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INTRODUCCIÓN
El resumen intenta ser sintético y denso, aunque no es fácil comprimir en poco espacio
todo el rico contenido de la obra. Para la división se indican los títulos de las partes
principales de nuestro libro: introducción; la conciencia moderna; modernización;
desmodernización; posibilidades políticas. Como se verá me he extendido
proporcionalmente más en el resumen de las dos primeras que en el de las restantes, por
contenerse en ellas las bases teóricas de los desarrollos o aplicaciones de las mismas que en
las secciones posteriores se hacen. He resumido citando literalmente algunas veces
(indicando la página a continuación entre paréntesis normales) pero la mayor parte de ellas
he preferido parafrasear el texto original a fin de que el resumen resultase más unitario y
menos "cortante".
CONTENIDO
Introducción
"Modernidad" no es noción fácil de definir. Más que apoyarse para ello en conceptos
ambiguos como 'progreso' o 'desarrollo' será útil tomar como base el de 'modernización',
entendiendo por tal la "concomitancia institucional del crecimiento económico ocasionado
por la tecnología" (14). Lo más relevante, sin embargo, no es ese origen tecnológico sino la
huella que a través de las instituciones sociales produce en la conciencia. En efecto, la
sociología del conocimiento muestra que existe una construcción social de la conciencia. A
ella va unida el correlato dialéctico de que "toda realidad social tiene un componente
esencial de conciencia" (17). Este es, brevemente expuesto, el marco teórico general de
todo lo que sigue.
La conciencia moderna
Las relaciones sociales de los individuos que intervienen en la producción son, por
exigencias de eficacia de la misma, anónimas, a—'humanas'. Pero lo realmente
deshumanizador es el 'trasvase' del estilo cognitivo tecnológico al 'yo' personal, mas allá del
'yo-elemento de la producción'. Puede llegar así el individuo a auto-vivenciarse como un
elemento sin valor de un magno complejo de múltiples y cambiantes estructuras y a
experimentar un proceso de "autoanonimización" (36) a resultas del cual la propia identidad
se disuelve como tal identidad en un "yo componencial" (36). La persona así
desidentificada se vivencia como escindida en varios roles (trabajo, vida familiar, ocio, etc.)
a cada uno de los cuales papeles o ámbitos se adhiere en parte, pero a ninguno del todo ni
íntimamente, con lo cual camina a una alienación de sí, a una incapacidad de auto-
reconocerse en su peculiaridad personal.
Vivir como ser humano consiste en habitar un mundo de vida social. Sucede que en la
sociedad moderna no hay ya uno solamente sino una pluralidad de dichos mundos y, dado
que la conciencia de la propia identidad se alimenta del mundo de vida social que se habite,
a la vida en una sociedad segmentada corresponde una conciencia segmentada (¿cuál de
mis 'yoes', cada uno de los cuales está de acuerdo con un mundo de vida social, es mi 'yo'?).
Pluralidad sincrónica y mutabilidad diacrónicamente caracterizan a las esferas en que se ha
de inscribir ineludiblemente la vida del hombre moderno: se impone la necesidad de elegir
algo que no viene dado, lo que a la par que ventajas acarrea el gran inconveniente de la
pesadumbre —en ocasiones abrumadora hasta la angustia— de la propia responsabilidad
(¿habré elegido bien?, respecto del pasado y ¿por cuál de las muchas posibilidades, ninguna
definitivamente deseable, que se me presentan me inclinaré?, respecto del futuro). Con
todo, dichas posibilidades no son siempre reales: frecuentemente la sociedad moderna
ofrece o presenta como deseable mucho más de lo efectivamente alcanzable.
Desmodernización
Las actividades en que suele plasmarse esa nueva conciencia son la drogadicción, la
práctica casi meramente instintiva de la sexualidad, esoterismo más o menos religioso y
otras similares, en las que parece haber un común deseo de des-individualizarse, una
nostalgia de totalidad.
Posibilidades políticas
Las publicaciones de Peter Berger nos dan también la pauta para otro de los puntos de
vista que nos parecen dominantes (si bien éste no tan explícitamente indicado) en nuestra
obra: Berger destaca por sus estudios de Sociología de la religión. Así, después de afirmar
que "ser humano significa vivir en un mundo, es decir, vivir en una realidad que está
ordenada y da sentido a la vida" (63) —tesis capital, porque en esa falta de orden y sentido
radica la 'homelessness' —se nos envía, precisamente, a un estudio de Berger sobre
Sociología de la religión. Y, en efecto, probablemente la religión —tema habitual dentro de
la Sociología del conocimiento— sea la instancia más potente en orden a suministrar un
'hogar' —y su falta el factor más poderoso para el efecto contrario— a la mente como, por
cierto, se reconoce en otros lugares de la obra: "la crisis de la religión tradicional en el
Tercer Mundo revela, quizá más vivamente que cualquier otra cosa, la experiencia esencial
de la modernización, la pérdida individual y colectiva de sentidos integradores" (152); "la
religión ha desempeñado un papel primordial en su función de suministrar el dosel
totalizante de símbolos para la integración significativa de la sociedad" (78).
