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El Móndrigo, cinco anécdotas

falsas sobre el movimiento del 68

Paris Martinez (@Paris_Martinez)

octubre 2 2011 11:25

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FONDEA el periodismo independiente

Apenas unos meses después de que el Ejército mexicano asesinara a cientos de


universitarios que protestaban el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, en los puestos de
periódicos y librerías de la Ciudad de México comenzó a circular la primer novela que versaba
sobre esta tragedia, de autor anónimo e impresa por una editorial que resultaba desconocida
para todos.

Se trataba de ¡El Móndrigo! Bitácora del Consejo Nacional de Huelga, supuesto diario
personal de uno de los dirigentes del movimiento estudiantil, cuyo cadáver “semiagazapado” –
narra la introducción– fue descubierto por vecinos del edificio Chihuahua, “pocas horas
después del combate en la Plaza de las Tres Culturas”.

“Al registrarlo –se afirma en las primeras páginas del libro, impreso por la hasta entonces
inexistente Editorial Alba Roja– le hallaron bajo la cintura y fuertemente sujeto con el cintillo
un portafolio que contenía un legajo manchado de sangre fresca (…) que resultó ser el ‘diario
íntimo’ en que anotaba meticulosa y ampliamente los sucesos del Movimiento Estudiantil“.

El cadáver de este joven, afirma Alba Roja, “no quedó desfigurado por las heridas, pero nadie
lo identificó y estuvo varios días en el anfiteatro, hasta que hubo necesidad de sepultarlo en
calidad de desconocido. (Sin embargo) hay la conciencia de que dos que vieron su cuerpo
exánime, tirado en el pasillo del Chihuahua, exclamaron ‘¡Es El Móndrigo!‘”.

Con esta novela, presentada originalmente como un testimonio verídico, en 1969 inició la
campaña oficial para desprestigiar el ideario del movimiento estudiantil recién
doblegado y manchar la reputación de sus figuras más notables, así como para justificar la
matanza del 2 de octubre, política que se prolongaría durante los siguientes 32 años de
régimen priista. Hoy, a 43 años de que el Ejército disparara sus fusiles contra los jóvenes
universitarios, Animal Político te presenta a este personaje que, pese nunca haber existido
en la vida real, fue el primer encargado de borrar la sangre de este capítulo negro de la
historia mexicana, El Móndrigo…

I. Génesis del “movimiento perfecto”

“Bueno, ya soy un personaje –es la frase con la que El Móndrigo inicia su narración–. Si las
cosas marchan viento en popa, como van, formaré parte del gobierno socialista de México
que sustituirá al reaccionario y burgués de Gustavo Díaz Ordaz… en un plazo breve,
instauraremos la República Popular que será el anticipo de la República Socialista
Mexicana… Quedé incluido en el Consejo Nacional de Huelga.”
Aunque el libro está estructurado como una bitácora, en la que día a día se narran
los acontecimientos comprendidos entre el 26 de julio y el 2 de octubre, hasta minutos
antes de que inicie la refirega en Tlatelolco, la primera parte del texto resume la gestación del
movimiento estudiantil, entre agosto de 1967 y julio del año siguiente.

“Es creencia unánime –afirma el personaje, quien se califica como ‘furibundo trotskista’– que
el movimiento de huelga se motivó en el tribial incidente a golpes entre los vocacionales de
la 2 y la 5 y los preparatorianos de la Ochoterena(en la Ciudadela, revuelta fuertemente
reprimida por el cuerpo de granaderos, dando pie a la inconformidad masiva universitaria y su
inmediata movilización). En todas partes crecen los que dan por cierto lo que les cuentan y
son los que creen que hubo un lobo que se disfrazaba de abuelita para devorar niñas de
caperuza encarnada; y también juran que fue real la aparición de la guadalupana a Juan
Diego, y su autorretrato en el ayate del indio mitómano; como también creen en
el ‘incontenible progreso’ de México y en su ‘inigualable pujanza económica’…

