otra en aposición (subigit...) + otra con con jun ción
cop u lativa (opsidesque abdoucit).
C o n m enos frecuencia y poco a poco se introdujeron subordinadas con
relativo (quei / qui) y con c u m ,se i/ si, o in fin itivo, sobre to d o ." P o r supues­
to, p aulatinam ente la subordinación proliferó. M erece la pena citar, por
ejem plo, en C a tó n ,'2 la oración del pater fam ilias a favor de sus cam pos:
Marspater te precor quaesoque uti síes... + oración de relativo que incluye un
verbo de voluntad qu e rige un in fin itivo, circumagi iussi + uti prohibessis
(con aposición de verbos y com plem entos directos en aposición) + ut...
grandire... evenire siris (y sujetos en ac. en aposición) + dos subjuntivos y sus
com plem entos, todo en aposición.
Este es el esquem a origin al, latino e itálico en general, sum am ente a r­
caico. A p arecía ya en el verso más antiguo, que tenía m odelos griegos. E n ­
nio, por ejem p lo ,'3 podía crear una interrogativa indirecta sin con jun ción
(certabant urbem Romam Remoramne uocarent), pero tam bién una tem p o­
ral con cum (ueluti consul cum mittere signum uolt). E n el m ism o pasaje si­
g u e una serie de oraciones verbales intransitivas.
H ay, efectivamente, en latín, el «viejo» y el «nuevo» estilo, que sale gra­
dualm ente del prim ero por imitación de los griegos e incluye la sintaxis y el es­
tilo helenizantes. E. N orden ha escrito sobre ello páginas difíciles de superar,
describiendo las distintas etapas del latín helenizado a través de su historia.'4
Resulta im posible entrar aq u í en el detalle, qu e incluye variantes y m o­
dalidades diversas, algunas más am plias, otras fijadas en una sintaxis y un
vocabulario estrictos; algunas más rígidas y simples, otras abundantes y
«asiánicas». H ay variantes tam bién entre poesía y prosa y, dentro de esta,
entre diversos tipos según los gustos y los géneros. U n orador podía elegir
Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa 251

entre la lengua más plana de Lisias y la más com pleja de D em óstenes, lle­
gar incluso a la im itación de Isócrates. Y para los historiadores había,
igu alm en te, varios m odelos.
E ntra aquí lo que podem os llam ar, am pliam ente, estilo, que incluye el
tipo de léxico y el ritm o de la prosa, así com o la organ ización de los poemas
y, sobre todo, d e los discursos, según los esquem as com positivos desarrolla­
dos por los griegos.
E n sum a, sin n egar la origin alid ad , la b rillan tez en ocasiones de la pro­
sa latina (y del verso, por supuesto), lo cierto es que, a partir de una base in­
doeuropea com ún , el desarrollo de la prosa depend ió del m odelo griego.
D e los varios m odelos, m ejor dicho. Pues la literatura griega qu e prim ero
se im itó, a partir del siglo 11 a. C ., fue la de los escritores helenísticos con­
tem poráneos. Solo después se pasó a im itar a los escritores áticos.'5
L os géneros literarios fueron, en definitiva, los m ism os: im itados de los
griegos. Sustituyeron a la antigua literatura de tipo itálico. En traron en fe­
chas varias, no en el orden cron ológico de los de los griegos; pero al final el
panoram a general fue el m ism o. E s este repertorio de géneros el que fue
im itado, tam bién en fechas diversas, en las literaturas latinas m edievales y
en las nuevas literaturas m edievales y posteriores.

LA CRISIS L IN G Ü ÍS T IC A A L F IN A L DE LA A N TIG Ü E D A D
Y C O M IE N ZO S DE LA EDAD M EDIA

L a decadencia, a partir del siglo v, de la prosa latina fue paralela a la deca­


dencia de la griega, aun que con m atices diferentes. El arcaísm o cultivado
por los arcaístas griegos y por los latinos tam poco fue la solución.
Esa decadencia literaria h izo reducirse, en el latín y el grieg o hablados,
los sistemas de subordinación. Provino, en el fondo, de hechos sociales: la
m ezcla del núcleo tradicional de población con gentes poco o nada cultiva­
das, la fractura social y la ruptura de las com unicaciones, el «cerco» cada vez
más estrecho que se puso a las élites, aisladas dentro de masas de otra cultura
y consum idas por la ineficiencia y la falta de poder y de esperanza.
U n a sociedad proletarizad a p ro d u jo lenguas dism in uid as y elem enta­
les. L o que, en estilo, sintaxis, léxico y técnicas de com posición literaria ha­
252 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

bían a va n za d o el grieg o y luego, por in flu jo de este, el latín, tendió a per­


derse. H u b o una quiebra, un bache entre dos tipos de sociedad: el latín y el
grieg o cultos se con virtieron en algo más bien artificial propio de las élites.
Era seguido trabajosam ente por los m ás o no se seguía.
Esto se ve en el latín v u lg a r"’ y, luego, en el m edieval, in cluido el que
llam am os rom anceado. C o m o en g rieg o desde fecha más antigua, así en el
grieg o v u lga r de, por ejem plo, la Vida deEsopo; tam bién en el poco con oci­
do grieg o vu lgar de la E d ad M ed ia.1’
C la ro que, a partir de aquí, los cam inos que siguieron las lenguas en
O ccid en te y en O rien te fueron diferentes. E n O rien te el griego vu lgar ape­
nas fue escrito, lo qu e se escribió fue el «puro», artificial, del que he habla­
do: hasta el siglo x v no hubo conatos de con vertir en literarios los dialectos
griegos vulgares, en realidad para qu e se im plantaran hu bo que esperar al
siglo x ix y aun al x x .°
En cam bio en O ccidente, que había quedado escindido en varias nacio­
nes, el latín vulgar se convirtió a su v e z en varias lenguas habladas. N o lite­
rarias, pero susceptibles de ser influidas por el latín, cuya tradición nunca se
perdió. A partir de aquí, y com o ya he dicho, el crecim iento de las lenguas
de la Europa occidental — en léxico, sintaxis, estilo, literatura— a veces desde
el siglo ix, a veces desde el xi, fue debido a renacim ientos literarios basados
en el latín, que traía dentro de sí antiguos elem entos griegos. T am b ié n en el
caso de lenguas, indoeuropeas o no, que nunca habían pasado del estadio
oral; eran ajenas a las culturas antiguas, pero con el tiem po fueron influidas
por ellas. Y a lo he dicho a propósito del léxico, fue igual en lo dem ás.
Se consolidó así la unidad lingüística de la qu e he hablado, basada en
una con tin uid ad , no sin abandonos ni episodios dram áticos, de las literatu ­
ras griega, latina y las occidentales. Y de la infusión de esta tradición cu ltu ­
ral a otras lenguas varias.
L a nueva etapa, la de las lenguas occidentales de varios orígenes, coin ci­
dió, por supuesto, con un crecim ien to de la sociedad y de la cultura, fo ­
m entada esta por los m onasterios, obispos, reyes, nobles y universidades
qu e veían en la cultura antigua un m odelo que seguir. Influyó en las n ue­
vas lenguas y en las nuevas culturas, tanto en las de origen latino o grieg o
com o en las de origen sim plem ente indoeuropeo, en O rien te y O ccid en te,
e incluso en las de origen no indoeuropeo.
Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa 31

Pero, en fin, nada puede com prenderse sobre el estado de las lenguas la­
tina y griega al final de la A n tigü ed ad y la evolución lingüística a partir de
ahí si no se coloca todo en un cuadro am plio. En el cuadro cultu ral esboza­
d o y, tam bién, en un cuadro del total de ambas lenguas, no solo de su sinta­
xis, tam bién de todo lo dem ás, incluida la literatura.
Pues hay que recordar la decadencia de la subordinación y d e la prosa
literaria y com pleja en el latín y el grieg o vulgares. Es un fen óm en o qu e no
dejó de in flu ir en la estructura de las nuevas lenguas qu e crecieron en la
E d ad M edia.
P orq ue ya he hablado de las innovaciones del IE I V qu e se reflejaron en
una evolución de esas nuevas lenguas europeas y que tuvieron con fre­
cuencia trascendencia sintáctica. E l fen óm en o se m an tuvo pese a los poste­
riores influjos de las lenguas clásicas.
C item os, por ejem plo, la pérdida de la flexión nom inal en algunas len­
guas: así en francés, inglés o bú lgaro. Q u é du da cabe de que este hecho,
que se produjo gradualm ente, llevó, por un lado, al uso más frecuente (obli­
gatorio a veces) de preposiciones; por otro, al em pleo, com o sustitutivo, del
orden de palabras.
A u n q u e , la verdad, ello tiene m ás trascendencia desde el punto de vista
form al que desde el del contenido. L o m ism o d ig o, aun qu e habría que es­
pecificar el detalle, de la sustitución de las form as sintéticas por otras analí­
ticas, así en el caso de los grad os de com paración del adjetivo y en el de la
recreación de form as verbales com plejas (de perfecto, pluscuam perfecto,
v o z pasiva, usos m odales del verbo, etc.).
T o d o esto es com ún , en grad os diversos, a lenguas rom ánicas, g e rm á ­
nicas, grieg o m ed ieval, lenguas eslavas. E n d e fin itiva , todas estas lenguas
con servaron una estructu ra apta para con tin u ar la sintaxis a n tigu a del
indoeuropeo y aceptar, en el m om ento adecuado, la sintaxis com pleja de las
prosas grieg a y latina. H a b lo en térm inos gen erales, porqu e el uso del in­
finitivo y participio decayó o (a veces) se perdió y los usos m odales del v e r­
bo dism in u yero n en gran m edid a o se perdieron , salvo el del im perativo.
Y , en gen eral, los tiem pos com puestos del verbo in tro d u jeron algun as
n o v ed ad es.'9
C iertam en te, la reducción m o rfológica h izo d ifícil o im posible, en cier­
tas lenguas, la concordancia de n om bre y adjetivo, así com o el hipérbaton
254 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

del g rieg o y el latín clásicos. Su reintroducción culta no siem pre se h izo sin
violencia hacia las nuevas lenguas.

EL IN F L U J O DEL GRIEGO Y E L L A T IN
EN LAS LEN GU AS DE EU RO PA EN LA EDAD M ED IA

U na lengua conversacional no pasa, en térm inos generales, de frases cuya


relación es establecida por el gesto y la situación. Esto no se ha extinguid o,
hoy m ism o podem os decir: N o salgo a la calle, llueve mucho. O ¿Vienes? Sal­
go contigo. P ero al lado de estas construcciones se crearon otras qu e hicie­
ron form alm en te evidentes las relaciones entre las oraciones. Para ello, se
crearon marcas, relativos y conjunciones que indican las distintas relacio­
nes de subordinación. Y , alternativam ente, la subordinación se indicaba
m ediante las form as nom inales del verbo y el uso de tiem pos y m odos.
Y a hem os visto esto y que, en las form as escritas más antiguas de las len­
guas indoeuropeas, la subordinación era escasa. Pues bien, existe la gran
curva que va del dom inio de la oración simple al de la com puesta y luego
otra v e z al de la sim ple en la época poco literaria del fin de la A n tigü ed ad y
los com ienzos de la E d ad M edia. Era, por decirlo así, un volver a em pezar.
Este volver a em p ezar crecería lu ego creando otra v ez oraciones com -
puestas, párrafos en qu e estas se integraban, libros. Se llegaba así a u n id a­
des literarias varias, en escala. A l final, en la época del H u m an ism o y, por
supuesto, después de ella hasta hoy en día, volvieron a escribirse libros en
prosa del tipo de los de la A n tigü ed ad clásica. E viden tem en te, por in flu jo
del grieg o y del latín.
N ótese qu e n o quiero referirm e aquí a las prim eras épica y lírica m e­
dievales, de tipo popular, a veces ya subordinativa, pero raram ente; apenas
organ izad a en unidades. Pienso, por ejem plo, en las jarchas y los ro m a n ­
ces, tam bién en la lírica gallega y proven zal y la de los minnesinger. En el
m om ento en que, adem ás de cantarse, se escribía (aunque fuera solo para
que los juglares la recordaran), un cierto m odelo culto im peraba.
P ero ahora m e refiero preferentem ente a la prosa. P o rq u e desde el si­
g lo ix d. C . en Francia y B ulgaria, el x i en otros lugares, el x m en otros to­
d avía, volvió a haber una prosa. Y su m odelo, en cuanto a la sintaxis com -
Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa

pleja y las unidades textuales, era sin lu gar a du das la literatura griega en
O rien te, la latina en O ccidente.
E l O rien te m adrugó más. H u b o prim ero, en el siglo iv, la traducción
go da de la Biblia, desde el ix la eslava tam bién de la Biblia en B ulgaria, en
fechas posteriores diversas traducciones en B ulgaria, en la Rusia de K ie v y
en otros lugares. Por supuesto, todos estos textos calcaban la sintaxis del
grieg o de los Evangelios y los Padres. Y la literatura eslava posterior deri­
vaba directam ente de esos textos traducidos del griego.
E n cam bio, en el caso de las lenguas occidentales, tanto las románicas
com o las que ahora se escribían por v e z prim era — célticas, germ ánicas, es­
lavas occidentales, húngaro, finés y, más tarde, el vasco— , el m odelo era a
todas luces el latín.
N ótese que n o m e refiero solam ente al latín an tigu o d e fecha tardía: el
de O rosio o la V u lg a ta o las vidas de santos o el Pamphilus pseu dovidian o o
las Etimologías de san Isidoro. M e refiero tam bién al latín m edieval qu e se­
gu ía escribiéndose: el de la literatura de la corte de C arlom agn o , las crón i­
cas asturianas, los fueros y docum entos notariales, las fábulas, el preteatro
cristiano, el Navigium Sancti Brandami, el Liber Sancti Iacobi, la Disciplina
Clericalis de P ed ro A lfon so, el Carmen Campidoctoris, la Historia Regum
Britanniae, la Ecbasis Captivi, el Ysengrimus (m odelo del Roman de la Rose),
las com edias latinas de H rosvith a y otras, el Speculum Historiale de V ic e n ­
te de Beauvois, el Liber Thesauri de B runetto L a tin i, obras gram aticales,
otras filosóficas...
Piénsese qu e en el siglo x n las obras árabes de origen g rieg o se trad u ­
cían al latín en la Escuela de T o led o . E n el x m ya al castellano, igu al que
las obras árabes sapienciales de origen griego o iranio e indio a las qu e me
refiero más adelante.
E n ese m ism o siglo los prim eros historiadores castellanos qu e supera­
ban ya las viejas crónicas escribían todavía en latín obras com o las de Lucas
de T u y y el arzobispo D o n R odrigo; pero lu ego ellos m ism os las trad uje­
ron al castellano. C o m o em p ezaron a proliferar las traducciones de obras
latinas, a veces derivadas de originales griegos: las Vidas de A p olo n io, de
Esopo, de Secundo; la Disputatio de A d ria n o y E picteto (de don de salieron
innúm eras «disputas» en francés y en castellano). Y hay en latín m áxim as,
fábulas, cuentos, espejos de príncipes, obras preteatrales (Visitatio sepulchri,
La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

Officium pastorum, Ludus de rege et regina...). L u e g o llegaron las d eriv a cio ­


nes en lenguas m odernas.
L as fronteras entre la traducción y la obra original no siem pre son cla­
ras. E n un capítu lo anterior he señalado el absoluto dom in io del latín en la
E d ad M edia y que las literaturas occidentales com en zaron , en gran m edi­
da, con obras de traducción, o con im itaciones de las traducciones, com o en
el caso de obras sapienciales griegas llegadas a través del árabe, qu e yo he
estudiado, qu e a su v e z fueron im itadas por una am plísim a literatura.2"
N a d a extraño: tam bién el latín em pezó a escribirse sobre el m odelo del
griego, este lo fue tam bién para el gótico y el eslavo, com o ya he dicho,
tam bién en gran m edida puede esto aplicarse al árabe de los traductores
del grieg o en B agdad.
Este latín que conocían los hom bres m edievales condicionaba absoluta­
m ente sus escritos en lenguas m odernas, cuando estas com en zaron a escri­
birse en las fechas m encionadas. Por supuesto, hay desde el siglo x v el latín
de los hum anistas, qu e despreciaban el m edieval y seguían m ás de cerca el
m odelo antiguo. A él era trad ucido el griego de los clásicos, desde V a lla y
tantos otros, y los clásicos griegos y latinos eran a su v ez traducidos a las
nuevas lenguas.
M uchos hum anistas (el m ism o Boccaccio, el m ism o Petrarca, los m is­
mos G arcilaso y F ra y L u is, entre tantos otros) escribían ya en latín, ya en
lengua rom ance. Y otros escritores, a veces, en latín o alem án o inglés o po­
laco o húngaro. E l latín seguía sirviendo de m odelo.
P or supuesto, por fuerte que fuera la influencia del latín, debía res­
petar, en lo que a la sintaxis se refiere, las nuevas características de algunas
de las nuevas lenguas: ya he hablado de la reducción o pérdida, en algunas de
ellas, de los casos nom inales, lo qu e llevaba al uso de las preposiciones y a
veces del orden de las palabras y a la gen eralización de la obligatoriedad de
notar el sujeto en lenguas com o el francés y el inglés. Y a la im posibilidad
de ciertas concordancias y de un hipérbaton dem asiado forzado, que solo
se renovaron en fecha hum anística y barroca.
E n ocasiones, esta diferen cia respecto a la a n tigu a sintaxis fue m ín im a
en un co m ie n zo (así en las lenguas citadas y en el a n tigu o bú lga ro , h ere­
dero por lo dem ás de un g rieg o no m uy subordinan te), creció con el
tiem po.
Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa Í57

Pero, antes de ello, es sobre todo en el dom in io de la oración sim ple y la


aposición, sin apenas coordinación y subordinación, en los com ien zos de
las nuevas literaturas, en lo que más se nota el nacim iento de una nueva
edad, un volver a em pezar. F u e seguido del crecim iento de la coordinación
y la subordinación, apoyada p or el latín (y en O rien te por el griego).
D om inaba la trase quebrada, con repeticiones, aposiciones, cam bios de
construcción.21 H abía un p rim itivism o sintáctico, con pobreza de nexos,
tanto coordinantes com o subordinantes.22 E sto en el castellano, pero igu al­
m ente en las dem ás lenguas. V in o lu ego, poco a poco y en todas las lenguas,
una latin ización de la sintaxis qu e en F rancia partía, entre otras cosas, de
las traducciones qu e se hacían para uso del rey.25
Esa latin ización se ve, entre otros puntos, en la creación de oraciones
de in fin itiv o , el sistem atism o de la coordin ación y la expansión del relati­
v o y las con jun cion es de su bord inación . Pero nótese qu e son la excepción
los nexos qu e vienen d irectam en te de los latinos. L a m ayor parte de ellos
se han recreado de diversas m aneras y se han hecho poco a poco más co m ­
plejos y más esp ecializado s.24
P o r supuesto, esta ap roxim ación de las nuevas lenguas, en la m edida
q u e sea, a la sintaxis latina es propia de la lengua escrita m ás qu e de la h a­
blada. Y dentro de la p rim era, en el período del H u m an ism o , el latin ism o
c reció m u ch o m ás, en ciertos escritores: no solo el hipérbaton, sino tam ­
bién construcciones derivadas del ab la tivo absoluto, del acu sativo de rela­
ción , etc. E sto era una m oda literaria sin gran trascendencia gen eral. Y , a
partir de cierto m om en to, hubo una reacción a fa v o r de una sintaxis más
libre y con versacion al. Y a en el siglo x vi y lu eg o cada v e z m ás, con ciertas
excepciones.
A u n así, es im portante notar el in flu jo de la sintaxis latina, glo b alm en ­
te, en toda la prosa y aun la poesía (a veces m uy especialm ente en esta): ha
unificado, com o he notado, las lenguas de E u ropa, al m enos en cierta m e­
dida. Y el griego m oderno, aun qu e sea teóricam ente una dimotikí, griego
popular, ha recibido en form a notable el peso de la katharévusa: en d efin iti­
va, de la sintaxis de la prosa de la kpiné literaria griega. L o m ism o ocurre
en el caso de las lenguas eslavas.
Y hay que alu d ir tam bién, al m enos, a la resurrección, en la E dad M e­
dia pero sobre todo en fecha hum anística, de las antiguas figuras de die-
258 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

ción y la antigua prosa rítm ica. L a m ayor parte de las veces en el latín que
ahora se escribía, pero tam bién en las nuevas lenguas, en m odelos literarios
que im itaban a los antiguos: en la oratoria, la historia, géneros poéticos.2,;

DE L A L I T E R A T U R A G R E C O L A T IN A A L A S E U R O P E A S

Por supuesto, no es este el lu gar adecuado para hacer una exposición de las
literaturas europeas de la E d ad M edia y de las posteriores, hasta hoy. Pero
sí para exponer algunas consideraciones generales en buena parte anticipa­
das en m i libro E l reloj de la historia. Homo sapiens, Grecia antigua y mundo
moderno.26
Recojo algunas de sus conclusiones fundam entales:
1. Es im posible exponer la historia de las literaturas occidentales y de
otras más de E u rop a sin hacerla preceder o acom pañar de la historia de la
literatura latina: de la m edieval y, tam bién, de la antigua, esta redescubier­
ta poco a poco, sobre todo desde el siglo xv.
H a b ía , diríam os, un reparto: gén eros q u e se escribían en latín , otros
q u e co m e n za ro n a escribirse g ra d u a lm e n te, en especial a p a rtir del si­
g lo x ii, en las n uevas lenguas. P e ro para estos, y lu eg o tam b ién para los
p rim eros, el latín (el a n tigu o y el m edieval y este de trad u cció n o de crea­
ción) era el m odelo. Sin él no habría habido literatu ra p ropiam en te en las
nuevas len guas.
Y com o el m odelo era el m ism o para todos, de ahí se deduce el paral
lism o entre las nuevas literaturas, acom pañado de influencias entre ellas: el
p roven zal in flu yó en toda la lírica, la leyenda de A le jan d ro pasó del fran ­
cés al español, B occaccio in flu yó en toda la cuentística, lu ego D an te en la
poesía épica, lu ego Petrarca en la lírica, etc.
2. U n corolario se deduce de aquí: la exposición aislada de las distintas
literaturas, justificada sin duda por razones prácticas (y a veces por razones
nacionalistas), es un p ro fu n do error. Se escriban en la lengua qu e sea son
paralelos, por ejem plo, el teatro, las crónicas, los espejos de príncipes, los
debates, las alegorías, y los dem ás géneros m edievales y posteriores.
3. A h o ra bien: den tro de las distintas literaturas hay un segm ento de
origen oral y otro de origen escrito. E l prim ero es el de la épica, ya germ á­
Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa 259

nica (fíeow u lf Nibelungos, Edda), ya céltica (diversos poemas irlandeses y


otros), ya rom ánica (Chanson de Roland, Poema de M ío Cid). D e esta épica
d eriva la novela caballeresca en E u ro p a, que desarrolla leyendas de este
tipo, los rom ances en España, etc.
Y hay la lírica popular, cantada, sobre todo entre los m ozárabes (las jar-
chas), en P roven za, G alicia, en A le m a n ia (poemas líricos de los minnesin­
ger, etc.). Por supuesto, tanto la épica com o la lírica acabaron por escribirse
(y por p roducir derivados en prosa, com o los libros de caballerías). Y hay el
teatro popular (que lu ego enlaza con el que tuvo origen en la Escritura) y
qu e iba unido a la dan za y a representaciones populares: carnavalescas, de
m oros y cristianos (o moresca, mornsh dance), de fon do religioso arcaico o
m ítico. Eran representaciones q u e lu ego a veces se escribieron, com o la
Plough Play inglesa o el je u de la Eeuillée francés de A d a m de la H alle, o
la Commedia dell’Arte en Italia/7
4. A l lado está la literatura en la prosa de las nuevas lenguas, q u e crecía
al lado de la de las obras reservadas al latín. E ra escrita desde el siglo ix.
C o m o ya he señalado, en buena m edida se trataba de traducciones: del la­
tín, que a veces procedía, a su vez, del griego; o del árabe, qu e solía proce­
der del grieg o o del pehlví.
5. Pero otras veces los textos latinos, de traducción o no, eran sim ple­
m ente imitados: así nacieron las fábulas, los proverbios, espejos de prín ci­
pes y obras análogas com o varias del Infante don Juan M anuel, «disputas».
Y obras sem ejantes, com o, en España, el Libro de los doce sabios, las Flores
de Filosofía, etc., obras diversas de sabiduría (com o el Conde Lucanor y
otras); crónicas e historias en las diversas lenguas (com o la Anglo-Saxon
Cronicle o la History o f the Kings of Britain o las Grandes Chroniques de Saint-
Denis o las obras históricas de A lfon so el Sabio). O poemas m edievales com o
el Roman de Renart, que partía del Ysengrimus, sobre todo. O vidas com o la
de A p o lo n io Rey de T iro . O leyendas com o las unidas a T ro y a o a A le ja n ­
d ro , o poesía d id áctica y satírica co m o la del A rc ip re ste d e H ita o C h a u ­
cer, o alegórica com o el Roman de la Rose. O literatura h agiográfica o ma-
riana (la Séquence de Sainte Eulalie, la Vida de Santa María Egipciaca, los
Milagros de Nuestra Señora, de G o n za lo de Berceo, etc.).
Estas eran ya obras de las nuevas literaturas, escritas por hom bres de ta­
lento. El m odelo es siem pre latino: antiguo, m edieval o cristiano.
200 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

6. A h o ra bien, desde los siglos x iv y x v sobre todo tu vo lu gar una f


sión de estos m odelos y los latinos clásicos. E sto tuvo lugar ya en Italia con,
por ejem plo, D an te, o, en España con, por ejem plo, Juan de M ena. V irg ilio
estaba ya presente en estos poetas, al igual que en, por ejem plo, Juan del
E n zin a y Lu cas F ern án d ez (con m ezcla de tem as pastoriles tradicionales,
más los evangélicos, más los virgilian os y m itológicos).
C u a n d o las nuevas literaturas alcanzaron su m a d u rez resultaron, en el
fondo, paralelas. Y ello no solo por los enorm es influjos recíprocos entre
ellas, sino por el eco de la antigua literatura latina, edificada a su v ez sobre
la griega.
Se creó así, por ejem plo, un n uevo teatro, derivado, por m uchas d ife ­
rencias q u e hubiera, de la idea de la antigua com edia y tragedia: en España
con G il V icente, T orres N a h a rro y Rojas, entre otros, en Italia por M ussa­
to, A riosto, P o lizia n o y otros m ás.2*
D esde los siglos x iv y x v había, pues, una nueva literatura en O ccidente.
T e n ía una clara im pronta antigua. A sí en el caso de la historia, donde en ­
contram os ya obras de clara estructura latina, com o en F rancia las de V i-
llehardouin, F'roissart y C om m in es, en España las del C an ciller A y ala y Je­
rónim o de Z u rita. Por no hablar de las obras del siglo x vi, com o las de
M ariana o F lu rtad o de M en doza.
Es fácil ver la organización de las obras históricas, así com o la de la ora­
toria, en unidades calcadas de las antiguas. F lay una clara exposición cro ­
nológica, in clu yen d o en ella los discursos y las arengas de los protagonistas.
Y , tam bién sobre el m odelo latino, encontram os la organ ización en li­
bros y capítulos, a veces con prólogo y conclusión, de las obras filosóficas y
científicas, que por m u ch o tiem po se habían escrito solo en latín.
Incluso géneros que son realmente nuevos, com o el teatro clásico español
e inglés de los siglos xvi y x v ii (para no hablar del francés del siglo xvn), que
tienen un claro trasfondo antiguo, al menos en las líneas generales y en el con­
cepto de lo cóm ico y lo trágico y la organización de las obras. Y lo m ism o digo
de la novela, el género, qu izá, más nuevo de todos, a partir del Quijote. Sobre
este tem a he escrito: tanto esta obra com o sus predecesoras, el Lazarillo so­
bre todo, proceden del fondo de la novela antigua realista, crítica, paródica.29
L a novela, por lo dem ás, siguió, com o en G recia, el m odelo o rga n izati­
vo de la historia.
Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa

Y continuaron los géneros antológicos: colecciones de m áxim as y de­


más, de fábulas, de poesía lírica. L os géneros literarios y la facies form al de
la nueva literatura fueron aproxim ándose cada v e z m ás a los m odelos lati­
nos — qu e a su v e z dependían de los griegos.
P o r supuesto, no es necesario insistir sobre el trasfondo antiguo, latino
con precedentes griegos, de la nueva épica de A rio sto, E rcilla y los demás.
N i de la nueva lírica de Petrarca, G arcilaso, Ronsard, F ra y L u is y los de­
más. N i de los poetas y prosistas del Barroco.
E n definitiva: la literatura latina tardía y m edieval, prim ero, y la clási­
ca, después, están en la base de las literaturas europeas: de las m edievales y
de las renacientes y posteriores. H an logrado m antener, a través de todos
esos derivados, una v ez m ás, la unidad de Europa.
Y no solo la de los pueblos de origen latino: tam bién la de los germ an os
y celtas, así com o la de los eslavos occidentales, los húngaros y los fineses. Y
los vascos, desde fecha m ás reciente.
Por otra parte, la literatura griega m edieval, jun to con una base popu­
lar en la épica del tipo del Digenís Atritas y la lírica tam bién popular, d e­
pende de la literatura griega tardía. Pero tam bién, en gran m edida, de la
literatura de los francos, en C re ta de la de los venecianos, lu eg o en los si­
glos x v iii y siguiente de la francesa.3"
Im posible entrar aquí en las literaturas eslavas de escritura cirílica y re­
ligión ortodoxa: pero está claro que se desarrolló bajo las mismas coordena­
das, prim ero continuando la literatura griega tardía, incluida la cristiana,
dejándose in flu ir lu ego por las literaturas occidentales.

