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Introducción
Una amplia investigación en las ciencias sociales ha venido adoptando el con-
cepto de interseccionalidad para entender la forma en que interactúan y se su-
perponen los conceptos y las inequidades de clase, género, raza, sexualidad y
otras categorías de diferenciación social, y la forma como afectan a los individuos
y a los grupos sociales. En el pensamiento feminista y en los estudios de género
especialmente, se puede apreciar cierto desplazamiento desde la exclusividad o
preponderancia de la categoría de género hacia la incorporación de otras cate-
gorías analíticas para la mejor comprensión de las complejas dinámicas sociales,
en particular de grupos sociales minoritarios cuyas experiencias de discrimina-
ción y subordinación sólo pueden entenderse a partir de dichas intersecciones
(Collins, 1990; Chafetz, 1997; Browne y Misra, 2003; Harvey, 2005).
un amplio debate sobre las relaciones entre clase y género, cuando este último
concepto apenas se mencionaba, este se presentaba en términos de la prepon-
derancia o no de uno de ellos en la explicación de los procesos explotación y dis-
criminación social (León, 1991; Beneria y Roldan, 1992). La clase un concepto
clásico del siglo XIX, intentaba opacar el naciente concepto de género que sólo
logró su plena autonomía ya entrados los noventas. Por su parte, con una mayor
tradición, los estudios étnico-raciales asentados en los movimientos por los de
derechos humanos y de liberación negra en Norteamérica, como en los estudios
postcoloniales e indigenistas latinoamericanos, lograron acumular una sólida ex-
plicación y representación de las experiencias de discriminación racial (Collins,
1990; Radcliffe y Westwood, 1993). Así mismo, las nuevas masculinidades, los
movimientos gay y de otros grupos minoritarios de diversidad sexual, afloraron
junto con el movimiento feminista, en la comprensión de las nuevas subjetivida-
des, la discriminación sexual y en la lucha por el reconocimiento a la diversidad
(Carrigan et al., 1985; Connell, 1995; Butler, 1999).
Estas diferentes fuentes lograron a finales del siglo XX encuentros parciales
a fin de resolver y superar la fragmentación analítica de la vida social. Los es-
1 Esta ponencia presenta resultados preliminares del proyecto de investigación Microempresas, trabajo y género en el sector servicios:
el caso de las peluquerías y salones de belleza, financiado por Colciencias. Este se desarrolla con la codirección de la profesora Luz
Gabriela Arango de la Universidad Nacional de Colombia y la participación de Jeisson Bello, sociólogo y estudiante de la Maestría
en Estudios de Género de la Universidad Nacional. La revisión bibliográfica y las reflexiones que consigno en este artículo han sido
logradas gracias al trabajo de equipo.
2 Profesor Asociado del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo CIDER, Universidad de los Andes, Bogotá.
tudios de género fueron cuestionados y enriquecidos por las experiencias de las
mujeres negras e indígenas (Radcliffe, 2008; Curiel, 2007), la experiencia racial
reconoció sus diferentes expresiones de clase y género como su dimensión se-
xual, y las experiencias sexuales fueron mejor comprendidas en los contextos
racializados y clasistas (Wade et al., 2008). Estas intersecciones se configuraron
además, a partir de distintas expresiones en los cursos de vida y en diferentes
contextos geográficos.
503
Sobre la base del concepto de interseccionalidad, esta ponencia brinda una
exploración de lo que desde Bourdieu se denominaría el campo de los salones
de belleza y de la manera en que las distintas formas de jerarquización social
operan en la experiencia de mujeres que se han hecho empresarias en el sector
de la belleza. Debido a que la experiencia es escasa para mujeres de minorías
raciales o sexuales que se han hecho empresarias3, como para hombres mesti-
zos, negros, heterosexuales y homosexuales, este análisis no se incluirá en esta
ponencia.
Otros estudios han evidenciado para América Latina las diferentes formas de
discriminación de género en el mercado laboral a partir de los procesos de seg-
mentación laboral como extensión de la tradicional división sexual del trabajo,
de la brecha salarial, de discriminación institucional, de feminización de la in-
formalidad y la pobreza, y de alta presencia femenina en las ocupaciones más
precarias (OIT-PNUD, 2004; Abramo, 2006). Estas distintas restricciones que
las mujeres enfrentan en el mercado laboral, se presentan tanto en el mercado
asalariado, como en la participación como independientes o cuenta propias en el
trabajo remunerado. Así, las discriminaciones de género en el mercado laboral
se van a expresar tanto en las trabajadoras de los pequeños negocios, no califi-
cadas, de bajos ingresos y condiciones precarias, como también en las empresa-
rias de dichos negocios. No obstante, la participación de empresarias constituye
una forma de superar, en alguna medida, las desventajas de la discriminación
laboral. La creciente participación de las mujeres en el emprendimiento de pe-
queños negocios, constituye una expresión de su gran popularidad como alter-
nativa a la escasez y precariedad del trabajo asalariado.
