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Emprendimiento en los salones de belleza:

intersecciones de clase y género1

Javier A. Pineda Duque2

Introducción
Una amplia investigación en las ciencias sociales ha venido adoptando el con-
cepto de interseccionalidad para entender la forma en que interactúan y se su-
perponen los conceptos y las inequidades de clase, género, raza, sexualidad y
otras categorías de diferenciación social, y la forma como afectan a los individuos
y a los grupos sociales. En el pensamiento feminista y en los estudios de género
especialmente, se puede apreciar cierto desplazamiento desde la exclusividad o
preponderancia de la categoría de género hacia la incorporación de otras cate-
gorías analíticas para la mejor comprensión de las complejas dinámicas sociales,
en particular de grupos sociales minoritarios cuyas experiencias de discrimina-
ción y subordinación sólo pueden entenderse a partir de dichas intersecciones
(Collins, 1990; Chafetz, 1997; Browne y Misra, 2003; Harvey, 2005).

Aunque particularmente en América Latina durante los ochentas se generó


502

un amplio debate sobre las relaciones entre clase y género, cuando este último
concepto apenas se mencionaba, este se presentaba en términos de la prepon-
derancia o no de uno de ellos en la explicación de los procesos explotación y dis-
criminación social (León, 1991; Beneria y Roldan, 1992). La clase un concepto
clásico del siglo XIX, intentaba opacar el naciente concepto de género que sólo
logró su plena autonomía ya entrados los noventas. Por su parte, con una mayor
tradición, los estudios étnico-raciales asentados en los movimientos por los de
derechos humanos y de liberación negra en Norteamérica, como en los estudios
postcoloniales e indigenistas latinoamericanos, lograron acumular una sólida ex-
plicación y representación de las experiencias de discriminación racial (Collins,
1990; Radcliffe y Westwood, 1993). Así mismo, las nuevas masculinidades, los
movimientos gay y de otros grupos minoritarios de diversidad sexual, afloraron
junto con el movimiento feminista, en la comprensión de las nuevas subjetivida-
des, la discriminación sexual y en la lucha por el reconocimiento a la diversidad
(Carrigan et al., 1985; Connell, 1995; Butler, 1999).
Estas diferentes fuentes lograron a finales del siglo XX encuentros parciales
a fin de resolver y superar la fragmentación analítica de la vida social. Los es-

1 Esta ponencia presenta resultados preliminares del proyecto de investigación Microempresas, trabajo y género en el sector servicios:
el caso de las peluquerías y salones de belleza, financiado por Colciencias. Este se desarrolla con la codirección de la profesora Luz
Gabriela Arango de la Universidad Nacional de Colombia y la participación de Jeisson Bello, sociólogo y estudiante de la Maestría
en Estudios de Género de la Universidad Nacional. La revisión bibliográfica y las reflexiones que consigno en este artículo han sido
logradas gracias al trabajo de equipo.
2 Profesor Asociado del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo CIDER, Universidad de los Andes, Bogotá.
tudios de género fueron cuestionados y enriquecidos por las experiencias de las
mujeres negras e indígenas (Radcliffe, 2008; Curiel, 2007), la experiencia racial
reconoció sus diferentes expresiones de clase y género como su dimensión se-
xual, y las experiencias sexuales fueron mejor comprendidas en los contextos
racializados y clasistas (Wade et al., 2008). Estas intersecciones se configuraron
además, a partir de distintas expresiones en los cursos de vida y en diferentes
contextos geográficos.

Reconociendo el hecho de que las intersecciones de clase, raza, género y


sexualidad afectan prácticamente todos los aspectos de la vida social, el pen-
samiento social y feminista examina estas intersecciones en los campos de la
política, del trabajo, los movimientos sociales y los hogares, entre otros. En el
campo del trabajo en particular, los estudios frecuentemente se centran en mirar
la forma en que el género, la clase y la raza interactúan en grupos subordina-
dos de mujeres para el acceso al trabajo, las condiciones de salud y seguridad
social, los niveles de remuneración, como la conformación de las subjetividades
e identidades laborales. La intersección de estas categorías de jerarquización
social, han llevado a ciertos grupos de mujeres a estar sobre representadas en
los trabajos más precarios, inestables y de menor estatus en la jerarquía socio
laboral (Arango, 2004).

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Sobre la base del concepto de interseccionalidad, esta ponencia brinda una
exploración de lo que desde Bourdieu se denominaría el campo de los salones
de belleza y de la manera en que las distintas formas de jerarquización social
operan en la experiencia de mujeres que se han hecho empresarias en el sector
de la belleza. Debido a que la experiencia es escasa para mujeres de minorías
raciales o sexuales que se han hecho empresarias3, como para hombres mesti-
zos, negros, heterosexuales y homosexuales, este análisis no se incluirá en esta
ponencia.

