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SURGIMIENTO DE LA PRENSA EN LA REPUBLICA DOMINICANA

Para hablar del periodismo dominicano es necesario situarnos en la llegada de la imprenta a Santo
Domingo, ya que a partir de ella se producen los primeros impresos, y con ellos el surgimiento de
la prensa dominicana.

Dice el historiador García Lluberes que hasta el momento en Santo Domingo no existen pruebas
que señalen la existencia de la imprenta antes del año 1800, ya que en la ciudad existió una
ausencia de documentos; esto se debe a que todos los archivos públicos fueron llevados a Cuba
durante el Tratado de Basilea (1795) y allí se perdieron la mayoría de ellos.

En este tratado, recordamos que la parte este de la isla de Santo Domingo se lo fue otorgada a
Francia en condición de colonia. Quien trajo la imprenta a la isla fue el francés Andrés Josef
Blocquerst, quien contaba con un taller tipográfico donde se realizaban todas las impresiones.

Entre los impresos más antiguos que se conocen hasta el momento están la Novena Piadosa, del
1800 donde se ruega la protección de María Santísima, por medio de la imagen de La Virgen de
Altagracia y La Novena del Amparo, del mismo año; creada para que las personas pidan sus
devotos a la señora ante su imagen.

Luego de las dos Novenas, siguen los Estatutos de la Regia y Pontificia Universidad de Santo
Thomas de Aquino, en 1801; luego en ese mismo año, se encuentra el Proceso verbal de la toma
de posesión de la parte española de la Isla de Santo Domingo, siendo éste un impreso escrito en
francés.

El Boletín de Santo Domingo, fue el primer órgano impreso que se publicó en el país, éste circuló
entre los años de 1807 y 1809. Consistió en una hoja impresa, que estaba escrita en español y en
francés, en ella se publicaban diversas noticias relacionadas con la guerra de los dominicos
españoles contra el gobierno de Luis Ferrand.

Los intereses de los pobladores del lado este de Santo Domingo eran volver a las manos del
control de España, es por esto que de 1809 a 1821 el país colonizador retoma el territorio en un
periodo conocido como la “España Boba”.

El Telégrafo Constitucional de Santo Domingo del 5 de abril de 1821, fue el primer periódico
considerado como un esfuerzo del periodismo impreso en Santo Domingo. Su diferencia con
relación al Boletín de 1807, radica en que éste, era editado por franceses y, por consiguiente, no
desempeñó un papel importante para los dominicanos.

El Telégrafo se encontraba bajo la dirección del doctor María Pineda y éste, constaba de cuatro
páginas y era de un formato mediano, circulaba los jueves de cada semana y su última edición fue
el 26 de julio de 1821.

El Duende fue otro periódico que surgió el 15 de abril de 1821 dirigido por José Núñez de Cáceres,
éste salía cada domingo y dejó de existir el 15 de julio de 1821. Hay que destacar, que en sus
ediciones 9 y 10, correspondientes al 17 y 24 de junio, aparecieron, los dos primeros anuncios
comerciales conocidos en Santo Domingo.

José Núñez de Cáceres, aparte de haber sido abogado, catedrático, gobernador y rector de la
Universidad Santo Tomás de Aquino, hoy Autónoma de Santo Domingo, es considerado como el
fundador del periodismo dominicano, ya que antes de éste lanzar en la madrugada del primero de
diciembre de 1821, su declaratoria de independencia del pueblo dominicano, éste había iniciado la
fundación de varios periódicos efímeros.
En los últimos días del mes de diciembre de 1834 surgieron diversas y anónimas, como son: El
Dominicano Español, ésta era manuscrita y la escribía Serra con letra disfrazada y la hacía circular
en altas horas de la noche; La Chicharra, siendo su autora la célebre doña Manuela Rodríguez; El
Grillo Dominicano, redactada y puesta a circular por Juan Nepomuceno Tejera en 1843.

Ocurrida la separación del gobierno haitiano o independencia nacional el 27 de febrero de 1844,


los miembros de la sociedad secreta “La Trinitaria” fueron los primeros editores de periódicos de
la primera república. El primer periódico de la nación fue “El Dominicano”, fundado el 19 de
septiembre de 1845, fundado por José María Serra, Pedro Alejandro Bobea, Félix María del Monte
y Manuel María Valencia, todos integrantes de la sociedad secreta.

