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María Eugenia Borsani

Una bisagra entre la Hermenéutica y la Filosofía de las Ciencias. Estudios actuales en torno a la retórica filosófica
contemporánea.

Introducción

Mi interés por los estudios retóricos va de la mano de mis incursiones por la


hermenéutica filosófica contemporánea, corriente a la que me he dedicado en los últimos
años. En tal amplio espectro se halla la rehabilitación de la retórica como un fenómeno
propiciado por la hermenéutica en las últimas décadas.
Reflexionar en torno a nuevas ponderaciones de la retórica y, en tal sentido,
proponer a ésta como bisagra entre la hermenéutica y la filosofía de las ciencias, tiene como
propósito final restituirle su genuino alcance en tanto desempeño de una capacidad
humana emplazada en toda actividad interpretativa y soporte de todo acto de significación.
La mayoría de las actuales líneas de investigación que estudian la retórica no se
mueven de su propio campo disciplinar. En los estudios sobre retórica generados desde la
filosofía e historia de las ciencias se ignoran las posturas reivindicatorias de la retórica
auspiciadas por la hermenéutica. En las reflexiones hermenéuticas acerca de la retórica no
son frecuentes las referencias que permitan vincular la problemática retórica con estudios
que sobre el mismo tema se realizan desde la filosofía e historia de las ciencias. En este
sentido, esta investigación pretende destacar el alcance vinculante de la retórica, que acerca
la hermenéutica y la filosofía de la ciencia.
La vigencia de la retórica da lugar a controversias, ya que, si bien hoy su auge es
innegable, algunas perspectivas de análisis no importan necesariamente una postura
rehabilitante de su alcance sino que pareciera implicar el regreso de un enfoque
condenatario.
Respecto a los planteos que retoman el análisis aristotélico del saber práctico por
estimarlo necesario, pero no suficiente, nos encontramos con Chaïm Perelman y Hans -
Georg Gadamer.
El primero establece la incompletud del planteo aristotélico que se subsana dando
paso a la lógica informal que opera en aquellos terrenos en los que no es posible la prueba
ni el cálculo. Perelman abre un espacio para la teoría de la argumentación, vislumbra todos
los ámbitos del saber que quedan por fuera de la demostración, subrayando fuertemente la
imposibilidad de ajustar el discurso de las ciencias sociales y las humanidades a un molde
que les es impropio, apartándose así del planteo positivista. El segundo sostiene la
omnipresencia de la retórica y su dimensión ontológica. Esto es, en tanto sujetos que
habitamos 'en la palabra', toda actividad de comprensión interpretativa se sostiene en
consensos anclados en la tradición en los que la persuasión no puede estar ausente, y
vincula, simultáneamente, la capacidad lingüística y la capacidad de comprensión. En tal
sentido, se reitera en distintas partes de este texto que la retórica es el ámbito natural de la
hermenéutica.
Ante el conflicto que se desencadena entre interpretaciones disímiles se dirime
ponderando la capacidad persuasiva, el mayor grado de verosimilud alcanzado; así, se
legitima aquella interpretación más plausible y que mayor aceptabilidad tiene. Y esto, que es
una tesis de la hermenéutica también permite ser trasladada al campo de la filosofía de la
ciencia, habida cuenta de que el saber de la ciencia siempre tiene carácter precario y
provisorio; adviértase entonces la suspensión de la necesidad y la verdad desplazadas por
la verosimilitud. La verdad es sólo una pretensión, genuina, por cierto, pero nunca un logro
alcanzado. Aceptar esto no significa menoscabar la rigurosidad de la empresa científica,
sino que da cuenta de una actitud madura que deja atrás posturas propias de enfoques de la
filosofía de la ciencia estándar que, germinal en tiempos del Iluminismo, gozó de indiscutido
reconocimiento hasta mediados del siglo pasado. En este escenario ingresa Thomas S.
Kuhn, quien le ha otorgado un lugar destacado en su obra a las cuestiones relativas a la
persuasión, en relación al grado de eficacia que ejercen ante un cambio de paradigma. Esta
temática es relevante en la obra kuhniana y aparece en el mismo momento en el que
surgen nuevas ponderaciones de la retórica.
Las nuevas perspectivas en torno a la retórica apuestan a una concepción
ampliada de racionalidad considerando indispensables y válidos los andamiajes
María Eugenia Borsani
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contemporánea.

persuasivos, antes confundidos como obstáculos de todo emprendimiento cognitivo. En los


últimos tiempos existen debates filosóficos acerca de la estrechez e insuficiencia de una
concepción de racionalidad de herencia moderna, inaugurada en el S. XVII, que en los
siglos siguientes se constituirá como paladín de la rigurosidad lógico-metodológica, propia
del discurso científico. Consecuente con este criterio epocal, dicha concepción batalló
incesantemente contra la problemática retórica. El fenómeno de la persuasión quedaba
emparentado con la irracionalidad y se suponía la posibilidad de ser extirpado en pos de la
canónica objetividad científica por considerárselo mera opinión, un saber doxático. Una
concepción abarcativa de racionalidad concuerda con la rehabilitación de la retórica.
Introducidos en la eclosión de los estudios retóricos en la actualidad -principalmente de
manos de la hermenéutica de H.-G. Gadamer- se procurará mostrar la incidencia de la
reaparición de la retórica, y su contribución al debilitamiento de bipolaridades, hoy
recusadas.
La tesis gadameriana de la ubicuidad retórica se vincula con el debilitamiento de
las bipolaridades que venían dominando la escena filosófica hasta la década del sesenta
del siglo pasado. La filosofía hermenéutica desmonta ese particular modo que tornaba casi
natural los dualismos, advirtiendo que no son sino producto de la convención sostenidos
sobre un andamiaje persuasivo. Los estudios retóricos avalan la contingencia, precariedad
y eventualidad de todo modo de dar cuenta del mundo y muestran que las categorías con
las que la filosofía está familiarizada no se sostienen en fijeza alguna. E incluso, la tesis de
la ubicuidad retórica advierte sobre el carácter retórico de la filosofía misma, lo que implica,
a su vez, un apartarmiento de todo dogmatismo, autoritarismo y certidumbre.
Este planteo es continuado por "Una polémica en torno a la nueva ponderación de
la retórica" en donde se muestra, a través de una polémica entre J. Derrida y J. Habermas
centrada en relación al protagonismo retórico y el modo en que éste colabora a desdibujar
fronteras entre géneros discursivos, según el planteo derridiano, el que es recusado por J.
Habermas.
Finalmente, en la segunda parte de este texto señalada bajo el título "Retórica y
ciencias. Estudios retóricos en el marco de la filosofía e historia de las ciencias naturales. El
caso Galileo" se pretende llevar a cabo la articulación a la que nos hemos referido
anteriormente, destacando el alcance vinculante de la retórica, que, reiteramos, aproxima la
hermenéutica y la filosofía e historia de las ciencias.

Deseo cerrar esta introducción diciendo que además de los aportes de filósofos de
renombre que están presentes en este libro y sin los cuales las ideas aquí presentadas no
hubieran tenido sostén alguno, hay en este texto otros valiosos e insustituibles aportes
cotidianos, hogareños. Ellos no son mi anclaje teórico sino vital y han colaborado en cada
una de sus líneas del mismo modo que contribuyen a darle sentido a cada uno de mis días.
Por último, un especial agradecimiento a José Sazbón. Sería un acto infame
arrogarme el título de discípula, no obstante desde mi lugar de aprendiz, reconozco en su
figura el desempeño del rol ejemplar de un maestro cabal. Sumo a los agradecimientos el
destinado a Luis Enrique de Santiago Guervós, quien con mayúscula generosidad robustece
este texto con su encomiable aporte en forma de prólogo "Friedrich Nietzsche y la
rehabilitación de la retórica". Santiago Guervós considera a Nietzsche "un filósofo
revolucionario y radical que hace ya más de un siglo supo valorar, con acierto, que el
camino para superar la intolerancia y los dogmatismos que generaban las estructuras
metafísicas de la realidad, y las polaridades que conllevan, era precisamente la retórica".
María Eugenia Borsani
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contemporánea.

El auge de los estudios retóricos en la actualidad

Asistimos en nuestro días a un "retorno de lo retórico" según Pierre Kuentz, quien,


en un artículo denominado "Lo retórico o la puesta al margen" que data del año l970, se
pregunta: “¿Retorno normal del péndulo? ¿Simple retorno de un "andar" de la historia que
hoy descubriríamos que era excesivo? ¿Apelación de una condena injustificada?
¿Redescubrimiento de un saber indebidamente abandonado del que se tratarían de
rescatar, al menos, los despojos "todavía útiles", materiales diversos de demolición con los
que se espera poder constituir una teoría?” (1)
La palabra retórica llega hasta nuestros días recogiendo variadas acepciones y
posiblemente se desluce su sentido más genuino. El objeto de la retórica es la persuasión
en aras de tornar aceptable, creíble, verosímil y plausible un tema específico, en un
contexto puntual. La ponderación de la retórica ha recibido un tratamiento oscilatorio,
pendular a lo largo de la historia. La retórica ha sido condenada, absuelta; despreciada,
exaltada; olvidada, rescatada. Tiene sus antecedentes en Siracusa, hacia el siglo V A.C.
Surge como una necesaria práctica social a efectos de defender la posesión territorial en
litigios jurídicos. Para que la defensa fuera exitosa se tornaba imperioso un aceitado
manejo de la palabra, de lo contrario se fracasaba en la posesión de la pertenencia. En
estos pleitos ganaba quien con mayor elocuencia lograba convencer a los tribunales
populares acerca de la verosimilitud de sus dichos. En ausencia de la prueba sólo había
cabida para la palabra, para la interpretación de la ley. La batalla jurídica se libraba
contando con una única herramienta: el poder del discurso, indispensable para la vida en
sociedad y para la correcta organización civil. Este origen enlaza a la retórica con la oratoria
-dominio del discurso oral- con quien mantiene una relación estrecha. La retórica es
acompañada, claro está, y en muchas ocasiones por un correcto y acertado uso del
discurso oral pero es inapropiado suponer que se agota en el dominio de la comunicación
oral en tanto arte de la declamación.
La eficacia del discurso persuasivo, puesta de manifiesto en estos litigios,
desencadenó una polémica. Algunos vieron en la retórica el enemigo de la filosofía, la
palabra no ponía límites a su decir y peligraba el propósito filosófico de la verdad. La disputa
respecto a los perjuicios o los beneficios de la retórica se ve de modo claro en los diálogos
platónicos Gorgias y Fedro, en los que queda planteada la tensión entre retórica y filosofía
(verosimilitud versus verdad), y el desprecio de Platón a la retórica, si por tal sólo se
entiende la estrategia discursiva propia de los sofistas. Aunque corresponde indicar que la
retórica no recibe igual tratamiento en otros diálogos de Platón. Por caso, en el Fedro,
Platón considera que cabe una retórica propia de los filósofos, esto es, para una persuasión
exitosa debe conocerse la naturaleza del alma de los miembros del auditorio. Así, la retórica
es considerada psicagogía. El orador-filósofo es quien posee el conocimiento del alma, y
quien mejor dirigirá su discurso en pos de infundir la verdad. Se distingue, entonces, la
genuina retórica de aquel arte meramente constreñido a un ejercicio puramente
declamatorio.
Aristóteles neutralizó la oposición retórica-filosofía. Escribió lo que considera el
primer tratado de Retórica(2), dividió su obra en tres secciones: en la primera se ocupó de

1 Kuentz, P.; <1970> "Lo retórico o la puesta al margen", Revista Comunicaciones. Investigaciones
Retóricas II, Nro. l6, 1974. Pág. 183. (En adelante I R II.)
2 Cfr. Aristóteles, Retórica, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, l971 (En adelante RT.)
Si bien la Retórica de Aristóteles se considera el primer tratado filosófico de la temática
corresponde decir que Nietzsche consigna como primera obra clásica de retórica a la Rhetorica
ad Alexandrum, tal vez de autoría de Anaxímenes de Lampsaco. Con respecto a esta obra señala
que: "Está completamente orientada al uso práctico, no es en absoluto filosófica y básicamente
sigue la doctrina de Isócrates. No se da ninguna definición de retórica, y nunca se usa el nombre
retórica." Nietzsche, F.; <1872> "Descripción de la retórica antigua" en Nietzsche, F.; Escritos
María Eugenia Borsani
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aquel que emite el mensaje, del orador -campo de la emisión-; en la segunda se ocupó del
público que recibe el mensaje -el campo de la recepción- y en la tercera sección del
mensaje propiamente dicho. Pero el gran aporte de Aristóteles, perdido en el tiempo por los
avatares a los que la retórica fue expuesta, es el haber mostrado que en ella se conjugan
aspectos éticos, políticos, estéticos.(3) La definió como la “facultad de considerar en cada
caso lo que cabe para persuadir”(4) y alertó de que no se debe persuadir lo malo. Se
persuade acerca de aquello que mejor conviene a la polis, se persuade el bien, por lo que la
retórica conlleva una impronta ética. Para una exitosa persuasión debe necesariamente
decirse bien el bien. Así la retórica comporta también una dimensión estética, decir bien
obliga a la elocuencia y elegancia de la palabra. La retórica queda entonces asociada a “el
arte del decir bien”, fluidez y fuerza discursiva, impacto y éxito del decir. (5)
La retórica se constituyó en objeto de enseñanza, fue considerada un arte,
entrenamiento disciplinado del discurso y gozó de reconocimiento institucional hasta
entrado el Renacimiento, pero sometida siempre a una pugna entre defensores y
detractores, contienda nacida en la Grecia Clásica que no desapareció en el transcurso de
la historia.
Durante el siglo XV y entrado el siglo XVI, la retórica fue escenario de grandes
disputas. Destacados humanistas(6) resaltaron las virtudes del entrenamiento en este arte
ya que favorecía una correcta comprensión del discurso. Puesto que recuperaban su
dimensión pedagógica y didáctica, los jóvenes debían ejercitarse en la práctica de la
retórica. Sin embargo, la exhortación estaba inspirada en las controversias teológicas que se
libraban. Mejor manejo de la retórica, plasmado en un discurso persuasivo, mayor rédito a
la causa de la reforma.(7) Es en este período en el que se reedita la antigua oposición
entre retórica versus filosofía, inaugurada en Grecia y se la sustituye por una nueva
controversia: retórica versus lógica, siendo esta última la que sale victoriosa. Así, la retórica
queda desplazada perdiendo el protagonismo que otrora había logrado. La depreciación de