Empresas, género y belleza


Múltiples estudios en Latinoamérica han encontrado que la intersección de los
mecanismos de subordinación y jerarquización de clase, raza y género, suelen
dejar a grupos minoritarios de población con limitadas oportunidades de empleo
o en ocupaciones con los más bajos niveles de calidad, remuneración y estatus
social y cultural. Abundantes han sido, por ejemplo, los estudios para el caso de
las mujeres ocupadas en el servicio doméstico, que desde los setenta hasta hoy
han mostrado como las mujeres, especialmente migrantes negras e indígenas,
se ocupan en relaciones de trabajo que arrastran elementos de servidumbre
personal postcoloniales, que se caracterizan tanto por su alta precariedad y la
3 Se podrá también hacer alusión a los hombres con identidad femenina o “travestis”, toda vez que tienen presencia en el sector en
calidad tanto de trabajadoras como de empresarias. Sin embargo la evidencia de campo aún es escasa.
subvaloración tradicional de este trabajo, como por la intersección de las jerar-
quías sociales y la dinámica contradictoria de intereses e identidades, y en forma
reciente, por las dimensiones globales de su reproducción (Chaney y García,
1993; León, 1991; Posso, 2008)

Otros estudios han evidenciado para América Latina las diferentes formas de
discriminación de género en el mercado laboral a partir de los procesos de seg-
mentación laboral como extensión de la tradicional división sexual del trabajo,
de la brecha salarial, de discriminación institucional, de feminización de la in-
formalidad y la pobreza, y de alta presencia femenina en las ocupaciones más
precarias (OIT-PNUD, 2004; Abramo, 2006). Estas distintas restricciones que
las mujeres enfrentan en el mercado laboral, se presentan tanto en el mercado
asalariado, como en la participación como independientes o cuenta propias en el
trabajo remunerado. Así, las discriminaciones de género en el mercado laboral
se van a expresar tanto en las trabajadoras de los pequeños negocios, no califi-
cadas, de bajos ingresos y condiciones precarias, como también en las empresa-
rias de dichos negocios. No obstante, la participación de empresarias constituye
una forma de superar, en alguna medida, las desventajas de la discriminación
laboral. La creciente participación de las mujeres en el emprendimiento de pe-
queños negocios, constituye una expresión de su gran popularidad como alter-
nativa a la escasez y precariedad del trabajo asalariado.
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Aunque las desventajas estructurales en el mercado laboral y el orden de


género de la sociedad han colocado importantes barreras a las mujeres para el
acceso a distintos formas de capital (financiero, humano, tecnológico, social y
cultural) y para su ingreso como empresarias en muchos campos, en algunos
sectores productivos con características propias de lo femenino su presencia es
ampliamente reconocida. Así, en la industria de la belleza, su presencia como
empresarias se remonta a los albores mismos del surgimiento de esta industria
en el siglo XIX y consolidación como industria global en el siglo XX.

El nacimiento de la industria de la belleza se construye sobre la base de los


conocimientos, recetas y prácticas que las mujeres sostuvieron por siglos en
distintas sociedades para el cuidado del cabello, la piel y el cuerpo de ellas mis-
mas y de otros. Como bien lo señala Black (2002), la modernidad con el adve-
nimiento de las ciencias y el comercio, sistematizó y en buena parte expropió
estas prácticas y dio nacimiento a una gran industria.

Geoffrey Jones, historiador de la Escuela de Negocios de la Universidad de


Harvard, señala que la industria de la belleza emergió durante la segunda mitad
del siglo XIX, se convirtió en una de las expresiones de la modernidad y, hoy en
día, es uno de los sectores más globalizados y globalizantes en lo económico y
cultura (Jones, 2010). Aunque la gran mayoría de sus productos han estado di-
rigidos hacia el consumo femenino, las mujeres han logrado tener una presencia
significativa como empresarias. Así, por ejemplo, en la expansión de los mer-
cados de los productos para el cabello que se presentó después de la segunda
guerra mundial, destaca el papel de Helene Curtis, una importante empresaria
innovadora norteamericana, en liderar el proceso de globalización al posicionar
sus productos en más de cien países alrededor del mundo.

Pero aparte de las mujeres blancas y de élite social, grupos de mujeres sur-
gidas de sectores trabajadores o subalternos también han logrado incursionar
como empresarias en el sector. Las mujeres negras norteamericanas tienen una
larga historia de trabajo dentro de la industria (Walker 1998, citada por Harvey
2005). El caso más conocido desde principios del siglo XX, es el de Madame
Walker, la primera millonaria afroamericana. Su caso fue una expresión de la
segregación racial que impedía a la población negra el uso de servicios de la
población blanca, lo cual creó un exclusivo mercado de servicios para el em-
prendimiento de mujeres negras, segregadas también de los mercados laborales
(Harvey 2005: 792).

