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DEL PRIMER ANUNCIO A LA FORMACIÓN DE LA COMUNIDAD

El título de la presente exposición es “Del primer anuncio a la formación de la


comunidad”. Este título nos tiene que recordar que todos por el hecho de ser bautizados
somos miembros de la Iglesia y al ser miembros debemos tener bien en claro que “la
tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la
Iglesia: una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual
hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación
propia de la Iglesia, su identidad más profunda”1.

Este título nos tiene que llevar necesariamente a hablar hoy de evangelización como uno
de los temas que implica tanto el replanteamiento de la conciencia del ser y de la misión
de la Iglesia como los cambios y variaciones en su estructura, como su forma de estar
presente y dialogar con el mundo.

Con frecuencia hay quienes piensan que la evangelización se reduce a la proclamación


del primer anuncio del evangelio a los que no lo conocen es decir como una etapa en la
acción de la Iglesia o también como “el ministerio fundamental de la palabra de Dios
dirigido a los no convertidos para ponerlos en contacto con el evangelio del Señor
mediante la Palabra y los signos cristianos, y hacer así presente en el mundo real de los
hombres el señorío de Dios a través de la fuerza del Espíritu y del cuerpo apostólico” 2.
Considero que todos somos conscientes de la importancia y urgencia del primer anuncio
pero no debemos reducirlo como si fuera el todo, antes bien es el inicio de todo un
proceso que nos deberá conducir a la formación de la comunidad cristiana.

El decreto Ad gentes: Evangelización y conversión

En lo que concierte a esto el Decreto Ad Gentes en el número 13 afirma: <<Dondequiera


que Dios abre la puerta de la palabra para anunciar el misterio de Cristo a todos los
hombres, confiada y constantemente hay que anunciar al Dios vivo y a Jesucristo
enviado por El para salvar a todos, a fin de que los no cristianos abriéndoles el corazón
el Espíritu Santo, creyendo se conviertan libremente al Señor y se unan a Él con
sinceridad, quien por ser "camino, verdad y vida" satisface todas sus exigencias
espirituales, más aún, las colma hasta el infinito.

Esta conversión hay que considerarla ciertamente inicial, pero suficiente para que el
hombre perciba que, arrancado del pecado, entra en el misterio del amor de Dios, que lo
llama a iniciar una comunicación personal consigo mismo en Cristo. Puesto que, por la
gracia de Dios, el nuevo convertido emprende un camino espiritual por el que,

1
EN 14
2
Julio A. Ramos, Teología pastoral pág. 212
1
participando ya por la fe del misterio de la Muerte y de la Resurrección, pasa del hombre
viejo al nuevo hombre perfecto según Cristo. Trayendo consigo este tránsito un cambio
progresivo de sentimientos y de costumbres, debe manifestarse con sus consecuencias
sociales y desarrollarse poco a poco durante el catecumenado. Siendo el Señor, al que se
confía, blanco de contradicción, el nuevo convertido sentirá con frecuencia rupturas y
separaciones, pero también gozos que Dios concede sin medida. La Iglesia prohíbe
severamente que a nadie se obligue, o se induzca o se atraiga por medios indiscretos a
abrazar la fe, lo mismo que exige el derecho a que nadie sea apartado de ella con
vejaciones inicuas.

Catecumenado e Iniciación Cristiana

El mismo decreto Ad gentes n el número 14 indica el camino a seguir después del primer
anuncio diciendo: <<Los que han recibido de Dios, por medio de la Iglesia, la fe en
Cristo, sean admitidos con ceremonias religiosas al catecumenado; que no es una mera
exposición de dogmas y preceptos, sino una formación y noviciado convenientemente
prolongado de la vida cristiana, en que los discípulos se unen con Cristo su Maestro.
Iníciense, pues, los catecúmenos convenientemente en el misterio de la salvación, en el
ejercicio de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que han de celebrarse en
los tiempos sucesivos, introdúzcanse en la vida de fe, de la liturgia y de la caridad del
Pueblo de Dios>>.