C O N C L U S IÓ N

C o n esto concluim os la parte de este libro relativa a la unidad lingüística de


E uropa, en tanto que hecho cultural. H ech o m ú ltip le, hecho reflejado en
todas las lenguas de E u rop a, sea cual sea la ram a lingüística a que pertene­
cen. H ech o grad ual, que ha reconstruido, en algun a m edid a, los estadios
antiguos de las lenguas griega y latina.
En d efin itiva , insisto sobre lo qu e he d ich o al com ien zo: las lenguas
europeas todas form an un con jun to , una a p roxim ad a u n id ad n o ya desde
202 La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

el p unto de vista de su estructu ra gram atical (que es com ú n a la general


de las lenguas in doeuropeas, con las excepciones qu e sabem os), sino des­
de estos otros puntos de vista q u e hem os ven id o estudiando. F u n d a m e n ­
talm en te, el de la representación g rá fica (el alfabeto), el del léxico c u ltu ­
ral, el de la sintaxis más com p leja y el de la literatu ra. Y ello, desde los
grieg os hasta la actu alidad.
E u rop a es una unidad cultural: lo ha sido en sus fases griega, latina, m e­
dieval y en las qu e siguen hasta hoy. Pese a sus discordias y guerras. A u n ­
que hoy en día su cultura no está restringida a ella sino qu e se ha exten di­
do, en form as y m edidas ciertam ente diversas, por todo el m undo.
P ero qu erría com pletar este punto de vista con otros hechos unitarios,
qu e en realidad rebasan ya E uropa. M e he ocupado de ellos brevem ente en
otro lu gar.3'
Se trata de esto: nuestras lenguas están recuperando, en cierto m odo,
estadios de lenguas del A n tig u o O rien te en los cuales la escritura fonética
(en silabario, lu ego alfabeto) se com binaba con la gráfica de ideogram as o
jeroglíficos. Estos pueden indicar, por ejem plo, los servicios o baños para
hom bres, m ujeres y m inusválidos, el sentido en que puede circularse, los
pasos de peatones, prohibiciones m últiples, etc.
Pero tam bién son internacionales los num erales, algunos sím bolos (L =
aprendiendo a conducir, H = hospital, P = aparcam iento, I = Inform ación).
Y toda clase de siglas del tipo de U N E S C O , U C I y m il más. C ierto que a
veces no son exactam ente iguales en todas partes, O T A N sigue el orden es­
pañol (O rgan ización del T ra tad o del A tlán tico N orte), N A T O en inglés.
E n suma: los hablantes de cualqu ier lengua pueden com pren der un sis­
tem a de signos lingüísticos (pronunciados de varios m odos o no pron un ­
ciados) q u e es com ún a todos. Se añaden signos no gráficos com o los sem á­
foros, las banderas, etc.
E sto lleva m i atención a otro tema: allí don de existe una m ultiplicidad
de lenguas, una de ellas, la de más prestigio social o político, suele con ver­
tirse en lengua com ún, así el quech ua y el nahua en A m érica, el gu aran í en
Paragu ay y zonas contiguas. Este papel unificador lo ejerce el español
en España (con disgusto de algunos), el francés en F rancia, etc. Y m uchas
veces una lengua com ún se convierte en lengua nacional, com o verem os en
el p róxim o capítulo.
Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa

Pues bien, en Eu rop a ha habido «lenguas com unes» sucesivas, de m a­


yor o m enor difusión, útiles en todo caso para la com unicación. Para no ha­
blar de la A n tigü ed ad , en la E d ad M edia lo fue el latín, según he expuesto.
L u e g o ha habido difusión de otras lenguas (italiano, español, alem án, grie ­
go, ruso) fuera de sus fronteras, pero las grandes lenguas com unes (para
viajes, negocios, cultura) han sido sucesivam ente el francés y el ingles, que
lo es ahora.
P o r supuesto, las lenguas com unes producen préstam os q u e llegan a las
diversas lenguas. A u m en tan su grad o de intercom unicación, fen óm en o
qu e hem os estudiado.
N o hay una lengua europea, pero hay fenóm enos varios qu e las han
aproxim ado y las aproxim an cada v e z más. H a y una especie de constela­
ción de lenguas, nadie se siente totalm ente extraño en ella, com o cuando
nos encontram os en un país árabe o en C h in a. T am b ién allí nos salvan
nuestras lenguas, sobre todo las m ás com unes.
CUARTA PARTE

H I S T O R I A DE LAS G R A N DE S L E N G U A S
COMUNES DE EUROP A
LAS G RAN D ES LE N G U A S CO M U N ES DE EUROPA

LA C R E A C IÓ N DE LAS G R A N D ES L E N G U A S E U R O PE A S

G ENERALIDADES

L a prim era im presión que recibe cualquiera que se acerca al tem a de las
lenguas europeas es la de que existen unas cuantas graneles lenguas en E u ro­
pa: español, francés, italiano, inglés, etc. Parece com o si las lenguas eu ro­
peas hubieran salido directam ente del indoeuropeo, de las diversas ramas
del indoeuropeo: del IE III A (el griego), del IE III B (las lenguas occidenta­
les: el latín, el celta, el germ án ico, el eslavo, el báltico, el ilirio, con lenguas
derivadas). Y del no indoeuropeo (el vasco, las lenguas fm ougrias qu e son
el h ú n garo y el finés, entre otras).
Pues bien, no es así. D e las grandes ramas del indoeuropeo salió un pu­
lu lar de lenguas diversas, con elem entos com unes, eso sí, pero em parenta­
das de algún m odo: he hablado de los rasgos qu e unen al báltico y el eslavo,
al eslavo y el germ án ico, a este y el griego, al latín y el itálico, tam bién al
celta, etc. Y de las relaciones secundarias, horizontales.
D en tro de cada una de las gran des ramas había una alfom bra cam bian ­
te, en la que se pasaba de unos dialectos o lenguas a otros. A p a rte de los in ­
flujos transversales en épocas diversas, que acabo de estudiar.
C u a n d o se dieron ciertas circunstancias políticas y literarias, se crearon
las grandes lenguas com unes, debajo de las cuales seguían vivien d o len ­
gu as particulares. N o surgieron directam ente ni del indoeuropeo ni de sus
ram as diversas: fueron el resultado de unificaciones o elecciones secunda­
rias. Es com o cuando, en A m érica, el nahua, el quechua o el gu aran í, di­
fun did os principalm ente por los m isioneros, se convirtieron en lenguas co­
m unes, debajo de las cuales pervivían otras.
268 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

N a tu ra lm en te, estas unificacion es partieron de gran des y am plios d ia ­


lectos de las lenguas indoeuropeas. H e alu d id o, por ejem p lo, a los del
ge rm án ico y el eslavo — q u e a p artir de un cierto m o m en to cristalizaro n
en otros varios dialectos, algun o s de los cuales se con virtieron en gran des
lenguas nacionales— . P ero tam bién el latín se escindió, a finales de la
A n tig ü e d a d , en gru p o s de iden tid ad m ás o m enos m arcad a, q u e lu eg o si-
gu ieron escindiéndose hasta qu e llegó el m o m en to del triu n fo de a lgu n o s
dialectos, con vertid o s en gran des lenguas qu e in vad iero n o m arg in a ro n
a los dem ás.
A sí, a las escisiones sucesivas siguieron unificaciones consistentes en la
im posición de algunas gran des lenguas: siem pre con concom itancia con
la creación y el desarrrollo de grandes unidades culturales y políticas.
S obre las escisiones previas existen, ciertam ente, varias teorías. E n lo
relativo a los derivados del latín, en general se opone, por ejem plo, el ibero-
rrom ánico al galorrom án ico, incluso al latín del norte de Italia.1 L u e g o se
p ro fu n d izó en las escisiones — antes de llegar la nueva fase de las u n ifica­
ciones: la creación de las grandes lenguas culturales y políticas.
E n E uropa hubo varias de estas unificaciones, que crearon esas grandes
lenguas y supusieron el olvido, tem poral o d efinitivo, de dialectos y varian ­
tes. H ablaré aq u í de las m ás im portantes, creadas en la E d ad M edia y v in ­
culadas, en general, a las referidas unidades políticas y culturales de ese
m om ento u otro posterior. A lgu n as de estas lenguas com unes y las u n id a­
des qu e reflejaban fueron pasajeras; otras, definitivas. T am b ié n sucedió
que las qu e fueron lenguas com unes en un m om ento dado dejaran su hu e­
lla en pequeños dialectos. Y que otras, por las circunstancias qu e sea, fu e ­
ron restauradas en fecha posterior. D esde el siglo x ix y sobre todo el x x ha
habido, en efecto, una tendencia a la restauración de lenguas que antes habían
sido relegadas a usos sociolingüísticos de otro nivel.
H ablaré, en España, del castellano (luego español), del portugués, el g a ­
llego, el catalán, el vasco, y de las relaciones entre ellos (y de sus variantes y
de las otras lenguas que quedaron com o relegadas y m arginales). E n F ra n ­
cia, del francés, tam bién de otras lenguas, entre ellas el p roven zal. E n Ita­
lia, del italiano, al lado de dialectos varios, algunos han sido una verdadera
lengua sin correspondencia política duradera, com o el corso o el véneto.
E n R um ania, del rum ano.
Las grandes lenguas comunes de Europa 269

E n Inglaterra, del inglés; en la E u ropa germ án ica, del alto alem án (de
don de deriva el alem án de hoy), el nórdico (danés, sueco, noruego), el fla­
m enco o neerlandés (única variante del bajo alem án que alcan zó la d ig n i­
dad de constituirse en lengua nacional). E n los países eslavos y bálticos, de
las grandes lenguas ya m encionadas, que se convirtieron en lenguas nacio­
nales y lenguas de exportación, algunas.
H a y, pues, escalones. Son pocas las grandes lenguas com unes europeas,
lenguas nacionales, en general exportadas luego, m ás o m enos, B ajo ellas
h ay a veces otras y en algunos casos un pulular de dialectos.
T am b ié n , no m enos, hay dialectos que, u nificados, se con virtieron o
intentan convertirse en lenguas generales o com unes: el vasco, el catalán y
algun as otras. C o n una p ro liferación , a veces, b ajo ellas, de dialectos parti­
culares. P u ede haber, pues, situaciones de un solo piso (una sola lengua) o
de dos o tres pisos. L a represen tatividad externa la tienen, en gen eral, las
lenguas superiores. M ás bien la superior. A u n q u e hoy, a veces, otras le
discuten esc puesto. T ra s las tendencias unitarias han ven id o en ocasiones
las disgregadoras.
H a y , pues, las grandes lenguas com unes (y, con frecuencia, nacionales,
con frecuencia exportadas luego). Son de fechas diversas, m edievales y m o­
dernas. Su origen está liga d o a la historia: a la política, tam bién a la litera­
ria y la cultura en general.
Bajo ellas, a veces no hay lenguas o dialectos diferentes, a veces sí. Y tienen
estatus cambiante; en algunos casos son lenguas com unes de un territorio en
el que ese lugar se lo disputa una lengua local que a su v ez tiene variantes,
com o el catalán. P o r otra parte, cuando en un lugar coinciden varias lenguas,
hay que investigar su estatus sociolingüístico, que puede variar con el tiempo.
Insisto en qu e los conceptos de «lengua», «dialecto» y «variante» no
son propiam ente de orden lingüístico, sino de orden social y aun político.
Se convierte en «lengua» el antiguo dialecto qu e es aceptado com o com ún
para una sociedad m ás o m enos unificada social, cultural y políticam ente.
Y a he dicho que puede tener tam bién expresiones lingüísticas particulares.
Y que, en este caso, puede haber opiniones contrapuestas, de condiciona­
m iento social, sobre si se trata de una «lengua» o un «dialecto». Y que, fi­
nalm ente, lo que en un m om ento dado se considera una «lengua» puede
considerarse lu ego un «dialecto». O al revés.
270 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

Pero aquí no podem os entrar en dem asiados detalles. N u estro tema


fundam ental son las grandes lenguas europeas, a veces, com o he dicho, ex-
portadas tam bién.

EL C A S T E L L A N O , EL PO R TU G U E S Y LAS LE N G U AS DE H ISPA N IA

Generalidades

C o m o ha qu edad o dicho, el latín más o m enos culto florecía com o lengua


escrita de la H ispania visigoda. D e b ajo de él bullía el m ozárabe, la len­
gua oral. F ue, tam bién, lengua popular en la España m usulm ana, en los si­
glos v iii y ix; en el x se im puso el árabe. Precisam ente de esta época viene
nuestro conocim iento, escaso de todos m odos, del m ozárabe, a través de la
poesía p opular de las jarchas, tam bién de la toponim ia. T en ía ya diferen ­
cias dialectales.7 Sobre el latín de la época he hablado ya.
E n todo caso, el m ozárabe no llegó a ser una lengua nacional, no hubo
una unificación secundaria del m ism o o un predom inio de un dialecto so­
bre otro. Podría haber sucedido así, puesto que H ispania, tras haber sido
una m era unidad geográfica, se h izo ya una unidad adm inistrativa, una
diócesis, en el año 289 por obra de D iocleciano. Y fue, con los godos, a partir
de cierto m om ento, un reino unificado políticam ente, una v ez elim inados
los fragm en tos su evo y b izan tin o , y elim in ad o el arrian ism o. E n el 683,
en un concilio de T oled o presidido por san Isidoro, se definió esa unidad bajo
un rex Hispaniae, una fidelidad religiosa al papa de R om a y el latín.
E n definitiva: fu e un pueblo germ án ico, el de los godos, el q u e unificó
la Península, tom ando el poder político y rom anizándose. D e esta rom ani­
zación vin iero n las lenguas de España: prim ero el m ozárabe, luego las de­
más, aparte del vasco.
Podría haber habido, pues, paralelam ente a lo qu e sucedió en otros lu­
gares, una cultura en una lengua rom ánica unificada, a partir del siglo ix y
sobre todo el x y siguientes. U n a lengua derivada de un latín hispánico, ha­
blado en un fragm en to del Im perio rom ano; y con tin uan do la situación
lingüística del reino visigodo. Pero no fue así: hubo desde el 711 la conquis­
ta m u su lm an a y tras ella la Reconquista. Y en el territorio reconquistado el
Las grandes lenguas comunes de Europa

latín de H ispan ia {que tenía ciertos rasgos com unes con el de las Galias)
p ro du jo, fundam entalm ente, cuatro lenguas (gallego-portugués, asturleo-
nés-castellano, n avarro-aragonés y catalán, dejo aparte el vasco) qu e pre­
sentan algunos rasgos com unes.
Y tam bién, naturalm ente, rasgos diferenciales, qu e no pudieron salvar­
se más que por la absorción grad ual, en el curso de la historia, del m ozára­
be, el asturleonés y el aragonés por el castellano. E ste fue en el com ien zo un
dialecto leonés, de los confínes orientales, que se extendió en todas direccio­
nes e infiltró com o lengua com ún a todas las lenguas en torno, sin expu l­
sarlas radicalm ente. Resultó en algunos lugares una especie de bilingüism o.
L a ra íz del fenóm eno está en hechos culturales y políticos: el crecim iento
del reino de C astilla y de su cultura.
Esta es la historia: fue la conquista m usulm an a la qu e selló el destino de
España, recom puesta lu ego pero nunca del todo. N o solo tuvo qu e haber
una penosa reconquista m ilitar (casi ocho siglos), tam bién una larga histo­
ria política y cultural, qu e al final im puso el castellano com o lengua de
toda la España central, de norte a sur, y com o len gu a com ú n del resto. A sí,
el castellano se con virtió en español.
Solo el portugués alcanzó el m ism o estatus de lengua nacional, desga­
jándose, ya en el siglo x iv , del tronco com ún del gallego-portugués. Por
causa, tam bién en este caso, de un hecho político y cultural: la creación en
1139 de la m onarquía portuguesa bajo A lfo n so H e n ríq u e z y la estabiliza­
ción del portugués com o lengua literaria (prim ero de la lírica, luego gen e­
ral), desde el siglo xiv.
A sí, la conquista m usulm an a fue el gran desastre de la historia de E spa­
ña. Im puso un gran retraso en la cultura (que tu vo qu e ser salvada con las
influencias carolingia, borgoñona y cisterciense) y un gran retraso en la
unificación lingüística de España. E llo pese a algunos influjos culturales,
casi todos de origen griego o iranio, y lingüísticos derivados de la cultura
m usulm ana. F ue la de España una unificación siem pre parcial y que toda­
vía hoy sigue causando problem as.
Hispania se fragm entó, en efecto, tanto política como lingüísticamente,
por el hecho de que la Reconquista se realizó valle a valle o región a región de
los Pirineos, con corrimientos, luego, hacia el sur. V in o luego la pugna entre
las lenguas así surgidas y la primacía, pero no dom inio absoluto, del castellano.
272 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

M enos m al que las unificaciones políticas que prom ocionaron el caste­


llano no fueron por m edio de guerras, com o a veces m aliciosam ente se
dice: fueron p or m atrim onios, herencias y pactos, dentro d e un sentido g e ­
neral de com u n idad, de pertenecer todos a H ispania.

D el castellano a l español

L a u nificación se h izo , insisto y ello es bien sabido, a partir del castellano,


un pequeñ o dialecto que se im puso al leonés, lengua esta sin apenas lite­
ratura a la q u e el castellano sustituyó a partir de la unificación de los dos
reinos bajo F ern an d o I (1037) y lu ego bajo A lfon so V I (1072). E l leonés
perdu ró en ciertos lugares, hasta hoy m ism o, com o lengua residual. Y el
castellano, sobre todo desde la conquista de T o le d o en 1080, se con virtió en
la lengua hegem ónica, qu e se expandía hacia el sur, tam bién hacia el oeste
y el este.
L u e g o hubo otras unificaciones. H u b o el navarroaragonés, de cuyo te­
rritorio salió el reino de N a va rra, solo en el siglo x vi absorbido por C astilla
(1512) juntam ente con su lengua, m ientras qu e A ra g ó n se inclinó hacia su
vecino oriental, C ataluña: hubo un reino com ún llam ado C o ro n a de A r a ­
gón. Y para qu e el castellano triun fara tu vo que llegar la aproxim ación de
este reino al de C astilla, cuand o el trono de A ra g ó n q u edó vacante al m orir
sin hijos su últim o rey, M artín el H u m an o. H u b o el C om prom iso de C aspe
en 1412, en el que F ern an do de A n tcq u cra , de los Trastám ara, fue elegido
rey de A ra g ó n , en m edio de la gran decadencia económ ica de C atalu ñ a.3
S igu ió la u nificación propiam ente dicha, con la boda de Isabel y F e r­
nando y el acceso del últim o al trono de A ra gó n , en 1474 y 1479. P ero ya en
el siglo x iv el castellano dom inaba en C atalu ñ a com o lengua culta de co­
m unicación, el catalán se convertía en una lengua local para los burgueses
y el pueblo.
Este fue el auge del castellano a partir del pequeño condado de C astilla,
que F ern án G o n zá le z in dep en d izó en el siglo x, aun que todavía no form al­
mente, no hasta 1037, de León. Salió indem ne de las correrías de A lm a n -
zor, en torno al año 1000, lo que no fue pequeña suerte. Estaba situado en
una región m ontañosa y pobre, m al com unicada, fronteriza de C an tabria,
Las grandes lenguas comunes de Europa 273

la T arracon en se, la C artagin en se y Vasconia. E l sur de C an tabria, Á lava


y la Bureba hasta los m ontes de O ca, C lun ia, eran su núcleo, con m onaste­
rios com o los de san M illán, O ñ a y Silos; lu ego el centro se trasladó a B u r­
gos. C on Fern an do V I , en plena expansión ya, a T o led o , com o he señalado.
Se recuperaba así la tradición visigoda. C astilla, tras L eó n , era ya la po­
tencia dom inante, política y culturalm ente, en España.
E l caso es que, tras las glosas silenses y em ilíanenses, a finales del siglo x
o en el xi, ya desde el siglo x n , con el Poema de M ío Cid, y sobre todo desde
el x iii, con A lfon so el Sabio, Berceo, etc., el castellano se tran sform ó en len­
gu a literaria, sobre todo de la prosa, aunque persistía el latín com o lengua
docum ental y la de diversas traducciones y textos. Y se h izo lengua tam ­
bién de la poesía lírica, aunque en un com ien zo esta era el gallego.4
Pron to fue el castellano la lengua más robusta de España, la que se ha­
blaba com o lengua com ún en toda la Meseta N o rte, en G alicia, N avarra,
A ra g ó n y la M eseta Sur, lu ego en C atalu ñ a y V alencia. Las otras lenguas
quedaban restringidas al uso local, a veces al puram ente rural y aldeano.
H an qu edad o restos, sobre todo en la m ontaña, del asturiano, el leonés y el
aragonés.
E n cuanto a la literatura, la gallega qu edó restringida a la lírica en el si­
glo xv, lu ego se extinguió; igual la aragonesa. D el resto, solo hubo gran li­
teratura, tam bién prosa, en C atalu ñ a y V alencia, Pero desertó de allí desde
el siglo xv. E l castellano, con vertido ya en español, devino en todas partes
lengua cortesana, adm inistrativa, literaria, la de las clases elevadas y aun
las m edias.
Este fue el resultado del lento proceso en q u e el m ozárabe (reforzado
por los em igrantes de A n dalucía) fue sustituido por las nuevas lenguas y
dialectos nacidos en el norte a im pulsos de la R econquista y expandidos
lu ego hacia el sur. D e entre ellos, ya digo, era el castellano el qu e más vigor
tenía: a va n zó hacia el sur, desde luego, pero se extendió tam bién hacia el
oeste y el este, aun que aquí halló resistencia, no pasó de ser una lengua co­
m ú n bajo la cual los antiguos dialectos subsistían com o lenguas ya aldea­
nas, ya burguesas.
T am b ié n perduraron en V ascon ia los dialectos vascos. L u e g o todos es­
tos dialectos (no había un vasco, un gallego, un catalán unitarios) desapare­
cieron en unos lugares, en otros qu edaron en un estado, diríam os, de hi-
Historia de Las grandes lenguas comunes de Europa

bernación hasta qu e fueron, en cierto m odo, resucitados y unificados ya en


los siglos x ix y x x, por obra de los m ovim ientos nacionalistas.
Pero el castellano h izo otros progresos: se con virtió en la lengua de las
grandes ciudades vascas, el vasco q u ed ó reducido a los caseríos y la vida ru­
ral, no fu e u n ificado hasta que se creó el batúa, sobre la base del g u ip u z-
cuano y el labortano, ya en el siglo x x, tras la gu erra civil. T e n ía una litera­
tura bien eclesiástica, bien puram ente oral, pocas veces escrita.
E l castellano a va n zó hacia el sur y ocupó la zona anteriorm ente árabe,
incluido, en el siglo xv, el reino de G ran ada. Suplantó tam bién aquí al m o­
zárabe. Saltó, en el m ism o siglo, a las islas Can arias, lu ego a A m é rica y a
otros lugares del m un do.
A sim ism o recibió influjos cultos, a los que en algun a m edida ya he he­
cho referencia, del italiano, del latín y el griego hum anísticos y científicos,
del francés, del inglés. Se convirtió así en una de las lenguas fundamentales del
planeta, tras una accidentada historia. L a invasión islám ica fue superada
en algún m odo. N u n ca del todo. Sin ella la continuación del latín en el es­
pañol no habría tenido, presum iblem ente, los problem as qu e ha tenido y
tiene. N o sabemos dón de habría estado el núcleo de la evolución lin gü ísti­
ca ni cóm o habrían sucedido las cosas.
E l castellano era, se ha dicho m uchas veces a partir de don Ram ón M e-
n én dez Pid al, una lengua m u y innovadora, frente a la cual tanto el m o zá ­
rabe com o el asturleonés y el navarroaragonés (incluso, a veces, el gallego-
portugués y el catalán) tenían en su fonética y su m o rfología rasgos
com unes. Inútil repasarlos aquí, repitiendo cosas bien sabidas. L os m ás no­
tables del castellano son la pérdida de la/-, convertida en una h - aspirada, y
la dipton gación de la e y la o breves y tónicas.
L u e g o , desde el siglo xv, el castellano m on opolizó los influ jos cultos de
los qu e he hablado, sobre todo en la fonética y la grafía, en el léxico y la sin­
taxis. M on op o lizó prácticam ente la literatura, la adm inistración y la cu ltu ­
ra en toda España. T o d a v ía en el siglo x iv había literatura aragonesa (Juan
F ern án d ez de H eredia, traducciones diversas), aparte de la gallega y la ca­
talana. L u e go , desde el x v, ya no.
Son, pues, razones políticas y culturales, no la «espada» de la qu e in cu l­
tam ente se ha hablado, las que poco a poco im pusieron el castellano com o
español. N o es que nadie obligara a nadie a hablarlo, es que todos lo adop­
Las grandes lenguas comunes de Europa m

taban por propio interés, si qu erían ascender socialm ente y prosperar en


un m u n do nuevo, en una lengua qu e era no solam ente «la lengua del im ­
perio», com o decía N eb rija, tam bién la de la adm inistración, la cultura y
las clases elevadas. M ás tarde hablaré de esto en relación con A m érica.
Estas causas siguieron operan do en los siglos xvi y siguientes. L a gran
literatura española fue en castellano, aun que a cargo de escritores nacidos
en todas las regiones de España. L a gran política, la m ilicia, todo lo dem ás
era en castellano. A u n q u e los que lo hablaran fueran, por su origen , vascos,
catalanes, valencianos, etc. Y , fam iliarm en te, pudieran ser vascos y hablar
esta lengua (com o fray Juan de Z u m á rra ga en M éxico) o valencianos,
com o V ives, o andaluces, com o N eb rija. Este fue, com o se sabe, el codifica­
dor del castellano en su Gramática y sus diccionarios m u ch o antes de que se
hiciera lo propio con el francés o el inglés.

Las otras lenguas de España

L a fragm entación lingüística de España, en la que, por lo dem ás, el caste­


llano o español sigue fun cion an do com o lengua com ún , es un derivad o de
la R econquista, com o ya he dicho. Y de la persistencia del vasco.
N o es cuestión de insistir sobre este, ya he hablado de él. Solo desde el
siglo x vi nos es conocido y ya he dicho que solo ú ltim am en te se ha u n ifica­
do y se han hecho esfuerzos por con vertirlo en una lengua de cultura y una
lengua general, im portando vocabulario y trad ucien d o a él de varias len­
guas (antes se traducía del latín). E sfu erzo s tam bién para intentar que una
lengua que era rural y m in oritaria se convierta, m ediante una in terpreta­
ción sesgada de la C on stitución y con ayuda de toda clase de presiones, en
una lengua única o al m enos hegem ónica.
Q u ed a por ver lo que saldrá de ello. El univasquism o y la expulsión del
español serían m alos para todos, sobre todo para los vascos.
D e las dem ás lenguas, las salidas del latín, solo una, el portugués, se ha
convertido en una lengua nacional y ello, com o he dicho, por causa de la in­
dependencia de P ortugal y su conversión en una m on arquía en 1 1 39. A ntes
de ese m om ento portugués y gallego eran lo m ism o; y han continuado te­
niendo m uchos rasgos com unes, com o convertir en ch- la p l- latina inicial.
276 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

P ero P ortugal, al in dependizarse, h izo diferenciarse ese an tiguo dialec­


to con ayuda de elem entos tom ados de la 2ona de L isboa, y le d io prestan­
cia y relieve gracias a sus navegantes del siglo xv y a una adm inistración y
una literatura propias. Esta tu vo su prim er gran hito en Os Lusiadas de C a-
m oens, en 1572. R ecibió lu ego el in flu jo del castellano, que funcionaba
com o una segunda lengua (G il V icen te y otros portugueses escribían en
castellano, había una especie de bilingüism o). Pero el dom in io de Castilla
sobre P ortugal bajo Felip e II no in flu yó gran cosa en el portugués ni en el
Im perio portugués, qu e se m an tu vo incólum e.
E n cuanto a las dem ás lenguas salidas del latín, ya he dicho qu e la pér­
dida del poder político y de la literatura las con virtió en m eram ente m a r­
ginales. Q u izá la m ás v iva z, en el am biente rural, fue el gallego. P orque
pronto se perdió el uso literario, sustituido, en los escritores gallegos, por el
castellano.5N o revivió hasta Rosalía de C astro, en pleno siglo x ix. A h o ra lo
reviven con los m ism os procedim ientos artificíales y forzados del vasco.
U n caso especial es el del catalán, una lengua q u e en su raíz está em pa­
rentada con el proven zal pero tam bién tiene transiciones con lenguas de
España. L u e g o creó variantes en V alen cia, Baleares y otros lugares, tam ­
bién en la m ism a C ataluñ a.
C o m o C atalu ñ a nunca ha sido una nación, no ha habido una lengua ca­
talana u nificada, n orm alizad a, hasta que lo h izo P om peu Fabra, ya en el
siglo xx. Sin em bargo, fue im portante dentro del reino de A ra g ó n y de la
expansión de este por el M editerráneo. A h o ra bien, desde el siglo x iv reci­
bió m uchas isoglosas castellanas.
H u b o ciertam ente, por un tiem po, a partir sobre todo del siglo x m , una
literatura catalana, que puede presentar nom bres com o los de Ram ón
L lu ll, M un tan er, B ernat M etge; y luego, en el xv, nom bres fun dam en tal­
m ente valencianos, com o A usiás M arch y M artorell, autor principal de 7 7 -
rant lo Blanch, una novela de caballerías. P ero desde que el reino de A r a ­
gón se unió al de C astilla, el castellano, com o he dicho, se im puso en los
escalones sociolingüísticos más elevados.
Se creó así una especie de bilin güism o, pero con diferencias respecto
a G alicia y el País V asco, don de el gallego y el vasco pasaron a ser, poco a
poco, lenguas rurales y m inoritarias. Y lo son, pese a los denodados esfuer­
zos de los que he hablado. E n C atalu ñ a, en cam bio, todo el país era prácti-
Las grandes lenguas comunes de Europa 277

carneóte bilin güe. C iertam en te, el catalán y el castellano tenían papeles so-
cíolingüísticos en cierta m edida diferentes.
Pero el renacim iento del catalán fue más antiguo y decisivo que los otros,
se puede fechar en la «O da a la patria», de A rib au , de 1833, y continuó luego
con la Renaixenca, a com ienzos del xx. Y más com pleto: hubo y hay una lite­
ratura catalana, hubo una norm alización del catalán que ya he citado.
A l tiem po, se escribía, leía y editaba en español. Salvo en algún m om en ­
to especialm ente tenso, nadie prohibió el catalán, aunque el castellano o es­
pañol era, ciertam ente, la lengua adm inistrativa oficial.
N o había, realm ente, con flicto lingüístico, lo han creado solam ente po­
líticos qu e han iniciado una persecución sistem ática del español. A I tiem ­
po, buscan im poner el catalán de Pom peu F ab ra sobre las variantes de las
islas Baleares y V alen cia, que son consideradas socialm ente com o lenguas.
U n error notorio, ciertam ente, p u ro fanatism o.

EL FRAN CÉS y LAS LEN GU AS DE F R A N C IA

L a G alia , rom anizada grad ualm en te, poseía un latín con rasgos com unes
con el de H ispania. Era fun dam entalm en te un país celta, aun qu e los celtas
ocupaban una extensión m u ch o m ayor, lucra de Francia tam bién, com o se
sabe; queda gran dísim a huella de ellos en la toponim ia, com o en España.
P ero desde el 121 a. C . hubo ya la provincia, la qu e fue lu ego la Galia Nar­
bonensis; y ya se sabe de la conquista del resto de la G alia por Julio C ésar a
partir del 58 a. C .
A u n q u e dividid a p or A u g u sto en cuatro provincias y sufriendo v ici­
situdes posteriores, la G alia siem pre se consideró com o una u nidad, m uy
rom anizada y qu e p rodu jo personajes políticos y literarios, incluso en el si­
glo v. D esde los tiem pos de D ioclecian o era regida desde T réveris, cabeza
de una de las cuatro tetrarquías.
L a G alia sufrió pronto invasiones germ ánicas, qu e fueron graves desde
el siglo ni d. C . y, sobre todo, a com ien zos del siglo v, cuando los bárbaros
atravesaron el Rín y acabaron con el poder rom ano. Se trataba, fu n d a m en ­
talm ente, de los alam anes, los vándalos, los suevos, los burgundíos, los visi­
godos y los francos.
27^ Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

E l hecho es que bu rgun dios, visigodos y francos fueron los qu e por un


tiem po prevalecieron. Eran los m ás rom anizados, establecidos con fre­
cuencia en territorio rom ano com o foederati, algunos que habían m ilitado
al lado de los rom anos contra otros pueblos germ ánicos y contra los hunos.
A l final fueron los francos los que u nificaron la G alia; los dem ás o resulta­
ron vencidos o, vencidos tam bién, pasaron a H ispania e incluso a A frica .
F ue un fenóm eno paralelo al de Hispania: un pueblo germ ánico rom ani­
zado y cristianizado unificó una provincia o grup o de provincias rom anas y
puso las bases de una nación m oderna. Y de una gran lengua europea, d eri­
vada del latín. A u n q u e llena de germ anism os, en el caso del francés más que
en ningún otro.1’ T am b ién en los topónimos: el tipo nom bre + adjetivo (Val-
bonne frente a Bonneval), por ejem plo.
L a diferencia es qu e H ispania solo a finales del siglo v n lo gró la unidad
política (por m edio de los visigodos) y la unidad católica. E n F rancia, las
cosas fueron m ás deprisa.
Y a a com ien zos del siglo v los francos ocupaban la zona del M osela y el
Rin inferior y hasta el M arne. Su reino coexistía, com o ya he apuntado, con
los de los bu rgun dios (de G inebra al valle del R ódano, 443-534) y visigodos
(reino de T olo sa , 419-507), entre otros. N ótese qu e en el 476 el Im perio ro­
m ano había d ejad o de existir.
Pero se im puso la nación franca por obra del rey de los francos C lo d o -
veo: en el 486 venció al du qu e galorrom an o Siagrio, en el 496 a los alam a-
nes, en el 500 a los burgundios. Y se con virtió al cristianism o, en su versión
católica, en 497, antes que n ingún rey germ ánico.
Esto consolidó un reino, qu e se apoyaba en la Iglesia y el papa (el em pe­
rador de B izan cio, tam bién, lo nom bró cónsul). A m b as partes se repartían
el poder sobre el m odelo del Im p erio rom ano. L os francos en F ran cia, con
los ostrogodos y lom bardos en Italia y los visigodos en H ispan ia, fueron el
núcleo de las nuevas naciones y de las nuevas lenguas rom ánicas. E sto fue
decisivo, pese a las sucesivas fragm entaciones del reino (por repartos entre
los hijos) y reunificaciones. Y a la integración, en un m om ento, de los fran ­
cos con pueblos germ án icos den tro del im perio de C arlo m agn o , coronado
en el 800.
En realidad, fue el reparto, una v ez más, del im perio entre los hijos
de C a r lo m a g n o el q u e d e jó establecidas ap ro x im a d a m en te las fron teras
Las grandes lenguas comunes de Europa

de Francia. C u a n d o se renovó con los O tones el Im perio rom ano-germ á-


nico, F rancia q u edó ya fuera.
Es decir, el solar del latín en G alia , que oscilaba entre la proliferación
de lenguas rom ánicas y renacim ientos latinizantes, q u edó libre para una
nación m edieval desde m u y pronto; el de H ispan ia, m u ch o más tarde.
C o m o en C astilla, proliferaron los «dobletes» latín / rom ance, qu e conti­
núan: libérer / livrer, cadence / chance, calcul / caillou, etc.
H a y que notar, después de esto, varias cosas. Si bien las lenguas celtas
habían sido absorbidas, la unidad lingüística no era com pleta. A l norte
quedaban lenguas germ ánicas, de don de salió el flam enco. A l sur, el vasco,
aun qu e fue grad ualm ente em p u jad o hacia los Pirineos. L u e go , en la Edad
M edia, del siglo v al x, hubo m igraciones desde la Bretaña insular a la fran­
cesa, hoy todavía subsiste el bretón, aun que dism inuido. El francés, del
qu e hablo a continuación, se exten dió cada v ez m ás en Francia; tam bién en
detrim ento del catalán, establecido en el Rosellón y la C erdañ a.
Q u ed an , por lo dem ás, habladas por una población m ayor o m enor, es­
tas otras lenguas (a veces vivificadas en nuestros días por obra de los m o vi­
m ientos nacionalistas). Por otra parte, las fronteras de Francia no coinci­
den hoy exactam ente con las del francés: por no hablar del francés de
A m érica, esta lengua se habla tam bién, com o se sabe, en B élgica y Suiza. Y
fue m u y hablada, en la E d ad M edia, en Inglaterra con el nom bre de anglo-
norm ando; ya he alud ido a ello.
El nom bre de un pueblo germ án ico, el de los f rancos, design ó la nación
de él salida así com o su lengua. Q u iero decir: la gran lengua francesa, una de
entre las varias salidas del latín de las G alias. Se im puso unida a una m o­
narquía unitaria, iniciada por los francos m erovingios.
L a G alia , lu eg o F ra n cia , tu vo una gran ven taja respecto a H ispania:
no su frió una ocu p ación m u su lm an a, los m oros fueron derrotad os en
Poitiers por C arlo s M artel, en el año 732. Y otra m ás, relacionada con la
prim era: F ran cia fue siem pre un reino, no se d io la terrible situación de
E spaña hasta q u e C astilla y su len gu a la u n ificaro n , no sin problem as y
no enteram ente.
Sí que hubo dialectos diversos, nacidos del latín; pero el que se im puso
sobre ellos, el f rancés, es decir, la variedad parisina de la lengua de o il, tuvo
m enos problem as que el castellano. F u e desde el principio, desde luego, la
28ο Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

«lengua del rey», el papel de los notarios reales y de las traducciones he­
chas del latín para el rey fue im portante en su difusión.
H u b o, ya digo, lenguas varias en F rancia y algunos restos quedan. Pero
no vienen de varios puntos in dependientes qu e crearan lu ego una d ifu ­
sión. Son grup os de lenguas cam pesinas, agrupadas en varios tipos, prin ci­
palm ente tres, el establecim iento de cuyas fronteras (por otra parte, no pre­
cisas) ha sugerido diversas hipótesis qu e hablan sobre todo del substrato y
de las cuales ninguna es decisiva.
Por otra parte, los testim onios de un protofrancés y un francés antiguo
son más tem pranos qu e los de los dialectos hispánicos posteriores al m o­
zárabe. Y ello p orqu e ya en 813 el con cilio de T o u rs aceptó para los ser­
m ones en la Iglesia la lingua romana rustica. Y m ientras qu e en H ispania
para fecha antigua tenem os que contentarnos con faltas en docum entos
notariales y las glosas de los siglos x i o x ii, en F rancia hay glosas ya en el
siglo v iii y tenem os en el 842 los «juram entos de Estrasburgo» entre L u is
el G erm án ico y C arlo s el C a lv o (con versiones en francés y en germ ánico):
en ellos falta la declinación latina y aparece el artículo. Y en el 881 hay ya
un texto literario, la Séquence de Sainte Eulalie. H a y una con tin u id ad en ­
tre esta obra y el an tigu o francés clásico.' E n España, para la literatura,
hay q u e esperar al siglo x ii.