Pero, exclama, “vamos a hablar claro: la ‘trompiza’ en la Ciudadela y la forzosa intervención


de los granaderos sirvió de fulminante para estallar la revuelta, la cual debe su
relampagueante éxito y la magnitud que alcanza a unas horas de empezar, a que no hubo
improvisación. Todo fue pesado, todo fue medido, todo fue meditado, todo fue discutido y todo
obedeció a un soberbio plan”, el cual, asegura, fue diseñado por los estudiantes mexicanos
adoctrinados durante la Junta Tricontinental de la Habana (agosto de 1967), quienes
capitalizaron la inconformidad de los 20 mil aspirantes rechazados por el sistema de
educación superior, así como de universitarios encabezados por el exrector Ignacio Chávez,
inconforme éste por no haber conseguido la candidatura presidencial, y grupos del IPN
contrarios a la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos, la mayor organización
estudiantil del Politécnico.

Fernando Gutiérrez Barrios

De esta forma, “cuando estuvieron listas todas las piezas y embonaron, se buscó y pensó en
el pretexto. Inesperadamente (el 22 de julio) chocaron dos grupos en la Ciudadela y, en
ese instante, se puso en marcha el plan, porque estábamos en actitud alerta y velando las
armas los del todavía innombrado Consejo Nacional de Huelga. Hicimos repetir el incidente,
pero ya orientado hacia el ataque a los granaderos, para que éstos, bestias al fin, se
ensañaran y apalearan a medio mundo…”, asegura el falso testimonio, cuya autoría algunos
han atribuido a Fernando Gutiérrez Barrios, el agente mexicano de la CIA quien, ese
entonces, era titular de la extinta Dirección Federal de Seguridad, la policía política mexicana
de aquel entonces.

“Matemáticamente se desarrollaron uno a uno cada capítulo del proyecto. La movilización


estudiantil en el IPN, Normales y Universidad fue simultánea y agresiva, como lo requerían los
instantes que se iban viviendo –concluye su resumen El Móndrigo–. Jamás antes hubo un
movimiento tan perfecto como éste.”

"El granadero se desploma. ¡Uno menos!", pie de foto original.

II. Una matazón, ¡al fin!

El 26 de julio, las protestas por la represión ejercida cuatro días antes en la Ciudadela y las
manifestaciones conmemorativas por el alzamiento de Fidel Castro, en Cuba, se unieron en
una sola marcha con estudiantes de la UNAM y del IPN, que avanzó rumbo al Zócalo,
iniciándose una refriega con la policía que duró tres días, misma que unificó a los grupos
rivales de universitarios, y luego de las cuales, para inicios de agosto, habrían de conformar
el Consejo Nacional de Huelga al rededor de seis demandas (ninguna de las cuales, cabe
destacar, incluía la instauración de una República Socialista, como afirma la novela de la DFS)
y que fueron: desaparición del cuerpo de granaderos y la renuncia de los altos mandos de la
policía capitalina que condujeron los recientes operativos para reprimir al estudiantado, Luis
Cueto y Raúl Mendiolea; el deslinde de responsabilidades penales por dichas acciones
policiacas; la eliminación del delito de ‘disolución social’, aplicado en contra de los estudiantes
detenidos; la liberación de todos los presos políticos (universitarios o no) así como la
indemnización para las víctimas de la represión (se calcula que en esos tres días murieron
siete activistas).

El Móndrigo, sin embargo, abunda en su narración conspiracionista. Al llegar al Centro


Histórico, afirma, ese 26 de julio, “allí estaban ya los granaderos, que intervinieron
entablando la lucha. Nada más que ahora no iban inermes los compañeros, (como en la
Ciudadela): previamente, en los recipientes de basura de Madero y Cinco de Mayo habían
sido colocadas una que otra pistola bien cargada, una metralleta, cuchillos, varillas y ladrillos.
El agarrón fue de pronóstico”.

Y al día siguiente, continúa, luego de intentar la toma de una armería, “mandé a un


compañero a que prendiera fuego a un camión que atravesamos en Argentina y
Guatemala, y voló en pedazos cuando explotó su tanque de gasolina. Aclaro: voló el camión,
no el camarada… A su vez, Guevara Niebla fue a la Prepa 3, emborrachó a los cuates y hasta
les dio mariguana, que les gusta y no son novatos, y cosa de 200 de ellos, armados con palos
y varillas, atacaron a los granaderos”.

