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Hemos visto una pagina del evangelio; Previsoras que mantienen en conversión, tienen el aceite de la gracia, y al no
tener nos quedamos sin luz, lámparas sin aceite. Y cuando quieren ir a buscar al aceite es muy tarde.
Caen en la mundanidad; Maratón Gpe reyes; NO TE ADAPTES AL MUNDO; La sal en el tiempo de Jesús era para no
echar a perder la comida. Hay que iluminar al mundo, a los criterios de la sociedad.
Decisiones. ¿Ha pensado en cuantos errores hemos incurrido por tomar malas decisiones? Decidir juega un papel
importante en nuestra existencia.
Más preocupados por la comida, derroche, Consumismo NOS HAN ROBADO LA NAVIDAD Regalos, borracheras
Tiempo espiritual no de fiesta en fiesta; venda de la fe, palo de la gracias, piñata el pecado, dulces bendiciones
Nuestras decisiones determinan la victoria o el fracaso. Es un principio que aplica a nuestra vida personal como
espiritual.
Recuerdo la historia de una joven con cuatro meses de embarazo. Estaba arrepentida de su situación. “No puedo
hacer nada porque abortar sería ir contra los principios que he aprendido desde niña”, explicó.
Cursaba tercer semestre de ingeniería civil en la universidad. De lo que se arrepentía Marcela era de la decisión que
tomó al ceder a un deseo—natural—pero de la carne al fin, y que concluyó con una noche de pasión y el hijo que
venía en camino.
“Si tan solo hubiese pensado antes de actuar—se lamentó–, ahora no estaría en esta situación”.
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Alrededor de la cruz de Cristo nuestro amado Salvador, hay cuatro escenas que comparto con usted, porque arrojan
principios que son esenciales en la meta de seguir el camino apropiado al decidir algo. En todo momento, y es el
primer consejo que le doy, es clave que usted pida la dirección a Dios (Cf. Salmo 37:5)
El problema no está en fallar porque todos los seres humanos de una u otra manera erramos. El meollo del asunto
está en no arrepentirnos y seguir por el mismo sendero de equivocación.
Veamos el primer caso, el del impulsivo apóstol Pedro. Siguió al Señor Jesús en el camino al juicio. “Mientras tanto,
Pedro estaba sentado afuera, en el patio, y una criada se le acercó. —Tú también estabas con Jesús de Galilea —le
dijo. Pero él lo negó delante de todos, diciendo: —No sé de qué estás hablando. Luego salió a la puerta, donde otra
criada lo vio y dijo a los que estaban allí: —Éste estaba con Jesús de Nazaret. Él lo volvió a negar, jurándoles: — ¡A
ese hombre ni lo conozco! Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron: —Seguro que eres
uno de ellos; se te nota por tu acento. Y comenzó a echarse maldiciones, y les juró: — ¡A ese hombre ni lo conozco!
En ese instante cantó un gallo. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes de que cante el gallo,
me negarás tres veces.»”(Mateo 26:69-75 a. Nueva Versión Internacional)
La primera decisión, fue desacertada. Negó a su maestro. Muy similar a lo que pudo ocurrirnos alguna vez o quizá en
el momento en que está leyendo este mensaje. Ha fallado. Pero a algo malo, puede seguir algo positivo, si se
arrepiente, reconoce su error y se decide por el cambio.
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Después de errar, Pedro se arrepintió. Identificó que había cometido un error al traicionar a Su Señor, y reorientó su
camino. La Biblia nos indica que Pedro: “Y saliendo de allí, lloró amargamente.”(Mateo 26:75 b. Nueva Versión
Internacional)
¿Ha fallado? Si reconoce su caída, cualquiera que sea, debe añadir algo más: arrepentirse y cambiar. Sólo cuando
damos estos dos pasos, todo comienza a ser diferente, con ayuda de Dios.
Una joven esposa, Verónica, me escribió desde República Dominicana. Había decidido separarse de su marido. “No
lo soporto más. He intentado todo, pero nada resulta.”, decía. ¿Sabe cuál fue mi respuesta? No renuncie. Siga dando
la batalla, pero no en sus fuerzas sino en oración, para recibir el poder de lo alto.
Con frecuencia y ante situaciones de crisis, optamos por echar todo por la borda. No razonamos, simplemente nos
dejamos arrastrar por las emociones. ¿A qué conduce esta inclinación? Al fracaso.
