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Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras

Urias – Castidad; Martha y Maria

Centurión Jesus dice voy

Zaqueo voy a hospedarme en tu casa

Comulgar hay que prepararse, limpiar su casa interior

Hemos visto una pagina del evangelio; Previsoras que mantienen en conversión, tienen el aceite de la gracia, y al no
tener nos quedamos sin luz, lámparas sin aceite. Y cuando quieren ir a buscar al aceite es muy tarde.

Caen en la mundanidad; Maratón Gpe reyes; NO TE ADAPTES AL MUNDO; La sal en el tiempo de Jesús era para no
echar a perder la comida. Hay que iluminar al mundo, a los criterios de la sociedad.

Decisiones. ¿Ha pensado en cuantos errores hemos incurrido por tomar malas decisiones? Decidir juega un papel
importante en nuestra existencia.

Más preocupados por la comida, derroche, Consumismo NOS HAN ROBADO LA NAVIDAD Regalos, borracheras

Tiempo espiritual no de fiesta en fiesta; venda de la fe, palo de la gracias, piñata el pecado, dulces bendiciones

¿Qué pasaría si te dicen que llegara un invitado especial? Casa limpia

¿Darías alojamiento a tu casa a Jesús, María y José? ¿Está preparada tu casa?

Ningún católico debería pasar el tiempo de adviento sin confesarse

Mi casa está abierta para ti.

Las decisiones son determinantes

Nuestras decisiones determinan la victoria o el fracaso. Es un principio que aplica a nuestra vida personal como
espiritual.

Recuerdo la historia de una joven con cuatro meses de embarazo. Estaba arrepentida de su situación. “No puedo
hacer nada porque abortar sería ir contra los principios que he aprendido desde niña”, explicó.

Cursaba tercer semestre de ingeniería civil en la universidad. De lo que se arrepentía Marcela era de la decisión que
tomó al ceder a un deseo—natural—pero de la carne al fin, y que concluyó con una noche de pasión y el hijo que
venía en camino.

“Si tan solo hubiese pensado antes de actuar—se lamentó–, ahora no estaría en esta situación”.

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Alrededor de la cruz de Cristo nuestro amado Salvador, hay cuatro escenas que comparto con usted, porque arrojan
principios que son esenciales en la meta de seguir el camino apropiado al decidir algo. En todo momento, y es el
primer consejo que le doy, es clave que usted pida la dirección a Dios (Cf. Salmo 37:5)

1. La decisión de arrepentirse y emprender el cambio

El problema no está en fallar porque todos los seres humanos de una u otra manera erramos. El meollo del asunto
está en no arrepentirnos y seguir por el mismo sendero de equivocación.

Veamos el primer caso, el del impulsivo apóstol Pedro. Siguió al Señor Jesús en el camino al juicio. “Mientras tanto,
Pedro estaba sentado afuera, en el patio, y una criada se le acercó. —Tú también estabas con Jesús de Galilea —le
dijo. Pero él lo negó delante de todos, diciendo: —No sé de qué estás hablando. Luego salió a la puerta, donde otra
criada lo vio y dijo a los que estaban allí: —Éste estaba con Jesús de Nazaret. Él lo volvió a negar, jurándoles: — ¡A
ese hombre ni lo conozco! Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron: —Seguro que eres
uno de ellos; se te nota por tu acento. Y comenzó a echarse maldiciones, y les juró: — ¡A ese hombre ni lo conozco!
En ese instante cantó un gallo. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes de que cante el gallo,
me negarás tres veces.»”(Mateo 26:69-75 a. Nueva Versión Internacional)

La primera decisión, fue desacertada. Negó a su maestro. Muy similar a lo que pudo ocurrirnos alguna vez o quizá en
el momento en que está leyendo este mensaje. Ha fallado. Pero a algo malo, puede seguir algo positivo, si se
arrepiente, reconoce su error y se decide por el cambio.

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Después de errar, Pedro se arrepintió. Identificó que había cometido un error al traicionar a Su Señor, y reorientó su
camino. La Biblia nos indica que Pedro: “Y saliendo de allí, lloró amargamente.”(Mateo 26:75 b. Nueva Versión
Internacional)

¿Ha fallado? Si reconoce su caída, cualquiera que sea, debe añadir algo más: arrepentirse y cambiar. Sólo cuando
damos estos dos pasos, todo comienza a ser diferente, con ayuda de Dios.