E l fran cés m ed io (sin flex ió n , m ás analítico) es el de los siglos x m


y xiv: con tem p orán eo de la n ueva prosa castellana, C astilla había recupe­
rado el tiem p o perdid o. Ese francés m ed io es ya la langue du roi de que
hablé, el térm in ofranqais dom in a sobre el más gen eral de román. Es la va­
riante p referid a p or la literatura (con una excepción, por un tiem po: la li­
teratura p roven zal).
Es una variante dentro de una clasificación gen eral qu e distingue una
lengua de o'il y una de hoc (por las dos form as para decir «sí»). E n la p rim e­
ra había variantes, com o el santongués; pero sobre todo la lengua de lospa-
risii, cuna del que llam am os francés. L a línea divisoria era, m ás o m enos, la
qu e va de la desem bocadura del C a ro n a a G inebra.
H acia el sur, existía la lengua de hoc, que tenía variantes: así el gascón,
del que deriva el aranés, al sur del P irin eo (pero n o es catalán). Pero hacia
el este, de G in e b ra a G ren o b le, en el valle del R ódano, estaba el fran co-
p ro ven zal, en el qu e se escribió una literatura m edieval «cortés», ya alu ­
Las grandes lenguas comunes de Europa

d id a, su m am en te im p ortan te co m o m odelo para toda la lírica europea.


F ue in vadid o p or el francés: solo en el siglo x ix fue renovado por F ederico
M istral y otros poetas. C o n v ertía la oclusiva sorda gu tu ral en th (tharbon
de carbonem).
E l qu e se im puso, a la larga, ya lo he dicho, es el francés, la lengua corte­
sana. E llo desde que se llegó al francés m edio: se convirtió en la lengua del
rey. D esde el siglo x n la «pureza» de la literatura se ju zgó por su p ro xim i­
dad a la lengua de París. A u n q u e en la época del H u m an ism o hubo una
relatinización de la lengua, desde 1539 cesó de usarse el latín en los tribu ­
nales reales.'
E n fin: hubo una serie de ordenanzas varias, qu e favorecían a los dia­
lectos, hasta qu e en 1539 se publicó en V illiers-C o tteret el edicto de F ra n ­
cisco I, que h izo obligatorio el francés. C iertam en te, los dialectos siguieron
hablándose, la masa de la población era bilingüe; y la R evolución francesa
fracasó en su intento de unificación lingüística. L u ego, los dialectos han
decaído. E l latín, por otra parte, fue prom ovido y favorecido por el m ism o
rey, com o he dicho antes, al igual q u e el griego. E ran los m odelos de la
nueva lengua f rancesa.
Hasta el intento de renovación del provenzal, ya aludido, en el siglo xix;
y los esfuerzos actuales de enseñar en la escuela y rehabilitar lenguas com o
el bretón, el vasco y el catalán. C o n m enos em peño qu e en situaciones para­
lelas en España, ciertam ente. El increíble espectáculo del frente antilengua
española en España no se da en n ingun a parte.
A sí, una v ez m ás, un m ín im o subdialecto se ha con vertido en una de las
grandes lenguas europeas. H a sufrido, ciertam ente, com o todas, influjos
externos. Y a he hablado de ello. E n F rancia, fue especialm ente im portante
el in flu jo italiano, por obra, sin duda, de las italianas C atalin a y M aría de
M ed ici, en la ú ltim a p arte del siglo x vi y la p rim era del xvir. L u e g o , en
el x v iii, antes de la R evolución, y en el x ix , después, el francés se convirtió
en la gran lengua culta internacional: la lengua de la diplom acia y la len­
gu a de la ciencia. Posteriorm ente, ha sido in flu ida, com o todas las lenguas,
por el inglés, lengua com ún del m u n do entero.
A u n q u e se defiende m ejor qu e otras. Y no tiene guerras políticas den ­
tro que sean significativas.
282 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

EL IT A L IA N O Y LAS LEN GU AS DE IT A L IA

L a situación lingüística de Italia es m u y diferente, no ha habido realm ente


una lengua com ú n hasta el siglo x ix . E llo es por una razón evidente: no ha
habido reino de Italia hasta entonces, hasta 1870. N in g ú n reino m edieval,
tras los pasajeros de ostrogodos y lom bardos. Solo los reinos de N ápoles y
el Piam onte, la república de Ven ecia (entre otras), señorías, ciudades, d u ­
cados, la C iu d ad V atican a de los papas, etc. Se crearon m últiples dialectos,
qu e con vivían con el latín y algunos de los cuales llegan, más o m enos v i­
vos, hasta hoy.
Eso sí, desde el siglo x iv dom inaba en la literatura el dialecto florentino
de D an te, B occaccio y Petrarca, d ifu n d id o am pliam ente y base del italiano
com ú n . U n caso en parte d iferen te de los anteriores. A u n q u e el del ale-
m án com ún no es m u y disím il. Y ya m uy anteriorm ente, en G recia, hem os
visto cóm o el dialecto hom érico abrió el paso al jónico y el ático y este a la
koiné. E n definitiva: la gran lengua com ún italiana es m u ch o m ás reciente
qu e la castellana y la francesa. Y apenas fue exportada fuera de E uropa.
En fin, una especie de protoitaliano está, en el siglo ix, en el Indovinello
Veronese; y en un texto notarial, en el siglo x, en M ontecassino. H a y luego
textos provenzales en el x ii, sicilianos en Sicilia, en el xm , bajo F ederico II.
D e alguna m anera enlazan con D ante. Sobre el florentino literario volveré.
E l caso es q u e jun to con este y los dem ás dialectos italianos hay qu e si­
tuar lenguas varias no italianas. A sí el sardo, en C erdeñ a, rom ance m uy ar­
caizante, pero no italiano; en la m ism a isla, en A lg e ró , el catalán. D ialectos
retorrom ánicos al norte, junto a la frontera suiza («ladino dolom itico»).
H ay lu ego alem án en B olzan o y otros lugares vecinos: albanés y grieg o en
C alabria. E l fran cop roven zal y el francés, en el valle de Aosta. T o d o s estos
dialectos están siendo absorbidos por el italiano com ún. E l croata se habla­
ba en la zona p róxim a a Trieste, que hoy ha pasado a C roacia.
E igual están siendo absorbidos los dialectos italianos: los del norte (vé­
neto, piam ontés, lom bardo, genovés, romañol); los centrales (toscano, ro­
mano); los del sur (napolitano, siciliano).
E l italiano com ún es, com o he dicho, el toscano arcaizante, literario,
que poco a poco fue im poniéndose por obra de los grandes escritores cita­
dos, im itados en toda Italia. L o eligieron tam bién M aq uiavelo y C astiglio-
Las grandes lenguas comunes de Europa i 8!

ne y lo defendía Pietro Bem bo, q u e era veneciano. E ra hablado e im itado


en Inglaterra y en toda E u ro pa en el siglo x vi, ejerció influencia sobre el
francés, el español y las dem ás lenguas — y tom ó, a su vez, préstam os.
A c a b ó de lan zar al toscano com o lengua literaria M an zo n i, qu e era m i-
lanés, ya en el siglo xix: reh ízo su novela I promessi sposi para ponerla en
toscano. R ealm ente, hasta el siglo x ix no se gen eralizó , com o italiano co­
m ún hablado, el qu e llam am os italiano.

LAS GRANDES LE N G U AS G E R M Á N ICA S

Y a he hablado páginas atrás de su historia y de sus grupos y lenguas princi­


pales. E n realidad, la explosión del germ ánico com ún en una serie de sub-
grupos y de estos en lenguas y dialectos es paralela a la que hem os visto en el
caso del latín, con una diferencia: que la del germ ánico debió de tener lugar
a finales del segundo m ilenio antes de C risto, luego progresó con la expan­
sión hacia el sur desde el siglo v m a. C .; la del latín desde el siglo v i d. C .
L a prim era fue más fácil porque se trataba de tribus varias q u e se dis­
persaban y no tenían que lu ch ar contra una lengua escrita, com o en el caso
de la fragm entación del latín.
Y a he hablado de los grup o s del nórdico, el germ án ico oriental y el oc­
cidental. D e n tro de cada uno hubo m u y diversos dialectos. A q u í nos ocu ­
pam os solo del estado actual, qu e presenta solam ente cuatro «grandes
lenguas»: el alem án (derivado del alto alem án), el neerlandés (derivado
del bajo alem án), el inglés (producto de la m ezcla de elem entos g e rm án i­
cos occidentales y de otros latinos y franceses) y el nórdico, con variantes
nacionales.
T o d a s las grandes lenguas germ ánicas deben su origen, en d efin itiva, a
la consolidación de un antiguo dialecto (o una m ezcla de dialectos) com o
lengua nacional. T ie n e que ver, tam bién, con su form a escrita y con el na­
cim iento de una literatura nacional. Igual qu e en los casos anteriores y en
los que nos quedan p or ver.
L im itá n d o m e a las lenguas m odernas, com o hago en este capítulo, ten­
go que señalar qu e las «grandes lenguas» de las qu e ven go hablando están
principalm ente en el germ án ico occidental. E l g ru p o oriental, representa­
2§4 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

do históricam ente p or el gótico, acabó por perderse. E l nórdico se conser­


va, pero ofrece unas características m uy especiales.
Está escindido en lenguas próxim as entre sí, continuación en realidad
del an tigu o nórdico, cuya expresión m ás antigua para nosotros es el anti­
gu o islandés, del siglo x n . E ra llam ado «danés», y el danés fue la lengua
más usada por los pueblos nórdicos, a excepción de variantes com o la cita­
da y la lengua de los vikingos, que aterrorizaron a Eu rop a desde finales del
siglo v iii. E n fin, el hecho es que no existe hoy una lengua nórdica com ún,
aun qu e los hablantes de todas ellas se entienden entre sí: no están m u y di­
ferenciadas. P ero sobre base nacionalista se han diferenciado sueco, norue­
g o e islandés y sus respectivas literaturas: el proceso de siem pre, pero sin
llegar a la creación de una lengua com ú n para todos. H ay, en definitiva,
una especie de «nórdico» pero diferenciad o en ram as varias.
El alem án, en cam bio, es la lengua com ún de un am plio abanico de p ue­
blos germ ánicos occidentales, poseedores de dialectos propios, pero d o m i­
nados por el superestrato del «alem án». Esos pueblos desbordan A lem an ia
propiam ente dicha: se hablan dialectos germ ánicos y alem án com ún tam ­
bién en A u stria, S u iza, norte de Italia y otros lugares. Pero solo en A le m a ­
nia y estas zonas lim ítrofes se ha extendido el alem án com ún, que, com o he
señalado, históricam ente es uno de los derivados del alto alem án. H ay,
pues, alto alem án com ún y, bajo él, diversos dialectos alto y bajo alemanes.
O tros derivados del alem án (del anterior a la segunda m utación conso­
nantica del alto alem án) son el neerlandés y el flam enco, así com o el inglés.
V o lv e ré sobre ellos. H ay, pues, tres «grandes lenguas germ ánicas» de cate­
goría cultural y política (aparte de las nórdicas, ya m encionadas).
L a historia del alem án com ún es m ás o m enos esta. Los germ anos occi­
dentales, escindidos en m u ltitud de dialectos, perdieron estos cuand o atra­
vesaron la frontera del Rin. F u ero n sustituidos por el latín y sus derivados.
P ero en torno a la línea de separación del im perio de C arlom agn o , cuando
este se d ivid ió a su m uerte, en la parte oriental siguieron p ro liferan do dia­
lectos varios del germ án ico occidental: los del bajo alem án, que se quedó
en la prim era m utación consonántica, y los que hicieron la segunda m u ta ­
ción. Estos dieron testim onios escritos desde el siglo v m , sobre todo desde
el ix con el gran poem a épico de los N i be tungos, la lírica de los minnesinger,
etc. A u n q u e la prosa fue por un tiem po solo en latín.
Las grandes lenguas comunes de Europa

F u e L u tcro quien decidió, en su traducción de la Biblia ( i 521 -1522), em ­


plear la lengua que le era próxim a, la de T u rin g ia , un dialecto alto alem án
q u e pensaba qu e era fácilm ente com prensible en todas partes. Es una len­
gu a qu e penetró lentam ente en A u stria y S u iza en los siglos x v ii y xvm y
fue adoptada en el x ix por la cancillería prusiana. P oco a poco se convirtió
en lengua estándar o com ú n de una población qu e hablaba m últiples dia­
lectos. Este es el qu e hoy conocem os com o alem án.
Su difusión fue un fenóm eno anterior al del italiano y m u y posterior al
del griego y al del latín: tu vo lu gar en espacios m ultidialectales y no u n ifi­
cados políticam ente, aun que sí culturalm ente, al m enos en parte. Fueron
lenguas literarias de un sector dentro de espacios m ucho m ás am plios las
que se im pusieron com o com unes. F enóm eno diferente al del castellano y
el francés, pequeños dialectos cuya difusión política y literaria m archaron
unidas. U n idas igualm ente al proceso de crear una nación com ú n , pero de
lím ites lingüísticam ente laxos (som etidos a hechos históricos). Y con com ­
petencia, dentro, entre la nueva lengua com ún y los antiguos dialectos.
C o m o se ve, los hechos se repiten en la historia lingüística. Y en la histo­
ria toda, com o he señalado en otro lu gar.9
Por supuesto, esta gran lengua com ún, que había estado som etida en
fecha antigua, com o todo el germ ánico, a la influencia del latín (ya he ha­
blado de ello), sufrió lu ego otras varias influencias, sobre todo, sucesiva­
m ente, las del italiano, el francés y el inglés. Es el proceso de unificación de
las lenguas de E u rop a del qu e he hablado.
A l tiem po, han con tin uado hablándose varias lenguas germ ánicas, de
alto y bajo alem án, en la zona de la llanura del m ar del N o rte y el Báltico,
en Baviera, en A lsacia y Loren a, en S u iza, etc. Y hay el yiddismh, lengua
viajera de los judíos, com o se sabe.
C o n esto quedan fuera las otras dos «grandes lenguas» germ ánicas de
las que he hablado. M e refiero, en prim er lu gar, al neerlandés (es decir,
lengua de los Países Bajos), que en H olan da se llam a dutch, palabra idén ti­
ca a deutsch «alem án» (esto es, «lengua del pueblo»); en B élgica y Francia
se llam a flam enco. Se trata, sim plem ente, de un dialecto bajo alem án que
al independizarse los Países Bajos del Im perio español se con virtió en len ­
gua nacional — y desarrolló una cultu ra nacional— . V icisitud es políticas,
a saber, la creación de B élgica (1830) y la incorporación a ella de una parte
286 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

de esta región (Gante, Brujas), h izo cam biar el nom bre más que la realidad de
la lengua. M ientras qu e al norte del R in y del M osela se hablan variantes
germ ánicas que no son el neerlandés.
E n fin, la lengua com ún neerlandesa viene de este contexto original: de
la independencia y de una notable literatura. H a habido, luego, in flujo
francés e inglés.
F in alm en te, el inglés, tras aportaciones celtas y latinas (estas recurren ­
tes y m u ch as d e ellas cristian as, co m o he ap un tado), n ació d e una fusión
de dialectos germ án icos nórdicos y occidentales previos a la segun da m u ­
tación consonántica del alto alem án: los jutos, los anglos, los sajones y los
frisones de los que he hablado. T am b ié n he m encionado las aportaciones
posteriores danesas (a partir de las invasiones vikin gas desde 787) y n or­
m andas (tras la invasión de G u ille rm o el C on qu istad or en 1066).
T o d a v ía se distinguían, en el siglo v m , los diferentes dialectos germ án i­
cos en algunas zonas de Inglaterra, y quedan huellas de ello. E n otras con­
tinuaban hablándose dialectos celtas.
H u b o lu ego una fusión de los dialectos germ án icos. E n realidad, el in­
glés, conservado siem pre por las clases inferiores m ientras que los nobles
hablaban el francés de los n orm an d os, solo ocu pó un prim er plano, por
una reacción nacionalista, desde el siglo x m . P ero antes había h abid o ya
testigos del an tiguo inglés, com o el poem a épico B eow ulf, de origen oral,
que se fecha en el siglo v m . L u e g o , pese a una intensa latin ización desde
el siglo x v , de la q u e ya he hablado, a p a rtir del siglo x v i h u b o un e n o r­
m e e sfu e rzo para crear una le n g u a re g u la riza d a : en la o rto g ra fía (desde
J. H a rt, 1568) y la gram ática (sobre todo B. Johnson, 1640), tam bién en el
léxico (sobre todo en el siglo x v m , d iccion ario de S. Johnson). T o d o ello
sobre el m odelo de las lenguas y gram áticas europeas, y, a su vez, sobre el
m odelo latino.
El inglés es, pues, una lengua m ixta. M uy latin izad a y afrancesada, y
con un alto índice de innovación, en el sentido de la m áxim a sim plificación
morfológica pero de una complicada fonología.1" Y con gran intervención cul­
ta en su plasm ación definitiva.
H u b o , den tro de ella, la introducción desde el siglo xvi de nuevos tér­
m inos italianos, franceses y españoles. E l inglés, por otra parte, tu vo ya una
im portante literatura en este siglo.
Las grandes lenguas comunes de Europa 287

P ero fue la expansión m ilitar de Inglaterra la que llevó, desde el si­


g lo x v i, a la im plantación, lu ego el dom in io o casi dom in io, del inglés en
G ales, Escocia e Irlanda. A partir de finales de este siglo, pero sobre todo
desde 1607, llegó el inglés a A m é rica, cuyo dom in io hubo de disputar a ho­
landeses y franceses, aparte de los españoles. Y se expandió tam bién, com o
se sabe, por todo el m undo. N o solo com o lengua hablada en m uchos n ue­
vos Estados de origen inglés a lo largo y ancho de él, sino com o «segunda
lengua» m undial. H ablaré lu ego de esto.
P o r tanto, el inglés com ú n o están dar es un dialecto un tanto d ife re n ­
te de las otras gran des lenguas q u e nos han ocu p ado. En p arte es igual: es
la le n g u a u n ificad a de un reino y un im perio. P ero no d eriv a de un m ín i­
m o rincón, por circunstancias favorables, co m o las otras gran des len ­
gu as. Es una lengua m ixta y lu eg o con vertida en culta y adoptad a p or los
reyes.

LAS GRANDES LEN GU AS ESLAVAS

Está, ante todo, el ruso, pero tam bién son im portantes lenguas com o, en el
eslavo m eridional, el búlgaro, el serbocroata (cuyos hablantes ahora tien­
den a considerar com o dos lenguas aparte); y, en el occidental, el polaco, el
checo, el eslovaco y el sorabo. Y a he dicho en otro lu gar qu e en el oriental
jun to al ruso están el ucraniano y el ruso blanco.
H em os estudiado ya, a lo largo del libro, las características m ás im p o r­
tantes de las lenguas eslavas: su tipología, su relación con el báltico, la in­
troducción del alfabeto y el in flu jo cultural cristiano y grieg o en B u lga ria y
el reino de K ie v (y latino entre los eslavos occidentales). R ealm ente, toda­
vía en el siglo v d. C . los eslavos n o eran otra cosa qu e una serie de tribus es­
tablecidas entre el D n iep er y el V ístu la. T rib u s q u e form aban alianzas, se
desplazaban, com batían.
A veces, con el tiem po, se convertían en reinos de resultas de conquistas
o unificaciones en torno a tribus y poblaciones varias. Y com batían o asim i­
laban a poblaciones diversas no indoeuropeas: finougrias, turcas (com o los
paleobúlgaros, los k azares, los m ongoles, los tártaros), germ anas (los vi­
kin gos sobre todo). L os eslavos eran la «cola» de las oleadas indoeuropeas,
288 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

una «cola» com batida o in filtrada por pueblos diversos y qu e llegó m uy


tarde a la sede qu e hoy le conocem os.
Solo con el tiem p o fueron creándose reinos, com o el bú lga ro desde el
año 681, antes el de la G ran M oravia, luego, desde el siglo x, los de K ie v y
P olonia; son m ás tardíos los de Serbia (im portante en el siglo xiv) y M oscú
(lo fue desde el xv). Estos reinos fueron m odelados, en parte al m enos, por
los in flu jos de la A n tig ü ed a d y la tradición cristiana. Se crearon palacios,
así los de Plisca y Preslav, en B ulgaria, im itación de los de C on stan tino-
pla. Y ciudades, con tin uación de las rom anas, com o en Sofía y P lo vd ik en
B u lgaria, o nuevas, com o P raga, C ra co via y P o zn an , de los siglos ix o x. Y
su rgieron una literatura (ya hablé de ella) y un arte im portantes, con ti­
n uador tam bién él del bizan tin o. E l m ás an tigu o y esplendoroso fue el de
K ie v , qu e allí llegó a través de B ulgaria. Pero hu bo in flu jo latino en O c c i­
dente, com o ya he d ic h o .11
D e la existencia de estos reinos deriva, com o en otros lugares, la existen­
cia de lenguas nacionales o com unes. Son recientes, posteriores a la crea­
ción de los reinos en cuestión. A u n q u e a base de com binar el an tiguo es­
lavo o eslavo eclesiástico, aquel al que C irilo y M etodio tradujeron los
Evangelios en el siglo ix, con variantes locales, cada v ez más p repon deran ­
tes. T o d a v ía hacia el año iooo las lenguas eslavas eran com prensibles entre
sí, solo con la caída de los yers o vocales ultrabreves com en zaron a d iferen ­
ciarse más y más.
Por otra parte, hay que tener en cuenta dos factores que afectaron a la
diferenciación. U n o, el aislam iento del eslavo m eridional, por causa de
la interposición del hú n garo y el rum ano. O tro, el hecho ya m encionado
del fuerte in flu jo germ án ico y cristiano occidental sobre una serie de len ­
guas, las eslavas occidentales.
A sí, la creación de lenguas unificadas solo en parte siguió el m odelo que
ya conocem os, el de la extensión de una lengua local por causa de su poder
político, m ilitar o cultural. Solo este últim o factor lo encontram os en B u l­
garia, en donde se escribió el eslavo eclesiástico, del cual derivó el b ú lgaro
m oderno. T am b ién in flu yó, com o acabo de decir, en todas las lenguas (no
en las de O ccid en te desde el cism a de Focio). E n los dem ás casos nos en ­
contram os, sí, con reinos, pero reinos que englobaban poblaciones y dialec­
tos varios que solo poco a poco fueron unificados.
Las grandes lenguas comunes de Europa 289

Reinos de fronteras cam biantes, a veces lu ego desaparecidos (el de la


G ra n M oravia y el de la Rusia de K ie v) o expandidos luego, así el de P olo­
nia. E n form a gigantesca, ya en fecha m oderna, la Rusia de M oscú: desde
Iván el G ran d e hasta finales del siglo x v, hasta C atalin a, a finales del x vm .
L o qu e era un pequeño dialecto local, que introducía algunas form as en
textos en eslavo eclesiástico en el siglo x i, se con virtió en una gran lengua
m u n dial que eclipsó los dialectos de K ie v , N o v g o ro d , Rostov (de d o n d e en
prin cipio dependía Moscú) y a los dem ás.
Pero nunca llegó a haber un dialecto paneslavo, com o el rom ano-ger­
m ánico, que legó una lengua a A lem an ia, A ustria y regiones lim ítrofes. La
Rusia de M oscú llegó dem asiado tarde para ello, pese a los m ovim ientos
paneslavistas. H abía ya lenguas nacionales eslavas, las m encionadas y
otras; algunas rechazaron, com o ya sabem os, la religión ortodoxa, y re­
ch azarían luego el protestantism o. A u n q u e la cultu ra occidental, y con ella
elem entos lingüísticos de la m ism a, penetró, con paso desigual, en los paí­
ses eslavos; p rim ero en P olonia, C h e q u ia y C ro acia, en Rusia desde el si­
g lo x v m , a partir de Pedro I.
A h o ra bien, sería conveniente señalar cóm o los m ovim ientos de crea­
ción de lenguas nacionales, el más exitoso el más tardío, el del ruso, fueron
preparados a lo largo de la historia de las lenguas eslavas por una serie de
acontecim ientos que se sucedieron. F ueron, diríam os, una serie de ensayos.
A propósito de la difusión de la versión eslava del alfabeto g rieg o y de la
literatura, prim ero de traducción, lu ego propia, escrita con él, he expuesto
las circunstancias del viaje a M oravia en el 863 de C irilo y M etodio, llam a­
dos por el rey Rostislav, qu e pidió el envío de m isioneros al rey b ú lgaro B o­
ris, lu ego M iguel cuando se bau tizó en el 865. H em o s visto qu e se trataba,
en definitiva, de prom over una cultura eslava con una iglesia y una lengua
propias: de crear para los prim eros reinos eslavos una lengua propia, basa­
da en el eslavo eclesiástico recién cread o y qu e era m ás o m enos entendido
p or los hablantes de lenguas eslavas poco diferenciadas entre sí.'a
F u e el reino de M oravia, pues, el prim er gran reino eslavo y el prim ero
q u e, con ayuda de los búlgaros, m ás próxim os a los griegos, intentó intro­
d u cir una lengua unificada basada en textos escritos. Pero M oravia — qu e
en sus m ejores m om entos se extendía de B ohem ia a Polonia— estaba suje­
ta a una gran presión por el Im perio rom ano-germ ánico. L os m isioneros
290 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

fueron perseguidos y tuvieron qu e regresar a su patria, don de fueron aco­


gidos por Boris, el futuro M iguel. N o m u ch o más tarde, en el 906, el reino
de M oravia desapareció, conquistado por los hú n garos.'3
En B ulgaria, en cam bio, el m ovim ien to tuvo éxito: se logró, tras arduas
n egociaciones con Rom a y tras el cism a p rom ovid o por F ocio en B izan cio,
una iglesia autocéfala con lengua eslava propia. Esto cu lm in ó en la época
del rey Sim eón (893-927). H u b o una gran expansión en M acedonia y otros
lugares, una asim ilación de la población paleobúlgara (turca), el fin del po­
der independiente de la nobleza, la im posición del poder del rey sobre un
Estado u n ificado y un gran su rgim iento de las artes, las ciudades, la litera­
tura. E n Preslav sobre todo, tam bién en O crid a por obra de C lem en te, dis­
cípulo de C irilo . Y a he dicho algunas cosas sobre la literatura bú lgara de
traducción y las obras originales.
P ero B u lgaria tenía sus lím ites. El gran en fren tam ien to con B izan cio
term in ó en la con quista bizan tin a en 1018; cuand o B u lgaria fue restable­
cida en 1187 era ya dem asiado tarde. A dem ás, B u lgaria estaba separada
de los eslavos del norte y este por una franja de Estados no eslavos, y al
oeste tenía rivales en M acedonia y Serbia. F ue enorm e el peso, sobre todas
las lenguas eslavas, del eslavo eclesiástico y de todo el in flu jo grecocris-
tiano q u e ven ía con él; pero, a la larga, las diferentes lenguas (tam bién el
búlgaro) fueron aligeran d o ese peso, introdu cien do cada v e z más las fo r­
mas populares.
A sí, la creación de lenguas nacionales eslavas en Estados u nificados,
centralizados y poseedores de una lengua literaria, m odelo que ya conoce­
mos, fracasó p or dos veces. A u n q u e no del todo. L o ensayado en M oravia
se cum p lió en Bulgaria. Y lo puesto ya en práctica en B ulgaria fue con ti­
n uado en el reino de K ie v , com o ya hem os adelantado.
En torno a K iev fue unificado un vasto reino, en un espacio que llegaba
de los C árpatos al Báltico. Este Estado tenía antecedentes en tribus n um ero­
sas que form aban grupos tribales, así junto al V o lga , y que se interpenetra-
ban, pacíficam ente o no, con los varangios escandinavos y los kazares turcos.
En este am biente y aprovechando el vacío dejad o por la G ran M oravia,
fue el príncipe nórdico nom brado en eslavo Svyatoslav y m uerto en el 972
el que fundó el nuevo Estado con sede central en K iev, destruyendo a los k a ­
zares turcos y llegand o al V o lga . F u e su hijo V la d im ir (980-1015) el que
Las grandes lenguas comunes de Europa 291

creó una organización estatal y un código, se con virtió al cristianism o y


abrió su reino al influ jo cristiano-bizantino. A sí siguió con su hijo Y ero s-
lav, fu n d ad o r de la catedral de Santa Sofía en K ie v.
P ero con ven dría recordar qu e, antes de todo esto, había habid o un
K ie v cristiano, con un obispado fun dado por el patriarca F o c io en torno
al 864. Pero fue destru ido hacia el 880 por un príncipe ruso, pagan o, O leg,
ven id o de N o v g o ro d . S iguiero n Igor y su viuda O lg a , m adre de S vyatos­
lav: rein tro du jo el cristianism o. P ero el reino de K ie v , tan cristian izad o y
helen izad o y patria de una im portan te literatura, se desintegró a com ien ­
zos del siglo x ii.
F u e sustituido por pequeños Estados in dependientes, el m ás im por­
tante el de N o vg o ro d , fu n d ad o en 1136. H abía resultado ser solo una eta­
pa m ás en el cam in o de la creación de un gran E stado y una gran lengua
eslava oriental.
F ue el tercer intento, tam bién fracasado, de crear un gran reino eslavo,
aun qu e este era ya solam ente oriental, otros com petían con él. S igu ió un
largo y peligroso período en el siglo x m , con dispersión del poder, invasio­
nes m ongolas, dom in io tártaro de la H o rda de O ro en un vasto territorio.
F u e ya en el x iv cuando com en zaron a levantar la cabeza las ciudades ru­
sas, entre ellas M oscú, no la más im portante de ellas hasta el siglo xv.
Pero antes de seguir hay que decir algunas cosas sobre las fases antiguas
de las lenguas eslavas. Por una parte, había diferencia entre los alfabetos: el
glagolítico predom inaba, por ejem plo, en Bohem ia; el cirílico, en Bulgaria y
otros lugares; el latino se im puso en los países de influencia germ ánica, com o
ya sabemos. Por otra, dentro de textos en eslavo eclesiástico (que, por lo de­
más, han llegado a nosotros la m ayor parte de las veces en m anuscritos más
recientes) aparecen, sutilm ente, diferencias dialectales: en especial en la fo­
nética, pero tam bién en la m orfología y en el léxico. Desde luego en M ora­
via, pero sobre todo en el eslavo oriental y, dentro de él, en el ruso de K ie v y
en los rusos posteriores, en torno a N o vg orod y luego a M oscú.'4 Los otros
dialectos del eslavo oriental quedaron relegados a los m árgenes del ruso.
U n a v ez m ás, fue la expansión m ilitar de un reino que era en el com ien ­
zo una pequeña ciudad la que aseguró un vasto territorio, lo que trajo com o
consecuencia la necesidad de una lengua com ún. U n a lengua que discipli­
naba y unificaba la popular con la tradición del eslavo eclesiástico. E l reino,
292 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

com en zad o a principios del x v con V asilio I y II, se expan dió a finales del
m ism o siglo con Iván III (1462-1505) hacia el este, el sur y el oeste. C o n ­
quistó N o v g o ro d y disputó las fronteras a lituanos y polacos.
A l contrario de lenguas com unes fundadas de una v e z a partir de pe­
queños lugares — com o el francés y el castellano— aquí hemos presencia­
do experim entos sucesivos para crear una lengua nacional com ún. F ueron
varias: algunas desaparecieron, otras siguen hoy vivas. E l ruso es, sim ple­
m ente, hablado por el m ayor núm ero de personas y en la m ayor extensión,
tam bién la lengua de la nación más poderosa de la zona.
Iván casó con una sobrina del últim o em perador bizan tin o y consideró
M oscú, una v e z caída Constantinopla ante los turcos en 1453, com o la nue­
va Rom a. El y sus sucesores llenaron el K rem lin de catedrales y el país de
m onasterios de estilo bizantino. Se llam aron zares, del n om bre del César.
Rusia era un im perio.
Esta es la Rusia que, ya en el siglo x v m , Pedro I occidentalizó en torno
a su n ueva capital, San Petersburgo, en el Báltico. Y que C atalin a expan ­
dió a costa de los tártaros y los pueblos de Siberia. C rearon una gran len ­
gua u n ificad a, que pronto tu vo una literatura propia, som etida a los in flu ­
jos occidentales.
H u b o, pues, en el m u n do eslavo una serie de intentos sucesivos para
crear una g ran lengua, sobre la base de un gran reino o im perio y con in flu ­
jo p rim ero bizan tin o, lu ego occidental. L a línea principal es la qu e he tra­
zado, hu bo otras paralelas que crearon lenguas nacionales en Serbia, P olo­
nia, B ohem ia, C ro acia, etc. Y desarrollaron literaturas, sobre todo en los
siglos χ ία y xiv: tam bién, durante m ucho tiem po, a base de traducciones y
obras religiosas, pero tam bién históricas, épicas, líricas y de sabiduría.
N o hubo nunca una unificación lingüística de los eslavos, com o tam po­
co de los germ an os ni de los celtas. Igual que, disuelto el latín, las unifica­
ciones lingüísticas qu e siguieron fueron diversas, alguna tan tardía com o la
de Italia. Y siem pre, tanto en territorio latino com o en el celta y el germ á­
nico, al lado de la lengua com ún, difundida por el poder regio y la literatu­
ra, qu edaron otras más o m enos sum ergidas: dialectos o lenguas que se­
guían hablándose en sectores locales o sociolingüísticos o am bas cosas.
H a habido, pues, en Europa, unificaciones lingüísticas secundarias de
lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas, en distintas fechas y lugares. N u n ­
Luis grandes lenguas comunes de Europa

ca una unificación total dentro de ninguna gran ram a lingüística. T o d o es­


tu vo condicion ad o por los poderes regionales cuando se hicieron am plios y
la literatura (y el arte) acom pañaban esa difusión. L a lengua com ú n de más
am plia difusión fue la rusa, com o he dicho, pero he señalado tam bién que,
pese a todo, q u edó encerrada dentro d e unos límites. Y con dialectos próxi-
m os al oeste y el sur.
M ás allá, seguían lenguas nacionales eslavas qu e he m encionado. Y las
bálticas, las germ ánicas, el rum ano y el griego. L a vía n orm al de expansión
era hacia el este, a expensas de lenguas no indoeuropeas, hasta el Pacífico.
Es lo qu e sucedió.
Pero hay una excepción, que es G recia: allí hay una sola lengua unifica­
da y com ún, cierto que en un espacio lim itado. D e ella voy a hablar, y de
sus precedentes.