El Correo del Cibao fue fundado el 10 de julio de 1851 en Santiago de los Caballeros. Fue el primer
impreso periódico elaborado fuera de la ciudad capital, con el que surge el periodismo de
provincia.

LOS PRIMEROS PERIÓDICOS

En general se puede afirmar que la prensa fue un fenómeno tardío de fines de siglo XIX. El
periodismo fue el medio de expresión fundamental de los intelectuales. En las páginas de los
periódicos dominicanos quedaron plasmadas las interpretaciones de nuestros intelectuales sobre
la sociedad dominicana.

Por el exiguo desarrollo económico, social y cultural de la sociedad dominicana de fines del siglo
XIX estos primeros periódicos tuvieron una existencia efímera. Los dos primeros periódicos
fundados fueron EL TELÉGRAFO CONSTITUCIONAL y EL DUENDE en 1821, pero desaparecieron con
la ocupación haitiana (1822-1844)

Durante el período de la ocupación haitiana la imprenta de Santo Domingo se limitó a imprimir


documentos oficiales. No se imprimieron folletos, libros, periódicos o revistas. Con la
proclamación de la República la imprenta nacional, la única con que se contaba entonces, tuvo
intensa actividad editorial. Sus prensas, en continuo movimiento, resultaban insuficientes para
imprimir los partes de la guerra domínico-haitiana. También publicaba las proclamas militares y las
resoluciones de la Junta Central Gubernativa. Esas publicaciones y las hojas clandestinas,
manuscritos o impresos, que circulaban en Santo Domingo desde 1843, no eran suficientes.

El pueblo necesitaba noticias, y al Gobierno le urgía contrarrestar la propaganda haitiana,


desatada violentamente en los tremendos días iniciales de la Separación. Los periódicos de Haití,
que se recibían por vía de Saint Thomas, venían repletos de falsas y tendenciosas noticias que
resultaba perentorio contrarrestar.

Como la necesidad es la madre de todas las ciencias, el 19 de septiembre de 1845 se fundó el


primer periódico dominicano, al cual se le asignó el sugestivo título de EL DOMINICANO. Fueron
sus fundadores los intelectuales Manuel María Valencia, Félix María del Monte, Pedro Antonio
Bobea y José María Serra. Este periódico tenía el lema: “Aquí no se escribe porque nadie lee y no
se lee porque nadie escribe”, revelador de la indigencia cultural de la época. En EL DOMINICANO
se publicaban las noticias de la guerra domínico-haitiana, y se discutían los innumerables
problemas que confrontaba la República. Alcanzó 36 ediciones.

Junto con EL DOMINICANO circularon EL OASIS y la GACETA DEL GOBIERNO de Santo Domingo y EL
CORREO DEL CIBAO de Santiago.

A partir de la década de 1880, con la llegada al país del sabio puertorriqueño Eugenio María de
Hostos, en el país se produjo una verdadera revolución cultural, pues el Maestro introdujo
métodos razonados de enseñanza que superaba la educación religioso y memorística que
predominaba en las escuelas, y sobre todo se entregó a la formación de maestros.

Fue a partir de la labor educativa y cultural de Hostos cuando surgió en nuestro país una
intelectualidad como cuerpo, aunque sometida a precariedades materiales. Antes de Hostos en el
país no se publicaban libros, lo cual depara una idea del estado de abatimiento cultural de la
sociedad.

Entre los intelectuales dominicanos que sobresalieron exponiendo sus ideas críticas se
encuentra: César Nicolás Penson, sobresaliente escritor, poeta, tradicionalista y periodista
dominicano quien fundó el primer diario dominicano: EL TELEGRAMA, el l7 de agosto de 1882. En
este periódico, que apenas duró cinco meses, escribían intelectuales como Francisco Henríquez y
Carvajal y Pablo Pumarol y tuvo 122 ediciones. EL TELEGRAMA abogaba por el progreso moral,
intelectual y material del país.

Con la creación de esos dos periódicos, gracias al inusitado esfuerzo de Penson, se establecieron
las bases del diarismo en la República. En los primeros diez años del siglo XX aparecieron 242
periódicos aunque ninguno de ellos circuló diariamente. El periodismo de esta época fue un
periodismo de combate, crítico y de oposición a las tiranías.