Le invito para que me acompañe a ver a Judas. Acaba de reconocer su error por entregar al Señor Jesús. Está
arrepentido. Y lo vemos ante el concilio de ancianos en Jerusalén. Su rostro está desencajado. Sufre. Sus ojos revelan
angustia: “Muy de mañana, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron la decisión de
condenar a muerte a Jesús. Lo ataron, se lo llevaron y se lo entregaron a Pilato, el gobernador. Cuando Judas, el que
lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de
plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos.—He pecado —les dijo— porque he entregado sangre inocente.—
¿Y eso a nosotros qué nos importa? —respondieron—. ¡Allá tú!. ”(Mateo 27:1-4. Nueva Versión Internacional)
La decisión de arrepentirse fue apropiada, oportuna, la mejor. Sin embargo acompañó su primer paso, con uno
segundo que lo condujo a la perdición: “Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se
ahorcó.”(Mateo 27:5. Nueva Versión Internacional)
Las circunstancias no pueden gobernarnos. Si estamos en medio de la crisis, quizá presos de la desesperación, es
fundamental que doblemos rodilla en oración delante de nuestro amado Padre celestial. Los cristianos no renuncian
porque comprenden que renunciar es la palabra preferida de los fracasados, y recuérdelo: usted y yo fuimos
concebidos para vencer.
Pienso en Ana Milena. Una mujer dinámica, entusiasta, con muchas ideas. Pese a ello entra en constantes
depresiones. ¿La razón? No habían transcurrido dos años después de su matrimonio, cuando cayó en adulterio.
Tenía entonces veintiséis años y creyó que era la forma de vengarse de su marido, que caía en constantes aventuras
fuera del hogar. Pasados treinta y dos años, a pesar de ser una cristiana fiel y consagrada a su hogar, no se había
perdonado.
Lo invito nuevamente a la escena del Señor Jesús en la cruz. Dos hombres están junto a él sufriendo el martirio. “Uno
de los criminales allí colgados empezó a insultarlo: — ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!”(Lucas
23:39. Nueva Versión Internacional)
Una decisión errada, sin duda. Tuvo la oportunidad de haber alcanzado la eternidad con Dios, pero la desechó. Se
dejó arrastrar por las emociones, la incredulidad y –en cierta medida—por la autosuficiencia.
No obstante, el otro reo actuó diferente: “Pero el otro criminal lo reprendió: — ¿Ni siquiera temor de Dios tienes,
aunque sufres la misma condena? En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros
delitos; éste, en cambio, no ha hecho nada malo. Luego dijo: —Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. —
Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús. .”(Lucas 23.40-43. Nueva Versión
Internacional)
No importa cuán malo haya sido este hombre: reconoció su error, pidió perdón a Dios mismo quien en Jesús estaba
compartiendo el sufrimiento por los pecados de la humanidad, y aseguró la eternidad en Él. Recibir perdón de Dios y
perdonarnos a nosotros mismos. Dos pasos fundamentales que acompañan la mentalidad de un triunfador.
Cambiar en nuestras fuerzas no es posible, pero sí con el poder de Dios. Lo peor que podemos hacer es resistirnos al
obrar de Dios. Aceptarlo, por el contrario, es un cimiento para el éxito y la realización personal y espiritual.
Han transcurrido algunos meses desde la muerte, resurrección y ascensión del Señor Jesús. Y vemos a Saulo de
Tarso—posteriormente conocido como Pablo—camino de una ciudad cercana para proseguir la persecución contra
los cristianos: “Mientras tanto, Saulo, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se
presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas de extradición para las sinagogas de Damasco. Tenía la intención de
encontrar y llevarse presos a Jerusalén a todos los que pertenecieran al Camino, fueran hombres o mujeres. En el
viaje sucedió que, al acercarse a Damasco, una luz del cielo relampagueó de repente a su alrededor. Él cayó al suelo
y oyó una voz que le decía: — Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ” (Hechos 9:1-4. Nueva Versión Internacional)
¿Está cansado de una vida de fracaso que cada vez se torna más caótica? No siga luchando contra Dios. Él tiene para
usted y para mi, mis planes maravillosos. Resta que nos rindamos a Él y le permitamos obrar poderosamente en
nuestro ser.