504
Pero aparte de las mujeres blancas y de élite social, grupos de mujeres sur-
gidas de sectores trabajadores o subalternos también han logrado incursionar
como empresarias en el sector. Las mujeres negras norteamericanas tienen una
larga historia de trabajo dentro de la industria (Walker 1998, citada por Harvey
2005). El caso más conocido desde principios del siglo XX, es el de Madame
Walker, la primera millonaria afroamericana. Su caso fue una expresión de la
segregación racial que impedía a la población negra el uso de servicios de la
población blanca, lo cual creó un exclusivo mercado de servicios para el em-
prendimiento de mujeres negras, segregadas también de los mercados laborales
(Harvey 2005: 792).
Aunque la industria incluye una gran variedad de productos (de aseo, maqui-
llaje, perfumes, cuidado del cuerpo, etc.), como muy bien lo analiza la obra de
505
Jones, específicamente los servicios vinculados presentan una importante lite-
ratura que se refiere de manera más directa a los del micro emprendimiento, el
trabajo, los patrones de diferenciación social y los significados sociales y cultu-
rales para la vida de las personas, específicamente en las peluquerías, barberías
y salones de belleza. Paula Black (2002), socióloga de la universidad de Sussex,
realiza una larga investigación en los salones de belleza, considerándolos como
un microcosmos para la investigación sociológica, que puede dar razón de cla-
ves en torno al género y la raza, la salud, el empleo, la construcción y mante-
nimiento de la identidad y la sexualidad, prácticas corporales y actividades de
descanso. Esta autora en sus distintas publicaciones, no sólo hace una historia
de los salones de belleza en Norteamérica, sino también un detallado estudio
en torno a distintas categorías analíticas de servicios y de clientes, con base en
entrevistas a lo que ella denomina terapistas de belleza, como a clientes de di-
ferentes tipos de salones. Además de realizar análisis acerca de las condiciones
laborales y sociales de las trabajadoras de los salones, realiza análisis en torno
a los cuidados del cuerpo, la presentación personal, los tratamientos de salud
y los tratamientos correctivos, entre otras categorías analíticas. En esta misma
línea de análisis se encuentran también otros productos de investigación (Rooks,
1996; Black y Sharma, 2001; Gimlin, 2002; Hunter, 2005; Walker, 2007; Naka-
no, 2008).
Paula Black (2002) y Debra Gimlin (2002) coinciden en algunos hallazgos en
el trabajo en peluquerías y salones de belleza, mostrando cómo, aunque se trata
en general de un oficio mal remunerado y poco reconocido socialmente, las y los
trabajadores de este sector defienden su valor y utilidad social apelando a cua-
lidades que se inscriben en el trabajo de cuidado. Las condiciones laborales van
del auto-empleo a la microempresa familiar y al trabajo asalariado en empresas
más grandes.
Otras autoras han resaltado el papel de los salones de belleza como espacios
de la iniciativa laboral y empresarial femenina, como de encuentro y empo-
deramiento de comunidades tradicionalmente marginadas. Tiffany Melissa Gill
(2001) realiza un análisis histórico del papel que jugaron las peluqueras, este-
ticistas y los salones de belleza en los procesos de autonomía económica, cul-
tural y política de las comunidades afroamericanas entre 1900 y 1960. Muestra
la evolución de los salones y negocios de belleza (con énfasis en el cuidado del
cabello) durante distintos momentos de este periodo. Destaca la participación
de mujeres negras en el liderazgo económico, cultural, político y social, desde su
éxito como propietarias de negocios de belleza. Por su parte, Adia Harvey (2005)
se concentra en el papel de las mujeres como emprendedoras en los contextos
de discriminación de raza y género. Presenta un estudio construido sobre la base
de los estudios sobre interseccionalidad y explora la forma en que la intersección
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A nivel nacional aunque existe alguna literatura, tanto sobre el trabajo y micro
emprendimiento de mujeres en contextos de pobreza y discriminación, como so-
bre el tratamiento del cuerpo y la belleza desde la interseccionalidad de los con-
ceptos de clase, raza y género, no existen trabajos específicos sobre los salones
de belleza. Los temas de micro emprendimiento y trabajo han tenido algunas
aproximaciones. Pineda (2003, 2007) ha realizado estudios sobre el papel del
micro emprendimiento y las relaciones de género en contextos de la marginali-
dad urbana, como también acerca de las dinámicas de género en los mercados
laborales colombianos. Por su parte, Arango (2004, 2006) ha trabajado amplia-
mente para Colombia las realidades del trabajo y los procesos de identidad social
y de género relacionados, como la interseccionalidad de clase y género en las
dinámicas de jerarquía y subordinación social.