La Comunidad cristiana

El Espíritu Santo, que llama a todos los hombres a Cristo, por la siembra de la palabra y
proclamación del Evangelio, y suscita el homenaje de la fe en los corazones, cuando
engendra para una nueva vida en el seno de la fuente bautismal a los que creen en Cristo,
los congrega en el único Pueblo de Dios que es "linaje escogido, sacerdocio real, nación
santa, pueblo de adquisición".

Los misioneros, por consiguiente, cooperadores de Dios, susciten tales comunidades de


fieles que, viviendo conforme a la vocación a la que han sido llamados, ejerciten las
funciones que Dios les ha confiado, sacerdotal, profética y real. De esta forma, la
comunidad cristiana se hace signo de la presencia de Dios en el mundo; porque ella, por
el sacrificio eucarístico, incesantemente pasa con Cristo al Padre, nutrida
cuidadosamente con la palabra de Dios da testimonio de Cristo y, por fin, anda en la
caridad y se inflama de espíritu apostólico.

La comunidad cristiana ha de establecerse, desde el principio de tal forma que, en lo


posible, sea capaz de satisfacer por sí misma sus propias necesidades.

2
Esta comunidad de fieles, dotada de las riquezas de la cultura de su nación, ha de
arraigar profundamente en el pueblo; florezcan las familias henchidas de espíritu
evangélico y ayúdeseles con escuelas convenientes; eríjanse asociaciones y grupos por
los que el apostolado seglar llene toda la sociedad de espíritu evangélico. Brille, por fin,
la caridad entre los católicos de los diversos ritos.

Cultívese el espíritu ecuménico entre los neófitos para que aprecien debidamente que los
hermanos en la fe son discípulos de Cristo, regenerados por el bautismo, partícipes con
ellos de los innumerables bienes del Pueblo de Dios. En cuanto lo permitan las
condiciones religiosas, promuévase la acción ecuménica de forma que, excluido todo
indiferentismo y confusionismo como emulación insensata, los católicos colaboren
fraternalmente con los hermanos separados, según las normas del Decreto sobre el
Ecumenismo, en la común profesión de la fe en Dios y en Jesucristo delante de las
naciones -en cuanto sea posible- y en la cooperación en asuntos sociales y técnicos,
culturales y religiosos colaboren, por la causa de Cristo, su común Señor: ¡que su
nombre los junte! Esta colaboración hay que establecerla no sólo entre las personas
privadas, sino también, a juicio del ordinario del lugar, entre las Iglesias o comunidades
eclesiales y sus obras.

Los fieles cristianos, congregados de entre todas las gentes en la Iglesia, "no son
distintos de los demás hombres ni por el régimen, ni por la lengua, ni por las
instituciones políticas de la vida, por tanto, vivan para Dios y para Cristo según las
costumbres honestas de su pueblo; cultiven como buenos ciudadanos verdadera y
eficazmente el amor a la Patria, evitando enteramente el desprecio de las otras razas y el
nacionalismo exagerado, y promoviendo el amor universal de los hombres.

Para conseguir todo esto son de grandísimo valor y dignos de especial atención los
laicos, es decir, los fieles cristianos que, incorporados a Cristo por el bautismo, viven en
medio del mundo. Es muy propio de ellos, imbuidos del Espíritu Santo, el convertirse en
constante fermento para animar y ordenar los asuntos temporales según el Evangelio de
Cristo.

Sin embargo, no basta que el pueblo cristiano esté presente y establecido en un pueblo,
ni que desarrolle el apostolado del ejemplo; se establece y está presente para anunciar
con su palabra y con su trabajo a Cristo a sus conciudadanos no cristianos y ayudarles a
la recepción plena de Cristo.

Ahora bien, para la implantación de la Iglesia y el desarrollo de la comunidad cristiana


son necesarios varios ministerios que todos deben favorecer y cultivar diligentemente,
con la vocación divina suscitada de entre la misma congregación de los fieles, entre los
que se cuentan las funciones de los sacerdotes, de los diáconos y de los catequistas y la
3
Acción Católica. Prestan, asimismo, un servicio indispensable los religiosos y religiosas
con su oración y trabajo diligente, para enraizar y asegurar en las almas el Reino de
Cristo y ensancharlo más y más (AG 15).

