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CAPÍTULO OCTAVO

TERMINACIÓN DEL MANDATO

216. Normas generales


El legislador ha creído necesario señalar las causas de terminación
que son propias de este contrato, sin perjuicio de que pueda ex-
tinguirse también, según las reglas generales, en cuanto le sean
aplicables atendida su naturaleza. En consecuencia, el mandato
puede terminar por una convención en que las partes intere-
sadas consientan en ponerle fin, art. 1567, inciso primero. La
resciliación, que pierde gran parte de su importancia tratándose
del mandato pues basta la voluntad de cualquiera de las partes
para ponerle término, tiene cabida en él y puede ser útil para los
contratantes, ya que tanto la renuncia como la revocación pueden
generar o dejar subsistentes responsabilidades que la resciliación
evitaría. Así se ha fallado.1 Del mismo modo, el término de la
patria potestad a raíz del matrimonio del menor pone término a
los mandatos que hubiesen otorgado el padre o la madre que la
ejercían hasta su emancipación, no obstante que el art. 2163 no
contempla expresamente esta causal de expiración del mandato.
Así se ha fallado.2
La ejecución completa del negocio encomendado pone término
al mandato. No es otra cosa que el pago efectivo de la obligación
del mandatario.
También puede terminar por novación, sea por cambio de
deudor, si el acreedor consiente en dar por libre al primer man-
datario, sea por cambio de acreedor, si aquél consiente en asumir

1
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXXVI, sec. 1ª, p. 298.
2
Ibíd., t. LVII, sec. 1ª, p. 253.

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EL MANDATO CIVIL

la obligación por cuenta del nuevo mandante. Se produce nova-


ción por cambio de deudor siempre que el mandante autoriza
al mandatario para delegar el encargo a determinada persona y
el mandatario delega, art. 2137.
El mandato termina por la transacción acordada entre man-
dante y mandatario, la cual puede referirse a todas o a algunas de
las obligaciones derivadas del contrato. Así se ha fallado.3 Y por la
confusión en una misma persona de las calidades de mandante y
mandatario. Así ocurre cuando el socio mandatario se hace cargo
del activo y pasivo de la sociedad.4
Como los demás contratos, cesa por el caso fortuito o la fuerza
mayor que hace imposible su ejecución o cumplimiento: destruc-
ción de la fábrica o tienda cuya administración se había confiado
al mandatario, etc.5
Termina igualmente por la declaración de nulidad. Como ya
se ha dicho y por aplicación de las reglas generales, el mandante
no podrá pedir la nulidad si confirió el mandato sabiendo o de-
biendo saber el vicio que lo invalidaba.6 En el mismo supuesto,
tampoco podrá pedir la de los actos ejecutados por el mandatario
en cumplimiento del mandato nulo.7 Esta última conclusión en
el entendido que los actos ejecutados por el mandatario en tales
condiciones serían nulos, opinión que rebatimos en su oportu-
nidad, pues en nuestro concepto tales actos son válidos aunque
inoponibles al mandante.8

217. Causales de terminación contempladas expresamente


para el mandato
El art. 2163 del Código Civil señala los diversos modos como puede
expirar el mandato. Algunos, como se verá, son comunes a todos
los contratos; otros son inherentes a éste, y si bien constituyen
una “causa legal” de terminación representan una excepción al
principio de que los contratos legalmente celebrados no pueden
invalidarse sino por consentimiento mutuo de los otorgantes,
3
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XX, sec. 1ª, p. 221.
4
Ibíd., t. XXXIII, sec. 1ª, p. 165.
5
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 451, Nº 846.
6
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXX, sec. 1ª, p. 413.
7
Mismo fallo cita anterior.
8
Véase N° 154.

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TERMINACIÓN DEL MANDATO

art. 1545. El mandato es un acto de confianza del mandante y


un servicio de amistad del mandatario. Se otorga y se acepta en
consideración a la persona del otro contratante. Cesando las cir-
cunstancias que motivaren la confianza o el servicio de amistad,
deben quedar libres las partes para exonerarse de las obligacio-
nes que se impusieron y de los derechos que correlativamente
se otorgaron. Por tanto, el mandante puede revocar el mandato
y el mandatario renunciar; la muerte de cualquiera de ambos
pone fin al contrato y, en general, la incapacidad o insolvencia
sobrevinientes ponen término al encargo, arts. 1568 y 2163.

218. Desempeño del negocio para el cual fue constituido


Ejecutado el negocio termina el mandato. El contrato deja de
producir efectos desde ese momento, pero las obligaciones ya
generadas quedan subsistentes y se extinguirán con arreglo a las
normas generales, ordinariamente por el pago. Así, la del man-
datario de rendir cuentas y restituir al mandante lo recibido con
motivo de la gestión, se extinguirá por la rendición de cuentas y
la entrega de las cosas. Y la del mandante de pagar al mandatario
la remuneración estipulada o usual mediante el pago.
Esta causal de expiración sólo tiene cabida en el mandato espe-
cial, en que la ejecución del negocio determinadamente encomen-
dado agota el objeto del encargo y por consiguiente los poderes
conferidos. Si el mandato es general para la administración de los
bienes del mandante, el objeto no se agota ni aun por la destrucción
de todos los bienes: jurídicamente, el patrimonio subsiste hasta la
muerte del mandante. Esto sin perjuicio de que en tal caso pueda
expirar el mandato por causa de la insolvencia del mandante, con
arreglo a lo prevenido en el número sexto del art. 2163.
Desempeñado el negocio para que fue constituido, el mandato
termina de pleno derecho. El mandatario no podrá, por tanto,
ejecutar otro negocio similar por cuenta ni en representación del
mandante, ni intervenir en modo alguno en el ya ejecutado en
cumplimiento de su cometido. Si el mandatario contraviene, sus
actos no obligarán al mandante, salvo que los terceros con quie-
nes contrata estén de buena fe, esto es, ignoren el hecho que ha
puesto término al mandato, en cuyo caso podrán dirigirse contra
el mandante. Por tanto, conferido mandato para la defensa del

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EL MANDATO CIVIL

que lo otorga en un determinado juicio, terminado el litigio con


la ejecución completa de la sentencia ejecutoriada se extingue el
poder del procurador o mandatario.9 En el mismo caso del mandato
conferido para un determinado juicio, no está habilitado el manda-
tario para proseguir las gestiones de cumplimiento de la sentencia
recaída en el pleito si ese cumplimiento debe perseguirse mediante
un nuevo juicio. El mandato termina al quedar ejecutoriado el
fallo.10 Los poderes conferidos al árbitro designado por las partes
para la decisión de una contienda que someten a su conocimiento
y resolución, expiran una vez ejecutoriado el fallo que dicta en
cumplimiento del encargo que le han encomendado.11 Y vendida
la cosa por el mandatario a quien se le había confiado ese único
encargo, termina el mandato y junto con él la delegación que el
mandatario había hecho a un tercero.12

219. Expiración del término o evento de la condición prefija-


dos para la terminación del mandato
El mandato puede sujetarse a un plazo extintivo o condición re-
solutoria que le ponga término. Tocante al plazo, nada podemos
agregar que no sea aplicación de las reglas comunes a todos los
actos. En cuanto a la condición resolutoria, opera sin efectos re-
troactivos.13 En último término, el mandato siempre está sujeto al
plazo indeterminado de la muerte de cualquiera de los otorgantes,
art. 2165, número quinto. El conferido durante la ausencia del
mandante expira con el regreso de éste. Se trata, dice Troplong,
de un plazo indeterminado.14 La expiración no será oponible a
los terceros que ignoren el regreso, art. 2173.

220. Revocación del mandante


El mandante puede revocar el mandato a su arbitrio. La revocación
expresa o tácita pone término al encargo desde el día en que el

9
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXXVI, sec. 2ª, p. 61.
10
Ibíd., t. XLV, sec. 2ª, p. 61.
11
Ibíd., t. XXIV, sec. 1ª, p. 237.
12
Ibíd., t. XII, sec. 1ª, p. 138.
13
PLANIOL y RIPERT, ob. cit., t. XI, p. 842; Repertorio de Legislación y Jurispru-
dencia, Código Civil, t. IV, p. 97, sent. 40.
14
TROPLONG, ob. cit., p. 690, Nº 761.

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TERMINACIÓN DEL MANDATO

mandatario ha tenido conocimiento de ella y sólo produce efectos


respecto de terceros desde que éstos la conocieron, aunque el
mandatario haya obrado de mala fe, a sabiendas de la expiración
de sus poderes. Tales son los principios consignados en los arts.
2163, número tercero, 2164, 2165 y 2173.

221. Facultad del mandante de revocar el encargo


Por regla general, el mandante puede revocar a su arbitrio, art.
2165. De consiguiente, no necesita fundar su resolución de poner
término al mandato, ni explicar las razones que lo mueven, ni
justificar faltas o abusos del mandatario.15 Luego, el mandante
que revoca no ofende al mandatario por ese solo hecho, ni aun
cuando lo haga saber al público por avisos en los diarios. Al obrar
de este modo ejercita un derecho que la ley le confiere en res-
guardo de sus intereses y quien ejercita un derecho no agravia,
art. 2173, inciso final. Así se ha fallado.16

222. La revocación es procedente aun cuando se hubiere es-


tipulado remuneración por los servicios
La ley no distingue; el mandante puede revocar a su arbitrio aun
cuando el mandato sea remunerado, cosa que por lo demás se
presume, y aun cuando se hubiere estipulado una remuneración
total y única por la ejecución completa del negocio cometido.17 No
puede sostenerse que en tal caso el mandante que revoca deja de
cumplir lo pactado, pues la revocación importa el ejercicio de un
derecho que le confiere la ley. Así se ha fallado.18 Si el mandatario
ya había dado comienzo a la gestión, los tribunales regularán los
honorarios proporcionalmente a los servicios prestados.19

15
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLV, sec. 3ª, p. 48.
16
Ibíd., t. VI, sec. 1ª, p. 125; don Luis Claro Solar, en nota-comentario a la sen-
tencia publicada en la Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXIV, sec. 1ª, p. 289,
opina que el mandante que revoca caprichosamente es responsable al mandatario
de los perjuicios que le cause la revocación; véase Repertorio de Legislación y Ju-
risprudencia, t. VII, p. 204, sent. Nº 2.
17
GÁLVEZ GAJARDO, Hugo, ob. cit., p. 34.
18
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XL, sec. 2ª, p. 17; t. XLII, sec. 1ª,
p. 166.
19
Fallos citados en la nota anterior.

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EL MANDATO CIVIL

223. Irrevocabilidad del mandato


La facultad de revocar el encargo es una cosa de la naturaleza
del mandato, no de su esencia. Diversas disposiciones del Código
Civil dejan de manifiesto que es lícito estipular la irrevocabilidad
del encargo confiado al mandatario y que no es necesario esti-
pularla porque se subentiende cuando el interés legítimo de un
tercero exige el mantenimiento del mandato. Así, con arreglo
a lo prevenido en el art. 1584, la persona designada por ambos
contratantes para recibir no pierde esta facultad por la sola vo-
luntad del acreedor, el cual, sin embargo, podrá ser autorizado
por el juez para revocar este encargo en todos los casos en que el
deudor no tenga interés en oponerse a ello. Del mismo modo, si
se ha estipulado que se pague al acreedor o a un tercero, el pago
hecho a cualquiera de los dos es igualmente válido. Y no puede
el acreedor –dice el art. 1585– prohibir que se haga el pago al
tercero, a menos que antes de la prohibición haya demandado
en juicio al deudor o que pruebe justo motivo para ello.
El Código de Comercio sienta el principio en términos ge-
nerales al prescribir, en el art. 241, que el comitente no puede
revocar a su arbitrio la comisión aceptada cuando su ejecución
interesa al comisionista o a terceros. He aquí una norma de de-
recho común que excede los límites de la legislación mercantil
y rige para todo mandato.

224. Pacto de irrevocabilidad


Es lícito el pacto por el cual convienen mandante y mandatario en
que el primero no podrá revocar el encargo. La ley no lo prohíbe;
por el contrario, el art. 12 del Código Civil autoriza la renuncia
de los derechos conferidos por las leyes, con tal que sólo miren
al interés individual del renunciante. La facultad de revocar el
encargo mira al interés individual del mandante, luego puede
renunciarla. Agrégase a esto que el legislador ha prohibido en
ciertos casos el pacto de irrevocabilidad, como ocurre respecto de
los administradores de sociedades anónimas, de donde resulta que
por regla general esa estipulación es válida.20 Así se ha fallado.21

20
GÁLVEZ GAJARDO, Hugo, ob. cit., p. 38.
21
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXVIII, sec. 1ª, p. 16.

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TERMINACIÓN DEL MANDATO

Sin embargo, no sería lícito el pacto de irrevocabilidad esti-


pulado en un mandato general de administración de bienes.22 El
orden público se opone a que una persona renuncie a perpetuidad
a la administración de sus bienes y la encomiende a un tercero.
Tal pacto conduciría, aunque indirectamente, a una especie de
incapacidad relativa que sólo puede tener su origen en la ley.
Por último, no debe olvidarse que pactada la irrevocabilidad
el mandato puede terminar por las demás causas que señala la
ley y por el común acuerdo de los otorgantes.23

225. Efectos del pacto de irrevocabilidad


Pactada la irrevocabilidad no podrá el mandante prohibir a los
terceros que contraten con el mandatario. Los actos y contratos
ejecutados o celebrados por éste después de la prohibición son
válidos y obligan al mandante, aun cuando los terceros hayan
tenido conocimiento de ella. Tal es la doctrina que se desprende
de los arts. 1584 y 1585.
Como los contratos deben ejecutarse de buena fe y, por con-
siguiente, obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a
todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la
obligación, cabe concluir que el mandante debe abstenerse de
ejecutar por sí mismo el negocio encomendado al mandatario. Si
el mandante contraviene y hace imposible al mandatario ejecutar
el encargo porque se adelanta a realizarlo personalmente, quedará
responsable de los perjuicios que de ello se sigan al mandatario,
según las reglas generales. Falta a lo pactado y su responsabilidad
es contractual.

226. Irrevocabilidad del mandato conferido en interés del


mandatario o de terceros
Aun a falta de pacto expreso, el mandato es irrevocable cuando
ha sido conferido en interés del mandatario o de terceros. Si el
negocio interesa al mandatario solo es un mero consejo y, por
tanto, queda excluido este caso. Pero bien puede tratarse de un
negocio que interese juntamente al que hace el encargo y al que lo

22
GÁLVEZ GAJARDO, Hugo, ob. cit., p. 39.
23
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXVIII, sec. 1ª, p. 16.

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EL MANDATO CIVIL

acepta, o a este último y a un tercero. En tal supuesto el mandante


no podrá revocar a su arbitrio, pues el mandato queda sujeto al
principio general consignado en el art. 1545; el contrato no puede
invalidarse sino por consentimiento mutuo. Se ha fallado que el
convenio en virtud del cual el deudor abandona el activo a sus
acreedores, por su propia naturaleza liga a los otorgantes en un
interés común o colectivo que se mantiene hasta la realización de
los bienes comprendidos en el abandono, por lo cual el deudor
por sí solo no puede revocar el mandato otorgado a la comisión
encargada de liquidar los bienes y repartir el producido.24
En fin, corresponde privativamente a los jueces de la causa resol-
ver si el negocio encomendado interesa también al mandatario.
Lo dicho se aplica igualmente al mandato que interesa a un
tercero. El mandante no puede revocar el encargo sin el con-
sentimiento de aquél.25 Este criterio inspira, entre otras disposi-
ciones, las de los arts. 1584 y 1585, ya citados. Se entiende que el
mandato interesa a un tercero siempre que forme parte de un
contrato al cual accede como condición prevista por las partes
para darle cumplimiento total o parcial.26 En este caso cobra su
imperio el art. 1545, y el contrato no puede dejarse sin efecto
sino por mutuo consentimiento de las partes, mandante y tercero.
Para que el mandato sea irrevocable por la sola voluntad del que
hace el encargo, no basta que el negocio encomendado interese
al tercero. Es necesario que el que hace el encargo y el tercero
hayan estipulado, querido o previsto que dicho negocio se eje-
cute precisamente por intermedio del mandatario a quien se le
ha encomendado la gestión. Sólo en este caso deberá obtenerse
la autorización del tercero para revocar el encargo.

227. Revocabilidad del encargo conferido por varios man-


dantes
Habiendo varios mandantes que no tienen un interés común en la
realización del negocio por medio del mandatario designado por

24
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLIV, sec. 2ª, p. 17.
25
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 431, Nº 810.
26
GÁLVEZ GAJARDO, Hugo, ob. cit., p. 37. En estos mismos principios descansa
lo preceptuado en los arts. 2071 y ss. del Código Civil, para el caso del socio que
administra por el acto constitutivo del contrato social.