Aunque la industria incluye una gran variedad de productos (de aseo, maqui-
llaje, perfumes, cuidado del cuerpo, etc.), como muy bien lo analiza la obra de

505
Jones, específicamente los servicios vinculados presentan una importante lite-
ratura que se refiere de manera más directa a los del micro emprendimiento, el
trabajo, los patrones de diferenciación social y los significados sociales y cultu-
rales para la vida de las personas, específicamente en las peluquerías, barberías
y salones de belleza. Paula Black (2002), socióloga de la universidad de Sussex,
realiza una larga investigación en los salones de belleza, considerándolos como
un microcosmos para la investigación sociológica, que puede dar razón de cla-
ves en torno al género y la raza, la salud, el empleo, la construcción y mante-
nimiento de la identidad y la sexualidad, prácticas corporales y actividades de
descanso. Esta autora en sus distintas publicaciones, no sólo hace una historia
de los salones de belleza en Norteamérica, sino también un detallado estudio
en torno a distintas categorías analíticas de servicios y de clientes, con base en
entrevistas a lo que ella denomina terapistas de belleza, como a clientes de di-
ferentes tipos de salones. Además de realizar análisis acerca de las condiciones
laborales y sociales de las trabajadoras de los salones, realiza análisis en torno
a los cuidados del cuerpo, la presentación personal, los tratamientos de salud
y los tratamientos correctivos, entre otras categorías analíticas. En esta misma
línea de análisis se encuentran también otros productos de investigación (Rooks,
1996; Black y Sharma, 2001; Gimlin, 2002; Hunter, 2005; Walker, 2007; Naka-
no, 2008).
Paula Black (2002) y Debra Gimlin (2002) coinciden en algunos hallazgos en
el trabajo en peluquerías y salones de belleza, mostrando cómo, aunque se trata
en general de un oficio mal remunerado y poco reconocido socialmente, las y los
trabajadores de este sector defienden su valor y utilidad social apelando a cua-
lidades que se inscriben en el trabajo de cuidado. Las condiciones laborales van
del auto-empleo a la microempresa familiar y al trabajo asalariado en empresas
más grandes.

Otras autoras han resaltado el papel de los salones de belleza como espacios
de la iniciativa laboral y empresarial femenina, como de encuentro y empo-
deramiento de comunidades tradicionalmente marginadas. Tiffany Melissa Gill
(2001) realiza un análisis histórico del papel que jugaron las peluqueras, este-
ticistas y los salones de belleza en los procesos de autonomía económica, cul-
tural y política de las comunidades afroamericanas entre 1900 y 1960. Muestra
la evolución de los salones y negocios de belleza (con énfasis en el cuidado del
cabello) durante distintos momentos de este periodo. Destaca la participación
de mujeres negras en el liderazgo económico, cultural, político y social, desde su
éxito como propietarias de negocios de belleza. Por su parte, Adia Harvey (2005)
se concentra en el papel de las mujeres como emprendedoras en los contextos
de discriminación de raza y género. Presenta un estudio construido sobre la base
de los estudios sobre interseccionalidad y explora la forma en que la intersección
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de raza, género y clase configura las experiencias de emprendimiento de las


mujeres negras de clase trabajadora. La autora presenta análisis bajo categorías
como el volverse emprendedoras, la construcción de patrones estilísticos y las
contradicciones, tensiones y problemas que surgen en las identidades y prácti-
cas de estilistas y clientes.

A nivel nacional aunque existe alguna literatura, tanto sobre el trabajo y micro
emprendimiento de mujeres en contextos de pobreza y discriminación, como so-
bre el tratamiento del cuerpo y la belleza desde la interseccionalidad de los con-
ceptos de clase, raza y género, no existen trabajos específicos sobre los salones
de belleza. Los temas de micro emprendimiento y trabajo han tenido algunas
aproximaciones. Pineda (2003, 2007) ha realizado estudios sobre el papel del
micro emprendimiento y las relaciones de género en contextos de la marginali-
dad urbana, como también acerca de las dinámicas de género en los mercados
laborales colombianos. Por su parte, Arango (2004, 2006) ha trabajado amplia-
mente para Colombia las realidades del trabajo y los procesos de identidad social
y de género relacionados, como la interseccionalidad de clase y género en las
dinámicas de jerarquía y subordinación social.
Emprendimiento, informalidad y género en Bogotá
Una aproximación al emprendimiento microempresarial en el sector de pelu-
querías y salones de belleza en la ciudad, nos ofrece indicios de su gran dinamis-
mo, pero también de la gran desigualdad social y de ingresos y las asimetrías de
género que lo atraviesan.

De acuerdo con el registro mercantil de la Cámara de Comercio de Bogotá


(CCB), la ciudad cuenta con el mayor porcentaje de empresas del país (21%)
y una estructura productiva conformada por cerca de 250 mil empresas. Del
total de estas empresas registradas en la ciudad para el 2009, el 86.2% eran
microempresas (313.656)4. Estas microempresas se encuentran distribuidas
principalmente, en los sectores de comercio, restaurantes y hoteles (48%), ma-
nufacturera (15%), actividades inmobiliarias y de alquiler (14%) y servicios
(7%). En este último sector de servicios, conformado por 15.168 empresas, se
encuentran las peluquerías y salones de belleza.

Para el mismo año de 2009, se encontraban registradas en la CCB como “pe-


luquerías y salones de belleza” (código CIIU 0930200), 4358 microempresas5.
Es decir, las microempresas de la belleza constituyen más de la tercera parte
del total de microestablecimientos registrados en el sector servicios en Bogotá

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(36%). Estas cifras dan cuenta de las empresas que tienen vigente el registro
mercantil, de modo que se puede pensar que el número total de empresas fun-
cionando es mayor. En general, de las empresas nuevas creadas en Bogotá en
el 2009 (cuando han pagado salarios durante tres meses), sólo una cuarta parte
(25.1%) nacen realizando el registro ante la CCB; de las empresas establecidas
(cuando tienen más de 42 meses de edad), el 63% han registrado su actividad
(GEM 2010:49). Así, se esperaría que para el caso de las peluquerías y salones
de belleza, alrededor de 37% de los establecimientos no se encuentren registra-
dos (unos 1.600).