¿Cómo hacerle?

En muchas ocasiones la pregunta ha sido no tanto sobre el contenido, sino por el cómo,
el cuándo, los métodos y los medios. Algunos en su afán por “evangelizar” confunden la
“evangelización como si se tratara de un lavado de cerebro, hacer presión para que la
gente “se convierta”, sin conocer en muchas de las veces el lenguaje apropiado para
poder proclamar el mensaje.

Evangelii Nuntiandi nos ha dicho que “ninguna definición parcial y fragmentaria puede
reflejar la rica, compleja y dinámica realidad de la evangelización, sin correr el peligro
de empobrecerla e incluso mutilarla. Es imposible comprenderla si no se intentan
abarcar con la mirada todos los elementos esenciales”3

Percibimos como dice el documento de Aparecida una “evangelización con poco ardor y
sin nuevos métodos y expresiones, un énfasis en el ritualismo sin el conveniente
itinerario formativo, descuidando otras tareas pastorales”.4

Al leer y escuchar el texto de Mateo 28,19 y otros textos evangélicos, nos damos cuenta
de que la Evangelización es una realidad “rica, completa y dinámica”, es decir, que el
mandato misionero de Jesucristo comporta varios elementos unidos entre sí: anunciar,
hacer discípulos y enseñar, ser testigos, bautizar, hacer memoria de lo que Jesucristo
hizo y nos mando hacer, es decir, celebrar la Eucaristía, amarse los unos a los otros
como Él lo hizo.

¿Misión de la Iglesia o misión de Cristo?

Desde los documentos de la Iglesia como son la Lumen Gentium, el decreto Ad gentes y
la encíclica Redemptoris Missio sabemos que el origen de la misión brota del gran amor
del Padre que nos envía a su Hijo Jesucristo por obra del Espíritu Santo, textualmente el
decreto Ad gentes dice: “La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto
que procede de la misión del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre. Pero este
designio dimana del amor Fontal o de la caridad de Dios Padre”5

Nosotros debemos ser continuadores de la misión de Cristo, encomendada a la Iglesia.


“La misión de que hablamos es la misión de Cristo, esa iniciada por el Padre cuando
3
Evangelli Nuntiandi 17
4
Documento de Aparecida 100c
5
Decreto Ad Gentes 2
4
envió a su Hijo, y la Iglesia ha sido creada por Cristo para continuar esa misma misión.
La única misión de la Iglesia es la misión de Cristo. Continuarla es su razón de ser.
Desistir de esta misión es declararse totalmente sin sentido, sin oficio, sin vida. Por todo
lo anterior, justamente Aparecida define la misión como la identidad más profunda de la
Iglesia”.6

Muchas veces la Iglesia ha caído en la tentación de creerse perfecta reduciendo en


muchas ocasiones la evangelización a la sola predicación sin tener procesos claros de
formación, pero esta actitud en vez de beneficiarla la ha afectado ya que por esta
situación le ha surgido “el sentido de prepotencia, la falta de humildad, la
autosuficiencia máxima, la excesiva confianza en los medios humanos, el logro de los
fines por cualquier medio y sobre todo la débil comunión con Cristo cuya necesidad no
se siente con fuerza, así como se dejan de notar la pérdida del vigor evangelizador y la
audacia apostólica. Todo lo contrario de cuanto está implicado en ese formidable acto de
Jesús resucitado: <<Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes” 7

La misión de la Iglesia “tiene que ver ante todo con nuestra fe. Una vela apagada no
transmite el fuego a otra vela. Necesitamos sentir el gozo de la fe. No se trata de una
situación intelectual sino muy afectiva. Las vivencias están del lado del gozo no de las
ideas claras y distintas. La vivencia cristiana es un gozo en el corazón que se transmite a
otro corazón que también se llena de gozo. No se puede transmitir el carisma, el
encuentro con Jesucristo vivo, Signo del amor del Padre, Salvador, Señor y Santificador,
si no se está viviendo con gozo, con pasión, con esperanza.