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TERMINACIÓN DEL MANDATO

ellos en un mismo acto, cada uno puede revocar a su arbitrio. En


tal caso, el mandatario continuará obrando legítimamente por los
demás mandantes que no han revocado. Si los varios mandantes
tienen un interés común en cuanto han querido o previsto que
el negocio se ejecute precisamente por el mandatario elegido,
ninguno de ellos podrá revocar el encargo sin el consentimiento
de los demás.27

228. Revocación del encargo conferido a varios mandatarios


A falta de estipulación, los mandatarios pueden dividir entre sí
la gestión. Por tanto, revocado el encargo respecto de uno de
ellos subsiste respecto de los demás. Los mandatarios restantes
deberán cumplir totalmente la gestión, haciéndose cargo de la
parte que habían asignado al que queda excluido en virtud de
la revocación.
Si por la constitución del mandato los varios mandatarios
están obligados a obrar conjuntamente, la falta de uno de ellos
por cualquiera de las causas que acarrean la terminación del
mandato pondrá fin al de los demás. Así lo dispone el art. 2172,
en presencia de cuyo texto debería resolverse que la revocación
del encargo respecto de cualquiera de los mandatarios se extiende
también a los restantes.28 No participamos de esta opinión. La
voluntad del mandante ha sido que todos los mandatarios obren
de consuno. Excluyendo sólo a uno de ellos no parece aceptable
que es su voluntad poner término al mandato respecto de los
demás. Por el contrario, su intención es manifiesta en el sentido
que los restantes deben ejecutar el encargo obrando siempre de
consuno entre ellos. Al referirse el art. 2172 a la falta de cualquiera
de los mandatarios que deben obrar de consuno, es evidente que
el legislador se ha puesto en el caso de muerte o renuncia y, en
general, de la falta del mandatario por una causa que no consista
en la sola voluntad del mandante.

27
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 238, Nº 821. Véase, para la administración
de la sociedad, lo previsto en los arts. 2072 y 2074.
28
GÁLVEZ GAJARDO, Hugo, ob. cit., p. 52.

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EL MANDATO CIVIL

229. Capacidad para revocar


Se requiere la misma que para conferir el encargo. Desde la
entrada en vigencia de la Ley Nº 18.802, la mujer casada bajo
el régimen de sociedad conyugal es plenamente capaz y por lo
tanto puede revocar por sí sola los mandatos conferidos antes
de la celebración del matrimonio. No obstante, su marido podrá
revocar a su arbitrio aquellos mandatos que se refieran a actos o
contratos sobre bienes sociales, art. 2171.29

230. Revocación total y parcial


Queda al arbitrio del mandante revocar parcial o totalmente el
encargo confiado al mandatario. Así, el mandato general para la
administración de los bienes del mandante queda parcialmente
revocado por el nuevo mandato que confiere a un tercero para
determinados negocios, art. 2164, inciso segundo.30

231. Formas de la revocación


La revocación del mandante puede ser expresa o tácita, art. 2164.
La tácita, agrega este precepto, es el encargo del mismo negocio
a distinta persona.

232. Revocación tácita


Del mismo modo que el mandato se perfecciona por la aquies-
cencia tácita de una persona a la gestión de sus negocios por otra,
termina por la voluntad manifestada tácitamente por el que hizo
el encargo de poner fin a la gestión.
El legislador entiende que hay revocación tácita siempre que
el mandante encarga el mismo negocio a distinta persona. Pero
no es el único caso. Bastará que aparezca claramente la intención
del mandante de poner término a la gestión para que se entienda
revocado el encargo, como si ejecuta por sí mismo el negocio que
había confiado al mandatario.31

29
Nota del actualizador: Este texto ha sido modificado para adecuarlo a la le-
gislación vigente.
30
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. VIII, sec. 1ª, p. 136.
31
GÁLVEZ G., Hugo, ob. cit., p. 40; Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. LXVI,
sec. 3ª, p. 181.

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TERMINACIÓN DEL MANDATO

Corresponde a los jueces de la causa fijar privativamente si la


voluntad del mandante ha sido revocar el encargo. Salvo que la
revocación se haya producido por haberse encargado el mismo
negocio a distinta persona, en cuyo caso los jueces no deben entrar
a investigar la voluntad del mandante, pues basta esa circunstancia
para dar por establecida la intención de revocar.

233. Revocación tácita por constitución de un nuevo mandato


El mandante manifiesta claramente su voluntad de poner fin al
mandato cuando encarga el mismo negocio a distinta persona.
La revocación se produce aun cuando ésta no acepte el encargo,
pues en todo caso queda demostrada la intención del mandante
de dar por terminado el primero. Lo mismo rige para el caso de
nulidad o ineficacia del nuevo mandato.32 Sin embargo, nuestros
tribunales han fallado que no hay revocación tácita si no se acredita
que el presunto nuevo mandatario hubiere aceptado en forma
expresa o tácita el poder.33 Es errada la doctrina que sienta ese
fallo. La ley no exige que se constituya un nuevo mandato para
que se entienda revocado el primero, si a la letra de la ley quisiere
estarse. Con arreglo al art. 2164 basta que el mandante “encargue”
el mismo negocio a distinta persona; no es necesario que ésta
acepte. Tampoco se compadece esa doctrina con los principios
que informan el contrato de mandato y particularmente la forma
como pueden manifestar su voluntad las partes.
Si el primer mandato es general y el segundo especial, subsiste
el primer mandato para los negocios no comprendidos en el segun-
do. Así lo dispone expresamente el art. 2164, inciso final. Luego,
el primer mandato queda revocado en la parte que corresponde
al objeto del segundo. La revocación es tácita y parcial.
Nada ha dicho nuestro legislador para el caso inverso. Parece
acertado concluir que el mandato general revoca tácitamente
el mandato conferido con anterioridad para un determinado
negocio. En efecto, el mandato general comprende o abarca
todos los asuntos del que hace el encargo, incluso los que han
sido objeto de un mandato especial. Salvo, naturalmente, que el
mandato general posterior no comprenda el negocio especial
32
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 439, Nº 823.
33
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLV, sec. 1ª, p. 568.

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EL MANDATO CIVIL

que fue objeto del primero, pues en tal caso éste subsistirá en
su totalidad. Es la solución generalmente admitida y consagrada
por algunas legislaciones.34
En fin, habrá revocación tácita por constitución de un nuevo
mandato siempre que ambos sean inconciliables.35

234. Revocación del mandato otorgado por escritura pública


La revocación no está sujeta a formalidad alguna ni aun cuando
el mandato se haya otorgado por escritura pública. El mandante
puede revocar a su arbitrio, y la revocación, expresa o tácita,
produce su efecto desde el día que el mandatario ha tenido co-
nocimiento de ella. Tal es lo que dispone el art. 2165, que no
hace salvedad alguna para el caso en examen. Por consiguiente,
el mandante puede revocar el encargo de palabra o por escrito.
Basta que la revocación se ponga en conocimiento del mandatario
y de los terceros en su caso.
Si el mandato se otorgó por escritura pública y si el mandante
revoca del mismo modo, no es menester que la escritura de revo-
cación se anote al margen de la matriz de la escritura de mandato.
Se ha fallado que la escritura de renuncia de un mandato (caso
similar al de la revocación) no puede ser considerada como una
contraescritura que para surtir efectos deba ser anotada al margen
de la escritura matriz, ya que es condición esencial para que un
escrito constituya una contraescritura la de que tenga por objeto
hacer constar la simulación total o parcial de un acto anterior, lo
que no acontece en el caso de dicha renuncia.36
Sin embargo, los tribunales han resuelto que es inaceptable
la revocación verbal del poder otorgado por escritura pública
para vender una propiedad, pues es necesario que esa revocación
se haga también por escritura pública debidamente notificada
al mandatario.37 Esta doctrina carece de todo fundamento; ni
los preceptos legales ni los principios que informan el mandato
admiten semejante conclusión.38

34
DELVINCOURT, ob. cit., t. III, p. 245; Código Civil argentino, art. 1976.
35
GÁLVEZ G., Hugo, ob. cit., p. 42.
36
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLIII, sec. 1ª, p. 337.
37
Ibíd., t. XXXV, sec. 2ª, p. 53.
38
GÁLVEZ G., Hugo, ob. cit., p. 53.

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TERMINACIÓN DEL MANDATO

Lo dicho presenta una excepción: si el mandato debe cons-


tituirse en forma solemne por disposición de la ley, deberá revo-
carse en igual forma.

235. Revocación expresa


La revocación expresa puede hacerse de palabra o por escrito
público o privado. Basta que el mandante manifieste en forma
clara su voluntad de dar término al encargo.

236. La revocación expresa o tácita debe ponerse en conoci-


miento del mandatario
La revocación, expresa o tácita, produce su efecto desde el día
que el mandatario ha tenido conocimiento de ella, dice el art.
2165 refiriéndose, en esta parte, a las relaciones que el mandato
crea entre mandante y mandatario.39 Este conocimiento puede
darse por cualquier medio de comunicación de palabra, por
escrito, cartas, telegramas y aun por avisos en los diarios. Sólo
es menester que efectivamente la noticia de la revocación haya
llegado a conocimiento del mandatario. La notificación judicial
que a veces se emplea es útil pero no necesaria.
Si el mandatario conoce la revocación, el mandante queda
libre de la obligación de ponerla nuevamente en su conocimiento.
Basta que aquél sepa que sus poderes han expirado para que el
mandato termine, aun cuando ese conocimiento lo haya adqui-
rido de otra fuente que la iniciativa del mandante.

237. Prueba del conocimiento


Incumbe al mandante probar que el mandatario tuvo cono-
cimiento de la revocación, pues en virtud de esa prueba se
libera de las obligaciones que el contrato generaba para él,
art. 1698.
El mandante podrá acreditar en juicio el conocimiento del
mandatario por todos los medios de prueba que franquea la ley,
incluso de testigos. Se trata de probar el hecho del conocimiento,
de modo que no rige la limitación consignada en los arts. 1708 y

39
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLIII, sec. 1ª, p. 337.

469
EL MANDATO CIVIL

1709 de nuestro Código Civil sobre la admisibilidad de la prueba


testimonial. Así se ha fallado.40
Los jueces del fondo resolverán soberanamente si está proba-
do o no en el pleito el conocimiento del mandatario y, en caso
afirmativo, la fecha en que se produjo. El establecimiento de
estas circunstancias no puede ser revisado por la vía del recurso
de casación.

238. Efectos de la revocación


Desde que toma conocimiento de ella, el mandatario cesa en
sus funciones y debe abstenerse de seguir actuando para el
mandante, salvo en lo estrictamente indispensable para evi-
tarle el mayor daño que pudiere irrogarle la suspensión inme-
diata de la gestión principiada. Si el mandatario contraviene
y contrata con terceros a nombre del mandante, éste tendrá
derecho a que el mandatario lo indemnice, art. 2173, inciso
segundo. Si el mandatario contraviene y contrata a su propio
nombre, pero por cuenta del mandante, éste no será obligado
a aceptar los resultados de la gestión, ni a cosa alguna a favor
del mandatario, aunque éste alegue haber hecho desembolsos
para el mandante o haber incurrido en pérdidas o perjuicios
a causa o con ocasión del negocio. Sin embargo, si la gestión
hubiere sido efectivamente útil al mandante y existiere la uti-
lidad al tiempo de la demanda, el mandatario tendrá acción
contra el mandante hasta concurrencia del provecho. Así re-
sulta de aplicar la regla contenida en el art. 2291 para el que
administra un negocio ajeno contra la expresa prohibición del
interesado, pues en esta situación se halla el mandatario que
sigue administrando los negocios del mandante después que
éste ha revocado el encargo.
La revocación pone término al mandato, pero no invalida las
estipulaciones pactadas entre mandante y mandatario que habien-
do sido legalmente acordadas son ley para ellas, art. 1545.41

40
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XIII, sec. 2ª, p. 21.
41
Ibíd., t. LXVII, sec. 1ª, p. 305.

470
TERMINACIÓN DEL MANDATO

239. Restitución de los instrumentos confiados al mandatario


El mandante que revoca tiene derecho para exigir del mandatario
la restitución de los instrumentos que ha puesto en sus manos
para la ejecución del mandato, art. 2166. De este modo, el man-
dante puede asegurarse que el mandatario carecerá de los títulos
de representación necesarios para contratar con terceros. Si el
mandatario lo exige, el mandante deberá a su vez darle copia
firmada de su mano de las piezas que puedan servir al primero
para justificar sus actos. Así lo dispone el mismo art. 2166.
Es deber del mandatario restituir todos los instrumentos que
haya recibido para la ejecución del mandato y no sólo aquellos
que acreditan su representación. Si el encargo consistía en la venta
de un inmueble y el mandatario recibió los títulos de dominio,
deberá restituirlos.

240. Efectos de la revocación respecto de terceros


La revocación es inoponible a los terceros de buena fe, esto es,
a aquellos que la ignoran. Para éstos el mandato subsiste y los
contratos que celebren con el mandatario obligan al mandante,
el cual no puede excusarse de cumplirlos alegando que revocó el
encargo, pues la revocación no les empece. Así se ha fallado.42
Incumbe al mandante probar que los terceros conocían la
revocación al tiempo de contratar con el mandatario, pues la
buena fe se presume, art. 707.
La prueba del conocimiento de los terceros puede producirse
por todos los medios que franquea la ley, incluso por testigos. Se
trata de establecer un hecho, de modo que no está limitada la
admisibilidad de la prueba testimonial.
Sin embargo, el legislador ha sido menos riguroso con el man-
dante al facultar al juez en su prudencia para absolverlo cuando
el hecho que dio causa a la expiración del mandato hubiere sido
notificado al público por periódicos o no pareciere probable la
ignorancia del tercero, art. 2173, inciso final.
De consiguiente, si el mandante notifica al público por perió-
dicos que ha revocado el encargo, puede el juez en su prudencia
absolver al mandante. Obsérvese que la publicación de los avisos

42
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLIII, sec. 1ª, p. 337.

471
EL MANDATO CIVIL

no obliga al juez a absolver al mandante; sólo lo autoriza, en su


prudencia, para declararlo libre de responsabilidad. Si el man-
dante quiere asegurar su absolución, podrá allegar otras pruebas
al proceso dirigidas a establecer el conocimiento que tuvieron los
terceros al tiempo de contratar con el mandatario.
La notificación al público debe referirse concretamente al
mandato de cuya revocación se trata. Si el mandante se limita a
informar al público, por medio de avisos en los diarios, acerca de
la designación de un exclusivo apoderado con amplias facultades
y administración de sus bienes, sin hacer mención alguna de
un anterior mandato ni de la expiración de ese mandato ni del
hecho que hubiera dado causa a su terminación, esa publicación
no puede ser considerada como circunstancia constitutiva de
revocación tácita del primer mandato que permita ponerle fin
y absolver de responsabilidad al mandante respecto de terceros
de buena fe. Así se ha fallado.43
En términos generales, es cuestión de hecho la determinación
de lo que en tales casos debe notificarse al público para que cese
la responsabilidad del mandante respecto de terceros.44
Aun cuando la revocación no hubiere sido notificada al público
por periódicos, el juez puede absolver al mandante en todos los
casos en que no pareciere probable la ignorancia del tercero. El
legislador ha dejado entregada a la prudencia del juez establecer
si los terceros estuvieron o no de buena fe al tiempo de contratar.
Ni siquiera es necesario que aquél se forme un convencimiento
pleno de la mala fe del tercero. Basta que no le parezca probable
la ignorancia que éste alega en su favor. De donde resulta que la
presunción de buena fe establecida en el art. 707 se debilita consi-
derablemente en esta materia, y si bien es cierto que se mantiene,
pues en principio el mandante es obligado en favor del tercero,
no lo es menos que para destruirla no es necesario que el juez se
funde en una prueba plena producida por el mandante; basta
que los antecedentes del proceso lo lleven al convencimiento de
que no parece probable la ignorancia del tercero.45

43
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLIII, sec. 1ª, p. 337.
44
Mismo fallo nota anterior.
45
PINTO ARGANDOÑA, Humberto, ob. cit., p. 67; Revista de Derecho y Jurispru-
dencia, t. XVI, sec. 1ª, p. 11.

