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Universidad de Concepción

Número Especial
DE S ASTR E S

El presente número de Sociedad Hoy ha sido financiado con


aportes de World Vision. El Director del Proyecto ANILLOS-
SOC 28 y el Director de Sociedad Hoy agradecen esta importante
contribución.
Sociedad Hoy
ISSN 0717-3512

Publicación Semestral del Departamento de Sociología y Antropología


Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Concepción
Ciudad Universitaria s/n, Concepción, Chile
Fono (41) 2203048. Fax (41) 2215860.
Sitio web: www.sociedadhoy.cl

Comité Editorial
Ximena Sánchez, Universidad de Playa Ancha, Chile.
Alain Basail, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, México.
Ximena Valdés, Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer, CEDEM-Chile.
Marisol Facuse, Universidad de Chile, Chile.
Claudio Duarte, Universidad de Chile, Chile.
Abraham Santibáñez, Colegio de Periodistas de Chile.
Alejandra Brito, Universidad de Concepción, Chile.
Hugo Olea, Universidad de Concepción, Chile.
Bernardo Castro, Universidad de Concepción, Chile.
Jorge Rojas H., Universidad de Concepción, Chile.

Comité Científico Internacional


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Adrian Sotelo, UNAM, México.
Jaime Preciado, UNAM, México.
Eduardo Sandoval Forero, Universidad Autónoma del Estado de México, México.
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Norma Fuller, Universidad Católica de Perú, Perú.
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Gabriel Salazar, Universidad de Chile, Chile.
Sonia Montecinos, Universidad de Chile, Chile.
Christian Lalive D’Epinay, Universidad de Ginebra, Suiza.
Pedro Jacobi, Universidad de São Paulo, Brasil.

D i r ec t o r
Manuel Antonio Baeza R., mbaeza@udec.cl

Secretario Ejecutivo
Robinson Torres Salinas, robtorre@udec.cl

Canje, distribución y ventas


Depto. de Sociología y Antropología, Universidad de Concepción
revsociedadhoy@udec.cl
Producción editorial
Oscar Lermanda, olermanda@udec.cl
Impresión
Trama Impresores S.A.
Hualpén, Chile

Publicación indexada en Latindex y Redalyc


Octubre 2011.
ISSN 0717-3512

19/ 2010
2do Semestre
Sociedad Hoy
Departamento de Sociología y Antropología • Universidad de Concepción • Chile

5 Presentación

7 Prólogo
ARTÍCULOS

Procesos de remoción en masa asociados al sismo de 8.8 mw del


27/F 2010 en el litoral de Concepción, Chile. Mass removal processes
induced by the Mw 8.8 earthquake of February 27, 2010 in the coastal
area of Concepcion, Chile
11 María Mardones Flores

Desastres naturales y biodiversidad: El caso del humedal costero Tu-


bul-Raqui. Natural disasters and biodiversity: The case of Tubul-Raqui
coastal wetland
Claudio Valdovinos, María Dolores Muñoz, Natalia Sandoval,
33 Daniela Vásquez y Viviana Olmos

Carnaval perverso: Terremoto + tsunami y saqueos en el Chile de


2010. Perverse carnaval: Earthquake + tsunami and lootings in Chile
by 2010
53 Manuel Antonio Baeza R.

El impacto del sismo 2010 sobre el mercado laboral de la Región del


Biobío. The impact of the 2010 Earthquake on the Labour Market of
the Biobío Region in Chile
71 Jorge Dresdner y Kirsten Sehnbruch

Cambios en los vínculos afectivos entre difuntos y deudos en situa-


ciones de desastre: 27/F 2010 Chile. La emergencia invisible. Changes
in emotional bonds between deceased and kinsfolk in situations of disas-
ter: February 27th 2010-Chile. The invisible emergency
97 R. Edgar Gaytán
Vulnerabilidad social, neoliberalismo y desastre: sueños y temores de
la comunidad desplazada/ damnificada por el terremoto/tsunami.
Social vulnerability, neoliberalism and disaster: dreams and fears of the
community displaced/affected by the earthquake/tsunami
113 Jorge Rojas Hernández
¿La vuelta de los sin techo? Análisis de la acción colectiva desplegada
en campamentos de emergencia tras el terremoto del 27/F. Does the
back of the homeless? Analysis of collective action deployed in emergency
camps after the earthquake on 27/F
141 Katia Valenzuela Fuentes
PRESENTACIÓN
Sociedad Hoy 19: 5-6, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512

C hile es un país de terremotos. Por su ubicación geográfica, en la intersección de


dos placas tectónicas, el país ha sufrido a menudo los embates de movimientos
telúricos. La gravedad del último sismo, 8.8 grados en la escala de Richter, el 27 de
febrero de 2010, vino a incrementar una larga historia de terremotos y maremotos
que han azotado al país, especialmente la zona centro-sur y la Región del Bíobío. Las
explicaciones científicas sobre sus orígenes han sido variadas. Durante la época de la
Colonia ocurrieron cuatro grandes terremotos y maremotos en Concepción (1570,
1657, 1730 y 1751). El último de esta serie, en 1751, provocó tanta destrucción
que suscitó que las autoridades de la época decidieran el traslado de la ciudad,
desde Penco hasta su actual ubicación en el valle de La Mocha. El fundamento de
tal traslado se basó en los conocimientos científicos de la época, a partir de una
particular explicación sobre las causas de los movimientos telúricos. Según ésta, los
terremotos eran provocados por “el aire” que había debajo del suelo y que necesitaba
ser liberado en tanto que energía. Si este suelo era demasiado “denso” o “duro”
como el de Penco, no permitía expulsarla de forma gradual, en consecuencia tal
energía se acumulaba por largos períodos y, llegado el momento, no podía sino ser
liberada de forma súbita, provocando un terremoto. En consecuencia, sentenciaban
los científicos de la época, era necesario trasladar la ciudad a un lugar con suelos
“blandos” y arenosos, como los de la actual zona de Concepción, rodeado de
lagunas y humedales, donde el “aire” tendría posibilidades de salir gradualmente
y no acumularse, por ende se reduciría la posibilidad de acumular energía para un
“gran terremoto”, y con ello también se reducía la vulnerabilidad de la población
ante la posibilidad de tal catástrofe1.
Con el desarrollo científico del siglo XIX y XX, hoy sabemos que estas
explicaciones sobre las causas geológicas de los terremotos son falsas. Sin embargo,
y a la luz del desastre biofísico, social e institucional provocado por el terremoto y
maremoto en Chile en 2010, podemos decir que las Ciencias y Ciencias Sociales

1
Alain Musset. “Vulnerabilidad social, cultura del riesgo y resiliencia: Concepción (Chile) entre dos terremotos
(1751-1835)”. Conferencia dictada en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción, 28 de
septiembre de 2010.

5
aún están en deuda, ya que la lección dejada por esta catástrofe fue que aún no
existen explicaciones científicas, ni menos aún políticas públicas, que aborden los
aspectos múltiples del fenómeno, tanto antes, durante, como después del evento.
Sin embargo, la experiencia del desastre ha sido un aprendizaje social de país. De
esta experiencia resta ahora sacar las lecciones del caso y así estar mejor preparados
para futuros terremotos y maremotos. Porque si hay alguna certeza dentro de toda
la incertidumbre y caos social que trajo consigo el terremoto del bicentenario, es
que estos desastres seguirán ocurriendo a futuro en Chile.

Dr. Manuel Antonio Baeza


Director

Robinson Torres Salinas


Secretario Ejecutivo

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PrÓLOGO
Sociedad Hoy 19: 7-9, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512

E l presente número de Sociedad Hoy está dedicado a la memoria de las


víctimas del terremoto y maremoto que azotaron la zona centro-sur de Chile
el sábado 27 de febrero de 2010 (27F-2010). También a los que hacen esfuerzos
por salir de la dura situación de emergencia que les ha tocado sobrellevar. Desde
las Ciencias Sociales, los autores hacen una reflexión respecto del mega-desastre
natural, de las graves consecuencias sociales y ambientales que trajo consigo. El
análisis es indispensable no sólo para dar cuenta de lo que sucedió, sino también
para prevenir impactos sociales y ambientales de eventuales desastres futuros, que
con cierta frecuencia desvastan al país.
Los artículos que componen este número especial provienen de autores de
diversas ramas del conocimiento científico y surgieron en el contexto del Proyecto
de Investigación “Anillos SOC-28: impactos sociales y ambientales del cambio climático
en la Región del Bíobío. Desafíos para la sustentabilidad del siglo XXI” (2009-2011)
financiado por CONICYT (http://www.cambioclimaticobiobio.cl). La necesidad
de comprender el comportamiento humano frente a situaciones de desastres y
de construir conocimiento multi e interdisciplinario, inspira esta publicación.
Considerando que el cambio climático se manifiesta también en eventos extremos
que conllevan desastres, el CONICYT aceptó la idea de investigar las consecuencias
sociales y ambientales del terremoto/tsunami de 2010.
En ese contexto, la primera contribución proviene de las ciencias de la tierrra. La
destacada profesora de la Universidad de Concepción María Mardones presenta
un análisis empírico de la “destrucción física” expresada en “procesos de remoción
en masa” ocurridos en 11 puntos de la Región del Biobío. Son los resultados de un
trabajo de campo realizado durante las primeras semanas posteriores al terremoto,
principalmente en áreas vulnerables habitadas, que en algunos casos presentó
casos de muerte de personas. El segundo artículo, de Claudio Valdovinos et al.,
biólogo investigador del Centro de Ciencias Ambientales EULA-Chile, expone
la destrucción física provocada por el terremoto en el humedal más importante
–desde el punto de vista de la biodiversidad– de la Región del Bíobío: el Tubul-
Raqui, que sufrió un alzamiento de 1,6 metros a causa del movimiento telúrico del
27F-2010.

7
Sociedad Hoy 17: 5-9, 2do Sem. 2009 ISSN 0717-3512 Prólogo

Los siguientes artículos tratan sobre los impactos sociales y económicos del
terremoto. Bajo el concepto de los “imaginarios sociales”, el sociólogo Manuel
Antonio Baeza reflexiona sobre la “destrucción social” que súbitamente surgió
en los días posteriores al terremoto, que se expresó en saqueos de la población al
comercio establecido en diversas ciudades afectadas por el desastre, la autodefensa
de pobladores contra amenazas externas de vecinos, así como también las diversas
estrategias de solidaridad y defensa de las propiedades surgidas durante los tres
días posteriores al terremoto. Por su parte, los economistas Jorge Dresdner y
Kirsten Sehnbruch exponen la “destrucción económica” causada por el terremoto,
focalizando su análisis en el mercado laboral de la Región del Bíobío. Los autores
sostienen, con razón, que en Chile no existen políticas públicas preventivas que
ayuden a enfrentar de manera adecuada situaciones tipo shock, en ninguna área,
incluida la de los desastres por terremoto. Junto con describir la precaria situación
laboral de los trabajadores y de proponer una metodología para evaluar los impactos
económicos del terremoto en el mercado laboral de la Región del Bíobío, los autores
esbozan una propuesta de políticas públicas sustentada en derechos universales y
garantías explícitas, que eventualmente podrían ayudar a atenuar los impactos de
futuras situaciones extremas, como la suscitada por el terremoto 2010.
El terremoto provocó también “destrucción patrimonial” a lo largo de las zonas
afectadas. Monumentos naturales e históricos fueron destruidos por el movimiento
sísmico. Desde la perspectiva antropólogica, el artículo de Edgar Gaytan se ocupa
de la destrucción del Cementerio Parroquial de la comuna de Penco (Región
del Bíobío), y de las implicancias afectivas que ello produjo en los familiares la
remoción de tumbas, agravada por la falta de respuesta inmediata para reparar
el cementerio, quedando restos dispersos en el medio. Al igual que respecto del
desastre económico y social, el autor deja constancia que en esta delicada área no
existen políticas públicas expresadas en protocolos de intervención que ayuden a
enfrentar de manera sistemática estas situaciones de desastre.
Los últimos dos artículos de corte sociológico constituyen importantes
aportes analíticos, ya que, si bien parten del análisis de la destrucción y de los
impactos sociales, en su desarrollo van dando paso a propuestas relacionadas con
la reconstrucción. El artículo de Jorge Rojas Hernández, además de abordar la
debilidad institucional post-terremoto, emprende un abordaje sociológico de
los impactos en la convivencia humana de los desastres naturales, de sus causas
y consecuencias sociales. En ese sentido, este artículo busca definir un marco
conceptual que bien podría ser considerado en futuras investigaciones sobre
el tema. Partiendo de la teoría crítica profundiza en el concepto de comunidad
humana como el sustento básico de la vida en sociedad, es decir, como un refugio
de sociabilidad y protección desde la cual enfrentar con mejores condiciones
las críticas situaciones de un desastre, tanto en los momentos inmediatos como

8
Sociedad Hoy 17: 5-9, 2do Sem. 2009 ISSN 0717-3512 Prólogo

posteriores a la catástrofe. Este análisis permite comprender mejor las dificultades


que enfrenta el proceso de reconstrucción, sobre todo cuando no se parte desde las
fortalezas de las redes sociales comunitarias.
Por su parte, el artículo de Katia Valenzuela es un interesante análisis de estos
nuevos “actores sociales” que han emergido de la situación post-terremoto. Compara
a las familias que perdieron su vivienda para el 27F-2010 con los tradicionales
grupos sociales “sin techo” existentes en el país, destacando los modos de acción
colectiva que desplegaron algunas de estas familias y comunidades afectadas en
la Provincia de Concepción para organizarse ante la catástrofe. Así surgieron
“ollas comunes” y nuevos líderes de los campamentos de emergencia (“aldeas”),
especialmente mujeres, desde donde comenzaron a practicar el “diálogo”, primero
entre ellos y ellas, luego hacia las autoridades encargadas de la reconstrucción (el
“Estado” y gobierno). La autora concluye que la “reconstrucción participativa” ha
sido más retórica que práctica.
Los temas tratados por los autores son de gran actualidad y de interés público
y privado. La normalización de la vida, que aún no llega a las personas que viven
en campamentos provisorios, no debe olvidar lo que pasó, como suele ocurrir.
Chile es un país que vive en territorios vulnerables frente a todo tipo de desastres,
también expuesto al cambio climático. La falta de una cultura de prevención y la
insuficiencia de institucionalidad y políticas públicas adecuadas a las situaciones
de desastre, conspira contra la calidad de vida de la población. Esperamos que
estos estudios contribuyan a mejorar esta dura realidad que afecta a niños, mujeres,
hombres y adultos mayores que luchan por salir adelante con sus familias.

Dr. Jorge Rojas Hernández


Director Proyecto Anillos SOC-23

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ARTÍCULos
Sociedad Hoy 19: 11-32, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512

Procesos de remoción en masa asociados


al sismo de 8.8 mw del 27/F 2010 en el
litoral de Concepción, Chile
Mass removal processes induced by the Mw 8.8 earthquake
of February 27, 2010 in the coastal area of Concepcion, Chile

María Mardones Flores1

Resumen

Se estudian 11 casos de procesos de remoción en masa (PRM) co-sísmicos producidos por el mega-
terremoto 8.8 Mw del 27/F, en el litoral de Concepción, Región del Biobío (Chile). Se caracterizan
y evalúan morfométricamente en terreno y se estudian los factores condicionantes de peligrosidad
(pendientes, litología, manejo de laderas, uso del suelo, etc.). La vulnerabilidad de la construcción
se evaluó mediante observación directa y a través de datos aportados por los residentes y las mu-
nicipalidades respectivas. Los tipos de PRM identificados fueron: PRM mixtos, deslizamientos,
desprendimientos de roca y suelo y PRM por falta de confinamiento lateral y licuación del suelo. El
40% de los eventos se ha producido en áreas con afloramiento de rocas graníticas y el otro 40% en
rocas sedimentarias, con manteos de hasta 40ºNW y juegos de falla con manteos principalmente
hacia el E; ambas meteorizadas y humectadas. Todas las remociones en masa observadas tienen di-
mensiones reducidas, con perímetros de 9 a 65m de longitud, volúmenes ≤ 5000 m3 y un alcance
horizontal entre 10 a 30m. Estos resultados son consistentes con las ideas planteadas por Antinao
& Gossen (2009) y Ren & Lin (2010) acerca de que los grandes sismos por subducción generan
sólo pequeños deslizamientos. Sin embargo, aunque pequeños, estos PRM han sido numerosos, han
afectado a sectores vulnerables de la población, han bloqueado vías de comunicación y perturbado
ecosistemas lacustres.

Palabras clave: Procesos de remoción en masa co-sísmicos, desastre natural, riesgo natural, terremo-
to de Concepción 2010, deslizamientos, geomorfología.

Abstract

We studied 11 cases of mass removal processes (PRM) co- seismic produced by mega-earthquake
8.8 Mw of 27/F on the coast of Concepción, Biobío Region (Chile). They are characterized and
evaluated morphometrically in the fieldwork and discusses the determinants of hazard (pend-
ing, lithology, slope management, land use, etc.). The vulnerability of the building was assessed
by direct observation and through data provided by residents and the respective municipalities.
PRM types identified were the following: mixed PRM, landslides, landslides of rock and soil and
PRM for lack of lateral confinement and soil liquefaction. The 40% of events occurred in areas with

1
Dra. en Geografía, Centro de Ciencias Ambientales EULA-Chile, Universidad de Concepción. Concepción,
Chile. E-mail: mmardone @udec.cl

11
Sociedad Hoy 19: 11-31, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Procesos de remoción... / M. Mardones

granite outcrop and the other 40% in sedimentary rocks, with a dip of 40 degrees NW and games
with cloaks failure mainly to the E, both weathered and moist. All the mass removals observed have
reduced dimensions, with perimeters of 9 to 65m in length, volumes ≤ 5000 m3 and a horizontal
range of 10 to 30m. These results are consistent with the ideas raised by Antinao & Gossen (2009)
and Ren & Lin (2010) regarding to the large subduction earthquakes generate only small landslides.
However, although small, these PRM have been numerous, they have affected vulnerable popula-
tion sectors, they have blocked roads and disrupted lake ecosystems.

Keywords: Mass removal processes co-seismic, natural disaster, natural hazard, earthquake Concep-
ción 2010, landslides, geomorphology.

Recibido: 03.09.10. Aceptado: 19.11.10.

Introducción

Las remociones en masa son procesos gravitacionales de movilización lenta o rápida


de un determinado volumen de suelo, roca o ambos, en diversas proporciones, con
velocidades variables, a lo largo de un talud. Se reconocen como las manifestacio-
nes morfodinámicas más frecuentes de la inestabilidad de laderas, entre los que
destacan deslizamientos, desprendimientos de roca o suelo, flujos de barro, etc. Los
factores internos que contribuyen a generar estos procesos son: las características
litológicas y morfológicas del relieve, la estructura y propiedades físicas del suelo,
factores tenso deformativos, la densidad de la cobertura vegetal, etc. Los factores
detonantes más frecuentes son: las variaciones en contenido de agua del suelo (in-
tensidad de lluvia diaria), solicitaciones sísmicas (terremotos), aplicación de cargas
estáticas o dinámicas y modificación geométrica de las pendientes (Hauser, 2000).
Los procesos de remoción en masa co-sísmicos son aquellos detonados por sis-
mos de gran magnitud, debido al aumento del esfuerzo cortante, a la disminución
de resistencia por el aumento de la presión de poros y a la deformación del suelo
asociado a la onda sísmica. Antinao & Gosse (2009) han verificado que 378 gran-
des deslizamientos registrados durante el Cuaternario en la Cordillera Andina de
Chile Central, entre los 32º y 34.5º S de latitud, han sido detonados por sismos
superficiales intraplaca (< 20km de profundidad), en tanto que grandes sismos de
subducción como aquellos ocurridos en 1906 en Valparaíso (Ms 8.4), en 1943
en Illapel (Ms 7.9) o en 1985 en Santiago (Ms 8.4) han generado sólo pequeños
deslizamientos. Tres grandes procesos de remoción en masa asociados al terremoto
intraplaca de Wenchuan (Ms 8.0) del 12-05-2010, descritos por Ren & Lin (2010)
en el contacto del plateau del Tibet y la cuenca de Schuan, cabalgando la zona de
ruptura, confirman esta hipótesis.
En el litoral de Concepción son frecuentes los procesos de remoción en masa
(PRM). Un estudio realizado por Alarcón (1995) para el periodo 1960-90 a través
de la información registrada en el diario El Sur, contabiliza 88 eventos en 30 años

12
Sociedad Hoy 19: 11-31, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Procesos de remoción... / M. Mardones

(Tabla 1). El número de eventos se ha triplicado en relación al lapso 1885-1920


(Essman, 1997), debido fundamentalmente a la urbanización de los cerros que
rodean el área metropolitana de Concepción. La mayor parte de estos procesos ha
sido detonado por lluvias intensas y los factores que facilitan su desarrollo: talu-
des desforestados, taludes intervenidos para construcción de casas o carreteras (sin
estabilizar), pendientes topográficas > 20º, taludes enmantados por gruesas capas de
regolita conteniendo arcillas del tipo montmorillonita, etc. (Mardones et al., 2006).

Tabla 1. Procesos de remoción en masa en el área metropolitana de Concepción durante el perio-


do 1960-1990 y estimación de periodo de recurrencia en años (Alarcón, 1995).

Nº personas afectadas Nº casos Periodo de


recurrencia en años
>13 8 <20,6
4-13 12 20,6-8,8
<4 66 < 8,8

La ciudad de Concepción está ubicada en una zona sísmicamente activa; de


hecho es la región del país que ha registrado el mayor número de terremotos en
periodo histórico (6 desde 1562 a la fecha). Los sismos que tienen lugar en la
región están relacionados con la subducción de la placa de Nazca bajo la placa
Sudamericana. Los eventos sísmicos más importantes, con carácter de terremoto de
subducción y acompañados de tsunamis destructivos, están señalados en la Tabla
2. No existen estudios sobre los procesos de remoción en masa detonados por estos
terremotos; pero se tiene la experiencia del terremoto del 27 de febrero del 2010 de
Mw 8.8, que generó PRM de reducido volumen, pero igualmente importantes por
el número de casos y cantidad de material movilizado, lo que ha provocado daños
y perturbaciones importantes en las áreas urbanizadas.

Tabla 2. Terremotos registrados en el litoral de Concepción en el periodo 1562- 2011 (Lomnitz,


2004).

Fecha Magnitud en escala de Richter

28-10-1562 Gran terremoto s/d


08-02-1570 8.0
15-03-1657 8.0
23-05-1751 8.5
20-02-1835 8.0-8.5
27-02-2011 8.8

13
Sociedad Hoy 19: 11-31, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Procesos de remoción... / M. Mardones

Objetivos y métodos

La finalidad de este estudio es analizar los PRM co-sísmicos producidos por el


megaterremoto de 8.8 Mw del 27F, en el litoral de Concepción. Se desarrolla una
caracterización morfométrica de éstos y se estudian los factores condicionantes de
peligrosidad. Para el logro de estos objetivos se efectuó la inspección del terreno,
se localizó los PRM más importantes y se evaluó sus características morfométricas
y factores condicionantes (pendientes, litología, manejo de laderas, uso del suelo,
etc.). Se utilizó GPS, lupa, huincha métrica, brújula y bibliografía especializada.
Entrevistas a vecinos del lugar aportaron interesante información particularmente
sobre los factores que precedieron el proceso (ej. Intervención de laderas). Se eva-
luó la vulnerabilidad de la construcción mediante observación directa y a través de
datos aportados por algunas municipalidades y por los residentes. En cada punto
afectado por PRM, se llenó una ficha con los datos señalados en el Anexo 1.

Localización y características del área de estudio

El área de estudio se sitúa en la zona costera de la región del Biobío, entre los
36º58’ S y los 36º53’S de latitud (Fig. 1). Desde el punto de vista geomorfológico,
las unidades mayores del relieve costero han sido formadas por la tectónica de falla
del Terciario Superior, que ha originado una estructura de bloques (penínsulas) y
fosas (llanuras). En las ciudades de Concepción y Talcahuano, la llanura arenosa
está enmarcada por escarpes de falla que limitan la Cordillera de la Costa consti-
tuida por roca granítica paleozoica al E y las penínsulas de Tumbes y Hualpén al
W, labradas en rocas metamórficas, también de edad paleozoica. Al interior de esta
llanura, emergen cerros isla estructurados en rocas sedimentarias (lutitas, areniscas,
conglomerados, etc.) de edad cretásica a terciaria; ellos son los cerros La Pólvora,
Chacabuco, Chepe, San Miguel, Cosmito y la U, cuyos estratos rocosos se encuen-
tran fallados y basculados por la tectónica. Las abruptas pendientes topográficas de
estos escarpes de falla (> 20º) y la intensa meteorización de los afloramientos ro-
cosos debido a la humedad del clima, son factores que contribuyen a la ocurrencia
de PRM.
La llanura está conformada por arenas basálticas aportadas por el volcán Antu-
co, a través de los ríos Laja-Biobío. El depósito de estos sedimentos se ha realizado
en un ambiente deltaico. Resultado de este ambiente es la construcción de peque-
ños lagos y paleocanales del río Biobío abandonados en dirección hacia las bahías
de Concepción y San Vicente, cuyos estuarios de Rocuant y Lenga respectivamente
fueron obstruidos y transformados en pantanos litorales por la construcción de
flechas litorales y dunas. Estos sectores bajos (humedales) han sido artificialmente
rellenados y utilizados para la expansión de la ciudad.

14
Sociedad Hoy 19: 11-31, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Procesos de remoción... / M. Mardones

Sobre estas difíciles condiciones de sitio se ha desarrollado el área metropolitana


de Concepción, concentrando cerca del 40% de la población regional, con densi-
dades que superan los 1500 hab/km2 para algunos distritos situados en las llanuras
del Andalién y los 900 hab/km2 en los cerros de Talcahuano (INE, 2003). A partir
de la segunda mitad del siglo XX y más intensamente durante el presente, la ex-
pansión urbana ocupa las unidades físicas marginales, particularmente laderas de
cerros con pendientes en equilibrio precario y humedales rellenos con escombros y
basura. En el plano social, la ocupación del espacio se estructura en un patrón de
segregación, que sigue estrictamente los dictámenes del sitio; es decir los estratos de
más bajos ingresos ocupan los sitios más desfavorables (IGM, 2001). La conectivi-
dad entre los distintos núcleos urbanos se efectúa a través de caminos que cortan
laderas de cerros, a menudo sin estabilizar.

Figura 1. Localización y geomorfología del área de estudio.

1. Cordillera de la Costa y penínsulas litorales, estructuradas en roca granítica


y metamórfica de edad paleozoica; 2. Terrazas de abrasión marina y cerros
isla, en roca metamórfica paleozoica y roca sedimentaria del Cenozoico infe-
rior a medio; 3. Terraza superior del río Biobío (arenas negras basálticas); 4.
Llanuras deltaicas y litorales (arenas negras basálticas); 5. Terraza media del
río Biobío (arenas negras basálticas); 6. Llanura litoral de arenas cuarcíferas;
7. Defluviación del río Biobío; 8. Área de estudio en Concepción, las caletas
Los Bagres y Cocholgue están situadas un poco al N de Tomé.

15
Sociedad Hoy 19: 11-31, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Procesos de remoción... / M. Mardones

Resultados

El hipocentro del terremoto de magnitud 8.8 Mw del 27F del 2010 se localizó en
el mar a 36º17’23’’ de latitud sur y 73º14’20’’ de longitud oeste, a una profun-
didad aproximada de 30 km (Servicio Sismológico de la Universidad de Chile).
Concepción se sitúa a una distancia de 150 km del epicentro. El evento sísmico
generó variados tipos de PRM entre los que destacan desprendimientos de roca y
de suelo (derrumbes), deslizamientos de riberas por falta de confinamiento lateral
y deslizamientos mixtos. Los sitios analizados están representados en la Fig. 2 y sus
características en la Tabla 3. A continuación se analizarán algunos ejemplos de los
tipos de PRM más frecuentemente observados.

Figura 2. Localización de los PRM analizados en este estudio.

16
Sociedad Hoy 19: 11-31, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Procesos de remoción... / M. Mardones

Tabla 3. PRM co-sísmicos evaluados en el litoral de Concepción, detonados por el terremoto 8.8
Mw del 27F del 2010.

Localidad LocalizaciónWGS84 Altitud L.P Pº Pem Hm Hco Li CoH CoT AlcR Vm3 E Vu TPRM
en m
18H base

1 5922105N/074651E 40 30 61 25 40 >11 g.m s f 3 s/d 35 B D

2 5920964N/ 12 28 63 18 28 8 g.m s s/d 6 144 7 A D


0673541

3 5916324N/ 24 56 63 46 68 44 g.m s s/d 10 s/d V A D


674888E

4 5925153N/ 30 63 55 65 65 35 a/g s f/m 6 3163 s/h B D


0673557

5 5922690N/ 16 12 47 25 26 8 g.m h f 5 s/d H B DR


675270E

6 5929508N/ 29 5,5 28 19 29 1,8 a.m h f 2 s/d 20 A PRMM


0669428E

7 5946355N/0681601E 17 58 56 19 54 26 a/l h f/m 6 27,46 37 A D

8 5948440N/0681346E 25 21 80 20 65 15 a/l h f/m 6 s/d V A D

9 5935028N/ 29 11 55 9 34 7 f.m h s/d 2 s/d V/5 A D


0668007E

10 5930842N/0669725E 15 23 31 25 15 3,2 a/c s m 32 s/d V A CR

11 5925660N/0674900E 8 13 90 155 8 1,10 r.a h f 13 s/d P/6 A DS

Prom- 8-40 31 48 27* 42* 16 40%1 >50%2 >703 2-32 28- 5-37 A D
rango – 3100

Localidad: 1. Cerro Caracol; 2. Pedro de Valdivia; 3. Camino a Chiguayante; 4. Cerro Lo Galindo; 5. Cerro Lo Pequén;
6. Denavi Sur; 7. Los Bagres; 8. Caleta Cocholgüe; 9. Cerro Zaror; 10. Cerro San Martín; 11. Laguna Lo Galindo.
Características: L.P: longitud de pendiente en m; Pº: pendiente en grados; Pem: perímetro de corona en m; Hm: altura
del escarpe remocionado en m; Hco: altura de la corona en m; Li: litología del escarpe; g.m granito meteorizado; a/g: are-
niscas sobre granito; a/: areniscas y lutitas; f.m: filitas metorizadas; a/c: areniscas y conglomerados.1el 40% de los eventos
se ha registrado en áreas con afloramiento de granito y arenisca.2Más del 50% de los eventos se ha registrado en suelos
húmedos.3 > del 70% de las laderas afectadas por PRM estaban sometidas a alguna deformación tectónica que facilitó el
desplazamiento. CoH: condiciones hidrológicas; s: seco; h: húmedo; CoT: condiciones tectónicas; f: falla; s/d: sin datos;
m: manteo; AlcR: alcance horizontal de la remoción; Vm3: volumen en metros cúbicos; E: exposición en número de
personas o infraestructura, V: vía; s/h: sin habitantes; H: hospital; P: parque; Vu: vulnerabilidad, B: baja, A: alta; TPRM:
tipo de proceso de remoción en masa. D: desprendimiento; DR: deslizamiento rotacional; PRMM: proceso de remoción
en masa mixto; CR: caída de rocas; DS: deslizamiento por falta de confinamiento lateral. *Se descarta localidad 11.

Proceso de remoción en masa mixto:

Algunos movimientos en masa son combinaciones complejas de deslizamiento y


flujo. Se inician como un desprendimiento, toman agua cuando descienden por la

17
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ladera y se transforman en un flujo de barro al llegar al pie del talud. Este tipo de
proceso se observó en una rinconada con exposición SSE del Cerro Denavi Sur,
sobre afloramientos meteorizados de la Formación Quiriquina, conformados por
areniscas media a fina, arcilla inconsolidada y una capa de suelo limo-arcilloso. El
sismo del 27F reactivó en este lugar deslizamientos anteriores a espaldas de un con-
junto habitacional, cuyas casas están a menos de 0.5m de distancia del borde del
talud del cerro. El desprendimiento fue acompañado de un flujo laminar de barro,
con las características morfométricas señaladas en la Tabla 4 y Fig. 3. Se observó
que el agua fue incorporada desde la napa freática.
Los factores que han facilitado este proceso son: la intensa meteorización de la
roca que produce material inconsolidado, la saturación subsuperficial de la alterita
que opone débil resistencia al colapso y actúa como plano de deslizamiento y el án-
gulo de la ladera (~28º). Los taludes fueron artificialmente labrados para construir
las habitaciones.
La corona de desprendimiento tiene forma de arco con un perímetro de 19 m;
presenta grietas extensionales de aproximadamente 12 cm, por donde el agua de
lluvia puede penetrar y saturar fácilmente el suelo. Su cima está forestada con eu-
caliptus adultos que implican una sobrecarga al talud. Este proceso afectó a 20
personas e implicó la destrucción de 2 habitaciones. La presencia de grietas y la
sobrecarga de la masa vegetal mantienen la amenaza de deslizamientos y/o de flujos
de barro durante futuros años pluviosos.

Tabla 4. Parámetros morfométricos de 3 secciones medidas en PRM co-sísmico, Cerro Denavi


Sur, comuna de Talcahuano.

Medición Dirección Largo de la Alto de la Angulo de Área Perímetro Volumen del


pendiente corona (m) la pendiente transversal asociado bloque
(m) (sexagesimal) (m2) (m) (m3)
1 N 65º W 3.63 1.90 28º 10’ 15.52” 2.178 5.4 11.76

2 N 36º W 2.57 3.06 25º 28’ 53.64” 2.686 4.4 11.82

3 N 7º W 2.52 0.55 31º 52’ 28.37” 0.441 8.8 3.88


Total: 27.46 m3
Elaborado por A. Figueroa y A. Obregón, 2010.

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Figura 3. Talud de desprendimiento en sección 2 de Tabla 3, Cerro Denavi Sur, Talcahuano.

Desprendimientos de roca y suelo

Los desprendimientos o derrumbes son procesos gravitacionales relacionados con


la caída libre de fragmentos de roca o de una mezcla de roca, suelo o ambos, desde
el talud hacia el pie de ladera (Keller & Blodgett, 2007). Durante el terremoto del
27F estos procesos se produjeron en laderas conformadas por rocas con variadas
discontinuidades (diaclasas, fallas, planos de estratificación) los que al ser some-
tidos a vibraciones sísmicas favorecieron los desprendimientos. Algunos de estos
procesos cortaron la ruta entre Arauco y Tubul y entre Concepción y Santa Juana.
En la ciudad de Concepción, importantes derrumbes se generaron en la ladera
S del Cerro Lo Galindo en el sector Santa Sabina (Tabla 3; Fig. 4a). En este lugar,
ya habían ocurrido procesos de este tipo a causa de la alta pluviosidad, en años
anteriores. El año 2009 se observó que existían 2 conos de derrumbe pre-sísmicos
(Fig. 5), sobre los cuales se construyeron durante el terremoto otros 2 conos de de-
rrumbe co-sísmicos (Fig. 4a). Los factores que contribuyeron a este proceso fueron:
la pendiente crítica > 25º, la meteorización de la roca, la escasa cobertura vegetal y
principalmente la actividad antrópica permanente sobre el talud. Si bien para estos
eventos el contenido de agua en el suelo no fue significativo, sí lo ha sido en el pa-
sado según opinión de lugareños. En la Fig. 4b se observa que aflora la Formación
Quiriquina discordantemente sobre el Batolito costero. La Formación Quiriquina
contiene areniscas pardas de grano fino, argilizadas, sobreyaciendo a una capa de

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areniscas verdes con menor alteración. Ambas cubren al Batolito Costero que en
esta zona constituye un monzogranito de biotita igualmente meteorizado (Creixell,
2001). La ladera ha sido intervenida para la extracción de material, desde 1970
hasta la fecha. Esta extracción incrementa el vigor de la pendiente de ésta y con ello
su inestabilidad.
Los taludes resultantes tienen una altura media de 35 m, la pendiente de la
corona de derrumbe es de aproximadamente 80º, mientras que en los conos ésta
decrece hasta unos 30º. Los conos tienen longitudes media de 32.9 m y anchos
promedio de 20.6 m (Tabla 5).
Sin embargo, a lo largo del talud existen características morfométricas distintas
según las unidades litológicas que afloran. En la Fig. 4b se muestran 3 perfiles de
ladera:

–En P1 no aflora el granito y se presentan las areniscas subverticales. La sección


proximal del cono 1 de la Fig. 4 a con pendiente 30º, cubre parte del afloramiento
de areniscas.
–En P2 el afloramiento de areniscas forma un talud de 80° grados y el de granito
tiene 40° grados; mientras que el cono de derrumbe tiene 30º (cono 3).
–En P3 la pendiente es simple y la transición entre las areniscas y el cono es relati-
vamente uniforme con una pendiente de 30°

Figura 4a. Cerro Lo Galindo. Talud de origen antrópico modelado por conos de derrumbe co-
sísmicos. La arenisca mantea ~ 40° NW; se distinguen 2 juegos de falla paralelas, con manteo 75°
E y diaclasas verticales en el granito.

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Figura 4b. Perfiles de los puntos P1 a P3 de la Fig. 4a. Cerro Lo Galindo (C. Mora, & C. Cis-
terna, 2010).

Figura 5. Desprendimientos pre-sísmicos en Co Lo Galindo,


año 2009 (Foto: O. Mejías & R. Velásquez, 2009).

Tabla 5. Largo y ancho de conos de deslizamiento co-sísmicos, laguna Lo Galindo.

Cono Largo en m Ancho máximo en m


Cono 1 36.3 29.0
Cono 2 31.1 17.3
Cono 3 30.4 17.3
Cono 4 34.2 18.8
Promedio 32.9 20.6

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En el borde del cerro Lo Galindo, sobre la corona de desprendimiento, quedan


grietas subparalelas, cóncavas hacia el talud, que facilitan la absorción de las aguas
lluvia y, por lo tanto, son áreas de potenciales deslizamientos.
De mayor magnitud fueron los 2 derrumbes que se produjeron en Caleta Los
Bagres, situada al NNW de la ciudad de Tomé (Fig. 6). La ladera más afectada tiene
37m de altura y 56º de pendiente; está conformada por roca poco consolidada (are-
niscas de la Formación Quiriquina que infrayacen a lutitas de la Formación Cura-
nilahue), con alta densidad de diaclasas y muy meteorizada. Sobre el afloramiento
rocoso se observa una capa de suelo de aprox. 3 m de espesor y bajo ésta un manto
meteorizado de 1,5 m. Cerca de la corona aflora una vertiente que hidrata la roca
y que pudo haber disminuido su cohesión. Sin duda estos factores han contribui-
do a la inestabilidad del talud, siendo el sismo del 27F el detonante del derrumbe
ocurrido aquel día, durante el cual se desprendió una gran cantidad de bloques de
diversos tamaños.
Los datos morfométricos del talud de derrumbe se presentan en las Figs. 7 y 8. El
resultado morfológico fue la erosión de una corona de derrumbe de gran pendiente
(56 a 60º), sobre la cual se observa una gran cantidad de grietas de tensión, que ge-
neran la permanente caída de bloques, dejando en evidencia la inestabilidad del ta-
lud. Esta situación se ve potenciada por la meteorización que afecta la roca. Además
se construyó un cono de derrumbe asimétrico variable en el vigor de pendiente (35 a
39º) y longitud de ladera (20-25 m) y conformado por bloques de tamaño variado,
aunque la mayoría de gran volumen. 37 personas fueron damnificadas por el evento,
10 casas quedaron inhabitables, 1 casa fue destruida y 1 menor resultó fallecido.

Figura 6. Cono de derrumbe en Caleta Los Bagres. Foto de K. Díaz y A. Ortega, 2010.

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Figura 7. Perímetro y alto de la corona del derrumbe cosísmico de Caleta Los Bagres, comuna
de Tomé (K. Díaz y A. Ortega).

Figura 8. Pendiente de corona y pendiente de cono de derrumbe co-sísmico de Caleta Los


Bagres, comuna de Tomé (K. Díaz y A. Ortega).

Un par de km al N del sector Los Bagres, en la ruta de acceso a caleta Cochol-


güe, se han registrado PRM co-sísmicos similares. Las irregularidades topográficas
en el sector S de la caleta y la pérdida de la continuidad del escarpe dan cuenta de
paleodeslizamientos y de PRM recientes. A esto se agrega una estructura de los se-

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dimentos en forma de paquetes en el pie del talud, producida por la presión sobre
los materiales, propia de los deslizamientos rotacionales (Keller & Blodgett, 2007).
Sin embargo, la intensa intervención antropogénica en el área (construcción de
taludes sin estabilizar, densificación del poblamiento costero, tala de bosques, etc.)
dificulta definir con claridad la extensión y periodo de ocurrencia de estos PRM.
Los factores condicionantes de base son de naturaleza geológica. En el lugar del
desprendimiento, se observó una secuencia litológica semejante a los sitios ante-
riormente descritos: en la base una capa de lutitas de 2.5 m de espesor, alteradas y
poco consolidadas. Sobre éstas se disponen secuencialmente una capa de areniscas
cuarcíferas de grano medio-fino, poco consolidadas, de un espesor aproximado
de 17 m; un estrato de areniscas grises, fosilíferas, de grano medio, con 33 m de
potencia; un estrato de areniscas poco consolidadas, de un espesor aproximado de
15 m y en la superficie una capa de suelo de unos 2 m, con abundante vegetación
y raíces. Las rocas tienen estructura fallada (Fig. 9). Tanto la meteorización de la
roca, como la estructura fallada y estratificada de éstas, facilitan el desplazamiento
de los materiales.

Figura 9. Estructura fallada y estratificada de las rocas que forman el talud deslizado de Caleta
Cocholgüe (Foto: L. Donoso y A. Osorio, 2009).

La altura promedio del talud afectado por deslizamiento pre-sísmico es de unos


65 m (Fig. 10); la pendiente es de aproximadamente 80º y tiene un origen antrópi-
co debido a que corresponde al corte del camino alternativo de acceso a la caleta. La
pendiente original era superior a 45º, ya que se efectuaron mediciones en laderas
que no han sido intervenidas y todas arrojaron valores ≥ a 45º.
El talud actual tiene 15 m de alto y 20 m de ancho. Las rocas desplomadas son
irregulares en tamaño y forma. La distribución de los bloques una vez ocurrido el
desprendimiento es completamente caótico, no existe una distribución de éstos
en relación al tamaño. El espesor del material desprendido es de 6 m. Su forma es
similar a un cono, aunque en sectores cercanos no se encuentra esta disposición.
Su textura es heterogénea, con clastos de dimensiones y litología distintas, debido
a desprendimientos en los distintos estratos de areniscas.

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Figura 10. Vista panorámica del deslizamiento pre-sísmico y su relación con la vía de acceso a la
caleta Cocholgue ((Foto: L. Donoso y A. Osorio, 2009).