sobre retórica. Madrid, Ed. Trotta, 2000. Edición y traducción de Luis Enrique de Santiago
Guervós. Pág. 85 (En adelante ER)
3 Nótese que incluso cabe un análisis lógico de la retórica, en tanto silogismo probable o
razonamiento a partir de premisas verosímiles. También se lo denomina silogismo incompleto,
entimema de primer o segundo orden, conforme la ausencia de la primera o segunda premisa. En
nuestro enfoque no nos abocaremos a la perspectiva lógica.
4 Aristóteles, RT. Pág.10
5 La tradición de la retórica griega marca a dos de los grandes maestros romanos, Cicerón y
Quintiliano. Cicerón resalta la importancia del dominio de la retórica por los beneficios que ésta
aporta a la consolidación de la República romana, en correspondencia con su trayectoria como
político y destacado orador. Por su parte, Quintiliano ejerció el magisterio de la enseñanza
retórica, considerado el primer maestro rentado de retórica, subsidiado por fondos públicos.
Enfatizó los aspectos técnicos de ésta, resaltando su crucial importancia en la formación política
del joven ciudadano.
6 Tal el caso de Philip Melanchthon (l497-1560), humanista comprometido con la reforma luterana.
Figura de importancia en las controversias teológicas renacentistas; autor -entre otras obras- de
De Rhetorica, en el año 1519 que aparece nuevamente publicada en 1531 bajo el nombre
Elementorum rhetorices libri duo.
7 Melanchthon afirmaba que “Nadie es capaz de comprender espiritualmente los largos
razonamientos y las disputas complejas si no se ayuda de una especie de arte que le facilite el
ordenamiento y la articulación de sus partes, así como la intención de los oradores, y le enseñe un
método para interpretar y aclarar lo oscuro" Melanchthon, P. en Opera XIII, 471s. citado por
Gadamer, H.-G.; <1986> en Verdad y Método II. Salamanca, Sígueme, l992. Pág. 272. (En
adelante VyM II.)
María Eugenia Borsani
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la retórica se engarza de manera directa con el incipiente privilegio de la argumentación


demostrativa por sobre la persuasiva, en consonancia con los avances en el campo de las
ciencias físico -naturales y el espíritu metodológico que le acompaña.
Desacreditada la retórica, exaltada la lógica, imperio de la precisión y pureza del
discurso, tal el cometido racionalista que ya comienza a esbozarse en estos tiempos,
logrando su éxito en siglos posteriores. La importancia de la retórica fue eclipsada por el
fuerte sesgo metodológico que, inaugural en el siglo XVII, se desarrolla vigorosamente
siglos posteriores.

Ya sea que definamos la retórica, apoyándonos en Aristóteles, en Perelman, en


Gadamer, en Beuchot, en Ricoeur u otros, como: facultad de considerar en cada caso lo
que cabe para persuadir; lógica de la razonabilidad de las decisiones; estudio del discurso
no demostrativo; arte de argumentar con vistas a persuadir a un auditorio contextual;
juridiscción de la argumentación circunstanciada en pos de acuerdos racionales;
concienciación teórica de una habilidad natural; y más, lo cierto es que ninguna de estas
acepciones es la que se mantuvo a lo largo de la historia. Poco quedó de ese noble arte
que fue la retórica en la antigüedad. Remontándonos a la retórica antigua recordemos que
ésta estaba integrada por la inventio, la dispositio y la elocutio. Esto es, con respecto a la
inventio: la creación de argumentos ingeniosos expresados en palabras en busca de la
persuasión; con respecto a la dispositio: su correcta ordenación, ubicación en el lugar más
adecuado del discurso; en relación a la elocutio: presentación elocuente, efectiva en aras
de una exitosa comunicación.
Sin embargo, los avatares a los que la retórica fue expuesta hizo que esta quedara
confinada a la mera elocuencia y con ello el comienzo del declive de este noble arte, o si se
prefiere, de esta facultad, capacidad, disciplina, o técnica. La retórica clásica -expresada en
los tratadistas renacentistas- se abocó al estudio de la elocución y los ornamentos del
discurso. A la vez, esta dirección tomada significó la gradual y paulatina retirada de la
retórica del escenario de la Filosofía hasta su expulsión casi definitiva al punto de no
interesar más como tema eminentemente filosófico. Al quedar sólo la elocutio se amputó de
la retórica su verdadera dimensión en tanto argumentación circunstanciada, perdiendo el
primado de la persuasión. Esto último interesa reiterarlo: pérdida del primado de la
persuasión, lo que para algunos estudiosos del tema significó la condena a muerte de la
retórica (Barthes) y para otros un estrangulamiento de la retórica (Perelman).
Y es este olvido, esta pérdida, lo que la nueva retórica o teorías rehabilitantes,
reivindicatorias o revivificadoras de la retórica vendrían a subsanar, como a su vez a separar
la retórica de las connotaciones peyorativas que la emparentaron por tiempo con la
manipulación deshonesta del discurso, arte engañoso, y con ello una desafortunada
asimilación entre retórica y arte declamatorio, retórica y sofística, retórica y demagogia
(connotación ésta que llega hasta el presente, con sus raíces en las controversia entre
filosofía y retórica de la Grecia Clásica).
Historiadores y estudiosos de la retórica señalan las postrimerías del S. XVI como
momento de la declinación de la retórica. La dialéctica fue fagocitada por la lógica y la
retórica quedó entendida como mera estilística orientada hacia la clasificación y taxonomía
de las figuras del lenguaje ornamentado.(8) Esto significó el exilio de la retórica de la
filosofía y su refugio en el ámbito de las letras, ámbito en el que por un tiempo se encontró
a buen resguardo. El tratamiento de la retórica se aleja de la filosofía y queda así
emparentada con discursos ficcionales, poético-literarios, esto es, dominio del campo de las
letras.
Al mismo tiempo se concibió la lógica como el estudio de los razonamientos bajo
todas sus formas. Nótese que esa expresión, 'bajo todas sus formas', aunque parezca un
juego de palabras reforzó sólo la lógica formal, quedando la argumentación retórica
absolutamente deslucida.

8 Sirve como antecedente de este trabajo taxonómico la obra de Romer Talon que data de 1572
consignada como la primera obra sistemática del estudios de las figuras retóricas o tropos.
María Eugenia Borsani
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En la actualidad se reconoce un renovado interés por la retórica. La presencia y


retorno de la retórica como tema de competencia filosófica se ubica aproximadamente a
mediados del siglo próximo pasado y gradualmente asistimos a un creciente interés por esta
temática.
La retórica se reinstala en las últimas décadas desde enfoques diversos. Muchos
se han interrogados acerca de la muerte, agonía o paulatina recuperación de la retórica. Así,
R. Barthes le dedica un seminario dictado entre los años l964 y l965 en L’École Pratique
des Hautes Études; recorre su historia testimoniando la amplitud del hecho retórico ante la
ausencia de un estudio sistemático del tema y a su vez advierte que la retórica es mal
conocida.(9) También por los mismos años, R. Barthes escribe un artículo titulado "Retórica
de la imagen".(10) El autor funda, con este trabajo, un viraje de los estudios retóricos hacia
la cuestión de la imagen. Concibe la retórica como una disciplina que escruta en torno al
fenómeno de la persuasión, ya sea que se apoye en formas verbales o icónicas, en este
último caso, retórica de la imagen. Así, al tiempo que se da un alcance mayor a la noción de
lenguaje, discurso y texto, se amplía también el campo de lo persuasivo, que alcanza a la
retórica de la imagen.
A su vez, aparecen estudios tropológicos, que privilegian una de las figuras
retóricas, la metáfora. Se destacan, al respecto: los pioneros estudios de I.A. Richards(11);
las obras de M. Black(12) en el campo de los estudios de teoría literaria; de M. Hesse(13)
quien enfatiza la importancia de la metáfora como herramienta heurística y cognitiva; la obra
de Paul Ricoeur La métaphore vive(14) que impacta tanto en el campo de la filosofía como
en el de las letras, entre otros significativos estudios referidos al tema.
Sin desmedro de muchos otros pensadores que se han ocupado de la
preeminencia de la retórica, cabe mencionar a Hayden White, quien en el ámbito de la
historiografía, hace ya un cuarto de siglo, patrocinó este acercamiento a análisis retóricos,
enfatizando la vertiente tropológica. Su enfoque influyó fuertemente en las ciencias sociales,
poniendo en jaque las fronteras entre el discurso histórico y la crítica literaria, lo que
produjo -y continúa produciendo- no pocas resistencias por parte de quienes vieron peligrar
el requisito de objetividad de la historia.(15) El enfoque formista, tropológico de Hayden
White sostiene que “la teoría de los tropos nos proporciona una base para clasificar las
formas estructurales profundas de la imaginación histórica en determinado período de su
evolución.”(16) Según White, el análisis de la teoría de los tropos, esto es, de las distintas
figuras retóricas -metáfora, metonimia, sinécdoque e ironía- nos advierte de las distintas
‘formas’ (también denominadas paradigmas) que necesariamente toma el discurso histórico
a propósito de las diversas fases de la conciencia histórica del Siglo XIX.
A su vez, en un espacio medianero entre la filosofía y la crítica literaria nos
encontramos con el deconstruccionismo de Jacques Derrida. Más adelante desarrollaremos
esta temática,(17) pero vale ahora adelantar que Derrida reniega de los pares conceptuales
esclerosados en la tradición filosófica moderna. En el caso de la dicotomía lógica versus

9 Cfr. Barthes, R.; <1974> La aventura semiológica. Barcelona, Paidós, l994.


10 Cfr. Barthes, R.; Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gestos, voces. Barcelona, Paidós, l986. Parte I.
11 Cfr. Richards, I.A.; <l936>The Philosophy of Rethoric. Oxford.
12 Cfr. Black, M.; <1962> Modelos y metáforas. Madrid, Tecnos, l966.
13 Cfr. Hesse, M.; <1966> Models and analogies in science. University of Notre Dame Press.
14 Cfr. Ricoeur, P.; <1975>La métaphore vive. Paris, Seuil.
15 Cfr. White, H. ; <l973> Metahistoria: La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX,
México, F.C.E. (En adelante M.IHE). Cfr. del mismo autor Tropics of discourse: Essays in Cultural
Criticism, Baltimore, 1978.
16 White, H.; M.IHE. Pág.41.
17 Véase más adelante el capítulo Una polémica en torno a la nueva ponderación de la retórica.
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contemporánea.

retórica apela a la subversión de la jerarquía convencionalmente aceptada de superioridad


de la lógica por sobre la retórica y propone la transposición -alteración, inversión- del par
conceptual lógica/retórica. Si bien desde ciertas perspectivas lo emparentado con la
retórica ocupa el lugar de lo marginal, desde la perspectiva de Derrida los recursos
retóricos son entendidos como estrategias válidas de abordaje de un texto.(18) Este modo
de acceso textual significa que queda abierta la posibilidad de que lo connotado por el
componente retórico provoque un juego de fricciones en relación al contenido cognitivo, lo
que nos remite, a la huella nietzscheana presente en Derrida.
A propósito de Nietzsche, en el año 2000 se publican sus Escritos sobre
Retórica,(19) cuya edición y traducción es llevada a cabo magistralmente por Luis Enrique de
Santiago Guervós. En la Introducción "El poder de la palabra: Nietzsche y la retórica",
Santiago Guervós plantea que es Nietzsche quien, con estos Escritos, inaugura el giro
retórico, siendo su perspectiva en torno al lenguaje un enfoque que antecede al giro
lingüístico del siglo XX. La obra, de un notable cuidado filológico y filosófico, presenta los
escritos nietzscheanos sobre la temática retórica que datan desde el año 1872 hasta el
semestre invernal de 1875. Es ésta una de las aristas menos escrutadas de Nietzsche. Así,
siguiendo a Santiago Guervós, "....Nietzsche cree que la soberanía de la retórica sobre la
lógica se justifica mediante una concepción del lenguaje que subordina al lenguaje figurado
o trópico." (20)
También interesa indicar señalamientos relativos a la persuasión y a la verosimilud
expresados por C. Geertz desde el escenario de la antropología interpretativa de
ascendencia hermenéutica. Muy brevemente diremos que Geertz desmonta críticamente las
prácticas discursivas de la propia disciplina a la que pertenece e indica que los textos
antropológicos han sobreabundado en detalladas descripciones al sólo efecto de tornar
verosímil lo escrito en pos de convencer al lector. Geertz impugna los protocolos
observacionales que pretenden presentarse como relato especular. Todo registro, en tal
caso, ha de ser entendido como composición o fictio, el que, cuanto mejor uso de
estrategias retóricas, más verosímil se tornará, más no por ello, más verdadero.(21)
Es de destacar la permeabilidad por esta problemática en ámbitos que hasta
hace pocas décadas atrás se habían mantenido ajenos a análisis relativos a la incidencia
de la retórica en su corpus disciplinar, como por caso la economía. Donald N. McCloskey,
profesional de las ciencias económicas formado en la tradición americana de Chicago y de
Harvard, se ha ocupado de La retórica de la economía (22), como lo indica el título de su
obra. McCloskey señala que analizar la retórica de la erudición económica colabora a que
esta disciplina madure y tal análisis no debe ser entendido como un ataque al campo
económico; el autor profundiza los aspectos benéficos de la retórica. El discurso de la
economía en general es asimilado a ecuaciones y formalizaciones matemáticas. Sin
embargo, McCloskey insiste en que la conversación económica -usando el término
conversación en clave rortyana- es un acto social que procura incidir sobre el público,
convencerlo. McCloskey estima que no hay diferencia entre el discurso económico y otro
tipo de conversación. Así como un novelista desea atrapar al lector en la trama y hasta
hacerle creer que sus personajes están vivos, los economistas conversan con la pretensión
de ser escuchados y que lo expuesto sea creíble. En tal sentido, el autor considera
conveniente una crítica económica aplicando los recursos de la crítica literaria a la
economía.