Otro punto de vista o presupuesto, quizá el más radical y último de nuestros autores, es
el que apenas se explicita en otro lugar que éste: "la causa principal de todo lo que tiene que
ver con la modernización —la transformación del mundo por la tecnología" (14). En efecto,
se define la modernización, según vimos más arriba, como "la concomitancia institucional
del crecimiento económico ocasionado por la tecnología" (14). Este decidido énfasis en la
importancia determinante de la tecnología tiene también sus antecedentes en la citada obra
de Berger y Luckmann, en la cual se nos dice que hay una relación necesaria entre la
división del trabajo (subsiguiente al maquinismo), con sus decisivas consecuencias para la
estructura social, y la distribución social del conocimiento como determinante de la
objetivación social de la realidad y, podríamos añadir, de la conciencia (cfr. B&L).
"No nos creemos en la obligación de pedir excusas por el tono muchas veces negativo
de nuestras reflexiones" (222): en efecto, el libro consiste en la denuncia de las causas de
peligros o amenazas que de la 'homelessness' se siguen para, en definitiva, la felicidad del
hombre, y apenas se mencionan las posibles soluciones. Hay dos alusiones, sin embargo, a
aspectos positivos o remedios, que parecen cifrarse en "una vuelta a las instituciones (...)
volverá a ser posible que los individuos se identifiquen con los blasones de sus roles
institucionales, que se experimentarán no como tiranías autoalienantes, sino como medios
libremente elegidos de autorrealización" (92), pues "sentimos verdadera debilidad por el
tema de la participación, que nos parece estrechamente vinculado a los descontentos de la
modernidad" (222).
CONCLUSIÓN
Decíamos que Berger, tanto en la obra que comentamos como en la que le sirve de
inspiración de fondo, pone el acento mucho más en la construcción social de la realidad y
de la conciencia que en la construcción consciente de la sociedad; es decir, el hombre queda
enfatizado más como producto que como productor. Con ello, en nuestra opinión, no son
los autores fieles a su proclamado proyecto dialéctico, el cual exigiría una equivalente
atención al poder creador y constructor de la subjetividad y de la conciencia humanas —
atención que, como decimos, echamos en falta, especialmente en "Un mundo sin hogar".
Por otra parte, en esta obra, se expondría un verdadero proceso dialéctico si tras la
secuencia A-B-C-D,E hubiese un simétrico camino de vuelta D,E-C-B-A[3] pero, según
nuestros autores, el proceso descrito es el de la modernización que discurre B-C-D,E.
Con todo, nos parece que esa no sería la crítica más profunda al marco teórico global
de Berger, Luckmann y Kellner, sino una más o menos como la siguiente: la dialéctica en
que basan sus desarrollos concretos (según la cual, como vimos, el hombre se produce a sí
mismo mediante la producción de estructuras sociales de base técnica que originan
conglomerados cognitivos y religiosos, conglomerados que dan al hombre su identidad)
quizá encubra, bajo el atractivo y prestigioso nombre difundido por Hegel y los filósofos
por él influenciados, un círculo vicioso. Sus productos explican (determinándole) al hombre
pero tales productos, humanos como son, no pueden entenderse sino desde el hombre que
los produjo; lo explicante de lo explicado es explicado por lo explicado, de manera que se
da un cruce o mutua implicación circular y viciosa entre algo (el producto del hombre)
explicante-explicado y algo (el hombre) explicado-explicante. Es decir, el hombre no
podría producir antes de ser producido por su propio producto, pero ¿cómo dar razón del
producto humano a partir de un hombre que no podría producirlo, como acabamos de
afirmar? Sólo podría salirse de ese círculo, para intentar una explicación no viciosa,
afirmando un producto no humano (el cual entonces daría cuenta del hombre) o bien un
hombre productor y no producido por su propio producto (hombre que daría razón de sus
productos), mientras que se seguirá 'condenado' a la circularidad si, como hemos visto que
nuestros autores hacen, se sostiene un productor producido por su producto. No parece
posible caracterizar a técnica, sociedad, conocimiento y religión como productos no-
humanos (lo que no implica la negativa a reconocer que en los dos últimos casos se logra
un contacto con la verdad y la divinidad, respectivamente, que trascienda al hombre), de
modo que la única salida a la circularidad viene dada por una concepción del hombre
según la cual éste es productor-no-producido de un producto-no-productor-de-su propio-
productor.