Luego, El Móndrigo cuenta el momento en que recibió un “notición”: “Me acaba de hablar por
teléfono Romeo González Medrano: ¡Ya está interviniendo el Ejército!, bombardeó la
Preparatoria de San Ildefonso, hizo una matazón, ¡al fin! Y ya están violando la autonomía
Universitaria… ‘Si quieres más detalles, lee los periódicos ahora que amanezca, y no dejes de
ver también la TV, estuvieron los camarógrafos y tomaron el instante del bazookazo’.

Sin mucha congoja, el supuesto dirigente, que además de su apodo utiliza el pseudónimo
abunda: “Los desgraciados usaron un tipo de bomba que no es lacrimógena, sino cagógena,
pues provoca al instante una diarrea incontenible.”

Autobús quemado en la refriega del 26-29 de julio

III. Delaciones accidentales

Si algún efecto inhibidor buscaba el gobierno mexicano aplicando mano dura, el


resultado obtenido fue el contrario, ya que la represión a las movilizaciones iniciadas el 26 de
julio no sólo sumó más estudiantes a las protestas, incluso de secundaria, sino que hasta el
rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, asumió una participación activa en lo que
públicamente calificó como una violación a la autonomía universtaria.

Al rector, afirma El Móndrigo, “se le notaban grandes ojeras y lo blanco de los ojos estaba casi
rojo por los vasos inyectados. ‘¡Esto no se queda así’, nos dijo, ‘déjenme realizar unas
gestiones y cambiar de opinión con varios maestros y gente que debe intervenir, luego
tendrán noticias mías”.

Rector Barros Sierra

Para entonces, la huelga estudiantil había sido decidida en la mayoría de las


preparatorias y facultades de la UNAM, por lo que el mitin en el que al mediodía el rector
llamó a defender la autonomía, mediante manifestaciones dentro de Ciudad Universitaria,
vino a reforzar los ánimos. Al día siguiente, de hecho, Barros Sierra habría de encabezar una
marcha de toda la comunidad académica, por el ataque a las instalaciones de San Ildefonso.

Pero El Móndrigo no sólo habla de los personajes que mantuvieron una postura pública
favorable al movimiento, sino también de otros que, de por sí, resultaban incómodos al
Estado.

“Un enviado de don Julio Scherer vino a vernos para poner a disposición del movimiento
estudiantil todos los periódicos de la casa Excélsior. Incluso nos brindó crédito amplio e
ilimitado para nuestras publicaciones. No sé cómo se llama el enviado de Excélsior, pero es
un calvito muy agradable, quien nos sugirió que elaboráramos los boletines de todos los actos
y una flotilla de reporteros se encargaría de hacerlos buenos firmándolos como presentes en
el acontecimientos… Don julio y varios redactores y directivos de la cooperativa son
izquierdistas de abolengo y algunos pertenecen a grupos marxistas-leninistas.”

Rafael Preciado

Además, señala, “el PAN se acaba de manifestar en favor del Movimiento y ha hecho
declaraciones que parecen redactadas por nosotros. Véase esta parrafada: ‘cuando las
autoridades consideren que la forma de hacer una petición trastorna el orden público, no debe
excederse utilizando la fuerza en grado tal que dejen la sensación de que la autoridad no
defiende, sino que provoca…’ ¡Muy bien por el PAN! El maestro Rafael Preciado
Hernández (fundador del albiazul y entonces catedrático de Derecho) cumplió su palabra y
también el padre Ramón de Ertze Garamendi (exiliado español)… El profesor Alejandro
Avilés, director de la Escuela de Periodismo Carlos Septién es otro aliado ad hoc. ¿Quién
podrá creer al gobierno que esto es comunista? Excélsior, el PAN, el profesor Avilés y su
organización de periodistas católicos están con el movimiento. Mejor que mejor. ¡Miel sobre
hojuelas!”.

