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medida inconsciente que Freud designa como el yo y que fun- INVESnCACIONES SOBRE LA FEMINIDAD
ciona enere la percepción y la conciencia está connotado en
nuestra ecuación como A. Si la angustia se produce topológica- Michéle Montrelay
inente en'el Yo, es en todo caso una señal que no se dirige de
ninguna manera al Yo sino por cierto al sujeto: por medio de la
angustia,.el sujeto es avisado de algo que es un deseo y que no se
refiere a ninguna necesidad, sino a su. ser mismo para cuestio- . . . Como tudas las mujeres lú juzgas con tu sexo,
narlo y anularlo en principio; la señal no se dirige al Yo como no con lu pensamiento .. -
presente sino como esperado y más aun como perdido: allí es A. Artaucl
donde ss sitúa la angustia. Si logro que el Otro me tome como
objeto (situación muy frecuente), entonces resultan posibles to-
das las acomodaciones, incluso todas las resistencias. Pero en
este punto de la angustia el deseo del Otro no me reconoce ni
deja de conocerme, sino que me interroga y cuestiona en la raíz ¿Por qué en psicoanálisis la teoría sobre la feminidad se articuló
misma de mí deseo como "a", causa de ese deseo, y no como objeto. de primera intención en forma de alternativa? El analista se ve
El deseo del analista es precisamente lo^que suscita esta dimensión arrollado por la necesidad de elegir entre dos concepciones con-
de la espera, sin que el analista nunca vea a su analizado como tradictorias de la mujer: la de-Jones y la de Freud. ¿Qué significa
tal o cual, es decir, sin que nunca lo convierta en un objeto. Si para él este hecho?
de este modo llegamos al deseo del analista es porque en princi- Plantear estas preguntas nos pone en la situación de recordar
pio la angustia del analizado responde a ese deseo y porque el brevemente el contenido de esas doctrinas y aquello que provoca su
manejo de esa angustia no puede ser eludido por la técnica. Ade- incompatibilidad.
más llegamos al deseo del analista para sugerir que la angustia de Para Freud la libido es idéntica en los dos sexos o, más aun, es
castración (o, en la mujer, el penis-neid) .—que Freud designa ciempre de esencia masculina. Porque el órgano erótico de la niña
cerno el término último, la roca con la que choca el llamado •»s el clítoris, parte externa y erécíil y por ende homologa del pene.
"análisis interminable"— sólo aparece como tal en la medida en í ÍT
Cuando en el momento edípico ella desea un hijo de su padre, ese
que el analista, por obra misma de la estructura de su propio nuevo objeto está investido de un valor fálico: el niño es sustituto
deseo, se impone al analizado como el receptáculo último de su del órgano masculino, del que la niña se sabe desposeída ya. O sea
falta "a". Las coordenadas así recordadas permiten vislumbrar que que la sexualidad femenina se elabora constantemente en función
una'relación distinta con la falta posibilita la superación de ese de pautas fálicas.1
término constituido por la angustia de castración.
Para Jones y para la escuela inglesa (M. Klein, K. Horney, J.
Muíler), la libido femenina es específica. Desde muy temprano la

• Este texto fue publicado en la revista Critique n° 278, julio 1970, a


(Traducido por Ricardo Pochtar.) manera de comentario del libro de ] . _ Chasseguet-Smirgel, C. J. Luquet-Pa-
rat, B. Grunberger, J. McDougall, M. Torok y C. David, Recherches psy-
chanalitiques nouvelles sur la sexualiié jéminíne, Payot, 1964.
1 S. Freud. Cf. en particular sobre este tema: Una teoría sexual, O.C..
Biblioteca Nueva, t. I, p. 767. Nuevas aportaciones, O.C., Biblioteca Nue-
va, 't. II, p. 787; Le déciin áu complexe d'Ocdipe (traducción de Lcttres
de I'Ecole frcudterine); La vía scxuelle, P.U.F., pp. 139 y ss. .