Ahora bien, esta concepción del hombre requiere reconocerle dotado o poseedor de
una naturaleza capaz de dar origen a técnica, sociedad, conocimiento y religión (sin excluir
de nuevo que en los dos últimos casos la originación vaya acompañada de cierta recepción
de una donación), es decir, de una naturaleza distinta y superior a la meramente biológica.
Nuestros autores detectan con agudeza que "no hay naturaleza humana en el sentido de un
sustrato establecido biológicamente" (B&L) pero, parece, les resulta inconcebible una
naturaleza humana distinta y superior, como acabamos de decir, a un sustrato establecido
biológicamente: de ahí que, para dar cuenta de unos productos específicamente humanos
(supra-biológicos), faltos de un productor específicamente humano y como tal
suprabiológico, hayan de recurrir a la, en nuestra opinión más arriba esbozada, pseudo-
explicación dialéctica. Es decir, unos productos que denotan habilidad técnica, sociabilidad,
racionalidad y religiosidad estrictamente diferentes a las características de los ámbitos
vegetal y animal, sólo se entienden en su novedad, peculiaridad e irreductibilidad a la
biología si se consideran originados por un ser dotado de naturaleza igualmente
irreductible, peculiar y que suponga una 'novedad' en el panorama de todos los seres del
cosmos; de otro modo, las referidas religiosidad, racionalidad, sociabilidad y habilidad
técnica aparecen desvinculadas de toda instancia desde la cual se pudiesen comprender y es
entonces cuando se constata sin más su existencia, o bien se niega su índole
irreductiblemente humana, o bien, como es el caso de nuestros autores, se echa mano de
una complicada y en definitiva circular interpretación dialéctica.
Según decimos[5] la naturaleza humana debe vivenciarse ante todo como recibida, lejos
de todo afán de emulación de Prometeo. En particular, una identidad concebida, al decir de
nuestros autores, como la manera en que el hombre se define a sí mismo, no creemos que
—además de la falta de fundamento 'metafísico' para concebirla así que se desprende de la
finitud-dependencia intrínsecas al hombre— que sea punto de apoyo valedero para lograr
una personalidad equilibrada, dotata de 'hogar' en la realidad que le rodea y de sentido para
su vida. En otras palabras, y si se nos permite el recurso a la mitología: si, como suele
decirse y parece ser, caracteriza al hombre moderno un afán de rebeldía prometeica resulta
—y todo nuestro libro puede tomarse como una exposición de ello— al cabo que
'Prometeo' no es capaz de asumir todas las consecuencias de su rebeldía ni de llevar sobre sí
el peso de un universo (material, social, cognitivo, normativo, religioso) del que aspiraba a
ser centro; es decir, Prometeo no tiene la fuerza de Atlas. La conciencia de no ser Atlas, la
conciencia de que pesa demasiado el universo en todos los aspectos que acabamos de
enumerar y, sobre todo, de que pesa demasiado el propio 'yo' (o, lo que es lo mismo, de que
no me basto para definir mi propia identidad sin recurso a la trascendencia y no soy capaz
de darme sentido a mí mismo) es la falta de hogar de la mente que constituye el objeto de
estudio de nuestra obra.[6]
Las soluciones a la falta de hogar que, a nuestro juicio, cabe proponer pasan por la
recuperación de un 'puñado' de nociones pre-modernas[7], algunas de las cuales ya hemos
mencionado: irreductibilidad del hombre a biología; naturaleza racional y social; apertura a
la trascendencia sobre todo por la religiosidad, etc. Obviamente no vamos a exponer aquí
todo lo que pensamos acerca de tan graves cuestiones pero, desde luego, nos parece que lo
en ningún modo deseable es un 'relanzamiento' de la modernidad, inevitable desde las bases
antropológicas que a nuestro juicio sirven de telón de fondo a nuestros autores
(resumidamente, como ya hemos intentado ir exponiendo en los párrafos anteriores,
'naturalismo' materialista, sociologismo, 'prometeísmo' como negación de la trascendencia
cognoscitiva, normativa y religiosa respecto a las condiciones —para ellos más bien
determinaciones— materiales, técnicas y sociales). Para terminar, nos parece que en la
noción clásica (resultado de humanismo grecolatino y de cristianismo) de persona se reúnen
los elementos precisos para una comprensión del hombre y de su existencia económica y
social que pueda superar la falta de hogar: sobre la base de la espiritualidad, referencia a lo
máximamente integrador, búsqueda de la verdad y amor al bien tanto 'horizontal' —vida
social, comunidad— como 'verticalmente' —religiosidad, Dios. (Por supuesto, con esto no
creemos estar haciendo un 'discurso' extrapolado, quimérico, 'piadoso' o 'edificante' sino
algo mucho más serio: proponiendo, si se nos permite la expresión y se nos perdona la
petulancia, a grandes males (en cuya detección coincidimos con nuestros autores, cuya
profundidad y perspicacia en este aspecto admiramos) grandes remedios (y aquí
lamentamos disentir radicalmente de Berger, Luckmann y Kellner).