El talud estudiado corresponde a un talud de erosión activa, afectado recurren-


temente por PRM detonados por las lluvias invernales. Como este talud limita una
vía de acceso a la caleta, cualquier desprendimiento es un peligro para dicha vía.
En efecto, durante el sismo del 27F, este talud volvió a reactivarse, produciendo un
gran desprendimiento co-sísmico y un bloqueo total de la vía de acceso a la caleta
(Fig. 11).

Figura 11. Derrumbe co-sísmico talud camino de acceso a Cocholgue. Foto: H. E.


Carrasco, tomada el 26 de junio del 2010.

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PRM por falta de confinamento lateral y licuación del suelo:

Se ha mencionado la formación de grietas de tensión en la corona de los taludes,


debido a la baja resistencia del suelo a los esfuerzos de tensión producidos por la
onda sísmica. La falta de confinamiento lateral al borde de un talud, incluso con
desnivel métrico, puede inducir esfuerzos de tensión en el suelo y posterior desliza-
miento hacia el borde de la cara libre. Si el suelo está saturado de agua, pierde aún
más fácilmente su capacidad de soporte. Deslizamientos laterales y grietas se han
producido en las riberas de ríos y lagunas del área metropolitana de Concepción du-
rante el sismo del 27F, formadas principalmente por relleno artificial y suelos arcillosos y
arenosos. Se observó tales fenómenos en el borde de los ríos Biobío, Itata y en las riberas
de la Laguna Grande de San Pedro y lagunas Redonda y Lo Galindo de Concepción.
Laguna Lo Galindo se emplaza en la llanura de Concepción, en una rinconada
situada en el margen oriental de los Cerros de Lo Galindo, a 8 m s.n.m. La profun-
didad es estimada ≤ 8m. La laguna tiene forma elongada, mide aproximadamente
570 m de longitud y 150 m de ancho, en su sección más amplia y 80 m en la más
angosta. En el borde de la laguna había una terraza formada por un relleno artificial
de aproximadamente 75 cm de espesor y 11 m de ancho, sobreyaciendo a arenas
de dunas y limos asociados (Galli, 1967). Como consecuencia del terremoto se
produjo en la ribera ENE del sistema lacustre, un deslizamiento de bloques de
sedimentos desde la llanura, separados por grietas profundas, (Figs. 12 y 13). El
deslizamiento tiene un ancho medio de 13 m y 155 m de largo. Las grietas o escar-
pes de desgarre tienen en promedio 1,10 m de alto. La composición y estructura
del suelo deslizado se observa en la Fig. 14.

Figura 12. Vista SW-NE. Laguna Lo Galindo, comuna de Concepción. La franja


desplazada se localiza en el mismo lugar de la arboleda (sobrecarga). Las grietas se en-
sanchan de S a N, en la medida que aumenta el espesor del relleno artificial en el suelo.

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Figura 13. Deslizamiento co-sísmico Laguna Lo Galindo, comuna de Concepción.


Dimensión de las grietas. La estatura de la persona que está al fondo es aproxima-
damente 1.70 m

Figura 14. Composición del suelo en la sección deslizada durante el terremoto del 27F
en la ribera de Laguna Lo Galindo.

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El sistema lacustre se emplaza en la línea de falla Chacabuco, de dirección SE-


NW, la cual pasa por el centro de la laguna. Aún así no existen evidencias de que
esta falla se haya activado con el sismo y tenga alguna relación con los PRM ocu-
rridos en su borde. Todo indica que el PRM se ha producido por falta de confina-
miento lateral debido a la escasa compactación del suelo, al desnivel de la ribera
hacia el lago (4 m) y a la saturación del suelo (licuación) durante el sismo. La falta
de compactación es común en suelos con relleno artificial, particularmente si el
material de relleno es heterogéneo y entre esas partículas queda aire atrapado. El
movimiento sísmico expulsa el aire y el agua de los poros del suelo, particularmente
de aquellos sectores que tienen más sobrecarga, lo que contribuye al hundimiento
de éste y a la formación de grietas. El agua freática en la medida que satura los
niveles inferiores, puede contribuir al deslizamiento. En la ribera de Laguna Lo
Galindo el agua freática en el suelo está a escaso centímetros sobre el nivel del lago.
A esto se agrega que la ribera estaba arborizada con ejemplares robustos, cuya masa
(por sobrecarga) contribuyó a activar el deslizamiento (Fig. 12).
Los mayores efectos de este deslizamiento fueron de tipo ecológico y social, ya
que perturbaron el ecosistema lacustre (se redujo su ancho a lo menos 3 metros,
aumentó la turbidez durante el sismo, se modificó la morfología de riberas, etc.),
destruyó una cancha de futbol y afectó a 2 familias.

Discusión y conclusiones

Los 11 casos de PRM co-sísmicos estudiados se distribuyen en la costa entre las


ciudades de Tomé y Chiguayante; 10 de ellos corresponden a algún tipo de des-
prendimiento. Éstos se ubican entre los 15 y 40 m s.n.m., altitud medida en la base
del talud. Las laderas tienen en promedio 42 m de alto y un vigor de pendiente de
48º. El 40% de los eventos se ha producido en áreas con afloramiento de rocas gra-
nítcas y el otro 40% en rocas sedimentarias (areniscas finas y lutitas), con manteos
de hasta 40ºNW y juegos de falla con manteos principalmente hacia el E. Ambos
tipos de roca se presentan intensamente meteorizadas y enmantadas por un suelo
de variado espesor. En más del 50% de los casos, pese a que el proceso se produjo
en verano, el suelo mostraba condiciones de humedad. La mayor parte de los pro-
cesos se produjeron en pendientes entre 46 y 80º y el alcance horizontal de la masa
removida fue de 10 m, con excepción de los deslizamientos que se produjeron en
la ribera de ríos y lagunas, por falta de confinamiento lateral, los cuales produjeron
desplazamientos de > 30 m (Fig. 15).
Todos los PRM tienen pequeña dimensión; perímetros de 9 a 65 m de largo y
volúmenes que no superan los 5000 m3. Considerando la corona de deslizamiento,
se supone que los más grandes fueron los de las caletas Cocholgüe y Los Bagres
(Tabla 3), aunque no se dispone de datos volumétricos para estos casos.

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Figura 15. Relación entre pendiente del talud en grados y el alcance horizontal de los PRM co-
sísmicos (tomados de la Tabla 3).

Los deslizamientos horizontales por falta de confinamiento lateral se produje-


ron en riberas de ríos y lagunas con relleno artificial. Todas las áreas afectadas eran
de alta vulnerabilidad (casa habitación de material frágil, vías de comunicación,
hospitales, infraestructuras, etc.).
La estabilidad de una ladera se valora determinando la relación entre la fuerza
impulsora (sismo, intensidad de lluvia diaria) y la fuerza de resistencia al corte que
se opone al movimiento (Keller & Blodgett, 2007). En la zona litoral de Concep-
ción, las rocas sedimentarias (areniscas y lutitas) de las formaciones Quiriquina y
Curanilahue, deformadas (manteos y fallas) y meteorizadas, sobreyacentes a rocas
plutónicas del Batolito Costero Paleozoico, igualmente alteradas, actuaron como
planos potenciales de deslizamiento. Por otra parte, el vigor y morfología de las
pendientes topográficas en todos los sitios fue producto de la intervención huma-
na, lo que permite sugerir que un buen manejo del territorio disminuiría notable-
mente la ocurrencia este tipo de procesos.
Desde el punto de vista del detonante, se supone que la intensidad sísmica
estimada en roca se atenúa con la distancia al epicentro. Sin embargo, Menéndez
(1991) a partir de la experiencia del terremoto de 1985 en la Zona Central de
Chile, ha definido, desde el punto de vista microsísmico, isosistas que permiten
corregir las intensidades considerando las características locales de los suelos de
fundación. Aunque no presenta resultados para roca meteorizada, sugiere que en
depósitos coluviales (que podrían tener una textura semejante a dichas rocas), la
intensidad sísmica podría incrementarse en 1 a 2 grados respecto de la intensidad
estimada en roca y en depósitos arcillosos (de borde de ríos y lagos) podría incre-

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mentarse hasta 2.5 grados, respecto de la intensidad estimada en roca. Es decir, las
vibraciones sísmicas habrían sido notablemente superiores en la roca meteorizada y
en los sedimentos húmedos que en la roca sana y seca, lo que explica la baja resis-
tencia del suelo a los esfuerzos de tensión y la alta densidad de PRM en los taludes
de los relieves costeros.
Sin embargo, nuestros resultados son consistentes con lo planteado por Anti-
nao & Gossen (2009) y Ren & Lin (2010): los PRM generados por el terremoto
de subducción del 27F 2010, cerca de la zona de ruptura son numerosos, pero de
superficie y volumen reducido. Aún así, estos PRM han afectado a sectores vulne-
rables de la población, han bloqueado vías de comunicación y perturbado ecosiste-
mas lacustres. Varios taludes han quedado con grietas extensionales que amenazan
con provocar nuevos deslizamientos.
Entre los factores que han favorecido los PRM está la intervención humana de
laderas previamente al sismo (tuberías rotas, construcciones de carretera, taludes
sin estabilizar, rellenos artificiales sin compactar, falta de confinamiento lateral,
etc.). Y entre los factores naturales: estructura y meteorización de la roca y el vigor
de los taludes. Se recomienda considerar estos aspectos en el Ordenamiento del
Territorio, particularmente estabilizar los taludes en caso de intervención y evitar
sobrecargas y filtraciones de agua en el subsuelo.

Agradecimientos

Por la recopilación de datos en terreno y el aporte de fotos, se agradece a los es-


tudiantes de geología Srtas./Srs. Carolina Cisterna, Karen Díaz, Loreto Donoso,
Alonso Figueroa, Olivia Mejías, Carolina Mora, Alex Obregón, Alvaro Ortega,
Alvaro Osorio, Ricardo Velásquez y al Dr. Héctor Carrasco M.
Esta investigación se ha desarrollado en el marco del proyecto Anillo - SOC 28.

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información del diario El Sur, 1960‑1990. Memoria para optar al título de Profesor de
Historia y Geografía. Depto. de Historia, Universidad de Concepción.
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Creixell, C. (2001). Petrología y geotermobarometría de las rocas intrusivas de la Cordillera de


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31
Sociedad Hoy 19: 11-31, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Procesos de remoción... / M. Mardones

Anexo 1.
Factores de riesgo de prm co-sísmicos en la zona costera
de Concepción (Ficha de Evaluación)

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Sociedad Hoy 19: 33-51, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512

Desastres naturales y biodiversidad:


El caso del humedal costero Tubul-Raqui
Natural disasters and biodiversity: The case of Tubul-Raqui
coastal wetland

Claudio Valdovinos1
María Dolores Muñoz2
Natalia Sandoval3
Daniela Vásquez4
Viviana Olmos5

Resumen

Los humedales costeros son reconocidos a nivel mundial como ecosistemas de particular interés para
la conservación de la biodiversidad; además proporcionan múltiples servicios ecosistémicos para
nuestra sociedad, entre los que se destacan la producción de recursos bentónicos de importancia
comercial, especialmente algas y moluscos. En la región del Biobío, estos ecosistemas están represen-
tados principalmente por los humedales Tubul-Raqui, Rocuant-Andalién, Lenga y Carampangue,
los cuales albergan a una diversa avifauna, incluyendo a un significativo conjunto de aves migratorias
estacionales. El ecosistema costero más importante de la región del Biobío por su elevada biodiver-
sidad y los servicios ecosistemas que ofrece, es el humedal Tubul y Raqui (37°13’S - 73°26’O), que
ocupa una extensión de 2.238 ha. Este humedal fue severamente afectado por el terremoto ocurrido
el 27 de febrero del 2010, porque gran parte del humedal tuvo un alzamiento vertical de aproxi-
madamente 1,6 m sobre el nivel medio del mar, lo que ha significado fuertes modificaciones en el
componente acuático del humedal, especialmente en la zona de pantanos intermareales que que-
daron parcialmente desecados. El objetivo del presente artículo es presentar como caso de estudio
del efecto de los desastres naturales en ecosistemas costeros tomando como referencia la situación
ocurrida en este importante humedal de las costas de Chile central.

Palabras clave: Desastres naturales, biodiversidad, humedales, Chile, terremoto.

1
Biólogo, Unidad de Sistemas Acuáticos. Centro de Ciencias Ambientales EULA, Universidad de Concep-
ción. Concepción, Chile. E-mail: cvaldovi@udec.cl
2
Arquitecta, Unidad de Planificación Territorial. Centro de Ciencias Ambientales EULA, Universidad de
Concepción. Casilla 160-C, Concepción, Chile. E-mail: marmunoz@udec.cl
3
Bióloga, Unidad de Sistemas Acuáticos. Centro de Ciencias Ambientales EULA, Universidad de Concep-
ción. Casilla 160-C, Concepción, Chile. E-mail: nataliasandoval@udec.cl
4
Geógrafa, Unidad de Sistemas Acuáticos. Centro de Ciencias Ambientales EULA, Universidad de Concep-
ción. Casilla 160-C, Concepción, Chile. E-mail: danielavsq@udec.cl
5
Bióloga, Unidad de Sistemas Acuáticos. Centro de Ciencias Ambientales EULA, Universidad de Concep-
ción. Casilla 160-C, Concepción, Chile. E-mail: volmos@udec.cl

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Sociedad Hoy 19: 33-51, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Desastres naturales y biodiversidad:... / C. Valdovinos et al.

Abstract

Coastal wetlands are recognized worldwide as ecosystems of particular interest for the conservation
of biodiversity. They also provide multiple ecosystem services for our society, among which the pro-
duction of commercially important benthic resources, especially algae and mollusks. In the region
of Biobío, these ecosystems are mainly wetlands represent it by Tubul-Raqui, Rocuant-Andalién,
Lenga and Carampangue, which are home to a diverse avifauna, including an important set of sea-
sonal migratory birds. The most important ecosystem on these shores for its high biodiversity and
ecosystem services is the Tubul-Raqui Tubul wetland (37° 13’S - 73° 26’O). This wetland is consi-
dered the most important at the region (2238 ha). The Tubul-raqui wetland was severely affected by
the earthquake on February 27, 2010. This had the effect that much of the wetland have a vertical
lift of approximately 1.6 m above mean sea level, which has led to strong changes in the aquatic
component, especially in the intertidal marsh area were partially dried . The aim of this paper is
to present as a case study of the effect of natural disasters in coastal ecosystems, the situation that
occurred in this important coastal wetland in central Chile.

Keywords: Natural disasters, biodiversity, wetlands, Chile, earthquake.

Recibido: 15.09.11. Aceptado: 20.10.11.

Introducción

Los humedales costeros son reconocidos a nivel mundial como ecosistemas de par-
ticular interés para la conservación de la biodiversidad (Valiela et al., 2009). Ade-
más proporcionan múltiples servicios ecosistémicos a la sociedad, entre los que
destacan la producción de recursos bentónicos de importancia comercial, especial-
mente algas y moluscos (Valdovinos, 2004). A lo largo de la costa chilena, desde
las regiones áridas del norte hasta los fiordos patagónicos australes, se distribuyen,
a modo de un mosaico, numerosos tipos de humedales estuarinos. Cada uno posee
determinadas características ecológicas y ambientales, según su latitud, geomorfo-
logía costera, regímenes de marea, aportes de agua dulce, historia geológica reciente
y grado de intervención humana (Valdovinos, 2004). En las costas de la región del
Biobío, localizada en el centro-sur de Chile, existe una serie de humedales mari-
nos y costeros (ver Stuardo & Valdovinos, 1989), los cuales, según el sistema de
clasificación de la Secretaría de la Convención Ramsar (2006), corresponden a las
tipologías de “estuarios”6 y “pantanos y esteros intermareales”7. Esta última tipolo-
gía incluye a ecosistemas considerados dentro de los más escasos y relevantes de las
costas chilenas, especialmente por albergar numerosas especies singulares, muchas
de las cuales presentan problemas de conservación. Estos ecosistemas con caracte-
rísticas estuarinas dependen de un delicado equilibrio entre los sistemas terrestres,

6
Tipo F, que incluye aguas permanentes de estuarios y sistemas estuarinos de deltas.
7
Tipo H, que incluye a marismas y zonas inundadas con agua salada, praderas halófilas, salitrales, zonas ele-
vadas inundadas con agua salada, zonas de agua dulce y salobre inundadas por la marea.

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dulceacuícolas y marinos costeros, y por localizarse en el borde costero, son afecta-


dos en distintos grados por los ciclos mareales que permiten el ingreso de las aguas
marinas al área continental (Valdovinos, 2004).
En la región del Biobío estos ecosistemas están representados principalmente
por los humedales Tubul-Raqui, Rocuant-Andalién, Lenga y Carampangue, los
cuales albergan una diversa avifauna, incluyendo un significativo conjunto de aves
migratorias estacionales y extensas praderas o “espartales” de la planta halófita Spar-
tina densiflora Brongn 1829. Esta especie es de importancia fundamental en estos
ecosistemas, al actuar como “especie ingeniera” que modela y estabiliza las riberas
del efecto de las mareas y, al corresponder a la principal fuente energética del hume-
dal, aporta grandes cantidades de detritus orgánico que ingresa a las cadenas tróficas
acuáticas y terrestres. El ecosistema más importante de estas costas, por su elevada
biodiversidad y servicios ecosistémicos que ofrece a la sociedad, es el humedal Tubul
y Raqui, que está asociado a la cuenca costera del sistema hidrográfico formado por
los ríos Tubul y Raqui, localizado en el extremo sur del Golfo de Arauco (37°13’S
- 73°26’O), a 17 km al sur de la ciudad de Arauco (Valdovinos, 2011). Este hume-
dal se considera el más importante de la región por su gran extensión, que alcanza
aproximadamente 2.238 ha, albergando una importante biodiversidad.
El humedal de Tubul-Raqui fue severamente afectado por el terremoto ocurrido
el 27 de febrero del 2010 porque gran parte del humedal tuvo un alzamiento verti-
cal de aproximadamente 1,6 m sobre el nivel medio del mar, lo que generó fuertes
modificaciones en el componente acuático del humedal, especialmente en la zona
de pantanos intermareales que quedaron parcialmente desecados. El objetivo del
presente artículo es presentar como caso de estudio del efecto de los desastres natu-
rales en ecosistemas costeros, la situación ocurrida en este importante humedal de
las costas de Chile central.

Estructura del paisaje costero

El paisaje del humedal está determinado por la confluencia de las desembocaduras


de los ríos Tubul y Raqui; es típicamente un estuario intermareal de tipo marisma,
con un marcado gradiente de salininidad como consecuencia de la transición entre
las aguas continentales y marinas costeras (Long & Mason, 1983). Por las condi-
ciones de salinidad, el humedal ha sido esencial para el sustento de la población lo-
cal concentrada principalmente en la caleta Tubul, a través del cultivo y extracción
del alga Gracilaria spp., que hasta el terremoto de febrero del 2010 se desarrolló
intensivamente en el estuario.
Según Vásquez (2009), el sistema hídrico que alimenta al humedal se inserta en
una secuencia de plataformas de erosión marina situadas en las proximidades de la
vertiente occidental de la Cordillera de la Costa. Esta unidad posee una alta tasa

35
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de forestación y exhibe tres niveles de plataformas de abrasión marina: superior


(>100 m), media (50-100 m) e inferior (<50 m), las que han sido intensamente
erosionadas, permitiendo el desarrollo de una gran llanura donde se alojan los ríos
Tubul y Raqui. Ambos ríos son de régimen pluvial, determinado por un dominio
morfoclimático templado costero húmedo. La llanura fluvial se caracteriza por su
origen local y poseer un fondo plano, débiles pendientes y abierta hacia el noroes-
te, lo que favorece el desarrollo de la extensa marisma litoral que recibe aportes de
aguas marinas costeras, a través del flujo de mareas que penetra hacia el continente
a través del sistema fluvial, que, por tales características, desarrolla en su desem-
bocadura aguas con condiciones mixohalinas de elevada productividad biológica.
En el borde externo de la costa, situado al norte del humedal, existe una estrecha
llanura paralela a la costa, que tiene un cordón litoral y pequeños humedales dul-
ceacuícolas en la parte interna.
En cuanto al clima y a la geomorfología de la cuenca, Vásquez (2009) indica que
el humedal se ubica en una zona climática de transición entre un clima templado
mediterráneo cálido y un clima templado húmedo o lluvioso, que se desarrolla in-
mediatamente al sur del río Biobío. Según Constabel (1993), en esta zona existen
desde dos a cinco meses fríos y húmedos, en los cuales se concentra aproximada-
mente el 75% de las precipitaciones, las cuales alcanzan los 1.300 mm anuales
entre otoño y primavera.
Como señala Vásquez (2009), desde un punto de vista geomorfológico, el
humedal Tubul-Raqui se desarrolla sobre una extensa llanura de sedimentación
fluvio-marina del borde costero de la provincia de Arauco, área que en los últi-
mos 50 años ha sido severamente afectada por movimientos de solevantamiento y
hundimiento tectónico. El aumento de las áreas anegadas y/o el potenciamiento
de los procesos de inundación se debe en gran medida a la obstrucción paulatina
del drenaje producto de la intensa actividad tectónica. Esta llanura se desarrolla
con una morfología plana, con débiles pendientes, cuya planicie baja sólo es inte-
rrumpida por la presencia de una pequeña terraza marina de nivel inferior (<50 m),
que ayuda a dividir a los sistemas hidrográficos que únicamente se interconectan
en la desembocadura luego de rodear la pequeña terraza. Gran parte del humedal
descansa sobre cuaternario reciente, en depósitos de arenas negras, y sedimentos
fluviales y de playa. Bordeando a esta amplia llanura, existen tres niveles de terrazas
de abrasión marina, las cuales han sido principalmente modeladas por la interac-
ción de la actividad tectónica y el clima.
Con respecto a la red hídrica e hidrología del humedal, la cuenca en su tota-
lidad presenta una superficie total de 274 km2, con un perímetro de 81 km. La
subcuenca del río Tubul ocupa el 37,5% de la superficie total de la cuenca, y la del
río Raqui el 64,3%. Alveal (1988), quien estudió la distribución de Gracilaria spp.
en el estuario, determinó que el río Tubul tenía en el momento de su estudio un
curso aproximado de 17 a 19 km de largo, con influencia de la pleamar sobre los

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primeros 6 km, desde la desembocadura hacia arriba. Por su parte, el río Raqui tie-
ne una longitud aproximada de 15 km y es más somero que el Tubul, presentando
profundidades máximas que alcanzaban los 2 m y escurrimientos de agua durante
todo el año. El gran estuario conformado por la unión de ambos ríos en su desem-
bocadura, denominado estuario Tubul-Raqui, corresponde al régimen microma-
real, con aportes estacionales de agua dulce. Desde un punto de vista hidrológico,
el sistema estuarino que domina gran parte de la marisma recibe sus principales
aportes de agua dulce a través del río Raqui, aun en la estación de verano, mientras
que en el río Tubul se constata una mayor influencia marina, descrita por Stuardo
et al. (1992). Como se discutirá más adelante, esta situación ha sido fuertemente
perturbada luego del terremoto de febrero del 2010, que produjo grandes cambios
en la interacción entre las aguas continentales y marinas, producto de la elevación
del fondo.
Según el estudio agrológico de la VIII Región realizado por CIREN-CORFO
(1999; fide Vásquez 2009), la mayor superficie de la zona estudiada se encuentra
ocupada por suelos pertenecientes a la clase VII, es decir, a aquellos suelos con li-
mitaciones muy severas, lo que los hace inadecuados para los cultivos, no así para
los usos forestal y de pastoreo. Gran parte de la superficie ocupada por este tipo
de suelos se encuentra muy degradada o erosionada. Según Mardones (1971), ello
se debe fundamentalmente a las malas prácticas agrícolas y de pastoreo intensivas
de fines de siglo pasado y mitad de éste, y a la plantación de especies exóticas para
la actividad forestal, reemplazando más del 80% de la vegetación nativa original.
Debido ello, aproximadamente un 54% de los suelos se encuentra en un avanzado
estado de erosión, a pesar de no presentar sectores de fuertes pendientes, salvo en
las quebradas de los ríos. Gran parte de la vegetación boscosa nativa ha sido reem-
plazada por plantaciones de Pinus radiata y Eucalyptus globulus, pudiéndose encon-
trar actualmente relegada a pequeños parches de vegetación nativa entremezclados
con las plantaciones forestales y/o en el interior de las quebradas.
Con respecto al ambiente de humedal costero propiamente tal, éste se compone
por una gran marisma dispuesta en la llanura litoral de sedimentación fluvio-mari-
na con sedimentos del cuaternario. Las marismas son pantanos salinos, que sufren
dos inundaciones diarias con aguas costeras producto de los ciclos mareales. El ane-
gamiento crea condiciones anaeróbicas en los sedimentos, y la salinidad sequía fi-
siológica, lo que genera condiciones ecológicas extremas (San Martin et al., 1992).
En estas zonas sólo sobreviven especies adaptadas a la salinidad, encontrándose prin-
cipalmente la asociación denominada Sacocornio - Spartinentum densiflorae (según
San Martin et al., 1992), que incluye a las especies Spartina densiflora y Sarcocornia
fruticosa, la primera mucho más abundante que la segunda (Stuardo et al., 1992).
La vegetación de las marismas de Tubul y Raqui está constituida por comunida-
des emergidas, no arbóreas, de plantas vasculares con raíces, que ocupan territorios
donde la salinidad, derivada de la influencia marina costera, generalmente excede

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1-4 UPS, y donde se dan empozamientos periódicos generados por las mareas, al
menos una vez al año durante las mareas equinocciales. En las marismas dominan
las especies perennes y casi todas halófitas, aunque también existen otras de amplia
distribución, que no presentan este carácter (Adam, 1990). El escaso número de
especies capaces de tolerar la elevada salinidad de estos ecosistemas determina una
vegetación poco diversa (Chapman, 1974; Adam, 1990; Jiménez, 1996). En el
humedal Tubul-Raqui domina S. densiflora, una gramínea tolerante a la sal, aunque
también es posible encontrar en algunos sectores la halófita suculenta Sarcoconnia
fruticosa, observándose en muchos casos una combinación de ambas especies, dan-
do lugar a complejos mosaicos de vegetación. La especie Spartina densiflora, por su
amplia cobertura, densidad y biomasa, es una fundamental en la estructuración del
humedal Tubul-Raqui (Figueroa & Valdovinos, 1997). Los “espartales” del hume-
dal Tubul-Raqui son claves para la conservación del ecosistema por tratarse de una
especie ingeniera que modela fuertemente la estructura de los hábitats acuáticos.
Afortunadamente es una especie tolerante a fuertes cambios ambientales, y se es-
pera que no haya sido seriamente afectada por el terremoto del 27 de febrero. Una
situación diferente hubiese ocurrido en el caso que esta especie haya sido afectada,
provocando una serie de cambios físicos, químicos y biológicos en el humedal.

Biodiversidad

En el humedal Tubul-Raqui se manifiestan fuertes gradientes ambientales y una


importante diversidad de hábitats acuáticos y ribereños. Por ello, el humedal es uno
de los principales sitios de nidificación y refugio para numerosas especies de aves,
residentes y migratorias, de la región del Biobío, entre las que destacan 31 familias
y 83 especies de aves (Carrasco-Lagos, 2003, 2004; Vergara et al., 2008 y Carrasco-
Lagos & Jiménez, 2009). Las especies más diversas en el humedal son Anatidae (8
spp.), Laridae (7 spp.), Furnariidae (7 spp.), Tyrannidae (7 spp.), Ardeidae (6 spp.)
y Scolopacidae (4 spp.). La especie más abundante es el “Pato jergón grande” (Anas
georgica), y dentro de las aves migratorias destacan el “Rayador” (Rynchops riger), el
“Zarapito” (Numenius phaeopus) y el “Zarapito de pico recto” (Limosa haemastica).
Desde un punto del estado de conservación de las especies del humedal, el regla-
mento de la Ley de Caza del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG, 2009) establece
dentro de la categoría “en peligro” a las especies “Cisne de cuello negro” (Cygnus
melancorypha) y “cisne coscoroba” (Coscoroba coscoroba), mientras que la “bandu-
rria” (Theristicus melanopis) se califica como “Vulnerable”. Por otra parte, según la
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)8, las especies
“Gaviotín elegante” (Sterna elegans), “Lile” (Phalacrocorax gaimardi), “pelícano”

8
http://www.iucnredlist.org/

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(Pelecanus thagus) y “Pato anteojillo” (Anas specularis) califican en la categoría de


“amenaza cercana”, es decir, podrían pasar pronto a la categoría de “Vulnerables”.
A dos meses del terremoto de febrero del 2010, se observó además al “Flamenco
chileno” (Phoenicopterus chilensis). Según SAG (2009), especie catalogada como
especie “Rara”.
Los invertebrados bentónicos del área estuarina son menos diversos que los exis-
tentes en los sistemas dulceacuícola localizados en la zona alta de la cuenca. Sin em-
bargo, sus abundancias, biomasas, ya sea por unidad de superficie o en la totalidad
del ecosistema, son claramente superiores. Dentro de las especies sedentarias del
estuario, básicamente se distinguen aquellas que habitan en fondos duros ribereños
y otras que lo hacen en los fondos blandos.
Antes del terremoto, los fondos duros dominantes fundamentalmente eran los
hábitats radiculares ribereños; corresponden a la red de raíces de Spartina densiflora
localizados en los límites del espartal y que antes del terremoto eran afectados por
los cambios de marea. Con posterioridad al sismo, estos hábitats quedaron com-
pletamente desecados debido al severo levantamiento del humedal, lo que significó
la pérdida total de su fauna acuática y su reemplazo por invertebrados terrestres
(Valdovinos & Sandoval, 2011). Previo al terremoto, las especies dominantes en
estos hábitats fueron el Bryozoa incrustante estuarino Conopeum sp., el Amphipoda
Paracorophium hartmannorum y poliquetos, especialmente Prionospio (Minuspio)
patagonica. Estos hábitats también eran ocupados como zonas de refugio y ali-
mentación, por estados juveniles del crustáceo Decapoda Hemigrapsus crenulatus,
que los abandonaban luego de alcanzar tallas de 20 mm de longitud cefalotoráci-
ca. Posteriormente se desplazaban para ocupar los hábitats de fondos blandos del
humedal. Otro componente relevante del bentos de fondos duros correspondió
al Cirripedia Elminius kingii, también severamente afectado por la desecación del
humedal. Esta especie filtradora se habitaba preferentemente substratos leñosos y
rocosos presentes en la zona intermareal del humedal.
Previo al terremoto, los fondos blandos intermareales y submareales del hume-
dal fueron ocupados por grandes densidades de poliquetos de las familias Spioni-
dae y Nereidae, los cuales alcanzaban elevadas biomasas, especialmente dominada
por P. (M.) patagonica y Perinereis gualpensis. En estos ambientes también se lo-
calizaban grandes bancos del bivalvo Tagelus dombeii, explotados en el área con
fines comerciales. Estos fondos también eran ocupados por los estados adultos del
crustáceo H. crenulatus, alcanzando elevadas densidades, y en algunos sectores era
posible encontrar el pequeño bivalvo estuarino Kingiella chilenica. Como se dis-
cutirá más adelante, las poblaciones de poliquetos y de H. crenulatus se redujeron
significativamente luego del terremoto, debido a la desecación de gran parte de los
fondos. Por otra parte, los bancos de T. dombey y de K. chilenica desaparecieron
totalmente del humedal.
Poco se sabe de los peces de la zona estuarina del humedal. Observaciones ge-

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nerales realizadas en el área por nuestro grupo de investigación antes del terremoto
del 2010, constató la presencia de especies estuarinas y marinas, tales como “Roba-
lo” (Elegonops maclovinus), “Lisa” (Mugil cephalus), “Puye” (Galaxias maculatus) y
“Cauque” (Odontesthes mauleanum).

Asentamientos humanos y actividades productivas asociadas al humedal

El terremoto y tsunami del 27 de febrero del 2010 dejaron en evidencia la vulne-


rabilidad de la zona costera ante catástrofes naturales; esta situación es preocupan-
te porque en el litoral se concentran ciudades, industrias y puertos. Las diversas
estructuras geográficas –bahías, golfos, estuarios, islas y penínsulas–, además de
su importancia ambiental, son la base de asentamientos característicos del litoral
como las caletas pesqueras, cuyo origen se relaciona con las comunidades lafquen-
che que se dedicaban a la pesca desde hace más de 4000 años. Las caletas pesqueras
son valiosos ejemplos de asentamientos integrados a los sistemas naturales y a las
condiciones ambientales específicas que constituyen la base productiva y de habita-
bilidad; por lo tanto, cualquier modificación del territorio afecta sus modos de vida
y su particular forma de arraigo.
El 90% de las caletas pesqueras se localiza en zonas rurales; por ello no se in-
corporan a los instrumentos de planificación territorial que esencialmente regulan
áreas urbanas. Esta situación se expresa en crecimientos aleatorios y dependientes
de la variación de las condiciones económicas relacionadas con la pesca artesanal,
lo que dificulta la protección del paisaje y los ecosistemas asociados a las caletas. Se-
gún Vásquez (2009), el área del humedal está habitada únicamente por población
rural (2500 habitantes aproximadamente), concentrados mayoritariamente en la
caleta Tubul. Los datos previos al terremoto indican que el nivel de pobreza de la
caleta es de un 56%. La segunda localidad rural en importancia poblacional es la
caleta Las Peñas, ubicada en la ribera del río Raqui, con un total de 261 habitantes
(ficha CASEN, comuna de Arauco). El resto de la presencia humana colindante al
humedal corresponde a pequeños asentamientos dispersos, incluyendo a las peque-
ñas localidades de Raqui y Raqui alto.
La población asociada al humedal se dedica en su mayor parte a la actividad
agrícola y crianza de aves de corral, bovinos y porcinos, desarrollada en las praderas
y/o llanuras anegadizas. Son actividades de pequeña escala, para el consumo fami-
liar con un pequeño excedente para la comercialización, destacándose en el último
tiempo la producción de quesos artesanales. La agricultura ha recibido estímulos
por parte del Estado, mediante el fomento a la inversión privada en riego y drenaje.
La actividad ganadera es incipiente, ya que en general el área no posee condiciones
pedológicas favorables al desarrollo de praderas naturales o artificiales, condición
vital de toda economía ganadera.

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Una actividad productiva relevante realizada por la población de la caleta Tubul,


pero asociada al ecosistema marino costero propiamente tal, es la actividad pesque-
ra artesanal. En Tubul, el principal recurso extraído es el “huepo” o “navaja” (Ensis
macha) y la “navajuela” (Tagelus dombeii), además de otros moluscos y bivalvos.
Estos productos son vendidos a particulares que los exportan principalmente a
EE.UU., Japón y España. Otra actividad relevante es la forestal, debido a la presen-
cia extensas plantaciones de especies exóticas tales como Pinus radiata y Eucaliptus
globulus, que han sustituido a la vegetación nativa original. Las terrazas de erosión
marina colindantes al humedal Tubul-Raqui han sido colonizadas paulatinamente
desde principios de la década de los ’90 por plantaciones forestales, debido a la
predominancia de suelos IV y VII, cuya capacidad de uso permiten el desarrollo de
este tipo de actividad.
Hasta febrero del 2010, la principal actividad económica al interior del hume-
dal fue el cultivo intensivo del alga conocida como “pelillo” (Gracilaria spp.), ejerci-
da únicamente por habitantes de la zona, agrupando aproximadamente un total de
500 personas. Sin embargo, debido al severo levantamiento del humedal causado
por el terremoto, gran parte de los canales donde se realizaban los cultivos se de-
secaron, lo que actualmente impide el desarrollo de esta actividad productiva. La
extracción de pelillo ha sido regulada por la Subsecretaría de Marina del Ministerio
de Defensa a través de una concesión marítima de 320 hectáreas. La producción de
“pelillo” cosechada previamente al terremoto alcanzaba a unas 2.000 toneladas de
algas húmedas, que eran exportadas principalmente a Japón.
La ganadería también se desarrolla dentro de la cuenca, a través de la crianza de
vacunos para la producción de carne, leche y principalmente quesos. Dado que la
vegetación dominante existente en el humedal se caracteriza por ser de pastos grue-
sos y salinos, la ganadería se limita principalmente a los sectores llanos localizados
entre los sectores montañosos y el “espartal”. La actividad agrícola es incipiente
dentro de la cuenca y está destinada principalmente al autoconsumo.

Caso de estudio de efectos de desastres naturales en humedales costeros:


Perturbaciones causadas por el terremoto del 2010 en el humedal Tubul-Raqui

Con el objeto de analizar los cambios ecosistémicos derivados del terremoto, es


necesario hacer un análisis comparativo entre la situación previa al terremoto de
febrero del 2010 y la existente actualmente. Esta revisión se basa fundamentalmen-
te en la comparación de las 10 estaciones de muestreo estudiadas previamente al
terremoto por Stuardo et al. (1992), en los años 1990-1992, y por Valdovinos &
Sandoval (2011), en diciembre 2008 y agosto 2009. Estos mismos autores repitie-
ron las mismas estaciones con posterioridad al sismo, en abril, agosto y diciembre
del 2010. Los resultados obtenidos en el estudio de Valdovinos & Sandoval (2011)

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en cuanto a la estructura del hábitat físico, calidad de agua y biota acuática del hu-
medal, a partir del terremoto del 27 de febrero del 2010, muestra que el sismo ha
generado una serie de cambios ambientales. Algunos ocurrieron inmediatamente
durante el terremoto, y otros todavía se están manifestando. Aquellos generados
durante estos eventos propiamente tales, han sido inferidos a partir de evidencias
indirectas obtenidas a los 40 días post-terremoto. Por otra parte, los cambios ob-
servados a los 40 días, 6 y 10 meses corresponden a observaciones y mediciones
directas realizadas en terreno. A continuación se presenta una breve discusión los
resultados obtenidos por estos autores, siguiendo la secuencia temporal de los even-
tos y muestreos en terreno.

Cambios ocurridos durante el terremoto: El terremoto magnitud Mw8,8 tuvo una


duración aproximada de 180 segundos, período en el cual ocurrió el levantamiento
del humedal en ca. 1,6 m sobre el nivel medio del mar. Farías et al. (2010) han
descrito en detalle los cambios ocurridos a lo largo de la costa de Chile central. Este
levantamiento no habría sido homogéneo en toda el área del humedal, ya que algu-
nas zonas habrían experimentado un alzamiento cercano a los dos metros. Durante
el terremoto ocurrió el agrietamiento de muchos sectores del “espartal”, las cuales en
algunas zonas del río Raqui tuvieron una profundidad de 1,5 m y un ancho 0,3 m.

Cambios ocurridos en las primeras 10 horas del terremoto: Dada la magnitud del
alzamiento del humedal sobre el nivel del mar, se puede deducir que inmediata-
mente luego del sismo, se generaron fuertes corrientes de agua en dirección al mar,
erosionando parte de los bancos de arena de la boca. Evidencias de esta situación
han quedado en las riberas de los tramos inferiores de los ríos Tubul y Raqui, en los
cuales gran parte de las fracciones de arena y grava fueron transportadas río abajo,
quedando bolones y grandes cantos depositados en las orillas. La caracterización
de detalle de los sedimentos y sus procesos asociados habían sido descritos para el
estuario por Constabel (1993).
Una vez iniciado el vaciamiento del humedal, éste fue afectado por la entrada
de varias olas de tsunami, que alcanzaron en la zona costera una altura máxima de
12 m. El tsunami no sólo significó la entrada de agua marina costera, sino también
de grandes cantidades de arena que se depositaron sobre el “espartal” y en la red
de canales interiores del humedal. Dada la orientación predominantemente N-S
del tsunami y la configuración de la línea de costa (ver Ferraris, 1981), la zona más
afectada del humedal fue la del sector del río Tubul, por donde el tsunami ingresó
por ca. 3 km.
En relación a la biota acuática lo más conspicuo fue la destrucción de la tota-
lidad de las plantaciones del alga “Pelillo” (Gracilaria sp.) y una alta mortalidad
del crustáceo estuarino Hemigrapsus crenulatus, por arrastre de estos organismos
bentónicos hacia el sistema terrestre y su posterior desecación. Este cangrejo es una

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de las especies epifaunísticas más abundantes en ecosistemas estuarinos chilenos


(Grandjean, 1985), habitando además en sistemas similares de Nueva Zelandia
(Retamal, 1981).
En relación al “Pelillo”, la pérdida de estas plantaciones fue total, con impor-
tantes consecuencias sociales y económicas para los pobladores del área. La impor-
tancia para las comunidades locales de este recurso, ha sido discutida por Alveal
(1988), Werlinger & Alveal (1988) y recientemente por EULA (2008).

Cambios registrados a 40 días del terremoto: A principios de abril del 2010, prác-
ticamente no se observó el escurrimiento de agua desde el humedal hacia el mar.
La zona de la desembocadura estaba embancada por una amplia barra de arena,
que no podía se cruzada por embarcaciones artesanales de escaso calado. Se pudo
constatar la desecación parcial del 100% de los canales interiores que irrigan el
humedal, conservándose sólo pozas aisladas de aguas estancadas o con limitados es-
currimientos hacia los cauces principales. Con respecto a estos últimos, se observó
la desecación de hasta un 85% de los fondos de los canales principales de los ríos
Tubul, Raqui y del estero Las Peñas.
Debido a que a los 40 días del terremoto se mantuvo la pérdida total del régimen
de mareas en el interior del humedal y el intercambio con las aguas marinas costeras,
se registró una disminución de la salinidad, especialmente en el sector del río Raqui.
Con respecto a los fondos blandos, se registró la mortalidad total de los bancos
de bivalvos. La especie más afectada dada su elevada abundancia y biomasa en el
área, fue la “navajuela” (Tagelus dombeii), de las cuales aún se observan en los sedi-
mentos miles de conchas vacías en posición de vida, indicando una rápida muerte
en los fondos emergidos. Esta es una especie de importancia comercial presente en
las planicies intermareales del sur de Chile (Clasing et al., 1994, Jaramillo et al.,
2007). Según las mediciones de Navarro et al. (2008), se trata principalmente un
organismo con alimentación por suspensión, por lo que su ausencia tendría fuertes
implicancias en las características de la comunidad fitoplanctónica del humedal.
Con respecto a los substratos duros presentes en el humedal, tales como pi-
lares de puentes y embarcaderos, ya sean de madera, concreto o metal, así como
enrocados artificiales, en todos ellos se reportó la mortalidad total del crustáceo
estuarino Elminius kingii. Estos organismos acuáticos viven normalmente hasta el
límite superior de la zona intermareal. Dado el severo alzamiento de la costa, todas
las bandas intermareales que conformaban estos organismos quedaron expuestas a
la desecación.
Otro organismo que desapareció del área fue el pequeño bivalvo estuarino de
fondos blandos someros Kingiella chilenica Soot-Ryen 1957, el cual había sido re-
portado previo al terremoto en las estaciones de los ríos Tubul y Raqui, siempre en
muy bajas densidades. Este es un bivalvo endémico, que habita en fondos blandos
de marismas de estuarios del sur de Chile (Gallardo et al., 2006). Con respecto al

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sistema terrestre del humedal, es importante señalar que a los 40 días del terremo-
to, a que a pesar que todo el “espartal” se elevó significativamente sobre el nivel
medio del mar, ellos no mostraron evidencias haber sido afectadas.