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niña privilegia el interior del cuerpo y la vagina; de allí nacen las
experiencias arcaicas de la feminidad, que dejan un rastro indeleble. ~'> ponen. De hecho, el que intenta orientarse en estas Recherches se
No basta, pues, dar cuenta de la sexualidad femenina desde un punto :;" remite a Freud y a Jones. Porque este libro no sólo habla acerca de
de vista "falocéntrico". También es preciso medir el impacto que la *•- la feminidad según Freud, sino que también la hace hablar por sí
anatomía, el sexo en sí, ejerce sobre el inconsciente de la niña. 2 Jt • misma y de un modo inmediato que no se puede olvidar. Del texto
Así respondían a los vieneses Jones y su escuela, planteando el .'- se desprende un odor di femina que únicamente se comprenderá re-
carácter precoz, y aun innato, de la feminidad. Freud hablaba de una "lácionándolo con los trabajos inglés y vienes.
libido, mientras que Jones distinguía dos tipos —masculino y fe- .;, Las Recherches nouvelles marcan una doble perspectiva que
menino— de organización libidinal. , será importante aclarar en estas líneas. Volvamos a Freud: no se
Han pasado cuarenta años: el problema de la feminidad con- . pueden captar las modalidades esenciales de organización del deseo
tinúa planteándose a partir de la contradicción Jones-Freud. Vea- femenino sin retomar con su propia óptica la idea del falocentris-
mos sí esta contradicción puede ser superada. mo, tan desacreditada por los contemporáneos de Freud. Las Re-
cherches aluden a esta idea constante y explícitamente, puntuali-
zando que el falo no puede ser identificado con el pene. Lejos de
Falocentrismo y concentñcidad significar una realidad anatómica, según esta obra, la palabra falo
designa los ideales y valores que el pene representa. Después de
Dirigidas por J. Chasseguet-Smirgeí yiim equipo de analistas, las extraer el concepto de falo del contexto orgánico con el que a me-
Nouvelles recherches sur la sexualité jémininé han demostrado re- nudo se lo confunde, los autores tratan de captar la naturaleza del
cientemente que es posible salir de Ja~ebncentración. La salida se I falocentrismo:
produc»-e partir del momento en que se abandona toda preocupa- "En el estudio sobre la envidia del pene, hay que diferenciar al
ción polémica para ceñirse a los hechos cTínicos. pene en sí, considerado como una cosa . .. "3
Es indudable que las Recherches nouvelles se despliegan sobre IT! Por el contrario, lo que hay que aclarar es que el órgano mas-
el análisis detallado del enfrentamieñtcTde" lasados escuelas. Pero culino connota una dimensión ideal: "la envidia del pene es siem-
una vez 'terminada la historia de esta larga y encendida discusión, pre envidia del pene idealizado. . ."*
una ver delimitadas sus líneas de fuerza, los autores no toman A la vez, los modelos propuestos para ilustrar el deseo feme-
posición. Previo abandono de la escena del debate, nos llevan al nino explicitan, a nivel clínico, lo que pasa con ese "falocentrismo":
consultorio del analista: allí donde habla el paciente que está en el los autores no se engañan si una paciente se declara impotente y
diván y no el portavoz de una escuela. humillada con el pretexto de que.no es más que "una mujer". La
envidia del pene —nos dicen— está latente en esta expresión y no
Es poco común que se transcriban largos fragmentos de una es reducible a un instinto. Es imposible legitimarla "por un pre-
cura. Menos común todavía resulla que se lo haga tomando como
tendido estado de castración, del que sería responsable la filogé-
eje los'casos femeninos. Aquí se puede seguir en su ritmo, estilo y. nesis".0
meandros el relato de los pacientes durante el análisis. Y uno se
El deseo del pene, por el contrario, es analizable en la medida
siente atrapado dentro del espacio que ese discurso circunscribe,
en que es resultado de una elaboración compleja, establecida para
precisamente eí del inconsciente, un espacio en que la negación no
• mantener la potencia fálica del padre. Sólo las-pacientes cuyo padre
existe, como lo ha dicho Freud, y donde, por consiguiente, los tér-
se ha visto amenazado en su prestigio y en su status simbólico plan-
minos de una contradicción antes que excluirse coexisten y se super-
3 Recherches psychanalytiques nouvelles sur la sexualité jéminine. M. To-
- E. Jones, The Early Dcvclopment of Femóle Sexualily, 1927; The Pha- rok. La significaíion de l'envíe de phallus chez la jemme, p. 184.
lic Phase. 1932; Early Female Sexuality. 1935.
* Op. cit., p. 186.
1 Op. cit.. p. 132. . • '
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-.Iif'.t* %•-.«
tean como indispensable la posesión del órgano viril.. Sus males, , sexo. Clínicamente la envidia del pene, el descubrimiento del sexo
sus síntomas, se manifiestan para demostrar que les ha sido quitado • del varón, están asociados a menudo con un recuerdo reprimido de
lo esencial, es decir él pene imaginariamente confundido con el falo. i experiencias orgásticas."10
De esta manera, dos posiciones teóricas, hasta aquí considera-
Así se asegura fantasiosamente el poder fálico del padre.
En las otras observaciones hechas sobre mujeres, homosexua- das incompatibles, se verifican en el.cuadro de un estudio clínico.
les o "nprmales", se dibujará cada vez una forma particular de ' La contradicción Jones-Freud parece entonces superada.
relación con el falo paterno, en la.que siempre se tratará de mante-'
ner un término accesible, para que subsista el deseo. Relación sutil- ,
mente constreñida pero que no difiere en su naturaleza de la que La contradicción desplazada
se ha establecido para un hombre: la observación profundizada de •*á»t¿
Pero esa superación permanece implícita: en ningún momento los
un caso masculino de perversión lo hace ver con claridad.6 autores la formulan como efecto o logro de su investigación. Consi-
Al demostrar que el deseo no es otra cosa que puro artificio, I deramos-las pocas líneas en que B. Grunberger analiza el narcisismo
las Recherches descartan la hipótesis del carácter innato del deseo, r femenino: lo que define a "la catexia libidinal de la mujer es su
que la escuela inglesa había planteado acerca de la feminidad. De
este modo confirman la justeza de las reservas de Freud frente a
! carácter concéntrico y al mismo tiempo el falo".11
Afirmar el carácter a la vez "concéntrico" y fálico de la sexua-
esa feminidad "natural" sobre la que Jones tanto insistía.7 lidad femenina, es dar la razón a Freud y a Jones. Pero a partir de
No obstante las Recherches retoman, aunque según criterio pro- este hecho ¿no sería preciso formular un punto de vista nuevo por
pio, lo fundamental de los trabajos clínicos elaborados por la escue- el que se mantuviera lo verdadero de ambas escuelas?
la inglesa. El artículo de B. Grunberger, en especial, insiste sobre la . En las Recherches nouvelles este punto de vista no está es-
organización particular, concéntrica, de la sexualidad femenina.8 • tablecido. Dado el enfoque general la contradicción Jones-Freud
Pasa, nos dice, como si la mujer, más que el hombre, dependiera .¡ pierde progresivamente su pertinencia frente a la clínica. Sin em-
de pulsiones, en las que los autores ven, junto con Jones, la forma { bargo, el mero hecho de verificar dos proposiciones incompatibles
intrincada que tienen los sistemas arcaicos, orales, anales y va- ¡ no bupnrne la contradicción que las enlaza. Nada prueba que por el
ginales. solo hecho de ser constitutivos de la sexualidad femenina el falo-
"En la niñiía, muy a menudo la boca toma simbólicamente, y centrismo y la concentricídad se completen con armonía. Por nues-
por motivos sobre los que Jones ha insistido, el valor de un órgano tra parte, sostendremos que los dos coexisten como incompatibles
vaginal", anota J. Luquet-Parat.8 Y más adelante María Torok. re- y que tal incompatibilidad es específica del inconsciente femenino.
toma, para desarrollarla, la teoría de la escuela inglesa: El interés mayor de las Recherches, consistente en el desplaza-
"Klein, Jones y Horney han señalado antes que nosotros la miento que los autores operan en la contradicción, no está subrayado
precocidad de los descubrimientos y de la represión de las sensacio- adecuadamente. Habría que explicar y destacar que la incompatibi-
nes vaginales. Por nuestra parte, hemos observado que el descubri- lidad Jones-Freud, aunque se haya articulado como polémica, es
miento del otro sexo era siempre una llamada al despertar del propio mucho más que una querella de escuela. Una vez que esta querella
y las pasiones de escuela se terminan, la contradicción vuelve a
* Op. cit., pp. 65-90. - "~£ hacerse presente, como un juego de fuerzas que estructurara el
7 A propósito del falocentrismo y del carácter innato del deseo, remitimos
.'i" propio inconsciente femenino. Falocentrismo y concentricídad:. am-
a "La phase phallique", Scilicet I, du Seuil, París. Allí se encontrará un ri- % bos constituyentes simultáneos del inconsciente se enfrentan según
guroso ajuste de las posiciones teóricas de Freud y Jones frente a la-femi-
nidad, desde el punto de vista de la teoría lacaniana. '
• Op. cit., p. 103. - Op. cit., p. 191.
8 Op, cit., pp. 124-125.
Op. cit.. p. 103 (bastardillas agregadas)
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dos modos: el primero, el más espectacular, se manifiesta como 3) La puesta en juego es este goce, cuya pérdida constituye
angustia; pero la misma relación de fuerzas juega, invertida, en el precio de la representación.
la sublimación. Vamos a ver que estos procesos determinantes en la Revisemos estas tres proposiciones: .
economía inconsciente participan cada uno en la incompatibilidad 1) La representación inconsciente, que se analizará aquí, remi-
de los dos aspectos de la. feminidad analizados por Jones y por te a procesos diferentes de los que en general se designan con el
Freud. ví'
término "representación". Este por lo común, concierne a"la con-
ciencia, resume la actividad reflexiva que se aplica a la realidad del
sujeto (filosófico) y de los objetos. Por el.contrario, la representa-
ción inconsciente no refleja ni significa al sujeto y sus objetos; en
cambio, es pura catectización de la palabra como tal. ¿Cómo puede
ser así? Un ejemplo lo aclarará: veamos qué diferencia separa a las
7. La representación de la castración representaciones consciente e inconsciente de !a castración.
Partamos de la angustia en general, de lo que sabemos acerca de 2) La representación consciente de la castración en el niño no
este estado, en la medida en que es común a los dos sexos. Este alude a ninguna mutilación real, sino que es evocación imaginaria:
abordaje global facilitará luego la ubicación de los procesos espe- o bien es el Otro que amenaza, enunciando una prohibición (caso
cíficamente femeninos de la angustia. del varón), o bien la niña, para explicarse la ausencia de pene, se
En psicoanálisis muy a menudo se describe la angustia como dice: "alguien me lo .ha quitado".
"angustia de castración", es decir como el horror que se apodera Este tipo de representación deviene inconsciente, ya que sólo
del-Jiiño cuando descubre el cuerpo sin pene de su madre. Este remite a las palabras que la constituyen. Desarraigada de la realidad,
descubrimiento engendraría el temor de sufrir algún día la misma no se relaciona más que con su forma: lo que está catecíizado en el
suerte. enunciado de la prohibición, como en la imaginación fantasiosa,
Es exacto que el analista debe contar en cada cura con la fuerza P es su articulación específica-y los múltiples juegos de palabras, de
"imprescriptible" de este temor de mutilación^ 1 - Pero este miedo no sonoridades y de imágenes que esla articulación hace posibles. ¿Por
qué, sin embargo, las palabras se pueden convertir en los objetos
es la angustia: representarse el motivo del propio temor es ya ad-
de esa catectización? ¿Por qué movilizan toda la fuerza del incons-
judicarle una razón. Sin embargo, la angustia carece de motivación;
es decir que supone la anulación de toda facultad pensante. En oíros ciente? Dejando abiertos estos interrogantes y remiliendo al lector
términos, la angustia aparece como momento-límite de bloqueo de la a Freud 1S, subrayemos sólo que las palabras en los primeros mo-.
mentos de la vida prolongaban el cuerpo "de la madre, y simultá-
representación consciente e inconsciente. ¿Cómo analizar ese blo-
neamente circunscribían el lugar de suspenso de su deseo. En ellas,
queo? En primer lugar, especificando -la naturaleza de la represen-
pues, se conjugaban lo más real del goce y lo más mediato del falo.
tación que es objeto de bloqueo. Tres posiciones derivadas de la
¿Seguirá siendo el mismo el poder de las palabras en el incons-
teoría lacaniana nos servirán de puntos de referencia: ciente?
1) El inconsciente es una estructura o combinatoria de deseos
3) La representación inconsciente, por ende, no es más que
que se articula en representaciones.
un texto. Pero esle texto produce efectos, ya que la sexualidad, co-
2) Estas representaciones pueden ser llamadas representacio- mo hemos visto, no se organiza según determinado instinto, deter-
nes de castración, en la medida en que su articulación literal"despoja minada "tendencia", sino según lo que se ha dicho. El discurso, por
efectivamente al sujeto de una parte de goce_.
1S S. Freud, "Metapsicología. La represión, lo inconsciente", O.C., Biblioteca
Op. dt., p. 67. Nueva, t. 1. pp. 1037, 1043.