18 Cfr. Derrida, J.; <1972> Márgenes de la Filosofía. Madrid, Cátedra, l994. (En adelante MF)
19 Cfr. Nietzsche, F.; ER.
20 Santiago Guervós, L. E. de; en " Introducción. El poder de la palabra: Nietzsche y la retórica" en
ER. Pág. 31
21 Cfr. Geertz, C.; El antropólogo como autor. Barcelona. Paidós, l989.
22 Cfr. McCloskey, D.; La retórica de la economía, Madrid, Alianza, l990.
María Eugenia Borsani
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contemporánea.

También cabe indicar los estudios en torno al impacto de la retórica en el campo


de las ciencias formales y físico-naturales, tales como la biología evolutiva, la biología
molecular, la física cuántica y las matemáticas. Artículos referidos a estos temas se
publican en l995 bajo el título Science, reason, and rhetoric(23) y corresponden a los
trabajos presentados en la Universidad de Pittsburgh en ocasión de la inauguración formal
del ‘Programa en Retórica de la Ciencia’. Estos campos del conocimiento, por citar algunos,
y su relación con la retórica son motivo de análisis recientes que abonan la centralidad de la
retórica en toda práctica científica, la que necesariamente se sostiene en un acto discursivo
de persuasión que debe ganar la adhesión de su auditorio. Este dato no es menor ya que
implica, a su vez, una modificación en el modo en el que se presentaban los estudios
retóricos, tradicionalmente más interesados por estos temas los literatos, historiadores,
filósofos del lenguaje y sociólogos de la ciencia. Ahora el giro es desde dominios científicos
que antes se consideraron absolutamente exentos al alcance de la retórica. Así, el
programa de la Universidad de Pittsburgh da cuenta de la atención por la retórica desde la
ciencia, propiamente dicha, y desde la filosofía de la ciencia. Resulta interesante advertir el
modo en que se vinculan estudios retóricos con, por ejemplo, el postulado de la selección
natural de Darwin y su relación con las argumentaciones de Malthus. Ilustra también el
viraje hacia la retórica -ya en el escenario de la Historia de la Ciencia del S. XX- enfoques
que se remiten a Schrödinger, Heisemberg, Crick y otros, para establecer la relación entre
la ciencia y los distintos aspectos de la retórica, tal el estudio que llevan a cabo S.
Toulmin(24) como también S. Fuller, quien analiza el fenómeno de la retórica de la ciencia,
y lo vincula al programa fuerte de la sociología del conocimiento.(25)
En ciertos casos se ve una moderada aceptación de la incidencia de la retórica, en
otros se ve un enfático reconocimiento. Sirve como ejemplo de una aceptación fuerte el
enfoque del italiano Marcello Pera, cercano a la nueva filosofía de la ciencia, quien
sostiene en l991 que la retórica es el modo constitutivo de la ciencia, aspecto medular de su
texto titulado Scienza e Retorica.(26) Abandonando la idea de método y de demostración,
Pera considera que las técnicas del debate, de la persuasión y la refutación ahora ya no
juegan un rol meramente subsidiario sino que han de ser tenidos como elementos
integrantes de la ciencia. Su idea se resume en la sustitución de la metodología por la
retórica. Así, Pera expresa que "la retorica, non la sociologia o la psicologia o l'ermeneutica,
sará il nostro sostituto del metodo."(27)
La concepción retórica de la ciencia aspira a no rendirse ante conclusión alguna,
sí se presta al debate permanente aplicando los mejores recursos persuasivos, inaugurando
así una nueva imagen de la ciencia que Pera denomina 'modelo retórico', en el que
intervienen tres jugadores con igual grado de participación y protagonismo: el investigador,
la naturaleza o cosa investigada y el auditorio.(28) La aceptación de la tesis propuesta será
fruto del debate en el que intervienen factores varios y del consenso al que se ha arribado.
Pera procura mostrar que no se impone la naturaleza sino que lo que prima es la
persuasión lograda en la comunidad o auditorio, nunca absoluta y siempre a expensas de
revisiones. Por eso, el modelo retórico propuesto por Pera supone, a su vez, una
concepción de racionalidad, éticamente más tolerante, vinculada más a una práctica social,
que a una imposición.

23 Cfr. Krips, H., McGuire, J.E. and Melia T. ; Science, Reason and Rhetoric. University of
Pittsburgh Press, l995. (En adelante S, R and R)
24 Cfr.Toulmin, S.; “Science and the many faces of rhetoric” in Krips, H., McGuire, J.E. and Melia
T. ; S,R and R.
25 Cfr. Fuller, S.; "The strong program in the Rhetoric of Science" in Krips, H., McGuire, J.E. and
Melia T. ; S,R and R.
26 Cfr. Pera, M; <1991>Scienza e Retorica. Laterza, Gius, Laterza e Figli. (En adelante S y R)
27 Pera, M.; S y R. Pág 15.
28 Cfr. Pera, M.; S y R . Pág. 170 y ss.
María Eugenia Borsani
Una bisagra entre la Hermenéutica y la Filosofía de las Ciencias. Estudios actuales en torno a la retórica filosófica
contemporánea.

Que la retórica hoy se constituya como un problema en boga y que el interés


actual se advierta en estudios de muy distinta procedencia, no implica necesariamente una
reivindicación, puede también evidenciar el retorno del enfoque condenatorio. Es decir: que
la retórica hoy nos ocupe generando una genuina controversia filosófica no significa que
ésta sea necesariamente bienvenida; reconocer la importancia de su tratamiento no implica
una obligada perspectiva favorable a la dimensión retórica. ¿En nuestros días, ha
desaparecido, se ha mantenido o acentuado la polémica entre el alcance condenatorio y el
convalidante de la retórica? Por rehabilitación entendemos el reconocimiento del alcance
racional de la retórica en su afán de lograr cambios generados por una exitosa
argumentación persuasiva dirigida a un auditorio particular, situado y contextuado al que se
ha evaluado adecuadamente. Otros enfoques -si bien reconocen la incidencia de la
retórica en las prácticas discursivas- establecen una férrea alianza entre ésta y una espuria
técnica de seducción discursiva, manteniendo así una vieja polémica, no zanjada aún.
María Eugenia Borsani
Una bisagra entre la Hermenéutica y la Filosofía de las Ciencias. Estudios actuales en torno a la retórica filosófica
contemporánea.

La rehabilitación de la retórica en la filosofía actual

La conquista y el resurgimiento de los estudios retóricos son deudores de los


sobresalientes aportes de Ch. Perelman, pensador imposible de evitar toda vez que se
quiera hablar de la retórica en nuestros días. Ch. Perelman publica en el año 1958 su
Tratado de la argumentación. La nueva retórica(29), en coautoría con L. Olbrechts Tyteca.
Esta obra fue precedida por Lógica y retórica de 1952.
González Bedoya, en el prólogo a la edición española del Tratado de la
Argumentación indica la proscripción de la retórica en terreno filosófico:

"Así, el prestigio que desde finales del siglo pasado había adquirido para el
pensador occidental la lógica formal, inducía a ver la retórica como una antigualla
irrecuperable. Reducida, pues la retórica a arte de la expresión, perdió todo interés
filosófico, no siendo extraño por ello que no aparezca el término retórica ni en el
Vocabulario técnico y crítico de la Filosofía, de André Lalande ni en la norteamericana
Enciclopedia of Philosophy (l967). Laguna subsanada, sin embargo, por el Diccionario
de Filosofía de José Ferrater Mora."(30)

La proscripción de la retórica de territorio filosófico -a tal punto que la palabra no


ingrese en los diccionarios ni enciclopedias específicas de la disciplina- es ya advertida por
Perelman en las primeras líneas de su texto El imperio retórico. Retórica y argumentación,
obra posterior al T de la A. (31)
En este contexto, la retórica queda relegada a técnicas estilísticas, asociada en
muchas ocasiones a elementos ponderados como irracionales tales como la emoción, el
afecto, la sugestión y la seducción ejercida por el orador sobre su auditorio. En esta línea de
pensamiento cabe, entonces, intentar la identificación y eliminación de la retórica.
Sin embargo, Perelman contribuye a desmontar los prejuicios y reparos esgrimidos
contra las argumentaciones retóricas. Sus esfuerzos están dirigidos a mostrar que las
argumentaciones retóricas -resistidas desde la lógica propia de la cientificidad- hacen al
conocimiento de un modo general. A la vez que, paulatinamente, se va abandonando el
protagonismo de remanidas dicotomías, propiciando un tenue acercamiento entre modelos
antagónicos de racionalidad, la retórica va ganando terreno y en este sentido, Perelman se
destaca en el emprendimiento revivificador de la retórica. Perelman cuestiona el modelo
hegemónico de racionalidad de cuño cientista y es este aspecto el que consideramos
importa destacar en tanto postura de ruptura (a propósito, no olvidemos la fuerte formación
en lógica recibida por Perelman en sus años de trabajo cercanos a la lógica de Frege). No
se trata de la convalidación de la retórica que restringe sus indagaciones a una clasificatoria
de técnicas discursivas sino que reivindica la argumentación que nada sabe de verdades
necesarias, de demostraciones empíricas, ni de deducciones lógicas, sino que se ocupa de
la racionalidad operante en el dominio de la verosimilitud, la plausibilidad y la probabilidad.
Por ejemplo, cuando se trata de cuestiones con implicancias en el campo del Derecho, que
deben dirimirse en términos de justicia e injusticia, se torna legítimo e imprescindible el uso
de la emotividad, la elocuencia y la fuerza argumentativa en vías a persuadir al destinatario
conforme lo que se considera plausible, preferible, conveniente y creíble. Ahora bien, la

29 Cfr. Perelman, Ch. y Olbrechts Tyteca, L. ; <1958> Tratado de la argumentación. La nueva


retórica. Madrid, Gredos, l989. (En adelante T de la A.)

30Perelman, Ch.; T de la A. Pág. 9


31Perelman, Ch.; <l977>El imperio retórico. Retórica y argumentación. Ed. Norma S.A., Bogotá,
1997. (En adelante IR. R y A.)
María Eugenia Borsani
Una bisagra entre la Hermenéutica y la Filosofía de las Ciencias. Estudios actuales en torno a la retórica filosófica
contemporánea.

plausibilidad, y preferencia no quedan libradas a la más absoluta arbitrariedad o gusto, sino


que se encuentran sostenidas en razones. Opera una razón práctica a la hora de
deliberar. Estamos en el terreno de la interpretación que escapa a la necesidad, y a todo
axioma y nos invita a una responsable deliberación en el campo de la praxis.
Chaïm Perelman reivindica los aportes aristotélicos, por una parte, y por la otra,
torna controversiales los criterios vigentes a mediados de siglo pasado que contribuyeron a
que la retórica fuera el blanco de críticas demoledoras. Se trata de una ampliación del
ámbito de la razón, espacio diseñado y recortado desde un estricto modelo de legitimación
del conocimiento científico. Perelman da cuenta de la incompletud de tal modelo cuando se
lo intenta transponer ilegítimamente a otros dominios, a propósito, cabe recordar que sus
primeras publicaciones sobre retórica estuvieron dedicados al ámbito jurídico.(32) En este
sentido sí puede afirmarse que los decisivos aportes de Perelman contribuyeron a una
reivindicación de la retórica, y no a una mera reactualización de una antigua controversia.
Perelman reincorpora las discusiones sobre retórica en el horizonte filosófico, pero deja un
espacio ajeno al alcance de la retórica: el de las demostraciones, éstas caen bajo el campo
de la ciencia. Perelman distingue entre demostración y argumentación. La demostración es
ese resquicio en donde, dada la ausencia de controversia, la persuasión no opera. El
campo de la retórica es el que “escapa a la certeza del cálculo”(33) y las argumentaciones -
no pasibles de formalización y comprobación- caen en el terreno retórico, esto es, discurso
situado del que se espera eficacia, donde la palabra actúa en aras de orientar acciones. Al
respecto, una reflexión en relación al compromiso que implica el asentimiento del auditorio al
que se dirigen las argumentaciones retóricas con su propósito de persuadir racionalmente:
tal persuasión nada de seducción engañosa contiene, ni de práctica desleal que intenta
provocar una adhesión irreflexiva por parte de sus destinatarios, por el contrario, dirimir
entre distintas argumentaciones y adherir es un acto de responsabilidad y racionalidad. Es
el ejercicio de una libertad que delibera y opta, aún cuando, por qué no, aceptar que en tal
adhesión operaron variables emocionales. La retórica se ubica así en un espacio
medianero entre el fanatismo dogmático y el recelo escéptico. Dice Perelman:

“...quien se identifique con las conclusiones de una argumentación lo hace


mediante un acto que lo compromete y del que es responsable. El fanático acepta
este compromiso, pero como alguien que se apoya en una verdad absoluta e
irrefragable; el escéptico rechaza este compromiso, con el pretexto de que no le
parece que pueda llegar a ser definitivo. Se niega a adherirse porque se hace de la
adhesión una idea que se asemeja a la del fanático: tanto uno como otro desconocen
que la argumentación trata de alcanzar una de entre las alternativas posibles;
proponiendo y justificando su jerarquía, la argumentación pretende racionalizar una
decisión. El fanatismo y el escepticismo niegan que la argumentación desempeñe
este papel en nuestras decisiones. (...) ambos tienden a dejar el campo libre a la
violencia, recusando el compromiso de la persona.”(34)

Convengamos que se trata de violencia discursiva, claro está, en relación a las


significativas batallas verbales que se libran en el campo de la comunicación humana.
Según los defensores de la retórica, la naturaleza del lenguaje persuasivo no debe
confundirse con distorsión o malabar de la palabra. La adhesión, en tanto fin perseguido
por la argumentación retórica, es concebida como momento final en el que el auditorio