E L GRIEGO M ODERNO

Im posible hablar del grieg o m odern o, una lengua u n ificad a iden tificada
con el su rgim ien to del E stado g rie g o en 1830, sin decir a lgo de sus prece­
dentes antiguos y m edievales. T a n im posible com o hablar de las lenguas
rom ánicas sin hablar del latín. L a gran di te rene ia es que el latín se fra g ­
m entó, ju n to con el Im perio rom ano, naciendo de él las diferentes lenguas
rom ánicas, m ientras qu e el g rie g o no se fragm en tó. Y ello p orqu e política
y cu ltu ralm en te el Im perio b izan tin o se m an tu vo intacto, aun qu e dism i­
nuido, hasta 1453.
Esta es la gran diferencia. Y tam bién otra: que las lenguas rom ances na­
cieron, está bien claro, de la fragm entación del latín hablado o popular, y
hu bo lu ego procesos secundarios de creación de lenguas nacionales en tor­
no a las nuevas naciones y las nuevas culturas; y procesos de in flu jo del la­
tín culto en las lenguas rom ánicas y en todas las lenguas europeas. E n cam ­
bio, el grieg o m oderno heredó la unidad del grieg o culto o katharévusa de
la lengua escrita bizan tin a, pero en realidad predom in ó en él la dim otikí o
lengua popular, tam bién con fuerte in flu jo de la prim era. A veces, a partir
del in flu jo del grieg o antiguo, ático o kpiné, en todas las lenguas europeas.
Y a he hablado de ello.
294 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

Y tam bién de que la historia del g r ie g o — una lengua q u e ha pervivid o


hasta hoy, com o el chino, desde el año 1500 a. C .— es sum am ente com ple­
ja, con alternativas de dispersión y unificación. En m i Historia de la lengua
griega, tantas veces citada ya, he hablado en detalle de ello. A q u í daré solo
algunos rasgos generales.
En la A n tigü ed ad el griego ava n zó desde una m ultiplicidad de dialec­
tos, ya locales y conocidos sobre todo por vía epigráfica, ya literarios e in­
fluidos en definitiva por H om ero, hasta el predom inio del jónico — un
predom inio tam bién literario— y luego el del ático, la lengua de un gran
im perio, la Liga M arítim a ateniense. U na lengua de im portancia política
al tiem po que cultural. Pero A tenas, al final, perdió las guerras — contra
Esparta, contra M acedonia y contra R om a— pero su dialecto triunfó. Se
difun dió por toda G recia y por lo que era la expansión de G recia al otro
lado del M editerráneo y en torno a él.
O sea: hubo un griego unificado por razones tanto culturales com o po­
líticas y militares. A partir de un m om ento fueron los m acedonios, con F i-
lipo, A lejan d ro y los demás, los que difun dieron el ático, qu e en su varian ­
te, la kpiné, se convirtió en lo que esta palabra significa: la lengua com ún.
C on sus variantes hablada y escrita, y am bas, a su vez, con variantes a lo
largo del tiem po y de las modas. F u e la lengua de las m onarquías helenísti­
cas y del O rien te griego del Im perio rom ano. Por tanto, en G recia hubo el
prim er m odelo, en Europa, de la im plantación de una lengua com ún y g e ­
neral a partir de un poder político y un poder literario, si vale la expresión.
Pues bien, ya he adelantado que el m odelo de la dispersión, el del latín
y, tam bién, de los troncos com unes del indoeuropeo — germ án ico, celta,
eslavo, etc.— no funcionó aquí. Porque continuó, durante largos siglos, un
poder político unificado: político y religioso, encabezado por el em perador
y el patriarca. Sin duda, la reducción territorial del griego — prim ero con
la pérdida de la India e Irán, por obra de indios, partos y sasánidas, luego
de E gip to y casi toda A sia por obra de árabes y turcos— h izo que el im pe­
rio se concentrase en la defensa de sus fronteras, tam bién la del norte, ata­
cada por los búlgaros, dentro de un territorio reducido. Lejos de desinte­
grarse, floreció el griego culto otra v ez desde el siglo ix y lu eg o en el xiv.
Y el griego culto, la katharévusa, fue prácticam ente la única lengua es­
crita, la popular la conocem os por pequeñas muestras. Y los dialectos po-
Las grandes lenguas comunes de Europa

pillares locales apenas se escribieron, en realidad tuvieron un poco m ás de


vid a en las zonas alejadas del poder directo b izan tin o por obra de ven ecia­
nos o de francos. Y por poco tiem po. A l contrario de lo que sucedió con los
dialectos latinos vulgares, qu e crearon nuevas lenguas."5
C o n todo, hubo un elem ento om in oso en la historia de G recia que pudo
haber produ cid o una dispersión dialectal paralela a la que provocaron, en
España, la conquista árabe y la Reconquista. N o fue así: el g rieg o más o
m enos próxim o a la antigua koiné se conservó, bajo la turcocratía, en la en­
señanza religiosa y culta en gen eral, al lado de la lengua popular. Y la rebe­
lión contra el turco fue cosa de d ie z años, de 1820 a 1830, no com o en Espa­
ña, don de la R econquista du ró casi ocho siglos y m archó a su paso en cada
región. Y el latín no existía sino entre los cultos, dom inaba la lengua v u lga r
o popular, con sus variantes.
A sí, cuando, tras el do m in io bizan tin o y lu eg o el turco, llegó una nue­
va unidad, la de la G recia m odern a, qu e los europeos veían com o una nueva
G recia antigua (los griegos más bien com o un n uevo B izancio), junto a este
n u evo poder unitario h izo falta una nueva lengua tam bién unitaria. Esta
fue el qu e llam am os grieg o m oderno, en realidad una síntesis de dialectos
populares de tipo m eridional, en torno al grieg o de Atenas, don de, tras
N a u p lio n , se estableció la capital.
N o es cuestión de recordar aq u í la larga lucha entre los partidarios de la
katharévusa y los de la dimotify, con el triun fo de estos, pero con adm isión
de form as abundantes de la lengua culta. L os dialectos locales han con ti­
nuado, pero están en decadencia y no tienen fu erza para discutir al griego
u n ificado el papel central.
H a habido, pues, una unificación a partir de elem entos varios, unifica­
ción vinculada, una v ez más, al poder político y al uso literario. A u n q u e en
este ha habido y hay variantes.

C O N CL U SIO N E S

H e hablado de «grandes lenguas» por un criterio relacionado sobre todo


con el n úm ero de hablantes, qu e con frecuencia va u nido al peso político y
cultural de lenguas y naciones en la historia m u n dial. Son criterios que
Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

pueden resultar, en alguna m edida, subjetivos. F.l hecho es que, a lo largo


de la historia, ha habido una evolución relativam ente u n iform e (pero no
en la cronología) en el panoram a evo lutivo de las lenguas de Europa.
Podernos seguir estas lenguas más o m enos retrospectivam ente hasta
estadios prim itivos en que p ululaban pequeñas lenguas tribales o de g ru ­
pos de tribus, lenguas em parentadas dentro de vastos grupos que llam a­
mos «griego com ún », «germ ánico com ún», «eslavo com ún», etc. G rup o s
con toda clase de transiciones internas y de transiciones entre unos grupos y
otros. H e d ad o ejem plos.
Este estadio tribal era de cronologías diferentes: en torno al 2000 a. C . el
del griego, al 500 d. G. el del eslavo. Esas diferencias dependen a su v ez de la
cronología de las invasiones asiáticas, que son la base de nuestras lenguas
europeas: son casi siempre de pueblos indoeuropeos (pero no los m ism os que
bajaron a A natolia, 1 rán y la India), a veces ya sabemos que no indoeuropeos.
E l caso es que hem os de contar con agrupaciones de tribus y de sus d ia­
lectos, con escisiones tam bién. Pero no podem os trasladar a fecha antigua
estadios en q u e la lengua está al servicio de una nación, un Estado o un rei­
no y de su cultura, en que esa lengua se escribe y está m u y n orm alizada.
Este segundo estadio es el qu e se alcan zó prim ero en G recia, aun qu e un
griego usado por todos y n orm alizad o llegó solo con el ático y la kenné hele­
nística; y luego en R om a, sobre todo a partir del siglo π a. C .
El n uevo grieg o com ún — para distin gu irlo del prehistórico, conjunto
de dialectos próxim os situados al norte de G recia y que luego, a partir del
año 2000 a. C ., penetraron en ella— nació, com o he dicho, de la superiori­
dad cultural d e A tenas, im itada por todos, y de la potencia m ilitar y con ­
quistadora de m acedonios y griegos. Paralelam ente, el latín de R om a, pu­
ram ente local al principio, se con virtió en la lengua de Italia y de gran
parte de las naciones m editerráneas a partir de las conquistas de R om a, so­
bre todo desde el siglo n i a. C . Y del crecim iento de su cultura, una cultura
helen izada, sobre todo desde el siglo 11 a. C .
Estas lenguas escritas y más o m enos regu larizadas, cuyo conocim iento
significaba el acceso a niveles sociales superiores y que eran las lenguas de
la adm inistración, el poder y la cultu ra, surgen siem pre de form a m ás o
m enos sem ejante. P o rq u e lo que sucedió cuando se crearon el grieg o co­
m ún y el latín se repitió lu ego en la E dad M edia y aun después: surgieron
Las grandes lenguas comunes de Europa

reinos o Estados qu e necesitaron una lengua com ú n , fijada y unitaria, sim ­


plem ente para funcionar. Estas lenguas regularizadas y cultas corren siem ­
pre parejas con el poder político, m ilitar y cultural qu e se expande a partir
d e puntos gen eralm en te m u y concretos.
A u n q u e , com o hem os visto, hay variantes. E l proceso de creación de
una lengua de civilizació n com o el latín — en lucha, por supuesto, con
otros pueblos y otras lenguas-— se repitió, com o hem os com entado, en lu­
gares tan distantes com o París o la C astilla inicial o M oscú. C la ro qu e en
unos casos a partir de la desintegración del latín, seguida cíe estas nuevas
integraciones; en otros, de grupos de dialectos germ án icos o celtas o esla­
vos. L a base es diferente, pero siem pre se trata de lograr una vasta integra­
ción territorial, social, cultu ral y política.
Y existe la variante de cuand o el m odelo lin gü ístico com ú n es secunda­
rio, com o cuando el alem án de L u te ro se im pu so en un Im perio rom ano-
germ án ico preexistente o el floren tin o se im puso en una Italia que, al m e­
nos en la visión general, existía com o una unidad desde la A n tigü ed ad .
Esta es la línea que he querido trazar, haciendo ver que no se trata de m é­
ritos o deméritos de las lenguas, la suerte de estas ha dependido de la de sus so­
ciedades y de si estas se han organizado de una manera o de otra. H an podido,
así, perderse algunas lenguas, com o tantas europeas de las que he hablado.
Y las lenguas nacionales han pod ido crecer o m en gu ar, ser «grandes
lenguas» o no, según las vicisitudes de la historia. A veces la gran lengua
com ú n se ha creado de golpe, ha crecid o luego; otras ha habido ensayos va­
rios, unos desaparecidos, otros con un papel histórico hasta hoy m ism o.
Pero, tras el grieg o y el latín, ha habido un largo período sin nuevas len ­
guas com unes: estas com en zaron , com o lenguas escritas y regularizadas,
con el eslavo eclesiástico y el anglosajón, en el siglo ix. Siguieron otras, has­
ta el siglo x v iii (el ruso) y el x ix (el italiano).
E n cam bio, otros dialectos o conjuntos cié dialectos, por falta de una
base de poder político, se qu edaron en m eras variantes o dialectos locales,
socialm ente m inu svalorados, cuyos hablantes poseen al tiem po o intentan
poseer la gran lengua nacional creada m ás tarde, la lengua com ún. C la ro
q u e esas valoraciones pueden cam b iar con el tiem p o y la lucha lingüística
(y no lingüística, la lengua no va nunca sola) puede renovarse cuando pa­
recía acabada.
2y8 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

Pero no qu iero q u e d é la im presión de qu e la lengua sea una consecuen­


cia directa del poder. M ás bien es indirecta: la expansión de una lengua se
hace más bien por necesidad social, deseo de integración. C o m o hoy apren ­
dem os el inglés p orque nos es necesario, así se extendió grad ualm ente el
castellano p or España. Y lu ego p or A m érica, no ya por unos pocos decre­
tos. U n caso entre los varios que hem os estudiado.
C o n el crecim iento y decadencia de los Estados sus lenguas crecen y
m enguan. A u n q u e tam bién hay excepciones. C o m o la del griego, supervi­
viente de tantas derrotas, recreado com o lengua com ún una y otra vez. Y
hay las naciones qu e se han in d ep en d izad o de España o Po rtugal o Inglate­
rra y han preferido, aquellas que reunían determ inadas circunstancias,
con tin uar hablando las lenguas de sus antiguas m etrópolis.
A u n q u e n o deja de haber tensiones en, por ejem plo, M éxico, entre el es­
pañol y las lenguas indígenas; o en España entre el español y las otras len­
guas. L a decadencia del poder político central (y el surgim iento del regio­
nal) se refleja en los problem as de la lengua española, por poner un ejem plo.
L a lengua es un elem ento de poder político y social, y las poblaciones
tienden a adaptarse a la qu e más les interesa desde estos puntos de vista y
tam bién desde el cultural. Se puede tam bién, naturalm ente, elegir el bilin ­
g ü ism o o el poliglotism o. Y hay, por supuesto, las reacciones sentim entales
y nacionalistas, sobre todo desde com ien zos del siglo xx. Es pronto para
decir en qué m edida, allí donde las hay, se im pondrán con ayuda de presio­
nes gubernam entales o si cederán ante otras fuerzas, sin du da crueles, que
han estado presentes tantas veces en la historia lin gü ística.16
E n todo caso, creo que ofrece interés estudiar el desarrollo de las u n i­
ficaciones (y disgregacion es) lin gü ísticas en E u ro p a, sus crecim ien to s y
decadencias.
Por otra parte, lo qu e ha sucedido y sucede en Eu ropa no es sino algo
p aralelo a lo qu e sucede y ha sucedido en todo el m undo. A u n q u e Europa
ha sido pionera en la creación de un nivel nacional, que incluye una lengua
com ú n (a veces más de una) y qu e supera el estadio tribal, y el de la con fu ­
sión de m ontones de dialectos dentro de un am p lio territorio sin unidad
política. Es algo qu e p rim ero se logró en G recia y Rom a, luego, paso a
paso, en la Edad M edia. Y más tarde: la últim a de las grandes unificaciones
lingüísticas fue la de Italia.
Las grandes lenguas comunes de Europa

En este caso y en otros, com o el de B ulgaria, el proceso cultural ha ido


por delante del político y el del poder, otras veces han ido juntos. C o m o
cu an d o N eb rija decía que «la lengua es com pañera del im perio». S eg u ra ­
m en te pensaba en Rom a, no solo en C astilla.
H ay que insistir a este respecto en qu e la noción de nación con un Estado
supratribal y dotado de una lengua regularizada y escrita solo poco a poco, y
m uchísim as veces por im itación, ha surgido en otras partes del globo.
D esde los griegos, E u ro p a ha gu iad o estos procesos, dentro de los cuales
la lengua es solo uno de los factores. Im portante, desde luego.
T o d o esto no es obstáculo para hechos com o los problem as entre las
lenguas, su in flu jo recíproco y el in flu jo general de elem entos griegos y la­
tinos qu e hem os estudiado y cuya aceptación ha m arcado durante m ucho
tiem po las fronteras de Europa. A h o ra las rebasan con frecuencia.
2

L A E X P A N S IÓ N F U E R A D E E U R O P A
DE LAS LEN G U AS EUROPEAS

V IS IÓ N G E N E R A L

E u ro p a, com o ya he dicho al com ien zo, no es un concepto lingüístico, ha­


bla lenguas procedentes de A sia , indoeuropeas sobre todo y algun as no in ­
doeuropeas, pero unas y otras em parentadas con lenguas habladas en vas­
tos sectores de A sia. E n la m edida en que las lenguas de E u ropa están
relativam en te próxim as, desde un punto de vista lin gü ístico, es por proce­
sos evo lu tivo s a veces no solo europ eos, a veces sí e xclu siv am e n te eu ro­
peos (al m enos hasta un m om en to). Y por otros, tam b ién europeos, de
base fu n d am en talm en te cultu ral griega y latina.
Europa, aparte de la geografía, se ha ido creando com o una unidad cul­
tural: una unidad con varias evolucion es y varias escisiones, por lo demás.
N u n ca ha llegado a ser una unid ad política (aunque en algun a m edida lo
es ahora). Pero la evolución cultural y la política han in flu ido en la evo lu ­
ción de sus lenguas.
H em os visto que estas lenguas solo grad ualm ente fueron penetrando
de este a oeste, lu ego de norte a sur. E volucion an do, al tiem po, a través de
estadios que hem os estudiado. Pero, sobre todo, creciendo: en espacio geo­
gráfico , hablantes, cultura.
L a s p rim eras gran d es len gu as de cu ltu ra fu e ro n , co m o sabem os, el
g r ie g o y el latín; excuso rep etir sus escisiones y u n ifica cion es, los in flu ­
ios secun dario s q u e ejerciero n . P e ro sí insisto en que o cu p ab an , en un
c o m ie n zo , espacios red u cid os, h u b o lu eg o u na en o rm e expan sión lin ­
g ü ística al tiem p o q u e cu ltu ra l y p olítica. E l m u n d o g rie g o y el Im p erio
ro m a n o fu ero n las p rim eras E u ro pas. P ero E u ro p a creció m ás en la
E d ad M ed ia con los Estados y las len g u a s q u e sabem os, q u e atravesaron

3o1
3<>2 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

diversas fases hasta crista liza r en len g u a s nacion ales, en algu n a s ocasio­
nes g ran d es len guas.
Bien es verdad, tam bién, que Europa y sus lenguas se encogieron a partir
de un m om ento por la presión, en el este y el sur, de árabes y turcos. L u ego
hubo parciales reconquistas. A l final, quedó reducida a lo que es ahora.
Pues bien, lo que qu iero apuntar es qu e esas lenguas que dom in an aho­
ra, sobre todo algunas de ellas, E u rop a, venidas de fuera de E u ropa, han
saltado m ás allá de ella. E l ím petu expansivo de los indoeuropeos (y de los
otros pueblos a que he hecho referencia) no se agotó en Eu ropa y en sus
guerras y avances culturales, ni en la im plantación de sus lenguas. Y a he
hablado de cóm o el ruso se exten dió por Asia: rebasó por el norte a lenguas
com o el m ongol, el chino, el m anchó y el coreano, se sobrepuso a lenguas va­
rias finougrias, altaicas y otras, llegó al Pacífico. Es, en realidad, una nueva
invasión indoeuropea.
E sto por vía terrestre, hacia el O rien te, por el norte de la barrera de v ie ­
jas civilizacion es, com o la china. En A sia M enor, Siria, Palestina y Á frica ,
los indoeuropeos y sus lenguas, lejos de avan zar, retrocedieron ante árabes
y turcos, qu e les cerraban el paso. Les quedaba el océano: bien para rodear
A frica con sus barcos, saltando el obstáculo y llegar a la India y las islas de
las Especias, com o hicieron los portugueses en el siglo xv; bien para surcar
el A tlá n tico hasta A m érica y lu ego más allá.
Son las exploraciones y conquistas iniciadas por C astilla y continuadas
por otros pueblos europeos desde el descubrim iento de A m érica en 1492.
Es com o si, esta vez, los indoeuropeos hubieran segu ido su cam ino hacia el
oeste cru zan d o el m ar con sus caballos y sus guerreros.
L a cultu ra europea, resultado de la expansión de nóm adas asiáticos
fun dam entalm en te indoeuropeos, pero no solo indoeuropeos, es algo ú n i­
co en la historia del m undo. P u ede com pararse, ciertam ente, con la expan ­
sión de árabes y otros sem itas, o la de hunos, turcos y tártaros. Pero la de los
indoeuropeos fue más lejos geográficam en te. En Eurasia, se extiende de
Irlanda a K a m ch a tk a ; en Europa hacia el O ccid en te, de S evilla a F ilipinas,
de Lisboa a M alasia, de Lon dres a casi el m u n do entero.
Y no solo es cosa de extensión, la cultura islám ica se extiende de M a­
rruecos a Indonesia. A ñ ad ió , adem ás, una nueva onda de progreso in d iv i­
dualista y científico qu e venía de griegos, rom anos, cristianos y m edievales
La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas 3r>3

y qu e no solo creaba nuevas com unicaciones, m ercados y naciones, sino


qu e penetraba de una m anera u otra en las dem ás culturas, que la acepta­
ban en una u otra m edida o bien la rechazaban, tam bién en form a variable
(a veces brutal).
Esta cultura indoeuropea, recreada en Europa y expandida fuera, fue,
en d efinitiva, la p rom otora de la globalización. E n realidad, ensayada pre­
viam ente, en escala m ás reducida, a partir de los griegos. E s un fenóm eno
de unificación económ ico-cultural, no estrictam ente político, pero en a lg u ­
na m edida político. Pues bien, esta cultura llevó fuera de Eu ropa a varias
de sus lenguas, m ediante una serie de fenóm enos q u e he estudiado en un
libro anterior ya citado.' A q u í n o hago sino recordarlos:
1. Exploraciones u ltram arinas qu e crearon puntos de apoyo para el co­
m ercio y la expansión económ ica, guerrera y religiosa, tam bién lingüística.
A u n q u e las lenguas europeas eran, fundam entalm ente, las de las élites
tam bién europeas: el portugués, el holandés y el francés en A sia, el inglés,
el francés y el holandés en islas y puertos de A m érica. L os indígenas con­
servaban, en general, sus lenguas.
2. Vastos espacios de expansión ultram arin a de las m etrópolis, con ver­
tidas luego, antes o después, en naciones independientes de lengua euro­
pea. A sí las españolas y portuguesas en A m érica, las inglesas en N o rtea m é­
rica, Sudáfrica, A ustralia y otros lugares, las francesas en C an ad á. H u bo,
claro está, lucha entre unas y otras potencias europeas. En este caso han d o­
m in ado y dom inan las lenguas europeas, pero las indígenas han perdu ra­
do, en ocasiones, tam bién.
C olon ias propiam ente dichas, en las que vivía un pequeño núcleo de
adm inistradores y colonos europeos y una vasta población in dígen a, den­
tro de la cual una élite más o m enos am plia aprendía la vida europea. H ay
qu e añadir los m isioneros.
A finales del siglo x ix casi todo el m undo consistía en Eu ropa más las
nuevas Europas m ás las colonias europeas, con excepciones com o C h in a,
Japón, T aila n d ia, T u rq u ía y pocas más. C iertam en te, las colonias se fue­
ron in dep en d izan do, sobre todo, después de la prim era gu erra m un dial, y
las qu e quedaban después de la segunda. Pero la independencia, llevada a
cabo por las m inorías europ eizad as, no dism in uyó, sino al contrario, las
culturas europeas y el uso de las lenguas europeas.
Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

4. L a em igración. Las penosas condiciones de vida en algunos países


europeos im pulsaron a que millones de emigrantes, desde finales del siglo x ix
sobre todo, se m archaran a A m érica y a otros Estados de población eu ro­
pea (A u stralia, N u eva Z eland a, Sudáfrica). Estados U n idos recibía, por
ejem plo, polacos, italianos, judíos, alem anes, etc.; A rg en tin a sobre todo es­
pañoles e italianos; A u stralia, ingleses y griegos. Estos grupos asim ilaron,
con más o m enos problem as, la lengua dom inante. Y con tribuyeron , con
su trabajo, a hacer prosperar sus naciones de elección.
5. El in flu jo de la cultura y las lenguas europeas 110 siem pre necesita
del traslado tísico de los individuos, que por otra parte es más sim ple g ra ­
cias a la facilidad de los viajes. Y a he hablado de las lenguas culturales, el
francés, y ahora, sobre todo, el inglés: está presente en todo el m undo. Y
habría qu e hablar de los diversos m edios de difusión, entre ellos la televi­
sión, qu e ha hecho caer tantas barreras nacionales y políticas.
L a s lenguas europeas son un com ponente central, hoy, de una cultura
universal de raíz tam bién europea, pero ya glo balizad a o universal más
qu e europea. A veces su in flu jo llega no a partir de E u rop a, sino de N o rte ­
am érica o la A m é rica española o el Brasil.
N atu ralm en te, no es que la glo balizació n y la difusión de las lenguas
europeas no encuentren barreras. L a s hay, e im portantes, en todo el m u n ­
do y dentro de E u rop a, que dista m u ch o de poseer una hom ogeneidad c u l­
tural. Pero no es este el lugar para hablar de este tem a, m e refiero a él en m i
libro anterior. N i del tem a del im pacto lingüístico global de nuestras len ­
guas: unas veces h acien d o desaparecer len guas, otras red u cién d o las a
n iveles sociolingüísticos inferiores,2 otras veces in flu yen d o en ellas de va­
rios m odos. E sto necesitaría un estudio especial.

D E T A L L E S P A R T IC U L A R E S

E L PO RTUG UÉS

Esta expansión fue iniciada por P ortugal, una v e z qu e se liberó de los m u ­


sulm anes y conquistó C eu ta en 1415. El im pulso ultram arin o fue, por así
decirlo, una continuación de la Reconquista, igual que en España. L os gu e­
La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas

rreros y navegantes, el espíritu de aventuras, el deseo de ganancias y de


evan gelización m o vió las prim eras expediciones portuguesas, im pulsadas
por el príncipe don E n riq u e el N a vega n te desde en torno a 1418,
A cabada la reconquista portuguesa antes que la española, no había tie­
rra infiel qu e conquistar: M arruecos era una presa dem asiado difícil, eso lo
experim entaron pronto los portugueses, pese a su conquista de T á n g e r, y
más tarde con la m uerte del rey don Sebastián en A lc a za lq u iv ir. L os por­
tugueses se volvieron hacia el A tlán tico , donde conquistaron A zo re s y M a­
deira, islas deshabitadas, desde 1445 (habían fracasado en Canarias).
P ero se volvieron, sobre todo, a contornear la costa de A frica , con inten­
ción de llegar a las m íticas islas de la Especiería evitan do el largo y p eligro­
so cam ino a través de los turcos y otros pueblos del A sia continental. A la
m uerte del príncipe, en 1460, habían explorado la costa hasta Sierra Leona.
Son conocidas las sucesivas etapas de exploración. D ie g o C a o llegó a la
boca del C o n g o en 1482, hu bo allí hasta un rey con vertido al cristianismo;
pero aquí no hubo perspectivas de futu ro, las navegaciones siguieron hacia
el sur hasta que Bartolom eu D ias dobló en 1488 el cabo de B uena E speran ­
za. Sustituyeron el reino de A n g o la por el de la A n g o la portuguesa (L u an ­
da fue fun dada por Paulo D ias en 1576). Pasaron los portugueses a la India
y la Especiería: se establecieron en M adagascar, G o a (A lfon so de A lb u r-
q u erqu e, 1510), M alaca y las M olucas, entre otros lugares. L leg aro n hasta
C an tón y se establecieron en M acao y las M olucas (desde 1492). G oa y M a­
cao fueron las bases para los intentos de Francisco Javier de eva n g elizar Ja­
pón y de Ricci de evan g elizar C h in a.
El T ra tad o de T ord esillas (1492) perm itía a los portugueses todas estas
exploraciones e incluso, sin duda por u n error cartográfico, la de una parte
de Brasil, adonde llegó A lv a re z C a b ia l en 1500. Y a estaba fu n d ad o el gran
Im p erio portugués, qu e estableció contactos con toda la India desde la lle­
gada de V asco de G a m a a C alcu ta en 1497.
L in g ü ística m en te, la exp lo ració n y con qu ista de Brasil fue la más im ­
portante para la len gu a p ortu guesa, pues en A sia sus puertos m ercantiles
y lu gares fortificad os fu ero n cayend o poco a poco en m an os de los pu e­
blos in dígen as. L o s últim os fu ero n G o a y M acao, ya en la segu n da m itad
del siglo xx; tam bién a d q u irie ro n la in depen d en cia las colonias de A n g o ­
la y M ozam b iqu e en el m ism o siglo. Y antes Brasil, a com ien zos del x ix , en
3o6 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

el m ism o m o vim ien to q u e arrastró a las colonias españolas tras las g u e ­


rras napoleónicas.
P ero Brasil continúa siendo ahora el gran centro de la lengua p ortu gu e­
sa, m u ch ísim o más poblado que la m etrópolis, q u e solo aporta unos doce
m illones de personas a un total de hablantes de portugués qu e rebasa los
doscientos m illones. L a m ayor parte en el Brasil, donde el portugués d o m i­
na, aun qu e jun to con él se hablan lenguas descendientes de las africanas de
los antiguos esclavos y lenguas indígenas, com o el gu aran í en el sur y m u ­
chísim as en la A m a zo n ia .
E l sistema gráfico del portugués del Brasil difiere del continental, y hay
algunas diferencias de pronunciación, com o la velarización de la /, pro­
nunciada com o w (sow > sol), la palatalización de t y d ante i y e (dentchi >
dente), la relajación de vocales inacentuadas, etc. H a y, tam bién, variantes
léxicas bastante numerosas. Pero se trata, en todo caso, de una m ism a lengua,
sin problem as de com prensión. Se pueden dar, tam bién, en Brasil con fe­
rencias en español, qu e es perfectam ente seguido, m ejor qu e en Portugal,
pues su sistem a vocálico está más p ró xim o al nuestro.
Pero no se trata solo de P ortugal y Brasil. E l portugués es lengua oficial,
tam bién — hablada más o m enos según los casos— en islas de C a b o V erd e,
G uin ea Bissau, islas de Santo T o m é y Príncipe, A n g o la y M ozam b iqu e.