Cambios registrados a seis meses del terremoto: En los muestreos llevados por Valdo-
vinos & Sandoval (2011) a los seis meses del terremoto, se constató que se man-
tuvieron las condiciones de hábitat registradas previamente a 40 días del sismo, en
cuanto a desecación de los canales interiores, de los hábitats acuáticos radiculares
y la ausencia de intercambio con las aguas costeras. Sin embargo, se observó un
leve incremento del nivel de espejo de agua, producto de una mayor cantidad de
agua dulce procedente de la cuenca de drenaje derivadas de las lluvias invernales.
A diferencia del muestreo de abril realizado en estiaje, y al igual que lo reportado
en años anteriores para el período invernal, en el muestreo de agosto la totalidad
del humedal presentó condiciones dulceacuícolas, en cuanto a salinidad y a otros
parámetros de calidad de agua.
En relación a la biota acuática, a los seis meses de ocurrido el terremoto se man-
tuvo la defaunación de las áreas desecadas. Un aspecto muy significativo en el eco-
sistema, por su relevancia en la dieta de aves acuáticas, fue una parcial recoloniza-
ción de anfípodos y poliquetos en las zonas de los canales principales no desecados,
a pesar de haber agua dulce en el momento del muestreo. No se registró ningún grado
de recolonización por parte de T. dombei, E. kingii y H. crenulatus, que habían previa-
mente desaparecido del área. Dentro de las especies que mostraron recolonización fue el
poliqueto estuarino Perinereis gualpensis, el cual en términos de abundancia y biomasa
corresponde a una de las especies de poliquetos más importantes de estuarios del
centro y sur de Chile (Bertrán, 1989; Díaz-Jaramillo, 2010). Una situación similar
ocurrió con el anfípodo Paracorophium hartmannorum, componente importante en
las cadenas tróficas estuarinas, especialmente por ser organismos detritívoros que son
consumidos por peces estuarinos como el “Róbalo” (Eleginops maclovinus (Cuvier,
1830) (Pequeño et al., 2000; Jaramillo et al., 2001; Bertrán et al., 2006).
A los seis meses del terremoto, el “espartal” tampoco mostró evidencias de haber
sido afectado. Sin embargo, en muchas zonas se pudo constatar la recolonización
de las zonas anegadas por las lluvias invernales, por el “Camarón de vega” (Parasta-
cus pugnax), que es típicamente dulceacuícola.

Cambios registrados a 10 meses del terremoto: A los 10 meses de ocurrido el terremo-


to, algunos indicadores prácticamente no mostraron señales de recuperación, otros
se van sucediendo hacia una nueva condición. En el último muestreo se constató
que se mantuvieron las condiciones de hábitat tales como la desecación de los ca-
nales interiores y de los hábitats radiculares. Sin embargo, en los canales interiores
que irrigan el humedal, donde se conservaban pozas aisladas de aguas estancadas,
en diciembre prácticamente se desecaron en su totalidad.

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Otras variables del hábitat mostraron claras evidencias de un leve retorno a la


condición previa al terremoto. Por ejemplo, se observó un incremento del nivel
de espejo de agua en ca. 0,3 m, y por lo tanto un aumento del área de los fondos
inundados y de la disponibilidad de hábitats para los organismos bentónicos. Ade-
más, se registró un incremento del intercambio con las aguas del mar, expresado en
leves fluctuaciones de los niveles de marea y salinidad, que fueron más evidentes
en el río Tubul que en el río Raqui. Asociado a lo anterior, hubo un incremento
de la profundidad en la boca de estuario, situación que facilitó la navegación y el
intercambio entre las aguas estuarinas y marinas costeras. El incremento en la pro-
fundidad también estaría asociado a la extracción de arena con maquinaria pesada
en esta zona, para permitir el desplazamiento de las embarcaciones. No se registró
una recolonización de T. dombei, E. kingii y pero sí del cangrejo H. crenulatus, lo
que es indicativo de una tendencia a la recuperación del estuario. Dada la existencia
de aguas salobres en el estuario en el último muestreo, a diferencia de lo observado
en el muestreo de agosto, no se registró la presencia de peces dulceacuícolas en la
parte madia y baja del humedal.
Con respecto a la vegetación terrestre, los “espartales” continuaron mostrado
síntomas de un adecuado estado fisiológico, incluso de observó una masiva flo-
ración de S. densiflora en todo el humedal. Otro aspecto que fue registrado en el
último muestreo fue la colonización de los fondos que fueron desecados, por parte
de vegetación terrestre la cual cubrió en algunos sitios hasta un 60% de los fondos
emergidos.

Situación existente a 18 meses del terremoto: A más de un año y medio de ocurrido


el terremoto se ha mantenido la condición general de desecación del humedal,
aunque muchas zonas son igualmente anegadas durante los períodos de lluvias in-
vernales. En los sectores parcialmente inundados de las zonas estuarinas de los ríos
Tubul y Raqui (hasta el sector de los dos puentes), se registró una clara influencia
de las mareas, que se manifiesta con los cambios horarios de nivel y por las salini-
dades. En cuanto a la biota acuática, no se ha registrado ningún grado de coloni-
zación de especies de importancia comercial, como algas y moluscos. En relación a
los pastizales salinos, se observó una incipiente mortalidad de S. densiflora ubicada
en los márgenes de los canales desecados.

Implicancias del terremoto sobre la conservación de la diversidad


biológica del humedal

Históricamente, dada la gran extensión de la marisma de Tubul-Raqui, la más im-


portante del centro y sur de Chile, además de su elevada biodiversidad y producti-
vidad biológica, combinada con un escaso grado de perturbación humana, han he-

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cho de este humedal uno de los más importantes de Chile en términos de conser-
vación de la biodiversidad. A pesar que fue severamente afectado por el terremoto
de febrero del 2010, mantiene propiedades que le permiten mantenerse dentro de
los humedales costeros más importantes del país, porque continúa proporcionando
sitios de nidificación y refugio para numerosas especies de aves, residentes y migra-
torias, muchas de las cuales presentan problemas de conservación o están califica-
das dentro de la categoría de “Raras”. Esta situación fue reconocida a nivel regional,
identificando al humedal como uno de los seis sitios prioritarios establecidos en la
Estrategia Regional y Plan de Acción para la Conservación de la Biodiversidad de
la Región del Biobío, situación que se mantiene luego del terremoto.
Las principales amenazas antropogénicas para la conservación del humedal y
sus alrededores, han sido históricamente la caza de aves, y la deforestación de las
cuencas que afecta la sedimentación de los ríos que lo alimentan. En relación a
lo anterior, las principales medidas adoptadas corresponden, en primer lugar, a la
prohibición de caza o captura de anfibios, reptiles, aves y mamíferos silvestres, en
un territorio de 7.822 ha. Esta prohibición tiene una vigencia de 30 años a partir
de junio del 2006 y fue establecida mediante el Decreto Supremo Nº 285 del Ser-
vicio Agrícola y Ganadero. La segunda medida de relevancia fue la destinación, con
fines de conservación, de 350 ha el predio fiscal de Isla Raqui, a través del Decreto
Supremo Nº 454 del Ministerio de Bienes Nacionales, que pretende conservar
hábitats y su biota asociada. Una tercera medida que actualmente se encuentra en
proceso de ejecución, y evidentemente la más importante por su extensión y en-
foque ecosistémico, corresponde a la postulación del humedal como sitio Ramsar,
para integrar la red humedales de importancia internacional. La superficie total que
se solicita sean declaradas como Sitio Ramsar es de 562 ha, de las cuales 350 ha son
terrenos fiscales y las otras 212 ha conforman los cuerpos de agua de los ríos Tubul,
Raqui y Estero Las Peñas, que corresponden al área de concesión de acuicultura
que posee la Asociación Gremial de Tubul, otorgada en 1994 por la Dirección de
Territorio Marítimo y Marina Mercante, mediante Decreto Supremo Nº 296. Los
terrenos que circundan el área que se está solicitando incorporar a los sitios Ram-
sar son propiedad particular. Es evidente que la designación del humedal como
sitio Ramsar sería un avance para la conservación de este humedal, considerando
que el principal objetivo de estos sitios es la conservación y el uso racional de los
humedales mediante acciones locales y nacionales, apoyadas por la cooperación
internacional. Esta situación aseguraría en gran medida la recuperación de este
ecosistema severamente dañado por una de las catástrofes naturales más severas que
ha afectado a los ecosistemas de nuestra región en el último siglo.

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Tabla 1. Cuadro resumen de los principales cambios registrados en el humedal Tubul-Raqui, que
pueden asociarse al terremoto y tsunami ocurridos el 27 de febrero del 2010. Los cambios ocu-
rridos durante el terremoto y tsunami, son inferidos a partir de evidencias indirectas obtenidas
a los 40 días post-terremoto. Los cambios a observados a los 40 días, 6 meses, 10 y 18 meses,
corresponden a observaciones y mediciones directas realizadas en terreno.

Tiempo Estructura del hábitat físico Calidad de agua Biota acuática

180 segundos –Levantamiento del humedal en ca. –Probablemente incremento de la –Probablemente sin efectos signifi-
durante el 1,6 m sobre el nivel medio del mar. turbidez por resuspensión de sedi- cativos, salvo el soterramiento de
terremoto –Agrietamiento de muchos sectores mentos del fondo. algunos macroinvertebrados por
terrestres del “espartal”. –Erosión de parte de algunas riberas transporte de sedimentos causado
por el incremento del oleaje dentro por el oleaje al interior del estuario.
del humedal, incrementando la
turbidez del agua.

10 horas post- –Probablemente fuertes corrientes –Incremento de la salinidad y la tur- –Destrucción del 100% de las plan-
terremoto en dirección al mar asociadas al bidez del humedal por el ingreso taciones de “Pelillo” (Gracilaria
levantamiento del humedal. del tsunami. spp.) por el arrastre causado por el
–Entrada de olas de tsunami de has- –Probablemente incremento de tsunami.
ta 12 m de altura y una carga de seston orgánico, debido a la –Alta mortalidad del crustáceo es-
arena marina, que ingresó hasta ca. incorporación de materia orgánica tuarino Hemigrapsus crenulatus por
3 km al interior del humedal. Dada particulada gruesa extraída al arrastre hacia el sistema terrestre.
la dirección N-S de la onda y la “espartal”. –Mortalidad de algunas aves acuáticas
configuración del terreno, el sector e incremento de aves carroñeras en
más afectado fue el del río Tubul, el área.
que estuvo más expuesto.
–Destrucción y transporte de gran-
des porciones del espartal por la
fuerte corriente.
–Pérdida total del régimen de ma-
reas debido al levantamiento y em-
bancamiento con arenas en la boca
del humedal.

40 días post- –Desecación parcial del 100% de los –Marcada disminución de la salini- –100% de mortalidad total de ma-
terremoto canales interiores que irrigan el hu- dad, especialmente en el sector del croinvertebrados acuáticos asocia-
medal, conservándose sólo pozas río Raqui. dos a las raíces de Spartina (Bryozoa,
aisladas de aguas estancadas. –Incremento de nutrientes (amonio, Crustacea, Annelida).
–Desecación de hasta un 85% de los nitrógeno total y fósforo total) y –100% de mortalidad de bancos de
fondos de los canales principales de clorofila en el interior del humedal. moluscos bivalvos, especialmente
los ríos Tubul, Raqui y estero Las –No se registraron condiciones de de la “navajuela” (Tagelus dombeii),
Peñas. En las aguas remanentes se hipoxia o anoxia en los canales cuyas conchas mantuvieron su po-
constató una significativa dismi- principales del estuario. sición de vida en los sedimentos
nución de la profundidad en hasta –En las pozas aisladas de aguas estan- emergidos.
ca. 2 m. cadas que se mantuvieron en los ca- –100% de mortalidad de los cirri-
–Formación de grietas de secamien- nales interiores, se registró hipoxia. pedios estuarinos Elminius kingii
to en gran parte de los fondos de- adheridos a substratos duros.
secados. –100% de mortalidad del cangrejo
–Desecación total de todos los hábi- estuarino Hemigrapsus crenulatus.
tats acuáticos radiculares de Sparti- –En los canales principales de los ríos
na por quedar fuera del agua. Tubul, Raqui y estero Las Peñas, en
–Se mantuvo la pérdida total del ré- los cuales se conservó agua, se regis-
gimen de mareas y el intercambio traron comunidades bentónicas con
con las aguas marinas costeras. menores abundancias y riquezas de
especies que las previas al terremoto.
–No se registró daño en la vegetación
de los “espartales”.

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Tiempo Estructura del hábitat físico Calidad de agua Biota acuática

6 meses –Se mantuvieron las condiciones de –La totalidad del humedal mostró –Se mantuvieron las mortandades de
post-terremoto hábitat registradas a los 40 días del condiciones dulceacuícolas, en organismos bentónicos de las áreas
terremoto, en cuanto a desecación cuanto a salinidad o otros paráme- desecadas.
de los canales interiores, de los há- tros de calidad de agua. –Se observó una leve recolonización
bitats radiculares y casi ausencia de –Se registró un incremento evidente de anfípodos y poliquetos en las zo-
intercambio de aguas con el mar. de metales (Hierro y Manganeso), nas de los canales principales no de-
–Se observó un leve incremento del en las aguas que escurrieron de los secados, a pesar de haber un 100%
nivel de espejo de agua, producto suelos de “espartales”. Estas con- de agua dulce.
de una mayor cantidad de agua centraciones estuvieron fuera de –No se registró una recolonización de
dulce procedente de la cuenca de rangos que pudieran significar un T. dombei, E. kingii y H. crenulatus.
drenaje. riesgo a la salud de las personas y –Se registraron peces de agua dulce en
–Las marcas del nivel máximo de al ecosistema. las cercanías de la boca del estuario,
las aguas registrado en las orillas, situación que no había sido previa-
muestra que en el período de cre- mente reportada en el área.
cida existió una inundación atípica –Se registró una recolonización de
del humedal producto del emban- los hábitats radiculares por arañas
camiento de la boca del humedal Lycosydae.
que dificultó el flujo de agua dulce –Se observó una colonización de par-
hacia el mar. te de los “espartales” anegados con
–El “espartal” manifestó un hundi- agua dulce, del “Camarón de vega”
miento de entre 8 y 15 cm y una (Parastacus pugnax), que es típica-
leve deformación horizontal, de- mente dulceacuícola.
bido a una pérdida de agua de los –No se registró daño en la vegetación
suelos en que se desarrolla. de los “espartales”.

10 meses –Se mantuvieron las condiciones de –En los sectores que se mantuvieron –Se mantuvieron las mortandades de
post-terremoto hábitat registradas a los 40 días y inundados, se observó un claro incre- organismos bentónicos de las áreas
seis meses del terremoto, en cuanto mento en la salinidad, profundidad desecadas.
a desecación de los canales interio- y cambios de nivel e hirodinamismo –Se observó una intensa recoloniza-
res, de los hábitats radiculares. asociados a los ciclos de marea. ción de anfípodos y poliquetos en
–En los canales interiores que irrigan las zonas de los canales principales
el humedal, que en los muestreos no desecados, con un retorno a una
anteriores conservaban algunas po- condición de aguas salobres.
zas aisladas de aguas estancadas, en –No se registró una recolonización
diciembre casi desaparecieron en de T. dombei, E. kingii y pero sí del
su totalidad. cangrejo H. crenulatus.
–Se observó un incremento del nivel –No se registraron peces de agua
de espejo de agua, producto de una dulce en las cercanías de la boca del
aparente recuperación en ca. 0,3 m estuario.
por hundimiento del humedal, y –Se estabilizó en términos de abun-
por lo tanto de un incremento de dancia la recolonización de los há-
los fondos inundados. bitats radiculares por arañas Lycos-
–Se registró un claro incremento del ydae.
intercambio con el agua de mar, lo –Se limitó la colonización de parte
cual se manifestó en cambios en los de los “espartales” del “Camarón de
efectos de marea, los que fueron vega” (P. pugnax).
más evidentes en el río Tubul que –No se registró daño en la vegetación
en el río Raqui. de los “espartales” (incluso de obser-
–Hubo un incremento de la profun- vó su masiva floración).
didad en la boca de estuario que –Se observó una masiva recoloniza-
facilitó la navegación y el inter- ción de los fondos desecados por
cambio entre las aguas estuarinas y parte de vegetación terrestre, las
marinas costeras. cuales cubrieron hasta un 60% de
los fondos emergidos.
–Se registró un aparente incremento
de zancudos Culicidae.

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Tiempo Estructura del hábitat físico Calidad de agua Biota acuática

18 meses post- –Se mantuvieron las condiciones de –En los sectores que se mantuvieron –Se mantuvieron las mortandades de
terremoto hábitat registradas a los 40 días y inundados, se observó un claro organismos bentónicos de las áreas
seis meses del terremoto, en cuanto incremento en la salinidad, pro- desecadas.
a desecación de los canales interio- fundidad y cambios de nivel e hi- –No se registró una recolonización
res, de los hábitats radiculares. rodinamismo asociados a los ciclos de T. dombei, E. kingii y pero sí del
–Se registró un claro incremento del de marea. cangrejo H. crenulatus.
intercambio con el agua de mar, lo –Se registró daño parcial en la vege-
cual se manifestó en cambios en los tación de los “espartales”, limitada
efectos de marea, los que fueron sólo a las riberas de los canales de-
más evidentes en el río Tubul que secados.
en el río Raqui.

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Sociedad Hoy 19: 53-69, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512

Carnaval perverso: Terremoto + tsunami


y saqueos en el Chile de 2010
Perverse carnaval: Earthquake + tsunami and lootings
in Chile by 2010

Manuel Antonio Baeza R.2

Resumen

La tragedia de fines de febrero de 2010 interpela también a las ciencias sociales por la amplitud de la
crisis y, en especial, por los alcances que tuvo sobre la vida social de los chilenos. El resultado de este
desastre tiene un sentido de deterioro muy amplio: destrucción material y pérdida de vidas humanas
en un primer momento, pero también destrucción social por el tema de saqueos posteriores en di-
versas ciudades afectadas y reacciones defensivas resultantes de un fuerte sentimiento de desamparo.
Por cierto, existió como siempre el ímpetu consabido de solidaridad en situaciones de crisis agudas,
pero también existió desconfianza para con un Otro convertido en enemigo potencial. Más que un
fenómeno de anomia, en el sentido clásico del concepto, se sugiere la idea de la ocurrencia de lo
que en este artículo llamamos un carnaval perverso, ocurrido durante tres días de desaparición del
Estado, del poder y de la norma social.

Palabras clave: Realidad social, subjetividad social, crisis, rumor.

Abstract

The tragedy of the ending of February 2010 is also addressing to the social sciences by the ampleness
of the crisis and, especially, for the reach it had on the social life of the Chilean people. The result of
this disaster has a very broad sense of deterioration: material destruction and loss of humans’ life at
first, but also social destruction by the subsequent lootings in several cities affected, and defensive
reactions resulting from a strong sense of helplessness. Indeed, there was as always the familiar mo-
ment of solidarity raised on situations of acute crisis, but there was also distrust of one for another
since they could become a potential enemy. More than a phenomenon of anomie, at the classic sense
of the concept, it suggested the idea of ​​the occurrence of what this article calls a perverse carnival,
which took place during three days of the disappearance of the State, the power and the social norm.

Keywords: Social reality, social subjectivity, crisis, rumor.

Recibido: 22.02.11. Aceptado: 20.05.11.

1
Este artículo es la versión corregida de la conferencia pronunciada el 10.06.10 en los Jueves Culturales
organizados por el Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Concepción. Concepción, Chile.
2
Profesor Titular de la Universidad de Concepción. Doctor en Sociología y Magíster en Antropología (Uni-
versidad de La Sorbonne Nouvelle, Paris III). Sociólogo y Director del Departamento de Sociología y Antropo-
logía de la Universidad de Concepción. Concepción, Chile. Coordinador del Grupo Sociedad Civil y Recons-
trucción de la Universidad de Concepción. Coordinador para América Latina del Grupo Compostela de Estudios
sobre Imaginarios Sociales (GCEIS). E-mail: mbaeza@udec.cl

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Sociedad Hoy 19: 53-69, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Carnaval perverso: Terremoto+tsunami... / M. A. Baeza R.

i. ¿Qué entendemos trivialmente por realidad?

“¿La realidad? Bueno, todos quienes estábamos aquí el 27 de febrero y los días posterio-
res, la vivimos y también la vimos con nuestros propios ojos”, se escuchó y se escucha
aún decir en una infinidad de testimonios recogidos en las zonas afectadas por el
terremoto y posterior tsunami. Todos éramos, al fin y al cabo, simultáneamente,
actores y espectadores de una tragedia mayúscula. Las vivencias y las imágenes eran,
por cierto, muy crudas e impactantes como para no remitirnos en forma directa a
ellas y provocar incluso en muchos de nosotros un sórdido y brutal miedo escatoló-
gico, o sea una manifestación quizás tangible del persistente imaginario social del
fin de los tiempos3. En otras palabras, en ciertas condiciones particulares, pudimos
constatar que el miedo adquiere también –en determinadas circunstancias– una
dimensión social, en donde intervienen factores culturales y psicosociales (Baeza,
2008; Solsona, 2011). Podemos resumir diciendo que el miedo entonces, básica-
mente, revela su génesis social cuando las formas rutinarias del mundo de la vida
social son alteradas.
Pero, más allá de una vivencia sin duda espantosa, ¿qué es lo que finalmente vi-
mos con nuestros ojos? Lo que hemos percibido, al fin y al cabo, ¿comprende todo
lo que ha de entenderse por “realidad”? ¿Hasta qué punto esa “realidad” puede estar
compuesta por elementos fantasmagóricos o “irreales”? Incluso, ¿qué papel puede
jugar la divulgación de un rumor en una construcción determinada de “realidad”,
independientemente del hecho de que tal “realidad”, descrita a menudo con un
lujo de detalles, sea “real” o simplemente “virtual”?
Al intentar responder a todo este conjunto de preguntas nos encontramos con
un problema de fondo y según el cual no podemos sino problematizar en torno a
lo que, a priori, parece muy simple: con rigor científico podemos decir que la rea-
lidad tiene, sin embargo, varios planos o niveles, que van desde la superficie de la
apariencia hacia la profundidad de lo no directamente sensible y que esto es mucho
más problemático aún tratándose de definir lo que llamamos realidad social 4.

3
“El miedo escatológico vincula la creencia en poderes ultraterrenales que manejan y deciden el fin del mun-
do, es una experiencia que va más allá de lo que pueda ocurrir en términos personales, es la estancia última de este
mundo, involucra el sentido último de la vida, es lo inexorable, la realización del mito final, el día del juicio final.
El miedo escatológico subyace en el inconsciente colectivo y es un miedo que va más allá del solo hecho de morir.
Es el ajuste final de la vida toda, se cruza con el destino colectivo, con el fin último de la vida, no de mi vida, sino
del universo, del cosmos, de la explicación y razón última de nosotros los seres humanos, que ‘no somos nada sino
polvo’. Es la llegada del tiempo bíblico profetizado, aunque no por ello bienvenido” (Luna, 2005: 155).
4
Se puede decir que la realidad, cualquiera sea ella, está compuesta por los siguientes planos o niveles: a) plano
aparente o superficial, accesible a los sentidos en su totalidad, a condición de haberlo experienciado anteriormente
y así poder hacerlo consciente; b) plano subyacente, medianamente accesible a los sentidos porque requiere de
informaciones complementarias; c) plano ideacional o imaginado, de ninguna manera relacionado con los sen-
tidos, configurado subjetivamente por el observador en base a su imaginación creativa; d) plano inconsciente o
arquetípico, con sede en el inconsciente colectivo (en el sentido de C. G. Jung). Ahora bien, la dificultad mayor
que acarrea todo ejercicio de inteligibilidad de la realidad social es, en especial, el carácter engañoso del primero
de estos planos.

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Sociedad Hoy 19: 53-69, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Carnaval perverso: Terremoto+tsunami... / M. A. Baeza R.

Esta afirmación básica camina en el sentido de la demostración según la cual, en


primer lugar, lo aparente no constituye necesariamente una evidencia automática,
ni mucho menos, a pesar de contener esa apariencia la información que llega más
rápidamente a nuestra conciencia. Ahora bien, y porque el modo mismo en el cual
funciona la conciencia de algo es aquello que denominamos subjetividad, vale decir
la puesta en acción de la totalidad compleja de nuestro aparato cerebral, la opinión
necesariamente subjetiva de sentido común, o sea aquellos juicios expeditos que la
media de las personas realiza –con fines prácticos de inteligibilidad rápida del mun-
do– se funda, la mayor parte de las veces, en lo que se observa en este primer plano
superficial: esto es real puesto que lo he percibido, lo he visto con mis propios ojos.
Pero, no obstante, para quienes hacen ciencia, aquella famosa recomendación
cartesiana acerca de la duda elemental para emprender desde allí el conocimiento
es algo aquí muy pertinente, puesto que la existencia de varios planos de la realidad
obliga entonces, en particular al científico, a buscar en lo que subyace a lo aparente
un conjunto de componentes no accesibles a la observación directa, para intentar
así una totalización cognitiva (siempre provisoria5) de una realidad que es, al fin y
al cabo, multidimensional, y así intentar alcanzar el conocimiento (Baeza, 2008).
Lo que a continuación nos proponemos hacer es un análisis establecido en va-
rios niveles de los hechos acontecidos con motivo del terremoto y tsunami, desde
un punto de vista que básicamente se pretende sea socio-antropológico.

ii. Terremoto y realidad multidimensional

Desde aquel fatídico sábado 27 de febrero de 2010, la ciudad de Concepción, al


igual que Talcahuano, Penco, Chiguayante, Hualqui, Coronel, Lota y, desde luego,
más allá de nuestra región, un sinnúmero de comunas en una enorme zona del te-
rritorio centro-sur del país afectada por un impactante fenómeno de la naturaleza,
entre las regiones del Libertador Bernardo O’Higgins y del Biobío, sufrieron –en
mayor o menor medida– un conjunto de escenarios y momentos catastróficos:
terremoto, tsunami, saqueos, cortes de suministros básicos, interrupción de comu-
nicaciones, ingobernabilidad relativa por espacio de varios días, etc. Es permitido
pensar que los balances de esta multicatástrofe con características de caos manifies-
to, al cabo de semanas y meses consecutivos a la tragedia, se encuentren todavía
incompletos, comenzando por el número más o menos exacto de víctimas fatales,
bajo los escombros o, peor aún, literalmente tragados por el mar.
En el plano de los análisis, que involucran necesariamente distintas disciplinas,
nos limitaremos al abordaje de un fenómeno que, para fines prácticos no asocia-

5
Una totalización cognitiva no puede ser sino provisoria en tanto ella no hace más que revelar el estado actual
del conocimiento, pero éste no indica jamás cuáles son sus propias fronteras.

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remos conceptualmente a la idea confusa de “terremoto anómico”6 (los días 27 y


28 de febrero y 1 de marzo), en donde se conjugaron una ausencia o invisibilidad
notoria de autoridad estatal (sumida en la desinformación, la incapacidad de re-
acción inmediata, la inoperancia de determinados servicios de primera línea en
situaciones de catástrofe) y una sociedad civil en situación de desprotección, a la
vez que tensionada entre la intuición de precariedad y escasez por un lado y, por
otro, la oportunidad de aprovechamiento sin duda amoral de esta misma situación.
Para la sociología en particular, y para las ciencias sociales en general, el fenó-
meno reviste particular importancia, por cuanto muchos de nosotros nos decla-
ramos sorprendidos por lo acontecido, con saqueos monumentales e incluso con
destrucción por incendio de locales comerciales y supermercados, en circunstancias
que la mayor parte de la población se debatía entre el dolor por la pérdida de seres
queridos, la desinformación respecto de la suerte corrida por familiares y amigos,
la constatación de daños muchas veces irreparables, etc. En este sentido, el análisis
puede ser configurado en torno, al menos, a cinco ejes analíticos que, articulados
entre sí, permiten comprender el fenómeno en cuestión, problematizando al mis-
mo tiempo en el tema de la realidad observada:

a) en primer lugar, la cuestión de ciertos comportamientos sociales dominantes en


la sociedad chilena antes del terremoto;
b) en seguida, la cuestión de la “falla estructural” operativa del Estado chileno en
momentos de crisis aguda;
c) luego, la cuestión psicosocial de lo que podríamos considerar como una situa-
ción de vulnerabilidad extrema –objetiva y subjetiva– de la población en un
momento crítico;
d) después, la cuestión delictual del saqueo masivo propiamente tal en situación de
catástrofe recién producida;
e) por último, la cuestión de la solidaridad y cooperación mutua, principalmente
entre vecinos y también entre familiares.

Avancemos ahora en el análisis socio-antropológico del fenómeno que aquí re-


tiene nuestra atención, en conformidad a este mismo esquema axial que acabamos
de proponer:

6
La alusión directa que hacemos aquí es al concepto de anomia, empleado por Émile Durkheim para referirse
al desajuste que puede producirse en individuos con respecto a las normas sociales vigentes (cf. Durkheim, 1985).
Más adelante veremos, en todo caso, que tal concepto no es adecuado en la situación aquí analizada.

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iii. Contexto ideológico y contribución a la configuración de realidad de crisis

En primer lugar, es necesario dar cuenta de importantes cambios culturales que se


fueron produciendo en la sociedad chilena en el curso de las últimas décadas, por
la incidencia que dichos cambios han tenido en determinados comportamientos
individuales y colectivos con motivo del terremoto.
En este sentido, desde la ciencia social se advirtió en múltiples oportunidades
acerca de una destrucción significativa del tejido social anterior y del avance co-
rrelativo de la búsqueda egocéntrica del éxito y de la posesión material, vale decir
una especie de repliegue individualista y narcisista acompañado de un curioso ima-
ginario de prescindencia de lo social (un ejemplo claro es el desinterés por asumir
cargos en juntas vecinales y, en general, por adherir en forma voluntaria a grupos
organizados, a tal punto que se llegó en algunos años a un nivel de asociatividad en
Chile que se ubica entre los más bajos de América Latina). La vida social remite así
a un predominio creciente de la privatización de la existencia de los individuos en
tanto ideal de un inédito y caricatural chilean way of life.
No resulta demasiado difícil observar que en ciudades y barrios de clase media
y media alta –en un país en que lentamente sus habitantes han empezado a auto-
adscribirse de manera mayoritaria como clase media7– la tradicional convivialidad
decayó prodigiosamente: hoy en día, los vecinos ya prácticamente no se conocen
entre sí, se envían mensajes indirectos, o en el mejor de los casos correos electróni-
cos, cuando la comunicación se hace ineludible. La comunicación entre personas,
en su conjunto, tiende hoy a modificarse de manera cualitativa: en segmentos jó-
venes especialmente, buena parte de la comunicación interpersonal tiene lugar, de
manera creciente, con la mediación de una herramienta tecnológica, como lo son
Facebook, Twitter, cuando no el ya masificado teléfono celular.
El consumismo, en este nuevo contexto, se ha hecho presente de manera cre-
ciente desde la década de los ’80 (cf. Moulián, 1999; Valdivia, in: VV.AA., 2010),
agotando las tarjetas de crédito, incrementando el endeudamiento de las familias
de modo exponencial (los cálculos económicos hacen fluctuar este tipo de endeu-
damiento, a mediados de los ’90, entre 7 y 10 veces el monto de un salario). La
sociedad chilena, a comienzos del siglo XXI, es una sociedad profundamente trans-
formada: junto con el descrédito de la política y de muchas de las instituciones
del Estado, la fragmentación y hasta la atomización social implicó sobre todo una
devaluación de muchos valores sociales (como la solidaridad, por ejemplo) que
quedaron relegados a menudo a segundo plano, limitándose a menudo a meras
contribuciones económicas esporádicas como expresión de solidaridad, como ocu-
rre con la popular y ya tradicional Teletón a fines de año.

7
Lo cual implica pasar a tener, sobre todo, aspiraciones de tipo mesocrático.

57
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En este punto, la primera tesis que se puede defender en esta oportunidad con-
sistirá en decir que esos factores ideológicos negativos, que conjugan elementos de indi-
vidualismo exacerbado y consumismo frenético, así como también de comunicación a
distancia, intervinieron de sobremanera en el momento del terremoto, en especial en los
primeros días con motivo de los ampliamente conocidos saqueos masivos, tal como se
verá más adelante en este artículo.

iv. Gestión estatal deficitaria de la crisis en su contribución especial


a la configuración de realidad social

El tema de la “falla estructural” del Estado chileno ha sido ya bastante difundido y


no vale la pena insistir demasiado aquí acerca de las increíbles insuficiencias de los
sistemas de alerta a la población, de las vacilaciones graves en la toma de decisiones,
de la precariedad de medios disponibles en situaciones de catástrofes, comenzando
por la insólita incomunicación entre organismos estatales, entre autoridades loca-
les, regionales y nacionales, y sobre todo las falencias de la regionalización en los
términos de grados de autonomía en la toma de decisiones, etc.
Podemos al respecto agregar, en términos muy generales y mucho más allá del
caso chileno, que en nuestros tiempos de globalización y de neoliberalismo, el
Estado moderno occidental tiende a debilitarse en extremo, afectando muy fuerte-
mente con ello los mecanismos anteriores de protección social (Baeza, 2008). En
todo caso en Chile, el debilitamiento del Estado, desde hace varias décadas cada
vez más convertido en un Estado zombi, hacía relativamente previsible su colapso
en situación extrema.
Nos interesa muy particularmente analizar el tema de los efectos inmediatos de
esta falla multisistémica, con especial énfasis en todo cuanto dice relación con las
percepciones colectivas, o mejor dicho con la subjetividad social en un momento
de crisis aguda. Desde este punto de vista, los habitantes de las zonas cercanas al
epicentro, en especial de las mayores conurbaciones (como el Gran Concepción,
por ejemplo) se vieron enfrentados efectivamente a una situación de abandono
parcial o total desde las primeras horas; una sensación de desgobierno, de ausencia
de directivas (cuando no presencia de directivas erróneas, como fue el caso del
tsunami) y de improvisación en la adopción de ciertas medidas inmediatas, con lo
cual la subjetividad social reinante fue la de una “ley del más fuerte”.
Una subjetividad social muy particular se configuró con una velocidad asom-
brosa desde las primeras horas de producida la catástrofe, aunque siendo aquélla
muy probablemente influenciada por ciertas percepciones negativas que se mante-
nían en estado de latencia, en especial frente al comportamiento de la clase política
y de la maquinaria estatal. Un sentimiento mezclado de impotencia, inseguridad
y abandono de la población pareció inspirar dos tipos de imaginarios sociales no

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completamente antagónicos: por un lado, aquél de la precariedad y de la escasez


previsible; por otro, aquél del aprovechamiento de una situación de ciudades “sin
custodia” alguna. El colapso de muchas edificaciones y también de vías de comuni-
cación se unía al colapso de los mecanismos estatales de emergencia8, pero también
de control social; lo que llamamos acá una “falla estructural” del Estado (Tijoux,
in: VV.AA., 2010), al no decretarse de inmediato por ejemplo el estado de sitio9, en
términos sociales significó incapacidad reactiva, desorganización, sensación de caos
en todos los aspectos.
Una segunda tesis, más bien de carácter politológico esta vez, consistirá simple-
mente en decir entonces que se desató una crisis de gobernabilidad aguda como efecto
inmediato de una catástrofe de gran envergadura, lo cual es revelador de deficiencias
graves en el Estado. Resulta bastante fácil advertir que el más que llamativo “terre-
moto anómico” –un concepto más que discutible– tiene estrecha relación con este
punto, en especial por el hecho de las percepciones que la crisis de gobernabilidad,
por la desaparición momentánea del Estado, inspiró en buena parte de la pobla-
ción10.

v. Memoria social débil y no contribución a la configuración


intersubjetiva de realidad en momentos de crisis

El tercer tema, referido esta vez a la vulnerabilidad psicosocial de una población


sometida a este tipo de tragedias, tiene que ver con el factor confiabilidad en las
formas que la sociedad misma adopta para enfrentar situaciones límite. En efec-
to, la sociedad chilena en su conjunto, por razones fundamentalmente culturales,
parece no aprovechar las lecciones de su propia historia y crea la sensación de des-
deñar de manera sistemática las experiencias sociales presuntamente acumuladas
en su memoria colectiva. No está demás señalar que en la síntesis de propuestas
elaboradas por el grupo de especialistas de distintas disciplinas de la Universidad de

8
En la mañana del día 27 de febrero, a las 07:34 A.M., un tercer fax de la Armada hablaba de variaciones de
marea “notables” y de la observación de olas de magnitud variable; a las 09:00 A.M. la Presidenta de la República
descartaba el riesgo de tsunami…
9
Obsérvese en este punto el fracaso absoluto de la regionalización, en cuanto a la nula posibilidad de dictar
in situ las medidas urgentísimas que la situación ameritaba. El Estado central evaluaba, tarde e incorrectamente,
una situación producida en regiones, a partir de informes que se calificaba sustantivamente en Santiago. En este
sentido de la falla del Estado, no es tampoco anodino el hecho de la reticencia del gobierno de la Presidenta
M. Bachelet en llamar a las fuerzas armadas para el restablecimiento del orden público, dados los antecedentes
entregados por la historia aún reciente de nuestro país y por todos conocida. En este punto, el sociólogo M. A.
Garretón expresaba en un libro suyo serias dudas acerca de la transición democrática y la permanencia de enclaves
autoritarios y, sobre todo, la existencia de “prerrogativas de las Fuerzas Armadas por encima del poder político” (M.
A. Garretón, 2007: 44).
10
Con la instalación del estado de sitio y la llegada de fuerzas militares, la población pareció respirar aliviada,
siendo estas últimas saludadas con aplausos en las calles. En sentido metafórico, la población no hacía otra cosa
que “re-visualizar” al Estado.

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Concepción Sociedad civil y Reconstrucción11 se propone la creación de una nueva


institucionalidad, estatal o privada, universitaria o extra universitaria, encargada
de preservar, desarrollar y también socializar la experiencia social de la región acu-
mulada en la memoria colectiva, en especial con respecto a este tipo de situaciones
catastróficas.
Parafraseando algo abusivamente al sociólogo francés Alain Touraine (1993),
diríamos que el argumento sociológico implícito en este punto es que toda so-
ciedad, por su historicidad consustancial, trabaja sobre sí misma y para sí misma
intentando asegurar su reproducción como tal, buscando garantizar para ello en
primer lugar su más elemental cohesión interna. En este mismo sentido, la memo-
ria social, planteada en el sentido de Maurice Halbwachs (2004), no puede quedar
al margen del trabajo que una sociedad realiza sobre sí misma, so pena de amenaza
disolvente identitario que puede tener su omisión. Pues bien, y sin riesgo mayor de
caer en excesos, se podría pensar que la sociedad chilena trabaja sobre sí misma más
en función de una singular amnesia social que en función de una memoria social,
y los ejemplos abundan en este sentido.
Solamente citaremos tres ejemplos que resultan bastante elocuentes en este as-
pecto: i) los problemas de conectividad debidos al cruce del río Biobío son hoy
idénticos a los producidos con motivo del terremoto de 1960 y antes aquél de
1939, como si el tema de los puentes destruidos anteriormente no hubiera dejado
ninguna lección; ii) la persistente construcción de edificios altos en borde costero
y en suelo arenoso fue altamente desaconsejada por expertos japoneses con motivo
del terremoto de 1965 en la zona central, en particular en el sector Reñaca de Viña
del Mar, lo cual contrasta con la fuerte densidad de las edificaciones que hoy se
observa en ese mismo lugar; iii) los simulacros de tsunami fueron siempre ejercicios
cívicos muy esporádicos y muy localizados, como si el conjunto de nuestras costas
no estuviera potencialmente bajo esa amenaza, teniendo como corolario el hecho
de la nula eficacia de los más que débiles protocolos de evacuación.
A lo anterior, podríamos agregar el hecho paradójico de que el aparataje estatal
chileno estaba dotado de una simple “oficina” de emergencia, como si este tipo de
“eventos” fuese simplemente una probabilidad algo remota. En tales condiciones
de amnesia social –y ésta es nuestra tercera tesis– no resulta tan sorprendente cons-
tatar que la población, en este tipo de situaciones, tendió a reaccionar guiada por un
instinto de sobrevivencia, sin confiar demasiado en autoridades, organismos públicos,
entidades varias. Hay un antecedente interesante en materia de credibilidad social
en los aparatos del Estado: cuando se produjo el famoso “falso tsunami” en diciem-
bre de 2004, con la huida hacia sectores altos de cientos o miles de habitantes de
numerosas comunas costeras de la región del Biobío, gran parte de ellos no creía en

11
Cf. VV. AA., Propuestas para la reconstrucción de la Región del Biobío. Concepción, Universidad de Concep-
ción, 2010.

60
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la veracidad de la información oficial simplemente desmintiendo la noticia y, como


consecuencia, se negaron durante varios días a regresar a sus hogares.

vi. Construcción intersubjetiva de realidad social y de desprotección


en tiempos de crisis: el tema específico de los saqueos

En este punto, observamos que aquello que se ha denominado muy circunstan-


cialmente un “terremoto anómico”12 propiamente tal no sería otra cosa que el re-
sultado de la conjunción perversa de los tres factores anteriores, bajo la forma de
comportamientos individuales y colectivos aparentemente susceptibles de entrar
en el campo cubierto por el concepto durkheimiano de anomia, aunque se deba
advertir de inmediato que se trataría en el mejor de los casos de un fenómeno
anómico bastante sui generis, por cuanto se aleja en algunos puntos esenciales del
planteamiento efectuado por É. Durkheim13. En tales condiciones, nos parece que
el recurso al concepto de anomia es simplemente inadecuado.
Una cuarta tesis que sostenemos en esta ocasión consiste por ende en decir que,
en determinadas condiciones –en este caso, de catástrofe, con las múltiples características
ya señaladas en los puntos precedentes– los individuos, tanto aquellos que participaron
en saqueos como aquellos que actuaron de manera defensiva, lo hacen en una forma
muy particular de percepción de ausencia de control social sobre los actos humanos
individuales y colectivos, a lo cual se agrega una muy peculiar desvaloración de códigos
ético-morales a escala social.
El uso de la pistola, por ejemplo, para fines de ataque o de defensa quedó su-
bordinado únicamente al juicio individual, al presentir o constatar que no ha-
bía restricciones policiales, al entender que en ciertas circunstancias los códigos
ético-morales también individuales habituales podían quedar momentáneamente
entre paréntesis. Por extensión, el terreno parecía quedar expedito para asaltar (o

12
Hemos preferido esta denominación a la de “terremoto social”, por cuanto éste se podría producir si las au-
toridades del país, más allá de los hasta ahora demorosos programas de contingencia, no levantan más allá de éstos,
un plan masivo de reconstrucción. En efecto, los efectos previsibles de la catástrofe en materia de actividad econó-
mica, de empleo, de disponibilidad habitacional, de conectividad interurbana, etc., hacen necesario un auténtico
Plan de Reconstrucción, con créditos internacionales de gran envergadura, una especie de mini Plan Marshall, que
los actuales gobernantes aún no anuncian. De prevalecer esta llamativa inercia, no se puede descartar, en mayor o
menor grado, una explosión –o “terremoto”– social de descontento.
13
La anomia, en el sentido dado al concepto por el sociólogo É. Durkheim, se refiere a individuos que se
encuentran en una situación de inadaptación mayor o menor con las reglas sociales vigentes, lo cual puede ser
causal de suicidio, por ejemplo. Es de constatar, sin embargo, que en esta situación planteada por el sociólogo
francés la regla social sigue estando presente en la sociedad y que el problema es de ciertos individuos y grupos
colocados en situación de inadaptación frente a las normas sociales; pero es de constatar que la situación vivida
con motivo del terremoto y tsunami da cuenta de una “suspensión” o invisibilización no prevista y momentánea
de dichas reglas, razón por la cual, con cierta cautela conceptual, hemos preferido hablar de fenómeno anómico sui
generis. No obstante, quizás sea mucho más pertinente hablar de clima carnavalesco perverso, como lo insinuamos
más adelante en el texto.