La mejor determinación en toda la vida de Saulo (Pablo) fue permitirle a Dios que obrara en todo su ser: “— ¿Quién
eres, Señor? —preguntó. —Yo soy Jesús, a quien tú persigues —le contestó la voz—. Levántate y entra en la ciudad,
que allí se te dirá lo que tienes que hacer.”(Hechos 9:5, 6. Nueva Versión Internacional)
Puedo asegurarle que su vida puede ser diferente, si tan solo le da una oportunidad a Dios. Él espera a la puerta y le
llama, como dice el libro de Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré, y cenaré con él, y él conmigo.”(Apocalipsis 3.20)
La mejor decisión de todo ser humano que se apresta a librar la lucha contra Satanás es recibir a Jesucristo en el
corazón. Es muy fácil. Basta que le diga: “Señor Jesús, te recibo en el corazón como mi único y suficiente Salvador.
Gracias por morir en la cruz por mis pecados, perdonarme y abrirme las puertas a una nueva vida. Haz de mi la
persona que tú quieres que yo sea. Amén”
1. lea la Biblia. Es un libro maravilloso en el que aprenderá principios que le llevarán al crecimiento personal y
espiritual.
2. Ore cada día. Orar es hablar con Dios. Desarrollar intimidad con el Señor. Y quien está de la mano de Dios,
mantiene a raya a Satanás.
CONCLUSIÓN: Nadie puede vivir sin tomar decisiones en la vida. Para muchos de nosotros ha habido decisiones que
han sido difíciles de tomar, pero muchas de ellas han estado dentro de un plan ordenado por Dios. Pero no siempre
las decisiones que tomamos llegan a estar dirigidas por Dios. Confesamos que muchas veces hay decisiones que
marcan nuestras vidas, para bien o para mal. Los tres hombres de este pasaje que se tuvieron que ver con Jesús en la
toma de decisiones, confrontaron los problemas propios que tienen que ver aquellas decisiones donde la
conveniencia personal, más que la obediencia se pone de manifiesto. Hemos visto que hay decisiones Apresuradas,
decisiones Demoradas y decisiones Acondicionadas. ¿Con cuál de ellas nos identificamos? Ojalá nuestras decisiones
tengan la firmeza de una Rut cuando dijo: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a donde quiera que
fueres, iré yo, y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios” (Rut 1:16)
Elige bien
15. ¿Cuál es una segunda elección que los jóvenes tienen que hacer, y qué presiones suelen recibir a este respecto?
15
He aquí una segunda elección a la que un día tendrás que enfrentarte: la de qué deseas hacer cuando acabes tus
estudios. Si en tu país escasean las ofertas de empleo, quizá te sientas tentado a aprovechar la mejor ocasión que se
presente. Y si vives en un país próspero, pudiera haber muchas opciones, algunas muy tentadoras. Con las mejores
intenciones, tus maestros o tus padres tal vez te insten a elegir una profesión que te ofrezca seguridad económica o
hasta te haga rico. Sin embargo, es posible que los estudios o la preparación que se requieran para ello reduzcan
drásticamente el tiempo que podrías dedicar al servicio de Jehová.
16, 17. Explique de qué manera pueden diversos textos bíblicos ayudar a los jóvenes a tener un punto de vista
equilibrado del empleo.
16
No olvides consultar la Biblia antes de tomar cualquier decisión. Las Escrituras nos estimulan a trabajar y así
cumplir con nuestra responsabilidad de ganarnos la vida (2 Tesalonicenses 3:10-12). Sin embargo, hay otros factores
que debes tomar en cuenta. Te animamos a leer los siguientes textos bíblicos y a pensar en cómo te ayudan a ser
equilibrado al escoger a qué te dedicarás en la vida: Proverbios 30:8, 9;Eclesiastés 7:11, 12; Mateo 6:33; 1 Corintios
7:31, y 1 Timoteo 6:9, 10. Después de leer estos versículos, ¿captas el punto de vista de Jehová al respecto?
17
El empleo nunca debe ocupar un lugar tan importante que eclipse nuestro servicio a Jehová. Si puedes aspirar a un
puesto de trabajo digno al concluir la enseñanza secundaria, magnífico. Si necesitas seguir estudiando durante algún
tiempo, conversa sobre ello con tus padres. Pero jamás dejes a un lado “las cosas más importantes”, esto es, los
asuntos espirituales (Filipenses 1:9, 10). No cometas el mismo error que el secretario de Jeremías, Baruc, quien
perdió el aprecio por su privilegiado servicio y se puso a ‘buscar cosas grandes para sí’ (Jeremías 45:5). Olvidó por un
tiempo que ninguna ‘cosa grande’ de este mundo lo acercaría a Jehová ni le ayudaría a sobrevivir a la destrucción de
Jerusalén. Lo mismo es cierto de nosotros hoy.