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HARMONIA.

EL PITAGORISMO Y LA "MÚSICA DE LAS


ESFERAS"
Antonio José López Domínguez

INTRODUCCIÓN

La música es característica de prácticamente todas las culturas y todas las civilizaciones. Esto sugiere que
el instinto de hacer música es fundamental en la naturaleza humana. Si bien podemos identificar la música
como un arte ceremonial remontándonos tres milenios en el tiempo, la música tal como la conocemos hoy
es, en esencia, menor de mil años. Esto hace que se constituya como la más joven de las artes.

La música tiene un gran poder de evocación, una capacidad de sugestión casi mística, que influye de forma
determinante al espíritu humano. Podemos hablar de la música como una experiencia de la mente y el
cuerpo, como una experiencia psicosomática de cuyas sensaciones, tanto corporales como mentales, no
desearíamos vernos privados.

¿Qué define una experiencia musical? La música puede definirse como todo sonido que tenga una intención
musical. Tener una intención musical significa simplemente tener un deseo de comunicarse por medio de
imágenes sonoras.

El material de la música es el sonido, que actúa directamente sobre el oído. La percepción sensible provoca
asociaciones y relaciona el sonido, el oído y el mundo sensorial. De la acción conjunta de estos tres factores

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depende todo lo que en música hay arte. Como dice Arnold Schöenberg, “…sucede igual con la
combinación química, que posee unas cualidades distintas de las de los elementos que la componen; de la
misma manera la impresión estética tiene otras peculiaridades de las que poseen componentes [1]”.

Así pues, el sonido deberá ser considerado, en todas peculiaridades y efectos, capaz de engendrar arte.

Todas las sensaciones que provoca, es decir, los efectos que producen sus peculiaridades, tienen en tal
sentido un influjo sobre la forma –de la que el sonido es elemento constitutivo–, es decir, sobre la obra
musical.

En el complejo arte del sonido intervienen elementos de gran importancia (melodía, ritmo, forma, timbre,
dinámica, etc.), todos ellos son necesarios para que una obra musical sea capaz de transmitir mensajes que
afecten con distintas intensidades al estado anímico del ser humano, y posiblemente el factor que más
influencia aporta a esta transmisión, sea el efecto armónico (arte de formar y enlazar acordes) ya que es la
armonía la que de una forma determinante considera más exactamente los diferentes ambientes de
estabilidad y los diferentes estados de tensión.

Los armónicos más cercanos contribuyen más, los más lejanos menos. La diferencia entre ellos es de grado,
no esencial. No son opuestos. Depende sólo de la creciente capacidad del oído analizador para
familiarizarse con los armónicos lejanos, ampliando así el concepto de “sonido susceptible de hacerse arte
[2]”, al que todos estos fenómenos naturales tengan un puesto en el conjunto.

El fenómeno de la resonancia o escala de sonidos armónicos es el elemento genésico del acorde, y la


investigación de las múltiples relaciones entre los diversos acordes es el objeto fundamental de la Armonía.

Harmonics era el nombre que los griegos daban a la ciencia de los sonidos proporcionados y harmoniai
(plural) era el término colectivo usado para sus escalas musicales. La etimología de la palabra revela una
amplia variedad de significados: adecuar, adaptar, reconciliar, concordar, administrar, afinar un instrumento
e inclusive besar. El significado más general es la unificación de componentes disímiles en un todo
ordenado.

El pitagorismo (s. VI a C.) definía la armonía como un equilibrio: una unidad de elementos diversos, una
resolución de tensiones opuestas y un ordenamiento mutuamente proporcionado de los varios
componentes. Estas abstracciones se corporizaron en una serie de imágenes más concretas: la
combinación de los elementos materiales (tierra, agua, aire, fuego) y las cuatro propiedades de la naturaleza
(cálido, frío, mojado, seco), los cuatro humores y los cuatro temperamentos, la música de las esferas, la gran

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cadena del ser, el macrocosmo y el microcosmo, las correspondencias entre ellas y los tiempos y las
estaciones y, finalmente, la sumatoria de todas estas ideas en la imagen de la armonía universal,
simbolizada por la música continua y la danza en los cielos.

En este trabajo, se ha pretendido reconstruir la esencia de esta particular filosofía por varios motivos:

- La música ocupó un puesto central en dicha filosofía, y supuso el origen de la armonía musical. El
desarrollo de la música occidental ha estado condicionado por un sistema bimodal diatónico cromático cuyo
primer gran axioma descansa en los descubrimientos de la escuela pitagórica.

- Para estudiar con detenimiento la magnitud del concepto de harmonia, sus connotaciones, implicaciones y
relaciones dentro de la escuela de Pitágoras.