No podemos mostrar el camino, si no estamos de camino ni en el camino. Por eso, no


puede haber misión sin seguimiento. Pero este seguimiento, no es el fruto de una
decisión personal, de una opción propia de seguir a un maestro más o menos iluminado,
ni de un escoger un modelo que se sigue según las propias condiciones o confiando en
las propias fuerzas.”8

Nuestra tarea como Iglesia.

Como auténticos discípulos misionero del Señor no podemos contentarnos con lograr
que muchos se bauticen o lleguen a la Iglesia, “nos encontramos ante el desafío de
revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor,
para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas… esto

6
Testigos de Aparecida, Celam, volumen I, pág. 239
7
Idem 239 -240
8
Idem pág. 240-241
5
requiere, desde nuestra identidad católica, una evangelización mucho mas misionera en
dialogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres”9.

La tarea esencial de la evangelización… “incluye la opción preferencial por los pobres,


la promoción humana integral y la autentica liberación cristiana” 10. No podemos estar
ajenos a los sufrimientos de nuestros hermanos, sobre todo porque la persona de Jesús,
su testimonio y misión constituyen el fundamento de nuestra misión evangelizadora,
Jesús de Nazaret es el primer evangelizador y la referencia básica para todos los
evangelizadores (cfr. Lc 4,18-19.22.43).

A este respecto el documento de Aparecida nos dice: “Conocer a Jesucristo por la fe es


nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo
que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado. Con los ojos iluminados por la
luz de Jesucristo resucitado, podemos y queremos contemplar al mundo, a la historia, a
nuestros pueblos de América Latina y de El Caribe, y a cada una de sus personas.”11

A partir de la Evangelii Nuntiandi la Evangelización ha sido considerada en un sentido


amplio como realidad rica, compleja y dinámica. “La evangelización es un proceso
complejo con elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio
explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos,
iniciación al apostolado…”12.

La evangelización es un proceso

Cuando hablamos de proceso queremos decir una unión continua y progresiva de pasos
en orden a un fin determinado cada uno de los cuales suponen el anterior y prepara el
siguiente. En la evangelización hablamos de pasos o de un camino que se estructura en
“etapas”.

Los procesos siempre avanzan a través de experiencias que iluminan el camino, nos
reditúan en lo cotidiano y nos empujan a cambiar de actitudes y comportamientos. Si
consideramos que la conversión es un proceso por el cual una persona, por medio de la
evangelización, se va desarrollando como cristiana, entonces podríamos decir que hay
estos momentos significativos:

- El cuestionamiento de la situación en que se vive.


- La pregunta por el sentido de la existencia: ¿por qué vivo? ¿Qué sentido tiene lo que
hago?
9
Documento de Aparecida 13
10
Idem 146
11
Idem 18
12
Idem 24
6
- La actitud de búsqueda de la verdad.
- El interés por la persona de Jesús.
- La necesidad de cambiar.
- El seguimiento de Jesús y su adhesión afectuosa a Él como opción fundamental.
- La profesión de fe.
- El crecimiento espiritual hacia la santidad.

El proceso de formación

Para iluminar mejor el tema que estamos tratando “Del primer anuncio a la formación de
la comunidad”, consideremos el proceso de formación de los discípulos misioneros en
cinco aspectos fundamentales, que aparecen de diversa manera en cada etapa del
camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí: el Encuentro con
Jesucristo, la Conversión, el Discipulado, la Comunión y la Misión.13

El kerigma y su importancia

Hoy más que nunca nuestra Iglesia necesita de agentes llenos del espíritu misionero pero
para ello es necesario que sean a la vez auténticos discípulos. Sin embargo, notamos que
aún existen muchos “bautizados no convertidos que sustancialmente desconocen la
persona y el anuncio de Jesucristo y, por tanto, lo que Él significa en su vida personal,
eclesial y social”,14 dificultando así el compromiso.