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consiguióme, lince imposible un relación directa y pacífica con el Los antiguos decía que esta ruina era querida por los dioses.
. cuerpo, con el mundo y con el placer, desvía del goce: en este senti- El analista,.por su lado, interpreta que Edipo fue llevado a ella por
do el discurso es castrador. Para decirlo de otro modo: la repre- • su deseo incestuoso. Hay que retener a la vez la idea de los dioses
sentación inconsciente de castración es en primer término repre- que persiguen y la del sujeto que desea, pues el tema del engaño
-: r '
sentación/ .castradora. "- '
fatídico, del proyecto manejado por fuerzas exteriores, pone el acen-
Pero simultáneamente el término representación debe enten- ¡ f'~ to sobre un hecho esencial: la realización del deseo inconsciente es
Vi.
derse en una segunda acepción. Una vez que nos ha marcado una : :.:-v .tí>
ir siempre tan catastrófica que el sujeto nunca puede llevarla a cabo
. determinada secuencia de discurso, ésta no deja de reproducirse; . por sí mismo.
podemos definir el inconsciente como el lugar en donde, indefinida- '£ JA- Una cosa es desear; otra, realizar- ese deseo. Desear, como ya
mente se ponen en escena esas representaciones. Este hecho de la ' • vimos, es representarse el objeto fallante (la madre), es decir,
repetición, del eterno retorno de las palabras ha sido muy estudiado "gozar" de él bajo la exclusiva forma de Fas palabras. Satisfacer ese
y por consiguiente lo damos por conocido. Pero, si la representación deseo, por el contrario, es descatecíizar las palabras en provecho de
no cesa de representarse ¿cómo podría desaparecer? El analista debe •. la realidad: dicho de otro modo, gozar de la madre implica recupe-
contar con ese eclipse, pues'el paciente que de pronto dice su an- : rar la puesta en juego que, de ordinario, indefinidamente redoblada,
iiustia habla de un tiempo en que nada era pensable para él: en ton- : asegura la representación. Por este motivo, no es necesario que el
ees el cuerpo y el mundo se confundían en una misma intimidad. deseo se realice. De ello nace la represión que hace no pensar, ni ve"r
caótica, demasiado presente, demasiado inmediata. Todo se desple-' ni formar el objeto deseado, incluso —y en especial —si está al al-
gaba en una proximidad, en una plenitud insostenibles. Lo que esta- í cance de la mano: ese objeto tiene que permanecer perdido.
ba ausente era una falta, un "espacio" vacío en alguna parte. En: Ahora bien, en Edipo los dioses o el azar restituyen el objeto
estos casos clínicos parece que la dimensión castradora de la repre-¡ del deseo, y Edipo goza de Yocasta. Pero la represión continúa pro-
sentación hubiera faltado. Ocurre como si la representación, por lo ! duciéndose simultáneamente y sobre un modelo más y más opri-
menos en sus efectos, se hubiese anulado provisoriamente. ' : mente: los recursos sucesivos —Tiresias, los sacrificios, la ley—
muestran el esfuerzo desesperado por no llegar a ver cuál es la
2. Edipo y la puesta en juego (l'enjeii) causa de la peste; esfuerzo que no frena nada, pues la represión no
es más que una gigantesca pantomima, impotente para asegurar el
Para dar cuenta de la persistencia de la representación y también de redoblamiento de la apuesta del deseo. Sabemos que la representa-
su vacilación en la angustia, detengámonos en la hipótesis que aca- ción sin la puesta en juego de nada vale.
bamos de enunciar. Imaginemos que en ciertos momentos la repre- La tragedia de Edipo, pues, permite acentuar al mismo tiempo
sentación se produce, pero sin efectos castradores: como una má- la economía y la quiebra de la representación. Pero también sugiere
quina loca, perderá el poder de apartar al sujeto del goce. Este la causa de esa quiebra. ¿Por qué el encuentro con la esfinge se
proceso no se producirá en función de hechos inherentes a la repre- produce justo al comienzo del drama? ¿A qué alude ese ser híbrido,
sentación en sí, sino a partir de una intrusión de la violencia de lo razonante y devorador, que al hablar bate alas? ¿Por qué está ins-
real. Una lectura del drama de Sófocles, Edipo Rey, quizá permita
extraer el modelo. talado a las puertas de Tebas ese monstruo, mujer con cuerpo de
Al comienzo del drama, Edipo aparece como aquel cuya rela- fiera?
ción con la representación está tan asegurada como para que le sea El encuentro con esta figura enigmática de la feminidad ¿no
posible resolver los enigmas de la esfinge. No obstante la acción amenaza a todo individuo? Esta figura está ubicada en el origen de
trágica, progresivamente, descubrirá la ruina de esta representación. la ruina de la representación.