Pero el Estado no se mantuvo al margen de la dinámica de los primeros periódicos. En 1851 se


fundó el primer periódico oficial del Estado dominicano: la GACETA DEL GOBIERNO, dirigida por el
venezolano Manuel María Martín. La GACETA DEL GOBIERNO incluía leyes, decretos, resoluciones
del Congreso, etc. Posteriormente, pasó a denominarse la GACETA OFICIAL bajo la dirección
de Manuel de Js. Galván.

En 1865 la GACETA OFICIAL pasó a denominarse EL MONITOR y en 1868, BOLETÍN OFICIAL.


Durante los Seis Años de Báez este último medio, dirigido por Francisco Javier Angulo Guridi, se
dedicó a combatir a los opositores. Contra los disidentes del régimen EL BOLETÍN empleaba
términos denigrativos.

Este último medio fue dirigido por toda una pléyade de intelectuales de la talla de Nicolás Ureña,
Pedro A. Bobea y Fabio Fiallo. También Emiliano Tejera, Félix Evaristo Mejía, Francisco Henríquez
y Carvajal, etc. La participación de estos intelectuales no era casual, pues en esa época (1880-
1930) el Estado representaba el único mecanismo de reproducción material.

Entre los intelectuales que fundaron periódicos y revistas a fines del siglo XIX se
destacaron: Francisco Gregorio Billini (EL ECO DE LA OPINIÓN), Rafael Abreu Licairac (LA CUNA DE
AMÉRICA) y Manuel de Jesús Galván (EL OASIS). Pero también Rafael Justino Castillo (EL NUEVO
RÉGIMEN), Eugenio Deschamps (LA REPÚBLICA, ALBORADA y LAS BRISAS).

El periódico más relevante del siglo XIX fue EL ECO DE LA OPINIÓN (1879-1897), que circuló
durante 20 años y tuvo más de mil ediciones. En este medio publicaron sus escritos Hostos, José
Gabriel García, Américo Lugo, Miguel Ángel Garrido, Federico García Godoy y otros. Este medio
representó un paradigma de periodismo reflexivo que logró aprehender los fenómenos sociales de
la República Dominicana.

Entre 1886 y 1887 Francisco Gregorio Billini escribió una larga serie de artículos sobre el Hábeas
Corpus, ponderados por A. Lugo como lo mejor que se ha escrito sobre la materia. En
1886 Heureauxapresó a Billini y en agosto de ese año tuvo que cambiarle el nombre a su
periódico por el de EL SEMANARIO.

La dictadura de Ulises Heureaux fue combatida desde las páginas de LA ALBORADA (29-4-1883) y
LA REPÚBLICA (24-6-1885) por Eugenio Deschamps. El contenido de ambos periódicos se ubicaba
entre la sociología y la historia. LA REPÚBLICA abogaba por la democracia, la soberanía, los
principios de la libertad, los derechos ciudadanos, etc.

Otro intelectual que expuso en los periódicos interpretaciones originales sobre la sociedad
dominicana fue José Ramón López (1866-1922). López escribió en: LISTÍN DIARIO, PLUMA Y
ESPADA, EL DOMINICANO, EL TELÉFONO, EL NACIONAL, EL PROGRESO, LA CUNA DE AMÉRICA,
BLANCO Y NEGRO, RENACIMIENTO, ECOS DEL VALLE y otros.

Influenciado por el positivismo hostosiano, López atribuyó la degeneración del campesino


dominicano a la deficiente alimentación. López lanzó una serie de diatribas contra el campesino a
quien acusó de violento, haragán, vicioso, inmoral, ignorante.

Estas reflexiones de López fueron refutadas por un intelectual prácticamente desconocido en


nuestro país: Rafael Justino Castillo (1861-1933). Castillo no llegó a publicar sus ideas en un libro
sino a través de los periódicos de la época: EL TELÉFONO, EL NUEVO RÉGIMEN, LA BANDERA LIBRE,
LETRAS y CIENCIAS y otros.

A la tesis de López de que “la imprevisión, la violencia y la doblez son los rasgos que la
degeneración ha impreso en el carácter de los campesinos” Castillo respondió: “¿Solo en los
campesinos mal comidos es en quienes se encuentran estos defectos? ¿No hay habitantes de las
ciudades que comen bien y son imprevisores, violentos, dobles y aun algo peor que eso?”