En términos de empleo, según los datos de la Gran Encuesta Integrada de


Hogares, para el 2010 en Bogotá habría más de 30 mil personas ocupadas en
el sector: la gran mayoría mujeres (85%). Según la misma fuente, la remune-
ración era inferior al promedio del sector de los servicios: en 2008, los ingre-
sos laborales mensuales promedio en peluquerías y salones de belleza estaban
en US$250, mientras en el sector servicios alcanzaba el doble (US$500). Esto
muestra la precariedad del trabajo generado en este campo económico y social.

4 De las restantes, 10.3% son pequeñas (25.472), 2,7% medianas (6.629) y 1% grandes (2.192).
5 Para el 2010 ya habían 4504 establecimientos registrados. Para el levantamiento de una encuesta de campo y su georeferenciación,
este universo fue depurado por repeticiones o direcciones inexistentes, quedando un total de 4120 establecimientos.
Gráfica 1

Empleo en peluquerias y salones de belleza


(Código 9591 - 13 áreas metropolitanas. 2002-10)

150.000

140.000

130.000

120.000

110.000

100.000

90.000

80.000
2003

2004

2005

2006

2007

2008

2009

2010
Fuente: Elaboración propia con base en Encuestas de
Hogares (ECH y GEIH) del Dane.

Aunque la gran mayoría ocupada en el sector son mujeres, su ingreso laboral


era la mitad del masculino. Esto puede deberse, entre otros, a tres factores:
primero, la ubicación mayoritaria de los hombres en los sectores altos y medios;
segundo, su mayor participación porcentual como propietarios de los estable-
cimientos; y, tercero, debido a la diferenciación en las jornadas laborales y la
acentuación de la división del trabajo: según la GEIH, mientras los hombres tra-
508

bajan en promedio 74 horas semanales, las mujeres trabajan sólo 46, a fin de
sostener la mayor carga de trabajo de cuidado no remunerado.

El segundo factor puede verificarse en la medida en que, en términos de la


propiedad, el 26% de los propietarios de los establecimientos son hombres y el
75% mujeres6, lo que muestra una sobre representación de los hombres tenien-
do en cuenta que su participación en el sector se acerca al 15%. Pero también
en términos de la división sexual de los oficios, hemos verificado que mientras
los hombres en el sector se ubican principalmente como estilistas, el oficio de
manicure y pedicure es desempeñado exclusivamente por mujeres. La diferencia
de tarifas de esta división sexual es significativa: mientras los estilistas reportan
ingresos mensuales promedio entre 400.000 y 6.000.000 de pesos (US$220 y
US$3,335), las manicuristas tienen ingresos entre 350.000 y 2.000.000 de pe-
sos (US$195 y US$1,110).

Nuestro trabajo de campo ha encontrado además que en términos de la de-


mografía empresarial los negocios de belleza presentan una alta natalidad y
mortalidad, como es común en los micro negocios. Estimativos preliminares in-
dican que cerca del 7%7 del total de establecimientos cierran al año (alrededor
6 Porcentaje obtenido a partir de los nombres en la base de datos de los establecimientos registrados en la CCB al 2010.
7 Porcentaje de casos de empresas registradas en el 2010 que no se encontraron en una muestra representativa para la ciudad.
de 305 para 2010). Al comparar los datos dados por la CCB de las empresas con
registro activo en 2009 y en 1020, el porcentaje de nuevas empresas registradas
era muy similar: 8% (alrededor de 350 empresas). Es decir, se puede estimar
que para este año el crecimiento neto de nuevos establecimientos es de 45.

Por supuesto, esto encierra una gran heterogeneidad de establecimientos y


dinámicas. En general encontramos una tendencia a la aparición de las llama-
das peluquerías o salones de volumen, es decir, que tienen un buen número de
trabajadores (entre 8 y 20) y cuya propiedad en muchos casos es de un inver-
sionista ajeno a la profesión de los y las estilistas8. Así mismo, encontramos las
peluquerías de cadena, establecidas a partir de franquicias por marcas de pro-
ductos de belleza altamente comercializados (por ejemplo, Wella o L’Oréal). Este
hecho puede conducir, en alguna medida, a incrementar el tamaño promedio de
los establecimientos y a un menor crecimiento en número.

El proyecto Global Entrepreneurship Monitor (GEM) realiza mediciones de em-


prendimiento en Colombia desde 2006, haciendo parte de una misma metodolo-
gía de medición en 54 países alrededor del mundo. Bogotá fue la tercera ciudad
en realizar esta medición a nivel local, cuyos resultados muestran contrastes de
género de relevancia para este estudio.