EL ESPAÑ O L

N o es este el lu gar adecuado para entrar en el detalle de la expansión de


Castilla por el A tlán tico , A m érica y O cean ia, aun que del español, por su­
puesto, sí que tenem os qu e hablar.1
E l hecho es qu e la expansión española, un poco posterior a la p ortu gu e­
sa, procede de las m ism as circunstancias tras la Reconquista: buscar nue­
vos espacios más allá del m ar y asentam iento y riquezas para poblaciones
gu erreras constreñidas a estrechas lim itaciones de vida y ascenso social en
la Península; ím petu m isionero tam bién. T o d o ello com portaba, al plazo
que fuera, la expansión de la lengua castellana, porque se trataba de e m ­
presas de C astilla (que incluía el País Vasco). L a expansión m editerránea
de A ra gó n era sustituida por la atlántica de C astilla.
La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas 3°7

H u b o un p rólogo qu e fue la conquista de las islas C an arias, en com peti­


ción con Portugal, de 1406 en adelante y reconocida por el T ra ta d o de A l-
cágovas en 1479. D espués vino el D escub rim ien to de C oló n en 1492, segu i­
do de los otros tres viajes y de los ulteriores descubrim ientos y conquistas.
Las etapas fueron, com o se sabe, tras San S alvad or (G uan ah am i), L a E spa­
ñola y C u b a, más una serie de navegaciones y conquistas en el C aribe, P a­
nam á ( 15 13, descubrim iento del Pacífico por N ú ñ e z de Balboa, R ío de la
Plata), exploraciones de N o rteam érica (desde 1499), circum n avegación de
la T ie rra (1419-1422, por M agallanes y Elcano). P ero la culm inación llegó
con la conquista de los grandes im perios indígenas: de M éxico por H ernán
C ortés (1519-1521) y del Perú por Francisco P iza rro (1531 -1533), con ti­
nuada por la de ( 'h ile por P edro de V a ld iv ia (1540-1543). H acia la m itad
del siglo, tras las dos fundaciones de Buenos A ire s (la prim era en 1536),
puede darse por concluida la conquista.
S igu ió la llegada de nuevos pobladores. A m é rica no fue nunca una co­
lonia, eran territorios de C astilla adm inistrados por virreyes y con organis­
mos e instituciones calcadas de las españolas. T a m b ié n instituciones cu ltu ­
rales com o las universidades y la im prenta.
Esta fue la gran expansión castellana hacia occidente, continuada luego por
portugueses, holandeses, franceses e ingleses. U n nuevo continente, al com ien­
zo c o n tu n d id o con C a ta y y C ip a n g o — A sia — , q u e d ab a abierto a los
europeos, que expandieron en él su cultura y, por supuesto, sus lenguas. L lega­
ron a un m undo nuevo, que he llam ado prehelénico (y, por supuesto, precris­
tiano), con infinitas culturas y lenguas. Iba de lo tribal a los grandes imperios
mexicano y peruano con sus lenguas correspondientes, el nahuatl y el quechua.
E ra com o cuand o el em puje indoeuropeo chocó con las grandes cu ltu ­
ras semíticas y otras de A sia y A frica . E n realidad, las lenguas y culturas de
A m érica venían de las asiáticas, a través del estrecho de B eh rin g, cru zad o
sobre el hielo en fechas qu e se sitúan entre 30000 y 15000 a. C .: un m om en ­
to bastante reciente. A u n q u e no faltan quienes proponen qu e hubo, tam ­
bién, navegaciones desde A sia a través del Pacífico, q u e habrían in trodu ci­
do form as culturales sem ejantes.4
N atu ralm ente, había entre los indígenas y los recién llegados una co­
m u n idad hum ana general. M itos, ritos, lenguas tenían una base com ún , de
la que he escrito.1’ Pero era com o si llegara un nuevo m undo.
3«8 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

A m érica se incorporaba a Europa, a través de C astilla y las dem ás nació-


nes. Vastos espacios eran prolongación de las naciones europeas. L u e g o se­
rían, con el tiempo, independientes, pero m antendrían su lengua y su cultura.
L as lenguas europeas se im ponían, no sin qu edar restos im portantes de
lenguas indígenas, en form a de substrato lingüístico o de lenguas únicas
de algunas poblaciones.
Pero estoy hablando de C astilla y del español. A n tes de seguir adelante,
hay qu e dar algun a noticia sobre los lím ites de su extensión:
a) Por el este, este lím ite está en la expansión del portugués en Brasil,
del que ya he hablado anteriorm ente. Y el em pu je naval de varias poten­
cias europeas, en los siglos x v i y xvii, contra el Im perio español, dejó pobla­
ciones de habla francesa, holandesa e inglesa en varias islas del C a rib e y en
las G u aya ñas.
b) H acia el oeste, las varias em presas navales españolas, a partir de la
de M agallanes, em presas destinadas en últim o térm ino a disputar a los
portugueses su dom inios de las islas de las Especias, fracasaron en d efin iti­
va. T ra s gran derroche de heroísm o, C astilla tuvo qu e renunciar al oriente
cuando C arlos V , en el tratado de Z a ra g o za (1529), firm ó esa retirada m e­
diante una com pensación económ ica. Solo quedaron G u a m y F ilipinas, es­
trecham ente unidas a M éxico m ediante el llam ado galeón de M an ila y que
m antenían el contacto económ ico y h u m an o con C hin a.
c) H acia el norte, F lorida, T ex a s, A rizo n a y C alifo rn ia, adonde había
llegado la conquista española en varios m om entos, se perdieron ante la
presión norteam ericana. E l golpe decisivo y peor fue el T ra ta d o d e G u a d a -
lu p e-H id a lgo de 1848, en qu e M éxico cedió una vasta extensión de territo­
rio, de C alifo rn ia a T exas.
T o d o esto incide, naturalm ente, en la reducción de la extensión del es­
pañol, qu e en otro caso habría sido m ayor. O tra cuestión es la de su im ­
plantación en la A m é rica española tal com o q u ed ó en definitiva. Y es, jun­
to con la del portugués, una excepción: solo estas dos lenguas han logrado
im plantarse en A m érica, al lado del inglés. Y ello pese al terrible hostiga­
m iento al qu e las naciones españolas y la portuguesa de A m é rica estuvie­
ron som etidas por ingleses, holandeses y los m ism os franceses.
P o r supuesto, no es este el lu gar de estudiar a fon do el in flu jo en él de
las lenguas in d ígen as (sobre todo en el léxico, aun qu e no se exclu yen al­
La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas

gu n as in flu encias fonéticas y otras), ni el de los rasgos andaluces (no todos


los aceptan) del español de A m é ric a ni el de las variantes d en tro de él.
Para esto hay qu e acudir a la bib liografía especializada/’ com o para el caso
del léxico m odern o, con los anglicism os," y los in digen ism os y el nuevo
léxico.8
Sí quiero delinear, por lo m enos, lo que fue el proceso de im plantación
del castellano. U n proceso difícil, en un contexto en que la población llega­
da de la Península era un i o 2 % del total, había una gran m u ltitu d de len ­
guas diferentes y la evangelización , que en toda la docum entación figura
com o el objetivo p rim ord ial de la conquista, tendían a hacerla los frailes en
las lenguas indígenas — lo consideraban com o la única posibilidad— . Las
difun d ían con ayuda de la im prenta, a veces a yu dan do a expandirlas, com o
en el caso del nah uad, el quechua y el guaraní.
L legaro n , algunos, a am ar estas culturas, a dejarnos recuerdos im bo­
rrables de ellas, fray B ernard ino de Sahagún es el caso m ás ilustre, pero
hay m uchos otros sin los cuales nada sabríam os de las literaturas y las cul­
turas indígenas.
E n fin, la situación de un p uñado de españoles no era fácil: una gran
lengua unificada y culta se im puso, com o el latín a los germ anos. Por otra
parte, solo m u y raram ente hubo una política de im posición del castellano
sobre las lenguas indígenas. N i m enos una política hostil a las nuevas po­
blaciones, pese a qu e apenas soportaban las enferm edades de origen euro­
peo y la vida de trabajo reglam en tado que se les im ponía y que era ajeno a
su cultura. Q u ed an aún hoy día unos cuarenta m illones de indígenas, sin
contar los m estizos: im posible calcular el n úm ero de los qu e no conocen o
conocen m al el español.
P or otra parte, la independencia lograda a com ienzos del siglo x ix por
las naciones am ericanas en absoluto fue contra el predom in io del español,
al contrario: este creció enorm em en te, im pulsado por los criollos qu e ha­
bían hecho aquella revolución.
L a m ultip licidad de lenguas indígenas fue una sorpresa para los p rim e­
ros descubridores y conquistadores y un problem a para los m isioneros y los
adm inistradores. H u bieron de arrostrarlo. E l papa A le ja n d ro V I había
concedido a los Reyes C atólicos la posesión de las Indias (bula inter coetera,
1493) a cam bio de «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica».
3J ° Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

H ay innum erables cédulas que insisten en esto, lo que planteaba el pro­


blem a de la lengua. A u n q u e la situación era am bigua, en su diario C oló n
hablaba de qu e los indios aprendieran la lengua de los cristianos y sus cos­
tum bres. Los frailes, en gen eral, intentaron la vía contraria: aprender ellos
las lenguas indígenas.
E n fin, se podría hablar largam en te tanto de los fracasos en la m utua
com prensión (com o el de fray B ernard o B oil, q u e acom pañ ó a C o ló n en
su segu n do viaje), com o de los éxitos: el ap ren d izaje de los niños en con ­
tacto con niños indígenas, com o el del qu e fue lu eg o fray A lo n so de M ed i­
na, estudioso de estas lenguas. Y de las vacilaciones de las a utorid ad es es­
pañolas: en 1516 ('a rlo s V recom endaba a los jerónim os qu e instaran a los
caciques a hablar castellano y lu ego en 1550 decía lo m ism o al v irre y de
N u e va España, pero F elip e II exigía qu e los frailes m isioneros hablaran
las lenguas indígenas. Solo en el siglo x v m , con C arlo s III y el arzobisp o
L o ren zan a , la presión castellanista se h izo más fuerte, con argu m entos
ilustrados.
En fin, en un trabajo de F. G o n zále z ( )llé*' pueden encontrarse m uchos
más datos. Y otros que sugieren que fue, fundam entalm ente, el trato hum a­
no, la necesidad de entenderse con los españoles y de vivir en la sociedad que
ellos creaban lo que h izo extenderse su lengua. Sabemos que al llegar C olón
en su segundo viaje encontró ya a indios que hablaban español, sabemos del
aprendizaje infantil de niños de ambos orígenes que convivían, de los frailes
que a su v ez aprendían, de que en ('u z e o en 1699 casi todos hablaban espa­
ñol, de que cuando la sublevación de T u p a c A m a ru en 1780 su propaganda
la hacía en español.
Son las necesidades sociales y culturales las qu e han hecho difun dirse
las lenguas. D e viva v o z y, tam bién, por escritos leídos por los indios que
com en zaban a ilustrarse. Los hijos de nobles aprendían el latín en el cole­
gio de T latelo lco en M éxico, ellos y m uchos más, por pura necesidad, el es­
pañol. C ie rto qu e los frailes publicaban gram áticas de lenguas indígenas y
hacían qu e algunas de estas lenguas se expandieran, pero era sobre todo
con la finalidad de aprender ellos m ism os, de poder predicar.
Los indios fueron más realistas, se dieron cuenta de las ventajas de
aprender el español: de hablar una lengua com ún a todos, en todos los lu ­
gares y en todos los niveles sociales. Pron to hubo indígenas qu e fueron es­
La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas

critores en español, tanto en M éxico com o en Perú y luego en otros lugares,


es bien sabido, sus nom bres son bien conocidos a partir del Inca G arcilaso.
E n realidad, son las clases más cerradam ente indígenas, sin ningún tipo
de trato con los españoles ni posibilidad de ascenso social, las qu e se m an­
tuvieron aparte — pero acabaron todas por cristianizarse m u y fuertem en ­
te— . M uchos se hicieron bilingües o hispanohablantes. A h o ra hay un cier­
to resurgir de algunas lenguas indígenas, den tro del am biente del qu e ya
he hablado a favor de las antiguas lenguas relegadas.
L os criollos, descendientes de españoles, siguieron m anteniendo, tras la
independencia, la lengua española; y no en una nación, en todas. Es el único
vínculo universal que reconocieron y reconocen con España, aunque hayan
existido o existan diferencias políticas y otras. L a Real A cadem ia Española
es el único organism o español cuya autoridad se reconoce en A m érica.
T o d o esto no depende de ninguna presión, solo de hechos culturales y
sociales: el español proporciona un instrum ento de com unicación qu e es
esencial. Es el m ism o fenóm eno que hem os ap rend ido a conocer cuand o se
han creado y difu n d id o lenguas com unes den tro de Europa. La creación
española y la difusión am ericana de esta lengua com ú n están cronológica­
m ente m ucho m ás distanciadas de lo que hem os visto den tro de Europa.
A sí, el español, hablado por unos 550 millones de personas, unos 400 m i­
llones en A m érica, no solo sobrevivió a la fragm entación política del Im perio
esp añol, creció y crece tras ella. Inú til rep etir a q u í la lista de naciones
am ericanas en las qu e el español es la lengua oficial (al lado, a veces, de
lenguas indígenas). Los tem ores a una fragm en tación se han revelado fal­
sos, las circunstancias son m uy diferentes a las del Im perio rom ano deca­
dente. Eso no obsta para qu e haya diferencias lingüísticas internas — com o
las hay dentro de la propia España.
A las naciones de A m é rica (tam bién Puerto R ico y Bélice) hay que aña­
dir la G u in ea Ecuatorial y F ilip in as (donde existen factores desfavorables).
Y , naturalm ente, los m iem bros de la im portante m inoría hispanohablante
de Estados U nidos, más de treinta m illones de personas.
Y el judeoespañol, un castellano arcaizante hablado por los descendien­
tes de los judíos expulsados de España por los Reyes C atólicos en 1492. V i­
ven sobre todo en G recia, Líbano, Israel y T u rq u ía : unas 300.000 personas.
i 12 Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

E L FRANCÉS

T a m b ié n el francés es una lengua m u n dial, aun qu e sea en form a d ife re n ­


te. A p a rte de q u e en Bélgica, S u iza y otros lugares desborda las fronteras
de F ra n cia , esta ha desem peñado, com o he recordado varias veces en a n ­
teriores ocasiones, un papel esencial en la ciencia, la cultu ra y la d ip lo m a ­
cia en todo el m u n do. H a sido la segunda lengua europea para gen eracio­
nes enteras, aun qu e ahora esto es verdad , sobre todo, para la gen eración
de los abuelos de hoy. Y más en el este de E u ropa qu e en n in gún otro lu ­
gar. H a m o vid o toda la ciencia y la literatura universales, sigue siendo im ­
portante en ellas.
A h o ra bien, países de lengua francesa que existieron en un m om en to en
N orteam érica solo subsisten en alguna m edida y sin independencia políti­
ca. E n N orteam érica existieron la N u eva Francia, hoy provincia can ad ien ­
se de Q uébec; A cad ia , en la N u eva Escocia, en el C an adá; y Luisiana, en
Estados U nidos.
L a N u e va Francia de Q uebec, capital de la N u e v a F ran cia, fue creada,
tras la exploración del go lfo de San L o re n zo por Jacques C artier en 1534,
por Sam uel de C h a m p la in , en 1608, gobernador, tam bién, de A c a d ia y T e -
rranova. M ontreal tue fundada en 1642. T o d o el dom inio francés estaba en
perm anente disputa con los ingleses y los indios y vivía, sobre todo, del co­
m ercio de las pieles. Se añadió la colonización de L u isian a (descubierta por
los españoles), qu e com en zó en 1682 y culm in ó en la fundación de N u e v a
O rlean s en 1718, fueron territorios cedidos a España en 1762. España los
ced ió de n uevo, en 1800, a F rancia y Francia los ven dió a Estados U n idos
en 1803.
A C an ad á y Estados U nidos pasaron, pues, al final tocias las colonias
francesas; anteriorm ente, la N u eva F ran cia había sido conquistada por los
ingleses (Q uebec cayó en 1759) y los acadios fueron expulsados de su terri­
torio. Sin em bargo, Q uébec ha seguido siendo francófono: pocos ingleses
em igraron allí y la Québec A ct de 1774 concedió a los pobladores toda clase
de libertades civiles. V ario s intentos recientes de lograr la independencia
por m edio de elecciones han fracasado.
C on tin ú a habiendo, pues, una im portante población de habla francesa
en N orteam érica: sobre todo en Q uébec y M ontreal (aquí con m ucha m ez-
L a expansión fuera de Europa de las lenguas europeas

cía de inglés), en N e w B ru n sw ick {antiguos acadios), en N u e va O rlean s


(donde el francés es cooficial). Sin em bargo, el acadio es un verdad ero d ia­
lecto y el m ism o francés hablado en Q uébec difiere m u ch o del de Francia.
H a habido una conexión más histórica y sentim ental que real.
A ñ ád an se las islas del C arib e (H aití, G uadalup e, M artinica, Saint Pie-
rre-et-M ichelon) y la G u ayan a francesa. T o d a s ellas con una población
m u y m ezclada de franceses y negros, sobre todo. E xiste en algunas de ellas,
junto con el francés propiam ente dicho, un criollo de base francesa.
E n cuanto al continente afroasiático, los im pulsos colonizadores fran ­
ceses en la India fracasaron, com o los de los portugueses, por obra d e los
ingleses en el siglo x vm .
M ayor fue el éxito francés, en fecha m ás reciente, en Indochin a y en
Á frica : pero no se trata de naciones francesas, sino de colonias (hoy nacio­
nes independientes) en las que el francés es hablado solam ente por una
capa superficial y culta de la población. Eso sí, la cultu ra francesa ha sido y
es im portante en su desarrollo, pese a la ruptura q u e acabó, con guerras o
sin guerras, en el fin del Im perio francés, ya en el siglo xx.
T o d a s estas colonias proceden del colonialism o del siglo x ix. H u b o la
conquista francesa de A rg elia en 1830, el protectorado de T ú n e z en 1881,
ios de Indochina desde 1863. A ñ ád an se las colonias de M adagascar y del
A frica occidental, así com o el protectorado de M arruecos en 1912. Pese a
las in depen dizacion es tras la prim era gu erra m undial y, sobre todo tras la
segunda, especialm ente cruentas las de Indochina y A rg elia , el francés está
asentado, aun que de m anera parcial, en una am plia parte del m undo.
En total, el francés es lengua oficial, en Á frica , en diecisiete países, pero
en realidad solo lo hablan el 1 7 % de sus habitantes. E n el norte de Á frica ,
don de no es oficial, lo habla sin em bargo ei 25 o 30 T am b ién es oficial
en islas del ín d ico (Reunión, C om ores, M adagascar, M au ricio, Seychelles y
M ayotte) y el Pacífico (V an u atu , N u e v a C aled on ia, así com o las islas de
Polinesia qu e son oficialm en te T errito rio s de U ltram ar).
E n todos los casos el francés, a un qu e, con la excepción de Q u éb ec, no ha
creado Estados franceses hom ogéneos y su n ú m ero de hablantes es relati­
vam ente reducido, ha sido un veh ícu lo im portante para la difusión a esca­
la m u n dial de la cultura francesa y europea.
Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

EL INGLÉS

N o hace falta decir qu e el m ayor agente de u niversalización del m undo


lin güístico y cultural europeo es el inglés: el expandido desde Inglaterra a
sus antiguos dom inios y colonias — hoy todos Estados independientes— , y
el reexportado desde Estados U nidos. L o hablan unos quinientos m illones
de personas.
T o d o ello com en zó por el poder político y m ilitar de Inglaterra a partir
del siglo xvi y lu ego de Estados U n idos desde el x ix sobre todo (su in de­
pendencia fue reconocida por los ingleses ya en 1783), Pero no se trata solo
de poder político y m ilitar, un poder basado tradicional m ente en la am ­
p liació n del te rrito rio . H o y todas las antiguas colonias han acabado por
recibir su libertad desde la independencia de E gip to en 1922. Y solam ente
P u erto Rico, H a w a i y A la sk a han qu edad o englobados den tro de Estados
U n idos (G ibraltar, de un m odo u otro, de Inglaterra). Existen, eso sí, en
torno al glo bo algunas bases am ericanas.
Es, sobre todo, el llam ado «poder blando» de la econom ía y com ercio,
las com unicaciones, la tecnología, un cierto tipo de cultura, el que trae el
dom in io del inglés. C om bin ad o, ciertam ente, con el in flu jo occidental en
gen eral.11 C ulturas más o menos occidentalizadas o am ericanizadas, en Asia
u otros lugares, actúan luego com o centros de repetición. Pero la lengua de
transm isión es, fun dam entalm en te, el inglés. L o necesita todo el qu e q u ie­
ra m overse dentro d el m u n do m oderno, estar, sim plem ente, en él.
C la ro está, com o siem pre, los hechos lingüísticos tienen una base histó­
rica. H u b o, desde el siglo x v i, el enfrentam iento sucesivo de Francia, H o ­
landa e Inglaterra a España y P ortugal: por celos de poder y apetencias
económ icas. E n realidad, desde la época de Felipe II, Se tradujo en la rebe­
lión de H o lan d a y en la gu erra naval de todos contra España. C o n ataque a
las ciudades españolas de España (C ád iz, L a C oruña) y A m érica (Puerto
Rico, L a H abana, C artagen a de Indias, etc.), piratería y apresam iento de
naves, fundación de bases en las islas del C aribe, etc.
Y hubo la fundación de colonias. P rim ero en A m érica: he hablado de la
francesas, las hubo tam bién holandesas e inglesas. E n 1620 llegaron a M as­
sachusetts los «padres peregrinos» del Mayflower, en 1656 fue fundada la
U n iversidad de H arvard , la isla de M anhattan fue tom ada a los holandeses
La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas 3 15

en 1664 y N u eva A m sterdam rebautizada com o N u eva Y o rk . L u ego vino la


independencia en 1776 y la expansión a expensas, sobre todo, de los españo­
les (tam bién de los franceses). En 1763 F lorida había pasado a los ingleses,
y, al fin, tras varias peripecias, pasó a los am ericanos. Y ya he aludido a la
pérdida de un vastísim o espacio por M éxico, ya en el siglo xix.
Esto en cuanto a A m érica. Pero vino tam bién la expansión inglesa en
A sia y en Á frica. Los ingleses despojaron de la India a los franceses, ya desde
el siglo x vii 1; los holandeses de Indonesia y dem ás islas, a los portugueses. Y
en el reparto de A frica , los ingleses, ya en el siglo x ix , obtuvieron la parte m a­
yor. A dem ás crearon dom inios propiam ente de nación y habla inglesa, ya he
aludido a C anadá (que no se había rebelado contra Inglaterra y se constituyó
en dom inio en 1867), A ustralia (colonia inglesa desde finales del xvm ) y El
C ab o (fundada por los holandeses en 1652, luego hubo la gu erra contra los
bóers, ganada por los ingleses). H ay que añadir N u e v a Zelanda, desde 1840.
E n fin, históricam ente hubo la sucesión de los im perios español y portu­
gués, luego del francés, lu ego del holandés, finalm ente del inglés, seguido
del am ericano. E n efecto, los ingleses se hicieron con el m ayor poder, pero
la necesaria ayuda que recibieron de los am ericanos en las dos guerras m u n ­
diales hicieron que el peso del poder político, m ilitar y diplom ático, más el
cultural y el de nuevas form as de vida, pasara a los americanos.
Son estos últim os, fundam entalm ente, los que han prom ovido y prom ue­
ven una am ericanización de la vida m undial, em pezan do por la de Europa.
C o n los grados y variantes que sean, es irresistible, aunque ciertas potencias
com o C hina intentan reducirla a lo puram ente tecnológico y económ ico y el
m u n do islámico reacciona, a veces, con violencia extremada.
En todo caso, la lengua que transporta a todas partes el nuevo m undo
g lo b a liza d o al cual he a lud ido ya, e incluso los m ovim ien tos más extrem os
de protesta y antiglob alización , es el inglés. ¡L os qu e protestan de cual­
q u ier cosa en cualqu ier rincón del globo escriben letreros en inglés! Es la
lengua de la cultu ra y la contracultura, del n uevo pensam iento igualitario,
práctico, lúdico y ahistórico. Penetra con su vocabulario (o con calcos del
m ism o) todas las lenguas.
L os am ericanos pueden perder las guerras, han perdido algunas, pero
su cultura y su lengua, el inglés, acaban im poniéndose. T o d o s necesitan al
final su ayuda económ ica o diplom ática.
1£É Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

Por otra parte, el inglés es la lengua propia de enorm es naciones que


hem os citado y la lengua de las clases dirigentes y de vastos sectores en paí­
ses com o la India y Pakistán, tam bién en otros m uchos países, aunque con
m enor intensidad. H a sustituido al francés com o lengua de com unicación
global. En realidad, im pone un veto silencioso contra todo lo que se escribe
o piensa que no sea en inglés; aun qu e puede d ifun d ir, tam bién, toda clase
de m ovim ientos ajenos y hasta hostiles. Y a través del inglés, fun dam en tal­
m ente (aunque en este caso tam bién en francés), se acercan al m u n do m o ­
derno las nuevas naciones qu e se in depen d izaron después de la prim era
guerra m u n dial y, sobre todo, después de la segunda.
N os guste o no, la cultura europea y sus varias desviaciones llega al
m undo, fundam entalm ente, en la m edida en que se expresa en inglés. Y lo
m ism o ocu rre con la de sus en em igos islám icos y otros. A u n q u e haya h a­
bid o otras culturas, en Europa y en A m érica, que han ido por delante y a
veces van todavía. E históricam ente el avance cultural de N o rteam érica es
m uy posterior al español, las universidades y la im prenta d ifun d ían en la
A m érica española nuestra lengua desde los siglos x vi y xvn .
Pero el hecho es qu e el inglés ha convertido en secundarias, desde el
punto de vista de su difusión global y de su in flu jo cultu ral, las otras len­
guas de las que hemos venido hablando. E n cuanto a su papel com o lenguas
de vastos espacios geográficos, el francés y el holandés han perdido terre­
no, com o hem os visto; y el alem án y el italiano se han qu edad o práctica­
mente en E u rop a, tam bién el ruso (salvo en Asia).
En este cam po, sin em bargo, el inglés ha chocado con un obstáculo: las
grandes naciones am ericanas de habla española y portuguesa.
C iertam en te, Estados U n idos ha m u tilado el dom in io territorial que
tenía el español, pero esta lengua se ha m antenido firm e, com o lengua
prácticam ente unitaria, del R ío G ran d e al C ab o de H orn os y del A tlán tico
al Pacífico. N o ha retrocedido, tam poco, en P u erto R ico y C u b a, pese a las
intervenciones am ericanas y a tantos factores más. C iertam en te, hay un
peso im portante, m ayor que en España, de los anglicism os en la lengua de
estos países, m ás en unos lugares que en otros, pero la lengua y la cultura
españolas se m antienen firm es, tam bién la portuguesa en Brasil.
Esto intenta ser un sum ario panoram a del peso del inglés, una lengua
que en Europa fue por m u ch o tiem po secundaria, m ás bien m ixta y ecléc­
La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas 3 17

tica, en el m undo actual, incluida E u ropa, com parán dolo con el de las otras
grandes lenguas europeas, qu e en el m u n do de la alta cultura siguen sien­
do esenciales, en el de la vida diaria, m enos im portantes.

EL RUSO

D e entre las grandes lenguas europeas qu e se expan dieron fuera de E u ro ­


pa nos falta por hablar del ruso. U n a lengua que, en su form a literaria y
n orm alizad a, viene solam ente del siglo x v iii, de la región de M oscú. Y que
es hablada por más de 150 m illones de personas.
C o m o ya he dicho, tenía cerrado el cam ino hacia el oeste por lenguas es­
lavas y otras. Las conquistas de Polonia, Finlandia y Besarabia en el siglo x ix,
de los Estados bálticos en el x x, se revelaron, al final, com o fracasos. Ú n ica ­
m ente en la época com unista el ruso se difu n d ió en cierta m edida en los
círculos ilustrados de la E u rop a oriental.
Su d ifu sión fue, en los siglos x v n y x v iii, hacia el sur, hasta el m ar N e ­
gro , C rim ea y el C áu caso, y hacia el este. E n i860 fu e fu n d ad a V la d iv o s-
tock, en el P acífico, y los rusos pasaron, incluso, a A la sk a (vend ida lu ego,
en 1867, a los norteam ericanos). L a con strucción del tran siberian o, desde
1894, h izo m ás m an ejable el in m enso país, que tras gu erras y la g ran re­
volu ció n fue tran sform ad o en u na U n ió n de R ep úb licas Socialistas S o ­
viéticas.
Incluía los países islám icos del A sia central, en los q u e el ruso tenía que
abrirse paso entre lenguas turcas e iranias. Esa U n ión se desintegró, com o
se sabe, tras la caída del m uro, y Rusia ha vuelto a ser un E stado con una
lengua — aun qu e quedan huellas abundantes de substratos m ás antiguos.
D u ran te el régim en zarista Rusia aportó, de todos m odos, una rica li­
teratura en su propia lengua, adem ás de la m úsica y otros elem en tos c u l­
turales. E l ruso no ha c ru z a d o los m ares más qu e por m ed io de sus e m i­
grantes, pero en E urasia ha in vertido la dirección de avance de las lenguas
indoeuropeas, llega n d o al Pacífico y ocu p an do todo el borde norte de
pueblos y lenguas com o el m an ch ú, el coreano, el m o n gol, lenguas turcas
e iranias, etc. Se ha superpuesto a lenguas finougrias y otras m ás, qu e a v e­
ces se conservan vivas.
Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

E n fin, al lindar el ruso con el inglés am ericano a los dos lados del estre­
cho de B eh rin g (antes en A laska), se ha cerrado el círculo de las lenguas in­
doeuropeas en el hem isferio norte. U n círculo paralelo al del español y el
portugués en el hem isferio m eridional, más en el siglo x vi que ahora m is­
mo: el qu e atravesaba, desde E u ropa, el A tlán tico , A m érica, el Pacífico con
sus islas, ciudades y tuertes aislados en A sia hasta llegar al M editerráneo.
Pero la im portancia de las lenguas indoeuropeas rebasa con m ucho el
nivel geográfico. Partien do de oleadas de tribus nóm adas de diversas fe­
chas y que llevaban hablantes de diferentes variedades dialectales del in ­
doeuropeo, se ha creado una evolución lingüística que he tratado de des­
cribir a través del tiem po, el espacio y el m undo cultural.
NOTAS
PRÓLOGO

1. ¿Quées Europa?¿Qué es España?, Madrid, Real Academia de la Historia, 2004.


2. La conferencia «Historia griega e historia universal» fue dada el 4 de mayo de
1961 en el salón del CSIC, en Madrid, en Duque de Medinaceli, 6. El artículo
«Grecia como pequeña Europa» se publicó en ABC, 3-V-1962. 3. Véase, en­
tre otras cosas, «Europa como complejo», El Independiente, 15-ÍI-1990; «jQué es
Europa? », ABC, 4-I-1997, también La Prensa, 14-VII-2002; «Grecia, España, Euro­
pa», ABC, 6-VIII-1901; «Los eslavos: de los orígenes a la helenización y la inte­
gración en Europa», en España y el mundo eslavo, Madrid, GRAM Ediciones, 2002,
págs. 27-40. 4. Barcelona, Ariel, 2006. Este libro ha estado precedido y acom­
pañado por una larga serie de artículos. Sobre los orígenes griegos de Europa véan­
se mi Historia de la lengua griega, Madrid, Gredos, 1999, y en el libro editado por mí,
E l Partenón en los orígenes de Europa, Madrid, CSIC, 2003. También «Grecia anti­
gua e historia del mundo», en E. Fernández de Mier-D. Plácido-J. de la Villa (eds.),
Magistri. Dies lecciones sobre el mundo clásico, Madrid, SEEC, 2003, págs. 13-39· Y
libros y trabajos sobre literatura y filosofía, que aquí no detallo. Sobre las lenguas de
Europa (prescindiendo ahora de las de España), varios artículos recogidos en De
nuestras lenguas y nuestras letras, Madrid, Visor, 2003, pág. 73 sigs. 5. Véase mi
¿Qué es Europa? ¿Qué es España?, cit., pág. 55 sigs. 6. Véase «Europa, una
fortaleza asediada», ABC, 4-VIII-2006. 7. Véanse, entre otros artículos, «Yo
soy danés», ABC, 4-X-2000; «Ahora soy sueco»,ABC, 4-X-2003. Y, sobre todo, mi
E l reloj de la historia, Barcelona, Ariel, 2006. 8. En mi Historia de la lengua
griega, cit. (traducción alemana, Tubinga, Francke, 2001; traducción griega,
Atenas, Papadimas, 2002; traducción inglesa, Leiden, Brill, 2005) y en otros di­
versos trabajos, por ejemplo, «Griego y latín, vivos en la lengua culta interna­
cional», Revista de lengua y literatura españolas 1, 2000, págs. 9-22; «Griego y la­
tín, ¿lenguas muertas?», Estudios clásicos 125, 2004, págs. 7-16. 9. Así, en

3 21
3** Notas

mis Modelos griegos de la sabiduría castellana y europea, Madrid, Real Academia


Española, 2001; en mi Historia de la fábula greco-latina, Madrid, Universidad
Complutense, 1985-1987 (traducción inglesa, Leiden, Brill, 1999-200}) y en va­
rios lugares más, por ejemplo, «El despegue griego en el nacimiento de una
nueva Humanidad», en A. M González de Tobía (ed.), Etica y estética. De
Grecia a la modernidad, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 2004,
págs. 13-24. 10. Véase mi reseña de Joseph A. Greenberg, Indo-European
and its closest Relatives, en Revista de Libros 46, octubre de 2000, págs. 16-17
(también recogido en De nuestras lenguas y nuestras letras, cit., pág. 73 sigs.).
ri. Cf., entre otras publicaciones mías, «The new image of Indo-European»,
IF 97, 1992, págs. 1-28. Y dos artículos recientes, «Must we again postulate a
unitary and uniform Indoeuropean?», «Panorama o f Indoeuropean Linguis­
tics since the middle of the twentieth century: advances and inmovilism», en
prensa en IF y JIES, respectivamente. 12. He anticipado cosas en «Euro­
pa y sus lenguas», ABC, 17-VI-2001, recogido en De nuestras lenguas y nuestras
letras, cit., págs. 81-83. Más en «Tipología de las lenguas indoeuropeas moder­
nas», Studia lndoeuropaea i, 2001, págs. 9-29; «Del indoeuropeo al español», en
Filología y Lingüística. Estudios ofrecidos a Antonio Quilis, Madrid, CSIC, 2005,
II, págs. 1.447-1.461. 13. Cf. últimamente F. VÍllar-B. Prosper, Vascos,
celtas e indoeuropeos:genes y lenguas, Salamanca, Ediciones Universidad de Sa­
lamanca, 2005, pág. 503 sigs. Y más adelante en este mismo libro. 14. Véa­
se mi Historia de la lengua griega, cit., pág. 198 sigs. 15. Véase J. C. More­
no Cabrera, La libertad e igualdad de las lenguas, Madrid, Alianza Editorial,
2000.