Desde las páginas de EL TELÉFONO y EL NUEVO RÉGIMEN, Castillo planteó ideas avanzadas. Por
ejemplo, en 1899 Castillo abogó por la absoluta libertad de conciencia y la separación entre la
iglesia y el Estado. Criticaba a la Iglesia debido a que esta condena el dogma de la soberanía del
pueblo en el que se funda el sistema político dominicano, proscribe la tolerancia de cultos, el
reconocimiento de otra religión, contrario a lo que establecía la Constitución dominicana.

El 18 de marzo de 1861, el entonces presidente de la nación, Pedro Santana, concretó una anexión
entre la parte este de la isla de Santo Domingo y España (Anexión a España) donde las autoridades
españolas toman el control del territorio dominicano. La prensa fue muy censurada por el
gobierno español, tanto así, que se decretó la previa revisión de los documentos periodísticos
antes de ser publicados (censura previa).

Pasados los sucesos históricos de La Restauración (1863-1865), inicia el periodo conocido como la
segunda república donde se comienza a desarrollar el periodismo de provincia y surge el diarismo.
El primer periódico de publicación diaria fue “El Telégrafo” que nació en 1882 de la mano de César
Nicolás Penzón. El 1 de agosto de 1889 fue fundado “Listín Diario Marítimo” por Arturo Pellerano
Alfau, un empresario de navieras con el que se inicia la apropiación de un medio de comunicación
por el propietario de una empresa.

Otros diarios de la época fueron: “El diario del Ozama”, “El decano de la prensa dominicana”, “El
día”; este fue el primer periódico de publicación diaria del Cibao creado y editado en Santiago
desde 11 de julio de 1891 por Ulises Franco Bidó. “El Porvenir” fue el primer diario editado en
Puerto Plata, creado en 1872 por la Sociedad de Amigos Extranjeros del País.

Entre 1882 y 1889 la Republica Dominicana fue dirigida por el dictador Ulises Heureaux, un
periodo de terror y represión. En 1907, el gobierno dominicano dirigido por Ramón Cáceres firma
un acuerdo con el gobierno norteamericano en el que pasa el dominio de las aduanas nacionales a
representantes de los Estados Unidos de Norteamérica. Este acuerdo fue llamado Convención
Dominico-Americana. Para 1914 la Primera Guerra Mundial tuvo lugar y continuó hasta 1918. En el
1916, los norteamericanos invadieron la nación dominicana con el alegato de revisión de la
situación aduanera; esta se extendió hasta el 1924. En este trasfondo histórico se dieron avances
como:

-En 1883 se crea la primera Asociación de Prensa Dominicana, siendo su fundador y primer
presidente Francisco Gregorio Billini.

-El puertorriqueño Eugenio María de Hostos aportó a la internacionalización de la prensa


dominicana con su llegada y elaboración de su propio periódico llamado “Las Dos Antillas”.

-La llegada de la telegrafía al país promovió la publicación de artículos internacionales en los


diarios y periódicos de la República.

-El periodismo cobra fuerza durante la intervención con la Asociación Nacional de la Prensa,
dirigida por Arturo Pellerano Alfau quien también era el director de Listín Diario.

-Surge en Santiago el periódico “La Información” en 1915 y en 1922 fue fundado el periódico “La
Opinión”.

LA PROHIBICIÓN DE LAS NOVELAS EN AMÉRICA

Lecturas prohibidas
Del estudio de los legajos del ramo de contratación que contiene el Archivo General de Indias,
donde constan los registros de las naos a Tierra firme (Panamá) y Nueva España (Méjico), así como
de diversos datos tomados al azar, se conoce que fueron numerosas y muy buenas las bibliotecas
públicas y privadas que florecieron en América durante el régimen colonial, a pesar de las severas
medidas tomadas por Fernando el Católico, quien firmó en Ocaña el 4 de Abril de 1531, una
resolución sobre circulación de libros en el nuevo mundo, prohibiendo expresamente la venta de
"libros profanos ni de vanidades, ni de materias escandalosas", que fue incorporada en el
Repertorio de Leyes de Indias de 1680, conjuntamente con las Cédulas aclaratorias de 1543 y
1575, que reglamentaron la del Rey Católico, dando prioridad a las lecturas piadosas y a la
instrucción religiosa de los indios, prohibiendo que se les enseñe con libros profanos y mentirosos
como el "Amadis de Gaula - muy en boga por aquellos años -puesto que por llevarse a Indios
"libros de romance y materias profanas y fabulosas se siguen muchos inconvenientes porque los
Indios que supieren leer - ladinos - dándose a ellos, dejarán los libros de buena y sana doctrina y
leyendo los de mentirosas historias, aprenderán malas costumbres y vicios y además de esto
podrían perder la autoridad a las Sagradas Escrituras y Doctores Santos, creyendo como gente no
arraigada en la fe que todos nuestros libros son de una misma autoridad y manera." (sic)

Criterio que por otra parte responde a las doctrinas del Padre Victoria, quien tenía a los indios por
seres necesitados de tutoría por su naturaleza primitiva, e incapacitados para discernir sobre las
verdades contenidas en las Escrituras y sobre las falsedades de las novelas de caballería, por lo que
leyendo unas y otras, dudarían de todas y de todo.