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La metodología de GEM identifica dos etapas específicas en el nacimiento de
una empresa. En la primera, el emprendedor da inicio a las acciones necesarias
para crear una empresa, pero se considera creada sólo cuando esta ha pagado
salarios durante tres meses. La segunda, es cuando la empresa desarrolla su
actividad hasta cumplir 42 meses (3 años y medio). Así, en la metodología GEM
la actividad emprendedora va desde que la persona toma acciones para crear la
empresa, hasta el momento en que ha pagado salarios por 42 meses. A partir
de este momento, la persona deja de considerarse empresario naciente para
convertirse en empresario estable.

Los resultados para Bogotá señalan que, del total de la población adulta (entre
18 y 64 años), el 28,1% en los hombres y el 17,3% en las mujeres, emprenden
una actividad económica. Esos porcentajes de personas emprendedoras se dis-
tribuyen entre aquellas que han dado inicio a acciones necesarias para crear una
empresa (emprendedoras nacientes) y aquellas que ya han creado la empresa
(han pagado salarios durante tres y hasta 42 meses, nuevos empresarios). De
la Tabla 1 resalta desde el punto de vista de género que, los hombres no sólo
tienen una mayor tasa de emprendimiento, sino que se concentran proporcio-
nalmente más en la categoría de nuevos empresarios y en la de empresarios

8 Algunos estilistas diferencias claramente los salones de profesionales de la belleza de los que no lo son, considerando estos últimos
como una negación del carácter profesional y artístico de los salones.
establecidos (con más de 3,5 años de existencia), con brechas significativas de
género de 8,6 y de 6,4 puntos porcentuales, respectivamente.

Tabla 1
Tasas de Actividad Emprendedora (TEA) según momento de la empresa y sexo

Colombia Bogotá
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Población total 22.465.760 23.042.445 3.548.713 3.815.069
Población adulta (entre 18 y 64 años) 13.519.619 13.866.661 1.550.952 1.590.765
Población adulta en TEA 3.366.385 2.523.732 435.818 275.202
% 24,9% 18,2% 28,1% 17,3%
Emprendedor naciente (1) 1.378.424 1.838.668 248.101 220.014
% 10,2% 13,3% 16,0% 13,8%
Nuevo empresario (2) 1.987.961 685.064 187.716 55.188
% 14,7% 4,9% 12,1% 3,5%
Propietarios establecidos (3) 2.149.619 1.123.200 169.054 71.584
15,9% 8,1% 10,9% 4,5%

(1) Involucrado en la puesta en marcha de una empresa en los últimos 3 meses.


(2) Empresario nuevo hasta 42 meses (3,5 años).
(3) Empresarios con más de 3,5 años de existencia.
Fuente: GEM-Bogotá 2009-2010. Encuesta a la población adulta y DANE proyecciones de población.
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Las peluquerías, barberías y salones de belleza se ubican en el gran universo


de microempresas, que ha sido identificado ampliamente con el sector informal
de la economía. En América Latina este sector como un todo comenzó a ser su-
jeto de políticas públicas desde los setentas y hoy sigue ocupando un importante
papel en las discusiones sobre desarrollo, pobreza y desigualdad. La actualidad
de esta discusión sobre la informalidad laboral en América Latina, se debe a su
importante presencia y aumento significativo en la década de los noventa (Pe-
rry et al., 2007; Tokman, 2007). Sin embargo, entre los países de la región se
encuentra una gran dispersión en la tasa de informalidad, bien sea ésta definida
por criterios de productividad (trabajo independiente de baja calificación, asa-
lariados de pequeñas firmas o trabajadores sin remuneración) o por criterios de
protección social (no cotiza para pensiones) (Gasparini y Tornarolli, 2010).

Colombia presenta actualmente uno de los niveles más altos de informalidad9


en América Latina. Un componente central de la informalidad, los y las traba-
jadoras auto-empleadas o independientes, en su mayoría de baja calificación,
alcanza en Colombia el 40% del empleo total, mientras en países como Brasil,
México, Chile y Argentina, este componente oscila alrededor del 20%. La tasa
9 El concepto de informalidad ha sido abordado desde distintos marcos conceptuales tanto estructuralistas como institucionalistas.
Para una crítica y revisión del concepto véase Pineda (2008).
de informalidad en Colombia, definida por el criterio de protección social, fue de
61% en 1984, alcanzó su nivel más alto después de la crisis de fin siglo (70,6%)
y disminuyó a partir de 2004 para situarse en 63% en el 2010. Por el criterio de
productividad, que prima en las estadísticas laborales, se presentan diferencias
significativas de género que muestran la feminización de la informalidad. Para el
2011, en las principales áreas urbanas del país, las mujeres tienen una relativa
mayor participación en la informalidad frente a los hombres (54,7% vs. 48,6%).
La composición y dinámica de los trabajos allí incluidos están altamente seg-
mentadas por género y jerarquizadas según patrones cambiantes de la división
sexual del trabajo.

Tabla 2 Gráfica 2

Población ocupada informal y formal para


empresas hasta 5 trabajadores según sexo
Trabajadores-as independientes
(En miles, 13 áreas metropolitanas. Julio 2011) América Latina 2007
45
40
Hombres 5.190 35
Informales 2.525 48,6% 30
25
Formales 2.665 51,3% 20
15
Mujeres 4.434 10

511
Informales 2.426 54,7% 5
0
Formales 2.009 45,3%

Fuente: DANE - GEIH, estimaciones del autor.


