unidad de territorio, de origen, de historia, de lengua y de cultura, inclina a la comunidad de vida y crea conciencia de un destino común.
r'EQUEÒo LAROUSSE dLUSTRADC)
Nos estarnos quedando sin alma. No se trata de una fantasía
apocalíptica sino de algo más sencillo. Se trata del alma que canta. Toda alma nacional que se precie se expresa con letra y música. Pueden ser murmuradas o altisonantes, o sólo sílabas y taco taro, pero letras y músicas al fin, que "inclinan a la comunidad de vicia y crean conciencia de un destino común", aunque sus autores no suelen proponerse metas tan ambiciosas. Pueden las canciones desafinar o ser banales, pero mientras nazcan y se expandan según capricho de sus autores y libre elección de sus oidores, allí estarán retratando parte del alma de un pueblo real, y un preciso momento histórico de esa comunidad de vida. Nos libre el cielo de invocar nacionalismos aberrantes y marginarnos aun más del concierto universal. Nuestra cultura se asienta sobre una saludable absorción de lo extranjero, y ojalá nunca nos encerremos en un frasquito, como el muestrario de tierras provincianas. Pero... Vivimos cuestionando nuestra falta de identidad, y quizás no sabemos quiénes somos, pero el gesto de sintonizar la radio al menos de algo nos cerciora: somos extranjeros. Hemos sido desterrados de lugar y tiempo. No somos nada, en fin. "La patria de un hombre es su idioma", dice José Donoso*. Y esto me recuerda que el pasado 9 de julio, los canales de TV transmitieron el Himno Nacional sin letra. •Se habrá descubierto que don Vicente López y Planes es objetable, o es que ya no podemos escuchar ni el Himno en nuestro idioma? En los medios de difusión, los pocos que siguen cantando en nuestra lengua nos remiten al pasado. No está mal, claro, fomentar la vigencia de los "clásicos", lo grave es que parece un procedimiento intencionado y excluyente: después de ellos no hay nada, o casi En nuestro ambiente artístico circula un latiguillo: "El problema nada. Y así los zombis de las ondas nos van robando el alma y es la falta de autores, no hay renovación..." suele suceder que, inmovilizados ante el receptor, nos preguntemos: •Y quién la prohibe sino esos mismos dómines asalariados que la •Seré un cuerpo en pena? sentencian? Casi la única expresión propia filtrada en los medios es la que refleja "El problema" se nos plantea en pleno rostro a los que mal que bien antiguos esplendores: un mundo de padres y abuelos, de hijos nonatos o algo hicimos en la materia... y quizás seguiríamos haciendo si el inexistentes. Reflotamos lo que hicimos cincuenta aòos atrás, cuando papirotazo no nos diera la Pálida hasta enmudecer... éramos contemporáneos. Es decir, cuando autores e intérpretes narraban Quizás no hayamos autores, quizás no vuelva a haberlos mien-tras sus su presente, que no es el nuestro, como astuta-mente deduciría canales de difusión estén bloqueados por sonidos que vienen Aristóteles. prefabricados y envasados del exterior. Un autor no surge sino del La manipulación de un público "sin conciencia de un destino común" estímulo, no crea para guardar sus papeles en un cajón, como podría gracias a la arbitrariedad (por así llamarla) de los programa-dores, hacerlo un poeta o un filósofo. Un autor echa a rodar objetos vivos, petrifica la rutina de muchos intérpretes: saben que si no repiten moldes para su consumo inmediato y ojalá perdurable. gastados se harán acreedores a mayor segregación, si cabe. Es posible "Nadie quiere cantar mis nuevos temas, me dan por muerto, sólo suponer que en muchos casos se "fabrican" y promueven malos se interesan por lo que compuse hace cuarenta aòos..." Estas palabras intérpretes para producir rechazo contra todo lo que tenga no fueron pronunciadas públicamente por un autorejo resentido sino características locales. por el ilustre Enrique Cadícamo. •Qué podría decir el joven incipiente En esa idealizada era de nuestros mayores los vehículos natu-rales de la o el maduro interrumpido! música popular