32 El escrito se titula De la Justicia y se publica en el año l945. Para profundizar en el itinerario


intelectual de Perelman y el aprovechamiento de su enfoque en el campo de la práctica jurídica
consúltese Piacenza, E.; “La teoría de la argumentación de Perelman y los problemas de la carga
de la prueba” en Revista Venezolana de Filosofía, Nro. 38. Universidad Simón Bolívar, 1998.
33 Perelman, Ch.; T de la A. Pág. 31.
34 Perelman, Ch.; T de la A.. Pág. 116
María Eugenia Borsani
Una bisagra entre la Hermenéutica y la Filosofía de las Ciencias. Estudios actuales en torno a la retórica filosófica
contemporánea.

adhiere aprobando, acordando con las tesis presentadas y como tal importa un acto de
deliberación reflexiva. Todo proceso argumentativo es una invitación al debate y a la
controversia por lo que sería ajeno a su propia esencia confundirlo con imposición y
ausencia de discusión. Como tal, la retórica es adhesión deliberada. La retórica intenta
persuadir acerca del mejor argumento en pos del descarte del peor argumento. Mejor en
relación a su solidez como así también hace referencia a lo más cercano al bien, le cabe al
rétor, decir bien el bien y es ajeno a la naturaleza de la retórica persuadir en sentido
contrario.
En los últimos años el Tratado... ha sido rescatado y en tal rescate la hermenéutica
ha jugado un papel decisivo.
La recepción favorable a la retórica(35) es simultánea a la hermenéutica como
marco filosófico que responde ante el declinar de la filosofía de la ciencia estándar.
Gadamer(36) radicaliza el enfoque de Perelman respecto a la reivindicación de la retórica.
La naturaleza de la retórica impregna toda emisión con vías al entendimiento con los otros
constituyéndose en la función primordial y fundante de toda relación humana. Esta
afirmación, muy radical por cierto, invita a revisar aquellos ámbitos que consideraron estar
ajenos al concurso de la retórica. Así, el discurso de la ciencia también se ve permeado por
la incidencia de la omnipresencia retórica. Claro que esto es resistido por el cientismo de la
década del ’60. La tradición filosófica neopositivista había relegado el estudio de la retórica
a ámbitos literarios por considerar que trataba de temáticas relativas al tratamiento de los
discursos de ficción, por lo tanto ajenas a la intervención filosófica y mucho menos a la
científica. En los enfoques hermenéutico-comprensivistas aparece con claridad la
recuperación de la retórica en donde la persuasión juega un rol protagónico para la
problemática de la Verstehen, protagonismo que se hace extensivo al ámbito de las
ciencias en su totalidad.
La hermenéutica, en coincidencia con el alcance omniabarcativo otorgado al
desempeño de la comprensión, sostendrá la acción interpretativa en todo ámbito de saber,
así entonces la operatividad de la Verstehen no queda por fuera de ningún campo del
conocimiento. Operatividad, entonces, que desdibuja la escisión ciencias naturales/ ciencias
sociales. La rehabilitación de la tradición -en tanto escenario indispensable que obra como
condición de posibilidad para la tarea hermenéutica- viene a cooperar en relación a que
aquello que es sinónimo de prestigio dentro de una comunidad científica, es tal en virtud de
un acuerdo, una adhesión por parte de los integrantes de tal comunidad, a la luz de las
convenciones y paradigmas vigentes que avalan y refuerzan tal adhesión.
La hermenéutica es teoría y también tarea de la interpretación. Esto es, reflexión
que se ocupa del fenómeno de la comprensión, entendida como capacidad humana natural,
movimiento básico de nuestra existencia en el mundo lingüístico que nos aloja. Se podría
también definir la hermenéutica como un ejercicio entrenado en evitar malentendidos,
propiciados por la distancia y extrañeza ante lo nuevo y las dificultades de comprensión que
de allí se derivan. Es sabido que este tratamiento de la hermenéutica, como mera correctiva
de situaciones de incomprensión, no satisface plenamente a Gadamer. Si bien no considera
errónea tal definición sí señala su insuficiencia e incompletud. Según Gadamer esta visión
de la hermenéutica acota su función a una mera técnica, "preceptiva del comprender" con
aplicación en la metodología de las ciencias humanas. La hermenéutica es algo más. Ese
algo más remite a su universalidad. Es desde el tema de la universalidad de la hermenéutica
que puede advertirse un punto de enlace en la estrecha relación hermenéutica y retórica.
Gadamer enfatiza tal vinculación y se expresa así: “Nuestro tema es la hermenéutica y para

35 Más adelante diferenciaremos reivindicación de la retórica, por una parte y vigencia de la


retórica, por la otra.
36 Gadamer es heredero de un marcado sesgo antipositivista y una fuerte crítica a la cultura
cientista, conforme el influjo romántico alemán en el que se forma. Cabe hacer mención a las
figuras de Dilthey, Husserl, y fundamentalmente Heidegger como contribuciones insoslayables en
el pensamiento gadameriano.
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ésta es primordial la relación con la retórica (...) La capacidad lingüística y la capacidad de


comprensión poseen obviamente la misma amplitud y universalidad.”(37)
Desde la hermenéutica de H. - G. Gadamer se avala la naturaleza invasiva de la
retórica, ya que todo lo impregna y está presente allí en donde de lo que se trata es de
llevar a cabo prácticas discursivas, por eso la ubicuidad del fenómeno retórico, según la
mirada gadameriana.
Por lo que “hay que devolver al concepto de retórica su verdadero alcance. Abarca
cualquier forma de comunicación basada en la capacidad de hablar y que da cohesión a la
sociedad humana.” (38)
Gadamer aborda la problemática retórica, distanciándose de las posturas que la
asocian a una argucia discursiva y subraya el engarce entre la dimensión retórica y
hermenéutica de la lingüisticidad humana. Según el autor la ubicuidad de la retórica es
inagotable. La palabra cobra credibilidad y eficacia en toda práctica discursiva justamente
en virtud del componente retórico que hace posible la comunicación humana propiciando
un entendimiento y un consenso, siempre abierto. Preocupa particularmente a Gadamer,
respecto a la restitución de la retórica -empresa en la que acompaña a Perelman- cuál es
el territorio disciplinar que es adecuado concederle a esta facultad, arte, disciplina , ciencia
o protociencia de lo residual y marginado por la ciencia, en virtud de su imprecisión.
Gadamer se pregunta:

“¿Dónde insertar la reflexión teórica sobre la comprensión sino en la


retórica, que es desde la más antigua tradición el único abogado de un concepto de
verdad que defiende lo probable, el eikos (verosimile) y lo evidente a la razón
común contra las pretensiones de demostración y certeza de la ciencia? Convencer
y persuadir sin posibilidades de una demostración es la meta y la pauta de la
comprensión y la interpretación no menos que la retórica y la oratoria..." (39)

Desde la mirada gadameriana, la retórica es la jurisdicción propia de la


hermenéutica, no interesan los argumentos lógicamente concluyentes sino la fuerza
persuasiva de los argumentos en pos de acuerdos racionales. El enfoque de Gadamer con
respecto a la retórica es más extremo que el de Perelman. Mientras que la tradición cientista
jerarquizó un tipo de discurso y deportó a la retórica a un lugar de marginalidad, la
hermenéutica muestra que el discurso de la ciencia también se asienta y soporta en la
retórica, aún cuando en ciertos ámbitos de la ciencia estándar se considera haberla
expurgado. Los criterios para la validación del conocimiento científico son un claro ejemplo
de lo dicho. Éstos están soportados sobre convenciones acordadas, consensuadas, es
decir, son producto de acuerdo y adhesión de los miembros de la comunidad epistémica
según pautas que responden, a su vez, a un canon contextuado epocalmente.
Esto último nos remite a la cuestión del consenso, a la que Gadamer le otorga
suma importancia y se relaciona de modo directo con el tema de la retórica. La praxis
hermenéutica actúa allí donde el consenso se ha roto, la tarea hermenéutica procura salvar
esta instancia de no entendimiento y pone en práctica la capacidad interpretativa para
reparar las dificultades de la comprensión, desplegándose la dimensión ontológica del
lenguaje, que hace posible la praxis interpretativa. El lenguaje no es mero instrumento o
herramienta al cual echar mano en ciertas ocasiones, sino que es el rasgo universal
constitutivo de nuestro ser. La comprensión sólo es posible si se toma en cuenta la retórica
que impregna toda situación comunicacional.
La persuasión, constitutiva de todo acto comunicativo, también ocupa un papel
relevante en la obra de Thomas Kuhn. Sostiene que no son sólo cuestiones de la
lógica ni de la más estricta racionalidad científica, los elementos intervinientes al momento

37 Gadamer, H.-G.; Vy M II. Pág. 296-297


38 Gadamer, H.-G. Vy M II. Pág. 310
39 Gadamer, H.-G.; Vy M II . Pág. 229.
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de adoptar un nuevo paradigma. Son cuestiones relativas a la persuasión, cuestiones,


entonces, de índole retórica. En La Estructura de las Revoluciones Científicas(40) Kuhn
expresa:

“Para descubrir cómo se llevan a cabo las revoluciones científicas,


tendremos por consiguiente que examinar no sólo el efecto de la naturaleza y la
lógica , sino también las técnicas de argumentación persuasiva, efectivas dentro de
los grupos muy especiales que constituyen la comunidad de científicos.”(41)

Es interesante asimismo la familiaridad entre la distinción que establece Kuhn


entre persuasión e internalización de un nuevo paradigma y la distinción entre persuasión y
convicción que plantea Perelman. La persuasión interviene en el plano de la acción, de la
dimensión pragmática. La convicción o internalización refiere al plano de lo intelectual.
Perelman, en el Tratado... señala al respecto:

“La intensidad de la adhesión que se procura conseguir no se limita a la


producción de resultados puramente intelectuales, al hecho de declarar que una tesis
parece más probable que otra, sino que muy a menudo se la reforzará hasta que la
acción, que debía desencadenar, se haya producido.”(42)

En este sentido, los efectos intelectuales apuntan a la convicción pero la


convicción no basta cuando de lo que se trata es incidir en el campo de la acción.(43) Aún
cuando en el lenguaje cotidiano se disipa esta diferencia terminológica entre convicción y
persuasión, resulta útil introducirla en el caso de cambio de paradigma. Tal como lo señala
Kuhn, un científico, ante una innovación avala la bondad de una nueva teoría empujado por
muchas variables que lo inducen en tal sentido. Pero puede, no obstante, admitir que no
se inclina a una conversión absoluta, aún cuando se ha incorporado, tal vez no de buena
gana a actuar conforme al nuevo criterio. Es claro el ejemplo de Kuhn:

“<quien ha encontrado> .... por primera vez , digamos, la relatividad o la


mecánica cuántica, siendo ya de mediana edad, se encuentra totalmente persuadido
de la nueva opinión, pero, sin embargo, incapaz de internalizarla y de sentirse a
gusto en el mundo al que ayuda a dar forma. (...) No obstante puede valerse de la
nueva teoría, pero lo hará así como un extranjero que se hallara en un medio
ajeno...” (44)

Esto es, se encuentra con “buenas razones” (45) para trabajar con la nueva
concepción, pero carece de la posibilidad de explicitar tal opción valiéndose de los
rudimentos de la demostración lógica y empírica. Esas “buenas razones” nos remiten al
ámbito de la persuasión. Pero no se sigue de la incorporación de la persuasión (como
variable digna a tener en cuenta) un enlace con aspectos ligados a lo irracional sin más, y
Kuhn explícitamente rechaza tal imputación. Manifiesta Kuhn:

40 Cfr. Kuhn, T.; <1962> La Estructura de las Revoluciones Científicas. México D.F., F.C.E., l985.
(En adelante ERC)
41 Kuhn, T. ; ERC, Pág. 152 y 153
42 Perelman, Ch.; T de la A. Pág. 97.
43 Un ejemplo sencillo pero sumamente gráfico para comprender la distinción entre convicción y
persuasión: el fumador cuenta con sobradas razones para sostener lo perjudicial de la práctica
adictiva de todo fumador, pero no obstante no la abandona.
44 Kuhn, T.; ERC, Posdata: l969. Pág. 311
45 Kuhn, T.; ERC, Posdata: l969. Pág. 303
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“Para comprender por qué se desarrolla la ciencia tal como lo hace, no es


necesario desentrañar los detalles de biografía y personalidad que llevan a cada
individuo a una elección particular, aunque esto ejerza una notable fascinación. Lo
que debe comprenderse, en cambio, es el modo en que un conjunto particular de
valores compartidos interactúa con las experiencias particulares que comparte toda
una comunidad de especialistas para determinar que la mayoría de los miembros del
grupo a fin de cuentas encuentren decisivo un conjunto de argumentos por encima de
otro. Tal proceso es la persuasión...” (46)

En Jun, la postura favorable en relación al alcance persuasivo habilita para inferir


que se trata también de una reivindicación aún cuando lo persuasivo quedarían fuera del
marco de la estricta racionalidad científica. Pero aún así, esto no autoriza a desvincularlos
del ámbito racional. La pregunta que surge es ésta: si la naturaleza de la fuerza retórica
fuera en sí misma irracional, ¿puede lo que carece absolutamente de sentido alguno, operar
sobre la racionalidad científica?
Kuhn no desarrolla en profundidad el alcance de la persuasión; sí hace alusión a
sus efectos y esto no pasa inadvertido para quien se interese en la temática retórica.
Marcello Pera también echa de menos un desarrollo más exhaustivo, por parte de Kuhn, de
la retórica en ciencia y señala que dicho desarrollo vendría a completar lo que queda sólo
esbozado. Si bien es cierto que el planteo kuhniano carece de una exposición más acabada
del tema, también debe decirse que quienes desarrollan una teoría de la retórica en ciencia
se valen de los aportes de Kuhn. Por eso consideramos que la contribución de Kuhn es
por demás significativa ya que sienta las bases y abre el camino para posteriores desarrollos
referidos a la incidencia de la retórica y de los fenómenos de la persuasión en ciencia, tal
como lo han hecho muchos de los estudiosos del tema, entre otros, el mismo Marcello Pera.
Vattimo, abonando los aportes de la ontología hermenéutica de Gadamer y de la
filosofía pos-kuhniana, enfatiza la esencia retórica de la lógica científica y expresa:

“La verdad de una proposición científica no está en su verificación


controlable atendiendo a reglas públicamente estipuladas y adoptadas idealmente por
todos, lo cual sería un modo de reducir a una significación puramente formal el nexo
de lógica y retórica, sino que en última instancia es en cambio, la aceptación de las
reglas de verificación vigentes en los ámbitos científicos particulares por parte de una
esfera pública, que es el logos-lenguaje común, tejido y retejido continuamente en
términos retórico-hermenéuticos, porque su sustancia es la continuidad de una
tradición que se mantiene y se renueva mediante un proceso de reapropiación (...)
que se desarrolla sobre la base de ‘evidencias’ de tipo retórico.”(47)

En apoyo a los enfoques rehabilitantes de la retórica, en el año 1998 se ha


publicado el texto La retórica como pragmática y hermenéutica.(48) Su autor, Mauricio
Beuchot, está interesado en mostrar que tanto la hermenéutica como la pragmática
son inescindibles de la retórica. La retórica es el fuero natural de la hermenéutica y ésta -al
ser concebida como reflexión teórica y como tarea o actividad eminentemente dialógica- no
puede quedar fuera de la dimensión pragmática, siendo la pragmática la dimensión más
compleja y completa del lenguaje ya que involucra y presupone a las esferas semántica y
sintáctica. Beuchot considera:

46 Kuhn, T.; ERC, Posdata: l969. Pág. 305


47 Vattimo, G. “Verdad y retórica en la ontología hermenéutica” en El fin de la modernidad,
Barcelona, Gedisa, l987. Pág. 122
48 Cfr. Beuchot, M.; La retórica como pragmática y hermenéutica, Barcelona, Anthropos, l998. (En
adelante R P y H)
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“...la retórica es una acción comunicativa demasiado compleja y rica, que


colma el análisis semiótico en sus tres dimensiones de sintaxis, semántica y
pragmática. Esta última es para ella un requisito indispensable. Y también nos
percatamos de que en el discurso retórico tiene cabida de manera igualmente
apropiada la hermenéutica, aledaña a la pragmática. Ya otra cosa será preferir la
pragmática o la hermenéutica, según se ponga el énfasis en rescatar el significado del
hablante en su mayor puridad o mezclarlo con la subjetividad del intérprete. En todo
caso, más sensato parece ayudarse de ambas , y reunirlas en ese entrecruce de
intencionalidades que son la del hablante y la del oyente, ambos usuarios y esclavos,
a la vez, de la palabra.”(49)

En tal sentido, Beuchot indica la insuficiencia de una lógica encorsetada a los


cánones de la lógica formal y se vuelca hacia la legitimidad de una lógica informal, campo
de las argumentaciones retóricas no pasibles de formalización ni comprobación pero no por
ello exiliadas del terreno de la racionalidad. Y a propósito, Beuchot propone una revisión de
la concepción de la racionalidad que posibilite encontrar vías alternativas y expresa:

"Creo encontrar esa alternativa en un replanteamiento de la racionalidad, no


en un rechazo de la misma para caer en el irracionalismo. En lugar de esa renuncia a
la razón, veo un tipo de racionalidad distinto del que se ha venido privilegiando, y que
sería una racionalidad moderada, mitigada y matizada, la que a mí me gusta llamar
racionalidad analógica. Ella se coloca entre el relativismo y el universalismo; del
primero acepta una sana moderación o delimitación de los alcances de la razón, lo
que puede llamarse un relativismo relativo; del segundo acepta que se puede
universalizar, pero mediante unos universales a posteriori, no a priori, y que tratan de
salvaguardar las diferencias que presenta la realidad, precisamente son universales
analógicos, proporcionales, impuros o diferenciados, es decir, matizados" (50)

En tal sentido, la postura de Beuchot -que recupera la trama retórica-pragmática-


hermenéutica- es acompañada de una nueva conceptualización de la racionalidad, más
laxa y abarcativa que la heredada de la modernidad.
Por lo visto, la vigencia y reaparición de la retórica no es patrimonio exclusivo del
escenario hermenéutico. Valiéndonos de los autores citados en esta parte, tal enlace parece
no del todo pertinente, por ejemplo, Perelman y Kuhn proceden de otra tradición.
A su vez, desde el marco hermenéutico se asocia, generalmente, retórica a
rehabilitación. Sin embargo, a la luz del caso que pasaremos a analizar, aparecen dispares
valuaciones de la retórica.
En un sentido opuesto al de rehabilitación, Juan José Rodríguez, autor de la
entrada correspondiente a 'retórica' del Diccionario interdisciplinar de Hermenéutica (51),
publicado en 1997, presenta una ponderación de la retórica cercana a manipulación.
Rodríguez expresa que la retórica trata de “la anulación (...) de la aptitud interpretativa del
oyente, de quien se pretende una reacción determinada.”(52) La retórica está orientada
“hacia la reducción o eliminación de la hermenéutica.”(53) Enfatiza una visión desfavorable
de la retórica, en donde la retórica queda ligada a malas artes discursivas y encubrimiento

49 Beuchot, M; R P y H.. Pág.146.


50 Beuchot, M.; "La racionalidad analógico-simbólica como propuesta para la post-modernidad" en
Revista Páginas de Filosofía, Año VII, Nro. 9, U.N.Co, 2000. Pág. 52.
51 Cfr. Ortíz-Osés, A. y Lanceros, P. (directores) Diccionario interdisciplinar de Hermenéutica,
Bilbao, Universidad de Deusto, l997. (En adelante DH)
52 Rodríguez, J.J., “Retórica” en DH. Pág. 719.
53 Op. cit. Pág. 721.
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contemporánea.

que cercena la posibilidad de un genuino ejercicio interpretativo. Esta estimación parece


corresponder más al término 'demagogia' y no al término 'retórica'.
Resulta, cuanto menos sorprendente, que ésta sea la valuación de retórica en un
diccionario técnico, siendo uno de sus directores Andrés Ortíz Osés, formado en la tradición
gadameriana. Rodríguez no hace mención alguna a la revivificación de la retórica en el
escenario actual de la hermenéutica filosófica. Considera que la retórica es un instrumento
de dominación de la comunicación humana, dominio discursivo ejercido por el rétor,
conforme sus propios intereses.
Está claro que la retórica está orientada a la persuasión y para que ésta sea
exitosa nutre sus argumentaciones de los saberes previos o preconceptos del auditorio. Es
cierto también que conmover los afectos de los destinatarios del mensaje contribuye a una
mayor receptividad a las tesis ofrecidas y colabora en aras del consentimiento que se
espera.
No obstante, evaluar los preconceptos del auditorio, mover los afectos esperando
lograr la adhesión del público no implica que aquello que sobre lo que se pretende
persuadir esté reñido con cuestiones beneficiosas para el auditorio. Por caso, es lícito una
conmovedora retórica que persuada en relación a la defensa de la democracia y al
protagonismo efectivo de los ciudadanos en la cosa pública. Puede objetarse que en
muchas ocasiones se ha hecho uso de conmovedoras declamaciones antidemocráticas. Al
respecto, se indica que este señalamiento lejos de menoscabar los efectos benéficos de la
retórica, subraya la importancia de un adecuado dominio de ella, ya que sólo los entrenados
en este tipo de argumentación podrán distinguir entre una genuina retórica y una maniobra
discursiva fraudulenta.
La trama retórica-democracia ha sido tratada, entre otros, por Victoria Camps,
quien encuentra una directa ligazón entre ambas, siendo la democracia ámbito de genuino
disenso y la retórica, espacio de evaluación crítica. La retórica por su propia naturaleza se
opone a totalitarismos y fanatismos de todo tipo. En tal sentido, sostiene:

"Si destacamos de la retórica la argumentación 'razonable', más que


racional, que tiende a conseguir el asentimiento (del otro o de uno mismo), tal
asentimiento será siempre libre y no coercitivo. Autoritarismo o dogmatismo y retórica
se eliminan mutuamente." (54)

No es cierto por tanto, y retomando a Rodríguez, que la "retórica acredita su


condición de antihermenéutica."(55) Dicha afirmación supone desconocer las últimas
perspectivas innovadoras y parece responder a la censura platónica (56) que asimila
retórica y sofística, ignorando así la impronta ética de la retórica a la que aludiera Aristóteles
que, a su vez, es retomada en el presente, justamente desde la hermenéutica filosófica
(enfoque que inspira el diccionario mencionado).
En la parte final de la entrada correspondiente a 'retórica', Rodríguez hace
referencia a Perelman. No obstante, la postura dignificatoria de la retórica formulada por
Perelman es, según Rodríguez, en procura de 'lavar la cara a su disciplina'(57) y en
resolver las aporías en que se encuentra la propia disciplina filosófica. Siendo los
argumentos filosóficos verosímiles o plausibles, pero imposibles de ser evaluados en
términos de verdad o falsedad, la retórica, en tanto disciplina, brinda así una suerte de
cobertura para aquellos ámbitos cuyo objeto de conocimiento no es pasible de
argumentaciones concluyentes, por caso, las ciencias sociales y la filosofía.

54 Camps, V.; Etica, retórica, política. Barcelona, Alianza. 1995. Pág. 47


55 Op. cit. Pág. 721
56 A propósito recuérdese la mención que hiciéramos en relación a las diferentes perspectivas
hacia la retórica presentada por Platón en Gorgias y en Fedro.
57 Op. cit. Pág. 723
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Claro está que el planteo perelmaniano tiene implicancias epistemológicas, ya que


le adjudica a la retórica una importancia disciplinar no contemplada en las clasificaciones
convencionales del saber, que más bien la consideraron un saber fronterizo poco calificado.
Pero, siguiendo la presentación de Rodríguez, pareciera ser que esto, lejos de significar
una reubicación y reconocimiento de la retórica, responde más bien a una táctica que tiene
por propósito solucionar de manera estratégica una situación aporética para la filosofía y las
ciencias sociales.
A la luz del recorrido que hemos realizado hasta aquí, encontramos desiguales
ponderaciones de la retórica. Consideramos que no es acertado afirmar que la controversia
entre desprestigio o reivindicación se haya eliminado en nuestros días.
Respecto a lo que hemos llamado reivindicación de la retórica, hay, sin duda
alguna, una bienvenida por parte de Perelman, autor que indiscutidamente reinstala la
tematización filosófica de la retórica y subraya su dimensión racional. La reivindicación
perelmaniana de la retórica es radicalizada en Gadamer, quien apuesta a un planteo
superador. La temática retórica aparece en su obra capital Verdad y Método I, de l960. Sin
embargo, los desarrollos más significativos en torno a la ponderación reivindicatoria de la
retórica aparecen como tema recurrente en VyM II.
Beuchot se inscribe en este planteo hermenéutico pero a su vez postula un
ensamble entre lógica y retórica, no como términos antinómicos sino como elementos
propios del tratamiento hermenéutico.
Con respecto al enfoque de Kuhn y al planteo de Vattimo, la retórica actúa
eficazmente en el desarrollo de la ciencia, tanto en períodos de ciencia normal como ante
las revoluciones científicas. Kuhn señala en distintas oportunidades que sólo la lógica de la
ciencia no basta para dar cuenta del quehacer científico, entre los otros elementos a
considerar se hace necesario introducir las cuestiones relativas al fenómeno de la
persuasión y su incidencia en la actividad científica.
Por ello importa el planteo gadameriano ya que al extender el fenómeno
persuasivo a todo ámbito de la comunicación humana, restituye a la retórica su valía y
contribuye en mostrar que el vínculo hermenéutica-retórica no sólo cabe a la tradición de las
ciencias de espíritu. Al respecto, expresa:

“...el aspecto retórico y hermenéutico de la lingüisticidad humana se


compenetran perfectamente. No habría oradores ni retórica si no existieran el acuerdo
y el consenso como soportes de las relaciones humanas; no habría una tarea
hermenéutica si no estuviera roto el consenso de los que 'son un diálogo' y no hubiera
que buscar el consenso. La combinación con la retórica es, pues, idónea para
deshacer la apariencia de que la hermenéutica se ciñe a la tradición estética-
humanista..." (58)

En nuestros días la retórica ocupa un espacio que le va de suyo y que mucho ha


costado reconocer realmente tal soberanía.