Fuente: OECD (2009), Annual Labour Force Statistics.

Esta ponencia sostiene que la alta presencia de peluquerías y salones de be-


lleza en el medio urbano de Bogotá, la fragmentación y disparidad de sus tarifas,
la alta precariedad del trabajo y la feminización del sector, como se ha mostrado,
se debe a que el mercado laboral de este país genera una alta informalidad, la
cual se ha feminizado conforme a los patrones de división sexual del trabajo y a
la generización del trabajo de cuidado.

La configuración del mercado laboral colombiano y la explicación de su alta


informalidad tiene que ver tanto con la expresión de los nuevos regímenes de
acumulación flexible y de organización del trabajo a nivel global (Piore y Sabel,
1984; Harvey, 1990), como con los nuevos procesos de segmentación laboral y
precarización del trabajo en amplios grupos humanos, tanto en países de alto
como de bajo desarrollo industrial que trajo consigo la ola neoliberal (Castel,
1997; Sennet, 1998; De la Garza, 2001). Pero también con aspectos específicos
de regulación e institucionalidad local que, en países como Colombia, han lleva-
do a que la generación neta de nuevos puestos de trabajo, en los últimos quince
años, se haya presentado sólo en el sector informal, carente de mecanismos de
protección social y calidad del trabajo (López, 2010; Pineda, 2011).

Segmentación, competencia y jerarquía


Uno de los elementos más llamativos en el sector de peluquerías, barberías
y salones de belleza, es la existencia de una gran cantidad y variedad de servi-
cios. Si algo se puede apreciar a primera vista del sector es la dinámica de sus
servicios, que responde tanto a la industria internacional de la belleza, con la
aparición de nuevas tecnologías, equipos e insumos, como a la forma en que son
prestados en el contexto social y cultural de la ciudad.

En primer lugar, cabe resaltar que la diversidad de la oferta estilística en los


salones de belleza y peluquerías de Bogotá se corresponde con la heterogenei-
dad de una demanda configurada desde especificidades de clase, género, edad,
identidades culturales y profesionales. A lo largo del espectro socio-económico de
este campo estilístico, encontramos salones de belleza que se reconocen como
“peluquerías de barrio” adonde acuden los distintos integrantes de las familias.
En sectores altos, la clientela está compuesta mayoritariamente por mujeres
profesionales, esposas y amas de casa que pueden pagar un servicio costoso y
que buscan una atención de buena calidad y eficiente. En sectores populares,
las salas de belleza prestan servicio a personas de estrato bajo y medio, gente
512

“no pretenciosa” y “humilde”, en palabras de una de nuestras entrevistadas. En


zonas no residenciales, la clientela puede ser numerosa pero menos estable y
presentar demandas ligadas a las necesidades del mundo laboral. Por otra par-
te, las barberías, entre las que se destacan algunos negocios de estilo “afro”, se
dirigen a una clientela exclusiva o preferentemente masculina.

La ubicación de los establecimientos de acuerdo con la estratificación socioeco-


nómica de la ciudad, se corresponde con el tipo de clientela que atiende y con el
sistema diferenciado de tarifas. Mientras un corte de cabello para dama puede
costar 2 dólares en sectores populares, en estratos altos cuesta 20 dólares, diez
veces el valor del primero. La segmentación se expresa tanto entre peluquerías,
como al interior de las que se han convertido en cadenas. Un propietario de una
pequeña cadena, con cuatro salones, dos en estratos altos y dos en estratos
medios, tiene tarifas diferenciadas de acuerdo con su ubicación. La diferencia
de tarifa corresponde tanto a una renta de localización, que deviene también en
renta simbólica, como a un valor de diferenciación en la calidad del servicio y
los insumos utilizados. La mayoría de su clientela son mujeres, algunas de las
cuales combinan el uso de peluquerías de alto nivel, para el corte y el color, ser-
vicio que utilizan con menos frecuencia, con peluquerías de nivel medio para el
cepillado cuyo uso es más frecuente.
La segunda característica de los servicios es la naturaleza competitiva de los
distintos segmentos de mercado. La competencia se hace más fuerte en la me-
dida en que disminuyen las barreras para la entrada de nuevos competidores.
En los sectores altos, donde se requiere de mayores recursos tecnológicos de
gestión, financieros de inversión y humanos y culturales de relación, estas ba-
rreras hacen difícil la entrada de nuevos competidores, por lo cual este mercado
es disputado por un grupo más reducido de negocios. Por el contrario, en los
sectores medios y bajos donde dichas barreras disminuyen proporcionalmente,
se encuentra un mayor número de negocios con una muy alta competencia.

Esta característica de la estructura del mercado ha llevado a que, en los sec-


tores populares, donde un alto porcentaje de mujeres trabaja en niveles de sub-
sistencia, se presente una real desvalorización del trabajo de cuidado corporal.
A pesar de ser un servicio en expansión, cada vez más demandado por hombres
y mujeres, adolescentes y niños, mayores y ancianos, la dinámica de la oferta
de servicios como alternativa de trabajo especialmente para miles de mujeres,
conduce a que dicho trabajo se desvalorice.

