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“Según el don que Dios me ha dado, como arquitecto experto puse el cimiento;
otro sigue construyendo. Que cada uno se fije en como construye. Nadie puede
poner otro cimiento que el ya puesto, que es Jesucristo. Sobre ese cimiento uno
coloca oro, otro plata, piedras preciosas, madera, hierba, paja. La obra de cada
uno se verá claramente en el día del juicio porque ese día vendrá con fuego, y el
fuego probará la calidad de la obra de cada uno.” ( 1 Cor 3,10-13)
VER
Constatamos en el escenario actual de la Iglesia una acción pastoral poco eficaz y débil, en razón
de un cierto pragmatismo, cuyos síntomas más claros son el cansancio que agobia, la ansiedad,
las frustraciones, el aburrimiento, el desaliento, la desilusión, y el desencanto que, en no pocos
casos lleva a abandonarlo todo. Constatamos una débil vivencia de la opción preferencial por los
pobres, un escaso acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la
sociedad. Percibimos una evangelización con poca fuerza y sin creatividad metodológica,
descuidando los procesos y otras tareas pastorales. Aún tenemos algunos movimientos
eclesiales que no se integran adecuadamente en la pastoral parroquial y diocesana; a su vez,
algunas estructuras eclesiales o personas que no son suficientemente abiertas para acogerlos.
Además numerosas personas pierden el sentido trascendente de sus vidas y abandonan las
prácticas religiosas...1.
JUZGAR
La misión de la Iglesia implica una tarea de edificación, ya que en principio toda la misión está
orientada a hacer realidad la “Vida plena en Cristo” en los discípulos de Jesús y, a través de ellos
en nuestros pueblos. El proyecto de Jesús es la instauración del Reino de Dios en el corazón de
cada persona, en la sociedad en toda la familia humana en su totalidad. Esta misión es tarea de
todos ya que formamos parte de un mismo cuerpo, debemos por tanto aceptar como dice el
apóstol Pedro “Él –Cristo- es la piedra viva, rechazada por Dios; por eso, al acercarse a él,
también ustedes, como piedras vivas, participan en la construcción de un templo espiritual y
forman un sacerdocio santo, que ofrece sacrificios espirituales, aceptables a Dios por medio de
Jesucristo” (1 P 2,4-5).
El Apóstol Pedro llama a Jesucristo <<piedra viva>> rechazada por los constructores, pero
acogida y apreciada por Dios, en alusión a su pasión, muerte y resurrección. Sobre esta piedra
viva se construye el <<nuevo templo>> que acoge la verdadera y definitiva presencia de Dios.
Los cristianos somos las <<piedras vivas>> con las que se construye dicho templo, al que el
apóstol llama <<espiritual>>, no para indicar una realidad ahistórica, sino para afirmar que, al
contrario del templo <<material>> de Jerusalén, este nuevo templo lo constituyen las personas
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Documento de Aparecida (DA 100)
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mismas, reunidas por el bautismo en una familia, es decir, el nuevo pueblo de Dios, el cuerpo
místico de Cristo, la Iglesia que debe peregrinar en el mundo sin ser del mundo.
Todos los que conformamos la Iglesia y de manera especial los que colaboramos en la acción
pastoral estamos llamados a ser como esas piedras que bien ordenadas van construyendo este
templo espiritual pero ello necesita un verdadero esfuerzo de ver muy bien la realidad que vive
la sociedad y entenderla para que de esta forma podamos construir verdaderas comunidades
creyentes. Por eso debemos fijarnos a conciencia a invitación del apóstol Pablo en cómo vamos
construyendo (cfr. 1 Cor 3,10).
Para cumplir esta misión encomendada es necesario que nos apeguemos a una eclesiología de
comunión orgánica que respeta los niveles de Iglesia y de responsabilidades de cada uno.
San Pablo pide a los romanos que “no sigan la corriente del mundo en que vivimos, más
bien transfórmense por la renovación de su mente. Así sabrán ver cuál es la voluntad de
Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto” (Rm 12,2). Una conversión
comunitaria y pastoral exige antes una conversión personal, un cambio de mentalidad, un
cambio de vida. Para que haya conversión, es necesario permitir que Jesús, a través del
anuncio y del testimonio de la Iglesia sacramento de Cristo, expulse de nuestra mente y de
nuestro corazón, los criterios del mundo. Es preciso permitir que Dios derrame sobre
nosotros el agua purificadora, nos dé un corazón nuevo y ponga dentro de nosotros un
espíritu nuevo; es preciso permitir que el quite del cuerpo el corazón de piedra y ponga un
corazón de carne… (cf. Ez 11, 19; 36,25-26). La conversión es posible en una mística profunda
y se expresa en el comportamiento moral. Mística y ética están necesariamente
entrelazadas.
La conversión pastoral pide y se expresa, sobretodo, por la osadía y el coraje “de abandonar
las estructuras caducas que ya no favorezcan la trasmisión de la fe”2, y de fundar su trabajo
en el mandamiento del amor. Seguirá siendo necesario poner en el centro de la vida de la
Iglesia el testimonio de comunión y la santidad como horizonte que dirige su caminar.
Podríamos aplicar aquí las palabras de Jesús acerca del buen escriba que va sacando de su
baúl cosas nuevas y cosas antiguas: “Todo maestro de la ley que se ha hecho discípulo del
reino de los cielos, es como un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y
viejas” (Mt 13, 52).
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Idem 365
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Cuando los modelos se hacen rígidos e inflexibles ante los cambios, se corre el peligro de
paralizar la historia y de carcomer poco a poco la vitalidad de lo que hacemos. A veces
nuestros viejos paradigmas se convierten en obstáculos para responder a los retos del
presente y anticipar con éxito el futuro; se establecen estereotipos que se creen
permanentes y esto impide aceptar las nuevas ideas.
