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++ Desigualdad.
América Latina es la región con más inequidad del mundo, sólo por detrás de
África subsahariana5.
La media del Coeficiente de Gini para 18 países de América Latina es del 51.8,
mientras que la de Europa se sitúa en el 31.8 y la de España en el 32.5.
Entre Nicaragua (país de la región con menos desigualdad 43.1) y Guatemala
(país con más inequidad 59.9) existe una diferencia de 16.8 puntos 6.
++ Se percibe injusticia
Esta realidad genera tensión social y política. Los niveles de desigualdad
actúan como mecanismo de deslegitimación de las instituciones y del Estado
de derecho7.
++ Situación dual
En esto creo que los Obispos han hecho una gran contribución, han tenido la
capacidad de cuestionar el sistema y de plantear cambios sustantivos. en la
“aldea global” en la que estamos viviendo, increíblemente interconectada en
tiempo real y cada vez más dividida entre la opulencia insultante de los
llamados “ultra ricos”, y la pobreza y exclusión lacerante de los millones de
Lázaros que no tiene acceso a las migajas que caen de las mesas de los ricos
y poderosos. Lo que nos plantearon los autores citados en el acápite anterior
es una reforma en el sistema, no un cambio de sistema.
Nos preguntamos ¿Qué hacer frente a la globalización sin alma y sin ética que
estamos viviendo?
Aparecida nos habla de la necesidad de trabajar por una globalización en clave
de “solidaridad, justicia y respeto a los derechos humanos” (DA 64). Tarea
irrenunciable y urgente para todos los discípulos / as del Señor en nuestra
América Latina y EL Caribe.
“En la globalización, la dinámica del mercado absolutiza con facilidad la
eficacia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones
humanas. Este peculiar carácter hace de la globalización un proceso promotor
Tal como lo señala Vandana Shiva, activista de la India y ganadora del Premio
Nobel Alternativo 1993:
Tenemos que ser concientes de que la pobreza, tal como la viven nuestros
hermanos y hermanas más pobres: Es totalmente contraria a la voluntad de
vida y al plan de Dios. Es muerte injusta y temprana, tal como nos lo recuerda
con lucidez Gustavo Gutiérrez. Son insignificantes y no pesan en el sistema.
Vivimos una cultura de muerte, de anti-valores o idolátrica, porque el lugar de
Dios es ocupado por creaciones humanas. Frente a ello, no podemos
permitirnos, ni la apatía, ni la indiferencia, ni el desánimo, que no son valores
cristianos.
El Documento de Aparecida nos anima como comunidades creyentes a un
renovado compromiso con el mundo de los pobres, así en el número 358 nos
invita a ver la realidad con los ojos de Dios y desde la esperanza cristiana:
“las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su
miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre e interpelan a los
creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida. El Reino de
vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas.
Si pretendemos cerrar los ojos ante estas realidades no somos defensores de
la vida del Reino y nos situamos en el camino de la muerte: “Nosotros
sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los
hermanos. El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14). Hay que
subrayar “la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo”, que
“invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes
diferencias en el acceso a los bienes”. Tanto la preocupación por desarrollar
estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del Evangelio,
se sitúan en este contexto de servicio fraterno a la vida digna”.
La inseparable relación de amor a Dios y amor al prójimo es la clave para
entender nuestro compromiso por “otro mundo posible” que tenemos que estar
6.- Los nuevos rostros del Señor sufriente nos interpelan a cambios
radicales y a descentrarnos
8.- Los y las discípulas del Señor Jesús: buena noticia en el mundo de
hoy
El Concilio es faro seguro para guiar a los discípulos en el nuevo milenio. Hoy
la novedad conciliar está por vivirse plenamente en nuestras Iglesias. Esta
última frase la recogí de nuestro presidente Monseñor Pedro Barreto, quien nos
comentaba a propósito de Aparecida, donde, sin duda, jugó un papel
importante, que todo el dinamismo conciliar está todavía por desplegarse. La
eclesiología del Vaticano II todavía encuentra muchas resistencias; supone una
nueva manera de entender el poder y el compromiso en la Iglesia, de cada uno
de los carismas y vocaciones que el Señor nos ha inspirado, para
efectivamente ser sal de la tierra y luz del mundo.
Ser una Iglesia tan identificada con su Señor, que ya no vive ella, sino el Señor,
y que puede decir con Pablo “No soy yo quien vive, es Cristo que vive en mí”. Y
esto, porque vive un doble descentramiento. Su centro es el Señor, de quien
todo recibe y el pueblo de Dios a quien está llamada a servir en su nombre.
Muchas gracias
Laura Vargas Valcárcel
Secretaria Ejecutiva Adjunta
CEAS
BIBLIOGRAFÍA