“En nuestra catequesis la ausencia del kerigma es un vacío de graves consecuencias que
se traducen en la presencia de una gran masa de bautizados no convertidos”.15

En la pastoral de nuestras Iglesias tenemos numerosas acciones valiosas en sí mismas,


pero que no logran articularse en un proceso claro, que desemboque en una profunda
adhesión al Señor por medio de la conversión y en una auténtica inserción a la
comunidad cristiana, es decir a la vida parroquial y a la diócesis. “Son muchos los
cristianos que no son ni miembros vivos de la Iglesia ni auténticos discípulos del Señor,
de ahí que haya que optar más decididamente por la creación de procesos de iniciación
para formar discípulos”16.

Debemos ser conscientes que vivimos en un proceso de transformación cultural, que se


le ha denominado “postmodernidad”, que invade todos los campos de la vida humana.
Este cambio de época o época de cambios presentan notables desafíos a la Iglesia y a la
humanidad, que no se pueden ignorar o postergar.
13
Cf. Documento de Aparecida 278
14
HACIA UN NUEVO PARADIGMA DE LA CATEQUESIS, III semana latinoamericana de catequesis 15
15
Ibid., no.20
16
Ibid., no.31
7
Esta realidad impide que muchos cristianos hagan una opción definitiva por el anuncio
del Reino de Dios.

Ante esta situación apremiante debemos reconocer que “El encuentro con Jesucristo es
la raíz, la fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia y el fundamento del discipulado y
de la misión. La Iglesia vive por ese encuentro y por este encuentro, los seres humanos
sabemos quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos”17.

Qué es el kerigma

Podemos decir que el kerigma es la proclamación, ungida y testimonial, de Jesús muerto


y resucitado, constituido Señor, salvador y Mesías, según la promesa del Padre, para
suscitar la fe y la conversión, mediante la acción del Espíritu Santo. De aquí surge el que
todo aquel que ha encontrado a Cristo manifiesta su conversión iniciando sus catequesis
kerygmáticas para luego comenzar su proceso de iniciación cristiana.

“Al kerigma también se le llama Primer Anuncio, ese anuncio que no está dirigido a la
cabeza sino al corazón como quiera que no es un asunto de ideas sino de comunicación
de experiencias de fe, de corazón a corazón en un contexto emotivo y a veces altamente
afectivo como cuando acontece en el hogar.

“El anuncio del kerigma invita a tomar conciencia de ese amor vivificador de Dios que
se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado. Esto es lo primero que necesitamos
anunciar y también escuchar, porque la gracia tiene un primado absoluto en la vida
cristiana y en toda la actividad evangelizadora de la Iglesia: <<Por la gracia de Dios soy
lo que soy>> (1 Cor 15,10)”18

El mismo documento nos dice: “Se ha de descubrir el sentido más hondo de la


búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación
cristiana. Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el
anuncio del kerigma y la acción misionera de la comunidad. El kerigma no sólo es una
etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del discípulo de
Jesucristo. Sin el kerigma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la
esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Señor. Sólo desde el kerigma
se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera. Por eso, la Iglesia ha de
tenerlo presente en todas sus acciones.”19
17
DOCUMENTO DE PARTICIPACIÓN, Hacia la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe no.
39
18
Documento de Aparecida 348
19
Documento de Aparecida 279
8
El primer anuncio del evangelio es algo verdaderamente fundamental al ser y quehacer
de la Iglesia, porque el anuncio del evangelio en razón de la conversión y de la fe es la
primera y principal actividad de la Iglesia.

La Iglesia no puede nunca renunciar a anunciar a Jesucristo y la centralidad de su


misterio pascual. Y, si bien, el kerigma es una etapa se supone otras.

Los destinatarios del Kerigma20

Sin duda alguna que al tratar de los destinatarios nuestra mente piensa en los que no
llegan a la Iglesia pero eso sería muy reducido, analicemos un poco los diferentes
destinatarios así como la situación socio-religiosa que viven y los acentos con los que
debemos proclamar que en Jesús hemos experimentado el amor salvador del Padre.