eran, como ahora, grabadoras extranjeras y radios. La •mpolítica cultural reinante cierra el paso a toda posibilidad de •Han cambiado ellas o hemos cambiado de país? renovación, y eso nos proporciona otra certeza para agregar a nuestra Una impuesta nostalgia -sumada al Mundial de la frivolidad y el indecisa identidad. De algo podemos estar seguros: no debemos ser libertinaje censor- determina hasta dónde se nos prohibe ser nosotros contemporáneos. mismos. Y cantamos en nuestro idioma, que es una modesta manera de Nunca es mal momento para denunciar las distintas variantes del robo. definir aquella identidad tan discutida. El patrimonio cultural es uno solo, aunque aquí nos preocupe En materia de música popular resulta optimista decir que estamos especialmente la música popular en nuestro idioma. Tam bién se nos "extra njerizados". La colonización cultural tiene su categoría y suele despoja de la herencia universal, al condenamos a escuchar música producir resultados nada despreciables, como la música clásica sólo en días de duelo (y ya ni eso, porque las grabadoras la han afronorteamericana o nuestro propio folklore anónimo. •Y qué son si no reemplazado por Clayderman en los últimos óbitos). el tango, el rock o la chamarrita, todas formas que alguna vez se En cuanto a los parias compatriotas que componen música culta, pese crearon aquí en legítima aclimatación de especies ajenas? a sus glorias cosechadas en el exterior, podrían exhibir un lujoso Esto que sucede ahora no es colonización sino liquidación cultural, certificado de defunción en vida paralelo al diploma del Conser- porque el invasor (inversor) no propone -salvo exóticas excepciones- vatorio. modelos emulables por su calidad, sino que impone muestras residuales Hace poco se reunieron en un país de América representantes de todas de una mercadería amorfa ante la que no queda más derecho a réplica las compaòías discográficas y al parecer allí decidieron cuál será la que el silencio, es decir, otra vez la gala mortuoria. música que fatalmente deberemos consumir durante la próxi-ma En el Brasil -remanido ejemplo pero no por eso menos ejem-plar-se década. transmite casi exclusivamente música brasileòa. Entre otras cosas, •Será muy útil, mientras tanto, seguir discutiendo obviedades porque se protege a la industria musical nativa mediante la exención de tales como si lo que hace Fulano es tango o no es tango, si hay un rock impuestos y otros beneficios, de modo que discográficas y negocios que pueda llamarse nacional, o si tal autor escribió una palabra anexos no han fallecido como los nuestros. No por eso los brasileòos objetable!. •Con qué comodidad nos seguirán devorando los de afuera! serán mejores gentes (•o sí?), pero sin duda son más ellos mismos, y no Tomar con resignación este copamiento de nuestra geografía resultan espiritualmente enajenados por la fuerza. espiritual no es sólo poco ético sino bastante paradójico, puesto que a diario se nos inculca fe en valores espirituales y se nos arma paladines contra todo tipo de materialismo. Las soluciones coercitivas --ingenuos festivales nativistas o "música obligatoria", pongamos por caso- no parecerían las más apropiadas. En cuanto a la buena voluntad de los organizadores de concursos, no hacen más que tapar con el dedo el agujero en el fondo del barco inundado. Un principio de solución residiría en crear una política económi-co- cultural semejante a la brasileòa en este asunto, y la apertura total e incondicionada de todas las compuertas que cierran el paso a la creación, difusión, promoción y venta de la música popular de cualquier género que en esta tierra se produjera. Y que sus progra-madores demostraran la misma idoneidad y decencia requeridas a un chapista o una enfermera. Mientras tanto, los ciudadanos dispuestos a defender nuestras fronteras físicas nada hacen para detener la invasión de los bárbaros que avanza por las ondas y arrasa con ese famoso "estilo de vida argentino" que tan altivamente queremos preservar.