472
TERMINACIÓN DEL MANDATO

241. La buena o mala fe de los terceros se refiere al tiempo


de la contratación con el mandatario
El conocimiento o ignorancia de los terceros se refiere a la
época en que contrataron. Si entonces estaban de buena fe
quedará obligado el mandante aun cuando después hayan sa-
bido de la revocación. Este criterio, válido para todos los casos
en que recibe aplicación el art. 2173, es conforme al espíritu
general del Código Civil. Así –por vía de ejemplo–, la posesión
regular no pierde esta calidad aunque la buena fe del poseedor
no subsista después de adquirida; en las prestaciones mutuas
del reivindicante y el poseedor vencido, la buena o mala fe se
refiere, relativamente a los frutos, al tiempo de la percepción, y
relativamente a las mejoras, al tiempo en que fueron hechas; el
pago hecho al que estaba entonces en posesión del crédito –esto
es, al tiempo del pago– es válido, aunque después aparezca que
no le pertenecía; y en la transacción –para decidir su validez o
nulidad– la ley atiende al conocimiento de las partes o de alguna
de ellas al tiempo de transigir, de la sentencia pasada en autoridad
de cosa juzgada que había puesto término anterior al litigio, o
de los títulos auténticos que dan constancia que una de ellas
no tenía derecho alguno al objeto sobre que se ha transigido,
arts. 702, inciso segundo, 913, 1576, 2455 y 2459, en relación
con los arts. 22 y 24 del Código Civil.

242. Los terceros de mala fe carecen de acción contra el man-


dante y contra el mandatario
Si los terceros contrataron de mala fe, a sabiendas que el man-
dante había revocado el encargo, carecerán de acción contra éste
y contra el mandatario. Ambos, mandante y mandatario, serán
absueltos con arreglo a lo prevenido en los arts. 2173 inciso final
y 2154, inciso primero.
No mejora la condición de los terceros de mala fe el hecho
de haber contratado con un mandatario que estaba de buena fe,
esto es, que ignoraba la revocación. La buena fe del mandatario le
aprovecha a él personalmente para no ser obligado a indemnizar
al mandante, no a los terceros que obraron a sabiendas de que
el mandato había expirado.

473
EL MANDATO CIVIL

243. Facultad del mandatario de renunciar al encargo


El mandatario es libre, en principio, para renunciar en cualquier
tiempo, aun antes de dar comienzo a la gestión del negocio.
Aceptado el mandato, dice el art. 2124, podrá el mandatario
retractarse mientras el mandante se halle todavía en aptitud de
ejecutar el negocio por sí mismo, o de cometerlo a diversa per-
sona. Durante la gestión podrá renunciar también, sin perjuicio
de continuar atendiendo los negocios del mandante durante el
tiempo razonable para que éste pueda proveer a ellos.
El mandatario que renuncia no necesita explicar ni fundar
su resolución. Ejerce un derecho que la ley le confiere privati-
vamente.
Por la misma razón, la renuncia pone término al mandato
por la sola voluntad del mandatario; es un acto unilateral suyo.
De consiguiente, no es menester que el mandante la acepte. Y si
de hecho manifiesta su aceptación, ésta no tiene otro interés que
dejar constancia de que ha tomado conocimiento de ella.46

244. El mandatario puede renunciar aun cuando la gestión sea


remunerada
En nuestro derecho el mandato es naturalmente remunerado.
Sin embargo, el legislador no ha distinguido entre el mandato
gratuito y el remunerado. En ambos casos el mandatario puede
renunciar libremente.47

245. El mandatario que renuncia no incurre en responsabilidad


por esa sola causa
La ley sólo exige al mandatario que renuncia que continúe aten-
diendo los negocios objetos del encargo durante el tiempo razo-
nable para que el mandante pueda proveer a ellos. Por tanto, el
mandatario que obra con arreglo a esa norma queda libre de toda
responsabilidad una vez transcurrido el tiempo razonable que le

46
Véanse Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXIV, sec. 1ª, p. 289, y nota-
comentario de CLARO SOLAR, Luis, Repertorio de Legislación y Jurisprudencia, t.
VII, p. 204, sent. 2ª; supra, Nos 80 y 183.
47
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 441, Nº 829; GÁLVEZ GAJARDO, Hugo, ob.
cit., p. 58, Nº 28.

474
TERMINACIÓN DEL MANDATO

impone la ley para la atención de los asuntos del mandante, y éste


carece de acción para reclamar indemnización de los perjuicios
que la renuncia le irrogue, aun cuando alegue que la renuncia es
injustificada o inoportuna. La razón es simple: el mandatario no
está obligado a justificar su renuncia ni a formularla en determi-
nado tiempo. Por el contrario, es un derecho que la ley le otorga
sin otra condición que comunicarla al mandante y esperar cierto
plazo prudente para que éste tome la dirección de los negocios
que el mandatario abandona.
En esta parte nuestro Código se ha apartado del francés,
que hace responsable al mandatario de los perjuicios que de su
renuncia se sigan al mandante, a menos que pruebe la imposi-
bilidad de continuar sin sufrir él mismo un considerable daño
(art. 2007). Los proyectos de 1842 y 1847 contemplaban igual
solución, que abandonó el Proyecto de 1853 en la redacción final
del art. 2138 –actual art. 2167–, en el sentido de sólo imponerle
al mandatario que renuncia el deber de seguir atendiendo los
negocios del mandante durante el tiempo razonable para que éste
pueda proveer a su cuidado. Solución correcta, por lo demás. Pues
el mandato es un servicio, no una servidumbre; aunque no por
ello puede abandonarse despreocupadamente. De manera que la
renuncia en sí no genera responsabilidad para el mandatario; mas
ha de cuidar, en todo caso, que entre tanto transcurra un tiempo
razonable desde que la comunica, no queden abandonados los
negocios del mandante.48

246. Irrenunciabilidad
Del mismo modo que el derecho del mandante de revocar el
encargo, la facultad del mandatario de renunciar a él es una
cosa de la naturaleza del contrato. De consiguiente, es ilícito
el pacto en que se conviene que el mandatario no podrá re-
nunciar y deberá dar cumplido término a la gestión que se le
encomienda.49

48
Obras completas de Andrés Bello, t. XIII, Código Civil de la República de
Chile, vol. II, p. 833; TROPLONG, ob. cit., p. 711, respecto de Francia; Revista de De-
recho y Jurisprudencia, t. XXIX, sec. 1ª, p. 289 y comentario adverso de don Luis
Claro Solar; véase MANRESA y NAVARRO, ob. cit., p. 585, “Concordancias”.
49
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 441, Nº 829.

475
EL MANDATO CIVIL

Tampoco es renunciable el mandato cuando forma parte de


otro contrato al que accede como medio querido por las partes
para darle cumplimiento siempre, naturalmente, que el mandata-
rio haya concurrido al contrato principal entendiendo obligarse
de ese modo. Así, por ejemplo, el socio a quien se ha confiado la
administración por el acto constitutivo de la sociedad no puede
renunciar su cargo sino por causa prevista en el acto constitutivo
o unánimemente aceptada por los consocios, art. 2072.
Por último, es irrenunciable el mandato cuando la ley priva
de ese derecho al mandatario, como ocurre en materia comercial,
toda vez que la renuncia cause al comitente un perjuicio irrepara-
ble, sea porque no pueda proveer por sí mismo a las necesidades
del negocio cometido, sea por la dificultad de dar un substituto
al comisionista, art. 242 del Código de Comercio.

247. Responsabilidad del mandatario que renuncia no siéndole


lícito abandonar el encargo
En los casos previstos en el número anterior la renuncia del man-
datario no vale, no produce efectos jurídicos. De consiguiente, el
mandato subsiste no obstante la voluntad contraria manifestada
por el mandatario. Si de hecho abandona los negocios que se le
han encomendado, es responsable al mandante de los perjuicios
que de ello se sigan y su responsabilidad es contractual, pues falta
a la principal obligación que contrajo de ejecutar el negocio en
los términos convenidos. Salvo que el mandatario se halle en la
imposibilidad de administrar, pues entonces será absuelto de
responsabilidad con arreglo a las normas generales. Sin culpa
no hay sanción, arts. 1547 y 1558.
Incumbe al mandatario probar las circunstancias que le han
impedido continuar administrando los negocios del mandante,
arts. 1547 y 1698.

248. Forma de la renuncia


La renuncia debe comunicarse siempre al mandante a fin de que
éste pueda proveer a los negocios encomendados, arts. 2124, inci-
so final y 2167. Por tanto, es inadmisible la renuncia tácita. Así se
ha fallado.50 El aviso puede darse de palabra o por escrito. No es

50
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLV, sec. 1ª, p. 568.

476
TERMINACIÓN DEL MANDATO

necesaria notificación judicial ni escritura pública, aun cuando el


mandato se hubiere otorgado en esta forma. Tampoco es necesario
que la escritura pública de renuncia, si se otorgare, se anote al mar-
gen de la matriz de la escritura de mandato. Así se ha fallado.51

249. Comunicación al mandante


Incumbe al mandatario poner su renuncia en conocimiento del
mandante. La prueba del conocimiento del mandante pesa sobre
el mandatario que alega la extinción de su obligación, art. 1698,
y podrá producirse por todos los medios que la ley franquea,
incluso por testigos.

250. Imposibilidad de dar aviso al mandante


El mandatario que no pueda dar aviso al mandante del hecho
de su renuncia, queda libre de responsabilidad por esa omisión.
No se le puede exigir un imposible.52 Toca al mandatario probar
el caso fortuito o la fuerza mayor que le han impedido dar aviso
oportuno, art. 1547.

251. Término de las obligaciones del mandatario que renuncia


Con arreglo al art. 2167, la renuncia del mandatario no pone fin a
sus obligaciones sino después de transcurrido el tiempo razonable
para que el mandante pueda proveer a los negocios encomenda-
dos. De consiguiente, el mandatario que renuncia no queda libre
de sus obligaciones por el solo hecho de dar aviso al mandante.
Debe continuar la gestión durante un tiempo razonable. En caso
de discordia, toca al juez fijar la duración del plazo y para ello
deberá considerar en cada caso las circunstancias en que se halla
el mandante para proveer a los negocios encomendados.

252. Responsabilidad del mandatario que abandona la gestión


inmediatamente después de la renuncia
Si el mandatario no espera el tiempo razonable para que el man-
dante pueda proveer a los negocios encomendados, se hace res-

51
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLIII, sec. 1ª, p. 337.
52
TROPLONG, ob. cit., p. 718, Nº 808.

477
EL MANDATO CIVIL

ponsable de los perjuicios que la renuncia cause al mandante.


Esta responsabilidad es contractual, pues proviene de infringir
una obligación derivada del mandato. Salvo que el mandatario se
halle en la imposibilidad de obrar por enfermedad u otra causa en
cuyo caso su falta de culpa lo libera de sanción, art. 2167, inciso
segundo. Toca al mandatario probar la imposibilidad en que se
hallaba de seguir administrando los negocios del mandante. A
falta de esta prueba será responsable, arts. 1547 y 1698.
También es absuelto el mandatario que se halla en la imposibi-
lidad de administrar los negocios del mandante sin grave perjuicio
de sus intereses propios. Esta solución viene de antiguo. Sea o no
retribuido, se entiende que el mandatario acepta hacerse cargo
del negocio principalmente por hacer un servicio al mandante.
De ello se sigue que no es justo imponerle absolutamente el cum-
plimiento de una obligación que lo perjudica en forma grave.53
El perjuicio del mandatario puede ser puramente moral, y siendo
grave es bastante para eximirle de continuar administrando los
negocios del mandante. Así, la muerte de una persona querida
que le obligue a ausentarse rápidamente, un matrimonio, etc.54
La gravedad del perjuicio que sufre el mandatario en sus
intereses propios es cuestión de hecho que fijarán los jueces de
la causa dentro de sus facultades privativas, con el mérito de las
pruebas que rinda el mandatario a quien incumbe acreditar esas
circunstancias.

253. Responsabilidad del mandatario que renuncia antes de


dar principio a la gestión
Las reglas precedentes rigen también para el mandatario que re-
nuncia antes de dar comienzo a la gestión del negocio. Debe dar
aviso al mandante. Si éste se halla todavía en aptitud de ejecutar
el negocio por sí mismo, o de cometerlo a diversa persona, cesa
inmediatamente la responsabilidad del mandatario. De otra ma-
nera, deberá esperar el tiempo razonable para que el mandante
pueda proveer a los negocios encomendados y mientras tanto
dará principio a la gestión. Caso contrario quedará responsa-
ble al mandante y su responsabilidad será contractual, pues aun
53
TROPLONG, ob. cit., p. 717, Nº 805.
54
Ibíd., Nº 804.

478
TERMINACIÓN DEL MANDATO

cuando al tiempo de la renuncia no había dado principio a la


ejecución del negocio, el mandato ya se había perfeccionado por
su aceptación, art. 2124.

254. Efectos de la renuncia


Pone término al mandato y a las obligaciones del mandatario
una vez vencido el tiempo razonable durante el cual debe seguir
gestionando el negocio encomendado. En ese tiempo el man-
dato subsiste y se devengan los honorarios estipulados o usuales.
Tocante a los terceros, no es oponible sino desde que han tenido
conocimiento de ellos, art. 2173.55 Sin embargo, los contratos
que celebren con el mandatario mientras está pendiente el plazo
durante el cual éste debe continuar la administración, obligan
al mandante aun cuando los terceros hayan obrado a sabiendas
de la renuncia, pues todavía el mandatario no ha cesado en sus
funciones. En la práctica, los terceros se abstendrán de contratar
con el mandatario que ha renunciado ante la incertidumbre de
la época en que expirarán sus poderes.

255. Efectos de la renuncia de uno de los varios mandatarios


conjuntos
Siendo dos o más los mandatarios, la renuncia de uno de ellos
no pone término al mandato respecto de los otros, salvo que por
la constitución del mandato estén obligados a obrar conjunta-
mente, pues en tal caso dará fin al mandato respecto de todos,
arts. 2127 y 2172.

256. Renuncia del mandato judicial


En substancia, rigen los mismos principios que informan la re-
nuncia del mandato civil. Debe dejarse constancia de ella en
el proceso y darse el aviso por notificación judicial, poniendo
en conocimiento del mandante el estado del pleito. En lugar
del tiempo razonable y por tanto indeterminado de que trata el
Código Civil, el procurador judicial debe continuar la gestión
hasta que haya transcurrido el término de emplazamiento desde

55
Véase Nº 240; Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLIII, sec. 1ª, p. 337.

479
EL MANDATO CIVIL

la notificación de la renuncia al mandante, art. 10 del Código


de Procedimiento Civil. Vencido este plazo termina el mandato.
Si continúa el litigio con el ex procurador, todo lo obrado en el
pleito a partir de ese momento es nulo. Así se ha fallado.56
El art. 10 del Código de Procedimiento Civil recibe aplica-
ción solamente cuando el mandato judicial ha sido constituido
o invocado como título de representación en un juicio en actual
tramitación y la renuncia del mandatario –procurador– se produ-
ce en una instancia del pleito. Así se ha fallado acertadamente.57
De consiguiente, no está sujeta a los requisitos de la notificación
judicial y la espera del vencimiento del término de emplazamien-
to, la renuncia del mandatario anterior a la iniciación del juicio
en que se atribuya o se le atribuya la calidad de representante
del actor o del demandado. Esta calidad la ha perdido antes del
juicio a raíz de su renuncia.

257. Muerte del mandante, fin de las personas jurídicas


El mandato termina por la muerte del mandante. Así lo dispone
el art. 2163, número 5º. El legislador entiende que el mandatario
ha aceptado el encargo en consideración de la persona que lo
hizo y no de sus herederos.58
Se asimila a la muerte del mandante –o del mandatario en su
caso– el término o fin de la personalidad jurídica si el mandante
tiene esa condición y en tal calidad ha conferido el mandato a
través de sus representantes.59
En el caso de las sociedades, la transformación o cambio de su
estatuto legal implica el término de una y el nacimiento de otra,
arts. 69 del Código Tributario (que exige que la nueva sociedad
asuma las responsabilidades tributarias de la anterior) y 97 de
la ley sobre sociedades anónimas, que para tales casos exige el
cumplimiento de las solemnidades que han de cumplirse en la
formación de toda nueva sociedad.

56
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXV, sec. 1ª, p. 89.
57
Ibíd., t. XXXVI, sec. 2ª, p. 61.
58
GÁLVEZ G., Hugo, ob. cit., p. 63.
59
Repertorio de Legislación y Jurisprudencia, Código Civil, t. VII, p. 197, sents.
29 y 30, y nota 3.

480
TERMINACIÓN DEL MANDATO

258. Conocimiento del mandatario


La muerte del que hizo el encargo produce la terminación del
mandato, pero mientras el mandatario la ignore lo que éste haya
hecho en ejecución del mandato será válido y dará derecho a ter-
ceros de buena fe contra los herederos del mandante, art. 2173,
inciso primero. El art. 2168 sienta el mismo principio: “sabida”
la muerte del mandante, cesará el mandatario en sus funciones.
Conviene advertir que este precepto mira las relaciones pura-
mente contractuales entre mandante y mandatario. Respecto
de terceros se estará a la norma del art. 2173: el mandato y los
poderes de representación del mandatario terminan para ellos
desde que saben la muerte del causante, independientemente del
conocimiento o ignorancia del mandatario.60 De consiguiente,
los herederos del mandante pueden alegar la inoponibilidad
de los contratos celebrados por el mandatario de buena fe con
terceros de mala fe.