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Sociedad Hoy 19: 53-69, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Carnaval perverso: Terremoto+tsunami... / M. A. Baeza R.

saquear) o para la autodefensa; en sentido metafórico, la dinámica socio-imaginaria


suscitada por la imagen de puertas abiertas en una lujosa mansión sin custodia
sirvió para ambos lados: para ingresar a ella y apoderarse de lo que allí se encuentra
o para asumir la protección de la misma; el peso ideológico y cultural del consu-
mismo antes evocado, en todo cuanto aquí nos sugiere, tiene en este punto preciso
mucho que decir.
De modo entonces que se convierten en saqueadores no solamente vulgares de-
lincuentes con prontuario sino también ciudadanos comunes y corrientes, así como
se convierten en defensores (en muchos casos provistos de armas) no solamente
aprendices de paramilitares sino igualmente ciudadanos comunes y corrientes. No
es anodino recordar en este punto que sentimientos, emociones y racionalidad no
son disociables en la inspiración subjetiva de la acción, como bien lo señalara en su
momento Agnes Heller (1993).
Ahora bien, con mucha prudencia conceptual, en el “terremoto anómico” sui
generis, vale decir en la configuración de un fenómeno que se sitúa en medio de
una subjetividad social especialmente caracterizada y materializada –como ya lo
decíamos más arriba– por una invisibilidad momentánea de normas y controles
sociales y de autoridades, hay sin embargo que distinguir en el caso de las acciones
de saqueo masivo dos tipos que podemos diferenciar en función de toda una he-
terogeneidad de motivaciones14: 1) aquélla que estuvo guiada por el sentimiento
de inminencia de escasez durable de mercancías de primera necesidad, dada la
magnitud del “evento” telúrico y, 2) aquélla que, en definitiva, estuvo guiada por
el sentimiento de oportunidad única de obtención de mercancías para uso propio
o para posterior comercialización y sin distinción para ello de lo estrictamente ne-
cesario y de lo superfluo.
Mientras la primera de estas acciones, no menos moral y éticamente reprobable,
no encuentra su justificación por hambrunas prolongadas (porque, obviamente,
éstas no existían en ese momento), sí la tiene por intuición anticipatoria de escasez
principalmente de alimentos o de bencina, por miedo a quedar sumidos en el aban-
dono más precario, la segunda tiene otras características: este tipo de acciones in-
corporaba, en efecto, la idea de aprovechamiento inesperado de una situación con
fines de posesión de artículos diferentes a los que ya se poseían, así como también
el afán lucrativo de posesión de mercancías con fines de reventa posterior. Hemos
recogido algunos testimonios en ambos casos y, a través de la figura del saqueo, se
confirman los dos tipos de motivaciones15.

14
“(…) en los saqueos hubo variadas motivaciones: desesperación por la pérdida de todo bien material, pero tam-
bién un tremendo espíritu de lucro (quienes robaban para revender) y de consumo (tener aquello que no se podía com-
prar, pero que se deseaba), deseo estimulado por una cultura que valoriza el bienestar material en desmedro de los valores
sociales” (V. Valdivia, in: VV.AA., 2010a:153).
15
Testimonios del primer caso: “Robar bencina el día sábado, lo entendí como la única forma que tenía para

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Por último, es necesario también efectuar una mirada referida a las subjetivida-
des sociales con motivo del “terremoto anómico” sui generis, en materia de estig-
matización del Otro. La identificación presunta o real del saqueador, convertido en
una suerte de actor colectivo (la horda, según el propio lenguaje de los habitantes
del Gran Concepción), contiene un elemento muy pernicioso como lo es –en len-
guaje goffmaniano– el estigma (Goffman, 1995). Ese Otro, convertido por sensa-
ción de temor en un enemigo potencial, tomó distintos nombres y apellidos: los
“flaites”16, los habitantes de tal o cual sector de la conurbación, los fugados de las
cárceles, etc., daban cuenta de la enorme segmentación social del país, al mismo
tiempo que estimulaban los imaginarios sociales de la amenaza inminente, del es-
pectro del asaltante.
Hace algunos años ya, expresamos nuestra preocupación por la forma que han
ido tomando nuestras ciudades, transformadas cada vez más en verdaderos “archi-
piélagos”, a través de la constitución de espacios disociados entre sí17, a partir de
una ausencia de planificación urbana pertinente y de una pérdida sensible de pres-
tigio de los centros de las ciudades (Baeza, 2003). La ciudad espacial y socialmente
fragmentada, incide directamente en comportamientos colectivos de desconfianzas
mutuas, cuando no en el sentimiento de amenaza proveniente de áreas cercanas.
Resulta impactante observar que la curiosa y corrosiva “metodología del rumor”
–en el sentido patológico planteado por Edgar Morin (1969)– funcionó exacta-
mente en esta lógica de la amenaza proveniente de sectores abiertamente sindicados
como los inminentes atacantes, incluso en sentido recíproco. Mientras un sector A
de la ciudad se atrincheraba literalmente para repeler el presunto ataque de un sec-
tor B, convertido para la ocasión en una “horda”, este último hacía exactamente lo
mismo con respecto al primero. En síntesis, con el a menudo pernicioso fenómeno
del rumor (Baeza, 2000) nos encontramos aquí en presencia de aquello que algu-
nos especialistas denominan un miedo abstracto, vale decir provocado sin una causal
directa identificada plenamente (Luna, 2005)18. El miedo, en tanto que construc-
ción social y que factor irracional de comportamientos individuales y colectivos a
partir del rumor, es algo que debe tomarse en cuenta (Solsona, 2011).
Ahora bien, en investigación reciente realizada por investigadores/as de la Uni-
versidad de Concepción, hemos puesto en evidencia que la construcción socio-

arrancar de aquí”; “yo pensé que al día siguiente no habría nada en ninguna parte”. Testimonios del segundo caso:
“¿Por qué yo no iba a aprovechar, si estaban todos allí sacando cosas?”; “me dijeron que en ese supermercado estaban
autorizando a llevarse cosas”.
16
“Flaite” es una denominación de uso corriente en Chile para referirse en forma peyorativa a sujetos prove-
nientes del mundo popular.
17
El mejor ejemplo de esta fragmentación de la ciudad contemporánea lo constituyen los espacios condomi-
niales.
18
“Se le llama miedo abstracto al que se siente sin justificación alguna, o mejor dicho, que no es producido por una
fuente claramente identificada –sea auditiva, visible o sensible por cualquiera de sus medios y formas– y de cuya mani-
festación no hay aparentemente razón alguna” (Luna, 2005: 145).

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imaginaria estigmatizante del Ser-Otro se debe fundamentalmente a la distancia


cognitiva manifiesta que separa a un Ego de un Alter, es decir a la conservación de
un grado importante de desconocimiento de ese alguien con quien, por razones so-
ciales, étnicas, psicológicas u otras, no hay posibilidades de establecer una relación
empática, o si se prefiere, un acercamiento de experiencia significada del mundo,
en sentido fenomenológico19. Sostenemos en esta oportunidad que la insólita “me-
todología del rumor” se refuerza considerablemente cuando el objeto del rumor es
desconocido, argumento que incluye obviamente a un Ser-Otro que se desconoce
y, por lo tanto, se le descalifica20.
En situación de ingobernabilidad relativa pero de vulnerabilidad extrema, sec-
tores sociales veían en otros sectores a sus potenciales asaltantes, cuestión que la
realidad objetiva de la situación de saqueos masivos vino brutalmente a demostrar
que se trataba de un tema transversal desde el punto de vista de los sectores sociales,
o sea un tema “transclases” sociales, bajo los efectos de los dos tipos de motivación
de acciones descritos en el párrafo anterior. El “flaite”, llevando cosas en un carro
de supermercado, no es ni más ni menos que el ingeniero o el médico que hizo
lo mismo. Más adelante veremos cómo estas primeras subjetividades sociales, vale
decir aquellas que se encuentran en afinidad con el proverbio según el cual “la oca-
sión hace al ladrón”, fueron corregidas por una suerte de sobresalto conducente a
la convivialidad y a la solidaridad que tradicionalmente han caracterizado nuestra
sociedad.
Por el momento, en un sentido psico-socio-antropológico, diremos que una
quinta tesis puede ser explicitada de la manera siguiente: en situación de crisis aguda,
las subjetividades sociales operaron con un grado de libertad inesperado, suscitando dis-
tintas motivaciones, todas ellas legitimadas o, por el contrario, contenidas según códigos
de conducta muy individuales. No nos pronunciaremos en esta ocasión acerca de la
existencia o no de bandas organizadas que habrían operado casi en conformidad
con teorías de la conspiración: esto es, en cualquier circunstancia, materia policial.
Cerremos entonces el círculo analítico que construimos en esta oportunidad
regresando ahora a la complejidad de lo que consideramos como “real” y que plan-
teábamos en un comienzo para lanzar el trabajo de comprensión de un fenómeno
social.
En un primer plano superficial, nos encontramos con la brutalidad de los he-
chos mismos (terremoto, tsunami, saqueos, etc.); en un segundo, de inmediata
subyacencia, la primera lectura subjetiva de esos mismos hechos (sensación de des-
amparo, de ausencia de autoridad y de Estado, de oportunidad única, etc.); pero
además en un tercer plano, que por su invisibilidad llamamos un plano imaginado

19
Manuel Antonio Baeza, Andrea Aravena y Miguel Urrutia: Proyecto FONDECYT Nº 1071090: “Imagina-
rios sociales del Otro en el Chile contemporáneo: la mujer, el indígena y el inmigrante”.
20
Manuel Antonio Baeza, Andrea Aravena y Miguel Urrutia, op. cit., Informe final.

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o ideacional, emerge como parte de la realidad, tanto la idea de inminencia de es-


casez como aquella de aprovechamiento puro y simple de la situación, a lo cual se
contrapone simultáneamente la idea de autodefensa. Es en la conjunción de estos
planos que se configura finalmente lo que entendemos por “realidad” y lo que
podríamos llamar una subjetividad social en tiempos de crisis aguda, íntimamente
asociada a una lectura de esa “realidad”.
En resumen, hablamos del tránsito de la catástrofe al caos y de éste a la acción
inspirada –con prescindencia para fines analíticos de juicios éticos y morales– que
lo anterior motiva. A lo ya dicho habrá que añadir finalmente, y con especial cui-
dado, lo que hemos llamado antes la nefasta y nociva “metodología del rumor” que
opera siempre por fuera del plano superficial, casi exclusivamente a partir de los
planos o niveles subyacentes e ideacionales, a través de testimonios no verificables,
que apunta a la designación de otros como asaltantes potenciales.

vii. El otro rostro de una realidad catastrófica

No obstante, en el análisis sociológico de los fenómenos sociales ocurridos con


motivo del terremoto y tsunami, hasta aquí hemos planteado solamente un aspecto
entre otros de los comportamientos sociales referidos a la tragedia desde un pun-
to de vista estrictamente sociológico21, pues constituyen aquello que tuvo mayor
espectacularidad y eco en los medios de comunicación, vale decir un conjunto de
factores que intervinieron en lo que finalmente denomináramos un “terremoto
anómico” sui generis que acompañó el terremoto telúrico último, a saber un cuadro
bastante generalizado de comportamientos individuales y colectivos en ausencia de
mecanismos restrictivos (la presencia de la autoridad y de la ley) y también auto-
restrictivos habituales (el temor al peso de la autoridad y de la ley), en ausencia
de normas sociales de convivencia pacífica y de códigos ético-morales no menos
habituales.
Ahora bien, quisiéramos también decir con el debido acoplamiento analítico
de disciplinas tales como la sociología y la antropología, que lo anterior aconteció
como si la tragedia del 27 de febrero tuviese morbosamente iguales características
de un paréntesis carnavalesco absolutamente perverso22; la sociedad civil generó

21
Un análisis sociológico, obviamente, no inhibe el aporte del análisis propiamente psicológico y psicosocial
en este tipo de fenómenos. En efecto, es posible recordar los ya antiguos aportes del psicólogo social francés Gus-
tave Le Bon, por ejemplo, quien hablaba de una psicología de las muchedumbres (psychologie des foules), fenómeno
que se produce cuando los patrones de conducta se modifican en un individuo que se encuentra al interior de un
grupo, el cual interviene como motor activo y decisivo de modificación de dichos patrones.
22
Durante el tiempo de carnaval, como bien lo han señalado los antropólogos (cf. J. Duvignaud, 1984), las
normas sociales e incluso las jerarquizaciones debidas a la estratificación social, quedan en suspenso, son invali-
dadas provisoriamente por un lapso de tiempo especial. Sociedades que cuentan con una fuerte normatividad y

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una reacción más “saludable” que logró re-posicionar valores sociales tradiciona-
les23 en pleno escenario de precariedades creadas con motivo de la catástrofe. La so-
lidaridad entre vecinos, la cooperación voluntaria con personas en dificultad extre-
ma, la amistad cívica para ir resolviendo problemas múltiples con mayor paciencia
y sentido de convivencia, etc., constituyó el polo opuesto a la situación de anomia
ya analizada, por las razones que veremos a continuación.
A primera vista, al observar aquello que podríamos denominar el factor cultural
tradicional en situaciones de catástrofes, advertimos que ha existido a lo largo del
tiempo un predominio de comportamientos solidarios y de cooperación mutua
desinteresada. En el terremoto de 196024, pero también en 196525, el rol de los
radioaficionados fue fundamental en materia de comunicaciones en amplias zo-
nas afectadas por el desastre; en aquel de 197126, los profesionales (especialmente
médicos) y estudiantes universitarios formaron brigadas de ayuda voluntaria. En
terremotos sucesivos, el comportamiento solidario de vecinos en particular y de
ciudadanos en general se hizo sentir con fuerza, en los barrios, en los sindicatos, en
las organizaciones sociales; obviamente, habrá siempre que añadir el trabajo enco-
miable y abnegado de bomberos y de organismos de protección civil, sin olvidar
aquel que cumple el personal de carabineros y fuerzas armadas, más allá de sus
obligaciones estrictamente profesionales.
Muy ciertamente, este factor cultural con sello positivo no ha inhibido siempre
manifestaciones de desmanes y saqueos en el pasado: en el terremoto que azotó
Valparaíso en 1906 –y que significó más de 3.000 víctimas fatales– aquéllos fueron
sancionados duramente por el entonces jefe de plaza de la Armada de Chile, inclu-
yendo unos quince hasta hoy muy controvertidos fusilamientos mediante adminis-
tración de justicia bastante expedita, por decir lo menos, con tribunales militares
conformados en tiempo de paz27.

control social sobre sus miembros viven el carnaval como una válvula de escape saludable frente a la presión que
cotidianamente tienen sus miembros como efecto de esa fuerte normatividad y control social. Al término del car-
naval, las poblaciones retoman sus rutinas con mayor grado de soportabilidad. Escribe a propósito del carnaval el
ya mencionado J. Duvignaud: “Diremos que la fiesta, al igual que el trance, permiten al hombre sobrepasar la norma-
lidad y alcanzar ese estado en donde todo es posible, porque el hombre no está más en el hombre sino en una naturaleza
que aquél termina de hacer, mediante su experiencia o sin ella” (J. Duvignaud, 1984: 249).
23
Entendemos por valores sociales, esquemas bastante difusos que contienen ciertos principios normativos a
través de los cuales, tras validarlos imaginario-socialmente, la sociedad en cuestión simplemente confía en que se
apliquen en los comportamientos individuales y colectivos. Se trata, por lo tanto, de conductas o comportamien-
tos esperables. Además, dichos esquemas son tradicionales porque están inscritos desde larga data en la subjetivi-
dad social de una comunidad nacional o grupo social.
24
El terremoto de 1960 tiene el triste privilegio de ser el más grande del mundo en los registros mundiales
efectuados según escala de Richter.
25
Este terremoto afectó la zona central y del Norte Chico. Una de las imágenes más impactantes en esa opor-
tunidad fue la desaparición del poblado de El Melón bajo un alud de lodo y minerales, en la zona interior de la
región de Valparaíso, provocando decenas de muertos y cuyos cadáveres quedaron, en su gran mayoría, sepultados
bajo la avalancha.
26
Una vez más, la actividad sísmica alcanzó este año las mismas zonas que en 1965.
27
Tal es la reputación que alcanzó el Almirante Luis Gómez Carreño, Jefe de Zona en Valparaíso con motivo

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Desde el punto de vista de la población, al margen del morboso “carnaval” ya


analizado, nuevos climas de convivencia entre vecinos surgen en períodos de crisis
agudas, también formas hasta entonces inéditas de cooperación mutua y desinte-
resada. La tendencia a la ayuda pasa a predominar, incluso dirigida hacia personas
y familias que hasta entonces no se conocían realmente, o se limitaban a un saludo
más o menos cortés en el vecindario. Un imaginario que podríamos denominar
como aquél de la infinita pequeñez de la especie frente a la inclemencia de la natu-
raleza parece promover este tipo de comportamientos, a partir de la conciencia de
estar con vida como un producto del azar o bien de la voluntad divina.
A esta inclinación de los comportamientos sociales, mucho más duradera en el
tiempo que aquélla propia de un morboso carnaval ya comentado, nosotros la de-
biésemos entender como la de un “sobresalto social”, en donde lo que prevalece es
una actitud positiva, colaboradora, cívica. Incluso las anteriores estigmatizaciones
sociales parecen diluirse, o al menos atenuarse de cara a las secuelas ya fácilmente
constatables de la catástrofe, esta vez con una mirada más serena, menos frenética.
Una sexta y última tesis puede ser planteada así: más allá de la inmediata contin-
gencia, ciertos elementos más arraigados de una cultura chilena, confrontada a catástro-
fes de manera periódica, que vinculan a la solidaridad como valor social por ejemplo,
tienden a reaparecer en la superficie. La situación creada con motivo del terremoto
del 27 de febrero de 2010 dio origen a un sinnúmero de manifestaciones de solida-
ridad desinteresada, tal como ha sido el caso en cada una de las situaciones críticas
semejantes que Chile ha vivido. En los lugares más azotados por la tragedia tal
solidaridad se expresó tanto al interior mismo de poblaciones y grupos como al ex-
terior de éstos, por ejemplo, al hacer llegar provisiones y productos de primera ne-
cesidad desde otros puntos del país, por distintos medios de transporte, a pesar de
las dificultades en materia de conectividad con otras zonas del territorio nacional.
Sin embargo, permítannos de inmediato atenuar lo anteriormente dicho, basán-
donos para ello en la literatura sociológica más reciente: existen algunos estudios
sociológicos en Estados Unidos referidos a la destrucción por atentado terrorista
de las Torres Gemelas en 2001, como aquél llevado a cabo por L. Clarke (2002),
en donde se advierte que, contrariamente a lo que se suele pensar, en situación de

del terremoto de 1906. Salvo error u omisión de mi parte, la dictación del estado de sitio en esa oportunidad se
ajusta a las disposiciones de la Constitución Política del Estado de 1833 (la cual tuvo sólo modificaciones en 1866)
y que otorgaban al Presidente de la República dicha facultad aunque de una manera algo compleja y hasta engo-
rrosa al combinar tal dictación con atribuciones del Congreso o, en su defecto, del Consejo de Estado, tal como
se lee en el Artículo 80:20ª “Declarar en estado de sitio uno o varios puntos de la República en caso de ataque esterior,
con acuerdo del Consejo de Estado, i por un determinado tiempo”. Pero en el párrafo siguiente agrega: “En caso de
conmoción interior, la declaración de hallarse uno o varios puntos en estado de sitio, corresponde al Congreso; pero si éste
no se hallare reunido, puede el Presidente hacerla con acuerdo del Consejo de Estado, por un determinado tiempo. Si a la
reunión del Congreso no hubiese espirado el término señalado, la declaración que ha hecho el Presidente de la República,
se tendrá por una proposición de lei”. En aplicación de estas disposiciones constitucionales, el Intendente de la época
dictó primero un toque de queda y pidió la pena máxima para los malhechores…

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pánico no se pierde necesariamente el sentimiento comunitario, aunque sociólogos


como M. K. Lindell, R. W. Perry y K. J. Tierney (2001) han señalado también
que dicho sentimiento comunitario no logra disipar ni disimular completamente
las diferencias sociales, étnicas u otras, preexistentes a la ocurrencia de un desastre.
Dicho de manera resumida: solidaridad sí, aunque manteniendo determinadas dis-
tancias sociales enojosas, por decir lo menos.
Una vez más, confrontados en nuestro país no a la ocurrencia pura y simple
de un terremoto y de un tsunami –y nuestra historia está plagada de sismos y ma-
remotos de gran magnitud– sino a la gran magnitud de una tragedia28, podemos
preguntarnos en esta ocasión: ¿intentaremos extraer las lecciones del caso, para
intentar “evitar que algo parecido se vuelva a producir”? Es de temer que, sobre la
base de una memoria frágil y con una responsabilidad social ahogada en los meca-
nismos del mercado y la frenética carrera hacia el lucro, tales lecciones no sean más
que una simple hipótesis. Se dice y se repite que una catástrofe como la vivida el
27 de febrero de 2010 es también una oportunidad a la hora de reconstruir, pero
el riesgo es que esa misma oportunidad sea únicamente recogida por meros actores
económicos con afán de lucro. Si bien es cierto la reconstrucción es tarea de todos,
ésta podría recaer solamente en las manos de algunos.

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Garretón, M. A. (2007). Del postpinochetismo a la sociedad democrática. Santiago: Random
House Mondadori.

28
Un terremoto y un tsunami nos recuerdan abruptamente que la naturaleza simplemente se manifiesta y
que el drama que tal manifestación puede provocar es una derivación posible. En otras palabras, las tragedias
que se desprenden de fenómenos naturales ocurren sobre todo por la acción humana inescrupulosa e insensible,
que prioriza los buenos negocios antes que la seguridad de la población. A esto se agrega una cierta displicencia
preocupante en el ámbito de la toma de decisiones: ocho inmuebles fueron declarados rápidamente en estado de
“peligro público” en la ciudad de Concepción por el municipio y esto sin que se determinara, por razones antes
que todo económicas, cómo y cuándo aquéllos serían demolidos. A fines de 2010, un primer cronograma técnico
de demoliciones vio la luz del día. No obstante, la pregunta permanece intacta en términos de responsabilidad
política del Estado de Chile: ¿dónde quedó la noción de “peligro público”, más allá de fijar ciertos perímetros de
seguridad que se respetaron a menudo sólo a medias?

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El impacto del sismo 2010 sobre el mercado


laboral de la Región del Biobío
The impact of the 2010 Earthquake on the Labour Market
of the Biobío Region in Chile

Jorge Dresdner1
Kirsten Sehnbruch2

Resumen

Este trabajo examina el efecto del terremoto del 2010 sobre el empleo de la Región del Biobío y
sugiere varias políticas públicas que podrían considerarse a futuro para enfrentar mejor eventuales
situaciones de emergencia en el ámbito de la política social y laboral. Antes del terremoto, la Región
del Biobío no tenía una buena situación laboral en comparación con el resto del país. Los datos
inmediatamente posteriores al terremoto muestran que su principal forma de ajuste frente a la crisis
del terremoto fue el retiro de trabajadores de la fuerza laboral. Este trabajo identifica además cuáles
fueron los grupos de trabajadores más afectados por la crisis. El trabajo resalta que no existe una
política sistemática en Chile para enfrentar situaciones de tipo shock, cualquiera que sea su origen.
Aunque el terremoto haya sido un shock de una magnitud y de una extensión masiva, su efecto
en las zonas afectadas podría haber sido atenuado por políticas de derechos universales y garantías
explícitas. Además, se discute el potencial rol de una política de fomento productivo para ayudar en
generar una mejor situación laboral para las regiones afectadas en el mediano a largo plazo.

Palabras clave: Mercado laboral, terremoto 2010 de Chile, impacto en el empleo.

Abstract

This paper examines the effect of the 2010 earthquake on the labour market in the Biobío region in
Chile and suggests various public policies that could be considered for the future that would better
equip the country for dealing with emergency situations in the areas of social and labour policy.
The before the earthquake, the labour market of the Biobío region was underperforming compared
to the rest of the country. The data gathered immediately after the earthquake show that its main
form of adjustment to the crisis was the retreat of workers into inactivity. This paper examines this
development in more detail and identifies which particular groups of workers were most affected by
the crisis. Our analysis highlights the fact that Chile does not have an institutionalized system of pu-
blic policies designed to counteract the effects of a shock of this magnitude, which could have been
attenuated by policies that guarantee universal rights and benefits. We also discuss the potential
role of industrial policy in the regions so affected in the medium and long-term by the earthquake.

Keywords: Labour market, earthquake in Chile 2010, impact on employment.


Recibido: 13.05.11. Aceptado: 30.06.11.

1
Departamento de Economía, Universidad de Concepción. Concepción, Chile. E-mail: jdresdne@udec.cl
2
Instituto de Asuntos Públicos, Universidad de Chile. Santiago, Chile. E-mail: ksehnbruch@gmail.com

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Sociedad Hoy 19: 71-96, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 El impacto del sismo 2010 sobre... / J. Dresdner y K. Sehnbruch

1. Introducción

Este artículo examina el efecto del terremoto del 2010 sobre el empleo de la Región
del Biobío y sugiere varias políticas públicas que podrían considerarse a futuro para
enfrentar mejor eventuales situaciones de emergencia en el ámbito de la política
social y laboral.
Antes del terremoto, la Región del Biobío no tenía una buena situación laboral
en comparación con el resto del país. Los datos inmediatamente posteriores a este
evento muestran que su principal forma de ajuste frente a la crisis del terremoto fue
el retiro de trabajadores de la fuerza laboral.
En este trabajo se proponen tres hipótesis relacionadas a este fenómeno. Prime-
ro, sostenemos que el efecto del terremoto en el mercado laboral ha sido significa-
tivo. Segundo, planteamos que este efecto no ha sido homogéneo en la población:
determinados grupos de trabajadores, particularmente los más vulnerables, fueron
más afectados por el terremoto que otros. Tercero, sugerimos que Chile no está pre-
parado en términos de las estructuras de sus sistemas sociales para enfrentar crisis
económicas significativas, cualquiera sea su origen.
Concluimos que, aunque el terremoto haya sido un shock de una magnitud y
de una extensión masiva, su efecto en las zonas afectadas podría haber sido atenua-
do por políticas de derechos universales y garantías explícitas. Además, discutimos
el potencial rol de una política de fomento productivo para ayudar en generar una
mejor situación laboral para las regiones afectadas en el mediano a largo plazo.

2. Revisión de literatura

Actualmente existe una cantidad de evidencia acumulada sobre los impactos eco-
nómicos que tienen distintos tipos de desastres naturales, como son los terremotos,
tsunamis, inundaciones, sequías, huracanes, etc. Resúmenes de estudios y resul-
tados al respecto se encuentran en Cavallo y Noy (2010), Hallegatte y Przyluski
(2010) y Skoufias (2003). También existe un conjunto de estudios específicos
sobre casos particulares, como son el tsunami generado por el terremoto de Anda-
man – Sumatra en Indonesia y Sri Lanka en el año 2004 (Athukorala, y Resosudar-
mo, 2005), e inundaciones y sequías en México (Rodríguez-Oreggia et al., 2010).
En general, se distingue entre los impactos directos y los indirectos. Los im-
pactos directos están asociados a las pérdidas de capital físico, natural, y humano
a raíz del desastre. Mientras que los efectos indirectos se relacionan con las inte-
rrupciones en la producción de bienes y servicios que surgen a raíz del desastre y
las consecuencias que éstas tienen para la generación de ingresos de las empresas,
familias y para los niveles de actividad económica. De igual forma, al evaluar los
costos económicos de los desastres se distingue entre los costos directos e indirec-

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tos, donde los primeros surgen de los efectos directos y los segundos de los efectos
indirectos (Hallegatte y Przyluski, 2010). Además, se realiza una distinción entre
efectos inmediatos, de corto, mediano, y largo plazo.
Los costos asociados a estos eventos se ha estimado que son muy cuantiosos. Por
ejemplo, Barro (2009) estima que las sociedades podrían estar dispuestas a reducir
en un 20% su producto interno bruto con el fin de evitar desastres raros como los
generados por los eventos discutidos aquí. Este costo es muy superior al que nor-
malmente sufren las sociedades producto de las fluctuaciones coyunturales que vi-
ven las economías. Naturalmente que la capacidad de evitar una parte de los costos
relacionados con estos eventos impredecibles está asociado con el desarrollo de los
sistemas de protección y aseguramiento (formales e informales) con que cuente la
sociedad. Se estima que las naciones que tienen un mayor desarrollo institucional
y político deberían incurrir en menores costos a consecuencia de los desastres, que
las naciones con menor desarrollo (Kahn, 2005).
Como se enfatiza en Skoufias (2003), normalmente la falta de una muestra
adecuada de la situación base anterior al desastre muchas veces hace que las evalua-
ciones de los impactos de la catástrofe sean con datos de corte transversal.
En el caso del análisis de impacto sobre el mercado laboral la evidencia es aún
menos abundante. Sin embargo, el análisis se centra en las rutas por las cuales el de-
sastre puede afectar al mercado de trabajo. Se han identificado al menos tres rutas
(Kirchberger, 2010). Primero, un shock negativo sobre la oferta laboral, producto
del impacto directo sobre la fuerza laboral disponible en términos de muertos,
heridos, emigrados, o impedidos de participar en el mercado de trabajo. Segundo,
un efecto positivo sobre la demanda por trabajo como consecuencia del efecto sus-
titución que se produce con el capital, a raíz de la depreciación del retorno esperado
de este último. Tercero, un shock positivo en la demanda por trabajo en ciertos sec-
tores, como consecuencia del influjo de recursos para la reconstrucción, que eleva
esta demanda en sectores como la construcción. Estos efectos en conjunto deberían
tender a generar un aumento en los salarios en el mercado de trabajo. La evidencia
parece confirmar esta predicción, al menos parcialmente en algunas categorías de
trabajadores (Belasen y Polachek, 2008; Rodríguez-Oreggia y Rivera, 2011).
Un aspecto importante que se ha levantado en la literatura ha sido los costos
de mitigar estas catástrofes. Se distingue entre los costos ex-ante y ex-post de miti-
gación (Skoufias, 2003). De relevancia para el análisis del mercado de trabajo son
los instrumentos que permiten reducir los costos de mitigación ex-post, como son
los empleos de emergencia públicos, asistencia al desempleo (seguro de cesantía),
y subsidios a la contratación. Estos instrumentos tienen asociados ventajas y des-
ventajas, que deben ser medidas para poder evaluar un mejor diseño de acciones de
mitigación. En general se distinguen los efectos inmediatos de estos instrumentos,
que pueden ayudar a mitigar los efectos inmediatos de la catástrofe, de los efectos
de mediano y largo plazo, que pueden generar incentivos perversos a la partici-

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pación laboral por parte de los trabajadores y a la contratación por parte de los
empleadores.
Desde el punto de vista del presente artículo, y como consecuencia del corto
tiempo transcurrido del terremoto y tsunami del año 2010 cuando se escribió este
artículo, la discusión se enfoca sobre los efectos de corto plazo. Además, centrando
el foco en el mercado del trabajo, se consideran los efectos de carácter indirecto, o
en términos de costos, los costos indirectos que se manifiestan en el mercado del
trabajo. Por esta misma razón, muchos de los efectos discutidos en la literatura no
han podido ser medidos porque no ha pasado el suficiente tiempo para que éstos
se manifiesten y, por ende, para ser medidos. Por esta razón, en este artículo esco-
gemos un enfoque descriptivo para ordenar la información, lo cual puede servir de
base para un posterior análisis de los efectos sobre el mercado de trabajo (por ejem-
plo salarios) y la discusión sobre los instrumentos disponibles y su funcionamiento
en el caso chileno. Sin embargo, antes de entrar en este análisis, debemos explicar
primero los problemas de información y metodología que limita nuestro análisis.

3. El impacto del terremoto en el mercado laboral de la región del Biobío:


Un análisis empírico de la cantidad de la calidad del empleo

En esta sección se analiza el impacto más inmediato que tuvo el terremoto y tsuna-
mi del 27 de febrero del 2010 sobre el mercado laboral de la Región del Biobío3.
El objetivo es evaluar cuál fue el impacto sobre la ocupación y la desocupación e
identificar los sectores laborales más afectados por este evento. Para analizar este
impacto, primero se establece la situación base que existía en esta región previo
al 27 de febrero. Luego se realiza una comparación entre las cifras de ocupación y
desocupación antes e inmediatamente después del movimiento telúrico. Sin em-
bargo, antes de entrar en este análisis, debemos explicar primero los problemas de
información y metodología que limita nuestro análisis.

3.1. Problemas de información y de metodología

Para realizar un análisis completo de los datos empíricos relacionados al mercado


laboral después del terremoto, es necesario señalar brevemente algunas limitaciones
respecto a la disponibilidad de datos y también algunos problemas metodológicos
que se deben tener en cuenta. Como explica Skoufias (2003), generalmente no
existe una buena línea de base estadística anterior a un desastre para después eva-

3
Un análisis de los efectos mediatos del evento telúrico sobre el mercado laboral regional es una tarea pen-
diente.

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luar su impacto de una manera rigurosa. En el caso del terremoto chileno del 2010
tenemos que lidiar con el mismo problema.
En primer lugar, cabe señalar que Chile no cuenta con información administra-
tiva completa para la política pública. En general, los datos necesarios se obtienen
de encuestas de hogares, tal como la encuesta de Caracterización Socioeconómica
(CASEN) o la Encuesta de Protección Social (EPS). Aunque estas encuestas abor-
dan una gama muy amplia de temas sociales que son relevantes para la política
pública, tal como la salud, la vivienda, los ingresos, la situación laboral y los niveles
educativos del hogar, se realizan tan solo cada tres años. Es por eso que sus datos
son poco útiles para monitorear el desarrollo de variables en forma continua. La
Nueva Encuesta de Empleo (NENE) del Instituto Nacional de Estadísticas (INE)
es la única encuesta que se realiza con una periodicidad suficiente para realizar un
análisis de los efectos del terremoto.
Por el otro lado, no existe en Chile un registro consolidado de datos administra-
tivos de las diferentes políticas sociales y laborales. Por ejemplo, los datos del seguro
de cesantía no se combinan con los registros de los programas de empleo, con los
registros del sistema de salud, con las políticas sociales municipales y otros.
La falta de información sistemática por lo tanto limita el tipo de análisis que
podemos realizar sobre el efecto del terremoto en las situaciones laborales de los
trabajadores.
En este análisis también es necesario lidiar con la existencia de un cambio me-
todológico en la NENE que se produce entre los meses de marzo y abril del año
2010. Por ello, inicialmente se describe en qué consiste este cambio y cómo se
abordó la medición del cambio en las cifras del mercado laboral regional entre es-
tos dos meses. El análisis se concentra en una evaluación de los cambios generales,
para posteriormente identificar cuáles son los grupos más afectados laboralmente
por el sismo. Estos grupos se dividen, de acuerdo a la información disponible, por
territorio, género, sector de actividad económica, nivel de calificación y categoría
ocupacional. Finalmente, se resumen algunas conclusiones.
Existen dos consideraciones de tipo metodológico que se realizan para la me-
dición de los cambios en la situación laboral en este análisis. Primero, las fuentes
de información básicas para realizar este análisis son las encuestas de empleo que
realiza el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). El evento telúrico coincidió
con el cambio en la encuesta nacional de empleo del INE de la Encuesta Nacional
de Empleo (ENE) a la Nueva Encuesta Nacional de Empleo (NENE). A raíz de
este cambio, la nueva encuesta de empleo permite una mejor caracterización de la
ocupación, desocupación e inactividad. Sin embargo, esta transformación de la en-
cuesta significa, a la vez, que las cifras obtenidas por la encuesta antes del terremoto
no son comparables con las posteriores a éste. Ello dificulta la medición de los cam-

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bios producidos en el mercado de trabajo a raíz del terremoto. Sin embargo, el INE
ha mantenido desde el año pasado una encuesta piloto de la NENE con carácter de
medición preliminar para analizar cómo este nuevo instrumento entrega resultados
que difieren del antiguo instrumento (ENE). Son los resultados de esta primera en-
cuesta los que utilizaremos para evaluar los efectos del terremoto sobre el mercado
laboral regional. Vale recalcar que los resultados obtenidos de esta encuesta previos
a marzo, no son los resultados oficiales de empleo.
Una segunda consideración metodológica está relacionada con el período que
se utiliza para medir el cambio en las condiciones laborales. Dada la forma en que
el INE presenta la información del mercado laboral en trimestres móviles, en la
práctica las cifras más recientes con las que contamos corresponden al trimestre
móvil marzo-mayo 2010 (MAM2010). Esta es la primera medición que entrega
el INE de la situación laboral completamente posterior al sismo. Es decir, los tres
meses que se incluyen en el trimestre móvil son posteriores al 27 de febrero. Cabe
recordar que la medición del mes de marzo fue imperfecta e incompleta, precisa-
mente a raíz de la situación post-sismo. Como período de referencia contamos con
información del trimestre móvil diciembre 2009 - febrero 2010 (DEF2010). Estos
son tres meses que contienen información previa al sismo. Al comparar los trimes-
tres DEF y MAM tenemos que considerar el efecto estacional que existe entre estos
dos trimestres. Una revisión de la magnitud de este efecto en años anteriores, con
los datos de la ENE, indica que este efecto es variable año a año, pero que en pro-
medio el nivel de ocupación suele ser igual en el trimestre MAM que DEF y que
las desviaciones son pequeñas (desviación estándar de 1,5%). Por ende, este efecto
no debería, en principio, ser relevante tampoco en este caso.

3.2. Datos sobre la cantidad del empleo

La Región del Biobío, previo a la ocurrencia del terremoto y tsunami del 27 de


febrero del 2010, presentaba una situación laboral desmejorada en comparación
con la situación nacional. En efecto, la tasa de desocupación regional mostraba un
nivel superior al promedio nacional. Esta situación no era circunstancial, sino que
respondía a un patrón de comportamiento mantenido durante bastante tiempo
(ver Gráfico 1).

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Gráfico 1. Tasa de desocupación país y Región del Biobío 1997-2008 (porcentajes).

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Encuesta Nacional de Empleo.

Como se observa en el gráfico anterior, durante todo el período 1997-2008, la


tasa de desocupación en la Región del Biobío fue superior a la tasa nacional. Este
resultado refleja un nivel de crecimiento de los empleos inferior al promedio nacio-
nal y al ritmo de creación de nuevos puestos de trabajo requerido para generar una
tasa de ocupación más alta.
La medición realizada por la Nueva Encuesta Nacional de Empleo (NENE)
confirma esta situación base. Como es posible observar en el Gráfico 2, la tasa de
desocupación nacional es superior a la de la Región del Biobío en los trimestres
móviles DEF2010 y MAM2010.

Gráfico 2. Tasa de desocupación país y Región del Biobío trimestres móviles


DEF2010 y MAM2010 (porcentajes).

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Nueva Encuesta Nacional de Empleo.


Notas: DEF2010 = Diciembre 2009 – Febrero 2010, MAM2010 = Marzo-Mayo 2010.

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Al comparar la tasa de desocupación de la Región del Biobío y la tasa de desocu-


pación nacional entre los trimestres móviles DEF2010 y MAM2010, se observa
que existe una diferencia de trayectoria entre ambos territorios. En efecto, mientras
que la tasa de desocupación regional, medida por la NENE, indica que ésta aumen-
tó de 9,8% a 10,6% en este período, la tasa de desocupación nacional disminuye
en igual período. Esto refleja un proceso diferente en la Región del Biobío que en
el resto del país4.
Sin embargo, un incremento en la tasa de desocupación regional de 0,8 puntos
porcentuales, después de la magnitud y daño que provocó el terremoto y tsunami
en la región, puede parecer un efecto poco importante. Antes de extraer esta con-
clusión es necesario mirar con mayor detención las cifras regionales.
En la Tabla 1 se muestran varios indicadores para el mercado laboral de la Re-
gión del Biobío en los trimestres móviles de DEF2010 y MAM2010. En esta tabla
es posible observar que la ocupación total disminuyó en 63 mil personas entre estos
trimestres móviles. Al mismo tiempo la cantidad total de desocupados aumentó en
cerca de cuatro mil personas. La suma total de estos dos flujos (59 mil personas)
equivale a la reducción que se produjo en este período en la fuerza de trabajo regio-
nal. Esta cifra, más las cinco mil personas que se incorporaron en términos netos a
la población en edad de trabajar, constituyen un flujo de 64 mil personas, que es el
flujo de personas en que aumentó la cantidad de inactivos en la región. Estas cifras
indican al menos dos cosas. Primero, que a pesar de los problemas de medición
y la incorporación parcial de los efectos del terremoto en las cifras del trimestre
MAM2010, se observa claramente el impacto de este evento sobre la ocupación
regional. Ésta se reduce en forma abrupta entre los dos trimestres. Segundo, que
las personas que quedan sin empleo no se reflejan en la cifra de desocupados, sino
más bien quedan contabilizados como inactivos. Personas que en el trimestre móvil
anterior se encontraban desocupados, también se retiraron del mercado laboral y
aparecen como inactivos. Especialmente importante es, en términos porcentuales,
la reducción en las personas que buscan trabajo por primera vez (ingresantes). Fi-
nalmente, las personas que alcanzan la edad de trabajar no se incorporan a la fuerza
de trabajo sino a la población inactiva. Es decir, los flujos en el mercado de trabajo
se dirigen a la situación de inactividad. Esto en parte puede ser resultado de las
decisiones que toman las personas desocupadas de no buscar trabajo en el mes de
marzo, producto de la situación caótica que existía post-terremoto, pero en parte
es un resultado artificial del hecho de que las personas no pudieron demostrar que
efectivamente estaban dispuestas a trabajar, y aparecen en la encuesta en la cate-

4
Esta conclusión se confirma al considerar las tasas de desocupación del resto de las regiones del país.

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goría de inactivos5. Por esta razón la tasa de desocupación regional no muestra un


cambio significativo entre los trimestres móviles DEF2010 y MAM2010.