PRIMERA PARTE

LAS RAÍCES LINGÜÍSTICAS DE EUROPA

I. LENGUAS INDOEUROPEAS Y NO INDOEUROPEAS DE EUROPA

i. Cf. mi «La reconstrucción del indoeuropeo y de su diferenciación dialectal»,


en Manual de Lingüística Indoeuropea, Madrid, Ediciones Clásicas, 1995, vol. III,
pág. 281 sigs. Sobre las fechas, incluida la de las lenguas anatolias en el Caúca-
so, antes de atravesarlo, véase igual obra, pág. 282 (lo atravesarían hacia el 2400 /
2300 a. C.). 2. Resumo mi trabajo «Arqueología y diferenciación del indoeu­
ropeo», Emerita 47, 1979, págs. 261-282 (recogido en Estudios de Lingüística in-
Notas 1 2Λ

doeuropea, Madrid, CSIC, 1988, págs. 19-38 y traducido al alemán con el título Die
rdumliche und zeitliche Differenzierung des Indoeuropaiscken im Lichte der Vor- und
Frühgeschichte, lnnsbrucker Beitrage zur Sprachwissenschaft, Innsbruck, 1982).
He trabajado repetidamente sobre estas ideas, nada me ha hecho descartarlas.
Véanse, entre otros trabajos, los ya citados «The new image o f Indoeuropean» y
«La reconstrucción del indoeuropeo y de su diferenciación dialectal», así como los dos
trabajos en prensa que he mencionado en la nota 11 del prólogo, en los que insisto
en la historia de la cuestión indoeuropea. 3. Véase A. Martinet, De las estepas
a los océanos, trad, esp,, Madrid, Gredos, 1997, pág. 36 sigs. 4. Véase mi E l re­
loj de la historia, cit., pág. 98 sigs., así como A. Leroi-Gourhan, La prehistoria en el
mundo, trad, esp., Madrid, Akal, 2002, pág. 259 sigs., entre múltiple bibliografía.
5. E l reloj de la historia, cit., pág. 105 sigs. 6. C f. V . Day, Indo-European Ori­
gins, the anthropological Evidence, Washington, D .C ., Institute for the Study of
Man, 1997, pág. 315 sigs. También F. Villar-B. Prosper, Vascos, celtas e indo­
europeos: genes y lenguas, cit., pág. 367 sigs. 7. Véase la bibliografía de Μ.
Gimbutas en mi «Arqueología y diferenciación del indoeuropeo», cit., pág, 21,
nota 9 (sobre todo «Die Urheimat der Indoeuropaer», en A. Scherer (ed.),D/f Ur-
heimat der Indogermanen, Wege der Forschung 165, Darmstadt, Wissenschaftliche
Buchgesellschaft, 1968, págs. 414-425; The Gods and Goddesses o f Old Europe: yooo
to ¿500 BC. Myths, legends and Cult Images, Londres, Tham es and Hudson,
1974. También The Language o f the Goddess, Londres, Thames and Hudson, 1989;
«The collision o f two ideologies», en T . L. Markey-J. A, C. Greppin (eds.),
When worlds collide: the Indo-Europeans and the Pre-Indo-Europeans, Ann A r­
bor, Karoma Publishers, 1998, págs. 5-14. Puede consultarse también F. Villar,
Los indoeuropeos y los orígenes de Europa: lenguaje e historia, 2.a ed., Madrid, G re­
dos, 1996, págs. 15 y 38 sigs.; H . W alter, La aventura de las lenguas en Occiden­
te, M adrid, Espasa Calpe, 1998, pág. 22 sigs. No hay que confundirlo con el
«Alteuropaisch» o antiguo europeo de Krahe y demás, del que me ocupo más
adelante. 8. C f., sobre todo para la cronología, L ’art des Cyclades dans la
collection N. P. Goulandris: marbre, céramique et metal a l ’dge du bronze anden,
París, Ministerio de Cultura, 1985. 9. C f. P. Raulwing, Horses, chariots
and indo-europeans: foundations and methods o f chariotry research from the view­
point o f comparative Indo-European linguistics, Budapest, Archaeolingua, 2000,
pág. 79 sigs. 10. Véase G. Ruiz Zapatero, «Los grupos de campos de urnas
y la edad del hierro “céltica”: tradición y continuidad cultural en Iberia duran­
te el I milenio a.C .», en J. de H oz-E . Luján-P. Sims-W illiams (eds.), New
approaches to Celtic place-names in Ptolemy’s Geography, Madrid, Ediciones
Notas

Clásicas, 2005, pág. 35. 11. C f. A . Martinet, De las estepas a los océanos,
cit., pág. 62 sigs. Para los de Malta, cf. D. H. Trum p, Malta. Prehistory and
Temples, Malta, Midsea Books, 2002. 12. Así los primeros indoeuropeístas,
también ahora R. S. P. Beekes, Comparative Indo-European Linguistics: an intro­
duction■
, Amsterdam, John Benjamins, 1995, pág. 50 sigs. 13. Véase L. Kilian,
Zum Ursprung der Indogermanen. Forschungen aus Linguistic, Prahistorie undAnthro­
pologic, 2.a ed., Bonn, Habelt, 1988, pág. 155 sig. 14. C f. Κ. H. Schmid,
«The postulated Pre-Indoeuropean Substrates in Insular Celtic and Tocharian»,
en When worlds collide: the Indo-Europeans and the Pre-Indo-Europeans, cit., págs.
179-202. Véase también W. Thomas, «Zur Frage der nicht-indogermanischen
Komponenten im Tocharischen», en R. Bielmeier-R. Stempel (eds.). Indogermá­
nica et Caucasica. Festschrift fiir Karl Horst Schmidt zum 65. Geburtstag, Berlin-
Nueva York, de Gruyter, 1994, págs. 223-235. 15. Véase F. Villar-B. Pros­
per, Vascos, celtas e indoeuropeos: genes y lenguas, cit., pág. 104. 16. Véase
«F.truscan as an IE Anatolian (hut not Hittite) Language», JIES 17, 1989 [1990],
págs. 363-383; «More on Etruscan as an IE-Anatolian Language», Historical Lin­
guistics 107, 1997, págs. 54-76; «El etrusco como indoeuropeo anatolio: viejos y
nuevos argumentos», Emerita 73,2005, págs. 45-55. Sobre hipótesis semejantes a la
mía, pero sin implicación lingüística, cf. R. S. P. Beekes, The Origin o f the Etrus­
cans, Amsterdam, Real Academia de Ciencias de Holanda, 2005 (y mi reseña en
Emerita 71, 2003, págs. 374-375), C. di Palma, Le origini degli etruschi, Bolonia,
Patrón, 2004 (y mi reseña en Emérita 73,2005, págs. 161-162). Sobre etrusco y réti-
co, posiblemente emparentados, cf. H. Rix, Rdtisch and Etruskisch, Innsbrucker
Beitrage zur Sprachwissenschaft. Vortrage und kleinere Schriften 68, Innsbruck,
Instituí für Sprachwissenschaft der Universitat, 1998, y mi reseña en Emérita 69,
2001, págs. 359-360; de su relación con el nurágico de Cerdeña se ha ocupado
M. Pittau en varios trabajos. 17. Sobre esta familia, véase J. C. Moreno Cabrera,
El universo de las lenguas, Madrid, Castalia, 2003, pág. 285 sigs. 18. Véase mi
Historia de la lengua griega, cit., pág. 42 sigs. 19. Sobre los límites de la Hispa­
nia no indoeuropea (ibérica y tartesia) en relación con la indoeuropea, véase J. Un-
termann, Sprachrüume und Sprachbewegungen in vorromischen Hispanien, Wiesbaden,
Harrassowitz, 1961. Sobre topónimos ibéricos en el sur de España, en Portugal y el
norte de Africa, F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 469
sigs. 20. Cf. J. de H oz, «Los orígenes lingüísticos de Europa», E l Campo de
las Ciencias y las Artes 136,1999, págs. 11-27. 2I* Véase una revisión en P. Ra-
mat. Las lenguas indoeuropeas, Madrid, Cátedra, 1995, pág. 28 sigs.; otras en F. V i­
llar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 32 sigs., E. Campanile, La
Notas

ricostrttxione della cultura indoeuropea, Pisa, Giardini, pág. u sigs., A. Martinet, De


las estepas a los océanos, cit., pág. 52 sigs., R. S. P. Beck es. Comparative Indo-Euro­
pean Linguistics: an introduction, cit., pág. 34 sigs. Remito a estas obras para un cua­
dro más completo que el aquí ofrecido. 22. Véase el libro de Raulwing citado
en la nota 9 de este capítulo. 23. Languages in Prehistoric Europe, Heidelberg,
W inter, 2003, pág. 323 sigs. 24. Así A . Hausler, «Urkultur der Indogerma-
nen und Bestattungsriten», en A. Bammesberger-Th. Vennemann (eds.), Lan­
guages in Prehistoric Europe, cit., pág. 62. Se aproximan a esta posición A . Giacalo-
ne-P. Ramat, Las lenguas indoeuropeas, cit., pág. 50. 25. Cf. por ejemplo F.
Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 32 sigs.; R. S. P. Beekes,
Comparative Indo-European Linguistics: an introduction, ch., pág. 47 sigs.; A. Marti­
net, De las estepas a los océanos, cit., pág. 52 sigs. 26. Véase F. Villar, Los indoeu­
ropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 39 sigs. 27. Cf. ibidem, pág. 40 sigs.;
R. S. P. Beekes, Comparative Indo-European Linguistics: an introduction, cit., pág. 50
sig.; A. Martinet, De las estepas a los océanos, cit., pág. 64; J. V. Day, Indo-European
Origins, the anthropological Evidence, cit., pág. 326 sigs. También, hasta cierto pun­
to, A. Giacalone-P. Ramat, Las lenguas indoeuropeas, cit., pág. 50. También W.
Meid, Archdologie und Sprachwissenschaft. Kritisches zu mueren Hypothesen der
Ausbreitung der Indogermanen, Innsbrucker Beitrage zur Sprach-wissenschaft.
Vortrage und kleinere Schriften 43, Innsbruck, Institut fiir Sprachwissenschaft
der Universitat, 1989. 28. Reeditado, como dije, en Nuevos estudios de Lin­
güística Indoeuropea, Madrid, CSIC, 1988, y traducido al alemán como Die raumli-
che und zeitliche Differenzierung des Indoeuropaischen im Lichte der Vor- und Friih-
geschichte, Innsbrucker Beitrage zur Sprachwissenschaft. Vortrage und kleinere
Schiften 27, Innsbruck, Institut f'ür Sprachwissenschaft der Universitat, 1982.
29. Véase R. Storey-G. Crowther, Korea, Lonely Planet, 1995, pág. 225 sigs.
30. Cf. M. Busckey, China, Lonely Planet, 1994, pág. 377 sigs. 31. Cf. S. Yong-
nan, Imperial Tombs ofthe Ming and Qings Dynasties, China Esperanto Press, 1996.
32. Cf. Th. V . Gam krelidze-V. V. Ivanov, Indo-european and Indo-europeans,
Nueva York, Mouton de Gruyter, 1993, véase mi reseña en Emerita 25,1997, págs.
1 39-141. En realidad el libro es confuso: habla de que los indoeuropeos pasaron del
Cáucaso al Volga, de allí a Asia Menor (a través de los kurganes, parece), de allí a
Grecia, se supone que a toda Europa. Pura fantasía. 33. Trad. esp., Arqueología y
lenguaje, Barcelona, Crítica, 1990. Véase la reseña de J. de Hoz en Arqrítica 1992.
34. Cf. A. Bernabé, «Tipología frente a reconstrucción: la hipótesis glotálica»,
RSEL 18,1988, págs. 357-371, y Manual de Lingüística Indoeuropea, cit., II, pág. 204
sigs. 35. Cf. F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 53,
326 Notas

entre otros. 36. «Languages in the prehistoric Baltic Sea Region», en A.


Bammesberger-Th. Venneman, Languages in Prehistoric Europe, cit., pág. 233 sigs.
37. Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 556 sigs. 38. Citada
más arriba, en Revista de Libros, octubre de 2000 (también recogido en De nuestras
lenguas y nuestras letras, cit., págs. 73-79)· 39· Véase W . Cowgill, Indogerma-
nische Grammatici. Einleitung, Heidelberg, Winter, 1986, pág. 13 sigs. (habla tam­
bién de los posibles paralelos con otras lenguas). 40. Indo-European and its
closest relatives. The Eurasiatic Language Family, Standford, California, Standford
University Press, 2000 (ya he citado mi crítica). Véanse también varios trabajos in­
cluidos en I. Hegedus-P. A. Michalove (eds.), Indo-European, Nostratic and Be­
yond. Festschriftfür Vitalij V. Shevorosh^tn, journal o f Indo-European Studies. M o­
nograph 22, Washington, D. C., Institute for the Study o f Man, 1997. 4 1· Cf.
V. M. Illich-Svitych, Opyt sravneniija nostratichestkil^h jazykpv, Moscú, Nauka,
1971-1984, 3 vols.; A. Dolgopolsky, The Nostratic Family and Linguistic Paleonto­
logy, Cambridge, The McDonald Institute, 1998. 42. El universo de las len­
guas, cit., pág. 1205 sigs. 43. Véase P. Kallio, «Languages in the prehistoria
Baltic Sea Region», cit. 44. Cf. I.M. Diakonov, «Language contacts in the
Caucasus and the near East», en When worlds collide: the Indo-Europeans and the
Pre-lndo-Europeans, cit., pág. 65 sigs., y A. C. Harris, «Kartvelian Contacts with
Indo-European», ibidem, págs. 67-100. También G. A . Klimov, «L’analogie kar-
véli de riEo^/o(«)»,en R. Bilmeier-R. Stempel (eds.), Indogermánica et Caucasica.
Festschrift fü r Karl Horst Schmidt zum 65. Geburtstag, cit., págs. 472-478. Otros
contactos, posteriores, son ya con lenguas indoeuropeas como el griego, el arme­
nio y el iranio: cf. en la misma obra R. Bildmeier, págs. 427-447, etc. 45. Cf.
J. C. Moreno Cabrera, E l universo de las lenguas, cit., pág. 323. Sobre la proximidad
del coreano (muy dudosa), cf. A. Eckard, Koreanisch und Indogermanisch. Unter-
suchungen überdie Zugehorigkeit des Koreanischen zur Indogermanischen Sprachfa-
milie, Heidelberg, Julius Groos, 1996. 46. Cf. Moreno Cabrera, E l universo
de las lenguas, cit., pág. 423 sigs. Es dudosa la propuesta de S. Levin, The Indoeuro-
pean and Semitic Languages, Albany, University o f N ew York Press, 1971, que en­
cuentra concordancias sobre todo entre griego, indoiranio y hebreo, cf. las conclu­
siones en pág. 681 sigs. 47. «The Origin and initial development o f Human
Language», RSEL 35,2005, págs. 1-15. 48. E l reloj de la historia, cit., pág. 116
sigs. 49. C f. Die Struatur der alteuropaischen Hydronymie, Maguncia, Akade-
mie der Wissenschaften, 1963, entre otras obras. Véase también A. Tovar, Krahes
alteuropdische Hydronymie und die westindogermanischen Sprachen, Heidelberg,
Carl Winter, 1977\ Die indoeuropdisierung Westeuropas, Innsbruck, Instituí für
Notas 327

Sprachwissenschaft der Universitat Innsbruck, 1982; J. de Hoz, «Hidronimia an­


tigua europea en la Península ibérica», Emerita 31, 1963, págs. 227-242. Y otros
trabajos, entre ellos los de F. Villar y míos citados más adelante. 50. Véase
F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., págs. 94 sigs., 102 sigs.
51. Ibidem, pág. 93; F. Villar-B. Prosper, Vascos, celtas e indoeuropeos: genes y len­
guas, cit., pág. 13 sigs. Y mi trabajo «Hacia una teoría de la Ciencia toponímica»,
R SEL 32,2002, págs. 33-51- 52. Cf. F. Villar-B. Prosper, Vascos, celtase indo­
europeos: genes y lenguas, cit., pág. 32 sigs. 53. C f. F. Villar, «Los topónimos
de la serie tur», en Estudios de celtibérico y toponimia prerromana. Salamanca, Edi­
ciones Universidad de Salamanca, 1995, págs. 199-244; y mi «Torreadrada y T u-
régano: sobre TUR / TÍIRR, A D R .W O S y D A N O M », en F. Villar-M * P. Fernán­
dez Álvarez (eds.). Religión, lengua v cultura prerromanas de Hispania, Salamanca,
Ediciones Universidad de Salamanca, 2001, págs. 571-579. 5 4 · Cf. por ejem­
plo F. Villar-B. Prósper, Vascos, celtas e indoeuropeos: genes y lenguas, cit., pág. 45
sigs. sobre Mala, Malaca, pág. 97 sigs. sobre topónimos comunes a las Penínsulas
ibérica e itálica; F. Villar, «Los antropónimos Pent-, Pint- y las lenguas indo-euro­
peas prerromanas de la Península Ibérica», en Indogermánica et Caucasica. Fes­
tschriftfiir Karl Horst Schmidt sum 65. Geburtstag, cit., págs. 234-264 (p en lf - es IE
común, pero no es celta, donde la base es *penl(‘ etós). 55. Sobre la cronología
del indoeuropeo y la pertenencia de las ramas lingüísticas del indoeuropeo en
Europa a las oleadas del tercer milenio y aun después, cf. ideas semejantes a estas
en M. Gimbutas, Die Ethnogenese der europdischen Indogermanen, Innsbrucker
Beitrage zur Sprachwissenschaft 54, Innsbruk, Institut für Sprachwissenschaft
der Universitat, 1992.

2. EL INDOEUROPEO CLASICO Y SUS VARIANTES (iE III A Y b )

i .Cf. A . Meillet, Introduction a I''étude comparative des langues indoeuropéennes,


8.a ed., París, Hachette, 1957; O. Szemérenyi, Introducción a la lingüística compa­
rativa, trad, esp., Madrid, Credos, 1978; A . Giacalone-P. Ramat (eds.). Las len­
guas indoeuropeas, Madrid, Cátedra, 1995; R. S. P. Beekes, Comparative Indo-
European Linguistics, cit.; R. Schmitt-Brandt, Einfiihrung in die lndogermanisti\,
Tubinga, Francke, 1998; M. M eier-Brügger, Indogermanische Sprachwissens­
chaft, 7/ ed., Berlin-Nueva Y ork, de Gruyter, 2000. Y mi Lingüística indoeuro­
pea, Madrid, Gredos, 1975, también A . Bernabé en F. R. Adrados-A. Bernabé-
J. Mendoza, Manual de Lingüística Indoeuropea, Madrid, Ediciones Clásicas, 1995,
p8 Notas

vol. I. 2. M. Mayrhofer, Die Hauptprobleme der Indogermanischen Lautlehre


seit Bechtel, Viena, de Gruyter, 2004. Antes, su Indogermanische Grammatik, 1 . Lau­
tlehre, Heidelberg, Winter, 1986. 3. «Must we postulate an unitary and plain
Indoeuropean?» y «Panorama o f Indoeuropean Linguistics since the middle o f
the twentieth century: advances and inmovilism», ya aludidos antes y ambos en
prensa, en IF y JIES respectivamente. 4. Cf. A. Bernabé en F. R. Adrados y
otros, Manual de Lingüística Indoeuropea, cit., I, pág. 243 sigs. 5, Véase el libro
de S. E. Kimball, Hittite Historical Phonology, Innsbrucker Beitrage zur Sprach­
wissenschaft 95, Innsbruck, Institut fiir Sprachwissenschaft der Universitat, 1999,
págs. 56 sigs., 1 19 sigs. 6. Véase sobre ella A. Bernabé, «Tipología trente a re­
construcción: la hipótesis glotálica», RSEL 18, 1988, págs. 357-371; M. Mayrhofer,
Die Hauptprobleme der Indogermanischen Lautlehre seit Bechtel, cit., pág. 47 sigs.
7. C f. mis dos artículos en prensa citados: «Must we again postulate a unitary
and uniform Indoeuropean?», «Panorama o f Indoeuropean Linguistics since
the middle o f the twentieth century: advances and inmovilism». 8. Para el
carácter activo del indoeuropeo desde sus fases antiguas véase W . P. Lehmann,
Pre-Indo-European, Journal o f Indo-European Studies. Monograph 41, W ashing­
ton, Institute for the Study o f Man, 2002, y Theoretical Bases o f Indoeuropean Lin­
guistics, Londres, Routledge, 1993. Sobre las propuestas de ergatividad en indo­
europeo, véase F. Villar, Ergatividad, acusatividad y género en lafamilia lingüística
indoeuropea, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1983 (y mi reseña
«Tipología y reconstrucción del indoeuropeo», R SEL 14, 1984, págs, 107-118).
Sobre el esquema antiguo de la flexión (n., v., g. y ac.), aplicado luego tanto en
IE III como en anatolio, véase mi bibliografía ya citada, sobre todo Lingüística in­
doeuropea, cit., I, pág. 395 sigs., «El sistema central de la flexión». 9. Para
una descripción más detallada del indoeuropeo clásico y sus recursos, véase mi
Lingüística Indoeuropea, cit., II, pág. 891 sigs. y Manual de Lingüística indoeuropea,
cit., II, pág. 3 sigs. 10. W . P. Lehmann, Theoretical Bases o f Indoeuropeu
Linguistics, cit., pág. 48. 11. «Hethitisch und Indogermanisch», en J. Kno-
bloch (ed.), II Fachtagungfür indogermanische und allgemeine Sprachwissenschaft.
Innsbruck^ /0-/5 okfober 1961, Innsbrucker Beitrage zur Kulturwissenschaft 15,
Innsbruck, 19Ó1, págs. 145-151. 12. Citados en la nota 11, 13. Sóbrelas
distintas ramas del IE III B véase W . Cow gill, Indogermanische Grammati^ I.
Einleitung, Heidelberg, W inter, 1986, pág. 11 sigs. (junto con las demás lenguas
indoeuropeas), F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit. Sobre su
relación con el resto del indoeuropeo véase mi «Arqueología y diferenciación
del indoeuropeo», cit., pág. 275, 14. Véanse mis dos artículos «Las lenguas
Notas

eslavas en el contexto de las lenguas indoeuropeas» e «Indoeuropeo, eslavo y


báltico: algunas notas tipológicas», recogidos en Nuevos estudios, cit., pág. 559
sigs. 15. Cf. mi «Arqueología y diferenciación del indoeuropeo», cit., pág.
277 sigs. 16. Véase mi artículo «The Celtiberic Verb», en W . Smoczynski
(ed.), Analecta Indoeuropaea Cracoviensia, vol. II. Kurylowicz Memorial Volume.
Part One, Cracovia, 1996, págs. 447-453. 17. Véase por ejemplo mi Evolu­
ción y estructura del verbo indoeuropeo, Madrid, CSIC, 1974, 1 , pág. 383 sigs.

3. MIRANDO HACIA ATRAS) EL INDOEUROPEO M ONOTE M ÁT ICO (iE II)

i. Para una revisión de las lenguas anatolias, con su bibliografía pertinente,


véase W . C ow gill, ¡ndogermanische Grammatif( I, Einleitung, Heidelberg, W in ­
ter, 1986, pág. 18 sigs., entre otra bibliografía. 2. C f. Manual de Lingüística
Indoeuropea, cit., II, pág. 102 sigs. 3. Véase ibidem, II, pág. 326 sigs., y Evo­
lución y estructura del verbo indoeuropeo, cit., pág. 95 sigs.; y, entre otros artículos
recogidos en Nuevos Estudios, cit., «El arcaísmo del hetita: la esencia de proble­
ma», págs. 391-420. Mi posición sobre el perfecto, convertido en tema indepen­
diente en IE III, en Nuevos estudios, cit., pág. 329 sigs. («Perfecto, voz media y
desinencias indoeuropeas»). 4. ¡ndo-Hittite Laryngeals, Baltimore, Lin ­
guistic Society of America, 1942. 5. Cf. J. A. Kerns-B. Schwarz, «Multiple
stem conjugation: an Indo-Hittite isogloss?», Language 22, 1946, págs. 57-68.
C f. P. Brosman, «Evidence in support o f Proto-Indo-Hittite», Folia Lingüisti­
ca Historica 23, 2002, págs. 1-22. 6. Estudios sobre las laringales indoeuro­
peas, Madrid, C S IC , 1961 (2.a ed. de 1973, Estudios sobre las sonantes y laringales
indoeuropeas). 7. Aceptado en el caso de las laringales Η ,, H 2y H ,, no en el
de las laringales con apéndice que defendí en mis Estudios sobre las laringales
indoeuropeas, cit., y sobre las que volveré a insistir. 8. C f. A. Bernabé en
Manual de Lingüística Indoeuropea, cit., I, pág. 352 sigs. 9. Cf. ibidem, II,
pág. 146 sigs. y «El genitivo temático en -o en inicénico y chipriota», en F. V i­
llar (ed.), Studia Indogermánica et Palaeohispanica in honorem A. Tovar et L. M i-
chelena, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1990, págs. 175-181.
10. C f. mi «La flexion nominale du grec et de l’indoeuropéen III á la lumiére
de l’AnatoIien», en E. Benveniste aujourd'hui. Actes du Colloque International
du C.N.R.S. (Tours, 28-30 septembre 1983), Tours, Peeters, 1984, págs. 1-16.
11. Sobre los temas puros véase Lingüística indoeuropea, cit., pág. 370 sigs.
12. Véase ibidem, pág. 479 sigs. 13. En mi opinión esa -u es fonética, proce-
33° Notas

de de la laringal con apéndice velar. Sobre el tema de las raíces y los temas pu­
ros en el verbo, véase ibidem, pág. 542 sigs. 14. Véanse más detalles en
ibidem, pág. 719 sigs. También «Perfect, middle voice and Indoeuropean ver­
bal endings», Emerita 49, 1981, págs. 27-58 (recogido en Nuevos estudios, cit.,
págs. 329-357. 15. Véase Lingüística indoeuropea, cit., pág. 695, Manual de
Lingüística indoeuropea, cit., II, pág. 256 sigs. 16. Véase C. di Palma, Le
origini degli etruschi, cit. 17. C f. «Etruscan as an IE Anatolian (but not
Hittite) Language», cit.; «More on Etruscan as an IE-Anatolian Language»,
cit.; «El etrusco como indoeuropeo anatolio: viejos y nuevos argumentos», cit.
En este último artículo explico las desgraciadas circunstancias (veto nacionalista
de Pallottino y arqueólogos italianos, veto de indoeuropeístas alemanes de la es­
cuela tradicionalista) que han hecho que aquello que los datos hacen evidente sea
mal expuesto o rechazado. Es fácil que al etrusco haya que añadir lenguas empa­
rentadas con él, como el rético y el nurágico. 18. «Bopp’s Image o f Indo­
european and some recent Interpretations», en R. Sternemann (ed.), Bopp Sympo­
sium igg2 dei■
Humboldt- Universitat zu Berlin, Heidelberg, C. Winter, 1994, pág. 11.
19. «Hethitisch und Indogermanisch», en J. Knobloch (ed.), II Fachtagung für
indogermanische undallgemeine Sprachwissenschaft. Innsbruck 10-15 October /96/,
Innsbrucker Beitrage zur Kulturwissenschaft 15, Innsbruck, 1961, págs. 145-151.
20. Evolución y estructura del verbo indoeuropeo, cit. 21. F. R. Adrados, «The
archaic structure o f Hittite: the Crux o f the Problem», JIES 11, 1982, págs. 1-35
(también en Nuevos Estudios, cit., pág. 391 sigs.) y otros lugares. En ia nota 18 aña­
do una amplia relación de artículos míos sobre el tema. 22. Véase mi «The
new Image o f Indo-European», cit., pág. 4. 23. Cf. H. Eichner, «Die Vor-
geschichte des Hethitischen Verbalsystems», en H. Rix. (ed.), Flexion und Wort-
bildung. Akten der V. Fachtagung der Indogermanischen Gesellschaft, Wiesbaden,
Reichert, 1975, págs. 71-110. Véase también mi crítica a Jasanoffen mi artículo en
prensa en ¡IES, «Panorama oí Indoeuropean Linguistics since the middle o f the
twentieth century: advances and inmovilism». 24. Cf. W. Cowgill, «More
evidence for Indo-Hittite: the Tense-Aspect systems», en L. Heilmann (ed.),
Proceedings o f the Eleventh International Congress o f Linguists, II, Bolonia, II
Mulino, 1975, págs. 557-570. 25. Comparative Indo-European Linguistics.
An introduction, cit., pág. 31 sigs. 26. C f. J. H. Jasanoff, Hittite and the
Indo-european Verb, O xford, Oxford University Press, 2005. Véase mi crítica
detenida en «Must we postulate an unitary and plain Indoeuropean?», en
prensa en IF. 27. Wiesbaden, Lu dw ig Reichert, 2001 (véase la Introduc­
ción). 28. C f. «The new image o f Indo-European», cit., pág. 14, con la bi-
Notas ili

bliografía allí mencionada. 29. C f. «Probleme der raumlichen und zeitli-


chen Gliederung des Indogermanischen», en H. Rix (ed.), Flexion und Wort-
bildung. A\ten der V. Fachtagung der Indogermanischen Gesellschaft, cit., págs.
204-219. 30. «Die Bedeutung des Hethitischen tür die Rekonstruktion
des friihindogermanischen Verbalsystems», IF 72-73, 1967, págs. 221-238.
31. «Probleme der raumlichen und zeitlichen G liederung des Indogermanis-
chen», cit. 32. «Arqueología y diferenciación del indoeuropeo», cit.,
págs. 261-282 (recogido en Nuevos Estudios, cit., págs. 19-38, traducido al ale­
mán — precisamente por invitación de M eid— con el título D ie raumhche und
zeitliche Differensierung des Indoeuropaisch im Lichte der Vor- und Frühges-
chichte, Innsbrucker Beitrage zur Sprachwissenschaft. Vortráge und kleinere
Schriften 27, Innsbruck, Institut für Sprachwissenschaft der Universitat, 1982.
33. Véase mi protesta contra ese supuesto origen de mis ideas (según J. Tis-
chler, «Relative Chronology: the Case of Proto-Indo-European», en Y. L. A r-
beitman (ed.), A Linguistic Happening in Memory o f Ben Schwarz, Louvain-la-
Neuve, Peeters, 1988, pág. 560; W . P. Lehmann en Kratylos 32, 1987, pág. 29;
J. H. Jasanoff, Hittite and the Indoeuropean Verb, cit., pág. 25, etc., en «Bopp’s
Image o f Indoeuropean and some recent Interpretations», en R. Sternemann
(ed.), Bopp Symposium ig<)2 der Humboldt- Universitatzu Berlin, cit., pág. 12 («I
have exposed these ideas thirteen years before M eid’s article»). 34. Cf.
Pre-Indoeuropean, W ashington, 2002, pág. 43 sigs. 35. Der Ursprung der
Indogermanischen Declination, Gotinga, V&R, 1947. 36. Ya desde 1935, en
sus Origines de laformation des noms en indo-européen, París, Adrien Maisonneuve.
37. C f. bibliografía en Manual de Lingüística Indoeuropea, cit., I, pág. 135 y «The
new Image o f Indo-European», cit., pág. 7; véase también P. W . Brosmann,
«The Hittite gender o f cognates o f PIE feminines», JIES 4, 1976, págs. 93-106;
O . Carruba, «Genere e classe in anatolico», en Anatolisch und Indogermanisch,
Innsbrucker Beitrage zur Sprachwissenschaft 100, Innsbruck, Institut für
Sprachwissenschaft der Universitat, 2001, págs. 29-42. Véase ahora mi «A note
on the *-ó/-eu, *-á/-ai/-í themes in Indo-european. A propos o f a paper by Paul
Brosman», Emerita 74, 2006, págs. 197-200. 38. Véase, además de los libros
ya citados, «On Indoeuropean sigmatic verbal stems»,/ArchLing 2, 1971, págs. 95-
1 16; «Indoeuropeaní-stems and the origin o f polythematic verbal Inflection», IF
86, 1981, págs. 96-122 (recogido en Nuevos Estudios, cit., págs. 359-383); «Perfect,
middle Voice and Indo-European verbal Endings», cit.; «Further considera­
tions on the phonetics and morfologizations of FT and II" ». Emérita 49, 1981,
págs. 231-271 (recogido en Nuevos estudios, cit., págs. 121-147); «The archaic
3¿í Notas

structure of Híttite: the Crux of the Problem», cit.; «La flexion nominate du grec
et de rindoeuropéen III á la lumiére de l’Anatolien», cit. (recogido en Nuevos
estudios, cit., págs. 283-298); «Der Ursprung der grammatischcn Kategorien des
Indoeuropaischen», A^ten der VII Fachtagung der Indogermanischen Gesellschaft,
Wiesbaden, 1985, págs. 1-46 (recogido en Nuevos estudios, cit., págs. 211-249);
«Archaisms in Anatolian nominal Inflexion», en Y. L. Arbeitman (ed.), A L in ­
guistic Happening in Memory o f Ben Schwarz, cit., págs. 13-40 (recogido en Nuevos
estudios, cit., págs, 263-282); «Agglutination, suffixatíon or adaptation? For the
History of IE nominal Inflexion», IF 94,1989, págs. 21-44 (recogido en Nuevos es­
tudios, cit., págs. 299-327); «De la flexión nominal del indoeuropeo a la del esla­
vo», en Jornadas de Filología Eslava de la Universidad Complutense de Madrid, M a­
drid, U CM , 1990, págs. i - i 1; «El formante -n y el origen de la flexión heteroclítica
en indoeuropeo», Ementa 59, 1991, págs. 5-21. 39. Cf. ibidem. 40. «Must
we again postulate a unitary and uniform Indoeuropean?», «Panorama o f Indo­
european Linguistics since the middle o f the twentieth century: advances and in-
movilism», en prensa en IF y I IES, respectivamente.