259. Subsistencia del mandato no obstante la muerte del que


hizo el encargo
Es lícita la estipulación por la cual se conviene que el mandato
subsistirá no obstante la muerte del mandante. La terminación
del mandato por causa del fallecimiento de cualquiera de las
partes está fundada en su voluntad presunta, de modo que el
orden público no se opone a una estipulación en contrario.61
Prueba de ello es que el mismo Código Civil estatuye que no se
extingue por la muerte del mandante el mandato destinado a
ejecutarse después de ella. Los herederos suceden en este caso
en los derechos y obligaciones del mandante, art. 2169.

260. Subsistencia del mandato cuya ejecución debe iniciarse


después de la muerte del mandante
Es lícito igualmente conferir un encargo que debe ejecutarse
después de la muerte del mandante.62 Esta conclusión, general-
mente aceptada por los autores, es indiscutible en nuestro derecho

60
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLIII, sec. 1ª, p. 337.
61
TROPLONG, ob. cit., p. 669, Nos 728 y ss.
62
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 446, Nº 838.

481
EL MANDATO CIVIL

en presencia de los arts. 2169, 1270 y 1311. Este último dispone


que el testador puede hacer encargos secretos y confidenciales
al heredero, al albacea y a cualquiera otra persona, para que se
invierta en uno o más objetos lícitos una cuantía de bienes de
que pueda disponer libremente. El encargado de ejecutarlos se
llama albacea fiduciario.
Se acepta generalmente que no vale el mandato para donar
una cosa después de la muerte del mandante.63 En efecto, con
arreglo al art. 1000, toda donación o promesa que no se haga
perfecta e irrevocable sino por la muerte del donante o promisor,
es un testamento y debe sujetarse a las mismas solemnidades que
el testamento.
Se suscitan dudas sobre la forma que debe revestir el mandato
para ejecutarse después de la muerte del causante. Hay quienes
opinan que debe sujetarse a la forma de un testamento.64 Nos
inclinamos a pensar que no es así y que puede revestir la forma
de un acto entre vivos, esto es, simplemente de un contrato de
mandato.65 Salvo, naturalmente, que se trate de un ejecutor tes-
tamentario o albacea, pues la designación de éste debe hacerse
en un acto testamentario, o que se trate de encargos secretos y
confidenciales, pues en tal caso deberá designarse en el testamento
la persona del albacea fiduciario, art. 1312, regla primera.

261. Subsistencia del mandato que interesa a terceros o al


mandatario
La muerte del mandante no pone término al mandato si éste
era la condición de un contrato celebrado entre el mandante y
un tercero.66 Tampoco cuando interesa al mandatario, porque
forma parte o accede a otro contrato que se ha querido o previs-
to cumplir mediante su gestión.67 Si se conviene, por ejemplo,
conferir mandato al acreedor para que persiga a los deudores
del mandante y aplique lo que obtenga al pago de sus créditos,
la muerte del mandante no pone fin al encargo. Lo mismo será

63
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 447, Nº 838.
64
PLANIOL y RIPERT, ob. cit., t. XI, p. 848.
65
GÁLVEZ GAJARDO, Hugo, ob. cit., p. 71.
66
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 446, Nº 837.
67
TROPLONG, ob. cit., p. 679, Nº 737.

482
TERMINACIÓN DEL MANDATO

si un deudor hace abandono de sus bienes y designa junto con


los acreedores una comisión encargada de realizarlos y repartir
entre ellos el producido de la venta. La muerte del deudor no
pone fin al mandato.68

262. Subsistencia del mandato judicial y la comisión mercantil


El mandato para negocios judiciales no termina por la muerte del
mandante, arts. 396 y 529 del Código Orgánico de Tribunales.
Debe entenderse que el mandato tiene ese carácter siempre que
se encomienda al mandatario la defensa judicial de negocios del
mandante, aun cuando se le confíen otros encargos en el mismo
acto relativos a los bienes que son materia del juicio.69
Algunas observaciones caben en esta materia. La primera es
apenas reiterativa de lo que antes se ha dicho: el mandato para
negocios judiciales es un contrato, arts. 395, 396, 528 y 529 del
Código Orgánico citado. Como tal se perfecciona por el consen-
timiento de las partes dado en tiempo y forma. El tiempo para la
aceptación del encargo es mientras se halla vigente la proposición
del mandante. Si la voluntad del proponente caduca por su muerte,
la aceptación tardía del destinatario no puede generar un con-
sentimiento ya imposible de concertarse por la ausencia de una
proposición actual vigente. De donde se sigue que la norma del
art. 396 del Código Orgánico de Tribunales tiene aplicación sólo
si el mandante fallece después de la aceptación del mandatario.
Antes no hay mandato; sólo una proposición que se extingue con
la vida del proponente.70
La segunda observación mira a que alguna duda podría caber,
no tanta a mi juicio, sobre la subsistencia del mandato judicial
cuando el mandante fallece antes de haberse iniciado el juicio en
el cual se invoca. Hay quienes opinan que el citado art. 396 debe
aplicarse absolutamente “desde que se encuentra constituido el
poder de representación con las voluntades acordes de sus suje-
tos”.71 Dicho sucintamente, desde la celebración del mandato.

68
TROPLONG, ob. cit., p. 680, Nº 737.
69
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XII, sec. 2ª, p. 41; t. XXXVIII, sec.
1ª, p. 2.
70
Supra, Nos 70 y 71; QUEZADA MELÉNDEZ, José, ob. cit., Nº 132 b), p. 258.
71
QUEZADA MELÉNDEZ, José, ob. cit, Nº 132 a), p. 258.

483
EL MANDATO CIVIL

Don Manuel Egidio Ballesteros, teniendo en consideración la


Ley de Partidas, que fue el antecedente del art. 396 que estamos
examinando, no vacila en sostener que rige sólo cuando el juicio
ha sido iniciado en vida del mandante. Pues los autores del art.
396 (antiguo 397) “sólo quisieron extirpar un mal gravísimo a
que daba origen la aplicación preferente del Código Civil y que
consistía en la paralización de los juicios por tiempo indefinido,
muy largo generalmente, que tenía lugar en el caso frecuente de
fallecer alguna de las partes. Era preciso entonces notificar a todos
los herederos del difunto y obtener de ellos el acuerdo necesario
para constituir un nuevo procurador. Esta dilación que de ordi-
nario perjudicaba a las dos partes del juicio podía ser eliminada
fácilmente con la disposición del art. 397” (actual 396).72
Compartimos ese criterio, acogido también en la jurispru-
dencia.73 Nada justifica la subsistencia del mandato luego de la
muerte del mandante sólo porque su objeto sea la atención de
negocios judiciales eventuales en que pudiere tener interés. En
los juicios que se sigan después de la muerte del mandante son
sus herederos los directamente afectados y con ellos deben se-
guirse las demandas que persigan declaración o reconocimiento
de derechos que habrán de afectarles en cuanto sucesores del
causante en sus derechos y obligaciones transmisibles, arts. 951,
1097, 1245, 1246 y 1354 del Código Civil. Cobra mayor relieve lo
dicho en el caso de las acciones ejecutivas, atendido lo dispuesto
en el art. 1377 del mismo Código. Sólo la conveniencia de evitar
la paralización indefinida e incierta de los procesos en actual
tramitación, con perjuicio de las partes y de la administración de
justicia, entorpecida con la acumulación de causas detenidas o
abandonadas, justifica la subsistencia del mandato no obstante la
muerte del mandante, de manera que prosiga su curso el juicio
en el que estaba actuando por intermedio del procurador. Por
lo demás, el espíritu que inspira al art. 396 del Código Orgánico
es el mismo que anima a los arts. 9º y 10 del de Procedimiento
Civil. Éstos hacen subsistir la representación legal y la voluntaria
cuando durante el juicio expira el título en que se funda, hasta la
72
Repertorio de Legislación y Jurisprudencia, Código Civil, t. VII, p. 198, sent.
33, y notas 1 y 2; Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXXVI, sec. 2ª, p. 61.
73
Véase jurisprudencia de la nota anterior; Repertorio de Legislación y Juris-
prudencia, Código de Procedimiento Civil, t. I, p. 28, sent. 2-II.

484
TERMINACIÓN DEL MANDATO

comparecencia de la parte que ha estado representada o hasta


que haya testimonio en el proceso de habérsele notificado la
cesación de la representación y el estado del juicio –en el caso
de los representantes legales– o la expiración del mandato, en el
caso de la representación voluntaria. El Código de Procedimiento
Civil asegura de esta manera la eficacia de la relación procesal
generada antes del impedimento sobreviniente que ha puesto
fin al mandato mirando a la protección tanto de la parte que de
buena fe prosigue la causa con un mandatario que ha dejado de
serlo, cuanto del mandante al cual no se le deja en la indefensión
al mantenérsele debidamente representado por quien ha sido su
procurador en ella, en tanto asume las providencias pertinentes
a sus intereses.
Ha de advertirse que al tenor del art. 10 del Código de Procedi-
miento, la representación subsiste sólo mientras en el proceso no
exista testimonio de la expiración del mandato. Expiración que no
se produce en el caso de la muerte del mandante, como se ha visto.
De modo que fallecido el mandante, el poder de representación
subsiste siempre, durante toda la secuela del juicio, con prescin-
dencia de que en el proceso exista o no testimonio de su muerte. El
artículo 10, por tanto, recibe aplicación cuando el mandato expira
por disposición de la ley o la estipulación de las partes.
Obviamente, la extensión de las facultades del procurador
judicial no irá más allá de los términos del mandato que se cons-
tituyó en el juicio.74
Por último, nada obsta a que el procurador ponga término a
su cometido luego de la muerte del mandante, renunciándolo.
De igual modo, la sucesión del mandante puede revocarlo. Si el
procurador renuncia deberá ajustarse a lo prevenido en el inciso
segundo del art. 10 sobre notificación a sus representados y espe-
ra del término de emplazamiento. La notificación debe hacerse
a la sucesión del mandante. Pues la subsistencia procesal de la
representación del mandante no suprime el hecho de su muerte
y la apertura de su sucesión, con la cual ha de entenderse.
En cuanto a la comisión mercantil, el art. 240 del Código del
ramo prescribe que no se acaba por la muerte del comitente: sus

74
Repertorio de Legislación y Jurisprudencia, Código de Procedimiento Civil,
t. I, p. 16, sents. 8 a 21.

485
EL MANDATO CIVIL

derechos y obligaciones pasan a sus herederos. Se ha resuelto que


el mandato por el cual una persona encarga la venta de acciones a
un corredor de la Bolsa de Comercio es un acto civil para el man-
dante y comercial para el mandatario, correspondiendo aplicar la
legislación mercantil si se persigue la obligación de este último.
En razón de lo cual la muerte del mandante no pone término al
mandato por el cual se le encomendó la venta de las acciones.75

263. Sabida la muerte del mandante, el mandatario debe abs-


tenerse de seguir administrando
Fuera de los casos en que por excepción subsiste el mandato,
sabida la muerte del mandante el mandatario debe suspender
sus funciones. Si contraviene será responsable de los perjuicios
que de ello se sigan a los herederos del mandante, arts. 2168 y
2173, inciso segundo.

264. Obligación de finalizar la gestión principiada


Excepcionalmente, el mandatario es obligado a finalizar la gestión
principiada si de suspenderla se sigue perjuicio a los herederos
del mandante, art. 2168. Éstos deben decidir si el mandatario
continuará o no la gestión, a menos que el mandatario no esté
en situación de poder consultarlos, pues en tal caso él resolverá,
atendidas las circunstancias, si la suspensión de las gestiones
perjudica o no a los herederos.

265. Muerte presunta del mandante


Pone término al encargo, según las reglas generales, desde que
se dicta el decreto de posesión provisoria o definitiva, en su caso,
arts. 82 y 84.

266. Ausencia del mandante


La mera ausencia del que hizo el encargo no pone término al
mandato, aun cuando aquél haya desaparecido. En efecto, du-
rante el tiempo que debe preceder a la declaración de muerte

75
Repertorio de Legislación y Jurisprudencia, Código Civil, t. VII, p. 197, sent.
28; Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XLVII, sec. 1ª, p. 452.

486
TERMINACIÓN DEL MANDATO

presunta del ausente cuyo paradero se ignora, se mirará el des-


aparecimiento como mera ausencia, y cuidarán de los intereses
del desaparecido “sus apoderados” o representantes legales, art.
83. Si se trata de la defensa en juicio de los derechos del ausente
se estará, además, a lo prescrito en los arts. 11 y 846 del Código
de Procedimiento Civil. Por tanto, si el mandatario del ausente
cuyo paradero se ignora carece de facultades para contestar nuevas
demandas, asumirá la representación del ausente el defensor res-
pectivo, mientras el mandatario nombrado obtiene la habilitación
de su propia personería o el nombramiento de otro apoderado
especial para este efecto.

267. Inoponibilidad de la terminación del mandato respecto


de los terceros de buena fe
Los contratos celebrados por el mandatario sabedor o ignorante
de la muerte del que hizo el encargo con terceros de buena fe
son válidos y obligan a los herederos del mandante, art. 2173.
La buena fe se presume y toca a los herederos, por consiguien-
te, probar que los terceros sabían al tiempo de contratar que el
mandante había fallecido, o que la ignorancia que éstos alegan
no parece probable. El juez resolverá soberanamente, pues se
trata de un hecho de la causa que no puede atacarse por la vía
del recurso de casación.76

268. Muerte del mandatario


Pone término al encargo por análogas razones que las que se han
dado a propósito de la terminación del mandato por la muerte
del mandante.

269. Estipulación de continuar el mandato con los herederos


del mandatario
Es lícita, sin perjuicio del derecho de los herederos de renunciar
en cualquier momento con arreglo a las normas generales. En el
caso particular del mandato para percibir, el art. 1583 dispone
que la facultad de recibir por el acreedor no se transmite a los

76
Véanse Nos 240, 241, 242 y 254.

487
EL MANDATO CIVIL

herederos o representantes de la persona diputada por él para


este efecto, “a menos que lo haya expresado así el acreedor”. Lo
que se dice de la diputación para el cobro se extiende a toda
especie de mandato.
Si el mandatario deja herederos menores y se ha convenido
que la muerte de él no pondrá fin al encargo, la obligación de
ejecutarlo pesará sobre el representante legal de los menores.77

270. Subsistencia del mandato conferido en interés de terceros


o del mandatario
En principio, la muerte del mandatario pone término al man-
dato aun cuando éste forme parte o acceda a otro contrato cuya
ejecución quiso obtenerse mediante la gestión del mandatario.
Como se ve, es una solución contraria a la que en iguales circuns-
tancias se daba para el caso de muerte del mandante. La razón es
bien simple. La muerte del mandante no altera las condiciones
previstas por las partes para la ejecución del contrato principal;
la del mandatario, en cambio, las altera substancialmente, pues
fue la consideración de su persona el elemento determinante
de la estipulación y no es presumible que los contratantes hayan
querido que en caso de muerte de ese mandatario entren a re-
emplazarlo los herederos. Así se ha fallado.78

271. Los herederos del mandatario difunto deben dar aviso


al mandante
El art. 2170 dispone que los herederos del mandatario que fueren
hábiles para la administración de sus bienes, darán aviso inme-
diato de su fallecimiento al mandante. La omisión a este respecto
los hace responsables de los perjuicios. Para que surja la sanción
impuesta por ese precepto es necesario que los herederos del
mandatario sean hábiles para la administración de sus bienes. Si
entre ellos hay incapaces, la obligación de dar aviso y la sanción
por la falta pesarán exclusivamente sobre los que tengan la libre
administración de lo suyo, sin perjuicio de lo que se dirá de los
albaceas, los tutores y curadores y en general todos aquellos que

77
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 446, Nº 837; TROPLONG, ob. cit., p. 674.
78
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXVIII, sec. 1ª, p. 16.

488
TERMINACIÓN DEL MANDATO

sucedan en la administración de los bienes del mandatario que


ha fallecido. Es necesario además que los herederos hábiles co-
nozcan la existencia del mandato y el domicilio o residencia del
mandante. En fin, que tanto en el hecho como en el derecho
puedan dar cumplimiento a esa obligación.