ANEXO
Capítulo I. Este capítulo pretende ser una introducción breve a la sociología y habla de
esta ciencia y los sociólogos:
Capítulo III. Habla de la alteración: percepción de nosotros mismos según una especie
de criterios variantes transformando nuestra imagen en diversas conversiones, que se van
sucediendo a lo largo de nuestra vida. Nuestra biografía, vista por nosotros mismos, va
variando según nos trasladamos de un mundo social a otro.
Capítulo IV. Estar situado en la sociedad quiere decir estar situado en medio de unas
fuerzas específicas y de un sistema muy bien definido de poder y prestigio. Para asegurar el
cumplimiento de estas reglas la sociedad tiene unos medios: violencia física, sistema de
clases con criterios económicos, modelo tradicional y sistema racial.
Otro tipo de control social son las instituciones: los imperativos institucionales
dominan al hombre igual que los instintos a los animales.
Capítulo V. Obedecemos las reglas sociales porque nosotros mismos deseamos lo que
la sociedad quiere de nosotros. Ésta determina lo que hacemos y lo que somos. Así, nuestra
identidad está conferida socialmente. El psicoanálisis sirve para dar una nueva identidad.
Sociología del conocimiento: tanto las ideas como los hombres están dentro de la
sociedad.
Capítulo VII. El secreto del triunfo es la falta de sinceridad. Esto es más fácil
conociendo los mecanismos de la sociedad. Por eso la gente desconfía del sociólogo. Sin
embargo el problema no es de la ciencia, sino del científico.
VALORACIÓN DOCTRINAL
A.F.—S.D. (1985)
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[1]
Citaré dicha obra poniendo a continuación del texto de ella tomado 'B&L' (Berger y Luckmann) o
'cfr. B&L' según corresponda.
[2]
Berger y Kellner dicen estar muy influidos por el fenomenólogo Alfred Schutz, lo que quizá sea
paralelo, relevante para la similitud de los resultados a que nuestros autores llegan, a la influencia de la
fenomenología de que Heidegger y Sartre se hacen eco.
[3]
'A' quiere decir hombre que se autoproduce según el enfoque hegeliano-marxista; 'B', técnica; 'C',
sociedad entendida, valga la expresión,sociologísticamente; 'D', conocimiento; 'E', religión.
[4]
Surge la pregunta ¿qué explica a la naturaleza humana o al 'homo' explicadores? No vemos otra
respuesta que la quizá horrísona o escandalizante para muchos 'moderni' —si se nos permite la utilización un
tanto irónica de estos términos de la creación divina de cada alma, 'psique' o 'logos', la cual es de índole
espiritual y por tanto viene de 'fuera' del mundo. No podemos extendernos sobre tan interesante y grave
cuestión, sólo apuntaremos que pretender aquí una explicación evolucionista (lo superior surgiendo de lo
inferior) sería, nos parece, una muestra de superstición.
[5]
Idem.
[6]
Puede ser indicio de un grave fallo en toda la sistematización teórica de nuestros autores el que la
construcción social de la conciencia acabe en... falta de hogar para la misma; es decir, no parece que está en
regla un proceso de construcción o edificación que al cabo resulta no haber edificado un hogar o casa para el
inquilino que la encargó, sino que por el contrario le deja a la intemperie.
[7]
Las soluciones a los problemas planteados por lo moderno no parecen poder venir de lo moderno
mismo, ni tampoco de lo postmoderno (que, aun suponiendo que sea realmente distinto de lo moderno, y no
'neomoderno' o 'tardomoderno', no podría dejar de se consecuencia de ello) sino de lo premoderno
(suponiendo que lo moderno no sea efecto de lo premoderno, que no lo debe ser ya que tanto modernos como
premodernos suelen negarlo, mientras que ser postmoderno en definitiva no es, nos parece, sino la última, la,
precisamente, de moda, forma de ser moderno).