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Estructura
Prólogo: 1-150
Párodo (151-215)
Primer episodio: (216-462)
Estásimo Primero (463-512)
Segundo episodio (513-862)
Estásimo segundo (863-910)
Tercer episodio (911-1085)
Estásimo tercero (1086-1109)
Cuarto episodio (1110-1185)
Estásimo cuarto (1186-1222)
Éxodo (1223-1530)
CREONTE – Decía que unos ladrones con los que se tropezaron le dieron
muerte, no con el rigor de una sola mano, sino de muchas.
EDIPO - ¿Cómo habría llegado el ladrón a semejante audacia, si no se hubiera
proyectado desde aquí con dinero?
(Versos 123 y siguientes).
Con ese uso del singular Edipo, sin saberlo, se condena a sí mismo. Como
reconocerá luego (versos 842-847), si hubiera habido asesinos, él no sería culpable; pero
si ha habido un hombre, único y solo, el crimen le es evidentemente imputable.
EDIPO – (…) Pues no para defensa de lejanos amigos sino de mí mismo alejaré
yo en persona esta mancha. El que fuera el asesino de aquél [Layo] tal vez también de
mí podría querer vengarse con violencia semejante. Así, pues, auxiliando a aquél me
ayudo a mí mismo. (versos 137-141).
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Considérese la recurrencia del tema del saber a lo largo de la obra (un saber que se revela luego como
vacío, falso, limitado), y su final inversión en el saber verdadero, en el saber destructor de la propia
identidad.
decadencia aparece Edipo, concentrando en sí toda la impureza del mundo. El rey
divino, purificador y salvador de su pueblo, llega a ser el criminal mancillado al que se
debe expulsar como un pharmakós, un chivo expiatorio para que la ciudad se salve.
El pharmakós