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5. El continente negro _ . -• • "
ese "blanco", lo no dicho, funciona como un obstáculo: la censura
que se establece se produce como efecto de una ausencia de repre-
•Al interrogarse sobre la sexualidad femenina, al medir las escasas sentación que es irrepresentable y por lo tanto "ininterpretable".
• - ' oportunidades que ofrece a la investigación analítica, Freud la com- Por el contrario, la represión supone una simbolización: permite
. para con un "continente negro".
que, como hemos visto, la representación se catectice como tal,
Las Recherches nouvelles, con justa razón, se inician recordan- mientras que la satisfacción real, abandonada, hace su puesta en
do esta fórmula. Sin embargo parece que los autores no ven la juego. La represión es siempre un proceso económicamente estructu-
sombra amena2aníe que'hacen surgir con esta expresión: la sexuali-. " rante.
dad femenina es un continente negro, inexplorado, no porque hayii
alguna insuficiencia eventual en la investigación: es inexplorada er, Como veremos, el erotismo femenino es más censurado y menos
la medida en que es inexplorable. ; reprimido que el del hombre. Se presta con menos facilidad a "per-
derse" como apuesta de la representación inconsciente. Las pulsio-
Sin duda es posible describirla, es posible resumir lo que se
dice de ella en trabajos clínicos o teóricos. Pero más allá, dentro del nes, cuya fuerza exuberante ha mostrado la escuela inglesa, circuns-
criben un lugar o "continente" que puede ser llamado "negro" en
marco de la cura, la feminidad resiste sordamente al análisis. Ea el • ¡tr: • h rundida en que está fuera de circuito (precluido [forclos]) de la
diván un discurso se enuncia análogo a esos oíros cuyo estilo está
economía simbólica.
tan bien reflejado en las Recherches: discurso "directo", que por
su carácter inmediato parece manifestar la vida. Esta inmediatez, fe. Veamos qué procesos producen el mantenimiento de la femi-
esta vida, son los factores que representan un obstáculo para el ana- - nidad "fuera de represión", por así decir, en estado salvaje, El pri-
lisis: la paíabra se entiende como prolongación del cuerpo que está
allí, hablando. La paciente parece no. ocultar ya nada, nada está! fí mero, de orden social, concierne a la ausencia de prohibiciones: la
niña está sometida en mucho menor medida que el varón a las ame-
y
. latente, todo está manifiesto. La feminidad hace fracasar la inter-\ en la medida ennazas
que ignora
y prohibiciones
la represión.
que sancionan
' la masturbación,
\ La "feminidad,
y dado
no la
esta es mucho menos susceptible de ser observada, se la pasa por
quemujer, es susceptible de tomar ta