La tercera característica relevante de los servicios es que las empresas com-


piten en términos de la calidad de los mismos, como elemento central de su
naturaleza. Muchos elementos influyen en dicha calidad que permite diferenciar

513
el producto y ascender en la escala de tarifas. Estos van desde la calidad mis-
ma de los insumos utilizados en el trabajo específico de los servicios de corte,
tintura, peinado, etc., hasta la comodidad del lugar, su presentación y prestigio.
Pero elementos decisivos parecen ser los aspectos emocional y subjetivo de la
atención, que busca cautivar al cliente. Como servicio cultural, este sector ofrece
distintas posibilidades estilísticas, algunas están ligadas a patrones estéticos do-
minantes, difundidos por la industria internacional de la belleza, mientras otras
expresan identidades culturales no hegemónicas.

En un contexto de sobre oferta de servicios, los negocios basados en expre-


siones culturales específicas encuentran nuevos nichos para competir, algunos
con reconocido éxito. La diferenciación cultural de los servicios es así una carac-
terística del mercado de peluquerías, barberías y salones de belleza, decisiva en
el gran dinamismo y diversidad del sector10.

Emprendimiento y género en los salones de belleza


La decisión de las mujeres de “montar su salón”, refleja los hallazgos que
ya los estudios de género han encontrado en el tema. En el caso de Bogotá, la
10 En los negocios de todos los estratos sociales se aprecia esa gran diversidad de servicios. Estos exploran diversos elementos del
cuidado del cuerpo, especialmente los centrados en la cabeza, pero abarcan desde las uñas de los pies hasta el cabello, para hom-
bres y mujeres.
decisión de dar nacimiento a una empresa es una opción “genérica”, esto es,
moldeada por el carácter de las relaciones de género. En primer lugar, las ne-
cesidades de balance de las demandas de trabajo y familia, es un elemento que
frecuentemente distingue las motivaciones de emprendimiento de las mujeres
frente a los hombres. Esta es una característica básica dada por los factores
asociados a la carga de trabajo de cuidado de las mujeres en las relaciones de
género y aparece, especialmente, en el caso de las mujeres de sectores medios
o bajos que no pueden delegar dicho cuidado a terceros (Prügl, 1997; Hays-
Mitchell, 1999) .

Este elemento que, en países con bajo excedente de mano de obra femenina
para el trabajo de cuidado en los hogares, afecta a distintos grupos de mujeres
en forma similar, independiente de sus condiciones de clase o raza, en contextos
como el Colombiano es dado así mismo por el orden de género pero también por
la posición de clase. Aunque contamos aún con muy pocos casos en las entrevis-
tas, para mujeres propietarias de salones con miembros dependientes en el ho-
gar, les resulta muy importante contar con el salón dentro de su propia vivienda
o en un lugar vecino a esta, a fin de poder atender con mayor facilidad el trabajo
de cuidado en el hogar. Pero además, como propietarias establecen sus propios
horarios de atención o delegan el comando del negocio, cuando lo requieren.
514

En segundo lugar, la decisión de engancharse como trabajadora de la belleza


y situarse como micro propietaria en esta industria, también tiene relación con
normas de género. El desarrollo de la industria en Occidente y la cultura alrede-
dor de la belleza ha colocado las características de lo femenino en las centrali-
dades de la belleza y han hecho de la apariencia y la atracción física un tema de
gran importancia en la configuración de las identidades femeninas (Wolf, 1991).
Particularmente, buena parte de los medios de comunicación globales refuerzan
mensaje de estándares de belleza que afectan especialmente las prácticas de las
mujeres, aunque en forma diferenciada según edad, clase, nacionalidad, raza y
orientación sexual (de Casanova, 2004). Estos estándares han sido cuestionados
por los efectos discriminatorios que generan tanto racial como socialmente y por
las tensiones que viven muchos grupos de mujeres al no ajustarse a las imáge-
nes e ideales que promueven. Esta es uno de los elementos centrales de pérdida
de legitimidad de la industria global (Jones, 2010).

De esta forma, la circunstancia para las mujeres de llegar a ser micro empre-
saria de la belleza representa una opción que claramente refleja normas de gé-
nero, teniendo en cuenta que la profesionalización de su actividad, la demanda
de servicios que captura del público y los ingresos que le proporciona el salón,
están justamente dados por los mensajes sociales acerca de la apariencia y las
normas sociales de género alrededor de la belleza. Los discursos profesionalizan-
tes de ser “asesoras de imagen”, de cultivar la autoestima de las y los clientes,
etc.11, hacen parte de una dinámica cultural que le proporciona reconocimiento
y valor al trabajo en el sector y que son citados por muchas propietarias como
una de sus motivaciones para elegir e invertir en este negocio. La propietarias
señalan que, a pesar de los grandes esfuerzos y sacrificios que impone, ellas no
se ven trabajando en otro campo y que adoran lo que hacen y la importancia que
ello representa para sus clientes.