Tabla 1. Indicadores laborales para la Región del Biobío. Trimestres móviles DEF2010 y MAM2010 (miles
de personas y porcentajes).

DEF2010 Cambio
MAM2010 (miles
(miles de (miles de %
de personas)
  personas) personas)

Población en Edad de Trabajar 1576 1581 5 0.3%


Fuerza de Trabajo 885 826 -59 -6.7%
Ocupados 798 735 -63 -7.8%
Desocupados 87 91 4 4.2%
Cesantes 71 82 11 14.9%
Ingresantes 16 9 -7 -43.1%
Población Inactiva 691 755 64 9.3%

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Nueva Encuesta Nacional de Empleo.


Notas: DEF2010 = Diciembre 2009 – Febrero 2010, MAM2010 = Marzo – Mayo 2010.
Nota: Ingresantes: Personas que buscan trabajo por primera vez.

El impacto del sismo y tsunami sobre la ocupación se sintió especialmente en


las ciudades. Como se observa en la Tabla 2, alrededor del 68% de las personas
que perdieron el empleo en el trimestre MAM2010 en relación al trimestre móvil
DEF2010 residían en zonas urbanas. De igual forma, el 78% de los desocupados
adicionales venían de las ciudades. Sin embargo, si consideramos la importancia re-
lativa de la fuerza laboral urbana en relación a la fuerza laboral total, estos porcenta-
jes están en línea con la importancia de las ciudades en el mercado laboral regional
en su conjunto. Es decir, la caída en la ocupación y desocupación fue proporcional
a la importancia de los segmentos urbanos y rurales. Además, es preciso destacar
que los efectos en las zonas rurales, a pesar de no haber sido enfatizados en el de-
bate público, fueron significativos. La ocupación en las zonas rurales disminuyó en
alrededor de 20 mil empleos.

5
Esta última interpretación es compartida por el INE regional (ver INE, 2010).

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Tabla 2. Cambio en la ocupación y desocupación en la Región del Biobío entre los trimestres
móviles DEF2010 y MAM2010, para los segmentos Urbano y Rural (miles de personas y por-
centajes).

  Miles de personas Porcentajes


  Urbano Rural Total Urbano Rural Total
Ocupados -42.6 -20.0 -62.6 68% 32% 100%
Desocupados 2.8 0.8 3.6 78% 22% 100%
Total -39.8 -19.2 -59.0 67% 33% 100%

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Nueva Encuesta Nacional de Empleo.


Notas: DEF2010 = Diciembre 2009 – Febrero 2010, MAM2010 = Marzo – Mayo 2010.

En términos de distribución geográfica, el mayor impacto sobre la ocupación se


sintió en la provincia de Concepción, seguida por la provincia de Ñuble. En la pro-
vincia de Ñuble el impacto fue más que proporcional. En cambio, en las provincias
de Biobío y Arauco el impacto fue relativamente bajo (ver Gráfico 3). De los 63 mil
empleos netos perdidos en total en la región entre los trimestres móviles DEF2010
y MAM2010, aproximadamente 30 mil ocurrieron en la provincia de Concepción,
y 22 mil en la provincia de Ñuble.

Gráfico 3. Distribución porcentual de la reducción en la ocupación en la


Región del Biobío entre los trimestres móviles DEF2010 y MAM2010, por
Provincia (porcentajes).

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Nueva Encuesta Nacional de Empleo.


Notas: DEF2010 = Diciembre 2009 – Febrero 2010, MAM2010 = Marzo-Mayo 2010.

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Al interior de la provincia de Concepción el impacto cuantitativo mayor se con-


centró en las intercomunas de Concepción (Concepción - San Pedro - Chiguayan-
te) y Talcahuano (Talcahuano - Hualpén). El 57% de todos los empleos perdidos
en la provincia de Concepción se concentró en estas dos intercomunas (ver Gráfico
4). Sin embargo las comunas de Tomé, Penco, Hualqui, y Santa Juana (“Resto”)
también sufrió un impacto importante en el empleo. El 40% de los empleos perdi-
dos se encuentra en estas comunas. Si consideramos el tamaño de la fuerza laboral
de las localidades en la fuerza laboral total provincial, debemos concluir que las co-
munas que constituyen el “Resto” fueron las más afectadas en relación a su tamaño.
Es decir, los efectos del terremoto y tsunami fueron espacialmente diferenciados,
afectando relativamente más a algunos territorios6. Una interpretación de este re-
sultado descansa en que la localidad de residencia de la fuerza de trabajo es distinta
a la localidad de trabajo, y que las personas que perdieron su trabajo fueron por los
efectos que tuvo la catástrofe sobre los lugares de trabajo, independientemente del
lugar de residencia de sus trabajadores.

Gráfico 4. Distribución porcentual de la reducción en la ocupa-


ción en la Provincia de Concepción entre los trimestres móviles
DEF2010 y MAM2010, por Localidad (porcentajes).

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Nueva Encuesta Nacional de Empleo.


Notas: DEF2010 = Diciembre 2009 – Febrero 2010, MAM2010 = Marzo-Mayo 2010.

En el caso de la provincia de Chillán, las localidades más afectadas no fueron


Chillán y Chillán Viejo, sino las localidades fuera de esta conurbación7. La infor-

6
Información casual permite inferir que, dentro de las comunas que se contabilizan dentro del “Resto”, pro-
bablemente las comunas de Tomé y Penco deben haber sido las más afectadas.
7
La información entregada por el INE sólo permite diferenciar entre la intercomuna de Chillán y Chillán
Viejo y el resto de la provincia.

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mación disponible indica que se produjo una fuerte reducción en el empleo en el


resto de la provincia, mientras que en la capital provincial el nivel de empleo se
redujo levemente entre los trimestres móviles de DEF2010 y MAM2010. Mientras
la provincia perdió alrededor de 22 mil empleos, sólo poco más de mil de éstos se
localizaron en Chillán o Chillán Viejo.
Al considerar los efectos del sismo y tsunami sobre la ocupación regional des-
compuesta por sector de actividad económica, se puede concluir que el efecto se
concentró especialmente en unos pocos sectores. Específicamente los sectores más
afectados fueron Comercio, Servicios Sociales, Comunales y Personales, Industria
Manufacturera, Construcción, Pesca y Agricultura (ver Gráfico 5). En términos
relativos, el sector más afectado fue indudablemente Pesca. Aproximadamente el
50% de la ocupación total del sector se perdió posterior al terremoto8. Hubo otros
sectores, como los Servicios Financieros, y la Minería, que no sufrieron efectos
negativos medibles a raíz del terremoto.

Gráfico 5. Distribución porcentual de la reducción en la ocupación en la Región del


Biobío entre los trimestres móviles DEF2010 y MAM2010, por Sector de Actividad
Económica (porcentajes).

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Nueva Encuesta Nacional de Empleo.


Notas: DEF2010 = Diciembre 2009 – Febrero 2010, MAM2010 = Marzo-Mayo 2010.
SSCP = Servicios sociales, comunales y personales; Serv Finan = Servicios Financieros; EGA = Electrici-
dad, Gas y Agua.

8
Existen otros factores, externos al terremoto y tsunami, que pueden haber contribuido a este resultado, como
es la baja disponibilidad de los recursos, pero indudablemente la catástrofe sísmica es un factor muy importante en
la explicación de esta caída en la ocupación pesquera.

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Al desagregar el cambio en la ocupación por nivel de calificación9 se puede


observar que existen importantes diferencias entre distintas categorías (ver Grá-
fico 6). En efecto, mientras que las ocupaciones con niveles de calificación baja,
sin calificación, y calificación alta se reducen entre los dos trimestres móviles, la
categoría con calificación media aumenta. Indudablemente el impacto negativo
más importante lo sufren los trabajadores con baja calificación. Su nivel de empleo
disminuye en 69% entre los dos trimestres medidos. Sin embargo, también es lla-
mativa la fuerte caída que sufre la categoría de trabajo calificado (-16.1%), porque
normalmente durante las crisis económicas este es el grupo que menos ve afectada
su situación. En este caso, y a diferencias de crisis económica cíclicas, el impacto
sobre la ocupación de este segmento depende de la ubicación del lugar de trabajo
y eventualmente la vivienda del trabajador, por lo que no existe ninguna razón
por la cual el patrón de las crisis cíclicas deba repetirse en este caso. Este parece un
elemento importante de considerar en las medidas de mitigación de los efectos de
esta crisis. Cabe recordar, sin embargo, que el sector más afectado es el de los traba-
jadores con baja calificación. Aproximadamente 43 mil ocupaciones se perdieron
en este segmento.

Gráfico 6. Cambio en la ocupación en la Región del Biobío entre los trimes-


tres móviles DEF2010 y MAM2010, por Nivel de Calificación Laboral (miles
de personas).

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Nueva Encuesta Nacional de Empleo.


Notas: DEF2010 = Diciembre 2009 - Febrero 2010, MAM2010 = Marzo-Mayo 2010.

9
Las categorías de la Clasificación Internacional Uniforme de Ocupaciones (CIUO) las agrupamos en cinco
categorías: Calificación alta, calificación media, calificación baja, sin calificación, y no identificadas.

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En el gráfico 7 se puede observar el cambio en la ocupación regional entre los


trimestres móviles DEF2010 y MAM2010 descompuesto por categoría ocupacio-
nal. Se observa que el mayor impacto, en términos de ocupaciones perdidas, se
percibió en los sectores de los trabajadores por cuenta propia y asalariados. Aproxi-
madamente el 83% de todos los empleos perdidos corresponden a estas categorías.
Sin embargo, en términos relativos, el impacto es muy superior en el segmento
de trabajadores por cuenta propia. El 45% de todas las ocupaciones perdidas co-
rresponden a este sector. Este porcentaje es muy superior a su participación en la
ocupación total (18,8%). Por ende, éste fue uno de los sectores más afectados a raíz
del sismo en la Región del Biobío. El sector asalariado también sufrió un impacto
negativo sobre su nivel de empleo, pero fue bastante inferior a su participación en
la ocupación total (70% aproximadamente).

Gráfico 7. Distribución porcentual de la reducción en la ocupación en la Región


del Biobío entre los trimestres móviles DEF2010 y MAM2010, por Categoría
Ocupacional (porcentajes).

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Nueva Encuesta Nacional de Empleo.


Notas: DEF2010 = Diciembre 2009 – Febrero 2010, MAM2010 = Marzo-Mayo 2010.

Si analizamos los cambios en la ocupación descompuesta por género, a partir


de las cifras es obvio que el mayor impacto se percibió en el contingente femeni-
no. En efecto, como es posible observar en el Gráfico 8, una gran proporción de
ocupaciones afectadas se encuentran entre las mujeres. Alrededor del 46% de las
ocupaciones perdidas corresponden al segmento femenino. Cabe recordar que la
participación de las mujeres en la fuerza laboral es de sólo 38.

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Gráfico 8. Distribución porcentual de la reducción en la ocupación en la Región del Biobío entre


los trimestres móviles DEF2010 y MAM2010 por Género (porcentajes).

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Nueva Encuesta Nacional de Empleo.


Notas: DEF2010 = Diciembre 2009 – Febrero 2010, MAM2010 = Marzo-Mayo 2010.

Finalmente, si distribuimos la reducción en la ocupación por nivel educativo,


podemos observar que las categorías que fueron más afectadas por la pérdida del
empleo fueron los de educación secundaria, educación preescolar o primaria, y
los de educación universitaria. El mayor contingente de personas que perdieron el
empleo se encuentran en las personas con menor educación. El 90% en esta situa-
ción presenta educación secundaria o menos. También existe un efecto importante
(poco menos de 6 mil personas) que quedan sin empleo con educación universita-
ria. En cambio, el único grupo que aumenta su ocupación posterior al terremoto
son las personas con educación técnica superior, sugiriendo que la escasez de perso-
nas calificadas con educación técnico profesional puede ser una limitación para la
reactivación económica regional.

Gráfico 9. Distribución porcentual de la reducción en la ocupación en la Región del Biobío entre


los trimestres móviles EFM2010 y MAM2010 por Nivel Educativo (porcentajes).

Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Nueva Encuesta Nacional de Empleo.


Notas: EFM2010 = Enero – Marzo 2010, MAM2010 = Marzo – Mayo 2010.

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En resumen, el análisis de la nueva encuesta nacional de empleo para la Región


del Biobío permite detectar que el sismo y tsunami tuvieron un efecto importante
sobre el mercado laboral de esta región. El número de empleos se redujo en forma
importante, pero al mismo tiempo se produjo un retiro de fuerza de trabajo del
mercado laboral. Esto puede ser en parte un fenómeno de medición, pero también
refleja una reacción natural de muchas personas al evento sísmico. Las zonas más
afectadas en términos de pérdida de empleos se ubican en las provincias de Con-
cepción y Ñuble. Al interior de éstas son las zonas del borde costero en el caso de
Concepción y fuera de la capital provincial en el caso de la provincia de Ñuble las
más afectadas. Dentro de la provincia de Concepción los efectos más importantes
se sintieron en la población de comunas costeras al norte del río Biobío. La re-
ducción en los empleos se concentró especialmente en los sectores de Comercio
y Servicios. Sin embargo, Pesca y Agricultura también fueron afectadas en forma
importante por el evento telúrico. Especialmente el primero de estos dos sectores
fue afectado muy fuertemente en términos relativos. Los tipos de ocupaciones más
afectadas fueron los sin y de baja calificación, siendo el efecto sobre esta última
categoría especialmente alta en términos relativos. A nivel de las categorías de la
ocupación, los más afectados fueron indudablemente los trabajadores por cuenta
propia en términos relativos, aunque en términos absolutos el impacto sobre los
trabajadores asalariados fue igual de importante. El sismo aparentemente redujo en
forma importante las posibilidades ocupacionales de las personas que trabajan en
forma independiente. El efecto fue relativamente superior en el contingente feme-
nino que en el masculino, sugiriendo que este es uno de los grupos que requiere
especial atención de las políticas del mercado laboral post sismo. Finalmente, los
trabajadores con educación secundaria o menor fueron especialmente afectados
por la pérdida de trabajo, aunque también se generaron desvinculaciones del tra-
bajo en el sector con estudios universitarios. El segmento que ganó en empleo,
posterior al terremoto, fue el sector de trabajadores con educación superior técnico
profesional, sugiriendo la gran demanda por este tipo de profesionales que se gene-
ró en la situación post-terremoto.
Una consecuencia ineludible del presente análisis es que la catástrofe golpeó en
forma diferenciada a distintos grupos de trabajadores, tanto desde el punto de vista
de la ubicación territorial, como de la ocupación, género, tipo de educación, cali-
ficación, y sector de actividad económica. De tal forma, una política que pretenda
reducir los impactos del sismo y apoyar a los grupos afectados, necesariamente debe
desarrollar una batería de programas diferenciados que resuelvan los problemas que
enfrentan los distintos grupos identificados. Dado que los distintos instrumentos
disponibles para el Estado chileno, se enfocan a distintos tipos de actores, estas
diferencias se deben considerar a la hora de proponer un plan de reconstrucción
regional.

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3.3. Datos sobre la calidad del empleo

Una de la variables fundamentales de la calidad del empleo es el “estatus ocupacio-


nal” del trabajador. Esta variable compuesta incorpora tanto el tipo de contrato de
los trabajadores asalariados como la posición ocupacional de los trabajadores inde-
pendientes. Particularmente se agrupan los contratos de duración fija en una cate-
goría denominada “contratos atípicos”, que incluye a los contratos fijos, por obra o
faena, temporales, subcontratación (para el año 2009) y de aprendizaje 10.Una cate-
goría importante dentro de los asalariados son los trabajadores sin contratos forma-
les11. Éstos incluyen a los honorarios que no trabajan en forma independiente, ya
que ellos deberían tener contratos. Su condición de asalariados a honorarios en la
práctica significa que estos trabajadores no están protegidos por el Código Laboral.
Una particularidad del mercado laboral chileno, es que los contratos a hono-
rario se usan en forma creciente para evitar las estipulaciones legales del Código
Laboral, en particular los costos de despido asociados a los tradicionales contratos
indefinidos.
Consideramos que un análisis del mercado laboral chileno según esta variable
“estatus ocupacional” es más útil que presentar los datos por categorías de análisis
de variables simples (como posición ocupacional, tipo de contrato, sector formal o
informal), ya que permite agrupar a los trabajadores en categorías que son sujetos
a disposiciones legales similares que a su vez generan un conjunto de capacidades
bien distintas.
En particular, esta manera de analizar el mercado laboral nos permite distinguir
entre los asalariados con y sin contrato. Como veremos, los trabajadores sin con-
trato son los más vulnerables, junto con los trabajadores por cuenta propia de bajos
ingresos. Todo análisis que no mire específicamente a estas categorías de trabajado-
res ignora uno de los aspectos fundamentales del mercado laboral chileno.
La Tabla 3 muestra que un 44,4% de la fuerza laboral total tiene un contrato in-
definido, un 13,1% tiene algún tipo de contrato atípico y un 22,8% no tiene con-
trato. Otro 19,7% trabaja en forma independiente. De este porcentaje, la categoría
más grande son los trabajadores a cuenta propia. La conclusión más importante
que se puede sacar de esta tabla es que el porcentaje de los trabajadores en Chile
que están protegidos por todas las estipulaciones del Código Laboral (incluyendo la

10
En la CASEN del 2009 se cambio el formato de las preguntas necesarias para calcular esta variable com-
puesta. Por lo tanto los datos del 2009 no son estrictamente comparables con los del 2006. Sin embargo, tan solo
un 2% de los trabajadores contestó que estaba subcontratado.
11
Somos conscientes de que, en términos estrictamente legales, los trabajadores sin contrato pueden ir a los
tribunales laborales en caso de despido para que se reconozca su condición de asalariado con los derechos legales
correspondientes. Sin embargo, en la práctica, eso no ocurre frecuentemente. Por lo tanto, para los efectos de este
análisis, los trabajadores sin contratos escriturados se consideran desprotegidos por la ley.

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protección en caso de despido y el derecho a recibir una indemnización) es menor


que el porcentaje de trabajadores que están excluidos del Código Laboral, o por su
condición de trabajador independiente, o porque no tienen contrato escriturado.
Esta conclusión tiene especial importancia en situaciones de shocks económicos o
de otro tipo, ya que la gran mayoría de los derechos laborales de los trabajadores
depende de su estatus ocupacional.

Tabla 3. Estatus ocupacional en Chile y en la Región del Biobío. Varios años.

Chile Chile Chile Región del


Estatus ocupacional Biobío
2003 2006 2009 2009
Contrato indefinido 42,7 41,9 44,4 39,9
Contrato a plazo fijo (a) 6,2 7,3 7,5 11
Contrato por obra o faena (b) 3,8 5,1 5,2 7,3
Contrato de aprendizaje (c) 0,1 0,1 0,1 0

Contrato de servicios transitorios (d) 0,3 0,3 0,4 0,6

Total Contratos Atípicos (a+b+c+d) 10,4 12,9 13,1 18,9

Asalariados sin contrato (e) 17,6 16,2 15,2 17,5


Asalariados a honorarios (f ) 4,9 5,3 7,7 6,6

Total Asalariados sin contrato (e+f) 22,5 21,5 22,8 24,1

Empleador (g) 4,0 3,1 3,1 2,5


Cuenta propia profesional (h) 2,9 3,2 3,6 2,4
Cuenta propia (i) 17,6 17,4 13,0 12,1
Independientes (g+h+i) 24,4 23,7 19,7 17,1
Total Ocupados 100 100 100 100

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN 2003- 2009.


Nota: Entre los años 2006 y 2009 se efectuó un cambio metodológico en la encuesta Casen que cambió la pregunta sobre
el tipo de contrato, incluyéndole una opción de respuesta de “subcontratación”. Por lo tanto, los datos entre estos dos
años en estricto rigor no son comparables.

Estos datos son particularmente relevantes si consideramos que solamente los


trabajadores con contratos indefinidos de una duración de más de un año tienen
derecho a recibir fondos del seguro de cesantía provenientes del Fondo Solidario,

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que es el único componente real de seguro en el sistema del seguro de cesantía. Los
trabajadores independientes y sin contrato están excluidos ex - ante del sistema y
no contribuyen a él. Y los trabajadores con contratos atípicos reciben solamente
un máximo de tres pagos correspondientes a una tasa de reemplazo salarial de un
33%. Si a estos datos sumamos la rotación de los empleos que se ha generado en
Chile durante los últimos siete años, vemos que el seguro de cesantía difícilmente
protege a los trabajadores en tiempos normales12. La Tabla 4 muestra que casi un
60% de los empleos en el año 2009 se había generado durante el último año. Solo
un 34% de los empleos que se genera en Chile tiene contrato indefinido y solo un
33% del total de empleos generados tendría derecho al Fondo Solidario del seguro
de cesantía.
Pero en situaciones de shock, el seguro no cumple ningún rol efectivo.

Tabla 4. Porcentajes de trabajadores afiliados al sistema de seguro de cesantía por tiempo y según
tipo de contrato.

Tipo de contrato

+13m +2-3 +3-4 +4-5 +5-6 +6-7


% del total de contribuyentes 0-13m Total
- 2años años años años años años
% de Fuerza Laboral Total
Contratos indefinidos 19.8 10.0 7.5 5.4 4.2 3.4 3.0 53.3
Contratos atípicos 38.6 5.1 1.7 0.6 0.3 0.2 0.1 46.7
Total fuerza laboral 58.4 15.1 9.2 6.1 4.5 3.6 3.2 100.0

Porcentajes verticales por duración de empleo

Contratos indefinidos 33.9 66.2 81.5 88.5 93.3 94.4 93.8 53.3
Contratos atípicos 66.1 33.8 18.5 9.8 6.7 5.6 3.1 46.7
Total fuerza laboral 100.0 100.0 100.0 98.4 100.0 100.0 96.9 100.0

Porcentajes horizontales pórtico contrato

Contratos indefinidos 37.1 18.8 14.1 10.1 7.9 6.4 5.6 100.0
Contratos atípicos 82.7 10.9 3.6 1.3 0.6 0.4 0.2 99.8
Total fuerza laboral 58.4 15.1 9.2 6.1 4.5 3.6 3.2 100.1
Fuente: Superintendencia de AFP.

12
Sehnbruch (2006) estima que un 9% de los trabajadores cubiertos por el seguro de cesantía recibe un bene-
ficio del fondo solidario del sistema que es el componente que realmente se puede considerar como su elemento
de “seguro” propiamente tal.

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Los nuevos indicadores sobre la calidad del empleo que se pueden calcular con
la NENE permiten también confirmar la peor situación de empleo en la Región del
Biobío, constatándose además peores índices en la calidad del empleo en la región,
tal como se indica a continuación:

Tabla 5. Tasas de ocupacion y de presion laboral.

Región del Biobío Tasa Nacional


Tasa de desocupación estandarizada (OECD) 10,8 9,0
(desocupados + iniciadores disponibles)
/ ( fuerza de trabajo incluyendo iniciadores disponibles)
Tasa de presión laboral 20,4 17,6
(desocupados + iniciadores disponibles
+ ocupados que buscan un segundo empleo)
/ ( fuerza de trabajo incluyendo iniciadores disponibles)

Tabla 6. Indicadores de la calidad del empleo provenientes de la Nueva Encuesta de Empleo del
Instituto Nacional de Estadísticas.

Región del Tasa


Índices de calidad del empleo
Biobío Nacional
Asalariados con contrato escrito 78,6 82,7
Asalariados con contrato definido 40,0 32,2
Asalariados con contrato indefinido 67,8 60,0
Asalariados con un alto grado de protección social 62,3 67,9
Asalariados con un bajo grado de protección social 20,6 16,6

Fuente: Indicadores Mensuales, Empleo Trimestral, Mayo 201, INE.

En este contexto, la Región del Biobío preveía que reanudaría totalmente sus
operaciones en negocios o empresas para un 12,8% en menos de un mes, 18% en
menos de 3 meses, 9,6% en menos de 6 meses y un 52,3% en más de 6 meses, lo
cual da cuenta de una inestabilidad y falta de preparación a emergencias gravísima
para un país tan sísmico, que además posee costa en toda su extensión y con un sis-
tema de comunicaciones que paraliza cualquier instancia de coordinación y organi-
zación posterior a la ocurrencia de una catástrofe. Esto se ve más nefasto cuando se
estima que un 7,3% de las empresas o negocios de la región jamás se recuperará13.

13
Ver OIT, 2010.

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4. La política laboral frente a los desafíos de los “shocks” inesperados

Tradicionalmente en Chile los shocks económicos se han enfrentado con progra-


mas de empleo de emergencia, que, si bien no resuelven el problema de fondo de
la sobreoferta laboral en Chile, por lo menos palian los peores efectos de una crisis
laboral al impedir que la tasa de cesantía suba mucho más que un 10%14.
Como ya se explicó en la sección anterior, el actual sistema de seguro de ce-
santía en Chile difícilmente tendrá un impacto de protección social real sobre los
trabajadores que pierden sus empleos en situaciones de shocks económicos. En
segundo lugar, el seguro de cesantía, al igual que el Código Laboral chileno, tiene la
característica de que protege más a los trabajadores menos vulnerables, mientras los
trabajadores más vulnerables, es decir los que trabajan sin contrato y sin protección
social, quedan completamente desprotegidos por el sistema.
Recientemente se ha incorporado nuevas políticas laborales activas como pro-
gramas de subsidio laboral, sistemas de intermediación, instrumentos de coloca-
ción, capacitación e información las políticas de empleo de emergencia tradiciona-
les. Sin embargo, toda la evidencia internacional indica que este tipo de políticas
son difíciles de diseñar de una manera que tengan un impacto real15. Dado que
en Chile las políticas laborales activas no cuentan con una institucionalidad sufi-
cientemente desarrollada, no podemos contar con que tengan el impacto deseado
en el futuro inmediato y mediano. Y, si bajo circunstancias normales las políticas
laborales activas tienen poco impacto, es imposible que las tengan en una situación
de crisis, tal como la que siguió el terremoto.
El problema de todas esas medidas es que Chile todavía no tiene las estructuras
legales e institucionales para enfrentar situaciones extremas de shock económico,
cualquiera que sea su origen. En el caso del mercado laboral, tanto la legislación
como la institucionalidad vigente sistemáticamente protegen más a los trabajadores
menos vulnerables, mientras los trabajadores más vulnerables se encuentran des-
protegidos.
La Figura 1 muestra el rol central que tiene el empleo en el proceso de desarrollo
de un país, donde los beneficios sociales dependen casi en su totalidad del tipo del
empleo de los trabajadores.

14
Los programas de empleo de emergencia tienen una larga historia en Chile que se ha discutido particular-
mente en relación a los programas de la dictadura militar, el Programa de Empleo Mínimo (PEM) y el Programa
Ocupacional de Jefes de Hogar (POJH). Durante la crisis económica del 1982, que fue masiva, estos programas
emplearon al menos un 13% de la fuerza laboral para evitar que el desempleo subiera por encima del 20%. Sin
embargo, los programas han sido criticado fuertemente en la literatura por sus deficiencias y limitaciones que
mantenían a sus participantes en estados de indigencia. Ver, por ejemplo, Arellano (1985), Angell (1992) y Se-
hnbruch (2006).
15
Ver Card (2010).

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Figura 1. Bienestar individual (y vulnerabilidad social) como consecuencia del


“chorreo” económico.

El supuesto que ha regido en la política pública chilena es que una política eco-
nómica sensata generará crecimiento económico, lo que a su vez crea puestos de
trabajo y determina los niveles salariales. Lo que este supuesto no considera es que
ese mismo crecimiento económico no necesariamente ni automáticamente genera
empleos de mejor calidad. Pero es la calidad de los trabajos que determina una serie
de otros factores, como por ejemplo, la continuidad de los ingresos, la probabilidad
de permanecer ocupado o de caer en la cesantía, o la probabilidad de salir o caer a
la pobreza. De este modo, el crecimiento económico es traspasado a las personas
a través de sus puestos de empleo, determinando así sus capacidades y su nivel de
bienestar.
En todos los países, el empleo es el mecanismo principal que genera las capacida-
des individuales. Sin embargo, esto es particularmente cierto en los países en desarro-
llo, que generalmente carecen de un verdadero estado de bienestar que pueda garantizar
niveles mínimos de ingresos, y por tanto, prevenir la pobreza, especialmente duran-
te cualquier tipo de crisis personal o de la economía.
Por el lado de las políticas sociales, sin embargo, hace falta distinguir entre las
estructuras sociales y los beneficios sociales. Por estructuras sociales, se entienden
los mecanismos que proveen los derechos sociales asociados al tipo de contrato del
trabajador. En América Latina, pero particularmente en Chile, donde las estructu-
ras de los servicios sociales están mayoritariamente privatizadas, los beneficios a los
que tiene derecho el trabajador dependen, sobre todo, de sus condiciones laborales
y de la estabilidad laboral que logre.
Dada la estructura de la legislación laboral en América Latina, los trabajadores sin

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contratos escriturados, no tienen derecho a ningún beneficio y, por tanto, dependen


de los servicios sociales mínimos del Estado en tiempos de crisis. Por ahora, los traba-
jadores por cuenta propia también están excluidos de todos estos beneficios a menos
que ellos voluntariamente contraten seguros privados, lo que, en Chile al menos,
pocos optan por hacer16. Y los trabajadores con contratos atípicos (a tiempo parcial, a
plazo fijo o por obra o faena) se enfrentan a una inseguridad que es resultado de fre-
cuentes períodos de desempleo con bajas prestaciones monetarias en caso de cesantía.
Por beneficios sociales, se entienden los derechos a los que pueden acceder todos
los trabajadores. En los países desarrollados, sobre todo en los europeos, donde
estados de bienestar altamente desarrollados proveen desde derechos universales a
beneficios sociales, el acceso de la población a estos beneficios, depende en menor
medida de sus empleos y condiciones laborales.
Por el contrario, en países con estados de bienestar menos desarrollados, estos
beneficios son por un lado menos generosos, de manera que no previenen una
caída a la pobreza, y raras veces son realmente universales. En general sólo tienen
un impacto marginal sobre el bienestar del individuo, ya que tienen por objeto so-
lamente el cumplimiento de las necesidades más básicas. Por otra parte, aun estos
escasos beneficios dependen a menudo del tipo de trabajo que tiene un trabajador.
En el caso de Chile, por más que se hayan hecho grandes esfuerzos para garan-
tizar derechos universales a toda la población con el fin de evitar la pobreza, éstos
no pueden compensar a los trabajadores con empleos precarios por los beneficios
a los que tendrían derecho si tuvieran un empleo formal y estable con buenas con-
diciones laborales.
La Figura 1 supone que las estructuras sociales traspasan beneficios hacia los
individuos por el mismo camino que el crecimiento económico, es decir, a través
de los puestos de trabajo y las condiciones laborales. Los beneficios sociales, sin
embargo, sobrepasan las condiciones laborales, pero no pueden compensar por los
beneficios que el trabajador pierde al no tener un trabajo con buenas condiciones
laborales. Esto ocurre principalmente en países con menores recursos financieros.
Es decir, tener un contrato a plazo fijo en España u Holanda no es lo mismo
que tenerlo en un país latinoamericano17. El punto más importante a destacar en
este modelo es que los beneficios sociales en un país menos desarrollado no pueden
compensar por las fallas del mercado laboral. Por lo tanto, no es la política social
en general que tiene el mayor impacto en el nivel de bienestar de la persona, sino
las estructuras sociales asociadas al empleo.

16
Es probable que esta legislación cambie a futuro y que se les obligue a los trabajadores por cuenta propia
a cotizar.
17
Entre los países industrializados, España y Holanda se encuentran entre los que tienen un mayor porcentaje
de contratos de plazo fijo.

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El punto más importante que este gráfico debería resaltar es que el nivel de
bienestar individual, y por lo tanto también la vulnerabilidad social, dependen en
mayor medida del empleo per se y de las condiciones laborales de éste. Por lo tanto,
en situaciones de shocks económicos, en los cuales se pierden empleos, sea por ce-
santía o por el retiro de los trabajadores de la fuerza laboral, los mecanismos de pro-
tección social más importantes de un país en vías de desarrollo dejan de funcionar.
Como mostraron los datos sobre la calidad del empleo, ésta ya estaba deteriora-
da en la Región del Biobío relativo a la situación del país en general. Por lo tanto,
un alto porcentaje de la fuerza laboral se encontraba desprotegido en el momento
el terremoto. Si a esta conclusión agregamos que el terremoto afectó en mayor
medida a los trabajadores de cuenta propia, mujeres, y menos calificados (con la
excepción de los trabajadores con educación universitaria), debemos concluir que
el terremoto y tsunami afectaron en mayor medida a los trabajadores más vulne-
rables.

5. A modo de conclusión

Los shocks laborales ocurren por diferentes razones y el terremoto constituye sólo
una manifestación masiva de la problemática que sufre el sistema laboral nacio-
nal cuando surge una situación de crisis. A continuación se presentarán algunas
propuestas para una política pública más capaz de enfrentar situaciones de shock,
cualquiera que sea su origen.
En primer lugar y dada la estructura desigual de oportunidades y recursos en
Chile, particularmente el hecho que nuestra legislación laboral y nuestros sistemas
sociales protegen más a los menos vulnerables, debemos trabajar hacia la meta de
lograr sistemas de protección social con derechos universales e iguales para todas las
personas. La exclusión ex-ante de una proporción tan alta de la población (trabaja-
dores por cuenta propia o sin contrato y sus dependientes) por razones de legisla-
ción laboral es una política pública particularmente regresiva en tiempos de crisis.
A eso se suman los derechos parciales de los trabajadores con contratos atípicos que
también se encuentran muy desprotegidos en situaciones económicamente difíciles
y la igualmente precaria situación de los asalariados con contratos indefinidos de
corta duración. Al sumar estos segmentos del mercado laboral, nos damos cuenta
que, en realidad, la mayoría, no la minoría, de nuestros trabajadores están despro-
tegidos por las actuales estructuras laborales y sociales.
En segundo lugar, se debe avanzar en el desarrollo de sistemas de apoyo al fun-
cionamiento del mercado laboral que le permitirían sobrevivir mejor a las crisis.
Esa política debe consistir en dos componentes: por un lado se deben fortalecer
las instituciones y los servicios existentes para la capacitación, la reorientación y
a la reinserción laboral de los trabajadores desocupados. Por el otro lado, se debe

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avanzar en un sistema de apoyo a las pequeñas y medianas empresas que en muchos


casos no pueden retomar sus actividades después de un evento como un terremoto
o que no tienen recursos propios para sobrevivir una crisis económica. En ambos
casos, se debe pensar en estructuras institucionales con más recursos, mejor infraes-
tructura y más personal capacitado. Pero quizás el componente más importante
de una tal institucionalidad debe ser que sus servicios estén vinculados entre sí,
de manera que un trabajador cesante o una empresa con dificultades económicas
reciba apoyo en forma automática18.
En tercer lugar, se hace imprescindible que un Estado como el chileno, expues-
to siempre a desastres naturales por su ubicación y geografía, mantenga un fondo
social de reservas para gastos de emergencia, que podría generarse, por ejemplo, a
partir de una porción de ingresos del cobre. El diseño de este fondo debería con-
templar formas claras e inequívocas para identificar las situaciones de catástrofe,
el procedimiento administrativo para hacer uso de los recursos, las autoridades
encargadas de organizar las acciones de mitigación en un estado de emergencia, y
sus atribuciones, entre otras cosas.
Para que este tipo de sistemas se puedan contemplar, se requieren en forma ur-
gente mejores sistemas de información social y laboral consolidadas, que unan las
diferentes bases de datos de los sistemas de protección social con los datos laborales
y con los datos de otros ámbitos de la política pública. Este tipo de sistema facili-
tara también el manejo transparente de los subsidios que se entregan en momentos
de crisis.
Finalmente corresponde incentivar una política de fomento productivo a nivel
de país, pero especialmente en las regiones afectadas por el terremoto, con el pro-
pósito especifico de diversificar la estructura productiva y mejorar la generación de
empleos de calidad.

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18
Sehnbruch (2006) describe el sistema de “Seguro de Empleo” que opera en Corea del Sur en el contexto
de un mercado laboral altamente segmentado y flexible, pero que sin embargo brinda apoyo muy efectivo tanto a
empresas como a trabajadores individuales.

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Cambios en los vínculos afectivos entre difuntos


y deudos en situaciones de desastre: 27/F 2010
Chile. La emergencia invisible
Changes in emotional bonds between deceased and kinsfolk 
in situations of disaster: February 27th 2010-Chile.
The invisible emergency

R. Edgar Gaytán1

Resumen

En este artículo se da a conocer, desde una perspectiva de intervención antropológica forense, lo


sucedido en el Cementerio Parroquial de Penco a raíz de la destrucción de un muro contenedor
de nichos sepulcrales durante el terremoto ocurrido el 27 de febrero de 2010 en Chile. Se destaca
la gravedad de no atender integralmente y con una perspectiva sociocultural las consecuencias de
un terremoto. Se analizan, de ese modo, las implicancias afectivas, identitarias y emocionales que
acarrea la pérdida de los vínculos entre los deudos y sus respectivos difuntos cuando los cementerios
sufren daños significativos sin una adecuada respuesta inmediata. La antropología forense, en tanto
disciplina integral, exhibe grandes alcances en sus intervenciones en materia de desastres. No obs-
tante, se requiere de un trabajo coordinado con otras áreas y diversos organismos, que, sobre la base
de protocolos actualizados, permita guiar en la complejidad emergente de los fenómenos sociales
que ocurren en las distintas etapas de un desastre.

Palabras clave: Desastres, antropología forense, identificación humana.

Abstract

In this particular paper events which happened in Penco parochial Cemetery related to the crum-
bling of a wall containing graves during the mega earthquake of February 27th 2010 in Chile from a
forensic anthropological intervention perspective are discussed. The relevance of the lack of integral
assistance with a social and cultural perspective and the corresponding consequences of the earth-
quake are highlighted. Thus, emotional implications, identity and affection consequences which
derive from the loss of bond among kinsfolk and their corresponding deceased when cemeteries are
significantly damaged with no inmediate adequate response are analyzed. Forensic Anthropology as
integral discipline shows outstanding advances in its interventions related to disasters. However an
adjoining and coordinate kind of work in association with other areas and various institutions based

1
Profesor del Departamento de Sociología y Antropología, Universidad de Concepción. Concepción, Chile.
E-mail: edgaytan@udec.cl

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on updated protocols that can lead the way in the emergent complexity of social phenomena which
happen during the different stages of a disaster is required. 

Keywords: Disaster, forensic anthropology, human identification.

Recibido: 07.01.11. Aceptado: 01.04.11.

Introducción

El efecto directo e indirecto de los fenómenos naturales sobre las poblaciones hu-
manas no discrimina sectores sociales, grupos étnicos, regiones o países; sin em-
bargo, el impacto que producen se expresa diferencialmente en función de las con-
diciones del asentamiento humano, la estructura social, las tradiciones culturales
y la educación en materia de emergencias. El desconcierto y la ambigüedad que
dominan la vivencia durante una situación catastrófica arrastra, en innumerables
casos, hacia la toma inadecuada y apresurada de decisiones por parte del estado,
las cuales, ineludiblemente, conllevan a nuevas acciones desastrosas y desorgani-
zadas. La inexistencia de un plan de emergencia sumado a una exigua organiza-
ción interinstitucional propende a la improvisación, según vayan apareciendo en
la inmediatez inesperadas necesidades y emergencias. Equívocas oleadas de infor-
mación arrastran a la gente ha operacionalizar medidas “precautorias” sin previo
conocimiento de su efectividad o real necesidad de aplicación y ejecución. Por otra
parte, en una situación de crisis colectiva se distinguen positivamente las relaciones
comunitarias que difuminan el individualismo y permiten los acuerdos entre los
individuos. Con respecto a la materialidad, como son vivienda y capital de trabajo,
sin lugar a dudas, su destrucción, sea parcial o total, adquiere un significado fatídi-
co que trasciende al dominio de lo patrimonial familiar, comunitario y territorial.
En este sentido, los cementerios en tanto espacios depositarios de símbolos identi-
tarios y vínculos de pertenencia familiar y secular requieren ser considerados con la
misma atención que reciben otras áreas de la vida social. La principal implicancia
de su desatención se encuentra en la pérdida de los vínculos entre los difuntos y
sus respectivos deudos, tema central en la antropología forense y áreas afines a la
intervención humanitaria en situaciones de desastre.

I. La antropología y los desastres

En la mayoría de los países la evaluación preliminar del posible impacto sobre el


territorio producto de una catástrofe no se hace, o por lo menos no en la forma
más adecuada, y por tanto, los planes de manejo –si existen– no alcanzan a abor-

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dar las necesidades que tales eventos implican. Así, cuando una catástrofe ocurre,
suele crearse un desorden en la atención de la situación, insatisfacción, desatención
de sectores vulnerables, mala distribución y recepción de ayuda externa, a veces
innecesaria según las necesidades locales. La evaluación de los efectos y la toma de
decisiones en función de las alternativas de acción disponibles y sus consecuencias,
en el caso de cambios de la magnitud de una catástrofe, requieren sin duda de una
preparación previa cuidadosa, que eche mano tanto a la acumulación de la expe-
riencia humana global como de las distintas disciplinas del conocimiento.Como
mencionamos anteriomente, una catástrofe como en el caso de un terremoto, en
tanto fenómeno complejo, actúa desencadenando una serie de eventos físicos y so-
ciales que afectan de diversa manera en distintos niveles y escalas a las poblaciones
humanas. La intervención antropológica en un escenario de desastre, entendiendo
este último como la ocurrencia de un hecho extremo e impredecible que produce
un desequilibrio en la vida cotidiana, es vista como una medida complementaria
para reparar los daños materiales y restablecer el normal funcionamiento de la vida
cotidiana (López, 1999). Al agregar el enfoque cultural a esta forma de intervenir se
comienza a plantear el evento físico, no como el eje central del suceso, sino que se
pone en consideración una serie de factores y condicionantes socioculturales que,
una vez asociados a la ocurrencia de un evento físico, permitirían las consecuen-
cias del desastre, agravando o facilitando la situación en curso. Visto de ese modo,
la ocurrencia de un terremoto interrumpe drásticamente la vida cotidiana, aca-
rreando graves daños materiales, además de verse afectados distintos sentimientos
individuales y colectivos que pueden variar según las posiciones sociales, de edad,
de género, entre otras variables. La gran variedad de estas situaciones que surgen a
consecuencia de un terremoto hace que se considere éste como el causante directo
del desastre, sin considerar los complejos procesos sociales que se suman uno a
uno a la ocurrencia de los eventos. De esta manera, las medidas de intervención se
dirigen hacia la mitigación de la emergencia, estableciendo prioridades según ne-
cesidades relativas y jerárquicas que se determinan desde los planes de ayuda y de
acción estandarizados luego de ocurrido el desastre (López, 1999).
Si percibimos a los desastres como procesos sociales, históricos y culturales, los
enfoques de intervención deben, por tanto, seguir la línea de comprensión de los
dichos procesos que acompañan al fenómeno. De otra manera, al ignorar dichos
procesos, se estará manteniendo una concepción cerrada de los eventos, que des-
encadenan en medidas mal implementadas inquietando principalmente a la pobla-
ción ya afectada por el terremoto. En este sentido, las personas que interactúan en
el contexto deben cumplir un rol en la intervención, proponiendo sus intereses y
preocupaciones sobre las acciones y, por sobre todo, participando en las etapas del
proceso de emergencia, recuperación y reconstrucción para fortalecer mecanismos

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que permitan la preparación ante eventos similares, siendo el fin principal el respe-
to hacia las personas afectadas.
Al igual que en otras situaciones sociales de crisis, la organización social y la
preparación integral en la atención y manejo de un desastre demanda la existencia
previa de una plataforma de apoyo, asistencia, solución, recuperación inmedia-
ta, eficaz y planificada que guíe el uso de protocolos adecuados a escala macro y
micro-institucional, según las condiciones sociales preexistentes y los factores de
riesgo potenciales para cada lugar. Las consecuencias secundarias por un manejo
improvisado e inadecuado en la asistencia de un desastre pueden ser aún peores que
la misma catástrofe que asoló un país o región. En ese sentido, la gestión, manejo y
asistencia de un desastre debe tomar en consideración un sinnúmero de variables,
factores y parámetros sobre los cuales actuar de manera coordinada a fin de asegu-
rar una solución planificada e integral del suceso.