Emprendimiento, informalidad y género en Bogotá
Una aproximación al emprendimiento microempresarial en el sector de pelu-
querías y salones de belleza en la ciudad, nos ofrece indicios de su gran dinamis-
mo, pero también de la gran desigualdad social y de ingresos y las asimetrías de
género que lo atraviesan.
507
(36%). Estas cifras dan cuenta de las empresas que tienen vigente el registro
mercantil, de modo que se puede pensar que el número total de empresas fun-
cionando es mayor. En general, de las empresas nuevas creadas en Bogotá en
el 2009 (cuando han pagado salarios durante tres meses), sólo una cuarta parte
(25.1%) nacen realizando el registro ante la CCB; de las empresas establecidas
(cuando tienen más de 42 meses de edad), el 63% han registrado su actividad
(GEM 2010:49). Así, se esperaría que para el caso de las peluquerías y salones
de belleza, alrededor de 37% de los establecimientos no se encuentren registra-
dos (unos 1.600).
4 De las restantes, 10.3% son pequeñas (25.472), 2,7% medianas (6.629) y 1% grandes (2.192).
5 Para el 2010 ya habían 4504 establecimientos registrados. Para el levantamiento de una encuesta de campo y su georeferenciación,
este universo fue depurado por repeticiones o direcciones inexistentes, quedando un total de 4120 establecimientos.
Gráfica 1
150.000
140.000
130.000
120.000
110.000
100.000
90.000
80.000
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
Fuente: Elaboración propia con base en Encuestas de
Hogares (ECH y GEIH) del Dane.
bajan en promedio 74 horas semanales, las mujeres trabajan sólo 46, a fin de
sostener la mayor carga de trabajo de cuidado no remunerado.
509
La metodología de GEM identifica dos etapas específicas en el nacimiento de
una empresa. En la primera, el emprendedor da inicio a las acciones necesarias
para crear una empresa, pero se considera creada sólo cuando esta ha pagado
salarios durante tres meses. La segunda, es cuando la empresa desarrolla su
actividad hasta cumplir 42 meses (3 años y medio). Así, en la metodología GEM
la actividad emprendedora va desde que la persona toma acciones para crear la
empresa, hasta el momento en que ha pagado salarios por 42 meses. A partir
de este momento, la persona deja de considerarse empresario naciente para
convertirse en empresario estable.
Los resultados para Bogotá señalan que, del total de la población adulta (entre
18 y 64 años), el 28,1% en los hombres y el 17,3% en las mujeres, emprenden
una actividad económica. Esos porcentajes de personas emprendedoras se dis-
tribuyen entre aquellas que han dado inicio a acciones necesarias para crear una
empresa (emprendedoras nacientes) y aquellas que ya han creado la empresa
(han pagado salarios durante tres y hasta 42 meses, nuevos empresarios). De
la Tabla 1 resalta desde el punto de vista de género que, los hombres no sólo
tienen una mayor tasa de emprendimiento, sino que se concentran proporcio-
nalmente más en la categoría de nuevos empresarios y en la de empresarios
8 Algunos estilistas diferencias claramente los salones de profesionales de la belleza de los que no lo son, considerando estos últimos
como una negación del carácter profesional y artístico de los salones.
establecidos (con más de 3,5 años de existencia), con brechas significativas de
género de 8,6 y de 6,4 puntos porcentuales, respectivamente.
Tabla 1
Tasas de Actividad Emprendedora (TEA) según momento de la empresa y sexo
Colombia Bogotá
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Población total 22.465.760 23.042.445 3.548.713 3.815.069
Población adulta (entre 18 y 64 años) 13.519.619 13.866.661 1.550.952 1.590.765
Población adulta en TEA 3.366.385 2.523.732 435.818 275.202
% 24,9% 18,2% 28,1% 17,3%
Emprendedor naciente (1) 1.378.424 1.838.668 248.101 220.014
% 10,2% 13,3% 16,0% 13,8%
Nuevo empresario (2) 1.987.961 685.064 187.716 55.188
% 14,7% 4,9% 12,1% 3,5%
Propietarios establecidos (3) 2.149.619 1.123.200 169.054 71.584
15,9% 8,1% 10,9% 4,5%
Tabla 2 Gráfica 2
511
Informales 2.426 54,7% 5
0
Formales 2.009 45,3%
513
el producto y ascender en la escala de tarifas. Estos van desde la calidad mis-
ma de los insumos utilizados en el trabajo específico de los servicios de corte,
tintura, peinado, etc., hasta la comodidad del lugar, su presentación y prestigio.