1. De una misión que solo da o solo recibe, a una misión como interexperiencia e intercambio.
2. De una misión de institutos misioneros, a una Iglesia local,
3. De una misión centrada en los individuos, a una misión que focaliza la cultura en su
profundidad.
4. De una misión centralista, a una misión de pequeñas comunidades.
5. De una misión clerical, a una misión ministerial donde toda la Iglesia participa.
6. De una misión cuyo fin es la Iglesia, a una misión cuyo fin es el Reino.
7. De una misión entendida en sentido geográfico, a una misión entendida como situación
humana.
8. De una misión prerrogativa de algunas Iglesias, en una misión en todas las direcciones.
9. De una misión asistencialista, a una misión promotora de la justicia y liberación integral.
10. De una misión para los pobres, a una misión a partir de los pobres.
11. De una misión protegida por el poder civil, a una misión en la tensión y, a veces con fuerte
oposición y en contexto de revolución.
12. De una misión de superioridad, a una misión en la debilidad evangélica.
13. De una misión fundamentada en la actividad, a una misión en que cuenta más la oración y la
contemplación.
14. De una misión de conservación de la Iglesia que envía, a una misión formativa de la
autonomía de la Iglesia local.
Las estructuras
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Idem 202
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Respecto al cambio de estructuras el Documento de Aparecida advierte que la firme
decisión misionera de la Iglesia en América Latina y el Caribe "debe impregnar todas las
estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades
religiosas, movimientos, y de cualquier institución de la Iglesia". En consecuencia,
"ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en
los procesos constantes de renovación misionera de abandonar las estructuras caducas
que ya no favorezcan la transmisión de la fe" 7. Insiste que "Ia renovación de las
parroquias al inicio del tercer milenio exige reformular sus estructuras"8; y especifica que
"particularmente en el mundo urbano se plantea la creación de nuevas estructuras
pastorales"9.
Los métodos
Pastoralmente hablando, los métodos son algo más que un instrumento de trabajo. Son
también enfoques u opciones que se hacen a favor de valores que se encarnan y se
proyectan en los estilos de hacer las cosas. Algunos pueden ser opresores y
deshumanizantes. De ahí la urgencia de revisarlos permanentemente a fin de optar por
aquellos que mejor respondan a los objetivos de la pastoral. En el documento de
Aparecida se reconoce la falta de entusiasmo y la carencia de métodos y expresiones más
adecuados: "Percibimos una evangelización con poco aliento y sin nuevos métodos y
expresiones"10.
Los lenguajes
Ante esta situación, se insiste en la urgencia de crear nuevos lenguajes, que sean capaces
de expresar con mayor claridad nuestra fe. Uno de esos lenguajes es el testimonio: "EI
énfasis en la experiencia personal y lo vivencial nos lleva a considerar el testimonio como
un componente clave en la vivencia de la fe. Los hechos son valorados en cuanto que son
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significativos para la persona. En el lenguaje testimonial podemos encontrar un punto de
contacto con las personas que componen la sociedad y de ellas entre sí"13.
Ante una Iglesia que a veces da la impresión de ser funcional y burocrática", que ha perdido
fuerza y credibilidad por no estar respondiendo adecuadamente a las necesidades de las
personas, Aparecida presenta el desafío de promover una Iglesia que sea Discípula-Madre-
Pedagoga-Samaritana. La Iglesia debe embellecerse para mostrar un rostro atractivo, sin
máscaras. La pastoral se comprende como una labor de arquitectura.
Samaritana. La Iglesia "tiene que seguir el camino de Jesús y llegar a ser buena samaritana
como ÉI. Cada parroquia debe llegar a concretar en signos solidarios su compromiso social
en los diversos medios en que ella se mueve"20. La respuesta a la llamada del Señor "exige
entrar en la dinámica del Buen Samaritano (Lc 10,29-37), que nos da el imperativo de
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hacernos prójimos, especialmente con el que sufre, y generar una sociedad sin excluidos
siguiendo la práctica de Jesús que come con publicanos y pecadores (Lc 5, 29-32) que acoge
a los pequeños y a los niños (d. Mc 10, 13-16), que sana a los leprosos (Mc 1, 40-45) que
perdona y libera a la mujer pecadora (cf. Lc 7, 36-49; In 8, 1-11), que habla con la
Samaritana (cf. Jn 4, 1-26)" (DA 135).
ACTUAR
Recordemos que nuestra función es llevar a las personas a través de la acción evangelizadora a
conectarse con el acontecimiento revelador de Dios: la Palabra hecha carne, Jesucristo. Y una
vez establecido esta unión vital con Él, acompañar y nutrir al neófito en el camino de la fe en la
experiencia comunitaria a través de mediaciones privilegiadas como la martyria (testimonio), el
kerigma (anuncio), la didaskalia (catequesis) y la krisis (formación teológica).
Para poder lograr todo esto necesitamos trabajar de modo complementario y coordinadamente
y sobre todo de manera articulada.
El cambio de paradigmas supone y exige cumplir con la tarea de buscar comunión -unidad,
fraternidad y solidaridad, es decir, genera una biodinámica ya que la Iglesia es un cuerpo, el de
Cristo, un organismo vivo:
Fraternidad. Una de las notas características del actuar apostólico debe ser la fraternidad y
colaboración entre los discípulos de Jesús y entre las instituciones de apostolado, así como entre
los pastores de las diversas Iglesias22. La fraternidad encierra un carácter sacramental porque es
signo de la novedad cristiana; de que somos fieles discípulos del Señor Jesús; de que Jesús fue
enviado por el Padre y de que el cristianismo es la religión en que Dios entró en la historia; de
que la Iglesia es al mismo tiempo una realidad humana y divina, etc.
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