En 1555 los Procuradores de las Cortes de Valladolid, fundándose en razones morales, pidieron al
Rey que prohiba la circulación en Castilla de los tan afamados libros de caballería, política de tutela
que no sólo se aplicaba en América sino también en España. Posteriormente se ordenó recoger
muchos Confesionarios y Libros Píos impresos en España e Indias, que no estuvieren examinados y
aprobados por el Tribunal del Santo Oficio (La Inquisición) correspondiendo al de Sevilla revisar los
libros que se enviaban de España, uno a uno, porque se habían filtrado numerosos textos
expresamente prohibidos, que después aparecían en las librerías del nuevo mundo vendiéndose
libremente. Tales las obras de Erasmo de Roterdam y de algunas Biblias con "sospechosos
comentarios”.

En 1556 y en 1585 se expidieron dos nuevas Cédulas sobre el tráfico de libros a Indias
encargándose a las Oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla que se fijen muy bien en todos y
cada uno de los libros que se embarcaren a América, debiendo asesorarse y ayudarse con los
Provisores Eclesiásticos para tal fin.

Las clases de libros


Primordialmente se prohibió el paso a América de libros que por su condición atacaban a las
instituciones sociales y a la monarquía, con novedades de las que podían dimanar inconvenientes
para la política del gobierno y las regalías del soberano; después, en el siglo XVIII, los que
inspiraban ideas sediciosas en favor de la revolución.

También se prohibió el paso de los llamados libros o novelas de caballería y los que trataren sobre
historia y geografía de las regiones americanas recién conquistadas o los que versaren sobre la
vida en Indias, ya que sus descripciones servían para que enemigos de España se enterasen de
pormenores domésticos que luego les servirían de derroteros en sus viajes y piraterías. Por ellos se
prohibió en 1566 que se escribiera sobre el nuevo mundo sin tener licencia del Consejo de Indias,
prohibición que se recordó en 1641.

Bibliotecas y librerias
De todas formas la venta y lectura de libros proliferó en Indias desde los días de la conquista. Una
de las dos bibliotecas particulares más famosas de España, la del agustino Alonso de la Veracruz,
apreciada en 7.000 ducados en 1575, pasó íntegramente a Méjico, siendo alojada en el Convento
de la Orden.

En 1590 el Contador Tristán Sánchez informaba desde Lima que los libros no pagaban impuestos,
que pasaban muchos a esa parte de las Indias y que habiendo solicitado al Virrey del Perú, Conde
del Villar, que ordene el cobro de impuestos, este no le hizo caso porque en las cortes de Toledo
de 1480 se había liberado de tal pago a los libros, disposición que fue transcrita en la Real Cédula
de 1548, en donde se especificó que sólo pagarían "avería", es decir, los gastos que irrogaba el
sostenimiento de navíos que acompañaban a las flotas en su navegación por el Atlántico.

En 1605 se embarcaron 346 ejemplares del "Quijote" en la flota que se hizo a la vela en junio y si
se considera que ese fue el año de la aparición de dicha obra, tendremos que convenir que su
difusión fue inmediata en América, porque la edición total no superó los 750 ejemplares.

En 1606 el Mercader Juan Sarria embarcó en Sevilla 61 cajas de libros consignadas a su hijo de su
mismo nombre, librero en Lima, quien viajó a Portovelo a esperar la remesa que llegó afectada por
la humedad. En el trayecto a Panamá, Sarria el Mozo vendió 8 cajas de libros para satisfacer el
flete y otros gastos y con las 53 cajas restantes llegó a Lima, encontrando 72 ejemplares del
Quijote en su edición príncipe, así como otros 2.823 volúmenes más de diversos autores y
materias. Sarria y su socio Miguel Méndez expidieron en ese año una remesa de parte de dichos
libros a la ciudad del Cusco, donde se vendían a buenos precios.