2. La decisión de renunciar a todo y darse por vencido

Una joven esposa, Verónica, me escribió desde República Dominicana. Había decidido separarse de su marido. “No
lo soporto más. He intentado todo, pero nada resulta.”, decía. ¿Sabe cuál fue mi respuesta? No renuncie. Siga dando
la batalla, pero no en sus fuerzas sino en oración, para recibir el poder de lo alto.

Con frecuencia y ante situaciones de crisis, optamos por echar todo por la borda. No razonamos, simplemente nos
dejamos arrastrar por las emociones. ¿A qué conduce esta inclinación? Al fracaso.

Le invito para que me acompañe a ver a Judas. Acaba de reconocer su error por entregar al Señor Jesús. Está
arrepentido. Y lo vemos ante el concilio de ancianos en Jerusalén. Su rostro está desencajado. Sufre. Sus ojos revelan
angustia: “Muy de mañana, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron la decisión de
condenar a muerte a Jesús. Lo ataron, se lo llevaron y se lo entregaron a Pilato, el gobernador. Cuando Judas, el que
lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de
plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos.—He pecado —les dijo— porque he entregado sangre inocente.—
¿Y eso a nosotros qué nos importa? —respondieron—. ¡Allá tú!. ”(Mateo 27:1-4. Nueva Versión Internacional)

La decisión de arrepentirse fue apropiada, oportuna, la mejor. Sin embargo acompañó su primer paso, con uno
segundo que lo condujo a la perdición: “Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se
ahorcó.”(Mateo 27:5. Nueva Versión Internacional)

Las circunstancias no pueden gobernarnos. Si estamos en medio de la crisis, quizá presos de la desesperación, es
fundamental que doblemos rodilla en oración delante de nuestro amado Padre celestial. Los cristianos no renuncian
porque comprenden que renunciar es la palabra preferida de los fracasados, y recuérdelo: usted y yo fuimos
concebidos para vencer.

3. La decisión de reconocer el error y aceptar el perdón de Dios

Pienso en Ana Milena. Una mujer dinámica, entusiasta, con muchas ideas. Pese a ello entra en constantes
depresiones. ¿La razón? No habían transcurrido dos años después de su matrimonio, cuando cayó en adulterio.
Tenía entonces veintiséis años y creyó que era la forma de vengarse de su marido, que caía en constantes aventuras
fuera del hogar. Pasados treinta y dos años, a pesar de ser una cristiana fiel y consagrada a su hogar, no se había
perdonado.

Lo invito nuevamente a la escena del Señor Jesús en la cruz. Dos hombres están junto a él sufriendo el martirio. “Uno
de los criminales allí colgados empezó a insultarlo: — ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!”(Lucas
23:39. Nueva Versión Internacional)

Una decisión errada, sin duda. Tuvo la oportunidad de haber alcanzado la eternidad con Dios, pero la desechó. Se
dejó arrastrar por las emociones, la incredulidad y –en cierta medida—por la autosuficiencia.
No obstante, el otro reo actuó diferente: “Pero el otro criminal lo reprendió: — ¿Ni siquiera temor de Dios tienes,
aunque sufres la misma condena? En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros
delitos; éste, en cambio, no ha hecho nada malo. Luego dijo: —Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. —
Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús. .”(Lucas 23.40-43. Nueva Versión
Internacional)

No importa cuán malo haya sido este hombre: reconoció su error, pidió perdón a Dios mismo quien en Jesús estaba
compartiendo el sufrimiento por los pecados de la humanidad, y aseguró la eternidad en Él. Recibir perdón de Dios y
perdonarnos a nosotros mismos. Dos pasos fundamentales que acompañan la mentalidad de un triunfador.

4. La decisión de rendirse a la voluntad de Dios

Cambiar en nuestras fuerzas no es posible, pero sí con el poder de Dios. Lo peor que podemos hacer es resistirnos al
obrar de Dios. Aceptarlo, por el contrario, es un cimiento para el éxito y la realización personal y espiritual.

Han transcurrido algunos meses desde la muerte, resurrección y ascensión del Señor Jesús. Y vemos a Saulo de
Tarso—posteriormente conocido como Pablo—camino de una ciudad cercana para proseguir la persecución contra
los cristianos: “Mientras tanto, Saulo, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se
presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas de extradición para las sinagogas de Damasco. Tenía la intención de
encontrar y llevarse presos a Jerusalén a todos los que pertenecieran al Camino, fueran hombres o mujeres. En el
viaje sucedió que, al acercarse a Damasco, una luz del cielo relampagueó de repente a su alrededor. Él cayó al suelo
y oyó una voz que le decía: — Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ” (Hechos 9:1-4. Nueva Versión Internacional)

¿Está cansado de una vida de fracaso que cada vez se torna más caótica? No siga luchando contra Dios. Él tiene para
usted y para mi, mis planes maravillosos. Resta que nos rindamos a Él y le permitamos obrar poderosamente en
nuestro ser.