272. Los herederos del mandatario difunto deben hacer en


favor del mandante lo que puedan y las circunstancias
exijan
Así lo ordena el art. 2170. No prescribe este artículo que los
herederos deban continuar la gestión principiada, ni tampoco
adelantarla. Sólo les basta tomar las providencias conservativas
que las circunstancias exijan, pues su condición es análoga a la
del destinatario de un mandato que no acepta, art. 2125, inciso
final, y a la del mandatario que se halla en la imposibilidad de
obrar con arreglo a sus instrucciones, art. 2150. En todos estos
casos la ley se limita a imponerles el deber de tomar esas medidas
conservativas y nada más.
Si los herederos no fueren hábiles para la administración
de sus bienes estarán exentos de toda obligación. Ella pasa a sus
representantes legales.

273. Responsabilidad de los albaceas, tutores, curadores y, en


general, de los que suceden en la administración de los
bienes del mandatario difunto
Sean o no hábiles los herederos del mandatario que ha fallecido,
el albacea es obligado a dar inmediato aviso al mandante del
fallecimiento del mandatario y tomar las providencias conserva-
tivas que las circunstancias exijan para resguardar los intereses
del mandante. Esta obligación y la responsabilidad consiguiente
pesan directamente sobre el albacea. Por tanto, si fuere conde-
nado a reparar los perjuicios que su omisión irrogó al mandante,
no podrá repetir contra la sucesión del mandatario, art. 2170,
inciso segundo.
Las mismas obligaciones tienen personalmente los tutores y
curadores de los herederos del mandatario difunto. Por tanto,
deben dar inmediato aviso al mandante del fallecimiento del
mandatario y tomar las providencias conservativas que las cir-

489
EL MANDATO CIVIL

cunstancias exijan en resguardo del negocio confiado a éste.


De otro modo, serán condenados a resarcir los perjuicios que
su omisión hubiere irrogado al mandante y no podrán repetir
contra sus pupilos, pues éstos no han incurrido en falta alguna,
en tanto que los tutores y curadores han incurrido en una falta
propia, art. 2170, inciso segundo.

274. Muerte de uno de los varios mandatarios


Si por la constitución del mandato están obligados a obrar con-
juntamente, la muerte de uno de ellos pondrá fin al mandato
respecto de todos, art. 2172. En tal caso, los mandatarios que so-
breviven deberán dar el aviso al mandante y, en general, cumplir
las obligaciones que impone el art. 2170 a los albaceas, tutores o
curadores. Existe la misma razón y, además, es un deber que nace
de su calidad de mandatarios, art. 2150. Si pueden obrar separa-
damente, el mandato subsiste y ninguna obligación pesará sobre
los herederos del que ha fallecido, pues la administración de los
negocios del mandante seguirá desarrollándose normalmente.

275. Disolución o fin de personas jurídicas que obran como


mandantes o mandatarias
Si el mandato ha sido conferido por una persona jurídica u otor-
gado a ella, su disolución o el término de su existencia equivalen
a la muerte del mandante o del mandatario. Excepcionalmente
subsiste el mandato en caso de disolución de la sociedad man-
dante mientras dura su liquidación, pues la personalidad jurídica
subsiste para los efectos de la misma liquidación y hasta que se
termina.79 A la inversa, disuelta la sociedad mandataria termina
el mandato, pues durante el período de la liquidación no puede
ejecutar otros actos que los necesarios para la realización del
activo y pago del pasivo.

276. Quiebra del mandante


El juicio de quiebra tiene por objeto realizar en un solo proce-
dimiento los bienes de una persona natural o jurídica, a fin de

79
BAUDRY LACANTINERIE, ob. cit., p. 444, Nº 834.

490
TERMINACIÓN DEL MANDATO

proveer al pago de sus deudas. La quiebra produce para el falli-


do y todos sus acreedores un estado indivisible. Comprende, en
consecuencia, todos los bienes del fallido y todas sus obligaciones
aun cuando no sean de plazo vencido, salvo las excepciones que
la ley expresamente señale.80
Pronunciada la declaración de quiebra, el fallido queda inhi-
bido de pleno derecho de la administración de todos sus bienes,
salvo los inembargables. Y la administración de que es privado el
fallido pasa de derecho al síndico. El desasimiento comprende
también los bienes futuros que adquiera a título gratuito. La
administración de los que adquiera a título oneroso puede ser
sometida a intervención, dejándose al fallido lo indispensable
para sus necesidades y las de su familia.81
El desasimiento lleva aparejada la sanción de inoponibilidad
de los actos y contratos que ejecute o celebre el fallido después
de dictada la sentencia declaratoria de la quiebra, con relación a
los bienes de la masa. Así lo establece el art. 72 del Libro IV del
Código de Comercio. De donde se sigue a su vez que el fallido,
inhibido de la administración de sus bienes comprometidos en
la masa, tampoco podrá actuar por intermedio de mandatarios a
quienes hubiese encomendado antes de la quiebra, o encomen-
dare después negocios o asuntos relativos a esos bienes. De aquí
que los mandatos conferidos antes de la sentencia declaratoria
de la quiebra terminan de pleno derecho desde que es dictada.
Así lo dispone el número 6º del art. 2163 del Código Civil. La
quiebra del mandante, acota Parry, termina el mandato por una
consecuencia necesaria del principio de desapoderamiento: el
mandante, que no puede administrar por sí mismo, no puede
administrar en adelante por un mandatario elegido por él y cuyos
actos son reputados propios. Un quebrado, agrega, no puede
conferir un mandato porque por este hecho él administraría.82
Se ha suscitado la duda de si por causa de la quiebra del man-
dante termina el mandato absolutamente o subsiste respecto de

80
Arts. 1º y 2º del Libro IV del Código de Comercio, “De las quiebras”, incor-
porado a este texto por la Ley Nº 20.080, de 24 de noviembre de 2005.
81
Arts. 64 y 65 del Libro IV del Código de Comercio, “De las quiebras”, incor-
porados a este texto por la Ley Nº 20.080, de 24 de noviembre de 2005.
82
PARRY, Adolfo E., Efectos de la quiebra en los contratos, p. 642 y nota 40.

491
EL MANDATO CIVIL

los actos y contratos que no atañen a los bienes de la masa.83 En


nuestro derecho la conclusión es obvia: termina el mandato civil
o mercantil que ha sido otorgado con anterioridad a la declara-
ción de quiebra del mandante. Al conferirlo éste y aceptarlo el
mandatario, no cabían distingos respecto de los bienes que que-
darían afectos a las responsabilidades provenientes del mandato
y de su ejecución, ni limitaciones de la solvencia del mandante,
ni del crédito social y comercial de que éste gozaba en el des-
envolvimiento de sus actividades. El mandante comprometía la
totalidad de su patrimonio, tal como prescribe el art. 2465 del
Código Civil, y en base a ello intermediaba el mandatario fren-
te a los terceros. Desaparecida la afectación de la totalidad del
patrimonio del mandante a las responsabilidades provenientes
de las obligaciones contraídas por cuenta de él o a su nombre
con posterioridad a la declaración de la quiebra, el mandatario
debe abstenerse de seguir actuando a nombre o por cuenta del
mandante. De hacerlo, induce a error o engaño a los terceros
con quienes contrata y sería responsable de los perjuicios que se
siguieren a éstos, art. 2154, N° 1º. Y si la masa resultare obligada
por los actos del mandatario, podría perseguir la responsabilidad
de éste para el resarcimiento de los perjuicios que hubiere sufrido,
art. 2154, inciso primero.
Debe recordarse, asimismo, que el mandatario acepta el encargo
teniendo en consideración la solvencia y la capacidad jurídica del
mandante para anticiparle las expensas necesarias para el desem-
peño de su cometido y pagarle lo que le resulte adeudado, entre
otros conceptos, por honorarios, por las anticipaciones de dinero
hechas por cuenta del mandante, más los intereses corrientes por
la reparación de los daños que el mandatario sufriere a causa
o con ocasión de la gestión cumplida, etc., art. 2158, Nos 1º, 2º,
3º, 4º y 5º. No es razonable, por tanto, pretender que subsista el
mandato luego de la quiebra del mandante, así fuere respecto
de actos o negocios que no comprometan los bienes de la masa;
vale decir, imponer al mandatario el deber de seguir actuando
para el fallido no obstante carecer de medios para hacer efectivos
sus créditos, provenientes de la ejecución del encargo sobre los
bienes de la masa en que ha operado el desasimiento, ni sobre los

83
PROVINCIALI, Renzo, Tratado de derecho de quiebra, t. II, Nº 266, p. 365.

492
TERMINACIÓN DEL MANDATO

bienes en que el mandante hubiese conservado una administración


–restringida–, los que son inembargables no sólo respecto de los
acreedores de la mora, sino también del mandatario mismo.
No debe olvidarse tampoco que el mandato es por esencia un
contrato de confianza que aun remunerado se entiende aceptado
en consideración a la persona del mandante, como ciertamente
ocurre en la realidad cotidiana. Y que justamente por serlo ha
establecido el legislador ciertas causales de terminación que res-
ponden a ese factor, como la revocación, la renuncia, la muerte,
la quiebra y la interdicción del uno o del otro, art. 2163. La razón
del texto se hace más evidente, pues para concluir que el N° 6º
del art. 2163 no hace distingos, de modo que el mandato termina
por la quiebra del mandante bajo todos respectos. Con lo cual
nuestro Código recoge un principio generalmente aceptado.84
Autores de relieve sostienen que el mandato subsistiría, no
obstante, cuando va indisolublemente unido a un conjunto con-
tractual vigente aun a pesar de la quiebra o del concurso.85 Sería
el caso –no el único– del mandato que formara parte de un con-
trato cuyo cumplimiento o ejecución se hubiera encomendado a
un tercero por haberlo estipulado así las partes contratantes con
la aceptación expresa o tácita del tercero. Si el contrato subsiste
no obstante la quiebra o el concurso, también debe subsistir
el mandato estipulado como medio querido de la ejecución y
cumplimiento de lo pactado.86 La conclusión parece acertada. En
todo caso, los acreedores dispondrían de las acciones pauliana y
revocatoria que procedieren en contra del contrato principal y
del mandato incorporado en él.
Se ha dicho, con cierta ligereza e impropiedad, que en los
casos de expiración del mandato por la quiebra del mandante
el síndico podría confirmarlo o ratificarlo si quisiere. En estricto

84
TROPLONG, ob. cit., t. XVI, “Du mandat”, p. 682; MANRESA y NAVARRO, José
María, Comentarios al Código Civil español, t. 11, pp. 568, 590; PLANIOL y RIPERT, ob.
cit., t. XI, Los contratos civiles, Nº 1495, p. 850; PARRY, Adolfo E., ob. cit., p. 638;
PROVINCIALI es de opinión contraria en un largo y poco convincente discurso, ob.
cit., Nº 266, p. 365 y Nº 267, p. 369; en el mismo sentido de nuestra opinión, el
comentario al derecho español, en el texto de PROVINCIALI, ob. cit., p. 368. Hace
excepción en el derecho comparado el Código Federal alemán, art. 672, comentario
de MANRESA y NAVARRO, ob. cit., p. 579.
85
PLANIOL y RIPERT, ob. cit., Nº 1495, p. 850.
86
PARRY, Adolfo E., ob. cit., pp. 640, 643 y 645.

493
EL MANDATO CIVIL

derecho no se trataría de una confirmación o ratificación por de-


cisión unilateral del síndico, como pareciera desprenderse de esas
expresiones, sino de un nuevo mandato que tendría por objeto
la prosecución de la gestión del mandato anterior ya expirado.
De modo que es necesaria la aceptación del mandatario, quien
puede darla o no, sin responsabilidad alguna en caso de rehusar
el encargo que se le propone. O de señalar otras condiciones para
aceptarlo, sea en cuanto a los honorarios, sea a otros aspectos del
contrato. Sin su aceptación no hay mandato, con prescindencia
de lo que el síndico dispusiere.

276 bis 1. Quiebra del mandante. Mandato judicial


Opinan algunos que la quiebra del mandante no pondría término
al mandato judicial. Conclusión que extienden a los casos en que
el mandato expira por la interdicción del mandante y, en general,
en que queda privado de la administración de sus bienes, la que
pasa a ser ejercida por un representante legal.87 Se apoyan en los
arts. 9º y 10 del Código de Procedimiento Civil y 396 y 529 del
Código Orgánico de Tribunales. Los dos primeros, se arguye,
habrían introducido modificaciones en la mayoría de las causales
de expiración del mandato establecidas en el art. 2163 del Código
Civil.88 Los dos últimos habrían sentado un principio general váli-
do no sólo para el caso de muerte del mandante, sino para todos
aquellos que afectan al representado, dada la escasa participación
que tiene el poderdante en las actuaciones procesales.89
Digamos de partida que el art. 9º del Código de Procedi-
miento trata de los representantes legales que comparecen en
juicio por sus representados. Nada tiene que ver con el mandato.
Representación legal y mandato son instituciones diferentes.90
De consiguiente, no tiene aplicación en el caso del mandatario,
que se rige por el art. 10 de dicho Código. Así se ha fallado.91 Sin
perjuicio de observar de paso que el representante legal que ha

87
QUEZADA MELÉNDEZ, José, ob. cit., Nº 133, p. 259.
88
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXXV, sec. 2ª, p. 58.
89
QUEZADA MELÉNDEZ, José, ob. cit., Nº 133, p. 260; Fallos del Mes, Nº 314,
p. 791, considerando 3º, Corte de Apelaciones Pedro Aguirre Cerda, sent. 2 de
octubre 1984.
90
Supra, Nº 91.
91
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXXVII, sec. 1ª, p. 22.

494
TERMINACIÓN DEL MANDATO

cesado en sus funciones no debe proseguir indefinidamente en


la causa. Por el contrario, si él no lo hiciere de propia iniciativa
el tribunal deberá apercibirlo para que notifique a su represen-
tado –o a su sucesor en la representación legal– la cesación de
la representación y el estado del juicio, bajo pena de multa y de
abonar los perjuicios que resulten de su omisión o negligencia.
Así lo dispone ese precepto.
Tampoco es verdad que el procurador judicial mantiene in-
definidamente y bajo toda circunstancia la representación de su
mandante no obstante la expiración de su mandato. El art. 10 del
Código, que es el que rige en la especie, mantiene la representación
del procurador que ha dejado de serlo “mientras en el proceso no
haya testimonio de la expiración del mandato”. De manera que pro-
ducido el testimonio cesa la representación. Así quedan protegidos
los intereses de la parte y de los terceros que prosiguen el juicio
con el mandatario que ha dejado de serlo, ignorantes del término
del mandato. Ignorante procesalmente, atendido que lo que no
consta en los autos es ajeno al proceso, al tribunal y a las partes.
En sustancia, pues, el art. 10 aplica el principio de la protección
debida a los terceros de buena fe establecido en el art. 2173 del
Código Civil, conciliándolo con el art. 160 del de Procedimiento
que ordena al tribunal “estarse al mérito del proceso”. Tal es la
letra y el sentido del art. 10 del Código de Procedimiento, que no
modifica, ni menos deroga, las disposiciones del art. 2163 sobre
expiración del mandato. Sólo ha fijado el alcance de la buena fe,
consagrada en el art. 2173, en los casos en que la expiración del
mandato incide en la procuración judicial constituida en un juicio
actual, vale decir, en un proceso judicial en curso al tiempo de
producirse el término del mandato.
En cuanto a los arts. 396 y 529 del Código Orgánico sobre
subsistencia del mandato judicial en caso de muerte del mandante,
es impropio referirse a ellos como si fueran disposiciones esporá-
dicas sin relación a otras del mismo cuerpo legal. Ambos tienen
relación necesaria y directa con los artículos que los preceden,
arts. 395 y 528 respectivamente. En éstos se deja establecido, em-
pleando deliberadamente las mismas expresiones, que el acto de
encomendar a un procurador o a un abogado la representación
o la defensa de derechos en juicio, “es un mandato que se regirá
por las reglas establecidas en el Código Civil para los contratos

495
EL MANDATO CIVIL

de esta clase”, salvo las modificaciones contenidas en él o en los


artículos siguientes. Queda en evidencia, por consiguiente, que
salvo el caso de expiración del mandato por la muerte del man-
dante, en todo lo demás han de aplicarse “las reglas establecidas
en el Código Civil para los contratos de esta clase”. Entre ellas
está la expiración del mandato por la quiebra del mandante. Tal
y no otro es el recto sentido de los preceptos examinados.
Por último, el Libro IV del Código de Comercio, “De las quie-
bras”,92 refuerza nuestra conclusión y despeja toda duda, arts. 27,
52, Nº 4, 64 y 70.93 No obstante, la Corte Suprema, conociendo de
un recurso de queja fundado en haberse dado por subsistente el
mandato por asimilación de la quiebra a la muerte del mandante, le
negó lugar aduciendo que el examen de los antecedentes revelaba
“el propósito del directorio (de la sociedad mandante) de designar
un mandatario especial que lo representara ante la eventualidad
bastante probable de que fuera declarada en quiebra la sociedad”
–considerando octavo–; que la declaración de quiebra no deja al
fallido en estado de incapacidad absoluta, pues puede disponer y
administrar libremente los bienes no afectos al concurso y realizar
todos los actos relativos al procedimiento concursal en que la pro-
pia ley requiere su comparecencia –considerando decimotercero–;
que el directorio delegó legítimamente parte de sus facultades –de
representarla judicialmente– en el director mandatario, y que el inci-
dente de nulidad interpuesto en el proceso de la quiebra había sido
promovido extemporáneamente, pues había transcurrido largamente
el plazo de cinco días que establece la ley y que se cuentan desde
que el incidentista tuvo conocimiento “legal” del juicio a través de su
mandatario judicial y además de hecho, atendidas las circunstancias
que el fallo examina en considerando precedente –considerando
decimoséptimo–. El ministro don Marcos Aburto concurrió al fallo
sólo en razón del conocimiento “de hecho” que tuvo el incidentista,
en su tiempo, de las resoluciones impugnadas.94

92
Nota del actualizador: Puesto que la Ley Nº 20.080, incorporó la Ley Nº 18.075
y sus modificaciones al Código de Comercio, hemos modificado el texto original
en esta parte, para adecuarlo a la legislación vigente.
93
Confirma: PUELMA A., Álvaro, ob. cit., Nº 21, p. 16; Nº 23, p. 19; Nos 88 y 89,
p. 66.
94
Revista Fallos del Mes Nº 314, p. 701, Recurso de Queja Industria de Radio
y Televisión, sent. 16 de enero de 1985, Corte Suprema.