ANTECEDENTES

Durante más de 2000 años, la hegemonía cultural del mundo civilizado correspondió a Egipto y a
Mesopotamia (China y la India también habían alcanzado un alto nivel cultural) pero para fines del siglo VII
a.C. la situación había cambiado apreciablemente. Después de cumplir gallardamente con su papel en la
historia, ambas civilizaciones se enfrentaban a su inminente decadencia: Nínive acababa de sucumbir ante
los embates de medos y babilonios –aliados temporalmente contra la tiranía asiria– y en sólo 150 años más
tanto Egipto como Mesopotamia habrían de convertirse en simples colonias persas. El escenario estaba listo
para que una nueva cultura entrara en acción: la cultura griega.

La importancia de la influencia griega en el pensamiento occidental no puede ser menospreciada. A ella


debemos, entre otras muchas cosas, el nacimiento de lo que ahora llamamos "pensamiento científico". Es
cierto, desde luego, que los egipcios fueron excelentes arquitectos, y que fueron particularmente hábiles en
el diseño y en la manufactura de herramientas de gran utilidad, y es cierto, también, que los caldeos fueron
brillantes observadores del cielo y notables recopiladores de datos. Pero en ambos casos, el desarrollo y la
recopilación de conocimientos se hizo con fines esencialmente prácticos (la construcción de tumbas más
seguras para sus reyes o una predicción más precisa de los acontecimientos) y adjudicándole además a
esos conocimientos un cierto sentido "mágico" que los hacía privativos de unos cuantos "iniciados" (los
sacerdotes); nunca hubo, hasta donde sabemos, un intento de síntesis o de unificación, ni un planteamiento
de los "cómos" o los "porqués". Es por ello que, a pesar de haber llegado a constituir un impresionante
acervo, sus conocimientos no alcanzaron nunca la jerarquía de Ciencia.

Los griegos, en cambio, abordaron el estudio de la naturaleza desde una perspectiva totalmente distinta;

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valoraron el conocimiento por sí mismo y desecharon al elemento mágico, místico o sobrenatural de todos
sus intentos por comprender los fenómenos naturales. Desde luego, esto no quiere decir que la
interpretación mística o esotérica del universo haya desaparecido con los griegos. No sólo persistió entre
ellos sino que ha subsistido hasta nuestros días. Pero lo importante es que trazaron, por primera vez, una
línea divisoria entre magia y ciencia; con ellos, la especie humana entra en la edad de la razón.

A fines del siglo VII a.C., Mileto era la ciudad más próspera del mundo mediterráneo. Fundada unos cuatro
siglos antes en las costas del mar Egeo, en lo que hoy es Turquía, había ido progresando poco a poco
hasta convertirse, bajo el mando de Trasíbulo, en la capital tanto de la industria (textil) y el comercio como
de las artes y la filosofía. Y fue allí, en medio de esta efervescencia económica e intelectual, donde nació
Tales, fundador de la escuela jonia de pensamiento y padre de la ciencia moderna.

La vida y la obra de Tales nos son prácticamente desconocidas y lo poco que sabemos es a través de
terceros (incidentalmente, esto es válido no sólo para Tales sino para todos los filósofos griegos anteriores a
Platón). Lo que ha llegado hasta nosotros se reduce a algunas anécdotas relatadas por Platón, Aristóteles o
Herodoto y a algunas citas que estos autores le atribuyen. Sin embargo, parece no haber duda de que Tales
nació en Mileto, aunque si la hay en lo que se refiere al año de su nacimiento, que algunos citan como 624
a.C. y otros (los más) como 640 a C. (éste es tan sólo un ejemplo de la incertidumbre que priva en todo lo
que a él se refiere). Según Platón, una vez cayó en un pozo por caminar contemplando las estrellas, lo que
lo convertiría en el proverbial "genio distraído" tan popular hasta nuestros días; y, según Aristóteles, en
cierta ocasión aprovechó sus conocimientos del cielo –y, en particular, del clima– para hacer dinero,
demostrando así a un detractor que el saber y la razón podrían también servir para ese fin si los sabios se lo
propusieran.

Pero el hecho más famoso que se le atribuye, y que, según cuenta Herodoto, más contribuyó a su fama, es
el haber predicho un eclipse total de Sol que ocurrió en 584 a.C. Esta sola anécdota sería suficiente para
demostrarnos que no hay que confiar demasiado en los testimonios que nos llegan de muy lejos en el
tiempo, ya que en la época de Tales era imposible predecir eclipses de Sol; los de Luna, tal vez, puesto que
son visibles en toda la Tierra, pero los de Sol requieren de una comprensión relativamente profunda de los
mecanismos involucrados de la que carecían no sólo los griegos de la época de Tales sino hasta culturas
mucho más avanzadas. De hecho, la única idea astronómica atribuida a Tales que es congruente con su
tiempo es que la Tierra (el mundo, para él) es un disco flotando en agua.