La mejor determinación en toda la vida de Saulo (Pablo) fue permitirle a Dios que obrara en todo su ser: “— ¿Quién
eres, Señor? —preguntó. —Yo soy Jesús, a quien tú persigues —le contestó la voz—. Levántate y entra en la ciudad,
que allí se te dirá lo que tienes que hacer.”(Hechos 9:5, 6. Nueva Versión Internacional)

Puedo asegurarle que su vida puede ser diferente, si tan solo le da una oportunidad a Dios. Él espera a la puerta y le
llama, como dice el libro de Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré, y cenaré con él, y él conmigo.”(Apocalipsis 3.20)

No puede dejar pasar la oportunidad de recibir hoy a Jesucristo en su corazón.

Decídase hoy por el Señor Jesús

La mejor decisión de todo ser humano que se apresta a librar la lucha contra Satanás es recibir a Jesucristo en el
corazón. Es muy fácil. Basta que le diga: “Señor Jesús, te recibo en el corazón como mi único y suficiente Salvador.
Gracias por morir en la cruz por mis pecados, perdonarme y abrirme las puertas a una nueva vida. Haz de mi la
persona que tú quieres que yo sea. Amén”

Si hizo esta oración, tengo tres recomendaciones para usted:

1. lea la Biblia. Es un libro maravilloso en el que aprenderá principios que le llevarán al crecimiento personal y
espiritual.

2. Ore cada día. Orar es hablar con Dios. Desarrollar intimidad con el Señor. Y quien está de la mano de Dios,
mantiene a raya a Satanás.

3. Comience a congregarse. Lo más apropiado es reunirse con otros creyentes.

I. DECISIONES APRESURADAS v.57


Según la narración de Mateo 8:18, el hombre que vino haciendo esta propuesta era un escriba. Este tipo de personas
era gente sumamente preparada. Tenían la enorme responsabilidad de ser los “copistas” de la ley, así como los
interpretes de la misma. Este hombre seguramente quedó cautivado con aquel joven maestro que ya era venerado
por todos y a quien vería hacer y decir cosas que ningún otro religioso había hecho o dicho. Se presentó ante Jesús
por seguro con una gran rapidez, dispuesto a todo, hasta el punto de decir “te seguiré a donde quiera que vayas”.
Pero la verdad es que este hombre no sabía que Jesús iba a la cruz del calvario. Y ese camino no conducía a ningún
“lecho de rosas”. En todo caso estaría marcado de muchas privaciones y de sacrificios. De acuerdo a la narración de
Lucas, Jesús presenta tres respuestas que revelan una gran honestidad de su parte para aquellos que pretendían
seguirle. Bien pudiera uno pensar que a un hombre de esa finura y preparación Jesús le iba a dar una bienvenida
sonriente y entusiasta, considerando que necesita a alguien así para darle más solidez a su grupo, pero
prácticamente lo detiene con su respuesta. Le dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el
Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza” v.58. Por supuesto que Jesús si tenía algunos hogares “donde
recostar su cabeza”, como el Pedro, Marta y María y otros. Pero lo que él está mostrando a este discípulo es que
consideren el costo de seguirle. Muchos de ellos se iban a enfrentar a una vida precaria, sin un domicilio fijo, tenían
que obedecer a su Maestro de quedarse en un sitio o ir a otro. Esta decisión implicaba un sometimiento exclusivo a
la voluntad del Señor. Son muchos los que vienen como este joven escriba a presentarse ante el Señor, sin embargo
al percatarse de las demandas divinas, sencillamente se retiran. Este hombre representa a tantos en el día de hoy.
Hay decisiones que se toman por ciertas conveniencias más que por convicciones. La juventud es una de esas etapas
donde se toman muchas decisiones apresuradas; algunas más por la vista que por lo que más conviene. Sucede muy
a menudo en el campo de los sentimientos. El corazón se “enamora” y no consulta con la “cabeza”, con los padres y
tampoco con Dios. En este mismo contexto se sabe de muchos que toman la decisión de “seguir a Cristo” porque
están siguiendo el chico o la chica de sus “sueños”. Algunos se meten a “evangélicos” con tal de alcanzar sus fines.
Cada uno debe estar bien consciente por qué quiere seguir a Cristo. Nadie debe engañarse en esta parte. Mi decisión
de seguir a Cristo debe estar respaldada por una profunda convicción y por una confirmación que me lleve a una
consagración y sumisión a él. Vale la pena seguirle correcta y conscientemente.