496
TERMINACIÓN DEL MANDATO

Nos hemos detenido en este caso porque refleja la disparidad


de criterios que se observa en la materia que nos ocupa, con las
consideraciones del fallo de segunda instancia, que no fueron
compartidas por los ministros de la Corte Suprema (quienes las
sustituyeron por las que hemos reseñado), ni las de éstos fueron
unánimes, pues uno de los ministros se atuvo únicamente al
conocimiento “de hecho” que tuvo el recurrente en su tiempo,
desestimando así el conocimiento “legal” que al decir de los otros
ministros de la Sala habría tenido el recurrente a través de las
actuaciones del mandatario cuya legitimidad en el proceso era
controvertida.

276 bis 2. Quiebra del mandante que ejerce una actividad co-
mercial, industrial, minera o agrícola. Responsabilidad
penal y civil del mandatario
El art. 41 Libro IV del Código de Comercio95 impone el deber
de solicitar la declaración de su quiebra antes que transcurran
quince días desde la fecha en que haya cesado en el pago de
una obligación mercantil, al deudor que ejerza alguna de las
actividades señaladas en el encabezamiento. Si no la solicita, su
quiebra se presume culpable y se castiga con presidio menor
en cualquiera de sus grados, arts. 218, 219, Nº 4 y 229, inciso
primero, del mismo Código. El art. 232 agrega que los gerentes,
directores o administradores de una persona jurídica declarada
en quiebra, cuyo giro quede comprendido en el art. 41, serán
castigados como reos de quiebra culpable o fraudulenta, según
el caso, sin perjuicio de la responsabilidad civil que les pueda
afectar, cuando en la dirección de los negocios del fallido y
con conocimiento de la situación de éstos hubieren ejecutado
alguno de los actos o incurrido en algunas de las omisiones a
que se refieren los arts. 219 y 220, o cuando hubieren autoriza-
do expresamente esos actos u omisiones. Una de las omisiones
contempladas en el art. 219 es la de solicitar la declaración de
su quiebra para el deudor que se halla en el caso del antedicho
art. 41.

95
Nota del actualizador: Puesto que la Ley Nº 20.080 incorporó la Ley Nº 18.075
y sus modificaciones al Código de Comercio, hemos modificado el texto original
en esta parte para adecuarlo a la legislación vigente.

497
EL MANDATO CIVIL

El precepto en examen –art. 232– comprende a los gerentes,


directores y administradores de una persona jurídica. De las perso-
nas naturales –según se verá– tratan los dos artículos que le siguen.
En cuanto a las personas jurídicas, tienen interés las sociedades,
arts. 545, 547 y 2053 del Código Civil. Pues no parece que las cor-
poraciones o las fundaciones –que se crean para satisfacer intereses
morales, culturales o de beneficencia– hayan de tener “por giro” las
actividades a que se refiere el art. 41. En tanto que las sociedades
se forman para ciertos negocios con la mira de obtener y repartirse
entre los socios una utilidad o ganancia pecuniaria. A la naturaleza
de estos negocios atiende la ley para calificarlas de comerciales o
civiles (excepción hecha de las anónimas), y su realización constituye
“el giro” propio de la sociedad formada para llevarlos a cabo, art.
2059 del Código Civil. Si los negocios del giro social son de aquellos
que la ley califica de actos de comercio, la sociedad es comercial.
Si consisten en actividades agrícolas, puede o no serlo, alternativa
que puede darse aun en las que tienen por objeto ciertas actividades
de industria o minería, si bien por lo común caerán en el área del
comercio y serán mercantiles. Mas, en todos estos casos “su giro”
estará comprendido en el art. 41 y la sanción penal del art. 232 pesará
sobre el gerente, los directores o los administradores.
Se ha visto que los gerentes y los directores no son mandata-
rios de la sociedad.96 Su situación, por tanto, no nos compete. La
expresión genérica “administradores”, en cambio, puede com-
prender a los mandatarios que en tal caso pueden incurrir en la
sanción penal que nos ocupa.
Para que así ocurra es menester que se trate de un mandato
general; de otro modo el mandatario no tendría la calidad de
administrador de la sociedad ni mucho menos la dirección de los ne-
gocios sociales y el conocimiento del estado de estos negocios, que son los
presupuestos necesarios y determinantes de la responsabilidad
penal que la ley le atribuye. Concurriendo estos presupuestos de
hecho y de derecho, el mandatario de la sociedad puede incurrir
en responsabilidad penal –sin perjuicio de la civil– si hubiere
ejecutado alguno de los actos o incurrido en alguna de las omi-
siones señaladas en los arts. 219 y 220. Igualmente si los hubiese
autorizado de modo expreso.

96
Supra, Nos 49 y 62 bis.

498
TERMINACIÓN DEL MANDATO

Entre las omisiones que dan origen a la presunción de cul-


pa, y ésta a la sanción penal, está la del deudor al no solicitar su
declaración de quiebra habiendo debido pedirla, art. Nº 41. No
creemos, sin embargo, que el mandatario esté facultado para
hacerlo en representación de su mandante si el título de su
mandato no lo autoriza especialmente. La quiebra produce un
estado de ejecución colectiva sobre el patrimonio del fallido (y
la sustitución de éste y aun de los acreedores por el órgano de
la quiebra) que provocaría el mandatario al solicitarla. Asunto
de mayor gravedad y complejidad que la enajenación voluntaria
del total de los activos de la empresa, dado que acarrea respon-
sabilidades penales y civiles sobre los órganos de administración
de la sociedad. Es una actuación, por tanto, que escapa al giro
administrativo ordinario de los negocios sociales. Más lejos que
ello, pone término al giro de la sociedad y a los negocios sociales.
Son, pues, los órganos de administración quienes deben decidir
e instruir al mandatario sobre la solicitud de quiebra. De manera
que la omisión del mandatario en pedirla no puede acarrearle
sanción penal ni responsabilidad civil, salvo, como se ha visto, que
estuviese facultado para proceder por sí solo o que se le hubiese
ordenado solicitarla. La prudencia aconseja, no obstante, que el
mandatario represente a los órganos de administración de la so-
ciedad el estado de los negocios de la misma y la posición de ella
en orden al cumplimiento de los compromisos contraídos.97
La figura jurídica en examen es nueva en nuestro derecho
positivo. Toca a los tribunales fijar el alcance de las disposiciones
comentadas. Y habida consideración de que el sentido de la ley
no es claro, habrá de recordarse que no sólo entre los precep-
tos de la ley debe haber correspondencia y armonía, sino muy
principalmente –en este caso– ha de existir correspondencia y
armonía con el espíritu general de la legislación y la equidad
natural. No siéndole lícito al mandatario solicitar por sí solo la
quiebra de su mandante, no puede haber omisión culpable de
la que resulten para él responsabilidades penales y civiles. Habrá
de entenderse, por tanto, que los “actos u omisiones” a los que se

97
En tal sentido, PUELMA A., Álvaro, ob. cit., Nº 56, p. 44; en el orden general de
esta materia, PROVINCIALI, ob. cit., vol. I, Nº 11, p. 59; Nº 46, p. 177; y Nº 49, p. 195.
Para las sociedades anónimas rige lo dispuesto en el art. 101 de la Ley Nº 18.046.

499
EL MANDATO CIVIL

refiere el art. 232 son aquellos que inciden en el cumplimiento


de su cometido dentro de los límites del mandato que hubiere
recibido para llevarlo a cabo.
En precepto aparte trata la ley de los factores o representantes
del fallido persona natural cuya quiebra es calificada de culpable
o fraudulenta, art. 233. Y los castiga como autores de quiebra de
una u otra especie, según corresponda, si en representación de
su principal o mandante y en conocimiento de la situación de
éste, hubieren ejecutado sin órdenes o instrucciones suyas los
actos, o hubieren incurrido en algunas de las omisiones a que se
refieren los arts. 219 y 220 antes citados. Olvidó decir el legislador
que se está refiriendo al fallido que se halle comprendido en el
art. 41; pero así ha de entenderse, por cuanto la calificación de
las quiebras sólo procede respecto de esta clase de deudores, art.
218, y lo confirma el art. 234 al disponer que el Título XIII del
Libro en examen “no se aplica al deudor no comprendido en el
art. 41”. Entre las disposiciones de ese título se hallan los arts.
232 y 233 en comentario.
La deficiente redacción del art. 233 le da una imprecisión y
extensión presumiblemente insospechadas por el legislador y le
hace decir más de lo que éste probablemente hubiese pensado.
Sin perjuicio de las observaciones que hemos hecho en el caso del
mandante fallido persona jurídica, añadiremos las que siguen.
Las personas naturales –a diferencia de las jurídicas– nacen y
existen sin una finalidad predeterminada por el hombre o las leyes.
Cada persona se realiza por sí misma conforme a las potencias de
su espíritu y de su voluntad. Luego, para que su actividad le im-
prima carácter en ciertos casos y para ciertos efectos, es menester
que sea pública, manifiesta y de cierta habitualidad.98 Sólo de esta
manera quedará definido para el mandatario “el giro administrativo
ordinario” de los negocios que el mandante le confía y los actos
para los cuales está autorizado “en los límites de su mandato”, arts.
2132 y 2160, inciso primero del Código Civil. Salvo, naturalmente,
que el título del mandato le autorice para obrar de otro modo.
De donde se concluye que en el caso que nos ocupa el mandante
debe haber desarrollado la actividad comprendida en el art. 41
antes del mandato y al tiempo de otorgarlo, única manera como

98
PUELMA A., Álvaro, ob. cit., Nº 45, p. 35.

500
TERMINACIÓN DEL MANDATO

le sería lícito al mandatario proseguirla, según el citado art. 2132;


a menos que estuviese instruido o facultado especialmente para
iniciarla por cuenta y riesgo del mandante. Consideración esta
que cobra mayor fuerza recordando la responsabilidad penal que
conlleva en caso de quiebra.
Si el mandatario prosigue la actividad del mandante –com-
prendida en el art. 41– o la inicia con su autorización, tiene lugar
lo prevenido en el art. 233.
Requiere este precepto que el mandatario haya actuado o se
haya abstenido sin órdenes o instrucciones del mandante y, además,
en su representación y en conocimiento de la situación de éste.
De donde se colige que no sería responsable si hubiese actuado
o se hubiere abstenido cumpliendo las recibidas. Conclusión
válida –en cierto grado– si se trata de la presunción de quiebra
culpable, pero inadmisible en los casos que enumera el art. 220
que conducen a la presunción de quiebra fraudulenta, pues en
éstos hay una conducta dolosa que no se cumple ni ejecuta por
cuenta ajena ni a nombre de otro.99 Habría de entenderse, para
conciliar el art. 233 con el sistema general de nuestro ordenamiento
jurídico, que en los casos de quiebra culpable el legislador habría
sido consecuente con el principio de que al mandatario le está
vedado proceder más allá de los límites de su mandato. De donde
se seguiría que las abstenciones ordenadas por el mandante serían
asumidas por éste al no serle lícito al mandatario obrar contra su
parecer. Y que en los casos de presunción de quiebra fraudulenta
los actos o las abstenciones ordenados por el mandante liberarían
al mandatario que les diese cumplimiento, del castigo como “au-
tor” del delito, pero no le eximirían de la responsabilidad penal
de cómplice, art. 221, particularmente el inciso final.
Requiere también el art. 233 que el mandatario se haya abs-
tenido o haya actuado “en representación de su principal o man-
dante”. Se entiende sin dificultad la condición de haber actuado
en esa representación. No así la de haberse abstenido de actuar en
tal carácter. La representación implica consentir a nombre de
otro, esto es, una manifestación de voluntad, art. 1448, que no
existe en las omisiones aun cuando sean voluntarias, pues no se
manifiesta en ellas voluntad alguna. En los casos del art. 219 la

99
Supra Nos 116, 180, 221 y 214.

501
EL MANDATO CIVIL

omisión es un hecho, no un acto. Probablemente la ley ha que-


rido indicar que las omisiones deben incidir en la gestión con-
fiada al mandatario, de modo que no les son imputables las del
mandante en los asuntos o negocios cuyo manejo éste conserva
personalmente.
Es menester, por último, que el mandatario ejecute los actos
o incurra en las omisiones “en conocimiento de la situación”
del mandante. Conocimiento que sólo se explica en el caso del
mandato general, tomada esta expresión en el sentido que le
atribuye el art. 2130, esto es, del mandato que se ha dado para
“todos los negocios del mandante”, aun cuando se le hagan una o más
excepciones determinadas. Conclusión semejante a la que hemos
llegado para el caso del mandatario de personas jurídicas.
Dándose las circunstancias señaladas, el mandatario es castigado
“como autor” de quiebra culpable o fraudulenta, según el caso,
sin perjuicio de lo que hemos señalado respecto del mandatario
que actuó o se abstuvo por instrucciones del mandante.
El mandatario será, además, civilmente responsable a su man-
dante de los perjuicios que la quiebra y la mala administración le
hubiesen causado. Básicamente esta es una responsabilidad con-
tractual. Proviene del incumplimiento de la principal obligación
del mandatario: realizar el encargo que se le ha confiado, con la
diligencia de un buen padre de familia, lo que lo hace responsable
hasta de la culpa leve en el desempeño de su cometido, arts. 44 y
2129 del Código Civil. No obstante, la autoría del delito penal de
quiebra culpable o fraudulenta lo constituye en responsable de
reparar los daños que de ésta se sigan para los terceros y para el
mandante, conforme a lo previsto en el antiguo art. 30 del Código
de Procedimiento Penal.100 Y esta responsabilidad es extracontractual
en atención a que la origina un hecho ilícito penal, arts. 30 recién
citado y 2314 del Código Civil. En lo que toca al mandante éste dis-
pondría de dos acciones: la proveniente del contrato de mandato,
que es contractual y queda sujeta, por tanto, a las reglas especiales
que la rigen, y la generada por el delito penal en que ha incurrido
el mandatario, que es extracontractual o delictual (en el sentido de
100
Nota del actualizador: El Código Procesal Penal derogó el Código de Proce-
dimiento mencionado en el texto. No obstante, podemos entender que en virtud
del art. 59, inc. 2º del Nuevo Código Procesal Penal, subsiste la responsabilidad civil
por los daños causados producto de una quiebra culpable o fraudulenta.