Y luego, otra infidencia accidental, aunque demasiado accidental para serlo verdaderamente.
Dice El Móndrigo: “Como de costumbre, Vicente Lombardo Toleado metió el moco en el
atole, en su afán de desquitar la mesada que le pasa el gobierno y, en unos volantes que
distribuyó la Dirección Nacional de la Juventud Popular, dice: ‘Los culpables directos de los
acontecimientos de la Ciudad de México son los grupos financieros oligárquicos, las
fuerzas organizadas de la derecha, los elementos falsamente izquierdistas y la policía
internacional de Estados Unidos, la CIA…'”
Luego el supuesto líder estudiantil se queja: “¡¿Cómo pude llegar el dato de la CiA al
decrépito líder del decrépito Partido Popular Socialista?!”, para terminar revelando el
nombre de su contacto con la agencia estadunidense: “George B. Gross, agregado de la
Embajada americana”.

IV. Amenazas veladas

A pesar de que el 27 de agosto el Consejo General de Huelga organizó una de sus más
simbólicas y concurridas manifestaciones, la Marcha del Silencio, con una asistencia
calculada de 300 mil personas, y que partió de Antropología al Zócalo, la novela de la
Dirección Federal de Seguridad afirma que, para septiembre, el apoyo social a la “minoría
activa” que comanda al movimiento, “el estado mayor estudiantil”, como lo nombra El
Móndrigo, se ha debilitado, ante el temor a los cuerpos policiacos, la falta de sustento de sus
demandas y el desprestigio que sus “desmanes” les han granjeado.

“El Movimiento Estudiantil está en franca derrota. El edificio se nos viene encima. Nos
faltan manos para detener paredes y techo que se derrumban y nos aplastan… El Consejo
Nacional de Huelga se ha vuelto un costal de perros y gatos… Cuesta trabajo mandar a la
calle a las brigadas a pintar camiones y trolebuses, capturarlos o quemarlos, y hacer pintas en
las paredes, porque los gendarmes los aprehenden y a varios los han balaceado, muchos ya
no vuelven a la lucha.”

Marcha del Silencio

Luego viene algo que, más que reflexión interna, parece una advertencia para los lectores:
“Hay que ser muy hombrecitos o tener gran decisión para reincidir, pues el castigo es
atroz y la repetición de la dosis de leñazos sobre huesos maltrechos y músculos
distorsionados y molidos es para invalidar o matar… Y no hay argumentos para mantener a
los compañeros en el sacrificio porque la lucha se planteó equivocada desde un principio, y
nos sostenemos prendidos con alfileres.

“No se quiso entender que había que elaborar un pliego de peticiones intensamente
estudiantil. ¿Qué carambas nos importan Vallejo, Campa, Rico Galán y demás presos
políticos? ¿Quién sabe lo que contiene el artículo 145 y su repetición (en los que se tipificaba
el delito de disolución social)? Por cuanto toca a mí, ni sabía que existieran. Me enteré de su
contenido hasta que Díaz Ordaz lo dio a conocer y comentó en su informe; y, como yo,
habemos decenas de miles de estudiantes y maestros.”

V. Alea jacta est… la suerte está echada

Es, pues, bajo la tesis de la desesperación ante la inminente derrota que El Móndrigo
incrimina al movimiento por la matanza de Tlatelolco. “Hemos tenido una plenaria del
Consejo –afirma, el día 30 de septiembre–, y votamos de acuerdo con la línea dura, lanzarnos
de plano a la rebelión. Las Olimpiadas hay que impedirlas al precio que sea. Un acto
espectacular derrumbará los planes del gobierno y los olímpicos se irán con su música a otra
parte… Sócrates Campos, Rufino Perdomo, Sóstenes Tordecillas, Roberto Escudero,
Fernando Carona, Florencio López Osuna, Sabino Flores, Oscar Levin, Rafael Cordera,
Humberto Musaccio, Rubén Santana Alavés, José Luis González de Alba, Hugo Araujo y Raúl
Álvarez Garín presentaron una moción tendiente a que el combate definitivo se libre en la
Plaza de las Tres Culturas, porque seguramente los granaderos y el Ejército impedirán que
salgamos a rescatar las escuelas del casco de Santo Tomás…”

