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Este título nos tiene que llevar necesariamente a hablar hoy de evangelización como uno
de los temas que implica tanto el replanteamiento de la conciencia del ser y de la misión
de la Iglesia como los cambios y variaciones en su estructura, como su forma de estar
presente y dialogar con el mundo.
Esta conversión hay que considerarla ciertamente inicial, pero suficiente para que el
hombre perciba que, arrancado del pecado, entra en el misterio del amor de Dios, que lo
llama a iniciar una comunicación personal consigo mismo en Cristo. Puesto que, por la
gracia de Dios, el nuevo convertido emprende un camino espiritual por el que,
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EN 14
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Julio A. Ramos, Teología pastoral pág. 212
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participando ya por la fe del misterio de la Muerte y de la Resurrección, pasa del hombre
viejo al nuevo hombre perfecto según Cristo. Trayendo consigo este tránsito un cambio
progresivo de sentimientos y de costumbres, debe manifestarse con sus consecuencias
sociales y desarrollarse poco a poco durante el catecumenado. Siendo el Señor, al que se
confía, blanco de contradicción, el nuevo convertido sentirá con frecuencia rupturas y
separaciones, pero también gozos que Dios concede sin medida. La Iglesia prohíbe
severamente que a nadie se obligue, o se induzca o se atraiga por medios indiscretos a
abrazar la fe, lo mismo que exige el derecho a que nadie sea apartado de ella con
vejaciones inicuas.
El mismo decreto Ad gentes n el número 14 indica el camino a seguir después del primer
anuncio diciendo: <<Los que han recibido de Dios, por medio de la Iglesia, la fe en
Cristo, sean admitidos con ceremonias religiosas al catecumenado; que no es una mera
exposición de dogmas y preceptos, sino una formación y noviciado convenientemente
prolongado de la vida cristiana, en que los discípulos se unen con Cristo su Maestro.
Iníciense, pues, los catecúmenos convenientemente en el misterio de la salvación, en el
ejercicio de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que han de celebrarse en
los tiempos sucesivos, introdúzcanse en la vida de fe, de la liturgia y de la caridad del
Pueblo de Dios>>.
La Comunidad cristiana
El Espíritu Santo, que llama a todos los hombres a Cristo, por la siembra de la palabra y
proclamación del Evangelio, y suscita el homenaje de la fe en los corazones, cuando
engendra para una nueva vida en el seno de la fuente bautismal a los que creen en Cristo,
los congrega en el único Pueblo de Dios que es "linaje escogido, sacerdocio real, nación
santa, pueblo de adquisición".
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Esta comunidad de fieles, dotada de las riquezas de la cultura de su nación, ha de
arraigar profundamente en el pueblo; florezcan las familias henchidas de espíritu
evangélico y ayúdeseles con escuelas convenientes; eríjanse asociaciones y grupos por
los que el apostolado seglar llene toda la sociedad de espíritu evangélico. Brille, por fin,
la caridad entre los católicos de los diversos ritos.
Cultívese el espíritu ecuménico entre los neófitos para que aprecien debidamente que los
hermanos en la fe son discípulos de Cristo, regenerados por el bautismo, partícipes con
ellos de los innumerables bienes del Pueblo de Dios. En cuanto lo permitan las
condiciones religiosas, promuévase la acción ecuménica de forma que, excluido todo
indiferentismo y confusionismo como emulación insensata, los católicos colaboren
fraternalmente con los hermanos separados, según las normas del Decreto sobre el
Ecumenismo, en la común profesión de la fe en Dios y en Jesucristo delante de las
naciones -en cuanto sea posible- y en la cooperación en asuntos sociales y técnicos,
culturales y religiosos colaboren, por la causa de Cristo, su común Señor: ¡que su
nombre los junte! Esta colaboración hay que establecerla no sólo entre las personas
privadas, sino también, a juicio del ordinario del lugar, entre las Iglesias o comunidades
eclesiales y sus obras.
Los fieles cristianos, congregados de entre todas las gentes en la Iglesia, "no son
distintos de los demás hombres ni por el régimen, ni por la lengua, ni por las
instituciones políticas de la vida, por tanto, vivan para Dios y para Cristo según las
costumbres honestas de su pueblo; cultiven como buenos ciudadanos verdadera y
eficazmente el amor a la Patria, evitando enteramente el desprecio de las otras razas y el
nacionalismo exagerado, y promoviendo el amor universal de los hombres.