4. m á s a t r á s t o d a v ía : e l in d o e u r o p e o n o f l e x io n a l (ie i)

i .A lo dicho arriba añádase más bibliografía en Manual de Lingüística Indoeuro­


pea, cit., II, pág. 135 sigs. (para el nombre) y 385 sigs. (para el verbo). Sobre Bopp,
que ya proponía la teoría de la aglutinación, véase mi trabajo «Bopp’s image of
Indo-European and some recent interpretations», en R. Sternemann (ed.), Bopp
Symposium der Humboldt- Universitat zu Berlin, cit., págs. 4-14. De las ideas
de Bopp sobre la raíz y el tema, decía yo (pág. 9), se deduce que creía en la existen­
cia de un antiguo estadio no flexional. 2. Véase «Der Ursprung der gram ­
ma tischen Kategorien des Indogermanischen», cit., y «Agglutination, Suffixatíon
or Adaptation? For the history o f IE nominal Inflexion», cit., así como varios
artículos, también citados, sobre los orígenes de la flexión. Remito además a: «Ensa­
yo sobre la estructura del IE preflexional», RSEL 2,1972, págs. 45-82; «El sistema
del nombre, del indoeuropeo preflexional al flexional», RSEL 3, 1973, págs. 117-
142; «Towards a Syntax o f Proto-Indo-European», IF 105, 2000, págs. 60-67; Ma­
nual de Lingüística Indoeuropea, cit., II, págs. 134 sigs. y 381 sigs. 3. Estudios so­
bre las partículas indoeuropeas con base consonantica y laringal, Madrid, CSIC, 2000.
4. Todavía duraba en chipriota la indiferencia numeral, cf. «El genitivo temático
en -o en micénico y chipriota», en F. Villar (ed.), Studia Indogermánica et Palaeohis-
Notas 333

panica in honorem A. Tovar et L. Michelena, cit., págs. 175-181. 5. Sobretodo


esto, véase más en detalle mi bibliografía ya citada. También ideas de W atkins y
Kurylow icz, recogidas en Manual de Lingüística Indoeuropea, cit., III, pág. 399.
6. «Ideas on the T ypology o f Indoeuropean», JIES 15, 1987, págs. 97-119.
7. «Towards a Syntax o f Proto-Indoeuropean», cit. 8. Véase W . P. Leh­
mann, Pre-Indo-European, cit., pág. 29 sigs. Pero Lehmann, Theoretical bases o f
IndoEuropean Linguistics, cit., véase pág. 75 sigs., aun admitiendo la teoría de los
tres estratos y el carácter secundario de la flexión, no registra mi posición sobre
el antiguo monotematismo y el más antiguo aún sistema radical no flexivo (aun­
que parece implícito en sus ideas). 9. En su Ergatividad, acusatividad y gé­
nero, cit. N o es cierto lo que dice en Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit.,
pág. 249: que yo me haya aproximado a esta teoría. La critiqué fuertemente en
«Tipología y reconstrucción del indoeuropeo», cit. (también en Nuevos estudios,
cit., págs. 61-68).

5. MIRADA TIPOLÓGICA AL IE Y SUS RAMAS

i. Véase también «The reconstruction o f the most ancient Indoeuropean in the


School o f Madrid», en Cinquant’anni di ricerche linguistiche. Problemi, risultati e
prospettive per il terzo millenio. Atti del IX Convegno Irtemazionale di Lingüisti­
ca tenuto a Milano net giorni 8-10 ottobre 1998, Milán, Edizioni dell’Orso, 2001,
págs. 89-95. 2· Véase una justificación en «¿Cómo describir el indoeuropeo y
sus variantes? »,en Europa et Asia Polyghtta, Dettelbach, Roll, 2000, págs. 1-6. 3. So­
bre todo esto, cf. «Ideas on the Typology o f Indoeuropean», cit. 4. Sobre esta
posición mía, véase «Hacia una tipología de las combinaciones de rasgos lin­
güísticos», en Language Change and Typological Variation, II, Washington, 1998,
págs. 387-396. Sobre la diferenciación del indoeuropeo en general, véase «La re­
construcción del indoeuropeo y su diferenciación dialectal», cit., págs. 249-284. Y
«Binary and multiple Oppositions in the History o f Indoeuropean», en G. Cardo-
na-N. H. Zide (eds.), Festschrift für Henry Hoenigswald on the Occasion o f his Se­
ventieth Birthday, Tubinga, Narr, 1987, págs. 1-10 (recogido en Nuevos estudios,
cit., págs. 241-263). 5. Cf. R. Birwé, Griechisch-Arische Sprachbeziehungen im
Verbalsystem, Waldorf, 1956; también mi Historia de la lengua griega, cit., pág. 24
sigs. 6. Cf. W . Euler, Indoiranisch-griechische Gemeinsamfriten der Nominal-
bildung und det en indogermanische Grundlagen, Innsbrucker Beitrage zur Sprach-
wissenschaft 30, Innsbruck, Instituí fíir Sprachwissenschaít der Universítat, 1979.
334 Notas

η. Cf. «Sanskrit and Indoeuropean», en V. Raghavan (ed.), Proceedings o f thefirst


International Sanscrit Conference, Volume two. Part one, Nueva Delhi, 1975, págs.
436-444 (recogido en Nuevos estudios, cit., págs. 421-428); también «Ideas para una
tipología del griego», Estudios clásicos 12,1968, págs. 225-248. Dejo fuera el estu­
dio de los dialectos griegos, de los que me he ocupado en diferentes ocasiones. Y
las diferencias entre el védico y el sánscrito y otras dentro del mismo griego.
8. Del báltico y el eslavo me he ocupado en trabajos ya citados (en español, «Las
lenguas eslavas dentro de las lenguas indoeuropeas», Nuevos estudios, cít., págs.
541-557, e «Indoeuropeo, eslavo, báltico: algunas notas tipológicas», Nuevos
estudios, cit., págs. 559-570). En estos artículos se cita la bibliografía pertinente.
9 En español, «indoeuropeo, latín, romance. Algunas notas tipológicas», Nuevos
estudios, cit., págs. 593-617. 10 «Verbo celta antiguo y verbo indoeuropeo»,
en Festschriftfor Eric P. H a m p flE S Monographs 23-25, Washington, Institute for
the Study o f Man, 1997, vol. I, págs. 11-23. Aparte de estudios particulares como
«The Celtiberic Verb», cit. Al verbo celtibérico aporta cosas nuevas mi trabajo
«Sobre Botorrita IV», Emerita 70,2002, págs. 1-8.

6, EL INDOEUROPEO IV: EVOLUCION HASTA EL PRESENTE

i. «Tipología de las lenguas indoeuropeas modernas», cit., y «Del indoeuropeo


al español», cit. 2. Véase el detalle en, por ejemplo, I. Jordan-M. Manoliu,
Manual de Lingüística románica, Madrid, Credos, 1972,1 , pág. 121 sigs.

seg u n d a parte

LA S L E N G U A S EU R O PE A S, SU C R E C IM IE N T O
Y SUS R E L A C IO N E S

I. INTRODUCCIÓN

i. Véase J.C. Moreno Cabrera, La dignidad e igualdad de las lenguas, Madrid,


Alianza Editorial, 2000. 2. Véase «Arqueología y diferenciación del indoeu­
ropeo», recogido en Nuevos estudios, cit., sobre todo pág. 31 sigs.; y Manual de Lin ­
güística Indoeuropea, cit., III, pág. 34 sigs. 3. Véase sobre ellos una exposición
general en mi libro El reloj de la historia, cit., pág. 116 sigs. 4. Véase mi ar­
tículo «Europa y sus lenguas», cit. 5. Véase, entre varia bibliografía, mi «El
Notas 335

cuándo y el cómo de los más antiguos influjos asiáticos en Grecia», en A A .V Y .,


Actas del Congreso «El Mediterráneo en la Antigüedad: (Jriente y Occidente», Sapanu.
Publicaciones en Internet 2 ,1998 (httpywww.labherm.filol.csic.es). Antes, entre infi­
nita bibliografía, mi «La lírica griega arcaica y el Oriente», en Travauxdu VI Con­
gres International d'Etudes Classiques, París, 1976, págs. 251-263. 6. Véase,
entre otra bibliografía, mi «La cultura micenea nella storia di Grecia», en
prensa en \as Actas del «XII Colloquio Internazionale di studi micenei», 19-26 de
febrero de 2006. 7. Véase Esquilo,Persas, 181 sigs., 241 sigs. 8. Véase,
tras otras publicaciones como mi ¿Quées Europa? ¿Q ué es España?, cit., mi libro
E l reloj de la historia, cit., pág. 445 sigs. 9. Véase mi ¿Qué es Europa? ¿Qué
es España?, cit., pág. 17 sigs. 10. Para el origen, evolución y difusión del al­
fabeto griego — varios alfabetos en el origen— remito a mi Historia de la lengua
griega, cit., pág. 100 sigs. y a la bibliografía allí citada. Tam bién al capítulo de
J. F. Healey en Leyendo el pasado, trad, española, Madrid, A kal, 2003, pág. 221
sigs.

2. HISTORIA DE LAS LENGUAS Y LOS DIALECTOS INDOEUROPEOS EN EUROPA

i. A. Meillet, Caracteres généraux des languesgermaniques, París, Hachette, 1942,


pág. 17. 2. Una relación más completa puede encontrarse en J. C. Moreno
Cabrera, E l universo de las lenguas, cit. 3. C f. mi Historia de la lengua grie­
ga, cit., pág. 263 sigs. 4. Sobre estos conceptos y su relevancia en la investi­
gación histórica y dialectal, véase mi La dialectología griega como fuente para el
estudio de las migraciones en Grecia, 2* ed., Madrid, Ediciones Clásicas, 2000, y La
dialectología griega hoy (/952-/995), Madrid, Ediciones Clásicas, 1998. 5. Vé­
ase, entre otros lugares, Lingüística indoeuropea, cit., pág. 1128 sigs.; Manual de Lin­
güística indoeuropea, cit., vol. III, pág. 268 sigs. 6. Véase Historia de la lengua grie­
ga, cit., pág. 24 sigs. 7. Cf. «Sanskrit and Indoeuropean», cit. 8. Cf. «Les
langues slaves dans le contexte des langues indoeuropéennes», en Supostalbi-
telno ezikpsnanie 5, 1980, págs. 3-14 (recogido en Nuevos estudios, cit., págs. 541-
557); «Indoeuropéen, Slave, Baltique: quelques notes typologiques», Dokjadi,
IstoricesJ(i razboí na bulgarskija Ezi/{ 2, Sofía, Academia Búlgara de Ciencias,
1985, págs. 8-33 (recogido en Nuevos estudios, cit., págs. 559-570). 9. F,n
general, véase F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit.; A . G . Ra-
mat-P. Ramat (eds.). Las lenguas indoeuropeas, cit.; H. W alter, La aventura de
las lenguas en Occidente, cit. (solo para las lenguas occidentales vivas, celta, len-
Notas

guas románicas y germánicas). Aparte pueden verse exposiciones de los princi­


pales rasgos de cada grupo indoeuropeo en: para el griego los conocidos manuales
de Thumb-Scherer, Bechtel, mis La dialectología griega hoy, cit., e Historia de la
lengua griega, cit., con abundante bibliografía; para el latín, el conocido manual de
F. Sommer y bibliografía posterior; para el celta, el de Pokorny y bibliografía pos­
terior igualmente; para el germánico, H. Krahe, Lingüística germánica, Madrid,
Cátedra, 1977, etc. T odo esto, aparte de la exposición de la evolución posterior
de estos grupos, de la que se habla más abajo. ro. Véanse más detalles en
«Arqueología y diferenciación del indoeuropeo», cit. (recogido en Nuevos estu­
dios, cit., pág. 34 sigs.). 11. A llí doy la bibliografía pertinente, pero hacien­
do constar que las historias del griego se refieren, las unas (Meillet, Hoffmann,
Palmer, etc.), a la época antigua hasta la kpiné\ las otras, a la medieval y moder­
na (Browning, Vayakakos, M ackridge, etc.). 12. C f. «Micénico, dialectos
paramicénicos y aqueo épico», Emérita 44,1976, págs. 65-113 (recogido en Nuevos
estudios, cit., págs. 429-472), y «Towards a new stratigraphy of the Homeric D ia­
lect», Glotta 59, págs. 13-27 (recogido en Nuevos estudios, cit., págs. 505-518).
13. Cf. «La creación de los dialectos griegos del primer milenio», Emerita 44,
1976, págs. 245-248 (recogido en Nuevos estudios, cit., págs. 473-503). 14. So­
bre la kpiné literaria o culta véase, además de la bibliografía citada en mi Historia
de la lengua griega, cit., sobre todo pág. 159 sigs., mis Estudios sobre el léxico de lasfá ­
bulas esópicas. En torno a los problemas de la l^piné literaria, Madrid, CSIC, 1948.
15. Además de la bibliografía restante véase mi «Homero y las lenguas poéticas
de Grecia como vía hacia la unidad del griego», en Poesía e religione in Grecia. Stu-
di in onore di G. Aurelio Privitera, Nápoles, Edizioni Scientifiche Italiane, 2000,
págs. 3-12. 16. Cf. mi Evolución y estructura del verbo indoeuropeo, cit., pág.
4 7 5 sigs. 17. Sobre el celta véase H. W alter, La aventura de las lenguas en
Occidente, cit., pág. 71 sigs.; F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa,
cit., pág. 334 sigs.; A, Giacalone y P. Ramat, Las lenguas indoeuropeas, cit., pág.
450 sigs. 18. Véase Evolución y estructura del verbo indoeuropeo, cit., pág,
569 sigs. 19. Véase «The Celtiberic Verb», cit. y «Verbo celta antiguo y
verbo indoeuropeo», cit. 20. Sobre todo esto, véanse más detalles en mi El
reloj de la historia, cit., pág. 384 sigs. También H. W alter, La aventura de las len­
guas en Occidente, cit., pág. 303 sigs.; F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes
de Europa, cit., pág. 39 sigs.; A . G. y P. Ramat, Las lenguas indoeuropeas,
cit., pág. 491 sigs. 21. Cf. R. Menéndez Pidal, Historia de la lengua española,
Madrid, R.A.E., 2005, pág. 246 sigs. Y J. J. de Bustos en R. Cano Aguilar (coord.),
Historia de la lengua española, Barcelona, Ariel, 2004, pág. 268. 22. C f. mi
Notas 337

Evolución y estructura del verbo indoeuropeo, cit., pág. 447 sigs. 23. Véase
E. Gamillscheg, «Germanismos», en Enciclopedia Lingüística Hispánica, Madrid,
C SIC , 1967, vol. II, págs. 79-91 (y, en general, Romania Germanica, 3 vols., Berlín-
Leipzig, de Gruyter, 1934 sigs.). 24. Sobre las fronteras del nórdico y el ger­
mánico occidental cf. W . Euler, D ie Herausbildung von Übergangsdialekten und
Sprachgrenzen: Überlegungen am Beispiel des Westgermanischen und Nordischen,
Innsbrucker Beitrage zur Sprachwissenschaft. Vortrage und kleinere Schriften
73, Innsbruck, Institut für Sprachwissenschaft der Universitat, 2002. 25. Cf.
J. P. Mallory-D. Q. Adams (eds.), Encyclopedia o f Indo-European Culture, cit., pág.
524 sigs. 26. Sobre esto véanse mis dos artículos ya citados «Las lenguas esla­
vas en el contexto de las lenguas indoeuropeas» e «Indoeuropeo, eslavo, báltico:
algunas notas tipológicas». Sobre los eslavos y sus lenguas en general, F. Villar,
Los indoeuropeos y ¿os orígenes de Europa, cit., pág. 312 sigs.; A. Giacalone-P. Ra-
mat (eds.), Las lenguas indoeuropeas, cit., pág. 529 sigs.; f. P. Mallory-P. Q. Adams
(eds.), Encyclopedia o f Indo-European Culture, cit., pág. 523 sigs. 27. Véase mi
«Contactos culturales entre Bizancio y el Imperio Romano-Germánico en la épo­
ca de Metodío», en Revista déla Universidad Complutense, vol. extr. 1988, págs. 51-
54, y «Los eslavos: de los orígenes a la helenización y la integración en Europa»,
cit. En estos artículos se da abundante bibliografía. 28. Cf. «Las lenguas es­
lavas en el contexto de las lenguas indoeuropeas», cit. También, F. Villar, Los in­
doeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 302 sigs., A. Giacalone-P. Ramat
(eds.). Las lenguas indoeuropeas, cit., pág. 575 sigs. 29. C f. F. Villar, Los in­
doeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 282 sigs.; A. Giacalone-P. Ramat (eds.),
Las lenguas indoeuropeas, cit., pág. 607 sigs.;}. P. Mallory y D. Q. Adams (eds.), Ency­
clopedia o f Indo-European Culture, cit., pág. 8 sigs. 30. Los datos numéricos
proceden principalmente de I. C. Moreno Cabrera, Lenguas del mundo, Madrid,
Visor, 1990, con algunos reajustes. Se refieren siempre a los hablantes europeos.

3, l.AS LENGUAS NO INDOEUROPEAS DE EUROPA

i. Historia de la lengua española, cit., pág. 22 sigs. 2. Universidad de Sala­


manca 1946, véase pág. 77 sigs. 3. Véase L. Michelena, Sobre el pasado de la
lengua vasca, San Sebastián, Auñamendi, pág. 76 sigs.; W . }. Entwistle, Las lenguas
de España. Castellano, catalán, vasco y gallego-portugués, Madrid, Istmo, 1990
(ed. inglesa original, 1969), pág. 54. 4. Cf. L. Michelena, Fonética histórica vasca,
San Sebastián, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1990 (1.* ed. 1961). 5. Véan-
jjK Notas

se los datos en la tercera parte de F.Villar-B. M. Prosper, Vascos, celtas e indoeuro­


peos. Genes y lenguas, Salamanca, Ediciones Universidad, 2005, pág. 367 sigs.
6, Pág. 35 sigs. 7. P. ej., M. Saltarelli, Basque, Londres, Routledge, 1988; I.
Zubiri, Gramática didáctica del cusiera, San Sebastián, Habe, 1990. Puede verse un
resumen en J. C. Moreno Cabrera, E l universo de las lenguas, cit., pág. 1161 sigs.
8. «Algunas ideas de tipología lingüística a propósito del euskera y el indoeuro­
peo», en Symbolae Ludovico Mitxelena oblatae. Anejos de Veleia 1, Vitoria, 1985,
vol. II, págs. 845-848, 9. Cf. ]. Caro, Materiales para una historia de la lengua
vasca, cit., pág. 197 sigs.; W .). Entwistle, Las lenguas de España, cit., pág. 39 sigs.;
L. Michelena, Sobre el pasado de la lengua vasca, cit., pág. 123 sigs. 10. Cf. L.
Michelena, Sobre el pasado de la lengua vasca, cit., pág. 123 sigs., 133 sigs. Y A. T ovar,
El euskera y sus parientes, Madrid, Minotauro, 1959, que se refiere a los sufijos -ko (en
euskadikp, p. ej.) y -skp. 11. Cf. J. Caro, Materiales para una historia de la len­
gua vasca, cit., sobre iri ‘ciudad’. 12. C f. F. Villar-B. Prósper, Vascos, celtas e
indoeuropeos, cit. 13. Cf. L. Michelena, Sobre el pasado de la lengua vasca, cit.,
pág. 105 sigs. 14. Cf. i. Iordan-M. Manoliu, Manual de Lingüística románica,
cit., vol. II, pág. 98; H. Lüdtke, Historia del léxico románico, M adrid, Credos,
1974, pág. 181. 15. A. T ovar, E l euskera y sus parientes, Madrid, M inotau­
ro, 1959, págs. 11 sigs., 38 sigs.; L. Michelena, Sobre el pasado de la lengua vasca, cit.,
pág. 161 sigs. Véanse más datos en R. L. Trask, The History o f Basque, Londres,
Routledge, 1997; C. Jordán, «Sobre los orígenes del vasco», Estudios en Homenaje
a Serafín Agud, Zaragoza, Universidad, 1998, págs. 3-30, con bibliografía. Poseo
una tesis doctoral inédita (que yo sepa) de R. Serrano, Trabajo comparativo de las
lenguas kartvélicas y la lengua vasca, Alava, 1999, sin fecha, que es relativamente
optimista sobre la relación de vasco y kartvélico. 16. Véase F. Villar, Los in­
doeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 497 sigs. Sobre la toponimia vasca en
Aquitania, cf. T h. Vennemann, «Languages in prehistoric Europe north o f the
Alps», en A. Bammesberger-Th. Vennemann, Languages in prehistoric Europe,
cit., pág. 321 (con bibliografía). Pero la asunción de este autor de que las primeras
lenguas europeas, tras la glaciación, al norte de los Alpes, eran vascas y vasca
era la hidronimia indoeuropea de la que hablaremos, carece de cualquier apoyo.
17. Véase H. Hristov, Bulgaria 1300 years, Sofia Press, 1980, pág. 25 sigs.
18. Cf. F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 373 sigs.
19. Cf. I. Gorrochategui, «Establishment and analysis o f Celtic toponyms in
Aquitania and the Pyrinees», en J. de Hoz-E. Luján-P, Sims-Williams (eds.),
New approaches to Celtic place-names in Ptolemy’s Geography, Madrid, Ediciones
Clásicas, 2005, págs. 153-172. 2 o. «La familia lingüística indoeuropea». Re-
Notas 339

vista de Libros, octubre de 2000 (recogido en De nuestras lenguas y nuestras letras,


Madrid, Visor, 2003, pág. 73 sigs.). 21. Véase J.C. Moreno Cabrera, E l uní
verso de las lenguas, cit., pág. 285 sigs. 22. Véase D. Abandoklo (ed.), The
Uralic Languages, Londres, Routledge, 1998; R. Austerlitz, «L’ouralien», en A.
Martinet (ed.), Le langage: Encyclopedic de la Pléiade, París, Gallim ard, págs. 1331 -
1389; R. T . Harms, Estonian Grammar, La Haya, Mouton, 1962; H. Fromm,
Finnische G r a m m a t i Heidelberg, W inter, 1982; K. Bergsland, Lappische
Grammatil{, Wiesbaden, Harrassowitz, 1976; J. Tom pa, Kleine Ungarische Gram­
m a t i Budapest, 1985. 23. Cf. E. Qehmann-Helsinki, Die dltesten getmatiis-
chen Lehnworter im Finnischen, Gotinga, Vandenhoeck und Ruprecht, 1954.

TERCERA PARTE

L A C O N F L U E N C IA Y E X P A N SIÓ N
DE LAS LE N G U A S DE EU R O PA

I. EL ALFABETO, LOS TEXTOS GRIEGOS Y LATINOS Y SU LLEGADA A EUROPA

i. Véase mi Historia de la lengua griega, cit., pág. 69 sigs. 2. Mi Historia de la


lengua griega, cit., pág. 67 sigs. Se puede añadir, entre otra bibliografía, J. T . Hoo­
ker (ed.),Leyendo el pasado. Antiguas escrituras del cuneiforme al alfabeto, cit. (cf.
}. F. Healey, «El alfabeto primitivo», págs. 221-281, v B .F . C ook, «Inscripcio­
nes griegas», págs. 383-351). Tam bién J. Bartolomé et al. (eds.), La escritura y el
libro en la Antigüedad, Madrid, Ediciones Clásicas, 2000 (M. S. Ruipérez-J. L. Me­
lena, «Las escrituras del II milenio en Grecia», págs. 23-36; J. de H oz, «La recep­
ción de la escritura consonántica fenicia en Grecia», págs. 37-54, y «La escritura
en la Grecia arcaica y clásica: funciones y modelos», págs. 211-237). 3 · Véase,
para las líneas generales, mi Historia de la lengua griega, cit., pág. 71 sigs., con
abundante bibliografía allí citada. 4. Véase, entre otros textos míos, «La cul­
tura micenea nella storia di Grecia», cit. 5. Por ejemplo, últimamente, en
mi El reloj de la historia. Homo sapiens, Grecia antigua y mundo moderno, cit.,
pág. 237 sigs. 6. Aparte de mí Historia de la lengua griega, cit., pág. 67
sigs., véase, con muchos detalles, J.H. Healey, «El alfabeto primitivo», cit.,
pág. 221 sigs., y J. de H oz, «La recepción de la escritura consonántica fenicia
en Grecia », cit. 7. Cf. mi Historia de la lengua griega, cit,, pág. 69, con biblio­
grafía, 8. Cf. «Homero y las lenguas poéticas de Grecia como vía hacia la
unidad del griego», cit. 9. «¿Cómo ha llegado a nosotros la literatura grie-
34 ° Notas

ga?», Revista de la Universidad de Madrid i, 1953, págs. 525-552. 10. Cf. Pla­
tón, Parménides 127c; Marcelino, Vida de Tucídides 54. 11. Cf. Jenofonte, M e­
morables IV 2.10. 12. C f Platón, Vedro 247c. 13. C f. «¿Cómo ha llega­
do a nosotros la literatura griega?», cit., pág. 528 sigs. 14. En mis Modelos
griegos, cit. 15. Cf. J. E. Sandys,/1 History o f classical scholarship, Nueva York-
Londres, Hafner, 1967, vol. II, pág. 95 sigs. 16. Sobre ellas y las literaturas
que las utilizaron, véase mi Historia de la lengua griega, cit., pág. 204 sigs., y L. Po­
litis, Historia de la literatura griega moderna, trad, esp., Madrid, Cátedra, 1994, pág.
37 sigs. 17. Véase L. Bonfante, «Etrusco», en Leyendo el pasado, cit., sobre
todo pág. 566 sigs.; y, sobre los alfabetos etrusco y latino, J. Gorrochategui, «Los
alfabetos de Italia y el alfabeto latino», en J. Bartolomé et al.. La escritura y el libro
en la Antigüedad, cit., págs. 79-92. 18. Sobre el tema del uso de las dos len­
guas, cf. Historia de la lengua griega, cit., pág. 387 sigs. 19. Cf. mi «La d m i­
núscula», en Al pie de la letra, Salamanca, 2001, págs. 51-57. 20. Cf. E l reloj de
la historia, cit., pág. 372 sigs. 21. Véanse más detalles, por ejemplo, en D.
Chivhevski, Historia comparada de las literaturas eslavas, Madrid, Credos, 1983.

2. LÉXICO GRIEGO, LATINO Y CRISTIANO EN LA HISTORIA DE LAS LENGUAS

i. He estudiado el tema en mi Historia de la lengua griega, cit., págs. 148 sigs. y 187
sigs., con bibliografía; también en «Human Vocabulary and naturalistic Vocabu­
lary in the Presocratics», Glotta 72, 1995, págs. 182-195, entre otros lugares que se
citarán más abajo. Por supuesto, el nuevo léxico griego ha sido objeto de numero­
sos estudios, que citaré también más abajo. Entre ellos destaco P. Chantraine, La
formation des noms en Grec antique, París, 1933. 2. Puede encontrarse en
P. Boned Colera-J. Rodríguez Somolinos, Repertorio bibliográfico de la lexico­
grafía griega, M adrid, C S IC , 1998. Entre las obras generales, además de las de
Chantraine, puede verse E. Frankel, Geschichte dergriechischen Nomina Agen­
tis I-II, Estrasburgo, 1910-1912, y A. Debrunner, Griechische Wortbildungsleh-
re, Heidelberg, C arl W inter, 1917. 3. Études sur le vocabulaire grec, París,
1956. 4. «El testimonio del micénico a propósito de los nombres de las di­
versas fuerzas en Homero», Emerita 44,1976, págs. 421-436. 5. Dichtungund
Philosophic des frühen Griechentum, Nueva York, 1951, pág. 613 sigs. 6. La
teología de los primerosfilósofos griegos, 2.a ed., México, Fondo de Cultura Econó­
mica, 1952. 7. Sobre ellos véase A. Debrunner, Griechische Wortbildungsleh-
re, cit., pág. 15 sigs. 8. Citado antes en nota 22. Aparte de publicaciones rese-
Notas 341

nadas en mis «Los orígenes del lenguaje científico», RSEL 27,1997, pág. 307, n. 8,
y en mi Historia de la lengua griega, cit. Véase también mi «Human Vocabulary
and naturalistic Vocabulary in the Presocratics», cit. Tam bién N. Marinone,
Morfología greca, T urin, Giappichelli, 1985, pág. 129 sigs., con estadísticas.
9. Para los nombres y adjetivos, véase C. D. Buck-W . Petersen, A reverse Index
o f Gree^ Nouns and Adjectives, Chicago, 1944, que añade frecuencias, pero solo
totales; P. Kretschmer-E. Locker, Riickliiufiges Wórterbuch der griechischen
Sprache, Gotinga, Vandenhoeck und Rupprecht, 1963. 10. Sobre el léxico
de Heráclito, véase mi «El sistema de Heráclito: estudio a través del léxico»,
Emerita 41, 1973, págs. 1-43 (recogido en Palabras e ¡deas, Madrid, Ediciones
Clásicas, 1992, págs. 35-90). 11. Véase bibliografía en mi Historia de la len­
gua griega, cit., pág. 152. Hay estudios sobre el lenguaje médico en general,
cf. entre ellos S. Boscherini, Studi di Lessicologia medica antica, Bolonia, Patron, 1993;
A . Debru-G. Sabbah (eds.), Nommer la maladie. Recherches sur le lexique greco -
latin de la pathologie, Saint-Étienne, 1998; M. D. G rm ek, Les maladies a l ’aube de
la civilization occidentale, París, Payot, 1983. 12. Véase más léxico nuevo de
los hipocráticos en A. Bozzi, Note di Lessicografta ippocratica, Roma, Edizioni
dell’Ateneo, 1882. 13. Sobre el talante crítico de Heródoto, cf. E l reloj de la
historia. Homo sapiens, Grecia antigua y mundo moderno, cit., pág. 53, n. 45. Sobre
su léxico, cf. bibliografía citada en Historia de la lengua griega, cit., pág. 127.
14. Véase mi «La lengua del teatro griego», en J. de H oz (ed.), Estudios sobre los
géneros literarios, I, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1975, págs. 29-48, so­
bre todo 37 sigs. También «Sobre los orígenes del vocabulario ático», Emerita 21,
1953, págs. 123-162, y 23, 1957, págs. 81-121. 15. Sobre todo esto véase, más
detalladamente, mi Historia de la lengua griega, cit., pág. 135 sigs. 16. La for­
mation des noms en Grec antique, cit. 17. Véase mi «La lengua de Sócrates
y su filosofía». Palabras e ideas, cit., págs. 251-278. 18. Véase mi Ilustración y
política en la antigua Grecia, Madrid, Revista de Occidente, 1966, pág. 489 sigs.; J.
de Rom illy, Les grands sophistes dans l'Athénes de Péneles, París, 1988 (y mi comen­
tario «Cara y cruz de los sofistas», Saber leer, 20,1989, págs. 5-6, recogido en Pala­
bras e ideas, cit., págs. 91-95). 19. En «Lengua, ontología y lógica en los sofis­
tas y Platón», Revista de Occidente 96,1971, págs. 340-365, y 99,1971, págs. 289-309
(ambos recogidos en Palabras e ideas, cit., págs. 113-157). 20. C f. A. D íaz T e ­
jera, «Ensayo de un método lingüístico para la cronología de Platón», Emerita 29,
1961, págs. 241-286. 21. Se da un repertorio de la mayor parte de ellas en
F. R. Adrados-D. Lara, «El vocabulario técnico en el Diccionario Griego-F.spa-
ñol», en P. Radici Colace (ed ),Atti del ¡¡Seminario ¡nternazionale di Studisui Les-
Notas

sici Greci e Latini, Messina, 1998, págs. 13-26. 22. Véase mi Historia de la len­
gua griega, cit., pág. 139 sigs., y múltiple bibliografía allí citada. 23. C f. tam­
bién F. Cortés Gabaudán, Fórmulas retóricas en la oratoria judicial ática. Salaman­
ca, Universidad de Salamanca, 1986. 24. Cf. pág. 140 sigs. 25. Véase mi
Tucídides. Historia de la guerra del Peloponeso, Madrid, Centro de Estudios Políti­
cos y Constitucionales, 2002, pág. XXXII. 26. Me interesó en este tema una
tesis de licenciatura de Patricia Perán, inédita («La lengua de la Vida de Esopo»,
1985). Véase también mi reseña de la edición de Papathomopoulos, Aesopus revisi-
tatus, en Saber leer 70, 1993, pág. 3. 27. Cf. I- Ursing, Studien zur griechischen
Fabel, Lund, 1930. 28. Véase mi Historia de la lengua griega, cit., pág. 175
sigs. 29. Véase sobre el tema en general mi trabajo «Sobre el movimiento ati-
ásta», Estudias clásicas 14,1970, págs. 433-451. 30. Salamanca, 1948.31
obra comprensiva de 2005: La Lexicografía griega y el Diccionario Griego-Español
(ed. por mí junto con J. Rodríguez Somolinos), Madrid, CSIC, 409 págs., en la
cual, entre otros artículos, se recogen los que siguen: «Diccionario Griego-Espa­
ñol, vol. V» (en colaboración con J. Rodríguez Somolinos), Museum Criticum 30-
31, 1995-96, págs. 301-317; «The Diccionario Griego-Español and Byzantine Le­
xicography» (en colaboración con J. Rodríguez Somolinos), en Jahrbuch für
Ostcrreichische fíyzantinisti^ 42, 1992, págs. ι - ii; «El vocabulario técnico en el
Diccionario Griego-Español», cit. (en colaboración con D. Lara); «La Semán­
tica en el Diccionario Griego-Español», en Cien años de investigación semántica:
de Michel Bre'al a la actualidad, La Laguna, 2000, págs. 99-110; «Diccionario
Griego-Español, vol. VI» (en colaboración con f. Rodríguez Somolinos), Illinois
Classical Studies 27-28,2003, págs. 115-130. 32. Véase, por ejemplo, mi Histo­
ria de la lengua griega, cit., pág. 187 sigs., con abundante bibliografía; J. Bergua,
Introducción al estudio de los helenismos del español, Zaragoza, Universidad de
Zaragoza, 2002, pág. 121 sigs.; H . Lüdtke, Historia del léxico románico, cit., pág.
37 sigs. El estudio más amplio de los helenismos del latín sigue siendo el de O.
Weise, D ie griechische Worter im Latein, Leipzig, 1882. 33. Sobre griego y
latín en el Imperio, véase la bibliografía en Historia de la lengua griega, cit., pág.
192. 34. C f. Historia de la lengua griega, cit., pág. 230 sigs. 35. Véase
sobre esto mi Historia de la lengua griega, cit., pág. 192 sigs.; f. Bergua, Intro­
ducción al estudio de los helenismos del español, cit., pág. 125 sigs.; H. Lüdtke,
Historia del léxico románico, cit., pág. 31 sigs.; H. W alter, La aventura de las len­
guas en Occidente, cit., pág. 119 sigs. 36. Véase arriba y A. Bernabé, «La géne­
sis de la terminología lingüística», RSEL 34, 2004, págs. 363-395. 37. Véase,
entre otra bibliografía, C. P. Brachet-C. Moussy (eds.), Latín et langues techni-
Notas 343