58 Gadamer, H.-G.; V y M II. Pág. 230


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La retórica y el debilitamiento de bipolaridades

En las últimas décadas del siglo próximo pasado, la incidencia de enfoques


provenientes tanto de la hermenéutica como así también de la nueva filosofía de la ciencia
han puestos en jaque los criterios para la producción y validación del conocimiento
científico-social. Se desencadenan significativos debates, cuya magnitud se evidencia en la
acuñación de un nuevo término incorporado al léxico filosófico que remite a esta novedad
epocal: pos-empirismo.
A su vez, la gravitación de estudios relativos a retórica -cuestión desatendida por
tiempo- ha sido últimamente tan importante que esta temática ha tomado un lugar relevante
y ha generado significativos cambios. Uno de esos cambios es haber contribuido al
debilitamiento de categorías bipolares con las que operaba la filosofía en general y la
filosofía de la ciencia estándar, en particular. Se trata de pares de oposiciones de distinto
tenor y aplicadas para dar cuenta de cuestiones de diversa índole, a saber: categorías
gnoseológicas, epistemológicas, metodológicas, y más. Hoy, tales categorías de análisis son
consideradas como útiles recursos explicativos, pero ya se ha debilitado la creencia de
cierta correspondencia de tales polaridades con un orden que exceda el plano de lo
discursivo.
El actual escenario pos-empirista presta debida atención al engarce hermenéutica-
pragmática-retórica, que permea toda perspectiva filosófica y, como hemos visto, incide
también en campos relativos a las ciencias sociales, a las ciencias físico- naturales y
también a las formales. Esto repercute de varios modos. Uno de ellos se advierte en la
denominación misma de la filosofía de la ciencia. Ya se torna, si no insostenible, al menos
tematizable la denominación de ciencia en singular, direccionada al reconocimiento de
cientificidad sólo aplicable a las ciencias naturales.
En la actualidad comienza a hacerse familiar la denominación filosofía de las
ciencias, es decir, un plural que está dando cuenta de una extensión ampliada de
cientificidad que contiene a las ciencias sociales y a las humanidades. Esto es, la
denominación “filosofía de la ciencia” connotaba una marcada impronta de las disciplinas
físico-naturales; hoy advertimos la sustitución del singular “filosofía de la ciencia” por el
plural “filosofía de las ciencias”, lo que nos lleva a pensar que en esta nueva manera de
denominación hay también una recusación respecto a que lo que ha de llamarse ciencia
compete sólo a las ciencias naturales. Esto es, el uso del plural comporta una suerte de
desvanecimiento del binomio que hace referencia al ordenamiento y distinción
epistemológica entre el ámbito de lo natural y lo social.
La adjetivación y clasificación de las ciencias en duras y blandas (haciendo uso
de una denominación coloquial que se tornó habitual) se sostuvo en pos de un tácito
acuerdo otorgado por la comunidad científica y filosófica. Algunos estiman que esta
denominación antinómica hoy ya no tiene la incidencia que tuvo tiempo atrás justamente
porque tal divisoria ha perdido su capacidad persuasiva, esto es, no está ya sostenida por
un acuerdo otorgado por parte del auditorio que asiente a tal clasificación. En ciertos casos,
desvanecimiento de la adhesión por advertir que en tal oposición se solapaba una
connotación de menoscabo a las ciencias sociales y humanas. Es dable pensar que el
singular de ‘la’ ciencia -con pretensiones omniabarcadoras pero aplicando criterios de
exclusión- se ha debilitado y con ello se reivindica la rigurosidad de los estudios
humanísticos y se distiende la rigidez de las ciencias naturales. Este registro diferencial
entre las ciencias duras / ciencias blandas conjuga los dos aspectos de la retórica. Por una
parte, como metáfora y, por la otra, el propósito, hoy tematizado, de persuadirnos respecto
a la existencia de una escisión o brecha entre campos disciplinares.
Este es uno de los tantos casos en los que se tematizan antagonismos, que
procuran quedar atrás en el marco del pos-empirismo. En este escenario, la propuesta
parece ser, no ya el sostenimiento de pares de oposiciones sino el debilitamiento del
pensamiento dualista, como característico de nuestros tiempos, a la luz de la aparición de
estudios retóricos en diversos campos.
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Encontramos un aspecto en común en diversos pensadores que tematizaron el


pensamiento dualista: todos ellos avalan la incidencia de la retórica en toda actividad
comunicacional. El pensamiento filosófico expresado en términos de binomios -cuyo fruto
fue entre otros, los pares de oposiciones como modo de categorizar- se vio fuertemente
reflejado en un intento de demarcar distintos universos de discursos y/o ámbitos
disciplinares: por un lado, la reflexión filosófica respecto a las ciencias naturales, y por el
otro, la de las ciencias sociales y humanas. No obstante, se reacciona con respecto a este
modo de conceptualizar rígidamente que incluso, es contrario a la plasticidad propia de
nuestra capacidad reflexiva.
Hoy, las bipolaridades paulatinamente comienzan a atenuarse (sería un tanto
audaz decir que ya se han abandonado por eso optamos por el término debilitamiento). Tal
debilitamiento está estrechamente ligado con nuevas ponderaciones de la retórica.
Perelman, en su Tratado de la argumentación. La nueva retórica, explícitamente rechaza
dualismos filosóficos en pos de integración e interdependencia:

“Rechazamos oposiciones filosóficas (...) que nos presentan absolutismos


de todo tipo: dualismo de la razón y de la imaginación, de la ciencia y de la opinión, de
la evidencia irresistible y de la voluntad engañosa, de la objetividad universalmente
admitida y de subjetividad incomunicable, de la realidad que se nos impone a todos y
de los valores puramente individuales.”(59)

Esto es, su filosofía abierta, pragmática y antiabsolutista se inclina hacia posturas


antidualistas, a cuenta de señalar que un sinnúmero de dicotomías, aceptadas como cuasi
naturales, no son sino forzadas y artificiales diferenciaciones contrarias a la natural actividad
de nuestro pensamiento. En lo que toca a la retórica, Perelman muestra que, aún tratándose
de argumentaciones sobre temáticas de lo más disímiles, se opera siempre con iguales
técnicas en lo que hace a la persuasión y adhesión del auditorio, por lo que, en lo que a su
cometido respecta, nulo sentido tiene el seguir sosteniendo los pares dicotómicos.
Volvamos a Kuhn: desde otro terreno teórico y proveniente de otra formación
intelectual, Kuhn también desbarató las clásicas dicotomías de la filosofía clásica de la
ciencia en su obra La Estructura de las Revoluciones Científicas (60). Nutrido de los aportes
de Hanson y la psicología gestáltica, Kuhn tematizó, entre otras tantas, la oposición teoría
versus observación. Apoyó la interrelación entre ambos aspectos de la oposición, no hay
una observación carente de presupuestos teóricos, tornando controversial la brecha entre
términos teóricos y observacionales en ciencia. Interesa decir al respecto que la resistencia
a los aportes kuhnianos fue, justamente, por el fuerte convencimiento respecto a la visión
tradicional, normal, de la filosofía de la ciencia que esta ‘nueva’ filosofía dejaba atrás. Esto
es, sus críticos (como así también sus seguidores) obraron en pos de la carga persuasiva
que los hacía rechazar o aceptar su tesis. Cuestión que interesa resaltar ya que se está
procurando mostrar que en el debilitamiento de bipolaridades lo persuasivo ocupa un lugar
de relevancia.
Si bien Kuhn se explayó sobre la importancia de la argumentación persuasiva en
‘Posdata: 1969’, con anterioridad -en el Cap. XII de la ERC, ‘Resolución de las
revoluciones’- y en respuesta a la cuestión referida a cómo se induce a la conversión a un
nuevo paradigma, expresa:

“Qué tipo de respuesta debe esperarse a esta pregunta? Tan sólo debido a
que se refiere a técnicas de persuasión o a argumentos y contrargumentos en una
situación en la que no puede haber pruebas, nuestra pregunta es nueva y exige un
tipo de estudio que no ha sido emprendido antes. (...) cuando se pregunta algo, más
sobre la persuasión que sobre las pruebas, el problema de la naturaleza de la

59 Perelman, Ch.; T de la A. Pág. 676.


60 Cfr. Kuhn, T.; ERC.
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argumentación científica no tiene una respuesta única o uniforme. Los científicos


individuales aceptan un nuevo paradigma por toda clase de razones y, habitualmente,
por varias al mismo tiempo.”(61)

Entonces operan factores de diversa índole con respecto a la conversión a un


nuevo paradigma. Esto es, no alcanza una racionalidad de estricto corte científico para dar
cuenta de esa amplia gama de factores actuantes ya que hay cuestiones de fe, de
compromiso con el grupo de pertenencia, de incidencia del contexto de educación y de
tradición científica, que tornan dilemático mantener dualismos con los que operaba la
filosofía de la ciencia estándar. Entre los aportes novedosos introducidos por Kuhn y en
relación a lo dicho se destaca el peso de la persuasión en ciencia y, en tal sentido, la
contribución kuhniana a la recusación de binomios.
Kuhn muestra una brecha abierta entre los partidarios de la objetividad, la
apodicticidad, la necesidad y, por tanto apegados al pensamiento dualista, por una parte y
por la otra, los cuestionadores de tales requisitos como únicos elementos intervinientes en
la actividad científica, aceptando la operatividad de la retórica en la ciencia e inclinados
hacia el pensamiento antidualista, entre los que él mismo se halla.
Richard Rorty, también avala el enfoque de Kuhn, a quien considera uno de los
“protagonistas del presente libro”(62), refiriéndose a su texto La Filosofía y el espejo de la
naturaleza. También Rorty rompe con las categorías bipolares que han venido dominando el
quehacer filosófico.
En sus obras más recientes, esta ruptura se evidencia con mayor claridad. Rorty
es afecto al debilitamiento de las distinciones realidad / apariencia; objetivo / subjetivo;
esencia / accidente; hechos/valores; etc. Inclinado hacia posturas cercanas al pensamiento
de Nietzsche, Derrida, Latour, Foucault y otros antidualistas, Rorty expresa la necesidad de
“sacarse de encima las influencias de los dualismos peculiarmente metafísicos que la
tradición filosófica heredó de los griegos”(63) apostando a un mundo sin esencias. Desde su
pragmatismo Rorty se expide por la sustitución de tales dualismos en favor de la utilidad
y el acuerdo, otorgándole importancia a la persuasión. Es decir, llegar a un consenso
respecto a la utilidad para nuestros propósitos y necesidades humanas. Dice Rorty:

“Al pensar que todo es relacional hasta los tuétanos, los pragmatistas tratan
de desembarazarse del contraste entre la realidad y la apariencia, entre la manera
cómo las cosas son en sí mismas y la manera cómo se nos aparecen, o la manera
cómo las representamos o el modo cómo hablamos de ella. Insisten, en particular, en
que solamente podemos hablar de las cosas bajo una o más descripciones
opcionales de ella, dictadas por nuestras necesidades humanas, y que ello no es
ningún desastre espiritual o cognoscitivo. Los pragmatistas tienen la esperanza de
hacer imposible que el escéptico formule la pregunta ‘¿se adecua nuestro
conocimiento de las cosas a cómo las cosas son?’ Los pragmatistas sustituyen esta
pregunta tradicional por una pregunta práctica: ‘¿Nuestras maneras de describir las
cosas o de relacionarlas con otras cosas son las mejores posibles para lidiar con
ellas de modo de hacer que satisfagan nuestras necesidades de manera adecuada?
¿Podemos hacer mejor las cosas? ¿Puede nuestro futuro estar mejor hecho que
nuestro presente?’. ”(64)

61 Kuhn, T.; ERC. Pág. 236-237. A continuación Kuhn ejemplifica lo dicho valiéndose de estudios
de Historia de la Ciencia: la aceptación por parte de Kepler del copernicanismo tiene estrecha
relación con el culto al sol que éste profesaba.
62 Rorty, R.; <1979> La filosofía y el espejo de la naturaleza. Madrid, Cátedra, l983. Pág. 344.
63 Rorty, R.; <l994> ¿Esperanza o conocimiento? Una introducción al pragmatismo. Buenos Aires.
F.C.E. l997. Pág.43. (En adelante EC)
64 Rorty, R.; EC. Pág. 78
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Toda descripción del mundo tiene carácter contingente, ya que su legitimidad está
dada por un acuerdo entre partes -llámesele comunidad epistémica, grupo de referencia o
simplemente cultura-. Nada hace que supongamos una porción de realidad como sostén de
la verdad. No hay esencias a aprehender, no hay propiedades intrínsecas, no hay un sentido
oculto a desentrañar, sí hay una tendencia a la tematización de los dualismos. Lo que
importa, en el planteo de Rorty, son las implicancias que se desprenden de aceptar ciertas
descripciones y rechazar otras, el provecho que otorga optar por tal o cual, los
consecuencias que acarrea y para nada si se corresponden o no con la verdad. Así, también
en lo que toca al progreso moral, intelectual, el mismo estará dado por un paulatino
reemplazo de descripciones menos útiles por otras más útiles de las cosas. Y en esta
evaluación en relación al mayor o menor beneficio intervendrá el consenso y la persuasión
como criterio válido, que sustituye a la oposición objetividad-subjetividad, así como la noción
de utilidad sustituye la oposición apariencia-realidad. Alerta Rorty que su pragmatismo no
debe confundirse con irracionalismo. Propone un modo alternativo de concebir lo racional,
acercándose a nociones tales como sensato, tolerable, razonable, siendo el recurso a la
persuasión y no la fuerza aquello que decida qué aceptar como sensato y qué rechazar.(65)

Consideramos oportuno plantear el rechazo de dualismos por parte del físico


Niels Bohr. Su postura implica, según el parecer de Holton, novedosos criterios
epistemológicos. Holton expresa que “la propuesta de Bohr del principio de
complementariedad, era ni más ni menos que un intento de convertirlo en la clave de una
nueva epistemología”.(66) Concretamente, el principio de complementariedad propuso
arbitrar la antinomia entre dos teorías rivales respecto a la luz (teoría clásica o cuántica),
pero tuvo implicancias mayores no muy explotadas por la epistemología. Fue presentado
por Bohr en l927 en el Congreso Internacional de Física en Como, Italia. Importan las
palabras finales de su conferencia:

“Espero, sin embargo, que la idea de complementariedad sea adecuada


para caracterizar la dificultad general para formar las ideas humanas, dificultad que es
inherente a la distinción entre sujeto y objeto.”(67)

Resulta interesante advertir que su planteo no se circunscribió a la física -su


formación de origen- sino que lo extendió al plano de la filosofía, la antropología, la política,
la psicología y otros terrenos en los que incursionó en la década del ’30. Lo significativo de
la postura de Bohr es que la complementariedad, que venía a responder a un problema de
la física, devino en una novedosa perspectiva sobre las ciencias que Bohr llevó a cabo
trasladando aportes de un campo disciplinar a otro y rompiendo así la brecha entre distintos
campos discursivos que parecían absolutamente disociados (ciencias naturales versus
ciencias sociales y humanas).
Tal acción produjo interés en T. Kuhn quien, conjuntamente con A. Petersen,
programaron una serie de entrevistas a Bohr a efectos de sondear los estudios filosóficos
que habían nutrido el pensamiento del destacado físico. Les interesaba indagar cómo se
había conformado esta propuesta ciertamente renovadora y polémica, sin duda alguna.
Lamentablemente sólo se llevó a cabo una reunión y truncado el proyecto de Kuhn y
Petersen ya que Bohr muere al día siguiente de la primera entrevista. Que haya sido

65 Cfr. Rorty, R.; Objetividad, relativismo y verdad. Barcelona, Paidós, l996. Véase 1ra. parte y
especialmente el punto 6 de esta sección. Véase también del mismo autor Consecuencias del
pragmatismo, Madrid, Tecnos, l997. Punto 9 (En adelante CP)
66 Holton, G. ; Ensayos sobre el pensamiento científico en la época de Einstein. Madrid, Alianza,
l982. Pág. 158. (En adelante EPCEE)
67 Holton, G.; EPCEE, Pág. 140.
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justamente Kuhn quien se interesó por el itinerario intelectual de Bohr no es poca cosa, al
respecto recuérdese que Kuhn llega a las humanidades (historia de la ciencia, filosofía de
la ciencia, sociología de la ciencia), previamente formado en el ámbito de la física y
activando el diálogo entre campos distintos.
A su vez, los aspectos relativos al lenguaje y a la comunicación del conocimiento
fueron tenidos en cuenta por Bohr. En reiteradas oportunidades el físico se detiene en
cuestiones relativas al lenguaje ordinario con el que se transmite el saber y esto no puede
sino resultar sorprendente ya no es ése el costado que habitualmente ha interesado a los
hacedores de la ciencia provenientes del ámbito de la física. Bohr sostiene:

"Como el objeto de la ciencia es aumentar y ordenar nuestra experiencia,


todo análisis de los requisitos del saber humano ha de basarse en un estudio del
carácter y alcance de nuestros medios de comunicación."(68)

La preocupación por el conocimiento y por el lenguaje involucra, en definitiva,


cuestiones relativas a la persuasión que es dable lograr cuando se trata de comunicar el
saber. El planteo de Bohr no desarrolla puntualmente el vínculo entre persuasión y ciencia,
sin embargo abre las vías para que ese tópico sea rastreado en sus ensayos.