Para conseguir todo esto son de grandísimo valor y dignos de especial atención los
laicos, es decir, los fieles cristianos que, incorporados a Cristo por el bautismo, viven en
medio del mundo. Es muy propio de ellos, imbuidos del Espíritu Santo, el convertirse en
constante fermento para animar y ordenar los asuntos temporales según el Evangelio de
Cristo.
Sin embargo, no basta que el pueblo cristiano esté presente y establecido en un pueblo,
ni que desarrolle el apostolado del ejemplo; se establece y está presente para anunciar
con su palabra y con su trabajo a Cristo a sus conciudadanos no cristianos y ayudarles a
la recepción plena de Cristo.
¿Cómo hacerle?
En muchas ocasiones la pregunta ha sido no tanto sobre el contenido, sino por el cómo,
el cuándo, los métodos y los medios. Algunos en su afán por “evangelizar” confunden la
“evangelización como si se tratara de un lavado de cerebro, hacer presión para que la
gente “se convierta”, sin conocer en muchas de las veces el lenguaje apropiado para
poder proclamar el mensaje.
Evangelii Nuntiandi nos ha dicho que “ninguna definición parcial y fragmentaria puede
reflejar la rica, compleja y dinámica realidad de la evangelización, sin correr el peligro
de empobrecerla e incluso mutilarla. Es imposible comprenderla si no se intentan
abarcar con la mirada todos los elementos esenciales”3
Percibimos como dice el documento de Aparecida una “evangelización con poco ardor y
sin nuevos métodos y expresiones, un énfasis en el ritualismo sin el conveniente
itinerario formativo, descuidando otras tareas pastorales”.4
Al leer y escuchar el texto de Mateo 28,19 y otros textos evangélicos, nos damos cuenta
de que la Evangelización es una realidad “rica, completa y dinámica”, es decir, que el
mandato misionero de Jesucristo comporta varios elementos unidos entre sí: anunciar,
hacer discípulos y enseñar, ser testigos, bautizar, hacer memoria de lo que Jesucristo
hizo y nos mando hacer, es decir, celebrar la Eucaristía, amarse los unos a los otros
como Él lo hizo.
Desde los documentos de la Iglesia como son la Lumen Gentium, el decreto Ad gentes y
la encíclica Redemptoris Missio sabemos que el origen de la misión brota del gran amor
del Padre que nos envía a su Hijo Jesucristo por obra del Espíritu Santo, textualmente el
decreto Ad gentes dice: “La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto
que procede de la misión del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre. Pero este
designio dimana del amor Fontal o de la caridad de Dios Padre”5
La misión de la Iglesia “tiene que ver ante todo con nuestra fe. Una vela apagada no
transmite el fuego a otra vela. Necesitamos sentir el gozo de la fe. No se trata de una
situación intelectual sino muy afectiva. Las vivencias están del lado del gozo no de las
ideas claras y distintas. La vivencia cristiana es un gozo en el corazón que se transmite a
otro corazón que también se llena de gozo. No se puede transmitir el carisma, el
encuentro con Jesucristo vivo, Signo del amor del Padre, Salvador, Señor y Santificador,
si no se está viviendo con gozo, con pasión, con esperanza.
Como auténticos discípulos misionero del Señor no podemos contentarnos con lograr
que muchos se bauticen o lleguen a la Iglesia, “nos encontramos ante el desafío de
revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor,
para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas… esto
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Testigos de Aparecida, Celam, volumen I, pág. 239
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Idem 239 -240
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Idem pág. 240-241
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requiere, desde nuestra identidad católica, una evangelización mucho mas misionera en
dialogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres”9.
La evangelización es un proceso
Cuando hablamos de proceso queremos decir una unión continua y progresiva de pasos
en orden a un fin determinado cada uno de los cuales suponen el anterior y prepara el
siguiente. En la evangelización hablamos de pasos o de un camino que se estructura en
“etapas”.