II. DECISIONES DEMORADAS v. 59


Lo opuesto a las decisiones apresuradas son las demoradas, y este es el caso de este otro discípulo. Note que el
primero vino personalmente y se presentó delante de Jesús para seguirle. Ahora a éste, Jesús mismo le dice:
“¡Sígueme!”. Solo que en su respuesta, Jesús no figuraba como su prioridad inmediata. La responsabilidad de
atender a los padres hasta lo último es algo legítimo, y Jesús avala esta actitud responsable de parte de los hijos que
han visto la importancia del mandamiento con promesa que dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días
se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Ex. 20:12). Ahora bien, la respuesta que Jesús dio pareciera ser
dura y contraria a lo que él mismo ha enseñado, pero no es así. No se sabe cuál era la situación real del padre de ese
discípulo. Necesariamente no hay que pensar que el padre estaba muerto o que se estaba muriendo. Bien pudiera
ser que en la mente de este hombre se mantenía la idea de no dejar a sus progenitores hasta que no los viera
enterrados a cada uno, para luego seguir a Jesús. Pero Jesús plantea una prioridad entre dos deberes sagrados. Si es
sagrado el velar por la familia, el seguir a Cristo y “anunciar el reino de los cielos”, no es menos importante. Jesús
sabe que “los muertos pueden enterrar a sus muertos”; o sea, hay más probabilidades que otros puedan encargarse
en algún momento de la responsabilidad del hogar que los que realmente estarían dispuesto para ir a anunciar el
evangelio. Los que hemos sido llamados por Dios, y desde un buen tiempo atrás hemos respondido a esta sagrada
misión, estando tanto tiempo bajo la privación de no tener cerca de los esos seres que amamos tanto, las palabras
del Maestro nos son comprensibles y familiares. En la vida llegan los momentos donde tenemos que poner en la
balanza de las prioridades las decisiones que tomaremos. O nos decidimos por “enterrar” primero aquello que más
valoramos, o le tomamos seriamente la palabra al Señor de invertirnos en su reino y en su causa. Las decisiones
demoradas tienen el respaldo de esas palabras, “deja primero… deja primero… deja primero”. Y esto finalmente
confirma que Jesús no es el Primero para muchas personas. Algunos dicen, “deja primero” que sea un niño, después
te seguiré. Otros dicen, “deja primero que sea un adolescente”, después te seguiré. Mientras que otros dicen, “deja
primero que sea un joven”, después te seguiré. Y así se va la vida. Algunos dejan que pase toda la vida y cuando ya
están para morir entonces confiesan sus pecados, pero solo para escapar del juicio eterno. Jesús quiere seguidores
que no vacilen hoy en tomar la decisión mejor de sus vidas. El trabajo que estamos haciendo ahora pudiera ser
importante, pues es un medio para sostenernos. Pero el trabajo más importante es el de “anunciar el reino de los
cielos” ya que tiene repercusiones eternas, y eso requiere de una decisión que no puede ser demorada. Una cosa ha
quedado comprobada, cuando nos decidimos primero por el Señor, él se encarga de trabajar y suplir lo que pueda
hacer falta en la familia. Por vía de ilustración, los funerales judíos duraban 7 días. Eso era mucho tiempo si se
tomaba en cuenta que una gran cosecha de almas aguardaba para ser incorporadas al reino de los cielos. No demore
usted más la decisión de venir a Cristo y luego ser un fiel testigo de su reino. Déjele a Cristo sus prioridades y sus
preocupaciones e incorpórese al ejército de los que los que toman “primeramente el reino de Dios y su justicia”,
sabiendo que “todo lo demás viene por añadidura” (Mt. 6:33)