Las famosas novelas


Fueron prohibidas por tratar de materias profanas y no verdaderas pero su lectura se expandió
velozmente en América por ser del gusto del vulgo que las seguía con ansiedad siempre creciente.
Las más famosas y leídas fueron: "El Amadis de Gaula", "La Crónica de Don Floriseal de Niquea"
que por su índole pastoril excedió en el doble al número de lectores de la anterior. En las del ciclo
bretón anotaremos: “La crónica de los nobles caballeros Tamblante de Ricamonte y Jofre” muy
elogiada por Cervantes; luego tenemos "La demanda del santo Grial". En el ciclo Carolingio
encontramos la popularísima "Historia del emperador Carlomagno y los 12 pares de Francia"
conocida como "El Piamonte" por el apellido de su traductor al español. "El Orlando enamorado"
de Boyardo apareció como primera parte del "Espejo de Caballería". El hijo que tuvo Amadis figuró
como personaje central en "Las Sergas del virtuoso caballero Esplandian" escrita por Ordóñez de
Montalvo. El nieto de Amadis figuró con "Lisuarte de Grecia" pero sin alcanzar la popularidad de
sus antepasados. En cambio el bisnieto, personaje central del "Amadis de Grecia, caballero de la
ardiente espada" escrita por Feliciano de Silva, fue popularísima, porque contiene parte de las
aventuras corridas en América por el hijo de Silva, que figuró entre los conquistadores del Perú
que regresaron a España, donde dejó escrita una crónica rimada, publicada en forma anonima en
1848.

Otras novelas de este género, igualmente apetecidas, fueron: el "Palmerín de Oliva", las de su hijo
"Primaleón", el "Belinianís de Grecia" de Jerónimo Fernández, el "Cristalián de España"
compuesto, por su mujer Beatriz Bernal, libro que también llamábase "La Trapisonda" por la
cantidad de aventuras en él narradas. Del ciclo grecoriental fueron famosas el "Pierre de Provenza
y la linda Megalona" que escandalizó a Vives por su sensualidad no oculta, la "Flor y Blanca flor"
que narra los amores de un rey Sarraceno y la hija de un esclavo cristiano; "el libro del esforzado y
noble caballero Conde de Partinoples" traducido del francés, que según Menéndez y Pelayo es
obra recomendable. Entre las novelas orientales se leía la "Historia del muy esforzado y valiente
caballero Clamados", "Las Mil y una Noches"; la "Doncella Teodor" obra muy corta pero
generalizadísima; "La Historia del Rey Canamor" y entre las españolas "El espejo de Príncipes y
Caballeros" de Ortúñez de Calahorra, la horrorosa "El Caballero de Febo" de Corvera, a la que
Menendez y Pelayo calificó de basta enciclopedia de necedades ; "El Lepolemo o Caballero de la
Cruz" condenado a las llamas en el escrutinio de la librería de don Quijote por Cervantes; "La
historia de los amores de Clareo y Florisea" que influyó en "El Persiles" del propio Cervantes y "La
Historia ethiópica" o "Teagenes y Clariquea" escrita por Heliodoro.

Entre las novelas moralizantes figuraban "El Caballero determinante" traducida del alemán al
castellano por el Emperador Carlos V y que Hernando de Acuña puso en coplas castellanas, que
fue la versión conocida en América. También en verso fueron escritas los novelas "Calidón de
Iberia" de Gómez de Luque; el "Florando de Castilla" de Jerónimo Huerta y "El Caballero de la Clara
Estrella" de Loza.

Entre las biografías en verso hallamos al "Caballero Así" o Biografía de San Francisco de Asís,
escrita por Fray Gabriel de Mata.

No fueron novelas sino más bien libros de aventuras, los siguientes, que también se leían mucho
por aquellos días en América: "El libro del Infante don Pedro de Portugal" que cuenta sus viajes
por África; "La espantosa y maravillosa vida de Roberto el Diablo" personaje histórico de Francia.
"La Crónica Troyana" traducida por Núñez Delgado de alguna versión antigua de la Iliada, “La
crónica de Cid”, “La crónica del Conde Fernán González, La crónica del Rey don Rodrigo” todas
estas anónimas y sería muy largo seguir este tipo de novelas de caballería o de aventuras, unas
imaginarias y otras reales, pero todas muy del gusto de las gentes en los siglos XV, XVI, y XVII.

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