alto. Francoise Dolto ha demostrado que al abrigo de su intimidad


Vamos a aclarar cuál será la'acepción que adoptaremos aquí'paraj la niña o la mujer pueden vivir una sexualidad "protegida".IG Se
estos términos: mujer, feminidad, represión. ' ¡ ' habla' de la angustia de la violación, de la penetración, sin subrayar
. a) La palabra mujer designará al sujeto que, como el hombre,! que en realidad la niña corre pocos riesgos. Por el contrario el varón,
es efecto de la representación inconsciente. por su propia anatomía está expuesto a comprobar ya muy tempra-
no que no es dueño ni de la manifestación de su deseo ni de la
.' b) Por feminidad se entenderá el conjunto de pulsiones "fe-,
meninas" (orales, anales, vaginales) en la medida en que oponen duración de sus placeres. El varón experimenta con su sexo el
resistencia a los procesos de represión. azar, pero también la ley: su propio cuerpo adquiere valor de
apuesta.
. c) Por último, la represión se distinguirá de la censura: 14 ésta!
• es siempre pasiva, en cambio aquélla tiene valor.de acto. Los obs- Con respecto a la castración la posición del hombre difiere pues
táculos que la censura opone al desarrollo libidinal aparecen como, de la de la mujer, cuya sexualidad es suceptible de permanecer al
el resultado de las.vicisitudes del deseo del Otro. Regresiones o fija- margen de toda represión. Si tal eventualidad se produce, la puesta
ciones impidieron que el padre o la madre simbolicen tal o cuaí f en juego de la castración, para la mujer,-se"verá desplazada: se
íiconíecimienío clave de la sexualidad del niño, y a partir de allí,. juega la sexualidad y el deseo del otro sexo, por lo general el del
padre, luego del compañero masculino.'Por este motivo Perrier y
14 No siempre se da este caso. Estos dos tipos de proceso se designan las
más de las veces con el término "represión" (primaria y secundaria), 1S F. Dolto, "La libido et son destín féminin", La psychanalyse, vil, P.U.F.
2 0 6' • . . .
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Gninoff pudieron demostrar: ". , . la extrema sensibilidad femenina
a todas las incidencias de la castración del hombre".16 den sexual (pubertad, experiencias eróticas, maternidad, etcétera)
¡e ocurre como si viniera de otro: es la actualización fascinante de la
. Todavía otros procesos, no ya de orden social sino pulsiona!,
mantienen a la sexualidad femenina fuera de la economía de la feminidad de toda mujer, pero también y sobre todo de la madre.
Es como si "convertirse en mujer", "ser mujer" abriese el acceso a
representación. Se trata del entrelazamiento de pulsiones orales-
anales con el placer vaginal. Jones, Klein y Dolto han insistido en un goce del cuerpo en tanto femenino y/o maternal. En su "amor
que las experiencias arcaicas que la joven tiene de la vagina se GJ- propio", la mujer no puede llegar a establecer la diferencia entre "-**
denan en función de esquemas oro-anales prestablecídas. En el lí- su propio cuerpo y el que fue el "primer objeto". " —-
mite, la sexualidad precoz "gira" en torno a un solo orificio, órgano Habría que mostrar con más detalle lo que aquí sólo sugerí-,
a la vez digestivo y vaginal que tiende indefinidamente a absorber, mos: lo real del cuerpo, al tomar forma en la pubertad, al cargarse
a poseer, a devorar. Aquí volvemos a encontrar el tema de la cqn- de intensidad, de peso, de presencia, como objeto del deseo del
centricidad desentrañado por los autores de las Recherches no* amante, re-actualiza, re-encarna lo real de otro cuerpo, de ese que en^
vettes. los primeros tiempos de la vida era la sustancia de las palabras, el
Si ese insaciable órgano-orificio está en el centro de la sexua- .organizador del deseo, ese que, más tarde, constituyó también la
lidad precoz, si moldea todo-movimiento psíquico según esquemas .materia de la represión arcaica. Al recuperarse como cuerpo (y
circulares y cerrados, compromete la relación de la mujer con 1.3 -también como falo) maternal, la mujer no puede ya reprimir,'
castración y la ley: absorber, tomar, comprender, es reducir el "perder", la puesta en juego primera de la representación. Como en
el inundo a las "leyes" pulsionales más arcaicas. Movimiento opuesto la tragedia, esta se halla amenazada de ruina. Pero en el principio
f al que supone la castración, donde el goce del cuerpo se pierde de tal amenaza hay procesos distintos: para Edipo la restitución de
"para" un discurso que es Oíro. la puesta en juego provenía del azar, de los dioses, y se concretaba
No vamos a cuestionar aquí la verdad de las observaciones a pesar de una prohibición. Por el contrario, nada está prohibido
clínicas presentadas por la escuela inglesa: todas las experiencias para la mujer; ningún enunciado, ninguna ley prohiben la recupe-
en el análisis de niños confirman la precocidad del "conocimiento'1 ración de la puesta en juego, porque para ella lo real de su propio
de la vagina. En la mayoría de los casos es exacto que la niñita tiene cuerpo es que se impone y toma el lugar de la represión y del deseo.
muy temprano la experiencia de su feminidad. Pero, a la vez, hay Por estar ligada a la presencia de ese cuerpo, la angustia será
c i e subrayar que tal precocidad, lejos de favorecer una posible "ma- insistente, permanente. Ese cuerpo tan cercano, que es necesario
duración" la obstaculiza, ya que mantiene al erotismo fuera de la habitarles un objeto de más que habría que "perder" para poder
representación de castración. simbolizarlo, es decir, que hay que reprimir. De aquí nacen los
síntomas que tan a menudo tienden a simular esta pérdida: "no hay
" nada ya, es un hueco el vacío . . .", tal es el leitmotiv de toda cura
4. La angustia y la relación con el cuerpo. femenina, que sería equivocado interpretar como una pretendida
"castración". Muy por el contrario, se trata de una prohibición des-
La represión se ve obstaculizada por una tercera serie de procesos, tinada a prevenir los cambios e insuficiencias de la castración sim-
concernientes a la relación de la mujer con su propio cuerpo, rela- bólica. '
ción a la vez narcisista y erótica, pues la mujer goza de su cuerpo A propósito de la angustia femenina, en especial la de la adoles-
tal como lo haría con el cuerpo de otro. Cada acontecimiento de or- cente, "el miedo a la feminidad" es evocado a menudo por el ana-
lista. Este, tal como hemos procurado demostrar, no surge
18 W. Granoff y F. Perder, La psychanalyse, vn, P.U.F., "Le probléme de sólo de las fantasías de violación, de efracción . . . En profundidad
la perversión chez .la femíne et les ídéaux féminíns". Este artículo es es miedo del cuerpo femenino, en tanto es objeto no reprimido, irre-
fundamental para una investigación teórica sobre la sexualidad femenina.
presentable.. En otros términos, la feminidad "según Jones", vivida
208
. 209