En síntesis, si a Tales se le ha llamado el "padre de la ciencia" no ha sido por sus conocimientos –que, a fin
de cuentas, no eran muy superiores a los de egipcios o babilonios (de quienes, por cierto, parece haberlos
adquirido) – sino por haber introducido una nueva manera de pensar, una nueva actitud ante el Universo en
la cual se le presupone inteligible y regido por leyes simples y asequibles al intelecto humano. Fueron la
magnitud y la trascendencia de este paso las que le confirieron la inmortalidad.

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Tabla 1

EL PITAGORISMO

Tales había sembrado la semilla de la ciencia pero, para que diera frutos, era necesario que otros siguieran
sus pasos. Los hubo, por fortuna, y en abundancia. A través de pensadores de la talla de Anaximandro y
Anaxímenes, la escuela jónica dominó el panorama intelectual de Grecia por más de cien años. Pero, sin
duda, el filósofo más importante de la época fue Pitágoras.

Nacido en la isla de Samos, frente a las costas de Jonia, fundó una escuela que habría de perdurar por un
par de siglos. De hecho, los pitagóricos constituían una secta, más que una escuela, en la que podían
ingresar tanto varones como hembras; para ser admitido en ella había que hacer ciertos votos, cuyo riguroso
cumplimiento se exigía so pena de expulsión. Así por ejemplo todo pitagórico que se preciara de serlo debía
ser casto, debía abstenerse de probar vino, los huevos y las habas, y no debía reír. Los estudios no se
limitaban a las matemáticas ni a las ciencias en general sino que también abarcaban la política. La secta,
incluso, llegó a tener un importante poder político que ejerció influyendo en favor de la oligarquía. Pero todo
en este mundo se acaba, y los pitagóricos no fueron la excepción: la secta se fue extinguiendo con el paso
del tiempo y, simultáneamente –como suele ocurrir en este tipo de congregaciones–, la figura de su
fundador se fue exaltando cada vez más. Un dicho afirmaba: "Entre las criaturas racionales hay dioses y
hombres y seres como Pitágoras" y, entre sus discípulos, la frase "lo ha dicho el maestro" daba por
terminada cualquier discusión.

Una desafortunada consecuencia de esta mitificación es que Pitágoras, el hombre, quedó oculto para la
posteridad, tras Pitágoras, el semidiós. Sus mismos discípulos contribuyeron a ello adjudicándole ideas y
descubrimientos hechos por ellos con el fin de realzar su imagen. Pero su genio y su grandeza están fuera
de toda duda. Nació en Samos, según dijimos, hacia el año 580 a.C., y durante más de 30 años se dedicó a
viajar y a estudiar. Se llamaba a sí mismo "filósofo" (amante del saber), calificativo que posteriormente se

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aplicó a todos los pensadores griegos. Su visión del mundo fue esencialmente unificadora; en palabras de
Arthur Koestler, "une religión y ciencia, matemáticas y música, medicina y cosmología, cuerpo, mente y
espíritu, en una inspirada y luminosa síntesis [3]". Buscó sin cesar la armonía y el orden en el Cosmos (se le
atribuye haber sido el primero en llamar "Cosmos" a los cielos), y creyó encontrarlos en el "número", al cual
le adjudicó un sentido casi mágico. Para él, cuantificar un fenómeno no era empobrecerlo sino enriquecerlo.

Su nombre, en nuestros días, se asocia invariablemente con sus descubrimientos matemáticos –¿quién no
ha oído hablar del "Teorema de Pitágoras"?–, pero sus contribuciones astronómicas no fueron menos
importantes. Fue el primero en sostener la esfericidad de la Tierra, aunque sus razones no eran "científicas",
sino de "belleza geométrica", y sus especulaciones sobre la "armonía de las esferas" inflamaron durante
más de diez siglos la imaginación de decenas de astrónomos, algunos de ellos tan célebres como el mismo
Kepler.

LA ARMONÍA DE LAS ESFERAS

La armonía está en el corazón mismo del pitagorismo. La música era el método de elevación y purificación
del alma y al mismo tiempo objeto de contemplación intelectual que revelaba, con sus congruencias
expresables mediante relaciones numéricas, la armonía más profunda del cosmos. La capacidad
cuasimágica de la música es elemento heredado por el pitagorismo de las corrientes órficas más primitivas.
El análisis científico de los sonidos armónicos es en cambio rasgo muy específicamente pitagórico, que casi
con toda seguridad se remonta al mismo Pitágoras.

Pero... ¿en qué consiste la "armonía de las esferas"? Se trata de un ejemplo típico del pensamiento
pitagórico: una idea basada en el principio de la armonía universal. Pitágoras había descubierto que la altura
del sonido emitido por una cuerda tensada (el "tono") dependía de la longitud de cuerda, y que los intervalos
entre notas de la escala musical que suenan agradables al oído corresponden a relaciones numéricas
simples entre las longitudes de las cuerdas.