Los no creyentes

Se trata de aquellas personas que viven en regiones descristianizadas o en sectores de la


sociedad que han ido alejándose de la fe. No conocen a Cristo ni a su Evangelio o no
han oído habar de él. Para ellos, es en primer lugar, el anuncio del Evangelio de Jesús,
en respuesta a su mandato de evangelizar a todas las gentes. El contenido del kerigma
para estas personas es el núcleo del mensaje cristiano. Se anuncia a Cristo que vino para
nuestra salvación, padeció, murió y resucitó. Él vive (Hch 10,34-43; 1 Co 15,1-11). La
finalidad del anuncio es la llamada a la conversión y a la primera adhesión de fe.

Los bautizados no convertidos

Son personas que se bautizaron en su infancia pero que no fueron catequizadas,


permaneciendo a nivel de catecúmenos o no iniciados. Estas personas, aunque
bautizadas, no han tenido un verdadero encuentro personal con Cristo. Apenas
comenzaron su proceso de iniciación con el bautismo en la infancia, pero no han vivido
el itinerario de la fe y sacramental completo. El kerigma para ellos es el primer paso
para abrirse al don de la fe recibida en el bautismo. El contenido para ellos es el anuncio
de Cristo que vino por nosotros. <<En Jesucristo, Hijo de Dios vivo, hecho hombre,
muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres como don de la gracia y
de la misericordia de Dios>>21. Con este anuncio se busca llevar a estos hombres y
mujeres ya bautizados a descubrir el don de la fe recibido en el bautismo, y por tanto a la
conversión y adhesión personal a Cristo.
20
El kerigma para el mundo de hoy, Revista Medellín no. 122, 204
21
Evangelii Nuntiandi 27
9
Personas que fueron catequizadas en la infancia pero se alejaron de la fe.

Sufren las consecuencias de una catequesis mal orientada o mal asimilada. El


alejamiento de estas personas puede tener entre sus causas, el desarraigo con que se vive
la experiencia de fe: sin encuentro con la persona viva de Jesucristo, no sentido d
pertenencia a la Iglesia. Para ellos y ellas es la proclamación del Dios vivo y de
Jesucristo, enviado por él para salvar a todos los hombres a fin de que, por la acción del
Espíritu Santo crean y se conviertan libremente al Señor. Se trata de facilitar el
redescubrimiento de la fe, mediante el encuentro personal con Cristo, con vistas a la
conversión y a la renovada adhesión a él.

Situaciones especiales que merecen atención

Las personas víctimas de la movilidad humana.

Son grupos de desplazados sea por migraciones internas, producto de la pobreza, la


violencia, la carencia d recursos, sea por migraciones eternas en busca de una mejor
calidad de vida. El desplazamiento, de cualquier clase, acarrea el sentido de desarraigo,
la pérdida de la identidad y de valores fundamentales. El kerigma para ellos y ellas es
anuncio gozoso del Dios viviente que en Jesús se acerca a salvar a todo hombre y mujer,
donde se encuentre. Descubrir que a fe se vive en a comunidad cristiana puede ofrecer
un espacio de identificación y pertenencia. La llamada busca la aceptación de fe a la
persona de Cristo vivo.

Las situaciones de pobreza extrema.

Se caracterizan por marginalidad, deshumanización, pérdida del sentido de la propia


dignidad humana. Quienes viven así necesitan como condición previa, recuperar la
dignidad, el sentido de la vida, para luego abrirse al mensaje de salvación. El contenido
del kerigma acentúa el anuncio del valor de la persona humana que adquiere su
dimensión más honda en Jesús verdadero Dios y verdadero hombre. Con esto se busca la
llamada a existir plenamente y a reconocer en Jesús el centro de la vida.

Los indígenas y afroamericanos.

Grupos que conservan sus culturas ancestrales con valores cristianos asimilados a lo
largo del tiempo. Aquí la llamada es a inculturar el Evangelio en sus valores y
expresiones. Se trata de anunciar a Cristo en el seno de las culturas para que las
transforme desde su raíz.

10
Los que están en situaciones especiales como los encarcelados y los
militares.

La urgencia del llamado de Jesús a todos despierta el ardor y la creatividad para llegar a
todos. Para anunciar a Dios que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo Unigénito para
que tengan vida (Jn 3,16). De manera particular el acento se pone en presentar un Padre
bueno y misericordioso que no abandona a sus hijos, que busca a la oveja perdida, y que
en Jesús nos da la salvación. La finalidad es abrir el corazón humano a la acción
salvífica de Dios, que se manifiesta en Jesús vivo y resucitado.