•V-'
sobre un modelo real e inmediato, produce una marca ciega en los no de Joan Riviére, designa como mascarada. Pero hay que señalar
procesos simbólicos analizados por Freud. Dos territorios heterogé- que esa mascarada tiene la finalidad de no decir nada. Absolutamen-
neos, incompatibles, coexisten en el interior del inconsciente feme- te nada. Y para producir esa nada, la mujer se disfraza con su
nino: el/de la representación y el que sigue siendo "continente
negro"; propio cuerpo.
Las novelas de Marguerite Duras, según nuestra opinión, des-
pliegan el mismo mundo de estupor y silencio. Se podría demostrar
. . —¡ que ese silencio, esa no-palabra^ exhibe siempre la dimensión fasci-
5. Las defensas y la mascarada
nante de la falta de pene femenino que Duras intenta hacer "hablar"
como un grito (Modéralo cantabíle), o como "música". Recordemos
Es raro que en análisis la angustia se manifieste como tal. Co- aquí lo que se dice.en Ravissement de Lol V. Sieín: "Se hubiera
múnmente se oculta bajo las defensas que provoca. Se trata de mon- necesitado una palabra-ausencia, una palabra hueco ... no hubiera.
tar una representación no ya simbólica, sino imaginaria de la cas- sido posible decirla, pero sí hacerla resonar . . . " 17
tración: se simularía una falta y, en función de ella, la pérdida de El sexo de la mujer, órgano vagino-oral que obstaculiza la cas-
la puesta en juego. Y es una empresa tanto más fácil cuanto que la tración, al mismo tiempo la representa "falsamente", en efectos de
anatomía femenina, justamente, hace notar una falta: la del pene. trampa que producen angustia. Por esto, desde siempre, el hombre •
Al ser su propio falo la mujer se disfrazará pues con esta falta,
denomina el mal a las defensas y a la mascarada femeninas.
haciendo surgir la ilusión óptica de la dimensión de castración.
No se acusa a la mujer de pensar ese mal, ni de cometerlo, sino
Los modelos de figuración son múltiples. Se puede representar de ser su encarnación, porque, consiste en confundir el deseo con
la ausencia del pene tanto por el silencio como por una vanidad una falta que precisamente es carnal. Ese mal escandaliza todas
ruidosa. Se puede tomar el modelo de experiencias eróticas, místicas, las veces que.la mujer representa su sexo para eludir la palabra y la
neuróticas. La negativa anoréxica de alimentarse, por ejemplo, de-
ley. Pero produce los efectos más espectaculares en la angustia que
muestra con claridad el deseo de-reducir, de destruir la propia carne,
posee al varón ante el cuerpo desnudo de su madre: "¿No remite
de considerar al cuerpo come cero. Del mismo modo el masoquismo,
a eso su deseo, a ese agujero de carne? ¿Qué pasa entonces con mi
a fuerza de pasividad, de impotencia, de "no hacer nada" remeda
propio deseo?" En ese momento lo simbólico se destroza contra lo
la falta. En este sentido podemos citar las observaciones de Hélcne
real de lo que se ha visto. Freud decía que el perverso no puede ver
Deutsch y las de las Recherches nouvelles. El mismo disfraz de la
el cuerpo castrado de la mujer. En ese sentido, todo hombre es
castración se encuentra en el registro de la ficción erótica: donde O,
perverso: no puede dejar de experimentar que el cuerpo femenino,
el orificio femenino, se representa "falsamente" en sus meíamor:
fosís sucesivas. por su presencia, amenaza la representación inconsciente.
Con sumo interés nos volveremos aquí hacia los poetas, hacia Por lo tanto, ante ese mal necesita defenderse. Un'film como
aquellos que del "cine femenino" hicieron una obra novelesca, un Dies irae muestra muy bien las defensas masculinas ante el cuerpo
film, en la medida en que este estudio no nos permite detenernos femenino, y también la relación demasiado directa que la mujer
en casos clínicos. mantiene con el goce. Más aun que su compañera, el hombre se
siente aterrorizado por la amenaza que hace surgir la feminidad.
Pensemos en Fellini, el director de Julieta de los espíritus, ese
film que produjo tanto desconcierto, sin duda porque hizo notar con frente a la represión. Para fortalecerla, para convencerla, la mujer
claridad la presencia del '"continente negro". En ese amontonamien- avanza más y más por su propio camino: se explica, quiere decir
to de cosas locas, plumas, sombreros, .construcciones extrañas, ba- la verdad, sin comprender que su discurso no se podrá recibir.
rrocas, que se yerguen como otras tantas enseñas silenciosas, se deli- Porque precisamente el hecho 'de decirlo todo, es decir de superar
nea una dimensión de la feminidad que Lacan, retomando el térmi-
Marguerite Duras, Le ravissentent de Lol V. Sien, N.R.F., p. 54.
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la ley de la represión, contamina, confiere a la verdad más preciada feminidad precoz: ésta se pierde para convertirse en materia de la
un carácter sospechoso, odioso. De ahí nace la censura masculina: represión. A táTdcs-cateclizactón de la sexualidad "según Jones".
las frustraciones, las prohibiciones, el desprecio que pesan desde corresponde una o varias fases de latericia, durante las cuales la
hace siglos sobre la mujer pueden ser arbitrarios y absurdos, no im- niña y la mujer se desprenden de su propio cuerpo y de los placeres
porta, no es eso lo esencial sino el hecho de imponer, con toda que le están ligados. Por esta razón, en análisis, los períodos de
seguridad, el abandono del goce. Ahora bien, el escándalo puede frigidez a menudo pueden ser considerados como índice de supera-
terminar: el sexo femenino testimonia la castración simbólica. ción: marcan -el momento en que la paciente descatectiza los es-
El-analista, desde su punto.de vista, no puede definir la cas- quemas vagíno-orales que hasta entonces eran los únicos capaces de
tración feemnina como puro efecto de esas fuerzas encontradas. Si abrir el acceso al placer erótico.
el tipo de la mujer neurótica, histérica, es la que no acaba de querer El salto decisivo por el que se modifica el inconsciente feme-
ser su sexo, inversamente, ¿no es la mujer "adulta" la que recons- nino, no tiene tanto peso en el cambio de objeto amoroso, como en
truye la sexualidad en un campo que no concierne a su sexo? El el cambio de representante inconsciente.19 Los primeros represen-
principio de una libido masculina, sostenido. por Freud, podría tantes "concéntricos" son sustituidos por otros representantes fálleos
aclararse en función de esta "extraterritorialidad". masculinos. La ley y los ideales del padre, articulados en su discurso,
constituyen los nuevos representantes capaces de suplir los modelos
arcaicos de representación (Edipo femenino).
Pero hay que señalar que esa sustitución no mutila a la mujer
n del pene que jamás ha tenido, sino que la priva del sentido de la
sexualidad precoz. Se produce el olvido o aun la represión de
¡.'La castración femenina: hipótesis la feminidad, y esa pérdida constituye la castración simbólica de la
mujer.
Para aclarar más la cuestión, esquematicemos la hipótesis que
Tomemos una vez más un ejemplo de la literatura. Los retratos de
mujeres esbozados por P. Klossowski se prestan con facilidad a un se acaba de delinear sobre la economía inconsciente femenina:
comentario clínico. Pueden producir asombro, por cierto, los atri-
butos viriles (físicos y psíquicos) que el autor adjudica a sus heroí- Relación
Representante cor. el
nas y pueden hacer pensar en alguna perversión. También podernos Le puesta en juego goce
ver en esos elementos el material de un apólogo, en el que se dibu-
jará un tipo de feminidad lograda: la "verdadera" mujer, la mujer Orificio vagíno-oral
"mujer", está pintada como la que ha "olvidado"'su feminidad, la Economía I Sexualidad masculi- Angustia
na (falocentrismo) (concentricidad)
que confiaría el goce y la representación de esa feminidad a otro. (según Jones)
!
Por este motivo Robería, la heroína de P, Klossowski, no puede Feminidad precoz Orden significante
hablar de sí, de su cuerpo, de "la palabra que él oculta".18 A otro 1 Economía II (falocentrismo) Sublimación
(según Freud) (concentricidad)
le corresponde hacer en el amor y/o en la novela el discurso de su 1
feminidad.
Bajo el signo de este "olvido" una segunda economía del deseo
puede ser descripta efectivamente; en ella la puesta en juego no es la
misma. No concierne al pene ní a la sexualidad masculina, sino a la

lx P. Klossowski, Les lois de l'hospilaUíé, N.R.F., p. 145. 1 changement d'objel", op.