Existen varias versiones sobre el modo concreto como Pitágoras llegó a desentrañar las relaciones
numéricas entre los sonidos consonantes, es decir aquellos cuya producción simultánea origina una
sensación agradable en nuestro oído: el tono, la octava, la quinta y la cuarta. Nicómaco de Gerasa,
Gaudencio y Boecio hablan de la observación de Pitágoras de los diferentes sonidos producidos en el
yunque del herrero por martillos de diferentes pesos. Un martillo cuyo peso era como 6 producía el tono, otro
con peso 12 producía la octava, otro con peso 9 la quinta y otro de peso 8 la cuarta. Pitágoras volvió a casa,
colgó tales pesos de cuatro cuerdas iguales y observó que se producían los sonidos consonantes
correspondientes. Este es el ejemplo típico de una de esas historias cuya falsedad podría haber
comprobado un historiador con sentido crítico sin más que tratar de repetir la experiencia. La frecuencia del
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sonido producido por una cuerda vibrante no está en proporción con la tensión, sino con la raíz cuadrada de
la tensión.

Diógenes Laercio propone a Pitágoras mismo como inventor del monocorde, no un instrumento musical, sino
más bien un aparato científico para verificar la teoría musical utilizado por los pitagóricos. Gaudencio explica
pormenorizadamente el experimento más verosímil con el que Pitágoras comprobó y cuantificó su intuición
genial de la conexión de la armonía musical con los números.

Pitágoras tensó una cuerda musical que producía un sonido que tomó como fundamental, el tono. Hizo
señales en la cuerda, que la dividían en doce partes iguales.

Tabla 2

Pisó la cuerda en el 6 y entonces observó que se producía la octava. Pisó luego en el 9 y resultaba la
cuarta. Al pisar el 8 se obtenía la quinta. Las fracciones 1/2, 3/4, 2/3 correspondían a la octava, la cuarta y la
quinta. Los sonidos producidos al pisar en otros puntos resultaban discordes o al menos no tan acordes
como los anteriores. Los números 1,2,3,4, la Tetraktys, determinaban con sus proporciones relativas los
sonidos más consonantes.

Los números 12,9,8,6 constituyeron así mismo en el pitagorismo posterior otra cuaterna muy interesante por
sus propiedades aritméticas. Se verifica:

Tabla 3

Así 9 es media aritmética entre 12 y 6, 8 es media armónica entre 12 y 6. Se verifica 12.6=9.8 y esto es una
propiedad general de la media aritmética y armónica.

Tabla 4

Iámblico afirma que la teoría de la media aritmética y la media armónica procede de los babilonios y fue

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importada por Pitágoras. Se puede asegurar que esta teoría pertenece al pitagorismo primitivo.

La armonía fue una ocupación constante de la escuela pitagórica en todas las etapas de su evolución.
Platón había manifestado su descontento con el carácter empírico tanto de la armonía como de la
astronomía de los pitagóricos. Tal vez por su influjo se produjo una curiosa fundamentación axiomática de la
armonía pitagórica, relatada por el astrónomo Tolomeo (ca. 130 d.de C.) en su obra sobre armonía Los
axiomas pueden expresarse así.

1.- A los sonidos musicales corresponden números. A los del mismo tono el mismo número, a los de distinto
tono números distintos.

2.- Los números correspondientes a sonidos consonantes se comportan entre sí como el numerador y el
denominador de las fracciones más perfectas a/b, que son aquéllas en que el numerador es múltiplo del
denominador, a = nb, o bien aquéllas en que a sobrepasa a b en una parte de b, es decir a=b+b/n, y esta
relación es tanto más perfecta cuanto más simple, es decir cuanto más pequeño sea n.

3.- A la octava, como más perfecta, debe corresponder la relación 2/1.

De esta forma resulta por pura deducción lógica que a la quinta le debe corresponder 3/2 y a la cuarta 4/3.

De entre los desarrollos ulteriores de la armonía científica de los pitagóricos se puede destacar la
explicación, asombrosamente acertada, de la naturaleza del sonido como una sucesión de percusiones en el
aire, haciendo depender el tono del número de percusiones que se producen por unidad de tiempo, es decir,
de la frecuencia. Con ello se explica de modo natural y exacto la producción de sonidos fisiológica y
psicológicamente agradables, consonantes, en las cuerdas cuyas longitudes se comportan como los
números más sencillos. Las percusiones del aire producidas simultáneamente por una cuerda y la cuerda
con la misma tensión, de longitud mitad, tono y octava, llegan al tímpano de una forma representable en el
eje del tiempo de la manera siguiente:

Tabla 5

Su composición da lugar a una estructura de percusiones como la que sigue, que es sencilla y previsible
para nuestro oído:

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Tabla 6

En cambio la producción de dos sonidos de frecuencias de percusión arbitrarias dará lugar a una estructura
un tanto caótica que para nuestro oído resulta opaca, no previsible, en una palabra, disonante.