II. Los cementerios como reservorios de la memoria colectiva

La muerte es un fenómeno consubstancial al ser humano que desorganiza momen-


táneamente su discreta cotidianeidad, en tanto trastoca directamente la reproduc-
ción de valores asociados a la vida y la continuidad. Por esta razón, la muerte es
considerada como un hecho que adquiere múltiples formas según la sociedad y la
cultura. El manejo del cadáver se vuelve una necesidad imperante que demanda a
los deudos activar procedimientos de índole ritual convenidos y normados cultu-
ralmente. El tratamiento mortuorio del cuerpo va guiado y condicionado por las
creencias que se tengan y, a su vez, está controlado por una legislación como afecto
a la inevitable mercantilización.
Cuando muere un congénere, se produce un caos colectivo. Se altera la rutina
diaria y la comunidad se ve obligada a unirse para superar la pérdida. Consolación
y resignación son dos comportamientos que quedan plasmados en la multiplicidad
de los ritos fúnebres. La incertidumbre generada sobre los deudos a raíz de la muer-
te, somete a los sobrevivientes a comportar ritualidades que aseguren su regreso a la
cotidianeidad, y a su vez permitan al muerto emprender su viaje al más allá, o bien,
mantenerse en un estado de reposo en espera de un cambio en las condiciones de
existencia.
La muerte es el comienzo de una separación de los planos de existencia, entre
la dimensión corpórea o física y la emocional o psíquica, la cual es asistida por
ritos justamente reconocidos como de separación (Leach, 1976). A continuación
vienen los ritos de transición, correspondientes al período liminal de mayor vul-
nerabilidad. Este periodo se particulariza por la preparación ritual del cadáver. La

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fase liminal desorienta a los deudos más cercanos uniéndolos en pensamiento a un


mundo imaginado de coexistencia con el difunto
De esta manera podemos ver que la muerte ocasiona dos momentos fundamen-
tales: el traumatismo de los vivientes y la muerte objetiva de una persona. Estos he-
chos se encuentran ligados durante el proceso del morir, entendiendo por éste todo
el proceso desde la muerte física, hasta la inhumación de los restos. Este proceso
está también conformado por los ritos y costumbres funerarias que se llevan a cabo
desde el fallecimiento, teniendo dos sentidos fundamentales: mitigar el dolor de los
vivos y procurar una continuidad en la muerte de la persona y su pasaje a la vida
del “más allá” o a su descanso. En el cementerio, considerado éste como una especie
de “dormitorio” de los difuntos, los muertos son enviados a un plano alterno de
existencia perenne. Con ello, se elabora una dimensión T (más allá) del mundo de
los muertos, sobre la cual se esgrime una estructura simbólica imaginada y recrea-
da ritualmente. Los ritos funerarios y las conductas o acciones que se relacionan
con los muertos están establecidos desde costumbres religiosas o familiares que se
establecen en los sistemas culturales. Así, la realización de éstos cobra un sentido
e importancia en la mantención del recuerdo del difunto y de su relación con él o
ella luego de su muerte
Con la reintegración del difunto a la tierra mediante la inhumación se consuma
la muerte simbólica del congénere. El ritual de enterramiento, deposición, sellado
e inscripción (individualización del cuerpo) permiten reconstituir el orden y la
certeza, allí en donde previamente parecía que reinaba el caos.
Empleando una explicación funcionalista, los cementerios son reservorios de
descanso y honra a los difuntos. El camposanto, sea laico o parroquial, tiene un
significado de orden sagrado, dado su fuerte correlato con el comportamiento re-
ligioso.
El cementerio reivindica el sentido identitario propio y colectivo, así mismo
opera como enlace transgeneracional entre los vivos y los muertos, y en ocasiones
sirve como el espacio simbólico que legitima la reivindicación y dominio con un
territorio común, así como fortalece la identificación de un grupo con su hábitat
biocultural, a través de elaboraciones materiales que representan simbólicamente
a las creencias. Así mismo, actualizan y dan vigencia a los mitos que subyacen a
dicha creencia o pensamiento religioso. El ordenamiento mitológico en torno a la
muerte se instituye mediante la práctica cotidiana, en analogía a los hábitos propios
del vivir.
En resumen, el cementerio constituye un espacio en torno de múltiples repre-
sentaciones relativas a la muerte, además de generar un efecto particular en los
comportamientos y actitudes que sobre ésta se producen: “Es un símbolo cargado
de emociones que provoca tanto la tristeza y la melancolía como la reflexión calma,

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pero es también un símbolo espiritual complejo, que procura y expresa lo que el


hombre ha experimentado y experimenta todavía en su corazón a diferentes nive-
les. Este símbolo despierta emociones profundas que le revelan al hombre su situa-
ción precaria en el débil promontorio del tiempo y eso lo sobrecoge” (Gutstaffson,
1971, en Thomas, 1983).
Los vínculos con nuestros difuntos se extienden más allá de la muerte por medio
del recuerdo, las visitas y los cuidados de las tumbas en los cementerios, aspectos
cargados de significaciones que forman parte de la misma concepción de la muerte.

III. Pérdida de los vínculos familiares en situaciones de desastre

Una de las constantes en los escenarios de desastres masivos es la exigua atención


institucional que se entrega a la pérdida de los vínculos afectivos entre los difuntos
y los deudos en el seno de una comunidad.
La pérdida de los vínculos familiares se presenta como una de las mayores an-
siedades durante una emergencia colectiva. La prevención de la muerte durante
un suceso catastrófico exhorta a la sociedad civil y pública a movilizar cuerpos de
expertos, equipos de ayuda, servicios públicos y privados para actuar coordinada-
mente, en conjunto con las instituciones que estatalmente han sido asignadas para
cumplir la función de manejo y administración de la muerte de manera pronta,
oportuna y eficientemente. Ello conlleva, en un primer plano, a contar previamen-
te con estrategias permanentes de investigación forense y actualización de políticas
que faciliten la búsqueda y el rescate de sobrevivientes y, por otro lado, a detentar
las herramientas y recursos para efectuar el manejo de las víctimas fatales.
Atención aparte merecen los cementerios como espacios patrimoniales asocia-
dos a la historia de las poblaciones humanas y espacio de descanso para los difuntos.
Al igual que una ciudad edificada para los vivos, las necrópolis son susceptibles
de damnificarse gravemente en un terremoto. Un cementerio, camposanto o pan-
teón, se distingue por sus edificaciones de diversa naturaleza material como variabi-
lidad de tamaños. Un caso muy conspicuo es el mausoleo, vocablo proveniente del
latín para designar un monumento funerario suntuoso; el ejemplo más notable es
el TajMahal en la India. Este tipo de construcción es altamente susceptible de sufrir
mayores daños en comparación con un entierro en tumba o lápida.
Por otro lado, los nichos sepulcrales son una solución constructiva que previene
la sobreocupación y saturación de los cementerios, y a su vez permiten aumentar
el rendimiento del espacio, mediante el ordenamiento de los féretros a través de
un sistema estructural en bloques. En algunos cementerios estos mismos bloques
actúan como los muros perimetrales del camposanto o cementerio. No obstante,

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si bien aparentan ser una gran solución, al parecer ésta se atenúa cuando se evalúa
la probabilidad de riesgo ante un evento impredecible, como en el caso de un te-
rremoto. Cabe mencionar que la contracción por renta o compra de un nicho im-
plica una adquisición a más bajo costo para el deudo, lo cual en ocasiones reditúa
negativamente en detrimento de la calidad constructiva, aumentando con ello la
propensión a los daños y pérdidas permanentes.
El terremoto del 27/F causó importantes daños a distintas escalas en los cemen-
terios de las regiones afectadas por las fuertes oscilaciones. Concepción, Lota, Tal-
cahuano, Quirihue y Penco son algunas de las ciudades y municipios que advirtie-
ron mayor perjuicio en algunos sectores de sus cementerios después del terremoto.
Especialmente, los cementerios de Lota, Talcahuano, Quirihue y Penco fueron
los más afectados. En el caso particular del Cementerio Parroquial de Penco, un
trecho importante del muro limítrofe suroeste, constituido por nichos de cuatro
niveles, cayó completamente sobre la calle contigua y alcanzando a perjudicar la
vereda adjunta a las casas colindantes con dicha calle (ver Imagen1).
Esta destrucción parcial, si bien fue advertida por los medios de comunicación,
nunca fue atendida adecuadamente, ni oportunamente por las autoridades sanita-
rias como municipales. Ello devino en una acción de rescate y levantamiento de los
féretros y cadáveres muy improvisada e inadecuada en muchos sentidos2.

Cuadro 1. Consecuencias culturales más relevantes.

2
Es importante mencionar que la labor más destacada fue de parte del propio administrador, quien coordinó
las faenas de rescate y limpieza del siniestro.

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El procedimiento de esta intervención se subdivide en cuatro fases, guiadas y


determinadas por una serie de aspectos técnicos y afines a distintas áreas de trabajo
apropiadas para su ejecución. El siguiente diagrama resume la intervención antro-
pológica que se llevó a cabo en el cementerio Parroquial de Penco con el propósito
de individualizar e intentar re-identificar a los cadáveres y osamentas.

Cuadro 2. Procedimientos. Manejo antropológico de osamentas humanas, vestuarios y efectos


personales asociados.

Sectorización de las áreas de trabajo


a) Área de almacenaje de los restos esqueléticos.
Fase I
b) Área de examinación osteológica.
c) Área de entrevista con familiares.
Fuentes y ordenamiento.
a) Diagnóstico de la conservación de osamentas.
Fase II b) Restablecimiento de la individualidad de cada nicho.
c) Conteo y asignación de un número consecutivo.
d) Documentación mediante archivos, y libros parroquiales y de la
administración del cementerio
Individualización
a) Ordenamiento de cadáveres mediante perfil biológico.
Fase III
b) Diseño de instrumentos.
c) Recopilación de información antemortem. Entrevistas particularizadas.
d) Documentación antemortem. Digitalización.
Sistematización
a) Generación de archivos en plataformas diferenciadas.
Fase IV
b) Sistematización de la información según parámetros establecidos.
c) Devolución de documentos digitalizados.

La conformación de dos equipos de estudiantes como voluntarios de la Univer-


sidad de Concepción y organizados en función del tipo de información a recabar
permitió culminar las cuatro fases previstas en un periodo de 8 meses. Asimismo,
durante dichas labores se mantuvo informada a la comunidad del trabajo realizado
en el cementerio, de modo que se dieran a conocer el tipo, horarios y clase de ac-
tividades realizadas en el interior del cementerio. La gente podía ubicar las carpas
de trabajo o área de laboratorio de campo, así como el área de entrevistas en donde
debían acudir los familiares para la entrega de documentación.
Las actividades de análisis propiamente de laboratorio se organizaron en base
a sub-equipos regulados por turnos y horarios. Se designaron tareas y asumieron
roles específicos en función al tipo de dato y la técnica empleada. Es importante
tomar en cuenta lo natural en que se expresan ciertas tendencias, inquietudes y
preferencias que se potencian en un trabajo que tiene el carácter voluntario.

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El proceso de individualización de las osamentas y cadáveres contempla los si-


guientes pasos:

1) Revisión detallada del esqueleto en posición anatómica.


2) Valoración del estado de conservación.
3) Interpretación de los estimadores. Sexo, edad, estatura y rasgos morfológicos
particulares.
4) Morfometría craneal y poscraneal.
5) Análisis morfométrico y morfológico.
6) Determinación de lesiones y patologías óseas.
7) Estudio de vestimentas y objetos asociados al cuerpo.
8) Registro fotográfico y de cédula osteológica.

Imagen 1. Destrucción del muro oeste Cementerio Parroquial de Penco.

Población

La muestra poblacional del Cementerio Parroquial de Penco abordada desde la an-


tropología forense está compuesta principalmente por osamentas en estado avan-
zado de esqueletización. Un porcentaje importante de ésta presenta tejidos blandos

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en proceso de saponificación, y un grupo menor exhibe momificación parcial. El


periodo de muerte figura entre el año de 1975 al 2008.

Cuadro 3. Población total: 229. El gráfico mues-


tra la proporción de esqueletos masculinos y fe-
meninos.

Para la recolección de información antemortem fueron elaborados dos instru-


mentos de entrevistas –ambas estructuradas–, con el fin de obtener un conjunto de
datos diferenciados en dos clases3. Por un lado, se priorizó la recuperación de infor-
mación indiciaria sobre los difuntos: Datos identitarios de la persona, de carácter
físico, clínico y mortuorio. La segunda entrevista proyectó recoger de forma am-
pliada datos culturales sobre la muerte y sus implicancias asociadas con el desastre.
En la primera operaron los recuerdos y en la segunda se trabajó sobre la memoria
familiar y patrimonial.
Los sucesos descritos se ampliaron en varios trabajos escritos con el fin de recu-
perar y mostrar la importancia que subyace dicha labor de intervención antropoló-
gica para este tipo de situaciones.
La compilación final de las entrevistas fue realizada por el equipo de estudiantes
de la carrera de Antropología de la Universidad de Concepción, quienes se dieron
a la tarea de sistematizar dicha información. El total de archivos circunda las 155

3
Para mayor detalle consultar la memoria de título presentada en el 2010 por la exalumna de la carrera de
Antropología de la Universidad de Concepción Camila Guerra Ceppi con el título: “Intervención Antropológica
en el Cementerio Parroquial de Penco: Impresiones sobre procesos de la muerte y la experiencia revivida, a partir
del derrumbe de nichos”.

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grabaciones y fichas de registro de orden cualitativo. Las entrevistas se realizaron


a los familiares directos del difunto o, bien, a aquellas personas que guardaron
relación durante su enterramiento y acudieron al llamado por parte del equipo
voluntario o de la administración del CPP. Es importante mencionar el factor dis-
tancia geográfica jugó en contra de la reunión del acervo de información, ya que,
en la extensa mayoría, la procedencia de los familiares involucrados correspondía a
ciudades significativamente distantes del área afectada.
En el siguiente gráfico se muestra el total de las localidades de procedencia de
los difuntos. Si bien varios de los familiares son residentes de la ciudad de Penco,
un importante porcentaje descansa en otras comunidades, ciudades y poblaciones
fuera del territorio comprendido para la ciudad de Penco.
Los porcentajes relativos con respecto a la procedencia muestran la heteroge-
neidad de la distribución de la población y la baja proporción que tiene la muestra
local o penquista. Los porcentajes son: Penco 30%; Concepción 6%; Rafael 5%;
S/I 5%; Lirquén 4%; Talcahuano 3%; Trehuaco 3%; Florida 2%.

Gráfico 1. Procedencia geográfica de los difuntos y familiares entrevistados.

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Caracterización antropofísica

La composición por género es bastante desigual considerando el comportamiento


demográfico natural de las poblaciones humanas (ver gráfico 2). A continuación
se muestran algunas de las características antropofísicas más relevantes de la po-
blación analizada. Cabe señalar que parte del estudio implicó el diagnóstico de
padecimientos y osteopatologías de distinta etiología y consecuencias en la salud,
de modo que ello ayudase en el procedimiento de la identificación.

Gráfico 2. Se muestra la relación entre edad y padecimientos, lesiones


y cantidad de esqueletos con prótesis dentales o apendiculares en la
población femenina.

Gráfico 3. Se muestra la relación entre edad y padecimientos, lesiones


y cantidad de esqueletos con prótesis dentales o apendiculares en la
población masculina.

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Salud, enfermedad y cuerpo

A través del análisis bioantropológico efectuado sobre la población del CPP se


obtuvo conocimiento sobre la incidencia de las principales afecciones óseas, que, si
bien tienen una etiología no-específica, sí están regularmente asociadas con cierto
tipo de condiciones de vida, ocupaciones y hábitos profesionales, además de pre-
sentar rasgos de carácter degenerativo.
La exposición de una alteración invalidante a nivel óseo vista a través de la
antropología física permite apreciar la relevancia de las diferencias socioculturales
expresadas en el cuerpo a lo largo de la vida de uno o varios sujetos. Lo social en
interacción con el ambiente se imprimen diferencialmente en cada región del cuer-
po. Las diferencias de vida, como pueden ser las actividades ocupacionales, el tipo
de profesión, las lesiones y las posturas adquiridas se marcan irreparablemente en
el contorno y en la estructura de cada cuerpo. Al mismo tiempo, desde los propios
límites y alcances del cuerpo, se establece el espectro de posibilidades desde el cual
se proyecta la realidad humana. Las representaciones simbólicas en torno al cuerpo,
la salud y la enfermedad guardan fuertes correlatos con los procesos vitales huma-
nos: nacimiento, crecimiento, maduración, envejecimiento y muerte. Producto de
dichas interacciones es el cuadro de las frecuencias en torno a las lesiones, padeci-
mientos y prótesis asociados al género, la edad y la clase social (ver cuadros 2 y 3).

IV. Consideraciones finales y conclusiones

En la búsqueda de desarrollar medidas eficientes y estrategias para reducir las atro-


ces repercusiones para manejar los cadáveres en avanzado estado de descomposi-
ción en situaciones de desastre, y sin perjuicio de las costumbres y valores de la
comunidad, se puede sugerir mínimamente considerar los siguientes puntos:

1) Identificación de vulnerabilidades y escenarios realistas para cada país o región.


Hay tantos escenarios, como países, regiones y poblaciones.
2) Pensar a largo plazo para la promoción de la reducción de riesgos y cambios de
hábitos y conducta.
3) Relacionarse con otros programas y departamentos promoviendo una cultura
de preparativos, dado que la acción ante un desastre no depende de una sola
institución, depende de todos.
4) Invertir en la creación de las capacidades de respuesta institucional. La capaci-
dad de respuesta de los sistemas de salud no será efectiva si los sistemas privados
absorben un porcentaje importante de la atención en materia de salud.

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No invertir demasiado en acumulación de equipos y suministros. El futuro está


en mejorar las instituciones y sus recursos humanos.
5) Mantenerse actualizado periódicamente en las necesidades reales de las pobla-
ciones, empleando como base las evidencias sociales. Evaluar las prioridades
sociales en función de las demandas, heterogeneidad cultural y de género, es
un mecanismo preventivo y eficiente ante el descontrol social producto de un
desastre de gran magnitud.
6) Incorporar en la agenda interinstitucional la atención de respuesta rápida para
realizar visitas a los cementerios de mayor vulnerabilidad. Los equipos se deben
acompañar con la línea de saneamiento, salud mental y antropología, con el
propósito de evaluar la situación de los emplazamientos fúnebres.
7) Aclarar que el manejo de cadáver y osamentas humanas no conlleva disemina-
ción de epidemias o afecciones de tipo infecto-contagiosas. No obstante, sí se
requiere un manejo apropiado que implica contar con un espacio habilitado
para su examinación y protección, tanto para los especialistas que están en con-
tacto con los cuerpos como para mantener mínimos estándares de condiciones
para prevenir tanto su deterioro como reducir al máximo el contacto con la
sociedad civil implicada (OPS, 2004).

Hoy en día debemos considerar que la gestión social de un desastre comienza


con la prevención, la organización, constitución de redes y conocer en detalle las
condiciones previas de habitabilidad como las características ecosistémicas de un
asentamiento humano. Por ejemplo, en un desastre, la vulnerabilidad es un factor
relevante para generar mayor resiliencia, la cual actuaría en una función de los
siguientes factores:

1. Posición de las víctimas en la estratificación racial.


2. Localización geográfica de la comunidad involucrada.
3. El grado de desarrollo de las sociedades afectadas.
4. El grado de control de la institucionalidad en el manejo de la situación (Nigg,
1996).

Estos aspectos permiten prever algunas de las consecuencias directas más nefas-
tas ante un posible fenómeno natural de gran envergadura. La predicción en ma-
teria científica de un desastre es aún una espesa nebulosa. La aseveración con toda
fiabilidad del contexto espacial y temporal de la ocurrencia del evento natural es
inalcanzable. En ese sentido, la preparación es tan sólo un mecanismo de reducción
y amortiguamiento del impacto que produce una eventual catástrofe en la vida hu-
mana. La solución no pasa por la elaboración de planes para el peor escenario –por

110
Sociedad Hoy 19: 97-111, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Cambios en los vínculos... / R. Edgar Gaytán

un huracán, terremoto o tsunami–, ni tampoco por el almacenamiento masivo de


suministros o comida. La mejor alternativa es el fortalecimiento de las capacidades
institucionales y la preparación técnica, la cohesión social, constitución de equipos
de atención en coordinación con las instituciones sociales, a todo nivel organizacio-
nal, y por el conocimiento que se tiene sobre los factores de riesgo social, en materia
de salud y habitabilidad. La exigua preocupación por parte de las instituciones
hacia temas estimados con menor relevancia y trascendencia para la vida social,
como son los cementerios, provocan en situaciones de emergencia severos coletazos
en las dinámicas cotidianas asociadas al ámbito emocional, sentimental, afectivo,
valórico e identitario.

Referencias

Leach, E. (1976). Sistemas políticos de la Alta Birmania. Estudio sobre la estructura social de
Kachin. Barcelona: Anagrama.
López, M. (1999). “La contribución de la Antropología al estudio de los desastres: el caso
del Huracán Mitch en Honduras y Nicaragua”. Yaxkin Vol. XVIII. IHAH, pp. 5-18.
Nigg, J. (1996). “The social impacts of physical process: How do we manage what we
cant’t control?” Preliminary Paper No. 238, Disaster Research Center, University of
Delaware, Newark, DE.
OPS (2004). Manejo de cadáveres en situaciones de desastre. Serie Manuales y guías sobre
desastres. Nº 5. Washington, DC. USA.
Thomas, L. V. (1983). Antropología de la muerte. México: FCE.

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Sociedad Hoy 19: 113-140, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512

Vulnerabilidad social, neoliberalismo y desastre:


sueños y temores de la comunidad desplazada/
damnificada por el terremoto/tsunami1
Social vulnerability, neoliberalism and disaster: dreams and fears
of the community displaced/affected by the earthquake/tsunami

Jorge Rojas Hernández2

Resumen

La vulnerabilidad social y ambiental existentes en el país y en particular en las regiones afectadas por
el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, ha adquirido mayor visibilidad y dramatismo en
las actuales circunstancias. En efecto, al movimiento sísmico grado 8.8 en la escala Richter se agregó
el “terremoto social”. El déficit de sociedad, la grave carencia de comunidad, el predominio de una
cultura individualista, la falta de confianza y respeto en el otro y la debilidad institucional (falta de
Estado) quedaron de manifiesto a partir de las primeras horas de la catástrofe natural y en los días
que siguieron. La institucionalidad no fue capaz de responder con la debida eficiencia y rapidez
a la emergencia, lo que se tradujo en un aumento significativo de la inseguridad de la población.
Resulta indispensable aprender de estas desastrosas y dramáticas experiencias para preparar mejor
a la sociedad, a las personas y a las instituciones. Lamentablemente, la reconstrucción se encuentra
todavía en una fase inicial y tanto el país como las regiones afectadas aún no se encuentran prepara-
dos para enfrentar un desastre similar. El presente artículo busca entregar una explicación científica
al comportamiento social e institucional del desastre, relevando también los anhelos más profundos
de las comunidades.

Palabras clave: Reconstrucción, terremoto, desplazados.

Abstract

The social and environmental vulnerability, in existence at the country and particularly in the re-
gions affected by the earthquake and tsunami, has become more visible and dramatic in the current
circumstances. Indeed, to the earthquake degree 8.8 on the Richter scale it was added the “social
earthquake”. The deficit of society, the serious lack of community, the dominance of an individual-

1
El presente artículo forma parte del proyecto de investigación ANILLOS “Impactos sociales y ambientales
del Cambio Climático Global en la Región del Biobío: Desafío para la sostenibilidad del siglo XXI”, 2009-2011,
patrocinada por CONICYT y cuyo Director es el autor del presente artículo. CONICYT autorizó a posteriori
incluir en la investigación, durante el desarrollo del proyecto, el tema del terremoto del 27 de febrero de 2010, dada
su importancia como proceso de aprendizaje, aplicable a una eventual estrategia de adaptación al cambio climático.
2
Dr. en Sociología, Universidad de Hannover, Alemania, profesor titular del Departamento de Sociología y
Antropología, decano de la Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Concepción. Concepción, Chile. E-mail:
jrojas@udec.cl

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Sociedad Hoy 19: 113-140, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Vulnerabilidad social... / J. Rojas H.

istic culture, lacks confidence, the lack of showing respect to the others; moreover the institutional
weaknesses (lack of state), were revealed from the early hours after of the natural disaster and in
the days that followed it. The institutional framework could not respond quickly and efficient-
ly to the emergency, which resulted in a meaningful increasing of insecurity of the population.
It is essential to learn from these disastrous and dramatic experiences for preparing at the best way
to the society and institutions. Unfortunately, the reconstruction is still in its initial phase, and both
the country and the affected regions are not yet prepared to face a similar disaster. This article seeks
to provide a scientific explanation of social and institutional behavior of the disaster, also relieving
the deepest desires of the communities.

Keywords: Rebuilding, earthquake, displaced persons.

Recibido: 26.08.11. Aceptado: 03.10.11.

Introducción

La magnitud y los impacto físicos y sociales del terremoto y tsunami que afectaron
fuertemente a las Regiones del Biobío y Maule, movilizó rápidamente a las capa-
cidades profesionales e intelectuales instaladas en las universidades e instituciones
públicas y privadas, con el propósito de entender lo que estaba sucediendo y apor-
tar al proceso de ayuda urgente y posterior reconstrucción. Las primeras reacciones
fueron de shocks y paralización, para luego empezar a actuar para resolver proble-
mas básicos.
La Universidad de Concepción organizó rápidamente un Programa de Recons-
trucción, basado en 9 comisiones, compuestas y coordinadas por profesores de di-
ferentes áreas disciplinarias. Entre ellas funcionó la Comisión Sociedad Civil y Re-
construcción. Las conclusiones de este trabajo se publicaron en un libro (Propuestas
para la Reconstrucción, UdeC, 2010). Además, se organizaron numerosas salidas
de terreno a las localidades afectadas por el desastre, observaciones participativas,
acciones solidarias, visitas a campamentos o “aldeas” y seminarios con actores so-
ciales y representantes de instituciones públicas y privadas. El Proyecto ANILLOS/
CONICYT SOC 28 sobre Cambio Climático en la Región del Biobío organizó en
junio del 2010 una actividad abierta en las ciudades Concepción y Talcahuano, de-
nominada “Árbol de los Sueños”. Se invitó a los ciudadanos a escribir en tarjetas sus
anhelos de reconstrucción que colgaron en un árbol nativo instalado para tal efecto,
señalando cómo quisieran que sus ciudades volvieran a ser reconstruidas en el futu-
ro cercano. El resultado de esta técnica de “tormenta de ideas” fueron 370 tarjetas
(286 en Concepción y el resto en Talcahuano). En ese mes el Instituto Regional de
Administración de Empresas (IRADE) organizó su tradicional evento Encuentro
Regional Empresarial (EREDE) –basado en el tema de la Reconstrucción– e invitó
al autor del presente artículo a coordinar el Taller Reconstrucción Social, con la par-
ticipación de actores empresariales, universitarios, institucionales y sociales.

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Sociedad Hoy 19: 113-140, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Vulnerabilidad social... / J. Rojas H.

Junto con colaborar con las personas damnificadas o desplazadas de sus locali-
dades, hemos aprovechado el desastre para aprender e integrar dichos aprendizajes
en las actividades universitarias, de manera de preparar mejor a los profesionales y
a la sociedad para enfrentar en el futuro, con capacidades para estas difíciles y com-
plejas situaciones que con frecuencia afectan a Chile. En esta línea precisamente
hemos preparado la dictación (en septiembre de 2011) de un Diplomado sobre
Gestión Social de Riesgo de Desastres.
Las reflexiones del presente artículo están basadas en numerosas experiencias de
observación participativa, entrevistas a dirigentes de campamentos, lecturas de artí-
culos, documentación, coordinación de talleres, charlas y múltiples conversaciones
con personas víctimas del desastre. El artículo busca explicar el comportamiento
social e institucional ante el desastre, empleando los conocimientos que el autor
maneja de la realidad de la sociedad chilena a partir la teoría crítica (Rojas, 2011:
125-152). Ello, en el marco específico de las experiencias humanas del 27 de fe-
brero de 2010.

Momentos críticos de convivencia

El llamado terremoto social se manifestó en las acciones de saqueos practicadas


en forma masiva por diferentes segmentos de la población. La explicación a esta
conducta es compleja. Aquí no se trata de criticar ni condenar a quienes actuaron
motivados por auténticas necesidades de sobrevivencia, como lo es la falta de ali-
mentos y de otros bienes elementales, en momentos de caos y desesperación. Se
trata de un análisis más general del comportamiento humano frente al desastre. El
fenómeno aún no ha sido estudiado en profundidad, pero tiene convulsionados a
la sociedad, a los científicos y políticos.
Las causas que explican este problema son de diversa naturaleza:

i) Ausencia de una cultura y política pública y social de prevención frente a catás-


trofes. A pesar de una historia milenaria de terremotos y maremotos: terremoto del
8 de febrero de 1570 en Concepción; 16 de diciembre de 1575 en Valdivia; 13 de
mayo 1647 en Santiago; 25 de mayo de 1751 en Concepción; 19 de noviembre
de 1822 en gran parte del territorio nacional, con epicentro en Valparaíso; 20 de
febrero de 1835 en Concepción; 20 de febrero de 1835 en Valdivia; 4 de marzo
de 1835 en la Isla Quiriquina; 22 de mayo de 1960 en Valdivia; 27 de febrero de
2010 en las Regiones de Biobío y Maule. Según Miguel Lauwner, la falta de una
cultura de prevención explicaría el hecho de que Chile “no haya tomado los res-
guardos necesarios para enfrentar catástrofes naturales que ya sabemos que seguirán
sucediendo” (Lawner, 2010).

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ii) Naturalización de los desastres. La población parece haberse acostumbrado a


vivir y sobrellevar tragedias a lo largo de la historia y de las generaciones. Si bien es
cierto que las catástrofes tienen un origen de carácter natural, el comportamiento
humano se construye socialmente. Incluso el vivir en la pobreza y vulnerabilidad
social y ambiental ya se ha naturalizado, lo que en muchos casos contribuye a fo-
mentar la pasividad y el conformismo/fatalismo con la nueva situación.

iii) Ausencia de la catástrofe en la institucionalidad y políticas públicas. La cultura


de la no prevención y la naturalización de las catástrofes han influido también en la
política y en el Estado. El riesgo permanente en que vive Chile no ha sido histórica-
mente considerado por el Estado ni la política como un problema importante que
requiera de institucionalidad, funcionarios competentes, sistemas de información
y alarmas, tecnologías apropiadas, estaciones de medición y recursos financieros.
La experiencia del 27 de febrero demostró en forma dramática el nulo y erróneo
funcionamiento del SHOA (Servicio Hidrológico y Oceanográfico de la Armada),
de la ONEMI (Oficina Nacional de Emergencia) y de los Gobiernos Regionales,
en los primeros días del terremoto y maremoto. Al respecto, existen innumerables
testimonios, informes de prensa y del Parlamento.

iv) Existencia de una matriz sociocultural paternalista/asistencialista que fomenta


la pasividad ciudadana. La modernización chilena es de carácter tecnológica y eco-
nómica, pero no social. Las personas en situación de vulnerabilidad esperan ayudas
y subsidios del Estado o Gobierno. “La gente espera ayuda o saquea”, se señaló en
el Encuentro Regional de Empresas, ERADE, (junio de 2010) en Concepción,
convocado por IRADE bajo el lema de la Reconstrucción.

v) Existencia de una matriz cultural individualista y excluyente, que genera des-


igualdad y envidia social. Esta matriz, dominante en la sociedad chilena a partir de
mediados de la década de los setenta, subestima o rechaza lo colectivo. El exceso
de individualismo y “competencia” darwinista destruye los lazos comunitarios y
genera actitudes antisociales, dejando a las personas solas frente a la catástrofe. La
falta de comunidad.

vi) Las expectativas frustradas generadas por la aguda y permanente propaganda


comercial y subliminal que acompaña al crecimiento económico no compartido
con sectores sociales medios y bajos.

vii) En las situaciones normales del funcionamiento de la sociedad, los ciudadanos


observan cómo el mercado divulga, practica e impone formas de comportamiento
engañosas, codiciosas y de enriquecimiento ilícito, que obviamente también influ-
yen en situaciones de desastres. El mercado no se guía por normas éticas ni muchos

116
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menos solidarias, sino por las llamadas leyes de la competencia que, finalmente,
favorece al más fuerte.

La disolución de los vínculos sociales –producto de la sociedad del mercado–


constituye una verdadera amenaza para la convivencia social en momentos de ca-
tástrofes naturales y de otra índole, como lo serían también eventos extremos pro-
vocados por los efectos del cambio climático.
En el mencionado Encuentro EREDE (junio 2010) se destacó con fuerza el
tema de la crisis valórica que vive la sociedad chilena, la que se expresó en los sa-
queos, agresividad y desconfianza imperantes en algunas ciudades afectadas por el
terremoto. En palabras de un participante en el Encuentro: “La gente espera ayuda
o saquea”.
El terremoto social, por lo tanto, obedece a un conjunto de factores complejos
que interactúan en un momento de aguda crisis social. El saqueo no se explica sola-
mente por la necesidad de sobrevivencia que produce la emergencia, sino que tam-
bién por la existencia de pautas de comportamiento potencialmente trasgresoras
presentes en el imaginario y en el subconsciente humano, construidas socialmente
en tiempos pretéritos. La constitución prácticamente espontánea de barricadas y
de comités de vigilancia (de autodefensa) en diferentes barrios de la ciudad de
Concepción y en otras ciudades, explican por sí solas la falta de cohesión social
imperante en la sociedad.
Los momentos de crisis muestran al desnudo y dan cuenta sobre el tipo de so-
ciedad realmente existente.
Ahora bien, los desastres muestran también las pérdidas que experimentan las
personas: sus arraigos territoriales, identidades y sentido de vida en comunidad,
como lo veremos a continuación.

Riesgos, vulnerabilidad y desastres

The Worldwacht Institute define como desastre “un peligro excepcional o anormal
que afecta a comunidades o zonas geográficas vulnerables. Provoca considerables
daños, perturbaciones y posibles víctimas. Las comunidades afectadas tienen difi-
cultades para funcionar normalmente y requieren asistencia externa”. Y vulnerabi-
lidad es definida como “potencial de sufrir daños o pérdidas. Mayor susceptibilidad
a los impactos de peligros debido a factores físicos, sociales, económicos y ambien-
tales” (The Worldwacht Institute, 2007: 225).
Para este Instituto el riesgo “es la probabilidad de que ocurra un peligro en un
lugar determinado y sus consecuencias probables sobre la población y la propie-
dad”.
Los desastres no son meros eventos fortuitos, como frecuentemente lo repor-

117
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tan los medios de comunicación. “Son producto de una relación cambiante entre
acontecimientos naturales (peligros), condicionantes físicos y sociales (vulnerabili-
dades) y unos sistemas de gestión de riesgo que existen –o que, con frecuencia, no
existen– para protegernos. Salvo raras excepciones, la gente no muere a causa de
los fuertes vientos o los temblores de un sismo, sino por los efectos de estos riegos
naturales sobre sus viviendas, sus escuelas, sus oficinas y su entorno” (Worldwacht
Institute, 2007: 224).
Por lo tanto, el riesgo es el resultado de un conjunto complejo de interaccio-
nes entre el entorno socialmente construido y el sistema natural. Algunos autores
contemporáneos sostienen que en la actualidad se vive en una sociedad del riesgo,
lo que constituiría una verdadera base estructural propicia para el surgimiento de
vulnerabilidades.
Ulrich Beck ha desarrollado teoría del riesgo global. Su concepto de “irresponsa-
bilidad organizada” busca explicar cómo y por qué las instituciones de la sociedad
moderna deben reconocer ineludiblemente la realidad de la catástrofe mientras
que, simultáneamente, niegan su existencia, ocultando sus orígenes y excluyendo
la compensación o el control. La sociología del riesgo es una ciencia de potenciali-
dades y de juicios sobre probabilidades. El concepto de riesgo, cuando se considera
científicamente (riesgo = accidente x probabilidad), adopta la forma del cálculo
de probabilidades, que, como sabemos, nunca puede excluir el peor caso posible.
Finalmente, la noción de sociedad del riesgo global, para Beck, es pertinente para
un mundo que puede caracterizarse por la pérdida de una distinción clara entre
naturaleza y cultura (Beck, 2006). En la primera etapa de la modernidad (desde
el inicio de la modernidad industrial en los siglos XVII y XVIII hasta comienzos
del siglo XX), riesgo significa esencialmente una forma de calcular consecuencias
impredecibles (decisiones industriales).
Para la CEPAL la vulnerabilidad social se asocia al concepto de “riesgo social”,
por lo general aplicado a la población pobre, la que a su vez se identifica con la
“falta de activos”:

… la falta de activos, su devaluación o la inhabilidad para manejarlos configuran


el signo distintivo de la vulnerabilidad frente a dos riegos sociales de importancia
capital: la pobreza y la movilidad socioeconómica descendente. En este contexto la
vulnerabilidad adquiere un contenido específico, puesto que acota esos dos riesgos
ante los cuales las comunidades, hogares y personas son vulnerables. Además, se
presta para interpretar fenómenos como los ya expuestos; así, la erosión de los la-
zos comunitarios o la pérdida de las transferencias del Estado pueden considerarse
como una dilución de los activos, en tanto que la devaluación de la educación (y
de los conocimientos en general), a raíz del cambio vertiginoso de la modernidad
tardía, es el mejor ejemplo de la desactualización de activos (CEPAL, 2002: 5).

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La población pobre es la más vulnerable frente a eventos extremos como un


terremoto, los pobres son los más expuestos a riesgos y desastres, como quedó
claramente demostrado en las víctimas del terremoto y tsunami que azotaron a las
regiones del Maule y Biobío.

El drama de los desplazados: el desarraigo

La localidad constituye el hábitat en el que las personas establecen su arraigo domi-


ciliario. Los lazos familiares, el vecindario, se asientan en un lugar construido por
las personas. Allí se construyen historias individuales y colectivas, se arman redes
sociales, comerciales, laborales, comunitarias y amistosas.
El “lugar antropológico”, según Marc Augé, es al mismo tiempo principio de
sentido para aquellos que lo habitan y principio de inteligibilidad para aquel que
lo observa… Estos lugares tienen tres rasgos comunes: identificatorios, relacionales
e históricos (Auge, 2008: 60). Se nace en un lugar, el que es constitutivo de identi-
dad. La residencia genera un conjunto de relaciones. El habitante del lugar vive en
la historia, la morada construida por los antepasados.

El balneario de Dichato después del tsunami mostraba tal nivel de destrucción que
parecía haber sido objeto de un bombardeo o de una guerra. Ni los paraderos de
pasajeros que estaban en los sectores altos del balneario se salvaron de la implaca-
ble furia del mar. Fueron tres olas gigantescas de entre 10 y 15 metros, aunque la
más destructiva fue la tercera que arrasó con todo lo que pilló a su paso y la que
provocó la mayoría de las muertes… La experiencia de los antiguos pescadores fue
fundamental para que la mayoría de los habitantes optara por buscar refugio luego
del terremoto hacia lugares altos, pese a que no existían las señaléticas respectivas y
la oscuridad reinante hacía difícil llegar a los lugares de mayor altura por la confor-
mación geográfica del sector costero del balneario. Para los sobrevivientes, las horas
de espera hasta la madrugada, cuando amaneció, fueron interminables, pero mayor
fue el impacto al ver el grado de devastación sufrida con viviendas flotando en el
mar y lanchas esparcidas en medio de las casas destruidas (Revista Nos, 2010: 82).

La localidad pesquera de Dichato, situada a 40 km al norte de Concepción, fue


uno de los epicentros del terremoto/tsunami que afectó a la Región del Biobío el
27 de febrero de 2010. Gran parte del sector plano fue azotado por las aguas, des-
trozando casas, comercio e infraestructura. Hubo también pérdida de vidas. Du-
rante la emergencia los pobladores –las familias– fueron desplazados hacia campa-
mentos, denominados “aldeas”. La localidad está rodeada de grandes plantaciones
forestales, pertenecientes a empresas privadas (CELCO). Las autoridades lograron

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arrendar un par de hectáreas a la empresa forestal para construir un campamento


provisorio que actualmente alberga a más de 500 familias, prácticamente hacinadas
y en precarias condiciones habitacionales.

Nos han dicho tantas cosas que ya no nos extraña nada. Pero ahora el principal te-
mor es que nos expropien nuestras viviendas y locales comerciales. (Isabel Riquelme
pobladora del campamento El Molino, Dichato) (Pinto, 2010).

Por más que pasen los años, no deja de impresionarme el color del mar, su belleza.
(María Antonieta, pobladora del campamento El Molino, Dichato) (Íbidem).

El lugar de arraigo, donde echaron raíces, antes del tsunami, corre por sus venas
y cuerpo. No es posible olvidarse de él. El paisaje, el mar, a pesar del daño que oca-
sionó con sus salidas violentas, sigue estando presente en la vida de los desplazados,
junto con el temor a poderlo todo. Aun hoy puede leerse en la fachada de una casa
destruida el clamor: “Dichato no está en venta”. El temor de ser expropiados, de
perder definitivamente sus antiguos lugares de habitación, bajo el pretexto de refor-
zar el borde costero, construyendo una franja arborizada que actúe como defensa
de posibles nuevos maremotos.