Hasta aquí podría señalarse que la retórica y la reaparición de estudios relativos a


su injerencia –seguido de un debilitamiento de bipolaridades- refuerzan su alcance
persuasivo, tal el subrayado por parte de Perelman, Kuhn y Rorty y otros. Sin embargo,
otros enfoques de la filosofía de la ciencia también se volcaron hacia estudios retóricos, pero
atendiendo al tema específico de la metáfora. Algunos sostienen que este giro hacia lo
retórico muestra a su vez una reducción de la retórica ya que se recupera sólo un aspecto
de la misma, una “microscopía del texto”, “retórica escamoteada”(69) que tiene que ver con
una clasificatoria de sus figuras o tropos. No se resalta la dimensión persuasiva sino la
funcionalidad de la figura retórica privilegiada: la metáfora, cuestión a la que someramente
nos dedicaremos en los párrafos siguientes. Sin embargo, pese a las resistencias por parte
de quienes vieron en este abordaje de lo retórico un desguace de su genuina dimensión,
estos estudios resultaron innovadores en campos que hasta entonces se consideraban
libres de retórica. En una rápida recorrida por diversos casos enmarcados en un enfoque
filosófico de la ciencia contemporánea se advierte el recurso a la metáfora, por su capacidad
explicativa y cognitiva. Sirven los siguientes dos ejemplos escogidos que nos permiten
observar que la apelación a representaciones figurativas no queda sólo reservada para
discursos poéticos literarios sino que está presente en textos de ciencia y de filosofía de las
ciencias. El primero de los ejemplos hace referencia a las dos posibles lecturas de la
relación matemáticas-mundo y el segundo de los ejemplos se refiere a la Teoría de la
Relatividad:
1.Se pone en juego una tensión entre una perspectiva ontológica y una perspectiva
instrumentalista. Luego de un completo y documentado estudio, Morris Kline, autor de
Matemáticas. La pérdida de la certidumbre apela a una metáfora impecable que echa luz
sobre todo lo dicho anteriormente, explicando tal tensión de este modo:

“Muchos matemáticos desconocen los trabajos sobre los fundamentos. La


forma en que los matemáticos han venido trabajando desde l900 es típica del modo
en que los seres humanos se enfrentan a muchos de sus problemas. Casi todos ellos
ejercen su oficio en la parte superior de la estructura de la matemáticas. Mientras los
que investigan sus fundamentos cavan más y más profundamente para asegurar la
estructura, los inquilinos del edificio continúan ocupándolo y realizando su actividad.
Los que trabajan en los fundamentos se hallan tan por debajo del nivel del suelo que

68 Bohr, N.; Nuevos ensayos sobre física atómica y conocimiento humano (1958/1962). Madrid,
Aguilar, 1970. Pág. 108. Consúltese del mismo texto págs. 83, 32 y 126.
69 Kuentz, P.; I R II. Pág.192.
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han desaparecido de la vista, y los inquilinos no saben que existe una preocupación
por el mantenimiento de la estructura o que hay un peligro de ruina”(70)

La complejidad del tema y del texto queda disipada por el poder explicativo de la
metáfora -entendiendo como tal el carácter del párrafo en su totalidad- y resuelve las
dificultades que hasta este punto se le presentan al lector que se inicia en estos temas,
advirtiéndose el alcance pedagógico y didáctico de la retórica, representado en este caso
por el uso de su figura primordial, la metáfora.
2. Lincoln Barnett, en su texto El universo y el Dr. Einstein, recurre también a una
figura retórica para explicar la imposibilidad de continuar manteniendo la dicotomía sujeto-
objeto:

“Ya que cuando (el hombre) intenta penetrar y espiar en el mundo objetivo
‘real’, lo cambia y distorsiona por el mero hecho de observarlo; y cuando trata de
divorciar este mundo ‘real’ de sus percepciones sensoriales, no le queda más que un
esquema matemático. Se parece a un ciego que tratara de discernir la forma y textura
de un copo de nieve; en cuanto lo toca con la lengua o los dedos lo fundiría.”(71)

Con este ejemplo también se ve el modo en que se recurre a una figura retórica
para contribuir, facilitar y completar la comprensión del tema en cuestión. Se trata de la
aplicación de estrategias retóricas con fines pragmáticos: resolver mediante su uso
una dificultad comunicativa posibilitando así un correcto entendimiento.
No pretendemos ingresar en el amplio campo que se abre respecto a los múltiples
enfoques actuales en relación a la metáfora, sólo dar cuenta de la aceptación y licitud de su
utilización en toda actividad cognitiva, plasmada en discurso, abandonando enfoques -hoy
día muy resistidos- que relegan lo metafórico al plano de lo poético-literario, como mero
recurso estético. Los dos ejemplos presentados responden a un modo de entender la
metáfora, como ‘producción’ de significado que forja la comprensión. La metáfora comporta
un modo de trasmitir información y que sólo ubicados en las condiciones de enunciación se
logra aprehender, incorporar la información por lo que, necesariamente, se incursiona en el
campo de la pragmática para su interpretación.

Ahora bien, la nueva ponderación que la retórica recibe en nuestros días exhibe
cómo ésta está presente en todo discurso, más allá del ámbito disciplinar del que se trate.
Ya sea que se entienda a la retórica como tropología (estudio que se aboca a la
clasificatoria de las distintas figuras) o como teoría de la argumentación (estudio que se
aboca al análisis de los aspectos persuasivos del discurso), ambos alcances están
presentes en el discurso de la filosofía de las ciencias. Así, puede sostenerse la
convergencia de las distintas vertientes en estudios retóricos, no ya como dos líneas
disociadas, sino entendiendo que se apela a la metáfora o a otras de las figuras retóricas,
por reconocer su capacidad como genuino recurso, en pos de los mejores logros
persuasivos.
En lo que a la trama hermenéutica-pragmática-retórica toca, cabe reiterar que la
universalidad de la hermenéutica, acompañada de la ubicuidad de la retórica, se da en el
plano pragmático, campo donde se desempeña la tarea o praxis interpretativa. La
hermenéutica supone un ejercicio dialógico de pregunta y respuesta y esto atañe a toda
clase de vínculo hombre-mundo, siempre e inexorablemente interpretativo. La actividad
científica no queda fuera de esta trama. Gadamer pregunta:

“Qué sabríamos de la física moderna, que conforma tan claramente nuestra


existencia, sólo por la física? Todas las exposiciones de la misma (y quizá habría que

70 Kline, M. ; Matemáticas. La pérdida de la certidumbre. Punto 15. Pág. 402


71 Barnett, L.; <1948> El universo y el Dr. Einstein, México, F.C.E. l957. Pág. 28.
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contemporánea.

decir : en la medida en que no se limitan a un círculo siempre muy reducido de los


especialistas iniciados) deben su eficacia al elemento retórico que las sustenta.”(72)

Adviértase entonces que uno de los logros de la hermenéutica ha sido, justamente,


mostrar que la ciencia comporta un trato interpretativo con el mundo, sostenido en la
dimensión retórica de todo discurso. Lo retórico no debe considerarse como una intrusión
de elementos externos, sino que es inherente a toda praxis comunicacional y los enfoques
rehabilitantes han jugado, por lo expuesto, un rol principal en el debilitamiento de
bipolaridades.
Adherir a que los dualismos son sólo eficaces descripciones con las que ha venido
operando la ciencia y que se aceptan por su aptitud persuasiva, implica a su vez
suspender la creencia que tales bipolaridades se corresponden con algo dado. En este
sentido, el escenario pos-empirista incorpora los estudios retóricos y forja una nueva
imagen de la ciencia, entendida como "un diálogo entre sujetos intencionales y
comunidades, en el transcurso del cual la evidencia misma es construida y aceptada
retóricamente"(73)
Este nuevo modo de concebir la ciencia supone una actitud de apertura reflexiva,
propia de enfoques epistemológicos y metodológicos antifundamentalistas que incorporan
otras consideraciones para validar el saber, tales como: acuerdo, consenso, comunidad
científica, tradición, entre muchas otras. La tematización de bipolaridades, propia del actual
escenario filosófico pos-empirista apuesta en favor de posturas convergentes,
complementarias y a la revisión de dicotomías heredadas. Los actuales estudios retóricos
han sido decisivos en relación a que han logrado mostrar que la actividad científica, los
distintos modos de agrupar y comunicar los saberes, responden a una ordenación siempre
a expensas de un soporte persuasivo. Ignorar los aportes de la hermenéutica filosófica y
su contribución en la consolidación de los enfoques pos-empiristas, como así también
ignorar la magnitud del controversial impacto de los estudios retóricos más recientes,
supone seguir amarrados acríticamente a concepciones que, en las últimas décadas,
están siendo fuertemente cuestionadas.

Una polémica en torno a la nueva ponderación de la retórica

No ya recusada sino revaluada, el retorno de la retórica se advierte


primordialmente de mano de corrientes hermenéuticas pero también su revaluación se ve
en otras perspectivas que ejercen una denodada resistencia al modo de filosofar previo al
escenario pos-empirista de nuestros días. Ese es el caso del deconstruccionismo que
subraya la dimensión metafórica instalada en todo discurso, instauradora, a su vez, de todo
fenómeno textual.
Si se acepta que la dimensión retórica vertebra y soporta todo discurso, -tesis
hermenéutica que venimos sosteniendo hasta aquí- se deriva en un cuestionamiento
acerca de si existe o no una distinción de géneros discursivos, si hay o no una brecha
distintiva o un margen preciso que indique la diferenciación, especificidad, especificación.
Esto es, de la aceptación de la ubicuidad retórica resulta la pregunta por una génesis o
naturaleza común entre los discursos animados por lo cognitivo y géneros que no
persiguen igual propósito. En el caso de la filosofía, ¿cómo diferenciarlo del género literario
si lo literario para muchos es entendido como tal por el componente retórico que lo

72Gadamer, H. G.; V y M II. Pág. 229


73Palma, H. y Wolovelsky, E. ; Imágenes de la racionalidad científica. Buenos Aires, Eudeba,
2001. Pág. 129.
María Eugenia Borsani
Una bisagra entre la Hermenéutica y la Filosofía de las Ciencias. Estudios actuales en torno a la retórica filosófica
contemporánea.

distingue?.(74)
Habermas aborda el tema de la distinción -disolución de géneros discursivos en
su escrito denominado "Excurso sobre la disolución de la diferencia de géneros entre
Filosofía y Literatura" en El Discurso filosófico de la modernidad.(75) Cuestiona la postura
de Derrida por entender que este autor no establece para la filosofía y la literatura una
instancia de tratamiento diferencial. Como ya lo adelantáramos, el deconstruccionismo
derridiano siguiendo, en cierta manera, las huellas de Nietzsche, desafía la jerarquía
implícita en duplas conceptuales propias de la filosofía. En relación al par lógica/retórica,
desbarata la jerarquía de superioridad de la lógica en relación con la retórica y propone
su subversión, su inversión. De tal modo, la lógica no ocupa entonces ningún lugar de
privilegio por sobre la retórica.(76)
Bien puede pensarse que las siguientes afirmaciones de Nietzsche operan como
plataforma desde la cual Derrida despega en su intención de subvertir -ejercicio de
indudable cuño nietzscheano- la superioridad de la lógica por encima de la retórica. Dice
Nietzsche:

"No existe una naturalidad antirretórica en el idioma, a la que pudiera


apelarse, sino que el idioma mismo es el resultado de toda una serie de artes
retóricas. Lo que Aristóteles llama retórica , es decir, la capacidad de extraer de cada
cosa aquello que tiene fuerza y causa impresión , es, a la vez, la esencia del idioma.
Y ni el idioma ni la retórica están dirigidas a la verdad, a la esencia de las cosas. No
tratan de enseñar , sino de provocar en otros un impacto subjetivo y una
aceptación."(77)