ques, París, Presses de l’Université Paris-Sorbonne. 2006. 38. C f. J. Gil,


«El latín tardío y medieval (siglos vi-xm )», en R. Cano A guilar (coord.), Histo­
ria de la lengua española, cit., pág. 171. 39. C f. J.-L. T ritter, Histoire de la
langue franfaise, París, Ellipse, 1999, pág. 22. 40. C f. R. M enéndez Pidal y
otros, Léxico hispánico primitivo (siglos VIII al Xlll), Madrid, Espasa Calpe, 2003.
41. C f. R. Lapesa, Historia de la lengua española, cit., pág. 219 sigs.; Historia de la
lengua griega, cit., pág. 242 sigs.; últimamente I. Fernández-Ordóñez, en R. Cano
Aguilar (coord.), Historia de la lengua española, cit., pág. 409 sigs.; G. Clavería, ibi­
dem, pág. 492 sigs. 42. Más ejemplos en Historia de la lengua griega, cit.,
pág. 246 sigs. 43. Cf. J. Chaurand, Nouvelle Histoire de la langue Franqaise,
París, Editions du Seuil, 1999, pág. 131 sigs. 44. Cf. Historia de la lengua
griega, cit., pág. 244 sigs. 45. C f. S. N . D workin, en R. Cano Aguilar
(coord.), Historia de la lengua española, cit., pág. 643 sigs. 46. Más ejemplos en
Historia de la lengua griega, cit., pág. 246 sigs. 47. YTéase «La helenización de
la lengua y literatura españolas: visión global», In memoriam Manuel Alvar, Zara­
goza, Institución Fernando el Católico, 2002-2004, págs. 771-798. 48. Véan­
se más datos en R. Lapesa, Historia de la lengua española, cit., pág. 324 sigs.;
S. N . D w orkin, en R. Cano A guilar (coord.). Historia de la lengua española, cit.,
pág. 649 sigs.; J. R. Herrero Ingelmo, «Cultismos renacentistas», B RA E
C C X I-C C X III, 1994; también mi trabajo «Griego v latín, vivos en la lengua
culta internacional», cit. Para el francés, cf. J.-L. Tritter, Histoire de la langue
franqaise, París, Ellipse, 1999, pág. 76 sig. 49. Véase, entre otra bibliogra­
fía, O. Jespersen, Growth and structure o f the English language, Oxford, Black-
well, 1954, págs. 26 sigs., 106 sigs.; F. Fernández, Historia de la lengua inglesa,
Madrid, Credos, 1993, págs. 45 sig., 58 sigs.; H. W alter, La aventura de las len­
guas en Occidente, cit., págs. 305 sig., 341. 50. C f. F. Fernández, Historia
de la lengua inglesa, cit., pág. 45. 51. Véanse obras como la de H. W alter
citada, págs. 144 sigs., 188 sigs., 233 sigs.; mi Historia de la lengua griega, cit.,
pág. 238 sigs., G. Clavería en R. Cano A guilar (coord.), Historia de la lengua es­
pañola, cit., pág. 479 sigs., y la bibliografía allí citada. Para las traducciones del
griego en Bagdad y El Cairo, véase entre otra bibliografía, J. Vernet, La cultu­
ra hispanoárabe en Oriente y Occidente, Barcelona, A riel, 1978; D. Gutas, Greek,
Wisdom Literature in Arabic translation. A Study o f the Graeco-Arabic gnomolo-
gia, N ew Haven, American Oriental Society, 1975, y Greek Thought, Arabic
Culture, Londres-Nueva Y ork, Routledge, 1998 (y mi reseña en Saber leer 129,
1999, págs. 6-7), así como mis Modelos griegos, cit., donde doy más bibliografía.
52. Están recogidos, para el español, por F. Corriente, Diccionario de arabismos y
344 Notas

voces afines en iberorromance, Madrid, Gredos, 1999, también «El elemento árabe
en la historia lingüística peninsular», en R. Cano Aguilar (coord.), Historia de la
lengua española, cit., pág. 183 sigs. 53. Cf. W . J. Entwistle, Las lenguas de
España, cit., pág. 160 sigs. («no existía comunidad espiritual»). 54. Véase
«Contactos culturales entre Bizancio y el Imperio Romano-Germánico en la
época de Metodio», cit.; «La fábula en Bizancio, entre Grecia, el Oriente y el
Occidente», SIF C 11, 1993, págs. 196-204. Entre múltiple bibliografía. Del
tema de los préstamos bizantinos me ocupo en Historia de la lengua griega cit.,
pág. 230. 55. Historia de la lengua griega, cit., pág. 232 sigs. 56. Véase
G . Bonfante, Germani e Latini in Italia, Bolonia, Patrón, 1977. 57. E. Ga-
millscheg, Romania Germanica I-III, Berlín-Leipzig, 1934-1936, también
«Germanismos», Enciclopedia lingüística Hispánica, II, 1967, págs. 79-91.
58. Para el inglés, véase O. Jespersen, Growth and structure o f the English lan­
guage, Oxford, Blackwell, 1954, págs. 31 sigs., 55 sigs. 59. Véase, con más
amplitud, I. Iordan-M. Manoliu, Manual de Lingüística románica, cit., pág. 152
sigs.; H. Lüdtke, Historia del léxico románico, Madrid, Gredos, 1974, pág. 94
sigs., etc. 60. Véase, por ejemplo, I. Iordan-M. Manoliu, Manual de L in ­
güística románica, cit., pág. 160 sigs. 61. C f. I. Iordan-M. Manoliu, Manual
de Lingüística románica, cit., pág. 155 sigs. 62. F. Fernández, Historia de
la lengua inglesa, cit., pág. 49. C f. sobre todo O. Jespersen, Growth and structu­
re o f the English language, Oxford, Blackwell, 1954, P¿g· 78 sigs. 63. Véase
I. Iordan-M. Manoliu, Manual de Lingüística románica, cit., II, pág. 127. 64. Cf.
H. W alter, 1m aventura de las lenguas en Occidente, cit., pág. 133. 65. Véase R.
Lapesa, Historia de la lengua española, cit., pág. 429, con bibliografía. 66. Cf.
C . Power, «Not the Queen’s English», Newsweek 7-III-2005, págs. 47-58.
67. C f. por ejemplo A . Meillet, Les langues dans ¡'Europe nouvelle, París, Payot,
1928; A. Sauvageot, L ’édification de la langue hongroise, París, Klincksieck, 1971.
68. C f. F. Pappa, «Some general features o f Slavic borrowings in the Hungarian
language», Studia Slavica 19, 1973, págs. 225-234. 69. Los principales datos
los recogió W. Thomsen, Überden Einfluss der germanischen Sprachen au f die Fin-
nisch-Lappischen, Halle, Waisenhauses, 1970. Cf. «Wortverzeichniss», en pág. 128
sigs. 70. Cf. M.a A . Martín Zorraquino, «Formación de palabras y lenguaje
técnico», RSL 27, 1997, págs· 299-339, con múltiple bibliografía. 71. C f. mi
artículo «Scientific Language: Instrument and Obstacle. Examples from the field
o f Linguistics», en Th. Bungarten (ed.), Wissenschaftsprache und Gesellschaft,
Hamburgo, 1986, págs. 13-23. 72. Véase, «Griego y latín, vivos en la lengua
culta internacional», cit.; y «El griego y el latín, ¿lenguas muertas?». Estudios
Notas 345

clásicos 125, 2004, págs. 7-16. 73. F. Cortés Gabaudán, Diccionario médico-
biológico (histórico y etimológico) de helenismos, Salamanca, Universidad de Sala­
manca, 2005. 74. Diccionario etimológico de helenismos españoles, Burgos,
1945. 75. I. Bosque y M. Pérez Fernández, Diccionario inverso de la lengua
española, M adrid, Credos, 1987. 76. Growth and structure o f the english
language, cit., pág. 115 sigs. 77. Hellenic words in the english language, Sa­
lónica, 1991. 78. D. Pharies, Diccionario etimológico de los sufijos españoles,
Madrid, Credos, 2002. Véase mi reseña en R SE L 35, 2005, págs. 651-652.
79. H. y M. Gursau, Dictionnaire européen des mots usuels. Francais-anglais -alie-
mand-espagnol-italien-portuguais, Saint-Orens-de-Granville, Gourseau, 1989.

3. SINTAXIS Y LITERATURA EN LA HISTORIA DE LAS LENGUAS DE EUROPA

i. Véase, por ejemplo, J. Mendoza en F. R. Adrados y otros, Manual de Lingüísti­


ca Indoeuropea, III, 1998, pág. 201 sigs.; F. R. Adrados, Nueva sintaxis del griego an­
tiguo, Madrid, Credos, 1992, pág. 727 sigs.; C. Carriére, Stylistiquegrecc/ue, París,
Klincksieck, 1967, pág. 134 sigs. Sobre el infinitivo en lenguas indoeuropeas, a
base de desarrollos más o menos paralelos y desde luego secundarios, A. Bernabé
en Manual de Lingüística Indoeuropea, cit., II, pág. 318. 2. Cf. J. S. Lasso de la
Vega, La oración nominal en Homero, Madrid, C SIC , 1955. 3. C f. P. Chan­
traine, Grammaire Homérique, París, Klincksieck, 1953, págs· 1 s>gs·' 232 S'RS·
4. Pág. 123 sigs. 5. Sobre todo esto, además de mi libro y de la bibliografía allí
utilizada (Denniston, etc.), sigue siendo muy útil la Antike Kunstprosa, de E. Nor-
den, Stuttgart, Teubner, ed. de 1958,1 , pág. 79 sigs. 6. Cf. mi «La épica ro­
mance a la luz de la épica indoeuropea», en Nuevos estudios de Lingüística General
y Teoría Literaria, Barcelona, Ariel, 1988, págs. 309-322. 7. Sobre la compo­
sición de Heródoto véase, entre otra bibliografía, mi «Introducción» a la traduc­
ción de C. Schrader, Madrid, Credos, 1977, pág. 33 sigs. 8. He dado una idea
general en mis Orígenes de la lírica griega, Madrid, Revista de Occidente, 1976, so­
bre todo pág. 149 sigs. 9. Es un tema que he estudiado en mi Fiesta, comedia y
tragedia, Madrid, Alianza, 2.a ed. 1983, pág. 119 sigs. El análisis formal del teatro
ha producido una amplia bibliografía. 10. Sobre Hipócrates, cf. Dolores
Lara, Estudio sobre la composición de los tratados hipocráticos, Madrid, U CM , 1984.
n . Sobre los límites difusos de la subordinación y su introducción para indicar
dependencia, cf. A. Tovar, Gramática Histórica Latina. Sintaxis, Madrid, 1946,
pág. 181 sigs. Sobre la creación de las oraciones de infinitivo, M. Bassols, Sintaxis
Notas

Latina, Madrid, C SIC , 1963, vol. II, pág. 207 sigs. 12. De agricultura 141.
13. Todo en Fr. 45. 14. E. Norden, Die antike Kunstprosa, Stuttgart, Teub-
ner, 1958,1 , pág. 156 sigs. 15. Véase mi «De la literatura helenística a la lite­
ratura latina», Actas del VIH Congreso Español de Estudios clásicos, II, Madrid,
1994, págs. 855-862. 16. Cf. sobre él, V . Vaananen, Introduction au latín vul-
gaire, París, Klincksiek, 2006. 17. Sobre él, véase mi Historia de la lengua
griega, cit., págs. 168 sigs. y 211 sigs. 18. Cf. Historia de la lengua griega, cit.,
pág. 262 sigs. 19. Hay que recurrir, sobre estos temas, a la bibliografía espe­
cializada. Sobre las formas perifrásticas del verbo en lenguas románicas, ct.
W. Dietrich, E l aspecto verbal perifrástico en las lenguas románicas, Madrid, Gredos,
1983. Sobre incidencias del griego en el latín vulgar en estas formas, cf. E. Cose-
riu, «Das Problem des griechischen Einflusses auf das Vulgarlatein», en G. Narr
(ed.), Griechisch und Romanisch, Tubinga, T B L , 1971, págs. 1-15. 20. Buenos
Proverbios y otras ya citadas, estudiadas en mis Modelos griegos de la sabiduría caste­
llana y europea, Madrid, RAE, 2001 (véase pág. 324 sobre literatura castellana de­
rivada de las traducciones). 21. C f. R. Lapesa, Historia de la lengua española,
cit., pág. 218. 22. C f. J. Elvira en R. Cano A guilar (coord.), Historia de la
lengua española, cit., pág. 453 sigs. 23. Ct. J. Chaurand, Nouvelle Histoire de
la langue FranQaise, cit., págs. 126 sigs., 215 y otros lugares. 24. C f. por
ejemplo R. Penny en R. Cano Aguilar (coord.). Historia de la lengua española,
cit., pág. 629; J.-L. Tritter, Histoire de la langue franqaise, cit., pág. 99 sigs.; F.
Fernández, Historia de la lengua inglesa, cit., pág. 400 sigs. 25. C f. E. N o r­
den, Die antiae Kunstprosa, cit., pág. 748, etc. 26. Barcelona, Ariel, 2006,
págs. 431 sigs., 518 sigs. Véase también, entre otros trabajos míos, «La heleniza-
ción de la lengua y la literatura españolas: una visión global» (en el Homenaje a
Manuel Alvar, Institución Fernando el Católico, ya citado). 27. Véase mi
Fiesta, comedia y tragedia, cit., pág. 560 sigs. 28. Cf. mis «Orígenes del teatro
español en Salamanca», en Salamanca y la literatura, Madrid, 1996, págs. 13-38.
29. Véase, entre otros trabajos, «De la Vida de Esopo al Lazarillo y Cervantes»,
en Charisterion Francisco Martín García oblatum, Cuenca, Universidad de Casti­
lla-La Mancha, 2004, págs. 21-33; “ El género literario del Quijote», BRAE
C C X C I-C C X C II, 2005, págs. 573-584; «Cervantes y los antiguos», en La España y
el Cervantes del primer Quijote, Madrid, Real Academia de la Historia, 2005, págs.
45-70. 30. C f. L. Politis, Historia de la literatura griega moderna, cit., 1994,
pág. 42 sigs. 31. «Una lengua europea» (en El Independiente 31-X-1989, re­
cogido en De nuestras lenguas y nuestras letras, Madrid, Visor, 2003, págs. 85-87).
Notas 347

CUARTA PARTE

H IST O R IA D E L A S G R A N D E S L E N G U A S
C O M U N E S D E E U R O PA

I. LAS GRANDES LENGUAS COMUNES DE EUROPA

1. C f. I. Iordan-M. Manoliu, Manual de Lingüística románica, cit, pág. 77 sigs.


2. C f. A . Galmés, Dialectología mozárabe, Madrid, Gredos, 1984. 3. C f. J.
Valdeón en f. Valdeón y otros. Historia de España, Madrid, Espasa Calpe, 2003,
pág. 149 sigs. 4. Sobre los orígenes del castellano véase, entre infinita bi­
bliografía, R. Menéndez Pidal, Historia de la lengua española, cit., pág. 319 sigs.;
R. Lapesa, Historia de la lengua española, cit., pág. 184 sigs.; H. W alter, La aven­
tura de las lenguas en Occidente, cit., pág. 199 sigs., W . f. Entvvistle, Las lenguas de
España, cit., pág. 180 sigs.; J. J. de Bustos en R. Cano A guilar (coord.), Historia
de la lengua española, cit., pág. 259 sigs. 5. Cf. W . J. Entwistle, Las lenguas
de España, cit., pág. 357 sigs. 6. C f. H. W alter, La aventura de las lenguas en
Occidente, cit., pág. 254 sigs. 7. C f. J. Chaurand, Nouvelle Histoire de la
Langue Franqaise, cit., pág. 35 sigs.; J.-L. Tritter, Histoire de la Langue franqaise,
cit., pág. 15 sigs. 8. C f. J. Chaurand, Nouvelle Histoire de la Langue Fran-
i'aise, París, Editions du Seuil, 1999, pág. 112 sigs. 9. E l reloj de la historia.
Homo sapiens, Grecia antigua y mundo moderno, cit., pág. 41 sigs. 10. Para
esto y lo que sigue véase la bibliografía ya citada, por ejemplo, H. Walter, La aven­
tura de las lenguas en Occidente, cit., pág. 391 sigs.; F. Fernández, Historia de la len­
gua inglesa, cit., pág. 37 sigs. 11. Sobre la integración de los eslavos en Euro­
pa escribí «Los eslavos: de los orígenes a la helenización y la integración en
Europa», cit. También, «Contactos culturales entre Bizancio y el Imperio Roma­
no-Germánico en la época de Metodio», cit. 12. Del significado político de
las nacientes naciones eslavas entre Bizancio y el Imperio romano-germánico ya
hablamos. Muchísimos detalles más pueden encontrarse en F. Dvornik, The
Slavs. Their early History and Civilization, Boston, 1956, pág. 80 sigs. 13. So­
bre este hecho y el crecimiento subsiguiente de Bohemia y Polonia, véase F. D vor­
nik, The Slavs, cit., pág. 103 sigs. 14. Cf. V. von Jagic, «Die slavischen Spra-
chen», en A. Bezzenberger et alii. D ie osteuropáischen Literaturen und die
slawische Sprachen, Berlín-Leizig, 1908, pág. 14 sigs. Sobre las fases del ruso,
W . E. Matthews, Russian Historical Grammar, Londres, The Athlone Press, i960,
pág. 148 sigs. 15. Sobre todo esto véase mi Historia de la lengua griega, cit.,
págs. 213 sigs., 273 sigs. 16. Sobre este tema, a lo dicho en páginas anteriores
348 Notas

añádase José Carlos Herreras, lenguas y normalización, Madrid, Gredos, 2006.


También artículos míos parcialmente recogidos en De nuestras lenguas y nuestras
letras, Madrid, Visor, 2003.

2. LA EXPANSIÓN FUERA DE EUROPA DE LAS LENGUAS EUROPEAS

i. E l reloj de la historia, cit., pág. 461 sigs., 567 sigs. 2. Véase H. R. Robins-
E. M. Uhlenbeck (eds.), Endangered Languages, Oxford-Nueva York, Berg, 1991.
3. Sobre Colón y el Descubrimiento, cf. últimamente C. Martínez Shaw-C. Par-
cero (dirs.), Cristóbal Colón, Valladolid, Castilla y León. Consejería de Educación
y Cultura, 2006. Hay una infinita bibliografía sobre la Conquista. Sobre las na­
vegaciones en Oceania y la conquista de Filipinas, véase J. G il, Mitos y utopías
del Descubrimiento. 2. E l Pacífico, Madrid, Alianza Editorial, 1989; En memoria
de Miguel López de Legazpi (J. Pérez de Tudela, coord.), Madrid, Academia de
la Historia, 1964. 4. Cf. entre otra bibliografía P. Carnac, Les conquérants
du Pacifique, París, Robert Laffon, 1975. 5. E l reloj de la historia, cit., pág.
105 sigs. 6. Puede obtenerse una visión general en W . A. Entwistle, Las
lenguas de España, cit., pág. 275 sigs.; R. Lapesa, Historia de la lengua española,
cit., pág. 536 sigs.; J. G. Moreno de Alba, El español en América, 2.“ ed.,
México, Centro de Cultura Económica, 1993. 7. Para los anglicismos véase,
por poner un ejemplo, A. Morales, Anglicismos puertorriqueños, San Juan, Edito­
rial Plaza Mayor, 2001. 8. Aparte de una abundantísima bibliografía, el léxi­
co especial hispanoamericano puede verse en las nuevas ediciones del D R A E , así
como los dos bancos de datos, CO RD E y D R A E y en el nuevo Diccionario pan-
hispánico de dudas. El Diccionario de Americanismos está en curso de redacción.
9. «La difícil españolización lingüística de América», en Libro conmemorativo del
Symposium Internacional /992, Kioto, 1993, págs. 99-137. 10. Cf. H. Walter,
La aventura de las lenguas en Occidente, cit., pág. 29}. 11. Cf. mi E l reloj de la
historia, cit., pág. 672 sigs., sobre la occidentalización, y 72} sigs., sobre la america­
nización.
ÍN D IC E D E L EN G U A S Y D IA L E C TO S
acadio, 313 186, 201-203, 205,208, 210, 282, 293-
albanés, 55, 105,1 1 1 , 11 5 ,119 ,13 5 ,137, 294, 296
171, 224, 282 avéstico, 55
alemán, 19, 20, 42, 57, 73, 83, 90, 91,
1 14 -116,118 ,122,128 ,130 ,131,137, bajo alemán, 114, 130, 224, 269, 283-
192, 224, 231, 234, 236, 256, 263, 285
269, 282, 283-285, 297, 316, 323, báltico, 28, 36-37, 47, 65-66, 70-71, 81,
véanse también alto alemán, bajo 87-88, 98, 100, 105, n i , 115-117,
alemán 119, 132, 134-135, 137, 148, 246, 267,
aleutoesquimal, 148 285,287
altaico, 46, 47, 83, 147, 148 bantú, 49
alto alemán, 114, 118, 130, 223, 224, batúa, 141, 274
269,283-286 bengalí, 28
anatolio, 17, 27-28, 32, 36, 45, 56, bielorruso, 114, 131, 134, 137, 178, 287
58, 63-64, 68-69, 7 «* 7 3 - 7 4 ’ 7 6’ 7 9 - bretón, 114, 127, 224,279, 281
81 búlgaro, 55, 66, 90, 115, 118, 123, 131-
andalusí, 225 132, 1 54,137, 178, 180-181, 253, 256,
aqueo épico, 122 287-288, 290
árabe, 123, 154, 166, 171, 174-176, 182,
193, 211, 217-218, 224-225, 232, 241, camito-semítico, 46, 48
256, 259, 270, 274 carelio, 36, 148
aragonés, 113, 271, 273 cario, 106, 155
arameo, 123, 154, 158,161 castellano, 18-20, 113, 116, 118, 125,
aranés, n ^ , 280 130, 141-143,145,147, 194, 216, 218,
armenio, 27, 28, 55, 60, 105, 115, 118, 220,225, 230-231, 242, 255, 257, 268,
•55- 326 270-277, 279, 285, 292, 298, 309-311,
asturiano, 113, 273 véase también español
ático, 18-19, 117,122-123, 154,164-165, catalán, 89, 113, 115, 118, 125, 137,
Indice de lenguas y dialectos

218, 268-269, 271-274, 276-277, 225-226, 228, 231-232, 240, 258, 262-
279-282 263, 267-268, 271-275, 277, 283, 298,
caucásico, 45, 46, 58, 146 306, 308-311, 316, 318, véase también
celta, 26, 28, 35, 50, 66, 70, 87-88, 98, castellano
n i , 114-115, 117-119, 121, 124, 126- esquimal, 36, 148
I 2 7 ’ r3 5 >137- I 4 I* r4 4 ’ M7 ' ^0,222, estonio, 36, 37, 47, 93, 148
246, 267, 277,292, 294,327 etrusco, 36, 69, 71, 72, 79, 93, 104, 106,
celtíbero, 106, 126 123, 124, 154, 155, 160, 168-169, 2I3
celtibérico, 55, 127 euskera, véase vasco
checo, 115,131, 134, 137, 178,287
cheremisio (o mari), 36 falisco, 123, 124, 169
chino, 83, 108, 153, 294, 302 farsi, 28, 89, 90
chucoto-esquimal, 47 fenicio, 106,107, 126, 155, 159
címbrico, 224 finés, 18,36, 37,46,47, 93, 99, 137, 141,
ciriano, 36 148-149, 171, 230, 237, 255, 267
copto, 106, 154 finougrio, 37, 46-47, 141, 147-148, 237
coreano, 46,302, 317 flamenco, 114, 137, 224, 269, 279, 284,
corso, 1 13, 268 285, véanse también holandés, neer­
croata, 134, 178, 236, 282 landés
florentino, 18, 112, 125, 130, 282, 297
danés, 114, 115, 2^0, 269, 284 francés, 18-20, 89, 90, 113-116, 118,
dtmotikí, 108, 122-123, l 92' 257> 293- 125,129-130,137, 147,192,194, 218-
295 221, 223-224, 227-228, 230-231, 233-
dravídico, 31, 36,46 235, 239, 253, 255-256,258-260,262-
263, 267-268, 274-283, 285-286, 292,
egipcio, 123 3 ° 3 -3 ° 4 >3 I 2 -3 I3 >3 15 -3 l 6
elamita, 36 francoprovenzal, 280,282
élimo, 124 frigio, 27-28, 55, 106, 115, 118,136
eslavo, 36, 47, 55, 57, 64-66, 70-71, 81,
87-88,98-100,105-106, n i , 114-119, gaélico, 1 14
I2 5 ' 1 137- I 5 4 - I 5 5 . 161. l66> galés, 90, 1 14, 127
170-171, 177, 178-179, 182, 186, 228, gallego, 113, 137, 218, 268, 273, 275,
232, 236-237, 245-246, 256, 267-268, 276, véanse también gallego-portu­
286-292, 294, 296-297 gués, portugués
eslovaco, 90, 115, 134, 137, 178, 287 gallego-portugués, 271, véanse también
español, 19,46,73, 89-91, 102,113,115, gallego, portugués
122,125,137,145,147, 185,192,221, galo, 55, 126, 127, 154
Indice de lenguas y dialectos 353

galorrománico, 268 griego occidental, 116


gascón, 280 griego oriental, 116,122
genovés, 282 griego vulgar, 208, 252
georgiano, 45-46, 48 guaraní, 262, 267, 306, 309
germánico, 47, 57, 65, 66, 87, 90, 98, 99, guipuzcoano, 141
105, 113-119, 124-125, 128, 130-132,
137, 147-149, 223, 230, 231, 236, 237, hatti, 36,48
246, 267, 268, 270,278, 280, 283, 284, hebreo, 154, 158, 179,326
285, 288, 289, 292, 294 he tita, 17, 56-58, 63-65, 67-76, 79
geta, 125, 136 hind i, 28, 89
gótico, 55, 1 13, 178, 237, 256, 284 holandés, 130, 303, 315, 316, véanse
griego, 15, 19, 20, 27, 28, 29, 30, 36, 38, también flamenco, neerlandés
43' 45. 5o' 55- 6o’ 63, 64, 65, 69, 71, homérico, 282
78, 81, 83, 87-88, 89, 90, 91, 94, 98, húngaro, 18, 36, 37, 40, 46, 47, 93, 99,
99, 100, 102, 104, 105, 106-108, III, 137, 141, 148, 171, 191, 224, 237, 255,
112, 115-119, 121-126, 129, 132-134, 256, 267, 288
Ϊ36-Ι37, 154-156, 159-161, 164, 166, hurrita, 36, 48
168-173, I75_I79» 181-182, 185-200,
202-226, 228-230, 232-236, 238-242, ibérico, 36, 106, 124, 141, 145-146, 154
245-247, 251-257, 259, 263, 267, 271, ibero, véase ibérico
274, 281,282,285,287, 293-298,301, iberorrománico, 268
326, 334, véanse también dimotikj, ilirio, 16,37, 5*> 55’ 87, 105, 115, 119,
griego antiguo, griego bizantino, 125, 267
griego helenístico, griego micénico, indio, 26-28, 43, 83, 188,255
griego moderno, griego occidental, indoeuropeo, 11, 16-19, 26-33, 36-43,
griego oriental, griego vulgar, k,a- 4 5 -5 3 ' 55-66,67-76, 77-86,89-94,9 7 '
tharévousa, !{oiné 102,105,111 -1 1 2 ,116,121,132,135-
griego antiguo, 87, 90, 105, 108, 118, 138, 143-144, 147-149, 186, 189, 222,
188,190, 192, 193, 198-199,211,247, 246, 250, 252-253, 267, 294, 307, 318
293 indogriego, 65, 85, 86-87
griego bizantino, 106, 212, 217, 224, indoiranio, 27,30,38,39,45, 55-57,59-
226, 228, 232 60,64,81,94, io5’ 1 ·5> l l 7i IJ9' I2°,
griego culto, véase kfltharévousa 246, 326
griego helenístico, véase kpiné inglés, 19, 20, 31, 44, 57, 73, 90, 91, 98,
griego micénico, 156 11 2 ,1 1 3 ,1 14, 1 15 ,1 16,130, 131,137,
griego moderno, 28, 90, 100, 108, 109, 138,191,192, 213, 215, 219, 221, 223,
122-123, r3 7 > ! 3 8' r 9 2’ 25 7 >29 3 >2 9 5 224, 228, 230, 232, 234, 235, 242, 243,
354 Índice de lenguas y dialectos

253,256,260,262,263,267,269,274, latín vulgar, 153, 191, 193-194, 211,


275,281, 283-287, 298,303,304, 308, 214, 216, 245, 252
3 i 3-3 i 6, 3 í 8 leonés, 113, 271, 272, 273
iranio, 27-28,255,271,326 lepóntico, 124, 155, 169
irlandés, 55, 107, 114,127 licio, 67, 79, 106, 155
islandés, 130, 284 lidio, 67, 106, 155
italiano, 19-20, 89, 112, 115-116, 125, ligur, 51, 124
137,192, 218, 219,227, 228, 230-233, lituano, 90,115, 171
263,267, 268, 274, 281, 282-283, 2^5’ lombardo, 282
297,316 luvita, 67, 68
itálico, 66, 87, 98, 105, 117, 119, 250, luxemburgués, 114
251, 267
macedonio, 66, 90, 125, 134, 136, 137
japonés, 46 manchó, 302, 317
jónico, 116,123, 160,164, 168,199, 201, manés, 1 14
203, 206, 282, 294 mari (o cheremisio), 36
judeoespañol, 113, 311 mesapio, 37, 55, 105, 124, 154
micénico, 122, 153, 156, 157, 197, 329,
kartvélico, 45, 46, 48, 338 33 2 ’ 336 » 34 °
katharévousa, 171 mitanni, 36, 48
Coiné, 19, 28, 87, 90, 108, 112, r 17, 122, mongol, 302,317
123, I37, 154, 165, 168, I90, Ϊ95, 201, mordovo, 36, 148
217, 245, 246, 248, 257, 282, 293-296, mozárabe, 113, 218, 270, 271, 273, 274,
336 280
kurdo, 28
nahuatl, 307, 509
labortano, 141,274 napolitano, 112, 282
ladino dolomitico, 282 navarro-aragonés, 271
lapón, 36, 46, 47, 148 neerlandés, 114,115, 137, 224, 231, 269,
latín, 18-20, 50, 55,65, 87-88, 90, 94, 98, 283-286, véanse también flamenco,
104, 106-108, 112-117, 119, 123-125, holandés
129, 136-137, 141,144, 147, 154, 161, neozelandés, 236
166, 169-176, 181, 186, 188-195, 2I0" niveji, 47
233, 236, 239-241, 245-247, 249-260, nórdico, 90,ro í, 129-131,224,269,283,
263, 267-268, 270-271, 273-285, 292- 284, 290
297, 301, 309, 310, véase también la­ normando, 113-114, 222-223, 231
tín vulgar noruego, 230, 269, 284
Indice de lenguas y dialectos 355

rmbio, 106, 154 sánscrito, 26, 28, 38-39, 42, 55, 59-
númida, 124 60, 63-64, 90, 108, 117 , 176, 189,
nurágicoj 324, 330 334
santongués, 280
oseo, 55, 87, 123, 124, 154, 169 sardo, 282
semita, 46
pastum, 28 serbio, 90, 178
pehlví, 90, 182, 259 serbocroata, 66, 115, 131, 134, 137,
pelásgico, 36, 51, 115, 119 287
peonio, 136 sicano, 124
pérmico, 148 siciliano, 282
persa, 55, 90 sículo, 124
piamontés, 112, 282 siríaco, 123, 154
polaco, 115, 131, 134, 137, 178, 256, 287 sorabo, 114, 134, 287
portugués, 89, 113, n g , 125, 137, 218, sueco, 269, 284
225, 226, 268, 270, 271, 275, 276,303, sumerio, 36
304, 306, 308,315,318
precelta, 51 tartesio, 36,106
provenzal, 90, 113, 137, 218, 227, 231, tocario, 17, 26, 28-30, 32, 35, 38, 61, 63-
254, 258, 268, 276, 281 66, 70, 72, 81, 105, 119,120, 132
prusiano, 134 toscano, 282-283
púnico, 124 tracio, 27-28, 55, 65, 105-106, n i , 115,
118, 125,132, 136, 155
quechua, 262, 267, 307, 309 turco, 46, 48, 61, 171, 236

rético, 124-125, 165, 169, 324, 330 ucraniano, 114, 134, 137, 178,287
retorromance, 113 umbro, 55, 87, 123-124, 169
romano, 282 urálico, 47, 83, 147,148
romañol, 282 uraloaltaico, 36, 46
rumano, 90, 101, 113, 115, 125, 137, urartu, 48
232, 268, 288, 293
ruso, 55, 90-91, 114-116, 122, 131, 134, vasco, 16, 35-36, 40, 48-49, 83, 93, 97,
i 37, 178, 192, 235, 263, 287, 289, 291, 99. 137' 14 1' 147 ’ 17 ° ' 17 1* ' 9 1 * 2 , 3>
292, 297, 302, 316-318 224, 236, 255, 267-271, 273-276, 279,
ruso blanco, véase bielorruso 281, 337, véanse también batúa, gui-
puzcoano, labortano
samoyedo, 46 védico, 55, 64, 334
Indice de lenguas y dialectos

venético, 3 7,5 5 , 10 5,112 , 124, 155, 169, votiaco, 36


268, 282
véneto, véase venético yiddismh, 285
vepsio, 36
Historia de las lenguas de Europa,
d e FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS,

se ha com puesto en tipos G ra n jo n ,


con 11,5 puntos sobre 14,75 (' e interlin eado,
en los talleres de V íc to r Igu al,
y se ha im preso en M a d rid en febrero de 2008.

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