III. DECISIONES ACONDICIONADAS v.61


El tercer discípulo vino también personalmente a ofrecerse al Maestro, pero ya traía una decisión acondicionada.
Había “cocinado” su propio plan para seguir a Cristo. Él dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame que primero me
despida de los que están en casa” v.61. Este discípulo puso de manifiesto un serio conflicto de intereses; tenía la
esperanza de tener a Cristo y al mundo a la vez. Él quiso poner primero en orden la “casa paterna” antes que la “casa
divina”. Se ofreció a si mismo, pero su corazón todavía estaba en el mundo. Los padres estamos muy familiarizados
con las palabras de nuestros hijos, cuando dicen: ‘Lo haré en un minuto, pero primero..’ Y seguramente hay la
intención de hacerlo, sin embargo otra prioridad se hace presente para *****plir con una orden inmediata. Cuando
uno lee detenidamente las palabras de este hombre pareciera oírse una nota de melancolía y cierta tristeza, como si
el llegar a ser un discípulo de Cristo fuera más una carga que una bendición. Es como si hubiese dicho, ‘si me hago un
creyente perderé a toda la gente con quien me relaciono, perderé todo ese ambiente donde me desarrollo, de allí
que tengo que despedirme primero de ellos y disfrutarlos antes de convertirme en un seguidor de Cristo’. Sin duda
que este hombre tenía una idea muy distorsionada de lo es y lo que hace el evangelio. Él creía que el camino de la fe
lo privaría de sus amigos y de sus familiares. Este hombre representa a una multitud de personas que de igual
manera quieren seguir a Cristo, y una vez que son confrontados con sus demandas, sencillamente dicen: “Me gusta
esto, me gusta la iglesia, me gusta la gente; se que Cristo es el camino… pero todavía no puedo ser un cristiano”. Es
la tremenda lucha de alguien que quiere dar satisfacción a sus sentimientos terrenales antes de que ser un hijo
verdadero de Dios. Este hombre lo único que quería era “despedirse primero de los que están en casa”. Para
personas como esta, el evangelio en lugar de ser un “poder que no avergüenza” llega a ser como una como una pena
que se oculta . Es como si al llegar a abrazar la gracia del Señor, se abrazara también la muerte. A lo mejor este
hombre pensó algo como esto: “bueno ahora se acabó todo para mí; toda la alegría, todas las fiestas, todas las
ilusiones, etc. De allí que debo despedirme de los que están en casa”. A estos les pasa como aquellos solteros que
cuando está a punto de casarse dicen: “Bueno, ahora llegó el tiempo de quedarme tranquilo y ser un hombre serio”,
como si el matrimonio no fuera una bendición especial para el contrayente. Hay gente que cree que Jesús nos invita
a un funeral en lugar de una vida abundante. Fue por eso que frente a esa decisión acondicionada Jesús responde: ”
Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (v62). Todo agricultor
sabe de la importancia de hacer surcos rectos para colocar el grano mientras está arando su tierra. Lo que Jesús le
dijo a este “acondicionado” discípulo es que los que nos decidimos por él no debiéramos mirar lo que hemos dejado
atrás. Hay un riesgo cuando se mira al pasado y se quiere volver a el. La mujer de Lot oyó la orden de parte del ángel
de no mirar atrás. Pero su corazón se volvió hacia Sodoma, hacia la vida de pecado que había abandonado y no pudo
salvarse. La recomendación de Pablo nos viene muy bien cuando dijo: “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome hacia lo que está adelante, prosigo la meta” . Somos llamados para ser discípulos incondicionales.

CONCLUSIÓN: Nadie puede vivir sin tomar decisiones en la vida. Para muchos de nosotros ha habido decisiones que
han sido difíciles de tomar, pero muchas de ellas han estado dentro de un plan ordenado por Dios. Pero no siempre
las decisiones que tomamos llegan a estar dirigidas por Dios. Confesamos que muchas veces hay decisiones que
marcan nuestras vidas, para bien o para mal. Los tres hombres de este pasaje que se tuvieron que ver con Jesús en la
toma de decisiones, confrontaron los problemas propios que tienen que ver aquellas decisiones donde la
conveniencia personal, más que la obediencia se pone de manifiesto. Hemos visto que hay decisiones Apresuradas,
decisiones Demoradas y decisiones Acondicionadas. ¿Con cuál de ellas nos identificamos? Ojalá nuestras decisiones
tengan la firmeza de una Rut cuando dijo: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a donde quiera que
fueres, iré yo, y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios” (Rut 1:16)
Elige bien

12. ¿Qué importante decisión toman los jóvenes, y por


qué tiene consecuencias a largo plazo?
12
La juventud es una etapa de decisiones. Algunas de
ellas tienen consecuencias tan duraderas que sus efectos
te acompañarán durante muchos años. Las buenas
decisiones contribuyen a la felicidad y el éxito, pero las
malas pueden echar a perder toda una vida. Piensa en
cómo se cumple este hecho en dos elecciones que te
corresponde hacer. La primera: las compañías que eliges.
¿Por qué es tan importante esta cuestión? Pues bien,
Dios inspiró este proverbio: “El que está andando con
personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo
tratos con los estúpidos le irá mal” (Proverbios 13:20).
Dicho de otro modo, con el tiempo serás como aquellos
con quienes te juntes: o sabio, o estúpido. ¿Qué prefieres
ser?