502
TERMINACIÓN DEL MANDATO

delito civil), que quedaría regida por las disposiciones legales que
la gobiernan, el Título XXXV del Libro IV del Código Civil. Esta
titularidad de dos acciones que persiguen un mismo objeto –el re-
sarcimiento de los perjuicios causados por un mismo hecho del cual
se derivan una responsabilidad contractual y una responsabilidad
extracontractual– se conoce en doctrina como cúmulo u opción de
responsabilidades. Quedando entendido que la opción es en favor
de la víctima del daño, en nuestro caso el mandante.
Por regla general se desestima la posibilidad de que la vícti-
ma –el acreedor– pueda disponer a su elección de la acción de
responsabilidad emanada del contrato o la derivada del hecho
ilícito culpable o doloso. Excepcionalmente se admite en cier-
tos casos. Uno de ellos es el que nos ocupa: cuando el hecho
que genera la responsabilidad es constitutivo, a la vez, de una
infracción del contrato y de un delito penal. El mandante, por
consiguiente, podría intentar una u otra; y aun una en subsidio
de la otra. Pero no ambas para obtener una doble reparación,
pues el daño es sólo uno y el autor no puede ser condenado a
más que su reparación.101

276 bis 3. Quiebra de uno de los varios mandantes


Si es declarada la quiebra de uno de los varios mandantes, el man-
dato subsiste respecto de los demás si la gestión encomendada es
divisible. Pero si el negocio objeto del encargo fuere indivisible, el
mandato termina por la declaración de quiebra de cualquiera de
ellos. Así ocurriría en el mandato para la venta de un bien heredi-
tario poseído pro indiviso por los mandantes; o para la constitución
de una servidumbre, arts. 825, 826 y 827; o para la constitución de
prendas o hipotecas sobre bienes comunes, arts. 2405 y 2408.102

277. Fecha de la terminación del mandato por causa de la


quiebra del mandante
Siguiendo los principios que informan esta materia, al tenor del
art. 2173 del Código Civil, fuerza es concluir que el mandato
termina tanto respecto del mandatario cuanto de terceros, desde

101
ALESSANDRI R., ob. cit., Nº 51, p. 91.
102
PLANIOL y RIPERT, ob. cit., Nº 1495, p. 851, final.

503
EL MANDATO CIVIL

que es publicada la sentencia declaratoria de la quiebra en el


Diario Oficial. El art. 54 del Libro IV del Código de Comercio103
dispone que la sentencia que declare la quiebra se notificará al
fallido, a los acreedores y a terceros por medio de un aviso. El
aviso debe ser publicado en el Diario Oficial en texto aprobado
por el tribunal que la ha dictado, art. 6º de la misma ley. Puede
advertirse que mediante esa publicación quedan notificados no
sólo el fallido y sus acreedores, sino también los terceros. De
consiguiente, tanto el mandatario del fallido cuanto los terceros
con quienes contratare están en conocimiento de la declaración
de la quiebra del mandante desde el día de la publicación que se
hiciere en el Diario Oficial.
A nuestro parecer, la conclusión precedente es válida aun
respecto de la expiración del mandato judicial en los procesos en
curso al tiempo de la declaración de la quiebra. Pues con arreglo
al art. 70 del Libro citado, cesa la competencia de los tribunales
que estén conociendo de esos procesos, los cuales deben seguir
tramitándose ante el tribunal de la quiebra, que pasa a ser el tribu-
nal competente para conocer de ellos y fallarlos. Concordante con
aquel precepto, el art. 52 del mismo texto, en el N° 4, dispone que
“la sentencia definitiva que declare la quiebra contendrá además
la orden de acumular al juicio de quiebra todos los juicios contra
el fallido que estuvieren pendientes ante otros tribunales y que
pudieren afectar sus bienes, salvo las excepciones legales”. Por
consiguiente, la publicación de la sentencia en el Diario Oficial,
dispuesta por la ley, es suficiente “testimonio”, a nuestro juicio,
de la expiración del mandato del procurador judicial de que
trata el art. 10 del Código de Procedimiento Civil. La prudencia
recomienda, sin embargo, que la parte interesada solicite la re-
misión del expediente al tribunal de la quiebra, fundado en ésta
y en la publicación antedicha. Así habrá, a mayor abundamiento,
testimonio bastante dentro del mismo proceso.

278. Quiebra del mandatario. Acciones del mandante


Aun cuando el estado de quiebra no impide al fallido aceptar un
mandato, la que sobreviene durante el contrato le pone térmi-

103
Véase nota Nº 92.

504
TERMINACIÓN DEL MANDATO

no, art. 2163, N° 6º. La confianza que pudo merecer la persona


del mandatario para encomendarle la administración de bienes
ajenos desaparece desde que no ha sido capaz de administrar
convenientemente los propios.
Nada impide que el mandante convenga con el mandatario
que éste prosiga el desempeño del negocio confiado. Mas, será
necesario que ambos lo acuerden. La prosecución del encargo no
depende de la sola voluntad del mandante; se requiere también
la del fallido. Pues el término del mandato opera respecto de
ambos, art. 2163, Nº 6. El mandatario ponderará si en sus actua-
les circunstancias puede y quiere atender aun negocios ajenos.
Acordada la prosecución del encargo, las responsabilidades del
mandatario no podrán perseguirse en los bienes del concurso.
Tal acuerdo es, en sustancia, un nuevo mandato –el anterior ha
expirado–, del que nace un nuevo título de crédito del mandante,
posterior a la declaración de quiebra del mandatario.104
Por sus créditos en contra del mandatario generados en el
contrato de mandato que ha expirado, el mandante es un acree-
dor valista o común que concurre con los demás de su clase –la
quinta– a prorrata en el sobrante de la masa concursada, arts.
2488 y 2489.
Aparte de sus créditos, el mandante puede ser titular de de-
rechos reales sobre bienes de la masa, los cuales permanecen
indemnes, art. 2466. Y con ellos las acciones que los amparan,
arts. 890, 891 y 915.105 La ley de quiebras afirma la aplicación de
estos preceptos disponiendo que fuera de los casos mencionados
en los arts. 82 y 83, podrán también entablarse las acciones rei-
vindicatorias que procedan en conformidad a las reglas generales
del derecho, art. 85 de la referida ley.
El art. 82 –cuyo texto es el mismo del art. 85 de la anterior ley
de quiebras, con la sola variante de redacción de plural a singular
que no altera su contenido ni se justifica– autoriza la reivindicación
de los efectos de comercio y cualquier otro documento de crédito
no pagado y existente al tiempo de la declaración de quiebra en
poder del fallido o de un tercero que los conserve a nombre de
104
Confirma: PUELMA A., Álvaro, ob. cit., Nº 148, p. 100 y Nº 96, p. 70; LE-FORT
CAMPOS, Guillermo, Los efectos de la quiebra en algunos contratos en curso de ejecución,
Nº 98, p. 282.
105
Véase supra Nº 174.

505
EL MANDATO CIVIL

aquél, siempre que el propietario los haya entregado o remitido


al fallido por un título no traslaticio de dominio. Ambos requisi-
tos concurren en el caso de los efectos y documentos de crédito
que el mandante entrega al mandatario para que opere con ellos
conforme a las instrucciones que le imparta. El mandato es título
de mera tenencia respecto de los bienes que el mandatario reci-
be en el desempeño de su cometido; entre éstos, los efectos de
comercio y los documentos de crédito.
También concurren los requisitos señalados respecto de los que
el mandatario recibe de terceros a nombre del mandante, repre-
sentándolo. El mandante adquiere su dominio, arts. 670, 671, 673
y 1448. El mandatario es mero tenedor de los efectos de comercio
y documentos de crédito que recibe en tal condición.106
El art. 83 –cuyo texto es el mismo del art. 86 de la antigua
ley de quiebras– contempla la reivindicación de las mercaderías
identificables consignadas al fallido a cualquier título que no
transfiera dominio; y si hubiesen sido vendidas, la reivindicación
del precio o la parte del precio que al tiempo de la declaración de
quiebra no hubiese sido pagado o compensado entre el fallido y
el comprador. Se trata sin duda de mercaderías que el mandatario
ha vendido a su propio nombre –no obstante haber sido un mero
detentador de especies ajenas–, originando para el comprador
que las recibió un título de posesión que justifica la acción rei-
vindicatoria que la ley atribuye al mandante para perseguir el
precio, arts. 730, inciso primero y 903 del Código Civil. Aquí el
crédito contra el comprador, por el precio o la parte del precio
insolutos, reemplaza la cosa objeto de la reivindicación, arts. 903
del Código Civil y 83 del Libro IV del Código de Comercio, “De
las quiebras”.
Si el mandatario hubiese vendido las mercaderías en repre-
sentación de su mandante éste tendría acción directa en contra
del comprador, arts. 2151 y 1448. No sería menester, por tanto,
que recurriese a la figura jurídica de la reivindicación.
Todo lo anterior no es obstáculo para que el mandante ejer-
cite las acciones personales emanadas del mandato para exigir la
106
Véase, más detenidamente, LE-FORT CAMPOS, Guillermo, ob. cit., Nos 99 a 111
y PUELMA A., Álvaro, ob. cit., Nº 216. Los comentarios de Le-Fort son pertinentes
a las actuales normas relativas a la quiebra por la igualdad de los preceptos de la
antigua, que se han advertido en el texto.

506
TERMINACIÓN DEL MANDATO

restitución de los bienes que le pertenezcan y que el mandatario


hubiere recibido del mandante mismo o de terceros, para o en
el desempeño de su cometido, arts. 2155, 2156, 2157 y 2162. El
derecho legal de retención que este último artículo confiere
al mandatario para la seguridad de sus créditos contra el man-
dante, confirma nuestro aserto, del mismo modo que el art. 84
de la ley de quiebras.107 Pues la naturaleza del derecho legal de
retención indica que recae sobre bienes que el mandatario debe
restituir al mandante una vez satisfechas las prestaciones que éste
le adeuda.108

279. Fecha de terminación del mandato por causa de la quie-


bra del mandatario
El mandato expira desde el día de la publicación en el Diario
Oficial de la sentencia que la declara. Tal publicación, según
se ha visto, es notificación bastante no sólo respecto del fallido,
sino también de sus acreedores –el mandante entre ellos– y de
los terceros interesados. Éstos no podrían alegar ignorancia de la
expiración del mandato ni respecto del mandatario con quienes
contratasen después de la publicación, ni del mandante a cuyo
nombre hubiese contratado el fallido, arts. 54 de la ley de quie-
bras109 y 2173 del Código Civil.

280. Aviso al mandante


Conforme al art. 2170, quienes suceden en la administración de
los bienes del mandatario fallecido o que se ha tornado incapaz,
son obligados a dar aviso inmediato al mandante y a hacer en
favor de éste lo que puedan y las circunstancias exijan. La quie-
bra del mandatario surte efectos legales con la notificación al
fallido, a los acreedores y a los terceros, de la sentencia que la
declara. La notificación consiste en la publicación en el Diario
Oficial de la sentencia declaratoria de la quiebra, en extracto
aprobado por el tribunal que la dictó, arts. 52, 54 y 6º del Libro
IV del Código de Comercio. La sentencia declaratoria de la

107
Actualmente Libro IV del Código de Comercio.
108
Confirma: PUELMA A., Álvaro, ob. cit., Nº 217, p. 156.
109
Actualmente Libro IV del Código de Comercio.

507
EL MANDATO CIVIL

quiebra contiene, por otra parte, todos los datos e informaciones


necesarios para que no sólo el fallido, sino sus acreedores y los
terceros, atiendan y provean lo conveniente al cuidado de sus
derechos e intereses. De consiguiente, el síndico queda dispen-
sado de dar otros avisos a los mandantes del mandatario fallido,
sin perjuicio de adoptar en interés de éstos las providencias que
las circunstancias exijan.

281. Insolvencia del mandante


Nuestro Código ha empleado las voces insolvencia e insolvente
en numerosas disposiciones.110 No habiéndolas definido en nin-
guna, es manifiesto que las ha empleado en su sentido natural
y obvio. Insolvencia es la incapacidad de pagar una deuda e in-
solvente el que no tiene con qué pagar. Tal es la acepción que
les da la Real Academia. Que tiene pleno vigor, recordando la
maestría de Bello en el conocimiento del idioma. Coincidente,
se ha fallado que es insolvente aquel que no puede pagar sus
deudas exigibles por falta de bienes suficientes.111 La insolvencia
del mandante destruye la confianza del mandatario y lo hace
temer por la suerte de los créditos que origine el desempeño de
su cometido, tanto los propios como los de terceros con quienes
contrata a nombre o por cuenta del mandante. De aquí que la ley
establezca la terminación del mandato en razón de la insolvencia
del mandante, desligando al mandatario de todo compromiso
futuro, art. 2163, Nº 6.112
La insolvencia ha de haber sobrevenido a la aceptación del
encargo. Si el mandante era insolvente al tiempo de encomendarlo
y el mandatario lo supo o debió saberlo, se entiende que aceptó
la gestión conocedor de los riesgos que asumía. El art. 2163 trata
de las causas posteriores o sobrevinientes al perfeccionamiento
del contrato, que conducen a su término si llegan a producirse
y desde que se produjeren.

110
FUEYO L., Fernando, Repertorio de voces y giros del Código Civil de Chile, t. se-
gundo, pp. 261-262.
111
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXVII, sec. 1ª, p. 545; t. XXIII, sec.
1ª, p. 306; t. XIV, sec. 1ª, p. 147.
112
MANRESA y NAVARRO, ob. cit., t. 11, p. 590; PROVINCIALI, ob. cit., vol 1, Nº 66,
p. 247; 68, p. 251 y 71, p. 258.

508
TERMINACIÓN DEL MANDATO

282. La insolvencia es un estado de hecho y por tanto exige


resolución judicial que la declare
La insolvencia, a diferencia de la quiebra, es un estado de hecho.
De consiguiente, mientras no sea establecida en un juicio con-
tradictorio no producirá sus efectos jurídicos propios.113 Luego,
el mandato no termina de pleno derecho en el caso en examen.
Es necesario que el mandatario demande la declaración de tér-
mino del mandato y pruebe la insolvencia del mandante, que es
el fundamento de su acción.114 Pero no sólo no es necesaria sino
que sería improcedente en derecho una declaración preliminar
–o previa– referida al estado de insolvencia del mandante. Esa
declaración se producirá en el juicio sobre término del mandato,
provocado por el mandatario al pronunciarse el tribunal de la
causa al tenor de la demanda fundada en esa circunstancia, que
el demandante deberá acreditar en el proceso, dado que se trata
del presupuesto jurídico necesario de la acción entablada.115 La
naturaleza de la acción exige un procedimiento rápido para que
sea eficaz y debe someterse, a nuestro parecer, al procedimiento
sumario, con arreglo a lo dispuesto en el art. 680 del Código de
Procedimiento Civil.
Un examen somero inclinaría a pensar que esta causal de
término es innecesaria, dado que el mandatario puede renunciar
a su arbitrio. Recuérdese que esta facultad no es de la esencia del
mandato, de modo que el mandatario puede hallarse inhibido
de ejercitarla. Y en tal caso, bien podría invocar y fundarse en
la insolvencia del mandante si hubiese sobrevenido y pudiere
acreditarla para obtener la liberación de sus obligaciones y el
término del contrato.

283. Situación de los terceros que contrataron con el manda-


tario del mandante insolvente
Hemos visto que la insolvencia del mandante no pone fin al man-
dato sino en virtud de la sentencia firme que declara su término.

113
FUENZALIDA R., Octavio, De los principales efectos de la insolvencia en el derecho
civil, p. 88, Nº 49.
114
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXVII, sec. 1ª, p. 545.
115
Repertorio de Legislación y Jurisprudencia, Código Civil, t. IV, p. 137,
sent. 2ª.