Estas palabras de Nietzsche se concilian con su concepción de lo humano en


virtud de su naturaleza metafórica, el hombre es un animal metafórico, donde la retórica
ocupa un lugar fundante (si se puede hablar de fundante en Nietzsche). Esto implica
disentir con criterios que consideran viable depurar lo metafórico como reaseguro del
conocimiento. Coincidentemente con Nietzsche, Derrida tampoco considera viable esta
posibilidad.
La propuesta de Derrida no es bien recibida por Habermas quien equipara la
deconstrucción en términos de destrucción de la tradición filosófica.(78) Entiende que la
práctica deconstructiva ejerce una coacción que obliga al texto a decir lo no dicho, a
contradecir y desmentir lo sostenido por el contenido manifiesto. Habermas considera
inpertinente este tratamiento de los textos filosóficos ya que significa abordarlos en
condición de obras literarias con el consiguiente naufragio del contenido filosófico,
seguido de la indistinción de géneros discursivos. Se opone enfáticamente a la disolución
de la diferencia de géneros entre la filosofía y la literatura, propósito éste de Derrida, según
Habermas lo entiende. Habermasreclama la eliminación del excedente retórico -desempeño
mediante de las pretensiones de validez- en todo discurso que busca la verdad. Como si la
posibilidad de depurar tal excedente diera como resultado el contenido cognitivo puro sin

74 El término "género" está usado en un sentido amplio. No se restringe a la tipología genérica


literaria sino que se refiere a clases de discurso en virtud del tema tratado, por ejemplo, discurso
filosófico, literario, histórico, entre otros. Puede resultar de interés recordar que en el ámbito
literario los debates acerca de la teoría de los géneros cobran relevancia en el marco del
romanticismo de Jena, referente válido para la discusión que hoy tiene actualidad en el escenario
filosófico. Véase Lacoue-Labarthe Ph. y Nancy J.L., L`Absolu littéraire, Paris, Seuil, l978
75 Habermas, J., El Discurso filosófico de la modernidad, Madrid, Taurus, l993. (En adelante DFM)
76 Cfr. Derrida, J.; MF.
77 Nietzsche, F., en "Historia de la literatura griega" en Obras Completas, Buenos Aires, Aguilar,
l967 pág. 381. Esta idea es recogida por Diego Sánchez Meca en "Filosofía y literatura o la
herencia del romanticismo" , Revista Antrhopos, nro. 129, Barcelona, l992. (En adelante RA)
78 Cfr. Habermas, J.; DFM. Pág. 230.
María Eugenia Borsani
Una bisagra entre la Hermenéutica y la Filosofía de las Ciencias. Estudios actuales en torno a la retórica filosófica
contemporánea.

contaminaciones.(79) Con relación a la equivalencia entre deconstrucción y destrucción de


la filosofía, Derrida sostiene:

"Los que por lo general contraponen deconstrucción y filosofía no


entienden nada ni de la una ni de la otra. Creo que la deconstrucción tiende a todo
salvo a la destrucción y a la muerte de la filosofía. La filosofía es necesaria..."(80)

Algunos estudiosos del autor (vgr.J.Culler) (81) indican que la intención de


Derrida no es la indistinción absoluta de filosofía y literatura, sino la tematización de los
rasgos distintivos de uno y otro discurso -en caso de poder dar con cierta precisión y de
manera inequívoca con dichos rasgos-. ¿Existen parámetros inamovibles que permitan
la distinción entre el género literario y el filosófico? ¿Dichas fronteras no pueden ser
puesta en duda? Si se pudiera indicar tales límites, cabe preguntar desde qué escenario
intelectual los mismos han sido diseñados. ¿Tal escenario responde a un criterio aceptado
sin más por otros horizontes teóricos? Derrida propone corrimientos y desplazamientos de
ciertos criterios que la tradición intelectual occidental ha fijado con la intención de
eternizarlos. ¿Por qué no pensar como arbitrarios aquellos intentos de clasificación,
distinción y diferenciación de géneros discursivos? Tales intentos pueden pensarse como
pertinentes dentro de determinadas exigencias epocales que hoy declinan por no brindar ya
respuestas satisfactorias ante la remanida crisis de la razón. Emprender una tarea
deconstructiva no debe entenderse como un atentado a la especificidad del saber y del
conocimiento, no es un peligro para la tarea filosófica. Puede suponer una ampliación del
saber y de los saberes, desde una concepción diferente, (posiblemente insidiosa) del
conocimiento. Dar cuenta del engarce de géneros discursivos que institucionalmente se han
legitimado como distintos y distantes no significa intentar eliminar uno u otro.
En este caso se malentiende a Derrida si se interpreta su postura como un intento
de disolver la filosofía a los efectos de enfatizar la literatura como único género del discurso.
Tal vez lo que no se comprenda es a qué denomina Derrida literatura. Lo que la "academia"
llama literatura,(82) lo que se entiende desde las letras por literatura, lo que se ha
legitimado desde las instituciones clasificadoras y administradoras del saber por literatura
no se corresponde con lo que plantea Derrida, menos aún con su noción de texto global o
archiliteratura. Explicitando a Derrida -posiblemente radicalizando a Derrida-, Culler sostiene
que "tampoco la inversión de la relación jerárquica entre literatura y filosofía produce un
monismo que elimine todas las distinciones." (83)
Las diferencias son operadas por la convención y congeladas por la institución.
Pensar en movimientos y mutaciones dentro de determinadas convenciones no significa que
la filosofía derive en un género literario más. La noción de "texto global" alcanza a todo
fenómeno textual, a todo discurso plasmado en un corpus textual.
Las diferencias entre Habermas y Derrida también permiten ser analizadas en

79 La búsqueda de tal asepsia recuerda el cometido kantiano para quien la filosofía, en palabras
de Diego Sánchez Meca, es "un discurso en el que está ausente toda voz seductora y encendida
por la emoción, una exposición atonal en la prosa de un libro lógicamente estructurado". Sánchez
Meca, D.; RA. Pág. 19. Sin embargo, nada hace suponer que todo discurso filosófico suponga
asepsia ni solemnidad alguna para constituirse y ser tenido como tal.
80 Entrevista a J. Derrida por Marapia Telmon. Revista Gritex, Rosario, U.N.R., l993. Pág 69.
81 Cfr. Culler, J. <l982>; Sobre la deconstrucción, Madrid, Cátedra, l992. (En adelante S D)
82 Hoy es tema de polémica en campo de las Letras el concepto de 'literaturidad" cuestionando los
criterios tradicionales.
83 Culler, J.; S D. Pág. l63. Continúa diciendo Culler: "En vez de una oposición entre un discurso
filosófico serio y un discurso literario marginal que emplea rodeos ficticios con la esperanza
de alcanzar la seriedad, tenemos una distinción variable y pragmática dentro de una archiliteratura
o textualidad general."
María Eugenia Borsani
Una bisagra entre la Hermenéutica y la Filosofía de las Ciencias. Estudios actuales en torno a la retórica filosófica
contemporánea.

términos de tradición filosófica de la que uno y otro son herederos. Habermas pone reparos
a intentos reivindicatorios de la tradición romántica de la que Derrida se ha nutrido y, como
es sabido, las posturas convalidantes de la retórica en general son herederas del
romanticismo.
Si bien Habermas reconoce que el uso del lenguaje cotidiano es -como él dice-
"inextirpablemente retórico" no le asigna a la retórica sino un rol secundario y subsidiario.
Subraya los beneficios ornamentales de determinadas estrategias discursivas que el buen
filósofo, como buen escritor, debe utilizar haciendo un apropiado, acertado uso de la
palabra y en el Excurso antes mecionado reconoce que "los críticos importantes y los
grandes filósofos son también siempre escritores de rango. Ese componente retórico
hermana a la crítica literaria y a la filosofía con la literatura y, por tanto, también entre sí.
Pero el parentesco se agota ahí."(84)
Para Habermas lo retórico sólo se halla en el ámbito de lo poético en donde,
según él, el tratamiento de la cuestión de la referencia no ofrece inconveniente de ninguna
naturaleza, sosteniendo que "en forma pura lo retórico sólo se presenta en la
autorreferencialidad de la función poética, es decir , en el lenguaje de ficción especializado
en la apertura de mundo."(85)
Habermas arrincona lo retórico, lo vincula a lo poético por su naturaleza de
discurso ficcional. Le irrita la estrategia deconstructivista de subversión, alteración e
inversión. No obstante ello, alterando el sentido que anima a Habermas, pueden ser
aceptados ciertos términos que, con manifiesta intención despectiva, éste utiliza para
Derrida: subversión, rebeldía, acto arbitrario y caprichoso, destrucción, son algunos de los
conceptos de los que Habermas se vale para desacreditar el propósito derridiano.
Ateniéndonos a la estrategia deconstructiva, estos términos no comportan
agravio alguno, por lo que pueden ser aceptados sin ningún resquemor ya que no
desentonan con el ejercicio propuesto por Derrida.
Habermas recusa toda oferta filosófica que ponga en jaque el desempeño de las
pretensiones de validez de una justificada fundamentación argumentativa. Es por eso que
impugna la primacía de la retórica propuesta por Derrida. Así también se opone al arbitrario
tratamiento de las oposiciones conceptuales consideradas por Derrida en tanto metáforas
utilizadas como cimiento y cemento de filosofía moderna. En Márgenes de la Filosofía,
Derrida considera:

"Podríamos así volver a tomar todas las parejas en oposición sobre las que
se ha construido la filosofía y de las que vive nuestro discurso para ver ahí no
borrarse la oposición , sino anunciarse una necesidad tal que uno de los términos
aparezca como la diferAncia del otro como el otro diferido en la economía del
mismo.(lo inteligible difiriendo de lo sensible, como sensible diferido, el concepto
como intuición diferida-diferente..."(86)

En el caso de la oposición lógica- retórica, emulando a Derrida, lógica difiriendo


de la retórica, como retórica diferida. Donde diferida no significa evitada ni suspendida.
La oferta de Derrida provoca una suerte de tembladeral insoportable. Muchos
opositores, por cierto Habermas entre otros, la desacreditan mostrando que de aceptarla
resultaría el desmoronamiento de la filosofía. La lectura deconstructiva significa rastrear el
sentido sin reconocimiento de núcleo o centro (excentricidad, descentralidad), como así
tampoco marginalidad o periferia. Resulta preocupante, inquieta, advertir que desde este
tipo de práctica de lectura-escritura puedan advenir sentidos no contemplados aún en el
texto. Quienes adhieren a la propuesta de Derrida consideran como muy feliz la frase de
Bárbara Johnson quien se refiere a la deconstrucción diciendo que se trata de "la

84Habermas, J.; DFM. Pág. 252


85Habermas, J.; DFM. Pág. 251
86 Derrida, J.; MF. Pág 53.
María Eugenia Borsani
Una bisagra entre la Hermenéutica y la Filosofía de las Ciencias. Estudios actuales en torno a la retórica filosófica
contemporánea.

provocación cuidadosa de fuerzas opuestas de significación dentro del texto."(87) Las


fuerzas a las que se refieren Johnson dejan de estar cautivas cuando se escudriña desde
la dimensión retórica. Anclar en la esfera retórica implica una opción por lo probable o
verosímil que dista de la argumentación concluyente, rasgo adoptado por la tradición
filosófica moderna.
Los reparos esgrimidos por Habermas con relación a Derrida tienen que ver con la
insistencia en la fundamentación por parte de Habermas, quien en Teoría de la acción
comunicativa sostiene:

"...(lo) que significa fundamentación es algo que sólo puede aclararse


recurriendo a las condiciones del desempeño discursivo de pretensiones de validez.
Como los enunciados (...) se distinguen por su forma, son precisamente los análisis
semánticos los que nos avisan de que con la forma de los enunciados cambia
también de modo específico el sentido de la fundamentación."(88)

Cambio en el sentido de la fundamentación, jamás prescindencia de


fundamentación. Desentonando con este criterio que subraya la preeminencia de la
fundamentación, dirá Meyer en el Prefacio del Tratado de la Argumentación que "la retórica
es ese espacio de razón, en el que la renuncia al fundamento tal como lo conoció la razón
no ha de identificarse forzosamente con la sinrazón."(89)
Aun desde otro prisma teórico, no coincidente con el de Derrida, no son pocos los
que reciben con agrado la alianza férrea entre filosofía y retórica. Así, el caso de Umberto
Eco quien, en La estructura ausente, afirma:

"Reducir a retórica la filosofóa y otras formas de argumentación que en otras


épocas se consideraban indiscutibles, es una conquista, sino de la razón, al menos de
lo razonable, que introduce una actitud cautelosa ante cualquier fe fanática o
intolerante."(90)

La filosofía, en tanto discurso, no es sino un fenómeno textual más. Diremos


que aceptar esta idea supone que la brecha que distingue la filosofía de su otro, llámese
retórica, mito, relato o, en definitiva, literatura, se vuelve difusa, se disipa. Hay quienes
festejan este desvanecimiento de límites, hay quienes no. A propósito, recordemos las
palabras de R. Rorty:

"La mejor manera de entender la filosofía es como un género de escritura


(...), una novela cuyos personajes son, digamos, el Padre Parménides, el viejo y
honesto Tio Kant y el hermano díscolo Derrida." (91)

No faltaran voces que se opongan a este atrevimiento lúdico, acceso inpertinente


a la filosofía que conlleva cierta falta de solemnidad. Pero puede también pensarse que
jugar con la ironía -que es recurso literario, una figura retórica- resulta ser una graciosa y
no menos genuina estrategia filosófica que colabora en hacer difusa la distinción entre la
filosofía y la literatura.

87 Johnson, B., The Critical Difference: Essay in the contemporary rhetoric of reading, Baltimore,
Johns Hopkins University Press, l980. Pág. 5, citada por Culler en S D. Pág. l85.
88 Habermas, J., Teoría de la acción comunicativa. Madrid, Taurus, l987. T.I. Pág 65.
89 Meyer, M.; en Perelman, Ch.; Tde la A. Pág. 28.
90 Eco, U.; <1968> La estructura ausente. Barcelona, Lumen, 1981. Pág. 194.
91 Rorty, R.; <l978> "La Filosofía en cuanto un género de escritura" en CP. Pág. 161.

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