Los procesos siempre avanzan a través de experiencias que iluminan el camino, nos
reditúan en lo cotidiano y nos empujan a cambiar de actitudes y comportamientos. Si
consideramos que la conversión es un proceso por el cual una persona, por medio de la
evangelización, se va desarrollando como cristiana, entonces podríamos decir que hay
estos momentos significativos:
El proceso de formación
Para iluminar mejor el tema que estamos tratando “Del primer anuncio a la formación de
la comunidad”, consideremos el proceso de formación de los discípulos misioneros en
cinco aspectos fundamentales, que aparecen de diversa manera en cada etapa del
camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí: el Encuentro con
Jesucristo, la Conversión, el Discipulado, la Comunión y la Misión.13
El kerigma y su importancia
Hoy más que nunca nuestra Iglesia necesita de agentes llenos del espíritu misionero pero
para ello es necesario que sean a la vez auténticos discípulos. Sin embargo, notamos que
aún existen muchos “bautizados no convertidos que sustancialmente desconocen la
persona y el anuncio de Jesucristo y, por tanto, lo que Él significa en su vida personal,
eclesial y social”,14 dificultando así el compromiso.
“En nuestra catequesis la ausencia del kerigma es un vacío de graves consecuencias que
se traducen en la presencia de una gran masa de bautizados no convertidos”.15
Ante esta situación apremiante debemos reconocer que “El encuentro con Jesucristo es
la raíz, la fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia y el fundamento del discipulado y
de la misión. La Iglesia vive por ese encuentro y por este encuentro, los seres humanos
sabemos quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos”17.
Qué es el kerigma
“Al kerigma también se le llama Primer Anuncio, ese anuncio que no está dirigido a la
cabeza sino al corazón como quiera que no es un asunto de ideas sino de comunicación
de experiencias de fe, de corazón a corazón en un contexto emotivo y a veces altamente
afectivo como cuando acontece en el hogar.
“El anuncio del kerigma invita a tomar conciencia de ese amor vivificador de Dios que
se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado. Esto es lo primero que necesitamos
anunciar y también escuchar, porque la gracia tiene un primado absoluto en la vida
cristiana y en toda la actividad evangelizadora de la Iglesia: <<Por la gracia de Dios soy
lo que soy>> (1 Cor 15,10)”18
Sin duda alguna que al tratar de los destinatarios nuestra mente piensa en los que no
llegan a la Iglesia pero eso sería muy reducido, analicemos un poco los diferentes
destinatarios así como la situación socio-religiosa que viven y los acentos con los que
debemos proclamar que en Jesús hemos experimentado el amor salvador del Padre.
Los no creyentes
Grupos que conservan sus culturas ancestrales con valores cristianos asimilados a lo
largo del tiempo. Aquí la llamada es a inculturar el Evangelio en sus valores y
expresiones. Se trata de anunciar a Cristo en el seno de las culturas para que las
transforme desde su raíz.
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Los que están en situaciones especiales como los encarcelados y los
militares.
La urgencia del llamado de Jesús a todos despierta el ardor y la creatividad para llegar a
todos. Para anunciar a Dios que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo Unigénito para
que tengan vida (Jn 3,16). De manera particular el acento se pone en presentar un Padre
bueno y misericordioso que no abandona a sus hijos, que busca a la oveja perdida, y que
en Jesús nos da la salvación. La finalidad es abrir el corazón humano a la acción
salvífica de Dios, que se manifiesta en Jesús vivo y resucitado.
CONCLUSION
La evangelización nos tiene que animar a todos los agentes a salir de nosotros mismos
para ir en busca de la oveja perdida, para buscar a los alejados, resentidos, a los que
dudan de su fe, a los que viven sin sentido alguno.
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Evangelii Nuntiandi 22
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Los diferentes elementos de la evangelización están mutuamente relacionados, son
complementarios, y se integran en un conjunto que es mucho más que la suma de todos
ellos.
“Urge para todos los agentes de pastoral una formación específica de tal manera que el
kerigma no sea un enigma que muchos no saben qué es, ni cómo se hace. Ellos requieren
de una exigente formación pedagógica seria que les ayude a transmitir el anuncio de
Cristo con un lenguaje significativo y con una nueva expresión de modo que lo esencial
del Kerigma llegue con la misma fuerza salvadora al corazón del hombre de hoy.”24
Nos debe quedar bien claro que “El kerigma no es sólo una etapa, sino el hilo conductor
de un proceso que culmina en la madurez del discípulo de Cristo (Cf. Ef 4,13); sin él,
otras etapas de la evangelización estarían condenadas a la esterilidad, sin corazones
verdaderamente convertidos al Señor (DGC 64)”25
“En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y
de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un
don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo.
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DA 28, 29
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