Así dio Pitágoras el paso de calidad a cantidad. Logró cuantificar una experiencia humana. De aquí surgió
toda su filosofía: si la armonía musical se reducía a números y los números, a su vez explicaban el Cosmos,
¡el Cosmos era armonía! Decidió, entonces, que los planetas debían de producir sonidos musicales en su
lento vagabundeo entre las estrellas, sonidos que, según él, no percibimos por mera costumbre, ya que,
desde que nacemos, estamos inmersos en ellos.

No es fácil sustraerse al encanto de las ideas pitagóricas; de hecho, todo científico las comparte de una u
otra manera. Pero, para bien o para mal, la validez de una teoría no se determina por su valor estético: la
"armonía musical de las esferas" tiene un alto valor poético, pero es falsa. El mismo Pitágoras utilizó la frase
"armonía de las esferas" en un sentido más amplio; su "armonía" no es una armonía musical, que es
relativamente restringida, sino una armonía más general, “una interrelación entre todas las componentes del
Universo: en síntesis, un orden cósmico [4]”.

También Kepler en el Harmonices Mundi, pone en relación la Música con la Astrología, especialmente en el
aspecto de las vibraciones y los armónicos. El equilibrio matemático y el equilibrio cósmico tienen una misma
realidad, por lo que la casualidad es imposible... “Se diga lo que se diga, no existen verdaderas
casualidades en la Naturaleza, ya que todas las cosas están conectadas e interrelacionadas de un modo u
otro. Pero para entender la reducción al absurdo en que acaban multitud de supuestas “casualidades”, hay
que darse cuenta de que las mismas claves –astrológicas y armónica– son como ríos que desembocan en el
mismo mar [5]”.

ANÁLISIS

“Los pitagóricos, a quienes Platón sigue en muchos aspectos, llaman a la música la armonización de los
opuestos, la unificación de las cosas dispares y la conciliación de lo contradictorio… [6].”

De haberse descubierto y preferido otras relaciones musicales, la analogía entre música y número no podría

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haber sido diseñada con tanta simpleza; o, para decirlo de otro modo, si estas relaciones numéricas simples
no se hubieran aplicado a la música, todo el curso de nuestra música podría haber sido drásticamente
distinto. Nuestra escala actual consta de 12 partes o semitonos iguales, que procede de una adecuación de
las funciones enteras y armónicos naturales de Pitágoras, en una partición equilibrada de la octava
(temperamento). En otras palabras, nuestro sistema supone una convención en el manejo de su teoría
físico-armónica.

Podríamos tener un sistema musical basado en la escala pentáfona (como en China), en los 17 intervalos de
la música árabe o los 22 s'rutis de la música hindú, pero la música occidental como heredera de las teorías
pitagóricas ha sido condicionada en su evolución a lo largo de la Historia.

Aristóteles nos dice que los pitagóricos afirmaban que "la totalidad del universo era harmonia y número [7]".
El número, alude al aspecto visual, geométrico y astronómico de los cuerpos del Cosmos, que es
comparado con un inmenso teatro. La harmonia alude al sonido de los instrumentos afinados que hacen del
Cosmos una orquesta sinfónica.

Esta doctrina nos enseña a aprender mirando al cielo y escuchando la música callada de las esferas
celestes. Una música constante y sin variaciones, resultante de los sonidos emitidos por los astros en el
recorrido de sus órbitas. Porfirio, filósofo de los siglos III-IV d.C., afirmaba que Pitágoras "oía incluso la
harmonia del todo: aquella que contenía la harmonia universal de las esferas y de los astros que se mueven
dentro de dichas esferas, harmonia que las deficiencias de nuestra naturaleza nos impiden percibir [8]".

Según el testimonio de Aristóteles, "después de justificar el hecho de que tal clase de sonido nosotros no lo
oigamos, arguyen que la causa de ello se halla en algo que se da siempre, desde el instante mismo de
nuestro nacimiento: la carencia de todo contraste con el silencio, lo que nos impide distinguir éste, a pesar
de que sonido y silencio se puedan discernir el uno del otro, justamente por ser contrario [9]".

Esta manera de explicar numéricamente la esencia de lo creado, se cree que fue extraída de la práctica de
los sacerdotes egipcios y de las escuelas mesopotámicas de eruditos.

A este concepto le debemos la idea de microcosmo y macrocosmo: el hombre, el “pequeño universo” o


microcosmos, contiene el mismo complejo de elementos y relaciones que el universo mayor mismo, el
macrocosmo, y su naturaleza está regida por los mismos principios y proporciones. Los escritores
medievales diagramaron esta visión de la armonía universal como una figura humana extendida incluida en
un círculo, rodeada por una serie de círculos concéntricos que representaban las órbitas de los cuerpos
celestes.

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Como el concepto de un universo armonioso gradualmente se fue reduciendo en la conciencia humana, se
desarrolló la creencia de que la música real era producto del giro de los cuerpos celestes en sus órbitas.