13, 14. a) Además del contacto directo con otras


personas, ¿a qué nos referimos al hablar de las
compañías? b) ¿En qué error no deben caer los jóvenes?
13
Al hablar de compañías, probablemente pienses en las
personas con las que mantienes contacto directo. Y tiene
que ver con eso, pero hay más implicado. También
cuando ves la televisión, escuchas música, lees una
novela, vas al cine o empleas ciertas funciones de
Internet, te expones a la influencia de otras personas. Y si estas toleran la violencia y la inmoralidad, o si alientan el
consumo de drogas, la borrachera o cualquier otra cosa contraria a los principios bíblicos, te estás juntando con “el
insensato”, con el que actúa como si Jehová no existiera (Salmo 14:1).
14
Quizá te parezca que por asistir a las reuniones cristianas y estar activo en la congregación, eres lo bastante fuerte
para que no te afecte una película violenta o un álbum con buena música pero letras de dudosa moralidad. Tal vez
creas que no te hará ningún daño echar un vistazo a un sitio pornográfico de Internet. Pues bien, el apóstol Pablo te
advierte que estás equivocado. “Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles”, afirmó (1 Corintios 15:33).
Por desgracia, muchos jóvenes con una prometedora trayectoria cristiana han permitido que las malas compañías
corrompan sus buenos hábitos. De modo que resuélvete a evitarlas y sigue el consejo de Pablo: “Cesen de amoldarse
a este sistema de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo
que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios” (Romanos 12:2).

15. ¿Cuál es una segunda elección que los jóvenes tienen que hacer, y qué presiones suelen recibir a este respecto?
15
He aquí una segunda elección a la que un día tendrás que enfrentarte: la de qué deseas hacer cuando acabes tus
estudios. Si en tu país escasean las ofertas de empleo, quizá te sientas tentado a aprovechar la mejor ocasión que se
presente. Y si vives en un país próspero, pudiera haber muchas opciones, algunas muy tentadoras. Con las mejores
intenciones, tus maestros o tus padres tal vez te insten a elegir una profesión que te ofrezca seguridad económica o
hasta te haga rico. Sin embargo, es posible que los estudios o la preparación que se requieran para ello reduzcan
drásticamente el tiempo que podrías dedicar al servicio de Jehová.

16, 17. Explique de qué manera pueden diversos textos bíblicos ayudar a los jóvenes a tener un punto de vista
equilibrado del empleo.
16
No olvides consultar la Biblia antes de tomar cualquier decisión. Las Escrituras nos estimulan a trabajar y así
cumplir con nuestra responsabilidad de ganarnos la vida (2 Tesalonicenses 3:10-12). Sin embargo, hay otros factores
que debes tomar en cuenta. Te animamos a leer los siguientes textos bíblicos y a pensar en cómo te ayudan a ser
equilibrado al escoger a qué te dedicarás en la vida: Proverbios 30:8, 9;Eclesiastés 7:11, 12; Mateo 6:33; 1 Corintios
7:31, y 1 Timoteo 6:9, 10. Después de leer estos versículos, ¿captas el punto de vista de Jehová al respecto?
17
El empleo nunca debe ocupar un lugar tan importante que eclipse nuestro servicio a Jehová. Si puedes aspirar a un
puesto de trabajo digno al concluir la enseñanza secundaria, magnífico. Si necesitas seguir estudiando durante algún
tiempo, conversa sobre ello con tus padres. Pero jamás dejes a un lado “las cosas más importantes”, esto es, los
asuntos espirituales (Filipenses 1:9, 10). No cometas el mismo error que el secretario de Jeremías, Baruc, quien
perdió el aprecio por su privilegiado servicio y se puso a ‘buscar cosas grandes para sí’ (Jeremías 45:5). Olvidó por un
tiempo que ninguna ‘cosa grande’ de este mundo lo acercaría a Jehová ni le ayudaría a sobrevivir a la destrucción de
Jerusalén. Lo mismo es cierto de nosotros hoy.

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