A diferencia de otros encuentros de la dirigencia estudiantil, en los que El Móndrigo parece


sólo transcribir el reporte frío de algún agente infiltrado, el cónclave en el que, afirma, se
decidió provocar la matanza es profuso en detalles literarios, reproduciendo, incluso, diálogos
textuales. “En la proposición se establece que el mitin del día 2 deberá concluir en
hecatombre, pues en ello estará nuestra victoria. Habrá que insistir que vayan madres con
niños. Mientras más caigan, mayor será la furia e indignación nacional y mundial. Entonces
estallará un paro de actividades en fábricas, comercios, oficinas públicas y transportes, cosa
que aprovecharán nuestros amigos en el Ejército, compañeros de viaje, para desconocer a
sus comandantes y tomar la dirección de las batallas (…) Cuarenta y ocho horas después, el
paro general y los desórdenes en todo el país harán caer al gobierno y el poder pasará a
nuestras manos.

“Marcelino Perelló se levantó indignado. ‘¡Eso no… eso no!’ –gritó–. ‘¡Es un precio muy
alto!’ “Y Miguel Yacamán preguntó si las columnas (de universitarios armados) dispararían
únicamente contra soldados y policías, y se le respondió afirmativamente.
–¿Y si matan y hieren a estudiantes y a maestros invitados?
–Pues aumentará la cosecha, camarada, y no tendremos que inventar nombres y direcciones
–le respondió con enfado Raúl Álvarez– Ya estamos en guerra y no vamos a fijarnos en
pequeñeces… Y si con unos cuantos muertos en Tlatelolco alcanzamos la victoria, eso es
salvar al país. De lo contrario, en vez de cincuenta o cien cadáveres, habrá que levantar
millares de norte a sur y de este a oeste. Es doloroso, pero también duele amputar un brazo
para salvar todo el cuerpo.
Según El Móndrigo, votaron en favor del plan 118 miembros del CNH; en contra, solamente
24; y el resto se abstuvo.

Militares apostados en edificios de Tlatelolco


Al día siguiente, siempre según la novela de la DFS, la dirigencia estudiantil integró batallones
de ataque, que se congregaron en la Casa del Estudiante de Sonora, donde “Sócrates inició
la dramática exposición con esta frase: ¡Alea jacta est..! ¡La suerte está echada!… Hasta se
me enchinó el cuerpo. Pero en verdad, es el único camino. Si esperamos una semana más,
los estudiantes regresarán a clases y coléricos nos colgarán (a los dirigentes). Por eso, de
que lloren en mi casa a que lloren en la del vecino, prefiero lo último. Es la ley de la vida.
Estamos en una encrucijada, correrán ríos de sangre y, si la de unos cuantos resuelve el
triunfo, pues qué mejor…

“En un pizarrón estaba el plano de la plaza y edificios circundantes. Sócrates Leyó su plan
estratégico auxiliado por Gilberto Guevara Niebla…. Nos informó que cuenta con la
anuencia de amigos que son inquilinos en los edificios Chihuahua, Sinaloa, ISSSTE, Molino
del Rey, Querétaro y Dos de Abril, con ventanas a la Plaza de las Tres Culturas, para que nos
apostemos y desde allí recibamos a tiros a los soldados… y a los que se nos atraviesen.”

Así es como, en la versión de los hechos promovida por las autoridades, los dirigentes
estudiantiles se parapetaron, arma en mano, a la espera de que iniciara el mitin en
Tlatelolco.

El Móndrigo escribe a mano el último pasaje de su diario, correspondiente al 2 de octubre, y,


para mayor verosimilitud, la Editorial Alba Roja reproduce el facsimilar de estas anotaciones.