Es a propósito que se incluyó esta descripción de la armonía universal en un tratado sobre el Estado ideal.
Porque la polis, la ciudad-estado. Requería armonía para poder funcionar bien. La armonía, para los
griegos, sirvió como metáfora poderosa de la interdependencia de todas las partes del mundo como ellos lo
conocían: los elementos de la naturaleza, las plantas, los animales, la especie humana, el estado, la tierra y
el universo formaban una “cadena de ser” continua. Todos los niveles de esta jerarquía compleja estaban
regidos por principios, y cualquier movimiento dentro de un miembro o de un nivel afectaría a todos los
demás de alguna manera.

“La música, dice, es la base del acuerdo entre las cosas de la naturaleza y del mejor gobierno en el
universo. Normalmente, supone la forma de la armonía en el universo, del gobierno legal en un Estado y de
un modo razonable de vida en el hogar. Acerca y une [10]”.

Los antiguos griegos creían que la música modelaba la personalidad de los individuos. En los templos
egipcios, ésta forma parte esencial de sus ritos mágicos parta alterar el curso de la Naturaleza o tratar
enfermedades. Y hoy se sabe que en efecto, el sonido es capaz de modificar la materia. Las claves secretas
de la música radican en la armonía y la matemática, y de ello han sido conscientes muchos de los grandes
músicos e iniciados de todos los tiempos.

Sin duda fue Pitágoras el iniciador de la aplicación curativa y medicinal de la música. Ya se ha dicho antes
que el alma es harmonia, debido a esto, la música ejerce sobre el espíritu un especial poder: La música
puede restablecer la harmonía espiritual, incluso después de haber sido turbada. De tal idea se deduce uno
de los conceptos más importantes de la estética musical de la antigüedad: el concepto de catarsis. El
vínculo de la música con la medicina es muy antiguo, y la creencia en el poder mágico-encantador, y con
frecuencia, curativo, de la música, se remonta a tiempos anteriores a Pitágoras. La música era admirada y
llamada purificación, por eso los pitagóricos purificaban el cuerpo con la medicina y el alma con la música.
También esta concepción pitagórica de la filosofía como curación del alma, que tiene como ciencias
auxiliares a las matemáticas y a la música, dio lugar a una meloterapia o psicoterapia. Pero los pitagóricos,
no sólo establecieron una especie de medicina musical del alma, sino que empleaban también para ciertas
enfermedades los encantos creyendo que la música contribuía grandemente a la salud si se empleaba del
modo más conveniente. Por tanto se establecía un lazo indisoluble entre salud y música, puesto que la
proporción y equilibro de las notas produce harmonia y orden, tanto en el cuerpo como en el alma.

Desarrollar el carácter moral era prioritario para la educación griega, y a la música (en el pensamiento griego

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posterior) se le asignó un papel central en la formación del carácter.

Los antiguos griegos ya comprendieron la importancia que la música tenía en el desarrollo equilibrado del
individuo. Platón, por ejemplo, consideraba que era imprescindible que el estado vigilase el tipo de música
que se interpretaba en teatros y escuelas ya que, a su juicio, existía una gran afinidad entre la música
escuchada y la personalidad de los individuos. Nunca dijo que la música modelara piedras pero sí que
forjaba caracteres. Asimismo, afirmaba que la influencia de determinados ritmos y melodías provocaban un
beneficioso estado mental, difícilmente asequible por otros medios. Aristóteles, por otra parte, afirmó que "es
imposible negar el poderío ético de la música y, por consiguiente, la necesidad de que ésta forme parte de la
instrucción de la infancia".

Pero los griegos no se contentaron con exponer sus teorías, sino que establecieron una correspondencia
entre las escalas musicales (llamadas "modos") y los diferentes humores de las personas.

En verdad, los griegos escribieron sobre la aplicación de la música en la terapia y la educación como se
aplicaría una droga; el suyo era un concepto alopático de la medicina, que prescribía los ingredientes
elegidos para contrarrestar los síntomas presentes, dirigido a devolver al paciente a un estado de equilibrio
en su salud física y mental. Se elegía música estimulante para despertar a los autistas, los flemáticos y los
débiles; música suave para calmar a los iracundos, a los nerviosos ya los hiperkinéticos. Pero para la
educación en general sólo se aprobaban las escalas y ritmos moderados, aquellos que no contenían, según
se creía, desequilibrio o exceso de energía o movimiento, sino tan sólo pasos regulares y parejos.

Aristóteles fue todavía más específico:

“Hasta en las melodías simples hay imitación del carácter, ya que la escalas musicales difieren
esencialmente unas de otras y los que las oyen se ven afectados por ellas de distintos modos. Algunas
entristecen y afiebran a los hombres y los hacen sentirse graves, como las llamadas mixolidias; otras
afiebran la mente… Los mismos principios se aplican a los ritmos; algunos tienen un carácter reposado;
otros, de movimiento; entre estos últimos, algunos tienen un movimiento más vulgar y otros más noble…
parece haber en nosotros una suerte de afinidad con las escalas y ritmos musicales, que lleva a algunos
filósofos a decir que el alma es una armonización, y a otros (a decir) que posee armonía [11]”.