Pero elementos decisivos parecen ser los aspectos emocional y subjetivo de la
atención, que busca cautivar al cliente. Como servicio cultural, este sector ofrece
distintas posibilidades estilísticas, algunas están ligadas a patrones estéticos do-
minantes, difundidos por la industria internacional de la belleza, mientras otras
expresan identidades culturales no hegemónicas.
Este elemento que, en países con bajo excedente de mano de obra femenina
para el trabajo de cuidado en los hogares, afecta a distintos grupos de mujeres
en forma similar, independiente de sus condiciones de clase o raza, en contextos
como el Colombiano es dado así mismo por el orden de género pero también por
la posición de clase. Aunque contamos aún con muy pocos casos en las entrevis-
tas, para mujeres propietarias de salones con miembros dependientes en el ho-
gar, les resulta muy importante contar con el salón dentro de su propia vivienda
o en un lugar vecino a esta, a fin de poder atender con mayor facilidad el trabajo
de cuidado en el hogar. Pero además, como propietarias establecen sus propios
horarios de atención o delegan el comando del negocio, cuando lo requieren.
514
De esta forma, la circunstancia para las mujeres de llegar a ser micro empre-
saria de la belleza representa una opción que claramente refleja normas de gé-
nero, teniendo en cuenta que la profesionalización de su actividad, la demanda
de servicios que captura del público y los ingresos que le proporciona el salón,
están justamente dados por los mensajes sociales acerca de la apariencia y las
normas sociales de género alrededor de la belleza. Los discursos profesionalizan-
tes de ser “asesoras de imagen”, de cultivar la autoestima de las y los clientes,
etc.11, hacen parte de una dinámica cultural que le proporciona reconocimiento
y valor al trabajo en el sector y que son citados por muchas propietarias como
una de sus motivaciones para elegir e invertir en este negocio. La propietarias
señalan que, a pesar de los grandes esfuerzos y sacrificios que impone, ellas no
se ven trabajando en otro campo y que adoran lo que hacen y la importancia que
ello representa para sus clientes.
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En tercer lugar, como ya se contextualizó en las secciones anteriores, las mo-
tivaciones y decisiones de las mujeres de ser emprendedoras e iniciar un nego-
cio, está condicionado por las discriminaciones de clase y género que enfrentan
en el mercado laboral. Para las mujeres de estratos bajos y medios, ante la
ausencia de trabajo dependiente bien remunerado, ante la fácil opción de tomar
un curso corto de belleza, ante las experiencias de trabajar como independiente
en otros salones y ante la imposibilidad de hacer otra cosa distinta a una edad
de más de treinta años, la alternativa de montar un negocio con los mínimos re-
querimientos para hacerlo, resulta la mejor alternativas posible. Las propietarias
de sectores populares entrevistadas en esta investigación, antes de ser propie-
tarias de su salón, no contaban con mejores opciones de trabajo e ingresos. El
independizarse como micro empresarias constituyó una mejor alternativa que
satisfacía además su interés por la belleza.
Como hipótesis para ser confirmada con una más amplia indagación cualitati-
va, a diferencia de las propietarias en estratos medios y altos de la ciudad, que
buscan en la propiedad del salón conservar o mejorar su estatus social, mante-
ner su independencia económica, invertir en una actividad rentable y evadir las
11 Este aspecto de las relaciones de estilistas y clientes en torno a la belleza, se encuentra más desarrollado en las otras ponencias de
los colegas del equipo de investigación.
exigencias de género que impone el trabajo profesional asalariado en empresas
formales, las empresarias de sectores populares buscan ante todo garantizar un
ingreso estable para vivir.
Elementos de consideración
Aunque la literatura sobre emprendimiento y desarrollo económico ha comen-
zado a capturar elementos importantes para la comprensión de las especifici-
dades de género en las motivaciones y determinantes de la creación de nuevas
empresas (Minniti y Nardone, 2007), la literatura sociológica aporta desde su
legado histórico, conceptos que permiten analizar las desigualdades y dinámicas
de este fenómeno social entre grupos sociales.
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