Por su parte, el carácter femenino de la cultura y de la industria de la belleza


ha facilitado la entrada de los hombres homosexuales y la apropiación contradic-
toria de su valoración social. Las características de la delicadeza, el sentido de lo
estético y el carácter subjetivo de trabajo de cuidado del cuerpo, se consideran
propias del lado femenino que tienen los hombres homosexuales, quienes lo ex-
plotan como cualidades para la profesionalización de la producción del portafolio
estilístico y el valor de la apariencia en los clientes. No es casual que muchos de
los propietarios y estilistas más reconocidos sean hombres gay. En un contexto
generalmente homofóbico y cultural heteronormativo, ellos han logrado un reco-
nocimiento y estatus en el sector, que no ha sido ajeno a una agencia basada en
el uso contradictorio de las propiedades femeninas de su identidad y las ventajas
que como varones pueden usar del medio, especialmente referidas a la división
sexual del trabajo y los oficios.

515
En tercer lugar, como ya se contextualizó en las secciones anteriores, las mo-
tivaciones y decisiones de las mujeres de ser emprendedoras e iniciar un nego-
cio, está condicionado por las discriminaciones de clase y género que enfrentan
en el mercado laboral. Para las mujeres de estratos bajos y medios, ante la
ausencia de trabajo dependiente bien remunerado, ante la fácil opción de tomar
un curso corto de belleza, ante las experiencias de trabajar como independiente
en otros salones y ante la imposibilidad de hacer otra cosa distinta a una edad
de más de treinta años, la alternativa de montar un negocio con los mínimos re-
querimientos para hacerlo, resulta la mejor alternativas posible. Las propietarias
de sectores populares entrevistadas en esta investigación, antes de ser propie-
tarias de su salón, no contaban con mejores opciones de trabajo e ingresos. El
independizarse como micro empresarias constituyó una mejor alternativa que
satisfacía además su interés por la belleza.

Como hipótesis para ser confirmada con una más amplia indagación cualitati-
va, a diferencia de las propietarias en estratos medios y altos de la ciudad, que
buscan en la propiedad del salón conservar o mejorar su estatus social, mante-
ner su independencia económica, invertir en una actividad rentable y evadir las

11 Este aspecto de las relaciones de estilistas y clientes en torno a la belleza, se encuentra más desarrollado en las otras ponencias de
los colegas del equipo de investigación.
exigencias de género que impone el trabajo profesional asalariado en empresas
formales, las empresarias de sectores populares buscan ante todo garantizar un
ingreso estable para vivir.

Elementos de consideración
Aunque la literatura sobre emprendimiento y desarrollo económico ha comen-
zado a capturar elementos importantes para la comprensión de las especifici-
dades de género en las motivaciones y determinantes de la creación de nuevas
empresas (Minniti y Nardone, 2007), la literatura sociológica aporta desde su
legado histórico, conceptos que permiten analizar las desigualdades y dinámicas
de este fenómeno social entre grupos sociales.

La mirada de interseccionalidad de los fenómenos sociales busca conjugar


el papel que juegan categorías centrales de diferenciación social entre grupos
humanos, a fin de entender el carácter complejo de la realidad y el peso o no
de dichos elementos. Esta ponencia ha presentado una primera aproximación
al campo de las peluquerías y salones de belleza en Bogotá, buscando mirar
en las evidencias empíricas y concretas del sector, como operan las categorías
analíticas de carácter más teórico y abstracto. Específicamente se centró en
cómo operan las desigualdades y diferenciaciones de género y clase, mencio-
nando algunos elementos de orientación sexual, lo que la hace más o menos
516

convencional en los estudios de género. Otras categorías analíticas como la raza,


la edad, el origen regional o los niveles de integración global, requieren mayo-
res evidencias de campo que permitan entender dinámicas y patrones sociales.
Igualmente dejó por fuera un análisis de interseccionalidad desde las dinámi-
cas culturales, especialmente desde las identidades no sólo de propietarios sino
también de trabajadoras-es; este es abordado en otras ponencias surgidas del
mismo proyecto.

Las aproximaciones de esta ponencia deben ser complementadas también por


una mejor interlocución disciplinar, tanto con la literatura del desarrollo econó-
mico (development economics), como de la administración (business manage-
ment) y de la geografía humana (human geography), para aportar al conoci-
miento de un sector que no sólo es importante para la reproducción económica
y social, sino para el reordenamiento de las culturas locales y globales.

Los resultados preliminares muestran que el sector de peluquerías y salones


de belleza en Bogotá, configura un campo que, al menos potencialmente, atien-
de a cerca de ocho millones de personas, pero que reproduce la segregación
socio espacial de la ciudad y la segmentación laboral. Se encuentra que la alta
presencia de peluquerías y salones de belleza en el medio urbano de Bogotá,
la fragmentación y disparidad de sus tarifas, la alta precariedad del trabajo y la
feminización del sector, se debe a que el mercado laboral de este país genera
una alta informalidad, lo cual parece constituir una particularidad del mercado
urbano colombiano frente al de otros países de América Latina. Esta informali-
dad se ha feminizado conforme a los patrones de división sexual del trabajo y a
la generización del trabajo de cuidado, de lo cual el sector de la belleza es una
expresión.

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