En definitiva, la música se constituyó en un lugar de mucha importancia en la sociedad griega. Esto marcó el
camino para que se la aceptara como arte independiente. Quizá de una forma menos constructiva, la
doctrina de la armonía le dio carácter de ley a los fenómenos musicales a los que se podía considerar mejor
como el resultado de una elección. Pero para los primeros tiempos del Medioevo la doctrina de la armonía
ya estaba afirmada como piedra angular de la musica speculativa. La clasificación de la música en tres
partes propuestas por Boecius (480-524) la resume: la música mundana, la música de las esferas, no oída
por el hombre; la música humana, la armonía que existe dentro del hombre, entre alma y cuerpo; y la música
instrumentalis, la música hecha por el hombre, imitación imperfecta de las música superiores.

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EPÍLOGO

La verdad es que la naturaleza nunca se basó en circuitos cerrados, de hecho nunca se ha ordenado como
para que todo salga bien como para cuadrar y encajar perfectamente. Siempre queda “algo”. Este es el
caso, por ejemplo, en el grupo de quintas que se remonta al tono inicial cuando se tocan doce quintas
seguidas. La racionalidad humana celebraría naturalmente que esta última quinta diera con absoluta
exactitud el mismo tono (octavado) que la primera. Recorremos las doce quintas y volvemos a un tono que
no es igual al tono inicial: es un poquito distinto. Y, naturalmente, obstaculiza la armonía tal como la
imaginamos. Resultó necesario que salváramos esta diferencia y creáramos un sistema temperado donde
todas las quintas son algo impuras, para así movernos con toda libertad. No hay nada que descanse seguro
e inmóvil, ordenado y concluido de una vez por todas en su punto medio, y creo que no existe tal cosa. Por
el contrario, el movimiento y el tiempo son dos factores básicos de la vida y lo vivo.

Este pueblo tenía un sentido extraordinario de la realidad y al mismo tiempo sabía de los riesgos de
desdoblar a perpetuidad esta realidad en lo inmediato y lo que se encuentra más allá. Por esta razón,
sabían que la lucha del hombre tendía y tiende siempre, eternamente, a correlacionar entre sí estos dos
dominios. Los reunieron en una unidad.

Me gustaría finalizar con una cita del famoso compositor y violinista Yehudi Menuhin:

“Pensamos que nosotros somos reales y todo lo que está mas allá de nosotros es irreal y cuando nos
referimos a lo universal nos referimos a algo que se encuentra fuera de nosotros, pero yo creo que aquello
que consideramos exterior a nosotros es en realidad una parte de nosotros mismos, así como estamos aquí
porque hubo series de generaciones que vivieron antes que nosotros y dejaron estampadas sus
experiencias en nuestros genes y en nuestras células y las conservaremos en la medida en que tengamos
descendencia. No sucede de otra manera en el dominio espiritual. Nos referimos al hecho de que estamos
en comunicación con el cosmos y que, según mi firme convicción participamos a través de la música de la
estructura oscilatoria del universo de tal suerte que cuando hablamos de lo que está fuera de nosotros y nos
referimos a eso exterior, nos referimos en realidad a lo que está en nosotros, pero no es necesariamente
parte de nuestra conciencia inmediata. Creemos que sólo es real lo que nos sale al encuentro y acosa a
diario: el embotellamiento del tránsito, el ruido insoportable, la lucha por el techo, el vestido, la tranquilidad,
el estimulo y cuanto nos hace falta. Consideramos real todo esto, porque debemos realizar un esfuerzo
especial para obtenerlo. En cambio, a lo que no nos desuña y amenaza lo tenemos por irreal. Esta es, en
efecto, una idea demasiado estrecha de la realidad y por eso creo que el dominio total de lo irreal reside en
nosotros; sólo necesitamos estar de acuerdo para reconocerlo[12]”.

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BIBLIOGRAFÍA

Citas:

[1] TRATADO DE ARMONÍA. A. Schöenberg. 6ª edición. Ed. Real Musical. Madrid, 1997. Capítulo III
“Consonancia y disonancia”.

[2] Ibidem.

[3] LA MÚSICA DE LAS ESFERAS.

[4] Ibidem.

[5] LA ARMONIA MUSICAL Y LA ASTROLOGÍA de José Antonio Salinero. Artículo editado por la revista
astrológica Symbolon en 1992.

[6] Cita de Theon de Esmirna extraída del libro INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA MÚSICA.
Antecedentes históricos y problemas estéticos. Lewis Rowell. 1ª edición. Buenos Aires. Ed. Gedisa, 1985.
Capítulo 4, Dionisos y Apolo. Armonía.