En la realidad concreta del mundo de hoy, los lugares y los espacios, los lugares y
los no lugares se entrelazan, se interpenetran. La posibilidad del no lugar no está
nunca ausente de cualquier lugar que sea. El retorno al lugar es el recurso de aquel
que frecuenta los no lugares… Lugares y no lugares se oponen (o se atraen) como las
palabras y los conceptos que permiten describirlas (Augé, 2008: 110).

Los desplazados o refugiados son ubicados en un no lugar. Un no lugar, no de


ellos, no elegido por ellos. A este lugar llegan con lo poco que tienen, con lo que les
queda. En un comienzo es sólo su vida, sus sufrimientos y esperanza de mejorar. En
el campamento El Molino, en Dichato, el no lugar era un bosque privado, el que
fue talado por el cuerpo de militares, quienes además construyeron las mediaguas
de 18 m². Lo único que los pobladores desean es volver a su lugar, el que visitan
todos los días, marcando los terrenos o asegurando lo que les queda de la vida antes
del desastre.

Un día, quizá, vendrá un signo de otro planeta. Y, por efecto de solidaridad…,


el conjunto del espacio terrestre se convertirá en un lugar. Ser terrestre significará
algo. Mientras esperamos que esto ocurra, no es seguro que basten las amenazas
que pesan sobre el entorno. En el anonimato del no lugar es donde se experimenta
solitariamente la comunidad de los destinos humanos (Augé, 2008: 122).

El no lugar, desplazado, allí donde fuimos arrojados por el mar y las institu-

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ciones, representa la no vida, el desarraigo, el des-sentido. El no lugar, por lo mis-


mo, estremece duramente la existencia, incluso de aquel ciudadano de afuera, de
experiencia relacional. El no lugar deshumaniza –y hay muchos no lugares post-
terremoto–, como ha quedado plasmado en el cuerpo y la sensibilidad de muchos
chilenos.
El mundo actual provoca millones de damnificados y desplazados en diferentes
lugares del planeta. Existen muchos no lugares, encierros, lugares cercados, para
aquellos que se han transformados en verdaderos parias, en seres humanos inde-
seados, arrojados a los márgenes de la civilización. Son desplazados de guerras,
invasiones, de megaproyectos, inundaciones, inclemencias del cambio climático,
víctimas de crisis económicas y políticas. Por lo general se trata de pobres que lu-
chan por salir de la pobreza, pero que su condición de vulnerable los expone a la
indefensión total.
Los desplazados no están en condiciones de superar solos sus carencias frente
a desastres. Requieren de un fuerte apoyo institucional. Pero las instituciones no
siempre pueden o quieren responder a sus demandas. La respuesta depende del
estado en que se encuentran las instituciones, de sus capacidades instaladas.

Instituciones débiles y autoridades ausentes

El papel de las instituciones ante el desastre del 27 de febrero de 2010 ha sido


ampliamente discutido en el Parlamento, en las organizaciones sociales y en los
medios de comunicación. Las instituciones del Estado estuvieron ausentes durante
el desastre. En gran medida, aun siguen ausentes. Incluso se ha criticado mucho
el hecho de que una vez producido el terremoto no se haya declarado el estado de
emergencia, lo que habría impedido o frenado los desmanes y saqueos, así como el
surgimiento espontáneo de comités de autodefensa de vecinos en barrios, temero-
sos de ser asaltados por “extraños”.
En el Encuentro/Taller EREDE, organizado por IRADE, en Concepción, en
junio de 2010, se plantearon algunos puntos importantes a manera de diagnóstico,
respecto de lo ocurrido con las instituciones y la sociedad local2:

2
Encuentro Regional de Empresas, EREDE en Concepción, convocado y organizado por el Instituto Regio-
nal de Administración de Empresas, IRADE, bajo el lema de la Reconstrucción, realizado el 3 de junio 2010. Este
Encuentro fue muy representativo y de alto interés público y privado. Reunió a representantes de empresas, de
universidades, organizaciones sociales y autoridades públicas de la Región del Biobío. Analizó y discutió en diver-
sas Comisiones temáticas (8) el tema de la Reconstrucción, elaborando una Propuesta para la autoridad pública
regional. Las conclusiones citadas en el presente trabajo corresponden a la Comisión 7 Reconstrucción Social,
coordinada por el autor del presente artículo y en la que participaron cerca de 15 representantes de empresas,
universidades y organizaciones sociales de la Región del Biobío, para manifestar las experiencias vividas durante y
después del terremoto/tsunami. Las reflexiones sistematizadas –y las recomendaciones a las autoridades regiona-
les– fueron presentadas al plenario de EREDE y recepcionadas muy positivamente por los asistentes.

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–Falta de liderazgo institucional.


–Paradoja: Rol de los medios de comunicación: asumen vocería ante falta de auto-
ridad v/s alarmismo, rumores, poca claridad sobre la situación que se vive.
–Escasa cultura preventiva / Escasa preparación y olvido de la experiencia
–Comportamiento diferenciado urbano/rural. Zonas rurales más autosuficientes.
–Saqueo: Socavó pilares de confianza.
–Falta de coordinación de las autoridades con las empresas.
–Agresividad propia de zonas metropolitana: Falta de identidad, sentido de perte-
nencia y cohesión social.
–Falta de experiencias comunes: Individualismo.
–Envidia y resentimiento social producto de la desigualdad existente en la sociedad
chilena.

Las Conclusiones del Encuentro EREDE plantean temas centrales relacionados


con lo que ocurrió el 27/F, tales como la falta de liderazgo institucional, la falta de
una cultura preventiva, la agresividad de las zonas metropolitanas, el olvido de
las experiencias dramáticas, la erosión de la confianza como consecuencia de los
saqueos. Interesante resulta también la importancia que se reconoció al papel de
los medios de comunicación durante la emergencia, incluso como substitutos de
la autoridad.
Por su parte, en estudios internacionales sobre catástrofes se plantean hipótesis
sobre el comportamiento de la autoridad que tienden a confirmarse con lo que
ocurrió en Chile. Las referencias que siguen corresponden al análisis realizado por
expertos sobre la catástrofe del “Prestige”. El 19 de noviembre de 2002 se hundió
en las costas de Galicia el buque/tanque cargado con 77.000 toneladas de petróleo,
provocando la mayor marea negra de Europa y la mayor catástrofe ecológica de Es-
paña. Si bien no se trata de un evento sísmico, el libro Catástrofes medioambientales.
La reacción social y política (Cases, 2010) entrega lecciones y reflexiones sobre la
actuación de los agentes públicos en casos de desastres, dignos de ser considerados:

Los líderes tienden a adoptar actitudes reactivas cuando se enfrentan a una crisis.
Cada una de las fases que aquí se han analizado sobre la gestión política del caso
“Prestige” confirma esta hipótesis. La reacción de los gobernantes fue lenta, tanto
en el reconocimiento de la crisis como en la toma de decisiones, su política comu-
nicativa adoleció de transparencia y coordinación y, en última instancia, procuraron
evitar a toda costa cualquier responsabilidad política por la catástrofe (Freijeiro,
2010: 345).

Según este mismo autor, en los estudios sobre crisis y catástrofes se pueden
destacar otros tres tipos de comportamientos y errores: i) los dirigentes públicos
prestarían nula o escasa atención a la comunicación política de la crisis, considerán-

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dola una especie de “caja negra” de factores contextuales e incertidumbres de difícil


manejo; ii) en las sociedades occidentales ha surgido una “cultura de la culpa”, esto
es, la tendencia a auditar las actuaciones de los dirigentes y exigir responsabilidades
políticas (por lo mismo que no se saca nada con tratar de responsabilizar a otros
de la tragedia); iii) los dirigentes políticos tienden a considerar las crisis como algo
negativo en vez de verla como una “ventana de oportunidades” (Freijeiro, 2010:
346-347).
En el caso de Chile, pudo observarse de parte de las autoridades claramente
una actitud reactiva, contradictoria, desorientada y, en cierta medida, desesperada,
especialmente de las autoridades regionales y comunales, directamente implicadas
en el desastre:

Por favorcito, se lo pido a la Presidenta, al Ministro de Defensa. Los delincuentes


se han tomado la ciudad. Que manden efectivos… Seguridad necesitamos. El agua,
los alimentos pueden esperar, ya no le tenemos miedo a los temblores, les tenemos
miedo a los delincuentes. Por favor, que pongan mano dura. Si tienen que matar,
que maten, porque esto ya es el caos. Se los pido llorando, por favor…” (Marcelo
Rivera, alcalde de Hualpén3) (Revista Nos, 2010: 76).

Este clamor del alcalde Hualpén refleja la entendible desesperación de una au-
toridad comunal ante reacciones de sectores de la población (también de bandas
organizadas) que se aprovechan de las circunstancias para cometer ilícitos o practi-
car conductas antisociales, producto del pánico y horror frente a la catástrofe. Este
es un testimonio representativo de una autoridad que clama por el restablecimiento
del orden y la normalización de la vida social.
Existe la impresión, cierta o equivocada, que las dimensiones de la tragedia
sobrepasaron técnica y humanamente las posibilidades de reacción de los órganos
competentes, como el SHOA (Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Ma-
rina) y la ONEMI (Oficina Nacional de Emergencia). Las órdenes que se dieron
fueron en muchos casos contradictorias y equivocadas, como por ejemplo el hecho
de que el SHOA cancelara el alerta de tsunami en la madrugada del 27 de febrero,
no obstante que contaban con la información del PTWC (Pacific Tsunami War-
ning Center) de Estados Unidos sobre la inminencia de un maremoto que afectaría
las costas del centro y sur del país, en particular las Regiones del Maule y Bio-
bío. Informaciones provenientes de la investigación sobre el desastre revelan que
el error en el alerta del tsunami se habría debido al temor de los jefes del Shoa
a ser cuestionados por la “exactitud” de la información: “Los marinos del Shoa
esgrimieron para cancelar la alerta que no querían caer en inexactitudes frente a

3
Estas declaraciones del alcalde fueron hechas a Radio Bío Bío el día 1° de marzo de 2010.

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Sociedad Hoy 19: 113-140, 2do Sem. 2010 ISSN 0717-3512 Vulnerabilidad social... / J. Rojas H.

la población y alarmarla sin fundamentos”4. Si esta explicación, posterior a los


hechos, fuese verdadera, constituiría un comportamiento reactivo e irresponsable
frente a lo que sucedió, sobre todo frente a los que perdieron la vida por seguir sus
erradas instrucciones.
Los organismos técnicos sólo son una parte del problema. Las responsabilidades
principales se sitúan en las instituciones estatales y gubernamentales. Transcurrido
casi un año del desastre aún no se superan problemas estructurales de prevención
de riesgos y desastres, especialmente aquellos relacionados con la instalación de una
institucionalidad operativa de gestión de riesgos y desastres. Además, poco se ha
avanzado en la resolución de los problemas de fondo de reconstrucción. Y, además,
la tierra se sigue moviendo en forma amenazante.
Si la institucionalidad no funciona, al menos se espera que la población cuente
con redes y capacidades aptas para enfrentar el desastre, lo que lamentablemente
tampoco sucedió.

Sociedad neoliberal: tejido social débil y desconfianza en el otro

El terrible desastre natural sorprendió a la sociedad chilena con escasos niveles de


organización y altos grados de desconfianza, lo que dificultó la superación rápida
de los problemas más agudos que se producen en los primeros momentos, durante
la emergencia y posterior reconstrucción. Esta realidad refleja también problemas
de falta de cohesión e inclusión social, indispensable para enfrentar crisis como la
vivida el 27 de febrero.
La sociedad neoliberal, instalada en el país, construyó un orden social basado en
el individuo, considerado como un ente abstracto, sin sociedad, limitado a relacio-
nes de tipo transaccionales. Para lograr este objetivo los militares desorganizaron
violentamente la sociedad y los economistas neoliberales sometieron las relaciones
sociales al mercado. La dictadura destruyó la organización social y los proyectos
emancipatorios, acumulados históricamente. Y el mercado, extremadamente des-
regulado, privatizó e individualizó la sociedad.
La ideología neoliberal más refinada –con afanes modernizadores– promueve el
surgimiento del individuo emprendedor y flexible: una persona que desde sí mis-
mo, desde su fuerza, se construye sin exigir para ello demasiado a las instituciones
públicas ni a la sociedad. Un individuo individualista, sin “amarras”, “libre” en las
relaciones de intercambio. Este individuo no necesita de sindicatos ni partidos po-
líticos que defiendan sus “derechos”, no necesita de organizaciones intermedias. En
realidad, es un individuo sin derechos, subordinado a los dictámenes del mercado.

4
Informe de la Armada sobre el Tsunami, diario La Tercera, 25 febrero 2011.

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Ahora bien, la flexibilidad debilita a los más débiles y vulnerables de la socie-


dad, los deja sin protección. El individuo flexible carece de sociedad. Su única
posibilidad de sobrevivencia consiste en autoemprenderse, en desarrollar iniciativa
individual. Su vida no tiene metas de largo plazo ni certezas, carece de futuro y de
biografía, debe vivir y sobrevivir en el presente, con una vida discontinuada perma-
nentemente en proyectos. Para muchos estos proyectos fracasan, pero los fracasos
son de responsabilidad propia y, por lo tanto, deben emprender nuevos proyectos
e iniciativas para tratar de salir adelante. En la mayoría de los casos, los individuos
sobreviven a medio camino, en medio de fracasos y pequeños éxitos. La profun-
da desigualdad estructural que existe en Chile –y en la mayoría de las sociedades
latinoamericanas– impide a los más pobres y con menos recursos –económicos,
sociales y culturales– el desarrollo del autoemprendimiento.
Esta “sociedad de individuos” dispersos no está basada en la solidaridad colec-
tiva, sino en la responsabilidad o autorresponsabilidad individual. Por lo mismo
que el sistema social –si es que se le puede llamar así– está también basado en el
esfuerzo individual. Los teóricos neoliberales lo llaman sistema de “capitalización
individual”: los montos de las prestaciones sociales –de salud y pensión– dependen
estrictamente de los montos de los aportes individuales, administrados por empre-
sas capitalistas privadas.
Sin embargo, en las relaciones sociales cotidianas las personas interactúan te-
niendo como trasfondo lo que son en sus respectivos entramados o tejidos sociales.
En este sentido, puede sostenerse que aquello que hubo de experiencia comuni-
taria, sea en la familia o en otros grupos sociales, base de la convivencia y de la
socialización, prevalece en el tiempo y acompaña la acción y el desarrollo de las per-
sonas. En otras palabras, el todo social, construido socialmente, pervive en la parte
individual, así como la parte se proyecta con sus propias fuerzas en el todo. La vida
humana transcurre tensamente entre la necesidad y clamor por la protección de la
comunidad y los espacios de autonomía que le brinda (o que le gana) la sociedad.
Lamentablemente el terremoto/tsunami del 27/F sorprendió a la sociedad chi-
lena con una organización social débil. Los valores y lazos comunitarios y solida-
rios que la sociedad chilena tuvo en el pasado, han sido fuertemente afectados y
disminuidos, como consecuencia del modelo capitalista implementado a partir del
golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Las dos décadas de democracia trans-
curridos tampoco han sido capaces de restablecer estos valores, probablemente por
ser considerados “obsoletos” por los grupos económicos y políticos dominantes. Se
ha construido un orden social y cultural en el que las personas no deben esperar
demasiado del Estado ni de la organización social. Lo colectivo y el Estado provi-
sional o de bienestar pertenecerían a los paradigmas del pasado. Ilusoriamente se
pretende que del individuo solitario y desorganizado surja el ciudadano moderno.
Esta pretensión ha fracasado rotundamente. Lo que queda del modelo son indivi-
duos “furiosos” sin explicación racional, ansiosos de tener algo y de ser por lo que se tiene.

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Un individuo socialmente destejido y aislado entra rápidamente en la depre-


sión y desesperación existencial. Esta situación limita con la agresión, con compor-
tamientos humanamente descontrolados e impredecibles, como los que se obser-
varon el 27/F.
La vida humana transcurre tensionada entre la los valores de la comunidad y
las normas de la sociedad, construidas socialmente. El sujeto, para realizarse como
persona, lucha desesperadamente entre ambas realidades en forma permanente.
La pretensión de individualizar en exceso a las personas resulta, por lo tanto,
contra natura. Y, por consiguiente, en un momento dado del desarrollo de la per-
sona y la sociedad, el círculo de hierro del individualismo explota. Y lo puede hacer
de manera furiosa, ilícita e impredecible, con graves consecuencia para la conviven-
cia humana, como en el caso que nos ocupa.
Con el transcurrir del tiempo post-terremoto, la población afectada empezó a
solucionar en parte algunos problemas básicos, como la alimentación, el alumbrado,
la conectividad y la localización en campamentos a aquellos que perdieron sus vivien-
das. Se organizaron en los campamentos o “aldeas, como se les denomina oficialmen-
te. Sin embargo, el sufrimiento no cesó y esta vez se desplazó a la precariedad de las
mediaguas y campamentos, así como a la falta de trabajo y de recursos económicos.
Al ser desplazados de sus antiguos lugares de residencia, como consecuencia de la
destrucción, ahora se producen nuevas rupturas en los tejidos sociales y en las escasas
confianzas. Se producen nuevas dispersiones familiares y sociales, lo que hace difícil
reconstruir los necesarios lazos comunitarios, imprescindibles para rearmar la vida.
Surge por lo mismo, de manera justificada, el temor a descender en la escala de
la pobreza, a no ser considerados ni escuchados por las autoridades y a permanecer
para siempre en las soluciones precarias de la emergencia. La historia de los pobres,
aprendida de generación en generación, les enseña que los desastres empeoran sus
condiciones de vida. Los desastres, lejos de ser una oportunidad para los pobres,
constituyen una tragedia que se prolonga en el tiempo.
La historia aprendida hace precisamente surgir temores sobre el futuro incierto
y difícil que les espera, a ellos y a sus hijos.
A pesar de todo, las personas no dejan de ser tan rápidamente lo que fueron.
Retienen parte de sus bibliografías y de sus sueños, como personas que sienten y
piensan su propia historia.

¿Oportunidad para recuperación las confianzas perdidas?

El Encuentro ERADE se ocupó también de analizar, a la luz de la experiencia, el


tema de cómo fortalecer las resquebrajadas y débiles confianzas que dejaron en
evidencia el terremoto. Los participantes, provenientes de diferentes actividades,
indicaron lo siguiente:

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–Fortalecer la socialización de valores basados en la confianza en la escuela, la fami-


lia, la empresa, las instituciones públicas y privadas.
–Investigar factores que destruyeron la confianza en la comunidad azotada por el
terremoto.
–Difundir “buenas experiencias” solidarias, experimentadas durante la emergencia.
–Fortalecer la participación ciudadana y la inclusión social.
–Fortalecer los valores corporativos al interior de las empresas e instituciones.
–Organizar talleres/conversaciones permanentes de contención emocional en las
empresas e instituciones.
–Alianza Universidades / Gobierno / Empresa: abordaje interdisciplinario de tras-
tornos post-terremoto.
–Investigar sobre los riesgos y desastres.

En este sentido, se planteó la necesidad de considerar el desastre como una


oportunidad para preparar mejor a la sociedad y sus instituciones para enfrentar
situaciones de riesgo y desastres. Oportunidad implica desarrollar la capacidad de
adaptación de la comunidad, de auto-organización y respuestas positivas ante la
emergencia. Desarrollar las capacidades de resiliencia, presentes en toda comuni-
dad humana.
Pero para que ello ocurra es imprescindible que las potencialidades que posee
la comunidad sean encauzadas, que la institucionalidad les ofrezca oportunidades
materiales y organizacionales de realización y sustentabilidad en el tiempo y es-
pacio. Lamentablemente han faltado estas oportunidades. La oportunidad no es
algo que se produzca de manera automática. Requiere de condiciones, en el fondo
requiere de posibilidades reales de rehacer la vida, de reinserción en la comunidad
mediante medios que las intuiciones públicas les ofrezcan. La confianza no se recu-
pera fácilmente. Necesita oportunidades sociales.

La comunidad en tiempos de desastres: sustento social indispensable

La comunidad, definida clásicamente por Tönnies como un “entendimiento com-


partido por todos sus miembros”, como el entendimiento común, compartido de
tipo “natural” y “tácito”; un entendimiento que “está ahí”, en el sentido de Heidde-
ger y que constituye la base de la vida comunitaria y, por lo tanto, precede a todos
los acuerdos y desacuerdos (Bauman, 2003: 15-27), hizo posible en el pasado una
relación de mayor reciprocidad humana y respeto con la naturaleza. Este concepto,
arrasado por la modernidad individualizante, mantiene, a pesar de las tensiones,
vigencia, especialmente en momentos de desastres naturales y/o sociales. Las perso-
nas necesitan para ser y desarrollarse de una base convivencial que les dé sustento
y permita crecer en una ambiente humano lo más desarrollado y amable posible.

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El nuevo individualismo, que experimentan las sociedades modernas, es en cierta


forma un resurgimiento del espíritu dominante en el siglo XVIII, impulsado como
exaltación de la libertad individual contra la sociedad, tendencia fuerte entre los
fisiócratas que alababan la libre competencia de los intereses particulares como el
“orden natural de las cosas”, según lo investigó Georg Simmel:

El liberalismo del siglo XVIII puso al ser singular sobre sus propios pies, y entonces
éste pudo ir exactamente tan lejos como sus pies lo llevaron. La teoría estableció que
la constitución natural de las cosas se cuidara de que la competencia ilimitada de los
individuos se uniera en la armonía de todos los intereses y que el conjunto quedara
lo mejor parado posible con la aspiración sin consideraciones a la ventaja individual:
fue ésta la metafísica con la que el optimismo naturalista del siglo XVIII justificó
socialmente la libre competencia (Simmel, 2003: 138).

Después de pasar por la industrialización y la competencia en el siglo XIX y por


el Estado social en el siglo XX, ahora, el individuo re-individualizado se ve obligado
nuevamente a recorrer descalzo por las instalaciones precarias e inseguras del mer-
cado y la competencia ampliada y salvaje.
La historia de la humanidad se encuentra atravesada por la lucha por recuperar
o revivir la comunidad, la familia, la comunidad indígena y por imponer lógicas en
un sentido contrario, basadas en el individualismo, la competitividad y la “guerra”
de unos contra otros. Por lo general, los sistemas sociales se encuentran tensados
entre el individualismo sin sociedad, que proclama el mercado, y la necesidad vital
de la comunidad, que necesita el individuo como su sustento social para llegar a
ser persona en la interrelación con calidez y confianza humana. En esta lucha se
producen avances y retrocesos. Hay generaciones marcadas por el consumismo
y el individualismo, mientras otras buscan la sencillez y el entendimiento con el
otro, una vida de bienestar pero sin lujos. La lucha entre la libertad y la seguridad
constituye en dilema permanente de las sociedades modernas. Ambas necesidades
son fundamentales, pero suelen contraponerse. El Estado liberal y el neoliberal
renuncian a la seguridad de la mayoría de los ciudadanos, priorizando la libertad
individual sin referente societal.
El Estado social (léase de “bienestar social” y, en general, el “Estado-nación”) tra-
ta de conciliar seguridad con libertad. Pero los “altos costos” de la seguridad social
hacen que la nueva elite conservadora argumente que la seguridad social “asfixia” la
libertad, entendida como la libertad de intercambios o del mercado. En el marco
de las rebeliones de los sesenta (conocidas como movimientos del sesenta y ocho)
surge en el mundo una fuerte tendencia a reconstruir formas de vida comunitarias
(por ejemplo, Wohngemeinschaften, en Alemania, comunidades ecológicas, etc.).
Estas tendencias se anteponen al individualismo y al autoritarismo familiar y estatal
de la cultura patriarcal, prevaleciente en occidente.

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La sociedad moderna tiende a destruir los lazos comunitarios, sobre todo la


economía, mediante la intervención de la lógica del mercado, en el que prevalecen
las relaciones instrumentales de tipo comercial. En la lucha entre la racionalidad
orientada a valores y la orientada a fines o instrumental, con el advenimiento del
capitalismo, se impuso históricamente la instrumental. Por lo mismo que la co-
munidad –más guiada por una racionalidad orientada a valores, a la solidaridad,
confianza, bien común, etc.– resulta erosionada por la agresividad de un mercado
que invade el conjunto de las relaciones sociales y culturales.
Para Habermas los potenciales comunicativos y de entendimiento del Leben-
swelt (mundo de la vida) son cada vez más reprimidos por los sistemas de las so-
ciedades modernas. Este autor habla de la colonización del mundo de la vida, cuyos
indicadores serían: la cosificación y empobrecimiento cultural, atomización de los
conocimientos tradicionales y del mundo de la vida (Habermas, 1985: 522). La ra-
cionalidad instrumental, aplicada por las instituciones y hegemónica en el proyecto
histórico de la Modernidad, produce patologías comunicativas en la vida social.
En el caso de las sociedades latinoamericanas, es necesario considerar el proceso de
colonización a que fueron sometidas, y que aun no ha sido superado.
Volviendo al modelo aplicado en Chile, el mercado –en un sentido estricta-
mente neoliberal– requiere de personas competitivas, individualistas, dispuestas a
romper las relaciones de confianza y reciprocidad con el otro. La comunidad, en
cambio, parte de lo común, de la pertenencia al entorno social, de lo que une y da
sentido a la vida humana. Muchas veces resulta difícil en la vida comunitaria dar
cabida a la realización individual, así como en la sociedad se desperfila la dimensión
comunitaria y solidaria. Las organizaciones intermedias (sindicatos, asociaciones,
clubes, organizaciones vecinales, etc.) tratan, precisamente, de representar en parte
estos intereses, agrupando a las personas en torno a intereses y valores comunes,
compartidos por grupos humanos. Todo ello no resulta fácil, como lo analiza pro-
fundamente Bauman:

La comunidad del entendimiento común, incluso aunque se alcance, seguirá por


tanto siendo frágil y vulnerable, siempre necesita de vigilancia, fortificación y defen-
sa. La gente que sueña con una comunidad con la esperanza de encontrar la seguri-
dad a largo plazo que tan dolorosamente echan de menos en sus afanes cotidianos, y
con liberarse de la gravosa carga de elecciones siempre nuevas y siempre arriesgadas,
quedará amargamente desilusionada. La tranquilidad de ánimo, si la encuentra, será
del tipo “hasta nuevo aviso”. En vez de una isla de “entendimiento natural”, de un
“círculo cálido” en el que pueden bajar la guardia y dejar de pelear, la comunidad
realmente existente se sentirá como una fortaleza asediada que es continuamente
bombardeada por enemigos externos (muchas veces invisibles) mientras que, una y
otra vez, es desgarrada por la discordia interna; quienes busquen el calor comunal,
el sentimiento de hogar y la tranquilidad comunitarias tendrán que pasar la mayor
parte de su tiempo en murallas y baluartes (Bauman, 2003: 21).

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Por otra parte, y reforzando la argumentación precedente, para el filosofo social


Adorno, la vida humana es esencialmente convivencia: el ser humano es prójimo
antes que individuo, se relaciona primero con los otros antes que consigo mismo;
existe gracias al otro, es lo que es gracias a los otros; no existe primariamente defini-
do por una indivisibilidad y particularidad, sino gracias a que él participa de otros
y puede comunicarse con otros. El individuo es un momento de las relaciones, en
las cuales él vive, antes que él quizás una vez decida por sí mismo.
La determinación de un ser humano como persona implica que él, al interior de
las relaciones sociales, en las que vive siempre se encuentra desempeñando un rol
social. Mediante estas relaciones es lo que es, en relaciones con otros: hijo de una
madre, alumno de un maestro, miembro de una tribu, portador de una profesión.
Esta relación no es algo externo, sino algo propio, interno a él mismo; al interior de
las relaciones sociales la vida individual adquiere sentido. Más aún la biografía indivi-
dual de cada persona es una categoría social (Adorno, 1991: 42). La vida humana
es esencialmente relación e interrelación, comunicación con el otro y con su medio.
Cansado y enfermo de consumir, el ser humano busca a sus semejantes y se busca a
sí mismo, dejando atrás el ensimismamiento y los intereses puramente materiales.
Este proceso se da, reflexivamente, en el mismo momento en que se siente atrapado
y cautivado por los encantos pasajeros del mercado. Para Bauman, la vida moderna
transcurre en una “sociedad sitiada”, en mundo que se agota y se experimenta con
impotencia personal ante el reconocimiento de que “nuestra capacidad para actuar
(tanto colectiva como individual) no está al nivel de la nueva interdependencia y
vulnerabilidad planetarias de la especie humana” (Bauman, 2005: 29).

Anhelamos amar, ser amados y formar parte de algún grupo humano. Es posible
que la ciencia ofrezca pronto una explicación completa de esos anhelos, pero sospe-
cho que seguiremos ansiando la trascendencia (Lovelock, 2005: 537).

Otro renombrado sociólogo, Norbert Elías, destaca especialmente las vincula-


ciones emocionales de los hombres como “eslabones de unión de la sociedad”:

El ejemplo del entramado personal de relaciones de un solo individuo quizás


no destaque con la precisión suficiente la trascendencia de estos aspectos
personales de las vinculaciones humanas. Pero sin este recurso al entramado
personal de relaciones del individuo tal como es configurado por él mismo,
tal como es percibido desde la perspectiva del “yo”, no se puede comprender
toda una gama de interdependencias de mayor amplitud que se basan en
conexiones emocionales de carácter personal. Tal vez en pequeñas unidades
sociales que engloben a un número comparativamente escaso de personas,
los entramados de relaciones de tipo personal vividas desde la perspectiva del
“yo” de cada individuo pueden abarcar a la totalidad de las personas presen-

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tes. Sin duda, también en este caso la figuración de las valencias satisfechas
e insatisfechas de cada persona será también distinta de las demás. Pero la fi-
guración engloba –mientras la unidad siga siendo pequeña– a todo el grupo.
Si las unidades sociales se hacen mayores y adquieren más niveles, se generan
nuevas formas de relaciones emocionales. Su referente no son ya sólo perso-
nas, sino también, cada vez más, símbolos de las unidades más grandes, escu-
dos, banderas o conceptos llenos de carga emotivas (Elías, 1999: 165-166).

La multiplicación de los entramados personales torna cada vez más compleja e


interdependiente la vida individual. Por lo mismo que para comprender mejor las
relaciones e interacciones entre el individuo y la sociedad, no resultan útiles las teo-
rías reduccionistas, que ven sólo aspectos parciales, como puede ser la economía, el
trabajo o las conductas individuales. Se trata de relaciones complejas que deben ser
analizadas en forma sistémica, considerando los entramados y tejidos, como tam-
bién lo sostiene el destacado biólogo del conocer y del amor, Humberto Maturana,
quien, en un interesante diálogo con Bernhard Põrksen, aplicaba adecuadamente el
enfoque sistémico a una dinámica social relacional:

Mientras usted y yo estamos aquí conversando, no estamos presentes solo nosotros


dos, sino que también nuestras familias, nuestra cultura, nuestro país de origen y
nuestra lengua materna están presentes en nuestros diálogos. Cada uno de nosotros
carga con toda una trama relacional, dentro de la cual nuestro modo de pensar,
hablar y actuar tiene su sentido. Eso significa que, a pesar de que nuestro encuentro
pueda ser de naturaleza netamente personal, ambos inevitablemente formamos par-
te de una dinámica sistémica. Sin la conciencia de la fuerza determinante de la cul-
tura, nos falta la capacidad de reflexión que nos permita determinar lo que hacemos
(por nuestras propias decisiones) y lo que sólo pasa a través de nosotros (por nuestro
origen). Recién la conciencia de estas improntas crea la oportunidad de liberación
(Maturana & Põrksen, 2004: 151).

La comunidad, los lazos y redes sociales, resultan de vital importancia para en-
frentar los problemas de la vida cotidiana y la realización del ser humano. Con
mayor razón las situaciones de riesgos de desastres, como un terremoto y tsunami,
requieren de la fortaleza y riqueza de estos lazos. Con frecuencia se observa que en
dicha circunstancias estos lazos, debilitados, tienden a desarrollarse en pequeños
círculos sociales, en la familia y en los entornos vecinales más próximos. Las expe-
riencias post desastre mostraron también acercamientos, modalidades de ayudas
mutuas y formas limitadas, pero eficaces de cooperación vecinal. Así, por ejemplo,
los mencionados comités de vigilancia, aunque originalmente surgieron como mo-
dos de autodefensa contra posibles agresores, luego evolucionaron hacia formas de
cooperación y solución de problemas cotidianos de sobrevivencia. También se ocu-

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paron de la organización de la vida de las personas, de buscar y ofrecer distracción,


cultura y nuevas perspectivas de vida en medio de la precarización de las condicio-
nes de vida y la desesperanza aplastante que les significó y marco el desastre.
Sin embargo, lo poco que la comunidad y sus miembros más activos logran
impulsar, no es suficiente para resolver los gigantescos problemas y angustias exis-
tenciales que un desastre les depara. Los temores de no avanzar con la suficiente
rapidez y eficacia los invaden y pueden también, en parte, paralizar u obstruir sus
acciones y motivaciones.

Temores frente a la reconstrucción

Transcurridos más de ocho meses del fatídico 27 de febrero, aun no se inicia el


proceso de reconstrucción propiamente tal. Éste debería caracterizarse por volver
a la normalidad, es decir, permitir que los miles de familias y personas desplazadas
de sus hábitats vuelvan a sus localidades, mejorando sus precarias condiciones y
calidad de vida actuales, como lo prometió el nuevo Gobierno. Ello no ha ocurrido
y los mismos afectados dudan de que ello ocurra en el corto plazo.

Que no piensen que nos van a perjudicar con expropiaciones o permutas de terre-
nos que sean injustas. Queremos que el Presidente cumpla su palabra y nos dejen
volver a la costanera. Si no cumple, vamos a volver al lugar en que estábamos cuan-
do vino el tsunami y de ahí no nos moverán. (María Antonieta Fuentes, pobladora
del Campamento El Molino, Dichato) (Pinto, 2010).

En el campamento El Molino de Dichato viven en condiciones muy precarias


cerca de 1.500 personas, entre adultos, jóvenes y niños. El hacinamiento genera
graves problemas de convivencia y conflictos entre vecinos. Al comienzo estas vi-
viendas de material ligero, madera, de apenas 18 m², carecían de servicios básicos.
A siete meses del terremoto, producto de las protestas de los afectados, las autori-
dades les han ido agregando algunos servicios, aunque aún no cuentan con agua
potable ni servicios higiénicos al interior de las viviendas. Según datos obtenidos en
la entrevista a los pobladores, se puede deducir que:

La mayoría siente que la solución definitiva a su precaria realidad no llegará pronto.


De hecho, en la aldea se están realizando trabajos diversos de infraestructura vial:
mejoramiento de caminos; muros de contención, cierre perimetral, del sector. In-
cluso, como antecedente primario, el arriendo de dicho terreno a la forestal propie-
taria tiene una duración mínima de dos años (Pinto, 2010).

Otra pobladora agrega desde otra lógica, la que normalmente no se escucha.


La experiencia y sabiduría popular interpreta los hechos de una manera particular:

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Uno de los grandes problemas es que hay gente que está en el campamento y se
siente muy cómoda acá. Antes del terremoto ellos no tenían otro lugar donde vivir.
Estaban de allegados, hacinados en casas muy chicas o en malas condiciones. En-
tonces no tienen ningún apuro. (pobladora Isabel Riquelme) (Pinto, 2010).

En otras palabras, los desplazados desconfían de las mejoras que se introducen


en el campamento y de las personas pobres que antes del sismo vivían en la condi-
ción precaria de allegados. Estas últimas personas, según su experiencia, contribu-
yen a mantener en el tiempo la condición estable de campamento.
Los desplazados consideran las mejoras como medidas tendientes a estabilizar en
el tiempo las malas condiciones de vida, retardando su regreso a los lugares en que
vivían antes del tsunami. Obviamente, añoran regresar a sus antiguas residencias,
de donde fueron expulsados por las subidas abruptas del mar. Con razón, aquellos
que eran propietarios –y había muchos de ellos en Dichato– expresan sus temores:

Nos han dicho tantas cosas que ya no nos extraña nada. Pero ahora el principal
temor es que nos expropien nuestras viviendas y locales comerciales. (Isabel Riquel-
me) (Pinto, 2010).

Las personas afectadas, desplazadas de sus lugares de residencia, esta vez mejor
organizadas, reclaman con razón participación en el proceso de reconstrucción.
La reconstrucción de las zonas devastadas debe necesariamente hacerse con
participación ciudadana y orientación sustentable. De lo contrario la vulnerabili-
dad de los más pobres, mayoritariamente afectados por el desastre, profundiza aún
más la condición de vulnerable, transformándola en irreversible. De hecho, esta
realidad ya puede observarse en los campamentos.
Por otra parte, las soluciones sustentables, como la construcción de viviendas
dignas con aislamiento térmico y dimensiones adecuadas (por cierto muy superio-
res a los 18 m² y al hacinamiento de mediaguas que se está implementando por
ejemplo en algunas localidades), el empleo de energías renovables, el aprovecha-
miento de las aguas lluvias, la protección frente a eventuales eventos extremos,
las planificación sustentable del borde costero, el respeto a la actividad productiva
de los pescadores artesanales y de sus espacios habitacionales (arraigo, identidad y
cultura local) y el incremento de la calidad de vida de la población afectada (me-
jorar lo que tuvieron antes del terremoto/tsunami) deberían constituir la carta de
navegación de la reconstrucción en democracia. Este salto cualitativo puede darse.
Existen los recursos económicos, la tecnología y la voluntad de los ciudadanos por
involucrarse en sus propias decisiones. Y existe también la voluntad de las univer-
sidades regionales, por aportar con sus conocimientos y experiencias formativas y
valóricas a la reconstrucción con participación ciudadana.

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Planes de emergencia con participación ciudadana

En el encuentro EREDE, mencionado anteriormente, se analizó también el pro-


blema de la forma como enfrentar mejor desastres futuros, partiendo de la expe-
riencia reciente negativa. Se plantearon las siguientes ideas matrices:

–Organizar comités descentralizados de emergencia con participación de la comu-


nidad (Master Plan de Emergencia).
–Articulación de comités locales con política de emergencia nacional y regional.
–Plan de Respuesta Comunicacional: Manual de Emergencia.
–Protocolo y Procedimientos de Emergencia definidos con responsabilidades y
atribuciones y liderazgos claros.
–Política preventiva en el auto-abastecimiento de servicios básicos.
–Fomento de cultura preventiva en la población e instituciones.
–Importancia del conocimiento local: pescadores escaparon del tsunami.
–Investigar las percepciones, experiencias y saberes de los actores locales, empresa-
riales, políticos, etc.
–Preparar Planes Regionales de Emergencia pertinentes.
–Fortalecer confianza ciudadana y organizaciones sociales.

La experiencia vivida debería ser considerada como un proceso de aprendizaje.


No olvidar lo que sucedió. Incorporar la experiencia a la vida cotidiana y transfor-
marla en conducta y organización. El centralismo imperante en el país fue fuer-
temente criticado, subrayándose la necesidad de generar organismos de emergencia
locales y regionales, descentralizados. Junto a esta idea matriz se planteó también
como relevante la participación ciudadana. Poco sirven planes de emergencia insti-
tucionales si la población no cuenta con la información y si no se encuentra invo-
lucrada en los mismos. Los conocimientos y saberes de las comunidades locales –de
pescadores por ejemplo, en el caso de tsunamis– resultan de gran importancia a la
hora de enfrentar situaciones complejas de desastres y emergencias.
Junto a las capacidades ciudadanas, al desarrollo de una cultura preventiva y
proactiva y a la organización de los barrios y comunas, es indispensable la existencia
de una nueva institucionalidad preocupada y preparada para enfrentar situaciones
de riesgos de desastres y dispuesta a interactuar con la comunidad organizada.
Los planes de emergencia deben contemplar también las medidas necesarias
para enfrentar con rapidez y eficiencia los problemas de desabastecimiento de ali-
mentos y la falta de servicios básicos como agua, electricidad, gas, combustible,
infraestructura y conectividad.

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Sueños de la Reconstrucción: recuperar la identidad

El tiempo transcurrido no sólo está atravesado e impregnado de dudas y temores,


como lo hemos sostenido en al capítulo anterior. Las personas han vivido una ex-
periencia única, extrema, poniendo en riesgo sus vidas, relaciones y pertenencias.
Estas experiencias límites los llevan a reflexionar profundamente sobre el sentido
de la vida, a revalorar lo que son, a sus vecinos, su medio ambiente y sus lugares de
residencia. Expresan sus sentimientos ocultos o autorreprimidos en la vida cotidia-
na moderna. De esta manera, reaparecen valores de sus tradiciones y trayectorias
históricas, las mejores virtudes, capacidades y fuerzas para salir adelante. En nuestra
experiencia investigativa post-terremoto/tsunami pudimos extraer y sistematizar
un conjunto de ideas y opiniones, expresadas a manera de sueños, sobre lo que los
ciudadanos piensan como debería ser el proceso de reconstrucción, de qué mane-
ra debería orientarse, bajo qué conceptos y parámetros debería implementarse. A
continuación se exponen algunas ideas centrales extraídas de la experiencia cualita-
tiva “El Árbol de los Sueños”5, realizada en la ciudad de Talcahuano, fuertemente
devastada por el terremoto y tsunami.

Un puerto con vista al mar, reconstruido por sus habitantes

–“Mi sueño es que las personas de Talcahuano y también las demás ciudades en-
tiendan, aprendan y apliquen lo que es vivir en comunidad, que se comparta de
forma genuina y sin esconder el amor por miedo a ser vulnerables”.
–“Reconstruir Talcahuano respetando su historia, cultura, actividad económica por-
tuaria y su identidad”.
–“Principalmente rescatar el patrimonio de la ciudad”.
–“Me gustaría que se reconstruyera más firme, más lindo”.
–“Me gustaría que Talcahuano construya las casas que se cayeron.
–“Que se eleven sus construcciones para que no se afecten por los futuros tsunamis”.

5
El proyecto ANILLOS SOC 28 CONICYT “Impactos sociales y ambientales del Cambio Climático Global
en la Región del Biobío: Desafíos para la sostenibilidad del siglo XXI, 2009-2011” investigó las percepciones y
sueños de ciudadanos en las ciudades de Concepción y Talcahuano, respecto de la reconstrucción. Transcurridos
varios meses del terremoto/tsunami, surgen con fuerza importante ideas de cómo reconstruir sus lugares de vida y
las ciudades más afectadas por el desastre. Los pensamientos que se escribieron y colgaron como tarjetas en el Árbol
de los Sueños –árbol nativo que finalmente se plantó en la plaza de Talcahuano– reflejan las fortalezas propias
de los habitantes, la resiliencia comunitaria, siempre presente en las personas a la hora de enfrentar situaciones
difíciles y dolorosas como las vividas durante y después del terremoto del 27 de febrero de 2010. La sistematiza-
ción de las opiniones emitidas fue realizada por el profesor Dr. Manuel Antonio Baeza, investigador del Proyecto
ANILLOS SOC 28.