213
212 '
a partir de la respuesta en su lugar de nuevas representaciones. Es-
. falocentrismo y concentricidad, remiten siempre a Jones y Freud, tas, subrayémoslo, fueron enunciadas primero.por el otro, por el
pero juegan de modo inverso.
analista, que al interpretar articula verbalmente algún elemento de
2) No se observa en clínica una distinción tan tajante como una sexualidad que hasta allí se mantenía en estado salvaje. '-.
la que aquí se ve representada. Comúnmente las dos formas de eco-
nomía coexisten, con predominio (provisorio o definitivo) de una Aquí, pues, el placer es el efecto de la palabra del otro. Con
de ellas. precisión, se deriva de un discurso estructurante. Pues en la cura
3) Nosotros introducimos aquí el concepto de sublimación. de una mujer lo esencial no estriba en lograr que la sexualidad sea
Recordemos que clásicamente esta palabra designa una "transfor- más "consciente" ni en interpretarla, al menos en el sentido que
mación de las pulsiones en valores socialmente reconocidos" (Ro- ., por lo común se adjudica a este término. La palabra del analista
bert). adquiere una función muy diferente: no explica sino que estructura,
por el solo hecho de articularse. Cuando ubica verbalmente una
Si es posible demostrar que en una economía del tipo II toda
representación, de castración hace pasar, por así decir, la sexualidad
relación con el goce —incluido el placer sexual— es de orden subli-
al discurso. Este tipo de interpretación reprime, al menos en la acep-
matorio, entonces no sólo se aclararía una dimensión específica de
la sexualidad femenina, sino que también se podrá evitar un contra- ción que aquí otorgamos al término.
sentido acerca de la sublimación: el que estriba en considerar a Así entendida, la interpretación quizá permita localizar una
ésta como un pasaje de lo sexual á lo no-sexual. cierta función cultural, social, del psicoanálisis. Recordemos que la
teoría freudiana de la sexualidad fue establecida con respecto a dos
problemas planteados por la mujer y por la feminidad. También
nos podríamos preguntar si el psicoanálisis no se articuló para
2. Sublima don y metáfora . reprimir (en el sentido de hacer la representación simbólica) esa
especie de "marea negra" de la feminidad que quizá en el siglo
A veces ocurre que en 3a cura, y más precisamente en la transferen- pasado amenazó de modo particular con la contaminación del orden
cia (conjunto de las modificaciones inconscientes producidas por social y cultural. De la misma manera se podrían entender las reti-
la enunciación del discurso sobre el diván) , surge la dimensión del cencias de Freud respecto de Jones: las tentativas de "hacer hablar"
placer. . a la feminidad ¿no llegarán a comprometer la represión que Freud
María Torok en las Recherches nouvelles evoca su manifesta- supo lograr!
ción: cuando una de sus pacientes ha "comprendido" una interpre- Volvamos a nuestro ejemplo: ¿qué placer puede derivarse de
tación, en el momento en que por este motivo desaparece una inhi- que en el momento de la interpretación se produzca represión? Para
bición, frecuentemente se manifiesta un índice de superación: la responder, señalemos en primer lugar que la interpretación, tal co-
paciente sueña y en ese sueño tiene un orgasmo (sigue ia descrip- mo está analizada aquí, no se apoya tanto en la explicación o el
ción de uno de esos sueños) .z°
comentario, como en el hecho de articular. También aquí se ha de
M. Torok, al insistir en el hecho de que un placer surge cuando hacer hincapié en la forma de las palabras: un cierto número de
se elabora una nueva representación, dice lo esencial sobre ese pla- significantes, enunciados por el analista, por consiguiente necesa-
cer. AI contrario de lo que se podría creer, ese placer 'no consiste riamente relativos a su deseo, a su escucha, se enuncian a propósito
en la desaparición de la inhibición, es decir, en la liberación de una de la fantasía del analizante. Estas palabras son oíros: el discurso
tensión que se ha contenido demasiado tiempo. Lejos de poder del analista no es reflexivo sino diferente. Como tal, no es espejo
encajar en el clisé de la "des-represión", el placer surge en cambio sino metáfora del discurso del paciente. Ahora bien, la metáfora
Op. dt., p. 192. precisamente es capaz de engendrar .un placer.
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en cuanto a los efectos; una relación sexual "lograda" puede pro-
En cuanto a los chistes, Freud, y más tarde Lacan han anali-
vocar o bien apaciguamiento o bien angustia. Recordemos también
zado los motivos de tal placer. Nos reímos cuando comprendemos
que no se desemboca necesariamente en la neurosis a partir de una
que las palabras expresan otro texto del. que se podría pensar
frigidez y que, recíprocamente, las psicóticas y las inmaduras tienen
en un'primer momento. Y el placer se hace más vivo todavía si el
otro ríe, sí el equívoco representa un papel importante. ¿Qué fun- orgasmos vaginales intensos,-"
ción adquieren aquí ese otro texto y ese otro oyente? La de sustituir ¿Cómo ubicarse entre la exuberancia, la rareza y las paradojas
al.texto y al escucha precedente, es decir engendrar una metáfora. de estos placeres? Tomando como punto de referencia no tanto las
El placer surge al mismo tiempo que se produce esta metáfora; se variedades de forma e intensidad, como su función en la economía.
identifica, dice Lacan, con el sentido mismo de la metáfora.21 Aquí vamos a distinguir aún dos tipos de placer sexual: precoz y
sublimado. El primero acabamos de considerarlo como efecto de
¿En qué consiste, entonces, ese sentido desprovisto de signi-
las experiencias de sexualidad arcaica. Aunque sea en pareja, aunque
ficación? Podemos definirlo como medida del "espacio" vacío,
presente las apariencias de la sexualidad adulta, no hace más que
provocado por la represión. La metáfora, al plantearse como no
reactualizar, llevar a su culminación en el orgasmo el goce que la
siendo lo que se dice, ahueca y a la vez designa aquel espacio. El
mujer tiene de sí misma.13 En este tipo de placer, la mirada del otro,
placer del chiste, decía Freud, se basa en el retorno de lo reprimido.
su deseo, fortalecen todavía más el nexo erótico con el propio sexo.
Pero ¿no consiste, más bien en hacer jugar en el texto mismo la
De allí-nace la angustia que precede y epiloga al acto sexual.
dimensión .de-la represión?
En sus efectos, inversamente, el placer puede ser estructurante; •***'
Este placer que proporciona el chiste, se puede evocar respecto :**. -:*S
esta especie de "genio", de inspiración, que la mujer descubre des
de toda sublimación. Definiremos pues la sublimación no sólo como
pues del amor, testifica que se ha producido un acontecimiento
transformación pulsional, sino también como el placer que surge de
orden inconsciente que permite tomar cierta distancia respecto
esta transformación. En la transferencia, como hemos visto, el orgas-
mo de la paciente se originaba en una interpretación. Por ejemplo, continente negro. . W
Designemos como placer sublimado al que, tomando .las
una carcajada' testimoniaba el sentido de la palabra del otro,- su
mas formas que el placer incestuoso, sin embargo supone y c
función metafórica. Ahora nos falta volver a encontrar esta dimen-
ma el acceso de la mujer a lo simbólico. Ese placer no nace de la
sión del chiste en el placer y el goce.
feminidad como tal, sino del significante y con más exactitud de la
represión que él mismo provoca: por eso se identifica con el placer
que nace del chiste.
5. Placer y goce Tal transformación del placer marcha paralela con la mutación
que esquematizamos como pasaje del tipo 1 al tipo II de economía.
Este último suponía, por una parte, el olvido de la feminidad, precoz
En su naturaleza y sus efectos, el placer amoroso femenino varía' y, por otra, la ubicación de un nuevo representante o significante
considerablemente. Variedad en cuanto a los lugares del cuerpo ca-
'de la castración. Podemos preguntarnos si el acto sexual sublimado
tectizados, en cuanto a la intensidad, el resultado (orgasmo o no),
no constituye en la mujer una de las formas de establecer una eco-
11 Sobre la metáfora, cf. J. Lacan, "La instancia de la letra en el incons- nomía del tipo I en la que:
ciente o la razón desde Freud", Escritos I, Siglo XXI, México, 2- edic., p. 179, 1) el significante se actualizaría en el ritmo, el cambio perió-
y "Las formaciones del inconsciente", seminarios sobre textos freudianos,
dico del pene;
1957 y 1958,- en Las formaciones del inconsciente, Nueva Visión, Buenos
Aires, 1970. Sobre el placer, del mismo autor, "Ideas directivas para un
congreso sobre la sexualidad femenina", Escritos I, Siglo XXI, México, 2*
edic., p. 290.
217
216
se apodera de la mujer, la capta en su progresión y.en su ritmo.3*
2) la puesta en juego consistiría en las pulsiones femeninas Ese pasaje al significante, salvo excepciones,37 no puede pro-
reprimidas "; ducirse para el hombre de un modo tan violento y radical. ¿Cómo
3) el placer sería el sentido de la metáfora por la que el pene podría éste abandonarse a aquello que domina, a aquello de que, se
"reprimiría" el cuerpo, la sexualidad femenina. sirve para hacer gozar? Incluso ese juego supone un riesgo, el de la
Expliquemos esto con mayor exactitud; del pene, de su pulsa- detumescencia,"s y también el vértigo y la angustia suscitados por el
ción, de su cadencia, de los gestos de amor, se puede decir que carácter absoluto de la demanda femenina: la mujer espera todo,
producen la forma más elemental, más pura, -de la articulación recibe todo del pene en el momento del amor.
significante: la de una sucesión o serie de golpes. Si esta serie toma Si ahora consideramos no ya al placer propiamente dicho, sino
un sentido, vivido por la mujer como placer, ¿no ocurre así en la al 'orgasmo, que por lo común el analista designa con la palabra
medida en que, experimentada como radicalmente distinta de la fe- "goce", debemos plantear una misma distinción entre el goce de
minidad, toma su lugar, y por ello, circunscribe la escena de la tipo I y el orgasmo que se produce en una economía sublimada. En
castración? aquél, la renovación del placer iba a dar en un callejón sin salida,
Identificar el placer que nace de un chiste con el que engendra ya que la mujer se encontraba impotente para mantener la economía
el pene obliga a un análisis más preciso: ¿qué pasa con el placer del placer, bloqueaba el acceso a lo simbólico. Por el contrario, la
físico que la mujer experimenta en el amor? Es necesario volver a sublimación transporta no sólo el placer sino el orgasmo a la me-
esta especie de figuración, de proyección espacial de la falta, que' táfora. Esta, siempre recomenzada, en estado candente, por así
realiza el sexo femenino. Inquietante, seductora, engañosa en los
efectos de mascarada, la anatomía femenina puede llegar a ser el 20 Si la mujer en el momento del orgasmo se identifica radicalmente con
lugar de la castración." Cuando el pene en el acto sexual mide la una representación inconsciente, articulada por la otra ¿no se encuentra
justo en la situación arcaica en la que la representación maternal era la
falta real pero consigna además el olvido de la feminidad, entonces única organizadora de la íantasía? ¿El orgasmo no constituye pues para
se entrecruzan y anudan dos espacios heterogéneos: el del cuerpo, ella un proceso "regresivo"? La respuesta podría ser positiva para loa
de su "interior" que el orificio vaginal circunscribe, y el de la orgasmos de tipo psicótico o-neurótico (grandes histéricas). En esos casos
represión. La sensación voluptuosa de una aspiración de todo el el placer y el orgasmo no son más que la manifestación (entre otras)
cuerpo en un espacio absolutamente distinto no puede explicarse de una especie de toma aprehensión directa del discurso del Otro sobre
la mujer. Por el contrario, para la mujer que asume su castración, esa
como efecto de la simple percepción de la cavidad vaginal. Esta im- relación es indirecta: pasa por la metáfora (paternal) del discurso mater-
plica que la cavidad se ahueca con la represión, es decir con una Tíal, metáfora que. como hemos visto, supone una economía dsl deseo-en
operación simbólica. la que la mujer se pone en juego.
El placer, por consiguiente, lejos de reducirse a .la excitación -' Salvo caso de homosexualidad efectiva. Sin embargo habría que cui-
de un órgano, transporta, por el contrario, a la mujer al campo del darse de establecer una distinción tajante entre la sexualidad del hombre
y la de la mujer. Sin atender aquí, en su conjunto, el problema de la
significante, Como el sueño y la hipnosis, como el acto poético, el bisexualidad. señalamos sólo que todo sujeto masculino está catectizado
placer sublimado marca un momento en que la representación in- como objeto y producto de su madre: ha sido "parte" del cuerpo mater-
consciente toma un valor absoluto: donde el acto de articular ex- nal. A propósito del cuerpo masculino y de la catectización inconsciente se
presa de por sí el sentido del discurso; barriendo toda significación, podría también hablar de "feminidad" implicada en'la feminidad materna.
'El acto sexual no sería acaso estructurante para el sujeto masculino en
la medida en que, poniendo en juego la represión de la feminidad, repro-
21 Pulsiones reprimidas a la vez en el curso de las experiencias edípícas
duciría cada vez el corte que separa al hombre de su madre.
'anteriores, pero también en el presente, por el hecho mismo de la presencia
58 Sobre el problema de la destumescencia, cf. Lacan, Seminario 1967-68.
del pene. .-. . Remitimos también a'dos artículos de Escritos: "La significación del falo",
25 Por paradójico que esto pueda parecer, el acto sexual puede así produ-
"Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina".
cirse como puesta en escena, emplazamiento de la representación, de cas-'
tración. 219