CONCLUSION

Ponernos en estado de misión significa esforzarnos por superar la grave crisis de


credibilidad que padece la Iglesia hoy. Debemos creer firmemente en una Iglesia que
conjuga y orienta todos los esfuerzos de todos los agentes de pastoral y se preocupa por
una formación espiritual que nos lleve a ser verdaderos testigos y santos para hacer
eficaz nuestra tarea evangelizadora.

La evangelización nos pide que hagamos un esfuerzo de concentrarnos en lo esencial y


renovar nuestros propios criterios para seguir fielmente el mandato del Señor.

La evangelización nos tiene que animar a todos los agentes a salir de nosotros mismos
para ir en busca de la oveja perdida, para buscar a los alejados, resentidos, a los que
dudan de su fe, a los que viven sin sentido alguno.

La evangelización pide como requisito previo el testimonio de las comunidades


cristianas y de sus miembros; hasta que nuestros compañeros de trabajo, nuestros
vecinos y amigos no se sientan interpretados por el modo creyente de enfocar los
problemas y de darles una respuesta concreta, la evangelización difícilmente se abrirá
camino.

Además del testimonio profético es necesario la evangelización explicita: “no hay


evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre la doctrina, la vida, las
promesas del reino, el misterio de Jesús de Nazaret hijo de Dios” 22 este anuncio
comprende el kerigma, la predicación y la acción catequética. El anuncio no es un fin en
sí mismo, pues busca la adhesión a la “vida nueva” del Reino, y se manifiesta por la
pertenencia activa a la comunidad eclesial y a la participación en los sacramentos que
alimentan la vida cristiana.

22
Evangelii Nuntiandi 22
11
Los diferentes elementos de la evangelización están mutuamente relacionados, son
complementarios, y se integran en un conjunto que es mucho más que la suma de todos
ellos.

Debemos caer en la cuenta de la necesidad de optar por un proceso de evangelización


que inicie desde el primer anuncio y el kerigma sabiendo que “no significa simplemente
una opción pastoral novedosa sino lo central de la evangelización misma. El anuncio de
Cristo vivo y la respuesta de conversión de quien lo acoge es lo que da posibilidad de
una Iniciación Cristiana verdadera y de un crecimiento continuo en la fe, pues las
personas no profundizarán aquello que nunca les motivó.”23

“Urge para todos los agentes de pastoral una formación específica de tal manera que el
kerigma no sea un enigma que muchos no saben qué es, ni cómo se hace. Ellos requieren
de una exigente formación pedagógica seria que les ayude a transmitir el anuncio de
Cristo con un lenguaje significativo y con una nueva expresión de modo que lo esencial
del Kerigma llegue con la misma fuerza salvadora al corazón del hombre de hoy.”24

Nos debe quedar bien claro que “El kerigma no es sólo una etapa, sino el hilo conductor
de un proceso que culmina en la madurez del discípulo de Cristo (Cf. Ef 4,13); sin él,
otras etapas de la evangelización estarían condenadas a la esterilidad, sin corazones
verdaderamente convertidos al Señor (DGC 64)”25

Es necesario que tomemos la acción misionera, el primer anuncio y el kerigma como


línea programática de nuestros planes pastorales en nuestras comunidades en orden a
una auténtica renovación de toda la pastoral. Darnos cuenta de que el kerigma no es un
movimiento más sino una acción de toda comunidad, como inicio de todo un proceso.

Podemos terminar diciendo con el Documento de Aparecida:

“En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y
de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un
don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo.

La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos


como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y
mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del
Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, llegue a todos cuantos
yacen al borde del camino, pidiendo limosna y compasión (cf. Lc 10, 29-37; 18, 25-43).
La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y
23
Ibid., no. 13
24
Ibid., no. 23
25
Ibid., no. 24
12
agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de
bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita
para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que
puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha
ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.”26

26
DA 28, 29

13

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