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–“Me gustaría que fuera un puerto con más entretención para la comunidad, en
donde existan áreas de esparcimiento para la familia”.
–“Me encantaría que tuviera un paseo peatonal a orillas del mar para poder jugar con
nuestros hijos en un lugar lindo”.
–“… que consideren espacios permanentes para el desarrollo integral de los niños y
su creatividad”.
–“Una ciudad sustentable del punto de vista urbano, social y económico”.
–“… poder convertir partes de la zona de desastres en áreas verdes y de relajación para
la ciudadanía y los turistas”. “Con muchos árboles, color verde puro”.
–“Talcahuano… sin malos olores”, “… sin contaminación”.
–“Me gustaría que Talcahuano se reconstruya con vista al mar”.
–“… me gustaría que Talcahuano se reconstruyera igual que antes o con mejores
instalaciones”.
–“Queremos una ciudad más solidaria, necesitamos unión”.
–“Me gustaría que Talcahuano construya las casas que cayeron y que la gente que
vive en la calle tenga casa”.
–“… darle mucho apoyo y solidaridad para las personas que lo hayan perdido todo”.
–“Anhelo una comuna con trabajo y dignidad para sus habitantes”.
–“Reconstruir Talcahuano con la participación activa de sus habitantes y sus autori-
dades locales”.
–“… con espacios donde la gente se pueda juntar, que recupere su costanera y su
alegría de Puerto”.
–“Que nuestro puerto lo puedan arreglar más lindo”.
–“… superar la pobreza de nuestra ciudad”.
–“Me gustaría que Talcahuano se reconstruyera con mucha ayuda de gente de Tal-
cahuano”.
–“Que la reconstrucción sirva para tener una ciudad más unida”.
–“Una ciudad alegre”. “Una comuna con gente feliz”.

Los primeros momentos del desastre fueron complejos y difíciles para la mayo-
ría de la población afectada, especialmente para las familias y personas más vulnera-
bles, carentes de recursos. Luego, junto a las primeras ayudas, surgen las iniciativas
de bases. Los campamentos se organizan, canalizando las ayudas y aunando fuerzas
para salir adelante y superar los problemas más básicos, como la alimentación,
agua, habitación, energía, salud, conectividad, educación, contención emocional,
distracción, etc. Ha habido diferencias en la formas de enfrentar las dificultades.
Así, por ejemplo, las comunidades que estaban mejor organizadas, que contaban
con mayor capital social y capacidades de resiliencia, pudieron enfrentar mejor los
problemas, adaptándose más rápidamente a las nuevas y difíciles condiciones de
vida. También hubo en algunos casos pasividad y lamentables desbordes, como ya

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lo hemos analizado. Pero muchos compartieron sus escasos recursos y lograron una
mejor comunicación con las autoridades locales.
Son, precisamente, estos segmentos más proactivos de la población afectada los
que manifiestan los pensamientos y anhelos en el Árbol de los Sueños, registrados
en Talcahuano. Apelan a la solidaridad, a la necesidad de reconstruir con la ayuda
de todos, considerando lo que la ciudad fue, su historia económica y arquitectóni-
ca. La ciudad debe reconstruirse mejor, manteniendo su calidad de puerto abierto
al mar. El mar es el paisaje natural de la ciudad y, a pesar que la violencia de las
aguas destruyó parte importante de ciudad y poblaciones costeras, sus habitantes
siguen pensando en el paisaje marítimo, sigue siendo el constitutivo fundamental
de la identidad porteña.
Nuevos espacios ciudadanos, especialmente para los niños, debe construir y
presentar el nuevo Talcahuano post-terremoto. Esta vez con áreas verdes, acceso
costero al mar, mayor belleza, calidad de vida, trabajo digno, menos pobreza, más
sustentabilidad y alegría en el rostro de sus ciudadanos.
Estos pensamientos se manifiestan en diferentes localidades afectadas por el te-
rremoto y tsunami. Por lo general las personas desean volver a los lugares en los
que vivieron, en los que tienen sus raíces, construyeron sus vidas y establecieron sus
lazos comunitarios. No quieren por ningún motivo ser alejados del paisaje en que
residían. Así, por ejemplo, los que viven en la costa como en Talcahuano desean
mantener su relación con el mar y la costa. Lo mismo expresan los pobladores de
Dichato, en conflicto con las autoridades, por anunciadas expropiaciones en la
zona costera, con propósitos defensivos frente a posibles tsunamis. Es natural que
defiendan su pertenencia territorial. Su identidad y actividades están vinculadas
fuertemente al mar, a la morfología del borde costero. Además, los pescadores arte-
sanales y sus familias viven del mar y de sus productos. Tienen el derecho histórico
a permanecer en la costa, mejorando sus condiciones de defensa habitacionales y de
trabajo. Se puede y debe construirse de una manera diferente, adaptada a riesgos de
desastres. Los pobladores afectados por el desastre no deben ser desplazados de sus
localidades, para que luego se instalen en las mismas otras actividades, comerciales
o turísticas, por ejemplo.
Por su parte, en Concepción, lo sueños giraron en torno a visiones ambientales:

–“Quiero un Concepción verde, limpio, alegre, ojala con plantas de reciclaje para
que todos podamos cooperar”.
–“Yo quiero que mi ciudad sea ecológica y que haya más jardines y no tantos edi-
ficios”.
–“Haciendo de las plazas de la ciudad y barrios, lugares de encuentro más acogedo-
res, con espacios verdes, árboles, banquitas”.
–“Quiero una ciudad verde”.
–“Me gustaría reconstruir mi ciudad en primer lugar inculcando una fuerte con-

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ciencia ambiental que sensibilice a las personas sobre una reconstrucción con una
matriz “verde” que promueva el cuidado y conservación de los espacios naturales
de Concepción para que la nueva ciudad que emerja sea sustentable”.
–“Quiero una ciudad, un país y mi comuna libre de contaminación”.
–“(…) con muchas bicicletas para disminuir el ruido, la contaminación y el estrés”.
–“Una ciudad con arquitectura sustentable”.
–“Quiero una ciudad llena de colores”.
–“(…) que la reconstrucción se haga tomando conciencia de los fenómenos naturales
de nuestro país”.
–“Más utilización de energías renovables y la aplicación en la arquitectura”.
–“Me gustaría que volviera a ser como antes, que las partes que se cayeron se recons-
truyan”.
–“Mi sueño es que todas las familias que perdieron sus hogares en el terremoto les re-
construyeran lo antes posible y así dejaran de sufrir”.
–“Deseo una mejor calidad de vida para cada una de esas personas que lo perdieron
todo y también sus familias”.
–“Me gustaría que Concepción se reconstruyera de una manera equitativa”.
–“(…) sin tanta desigualdad”.
–“Me gustaría reconstruir mi ciudad, cosas creativas que le den sueños y magia a la
vida, y que la juventud aporte cosas nuevas”.
–“Por sobre todo, reconocer a nuestra ciudad como un ente que la conformamos
todos nosotros. Cada uno que participe de su desarrollo y reconstrucción, desde el
ámbito que pueda participar. Es tarea de todos hacer de Concepción algo mucho
mejor de lo que era antes”.
–Quiero una reconstrucción social, educativa, hecha con valores, en donde la gente
muestre respeto, hermandad, igualdad y no todos los antivalores que se enseñaron
en el terremoto”.
–“Yo espero que con la reconstrucción del país después de este terremoto, renazca-
mos con más fortaleza y amor entre nosotros, para convivir en una sociedad más
fraternal y solidaria”.

Los sueños de los ciudadanos de ambas comunas tienden a coincidir. Sin em-
bargo, resalta especialmente en Concepción el deseo de que la ciudad se transforme
en un espacio urbano verde, con muchas áreas verdes, con protección del medio
ambiente. La ciudad verde o sustentable. El paisaje hermoseado, estético, agradable
a los ojos, motiva a los habitantes de Concepción. Pero también les preocupa que
la ciudad cuide su patrimonio arquitectónico, sus casas antiguas y lugares de recrea-
ción, que se descontamine, evite los ruidos, así como que surjan valores como la
fraternidad, el respeto mutuo y la solidaridad. Que se reconstruya equitativamente,
sin pobres y con involucramiento ciudadano.
La reconstrucción debe llevar el sello, acción y sueño de sus habitantes. Las

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nuevas obras urbanas deben partir de la historia económica, social, patrimonial y


ambiental de las localidades, poblados rurales y ciudades.
Como enseñanza del 27/F es necesario preparar a la población y a las institucio-
nes para prevenir y saber reaccionar frente a eventos extremos, como terremotos,
tsunamis o eventos climáticos extremos. Generar capacidades preventivas y proac-
tivas, fortalecer la organización social, recrear los lazos comunitarios y fomentar el
sentido solidario. Especialmente cultivar la confianza en las relaciones humanas.
Y el Estado, el Gobierno, debe organizar la institucionalidad y tomar las medidas
pertinentes que aseguren la protección adecuada de la sociedad civil ante riesgos y
desastres.

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¿La vuelta de los sin techo? Análisis de la


acción colectiva desplegada en campamentos
de emergencia tras el terremoto del 27/F
Does the back of the homeless? Analysis of collective action
deployed in emergency camps after the earthquake on 27/F

Katia Valenzuela Fuentes1

Resumen

El terremoto que sacudió a Chile el 27 de febrero de 2010 incrementó el número de familias chi-
lenas “sin casa”. De esta situación surge el interés por contrastar la historia de los tradicionales “sin
techo” con los(as) actuales damnificados, poniendo especial énfasis en las continuidades y disconti-
nuidades de las prácticas y discursos políticos. En este contexto, el presente artículo analiza, desde
un enfoque cualitativo y descriptivo, los modos de acción colectiva ejercidos por las comunidades
de pobladores(as) residentes en Campamentos de Emergencia de la provincia de Concepción, tras
el terremoto de febrero 2010.

Palabras clave: Acción colectiva, campamentos de emergencia, participación, terremoto.

Abstract

The earthquake occurred on twenty seventh of February 2010 increased the number of homeless
Chilean families. This situation promotes the interest to contrast the history of traditional homeless
people in Chile, with the current victims of the earthquake; emphasizing the continuities and dis-
continuities of the practices and political discourses. In this context, the present article analyzes from
a qualitative and descriptive approach, the ways of collective behavior practiced by the communities
of victims of the earthquake who are living on emergency camps in Concepcion Province, Chile.

Keywords: Collective action, emergency camps, participation, earthquake.

Recibido: 28.01.09. Aceptado: 25.03.11.

El remezón en el Chile del Bicentenario

El 27 de febrero del año 2010 Chile fue sacudido por uno de los terremotos de
mayor magnitud en la historia de la humanidad. El movimiento telúrico que des-

1
Socióloga, Magíster Política y Gobierno. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Concepción. Con-
cepción, Chile. E-mail: kavalenzuela@udec.cl

141
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pertó a miles de chilenos y chilenas aquella madrugada, remeció no sólo la tierra,


también remeció a una sociedad en su conjunto, tanto en lo político como en lo
social y en lo cultural. Mientras se observaba un Estado confundido y desinforma-
do, a veces ausente, la incertidumbre se apoderaba de la ciudadanía y, con esto, pa-
recía a ratos que Hobbes finalmente tenía la razón, y que los saqueos y desórdenes
ocurridos en algunas ciudades del país reflejaban esta vuelta al temido estado de
naturaleza, estado que el Leviatán chileno había controlado tan bien hasta antes de
aquel fatídico día.
Sin embargo, y para sorpresa de muchos que apodaron a la sociedad chilena
como individualista, consumista y atomizada, en el Chile post-terremoto se co-
menzaron a observar espontáneas estrategias de supervivencia y organización, a lo
largo de todas las clases sociales y en los distintos territorios de la región. Emergió
con fuerza lo comunitario, entremedio del caos de las instituciones y las autorida-
des. Las personas comenzaron a acercarse, a conocerse, a organizarse, le perdieron
el miedo a respirar sin el “contrato social”. Si el Estado no estaba, ellos de todos
modos podían convivir en solidaridad, compartiendo la comida y los espacios,
protegiéndose unos a otros.
Sin duda, esta vuelta a lo comunitario se expresa en una situación límite: el te-
rremoto y tsunami del 27/F trajo consigo la pérdida de cientos de vidas en nuestro
país, así como la destrucción total o parcial de considerables asentamientos huma-
nos. De acuerdo a antecedentes del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (2011), la
catástrofe provocó la destrucción y/o inhabitabilidad de 370 mil viviendas, entre-
gándose cerca de 80 mil viviendas de emergencia a familias afectadas. Sin embargo,
un 6% de éstas no sólo perdió sus casas, sino que también los terrenos donde ellas
se emplazaban. Estas familias debieron reubicarse en asentamientos de emergencia.
Muchos de los damnificados habían perdido todos sus bienes materiales y, so-
breponiéndose a la angustia e incertidumbre, desplegaron distintas estrategias co-
lectivas para la sobrevivencia, estrategias que implicaban la articulación y comuni-
cación con la institucionalidad estatal, así como la autogestión comunitaria para
proveerse de alimentación, abrigo y techo.
En este contexto, el Gobierno de Chile levanta el Programa Aldeas, consistente
en el desarrollo de 106 conjuntos de viviendas de emergencia a nivel nacional, cons-
truidos para albergar a este porcentaje de familias que no tenían un lugar donde vivir.
Estos asentamientos fueron habitados mayoritariamente por sectores considerados
“vulnerables”, y que, por ende, no poseían otra alternativa habitacional a su alcance.
La conformación de múltiples campamentos de emergencia desplegados a lo
largo del territorio nacional ponía al Chile del Bicentenario en un nuevo escenario.
Los esfuerzos de múltiples políticas sociales y de vivienda desplegadas durante las
últimas décadas para enfrentar la pobreza, se veían truncados por una catástrofe
que hacía retroceder al país. Reaparecían entonces los “sin techo” y, con ellos, las
estrategias gubernamentales para ¿re-integrarlos? al anhelado desarrollo nacional.

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El terremoto obligaba al Gobierno entrante a liderar una reconstrucción física y


también social. Y esta reconstrucción se tornaba aún más compleja cuando se debía
interactuar con un sector que, históricamente, había generado dolores de cabeza a
los Estados Nacionales. Se trataba de los pobres urbanos y de sus intensas luchas
por ganarse un espacio en la ciudad. El repaso por la historia de Chile muestra una
constante tensión entre este sujeto colectivo y el Estado, en donde se articulaban
la reivindicación, la negociación, el consenso, la resistencia y la autonomía, entre
otros elementos. De una u otra manera, la vinculación de estos dos actores reflejaba
la histórica tensión entre la sociedad civil y el Estado.
Pese a que las luchas por un espacio en la ciudad datan de décadas anteriores,
uno de los períodos más significativos en la historia urbana de Chile es el de la ma-
sificación de las “tomas de terrenos”. En 1957, y como una respuesta al problema
habitacional, un grupo de pobladores de la callampa “El Zanjón de la Aguada”
organizó la toma de terreno que dio origen a la población “La Victoria” (Espinoza,
1998). De acuerdo a Garcés (2005: 59), esta toma fue la más amplia y de mayor
impacto en la sociedad, ya que unas mil familias “pusieron en tensión al mundo
político, y obligaron al Estado, en 1959, a iniciar el primer Plan de Viviendas”.
Siguiendo a Garcés (2003), el movimiento de pobladores había encontrado en
1957 una manera de modificar la forma de poblar la ciudad desde los más po-
bres. Para el autor (2003), esta nueva forma de poblamiento implicaba, al menos,
dos pasos tácticos fundamentales: el potenciamiento de capacidades organizativas
propias y el ejercicio de mecanismos de presión sobre el Estado, que implicaba el
establecimiento de alianzas con actores como la Iglesia, los partidos políticos, y los
sectores progresistas de la clase media. Dichos pasos tácticos permitieron que el
Estado reconociera progresivamente a los pobladores como interlocutores válidos,
además de comenzar a desarrollar políticas nacionales que abordaran el problema
habitacional (Garcés, 2003).
Entre este hito y la Unidad Popular, los distintos gobiernos procuraron elaborar
medidas orientadas a resolver los déficits habitacionales. Destacan el Plan Nacional
de Viviendas de Alessandri, la creación del Ministerio de Vivienda y Urbanismo,
bajo la presidencia de Frei Montalva, y la incorporación de la temática habitacional
en las 40 medidas de Allende. De acuerdo a Espinoza (1998), las ocupaciones de
terrenos en este último período adquieren una alta significación política, ya que,
al contar con el apoyo de los partidos de izquierda en el gobierno, y de la extrema
izquierda, se constituyen en actores fundamentales para procesos de transforma-
ción de la estructura social. El diverso movimiento de pobladores forjado en estas
décadas sufrió, al igual que los movimientos tradicionales, una de sus mayores
derrotas el 11 de septiembre de 1973, cuando la represión identificó a la “fábrica”
y a la “población” como los espacios simbólicos del pueblo. Como consecuencia
de esta asociación, ambos espacios fueron sitiados y disciplinados por la vía de las
armas, imponiendo el silencio y repliegue de los pobladores (Garcés, 2003). De

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acuerdo a De la Maza (2002), la acción represiva de la dictadura buscaba desarticu-


lar la “matriz histórica” de relación entre Estado y sociedad que había caracterizado
a Chile durante los cuarenta años precedentes. La represión, por ende, se dirigió
hacia toda expresión de descontento y oposición, bajo el argumento de la necesaria
refundación del sistema económico y político desde arriba.
Sin embargo, y tal como sostiene Oxhorn (1995), la imposición de regímenes
autoritarios afecta el desarrollo de la sociedad civil de forma importante, pero tam-
bién contradictoria. Las políticas implementadas por un régimen autoritario pue-
den, por ejemplo, promover el desarrollo de un tipo de sociedad civil marcada por
la atomización, el individualismo y el consumismo. No obstante, paradójicamente,
las mismas políticas pueden llevar a la sociedad civil hacia una dirección comple-
tamente opuesta. Este mismo diagnóstico es el que se replica en Chile, ya que du-
rante la dictadura emergió un heterogéneo movimiento social con base territorial
en las poblaciones populares, pero mucho más diversificado en sus expresiones
organizativas y orientaciones de acción. La dinámica de estas agrupaciones se fue
centrando en los territorios populares, apoyados por militantes políticos de base
y por iglesias locales, sin relación alguna con la institucionalidad municipal y na-
cional (De la Maza, 2002). Para los pobladores, sólo la autonomía organizacional
podía prevenir la manipulación del Estado, de los partidos políticos, e incluso, de
la Iglesia. En cierto sentido, el sector popular ansiaba construir su propia dirección,
desde su propia perspectiva. Lo anterior se refleja en un testimonio captado por la
investigación de Oxhorn (1995):

We solve our own problems here. We are people, not objects – autonomous, free
(…) it is the right of the poor to make their own decisions. (Oxhorn, 1995:126).

Sin embargo, las condiciones de la transición democrática no fueron favorables


para la consolidación del sector poblacional. La movilización electoral en función
de un cambio institucional “por arriba”, si bien catalizaba una expectativa demo-
crática, tendió a privilegiar el protagonismo de otros actores. De hecho, luego del
plebiscito de 1988, se observó una importante desmovilización de las organizacio-
nes. A diferencia de lo ocurrido con otros movimientos, como el sindicalismo, los
pobladores no figuraban entre los invitados a las nuevas instancias de concertación,
sino que sólo serían considerados como objeto de políticas sociales que buscaban
paliar los problemas sociales más urgentes (De la Maza, 2002).
A inicios de los noventa, varias tendencias marcaron la dinámica de los secto-
res populares urbanos: la democratización de las Juntas de Vecinos, las tomas de
terrenos y movilizaciones por vivienda y el reinicio de las relaciones entre las orga-
nizaciones y las autoridades nacionales y locales. La elección de nuevos dirigentes
de Juntas de Vecinos permitió la recuperación de estas organizaciones, fuertemente
intervenidas durante el régimen militar. Sin embargo, la democratización de direc-

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tivas no implicó que éstas se constituyeran en un interlocutor relevante en la toma


de decisiones a nivel local. Así, a mediados de 1991 se comenzó a diagnosticar un
severo problema de “falta de participación social en los sectores populares (De la
Maza, 2002).
Salas (1998) sindica a los partidos políticos como los principales responsables de
lo anterior, ejemplificando que, ante las primeras elecciones de Juntas de Vecinos,
los partidos políticos impusieron sus prácticas tradicionales, y pasaron a llevar a
los líderes naturales, copando partidariamente los cargos. Tras esta situación, su-
mada a la falsa creación de expectativas sobre la participación de estos grupos en
los gobiernos comunales, los pobladores comenzaron a alejarse poco a poco de los
espacios barriales construidos, abandonando múltiples instancias de participación
social. Sin embargo, el principal cambio que operó como factor desactivador del
movimiento de pobladores previo fue, probablemente, el dinamismo que adquirió
la construcción de soluciones habitacionales durante los Gobiernos de la Concerta-
ción, lo que permitió disminuir el déficit acumulado durante los años de dictadura
(De la Maza, 2002). En este sentido, la llegada de la democracia no viene a activar
el movimiento y las demandas colectivas, sino, más bien, a lo que se asiste es a la
creación de un nuevo pacto entre los pobladores y el Estado, el que concebirá a la
vivienda como un instrumento clave para la erradicación de la pobreza y la indi-
gencia en Chile (Márquez, 2008).
El llamado “movimiento poblacional”, que sin duda adquirió un gran prota-
gonismo en la resistencia a la dictadura, ha sido uno de los que más ha sufrido las
consecuencias del modelo económico implementado. Esto se ha expresado en la
continuidad de la pobreza, en el aumento del desempleo y trabajo informal, en los
índices de delincuencia, en la consolidación de estrategias de sobrevivencia asocia-
das al tráfico y consumo de drogas, etc. Este movimiento, extremadamente hetero-
géneo, fue también uno de los más débiles en su capacidad de proyección política.
Por lo mismo, la transición democrática reconceptualiza a este sector como “gru-
po vulnerable” y potencial beneficiario de políticas públicas (Garcés y Rodríguez,
2004), mirada que se ha perpetuado hasta el día de hoy, y que se refleja claramente
en la forma en cómo el Estado ha abordado la problemática de los damnificados
por el terremoto. En este contexto, los campamentos o “aldeas” de emergencia
pueden entenderse como territorios estratégicos para la observación social de las
relaciones contemporáneas establecidas entre sectores populares y el Estado, espe-
cialmente cuando el foco de la tensión es nuevamente la necesidad de un espacio
donde habitar. A su vez, la dinámica de las comunidades que viven en los campa-
mentos puede dar luces sobre los modos en los que estos grupos están convivien-
do, interactuando y gestionando sus propias vidas. En esta línea, se presentan a
continuación algunos resultados relevantes de la investigación cualitativa realizada
en la provincia de Concepción, y que se ha propuesto analizar de qué manera los
damnificados de los campamentos están enfrentando su situación actual; cómo se

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han asociado para abordar la temática de la vivienda de manera colectiva, qué tipo
de relaciones han emprendido con la institucionalidad pública, cómo evalúan sus
niveles de participación y deliberación en el proceso de reconstrucción, etc.

Enfoque metodológico

Para la presente investigación se ha optado por utilizar un acercamiento meto-


dológico de tipo cualitativo, orientado a comprender y dar cuenta de esta reali-
dad social. Esta aproximación cualitativa se caracterizó, siguiendo a Stake (1995),
por tener como objetivo principal la comprensión de las complejas interrelaciones
que se dan en la realidad. Y esta realidad, para los estudios cualitativos, “es una
construcción social a través de la cual las personas exteriorizan e internalizan los
significados que sus propios colectivos legitiman como reales” (Martinic, 1992:
6). Para el proceso de recolección de información, se recurrió a la entrevista semi-
estructurada, la que fue aplicada a doce dirigentas de campamentos de emergencia
localizados en las comunas de Tomé, Talcahuano, Penco, Chiguayante y Lota. La
información obtenida se analizó a través del “análisis de contenido por categorías”,
con una orientación hermenéutica o interpretativa.

Principales resultados

La grave crisis vivida tras el terremoto del 27 de febrero de 2010 implicó que las co-
munidades articularan improvisados mecanismos de organización para sobrellevar
las duras semanas post-catástrofe que se vendrían. En este contexto, en los distintos
territorios existieron personas que fueron asumiendo el liderazgo de la situación.
En un intento por caracterizar a las y los nuevos líderes de los campamentos de
emergencia, el trabajo de campo realizado identifica dos tipos de líderes según ex-
periencia dirigencial: los que ya tenían un currículum de dirigencia social previa, y
los liderazgos emergentes que adquieren protagonismo con la emergencia:

No tenía experiencia de antes, no quería participar tampoco (…) pero querían


que estuviera, “ya vamos”, “ahí aprendes”, hasta que dije bueno… (Dirigenta Aldea
Capitán Silva, Lota).

Mientras algunos dirigentes sólo continuaron con sus labores frecuentes de


participación y dirección de organizaciones locales o sectoriales, otros recién han
comenzado con su historia directiva, ya que, movidos por la necesidad de buscar
soluciones, terminaron por entregarse profundamente a la lucha por el desarrollo
de su campamento. Cabe señalar que los antecedentes aportados por otras fuen-

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tes2, así como por el propio trabajo de campo realizado, indican que casi la mayoría
de los(as) líderes actuales de los campamentos corresponde a este segundo perfil.
En este sentido, la experiencia de los campamentos de emergencia ha generado un
proceso nuevo de participación comunitaria a nivel país. La tradición de las últimas
décadas en materia comunitaria apuntaba a la perpetuación de los liderazgos expe-
rimentados en los territorios, ante la falta de pobladores jóvenes o no experimen-
tados que estuviesen interesados en renovar los cargos dirigenciales. Sin embargo,
la experiencia de los campamentos post-terremoto marca un absoluto quiebre de
este modelo, ya que es considerable el número de liderazgos emergentes asumiendo
roles directivos en sus respectivas organizaciones.
Por otra parte, si nos remontamos a los días, semanas y meses inmediatamente
posteriores al terremoto y tsunami, nos podemos percatar que éstos estuvieron
marcados por particulares modos de resolución colectiva de las necesidades y pro-
blemas que las familias damnificadas debían enfrentar. La histórica olla común
masificada en las poblaciones de los ochenta es un claro ejemplo de esta afirmación:

… tuvimos que hacer ollas comunes y ayudarnos entre vecinos (…) nunca me ima-
giné que llegaríamos a organizarnos de esa manera (…) si bien hubo conflictos, el
espíritu siempre era de luchar por algo común, por todos. (Dirigenta Campamento
Coihueco, Penco).

Las palabras de la dirigenta presentan a la “olla común” como el resultado de


un potente proceso organizacional inesperado para ella en su comunidad. En ese
momento las soluciones individuales quedaron relegadas a un segundo plano, y
adquirió fuerza el sentido de lo común, de la ayuda mutua. Pese a que este proce-
so no estuvo exento de problemas, la olla común en los territorios permitió que
la “vecindad” adquiriera nuevamente visibilidad. La experiencia de la olla común
es destacada por las entrevistadas, en tanto reflejó la autónoma capacidad de los
pobladores y pobladoras para resolver sus propias urgencias. De acuerdo a los tes-
timonios recogidos, la olla común se convierte en la alternativa alimentaria por
excelencia para los vecinos, debido a las escasas posibilidades de auto-sustentarse
individualmente. Esto permite inferir que las condiciones de precariedad propicia-
das por la catástrofe abrieron una especie de “ventana de oportunidades” para la
promoción de prácticas comunitarias en los asentamientos de emergencia.
A su vez, para poder comprender cuál es la base sobre la que se asientan las
interacciones entre pobladores damnificados y el Estado, es necesario conocer qué
expectativas depositan los primeros en la institucionalidad. Ante la pregunta, ¿qué
responsabilidad le cabe al Estado para/con los damnificados?, casi la totalidad de

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Documento Sistematización Participativa del Programa de Apoyo a la Gestión Comunitaria en comunidades
afectadas por el terremoto y tsunami. FOSIS - U.E.

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las líderes entrevistadas coinciden en otorgarle altos niveles de responsabilidad a


esta institución, la que, consideran, tiene el deber de devolverles las condiciones
mínimas de habitabilidad que poseían hasta antes del terremoto. Para reivindicar
este derecho, se han propuesto desde las entrevistadas diversas estrategias en el
abordaje de la problemática habitacional y de la interrelación con el Estado. Para
algunas dirigentas, el diálogo y el consenso son considerados los valores centrales
de la articulación con el Estado:

El diálogo, la conversación son claves. La relación ha sido de muy buena onda.


Jamás nos han cerrado las puertas, nunca ha habido un no rotundo, siempre con
ánimo de trabajar y llegar a acuerdos. (Dirigenta Aldea Bosquemar, Penco).

Para la dirigenta de Bosquemar, la articulación con la institucionalidad estatal


ha sido bastante positiva, en tanto percibe buena disposición por parte de los acto-
res públicos para dialogar sobre las alternativas habitacionales. Por otra parte, para
la líder de Rocuant el diálogo también es la estrategia fundamental de interacción
con el Estado, procurando evitar las articulaciones conflictivas. Sin embargo, clari-
fica que este intercambio de ideas entre pobladores y autoridades se caracteriza por
una comunicación franca, en donde se verbalizan las preocupaciones, molestias y
emplazamientos hacia la institucionalidad.
Al igual que los testimonios anteriores, otra dirigente destaca como principal
estrategia de interacción las relaciones cordiales con la institucionalidad. Sin em-
bargo, resulta interesante su análisis, en tanto indica que el diálogo es la primera
estrategia, y que, ante las negativas de la autoridad, se pasa a un segundo escenario,
que implica mayores niveles de demanda y exigencias hacia el Estado:

Empezamos con diálogo y respeto, si la cosa se pone fea, ahí nos paramos y em-
pezamos a exigir más. Es decir, si nos resulta a la buena genial, si no, vamos a la
pelea, pero siempre con información y teniendo claro lo que estamos peleando, con
fundamentos… (Dirigenta Aldea Coihueco, Penco).

El “diálogo”, entonces, es reconocido como el primer nivel para interactuar con


el Estado. Sin embargo, a juicio de las entrevistadas, el diálogo no es sinónimo de
escuchar efectivamente las demandas y necesidades de los pobladores damnificados.
Cuando existe cierta sordera institucional, el diálogo ya no logra responder a las
expectativas de estos grupos, por lo que la emergencia de estrategias más confron-
tacionales adquiere plena legitimidad por ellos mismos. Al respecto, la lentitud del
Estado en cuanto a la reconstrucción y clarificación de soluciones habitacionales
ha gatillado el desarrollo de otros mecanismos de presión por parte de las y los po-
bladores. Estos mecanismos, como marchas, cortes de ruta, quema de mediaguas,

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acciones públicas de visibilización, etc., presentan continuamente una advertencia


de los pobladores(as) hacia las autoridades gubernamentales:

Ya lo hemos intentado con el diálogo, yo creo que después viene la protesta. Es que
somos miles de damnificados, no somos la gente de acá solamente. Porque esperar
para qué, si la reconstrucción no se va a terminar en este Gobierno… (Dirigenta
Aldea El Molino, Dichato).

La dirigenta dichatina propone la protesta como alternativa a un diálogo que a


todas luces ha resultado improductivo. De sus palabras también emana cierta des-
confianza en la capacidad del actual Gobierno de emprender una reconstrucción
exitosa, por lo que la protesta social se vislumbra como una buena opción para el
momento presente. En definitiva, la protesta es considerada por algunos pobla-
dores como una factible estrategia de acción política que presionaría para que la
institucionalidad sea capaz de recoger las inquietudes y necesidades de las familias
damnificadas.
El carácter participativo de la reconstrucción ha sido también otro de los nudos
críticos de los pobladores(as) damnificados(as). Durante el año 2010, tanto en los
discursos del Presidente Piñera como en los de la entonces ministra de Vivienda
y Urbanismo, Magdalena Matte, apareció con fuerza la idea de la Reconstrucción
con Participación Ciudadana. De esta manera, los compromisos gubernamentales
apuntaban a incorporar activamente a los damnificados en el proceso de definición
de sus futuras viviendas definitivas. Sin embargo, y de acuerdo a las entrevistas
realizadas, este componente participativo enunciado en los discursos no se incor-
poró plenamente en el proceso real de gestión habitacional. En términos generales,
ninguna de las entrevistadas reconoció haber sido parte de procesos participativos
de gestión de la vivienda, cuestionando la poca consideración que las autoridades
han tenido de sus propios requerimientos como damnificados(as). Esta situación
ha sido arduamente criticada, debido a la inconsistencia entre la promesa guberna-
mental de participación, y los procedimientos político-técnicos que se han llevado
a cabo en la práctica:

No ha habido mucha participación, se nos ha escuchado poco, en el proyecto y di-


seño de las casas no nos tomaron en cuenta y no recuerdo haber ido a reuniones en
las que tomaran la opinión, ¡si no es muy difícil venir y preguntarnos!” (Dirigenta
Aldea Coihueco, Penco).

Tal como afirma esta dirigenta, el proceso de reconstrucción no contempló la


participación de los vecinos en el diseño y proyecto de sus viviendas; tampoco se
han hecho esfuerzos por recoger la opinión de los(as) damnificados(as). Ante este

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panorama, que se repite en casi todos los testimonios, cabe preguntarse, ¿Dónde
quedó la participación?
La distancia entre la propuesta gubernamental y los modos de llevar ésta a la
práctica, nos permiten argumentar que la llamada “Reconstrucción Participativa”
no ha sido más que un componente retórico utilizado por la actual administración
para legitimarse ante una sociedad civil cada vez más demandante.

Reflexiones finales

Los grupos de damnificados(as) del terremoto del 27/F que habitan en las llamadas
“Aldeas de Emergencia” se pueden entender como parte integrante de un sujeto
colectivo y popular que ha tenido mayor o menor visibilidad a lo largo de la histo-
ria de nuestro país. Nos referimos al “poblador”, actor que ha encarnado la lucha
popular en múltiples ocasiones, desde la toma de sitios para afirmar su derecho a
un lugar donde vivir, hasta la toma de las calles para exigir el término de la dic-
tadura. En este sentido, podemos argumentar que los nuevos “sin techo” no son
“individuos” a-históricos que sólo están pasando una mala racha por el azar de la
naturaleza; más bien, podemos entenderlos como actores integrantes de un sujeto
colectivo cargado de historicidad, y cuya posición en la estructura de clases deter-
mina su nivel actual de vulnerabilidad frente al desastre vivido.
Los resultados del trabajo de campo realizado muestran a las y los pobladores
residentes en campamentos de emergencia como actores integrantes de esta nue-
va sociedad civil popular, que, como tales, establecen diferentes mecanismos de
interrelación con el Estado. En términos generales, se puede señalar que las y los
pobladores(as) damnificados(as) han demandado con fuerza su derecho a la vivien-
da, así como su derecho a participar activamente de la reconstrucción de sus vidas.
Al entender la solución habitacional como un derecho, éstos dirigen su demanda
al Estado, el que, con mayor o menor claridad, se ha comprometido a atender la
situación de los damnificados.
Si se analizan las demandas de los ciudadanos damnificados, y se contrastan
con las políticas y lineamientos gubernamentales en materia de reconstrucción, no
debería presentarse mayor disonancia, ya que desde lo discursivo el Gobierno de
Chile ha auspiciado una reconstrucción profundamente participativa, que involu-
craría a los afectados en todas las etapas de la solución habitacional. Sin embargo,
la evidencia empírica recogida en los testimonios muestra una distancia abismante
entre el discurso y la práctica de la participación. En efecto, las limitaciones a la
participación de la comunidad no deberían sorprendernos, si consideramos que
nuestro actual Estado neoliberal incorpora como prácticas comunes las alianzas
con el mercado y, específicamente aquí, con el sector inmobiliario. Si de lo que se
trata es de reproducir la lógica subsidiaria, que implica transferir la construcción de

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la vivienda a las grandes empresas constructoras, entonces no resultaría pertinente


considerar las expectativas de las comunidades sobre sus futuras viviendas, ya que
esto amenazaría las cuantiosas ganancias de los grupos empresariales.
Por otra parte, no cabe duda que la idea de “gobernabilidad” sigue presente en
nuestro sistema socio-político, aún a 21 años de recuperada la democracia. En los
noventa se utilizó la idea de democracia protegida para limitar la participación de la
sociedad civil. Hoy en día, frente a una sociedad que va camino al desarrollo, que se
considera estable macroeconómicamente y que dice contar con “instituciones sóli-
das”, no parece haber argumentos razonables como para no abrir espacios efectivos
de participación ciudadana. Sin embargo, la lógica que opera en la práctica política
no es la de la participación, es la del control para evitar la “sobrecarga democrática”.
Lo anterior cobra sentido si comprendemos la concepción hegemónica de demo-
cracia instalada en nuestro país, y que se conforma con incorporar a la ciudadanía
exclusivamente a través del ejercicio del sufragio.
Siguiendo esta reflexión, la ausencia de mecanismos de participación efectivos
en la reconstrucción obedece al criterio de la gobernabilidad, que apuesta por man-
tener a raya el empoderamiento de la sociedad civil, para así evitar la convulsión
social y política. No obstante, y tal como argumenta Salazar (1998), los nuevos
requerimientos de instituciones internacionales, como el Banco Mundial, exigen
mínimos de participación, especialmente cuando se trata de sectores populares.
En este sentido, las políticas públicas de reconstrucción psico-social y de gestión
habitacional “participativa” no serían más que meras estrategias gubernamentales
diseñadas para incentivar de manera controlada ciertos mínimos de participación,
que, por lo demás, contribuirían a mantener estable la legitimidad de la sociedad
civil respecto del Estado. El margen de libertad que entrega esta nueva versión de
la gobernabilidad, se resignifica a favor de la construcción de un modelo de parti-
cipación institucionalizada, funcional y no contestataria. En definitiva, la presión
global por incorporar la “participación”, al menos en lo discursivo, ha llevado a
sofisticar las estrategias de socialización ciudadana, para no correr el riesgo de em-
poderar demasiado a la sociedad civil popular.
Sin embargo, los resultados del estudio son también concluyentes en cuanto
a comprender el terremoto y tsunami como una oportunidad histórica para la
reestructuración de la sociedad civil popular. La ausencia y posterior ineficacia del
Estado Subsidiario en los días y semanas posteriores a la catástrofe, obligaron a las
comunidades a organizarse autónomamente y a administrar la crisis “desde aba-
jo”, desde la perspectiva de la solidaridad popular. A su vez, las demandas de los
pobladores damnificados por derechos sociales y su promesa de intensificación de
las luchas por una vivienda digna y por una reconstrucción participativa, refleja
la tensión de las entrevistadas que, pese a ansiar la respuesta de un Estado con
vocación social, reconocen que los avances democratizadores se han conseguido
principalmente a través de la lucha de esta sociedad civil popular.

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En definitiva, los resultados del estudio evidencian la existencia de prácticas


políticas que efectivamente reproducen estrategias organizativas de períodos ante-
riores, prácticas que fueron y han sido capaces de ajustarse y resignificarse al hoy
día de los campamentos. Desde la negociación a la protesta, las y los pobladores
ejercitan y validan diversas formas de articulación con la institucionalidad. Pese a
que actualmente existen mecanismos de contención institucional mucho más so-
fisticados para el trabajo con los(as) damnificados(as), en la actualidad estas estrate-
gias no han sido capaces de cooptar esta energía social o experiencia histórica de los
sectores “sin techo”. En este sentido, un vez más estamos frente a una oportunidad
histórica para impulsar, desde abajo, procesos democratizadores y de cambio social
que nuestra frágil sociedad está pidiendo a gritos.

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SOCIEDAD HOY

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SOCIEDAD HOY es una publicación del Departamento de Sociología y Antropología,


Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Concepción, Chile. Se editó en forma
anual entre los años 1997 y 2005, y desde el año 2006 se edita en forma semestral.

Su objetivo es difundir e incentivar la investigación y la reflexión en las ciencias sociales


en el ámbito nacional e internacional, especialmente a nivel iberoamericano.

Incluye temas de interés científico de diferentes áreas de investigación de las Ciencias


Sociales, tales como epistemología, teoría sociológica y antropológica, medioambiente,
género, educación, movimientos sociales, metodologías de investigación, políticas so-
ciales, cultura e imaginarios sociales, etnias, problemas de la globalización, territorios y
sistemas productivos, participación ciudadana, pobreza, desarrollo regional y sustenta-
bilidad, entre otras áreas afines.

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neral. SOCIEDAD HOY considera para su publicación artículos inéditos, los que serán
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Ejemplo: Foucault (2000) estudió las relaciones de saber-poder entre...

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Ejemplo: El estudio de las relaciones entre política y lenguaje (Habermas, 2000)


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Ejemplo: Salazar, G. (1990). Ser niño “huacho” en la historia de Chile (Siglo XIX).
Proposiciones, Vol. 19, pp. 55-83.

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Ej.: Beck, Ulrich (2008). La sociedad del riesgo mundial. Barcelona: Editorial Paidós.

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tulo del libro (página inicial-pagina final). Ciudad: editorial.

Ejemplo: Goffman, Erving (2001) On fieldwork. En Emerson, Robert Contemporary


field research (pp. 153-158). Illinois: Waveland Press Inc.

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pology, Faculty of Social Sciences, University of Concepción, Chile. It was published
annually from 1997 to 2005, and since 2006 is published every six months.

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Example: In 1867 Marx published the first volume of Das Kapital ...

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–Books: Last name, name (year of publication) Book title. City where was published:
Name of the publisher.

Example: Beck, U. (2008). La sociedad del riesgo mundial. Barcelona: Editorial Paidós.

157
–Book chapters: Last name, name (year) Chapter title. In: Last Name, First Name: Book
title (initial page-final page). City: publisher.

Example: Goffman, E. (2001). On fieldwork. In Emerson, Robert Contemporary field


research (pp. 153-158). Illinois: Waveland Press Inc.

–All quotations must appear in the final list of references and vice versa, such references
must be quoted in the text.

–Arbitration system and selection of paper. The contributions received are subject to
‘double blind’ review through the Editorial Committee, the International Scientific
Committee and Scientific Committee of national and international partners which
evaluate the work based on a norm of qualification based on originality, relevance, sci-
entific rigor and quality criteria, focused on theoretical, methodological strengths, and
the contribution for new knowledge, as well as the adjustment of the article, document
or book-review to the rules for publication of Sociedad Hoy.

–Notification to the authors. The authors will be notified about the receipt of the
contribution, and subsequently they will be notified about the outcome of the double-
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–Order of publication of papers. The order of publication of the articles will be sub-
jected to the Director’s criterion.

–Paper Submission. Authors interested in publishing their work must send the original
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tered mail to:

Revista Sociedad Hoy


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Campus Universitario s / n
Telephone (56-41) 2203063 - Fax (56-41) 2215860
Casilla 160-C, Correo 3, Concepción, Chile

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