218
decir, en el momento del placer, explota a fuerza de significación.
Estalla [éc/ate]_en.el doble sentido que se puede dar a este término:
une deflagración y una revelación última. Hay pues continuidad.de!
ascenso del placer y de su apogeo en el orgasmo;_jjnojleva al sig-
nificante al máximo de su incandescencia; el otro marca el momento
en que el discurso, al explotar por efectos de su propia fuerza, llega
a quebrarse, a desarmarse. ÍNDICE
Se quiebra, se desarma, o sea que se articula a sí mismo. El
orgasmo en el discurso nos conduce al punto en que el goce femeni-
no está por determinarse como escritura. En este punió se pone de
manifiesto que este goce y el texto literario {que también se escribe
U3B3O un orgasmo producido en el interior dei discurro) son el efec- Presentación
to de un tratamiento del significante que es el mismo. ¿No es por
esta razón que en la obra de.Bataille, Jarry o Johes "la escritura se En busca de ios principios de una psicoterapia de !as psicosis
describe como el goce de una mujer"?
Serge Ledaire

El psicoanálisis entre el psicólico y su terapeuta


63
Título del origina]; "Recherches sur la féniinité", Critique, n? 278, julio 1970. Franeáis Perríer

(Traducido por Ana Luisa P. de Goldar.) Un niño expuesto a los símbolos


Xavier Audouard

. El fetichismo cuyo objeto se sustrae


119
Cuy Resoluto

El obsesivo y su deseo
153
Serge Ledaire

Estructura histérica y diálogo analítico


159
Francois Pcrrier

La angustia
185
Claude Conté

Investigaciones sobre la feminidad


197
M'tchéle Moni relay

220

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