La última página del diario

“Me dijo Raúl Álvarez Garín –dicen las anotaciones de El Móndrigo– que la señal será con
una luz de Bengala, atrás de la iglesia.
“A mis dos compañeros de emboscada les apestan las patas horrorosamente. ¡Estos
hippies!…
“Ya empezó a llover. Son las 5 de la tarde.
“5:15. Comienza Florencio López Osuna. Preside Campos.
“Cinco mil cuando mucho. Antes juntábamos quinientos mil.
“Las tropas dicen que están en Mosqueta y Zaragoza, y M. González.
“6:03. Aparecen los soldados. Espero la señal de Raúl. Son muchos tanques.
Y la novela concluye con una última expresión de ansiedad ante la masacre inminente.
“Ahora sí –escribe el personaje ficticio–. Son las 6:15…”
La hora en la que empezaron los disparos.
Álvarez Garín y Guevara Niebla, en Lecuberri, tras su captura en Tlatelolco

Epílogo

Hasta la fecha, se desconoce el número exacto de personas asesinadas en Tlatelolco.


En ese momento, el Ejército reconoció 24 decesos; mientras que algunos investigadores,
como el académico Jorge Castañeda, han afirmado que no fueron más 68 muertos, incluido
un soldado; además, la Embajada de Estados Unidos, calculó en esos momentos que los
fallecidos era entre 150 y 200, según un informe enviado a Washington. Sin embargo, otros
afirman que la cifra podría superar las 300 víctimas fatales.

En febrero de 2006, ya con Felipe Calderón como presidente de la República, la Fiscalía


Especial para los Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), creada cuatro
años antes por su antecesor, Vicente Fox, presentó su informe sobre la ‘guerra sucia’ en
México, que dedica todo un capítulo a la represión ejercida por el gobierno del priista Gustavo
Díaz Ordaz contra los estudiantes universitarios en 1968.

Este documento concluye que el mismo 2 de octubre, “una delegación del Consejo Nacional
de Huelga, formada por Luis González de Alba, Gilberto Guevara Niebla y Anselmo Muñoz, se
entrevista con los representantes del Presidente de la República Anselmo Muñoz y Jorge de
la Vega Domíngez (…) El acuerdo al que se llegó fue que se iniciaría el diálogo requerido con
el movimiento estudiantil (…) Al abrirse la posibilidad de iniciar la negociación, deciden
suspender la movilización prevista desde la Plaza de las Tres Culturas al Casco de Santo
Tomás, para cancelar toda posibilidad de violencia (…) En cambio, aquella mañana del 2 de
octubre, el Estado se preparaba para atacar a su población (…) Conforme a documentos
desclasificados por la Sedena, con informes de inteligencia enviados al Departamento de
Defensa de Estados Unidos, el Estado Mayor Presidencial utilizó francotiradores para inducir
una respuesta armada por parte del Ejército y que ésta se generalizara provocando una
masacre que aniquilara al grupo nacional movilizado.”

“La versión que inculparía a los estudiantes –señala el informe– no se sostiene”, mientras que
“la tesis de que los francotiradores eran militares pertenecientes al Estado Mayor Presidencial
es la que tiene soporte en la documentación encontrada”, concluye el reporte oficial.

Un año después, el presidente Calderón, por medio la Procuraduría General de la


República, desapareció la FEMOSPP, sin haber detenido a ningún responsable no sólo
de la matanza del 68, sino tampoco de la de 1971 ni de la guerra sucia librada contra
movimientos insurgentes en las décadas de los 60, 70 y 80.
Y, más aún en 2008, el académico Sergio Aguayo denunció que los archivos de la FEMOSPP,
que incluían toda la información desclasificada sobre la guerra sucia, habían sido
“deliberadamente desaparecidos” por el gobierno calderonista.

“La PGR ha respondido a las peticiones de información que han hecho diversas personas –
denunció Aguayo, en televisión–, que estos archivos son inexistentes: el archivo ministerial
que se usó para intentar fincar responsabilidades a funcionarios públicos y el archivo histórico
con 22 mil documentos, actitud que es de indolencia o de mala fe, por lo que el gobierno de
Fox como el actual de Felipe Calderón han sido cómplices de la impunidad (en la matanza del
68)”, remató.

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