509
EL MANDATO CIVIL

Hasta entonces los terceros que contratan con el mandatario


conociendo o ignorando el estado de los negocios del mandante
quedarán obligados para con éste, pues el mandato ha existido
y la representación es eficaz. Tampoco podría el mandante, por
su parte, sostener que el mandato habría expirado a raíz del co-
nocimiento que tuvieron los terceros del estado de sus negocios
al tiempo de contratar, de manera que los contratos celebrados
le serían inoponibles. Pues el mandato sólo vino a terminar con
el fallo firme que le puso término. La buena o mala fe de los
terceros daría origen a otras acciones o defensas, pero no a la
inoponibilidad de los actos del mandatario anteriores al fallo.
Tiene interés decidir si los terceros pueden perseguir la respon-
sabilidad del mandatario para el resarcimiento de los perjuicios
que les irrogue la insolvencia del mandante.
Debe excluirse de partida el caso del mandatario que ha con-
tratado en su propio nombre, pues obrando de ese modo queda
personalmente obligado y el mandante será un extraño en la
relación jurídica que medie entre el mandatario y los terceros,
art. 2151. Y la insolvencia del mandante en nada perjudicará a
los terceros cuyas acciones y derechos han de hacerse efectivos
en el patrimonio del mandatario.
Si el mandatario contrata a nombre del mandante, esto es
asumiendo su representación, no es responsable a los terceros
de los daños que se sigan de la insolvencia del mandante. Ni la
ley ni el mandatario entienden que éste asume la responsabilidad
de la solvencia del mandante, ni es codeudor suyo ni su fiador,
del mismo modo que tampoco es responsable ante el mandante
de la solvencia de los terceros con quienes ha contratado a su
nombre o por su cuenta, arts. 2132 y 2152. En análogos términos
se pronuncia el art. 1907 en el caso de la cesión de créditos. Sal-
vo, naturalmente, que en forma voluntaria el mandatario acepte
asumir responsabilidad en caso de insolvencia del mandante, sea
como codeudor solidario o no, fiador o en cualquiera otra forma
convenida con los terceros, art. 2154, Nº 2º, conforme al principio
de la libertad contractual, arts. 1447 y 1545 del Código Civil. Pero
en ausencia de estipulación el mandatario no es responsable.
No obstante, si los terceros sostienen y prueban que el man-
datario contrató con ellos –en representación del mandante– a
sabiendas de la insolvencia de éste y ocultándosela, tendrán acción

510
TERMINACIÓN DEL MANDATO

en contra del mandatario para el resarcimiento de los daños que


hubieren sufrido. Aun si el mandatario no hubiere reportado
provecho alguno, pues el dolo tiñe de ilícito todo acto o hecho
en que incide.116 Numerosas disposiciones aplican este principio
que gobierna nuestro ordenamiento jurídico. Sólo señalaremos
tres: el inciso segundo del art. 1456, que da acción de perjuicios
contra la persona que ha fraguado el dolo que incide en la for-
mación del consentimiento; el inciso segundo del art. 2317, que
establece la responsabilidad solidaria de los partícipes en el dolo
sin distinguir la naturaleza de la responsabilidad en que incida:
contractual o extracontractual, y el inciso primero del art. 1558,
que en caso de dolo extiende la responsabilidad del deudor mo-
roso a todos los perjuicios que se siguieren del incumplimiento,
asimilándola para estos efectos a la responsabilidad proveniente
de los delitos civiles.
La responsabilidad imputable al mandatario en la situación que
examinamos es la extracontractual proveniente del hecho ilícito
doloso y tiene su apoyo en los arts. 2314 y 2329, inciso primero.
Guarda semejanza con la que pesa sobre el mandatario que no
ha dado suficiente conocimiento de sus poderes a los terceros
con quienes ha contratado, según el art. 2154, Nº 1º. Aunque
hay una importante diferencia, pues en el caso del mandatario
que no ha dado suficiente conocimiento de sus poderes basta la
culpa. El mandatario requerido al efecto debe exhibir los pode-
res y la exhibición debe ser exacta y fiel; de ahí que su torpeza o
negligencia en la exhibición le haga responsable de los perjuicios
que de la insuficiencia de sus poderes se sigan para los terceros.
Tal es el fundamento del citado art. 2154, Nº 1º.117 No ocurre lo
mismo en lo que toca a la solvencia del mandante. La ley no le
impone obligación alguna. Los terceros contratan a sabiendas
de que los derechos que adquieren afectan el patrimonio del
mandante y no del mandatario que comparece a su nombre. Y
estará en el interés de los terceros tomar las providencias per-
tinentes a la seguridad de sus créditos. El mandatario no está
obligado a procurarse información respecto de la solvencia del

116
ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, De la responsabilidad extracontractual, ob. cit.,
p. 164, Nº 116; p. 263, Nº 172; supra, 206.
117
Supra, Nº 160.

511
EL MANDATO CIVIL

mandante cuyo negocio ejecuta. Tampoco a proporcionarla a


los terceros con quienes contrata, ni aun si la solicitan. El man-
datario puede negarse a darla sin incurrir por ello en falta. Los
terceros podrán –o deberán–procurársela por sí mismos según
las prácticas usuales, pues este es un aspecto de la negociación
que les atañe a ellos, independientemente de si contratan con un
mandatario o directamente con el mandante. En cualquier caso
habrían debido proceder de igual modo. De aquí que no pueda
exigirse al mandatario que proporcione información sobre la
solvencia del mandante ni reprochársele no haberlo hecho. Es
una materia jurídicamente extraña a su cometido y por ello no
puede ser tachado de negligente o remiso en cumplir un deber
que no tiene.
Diferente es la situación si ha habido dolo de su parte, según
se ha dicho, pues entonces la responsabilidad del mandatario
proviene del delito civil que le es imputable, arts. 2284, inciso
tercero, y 2314. Igual solución da el Código para el caso del que
aconseja un negocio que sólo interesa al que recibe el consejo,
el cual podrá realizarlo o no, a su arbitrio, art. 2119. Y es la que
mejor se ajusta al espíritu general de nuestra legislación, arts.
1907 y 2152, por ejemplo.

284. Insolvencia del mandatario


Pone término al mandato y se rige por los mismos principios que
informan la insolvencia del mandante.

285. Cesión de bienes del mandante o del mandatario


La cesión de bienes es el abandono voluntario que el deudor
hace de todos los suyos a su acreedor o acreedores cuando, a
consecuencia de accidentes inevitables, no se halla en estado
de pagar sus deudas, art. 1614. También pone término al man-
dato. Aunque el legislador no la menciona en la enumeración
del art. 2163, se refiere a ella en el art. 1586 a propósito de la
diputación o mandato para recibir. Prescribe ese artículo que la
persona diputada para recibir se hace inhábil por la demencia
o la interdicción, por haber pasado a potestad de marido, “por
haber hecho cesión de bienes” o por haberse trabado ejecución
de todos ellos; y en general, por todas las causas que hacen expirar

512
TERMINACIÓN DEL MANDATO

un mandato. La cesión de bienes da término al mandato desde


que es aceptada por anuencia del acreedor o por resolución del
tribunal, si se hace en favor de un solo acreedor, o desde que se
notifica al síndico y a los acreedores en la forma dispuesta para la
declaratoria de quiebra, si se hace en favor de varios acreedores,
arts. 244 y 246, Nº 5 del Libro IV del Código de Comercio. Los
terceros no podrán alegar ignorancia del hecho que ha puesto
término al mandato si se han efectuado las publicaciones orde-
nadas por la ley; pero sí podrán alegarla en cambio cuando la
cesión se ha hecho a un solo acreedor, pues en ese caso no tiene
publicidad ninguna.

286. Interdicción del mandante


La interdicción es el estado de una persona que ha sido declarada
por sentencia judicial incapaz de los actos de la vida civil, priván-
dola de la administración de sus bienes.118 De aquí se sigue que si
el mandante es puesto en entredicho de administrar lo suyo por
causa de demencia, sordomudez o disipación, cesa el mandato de
pleno derecho por el solo ministerio de la ley, art. 2163, N° 7º. El
interdicto tiene un representante legal, su curador, y a éste toca
velar por los bienes del pupilo, art. 43.

287. Fecha de terminación del mandato


Dictado el decreto de interdicción provisoria o definitiva, termina
el mandato. Pero bien puede ignorar el mandatario la interdicción
del mandante, en cuyo caso lo que haya hecho en ejecución del
encargo será válido y dará derecho a terceros de buena fe contra
el mandante, art. 2173.
Los decretos de interdicción provisoria o definitiva del disipador
y del demente están sometidos a ciertas medidas de publicidad
dirigidas a poner en conocimiento del público la incapacidad
que afecta a los interdictos. Prescribe el art. 447 que esos decretos
deberán inscribirse en el Registro del Conservador y notificarse
al público por medio de tres avisos publicados en un periódico
del departamento o de la capital de la provincia si en aquél no

118
CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de derecho civil chileno y comparado, t. V,
p. 49.

513
EL MANDATO CIVIL

lo hubiere. Y la Ley Nº 4.808, sobre Registro Civil, ordena que la


sentencia ejecutoriada que declara la interdicción del marido se
subinscriba en el libro de matrimonios. La omisión de este trámite
impide que se pueda hacer valer la sentencia en juicio.
Se entiende que cumplidas esas medidas de publicidad,
los terceros no pueden alegar ignorancia de la interdicción.119
Por consiguiente, ni el mandatario ni los terceros que contra-
tan con él estarán amparados por la presunción de buena fe
consignada a su favor en el art. 2173. Bastará, pues, que el re-
presentante legal del interdicto exhiba la sentencia y acredite
que se han publicado los avisos y practicado las inscripciones
y subinscripciones que ordena la ley, para que el juez deba
absolver a su pupilo.
Si no se hubieren llenado las medidas de publicidad señaladas,
los terceros que hubieren contratado con el mandatario tendrán
acción contra el mandante; deberán dirigirse, naturalmente,
contra el curador como representante legal de éste. Salvo que
se probare que tuvieron conocimiento de la interdicción o que
en concepto del tribunal no pareciere probable la ignorancia
que invocan.
El decreto que declara la interdicción del sordo o sordomudo
que no puede darse a entender claramente no está sujeto a las
medidas de publicidad ya señaladas para los casos de interdicción
del demente y del disipador. Sólo si es casado debe inscribirse
la sentencia en el libro de matrimonios del Registro Civil. El le-
gislador estimó innecesario dar publicidad a un hecho notorio
para todo el que pretenda contratar con el interdicto sordo o
sordomudo que no puede darse a entender claramente. No ocu-
rre lo mismo, sin embargo, para los terceros que contratan con
el mandatario del sordo o sordomudo. Ellos pueden ignorar la
incapacidad que ha sobrevenido al mandante. En este caso, tiene
plena aplicación el art. 2173, de modo que los terceros pueden
dirigirse eficazmente contra el mandante, representado por su
curador, para exigirle el cumplimiento de los contratos que de
buena fe celebraron con el mandatario.120

GUZMÁN REYES, Sergio, Algunas cuestiones sobre interdicción, p. 24, Nº 22.


119

Nota del actualizador: Este párrafo ha sido modificado con la finalidad de


120

adecuarlo a la legislación vigente.

514
TERMINACIÓN DEL MANDATO

No obsta a las conclusiones anteriores el art. 465, que refi-


riéndose al demente dice que sus actos y contratos posteriores al
decreto de interdicción serán nulos, aunque se alegue haberse
ejecutado o celebrado en un intervalo lúcido. Esta disposición
consagra la nulidad absoluta de los actos o contratos ejecutados
o celebrados por el propio demente. La nulidad de estos actos y
contratos proviene precisamente de la incapacidad absoluta del
demente para obligarse por su declaración de voluntad. En cam-
bio, en los casos del art. 2173 el demente puede resultar obligado
por los actos del mandatario, que es cosa distinta, en virtud de
los principios que informan la buena fe.

288. Interdicción del mandatario


También pone término de pleno derecho al encargo que se le
ha confiado, art. 2163, N° 7º, sea que se decrete por disipación,
demencia o sordomudez.
El mandatario puesto en entredicho de administrar sus bienes
por causa de disipación debe abstenerse de seguir administrando
los negocios del mandante desde que se le notifica el decreto de
interdicción provisoria o definitiva. El curador del mandatario
interdicto es obligado a dar aviso inmediato al mandante y a hacer
en favor de éste lo que pueda según las circunstancias, art. 2170.
Los terceros tendrán acción contra el mandante, según las
reglas generales, mientras estén de buena fe. Pero no podrán
alegar ignorancia de la terminación del mandato una vez hechas
las publicaciones y practicadas las inscripciones que ordena la ley
para el decreto de interdicción.
Si se ha decretado la interdicción del mandatario por causa
de demencia, serán nulos absolutamente los actos y contratos que
ejecute o celebre con terceros por falta de consentimiento del
mandatario. Es indiferente, pues, que los terceros hayan conocido
o no la terminación del mandato.
En el caso del mandatario sordo o sordomudo que no puede
darse a entender claramente no hay cuestión. Le será imposible
actuar o contratar.121

121
Nota del actualizador: El texto original de este párrafo ha sido modificado
para ser adecuado a la legislación vigente.

515
EL MANDATO CIVIL

289. Demencia del mandante


Aun cuando no haya sido decretada la interdicción, la demencia
sobreviniente del mandante pone término al mandato, art. 1586.
Para el mandatario, desde que tiene conocimiento de ella. Lo
mismo para los terceros que están amparados por el art. 2173.

290. Demencia del mandatario


También pone fin al mandato aunque el mandatario no haya sido
colocado en interdicción. Los actos que ejecute y los contratos
que celebre en estado de demencia son nulos absolutamente con
arreglo a las normas generales. Esta nulidad podrá alegarla el
mandante si los terceros le exigen el cumplimiento de lo pactado
con el mandatario, arts. 1682 y 1683.

291. Matrimonio de la mujer mandataria


El art. 4º de la Ley Nº 18.802, de junio de 1989, derogó el N° 8º
del art. 2163, que disponía que el mandato terminaba por el matri-
monio de la mujer mandataria. El fundamento de esta derogación
dice relación con la finalidad de la ley misma, la cual era poner
término a la incapacidad de la mujer casada bajo el régimen de
sociedad conyugal, tal como señala el art. 2º de la mencionada
ley. En la actualidad, el mandato conferido a una mujer soltera
subsiste después de la celebración de su matrimonio, cualquiera
sea el régimen patrimonial que escoja.

292. Suprimido.122

293. Matrimonio de la mujer mandante


No pone término al mandato, sin embargo del derecho que la ley
confiere al marido para revocarlo a su arbitrio, siempre que se
refiera a actos o contratos relativos a bienes cuya administración
corresponde a éste, art. 2171. De donde resulta que si el mandato

122
El numeral 292 se refería, en la edición originaria, al aviso que debía dar
el marido al mandante luego de su matrimonio con la mujer mandataria. Este
numeral ha sido suprimido en esta edición por su inaplicabilidad, conforme a la
legislación vigente.

516
TERMINACIÓN DEL MANDATO

se refiere a actos o contratos relativos a bienes cuya administración


corresponde a la mujer, sólo ella podrá revocarlo a su arbitrio.
Conviene observar que la facultad que la ley concede al marido
de revocar el encargo es privativa de él. A menos, como ya se ha
dicho, que el mandato se refiera a bienes cuya administración se
ha reservado o corresponde a la mujer, art. 167.123
Los actos o contratos ejecutados o celebrados por el man-
datario son actos del marido y, por tanto, obligan los bienes de
éste y los de la sociedad conyugal; los terceros no podrán perse-
guir el pago sobre los bienes propios de la mujer sino en cuanto
probaren que el contrato ha cedido en utilidad personal de la
mujer, art. 1751.

294. Cesación de las funciones del mandante


El mandato termina por la cesación de las funciones del mandante
si el mandato ha sido dado en ejercicio de ellas, art. 2163, N° 9º.
Tal es el caso de los representantes legales que confieren mandato
para ciertos actos comprendidos en las facultades de administra-
ción de los bienes de sus representados. Así, conferido mandato
por el tutor para la gestión de los negocios que conciernen al
pupilo, terminada la tutela expira el mandato.124 Del mismo modo,
el otorgado por el padre o madre en representación del hijo su-
jeto a patria potestad,125 expira desde que cesa la patria potestad
y no es necesario, por tanto, que el hijo revoque el encargo.126
Debe concluirse, igualmente, que el mandato otorgado por el
representante legal de una persona jurídica termina desde que
el mandante cesa en el ejercicio de sus funciones. Sin embargo,
la Corte Suprema ha fallado que ese mandato debe considerarse
como acto ejecutado por la persona jurídica, de manera que si el
que lo convino cesa en su cargo no es aplicable el N° 9º del art.
2163. La doctrina sustentada por la Corte Suprema es infundada.
Ni la letra de la ley ni los antecedentes de la disposición legal

123
Nota del actualizador: Este párrafo ha sido modificado para ser adecuado a
la legislación vigente.
124
DELVINCOURT, ob. cit., t. III, p. 246.
125
Nota del actualizador: El texto original ha sido modificado para adecuarlo a
la legislación vigente.
126
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XL, sec. 1ª, p. 304; t. LVII, sec. 1ª,
p. 253.

517
EL MANDATO CIVIL

aplicada permiten llegar a esa conclusión.127 Tampoco nos parece


aceptable que el N° 9º del art. 2163 se refiera al caso del mandato
que versa sobre derechos propios del representante y no del repre-
sentado, pero que emanan de la función de aquél.128 El precepto
es muy claro: el mandato ha sido conferido “en ejercicio de las
funciones” del mandante, esto es, para un negocio inherente al
cumplimiento de los deberes que el cargo le impone, de modo
que los resultados de la gestión aprovecharán o perjudicarán
al representado, sin perjuicio de la responsabilidad que pueda
resultar para el mandante por los actos de su mandatario.
Conforme con lo prevenido en el mismo art. 2163, N° 9º, la
delegación termina junto con el mandato en cuya virtud se hizo.
Así se ha fallado.129
El mandato termina, respecto del mandatario, desde que tuvo
conocimiento de la cesación de las funciones del mandante. Y será
inoponible a terceros mientras ignoren ese hecho, art. 2173.
Mientras subsista la representación legal en cuyo ejercicio se ha
conferido, el mandato permanecerá vigente salvo, naturalmente,
que intervenga otra causa de expiración.

127
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XXXIX, sec. 1ª, p. 292.
128
PHILIPPI IZQUIERDO, Julio, Comentario al fallo citado en la nota anterior.
129
Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. XII, sec. 1ª, p. 138.

518

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