[7] Euterpe y Pitágoras. Revista Filomúsica. Nº 11 Diciembre 2000

[8] Ibidem.

[9] Ibidem.

[10] Cita de Theon de Esmirna extraída del libro INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA MÚSICA.
Antecedentes históricos y problemas estéticos. Lewis Rowell. 1ª edición. Buenos Aires. Ed. Gedisa, 1985.
Capítulo 4, Dionisos y Apolo. Armonía.

[11] Cita de Aristóteles extraída del libro INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA MÚSICA. Antecedentes
históricos y problemas estéticos. Lewis Rowell. 1ª edición. Buenos Aires. Ed. Gedisa, 1985. Capítulo 4,
Dionisos y Apolo. El carácter.

[12] Fragmentos de un coloquio celebrado en la Smithsonian Institution (Washington D. C.) el 1 de marzo de


1979: Los griegos y la Música. Yehudi Menuhin.

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Tabla 1. EL NACIMIENTO DE LAS IDEAS. Reflexiones e indagaciones presocráticas. Adolfo Hernández
Muñoz. Correo del Maestro Núm.44,enero 2000.

Tabla 2. ARMONÍA CIENTÍFICA DE LOS PITAGÓRICOS.

Tabla 3. Ibidem.

Tabla 4. Ibidem.

Tabla 5 Ibidem

Tabla 6 Ibidem

Libros:

PITÁGORAS. Juan B. Bergua. Ediciones Ibéricas, D.L. Madrid, 1958.

TRATADO DE ARMONÍA. Walter Piston. SpanPress Universitaria. 1998.

LA ESTÉTICA MUSICAL DESDE LA ANTIGÜEDAD HASTA EL SIGLO XX de Enrico Fubini. Alianza


Editorial. Madrid, 1988.

INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA MÚSICA. Antecedentes históricos y problemas estéticos. Lewis


Rowell. 1ª edición. Buenos Aires. Ed. Gedisa, 1985.

ANÁLISIS DEL ESTILO MUSICAL: pautas sobre la contribución a la música del sonido, la armonía, la
melodía, el ritmo y el crecimiento formal. Jan LaRue. Cooper City: SpanPress, cop. 1998

TRATADO DE ARMONÍA. A. Schöenberg. 6ª edición. Ed. Real Musical. Madrid, 1997.

Revistas:

MÚSICA Y EDUCACIÓN EN LA ANTIGUA GRECIA. Artículo de Miguel Ángel Palacios Garoz. Revista
“Música y Educación”- nº 33 – Abril 1998.

LA ARMONIA MUSICAL Y LA ASTROLOGÍA de José Antonio Salinero. Artículo editado por la revista
astrológica Symbolon en 1992.

Webs:

EVIDENCE OF HARMONY IN ANCIENT MUSIC by Robert Fink. ©1988, ©1997, Greenwich Publishing. [
Updated Jan, 2oo1 ] (Reprinted from Feb 1988 Archeologia Musicalis).

http://www.greenwych.ca/

Fragmentos de un coloquio celebrado en la Smithsonian Institution (Washington D. C.) el 1 de marzo de


15
1979: Los griegos y la Música. Yehudi Menuhin.

http://www.terra.es/personal2/ignaciosaavedra/Menuhinentrevista.htm

ESCUCHANDO LAS ARMONIAS SECRETAS. Joscelyn Godwin.

http://www.geocities.com/symbolos/cg6godw1.htm

http://www.geocities.com/symbolos/cg6godw2.htm

LA ARQUITECTURA DE LA MÚSICA.

http://sapiens.ya.com/jrcuadra/jr-music.htm

ARTE MUSICAL: Arquitectura del Cosmos.

http://www.geocities.com/daimon.geo/sarte7es.htm

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http://perso.wanadoo.es/avgar/musica.htm

CURSO DE Hª DE LA MÚSICA Y EL FOLKLORE: Historia de la Tonalidad. Manuel Lafarga Marqués.


Profesor Asociado. Universidad de Valencia.

http://usuarios.iponet.es/mlafarga/Historia.htm

EL NACIMIENTO DE LAS IDEAS. Reflexiones e indagaciones presocráticas. Adolfo Hernández Muñoz.


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http://www.correodelmaestro.com/anteriores/2000/enero/3anteaula44.htm

LA MÚSICA DE LAS ESFERAS.

http://lectura.ilce.edu.mx:3000/sites/ciencia/volumen2/ciencia3/062/htm/sec_7.htm

ARMONÍA CIENTÍFICA DE LOS PITAGÓRICOS.

http://www.mat.ucm.es/deptos/am/guzman/laarmoni.htm

EUTERPE Y PITÁGORAS. Revista Filomúsica. Nº 11 Diciembre 2000. http://filomusica.com/filo11/paula.html

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